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Alma de Cristo

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ALMA DE CRISTO

Foto de portada: Santo Cristo de Limpias.


Cantabria (España).
Depósito legal: SA-42-1992.
I.S.B.N.: 84-604-1571-6.
Edita: Mensajeros de la Vida.
Apartado 580 - Santander
Imprime: Demetrio del Campo - Guarnizo.
JUAN CARRASCAL, S. J,

ALMA DE CRISTO
PARAFRASIS AFECTIVA

QUINTA EDICION

MENSAJEROS DE LA VIDA
APÓSTOLES DE LA EUCARISTÍA
informa@edisluxmundi.com
Imprimí poiest.
GREGORIUS SZ. CESPEDES, S. I.
Praep. Prov. Legión

Nihil obstal:
Dr. FRANCISCUS PAJARES
Censor

Imprimatur:
+ JOSEPHUS, Episcopus santanderiensis

Impreso en España

Demetrio del Campo - Guarnizo (Cantabria)


PORTICO

El «Anima Christi»

He aquí una de las oraciones de más fecunda ins-


piración y de unción más suave.
Es jaculatoria de amor, súplica del alma
desterrada, efusión filial de redimido.
Ella es un devotísimo coloquio para la acción de
gracias de la Comunión.
Ella un tema jugoso y abundante para nuestras
visitas al Santísimo.
Ella una súplica muy frecuente en los Ejercicios
de S. Ignacio, tan devoto de esta preciosa oración.

♦ ♦ ♦El rezo de esta devota oración ha quedado


además avalorado con un hecho que conmovió al
mundo católico cuando se supo, y ocurrió durante la
penosa enfermedad del Papa Pío XII, diciembre de
1954. Se cuenta que cuando su sufrimiento se le hizo
más atroz, el Papa solía repetir su oración favorita
«Alma de Cristo». Y que al llegar a la invocación
«En la hora de mi muerte, llámame», vio el Santo
Padre a la cabecera de su lecho, la dulce figura de
Cristo. Creyendo que venía a llevar ya su alma, el
Santo Padre continuó: «Y mándame ir a Ti». Pero
Jesús no venía a eso sino a consolarle y a curarle. Al

~5~
día siguiente, cuando en la prensa del mundo se te-
mía tener que dar la noticia de la muerte del Papa,
se anunció su franca mejoría. (La prensa dio cuenta
de este hecho el 21 y 22 de noviembre de 1955).

♦ ♦ ♦

No falta alguna que otra paráfrasis del «Anima


Christi».
Ojalá que la que aquí damos no desmerezca mu-
cho de la dignidad del tema, y conserve sin grande
menoscabo la unción de esta preciosa joya de la lite-
ratura ascética.
Esta paráfrasis o comentario del «Alma de Cris-
to»:
Te ofrece en realidad sesenta y dos breves
meditaciones llenas de unción, llenas también de
alusiones bíblicas.
Es una oración que te enseña a orar.
Su contenido responde a múltiples estados del
alma y a variados panoramas de la vida espiritual.
Es oración para todos, para justos y para
pecadores. Si estás enfermo, es medicina, y si sano,
es alimento. La puedes rezar lo mismo en tiempo de
consolación que en horas de desamparo.
Casi cada frase es un hilo conductor que guía tu

~6~
alma a adentrarse más. También los predicadores
encontrarán, diseminados, sugerentes temas de fácil
desarrollo.
Con ser comentario, notarás que aún te deja mu-
cho margen para el coloquio personal e íntimo con
Cristo.
La densidad de ideas y de afectos hace que este
comentario no sea para leído, sino para saboreado
en pequeñas dosis, seguro de que tanto más sabroso
lo hallarás cuanto más trates de hacerlo vivencia
personal por la meditación. Su lectura seguida te
cansaría pronto. Para facilitar su meditación lo he-
mos numerado, de suerte que cada número guarde
cierta unidad de tema.
Será, pues, mejor que sin prisas, te detengas allí
donde encuentres inspiración, sentimientos, gustos,
consolación, habla interior, sin preocuparte de
pasar adelante.
Si se te acaba el tiempo, reza el resto de la oración
y despídete de Jesús Sacramentado.
Habituado ya a este comentario, luego, el solo
rezo seguido del «Alma de Cristo», lo sentirás lleno
de evocaciones, reminiscencias sabrosas de la ante-
rior meditación.
JUAN CARRASCAL, S. J.

Javier (España) en la Navidad de la Sima Virgen, 8-9-


1960.

~7~
ALMA DE CRISTO

Alma de Cristo - santifícame.

Cuerpo de Cristo - sálvame.

Sangre de Cristo - embriágame.

Agua del costado de Cristo - lávame.

Pasión de Cristo - confórtame.

Oh buen Jesús - óyeme.

Dentro de tus llagas - escóndeme.

No permitas - que me aparte de Ti.

Del maligno enemigo - defiéndeme.

En la hora de mi muerte - llámame.

Y mándame ir a Ti.

Para que con tus Santos te alabe.

Por los siglos de los siglos.

Amén
~8~
l.-Alma de Cristo, santifícame.
1. 1. Alma santa, alma pura, alma noble de Cristo,
modelo de toda santidad, santifícame.
Alma de Cristo humilde, delicada, cariñosa, hazme
semejante a Ti, santifícame.
Alma de Cristo, que realizaste el plan divino de
santidad humana, haz que no frustre tus planes de
santidad sobre mí, santifícame.
Alma de Cristo, que fuiste creada y santificada con
la plenitud de gracia y dones del Espíritu Santo, para
mi santificación, santifícame.
Alma de Cristo, que desde que fuiste creada me
conociste sin desprecio y me amaste con inmensas
ansias de mi salvación y de mi santificación, realiza
en mí la meta suprema de tu amor, santifícame.

