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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS


COLEGIO DE HISTORIA

El cabaret: espacio de sociabilidad


homosexual y sus representaciones en la
Ciudad de México, 1946-1955

TESIS
Que para obtener el título de
Licenciado en Historia

PRESENTA
Ismael Espinosa García

DIRECTOR DE TESIS

Dr. Rodrigo Laguarda Ruiz


Instituto de Investigaciones
“Dr. José María Luis Mora”

Ciudad Universitaria, Cd. Mx., 2017


Ven, déjate caer conmigo en la cicatriz lunar de nuestra ciudad,
ciudad puñado de alcantarillas,
ciudad de cristal de vahos y escarcha mineral,
ciudad presencia de todos nuestros olvidos,
ciudad de acantilados carnívoros,
ciudad dolor inmóvil, ciudad de la brevedad inmensa,
ciudad del sol detenido, ciudad de calcinaciones largas,
ciudad a fuego lento, ciudad de los nervios negros,
ciudad de los tres ombligos, ciudad de la risa gualda,
ciudad del hedor torcido,
ciudad rígida entre el aire y los gusanos,
ciudad vieja en las luces,
vieja ciudad en su cuna de aves agoreras…

Carlos Fuentes, La Región más Transparente.

Debido a las distintas condiciones de los seres humanos, ocurre


que ciertos actos son virtuosos para determinadas personas, en
tanto adecuados y convenientes a su condición; mientras que,
para otros, los mismos actos son inmorales, en tanto
inadecuados a su condición.

Tomás de Aquino, Suma Teológica

2
Agradecimientos

A la Universidad Nacional Autónoma de México, por haberme dado


los recursos para formarme como historiador en la Facultad de
Filosofía y Letras. Mi eterna gratitud.

Por sobre todo: a mis padres, familia, amigos, colegas y gente


cercana que siempre estuvieron atentos en el desarrollo de este
trabajo. Mis abuelas: Apolonia Montero Panuncio, por enseñarme a
ser fuerte hasta el final; y Albertina Serna Vázquez, por contarme sus
historias en los dancings de la Ciudad de México.

Mención especial a Rosalba Guzmán e Ivette González por


estos 11 años de amistad; a Mariana Medina y Andrea Castro, por
haber estado ahí en las buenas y en las malas. A Diana Arenas,
Alejandra Pozos, Andrea Morales, Anakaren Najera, por los primeros
momentos en el andar por el camino de la Historia. A Daniela
Méndez, Itzel Cruz, Abel Juárez y Osiris Vargas, por las ñoñadas y
días de juerga.

Mi cariño especial a Jesús Bustamante, hermano a la


distancia, siempre echándome los ánimos en mis momentos
cabizbajos. A Ernesto Reséndiz Oikión, por ser mi mentor en la
literatura lésbica-gay. A Esmeralda Reynoso Camacho, por
mostrarme otras facetas y funciones de la Historia.

A mis sinodales. Al doctor Sergio Miranda Pacheco, por su


seminario de Historia Urbana y por haberme mostrado una nueva
visión de la Historia. A la doctora Estela Roselló Soberón, por sus
comentarios. A la doctora Denisse Cejudo Ramos, por sus atinadas

3
anotaciones, correcciones y detalles puntuales. Al doctor Mario
Santiago Jiménez, por sus exactas observaciones y sugerencias
durante la revisión del borrador de este texto. Al doctor Rodrigo
Laguarda Ruiz, quien creyó desde un principio en este proyecto y
que estuvo siempre atento a los cambios, sugerencias y darle un
puntual seguimiento a lo largo del camino burocrático que implicó
este proceso.

A mis profesores: Aurora Diez-Canedo Flores, Guadalupe


Avilez Moreno, Alicia Mayer, Antonio Rubial, Marcela Terrazas y
Ricardo Pérez Montfort, por darme una visión panorámica sobre la
Historia del Mundo, de México, y la labor del historiador día con día.

Finalmente, a los que me aguantaron y convivieron junto a mí


a lo largo de este trayecto; y a los que no llegaron hasta este
momento: gracias por sus enseñanzas, guardaré por siempre sus
recuerdos.

4
ÍNDICE

Introducción p. 7

Capítulo Uno. La vida homosexual y urbana en la Ciudad de


México en la primera mitad del siglo XX p. 21
1.1 Del “baile de los 41” a La Estatua de Sal p. 24
1.2 Legislaciones sobre la homosexualidad
en México p. 40
1.3 La Ciudad de México en los años 40 p. 48
1.4 La vida nocturna de la ciudad:
sociabilidad y cosmopolitización p. 56

Capítulo Dos. Cabarets y centros nocturnos: espacios


homosociales p. 68
2.1 Regulaciones de los centros nocturnos en el
Distrito Federal p. 71
2.2 Puntos de encuentro p. 76
2.3 Lugares “de ambiente” p. 82
2.4 La formación de una identidad p. 92

Capítulo Tres. “Deberían estar en la Penitenciaria”: ideales


sobre los homosexuales en la sociedad capitalina p. 102
3.1 Espacios del pecado p. 106
3.2 Redadas y detenciones p. 112
3.3 La nota policiaca p. 118

5
Capítulo Cuatro. El fin de una época p. 124
4.1 La llegada de Ruiz Cortines y Ernesto Peralta
Uruchurtu al poder p. 126

4.2 Moralidad vs centros nocturnos p. 131

4.3 Los nuevos espacios e inicios de la vida gay p. 141

Consideraciones finales p. 149

Fuentes Consultadas p. 158

6
Introducción

“Hubo siempre locas en México”


Salvador Novo.1

La homosexualidad ha sido uno de los temas más silenciados y poco


estudiados en diversos ámbitos académicos, científicos y sociales en
México y parte de Latinoamérica. No habrán pasado al menos 15
años cuando comenzó a analizarse desde una perspectiva
antropológica, política e histórica, inspirados en los múltiples trabajos
de investigación sociocultural del mundo de habla inglesa que han
aparecido desde la década de los años 70. En general, la segunda
mitad del siglo XX en México ha sido poco estudiado por los
investigadores de nuestro país, por lo que algunos académicos
foráneos (especialmente de Estados Unidos) han sido pioneros en
analizar a la sociedad mexicana de este periodo para exponer
diversas propuestas de investigación en torno a la política, economía
y cultura de esta época, así como el tema de la homosexualidad en
nuestro país.

Los trabajos realizados sobre la disidencia sexual en México


se han enfocado principalmente en la historia y globalización del
surgimiento del movimiento lésbico-gay en las décadas de los años
60 70 y, en contraparte, el control de la sexualidad durante la época
virreinal. Fuera de estas temporalidades, es muy difícil encontrar
análisis de dimensiones históricas, aunque en otro tipo de estudios,
como los literarios, se han resaltado algunos eventos o expresiones

1Salvador Novo, “Las locas y la Inquisición”, en Las locas, el sexo, los burdeles,
Prólogo de Luis Guillermo Piazza, México, Diana, 1979, p. 11.
7
culturales en los que han participado personajes no heterosexuales,
esto con la finalidad de entender mejor cómo es que se han llevado a
cabo este tipo de relaciones socioafectivas que fueron condenadas
por la mayor parte de la sociedad mexicana. Las preguntas siguen al
aire: ¿qué hubo previo a esta conformación de grupos de lucha
política por los derechos civiles de los homosexuales? ¿Qué
espacios ocuparon dentro de la clandestinidad que las ciudades
permitían para el encuentro de estos sujetos?

Los pocos que han intentado dar un acercamiento sobre estas


cuestiones sobre la vida de los homosexuales en la Ciudad de
México han leído e interpretado textos como La Estatua de Sal, de
Salvador Novo,2 quien escribió una autobiografía de sus años como
estudiante de Preparatoria y sus primeros andares en el ámbito
homosexual en la capital durante la década de 1920. Asimismo, los
artículos de Carlos Monsiváis publicados en la revista Debate
Feminista han servido para dar un contexto sobre la vida social de
los homosexuales en el país: dos textos son los que dedica a la
historia de los homosexuales en México, “Los iguales, los
semejantes, los (hasta hace un minuto) perfectos desconocidos (A
cien años de la redada de los 41)”,3 donde realiza un recorrido
histórico sobre las representaciones de estos sujetos desde finales
del siglo XIX hasta los años 20 de la siguiente centuria; y “Los gays

2 Salvador Novo, La Estatua de sal, Prólogo de Carlos Monsiváis, México, Fondo de


Cultura Económica, 2008, 204 pp., Ils. (Vida y Pensamiento de México). Esta obra
fue quedó inconclusa a finales de los años 50 y fue publicada en 1994.
3 Carlos Monsiváis, “Los iguales, los semejantes, los (hasta hace un minuto)

perfectos desconocidos (A cien años de la redada de los 41), en Debate Feminista,


año 12, vol. 24, octubre de 2001, pp. 301-327.
8
en México: la fundación, la ampliación, la consolidación del gueto”,4
en el que continúa su investigación en torno a la vida social de los
homosexuales hasta principios de los años 60. Hay que señalar que
Monsiváis utilizó como fuente primordial algunos testimonios
recolectados a lo largo de diversas entrevistas; sin embargo, él
subraya que estos informantes pertenecieron a una clase social alta
y mantenía cierto estatus dentro del ámbito cultural e intelectual de
esa época, por lo que sus textos podrían enfrentar un obstáculo para
conocer otros círculos de sociabilidad homosexual que no fueran los
de la burguesía.

Dentro del sector académico hay que señalar que hubo una
gran influencia por parte de la historiografía de lengua inglesa en
revisar la vida de los homosexuales en diversas temporalidades.
Gracias a múltiples líneas de investigación como la Historia Cultural,
la Historia Urbana e incluso la Historia de las Mentalidades, se han
estudiado varios ámbitos no sólo relacionados con la sexualidad:
también las manifestaciones sociales y espacios de convivencia
donde se han desarrollado muchas relaciones socioafectivas entre
los homosexuales. Tal y como propusieron Michel Foucault y Marc
Augé,5 hay espacios delimitados geográficamente que tienen una

4 Carlos Monsiváis, “Los gays en México: la fundación, la ampliación, la


consolidación del gueto”, en Debate Feminista, año 13, vol. 26, octubre de 2002, pp.
89-115.
5 La heterotopía es definida como: “la invención en la geografía de las ciudades, o

dentro de la conciencia individual o colectiva, de las posibilidades nuevas que eludan


los sistemas establecidos”, es decir, espacios que pueden o no existir materialmente
pero que tienen un significado especial para un individuo o colectividad fuera de un
contexto implantado por alguna autoridad. La idea original es de Michel Foucault,
pero es tomada de Didier Eribon, “Resistencia y Contradiscurso”, en Reflexiones
sobre la Cuestión Gay, Trad. de Jaime Zulaika, España, Anagrama, 2000, p. 437,
(Argumentos, 259), y Marc Augé, Los "no lugares", espacios del anonimato: una
Antropología de la Sobremodernidad, Trad. de Margarita Mizraji. Barcelona, Gedisa,
1993, 125 pp. (Hombre y Sociedad, Serie: Cla-de-ma Antropología).
9
función establecida, pero otros sujetos pueden darle otro significado
apropiándose virtualmente de ellos. Esto es definido como
heterotopía y ha servido mucho para estudiar los espacios en los que
se reunían los homosexuales: al ser señalados como enfermos o
criminales, la medicina y el discurso criminológico hicieron de estos
sujetos como cuerpos indeseables a los que se debía corregir o
encerrar en prisión para su reinserción social. Sin embargo, los
bares, cantinas y cabarets sirvieron como escudos sociales donde
podían resguardarse de las normas que la esfera pública obligaba a
mantener.

Una de las primeras académicas en investigar este tipo de


relaciones dentro de los bares fue Nancy Achilles en 1967. En su
artículo “The Development of the Homosexual Bar as an Institution”,
menciona que dentro de los bares “se conglomeran las actividades
de la comunidad y se adaptan para la sociabilidad” además de
proveer “una superestructura en la que los impulsos libidinosos
pueden esconderse”.6 Cabe señalar que durante las décadas de los
años 20 y hasta los 50, en Europa y Estados Unidos hubo una gran
proliferación de bares y espacios dedicados específicamente para los
homosexuales aunque también admitían al público heterosexual. En
Alemania, previo al triunfo del movimiento nacionalsocialista en los
años 30, Berlín fue considerada como una ciudad tolerante hacia las
parejas del mismo sexo y los espectáculos travestis; quizá el bar más
famoso fue Eldorado [sic], que contaba con tres secciones: una para
hombres, otra para mujeres y una más para parejas heterosexuales.

6 Nancy Achilles, “The Development of the Homosexual Bar as an Institution”, en


John H. Gagnon y William Simon (eds.), Sexual Deviance, Nueva York, Harper &
Row, 1967, p. 232. [La traducción es del autor de esta tesis]
10
Por otra parte en Estados Unidos, en ciudades como Nueva York y
California, se supo de la existencia de bares en los que marineros y
obreros acudían para beber, ligar e incluso prostituirse con
homosexuales burgueses; también se supo de bailes drag-travestis
desde mediados del siglo XIX en Harlem, Nueva York, en los que se
concursaba por ser el mejor personaje ataviado con trajes opuestos a
su sexo. Sin embargo, hacia finales de la década de los años 40, en
plena época de posguerra, los homosexuales fueron perseguidos e
incluso encarcelados por ser un peligro para el país bajo la premisa
de que podrían contagiar a otras personas, pues eran considerados
como enfermos mentales y además atentar contra la moral social.7

Justo después de la Segunda Guerra Mundial la interacción


entre varones se mantuvo dentro de los bares siendo medios de
contacto y puntos de encuentro, esto añadido a la experiencia bélica
que permitió que muchos homosexuales pudieran encontrarse con
otros similares, algo que quizá nunca hubiera pasado si no hubiesen
sido llamados por el ejército: fue la guerra la que determinó el amplio
contacto homosexual en esa época. Tal como menciona John
D’Emilio, la guerra provocó un gran coming out (salida del clóset) en
Estados Unidos, dando pie a la proliferación de espacios y bares
dedicados a estos sujetos.8

7
Sobre los espacios de interacción homosexual en esta época recomendamos
revisar George Chauncey, Gay New York: Gender, Urban Culture, and the Making of
the Gay Male World, 1890-1940, Estados Unidos, Basic Books, 1994, 496 pp., y
Robert Aldrich (Ed.), Gays y lesbianas. Vida y cultura. Un legado Universal, Trad. de
Beatriz Rendo Andaluz, Donostia, España, Nerea, 2006, 384 pp. Ils.
8 John D’Emilio y Estelle B. Freedman, “Redrawing the Boundaries”, en Intimate

Matters. A History of Sexuality in America, 2a. ed., Estados Unidos, The University of
Chicago Press, 1997, p. 289. [La traducción es del autor de esta tesis]
11
Siendo más específicos en nuestra búsqueda sobre la vida
social de los homosexuales en la capital mexicana encontramos
cuatro trabajos en los que se hace un acercamiento al estudio a
estos puntos de encuentro en el siglo XX. El primer texto que ha
servido de utilidad para definir nuestra época de estudio, y dar un
contexto sobre el tema, es la tesis de Carlos Medina Caracheo y
Carlos David Vargas Ocaña: La vida nocturna en la Ciudad de
México: centros nocturnos, cabarets y burdeles 1935-1945.9 En este
trabajo los autores analizan cómo se consideraban los diversos
espacios de entretenimiento: desde los centros nocturnos, los
cabarets y los burdeles.

El segundo de los trabajos revisados es el coordinado por


Michael K. Schuessler y Miguel Capistrán: México se escribe con J.
Una historia de la cultura gay.10 En esta obra se encuentran diversos
ensayos sobre —como su nombre lo indica— la cultura gay en
México, además de aportar algunos textos “fundacionales” que
ayudaron al Movimiento de Liberación Homosexual de los años 70 a
sustentar su postura política. En este trabajo se encuentra el texto
de Juan Carlos Bautista. “La noche al margen. Brevísima relación de
la vida nocturna gay”,11 en el que se hace un resumen de los lugares
de sociabilidad gay desde principios del siglo XX hasta nuestros
días.

9 Carlos Medina Caracheo y Carlos David Vargas Ocaña, La vida nocturna en la


Ciudad de México: centros nocturnos, cabarets y burdeles 1935-1945, Tesis de
licenciatura en Historia, México, UNAM, Escuela Nacional de Estudios Profesionales
Acatlán, 1996, 175 pp.
10 Michael K. Schuessler y Miguel Capistrán (Coords.), México se escribe con J. Una

historia de la cultura gay, México, Planeta, 2010, 271 pp. (Temas de Hoy).
11 Juan Carlos Bautista, “La noche al margen. Brevísima relación de la vida nocturna

gay”, en Ibídem, pp. 209-228.


12
En tercer lugar, revisamos el libro de Rodrigo Laguarda, Ser
gay en la Ciudad de México. Lucha de representaciones y
apropiación de una identidad, 1968-1982.12 Si bien la construcción
de la identidad gay en la capital (y a nivel mundial) se dio de manera
posterior a nuestra época de estudio, este trabajo resume las
principales características de cómo se conformó una nueva forma de
identificación de los homosexuales tanto en un sentido histórico
como cultural después del turbulento año de 1968 y en lo que ha
sido llamado por muchos investigadores como el inicio de la
revolución sexual.

Por último, el trabajo de Xabier Lizarraga: Semánticas


homosexuales. Reflexiones desde la antropología del
13
comportamiento, analiza cómo es que a través del tiempo la
identidad homosexual (tanto gays como lesbianas) se ha
transformado desde las múltiples representaciones ofensivas por
parte de diversos sectores sociales, sus comportamientos y formas
de identificación, así como el vocabulario que usaban para referirse a
ellos mismos.

Como vemos sólo dos trabajos en concreto se han dedicado a


rastrear la historia de los homosexuales en México en el siglo XX y
son los realizados por Rodrigo Laguarda y Xabier Lizarraga, aunque
en su trasfondo sean investigaciones de corte antropológico y no
estrictamente de índole historiográfico. Es por ello que en este

12 Rodrigo Laguarda, Ser gay en la Ciudad de México. Lucha de representaciones y


apropiación de una identidad, 1968-1982, México, Instituto Mora, Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2009, 166 pp.
13 Xabier Lizarraga Cruchaga, Semánticas homosexuales. Reflexiones desde la

antropología del comportamiento, México, Conaculta, INAH, 2012, 383 pp.


(Antropología Física, Serie Enlace).
13
trabajo nos auxiliamos de dichos estudios para hacer las preguntas
base que guiaron en esta tesis: ¿Qué tipo de lugares existían para
los homosexuales? ¿Cuál era la visión de los propios homosexuales
sobre los espacios de sociabilidad a los que acudían?

El objetivo principal de este trabajo es tratar de localizar


algunos de los puntos de encuentro y reunión al que asistían los
homosexuales durante los años de 1946 a 1955, justo en el sexenio
del presidente Miguel Alemán Valdés y parte del de Adolfo Ruiz
Cortines. Esta temporalidad se debe a que, con la llegada de Alemán
Valdés a la presidencia, México tuvo un gran incremento económico
gracias al modelo de sustitución de importaciones que implementó,
así como dar una nueva imagen de progreso y modernidad al país
dejando atrás las reminiscencias del movimiento revolucionario. Fue
en esta época en la que la Ciudad de México y el país, en general,
comenzaron a tener una gran afluencia de turistas de talla
internacional y, por ende, se dio pie a la apertura de diversos
espacios de entretenimiento para el deleite de los visitantes creando
diversos espacios de entretenimiento.

Ante esta gran apertura de centros de diversión, muchos


homosexuales encontraron en ellos refugios para poder establecer
diversos contactos personales, afectivos e incluso sexuales; es por
ello que aquí describimos algunos de los lugares que fungieron como
espacios de encuentro para estos sujetos. Los trabajos mencionados
arriba dan un breve esbozo de la vida nocturna y de contacto entre
los homosexuales de esa época. Definimos a estos lugares como
espacios de homosociabilidad dado que estos antros, bares y/o
cabarets fueron lugares en donde podían relacionarse sin ninguna

14
represalia moral y sin ser sujetos de señalamientos como lo eran en
casi toda la ciudad. Y a pesar de que el título de este trabajo dice
“cabaret: espacio de sociabilidad”, nos centraremos en varios centros
nocturnos, no nada más en los cabarets, dando un vistazo a grandes
rasgos sobre la vida nocturna de los homosexuales de la capital.

¿Por qué estudiar la Ciudad de México y no otra zona? Hay


que señalar que si bien hay homosexuales en cualquier parte del
mundo, son las urbes los lugares por excelencia para poder
desarrollar este tipo de relaciones gracias a que en la ciudad hay una
“tolerancia permitida” donde, a pesar de que los homosexuales
podían ser señalados como sujetos abyectos, delincuenciales y no
saludables, muchos encontraron en las clandestinidades urbanas
espacios en los que podían relacionarse libremente; y no sólo nos
referimos a locales o bares, ya que hubo otras zonas de contacto,
como parques y avenidas, donde corrían el riesgo de ser acusados
por la Policía por cometer faltas a la moral. Asimismo, entendemos a
la Ciudad de México como aquel territorio del centro de la capital y
parte de lo que hoy conocemos como las delegaciones Cuauhtémoc,
Miguel Hidalgo y Benito Juárez ya que así quedó establecida en la
Ley Orgánica del Departamento del Distrito Federal de 1941 (que era
la entidad administrativa que regía a esta zona).14

En este trabajo analizamos desde el primer capítulo los


antecedentes de la vida homosexual en México a partir de lo que ha

14 Gerardo G. Sánchez Ruiz, “El proceso industrializador y la reconformación de la


ciudad 1940-1952”, en La ciudad de México en el periodo de las Regencias 1929-
1997. Dinámica Social, Política y Producción Urbano Arquitectónica, México,
Universidad Autónoma Metropolitana unidad Azcapotzalco, División de Ciencias
Sociales y Humanidades, Gobierno del Distrito Federal, 1999, p. 107.

15
sido considerado como una “forzosa salida del armario” en la vida
nacional: el famoso escándalo del “baile de los 41”, un hecho en el
que varios hombres fueron juzgados y enviados a realizar trabajos
forzados a Vale Nacional, en Yucatán, sólo por asistir ataviados de
mujeres a una fiesta. También revisamos qué sucedió durante la
primera mitad del siglo XX con los homosexuales en materia penal y
la visión médica que se tenía sobre ellos. Justamente sin estos
elementos no entenderíamos por qué, lejos del discurso religioso que
los condenaba, también lo fueron en el ámbito burocrático a pesar de
que ninguna legislación prohibía este tipo de relaciones. Cabe
señalar aquí los primeros estudios realizados por el criminólogo
Carlos Roumagnac y el psiquiatra Alfonso Millán, donde calificaron a
estos sujetos como seres criminales y con severas afectaciones
mentales, por lo que proponían enviar a los homosexuales a la cárcel
o a centros de salud psiquiátrica para su reinserción social.

En el capítulo dos examinamos los centros nocturnos como


espacios de sociabilidad homosexual. Entendemos a dichos lugares
como los centros de reunión donde asistían varones en busca de
otros similares para establecer desde una relación afectiva, social e
incluso de ligue ocasional ante el temor de que no fueran
extorsionados por las autoridades, quienes les pedían dinero a
cambio de no delatarlos. Los bares, como ya hemos señalado, fueron
el punto esencial donde muchos pudieron establecer relaciones
socioafectivas por lo que a través de algunas fuentes (como crónicas
y la prensa) pudimos conocer más a detalle cómo eran estos lugares
tal y como mencionara Monsiváis en sus artículos. También nos
enfocamos en la identidad que muchos homosexuales adoptaron en
ciertos lugares pues no aceptaban a los “afeminados” por
16
considerarlos muy inferiores a ellos. Tal y como menciona Didier
Eribon:

un rasgo característico de la homosexualidad (la masculina, en


todo caso): la polaridad entre virilidad y afeminamiento. El
desprecio, el odio en ocasiones, de quienes se complacen en
pensarse masculinos o viriles hacia los “afeminados”, ha sido una
de las grandes estructuras de la divergencia no sólo en las
representaciones que los homosexuales han querido dar de sí
mismos, sino también en el discurso que ha acompañado a esas
imágenes […] Más en general, casi siempre se encuentra en los
discursos formulados por los homosexuales la voluntad de
disociarse, de distinguirse de los demás homosexuales y de la
imagen que éstos dan de la homosexualidad. 15

En el tercer capítulo nos enfocamos precisamente en los


imaginarios y estereotipos que la sociedad mexicana de la época
comenzó a construirse sobre los homosexuales a través de la
prensa. Si bien el discurso criminal y patológico colocaba a estos
sujetos como entes enfermos que debían ser reivindicados, algunos
periódicos prefirieron ser portavoces de un mal que tenía que ser
corregido desde lo más bajo, así como el cierre de centros nocturnos
ya que eran una mala influencia para la juventud mexicana. Aquí
analizamos una revista llamada Magazine de Policía y su
Suplemento (uno publicado los lunes y el segundo los jueves) siendo
una revista de lo que hoy señalaríamos como de corte amarillista y
única en la Ciudad de México. Sus notas podían escandalizar en esa
época a muchas personas, pero aun así tendría un éxito inigualable
antes de la llegada de otros periódicos como Alarma! en las décadas
de los años 60 y 70.

15 Eribon, “Prefacio: las palabras de la tribu”, en op. cit., p. 13.


17
En el último capítulo describimos la llegada de Adolfo Ruiz
Cortines a la presidencia de México y de Ernesto Peralta Uruchurtu
como regente del Distrito Federal. Estos dos mandatarios fueron
reconocidos por su mano dura contra los centros nocturnos que
recién se habían inaugurado en el sexenio alemanista. En
contraparte, los homosexuales parroquianos a muchos bares y
cabarets fueron replegándose poco a poco hacia las zonas
marginales fuera de los límites capitalinos para resguardarse de las
redadas y detenciones arbitrarias de la Policía. Sin embargo, no
significó el fin de la convivencia homosexual ya que con la llegada
de turistas y residentes extranjeros (principalmente
estadounidenses) a México trajeron consigo el nuevo estilo de la
vida gay que poco a poco fue expandiéndose.16 Sin embargo, fue
hasta la década de los años 70 cuando comenzó una lucha por el
respeto y dignidad de los homosexuales desde la clandestinidad, y
tanto los bares, como centros nocturnos, sirvieron para definir una
postura política.

En suma, este trabajo pretende ser una aportación sobre los


espacios de interacción de los homosexuales de esta época dentro
de la Historia de México. Las fuentes aquí presentadas son el
resultado de un arduo trabajo de rastreo, ya que algunos textos
fueron de difícil acceso o consulta debido a que muy pocos
investigadores les han puesto la atención adecuada quedando en el
olvido de diversos repositorios. Creemos que esta investigación

16 Cabe aclarar que el término ya comenzaba a utilizarse durante la década de los


años 30 en Estados Unidos, pero fue hasta los años 50 y 60 cuando empezó a
difundirse en círculos homosexuales como una forma de identificación. En los
capítulos uno y cuatro veremos esto más a fondo.
18
puede dar pie a muchos otros temas de investigación no sólo desde
la perspectiva social, cultural o histórica.

Curiosamente nos encontramos ante una coyuntura política en la


que la vida homosexual del país juega un papel importante en la
sociedad mexicana. Casi a mediados del 2016, durante la
conmemoración del Día Internacional contra la Homofobia, el 17 de
mayo, el presidente Enrique Peña Nieto envió una propuesta para
reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo;17 sin
embargo, el sector conservador de México se manifestó tan
enérgicamente creando un grupo llamado el Frente Nacional por la
Familia. Al tratar de investigar antecedentes sobre la historia de la
homosexualidad en nuestro país, quienes fueron entrevistados nunca
señalaron alguna referencia o dato sobre los homosexuales en
México, quizá por desconocimiento. Y esto pudiera deberse a lo poco
que se ha tratado el estudio de la historia reciente de México, tal y
como menciona Stephen Niblo:

La renuencia de los historiadores a examinar las fuentes públicas


recientes priva al país de un adecuado sentido de perspectiva.
Dado que las décadas recientes han sido muy agitadas, el
desconocimiento del pasado reciente dificulta asimismo formular
políticas para abordar aun los más severos problemas
contemporáneos. La ausencia de un corpus de análisis histórico
también obstruye a los investigadores que se desempeñan en las
ciencias sociales, la historia social y regional y temas culturales. 18

17 “Peña Nieto anuncia cambios a la Constitución para reconocer el matrimonio


igualitario”, en Animal Político, 17 de mayo de 2016, sección Nacional, en
http://www.animalpolitico.com/2016/05/pena-nieto-anuncia-cambios-a-la-
constitucion-para-reconocer-el-matrimonio-igualitario/ (Consultado el 15 de enero del
2017).
18 Stephen Niblo, “Introducción”, en México en los Cuarenta. Modernidad y

Corrupción, Trad. de Enrique Mercado, México, Océano, 2008. p. 20.


19
Por ello, esperamos que este trabajo sea un granito de arena
para la re-construcción de un pasado olvidado por una gran parte de
los sectores sociales y académicos de nuestro país al que muy pocos
se han acercado.

20
Capítulo Uno

La vida homosexual y urbana en la Ciudad de México


en la primera mitad del siglo XX

A partir de la década de los años 20, México experimentó diversos


cambios en los ámbitos políticos, sociales y económicos, dejando a
un lado las viejas rencillas y problemáticas que habían surgido con el
movimiento revolucionario iniciado en 1910. Entre los logros que
hubo en esa época fue el inicio de una expansión urbana en la
capital que alcanzaría su máximo esplendor durante los sexenios de
Miguel Alemán Valdés y Adolfo Ruiz Cortines.

La población de la capital se incrementó rápidamente con la


llegada de gente de provincia que buscaba un nuevo modo de vida
en la ciudad, así como de turistas extranjeros que se sentían atraídos
por la cultura del país. Ante esto también aumentaron las
problemáticas de salud, drenaje, servicios públicos y los índices de
criminalidad en la vida urbana del Distrito Federal por lo menos
durante las primeras tres décadas del siglo XX.19 Mientras esto
ocurría, la administración de la capital buscaba una nueva estructura
gubernamental que eliminara a este territorio su estatus municipal;
así, el primero de enero de 1929 se creó el Departamento del Distrito
Federal (DDF),20 una forma de organización administrativa que
duraría hasta mediados de la década de 1990.

19 Sergio Miranda Pacheco, “Problemática urbana, planificación y reforma política del


Distrito Federal 1920-1928”, en La Creación del Departamento del Distrito Federal.
Urbanización, política y cambio institucional, 1920-1934, México, UNAM, Instituto de
Investigaciones Históricas, 2008, p. 13.
20 Miranda Pacheco, “La reorganización institucional del Distrito Federal”, en op. cit.,

p. 53.
21
En el ámbito social, los años siguientes al periodo
revolucionario fueron de gran importancia. Se buscaba el ideal de un
nuevo mexicano en el que la patria y la dignidad fueran sus valores
fundamentales, así como diversas manifestaciones artísticas y
culturales que exaltaran el espíritu de la mexicanidad, aquello que
representaba a la nación de forma histórica y culturalmente; incluso
la charrería se convirtió en un deporte nacional convirtiendo al charro
en la imagen esencial que representó a todo el país llamando la
atención de los turistas.21

En esta época muchos pensadores e intelectuales trataron de


dar una explicación sobre las raíces de la sociedad mexicana a
través de la literatura, el cine y las artes, trabajos que surgieron como
respuesta a los nuevos ideales de ciudadano que emergieron
durante la posguerra tanto en Europa como en América, así como
desde los grupos ultraderechistas como los de izquierda radical.22

La exaltación de festividades como el 15 de septiembre, el


Día de Muertos, la reivindicación de la población indígena, el
mestizaje y el folklor resultaron tan valiosos que serían el eje rector
de esta búsqueda de la esencia mexicana. Carlos Monsiváis definió
este tipo de expresiones como un “nacionalismo cultural” tratándose
de “una técnica de resarcimiento que saca a flote, indistintamente, la
resistencia antiimperialista, el orgullo ante posesiones y yacimientos

21 Cristina Palomar, “El papel de la charrería como fenómeno cultural en la


construcción del Occidente de México”, en Revista Europea de Estudios
Latinoamericanos y del Caribe, núm. 76, abril de 2004, p. 87.
22 Ricardo Pérez Montfort, “Representación e Historiografía en México 1930-1950.

‘Lo mexicano’ ante la propia mirada y la extranjera”, en Historia Mexicana, Vol. 62,
núm. 4, abril-junio de 2013, p. 1654.
22
artísticos y el compromiso de atender las urgencias expresivas de
una nación nueva o diferente”.23

El papel de los hombres y las mujeres se redefinió después


de la lucha armada, dándole un lugar privilegiado a los varones al
otorgarle funciones especiales para su “hombría”. Como señala
Joseph Carrier: “En general, [en la sociedad mexicana] está previsto
que los hombres sean dominantes e independientes. La tajante
separación entre los papeles masculino y femenino en México parece
deberse en parte a un ideal hipermasculino, […] conocido como
‘machismo’. El rol femenino ideal es considerado […] opuesto al
masculino, y puede llamársele ‘marianismo’”.24

A finales de esta década, el filósofo Samuel Ramos publicó su


obra más famosa: El Perfil del Hombre y la Cultura en México (1934),
donde analiza la personalidad del mexicano e interpreta que vive en
una cultura criolla, a imitación de su herencia hispana. Su crítica a la
sociedad mexicana lo llevó a deducir que ésta se encuentra sometida
ante los diversos accidentes históricos que ha vivido a lo largo de su
existencia, por lo cual el hombre mexicano se siente menospreciado
y se deja influir por agentes culturales extranjeros.25

Sin embargo, los discursos oficiales y tradicionales previos a


esta época mantuvieron como tema tabú a la homosexualidad, algo

23 Carlos Monsiváis, “Nacionalismo Cultural”, en Historia Mínima de la Cultura


Mexicana en el siglo XX, Edición de Eugenia Huerta, México, El Colegio de México,
2010, p. 212.
24 Joseph Carrier, “Roles sexuales, vida familiar y homosexualidad. Antecedentes

socioculturales”, en De los Otros. Intimidad y Comportamiento Homosexual del


Hombre Mexicano, Madrid, Talasa, 2001, p. 25 (Arcoíris, 2). Marianismo por la
influencia de la devoción católica a la Virgen María o, en su advocación más popular
en México, la Virgen de Guadalupe.
25 Samuel Ramos, “El perfil del hombre”, en El Perfil del Hombre y la Cultura en

México, 3a. edición, México, Espasa Calpe, 1951, p. 100 (Austral).


23
que querían evitar a toda costa, fuera en el ámbito social o cultural.
Ante esto, los homosexuales vivieron en una clandestinidad o como
un secreto a voces, lejos del escarnio moral durante por muchos
años. Hasta que un hecho los expuso es la esfera pública en la
capital del país.

