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Libérese Del Dolor de Espalda - Sarno, John E.

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3 1223«P^387

EXCELSIOR
erese

Dolor

D r. John E . Sarno
La Ment
ividida

La epidemia de'los trastornos psicosomáticos

Curar el cuerpo,
eliminar el dolor
Un tratamiento

definitivo

para las dolencias

psicosomáticas

www.editorialsirio.com
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MAR 9 2012

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é
Si este libro le ha interesado y desea que lo mantengamos infor¬
mado de nuestras publicaciones, escribanos indicándonos cuá¬
les son los temas de su interés (Astrología, Autoayuda,
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lo complaceremos.

Puede contactar con nosotros en


comunicación@editorialsirio.com

3a edición: septiembre 2010

Título original: Healig Back Pain


Traducido del inglés por Víctor Hernández García
Diseño de portada: Editorial Sirio, S.A.

© de la edición original
1991, John E. Samo

Publicado con autorización de Warner Books, Inc.,


New York - U.S.A.

O de la presente edición
EDITORIAL SIRIO, S.A. EDITORIAL SIRIO ED. SIRIO ARGENTINA

Cl Panaderos, 14 Nirvana Libros S.A. de C.V. C/ Paracas 59


29005-Málaga Camino a Minas, 501 1275- Capital Federal
España Bodega n° 8, Buenos Aires
Col. Lomas de Becerra (Argentina)
Del.: Alvaro Obregón
México D.F., 01280

www.editorialsirio.com
E-Mail: sirio@editorialsirio.com

I.S.B.N.: 978-84-7808-746-4
Depósito Legal: B-33.805-2010

Impreso en los talleres gráficos de RomanyaA'alls


Verdaguer 1, 08786-Capellades (Barcelona)

Printed in Spain

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta


obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la
ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita
fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

3 1223 09840 9387


r
Dr. John E. Samo

IDOLO

editorial irio, s.a.


1
ntroducción

Ba presente obra es sucesora del libroMind OverBack


Pain (Cómo usar la mente para curar el dolor de espalda), publicado en
1984. En él se describe un trastorno médico conocido como Síndrome
de Miositis Tensional (SMT). Tengo razones para afirmar que dicho
padecimiento es la causa principal de los síndromes comunes de dolor
de cuello, hombros, espalda, glúteos y extremidades. Desde la publica¬
ción de dicha obra, he desarrollado y he aclarado aún más mis con¬
ceptos sobre el diagnóstico y el tratamiento del SMT; de ahí surgió la
necesidad de escribir este libro.
Con el paso del tiempo, la creciente frecuencia de este síndrome
ha creado un problema de salud pública de proporciones impresionan¬
tes. Cerca del ochenta por ciento de los estadounidenses tienen algún
antecedente de este doloroso padecimiento. En un artículo aparecido
en la revista Forbes de agosto de 1986, se informa que cada año se
gastan 56 mil millones de dólares para tratar las consecuencias de este
ubicuo trastorno médico, que es la principal causa de abstencionismo
laboral en este país, y la segunda causa de las visitas al médico, supe¬
rada sólo por las infecciones respiratorias.

7
Todo esto ha sucedido en los últimos treinta años. ¿Por qué?
¿Acaso se debe a que, tras varios millones de años de evolución, de
repente la espalda de los estadounidenses se ha vuelto incompetente?
¿Por qué tantas personas son propensas a sufrir una lesión en la espal¬
da? ¿Y por qué la medicina ha resultado ineficaz para hacer frente a
esta epidemia?
Mi propósito al escribir este libro fue contestar éstas y muchas
otras preguntas relacionadas con este problema tan común. Sostengo
la teoría de que, al igual que cualquier otra epidemia, ésta se debe a
que la medicina no ha reconocido la verdadera naturaleza del padeci¬
miento, es decir, no ha hecho un diagnóstico adecuado. En su época, la
peste asoló al mundo debido a que, en ese entonces, nadie sabía nada
acerca de la bacteriología o la epidemiología. Puede ser difícil creer
que la sofisticada medicina del siglo XX sea incapaz de identificar la
causa de algo tan simple y común como estos dolores, pero, después
de todo, los médicos y los investigadores son seres humanos, no son
omniscientes y, lo que es más importante, son propensos a perder la
objetividad.
El prejuicio más común es que estos síndromes son resultado de
anomalías estructurales de la columna vertebral o de deficiencias mus¬
culares inducidas mecánica o químicamente. Igual de importante es
otro prejuicio de la medicina convencional, según el cual las emociones
no inducen ningún cambio fisiológico. Mi experiencia con el SMT con¬
tradice ambos argumentos. Este trastorno es una aberración fisiológica
benigna (aunque dolorosa) del tejido blando (y no de la columna), pro¬
vocada por un proceso emocional.
Me di cuenta de la magnitud del problema en 1965, cuando fui
nombrado director de servicios para pacientes externos en lo que
actualmente es el Instituto Howard A. Rusk de Medicina para la
Rehabilitación, del Centro Médico de la Universidad de Nueva York. Esa
fue la primera vez que me encontré con un gran número de pacientes
con dolores en el cuello, la espalda, los hombros y los glúteos. En mis

8
Introducción

estudios y mi capacitación médica convencional, había aprendido que


esos dolores se debían principalmente a diversas anomalías estructu¬
rales de la columna, generalmente trastornos artríticos o relacionados
con los discos intervertebrales, o a un grupo impreciso de padecimien¬
tos musculares atribuidos a una mala postura, falta de ejercicio, agota¬
miento, etcétera. El dolor de las piernas o brazos se atribuía a la com¬
presión de los nervios. Sin embargo, no resultaba claro cómo producían
el dolor estas anomalías.
El razonamiento que respaldaba el tratamiento prescrito era igual¬
mente confuso. En él se incluían inyecciones, altas temperaturas por
medio de ultrasonido, masaje y ejercicio. Nadie estaba seguro acerca
de la forma en que se suponía debían actuar estos tratamientos, pero
parecían ser de utilidad en algunos casos. Se afirmaba que el ejercicio
fortalecía los músculos del abdomen y de la espalda, lo cual de alguna
manera daba apoyo a la espalda y evitaba el dolor.
Mi experiencia al tratar a estos pacientes fue frustrante y depri¬
mente, ya que era imposible prever el resultado. Además, el hecho de
descubrir que el patrón del dolor y de los hallazgos del examen físico no
correspondían a la presunta causa del dolor con frecuencia resultaba
muy problemático. Por ejemplo, el dolor podía atribuirse a cambios
degenerativos de origen artrítico ocurridos en la parte baja de la colum¬
na, pero el paciente podía sufrir dolores en lugares que nada tenían que
ver con los huesos de esa zona. O bien, podía haber alguien con una
hernia izquierda en un disco intervertebral, pero que sufría dolores en
la pierna derecha.
Además de dudar de la exactitud de los diagnósticos convencio¬
nales, me di cuenta de que el tejido más afectado era el muscular, en
especial el de los músculos del cuello, hombros, espalda y glúteos. Sin
embargo, lo más importante fue observar que el 88 por ciento de los
pacientes tenían antecedentes de tensión, migraña, acidez, hernia de
hiato, úlcera de estómago, colitis, colon espástico, síndrome de irrita¬
ción gástrica, fiebre del heno, asma, eccemas y otros trastornos.

9
Parecía lógico concluir que el dolor muscular de estos pacientes podía
estar provocado también por la tensión. De ahí se deriva el Síndrome
de Miositis Tensional (SMT). (El prefijo mió significa músculo; el térmi¬
no síndrome de miositis tensional se refiere en esta obra a un cambio
doloroso en la situación muscular).
Cuando probé esa teoría y comencé a tratar a los pacientes de
acuerdo con ella, se produjo una importante mejora en los resultados
del tratamiento. De hecho, era posible pronosticar con cierta exactitud
qué pacientes se recuperarían y cuáles tenían menos probabilidades
de hacerlo. Ese fue el comienzo del programa de diagnóstico y de tra¬
tamiento descrito en este libro.
Debo insistir en que la presente obra no expone un «nuevo enfo¬
que» sobre el tratamiento del dolor de espalda. El SMT es un diagnós¬
tico nuevo, por lo que el padecimiento debe ser tratado de acuerdo con
él. Cuando los médicos comprobaron que las bacterias eran la causa
de muchas infecciones, buscaron maneras de combatirlas, y esto dio
pie al descubrimiento de los antibióticos. Si los factores emocionales
son responsables del dolor de espalda, es necesario buscar una técni¬
ca terapéutica adecuada. Podemos ver claramente que el tratamiento
físico tradicional carece de lógica. La experiencia me ha mostrado que
la única forma exitosa y permanente de tratar este padecimiento con¬
siste en enseñar a los pacientes a comprender el trastorno. Es posible
que esto no tenga mucho sentido para los no iniciados, pero comen¬
zarán a entender mejor a medida que avancen en su lectura.
¿Es esto medicina holística? Por desgracia, lo que ahora se
conoce como medicina holística es una mezcla de ciencia, pseudo-
ciencia, y folclore. Cualquier cosa que esté fuera del área de la medici¬
na convencional puede ser considerado holístico; sin embargo, la idea
predominante es la atención de «la totalidad de la persona», un sabio
concepto que con frecuencia es pasado por alto por la medicina con¬
temporánea. Sin embargo, eso no autoriza a considerar «holístico» a
todo aquello que se oponga a las convenciones médicas.

w
Introducción

Podríamos definir como holístico a aquello que toma en cuenta


los aspectos emocional y estructural de la salud y la enfermedad. Esta
definición no excluye el método científico. Por el contrario, cuando aña¬
dimos la difícil dimensión emocional a la ecuación médica, es cada vez
más importante exigir pruebas y poder reproducir los resultados.
Por lo tanto, no estamos hablando de medicina holística como se
la concibe popularmente. Espero que sea un ejemplo de buena medici¬
na (diagnóstico adecuado y tratamiento efectivo) y de buena ciencia
(conclusiones basadas en la observación y verificadas por la experien¬
cia). A pesar de que la causa del SMT es la tensión, el diagnóstico se
realiza en términos físicos y no psicológicos, siguiendo la tradición de la
medicina clínica.
Todos los médicos deberían practicar la «medicina holística», en
el sentido de reconocer la interacción mente-cuerpo. Excluir la dimen¬
sión emocional del estudio de la salud y la enfermedad constituye una
práctica deficiente de la medicina y de la ciencia.
Es necesario insistir en un punto importante: si bien el SMT es
inducido por fenómenos emocionales, se trata de un trastorno físico.
Debe ser diagnosticado por un médico capaz de reconocer las dimen¬
siones física y psicológica del padecimiento. Es posible que los psicó¬
logos sospechen que los síntomas del paciente están inducidos por fac¬
tores emocionales, pero, dado que no están capacitados para emitir un
diagnóstico físico, no pueden afirmar con certeza que el paciente pade¬
ce SMT. Además, dado que muy pocos médicos están capacitados para
reconocer un trastorno de origen psicológico, el SMT se les escapa por
las grietas, por decirlo así, y el paciente no recibe un diagnóstico ade¬
cuado. Es particularmente importante que el diagnóstico lo haga un
médico, con el objeto de evitar la despectiva conclusión de que «todo es
un asunto mental».
¿Y qué piensan los médicos de este diagnóstico? Es muy proba¬
ble que pocos de ellos lo conozcan. He escrito varios artículos médicos
y varios capítulos para libros de texto sobre el tema, pero éstos sólo han

11
llegado a un número limitado de personas, todas ellas relacionadas con
la medicina, principalmente médicos que trabajan en el campo de la
rehabilitación física. Recientemente se ha vuelto imposible publicar
artículos acerca del SMT, sin duda debido a que estos conceptos
desafían los dogmas médicos contemporáneos. A los médicos que lean
este libro, les diré que es más completo que cualquiera de los artículos
que he publicado y que les será útil a pesar de que ha sido escrito para
el público en general.
A juzgar por las reacciones de los médicos de mi entorno inmedia¬
to, la mayoría de ellos ignora o rechaza el diagnóstico. Algunos profesio¬
nales de mi especialidad dicen que consideran válido el diagnóstico, pero
encuentran difícil tratar a estos pacientes. Espero que las nuevas genera¬
ciones de médicos sean más capaces de tratar este tipo de problemas.
Uno de los objetivos de esta obra es llegar a esos médicos jóvenes.
¿Y los lectores que sufren dolor de cuello, hombros, espalda o
glúteos y sospechan que padecen SMT? Un libro no puede sustituir a
un médico y no es mi intención ofrecer un diagnóstico y un tratamiento
a través de esta obra. Considero que es inmoral y falto de ética consi¬
derarse a sí mismo médico, actuando tan sólo a través de un libro o de
una cinta de vídeo. Los síndromes que producen dolor siempre deben
ser estudiados adecuadamente para descartar padecimientos como el
cáncer, tumores, trastornos óseos y muchos más. Si usted padece un
dolor persistente en cualquier parte de su cuerpo, es indispensable que
acuda al médico para que le sean practicados los exámenes y las prue¬
bas pertinentes.
El propósito principal de este libro es crear conciencia dentro y
fuera del ámbito de la medicina, dado que estos síndromes representan
un importante problema de salud que no será resuelto hasta que los
médicos cambien su percepción acerca de su causa.
Habiendo expuesto cuál es el propósito de la presente obra, debo
decir que muchos de los lectores de su predecesora, el libro Mind Over Back
Pain (Cómo usar la mente para curar el dolor de espalda) experimentaron

12
Introducción

una mejoría o incluso la desaparición completa de sus síntomas. Este


hecho confirma la idea de que la identificación del trastorno y su cono¬
cimiento son los factores terapéuticos más importantes.
La ciencia exige que toda idea nueva sea validada por la expe¬
riencia y la repetición. Antes de que los nuevos conceptos sean gene¬
ralmente aceptados, deben ser comprobados más allá de toda duda. Es
indispensable que las ideas expuestas en este libro sean sometidas a
estudios de investigación. Siguiendo la tradición de la medicina científi¬
ca, invito a mis colegas a verificar o corregir mi trabajo. Lo que no deben
hacer es ignorarlo, ya que el problema del dolor de espalda es tan gran¬
de, como imperativa es la necesidad de una solución.

13
.;V | Las
■ ¡¡I manifestaciones
U delSMT

unca he atendido a ningún paciente con dolor de cue¬


llo, hombros, espalda o glúteos que no crea que éste se debe a una
lesión provocada por alguna actividad física: «Me lastimé mientras
corría (o jugando al béisbol, al tenis o a los bolos)». «El dolor comenzó
después de que levanté a mi hijita» o «cuando traté de abrir una venta¬
na atascada». «Hace diez años, mientras conducía, otro coche golpeó
al mío por detrás y desde entonces he padecido con frecuencia de dolor
de espalda».
La idea de que el dolor significa lesión o daño está profundamen¬
te arraigada en la conciencia de los norteamericanos y de los occiden¬
tales en general. Desde luego, si el dolor comienza mientras realizamos
una actividad física, lo más fácil es atribuírselo a ésta. (Como veremos
más adelante, con frecuencia esto resulta engañoso). Sin embargo,
esta idea tan enraizada acerca de la vulnerabilidad de la espalda y de
su propensión a sufrir lesiones, es ni más ni menos que una catástrofe
médica para el público estadounidense, que actualmente cuenta con un
ejército de hombres y mujeres semi-inválidos cuyas vidas están consi¬
derablemente limitadas por el miedo a hacerse más daño o a sufrir

15
^RESEDa00t0R£)E^

nuevamente el temido dolor. Es frecuente escuchar frases como: «Tengo


miedo de lastimarle otra vez y por eso tengo cuidado con lo que hago».
Esta idea ha sido fomentada durante años por los médicos y otros
profesionales de buena fe. Se ha dado por hecho que el dolor del cue¬
llo, los hombros, la espalda y los glúteos se debe a una lesión o una
enfermedad de la columna vertebral y de las estructuras relacionadas
con ella, o a la incapacidad de los músculos y ligamentos que la rodean.
Sin embargo, nada de esto ha sido comprobado científicamente.
Por otra parte, yo he tratado con éxito estos trastornos basándo¬
me en un diagnóstico muy diferente. He observado que la mayoría de
estos síndromes dolorosos es provocada por un trastorno que afecta a
músculos, nervios, tendones y ligamentos, y que es causado por la ten¬
sión. Esto está avalado por el gran éxito alcanzado por mi programa de
tratamiento, el cual es sencillo, rápido y total.
La preocupación de la medicina por la columna se basa en los
fundamentos de la filosofía y la capacitación médica. La orientación de
la medicina moderna ha sido principalmente mecánica y estructural. El
cuerpo es considerado como una máquina tremendamente complicada,
y la enfermedad es un desperfecto de la misma, provocado por una
infección, un traumatismo, defectos congénitos, degeneración y, por
supuesto, el cáncer. Al mismo tiempo, la medicina ha sostenido un
romance con el laboratorio, creyendo que nada es válido a menos que
pueda ser demostrado en éste. Nadie pone en duda la función tan
importante del laboratorio en el progreso de la medicina (ya que en él
han nacido, por ejemplo, la penicilina y la insulina). Por desgracia, hay
cosas que son difíciles de estudiar en un laboratorio. Una de ellas es la
mente y su órgano: el cerebro. Las emociones no se prestan a ser medi¬
das ni estudiadas experimentalmente, por lo que la ciencia médica
moderna ha decidido ignorarlas, con la convicción de que tienen poco
o nada que ver con la salud y la enfermedad. Por ello, la mayoría de los
médicos niega que las emociones desempeñen una función importan¬
te en la causa de los trastornos físicos, aunque muchos admiten que sí

16
Las manifestaciones del SMT

son capaces de agravar un trastorno provocado por un factor «físico».


En general, los médicos se sienten incómodos al tratar problemas rela¬
cionados con las emociones y tienden a establecer una división tajante
entre «las cosas de la mente» y «las cosas del cuerpo», sintiéndose a
sus anchas únicamente con las segundas.
La úlcera péptica duodenal es un buen ejemplo. Si bien algunos
médicos no están de acuerdo con la idea, la mayoría de ellos acepta
que las úlceras son provocadas principalmente por la «tensión». Sin
embargo, y en contra de toda lógica, el objetivo principal del tratamien¬
to es el factor «médico» y no el «psicológico», por lo que se prescriben
medicamentos para neutralizar o evitar la secreción de los ácidos. Sin
embargo, el hecho de no tratar la causa principal del trastorno consti¬
tuye una mala práctica médica. En este caso, la prescripción de medi¬
camentos es un tratamiento sintomático, contra el cual fuimos preveni¬
dos en la facultad de medicina. No obstante, dado que la mayoría de los
médicos consideran que su trabajo consiste únicamente en tratar al
cuerpo, pasan por alto el aspecto psicológico del problema a pesar de
que es su causa fundamental. Algunos médicos tratan de aludir a la ten¬
sión, pero lo hacen de una manera superficial diciendo: «Debe tomarse
las cosas con más calma; está trabajando demasiado».
Los síndromes dolorosos parecen tan «físicos» que es particular¬
mente difícil para los médicos considerar la posibilidad de que puedan
deberse a factores psicológicos, por lo que se aterran a la explicación
estructural. Sin embargo, al hacerlo, se han vuelto responsables de la
epidemia de dolor que existe en este país y en gran parte del mundo
occidental.
Si la causa del dolor de cuello, hombros, espalda y glúteos no es
ninguna anomalía estructural, ¿entonces qué es? Diversos estudios y la
experiencia clínica de muchos años sugieren que estos síndromes que
producen dolor son resultado de una alteración fisiológica de ciertos
músculos, nervios, tendones y ligamentos, la cual se conoce como Sín¬
drome de Miostitis Tensional (SMT). Se trata de un trastorno inofensivo,

17
REDELO

pero potencialmente muy doloroso, resultado de situaciones concretas


y comunes. El propósito de este libro es describir con detalle el SMT.
En las siguientes secciones del presente capítulo, explicaré qué
tipo de personas lo padecen, en qué partes del cuerpo se presenta, los
diferentes patrones de dolor y el impacto global del SMT sobre la salud
y la vida diaria de las personas. En los siguientes capítulos estudiare¬
mos la psicología del SMT (que es la causa del padecimiento), así
como su fisiología y su tratamiento. También reseñaré los diagnósticos
y tratamientos convencionales y concluiré con un capítulo acerca de la
importante interacción mente-cuerpo y su influencia sobre la salud y la
enfermedad.

¿QUÉ TIPO DE PERSONAS PADECEN EL SMT?

Casi podríamos decir que el SMT es un trastorno que no respeta


edad, ya que se presenta incluso en niños, aunque generalmente no en
menores de seis años. Por supuesto, su manifestación infantil es distin¬
ta de la adulta. Estoy convencido de que lo que se conoce como «dolo¬
res del crecimiento» es una manifestación del SMT.
No se ha identificado la causa de estos «dolores del crecimiento»,
pero los médicos siempre han tranquilizado a las madres diciéndoles
que el padecimiento es inofensivo. Cierto día, al escuchar a una madre
describir el fuerte dolor de pierna de su hija, el cual se había presenta¬
do en la mitad de la noche, se me ocurrió que lo que la niña había expe¬
rimentado era muy semejante a un episodio de ciática en un adulto y,
dado que esta es una de las manifestaciones más comunes del SMT,
los «dolores del crecimiento» bien podrían representar al SMT infantil.
No es de extrañar que nadie haya sido capaz de explicar la natu¬
raleza de los «dolores del crecimiento», dado que el SMT es un pade¬
cimiento que usualmente no deja huellas físicas de su existencia.
Simplemente se presenta una constricción temporal de los vasos

18
Las manifestaciones del SMT

sanguíneos, que es la causa de los síntomas, y después todo vuelve a


la normalidad.
El estímulo emocional que provoca el episodio en los niños es el
mismo que en los adultos: la ansiedad. Podríamos decir que un episo¬
dio infantil es una parapesadilla, es decir, el sustituto de una pesadilla,
producido por la decisión de la mente de producir una reacción física en
lugar de una emoción dolorosa, lo cual sucede también en los adultos.
En el otro extremo del espectro, he observado que el síndrome se
presenta también en hombres y mujeres de ochenta años o más. No
parece existir un límite de edad, aunque ¿por qué habría de ser de otra
manera? Mientras seamos capaces de generar emociones, seremos
susceptibles a padecer el trastorno.
¿En qué grupos de edades es más común este padecimiento y
qué indican esas estadísticas? En un estudio de seguimiento realizado
en 1982, se entrevistó a ciento setenta y siete pacientes acerca de su
estado actual tras haber recibido tratamiento para el SMT (en la página
111 se presentan los resultados de dicho estudio). Descubrimos que el
77% de los pacientes tenían entre trece y sesenta años de edad, el 9%
tenía entre veinte y veintinueve, y que sólo hubo cuatro adolescentes
(2%). En el otro extremo del espectro, sólo el 7% tenía más de sesenta
años y el 4% más de setenta.
Las estadísticas indican claramente que la mayoría de los casos
de dolor de espalda son de origen emocional, dado que el grupo de
edades que abarca de los treinta a los sesenta años constituye lo que
yo llamo «la edad de las responsabilidades». En ese período de la vida
es cuando tenemos mayor presión para alcanzar el éxito y lograr la
excelencia, por lo que es lógico que sea en esa etapa en la que se pre¬
sente la mayor incidencia de SMT. Además, si los cambios degenerati¬
vos de la columna vertebral (como la osteoartritis o la estenosis verte¬
bral) fuesen la causa principal del dolor de espalda, las estadísticas no
cuadrarían en lo más mínimo. En tal caso, la incidencia se incremen¬
taría gradualmente a partir de los veinte años de edad, y el índice más

19
^RESEOELOotosoe^

elevado lo tendría el grupo de los ancianos. Debemos admitir que se


trata de una prueba circunstancial, pero es muy sugerente.
Así que para responder a la pregunta de «¿quiénes padecen
SMT?» responderemos «todo el mundo». Sin embargo, este trastorno
se presenta con mayor frecuencia en la etapa intermedia de la vida, es
decir, en «la edad de las responsabilidades». Veamos ahora cómo se
manifiesta el SMT.

¿EN QUÉ PARTES DEL CUERPO


SE MANIFIESTA EL SMT?

Los músculos
El tejido que resulta más afectado por el SMT es el muscular. De
ahí se deriva el nombre del síndrome: miositis (como hemos dicho, el
prefijo mió significa «músculo»). Los únicos músculos susceptibles al
SMT son los de la parte posterior del cuello, la espalda y los glúteos,
conocidos en su conjunto como «músculos posturales.» Reciben este
nombre debido a que mantienen la cabeza y el tronco en la postura
correcta y nos ayudan a usar los brazos de manera eficaz.
Los músculos posturales tienen una mayor proporción de fibras
musculares de «acción lenta» que los músculos de las extremidades, lo
cual los hace más aptos para el trabajo continuo, que es el tipo de acti¬
vidad que realizan. Ignoramos si ésta es la razón por la que el SMT se
limita a este grupo de músculos. Sin embargo, ello es posible, ya que
los músculos que generalmente resultan afectados son los que realizan
los trabajos más importantes. Dichos músculos son los glúteos, que se
encargan de mantener el tronco erguido sobre las piernas y evitar que
caiga hacia delante o hacia los lados. En términos estadísticos, el área
en la que con mayor frecuencia se ubica el SMT es la que comprende
la parte baja de la espalda y los glúteos.

20
Las manifestaciones del SMT

Justo arriba de los glúteos se encuentran los músculos lumbares


(ubicados en la parte más estrecha de la espalda), los cuales suelen
resultar afectados junto con los glúteos, aunque ocasionalmente el sín¬
drome afecta a los músculos lumbares o a los glúteos por separado.
Aproximadamente dos tercios de las personas que padecen SMT
sufren los mayores dolores en esa zona.
La segunda área más afectada la comprenden los músculos del
cuello y los hombros. El dolor se presenta generalmente en los lados
del cuello y en la parte superior de los hombros, en el músculo llamado
trapecio superior.
El SMT puede presentarse en otras partes de la espalda, en el área
comprendida entre los hombros y la parte baja de la misma, aunque con
menor frecuencia que en las partes mencionadas anteriormente.
Generalmente, el paciente se queja de dolor en una de las áreas
principales, por ejemplo, el glúteo izquierdo o el hombro derecho, pero
un examen físico revelará algo muy importante e interesante.
Prácticamente todos los pacientes con SMT presentan puntos sensi¬
bles a la presión en los músculos de tres partes de la espalda: la parte
exterior de ambos glúteos (y en ocasiones, en el músculo completo), los
músculos del área lumbar y los dos trapecios superiores (músculos de
los hombros). Este patrón constante es importante debido a que apoya
la hipótesis de que el síndrome doloroso se origina en el cerebro y no
es provocado por ninguna anomalía estructural de la columna ni por
alguna deficiencia muscular.

Los nervios
El segundo tipo de tejido afectado por este síndrome es el tejido
nervioso, concretamente el que compone los nervios periféricos. Como
era de esperar, los nervios que suelen resultar más afectados son
aquellos que rodean a los músculos aquejados con mayor frecuencia.
El nervio ciático se ubica en el interior de cada glúteo; los nervios
lumbares se encuentran debajo de los músculos lumbares paraespinales;

21
**** EDEL00i0*d£Esp^

los nervios cervicales y el plexo braquial se localizan debajo del trape¬


cio superior (que es el músculo de los hombros). Dichos músculos son
los que resultan afectados con mayor frecuencia por el SMT.
De hecho, el SMT parece un proceso regional y no un proceso
que afecte a estructuras específicas, por lo que cuando aqueja a un
área concreta, todos los tejidos sufren de falta de oxígeno, y esto pro¬
voca el dolor en los músculos y los nervios.
La afectación de nervios o músculos puede producir varios tipos
de dolor. Puede ser punzante, sordo, como una quemadura, parecido a
un golpe o puede también experimentarse como una especie de pre¬
sión. Además del dolor, la participación de los nervios puede producir la
sensación de aguijoneo, hormigueo, adormecimiento y, en ocasiones,
debilidad de brazos o piernas. En algunos casos se presenta una debi¬
lidad muscular mensurable, la cual puede ser comprobada mediante
estudios electromiográficos (EMG). Con frecuencia, las anomalías reve¬
ladas por dichos estudios son consideradas como pruebas de daño
nervioso por compresión estructural, pero los cambios mostrados por
los EMG se presentan frecuentemente en el SMT y usualmente revelan
la participación de muchos más nervios que los que intervendrían en
una anomalía estructural.
Los síntomas relacionados con los nervios lumbares y ciáticos se
presentan en las piernas, debido a que dichos nervios recorren esas
extremidades. La participación de los nervios cervicales y del plexo bra¬
quial provoca síntomas en brazos y manos. Los diagnósticos tradicio¬
nales atribuyen el dolor de piernas a una hernia intervertebral, y el de
los brazos a un nervio «pellizcado» o «pinzado» (ver el capítulo 5).
El SMT puede afectar a cualquiera de los nervios del cuello, de
los hombros, de la espalda y de los glúteos, produciendo en ocasiones
patrones de dolor poco comunes. Uno de los más temibles es el dolor
de pecho. Cuando se presenta, la persona que lo sufre piensa que se
trata de un infarto de miocardio. De hecho, es importante asegurarse de
que no se padece ninguna enfermedad cardiaca. Una vez hecho esto,

22
Las manifestaciones del SMT

debemos tener en cuenta que los nervios espinales de la parte alta de


la espalda pueden estar sufriendo de una privación leve de oxígeno
debida al SMT, y esa puede ser la causa del dolor. Esos nervios se
ramifican hacia la parte anterior del tronco, lo mismo que hacia la espal¬
da. Por ello se produce el dolor en el pecho.
Recuerde: Consulte siempre a un médico para asegurarse de que
no padece ningún trastorno grave. Este libro no pretende ser una guía de
autodiagnóstico. Su propósito es describir el SMT como entidad clínica.
El médico puede sospechar que el SMT ha afectado a los nervios
después de examinar ¡a historia clínica del paciente, tras practicarle un
examen físico, o tras realizar ambos procedimientos. El dolor en el ner¬
vio ciático puede afectar a cualquier área de la pierna, excepto la parte
frontal superior del muslo. Existen muchas variantes que dependen del
tramo del nervio principal que esté afectado por la privación de oxíge¬
no. Como mencioné anteriormente, el paciente puede quejarse también
de otras sensaciones extrañas y de debilidad.
En el examen físico se revisan los reflejos de los tendones y la
fuerza muscular a fin de averiguar si la privación de oxígeno ha irritado
lo suficiente al nervio como para interferir en los impulsos motores.
Asimismo, se realizan pruebas sensoriales (por ejemplo, la capacidad
de sentir un pinchazo) para determinar la integridad de las fibras sen¬
soriales del nervio afectado. La principal ventaja de documentar las
deficiencias sensoriales y motoras es que, el médico será así capaz de
explicarlas a los pacientes y de tranquilizarlos diciéndoles que las sen¬
saciones de debilidad, adormecimiento u hormigueo son inofensivas.
La prueba de elevación de la pierna sin doblar la rodilla puede
realizarse por diferentes razones, dependiendo del médico. Si el pacien¬
te siente un gran adormecimiento en los glúteos, será incapaz de levan¬
tar la pierna sin doblarla, y si lo hace, sentirá un gran dolor. Este último
puede ser de origen muscular, ciático o ambos. En la mayoría de los
casos, este signo no indica que exista una hernia intervertebral «que
presiona el nervio ciático», como se dice con frecuencia a los pacientes.

23
'°®tRESE Da d°l°* de ESPfi^

Cuando existe un síndrome de dolor en los hombros y los brazos,


se realizan pruebas similares en dichas extremidades.
En ocasiones, los pacientes sufren dolores en dos sitios a la vez.
Esto no es muy importante. Algunas personas afirman que, además del
dolor principal que padecen, por ejemplo, en el glúteo derecho, sufren
también de dolores intermitentes en el cuello o en uno de los hombros.
Ello no es de sorprender, ya que el SMT puede afectar a cualquiera de
los músculos posturales, o bien, a todos ellos.

Los tendones y ligamentos


Tras la publicación de mi primer libro, en el que describí el SMT,
poco a poco me fui dando cuenta de que muchas tendonalgias (dolores
de los tendones o ligamentos) podían formar parte del síndrome de
miositis tensional. El término miositis pronto se volvió obsoleto, habién¬
dose comprobado años antes que los nervios podrían estar implicados
en el SMT, como hemos visto en lo dicho hasta aquí. Ahora empezaba
a darme cuenta de que había otro tipo de tejido que podría formar par¬
te del proceso, y a medida que pasaba el tiempo, esta sospecha se
volvía cada vez más evidente.
Lo que primero llamó mi atención fueron los informes de los
pacientes tratados: además de la desaparición del dolor de espalda,
sus dolores tendinosos (como el «codo de jugador de tenis») también
desaparecían. Como es bien sabido, el codo de tenista es una de las
tendonitis más comunes. Generalmente se supone que los tendones
doloridos están inflamados, presumiblemente por un exceso de activi¬
dad. El tratamiento común comprende la administración de medica¬
mentos antiinflamatorios y una restricción de la actividad.
Habiendo visto que era posible que el dolor tendinoso formara
parte del SMT, comencé a indicar a los pacientes que su tendonitis
desaparecería si permitían que ocupase el mismo lugar en su pensa¬
miento que el dolor de espalda. Los resultados fueron alentadores y
ello aumentó mi confianza en el diagnóstico. Ahora puedo afirmar que

24
Las manifestaciones del SMT

la tendonalgia suele ser una parte integral del SMT y, en algunos casos,
constituye su principal manifestación.
Es evidente que el codo no es el lugar donde las tendonalgias se
presentan más comúnmente. Según mi experiencia, la rodilla ostenta
ese dudoso mérito. Algunos de los diagnósticos usuales para el dolor
de rodilla son condromalacia, inestabilidad de la rótula y traumatismo.
Sin embargo, un examen físico revelará que uno o más de los tendones
y ligamentos que rodean la articulación presentan sensibilidad extrema,
y el dolor generalmente desaparece junto con el dolor de espalda.
Otros lugares en los que generalmente se presenta el dolor son el
pie, (ya sea en la planta, el empeine o el tendón de Aquiles) y el tobillo.
Los diagnósticos más comunes para este tipo de dolor son neuroma,
espolón óseo, fascitis plantar, pie plano y traumatismo debido a un
exceso de actividad física.
Los hombros son otros de los puntos en los que se presentan ten¬
donalgias provocadas por SMT. El diagnóstico estructural más común
es la bursitis. También en este caso es fácil identificar, por medio de la
auscultación, un punto sensible en algún tendón de la espalda. Con fre¬
cuencia, el trastorno afecta también a los tendones de las muñecas. Es
posible que lo que se conoce como síndrome del túnel carpal forme
parte del SMT. Sin embargo, no puedo afirmarlo categóricamente sin
realizar más observaciones y estudios.
Recientemente atendí a una paciente que, tras haber sufrido un
accidente menor, sufría dolor en un punto donde nunca antes lo había
experimentado. Esta paciente padecía dolor en la cadera, y las radio¬
grafías que se le habían practicado mostraban la presencia de artritis en
las articulaciones de esa zona. Dicho padecimiento era más pronuncia¬
do en el lado en el que sentía el dolor. Por ello, se le había indicado que
el mismo se debía a la artritis. Esta paciente había sido muy susceptible
al SMT en el pasado, por lo que le sugerí que viniera a verme para prac¬
ticarle un examen. Las radiografías mostraron una cantidad muy
pequeña de artritis en la articulación mencionada, aproximadamente la

25
que cabría esperar en una persona de su edad. Esta paciente poseía
una excelente amplitud de movimiento en la articulación y no sentía
ningún dolor al levantar pesos ni al mover la pierna. Cuando le pedí que
tocara el sitio exacto en el que sentía el dolor, identificó una pequeña
zona en la que el tendón del músculo se une al hueso, bastante más
arriba de la articulación de la cadera. Ese punto era sensible a la pre¬
sión. Le indiqué que sospechaba que padecía una tendonalgia provo¬
cada por SMT y el dolor desapareció en unos cuantos días.
La tendonalgia de la cadera se atribuye comúnmente a lo que se
conoce como bursitis trocanterial. En este caso, ese diagnóstico no era
aplicable, ya que el punto dolorido se encontraba más arriba que el
trocánter, que es la protuberancia ósea situada en la parte superior del
costado de la cadera.
El SMT puede manifestarse en muchas partes del cuerpo y tien¬
de a desplazarse hacia otros lugares, particularmente si el paciente
hace algo para combatirlo. Con frecuencia, las personas que padecen
este trastorno experimentan dolores en otros lugares cuando la dolen¬
cia original mejora. Es como si el cerebro no estuviera dispuesto a
abandonar esta cómoda estrategia para desviar la atención del ámbito
de las emociones. Por ello, es particularmente importante que el
paciente sepa cuáles son los puntos en los que puede presentarse el
dolor. Siempre indico a mis pacientes que vengan a verme cuando sien¬
tan un nuevo dolor a fin de averiguar si forma parte o no del SMT.
En resumen, el SMT afecta a tres tipos de tejido: muscular, ner¬
vioso y el de los tendones y ligamentos. Veamos ahora cómo se mani¬
fiesta este trastorno.

26
Las manifestaciones del SMT

EL inicio DEL DOLOR: IDEAS DE LOS


PACIENTES ACERCA DE LAS CAUSAS Y TIPOS

Cuando los pacientes con SMT reciben atención médica por pri¬
mera vez, la mayoría de ellos tiene la impresión de que está sufriendo
los resultados de una lesión ya vieja, de un proceso degenerativo, de
una anomalía congénita o de alguna deficiencia relacionada con la fuer¬
za o la flexibilidad de sus músculos. La idea de que el trastorno se debe
a una lesión es quizás la más arraigada. Con frecuencia, los pacientes
la asocian con las circunstancias en las que comenzó el dolor.
De acuerdo con los datos de una encuesta que realizamos hace
algunos años, el 40% de un grupo representativo de pacientes informó
que el inicio del dolor estaba asociado con algún tipo de incidente físi¬
co. Para algunos, se trató de un accidente automovilístico menor, usual¬
mente un golpe por detrás. Las caídas en el hielo o al bajar un escalón
también fueron mencionadas con frecuencia, lo mismo que el levanta¬
miento de objetos pesados o la realización de un esfuerzo excesivo.
Asimismo, como era de esperar, en algunos casos el padecimiento se
atribuía a la práctica del atletismo, el tenis, el golf o el baloncesto. El
dolor podía comenzar minutos, horas o días después del incidente, lo
cual planteaba importantes preguntas con respecto a la naturaleza del
primero. Algunos de los incidentes mencionados eran verdaderamente
triviales, como agacharse para recoger el cepillo de dientes o girar la
cintura para alcanzar la alacena, sin embargo el dolor resultante fue tan
intolerable como si hubieran intentado levantar el frigorífico.
Recuerdo a un hombre joven que experimentó un espasmo tan
severo y persistente mientras estaba sentado en su despacho, ante su
mesa de trabajo, que tuvo que ser llevado a su casa en una ambulan¬
cia. Las siguientes cuarenta y ocho horas fueron insoportables, pues no
podía moverse sin provocar una nueva oleada de dolor.
¿Cómo puede ser que incidentes tan diversos provoquen un dolor
tan insoportable? En vista de los diferentes grados de gravedad de

27
^ESEDa^0goE^

dichos acontecimientos y de la gran variabilidad que se da en cuanto al


momento de inicio del dolor, he llegado a la conclusión de que el inci¬
dente físico no es la causa del mismo, sino simplemente un disparador.
Aparentemente, muchos pacientes no necesitan tal disparador; pues el
dolor se va presentando gradualmente, o el paciente despierta con él
por la mañana. En la encuesta mencionada líneas arriba, el 60% de los
pacientes entraba en esta categoría.
La idea de los incidentes físicos como disparadores es apoyada por
el hecho de que no hay manera de distinguir, en términos de la gravedad
posterior ni de la duración del episodio, entre los dolores que comienzan
gradualmente y aquellos que se inician de manera dramática. Todo esto
adquiere sentido si consideramos la naturaleza del SMT. Los pacientes no
están lesionados, a pesar de que así lo crean. El incidente físico no hizo
más que dar al cerebro la oportunidad de iniciar un episodio de SMT.
Existe otra razón para dudar acerca de la función de las lesiones
en estos episodios de dolor de espalda. Uno de los sistemas más pode¬
rosos que han evolucionado a lo largo de los millones de años desde la
aparición de la vida en el planeta es la capacidad biológica de sanar y
recuperarse. Las partes de nuestro cuerpo tienden a sanar muy rápi¬
damente cuando sufren una lesión. Incluso el fémur, que es el hueso
más largo de nuestro organismo, tarda sólo seis semanas en regene¬
rarse. Y durante el proceso, el dolor se presenta sólo durante un perio¬
do muy corto. Es ilógico pensar que una lesión que ocurrió hace dos
meses pueda seguir causando dolor, por no mencionar a aquellas que
tienen uno, dos o más años. Y aun así, la gente está tan adoctrinada
con la idea de las lesiones persistentes, que la acepta sin cuestionarla.
Invariablemente, los pacientes cuyo dolor ha ido evolucionando
gradualmente lo atribuyen a un incidente físico que pudo haber ocurri¬
do años atrás, como un accidente automovilístico o de esquí. Dado que
en la mente de esas personas el dolor de espalda es algo «físico», es
decir estructural, debe haber sido provocado por una lesión. En lo que
a ellas respecta, tiene que haber una causa física.

28
Las manifestaciones del SMT

Esta idea es uno de los mayores obstáculos para la recuperación.


Es necesario resolverla en la mente del paciente, de lo contrario el dolor
persistirá. Los pacientes deben comenzar a pensar gradualmente en
términos psicológicos y, de hecho, cuando se les diagnostica el SMT,
con frecuencia comienzan a recordar los factores psicológicos que con¬
currían en sus vidas cuando sufrieron los episodios agudos, unas veces
fue un nuevo trabajo, contraer matrimonio, una enfermedad de algún
miembro de la familia, una crisis financiera, etc. O bien, el paciente pue¬
de admitir que siempre ha sido muy aprensivo, escrupuloso y responsa¬
ble en exceso, compulsivo y perfeccionista. Al admitirlo, habrá iniciado el
proceso de ver las cosas desde la perspectiva correcta. En este caso,
ello implica reconocer que existen trastornos físicos que desempeñan
una función psicológica en el organismo humano. No ser conscientes de
este hecho es condenarse al dolor o la incapacidad perpetua.

LOS DISTINTOS TIPOS DE INICIO

El ataque agudo
Quizás la manifestación más común, y sin duda la que más ate¬
moriza del SMT, sea el ataque agudo. Usualmente surge de la nada y
el dolor que provoca suele ser intolerable, como se describe en el caso
del hombre mencionado anteriormente. Estos ataques se concentran
generalmente en la parte baja de la espalda y afectan a los músculos
lumbares, a los glúteos o a ambos. Cualquier movimiento desata una
nueva oleada de dolor, por lo que este trastorno resulta muy molesto,
por decir lo menos. Es evidente que los músculos afectados se han
vuelto espasmódicos. El espasmo es un estado de contracción extre¬
ma, que es anormal y puede ser terriblemente doloroso. Casi todos
hemos sentido alguna vez un calambre en el pie o en la pierna. Pues
bien, un calambre es un estado espasmódico, con la diferencia de que
éste se detiene cuando estiramos el músculo afectado. Sin embargo, el

29
^REsEDao0iosoE^

espasmo de un ataque de SMT no cesa tan fácilmente. Cuando parece


que comienza a ceder, cualquier movimiento puede hacer que empie¬
ce de nuevo.
Como veremos en el capítulo en el que se describe la fisiología
del padecimiento (página 30), opino que la privación de oxígeno es la
responsable del espasmo, lo mismo que de otros tipos de dolor carac¬
terísticos del SMT. Es probable que los calambres comunes también
sean consecuencia de dicha privación, lo cual explicaría por qué ocu¬
rren usualmente mientras dormimos, que es cuando nuestra circula¬
ción sanguínea se vuelve más lenta y somos más propensos a experi¬
mentar un estado temporal menor de falta de oxígeno en los músculos
de las piernas. El flujo de sangre puede restaurarse rápidamente
mediante la contracción muscular. Sin embargo, en el SMT, la insufi¬
ciencia del flujo es mantenida por los nervios autónomos, por lo que el
estado muscular anómalo persiste.
Muchas personas afirman haber escuchado un sonido como de
quebradura o chasquido en el momento en que empezaron a sentir el
dolor. Los pacientes suelen usar la frase «se me quebró la espalda»,
pues están seguros de que algo se ha roto. No es así, aunque el
paciente juraría que ha sufrido algún tipo de daño estructural. El origen
del sonido mencionado permanece siendo un misterio. Quizás sea simi¬
lar al que se produce al manipular la columna, que es una especie de
«aflojamiento» de las articulaciones vertebrales. Sin embargo, una cosa
es clara: ese sonido no denota nada potencialmente dañino.
Si bien la parte baja de la espalda es el punto en el que más
comúnmente se presentan los ataques agudos, pueden también ocurrir
en el cuello, los hombros o la parte alta o baja de la espalda.
Independientemente del lugar en el que se presente, se trata de uno de
los padecimientos más dolorosos que se conocen, lo cual resulta iróni¬
co, puesto que es completamente inocuo.
Con frecuencia, estos ataques hacen que el tronco se curve hacia
delante, hacia alguno de los lados, o un poco de ambas cosas. No

30
Las manifestaciones del SMT

sabemos cuál es la razón de esto ni cuál es el mecanismo. Natural¬


mente, es algo muy molesto, pero carece de importancia.
Estos episodios no tienen una duración precisa, e invariablemen¬
te dejan a la persona llena de miedo y aprensión. Generalmente se
piensa que algo terrible ha ocurrido y que es importante tener mucho
cuidado y no hacer nada que pueda lastimar la espalda y desencade¬
nar otro ataque.
Si el dolor en la parte baja de la espalda viene acompañado de
dolor en la pierna o ciática, la preocupación y la aprensión se incre¬
mentan, dado que ello hace surgir el espectro de la hernia discal y la
posibilidad de tener que someterse a una operación quirúrgica. En esta
época, dominada por los medios de comunicación, casi todos hemos
oído hablar de ese tipo de hernias y la sola idea provoca una gran ansie¬
dad, lo cual a su vez produce más dolor. Si los estudios médicos mues¬
tran la existencia de una hernia discal (intervertebral), la aprensión se
multiplica. Y si la persona experimenta adormecimiento u hormigueo
acompañados de debilidad en la pierna o el pie, síntomas todos que se
presentan con el SMT, el miedo resultante prepara el terreno para un
episodio prolongado de dolor. Como veremos más adelante, las hernias
discales pocas veces son la causa del dolor (véase la página 124).
No hay mucho que pueda hacerse para acelerar el fin de un epi¬
sodio de esa naturaleza. Si la persona es lo suficientemente afortuna¬
da para darse cuenta de lo que está sucediendo, y sabe que sólo se tra¬
ta de un espasmo muscular que no implica ningún trastorno estructural,
el ataque será breve. Sin embargo, estos casos son muy raros. Yo acon¬
sejo a mis pacientes que permanezcan en cama, que tomen algún
analgésico fuerte y que no se angustien por lo que les ha sucedido.
Además les recomiendo que prueben su capacidad de movimiento y
que no asuman que deben permanecer inmóviles durante días o sema¬
nas. Si el paciente es capaz de superar su aprensión, la duración del
ataque se reducirá considerablemente.

31
v^RESEDa00l0)?0E^f

El dolor de inicio lento


En cerca de la mitad de los casos, el SMT se presenta gradualmente;
es decir, no existe un episodio particularmente notable. En algunos casos no
hay ningún incidente físico al cual atribuir el dolor. En otros, el dolor puede
seguir a un incidente físico, aunque con horas, días e incluso semanas de
diferencia. Este patrón es muy común después de un accidente menor de
tráfico, por ejemplo, cuando otro coche nos golpea por la parte posterior, lo
cual hace que echemos la cabeza violentamente hacia atrás. Los exámenes
médicos y las radiografías no muestran ninguna fractura ni dislocación, pero
poco después comienza el dolor, usualmente en los hombros y el cuello, y
ocasionalmente en las partes media o baja de la espalda. También puede
presentarse dolor en un brazo o en la mano lo cual, al igual que la ciática,
provoca mucha ansiedad. En ocasiones el dolor se inicia en el cuello y en los
hombros, extendiéndose luego hacia el resto de la espalda. Si el paciente
sabe que se trata de SMT, la duración del padecimiento será breve. Sin
embargo si se realiza algún tipo de diagnóstico estructural, los síntomas
podrán prolongarse durante meses a pesar del tratamiento.

EL MOMENTO DEL INICIO

Ya sea un ataque agudo o de inicio lento, ¿por qué se presenta el


dolor cuando lo hace? Recordemos que, sin importar su gravedad, el
incidente físico no es más que un disparador. Por lo tanto, la respuesta
ha de buscarse en el estado psicológico del paciente. En ocasiones, la
razón es obvia: una crisis financiera o de salud, o algo que comúnmen¬
te se consideraría como una ocasión feliz, como el matrimonio o el naci¬
miento de un hijo. He atendido a varias personas altamente competiti¬
vas cuyo dolor comenzó durante una competición deportiva, como un
partido de tenis. Naturalmente, estas personas pensaron que se habían
«lastimado». Cuando se daban cuenta de que padecían SMT, admitían
lo ansiosas que se sentían con respecto a la competición.

32
Las manifestaciones del SMT

Lo que determina si habrá una reacción física no es la ocasión en


sí, sino el grado de ansiedad o de ira que genera. Lo importante es la
emoción generada y reprimida, debido a que tenemos tendencia a
refrenar las emociones desagradables, dolorosas o vergonzosas. Estos
sentimientos reprimidos son estímulos para el SMT y también para
otros trastornos semejantes. La ansiedad y la ira son dos de esas emo¬
ciones indeseables de las que preferiríamos no estar enterados, por lo
que nuestra mente hace lo posible por mantenerlas en los subterrá¬
neos del inconsciente. Todo esto lo analizaremos con más detalle en el
capítulo dedicado a los factores psicológicos del trastorno.
Algunas personas afirman: «Cuando comenzó el dolor no sucedía
absolutamente nada en mi vida». Sin embargo, cuando comenzamos a
hablar de las pruebas y las tribulaciones de la vida cotidiana, general¬
mente comprobamos que tales personas generan ansiedad todo el
tiempo. Pienso que estas emociones se van acumulando gradualmen¬
te hasta alcanzar un umbral tras el cual comienzan los síntomas. Una
vez que se dan cuenta de ello, estos pacientes aceptan sin dificultad
que son personas perfeccionistas y con muchas responsabilidades, y
que generan mucha ira y ansiedad inconsciente como respuesta a las
presiones de la vida cotidiana.

La reacción de inicio retardado


Existe otro patrón interesante que observo con frecuencia. En
estos casos, los pacientes pasan por un período muy estresante, que
puede durar semanas o meses, como la enfermedad de un miembro de
la familia o una crisis financiera. Estas personas se encuentran física¬
mente bien durante ese periodo, pero una o dos semanas después de
que éste termine, sufren un ataque de dolor de espalda, ya sea agudo
o de inicio lento. Podría parecer que aceptan el reto y hacen todo lo
posible para afrontar el problema, pero una vez que éste se soluciona,
la ansiedad acumulada amenaza con abrumarlas, lo cual da origen al
dolor.