~9~
Alma de Cristo, que unida personalmente al Verbo
desde tu primer instante, estuviste sumergida en la
visión beatica, santifica esta mi alma desterrada.
2. 2. Alma de Cristo, triste por mí con tristezas de
muerte en el huerto, santifica mis tristezas.
Alma de Cristo, desamparada de tu Padre en la
Cruz, por mí, santifica mis desamparos.
Alma de Cristo, separada de tu cuerpo santísimo
en la muerte, por mí, santifica mis separaciones y la
última de todas ellas, mi muerte.
3. 3. Alma de Cristo, unida sustancialmente a la
divinidad santificadora, santifica la mía que se une a
Ti en la sagrada Comunión que me hace tu Taber-
náculo.
Santifica mis potencias.
Memoria de Cristo, santifica mi memoria con tu
divina presencia y el recuerdo de tus beneficios, de tu
amor.
Entendimiento de Cristo, santifica mi entendi-
miento con la luz de tu conocimiento.
Voluntad de Cristo, sometida en todo a la voluntad
de tu Padre celestial, santifica mi voluntad con la
aceptación de la tuya en todo.

~ 10 ~
4. 4. Alma de Cristo, santifícame con tu gracia para
que viva de ella y sepa comunicarla a otras almas.
Santifica mi fe para que sea viva, práctica. Mi
esperanza para que sea firme. mi amor para que sea
puro, sacrificado.
Alma de Cristo, Redentor mío, a quien recibo en
mi Eucaristía, vete obrando en mi alma tu deseo y mi
gran anhelo, tu obra de transformación en Ti,
santifícame.

2.-Cuerpo de Cristo, sálvame.


5. 1. Cuerpo santísimo, purísimo de Cristo, sálvame.
Cuerpo de Cristo, en quien tuvo logro el ideal
humano de pureza, sálvame.
Cuerpo de Cristo, unido siempre a la Divinidad
salva mi cuerpo que te recibe sacramentado.
Cuerpo de Cristo, instrumento dócil de tu alma
santa, haz mi cuerpo dócil a su gracia, sálvame.
6. 2. Cuerpo de Cristo, formado por el Espíritu Santo,
salva mi cuerpo, templo suyo por tu gracia.

Cuerpo de Cristo, engendrado de la purísima


~ 11 ~
Virgen María, sálvame a mí que tengo también por
madre a la Virgen.

Cuerpo el más inocente y el más triturado por el


dolor, sálvame.

Cuerpo de Cristo, alimentado por la Santísima


Virgen para víctima de nuestra redención, sálvame.

7. 3. Cuerpo delicadísimo de Cristo, que tuviste por


cuna un pesebre y por lecho de muerte una cruz,
dame a sentir y aceptar los estigmas de tu cruz, sál-
vame.

Cuerpo de Cristo, trabajado por el cansancio, por


el ayuno y por la vigilia, haz que no rehúya yo el
trabajo por las almas, sálvame.

Cuerpo de Cristo, destrozado por los azotes, cru-


cificado, muerto por mí, no permitas que se malogre
en mí tanto trabajo, sálvame.

Cuerpo de Cristo, que permaneciste incorrupto en


el sepulcro, líbrame de la corrupción del pecado y del
mundo corruptor, sálvame.

8. 4. Ojos de Cristo, por mí en la cruz tan eclipsados

~ 12 ~
y tan velados en el Sagrario, miradme:

«Que no quiero más luz que sus destellos,


Ni más vida, más dicha, más amores.
Que los que, con mirarme, me dan ellos».

Ojos de Cristo, miradme como mirasteis a Pedro,


para hacerle llorar su pecado.

Como mirasteis a Juan, para darle por madre a la


Virgen.

Ojos purísimos de Cristo, curad mis inmodestias.

Ojos de Cristo, enseñadme a mirar al mundo


con sencillez y pureza,
con bondad y respeto,
con fe que me transparente a Dios en él.

9. 5. Oídos de Cristo, que tuvisteis la dicha de escu-


char la voz dulcísima de la Virgen, salvadme, haced
mis oídos prestos a su voz maternal.

Oídos de Cristo, heridos con tantos insultos y re-


pulsas, que no os hiera yo, siendo sordo a su voz, a
sus deseos, a sus mandamientos, a sus inspiraciones.

10. 6. Labios de Cristo, amargados de tanta ingrati-


~ 13 ~
tud mía, dadme a sentir la amargura del pecado.

Labios de Cristo, secos de tanto desamor mío, que no


sea yo más ingrato a vuestro amor.

Labios de Cristo, abiertos para bendecirme,


para alentarme,
para perdonarme,
para enseñarme,
Enseñadme palabras:
de edificación al prójimo,
de resignación en la prueba,
de consuelo en la desgracia ajena,
de alabanza a Dios en todo.

Boca de Cristo, sedienta de mi amor y de mi sal-


vación, sálvame.

Boca de Cristo, amargada con la hiel y vinagre,


enséñame la moderación en la mesa.

11. 7. Manos de Cristo, a cuyo contacto fueron curadas


las enfermedades:
iluminados los ciegos,
limpios los leprosos,
resucitados los muertos, tocadme y mi
alma será sana y salva.

Manos de Cristo, tantas veces


levantadas para bendecirme,

~ 14 ~
para llamarme,
para levantarme y sostenerme,
salvadme
Manos de Cristo, clavadas en la cruz para interce-
der siempre por mí, salvadme.

12. 8. Pies sagrados de mi Redentor, cansados de


buscarme, traedme a buen camino y salvadme.

Pies de Cristo, clavados en la cruz para pagar la


ligereza y libertad de mis pasos pecaminosos, sal-
vadme.

Cuerpo de Cristo, hecho víctima por mí, sálvame.

Sálvame de este mi cuerpo de maldición,


de pecado,
de muerte.

Sentidos santísimos de Cristo, salvad mis sentidos


de la concupiscencia y del pecado.

Imaginación de Cristo, salva la mía de toda impu-


reza, de todo desvío, sálvala de la fascinación del
mundo mentiroso, santifícala con tu presencia y fi-
gura.

13. 9. Corazón de Cristo:

~ 15 ~
Enséñame a leer en Ti tu amor eterno y tu amor
temporal a mí:
amor desinteresado,
amor sacrificado, amor delicado, amor
siempre actual.

Enséñame a sentir tu amor,


a vivir de tu amor,
a corresponder a tu amor.

Enséñame a reparar tu amor


desconocido,
olvidado,
ofendido.

Enséñame el misterioso simbolismo con que te


nos apareciste.
Enséñame a tener un corazón.
dominado por la cruz como el tuyo,
llagado como el tuyo,
coronado de espinas como el tuyo,
abrasado en llamas de amor como el tuyo.

Enséñame a amar todo en Ti y a Ti en todo.

Enséñame a despreciar todo amor que no venga


de Ti y no me lleve a Ti.

