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El Pasado Está en La Calle

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Rev. Venez. de Econ. y Ciencias Sociales, 2005, vol. 11, n 2 (mayo-agosto), pp.

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PRESENTACIN
EL PASADO EST EN LA CALLE!
Rodrigo Navarrete
El pasado, la historia y sus usos en el presente
El tema de los usos polticos del pasado en la sociedad presente ha sido
profusamente debatido en las diversas ciencias sociales en el mbito acadmico internacional. Desde las nociones ms pragmticas y objetivistas sobre el
tema hasta las ms construccionistas, las recomposiciones polticas e ideolgicas
de fines del siglo XX e inicios del XXI han determinado una revisin de los contextos
de produccin del saber histrico y sus determinaciones socioculturales y polticas
(Anderson, 1991; Hobsbawn, 1997; Le Goff, 1992; Todorov, 1993).
Una tesis parece haber quedado clara en los ltimos aos: una visin del
pasado es a la vez una manera de visualizar, interactuar e intervenir en el presente (Gathercole y Lowenthal, 1990; Bond y william, 1994). Ningn conocimiento historiogrfico o cientfico, por ms objetivo y descriptivo que pretenda
ser, es neutral o ajeno a los valores, sean stos filosficos, sociales o ticos.
Cualquier narracin histrica de una secuencia de hechos es, en esencia, una
reconstruccin, es decir, una seleccin intencional de datos y evidencias que
conformaron un objeto de estudio. Aplicando la teora habermasiana al campo
de la historia, todo conocimiento en este caso sobre el pasado se basa en
intereses pragmticos y reflexivos (Habermas, 1981 y 1990). Estos intereses
se vinculan a su vez en forma compleja con todos los mbitos de la dinmica
social y cultural, con los cuales tanto la comunidad cientfica como el investigador como agente social individual estn conectados y comprometidos histrica y socialmente. Es as que en todo conocimiento existen reflexiva o inconscientemente: a) una serie de intenciones de accin intelectual o social en la
comunicacin de estas ideas, y b) una serie de consecuencias cognoscitivas
que definen y canalizan las teoras y las prcticas sobre este pasado y su vinculacin con el presente (Navarrete, 2004).
De esta manera, si entendemos la poltica como el sistema y las prcticas
de relaciones e interaccin social y de toma de decisiones individuales y colectivas, podremos entender que las visiones del pasado conforman un sustrato
poltico de referentes conceptuales y simblicos necesario para la legitimacin,

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continuidad o, por el contrario, trasgresin y transformacin de las condiciones socioculturales existentes. El pasado constituye, frecuentemente, el soporte sobre el cual se construyen proyectos polticos en el presente. Varios elementos en esta discusin han sido resaltados en las ltimas dcadas por diversos autores.
En primer lugar, desde una perspectiva antropolgica, es necesario reconocer el sentido culturalmente determinado y contextual en el presente de la
verdad histrica. Al margen de que se reconozca o no la preexistencia real de
las condiciones pretritas, lo que s es evidente es que al menos nuestro conocimiento histrico no necesariamente la historia en s es un producto propio y particular de una cultura occidental moderna y responde a las visiones de
mundo y necesidades de sta. En consecuencia, ninguna nocin histrica posee valor universal y debe ser entendida como relativa a su cultura (Schmidt y
Patterson, 1995). Por otro lado, ya que la investigacin histrica depende en
gran medida de las fuentes documentales elaboradas previamente por otros
actores sociales, debemos tambin reconocer que la construccin del documento histrico en el pasado depende a su vez de la posicionalidad o perspectiva del informante de primera mano o protagonista relator, por lo que, en su
sentido hermenutico, estamos interpretando una interpretacin de los hechos
o procesos (Todorov, 1993).
En concordancia con lo anterior, siendo la comunidad humanstica o cientfica un sector social especialmente capacitado con herramientas tericometodolgicas para el abordaje del pasado y marcado para cumplir esta funcin social, la mayor parte de los procesos de seleccin y construccin de las
versiones histricas que se conforman en historias oficialmente reconocidas
son su responsabilidad social. As, dentro del contexto de produccin sociocultural del conocimiento histrico, el historiador o cientfico social conforma una
elite con el poder intelectual y poltico para incidir sobre las visiones de mundo
de la sociedad en general (Vargas, 1990 y 1999). Por eso es de central importancia destacar otro factor incidente en la produccin de conocimiento histrico. Dentro de la seleccin de datos o informaciones para la produccin de las
versiones histricas no slo se destacan y enfatizan ciertos eventos, personajes o procesos, sino que intencionalmente o no se ignoran, marginan o silencian otros que pueden atentar contra la correcta lectura de la historia dominante (Trouillot, 1995).
Las nociones generales de carcter terico-metodolgico anteriores sobre
el proceso de produccin del conocimiento histrico cobran valor en relacin
con nuestro tema central a partir de su articulacin con el poder. Est claro de
que las distintas versiones del pasado presentes en una sociedad en un momento histrico dado no compiten de manera igualitaria o al menos en iguales condiciones para prevalecer como versiones del pasado aceptadas por
todos. Es precisamente la posicin y el papel que estas diversas versiones
juegan en el mbito de la competencia y las relaciones de poder lo que deter-

