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Ana Martin,+revista Bioetica 13 05

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Objetivos de Desarrollo Sostenible

Revista Iberoamericana de Bioética / nº 13 / 01-10 [2020] [ISSN 2529-9573] 1

Bioética y educación ambiental como


compromiso para la sostenibilidad

Bioethics and Environmental Education as a Commitment to


Sustainability

Autor Eduardo Sánchez de la Iglesia


Universidad Complutense de Madrid
E-mail: edu48sanchez@gmail.com

Revista Iberoamericana de Bioética / nº 13 / 01-10 [2020] [ISSN 2529-9573] DOI: 10.14422/rib.i13.y2020.005 1


Revista Iberoamericana de Bioética / nº 13 / 01-10 [2020] [ISSN 2529-9573] 2

El presente artículo analiza la importancia de la bioética y la educación ambien-


Resumen tal como herramientas indispensables para la conservación del medio ambien-
te. Una educación ambiental que ha sido infravalorada en muchos ámbitos y
que se establece como vehículo fundamental para asentar la conciencia am-
biental en todos y cada uno de los estamentos sociales. Además, se discurre
acerca de las problemáticas existentes que se suceden a partir de actitudes
negacionistas, falta de consenso unánime y déficit de profesionales especiali-
zados en transmitir los conocimientos científicos y valores ambientales.

This article analyses the importance of Bioethics and Environmental Education


Abstract
as essential tools for the conservation of the environment. Despite this, Environ-
mental Education, as a discipline in general, has been undervalued in many areas.
It is an established, fundamental vehicle for raising environmental awareness and
consciousness in all sections of society. The article also looks at the problems
arising from climate change denial, the lack of a unanimous consensus and the
shortage of professionals specialized in transmitting scientific knowledge and
environmental values.

Key words Bioética; educación ambiental; cambio climático; responsabilidad; actuación.

Bioethics; environmental education; climate change; responsability; action.

Fechas Recibido: 12/12/2019. Aceptado: 19/05/2020


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1. Introducción
En pleno contexto de crisis climática internacional, donde millones de personas comien-
zan a sufrir graves perjuicios a causa de alteraciones climatológicas, siguen existiendo
voces críticas y negacionistas que tratan de ocultar uno de los fenómenos ambientales
más importantes de la historia de la humanidad: el cambio climático. Fenómenos natu-
rales de todo tipo han dejado de sucederse como episodios aislados en ciertos encla-
ves específicos, para aumentar su ámbito de aplicación y su frecuencia de aparición
con el paso del tiempo.

Un cambio climático que posee características intrínsecas aún incomprendidas por los
seres humanos y que plantea ciertas incógnitas sobre el grado de responsabilidad de los
comportamientos antrópicos en su concepción. “Solo una décima de grado del calenta-
miento global sería imputable al manido efecto invernadero” (Madrid, 2007). Aunque una
cosa es discutir la implicación natural y humana dentro del fenó-
meno y otra muy distinta es negar la existencia del mismo. Y es
Solo una décima de grado del que la negación va más allá de la falta de ética, responsabilidad
calentamiento global sería ambiental o incluso remordimientos personales.
imputable al manido efecto Esta negación es fruto, entre otros factores, de la incompleta
invernadero efectividad de la educación ambiental desde mediados del siglo
XX. Una circunstancia que ha supuesto una decepción parcial,
puesto que la concienciación ambiental se ha ido integrando
en la sociedad de manera progresiva pero desgraciadamente a un ritmo insuficiente.
Tanto es así, que una de las problemáticas más acuciantes se corresponde con la falta
de compromiso ambiental de algunos de los representantes con más influencia a nivel
internacional, es decir, aquellas personalidades que deberían sentar las bases ambien-
tales para garantizar la futura sostenibilidad planetaria.

Este hecho, unido a la poca relevancia en multitud de ocasiones del componente cien-
tífico dentro de las decisiones políticas, desencadena la puesta en marcha de accio-
nes ineficaces e, incluso en algunos casos, contraproducentes. “La política debe estar
subordinada a la ciencia y no al revés, porque poner en práctica medidas inadecuadas,
puede ser más arriesgado que no hacer nada” (Madrid, 2007).

