Golpe de Estado
Golpe de Estado
Golpe de Estado
Durante este periodo, Chile experimentó una notoria transformación económica, social, cultural y
política.
énfasis en el protagonismo del sector privado y en el desarrollo de una estrategia de apertura del
comercio exterior, la rebaja de los aranceles a la importación y la reducción del Estado con la venta
Son éstos últimos quienes, desde 1975, logran imponer su proyecto económico, el que se aplica en
Asimismo, se instaura una legislación acorde, destacando la promulgación del Plan Laboral,
conjunto de textos legales que establecen el nuevo modelo normativo de las relaciones laborales,
asimismo el acceso a una variada gama de productos importados. Por otro lado, significa un duro
golpe a la industria nacional, la que se ve sumergida en una aguda crisis desde la segunda mitad de
la década de 1970.
En lo social, significó el dominio sin contrapeso de los sectores empresariales, el aumento sostenido
de la desigualdad de ingreso, junto con un incremento en la precariedad e inestabilidad laboral de
los sectores asalariados.
En lo cultural, dio lugar al denominado “apagón cultural”, caracterizado por la represión y auto
represión de ciertas manifestaciones culturales consideradas contrarias a la línea oficial.
A nivel político, la situación interna dentro del régimen atravesó su primera crisis de importancia.
El 24 de julio de 1978, la Junta de Gobierno destituye a uno de sus miembros, el general Gustavo
Leigh Guzmán, debido principalmente a conflictos de poder con el general Pinochet. En su
reemplazo, asumió como miembro de la Junta el general Fernando Matthei Aubel, quien se
mantuvo hasta el final del régimen militar. Se produce la clausura del Congreso
Nacional y la prohibición de las actividades de todos los partidos
políticos por tiempo indeterminado.
Luego de un largo proceso de elaboración, se implementa una de las mayores obras del régimen
militar, la Constitución Política de 1980, dando inicio a la institucionalización del régimen. En ella
se establece un régimen presidencialista marcadamente autoritario, con una Presidencia de 8 años,
un Congreso de poderes limitados y con un tercio de senadores designados, y una serie de
mecanismos institucionales que garantizan la influencia militar en los futuros gobiernos.
Un ejemplo de esto fue la inamovilidad de los comandantes en jefes de las Fuerzas Armadas, el
carácter de "garante de la institucionalidad" otorgado a estas mismas instituciones, y la existencia
del Consejo de Seguridad Nacional conocido como COSENA, son manifestaciones de la influencia
militar en la Constitución de 1980. Además, el texto se complementó con veintinueve artículos
transitorios que le otorgaban amplias atribuciones al general Pinochet. Como por ejemplo, su
elección en el cargo de Presidente de la República por ocho años más, al cabo del cual se realizaría
un plebiscito para ratificarlo para un segundo mandato hasta el año 1997.
La década de 1980 se inaugura con positivas cifras de crecimiento, expansión del crédito y del
comercio, especialmente de artículos importados y por la formación de una nueva clase empresarial.
Sin embargo, esta bonanza económica tiene un abrupto final en el año 1982. El aumento del precio
del petróleo, la caída en las exportaciones y la quiebra masiva de bancos e industrias sumen al país
en una severa recesión. El explosivo aumento del desempleo y del endeudamiento provoca una ola
de malestar que se traduce en las primeras protestas nacionales en contra de la dictadura. Estas
manifestaciones de descontento se expresan a través de huelgas, marchas callejeras,
enfrentamientos con la policía, barricadas en poblaciones marginales y bocinazos y golpeteo de
cacerolas en los barrios de clase media. Las protestas, impulsadas por sectores gremiales y
sindicales, se expanden hacia el estudiantado, los pobladores y los partidos políticos, quienes
resurgen tras un largo receso. Organizada la oposición bajo el alero de los partidos políticos de
centro e izquierda, éstos demandan la renuncia de Pinochet, la derogación de la Constitución de
1980 y la realización de elecciones libres y democráticas.
El boom del consumo producido por la bonanza de los años anteriores de 1977 a 1980,
llegó a su fin a mediados de 1981, cuando el modelo económico comenzó a resentirse.
Esto fue producto, en parte, de factores internacionales, a partir del alza del petróleo
acordada por la OPEP en 1980.
Esto significaría que los créditos bancarios se suspendieron, se elevaron las tasas de
interés, los precios de las materias primas cayeron y algunas empresas quebraron, como
IRT, Frutera Sudamericana, Rayonhil, Fanaloza, Manufacturera Chilena de Algodón y
Codina.
El año 1985, la Iglesia Católica buscó lograr puntos de entendimiento y de consenso amplio
que aseguraran el regreso al sistema democrático. El cardenal Juan Francisco Fresno
solicitó a tres personalidades de distinta orientación política la redacción de un programa
para alcanzar un acuerdo nacional de transición a la democracia. Ellos fueron Fernando
Léniz, José Zabala, presidente de la Asociación de Empresarios Cristianos, y Sergio
Molina, ex ministro del gobierno de Frei Montalva.
