Aventuras Místicas - Juan Diego
Aventuras Místicas - Juan Diego
Aventuras Místicas - Juan Diego
de Courcelles, Dominique
Aventuras místicas de un mundo a otro: san Juan Diego
Cuauhtlatoatzin (1474-1548), san Juan de la Cruz (1542-1591)
Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de
Oro, vol. 9, núm. 2, 2021, Julio-Diciembre, pp. 617-632
Instituto de Estudios Auriseculares
Pamplona, España
DOI: https://doi.org/10.13035/H.2021.09.02.46
Dominique de Courcelles
Université de Paris Sciences Lettres-CNRS/ENS
FRANCIA
Resumen. El artículo trata de la experiencia mística del indio san Juan Diego
Cuauhtlatoatzin (apariciones de la Virgen de Guadalupe en el cerro de Tepeyac,
Nueva España, 1531), según se refiere en el relato en náhuatl Nican Mopohua de
Aureliano Valeriano, contemporáneo de Juan Diego, y la vivida por el alma en la
obra poética, y en particular el Cántico espiritual, de san Juan de la Cruz. El análisis
de cada una de estas “aventuras místicas” y encuentros con lo divino demuestra
cómo sus palabras, conceptos, recorridos espirituales se juntan hasta incluirse.
Ambas experiencias coinciden en la triple senda de la mística, las vías purgativa,
iluminativa y unitiva.
Palabras clave. Amor; Cántico espiritual; idioma místico; Juan Diego Cuauht-
latoatzin; Juan de la Cruz; mística; morada sagrada; naturaleza; Nican Mopohua;
Virgen de Guadalupe.
Abstract. The article deals with the mystical experience of the Indian san Juan
Diego Cuauhtlatoatzin (apparitions of the Virgin of Guadalupe in the hill of Tepeyac,
New Spain, 1531), as referred in the Nahuatl story Nican Mopohua of Aureliano Va-
leriano, contemporary of Juan Diego, and lived by the soul in the poetic work, and
in particular the Cántico espiritual of St John of the Cross. The analysis of each of
these “mystical adventures” and encounters with the divine shows how his words,
concepts, spiritual journeys come together to be included. Both experiences co-
incide in the triple path of mysticism, the purgative, illuminative and unitive ways.
Keywords. Cántico spiritual; Juan Diego Cuauhtlatoatzin; John of the Cross;
Love; Mystic; Mystical language; Nature; Nican Mopohua; Sacred dwelling; Virgin
of Guadalupe.
1. San Juan de la Cruz, «Glosa a lo divino», en Cántico espiritual y poesía completa, p. 243.
2. San Juan de La Cruz, «Declaración de las canciones que tratan del ejercicio de amor entre el alma
y el esposo Cristo, en la cual se tocan y declaran algunos puntos y efectos de oración, a petición de la
Madre Ana de Jesús, Priora de las Descalzas, en San José de Granada, año de 1584 años», en Cántico
espiritual y poesía completa, p. 4.
3. Valeriano, Nican Mopohua. Una copia completa del Nican Mopohua hecha en el siglo XVI está regis-
trada con la referencia Monumentos guadalupanos, México, c. 1548, Serie 1, tomo 1, hojas 191-198.
4. León-Portilla, 2000. También O’Gorman, 1991.
5. Valeriano, Nican Mopohua, p. 4.
6. El Nican Mopohua está conservado en el Centro de Estudios de Historia de México CARSO / Funda-
ción Carlos Slim: Luis Lasso de la Vega, Nican Mopohua [Hveitlamahvçoltica amonexiti in ilhvicactlatoca
Según Luis Lasso de la Vega, Antonio Valeriano escuchó el relato del propio Juan
Diego7. El Huei tlamahuizoltica contiene además del Nican Mopohua el Nican Mo-
tecpana de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, que enlista catorce milagros de la Virgen
de Guadalupe.
El cerro de Tepeyac constituye el centro de la aventura mística de Juan Diego
Cuauhtlatoatzin. Al venir «en pos de Dios y de sus mandatos» Juan Diego se acerca
al cerrito.
14 Y cuando llegó a la cumbre del cerrillo, cuando lo vio una Doncella que allí
estaba de pie,
15 lo llamó para que fuera cerca de Ella10.
