El cielo: Historia y espiritualidad
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El cielo - María del Mar Graña Cid
Esta editorial es miembro de la Unión de Editoriales Universitarias Españolas UNE, lo que garantiza la difusión y comercialización de sus publicaciones a nivel nacional e internacional.
© 2018 UNIVERSIDAD PONTIFICIA COMILLAS
C/ Universidad Comillas, 3
28049 Madrid
© 2017 Manuel Revuelta González
ISBN: 978-84-8468-411-4
Depósito Legal: M-
Diseño de cubierta: Belén Recio Godoy
Fotocomposición: Rico Adrados, S.L.
Abad Maluenda, 13-15 bajo • 09005 Burgos
Conversión ebook: Dolphin Tecnologías
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A la memoria de Arturo Graña Martínez
(La Coruña, 1936 - Madrid, 2015)
"¿Quién me concediera, oh amor, ser consumada en ti,
y por tu muerte quedar libre de la cárcel del cuerpo y liberada de este exilio?
Qué bueno es, oh amor, verte, tenerte y por la eternidad poseerte.
En el día de mi tránsito, asísteme con tu mirada llena de consuelo,
y bendíceme, en la bella aurora donde te contemplaré sin velo.
Ahora, oh amor, aquí te dejo y te encomiendo a la vez mi vida y mi alma;
déjame ya, déjame descansar en paz
y dormirme en ti. Amén".
GERTRUDIS DE HELFTA, Ejercicios, V.
"Sé bienvenida, amada paloma,
has volado con tanto dolor en la tierra
que tus plumas han crecido hasta el cielo"
MATILDE DE MAGDEBURGO, La luz que fluye de la divinidad, I, XV.
"Te alegrarás con los santos y saltarás de gozo
con los ángeles por toda la eternidad"
MATILDE DE HACKEBORN, Libro de la gracia especial, V, VI.
ÍNDICE
Introducción
María del Mar Graña Cid
Los autores
LOS MARCOS DE INTERPRETACIÓN
Los primeros viajes al cielo. Recorrido por el Medio Oriente antiguo
Marta García Fernández
El cielo en San Agustín
Marie-Anne Vannier
INSTRUMENTOS DE COMUNICACIÓN CIELO-TIERRA
La liturgia presupone el cielo abierto
. La dimensión escatológica de la liturgia en J. Ratzinger
Lino Emilio Díez Valladares
A realibus ad realiora
. La frontera de la visión celeste en el arte y en la mística según Pável Florenski y Viacheslav Ivánov
Francisco José López Sáez
EL CIELO DE LOS MÍSTICOS
El beso del cielo, según Matilde de Magdeburgo
Silvia Bara Bancel
El cielo anticipado: mística y poesía en San Juan de la Cruz
Juan Antonio Marcos
Isabel de la Trinidad: el cielo de Dios en el alma del hombre
María Dolores López Guzmán
Un abrirse el cielo sobre la tierra
. Adrienne von Speyr: vigía del misterio
Nurya Martínez-Gayol
EL CIELO DE LOS PROFETAS Y REFORMADORES
El cielo no puede esperar. San Justino milenarista (Diálogo con el judío Trifón
80-81)
Fernando Rivas Rebaque
Un lugar para las mujeres. Utopía celestial y transformación en Juana de la Cruz
María del Mar Graña Cid
El cielo en la predicación y el acompañamiento espiritual de San Juan de Ávila
María Jesús Fernández Cordero
Encarnación y gloria. La arquitectura ignaciana del cielo
José García de Castro Valdés
La venerable Serafina Andrea Bonastre (1571-1649) y sus visiones acústicas del cielo
Henar Pizarro Llorente
EL CIELO REPRESENTADO
Notas sobre las coordenadas del cielo en el siglo VII
Angelo Valastro Canale
El arco iris como trono celeste en el arte románico europeo
Alfons Puigarnau
La Anunciación con santos y profetas de Taddeo y Federico Zuccari (Roma, 1566). Fuentes, dibujos, grabados y copias. La representación del empíreo
Macarena Moralejo Ortega
Las madres bíblicas y su interpretación como ángeles del hogar
en el siglo XIX. Eva, la madre de Moisés y la madre del hijo pródigo
Carmen Yebra Rovira
El cielo en el suelo: de la monocromía a la eternidad
Rafael Jackson-Martín
Umbrales entre cielo y tierra. Espacios litúrgicos contemporáneos
Bert Daelemans
Otra vida, otra muerte, otro cielo. El camino de salvación en la serie Perdidos
Isabel Romero Tabares
Bibliografía citada
INTRODUCCIÓN
El libro que el lector tiene en sus manos es fruto del trabajo de un equipo de profesores e investigadores que se reunieron para reflexionar sobre la temática cielo
. El que llegó a ser conocido como Proyecto Cielo
en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas (Madrid) fue un proyecto de investigación propio de esta institución que, con el título Visiones del Cielo: espiritualidad, política y cultura, se desarrolló entre los años 2012 y 2016. Estas páginas constituyen su resultado final.
¿Por qué el cielo? ¿Qué interés tiene en el contexto académico y en el mundo de hoy? Se trata, indudablemente, de una cuestión central para la fe cristiana. Ámbito de lo trascendente y de la vida futura, el cielo ha concretado el horizonte de la esperanza. Esperanza múltiple que es deseo y anhelo: de Dios, de vida después de la muerte, de plenitud y de gloria, de perfección, armonía, felicidad y belleza. Todo lo bueno que, en principio, se presenta como un ideal inalcanzable en la vida terrena, limitada por el tiempo, el pecado y la muerte. La humanidad siempre ha estado en búsqueda de algo más allá y lo está, incluso, en un mundo tan secularizado como el de hoy. ¿Quiere esto decir que se trata de una cuestión de fe y de trabajo pastoral? Indudablemente, pero no sólo. Como diría Ignacio de Loyola y nos recuerda en su trabajo José García de Castro, el cielo es pensable y sensible, es decir, es tema de reflexión además de una experiencia. Para los cristianos, gracias en parte a la celebración litúrgica, se pone continuamente de manifiesto que no es algo imaginario, sino real y alcanzable, aunque sí sea profundamente imaginativo, como subrayan Bert Daelemans y Lino Emilio Díez. Estas dimensiones –pensamiento, experiencia, imaginación–, entre otras posibles, constituyen materia de estudio y pueden ser objeto de análisis multidisciplinares.
Los sujetos del discurso sobre el cielo han sido tanto los individuos como los colectivos porque aquel es pensado, experimentado e imaginado desde aquí abajo
, la realidad humana contingente y con sus categorías. Su estudio ilumina desde ángulos nuevos muy diversas cuestiones. Sin duda, analizar la relación humana con el cielo ofrece dimensiones inéditas al estudio del vínculo con Dios y, por consiguiente, a la teología espiritual y la mística. De ello dan cuenta estas páginas. Pero también nos ha interesado aplicar el potencial de estudio a otras dimensiones que, como la antropológica o la social, resultan especialmente beneficiadas si se emplea una perspectiva histórica. Como afirma Juan Antonio Marcos, el ser humano busca una parte de su identidad en un destino que le supera y le da a su vez un sentido. La revisión de estos contenidos identitarios por épocas, lugares sociales y eclesiales o diferenciando entre mujeres y varones, brinda un conocimiento amplio de la antropología subyacente o que la noción cielo
ha podido contribuir a construir. El tema también lleva a comprender de otro modo la construcción de lo social y lo político, así como diversas fenomenologías de lo humano, entre ellas la imaginación y los procesos de creación, tal como nos ilustra en clave artística Francisco José López Sáez.