Sin embargo, esta posición consistente en el rechazo sobre el fenómeno corre el riesgo
de causar tendencia en algunos ámbitos. Tanto es así que algunos autores, no única-
mente pertenecientes al terreno científico, comienzan a discurrir acerca de toda una
corriente que podría poner en jaque a la unanimidad científica sobre la existencia del
fenómeno. En este sentido González (2019) argumenta la existencia de un negacio-
nismo organizado, agudizado por el hecho de que solo los educadores ambientales y
los educadores en ciencias publican al respecto.

Pero, ¿la despreocupación social a este aspecto es fruto directo de una educación
ambiental deficiente, o sin embargo, guarda relación con la inexistencia total de educa-
ción ambiental dentro de algunos sectores de la sociedad? Es decir, ¿el bajo protago-
nismo de esta disciplina tiene que ver con una educación ambiental mal planteada desde
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sus inicios, o más bien con una ausencia de ética ambiental imperante entre aquellas
personalidades responsables de facilitar su integración entre la población?

2. Un fenómeno ampliamente comentado y no del todo conocido


Si se estudia en profundidad la magnitud social del cambio climático, nos encontra-
mos con multitud de investigaciones y escritos al respecto. Su categorización como
problemática mundial se ha hecho fehaciente dentro del seno de las organizaciones y
cumbres más importantes a nivel internacional. De hecho, el cambio climático juega
un papel destacado dentro de los ampliamente conocidos objetivos de desarrollo sos-
tenible 2030, planteados por la Organización de las Naciones Unidas y en los que se
aprecia una clara conexión con esta problemática.
Comenzando por el objetivo 13 denominado Acción por el clima, donde se apela direc-
tamente a la acción humana para solventar los efectos nocivos del fenómeno. Aunque
también de manera indirecta, se encuentra relacionado con los
¿Tan deteriorada está la imagen objetivos 7, 11, 12, 14 y 15; asociados, respectivamente, con ins-
taurar energías limpias, conseguir ciudades sostenibles, produc-
de la educación ambiental
ción y consumo responsable, conservar la vida submarina y los
para no entrar a formar parte ecosistemas en su conjunto.
del conjunto de conocimientos El cambio climático también tuvo un papel principal en la más
básicos que engloba una que famosa Conferencia de París sobre el Clima, organizada en
educación de calidad? el año 2015, donde 195 países firmaron un acuerdo basado en
la puesta en marcha de multitud de medidas sostenibles con el
objetivo común de: “evitar un cambio climático peligroso”. Una
circunstancia que, aunque no del todo vinculante, afirma de manera ineludible que 195
Gobiernos de orden internacional asumen la existencia de un cambio climático y de sus
efectos derivados.
A pesar de que estos son solo dos ejemplos recientes, aunque muy importantes, del
calado del cambio climático en las instituciones, lo cierto es que ambos poseen un déficit
común. La mínima importancia que otorgan a la educación ambiental como herramienta
útil e indispensable para alcanzar dichos objetivos. Sugiriendo, además, un amplio debate
sobre el camino a seguir para dar la vuelta a la situación climática actual.
¿Cómo alcanzar un desarrollo sostenible próspero sin que la educación ambiental
entre a formar parte de la vida diaria de la población? ¿Tan deteriorada está la imagen
de la educación ambiental para no entrar a formar parte del conjunto de conocimientos
básicos que engloba una educación de calidad?
Sin embargo, hay que ser conscientes de que garantizar una educación con la sos-
tenibilidad como bandera puede parecer una cuestión bastante lejana si tenemos en
cuenta las carencias educativas generales de múltiples países, que se encuentran en
una situación socioeconómica muy complicada y con objetivos a corto y medio plazo
mucho más importantes que preocuparse de establecer las bases de la educación y
ética ambiental en el conjunto de sus ciudadanos.
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Pero en este sentido, explicar el cambio climático desde un punto de vista enriquecedor
y apropiado para escépticos y nuevas generaciones no es una labor sencilla. Y no es
una tarea fácil debido a la multitud de factores a los que está sujeto el fenómeno, que
complican la tarea de alcanzar un acuerdo unánime en este ámbito. En este sentido,
Díaz (2012) otorga una gran importancia al cuarto informe del grupo Intergubernamen-
tal de Expertos sobre el Cambio Climático, para establecer unanimidad internacional
sobre la realidad y el origen antrópico del cambio climático.
También apela a la unidad y a la cooperación el Informe Stern (2007), donde se indica
que gran parte de los Gobiernos consideran que la solución al cambio climático es más
asequible y rentable que los costes futuros de la inacción. Aunque esta cuestión dista
mucho de considerarse cerrada, a pesar de la cantidad de investigaciones a nivel mun-
dial que cada día nos acercan más a la realidad del fenómeno.