~ 16 ~
Corazón de Cristo, Cuerpo de Cristo, escondido en
la Eucaristía y hecho alimento de mi alma, semilla de
resurrección y arras de vida eterna, sálvame.
3.-Sangre de Cristo, embriágame.

14. 1. Sangre de Cristo inocentísima, derramada


hasta la última gota en tu Pasión, hecha precio de mi
rescate, embriágame.

Sangre de Cristo, con la que nos dejaste rubricado


el Testamento de tu perdón para siempre, em-
briágame.

Sangre de Cristo que clama, con más fuerza que la


de Abel, no venganza sino misericordia, embriá-
game.

Sangre de Cristo, Sangre del Cordero de Dios, que


quita los pecados del mundo, no me seas causa de
condenación sino de salvación, embriágame.

15. 2. Sangre de Cristo, que tan copiosamente brotas


de las cinco llagas, anega en Ti mi vida de desamor y
culpas, embriágame.

Sangre de Cristo, tíñeme para que el ángel


exterminador no me hiera.

~ 17 ~
Sangre de Cristo, que infundes fortaleza en los
mártires, embriágame de tu virtud, que mi debilidad
humana sólo se podrá curar con la transfusión de tu
Sangre Divina.

Sangre de Cristo, que haces germinar pureza en las


Vírgenes, embriágame de tu santidad para
«siempre ser tu azucena humilde y pura,
conservando entre espinas mi blancura
por tu Madre a tu pecho trasplantada».

Sangre fecunda del costado de Cristo, de donde


brotó una Iglesia santa, embriágame.
Sangre de Cristo, oculta en el cáliz de mi misa,
embriágame.

76. 3. Sangre de Cristo, que enciendes el celo de tu


gloria en las almas de los Confesores, embriágame de
ese santo celo por las almas.
Sangre de Cristo, que pides la mía, embriágame
para que arda en deseos de derramarla por Ti y por
las almas.
Haz que pierda ya el gusto de lo sensual y mun-
dano,
hazme loco de amor por Ti,
embriágame.

~ 18 ~
4-Agua del Costado de Cristo, lávame.
77. 1. Agua limpísima, inmaculada, «agua viva» que
saltas hasta la vida eterna, lávame.
Agua que, como de escondida fuente, brotaste de
tu corazón golpeado y herido con la lanza, lávame.
Agua hecha vivo y perenne reflejo de un amor que
no muere, lávame.
Agua representada todos los días en las gotas que
el sacerdote echa en el cáliz de mi misa, lávame.

18. 2. Lávame de mi iniquidad, de mis innumerables


pecados y ofensas y negligencias contra Ti.
Lava la vestidura blanca que recibí en el bautismo
y que tantas veces manché con mis culpas.
Agua del Costado de Cristo, lávame no sólo los pies
de mis deseos, sino las manos también de mis obras y
la cabeza.
Agua del Costado de Cristo, lava hasta las huellas
más profundas que ha dejado en mí el pecado, el que
heredé y el que cometí.
Lava, Señor, mis ojos de tantas inmodestias, mis
oídos de tantas malsanas curiosidades, mis

~ 19 ~
pies de tantos pasos pecaminosos, mis manos
de tantos atrevimientos.

19. 3. Agua del Costado de Cristo, mitiga los ardores


de mi concupiscencia.
Agua del Costado de Cristo, apaga en mí la sed de
las cosas de este mundo vano y corrompido.
Agua del Costado de Cristo, sacia mi sed de
felicidad para que no vaya a beber en las cisternas
agrietadas y cenagosas del mundo.
Agua del Costado de Cristo, extingue en mí el
fuego de la ira, el fuego de la envidia, el fuego de todo
mal deseo.
Agua del Costado de Cristo, que riegas el paraíso
de tu Iglesia con los canales de los sacramentos, riega
la esterilidad de mi alma.
Agua del Costado de Cristo, ablanda la dureza de
mi corazón.
20. 4. Agua que brotaste del Costado de Cristo,
mezclada con su preciosa sangre, haz que de mis ojos
broten lágrimas de contrición, mezcladas con la
sangre de una dolorosa y sincera penitencia.

~ 20 ~
Agua del Costado de Cristo, seme límpido espejo
donde vea yo la fealdad de mi alma, lávame.
Agua del Costado de Cristo, lávame, más y más
lávame.

5.-Pasión de Cristo, confórtame.

21. 1. Pasión de Cristo dolorosísima, inocentísima,


santísima, confórtame.
Pasión de Cristo, obra de un exceso de amor en Ti,
y de un exceso de maldad en nosotros, confórtame.
Pasión de Cristo, que hizo llorar a los ángeles de
paz, arranca de mis ojos lágrimas de compasión, de
contrición, de amor.
Pasión de Cristo, que eclipsó al sol, e hizo
temblar la tierra,
abrirse los sepulcros y
romperse las piedras,
rompe de dolor mi corazón, confórtame.

Pasión de Cristo que hizo se rasgara el velo del


templo, rasga el velo de mi ceguera espiritual, con-
fórtame.

~ 21 ~
22. 2. Pasión de Cristo, pasión de amor divino, de
dolor infinito, de silencio sublime, confórtame para
que quiera padecer por Ti.
Padecer penitentemente, como pecador,
pacientemente como cristiano,
amorosamente como redimido,
corredentor e hijo.
Pasión de Cristo, confórtame contra los enemigos
de tu gloria; contra los enemigos de tu Iglesia; contra
los enemigos de tu cruz.

23. 3. Pasión de Cristo, confórtame


en los asaltos del enemigo,
en las luchas de la vida,
en mis dolores y en mi pasión.

Pasión de Cristo, confórtame


en las horas de oscuridad en mi alma,
en las horas de inconstancia en el propósito,
de decaimiento en la lucha.

Pasión de Cristo de huida en tus apóstoles,


de desamparo en tu Padre,
de maldición y escarnio en tu pueblo,
de odio en tus enemigos,
confórtame en las horas de soledad, de desamparo,
de persecución.

~ 22 ~
Pasión de Cristo, única que puede ser consuelo en
la pena,
fortaleza en el dolor,
modelo en la muerte,
confórtame en la vida y en la muerte, oh mi única
esperanza.
Pasión de Cristo, confórtame.

6.-Oh Buen Jesús, escúchame.