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mina su aceptacin, rechazo, conflicto y, en ltima instancia, el surgimiento de


una visin hegemnica de la historia en detrimento de otras marginadas o subordinadas Ni siquiera los mecanismos de contrastacin y validacin de las
distintas versiones histricas generadas en las comunidades cientficas y
humansticas dependan nica y exclusivamente de los propios criterios de corroboracin de la disciplina sino tambin del contexto social de produccin del
conocimiento (Bond y William, 1994; Vargas y Sanoja, 1993).
Un elemento especfico atado al punto anterior es la relacin entre la construccin de los conceptos de tradicin y herencia en relacin con la legitimacin de los Estados nacionales modernos. Como plantean autores como
Hobsbawm (1997) y Anderson (1991), los sentidos de comunidad generados
por los Estados nacionales tales como el de ciudadana o historia nacional
tienen sus races en la legitimacin del poder estatal sobre la poblacin y sobre las tomas de decisiones de los grupos. Las tradiciones inventadas conforman, entonces, no slo el sentido de historia propia sino tambin el de ciudadana y, por ende, legitiman la obediencia a los sistemas de valores y prcticas generalizadoras definidas por el Estado. De cualquier manera, las versiones subalternas nunca desaparecen sino que se mantienen interactuando de manera contradictoria con los constructos hegemnicos y asumen posiciones mviles
segn las circunstancias y estructuraciones del sistema poltico y cultural.
De la misma manera, si consideramos la posicin del productor de las versiones histricas como agente social, inmediatamente debemos de notar que
su producto intelectual en este caso, una versin del pasado est condicionado y definido adems, tanto por su posicin dentro del sistema global internacional de centro-periferia como por su interaccin con el contexto nacional.
Igualmente, ya que las versiones del pasado suponen la conformacin de
identidades nacionales, grupales y hasta individuales, se intersectan con las
relaciones y tensiones raciales, tnicas, de clase o de gnero (Schmidt y Patterson, 1995).
Ms especficamente en el caso venezolano, esta reflexin se hace imprescindible a partir del papel que ha jugado la historia y las visiones del pasado en la reconfiguracin poltica e ideolgica del gobierno venezolano con la
toma del poder del presidente Hugo Chvez Fras. A partir de 1999, la resemantizacin y el uso poltico del pasado y la historia venezolana se ha convertido en un tema nodal para la comprensin de la situacin de recomposicin
poltica e ideolgica que el pas experimenta y los posibles proyectos de futuro
que los colectivos y el Estado proyectan sobre la nacin. Los acontecimientos
polticos en la coyuntura actual han puesto sobre la palestra la discusin sobre
eventos y procesos que haban sido considerados neutrales en la historia del
pas; por otro lado, han desencadenado un debate sobre su confiabilidad como
versin histrica objetiva como pasado real y su utilizacin para la conformacin de una historia nacional alternativa como historia construida. Esta
recomposicin de los discursos y prcticas polticas de la Venezuela del ltimo