Imaginar y pensar cómo es ese más allá
ha llevado a construir modelos de lo celestial deudores de las peculiares condiciones de sus protagonistas y que, por consiguiente, arrojan luz sobre las realidades humanas contextuales. Ha sido pauta habitual lo que podríamos denominar fuga escatológica
, la construcción de modelos perfectos e inalcanzables como manifestación de posturas de disconformidad o escapismo respecto a la vida terrena y sus problemas. Sin olvidar que por eso mismo resultan de suma importancia para entender esas situaciones y valorar los anhelos de cambio que propiciaron, no podría afirmarse que esta pauta haya sido omnipresente o dominante. Antes bien, las claves que explican las diversas visiones del cielo son muy heterogéneas y requieren análisis independientes. Porque otra pauta fundamental y repetida en el tiempo ha sido la necesidad de recreación, el hecho de que el ser humano haya necesitado mirarse en esos modelos para pretender implantarlos en el mundo. Por ello, la posibilidad de cambio y transformación de lo terreno es otra clave fundamental asociada al concepto cielo
. Ha sido así tanto en la doble dimensión de lo personal y lo social aunque habitualmente se asocie más a la segunda. Desde los proyectos milenaristas en su anhelo de unión de lo terrestre y lo celeste hasta las propuestas de reforma en sus diversas escalas o la definición de marcos de vida espiritual, ha habido toda una heterogénea paleta de comportamientos históricos deudores de la idea de que es posible traer el cielo al mundo y cambiar las cosas.
Todos estos aspectos se hallan presentes en la historia del cristianismo y han podido condicionarla en buena parte. Reclaman ser investigados con método interdisciplinar. Incluso, para algunos estudiosos su análisis puede deparar importantes herramientas de comprensión de la propia evolución de la civilización occidental dado el peso de su fundamento cristiano. No exageramos. A nosotros nos ha llegado a sorprender el gran peso del cielo en la espiritualidad y el pensamiento de las figuras que decidimos estudiar en este proyecto, un peso de magnitud insospechada que incluso ha podido condicionar su obra entera. Sin duda, podríamos decir lo mismo de otras figuras y ámbitos de nuestra historia.
Visto el gran potencial de estudio que ofrece el concepto cielo
y su carácter poliédrico, interesa aclarar qué nos propusimos al iniciar el trabajo. Si bien el proyecto ha sido liderado por la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas, los miembros del equipo pertenecíamos mayoritariamente al grupo de investigación interfacultativo Historia de la Iglesia y Espiritualidad
y partimos de un enfoque histórico con el objetivo de estudiar el concepto como realidad alternativa en sus diversas representaciones o visiones
. Siguiendo un hilo cronológico, perseguíamos desentrañar algunos de los múltiples planteamientos teológicos, espirituales, simbólicos y culturales que se han dado cita en las concepciones del más allá celeste. Se trataba de analizar fisonomías y descubrir las razones e intereses a que obedecieron en conexión con quienes las idearon, sus contextos y usos. Por ello, nos pareció fundamental ampliar con otros profesionales el que ya era de origen un equipo multidisciplinar. Fue así como constituimos un grupo interuniversitario e internacional en el que hemos trabajado juntos teólogos, historiadores de la Iglesia, historiadores del arte y filólogos procedentes de la Facultad de Teología y la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Pontificia Comillas (Madrid), de la Université de Lorraine (Metz), la Universidad de Puerto Rico (Río Piedras) y la Universitat Internacional de Catalunya. Todos ellos son especialistas reconocidos en su campo.
Nuestra estimulante mecánica de trabajo en equipo ha consistido en la celebración de dos encuentros científicos anuales en los que hemos ido presentando a puerta cerrada nuestros planteamientos y primeros resultados para discutirlos y formular ideas en común. Tras una primera jornada metodológica a modo de introducción, celebramos seis encuentros que culminamos con una jornada final abierta al público el 16 de noviembre de 2016 con el título …Y se rasgaron los cielos
(Ez 1,1). Visiones celestiales. Resultó ser un gran éxito, especialmente entre nuestros alumnos. De todo ello estamos muy orgullosos.
A lo largo de la investigación fueron aflorando las líneas argumentales que constituyen este libro. Aunque no siempre ha sido fácil clasificar los estudios por estar muy conectados, los hemos organizado en partes para facilitar la lectura. En la primera, Los marcos de interpretación, se aborda la amplia y compleja problemática de las raíces del concepto cielo
. La segunda, Instrumentos de comunicación cielo-tierra, muestra las mediaciones que conectan ambas dimensiones. Con la tercera, El cielo de los místicos, hemos querido presentar la experiencia espiritual del cielo en algunas importantes figuras de la mística cristiana entre la Edad Media y la Contemporánea. La cuarta, El cielo de los profetas y reformadores, da cuenta de la dimensión más práctica
mostrando que el cielo también se empleó para transformar el mundo. Aunque los límites entre místicos, profetas y reformadores no siempre están claros, nuestro criterio ha sido separar los trabajos en función de sus contenidos. Por último, con El cielo representado hemos querido dar cuenta de aspectos tan relevantes de la representación artística del cielo como su incidencia en la evolución de los estilos.
A fin de facilitar la comprensión de lo tratado, paso a revisar algunas cuestiones principales.
1. CONCEPTOS DE CIELO
El cielo ha sido concebido secularmente como la otra dimensión de lo real, lo real último. Concretado en nociones espaciales y relacionales, es también un estado de la persona e, incluso, se ha identificado con Dios mismo o se ha presentado como símbolo cristológico. Es, igualmente, la Iglesia celestial.
Resulta impactante comprobar que en las sociedades del Oriente antiguo se maduró el concepto en sus líneas fundamentales. Marta García explica que las antiguas cosmogonías eran teogónicas, el cielo era un dios, pero después pasó a ser la morada de los dioses y adquirió carácter espacial y temporal en cuanto realidad cósmica y eterna que también implicaba un estado peculiar del ser humano: vivir para siempre con la divinidad. El cristianismo ha fundamentado su idea de cielo sobre estas mismas coordenadas y uno de los textos más influyentes ha sido el libro del Apocalipsis. Sin embargo, las revisiones del tema también han resultado constantes a lo largo del tiempo.
En su noción más extendida, el cielo es el ámbito donde está Dios, ese mundo superior y espiritual que Matilde de Magdeburgo denomina la casa de Dios
tal y como explica Silvia Bara. Todas las figuras estudiadas en estas páginas subrayan que es la realidad verdadera y que lo temporal está estrechamente asociado a él, tanto por su carácter eterno frente a la caducidad de lo terrenal como por constituir el futuro más cierto del ser humano, su destino último. Para un gran pastor como Juan de Ávila, estudiado por María Jesús Fernández Cordero, se trata de la celestial tierra prometida, mientras que para la mística Isabel de la Trinidad, tal como subraya María Dolores López Guzmán, es nuestra patria verdadera
. Estas ideas han rebasado tiempos y espacios para incorporarse al acervo popular. Isabel Romero muestra los fundamentos de lo celeste como claves argumentales de la serie televisiva Perdidos en lo que constituye uno de los posibles factores de su éxito internacional.
