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Un canto introductorio.
Tres capítulos llamados Infierno, Purgatorio y Paraíso.
Cada capítulo está dividido en treinta y tres cantos.
La obra suma cien cantos en total.
El infierno está formado por nueve círculos.
El purgatorio está formado por nueve estancias divididas en: la antesala, los
siete gradas y el paraíso terrenal.
El paraíso está estructurado en nueve esferas y el empíreo.
Todos los cantos están escritos en terza rima —verso creado por Dante—,
cuyas estrofas están compuestas por tercetos endecasílabos de rima
entrelazada.
en los cuales Dante vislumbra los escarmientos que sufren los pecadores impíos.
En la tercera parte, Dante es recibido por Beatriz en las puertas del paraíso, ya que
Virgilio tiene la entrada prohibida por haber sido pagano. Dante conoce el
firmamento y atestigua la victoria de los santos y la gloria del Altísimo.
Junto a estos, Dante hace mención, a lo largo del poema, de diversos personajes
de la historia antigua, bíblica y mitológica. Hace referencia también a figuras
reconocidas de la vida florentina del siglo XIV.
El infierno
Sandro Botticelli: El abismo del infierno. 1480.
¡Oh, vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!
Reservado a los traidores. Los poetas se encuentran con los titanes y el gigante
Anteo los lleva en brazos al último abismo. Está dividido en cuatro fosas
distribuidas de la siguiente manera: traidores a los parientes, a la patria, a sus
comensales y a sus benefactores. En el centro se encuentra el mismo Lucifer.
Desde allí, salen al otro hemisferio.
El purgatorio
El purgatorio es el lugar del trasmundo donde las almas purifican sus pecados para
poder aspirar al cielo. Esta idea, muy anclada en el imaginario medieval, es la que
toma Dante.
Por invocación de las Musas, el poeta llega a las orillas de la isla del purgatorio,
ubicada en el hemisferio austral. Allí se encuentran a Catón de Útica, a quien Dante
representa como el guardián de las aguas. Catón los prepara para el tránsito por el
purgatorio.
Antepurgatorio
Los poetas llegan al antepurgatorio en la barca impulsada por un ángel. Se
encuentran el músico Casella y otras almas. Casella canta una canción del poeta. Al
llegar, Catón les reprende y el grupo se dispersa. Los poetas notan la presencia de
los conversos tardíos y de los excolmulgados por su contumacia (negligentes
procrastinadores de la conversión, los muertos repentinamente y los muertos
violentamente).
Más adelante, el trovador italiano, Sordello da Goito, los guía a la presencia de los
monarcas que deben purgar su ambición de poder. Entre ellos se cuentan las casas
reales de Bohemia, Francia, Aragón, Provenza, Sicilia y de la Pulla.
En este aro se purga el pecado de la gula. Estacio cuenta que, gracias a las
profecías de la IV Égloga de Virgilio, se libró de la avaricia y acogió el cristianismo
en secreto. Sin embargo, fue este silencio lo que le valió la condena. Se encuentran
los penitentes sometidos a hambre y sed. Dante se sorprende de ver a Foresto
Donati, salvado por las oraciones de su esposa.
Reservado a los lujuriosos. Virgilio explica la generación del cuerpo y la infusión del
alma. Desde un círculo en llamas, los lujuriosos cantan loas a la castidad. Se
encuentran con los poetas Guido Guinizelli y Arnaut Daniel. Este último le pide
oración. Un ángel anuncia que Dante debe atravesar las llamas para llegar al
paraíso terrenal. Virgilio lo encomienda a su libre albedrío.
El paraíso terrenal
El paraíso
Cristóbal Rojas: Dante y Beatriz a orillas del Leteo. 1889.
El paraíso de la Divina comedia está estructurado en nueve esferas, y las almas
están distribuidas según la gracia alcanzada. Virgilio y Dante se separan. El poeta
inicia con Beatriz el viaje hacia el empíreo, donde Dios habita.
La esfera tercera es Venus, destino de los amantes que lograron dominar su pasión.
El poeta se encuentra a Carlos Martel, heredero del trono húngaro, quien expone
dos casos contrarios en su propia familia. Luego, Fulco de Marsella que señala los
pecados de Florencia, especialmente la avaricia del clero.
Saturno, la séptima esfera, es donde reposan los que hicieron vida contemplativa
en la tierra. Allí conversan Dante y San Damián sobre la doctrina de la
predestinación, el monacato y los malos religiosos. San Benedicto le expresa
también su decepción frente al destino de su orden. Dante y Beatriz inician el paso
a la octava esfera.
El poeta atisba la luz de Dios, rodeado por nueve anillos de cortes celestiales.
Beatriz le explica a Dante la correspondencia entre la creación y el mundo celeste,
y son descritos los ángeles siguiendo las enseñanzas de San Dionisio.
Dante asciende, finalmente, al empíreo, un lugar más allá del mundo físico
conocido, la verdadera morada de Dios. El poeta es envuelto en la luz y Beatriz se
revestida de inusual belleza. Dante distingue una gran rosa mística, símbolo del
amor divino, en la que las almas santas hallan su trono. Beatriz obtiene su lugar
junto a Raquel. Dante será conducido en su tramo final por San Bernardo. La
Santísima Trinidad se manifiesta a Dante en forma de tres círculos idénticos. Tras
ser iluminado, Dante abre su entendimiento y comprende el misterio del amor
divino.