33
Otra forma de ver lo anterior es considerar que, durante la crisis,
dichas personas no tienen tiempo de ponerse enfermas, ya que emplean
toda su energía emocional en afrontar el problema.
La tercera posibilidad es que la crisis o situación estresante propor¬
cione el suficiente dolor emocional y la suficiente distracción, por lo que el
dolor físico no es necesario. El síndrome doloroso parece servir para desviar
la atención de la persona de las emociones indeseables reprimidas, como
la ansiedad y la ira. Cuando atravesamos por una crisis, tenemos demasia¬
das cosas en qué preocuparnos, por lo que no necesitamos un distractor.
Cualquiera que sea la explicación psicológica, el patrón descrito
es muy común y es importante reconocerlo, a fin de que el dolor de
espalda no se atribuya a algún factor «físico».

El síndrome de las vacaciones


o del fin de semana
Las ocasiones en las que generamos ansiedad dependen princi¬
palmente de la estructura y los detalles de nuestra personalidad.
Muchas personas sufren ataques de dolor mientras están de vacacio¬
nes, o si padecen ya un dolor, éste se agrava los fines de semana. En
algunos casos, la razón es obvia: el hecho de alejarse del trabajo o de
los negocios les produce una gran ansiedad. Esto se parece un poco al
inicio retardado pues, mientras están en el trabajo, estas personas
«queman» la ansiedad, pero cuando se alejan de él, supuestamente
para relajarse, la ansiedad se acumula en ellos.
Hablando de relajación, con frecuencia escuchamos que la gente
dice «relájate» como si se tratara de algo que pudiera hacerse volunta¬
riamente. Existen también numerosas técnicas para relajarse, como
ciertos medicamentos, la meditación o la biorretroalimentación, por
nombrar sólo unos cuantos. Sin embargo, a menos que el proceso de
relajación reduzca efectivamente la ira y la ansiedad reprimidas, uno
seguirá sufriendo padecimientos como el SMT y las cefaleas causadas
por la tensión, a pesar de sus intentos por relajarse. Algunas personas

34
Las manifestaciones del SMT

no saben cómo dejar atrás sus preocupaciones diarias y cómo dirigir su


atención hacia algo más placentero. Recuerdo a una paciente que
decía que su dolor comenzaba invariablemente cuando se preparaba
una copa y se sentaba para relajarse.
Recientemente atendí a un hombre joven, cuyo caso ilustra muy
bien el síndrome de las vacaciones. El paciente afirmaba haber estado
bajo mucha presión durante largo tiempo y no haber sufrido ningún
dolor de espalda. Sin embargo, durante su luna de miel, lo despertó una
pesadilla seguida inmediatamente de un severo espasmo en la espal¬
da en el que, según dijo, «mi espalda se quebró completamente».
Desde luego, este ataque pudo deberse a la tensión provocada por su
reciente matrimonio, pero dado que era una persona extremadamente
escrupulosa, me incliné a relacionar el episodio con su trabajo.
Cuando lo atendí, tres meses después, aún presentaba síntomas,
sin duda debidos a que un estudio de imágenes obtenidas por reso¬
nancia magnética había mostrado la existencia de una hernia discal en
el extremo inferior de la columna vertebral y se había discutido la posi¬
bilidad de realizarle una operación quirúrgica. (Cabe señalar que el
estudio de imágenes obtenidas por resonancia magnética es un proce¬
dimiento de diagnóstico muy avanzado, capaz de producir una imagen
de los tejidos blandos del cuerpo, que permite detectar la presencia de
tumores o hernias intervertebrales).
Sin embargo, tras leer mi libro acerca del SMT, se dio cuenta de
que encajaba en el grupo de pacientes descritos en él y acudió a con¬
sultarme. Los resultados de las pruebas señalaron inequívocamente
que su caso se trataba del SMT. De hecho, dichos estudios mostraban
que sus síntomas no podían deberse a la hernia discal debido a que
presentaba debilidad en dos conjuntos musculares de la pierna, que no
podía ser provocada por la hernia. Sólo la intervención del nervio ciáti¬
co, característica del SMT, podía haber producido este cuadro neuroló-
gico. De cualquier forma, el paciente se alegró al saber que el SMT era
la causa de sus problemas y se recuperó rápidamente.

35
vX$£RESE DEL D0/ Qi
R de esp/^^

Otra explicación, difícil de aceptar por muchas personas, es que


existen muchas fuentes de ansiedad e ira en sus vidas, por ejemplo, un
matrimonio desavenido, problemas con los hijos o la obligación de cui¬
dar al padre o a la madre anciana. Hemos visto numerosos ejemplos de
lo anterior: mujeres atrapadas en matrimonios negativos que les resul¬
tan insoportables pero que no pueden romper debido a que dependen
emocional o económicamente de su esposo, o personas que se sienten
perfectamente competentes para realizar su trabajo, pero que no pue¬
den lidiar con su pareja o sus hijos.
Recuerdo a una mujer que padecía un dolor persistente y que
vivía con un hermano muy difícil. A pesar de que se había sometido a
psicoterapia, el dolor no cedía. Un día me dijo que había hecho algo
muy inusual: se había enfurecido con su hermano, le había gritado y le
había vociferado por toda la casa. Y ello hizo desaparecer el dolor. Por
desgracia, no fue capaz de mantener su postura con firmeza y el dolor
volvió.

El síndrome de las fiestas


Con frecuencia escuchamos que las fiestas pueden ser estresan¬
tes. Lo que debería ser un tiempo de relajación y diversión suele ser
desagradable para muchas personas. Me ha impresionado el hecho de
que muchos pacientes afirman que sus ataques comenzaron antes,
durante o poco después de las principales fiestas del año.
La razón es obvia: las grandes fiestas generalmente implican
mucho trabajo, particularmente para las mujeres, quienes, en nuestra
cultura, son responsables de organizar y llevar a cabo las celebracio¬
nes. Y por supuesto, la sociedad les exige que lo hagan alegremente,
con una sonrisa. Usualmente, las mujeres no son conscientes de estar
generando grandes cantidades de resentimiento, por lo que el inicio del
dolor les resulta una completa sorpresa.

36
Las manifestaciones del SMT

LA HISTORIA NATURAL DEL SMT

¿Cuáles son los patrones comunes del SMT? ¿Qué sucede con
el paso del tiempo, cuando uno se ve aquejado por este trastorno?

Condicionamiento
Para comprender el SMT, es indispensable conocer un fenómeno
muy importante conocido como condicionamiento. Hay un término más
moderno que significa lo mismo: programación. Todos los animales,
incluidos los humanos, pueden ser condicionados. Este fenómeno salió
a la luz gracias al experimento realizado por el psicólogo ruso Pavlov, a
quien se atribuye el descubrimiento del condicionamiento. Este científi¬
co demostró, mediante sus experimentos, que los animales hacen aso¬
ciaciones que producen reacciones físicas automáticas y reproducibles.
En su investigación, Pavlov tocaba una campana cada vez que alimen¬
taba a un grupo de perros. Tras repetir esto varias veces, descubrió que
los perros salivaban cada vez que él tocaba la campana, aunque no les
llevara comida. Los animales habían sido condicionados a presentar
una reacción física al oír el sonido de la campana.
El proceso de condicionamiento o programación es muy impor¬
tante para determinar cuándo un paciente con SMT sufrirá un episodio
de dolor. Por ejemplo, muchas de las personas que padecen dolor en la
parte baja de la espalda afirman que éste se presenta invariablemente
cuando se sientan. Sentarse es una actividad tan inofensiva, que resul¬
ta sorprendente que sea la causante del dolor. Sin embargo, el condi¬
cionamiento se presenta cuando dos cosas ocurren al mismo tiempo,
por lo que es fácil imaginar que en algún momento, al inicio del trastor¬
no, la persona sufrió un dolor al estar sentada. El cerebro asocia el
estar sentado con la presencia del dolor, por lo que la persona se pro¬
grama para sentir dolor al sentarse. En otras palabras, el dolor se pre¬
senta debido a esta asociación inconsciente con el hecho de sentarse,
y no porque sentarse sea dañino para la espalda. Esta es una de las

37
formas en las que puede establecerse una respuesta condicionada. Sin
embargo, es probable que existan otras de las que no estoy enterado,
dado que el sentarse es un problema tan común para las personas con
dolor en la parte baja de la espalda. Los asientos de los automóviles tie¬
nen una mala reputación, de manera que muchas de esas personas
esperan sentir dolor en cuanto se suben a un coche.
Con frecuencia, los pacientes se programan para sentir dolor
debido a lo que les han dicho sus médicos. «Nunca se incline doblando
la cintura» significa que sufrirán dolor cada vez que lo hagan, aunque
nunca antes les hubiese ello provocado dolor alguno. Algunas personas
afirman que al sentarse, el extremo inferior de la columna se comprime,
lo que, desde luego, debe producirles dolor cada vez que se sientan.
Permanecer en pie sobre el mismo lugar, levantar pesos o cargar cosas
son actividades con mala reputación y pueden incorporarse fácilmente
al patrón de condicionamientos de cualquier paciente.
Muchas personas afirman que su dolor desaparece si caminan un
poco, mientras que en otras, el hecho de caminar puede desencadenar
una crisis. Algunas sufren fuertes dolores por la noche, y ello les impi¬
de dormir. Un hombre trabajaba todo el día levantando grandes pesos
y nunca tuvo ningún signo de dolor. Sin embargo, todas las noches,
alrededor de las tres de la mañana, despertaba con un severo dolor que
persistía hasta que el paciente se levantaba. Evidentemente, se trataba
de una reacción condicionada.
Otras personas afirman dormir bien, pero el dolor se presenta
cuando despiertan y se levantan de la cama. En estos pacientes, la
severidad del dolor generalmente se incrementa a medida que trans¬
curre el día.
El historial clínico y el examen físico de estas personas demuestra
que padecen SMT, pero están programadas para creer que sufren de
algún otro trastorno. Lo que indica que estas reacciones son condicio¬
nadas es el hecho de que desaparecen pocas semanas después de que
los pacientes se someten a mi programa de tratamiento. Si estuviesen

38
Las manifestaciones del SMT

provocadas por un daño estructural, no desaparecerían gracias a la


terapia (la cual consiste principalmente en seminarios), como ocurre en
los pacientes tratados con éxito. El condicionamiento se elimina
mediante un proceso educativo.
Es necesario destacar la importancia que el condicionamiento tie¬
ne en el SMT, debido a que explica muchas de las reacciones que para
los pacientes resultan incomprensibles. Si alguien dice: «Puedo levantar
un peso ligero, pero cualquier cosa que pese más de dos kilos me pro¬
voca un terrible dolor», es imposible que el trastorno sea provocado por
alguna anomalía estructural. Veamos otro ejemplo: el de una mujer que
puede agacharse hasta apoyar sin dificultad las palmas de las manos en
el suelo, pero que experimenta el dolor ¡cuando se pone los zapatos!
Muchas de estas respuestas condicionadas se derivan del miedo
que la gente siente cuando sufre dolor de espalda, especialmente si
éste se presenta en su parte baja. Se les ha dicho y han leído que la
espalda es frágil, vulnerable y que puede lesionarse con facilidad, por
lo que si tratan de realizar alguna actividad vigorosa, como correr, nadar
o pasar la aspiradora, la espalda comenzará a dolerles. Estas personas
han aprendido a asociar la actividad con el dolor. Como lo esperan, el
dolor se presenta. Eso es el condicionamiento.
La postura o actividad específica que produce el dolor es irrele¬
vante en sí misma. Lo importante es saber que ha sido programada
como parte del SMT y que, por tanto, su importancia es más psicológi¬
ca que física.

Patrones comunes del SMT


Quizás el patrón más común sea el de las personas que sufren
ataques agudos recurrentes del tipo descrito en páginas anteriores.
Dichos ataques pueden durar días e incluso meses, aunque la fase más
aguda del dolor desaparece en unos cuantos días. Generalmente, el tra¬
tamiento se compone de reposo en cama, analgésicos, y medicamentos
antiinflamatorios administrados por vía oral o mediante inyecciones. Si

39
^ESEDa0otoR0E^

el paciente es hospitalizado, generalmente se le somete a tracción,


aunque el propósito de la misma no es separar las vértebras sino inmo¬
vilizar a la persona, dado que dicha separación no podría hacerse con
los pesos que se utilizan en esos casos. Yo no indico a mis pacientes
qué deben hacer en caso de un ataque agudo, ya que el objetivo de mi
programa es evitar que los ataques ocurran, es decir, prevenirlos. Sin
embargo, en ocasiones me llaman personas que sufren un ataque agu¬
do pero, como he mencionado antes, sólo es cuestión de esperar.
Quizás les prescriba un analgésico potente, pero no un antinflamatorio,
dado que no presentan ninguna inflamación.
Lo irónico de la experiencia usual en dichos ataques es que la
mayoría de los pacientes estaría mejor si no consultase al médico. Sin
embargo, esto no es muy adecuado ya que, de vez en cuando, el hecho
de hacerse examinar por un médico puede ser psicológicamente impor¬
tante. Suponiendo que no exista nada realmente serio, como un tumor,
el diagnóstico usual es alguna anomalía estructural. Un diagnóstico ate¬
morizante (como algún trastorno degenerativo de los discos interverte¬
brales, una hernia discal, artritis, estenosis espinal, o síndrome FACET)
aunado a las terribles advertencias acerca de lo que podría ocurrir si el
paciente no pasa el suficiente tiempo en reposo y si vuelve a correr, a
usar una aspiradora o a jugar al tenis o a los bolos, es la combinación
perfecta para producir un dolor múltiple y persistente.
Sin embargo, el espíritu humano es más o menos indomable y,
tarde o temprano, los síntomas desaparecen, dejando al paciente relati¬
vamente libre del dolor, aunque con un estigma emocional permanente.
Con excepción de unos cuantos valientes, la mayoría de las personas
que han sufrido un ataque de esa naturaleza nunca emprenden tranqui¬
lamente ninguna actividad vigorosa. La experiencia y sus implicaciones
los han vuelto extremadamente sensibles y, en mayor o menor medida, se
ven a sí mismos como individuos permanentemente alterados. Estas per¬
sonas temen un nuevo ataque y éste termina por presentarse. Puede ser
seis meses o un año después, pero la profecía se cumple y los temidos

40
Las manifestaciones del SMT

sucesos ocurren de nuevo. Una vez más, la persona atribuye el ataque


a algún incidente físico. Esta vez puede presentarse también un dolor
en la pierna, y si los estudios de resonancia magnética o TI descubren
una hernia discal, es posible que se mencione la posibilidad de practi¬
carle una operación quirúrgica. (La TI, o tomografía informatizada, es
una técnica avanzada de rayos X que, al igual que los estudios median¬
te resonancia magnética, proporciona información acerca de los tejidos
blandos y el hueso). Todo esto incrementa la ansiedad del paciente y el
dolor puede volverse todavía más severo.
Este patrón recurrente de los ataques agudos es muy común. Con
el paso del tiempo, los ataques tienden a volverse más frecuentes, más
severos y a durar más tiempo. Cada nuevo ataque incrementa el miedo
y la tendencia a evitar las actividades físicas. Algunos pacientes llegan
a quedar prácticamente incapacitados a medida que pasa el tiempo.
Desde mi punto de vista, las restricciones y el miedo a la actividad
física son el peor aspecto de estos síndromes dolorosos, ya que siem¬
pre están presentes, aunque el dolor venga y se vaya. Además, afectan
profundamente a todos los aspectos de la vida: el trabajo, la familia y el
tiempo libre. De hecho, he conocido a personas mucho más incapacita¬
das en su vida diaria que los pacientes que sufren de parálisis en ambas
piernas. Muchos de estos últimos van al trabajo diariamente sin ayuda,
tienen una familia y viven vidas completamente normales, con excepción
de la silla de ruedas. En cambio, los pacientes graves de SMT pueden
tener que permanecer en cama la mayor parte del día debido al dolor.
La mayoría de las personas que sufren ataques recurrentes desa¬
rrollan un patrón crónico. Comienzan por tener un dolor permanente,
generalmente leve, pero que es exacerbado por diversas actividades o
posturas que han incorporado a su patrón de condicionamiento:
«Puedo acostarme sobre mi lado izquierdo, pero no sobre el derecho»;
«Siempre debo ponerme una almohada entre las piernas cuando me
acuesto»; «Nunca voy a ninguna parte sin mi asiento acojinado»; «Mi
corsé (o collarín) me es indispensable para evitar el dolor»; «Si me siento

41
v,eÉ.ffis E°aDOio#OEEspf^

durante más de cinco minutos, me da un fuerte dolor»; «Las únicas


sillas en las que puedo sentarme deben tener un asiento rígido y un
respaldo recto»; etcétera.
Y para algunas personas, el dolor se convierte en la preocupación
principal de sus vidas. Es común escuchar a personas que afirman que el
dolor es lo primero que perciben al despertar por la mañana y en lo último
que piensan cuando se van a dormir. Están obsesionadas con el dolor.
El SMT se manifiesta de muy diversas maneras. Hay personas
que padecen un pequeño dolor permanente que las hace restringir sus
actividades físicas en diversos grados. Otras padecen ataques agudos
ocasionales pero viven vidas esencialmente normales con pocas o nin¬
guna restricción.
Lo que he venido describiendo son las manifestaciones más
comunes y más dramáticas del SMT: las que ocurren en la parte baja de
la espalda y en las piernas. Sin embargo, un episodio severo que afecte
al cuello, los hombros y los brazos también puede ser muy dramático e
igual de limitante. A continuación presento un ejemplo característico.
El paciente era un varón de mediana edad que había sufrido ata¬
ques recurrentes de dolor en el cuello y en los hombros, así como dolor,
adormecimiento y hormigueo en las manos, durante los tres años ante¬
riores a su primera visita a mi consulta. El episodio que lo hizo acudir a
mí había comenzado ocho meses antes, con un dolor en el brazo
izquierdo. Consultó a dos neurólogos, se le habían efectuado varias
pruebas muy sofisticadas y se le informó que el dolor era resultado de
«un problema en uno de los discos intervertebrales» del cuello. Se dis¬
cutió si debía someterse de inmediato a la operación y se le advirtió
que, de no hacerlo, podría quedar paralítico. No es de sorprender que
el dolor se extendiera de su brazo hacia el cuello y la espalda. El
paciente, además de estar muy atemorizado, era incapaz de esquiar o
jugar al tenis, que eran dos de sus deportes preferidos.
El examen que le practiqué reveló que padecía SMT y que no
existía ninguna anomalía neurológica. Por fortuna, un tercer neurólogo

42
Las manifestaciones del SMT

concluyó que el dolor no se debía a ningún factor estructural, por lo que


el paciente no tuvo dificultad en aceptar el diagnóstico de SMT. Esta
persona siguió el programa, se libró del dolor en pocas semanas y pudo
reanudar sus actividades atléticas usuales. Hasta la fecha no ha sufri¬
do ningún nuevo ataque.
En ocasiones, el problema se localiza en los hombros o en la rodi¬
lla. El dolor de rodilla produce una gran debilidad en cualquier persona
que trate de realizar alguna actividad física. Yo mismo he sufrido un epi¬
sodio de ese tipo y puedo afirmar que es atemorizante, persistente y
limitante. Cualquiera de los tendones y ligamentos de los brazos y las
piernas y cualquiera de los músculos y nervios del cuello, hombros,
espalda y glúteos puede resultar afectado por el SMT.
Si bien es necesario identificar las estructuras afectadas en cada
caso, esta es la parte menos importante de la consulta. Cada encuentro
con el paciente es una excursión en la vida de esa persona. Tras determi¬
nar cuáles son las partes del cuerpo que han sido afectadas, debemos
dejar de lado esa información, ya que no actuamos directamente sobre los
músculos, nervios y ligamentos. Debemos concentrarnos en el factor de la
vida emocional del paciente que pudo haber producido los síntomas.
Me viene a la mente el caso de un hombre que, al darse cuenta de
que gozaba de una posición económica lo suficientemente-desahogada,
decidió retirarse de su negocio antes de tiempo. Poco después adquirió
el síndrome doloroso por el que acudió a mi consulta. Mientras hablába¬
mos, salió a la luz que, desde su retiro, se había estado preocupando por
diversos problemas familiares; se habían producido varias muertes en su
familia, le preocupaba la estabilidad de su negocio, que ahora había que¬
dado en manos de sus familiares, y había comenzado a preguntarse cuál
era el propósito de la vida ahora que se había retirado, además de pen¬
sar por primera vez en la vejez y la muerte. Su preocupación por estos
asuntos, consciente e inconscientemente, había producido la suficiente
ansiedad (e ira) como para precipitar el SMT. La medicina convencional
atribuyó el dolor al envejecimiento de su columna y, como era de esperar,

43
^RESEDELOOtoffoE^

el tratamiento no produjo ningún resultado. El paciente sufría de SMT.


Sus problemas no estaban en su columna, sino en su vida.
En resumen, el SMT puede afectar a los músculos posturales, a
los nervios que los rodean y a diversos tendones y ligamentos de bra¬
zos y piernas. El paciente siente dolor, quizás pinchazos, y debilidad.
Existen muchos patrones y ubicaciones diferentes para los síntomas, y
una gran variabilidad en cuanto a la severidad de los mismos, pues
pueden ir desde una leve molestia hasta la incapacidad casi total.
Los ataques recurrentes, el miedo a sufrir un nuevo ataque y a
realizar actividades físicas son los elementos que caracterizan al SMT.
Mediante los síntomas de dolor, adormecimiento, hormigueo y
debilidad, el cerebro pretende indicar que existe alguna anomalía física.
Para la mayoría de las personas, la frase «anomalía física» significa
lesión, debilidad, incompetencia y degeneración, ya sea conjuntamente o
por separado. Para apoyar esta visión de los síntomas, el inicio del dolor
suele estar asociado con alguna actividad física, cuanto más vigorosa,
mejor. Así, el paciente no tiene más remedio que llegar a la conclusión de
que alguna parte de su cuerpo se ha lesionado o estropeado. La frase
«Me he roto la espalda» es una descripción común de este suceso.
Otro elemento importante que apoya la idea de la incompetencia
estructural es la fuerte tendencia de la gente a programarse para temer
a diversas actividades sencillas y comunes como sentarse, estar en pie
en un solo lugar, agacharse o levantar pesos.
Estos síntomas, miedos y alteraciones del estilo de vida y de las
actividades cotidianas hacen que la atención de los individuos que los
padecen se centre en el cuerpo. Como veremos en los siguientes capí¬
tulos, ese es el propósito del síndrome: crear una distracción a fin de
evitar las emociones indeseables. Parece ser un precio muy alto, pero
en realidad desconocemos el funcionamiento interno de la mente, por
lo que sólo podemos hacer conjeturas respecto a su profunda aversión
por los sentimientos atemorizantes y dolorosos.

44
La
psicología
del SMT

sos síndromes que producen dolor en el cuello, los


hombros y la espalda no son problemas mecánicos que puedan curar¬
se con medios igualmente mecánicos, sino que están más relacionados
con los sentimientos, la personalidad y las vicisitudes de quienes los
padecen. Si esto es cierto, el tratamiento convencional de estos sín¬
dromes no es más que una parodia de la verdadera medicina. Los
diagnósticos médicos convencionales se concentran en la máquina, es
decir, en el cuerpo, mientras que, al parecer, el verdadero problema
está en aquello que la hace funcionar: la mente. El SMT se caracteriza
por el dolor físico, pero es inducido por fenómenos psicológicos y no por
anomalías estructurales ni por alguna deficiencia muscular. Esto es
algo extremadamente importante. En las páginas que siguen explicaré
cómo tiene lugar. Pero primero veamos algunas definiciones para ase¬
gurarnos que los términos utilizados nos resultan claros.

45
TENSIÓN

La palabra tensión se usa con mucha frecuencia y tiene significa¬


dos diferentes para personas diferentes. Tanto en mi trabajo como en
este libro utilizo el término Síndrome de Miositis Tensional (SMT) para
referirme al padecimiento que es el tema de este libro. La palabra ten¬
sional se deriva de tensión, y este término se usa aquí para designar a
las emociones generadas en el inconsciente y que, en su mayoría, per¬
manecen ahí. Esos sentimientos son resultado de una complicada inte¬
racción entre las distintas partes de la mente, y entre ésta y el mundo
exterior. Muchos de ellos son desagradables, dolorosos, vergonzosos o
de alguna manera inaceptables para nosotros mismos o para la socie¬
dad, por lo que los reprimimos. Los sentimientos a los que nos referi¬
mos son la ansiedad, la ira y la baja autoestima (sentimiento de inferio¬
ridad), y los reprimimos porque nuestra mente no desea que los expe¬
rimentemos ni que ios mostremos al mundo exterior. Es probable que si
tuviésemos la oportunidad de elegir conscientemente, la mayoría de
nosotros decidiría hacer frente a esos sentimientos negativos; sin
embargo, dada la constitución actual de la mente humana, tales senti¬
mientos son inmediata y automáticamente reprimidos, es decir, no tene¬
mos opción.
En resumen, la palabra tensión se usa en este libro para referir¬
nos a las emociones reprimidas e inaceptables.

ESTRÉS

La palabra estrés con frecuencia se confunde con tensión y pare¬


ce designar a cualquier cosa emocionalmente negativa. Yo prefiero
usarla para referirme a cualquier factor, influencia o situación que pon¬
ga a prueba, fuerce o imponga algún tipo de presión al individuo.
Podemos estar estresados emocional o físicamente. El calor o el frío

46
La psicología del SMT

excesivos provocan un estrés físico, mientras que un trabajo demasia¬


do exigente o los problemas familiares producen estrés emocional. El
estrés relacionado con el SMT provoca reacciones emocionales que
después reprimimos.
El trabajo del doctor Hans Seyle fue la primera investigación acer¬
ca de la forma en la que el estrés afecta al cuerpo. Este científico rea¬
lizó muchos estudios y escribió numerosos artículos, y su obra consti¬
tuye uno de los mayores logros médicos del siglo XX. El doctor Seyle
define el estrés biológico como «una reacción no específica del cuerpo
ante cualquier exigencia que recaiga sobre él».
El estrés puede ser interno o externo. Algunos ejemplos del estrés
externo son el trabajo, los problemas financieros, la enfermedad,
mudarse de casa, el cambio de trabajo, el cuidado de los hijos o de los
padres. Sin embargo, al parecer los factores que producen estrés inter¬
no son más importantes en la producción de la tensión. Dichos factores
se identifican con algunos atributos de la personalidad, como una
escrupulosidad excesiva, el perfeccionismo, la necesidad de destacar,
etc. Muchas personas afirman que su trabajo es muy estresante y que
por eso están tensas. Sin embargo, si no fuesen tan escrupulosas en
cuanto a lo que consideran un trabajo bien hecho, y si no trataran tan
arduamente de alcanzar el éxito, de obtener logros y de conseguir la
excelencia, no generarían esa tensión. Suelen ser personas muy com¬
petitivas y decididas a estar siempre en vanguardia. Por lo general son
muy críticas consigo mismas.
Una madre y ama de casa que tenga este tipo de personalidad se
estresará tanto como lo haría en cualquier otro trabajo, pero el centro
de sus preocupaciones lo constituye su familia. Este tipo de mujeres se
preocupa por sus hijos, por su marido, por sus padres. Desea lo mejor
para todos y hará todo lo que esté en sus manos para dárselo. También
dirá que es importante para ella que los demás la quieran y que se
siente muy mal cuando piensa que alguien está molesto con ella. (Esta
compulsión por agradar no es, desde luego, privativa de las mujeres;

47
ao'*o»*BW^

recientemente atendí en mi consulta a un hombre de edad madura que


expresó sentimientos idénticos a los descritos).
Por lo tanto, el estrés se encuentra fuera de lo que podríamos lla¬
mar el núcleo central de la estructura emocional. Se compone de las
tensiones y dificultades de la vida cotidiana y, lo más importante, de
ciertos aspectos de la propia personalidad. Y el estrés produce tensión
(es decir, sentimientos inaceptables reprimidos). A continuación estu¬
diaremos con mayor detalle la personalidad.

LA MENTE CONSCIENTE

La parte de nuestra personalidad de la que tenemos conocimien¬


to reside en la mente consciente; en ella es donde se producen las
emociones que podemos experimentar. Nos sentimos tristes, alegres,
eufóricos o deprimidos; también sabemos que somos escrupulosos, tra¬
bajadores, ansiosos, quizá compulsivos y perfeccionistas. Posiblemente
nos demos cuenta de que solemos estar irritados o de que necesitamos
imponernos. Un varón puede estar plenamente convencido de la supe¬
rioridad masculina e incluso estar orgulloso de ello. Estos sentimientos
dan forma a nuestra mente consciente y al parecer determinan lo que
hacemos en la vida y la forma en que actuamos. Pero ¿es así en reali¬
dad? Con frecuencia estas características externas reflejan impulsos
internos de los que quizás no seamos conscientes, por lo que es impor¬
tante estudiar el inconsciente, como haremos más adelante.
Muchas personas con SMT son conscientes de que su persona¬
lidad posee características de escrupulosidad extrema y suelen referir¬
se a sí mismas como personas del tipo A, según la obra de los docto¬
res Meyer Friedman y Ray Rosenman, quienes describieron al tipo de
personas proclives a sufrir enfermedades coronarias en su libro Type A
Behaviour and Your Heart (La conducta tipo A y su corazón, Nueva York,
Alfred A. Knopf, 1974). En esa obra, describieron a un tipo de personas

48
La psicología del SMT

empeñadas y obsesionadas hasta el extremo por el trabajo. Es tipo de


personas que pueden afirmar que trabajan dieciocho horas diarias sin
sentirse cansadas.
Tal conducta no es característica de las personas que sufren
SMT. A pesar de ser muy trabajadoras, son conscientes de sus propias
limitaciones y, ciertamente, de sí mismas como seres emocionales.
Tengo la impresión de que las verdaderas personas tipo A no tienen
ningún contacto emocional consigo mismas. Tales personas tienden a
negar sus sentimientos como si fuesen signos de debilidad. La hipóte¬
sis de que existe una diferencia entre los pacientes con SMT y las per¬
sonas tipo A se basa en el hecho de que muy pocos pacientes con
SMT tienen antecedentes de enfermedades coronarias o las contraen
después. Desde luego, hay unas cuantas personas con esas carac¬
terísticas, pero su número no se compara con la cantidad de pacientes
que han padecido otros trastornos, como problemas estomacales, coli¬
tis, fiebre del heno, jaquecas por tensión, acné, urticaria y muchos otros
padecimientos que parecen estar relacionados con la tensión. Dichas
afecciones pueden ser sustitutos del SMT y reflejan un nivel más bajo
de compulsividad que el de las personas tipo A.
Las características de personalidad de las que somos conscien¬
tes representan sólo una parte de nuestra estructura emocional y pue¬
den ser menos importantes que las que se hallan en el inconsciente.

EL INCONSCIENTE

La palabra inconsciente posee una acepción poco afortunada que


denota una falta de contacto con la realidad, como cuando dormimos, o
cuando alguien sufre un daño cerebral. Sin embargo, este concepto está
firmemente arraigado en los libros de psicología, en los que se usa para
referirse a esa parte de la actividad emocional de la que usualmente no
somos conscientes, por lo que es necesario utilizarla para hablar de las

49
emociones. Quizás sería más conveniente usar la palabra subconscien¬
te, por lo que la utilizaremos cuando hablemos sobre los factores no
emocionales que se encuentran por debajo del nivel de la consciencia.
El inconsciente es subterráneo; es el ámbito de lo oculto y miste¬
rioso y el lugar en el que puede residir toda clase de sentimientos, no
siempre lógicos, no siempre agradables y algunos decididamente
espantosos. Nuestros sueños reflejan en cierta medida el tipo de cosas
que habitan en nuestro inconsciente. Alguien dijo que todas las noches,
cuando dormimos, todos nos volvemos locos de una manera silenciosa
y segura, ya que es entonces cuando los restos de nuestra conducta
pueril, primitiva y salvaje, que forman parte del repertorio emocional de
toda persona, pueden mostrarse a sí mismos sin estar bajo la vigilan¬
cia de la mente consciente. El inconsciente es el depósito de todos
nuestros sentimientos, sin importar si éstos son aceptables personal o
socialmente. Es muy importante conocer el inconsciente, ya que lo que
sucede en él puede ser responsable de aquellas características perso¬
nales que nos llevan a comportarnos como lo hacemos cuando esta¬
mos despiertos, además de ser el lugar donde se origina el SMT y otros
trastornos semejantes.
Es interesante que la gran mayoría de la actividad mental y emo¬
cional suceda por debajo del nivel consciente. La mente humana es
como un iceberg, en el que la parte de la que tenemos conocimiento, es
decir, la mente consciente, representa una parte muy pequeña del total.
Es en el subconsciente donde se realizan todos los complicados pro¬
cesos que nos permiten, por ejemplo, comunicarnos verbalmente o por
escrito, pensar, razonar, recordar; en pocas palabras, hacer la mayoría
de las cosas que nos identifican como seres humanos. Nuestra capaci¬
dad de dar sentido a las cosas que vemos, de reconocer los rostros, y
de realizar docenas de actividades mentales, es resultado de una acti¬
vidad cerebral de la que no somos conscientes.
Es probable que la mayoría de las reacciones emocionales ocu¬
rran en el inconsciente. Los sentimientos permanecen allí porque están

50
La psicología del SMT

reprimidos, produciendo la serie de hechos que provocan el SMT. Este


trastorno empieza y acaba en el inconsciente.
A propósito, es necesario distinguir, como lo hizo Freud hace
mucho tiempo, entre los pensamientos inconscientes, pero que pode¬
mos volver conscientes con cierto esfuerzo, como nuestros recuerdos
(Freud llamó preconsciente a ese ámbito mental) y aquellos que no
están a nuestra disposición y que no podemos traer al ámbito cons¬
ciente. Simplemente ignoramos que existen.
Para comprender mejor cómo y por qué se inicia el SMT, es indis¬
pensable analizar algunos de esos procesos emocionales inconscientes.

Baja autoestima
Me sorprende mucho la frecuencia con que las personas albergan
sentimientos de inferioridad profundamente arraigados. Quizás se deba
a algún aspecto cultural reflejado en la manera en la que fuimos trata¬
dos cuando niños y, por consiguiente, en la forma en que nos desarro¬
llamos. Este es un tema que debe ser estudiado de manera intensiva y
sin duda, lo será algún día. Estos sentimientos de inferioridad son muy
profundos y ocultos, pero se manifiestan a través de nuestra conducta.
Generalmente tendemos a compensar nuestros sentimientos negati¬
vos, por lo que, por ejemplo, si nos sentimos débiles, actuamos con for¬
taleza. Esto queda bellamente ejemplificado por el caso de un autopro-
clamado «tipo duro», que acudió a mi consulta hace ya muchos años
para atenderse de un dolor de espalda que lo tenía convertido en un
inválido. El personal me informó que el hombre alardeaba constante¬
mente de su habilidad en el combate cuerpo a cuerpo, en los asuntos
financieros y con las mujeres. Sin embargo, en mi consulta, lloró incon¬
solablemente por su incapacidad de soportar su dolor de espalda.
Emocionalmente, no era más que un niño tratando desesperadamente
de probarse a sí mismo y a los demás lo rudo que era.
Es probable que, para la mayoría de nosotros, la necesidad com¬
pulsiva de tener un buen desempeño, alcanzar el éxito y lograr nuestras

51
^mSEDELDOLORDEES?^

metas sea un reflejo de nuestros sentimientos de inferioridad tan pro¬


fundamente arraigados. Sin importar de dónde provenga, la necesidad
de logro y de vivir de acuerdo con un papel ideal, como ser el mejor
padre, el mejor estudiante o el más trabajador, es muy común en las
personas propensas al SMT.
Un ejemplo característico es el de un paciente quien, a través de
un trabajo duro, fundó un próspero negocio y se convirtió en el patriar¬
ca y benefactor de su numerosa familia. Este hombre disfrutaba con
esa función, pero sentía sobre sí una profunda responsabilidad.
Durante toda su vida adulta había padecido dolor en la parte baja de la
espalda, el cual no cedía a ninguna forma de tratamiento. Cuando lo
atendí, los patrones de dolor estaban profundamente arraigados y for¬
maban parte de la vida cotidiana del paciente. Comprendía el concep¬
to del dolor provocado por la tensión, pero era incapaz de eliminar los
patrones de toda una vida. Se sentía demasiado viejo para someterse
a la psicoterapia, que suele ser necesaria para tratar a este tipo de
pacientes. El principal beneficio que obtuvo del tratamiento fue la segu¬
ridad de que su espalda no sufría ninguna anomalía estructural.
Otro paciente, un joven de veintitantos años, había tenido a su primer
hijo poco antes de abrir una nueva rama en el negocio familiar. La imposi¬
ción simultánea de estas nuevas responsabilidades le produjo a este joven,
extremadamente escrupuloso, un severo dolor en ¡a parte baja de la espal¬
da provocado por el SMT. Tan pronto como se dio cuenta de que el origen
de sus síntomas era la tensión interna, el dolor desapareció. Como vere¬
mos más adelante, la consciencia es la clave para recuperarse del SMT.
Todas estas personas tenían un gran sentido de la responsabili¬
dad y un fuerte impulso interno de alcanzar el éxito tanto en el ámbito
laboral como en el familiar. Son personas que no necesitan vigilancia,
pues están motivadas, son disciplinadas y ellas mismas son sus críticos
más severos.
Las personas que contraen el SMT suelen ser intensamente com¬
petitivas, decididas a alcanzar el éxito, a lograr sus objetivos y usualmente

52
La psicología del SMT

son muy cumplidas. En nuestra cultura, para alcanzar el éxito general¬


mente es necesario competir de forma eficaz, y estas personas lo
hacen. Están acostumbradas a presionarse a sí mismas y con frecuen¬
cia sienten que no han hecho lo suficiente.
En ocasiones este perfeccionismo se manifiesta en formas poco
usuales. Recuerdo haber atendido a un hombre que había crecido en
una granja. Este paciente afirmaba que, al leer mi primer libro, no podía
ver cómo este perfeccionismo podía aplicarse a él hasta que se dio
cuenta de que, en la época de la cosecha, sentía una fuerte inclinación
a colocar perfectamente las pacas de heno.
Quizás en este momento el lector estará rascándose la cabeza y
preguntándose por qué el hecho de ser muy trabajador, escrupuloso o
compulsivo provoca el SMT. Está claro que existe una relación entre
tales características de la personalidad y este síndrome doloroso, pero
¿cuál es? Para comprenderlo, es necesario hablar un poco acerca de
la ansiedad y de la ira.

Ansiedad e ira
Dado que no poseo ninguna capacitación en el campo de la psi¬
cología ni de la psiquiatría, sé que mis conceptos y explicaciones acer¬
ca de estos procesos psicosomáticos pueden resultar demasiado inge¬
nuas para los profesionales de dichas áreas. Sin embargo, este es un
libro escrito para el público en general, que seguramente agradecerá el
hecho de no usar la jerga médica ni conceptos complicados. A pesar de
mi falta de capacitación en las áreas mencionadas, es necesario que
mis observaciones acerca de este síndrome doloroso y de sus causas
sean tomadas en cuenta por los profesionales de la psicología.
Estamos hablando del territorio casi inexplorado que se encuentra entre
lo físico y lo puramente mental y emocional. Existe una relación sólida
e importante que, por desgracia, la ciencia médica contemporánea (sal¬
vo notables excepciones) no está dispuesta a explorar. La razón de esa
actitud se explica en el capítulo 7, «Mente y cuerpo». Mi experiencia en

53
v®«^DaootosoE^

el diagnóstico y el tratamiento del SMT arroja alguna luz acerca de lo


que sucede en ese misterioso ámbito en el que se une lo emocional con
lo físico.
Explico juntas la ira y la ansiedad debido a que, en mi opinión,
están estrechamente relacionadas y son los principales sentimientos
reprimidos que provocan el SMT y otros trastornos semejantes.
Desde que comencé a trabajar con este trastorno, me resultó
obvio que la mayoría de los pacientes tenía las características de per¬
sonalidad descritas líneas arriba. Aquellos que lo negaban, acababan
admitiendo que tenían muchas preocupaciones emocionales, pero
tendían a negarlas y a «no pensar en ellas».
Con este repertorio de rasgos de personalidad no fue difícil afir¬
mar que la ansiedad era la responsable del SMT, dado que un individuo
con esas características sufre de ansiedad respecto a la forma en que
resultarán las cosas. La ansiedad es un fenómeno característicamente
humano que se relaciona estrechamente con el miedo, aunque es
mucho más complejo, debido a que se basa en una habilidad que los
animales no poseen: la capacidad de anticipación. La ansiedad surge
en respuesta a la percepción del peligro y es lógica a menos que la per¬
cepción no lo sea, lo cual ocurre con mucha frecuencia. Las personas
ansiosas tienden a anticipar el peligro, generalmente cuando éste es
insignificante o no existe en absoluto. Tal es la naturaleza del animal
humano. Sin embargo, no solemos ser conscientes de esta ansiedad
debido a que se genera en el inconsciente, a partir de sentimientos de
los que no somos conscientes, y que mantenemos en esa parte de la
mente mediante el conocido mecanismo de la represión. La naturaleza
desagradable, vergonzosa y con frecuencia dolorosa de estos senti¬
mientos y de la ansiedad que generan, nos provoca una fuerte necesi¬
dad de mantenerlos fuera del ámbito consciente, lo cual es el propósi¬
to de la represión. Como veremos más adelante, el objetivo del SMT es
contribuir al proceso de la represión.

54
La psicología del SMT

narcisismo
En páginas anteriores he descrito el papel que cumple la baja
autoestima. Junto a este sentimiento tan profundamente arraigado se
encuentra otro de igual importancia conocido como narcisismo. Éste se
refiere a la tendencia de algunas personas a amarse a sí mismas en
exceso, es decir, a volverse enormemente egoístas. La evolución de la
cultura estadounidense parece haber producido personas más orienta¬
das hacia el «yo» que hacia el «nosotros». He oído decir que en
muchas de las lenguas de los nativos americanos no existen los pro¬
nombres yo ni mi, debido a que los pueblos que les dieron origen tienen
un poderoso sentido de la colectividad y una fuerte tendencia a sentir¬
se parte de algo más grande que ellos mismos. En contraste, los esta¬
dounidenses actuales creen en el individualismo y admiran sobrema¬
nera a las personas que «trabajan solas». Sin embargo, el otro lado de
la moneda es que el individuo puede acabar centrándose demasiado
en sí mismo y, si no está motivado por ideales elevados, tiende a vol¬
verse avaro y codicioso. Es impresionante e ilustrativo observar cómo
muchos miembros respetados del ámbito gubernamental o de los nego¬
cios se ven involucrados en actos delictivos, pero ello deja de sorpren¬
der si nos damos cuenta de que ese hecho es una extensión lógica de
las tendencias narcisistas contemporáneas.

Ira
Todos los seres humanos tenemos cierto grado de narcisismo.
Cuando éste es demasiado fuerte, quien lo sufre puede tener problemas
debido a que se irrita fácilmente, y con frecuencia le resulta frustrante
estar en contacto con gente que no cumple sus órdenes o lo hace mal. El
resultado de todo esto es la ira, y si la persona es muy narcisista, es posi¬
ble que esté irritada todo el tiempo sin darse cuenta nunca, ya que la ira,
como la ansiedad, ha sido reprimida. Todo está en el inconsciente.
Aquí tenemos una aparente paradoja. Por una parte, tenemos
una baja autoestima, pero nuestro narcisismo nos lleva a comportarnos

55
^«esed0.00^^

emocionalmente como soberanos reinantes. Es la historia del príncipe


y el mendigo: ambos son la misma persona. Estos sentimientos diame¬
tralmente opuestos son los lados de una misma moneda, aunque pue¬
da parecemos extraño que puedan existir simultáneamente.
Esto es muy característico de la mente humana. Ésta parece ser
un almacén de sentimientos y tendencias generalmente opuestas, de
las cuales solemos ser completamente inconscientes.
También nos enfadamos por otras razones. De hecho, cualquier
cosa que (inconscientemente) nos provoque ansiedad, tenderá también
a producirnos ira. Por ejemplo, usted trata de realizar un buen trabajo y
espera que resulte bien (ansiedad), pero al mismo tiempo está resenti¬
do por los problemas que tiene que afrontar, por ejemplo las necesida¬
des de los demás (ira).
Aunque la producción de ansiedad e ira suele estar relacionada
con el trabajo, las relaciones personales son una fuente igualmente
común de emociones reprimidas. La dinámica familiar suele producir
serios problemas que pueden pasar desapercibidos dada su sutileza.
Una de mis pacientes era una dama de casi cincuenta años de
edad que había tenido una adolescencia protegida, se había casado
siendo muy joven y, siguiendo los dictados de su cultura, a partir de
entonces se había dedicado exclusivamente a su hogar y su familia.
Había hecho un buen trabajo debido a que era una mujer inteligente,
competente y compasiva. Sin embargo, llegó un momento en el que
comenzó a resentirse por el hecho de que no se le hubiese permitido ir
a la escuela siendo niña, por lo que no sabía leer ni escribir, no podía
conducir un automóvil y le habían sido negadas muchas experiencias
debido a que las necesidades de su familia dominaban su vida. La
paciente no era en absoluto consciente de la existencia de este resenti¬
miento y, como consecuencia, contrajo un prolongado e incapacitante
dolor de espalda, que la llevó a recurrir infructuosamente a la cirugía.
Cuando acudió a consultarme, sufría un dolor constante y era casi com¬
pletamente incapaz de actuar. El programa de educación y la psicoterapia

56
La psicología del SMT

la ayudaron a adquirir consciencia de esos sentimientos reprimidos y su


dolor desapareció gradualmente.
El proceso la afectó psicológicamente, pues ahora debía afrontar
la desaprobación de su familia y de sus amistades, así como sus acti¬
tudes profundamente arraigadas. La paciente experimentaba un gran
conflicto y ahora sufría emocionalmente. Sin embargo, todo ello era
soportable y preferible al dolor físico, del cual había sido una víctima
indefensa.
Un importante generador de ira y resentimiento, del cual usual¬
mente no somos conscientes, es nuestro sentido de responsabilidad
hacia las personas cercanas a nosotros, como nuestros padres, nues¬
tro cónyuge e hijos. A pesar de que los amamos, pueden abrumarnos
de muchas maneras, lo que nos hace volver la ira resultante hacia
nuestro interior. ¿Cómo podemos enfurecernos con nuestros ancianos
padres o con nuestro bebé?
El siguiente es un buen ejemplo: Un hombre de alrededor de cua¬
renta años de edad fue a visitar a sus padres que vivían en otra ciudad.
Antes de que terminara el fin de semana, tuvo una recaída en su dolor
de espalda, la primera desde que concluyó con éxito el programa
terapéutico contra el SMT un año antes. Cuando le sugerí que la recaí¬
da significaba que algo le molestaba inconscientemente, dijo que el fin
de semana había sido muy placentero. Sin embargo, confesó que su
madre estaba delicada, que él había pasado la mayor parte del tiempo
atendiendo a las necesidades de ella y que ambos padres le preocu¬
paban. Para empeorar las cosas, para llegar a donde ellos vivían, era
necesario tomar un avión. Sin embargo, el paciente era un buen hom¬
bre y sus padres no podían evitar volverse viejos. Por tanto, su moles¬
tia (ira, resentimiento) natural (intrínseca, inconsciente, de origen narci-
sista) estaba completamente reprimida y, por razones que a continua¬
ción explicaremos, dio pie a la recaída.
Veamos ahora el caso del joven padre cuyo primogénito pasa
despierto la mayor parte de la noche. Esto no sólo le hace dormir

57
^íkesed

menos, sino que su esposa también está muy apegada al bebé duran¬
te todo el día. El hombre debe dormitar en su tiempo libre, la vida social
de ambos se ha reducido considerablemente y lo que fue una larga
luna de miel antes de la llegada del bebé, ahora es un suplicio. El
paciente adquirió el dolor de espalda porque está furioso con el bebé
(¡qué ridículo!) y con su esposa porque no puede satisfacer sus nece¬
sidades físicas y emocionales como lo hacía antes (¡absurdo!) Y para
empeorar las cosas, ahora él ha pasado a ser niñera y cocinera a tiem¬
po parcial. Sin embargo, no es consciente de estos sentimientos. Están
profundamente enterrados en su inconsciente, y para asegurarse de
que sigan ahí, este hombre ha contraído el dolor de espalda o SMT.
Un gran número de psicólogos y médicos daría una interpretación
diferente a la difícil situación de este joven padre. Estos profesionales
afirmarían que su dolor de espalda se debe a que tiene que llevar al bebé
en brazos y a que no ha dormido lo suficiente, y que el dolor es intenso
porque le proporciona una muy buena excusa para no participar en el cui¬
dado del niño. Desde luego, afirmarán, todo esto es subconsciente.
Esta es la llamada teoría de la ganancia secundaria del dolor cró¬
nico. El problema de esta teoría es que presupone la existencia de una
causa estructural para el dolor, lo cual generalmente es insostenible (el
hombre de nuestro caso había sido jugador de fútbol en la universidad)
y, en segundo lugar, da preeminencia a un sentimiento secundario o
inexistente, es decir, que la persona obtiene cierto beneficio del dolor.
Sin embargo, los psicólogos conductistas aceptan esta teoría debido a
que es sencilla y a que todo lo que tiene que hacerse es recompensar
la «conducta no dolorosa» y castigar la opuesta. No tienen que tratar
con sentimientos inconscientes confusos, como la ansiedad y la ira.
Hace años, antes de iniciar mis investigaciones acerca del SMT, probé
este enfoque y lo encontré particularmente ineficaz. Era de esperarse,
ya que se basa en un diagnóstico incorrecto.
Todas las relaciones familiares tienen una carga emocional. Este
es uno de los primeros factores que deben tenerse en cuenta cuando

58
La psicología del SMT

una persona tiene un ataque de SMT que parece surgir de la nada. La


combinación de preocupación y amor verdadero por el miembro de la
familia, y el resentimiento interno debido a los trabajos y responsabili¬
dades asociadas con la relación, constituyen un generador de conflic¬
tos profundos, que son la causa del SMT.
El siguiente es un caso común que permite hacer algunos intere¬
santes comentarios acerca de la historia natural del SMT. El paciente
era un varón casado de 39 años de edad, que dirigía un negocio fami¬
liar iniciado por su padre. El paciente me indicó que su padre aún par¬
ticipaba en el negocio, pero que se había vuelto un estorbo más que
una ayuda. Admitió estar en conflicto con su padre debido a ese hecho
y sentirse culpable por todo el asunto. El síndrome doloroso se había
iniciado aproximadamente dos años y medio antes. Cuatro meses des¬
pués del inicio del trastorno, el paciente leyó mi primer libro, pensando
que se trataba de una serie de disparates. Decidió probar el sistema
médico convencional, resuelto a librarse del dolor. Dijo haber consulta¬
do a muchos médicos y haber probado prácticamente cualquier trata¬
miento disponible, todo ello sin éxito. Dos años más tarde, aún sentía el
dolor, se había obsesionado con él y éste le había provocado grandes
limitaciones físicas. Temía realizar cualquier actividad física y ni siquie¬
ra podía agacharse. En esa época releyó el libro y afirmó con incredu¬
lidad que ahora le «había producido un efecto totalmente distinto».
Decía haberse visto reflejado en cada página. Su explicación es que
debía pasar por todas las pruebas y por todos los médicos antes de
estar listo para aceptar que su dolor tenía una base psicológica.
No hace falta decir que se desempeñó muy bien en el programa
y que pronto se liberó del dolor. En las consultas, descubrí que era una
persona tan perceptiva y tan armonizada psicológicamente, que me
costaba trabajo imaginarla rechazando el diagnóstico. Esto fue una lec¬
ción para mí: una de las desafortunadas realidades de trabajar con un
trastorno como el SMT es que la mayoría de los pacientes rechaza la
idea hasta que están desesperados por encontrar una solución.