1.1 Del “baile de los 41” a La Estatua de Sal


Durante la segunda mitad del siglo XIX la percepción de la
homosexualidad en el mundo occidental tuvo diversos matices: lejos
de ser un pecado y un castigo divino para algunas personas, la
medicina y diversas disciplinas del campo de la salud mental
comenzaron a investigar alrededor de esta condición humana
considerándola como una patología sexual. La sociedad mexicana se
encontraba inmersa en constantes luchas armadas y en un ferviente
catolicismo, por lo que no se permitió que se tocaran los temas de
sexualidad y mucho menos de las perversiones que ésta podía
ocasionar, tal y como se pensaba sobre la homosexualidad.

La percepción que se tenía de esta condición humana era el de


seres abyectos, enfermos y unos pocos la consideraban como un
tercer sexo. En algunas fuentes literarias de esta época en México se
encuentran algunas novelas con personajes afeminados que
reflejaron muy bien la imagen social que se tenía sobre estos sujetos,
como Chucho el Ninfo escrita por José Tomás de Cuellar en 1871. En
esta obra, de corte costumbrista y publicada como novela folletinesca
en la prensa, nos relata la historia de Chucho: un niño “dócil, bonito,
dulce, aunque también maleducado por la excesiva atención materna,
que lo afemina, no sólo a nivel de gestos sino también de vestido,

24
pues es tan lindo que lo viste de niña.”26 Chucho aparece como el
estereotipo de afeminado que recurre a una identidad no viril y que
vive a expensas de su madre lo que ocasiona —según el autor de la
novela— su trastorno mujeril.

Otro personaje destacado que aparece en la literatura previa al


inicio del siglo XX es el descrito por Heriberto Frías en su obra La
Cárcel escrito durante su estancia en la Cárcel de Belén de la capital.
En su texto describe a La Turca, un hombre casi anciano que se
encontraba en el Patio de Talleres “contoneando con repugnantes
coqueteos la cabeza de pelo largo ensortijado con artificios chinos,
pelo largo embadurnado de pomada […] con una camisa de calicó,
blanquísima, con cuello y puños bordados y con piquitos, cual camisa
de mujer.”27 Recordemos que los homosexuales de ese entonces sólo
podían convivir en la clandestinidad de las calles, en las cárceles, en
determinados lugares privados o como un secreto a voces.

Fuera de estas percepciones negativas, a principios del siglo XX


se impuso una obsesión por imponer diversas medidas higiénicas en
la sociedad, lo que obligó la apertura baños públicos en la capital.
Muchos aprovecharían la oportunidad para ducharse o nadar en las
albercas, mientras que algunos homosexuales sacarían ventaja para
ver a otros hombres desnudos y establecer relaciones de contacto. No
todos tenían acceso a estos lugares debido al costo que tenía el
acceder a estos centros de limpieza corporal, por lo que los más

26 José Ricardo Chaves, “Afeminados, hombrecitos y lagartijos. Narrativa mexicana


del siglo XIX”, en Michael K. Schuessler y Miguel Capistrán (Coords.), México se
escribe con J. Una historia de la cultura gay, México, Planeta, 2010, p. 76 (Temas de
Hoy).
27 Heriberto Frías, “La Turca”, en La cárcel y el boulevard, México, Planeta, Joaquín

Mortiz, Conaculta, 2003, p. 13.


25
beneficiados eran los miembros de clases medias o altas. Al saber de
estos peligros contra el pudor (pues varias familias y niños pequeños
asistían a estos lugares) muchos baños cerraron sus puertas o
pondrían medidas de estricta vigilancia para evitar que hubiera algún
contacto inmoral en sus instalaciones.28

Pero la madrugada del 17 de noviembre de 1901 un hecho


escandalizaría a toda la ciudad: en la Cuarta Calle de la Paz (hoy
Ezequiel Montes, en la colonia Tabacalera):29 un curioso baile atrajo la
atención de un policía quien rondaba por las calles aledañas. La nota
que apareció el 21 de noviembre de 1901 en el periódico El Popular
detalla perfectamente lo que sucedió en ese instante:

Notó el gendarme de la Cuarta Calle de la Paz que en una


accesoria se efectuaba un baile a puerta cerrada, y para pedir la
licencia fue a llamar a la puerta. Salió a abrirle un afeminado
vestido de mujer, con la falda recogida, la cara y los labios llenos
de afeite y muy dulce y melindroso de habla. Con esa vista, que
hasta el cansado guardián lo revolvió el estómago, se introdujo
éste a la accesoria, sospechando lo que aquello sería y se
encontró con cuarenta y dos parejas de canallas de éstos,
vestidos los unos de hombres y los otros de mujer que bailaban y
se solazaban en aquel antro…30

En aquella casa se encontraban miembros de la élite porfirista y de


clases sociales acomodadas formando parejas y bailando sin ningún

28 Víctor Manuel Macías González, “Entre lilos limpios y sucias salesas: la


homosexualidad en los baños de la ciudad de México”, en María del Carmen Collado
(coord.), Miradas Recurrentes. La ciudad de México en los siglos XIX y XX, México,
Instituto Mora, Universidad Autónoma Metropolitana, 2004, 2 v., t. II, pp. 293-309
(Historia Urbana y Regional).
29 Carlos Monsiváis, “Los 41 y la gran redada”, en Eduardo A. Castrejón (seud.), Los

cuarenta y uno: novela crítico-social, Coordinado y estudio crítico de Robert McKee


Irwin, Prólogo de Carlos Monsiváis, México, UNAM, Coordinación de Difusión
Cultural, Dirección de Literatura, 2010, p. 43 (Rayuela).
30 Ibídem, p. 35, apud, El Popular. Diario independiente de la mañana, 21 de

noviembre de 1901.
26
pudor. En principio se contaron 42 detenidos en esta fiesta, pero
finalmente se concluyó que eran 41. Paralelo a esta historia se corrió
un rumor que el desaparecido era nada más y menos que Ignacio de
la Torre y Mier, yerno del entonces presidente Porfirio Díaz quien, se
supone, había huido de la redada. El baile significó un brutal quiebre
en la sociedad mexicana, especialmente la del sector burgués, por
ello es que estos sujetos debían recibir un castigo ejemplar.

Algunos de los detenidos utilizaron sus influencias políticas y


obtuvieron amparos que les permitieron salir libres. La lista de los 41
detenidos nunca se publicó justamente por la relevancia que tenía el
dar a conocer los nombres de aquellos que capturaron en una fiesta
de afeminados. La mañana siguiente de la redada, los pocos
detenidos que seguían encarcelados fueron obligados a barrer las
calles principales de la ciudad vestidos de mujer, lo cual sirvió como
burla y escarmiento ante la vista de todos. Días después de esta
penalización fueron enviados en tren a Valle Nacional, en Yucatán,
para realizar trabajos pesados.

El “baile de los 41” fue un caso sin precedentes y utilizado


para crear estereotipos y comunes denominadores con los que la
gente podía reconocer a estos sujetos. Lo que también logró este
hecho fue sacar de las penumbras el tema de la homosexualidad y
convertirse en algo de lo que todos hablaran. A su vez circularon
folletos con grabados hechos por el mismo José Guadalupe Posada
que mostraban personajes feminoides y refinados: “Muy chulos y
coquetones” fue el subtítulo que acompañaba a estas imágenes junto
con un par de versos. Fue en esta publicación que se utilizó por

27
primera vez la palabra “maricón” para denominar a los
homosexuales.

Hace aún pocos días Vestidos de raso y


Que en la Calle de la seda
Paz, Al último figurín
Los gendarmes Con pelucas bien
atisbaron peinadas
Un gran baile Y moviéndose con chic.
singular.
Sus caras muy
Cuarenta y un repintadas
lagartijos con albayalde o con
Disfrazados de la cal,
mitad con ceniza o velutina…
De simpáticas ¡Pues vaya usté a
muchachas adivinar!
Bailaban como el que
más. Llevaban buenos
corsés
La otra mitad con su con pechos bien
traje, abultados
Es decir de y caderitas y muslos…
masculinos, postizos… pues está
Gozaban al estrechar claro.
A los famosos jotitos.

Figura 1.1 Folleto distribuido en la Ciudad de


México con grabados de José Guadalupe Posada.

Otra de las expresiones que hubo ante este suceso fue la publicación
en 1906 de la novela Los cuarenta y uno: novela crítico-social, escrita
por Eduardo A. Castrejón que, hasta hace poco más de una década,
fue redescubierta en el Fondo Rafael Heliodoro Valle que forma parte
del Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional de México y
publicada en 2010 por la UNAM.31

31Robert McKee Irwin. “Los cuarenta y uno: la novela perdida de Eduardo


Castrejón”, en Eduardo A. Castrejón (seud.), op. cit., p. 25.
28
En este texto se reflejaron las costumbres morales y sociales
que la gente tuvo a raíz de la redada del 17 de noviembre de 1901
en la capital. Sobre el autor de la trama, aún no se sabe con
exactitud quien la escribió ya que probablemente el nombre de
Eduardo A. Castrejón fuera un pseudónimo con el cual alguien se
escudó moralmente para poder publicar una novela con esta
temática.32 Sea como fuere, esta novela fue crucial para demostrar a
la gente la perturbación y escándalo que se generó después de este
hecho. Los editores de la novela justifican en su advertencia por qué
publican un trabajo como éste:

El autor de la novela que hoy publicamos ha cumplido con un


deber social, sea cual fuera el éxito de lo que él llama su novela,
y que es el relato fiel de un hecho que produjo el escándalo y
que ha dejado en las llamas de la sátira una memoria que durará
por muchos años. El autor del libro deja sentir la fuerza de su
imaginación, detalla sus cuadros y flagela de una manera terrible
un vicio execrable, sobre el cual escupe la misma sociedad,
como el corruptor de las generaciones.33

En la novela aparecen ocho personajes que son los


organizadores del baile de la Calle de la Paz y sufrirán las
desventuras de los días posteriores: Mimí, Ninón, Estrella, Pudor,
Virtud, Carola, Blanca y Margarita, nombres femeninos de familias
de renombre, ya que en esa época no cualquier mujer era llamada
así. El único personaje masculino de todos ellos es Ninón quien es

32 McKee Irwin señala que un probable autor de esta novela sea el Gral. Mariano
Ruiz (1846-1932) pues en el ejemplar que se encuentra en la Biblioteca Nacional de
México se avisa al lector de otro libro del mismo autor en próxima aparición:
Reminiscencias históricas: cuadros de la Guerra de Reforma, de la Intervención y el
Imperio, una “memoria nunca publicada del General Mariano Ruiz”, quien fuera
diputado federal de 1866 a 1912 y gobernador de Nayarit de 1904 a 1911. Ibídem, p.
29-31.
33 “Dos palabras”, en Eduardo A. Castrejón (seud.), op. cit., p. 66-67. [Las cursivas

son del autor de esta tesis]


29
señalado como el amante de Mimí descrito como “un Hércules de
rostro seductor y varonil”.34

La trama de esta historia es, en efecto, el desarrollo del baile


que prepara Mimí y sus amigos quienes se disfrazan de bellas
señoras con afeites y vestidos de mucho chic. Así como la prensa
vulgarizó e hizo sátira de los hechos ocurridos, en la narración de
esta novela se pone mucho énfasis en los atuendos y modos de
andar desde el momento en que son aprehendidas las parejas en el
baile hasta su terrible final en los campos yucatecos. Incluso Ninón
es reivindicado: si este personaje posee los atributos masculinos
característicos de la época, debía corregir sus errores volviendo al
camino de la virtud casándose con una mujer que conoce en
Yucatán, mientras que Mimí (su amante) cumple su condena en los
campos de Valle Nacional. Los soldados siguieron denigrándolos en
el viaje y en las labores que realizaban, muchos de ellos quisieron
suicidarse ante la presión y mancha social que los había marcado de
por vida, pero no lo lograban: eran persuadidos por sus propios
compañeros o por quienes los sorprendían en el acto.

El “baile de los 41 maricones” permaneció en la memoria


colectiva de la sociedad mexicana por mucho tiempo. Este número
se convirtió en estigma y denigración masculina. Por ejemplo: los
hombres nunca cumplían los 41 años, pasaban del 40 al 42 ipso
facto.35 Quien se acercaba pronto a esa edad era víctima de burlas,
señalamientos y albures. A más de 115 años de distancia este juego
de palabras se ha ido olvidando y los jóvenes del siglo XXI no

34Eduardo A. Castrejón (seud.), op. cit., p. 68.


35 Michael K. Schuessler, “Vestidas, locas, mayates y machos. Historia y
homosexualidad en el cine”, en México se escribe con J, op. cit. p. 157.
30
conocen este suceso histórico del que pocos han escrito en algunos
libros y artículos académicos.

Otro caso similar (y acaecido poco tiempo después) al baile de


los 41 se suscitó a principios de 1902 en el Barrio de Coyuya, en las
afueras de la ciudad. En este baile “fueron aprehendidos los
llamados el Bigotona y el de los Claveles dobles que tuvieron la
osadía de interponer ante el Juez Primero de Distrito don Juan Pérez
de León, el recurso de amparo contra la determinación del señor
Gobernador del Distrito Federal para que fueran remitidos a Yucatán
a trabajar en alguna hacienda”.36 Para evitar el escarmiento, estos
sujetos pidieron un amparo para no sufrir la vergüenza y sufrimiento
que los 41 pasaron pocos meses antes.

Después del escándalo y el escarnio vivido por los detenidos


en aquel baile de la Cuarta Calle de la Paz, la Policía y el sistema
judicial comenzaron a fijarse en los homosexuales como sujetos
criminales y de gran peligro para la sociedad en general. Robert
Buffington encuentra en los estudios criminalísticos de los primeros
años del siglo XX que:

la desviación sexual, cualquiera que fuese su tipo, era


antinatural y antisocial, y se relacionaba con la criminalidad
innata; entre los rasgos peculiares de la identificable clase
formada por los delincuentes estaban las tendencias
homosexuales atávicas. Así, en la imaginación criminológica
la desviación sexual indicaba criminalidad, la que a su vez
constituía una amenaza para el desarrollo político,
económico y social de la nación. La homosexualidad en
particular atentaba contra la existencia misma del país, pues

36 Alberto Dallal, “Trayecto histórico de la Danza Popular en México”, en El dancing


mexicano: la danza en México. Cuarta parte, 4a. ed., México, UNAM, Instituto de
Investigaciones Estéticas, 2000, p. 131 (Estudios y Fuentes del Arte en México; 70),
apud Enrique de Olavarría y Ferrari, Reseña histórica del teatro de México, 1538-
1911, México, Porrúa, 1961, 5 v., t. IV, p. 2231.
31
inducía la consumación de uniones sexuales infértiles en una
época obsesionada por la fecundidad nacional y la “lucha por
la vida mundial”.37

Uno de los criminólogos que se dedicó plenamente al estudio de la


homosexualidad en las cárceles de la Ciudad de México fue el
periodista y literato Carlos Roumagnac quien publicó en 1904 Los
criminales en México: ensayo de psicología criminal,38 donde analiza
la relación que hay entre el delito y las desviaciones sexuales tal y
como venían haciéndolo diversos estudios criminalísticos
europeos.39 Entre estos análisis encuentra que la homosexualidad
era en cierta medida “permitida” y con escasa vigilancia en las
cárceles. Por ello, cuando uno de los directores de la Cárcel de
Belén decidió concentrar en una sección a todos los “pederastas
declarados”, éstos decidieron celebrarlo pues así se evitaban
“sangrientas querellas motivadas por los celos” de sus demás
compañeros.40

La pederastia fue una constante acusación por la cual los


homosexuales eran encarcelados en la capital del país ya que hubo
casos en que las relaciones entre hombres mayores con menores
escandalizaron a la sociedad, además del no tan reciente juicio
contra Oscar Wilde por parte del marqués de Queensberry en
Inglaterra, que impactó a las altas esferas sociales e intelectuales

37 Robert M. Buffington, “Los Jotos: visiones opuestas de la homosexualidad”, en


Criminales y Ciudadanos en el México Moderno, Trad. de Enrique Mercado, México,
Siglo XXI, 2001, p. 192.
38 Carlos Roumagnac, Los criminales en México: ensayo de psicología criminal,

México, Tipografía El Fénix, 1904, 389 pp.


39 Buffington, op. cit., p. 193.
40 Ibídem, p. 196.

32
del mundo.41 Cuando Roumagnac analizó a los presos de la Cárcel
de Belén encontró varios casos de adolescentes detenidos que
tenían relaciones sexuales entre ellos, donde el mayor de ellos
jugaba un papel activo (penetrador) y el menor el pasivo (penetrado)
siguiendo la imagen de masculino/femenino o de protector y
protegido.42

Otra de las causas por la que los homosexuales eran


detenidos fue cuando se les asociaba con crímenes pasionales y/o
afectaciones psiquiátricas, ya que la conjunción de estos problemas,
según las visiones de los criminólogos de esta época, daban como
resultado la desviación sexual. Un ejemplo fue el caso de un hombre
que violó y mató a un niño de cinco años: Roumagnac presenta al
atacante con una conducta “alienada” teniendo como antecedentes
el espiar a sus hermanas mientras se desvestían, ser observador de
cópulas entre perros, consumir pornografía, ser aficionado al sexo
grupal, y tener familiares con antecedentes psiquiátricos y
tendencias alcohólicas, lo que derivó (en la lógica del autor) en dicho
crimen.43

Por otro lado, durante el propio movimiento revolucionario


iniciado en 1910 también hubo personas que callaron su condición
homosexual ante el machismo y la intolerancia popular. Hasta hoy
no se conoce un dato o hecho público que haya tenido una gran

41
Acusado de sodomía, Oscar Wilde fue encontrado culpable de haber pervertido a
Lord Alfred Douglas, hijo del marqués de Queensberry y condenado a dos años de
prisión. Para más detalle con respecto a la obra de Wilde y el enorme significado
que tuvo para los homosexuales véase el apartado “Espectros de Wilde”, en Didier
Eribon, Reflexiones sobre la cuestión gay, Trad. de Jaime Zulaika, Barcelona,
Anagrama, 2000, pp. 195-335 (Argumentos, 259).
42 Buffington, op. cit., p. 195.
43 Ibídem, p. 197.

33
relevancia durante la lucha armada similar al baile de los 41. Lo que
sí se puede asegurar es que los homosexuales siguieron
movilizándose entre la clandestinidad, principalmente en las grandes
urbes del país. Aquellos que eran detenidos tenían dos opciones: ser
encarcelados o pagar una fuerte suma monetaria para evitar el
escarnio público (y esto sólo aplicaba para quienes pudieran pagar
una extorsión tan grande para resanar su “dispensa moral”).44

En las propias filas de los zapatistas dos personajes


destacaron por escándalos en torno a su condición sexual: Zapata
(quien fuera caballerango de Ignacio de la Torre y Mier) se entera
que Manuel Palafox, uno de sus consejeros más cercanos, es
homosexual debido a que “se había portado indiscretamente y
convertido en objeto de desprecio en el cuartel general”;45 el Caudillo
del Sur casi lo manda a matar, pero al ser uno de sus principales
ideólogos y redactor de múltiples documentos políticos, sólo lo
destituye de su cargo y lo envía con Gildardo Magaña, uno de los
líderes zapatistas quien se ubicaba en el cuartel general de
Tochimilco, en Puebla. Maurilio Mejía, otro líder del movimiento
armado, rechaza a Palafox mencionándole: “Un pobre diablo de
sexo equivocado como lo es usted no puede llamarse amigo de los
hombres que lo somos de verdad”.46

De igual manera está el caso de Amelio Robles Ávila, un


distinguido coronel de las filas zapatistas quien destacaría por su

44 Carlos Monsiváis, “Los iguales, los semejantes, los (hasta hace un minuto)
perfectos desconocidos (A cien años de la redada de los 41)”, en Que se abra esa
puerta. Crónicas y ensayos sobre la diversidad sexual, México, Paidós Mexicana,
Debate Feminista, 2010, p. 91.
45 John Womack, “Reformas a la resistencia”, en Zapata y la Revolución Mexicana,

6a. ed., México, Siglo XXI Editores, 1969, p. 302.


46 Ibídem, p. 309.

34
condición personal, pues su nombre verdadero era Amalia Robles
Ávila; es decir, una mujer travestida de hombre que manejó a su
cargo diversos grupos militares del Ejército Libertador del Sur.
Proveniente de Xochilapa, Guerrero, se unió al movimiento
revolucionario en 1911. De 1912 a 1918 se mantuvo en armas
siendo condecorada (o en ese momento, condecorado) como
coronel. En 1924 se le negó dicho título cuando apoyó al gobierno
de Álvaro Obregón contra la rebelión delahuertista debido a su
condición biológica, pero siguió en pie de lucha con el grado de
sargento. Su vida como Amelio y su indumentaria no sólo
manifestaron su valentía al momento de enfrentarse en batalla,
también se reflejó en su vida personal: en los años 30 conoció a
Ángela Torres, pareja amorosa en esa época y seguramente de
años posteriores.47

Al triunfar el movimiento carrancista, poniendo fin a la lucha


armada, la Ciudad de México volvió a una “paz social” que le
permitió reanudar sus actividades como capital del país. Es en esta
época en la que surgen los espectáculos nocturnos y los centros de
baile, así como un nuevo estilo y configuración de la convivencia
homosexual. Ante los embates de la modernidad y la apertura de
México frente al mundo, durante la década de los años 20 los
homosexuales comenzaron a buscar espacios de convivencia y
reconstruir nuevas redes de contacto. Esta nueva generación buscó
determinadas zonas donde pudieran reunirse sin ningún
impedimento escudándose en un ambiente de intelectualidad y

47 Olga Cárdenas Trueba, “Amelia Robles Ávila 1889-1984”, Bibliotecas Virtuales de


México, Emiliano Zapata, en,
http://www.bibliotecas.tv/zapata/zapatistas/amelia_robles.html (Consultada el 8 de
octubre del 2015).
35
dandismo, “se visten enfadosamente, hablan varios idiomas con
fluidez, son habitués de conciertos y obras de teatro (en especial son
opera queens), y son devotos de los y, sobre todo, las cantantes
populares con estilo”.48 Carlos Monsiváis ha llamado a estos grupos
de homosexuales como la “primera generación de gays” ya que
logran acaparar ciertos lugares como puntos de reunión y
convivencia en la ciudad.

En su polémica obra póstuma (y en parte autobiográfica)


Salvador Novo describe en La Estatua de Sal parte de su vida en su
estancia como estudiante en la Escuela Nacional Preparatoria, en lo
que hoy es el Antiguo Colegio de Sal Ildefonso, y describe sus
primeros encuentros sexuales con choferes de tranvías, en lugares
clandestinos de la periferia, en vecindades que funcionaban como
casas de citas y algunas calles donde se descubría “el mundo
soslayado de quienes se entendían con una mirada”.49

Uno de estos lugares fue la calle de Madero en el Centro


Histórico de la capital donde se podían encontrar a los fifíes,
personajes que vestían a la última moda “parados en firme sobre su
pierna izquierda y apoyados acaso en el bastón, el pie derecho a la
languidez que le daba el aire de hallarse en el instante de echar atrás
con él la cola imaginaria de un vestido de noche de prima donna,
mientras lucían un rostro empolvado y de cejas depiladas, que el
sombrero echado atrás”.50 En esta calle, bastante concurrida por ser

48 Monsiváis, “Los gays en México: la fundación, la ampliación, la consolidación del


gueto”, en Que se abra esa puerta, op. cit., p. 110.
49 Salvador Novo, La Estatua de Sal, prólogo de Carlos Monsiváis, México, Fondo de

Cultura Económica, 2008, p. 161 (Vida y Pensamiento de México).


50 Ibídem, p. 118. [Las cursivas son del autor]

36
uno de los lugares con más establecimientos comerciales, se
encontraban diversos personajes:

Allí, en guardia a la puerta de El Globo, estaba siempre, con su


bastón, sus polainas, su chaleco de seda, la mirada vaga y alerta
de su pince-nez, sus bigotes grises aderezados, el señor Aristi, a
quien llamaban la Nalga que Aprieta; por la puerta de junto al
Globo se subía al despacho del licenciado Solórzano […] y al
que apodaban la Tamales porque hacía sus conquistas invitando
a los jovencitos a merendar “unos tamalitos y una cerveza”. Por
ahí andaba, a caza de clientela o de surtido, la Madre Meza—
que nunca se acostaba con la mercancía que procuraba para
sus compradores, supervivientes refinados del porfirismo.
Abordaba a los muchachos, los inducía a aprender a tocar la
guitarra […] y una vez en su cuarto, tomaba con una cinta
métrica la medida de su verga, y les abría las puertas de una
circulación perentoria, pero inmediatamente lucrativa, entre sus
contados y ricos clientes.51

La narración de Novo describe la vida de homosexuales que tenían


una cierta clase social elevada, que vivían dentro de los límites del
centro de la Ciudad de México y que su nivel educativo era bastante
alto para la gran mayoría de los habitantes de este lugar. Sin
embargo, sus primeras experiencias sexuales fueron con gente que
no tenía ninguna relación con su círculo intelectual ya fuera por
miedo o porque la urbe permitía un anonimato social; es decir, que la
gran movilidad de personas en la capital del país daba ciertas
libertades mientras se mantuvieran en la clandestinidad. La vida de
estos hombres que buscaban aquel “amor que no se atrevía a decir
su nombre” estuvo marcado también por la sociabilidad nocturna,
especialmente en una época en que los centros de entretenimiento,
bares y cantinas tuvieron un despunte inigualable por lo menos hasta
la década de los años 50.

51 Ibídem, pp. 161-162.


37
Un nuevo término se hizo bastante popular entre los
homosexuales para poder identificarse: el ambiente. Este término
denotaba el humor y el festejo característicos de las reuniones de
homosexuales. Monsiváis cree que esta palabra fue una traducción
de gay que en inglés significa alegre o divertido, pero al traducir esta
palabra al español queda la connotación de festivo o animado que,
en parte, describía la vida homosexual de quienes habitaban en la
ciudad. Es por ello que la palabra ambiente se adecuaba
perfectamente a estos personajes en lugares públicos pues era un
modo de identificarse al señalar a alguien: “es de ambiente/entré al
ambiente”.52

El ambiente estuvo más familiarizado con esta imagen del


hombre afeminado y perteneciente a la nueva generación de dandis,
pues quienes más la utilizaban eran aquellos que se referían a sí
mismos en términos femeninos, los que se travestían en
determinados lugares y aquellos que estaban siempre al pendiente
de su comportamiento y apariencia a la moda, “con voz dulzona, y
usando el darling como muletilla verbal”.53 Los bares tuvieron un
papel esencial en esta época porque era el espacio masculino por
excelencia y donde el ligue y el ambiente se conjugaron en una zona
delimitada geográfica, moral y socialmente.

Los lugares en los que se reunían eran sus casas o cuartos


de descanso, estudios, cafeterías, restaurantes o fondas, centros de
baile y cabarets que regularmente se encontraban en la periferia del
centro de la ciudad, en su mayoría en zonas de fábricas e industrias.
Elías Nandino –amigo y compañero intelectual de Novo— cuenta

52 Monsiváis, op. cit., pp. 110-111.


53 Ibídem, p. 114.
38
entre sus anécdotas juveniles cuando asistía junto con Xavier
Villaurrutia y Roberto Rivera (con quien estudiaba la carrera de
Medicina) a los salones de baile y cabarets de la época:

Empecé a ir con Roberto, Xavier y Salvador a algunos cabarets,


a bailar, tomar la copa y ver gente. A las pirujitas les invitábamos
copas y las sentábamos en nuestras mesas para que nos
contaran sus cosas. Nos divertíamos mucho porque después de
esas “tertulias” se arrimaban los cinturitas y así la cosa se ponía
interesante [...] Paulatinamente nos fuimos aficionando a ir a
lugares de farándula honda –como el Playa Azul o el Salón
México— después de que salíamos de ver alguna obra de teatro
o exposición. Esos sitios nos atraían porque en ellos veíamos
la vida crudamente pero, también, porque como se suele decir,
quien busca la maldad es porque la quiere hacer.
[…] Íbamos a cantinas espantosas —allá por Tepito— a
impresionarnos por la forma de tocar la música que tenían
aquellas orquestas, y con la forma de bailarla que tenían las
personas que acudían a estos sitios. Por ahí andaban unos
pelados descalzos que bailaban con un ritmo que nos dejaban
encantados nada más de verlos, y luego los músicos tocaban
piezas que nos ponían los pelos de punta.
[...] Entrábamos en las barriadas y en lugares en los que
había peligro. Era una cosa bonita vernos amanecer tomando
hojas de naranjo con alcohol entre una bola de pelados
¡rarísimos! Que nos veían con unos ojos preciosos como la
noche.
En algunas de esas parrandas llegamos a quedarnos dormidos
en los puestos de comida que estaban enfrente de las cantinas o
de los salones de baile, a esperar que se nos bajaran las copas.
Así, de traje y todo, con nuestros relojes y carteras,
despertábamos a las tres o cuatro de la mañana sin que nos
hubieran quitado nada, y hubo veces en que fueron las mismas
señoras de los puestos las que llegaron a despertarnos. Creo
que en esas aventuras nunca nos robaron ni asaltaron
porque logramos identificarnos con la gente de esos
rumbos.54

54 Enrique Aguilar, Elías Nandino: una vida no/velada, 2a. ed., México, Océano,
2000, pp. 86-90 (Tiempo de México). Los cinturitas eran aquellos bailadores de
danzón que se caracterizaban precisamente “por mover la cintura” de forma rítmica.
[Las negritas son del autor de esta tesis]
39
El ambiente se convertía también en andar en los centros de
esparcimiento que eran destinados para la gente de clases
humildes. A pesar de que estos sujetos se consideraban de una élite
educada no les importaba adentrarse en zonas donde lo marginal no
existía, ya que ellos se identificaron plenamente con estas personas
por su condición sexual excluyente. De esta manera, la convivencia
homosexual comenzó por descubrir que los centros nocturnos
podían convertirse en lugares de encuentro y de ligue, previo a que
se abrieran otros lugares como los vapores, cines o cabarets donde
podían reunirse con personas similares a ellos.

Las cantinas ocuparon un lugar especial ya que era el centro


masculino por excelencia y no se permitía la entrada a mujeres.
Entre los asistentes podían encontrarse aquellos que se
encontraban a través de las miradas o en casas de citas y burdeles.
A pesar de que ya contaban con una libertad condicionada, las
décadas de los años 30 y 40 fueron decisivos para que los
homosexuales tuvieran sus propios espacios sociales en las calles
de la capital.

1.2 Legislaciones sobre la homosexualidad en México


A pesar de los distintos puntos de vista de los criminólogos
porfiristas y de principios del siglo XX, los códigos penales de 1871 y
de 1931 no contemplaron como delito las relaciones entre personas
del mismo sexo. Lo que sí estaba definido como crimen eran
aquellas acciones que se consideraran como ultrajes a la moral,
atentados contra el pudor y las buenas costumbres, así como la
corrupción de menores.
40
El artículo 789 del Código Penal Federal de 1871, también
conocido como Código Martínez de Castro, definía el atentado
contra el pudor como “todo acto impúdico que puede ofenderlo, sin
llegar a la cópula carnal, y que se ejecuta en la persona de otro sin
voluntad, sea cual fuere su sexo”.55 Este tipo de acciones se
castigaban desde una multa que iba de los diez a los 200 pesos, o
un arresto breve que podía llegar hasta los cinco años.56 Asimismo,
los ultrajes a la moral se definían como las acciones que “en el
concepto público estén calificada[s] de contraria[s] al pudor”.57 Este
tipo de violaciones morales eran penados con un arresto mayor y
multa de 25 a 500 pesos, aunque el acto fuera en un lugar público o
privado y hubiera o no testigos. Es probable que estas
reglamentaciones hayan sido utilizadas contra los detenidos en el
“baile de los 41”, aunque algunos se hayan amparado o pagado
multas que sobrepasaban las cantidades especificadas en
legislación citada.

Como ya mencionamos líneas arriba, el criminalista Carlos


Rougmanac encontró en la Cárcel de Belén una zona restringida
para los “pederastas declarados”.58 El crimen de pederastia y
corrupción de menores se estipulaba en este mismo código como “el
que habitualmente procure ó facilite la corrupción de menores de
diez y ocho años, ó los excite á ella para satisfacer las pasiones

55
Artículo 789, en Código Penal para el Distrito Federal y territorio de la Baja
California sobre delitos del fuero común y para toda la República Mexicana,
Chihuahua, Librería de Donato Miramontes, 1883, p. 197, Revisado en Colección
Digital de la Universidad Autónoma de Nuevo León,
http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1020013105/1020013105.html (Consultado el 16 de
noviembre de 2015).
56 Ibídem, Artículos 790 y 791.
57 Ibídem, Artículo 787.
58 Vid supra, p. 32.

