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Wanderlust 8

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en lugares como Manhattan y Londres las personas -algu- nas personas— parecen recordar cémo integrar el transito ptiblico y sus propias piernas en una forma efectiva, ética y a veces profundamente placentera de navegar el terreno de sus vidas cotidianas. Escribi Wanderlust a finales de los noventa, en un mundo que ya estaba polarizado, y me desconcerté que a lectores y resefiistas les gustara tanto. Quizds fue el placer de leer sobre peregrinajes y paseos de prostitutas lo que les impidié ver que este libro también es una critica a la industrializa- cién, la privatizaciér de terrenos piblicos, la opresién y el confinamiento de 1d ures, los suburbios, la incorporei- dad de la vida cotidiana y algunas otras cosas parecidas. El libro abrié para m{ un infmenso territorio que he segui- do explorando; en cierta mle mi libro de 2003 sobre Eadweard Muybridge continué mi investigacién sobre la industrializacién del tiempo y el espacio y la aceleracién de la vida cotidiana que comenzé con Wanderlust; Hope in the Dark profundizé en el poder de los ciudadanos en las calles para cambiar el mundo; A Field Guide to Getting Lost desa- rrollé mas los usos del vagabundeo y la incertidumbre. Es- toy atin caminando el terreno de Wanderlust, que fue para mi un mapa del mundo, selectivo como son todos los ma- pas, pero también amplio. Uno de los grarides placeres de investigar y escribir este libro fue llegar a una serie de conclusiones y deseripciones en las cuales se reconciliaron muchas divigiones comunes. Al caminar, la mente y el cuerpo pueden trabajar en con- junto, de modo que el pensamiento se vuelve un acto casi fisico, ritmico (hasta ahi llega la divisién cartesiana mente/ cuerpo). Tanto la espiritualidad como Ja sexualidad tienen relacién con el caminar; los grandes caminantes suelen moverse del mismo modo por lugares urbanos y rurales; e aa

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