59
^éffiSEDa 00^^^

La razón del síndrome doloroso, es decir, el conflicto de este hom¬


bre con su padre, era muy clara.
El siguiente es otro buen ejemplo de la función de la dinámica
familiar en la producción de los síntomas. Una mujer, que había sido tra¬
tada exitosamente contra el dolor de la parte baja de la espalda dos
años antes, me llamó un día diciéndome que había contraído un dolor
en el cuello, el hombro y el brazo, pero que estaba segura de que se
debía a una situación psicológicamente dolorosa que tenía que ver con
su esposo y una hijastra adolescente. La alenté para que se sometiera
al tratamiento formal, pero la situación no se resolvía y el dolor se volvía
cada vez más intenso. La paciente perdió una parte considerable de su
capacidad de movimiento en ambos hombros, lo cual es una conse¬
cuencia usual del SMT de cuello y hombros. Un buen día se decidió a
enfrentar el problema directamente y le hizo frente a su esposo. El
resultado fue una solución sorprendentemente fácil, la cual acabó con
toda la situación. Con la resolución de sus problemas personales, el
dolor desapareció. Indudablemente, esta paciente albergaba un gran
resentimiento cuya permanencia hacía persistir al dolor. En el capítulo
dedicado al tratamiento hablaré más acerca de las formas en que hace¬
mos frente a este tipo de situaciones; no obstante, este caso ilustra cla¬
ramente la relación entre la ira reprimida y el SMT.
Uno de los mayores generadores de conflicto en el inconsciente
es la batalla entre los sentimientos y las necesidades derivadas de los
impulsos narcisistas descritos en páginas anteriores, y otra parte muy
real de la mente, la cual se ocupa de lo que es apropiado, razonable y
maduro o, si asume una postura más exigente, de lo que debemos
hacer. La conocida psicoanalista, escritora y maestra Karen Horney
describió lo que ella llama «la tiranía del deber», que puede llegar a
dominar la vida de muchas personas. Muchos pacientes describen
detalladamente cómo sus vidas están gobernadas por estos imperati¬
vos de la conducta. Tras negar que fuese compulsiva o perfeccionista,
una mujer me dijo que provenía de una familia que se enorgullecía de

60
La psicología del SMT

su fortaleza de carácter y de su rigidez e inflexibilidad. Era evidente que


había otras partes de su personalidad que eran más suaves y flexibles,
por lo que su conflicto inconsciente debió ser considerable.
En ocasiones, la presión para actuar de cierta forma proviene de
la propia cultura. Recuerdo a una mujer sumamente atractiva que for¬
maba parte de un grupo religioso que creía en las familias muy nume¬
rosas, en las que lo usual era tener seis u ocho hijos. A pesar de que
admitía que su dolor se debía a la «tensión», el mismo persistía y la
paciente no podía entender por qué. Le sugerí que quizás estuviese
resentida debido al trabajo y la responsabilidad asociados con una
familia tan numerosa. La paciente lo negó durante mucho tiempo, insis¬
tiendo en que no sentía tal resentimiento. El dolor persistía y en oca¬
siones se agravaba. Le indiqué que quizás no era consciente de ese
sentimiento debido a que éste era inconsciente y estaba reprimido. Su
perseverancia, aunada a la mía, rindió buenos frutos. La paciente
comenzó a darse cuenta de su resentimiento profundamente reprimido
y finalmente obtuvo un alivio notable de sus síntomas.
Cuanto más trabajo con el SMT, más me sorprende la función de
la ira en él. Todos hemos aprendido a reprimirla tan plenamente que en
muchas situaciones ignoramos completamente su existencia. De hecho,
he comenzado a preguntarme si la ira no será más fundamental para el
desarrollo de los síntomas que la ansiedad y, de hecho, me pregunto
también si esta última no será una reacción ante la ira reprimida.
El siguiente caso me impresionó profundamente. El paciente tenía
alrededor de cuarenta y cinco años y, entre otras cosas, tenía antece¬
dentes de ataques de pánico ocasionales. Estos ataques son una mani¬
festación aguda de la ansiedad. Tras examinarlo y determinar que
padecía de SMT, hablamos acerca de los factores psicológicos del tras¬
torno y le dije que había empezado a sospechar que la ira era más
importante que la ansiedad. Él me dijo que le había sucedido algo que
apoyaba esa suposición. Se había enfurecido profundamente con otra
persona y había estado a punto de iniciar un altercado cuando decidió

61
aérese Da ooLoi)DEE3fti^

que eso no era lo apropiado y que lo mejor era que se tragara su ira.
¡Pocos instantes después sufrió un ataque de pánico! Es probable que
el paciente estuviese más que furioso, y la necesidad de reprimir ese
sentimiento consciente e inconscientemente, exigía algún tipo de reac¬
ción. De ahí el ataque de pánico. Como veremos más adelante, esta es
precisamente la situación que provoca el SMT y otras reacciones físi¬
cas. Pero antes estudiemos el fenómeno de la represión. ¿De dónde
proviene?

La represión
Recuerdo que cierta vez una madre me contó orgullosamente
cómo había logrado que su bebé de 15 meses de edad dejara de hacer
rabietas. Su «sabio» médico familiar le aconsejó que echara un poco de
agua fría en la cara del niño cuando comenzara a hacer una rabieta. El
método funcionó maravillosamente: el niño nunca hizo otra rabieta.
Aprendió la técnica de la represión a la tierna edad de quince meses.
Fue programado para reprimir su ira debido a que ésta le producía con¬
secuencias muy desagradables, y tendría que cargar con ese dudoso
talento durante toda su vida. Cuando se enfrente a la multitud de cosas
que suceden a diario y que producen frustración, molestias y en oca¬
siones furia, el chico absorberá toda su ira y cuando ésta se acumule,
presentará SMT o alguna otra reacción en respuesta a ella.
El caso anterior señala uno de los orígenes de la necesidad de
represión: la inocente influencia de los padres. Esta puede ser la razón
más común para aprender a reprimir. Al intentar hacer que sus hijos
sean buenas personas, los padres pueden propiciar inadvertidamente
el surgimiento de dificultades psicológicas en las siguientes etapas de
la vida.
Si lo pensamos, existen muchas razones por las que reprimimos
la ira y todas ellas son lógicas y principalmente inconscientes. Todos
deseamos gustar o que nos amen; a nadie le gusta la desaprobación,
y por ello, reprimimos la conducta desagradable. Quizás nos cueste

62
La psicología del SMT

admitirlo, pero inconscientemente tememos las represalias. Las exi¬


gencias culturales de la familia y la sociedad nos motivan a esconder la
ira. Esto se arraiga profundamente desde la infancia. Nos damos cuen¬
ta inconscientemente de que la ira suele ser inapropiada y que es pro¬
vocada por factores que no deberían hacernos sentir furiosos, por lo
que la reprimimos. Instintivamente sabemos que la ira nos rebaja y cuan¬
do nos enfurecemos nos sentimos fuera de control. Esto es algo difícil de
soportar para las personas con una personalidad proclive al SMT. Todo
ello es inconsciente, por lo que no nos damos cuenta de nuestra nece¬
sidad de reprimir la ira. En lugar de ello, experimentamos un síntoma físi¬
co, sea el SMT o un trastorno gastrointestinal, por ejemplo.
Esto me ocurre a mí con frecuencia. He aprendido que mi acidez
significa que estoy furioso por alguna razón y que no soy consciente de
ello, así que trato de averiguar cuál es la causa. Cuando encuentro la
respuesta, la acidez desaparece. Es muy notable lo profundamente
enterrada que suele estar la ira. En mi caso, generalmente se trata de
algo que me molesta, pero que no tengo idea de cuánto me ha enfure¬
cido. En ocasiones es algo con tal carga emocional que no consigo
encontrar la respuesta sino hasta mucho tiempo después.
Tras diecisiete años de trabajar con el SMT, veo claro que, al
menos en nuestra cultura, todos generamos ansiedad e ira y que, en
cualquier ámbito cultural, los seres humanos reprimimos las emociones
potencialmente problemáticas. Dicho de otra forma, las circunstancias
psicológicas que producen reacciones psicosomáticas como el SMT,
las úlceras estomacales y la colitis son universales y sólo varían en
cuanto a su intensidad. Llamamos neuróticas a las más severas y que
producen síntomas más intensos, pero de hecho todos somos neuróti¬
cos en cierta medida, lo que hace que el término deje de ser útil.
Los conceptos de represión e inconsciente están estrechamente
relacionados. Freud fue el primero en estudiarlos partiendo de una base
científica y sólida. Peter Gay, en su excelente biografía de Freud titula¬
da Freud: A Life for Our Time (Freud: una vida de nuestro tiempo, Nueva

63
^ESE0aDotO(;0E^

York; Norton, 1988) expone, en ¡a página 28, una excelente metáfora


del inconsciente: «El inconsciente es como una prisión de máxima
seguridad que alberga a criminales antisociales que languidecen des¬
de hace años o que acaban de ingresar, maltratados y estrechamente
vigilados, pero apenas mantenidos bajo control y en un permanente
intento por escapar» (las cursivas son mías).
Los fenómenos emocionales descritos en este capítulo son esos
«criminales antisociales» del inconsciente. Al parecer, poseemos un
mecanismo integrado para evitar aquello que es emocionalmente desa¬
gradable, y que provoca la represión. Pero también parece haber una
fuerza igualmente poderosa en la mente que trabaja para hacer cons¬
cientes esos sentimientos que están «en un permanente intento por
escapar» y esa es la razón de los refuerzos o, dicho en el lenguaje de
los psicoanalistas, de los mecanismos de defensa.
Hace poco tiempo atendí a una mujer que me contó una intere¬
sante historia. Tras examinarla, informarle que padecía SMT y explicar¬
le qué significaba esto, me dijo que el dolor había comenzado después
de invitar a una de sus hermanas mayores a un viaje por Europa, de
cuyos gastos la paciente se había hecho cargo. Comenzó a preocupar¬
se porque su hermana lo pasara bien, sintiéndose responsable de que
así fuera, y a experimentar ira y resentimiento por sentirse de esa
manera. Además afirmó haber comenzado a soñar con su hermana y
con su madre, y a recordar su resentimiento juvenil contra ellas, basán¬
dose en la idea (sin duda injustificada) de que «se habían confabulado
en su contra» y de que había quedado excluida de la estrecha relación
que había entre ambas. Todo esto se agravaba por el hecho de que
sentía que su padre, con quien había establecido una relación muy cer¬
cana, la había abandonado. El hombre había muerto cuando ella tenía
once años.
Este es el tipo de situaciones que suelen provocar el SMT: ansie¬
dad, ira y resentimiento, cuyos orígenes se pueden remontar a la infancia.
Me pareció muy interesante que la paciente de este caso me hubiese

64
La psicología del SMT

revelado todo ese material psicológico tan importante con tan sólo una
sugerencia mía.
La universalidad de estos fenómenos psicológicos se apoya en el
hecho bien sabido de que en los Estados Unidos más del 80% de la
población tiene antecedentes de estos síndromes dolorosos y de que la
frecuencia de los mismos se ha incrementado geométricamente en los
últimos treinta años. Los síndromes que producen dolor en la espalda y
el cuello son la principal causa de abstencionismo laboral en este país.
Se estima que se gastan anualmente alrededor de 56 mil millones de
dólares debido a los estragos producidos por estos trastornos. Esta
epidemia virtual de síndromes dolorosos sólo puede explicarse ade¬
cuadamente con base en un proceso psicosomático universal.

DEFENSAS FÍSICAS CONTRA


LAS EMOCIONES REPRIMIDAS

Durante muchos años tuve la impresión de que el SMT era una


especie de expresión o descarga de las emociones reprimidas descri¬
tas en los apartados anteriores. De hecho, eso es lo que sugerí en la
primera edición de este libro. Desde el inicio de la década de 1970 he
sabido que estos síndromes dolorosos tan comunes se deben a las
emociones reprimidas. El 88% de un numeroso grupo de pacientes con
SMT tenía antecedentes de padecimientos relacionados con la tensión,
como úlceras estomacales, colitis, dolor de cabeza provocado por la
tensión y migraña. Pero la idea del SMT como manifestación física de
la tensión nerviosa me resultaba un tanto insatisfactoria e incompleta.
Lo más importante era que no explicaba el hecho de que cuando el
paciente se daba cuenta de la función que el dolor cumple en el proce¬
so psicológico, el dolor cesaba, es decir, el paciente se «curaba».
Fue un colega psicoanalista, el Dr. Stanley Coen, quien sugirió,
mientras trabajábamos en la elaboración de un artículo conjunto, que la

65
función del síndrome doloroso no consistía en expresar las emociones
escondidas, sino en evitar que se volvieran conscientes. A esto, explicó,
se le llama mecanismo de defensa. En otras palabras, el dolor provo¬
cado por el SMT (o el malestar debido a una úlcera péptica, a la colitis,
al dolor de cabeza provocado por tensión o el terror a sufrir un ataque
de asma) surge para desviar la atención del paciente de lo que sucede
en el ámbito emocional. Su propósito es dirigir esa atención hacia el
cuerpo, desviándola de la mente. Es una respuesta a la necesidad de
evitar que esos sentimientos antisociales, crueles, pueriles, furibundos
y egoístas (es decir, los prisioneros) se vuelvan conscientes. De ello se
deduce que, lejos de ser un trastorno físico en el sentido usual, en rea¬
lidad el SMT forma parte de un proceso psicológico.
Los mecanismos de defensa contra las emociones reprimidas
desvían nuestra atención hacia algo distinto de las emociones que
mantenemos ocultas en el inconsciente. Los pacientes tienen diferentes
metáforas para describir este proceso: que la defensa actúa como un
camuflaje, que es una distracción o un desvío. Para tener éxito, debe
ocupar nuestra atención y funciona aún mejor si estamos totalmente
preocupados u obsesionados con aquello que nos distrae. A eso se
debe que los mecanismos de defensa de carácter físico sean tan efi¬
cientes, pues tienen la capacidad de atraer toda nuestra atención, en
particular si son dolorosos, producen miedo o nos incapacitan. Esto es
exactamente lo que sucede con el SMT.
Los síndromes comunes que producen dolor en la espalda, el
cuello y los hombros han alcanzado proporciones epidémicas en los
Estados Unidos (y en prácticamente todo el mundo desarrollado)
durante los últimos treinta años debido a que han sido la defensa más
utilizada contra las emociones reprimidas descritas en páginas anterio¬
res. La característica principal de un buen camuflaje consiste en que
éste no sea reconocido por lo que es y que nadie se dé cuenta de que
oculta algo. Prácticamente nadie que sufra de estos síndromes piensa
que tienen que ver con factores emocionales. Por el contrario, casi

66
La psicología del SMT

todos creen que se deben a una lesión o a diversas anomalías congé-


nitas y degenerativas de la columna vertebral. Existe otro tipo de tras¬
tornos que forma parte del repertorio del SMT y que, según se cree, se
deben a enfermedades del tejido blando (fibromialgia, fibrositis y mio-
fascitis, entre otras), pero también son atribuidos a lesiones, incompe¬
tencia muscular, etcétera, lo que las convierte en el camuflaje perfecto.
Mientras la atención de la persona permanezca centrada en el síndro¬
me, no hay peligro de que las emociones se manifiesten.
He observado frecuentemente que cuanto más dolorosa es la
emoción reprimida, más severo es el dolor producido por el SMT. El
paciente que alberga una enorme ira debida, por ejemplo, a abusos
sufridos en su infancia, usualmente padece un dolor severo e incapaci¬
tante, el cual desaparece sólo cuando la persona tiene la oportunidad
de expresar la terrible y enconada furia que se ha alojado en su incons¬
ciente durante años. Este es otro ejemplo del potencial de la ira para
desencadenar el dolor del SMT.

EQUIVALENTES DEL SMT

Como hemos indicado, existen otros trastornos físicos que pue¬


den servir al mismo propósito que el SMT. A continuación presento una
lista de los más comunes:
Estados preulcerosos Dolor de cabeza debido
a la tensión
Úlcera péptica Migraña
Hernia hiatal Eccema
Colon espástico Psoriasis
Síndrome del colon irritable Acné, urticaria
Fiebre del heno Mareos
Asma Zumbidos en los oídos
Prostatitis Polaquiuria (micción frecuente)

67
^EDa00toj;oE^

Todos estos trastornos deben ser tratados por un médico general.


Si bien pueden servir a un propósito psicológico, deben ser estudiados
y tratados médicamente. Con un poco de suerte, el paciente recibirá
también algo de asesoría.
Cada uno de estos padecimientos físicos contribuye igualmente a
la represión. Cuanto más sean catalogados como «enteramente físi¬
cos» por los médicos, más contribuyen al mecanismo de defensa, lo
que significa la prolongación del dolor, úlcera, jaqueca o cualquiera que
sea el malestar. La defensa continuará mientras sea eficaz.
A diferencia de los psicológicos, los mecanismos de defensa físi¬
cos contra las emociones reprimidas son sin duda los más comunes
debido a que cumplen su misión con éxito. También son muy efectivos,
ya que el paciente puede intercambiarlos. Por ejemplo, se han descu¬
bierto medicamentos extraordinarios para contrarrestar los trastornos
producidos por la úlcera péptica. Como resultado, la mente simplemen¬
te escoge otro padecimiento físico.
Un hombre de alrededor de cuarenta y cinco años de edad me
contó que diez años antes había empezado a tener problemas en la
parte baja de su espalda. Muchos años más tarde, dichos problemas
fueron resueltos mediante la cirugía. Pocos meses después de la ope¬
ración, comenzó a tener problemas relacionados con una úlcera pépti¬
ca, los cuales se prolongaron durante casi dos años. El médico que lo
atendía probó varios medicamentos, pero el hombre simplemente no
podía librarse de la úlcera. Finalmente, ésta desapareció y poco des¬
pués, el paciente comenzó a sufrir dolor en el cuello y en los hombros.
Este dolor lo había estado molestando durante casi dos años, por lo
que acudió a consultarme.
Ni la cirugía ni el tratamiento para la úlcera aliviaron el problema
fundamental, sino que simplemente actuaron como placebos e hicieron
que los síntomas físicos cambiasen de lugar.

68
La psicología del SMT

El caso de la úlcera péptica


El caso de la úlcera es interesante. En los últimos veinte o treinta
años ha disminuido la frecuencia de este padecimiento en los Estados
Unidos y en Canadá. Esto se debe en parte a la creación de medica¬
mentos efectivos para su tratamiento.
No obstante, el columnista Russell Baker propuso una mejor
explicación en una de sus columnas dominicales del New York Times
Magazine (16 de agosto de 1981) titulada Where Have All the Ulcers
Gone? [¿Dónde se han ido todas las úlceras?). El señor Baker señala
que, al parecer, la gente tiene menos úlceras. Este articulo me hizo
suponer que, dado que todo el mundo, profanos y médicos por igual, se
ha dado cuenta de que las úlceras implican tensión, éstas han dejado
de servir para ocultarla, por lo que hay menos personas que las pade¬
cen. ¿Será esta la razón por la que los dolores de cuello, hombros y
espalda se han vuelto tan comunes en estos últimos años? ¿Será que
esas partes del cuerpo son mejores escondites para la tensión que el
estómago?

MENTE Y CUERPO

Tengo la impresión de que prácticamente cualquier órgano o sis¬


tema de nuestro cuerpo puede ser usado por la mente como una defen¬
sa contra las emociones reprimidas, produciendo trastornos del sistema
inmunológico como la fiebre del heno, o infecciones respiratorias o
genitourinarias frecuentes. Conozco a un investigador en urología que
afirma que el 90% de los casos de prostatitis que atiende se deben a la
tensión. Tengo un paciente que sufre de sequedad constante en la
boca, resultado de la constricción de sus conductos salivales debida a
la tensión. La laringitis puede ser de origen emocional; los oftalmólogos
afirman que las dificultades visuales inducidas por tensión son muy
comunes, etc. Vale la pena repetir que todos los síntomas deben ser

69
examinados detalladamente para descartar la posibilidad de que se deban
a procesos estructurales, infecciosos o neoplásticos. Este tema se anali¬
za con mayor detalle en el capítulo dedicado a la mente y el cuerpo.
Si bien es una buena idea descartar la posible existencia de los
llamados trastornos orgánicos, es necesario que el diagnóstico de los
padecimientos psicosomáticos se realice de manera positiva y no por
exclusión. Un diagnóstico por exclusión no es un diagnóstico. Es como
decir: «Como no sé qué es esto, probablemente sea causado por la
tensión». En lugar de ello, el médico debe decir: «Ahora que he des¬
cartado la posibilidad de que se trate de un tumor o de cáncer, puedo
actuar con confianza dado que el padecimiento físico que estoy aten¬
diendo posee todos los signos y síntomas de un proceso inducido emo¬
cionalmente». Sin embargo, esto se hace pocas veces, debido a que la
mayoría de ios médicos no reconoce el trastorno como psicosomático,
o si lo hace, se limita a tratar los síntomas del mismo, como si éste fue¬
se de origen orgánico.

La función del miedo en el SMT


La severidad del SMT se mide no sólo por la intensidad del dolor,
sino también por el grado de discapacidad física que provoca. ¿Qué
cosas teme o no puede hacer la persona? La discapacidad puede ser
más importante que el dolor pues define la capacidad del individuo para
desarrollar sus funciones en el ámbito personal, profesional, social y
deportivo.
A la larga, el miedo y la preocupación por las restricciones físicas
se convierten en defensas psicológicas más efectivas que el dolor mis¬
mo. Un fuerte ataque de dolor desaparece en pocos días, pero si la
persona teme realizar ciertas cosas por miedo a provocarse otro ata¬
que, o porque ha descubierto que la actividad invariablemente le produ¬
ce dolor, aun si no es un ataque agudo, entonces su preocupación por
el cuerpo será continua y el mecanismo de defensa actuará todo el tiem¬
po. Para la mayoría de mis pacientes, éste es el factor más importante.

70
La psicología del SMT

He atendido a pacientes que afirman que no sufren ninguna restricción


física y que el dolor es el único problema. Sin embargo, estos pacientes
son raros; la mayoría de ellos teme a la actividad física, lo que tiende a
perpetuar el problema provocando más ansiedad y, con frecuencia,
depresión. Lo que resulta es una verdadera fisicofobia, es decir, un mie¬
do a la actividad física.
El grado de preocupación por los síntomas es un buen indicador
de la gravedad del problema. Muchos pacientes afirman que el síndro¬
me domina sus vidas, mientras que otros están claramente obsesiona¬
dos con él. El padecimiento es lo primero en lo que piensan al desper¬
tar y lo último que perciben antes de dormir.
Una joven a quien atendí me dijo un día que la aterrorizaba el
dolor físico. Sin embargo, tras conversar con ella, me resultó evidente
que lo que la aterrorizaba eran ciertos factores emocionales y que el
síndrome doloroso le había permitido eludirlos.
De acuerdo con mi experiencia, la severidad global del síndrome
doloroso, incluidos sus componentes obsesivos, es un buen indicador
para evaluar la importancia del estado emocional subyacente del enfer¬
mo. Por importancia entiendo la cantidad de ira y ansiedad acumuladas,
y la severidad de los traumas de los primeros años de la vida que han
contribuido al estado psicológico actual de la persona. Los pacientes
que sufrieron abusos siendo niños, sean éstos de carácter emocional,
físico y especialmente sexual, tienden a albergar enormes cantidades
de ansiedad e ira. Esta es una de las primeras cosas en las que pienso
cuando atiendo a algún paciente cuyo caso de SMT es particularmen¬
te severo. Los síntomas físicos son los medios por los cuales la perso¬
na se mantiene fuera de contacto con ciertos sentimientos terribles,
espantosos y profundamente enterrados. Esto no es una exageración.
Tales personas tienen mucho miedo y probablemente una enorme ira
enconándose en sus mentes, pero no se atreven a reconocerlo. Estos
pacientes dirán que comprenden por qué el dolor persiste, dado que
cuando comienzan a acercarse a los sentimientos ocultos, el miedo los

71
v®feRESE DEL oot OR oe Espfiph

paraliza y no pueden dar un paso más. Estas personas invariablemen¬


te necesitan recibir psicoterapia como parte de su programa de trata¬
miento.
Por otra parte, en la gran mayoría (95%) de las personas con
SMT, ei nivel de ansiedad y las razones que la provocan son mucho
más leves. Son personas que no experimentan ninguna reacción emo¬
cional cuando el dolor desaparece. Estos casos dan la impresión de
que la mente ha producido una reacción excesiva ante la ira y la ansie¬
dad, y que tal mecanismo de defensa era innecesario.
Lo descrito hasta este momento se presenta en todos los ámbitos
de nuestra cultura; lo único que varía es el grado de represión de las
emociones. Y en nuestra cultura, la naturaleza ha creado un mecanis¬
mo con el que podemos evitar ser conscientes de esos sentimientos
negativos: los síntomas físicos.
Por fortuna, existe una forma de detener lo que, para la mayoría de
nosotros es claramente una reacción de inadaptación. La lógica nos indi¬
ca que el cerebro está reaccionando de manera pueril. Sin embargo, mi
trabajo con el SMT ha demostrado que el cerebro posee otros atributos
y que puede revertir el proceso que produce los síntomas físicos.
El miedo es penetrante. Cualquier cosa que incremente la ansie¬
dad puede aumentar la severidad de los síntomas. Una de mis pacien¬
tes me indicó que cuando salió de la consulta con su médico, se encon¬
traba en un estado de choque emocional, pues éste le había informado
que sufría un proceso degenerativo en la parte baja de su columna. La
paciente me dijo que casi se desmayó en la acera y que el dolor em¬
peoró a partir de dicha consulta.
Un joven de alrededor de veinte años de edad, con la forma físi¬
ca de un jugador de fútbol, me dijo que él era el elemento fuerte del
negocio familiar. Cierto día, decidió acompañar a su padre a ver un
especialista en trastornos de la espalda debido a que había experimen¬
tado un dolor leve en esa parte mientras se cepillaba los dientes. Se le
hizo una radiografía y se le informó que tenía mal alineada la parte baja

72
La psicología del SMT

de la columna. A partir de ese momento, su dolor, que en un principio


era leve, empeoró. Como el dolor persistía, se le aconsejó que consul¬
tara a un especialista. Se le practicó una tomografía informatizada, la
cual mostró una hernia discal. Se le indicó que su problema era grave y
que no debía levantar objetos pesados, que nunca volviese a jugar al
baloncesto (que era una de sus pasiones) y que, en general, fuese muy
cuidadoso. El paciente quedó devastado. Aunque había comenzado
sufriendo un dolor leve, ahora padecía a diario un fuerte dolor que lo
limitaba enormemente en su vida y en su trabajo. Los diagnósticos
estructurales y sus implicaciones lo habían incapacitado. Ahora creía
que su espalda sufría un trastorno grave y que nunca más volvería a
levantar ningún objeto pesado ni a practicar ningún deporte. Cuando lo
atendí en mi consulta, estaba profundamente deprimido.
Por fortuna, este paciente padecía SMT y respondió positivamen¬
te al tratamiento, por lo que pudo volver a llevar nuevamente una vida
normal (incluida la práctica del baloncesto).
Muchos de los factores asociados con el dolor de espalda provo¬
can miedo. Los estadounidenses están convencidos de que la espalda
es una estructura frágil y delicada que se lesiona fácilmente y que siem¬
pre es vulnerable. Existen docenas de recomendaciones y prohibicio¬
nes: no se agache, no levante cosas pesadas, alce los objetos con la
espalda recta, no se siente en una silla suave ni en un sofá, no nade de
«crawl» ni de pecho, no use tacones altos, no arquee la espalda (que es
lo que sucede al nadar de «crawl», de pecho y al usar tacones altos),
duerma sobre un colchón rígido, no corra, no practique ningún deporte
vigoroso, y así ad nauseara. Un numeroso grupo de personas, formado
por todos los pacientes a quienes he tratado con éxito (y que suman ya
varios cientos), ha demostrado que estas indicaciones no son válidas.
Lo único que hacen es contribuir a perpetuar el síndrome doloroso y a
convertir la vida en un infierno.
Los pacientes temen a los ataques recurrentes. Cualquiera que
haya padecido un ataque severo de dolor de espalda no puede evitar

73
v*«^DaootosoE^

vivir temiendo el siguiente. Irónicamente, al aumentar la ansiedad, este


miedo casi garantiza que tarde o temprano se producirá un nuevo ataque.
La ansiedad y la ira aumentan con la idea de que somos malos
padres, cónyuges, compañeros sexuales, trabajadores, amas de casa
o cualquiera que sea nuestra función en la vida. Los pacientes que
sufren este síndrome no pueden ir al cine, al teatro o a un concierto por¬
que son incapaces de permanecer sentados durante mucho tiempo. Y
su infortunio es doble si trabajan en su propio negocio.
La triste realidad es que el paciente con dolor de espalda es pri¬
sionero del miedo generalizado, que es el principal culpable de este
síndrome doloroso.

Afrontamiento
He escuchado decir que el dolor inducido por estrés se presenta
porque quienes lo padecen son incapaces de hacer frente a sus pro¬
blemas. En realidad ocurre lo contrario: tales personas sufren de SMT
porque afrontan demasiado bien sus dificultades. Este proceso nos exi¬
ge reprimir las emociones que puedan interferir con lo que tratemos de
hacer, sin importar lo que sea, y el SMT existe para mantener esas
emociones bajo control.
Un hombre de negocios muy poderoso a quien atendí reciente¬
mente me dijo que nunca podía decir no a familiares o amigos que le
pedían algo, ya que para él, negarse era como darse por vencido. Decir
que sí y hacer lo que se le pedía era como un triunfo, sin importar su
costo emocional. Este hombre es un «afrentador» por excelencia y un
candidato perfecto para el SMT. Este caso ilustra algunas de las otras
características de la personalidad propensa al SMT: la necesidad de ser
amado, admirado, respetado; el impulso de alcanzar logros y la intensa
competitividad. Pagamos un precio por afrontar nuestros problemas:
somos grandiosos en el exterior, pero por dentro sufrimos.

74
La psicología del SMT

El rechazo al diagnóstico
Por desgracia, la mayoría de las personas rechazaría el diagnós¬
tico de SMT si le fuese presentado. Esto no es de sorprender, ya que en
nuestra sociedad existen muchos prejuicios relacionados con todo lo
que tenga que ver con los problemas psicológicos y la psicoterapia. No
importa que la gran mayoría de esos «problemas» sean leves ni que
millones de personas se sometan anualmente a psicoterapia. Las difi¬
cultades emocionales parecen encajar en la misma categoría que los
prejuicios raciales o religiosos.
A juzgar por la política existente con relación a los candidatos a
ocupar puestos públicos, los sucesos ocurridos en años recientes
sugieren que la sociedad ha avanzado más en la superación de sus
fobias raciales o religiosas que en las relacionadas con la psicología.
Los estadounidenses elegimos a John Kennedy, pero a partir de los
procesos electorales de años recientes, hemos aprendido que cualquier
antecedente de padecimientos psicológicos, sin importar su magnitud,
significa la ruina para cualquier político que aspire a ocupar un cargo
público. Es una cruel paradoja, ya que la escena política contemporá¬
nea sugiere que muchos políticos se beneficiarían enormemente con la
psicoterapia. En tales circunstancias, es muy difícil que un político admi¬
ta que padece SMT.
De igual manera, la mayoría de los deportistas rechazarían el
diagnóstico, pues los síndromes psicológicos son sinónimo de debili¬
dad, y los deportistas deben mantener su imagen de fortaleza indoma¬
ble. Sé que algunos de ellos han sido enviados a consultarme, pero
nunca han acudido.
Por supuesto, el mismo prejuicio es bastante fuerte en el ámbito
de la medicina. Los médicos prefieren tratar padecimientos físicos, pues
se sienten inseguros cuando atienden a pacientes con síntomas emo¬
cionales. Su respuesta usual consiste en recetar medicamentos y espe¬
rar que el paciente se sienta mejor. Incluso en el área de la psiquiatría
existe un amplio grupo de médicos que prefieren tratar a sus pacientes

75
principalmente con fármacos. Y conozco a varios psiquiatras que han
rechazado el concepto del SMT cuando se les ha sugerido que puede
ser la causa de su propio dolor de espalda.
Por otra parte, las personas con síntomas físicos pocas veces se
enfrentan con tales prejuicios. Los seguros médicos cubren los diagnós¬
ticos y los procedimientos terapéuticos más elaborados, pero la mayoría
de ellos excluye o limita enormemente el pago de tratamientos psicote-
rapéuticos. Las compañías aseguradoras pagarán miles de dólares por
el trasplante de algún órgano, pero asignan cantidades ridiculas a la psi¬
coterapia, que es un sistema capaz de mejorar la calidad de vida.
No es de sorprender que la mente cree estrategias para evitar la
experiencia y la apariencia de las dificultades emocionales. Inconscien¬
temente, preferimos tener una dolencia física que reconocer cualquier
tipo de trastorno emocional.
Al hablar de esto con una de mis pacientes, me hizo una obser¬
vación muy convincente, diciendo: «Si le pide a alguien que tenga
paciencia con usted porque sufre una sobrecarga emocional, no espe¬
re una reacción compasiva de esa persona. Sin embargo, si le dice que
sufre de algún problema físico, la persona se sensibilizará e inmediata¬
mente y se volverá más solícita». Cuánta razón tiene. En nuestra cultu¬
ra, es perfectamente aceptable tener un problema físico, pero la gente
tiende a huir de todo aquello que tenga que ver con las emociones.
Esta es otra de las razones por las que la mente elige una manifesta¬
ción física, en lugar de una emocional, cuando se enfrenta a fenómenos
emocionales desagradables.

¿EXISTE EL SMT ElY TODO EL MUNDO?

De vez en cuando alguien me pregunta si en algún lugar del mundo


existen personas que no padezcan de SMT. El Dr. Kirkaldy-Wallis, médico
educado en Inglaterra que trabajó en Kenia durante veintidós años, nos da

76
La psicología del SMT

la respuesta. Este profesional informó en un congreso médico realizado en


1988 que el dolor de espalda es muy raro entre los nativos africanos, pero
que es tan común entre los caucásicos y los asiáticos como lo es entre los
habitantes de Estados Unidos y Canadá. El Dr. Kirkaldy-Wallis atribuyó
este hecho en parte a las diferencias culturales existentes entre esos gru¬
pos, afirmando que los africanos no parecen generar ansiedad como lo
hacemos nosotros. Me parece enteramente lógico.

HO HAY HADA HUEVO

Dado que los detalles de este trastorno comenzaron a revelarse


hace muchos años, me resulta difícil creer que nadie se haya dado
cuenta del problema. Una investigación bibliográfica reveló la existencia
de un artículo en una edición de 1946 del New England Journal of
Medicine, escrito por el Mayor Morgan Sargent, en el que se indica que
muchos de los soldados de la Fuerza Aérea que regresaban del com¬
bate padecían dolor de espalda. El Dr. Sargent, que no era psiquiatra,
informaba que el 96% de un numeroso grupo de soldados padecía
dolor inducido psicológicamente y describió lo que claramente eran
casos de SMT. El hecho de que el artículo del Dr. Sargent haya sido
publicado es un signo de los tiempos. En la actualidad, probablemente
hubiese sido rechazado por «poco científico». (En el capítulo 7 hablaré
un poco más acerca del cambio de actitudes acerca de las interaccio¬
nes cuerpo-mente).

LA SOLÜCIÓH

En este momento el paciente dirá: «Está bien, me ha convencido.


Entiendo por qué padezco este dolor. Ahora, ¿cómo demonios voy a
cambiar mi personalidad, a resolver mis problemas (especialmente los

77
GÍRESE Da^0R0EE^

¡nsolubles, como mi madre que tiene noventa años de edad), a dejar de


generar ira y ansiedad y a dejar de reprimir mis sentimientos?»
De hecho, la Madre Naturaleza ha sido extremadamente amable
en este aspecto, ya que la solución no exige, en la mayoría de los casos,
ninguna de esas difíciles transformaciones. Seguramente, un reducido
número de pacientes deberá someterse a psicoterapia para recuperar¬
se, pero ellos representan menos de un 5% del total. El resto mejorará
con el simple hecho de aprender todo acerca del SMT y de cambiar su
actitud con respecto a su espalda. ¿Parece sencillo? Lo es y no lo es,
como veremos en el capítulo en el que se describe el tratamiento.

78
La
fisiología
del SMT

¡a palabra fisiología se refiere a la forma en que fun¬


cionan los diferentes sistemas y órganos del cuerpo. Todos los sistemas
biológicos son extremadamente complejos y cuanto más arriba se
encuentra el animal en la escala evolutiva, más complicada es su fisio¬
logía. Esto es particularmente cierto en el caso del SMT, ya que este
trastorno es resultado de la interacción entre las esferas mental-emo-
cional y física de la biología humana. En los últimos cien años, la cien¬
cia médica ha adquirido muchos conocimientos acerca del funciona¬
miento de la mayoría de los sistemas biológicos, así como de la quími¬
ca y la física del cuerpo humano, pero se sabe muy poco acerca de las
interacciones que se dan entre la mente y el cuerpo, las cuales pueden
ser de gran importancia para comprender tanto la salud como la enfer¬
medad. El SMT parece ser un ejemplo clásico de la interacción cuerpo-
mente, aunque desconocemos la química, la física o la biología celular
de la forma en que las emociones producen ciertas reacciones físicas.
A continuación expongo mi punto de vista acerca del funcionamiento
del SMT.

79
^RESEDa00ioRDEEspfipt.

EL SISTEMA NERVIOSO AUTÓNOMO

La fisiología del SMT comienza en el cerebro. En él, las emocio¬


nes reprimidas, como la ansiedad y la ira, ponen en marcha un proce¬
so en el que el sistema nervioso autónomo provoca la reducción del flu¬
jo sanguíneo en ciertos músculos, nervios, tendones o ligamentos, pro¬
duciendo dolor y otras disfunciones en esos tejidos. El sistema nervioso
autónomo es un subsistema del cerebro, cuya responsabilidad es con¬
trolar todas las funciones involuntarias def cuerpo. Este sistema deter¬
mina la velocidad a la que late el corazón, cuánto ácido segrega el estó¬
mago para realizar la digestión, el ritmo de la respiración y muchos
otros procesos fisiológicos que mantienen el funcionamiento óptimo de
nuestro cuerpo tanto en nuestra vida diaria como en situaciones de
emergencia. La reacción conocida como «pelear o huir», propia de
todos los animales, en especial de los inferiores, es dirigida por el sis¬
tema nervioso autónomo. Para afrontar cualquier emergencia, todo
órgano y sistema del cuerpo se prepara adecuadamente. Para algunos
sistemas, esto significa el cese total de su actividad, a fin de que los
recursos del cuerpo se utilicen para afrontar el peligro con mayor efica¬
cia. Usualmente, la mayoría de las funciones nutritivas y excretoras del
cuerpo se suspenden, el corazón late más rápido y la sangre deja de
realizar las funciones menos importantes con el objeto de estar disponi¬
ble en mayor cantidad para los sistemas que son cruciales para pelear
o escapar, como los músculos. La gran importancia del sistema nervio¬
so autónomo es evidente.
El sistema autónomo controla la circulación de la sangre, y lo
hace con la precisión más exquisita. Es capaz de incrementar o reducir
el flujo sanguíneo en cualquier parte del cuerpo y generalmente lo hace
por buenas razones, como se describe líneas arriba. Sin embargo, en el
SMT, este sistema realiza lo que hemos catalogado como una actividad
autónoma anormal. No tiene ningún propósito útil en el sentido usual.
No contribuye al desempeño normal diario ni prepara al cuerpo para

80
La fisiología del SMT

pelear o huir. Sin embargo, responde a una necesidad fisiológica. No


obstante, consideramos que este proceso es aberrante porque produ¬
ce dolor y otros síntomas aflictivos.

LA PRIVACIÓN DE OXÍGENO:
FISIOPATOLOGÍA DEL SMT

Hemos dicho que en el SMT el sistema nervioso autónomo redu¬


ce selectivamente el flujo sanguíneo en ciertos músculos, nervios, ten¬
dones y ligamentos en respuesta a la presencia de emociones reprimi¬
das, como la ansiedad y la ira. En este estado, conocido como isque¬
mia, el tejido afectado recibe una cantidad de sangre inferior a la
normal. Esto significa que dichos tejidos tendrán menos oxígeno a su
disposición, lo que produce los síntomas: dolor, adormecimiento, hor¬
migueo y, en ocasiones, debilidad. Esto sucede debido a la gran impor¬
tancia del oxígeno en todos los procesos fisiológicos. Cuando la canti¬
dad de oxígeno está por debajo de su nivel normal, podemos esperar
que se produzca una reacción que denote ese hecho.
Es difícil comprender por qué el sistema nervioso autónomo reac¬
ciona así y produce dolor y otros síntomas desagradables, cuando su
función normal consiste en mantener el funcionamiento del cuerpo en
un nivel óptimo, sin importar lo que suceda a su alrededor. Eviden¬
temente, esto es muy inusual, pero todo sugiere que debe haber algu¬
na necesidad acuciante para tal reacción. Como hemos dicho, esa
necesidad consiste en alejar nuestra atención de las emociones desa¬
gradables y, con frecuencia, dolorosas, que la mente trata de reprimir.
Es como si nuestra mente hubiese decidido que es preferible sufrir un
dolor físico que uno emocional. Visto desde esta perspectiva, el proce¬
so no resulta del todo ilógico.

81
BÉSESE D aoct0so£Esw^

EL OBJETIVO DE LA PRIVACIÓN DE OXÍGENO

¿Cómo sabemos que la privación de oxígeno es responsable del


dolor? En primer lugar, muchas de las reacciones corporales ante la ten¬
sión y la ansiedad son resultado de reacciones autónomas anormales. La
mejor conocida de ellas es la úlcera péptica (hace algunos años, una de
las operaciones quirúrgicas más comunes para tratar ese padecimiento
consistía en cortar los nervios autónomos del estómago), pero también lo
son la colitis espástica, el dolor de cabeza provocado por la tensión, la
migraña y muchos más. Por tanto, es lógico pensar que la fisiología patoló¬
gica del SMT podría originarse también en el sistema nervioso autónomo.
Si las facultades autónomas participasen en el SMT, la mejor
manera de producir daños en los músculos y nervios sería utilizando el
sistema circulatorio. Los pequeños vasos sanguíneos (llamados arte-
riolas) que llevan la sangre a esos tejidos sólo necesitan ser constreñi¬
dos levemente para hacer que llegue menos sangre a esa área, lo que
produce una privación leve de oxígeno, que a su vez provoca el dolor.
Una de las pruebas de que la alteración fisiológica que produce el
SMT es la privación de oxígeno, es de carácter clínico. Desde hace
tiempo se sabe que la introducción de calor en el músculo mediante
diatermia o ultrasonido alivia temporalmente el dolor, lo mismo que el
masaje y el ejercicio activo de los músculos afectados. Se sabe que
todos estos medios físicos incrementan el flujo sanguíneo en los mús¬
culos. Este incremento significa una mayor cantidad de oxígeno, y si
éste alivia el dolor, es lógico suponer que la privación de oxígeno es
responsable del mismo. También existen pruebas de laboratorio que
apoyan esta idea. En 1973, dos investigadores alemanes, H. G.
Fassbender y K. Wegner, informaron en su artículo «Morphologie und
Pathogenese des Weichteilrheumatismus», aparecido en Z. fíheuma-
forsch (Vol. 32, p. 355), sobre cambios microscópicos en los núcleos de
músculos sometidos a biopsia de pacientes con dolor de espalda, los
cuales sugerían una privación de oxígeno.

82
La fisiología del SMT

Otras pruebas acerca de la importante función del oxígeno en el


SMT han sido producidas por un grupo de investigadores, quienes han
demostrado recientemente que la oxigenación de los pacientes que
sufren de un trastorno conocido como fibromialgia primaria es inferior a
la normal. Uno de esos informes fue publicado en el Scandinavian
Journal of Rheumatology en 1986 (Vol. 15, p. 165) por N. Lund, A.
Bengtsson y P.Thorborg con el título de «Presión del oxígeno en el teji¬
do muscular en pacientes con fibromialgia primaria». Mediante un sofis¬
ticado sistema de laboratorio, estos científicos midieron con gran preci¬
sión la concentración de oxígeno en los músculos y descubrieron que
en los pacientes con fibromialgia ésta era inferior a la normal.
Como vengo afirmando desde hace tiempo, lo que esto significa
es que la fibromialgia, también conocida como fibrostitis o miofibrostitis
(aunque algunos la conocen también como miofascitis y dolor miofas-
cial), es sinónimo de SMT. He tratado a un gran número de pacientes a
quienes se les ha diagnosticado fibromialgia; sus antecedentes médi¬
cos y los resultados de sus exámenes físicos coincidían con los del
SMT. Como prueba de que el diagnóstico era correcto, estos pacientes
se recuperaron completamente. Por tanto, es razonable suponer que el
hallazgo de una privación leve de oxígeno en los músculos de los
pacientes con fibromialgia apoya la hipótesis de que la causa del dolor
en el SMT es la misma: la falta de oxígeno.
Como hemos visto, el SMT se manifiesta de varias maneras, cua¬
litativa y cuantitativamente hablando, y es evidente que lo que se cono¬
ce como fibromialgia es una de las formas en las que se manifiesta
dicho trastorno. Estos pacientes se encuentran entre los que sufren los
síntomas más severos, pues tienden a sufrir dolor en muchos músculos
distintos y a padecer insomnio, ansiedad y depresión, así como fatiga
generalizada. Todas estas manifestaciones pueden considerarse como
una prueba de que tales pacientes tienen un nivel superior de emocio¬
nes reprimidas, principalmente ira y, por tanto, sus síntomas son más
graves.

83
^R^EDaooLORDEesniSf.

La mayoría de los investigadores contemporáneos es incapaz de


aceptar tal explicación, pues viola la suposición básica según la cual la
explicación etiológica de las anomalías físicas debe encontrarse en el
cuerpo mismo. No pueden concebir la idea de que algo como el dolor
de espalda pueda originarse en el cerebro. Y esa es la gran tragedia
para el paciente, ya que, mientras persista esta terquedad conceptual,
se le seguirá diagnosticando de forma incorrecta.

LAS CONSECUENCIAS DE
LA PRIVACIÓN DE OXÍGENO

Los músculos
Los músculos que sufren de privación de oxígeno padecen dolor
por dos razones conocidas y quizás por otras que escapan a nuestra
capacidad de comprensión.
Los espasmos musculares constituyen la primera y más notable
de esas razones. Estas anomalías son responsables del terrible dolor
que experimenta quien sufre un ataque agudo, como se describe en el
primer capítulo de este libro. Sin embargo, una vez que el ataque ha
cedido, el músculo no sufre espasmos. En ios cientos de pacientes a
quienes he examinado en todos estos años, pocas veces he encontra¬
do que los músculos afectados sufran espasmos.
El segundo mecanismo, sugerido por los doctores Holmes y Wolfe en
un artículo impreso en 1952 con el título «Situaciones de la vida, emocio¬
nes y dolor de espalda» y publicado en Psychosomatic Medicine (Vol. 14,
p. 18), indica que la composición química de los músculos de esos pacien¬
tes está alterada, y que éstos sienten dolor a causa de la acumulación de
desperdicios químicos producidos por el metabolismo del ácido láctico.
Es interesante que tanto los espasmos musculares como la acumu¬
lación de sustancias químicas se manifiesten también en los corredores
de fondo, cuyos músculos sufren de falta de oxígeno. La presencia de

84
La fisiología del SMT

dolor muscular, sea espontánea o inducida mediante la presión manual


del médico, indica que el músculo padece una privación leve de oxíge¬
no. Esto no significa que el músculo esté «tenso». Es necesario insistir
en que esta privación de oxígeno suele ser leve, por lo que no daña a los
tejidos. Y esto es especialmente cierto en el caso del tejido muscular.

Puntos sensibles
El término puntos sensibles, conocido desde hace muchos años,
se refiere al dolor que se provoca al aplicar presión en diversos mús¬
culos del cuello, hombros, espalda y glúteos. Existe cierto desacuerdo
con respecto a cuál es el sitio preciso del dolor, aunque la mayoría de
las personas coincide en que es alguna parte del músculo. Los reu-
matólogos, que han asumido la dirección en el estudio de la fibromial-
gia (SMT), parecen evitar el uso del término, probablemente porque
con el correr del tiempo, se le ha asociado con otros trastornos. Yo no
lo uso, pero tampoco lo evito, ya que he llegado a la conclusión de que
esos puntos sensibles son simplemente las zonas centrales de priva¬
ción de oxígeno. Además, existen pruebas de que tales puntos pueden
persistir durante toda la vida en las personas susceptibles al SMT, como
yo mismo, aunque puede no haber dolor.
En el primer capítulo indicamos que la mayoría de los pacientes
con SMT tiene seis puntos sensibles clave: la cara exterior de los glú¬
teos, ambos lados de la parte estrecha de la espalda (zona lumbar) y la
parte superior de ambos hombros. Estos puntos sensibles son los
hallazgos fundamentales en el SMT y tienden a persistir aun después
de que el dolor haya desaparecido. Una parte importante de la fisiología
del SMT consiste en saber que el cerebro decidió involucrar a esos
músculos para crear el síndrome que conocemos como SMT.
En ocasiones, los pacientes preguntan si el hecho de respirar oxí¬
geno puro alivia el dolor. Esto se ha hecho y, por desgracia, no ha sido
útil. Si el cerebro pretende crear un estado de privación de oxígeno, lo
hará sin importar la cantidad de oxígeno que haya en la sangre.

85
v\í>tRESE Oq¿
°R de espN^

El tejido nervioso
El tejido nervioso es más sensible y delicado que el músculo. Es
probable que la falta de oxígeno provoque dolor en ese tejido debido a
que la reducción en la concentración de oxígeno amenaza la integridad
del nervio, lo que no sucede en el caso de los músculos. En otras pala¬
bras, el músculo puede soportar una falta de oxígeno mucho mayor que
la provocada por el SMT antes de sufrir un daño. Sin embargo, el tejido
nervioso, que es más sensible, se daña con mayor facilidad, de modo
que una ligera privación de oxígeno desencadena el dolor para adver¬
tir al cerebro que algo anda mal. Por tanto, afirmamos que, en el SMT,
el dolor del tejido nervioso es una señal de alarma.
En el SMT se producen comúnmente otros síntomas relacionados
con el tejido nervioso. El paciente puede experimentar sensaciones de
adormecimiento, hormigueo, punzadas, ardor, presión y otras menos
comunes. Esas sensaciones, al igual que el dolor, se experimentan en
la parte del cuerpo en la que está el nervio.
Los nervios son como cables que conectan al cerebro con todas
las partes del cuerpo; su función consiste en transmitir mensajes del
cerebro destinados a activar los músculos para que éstos muevan las
distintas partes del cuerpo. Pero también transmiten mensajes en la
dirección opuesta, informando al cerebro de lo que ocurre en el cuerpo.
Por ejemplo, si el lector se pincha con un alfiler, los impulsos viajan a
través de los nervios informando al cerebro que ha ocurrido algo que
produce dolor. Si el nervio sufre un daño o irritación en cualquiera de
sus partes, el dolor se siente en la parte del cuerpo donde se origina
comúnmente ese tipo de mensajes. Por ejemplo, si nuestro nervio ciá¬
tico sufre una privación de oxígeno en el área del músculo glúteo, sen¬
tiremos dolor en cualquiera de las partes de la pierna que recorre dicho
nervio. Dado que éste recorre casi toda la extremidad, existen muchas
variedades de dolor ciático. En algunos casos, este dolor se produce en
toda la parte posterior de la pierna, mientras que en otros se manifies¬
ta en el costado de la misma. O bien, el dolor puede afectar sólo a una

86
La fisiología del SMT

parte de la pierna o del pie, el muslo, la parte anterior o posterior de la


pantorrilla, o la parte superior o inferior del pie. En ocasiones se produ¬
ce dolor en el costado del muslo y éste se traslada hasta el pie. Son
pocos los casos en que hay neuralgia en alguna parte de la pierna o del
pie, sin dolor en el cuello o la espalda.
Los pacientes cuyos nervios lumbares superiores han resultado
afectados por el padecimiento, pueden sufrir dolor en la parte superior
del muslo, en la ingle o incluso en la parte baja del abdomen. Aunque
los nervios sacros recorren los órganos genitales, pocas veces se pre¬
sentan pacientes con dolor en el escroto o en los labios vaginales ori¬
ginado en alguno de los nervios lumbares superiores. El primer capítu¬
lo presenta una descripción completa de los nervios de las partes alta
y baja de la espalda que pueden resultar afectados.
Las fibras nerviosas que transmiten información al cerebro se
conocen como fibras nerviosas sensoriales.
Las fibras motoras actúan en la dirección opuesta, llevando men¬
sajes cerebrales a los músculos, los cuales producen contracciones
musculares y, en consecuencia, movimiento. La contracción muscular
quiere decir que el músculo se acorta. Es así como mueve alguna par¬
te del cuerpo. Cuando un músculo se contrae poderosa y continua¬
mente, se dice que sufre un espasmo, como ya describí. Este es un
estado anormal que resulta terriblemente doloroso.
La mayoría de los nervios son, al igual que el ciático, nervios mix¬
tos. Esto quiere decir que se componen de fibras motoras y sensoriales.
A ello se debe que el daño o irritación de un nervio pueda producir sín¬
tomas sensoriales y motores, aunque no siempre es así. En el SMT se
producen grandes variaciones entre pacientes. Puede haber sólo sínto¬
mas sensoriales (dolor, hormigueo, adormecimiento, ardor, presión) o, con
menor frecuencia, sólo síntomas motores (sensación de debilidad o
debilidad real). Lo más común es observar síntomas de ambos tipos.