Tras varios meses de complicadas negociaciones, en agosto de ese mismo año, los
representantes de partidos de diversas tendencias firmaron el Acuerdo Nacional, en el que
junto con expresar el deseo de entendimiento político, exigían plenas libertades civiles y
elecciones parlamentarias y presidenciales libres.
El proceso de vuelta a la democracia empezó a mediados de la década de los 80 con las
primeras protestas sociales en contra del régimen. El motivo principal de la movilización fue
la crisis económica que estaba atravesando el país como consecuencia de la crisis económica
mundial. El detraimiento de las inversiones extranjeras, especialmente en el sector del cobre,
habían provocado un aumento del paro. Las manifestaciones, no tardaron en abarcar otros
asuntos como la estructura política dictatorial del país o la represión social que se venía
produciendo desde el golpe de estado. Las protestas fueron duramente reprimidas pro el
régimen, destacando los casos de “Los Degollados” de 1985 y el de “Quemados” en 1986. El
primero de ellos se produjo contra tres trabajadores de la Revista Cauce, que había sido la
primera en publicar un testimonio de las torturas por parte de alguien relacionado con el
régimen. El segundo se produjo en el verano de 1986 durante una manifestación en contra del
gobierno. En esa ocasión las fuerzas armadas chilenas detuvieron a dos personas, Rodrigo
Rojas de Negri y Carmen Gloria Quintana, y los quemaron usando gasolina para acelerar el
proceso. Rodrigo Rojas murió como consecuencia de ello, Carmen Gloria Quintana logró
sobrevivir, aunque con graves secuelas.
El fracaso de las protestas y de la lucha armada para derrocar al régimen provoca que la
oposición, excepto el Partido Comunista y otros grupos de izquierda como el Frente
Patriótico Manuel Rodríguez y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, acepte
insertarse dentro de la institucionalidad existente en la Constitución de 1980. Esto significa
participar en el plebiscito que la Carta estipula para el año 1988 y derrotar a Pinochet en las
urnas. Agrupados en la denominada “Concertación de Partidos por el No” demócrata
cristianos, socialistas, radicales, humanistas y sectores de derecha liberales se lanzan en una
campaña que culmina el 5 de octubre de 1988, con la victoria de la opción “No” en el
plebiscito, con un 54% de los votos. Esto significa el llamado a elecciones presidenciales y
parlamentarias para el año siguiente.
De esta forma, en las elecciones del 14 de diciembre de 1989, Patricio Aylwin, demócrata
cristiano y candidato de la ahora denominada Concertación de Partidos por la Democracia,
gana las elecciones con un 55% de los votos, sobre Hernán Buchi y Francisco Javier
Errázuriz, marcando el fin del régimen militar.
Con la elección presidencial y parlamentaria de 1989, se inicia el largo y complejo proceso
de transición democrática en Chile. Así, el 11 de marzo de 1990, Aylwin se ciñe la banda
presidencial en el edificio del Congreso Nacional en Valparaíso, poniendo fin a 17 años de
dictadura militar.
La dictadura militar acabó en 1990 con la entrega de mando de Augusto Pinochet al nuevo
presidente Patricio Aylwin.
Con ello se inició un período de transición a la democracia que se caracterizó, en sus primeros años,
por la tensión existente entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas, aún bajo el mando de Augusto
Pinochet pues, tras entregar el poder el 11 de marzo de 1990, este continuó como Comandante en
Jefe del Ejército, tal como lo establecía la Constitución dictada durante su gobierno.
A pesar de que, tras el fin de la dictadura, la Concertación obtiene la Presidencia de la República y
la mayoría de votos en el Congreso Nacional, debe enfrentar una serie de obstáculos políticos e
institucionales para restaurar un sistema democrático pleno. La presencia de Augusto
Pinochet como Comandante en Jefe del Ejército, los enclaves autoritarios de la Constitución de
1980 y la férrea defensa de éstos por los partidos de derecha dificultan esta labor. Por otra parte, el
gobierno democrático se ve en la obligación de cumplir su compromiso de hacer verdad y justicia
en relación a las violaciones de los Derechos Humanos durante la dictadura. Este conflicto entre
demandas ciudadanas y limitaciones políticas desemboca en la denominada “democracia de los
acuerdos”, es decir, la búsqueda de consensos políticos entre la Concertación y las fuerzas de la
derecha, antes que la competencia directa y el enfrentamiento entre ambos conglomerados. Esta
estrategia política permite dar estabilidad al proceso de transición, integrar a la derecha al juego
democrático y mantener a los militares en sus actividades profesionales, pero al mismo tiempo hace
que el avance de las reformas democratizadoras sea gradual y moderado.