41
torpes de otro”.59 Este delito aplicaba casi en la mayoría de los casos
en que se vieron involucrados homosexuales y personas travestidas
ya que podrían atentar en contra de los más jóvenes. Los casos de
corrupción de menores eran considerados como “actos
consumados” por lo que la pena era de dos años (si es que el
afectado era mayor de 11 años) a cuatro años (si el corrompido era
menor de 11 años). Si el reo tenía un parentesco familiar, le eran
despojados sus bienes, así como la potestad de sus descendientes;
si era una persona que tuviera una autoridad moral (como un tutor o
maestro) o alguno de sus criados, la pena aumentaba “una cuarta
parte” a lo señalado, es decir, su condena era de 2.5 a cinco años de
prisión.60

Como tal, el Código Penal de 1871 no condenaba las


relaciones homosexuales ni las uniones carnales de este tipo, sólo
aquellas acciones que pudieran ofender moralmente (como la
trasgresión social que significaban los travestidos y los detenidos en
el baile de los 41) y que escandalizaran a la población. En
comparación con otros países, México se apegó más al Código
Penal Francés —o Código Napoleónico— con respecto a los temas
íntimos o de alcoba y los de la esfera pública, contrario a otros
códigos penales como el alemán y el inglés.61 Sin embargo, cabe
señalarse que en algunos países era permitido el que algunos
hombres pudieran utilizar vestidos femeninos siempre y cuando

59 Artículo 804, en Código Penal para el Distrito Federal, op. cit., p. 199.
60 Ibídem, Artículo 806.
61 En 1872 las autoridades alemanas establecieron en el Párrafo 175 de su Código

Penal el encarcelamiento para los homosexuales. Siguiendo el ejemplo de los


germanos, Inglaterra estableció la misma pena en 1879. Véase John Lauritsen y
David Thorstad, Los primeros movimientos a favor de los derechos homosexuales
(1864-1935), Trad. de Francesc Parcerisas y Pról. de Juan Gil-Albert, Barcelona,
Tusquets Editores, 1977, 169 pp.
42
hubiera una razón médica o patológica que les permitiera ceñirse
con largos faldones. Por ejemplo, a finales del siglo XIX en París,
Francia, un vendedor de patatas obtuvo una autorización médica y
legal que le permitió vestirse de mujer “a causa de una dolencia que
le hace imposible llevar prendas de hombre”, esto significa que
algunos médicos de la época ya comenzaban a estudiar a la
homosexualidad como un severo problema médico el cual ya era
también regulado por el sistema judicial.62

En la década de 1920, la medicina mexicana tendría a sus


primeros especialistas en neurología: Manuel Guevara Oropeza,
Samuel Ramírez Moreno, Leopoldo Salazar Viniegra, Guillermo
Dávila, Mario Fuentes, Adolfo M. Nieto, Marín Ramos Contreras,
Raúl González Enríquez, Edmundo Buentello y Alfonso Millán63 y
que analizarían especialmente en el tema de la criminalidad y las
degeneraciones mentales. Para la década de 1930 la criminalización
de los homosexuales es inminente: médicos como Alfonso Millán
(quien fuera director del Hospital Psiquiátrico de La Castañeda) y la
peruana Susana Solano daban cuenta —con base en estudios
endocrinológicos— que los homosexuales adoptaban diversos
aspectos tanto femeninos como masculinos: “Del macho deriva un
espíritu un tanto agresivo, hostil y envanecido, y de la hembra la

62 Christine Bernard, “La prohibición de vestirse de hombre (1800)”, en Historia


política del pantalón, Trad. de Nuria Viver Barri, México, Tusquets Editores, 2012, p.
67 (Ensayo, 87). La autora señala que pudiera tratarse de diversas enfermedades,
como la hipertrofia testicular o hemorroides de un tamaño fuera de lo común, en
caso de que el paciente fuera obeso y los pantalones no le permitieran llevar una
vida común y corriente a causa de las dolencias. A pesar de que no se detalla si este
sujeto era homosexual o no, es resaltable que todo indicio que conllevara hacia el
tema de la homosexualidad estaba regulado, a pesar de que el propio Código
Napoleónico no daba una postura condenatoria sobre dicha condición humana.
63 Lourdes Beatriz Urías Horcasitas, “Degeneracionismo e Higiene Mental en el

México Posrevolucionario (1920-1940)”, en FRENIA, Vol. IV, 2004, p. 50.


43
maquinación del chisme, la intriga sutil de los salones del siglo XVIII
y la pérfida coquetería” así como poseer rasgos de “holgazán,
indolente y egoísta” que “aumentan [su] peligrosidad”.64

En los campos de la ciencia y la medicina, la homosexualidad


era considerada como una patología degenerativa e incluso una
desviación mental que podía manifestarse en cualquier etapa de la
vida de una persona. Gregorio Marañón, médico español dedicado a
la sexualidad, describe en su estudio Los Estados Intersexuales del
Hombre y la Mujer que la homosexualidad era un estado adquirido y
congénito;65 de hecho, fue el primer investigador en desarrollar una
teoría en la que plantea el estado innato de esta condición humana
que se desarrolla en las secreciones internas de las glándulas
sexuales de cada persona (es decir, en los testículos en los hombres
y en los ovarios en las mujeres). Ante los métodos que varios
investigadores realizaron en la búsqueda de una cura contra la
homosexualidad, Marañón criticó los experimentos de médicos como
Steinach-Lichtenstein, Lipschütz, Bauer y Kreuter, que realizaron
cirugías opoterápicas que consistían en la castración de sujetos
afeminados suplantándole testículos de un varón viril heterosexual.
Los resultados fueron “favorables” en cuanto a un incremento voraz
en el apetito sexual, pero recaían al tener relaciones sexuales con
otros hombres. Por ello, Marañón señaló que estos procedimientos
no quedaban exentos de la crítica ética y medicinal.66

64 Buffington, op. cit., pp. 199-200.


65 Gregorio Marañón, “La homosexualidad como estado intersexual”, en Los Estados
Intersexuales del Hombre y la Mujer, México, Ediciones Arcos, 1951, p. 154. Este
libro es la segunda edición de su obra La Evolución de la Sexualidad y los Estados
Intersexuales publicado en 1930.
66 Ibídem, p. 132-133.

44
Tras 60 años de estar rigiendo la conducta de los mexicanos,
en 1931 se promulgó un nuevo Código Penal que tendría diversas
reformas y cambios en el ámbito político y social. En el tema de los
delitos de moral pública y corrupción de menores se impusieron
medidas más severas, además de que en esta nueva
reglamentación aparecen por primera vez los delitos sexuales, de los
cuales se catalogan los atentados al pudor, el estupro y la violación.

El Artículo 24 establecía que una de las medidas de


seguridad era la “reclusión de locos, sordomudos, degenerados o
toxicómanos”,67 así como el artículo 68 señalaba que “los locos,
idiotas, imbéciles o los que sufran cualquier otra debilidad,
enfermedad o debilidad mental, y que hayan ejecutado hechos o
incurrido en […] delitos” debían ser internados en centros de
rehabilitación o especializados en determinados tratamientos.68 Por
tanto, si los criminólogos de la época definían que si un homosexual
detenido presentaba dichas características, podía ser recluido en la
cárcel o algún centro psiquiátrico para su tratamiento y reinserción
social.

Sobre los delitos contra la moral pública y las buenas


costumbres se aplicaban multas de cinco a 50 pesos al que
ejecutara o hiciera ejecutar por medio de otra persona exhibiciones
obscenas en sitios públicos o por cualquier otro medio.69 Asimismo,

67 Artículo 24, en “Código Penal para el Distrito y Territorios Federales en Materia de


Fuero Común, y para toda la República Mexicana en Materia de Fuero Federal”,
publicado en Diario Oficial de la Federación, 14 de agosto de 1931, p. 9,
http://dof.gob.mx/nota_to_imagen_fs.php?cod_diario=193275&pagina=11&seccion=
3 (Consultado el 15 de marzo del 2016). [Las negritas son del autor de esta tesis]
68 Artículo 68, en Ibídem, p.17.
69 Artículo 200, Ibídem, p 42.

45
la corrupción de menores era penada con multas de cinco a mil
pesos y de seis a dos años de prisión.70

Hacia 1935 el profesor de la Universidad de México


Francisco González de la Vega publicó su estudio de Derecho Penal
Mexicano, donde dedica un apartado sobre “delitos contra la libertad
y el normal desarrollo psicosexual”. En esta sección indaga sobre el
problema de la homosexualidad y su relación con el Código Penal de
1931:

La legislación mexicana no contempla como figura de delito la


práctica de la inversión sexual debiéndose, sin embargo, notar:
que el acto homosexual realizado por fuerza o intimidación
integra delito de violación […]; que cuando recae en menores
(pederastia) puede constituir delito de corrupción a que se refiere
el artículo 200 del Código Penal; que las acciones de lubricidad
realizadas en personas del mismo sexo sin propósito inmediato y
directo de llegar al ayuntamiento en púberes sin su
consentimiento o en impúberes, reúnen las características del
atentado al pudor […]; y que cualquier acto escandaloso por su
publicidad efectuado por razón de homosexualismo encuadra en
la tipicidad del delito de ultraje público al pudor descrito en el
artículo 200 del Código Penal.71

Apoyándose en las ideas del jurista español Luis Jiménez de Asúa,


de la Vega no consideraba a la homosexualidad como un crimen,
sino los actos peligrosos que pudieran originarse de ella. En su
opinión, considera correcta la postura del Código Penal mexicano
pues se mantiene “obediente a la tradición latina [Código
Napoleónico] de indiferencia ante estos problemas”.72 Por ello es

70 Artículo 201, Ibídem.


71 Francisco González de la Vega, “Delitos contra la libertad y el normal desarrollo
psicosexual (hostigamiento sexual, estupro y violación)”, en Derecho Penal
Mexicano. Los delitos, 13 ed., México, Porrúa, 1998, p. 334. [Las cursivas son del
autor de esta tesis]
72 Ibídem, p. 335.

46
que evita que el aparato judicial criminalice a los homosexuales e
invitaba a buscar las interpretaciones científicas sobre esta
conducta. Sin embargo, el propio González de la Vega estaba de
acuerdo con el jurista español Luis Jiménez de Asúa al subrayar que
“un tratamiento médico opoterápico bien dirigido; prudentes
operaciones quirúrgicas en ciertos casos; y a lo sumo, cuando el
sujeto haya demostrado ser peligroso para la sociedad y los
particulares, medidas asegurativas [sic] de custodia y protección
constituyen el único tratamiento eficaz contra los homosexuales.”73

Casi paralelo a la publicación de González de la Vega, el


doctor José Agustín Martínez —un jurista cubano— creía que los
homosexuales debían ser tratados por separado, pues si se les
encarcelaba con la otra población reclusa “podrían contaminar hasta
diez sujetos normales”.74 Si Marañón veía con malos ojos los
experimentos de sus colegas sobre una posible cura, los juristas
buscarían en el discurso médico y patológico una solución para
evitar crímenes derivados de las desviaciones sexuales.

Como hemos apuntado, los homosexuales no eran juzgados


directamente por las leyes civiles en estás dos épocas en las que fue
reformado el Código Penal; sin embargo, sí se les consideró como
sujetos de influencia perversa y degenerada por lo que fueron
acusados de delitos como faltas a la moral, al pudor, corrupción de
menores y violación teniendo como destino la cárcel.

73Luis Jiménez de Asúa y José Antón Oneca, “Homosexualismo. Escándalo Público.


Adulterio y Amancebamiento”, en Derecho Penal Conforme al Código de 1928,
Madrid, Reus, 1929, 2 v., t. II, p. 249.
74 José Agustín Martínez, “Algunas cuestiones importantes en relación con el

homosexualismo”, en El Homosexualismo y su Tratamiento, Prólogo de José Ángel


Ceniceros, México, Botas, 1947, pp. 129-130.
47
Hasta ahora nos hemos enfocado en los antecedentes y
legislaciones a los que se enfrentaron los homosexuales que
vivieron en la primera mitad del siglo XX en la capital del país, así
como las opiniones que tenían disciplinas como la medicina, la
psiquiatría e incluso el estigma social con el que eran asociados. Por
otra parte, a partir de la década de 1940 cuando el Distrito Federal, y
en especial la Ciudad de México, adquieren un nuevo aspecto al que
podríamos señalar de ambiente cosmopolita y de modernidad, lo que
atrajo la atención de arquitectos e inversionistas quienes vieron en
ella una nueva fuente de ingresos con la llegada de turistas.

1.3 La Ciudad de México en los años 40


Mientras que el mundo se convulsionaba ante la peor guerra que
haya tenido en su historia, la Ciudad de México vivió una etapa de
cambios, especialmente en su aspecto visual y funcional.

Con la creación del Departamento del Distrito Federal en


1929 la centralización de poderes se hacía inminente junto con la
influencia del líder del Ejecutivo. Por ello la capital del país albergaba
un gran potencial económico y social, lo que hizo que muchos
campesinos y habitantes de la provincia decidieran radicar en ella
con la esperanza de mejorar su estatus social y calidad de vida
logrando que el nivel poblacional de la ciudad se incrementara día
con día (ver Cuadro 1.1). En este lugar, además de los edificios, las
viviendas, los servicios médicos (como el proporcionado por el
recién creado Instituto Mexicano del Seguro Social por el presidente
Manuel Ávila Camacho) y los medios de transporte, se comenzaron

48
a diseñar proyectos que mejorarán la funcionalidad de las calles y el
estilo de vida de los capitalinos y turistas.

Cuadro 1.1 Crecimiento demográfico de la Ciudad de México,


el Distrito Federal y el Área Metropolitana
1940-1960 (miles)75

Lugar/Año 1940 1950 1960 Cambio


Porcentual

Ciudad de 1448 2249 2829 95.37%


México

Distrito Federal 1645 3240 5178 214.77%


Área 1758 3136 5381 206.09%
Metropolitana

El Departamento del Distrito Federal inició el desarrollo de


diversos proyectos específicamente en los ámbitos políticos,
sociales y de infraestructura urbana. Según la Ley Orgánica del
Departamento del Distrito Federal, publicada en el Diario Oficial el 31
de diciembre de 1941, las zonas en las que se encontraba dividida
su territorio eran: la demarcación Ciudad de México y las
delegaciones Villa Gustavo A. Madero, Azcapotzalco, Iztacalco,
Coyoacán, Villa Álvaro Obregón, Magdalena Contreras, Cuajimalpa,
Tlalpan, Iztapalapa, Xochimilco, Milpa Alta y Tláhuac. Su gobierno

75 Tomado de Diane E. Davis, El Leviatán Urbano. La ciudad de México en el siglo


XX, Trad. de Eduardo L. Suárez, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, p.
472. Acortamos la temporalidad de este cuadro debido a que la tabla llegaba hasta
1990; para nuestro tema sólo tomamos los datos de 1940 a 1960 (el cálculo de la
última columna es nuestro). El Área Metropolitana comprende los municipios del
Estado de México que circundan los límites de lo que fue el Distrito Federal.
49
estaba a cargo de un Jefe del Departamento designado por el
presidente de la república.76

Concluida la Segunda Guerra Mundial, la inversión extranjera


(principalmente de Estados Unidos) quiso volver a posicionarse en
territorio mexicano. Uno de los principales cambios que traerían
estas nuevas intromisiones económicas se dio a principios de 1946,
justamente un día antes de que Miguel Alemán fuera nombrado
como el candidato oficial por la presidencia: el Partido de la
Revolución Mexicana (PRM) fue uno de los logros obtenidos por
Lázaro Cárdenas durante su mandato ya que su estructura daba
prioridad a los militares y los sectores obrero y campesino; sin
embargo, durante el sexenio de Ávila Camacho comenzaron a
integrarse diversos personajes recién salidos de diversas
instituciones educativas públicas que buscaron colocarse en los
ámbitos de la política y la economía nacional.

Fue así que se creó el Partido Revolucionario Institucional


(PRI) que tenía como base una ideología nacional-revolucionaria ya
que buscaba: 1. Integrar al país en el desarrollo capitalista (modelo
similar a su vecino del norte); 2. Colocar al Estado como eje principal
del desarrollo del país; 3. Constituir la propiedad nacional; y 4. Que el
Estado fuera el árbitro frente a las clases sociales (especialmente la
emergente clase media).77 Este nuevo partido, como señala Soledad

76 Gerardo G. Sánchez Ruiz, “El proceso industrializador y la reconformación de la


ciudad 1940-1952”, en La ciudad de México en el periodo de las Regencias 1929-
1997. Dinámica Social, Política y Producción Urbano Arquitectónica, México,
Universidad Autónoma Metropolitana unidad Azcapotzalco, División de Ciencias
Sociales y Humanidades, Gobierno del Distrito Federal, 1999, p. 107.
77 Francisco Reveles Vázquez, “La estructura de un partido corporativo en

transformación”, en Francisco Reveles Vázquez (Coord.), Partido Revolucionario


50
Loaeza, “se presentó como una organización nacionalista, que no
antiimperialista, pluriclasista y comprometida con el sistema
democrático de gobierno”.78

Al llegar Miguel Alemán a la presidencia se fijó en todos los


cambios realizados por Ávila Camacho tratando de mejorar la imagen
del país ante los inversionistas extranjeros. Su política consistió en
una nueva ideología enfocada hacia en el bienestar nacional basada
en la modernización del sector agropecuario y una industrialización
de las ciudades y sus periferias. Esto se lograba gracias a que en el
sexenio anterior “se pudo invertir de manera sostenida más del 12%
del Producto Interno Bruto (PIB), y, de esa inversión, el 40%
correspondió al sector público”.79 Sin embargo, Alemán prefirió tomar
un modelo económico de sustitución de importaciones, es decir, que
se imponía una restricción de las importaciones extranjeras para la
economía nacional aplicando restricciones y cuotas como aranceles
aduaneros. De tal forma, se incrementaban las medidas e impuestos
a los inversionistas que quisieran ingresar nuevos productos del
extranjero, y de manera inversa a los que exportaran productos
nacionales.

En su discurso de toma de protesta el primero de diciembre


de 1946, Alemán definió su gobierno como defensor de la unidad

Institucional: crisis y refundación, México, UNAM, Facultad de Ciencias Políticas y


Sociales, Ediciones Gernika, 2003, p. 48.
78 Soledad Loaeza, “Modernización Autoritaria a la sombra de la Superpotencia,

1944-1968”, en Erick Velásquez García et al, Nueva Historia General de México,


México, El Colegio de México, 2010, p. 657.
79 Lorenzo Meyer, “De la estabilidad al cambio”, en Historia General de México.

Versión 2000, México, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, 2000, p.


887.
51
mexicana en los ámbitos material y espiritual. Helia D’Acosta definió
esta ideología como:

[…] un sistema de ideas políticas económicas, sociales y


culturales, concebido y aplicado en función de la realidad
mexicana, con la mira de obtener el mejoramiento integral,
individual y colectivo, de los habitantes de la República
Mexicana.
Dos son las causas principales generadoras del Alemanismo
en México:
1. La necesidad de lograr de una vez por todas el progreso
nacional en los órdenes material y espiritual; y
2. la necesidad de resolver los problemas que impiden o retrasan
dicho imperativo, con nuestros propios recursos, principios y
procedimientos.80

El alemanismo tenía como objetivo primordial el llevar la modernidad


industrial al campo y luego hacia la ciudad. Estos cambios tenían
que comenzar bajo la implementación de la tecnología que era traída
por los inversionistas y por las nuevas relaciones comerciales con
diversos países. Alemán consideraba que la institucionalización de
su nuevo partido (el PRI) y estas nuevas medidas serían el producto
final de la lucha armada iniciada en 1910.

Sin embargo, no todos estaban de acuerdo con la política


alemanista en cuanto a la institucionalización de los logros de la
Revolución Mexicana. Uno de estos reclamos que mayor impacto
tuvo fue el texto del historiador Daniel Cosío Villegas titulado “La
Crisis de México”.81 En él, se exponía brevemente la historia del
movimiento revolucionario y cómo es que la élite política alemanista
olvidó los propósitos principales de caudillos como Villa y Zapata al

80 Helia D’Acosta, “Orígenes”, en Alemanismo. Teoría y Práctica del Progreso en


México, México, Libros de México, 1952, p. 9.
81 Daniel Cosío Villegas, “La Crisis de México”, en Cuadernos Americanos, Año VI,

Vol. XXII, núm. 2, marzo-abril de 1947, pp. 29-55.


52
institucionalizarse dicha causa. A pesar de que el PRI señalaba que
entre sus aspiraciones se encontraba la conquista material para dar
pasó al tan anhelado progreso, Cosío Villegas veía en el gobierno
una “revolución exhausta” ya que el poder seguía manteniéndose en
pequeños grupos de líderes y extranjeros, además de que había una
enorme desigualdad dentro de la sociedad mexicana.82

Mientras tanto, la administración del entonces Departamento


del Distrito Federal (DDF) durante los años 40 estuvo bajo el mando
de dos personajes: Javier Rojo Gómez y Fernando Casas Alemán.
El primero, designado por Manuel Ávila Camacho, había logrado
cierta autonomía en el DDF al proponer ante el Ejecutivo que se
cambiara el nombre de Departamento por Gobierno del Distrito
Federal y, por lo tanto, el regente se convertía en gobernador con lo
que se le otorgaban diversas facultades no sólo como un mero
funcionario más del gabinete presidencial.83

Al terminar el sexenio, Rojo Gómez fue sustituido por


Fernando Casas Alemán,84 por lo que el presidente decidió anular la
gobernabilidad propia del Distrito Federal reasignándole el nombre
de Departamento, quedando de nuevo la responsabilidad y mandato
directamente en el Poder Ejecutivo, por lo que el Jefe del
Departamento volvía como encargado de la administración del

82 Stephen Niblo, “La Contrarrevolución de Alemán”, en México en los Cuarenta.


Modernidad y Corrupción, Trad. de Enrique Mercado, México, Océano, 2008, p. 210.
83 Ma. Cristina Sánchez-Mejorada, “Las bases políticas e institucionales del gobierno

de la ciudad”, en Rezagos de la modernidad: memorias de una ciudad presente,


México, Universidad Autónoma Metropolitana, 2005, p. 39 (Cultura Universitaria,
Serie Ensayo, 83).
84 En algunas fuentes se ha remitido la relación personal de Fernando Casas

Alemán con el presidente Miguel Alemán como su sobrino. Más adelante veremos
que este probable lazo familiar pudo haber influido en una de las campañas morales
dirigidas por Casas Alemán durante su mandato como regente de la capital del país.
53
territorio nombrando a sus delegados de manera libre con base en
los lineamientos exigidos.85

La inversión privada también se hacía visible en la


arquitectura de la ciudad, y un ejemplo claro de ello es la
construcción de la torre de la Compañía de Seguros la
Latinoamericana, el primer rascacielos de México y América Latina.
El edificio contó (y aún cuenta) con más de 44 pisos de altura donde
se asentaron diversas oficinas de ésta y otras compañías. Su
construcción inició en 1947 y finalizó en abril de 1956. Quizá es este
el edificio más representativo de su época ya que su diseño y
planeación dio paso a que en diversas partes de la ciudad
comenzaran a construirse edificios altos y rascacielos al mero estilo
estadounidense.

Muchos de los planificadores y arquitectos del entonces


Departamento del Distrito Federal conocían los trabajos de los
teóricos urbanistas del momento para construir una nueva imagen
en la ciudad y las zonas en las que la población se incrementaba.
Tal fue el caso de Mario Pani quien se apropió de algunas ideas del
arquitecto urbanista francosuizo Charles-Édouard Jeanneret-Gris,
mejor conocido como Le Corbusier, al proponer una ciudad en la que
la arquitectura y las áreas verdes estuvieran en perfecta armonía. 86
De ahí que la ciudad adoptara un toque modernista y funcional para
aquellos que transitaran por las nuevas calles y avenidas. Dos
ejemplos claros son la ampliación de la avenida Paseo de la
Reforma, que se expandió hacia el norte, atravesando la avenida
85 Raúl Contreras Bustamante, “El Distrito Federal como dependencia
Administrativa”, en La Ciudad de México como Distrito Federal y entidad federativa:
historia y perspectiva, México, Porrúa, 2000, p. 201.
86 Sánchez Ruiz, op. cit., p. 113.

54
Manuel González; y la construcción de la Ciudad Universitaria, al sur
de la Ciudad de México, en el Pedregal de San Ángel, y que fue
planeada por los arquitectos Mario Pani y Enrique del Moral,
aplicando las ideas modernistas de la arquitectura en lo que hoy es
el recinto principal de la UNAM.

Mientras tanto en las colonias clasemedieras, como la Roma,


también se vivía un miedo feroz a cruzar las modernas calles con la
frontera rural: “el miedo de estar cerca de Romita. El miedo de pasar
en tranvía por el puente de la avenida Coyoacán: sólo rieles y
durmientes; abajo el río sucio de La Piedad que a veces con la lluvia
se desborda”.87

Pero no todos los testimonios de la época nos dejaron una


visión desoladora sobre la urbanización y expansión de la ciudad.
Salvador Novo en su Nueva Grandeza Mexicana,88 nos menciona
brevemente la expansión de la ciudad hacia las viejas colonias:

Y el problema no es menor, sino apenas menos


frecuentemente advertido o señalado, en aquellas colonias con
que la ciudad, hacia el sur, se ha unido a Tacubaya, Mixcoac, y
San Ángel, por el eslabón anti[cu]ario del Hipódromo, o hacia el
norte más allá del moderno Puente de Insurgentes, desde el
que se mira palpitar, a lo largo de Nonoalco, de Tacuba a la
vieja Calzada de Guadalupe, la vida fabril, industrial de la

87 José Emilio Pacheco, Las Batallas en el Desierto, 3a. ed., México, Era, 2011, p.
14.
88 Escrita en 1946, la crónica de Novo nos detalla a grandes rasgos los orígenes y el

desarrollo que la Ciudad de México ha tenido a lo largo de sus casi cinco siglos de
historia. La narración trata de una visita guiada que el autor da a un amigo
extranjero. Este trabajo resultó de un concurso de ensayos sobre la ciudad en ese
mismo año; Novo, al parecer, participó con un pseudónimo y resultó ganador. El
premio constó de tres mil pesos que donó generosamente para la construcción de la
nueva Ciudad Universitaria que albergaría a la UNAM. Véase la breve nota
introductoria de Óscar Kaufmann Parra (sobre la edición de los diez años de esta
publicación), “Unas Palabras sobre el Autor”, en Salvador Novo, Nueva Grandeza
Mexicana. Ensayo sobre la Ciudad de México y sus Alrededores, México, La Prensa,
1956, p. XIX-XXIV (Populibros La Prensa, 2).
55
ciudad, a mano de sus transportes ferrocarrileros centralizados
en Buenavista desde que el progreso urbano los expulsó de
una Estación Colonia que hoy miramos, mi amigo y yo,
substituída por un limpio, ancho, hermoso, asoleado parque. 89

Y así es como la periferia de la ciudad se convirtió en la zona donde


muchos personajes olvidados por la modernidad y el paso de la vida
urbana tuvieron que aprender a sobrevivir. En sus calles abundaron
seres que vagaron por las madrugadas entre los ruidos del
ferrocarril, los olores del humo de los automóviles. “Aquí nos tocó.
Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire”.90 Si
bien la expansión y urbanización de las zonas más representativas
de la ciudad sirvieron para tener una imagen moderna del país, las
regiones de la periferia siguieron manteniéndose en una
marginalidad extrema por la falta de servicios básicos y viviendas
dignas. Mientras esto pasaba, la ciudad se transformaba con la
apertura de diversos centros nocturnos que abundaron en esta
época.

1.4 La vida nocturna de la ciudad: sociabilidad y


cosmopolitización

Quizá lo primero que se nos ocurre al pensar sobre el periodo del


presidente Miguel Alemán es alguna película de la llamada época de
oro del cine mexicano, especialmente alguna protagonizada por
Pedro Infante, el ídolo de México; también puede llegarnos a la
mente alguna escena desarrollada en algún centro nocturno

89Novo, “Origen y Grandeza de Edificios”, en op. cit., pp. 74-75.


90 Carlos Fuentes, La Región más Transparente, Real Academia Española,
Asociación de Academias de la Lengua Española, México, Santillana Ediciones
Generales, Alfaguara, 2008, p. 539.
56
dedicado a las clases altas de la sociedad de ese entonces.
Diversos escritores han destacado que “desde el inicio del
alemanismo quedó claro que los grandes favorecidos eran los ricos;
y éstos se lucían en grandes bailes ‘de fantasía’ y ‘blanco y negro’, y
llamaban la atención con sus extravagancias”.91 Y esto tiene un
origen muy propio: a Miguel Alemán le gustaba la vida nocturna y
social que aprendió en sus múltiples visitas a Hollywood durante su
juventud como soltero; esto chocaba con la imagen de su padre, un
viejo militar revolucionario que murió en una batalla durante la
Revolución. “En contraste –señala Stephen Niblo— la ligera imagen
del hijo como playboy92 parecía menos amenazadora. Y para un
joven y brillante político la habilidad de operar en el corazón de
Hollywood no era en absoluto perjudicial para su reputación”.93

A principios de los años 40 en la Ciudad de México sólo se


contaban nueve hoteles, 16 restaurantes, siete cabarets y seis bares
“internacionales”.94 En contraparte, en colonias y zonas industriales
abundaron diversos centros nocturnos y prostíbulos llegando a
contarse más de cuatro mil cabarets y 200 lupanares.95 Esto cambió

91 José Agustín Ramírez Gómez, “La Mano Dura (1946-1952)”, en Tragicomedia


Mexicana I. La vida en México de 1940 a 1970, México, Planeta, Booket, 2007, p.
76.
92 Según el Oxford Dictionary, playboy es definido como: “un hombre adinerado que

pasa su tiempo disfrutando de sí mismo, sobre todo comportándose de manera


irresponsable o sexualmente promiscuo”. Su origen data del siglo XVII para los
actores (play+boy) pero es en el siglo XIX cuando adopta este significado
http://www.oxforddictionaries.com/es/definicion/ingles/playboy (Consultado el 04 de
noviembre del 2015). Para el contexto que estamos definiendo no debe confundirse
con el prototipo de varón que Hugh Hefner propone en la publicación del mismo
nombre en Estados Unidos. [La traducción es del autor de esta tesis]
93 Niblo, “La Selección de 1946”, op. cit., p. 144.
94 Ibídem, “Mosaico de una época”, p. 49.
95 Sergio González Rodríguez y Enrique Flores, “La ciudad de las noches y

soledades”, en Elsa Fujigaki Cruz y Ricardo de León Banuet (Coords.), Asamblea de


ciudades años 20s/50s, ciudad de México. Museo del Palacio de Bellas Artes en
1992: catálogo, México, Museo del Palacio de Bellas Artes, 1992, p. 154.
57
radicalmente gracias al incremento económico y a las inversiones
foráneas en la capital durante el sexenio alemanista: los centros de
convivencia aumentaron debido a la llegada de turistas nacionales y
extranjeros ya que veían en la ciudad un nuevo punto de
entretenimiento. Entre 1946 y 1955 aumentó el número de
restaurantes, cafés, clubes, cines y centros nocturnos que ampliaron
la oferta gastronómica y de sociabilidad en la capital como puede
apreciarse en el cuadro 1.2 (al final del capítulo).

Entre los otros espectáculos y centros de entretenimiento a los


que los habitantes de la ciudad asistían se encontraban las corridas
de toros, el box y las carpas (en las que diversos artistas del cine y
teatro comenzaron su carrera escénica, como Mario Moreno
“Cantinflas” y Jesús Martínez “Palillo”); éstas últimas se instalaban
en zonas populares como Tepito, Niño Perdido, Bucareli, Garibaldi y
La Viga.96 Sus espectáculos variaban desde una rutina cómica entre
dos personajes hasta la interpretación de actos de baile y musicales.
En estos lugares sólo se pagaba una entrada relativamente barata a
la que se accedía a la carpa. En cambio, conciertos de gala en el
Palacio de Bellas Artes u obras teatrales en recintos como el Teatro
Lírico, Esperanza Iris, Arbeú, Colón o el Principal, tenían precios y
disponibilidades que no cualquiera podía permitirse.

En los cabarets y dancings se vivía la noche de manera


diferente pues sus asistentes iban regularmente después de sus
jornadas laborales. Así como explica Sergio González Rodríguez:

96Carlos Medina Caracheo y Carlos David Vargas Ocaña, “La Ciudad de México,
1935-1945”, en La Vida Nocturna en la Ciudad de México: centros nocturnos,
cabarets y burdeles 1935-1945”, Tesis de licenciatura en Historia, México, UNAM,
Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán, 1996, p. 12.
58
Vivir en el antro en cualquiera de sus formas conduce a detener
el tiempo por unas horas, entrar en el hechizo de los riesgos y el
calor colectivo. Mito o laberinto, el antro permite la única entrada
al país de nunca jamás asequible a todos, el convencimiento
placentero de flotar entre las fronteras extremosas de lo bueno y
lo malo ante la elección individual. Eso que sólo puede
disfrutarse un instante antes de desvanecerse en el aire, con la
mañana encima.97

En estos lugares sonaban los ya clásicos danzones, boleros, la


rumba y el mambo, ritmos que diversas bandas tropicales del Caribe
y afroantillanas (cubanas, especialmente) trajeron al país.98 Sin
embargo, debemos diferenciar qué eran los centros nocturnos, los
cabarets, los dancings y los burdeles y qué tipo de espectáculo
ofrecían.

De acuerdo con el autor de Los bajos fondos, los centros


nocturnos o clubes eran los establecimientos que tenían un aire
cosmopolita, es decir, aquellos lugares donde hubiera cierta
exclusividad y elegancia para sus asistentes. En ellos se
acostumbraba tener un espectáculo musical —con artistas
nacionales o extranjeros—, de baile o de actos circenses, mientras
los clientes degustaban de diversas bebidas o alimentos
“internacionales”.99 Generalmente estos lugares tenían una pista de
baile al centro y alrededor de ella mesas; al frente había una

97 Sergio González Rodríguez, “Regreso al antro”, en Los bajos fondos. El antro, la


bohemia y el café, 2a. ed., México, Cal y Arena, 1989, p. 90.
98 Ninón Sevilla, actriz y rumbera de la época dorada del cine mexicano, cuenta en

una entrevista: “Una de las cosas importantes [que hice en el cine mexicano] es que
enriquecí al medio con ritmos y artistas nuevos. Trabajé acá con Damaso Pérez
Prado, a quien conocía como excelente arreglista; traje el mambo, el calipso, la
cumbia… Pérez Prado y yo le pusimos ritmo a aquellos años de la vida en México.”
Cristina Pacheco, “Ninón Sevilla: la estrella que vino del mar”, en Los Dueños de la
Noche, México, Plaza & Janes Editores, 2001, p. 21.
99 González Rodríguez, op. cit., p. 79.

59
orquesta o banda que tocaba toda la noche hasta que cerrara el
local. Entre sus asistentes acudían políticos, intelectuales, artistas de
renombre y gente de clases sociales acaudaladas. Fueron estos
lugares los que más mostró el cine mexicano en su llamada época
dorada pues con ellos se reflejaba perfectamente la imagen de una
ciudad (y una sociedad) moderna donde fluctuaba el dinero.

Mientras que los clubes nocturnos tenían espacio para


consumir y bailar, no ocurría lo mismo en los dancings. Estos
lugares eran enormes espacios abiertos donde la gente bailaba por
todo el local mientras se servían diversas bebidas y las bandas
tocaban danzones y rumbas. Los asistentes más asiduos a bailar
eran obreros, jóvenes y muchachas que buscaban pasar ratos
agradables al son de la orquesta, al igual que personajes como el
fifí, el tarzán y el pachuco.100 Además del baile en el dancing:

[…] se liga, se bebe, se alardea, se habla o se platica (no es lo


mismo), se observa el conjunto y está dicho que ahí se sabe
todo aquello que los asistentes hacen, incluidos el enojo, la
carcajada, el ligue, la lisonja, el lloriqueo de borracho y la
caminata apresurada o tambaleante hasta el baño. En ese
espacio sí es posible bailar percibiendo, casi sin verlos, los
pasos del contrincante o de la Dulcinea, del compañero o de la
suegra. Rápidamente se socializan, allí, sonrisas, capacidades
dancísticas, sonidos, gestos, relaciones, moralidades e
inmoralidades. Se sabe quién mueve más el bote y cómo lo
hace. Se critican las vestimentas. Hasta se sabe si los zapatos
quedan grandes. Se perciben modas, limitaciones,

100 Novo. “Regalos, Ocasiones de Contento”, en: op. cit., p. 39. El Fifí era un
“Hombre presumido y que se ocupa de seguir las modas”. Tarzan era aquél varón
que tenía una condición física musculosa y acudía a bailar con ropa ajustada para
resaltar sus cualidades corporales. Los pachucos fueron estos personajes que
vestían trajes holgados, saco con enormes hombreras, zapatos de charol y un gran
sombrero con una pluma de adorno. El pachuco más famoso de todo el país fue el
actor Germán Valdés Tin-Tan al salir en muchas de sus películas con esta
vestimenta llamada zoot-suit.
60
enfermedades y vicios. El olor exclusivo de los dancings es el
resultado de sus espacios y la atmósfera varía según la hora y
la estación del año.101

De los dancings más famosos de ese entonces podemos


mencionar el Salón México, que se ubicaba en las calles de
Pensador Mexicano y 2 de Abril en el corazón de la ciudad; el Club
Smyrna, ubicado en la calle de San Jerónimo, número 47; y el
Colonia, en la colonia Doctores. También en la avenida de San Juan
de Letrán (hoy conocida como Eje Central) había diversos tipos de
dancings. Damaso Pérez Prado recuerda:

Sí, la ciudad me encantó. Sobre todo la calle de San Juan de


Letrán. A las dos de la mañana la gente no cabía. Me fascinó
por ancha, por viva, por llena de personas que iban al teatro, al
cine, a los bailes. Aquel México era fascinante.