87
v@feRESEDaootoeoE^

Los tendones y ligamentos


El SMT plantea muchos misterios, y uno de los aspectos más difí¬
ciles de comprender es la participación evidente de los tendones y los
ligamentos. Por ejemplo, la tendonitis del codo, del hombro o de la rodi¬
lla con frecuencia desaparecen en el curso del tratamiento contra el
SMT. Por tanto, debemos suponer que forman parte del síndrome. Si
ello es así, ¿cuál es la alteración fisiológica responsable del dolor?
Generalmente se ha supuesto que la tendonitis es resultado de la
inflamación, pero no existe ninguna prueba de ello. Dado que forma
parte del SMT, nos vemos tentados a pensar que existe una privación
de oxígeno. Si bien los tendones no tienen vasos sanguíneos, se com¬
ponen de tejido vivo, por lo que necesitan nutrientes y oxígeno. Es razo¬
nable suponer que la falta de oxígeno también es responsable del dolor
de tendones y ligamentos. Cualquiera que sea el mecanismo, es evi¬
dente que esas estructuras también participan en la charada montada
por el cerebro para evitar la ansiedad y la ira, y es muy importante saber
que la tendonitis es otra parte del síndrome de miositis tensional.

RESUMEN

El siguiente es un resumen de la fisiología del SMT: el padeci¬


miento se inicia con ciertos estados emocionales que generan actividad
en el sistema nervioso central, concretamente en el sistema nervioso
autónomo, lo que produce una vasoconstricción local y una privación
leve de oxígeno en ciertos músculos, nervios, tendones y ligamentos.
Esta falta de oxígeno es responsable del dolor, que es la manifestación
primaria del SMT, y de la posibilidad de anomalías sensoriales (ador¬
mecimiento, punzadas) y déficits motores como la debilidad o transfor¬
maciones en los reflejos de los tendones. (En el capítulo 1 se explica
con mayores detalles cuáles son los músculos, nervios, tendones y liga¬
mentos afectados).

88
La fisiología del SMT

La razón por la que la mente decide involucrar a estos músculos,


nervios, tendones y ligamentos en el SMT parece escapar a nuestra
capacidad actual de comprensión. De hecho, es probable que en esta
etapa de la evolución humana, seamos incapaces de comprender cómo
funciona el cerebro en términos generales, cómo comprende y produ¬
ce el lenguaje, cómo piensa y recuerda, etc. La comprensión del meca¬
nismo del SMT es uno más de los muchos imponderables del funcio¬
namiento del cerebro humano.
Si bien puede ser de interés académico, no es indispensable com¬
prender la fisiología del SMT. Sabemos cómo detener el trastorno,
cómo «curarlo», dado que conocemos su verdadera causa. Los cam¬
bios químicos y físicos que ocurren en los músculos, nervios, tendones
y ligamentos y que producen dolor y otros síntomas son consecuencias
de un proceso iniciado en el cerebro por razones psicológicas. Dado
que cualquier alteración en la fisiología normal que produzca síntomas
físicos serviría al mismo propósito, no es importante saber con preci¬
sión qué es lo que sucede en esos tejidos. Como veremos en el siguien¬
te capítulo, dedicado al tratamiento del SMT, el hecho de concentrarse
en la fisiología y la sintomatología del trastorno es contraproducente,
pues tiende a perpetuar el problema, en lugar de aliviarlo.

89

*.

' ''Jf

' • I/
El
tratamiento
del SMT

HISTORIA

.Ji tratamiento del SMT ha evolucionado durante los


últimos diecisiete años en respuesta a un diagnóstico bien definido,
según el cual los síndromes dolorosos son resultado de la interacción
mente-cuerpo. Cuando comencé a darme cuenta de que así era, mi
reacción automática fue explicar a los pacientes lo que sucedía. Al mis¬
mo tiempo, prescribía terapia física a todos ellos, como siempre lo
había hecho. Creía que los ejercicios físicos no lastimarían a nadie y,
dado que pensaba que la privación de oxígeno era lo que producía los
síntomas, dicha terapia podría resultar beneficiosa, ya que todas las
modalidades que recomendaba tendían a incrementar la circulación
local de sangre.
Con el paso del tiempo, surgió algo interesante. Descubrí que la
mayoría de los pacientes que mejoraban eran aquellos que aceptaban
la idea de que su dolor era resultado de factores emocionales. Algunos
de los que encontraban alivio seguían mostrándose escépticos ante el
diagnóstico, pero reaccionaban favorablemente a la terapia física.

91
^ÉSESE del OOLoif^ EspflpS

También fue evidente que algunas de las terapias físicas eran más efi¬
cientes que otras. Con base en esas observaciones, llegué a dos con¬
clusiones con respecto al tratamiento:

1. El factor más importante para la recuperación es que la perso¬


na sea consciente de lo que sucede; en otras palabras, la infor¬
mación proporcionada es la «penicilina» para este trastorno.
2. Algunos pacientes presentan una reacción de placebo ante la
terapia física o ante el terapeuta. Como hemos dicho, la reac¬
ción de placebo es aceptable, pero suele ser temporal. Nuestra
meta era proporcionar una cura completa y permanente.

La efectividad de la reacción de placebo era fácil de comprender,


pero lo que a mí me confundía era la evidente importancia de informar
al paciente acerca de lo que sucedía. Ésta era una terapia de conoci¬
miento, y parecía no tener sentido. Sin embargo, me fascinaba su efec¬
tividad y el índice de pacientes curados mejoró claramente. Además,
finalmente tuve la sensación de saber lo que pasaba, aunque no fuese
capaz de explicar todos los detalles. Esto no era demasiado importan¬
te, ya que estábamos tratando con un proceso cerebral, y todo el mun¬
do sabe que conocemos muy poco sobre el funcionamiento de ese
órgano.
Durante ese período trabajé muy estrechamente con un grupo de
talentosos terapeutas físicos que habían aprendido todo cuanto era
posible saber acerca del Síndrome de Miositis Tensional, combinando
su tratamiento físico con la explicación de los factores psicológicos invo¬
lucrados. Estos profesionales trabajaban como representantes míos y
como terapeutas físicos. Fue muy doloroso tener que prescindir poste¬
riormente de la terapia física, pues apreciaba mucho el trabajo de estos
leales profesionales.
También durante esos primeros años establecí una estrecha rela¬
ción laboral con un pequeño grupo de psicólogos que trabajaban en el

92
El tratamiento del SMT

Instituto de Medicina de Rehabilitación Howard A. Rusk, una asociación


que sigue activa en la actualidad. Estos profesionales me enseñaron
mucho acerca de la psicología y desempeñaron una función muy impor¬
tante en el tratamiento de los pacientes que para mejorar necesitaban
psicoterapia. En esencia, trabajábamos como un equipo.
En 1979, quizás más tarde de lo que debí haberlo hecho,
comencé a reunir grupos de pacientes para lo que podríamos llamar
conferencias-debate. Cada año que pasaba me resultaba más obvio
que la educación del paciente acerca del SMT era el factor terapéutico
crucial. En ocasiones atendía a pacientes que habían sido psicoanali-
zados o que habían estado bajo tratamiento psicológico durante mucho
tiempo, y que, no obstante, sufrían un síndrome doloroso. Por ello, me
resultaba evidente que la introspección psicológica no era suficiente
para prevenir el SMT. El dolor desaparecía sólo cuando los pacientes
conocían los hechos acerca de este síndrome. Al principio, el trata¬
miento se componía de cuatro conferencias de una hora, y posterior¬
mente evolucionó a dos sesiones de dos horas, la primera de ellas dedi¬
cada a la fisiología y diagnóstico del SMT y la segunda, a la psicología
del trastorno y su tratamiento. La razón de las conferencias era clara: si
la información era tan importante para que los pacientes se recupera¬
ran, éstos debían estar muy bien informados acerca del trastorno. Más
concretamente, era indispensable que los pacientes supiesen exacta¬
mente qué es lo que no padecían (es decir, que conocieran todos los
diagnósticos estructurales) y que supieran con precisión cuál era su
trastorno (SMT). Desde el punto de vista estrictamente físico, el SMT es
inofensivo; por tanto, físicamente no tenían de qué preocuparse. Todas
las prohibiciones y advertencias eran innecesarias y, de hecho, contri¬
buían al problema generando miedo en una situación en la que el mie¬
do era lo menos indicado.

93
CONCEPTOS TERAPÉUTICOS MODERNOS

Si el propósito del dolor es hacer que nos concentremos en el


cuerpo, y si mediante las conferencias el paciente podía ser convenci¬
do de ignorar los síntomas corporales y pensar en los factores psicoló¬
gicos, ¿acaso no se volvía ya inútil el síndrome doloroso?
Es como si descubriésemos una operación secreta. Mientras la
persona no sea consciente de que el dolor sirve como distracción, éste
continuará presentándose ininterrumpidamente. Pero en el momento
en que el conocimiento se asimila profundamente (y así debe ser, ya
que la simple apreciación intelectual del proceso no es suficiente), el
engaño deja de funcionar; el dolor cesa, pues se vuelve innecesario. Y
es la información la que cumple con este objetivo.
La ilustración de la página 96 nos ayudará a entender mejor la
idea. Las emociones inaceptables, descritas en el capítulo relacionado
con la psicología, se generan en el cerebro, que es el órgano de la
mente; por ello se marca con una flecha hacia arriba, a la derecha. En
la parte superior está representada la mente consciente, o lo que
podríamos llamar «el ojo de la mente». Las emociones negativas son
reprimidas, es decir, mantenidas en el inconsciente, para evitar que la
mente consciente se entere de ellas. Quizás una parte de la mente
teme que tales emociones se liberen y se vuelvan conscientes, por lo
que decide gue es necesario recurrir a un mecanismo de defensa y, psi¬
cológicamente hablando, una defensa es cualquier cosa que distrae a
la mente consciente (el «ojo de la mente») de aquello que está siendo
réprimido. De esta forma, el cerebro crea el SMT, representado por la
flecha izquierda. Ahora la persona debe prestar atención a todas las
manifestaciones del SMT y puede así evitar la incomodidad de experi¬
mentar los sentimientos negativos representados en la parte derecha
de la figura.
Esta ilustración es particularmente útil para entender por qué nos
liberamos del SMT cuando aprendemos acerca de él. Si podemos convencer

94
El tratamiento del SMT

a nuestra mente consciente de que el SMT no es grave y que no mere¬


ce su atención, o mejor aún, que es una tomadura de pelo, una chara¬
da, y que en lugar de temerle deberíamos burlarnos de él, convencerla
que la mayoría de los diagnósticos estructurales no es válida y que lo
único que merece nuestra atención son los sentimientos reprimidos
¿qué habremos logrado? Habremos hecho que el SMT se vuelva inútil;
ya no será capaz de atraer la atención de la mente consciente; la defen¬
sa habrá fallado (el camuflaje habrá quedado descubierto), lo que sig¬
nifica el cese del dolor.
Si al lector todo esto le parece ciencia ficción o un cuento de
hadas, sólo podemos decirle que funciona y que ha curado a varios
miles de personas en los últimos diecisiete años.
El siguiente es un impresionante caso que demuestra lo anterior.
Una mujer de fuera de la ciudad siguió el programa y obtuvo buenos
resultados. Pocas semanas después de las conferencias, el dolor había
desaparecido y la paciente había reanudado todas sus actividades,
incluido el tenis y el atletismo. Cierto día, aproximadamente nueve
meses después de concluir el programa, contrajo un nuevo dolor mien¬
tras corría, ubicado en un punto diferente al anterior, es decir, en la par¬
te exterior de la cadera; se trataba de una nueva manifestación de SMT.
Más tarde, la paciente me contó los detalles del episodio.
Fue a ver a su médico local, quien le informó que padecía bursi-
tis en la cadera y la sometió a radiografías, inyecciones y medicación.
Admitió que había sentido un intenso dolor (que duró tres semanas)
mientras hablaba por teléfono, y que yo tenía razón para irritarme con
ella por seguir el régimen de su médico. Después de hablar conmigo,
me dijo que había reflexionado durante varios minutos, enfureciéndose
verdaderamente consigo misma y en especial con su cerebro, por
haberle hecho esa jugarreta. Finalmente, habló seriamente con su cere¬
bro. En dos minutos, el dolor cesó totalmente y no ha vuelto a manifes¬
tarse. Sorprendida por la rapidez con la que desapareció el dolor, la
paciente comenzó a practicar nuevamente el atletismo, concentrándose

95
^EDaootosDE^

LA MENTE CONSCIENTE

EL OJO DE LA MENTE

Cómo el SMT desvía la atención de lo emocional hacia lo físico

96
El tratamiento del SMT

en el verdadero problema, que era la ansiedad inconsciente de lasti¬


marse al hacer ejercicio.
El punto clave de este caso es que la información fue el factor cru¬
cial, y que funcionó tan rápido porque la paciente ya había seguido
nuestro programa y había asimilado (es decir, había aceptado en un
nivel profundo) los conceptos del SMT. El dolor no hubiese desapareci¬
do de un modo tan inmediato si ella no hubiese tenido conocimientos
sobre el SMT. Pero como los tenía, pues había seguido el programa de
conferencias, en el momento en que se dio cuenta de que el dolor de
cadera era otra manifestación de SMT, éste desapareció porque ya no
podía atraer la atención de la paciente manifestándose como un legíti¬
mo trastorno físico y no podía distraerla del ámbito de sus emociones.
El lector preguntará: «¿Y por qué la paciente tuvo una nueva
manifestación de dolor?»
El dolor provocado por el SMT siempre indica la presencia de
sentimientos negativos reprimidos, como la ira y la ansiedad.
«Pero se supone que el objetivo de su programa es evitar que
esas cosas pasen; ¿qué sucedió en ese caso?»
El hecho de que esa dama hubiese contraído un dolor en un lugar
diferente al anterior nos indica que su cerebro seguía tratando de usar
el SMT para ocultar sus sentimientos reprimidos. Hablé de esto con ella
y estuvimos de acuerdo en que sería conveniente que considerara la
posibilidad de someterse a psicoterapia si esto volvía a ocurrirle.
(Véase en la página 107 una explicación sobre las personas que nece¬
sitan psicoterapia y las que no).
Aunque este tema ha sido tratado ya en el capítulo relacionado
con la psicología, no está de más repetir que en la mente existen fuer¬
zas claramente opuestas, relacionadas con el que será el destino final
de esas emociones reprimidas. Debe haber una fuerza (no puedo
encontrar una palabra mejor) que trata de hacer que esos sentimientos
se vuelvan conscientes, a pesar de su desagradable contenido. Si fue¬
sen subconscientes y estuviesen destinados a permanecer siempre

97
así, no existiría la necesidad de un proceso distractor como el SMT. La
existencia de este trastorno sugiere que algo trata de sacar a la luz
esos sentimientos negativos. Esto podría parecer un razonamiento cir¬
cular; sin embargo, en las obras de psicología existen pruebas bien
documentadas de que la gente muestra una amplia variedad de con¬
ductas cuyo objetivo es evitar los procesos emocionales desagradables
o dolorosos. Un ejemplo clásico es la fobia a los microbios. Las perso¬
nas que la sufren están obsesionadas con los microbios y se lavan las
manos cientos de veces al día. (Algunas personas dirían que esta es
una neurosis compulsiva, pero la compulsión de lavarse las manos es
producida por el miedo a los gérmenes y microorganismos). Desde
hace mucho tiempo se ha admitido que las conductas ilógicas como
ésta sirven para sustituir o desplazar ciertos sentimientos intensos e
inconscientes que la persona no puede afrontar; de ahí su preocupa¬
ción por los gérmenes o microbios.
El SMT sirve al mismo propósito, ya que centra nuestra atención
en el cuerpo, al igual que otros trastornos físicos como el dolor de cabe¬
za provocado por la tensión, la migraña, la fiebre de heno, los eccemas
y las palpitaciones cardíacas, por nombrar sólo unos cuantos.

ESTRATEGIAS DE TRATAMIENTO

El programa de tratamiento se apoya en dos principios funda¬


mentales:

1. La adquisición de conocimientos y la percepción de la natu¬


raleza del trastorno
2. La capacidad de actuar de acuerdo con ese conocimiento y
cambiar la conducta del cerebro

98
El tratamiento del SMT

Piense psicológicamente
Debemos aprender todo lo que podamos acerca del SMT, qué es
lo que provoca el dolor y qué parte del cerebro es responsable de ello.
Todo esto se estudia en los capítulos relacionados con la fisiología y la
manifestación del trastorno. Después, revisamos su psicología, el
hecho de que todos los miembros de esta cultura tendamos a engen¬
drar ira y ansiedad, y que las personas más compulsivas y perfeccio¬
nistas generen una gran cantidad de dichos sentimientos. Por tanto, lo
que debemos hacer es adquirir el hábito de «pensar psicológicamente»
en lugar de hacerlo en términos físicos. En otras palabras, yo sugiero a
los pacientes que cuando se den cuenta de que son conscientes del
dolor, trasladen activa y conscientemente el centro de su atención hacia
algún factor psicológico, como alguna de sus preocupaciones, un pro¬
blema familiar o financiero crónico, una fuente de irritación recurrente,
cualquier cosa del ámbito psicológico, ya que ello envía al cerebro el
mensaje de que el dolor ya no puede engañarlos. Cuando ese mensa¬
je llega a las profundidades de la mente, es decir, al subconsciente, el
dolor desaparece.
Esto nos lleva a considerar un elemento importante. Desde luego,
todos deseamos que el dolor desaparezca de inmediato. Con frecuen¬
cia, los pacientes dicen: «Está bien, entiendo claramente lo que está
diciendo, pero ¿por qué el dolor no cesa?»
Las últimas líneas de un poema escrito por Edna St. Vincent
Millay indican la razón por la que el dolor no desaparece rápidamente:

¡Ay de mí, pues el corazón aprende despacio


lo que la veloz mente percibe a cada paso!

Si sustituimos la palabra «corazón» por «subconsciente», la idea


nos resultará más clara. La mente consciente es rápida y puede com¬
prender y aceptar rápidamente las ideas. El subconsciente es lento,
prudente, no acepta rápidamente el cambio ni las ¡deas nuevas, lo cual

99
v^®EDa0ot0)(0E^

es, sin duda, algo muy positivo. Si no fuese así, los seres humanos
seríamos animales muy inestables. Sin embargo, en ocasiones como
ésa, en las que deseamos que las cosas cambien rápidamente, nos
impacientamos con nuestro lento subconsciente.
Bien, entonces ¿cuánto tarda en desaparecer el dolor? Si bien no
soy muy adicto a hablar en términos numéricos, la experiencia me ha
indicado que la mayoría de los pacientes se libran de sus síntomas en
un período de entre dos y seis semanas después de las conferencias.
Sin embargo, se les advierte que ese lapso podría prolongarse si cuen¬
tan los días o las semanas, o si se desaniman si el dolor no ha desa¬
parecido cuando ellos piensan que debería haberlo hecho. Los seres
humanos no somos máquinas y existen varios factores que tienden a
modificar el tiempo que dura la resolución del problema. ¿Qué intensas
son las emociones reprimidas? ¿Con qué facilidad puede el paciente
repudiar los diagnósticos estructurales que se le han asignado?

Háblele a su cerebro
Hay otra estrategia muy útil que al principio puede parecer ridicu¬
la, pero que tiene un gran fundamento. En las conferencias, aliento a los
pacientes para que le hablen a su cerebro. Existen tantos pacientes
que afirman haberlo hecho por sí mismos, obteniendo buenos resulta¬
dos, que ahora lo sugiero cotidianamente, a pesar de que es algo que
puede generar sentimientos de insensatez. Lo que hacemos en esos
casos es tomar el control conscientemente, en lugar de sentirnos vícti¬
mas indefensas e intimidadas, lo cual es muy común en las personas
que padecen este síndrome. La persona actúa con asertividad, dicién-
dole al cerebro que no va a soportar más ese estado de cosas. Y fun¬
ciona. Los pacientes afirman que son capaces de abortar un episodio
de dolor simplemente haciendo esto. La mujer cuyo caso se describe en
las páginas 95-97 hizo justamente eso y experimentó el cese inmedia¬
to de su dolor. Se trata de una estrategia muy útil.

100
El tratamiento del SMT

Reanude su actividad física


Quizás el elemento más importante (y difícil) que los pacientes
deben poner en práctica consiste en reanudar toda actividad física,
incluida la más vigorosa. Esto significa vencer el miedo a agacharse, a
levantar objetos, a correr, a practicar el tenis o cualquier otro deporte, y
a cientos de actividades físicas comunes. Significa «desaprender»
todos esos disparates acerca de la forma correcta en la que se supone
que usted debe agacharse, levantar objetos, sentarse, permanecer en
pie, acostarse, qué estilos de natación son positivos y cuáles negativos,
qué tipo de silla o de colchón debe usar, los zapatos, el corsé o el apa¬
rato ortopédico que debe utilizar, y muchas otras perlas de la mitología
médica.
En Estados Unidos, las diversas disciplinas médicas relaciona¬
das con la espalda han creado un ejército de personas parcialmente
discapacitadas con sus ideas medievales sobre el daño estructural y la
lesión como bases del dolor de espalda. Aunque con frecuencia es difí¬
cil, cada paciente debe vencer su miedo y reanudar plenamente su acti¬
vidad física normal. Es necesario hacerlo no sólo para volver a ser una
persona normal (si bien ésa es una buena razón por sí misma, tanto
desde el punto de vista físico como del psicológico), sino también para
librarse del miedo a la actividad física, que con frecuencia es más efec¬
tivo que el dolor mismo para mantener a la mente concentrada en el
cuerpo. Ese es el propósito del SMT: evitar que la mente se ocupe de los
aspectos emocionales. Como dijo Snoopy, el gran filósofo contemporá¬
neo: «No hay nada como un poco de dolor físico para mantener a la
mente alejada de los problemas emocionales». Evidentemente, Charles
M. Schulz, creador de los Peanuts, es un hombre muy perceptivo.
Actualmente pienso que las restricciones físicas impuestas por el
SMT son mucho más importantes que el dolor, por lo cual es imperati¬
vo que el paciente se sobreponga gradualmente a ellos. Si no puede
hacerlo, estará condenado a sufrir nuevos episodios de dolor. En pági¬
nas anteriores hablamos de las fobias. El miedo universal y penetrante

101
a la actividad física que sufren las personas con estos síndromes dolo¬
rosos, especialmente los ubicados en la región lumbar, me ha llevado a
sugerir un nuevo término: físicofobia. Este es un factor muy poderoso
que contribuye a perpetuar los síndromes dolorosos de la parte baja de
la espalda.
Entre paréntesis, debo decir que el consejo de reanudar la activi¬
dad física normal, incluida la más vigorosa, se lo he dado a un gran
número de pacientes en los pasados diecisiete años. No puedo recor¬
dar a ninguna persona que posteriormente me haya dicho que esta
recomendación le hubiese provocado más problemas con su espalda.
Sugiero siempre a mis pacientes que cuando su dolor se haya
reducido significativamente y cuando sientan confianza en el diagnós¬
tico reanuden la actividad física. Si comienzan prematuramente, es muy
probable que se provoquen dolor, se asusten y retrasen el proceso de
recuperación. Los pacientes suelen estar condicionados a esperar dolor
como producto de la actividad física, por lo que no deben poner a prue¬
ba sus patrones programados y establecidos hasta que hayan adquiri¬
do un grado razonable de confianza en el diagnóstico.
Uno de mis pacientes, un abogado de alrededor de treinta y cin¬
co años de edad, tuvo una interesante experiencia al respecto. Siguió el
programa sin novedad y en pocas semanas se liberó del dolor, siendo
capaz de realizar cualquier actividad, excepto una: temía correr. Más
tarde me explicó que se había repetido internamente durante tanto
tiempo que correr es malo para la espalda, que simplemente no tenía
el valor suficiente para intentarlo, a pesar de que realizaba actividades
mucho más enérgicas que esa. Después de casi un año, un día decidió
que aquello era una tontería y que iba a correr. Lo hizo y el dolor le vol¬
vió. Ahora se hallaba en una encrucijada: ¿debía continuar corriendo o
era mejor retirarse? Me llamó para pedirme consejo, pero por desgra¬
cia yo estaba de vacaciones, por lo que tuvo que tomar la decisión por
sí mismo. Tuvo el tino de tomar al toro por los cuernos. Continuó corrien¬
do y sintiendo dolor. Luego, una noche, lo despertó un fuerte dolor en

102
El tratamiento del SMT

la parte alta de la espalda, pero el dolor de la región lumbar había desa¬


parecido. Sabiendo que el SMT suele trasladarse a distintos puntos
durante el proceso de recuperación, pensó que probablemente había
triunfado, y así fue. Un par de días más tarde, el dolor de la parte alta
de la espalda también había cedido y desde entonces, el paciente no
ha vuelto a padecer ninguna recaída.
Es necesario enfrentarse al SMT y combatirlo, de lo contrario los
síntomas continuarán. Perder el miedo y reanudar la actividad física nor¬
mal es, posiblemente, la parte más importante del proceso terapéutico.

Suspenda cualquier tratamiento físico


Otro elemento esencial para la completa recuperación es la sus¬
pensión de todas las formas de tratamiento físico. Es ilustrativo el hecho
de que yo no haya dejado de prescribir terapia física sino hasta doce o
trece años después de comenzar a hacer el diagnóstico. Tardé todo ese
tiempo en romper completamente con las viejas tradiciones en las que
fui educado. Desde el punto de vista conceptual, la prescripción de un
tratamiento físico contradice lo que, de acuerdo a nuestros hallazgos,
es la única forma racional de tratar el problema, es decir, la enseñanza
y, por tanto, la anulación del proceso desde su lugar de origen: la men¬
te. Además, es evidente que algunos pacientes han depositado toda su
confianza en el tratamiento físico (o en el terapeuta) y han obtenido
efectos de placebo (ver la página 148), lo que significa que tarde o tem¬
prano volverán a sentir dolor. El asunto es que uno debe renunciar a
cualquier explicación estructural relacionada con el dolor y con su cura,
de no ser así los síntomas persistirán. La manipulación, la aplicación de
calor, el ejercicio y la acupuntura presuponen la existencia de un tras¬
torno físico que puede ser tratado mediante algún medio igualmente
físico. A menos que se rechace totalmente este concepto, el dolor y los
demás síntomas persistirán.
Muchos pacientes se sorprenden cuando les sugiero que dejen
de practicar los ejercicios y estiramientos que han aprendido a hacer

103
para sus espaldas. Sin embargo, esto es indispensable para establecer
firmemente en su mente lo que es importante. El ejercicio para mante¬
ner una buena salud es, por supuesto, algo distinto y lo recomiendo
encarecidamente.

Revisión de los recordatorios diarios


Esta es una estrategia importante, pero es necesario cuidar que
no se convierta en un ritual. Los pacientes reciben una lista de doce
pensamientos clave, y se les sugiere que, por lo menos una vez al día,
reserven unos quince minutos para relajarse y revisarlos en silencio.
Dichos pensamientos son los que se conocen como recordatorios diarios.

— El dolor es originado por el SMT y no por alguna anomalía


estructural
— La causante directa del dolor es una leve privación de oxígeno
— El SMT es un padecimiento inofensivo, provocado por mis
emociones reprimidas
— La emoción principal es mi ira reprimida
— El SMT existe sólo para desviar mi atención de mis emociones
— Dado que mi espalda es básicamente normal, no tengo nada
que temer
— Por lo anterior, la actividad física no representa ningún peligro
— No me preocuparé ni me dejaré intimidar por el dolor
— En lugar de centrar mi atención en el dolor, me concentraré en
los aspectos emocionales
— Quiero asumir yo el control, no mi inconsciente
— Debo pensar siempre en términos psicológicos y no físicos

Al final de la segunda conferencia-debate, damos por sentado que


la información acerca del SMT ha sido procesada intelectualmente. Po-
teriormente, se insiste a los pacientes que den oportunidad para que la
información se «asiente», se integre y sea aceptada inconscientemente,

104
El tratamiento del SMT

ya que la aceptación consciente, si bien es un primer paso esencial, no


basta para revertir el SMT. Se indica a los pacientes que dejen pasar
entre dos y cuatro semanas y que me llamen si su progreso ha sido
insuficiente. En tal caso, los atiendo en mi consulta o, más comúnmen¬
te, les pido que asistan a una pequeña reunión de grupo, integrada por
pacientes como ellos (cuyo progreso ha sido leve o insuficiente) o por
personas que han sufrido nuevos episodios después de haber estado
libres de dolor durante meses o años. El propósito de estas reuniones
es descubrir la razón de la recaída o de la falta de progreso.

REUNIONES DE SEGUIMIENTO
EN GRUPOS PEQUEÑOS

Lo primero que debemos comprobar es que el paciente ha com¬


prendido y aceptado el diagnóstico. Consideremos a un paciente ima¬
ginario, un hombre de negocios de cincuenta años de edad. Este
paciente ha acudido a la reunión porque no ha mejorado tras asistir a
las conferencias. Algunas de las posibilidades son:

1. El paciente acepta el 90% del diagnóstico pero le preocupa


que la hernia del disco intervertebral mostrada en la tomo-
grafía o en el estudio de resonancia magnética tenga algo
que ver con el dolor
2. Le resulta difícil creer que esto funcione tan sólo con un pro¬
grama educativo
3. Acepta el diagnóstico pero no tiene el valor suficiente para ini¬
ciar una actividad física

Los impedimentos mentales como éstos permiten que el cerebro


prolongue el SMT debido a que el hombre sigue considerando a sus sín¬
tomas como productos de un trastorno físico. Mientras siga preocupado

105
^EDaootoflDE^

con lo que hace su cuerpo, el dolor persistirá. Su confianza en el


diagnóstico ha de incrementarse de tal forma que acepte el hecho de
que padece SMT.
La persona sentada junto a él es un ama de casa de treinta y sie¬
te años de edad, que además es esposa y madre. Nos informa que no
ha mejorado después de asistir a las conferencias, pero que ello no es
de sorprender, ya que su vida sigue siendo tan ajetreada como siem¬
pre; todo el tiempo está cansada y agobiada y nunca ha sentido que sus
resultados hayan sido todo lo buenos que debieran.
Se le indica que nunca dejará de ser perfeccionista, que siempre
tendrá demasiadas cosas que hacer, pero que el secreto para liberarse
del SMT no consiste en cambiarse a sí misma, sino simplemente en
admitir que la combinación de las realidades de su vida y de su perso¬
nalidad la hacen generar una enorme cantidad de ansiedad y de ira.
Sí, también de ira. Es probable que la paciente nunca haya admiti¬
do el hecho de que, si bien adora a sus tres hijas, simultáneamente está
furiosa con ellas por todo lo que le exigen. La idea de que podría estar
enfadada inconscientemente con las niñas está fuera de su experiencia.
Cuando comprenda la idea de que su recuperación depende de que
acepte esos sentimientos inconscientes e inadmisibles, el dolor cesará.
El hombre que ha levantado la mano en la fila de atrás es un
capataz de construcción de cuarenta y cinco años de edad, que siguió
el programa hace tres años, y desde entonces se había desempeñado
adecuadamente, sin dolor, sin restricciones físicas, sin problemas. Sin
embargo, la semana pasada, repentinamente sufrió un espasmo agudo
en la parte baja de la espalda y actualmente sufre un fuerte dolor. Si no
hubiese seguido el programa, estaría verdaderamente asustado. A
pesar de ello, no puede comprender por qué le ha sucedido esto.
«¿Qué está sucediendo en su vida?», le pregunto. «Nada en par¬
ticular», contesta. «Mi esposa está bien, al igual que los chicos. No tene¬
mos ningún problema médico o financiero». Pero el surgimiento de un
espasmo agudo significa que debe estar ocurriendo algo de naturaleza

106
El tratamiento del SMT

psicológica, debido a que el SMT es como un barómetro emocional. Así


que continúo interrogándolo y finalmente descubro que el hombre ha
tenido dificultades con algunos de sus subordinados y ha recibido críti¬
cas de su supervisor.
«No es nada que no pueda manejar», dice, pero no se da cuenta
de que, a pesar de estar «manejando» el asunto, al mismo tiempo está
generando grandes cantidades de ira y ansiedad. Siempre existe una
importante actividad emocional debajo del nivel consciente, de la cual
no podemos enterarnos a menos que nuestra experiencia nos permita
inferirla y anticiparla.
El paciente sale de la reunión sabiendo un poco más acerca del
funcionamiento de sus emociones internas. El dolor de espalda cesará
y es probable que el hombre piense acerca de sus reacciones internas
la próxima vez que se enfrente a una situación estresante.
Las reuniones de grupos pequeños han demostrado su efectivi¬
dad como herramientas terapéuticas. Los pacientes no sólo compren¬
den mejor sus propias situaciones, sino que también aprovechan las
experiencias de los demás. Siempre es tranquilizador saber que existen
otras personas que padecen lo mismo que uno. Estas reuniones tam¬
bién me dan la oportunidad de identificar a los pacientes que podrían
necesitar la ayuda de un psicoterapeuta.

PSICOTERAPIA

Si bien el 95% de los pacientes siguen el programa sin recurrir a


la psicoterapia, algunos de ellos necesitan de esa ayuda. Esto simple¬
mente significa que tienen niveles más altos de ansiedad, de ira y de
otras emociones reprimidas y que su cerebro no piensa abandonar tan
fácilmente esa conveniente estrategia para ocultar tales sentimientos.
Cuando alguien me dice que le cuesta trabajo aceptar el diagnóstico,
sospecho que su subconsciente se resiste a renunciar al SMT.

107
^4RESEDa00togoE^h

Recuerdo a un paciente que, cuando empezó a adquirir cons¬


ciencia de sus sentimientos largamente reprimidos (lo cual logró con
ayuda de la psicoterapia), éstos resultaron tan dolorosos y horribles
que el paciente se negaba a afrontarlos.
Estas personas no sufren ninguna enfermedad mental; son gen¬
te que vive una vida normal y productiva, pero que tienen un bagaje
emocional subconsciente del que nunca se han dado cuenta. En oca¬
siones nos suceden cosas en la niñez que nos dejan con una gran can¬
tidad de resentimiento e ira, pero enterramos profundamente esos sen¬
timientos debido a que son demasiado espantosos y socialmente ina¬
ceptables como para permitirles llegar al nivel consciente. Como hemos
dicho, esta tendencia a reprimir los sentimientos negativos es universal;
es algo que todos hacemos en mayor o menor medida. No es algo
neurótico; o bien, todos somos neuróticos.
Pero para algunas personas, como las que sufrieron abusos en su
infancia, esos sentimientos reprimidos pueden ser muy fuertes, por lo
que necesitan ayuda para reconocer que están ahí y para aprender a
afrontarlos. Esta es 1a. función de la psicoterapia.
Por desgracia, la sociedad aun está atrasada con respecto a la nece¬
sidad y a la función de la psicoterapia, y existe la opinión generalizada de
que cualquier persona que necesite recurrir a ella es débil o incompetente.
Alojar sentimientos reprimidos no tiene nada que ver con la fortaleza de
carácter ni con la capacidad mental. A pesar de ello, sabemos tan poco de
esto, que cualquier persona que pretenda alcanzar un puesto público está
prácticamente descartada si alguna vez se ha sometido a psicoterapia.
Estoy convencido de que el mundo tendría un mejor gobierno si
toda persona que aspire a ocupar un cargo público estuviese obligada a
pasar por la psicoterapia. Sospecho que nos ahorraríamos algunos de los
escándalos que ocurren con lamentable frecuencia en las altas esferas.
En nuestro programa destacamos dos cosas sobre la necesidad
de la psicoterapia: sólo en 5% de los pacientes la necesita, y pertene¬
cer a ese 5% no es ninguna desgracia.

108
El tratamiento del SMT

Siento una gran admiración por las personas que se someten a


nuestro programa, pues deben superar algunos obstáculos importantes
antes de mejorar. Uno de ellos es el escepticismo y, en ocasiones, el
ridículo con el que se enfrentan. Otro lo constituyen las advertencias
constantes, generalmente recibidas de los miembros de su familia, para
que tengan cuidado («No levantes eso», «No te agaches», «No olvides
ponerte tu corsé»). Por ello, yo fomento la participación de los familia¬
res cercanos, a fin de que no interfieran con el proceso terapéutico.
Uno de los mayores problemas que afrontan los pacientes con¬
siste en adquirir la confianza de que pueden vencer este trastorno físi¬
co mediante un programa de aprendizaje. Este tipo de pensamiento es
completamente ajeno a la experiencia médica de la gente. Mi trabajo es
convencerlos de que ello es posible.

ENCUESTAS DE SEGUIMIENTO

Un elemento importante para fomentar la confianza del paciente


es el hecho de que la mayoría de las personas que han seguido el pro¬
grama lo ha hecho con éxito. En 1982 hicimos una encuesta de segui¬
miento con ciento setenta y siete pacientes tratados entre 1978 y 1981.
El 76% vivía una vida normal con poco o ningún dolor, un 8% mejoró y
un 16% no presentó ningún cambio. Algunos de estos pacientes no
habían tenido la oportunidad de asistir a las conferencias y el programa
no era tan refinado como lo es ahora.
En 1987 se realizó un estudio de seguimiento similar, esta vez
con un grupo de pacientes que padecían una hernia discal interverte¬
bral, documentada mediante tomografía informatizada, y que habían
seguido el programa entre 1983 y 1986. Esta vez, el 88% (noventa y
seis personas) se había curado, un 10% había mejorado y sólo un 2%
había permanecido sin cambios.

109
v®i*ESEDa00tosoE^

Más recientemente, el conocido periodista y escritor Tony


Schwartz, quien siguió exitosamente el tratamiento en 1986, mencionó
en un artículo que escribió para la revista New York sobre el Dr. Bernie
Siegel, que había enviado a cuarenta pacientes para recibir el trata¬
miento y que treinta y siete de ellos estaban libres del dolor. Un joven
colega, el doctor Michael Sinel, que actualmente es director del área de
Medicina física para pacientes externos del Centro Médico Cedars-
Sinai de Los Ángeles, ha diagnosticado y tratado a cerca de cincuenta
pacientes. Su trabajo es notable debido a que entre sus pacientes había
algunos que no necesariamente eran receptivos a la idea de un tras¬
torno inducido por la tensión, lo cual dificultó en gran medida el trabajo
de este médico. Sin embargo, siguiendo los conceptos básicos enun¬
ciados en este libro, los datos preliminares indican que el 75% de su
grupo ha logrado una resolución del dolor entre buena y excelente, y
que más del 90% ha experimentado una mejoría funcional significativa.
En los congresos médicos he invitado a mis colegas a que obser¬
ven el programa y les digo que me complacería que se realizara una
encuesta efectuada por una organización externa. Las estadísticas tan
impresionantes como las mías tienden a provocar escepticismo entre la
comunidad médica.
Existen razones para pensar que las estadísticas seguirán siendo
favorables, dado que ahora entrevisto a los pacientes antes de la con¬
sulta, con el propósito de desalentar a las personas que no serán
receptivas al tratamiento. La realidad es que sólo una determinada pro¬
porción de las personas que sufren dolor de espalda tendría una acti¬
tud abierta ante el diagnóstico, y el hecho de tratar a alguien que no
puede aceptar el diagnóstico de SMT es un gasto inútil de tiempo y de
energía.
Algunos críticos afirman que he obtenido tan buenos resultados
debido a que sólo acepto a pacientes que creen en mis conceptos. Sin
embargo, yo sólo puedo trabajar con pacientes razonablemente recep¬
tivos a la idea de que sus emociones son responsables del dolor. Aun

no
El tratamiento del SMT

así, la mayoría de ellos se muestran escépticos en la primera consulta.


Mi trabajo consiste en convencerlos de la lógica del diagnóstico, dado
que sólo aceptando la función de las emociones podemos lograr que el
cerebro deje de hacer lo que está haciendo. No es cuestión de creer,
sino de aprender.
¿Operaría un cirujano a un paciente con un riesgo quirúrgico
demasiado alto? ¿Acaso debo ser menos selectivo que un cirujano?
Hablando del tema, otra de las críticas que me hacen con frecuen¬
cia mis colegas es que voy demasiado lejos al afirmar que la mayoría de
los síndromes dolorosos del cuello, hombros y espalda se deben al SMT.
«Puede que tenga razón en un 30 o 40% de los casos», dicen.
Si 30 o 40% de los pacientes con dolor de espalda sufre de SMT,
¿por qué estos críticos nunca emiten este diagnóstico?
La triste verdad es que no pueden hacerlo porque ello significaría
repudiar los sesgados diagnósticos que han mantenido desde hace
mucho tiempo y reconocer la función que las emociones juegan en
esos síndromes dolorosos, algo de lo que son «visceralmente incapa¬
ces», parafraseando al Senador Byrd, de Virginia Occidental.
Estos resultados del tratamiento son la única prueba sólida de la
exactitud del diagnóstico y de la eficacia del programa terapéutico. De
hecho, muchos de los pacientes que acuden a mi consulta conocen a
una o más personas que han sido tratadas con éxito. Sin embargo, esto
no es nuevo en el ámbito de la medicina. El mejor generador de nuevos
pacientes es un paciente tratado con éxito.
Es necesario insistir en que yo no considero que un paciente ha
sido tratado con éxito en tanto él o ella no esté libre del dolor principal
(todos padecemos pequeños dolores de vez en cuando) y sea capaz de
realizar actividades físicas sin restricción alguna y sin sentir miedo.
Como dijimos anteriormente, para las personas que padecen un proble¬
ma de dolor crónico, el miedo a la actividad física puede ser aún más
incapacitante que el dolor mismo. Prácticamente todos los pacientes a
quienes he atendido han sido prisioneros del miedo (miedo a lastimarse,

m
v^EDaootosoE^

a precipitar un ataque) y este último es más eficaz que el dolor para man¬
tener la atención del paciente centrada en su cuerpo y no en sus emo¬
ciones. Nuestro trabajo consiste en librarlos de este miedo generalizado.
He buscado sin descanso formas de transmitir el mensaje. Ciertas
frases pueden llegar a algunas personas pero no a otras, así que las
uso todas:

«Vamos a tratar de evitar que su cuerpo reaccione física¬


mente ante sus emociones»
«Queremos que aprenda a enviar mensajes a su sub¬
consciente»
«La información es la penicilina que cura este trastorno»
«La sabiduría es la cura»
«El conocimiento es la cura»
«Hasta ahora, su subconsciente es quien ha dictado las
normas; le voy a enseñar cómo lograr que su men¬
te consciente asuma el control»
«Enfurézcase con su cerebro; háblele; hágaselas pasar
negras»
«El SMT es un truco que su mente le juega; no caiga en él»
«El SMT es una atracción secundaria para distraerlo a
usted de lo que le sucede emocionalmente»
«Los síntomas son un truco para enmascarar lo que suce¬
de en la psique»
«La mayoría de los cambios estructurales de su columna
son sucesos naturales»
«El cerebro no desea afrontar la ira reprimida, por lo que
huye de ella»
«Al reírse del dolor o ignorarlo, usted le enseña al cerebro
a enviar nuevos mensajes a los músculos»
«Vamos a ayudarlo a tomar la espada de Damocles en sus
manos, en lugar de dejar que cuelgue sobre su cabeza»
El tratamiento del SMT

Estoy particularmente agradecido con una paciente, la señora


Norma Puzzis, quien me entregó los siguientes versos al concluir su
programa de tratamiento. Actualmente, dichos versos forman parte de
las conferencias-debate.

Lleva tu atención a tu mente y no a tu físico


pues aunque te resulte paradójico,
y nunca se te hubiera ocurrido,
emociones profundamente reprimidas
son la causa de tal tensión.
¿Has oído, subconsciente?
No hay nada que temer,
si como toda víctima de su propia espalda
te concentras en el dolor,
distraes tu atención
de la tensión que lo ocasiona.
Tu secreto ha sido descubierto
Has perdido tu influencia
Así que date por vencido, ríndete
¡el SMT es benigno!
Yo tengo el control, no tú,
pues he aprendido a pensar con mi mente,
no con mi cuerpo.

Estoy seguro de que estos maravillosos versos han ayudado a


muchos de mis pacientes, debido a que capturan con tanta belleza una
de las ideas básicas.
Dado que una de las características de las personas con SMT es
sentirse víctimas y sin control, el programa de tratamiento debe ayu¬
darlas a recuperar su sentido de poder señalando que el origen del
dolor es un proceso inofensivo. Yo aliento a los pacientes a que adop¬
ten una actitud de desdén hacia el dolor para reemplazar sus fuertes

113
sentimientos de intimidación. Esto envía un mensaje al inconsciente,
indicándole que la estrategia para mantener la atención centrada en el
cuerpo está a punto de fracasar, lo que significa el fin del dolor.

PREGUNTAS DE LOS PACIENTES

Uno de los conceptos más difíciles de comprender es el hecho de


que no es necesario eliminar la tensión de la propia vida.

Algunos pacientes preguntan «¿ Cómo puedo cambiar mi


personalidad y cómo puedo dejar de generar ansiedad e ira ?»
Si éstos fuesen requisitos previos para la recuperación, el índice
de pacientes curados sería igual a cero. No se trata de cambiar nues¬
tras emociones, sino de reconocer que existen y que el cerebro trata de
evitar que nos demos cuenta de su existencia mediante el mecanismo
del síndrome doloroso. Ese es el punto principal para comprender por
qué el conocimiento es la cura efectiva.

«¿Cómo sabe que lo que hace no es un placebo?»


Esta es una excelente pregunta, la cual siempre me ha preocu¬
pado, ya que la reacción de placebo debe ser evitada a toda costa. Una
cura placebo casi siempre es temporal y lo que buscamos es la resolu¬
ción permanente del problema. Por tanto, una cura placebo no sería
satisfactoria. Esto último es algo muy común. A los pacientes se les
prescribe una gran variedad de tratamientos físicos, se sienten mejor
durante unos días, y posteriormente requieren otro tratamiento. (Y, desde
luego, estas personas nunca superan su miedo a la actividad física). Una
de las razones por las que el programa para combatir el SMT no produ¬
ce una reacción de placebo es el hecho de que casi todos los pacientes
han experimentado la resolución permanente de sus síntomas.

114
El tratamiento del SMT

Una segunda razón es que el efecto placebo está basado en la fe


ciega: los pacientes saben poco o nada acerca del trastorno que pade¬
cen y de las bases del tratamiento, limitándose a confiar en el médico.
El programa educativo utilizado para tratar el SMT es exactamente lo
contrario. Yo enseño a los pacientes literalmente todo lo que sé acerca
del trastorno, los animo a que hagan preguntas y les advierto que
deben convencerse de que el diagnóstico es lógico y coherente. Su
recuperación depende de la información y de la consciencia. Los
pacientes son participantes activos en su proceso de recuperación.
Esto puede ser cualquier cosa, excepto un proceso placebo.
Quizás el argumento más contundente para demostrar que lo que
hacemos no es un placebo sea el hecho de que, en numerosas oca¬
siones desde la publicación de mi libro Mind Over Back Pain (Cómo
usar la mente para curar el dolor de espalda), que es el predecesor de
esta obra, varias personas han afirmado haberse librado completa y
permanentemente del dolor simplemente al leer el libro. Aquí no hay
ninguna influencia de la personalidad ni atención del enfermo, sólo
información simple y llana. Y hemos aprendido que la información es el
elemento decisivo para eliminar el SMT.

«¿Por qué dejó de usar la terapia física


como parte de su programa de tratamiento?
Esto se ha tratado en páginas anteriores, pero vale la pena repe¬
tirlo. Como hemos dicho, cualquier tratamiento físico, incluida la terapia
física, puede convertirse en un placebo y nuestra intención es evitar
esto a toda costa, dado que los resultados obtenidos mediante un pla¬
cebo siempre son temporales. Sin embargo, existe otra razón más sutil.
Si trato de que la gente deje de prestar atención a su cuerpo y comien¬
ce a pensar en términos psicológicos, ¿acaso no estaría contradicien¬
do mi propia estrategia terapéutica si prescribiera una terapia física?
Me tomó mucho tiempo darme cuenta de esto y reunir el valor suficien¬
te para dejar de prescribirla, dado que, después de todo, se me había

115
enseñado a depender de los tratamientos físicos como cualquier otra
persona. Ahora me cuesta algo de trabajo recordar lo difícil que fue
comenzar a comportarme como un «purista», es decir, a depender
exclusivamente del programa educativo. De hecho, y para remarcar
este punto, por la misma razón recomiendo a los pacientes que dejen
de practicar los ejercicios diseñados para sanar su espalda. Los pacien¬
tes no deben hacer nada que los lleve a centrar su atención en el área
afectada.
De la misma forma, a los pacientes se les enseña que no existe
una forma correcta de agacharse o de levantar pesos, que no deben
evitar las sillas ni los colchones blandos, que los corsés y collarines son
innecesarios y, en general, que el gran número de consejos y prohibi¬
ciones que acompañan al dolor de espalda simplemente carecen de
fundamento, ya que el SMT es un padecimiento inofensivo, por lo que
no hay ningún daño estructural en su espalda. Correr no es perjudicial
para la espalda; los músculos abdominales débiles no provocan el
dolor, ni la fortaleza de los músculos de la espalda lo evitan; es perfec¬
tamente correcto arquear la espalda, nadar de pecho o de crawl; el
hombre está hecho para caminar erguido (el homo sapiens y sus
ancestros lo han hecho durante tres o cuatro millones de años); una
pierna corta no causa el dolor de espalda... Y podríamos seguir y seguir
indefinidamente.

«¿Cómo puedo distinguir entre el SMT y el dolor


causado por ejercitar excesivamente músculos
que anteriormente no había usado?»
Esto es fácil. Cuando usted realiza alguna actividad a la que no
está acostumbrado y se levanta a la mañana siguiente con dolor en los
brazos o en las piernas, se trata de un dolor benigno que suele desa¬
parecer al otro día. El dolor provocado por el SMT siempre es muy
molesto y no desaparece rápidamente, en caso de hacerlo.