Dado que el cielo es profundamente imaginativo
(Bert Daelemans), los imaginarios celestiales han sido múltiples y diversos. La Jerusalén celeste del Apocalipsis es una figuración básica y recurrente. Matilde de Magdeburgo la describe como un espacio majestuoso perfectamente ordenado y jerárquicamente distribuido. El trono de Dios se encuentra en lo más alto y entre él y los coros angélicos hay espacios vacíos; tras el juicio final, los bienaventurados ocuparán los asientos que les están reservados. En línea similar se encuentra la profetisa Juana de la Cruz al describir partes y escenarios completos de la ciudad divina con sus plazas, edificios y otros elementos arquitectónicos u ornamentales, así como jardines (María del Mar Graña). El propio Juan de Ávila menciona las diversas mansiones del cielo y místicas contemporáneas como Adrienne von Speyr mantienen la imagen apocalíptica de la ciudad construida de oro, según señala Nurya Martínez-Gayol. Hubo quien llegó a preguntarse dónde está, caso de Isidoro de Sevilla o del anónimo irlandés que a finales del siglo VII llegaba a situar la residencia de Dios más allá del firmamento, en el empíreo (Angelo Valastro), acaso respondiendo al concepto agustiniano de caelum caeli
(Marie-Anne Vannier). La ubicación del cielo empíreo se incorporó en el siglo XVI a las directrices oficiales del Concilio de Trento para transformar la representación de escenas evangélicas que, como la Anunciación, habían sido hasta entonces de carácter íntimo y que comenzaron a plasmarse en nuevas iconografías escenográficas con arquitecturas utópicas. Como refiere Macarena Moralejo, se entendió que éstas eran la mejor forma de representar el cielo. Otros autores han enfatizado dimensiones diferentes. Para Juan Antonio Marcos, aunque Juan de la Cruz pueda imaginar el cielo en términos de paisaje pastoril, se refería sobre todo a algo más allá de lo espacial, eso que él llama allí
, una nueva dimensión o estado de conciencia. El propio San Agustín habla de un cielo inmaterial poblado de inteligencias en permanente contemplación y adoración a Dios.
Los conceptos predominantes sobre el cfielo en los casos aquí estudiados no lo presentan tanto como un lugar, sino como una realidad relacional que tiene que ver con el mismo ser de Dios. Las mujeres místicas han enfatizado la representación existencial, el ser relacional del cielo y del Dios que lo habita, que es, al mismo tiempo, el cielo mismo. La Trinidad constituye el foco de autoras como Matilde de Magdeburgo, Isabel de la Trinidad o Adrienne von Speyr. Para esta última, la Trinidad inmanente es el cielo y el dinamismo del amor trinitario constituye la más alta forma de vida y lo único creíble para el mundo. Pero también las descripciones espaciales del cielo de algunas visionarias han servido para ubicar a la Virgen y añadirla al ser relacional de Dios. Matilde de Magdeburgo afirma que María y Jesús están allí en un mismo plano, mostrando sus heridas a la humanidad; además, denomina a la Virgen diosa
y la sitúa en un lugar preeminente junto al trono de Dios. Un discurso similar al de la profetisa castellana Juana de la Cruz, que presenta el endiosamiento
de María situándola muy cerca de Dios, casi como una cuarta persona divina. Esta visionaria describe el cielo como el lugar donde la feminidad alcanza la posición que le corresponde, equiparable a la masculina. Otros autores presentan una noción del cielo más específicamente cristológica. Agustín de Hipona llegó a concebirlo como el firmamento de la Escritura
afirmando que manifestaba al Verbo y Juan de Ávila entendió que el cielo es un símbolo cristológico que ayuda a expresar la identidad misma de Jesucristo señalando su origen y su destino.
La imaginación ha sido rica a la hora de describir a quienes comparten el cielo con Dios, los habitantes celestiales. La tradicional imagen de una corte celestial aparece en visionarias como Juana de la Cruz o Serafina Andrea Bonastre, estudiada por Henar Pizarro. Para San Agustín, el cielo está poblado de inteligencias superiores que, dedicadas a la permanente contemplación de Dios, sobrepasan el fluir temporal y testimonian la eternidad divina. Todos ellos y otros más, entre ellos Isabel de la Trinidad o Adrienne von Speyr, ven a las almas en alabanza de gloria y oración de adoración. Se enfatiza también el vínculo de amor. El cielo es hogar de amor
para Isabel de la Trinidad y Matilde de Magdeburgo describe la peculiar intimidad entre Dios y cada una de las almas, que experimentan su ternura. El amor de amistad, esa perfecta caridad
o caridad verdadera
de la que hablan Juana de la Cruz o Juan de Ávila, que la concibe como el lenguaje
que se habla en el cielo, es también el vínculo entre sus habitantes, que constituyen la comunión de los santos o Iglesia celestial.
La eterna felicidad del cielo tiene que ver con esta dimensión relacional. La alegría y el gozo no sólo se vinculan a la manifestación de la gloria de Dios, sino al amor por él y por el prójimo. Así lo hace Juan de Ávila, para quien el gozo del cielo significa gozar de lo que se goza Dios, alegrarse en él, pero también por los otros de modo que la alegría sea mayor cuanto mayor sea la gloria del prójimo. El vínculo que une a esta comunidad santa
del cielo ha sido continuamente resaltado. Si en la representación de la Anunciación ideada por los jesuitas del siglo XVI el cielo empíreo es el lugar de reunión de los bienaventurados, las místicas y visionarias han descrito esa comunidad celeste. Adrienne von Speyr subraya su diversidad, pero también el hecho de que ésta no sea barrera para la comunión, sino todo lo contrario. Sintonizada con este planteamiento se encuentra la serie Perdidos, donde son las relaciones interpersonales la clave de la felicidad eterna, el amor humano que florece plenamente en un cielo de diversidades, precisamente porque se trata de un cielo interreligioso. Basten estos ejemplos entre muchos.
La felicidad y la comunión celestiales se manifiestan habitualmente en fiestas, danzas y banquetes que constituyen la celebración litúrgica del cielo, una liturgia eterna oficiada por el sumo sacerdote Cristo. De ello dan cumplida cuenta las descripciones de místicas y visionarias desde Matilde de Magdeburgo a Isabel de la Trinidad pasando por Serafina Andrea Bonastre, que percibe el cielo como música bella y armónica y describe danzas y coros celestiales. La danza ya era una forma del actuar divino en las nociones precristianas del cielo y la imagen de Cristo bailando entre los celestiales
se mantiene en el arte religioso contemporáneo. Por su parte, el banquete tiene una evidente dimensión eucarística y conduce al gozar de Dios por los bienaventurados, pues se trata de comerlo y beberlo. La visionaria Juana de la Cruz lo asocia a la plena unión con él plasmada en éxtasis, mientras para Juan de Ávila equivale a conocerlo, amarlo y verlo. El cielo puede identificarse así con el banquete y de ello dan cuenta también las representaciones artísticas contemporáneas. Sin embargo, estas imágenes no son las únicas. Dos ejemplos: para San Agustín, el cielo es el lugar de la plenitud y la felicidad, allí donde las criaturas celestiales quedan fijas en la contemplación y alabanza de Dios; para Ignacio de Loyola, el cielo es ante todo un lugar de armonía, paz y hondo silencio e, incluso, un locus fragilitatis
, el reino de la debilidad.
