Ana Martin,+revista Bioetica 13 05
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1. Introducción
En pleno contexto de crisis climática internacional, donde millones de personas comien-
zan a sufrir graves perjuicios a causa de alteraciones climatológicas, siguen existiendo
voces críticas y negacionistas que tratan de ocultar uno de los fenómenos ambientales
más importantes de la historia de la humanidad: el cambio climático. Fenómenos natu-
rales de todo tipo han dejado de sucederse como episodios aislados en ciertos encla-
ves específicos, para aumentar su ámbito de aplicación y su frecuencia de aparición
con el paso del tiempo.
Un cambio climático que posee características intrínsecas aún incomprendidas por los
seres humanos y que plantea ciertas incógnitas sobre el grado de responsabilidad de los
comportamientos antrópicos en su concepción. “Solo una décima de grado del calenta-
miento global sería imputable al manido efecto invernadero” (Madrid, 2007). Aunque una
cosa es discutir la implicación natural y humana dentro del fenó-
meno y otra muy distinta es negar la existencia del mismo. Y es
Solo una décima de grado del que la negación va más allá de la falta de ética, responsabilidad
calentamiento global sería ambiental o incluso remordimientos personales.
imputable al manido efecto Esta negación es fruto, entre otros factores, de la incompleta
invernadero efectividad de la educación ambiental desde mediados del siglo
XX. Una circunstancia que ha supuesto una decepción parcial,
puesto que la concienciación ambiental se ha ido integrando
en la sociedad de manera progresiva pero desgraciadamente a un ritmo insuficiente.
Tanto es así, que una de las problemáticas más acuciantes se corresponde con la falta
de compromiso ambiental de algunos de los representantes con más influencia a nivel
internacional, es decir, aquellas personalidades que deberían sentar las bases ambien-
tales para garantizar la futura sostenibilidad planetaria.
Este hecho, unido a la poca relevancia en multitud de ocasiones del componente cien-
tífico dentro de las decisiones políticas, desencadena la puesta en marcha de accio-
nes ineficaces e, incluso en algunos casos, contraproducentes. “La política debe estar
subordinada a la ciencia y no al revés, porque poner en práctica medidas inadecuadas,
puede ser más arriesgado que no hacer nada” (Madrid, 2007).
Sin embargo, esta posición consistente en el rechazo sobre el fenómeno corre el riesgo
de causar tendencia en algunos ámbitos. Tanto es así que algunos autores, no única-
mente pertenecientes al terreno científico, comienzan a discurrir acerca de toda una
corriente que podría poner en jaque a la unanimidad científica sobre la existencia del
fenómeno. En este sentido González (2019) argumenta la existencia de un negacio-
nismo organizado, agudizado por el hecho de que solo los educadores ambientales y
los educadores en ciencias publican al respecto.
Pero, ¿la despreocupación social a este aspecto es fruto directo de una educación
ambiental deficiente, o sin embargo, guarda relación con la inexistencia total de educa-
ción ambiental dentro de algunos sectores de la sociedad? Es decir, ¿el bajo protago-
nismo de esta disciplina tiene que ver con una educación ambiental mal planteada desde
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sus inicios, o más bien con una ausencia de ética ambiental imperante entre aquellas
personalidades responsables de facilitar su integración entre la población?
Pero en este sentido, explicar el cambio climático desde un punto de vista enriquecedor
y apropiado para escépticos y nuevas generaciones no es una labor sencilla. Y no es
una tarea fácil debido a la multitud de factores a los que está sujeto el fenómeno, que
complican la tarea de alcanzar un acuerdo unánime en este ámbito. En este sentido,
Díaz (2012) otorga una gran importancia al cuarto informe del grupo Intergubernamen-
tal de Expertos sobre el Cambio Climático, para establecer unanimidad internacional
sobre la realidad y el origen antrópico del cambio climático.
También apela a la unidad y a la cooperación el Informe Stern (2007), donde se indica
que gran parte de los Gobiernos consideran que la solución al cambio climático es más
asequible y rentable que los costes futuros de la inacción. Aunque esta cuestión dista
mucho de considerarse cerrada, a pesar de la cantidad de investigaciones a nivel mun-
dial que cada día nos acercan más a la realidad del fenómeno.