116
El tratamiento del SMT

«¿Qué tipo de ejercicio puedo practicar?»


Cuando el dolor ha desaparecido, es posible hacer cualquier
cosa, cuanto más vigorosa, mejor. Evidentemente, sólo debemos seguir
una práctica vigorosa después de consultar al médico. Pero el punto es
que el ejercicio debe practicarse por razones de salud general, y no por
la espalda.

«Suponga que el dolor de la parte baja de


mi espalda desaparece para reaparecer en
el cuello y en los hombros. ¿Qué debo hacer?»
Siempre aconsejo a mis pacientes que me llamen, de manera que
podamos hablar sobre el significado de ese cambio. En las primeras
fases del tratamiento, es posible que el cerebro trate de ubicar el SMT
en el cuello, hombros, espalda o glúteos. Ese órgano se rehúsa a aban¬
donar esa conveniente estrategia para desviar la atención de las emo¬
ciones. Es necesario advertir a los pacientes que esto puede ocurrir y
que no deben sentir pánico ni desánimo, sino limitarse a aplicar los mis¬
mos principios a la nueva ubicación del dolor. Y les recuerdo que el sis¬
tema muscular no es el único lugar en el que el cerebro puede crear
este tipo de distracción. Puede hacer lo mismo en el tracto gastrointes¬
tinal, en la cabeza, produciendo migraña o cefalea, en la piel, en el trac¬
to genitourinario, etc. El cerebro puede provocar daños en cualquier
órgano o sistema del cuerpo, por lo que debemos estar en guardia. Yo
aconsejo a mis pacientes que consulten a su médico si experimentan
un nuevo síntoma, pero que también me lo hagan saber, dado que
dicho síntoma puede servir al mismo propósito que el SMT. Por ejem¬
plo, las úlceras estomacales deben ser tratadas con la medicación ade¬
cuada, pero es igualmente importante admitir que han sido provocadas
por factores relacionados con la tensión.

117
^EDEl0otosoE^

«¿Qué debo hacer si sufro una


recaída dentro de seis meses o un año?»
Yo recomiendo a mis pacientes que me llamen de inmediato para
que podamos empezar a buscar la razón psicológica del nuevo episo¬
dio. Esto generalmente significa asistir a una de las reuniones de los
grupos pequeños o a mi consulta.

«¿ Y qué la hipnosis? ¿Acaso no es una buena


forma de hacer que la mente haga lo que uno quiere?»
Temporalmente sí, pero lo que buscamos es una cura permanen¬
te. Recientemente, un estudio realizado en la Escuela de Medicina de
Stanford y publicado en The American Journal of Psychiatry demostró
plenamente que la hipnosis puede reducir significativamente el dolor
en algunos pacientes. Esto es muy deseable si lo que tratamos es el
dolor, como en el caso de los pacientes con cáncer. Sin embargo, yo
digo a mis pacientes que ¡yo no trato el dolor! Ese sería un tratamiento
sintomático, y por lo tanto una práctica médica deficiente. Yo trato el
trastorno que es la causa fundamental del dolor. Hasta donde yo sé, la
hipnosis no contribuye a ese proceso.
Lo anterior nos lleva a un asunto del cual no me gusta hablar,
pues me lastima. Sin embargo, es necesario hablar de ello, ya que es
muy importante. Tiene que ver con la forma en que el «dolor crónico»
ha sido tratado en cientos de clínicas especializadas de todo el país en
los últimos veinte años.
El principio básico, enunciado primero por un profesional ajeno al
campo de la medicina, indica que el dolor crónico es una entidad
patológica independiente, una exageración del dolor provocado por
alguna anomalía estructural persistente que se desarrolla debido a que
el paciente deriva del dolor lo que los psicólogos llaman una «ganancia
secundaria». Es decir, el dolor le proporciona algún beneficio psicológi¬
co, como atención, dinero o escape del mundo. Existe la teoría de que
los pacientes aprenden esta conducta porque la misma es fomentada

118
El tratamiento del SMT

por el sistema médico, por la familia y los amigos. El tratamiento está


diseñado para desalentar dicha conducta, recompensando la conducta
no dolorosa y «castigando» la opuesta. Los estudiantes de psicología
se habrán dado cuenta de que estas ideas derivan de la obra de B. F.
Skinner, quien adquirió un gran renombre gracias a sus trabajos en los
que demostró este tipo de condicionamiento.
Si bien se sabe que los seres humanos podemos ser condiciona¬
dos en el sentido pavloviano clásico, es necesario ser muy cautos al
aplicar los principios de Skinner al ser humano. Con frecuencia es posi¬
ble identificar elementos de ganancia secundaria en mis pacientes,
pero dichos elementos no son de ningún modo los principales factores
psicológicos activos. Al atribuir tal importancia a la ganancia secunda¬
ria, ignoramos el problema real, es decir, los sentimientos reprimidos de
todo tipo, y cometemos el error, igualmente grave, de no reconocer la
verdadera fisiología del dolor, el cual no se debe a ninguna anomalía
estructural persistente, sino a un proceso psicopatológico, según se
describe en la presente obra.
Es por ello por lo que las clínicas especializadas en padecimien¬
tos dolorosos algunas veces son útiles, pero casi nunca curan a los
pacientes.

«¿El programa de tratamiento contra el SMT es


un ejemplo de vis medicatrix naturae, o de la
capacidad del cuerpo de curarse a sí mismo?»
Lo es en cierto sentido. Pero en otro, va más allá del proceso
usual de autocuración, el cual siempre se activa cuando nos lesiona¬
mos o nos invaden sustancias tóxicas o agentes infecciosos. Es un
ejemplo de la forma en que es posible revertir un tipo específico de
trastorno físico, es decir, un proceso psicofisiológico. En el último capí¬
tulo de esta obra explicaremos ésta y otras interacciones que se dan
entre la mente e el cuerpo. Éste es un tema que por fin está atrayendo
la atención de los investigadores médicos.

119
’T'L á h * ■ • -i r r«s *fc l J* «t: *# ■ :> aftd

.
S Los diagnósticos
tradicionales
(convencionales)

ajunque para mí es una tarea desagradable, es necesa¬


rio analizar el gran número de trastornos a los cuales se atribuye común¬
mente el dolor de cuello, espalda y extremidades. El lector debe saber
qué significan esos diagnósticos para quienes los emiten, para las diver¬
sas disciplinas que los tratan, y para las personas que los reciben.
Durante mis conferencias a los pacientes con SMT, insisto en que
es muy importante saber qué es lo que induce el dolor y qué es lo que
no lo causa, debido a que muchos de los diagnósticos que se descri¬
ben a continuación provocan mucho miedo y, como vimos en capítulos
anteriores, el miedo es el factor dominante en el empeoramiento y per¬
petuación del síndrome doloroso.
El estadounidense medio piensa que la parte baja de la espalda
es una estructura frágil y vulnerable, que se lesiona con facilidad y que
constantemente está en riesgo de volver a lastimarse. La frecuencia
del dolor de espalda en la población se ha incrementado a medida que
se ha propagado esa idea, por lo que actualmente solemos escuchar
que un sorprendente 80 a 85% de los adultos tiene antecedentes de
alguno de esos síndromes dolorosos. Las ideas sobre la vulnerabilidad

121
^WKEDa^Oe0EESp^

de la espalda se basan, en gran medida, en los diagnósticos emitidos


por los médicos. Palabras como hernia, degeneración, deterioro y
desintegración, que se usan constantemente para referirse a la parte
baja de la columna vertebral, provocan miedo y constituyen una expli¬
cación fácil para la «lesión» y el ataque de insoportable dolor. Además,
existen docenas de prohibiciones y consejos que las personas apren¬
den en su interacción con los médicos y otros profesionales, y en oca¬
siones con la familia y amigos. Entre ellos tenemos los siguientes:

No se agache
No ande con los hombros caídos
No se siente en sillas suaves ni use colchones blandos
No arquee la espalda
No nade de crawl ni de pecho
No use tacones altos
Siempre que levante un peso, hágalo con la espalda recta
Correr es malo para la columna
Nunca corra en superficies duras
La debilidad de los músculos de la espalda es lo que pro¬
voca el dolor
Unos músculos abdominales fuertes nos protegen del
dolor de espalda
Estírese siempre antes de hacer ejercicio
Si padece dolor de espalda, evite los deportes vigorosos

La anterior no es más que una lista parcial. Dado que el concepto


fundamental acerca de la causa del dolor es erróneo, se ha generado un
volumen monumental de desinformación que contribuye de manera
importante a la severidad y la duración de los episodios dolorosos.
La verdad es que la espalda es una estructura robusta, totalmen¬
te capaz de llevarnos por la vida y mucho más. Es una parte que ejer¬
citamos constantemente, dado que el simple hecho de estar erguidos y

122
Los diagnósticos tradicionales (convencionales)

andar de aquí para allá exige que nuestros músculos posturales que,
paradójicamente, son los únicos afectados por el SMT, estén siempre
activos, manteniendo nuestro tronco erguido sobre las piernas y a
nuestra cabeza sobre él. Y si damos una caminata vigorosa, si corre¬
mos o trotamos, esos músculos se ejercitan aún más. Sin duda, estos
son los músculos más fuertes de nuestro cuerpo.
Cuando escucho que un deportista profesional, como un jugador
de tenis, ha tenido que abandonar un torneo debido a que sufre dolor
de espalda, me sorprende lo ingenuo que resulta afirmar que dicha per¬
sona tiene una espalda deficiente. Este tipo de trastornos era práctica¬
mente desconocido hace treinta años en deportes como el tenis, el
béisbol, el fútbol o el baloncesto. Se trata de una dolencia de aparición
reciente.
Hace algunos años, atendí a una famosa deportista que sufría
dolor en los mismos músculos que utilizaba para practicar su deporte.
Por fortuna, comprendió de inmediato el concepto de SMT y su dolor
desapareció muy pronto.

DIAGNÓSTICOS ESTRUCTURALES MÁS COMUNES

De acuerdo con mi experiencia, las anomalías estructurales


pocas veces provocan el dolor de espalda. Esto no debe sorprender¬
nos, ya que esta epidemia de dolor de espalda es muy reciente. De
alguna forma, el género humano se las arregló para evolucionar duran¬
te más de un millón de años, pero si los diagnósticos estructurales son
correctos, algo le ha ocurrido a la columna en el último periodo evoluti¬
vo, por lo que ha comenzado a deteriorarse.
Esta idea es insostenible. Podemos sospechar que las anomalías
de la columna siempre han estado presentes pero nunca se las acusó de
producir dolor, ya que no había ningún dolor de qué acusarlas. Hace cin¬
cuenta años, ese dolor no era muy común y, lo que es más importante,

123
^WKEDa^0*DEESp^

nadie lo tomaba en serio. La epidemia de dolor de espalda se debe al


enorme incremento en la frecuencia del SMT durante los últimos trein¬
ta años e, irónicamente, el hecho de que la profesión médica no haya
sido capaz de reconocerlo y diagnosticarlo ha sido un factor muy impor¬
tante para ese incremento. En lugar de atribuirlo al SMT, el dolor se ha
achacado principalmente a diversos defectos estructurales de la columna.
Es indispensable saber que casi todas las anomalías estructura¬
les de la columna son inofensivas. Teniendo esto en mente, demos un
vistazo a los diagnósticos convencionales más comunes.

La Hernia Discal
Si bien quienes padecen de dolor de espalda no son conscientes
de ello, los estudiosos de la columna vertebral saben que el último dis¬
co intervertebral, que se encuentra entre la quinta vértebra lumbar y el
sacro, presenta cierto grado de degeneración en la mayoría de las per¬
sonas de más de veinte años de edad. Los discos intervertebrales son
estructuras que se encuentran entre los cuerpos de los huesos espina¬
les, y su función consiste en absorber los impactos recibidos por la
columna. Dichas estructuras se encuentran firmemente unidas a la par¬
te superior e inferior de los cuerpos vertebrales, de tal forma que no
pueden «resbalarse». Se componen de una capa exterior dura y resis¬
tente que encierra un denso fluido, cuya función es absorber los impac¬
tos. Debido a la gran actividad realizada por el cuello y la parte baja de
la espalda, los discos intervertebrales de esas partes comienzan a des¬
gastarse a una edad temprana, en ocasiones alrededor de los veinte
años, como he dicho anteriormente.
Aunque nadie sabe exactamente qué es lo que sucede, los discos
se aplanan, lo que sugiere que el fluido en su interior se ha secado, o
que ha formado una protuberancia en alguna parte debilitada, usual¬
mente en la cara que da hacia la espalda. Este abultamiento en la pared
del disco es lo que se conoce como hernia discal. Es algo similar a
exprimir la pasta dental del tubo. En algunos casos, el fluido no forma

124
Los diagnósticos tradicionales (convencionales)

dicho abultamiento, sino que sólo curva el disco. Todo esto puede ver¬
se mediante una tomografía informatizada o un estudio mediante reso¬
nancia magnética, que son notables técnicas de diagnóstico que mues¬
tran detalladamente los tejidos blandos. Las radiografías convenciona¬
les sólo muestran los huesos, a menos que se use algún material de
contraste.
La pregunta importante es: «¿Cuál es el daño que produce esta
protuberancia del disco?»
De acuerdo con la idea convencional, la «pasta dental» comprime
un nervio espinal cercano, produciendo dolor. Si la hernia se encuentra
entre la cuarta vértebra lumbar (L4) y L5, o entre L5 y el hueso sacro,
el dolor se producirá en la pierna. Si la hernia se ubica en el cuello, pro¬
ducirá dolor en el brazo. El dolor de pierna usualmente se conoce como
ciática.
De acuerdo con mi experiencia, la hernia discal intervertebral
pocas veces es responsable del dolor o de cualquier otro síntoma neu-
rológíco. Esta es una opinión minoritaria, pero no soy el único que la
sostiene. El Dr. Hubert Rosomoff, famoso neurocirujano y presidente de
su área en la Facultad de Medicina de la Universidad de Miami, ha lle¬
gado a una conclusión similar, explicada en su artículo «¿Producen
dolor las hernias discales?», publicado en Advances in Paín Research
and Therapy, publicado por H. Fíelds, R. Dubner, F. Cervero y L. Jones
(Nueva York, Raven Press, 1985). Este médico practicó la cirugía de
espalda durante muchos años y aparentemente basa su conclusión en
ciertas incongruencias observadas, así como en un hecho lógico de la
patofisiología neurológica, según el cual la compresión continua de un
nervio hace que éste deje de transmitir mensajes de dolor después de
un corto periodo. El resultado es el adormecimiento. Entonces, ¿cómo
puede la hernia díscal causar un dolor continuo?
El Dr. Alf Nachemson, médico e investigador sueco muy respeta¬
do que estudió este problema durante años, en su artículo «La zona
lumbar de la columna vertebral: un reto para la ortopedia», publicado en

125
1976 en Spine (vol. 1, p. 59), concluyó que, en la mayoría de los casos,
la causa del dolor de espalda se desconoce y que casi todos ellos
deberían ser tratados en forma no quirúrgica.
Mi conclusión de que la mayoría de las hernias discales son ino¬
fensivas se basa en diecisiete años de experiencia en el tratamiento de
estos pacientes con un alto índice de éxito, lo cual hace pensar que el
material protuberante no daña ninguna estructura; simplemente está ahí.
Se comenzó a sospechar la inocencia del pobre disco lesionado
cuando se observó que con frecuencia no existía ninguna correlación
entre lo que cabría esperar de una hernia discal y los resultados del his¬
torial clínico y el examen físico.
Por ejemplo, cierto estudio de diagnóstico (tomografía informati¬
zada u obtención de imágenes por resonancia magnética) mostraba
una hernia discal entre las vértebras L4 y L5. Una de las posibles con¬
secuencias de ello sería la debilidad de los músculos que elevan el pie
y sus dedos. Sin embargo, el examen reveló que existía debilidad no
sólo en esos músculos, sino también en los de la parte posterior de la
pierna, por los cuales no transita el nervio espinal que discurre por el
espacio entre las vértebras L4 y L5. Por tanto, cuando descubrí en el
examen que los músculos glúteos que se encuentran cerca del nervio
ciático sufrían dolor al presionarlos, me resultó evidente que el trastor¬
no nervioso no provenía de la región afectada por la hernia discal, sino
del nervio ciático que recorre ambos grupos musculares. El siguiente
historial ilustra lo anterior:
La paciente era una profesional de cuarenta y cuatro años de
edad, que sufría dolores recurrentes en la parte baja de la espalda y en
las piernas desde hacía quince años. Unos siete meses antes de acu¬
dir a la consulta, sufrió un severo ataque de dolor en la parte baja de la
espalda y en la pierna derecha. También se quejaba de debilidad en
dicha extremidad.
La tomografía informatizada mostró una pequeña hernia entre la
quinta vértebra lumbar y el sacro, la cual debió haber surgido hacía

126
Los diagnósticos tradicionales (convencionales)

mucho tiempo, ya que se había calcificado. No parecía capaz de pro¬


vocar síntomas, pero ese era el diagnóstico. El dolor prosiguió durante
los siguientes siete meses. La paciente estaba físicamente restringida
debido a la debilidad de su pierna derecha.
En el examen que le practiqué, descubrí que el tendón del tobillo
derecho carecía de reflejos y que los músculos de la pantorrilla eran
débiles. Ambos hallazgos podían explicarse por la presión ejercida en
el primer nervio sacro espinal (éste fue el diagnóstico del médico que
atendió a la paciente), dado que ese nervio envía fibras motoras al
músculo de la pantorrilla y pasa cerca del disco en cuestión. Sin embar¬
go, exámenes posteriores demostraron que los músculos de la parte
frontal de la pierna también eran débiles y que su movimiento de la
punta del pie hacia arriba y hacia abajo era parcial. Esto no podía acha¬
carse a la hernia discal, puesto que los nervios espinales que recorren
esos músculos no pasan cerca de ella.
Por otra parte, todos estos hallazgos podían explicarse por la
existencia de algún elemento que interfiriese con el funcionamiento nor¬
mal del nervio ciático derecho, como suele observarse en el SMT. Ese
nervio recibe derivaciones de los nervios lumbares 3,4 y 5, y de los ner¬
vios sacros 1 y 2. Por tanto, cualquier cosa que afecte al nervio ciático,
afectará también a las partes de la pierna recorrida por uno o más de
esos nervios, como en el caso de esta paciente.
El examen que se le practicó también reveló sensibilidad a la pre¬
sión en todos los músculos del glúteo derecho, que es donde se locali¬
za el nervio ciático. Este y otros hallazgos característicos obtenidos en
el examen físico determinaron el diagnóstico de SMT en el glúteo dere¬
cho y el nervio ciático. La hernia discal fue un hallazgo incidental sin
importancia.
Tales discrepancias clínicas son comunes y hacen que me pre¬
gunte por qué casi nunca son descubiertas.
La fijación de los médicos con la hernia discal es tal, que el
diagnóstico suele hacerse únicamente con base en los antecedentes

127
v^REsEdQooío#oe^

de dolor simultáneo en la parte baja de la espalda, el glúteo y la pierna,


e incluso si ésta no lo presenta, y sin realizar una tomografía informati¬
zada o un estudio mediante resonancia magnética. Es imposible diag¬
nosticar clínicamente una hernia discal, ni sólo con los rayos X, pues lo
que éstos suelen mostrar es un estrechamiento del espacio del disco,
generalmente en los dos últimos espacios intervertebrales. Como
hemos visto, esta anomalía del último espacio intervertebral está pre¬
sente en prácticamente todas las personas mayores de veinte años y
significa que el disco ha degenerado, lo cual es una parte perfecta¬
mente normal del proceso de envejecimiento. Puede ser tentador, pero
no es recomendable atribuir síntomas a los fenómenos normales del
envejecimiento. Según mi experiencia, la degeneración de los discos
intervertebrales no es más patológica que el encanecimiento del cabe¬
llo o que las arrugas de la piel.
En las publicaciones médicas de años recientes han aparecido
numerosos informes acerca de pacientes con hernias discales, sin
antecedentes de dolor de espalda. Tales hernias fueron descubiertas
involuntariamente en tomografías informatizadas o en exámenes
mediante imágenes por resonancia magnética realizados para estudiar
otras partes del cuerpo.
Para evaluar objetivamente el problema, debo mencionar que un
estudio estadístico mostró una mayor frecuencia de antecedentes de
dolor de espalda en las personas con anomalías en los discos interver¬
tebrales. He tratado de conciliar estos hallazgos con la clara observa¬
ción de que es el SMT, y no la patología de los discos, lo que provoca
el dolor, y sólo he podido concluir que en el misterioso proceso median¬
te el cual el cerebro elige el lugar para manifestar el SMT, dicho órgano
selecciona una área «anormal» (como una hernia discal) aunque esa
aberración anatómica pueda no ser patológica.
Para documentar la gran cantidad de pacientes con hernia discal
tratados con éxito durante un lapso de muchos años, en 1987 realiza¬
mos una encuesta de seguimiento. Un investigador asistente entrevistó

128
Los diagnósticos tradicionales (convencionales)

telefónicamente a ciento nueve pacientes, cuyos nombres se seleccio¬


naron al azar entre una gran población de pacientes examinados y tra¬
tados en un lapso de uno a tres años antes de dicha encuesta. En todos
y cada uno de dichos casos, el dolor había sido atribuido a una hernia
discal, la cual podía verse mediante una tomografía informatizada. Con
base en sus antecedentes y en el examen médico, les diagnostiqué el
SMT y todos ellos siguieron el programa de tratamiento usual. Los
resultados fueron los siguientes:

Dolor mínimo o nulo, actividad física sin restricciones: ... 96 (88%)


Mejoría, cierto dolor, actividad física restringida:. 11 (10%)
Sin cambios:. 2 (2%)

Se encontró que los dos pacientes que no mejoraron padecían


problemas psicológicos severos y persistentes, y continúan recibiendo
psicoterapia hasta el día de hoy.
Estas estadísticas hacen difícil tomar en serio a la hernia discal.
Sin embargo, a cada uno de estos pacientes se le había previamente
informado que esa era la causa de su dolor; a treinta y uno de ellos se
les aconsejó someterse a cirugía; tres ya lo habían hecho y a la mayoría
de los demás se le indicó que podría ser necesaria una operación
quirúrgica si el tratamiento y los ejercicios fallaban.
El siguiente es otro historial. El paciente era un varón de veinti¬
cinco años de edad con antecedentes de dolor en la parte baja de la
espalda y en la pierna derecha; dos meses antes de acudir a mi con¬
sulta, se le practicó un mielograma lumbar que mostraba una hernia
discal. Se le recomendó suspender toda actividad física y someterse a
una operación quirúrgica. Ambas recomendaciones serían apropiadas
si el disco intervertebral fuese lo que provocaba el dolor. Dado que el
paciente era un gran deportista (cuyos deportes favoritos eran el balon¬
cesto y el squash), el diagnóstico lo había hundido. También le moles¬
taba el hecho de que ya no podría «quemar» la tensión practicando

129
^tRESEDa00toeoE^

deportes vigorosos, pues se consideraba a sí mismo como una perso¬


na muy tensa.
Decidió no someterse a la cirugía y, con gran inquietud, continuó
entrenándose en el gimnasio, e incluso jugaba al baloncesto de vez en
cuando. Dado que su estado no mejoraba ni empeoraba, vivía con un
constante temor a lastimarse gravemente.
El examen que le practiqué no reveló ninguna manifestación de
daño nervioso en ninguna de sus piernas; no obstante, la prueba que
consiste en levantar la pierna sin doblarla le causaba dolor en el glúteo
derecho. Como es usual en el SMT, la presión manual le provocaba dolor
en ambos glúteos, en ambos lados de la parte estrecha de la espalda,
en la parte superior de ambos hombros y en los lados del cuello. Estos
hallazgos indicaban que el dolor se debía al SMT y no a la hernia discal.
El paciente aceptó el diagnóstico, participó en el programa de trata¬
miento y se libró del dolor en pocas semanas. Ahora han pasado cerca
de doce años desde que acudió a mi consulta y continúa funcionando
normalmente, con todo su vigoroso programa de ejercicio físico.

Estenosis de la médula espinal


En todo el tiempo que he trabajado con este padecimiento, he
notado que el diagnóstico de estenosis de la médula espinales uno de
los más comunes cuando existe un dolor de espalda y no hay ninguna
hernia discal a la cual culpar. Este diagnóstico se refiere a la estrechez
del canal espinal, que en ocasiones es congénita, pero que en la mayoría
de los casos es resultado del envejecimiento de los huesos de la colum¬
na. La acumulación ósea, que en algunos lugares se conoce como for¬
mación de osteofitos, hace que el canal se vuelva más estrecho.
Mi reacción ante esta anomalía se basa en mi experiencia con los
pacientes. La mayoría de los que he atendido padecían SMT sin impor¬
tar su edad, lo que me llevó a no tomar en cuenta el diagnóstico basado
en los rayos X. Cuando se trata de una estenosis grave, es posible abrir
quirúrgicamente el canal, pero he visto muy pocos casos de ese tipo.

130
Los diagnósticos tradicionales (convencionales)

Suelo aconsejar a mis pacientes, particularmente a los de la ter¬


cera edad, que acudan a ver un neurólogo para que éste estudie cui¬
dadosamente la posibilidad de daño en las estructuras nerviosas. Si el
cuadro neurológico es satisfactorio y el paciente presenta los signos
clásicos del SMT, puedo proceder con confianza sin importar lo que
muestren los rayos X.

Nervio pellizcado o pinzado


Uno de los diagnósticos más comunes después del de la hernia
discal es el del nervio pinzado o pellizcado, el cual se emite usualmen¬
te cuando los pacientes presentan dolor en una parte del cuello, el hom¬
bro y la extremidad superior del mismo costado. Lo que supuestamen¬
te está pellizcado es un nervio cervical que atraviesa por una abertura
(llamada foramen), formada por las vértebras cervicales contiguas. Lo
que aparentemente provoca el «pellizco» es un osteofito (es decir, una
acumulación ósea; ver el apartado anterior), o una hernia discal.
Este diagnóstico presenta muchos fallos, pues se basa en con¬
ceptos muy débiles. También en este caso, el problema lo constituye la
necesidad de identificar una causa estructural, lo cual en ocasiones indi¬
ca una preocupante falta de objetividad. Las siguientes observaciones
ponen en tela de juicio el diagnóstico del nervio pellizcado o pinzado.
En primer lugar, los síntomas descritos suelen presentarse en adul¬
tos jóvenes que no muestran acumulaciones óseas ni hernias discales.
En segundo lugar, las acumulaciones óseas son extremadamen¬
te comunes y muchas de las personas que las tienen no sufren dolor.
El número y el tamaño de estas formaciones se incrementa a medida que
el individuo envejece, por lo que toda persona madura o anciana debería
tener dolor de cuello y brazos debido a ellas, sin embargo no es así.
En tercer lugar, los neurorradiólogos (especialistas en rayos X
sobre el sistema nervioso) nos dicen que las acumulaciones óseas
deben estar obstruyendo el foramen para que el nervio quede compri¬
mido, lo cual es algo que se observa sólo en casos muy raros.

131
v^ESEDELOoto)foE^

En cuarto lugar, aquí ocurre lo mismo que con la hernia discal


lumbar: la compresión persistente de un nervio produce adormeci¬
miento (ausencia de dolor). Esto no tiene nada que ver con la sensación
subjetiva de adormecimiento que algunos pacientes experimentan en
un brazo o una pierna.
En quinto lugar, en las publicaciones médicas existen muchos
informes acerca de grandes protuberancias en la columna vertebral,
entre ellas tumores benignos, que en muchas ocasiones no producen
dolor.
La mayoría de los pacientes con «nervio pellizcado o pinzado»
padecen SMT en los músculos del cuello y hombros, particularmente
en el trapecio superior y en las partes de los nervios cervicales que no
están en contacto con los huesos de la columna. Cuatro nervios cervi¬
cales y el primer nervio torácico forman lo que se conoce como plexo
braquial, que es una zona en la que estos haces nerviosos se reorga¬
nizan y se convierten en los nervios que recorren el brazo y la mano. Es
muy probable que el plexo braquial esté involucrado en el proceso del
SMT. Sin embargo, el hecho de que se trate de los nervios espinales,
del plexo braquial o de ambos, es irrelevante, ya que no tratamos el
padecimiento localmente, sino que lo atacamos en su lugar de origen:
el cerebro.
El siguiente es un impresionante historial que nos enseña muchas
lecciones. La paciente era una profesional madura que sufría dolor en el
costado izquierdo del cuello, así como en el hombro y en el brazo
izquierdo. Este dolor era particularmente severo en la muñeca. Con fre¬
cuencia, el dolor en dicha articulación la despertaba a medianoche. Por
si esto fuera poco, un día se dio cuenta de que prácticamente había per¬
dido la capacidad de movimiento de su hombro izquierdo, lo cual se
conoce como «parálisis del hombro». Esta es una complicación común
del dolor de hombro. Al parecer, los pacientes comienzan a limitar el movi¬
miento de esa articulación, probablemente debido al dolor, sin darse cuen¬
ta de que no la están moviendo, y de repente notan que la capacidad de

132
Los diagnósticos tradicionales (convencionales)

movimiento de la misma ha desaparecido. Al no tener un movimiento


normal, la cápsula de la articulación se encoge, como lo haría cual¬
quier coyuntura cuyo movimiento esté restringido. Además, la paciente
me dijo que sufría una gran debilidad en la mano izquierda, hasta el
punto en que era incapaz de sostener objetos.
A pesar de lo tétricos que parecen estos síntomas, sospeché que
la paciente sufría de SMT, y el examen físico confirmó este diagnóstico.
La paciente se mostró receptiva ante él. Había oído hablar del síndro¬
me y su perfil psicológico encajaba perfectamente: estaba comprome¬
tida en extremo con su profesión, y era enormemente trabajadora y
compulsiva en relación con sus responsabilidades.
Para mi vergüenza, los síntomas no respondieron al programa
terapéutico usual. Por el contrario, continuaron manifestándose severa¬
mente durante muchas semanas. Pensé que podía haber algún pade¬
cimiento grave haciéndose pasar por SMT, por lo que envié a la apa¬
ciente a una consulta neurológica. Los resultados del examen físico y
de todas las pruebas que se le practicaron fueron normales.
Después de muchas semanas, los síntomas comenzaron a ceder
y, mientras tanto, la paciente y yo comenzamos a darnos cuenta de por
qué habían surgido y por qué había comenzado a mejorar. El problema
comenzó cuando se le informó que iba a perder a un miembro muy
importante de su equipo de investigación. En preparación a este hecho,
era necesario realizar una gran cantidad de trabajo, y la paciente temía
esa pérdida, por lo que generó una gran cantidad de ansiedad y, sin
duda, mucha ira hacia la forma tan desafortunada en que se habían
producido estos acontecimientos. El subconsciente no es particular¬
mente lógico acerca de cosas como ésta.
La desaparición total de los síntomas coincidió con la salida de la
valiosa colega, lo cual sugiere que, una vez sucedido lo que tenía que
suceder, el SMT dejó de ser necesario. La paciente recobró la capaci¬
dad de movimiento de su hombro sin necesidad de someterse a una
terapia física.

133
El suyo había sido un diagnóstico clásico de «nervio pinzado»,
con la particularidad de que no había tal cosa. Como lo demuestra cla¬
ramente este caso, el SMT está al servicio de los fenómenos psicológi¬
cos. El hecho de atribuir los síntomas a una anomalía estructural es un
lamentable error de diagnóstico.

Síndrome de las articulaciones intervertebrales


Estas articulaciones unen los huesos de la columna. Al igual que
todas las coyunturas, están sujetas a desgaste y comienzan a parecer
anormales a medida que envejecemos. Se cree que en algunos pacientes,
estos cambios provocan dolor. Mi experiencia me indica que no es así.

Artritis vertebral
El término artritis vertebral generalmente se refiere a la osteoar-
tritis o a la osteoartrosis. Ambos términos aluden a los cambios nor¬
males provocados por la edad, y de los cuales he hablado en párrafos
anteriores. También se conocen como espondilosis. No he encontrado
que estas situaciones sean patológicas, por lo que no pueden producir
síntomas. La artritis reumatoide es algo completamente distinto. Se tra¬
ta de un proceso inflamatorio que puede atacar a cualquier articulación
de nuestro cuerpo y que siempre produce dolor.

Vértebra transicional
La vértebra transicional es una anomalía congénita en la que
existe un hueso adicional en el extremo inferior de la columna, usual¬
mente unido al hueso pélvico. Cuando coexiste con el dolor de espalda,
generalmente se le atribuye.

Espina bífida oculta


La espina bífida oculta es otra anomalía congénita del extremo de
la columna, en la que falta una parte del hueso. También en este caso,
el dolor suele atribuirse erróneamente a este defecto.

134
Los diagnósticos tradicionales (convencionales)

Espondilolistesis
La espondilolistesis es una anomalía en la que dos vértebras,
generalmente de la parte baja de la columna, no están correctamente
alineadas entre sí, quedando una frente a la otra. En las radiografías se
ve bastante amenazadora, pero he encontrado que es benigna. Desde
luego, es posible que existan algunos casos de espondilolistesis malig¬
na, pero hasta ahora no he visto ninguno.
En todos estos años he atendido casos bastante notables.
Recuerdo a un hombre de casi sesenta años aquejado de un creciente
dolor de espalda que le estaba arruinando la existencia. El paciente no
podía practicar ningún deporte, lo cual echaba de menos, y describía su
vida como «una tortura interminable». Se le había recomendado en
repetidas ocasiones que se sometiera a una operación quirúrgica, pero
el hombre tenía miedo, a pesar de lo desesperado de su situación.
El examen reveló que el paciente era un hombre extremadamen¬
te ansioso, aunque de apariencia muy sana. Sus piernas no mostraban
ningún cambio neurológico, pero todos los músculos, desde el cuello
hasta los glúteos, eran extremadamente sensibles a la presión. Era un
caso clásico de SMT.
Para mí, este paciente representaba un dilema, pues tenía dos
diagnósticos: espondilolistesis y SMT. Yo no tenía duda de que el dolor
se debía al SMT, y el paciente decía que quería creerme, pero ¿y los
médicos que le habían recomendado someterse a una operación
quirúrgica? ¿Acaso podían estar equivocados? Sugerí que, dado que
era evidente que padecía el SMT, debíamos tratar de liberarlo de él y
ver qué sucedía.
Comenzamos el tratamiento usual y el dolor comenzó a disminuir.
Cuatro semanas después de iniciar el programa, el paciente salió de
vacaciones con su esposa y la vuelta informó que había estado com¬
pletamente libre de dolor durante todo ese periodo. Cuando regresó a
Nueva York y reanudó sus actividades normales, el dolor regresó, aun¬
que en menor grado. No había ninguna duda respecto a su causa. El

135
AÉRESE

paciente continuó mejorando y tres meses después de su primera visi¬


ta, pudo volver a practicar su deporte favorito.
El paciente me escribió en el primer aniversario de su primera
consulta, diciéndome que todo seguía bien. Practicaba su deporte al
nivel competitivo y consideraba que su recuperación había sido notable,
dado que el tratamiento consistió únicamente en escuchar y aprender.
Sería incorrecto decir que la espondilolistesis nunca provoca dolor
de espalda, pero hasta ahora, nunca he visto a ningún paciente cuyo
dolor se deba a ese trastorno.
Entre 1976 y 1980, dos médicos israelíes, el Dr. A. Magora y el Dr.
A. Schwartz, publicaron cuatro artículos médicos en el Scandinavian
Journal of Rehabilitation Medicine, en los que informaron acerca de los
resultados de sus estudios para determinar si ciertas anomalías en la
columna vertebral provocaban dolor. Su método consistió en comparar
radiografías de personas con antecedentes de dolor de espalda y sin
ellos. Si las personas con dolor de espalda presentaran esas anomalías
con mayor frecuencia, sería posible presumir que éstas fueran la cau¬
sa del dolor de espalda.
Estos investigadores no encontraron ninguna diferencia estadísti¬
ca en la frecuencia con que la osteoartritis degenerativa, la vértebra
transicional, la espina bífida oculta y la espondilosis se presentaban en
ambos grupos. Hubo una pequeña diferencia estadística en el caso de
la espondilolistesis. En otras palabras, no era posible atribuir el dolor de
espalda a ninguno de estos trastornos, con la posible excepción de la
espondilolistesis.
En 1953, el Dr. C. A. Splithoff, radiólogo estadounidense, realizó
un estudio similar, publicado en el Journal of the American Medical
Association. Este investigador comparó la frecuencia de nueve ano¬
malías distintas del extremo inferior de la columna en personas con y
sin dolor. Tampoco encontró ninguna diferencia estadística.
Estos estudios sugieren que las anomalías estructurales de la
columna no suelen producir dolor de espalda.

136
Los diagnósticos tradicionales (convencionales)

La Escoliosis
La escoliosis se refiere a una curvatura anormal de la columna
que se presenta comúnmente en mujeres adolescentes y suele persis¬
tir en la vida adulta. No sabemos cuál es su causa. Pocas veces provo¬
ca dolor a las adolescentes, pero comúnmente se le atribuye el dolor de
espalda de los adultos. Aún no he encontrado ningún caso en que sea
así. El siguiente es un caso característico.
La paciente era una mujer de alrededor de treinta años de edad,
que había sufrido ataques recurrentes de dolor de espalda desde su
adolescencia. Varios años antes de acudir a mi consulta, había experi¬
mentado un severo ataque en una época en la que debía hacerse car¬
go de sus hijos pequeños. Las radiografías mostraron una escoliosis
leve, a la cual se atribuyó el dolor. Se le dijo que su dolor de espalda
empeoraría gradualmente a medida que envejeciera. A pesar de este
sombrío pronóstico, la paciente se recuperó del episodio y fue bastan¬
te bien hasta dos meses antes de venir a mi consulta, en que sufrió otro
severo ataque. Me dijo que éste había comenzado mientras estaba
agachada y «sintió que algo se rompía», lo cual, como vimos en pági¬
nas anteriores, es una de las descripciones más comunes del inicio del
trastorno. La paciente estaba asustada, pues su tronco se hallaba incli¬
nado hacia un costado.
Al registrar su historial clínico, observé que había tenido varios
episodios de tendonitis en brazos y piernas, dolor ocasional en el cue¬
llo y los hombros, síntomas en el estómago y en el colon, fiebre de
heno y cefaleas. Se trataba de la clásica paciente con SMT.
Los resultados del examen físico fueron normales excepto por la
sensibilidad usual al palparle los músculos del cuello, hombros, espal¬
da y glúteos.
La paciente aceptó el diagnóstico sin problemas, participó en el pro¬
grama de tratamiento y pronto se libró del dolor. Posteriormente informó
que no había tenido más ataques, que en ocasiones sentía dolores leves,
pero que sabía que eran inofensivos, y que vivía la vida sin temor.

137
v®»ESEDaootOS0EEsp^

Resultó evidente que la escoliosis no era la causa del dolor, ya


que ninguno de los elementos del tratamiento hizo nada para modificar
dicho trastorno. Resulta igualmente claro que su personalidad la pre¬
disponía a sufrir diversos trastornos benignos, entre ellos el SMT.

Osteoartritis de la cadera
La osteoartritis de la cadera es bastante conocida entre los pro¬
fanos debido a su frecuencia y al espectacular procedimiento quirúrgi¬
co con el que se reemplaza toda la articulación. Al paciente se le
implanta una nueva cavidad glenoidea y un nuevo cóndilo (la cabeza
del fémur). Este es, sin duda, uno de los grandes triunfos de la cirugía
reconstructiva.
La anomalía que se corrige mediante esta operación es el creci¬
miento excesivo del hueso y el desgaste del cartílago de la articula¬
ción, lo que hace que ésta pierda amplitud de movimiento y se vuelva
disfuncional. También se afirma que estas articulaciones osteoartríticas
producen dolor, lo cual puede ser cierto en algunos casos. Sin embar¬
go, es necesario tener cautela, ya que he atendido a varios pacientes
cuyo dolor «de cadera» era una clara manifestación de SMT.
Recientemente atendí un caso así. La paciente era una mujer de
alrededor de sesenta años que padecía dolor en la cadera. El estudio
radiológico de dicha articulación mostró sólo un cambio osteoartrítico
moderado (al que, sin embargo, se había atribuido el dolor), sin embar¬
go el examen físico reveló la verdadera causa. La capacidad de movi¬
miento de dicha articulación era perfectamente normal y la paciente no
sufría dolor al levantar pesos apoyándose en esa pierna. El lugar del
dolor se hallaba a unos cinco centímetros por arriba de la articulación y
era sensible a la presión. Lo que la paciente sufría era una tendonalgia
debida al SMT.
Con frecuencia, el dolor parte del glúteo o del nervio ciático afec¬
tado por el SMT. Puedo afirmar lo anterior con cierta confianza, ya que
cuando doy tratamiento a ese tipo de pacientes, su dolor desaparece.

138
Los diagnósticos tradicionales (convencionales)

No afirmo que esto sea así invariablemente, sino simplemente que


debemos estar alerta ante la posibilidad de que el dolor en la cadera no
siempre se deba a una degeneración articular.

Condromalacia
La condromalacia es un trastorno en el que la parte interior de la
rótula se vuelve áspera. Ello puede verse por medio de rayos X, y sin
duda, ésta es la razón por la cual suele atribuírsele el dolor de rodilla. A
diferencia de lo que hemos dicho acerca de la osteoartritis de la cade¬
ra, mi experiencia me indica que este trastorno nunca provoca dolor.
Invariablemente, los exámenes revelan manifestaciones de tendonalgia
debida a SMT en uno o más de los muchos tendones y ligamentos que
rodean a la rodilla. En estos casos, el dolor no es un «dolor de rodilla»
propiamente dicho, pues se genera fuera de ésta.

Espolones
La existencia de los espolones suele demostrarse mediante un
estudio radiológico. Universalmente se les atribuye el dolor del talón. No
obstante, según mi experiencia, el espolón no produce síntomas y el
dolor usualmente se debe al SMT.

Trastornos del tejido blando:


fibromialgia (fibrositis, miofibrositis,
miofascitis)
El reumatismo muscular, los dolores y molestias crónicos, el
sueño intranquilo y la rigidez matutina afectan a varios millones de per¬
sonas en Estados Unidos, generalmente a mujeres de entre veinte y
cincuenta años de edad. Estos síntomas suelen ser diagnosticados
como fibromialgia. Se dice que este diagnóstico es correcto sólo en un
reducido porcentaje de pacientes y que, al no encontrar ninguna ano¬
malía en el laboratorio, algunos médicos concluyen que se trata de un
padecimiento «psicógeno».

139
AÉRESE ML0otOR0EEsw4p,

A pesar de que la fibromialgia se diagnostica cada vez con mayor


frecuencia, la causa de este padecimiento sigue siendo desconocida.
Los médicos aconsejan al paciente que no se preocupe, ya que el tras¬
torno no es «psicógeno» (lo he puesto entre comillas pues, obviamen¬
te, se trata de un término inadecuado) y que no es degenerativo ni
deformador.
Desde hace muchos años, tengo muy claro que este trastorno es
una de las muchas variantes del SMT. Por lo tanto, si bien no es defor¬
mador ni degenerativo, ciertamente sí es psicógeno, dado que este tér¬
mino designa los procesos físicos inducidos por factores emocionales.
Sin embargo, como hemos dicho tantas veces en este libro, muchos
médicos tienen una incapacidad visceral para aceptar un concepto
como éste. El término «psicógeno» es una palabra que sirve para
designar a algo cuya verdadera naturaleza se ignora. Estos médicos no
pueden concebir la posibilidad de que las emociones produzcan cam¬
bios en el organismo.
Los médicos admiten con frecuencia que no están seguros de
cuál es la causa de la fibromialgia (SMT); sin embargo, en las pruebas
de laboratorio se ha identificado una anomalía característica de este
trastorno: la privación de oxígeno, exactamente como se explica en el
capítulo acerca de la fisiología del SMT (página 45).
El problema consiste en que, habiendo identificado una alteración
fisiológica, los médicos ignoran qué hacer con la información de que
disponen, a pesar de que tratan a toda costa de explicarla en términos
físicos y químicos. Con erudición admirable, traen a colación todo lo
que se sabe acerca de la física y la química del músculo, y con toda esa
información construyen una elaborada hipótesis etiológica, pero el
paciente continúa sufriendo el dolor.
La fibromialgia y el SMT son una misma cosa. En todos estos
años, he atendido y tratado a cientos de pacientes con esos síntomas.
Como hemos dicho, este tipo personas sufren más que el paciente con
SMT promedio y suelen necesitar psicoterapia.

140
Los diagnósticos tradicionales (convencionales)

Bursitis
Las bursas o bolsas serosas son estructuras encargadas de pro¬
teger al hueso en las partes en las que está sometido a grandes pre¬
siones. Existen dos puntos en los que el dolor suele atribuirse a la infla¬
mación de estas bolsas: los hombros y la cadera. Médicamente, este
trastorno recibe el nombre de bursitis acromial o bursitis trocantérica,
dependiendo del lugar al que afecte.
El hombro es una articulación complicada y hay muchas cosas
que pueden afectarlo y causar dolor. Generalmente encuentro que la
estructura que produce el dolor es un tendón que pasa por encima de
la bolsa serosa en el lugar en el que aquél se une al hueso (acromión)
o cerca de él. Por lo tanto, la causa del dolor es una tendonalgia y no la
bursitis. Al igual que la mayoría de las tendonalgias, ésta se debe al
SMT. Por lo tanto, en muchos casos de SMT, en los que el dolor se atri¬
buye a una bursitis subacromial, la anatomía y la patofisiología son
erróneas.
Del mismo modo, el dolor que se experimenta alrededor de lo que
podríamos llamar la punta de la cadera (el trocánter) es atribuido usual¬
mente a la bursitis, sin embargo, según mi experiencia, ésta también es
una tendonalgia provocada por el SMT.
Las manifestaciones tendinosas del SMT se describen con deta¬
lle en otras secciones del libro por lo que aquí las voy a tratar muy bre¬
vemente.

Tendonitis
En el grupo de trastornos conocidos como tendonitis, el tendón es
correctamente identificado como la parte que produce el dolor, pero la
razón que se da es incorrecta. La explicación anatómica es adecuada,
pero el diagnóstico es erróneo. Generalmente se supone que el tendón
dolorido está inflamado por exceso de uso, por lo que el tratamiento
consiste en inmovilizar y hacer descansar esa parte, o en inyectarle un
esteroide (cortisona). Con frecuencia, el alivio es sólo temporal.

141
v^RESEDaootoeoE^

Hace muchos años, tuve la sospecha de que la tendonitis (llama¬


da más propiamente tendonalgia) podía ser parte del SMT, cuando un
paciente me informó que el tratamiento no sólo lo había liberado del
dolor de espalda, sino que también el codo había dejado de dolerle.
Hice la prueba y descubrí que, de hecho, podía curar también la
mayoría de las tendonalgias. Actualmente considero que los tendones
y ligamentos constituyen el tercer tipo de tejido afectado por el SMT.
Los puntos comúnmente aquejados por las tendonalgias son los
hombros, los codos, las muñecas, la cadera, las rodillas, los tobillos y
los pies.

Coccidinia
El término coccidinia se refiere al dolor experimentado en el plie¬
gue que divide los glúteos. Generalmente se supone que el extremo
inferior del hueso, es decir, el cóccix, es el origen del dolor, a pesar de
que es muy claro que el área afectada suele ser la parte inferior del
sacro. Sea en el cóccix o en el sacro, el síntoma constituye un misterio
para el médico que hace el diagnóstico, dado que las pruebas radioló¬
gicas no revelan ninguna anomalía. Generalmente, los pacientes rela¬
cionan los síntomas con alguna caída fuerte, casi siempre ocurrida en
un pasado distante.
La coccidinia es una manifestación frecuente del SMT y proba¬
blemente se trata de una tendonalgia, ya que tanto el sacro como el
cóccix tienen músculos unidos en toda su longitud. La prueba de esto
es que el dolor desaparece con el tratamiento verbal para el SMT.

Neuroma
Es otra tendonalgia producida por el SMT, y que se atribuye a
otras causas; se ubica en la parte anterior de la base del pie. El dolor
suele producirse en la región del metatarso y con frecuencia se imputa
a un neuroma, que es un tumor benigno. El dolor desaparece al aplicar
el tratamiento contra el SMT.

142
Los diagnósticos tradicionales (convencionales)

Fascitis plantar
El dolor de la fascitis plantarse localiza en la parte inferior del pie,
a lo largo del arco. Aunque suelen ser poco precisos en cuanto a la cau¬
sa, los médicos atribuyen el dolor a una inflamación. Usualmente, el área
es muy sensible al tacto y parece ser una clara manifestación del SMT.

Mononeuritis múltiple
La mononeuritis múltiple es otro diagnóstico descriptivo para un
padecimiento cuya causa se desconoce. Se refiere a síntomas nervio¬
sos que parecen afectar a muchos nervios siguiendo un patrón aleato¬
rio. Puede presentarse con la diabetes, pero existen muchas personas
que lo padecen sin ser diabéticas. En mi opinión, este padecimiento es
un ejemplo de una neuralgia producida por SMT, ya que tiende a afec¬
tar a una gran cantidad de músculos y nervios diferentes del cuello,
hombros y espalda.

Síndrome de la articulación
temporomandibular (SATM)
El síndrome de la articulación temporomandibular es un padeci¬
miento doloroso muy común que se produce en el rostro, y que se ha atri¬
buido generalmente a una patología de la articulación de la mandíbula
(articulación temporomandibular) y, por tanto, su tratamiento se ha dejado
en manos de los odontólogos. Nunca he tratado este trastorno, pero me
inclino a pensar que su causa es similar a la del dolor de cabeza provoca¬
do por tensión y a la del SMT. Los pacientes con SMT que acuden a mi
consulta quejándose de dolor de hombros y espalda suelen tener antece¬
dentes de SATM y el músculo de la mandíbula presenta sensibilidad al tac¬
to, al igual que los músculos de los hombros, espalda y glúteos.

Inflamación
Es necesario hablar de la inflamación, pues es la explicación que
se da en muchos casos de dolor de la parte alta o baja de la espalda, y

143
^EDEt00tQ((DE^

sirve de base para recetar medicamentos esteroideos (cortisona) y no


esteroideos (como el ibuprofen). Debido a la magnitud que el problema
del dolor de espalda tiene, estas substancias se usan con mucha fre¬
cuencia.
Dada mi experiencia en el diagnóstico y tratamiento del SMT, me
resulta evidente que el origen del dolor no son las estructuras de la
columna vertebral ni la inflamación. Los procesos inflamatorios son una
reacción automática a una enfermedad o lesión; básicamente se trata
de un proceso protector y curativo. La inflamación es una reacción ante
una invasión de virus o bacterias.
Si esa es la causa del proceso inflamatorio, ¿qué sucede enton¬
ces en la espalda? ¿Es la reacción a una infección, a una lesión, o a
qué? Hasta ahora nunca se ha dado una respuesta satisfactoria y apo¬
yada en bases científicas. En este libro sugiero que el origen del dolor
es la privación de oxígeno y no la inflamación. Al menos, esta idea está
basada en los estudios reumatológicos sobre la fibromialgia.

Torcedurcis y tirones
El término torcedura debería usarse sólo en circunstancias muy
específicas de lesiones leves, como las torceduras de tobillo. No estoy
seguro de lo que se supone debe ser un tirón. Por desgracia, ambos tér¬
minos se usan con frecuencia cuando el síntoma es una manifestación
del SMT.
Habiendo explicado brevemente los diagnósticos tradicionales
para el dolor de espalda, veamos ahora cuáles son los tratamientos
convencionales.