Explicar el cambio climático En primer lugar, habría que plantearse si lo que comúnmente se
conoce como medidas para solucionar el cambio climático son
desde un punto de vista ideadas para intentar revertir el fenómeno o únicamente están
enriquecedor y apropiado pensadas para mitigar sus efectos. Ya que plantear que los seres
para escépticos y nuevas humanos son responsables únicos del desencadenamiento del
fenómeno es un tanto controvertido.
generaciones no es una labor
sencilla Evidentemente, la influencia del comportamiento antrópico del
pasado, del presente y con toda probabilidad del futuro, sobre
las condiciones climáticas del planeta supone una realidad
fehaciente. Ahora bien, a la hora de plantear un porcentaje o una cifra asociada con la
responsabilidad humana dentro del aumento de la temperatura terrestre, el consenso
científico no es del todo consistente.
Ya en el Informe del IPCC (2002), se advertía de una tendencia lineal de aumento de
temperatura de 0,7 °C en el intervalo (1906-2005), una cantidad nada desdeñable y
preocupante. Una cifra que guarda una estrecha relación con una de las metas princi-
pales de la Cumbre de París 2015: poner en marcha un plan que limite las emisiones de
gases de efecto invernadero, para evitar a toda costa que el aumento de la temperatura
planetaria supere los 2 °C.
Mientras algunas investigaciones alertan de que el factor humano es responsable del
aumento de 0,3 - 0,4 °C del incremento total de temperatura terrestre, otros afirman
que esta incidencia es mucho menor, aludiendo a causas naturales como consecuen-
cia directa.
Circunstancia que diversos autores aprovechan para discutir sobre la situación del
cambio climático. Existiendo, además, otras investigaciones que otorgan al cambio cli-
mático ciertos componentes azarosos, como es el caso de Sanz (1999), quien asegura
que el clima siempre está sujeto a fluctuaciones al azar y que solo puede ser definido
en términos de una distribución de probabilidades. Por lo tanto, se deja entrever la difi-
cultad extrema de comprender por completo todo lo que engloba el cambio climático.
Pero no es menos cierto que estas posiciones en cierta manera contrapuestas, y la
falta de acuerdo absoluto entre los distintos autores en lo referente al nivel de respon-
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sabilidad antrópica, limita las posibilidades de concienciación y, por ende, de efectivi-


dad en las propias actuaciones de la educación ambiental.

Por esta razón, la única senda posible para seguir progresando en cuestiones ambien-
tales tiene que ver con medidas de prevención y mitigación de las consecuencias del
fenómeno, puesto que a día de hoy, aún no conocemos ni poseemos toda la informa-
ción necesaria como para controlar por completo el cambio climático. De hecho, las
acciones de lucha específica contra el fenómeno y no contra sus efectos deben ser
validadas a medio y largo plazo, a medida que la investigación vaya ofreciendo nuevos
resultados sobre la propia naturaleza del fenómeno.

3. El papel de la bioética en el contexto ambiental


Si echamos la vista atrás hasta los orígenes de la disciplina bioética, nos encontramos
una rama que busca conectar los fundamentos de las ciencias biológicas con la mora-
lidad consecuente de las ciencias humanas, en virtud de establecer criterios éticos
avanzados con capacidad integradora. Por lo tanto, pensar que la bioética pueda ser
considerada como resultado de la evolución de las consideraciones éticas propiciadas
por los intelectuales tradicionales, no es del todo descabellado.