24. 1. Oh buen Jesús, sólo Tú bueno, sólo Tú todo


bueno, sólo Tú siempre bueno; pues, oh buen Jesús,
escúchame.
Oh buen Jesús, que hasta mí misma maldad vista
por Ti la mejoras, escúchame.
Oh Jesús, bueno con todos: con los pecadores, con
los enfermos, con los discípulos, con los pobres y
humildes, escúchame.
Oh Jesús, bueno en tus juicios, bueno en tus pala-
bras, bueno en tus obras, escúchame.

25. 2. Oh buen Jesús, por mí nacido, por mí vivien-


do oculto, por mí fatigado, por mí humillado, por mí
crucificado y por mí muerto, escúchame, tengo
mucho que agradecerte.

~ 23 ~
Oh buen Jesús, todo amable y deseable, esperanza
del alma que por Ti suspira y anhela; dulzura de mi
corazón, escúchame, tengo mucho que alabarte.
Oh buen Jesús, escondido por mí en el Sagrario
para oírme siempre, escúchame, tengo mucho que
decirte.
En medio de las voces que resuenan en mi cora-
zón:
Voces del pasado que me remuerde e inquieta,
voces del presente que me entristece y turba,
voces del futuro que me intimida y asusta,
pues, oh buen Jesús, en medio de esas voces, escú-
chame:

26. 3. Cuando mi corazón clame a Ti en la angustia;


cuando mis labios te invoquen en la tentación;
cuando mis lágrimas te dirijan la súplica más
sincera de mi alma, entonces, oh buen Jesús,
escúchame.
Cuando en vano llame a los que no quieren escu-
char mis ruegos y gemidos. Tú, oh buen Jesús, escú-
chame.
Cuando engañado llame a quien no puede llenar el
vacío de mi corazón, ni responder a mi amor, Tú, oh
buen Jesús, a quien sin saberlo llamo en mis
~ 24 ~
desvaríos, escúchame.
Cuando mis pecados y mis tibiezas, cuando mi
miseria y pequeñez, cuando mi ligereza e ingratitud
pudieran moverte a no oír mis súplicas, y no socorrer
mi miseria, y no levantar mi debilidad, que entonces,
oh buen Jesús, tu bondad de tu divino Corazón,
único apoyo en mis súplicas, te mueva a escucharme.

27. 4. Tú, que escuchaste al buen ladrón entre los


insultos del populacho.
Tú, que escuchaste a la mujer cananea entre el
desaire de tus apóstoles.
Tú, que escuchaste al ciego de Jericó entre el al-
boroto de la muchedumbre, para abrir sus ojos.

Escúchame: yo necesito
más luz que el ciego de Jericó,
más perdón que el buen ladrón,
más socorro que la mujer cananea,
más compasión que los más afligidos y mi-
serables.

Escúchame porque mi corazón te habla: y


te hablan mis lágrimas;
te habla mi miseria;

~ 25 ~
te hablan mis pecados...

Escúchame: Tú sabes lo que te digo y lo que te


quiero decir.
Pues, oh buen Jesús, escúchame.

28. SÓLILOQUIO.-Jesús, los hombres somos co-


municativos; buscamos un corazón amigo que nos
quiera escuchar. Necesitamos expansión. Expansión
en la alegría, expansión en el dolor, expansión sobre
todo, en el amor.
Pero un egoísmo frío, indiferente, Tú, Jesús, lo
sabes, nos hace cerrar los oídos a las voces de los
demás y nos hace sentir y ver que, a su vez, hay muy
pocos que quieran escucharnos. Todos queremos ser
oídos, hablar, pero muy pocos escuchar.
Tener un amigo que está siempre dispuesto, no
sólo a oír, sino a escuchar nuestras quejas, nuestras
expansiones, nuestras impertinencias, es un tesoro
inapreciable, un descanso y una suerte, verdadera-
mente rara.
Porque escuchar es algo más que oír. Oír es cosa
inevitable. Escuchar es poner interés, tener gusto en
oír lo que el otro nos habla. Es prestarse a una
confidencia, a un desahogo. Es estar siempre ase-
~ 26 ~
quible a sus deseos, a sus planes, a sus sueños.
Por eso, escuchar significa bondad. Sólo los bue-
nos, los dadivosos de su cariño, de su aplauso, de su
compasión, de su dinero, están dispuestos a escuchar
la voz que se queja, la voz que pide, la voz que se
alegra y se expansiona.
Escuchar es además inclinar la voluntad a decir
que sí.

Por eso, apoyado en tu bondad, te digo una vez


más, oh buen Jesús, escúchame.

Tú sabes escuchar.

Tú quieres escucharme pues ves que:


tengo razón en mis quejas, porque sufro;
tengo razón en mis súplicas, porque soy pobre;
tengo razón en mis desahogos, porque soy hombre.

Pues, oh buen Jesús, escúchame.

Y que a mi voz de desterrado responda tu palabra de


promesas eternas.

Y a mi voz de arrepentido responda tu palabra de


perdón.

~ 27 ~
Y a mi voz de cansancio y decaimiento responda tu
palabra de fortaleza y aliento.

Y a mi voz de frustración y desengaño responda la


palabra de tu Verdad, de tu Corazón, de tu Cielo.

Oh buen Jesús, escúchame.


7.-Dentro de tus llagas, escóndeme.

29. 1. Dentro de tus llagas, abiertas como puertas


por las que entre al misterio de tu amor y predilec-
ción, escóndeme.

Dentro de tus llagas, abiertas para herir de amor


mi corazón, escóndeme.

30. 2. Dentro de las llagas de tus manos, clavadas


para que no puedan castigarme, escóndeme.

Dentro de las llagas de tus sagrados pies escónde-


me para que no huya de Ti.

Dentro de la llaga de tu Santísimo Corazón, Casa


de Dios y Puerta del cielo, Horno ardiente de caridad,
escóndeme y abrásame.

31. 3. Dentro de tu Corazón Santísimo:


Sagrario de divina largueza; Fuente de

~ 28 ~
vida y santidad; Fuente de toda
Consolación;

Esperanza de los que en El confían y Salvación de


los que en El mueren, escóndeme para que mi vida
esté escondida contigo, que eres el Dios Escondido.

Dentro de tu Corazón, escóndeme.


que quiero perderme en Ti;
quiero abismarme en Ti;
quiero vivir en Ti;
morir en Ti...