144
Los tratamientos
tradicionales
(convencionales)

|n un capítulo que escribí para un libro de texto sobre


el dolor de espalda, afirmaba que el eclecticismo terapéutico a la hora
de realizar un diagnóstico es un signo de incompetencia. El hecho de
que existan tantos tratamientos para los síndromes comunes de dolor
en el cuello, hombros y espalda, sugiere que los médicos que emiten el
diagnóstico no están verdaderamente seguros de cuál es el problema.
Desde luego, el paciente siempre recibe un diagnóstico, generalmente
de tipo estructural, pero el tratamiento posterior, ya se trate de medica¬
mentos, terapias físicas de diversos tipos, manipulación, tracción, acu¬
puntura, biorretroalimentación, estimulación transcutánea de los ner¬
vios o cirugía (muchos de los cuales son tratamientos sintomáticos),
sugiere que los diagnósticos están apoyados en bases poco firmes.
Las personas con SMT necesitan conocer estos tratamientos, de
manera que puedan entender por qué responden o no a los mismos o
por qué sólo les proporcionan un alivio parcial o temporal.
Pensando cómo abordar el tema, se me ocurrió que la mejor
manera sería considerar cada modalidad de tratamiento desde el pun¬
to de vista de su propósito. Desde luego, todos los tratamientos están

145
v^SEDa0ot0fioE^

encaminados a aliviar el dolor, pero lo importante es cómo. ¿Cuál es el


fundamento de cada tratamiento? Antes de hablar de esto, revisemos
nuevamente la cuestión del efecto placebo, ya que la misma es muy
importante en cualquier exposición relacionada con tratamientos.

EL EFECTO PLACEBO

Un placebo es cualquier tratamiento que produce un resultado


terapéutico positivo, a pesar de no poseer ningún valor curativo intrín¬
seco. Las píldoras de azúcar son un ejemplo clásico. Es evidente que el
resultado positivo debe atribuirse a la capacidad de la mente para mani¬
pular a los diferentes órganos y sistemas del cuerpo. Para lograrlo, la
mente debe creer en la eficacia del tratamiento, del médico o de ambos.
El concepto clave es creer. El paciente debe tener una fe ciega. Y si la
tiene, los resultados pueden ser muy impresionantes. Veamos el
siguiente caso, publicado por el Dr. Bruno Klopfer en 1957.
El paciente era de un hombre con cáncer fulminante en los nodos
linfáticos, quien convenció a su médico de tratarlo con un medicamen¬
to llamado Krebiozen. El hombre se recuperó milagrosamente y sus
numerosos tumores desaparecieron. Siguió su vida normal sin ningún
problema hasta que escuchó en los noticiarios un informe acerca de la
ineficacia del Krebiozen. En ese momento volvió al mismo estado
desesperado en el que se encontraba antes de iniciar el tratamiento
con Krebiozen.
Impresionado con su reacción ante el tratamiento, el médico le
dijo que le aplicaría inyecciones de una fórmula más poderosa de
Krebiozen, pero esta vez usó sólo agua destilada. Una vez más, el
paciente reaccionó en forma notable y sus tumores se desvanecieron.
Cuando la Asociación Médica Estadounidense anunció de manera ofi¬
cial que el Krebiozen no tenía ninguna utilidad, el hombre volvió a con¬
traer los tumores y murió poco después.

146
Los tratamientos tradicionales (convencionales)

Este caso demuestra claramente que el placebo actúa en el cuer¬


po, y no en la imaginación. El placebo provocó una vigorosa reacción
del sistema inmunológico, que fue capaz de destruir los tumores.
Con base en la impresión de que una gran parte de los síndromes
dolorosos que atiendo se deben al SMT, debo concluir que los resulta¬
dos beneficiosos que se obtienen con la mayoría de los tratamientos se
deben al efecto placebo.

Tratamientos para hacer


descansar la parte dañada
Si el dolor de un paciente concreto es en verdad resultado de una
lesión, si alguna estructura ha sufrido un traumatismo y si se requiere un
periodo de curación, los tratamientos diseñados para hacer descansar la
parte dañada son perfectamente lógicos. Entre ellos se encuentran el
reposo en cama, el uso de la tracción lumbar (cuyo verdadero objetivo es
hacer que el paciente permanezca en reposo, ya que los pesos utilizados
no son capaces de separar los huesos de la columna mediante el arras¬
tre), las restricciones en la actividad física y el uso de collarines cervica¬
les, corsés lumbares o bragueros. El reposo en se prescribe de manera
casi universal a los pacientes que sufren de una hernia de disco.
Sin embargo, si no existe ninguna anomalía estructural, es decir,
si la persona padece SMT, este razonamiento no es válido. No sólo
carecen de valor esas prescripciones, sino que contribuyen a intensifi¬
car el problema al sugerir al paciente que su padecimiento es lo sufi¬
cientemente peligroso como para requerir una inmovilización total.
Como se vio en el capítulo relacionado con el tratamiento, la percepción
de que el trastorno se debe a una causa física y no emocional es capaz
de perpetuar los síntomas.
Los collarines y corsés usados son un tanto ridículos, pues no sir¬
ven para inmovilizar la parte a la que están sujetos. Cuando alguna per¬
sona afirma que se siente mejor al usarlos o se ha vuelto dependiente
de ellos, pienso inmediatamente que se trata del efecto placebo.

147
^íffiSED^00^^

Tratamientos para aliviar el dolor


El objetivo de todos los tratamientos es la desaparición del dolor,
pero los tratamientos analgésicos están encaminados a eliminar el
dolor per se. Por lo general, son terapias sintomáticas y, por tanto, cons¬
tituyen una práctica médica deficiente, a menos que se administren con
propósitos humanitarios. El uso de la morfina, el Demerol u otros
analgésicos potentes ciertamente está justificado cuando el paciente
sufre un dolor intolerable, pero no si se usa como tratamiento definitivo.
La acupuntura parece funcionar como un anestésico local. En
otras palabras, bloquea la transmisión de impulsos nerviosos de dolor
hacia el cerebro. Si un médico trata una enfermedad crónica en la cual
no puede esperarse que el dolor desaparezca, la acupuntura constitu¬
ye un tratamiento adecuado. Este método puede proporcionar un alivio
temporal al paciente con dolor de espalda típico, pero no resuelve el
proceso interno, que es la causa del dolor.
Los bloqueadores nerviosos se usan ampliamente en todo Estados
Unidos, especialmente en los casos de dolor severo e intratable. El pro¬
ceso consiste en inyectar un anestésico local, el cual actúa básicamente
como la acupuntura. Por lo tanto, las críticas a este proceso como trata¬
miento para el dolor de espalda son esencialmente las mismas.
La estimulación transcutánea de los nervios (ETN)se realiza median¬
te choques eléctricos leves que se administran en el área afectada, con el
objeto de aliviar el dolor. Generalmente los electrodos se adhieren a la par¬
te aquejada y el paciente puede activar el choque a voluntad. Acerca de
este tratamiento podemos decir lo mismo que en los dos casos anteriores.
Sin embargo, existe la posibilidad de que éste no sea más que un placebo.
En 1978, un grupo de investigadores de la Clínica Mayo publicó un estudio
en el que se demostraba que un placebo funcionaba igualmente bien que
el tratamiento a base de choques eléctricos [G. Thorsteinsson, H. H.
Stonnington, G. K. Stillwell y L. R. Elveback, The Placebo Effect of Trans-
cutaneous Electrical Stimulation (El efecto placebo de la estimulación
transcutánea mediante impulsos eléctricos), Pain, Vol. 5, p. 31].

148
Los tratamientos tradicionales (convencionales)

En los casos en los que cualquiera de estos tratamientos produ¬


ce un alivio prolongado, debemos sospechar que se trata de un efecto
placebo. No puede haber otra explicación, ya que dichos tratamientos
no atacan la causa fundamental del problema.

Tratamientos que favorecen la relajación


Yo preguntaría lo siguiente a quienes prescriben los tratamientos
de relajación: «¿Para qué? ¿Cuál es el propósito de hacer que la per¬
sona se relaje? ¿Qué esperan lograr?»
En lo relacionado con el alivio del dolor, existen muchos rumores
acerca de este tema. Incuestionablemente, una persona tranquila y
relajada experimenta menos dolor, pero éste también es un tratamien¬
to sintomático en el que no se combate el trastorno fundamental. ¿Y
cuánto tiempo puede dedicarle cada día una persona a realizar los ejer¬
cicios de relajación? Yo digo a mis pacientes que la relajación y la medi¬
tación no hacen daño, pero que nadie puede depender de ellas indefi¬
nidamente para aliviar el dolor.
La función específica de la biorretroalimentación en el alivio del dolor
es favorecer la relajación muscular. El procedimiento usual consiste en
colocar pequeños electrodos en los músculos de la frente, cuya actividad
eléctrica (que es un reflejo de la actividad muscular) se registra en una
pantalla o dial. Posteriormente, se enseña al sujeto a reducir la lectura del
dial, lo que significa que el músculo se ha relajado. Esto, a su vez, genera
una relajación refleja de los músculos de otras partes del cuerpo.
Yo nunca prescribo la biorretroalimentación, pues su finalidad es
simplemente tratar el síntoma.

Tratamientos para corregir


una anomalía estructural
Probablemente el tratamiento más común de cuantos se utilizan
para corregir una anomalía estructural sea la manipulación. La ano¬
malía en la que se usa esta técnica es la alineación deficiente de los

149
**<**«*«»

huesos de la columna, y su propósito es alinear correctamente esas


partes. Yo no creo que exista tal anomalía, y si así fuera, no creo que
pudiera corregirse mediante la manipulación. En ocasiones se produce
un notable alivio del dolor después de una manipulación, lo que sugie¬
re que la persona manifiesta una buena reacción de placebo. Los
pacientes suelen recurrir con regularidad a ese tipo de tratamientos.
Por esa razón, es probable que su reacción sea de tipo placebo, la cual
se caracteriza por ser temporal.
Si bien no es tan común como la manipulación, la cirugía para
retirar el material intervertebral generado también se utiliza con fre¬
cuencia. Sin lugar a dudas, en ocasiones es indispensable realizar ese
tipo de procedimientos. Sin embargo, tengo la impresión, basada en mi
experiencia con pacientes que padecen hernia de disco, de que ese
material intervertebral casi nunca es responsable del dolor. No hace fal¬
ta decir que los cirujanos que practican esas operaciones lo hacen con
la sincera convicción de que están retirando una sustancia dañina; tal
es el concepto que rige la decisión de practicar la cirugía, el cual es
compartido por muchos médicos. Sin embargo, mi experiencia terapéu¬
tica me obliga a decir que la cirugía puede producir en ocasiones un
resultado favorable debido al efecto placebo. La potencia del placebo,
es decir, su capacidad de lograr un resultado positivo y permanente, se
mide por la impresión que deja en la mente de la persona. A esto se
debe que la cirugía sea un placebo tan poderoso.
Este hecho fue puesto a consideración del mundo médico en
1961 («Surgery as a Placebo» (La cirugía como placebo), Journal of
the American Medical Association, Vol. 176, p. 1102) por Henry
Beecher, el mismo investigador que informó acerca de las reacciones
de los soldados heridos en batalla (véase el capítulo 7, en el que se
explica la relación mente-cuerpo). Dudamos al impugnar el valor de la
cirugía, pero existe una considerable cantidad de pruebas circunstan¬
ciales de su fracaso en muchos casos. Como se ha venido afirmando
en toda esta obra, el SMT, y no la hernia de disco, parece ser la causa

150
Los tratamientos tradicionales (convencionales)

del dolor en una gran cantidad de casos. Por tanto, la extirpación del
material del disco intervertebral no ataca el problema fundamental.
Existe otro tratamiento, que puede ser considerado como pseu-
doquirúrgico, ya que su objetivo es retirar el material de la hernia de dis¬
co, al igual que la cirugía. La quimopapaina es una enzima que puede
inyectarse directamente en el material intervertebral generado, con el
propósito de digerirlo (disolverlo). Este procedimiento es menos invasi¬
vo que una operación quirúrgica, pero pueden hacérsele las mismas
críticas que a ésta, dado que el material de la hernia puede no ser la
causa del dolor. Además, en las publicaciones médicas se ha informa¬
do acerca de reacciones severas provocadas por esta enzima.
La tracción cervical, que es capaz de separar ligeramente los
huesos cervicales, es otro método para corregir una anomalía estruc¬
tural. En este caso, el procedimiento se utiliza para alargar los foráme¬
nes cervicales. Estos forámenes son los agujeros formados por cada
par de huesos espinales, a través de los cuales discurren los nervios de
la columna. La idea es agrandar esos agujeros de tal forma que los ner¬
vios no sean «pellizcados». Sin embargo, como hemos dicho anterior¬
mente, el concepto del nervio «pellizcado» suele ser erróneo, por lo
que este procedimiento resulta excesivo.

Tratamientos para fortalecer los músculos


Durante años, la doctrina de fortalecer los músculos de la espal¬
da y el abdomen para proteger a la primera o aliviar el dolor ha sido pre¬
dicada a todo lo largo y ancho del mundo. Esta idea errónea está muy
arraigada en la mente de los estadounidenses. En la YMCA se enseñan
programas de acondicionamiento físico, cientos de médicos prescriben
ejercicios, y los pacientes reciben entrenamiento por parte de una gran
variedad de terapeutas.
La práctica de esos ejercicios y el fortalecimiento de esos múscu¬
los no es nada malo; al contrario, es algo muy positivo (yo mismo los
practico). Pero, como les digo a mis pacientes, tales prácticas no eliminarán

151
^«ESEDCLOOLoRmes}^

su dolor ni los protegerán del mismo, y si lo hacen, se tratará de un


efecto placebo.
¿Y qué el uso del ejercicio para sentirse bien, para perder el mie¬
do a la actividad física? Esa es otra historia. Este es un uso inmejora¬
ble del ejercicio.
El Dr. Hubert Rosomoff, a quien mencionamos en relación con su
repudio de la importancia de la patología de los discos intervertebrales,
posee un amplio y exitoso programa de tratamiento conservador de los
síndromes dolorosos, impartido en asociación con la Facultad de
Medicina de Miami, Florida. Según todos los informes al respecto, su
programa de actividad física es tan vigoroso como riguroso. Sin embar¬
go, opino que, si bien sus pacientes mejoran y adquieren mayor funcio¬
nalidad, muchos de ellos continúan sintiendo dolor. Desde mi punto de
vista, esto es inevitable, pues la causa fundamental del trastorno no ha
sido identificada ni atacada.
Sólo en pocas ocasiones envío a un paciente a que vea un tera¬
peuta físico, y y aun en esos casos, lo hago con el objeto de ayudarlo a
vencer el miedo y el rechazo al ejercicio físico.

Tratamientos para incrementar


la circulación local de sangre
Existen varios tratamientos físicos que incrementan el flujo sanguí¬
neo en un área determinada aumentando la temperatura del tejido. Por
ejemplo, es posible generar calor dentro del músculo mediante el uso de
radiación de onda corta o ultrasónica. El masaje profundo y el ejercicio
activo producen el mismo efecto. Contra lo que cabría esperar, la aplica¬
ción de una bolsa caliente no incrementa la circulación de la sangre debi¬
do a que el calor no penetra en la piel y, por tanto, no alcanza al múscu¬
lo. Paradójicamente, la aplicación de una bolsa de hielo sí es capaz de
incrementar el flujo sanguíneo al estimular una reacción refleja al frío.
Pero ¿qué es lo que se logra con esto? A menos que el dolor sea
provocado por una reducción del flujo sanguíneo o de la oxigenación,

752
Los tratamientos tradicionales (convencionales)

producida por algún otro mecanismo, el incremento en la cantidad de


oxígeno disponible carece de valor.
Como sabe el lector, mi hipótesis, apoyada por la investigación
reumatológica, es que la privación de oxígeno es precisamente el
mecanismo utilizado por el dolor muscular debido al SMT. Sin embargo,
yo no uso esas modalidades terapéuticas, ya que son de carácter físi¬
co y su utilidad suele ser temporal. El razonamiento de esta decisión se
explica ampliamente en el capítulo dedicado al tratamiento del SMT.
La aplicación de bolsas calientes o frías, el uso de la radiación
(actualmente suele usarse principalmente la radiación ultrasónica), el
masaje profundo y superficial y el ejercicio activo se usan ampliamente
en el tratamiento de los síndromes dolorosos, casi sin tener en cuenta
las causas probables de los mismos. Por ejemplo, un médico puede
diagnosticar una hernia discal y decidir que la cirugía no es adecuada.
En un caso así, si el dolor persiste tras un periodo de reposo en cama,
suele prescribirse algún tipo de terapia física, que usualmente consiste
en calor profundo, masaje y ejercicio. Es difícil entender qué es lo que
se pretende con esto, ya que ello no modificará la situación anatómica
del disco afectado. Únicamente incrementará en forma temporal el flu¬
jo sanguíneo y quizás tonifique los músculos, pero todo ello ¿para qué?
Dado que hace muchos años yo prescribí ese tipo de tratamiento
quizás en cientos de ocasiones, debo confesar que el razonamiento
que lo respaldaba casi nunca era claro y que tenía mucho de ilusorio:
«Hagamos algo y quizás el dolor desaparezca», «Fortalezcamos los
músculos del abdomen y de la espalda para dar apoyo a la columna»,
«Relajemos los músculos», etc.
Si el terapeuta físico era particularmente talentoso, los resultados
solían ser muy buenos. Sin embargo, esa era otra manifestación del
efecto placebo, lo que significaba que el resultado no sería permanen¬
te. No obstante, si el terapeuta seguía estando a la disposición del
paciente, otra ronda de terapia aliviaría el dolor durante unos meses o
semanas más. Pero el paciente seguía viviendo una vida circunscrita

153
^WKEDa^0*DEESp^

por prohibiciones, recomendaciones, y el omnipresente miedo a un


nuevo episodio de dolor.

Tratamientos para combatir la inflamación


Mi respuesta inmediata a cualquier tratamiento para combatir la
inflación es «¿Qué inflamación?» Hasta donde yo sé, nadie ha demos¬
trado la existencia de un proceso inflamatorio en ningún síndrome de
dolor de espalda, y sin embargo, se utilizan enormes cantidades de
medicamentos aintiinflamatorios esteroideos y no esteroideos, tanto por
prescripción médica como sin ella. Es un poco difícil juzgar la eficacia
de estos medicamentos, debido a que la mayoría posee también pro¬
piedades analgésicas. Dado que no hay inflamación en el SMT, debe¬
mos suponer que el mejoramiento producido por estos tratamientos se
debe a la función analgésica o al efecto placebo.
Lo anterior tiene una excepción. Los esteroides (medicamentos a
base de cortisona) reducen o eliminan temporalmente los síntomas del
SMT en muchos pacientes. Ignoro el cómo y el por qué de esto. Al aten¬
der a estos pacientes cuando tienen un nuevo episodio de dolor, me
doy cuenta que padecen SMT. Generalmente reaccionan al tratamien¬
to mostrando una resolución permanente de sus síntomas.

TRATAMIENTO DEL DOLOR CRÓNICO

Hacia el final del capítulo 4, en el que se estudia el tratamiento del


SMT, se describe un programa ampliamente usado en todo Estados
Unidos para tratar el dolor crónico. Vale la pena repetir que el tratamiento
del dolor no es un procedimiento médicamente válido. El dolor es un sínto¬
ma, como la fiebre. Ha sido elevado a la categoría de trastorno con base en
la hipótesis de que ciertos factores psicológicos hacen que el paciente exa¬
gere el dolor. Como se mencionó antes, esta teoría exige admitir la pre¬
sencia continua de una causa estructural para el dolor, la cual se exagera.

154
Los tratamientos tradicionales (convencionales)

De acuerdo con mi experiencia, en los síndromes dolorosos leves


y severos, lo mismo que en los agudos y crónicos, los responsables del
dolor de la mayoría de los pacientes son los cambios fisiológicos pro¬
vocados por el SMT, y no una anomalía estructural. Dichas alteraciones
fisiológicas producen dolor y otros síntomas. El hecho de tratar esos
síntomas no es más inteligente que tratar la fiebre de un paciente con
neumonía neumocóccica.
¿De dónde proviene esta nueva teoría? El problema se originó
debido a que los médicos no han diagnosticado adecuadamente la cau¬
sa del dolor. Entonces, cuando éste se volvió severo, crónico e incapa¬
citante, alzaron las manos y esperaron que alguien los librase de la car¬
ga que supone la atención de estos pacientes. Los médicos se alegra¬
ron de poder delegar esa responsabilidad cuando los psicólogos
conductistas expusieron la teoría de que las necesidades psicológicas
han creado un nuevo trastorno, al que llamaron dolor crónico. El dolor
fue elevado a la categoría de enfermedad con la anuencia de la profe¬
sión psicológica cuando los frustrados médicos renunciaron a su fun¬
ción en la emisión del diagnóstico.
El dolor es, ha sido y siempre será un síntoma. Si se vuelve seve¬
ro y crónico, ello se debe a que su causa es severa y no ha sido identi¬
ficada. El carácter crónico de los síndromes dolorosos se debe a la emi¬
sión de un diagnóstico inadecuado. El siguiente caso demuestra lo
anterior y, al mismo tiempo, es una conclusión apropiada para el pre¬
sente capítulo.
La paciente era una dama madura con hijos adultos. Antes de
acudir a mi consulta, había pasado dos años prácticamente en cama.
Esta mujer había sufrido dolor de la parte baja de la espalda y en las
piernas durante años, había sido intervenida quirúrgicamente en dos
ocasiones y se había deteriorado en tal grado, que su vida se desarro¬
llaba casi por completo en su dormitorio.
La paciente fue hospitalizada, pero no se encontró ninguna prueba
de algún problema estructural continuo. Lo que sí encontramos fueron

155
^^°oLORaE^

severas manifestaciones de SMT. Y dado que la evaluación psicológica


reveló que había sufrido terribles abusos sexuales y psicológicos en su
niñez, no es de sorprender que ella estuviese furiosa, por decir lo
menos, y que no fuera consciente de ello. La paciente era una mujer
agradable y maternal, del tipo de personas que automáticamente repri¬
men la ira. Por ello, dicha emoción se enconó en su interior durante
años, siempre vigilada por el severo síndrome doloroso.
Su recuperación fue difícil, debido a que, a medida que iban sur¬
giendo los detalles de su vida y ella comenzaba a reconocer su furia, la
paciente experimentaba diversos síntomas físicos (cardiocircultaorios,
gastrointestinales y alérgicos) pero el dolor comenzó a ceder. La tera¬
pia individual y en grupo fue muy intensa. Por fortuna, la paciente era
una mujer muy inteligente, por lo que entendió rápidamente los con¬
ceptos del SMT. Conforme el dolor se reducía, el personal le ayudaba a
adquirir mayor movilidad. Catorce semanas después de su admisión, la
paciente regresó a casa esencialmente libre de dolor y lista para rea¬
nudar su vida.
Esta mujer no padecía ninguna enfermedad llamada «dolor cróni¬
co», sino un trastorno físico, es decir, SMT, inducido por un terrible trau¬
ma psicológico. Qué perjudicial hubiese sido insinuar que su dolor era
tan grande y persistente porque ella derivaba un beneficio psicológico de
él. Este es sólo un ejemplo que apoya mi oposición a este concepto.
El ejemplo anterior también sirve para insistir en que el trata¬
miento del SMT exige un enfoque educativo y psicoterapéutico. Pocos
pacientes requieren psicoterapia, pero necesitan saber que todos gene¬
ramos y reprimimos los sentimientos negativos y que éstos pueden ser
la causa de los síntomas físicos.

156
Mente
y
cuerpo

jesuíta sumamente claro que la causa y el tratamiento


del SMT constituyen un impresionante ejemplo de lo que podríamos
llamar la conexión mente-cuerpo. La historia del conocimiento de esta
interacción por parte de la medicina es larga y está llena de altibajos.
Hipócrates recomendaba a sus pacientes asmáticos que tuviesen cui¬
dado con la ira, lo cual indica que, hace 2.500 años, ya existía cierta
consciencia acerca de la influencia que las emociones tienen sobre la
enfermedad. Este concepto sufrió un duro golpe a manos de René
Descartes, filósofo y matemático del siglo XVII, quien sostenía que la
mente y el cuerpo eran dos entidades completamente independientes y
que debían ser estudiadas por separado. De acuerdo con Descartes, de
las cosas de la mente se ocupaban la religión y la filosofía, mientras que
el cuerpo debía ser estudiado utilizando métodos objetivos y verificables.
Las enseñanzas de Descartes siguen siendo el modelo para la práctica
y la investigación médicas contemporáneas. El médico promedio consi¬
dera a la enfermedad como un desperfecto de la máquina corporal y
piensa que su función consiste en descubrir la naturaleza del desperfec¬
to y en corregirlo. La investigación médica se apoya principalmente en el

157
^R6SEDa°0'-«í0EESP^

laboratorio, y lo que no puede ser estudiado en este ámbito es consi¬


derado por muchos como no científico. A pesar de la obvia falsedad de
esta idea, ésta sigue siendo el principio que anima a la mayoría de los
investigadores médicos. El espíritu de Descartes sigue vivo.

CHARCOT Y FREÜD

A fines del siglo XIX, el famoso neurólogo francés Jean-Martin


Charcot dio nueva vida al principio de la interacción mente-cuerpo al
compartir con el mundo médico sus experiencias con un grupo de mis¬
teriosos pacientes. Estos últimos, llamados histéricos, presentaban
notables síntomas neurológicos, como parálisis de un brazo o pierna,
sin ningún signo de enfermedad neurológica. Imagine el lector el efec¬
to que provocó este investigador entre el público médico cuando
demostró que la parálisis podía desaparecer ¡cuando el paciente era
hipnotizado! No se puede pedir una demostración más convincente de
la conexión mente-cuerpo.
Entre los muchos médicos que asistieron a los famosos talleres
impartidos por Charcot se encontraba un neurólogo vienés llamado
Sigmund Freud. Su nombre es muy conocido actualmente, dado que
fue él quien creó el concepto del subconsciente, sin el cual sería impo¬
sible comprender la conducta humana. Sin embargo, a pesar de que
Freud comenzó a escribir acerca de este tema hace más de cien años,
el conocimiento de la actividad emocional subconsciente y su efecto
sobre lo que la gente hace y siente sigue estando limitado en gran
medida a los psiquiatras y psicólogos analíticos. Esto es particular¬
mente desafortunado, dado que los trastornos como el SMT, la úlcera
péptica, y la colitis se originan en el subconsciente y están relacionados
con las emociones que se producen en él.
Freud se interesó profundamente en los pacientes histéricos y
comenzó a trabajar con ellos. Lo motivaba la observación de que la hipnosis

158
Mente y cuerpo

podía eliminar temporalmente el síntoma, pero no curarlo. Finalmente,


Freud concluyó que los notables pseudosíntomas presentados por
estos pacientes, a los que llamó síntomas de histeria conversiva, eran
el resultado de complicados procesos subconscientes, en los que las
emociones dolorosas eran reprimidas y descargadas físicamente.
Freud pensaba que los síntomas eran simbólicos y representaban una
descarga de la tensión emocional. Tenía la idea de que el proceso de
represión era una defensa contra las emociones dolorosas. Sin embar¬
go, distinguía entre el tipo de síntomas presentados por estos pacien¬
tes y aquellos que afectan a los órganos internos, como el estómago y
el colon. Creía que estos últimos pertenecían a una categoría distinta y
que no podían ser tratados psicológicamente. Asimismo, descubrió que
podía tratar a muchos pacientes con histeria conversiva mediante el
proceso terapéutico del psicoanálisis, que fue su creación y por el cual
adquirió un justo renombre.
Desde mi punto de vista, la mayor contribución de Freud a la
medicina fue el hecho de reconocer la existencia del inconsciente
humano, así como sus continuos esfuerzos para comprenderlo. Sus
logros son comparables a los de Einstein, Galileo y otros científicos e
innovadores notables.

FRATiZ ALEXANDER

Si bien podemos decir que Freud fue el primer gran proponente


de la conexión mente-cuerpo, y que se interesó por el problema duran¬
te toda su vida, fueron sus discípulos quienes realizaron las mayores
aportaciones en esta área. Quizás el más importante de ellos fue Franz
Alexander, quien, con sus colegas del Instituto del Psicoanálisis de
Chicago, realizó algunos de los trabajos más importantes de este siglo
con relación a la medicina psicosomática. En ese campo, Alexander fue
más lejos que Freud al afirmar que las anomalías orgánicas como la

159
úlcera péptica, también eran inducidas por fenómenos psicológicos, si
bien éstos son distintos a los que causan los síntomas de histeria con¬
versiva. Pensaba que ciertos trastornos, a los que llamó neurosis vege¬
tativas (como las úlceras y la colitis), eran una reacción fisiológica a
estados emocionales constantes o recurrentes, Alexander estudió los
padecimientos de los tractos gastrointestinales inferior y superior, el
asma bronquial, las arritmias cardíacas, la presión sanguínea alta, el
dolor de cabeza, diversos trastornos de la piel, la diabetes, el hipertiroi-
dismo y la artritis reumatoide. Pensaba que, en cada caso, existía una
situación psicológica específica que originaba cada padecimiento parti¬
cular; por ejemplo, la ira reprimida producía presión sanguínea alta (en
la página 170 retomaré este concepto al explicar mis teorías acerca de
la causalidad de los trastornos físicos inducidos psicológicamente).
Alexander hizo otra aportación importante al revisar la historia de
la psicología médica (en Psychosomatic Medicine, Nueva York; Norton,
1950) y señalar que, con el surgimiento de la moderna medicina cientí¬
fica en el siglo XIX, se dejó de estudiar el impacto de la psicología sobre
la salud y la enfermedad. En el ámbito de la medicina moderna se pien¬
sa que todo puede explicarse con base en la física y la química, que el
cuerpo es una máquina increíblemente complicada, y que todo lo que
hay que hacer para lograr una salud perfecta y librarse de la enferme¬
dad es aprender cómo fue armada dicha máquina y cómo reacciona
ante los ataques. Como dijimos líneas arriba, esta idea fue formulada
originalmente por Descartes como una reacción al pasado místico y
espiritual de la medicina. Por tanto, la ciencia médica menospreció a
Freud y a sus seguidores, acusándolos de acientíficos.

160
Mente y cuerpo

EL PREDOMINIO DEL CONCEPTO


FISICOQÜÍMICO DE LA PATOLOGÍA

Alexander creía haber superado las críticas de la comunidad


médico-científica utilizando métodos científicos rigurosos en su trabajo,
y proclamó que estábamos a punto de entrar en una nueva era de la
medicina, en la que la función de las emociones sobre la salud y la
enfermedad sería reconocida y estudiada intensamente. Sin embargo,
no fue así. A medida que los entusiastas y talentosos discípulos de
Freud desaparecieron de la escena médica, el concepto de que las
emociones eran directamente responsables de ciertos trastornos físi¬
cos y desempeñaban una importante función en otros también lo hizo.
Los filósofos médicos cartesianos establecieron una vez más su domi¬
nio y las emociones fueron expulsadas del campo de la investigación
médica. La publicación médica Psychosomatic Medicine (Medicina psi-
cosomática) fundada por Alexander y sus colegas, fue tomada por pro¬
fesionales cuyo principal interés era el trabajo en el laboratorio y las
estadísticas. Estos investigadores afirmaban que lo que no podía ser
estudiado en el laboratorio no era «científico», por lo que la idea de la
mente-cuerpo era «acientífica» y no podía ser examinada.
Con el paso del tiempo, el punto de vista físicoquímico de la medi¬
cina adquirió tal fuerza, que un gran número de psiquiatras, autodeno-
miados «biopsiquiatras», comenzó a proclamar que los trastornos emo¬
cionales son producto de anomalías químicas en el funcionamiento del
cerebro, y que lo único que había que hacer era descubrir la naturale¬
za del defecto químico y corregirlo mediante un producto farmacéutico.
De acuerdo con estos médicos, la depresión y la ansiedad no son más
que simples desajustes de las sustancias químicas del cerebro.
Naturalmente, los creadores y distribuidores de fármacos se regocija¬
ron con la forma que asumieron los acontecimientos, pero no fueron
ellos, sino la comunidad psiquiátrica, la que inició esta serie de hechos.

161
^eo,LDOLo^^

La falacia evidente de esta forma de pensar es que existen sin


duda cambios químicos que pueden ser detectados en el cerebro, y
que se relacionan con los estados emocionales normales y «anorma¬
les», pero los procesos químicos no son la causa del estado emocional.
Si un médico trata a un paciente mediante productos químicos, estará
realizando una práctica médica deficiente, pues estará tratando el sín¬
toma y no la causa.
Por ejemplo, el Sr. Jones sufre de ansiedad debido a que está
pasando por reveses financieros, lo cual le provoca diversos síntomas
de ansiedad. En lugar de sugerirle algo que le ayude a afrontar la rea¬
lidad de su situación, su médico le receta un tranquilizante. Esta es una
práctica deficiente de la medicina.
El predominio de la visión fisicoquímica de la patología ha aumen¬
tado en los últimos treinta y cinco años. En la actualidad, la corriente
principal de la medicina está lejos de mostrar algún interés en las rela¬
ciones mente-cuerpo. En una fecha tan reciente como junio de 1985, un
editorialista de The New England Journal of Medicine, que es una de
las publicaciones médicas más prestigiosas, afirmaba que la mayoría
de los conocimientos que se tienen sobre este tema no son más que
folclore. El editorial levantó una ola de protestas provenientes de todo el
mundo, debido a que se han comenzado a realizar investigaciones de
gran calidad en ese campo. Sin embargo, ese editorial demostró la
fatuidad y la arrogancia de los fieles seguidores de Descartes. Por for¬
tuna, otra publicación médica importante, la británica The Lancet, equi¬
libró las cosas al mes siguiente, en julio de 1985, cuando su editorialis¬
ta comentó acerca del trabajo que se había venido haciendo en el área
de las relaciones mente-cuerpo, y sugirió que la comunidad médica
debería comenzar a prestarles más atención. Este editorial no apoyó
abiertamente la investigación en esa área, aunque ciertamente fue más
objetivo y científico que el del New England Journal.

162
Mente y cuerpo

EL ESTADO ACTUAL DE LA INVESTIGACIÓN


SOBRE LAS RELACIONES MENTE-CUERPO

Si el panorama descrito parece desolador, ello se debe a que la


inmensa mayoría de los trabajos e investigaciones clínicas realizadas
en Estados Unidos sigue estando orientada por una visión estructural.
Sin embargo, existen algunas luces que indican que no todo está per¬
dido. Las ideas nuevas siempre son mal recibidas y generalmente son
rechazadas cuando se presentan por primera vez, particularmente si
contradicen o van más allá de los principios que han sido honrados y
han producido frutos durante mucho tiempo. Los avances más notables
y valiosos en el área de la medicina ocurridos en los últimos cien años
han sido el resultado de descubrimientos realizados en el laboratorio
(como la penicilina), y tenemos una gran deuda con lo que podríamos
llamar la era de la medicina de laboratorio. Sin embargo, debemos ser
capaces de avanzar y darnos cuenta que puede ser necesario recurrir
a nuevos métodos de investigación, particularmente si estudiamos algo
tan difícil y misterioso como la mente humana.
Según Franz Alexander (en Psychosomatic Medicine), Einstein
afirmaba que las ideas de Aristóteles acerca del movimiento retrasaron
la evolución de la mecánica por más de dos siglos. Sería muy lamenta¬
ble que la filosofía cartesiana le hiciera lo mismo al estudio de la influen¬
cia de la mente, particularmente de las emociones, en el cuerpo.
¿Por qué los médicos contemporáneos no aceptan los conceptos
relacionados con la unidad mente-cuerpo? En mi opinión, ello se debe
a que se consideran a sí mismos como ingenieros del cuerpo humano.
Según ellos, la salud y la enfermedad pueden expresarse en términos
físicos y químicos, y la idea de que un pensamiento o una emoción
pueden, de alguna manera, tener un efecto sobre esa físioquímica,
merece un anatema. A ello se debe que mi trabajo haya sido tan con¬
cienzudamente ignorado. He demostrado en forma definitiva que un
proceso físicopatológico es el resultado de fenómenos emocionales, y

163
'=sfiffiSEDa00

que puede ser detenido por un proceso mental. Esto es, en primer
lugar, una herejía y en segundo, rebasa la capacidad de comprensión
de la mayoría de los médicos. Ningún elemento de su capacitación los
preparó para una idea así, y a ellos, semejantes ideas les suenan a
vudú. Les recuerdan con escalofríos a la antigua era de la medicina no
científica, anterior a Descartes. Paradójicamente, los profanos reflexi¬
vos son más capaces de aceptar esta idea debido a que no están abru¬
mados por una educación médica, ni por todos los sesgos filosóficos
que la acompañan. La ciencia médica contemporánea está limitada
científicamente debido a que se ha cerrado ante el progreso y no está
dispuesta a aventurarse más allá de las seguras fronteras de su tecno¬
logía conocida. Esta ciencia debe aprender mucho de la física teórica,
donde las viejas ideas son revisadas constantemente a la luz de los
nuevos conocimientos.

MI HIPÓTESIS SOBRE LA NATURALEZA DE LAS


INTERACCIONES ENTRE LA MENTE Y EL CUERPO

Antes de reseñar los recientes avances en la comprensión de las


interacciones mente-cuerpo, me gustaría presentar mis hipótesis rela¬
cionadas con este tema. La mayoría de estas ideas ha evolucionado
como resultado de mi experiencia en el diagnóstico y el tratamiento del
SMT. Quisiera insistir en que todas ellas son hipotéticas.
La primera idea, y la más básica, es que los estados mentales y
emocionales pueden influir y alterar, para bien o para mal, a cualquiera
de los órganos o sistemas del cuerpo. Desconocemos cuál es el meca¬
nismo por el que se lleva a cabo esto, aunque las investigaciones han
comenzado a sugerir algunas respuestas. No obstante, esto no debe
importarnos, ya que tampoco podemos explicar cómo el cerebro es
capaz de tomar la mezcla de sonidos que entran por nuestros oídos y
transformarlos en palabras comprensibles, o las miles de líneas y formas

164
Mente y cuerpo

que vemos con nuestros ojos, las cuales carecen de significado hasta
que el cerebro las ha captado y convertido en palabras u objetos que
podemos reconocer. La mayor parte de lo que el cerebro hace (incons¬
cientemente) representa un misterio para nosotros. Entonces, ¿porqué
molestarnos por explicar cómo influyen en el cerebro y en el cuerpo los
fenómenos mentales y emocionales? Lo que sucede en el santuario de
Lourdes es real; lo que hacen los faquires es real; el efecto placebo es
real. El trabajo de la ciencia médica consiste en estudiar todos estos
fenómenos, en lugar de mofarse de ellos.
Permítame el lector destacar que, en mi opinión, la mente puede
influir en cualquier proceso físico.

La composición de la psique
Desde hace casi cien años se ha admitido que la configuración de
la estructura emocional de la mente, a la que podríamos llamar psique,
es multifacética. La psique parece estar compuesta por diferentes fuer¬
zas, que en ocasiones están en conflicto y que funcionan generalmen¬
te por debajo del nivel consciente. Esta información se la debemos en
gran medida a Freud, quien trabajó toda su vida para comprender y
describir tales fuerzas. Sus formulaciones y sus descripciones del ello,
el yo y el superyo son muy conocidas. No poseo la formación ni los
conocimientos necesarios para realizar un análisis psicoanalítico de
mis observaciones. Lo único que puedo hacer es describir lo que he vis¬
to, presentar mis impresiones acerca de lo que esto significa desde el
punto de vista psicológico, y dejar que los expertos decidan si estas
observaciones encajan en la moderna teoría psicoanalítica.
Para simplificar las cosas, podríamos considerar que este meca¬
nismo emocional multifacético equivale a la personalidad. Todos tene¬
mos una y somos conscientes de algunas de sus características; por
ejemplo, sabemos si somos compulsivos o perfeccionistas. Sin embar¬
go, hay importantes elementos de nuestra personalidad de los que no
somos conscientes, que se encuentran en el inconsciente y pueden

165
vN6WESEDELOot0foE^

afectar profundamente nuestras vidas. Resulta claro que todo ser


humano posee los mismos componentes básicos en la estructura de su
personalidad, aunque pueden existir variaciones considerables en
cuanto a la composición de los mismos y la importancia relativa de cada
uno de ellos en la vida del individuo. Por ejemplo, aunque todos tene¬
mos una conciencia, en algunas personas puede ser tan poderosa que
prácticamente domine su vida, mientras que en otras puede ser tan
débil que su conducta raye en lo criminal.
Una parte importante de la personalidad inconsciente es pueril,
primitiva y, por lo tanto, narcisista. Es egoísta hasta el extremo de
excluir toda preocupación por las necesidades, deseos y bienestar de
los demás. Está orientada hacia el yo. El tamaño (fuerza e influencia) de
esta parte es diferente en cada persona. En algunos individuos, dicha
parte es grande, por lo que son más proclives a reaccionar o a com¬
portarse en formas autoindulgentes o pueriles, si bien estas últimas son
difíciles de detectar, ya que estas personas siempre las disfrazan como
conductas adultas. Sin duda, muchos sentimientos y conductas son
resabios de la infancia. Los niños se sienten débiles y vulnerables; son
dependientes y perciben fuertemente esa dependencia; no suelen pen¬
sar por sí mismos; tienen la necesidad constante de aprobación; son
muy proclives a la ansiedad y a la ira y carecen de paciencia. En cierta
medida, todos nosotros seguimos generando inconscientemente esos
sentimientos en la edad adulta. Lo que varía entre una persona y otra
es el grado en el que lo hacemos.
Joseph Campbell, el gran estudioso de la mitología, filósofo y
maestro, sostiene que las tribus primitivas poseen ritos de iniciación
mediante los cuales los niños y niñas se convierten en hombres y muje¬
res. Tales ritos son siempre dramáticos, con frecuencia traumáticos,
pero siempre son específicos y poderosos. Sin duda, tales ritos ayuda¬
ban a reducir la influencia de los remanentes de la niñez estableciendo
una clara demarcación entre ésta y la edad adulta. La sociedad moder¬
na y «civilizada» ya no posee esos ritos (el Bar Mitzvah del judaismo y

166
Mente y cuerpo

la Confirmación cristiana son lo más parecido a ellos, aunque cierta¬


mente no son tan poderosos), y puede ser que nos hagan mucha falta.
Si la línea entre la niñez y la edad adulta no es clara, es posible que
conservemos una gran cantidad de nuestras tendencias infantiles sin
importar cual sea nuestra edad cronológica.
Es posible que la ansiedad, que forma parte de la vida de todo
individuo, surja como una reacción de esa parte de nuestros sistemas
emocionales ante el estrés y las tensiones de la vida cotidiana. Cuanto
mayor es el estrés, más ansiedad genera. Y como vimos en el capítulo
dedicado a la psicología del SMT, lo mismo sucede con la ira.
Quizás la ira sea una de las emociones más importantes y menos
apreciadas de cuantas generamos. En 1984, Willard Gaylin, el célebre
psicoanalista y moralista, publicó la obra The Rage Within (La ira inte¬
rior), en la que exploraba el tema de la ira en el hombre moderno. Dado
que dicha emoción es la antítesis de lo que entendemos como una con¬
ducta adecuada en la sociedad civilizada, tendemos a reprimirla en el
momento mismo en que se genera en el inconsciente, por lo que no nos
damos cuenta de su existencia. Hay muchas razones por las que repri¬
mimos la ira, y la mayoría de ellas son inconscientes. Las he ennume¬
rado en el capítulo dedicado a la psicología del SMT (página 45).
La tendencia a reprimir las emociones indeseables es un ele¬
mento muy importante de nuestra vida emocional, y este concepto tam¬
bién se lo debemos a Freud. Reprimimos nuestros sentimientos de
ansiedad, ira, debilidad, dependencia y baja autoestima por razones
obvias.
En el otro extremo del espectro emocional se encuentra lo que
Freud llamó el superyo, que es nuestro Moisés. Esta parte nos indica
qué es lo que debemos y no debemos hacer, y puede convertirse en un
verdadero tirano. De hecho, su influencia se suma a las presiones que
nos provocan ansiedad e ira, por lo que en realidad incrementa la ten¬
sión en nuestro interior. Como dijimos antes, las personas que padecen
SMT tienden a ser demasiado trabajadoras, hiperresponsables,

167
concienzudas, ambiciosas y orientadas a los logros, todo lo cual ejerce
presión sobre su atribulado yo.
Una observación más: así como existe una poderosa tendencia a
reprimir las emociones indeseables, parece existir un impulso igual¬
mente fuerte para hacerlas conscientes. Esta amenaza de superar la
represión es lo que obliga al cerebro a crear padecimientos como el
SMT, las úlceras y las migrañas.

El SMT como ejemplo de la interacción


mente-cuerpo: el principio de equivalencia
Ahora podemos pasar a examinar la cuestión del lugar que ocu¬
pa el SMT en el esquema mente-cuerpo. En mi opinión, el SMT forma
parte de un grupo de reacciones físicas generadas para el mismo
propósito. El SMT es equivalente a la úlcera péptica, a la colitis espás-
tica, al estreñimiento, al dolor de cabeza provocado por la tensión, a la
migraña, a las palpitaciones cardíacas, al eccema, a la rinitis alérgica
(fiebre de heno), (generalmente) a la prostatitis, a los zumbidos en los
oídos y al mareo. La anterior es una lista parcial, pero en ella están
representadas las reacciones más comunes. Anecdóticamente, he
observado que la laringitis, la sequedad bucal patológica, la micción
frecuente y muchos otros padecimientos sirven al mismo propósito.
Pienso que estos trastornos son intercambiables y equivalentes unos
de otros, ya que los pacientes con SMT suelen tener antecedentes de
muchos de ellos, en ocasiones al mismo tiempo, pero con frecuencia
emparejados. Recientemente atendí a un paciente que había sufrido
severos accesos de migraña (los cuales, dada su descripción, proba¬
blemente eran dolores de cabeza provocados por la tensión), que cesa¬
ron cuando empezó a padecer dolor en la parte baja de la espalda y
ciática.
Esta equivalencia también viene sugerida por el hecho de que los
pacientes suelen librarse de alguno de estos padecimientos cuando
desaparece el dolor causado por el SMT. Esto sucede con gran

168
Mente y cuerpo

frecuencia en el caso de la fiebre del heno. Yo enseño a los pacientes que


todos los trastornos de la lista sirven al mismo propósito psicológico.
Veamos el siguiente extracto de una carta que recibí hace algu¬
nos meses. Anteriormente, el remitente decía que su esposa, que sufría
dolor de espalda, había progresado bastante. Y después escribió lo
siguiente:

«Quizás recuerde que, después de la conferencia, me acerqué a


usted y le mencioné que había sufrido problemas estomacales
durante los pasados veinte años. Usted me indicó que podía apli¬
car el mismo principio. ¡Y funcionó, a pesar de mi escepticismo!
He estado consumiendo todo tipo de píldoras y Maalox durante
años; más de lo que me gustaría reconocer. Mis problemas de
estómago comenzaron cuando cursaba el tercer año de secun¬
daria. Era incapaz de comer sin sentir la necesidad inmediata de
tomar algún tipo de medicamento estomacal. Al aplicar su teoría
y darme cuenta de la forma en que el subconsciente controla
nuestra vida diaria, mis problemas de estómago desaparecieron
por completo. Nadie me cree cuando trato de explicárselo, pero
estoy seguro de que usted me comprende».

El lector puede estar seguro de que nadie toma en serio a este


hombre, dado que los profanos suelen adoptar las mismas normas rela¬
cionadas con la salud que la profesión médica, y ya hemos visto cuál es
la postura de la medicina en estos asuntos. A mi juicio, sólo el 10% de
la población sería capaz de entender la experiencia de este paciente.
Desde el punto de vista teórico, existen algunas implicaciones inte¬
resantes. En lo que respecta al grupo de trastornos mencionados, pode¬
mos desprender de la hipótesis de Franz Alexander que cada trastorno
particular posee un significado psicológico. En su obra ya clásica, este
investigador describe la psicodinámica que, a su juicio, es responsable
de los problemas gastrointestinales, respiratorios y cardiovasculares. La

169
AÉRESE Da

experiencia con el SMT y los padecimientos relacionados sugieren que


es posible que exista un común denominador, quizás la ansiedad,
capaz de provocar cualquiera de esos trastornos. En ese caso, alguna
otra emoción, por ejemplo la ira, puede ser el elemento principal que
induce la ansiedad, la cual genera el síntoma.
Personalmente, he experimentado hiperacidez gástrica, colitis,
migraña, palpitaciones y diversos síntomas musculares y óseos carac¬
terísticos del SMT, y estoy seguro de que todos ellos fueron resultado
de la ira reprimida. Cuando hube aprendido el truco, usualmente pude
identificar la razón de la ira y, con frecuencia, desactivar el síntoma.
Es interesante observar que la mayoría de los trastornos mencio¬
nados son transmitidos por el sistema nervioso autónomo. Hasta don¬
de sabemos, la fiebre del heno es una excepción, aunque se debe a un
mal funcionamiento del sistema inmunológico. Más adelante volvere¬
mos a tratar este tema, cuando expliquemos el nuevo campo de la psi-
coneuroinmunología (ver la página 182).

Los trastornos físicos como


defensas contra las emociones reprimidas
Este tema se ha explicado en el capítulo 2, que se refiere a la psi¬
cología del SMT, por lo que en esta parte sólo insistiremos en que el
propósito de la sintomatología física, sea muscular, gastrointestinal o
genitourinaria, es distraer la atención, lo que constituye un mecanismo
que permite que el individuo evite sentir o afrontar las emociones inde¬
seables, cualesquiera que éstas sean. No obstante, debemos distinguir
claramente entre las decisiones tomadas en el subconsciente y aque¬
llas que se toman conscientemente. Como menciono en páginas ante¬
riores, los pacientes con SMT afrontan sus problemas demasiado bien;
es su inconsciente el que se comporta con cobardía. La mejor prueba
de la validez de este concepto es el hecho de que los pacientes son
capaces de detener el proceso simplemente aprendiendo acerca de él.
La distracción deja de funcionar cuando se la identifica como lo que es.

170
Mente y cuerpo

Como se menciona en el capítulo 4, acerca del tratamiento, muchas


personas afirmaron haberse liberado de sus síndromes de dolor de
espalda tras leer mi primer libro, lo cual deja claro que lo que los «curó»
fue la información adquirida. Esto no pudo ser un efecto placebo.
Freud y sus discípulos reconocieron que los síntomas histéricos
en ocasiones se exteriorizan en forma de dolor. En todos estos años he
atendido a muchos pacientes con manifestaciones de SMT tan severas
que con frecuencia debían permanecer en cama. Además de presentar
los signos usuales del SMT, es decir, dolor a la presión en ciertos mús¬
culos y la participación de ciertos nervios como el ciático, estos pacien¬
tes suelen sentir dolor en lugares extraños y de una calidad desusada.
Un ejemplo clásico es «Siento como si tuviera vidrios rotos bajo la piel».
Freud calificaría a éste como un dolor histérico. Los síntomas histéricos
afectan al sistema sensomotor y no al autónomo, lo cual los distingue,
por ejemplo, de los síntomas gastrointestinales, y sugiere que se deben
a una causa psicológica distinta. Opino que el SMT, sus equivalentes y
el llamado dolor histérico parten de la misma fuente psicológica, pero la
magnitud del problema emocional puede determinar cuáles son los sín¬
tomas que elige el cerebro.