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quinquenio ha promovido no slo la formulacin de diversos y encontrados


proyectos nacionales a futuro sino la revisin, reconstruccin e incluso reinvencin del pasado de la nacin adecuando las versiones de la historia y de la
herencia cultural venezolana a las nuevas situaciones y necesidades del pas.
En este contradictorio y diverso panorama, la historia se renegocia constantemente para construir visiones distintas de Venezuela. Este debate ha inundado los campos de reflexin y accin poltica y sociocultural venezolana; est
en los discursos polticos formales, est en los medios de comunicacin, est
en la opinin pblica, est en la calle.
Imaginarios sobre la historia en el contexto urbano de la Caracas de hoy
El siguiente caso de estudio intenta explicar y aplicar, desde la perspectiva
especfica de la arqueologa, la situacin terica presentada previamente. Para
los arquelogos, la conciencia de que el pasado posee una presencia en el
presente es parte de su quehacer. Desde los mismos positivistas como Lewis
Binford (1988), estaba claro que el pasado est aqu con nosotros a travs de
su expresin material.
Lo que s no estaba claro hasta hace muy poco, y que se hace evidente con la
introduccin del pensamiento crtico y constructivista en la disciplina, era la fuerza
de la representacin cultural sobre el pasado inscrita en los objetos y en los espacios de la vida cotidiana. Los arquelogos neomarxistas modifican su visin y sentencian, entonces, que aunque el pasado ha muerto, ya no existe, es algo muy
poderoso (Gathercole y Lowenthal, 1990). Con esta afirmacin apuntan en dos
sentidos: en primer lugar, el pasado ha muerto reconoce la inevitabilidad de los
procesos temporales y de los cambios consecuentes probablemente contraponindose a nociones esencialistas que suponen la continuidad o estabilidad de la
tradicin. Por otra parte, y es en esto que queremos hacer nfasis, el pasado
es poderoso al menos en dos sentidos: uno, en su acepcin de dominacin,
por el poder legitimador y subyugante de su presentacin y representacin
sobre las condiciones de vida de distintas culturas en el pasado y actualmente
por supuesto, incluyendo la nuestra y, en segundo lugar, en su acepcin de
capacidad o posibilidad de incidencia en la formacin constante de una memoria comn desde los espacios de la vida cotidiana.
En el contexto urbano moderno, esto se traduce en la superposicin, competencia e interaccin de necesidades y versiones sobre el pasado. El pasado
no es ms un bloque homogneo indiferenciado temporalmente e inmerso en
la memoria colectiva (Burke, 1999). Ms bien, es una compleja red de retazos
difusos y contradictorios que se apropian y desechan segn las necesidades
de los actores sociales y sus negociaciones e intereses.
En este sentido, nos ha interesado utilizar como ejemplo el fenmeno urbano de la expresin pblica y callejera sobre el pasado y la historia. No slo el

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graffitti, sino tambin la propaganda poltica a travs de pancartas y avisos en


los medios de comunicacin (foto 1). Uno de los primeros factores que notamos es que la situacin actual en Venezuela no puede ser analizada bajo los
esquemas tradicionales sobre el poder y la subalternidad.