32. 4. Escóndeme para que no me encuentre la ira


de tu justicia.
Escóndeme para que no me encuentre mi
enemigo, que me está siempre buscando.
Escóndeme para que no me aleje de Ti y me pier-
da.
Escóndeme para que no vea la vanidad del mun-
do, que me seduce y engaña.
Escóndeme para que, perdido a todo lo del mun-
do, sólo me encuentre tu amor.

~ 29 ~
33. 5. Escóndeme como en refugio de resurrección
gloriosa, como en mística cárcel donde viva por Ti
sin libertad.
«Quiero olvidarlo todo por buscarte;
quiero dejarlo todo por tenerte;
quiero ignorarlo todo por saberte;
quiero perderlo todo por hallarte».
34. 6. Escóndeme:
como se esconde el barro en el horno, para que se
ennoblezca;
como se esconde la semilla en la tierra, para que
fructifique;
como se esconde lo frágil en sitio seguro, para que
no se rompa;
como se esconde una cosa preciosa, para que no se
pierda.
Escóndeme hasta el día de mi muerte, para que
ese día me encuentre dentro de tu Corazón y me
escondas para siempre dentro de tu gloria.
Dentro de tus llagas, escóndeme.

35. SOLILOQUIO.-Hay una táctica que se tiene por


valiente: la del salir al encuentro del enemigo, darle

~ 30 ~
la cara y resistirle. Es la actitud de los fuertes. Pero
yo soy débil y mi enemigo es poderoso y, sobre todo,
astuto. Mi defensa será no encontrarme con él; mi
táctica, la de esconderme. Sí, esconderme como los
polluelos debajo de las alas de la gallina, esconderme
como el pajarillo en su nido, sin otra defensa que su
debilidad y su madre.

Así quiero esconderme y vivir escondido en Ti,


Jesús; en esas llagas que, como las paredes de un
museo, están llenas de cuadros y de lecciones para
mí; lección de sacrificio, lección de amor, lección de
perdón.

***
Pero no soy yo, Jesús, eres Tú quien me ha de
esconder; para que sepas que ahí estoy, que soy tuyo,
que has tomado como propia mi defensa y que eres
Tú quien me has escondido para ser Tú mi refugio.
Tú mi defensa. Tú mi salvación.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
¿Qué me importa que ahí pase inadvertido para el
mundo, si no lo paso para Ti?

~ 31 ~
¿Qué me importa que los hombres no vean mis
sacrificios, mis penas, mis silencios, mis lágrimas, si
los ves Tú?
Escondido: que así fue tu vida en este mundo; que
así tu obra en las almas; así tu
permanencia en el Sagrario.
Jesús, dentro de tus llagas escóndeme, que allí a
solas
quiero abrazártelas,
quiero besártelas,
quiero ungírtelas,
quiero curártelas;
que allí a solas quiero vivir siempre escondido y
siempre amado; perderme en Ti, Jesús y no encon-
trarme.

«¿Será, Jesús, tan grande mi pecado, que pues Tú


cabes en mi angosto pecho, no quepa yo en tu llaga
del Costado?».

Dentro de tus llagas, escóndeme.

8.-N0 permitas que me aparte de Ti.

36. 1. De Ti, que tienes palabras de vida eterna y sin


quien la vida es muerte.

~ 32 ~
De Ti, que eres la verdad y sin quien todo es
mentira y engaño.

De Ti que eres el camino que lleva a la vida ver-


dadera y sin quien la vida es desvarío.

De Ti, que eres la Luz de todo hombre que viene a


este mundo, y sin quien la vida es triste.

De Ti, que eres mi sostén, mi esperanza y mi pre-


mio, y sin quien todo pesa, todo cansa, nada llena.

37. 2. No permitas que me aparte de Ti:


de tu gracia, por el pecado; de tu amistad, por
la tibieza;
de tu familiaridad, por mis consentidas im-
perfecciones.

No permitas que me aparte de Ti, que eres

Maestro que enseña,


Pastor que guía, Amigo que acompaña,
Dios-Amor que galardona.

38. 3. No permitas que me aparte de Ti: de tu cruz,


de tu sagrario.

Porque Tú eres para mí lo que al pez el agua, a la

~ 33 ~
flor el sol, al ave el aire, a la raíz la savia...

39. 5. No permitas que me aparte de Ti, en el tiempo


de la bonanza y de la gloria.

No permitas que me aparte de Ti, en el tiempo de


la desgracia o de la enfermedad o de la persecución;
ni en las horas de desolación y de prueba.

No permitas que me aparte de Ti, en el huerto, ni


en el camino doloroso, ni en el Calvario, ni en la
Cruz.

No permitas, porque si lo permites me encontrará


solo mi enemigo y me vencerá.

No lo permitas, porque si lo permites me separaré


para siempre.

Pues, oh buen Jesús, Tú que tantas veces me


atrajiste cuando estaba alejado y me buscaste y ha-
llaste cuando estaba perdido, no permitas que me
aparte de Ti, ni en el tiempo ni en la eternidad.

***

40. SOLILOQUIO.-Señor. Tú inspiraste sin duda esta

~ 34 ~
fórmula tan humana de oración. Ya ves, Señor, que
pecadores los hombres, al menos no somos en-
greídos. «No permitas». Hasta ahí llega lo firme de
mis resoluciones, lo inconmovible de mis propósitos,
hasta un «¡no permitas!». Porque si lo permites, a
pesar, Señor, de todos mis propósitos y resoluciones,
caeré.

Sí, el límite de mis caídas llega hasta donde llega tu


permisión.

Si he caído, ha sido, ya lo sé y lo confieso, por mi


culpa...; pero si no he caído más abajo ha sido porque
Tú, oh buen Jesús, no lo has permitido, porque de mí
soy la misma debilidad, inconstancia y miseria.

Por eso yo, rico sólo con tu bondad y misericordia,


me acojo a ella y te pido que sigas conmigo en tu plan
misericordioso de no permitir que me aparte de Ti.

***

Tú sabes la obstinación de que es capaz el hombre,


cúrame de ella y en todo caso, no permitas que me
pierda.

Tú sabes lo tenaz de mi sensualidad, lo temerario


de mi ligereza, lo loco de mis caprichos...; no per-

~ 35 ~
mitas que los siga y me pierda; aunque tengas incluso
que aparentar a veces que eres sordo a mis ruegos,
indiferente a mis locos deseos...