Teoría unitaria del dolor


inducido psicológicamente
En julio de 1959, el Dr. Alan Walters pronunció el discurso inaugural de
la decimoprimera reunión anual de la Sociedad Neurológica Canadiense, al
que tituló «Dolor regional psicógeno, alias dolor histérico». Dicho discurso fue
publicado en la revista Brain de marzo de 1961. El Dr. Walters opinaba que el
término dolor histérico no era adecuado, dado que, según su experiencia, el
tipo de dolor usualmente identificado como histérico podía ser inducido por
una gran variedad de estados mentales y emocionales, y no sólo por la his¬
teria. (Obsérvese la similitud de esta idea con lo que he expuesto líneas arri¬
ba). Típicamente, el dolor histérico se presenta en lugares en los que, desde
el punto de vista neuroanatómico, no debería producirse.

171
Walters propuso el término dolor regional psicógeno para desig¬
nar a este padecimiento. El término psicógeno indica que el trastorno se
debe claramente a una alteración emocional o mental. (Todos los
pacientes fueron estudiados detalladamente para descartar la posibili¬
dad de que sus síntomas se debiesen a una lesión física). La palabra
regional indica que el dolor afecta a una región específica del cuerpo,
independientemente de la distribución de los nervios.
Mi experiencia me permite apoyar y complementar las observa¬
ciones del Dr. Walters. He observado tanto la presencia de dolor debi¬
do al SMT, el cual incluye dolor en músculos, nervios, tendones o liga¬
mentos, como de dolor regional psicógeno en personas con estados de
ansiedad de diversas magnitudes, lo mismo que en pacientes con tras¬
tornos esquizofrénicos y maniacodepresivos. Al parecer, cuando el
cerebro necesita defenderse contra los sentimientos aflictivos o inde¬
seables, elige de entre un gran repertorio de trastornos dolorosos y no
dolorosos. Usualmente se observa dolor regional cuando el estado
emocional es severo.
Sostengo la hipótesis de que, además de los diversos grados de
severidad del trastorno emocional (por ejemplo, ansiedad leve, mode¬
rada o fuerte), los individuos reprimen esos sentimientos en diferentes
niveles. Podría parecer que en algunas personas, estas emociones
están enterradas tan profundamente que resultaría difícil, si no imposi¬
ble, que el terapeuta lograse que el paciente las llevara al nivel cons¬
ciente. En cambio, en otras personas, dichos sentimientos están al ras
de la superficie. Sin duda, los sentimientos más dolorosos o atemori¬
zantes están enterrados más profundamente.
En mi consulta, los pacientes con los problemas más severos y
que usualmente requieren de psicoterapia además del programa edu¬
cativo, representan alrededor del 5% del total.

172
Mente y cuerpo

Las emociones y los trastornos más graves


En el campo de la medicina, hay personas que piensan que las
emociones desempeñan una función determinada en todos los aspec¬
tos de la salud y la enfermedad. Yo soy una de esas personas.
Alexander sugirió eliminar el término medicina psicosomática porque es
redundante: todo elemento médico está influido hasta cierto punto por
las emociones. Pienso que todo estudio médico que no considere el
factor emocional es imperfecto. Por ejemplo, un proyecto de investiga¬
ción acerca del endurecimiento de las arterias usualmente toma en
cuenta la alimentación (colesterol), peso, ejercicio, factores genéticos,
pero si no incluye a los factores emocionales, los resultados serán, des¬
de mi punto de vista, inválidos.
Antes de explicar otros tipos de problemas médicos en los que las
emociones probablemente desempeñen una función prominente, es
importante aclarar que la persona no se hace esto a sí misma. Con fre¬
cuencia, tras diagnosticarles SMT, los pacientes me dicen «me siento
terriblemente mal por haberme hecho esto a mí mismo», a lo cual res¬
pondo que sus patrones emocionales estaban ya bien establecidos
mucho tiempo antes de que llegasen a la edad de las responsabilida¬
des, y lo que ellos son ahora es el resultado de una combinación de fac¬
tores genéticos, ambientales y de desarrollo sobre los que no tuvieron
ningún control. Es como si asumieran la responsabilidad por su estatu¬
ra o el color de sus ojos. Por lo tanto, reaccionan ante la vida en la úni¬
ca forma que conocen. Además, si comenzamos a comprender por qué
reaccionamos como lo hacemos y deseamos cambiar, podemos lograr
cierto grado de progreso.
Otra reacción de naturaleza similar es la de los médicos que se
resisten a reconocer la función de las emociones en padecimientos como
el cáncer. Estos médicos afirman que es una crueldad sugerir a los
pacientes que sus emociones pudieron haber contribuido al surgimiento
del cáncer, ya que ello los haría sentirse culpables y responsables. Mi res¬
puesta es que la forma en que se plantea el asunto a los pacientes puede

173
^EMLOOt0f0E^

crear una gran diferencia. En lugar de aporrearlos con la información


haciéndoles creer que sufren de un defecto emocional, se les debe expli¬
car que no son responsables, según se describe líneas arriba, y hablar con
ellos acerca de sus vidas, tratando de identificar los factores emocionales
que pudieron contribuir al proceso canceroso. Posteriormente, es necesa¬
rio hacerles sugerencias concretas sobre cómo pueden remediar y rever¬
tir los factores negativos. No estoy sugiriendo que exista un proceso
terapéutico bien ensayado basado en esas ideas, sino que se trata de un
área en la que es necesario realizar un gran número de estudios.

ESTADO ACTUAL DE LA
MEDICINA CUERPO-MENTE

A los lectores interesados en conocer una excelente reseña acer¬


ca de la situación actual de la medicina con respecto a la conexión
mente-cuerpo, les recomiendo leer The Healer Within (El sanador inte-
rioi), de Steven Locke, M. D., y Douglas Colligan (Nueva York: Dutton,
1986). El Dr. Locke trabaja en el área de psiquiatría de la Facultad de
Medicina de Harvard y ha descrito de forma excelente, junto con su
colaborador, la historia y los esfuerzos actuales por comprender cómo
la mente influye en el cuerpo.
Este libro no contiene ninguna idea importante con la que yo esté
en desacuerdo. Sin embargo, tengo la impresión de que los autores se
concentran demasiado en el sistema inmunológico y sugieren que el
futuro de este campo depende de lo que ellos llaman «la ciencia de la
psiconeuroinmunulogía». El estudio de esta rama es altamente científi¬
co y será muy importante para comprender muchos trastornos graves
como el cáncer y las enfermedades autoinmunes (como la artritis reu-
matoide y la diabetes), pero desde mi punto de vista, esto no es más que
una parte de un estudio mayor acerca de la forma en que las emociones
pueden influir en cualquiera de los órganos y sistemas del cuerpo.

174
Mente y cuerpo

El SMT es un ejemplo de trastorno psicosomático producido a


través del sistema nervioso autónomo. En él no participa el sistema
inmunológico. Sospecho que este último tampoco interviene en la inte¬
racción entre las emociones y el sistema cardiovascular. También en
este caso, me intriga el hecho de que el cerebro cruce fronteras para
responder a sus necesidades psicológicas. De esta manera, varios
pacientes con el mismo diagnóstico psicológico (aunque de diferente
intensidad) pueden contraer SMT mediado por el sistema nervioso
autónomo, rinitis alérgica mediada por el sistema inmunológico, o dolor
regional psicógeno, que es un padecimiento provocado directamente
por la acción del sistema sensomotor.
En el área de bioquímica cerebral de los distintos Institutos
Nacionales de Salud Mental de Estados Unidos se realizan trabajos
muy importantes acerca de la interacción mente-cuerpo. Uno de los
pioneros en este campo es Candace Pert, ex director de esa sección y
cuyo trabajo demuestra que existe una comunicación entre el cerebro y
las diferentes partes y sistemas del organismo. Los lectores interesados
encontrarán una excelente reseña sobre la obra de este investigador
escrita por Stephen S. Hall y publicada en el número de junio de 1989
de la revista Smithsonian.
La mente y el cuerpo interactúan de numerosas formas. En las
siguientes partes del capítulo se explican algunas de las más comunes.

LA MENTE Y EL SISTEMA CARDIOVASCULAR

Los temas que más nos interesan en esta área son la hiperten¬
sión, la cardiopatía coronaria, la arteriosclerosis (endurecimiento de las
arterias), las palpitaciones cardiacas y el prolapso de la válvula mitral.
Como todos sabemos, la presión sanguínea alta (hipertensión)
es muy común y un poco atemorizante debido a que se relaciona con
problemas cardíacos y con apoplejía. Muchas personas dan por hecha

175
^ESEDaootosoE^

su relación con las emociones, aunque ésta no ha sido demostrada en


el laboratorio. El Dr. Neal Miller, psicólogo de la Universidad Rockefeller,
demostró que los animales de laboratorio podían ser condicionados
para que disminuyeran su presión sanguínea y modificaran muchos
otros procesos corporales, lo que demuestra claramente que es posible
hacer que el cerebro influya en el cuerpo.
El Dr. Herber Benson, cardiólogo de Harvard, describió lo que él
llama reacción de relajación y demostró que es posible reducir la pre¬
sión sanguínea mediante la aplicación de su método, que es semejan¬
te a la meditación.
En el número del 11 de abril de 1990 de la revista Journal ofthe
American Medical Association (Vol. 263, pág. 1929 a 1935), apareció un
estudio muy importante. El Dr. Peter L. Schnall y un equipo del Centro
de la Hipertensión y Enfermedades Cardiovasculares, Hospital de
Nueva York-Facultad de Medicina de Cornell, en colaboración con médi¬
cos de otras dos facultades de medicina del área de Nueva York, publi¬
caron un artículo en el que se demuestra la existencia de una clara
relación entre la tensión psicológica en el trabajo («tensión laboral») y
la presión sanguínea alta. Este estudio también demostró que los
pacientes con ese trastorno presentan un incremento en el tamaño de
su corazón, lo cual es un efecto negativo de la hipertensión continua.
Los expertos sospechaban desde hacía tiempo que, en los casos de
presión sanguínea alta, intervienen factores psicológicos. El mérito prin¬
cipal del estudio del Dr. Schnall es que fue diseñado y ejecutado con tal
cuidado que podría convencer a algunos de los más escépticos acerca
de la importancia de la conexión mente-cuerpo.
Muchas personas con SMT han tenido antecedentes de hiper¬
tensión, lo que sugiere que los mismos estados emocionales pueden
provocar cualquiera de estos padecimientos. Hace unas semanas, una
paciente me llamó y me dijo que su dolor de espalda había desapare¬
cido, pero que ahora sufría hipertensión. Este es un claro ejemplo de
equivalencia.

176
Mente y cuerpo

En contraste, es difícil que un paciente con SMT tenga antece¬


dentes de cardiopatía coronaria o que la contraiga después. Puedo
documentar la primera afirmación, pero carezco de estadísticas para
demostrar la segunda. Esta es simplemente una impresión clínica.
Casi todos hemos oído hablar del llamado patrón de conducta tipo A
y de la susceptibilidad de las personas tipo A a la cardiopatía coronaria, des¬
crita por el Dr. Meyer Friedman y el Dr. Ray Rosenman en su libro Type A
Behavior and Your Heart {La conducta tipo A y su salud), publicado en 1974.
En esta obra se describe a las personas tipo A como muy ambi¬
ciosas, agresivas, amantes de competir, obsesivamente trabajadoras,
que generalmente están bajo mucha presión autoimpuesta, con una
gran necesidad de reconocimiento y con mucha hostilidad. Dada su
tendencia a ser muy compulsivos, perfeccionistas, responsables y con¬
cienzudos, los pacientes con SMT suelen describirse como personas
tipo A. Sin embargo, difieren de éstas en varios aspectos importantes.
Muchos de los pacientes con SMT son la antítesis de la hostilidad; con
frecuencia sienten una gran necesidad de ser personas buenas, positi¬
vas, agradables, adaptables y útiles. Si bien pueden ser ambiciosas y
suelen obtener muchos logros, no siempre persiguen sus objetivos con
la intensidad característica de las personas tipo A.
Tras la publicación de Type A Behavior and Your Heart, se han
realizado numerosos estudios para definir la importancia relativa de los
diversos rasgos de la personalidad tipo A. Se ha sugerido que, de todas
las que hemos mencionado, la hostilidad podría ser la única que pre¬
disponga a una persona a la cardiopatía coronaria.
Esto puede resultar preocupante para una persona consciente de
que se enfurece con facilidad, tenga o no SMT. Esto me resulta muy
interesante debido al número cada vez mayor de pruebas de que la ira
reprimida es un factor importante en la dinámica psicológica del SMT.
Sin embargo ¿cómo podemos conciliar esto con la clara evidencia
estadística que demuestra que la cardiopatía coronaria es muy rara en
los pacientes con SMT?
^ESEDa0ot0(;oE^

Evidentemente, es necesario investigar y reflexionar mucho más


para resolver este misterio. Es peligroso concentrarse en un rasgo
como la hostilidad sin saber más de lo que sabemos acerca de la psi-
codinámica de la ira o de los miles de detalles de la personalidad de la
gente. Es posible que el hombre que maldice a los taxistas mientras
conduce por la calle esté desplazando de esa manera la ira que siente
contra su jefe, ya que esto es mejor que perder el empleo. O tal vez sea
todo mucho más complicado.
El problema con los estudios de conducta tipificados en este apar¬
tado es que son unidimensionales, ya que extraen conclusiones basán¬
dose en modelos demasiado simplificados de la conducta humana.
Éste es uno de los puntos débiles de las investigaciones realizadas
actualmente en esa área. En su intento por obtener conclusiones
estadísticamente válidas, los investigadores deben usar criterios men¬
surables y, si bien esto es apropiado, también les exige estar absoluta¬
mente seguros de lo que están midiendo. Esto queda ilustrado perfec¬
tamente por la historia de las investigaciones acerca de la conducta
tipo A.
Para complicarle aun más las cosas a la pobre persona que está
furiosa casi todo el tiempo, ¡se le indica que deje de hacerlo! Esto la
desespera profundamente, pues se le ha dicho que este tipo de com¬
portamiento puede provocarle un ataque cardíaco, pero para evitarlo,
necesita dejar de ser ella misma.
Yo no me atrevería a aconsejar a ninguna persona que crea tener
una personalidad tipo A. Yo indico a mis pacientes con SMT que,
estadísticamente, no parecen ser propensos a sufrir una cardiopatía
coronaria. Si son conscientes de que están furiosos la mayor parte del
tiempo, tienen ganada una parte de la batalla, precisamente porque
son conscientes. Si verdaderamente están preocupados por esta ten¬
dencia, puedo recomendarles a un psicoterapeuta que les ayudará a
saber por qué se comportan de ese modo. Según mi experiencia, la
consciencia es una buena medicina.

178
Mente y cuerpo

Lo maravilloso acerca de todo el asunto de la conducta tipo A es


que ha convencido a una parte de la comunidad médica de que los
fenómenos mentales pueden ser muy importantes en relación con los
fenómenos corporales, al menos en lo que se refiere a la cardiopatía
coronaria.
Los términos endurecimiento de las arterias, arteriosclerosis, y
deposición de placas arterioscleróticas tienen el mismo significado.
Dado que lo que estrecha las arterias coronarias son las placas arte¬
rioscleróticas, y que se ha demostrado que existe una relación entre las
emociones y la cardiopatía coronaria, resulta tentador teorizar acerca
del endurecimiento de las arterias en general. La arteriosclerosis es la
formación de placas encostradas en el interior de los vasos sanguíneos,
las cuales pueden retrasar el flujo sanguíneo o formar coágulos que
obstruyen la arteria. De acuerdo con la obra del los doctores Friedman
y Rosenman, es difícil eludir la concusión de que las emociones pueden
desempeñar una función en el endurecimiento de las arterias sin impor¬
tar la parte del cuerpo en la que se encuentren, aunque resulta claro
que los factores genéticos (es bueno elegir a los padres adecuados), la
presión sanguínea, la alimentación, el peso y el ejercicio también son
elementos importantes.
En julio de 1990 se publicó un importante informe en la prestigio¬
sa publicación The Lancet (Vol. 336, pág. 129 a 133). Un numeroso
equipo, dirigido por el Dr. Dean Ornish, de la Facultad de Medicina de
San Francisco, dependiente de la Universidad de California, realizó un
estudio aleatorio controlado en el que demostró que los cambios en el
estilo de vida (practicados durante un año) pueden revertir el proceso de
la arteriosclerosis (esclerosis o endurecimiento) de las arterias corona¬
rias. Los pacientes del grupo experimental fueron sometidos a una die¬
ta vegetariana baja en grasas y en colesterol, participaron en actividades
para el manejo del estrés como meditación, relajación, visualización, téc¬
nicas de respiración y ejercicios de estiramiento, además de practicar
regularmente ejercicios aeróbicos moderados. Asimismo, asistieron dos

179
GÍBESE

veces por semana a reuniones para proporcionar apoyo social y refor¬


zar el seguimiento del programa. El grupo de control (no experimental)
mostró un incremento en la arteriosclerosis coronaria. Además de la
reducción del bloqueo de las arterias coronarias, los pacientes del gru¬
po experimental también mostraron una disminución en la frecuencia,
duración y severidad de la angina de pecho (dolor pectoral), mientras
que el grupo de control presentó un aumento en ese padecimiento en
el período de un año.
Este importante informe demuestra algo sobre lo que se había
sospechado desde hace tiempo: no sólo es la alimentación, el ejercicio
y demás factores puramente físicos lo que determina si las arterias
habrán de endurecerse o no, sino también los factores psicosociales.
Puedo afirmar que, en el futuro, las investigaciones posteriores identifi¬
carán al estado emocional de la persona como la variable más impor¬
tante, y será posible provocar una reversión similar de la arteriosclero¬
sis usando únicamente la psicoterapia intensiva.
Para el hombre de la calle, las palpitaciones cardiacas usualmen¬
te significan un ritmo cardíaco muy rápido. El término médico para este
padecimiento es taquicardia. Este padecimiento produce ritmos de 130
a 200 latidos por minuto. La forma más común del mismo es la taqui¬
cardia auricular paroxística (TAP) y, según mi experiencia, suele ser
inducida por factores emocionales. No obstante, debe ser tratada por el
médico familiar, el internista o el cardiólogo. Idealmente, se debería
explorar la razón emocional del ataque.
He sufrido este padecimiento de manera intermitente durante toda
mi vida, y me resulta claro que se debe a factores emocionales. Si usted
lo padece, póngase en manos de su médico para asegurarse de que no
es producto de alguna anomalía cardíaca. Generalmente se acepta que
estos trastornos ocurren a través del sistema nervioso autónomo.
Finalmente, el trastorno conocido como prolapso de la válvula
mitraIes una anomalía muy común que afecta a uno de los limbos de las
válvulas cardíacas. El limbo se «ablanda» y no funciona normalmente, lo

180
Mente y cuerpo

que produce un sonido como de murmullo. Parece amenazador, pero


es un padecimiento muy común. Ocurre con más frecuencia en las
mujeres y no parece estar asociado con ninguna discapacidad funcio¬
nal. Aunque lo he padecido durante años, llevo una vida muy activa y
practico actividades aeróbicas vigorosas regularmente.
Lo extraño de ello es que muchos médicos consideran que este
trastorno es psicógeno, es decir, que está inducido por la ansiedad. Y
en las publicaciones médicas existen muchas pruebas de que se rela¬
ciona con la actividad anormal del sistema nervioso autónomo (editorial
de The Lancet, 3 de octubre de 1987, titulado «La función del sistema
nervioso autónomo en el prolapso de la válvula mitra!»).
Recientemente se publicó un artículo en el número de julio de
1989 de Archives oí Physical Medicine and fíehabilitation (Vol. 90, pág.
541-543) en el que se informaba acerca de un estudio en el que se
encontró que un 75% de un grupo de pacientes con fibromialgia
padecían de prolapso de la válvula mitra!; dicho índice es mayor que el
de la población en general. Como ya lo he mencionado, opino que la
fibromialgia es una de las manifestaciones del SMT.
Dado que el SMT y el prolapso de la vávula mitral están inducidos
por una actividad anormal del sistema nervioso autónomo y que el SMT
es un resultado evidente de factores emocionales, resulta tentador
incluir al prolapso de la válvula mitral en la lista de trastornos físicos que
se generan en el ámbito de las emociones. Por ejemplo, yo he sufrido
SMT, síntomas gastrointestinales, migraña, fiebre de heno, problemas
dermatológicos y prolapso de la válvula mitral, lo mismo que muchos de
mis pacientes con SMT. Esto indica que la raíz de todos estos trastor¬
nos es la misma: las emociones reprimidas e indeseables.
Permítame el lector repetir algo muy importante: para la mayoría de
los médicos, la idea de que las emociones pueden propiciar cambios fisioló¬
gicos es imposible de aceptar, lo que les priva de la posibilidad de entender
muchos de los padecimientos que actualmente aquejan a los seres huma¬
nos. El SMT y el prolapso de la válvula mitral forman parte de este grupo.

181
^tRESEDEL°OíoS0EESP^

En resumen, en esta parte hemos descrito brevemente cinco tras¬


tornos probablemente relacionados con las emociones. Es muy intere¬
sante que tres de ellos (la hipertensión, las palpitaciones y el prolapso
de la válvula mitral) estén vinculados con el sistema nervioso autónomo.

LA MENTE Y EL SISTEMA INMUNOLÓGICO

Al contemplar la complejidad de la fisiología animal, uno se sien¬


te inspirado y abrumado. Es imposible imaginar cómo se ha creado algo
tan complicado como nuestro organismo. No es de sorprender que su
evolución haya durado millones de años.
El sistema inmunológico es una maravilla en términos de com¬
plejidad y eficiencia. Está diseñado para protegernos de todo tipo de
invasores externos, de los cuales, los más importantes son los agentes
infecciosos, así como de peligrosos enemigos que se generan interna¬
mente, como el cáncer. Este sistema utiliza diversas estrategias de
defensa: puede generar sustancias químicas para eliminar a los inva¬
sores, puede movilizar ejércitos de células para que los devoren y
posee un elaborado sistema con el que puede reconocer y neutralizar
miles de sustancias extrañas a nuestro cuerpo.
Durante mucho tiempo, los inmunólogos creyeron que el sistema
inmunológico era autónomo, a pesar de que existían desconcertantes
historiales clínicos que sugerían que la mente podría tener algo que
ver con la forma en que funciona dicho sistema. La mayoría de esos his¬
toriales fue descalificada por los expertos, pero actualmente existen
pruebas concretas, e imposibles de ignorar, de que el cerebro influye en
dicho sistema.
Robert Ader, investigador en fisiología de la Universidad de
Rochester, participó en un experimento en el que se trataba de condi¬
cionar a un grupo de ratas para que rechazaran el agua endulzada con
sacarina. Este experimento era similar al realizado por Pavlov, en el que

182
Mente y cuerpo

se condicionó a un conjunto de perros para que salivaran al oír el soni¬


do de una campana. El Dr. Ader inyectó a las ratas una sustancia que
les provocaba náuseas, por lo que los animales relacionaron al agua
endulzada con las náuseas. Sin embargo, posteriormente se dio cuen¬
ta de que el fármaco que usó, llamado ciclofosfamida, también suprimía
el sistema inmunológico de las ratas, lo que les provocaba la muerte.
Sin embargo, lo más sorprendente fue que posteriormente, para supri¬
mir el sistema inmunológico de las ratas, sólo tenía que alimentarlas
con agua endulzada con sacarina, aunque no les hubiese inyectado la
sustancia química, ya que habían aprendido a asociar el agua con el
fármaco que les provocaba náuseas. Por lo tanto, el solo hecho de ali¬
mentarlas con sacarina suprimía su sistema inmunológico. Este fue un
descubrimiento muy importante que demostró que un fenómeno cere¬
bral, en este caso la aversión a un cierto sabor, es capaz de controlar
el sistema inmunológico.
Dado lo anterior, no es de sorprender que las personas con SMT
experimenten dolor en las circunstancias más extrañas, como cuando
están acostadas boca abajo. A estos pacientes se les ha dicho que
acostarse de esa forma es malo para la espalda, lo que los ha condi¬
cionado a mostrar aversión hacia esa postura y, naturalmente, a expe¬
rimentar dolor al realizarla. Como dijimos anteriormente, el cerebro es
capaz de influir en cualquier órgano o sistema del organismo. En el
caso de las ratas del experimento realizado por el Dr. Ader, el sistema
afectado fue el inmunológico, mientras que para los pacientes con SMT,
se trata del sistema nervioso autónomo.
El Dr. Ader también observó que las ratas con trastornos autoin-
munes mejoraban durante los experimentos. Esto se debe a que ese
tipo de trastornos se produce cuando el sistema inmunológico se vuel¬
ve contra el propio organismo y produce sustancias dañinas para algu¬
nos de sus tejidos (como en la artritis reumatoide, lupus eritematoso y
esclerosis múltiple). Esto significa que cualquier factor que suprima el
sistema inmunológico permitirá que tales padecimientos mejoren. Tal

183
fue el caso de las ratas con trastornos autoinmunes alimentadas con el
agua endulzada con sacarina.
Las implicaciones de estos hechos para la salud y la enfermedad
humanas son enormes, ya que los trastornos autoinmunes son una de
las categorías patológicas más problemáticas y menos comprendidas.
Estos experimentos sugieren que el cerebro podría desempeñar algu¬
na función en el tratamiento de esas enfermedades. Además, me indi¬
ca que las emociones podrían influir en sus causas.
Norman Cousins, en su famoso libro The Anatomía otan lllness
[Anatomía de una enfermedad), describe cómo superó una de esas
enfermedades autoinmunes, llamada espondilitis anquilosante (que es
una forma de artritis reumatoide) al admitir que ésta estaba inducida
emocionalmente, e introduciendo una especie de terapia de buen
humor y vitamina C. Con base en mi experiencia con el SMT, me incli¬
no a pensar que lo que produjo la cura fue el hecho de que el paciente
admitió la función de las emociones en el origen de la enfermedad. Es
posible que dicho trastorno, al igual que el SMT, sirva para desviar la
atención del ámbito de las emociones, y que cuando la persona se da
cuenta de que eso es lo que sucede y dirige su atención a las emocio¬
nes, el trastorno carece de propósito y desaparece.
Los que creemos que el sistema inmunológico está fuertemente
influido por las emociones, estamos en deuda con el Dr. Ader por haber
demostrado este hecho en el laboratorio. Sin embargo, él no es el úni¬
co. Otros científicos han demostrado la existencia de relaciones mente-
cuerpo igualmente notables.
Un informe que me impresionó particularmente fue el que apare¬
ció en la prestigiada publicación Science en abril de 1982, escrito por
Visintainer, Volpicelli y Seligman. Estos investigadores describieron un
grupo de ratas que sufrían del mismo tipo de cáncer, las cuales fueron
expuestas a un molesto choque eléctrico en dos situaciones experi¬
mentales distintas: uno de los grupos podía escapar de él y el otro
debía soportarlo hasta que cesara. Ambos grupos recibieron choques

184
Mente y cuerpo

de la misma intensidad y la posibilidad de escape fue la única diferen¬


cia entre ellos. Según los autores, «las ratas que no podían escapar al
choque tenían una posibilidad del 50% de rechazar el tumor y una pro¬
babilidad 100% más alta de morir que las ratas que podían escapar y
que el grupo de control, que no recibió ningún choque. Sólo el 27% de
las ratas que no podían escapar rechazaron el tumor, en comparación
con 63% de las que sí podían escapar y 54% de las que no recibieron
el choque».
Este estudio mostró claramente que el sistema inmunológico de
las ratas con mayor estrés emocional era menos eficiente, dado que la
efectividad de dicho sistema determina si el cuerpo rechaza el cáncer
o no. Si esto sucede con las ratas, imagine el lector cuánto más impor¬
tantes son las emociones para los seres humanos.

EL CÁNCER Y EL SISTEMA INMUNOLÓGICO

Dado que ya hemos presentado el concepto de las emociones y


el cáncer, hablemos un poco más al respecto. A pesar de que actual¬
mente este tema no está sometido a estudios intensivos por parte de la
medicina convencional, a través de los años se ha observado en nume¬
rosas ocasiones que los factores psicológicos y sociales podrían
desempeñar una cierta función en la causa y en la cura del cáncer.
Una de esas observaciones fue divulgada por Kenneth Pelletier,
entonces miembro del cuerpo de profesores de la Facultad de Medicina
de la Universidad de California. Este investigador se interesó en las
«curaciones milagrosas del cáncer» experimentadas por siete personas
del área de San Francisco, y se preguntaba si tendrían algo en común.
De hecho, descubrió que las siete personas se volvieron más extrover¬
tidas, más orientadas hacia su comunidad e interesadas en lo que
sucedía más allá de sí mismas; todas ellas trataron de cambiar sus
vidas de tal forma que tuviesen más tiempo para distraerse; todas ellas

185
se volvieron religiosas en diferentes formas, aunque todas buscaban
algo superior a ellas mismas; todas ellas pasaban unos momentos del
día meditando, sentadas en silencio y en estado de contemplación u
oración; todas iniciaron un programa de ejercicios y cambiaron su ali¬
mentación, consumiendo menos carne y más vegetales. Ciertamente,
parece como si los factores emocionales y sociales hubiesen desem¬
peñado una importante función en esas «curaciones milagrosas».
Pelletier es autor del famoso libro acerca de la conexión mente-
cuerpo, titulado Mind as a Healer, Mind as a Slayer {La mente como
sanador, la mente como asesino; Nueva York; Delacorte, 1977).
Para los lectores interesados, existe un libro escrito por O. Cari
Simonton, Stephanie Matthews-Simonton y James Creighton titulado
Getting WellAgain {Nuevamente sano; Nueva York: J. P.Tarcher, 1978)
en el que se describe la técnica terapéutica de Simonton para el trata¬
miento del cáncer. Estos autores abordan el problema desde el punto
de vista psicológico con la intención de comprender a sus pacientes y
descubrir formas de cambiar actitudes y conceptos, ya que piensan que
éstos son relevantes para el resultado final.
Un libro muy popular publicado recientemente es Love, Medicine,
and Miracles {Amor, medicina milagrosa), del Dr. Bernie Siegel, ciruja¬
no de Yale (Nueva York: Harper & Row, 1986). El Dr. Siegel comenzó su
carrera como cirujano, dándose cuenta de las dimensiones sociales y
psicológicas del cáncer. Posteriormente comenzó a trabajar con sus
pacientes poniendo en práctica esa percepción. Su libro es muy inspi¬
rador y, debido a su popularidad, ha logrado que mucha gente se inte¬
rese en la idea de que es posible hacer que la mente contribuya a com¬
batir el cáncer.
Es posible que exista cierta preocupación acerca de la naturale¬
za del trabajo del Dr. Siegel, ya que carece de especificidad psicológi¬
ca y fisiológica. Este médico no presenta un modelo teórico de la forma
en que las emociones influyen en la causa y la cura del cáncer, ni de la
manera en que su trabajo encaja en ese modelo. Al carecer de esos

186
Mente y cuerpo

elementos, es poco probable que su obra influya de manera importan¬


te en la comunidad de investigadores médicos tradicionales.
Lo anterior es lamentable, ya que es necesario definir con preci¬
sión cuáles son los factores sociales y psicológicos que contribuyen a
qué enfermedades y cómo lo hacen. Al reconocer la importancia de las
emociones en la salud y en la enfermedad, la medicina deberá reexa¬
minar sus conceptos acerca de la causa de las enfermedades. Para
atravesar esta misteriosa brecha entre las emociones y la fisiología, es
necesario contar con la participación de las mejores mentes de la medi¬
cina experimental y con el mismo tipo de interés y compromiso que la
medicina dedica actualmente a la investigación genética y a la quimio¬
terapia del cáncer.
Sin embargo, no lograremos que esas personas participen ni
obtendremos ese tipo de compromiso si ponemos al «poder del amor»
en un contexto médico sin estudiar cuidadosamente sus efectos fisioló¬
gicos y psicológicos específicos. Si obramos así, ¿cómo podremos dis¬
tinguir entre Bernie Siegel, Norman Vincent Peale y Mary Baker Eddy?
Fuera de esas consideraciones, médicos como Siegel, Simonton,
Pelletier y Locke (así como otros más a quienes no he mencionado) son
pioneros y sus enseñanzas tienen una enorme importancia para el futu¬
ro de la medicina.

EL SISTEMA ¡NMÜNOLÓGICO Y
LAS ENFERMEDADES INFECCIOSAS

También en este campo, la conciencia de que las emociones tie¬


nen que ver con nuestra susceptibilidad a la infección y con nuestra
capacidad para combatirla tiene una larga historia. Sin embargo, este
hecho no está generalmente aceptado por los médicos y pocas veces
se aplica en la práctica cotidiana. Los resfriados frecuentes y las infec¬
ciones genitourinarias se encuentran entre los padecimientos más

187
^EDa00to#OE^

comunes, pero es probable que los factores psicológicos se relacionen


con todos los procesos infecciosos.
Al igual que ocurre con el cáncer, lo que entra en juego es la efi¬
ciencia del sistema inmunológico para erradicar al agente infeccioso.
Las emociones estresantes reducen esa efectividad y permiten que la
infección prospere, sin embargo, existen muchas pruebas anecdóticas
de que las personas pueden aumentar la eficiencia del sistema inmu¬
nológico mejorando su estado emocional o empleando otras técnicas,
como lo ilustra el siguiente caso.
El artículo principal del Washington Post Health Journal de enero
de 1985, escrito por Sally Squires, se titula «La mente contraataca». En
él se describe un estudio efectuado por un equipo de inmunólogos y
psiquiatras de la Universidad de Ciencias Médicas de Arkansas, en el
que se eligió a una mujer descrita como «meditadora asidua» y que
estaba particularmente sintonizada con las reacciones de su cuerpo.
A esta mujer se le inyectó el virus de la varicela en el antebrazo.
Habiendo sido expuesta previamente a dicho virus, desarrolló la reac¬
ción inmunológica positiva usual, es decir, una protuberancia de 1.5 cm
de diámetro que desapareció pocos días después. Para confirmar la
existencia de la reacción inmunológica, se realizó un examen de san¬
gre, el cual demostró que sus glóbulos blancos combatían activamente
a la infección. Tras repetir el procedimiento dos veces más, obteniendo
la misma reacción, se le indicó que tratara de detener la reacción nor¬
mal del cuerpo, cosa que ella hizo durante su meditación diaria, y
durante tres semanas seguidas, la protuberancia se redujo cada vez
más. Posteriormente se le pidió que dejara de interferir con la reacción
inmune normal. Al hacerlo, las tres últimas inyecciones del virus hicie¬
ron surgir nuevamente la protuberancia usual.
Esto demuestra claramente que la mente es capaz de alterar una reac¬
ción corporal si se le enseña cómo hacerlo. Los médicos que participaron en
el estudio estaban tan impresionados con los resultados, que repitieron todo
el experimento nueve meses después, obteniendo los mismos resultados.

188
Mente y cuerpo

La investigación médica convencional difícilmente puede encon¬


trar un fallo en este experimento, el cual fue una sorprendente demos¬
tración del llamado poder mental, que en este caso actuó sobre el fun¬
cionamiento del sistema inmunológico.
En el tratamiento del SMT sucede un fenómeno similar, en el que
el conocimiento adquirido tiene la capacidad de interferir con una reac¬
ción física indeseable, es decir, el dolor provocado por el SMT.

HIPERACTIVJDAD DEL SISTEMA


INMUNOLÓGICO: LAS ALERGIAS

Si bien la idea es polémica, opino, con base en mi experiencia con


pacientes que padecen SMT y rinitis alérgica (fiebre del heno), que algu¬
nas de las alergias más comunes de la vida adulta son equivalentes del
SMT, es decir, son provocadas por factores emocionales. Cuando escu¬
chan esto, la gente dice invariablemente «Oh, pero la fiebre de heno es
provocada por elementos como el polen, el polvo y el moho. ¿Cómo pue¬
de decir que se debe a la tensión?» Si ponemos a diez personas en un
campo donde haya polen, no todas comenzarán a estornudar, sino sólo
las alérgicas. ¿Cuál es la diferencia entre las personas alérgicas y las no
alérgicas? El sistema inmunológico de las primeras se ha vuelto hipe-
ractivo debido a la tensión, es decir, a los sentimientos reprimidos de los
que hemos estado hablando. Esto ha sido demostrado en repetidas oca¬
siones por los pacientes con SMT, quienes afirman, en el curso de su
experiencia de aprendizaje, que la fiebre del heno es un equivalente del
SMT y que puede ser eliminada de igual forma. Y ellos lo han hecho así.
El Sr. G informó, en una de las reuniones de grupo, que había
sufrido de fiebre del heno otoñal durante diecisiete años, ¡pero no en el
año en el que recibió el tratamiento! Este paciente tomó muy en serio
lo que había escuchado en las reuniones y, milagrosamente, no sufrió
de fiebre de heno en ese año.

189
Durante años he sido alérgico a la sustancia que exudan los gatos
(solía conocerse como caspa, pero ahora se nos dice que puede ser
algún componente de su saliva, el cual se seca después de que estos
animales se lamen el pelaje y flota en el aire). Si entro en una casa y no
estoy enterado de que hay un gato en ella, mis ojos comienzan a picar¬
me. Usualmente comienzo a frotármelos sin pensar. Entonces, el gato
entra en la habitación y yo digo «Ah, ya sé por qué me picaban los
ojos» y el escozor cesa. Esto sucede porque sé que la rinitis y la con¬
juntivitis alérgicas forman parte del repertorio de tensión de mi mente y,
como vimos en el capítulo 4, en el que hablamos del tratamiento, el
hecho de reconocer estas situaciones como lo que son las invalida y los
síntomas desaparecen.
La mayor parte de la comunidad médica rechaza la idea de que
las emociones tengan algo que ver con la alergia. Los dos ejemplos
anteriores no pueden ser explicados de otra manera y demuestran que
algo sucede, además de la reacción del sistema inmunológico autóno¬
mo ante las sustancias inhaladas. ¿Cómo es posible detener los sínto¬
mas simplemente pensando? Resulta claro que, en estos casos, se
activa la misma dinámica mental-emocional descrita en el capítulo que
habla del tratamiento.
No tengo pruebas de que esta «terapia de conocimiento» funcio¬
ne con las otras alergias más comunes, por lo que no diré nada acerca
de ellas, salvo que si yo sufriese alguna de ellas, ciertamente tendría en
cuenta los factores emocionales de mi vida.
Dicho sea de paso, el hecho de reconocer la función de las emo¬
ciones no impide el uso de los tratamientos médicos convencionales.

LA MENTE Y EL SISTEMA GASTROINTESTINAL

Esta es la única área en la que, tradicionalmente, la función de los


factores emocionales ha sido reconocida tanto por los médicos como

190
Mente y cuerpo

por los profanos. Sin embargo, aunque la mayoría de las personas aún
opina que las úlceras son provocadas por la tensión, los médicos tratan
incansablemente de probar lo contrario. Si leemos atentamente cual¬
quier publicación médica especializada en el sistema gastrointestinal
(existe una con el colorido nombre de Guts (tripas), encontraremos
muchos artículos que sugieren la existencia de causas puramente «físi¬
cas», y en los que no se menciona a las emociones. Esto coincide con
la tendencia a concentrarse cada vez más en la física y la química de
la enfermedad.
En mis diecisiete años de trabajo con el SMT, he observado que
existe una correlación constante entre dicho padecimiento y los trastor¬
nos gastrointestinales. Por lo general, los pacientes tienen anteceden¬
tes de acidez, hernia de hiato (la cual parece formar parte del síndrome
ulceroso), úlcera péptica, síndrome de colon irritable, colon espástico,
estreñimiento o «gases», por mencionar sólo los más comunes. Por lo
general, los pacientes sufrieron estos padecimientos antes de contraer
el síndrome doloroso.
Al igual que el SMT, tales trastornos son resultado de lo que he
llamado una función autónoma anormal, la cual, desde mi punto de vis¬
ta, es estimulada a su vez por los mismos factores emocionales que
provocan el SMT. Estos padecimientos son menos comunes que hace
treinta o cuarenta años, pero ello se debe a que el SMT se ha conver¬
tido en la defensa física preferida contra la ansiedad y la ira. Otra razón
probable es la creación de excelentes medicamentos antiulcerosos.
Dado que tales fármacos son capaces de eliminar los síntomas, éstos
se vuelven incapaces de atraer la atención del paciente, y éste es pre¬
cisamente el propósito de los procesos psicofisiológicos. Por ello, el
cerebro elige otro recurso, como el SMT. Esta reducción en la frecuen¬
cia de dichos trastornos ha sido documentada en las publicaciones
médicas.
La prueba más contundente de que los trastornos gastrointestinales
se relacionan con las emociones, por lo que pueden ser atacados de igual

191
gírese Daootoso£Es^

forma que el SMT, es el caso de un hombre que acompañó a su esposa a


las conferencias. Esta persona se liberó de sus síntomas gastrointestina¬
les al enterarse de la forma en que la mente influye sobre el cuerpo.

LA MENTE Y EL DOLOR DE CABEZA

El dolor de cabeza persistente o recurrente siempre debe ser tra¬


tado por el médico familiar, ya que puede ser un signo de algo más
serio, como un tumor. No obstante esto último es muy raro.
No pretendo presentar una reseña exhaustiva del dolor de cabe¬
za, sino simplemente decir que, en mi experiencia, la mayoría de los
casos de dolor de cabeza se deben a la tensión, lo cual los relaciona
estrechamente con el SMT. Sospecho que el mecanismo es exacta¬
mente el mismo: la constricción de los vasos sanguíneos que irrigan los
músculos craneanos. Al igual que en el SMT, la causa fundamental es
la tensión, según la hemos definido, y existe una gran variedad de
patrones y grados de severidad.
Las jaquecas que afectan a la parte posterior de la cabeza se rela¬
cionan claramente con los músculos dorsales del cuello que forman par¬
te del SMT. Algunos pacientes afirman que el dolor se manifiesta en toda
la cabeza, mientras que otros lo experimentan sólo en la región frontal.
Un caso muy común es el del «dolor detrás de los ojos». Cuando se tra¬
ta de dolores unilaterales (es decir, que afectan sólo a un lado de la
cabeza), severos y acompañados de náuseas, suelen denominarse
migrañas. El dolor de cabeza provocado por tensión puede ser tan inca¬
pacitante como el peor de los dolores de cuello, hombros o espalda.
Al parecer, la migraña tiene la misma causa psicológica subya¬
cente que el dolor de cabeza provocado por tensión, pero su fisiología
es distinta. Yo padecí de migraña durante varios años y puedo hablar
con la autoridad de alguien que ha sufrido ese padecimiento. Lo que lo
distingue del dolor de cabeza provocado por tensión es cierto fenómeno

192
Mente y cuerpo

neurológico, generalmente de tipo visual, que precede al inicio del dolor.


Yo percibía una línea dentada y curva que ocupaba diferentes partes de
mi campo visual. Parecía un cristal roto y «titilaba», es decir, se encendía
y apagaba muy rápidamente. Por alguna razón, estos fenómenos se
conocen como «luces». Usualmente comenzaba como un pequeño pun¬
to que obscurecía una parte del campo visual y en cuestión de minutos
se convertía en el patrón descrito anteriormente. Este fenómeno duraba
unos quince minutos antes de desvanecerse gradualmente, y era segui¬
do por el dolor de cabeza, que podía ser muy severo.
Lo que resulta un tanto atemorizante de la migraña es que se ha
demostrado que se debe a la constricción de un vaso sanguíneo ubi¬
cado dentro de la materia cerebral. En cierta ocasión sufrí un episodio
en el que mi habla se volvió incoherente durante cerca de una hora.
Este fenómeno se conoce como afasia y se debe a la constricción tem¬
poral de una arteria vital ubicada en el centro del habla del cerebro.
Sin embargo, la buena noticia acerca de la migraña es que tam¬
bién constituye un equivalente del SMT y puede ser detenida precisa¬
mente de la misma forma; al menos, esa es mi experiencia. Me ocurrió
años antes de saber nada acerca del SMT. Cuando yo apenas era un
joven médico familiar que padecía ataques ocasionales de migraña, tuve
una conversación con uno de los médicos veteranos de la comunidad,
quien había leído en alguna parte que las migrañas podían deberse a la
ira reprimida. La siguiente vez que vi las «luces», lo cual significaba que
tenía alrededor de quince minutos para reflexionar, traté de averiguar por
qué podía estar furioso, pero no se me ocurrió nada. Sin embargo, para
mi sorpresa, no sufrí el ataque y desde entonces no he vuelto a tener
otro, si bien continúo viendo las «luces» unas cuantas veces al año.
En retrospectiva, sé muy bien por qué sufría las migrañas en ese
entonces, y qué era lo que estaba reprimiendo. Ahora, cuando veo la
señal de alarma, usualmente puedo saber por qué estoy furioso, y
constantemente me sorprende el hecho de que, sin importar cuántas
veces admita que estoy reprimiendo la ira, sigo haciéndolo una y otra

193
'^ÍSEDELDOL<*oE¡^

vez, ya que ello parece formar parte de mi naturaleza, es decir, de la


forma en la que me desarrollé psicológicamente. Al reconocer qué era
lo que hacía, fui capaz de detener una reacción física muy desagrada¬
ble. Lo mismo sucede con el SMT.

LA MENTE Y LA PIEL: ACNÉ Y VERRUGAS

Parece existir una estrecha relación entre estos trastornos de la


piel y las emociones. Al igual que con casi todos los procesos en los
que interviene la unidad mente-cuerpo, no contamos con ninguna prue¬
ba experimental de la función causal de las emociones, pero cierta¬
mente existe una gran cantidad de pruebas clínicas que lo demuestran.
El acné es una de las «otras cosas» más comunes que los pacientes
con SMT han tenido antes de padecer su problema de espalda, o que
experimentan simultáneamente con él.
Existe una historia acerca de un hombre que sufría de una erup¬
ción cutánea en la parte del dedo en que usaba su argolla nupcial;
dicho trastorno desapareció cuando se separó de su esposa. Otros ani¬
llos de oro no le provocaban esa reacción.
Se ha sugerido que otros trastornos cutáneos, como el eczema y
la psoriasis, están relacionados con las emociones. Me inclino a pensar
lo mismo, aunque no tengo pruebas que respalden o contradigan esta
afirmación.

EL MÉDICO BRUJO

Las pruebas del poder de la mente están por doquier. La reacción


de placebo se produce en todas partes. La mayoría de los médicos
debe una parte de su éxito a este fenómeno, y algunos no hubiesen
tenido éxito en absoluto de no ser por el efecto placebo.

194
Mente y cuerpo

Hace algunos años descubrí un maravilloso ejemplo de la inte¬


racción mente-cuerpo en un artículo escrito por Louis C. Whiton y publi¬
cado en el número de agosto-septiembre de 1971 de la revista Natural
History. El artículo se titulaba «Bajo el poder del Gran Gadu» (Vol. 80.
Núm. 7). Durante años, el Dr. Whiton había estado realizando estudios
antropológicos en Surinam, América del Sur, y se había interesado par¬
ticularmente en las ceremonias, ritos y curas de los médicos brujos de
un grupo de habitantes de la jungla conocidos como los Negros de la
selva. Durante dos años, este investigador había sufrido de dolor en la
parte derecha de la cadera atribuido a la bursitis trocantérica (ver la
página 141). Este trastorno había resistido a todo tratamiento.
Acompañado por su médico personal, cinco amigos y el editor de un
diario de Surinam, este investigador viajó casi 65 kilómetros en la sel¬
va de Paramaribo para recibir tratamiento de un famoso curandero lla¬
mado Raineh. En el artículo del Dr. Whiton se incluye una foto de este
personaje, la cual lo muestra como un hombre muy impresionante.
La ceremonia, descrita con gran detalle por el Dr. Whiton,
comenzó a la medianoche y duró cuatro horas y media. Dicha ceremo¬
nia se componía de muchas partes: el paciente debía ser protegido
contra los espíritus malignos, era necesario interrogar a su alma acer¬
ca de su vida pasada y atraer a las divinidades benéficas locales; asi¬
mismo, era necesario «expulsar el mal» del cuerpo del paciente y trans¬
ferirlo al del curandero. En ese momento, el doctor Whiton se levantó
del suelo, descubriendo que su dolor había desaparecido. La ceremo¬
nia continuó para transferir el «mal» del cuerpo del curandero al de una
gallina, y concluyó con encantamientos y otros procedimientos para evi¬
tar que el «mal» volviese a entrar en el cuerpo del paciente.
Sin duda, el Dr. Whiton estaba predispuesto a que su experiencia
terapéutica resultara exitosa, ya que confiaba en el poder de la mente
para sanar al cuerpo. No obstante, esa predisposición no le era de uti¬
lidad en los Estados Unidos; necesitaba a un sanador con poder y cate¬
goría, y lo encontró en la selva de Surinam.

195
^tRESED

Como he dicho en otras partes del libro, no estoy a favor de las


curas placebo, pues suelen ser temporales. Sin embargo, he relatado
esta historia porque constituye un ejemplo más de lo que puede hacer
la mente.

EL DR. H. K. BEECHER

El Dr. H. K. Beecher es uno de los primeros investigadores serios


sobre el dolor en Estados Unidos. En 1946, publicó un artículo en los
Anales de cirugía titulado «El dolor en los soldados heridos en batalla»
(Vol. 123, pág. 96). Durante años, este artículo fue citado ampliamente
debido a sus interesantes observaciones. Sin embargo, actualmente el
nombre del Dr. Beecher está sumido en la oscuridad, pues sus
enseñanzas han dejado de ser aceptables para los estudiosos del
dolor.
El Dr. Beecher interrogó a doscientos quince soldados poco tiem¬
po después de haber sido gravemente heridos en varios lugares de
Europa durante la Segunda Guerra Mundial, descubriendo que el 75%
de ellos sufría dolores tan leves que no necesitaban morfina. Tras refle¬
xionar que las emociones intensas son capaces de bloquear el dolor, el
Dr. Beecher conjeturó que: «Con relación a esto, es importante conside¬
rar la postura del soldado: su herida lo excluye de un ambiente extre¬
madamente peligroso, lleno de fatiga, incomodidades, ansiedad, temor
y verdadero peligro de muerte, y le da acceso a la seguridad del hospi¬
tal. Sus problemas se han acabado, o al menos eso es lo que él piensa».
Esta observación está respaldada por un informe del
Departamento de Salud de Estados Unidos durante la Segunda
Guerra, citado en el libro The Second World War: A complete History
(La Segunda Guerra Mundial: una historia completa, Nueva York: Henry
Holt, 1989), de Martin Gilbert. En él se señala que, para evitar el dete¬
rioro psíquico de los soldados de infantería, éstos debían ser relevados,

196
Mente y cuerpo

generalmente demasiado pronto. En el informe se indica que «Una heri¬


da o una lesión no se considera una desgracia, sino una bendición».
La siguiente es otra de las formas en que la mente puede modifi¬
car o eliminar el dolor. Una actitud positiva, el buen humor y un estado
emocional positivo son capaces de bloquear o evitar el dolor. Pero
todavía no sabemos cómo funciona este mecanismo.
Sin embargo, sabemos parcialmente cómo funciona el proceso
terapéutico en el SMT. El hecho de conocer lo que está haciendo el
cerebro hace que el proceso carezca de propósito y que los estímulos
autónomos se detengan, al igual que el dolor. Sin embargo, aún nos fal¬
ta descubrir cómo los fenómenos emocionales pueden estimular a los
fisiológicos, aunque esto quizás rebase nuestros horizontes mentales.
Es incuestionable que así sucede, pero en estos tiempos, quizás deba¬
mos conformarnos con la observación de Benjamín Franklin: «No es
muy importante que conozcamos la forma en que la Naturaleza ejerce
sus leyes; bástenos con conocer las leyes mismas».

197
'
artas
de los
pacientes

pacientes me han escrito para relatarme sus


experiencias con respecto al SMT y los resultados que han conseguido
con mi libro.
Voy a dejar que hablen por sí mismos.