-¿Dónde tocaba usted en ese momento?

-En el Salón Brasil, donde me conoció Félix Cervantes, el


dueño del Teatro Margo. Me oyó, me llamó: “¿Cuánto
quiere ganar por trabajar conmigo?” Le dije: “No sé nada de
sueldos ni esas cosas”. Me contestó: “Le pago 50 pesos y
le formo la orquesta”.102

Mientras que en los centros nocturnos tenían como función especial


el ofrecer espectáculo y baile a sus asistentes, el cabaret se convirtió
en el lugar donde se confabulaban en mayor medida la prostitución,
las drogas y el alcohol.

Se puede definir al cabaret como el punto de reunión en el


que los hombres acudían en busca de servicios de compañía

101 Dallal, “El dancing mexicano”, en op. cit., p. 291.


102 Pacheco, “Damaso Pérez Prado: Paseando por San Juan de Letrán”, en op. cit.,
p. 181.
61
(fichaje) o sexuales a cambio de una paga. En él, las “mujeres […]
esta[ba]n dispuestas a bailar y acompañar a los clientes,
acompasados al ritmo del cadencioso danzón, el romántico bolero o
una fogosa rumba.”103 Estos lugares se localizaban en la llamada
Zona de Tolerancia que incluía las avenidas Cuauhtemotzín, Paseo
de la Reforma, San Juan de Letrán y la Calle del Órgano; pero
también en lugares donde hubiera gran movilidad de gente
(especialmente de noche) en colonias como Obrera, Guerrero,
Nápoles, Doctores, Santa María la Redonda, Juárez,104 así como en
la zonas industriales que se localizaban alrededor de la Ciudad de
México.

A diferencia de lo que había en un cabaret, los burdeles eran


exclusivamente para el servicio prostibulario. También llamados
“casa de citas”, estos lugares estaban manejados generalmente por
una matrona en grandes mansiones discretas con muchas
habitaciones. El objetivo principal de los burdeles consistía en servir
sexualmente a los clientes quienes podían escoger libremente a la
persona con quien pasar la noche a cambio de un pago adelantado,
por lo que no se tenía que fichar o hacer acompañamiento como en
los cabarets, donde las prostitutas tenían que llevar a los hombres a
su casa u hotel. Novo, quien no perdía detalle sobre la vida de la
ciudad, dejó una crónica de cómo era la actividad cotidiana en un
burdel:

Aquellas casas eran, para empezar, grandes. Mayores, desde


luego que las de quienes por una soñada noche escapaban a
la estrechez monótona de su domesticidad, para pasar lo que

103 Medina Caracheo y Vargas Ocaña, “Lugares característicos de la vida nocturna”,


en op. cit., p. 21.
104 Ibídem.

62
se llamaba un buen rato. Lujosas, atractivamente instaladas.
Las señoritas putas o “pupilas”, administrada su conducta
profesional por la señora madrota, con la delicada pericia con
que un buen director de orquesta maneja las cuerdas y los
alientos: a las especialistas en violines o a las virtuosas del
clarinete, disponían de alcobas individuales completamente
equipadas con un lecho cuya muelle amplitud afrontara
cualquier gimnástica fantasía; espejos estratégicamente
situados para multiplicar el goce plástico, y lavabos de peltre o
porcelana para las abluciones de despedida, después de haber
discretamente depositado en el buró de cubierta de mármol el
importe convenido por el solaz. 105

La prostitución en la ciudad no sólo se encontraba en espacios


cerrados, era más común encontrar mujeres ofreciendo sus servicios
en las calles o avenidas de mayor tránsito a altas horas de la noche
y en los barrios pobres. Pero este oficio no era exclusivo de mujeres,
también había hombres que ofrecían sus servicios sexuales a otros
hombres en cabarets, burdeles o en la misma calle, como en “la viva
y venenosa calle de San Juan de Letrán” que Efraín Huerta
menciona en su Declaración de Odio.106

La vida nocturna fue casi exclusivamente para el público


masculino. Los grandes centros de ocio como clubes, cabarets,
dancings y burdeles tenían una preferencia para los varones que
tenían el dinero y las necesidades propias que bien podían cumplir
en una noche. Las mujeres que asistían a estos centros nocturnos
acudían como bailarinas, rumberas, ficheras o prostitutas, a menos
que fueran mujeres adineradas o del ámbito del espectáculo que

105 Salvador Novo, “Los burdeles y la decadencia de la conversación”, en Las Locas,


el Sexo, los Burdeles, Prólogo de Luis Guillermo Piazza, México, Editorial Diana,
1979, p. 79.
106 Efraín Huerta, “Declaración de Odio”, en Poesía en Movimiento. México 1915-

1966, Selecciones y notas de Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y
Homero Aridjis, 3a. ed., México, Siglo XXI Editores, 1995, p. 242.
63
asistían a cabarets de primera categoría. Las empleadas de estos
lugares eran calificadas moralmente como “el pecado andante” por
lo que debían rectificar su camino ante Dios y ante la sociedad. En
una entrevista, Yolanda Montés “Tongolele” describe que ella fue
duramente criticada por ser una estrella famosa:

A veces los sacerdotes reparten hojitas en sus pueblos para


prevenir a los habitantes contra mí. Dice algo así como:
“Llegará Tongolele. Alejen a sus familias del pecado”. Otras
veces van a visitarme al teatro delegaciones de señoritas hijas
de no sé qué…Quiero decir, hijas de alguna virgen o un santo.
Van a pedirme que me aparte de lo que suponen mi “vida de
vicio y pecado”, aseguran que rezan para salvarme. Lo más
chistoso es que después me piden que trabaje en funciones de
beneficio, ¿qué te parece? Yo, claro, lo hago con mucho
gusto.107

Esta imagen de la mujer pecadora se relacionó con las estrellas de


la rumba de los años 40 y parte de los 50. Artistas como Ninón
Sevilla, Rosa Carmina, Su Mu Key, y demás actrices-bailarinas
mostraron una sensualidad prohibida que la doctrina católica
enseñaban a los feligreses. El cine utilizó muy bien estos recursos
para hacer cintas con temáticas centradas en las rumberas, donde la
música transformaba a estas mujeres y, a veces, les hacía pagar un
precio caro, o las femmes fatales (María Félix es quizá la diva que
mejor supo representarlas) que atraían a los hombres, pero no se
dejaban sucumbir ante el deseo.

Por su parte, los homosexuales que habitaban en la capital


tuvieron que aprender en la clandestinidad de la noche, por lo que
fueron encontrando ciertos espacios para ellos en algunos centros

107 Pacheco, “Tongolele: en el arte lo que cuenta es el estilo”, en op. cit., p. 31.

64
nocturnos. Octavio Paz analizó la imagen del homosexual como algo
tolerado mientras se siguieran los roles sociales establecidos. Al
respecto señala que:

Es significativo […] que el homosexual masculino sea


considerado con cierta indulgencia, por lo que toca el agente
activo. El pasivo, al contrario, es un ser degradado y abyecto.
El juego de los “albures” —esto es, el combate verbal hecho de
alusiones obscenas y de doble sentido, que tanto se practica
en la ciudad de México— transparenta esta ambigua
concepción. Cada uno de los interlocutores, a través de
trampas verbales y de ingeniosas combinaciones lingüísticas,
procura anonadar a su adversario; el vencido es el que no
puede contestar, el que se traga las palabras de su enemigo. Y
esas palabras están teñidas de alusiones sexualmente
agresivas; el perdidoso es poseído, violado, por el otro. Sobre
él caen las burlas y escarnios de los espectadores. Así pues, el
homosexualismo masculino es tolerado, a condición de que
se trate de una violación del agente pasivo. Como en el caso
de las relaciones heterosexuales, lo importante es “no abrirse”
y, simultáneamente, rajar, herir al contario.108

Después de la Revolución, los hombres defendían su masculinidad


aludiendo a la imagen del charro con pistola en mano. La gente que
habitaba en las múltiples zonas populares de la ciudad se
identificaban con estos personajes: tal fue el caso de Pedro Infante
que se convirtió en un “ídolo nacional” debido a su acercamiento con
la gente de estratos sociales bajos. Con su figura fornida, una voz
inigualable con la que grabó más de trescientas canciones y su fama
de mujeriego, logró lo que otros charros (como Jorge Negrete) no
habían conseguido. Una entrevista realizada por Cristina Pacheco
da cuenta de esta relación:

108 Octavio Paz, “Máscaras mexicanas”, en El Laberinto de la Soledad, 3a. ed.,


México, Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 43 (Popular, 471). [Las negritas son
del autor de esta tesis]
65
México ha tenido muchos ídolos conocidos en la música. Ahí lo
tienen, Jorge Negrete que, dice la gente, incluso cantó ópera y
todo. Lo admiramos, pero nunca nos sentimos muy
identificados con él. ¿Por qué? Bueno, voy a explicarlo de una
manera sencilla: Negrete comía pan, mientras que Pedro comía
tortillas como todos nosotros.109

Pero la vida e identidad de los homosexuales era una parte de la


cotidianidad de la Ciudad de México y que fue formándose poco a
poco en determinados lugares. Los bares tuvieron un papel esencial
en esta época porque era el espacio masculino por excelencia y
donde el ligue y el ambiente se conjugaron en un solo lugar.

Tuvo que transcurrir casi medio siglo desde el escándalo


ocurrido por el “baile de los 41” para que los homosexuales pudieran
reunirse en ciertos lugares bajo el resguardo del alcohol y la música.
Sin embargo, las regulaciones policiacas seguían estando en su
contra ya que de vez en cuando había redadas; por ello es que
tenían que ir con dinero extra para pagar su multa (o mordida) y por
lo que consumieran en el centro nocturno.

Esta nueva forma de sociabilidad estuvo muy ligada con lo


que ocurría en Estados Unidos, ya que en los años 40 y 50 fueron el
detonante para que los homosexuales establecieran puntos de
contacto, así como lazos socioafectivos. De igual forma, en la
Ciudad de México muchos encontraron un refugio en los cabarets y
centros nocturnos para tener encuentros sociales sin los peligros a
los que se exponían en la calle, tema que abordaremos en el
siguiente capítulo.

109 Pacheco, “Pedro Infante no ha muerto”, en op. cit., p. 220.


66
Cuadro 1.2 Lugares de esparcimiento en la
Ciudad de México1946-1956110

Teatros Cines Restaurantes Restaurantes Cafés Cabarets Cabarets Dancings Dulces y Neverías
Internacionales Mexicanos (1ª Clase) (2ª Clase)

• Principal • Alameda • Sanborns • Fonda • Acapulco • Patio • Leda • Dreamland • Dulcería de Celaya
• Esperanza • Metropolitan • Lady Baltimore Santa Anita • Tupinamba • Rossignol • El Burro • Parisién • La Flor de Tabasco
Iris • Máximo • Kiko’s • Las • Café Paris • Ciro’s • Java • Pirata • Zahler’s
• Arbeu • Briseño • Circulo Vasco Cazuelas • Fornos • Minuit • La Rata • Salón México • La Flor de Guerrero
• Fabregas • Goya • Club France • Taquito • Express • Casanova Muerta • Colonia • El Negrito
• Colón • Modelo • Prendes • Los Charros • Chufas • Sans Souci • Mata Hari • Los Ángeles • París
• Lírico • Odeón • Papillón • Tenampa • Flor de México • El Retiro • Linterna • California • Los Tranvías
• Follies- • Friné • Cucaracha • Norteños • El Globo • Río Rosa Verde Dancing Club
Bergere • Jockey Club • Centro Gallego • La Blanca • La Gacela • Waikiki • La Fuente • Smyrna
• Colonial • Parisiana • Manolo • Tacuba • Abel • Conchita
• Tívoli • Casino • Tampico Club • Eréndira • La Concordia • Patria
• Margo • San Hipólito– • Morocco • Donaji • Don Quijote • Clave Azul
Monumental • Lincoln • Monotes (Hotel Regis) • Bagdad
• Venecia • La Vie • Chinos (Callejón • Orangerie • Estambul
• Salón Rojo Pariesienne de Dolores) • Agua Azul • Ba-Ba-Lú
• Palacio • Bellinghausen • El Moro • Guadalajara • Tranvía
• Mundial • Tío Hupfer • La Ópera de Noche • El Cisne
• Rex • Cisne • Molino Rojo
• Teresa • Zandam • Olímpico
• Savoy • Restaurante • Imperio
Chapultepec • Atzimba
• Salón Bach • 5to. Patio
• La Fama Italiana • Can Can
• Teka • Lupe
• Butch’s
Manhattan
• Ambassadeurs

110 Cuadro realizado con datos obtenidos de: Salvador Novo, Nueva Grandeza Mexicana. Ensayo sobre la Ciudad de México y sus Alrededores,
Prólogo de Óscar Kaufmann Parra, México, La Prensa, 1956, 161 pp. (Populibros La Prensa, 2); Armando Jiménez, Sitios de rompe y rasga en
la Ciudad de México: salones de baile, cabarets, billares, teatros, México, Océano, 1998, 280 pp.; y Sergio Peralta Sandoval, Hotel Regis:
historia de una época, México, Diana, 1996, 175 pp.
67
Capítulo Dos

Cabarets y centros nocturnos:


espacios homosociales

El hecho de que hubiera una gran proliferación de centros nocturnos


en la Ciudad de México en estos años no significó que la población
en general lo haya aprobado de manera grata. Algunos grupos
conservadores vieron con malos ojos que la sociedad se hundiera en
el vicio: incluso figuras políticas y autoridades realizaron jornadas
moralizadoras contra los locales y establecimientos dedicados al
espectáculo.

En esta época la Iglesia seguía siendo uno de los pilares


educativos y morales para los mexicanos, por ello gran parte de las
enseñanzas que las madres daban a sus hijos estaban bajo la
influencia de la catequesis católica. A pesar de que los valores
norteamericanos eran una novedad en el país —especialmente en
medios como el cine y la televisión— la Iglesia aprovechó esto para
difundir sermones contra el pecado extranjero; y aunque Estados
Unidos tuvo una gran influencia económica y política, los católicos
no aprobaban que los protestantes angloparlantes buscaran imponer
sus preceptos morales ante el pueblo mexicano. En lo que sí se
mostró a favor fue en apoyar a los vecinos del norte en sus políticas
anticomunistas, siendo la Iglesia y las mujeres elementos
importantes de apoyo a estas medidas. Soledad Loaeza describe
perfectamente cómo es que el catolicismo se impuso, de manera
tajante, contra los valores liberales de los Estados Unidos:

Históricamente, los Estados Unidos han sido un


adversario odiado por la Iglesia por su promoción

68
enérgica del protestantismo que era, para los católicos
mexicanos, una amenaza aterradora. Muchos de ellos
temían y criticaban las consecuencias destructivas sobre
la familia en diversos hábitos o en instituciones
identificadas con la sociedad norteamericana tales como
el divorcio, la anticoncepción, las actitudes permisivas
hacia las mujeres, la moda, las escuelas de educación, el
rock and roll y la sexualidad precoz en los jóvenes. Por lo
tanto, aunque la Iglesia reconociera papel de liderazgo de
los Estados Unidos en la lucha contra el comunismo,
quería proteger a la sociedad mexicana de la influencia
cultural que inevitablemente acompaña presencia de
Estados Unidos en las sociedades extranjeras. 111

Por otra parte, las instancias del Estado hacían su propio papel
moralizador: en diciembre de 1940, la Procuraduría de Justicia del
Distrito Federal realizó una campaña contra las “masajistas” que
laboraban en algunos burdeles clandestinos y casas de juegos de la
ciudad. Algunos de estos lugares estuvieron respaldados bajo el
poder de gente “influyente”, por lo que los dueños de los antros no
dudaron en realizar demandas contra el director de la Procuraduría e
incluso exigiendo su renuncia.112

Estas campañas tenían como fin regular los establecimientos


y centros del vicio, así como la detención de prostitutas y quienes se
dedicaban al comercio sexual. De hecho, se supo del caso de una
“Compañía Panamericana de Diversiones” que se dedicaba al
manejo de trata de blancas con jóvenes mexicanas, quienes eran
enviadas a Panamá con la excusa de trabajar como modelos o

111
Soledad Loaeza, “Mexico in the Fifties: Women and Church in Holly Alliance”, en
Women’s Studies Quaterly. Gender and Culture in the 1950s, Vol. 33, núm. 3-4, The
Feminist Press at the City University of New York, otoño-invierno, 2005, p. 148. [La
traducción es del autor de esta tesis]
112 Carlos Medina Caracheo, “Y después, aquí… en la ciudad de los cuarenta”, en El

Club de Medianoche Waikikí: un cabaret de “época” en la ciudad de México, 1935-


1954, Tesis de Maestría en Historia de México, México, UNAM, Facultad de Filosofía
y Letras, Instituto de Investigaciones Históricas, 2010, p. 50.
69
edecanes siendo remuneradas con un salario de 40 a 50 dólares. Sin
embargo, estas mujeres trabajaban en cabarets como meseras y
nudistas en calidad de rehenes, por lo que en 1942 la Secretaría de
Relaciones Exteriores declaró que “ninguna joven mexicana saldría
hacia Panamá”.113

A finales de 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho


dispuso por medio de un decreto presidencial que se celebrara una
Asamblea contra el Vicio, donde se analizaran desde diversas
perspectivas el problema de la prostitución, el alcoholismo, los
cabarets y los centros nocturnos que iniciaban su proliferación en la
ciudad. Dicha asamblea se celebró del 15 al 22 de febrero de 1944
nada más y menos que en el recinto del Palacio de Bellas Artes. En
el discurso de inauguración el licenciado José Ángel Cisneros
reconoció la problemática de la prostitución y a la que juzgó como un
“mal necesario” desde tiempos inmemorables.114

Para mayo del mismo año, el Departamento del Distrito


Federal decidió elaborar tres nuevos reglamentos para evitar los
vicios en la ciudad, derivados de la asamblea realizada cuatro meses
antes: uno, sobre los “Expendios de pulque, aguamiel o tlachique”;
otro sobre la “Venta de Cerveza en el Distrito Federal”; y el más
importante, un “Reglamento de Cafés Cantantes o Cabarets y
Salones de Baile”.

113 Ibídem, p. 51, apud Ana Luisa Luna, “Nada nuevo bajo el Sol” en La crónica
Policiaca en la ciudad de México. Nota Roja 40’s, México, Diana, 1993, pp. 53-54.
114 Ibídem, p. 52.

70
2.1 Regulaciones de los centros nocturnos en el Distrito Federal

Esta nueva reglamentación definió los tipos de establecimientos que


hubo en la capital del país, incluyendo las zonas de tolerancia,
prostitución o locales clandestinos que se encontraban en colonias
alejadas de la Zona Centro. El reglamento entendía por Café
Cantante o Cabaret al “sitio de diversión que reúna las condiciones
siguientes: tener servicio de restaurante en forma completa,
orquesta, permanentemente algún espectáculo de los llamados
variedades, así como un espacio para que bailen los
concurrentes”.115 Sobre los espectáculos de variedades se incluían
los de baile estelarizados por las rumberas de la época con música
caribeña, el cha-cha-chá y el recién creado mambo por Damaso
Pérez Prado. El cine de la época de oro mostró perfectamente este
tipo de actos en los que los comensales disfrutaban de un show
musical o artístico con Toña la Negra, Agustín Lara o algún cantante
reconocido.

En el caso de los salones de baile, el reglamento los definía


como: “el que se destina para que concurran personas con el objeto
principal de dedicarse a bailar”. Se diferenciaba de los cabarets
debido a que en este lugar no se podían ofrecer bebidas
embriagantes (únicamente refrescos y cervezas) ni servicio de
restaurante, además de no estar obligado a presentar un espectáculo
de variedad (podía ser opcional).116 Los asistentes a este tipo de
lugares eran las personas de estratos sociales bajos y jóvenes que

115 “Reglamento de Cafés Cantantes o Cabarets y Salones de Baile”, en Diario


Oficial de la Federación, 22 de mayo de 1944, Artículo 1, p. 15,
http://www.dof.gob.mx/nota_to_imagen_fs.php?cod_diario=188783&pagina=15&sec
cion=2 (Consultado el 10 de noviembre del 2015).
116 Ibídem, Artículo 2.

71
acudían en su mayoría a buscar pareja o bailar “muy pegadito” con
alguna parroquiana. No había formas de bailar, se perdían
inhibiciones, penas y vergüenzas.117

Un aspecto importante que resalta de este nuevo reglamento


es la diferenciación de cabarets en tipos de primera y segunda clase,
que consistía en el gasto y estructura física del local: los de primera
clase debían acreditar una inversión de más de 50 mil pesos en
muebles, enseres e instalaciones; muchos de estos lugares se
encontraban cerca de teatros o cines que daban funciones hasta
altas horas de la noche, por lo que era común que al salir de un
espectáculo la gente concurriera a un cabaret para concluir su
jornada. La vida al interior de estos centros nocturnos reflejaba una
imagen de modernidad y vida cosmopolita internacional. En
contraparte, los cabarets de segunda clase debían mostrar un gasto
de no menos de diez mil pesos, sin incluir el valor del edificio o local
donde se estableciera.118

La ubicación de estos lugares —tanto cabarets como salones


de baile— debían mantenerse alejados por lo menos 200 metros de
zonas de tránsito público como escuelas, templos, hospitales o
fábricas, así como proteger el interior del local de la vista del público
colocando una mampara119 para evitar que niños, menores de edad o
gente que no estaba de acuerdo con estos centros nocturnos pudiera
observar lo que ocurría dentro. También se exigía que quienes
atendieran al público fueran exclusivamente hombres, y se prohibía

117 Alberto Dallal, “El dancing mexicano”, en El dancing mexicano: la danza en


México. Cuarta parte, 4a. ed., México, UNAM, Instituto de Investigaciones Estéticas,
2000, p. 205. (Estudios y Fuentes del Arte en México; 70).
118 “Reglamento de Cafés Cantantes y Cabarets”, artículos 19 y 20, op. cit., p. 16.
119 Ibídem, Artículo 3, p. 15.

72
la entrada a mujeres “solas” que percibieran una comisión por
consumo (fichaje),120 aunque este tipo de actividades eran más
comunes en los cabarets de segunda categoría y en los salones de
baile donde los concurrentes bailaban con alguna damisela por la
cantidad de 20 centavos. El baile dependía de la persona interesada
pues algunas mujeres que fichaban hacían el famoso “meneadillo”
que consistía en que la mujer moviera la cintura acercándose al
varón, lo que provocaba espasmos de placer y gozo.121

Muchos de los cabarets de segunda clase y salones de baile


se establecieron en la zona conocida como La Herradura de
Tugurios, que comprendía las colonias Buenos Aires, Postal,
Nonoalco, Santiago Xochiaca, Tepito, Peralvillo y Tacubaya.122 Su
nombre derivaba de la forma que estas colonias simulaban en los
planos y mapas de la ciudad; aquí se encontraban gran parte de
fábricas e industrias de la capital y funcionaban como buenos centros
de entretenimiento al final de las jornadas laborales.

Por último, el horario en que daban servicio estos antros se


diferenciaban según el tipo de establecimiento: los salones de baile,
al ser única y exclusivamente eso (ya que no ofrecían espectáculos
ni servicios restauranteros) debían abrir sus puertas de las 19:00
hasta las 24:00 horas, sin concesión de aplazar horas extras; en
contraparte, los cabarets podían laborar desde las 22:00 p.m. hasta

120 Ibídem, artículos 8 y 11.


121 Armando Jiménez, “El Tranvía”, en Sitios de rompe y rasga en la ciudad de
México. Salones de baile, cabarets, billares, teatros, México, Océano, 1998, p. 151
(Tiempo de México).
122 Armando Cisneros Sosa, “El desarrollismo de la ciudad”, en La ciudad que

construimos. Registro de la expansión de la ciudad de México (1920-1976), México,


Universidad Autónoma Metropolitana unidad Iztapalapa, División de Ciencias
Sociales y Humanidades, 1993, p. 125.
73
las 06:00 a.m. del día siguiente.123 Al aprovechar este horario tan
amplio muchas prostitutas y ficheras establecían una planta de
trabajo en esos lugares para luego concluir su jornada en hoteles de
paso.

Con la llegada al poder en la regencia del Departamento del


Distrito Federal de Fernando Casas Alemán, la regulación de los
teatros de revista y centros nocturnos se mantuvo bajo una ligera
campaña moral contra los espectáculos impúdicos. Es curioso que
este personaje haya impulsado una operación de este tipo: en
algunas crónicas se ha destacado una supuesta relación familiar de
Casas Alemán con el presidente Miguel Alemán Valdés (como su
sobrino). Si esto es real, podríamos analizar una contrarrespuesta
“moral” por parte del regente con el muy experimentado y
cosmopolita presidente del país, que era muy asiduo a visitar
cabarets de primera clase.

El primer acto de la campaña moral de Casas Alemán fue


clausurar el Teatro Ideal el 9 de junio de 1948 ya que ofrecía un
show “exhibicionista”; lo que llamó la atención del regente fue la
presencia de una niña de siete años dentro del público, por lo que
decidió que este tipo de actos debían mantenerse más vigilados.124
El General Lobato, jefe de la Policía capitalina, decidió encabezar
esta campaña moralizadora al clausurar diversas casas-cabaret

123
Reglamento de Cafés Cantantes y Cabarets, op. cit., Artículo 10, p. 15.
124L. F. Bustamante, “Clausurado un teatro pornográfico. Aumentó el ‘rodeo’”, en
Suplemento de Policía, Año III, núm. 295, 1° de julio de 1948, p. 12.
74
clandestinos pues “bastan los cabaretuchos para cumplir la misión
que la falena tiene ante la sociedad civilizada de occidente”.125

Otra de las medidas a las que eran sujetos estos centros


nocturnos fueron las visitas inesperadas de inspectores durante la
actividad nocturna. Ellos se encargaban de revisar la funcionalidad
de los espacios y que se cumpliera al pie de la letra el reglamento de
dichos establecimientos, de lo contrario los dueños de cabarets y
salones de baile eran acreedores a multas de 50 a 500 pesos o, en
caso de reincidencia, la clausura total del local. De igual forma
quedaba estrictamente prohibido el servicio a los inspectores,
policías y militares uniformados,126 aunque en la práctica ocurriera lo
contrario.

Mientras que las mujeres podían entrar a los cabarets y


centros de baile, no ocurría lo mismo en las cantinas y bares, pues
eran considerados de uso exclusivo para los hombres. Sin embargo,
para 1946 se comienzan a permitir la entrada de mujeres a ciertos
establecimientos. Novo habla de estos locales donde confluía una
sociabilidad bisexual (hoy lo llamaríamos unisex) en la que las
señoras ingresaban a las barras de diversas cantinas a tomar Old
Fashioneds y Whiskeys Sours junto con otros hombres.127

125 Gabriela Pulido Llano, “El espectáculo ‘sicalíptico’ en la Ciudad de México, 1940-
1950”, en Rodolfo Palma Rojo, Gabriela Pulido Llano y Emma Yanes Rizo,
Rumberas, boxeadores y mártires. El ocio en el siglo XX, Introducción de Mario
Camarena Ocampo y José Mariano Leyva, México, INAH, 2013, p. 66 (Claves para
la Historia del siglo XX Mexicano).
126 “Reglamento de Cafés Cantantes o Cabarets y Salones de Baile”, op. cit.,

artículos 25 y 28, p. 16.


127 Salvador Novo, “Regalos, ocasiones de contento”, en Nueva Grandeza Mexicana.

Ensayo sobre la Ciudad de México y sus Alrededores, Prólogo de Óscar Kaufmann


Parra, México, La Prensa, 1956, pp. 21-22 (Populibros La Prensa, 2).
75
Durante los años siguientes a la publicación del Reglamento
de Cabarets y Salones de Baile no se tuvo una nueva modificación
en cuanto su estructura, ya que en la segunda mitad de la década de
los 40 comenzó a incrementarse el turismo en el país, especialmente
en Acapulco (un nuevo oasis para las clases medias y altas) y en la
Ciudad de México. Este lugar comenzaba a llamar la atención de los
extranjeros por su expansión urbana y la creación de edificios,
museos, además de la proliferación de restaurantes, centros
nocturnos y el despunte espectacular del cine mexicano.

Al ser un lugar donde confluían demasiadas personas, la


ciudad se convirtió en un espacio liberador para los homosexuales.
Los hombres que llegaron de la provincia encontraron en la Ciudad
de México un lugar donde podían explorar y conocer a otros varones,
tanto para establecer relaciones sociales o simplemente conseguir
ligues ocasionales. Aun así, hubo espacios donde podían
encontrarse antes de ir a algún cabaret e incluso estar con más
personas homosexuales.

2.2. Puntos de encuentro

Ser homosexual en esa época implicaba estar viviendo un miedo


constante a la extorsión, la injuria y el peligro de ser violentado.
Como menciona Elías Nandino: “quien era homosexual caminaba por
la vida sin ningún tipo de seguridad, con los ojos de la gente como

76
puñales encima de él, y pese a ello había que seguir viviendo y
hacerse de un caparazón como el de las tortugas”.128

Uno de los primeros lugares donde los homosexuales podían


encontrarse no fue precisamente en la ciudad sino en el punto
turístico más importante del país: Acapulco. La playa La Condesa se
convirtió en el principal centro bañista y de contacto homosexual,
donde los asistentes podían establecer relaciones amistosas,
afectivas y sexuales al ser una zona donde se podían admirar
cuerpos masculinos semidesnudos. En esta playa había restaurantes
y hoteles donde los asistentes podían continuar sus visitas por las
noches. así como entablar reuniones privadas. En la capital, Wencho
Mont y Morley Webb, una pareja homosexual estadounidense,
organizaban reuniones en casas de amigos y gente “de buena clase”,
para establecer lazos de contacto con otros homosexuales.129

Con la preocupación higiénica y física del cuidado corporal a


través de la gimnasia, comenzaron a crearse espacios donde los
varones pudieran ejercitarse y practicar deportes como la natación,
tal y como lo habían sido los baños y vapores a finales del Porfiriato.
Uno de estos lugares muy concurrido por los capitalinos fue el
gimnasio de la YMCA (Youth Men’s Christian Association) donde
asistían jóvenes, estudiantes y personas dedicadas a la recién
creada disciplina del fisicoculturismo. Muchos de sus visitantes
acudían a ver a los bañistas de la alberca y aprovechaban para
relacionarse con ellos, como el propio Elías Nandino quien describe

128 Enrique Aguilar, Elías Nandino: una vida no/velada, 2a. ed., México, Océano,
2000, p. 196 (Tiempo de México).
129 Carlos Monsiváis, “Los gays en México: la fundación, la ampliación, la

consolidación del gueto”, en Que se abra esa puerta. Crónicas y ensayos sobre la
diversidad sexual, México, Paidós Mexicana, Debate Feminista, 2010, p. 126.
77
cómo conoció a un joven que sedujo por sus “cualidades y
proporciones físicas”.130

Fuera del ambiente nudista y del ejercicio, hubo otros lugares


donde la vida social de los homosexuales era incluso un centro de
reunión. Como mencionamos en el capítulo anterior, durante la
década de los años 20 muchos homosexuales eran asiduos
aficionados al teatro. Si, como menciona Carlos Monsiváis, los
homosexuales eran admiradores de la ópera y obras dramáticas,
resulta obvio que quienes podían acceder a este tipo de
espectáculos fueran concurrentes a puestas en escena y conciertos
de música clásica. Incluso dentro de estos montajes trabajaron
coreógrafos, escenógrafos y dramaturgos homosexuales (el propio
Salvador Novo fue nombrado jefe del Departamento Teatral del
recién creado Instituto Nacional de Bellas Artes – INBA durante el
sexenio de Miguel Alemán) por lo que “el ambiente” se vivía tanto en
bastidores como entre los asistentes del público. El Teatro Lírico y el
Palacio de Bellas Artes fueron dos de los recintos más visitados por
el público homosexual de estos años.131

Otro punto importante donde muchos hombres se reunían


eran los cafés y restaurantes conocidos como “internacionales” de la
capital. Al ser uno de los elementos más representativos de la
modernidad urbana, los restaurantes fueron vistos como centros de
convivencia homosexual de manera encubierta: algunos disfrazaban

130 Aguilar, op. cit., p. 91.


131 Renaud René Boivin, “De cantinas, vapores, cines y discotecas. Cambios,
rupturas e inercias en los modos y espacios de homosocialización de la ciudad de
México”, en Revista Latino-Americana de Geografia e Gênero, Ponta Grossa,
Paraná, Brasil, Vol. 4, núm. 2, p. 122, agosto-diciembre del 2013,
http://www.revistas2.uepg.br/index.php/rlagg/article/view/4104/pdf_80 (Consultado el
08 de noviembre del 2015).
78
sus citas amorosas con reuniones de negocios disfrutando de una
comida o cena. Personajes como el grupo de Los Contemporáneos
asistían regularmente a degustar alimentos mientras discutían sobre
algún tema de relevancia cultural. El bar del Hotel Continental-Hilton
era uno de los más visitados por “las más chicas” (afeminados), 132
así como el café-cantante Beldevere que se encontraba en el cruce
de las avenidas Reforma e Insurgentes, un lugar que ofrecía un
espectáculo con el que los asistentes se distraían “y hacían como si
no pasara nada”.133 También el café de chinos que se ubicaba cerca
de la vieja Escuela de Leyes en el Barrio Universitario, cerca de la
calle de Dolores, en el centro de la ciudad fue uno de los lugares de
encuentro para muchos hombres. Otra anécdota de Elías Nandino
cuenta que en una ocasión se encontraba cenando con uno de sus
amores ocasionales cuando de repente llegó el doctor Gustavo Baz
Prada junto con su esposa: al ver a Nandino y su pareja se sentaron
junto a ellos, pero lo miraron de forma sospechosa, por lo que sólo
tomaron un café de manera apurada.134

Pero no todos los puntos de encuentro se relacionaban con el


espectáculo y la satisfacción del apetito, pues las salas de cine
fueron, quizá, los lugares donde más relaciones homosociales hubo
en la ciudad. Aprovechando el gran tamaño que tenían las salas de
cine de antaño, con sus pasillos, lunetas y balcones, los hombres
recurrían a ver ciertas películas mientras deambulaban en busca de

132 Ibídem, p, 125.


133 Guillermo Osorno, Tengo que morir todas las noches. Una crónica de los
ochenta, el underground y la cultura gay, México, Penguin Random House Grupo
Editorial, Debate, 2014, p. 33. Este trabajo es una crónica hecha con base en
entrevistas a Henri Donnadieu, propietario del legendario bar El 9, en la Zona Rosa
de la Ciudad de México durante la década de los años 80, así como algunos
extractos de otras crónicas de personajes que eran asiduos visitantes a dicho lugar.
134 Aguilar, op. cit., p. 152.