çihvapilli Santa María Totlaçonantizn], México, Imprenta de Juan Ruiz, 1649 (colección CEHM Carso
FCS). La Colección Guadalupana del CEHM es una de las más importantes del país, y está al alcance de
todos en línea o en consulta física.
7. Muchos investigadores, tal como Miguel León-Portilla (1926-2019), siguiendo a Edmundo O’Gorman
(1906-1995), piensan que Antonio Valeriano, contemporáneo de Juan Diego, escribió este relato en
1556 a partir del testimonio propio del visionario hacia 1545-1548.
8. Se utilizan aquí las mayúsculas para indicar las palabras de la Virgen, tan como figuran en la edición
en náhuatl y en español de 2013 que citamos.
9. Valeriano, Nican Mopohua, pp. 6-7.
10. Valeriano, Nican Mopohua, p. 7.
impulsan a Juan Diego a ir al palacio del obispo de México, fray Juan de Zumárraga,
de la Orden de San Francisco, a fin de descubrirle su deseo divino.
Pero Juan Diego se queda muy triste no poder convencer al obispo Zumáraga
por ser «un hombre del campo…» Intenta convencer a la Virgen de mandar a otro
mensajero más capacitado. Al haber tocado el misterio el místico reconoce su ig-
norancia, su debilidad humana: «Quien se conoce a sí mismo conoce todas las
cosas», dice Meister Eckhart.
Ya que el obispo no confía en Juan Diego, «pobre indito», muchas veces Juan
Diego va a volver a subir a la cumbre del cerro de Tepeyac en donde queda la Vir-
gen para comentarle sus dificultades. No deja nunca en los mismos días de irse a
Tlatelolco a «seguir las cosas de Dios que nos dan, que nos enseñan quienes son
las imágenes de Nuestro Señor: nuestros sacerdotes»16, a «oír misa»17. El respeto
y admiración del místico Juan Diego por los sacerdotes confirma cuanto importa
que cada aventura mística se viva en acuerdo con la Iglesia. Por eso a petición del
obispo y a fin de convencerlo Juan Diego suplica a la Virgen le «llevar algo de señal,
de comprobación, para que creyera»18.
90 BIEN ESTÁ, HIJITO MÍO, VOLVERÁS AQUÍ MAÑANA PARA QUE LLEVES AL
OBISPO LA SEÑAL QUE TE HA PEDIDO19.
104 Piensa que por donde dio la vuelta no lo podrá ver la que perfectamente a
todas partes está mirando.
Pero la Virgen «le vino a atajar los pasos». Juan Diego le explica que su tío está
a punto de morir y que la muerte necesita confesión y preparación.
113 Iré de prisa a tu casita de México, a llamar a alguno de los amados de Nues-
tro Señor, de nuestros Sacerdotes, para que vaya a confesarlo y a prepararlo,
114 porque en realidad para ello nacimos, los que vinimos a esperar el trabajo
de nuestra muerte.
Juan Diego se da cuenta de un algo mistérico al que llama realidad de las flores.
No le es imposible ser consciente de una experiencia inefable y por lo tanto hablar
de ella, que consiste en la presencia de estas flores maravillosas en la cumbre del
cerro. Juan Diego baja en seguida y trae las flores a la Virgen. Las flores van a ser
la prueba, la señal del deseo de la Virgen «que se haga, se levante mi templo». La
belleza de la naturaleza es la señal divina. La Virgen envía ahora otra vez a Juan
Diego a México.
Juan de la Cruz algunos años más tarde pedirá:
Juan Diego «contento» entiende por la palabra suave de la Virgen Madre de Dios
que la idea divina ha tomado cuerpo —en este momento de su historia propia de
«pobre indito» es un cuerpo de flores y hierbas mexicanas—, que la historia es la
que permite a lo divino de confirmar su presencia. Ahora «viene derecho a México,
ya viene contento», relata el Nican Mopohua22. Al llegar al palacio del obispo le co-
menta todo lo que sucedió.
181 Y luego extendió su blanca tilma, en cuyo hueco había colocado las flores.
182 Y así como cayeron al suelo todas las variadas flores preciosas,
183 luego allí se convirtió en señal, se apareció de repente la Amada Imagen
de la Perfecta Virgen
184 en donde ahora es conservada en su amada casita, en su sagrada casita
en el Tepeyac, que se llama Guadalupe.