2. EL VÍNCULO CIELO-TIERRA
El cielo no es un elemento aparte de la vida terrena ni una realidad paralela a la misma, pues está plenamente relacionado con ella en la tradición y práctica cristianas. El precedente se sitúa de nuevo en las concepciones del antiguo Oriente: cielo y tierra forman un binomio inseparable desde su mismo origen. El cristianismo aporta mediaciones entre ambos propiciadas por la encarnación, pasión y ascensión de Cristo. Todos nuestros autores subrayan que ha sido él quien ha abierto el cielo. En Matilde de Magdeburgo la cuestión es central: habla del cielo abierto
por Cristo para el ser humano. Para Juan de Ávila, el Hijo ha unido divinidad y humanidad, ha elevado a ésta a la gloria de aquélla y ha abierto las puertas del cielo: a todos los cristianos por igual, incluidas las mujeres, subraya Juana de la Cruz. Si para Ignacio de Loyola la Ascensión ha sido decisiva en la conexión histórica de los dos ámbitos, otras figuras aquí estudiadas añaden la Asunción de María y sus apariciones como elementos de apertura y unión. Cristología y mariología explicarían así la extrema vecindad entre el cielo y la tierra de que trata Adrienne von Speyr. Quizá el caso más radical sea el de Ignacio de Loyola, para quien el cielo es un proceso dinámico pneumatológico-terrestre en permanente construcción porque cielo y tierra interactúan.
Precisamente por ello, el cielo no es una promesa de futuro inalcanzable en esta vida. Su apertura por Cristo hace posible el vínculo con lo terreno presente y puede pregustarse o vislumbrarse desde aquí abajo fortaleciendo la esperanza en la salvación, de ahí la tensión escatológica y la paradoja del ya, pero todavía no
. Ciertamente, la dimensión de futuro ha tenido gran peso en la pastoral cristiana y en la conciencia de los fieles a lo largo de los siglos. El ser humano ha de pensar en la promesa divina de salvación y los goces celestiales que aguardan tras la muerte a los buenos cristianos como forma de fortalecer su fe y orientarse en la vida terrena. Subir al cielo es su destino último, pues para eso ha sido creado por Dios, pero ello requiere seguir un camino en el que se cultiven las virtudes y la esperanza. Como afirma Matilde de Magdeburgo: entre el Reino y tú, que haya esperanza constante
. Para Juan de la Cruz vivimos siempre abiertos a la esperanza viva. Esta sería uno de los derechos del deseo
, en palabras de Juan Antonio Marcos, e implica que somos seres de destino. Cultivarla da fuerza para sobrellevar las dificultades de la vida y sostener la fidelidad del cristiano en las condiciones más difíciles, nos recuerda Juan de Ávila. Por su parte, la visionaria Juana de la Cruz convidaba en sus sermones a las gentes al reino de los cielos, garantizaba su existencia y su vínculo permanente con la tierra y enfatizaba que el ser humano puede salvarse y acceder a él tras la muerte haciendo uso de su libertad.
La liturgia viene a alimentar esa esperanza mientras, al tiempo, ofrece un umbral, abre en medio de la realidad terrena y contribuye a realizar la unión cielo-tierra en esta vida. Como nos recuerda Lino Emilio Díez en su estudio sobre Joseph Ratzinger, es la liturgia celeste la que se hace presente en la terrestre a través de sus símbolos constituyendo una de las modalidades supra-racionales de la comunicación de Dios al hombre. Ciertamente, en el cielo se celebra en la gloria y en la tierra en el todavía oscuro régimen de la fe, pero en el fondo se trata de una misma celebración presidida por Cristo. Así, aunque la liturgia terrestre apunte de forma anticipatoria hacia el futuro escatológico, es también participación actual al unirse a la liturgia celestial gracias al descenso de Cristo a la eucaristía y su presencia en ella. Por este motivo, la celebración litúrgica realiza ya, aunque de modo parcial, la vida con la Trinidad que esperamos alcanzar al final de los tiempos.
La apertura de lo invisible a lo visible se realiza también a través de la visión. Francisco José López Sáez explica su fenomenología y cómo contribuye a hacer presente en la tierra esa realidad otra
de valor universal y profundo, el mundo espiritual. Ello puede plasmarse tanto en la experiencia mística como en la obra de arte, pues la matriz de esta es la inspiración, que tiene mucho de aquélla. El lenguaje simbólico e imaginativo hunde sus raíces en la ontología de los dos mundos, material y celestial. De ahí que pueda señalarse una analogía profunda entre obra de arte y vida espiritual e identificar al artista con el místico.
El arte es un vínculo secular de conexión entre cielo y tierra. En su manifestación sacra, ha respondido al anhelo de representar eso otro
y de alimentar la imaginación escatológica sobre el cielo para mantener viva la esperanza de salvación e, incluso, para percibir el cielo en la tierra. Sus manifestaciones han respondido a las transformaciones históricas, culturales y teológicas de cada contexto, como nos muestran Alfons Puigarnau y Macarena Moralejo. En la representación de la Maiestas Domini
románica, la inclusión del arco iris celeste da lugar a un nuevo icono que muestra una interesante asociación entre el pacto de la alianza, el mundo creado y la genealogía de Cristo subrayando su historicidad terrestre y la estrecha unidad entre salvación y creación, soteriología y cosmología, máxime considerando que la mandorla es un recurso formal que expresa el cielo abierto. Por su parte, el fresco de la Anunciación pintado como instrumento pedagógico para los novicios de la Compañía de Jesús en Roma muestra importantes novedades iconográficas. Entre las citadas líneas atrás destaca la representación escenográfica que, obedeciendo al magisterio tridentino, mostraba los inexorables vínculos de unión entre cielo y tierra.
La arquitectura religiosa contemporánea responde a nuevos criterios, pero mantiene como horizonte principal la dimensión celeste. Las iglesias, nos dice Bert Daelemans, deben ser como el cielo, expresar un umbral entre cielo y tierra y mediar el cielo para la gente a fin de abrirla al misterio sagrado. Arquitectura y arte en general pueden contribuir a la liturgia terrena, ser
liturgia para que se exprese y se perciba mejor la real participación en la liturgia celeste. El edificio litúrgico debe ser un cáliz abierto para recibir la sangre de Cristo y responder a la sublime invitación divina a entrar en comunión.
Con todo, incluso el arte profano y los movimientos artísticos que en principio parecen más alejados del cielo muestran conexiones profundas con él. Es lo que explica Rafael Jackson relacionando el inicio de la abstracción a comienzos del siglo XX con el concepto de lo sublime. La ausencia de elementos figurativos en la pintura abstracta no derivaría de su contenido profano; en este tipo de representaciones late lo Absoluto y se plasma lo divino por analogía. Algo similar podría decirse, salvando todas las distancias, de la elevada carga simbólica de la serie Perdidos como vía idónea para representar y comprender la realidad trascendente.
3. EL CIELO ABIERTO DE LA MÍSTICA: DINÁMICAS ASCENDENTES Y DESCENDENTES
La mística aporta un plus especial a la experiencia del cielo porque significa un encuentro directo con él y con Dios en esta vida. Como afirma Juan Antonio Marcos, la experiencia del cielo es abisal, que es mucho más que un valor emocional, es metafísico y ontológico. A través de la misma, los místicos establecen un vínculo cielo-tierra en una doble dinámica, de apertura y relacional, y esta tanto en la dimensión ascendente como descendente. Aunque indudablemente este encuentro con Dios es fruto de la gracia, los místicos muestran cómo en el ser humano se encuentra una dimensión oculta, un mapa del cielo
que tenemos olvidado pero que ha sido colocado en nosotros por Dios. Para descifrarlo, hemos de recordar que estamos hechos a su imagen y semejanza.
