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Introducción

En el presente trabajo se va a investigar sobre la música afrodescendiente en


Colombia, de su historia hasta el día de hoy y de sus variedades. Teniendo presente
las fuentes de investigación, el objetivo de este trabajo va a ser indagar en la historia
de la música afrocolombiana. La metodología a utilizar será la recopilación de fuentes
infografías sobre la música de raíces africanas de Colombia.

Desarrollo

Para comenzar a hablar sobre la historia de la música afrocolombiana tenemos que


remontarnos a comienzos del siglo XVI, en ese entonces grandes grupos de esclavos
africanos huyeron de Cartagena de Indias para dirigirse hacia las plantaciones
aledañas y poder así encontrar refugio en las selvas cenagosas que se hayan en el
centro de Colombia. Allí es donde se fundaron los Palenques, que los consideraban
sus centros culturales, donde su música era considerada su centro de consuelo y
fortaleza, en ese lugar volvieron a renacer sus tradiciones y se recuperaron
nuevamente sus valores espirituales. Fue de esta manera que pudieron resistir a la
opresión de los españoles. En sus ceremonias acostumbraban a utilizar ritmos y
toques de tambor, que hacían compañía a sus quejas o canciones.
El sacerdote jesuita Alfonso de Sandoval en la primera mitad del siglo XVII se dedicó a
la evangelización de los africanos y sus descendientes que llegaban al puerto de
Cartagena, según sus descripciones el tambor jugaba un papel fundamental en los
rituales de duelo destinados a convertir a los muertos en ancestros cuando, tras el
entierro, el llanto daba paso al baile (Sandoval apud Maya, 2005, p. 317, 334-335).
En Cartagena había instituciones creadas en España que tenían como fin la
evangelización, que se dedicaban a la atención de los esclavos africanos que llegaban
enfermos, allí la gente podía llorar a sus muertos con la compañía del tambor, se
reunían en la noche los negros y mulatos para conmemorar a sus seres queridos
difuntos con sollozos y el sonido de los tambores, mientras bailaban y bebían toda la
noche
Con cada conjunto de tambores comenzó a formarse una especie de hermandad en
donde la mayoría de veces se entraba por conexión familiar o de amigos. Y en casi
todas las ocasiones desde niños, los más jóvenes solían aprovechar cualquier ocasión
para poder acercarse a los tanores y ceremonias donde se les permitían formar parte
del grupo.
Con el gran mestizaje musical se comenzaron a producir y escuchar melodías y ritmos
que incluían la rebelión y la búsqueda de la libertad. El tambor era considerado un
instrumento inculto que no era permitido en los ritos católicos. Durante el siglo XVI las
músicas de las colonias hispanoamericanas eran provenientes de las Catedrales de
Sevilla y Toledo. Se sabe que Juan Pérez Materano fue el primer músico que llego a la
N.G. en 1537 y gracias a el comenzó la evangelización musical. Luego comenzaron a
llegar varios maestros de capilla españoles. Y en el año 1548 Gonzalo García Zorro
fue quien inicio la educación musical, siendo un mestizo hijo de un capitán español y
una indígena noble de Tunja.
Pero no olvidemos el hecho de que en el en ese entonces llamado Nuevo Mundo los
afrodescendientes seguían en desventaja con los maestros europeos, quienes de por
sí ya tenían los cargos de maestros de capilla en las colonias asegurados, cosa que
era imposible para los criollos y afrodescendientes ya que no eran considerados para
ello, por lo tanto, tenían que que conformarse con su participación en las fiestas
religiosas en donde todos los grupos sociales de mezclaban (como el Corpus Christi).
Durante el periodo 1880-1920 es cuando aparece la nueva modalidad de educación
musical formal, pero los afrodescendientes fueron totalmente excluidos de ello. Es
importante aclarar que aun para matricularse se les pedía la partida de bautizo,
registro de matrimonio y la presentación de un fiador, entre otros tantos requisitos que
hacía que se les dificulte ingresar.
Pero la discriminación hacia ellos no se limitaba solo a eso, ya que en el currículo de
las escuelas públicas se les enseñaban variadas canciones a los niños que tomaban
de los cancioneros europeos que contenían letras racistas. Un claro ejemplo de ello es
la canción “A mí me gusta lo blanco” tomada del cancionero de Carlos Torres (1833-
1911), y la canción y juego de niños “Los cinco negritos” conocida también como “Tu
amo vende”. También se podían ver canciones como “Duérmete negrito” que
denotaban el trabajo esclavizado al que eran sometidas las mujeres
afrodescendientes.
La educación formal de la música en Bogotá era muy cerrada, estableciendo fronteras
musicales territoriales que excluían del currículo a la música cuyas raíces sean de
proveniencia indígena o africana y solo se limitaban a aprender sobre la música del
extranjero, en gran parte la de Europa.
En los años 1880-1920 lo popular era visto como algo negativo, algo inmoral, sucio y
peligroso; mientras que por otra parte lo blanco se consideraba limpio, refinado y culto,
este último modelo se tomó como la propuesta político-cultural del ciudadano de
Bogotá en esa época, por lo tanto, todos debían de seguir ese modelo. Por esta razón
es que la música popular era vista de mala forma, y no la consideraban música culta e
inspiradora, ni educativa digna de tenerse en cuenta.
Los grupos musicales populares eran todo lo contrario a esa propuesta político-cultural
de ese entonces. Por lo tanto, hacían invisible todo de los negros, indígenas o