Estimado Dr. Sarno:


Esta carta es una continuación de la que le escribí a princi¬
pios de julio de 1987... Me complace informarle que mi pro¬
blema en la espalda era el SMT y que he podido librarme del
dolor casi en un 95 por ciento. Muy de vez en cuando siento
algún dolor, pero después de sacar de mi mente (aunque no
necesariamente de mi vida) las causas del estrés, hice pro¬
gresos importantes. Mi peor problema había sido la incapa¬
cidad para sentarme y, dado que trabajo en una oficina, ello
me resultaba muy difícil. Durante meses, utilicé una silla
diseñada para apoyar la mayor parte del peso en las rodillas,
pero ahora puedo sentarme en sillas normales durante lar¬
gos periodos de tiempo y ¡ni siquiera pienso en mi espalda!

199
V#RESE BEL DoLq
)R ü£ ESP/^

Estimado Dr. Sarno:


Por fin..., recibí su carta..., en el lugar donde he estado
cuidando a mi madre enferma desde hace tres semanas.
¡Esto ha sido realmente una prueba para averiguar si mi
espalda comenzaría a dolerme de nuevo!... Sé que no me
dolería otra vez si no fuera por la fatiga que me provoca cui¬
dar constantemente a una persona anciana, la decisión de
alojarla en una residencia en el lugar donde vive mi herma¬
no, y luego ir a casa de ella y pasar una semana recogien¬
do todo y vendiendo la casa. ¡Esa es realmente una fuente
de estrés!
De cualquier forma, la buena noticia es que no he permitido
que esta situación me estrese... Sé que una vez que regre¬
se a casa..., y descanse algunos días, estaré bien.
...Creo que su teoría del SMT es correcta y me gustaría
que la mayor cantidad posible de gente se beneficie de su
investigación...

Dr. Sarno:
...Mi dolor en la parte baja de la espalda comenzó cuando
tenía unos veinticinco años (ahora tengo treinta y cuatro).
Cuando cumplí treinta, el dolor se había extendido a toda mi
espalda, cuello y hombros. El dolor era crónico y con fre¬
cuencia, debilitante. Después de varias sesiones infructuo¬
sas, primero con mi médico familiar y luego con un neurólo¬
go, recurrí a la atención quiropráctica por recomendación
de un amigo. Después de dos años y medio de practicarme
«ajustes» de una a tres veces por semana, el dolor dismi¬
nuyó y se mantuvo bajo control, pero no se curó de manera
permanente. Como oficial de la marina, es posible que, en
un futuro no muy lejano, deba trabajar en el extranjero y

200
Cartas de los pacientes

posiblemente en alta mar, de modo que sabía que mi


dependencia de la atención quiropráctica tendría que termi¬
nar si quería continuar con mi carrera naval. Estaba en la
mitad de la lucha con este problema cuando el amigo de un
familiar me habló de su trabajo..;
...Me di cuenta que su estereotipo de un enfermo de SMT
me describía de cuerpo entero. Además, toda su explica¬
ción fisiológica del SMT me resultó lógica como nada de lo
que había oído (de los médicos) o leído antes. ¡Fue un ali¬
vio encontrar finalmente a alguien que no sólo entendía lo
que yo había estado sintiendo, sino que ofrecía esperanzas
basadas en razonamientos y experiencias médicas acerta¬
das! De inmediato acepté el SMT como mi diagnóstico. (Mi
aceptación quizá se vio apresurada por el hecho de que un
veterano de la marina, especialista en padecimientos de la
espalda, había examinado detalladamente una serie com¬
pleta de radiografías de mi espalda y cuello y concluyó que
mi columna vertebral no estaba desalineada, ni tenía discos
anormales ni signo alguno de artritis.) Después de leer dos
veces más su libro, y después de casi dos meses, mi dolor
en la espalda y el cuello había prácticamente desaparecido.
Un par de semanas más tarde, el dolor volvió, pero senci¬
llamente volví a enfocar mis pensamientos en el diagnósti¬
co del SMT, y el dolor desapareció otra vez después de una
semana, aproximadamente. Desde entonces, he sufrido un
par de recaídas, pero el mismo tipo de terapia del conoci¬
miento las calma rápidamente, por lo que cada vez duran
menos.
...Considero que mi SMT está bajo control. Sé que es pro¬
bable que nunca desaparezca por completo, pero confío en
que pueda controlarlo sin depender de un quiropráctico, de
un médico o de alguien más. Nuevamente puedo disfrutar

201
^RESEDa0otoeoE^

de mi esposa y de mis hijos; mi carrera en la marina va por


buen camino y tengo mucha confianza en el futuro...

Estimado Dr. Samo:


...En 1970, me diagnosticaron una dislocación de disco. La
controlé bastante bien hasta 1979, cuando sufrí otro ataque
grave. Otro médico (visité a cuatro en ese año: dos dijeron
que era un disco dislocado, dos dijeron que no) me dijo que
tenía dos vértebras demasiado juntas y que eso ocasionaba
un desequilibrio muscular. Hacía ejercicio religiosamente dos
veces al día (desde entonces hasta esa primavera). Esto me
mantenía fuera de la cama (pasé en cama gran parte de
1979), pero nunca estaba bien. Luego, en 1986, empeoré. La
región interna de mis muslos temblaba y me dolía mucho. Me
asusté. Le temía a una operación de la espalda porque los
resultados son muy variados según la gente.
Después de leer su libro, empecé a ignorar el dolor y, lo más
importante, a dejar de temerle, y ahora hago lo que quiero.
Todavía siento algunas molestias, pero continúo y se disipan.
Es un libro maravilloso. El síndrome en el que se entra, el
círculo vicioso de dolor, reposo en cama, más dolor, miedo,
miedo, miedo, te encierra y es muy deprimente. Esperé
algunos meses para ver si realmente esto iba a funcionar a
largo plazo. Así ha sido, por ello le escribo para darle las
gracias.

Estimado Dr. Samo:


...Hace aproximadamente seis meses que me recuperé de
lo que, según el diagnóstico, era una hernia del disco L-5
con neuralgia ciática. Antes de leer su libro, consulté a dos

202
Cartas de los pacientes

ortopédicos reconocidos, relacionados con [una famosa]


Facultad de Medicina y a un quiropráctico, todos los cuales
me aseguraron que los resultados obtenidos en la tomo-
grafía y los síntomas clínicos confirmaban el diagnóstico.
Se me ordenó permanecer en cama durante algunas sema¬
nas, me recetaron medicamentos antiinflamatorios y me
dijeron que la recuperación no era segura.
Viví con bastante dolor y terribles limitaciones en mi movili¬
dad durante casi cuatro meses. Trabajo como psicólogo clí¬
nico y tenía que acostarme para atender a mis pacientes.
Conducir mi auto me producía un dolor terrible y sentía que
sólo podía caminar distancias cortas. Mi estilo de vida,
antes activo y atlético, se estaba convirtiendo en un recuer¬
do. A medida que mi incapacidad se prolongaba, me preo¬
cupaba el hecho de que necesitara una operación cuyo
resultado era incierto.
Después de la lectura inicial de su libro, me mostré escépti¬
co, aunque no pude evitar sentirme entusiasmado. Pese a
mi preparación como psicólogo, había aceptado, sin cues¬
tionarlas, las explicaciones mecánicas de la lesión de disco
presentadas por los ortopédicos. Observé que mi dolor
empeoraba cuando estaba tenso, pero esto no modificó mi
punto de vista acerca de mi «lesión». Su libro me ofreció
otra explicación, científicamente plausible, que valía la pena
considerar.
Me quedó claro que no pensaba en otra cosa que no fuera
mi dolor en la espalda y la pierna, y que me daba mucho
miedo cada movimiento. El miedo a lastimar más mi colum¬
na siempre me acompañaba. A medida que leía su libro, se
me ocurrió que mis primeros síntomas habían surgido en
una época en la que experimenté un acontecimiento emo¬
cional muy estresante. En cierta ocasión padecí problemas

203
gastrointestinales durante un periodo de estrés, así que la
idea de que mi problema en la espalda pudiera haber
comenzado como un trastorno de somatización tenía senti¬
do para mí.
Siguiendo el consejo de un amigo, que también se había
«curado» gracias a su libro, traté de ser más activo, a pesar
del dolor. A pesar de que mis primeros intentos para aumen¬
tar mi nivel de actividad me resultaron muy atemorizantes,
pronto me di cuenta que no empeoraban el dolor. También
noté que el dolor pasaba de una pierna a la otra, a pesar de
que la tomografía mostró una protuberancia sólo en el lado
derecho. Esta observación fue muy alentadora. Recordé el
momento en el que, después de caminar alrededor de la
manzana y notar el dolor en mi pierna izquierda y también
en la derecha, empecé a reír de alegría. ¡Tenía razón! Todo
este sufrimiento se debía a la tensión muscular. ¡Después
de todo, mi vida no estaba arruinada!
Dos semanas después de este descubrimiento, reanudé mi
vida. Empecé a dar largas caminatas y a sentarme normal¬
mente. El dolor fue disminuyendo gradualmente. Noté que
cuando alguien mencionaba la palabra disco en una con¬
versación, mi dolor aumentaba. Tuve que releer su libro
varias veces para mantener mi confianza y después de
cada lectura, mi dolor disminuía. Evité el contacto con mi
ortopédico y con la gente que creía tener problemas estruc¬
turales en la espalda, ya que todavía estaba demasiado
indeciso en mi nueva comprensión, y el ciclo de miedo-
dolor-miedo-dolor se reactivaba fácilmente al pensar que
usted pudiera estar equivocado.
Cuando empecé a recuperarme, consulté a un terapeuta físi¬
co que pensaba que sus ideas eran plausibles y me ayudó a
incrementar mi capacidad de movimiento y a recuperar mi

204
Cartas de los pacientes

fortaleza muscular. Ahora me doy cuenta de que me ayudó


mucho a sentirme seguro con respecto a moverme de nuevo.
Durante el año pasado no tuve restricciones en mis activi¬
dades físicas. He hecho muchas cosas que serían terribles
para una persona con hernia del disco L-5 y dolor ciático,
como volar a Tailandia (veintiséis horas sentado en el
avión), construir una habitación en el sótano, esquiar, dar
caminatas prolongadas, llevar bebés en brazos e ir de
excursión con una mochila. Rara vez siento dolor en el ner¬
vio ciático y cuando ocurre, suele ser leve. Ya no pienso en
mi espalda; en lugar de ello, pienso en lo que me puede
hacer sentir angustiada o tensa. Siento a mi nervio ciático
como un barómetro benigno de ansiedad.
Sé... que ha escuchado muchas historias como la mía.
Espero que esta carta pueda serles útil a otros que están
sufriendo lo que para mí fue un trastorno iatrogénico provo¬
cado por no entender lo que, en principio, era un problema
inofensivo de somatización...

Estimado Dr. Samo:


Me complace mucho ofrecer mis comentarios acerca de su
libro y su efecto sobre mi persona.
En el verano de 1987, mientras jugaba al tenis, sentí un
«dolor» repentino en la espalda. Había sufrido algunos pro¬
blemas leves en la espalda cuando era adolescente, pero
no había tenido ningún síntoma en más de veinte años
(actualmente tengo cuarenta y uno.) Llegué al trabajo como
pude, pero cuando mi jefe, que padecía (y todavía padece)
problemas de espalda que lo llevaron a operarse, me vio,
me ordenó que me fuera a casa y acudiera al médico sin
demora.

205
^EDa00ios0E^

El médico sacó un modelo de una columna vertebral y me


mostró cómo los nervios pueden quedar atrapados entre el
hueso y el cartílago y crear el doloroso espasmo que esta¬
ba sufriendo. Su consejo fue que me quedara en cama
durante dos semanas y, por supuesto, que cancelara el via¬
je de una semana en bicicleta que había planeado para
dentro de diez días. De inmediato comencé a sudar frío ante
la perspectiva de perder dos semanas de trabajo y la apa¬
rente gravedad de mi enfermedad, según lo denotaba esa
prolongada convalecencia.
Pues bien, me quedé en cama únicamente cinco días y lue¬
go volví a trabajar, todavía con el dolor. Incapaz de sentar¬
me por largos periodos de tiempo, pasaba algunas horas
del día en el suelo de mi oficina con el teléfono a mi lado.
Luego, armado con Motrin y Robaxin que el médico me
prescribió, hice el viaje en bicicleta. Extrañado, descubrí que
sentía que mi espalda mejoraba a medida que transcurría la
semana, a pesar de que me apoyaba en un asiento de bici¬
cleta cinco horas al día.
En los diez meses siguientes tuve algunos otros incidentes
menos graves. Cada vez que se presentaba uno de estos
accesos, guardaba mis zapatillas para correr y mi equipo
para jugar al tenis y esperaba a que el dolor disminuyera
(visualizando todo el tiempo que mi columna vertebral era
cortada en dos por un disco que presionaba las vértebras).
Luego, en la primavera de 1988, coincidiendo con una situa¬
ción especialmente tensa en mi vida personal, sufrí un ataque
que duró semanas. En esa misma época, un amigo... que
había tenido problemas crónicos de espalda durante años,
me habló de usted. Tenía grandes dudas, por decir lo menos.
Supongo que podría decir que los dos viajes de ida y vuel¬
ta... a Nueva York que me llevaron a leer el libro cambiaron

206
Cartas de los pacientes

mi vida. Es vergonzoso pensar que soy tan común, pero por


otro lado, me dio confianza saber que soy bastante normal.
El libro me dejó perfectamente claro que, aun cuando los
espasmos en la espalda eran reales, dependían de múscu¬
los que carecían de suficiente flujo sanguíneo...
Si bien pienso que la sociedad tiene expectativas poco rea¬
listas y exageradas acerca del poder de la autocuración
(como el hecho de culpar implícitamente a las víctimas del
cáncer por su incapacidad para vencer su enfermedad),
ahora estoy absolutamente convencido de que gran parte
de nuestro bienestar está al alcance de cada uno de noso¬
tros. Su libro sencillamente me mostró la dirección que debo
seguir cuando surge un problema.

Estimado Dr. Samo:


Su libro fue literalmente un alivio. La carta adjunta, que
envié a mi médico, quizá resuma mejor mi situación...
Espero que mi gratitud por escrito refleje con precisión el ali¬
vio que su libro nos dio a mí y a mi esposa. Gracias.

Estimado Doctor:
Le escribo para decirle cómo he progresado desde que lo vi
por última vez en noviembre. La última vez que hablamos,
usted había revisado los resultados de un estudio de reso¬
nancia magnética que me habían practicado. En ese
momento, yo estaba próximo a aceptar su recomendación
de someterme a una operación quirúrgica; no había mejo¬
rado después de un largo período de reposo en cama y,
posteriormente, el estudio de resonancia magnética parecía
mostrar una hernia de disco.

207
v®«esEoaootosoE^h

Después de consultarlo a usted, acudí a un quiropráctico,


pero no me ayudó. El dolor en mi pierna mejoraba a veces
y empeoraba en otras; no había un patrón definido. Luego,
en Navidad, cancelé todos mis planes para salir de vaca¬
ciones y decidí pasar tres semanas en cama. Sin embargo,
después de una semana, la pierna me dolía más que nun¬
ca. Francamente, estaba muy preocupado. Casi me había
resignado a adaptarme a un estilo de vida restringido, has¬
ta que un familiar me envió un libro sobre el dolor de espal¬
da que creo que debería conocer.
El libro era impresionante porque, tras realizar una descrip¬
ción completa de este tipo de dolor y de otros similares, atri¬
buía mi dolor de espalda a espasmos musculares provoca¬
dos por la tensión. La cura: salir de la cama y reanudar la
vida normal (hacer que la sangre circule en los músculos
encogidos y ¡relajarse!)
Lo primero que hice después de leer el libro (y tenga en
cuenta que sufría un dolor insoportable) fue tomar mi coche,
deshacerme del soporte para la espalda y conducir durante
cuatro horas seguidas. Cuando estacioné el automóvil no
tenía dolor alguno. Los siguientes tres o cuatro días, me
senté casi todo el día sin descanso y caminé vigorosamen¬
te en una playa arenosa. El dolor seguía desminuyendo.
Una semana y media después, jugué al racquetball durante
hora y media y gané los tres juegos, sin sentir ningún dolor
en absoluto.
El diagnóstico de espasmo muscular era razonable porque
ningún incidente específico ocasionó el dolor, sino que éste
surgió cuando dejé mi trabajo para entrar al colegio de pos¬
grado sin haber sido admitido antes. Estaba tratando de
cambiar mi área profesional y tenía que dar el paso en ese
momento o no hacerlo nunca. En ese momento no hubiera

208
Cartas de los pacientes

necesitado tirar de mi pierna para decirme que estaba


«estresado».
Mi propósito principal al escribirle este relato es agradecer¬
le su tiempo y paciencia y, lo más importante, ayudar a
otros...

Estimado Dr. Sarno:


Quiero agradecerle lo mucho que ha contribuido a mi salud
y, por tanto, a la calidad de mi vida...
Había sufrido intensos dolores en la espalda (superior e
inferior, incluido el ciático) desde hacía siete años cuando le
llamé. También sufría con regularidad fuertes retortijones
intestinales, intensos dolores agudos en el pecho; dolor en
mis rodillas, tobillos, codos, muñecas, nudillos y un hombro.
Todos estos dolores, sobre todo el de la espalda, limitaban
considerablemente mi capacidad para trabajar y jugar. No
podía limpiar el suelo, fregar los platos, llevar bebés en bra¬
zos (en realidad, nada que pesara más de un kilo y medio),
practicar ningún deporte, etcétera. Incluso cepillarme el
cabello me causaba dolor.
Había sido una persona muy fuerte y activa, con una gran
necesidad de esforzarme físicamente, a lo cual yo, y todos
los demás, atribuimos la causa de mis problemas en la
espalda.
En la primera visita a mi médico, me recomendó suspender
la mayor cantidad posible de actividades, no hacer nada que
me lastimara y me dijo que probablemente muchas cosas
me lastimarían.
Seguí ese consejo. Durante los siete años siguientes, me
volví una «experta» en las supuestas causas y curas del
dolor de espalda, pero en vano. Acudí a catorce sesiones

209
<S^DeLD°L°*DEB¡»S*-

de acupuntura, diecisiete sesiones con el quiropráctico, die¬


cisiete sesiones de «alineación corporal», trece sesiones de
rolfing, varias sesiones de terapia física, usé una «unidad de
desbloqueo nervioso», asistí a «clases de ejercicios para
espaldas enfermas», me inscribí a un club deportivo (iba a
nadar y utilizaba el jacuzzi y la sauna, recibí muchos masa¬
jes, etc). Un médico pensó que podría ser «síndrome de
fibromialgia primaria» y me recetó L-triptófano y B6.
Todos estos tratamientos parecían ayudar un poco en el
momento, pero seguía sufriendo unos dolores tremendos.
Después de mi conversación con usted, consideré la posi¬
bilidad de consultar a un psicoterapeuta, pero decidí inten¬
tarlo primero sola. Me di cuenta que el causante de mi ten¬
sión no era un gran problema de fondo, sino todas las
pequeñas cosas en mi vida diaria que había aprendido a
temer y que producían tensión, las cuales iniciaban el ciclo
de dolor, más tensión, más dolor, etcétera. Si la causa era
un conflicto psicológico no resuelto, noté que la mayor par¬
te del tiempo no tenía que resolverlo para que el dolor cesa¬
ra, sino sólo darme cuenta que eso era el origen de mi dolor.
Ahora descubro que tiendo a resolver las cosas más rápi¬
damente de lo que lo hacía antes.
Estaba muy sorprendida y feliz con respecto a mi capacidad
para convertir un espasmo doloroso en una señal de que
algo debía estar molestándome (emocionalmente o mental¬
mente) y luego deshacerme por completo del dolor en cues¬
tión de un minuto o menos.
Tardé cuatro meses en controlar bien el procedimiento, y en
menos de un año era capaz de decirles a los amigos y la
familia: «Sí, por fin mi espalda está curada. ¡No me duele!»
Al mismo tiempo que mi espalda se liberó del dolor, cada
una de las otras partes del cuerpo que mencioné al principio

210
Cartas de los pacientes

también lo hizo. Finalmente pude trabajar y jugar de nuevo


como no lo había hecho durante siete años. ¡Qué alivio!
Siempre le estaré agradecida, Dr. Sarno, por tener el ánimo
y la bondad de hacer lo que ha estado haciendo durante
más de veinte años: ayudar a la gente a liberarse perma¬
nentemente del dolor incapacitante.
Gracias.

Estimado Dr. John Sarno:


...He mejorado notablemente y ahora llevo una vida activa
y normal tras haber vivido con dolor y sufrimiento. Trato de
informar a otros a quienes creo que les beneficiaría su tra¬
bajo.
Sólo quiero que sepa que cuenta con el enorme aprecio de
alguien que no lo conoce, pero que recibió la enorme
influencia de su don especial.
Le reitero mi sincero agradecimiento.

Estimado Dr. Sarno:


...La lectura de su libro cambió mi vida. Tenía un dolor cró¬
nico y había intentado muchas «curas», ninguna de las cua¬
les me ayudó hasta que leí su libro.

Estimado Dr. Sarno:


Durante seis meses del año pasado, experimenté un inten¬
so dolor en la parte baja de la espalda. A las dos semanas
de conocer su teoría sobre el SMT, mi dolor en la espalda
desapareció. Me siento muy agradecida con usted y quiero
contarle la historia de su influencia a distancia sobre mí.

211
^sEOELOOio#OEE_^

En julio de 1988, después de correr una mañana, sentí cier¬


ta tensión en la parte baja de la espalda y un dolor se irra¬
dió desde la parte posterior de mi pierna izquierda hasta el
pie. Durante veinticuatro horas sentí un fuerte dolor en la
espalda, así que fui a ver a mi quiropráctico. Empecé inme¬
diatamente a seguir su plan de tratamiento, que consistía en
acostarme sobre la espalda unos momentos durante varios
días, poniendo hielo en ella tan frecuentemente como fuera
posible. Posteriormente debía hacer ejercicios suaves de
estiramiento, montar en la bicicleta estacionaria, usar un
soporte lumbar y posteriormente un aparato ortopédico
para la espalda. Me dijo que tenía tensión muscular, liga¬
mentos inestables en la región inferior de la columna verte¬
bral y probablemente, una lesión menor en el disco. Seguí
fielmente este plan de tratamiento porque confiaba en mi qui¬
ropráctico y me simpatizaba, y había experimentado trata¬
mientos satisfactorios en lesiones anteriores en los múscu¬
los del cuello y cadera. Seguí trabajando, acostándome con
frecuencia y haciendo breves caminatas con regularidad.
Por desgracia, el dolor no disminuyó y parecía empeorar
gradualmente. Sentí un ligero alivio durante unas semanas
en agosto, estando de vacaciones, pero cuando regresé a
trabajar, el dolor fue más fuerte que nunca. Creía, como se
me había dicho, que me había lastimado, de modo que
andaba con mucho cuidado: dejé de correr, adapté unos
soportes lumbares a mi silla en el trabajo, tenía cuidado al
moverme, y en general empecé a restringir mi vida, ya que
casi todo lo que hacía lastimaba mi espalda y tenía miedo
de estar interfiriendo con el proceso de curación.
En noviembre, el dolor era más fuerte que antes. Me sometí
a una serle de pruebas con la esperanza de encontrar algu¬
na explicación. Mi quiropráctico no creía que se tratara de

272
Cartas de los pacientes

algo grave, pero estaba confundido, junto conmigo, porque


no me recuperaba. Me hice pruebas para la artritis, una
radiografía, un estudio de resonancia magnética y un exa¬
men neurológico. El único resultado de todo esto fue el con¬
sejo del neurólogo de que probara con la natación. No sabía
qué era lo que pasaba.
En diciembre tenía tanto dolor que apenas podía sentarme
en el trabajo y tenía problemas de concentración. Soy psico-
terapeuta, por lo que para mí, es fundamental ser capaz de
poner atención a mis pacientes. Con mucha angustia, decidí
dejar de trabajar algunos meses para intentar curarme.
En ese momento, buscaba desesperadamente alguna solu¬
ción a este problema. Indecisa, consulté a una vidente.
También me dijo que tenía espasmos musculares en la
espalda y ligamentos sueltos que impedían que sanara. Me
recomendó someterme a un tratamiento de acupresión con
un especialista chino. Después de cinco o seis sesiones de
tratamiento atrozmente dolorosas, el médico dijo (por medio
de un intérprete) que debía haber mejorado y que estaba
confundido. Cuando escuchó que estaba utilizando compre¬
sas de hielo y haciendo ejercicio dijo: «Oh, no, debe mantener
caliente, relajar y hacer como si estuviera de vacaciones.»
De manera sorprendente, después de relajarme totalmente
durante el fin de semana, sentí un poco de alivio.
Así que, el siguiente lunes en la mañana, en enero (1989),
cuando recibí la carta de un antiguo amigo de la universidad
(que sabía de mis problemas de espalda) con una copia de
un artículo de Tony Schwartz, aparecido en la revista New
York, acerca de un tratamiento milagroso para el dolor de
espalda aplicado por un tal Dr. John Sarno, estaba lista para
escuchar sus ideas. Pasé el día en el teléfono hablando con
conocidos de mi amigo, todos los cuales confirmaban la

213
v^EDa0oto#0EE^

misma curación milagrosa..., y llamé a su consulta. Se me


informó que podría verlo dentro de unas seis semanas, y
que usted me llamaría a casi dos semanas para concertar
una cita.
Mientras esperaba, empecé a seguir el tratamiento por mi
cuenta. Inmediatamente percibí la precisión del diagnóstico
del SMT. En consecuencia, fue fácil decirme que no tenía
nada, que no estaba lastimada, que el dolor se debía a ten¬
sión y que desaparecería. También intenté relajar mi espal¬
da utilizando técnicas de meditación para relajamiento y
traté de identificar el conflicto subyacente. Después de años
en la psicoterapia, me sorprendió que expresara conflictos
inconscientes de manera somática. Pero decidí que el con¬
flicto tenía que ver con el hecho de no mantenerme por mí
misma.
En dos semanas, el dolor desapareció durante las sesiones
de relajación. En dos meses, estaba tan activa como antes.
Si el dolor regresaba cuando iba al cine, iba al cine todas las
noches durante una semana y me decía que el dolor desa¬
parecería. Y así sucedía. Cuando llamó para darme una cita,
estaba en camino de sanar y decidí que podía hacerlo por
mí misma.
En mayo de 1989, descubrí el verdadero conflicto incons¬
ciente que ocasionaba la tensión..., y el dolor en mi espal¬
da. Me quedó claro que la tensión y el dolor en mi espalda
eran parte de un grupo de síntomas somáticos presentes en
esa época (trastornos gastrointestinales, infecciones fre¬
cuentes en el tracto urinario, hombro paralizado), que fue¬
ron las primeras señales de mi organismo al recordar la ten¬
sión y el dolor de tempranas experiencias incestuosas.
A lo largo de este último año, tuve punzadas leves y breves de
dolor en la espalda al resistirme a recordar los sentimientos

2\4
Cartas de los pacientes

dolorosos del abuso sexual. Pero sabía que todos los signos
de dolor en la espalda desaparecerían cuando sanaran las
heridas psicológicas.
Permítame decirle lo agradecida que estoy con usted. Sus
¡deas no sólo me proporcionaron un marco de referencia
que me permitió sanar mi dolor en la espalda, sino que tam¬
bién me ayudaron a descubrir el verdadero significado ocul¬
to tras la tensión y el dolor. Ahora, la cura completa ha
comenzado.
Muchísimas gracias.

215
ndice
temático

Abstencionismo laboral- 7,65. Autocuración- 119,207.


Accidentes- 25, 27, 28, 32. Baja autoestima- 46, 51,55,167.
Acné- 49, 67,194. Baker, Russell- 69.
Actividad física Beecher, Henry, K.- 150,196.
Miedo- 15,16, 41,44, 54, 66, 70, 71,101-105, Bengtsson, A.- 83.
111, 114, 129,147,152. Benjamín Franklin-197.
Restricción- 24,42,71,111. Benson, Herbert-176.
Actividad restringida- Ver descanso. Bra/n (revista)-171.
Acupuntura-103,145,148, 210. Bursitis- 25, 26, 95,141,195.
Ader, Robert-182. ¿Causan dolor las hernias discales?- 31, 124,125.
Adormecimiento- 22, 23, 31, 42, 44, 81,86-88,125, Calambres en las piernas- 30.
132. Cambell, Joseph-166.
Advances in Pain Research andTherapy- 125. Caminar- 38,116, 203, 204.
Alergias- Ver también Fiebre del Heno Cáncer
Alexander, Franz- 159,163,169. Curas milagrosas- 186,187.
American Journal of Psychiatry, The-118. Las emociones factor para el- 173,174.
Anales de la Cirugía-196. Tratamiento con placebos-146.
Anatomía de una Enfermedad, (Cousins)-184. Y el sistema inmunológico- 182,184,185,188.
Angina de pecho-180. Cerebro-16,21,26,28,37,44,72,80, 84-89,94,95,
Anomalía congénita- 27, 67,134. 97-100,105,107,111,112,114,117,128,132,
Anomalías estructurales- 8, 9, 45,123,124,136. 148,161, 162, 164,165,168,171,172,175,
Anomalías sensoriales- 88. 176,182-184,191,193,197.
Ansiedad Charcot, Jean-Martin-158.
Por la hernia discal- 40. Ciática- 18,31,32,125,168, 202.
Ansiedad y SMT- 11,29, 43, 44, 54, 61-64, 66, Circulación sanguínea
67,72. La arterieesclerosis- 30.
Genera ira- 33, 34, 36, 46, 54, 56, 57, 60-64, Emociones que reducen la-175.
67,71,72,74, 78, 83, 97, 99, 104, Cirugía- 56, 68,125,129,130,138,145,150,151,
107,112, 133, 160, 166, 167, 170, 153,196.
177,178, 193. Cirugía como placebo-150.
Inconsciente- 33,97. Clínica Mayo-148.
Archives of Physical Medicine and Codo (dolor)- 24, 25, 88,142.
Rehabilitation-181 Coen, Stanley- 65.
Arteriesclerosis- 175,179,180. Colitis- 9, 49, 63, 65, 66, 82,158, 160, 168,170.
Artritis Collarines y corsés-116,117.
Espinal- 40. Colligan, Douglas-174.
Reumatoide- 134,160,174,183,184. Colon espástico- 9, 67,191.
Asma- 9, 66, 67,160. Columna vertebral
Ataques de pánico- 61. Anormalidades estructurales- 8,67,136.

217
*t**'*Laa«**B#s>

Artritis de la- 25,40,134. Atribuido a lesiones físicas-15,59,70,101,


Competitividad- 74. 106,111.
Compulsión- 47, 98. Crisis aguda- 39.
Condicionamiento- 37-39,41,119,151. Desinformación sobre el-122.
Consciencia-50, 52, 57,108,115,157,178. Diagnóstico estructural-17,25,32.
Corazón- Ver Arteriesclerosis. Diagnósticos tradicionales- 22,121,144.
Correr- 39,40,101,102,116,122, 206, 212. Estimula el miedo- 31,39,41,54,66,70,72-74,
Corsé- ver collarines 101,111,121,152.
Cousins, Norman-184. Por causas emocionales-10,66,71,75,91,98,140.
Creighton, James-186. Rasgos de la personalidad y
Curación-147,212,214. Tratamientos tradicionales-177.
Debilidad- 22, 23, 31,35,43,44, 49, 75, 81, 87, 88, Y anormalidades en ia columna- 8,9,45,67,
122,126,127,133,167. 123,124,128,136.
Deficiencia muscular- 21,45. Y diagnóstico del SMT- 93, 201, 214.
Deportes- 42,122,123,129,130. Y los sentimientos de vulnerabilidad-121.
Desaprobación- 57,62. Dolor de pie y de tobillo- 25,127,142.
Descanso- 112,208. Dolor de rodilla- 43,88,139,142.
Descanso en cama Dolor en el pecho- 22, 23,180.
Como tratamiento convencional- 39,147. Dolor en la mandíbula-143.
Descartes, René-157,158,160,162,164. Dolor nocturno- 18, 38,102.
Desinformación-122. Dolor psicológicamente inducido- 17, 45, 70, 74, 77,
Diabetes-143,160,174. 140,156,160,171,181.
Diagnóstico Dolores del crecimiento-18.
De los factores psicolfisiológicos-191. Dolores de cabeza- 65-67, 82, 98,117,168.
Rechazo del-12. La mente y los- 143,160,192,193.
Tradicional-11,18, 22, Eczema- 9, 67,98,168,194.
Dolor Edad y SMT-18-20.
Beneficio secundario- 52,58,91,118,147,156. Efecto placebo- 115,146-150,152-154.
Como distracción de las emociones- 34,44,94, Ejercicio- 9,82,91,97,103,104,116,117,122,129,
117,170. 130,149,151-153,173,179,180,186.
Como síntoma- 22, 31,32, 35,40,43, 44, 52, Electrodos-148,149.
60,61,63, 81,83,86, 87,94,100, Emociones
103,127,137,139,154-156,160, Dolorosas-159.
170,171,181,191. Inaceptables- 94.
Condicionado- 37,102,119,183. Reprimidas- 46,56,65,66,68,69,80,81,83,97.
Crisis recurrentes-12,34,38. Ver también interacciones entre mente y cuerpo
Crónico-41,58,111,118,139,154-156. Y el cáncer-185.
De cabeza- 32, 65-67, 82, 98,117,143,160, Y el dolor de cabeza- 65,143,192,193.
168,192,193. Y el sistema gastrointestinal-190,191.
Desencadenante del-15,17. Y el sistema inmunológico- 69,147,174,182-185.
Diagnóstico- 10,11,16,18, 25, 26,40, 75, 76, Y los desórdenes físicos-16, 29, 67,160,161,
83,91,93,102,103,105,110,111, 170,181.
115,121,122,125-127,129-131,137, Y los problemas cardiovasculares-169,176.
144,145,155. Emociones reprimidas
Emocional-10,11,19,34,69,71,72,81,91,98. Defensa contra las- 66,69,97.
Estudios en la Segunda Guerra Mundial-196. Defensa física contra las- 65,68,170.
Genera miedo a la actividad física-16,41,71, Psicoterapia para-107.
101,111,114,152. Reducción en el flujo sanguíneo- 81.
Histérico-158,171. Y tratamiento del SMT- 80,104.
Nocturno- 18, 38, 50,102, 214. Endurecimiento de las arterias-
Síndromes- 7, 9,12,17,21,24,41,45,65, 66, ver arterieesclerosis
91,102,111,121,145,147,152,155,171. Enfermedad coronaria- 48,49,175,177-179.
Tratamiento tradicional- 10,22,121,144,145. Enfermedades del sistema inmunológico- 69,147,
Tratamientos de alivio- 9, 61, 91, 141, 145, 170,175,182-185,187-190.
148-150,201. Enfermedades infecciosas-187.
Dolor crónico- 58,111,118,154-156. Esclerosis múltiple-183.
Dolor de brazo- 9,20,22,24,32,42-44,60,116,125, Escoliosis- 137,138.
131,132,137,158. Espasmos- 84.
Dolor de cadera- 25,26,95,97,138,139,141,142,195. Espina bífida- 134,136.
Dolor de cuello- 7,8,12,15-17,21,24,30,32,42,45, Espolones-139.
60, 65, 66, 68, 69, 85,111,117,121,124, 125, Espondilitis anquilosante-184.
130-132,137,145,192. Estenosis espinal- 40.
Dolor de espalda- 7, 8,10,12,15-17,19-25,28-35, Esferoides-154.
37-39,42,43,45, 51,52,56-58,60, 65, 66, 68, Estimulación transcutánea de los nervios-145,148.
69,72-74,76-78,84,85,87,101-103,106,107, Estiramiento- 103,179.
110,111,115-117,121-124,126,128-130, Estreñimiento-168,191.
134-137,142-145,148,154,155,169,171, Estrés- 46-48, 74,167,179,185.
176,192. Estudios electromiográficos (EMG)- 22.

218
Indice temático

Fassbender, H.G.- 82. Krebiozen-146.


Fibromiaigia Laringitis- 69,168.
Comentarios sobre la- 83,85,139,140,144. Ligamentos- Ver tendones
Prolapso de la válvula mitra)-175,180,181. Locke, Steven- 174,187.
Fibrosis- Ver fibromiaigia Love, Medicine and Miracles (Siegel)-186.
Fiebre del Heno- 9,49,67,69,169,170, 189. Lumbares (músculos)- 21, 29.
Fiedman, Meyer- 48,177. Lumbares (nervios)- 21,22, 87,127.
Fisicofobia- ver miedo a la actividad física Lund, N.- 83.
Fisiología química- 79,140,160,162,163,191. Lupus eritematoso-183.
Fobia a los microbios- 98. Magora, A.-136.
Gatos-190. Manipulación- 103,145,149,150.
Gay, Peter- 63. Masaje- 9, 82,152,153.
Gaylin, Willard-167. Matthews-Simonton, Stephanie-186.
Gilbert, Martín-196. Mecanismo de defensa- 66,68,70,72,94.
Glúteos, músculos de- 9,20,21,29,43,85,126,135, Medicamentos
137,143. Antiinflamatorios- 24, 39.
Dolor en los- 7, 8,12,15-17,22, 23,130,142. Analgésicos- 39,148.
Hall, Stephen S.-175. Esteroides-154.
Heddy, Mary Baker-187. Para las úlceras-117.
Hernia de Hiato-9,191. Mente
Hernia discal- 31, 35, 40, 41,73,109,124-132,153. Estructura emocional- 49,165.
Hipertensiónl 75,176,182. Ver también, mente consciente, emociones,
Hipnosis-118,158. mente inconsciente
Hipócrates-157. Mente consciente- 48,50,94-96, 99.
Histeria-159,160,171. Mente inconsciente- 49-51,54,62,63,159.
Holmes, Dr.- 84. Características- 50.
Horney, Karen- 60. Elementos infantiles-167.
Hostilidad- 177,178. Mente subconsciente- 50, 58,133.
Incapacidad como defensa psicológica- 51. Miedo
Infancia A la actividad física- 41,44,101,111
Abuso y SMT-67, 71, 108,156. Perderlo-103,111,152.
Elementos en el inconsciente del adulto- 49,50, Su papel en el SMT- 31,44,70.
58, 61,67,106,166. Ver también, ansiedad.
Manifestaciones del SMT en la-19. Y represión emocional- 54,62,63,72.
Resentimientos y SMT- 59, 60, 64. Millay, Edna St. Vincent- 99.
Infecciones genitourinarias-187. Miller, Neal-176.
Infecciones respiratorias- 7,69. Mindas Heaier, Mindas Slayer (Pellatier)-186.
Inflamación- 88,141,143,144,154. Miositis- 7,10, 20,24, 46,88, 92.
Insituto Nacional de la Salud Mental-175. Mononeuritis múltiple-143.
Instituto de Rehabilitación Howard A. Rusk- 8, 93. Múculos-16,17, 20.
Interacciones entre la mente y el cuerpo Músculos posturales- 20, 24, 44,123.
Alergias- 189.190. Nachemson, Alf-125.
Cáncer- 12,16,70,118,146,173,174,182, Narcisismo- 55.
184-188. Natural History-195.
Dolor de cabeza-168. Nervio pinzado-131.
Dolor de espalda- 168,169,171. Nervios
Efecto placebo-165,171. Ciático- 21, 23,35,86,126,127,138.
Enfermedades graves- 173,174. Espinal- 125,126.
Falta de comprensión-164. Insuficiencia de oxígeno- 22,23,30,81,82,84.
Hipótesis-164,169,172. Pinzados-22,131,134.
Investigaciones actuales-164. Nervios bloqueados-148.
Mecanismo de defensa- 164,165,170. Nervios motores
Naturaleza-173. Espasmos- 84.
Principio de equivalencia-168. Estiramiento- 103,179.
Sistema cardiovascular-169,175. SMT-21.
Sistema gastrointestinal-169-171. Tensión- 9,10,16,17.
Sistema inmunológico-170,175,175. Nervios periféricos- 21.
Teoría unitaria-171. Neuritis-143.
Ira Neuroma- 25,142.
El SMT y la ira-54, 60,61. Neurosis compulsiva- 98.
Reprimida- 34, 60-62,104,112,160,170,177, Neurosis vegetativa-160.
193. New England Journal of Medicine- 77,162.
Y el narcisismo- 55. New York Times- 69.
Y las enfermedades coronarias- 48,49. New York, (revista)-110,213.
Isquemia- 81. Ornish, Dean-179.
Kennedy, John- 75. Osteoartritis- 19,134,136,138,139.
Kirkaldy, Wallis- 76,77. Palpitaciones-170,182.
Klopfer, Bruno-146. Palpitaciones cardiovasculares- 98,168,175,180.

219
^tRESE DEL 00Loi)de

Patología de los tejidos blandos- 35,41,125. Lugares donde se manifiesta- 20.


Pavlov, Ivan- 37,182. Miedo y- 70.
Peale, Norman Vincent-187. Patrones comunes- 37.
Pelletler, Kenneth- 185-187. Psicología del-18,45.
Perfeccionismo- 47,53. Psicoterapia para-107.
Personalidad- 34,45,47-49,53,54,61,63,106,114, Recuperación-29, 92,102,103,106,115.
115,138,165,166,178. Tratamiento- 7, 54, 89, 91.
Personalidad tipo A-177,178. Tratamientos tradicionales-145.
Pert, Candace-175. Síndrome del túnel carpal- 25.
Pesadillas-19,35. Sinel, Michael-110.
Pinchazos- 23,44. Síntomas histéricos-171.
Plexo braquial- 22,132. Sistema gastrointestinal- Ver también situaciones
Presión alta- 35. específicas
Principio de equivalencia-168. Sistema inmunológico
Problemas de la piel- 128,160,194. Alergias-189,190.
Proceso degenerativo- 27, 72. Enfermedades infecciosas-187.
Prolapso de la válvula mitral- 175,180-182. Y el cáncer-185.
Prostatltis- 67, 69,168. Y la mente-182.
Psichosomatic Medicine- 84,160,161,163. Sistema nervioso autónomo- 80.
Psicología Skinner, B.F.-119.
Conductista- 58,155. Smithsonian-175.
Del SMT-18, 45,167,170. Spine (revista)-126.
Psicoterapia- 36, 52, 56, 72, 75, 76, 78, 93, 97,107, Splithoff, C.A.-136.
108,129,140,156,172,180. Squires, Sally-188.
Para pacientes con fibromialgia- 67,83,85, Sueños- Ver también, pesadillas
139,140,144,181. Taquicardia-180.
Para pacientes con SMT- 21,85. Tendones-16,17,23-26, 43, 44, 80,81,88, 89,139,
Rechazo público- 75. 142,172.
Psiquiatría biológica- 28. Terapia física- 91, 92,103,115,133,153.
Psiquis- ver mente The Healer Within (Locke & Colligan)-174.
Psoriasis- 67,194. The Rage Within (Gaylin)-167.
Puziss, Norma-113. Thorberg, R- 83.
Radiación- 152,153. Tobillo- Ver dolor de tobillo y de pie
Reacción de miedo o huida- 31, 39, 44, 54, 66, 72. Tomografía informatizada-41,73,109,125,126,128,129.
Relaciones personales- 56. Tracción- 40,145.
Relajación-34, 36,149, 176,179. Tracción cervical-147,151.
Resentimientos- 36, 56, 57,59-61, 64,108. Tratamiento del SMT
Resfriados-187. Conceptos actuales- 12,13,53,63,94.
Resonancia magnética- 35,41,105,125,126,128. Estrategias- 76,98.
Retiro- 43. Grupos- 93,105.
Retroalimentación- 34,145,149. Historial- 38,126,129,132,137,182.
Reuniones de grupo- 107,189. Preguntas sobre-114.
Rosenman, Ray-48,177,179. Programa educativo-105,115,116,172.
Rosomoff, Hubert- 125,152. Seguimiento-19,105.
Sargent, Morgan- 77. Tratamiento sintomático-17,118,149.
Scandinavian Journal ol Rehabilitative Medicine-136. Tratamiento tradicional
Scandinavian Journal of Rheumatology- 83. De la inflamación-154.
Schnall, Peter, L.-176. Del dolor-148.
Schultz, Charles M.-101. Del dolor crónico-154.
Schwartz, A.-136. Efecto placebo-146.
Schwartz, Tony-110. Para incrementar la circulación sanguínea-152.
Science (revista)-184. Para reforzar los músculos-151.
Seguimiento- Ver también Cartas de pacientes de SMT Tratamientos con calor- 46,82,103,152, 153.
Sensación de inferioridad- Ver baja autoestima Type A Behavior and Your Heart (Friedman &
Sentarse- 37, 38,44,101. Rosenman)-177.
Siegel, Bernie- 110,186,187. Úlcera de estómago- 9,63,65,117.
Sigmund Freud- 51, 63,158-161,165,167,171. Úlcera péptica- 17,66-69, 82,158,160,168,191.
Simonton, O. Cari- 186,187. Ultrasonido- 9,82.
Síndrome de Facet- 40. Urticaria- 49,67.
Síndrome de las vacaciones- 34,35. Verrugas-194.
Síndrome de miositis tensional SMT Vértebras- 40,124-126,131,135.
Carencia de oxígeno y- 22,23,30,81-86,88, Vértebras transicionales- 134,136.
91,104,140,144. Walters, Alan-171,172.
Cartas de pacientes-199-215. Washington Post-188.
Condicionamiento y- 37-39,41,119. Wegner, K.- 82.
Diagnóstico-7,10, 43, 54, 93,110,127. Whiton, Louis C.-195.
Equivalentes- 67. Wolfe, Dr.- 84.
Incidencia-19. Zumbidos en los oídos- 67,168.

220
ndice

Introducción. 7

1- LAS MANIFESTACIONES DEL SMT.15

¿QUÉ TIPO DE PERSONAS PADECEN EL SMT? . 18

¿EN QUÉ PARTES DEL CUERPO SE MANIFIESTA EL SMT?. 20

EL INICIO DEL DOLOR: IDEAS DE LOS PACIENTES ACERCA DE LAS CAUSAS Y TIPOS ... 27

LOS DISTINTOS TIPOS DE INICIO .. 29

EL MOMENTO DEL INICIO . 32

LA HISTORIA NATURAL DEL SMT. 37

2- LA PSICOLOGÍA DEL SMT. 45

TENSIÓN . 46

ESTRÉS . 46

LA MENTE CONSCIENTE . 48

EL INCONSCIENTE . 49

DEFENSAS FÍSICAS CONTRA LAS EMOCIONES REPRIMIDAS . 65

EQUIVALENTES DEL SMT. 67

MENTE Y CUERPO. 69

¿EXISTE EL SMT EN TODO EL MUNDO? . 76

NO HAY NADA NUEVO . 77

LA SOLUCIÓN . 77

3- LA FISIOLOGÍA DEL MST. 79

EL SISTEMA NERVIOSO AUTÓNOMO ..'. 80

LA PRIVACIÓN DE OXÍGENO: FISIOPATOLOGÍA DEL SMT . 81

227
****“*■**<**.**?■

EL OBJETIVO DE LA PRIVACIÓN DE OXÍGENO . 82


LAS CONSECUENCIAS DE LA PRIVACIÓN DE OXÍGENO . 84
RESUMEN . 88

4- EL TRATAMIENTO DEL SMT. 91


HISTORIA . 91
CONCEPTOS TERAPÉUTICOS MODERNOS . 94
ESTRATEGIAS DE TRATAMIENTO. 98
REUNIONES DE SEGUIMIENTO EN GRUPOS PEQUEÑOS . 105
PSICOTERAPIA. 107
ENCUESTAS DE SEGUIMIENTO. 109
PREGUNTAS DE LOS PACIENTES . 114

5- LOS DIAGNÓSTICOS TRADICIONALES (CONVENCIONALES). 121


DIAGNÓSTICOS ESTRUCTURALES MÁS COMUNES. 123
SÍNDROME DE LA ARTICULACIÓN TEMPOROMANDIBULAR (satm) . 143

6- LOS TRATAMIENTOS TRADICIONALES (CONVENCIONALES). 145


EL EFECTO PLACEBO. 146
TRATAMIENTO DEL DOLOR CRÓNICO . 154

7- MENTE Y CUERPO. 157


CHARCOTY FREUD . 158
FRANZ ALEXANDER . 159
EL PREDOMINIO DEL CONCEPTO FISICOQUÍMICO DE LA PATOLOGÍA . 161
EL ESTADO ACTUAL DE LA INVESTIGACIÓN SOBRE
LAS RELACIONES MENTE-CUERPO . 163
MI HIPÓTESIS SOBRE LA NATURALEZA DE LAS INTERACCIONES
ENTRE LA MENTE Y EL CUERPO . 164
ESTADO ACTUAL DE LA MEDICINA CUERPO-MENTE . 174
LA MENTE Y EL SISTEMA CARDIOVASCULAR . 175
LA MENTE Y EL SISTEMA INMUNOLÓGICO . 182
EL CÁNCER Y EL SISTEMA INMUNOLÓGICO . 185
EL SISTEMA INMUNOLÓGICO Y LAS ENFERMEDADES INFECCIOSAS. 187
HIPERACTIVIDAD DEL SISTEMA INMUNOLÓGICO: LAS ALERGIAS . 189
LA MENTE Y EL SISTEMA GASTROINTESTINAL . 190
LA MENTE Y EL DOLOR DE CABEZA . 192
LA MENTE Y LA PIEL: ACNÉ Y VERRUGAS . 194
EL MÉDICO BRUJO . 194
EL DR. H. K. BEECHER . 196

CARTAS DE LOS PACIENTES. 199

ÍNDICE TEMÁTICO. 217

222

.
.

*-•
A través del trabajo clínico y de sus
continuas investigaciones realizadas
desde 1973, el Dr. Samo ha logrado
identificar la causa de la mayoría de
los dolores comunes de espalda, cue¬
llo, hombros y extremidades, desarro¬
llando un tratamiento psicosomático
revolucionario gracias al cual innume¬
rables pacientes se han liberado de sus
dolores crónicos.
Los más de setecientos cincuenta mil
lectores de sus libros comparten con
sus miles de pacientes el descubri¬
miento de que la mayoría de los dolo¬
res de espalda tienen su base en la men¬
te, y por lo tanto, también su curación.
El enfoque terapéutico del Dr. Sarno
consiste en facilitar al paciente el cono¬
cimiento y la comprensión del verda¬
dero origen del dolor.
El Dr. Sarno es profesor de
Rehabilitación Médica en la Facultad
de Medicina de la Universidad de
Nueva York y atiende en el Instituto
Rusk de Rehabilitación, perteneciente
también a la Universidad de Nueva
York. Otros libros suyos publicados en
español son: La Mente Dividida y
Curar el Cuerpo, Eliminar el Dolor.

www.healingbackpain.com
Libérese del Dolor de Espalda

¿Le duele la espalda, el cuello o los hombros? ¿Sufre


de dolores permanentes o intermitentes en otras partes
del cuerpo? Si es así, la simple lectura de este libro
puede cambiar su vida para siempre. La experiencia, la
pericia y la valentía del doctor Samo se han combinado
para dar al mundo lo que puede ser la primera piedra de
la medicina del futuro. Una medicina escrupulosamen¬
te científica pero libre de tabúes y consciente del
importante papel que la mente y las emociones juegan
en muchos procesos enfermizos. Los extraordinarios
descubrimientos expuestos en esta obra, avalados por
más de veinticinco años de experiencias y miles de
pacientes curados, le sorprenderán y le abrirán una
luminosa puerta hacia la esperanza, cualquiera que sea
su edad, su situación económica o social y su estado de
salud. Después de leer este libro, su percepción de la
mayoría de las enfermedades y padecimientos nunca
será ya la misma que antes.

El doctor John É. Samo es


catedrático de Rehabilitación
Clínica en la Facultad de
Medicina de la Universidad de
Nueva York.

editorial irio, s.a. 9 788478 087464

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