La dinámica relacional encuentra en Juan de la Cruz una preciosa fenomenología espacial, una gramática espacial
del cielo visto desde un cuádruple viaje: afuera, adentro, arriba y adelante, con imágenes de apertura, interiorización, ascensión y deícticas de futuro, así como espacios de posesión, encuentro y amorosa intimidad.
Los movimientos de ascenso son los que habitualmente asociamos a la mística. Entre las experiencias extraordinarias que la acompañan destacan las visiones, fenómenos de apertura celestial. El proceso de conversión de Ignacio de Loyola resulta indicativo: el cielo se abrió y se hizo presente en su vida a través de la visión de la Virgen con el Niño; después, el cielo le habló
de lo que sería el carisma ignaciano. Desarrolló así una intensa relación con los personajes y asuntos celestes, visiones y percepciones. Tras este tipo de experiencias de apertura, los receptores tienden a la unión en un plano ascendente: el alma sube y se encuentra con Dios. Porque la experiencia mística se suele concebir como un camino hacia arriba, el destino del místico parece estar en las alturas.
También Ignacio siente que el cielo atrae hacia arriba, se convierte en un buscador del cielo
y, en un principio, muestra menosprecio por lo de abajo. Algunos lo presentan como un viaje vinculado a metáforas de elevación entre las que se incluyen la felicidad y la alegría. Es el caso de Juan de la Cruz, para quien amar es volar, o el de Juana de la Cruz, en cuya experiencia se vinculan los viajes al cielo, la felicidad y la libertad. El éxtasis es clave como manifestación de la plena entrega al amor en suspensión de los sentidos y elevación de cuerpo y espíritu. Igualmente vuela alto y viaja al cielo Adrienne von Speyr, introducida en el dinamismo trinitario y en la comunión de los santos.
El místico desciende tras la subida. Pero es importante subrayar que la mística pone de manifiesto el hecho de que asimismo desciende lo celestial. Este descenso del cielo tiene gran peso en las figuras aquí estudiadas. El cielo se abaja a la tierra como si de una nueva kénosis se tratase y, especialmente, busca el corazón o el interior del ser humano. Porque este es el objetivo del cielo, de Dios, reunirse con y unirse a su criatura. Para Matilde de Magdeburgo, Dios no es impasible, se deja herir por el amor hacia el ser humano y sale a su encuentro. En la misma línea se sitúa Juan de la Cruz: Dios necesita buscarse/encontrarse en nosotros, como si el Padre quisiera contemplar a su Hijo en esa otra imagen de sí mismo que es el hombre y a nosotros deseara hacernos plenamente partícipes de su vida.
Matilde habla del cielo en el corazón o de la casa de oro en el interior donde habita Dios con el cielo entero. La dinámica fluyente de Dios en esta mística sintoniza con Ignacio de Loyola, para quien el Creador se vierte y autodona en su criatura y esta deviene hábitat suyo. Esta inhabitación divina es asimismo tema central en Juana de la Cruz o Isabel de la Trinidad: Dios, verdadero cielo, mora en lo más íntimo del ser humano, su alma, en lo que constituye el eje de su visión celeste. Es ahí, como subraya Dolores López Guzmán, donde tanto el ser humano como el mismo Dios encuentran su cielo. La experiencia de Juan de la Cruz muestra igualmente que nuestro misterio es trinitario, somos templo
del Espíritu y el cielo es un espacio de inmensidad íntima que llevamos en el centro del alma, un cielo interior o pequeño cosmos cuyo centro es Dios. Se localiza en el interior de la persona, pero la desborda y trasciende, nos dice Juan Antonio Marcos.
El movimiento descendente del cielo supone lo que podríamos denominar democratización
de la mística, porque todos estamos llamados a disfrutar de ese encuentro íntimo, a deificarnos recuperando nuestra identidad y dignidad últimas, que se fundamentan en el hecho de haber sido creados a imagen y semejanza de Dios. Cierto que ello requiere esfuerzo. Tanto Matilde de Magdeburgo como Juana de la Cruz se extienden en ello. Para la primera, como bien nos explica Silvia Bara, Dios tiene para el ser humano un proyecto de felicidad y plenitud que radica en la llamada que este recibe, desde la libertad, a que su alma sea la esposa de Dios. Para ello, es preciso que se entregue del todo al amor, lo cual pasa por el seguimiento de Jesús, especialmente por actuar desde la misericordia y asumir su cruz. Ante esto, Dios no puede hacer otra cosa que fluir en el alma. En estrecha sintonía con ella, Juana de la Cruz habla del camino que el cristiano ha de seguir desde su libertad de elección y que tiene como fruto la divinización en esta vida.
Con todo, aunque la dinámica descendente parezca más próxima a dicha democratización, no podemos dejar de considerar que igualmente caben en este marco algunas dinámicas de ascenso. Si Isabel de la Trinidad afirma que podemos elevar el alma hacia el cielo pensando en lo sobrenatural, Adrienne von Speyr considera que la actitud de confesión es la condición de acceso a la interioridad del cielo a través de la oración de los santos, que son los que posibilitan entrar en él; de este modo, el mundo divino se transforma en un hogar para el hombre.
Lo que puede resultar más sorprendente es el hecho de que estas dinámicas se hallen presentes en las culturas precristianas. En las interconexiones entre lo celeste y lo terrestre ocupa un lugar principal la cuestión personal. Dioses y hombres transgreden los límites y el deseo de encuentro, un deseo que es mutuo y que preludia la vida eterna, se encuentra en las primeras nociones de cielo tal como nos muestra Marta García. Igualmente, el género literario de los viajes al cielo hunde sus raíces en estos contextos culturales antiguos.
4. EL CIELO Y LA TRANSFORMACIÓN DEL MUNDO
El cielo guarda un enorme potencial de transformación del ser humano y del mundo por su dinámica capacidad de incidencia sobre el aquí abajo
. No podría ser de otro modo considerando su peso en el anuncio profético de Jesús y en la novedad que trajo a la tierra. Resulta lógico que todas las figuras y dimensiones aquí estudiadas incidan en ello. Pero es posible percibir aportaciones originales y características propias cuya revisión ofrece gran interés.
Hablemos primero de la transformación de los individuos. Cuestión de primera importancia, no solo porque lo personal es político, sino también porque la suma de individuos construye la comunidad y es el fundamento de lo social. Precisamente, la temática celestial induce al cambio y la movilización en todas estas dimensiones. De alguna forma, Ignacio de Loyola compendia lo que otras o casi todas las figuras estudiadas plantean: Dios puede entrar en la historia del hombre y hacerse entender influyendo en la toma de decisiones.
El anuncio de Jesús proclama la esperanza de alcanzar el cielo tras la muerte, la salvación. Este horizonte moviliza a la persona hacia el cambio, la transforma para ser mejor y merecer ese destino. Constituye uno de los pilares de la cultura occidental. Una de sus manifestaciones es el hecho de que forme parte ineludible de sus imaginarios colectivos y que ello perviva incluso hoy, en pleno proceso de secularización, como muestra su presencia en espectáculos televisivos que, como la serie Perdidos, presentan a unos personajes cuyas vidas cambian y que acaban ganándose el cielo. Cambian por el amor, la ayuda mutua y el sacrificio por los demás mostrando un camino de redención humana. Ya Agustín de Hipona consideraba que el hombre está en conversión perpetua permitiéndose ser modelado y remodelado por la figura del cielo que es la Escritura y en constante diálogo con la Palabra, facultando que esta transforme la vida. Los místicos y los reformadores muestran este camino y subrayan que la esperanza ha de fortalecerse en la fe, componente fundamental para vivir la transformación.