Foto 1
Tradicionalmente, la relacin entre los pasados hegemnicos (expresados
a travs de la prensa, la televisin y otros medios de comunicacin tanto oficiales como privados) y los pasados subalternos (expresados a travs de la trasgresin de los graffittis y pancartas callejeras) se ha visto como una tensa dicotoma. Por ejemplo, Garca Canclini (2001, 306) plantea:
Las batallas por el control del espacio se establecen a travs de las propias marcas del graffiti de otros grupos. Sus referencias sexuales, polticas o estticas son
maneras de enunciar modos de vida y de pensamiento por parte de un grupo que
no tiene acceso a los circuitos comerciales, polticos y de los medios de comunicacin para expresarse, pero que afirma su estilo a travs del graffitti. Su diseo espontneo y manual es estructuralmente opuesto a las leyendas comerciales y polticas bien pintadas o impresas y reta a estos lenguajes institucionalizados cuando
los altera. El graffitti afirma el territorio pero desestructura las colecciones de bienes materiales y simblicos.

Sin embargo, podra ser un modelo simplista la aceptacin del graffitti o similares en la Caracas de hoy como una manera marginal, desinstitucionalizada y efmera de asumir las nuevas relaciones entre lo pblico y lo privado, entre vida cotidiana y poltica. Caracas, sus paredes, postes elctricos, peridicos y canales de televisin se han llenado de llamados contradictorios como
BOLVAR VIVE! o NO AL PASADO! (foto 2).

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Foto 2
En Venezuela, a lo largo de su historia republicana y democrtica se ha
producido un fenmeno dual y contradictorio que se ha afianzado y cobrado
matices distintos en la polarizacin poltica actual. Por un lado, se ha reproducido una compactacin del pasado como negacin, algo negativo, una leyenda
negra, una obliteracin, incluso de perodos completos como el prehispnico.
Ese pasado est negado por las necesidades del presente. No existe o es
susceptible de ser ignorado, y si existe es malo y debe ser rechazado y olvidado. Esto incide en una conformacin negativa de la autoestima histrica e
identidad nacional de los venezolanos. Evidentemente, no estamos refirindonos a un fenmeno de la coyuntura actual, sino ms bien a uno de los elementos ms estructuralmente arraigados en nuestra identidad y en la valoracin
histrica nacional (Vargas, 1999). Si fuese posible desglosar ese pasado en
distintos perodos que lo componen como proceso siguiendo una matriz cronolgica tradicional podramos darnos cuenta de que la perspectiva simblica
del pasado en Venezuela ha sido frecuentemente aplanada en un solo campo
el pasado en general y en otras ocasiones colocado en planos tambin con
frecuencia transhistorizados que desconectan y enfatizan ciertos perodos o
momentos de la historia nacional. En primer lugar, sobre el perodo prehispnico se observa, en general, un sospechoso silencio que sugiere la necesidad
ideolgica de deslastrarse de los orgenes indgenas y enfatizar la tradicin
europea como punto de partida cultural nacional. Este silencio es seguido por
un contradictorio acercamiento al perodo colonial, para el cual mientras se
niega su desarrollo, tal como si fuese un perodo oscurantista en la historia
nacional, se valoran sus aportes tecnolgicos y constructivos tales como iglesias, fortines, mansiones, etc. expresiones culturales claramente asociadas a
las elites del perodo.

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Por otro lado, es cuando llegamos al perodo independentista cuando se