Explicar el cambio climático En primer lugar, habría que plantearse si lo que comúnmente se
conoce como medidas para solucionar el cambio climático son
desde un punto de vista ideadas para intentar revertir el fenómeno o únicamente están
enriquecedor y apropiado pensadas para mitigar sus efectos. Ya que plantear que los seres
para escépticos y nuevas humanos son responsables únicos del desencadenamiento del
fenómeno es un tanto controvertido.
generaciones no es una labor
sencilla Evidentemente, la influencia del comportamiento antrópico del
pasado, del presente y con toda probabilidad del futuro, sobre
las condiciones climáticas del planeta supone una realidad
fehaciente. Ahora bien, a la hora de plantear un porcentaje o una cifra asociada con la
responsabilidad humana dentro del aumento de la temperatura terrestre, el consenso
científico no es del todo consistente.
Ya en el Informe del IPCC (2002), se advertía de una tendencia lineal de aumento de
temperatura de 0,7 °C en el intervalo (1906-2005), una cantidad nada desdeñable y
preocupante. Una cifra que guarda una estrecha relación con una de las metas princi-
pales de la Cumbre de París 2015: poner en marcha un plan que limite las emisiones de
gases de efecto invernadero, para evitar a toda costa que el aumento de la temperatura
planetaria supere los 2 °C.
Mientras algunas investigaciones alertan de que el factor humano es responsable del
aumento de 0,3 - 0,4 °C del incremento total de temperatura terrestre, otros afirman
que esta incidencia es mucho menor, aludiendo a causas naturales como consecuen-
cia directa.
Circunstancia que diversos autores aprovechan para discutir sobre la situación del
cambio climático. Existiendo, además, otras investigaciones que otorgan al cambio cli-
mático ciertos componentes azarosos, como es el caso de Sanz (1999), quien asegura
que el clima siempre está sujeto a fluctuaciones al azar y que solo puede ser definido
en términos de una distribución de probabilidades. Por lo tanto, se deja entrever la difi-
cultad extrema de comprender por completo todo lo que engloba el cambio climático.
Pero no es menos cierto que estas posiciones en cierta manera contrapuestas, y la
falta de acuerdo absoluto entre los distintos autores en lo referente al nivel de respon-
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Por esta razón, la única senda posible para seguir progresando en cuestiones ambien-
tales tiene que ver con medidas de prevención y mitigación de las consecuencias del
fenómeno, puesto que a día de hoy, aún no conocemos ni poseemos toda la informa-
ción necesaria como para controlar por completo el cambio climático. De hecho, las
acciones de lucha específica contra el fenómeno y no contra sus efectos deben ser
validadas a medio y largo plazo, a medida que la investigación vaya ofreciendo nuevos
resultados sobre la propia naturaleza del fenómeno.
En este sentido, la bioética guarda relación con otra disciplina de vanguardia, cuya rele-
vancia va ganando peso en los últimos años, denominada ciencias ambientales. Una
materia que nace para aumentar el conocimiento sobre la complejidad de los ecosis-
temas que nos rodean y nuestras relaciones como especie con el medio ambiente.
Sin embargo, las ciencias ambientales surgen para solventar las distintas diferencias
surgidas por a las distintas demandas sobre el ambiente que ejercen multitud de colec-
tivos y ramas del conocimiento. Investigación y conocimiento sobre el medio natural
para la apropiada gestión de los recursos naturales, para la consecución de acuerdos
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5. Conclusiones
El avance aquí establecido pretende poner el foco de atención sobre la educación
ambiental como herramienta imprescindible para lograr la tan ansiada conciencia-
ción ambiental alrededor del mundo y garantizar la sostenibilidad planetaria. Por esta
razón, devolver la confianza en esta disciplina, perdida en muchos sectores e incluso
inexististe, es primordial para la supervivencia en nuestro planeta. Sin embargo, es
preciso dar un giro notable en las políticas educativas para lograr estos objetivos tan
ambiciosos, incluyendo en la esencia de esta disciplina las investigaciones que se
suceden a nivel internacional, los hechos tangibles que se producen diariamente y
los principios y valores éticos necesarios, para conseguir instaurar un sentimiento de
respeto por la naturaleza.
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En este punto, el papel de la bioética y las ciencias ambientales debe ser primordial
a la hora de dotar de conocimientos, información y valores a la educación ambiental,
para que sea esta última, quién se encargue de transmitirlos a la población en su con-
junto. Es por ello, que se precisa una mayor interconexión entre estas tres materias que,
a pesar de su independencia conceptual, deben trabajar en la misma dirección para
alcanzar objetivos comunes. Además, es vital exigir a los científicos que comiencen
a salir de sus laboratorios para dar a conocer su trabajo entre las clases populares y
también entre las élites políticas.
Aunque no debemos confundir esta tarea con la educación y la concienciación ambien-
tal, que deben recaer sobre los profesionales de la educación ambiental con la eficaz
ayuda de los científicos, que son y deben ejercer como autoridades del conocimiento.
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