185 Y en cuanto la vio el Obispo Gobernante, y todos los que allí estaban, se
arrodillaron, mucho la admiraron23.
En el siglo XVI el mundo descubre sus inmensidades occidentales, los límites del
espacio se ensanchan, el creyente entiende que para encontrar a Dios se necesita ir
siempre adelante dentro del misterio divino, por la fe, la confianza y el amor. La pere-
grinación mística del alma se hace modelo e imagen de toda experiencia de encuen-
tro con lo divino oculto a fin de llevar a la perfección de una unión amorosa perfecta.
El místico y sabio san Juan de la Cruz que compone su obra en los años 1580
disfruta una tradición libresca importantísima. Pero se debe mencionar la profunda
atracción que ejerce la naturaleza en él. Sus biógrafos recuerdan, por ejemplo, sus
aislamientos contemplativos durante la noche, sus consideraciones asombradas
de la luz del sol y la luna, de las aguas cristalinas, de las hierbas y flores y árboles, de
las montañas. La naturaleza —y sus cuatro elementos, tierra, agua, aire y fuego—
tiene en su obra poética, en la peregrinación del alma que relata, un papel verdade-
ramente epistemológico. El Cántico espiritual, que Juan de la Cruz compone entre
1584 y 1587, expresa la búsqueda de la vivencia o morada en Dios, la búsqueda del
Amado por la amada con el recorrido de la naturaleza.
Las canciones entre el alma y el esposo consisten así en una persecución del
Amado por la amada. Llamándole lastimeramente e ignorando dónde se esconde,
no halla más que el vacío de su ausencia. El Cántico manifiesta bien las ansias del
amor de Dios, oculto y presentido, y los tormentos del amor ejercido en ausencia.
La amada se querella al Amado por huir y esconderse y por la angustia y el dolor
que su inesperado abandono le ha causado.
¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste
Habiéndome herido;
Salí tras ti clamando y eras ido24.
24. San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, en Cántico espiritual y poesía completa, p. 7.
25. San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, en Cántico espiritual y poesía completa, p. 9.
Aquí no dejamos de pensar en las flores tan bellas y brillantes, esta señal divina,
que descubrió Juan Diego al subir a la cumbre del cerro de Tepeyac.
Los místicos dicen que ven a Dios en todas las cosas y a todas las cosas en
Dios, dejando abierto lo que sea este «Dios». «El Espíritu os conducirá a la verdad
integra», prometió Jesús a sus discípulos. Quien se deja conducir no conoce todas
las verdades, pero camina en aquella verdad. La flor que el místico ve es toda la
realidad en la flor, los paisajes que recorre el alma, la amada del Cántico espiritual,
son toda la realidad en los paisajes: no tienen porqué.
26. San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, en Cántico espiritual y poesía completa, p. 19.
27. San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, en Cántico espiritual y poesía completa, p. 10.
«La rosa no tiene porqué, florece porque florece», canta Angelus Silesius. Así
la función política de la mística consiste en actuar sin una justificación extrínseca
a la acción misma. Es el famoso soneto a Cristo crucificado que los misioneros
franciscanos enseñaban a los indios americanos entre otras oraciones cotidianas:
28. En Menéndez Pelayo, Las cien mejores poesías (líricas) de la lengua castellana, p. 67.
29. San Juan de la Cruz, Subida del Monte Carmelo, «Prólogo», en Obras completas, p. 91.
30.San Juan de la Cruz, Subida del Monte Carmelo, Libro primero, Noche activa del sentido, cap. 5, en
Obras completas, p. 103.
31. San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, en Cántico espiritual y poesía completa, p. 9.
máximo valor, el peregrino místico aprende que la vida en Dios necesita la muerte
a sí mismo. Sin superar el egoísmo, el temor de la muerte —la suya y la de otro—,
la duda, sin renunciar y morir al ego, a sí mismo, no podemos gozar de la experien-
cia vital, global, alegre que está en nosotros. Eso es la experiencia de Juan Diego
con la muerte anunciada de su tío; lo que importa, le dice la Virgen, es renunciar al
temor y error, es confiar. Si desde Sócrates la filosofía es una meditatio mortis, la
mística también propone una meditación de la muerte a fin de vivir en Dios. «Cada
día muero», dice san Pablo.