produce la exaltacin del pasado venezolano en su forma ms hiperblica,
obviamente vinculada con el perodo de conformacin del Estado nacional. Es
en relacin a este perodo que el presente construye su panten de hroes, su
saga de hazaas admirables, su compendio de virtudes nacionales, su glosario moral y cvico, sus bulevares de edificios y monumentos respetados y sus
vitrinas de objetos venerables. De hecho, la formacin del Estado venezolano
desde el siglo XIX se afianza sobre la construccin de un panten simblica y
fsicamente en su sede de la antigua iglesia de Altagracia de prceres e individuos ilustres que condensan virtudes representativas de la venezolanidad.
Es precisamente en conexin con este perodo que en la actualidad se presentan la mayor parte de las pugnas y las tensiones simblicas en las calles de las
grandes ciudades del pas.
Respecto al resto del perodo republicano del siglo XIX, al igual que con los
inicios dictatoriales del siglo XX, pareciera haber cierto silencio otra vez, slo
interrumpido por una visin monumental y arquitectnica de la construccin de
la nacionalidad y la exaltacin reciente de ciertos personajes icnicos previamente ignorados o marginados de la gesta nacionalista como, por ejemplo,
Zamora, Maisanta o Castro.
Los valores generados durante el perodo independentista se compactan, entonces, en una visin de pasado indiferenciado cuando discutimos el perodo
democrtico de la segunda mitad del siglo XX, del presente radicalizado durante
el perodo de gobierno de Chvez y, sobre todo, del futuro poltico y simblico de
Venezuela. Luego de un perodo de abandono o desdn por la historia nacional
en los discursos, prcticas y espacios pblicos, comenzamos ahora a presenciar
una saturacin de simbologas sobre el pasado, una batalla sobre la base de
valoraciones histricas capaces de dar sentido a los proyectos polticos presentes (foto 3). Bolvar, Mara Lionza, Maisanta, Coln, Rivas, Guaicaipuro cobran
nuevamente valor en el discurso oficial de los polticos tanto aliados como enfrentados al gobierno actual y a su vez en los mensajes y dinmicas de distintos sectores sociales.
Un elemento llamativo en esta actual contienda poltico-simblica es el de
que mientras el nacionalismo chavista recurre frecuente y abundantemente a
estos recursos, la oposicin prefiere neoliberalmente nicamente pensar en el
futuro. Sin embargo, segn algunos elementos esgrimidos durante los puntos
lgidos de la tensin como, por ejemplo, durante el perodo del referndum
revocatorio, paradjicamente, ambos discursos parecan apuntar a un mismo
fin en el debate sobre el pasado y las necesidades futuras: el llamado a construir un futuro sin mirar al pasado. Creo que esto puede explicarse a partir del
sustrato histrico hegemnico generalizado e internalizado por el ciudadano
poltico y comn de descalificacin del pasado que la sociedad venezolana
acarrea durante dos siglos por lo menos.

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Foto 3
Tomemos el caso de las pancartas colocadas durante el mismo perodo en
la sede del MVR de la Av. Libertador y en la sede de Alcalda de Baruta en la
Av. Ro de Janeiro. Entre ellas se produjo, a mi parecer, un interesante dilogo
diferido en el que una responda a la otra segn los eventos circunstanciales.
En la primera, en grandes letras sobre fondo rojo se lea Piensa. El pasado
no se repara mientras la segunda esgrima sobre una gigantografa de Capriles Radonski detenido, Somos un pas con ms futuro que pasado (fotos 4 y
5). Es evidente que ambas se referan a un pasado inmediato: los ltimos cincuenta aos del perodo democrtico prechavista. Sin embargo, mientras una
plantea la necesidad de reflexin sobre el efecto de este perodo sobre la nacin
y la necesidad de recurrir a un nuevo sistema de gobierno para cambiar los errores anteriores, la segunda invita a olvidar lo sucedido y concentrarse en el proyecto a futuro que su sector ofrece. Pareciese, incluso, si las colocamos en dilogo que la segunda increpa a los distintos sectores nacionales incluyendo al
chavista a dejar de anclarse y justificarse en el pasado.

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Foto 4

Foto 5
El problema podra radicar en que ambas tambin sucumben a la idea de
un pasado compacto, indiferenciado y monoltico, nocin legitimadora tpica de
la modernizacin de la Venezuela petrolera y que ha generado un efecto perjudicial sobre la nocin de la historia nacional. No queremos afirmar con esto

