El Pasado Está en La Calle
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PRESENTACIN
EL PASADO EST EN LA CALLE!
Rodrigo Navarrete
El pasado, la historia y sus usos en el presente
El tema de los usos polticos del pasado en la sociedad presente ha sido
profusamente debatido en las diversas ciencias sociales en el mbito acadmico internacional. Desde las nociones ms pragmticas y objetivistas sobre el
tema hasta las ms construccionistas, las recomposiciones polticas e ideolgicas
de fines del siglo XX e inicios del XXI han determinado una revisin de los contextos
de produccin del saber histrico y sus determinaciones socioculturales y polticas
(Anderson, 1991; Hobsbawn, 1997; Le Goff, 1992; Todorov, 1993).
Una tesis parece haber quedado clara en los ltimos aos: una visin del
pasado es a la vez una manera de visualizar, interactuar e intervenir en el presente (Gathercole y Lowenthal, 1990; Bond y william, 1994). Ningn conocimiento historiogrfico o cientfico, por ms objetivo y descriptivo que pretenda
ser, es neutral o ajeno a los valores, sean stos filosficos, sociales o ticos.
Cualquier narracin histrica de una secuencia de hechos es, en esencia, una
reconstruccin, es decir, una seleccin intencional de datos y evidencias que
conformaron un objeto de estudio. Aplicando la teora habermasiana al campo
de la historia, todo conocimiento en este caso sobre el pasado se basa en
intereses pragmticos y reflexivos (Habermas, 1981 y 1990). Estos intereses
se vinculan a su vez en forma compleja con todos los mbitos de la dinmica
social y cultural, con los cuales tanto la comunidad cientfica como el investigador como agente social individual estn conectados y comprometidos histrica y socialmente. Es as que en todo conocimiento existen reflexiva o inconscientemente: a) una serie de intenciones de accin intelectual o social en la
comunicacin de estas ideas, y b) una serie de consecuencias cognoscitivas
que definen y canalizan las teoras y las prcticas sobre este pasado y su vinculacin con el presente (Navarrete, 2004).
De esta manera, si entendemos la poltica como el sistema y las prcticas
de relaciones e interaccin social y de toma de decisiones individuales y colectivas, podremos entender que las visiones del pasado conforman un sustrato
poltico de referentes conceptuales y simblicos necesario para la legitimacin,
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continuidad o, por el contrario, trasgresin y transformacin de las condiciones socioculturales existentes. El pasado constituye, frecuentemente, el soporte sobre el cual se construyen proyectos polticos en el presente. Varios elementos en esta discusin han sido resaltados en las ltimas dcadas por diversos autores.
En primer lugar, desde una perspectiva antropolgica, es necesario reconocer el sentido culturalmente determinado y contextual en el presente de la
verdad histrica. Al margen de que se reconozca o no la preexistencia real de
las condiciones pretritas, lo que s es evidente es que al menos nuestro conocimiento histrico no necesariamente la historia en s es un producto propio y particular de una cultura occidental moderna y responde a las visiones de
mundo y necesidades de sta. En consecuencia, ninguna nocin histrica posee valor universal y debe ser entendida como relativa a su cultura (Schmidt y
Patterson, 1995). Por otro lado, ya que la investigacin histrica depende en
gran medida de las fuentes documentales elaboradas previamente por otros
actores sociales, debemos tambin reconocer que la construccin del documento histrico en el pasado depende a su vez de la posicionalidad o perspectiva del informante de primera mano o protagonista relator, por lo que, en su
sentido hermenutico, estamos interpretando una interpretacin de los hechos
o procesos (Todorov, 1993).
En concordancia con lo anterior, siendo la comunidad humanstica o cientfica un sector social especialmente capacitado con herramientas tericometodolgicas para el abordaje del pasado y marcado para cumplir esta funcin social, la mayor parte de los procesos de seleccin y construccin de las
versiones histricas que se conforman en historias oficialmente reconocidas
son su responsabilidad social. As, dentro del contexto de produccin sociocultural del conocimiento histrico, el historiador o cientfico social conforma una
elite con el poder intelectual y poltico para incidir sobre las visiones de mundo
de la sociedad en general (Vargas, 1990 y 1999). Por eso es de central importancia destacar otro factor incidente en la produccin de conocimiento histrico. Dentro de la seleccin de datos o informaciones para la produccin de las
versiones histricas no slo se destacan y enfatizan ciertos eventos, personajes o procesos, sino que intencionalmente o no se ignoran, marginan o silencian otros que pueden atentar contra la correcta lectura de la historia dominante (Trouillot, 1995).