Juan de la Cruz lo explica muy bien en su poema del alma «Vivo sin vivir en mí»:
Tomás de Aquino escribe: Fides enim est vita animae. La fe cristiana es la vida
del alma: vita… id in quo maxime delectatur. En esta vida infinita, eterna del alma
tenemos el máximo gozo. En el siglo XIII Ramon Llull nota: Philosophus semper est
laetus. El filósofo, amante del saber y la sabiduría, siempre está lleno de gozo.
La Iglesia, esposa de Cristo y amante de Cristo sabiduría divina, unida a Él con
todos los miembros —nosotros— de su cuerpo místico, recibirá por Cristo el gozo
divino de la vida divina, explica Juan de la Cruz:
32. San Juan de la Cruz, «Coplas del alma que pena por ver a Dios: Vivo sin vivir en mí», en Cántico espi-
ritual y poesía completa, pp. 213-215.
33. San Juan de la Cruz, «Romance sobre el evangelio “In principio erat Verbum” acerca de la Santísima
Trinidad», en Cántico espiritual y poesía completa, pp. 150-152.
La vida se vive, la experiencia de la vida no tiene nada que ver con la duración de
la vida, no es la consciencia del paso del tiempo. Temporalidad y eternidad juntas
—la vida divina— se experimentan en la absorción de sí mismo, Iglesia y miembros
cuerpo de la Iglesia, dentro de Dios.
Esta experiencia integral de la vida es para cada uno la vivencia completa tanto
del cuerpo como del alma como del espíritu que vibra con amor. Es la conjunción
más o menos armónica de estas tres consciencias, corporal, intelectual y espiritual.
Esta experiencia parece mostrar una complejidad trinitaria: la experiencia de la vida
es corporal, intelectual y espiritual al mismo tiempo, dentro de nuestra limitación
concreta, es decir con la consciencia de los contrarios de dolor y error. La experien-
cia mística es fruto de la presencia trinitaria desde la perspectiva de la vida mayor
al contrario de la muerte mayor. El gran consejo místico del Evangelio es la primacía
del amor en esta vida mayor.
En el fin de la subida del monte Carmelo, camino de conocimiento propio, en el
fin de la peregrinación mística, el alma «no sirve de otra cosa sino de altar en que
Dios es adorado en alabanza y amor, y sólo Dios en ella está». Eso es la condición
del «estado de unión»34.
La naturaleza identificada con el Amado permite al alma revivir y fijar una «cien-
cia sabrosa de Dios», descubrir en donde podrá por fin obtener su morada eterna
de ternura y protección. Fe, ternura y amor se mezclan, mucho más allá de una
perspectiva erótico-sentimental:
34. San Juan de la Cruz, Subida del Monte Carmelo, Libro primero, Noche activa del sentido, cap. 5, en
Obras completas, p. 104.
35. San Juan de la Cruz, Llama de amor viva, en Cántico espiritual y poesía completa, pp. 208-209.
Quedéme y olvidéme,
El rostro recliné sobre el Amado;
Cesó todo y dejéme,
Dejando mi cuidado
Entre las azucenas olvidado36.
Gocémonos, Amado,
Y vámonos a ver en tu hermosura
Al monte y al collado
Do mana el agua pura;
Entremos más adentro en la espesura.
Y luego a las subidas
Cavernas de la piedra nos iremos,
Que están bien escondidas,
Y allí nos entraremos
Y el mosto de granadas gustaremos37.
Lo alto de los montes como el manantial de agua pura como la hondura de una
espesa floresta constituyen el umbral de las «subidas cavernas de la piedra», ver-
dadera iglesia sagrada de la cumbre, en donde el místico puede finalizar su peregri-
nación, contemplar y gustar secretamente e íntimamente. Esta iglesia, «mi casita
sagrada», la pidió a Juan Diego la Virgen de Guadalupe:
36. San Juan de la Cruz, Noche oscura, en Cántico espiritual y poesía completa, p. 207.
37. San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, en Cántico espiritual y poesía completa, pp. 41-42.
Allí me mostrarías
Aquello que mi alma pretendía…39
Conclusión
Bibliografía