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que las percepciones del pasado no se puedan cambiar o que no estamos en


vas de cambiarlas. Sin embargo, sin una verdadera reflexin crtica y una autoevaluacin permanente sobre nuestro sustrato hegemnico sobre la historia,
difcilmente podremos tomar conciencia de esta atadura simblica y generar
nuevos espacios y discursos sobre y para el pasado. Parece que es necesario,
como parece estar sucediendo, construir nuevos hitos, referencias y versiones
de la historia nacional.
Aproximaciones desde nuestro presente
El propio mundo acadmico de la Universidad Central de Venezuela ha sido fuertemente impactado por esta reflexin y, precisamente, algunas de estas
experiencias han servido de fuente de inspiracin para la conformacin de este tema central. La reactivacin en los ltimos cinco aos del Seminario
Herencia cultural y utilizacin poltica del pasado por el Departamento de
Arqueologa, Etnohistoria y Ecologa Cultural de la Escuela de Antropologa
(Faces-UCV) y su amplia acogida por el sector estudiantil y docente son evidencia de la trascendencia de esta discusin. Posteriormente, la realizacin
del ciclo de charlas por el grupo NAVE en la misma Escuela de Antropologa y
del ciclo de charlas Imaginarios y polarizacin poltica de la Venezuela actual
por esta misma revista, ambas en 2003, han conformado una plataforma de
discusin sobre el tema.
Con este tema central intentamos abordar de manera amplia la temtica del
pasado histrico y las tradiciones, vista desde las ms diversas disciplinas histricas, sociales, antropolgicas y humansticas, para as poder obtener un horizonte
en el que el tema se desdobla en una inmensa cantidad de versiones y narrativas
segn la posicionalidad disciplinaria de quien lo reconstruye o interpreta.
Como primer aporte, tenemos el trabajo de carcter terico-metodolgico
general presentado por Emanuele Amodio desde la antropologa. Amodio
plantea que el dispositivo productor de pasado y tradicin se desarrolla y funciona en el contexto de los sentidos y prcticas sociales, por lo que cualquier
visin de la historia es de alguna manera culturalmente relativa y socialmente
contextualizada. Enfatizando que no todas las sociedades poseen la misma
comprensin de la temporalidad, plantea que la nocin de tiempo en Occidente se basa en un paradigma secuencial, en el que podemos reconocer tres
fases sucesivas, todas con existencia en el presente: una serie de presentespasados, el presente-presente y los posibles presentes-futuros. As, el pasado
conforma una estructura identitaria temporal subordinada a las necesidades e
intereses del presente, tanto de los individuos en el sentido freudiano de
Novela Familiar como del colectivo en el sentido de relatos histricos que
dan sentido y devenir al contexto social que lo produce. La seleccin, interpretacin ideolgica y enlace interpretativo pasado-presente estn, de este modo,
condicionados por el sistema de relaciones de poder y sus mecanismos de
reproduccin y se adecuarn a las ideologas dominantes. Sin embargo, Amo-

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dio no niega la existencia de un pasado real reductible a un mero constructo