Las nociones generales de carcter terico-metodolgico anteriores sobre
el proceso de produccin del conocimiento histrico cobran valor en relacin
con nuestro tema central a partir de su articulacin con el poder. Est claro de
que las distintas versiones del pasado presentes en una sociedad en un momento histrico dado no compiten de manera igualitaria o al menos en iguales condiciones para prevalecer como versiones del pasado aceptadas por
todos. Es precisamente la posicin y el papel que estas diversas versiones
juegan en el mbito de la competencia y las relaciones de poder lo que deter-
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Foto 1
Tradicionalmente, la relacin entre los pasados hegemnicos (expresados
a travs de la prensa, la televisin y otros medios de comunicacin tanto oficiales como privados) y los pasados subalternos (expresados a travs de la trasgresin de los graffittis y pancartas callejeras) se ha visto como una tensa dicotoma. Por ejemplo, Garca Canclini (2001, 306) plantea:
Las batallas por el control del espacio se establecen a travs de las propias marcas del graffiti de otros grupos. Sus referencias sexuales, polticas o estticas son
maneras de enunciar modos de vida y de pensamiento por parte de un grupo que
no tiene acceso a los circuitos comerciales, polticos y de los medios de comunicacin para expresarse, pero que afirma su estilo a travs del graffitti. Su diseo espontneo y manual es estructuralmente opuesto a las leyendas comerciales y polticas bien pintadas o impresas y reta a estos lenguajes institucionalizados cuando
los altera. El graffitti afirma el territorio pero desestructura las colecciones de bienes materiales y simblicos.
Sin embargo, podra ser un modelo simplista la aceptacin del graffitti o similares en la Caracas de hoy como una manera marginal, desinstitucionalizada y efmera de asumir las nuevas relaciones entre lo pblico y lo privado, entre vida cotidiana y poltica. Caracas, sus paredes, postes elctricos, peridicos y canales de televisin se han llenado de llamados contradictorios como
BOLVAR VIVE! o NO AL PASADO! (foto 2).
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Foto 2
En Venezuela, a lo largo de su historia republicana y democrtica se ha
producido un fenmeno dual y contradictorio que se ha afianzado y cobrado
matices distintos en la polarizacin poltica actual. Por un lado, se ha reproducido una compactacin del pasado como negacin, algo negativo, una leyenda
negra, una obliteracin, incluso de perodos completos como el prehispnico.
Ese pasado est negado por las necesidades del presente. No existe o es
susceptible de ser ignorado, y si existe es malo y debe ser rechazado y olvidado. Esto incide en una conformacin negativa de la autoestima histrica e
identidad nacional de los venezolanos. Evidentemente, no estamos refirindonos a un fenmeno de la coyuntura actual, sino ms bien a uno de los elementos ms estructuralmente arraigados en nuestra identidad y en la valoracin
histrica nacional (Vargas, 1999). Si fuese posible desglosar ese pasado en
distintos perodos que lo componen como proceso siguiendo una matriz cronolgica tradicional podramos darnos cuenta de que la perspectiva simblica
del pasado en Venezuela ha sido frecuentemente aplanada en un solo campo
el pasado en general y en otras ocasiones colocado en planos tambin con
frecuencia transhistorizados que desconectan y enfatizan ciertos perodos o
momentos de la historia nacional. En primer lugar, sobre el perodo prehispnico se observa, en general, un sospechoso silencio que sugiere la necesidad
ideolgica de deslastrarse de los orgenes indgenas y enfatizar la tradicin
europea como punto de partida cultural nacional. Este silencio es seguido por
un contradictorio acercamiento al perodo colonial, para el cual mientras se
niega su desarrollo, tal como si fuese un perodo oscurantista en la historia
nacional, se valoran sus aportes tecnolgicos y constructivos tales como iglesias, fortines, mansiones, etc. expresiones culturales claramente asociadas a
las elites del perodo.
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Foto 3
Tomemos el caso de las pancartas colocadas durante el mismo perodo en
la sede del MVR de la Av. Libertador y en la sede de Alcalda de Baruta en la
Av. Ro de Janeiro. Entre ellas se produjo, a mi parecer, un interesante dilogo
diferido en el que una responda a la otra segn los eventos circunstanciales.