Ya sé, Jesús, que estoy ante un doble misterio, el


misterio de tus permisiones y el misterio de tus no
permisiones. El primero, es un misterio de libertad;
el segundo un misterio de predilección.

Pues para que a Ti se te deba toda mi gloria y a mí


toda humillación y olvido, yo me acojo a tu bondad, y

te suplico con la mayor sinceridad de mi corazón, oh


buen Jesús, que permitas venga sobre mí la
humillación, el dolor, el olvido, la muerte... pero que
no permitas, no permitas jamás que me aparte de Ti.

***

Señor, yo sé que voluntariamente me puedo ir


alejando de Vos, no lo permitas.

Sé que locamente, obstinadamente, puedo caer en


el abismo del pecado... no lo permitas.

Sé que culpablemente me puedo condenar e ir al


infierno... no lo permitas.

~ 36 ~
Sé que puedo todo mal y que esa es mi omnipo-
tencia, pero Tú, oh buen Jesús, no lo permitas, que a
todo puede llegar tu Omnipotencia.

Espero, en fin, Señor, que me he de salvar y es


porque Tú no vas a permitir que me pierda, no vas a
permitir que me aparte de Ti.

Si no lo has permitido hasta ahora ¿verdad, Jesús,


que es porque no lo vas a permitir nunca? Gracias,
gracias.

No permitas que me aparte de Ti.

9-Del maligno enemigo, defiéndeme.

41. 1. Del enemigo que me busca, como león que


ruge, para devorarme y perderme, defiéndeme, como
la gallina defiende del gavilán sus polluelos bajo sus
alas.

Del enemigo que tantas veces me engañó, que


tantas me venció, defiéndeme.

Del enemigo que me acecha siempre, porque


siempre tiene esperanza de perderme, defiéndeme,
oh Jesús, también siempre.

~ 37 ~
Defiéndeme, buen Pastor, que conoces y amas a
tus ovejas y las tienes en tus manos y no permites
que nadie te las arrebate.

42. 2. Del maligno enemigo que me acecha y persi-


gue en todo:

en el infortunio para que desespere;

en la prosperidad para que me engría y olvide de


Ti;

en el trabajo para que me turbe y sofoque tu gra-


cia;

en el recreo y descanso para que me entibie y


disipe.

Del maligno enemigo, todo él maligno y engaña-


dor y homicida, defiéndeme.

Del maligno enemigo que conoce mis flaquezas y


mi debilidad, defiéndeme.

Del maligno enemigo que se me transfigura en


ángel de luz, defiéndeme con la luz de tus inspira-
ciones, con la verdad de tu palabra.

~ 38 ~
Defiéndeme de sus engaños y tentaciones, con tu
santo amor y con tu santo temor.

43. 3. Del enemigo, no sólo mío sino tuyo también,


oh buen Jesús, defiéndeme para que le venzas a él en
mí y no seas Tú vencido por él en mí.

Defiéndeme porque no tengo otra garantía de


victoria que tu defensa.

Defiéndeme para que no pueda él decir que ha


prevalecido contra mí y contra Ti, cuyo redimido soy.

Defiéndeme como cosa y posesión tuya y de tu


santísima Madre.

10,-En la hora de mi muerte, llámame.


44. 1. Cuando mis pies terminen su carrera en este
mundo, llámame.

Cuando mis manos quieran estrechar tu crucifijo


como para que me lleves a Ti, llámame.

Cuando mis ojos fijen en Ti su mirada lánguida y


moribunda, llámame.

~ 39 ~
Cuando mis labios, llamándote, pronuncien por
última vez tu adorable nombre, Tú, oh buen Jesús,
llámame también.

Cuando mis oídos, próximos a cerrarse para


siempre a las conversaciones de los hombres, se
abran para oír de tus piadosos labios tu voz, lláma-
me.

45. 2. Llámame sin acordarte de cuántas veces fui


sordo a tu amorosa voz.

Cuando mi corazón sobrecogido por el temor de tu


sentencia no se atreva a ir a Ti, entonces, oh buen
Jesús, llámame, misericordioso y perdonador.

Cuando las angustias de la agonía y los afanes de


la muerte fuercen mi alma a salir ya de este mundo,
llámame, oh buen Jesús.

Cuando abandonado a mi enfermedad, no pueda


ya soportar el peso de mi flaqueza y baje lentamente
hasta la muerte, como navío que zozobra, que
entonces me seas Tú el práctico a bordo y tu bondad
el áncora final de mi salvación.

Cuando mi alma, abandonada de todos, dejando el


cuerpo pálido, frío y sin vida, emprenda el viaje de la

~ 40 ~
misteriosa y temible eternidad y se encuentre sola
ante Ti, su Juez, entonces, oh buen Jesús, llámame.

46. 3. En la hora de mi muerte:

Mía, porque nada más mío y más humano que la


muerte.

Mía, porque como Tú eres la Vida, así yo de mí soy


muerte.

Mía, porque es la primera y más personal deuda


contraída con Dios, mi Creador ofendido.

Mía, porque mi muerte revestirá características y


circunstancias tan personales que la hagan total y
únicamente mía.

Pues, oh buen Jesús, en la hora de mi muerte, que


yo desconozco y Tú conoces muy bien, llámame.

47. Llámame con voz de perdón y misericordia; con


voz que trueque:
en visión mi fe,
en posesión mi esperanza,
y en abrazo eterno mi amor de desterrado.

Llámame como llamaste a María, que lloraba a su


hermano Lázaro y te lloraba a Ti en tu sepulcro vacío.
~ 41 ~
Llámame, Tú que conoces mi nombre.

Tú que tantas veces me has llamado en vida.

Pues, Tú que me llamaste a tu fe y a tu gracia y a tu


compañía; en la hora de mi muerte, en aquel
momento supremo del que depende mi eternidad,
llámame.

Llámame, oh buen Jesús, con voz de Amigo, de


Redentor, de Padre.

* * *

SOLILOQUIO.-Llámame, ¡Señor! Cuando en un país


extraño donde nada somos, nadie nos conoce, y
nuestro paso no despierta interés alguno, una voz
amiga nos llama por nuestro nombre, un vértigo feliz
se apodera de todo nuestro ser; una sonrisa
entusiasta se dibuja en nuestro rostro y nuestra
lengua se desborda en jubilosa gratitud. No nos
sentimos solos; ya tenemos un guía a nuestros pasos
indecisos.