No es casualidad que los discursos sobre el cielo hayan sido centrales en las figuras pastorales aquí estudiadas, con casos tan renombrados en su tiempo como los dos grandes predicadores Juana de la Cruz y Juan de Ávila, a quienes podemos considerar mensajeros del cielo
. Las pastorales sobre el cielo ponen acentos en la capacidad del cristiano para mejorar y crecer en pos de su salvación. Saber que el cielo está abierto ayuda a ello, según Juan de Ávila. Es el proceso que este calificaba de hermoseamiento
del alma y que presentaba como aprendizaje, un aprendizaje mediado por los bienaventurados y uno de cuyos componentes principales era la caridad. Pero ello viene también propiciado por la liturgia y los marcos en que se desarrolla, concebidos para abrir la imaginación colectiva al misterio y poner a una comunidad en movimiento hacia el cielo. Pastores y liturgia consiguen que el cristiano ponga sus ojos en el cielo, crea en él y anhele estar en él. Los artistas crean el marco físico que igualmente afecta a la mente y las emociones en pos del mismo objetivo.
Otra de las claves más interesantes de las figuras estudiadas es algo que hemos comentado en el epígrafe anterior, su convicción de que todo cristiano puede ser un místico y vivir de forma anticipada el cielo y el encuentro con Dios en la tierra. Es lo que Juana de la Cruz denomina, de forma muy atrevida, hacerse dioses
. Sobre todo dos grandes instrumentos están al servicio de este objetivo: la oración y la eucaristía.
Para Juana, la oración de contemplación, entendida como unión de pensamiento y afectividad, es un vehículo primordial dado que los seres humanos nos transfiguramos en lo que pensamos, amamos y deseamos. Juan de Ávila entendía que meditar sobre el cielo ha de formar parte de la oración del cristiano; de ello se sigue un aprendizaje del amor y una experiencia anticipada de la gloria. Isabel de la Trinidad entendía que la oración es el lugar preferente del encuentro con Dios y de acceso al cielo durante la vida terrestre y que la contemplación constante conduce a la vida en común con la Trinidad, pues se trata de tener una relación auténtica con Dios. Para Adrienne von Speyr, la puerta de acceso al cielo es la oración, que, si por un lado nos traslada, por otro hace a Cristo presente de modo que la cercanía de Dios al creyente no es mayor en la visión que en la oración. También el arte contemporáneo busca la transformación de la persona influyendo emocionalmente sobre ella al crear espacios contemplativos que propician la meditación y la contemplación. En ellos, como señala Rafael Jackson, lo sublime se encuentra con lo sagrado y crea una experiencia insólita, la experiencia de eternidad.
Respecto a la eucaristía, hablamos de un locus
místico por excelencia. Basten un puñado de afirmaciones: para Juan de Ávila, el hombre terrenal es hombre celestial por la eucaristía, esta es la mediación que permite la cristificación y divinización del hombre; puesto que es un sacramento de unión y de amor, en la comunión se inicia lo que esperamos vivir en el cielo. También Juana de la Cruz o Isabel de la Trinidad enfatizan su valor en este sentido. Pero realmente es un tema universal y comúnmente repetido y experimentado.
La transformación personal que propicia el vínculo con el cielo, esa divinización
que nuestras figuras mencionan, tiene que ver con el desarrollo de las potencias del ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios. Lo podríamos situar en el plano psicoterapéutico como instrumento de cambio psicológico en pos de la dignidad, equilibrio, plenitud y felicidad personales a modo de anticipo del cielo. Asimismo, en cuanto acceso a un conocimiento otro
que propicia el desarrollo de la imaginación y la creatividad. La obra de arte se crea gracias a la inspiración procedente del mundo de la visión, que, como señala Francisco José López Sáez, implica una transformación y un enriquecimiento profundos, una transfiguración y una nueva estructura espiritual de la realidad empírica. El momento de ascenso es el acto del conocimiento y el de descenso es el de la creación, de modo que la obra de arte es un acto de conocimiento y de creación. Pero este conocimiento inspirado también se plasma en el mundo en nuevas ideas y nuevos ámbitos de acción. Es el saber superior que visionarias como Juana de la Cruz adquieren en el espacio celestial durante sus viajes extáticos al cielo y con el que crea un pensamiento nuevo que difunde a través de sus sermones. Es la imaginación, tan importante para ella incluso en la práctica orante, creando realidad. Porque la imaginación es de origen divino y así aparece también como elemento central de la experiencia visionaria de Serafina Andrea Bonastre.
La imaginación es necesaria para cambiar las cosas. En el caso femenino, si el vínculo con el cielo favorece la autoridad, tanto este como la imaginación y el saber otro
facultan el cambio de paradigma. El cielo autoriza y es el respaldo necesario para crear pensamiento y crear realidad, como prueba en el caso de Juana de la Cruz, creadora de un discurso de excelencia femenina. Las mujeres toman la palabra, ejercen el magisterio público y escriben. Se muestra en este caso y en otros, como comprobamos en la experiencia de Matilde de Magdeburgo o Serafina Andrea Bonastre. Su transgresión cultural y social no siempre fue aceptada y pudo sufrir acciones contrarias. Es el caso del bloqueo a Serafina por parte de sus superiores o de las dificultades que llevaron a la beguina Matilde a hacerse monja. Podríamos añadir mucha más información. La limitación de espacio lo impide, pero baste dejarlo apuntado.
El dinamismo transformador del vínculo cielo-tierra, Dios-ser humano, ha formado parte del meollo de propuestas apostólicas de tanta proyección histórica como la ignaciana. Ignacio de Loyola incide en el hecho de que Dios y el hombre pueden encontrarse en el lugar común de la experiencia para influir sobre el desarrollo de la historia. Porque Dios es comunicación obrante en el hombre, comunicación hacedora, creadora, comunicación que construye y hace al hombre. Dios se relaciona con el mundo otorgándole sentido y vocación: originándolo y fundamentándolo, informándolo a su imagen y transformándolo en su Hijo. Considera José García de Castro que es un elemento revolucionario en la comprensión de la relación del creador con la historia el hecho de que la vida divina habite en el hombre y se mantenga estructuralmente activa trabajando y hablando
en él. Si vivir desde esa consciencia religiosa es un modo de experimentar ya el cielo, la dinámica propia del amor consiste en comunicación y obras. El cielo influye en la tierra y las realidades del mundo son cosas celestiales
porque el cielo siempre desciende. Es posible comprender directamente la voluntad de lo alto y realizarla en la historia en clave de misión. El hacer del hombre, trabajar, tiene una causa mística. Así se plasma la misión apostólica a la que los jesuitas son llamados por carisma vocacional. Pero igualmente el vínculo cielo-tierra propicia otras diferentes propuestas de cambio inscritas en el horizonte de la reforma, tal y como comprobamos en estas páginas gracias a las figuras de Juan de Ávila, Juana de la Cruz o Serafina Andrea Bonastre.