79
algún compañero entre las butacas y los sanitarios. Ya en estos años
comenzaban a operar cines con funciones “sólo para adultos” a las
que concurrían —en la gran mayoría de casos— hombres solteros,
como el cine Savoy ubicado en el pasaje Wong (en la actual calle 16
de septiembre en el corazón del Centro Histórico) donde estrenaron
la película La dama del burlesque aún bajo la prohibición del
Departamento de Censura.135 En estos espacios los asistentes iban y
venían en la oscuridad de la sala para buscar alguien con quien
pudieran tener un encuentro íntimo: primero buscaban una seña o
movimiento que los hiciera reconocerse (miradas bragueteras), se
sentaban junto a quien les pareciera atractivo y empezaban por
repegar una pierna con la de su compañero; si éste accedía, podían
ir acercando las manos hacia la rodilla, la entrepierna, hasta llegar a
los genitales. Otro cine de mala fama fue el Cinelandia ubicado en el
número 6 de la avenida San Juan de Letrán: a pesar de ser un
espacio para un público infantil, los adultos que asistían regularmente
eran “pederastas de aspecto respetable” que, aprovechando de ver a
un niño solito, se sentaban junto a ellos:

“[haciéndose] los disimulados”… y de pronto


aventuraban la mano sobre uno de tus muslos y en
avance hacia tu pito, y entonces había que golpear al
tipejo o salir a escape hacia una distinta y distante
butaca, pero evitar hacer un escándalo, porque la
leyenda negra cultivada en las escuelas pretendía
que si uno era abordado por un joto, uno resultaba
sospechable de jotez.136

135 Sergio González Rodríguez, “La avenida y el pasaje en la ciudad de México en


los años cuarenta”, en María Del Carmen Collado (coord.), Miradas Recurrentes. La
ciudad de México en los siglos XIX y XX, México, Instituto Mora, Universidad
Autónoma Metropolitana, 2004, 2 v., t. I, p. 166 (Historia Urbana y Regional).
136 José de la Colina, “Recuerdo de Cinelandia”, en Letras Libres, 6 de julio del 2011

http://www.letraslibres.com/blogs/correo-fantasma/recuerdo-del-cinelandia
(Consultado el 9 de noviembre del 2015).
80
Por último, los grandes espacios como parques y avenidas fueron
muy concurridos también por los homosexuales de esa época,
especialmente en horarios nocturnos como La Alameda, que fue uno
de los espacios de ligue y encuentro. En este gran parque y viejo
pulmón de la ciudad, desde la época colonial se sabía del contcto de
hombres con otros hombres para tener encuentros de manera
clandestina. En esta zona se encontraban jóvenes “de apariencia
viril” llegados de provincia que vieron una forma fácil de ganar dinero
prostituyéndose en este parque y en calles de la llamada zona de
tolerancia como Cuauhtemotzín (hoy Fray Servando Teresa de Mier)
y del Órgano, que unía al centro de la ciudad con el barrio de
Tepito.137 También dentro del Bosque de Chapultepec, en las
calzadas de Poetas y Filósofos, concurrían homosexuales que
buscaban a jóvenes para llevarlos a su casa, aunque estaban
expuestos a peligros y amenazas por parte del personal policiaco
quienes aprovechaban estas situaciones extorsionándolos bajo
amenazas de dar a conocer su situación.138

Cabe mencionar que en algunas novelas se comenzaba a


denotar parte de la vida social de los homosexuales, así como la
proliferación de zonas de tolerancia y prostitución donde laboraban
durante las noches, aunque no abundan en detalles sobre los tipos
de reuniones o de espacios en los que estas personas transitaban
por las calles de la capital. Por ejemplo, en su ópera prima (y que le
diera mayor renombre) Carlos Fuentes relata en uno de sus pasajes
que en la avenida San Juan de Letrán algunos “jotos descarados” se

137
Boivin, op. cit., pp. 122-123.
L. F. Bustamante, “Cómo explotan algunos agentes a los homosexuales”, en
138

Magazine de Policía, Año 11, núm. 578, 30 de enero de 1950, p. 17.


81
insinuaban a cabos militares que vigilaban la zona de los múltiples
cabarets que había en esa zona.139 Esto nos da una remota idea de
que los homosexuales fueron tejiendo redes de contacto y
sociabilidad de manera clandestina, incluso establecían algunos
puntos de reunión para prostituirse, pues hay que recordar que esta
gran avenida conectaba con las zonas de la periferia de la Ciudad de
México.

Con la aparición de cabarets y centros nocturnos en la


capital, muchos homosexuales encontrarían en estos lugares zonas
de tolerancia más adecuados, así como espacio delimitados
geográficamente de convivencia, además de crear lazos afectivos y
amorosos. Con la apertura de nuevos locales dedicados a ser
centros de convivencia, la ciudad fue modificando parte de su
estructura urbana ya que muchos comercios se expandieron a zonas
donde transitaban gente de ingresos medios y altos, como las zonas
residenciales de las colonias Juárez y Roma donde confluían
personajes destacados de la vida política y social del país. Sin
embargo, los lugares tradicionales de encuentro se siguieron
localizando en la zona centro y en colonias populares.

2.3 Lugares “de ambiente”

Ya en algunos lugares como las cantinas que rodeaban la periferia


de la Ciudad de México se sabía de lugares en los que sus
asistentes eran afeminados o “desviados sexuales”. En 1948 un

139Carlos Fuentes, La Región más Transparente, Real Academia Española,


Asociación de Academias de la Lengua Española, México, Santillana Ediciones
Generales, Alfaguara, 2008, p. 212.
82
artículo de la revista Magazine de Policía daba cuenta de un cabaret
a la que asistían hombres vestidos de mujer:

La primera Delegación de Policía conoció recientemente del


bochornoso caso de cuatro afeminados que fueron
encontrados vestidos de mujer, y en completo estado de
ebriedad, en el interior de un cabaret ubicado en las calles de
Lecumberri, y por consiguiente muy cercano al sitio en donde
los depravados de referencia deberán pasar una larga
temporada de descanso, confinados en una celda hermética
del penal máximo del país. Los “angelitos” vistieron esas galas
para participar en las festividades de Carnestolendas y no
tuvieron ningún recato en exhibirse públicamente como lo
hacen diariamente multitud de tipos de su ralea en el centro de
escándalo más tristemente famoso de México. Un antro o
tugurio plagado de virus, a donde acostumbran asistir los
hampones más famosos de toda la República. 140

Es curioso que en una zona cercana a la cárcel de Lecumberri se


encontrara este lugar donde, en cualquier momento, podía llegar la
Policía a realizar una redada, como ocurrió en esta ocasión. La
excusa pareciera ser la fiesta carnavalesca que permitió a estos
sujetos salir vestidos de mujer aunque, al parecer, ya tenían un
antecedente de estar en la calle varias veces ataviados de esta
forma.

Carlos Monsiváis menciona que en 1949 los homosexuales


empezaron a tener sus propios espacios de esparcimiento, no como
zonas de clandestinidad de las que hablamos anteriormente. En ese
año comenzó a funcionar el Madreselva, un cabaret en donde lo
importante era el ligue, “beben pero no bailan, ansían pero no suelen
aventurarse más allá de lo verbal, más allá de lo admitido por el

140 Sergio Fernández, "El descaro de los sodomitas", en Suplemento de Policía, Año
III, núm. 281, 25 de marzo de 1948, pp. 7-8.
83
juego de las manos bajo la mesa y el coito visual”.141 Parece ser que
este antro se encontraba en la zona centro de la capital, ya que
según los testimonios que tiene este autor eran asiduos a los
teatros, así como el bar Los Eloínes que se encontraba justo frente
al Teatro Lírico y donde sus asistentes regularmente asistían
vestidos de traje smoking a “codearse con el peladaje”;142 este
recinto se encontraba amenizado con una orquesta cubana
(recuérdese la influencia musical afrocaribeña en boga) y decorado
con un cuadro del artista Carlos Mérida. Es curiosa esta mezcla de
personajes en un solo lugar: en esa época queda perfectamente
clara la división social en clases altas y bajas, y que no cualquiera
podía entrar a determinados lugares, en este caso centros
nocturnos.

Sin embargo, esta tendencia de los homosexuales por querer


ingresar a cabarets o salones de baile donde asistían únicamente
personas obreras o de estratos bajos daba cuenta del miedo o temor
que muchos tenían porque la “gente importante” de las esferas
burguesas e intelectuales supieran de sus preferencias sexuales;
incluso el que se llegara a suscitar un escándalo mayor (aún
permeaba el miedo de lo ocurrido en el baile de los 41). Por ello es
que los parroquianos de estos lugares llevaban dinero extra para
que pudieran librarse de algún embrollo policiaco en caso de que
hubiera una redada o disputa dentro del cabaret. Una anécdota
curiosa de Los Eloínes cuenta que una vez llegó al bar:

un profesor de literatura, alto y robusto, de voz potente, ansioso


de pleito. Se acoda en el mostrador y grita: “Vine a ver si aquí

141 Monsiváis, op. cit., p. 124.


142 Ibídem.
84
hay un hombre”. Nadie responde y todos siguen hablando sin
darse por notificados. Insiste: “Vine a ver si aquí hay un
hombre. ¿No hay ninguno?”. El barman le pide que se largue, y
don Pancho, el profesor, reitera: “Por última vez, ¿qué no hay
aquí un hombre?”. Un joven se le acerca y comenta en voz
baja: “No, aquí no hay ningún hombre, y la que se va a la
chingada para ver si allí lo encuentra, eres tú, pendeja”. Un
golpe seco “que retumba” asegura un testigo, el profesor cae
fulminado y lo sacan de Los Eloínes como un fardo. 143

Otro de los lugares que menciona Carlos Monsiváis es El Tenampa


ubicado en la Plaza Garibaldi cerca de los barrios de Tepito y La
Lagunilla. Este restaurante-cantina adornado con temática folklórica
mexicana, donde la música ranchera y de mariachi aún resuenan
dentro de sus paredes, albergó a distintos tipos de clientela
(especialmente turistas) que buscaban el disfrute de la cultura
popular así como platillos y bebidas típicas de México. Algunos
periodistas se quejaban de los excesivos precios de los alimentos e
incluso denunciaron la adulteración de botellas de tequila, así como
lo costoso que era contratar a un mariachi (alrededor de 50 pesos
por canción).144 Además este lugar fue tachado como un “nido de
lacras sociales” pues en julio de 1948 se publicaba una nota
culpando a dos mariachis que laboraban en ese lugar de haber
asesinado a una joven empleada (de 16 años) del cabaret Waikikí.145

Cerca de este local se encontraba Las Adelas “frecuentado


por travestis, gays en pos de la aventura, turistas y heterosexuales
borrachos”.146 Renaud René Boivin cree que este local “ha sido un
sobrenombre a distintos lugares de la zona” frecuentado por

143 Ibídem, p. 125.


144 Sergio Enrique Fernández, “El trágico Tenampa”, en Magazine de Policía, Año 9,
núm. 499, 26 de julio de 1948, p. 9.
145 Ibídem.
146 Monsiváis, op. cit., p. 125.

85
militares, y que sus asistentes eran llamados adelitas recordando a
las mujeres que participaron durante el movimiento revolucionario. 147
Es probable que estos lugares fueran cabarets de segunda clase
dedicado a gente de estratos sociales bajos que ofrecían un
espectáculo donde travestis y bailarines homosexuales participaban,
llamando la atención de hombres y curiosos que paseaban por la
zona. Estando tan cerca de los límites de la Ciudad de México —y
donde la pobreza y la prostitución se conjuntaban— los parroquianos
de El Tenampa y Las Adelas pertenecían a determinadas capas de
clases sociales medias y altas. Concluida la fiesta (cerca de las siete
de la mañana) algún antro de Las Adelas se convertía en una
lechería donde las señoras y amas de casa se formaban desde
temprano viendo a los asistentes salir del local.148

Cerca de la Plaza Garibaldi, en la calle de Pensador


Mexicano, se encontraba el famoso dancing Salón México
concurrido por gentes de clases bajas y obreros de las zonas
industriales de la ciudad. A este lugar asistían homosexuales que
fichaban y esperaban encontrar un ligue para luego ejercer servicios
sexuales o incluso llegaban a extorsionar a sus posibles parejas con
amenazas y golpes. Aprovechando la situación en que muchos
hombres adinerados iban solos y buscaban momentos de placer,
varones de estratos sociales bajos sacaban partido de estas
situaciones para robarles carteras, alhajas u otros objetos de valor.
Elías Nandino tuvo una experiencia de este tipo en el Salón México
aunque sin un final trágico:

147 Boivin, op. cit., p. 130.


148 Monsiváis, op. cit., p. 125.
86
varias veces fui al Salón México y ahí encontré a un muchacho,
guapo, buen tipo, pero bastante maldoso. […]
Las primeras veces que lo encontré, nada más nos quedamos
viendo, pero bien, así, con miradas que eran toda una carta.
Una de esas veces, lo estaba mirando mientras bailaba. En el
momento en que terminó la pieza, caminó directamente hacia
mí, sin quitarme los ojos de encima. Le sostuve la mirada.
-¿Qué, no invita una copa?
-Sí, cómo no, pida lo que guste.
Platicamos un poco y luego se fue a seguir bailando.
Así se pasó un rato: venía conmigo, decía “¡salud!”,
platicábamos tantito y después iba a bailar con alguna
muchacha. En una de tantas veces que regresó dijo:
-Ya estoy enfadado de esto, ¿nos vamos?
-Pues vámonos —contesté, sin saber gran cosa de él y
tratándonos de hombre a hombre.149

Nandino tuvo la suerte de que este hombre no le robara sus


pertenencias; sin embargo, ya comenzaban a darse algunos
crímenes de odio en algunas zonas de la ciudad. Por su parte la
prensa y las autoridades quisieron encubrir este tipo de noticias
como crímenes pasionales o de venganza. Así también había
afeminados que intentaban acercarse a personas solitarias para
luego robarles sus pertenencias; incluso planeaban grandes estafas
fuera del Salón México a sabiendas que se encontraba en una calle
muy solitaria.150 Otro dancing preferido por Nandino era el Salón Los
Ángeles ubicado en la zona de Nonoalco y cerca del área de
ferrocarriles donde asistían diversos muchachos a los que
coqueteaba para luego llevárselos a otros lugares más íntimos.151

149 Aguilar, op. cit., pp. 180.


150 Sergio Fernández, “Invertidos y Rateros criminales”, en Magazine de Policía, Año
9, núm. 505, 6 de septiembre de 1948, p. 12. En esta nota se relata el testimonio del
periodista y un acompañante que escucharon a dos afeminados planear una estafa y
asesinato junto con otros cuatro compañeros.
151 Aguilar, op. cit., p. 182.

87
Poco a poco los lugares de ambiente homosexual de la
ciudad se fueron desplazando del centro hacia otras zonas que
comenzaban a adquirir un prestigio económico. La ampliación de la
avenida Reforma hacia el norte, y modernizada con camellones y
fuentes para mejorar su estructura urbana, permitió que se abrieran
bares y cabarets donde se pudieran reunir gentes de clases
económicas altas al que los homosexuales de prestigio intelectual y
social pudieran acudir. En las avenidas Chapultepec y Florencia, de
la colonia Juárez, se abrió L’Etui (El Estuche, curioso nombre que
parecía una analogía con la vida secreta de muchos, estar en el
clóset) donde Chucho, un afamado mesero comunicaba los chismes
más recientes del ambiente.152 Sus asistentes creaban en este
espacio un lugar de convivencia cultural donde las discusiones
literarias no faltaban, así como exposiciones de diversos artistas.

Similar a L’Etui era el bar El Eco, que se localizaba en el


museo experimental del mismo nombre, y del que el artista Mathias
Goeritz hizo su diseño arquitectónico153 albergando también un
mural de Carlos Mérida como el que había en el bar Los Eloínes.154
Este bar tenía una gran barra donde los homosexuales acudían a
beber y ligar, ya que se convertía en una “gran pasarela de los
entendidos”.155 Sus clientes más frecuentes eran intelectuales,
artistas, políticos e incluso gente del ambiente social de la capital.

152 Monsiváis, op. cit., p. 125.


153 Osorno, op. cit., p. 33.
154 Louise Noelle, “Los murales de Carlos Mérida. Relación de un desastre”, en

Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, México, Vol. XV, núm. 58, agosto
de 1987, p. 131,
http://www.analesiie.unam.mx/index.php/analesiie/article/view/1372/1359
(Consultada el 13 de noviembre del 2015).
155 Monsiváis, op. cit., p. 125.

88
Por el rumbo de la avenida Dr. Vértiz, en el número 118, se
encontraba el Leda, un cabaretucho al que asistían personajes
importantes como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Roberto
Montenegro, Julio Bracho, Emilio, el Indio, Fernández, María Félix,
Luis Buñuel, Carlos Chávez, Agustín Lara y Pita Amor (quien una
ocasión tuvo un altercado con unos asistentes por haber posado
desnuda para el esposo de Frida Kahlo).156 Pero no sólo gente
intelectual era asidua ferviente a este lugar pues también era uno de
los lugares predilectos por “peladitos, albañiles, sastres, mecánicos,
boleros y carpinteros” ya que la dueña del lugar, la pintora María
Izquierdo, tenía apariencia física folklórica, por lo que poetas,
pintores y gente de los barrios bajos llegaron a identificarse con ella
y el antro.157 El establecimiento se encontraba decorado con murales
hechos por la propietaria del Leda, donde se mostraba a Leda,
personaje de la mitología griega junto a un cisne, y otro donde se
veía a Agustín Lara tocando el piano. En la literatura posterior a
estos años se describe a este cabaret como un asiduo lugar de
encuentros entre homosexuales:

De esta manera Alberto conoció y se acostumbró a esa parte


de la vida alegre y bullanguera de la ciudad, que su amigo le
mostrara; pero éste, se cuidó muy bien de no llevarlo a sitios
tales como el Leda, Los Eloines, el Madreselvas o a muchos
otros bares de ambiente de moda, ni tampoco lugares afines
tales como algunos balnearios populares, ciertas calles muy
transitadas de la ciudad, los lobbies de determinados hoteles
aristocráticos; ni a determinadas fiestas privadas, punto de

156
L. F. Bustamante, “Fue abofeteada en un cabaret la poetisa Pita Amor”, en
Magazine de Policía, Año 11, núm. 558, 12 de septiembre de 1949, p. 11. Sobre el
Leda la nota detalla: “No cesaban aún los comentarios, los más picarescos,
coasionados [sic] por el desnudo y la dedicatoria, cuando Pita provocó el tercero. En
esta ocasión tuvo como escenario un cabaret de barriada, el “Leda”, donde una
parte de la concurrencia está formada por gentes equivocadas”. [Las negritas son
del autor de esta tesis]
157 Jiménez, “Leda”, en op. cit., p. 90.

89
reunión de la crema y nata de la homosexualidad capitalina
frecuentemente visitada por él cuando estaba solo e iba en
pos de la aventura fácil buscando a alguien con quien pasar
la noche, claro está, todo ello a espaldas de Alberto.158

Otro lugar de reunión entre homosexuales era la Casa de Santa


ubicada en el Callejón de Nezahualcóyotl.159 Este lugar era famoso
por vender “sobre una mesa […] varios vasitos de vidrio grueso que
eran llenados con una mezcla de té de canela, alcohol puro y
jarabes de distintas frutas; luego encendían uno tras otro por medio
de un cerillo y el espectáculo era ver cómo flameaba […] Después,
con un soplido, era apagada la llama y el contenido se saboreaba
calientito”.160 En 1949, al realizarse una redada sorpresiva, fueron
detenidos un grupo de homosexuales que al parecer molestaron a
un vecino que los denunció ante la Policía.161

Hacia mediados de la década de los años 50, los


establecimientos y locales que permitían la entrada de
homosexuales se fueron desplazando a zonas lejanas del centro de
la capital donde proliferaban casas de citas y burdeles. El escritor
estadounidense William Burroughs, quien vivió un tiempo en los
años que describimos en la Ciudad de México, señala en su novela
Queer cuatro lugares que eran frecuentados por homosexuales: el

158 Sergio González Rodríguez, “En el antro”, en Los bajos fondos. El antro, la
bohemia y el café, 2a. ed., México, Cal y Arena, 1989, p. 55, apud Alberto Teruel,
Los inestables, México, Costa-Amic, 1968. [Las negritas son del autor de esta tesis]
159 Al respecto, el cronista Armando Jiménez señala que este local tuvo dos épocas:

la primera, en la calle de San Miguel de 1919 a 1930; la segunda, cuando se


trasladó a una vecindad del Callejón de Nezahualcóyotl en la zona centro de 1930 a
1957. Armando Jiménez, “Las Veladoras de Santa”, en Lugares de gozo, retozo,
ahogo y desahogo en la ciudad de México: cantinas, pulquerías, hoteles de rato,
sitios de prostitución, cárceles, México, Océano, 2000, p. 132.
160 Ibídem.
161 Rubén Hummel S., “Sucesos de la semana”, en Magazine de Policía, Año 11,

número 532, 14 de marzo de 1949, p. 16.


90
primero era el Chimu Bar, un bar donde Lee (protagonista de esta
narración) es asiduo visitante y frecuentado por “maricas
mexicanos”; el segundo se trataba del Lola’s, un pequeño tugurio
donde vendían cervezas y bebidas refrescantes y posiblemente con
una amplia clientela de hombres que gustaban sexualmente de otros
hombres; en tercer lugar se encontraba The Green Lantern una
cantina ubicada en la calle de Campeche en la colonia Roma, ahí se
juntaba una pandilla de homosexuales que no lograba ingresar en el
Ship Ahoy (cuarto establecimiento), debido a que en este lugar
prohibían la entrada a los afeminados.162

Como hemos señalado, el ambiente homosexual comenzó a


experimentar en estos años una nueva forma de sociabilidad en las
calles y establecimientos nocturnos de manera más libre y sin
refugiarse en la clandestinidad, como lo hicieron en años anteriores.
Si bien en la década de los años 20 ya se habían conformado redes
de contacto entre estos sujetos, durante el sexenio alemanista se
permitió que pudieran encontrar en los cabarets y cantinas espacios
donde el ligue y la convivencia se conjugaron en armonía. Sin
embargo, estos locales poco a poco fueron espacios de contacto
para los homosexuales, no así con la formación de una identidad
fuera de los estereotipos que la sociedad mexicana tuvo sobre ellos.

162William S. Burroughs, Queer. 2a. ed., Trad. de Mariano Casas, España,


Anagrama, 2009, 150 pp. (Compactos, 433).
91
2.4 La formación de una identidad

La clásica imagen de los homosexuales afeminados pervivió en


México desde 1901 justo con el escándalo ocurrido por el famoso
“baile de los 41” que ya hemos analizado. Este número se convirtió
en un estigma con el cual se identificaba a estos sujetos además de
la palabra joto, que tiene un posible doble origen: algunos han
pensado que este adjetivo proviene del juego de cartas en la que el
joker es representado de forma estridente y con claras señales de un
sujeto feminoide; por ello es que “el joto” fuera una parte esencial del
juego y como forma de denigrar al contrincante, convirtiéndose en un
objeto “de burla y ridiculización, construidos como pasivos y
penetrables como las mujeres”.163 Este adjetivo convierte en
automático al homosexual en un sujeto abyecto al transgredir las
normas sexuales y comportamientos masculinos que debía adoptar
socialmente.

Otro posible origen (del que se tiene más credibilidad) es aquel


que derivó del nombre de la galera en la que eran encarcelados los
homosexuales en el Penal de Lecumberri de la Ciudad de México:
los detenidos eran enviados a la crujía “J” junto con otros de sus
compañeros de la misma orientación sexual, realizando trabajos de
lavandería, costura y planchado con las prendas de sus vecinos de
otras galeras. Fue la prensa de la primera mitad del siglo XX la que
difundió más este término ya que era el medio de comunicación más
accesible de ese entonces.

163Rodrigo Laguarda, “Puntos de Partida”, en Ser gay en la ciudad de México. Lucha


de representaciones y apropiación de una identidad, 1968-1982, México, Instituto
Mora, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social,
2009, p. 28.
92
Entre las comunidades de homosexuales se continuó el uso de
la palabra ambiente para reconocerse entre ellos mismos mientras
que en Estados Unidos ya se utilizaba la palabra gay para designar
a toda aquella persona que tuviera relaciones sexuales con alguien
de su mismo sexo, como en el libro El Homosexual en Norteamérica
donde se emplea esta palabra como una forma de identificación,164
aunque faltarían algunas décadas para que este término se
globalizara y adoptara la definición que hoy conocemos.

En el ámbito cultural se sabía de novelas y obras de literatura


que incluían relaciones amorosas entre varones incluso
convirtiéndose en temas tabú. Famosas son las historias de
Gilgamesh, la de Jonatán con el joven David que se encuentra en la
propia Biblia, los amores desenfrenados que había entre los
personajes de la mitología grecorromana (como la de Aquiles y
Patroclo), los Diálogos como el “Fredo” y “El Banquete” de Platón,
así como diversas personalidades de la historia mundial de las que
algunas revistas publicaron parte de su “vida íntima” (como
Caravaggio, Da Vinci, Shakespeare y Oscar Wilde). Sin embargo, ya
en el siglo XX se sabían de novelas con temática homosexual.
Salvador Novo describe en una de sus múltiples notas sobre los
libros que se atrevían a hablar de l’amour qui n’ose pas dire son nom
a propósito de la muerte de André Gide en 1951:

164
Donald Webster Cory (seud.), El Homosexual en Norteamérica. Estudio
Subjetivo, Prólogo de Albert Ellis, México, Compañía General de Ediciones, 1953,
427 pp. (Ideas, Letras y Vida). Al parecer quien escribe este libro (que sirvió como
una guía de vida de los homosexuales de la posguerra en la Unión Americana) era
Edward Sagarin miembro de la Mattachine Society, uno de los primeros grupos que
luchaban por la igualdad y no discriminación de los homosexuales en Estados
Unidos. Es curioso que este libro se haya publicado en México en una editorial tan
importante como la Compañía General de Ediciones de la que Martín Luis Guzmán
(editor de la revista Tiempo) fuera presidente.
93
El tema, en efecto, […] había sido, si rarísimas veces tocado por
los novelistas del XIX (el Vautrin de Balzac) envuelto
impúdicamente en los mayores eufemismos. Zola, el audaz, le
alzó pelo a servirse de la novelesca carta-confesión biográfica de
un corresponsal que le habría proporcionado tema riquísimo si
se hubiera atrevido a usarla. No es en realidad sino cuando
Proust vierte en la novela contemporánea el torrente abrumador
de personajes entre los que circula el barón de Charlus, cuando
el tema parece recibir el nihil-obstat, y desatar entonces, por
reacción, toda una moda: el Jesus-Caille, de Francis Carco; el
Un homme et un autre, de Henri Deberly; el Adonis Bar, de
Maurice Duplessis; El proceso de Lord Chelsea, de Abel
Hermant, etcétera; una moda que hizo traducir La Muerte en
Venecia, de Thomas Mann, que llegó al teatro con The Green
Bay Tree, y que aun alcanzó, y poco valiosamente, a la pudorosa
producción en castellano, con El ángel de Sodoma, de Alfonso
Hernández Cata.165

Si ya comenzaba una subcultura homosexual dentro del ámbito de la


literatura, era obvio que dentro de cabarets y centros nocturnos
comenzaran a contemplar espacios propios para cada tipo de
público en especial. Asimismo, no todos los homosexuales se
identificaron como sujetos afeminados, incluso la imagen que
algunos grupos literarios como Los Contemporáneos fueron cayendo
de la gracia de muchos de ellos. Elías Nandino prefería la compañía
de hombres “muy machos” pues eran los que le llamaban la
atención. Se tenía la idea que aquél que se acostara con un
afeminado podría traerle mala suerte (se salaba) ya que lo bueno
era estar con hombres, conquistarlos.166 Al respecto Elías Nandino
ejemplifica este tipo de relaciones:

Recuerdo que una noche encontré a un muchacho


¡precioso! en el salón Los Ángeles. De pronto quedamos

165 Salvador Novo, “10 de marzo de 1951”, en La vida en México en el periodo


presidencial de Miguel Alemán, Compilación y nota preliminar de José Emilio
Pacheco, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Dirección General de
Publicaciones, INAH, 1994, p. 472.
166 Monsiváis, op. cit., p. 112.

94
parados —uno junto al otro— cerca de un pilar y
comenzamos a platicar. Después nos acercamos a la barra
a tomar un refresco. Platicando, platicando se hizo tarde y
le propuse que si quería ir a mi casa, que ahí sobraba un
cuarto que sí… y a la hora de la hora ¡salió joto!
Nunca tuve relaciones con afeminados, ¡nunca! 167

La experiencia de tener algún tipo de relación con un afeminado era


una situación denigrante para el sujeto que ejercía un papel activo
en el acto sexual, lo que hoy podríamos considerar como un rechazo
por un similar, una homofobia interna. La sensación de estar en
peligro o hacer algo peligroso era algo que muchos homosexuales
buscaron, en especial si sus conquistas eran machos como algunos
medios (especialmente el cine) empezaban a difundir.

Dentro del cine mexicano también encontramos ciertos matices


homoeróticos: por ejemplo, en 1951 se estrenó la película con tintes
de comedia A. T. M. A toda máquina dirigida por Ismael Rodríguez.
En ella sus protagonistas Pedro Infante y Luis Aguilar (galanes y
machos por excelencia del cine mexicano) viven en un departamento
rivalizando en cada momento, pero teniendo implícitamente una
relación homoafectiva. La trama inicia cuando Luis Macías (Luis
Aguilar), un policía de la Ciudad de México, “adopta” a un
vagabundo llamado Pedro Chávez (Pedro Infante) llevándolo a vivir
a su casa. Resalta aquí el hecho que un hombre “decente” y de
clase media como lo es Luis lleve de la nada a otro hombre a su
casa; en cierta medida pudo haberse sospechado de una relación
homoerótica pero se destacan las peleas que tienen por el amor de
una mujer. Al respecto, Sergio de la Mora señala que este tipo de
películas (buddy movies) utilizan a las mujeres como un elemento

167 Aguilar, op. cit., p. 182.


95
incluso misógino, con el cual amenazan los vínculos amistosos entre
varones.168 La secuela de esta película fue ¡Qué te ha dado esa
mujer! estrenada a finales de 1951: la disputa entre estos dos
personajes sigue latente, pero la amistad se ve afectada cuando una
mujer llega a poner fin a la relación de estos dos hombres siendo
una escena cumbre cuando ambos cantan (¡llorando!) la canción del
mismo nombre de la cinta. Parece que en esa época no hubo algún
tipo de manifestación contra esta trama que tenía claras señales de
una relación erótica y afectiva (hay escenas donde Infante sale
semidesnudo, bañándose mientras canta Yo no fui frente a su
compañero/rival), pero fue algo que la gente nunca sospechó de sus
ídolos del cine pues no había duda que ambos tenían fama de ser
machos y mujeriegos.

En la música también hubo canciones con la que los


homosexuales llegaron a identificarse en las noches de bohemia:
mientras la música de género ranchero empezaba a ganar
popularidad en la ciudad, en antros como Las Adelas sonaban ya
canciones como Un Mundo Raro de José Alfredo Jiménez: “Di que
vienes de allá, / de un mundo raro,/ que no sabes llorar,/ que no
entiendes de amor,/ y que nunca has amado.”169 Otro de los
cantantes que era muy sonado dentro de las comunidades
homosexuales de la época fue Gabriel Ruiz (1908-1999) quien
interpretaba boleros con letra encargada a poetas como José
Antonio Zorrilla Martínez, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Gabriel

168 Sergio de la Mora, “Pedro Infante Unveiled. Masculinities in the Mexican ‘Buddy
Movies’”, en Cinemachismo. Masculinities and Sexuality in Mexican Films, Austin,
Texas, University of Texas Press, 2006, p. 89. [La traducción es del autor de esta
tesis]
169 Monsiváis, op. cit., p. 125.

96
Luna de la Fuente, Ricardo López Méndez y Elías Nandino. Letras
como “Es inútil” de 1943 llegaron a cantarse en la soledad nocturna:
“He soñado esta noche temblando que yo era tu dueño, he besado
con fiebre tu boca sedienta de amor. Pero todo era un sueño fingido,
mentira de un sueño. Y despierto en la vida no encuentro sino mi
dolor”.170

De la misma manera, las divas del cine y la radio fueron un


complemento en la vida de las comunidades homosexuales de la
época: muchos travestis utilizaron el nombre de María Félix, Dolores
del Río o Tongolele para poder presentar sus shows en algunos
centros nocturnos.

Hacía 1948, un estudio cambiaría la percepción de la


homosexualidad de manera contundente: la publicación de la
Conducta Sexual del Hombre por el investigador y profesor de
Zoología Alfred Kinsey reveló que cerca del 50% de los hombres
solteros (blancos) estadounidenses que tenían cerca de 55 años
habían mantenido por lo menos en una ocasión algún tipo de
contacto sexual con otros hombres.171 Kinsey y sus colaboradores
también establecieron una escala del 1 al 6 para medir el grado de
comportamiento sexual, donde 1 era “Completamente Heterosexual”
y 6 “Completamente Homosexual”, además de establecer un punto
medio donde 3 era “Bisexual”. Esto escandalizó a la sociedad
norteamericana, al grado de poner los temas sexuales en boga y

170 Pável Granados, “Un grito aquí en la sangre (Reflexiones sobre la obra de
Gabriel Ruiz)”, en Michael K. Schuessler y Miguel Capistrán (Coords.), México se
escribe con J. Una historia de la cultura gay, México, Planeta, 2010, pp. 204-205
(Temas de Hoy).
171 Alfred Kinsey, Wardell B. Pomeroy y Clyde E. Martin, “Relaciones
Homosexuales”, en Conducta sexual del Hombre, Trad. de José Clementi, Buenos
Aires, Siglo Veinte, 1967, 2 v., t. II, p. 640.
97
convirtiendo a este libro en un bestseller que se agotaría
rápidamente en librerías.