Cuando en medio de una tempestad de odios, de


rostros ceñudos, de actitudes amenazadoras, una voz
conocida y amiga pronuncia cariñosa nuestro
nombre, una inmensa gratitud se apodera de nuestro

~ 42 ~
corazón. Una voz así no puede ser sino el testimonio
de una amistad inquebrantable.

***

Por más familiar que nos sea el pensamiento del


Cielo, el primer encuentro con la eternidad no lo
podemos despejar de esa impresión de «tierra» ex-
traña. El paso del tiempo a la eternidad, de la fuga-
cidad presente a la vida definitiva, de lo vacío a la
plenitud, de las tinieblas a la luz; el paso a la región
«cubierta de oscuridad y de muerte», me intimida,
Señor, y me sobrecoge y me hace desear y esperar
una dulce voz que me llame por mi nombre; es la
tuya, Jesús, la que llamó a Zaqueo, la que llamó a
María.

Por más aligerada de culpas que saliera mi alma, y


por más libre de remordimientos que se hallara mi
conciencia, el paso a vuestra eternidad, Señor,

con su justicia incorruptible,


con su santidad sin mancha,
con su pureza sin soborno, me sobrecoge y
llena de espanto «porque pobre y miserable soy yo».

~ 43 ~
Muy alto tiene que sonar la voz de nuestra miseri-
cordia para que ahogue las voces de mis culpas, que
piden venganza; las voces de mis infidelidades, que
piden castigo.

Pues, Señor, que en medio de la voz de vuestra


justicia sobresalga la voz de vuestra misericordia que
me llama.

Jesús, que en la hora de mi muerte me llames


amoroso y que tu voz halle en mí un eco de acción de
gracias por toda la eternidad.

11.-Y mándame ¡r a Ti.

49. 1. Como mandaste a tus apóstoles que lo dejaran


todo y te siguieran.

Como mandaste a San Pedro, que se hundía, ir a Ti


sobre las aguas.

Como mandaste a Zaqueo bajar a hospedarte y


bendecirle, para ser yo hospedado en las mansiones
de tu Gloria.

Como mandaste a la hija de Jairo y al joven di-

~ 44 ~
funto y a Lázaro sepultado resucitar.

50. 2. Mándame ir a Ti, porque éste ha sido el anhelo


constante de mi corazón, tantas veces alucinado y
vacilante.

Mándame, porque si no me mandas no me atre-


veré a ir a Ti, porque soy gran pecador.

Mándame, porque si me mandas harás posible lo


que sin mandarlo Tú me es imposible.

Mándame, Tú que tantas veces viniste a mí sacra-


mentado porque te llamé.

Mándame ir a Ti para que al presentarme ante Ti


pueda decir esperanzado: Señor, aquí estoy pues me
llamaste.

57. 3. Mándame ir a Ti, porque yo quiero ir a Ti, mi


Dios, mi Redentor, mi Jesús, mi todo.

Ir a Ti, Luz increada, Hermosura siempre antigua


y siempre nueva, Dicha infinita y eterna.

Ir a Ti, ya desde ahora, sin detenerme a «coger las


flores» del camino, sin volver la vista atrás, sin
desviarme de la senda que más me lleva a Ti.

52. 4. Ir a Ti como el río a la mar, con un anhelo

~ 45 ~
siempre antiguo y siempre nuevo;
como el ciervo a las fuentes de las aguas, con una
sed irresistible;
como el hijo pródigo a su padre, acogedor y mise-
ricordioso, con una esperanza nunca defraudada y
fallida.

53. 5. Ir a Ti para verte cara a cara, para adentrarme


en Ti y abismarme en Ti y poseerte sin peligro de
perderte y de perderme.
Ir a Ti, para oír de tus piadosos labios que me
dices: «Ven, bendito de mi Padre, a poseer el reino
que te tenía preparado».
***

54. SOLILOQUIO.-Señor, somos por instinto re-


fractarios a los mandatos.
Pero los hay que revelan un amor insobornable: El
de una hermana mayor a su hermanito.
El de una madre al hijo enfermo y desganado.
El de la esposa solícita al esposo desaprensivo.
Es impresionante un cariño que se transforma en
mandato.
¿Y te íbamos a negar a Ti, oh Jesús, esta forma tan
humana del amor..?

~ 46 ~
No puede haber mandato más lleno de cariño que
el que en la hora de la muerte me mandes, oh Jesús,
ir a Ti.
Señor, yo que he recalcitrado tantas veces contra
vuestros mandamientos.
Yo que los he creído a veces casi exigentes...
Os pido no me neguéis este mandato, el más
amable, quizá el único sobre el que me atrevo a
formular un deseo absoluto de que se realice en mí.
Jesús, en la hora de mi muerte, llámame y mán-
dame ir a Ti; para que no tengas que mandarme que
me aparte de Ti.
Ahora comprendo esta tremenda e ineludible dis-
yuntiva y sumisión de la Humanidad a tu mandato.
Todos los hombres han de estar siempre bajo el
cumplimiento de un mandato tuyo, o de bendición en
el Cielo, contigo, o de reprobación en el infierno,
lejos de Ti.

Pues, oh Jesús, en la hora de mi muerte, llámame y


mándame ir a Ti.
Para que mi vida en el Cielo sea el cumplimiento
eterno de un mandato tuyo.

~ 47 ~
Para que mi cielo sea el desquite eterno de tantas
infracciones a tus mandamientos.
Para que a cuantos pudieran echarme en rostro mi
presencia
entre ángeles, yo tan manchado;
entre apóstoles, yo tan perezoso y tibio;
entre mártires, yo tan reacio al sufrimiento, les
pueda responder: Es que Jesús, el Rey de la Gloria,
me mandó ir a El

Mándame ir a Ti.
Para que eternamente te pueda responder; Aquí
estoy, Señor, pues me llamaste.

12.-Para que con tus Santos te alabe.