La bioética guarda relación De hecho, en el momento que el estadounidense Van Rensselaer


Potter presentó su famosa obra Bioethics: bridge to the future,
con otra disciplina de
puso en circulación un nuevo término que ha resultado muy
vanguardia, cuya relevancia va apropiado para el contexto ambiental que estamos viviendo.
ganando peso en los últimos
No cabe duda de que la bioética, además de lo comentado ante-
años, denominada ciencias riormente, también se ocupa de las relaciones humanas con su
ambientales entorno, es decir, con el medio ambiente. Teniendo en conside-
ración, por tanto, que cualquier acción antrópica genera una dis-
torsión en la naturaleza y en los distintos ecosistemas que la
componen. En mayor o en menor medida, pero distorsión al fin y al cabo. “El sistema
de soporte de vida de la Tierra está armado precisamente por todos aquellos procesos
que se dan en los ecosistemas naturales y que conocemos como servicios ambien-
tales” (Odum, 1983). Precisamente, en este sentido, es primordial que disciplinas que
buscan la moralidad y la concienciación sobre la realidad y las problemáticas del medio
natural, tengan un amplio espectro donde desarrollarse y trabajen en conjunto por la
consecución de estos objetivos comunes.

En este sentido, la bioética guarda relación con otra disciplina de vanguardia, cuya rele-
vancia va ganando peso en los últimos años, denominada ciencias ambientales. Una
materia que nace para aumentar el conocimiento sobre la complejidad de los ecosis-
temas que nos rodean y nuestras relaciones como especie con el medio ambiente.
Sin embargo, las ciencias ambientales surgen para solventar las distintas diferencias
surgidas por a las distintas demandas sobre el ambiente que ejercen multitud de colec-
tivos y ramas del conocimiento. Investigación y conocimiento sobre el medio natural
para la apropiada gestión de los recursos naturales, para la consecución de acuerdos
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internacionales y la implementación de proyectos multidisciplinares que garanticen la


sostenibilidad y la conservación del medio ambiente.
Pero cabe mencionar que precisamente la bioética y las ciencias ambientales como
disciplinas interrelacionadas, pero independientes en su concepción primaria, deben
ser capaces de proporcionar la información y las herramientas necesarias a la educa-
ción ambiental para que pueda desempeñar su función principal y su mensaje pueda
calar realmente en la sociedad. “La bioética dialoga muy de cerca con la educación”
(Sarmiento, 2013).
Por este motivo, pensar que la bioética o las ciencias ambienta-
les deben tener una finalidad educativa no puede considerarse
La ciencia ha descubierto que del todo preciso, ya que el papel que deberían desempeñar en
el medio natural constituye este aspecto es servir de canal de transmisión del mensaje
ambiental hasta sus últimos pasos, de los que deben encar-
una comunidad de la que el ser garse los profesionales referentes a la educación ambiental.
humano, como producto de un Por lo tanto, es evidente que la relación y el entendimiento entre
mismo proceso de evolución estas tres disciplinas debe imperar para garantizar el éxito de
la conservación y la concienciación ambiental, teniendo siempre
orgánica, es miembro
presente las diferencias y la independencia de cada una de ellas.