Kinsey y su equipo de trabajo rompieron un mito muy


generalizado entre psicólogos y psiquiatras en ese entonces: se
pensaba que las actividades homosexuales sólo eran exclusivas de
las zonas urbanas, lo que convertía a estos lugares en un centro de
“desviaciones sexuales”; sin embargo, entre los encuestados
encontraron que en el campo también se desarrollaban diversos
actos homosexuales por lo que se eliminó esta vieja hipótesis,
aunque resulta obvio que era en las grandes urbes donde se
detectaba un gran número de homosexuales debido al anonimato
que brindaban estos lugares.172 Los homosexuales que leyeron este
reporte fueron los más beneficiados, pues si bien la guerra había
logrado el contacto entre ellos en los cuarteles y en el campo de
batalla, ya no sentían la culpa que los atormentaba en su vida:
“Vimos [a Kinsey] como un salvador. Él era nuestro liberador”.173

En México se distribuyó y tradujo rápidamente el famoso


Informe Kinsey, y en algunas esferas intelectuales y centros
nocturnos se discutieron los resultados de dicho estudio. En efecto,
algunos personajes de la vida social de la capital sabían de la
investigación realizada por el profesor universitario que impactó a la

172
Alfred Kinsey, Wardell B. Pomeroy y Clyde E. Martin, “Medio Rural-Urbano y
Actividades Sexuales”, en op. cit., p. 471.
173 Samuel Steward en entrevista a Terence Kissack, “Alfred Kinsey and

Homosexuality in the '50s”, en Journal of the History of Sexuality, Vol. 9, núm. 4,


octubre del 2000, University of Texas Press, p. 482. Algo que menciona este
personaje es que la gente no conocía en ese entonces la palabra “homosexual” (o
de ese “problema”), ya que era un término médico. En ese entonces las palabras
que los identificaban eran “queer, fag” (marica) o gay.
98
sociedad norteamericana de finales de los años 40. Salvador Novo
describe la impresión que tuvo al leer este trabajo:

La publicación en Estados Unidos hace uno o dos años, del


Informe Kinsey (que está ya traducido al castellano como La
Conducta Sexual del Varón, y al cual ha de seguir, si no ha
aparecido ya, La Conducta Sexual de la Hembra) ha venido a
impartir autoridad científica escueta (privándolo en
consecuencia de toda singularidad artística, de todo carácter
esotérico) al hecho simplemente zoológico de que es artificial y
por tanto endeble, discutible e inválido, todo encasillamiento
convencional de aquel orgasmo que en resumidas cuentas es
todo lo que el hombre procura y se busca, y se encuentra, en
cualquiera de las formas, ocasiones o modalidades que la
oportunidad del momento le ofrezca.174

Incluso en algunas notas de la prensa comenzaron a difundir los


resultados de la investigación del profesor Kinsey, aunque de una
forma ineficaz muestran los datos de manera equivocada ya que,
según una periodista, el 5% de la población en Estados Unidos era
homosexual, involucrando a niños y jóvenes, cosa que los autores
de dicho informe nunca propusieron además de sólo enfocarse en la
población blanca y de clases medias, omitiendo a otros sectores
sociales como los afroamericanos o inmigrantes.175

Como hemos señalado, los homosexuales capitalinos


encontraron en los cabarets, centros nocturnos y cantinas de la
capital del país espacios en los que pudieran tener contactos y
amistades no sólo de manera clandestina, pero sí dentro de un
espacio geográfico y social delimitado. Dentro de los espectáculos
que ofrecían los centros nocturnos los parroquianos podían disfrutar

174Novo, op. cit., pp. 472-473.


175Rosa Vega, “A qué se debe el homosexualismo”, en Magazine de Policía, Año
11, núm. 612, 25 de septiembre de 1950, p. 9.
99
de compañía tanto femenina como masculina, aunque claro que iban
a preferir la de los hombres que el de las cabareteras.

En los salones de baile muchos hombres asistían a ver cómo


se vivía la vida de los lugares de barrios bajos, así como a los
jóvenes que buscaban diversión y algo más que una aventura
pasajera. Personajes como Elías Nandino trataron de establecer
relaciones sexoafectivas en un ambiente donde había varones
“masculinos”, y no sujetos afeminados a los que, incluso, preferían
evitar. Muchos de estos lugares se establecieron en la zona centro
de la capital del país, pero poco a poco se fueron replegando a
lugares como la avenida Insurgentes donde abundaban los burdeles
y casas de citas en las que algunos homosexuales trabajaban, ya
fuera al servicio de los clientes o como prostitutos.

Los bares, espacios exclusivos para hombres, fueron el punto


de reunión para los homosexuales que buscaban únicamente
noches de placer. De igual forma podían ligar y buscar una relación
más duradera pero este tipo de espacios no fueron muy funcionales
ya que el miedo a que otros hombres los vieran podía ser peligroso.
Asimismo, los lugares públicos como parques, cines y avenidas
oscuras sirvieron para los amores fugaces entre varones.

A pesar de que en esta época los cabarets fueron el símbolo


cosmopolita por excelencia de modernidad en la Ciudad de México,
muchos grupos siguieron oponiéndose a que siguiera la proliferación
de estos lugares. El pecado, el vicio y el crimen fueron parte de los
discursos sociales por los que se buscaron erradicar este tipo de
centros nocturnos. Y la prensa tuvo un papel esencial para que se

100
denigrara la vida nocturna de la urbe, así como a los homosexuales
que en ella transitaban.

101
Capítulo Tres

“Deberían estar en la Penitenciaria”:


ideales sobre los homosexuales en la sociedad capitalina

Después de la publicación del Informe Kinsey, investigación que


rompió con muchos paradigmas y tabúes en campos como la
medicina o la sexología, algunos investigadores comenzaron a
cuestionarse si realmente la homosexualidad era un problema
patológico y de salud mental, así como los métodos psiquiátricos (e
incluso quirúrgicos) que empleaban en algunos pacientes para
convertirlos en heterosexuales. Sin embargo, para muchas personas
—especialmente aquellas de posturas políticas conservadoras y
religiosas— siguió perviviendo el estigma de los homosexuales como
una desviación antinatural y ofensiva a la moral, por lo que debía ser
corregida en algún centro especializado o en la cárcel, ya que el
peligro de contagio hacia los jóvenes y niños permanecía latente en
las calles de la capital.

Los espacios ganados por los homosexuales en las calles,


avenidas, centros de espectáculo y en la vida nocturna de algunas
urbes comenzaron a ser vistos como lugares de perdición y en los
que se podía contagiar a una persona “normal” de homosexualismo,
por lo que debían mantenerse alejados de estos antros. Muchos
tomaron represalias contra aquellas manifestaciones públicas de
afeminados llegando incluso a la violencia, o ante los tribunales
judiciales para evitar que siguiera una contaminación de desviados y
pervertidos en las urbes.

102
En cierta manera la prensa tuvo un papel importante al
divulgar imágenes y discursos moralistas que atacaban directamente
a los establecimientos de enviciar y corromper a la sociedad
mexicana. El tema de la invasión cultural por parte de los Estados
Unidos también se impuso dentro de las esferas de opinión de los
diarios capitalinos. Si bien ingresaba mucha inversión monetaria y
distintos estilos de vida por parte del país vecino del norte, los
columnistas de la prensa atacaban argumentando que se destruían
la cotidianidad y las tradiciones. Esto no fue lo más preocupante sino
la forma en que la ciudadanía comenzaba a explorar otras partes de
su intimidad.

Hay que señalar que la homosexualidad ha sido vista por un


gran número de culturas como algo ajeno, extraño, incluso
extranjero; se ha tratado de justificar como un mal traído por agentes
externos: en Alemania, por ejemplo, se le llamó el “mal francés”,
mientras que en la propia Francia lo conocían como el “mal alemán”.
México no fue la excepción: desde la época del Porfiriato se puede
ver una discriminación hacia los hombres afrancesados, quienes
seguían las modas traídas de Europa, acusados de no ser
“realmente hombres” por ciertas características en su atuendo y su
forma de andar.

En la década de los años 30 los que pugnaban por la idea de


lo “verdaderamente mexicano” en la literatura y en el arte (como
Diego Rivera) rivalizaron con grupos que buscaban un ideal moderno
y “universal” de la cultura, como el grupo de Los Contemporáneos
donde se encontraban personajes como Salvador Novo, Xavier
Villaurrutia y Jaime Torres Bodet. En un texto de 1934, Rivera tacha

103
a este grupo de “seudo plásticos y escribidores burguesillos que,
diciéndose poetas puros, no son en realidad sino puros
maricones”.176 Aquel que se atreviera a desafiar la masculinidad de la
nueva patria mexicana estaba maldito, impuro, “se rajaba”, por lo que
había que rebajarlo a un grado de afeminamiento para que fuera
totalmente ridiculizado. Y justamente al finalizar la Segunda Guerra
Mundial hubo quienes acusaron a la homosexualidad de ser una
herencia abyecta para la sociedad: “Este vicio se ha extendido
mucho en todas las ciudades y en todos los países; es el regalo que
nos dejó la guerra”.177

Hacia 1952 una nota de El Universal reclamaba la visibilidad


de un supuesto boxeador homosexual, llamado Lalo, El Exótico,
quien salió a luchar con atavíos mujeriles ante las cámaras de
televisión lo que ofendió a padres de familia por haber transmitido a
un sujeto de este tipo en televisión:

Un procaz espectáculo anoche en Televicentro


Un espectáculo vergonzozo [sic] presentó anoche Televicentro
que no contento con su teatro de ínfima calidad, ayer hizo subir
al ring a un tal Lalo el Exótico, que hace gala de homosexual.
El tipo, que debería estar en la Penitenciaría y no en un
local que se supone deportivo, se presenta polveado, con los
labios pintados y los ojos enrimelados y no desperdicia ocasión
de hacer notar su categoría –verdadera o ficticia— de invertido
sexual.
Espectáculo de tan mal gusto y procaz no sólo se
presenta en el teatrillo de la Avenida Chapultepec, sino que se
hace llegar hasta el seno de los hogares a través de televisión.
Anoche mismo varios padres de familia se dirigieron a
nuestra redacción pidiendo que intervenga la Secretaría de

176 Diego Rivera, “Arte Puro: Puros Maricones”, en Obras, reunidas y presentadas
por Esther Acevedo, Leticia Torres Carmona y Alicia Sánchez Mejorada, 3 v., t. II,
parte I, Textos Polémicos 1921-1949, México, El Colegio Nacional, 1996, p. 85.
177 Luis Alonso, “Hijos de la desvergüenza”, en Magazine de Policía, Año 11, núm.

848, 29 de julio de 1954, p. 19.

104
Comunicaciones para impedir que se repita tan degradante
espectáculo y que se multe a los culpables de haberlo
presentado.178

De manera similar, los cabarets y centros nocturnos fueron


denunciados como lugares donde se ejercía la prostitución sin una
regulación por parte de las autoridades, lo que ocasionaba que en
diversas situaciones se realizaran redadas policiacas hasta que un
juez determinara la situación jurídica de los detenidos. En revistas
como Magazine de Policía179 se encuentran diversas notas donde
acusan a los centros nocturnos —especialmente los que se
encuentran en zonas marginales de la Ciudad de México— de
pervertir a jóvenes y hombres para destruir familias; incluso
acusaban a las trabajadoras sexuales de propiciar este tipo de
querellas. Por ello es que muchas notas alcanzaban un llamado tan
fuerte que las autoridades no tardaron en resolver esos asuntos,
especialmente con la campaña moralizadora que el regente del
Distrito Federal Fernando Casas Alemán llevó a cabo.

178 Anónimo, “Un procaz espectáculo anoche en Televicentro”, en El Universal: el


gran diario de México, domingo 6 de abril de 1952, Primera Sección, p. 14. [Las
negritas son del autor de esta tesis]
179 Publicación semanal que se dedicaba a difundir notas de corte amarillista que

apareció en la década de los años 30 hasta principios de los años 60. Como una
comparación, podríamos decir que fue la revista antecedente de Alarma! aunque no
contenía imágenes tan explícitas ni violentas como la segunda publicación. Su
director fue Demetrio Medina Estrella y aparecía como un suplemento del periódico
Excélsior los días lunes, y los jueves su Suplemento. Gabriela Pulido Llano,
“Magazine de Policía, una fuente para la historia de México”, en Diario de Campo,
Tercera época, núm. 9, julio-agosto de 2015, p. 23,
https://revistas.inah.gob.mx/index.php/diariodecampo/issue/view/569 (Consultada el
10 de febrero del 2017).
105
3.1 Espacios del pecado

La Ciudad de México comenzó a ser vista por parte de algunos


sectores moralistas como uno de los peores lugares donde el vicio y
la depravación se multiplicaba cada día más. En ocasiones fue
comparada con París, ciudad considerada en esa época como la
peor urbe del mundo al permitir establecimientos de juerga y
burdeles en avenidas demasiado concurridas.180 Algunos medios
informativos culpaban a las bailarinas exóticas de haber traído el
pecado a la capital mexicana pues sus pocos atavíos y danzas en los
centros nocturnos y en algunas escenas de cine hacían que la
morbosidad aumentara rápidamente, además de que en los anuncios
de propaganda las presentaban como “traídas de tierras lejanas”. El
“tongolelismo” fue quizá lo más criticable de los cabarets y teatros de
revista en la prensa de finales de la década de los años 40 y
principios de los 50.

Mientras que algunos centros nocturnos y salones de baile


permitían el fichaje femenino (que atraía una buena ganancia para
los dueños de los antros) algunos aprovechaban la situación de las
indefensas trabajadoras para extorsionarles exigiendo cuotas o
diversas cantidades monetarias para que siguieran laborando en un
determinado lugar. En general, quienes manejaban a las ficheras
eran varones conocidos como padrotes o pachucos. También hay
casos en los que los propios miembros de la Policía ejercían la
explotación y trata de blancas en algunos cabarets y avenidas de la
capital.

180 Celia Ferrer de Aguilar, “México, la ciudad del pecado”, en Suplemento de


Policía, Año III, núm. 291, 10 de junio de 1948, p. 9.
106
La prensa denunciaba seriamente que las autoridades debían
regular dichos establecimientos ya que dentro de ellos se efectuaban
robos a los parroquianos: mientras bailaban o se encontraban
bebiendo con alguna de estas mujeres, ellas aprovechaban para
robarles sus carteras y lo que tuvieran en los bolsillos.181 Además de
ejercer este tipo de actividades delictivas se manifestaban en contra
del maltrato que algunas “mariposillas” tenían: en cabarets de las
zonas de Peralvillo y Guerrero no se permitía la salida de las
empleadas hasta que cerrara el local; en caso de alguna emergencia
que tuvieran debían de pagar una cuota al encargado del local y una
respectiva “mordida” al policía de la zona para que la dejara ir
libremente.182

Incluso el cine tuvo un tono moralizador contra los centros


nocturnos de la ciudad de México. Películas como Salón México
(dirigida por Emilio, El Indio, Fernández en 1948) mostró al público la
desdichada vida de una mujer que trabajaba dentro de este salón de
baile. Mercedes (interpretada por Marga López) una mujer que debe
fichar con los clientes para poder mantener a su hermana Beatriz
(Silvia Derbez) quien asiste a uno de los colegios de señoritas más
prestigiados de la ciudad. Mercedes se enfrenta al peligro de Paco
(Rodolfo Acosta, el explotador de mujeres) con quien ganó un
concurso de danzón, pero éste no le entrega ni un peso del premio
por lo que ella le roba el dinero mientras duerme. Muchas personas
criticaron esta película ya que se creaba una especie de “leyenda
negra” en torno a los salones de baile y cabarets de segunda

181 Sergio Fernández, “Cabarets: ¡prostitución en gran escala!”, en Suplemento de


Policía, Año III, núm. 286, 29 de abril de 1948, pp. 3-4.
182 Ibídem.

107
categoría. Si precisamente el Salón México se caracterizaba por ser
un punto de encuentro de distintos tipos de personas, tanto de
convivencia como de ligue y baile, esta película enfatizó el toque de
perversión y lujuria que gente de ideas conservadoras tenían sobre
estos lugares. Al respecto Manuel Magaña Contreras183 señala en
una de sus memorias que esta película “ocasionó un daño grave a la
juventud” de esa época pues logró que años después se realizara
una clausura masiva de centros nocturnos, además de mostrar “lo
que fue un lugar de esparcimiento del pueblo aficionado al arte-
deporte del ritmo y la melodía” como los dancings.184

El tema de las drogas fue otro punto importante por el que la


prensa se manifestaba contra los centros nocturnos. Los
estupefacientes que más alarmaron a la población de ese entonces
eran la marihuana y la morfina las cuales se podían conseguir en
droguerías, algunos cabarets de zonas marginales o en ciertas calles
de la ciudad. Algunos periodistas mencionaban que ciertos
afeminados “criminales”, además de cometer faltas a la moral y
ejercer la prostitución, portaban en pequeñas dosis marihuana para
vender o consumirla entre ellos. Sin embargo, era preferible que los
detenidos declararan que asistían a estos lugares para consumir
estas drogas que el haber tenido contacto con algún homosexual.

183 Periodista de origen michoacano. Radicó en la Ciudad de México desde 1947


donde trabajó como ayudante de una tienda de comerciantes libaneses y luego se
dedicó al mundo periodístico desde 1952 en la XEW y en diarios como Excelsior y El
Sol de México. Enrique Covarrubias, “Falleció el periodista y escritor zamorano
Manuel Magaña Contreras”, en El Independiente. Información que te da el poder.
martes 17 de febrero del 2015, http://www.el-independiente.com.mx/fallecio-el-
periodista-y-escritor-zamorano-manuel-magana-contreras/ (Consultado el 25 de
noviembre del 2015).
184 Manuel Magaña Contreras, “La región más transparente”, en Siete Regentes y un

Reportero. De Uruchurtu a Camacho Solís, Presentación de Manuel Camacho Solís


y Juan José de Giovannini, México, Apolo Editorial, 1991, p. 49.
108
También se creía que, por tener características feminoides, estos
sujetos eran demasiado prolíficos en divulgar chismes y organizar
crímenes contra algunos clientes asiduos a cabarets y salones de
baile.185

Tal y como había ocurrido con algunos criminólogos y juristas


en la década de los años 30, la homosexualidad masculina fue
considerada como un crimen más que como una condición biológica.
Dentro de los discursos en los que se les acusaba de perversión de
menores y prostitución en ciertas zonas de tolerancia, algunas notas
señalaban al sector policiaco de encubrirles determinadas
actividades delictivas. Por ejemplo, en 1950 se sabía del libre tránsito
de afeminados en las calles de Marconi, Palacio Postal, Cinco de
Mayo, en la propia Plaza de la Constitución, La Merced, Jesús
Carranza, Peralvillo, el Órgano y en algunas academias y salones de
baile,186 así como las calles de Correo Mayor donde ejercían su
“tarea de destrucción y de afear las calles”.187 Es curioso que su
transitar cotidiano fuera en las zonas cercanas a los lugares céntricos
de la capital y donde se ejercían (aunque de manera simbólica) los
poderes centrales del país como el Palacio Nacional, la Catedral
Metropolitana y el viejo Palacio del Ayuntamiento del Distrito Federal
sin ninguna detención ni amenaza que atentara contra estos sujetos.

Al parecer, la zona norte con la que delimitaba la Ciudad de


México era uno de los lugares donde la prostitución y la venta de

185 Sergio Fernández, “Invertidos y rateros criminales”, en Magazine de Policía, Año


9, núm. 505, 6 de septiembre de 1948, p. 9.
186 Enrique Félix, “Prostitución: enemigo número 1”, en Suplemento de Policía, Año

III, núm. 246, 24 de julio de 1947, p. 3.


187 Anónimo, “Sucesos de la Semana”, en Magazine de Policía, Año 11, núm. 553, 8

de agosto de 1949, p. 12.


109
marihuana por parte de afeminados eran parte del paisaje y de la
vida cotidiana de sus calles. Ya en barrios como el de Santa María la
Redonda se detenían de manera continua a personas que ejercieran
este tipo de actividades ilícitas y venta de marihuana:

Hace poco se tuvo conocimiento [que] en el cine “Isabel”


habían sentado sus reales los más furibundos mariguanos
del barrio de Santa María la Redonda y de la nefasta Plaza
de Garibaldi (panino de merolicos groseros y de mariachis
facinerosos), y que en esas actividades perjudiciales para la
salud pública venían trabajando con toda actividad un grupo
de afeminados, que “rendían” culto a doña Juanita, para así
estar en condiciones de embaucar con mayor facilidad a sus
futuras víctimas. La policía localizó varios casos y los
sodomitas fueron a dar con sus huesos a la prisión del
Carmen, en donde se les impuso una sanción económica,
que “la dueña de casa” fue a pagar rápidamente; temerosa
de que el afeminado le sacara sus trapitos al sol. 188

Otra de las causas por las que los centros nocturnos fueron
señalados como espacios de peligro era por la supuesta intromisión
de agentes e inversionistas extranjeros al abrir locales donde
permitían la prostitución y venta de drogas a plena luz del día o
durante la noche.189 Como mencionábamos en el capítulo dos
algunas instituciones religiosas y conservadoras no estaban del todo
de acuerdo con que los valores y formas de vida norteamericanas
ingresaran a México ya que ponían en riesgo la moral y buenas
costumbres del país. Chava Flores (compositor de música popular

188 Sergio Fernández, “El descaro de los sodomitas”, en Suplemento de Policía, Año
III, núm. 281, 25 de marzo de 1948, p. 8. En relación con la prisión del Carmen,
parece que el autor de la nota pudo haberse confundido: la única prisión con ese
nombre era la que se encontraba en el pueblo de San Ángel, en el sur de lo que era
el Distrito Federal; sin embargo, en 1929 fue expropiada por el INAH para la
construcción del Museo del Carmen (que aún pervive). Es probable que en la calle
Del Carmen, cerca del Palacio Nacional, en el corazón de la Ciudad de México,
hubiera una delegación de policía donde llevaban a los detenidos de esa zona.
189 Julio Pérez, “Vergüenzas citadinas”, en Magazine de Policía, Año 11, núm. 683, 4

de febrero de 1952, p. 7.
110
mexicana) atribuye al comercialismo de la década de los años 50 el
deterioro y “falta de amor a la tierra” natal lo que llevó a que los
mexicanos perdieran su identidad ante la invasión estadounidense
pues:

acabó con el sentimiento y con la felicidad; por todas partes se


ve amargura. Antes ser pobre no era trágico. Ahora sí, porque
sobre la necesidad de lo fundamental tiene uno alrededor una
serie de presiones publicitarias según las cuales si no se posee
tal o cual cosa se es un desgraciado.
No sé si me equivoco, pero tengo la impresión de que
antes la gente estaba orgullosa de su mexicanidad: nuestras
costumbres se respetaban, lo mismo que nuestro lenguaje y
nuestra comida. Lo natural era comer enchiladas o frijoles, ir a
la tepachería, beber atole; ahora la gente va a Burger Boy y
bebe refrescos embotellados. Parecen cosas insignificantes,
pero quieren decir mucho.190

Fuera de lo que pasaba en los centros nocturnos (con dueños


mexicanos o extranjeros) algunos establecimientos que atraían a
una clientela más exclusiva servían como ejemplo ante las
campañas publicitarias de turismo y modernidad que el sexenio
alemanista planteó durante su mandato presidencial. El Waikikí,
cabaret famosísimo de la avenida Reforma, también tuvo algunos
casos en los que se veían involucrados algunos homosexuales: en
1951 se supo de un hombre llamado Carlos Vázquez Ramírez que
esperaba a los hombres que salieran de dicho lugar para
“enamorarlos” de una manera violenta. En cierta ocasión vio a un
joven veinteañero a quien se le “lanzó” y empezó a desvestir en
plena calle, hasta que éste reaccionó golpeándolo, por lo que Carlos
huyó mientras dos hombres tranquilizaban al muchacho atacado.
Quienes lo detuvieron fueron Guillermo e Ignacio Vázquez,

190Cristina Pacheco, “Chava Flores: La canción de la vida cotidiana”, en Los Dueños


de la Noche, México, Plaza & Janes Editores, 2001, p. 161.
111
hermanos y defensores de Carlos, pues sabían de las andanzas de
su pariente y debían de vigilarlo constantemente para que no
cometiera más acosos de este tipo.191

A pesar de que la prensa y diversas organizaciones


moralistas se quejaban ante las autoridades de la presencia antros y
cabarets, donde más detenciones y redadas hubo en esta época
fueron en casas y burdeles clandestinos que se localizaban fuera de
los límites de la Ciudad de México. Algunos de estos lupanares se
encontraban bajo la protección de políticos y personal del gobierno
(como el de Graciela Olmos “La Bandida” en la colonia Roma) y que
permitían a algunos afeminados trabajar dentro de sus
establecimientos. Es ahí donde diversos medios aprovecharon para
crear una mala imagen de los homosexuales de la capital mexicana.

3.2 Redadas y detenciones

Los principales motivos por los que las autoridades realizaron cateos
y redadas en algunos establecimientos nocturnos se debían a
reclamos de vecinos que se quejaban de la funcionalidad inmoral y
la práctica de actividades ilícitas dentro de sus instalaciones. Ya que
la zona centro de la ciudad se encontraba saturada de centros
nocturnos, cabarets y salones de baile, algunas casonas del sur de
las zonas limítrofes de la capital se convirtieron en centros de
diversión y bares clandestinos; incluso se permitía la entrada a
menores de edad, como el caso del Swing Club ubicado en la
colonia Roma: algunos vecinos se quejaban de este local pues se

Arcadio Santini, “Travesuras de un equivocado”, en Magazine de Policía, Año 11,


191

núm. 662, 10 de septiembre de 1951, p. 9.


112
atentaba contra la moral y se ejercía la venta delictiva de drogas y
alcohol incluso durante el día.192

Algunas notas periodísticas mencionaron la existencia de


casas clandestinas donde se ejercía la prostitución y venta de
bebidas alcohólicas sin la regulación propia de las autoridades
capitalinas. En casos más concretos, se supo de viviendas donde
algunos homosexuales asistían a fiestas particulares ataviados con
objetos femeninos. En el número 44 de la calle Constantino, en la
colonia Peralvillo, al norte de la Ciudad de México, se detuvo a seis
travestis que efectuaban reuniones en dicho domicilio con nombres
que aludían a ciertas divas del cine mexicano: Víctor Lester
Sánchez, alias “Mapy Cortés”; Manuel Ramírez Pérez, “Rosal
Enfermo”; Roberto García Villa, “María Bonita”; Carlos Manuel Piña,
“Ivone de Carlo”; José López Martínez, “Lola del Río”; y Carlos
Ramírez Suárez, “La India Bonita”. Como escarmiento moral, fueron
llevados a la cárcel del Carmen donde se les rapó la cabeza
completamente.193

El entonces jefe de la Policía del Distrito Federal, el General


Othón León Lobato, se encargó de realizar una campaña
moralizadora contra las casas clandestinas del vicio y contra los
afeminados de la ciudad. En una redada que organizaron las
autoridades en 1948 se supo que algunos homosexuales se
encontraban amparados por parte de la justicia capitalina, por ello es
que no se les podía imputar algún delito a menos que transgredieran
la ley (con algo más peligroso como la venta de drogas). Es curioso
192 N. Padilla, “Piden la clausura”, en Magazine de Policía, Año 11, núm. 760, 27 de
julio de 1953, p. 20.
193 Mario Montes, “Cuando los hombres son mujeres”, en Suplemento de Policía,

Año III, núm. 252, 4 de septiembre de 1947, pp. 12-13.


113
que en esta época ya algunos sujetos comenzaran a tener amparos
en contra de agresiones policiales; pareciera que no solo era el
detener-por-detener a un homosexual por el simple hecho de
aparentar un aspecto feminoide (como algunos testimonios y
crónicas relatan). Hay casos en los que gente que provenía del
interior de la república ya contaban con este resguardo judicial, por
lo que al llegar a la capital mostraban dicho documento para no ser
inculpados por las autoridades, tal como lo menciona esta nota:

En este reportaje adjuntamos la fotografía de un afeminado


provinciano, un tipo singular que hace poco pidió amparo a
las autoridades del lugar de su residencia, alegando que lo
estaban extorsionando porque se había dejado crecer el pelo
y acostumbraba vestirse de mujer para hacer sus quehaceres
domésticos.
En su querella alegaba que él, como ciudadano
mexicano era muy dueño de hacer su real gana, y que si le
gustaba la melena larga, bastante trabajo le daba cultivar su
pelo. No hubo punto legal de donde partir para tenerlo preso,
y se le puso en libertad. Sigue paseándose con su larga
melena, sus tacones cubanos y sus medias nylon, sin que lo
puedan castigar, porque casi siempre va amparado por la
Justicia Federal.194

Sin embargo, el estigma social convertía a todos los afeminados en


criminales que debían mantenerse en prisión por un largo tiempo Y
no solamente aquellos que tuvieran apariencia mujeril, pues la
misma nota agrede a aquellos homosexuales que no tienen
apariencia humilde sino “poderosos, que llevan debajo de su traje de
casimir inglés las ‘pantaletas’ de charmeusse y el refajo de seda”.195

194 Sergio Fernández, “Invertidos y Rateros criminales”, en Magazine de Policía, Año


9, núm. 505, 6 de septiembre de 1948, p. 12.
195 Ibídem.

114
Los detenidos eran llevados a la penitenciaria del Distrito
Federal: el Palacio Negro de Lecumberri. A fin de no contaminar a
otros presos de homosexualismo, eran llevados a la crujía J junto
con muchos de sus “compañeros” ya que se creía que un afeminado
podía contagiar a diez reclusos de vicios y perversiones, así como
crear una cadena sucesiva.196 Los sujetos más peligrosos eran
enviados a cumplir sentencias más largas en las famosas Islas
Marías197 incluyendo algunos homosexuales que tenían condenas
amplias: en diciembre de 1950 se envió un gran “cargamento” de
miembros de la crujía J de la prisión de Lecumberri para realizar
trabajos pesados, con la esperanza de que pudieran regresar al
camino de la virtud.198

Es importante señalar que la mayoría de los detenidos eran


de estratos sociales bajos, o por lo menos lo que en las notas
amarillistas y en algunas crónicas se ha podido constatar. En muy
pocas notas se señalan personalidades de clases altas, estos
sujetos tuvieron que pagar una gran capital para poder expiar sus
culpas ante las autoridades y la moral social. Sin embargo, algunas
personalidades pudieron darse el privilegio de pasearse por las
calles sin ninguna pena ni vergüenza, como fue el caso de Salvador
Novo quien, al ser un personaje respetado de la vida cultural de la
capital, se ganó cierta autoridad social para poder expresar sus
modos de andar afeminados en la esfera pública. A los

196
José Agustín Martínez, “Algunas cuestiones importantes en relación con el
homosexualismo”, en El Homosexualismo y su Tratamiento, Prólogo de José Ángel
Ceniceros, México, Botas, 1947, p. 142.
197 Ubicadas frente a las costas de Nayarit, en el norte de México, las Islas Marías

funcionaron como una zona de alto resguardo para prisioneros peligrosos y de


condenas amplias.
198 Guillermo R. Gonz, “¡El más extraño cargamento a las islas!”, en Magazine de

Policía, Año 11, núm. 624, 18 de diciembre de 1950, p. 8.


115
homosexuales y afeminados de clases bajas les tocaban el
escarmiento público y las humillaciones, despojados de su
naturaleza humana para ser tratados como lo peor de las lacras
sociales.199 Por ello era mejor ser tratado como criminal que como un
invertido sexual.

Una de las curiosidades que hubo en esta época fue la


detención de policías que explotaban a “cristinas” prostitutas.
¿Quiénes eran estas “cristinas”? En 1953 el exsoldado y aviador
estadounidense George W. Jorgensen se sometió a diversos
procedimientos quirúrgicos y hormonales para convertirse en
Christine Jorgensen, la primera mujer transexual en la historia de la
humanidad que sobrevivió a una operación de cambio de sexo.200
Esta noticia se convirtió en un espectáculo mediático que acaparó la
atención por lo menos de todo el mundo Occidental; de esta forma,
quienes se sometían a este tipo de operaciones se les denominó
“cristinas”. En México se comenzó a especular que muchos de los
afeminados esperaban que tan ansiados procedimientos llegaran al
país para poder convertirse en “mujercitos de verdad”. Aquellos que
tuvieron el poder adquisitivo viajaron al extranjero para poder
someterse a esta operación, aunque al llegar aquí no encontraran

199 Carlos Monsiváis, “Los que tenemos unas manos que no nos pertenecen (A
propósito de lo queer y lo rarito)”, en Que se abra esa puerta. Crónicas y ensayos
sobre la diversidad sexual, México, Paidós, Debate Feminista, 2010, p. 55.
200 Beatriz Preciado, “Manifiesto por un hombre interior: el despertar de la conciencia

doméstica del Playboy”, en Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en “Playboy”


durante la Guerra Fría, Barcelona, Anagrama, 2010, p. 36 (Argumentos, 413). Se
sabe que a finales de la década de los años 20 y principios de los 30, en Dresde,
Alemania, hubo un intento casi exitoso: Einar Mogens Wegener (artista danés)
decide convertirse en Lili Elbe, adoptando una apariencia corporal femenina. Sin
embargo, tras algunos procesos quirúrgicos no logra sobrevivir a dicha
transformación, pero dejó un testimonio sobre las dificultades que tuvo para llevarla
a cabo. Actualmente esta historia fue llevada al cine con el nombre de The Danish
Girl estrenada en 2015.
116
oportunidades laborales ni las de mantener una vida social estable:
la única opción que tenían era el de la prostitución en las calles de la
Ciudad de México. Ante esto, algunos policías aprovecharon esto
para explotar sexualmente a estas personas (¿podríamos
201
considerarlas ya como personas transexuales?) por lo que las
obligaban a pasearse por avenidas como el Paseo de la Reforma en
busca de clientes: al conseguir que un hombre las subiera a su auto,
estos agentes los detenían y utilizaban como excusa esta situación
para poder extorsionarlos, así como pedir una cuota determinada a
las “cristinas” para no encarcelarlas.202

Mientras esto ocurría, la prensa comenzó a publicar fotos de


sujetos afeminados detenidos posando en diversas formas, lo que
llevó a crear un imaginario social de cómo eran los homosexuales.
En parte, estas imágenes conllevaron un proceso identitario entre
dichos sujetos pues vestir determinadas prendas o mantener una
postura corporal los hacía reconocerse dentro del ambiente (como
hemos explicado anteriormente). Además, hizo que parte de las
autoridades y la sociedad en general pudiera reconocer a estas
personas en diversos medios y dentro de su propia cotidianidad.