ideolgico, pero s afirma que el pasado-presente es el nico cognoscible e
identificable dentro de la vivencia del presente. Su provocadora conclusin
plantea que la nica forma de poder resolver este dilema se basara en dos
premisas bsicas. Primero, reconocer el carcter de etno-historias de todas las
historias cientficas o no, oficiales o no, de nuestra sociedad en el sentido de
historias construidas desde lo interno de los sistemas de valores y visiones de
mundo de los presentes culturales y, por tanto, de valor identitario. Luego, intentar construir una visin del pasado desde afuera , es decir, aplicando la
distancia antropolgica que permite ver todo momento pretrito como otredad temporal.
Seguidamente, se presenta una trada de aportes de enfoque histrico que,
desde diversas posiciones terico-metodolgicas y polticas, abordan el problema de la produccin de discursos y prcticas en asociacin con el pasado,
la historia nacional y la herencia cultural venezolana antes y durante el perodo
de conformacin de la denominada Quinta Repblica.
En segundo lugar, tenemos el trabajo de la historiadora Gonzlez de Lucca,
en el cual analiza el uso de la historia en la poltica nacional venezolana y, especficamente, la forma en que actualmente ha surgido una tensin entre el
pasado y un presente, segn la autora, con una forzosa proyeccin a futuro.
Sin negar la necesaria relacin entre visiones de la historia y necesidades polticas, aboga por el compromiso cientfico y moral del historiador de no supeditar la verdad histrica y respetar la evidencia a las necesidades coyunturales
del momento y de la faccin sociopoltica a que se adhiere. Segn Gonzlez
de Lucca, la polarizacin poltica actual de la sociedad venezolana ha propiciado el surgimiento de versiones encontradas de la historia nacional divididas
entre una bolivariana revolucionaria, que detenta el poder poltico y que de
manera autoritaria y vertical postula el revisionismo radical del pasado histrico, y una ms diversa, multivocal e ideolgicamente plural, que caracteriza a
los sectores no afectos al gobierno actual. Analizando casos como la revalorizacin o rescate de figuras histricas como Bolvar, Cipriano Castro, Maisanta, Zamora, Simn Rodrguez, etc., plantea que desde los sectores de poder polticos se
ha desarrollado una versin de la historia convertida en ideologa y teora revolucionaria a partir de una reedicin de los eventos y rituales conmemorativos, as
como de una reelaboracin de los discursos sobre la historia patria.
Partiendo quizs de la tesis similar de que las visiones y usos de la historia
estn condicionados por las necesidades del presente sin negar la existencia
de un pasado real independiente a su interpretacin, Vargas, por el contrario,
aboga en su artculo por una visin de la historia polticamente sensibilizada y
comprometida. La autora realiza una revisin histrica crtica de las aproximaciones que se han presentado a lo largo de la historia nacional al problema del
pasado indgena, y de la forma como stas han afectado los procesos de identificacin social y los proyectos polticos. Para Vargas, las distintas versiones

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sobre el pasado real interactan y negocian de acuerdo con el sistema de relaciones de poder de la sociedad y generan mecanismos de control no slo
sobre el pasado sino sobre las ideas y acciones de los individuos en el presente. En este sentido, analiza el papel de los sectores acadmicos e intelectuales
en la formacin de una visin parcial y elitista del pasado y la herencia cultural
venezolana desde el positivismo de fines del siglo XIX y gran parte del siglo XX
incluyendo el surgimiento de la modernidad a fines del siglo XIX, el perodo
gomecista y la Venezuela democrtica. Igualmente, analiza su papel en la
marginacin de los sectores populares en esta construccin, a quienes reconoce como los verdaderos garantes y herederos de esta herencia cultural.
Vargas enfatiza el compromiso central que las comunidades cientficas tienen
y han tenido en la produccin de las versiones del pasado y afirma que la visin de nuestro pasado indgena debe incorporarse de manera activa a la implementacin de las polticas de Estado actuales, si se quiere estimular una
cultura poltica y ciudadana verdaderamente integral, democrtica, plural y participativa. La valorizacin de nuestras races histricas, lejos de pretender utopas arcaizantes de vueltas al pasado, fomentara el dilogo abierto y comprometido entre los sectores nacionales y las naciones latinoamericanas a partir del reconocimiento de la especificidad, de una identidad comn propia y
genuina dentro del homogeneizador marco de la globalizacin. Para Vargas,
la doctrina bolivariana es precisamente el arma para la construccin de esa
ideologa: el reconocimiento de la unidad histrica de Amrica Latina, de nuestra pluriculturalidad y la bsqueda de una identidad social latinoamericana .
El trabajo presentado por Romero desarrolla un anlisis del discurso sobre
la historia, expresado en las alocuciones y declaraciones del presidente Hugo
Chvez, con el fin de demostrar que existe un proyecto poltico dentro del cual
la visin de la historia nacional constituye un eje central en la construccin de
la hegemona ideolgica. Romero atiende al hecho, desde un anlisis de la
incidencia de las transformaciones del poder en las prcticas polticas, de que
el discurso chavista se traslad desde la posicionalidad del antipoder al poder,
no slo en trminos de gobernabilidad sino tambin de legitimacin ideolgico
de un nuevo proyecto poltico. Segn Romero, el gobierno chavista ha sabido
aprovechar efectivamente la crisis de gobernabilidad, y de valores histricos y
simblicos del perodo anterior, para generar una legitimacin de su poder
apoyada en la redefinicin de hitos histricos venezolanos y as producir una
resocializacin integradora de un sentimiento venezolanista, que surge como
respuesta a la crisis de valores derivados del agotamiento de las identidades
polticas de la democracia puntofijista . Invocando el Proyecto Bolivariano,
desplazando el debate histrico de los espacios cerrados a los pblicos mediante nuevos discursos y prcticas el actual gobierno ha creado, para el autor, un constructo simblico que podra acarrear efectos contraproducentes en
los valores democrticos nacionales y generar mecanismos de exclusin e
intolerancia en los distintos sectores sociales de la nacin.