4. Siglo XXI, ¿el esplendor de los valores éticos en el medio ambiente?


El siglo XXI apunta a ser clave para el destino de la humanidad, o al menos, para nues-
tro discurrir en el contexto terrestre. “La ciencia ha descubierto que el medio natural
constituye una comunidad de la que el ser humano, como producto de un mismo pro-
ceso de evolución orgánica, es miembro” (Velayos, 1996). Sin embargo, nuestro afán
de desarrollo, en ciertos momentos sin límites e incontrolado, nos ha colocado en una
posición de jaque ciertamente incómoda. Y por si fuera poco, multitud de personas
alrededor de todo el mundo poseen una incompresible ceguera sobre la crisis climática
que estamos atravesando.
Una situación que no es desconocida para el planeta, ya que durante su larga existencia
ha subsistido a numerosas extinciones y cambios climáticos en su interior, pero que sí
que lo es para nosotros, una especie que no se encuentra del todo preparada para la
incertidumbre que llega y que está por venir. Afortunadamente, la importancia de los
valores éticos dentro del comportamiento antrópico en la naturaleza va ganando ente-
ros paulatinamente, como única manera de subsistir a esta complicada situación que
atravesamos como especie.
Por esta razón, el siglo XXI en el que nos encontramos inmersos debe ejercer como
punto de inflexión en el sino de los seres humanos, es decir, mejorar o empeorar hasta
límites insospechados. Y realmente son insospechados, puesto que, a pesar de todos
los estudios e investigaciones en curso a nivel internacional, es imposible conocer, al
menos hasta donde alcanza nuestro desenfoque humano, las desgracias y problemáti-
cas que aún están por venir y que se agravarán de manera significativa si no cesamos
en nuestros actos irresponsables.
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En este sentido, las principales organizaciones y administraciones mundiales juegan


un papel principal debido a que además de alcanzar futuros acuerdos vinculantes en
materia ambiental, deben servir de canal de información sobre los comportamientos
racionales, responsables y, por supuesto, éticos. En este punto, es preciso recordar que
la parte de la sociedad concienciada en cuestiones ambientales, cada vez más mayori-
taria por suerte, anhela y exige a sus responsables medidas adecuadas que garanticen
la sostenibilidad. Pese a que, lamentablemente, en muchos casos estas se encuentran
basadas en prohibiciones que no somos capaces de autoimponernos como sociedad.
Es decir, en multitud de ocasiones buscamos que sean las autoridades quienes se ocu-
pen de prohibir y sancionar los malos hábitos de la sociedad, en vez de ser la sociedad
misma, quién autorregule sus propias acciones perjudiciales de manera natural.
Una actitud no por completo coherente, que denota una pequeña dosis de irresponsa-
bilidad y falta de valores éticos en el contexto ambiental, teniendo en cuenta que nos
encontramos en un mundo absolutamente globalizado donde el acceso a cualquier tipo
de información está garantizado para una buena parte de la población.
La humanidad, desde hace siglos, busca aumentar de manera progresiva su nivel de
vida basándose en el componente crematístico. Un hecho que ha provocado que nues-
tra calidad de vida haya pasado a segundo plano en algunos
momentos, dando lugar a una sociedad en la que se aprecia una
Encontramos los primeros ausencia de valores éticos. Aun así, dentro de un contexto en
espacios naturales protegidos cierta manera antropocentrista, hemos conseguido avances his-
tóricos con respecto a la conservación de la naturaleza.
declarados a finales del
Como principal ejemplo existente, podemos encontrar los prime-
siglo XIX y principios del XX,
ros espacios naturales protegidos declarados a finales del siglo
tanto a nivel nacional como XIX y principios del XX, tanto a nivel nacional como internacio-
internacional nal. A pesar de que se conoce que la legislación en favor de los
intereses naturales tuvo un origen incluso más antiguo. Eviden-
temente, las razones para proteger cada uno de los espacios fue-
ron bastante diversas y en cierto modo individualizadas, aunque al menos en nuestro
país, los intereses cinegéticos de la alta sociedad primaban sobre el resto.
Pero sorprendentemente, garantizar el futuro de ciertas actividades sirvió para desta-
par una problemática oculta en aquella época en el seno de los espacios naturales, la
disminución alarmante del número de individuos pertenecientes a diversas especies,
llegando incluso a temer por su desaparición. Aunque en realidad, muchos intelectua-
les de la época, naturalistas en su mayoría, cuyos valores éticos se hacían presentes en
sus escritos, ya alertaban de la importancia de ejercer ciertas restricciones en dichos
enclaves para su conservación y prosperidad. Este conflicto de intereses y de valores,
acabó con un resultado satisfactorio y con ciertas dosis de consenso. Tanto es así, que
más de un siglo después no solo siguen existiendo estas figuras de protección, sino
que las hemos ampliado y subdividido en categorías, restringiendo los comportamien-
tos permitidos en su interior.
Una medida que algunos en la época tachaban de locura, algo así como ponerle puertas
al campo, pero que ha resultado efectiva para paliar los efectos nocivos sobre el medio
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ambiente y conservar las características intrínsecas de los ecosistemas. A nadie se