En clave más social, otra importante dimensión transformadora del cielo es y ha sido su capacidad de ser modelo y ejemplo para la vida terrestre. La dimensión imaginativa y utópica de lo celestial ha tenido efecto sobre la forma de organizar las cosas en el mundo o, cuando menos, de proyectarlas o querer mejorarlas. Este planteamiento ya es visible en el Oriente antiguo tanto en una dimensión representativa como transformadora. En las representaciones precristianas, la estructura organizativa del cielo reflejaba la realidad socio-política de las ciudades, pero, al tiempo, se consideraba que el mundo estaba sostenido por el cielo y que la organización terrestre debía proceder de la celeste haciendo de la tierra un cielo. También la gran utopía del Reino de Dios anunciado por Jesús es un reclamo social y organizativo con capacidad de transformar la entera sociedad. La celebración litúrgica tiene asimismo una dimensión profética que busca el cambio. Como nos recuerda Lino Emilio Díez, la gran utopía del reino se hace patente en el culto y en la asamblea litúrgica y de aquí arranca la urgencia de luchar por la transformación del presente. El horizonte es un mundo nuevo de paz y reconciliación fraterna. Por lo demás, en estas páginas se presenta la dimensión política del cielo en figuras como Juana de la Cruz y su valoración del lugar ocupado en él por la feminidad y la comunidad de los cristianos. Lo utópico perfecto aspira a encarnarse en la vida humana y transformar las cosas. Igualmente, si bien en una dimensión muy diferente, Carmen Yebra nos muestra cómo en el siglo XIX el cielo se identifica con el hogar y se sublima a la mujer como ángel del mismo con la pretensión de transformar una sociedad pecaminosa y perdida en un nuevo cielo en la tierra.
La esperanza en una futura unión del cielo y la tierra, cifrada en el hecho de que lo celestial se haga plenamente presente y transforme de raíz la realidad tiene que ver con las expectativas milenaristas. En las visiones precristianas, cosmología y escatología están asociadas, cielo y tierra volverán a unirse después de que el mal haya sido totalmente aniquilado y formarán una unidad única y paradisíaca, un nuevo templo en el que Dios y el ser humano habitarán juntos, explica Marta García. En la tradición cristiana, el milenarismo parte también de la idea de que las fuerzas divinas intervienen en la historia y suele plantear la necesidad de una segunda venida de Cristo. El caso de Justino, tal como aquí nos muestra Fernando Rivas, es original porque relaciona el reino milenario con una Jerusalén terrena, no la celestial del Apocalipsis, como centro del futuro reinado de Cristo. El cielo no puede esperar, hay que experimentarlo en la tierra y resolver los problemas del presente.
5. AGRADECIMIENTOS Y DEDICATORIA
No quisiera finalizar estas líneas introductorias sin expresar mi gratitud y la del resto de miembros del equipo hacia quienes nos han permitido realizar este trabajo. En primer lugar, a las autoridades académicas de la Universidad Pontificia Comillas, que en todo momento han apoyado esta iniciativa. Al Prof. Julio Luis Martínez Martínez, SJ, actual Rector, por otorgarnos el proyecto cuando ocupaba el cargo de Vicerrector de Investigación, e igualmente a su sucesor en el mismo, el Prof. Pedro Linares Llamas, por asegurar su continuidad. A los decanos de la Facultad de Teología, el Prof. Gabino Uríbarri Bilbao, SJ, y el Prof. Enrique Sanz Giménez-Rico, SJ, por todas las facilidades que nos han brindado para que este libro vea la luz. Nuestro agradecimiento se extiende también a las autoridades académicas de las instituciones universitarias cuyos profesores han participado en el proyecto. Asimismo, han sido una ayuda inestimable por su profesionalidad y amabilidad las personas que integran la Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI) de la U.P. Comillas. El resultado final, este precioso libro, es fruto de la excelente labor del Servicio de Publicaciones de dicha universidad: gracias a sus miembros y a su directora, Belén Recio Godoy.
Como coordinadora del grupo e investigadora principal del proyecto he contado con la ayuda inestimable de una serie de personas. El tema del proyecto, nada menos que el Cielo, surgió en una estimulante comida que compartí con el Prof. José García de Castro, SJ, compañero en la Facultad de Teología. Su apoyo entusiasta ha sido constante durante todo este tiempo. Asimismo, quiero agradecer la valiosa ayuda prestada por la Profra. Macarena Moralejo, cuya erudición y buen gusto han sido decisivos a la hora de seleccionar las imágenes con que hemos decorado los programas y carteles de nuestras jornadas. Tanto ellos como las Profras. Marta García y Nurya Martínez-Gayol, igualmente compañeras en la Facultad de Teología, han estado siempre dispuestos y disponibles para prestar ayuda, consejo o asesoramiento en lo que fuese menester. Mil gracias de corazón. Y, por supuesto, al resto de miembros del equipo por su profesionalidad, sabiduría y alegría.
En el transcurso de la investigación se agravó la enfermedad de mi padre, Arturo Graña Martínez, y poco después murió. Con la esperanza de que esté en el cielo, cumplo un deseo muy importante dedicándole este libro como tributo a su memoria. Agradezco así, públicamente, su vida de entrega a su familia, su amor incondicional por nosotros y su bondad de hombre cabal.
MARÍA DEL MAR GRAÑA CID
LOS AUTORES
SILVIA BARA BANCEL
Doctora en Teología Dogmática-Fundamental por la Universidad Pontificia Comillas (Madrid). Profesora en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas. Sus áreas de investigación se centran en las mujeres místicas medievales y en la escuela mística alemana (el Maestro Eckhart y sus discípulos).
BERT DAELEMANS
Doctor en Teología por la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). Ingeniero-arquitecto por la Universidad Católica de Lovaina. Profesor en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas. Su investigación doctoral, por la cual recibió el Premio trienal Academische Stichting Leuven (Humane Wetenschappen) 2015, ofrece un modelo teológico sistemático-fundamental para la arquitectura eclesial contemporánea. Sus intereses y escritos pastorales y académicos tratan del trasfondo teológico y espiritual del arte, en particular de la arquitectura.
LINO EMILIO DÍEZ VALLADARES
Doctor en Sagrada Liturgia por el Pontificio Instituto Litúrgico del Ateneo San Anselmo de Roma. Profesor en la Universidad Pontificia de Salamanca. Asesor permanente del Secretariado de la Comisión Episcopal de Liturgia de España y del Delegado Nacional para los Congresos Eucarísticos Internacionales. Su línea de investigación se centra en el estudio litúrgico.
MARÍA JESÚS FERNÁNDEZ CORDERO
Doctora en Historia Moderna por la Universidad Complutense de Madrid. Profesora en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas. Sus líneas de investigación son la historia de la predicación en la España moderna, la teología y espiritualidad de Santa María Magdalena de Pazzi y la figura de San Juan de Ávila.
JOSÉ GARCÍA DE CASTRO VALDÉS
Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca. Profesor en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas. Su ámbito de investigación está directamente relacionado con la primera historia de la Compañía de Jesús, el carisma y la espiritualidad ignacianos.
MARTA GARCÍA FERNÁNDEZ
Doctora en Sagrada Escritura por la Pontificia Universidad Gregoriana. Profesora en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas. Sus líneas de investigación versan sobre los libros proféticos, la teología de la Palabra y el entorno literario del Medio Oriente Antiguo.
MARÍA DEL MAR GRAÑA CID
Doctora en Historia Medieval por la Universidad Complutense de Madrid. Profesora en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas. Investiga sobre historia de las mujeres y la espiritualidad en la Baja Edad Media y primera Edad Moderna, historia de la cultura escrita y la educación femeninas, y sobre las órdenes mendicantes en la Edad Media. Ha sido la coordinadora del grupo de investigación Historia de la Iglesia y Espiritualidad
y la investigadora principal del Proyecto Cielo
.