201 Al respecto, cabe hacer un paréntesis sobre el origen de las palabras travesti y
transexual: el primero fue acuñado por el sexólogo alemán Magnus Hirschfield para
designar a las personas que tienen un fetiche por la ropa de su sexo opuesto; por
otra parte, transexual fue propuesta por el doctor Henry Benjamin en 1954 para
definir a las personas que buscan una metamorfosis completa para ser quien de
verdad son, es decir, una persona dentro de un cuerpo que no le corresponde. Naief
Yehya, “De la pornografía casera a la perversión de la inocencia. Géneros y
revelaciones”, en Pornografía. Obsesión sexual y tecnológica, México, Tusquets
Editores, 2012, p. 255 (Ensayo Tusquets).
202 Danton Romay, “Explotadores de ‘cristinas’”, en Magazine de Policía, Año 11,

núm. 865, 27 de septiembre de 1954, p. 4.


117
3.3 La nota policiaca

Tal y como mencionábamos al principio de este capítulo, la prensa


tuvo un papel importante en la moralización y la opinión pública de la
gente sobre los cabarets, el espectáculo y los homosexuales de la
Ciudad de México.203 Algunos de sus artículos se enfocaron al
análisis de la personalidad de estos sujetos, de manera que podían
señalar en sus textos los lugares y conductas que la sociedad
consideraba como impropias de los hombres de esa época. En
revistas como Magazine de Policía (publicada los días lunes) y el
Suplemento de Policía (apareciendo en puestos los jueves) se
editaban notas que no tenían un corte tan conservador como los
diarios de circulación nacional ya que en sus páginas aparecían
noticias de tinte amarillista e ilustraciones que podían herir la
susceptibilidad del público.

Para justificar este tipo de reportajes, ponían en letras


grandes su lema: “Señalar las lacras de la sociedad es servirla”, así
evitaban que grupos conservadores refutaran lo que aparecía cada
lunes y jueves en los puestos de periódicos (incluso algunas de
estas asociaciones llegaron a publicar textos en sus páginas). Más
que ser una revista que atrajera el morbo, tenía un tinte de difusión
que los órganos policiacos evitaron que se dieran a conocer, por ello
los editores aclaraban que era una publicación “ajen[a] a los cuerpos
de seguridad pública”; además de este tipo de notas publicaban

203 Gabriela Pulido Llano, “El espectáculo ‘sicalíptico’ en la Ciudad de México, 1940-
1950”, en Rodolfo Palma Rojo, Gabriela Pulido Llano y Emma Yanes Rizo,
Rumberas, boxeadores y mártires. El ocio en el siglo XX, Introducción de Mario
Camarena Ocampo y José Mariano Leyva, México, INAH, 2013, p. 45 (Claves para
la Historia del siglo XX Mexicano).
118
historias de corte novelístico y de personajes históricos (como la vida
del general Antonio López de Santa Anna).

Las notas que publicaba regularmente esta revista eran las


que tenían que ver con crímenes cometidos en la capital y en
algunos estados de la república mexicana. Para nuestro caso de
estudio, esta revista se enfocó en reclamar las diversas
irregularidades y escándalos que atañían a los centros nocturnos y
cabarets de la ciudad tanto de las zonas exclusivas como los que se
encontraban en las márgenes de la urbe. Siempre se manifestó por
una regulación estricta de estos antros y reclamaba la forma en que
rompía las relaciones familiares debido a que muchos hombres se la
pasaban en estos lugares de entretenimiento, así como la corrupción
de menores y la explotación sexual de mujeres.

Sobre el tema de la homosexualidad y las perversiones


sexuales, esta publicación daba a sus lectores por lo menos cuatro
notas al año sobre estos tópicos, aunque fueron disminuyendo
según las diversas campañas moralizadoras que se implementaban
en la capital. En primera instancia se encargó de denunciar algunos
puntos de encuentro entre sujetos afeminados, como calles y
centros de prostitución de la ciudad. Las fotografías que incluyeron
en sus reportajes denotaban un aspecto muy denigrante, incluso el
de hacer recreaciones de detenidos o suplantar retratos para que el
lector pudiera darse una idea de cómo eran estos personajes. Por
ejemplo, en el caso de los detenidos en el número 44 de la calle
Constantino de la colonia Peralvillo se relata sobre las fotos de los
detenidos:

119
En esas fotos se puede estudiar la psicología de esos hombres
que no están conformes con la misión que les asignó la
naturaleza y que a todo trance, por instinto o por degradación de
sentimientos e impulsos tratan de convertirse en seres animados
por la misma sensibilidad de lo de su sexo contrario, como si se
tratara de un renunciamiento total a la vida que por razón de su
envoltura humana debían llevar.204

Carlos Monsiváis describió que a partir de la década de 1940


aumentaron los casos de crímenes de odio contra los
homosexuales, así como su aparición en la nota policiaca.205 Sin
embargo, en los reportajes de esta revista se publicaron dramas
amorosos “entre equivocados”, que involucraba una relación
amorosa o afectiva, dando una justificación de los sujetos
violentados y sus malos actos. En 1951 se publicó la historia de “La
Magdalena” y su esposo, una pareja de homosexuales que se
hospedaron en un hotel de los barrios más bajos de la ciudad. A
causa de una “discusión por celos”, un joven y un hombre de mayor
edad comenzaron a golpearse hasta que “La Magdalena” (el joven,
originario de provincia) empujó hacia la ventana a su “marido” quien
cayó hasta la acera.206

Otro de los casos en los que se vieron incluidos los celos y la


supuesta criminalidad innata de los homosexuales fue el ocurrido en
1947 cuando Vicente Ornelas, junto con unos amigos, entró en un
local de la calle del Carmen. Estos, que se dedicaban a la
falsificación de billetes, decidieron matar a Vicente a martillazos,
pues “su aspecto mujeril podría delatarlos ante las autoridades”,

204 Mario Montes, “Cuando los hombres son mujeres”, en Suplemento de Policía,
Año III, núm. 252, 4 de septiembre de 1947, p. 13.
205 Carlos Monsiváis, “Los gays en México: la fundación, la ampliación, la

consolidación del gueto”, en op. cit., p. 128.


206 Arqueles Vereo, “Sombrío drama entre equivocados”, en Magazine de Policía,

Año 11, núm. 645, 14 de mayo de 1951, p. 9.


120
desfigurándole completamente la cara.207 Parece que aquí las
características físicas y “propias” de Vicente provocaron la ira de los
delincuentes (en la lógica del autor de este texto) por lo que
concluye la nota como un castigo justo para este tipo de personas
afeminadas.

Por último, el asesinato de un joven de 28 años llamado


Roberto Gómez Vázquez llama la atención de quienes publican en
esta revista, pues lo describen como un hombre “atlético y
masculino” (lo que chocaba con las clásicas imágenes de
afeminados y travestis que deambulaban en sus viejas páginas). El
cuerpo de Roberto fue descubierto en la calle Nápoles número 40,
departamento 5, el 9 de octubre de 1954. Este sujeto vivía con Víctor
Ochoa Rosas quien declaró que ambos eran homosexuales y
asistían regularmente a antros donde concurrían otros hombres que
les gustaba “probar y conocer de todo”. Roberto fue asesinado por
un muchacho de 18 años que había sido invitado a su casa a una
fiesta; éste, al saber de los gustos y preferencias de ambos jóvenes,
decidió matar a tubazos a Roberto mientras que a Víctor sólo lo
desmayó con un golpe seco en la sien.208 Cabe resaltar que la nota
parecía un hecho relevante y de sorpresa para quien lo leyera, pero
decidió mostrar el lado “negativo” del occiso para justificar su
muerte. Cuando se trataban de crímenes pasionales no contaba
mucho si fueran hombres o mujeres, sino el delito que los hiciera
pagar con su vida.

207 Anónimo, “Falsificadores y asesinos”, en Magazine de Policía, Año 11, núm. 702,
16 de junio de 1952, pp. 18-19.
208 Nick Winter, “Bárbaro crimen a tubazos”, en Magazine de Policía, Año 11, núm.

872, 21 de octubre de 1954, p. 10.

121
Es curioso que una publicación de este tipo comenzara a
desaparecer las notas de cabarets y homosexuales en la capital a
partir de 1953. Probablemente con la campaña moralizadora
emprendida por el regente del Distrito Federal Ernesto P. Uruchurtu
se declaró que periódicos de este tipo fueran eliminando la nota roja
para evitar que la gente supiera de los horrendos crímenes que se
cometían en la urbe y a nivel nacional. Los casos de homosexuales
asesinados o los que sirvieron como escarmiento público fueron
publicándose como una advertencia a los ciudadanos de lo que les
pasaba a aquellos que se enfrentaran a la justicia moral, por lo que
mostraron a estos sujetos de la forma más humillante y
deshumanizada que podían.

Como hemos señalado, la prensa quiso demostrar la


existencia de este tipo de sujetos que “afeaban” las calles de la
Ciudad de México. Los periodistas que se dedicaban a investigar las
zonas y lugares donde asistían dejaban en claro que este tipo de
personas eran de la peor calaña social que pudiera existir. Aunque
las autoridades se dedicaban a regular y vigilar los centros
nocturnos, la aprehensión de los homosexuales servía como escaño
moral para que no se atrevieran a manifestar en público sus
preferencias ofendiendo las buenas costumbres que había en la
sociedad capitalina.

Si bien es cierto que las fotos que publicaban este tipo de


revistas y periódicos hacían que la gente pudiera identificarlos, los
homosexuales comenzaron a adoptar otro tipo de formas de
relacionarse creando círculos sociales privados, evitando que la
Policía ejecutara redadas y detenciones al azar, además de evitarse

122
el escándalo en caso de que fueran personalidades importantes de
la esfera pública.

Con la transición electoral de 1952 la vida nocturna, los


cabarets y salones de baile fueron desapareciendo poco a poco.
Ruiz Cortines llegaba al poder y designaría a un nuevo regente del
Departamento del Distrito Federal: Ernesto P. Uruchurtu, mejor
conocido como el “regente de hierro” por las diversas medidas
moralizadoras que llegó a emplear en la capital mexicana. Uruchurtu
cerró cantinas, bares, cabarets, lo que ocasionó que muchos
homosexuales volvieran a la clandestinidad y la oscuridad de la
noche creando una nueva red de contactos y de sociabilidad en la
Ciudad de México.

123
Capítulo Cuatro
El fin de una época

En diciembre de 1952 el licenciado Miguel Alemán Valdés concluía


su mandato presidencial. En su intento por modernizar el campo y
hacer de las urbes mexicanas centros de desarrollo industrial que
tanto esperaba la gente (como había pasado en Estados Unidos
durante la posguerra), el país inició una etapa de prosperidad
económica que duraría por lo menos hasta finales de la década de
los años 70 dando pie a lo que algunos economistas han
denominado como “El Milagro Mexicano”.

Esta gran abundancia comenzó a reflejarse entre las clases


medias y altas del país. Algunas personas tuvieron un amplio poder
adquisitivo con el cual adquirían diversos artículos novedosos, como
electrodomésticos, a través de los créditos que algunas tiendas
departamentales ofrecían. La innovación de estos objetos fue tal que
modificó el estilo de vida de los mexicanos. Mientras tanto, la
proliferación de centros de espectáculos, el cine, la radio y la
naciente industria televisiva lograron que la sociedad mexicana
tuvieran un mayor contacto con el mundo exterior: a pesar de
defender una ideología donde lo mexicano tenía que prevalecer en
los libros de civismo, en las fiestas nacionales, el arte, en las
escuelas públicas, en la cultura, en las calles y avenidas principales
comenzaron a verse diversas propagandas de productos con
nombres en inglés: Coca-Cola, Packard, Cadillac, Dodge, Plymouth,
etcétera, lo que involucraba una invasión de productos de consumo
estadounidense con los cuales los mexicanos comenzaron a
identificarse y fueron adoptando como propios.

124
La capital del país crecía a pasos largos, tanto en
infraestructura urbana como en niveles de población.
Paulatinamente, los habitantes del Distrito Federal fueron buscando
otras zonas donde pudieran habitar sin vivir el caos que ocasionaba
el tránsito desplazándose hacia las periferias del norte y oriente
estableciendo asentamientos irregulares, en especial en las
demarcaciones Iztapalapa, Iztacalco, Tlalpan y Azcapotzalco que
tiempo después serían administrados por parte de las autoridades
hacia mediados y finales de la década de los años 50209
especialmente con la creación de Ciudad Satélite, ubicada en el
municipio de Naucalpan, en el Estado de México.

Poco a poco se fueron erradicando los cabarets y salones de


baile con los personajes que sustituirían a Miguel Alemán, en la silla
presidencial, y a Fernando Casas Alemán en la Jefatura del
Departamento del Distrito Federal. Si bien el segundo había
comenzado una campaña moralizadora en conjunto con la Policía
capitalina, su sucesor aplicaría mano dura en contra del vicio e
indecencia que estos lugares irradiaban a la población. Los
homosexuales tuvieron que regresar a la clandestinidad y a las calles
oscuras, pues el incremento de razias o redadas sorpresivas tendría
como consecuencia un gran número de detenidos en las
delegaciones policiacas.

209Fabiola Patricia Monroy Valverde, “Alto en rojo: obras más urgentes por realizar”,
en La Selva de Acero. Crónica de la ciudad de México bajo la primera administración
de Ernesto P. Uruchurtu (1952-1958), Tesis de maestría en Urbanismo, México,
UNAM, Facultad de Arquitectura, 2005, p. 49.
125
4.1 La llegada de Ruiz Cortines y Ernesto Peralta Uruchurtu al
poder
Tras una campaña electoral bastante reñida en el mes de junio de
1952, el Secretario de Gobernación del sexenio alemanista (y
también paisano veracruzano) Adolfo Ruiz Cortines fue elegido como
el sucesor de Miguel Alemán. A casi nadie le sorprendió esta victoria
ya que muchos sabían de la relación tan estrecha que ambos
personajes tenían durante la administración que terminaba en ese
año.210 Desde este momento comenzó el mito de la política mexicana
en la que se determinaba al siguiente sucesor presidencial por medio
del “dedazo” o, como mejor se le designó, el “tapado”.

A pesar de que muchas de las decisiones gubernamentales


las tomaron en conjunto estos dos personajes, Ruiz Cortines prefirió
hacer una escisión en su mandato alejándose de todo tipo de
relación con los proyectos alemanistas, aunque tuvo que dar cierta
prioridad en algunos y darles una continuidad dentro de su
planeación gubernamental. Por ejemplo, el 20 de noviembre de 1952
(a tan sólo diez días de dejar el cargo) Alemán inauguró las
instalaciones de Ciudad Universitaria en el Pedregal de San Ángel;
sin embargo, la gran mayoría de edificios aún no estaban concluidos.
Tuvieron que pasar cerca de dos años para que diversos institutos de
investigación, así como siete facultades, pudieran mudarse hacia el
nuevo espacio de estudio; finalmente el 22 de marzo de 1954, en una
modesta ceremonia en el edificio de Rectoría, Ruiz Cortines
inauguraría formal y completamente la construcción universitaria.211

210 Stephen Niblo, “La Contrarrevolución de Alemán”, en México en los Cuarenta.


Modernidad y Corrupción, Trad. de Enrique Mercado, México, Océano, 2008, p. 203.
211 Monroy Valverde, op. cit., pp. 23-24.

126
En temas económicos Ruiz Cortines introdujo de nuevo la
inversión y la tecnología extranjera con base en criterios de
rentabilidad,212 reemplazando al modelo de sustitución de
importaciones de la administración anterior así como tener cierta
“prudencia en el gasto público, bajos salarios, búsqueda de créditos
exteriores, apertura a las inversiones estadunidenses y estabilidad de
precios y de la paridad del peso”.213

El 31 de diciembre de 1953 Ruiz Cortines expidió una nueva


Ley de Planificación para el Distrito Federal con el fin de que “la
ciudad y los centros urbanos que comprende el Distrito Federal se
desarrollen racional, estéticamente y en condiciones salubres, que
satisfagan las necesidades de sus habitantes.”214 Esta nueva ley de
Planeación añadió a los fraccionadores una cuota de cinco pesos
por metro cuadrado de superficie vendible que sería destinado para
la construcción de escuelas, mercados y nuevos fraccionamientos
para la población de las colonias pobres de la ciudad, además de
donar el 15% para la apertura de vías públicas como calles y
avenidas.215 Otro de los logros del sexenio ruizcortinista fue el

212 Gerardo G. Sánchez Ruiz, “La Revolución Transfigurada, la Ciudad y el


Desarrollismo, 1952-1970”, en La ciudad de México en el periodo de las Regencias
1929-1997. Dinámica Social, Política y Producción Urbano Arquitectónica, México,
Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco, División de Ciencias Sociales y
Humanidades, Gobierno del Distrito Federal, 1999, pp.152-153.
213 José Agustín Ramírez Gómez, “El Desarrollo Estabilizador (1952-1958)”, en

Tragicomedia Mexicana I. La vida en México de 1940 a 1970, México, Planeta,


Booket, 2007, p. 122.
214 “Ley de Planificación del Distrito Federal”, en Diario Oficial de la Federación, 31

de diciembre de 1953, p. 58,


http://www.dof.gob.mx/nota_to_imagen_fs.php?cod_diario=199946&pagina=58&sec
cion=4,(Consultado el 1 de diciembre del 2015).
215 Armando Cisneros Sosa, “Vuelta a la Austeridad”, en La ciudad que construimos.

Registro de la expansión de la ciudad de México (1920-1976), México, Universidad


Autónoma Metropolitana unidad Iztapalapa, División de Ciencias Sociales y
Humanidades, 1993, p. 150.
127
derecho al voto de las mujeres otorgado en 1953 (aunque ya en
1947 las mujeres habían obtenido su derecho al sufragio a nivel
municipal) con lo que se convertían en ciudadanas mexicanas y sin
la dependencia del voto masculino ni el que fueran consideradas
como personas “menores de edad”.216

La Jefatura del Departamento del Distrito Federal quedó a


cargo del licenciado Ernesto Peralta Uruchurtu quien se preocupó
por la imagen y funcionalidad de la zona central de la capital. Uno de
sus primeros proyectos se consolidaría en 1953 al erradicar el área
de autobuses, tranvías y el viejo jardín del Zócalo capitalino. En su
lugar colocó una plancha de concreto siendo un enorme espacio
cívico “casi exclusivo para el tránsito y la administración”.217 Amigo y
compañero de Alemán desde la Preparatoria, Uruchurtu tenía una
experiencia administrativa bastante interesante: durante la década
de los años 30 fue funcionario del servicio de inmigración en
Nogales, Sonora, combatiendo a los coyotes (personas que
traficaban materiales de contrabando así como personas que
ingresaban de manera ilegal a Estados Unidos) y judíos que
escapaban de los conflictos europeos; ante esto fue ganándose una
fama de fascista y xenófobo aunque no afectó su carrera política.
Tiempo después fue designado magistrado del Supremo Tribunal de
Justicia de Sonora, presidente del Comité Regional del PNR,
secretario general del PRI, subsecretario de Gobernación, y
finalmente secretario de Gobernación (cuando Ruiz Cortines se

216 Soledad Loaeza, “Mexico in the Fifties: Women and Church in Holly Alliance”, en
Women’s Studies Quaterly. Gender and Culture in the 1950s, Vol. 33, núm. 3-4, The
Feminist Press at the City University of New York, otoño-invierno, 2005, p. 155.
217 Cisneros Sosa, op. cit., p. 138.

128
lanzó como candidato a la presidencia) antes de ser nombrado
regente del Distrito Federal a principios de 1952.218

Uruchurtu se caracterizó por tener un carácter fuerte y tomar


decisiones con mano dura, por lo que en muchas ocasiones hizo uso
de la violencia para terminar con situaciones que no le parecieran o
afectaran las vialidades de la ciudad, de ahí que se fuera ganando
fama con el sobrenombre de El Regente de Hierro. Al llegar al poder
de la Jefatura del Departamento del Distrito Federal se propuso
hacer una moralización de la ciudad al liberar a la capital de
amenazas sociales que debilitaban la salud pública como el
ambulantaje, las prostitutas y el cierre de cabarets y cantinas, así
como de una limpieza de migrantes desempleados y trabajadores
(mayoritariamente solteros) que eran consumidores regulares de los
centros de vicio.219 En menos de 24 horas destituyó a todos los
inspectores de espectáculos de la ciudad evitando que continuaran
las redes de corrupción y desalojó a los comerciantes del Portal de
Mercaderes mostrando la dureza con la que trataría a quien no
acatara las leyes tal y como se debía.220

Para ese entonces los centros de entretenimiento


disminuyeron en gran medida pues se contabilizaron en el Distrito
Federal 132 cines, 22 teatros, dos plazas de toros, 125 cabarets, 37
clubes deportivos, 17 estadios y arenas deportivas, 6 mil 800

218
Diane E. Davis, “La administración urbana y el equilibrio de los sectores del
partido, 1944-1958”, en El Leviatán Urbano. La ciudad de México en el siglo XX,
Trad. de Eduardo L. Suárez, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, pp. 183-
184.
219 Ibídem, p. 189.
220 Manuel Magaña Contreras, “La metamorfosis”, en Siete Regentes y un

Reportero. De Uruchurtu a Camacho Solís, Presentación de Manuel Camacho Solís


y Juan José de Giovannini, México, Apolo Editorial, 1991, p. 111.
129
restaurantes (fondas, loncherías y taquerías), 300 cantinas y
cervecerías, y 270 billares.221

Uruchurtu y Ruiz Cortines se enfrentaban a una ciudad que


rebosaba en modernidad, a la cual culpaban de los males y vicios
que abundaban en sus calles. A partir de la nueva distribución social
y de organización urbana, Uruchurtu puso en función un nuevo plan
de gobierno para el Distrito Federal como bien señala Diane E.
Davis:

Una vez en el cargo, Uruchurtu implantó un enfoque


enteramente nuevo en la gobernación de la ciudad de
México. Así ocurrió en particular por comparación con los
regentes anteriores, muchos de los cuales adquirieron
reputaciones dudosas como defensores del gran capital, al
mismo tiempo que se enriquecían a través del apoyo a
grandes proyectos de reconstrucción del suelo urbano.
Uruchurtu rompió estos moldes en varias formas. Primero,
introdujo de inmediato en el discurso público un tono de
moralidad que apelaba a los valores más conservadores y
tradicionales de los sectores medios de la ciudad. Sus
declaraciones públicas proclamaban la intención de
‘moralizar la ciudad’ y librar a sus áreas centrales de
elementos e instituciones que amenazaban la salud de la
nación: desde prostitutas y vendedores ambulantes hasta
cantinas y cabarets.222

¿De qué se trataba esta “moralización de la ciudad”? Si durante el


mandato de Rojo Gómez y Casas Alemán se habían logrado ciertas
zonas de tolerancia en las que la prostitución y los bares pudieran
apegarse a ciertos reglamentos, Uruchurtu puso un orden más
estricto con base en las actividades cotidianas de los habitantes de la
ciudad.

221 Cisneros Sosa, op. cit., pp. 140-141.


222 Davis, op. cit., p. 189.
130
4.2 Moralidad vs centros nocturnos

En el capítulo anterior señalamos que diversas notas periodísticas


pedían una regulación por parte de las autoridades del Distrito
Federal hacia los salones de baile y cabarets dadas las condiciones
en que se ejercía sin ninguna medida la prostitución, la venta de
bebidas alcohólicas y estupefacientes como la marihuana y la
morfina. El llamado público por parte de la prensa logró que el nuevo
regente del DDF pusiera atención no sólo en los centros nocturnos
sino en toda la gama de corrupción e ilegalidad que persistía en la
ciudad.

Cabe señalar que la relación con Estados Unidos fue un


factor importante para esta moralización ciudadana, pues es en estos
años cuando dio inicio la Guerra Fría, una lucha rivalizada por las
dos potencias económicas más desarrolladas del mundo: Estados
Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Mientras que el planeta se dividía en dos bloques —
diplomáticamente hablando— los países que se encontraban en una
situación desequilibrada debían decidir a qué sector apoyarían.
México eligió mantenerse alienado con su vecino del norte ya que
era su principal soporte económico, por lo que desde el sexenio
ruizcortinista (y dejando de lado el modelo de sustitución de
importaciones que implementó Miguel Alemán) daría paso al llamado
“desarrollo estabilizador” que incrementaba en un 62% de la
inversión total del país en manos de extranjeros, así como el
aumento del PIB que se posicionaba entre el 3% y 4%

131
aproximadamente gracias a la producción y venta de la industria
petroquímica a Estados Unidos.223

Mientras tanto, a mediados de 1952 iniciaría de forma dura


una cacería dentro de la burocracia norteamericana conocida como
macartismo justo cuando el senador de Wisconsin (Joseph
McCarthy) declaró en un discurso en Wheeling, Virginia Occidental,
que tenía en su mano una lista de 205 comunistas que trabajaban en
el Departamento de Estado de Estados Unidos, lo que ocasionó una
psicosis nacional al hacer creer que todos los estadounidenses
estaban siendo espiados por parte de los comunistas.224 Al incluirse
México como uno de los países alienados con el sector capitalista
estadounidense, dio inicio una campaña contra los comunistas y
todos aquellos que tuvieran una filiación política de izquierda:
instituciones como la Iglesia católica (que no veía con buenos ojos la
invasión cultural de Estados Unidos) apoyaron esta iniciativa para
capturar a estos sujetos; por ello es que la visión moral capitalista
debía regir en el país.225

Mientras que en el ámbito de la política se hizo una “cacería de


brujas” por parte de los Estados Unidos contra los comunistas,
también se produjo una limpieza moral debido al “Escándalo
Lavanda” que fue la persecución de personas homosexuales dentro

223
Manuel Gollás, “Breve relato de cincuenta años de política económica”, en
Lorenzo Meyer e Ilián Bizberg (Coords.), Una Historia Contemporánea de México, 4
v., t. I Transformaciones y Permanencias, México, Océano, 2005, p. 237 (Tiempo de
México).
224 Alan Brinkley, “La Guerra Fría”, en Historia de Estados Unidos. Un país en

construcción, Trad. de Carlos Julio Briceño y Félix A. Esquivia M., México, McGraw-
Hill, 2003, pp. 899-900.
225 Monroy Valverde, op. cit., p. 65.

132
del Departamento de Estado de la Unión Americana. Como señala
David K. Johnson:

Muchos políticos, periodistas y ciudadanos pensaron que los


homosexuales eran una mayor amenaza para la seguridad
nacional que los comunistas […] En Noviembre [de 1952] la
“purga de pervertidos” resultó en el despido de casi 600
funcionarios federales. En el Departamento de Estado por sí
solo, los agentes de seguridad se jactaron de ser sospechosos
de deslealtad política.226

La homosexualidad era considerada como “contaminación (‘una


epidemia que infecta la nación’) y la penetración (‘un misil nuclear
entre los Estados Unidos y la Unión Soviética’), aparece como una
amenaza frente a la integridad del ‘cuerpo social americano”.227 De
ahí que se comenzaran a formar organizaciones homófilas228 y
homosexuales como la Mattachine Society creada por George
Mortenson y Manuel Boyfrank así como la aparición de
publicaciones como ONE, revista exclusiva para un público
homosexual masculino.229 En México también llegó el “Escándalo
Lavanda” cuando la Central Intelligence Agency (CIA) y la embajada

226 David K. Johnson, The Lavender Scare. The Cold War Persecution of Gays and
Lesbians in the Federal Government, Chicago, University of Chicago Press, 2004,
pp. 21-22. Johnson se refiere por “Escándalo Lavanda” a la unión del “escándalo
rojo” (que era ese miedo estadounidense por un posible ataque comunista de la
URSS) y del color rosa que era usado en los campos de concentración nazis para
identificar a los homosexuales. [La traducción es del autor de esta tesis]
227 Beatriz Preciado, “Manifiesto por un hombre de interior: el despertar de la

conciencia doméstica del Playboy”, en Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en


“Playboy” durante la guerra fría, Barcelona, Anagrama, 2010, p. 38 (Argumentos,
413).
228 El término refería a las relaciones entre heterosexuales, lesbianas y

homosexuales. Contrario a lo que muchos disidentes sexuales hacían, en estas


organizaciones se respetaba el amor monógamo y fiel. Al respecto recomendamos:
Robert Aldrich (Ed.), Gays y lesbianas. Vida y cultura. Un legado Universal, Trad. de
Beatriz Rendo Andaluz, Donostia, España, Nerea, 2006. 384 pp.
229 Salvatore J. Licata, “The Homosexual Rights Movement in the United States”, en

Historical perspectives on homosexuality, Vol. 6, núm. 1 y 2, otoño-invierno, 1980-


1981, Nueva York, The Haworth Press, 1985, p. 165.
133
estadounidense detectaron diversos lazos entre comunistas y
homosexuales que radicaban en el extranjero, incluido el primer
secretario de la embajada en México Dorsey Gassaway Fisher.
Cuando Fisher fue interrogado en San Miguel de Allende,
Guanajuato (y ser amenazado con el despido) en 1953 tras ser
sospechoso de actividades comunistas, se puso tan nervioso que
sufrió un ataque cardiaco fatal.230

Regresando a nuestro tema central que es la nueva moralidad


en la Ciudad de México con la regencia de Ernesto P. Uruchurtu, los
teatros y centros nocturnos fueron el blanco especial de las medidas
que tomaría el regente de hierro. A principios de su mandato en la
Jefatura del DDF, Uruchurtu inició una campaña en contra de los
espectáculos desnudistas y eróticos llamada “La Cruzada de la
Decencia Teatral” en la que se trataba de adecentar los actos
mostrados al público. Luis Spota fue designado como el encargado
de inspeccionar dichos eventos teatrales, así como un grupo de
“señoras encopetadas y señores engominados que se sentían
amenazados ante cualquier manifestación que se saliera de los
parámetros establecidos en su manual de buenas costumbres”.231

A principios de 1953 la Unión de Padres de Familia, en


conjunto con la Liga Mexicana de Decencia, se dio a la tarea de
organizar una gran Asamblea Católica en defensa de las buenas
costumbres y evitar que la inmoralidad llegara a los niños y jóvenes

230 Víctor M. Macías-González, “The Transnational Homophile Movement and the


Development of Domesticity in Mexico City’s Homosexual Community, 1930-70”, en
Gender & History, Vol. 26 nùm. 3, noviembre de 2014, p. 523.
231 Edgar González Ruiz, “Memorias de la censura o Uruchurtu, el Regente de

Hierro”, 12 de mayo del 2013, en Contralínea. Periodismo de Investigación,


http://contralinea.com.mx/archivo-revista/index.php/2013/05/12/memorias-de-la-
censura-uruchurtu-el-regente-de-hierro/ (Consultado el 2 de diciembre del 2015).
134
de la capital. Su argumento se basaba en la “moralización del
ambiente” urbano ya que la proliferación masiva de cabarets y
centros nocturnos degradaban la imagen de la ciudad, así como
evitar que el vicio de la prostitución y el alcohol llegaran a los
menores de edad.232

La Policía también sufrió el embate de la limpieza moral que


Uruchurtu emprendía: el general Manuel Molinar, titular de la Jefatura
de Policía, aclaraba en 1954 del saneamiento que el cuerpo policiaco
de la ciudad emprendía dentro de sus instalaciones:

El señor general, jefe de la Policía, tiene sus planes que ya están


llevándose a la práctica —nos dijo el subjefe—. Se ha principiado
por sanear a todos los elementos a nuestras órdenes, pues es
justo reconocer que, al través de los años se han venido
incrustando en nuestras filas, elementos pervertidos e inmorales,
que causaban la deshonra del Cuerpo, pero afortunadamente,
aunque poco a poco, esos malos elementos han sido
expulsados, dados de baja y consignados en muchos casos.
En lo que toca al material humano, cada nuevo policía que
se acepta, es investigado previamente, cuidándose de que sea
persona honesta y de limpia trayectoria ciudadana; en lo que
respecta al material mecánico, ya se encuentran en camino 300
“jeeps”, que servirán para patrullar todas las colonias apartadas
de la capital, que son refugio de maleantes o teatro de tragedias
espeluznantes.233

Sin embargo, hacia 1955 los resultados de dicho saneamiento no


rindieron los frutos esperados por lo que el propio Molinar amenazó
al personal policiaco de dar una “baja colectiva” de todo el cuerpo de

232 Sergio González Rodríguez y Enrique Flores, “La ciudad de las noches y
soledades”, en Elsa Fujigaki Cruz y Ricardo de León Banuet (Coords.), Asamblea de
ciudades años 20s/50s, ciudad de México. Museo del Palacio de Bellas Artes en
1992: catálogo, México, Museo del Palacio de Bellas Artes, 1992, p. 158.
233 N. Padilla, “Mayor vigilancia en la ciudad”, en Magazine de Policía, Año 11, núm.

793, 18 de enero de 1954, p. 9.


135
patrullas (aproximadamente 500 personas) si no se moralizaban sus
miembros.234

Dentro de la detención y despido de elementos policiacos se


encontraron aquellos que tenían redes de corrupción, explotación y
manejo de centros nocturnos así como bares y cantinas. Uruchurtu
hizo lo más que pudo para que no se recayera en este tipo de
acciones, por lo que realizó una clausura masiva de cabarets,
salones de baile y burdeles para evitar que otros elementos
policiacos que estuvieran inmersos en el gobierno pudieran seguir
las redes de la ilegalidad.

Uruchurtu tomó poder del Distrito Federal en los primeros


días de diciembre de 1952, pero tal era la urgencia por iniciar su
campaña moralizadora que el 8 de diciembre el periódico Excélsior
publicaba el cierre de 63 cantinas y cabarets así como el haber
sancionado diversas multas a los propietarios de dichos
establecimientos por la venta de bebidas alcohólicas adulteradas y la
evasión del pago de impuestos correspondientes establecidos por la
Ley de Alcoholes.235 Así, durante su primer año en funciones
administrativas en el DDF, Uruchurtu mandó a clausurar a diestra y
siniestra centros nocturnos que no se sujetaban a las leyes que el
Reglamento de Cabarets y Cafés Cantantes establecía desde por lo
menos diez años atrás aun con las modificaciones y reformas que
hubiera sufrido.

En abril de 1953 el dueño del cabaret Club Beny, Benito


Bada Dosal, en conjunto con otros dueños de centros nocturnos,

234Monroy Valverde, op. cit., p. 68.