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Los ltimos dos trabajos representados en este tema central consisten en


estudios de casos especficos sobre discursos o artefactos culturales que permiten observar como estos procesos de resignificacin del pasado se articulan
y actan en las prcticas sociales.
El trabajo de Ruiz reflexiona, a partir del anlisis del discurso, en relacin con
un caso de estudio en el que las tensiones y contradicciones entre las fuentes
histricas primarias y secundarias ponen en evidencia la compleja interaccin
entre las versiones de los acontecimientos y sus interpretaciones a partir de un
presente poltica e ideolgicamente interesado. Segn Ruiz, el estudio sistemtico del documento-proyecto de Jos Ignacio Moreno realizado en Caracas en
1798 por parte del historiador moderno Pez Pumar, ubicndolo dentro del espritu independentista criollo, en vez de, como de hecho lo fue, dentro una perspectiva conservadora medievalista, deja claro el problema de las omisiones, silencios y distorsiones que sufren los datos histricos en su proceso de actualizacin interpretativa.
El ilustrativo anlisis de Suazo interpreta uno de los artefactos culturales de
mayor densidad simblica y poltica en los contextos urbanos modernos: el
monumento. La escultura pblica y su emplazamiento en el contexto urbano,
para Suazo, condensa modelos de autoridad del Estado y simultneamente,
acta sobre las tensiones y contradicciones del imaginario social. Sin embargo, a lo largo de la historia nacional, la percepcin del monumento y su relacin con la memoria colectiva ha transitado diversas etapas las cuales, para
Suazo, consisten en: una de devocin, durante la segunda mitad del siglo XIX y
la primera del XX, otra de desdn, que cubre el perodo de la Venezuela democrtica y, finalmente, una de asedio, que abarca la actual Venezuela del siglo
XXI. Sin ser mutuamente excluyentes, esta visin de etapas histricas nos
permite entender las transformaciones y races histricas de una dinmica de
inmensa actualidad en la realidad cultural venezolana. Las recientes polmicas
generadas en torno a monumentos destruidos, removidos, modificados o resemantizados en ciudades principales de nuestro pas como Caracas y Valencia tal es el caso de la estatua de Mara Lionza en la autopista Francisco Fajardo o de la de Coln en Plaza Venezuela son testimonios de este proceso
de recomposicin simblica.
Con esta compilacin hemos intentado, entonces, presentar un amplio y diverso panorama de los posibles acercamientos que desde la academia se
pueden realizar en relacin con la situacin poltica y simblica sobre el pasado en la Venezuela actual. Entendemos que el intelectual, como agente social
y actor en la situacin, vive los procesos sociales como protagonista y como
observador y que esta posicionalidad conflictuada le otorga una posicin privilegiada tanto para el anlisis como la intervencin y participacin en los procesos histricos en desarrollo. En este sentido, esperamos que este tema central
colabore no slo en la produccin de discursos reflexivos sobre la percepcin

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y el uso de la historia en Venezuela sino que sea capaz de incidir en las prcticas sociales y culturales que los implementan y activan.

Bibliografa
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