RAFAEL JACKSON MARTÍN
Doctor en Filosofía y Letras, especialidad de Historia del Arte, por la Universidad Autónoma de Madrid. Profesor en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Puerto Rico (Río Piedras). En la actualidad, sus líneas de investigación se concentran en la revisión de ciertos aspectos del arte moderno emparentados con los lenguajes tradicionales artísticos y en la relación entre el arte, la arquitectura y la cultura visual con los estudios de género.
Mª DOLORES LÓPEZ GUZMÁN
Doctora en Teología por la Universidad Pontificia Comillas y Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid. Profesora en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas y en el Instituto Superior de Pastoral (Universidad Pontificia de Salamanca). Cuatro áreas centran su trabajo de investigación: los ministerios y carismas en la Iglesia, la espiritualidad ignaciana, el perdón y la reconciliación tanto en su dimensión personal como sociopolítica, y la escatología desde la perspectiva espiritual.
FRANCISCO JOSÉ LÓPEZ SÁEZ
Doctor en Ciencias Eclesiásticas Orientales por el Pontificio Instituto Oriental de Roma. Profesor en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas y en el Seminario Diocesano de Ciudad Real. Su línea de investigación es la espiritualidad, teología y literatura del Oriente cristiano, tanto de tradición bizantina-ortodoxa (especialmente las tradiciones rusa y rumana) como de tradición caldea-aramea. Está trabajando en la traducción y edición de textos de espiritualidad de estas tradiciones, coordinando la colección Ichthys de la Editorial Sígueme, y en la investigación del patrimonio litúrgico y teológico-espiritual judeo-cristiano de las Iglesias de lengua aramea.
JUAN ANTONIO MARCOS RODRÍGUEZ
Doctor en Filología Española (Lingüística) por la Universidad de Valladolid con premio extraordinario. Profesor en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas. Se dedica fundamentalmente a investigar sobre el lenguaje místico y, especialmente, los escritos, la espiritualidad y la teología de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz.
NURYA MARTÍNEZ-GAYOL FERNÁNDEZ
Doctora en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma. Licenciada en Química-Física por la Universidad de Oviedo. Profesora en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas. Su trabajo de investigación pivota alrededor de cuatro grandes temas: la dogmática, donde la palabra clave sería ternura
; la espiritualidad ignaciana, con la palabra clave gloria
; la reparación
, vinculada a la dogmática y a la espiritualidad; otro campo de su investigación se encuentra enmarcado en el tema mujer y cristianismo
.
MACARENA MORALEJO ORTEGA
Doctor con Mención Europea por la Universidad de Valladolid y la Universidad Pontificia Gregoriana (2008) con una tesis doctoral en castellano e italiano titulada La Teoría artística de Federico Zuccari (1539-1609). Antecedentes y repercusiones en la tratadística moderna, en la que analizó los diferentes escritos del pintor y tratadista del manierismo. Actualmente imparte docencia en el departamento de Patrimonio Artístico y Documental de la Universidad de León y en el Máster Ignatiana de la Universidad Pontificia Comillas. Ha publicado numerosos trabajos acerca de las relaciones entre la literatura artística española e italiana, el coleccionismo artístico entre las cortes de Toscana y Madrid y la Compañía de Jesús en el siglo XVI.
HENAR PIZARRO LLORENTE
Doctora en Historia Moderna por la Universidad Autónoma de Madrid. Profesora en la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Pontificia Comillas. En consonancia con los estudios realizados en el marco del IULCE (Universidad Autónoma de Madrid), ha desarrollado su investigación vinculada a los estudios de las élites de poder en la Corte en el siglo XVI y XVII. Se ha plasmado en varias líneas, interconectadas entre sí. Una primera es la que pone en relación estas élites con la Inquisición española, en la que ha desarrollado diversos trabajos en los que se establece y estudia la relación entre la política y la espiritualidad, así como su influencia en la conformación de las distintas facciones cortesanas. También los estudios relacionados con la Compañía de Jesús y con la Orden del Carmen, especialmente como directora de la línea editorial Textos para un Milenio.
ALFONS PUIGARNAU TORELLÓ
Licenciado en Historia del Arte y Filosofía por la Universidad de Barcelona y Doctor en Estética por la Universidad Pompeu Fabra, ambos con premio extraordinario. Profesor Titular de Estética y Teoría de las Artes en la Universidad Internacional de Cataluña (Barcelona). Profesor visitante del Warburg Institute de la Universidad de Londres. Ponente de la Cátedra de Arte Sacro de la Universidad de Monterrey (UDEM) por invitación del Consejo Pontificio para la Cultura. Con numerosas publicaciones en revistas de impacto en el tema de las relaciones entre el neoplatonismo y el arte.
FERNANDO RIVAS REBAQUE
Doctor en Teología por la Universidad Pontificia Comillas. Profesor en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas. Licenciado en Filología Clásica y Sagrada Escritura. Sus líneas de investigación están centradas en la economía y las mujeres en el cristianismo primitivo, así como los orígenes cristianos, especialmente Justino y el siglo II.
ISABEL ROMERO TABARES
Doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla. Profesora en la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Pontificia Comillas. Los estudios de su tesis la pusieron en contacto con los libros de caballerías del siglo XVI, género que empezó a estudiarse hace dos décadas con más profundidad. A través de estos libros entró en el mundo de los héroes caballerescos y en el origen mítico del relato heroico. Desde entonces, está muy interesada en rastrear la pervivencia del mito y sus valores, en los relatos actuales, tanto literarios como cinematográficos.
ANGELO VALASTRO CANALE
Licenciado en Filología Clásica por la Universidad de Florencia y Doctor en Filología Latina por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor de lenguas clásicas en la Universidad Pontificia Comillas, en la que es también Director de la Universidad de Mayores. Su principal línea de investigación es el estudio de las obras de Isidoro de Sevilla.
MARIE-ANNE VANNIER
Licenciada en Filosofía y en Teología. Doctora en Filosofía por la Universidad de París IV. Profesora de Teología y Patrología en la Universidad de Lorraine (Metz). Se dedica a investigar sobre San Agustín y sobre el Maestro Eckhart y la mística renana.
CARMEN YEBRA ROVIRA
Doctora en Teología por la Universidad Pontificia Comillas y Licenciada en Geografía e Historia, especialidad de Arte. Profesora en la Universidad Pontificia de Salamanca. Trabaja profundizando y abriendo caminos en el diálogo interdisciplinar entre el estudio de la Sagrada Escritura y el Arte.
2.pngLOS PRIMEROS VIAJES AL CIELO.
RECORRIDO POR EL MEDIO ORIENTE ANTIGUO
MARTA GARCÍA FERNÁNDEZ
Facultad de Teología
Universidad Pontificia Comillas (Madrid)
RESUMEN: Presentamos el panorama histórico, geográfico y literario donde embrionariamente se gestan las concepciones y la imaginería sobre el cielo, que adquirirá sucesivos desarrollos. La investigación consta de dos partes. La primera, "De los dioses-cielo a los dioses en el cielo", pone de relieve cómo las antiguas cosmogonías son teogónicas. Es decir, el cielo es un dios. Solo en un segundo momento, el espacio celeste se convierte en la morada de los dioses. Tanto los