235Ibídem, p. 73, apud “63 cantinas y cabarets del D.F. clausurados”, en Excélsior, 8
de diciembre de 1952, Primera Plana.
136
publicaron una inserción dentro de las páginas de Excélsior donde
se pedía una consideración y una opinión pública para que estos
lugares no sufrieran los excesos de las inspecciones.236 Sin
embargo, dichas acciones a los cabarets se tornarían bastante
estrictas pues se vigiló que en los locales establecidos no se violara
la Ley de Bebidas Embriagantes, y aquellos que reincidieran en
alguna falta administrativa serían clausurados definitivamente así
como los lupanares donde se desataran hechos de sangre.237 Como
medida preventiva, Uruchurtu estableció que la hora de cierre de
estos lugares fuera a la medianoche chocando con lo que desde la
década de los años 40 se había establecido de permanecer hasta
las cinco o seis de la mañana del día siguiente. Muchos
parroquianos que pedían un ahogo más de fiesta salían en taxis
rumbo a la zona de San Bartolo Naucalpan, al norte del Estado de
México, donde se establecieron centros nocturnos como El Kalinova,
el Cuatro Rosas, el Carroussell, El Triángulo y demás cabarets que
funcionaron de manera clandestina en el área conocida como el
“Cinturón del Vicio”.238

Durante el mandato de Uruchurtu en la regencia del Distrito


Federal no se expidió ningún permiso de apertura para ningún centro
nocturno dados los nuevos aires de limpieza ambiental y
moralización de la ciudad. Un hecho trágico ocurrió en 1954 cuando
el cabaret Can Can en la colonia Santa María la Ribera tuvo un
incendio que acabó con la vida de 14 personas. Sin embargo, su

236 Ibídem, p. 74, apud “Inserción”, en Excélsior, 10 de abril de 1953, p. 9A.


237 Ibídem, p. 75, apud “Se iniciará una dura batida contra los cabaretuchos”, en
Excélsior, 12 de abril de 1953, p. 3B.
238 Magaña Contreras, op. cit., p. 116.

137
dueño no desistió en clausurar dicho lugar queriendo reinaugurarlo
en el mes de octubre, pero las autoridades no se lo permitieron.239

Si la prostitución y la venta de bebidas alcohólicas en antros


fueron consideradas como lo peor en lo que la sociedad podía caer
en esa época, ¿qué podía esperarse de los homosexuales y
afeminados que se reunían en lugares como El Tenampa o el Salón
México y en cabarets de segunda categoría? Si bien es cierto que ya
comenzaban a tener espacios donde podían establecer redes de
contacto, amistad y ligue, al clausurarse diversos centros nocturnos
este tipo de relaciones sociales volvieron a la clandestinidad de la
calle y casas privadas como puntos de reunión:

En los años cincuenta la atmósfera moral no era muy aireada


que digamos. Los prejuicios y convenciones sociales eran casi
inexpugnables. Las costumbres eran cada vez más rígidas y
formales, aunque aún todo era muy inconsciente. Las jerarquías
y los autoritarismos iban de la mano en toda la sociedad
mexicana. Se mantenían imbatibles las nociones machistas de
virginidad y sumisión de la mujer, y del escarnio al
homosexual, pues el sexismo imperante, también inconsciente,
era total. El sexo era absoluto tabú y quienes tenían
preferencias sexuales “no ortodoxas” tenían que conformar
un submundo clandestino y ciertamente peligroso.240

Muchos de los dueños y parroquianos de los bares


clausurados fueron desplazándose de la capital de manera gradual,
en su mayoría se mudaron a zonas fronterizas como Monterrey,
Tamaulipas y Tijuana donde abrieron locales dedicados
especialmente para homosexuales y travestis. En octubre de 1952, a
finales del sexenio alemanista, se supo de un bar en La Laguna,
Tamaulipas, donde asistían diversos afeminados a “conquistar”

239 Monroy Valverde, op. cit., p. 77.


240 José Agustín Ramírez, op. cit., p. 134. [Las negritas son del autor de esta tesis]
138
hombres; en este lugar trabajaba “Sol Ardoroso” de quien una
noche, un general del Ejército se enamoró perdidamente y trató de
cortejarla, pero al darse cuenta que era un hombre con atavíos
femeninos se enfureció tanto que quiso matarlo a balazos.241 Ya en
la administración de Ruiz Cortines, y con la moralización de
Uruchurtu, se publicó una nota sobre otro bar llamado Los
Medanales en Reynosa, Tamaulipas, donde sólo asistían
afeminados y “desviados sexuales” a excepción de su dueño: un
norteamericano que acudía con su esposa a supervisar las ventas.
La nota, que algunos consideraban que debía mantenerse en
secreto, fue obtenida (incluso con fotos de los detenidos) por un
reportero “anónimo” de Magazine de Policía quien le dio una difusión
al publicarlo en las páginas centrales de esta revista.242

Así como hubo vigilancia en cuanto a diversos lugares y


centros de espectáculo, también la censura editorial estuvo
coordinada con los aires moralizadores de la ciudad. Hacia 1954 se
declaró la guerra a las revistas pornográficas que llevaban como
disfraz el título de “revistas de caballeros”, ya que atentaban contra
los ojos de la gente de buenas costumbres pues este tipo de
publicaciones podían encontrarse en los puestos de periódicos y
estanquillos. Para 1955 la Federación Estudiantil Universitaria
realizó una quema de revistas en pleno Zócalo capitalino y poco
tiempo después otra en la Plaza de Santo Domingo, justo en frente
de lo que era el viejo Palacio de la Inquisición.243

241 Demetrio Medina E., “Los equívocos y los equivocados”, en Magazine de Policía,
Año 11, núm. 718, 6 de octubre de 1952, pp. 6-7.
242 Colorín (pseud.), “Prostíbulo con hombres de pupila”, en Magazine de Policía,

Año 11, núm. 742, 23 de marzo de 1953, p. 20.


243 Monroy Valverde, op. cit., pp. 84-85.

139
Esta campaña de censura contra diversas publicaciones
afectó también al sector editorial. Por ejemplo, en 1954 el
Departamento de Derecho de Autor le negó el registro a Adela
Palacios (esposa del filósofo Samuel Ramos) de su novela El
Hombre debido a que en la trama desfilan “morbosidades, lujuria,
homosexualismo y conversaciones obscenas” lo que atacaba a las
“buenas costumbres y socava la familia”.244 Ya que la trama de esta
novela se ubicaba en La Habana, recurrió al Instituto Mexicano-
Cubano de Relaciones Culturales para que en 1956 pudiera ser
publicada. Esta obra sobresale por incluir a dos personajes
homosexuales: Ramón, un joven de 17 años que gusta de
travestirse e ir a algunos cabarets a bailar, y un novelista que se
enamora de este muchacho en una noche donde consume
marihuana y terminan juntos en un hotel. A pesar de no ser los
protagonistas de esta historia, el final de ambos es trágico pues
Ramón muere en brazos del novelista, como si el único desenlace
que tuviera este tipo de relaciones fuera la muerte.

Si ya entonces existía una subcultura homosexual, y en parte


iniciaban los primeros indicios de la vida gay estadounidense en
México, ante la propagación de vientos moralistas estos sujetos
debieron reubicarse en nuevos lugares para seguir formando puntos
de encuentro, por lo que las fiestas clandestinas fueron el blanco de
redadas de la policía capitalina.

244 Carlos Monsiváis, “Isela Vega ¡Viva México hijos de la decencia! (Del nuevo
status de las ‘malas palabras’)”, en Amor Perdido, México, Era, 1977, p. 339
(Biblioteca Era).
140
4.3 Los nuevos espacios e inicios de la vida gay

Los centros nocturnos preferidos por los homosexuales de esta


época fueron aquellos que se encontraban cerca de las zonas
marginales de la ciudad o que parecieran clandestinos ante los ojos
de las autoridades. Al iniciarse esta nueva limpieza moral por parte
del regente Uruchurtu muchos buscaron espacios donde se
mantuvieran estas redes sociales que construyeron en los pocos
años que tuvieron una “permisividad” de aparecer en las calles de la
capital mexicana. Los ambientes clásicos donde la esfera intelectual
se reunía de vez en cuando (como museos, exposiciones, obras
teatrales y espectáculos artísticos) siguieron siendo zonas donde
estos sujetos podían seguir conociendo gente similar a ellos. Parece
que el arte y la homosexualidad fueron de la mano, ya que en
eventos de este tipo siempre encontrarían alguien similar a ellos,
incluso el estar entre tanta gente permitió el encuentro furtivo sin que
levantaran sospechas entre los asistentes.

Los restaurantes de alta categoría también siguieron siendo


punto de reunión para homosexuales y afeminados que debían
ocultar su personalidad ante la denuncia que cualquier persona
hiciera por cometer “faltas a la moral”. La nueva vida social de los
homosexuales capitalinos se trasladó a una zona donde las viejas y
grandes casas porfirianas, alejadas del centro de la ciudad,
permitían hacer nuevas fiestas y puntos de reunión en colonias
como Juárez, Condesa y Roma. En estas áreas vivían muchos
homosexuales adinerados que frecuentemente hacían convivencias
a escondidas de que la Policía llegara y los capturara durante las
redadas que realizaban de manera sorpresiva. En las calles de

141
Durango, en la colonia Roma, vivía Graciela Olmos “La Bandida”,
dueña de uno de los burdeles más famosos de la Ciudad de México.
Se decía que esta mujer tenía muchas conexiones con personajes
famosos de la vida pública, así como con políticos y periodistas.
Algunos rumores señalaban que Miguel Alemán asistía varias veces
a su local y que el propio Uruchurtu tenía una oficina de despacho.245
Se sabía también que dentro de este burdel había camareros y
prostitutos afeminados, por lo que se convirtió en uno de los lugares
más frecuentado por homosexuales.

A mediados de la década de los años 50 llegaba a la capital


Gustavo Xochilteotzin, mejor conocido como Xóchitl: un travesti
originario de Michoacán que en los años 70 se convertiría en un
ícono del movimiento lésbico-gay. En la época de la regencia
uruchurtiana, Xóchitl trabajaba en unos baños públicos vendiendo
productos capilares.246 Uno de los lugares que recuerda Xóchitl fue
el club Nicté-Ha en el Hotel del Prado, donde asistían muchos
travestis y afeminados.247

A finales de los años 40 y principios de los 50 fue una época


de despunte para la subcultura homosexual. En el teatro se
mostraron obras con temática homosexual como Invitación a la
Muerte de Xavier Villaurrutia (quien fallecería repentinamente en

245 Magaña Contreras, op. cit., p. 116.


246
Guillermo Osorno, Tengo que morir todas las noches. Una crónica de los
ochenta, el underground y la cultura gay, México, Penguin Random House Grupo
Editorial, Debate, 2014, p. 47.
247 Renaud René Boivin, “De cantinas, vapores, cines y discotecas. Cambios,

rupturas e inercias en los modos y espacios de homosocialización de la ciudad de


México”, en Revista Latino-Americana de Geografia e Gênero, Ponta Grossa,
Paraná, Brasil, v. 4, n. 2, p. 125, agosto-diciembre del 2013,
http://www.revistas2.uepg.br/index.php/rlagg/article/view/4104/pdf_80 (Consultado el
08 de noviembre del 2015).
142
diciembre de 1950), Un tranvía llamado Deseo, de Tennessee
Williams, así como Los Signos del Zodiaco de Sergio Magaña
estrenada en 1951 y Cada quien su Vida de Luis G. Basurto.248 Es
curioso que ante la oleada de moralidad en los centros de
espectáculo se permitiera mostrar este tipo de montajes ante el
público mexicano.

Como mencionamos previamente en el capítulo anterior,


hacia 1953 la Compañía General de Ediciones publicó el libro El
Homosexual en Norteamérica. Estudio Subjetivo de Donald Webster
Cory, un pseudónimo de Edward Sagarin quien formaba parte de la
Mattachine Society: un grupo de homosexuales de Estados Unidos
que pugnaba por la igualdad y reconocimiento de los derechos
civiles de los homosexuales, así como las relaciones monógamas.
Dicha editorial estaba dirigida por el español republicano exiliado en
México Rafael Giménez Siles, un homosexual que era adepto a este
movimiento. Siles imprimió cerca de seis mil copias del texto de
Sagarin que se agotaron rápidamente.249 Este trabajo abunda en el
estilo de vida que muchos homosexuales tenían en Estados Unidos
y cómo se iba modificando después de los resultados obtenidos por
Alfred Kinsey y su grupo de investigación. Sus razonamientos se
fundamentaron en la experiencia y charlas que tuvo el autor con
otros homosexuales, aunque su identidad las mantiene en
anonimato para evitar futuras represalias. En este texto se identifica
a los homosexuales con el vocablo gay (que en inglés significa
“alegre” y que ya explicamos en los capítulos uno y dos). Por

248 José César del Toro, “De los Contemporáneos a la masacre de Tlatelolco (1921-
1970)”, en El cuerpo rosa. Literatura gay, homosexualidad y ciudad. Los espacios de
entretenimiento a través de la novela, Madrid, Verbum, 2015, p. 109.
249 Macías-González, op. cit., p. 524.

143
ejemplo, en un apartado describía la forma de vida que los gays-
alegres tenían día con día en las calles de la ciudad:

He aquí una calle particular en una ciudad relativamente grande.


Es muy conocida; todos los días la transitan miles de individuos
que ignoran las aventuras y las tragedias personales de muchas
vidas destrozadas que se sienten como atraídas por un imán. Se
reúnen desde que es pleno día: unos, deseosos de ganancias
financieras; otros, despreocupados de las cosas de ese género;
la mayor parte sin deseos de participar en ninguna transacción
monetaria; y unos pocos, urdiendo negocios sucios o robos,
aunque sea necesario llegar a la violencia. Estos últimos, por lo
general no son homosexuales, con frecuencia no son tampoco
heterosexuales, y tratan de justificarse a sí mismos considerando
despectivamente a sus víctimas potenciales como “sucios
maricones”. Ladrones no sólo durante la noche, sino también
durante el día, protegidos por unas leyes indiferentes al destino
de los proscriptos, pero doblemente protegidos por el estigma
que mantendrá calladas las lenguas de las víctimas.250

Giménez Siles comenzó a vender a ciertos consumidores revistas


homófilas como ONE y novelas con temáticas homosexuales como
Fabrizio Lupo del escritor italiano Carlo Coccioli,251 donde se narra la
historia de amor entre Fabrizio Lupo y Leonardo, dos artistas que
transitan entre Italia y Francia, en librerías de las que también era
dueño Giménez Siles cerca del Palacio de Bellas Artes y La
Alameda llamadas Librerías de Cristal, donde se reunían
intelectuales y escritores en tertulias literarias.252

250
Donald Webster Cory (pseud. de Edward Sagarin), “En la calle más ‘alegre’ de la
ciudad”, en El Homosexual en Norteamérica. Estudio Subjetivo, Prólogo de Albert
Ellis, México, Compañía General de Ediciones, 1953, p. 167 (Ideas, Letras y Vida).
251 Carlo Coccioli, Fabrizio Lupo, Trad. de Aurelio Garzón del Camino, 5a. ed.,

México, Compañía General de Ediciones, 1967, 417 pp. (Ideas, Letras y Vida). La
primera edición en México fue publicada en 1953 con un prefacio del mismo autor
escrito en la Ciudad de México.
252 Macías-González, op. cit., p. 525.

144
Las casas de solteros se convirtieron en los nuevos espacios
en el que se pudieran reunir y realizar diversas fiestas para que los
homosexuales interactuaran entre ellos; la domesticidad de los
varones homosexuales lograría que muchos comenzaran a fijarse en
diversos aspectos como la decoración y los detalles de las casas
para apropiarse del lugar. En Estados Unidos aparece una revista
que masculiniza el espacio femenino por excelencia que es el hogar:
Playboy se manifiesta contra los valores del matrimonio puritano y
sus consecuencias al magnificar la imagen del soltero que se
mantiene dentro de cuatro paredes; es decir, se construye un
espacio doméstico exclusivamente para los varones.253 Sin embargo
este manifiesto guiado por Hugh Hefner se dedica sólo a los
heterosexuales: la casa como espacio de diversión, pues al
masculinizar dicho espacio no se pueden tolerar otras prácticas
como la homosexualidad. Por ello es que estos sujetos como
hombres solteros adoptarían parte de la nueva ideología de Playboy
pero aplicado a tener contacto con otros homosexuales.

Como hemos visto, en los primeros tres años de gobierno del


presidente Adolfo Ruiz Cortines, en conjunto con el regente del DDF
Ernesto Peralta Uruchurtu, fueron suficientes para calmar los
escándalos que los cabarets y centros nocturnos de la Ciudad de
México. Si bien los homosexuales de esta época habían tenido una
cierta permisividad al acudir a centros de entretenimiento y lugares
donde pudieran convivir pacíficamente, con la clausura masiva de
estos antros tuvieron que regresar a la clandestinidad de las
reuniones hogareñas donde podían establecer ciertos vínculos y
redes de sociabilidad. Por supuesto, la prostitución masculina siguió

253 Beatriz Preciado, op. cit., p. 41.


145
en zonas como La Alameda y calles contiguas a la nueva plancha
del Zócalo capitalino.

La nueva identidad gay, traída por aquellos que podían viajar


hacia Estados Unidos, poco a poco se expandía en México,
especialmente en la capital, por lo que el uso de este término ya
comenzaba a usarse, aunque fuera en ciertos círculos sociales. Por
ejemplo, en 1958 Carlos Fuentes publica su primera novela La
Región más Transparente donde hace uso de esta palabra pero no
con fines de identificación hacia los homosexuales: “Sure, sure,
They’re gay and colorful, but look here, I don’t get the impression
they’re active, bussines like people…”254 Incluso cabe resaltar que en
esta trama se incluye a un personaje homosexual de clase alta como
Gus al que le preguntan: “¿Y tú eres homosexual?” a lo que
responde: “Homo, sí; sexual, quién sabe” así como reuniones de
“jotos” dentro de fiestas de la high society mexicana.

El 3 de diciembre de 1954 se clausuró el cabaret Waikikí, uno


de los centros nocturnos más famosos de la capital ubicado en el
Paseo de la Reforma. A pesar de haber recibido llamadas de
atención para que cerraran sus puertas y hubiera moderación con la
gente, las autoridades decidieron poner mano dura a este lugar. 255
Uruchurtu recibió felicitaciones por parte de diversos sectores de la
sociedad ya que con ello lograba poner fin a este centro de vicio de

254 Carlos Fuentes, La Región más Transparente, Real Academia Española,


Asociación de Academias de la Lengua Española, México, Santillana Ediciones
Generales, Alfaguara, 2008, p. 49. [Las negritas son del autor de esta tesis]
255 Carlos Medina Caracheo, “Hacia el fin de la fiesta”, en El club de medianoche

Waikikí: un cabaret de “época” en la ciudad de México, Tesis de Maestría en Historia


de México, México, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de
Investigaciones Históricas, 2010, p. 87.
146
una de las arterias principales de la ciudad.256 Con el cierre de este
lugar la gente poco a poco se fue alejando de los cabarets, y se
convirtieron en espacios degradados donde sólo la peor calaña de la
gente podía asistir. Los homosexuales de clases bajas siguieron
asistiendo para mitigar el miedo de vivir bajo la mirada juzgadora
que cargaban día con día, pero otros decidieron mejor esconderse
como lo hacían antaño. La prensa siguió mostrando en sus notas los
espacios del pecado257 y, en su papel de juez moral, los
homosexuales estaban presentes como una plaga que se
acrecentaba día con día.

Finalmente podemos señalar que con el cierre de estos


cabarets la sociabilidad capitalina cambió radicalmente: no hubo
como tal una erradicación total de la vida nocturna capitalina pero sí
una dispersión a zonas lejanas de las autoridades del Distrito
Federal. Mientras que en Estados Unidos cada día se abrían nuevos
espacios exclusivos para homosexuales (a pesar de la persecución y
redadas que había a menudo) se fue creando una nueva identidad
que paulatinamente iría expandiéndose en grandes ciudades y
algunos países hasta casi finales de la década de los años 60 y
principios de los 70.

En México tardarían casi diez años (hasta finales de la


década de los 70) cuando surgirían los primeros establecimientos
dedicados exclusivamente para homosexuales, así como grupos de
activismo social en la esfera pública. Dentro de la geografía
capitalina los homosexuales mantendrían sus espacios sociales en
zonas no tan céntricas como en los años del sexenio alemanista sino

256 Monroy Valverde, op. cit., p. 77.


257 Medina Caracheo, op. cit., p. 92.
147
en colonias como la Juárez, la Roma y la Condesa: es a partir de
este momento cuando la Zona Rosa (espacio cultural y comercial
dentro e la colonia Juárez) es apropiada por los homosexuales como
un espacio libre y de convivencia.258

258Al respecto la expansión y globalización de la vida gay inició como un movimiento


político, pero luego se convirtió en un modo de vida. Véase Rodrigo Laguarda, Ser
gay en la ciudad de México. Lucha de representaciones y apropiación de una
identidad, 1968-1982, México, Instituto Mora, Centro de Investigaciones y Estudios
Superiores en Antropología Social, 2009, 166 pp.
148
Consideraciones finales

Poco tiempo fue el que disfrutaron los homosexuales de mediados


del siglo XX dentro de los cabarets, bares y centros nocturnos de la
Ciudad de México como espacios de sociabilidad y ligue sin
represalias moralistas. Como se ha señalado en este trabajo, las
preferencias y gustos de estas personas se mantuvo dentro de la
clandestinidad urbana, así como en la esfera doméstica, lo que
ocasionaba que fueran detenidos en diversas redadas organizadas
por las autoridades policiacas bajo la acusación de realizar delitos y
faltas a la moral. El miedo a ser humillados propició que dichas redes
de contacto se fueran entrelazando de manera privada y con mucho
resguardo ante la amenaza de ser aprehendidos por la Policía.

Si ya desde principios del siglo XX se advertía que las


desviaciones sexuales estaban condenadas dentro de la sociedad
mexicana, la aparición de diversos casos en la prensa sirvió como
una “salida del armario” forzosa donde la homosexualidad dejó de
ser un tema tabú para convertirse en uno de importancia de
seguridad y salud pública. En los discursos criminológicos se
asociaba a estos sujetos con delitos como la manipulación, la
extorsión e inclusive la venta de drogas, y la prensa de la época se
encargaría de crear una imagen colectiva de estos sujetos como
personas desagradables, sexualmente promiscuas y con tendencias
delincuenciales. Los pocos trabajos que se han atrevido a estudiar la
historia de los homosexuales en esta época que planteamos en este
trabajo sólo se han enfocado en señalar qué lugares eran a los que
asistían de forma regular, y no se han enfocado en detectar este tipo
de problemáticas por las cuáles fueron señalados como criminales o
149
sujetos de estudio clínico como resultado de la patologización a la
que fueron encasillados por parte de la medicina internacional y
mexicana de la primera mitad de la centuria.

Al principio de esta investigación se tuvieron muchísimas


dudas para encontrar fuentes o relatos que pudieran describir la vida
social de los homosexuales durante los años en los que nos
enfocamos en este trabajo, pues si bien el único testimonio que nos
da un panorama amplio de este tipo de actividades es La Estatua de
Sal de Salvador Novo, que es una obra incompleta y que no se
adecua a la temporalidad investigada. Por otra parte, Elías Nandino
relata parte de su vida y las múltiples dificultades con las que tuvo
que lidiar para no ser menospreciado por su orientación sexual, tanto
en su profesión como médico y como figura pública de la vida cultural
de la capital de esos años; sin embargo, la estrecha relación
amistosa y de compañerismo que mantenía con figuras como Novo y
Xavier Villaurrutia le daba el privilegio de poder asistir a diversos
centros nocturnos marginales buscando ligues ocasionales sin
preocuparse de encontrar a miembros de la élite cultural de la capital.

La prensa de la época se enfocó más en notas políticas y de


interés social, por lo que las noticias sobre los homosexuales eran
clasificadas como “nota roja” y publicadas en revistas de corte
amarillista estableciendo patrones y estereotipos con los cuales los
lectores vieran a los homosexuales de forma ridiculizada y como un
peligro para la sociedad exaltando su condición humana como una
enfermedad.

La abundante proliferación de centros nocturnos en la Ciudad


de México no fue un hecho aislado que pudiera entenderse

150
únicamente con el incremento de la economía en la capital: también
se debe analizar como una coyuntura específica en la que diversos
factores sociales y culturales influyeron para que pudieran aparecer
este tipo de establecimientos. Ante ello, la intromisión de valores e
ideales estadounidenses, así como la imagen de un país cosmopolita
—que dejaba de lado las viejas rencillas revolucionarias—
comenzaron a introducirse dentro de la vida cotidiana de los
mexicanos como en la adquisición de productos de marcas
extranjeras, la televisión, la radio, el cine, la música e incluso la forma
de vestir.

Los centros nocturnos se consolidaron como lugares donde la


sociabilidad de los capitalinos se radicalizaría al no sólo ser espacios
para las clases altas, pues en las colonias pobres y de alta
marginalidad fueron vistos como una forma de entretenimiento, ligue
e incluso de prostitución. Por supuesto que hubo sectores sociales
que no estuvieron de acuerdo con estos lugares, como la Asamblea
contra el Vicio realizado en 1943 de la cual se promulgarían leyes
para la regulación de los centros nocturnos; sin embargo, durante el
sexenio de Miguel Alemán hubo una gran proliferación de estos
locales, siendo beneficiados los parroquianos nocturnos al tener una
amplia variedad de dancings, cabarets y bares donde poder convivir
tanto en zonas exclusivas como en las marginales de la ciudad.

Al estar inmiscuida en la clandestinidad urbana, la


sociabilidad homosexual vería en estos centros nocturnos marginales
el área perfecta donde pudieran establecer contacto con personas
similares a ellos y sin ningún peligro. Justamente la ciudad otorgaba
un espacio de anonimato en el que bien podían salir de noche y

151
convivir con diversos tipos de personas, pero de día debían mantener
ciertas apariencias y conductas sociales como una forma de
protección. Asimismo, hubo homosexuales que transgredían las
normas comunes al salir vestidos de mujeres durante el día, por lo
que fueron señalados como un peligro ya que no respetaban las
leyes de la moral y las buenas costumbres. Cabe señalar el caso que
se mencionó en este trabajo, en el que un afeminado obtuvo un
amparo para evitar ser encarcelado por su apariencia, pues
argumentaba que “era su cuerpo y podía andar como él quisiera”.
Llama la atención que un juez le haya otorgado dicho amparo y sin
ningún precedente por lo que surgen nuevas interrogantes: ¿qué
requisitos se tenían que cumplir para que se pudiera obtener este
tipo de amparos? Si se sigue la línea de que estos sujetos eran
vistos como seres enfermos, surgirían nuevas preguntas para
realizar un nuevo estudio sobre las patologías mentales que los
psiquiatras analizaban, además de los ya mencionados en este
trabajo.

Pero no sólo los cabarets fueron los lugares de convivencia y


ligue de los homosexuales de la ciudad, pues ciertas zonas públicas
sirvieron como punto de encuentro para estos sujetos. La práctica del
cruising259 en parques como La Alameda, el Bosque de Chapultepec
y en algunos cines fueron también puntos de encuentro en esta
época. Esto fue aprovechado por algunos, como policías y
criminales, quienes extorsionaban a estos sujetos con la intención de
no hacer pública su orientación sexual evitando así ser señalados y

259 Actividad clandestina donde se busca tener sexo en lugares públicos como
parques, el campo, playas, etcétera. Este tipo de actividades se da más entre
varones homosexuales.
152
recibir un escarmiento social. Hay que señalar también el caso de las
cristinas, las primeras personas transexuales que vivieron en México
y cómo fueron objeto de señalamiento por algunos discursos
médicos y en la misma prensa, así como sus actividades cotidianas y
las labores a las que se dedicaban al no poder obtener un empleo
fijo.

Un punto importante que se destacó en esta investigación fue


el propio odio los homosexuales hacia los afeminados. No era
suficiente con ser denigrado como un enfermo mental o criminal: el
traicionar la masculinidad dentro de la sociedad mexicana aún
significa convertirse en un sujeto abyecto, señalado y víctima de
escarnio para la gran mayoría de los sectores sociales; sin embargo,
estas hombres afeminados preferían enfrentarse ante todos y
mostrarse tal cual eran, abriéndose lugar en la esfera pública. Es por
ello que muchos comenzaron a identificar ciertos modos de andar y
hablar: cuando alguien quería encasillarlos de esa manera los
supuestos “varoniles” (los que no aparentaban su condición sexual al
considerarlo como algo privado) no aceptaban dichos señalamientos.
Esto no fue un problema que se originara en este momento, pero es
algo que ha perdurado hasta nuestros días dentro de lo que hoy
conocemos como comunidad LGBTTTI (Lésbico, Gay, Bisexual,
Transgénero, Trabesti, Transexual e Intersexual).

La prensa tuvo un papel determinante en cuanto al


establecimiento y regulación de los centros nocturnos ya que en
muchos de sus artículos se manifestaban contra la divulgación y
esparcimiento del pecado y las faltas a la moral. En algunos
periódicos destacaban la opinión de líderes religiosos donde

153
censuraban la asistencia a estos lugares. En cambio, el cine mostró
una faceta optimista sobre dichos locales para atraer turismo e
inversiones extranjeras en la capital, lo cual tuvo un éxito
impresionante. También el cine mostró algunas escenas y actrices
con las que muchos homosexuales se identificaron o fueron
admiradores en gran escala de divas como María Félix, Dolores del
Río, y rumberas como Ninón Sevilla, Rosa Carmina, Tongolele, entre
otras, dando pie a que algunas estrellas travestis tuvieran shows en
cabarets imitándolas en sus espectáculos.

Con la llegada de Uruchurtu a la regencia del DDF gran parte


de estos centros nocturnos fueron clausurados justificando ciertas
irregularidades en cuanto a la entrada de menores de edad, la venta
de alcohol y drogas, así como el libre ejercicio de la prostitución. Los
vientos moralizadores que trajo El Regente de Hierro, hizo que se
manejara un submundo de entretenimiento de forma clandestina. Sin
embargo, algunos establecimientos como casas de citas y
prostíbulos que se ubicaban en colonias como la Roma o Juárez
siguieron funcionando bajo la protección de funcionarios públicos. En
estos locales trabajaron algunos homosexuales como meseros o
recepcionistas pues era el único medio donde no se les discriminaba
por su apariencia; incluso ejercieron servicios prostibularios dentro de
estas casas o en las calles adyacentes.

En otros ámbitos, la subcultura homosexual proliferó en gran


medida durante esta época: a pesar de que ciertos libros eran
prohibidos por las temáticas que describían en sus páginas (como en
Estados Unidos), en México llegaron a publicarse novelas como
Fabrizio Lupo del italiano Carlo Cóccioli; El Ángel de Sodoma del

154
español Alfonso Hernández Cata; el Informe Kinsey o El Homosexual
en Norteamérica, texto controversial que no sólo afectaba a los
estadounidenses pues era una defensa social para los homosexuales
de todo el mundo y publicado por una editorial mexicana de gran
prestigio como la Compañía General de Ediciones. Por ello la esfera
intelectual era un lugar donde podían expresarse libremente los
homosexuales y tener muchos contactos ya que algunos poetas,
artistas y escritores convivían de manera clandestina en sus casas o
estudios. De ahí que fuera tan importante que en algunos
restaurantes, cafés y bares cercanos al Barrio Universitario de la
ciudad fueran visitados por estos personajes en donde podían
reunirse sin ningún temor a ser juzgados.

Finalmente, las nuevas formas de identificación se fueron


extendiendo poco a poco así entre los homosexuales: el nuevo estilo
de ser gay, y ya no sólo homosexuales, hizo que ellos mismos
dejaran de sentirse como seres enfermos para adaptar y aceptar su
sexualidad sin remordimientos, donde el ánimo, la fiesta y diversos
aspectos de la moda fueron adoptados por los disidentes sexuales
de la capital. La Ciudad de México fue un factor importante ya que al
ser el centro económico, político, cultural y del país conglomeraba
una enorme diversidad de personas, lo que favoreció a que estos
sujetos pudieran encontrarse y establecer diversos vínculos afectivos
y sexuales.

En resumen: la vida homosexual de la Ciudad de México ha


estado presente a lo largo de su historia, sin embargo tuvo que
mantenerse en la clandestinidad urbana ya que el peligro de ser
juzgado ante una sociedad fervorosamente católica —que

155
condenaba las desviaciones no heterosexuales— le impedía
expresar públicamente sus vínculos socioafectivos. Si bien es cierto
que con el famoso escándalo del “Baile de los 41” (a principios del
siglo XX) puso en tela de juicio este “fenómeno social”, el temor a ser
encarcelado y juzgado socialmente permeó en todos los
homosexuales que mantenían lazos afectivos. Por ello es que la
esfera privada fue por mucho tiempo su único espacio de convivencia
y contacto.

La homosexualidad fue relacionada como un agente foráneo,


pues la imagen del varón posrevolucionario era la de aquel hombre
vestido de charro, bota y pistola en la cintura, aquél que no se rajaba
y tenía fama de mujeriego. Sin embargo, la pluralidad de personas
que habitaban la urbe capitalina permitió ver a otros personajes que
eran “propensos a la homosexualidad”: los dandis de la época fueron
objeto de dichos señalamientos pues su vestuario y modos de andar
no eran propios del macho mexicano. Así también los centros
nocturnos propiciaron este tipo de relaciones pues aunque no eran
lugares abiertamente reconocidos como homosexuales, la gente
sabía muy bien quienes eran sus parroquianos.

Pasarían casi 20 años para que estos sujetos comenzaran a


pelear por sus derechos y volver a ganar espacios propios. Estados
Unidos encabezó la lucha por el reconocimiento de ciudadanía de los
homosexuales a mediados de 1969, justo con los disturbios del bar
Stonewall Inn en Nueva York donde una redada policiaca propició
uno de los actos de resistencia más violentos de esa época. Los
años 70 serían la cuna de diversos movimientos de Derechos
Humanos y dignidad para gays y lesbianas, y los centros nocturnos

156
servirían como incubadoras de diversos activismos homosexuales.
En México dos hechos permitirían generar una revolución sexual: el
movimiento estudiantil de 1968, donde hombres y mujeres
participaron de manera equitativa en las diversas manifestaciones
rompiendo los roles sociales a los que estaban acostumbrados; y la
aparición de grupos como el Frente Homosexual de Acción
Revolucionaria (FHAR, inspirado en el activismo francés) y Grupo
Lambda de Liberación Homosexual que comenzaron a salir a las
calles convocando a una liberación sexual.260

Y, como escribió Carlos Monsiváis, “esto es parte de la


historia invisible”.261

260 Rodrigo Laguarda, “Apropiación de una identidad”, en Ser gay en la ciudad de


México. Lucha de representaciones y apropiación de una identidad, 1968-1982,
México, Instituto Mora, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en
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261 Carlos Monsiváis, “Los gays en México: la fundación, la ampliación, la

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