55. 1. Para que con tus Santos, con tus escogidos y
redimidos y amigos, te alabe.
Con tus Santos. Todos santos, porque allí no habrá
ya la cizaña de los pecadores, sino sólo el trigo de los
justos.
Para que con lo mejor del mundo, con los que
lavaron sus almas en tu sangre de Cordero Inmacu-
lado, con tus Santos te alabe.
Te alabe con los que te siguieron por el camino de
~ 48 ~
la cruz.
Con los que permanecieron contigo en la tribula-
ción.
Para que
con el ejército de Mártires,
con la pléyade de Confesores,
con la muchedumbre de Vírgenes te ala-
be y cante con ellos para siempre tus divinas miseri-
cordias.
56. Te alabe con tus Santos; para que perdida entre
su multitud mi insignificancia, entre su santidad mi
indignidad y bajeza, entre su heroísmo mi vulgaridad
y cobardía, no deseches mi alabanza.
Para que te alabe con tus Santos.
Totalmente tuyos, porque:

los previno tu amor,


los compró tu sangre,
los santificó tu gracia,
los alimentó tu cuerpo y
los salvó tu misericordia.
Con tus Santos a los que:

escogiste desde la eternidad,


segregaste del mundo y sus engaños,
llamaste a tu seguimiento, atrajiste
~ 49 ~
con suavidad, guiaste por pruebas y
tentaciones, premiaste con la
perseverancia y coronaste con la
gloria.

57. 3. Para que con tus Santos; tuyos y también míos,


porque con tu gracia somos todos de la misma casa y
familia tuya, consanguíneos tuyos.

Con tus Santos, con los hermanos que ya me pre-


cedieron de los que soy conciudadano en tu Iglesia.

Con tus Santos, esparcidos por todo el mundo,


entre todas las razas, entre todos los países, de
toda edad y condición.

Con tus Santos, los de las generaciones futuras, de


los que soy ya también hermano, te alabe y cante
para siempre: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu
Santo.

Para que con tus Santos, y con la Reina y Madre de


todos ellos, te alabe.

Alabe tu bondad, alabe tu providencia, alabe tu


misericordia, y tu gran misericordia.

~ 50 ~
13.-Por los siglos de los siglos.

58. 1. Sin cansancio ya, sin decaimiento, sin inte-


rrupción.

Por los siglos de los siglos.

Sin que la contingencia de lo temporal,


ni lo efímero de lo caduco y mortal,
ni lo inseguro de lo humano, comprometa ya tu
amor en mí, tu amistad conmigo, tu posesión eterna
de mí.

59. 2. Por los siglos de los siglos.

Porque tu amor me hizo hijo del tiempo y nacido


para la eternidad.

Porque es poca toda la vida para darte gracias.

Porque es poca toda la vida para glorificarte y


cantar tus divinas misericordias.

60. 3. Por los siglos de los siglos; porque sólo una


eternidad de amor, de entrega, puede ser compen-
sación definitiva y plena de todas mis debilidades.

pecados y tibiezas; de tantos propósitos mil veces


fallidos.

~ 51 ~
Por los siglos de los siglos,
para que sea ya por fin mi vida un himno eterno a
tu amor y una conquista definitiva de tu Corazón:
Corazón de Dios, Corazón de Padre, Corazón de
Redentor, Corazón de Amigo.
14.-Amén.
61. 1. Así sea. Porque este es y ha sido el anhelo
supremo de mi vida.
2. Así creo. Porque esta fe es la que me sostiene y
alumbra en la noche de la vida.
3. Así espero. Porque me he confiado a tu divino
Corazón y no ha de salir fallida mi confianza.
4. Así te pido que sea. Porque todo ha de ser don
tuyo, bondad tuya, misericordia tuya, oh buen Jesús.
Amén.

***

62. SOLILOQUIO.-Señor, como todo hombre, soy


un eterno insatisfecho. Vivo de añoranzas y de nos-
talgias, sin caer a veces en la cuenta de que ellas
acusan mi condición de desterrado.
Vivo atontado por una algarabía de deseos y una
locura de ambiciones, víctima siempre de mis antojos

~ 52 ~
tornadizos e inconstantes.

Encuentro en todo, menos en mis deseos, la


limitación, como marco esencialmente humano de
toda belleza, de toda dicha, de todo amor.

Es sin duda lo que, ya para siempre, dijo vuestro


siervo Agustín: que nuestro corazón, hecho para Vos,
no podrá ya descansar hasta encontraros y poseeros.

Por eso mi corazón es el eterno pordiosero que llama


a todas las puertas porque en ninguna halla remedio
a su pobreza, diré mejor, a su ambición. Y es que te
busca a Ti. Por eso, aun cuando el mundo se me
transparente y hable de Ti, como al fin no eres Tú, no
bastan a aquietarme sus amores y bellezas; por eso
aunque

«y todos cuantos vagan»,


de Ti me van mil gracias refiriendo,
todos más me llagan
y déjame muriendo
un no sé qué que quedan balbuciendo»,
que cantó, herido de amor, vuestro siervo Juan de la
Cruz.

Y así mi corazón se cansa de todo. Hay vida de


todo hombre días grises. Oigo decir que los pasan

~ 53 ~
todas las almas, aun las más jóvenes, y hasta se
afirma que el fondo de las almas grandes es la
melancolía.
Y lo peor es que tu misma posesión en esta vida
no se sustrae a esta ley. La fe es oscura y el
poseerte por fe es un modo imperfecto que no
sacia el alma que aspira a tus eternas claridades.
Por eso, por los resquicios más incontenibles de
mi corazón, se me escapan aquellas quejas
amorosas de vuestro siervo Tomás de Aquino:
«Oro fiat illud quod tan sitio».
Colmad, colmad, os pido,
mi tan antiguo, acuciador anhelo.
que caigan ya los velos,
que cara a cara veros sólo ansío.
Amén. No sé más que decir. Me quedo en este
Amén.
Como en puerta abierta a toda aspiración y
deseo que me encamine a Ti;

Como en actitud de espera a lo absoluto, a lo


infinito que eres Tú, mi Dios;
visto sin celajes,
amado sin desquites,
poseído sin estorbos para siempre.

~ 54 ~
Como en programa de santidad, aceptación de
todo lo que tu voluntad santa me envíe, me pida,
quiera de mí.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu


Santo.

Amén, Amén, Amén.

~ 55 ~
Si esta oración te ha hecho bien y piensas que se lo
puede hacer a otros, dala a conocer, propágala.

~ 56 ~
~ 57 ~

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