le escapa que, en un hipotético mundo donde primara la concienciación ambiental y
los valores éticos, las figuras de protección ambiental no serían necesarias en ningún
punto. Pero a la espera de que este anhelo pueda alcanzarse, no hemos conseguido
establecer otro procedimiento mejor que dar lugar a zonas protegidas, pese a que a
menudo, separan los entornos naturales de los núcleos urbanos de población.
La ciudad y la naturaleza, la naturaleza y la ciudad. Entre ellas
se sitúan barreras naturales y artificiales que no ejercen única-
Un siglo después no solo
mente a modo de separación física, sino que en determinadas
siguen existiendo esas figuras ocasiones pueden actuar también como fronteras emocionales.
de protección, sino que las Aunque debemos ser conscientes de que nuestra falta de ética
hemos ampliado y subdividido ambiental es la que nos ha llevado a esta situación, y que este
en categorías, restringiendo los control se antoja clave, para asegurar la preservación natural.

comportamientos permitidos en En este sentido, la educación ambiental vuelve a cobrar una


importancia fundamentada no solo como herramienta de con-
su interior
servación, sino como método de trasmisión de valores éticos. “El
estudio de la sostenibilidad, como proyecto para la construcción
de imaginarios comprometidos con el medioambiente compete
a la comunicación más allá del análisis del tratamiento que los medios de comunica-
ción prestan a los problemas asociados al cambio climático y el calentamiento global”
(Díaz, 2009).
Pensar que la transmisión de información o la actualización de los conocimientos es
suficiente para crear una conciencia ambiental es tener una fe inquebrantable en el
ser humano. Es palmario que la educación ambiental debe ser una escuela de valores,
pero sin olvidarnos de que debe ser complementada con datos y hechos sensibles, es
decir, percibidos por los sentidos. “Es necesaria ahora una educación que garantice el
conocimiento pertinente y que tome conciencia de nuestro lugar en el universo” (Morin,
1999). Por lo tanto, una interconexión entre estos factores unidos al conocimiento y la
experiencia de los profesionales de la educación podría lograr un vuelco paulatino al
comportamiento antrópico tal y como lo conocemos actualmente.

5. Conclusiones
El avance aquí establecido pretende poner el foco de atención sobre la educación
ambiental como herramienta imprescindible para lograr la tan ansiada conciencia-
ción ambiental alrededor del mundo y garantizar la sostenibilidad planetaria. Por esta
razón, devolver la confianza en esta disciplina, perdida en muchos sectores e incluso
inexististe, es primordial para la supervivencia en nuestro planeta. Sin embargo, es
preciso dar un giro notable en las políticas educativas para lograr estos objetivos tan
ambiciosos, incluyendo en la esencia de esta disciplina las investigaciones que se
suceden a nivel internacional, los hechos tangibles que se producen diariamente y
los principios y valores éticos necesarios, para conseguir instaurar un sentimiento de
respeto por la naturaleza.
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En este punto, el papel de la bioética y las ciencias ambientales debe ser primordial
a la hora de dotar de conocimientos, información y valores a la educación ambiental,
para que sea esta última, quién se encargue de transmitirlos a la población en su con-
junto. Es por ello, que se precisa una mayor interconexión entre estas tres materias que,
a pesar de su independencia conceptual, deben trabajar en la misma dirección para
alcanzar objetivos comunes. Además, es vital exigir a los científicos que comiencen
a salir de sus laboratorios para dar a conocer su trabajo entre las clases populares y
también entre las élites políticas.
Aunque no debemos confundir esta tarea con la educación y la concienciación ambien-
tal, que deben recaer sobre los profesionales de la educación ambiental con la eficaz
ayuda de los científicos, que son y deben ejercer como autoridades del conocimiento.

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