En la primera, en grandes letras sobre fondo rojo se lea Piensa. El pasado
no se repara mientras la segunda esgrima sobre una gigantografa de Capriles Radonski detenido, Somos un pas con ms futuro que pasado (fotos 4 y
5). Es evidente que ambas se referan a un pasado inmediato: los ltimos cincuenta aos del perodo democrtico prechavista. Sin embargo, mientras una
plantea la necesidad de reflexin sobre el efecto de este perodo sobre la nacin
y la necesidad de recurrir a un nuevo sistema de gobierno para cambiar los errores anteriores, la segunda invita a olvidar lo sucedido y concentrarse en el proyecto a futuro que su sector ofrece. Pareciese, incluso, si las colocamos en dilogo que la segunda increpa a los distintos sectores nacionales incluyendo al
chavista a dejar de anclarse y justificarse en el pasado.
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Foto 4
Foto 5
El problema podra radicar en que ambas tambin sucumben a la idea de
un pasado compacto, indiferenciado y monoltico, nocin legitimadora tpica de
la modernizacin de la Venezuela petrolera y que ha generado un efecto perjudicial sobre la nocin de la historia nacional. No queremos afirmar con esto
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sobre el pasado real interactan y negocian de acuerdo con el sistema de relaciones de poder de la sociedad y generan mecanismos de control no slo
sobre el pasado sino sobre las ideas y acciones de los individuos en el presente. En este sentido, analiza el papel de los sectores acadmicos e intelectuales
en la formacin de una visin parcial y elitista del pasado y la herencia cultural
venezolana desde el positivismo de fines del siglo XIX y gran parte del siglo XX
incluyendo el surgimiento de la modernidad a fines del siglo XIX, el perodo
gomecista y la Venezuela democrtica. Igualmente, analiza su papel en la
marginacin de los sectores populares en esta construccin, a quienes reconoce como los verdaderos garantes y herederos de esta herencia cultural.
Vargas enfatiza el compromiso central que las comunidades cientficas tienen
y han tenido en la produccin de las versiones del pasado y afirma que la visin de nuestro pasado indgena debe incorporarse de manera activa a la implementacin de las polticas de Estado actuales, si se quiere estimular una
cultura poltica y ciudadana verdaderamente integral, democrtica, plural y participativa. La valorizacin de nuestras races histricas, lejos de pretender utopas arcaizantes de vueltas al pasado, fomentara el dilogo abierto y comprometido entre los sectores nacionales y las naciones latinoamericanas a partir del reconocimiento de la especificidad, de una identidad comn propia y
genuina dentro del homogeneizador marco de la globalizacin. Para Vargas,
la doctrina bolivariana es precisamente el arma para la construccin de esa
ideologa: el reconocimiento de la unidad histrica de Amrica Latina, de nuestra pluriculturalidad y la bsqueda de una identidad social latinoamericana .
El trabajo presentado por Romero desarrolla un anlisis del discurso sobre
la historia, expresado en las alocuciones y declaraciones del presidente Hugo
Chvez, con el fin de demostrar que existe un proyecto poltico dentro del cual
la visin de la historia nacional constituye un eje central en la construccin de
la hegemona ideolgica. Romero atiende al hecho, desde un anlisis de la
incidencia de las transformaciones del poder en las prcticas polticas, de que
el discurso chavista se traslad desde la posicionalidad del antipoder al poder,
no slo en trminos de gobernabilidad sino tambin de legitimacin ideolgico
de un nuevo proyecto poltico. Segn Romero, el gobierno chavista ha sabido
aprovechar efectivamente la crisis de gobernabilidad, y de valores histricos y
simblicos del perodo anterior, para generar una legitimacin de su poder
apoyada en la redefinicin de hitos histricos venezolanos y as producir una
resocializacin integradora de un sentimiento venezolanista, que surge como
respuesta a la crisis de valores derivados del agotamiento de las identidades
polticas de la democracia puntofijista . Invocando el Proyecto Bolivariano,
desplazando el debate histrico de los espacios cerrados a los pblicos mediante nuevos discursos y prcticas el actual gobierno ha creado, para el autor, un constructo simblico que podra acarrear efectos contraproducentes en
los valores democrticos nacionales y generar mecanismos de exclusin e
intolerancia en los distintos sectores sociales de la nacin.
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y el uso de la historia en Venezuela sino que sea capaz de incidir en las prcticas sociales y culturales que los implementan y activan.
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