mestizos, para asegurarse de que no sean una representación de la cultura oficial, y
también se hizo caso omiso y se ocultó todo elemento indígena, negro y mestizo en
las escuelas y academias de música. Es por esta razón que la influencia de raíces
africanas permanece oculta en el cancionero oficial de Bogotá.
Se consideraba que estos grupos populares no practicaban la urbanidad, se los veía
como inmorales, groseros e ignorantes, por lo que su música se vio marginada en la
educación musical, por esta razón es que la educación musical se volvió otro motivo
de discriminación hacia los afrodescendientes.
De los 60 músicos que han trabajado en Bogotá a finales del siglo XIX y comienzos del
siglo XX, podemos ver la presencia de dos afrocolombianos que han aportado a la
educación musical: Honorio Alarcón y Manuel Ezequiel de la Hoz. Honorio Alarcón
(1859-1920) fue un pianista nacido en Santa Marta, y es considerado como el mejor
pianista de todos los tiempos en Colombia, se formó en el Conservatorio de Paris en
Francia, y en el Conservatorio de Leipzig en Alemania durante los años 1881 y 1885.
Durante su carrera se considera su logro más importante el premio “Mendelsson
Bartholdy”, ya que era el triunfo más grande que un latinoamericano había recibido,
además de también obtener el título de “Virtuoso” el cual lo gano gracias a su
ejecución y técnica. En el año 1886 Honorio regresa a Colombia y allí comienza a
trabajar como director de la Banda Nacional y tiempo después en la Academia
Nacional de Música, donde se desempeñó como profesor de piano en clases
particulares. Los conciertos que realizaba era para ayudar a los pobres y era conocido
como un hombre muy sencillo y generoso.
Manuel Ezequiel de la Hoz (1885-1776) nació en Barranquilla. Curso la escuela
primaria en su ciudad natal y la escuela secundaria en el Colegio Americano de
Bogotá. Fue alumno de piano de Andrés Martínez Montoya en el Conservatorio
Nacional de Música. Fue nombrado profesor de piano superior en 1909, título que no
le duro mucho tiempo ya que tiempo después marchó a Alemania durante 4 años para
estudiar en el Real Conservatorio de Leipzig, obteniendo el grado superior de pianista
en 1913. Fue director por 17 años junto con su esposa pianista en la Academia de
Música del Atlántico, fundada por él mismo.
Desde siempre la imagen de los músicos y bailarines afrodescendientes suelen estar
asociadas a la producción y el disfrute de la música. Solemos tener una imagen de los
músicos y bailarines negros como personas que se mueven con sensualidad, gracia y
alegria, esto mismo pasa con la común frase “los negros llevan la música en la sangre”
y cuando suponemos que son buenos bailando y haciendo deporte. Estas
representaciones que tenemos de ellos se deben a varias cuestiones históricas que se
han mencionado anteriormente.
Como hemos visto desde que los afrodescendientes fueron traídos a América fueron
motivo de rechazo por su color de piel, es por esto que la sociedad colonial encerró a
los negros en un estereotipo de que eran sensuales y buenos para la música y el baile,
lo que hizo que se le negara a la gente con raíces africanas acceder a la educación y
verlos como personas intelectuales y racionales. Asimismo la música fue un factor
importante que ayudó a la gente a tener esta perspectiva de los negros como
bailarines, alegres y osados. Sin embargo más allá de esta reputación que se les dió,
que fue útil para los diversos proyectos coloniales y postcoloniales, podemos encontrar
qué hay profundos significado sociales y espirituales que colocan a la música en un
papel central en la vida social y espiritual de los afrocolombianos que por desgracia
fueron víctimas de trata.
Podemos afirmar entonces que desde muy temprano para los afrocolombianos la
música se convirtió en una forma de expresión, que era portador de la memoria de
miles de esclavizados y su lucha en el día a día. En la actualidad esto continúa siendo
así, ya que la música significa un privilegio para los pueblos afrocolombianos que
rememoran su historia, reclaman la denuncia por el saqueo de sus hogares y toda la
violencia que han tenido que sufrir. Más allá de la exotización de la persona negra,
para los afrodescendientes la música tenía un valor y un significado espiritual.

Conclusión
La intención al desarrollar la presente investigación es indagar en la historia de la
música de los afrocolombianos, a lo largo del trabajo hemos podido ver cómo la
música tiene todo un contexto histórico, espiritual, educativo y político por detrás. La
investigación indica que en Colombia los africanos que llegaron para trabajar como
esclavos al continente encontraron en la música una oportunidad para expresar sus
reclamos sobre su estilo de vida y, a su vez, darle un sentido espiritual usando la
música como parte importante para despedir a sus difuntos. Para concluir podemos
afirmar que la música ha jugado un papel muy importante en la lucha de los esclavos
africanos, aunque la sociedad colonial haya visto su música como marginada e inculta.
Fuentes informáticas.
El afrocolombiano en la educación musical desde la Colonia hasta principios del siglo
XX. En Dialnet Uniroja. https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4100172.pdf
buscado el 06/11/22.
Músicas afrocolombianas: entre la espiritualidad y la crítica social. En Revistas USP.
https://www.revistas.usp.br/cadernosdecampo/article/download/36805/39527/43343
buscado el 06/11/22.
Historia de una lucha
La música afrocolombiana

Santander Valentina

Colegio CEP N°2 Iván Sagarduy

Año 2022

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