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los restantes apoderados, en razón de que el apoderamiento lo fue
únicamente en su faz judicial; iii) excesiva tasa de interés en función de la
moneda de pago.
3. La defensa de la ejecutada, vinculada con la falta de
adecuación de la sociedad extranjera a las normas locales que la
inhabilitarían para perseguir el cobro de alquileres, entre otros argumentos,
se circunscribe a la falta de legitimación de la ejecutante.
La excepción articulada, rechazada en el pronunciamiento
apelado, carece de tratamiento legal específico en el proceso ejecutivo y no
se encuentra contemplada expresamente por nuestra ley procesal como
defensa oponible en este proceso al progreso de la pretensión de cobro
ejecutivo. No obstante procede subsumirla dentro de la inhabilitad de título
y tratarse dentro del marco de esta última, como ha sido tradicional y
pacíficamente interpretado en relación a los cuestionamientos de la
legitimación activa o pasiva en el cauce procesal abreviado de las
ejecuciones.
El planteo de la ejecutada refiere a que la ejecutante es una
sociedad extranjera constituida en la República Oriental del Uruguay bajo el
régimen de la ley 11.073 (v. constancias de fs. 186 vta); es decir, que es una
de aquellas denominadas SAFI, sociedad anónima cuya actividad principal
debe consistir en realizar, directa o indirectamente, por cuenta propia o de
terceros, o para terceros, inversiones fuera del territorio de la República
Oriental del Uruguay (conf. art. 1 de la mencionada ley de aquel país).
Surge además que la sociedad aquí ejecutante ha constituido
una sucursal en nuestro país en los términos previstos por el art. 118, parte
tercera, de la ley societaria, sin que hubiese cumplido con la adecuación
voluntaria prevista por el art. 243 de la RG de la IGJ N° 7/05 (hoy art. 272 de
la RG IGJ 7/15).
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cumplan los requisitos de forma y fondo requeridos para la creación de
dichas personas.
Mediante remisión a los fundamentos de la Fiscalía General
ante esta Alzada, se ha decidido (CNCom, Sala A, 18.04.06, “Boskoop S.A. s/
quiebra s/ incidente de apelación”) que, “aun cuando el Tratado de
Montevideo previera una solución diversa a la establecida por el CIDIP II,
corresponde aplicar este último. En primer lugar, ello surge de la regla de
aplicación establecida en la Convención de Viena sobre el Derecho de los
Tratados (conf. art. 30.3), que establece que cuando todas las Partes en el
tratado anterior sean también Partes en el tratado posterior, el tratado
anterior se aplicará únicamente en la medida en que sus disposiciones sean
compatibles con las del tratado posterior. Cabe destacar que el CIDIP II es
posterior al Tratado de Montevideo y que las disposiciones de este último
son incompatibles con el art. 6 del CIDIP II. Por otro lado, cabe aplicar el
principio según el cual la ley especial deroga la ley general en tanto que si
bien el Tratado de Montevideo se refiere a la competencia de los jueces en
las quiebras, el art. 6 del CIDIP II se refiere a un supuesto especial, que
consiste en que la sociedad, objeto de la quiebra, evadió artificiosamente los
principios fundamentales de la ley falencial argentina. La misma solución
emana de los principios generales del Derecho relativos a la protección del
orden público interno (Ciuro Caldani, Miguel Ángel, Las partes del
subordinamiento jusprivatista internacional argentino, LL 2003-E-592)”.
Recuérdese que el art. 2 de la CIDIP II establece que por ley del lugar de
constitución se entiende la del Estado donde se cumplan los requisitos de
forma y de fondo requeridos para la creación de dichas sociedades.
Además, la Convención sobre Reconocimiento de la Personería
Jurídica de las Sociedades, Asociaciones y Fundaciones (La Haya, Países Bajos,
1º de junio de 1956), aprobada por ley 24.409, establece en su art. 1 que la
personería jurídica adquirida por una sociedad, una asociación o una
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Derecho Internacional Privado, 4ª Edición ampliada, Lexis Nexis, Bs. As., 2003,
p. 586; en el mismo sentido se pronuncian Vítolo, Daniel Roque, Sociedades
Extranjeras y Off shore, Ad.Hoc, Bs. As., 2003, ps. 35 y ss.; Manóvil, Rafael M.,
Una ajustada interpretación del art. 124 de la ley de sociedades, LL 2003-C-
788 y ss.; y Uzal, María Elsa, Sociedades multinacionales en el Derecho
Internacional Privado argentino (a propósito del art. 124 de la LS), LL diario
del 29.12.04, p. 4).
La ley del lugar de constitución, en razón de lo que dispone el
art. 150 CCyC, rige también a todas las personas jurídicas privadas que se
constituyen en el extranjero por aplicación de lo dispuesto en la ley general
de sociedades. Queda entonces en evidencia la prevalencia de ese punto de
conexión por sobre el más antiguo criterio de la domiciliación, sea éste
entendido como el asiento principal de los negocios o como el lugar de
residencia.
5. Aquella disposición, además, discrimina dos formas de
actuación en el territorio nacional de las sociedades constituidas en el
extranjero: (i) la realización de actos aislados y estar en juicio; y (ii) el
ejercicio habitual de actos comprendidos en su objeto social, establecer
sucursal, asiento o cualquier otra especie de representación permanente. En
este, caso el régimen es diverso y más detallado pues el ente debe acreditar
la existencia de la sociedad con arreglo a las leyes de su país; fijar un
domicilio en la República, cumpliendo con la publicación e inscripción
exigidas por esta ley para las sociedades que se constituyan en la República; y
justificar la decisión de crear dicha representación y designar la persona a
cuyo cargo ella estará. Si se tratare de una sucursal se determinará además el
capital que se le asigne cuando corresponda por leyes especiales.
Que la demandante pueda ampararse válidamente en el
régimen previsto para los actos cumplidos esporádicamente en el territorio
nacional debe ser terminantemente descartado por dos razones. La primera,
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contribución el Impuesto Sustitutivo de Herencias, Legados y Donaciones que
se calculará con una tasa del tres por mil sobre el capital y reserva”. De ello
se inferiría con alto grado de certeza, que la sociedad demandante, no
realizó, ni podrá realizar en la vecina República, que es su lugar de
constitución, ninguna actividad, comercial o no, comprendida en su objeto
social, salvo tener acciones en otras sociedades de idéntica esencia o tener
saldos en cuentas corrientes inferiores al diez por ciento de su activo.
Así en tanto la ejecutante tiene prohibido realizar actividad
económica en Uruguay, puede concluirse sobre bases sólidas que la misma
fue constituida para realizar actos habituales en otros territorios, entre ellos
el nuestro, como surge de su objeto social (v. fs. 186 vta.). Esas entidades,
conocidas como sociedades off shore, por su propia naturaleza, son
sociedades que tienen vedada la actuación y desarrollo de actividad
mercantil- en forma absoluta o parcial, según los casos- dentro de los límites
territoriales del Estado que les ha otorgado su personalidad jurídica como
tales, o que constituye su lugar de creación (o de incorporación o registro, si
fuera ese el supuesto normativo), de modo que su capacidad y legitimación
queda restringida a una actuación enmarcada en su objeto social con
alcances exclusivamente extraterritoriales.
No obstante la manera en que fue inscripta en nuestro país,
esto es, en los términos de la tercera parte del art. 118, LGS, permite advertir
que no se ha dado cumplimiento a las ulteriores Normas de la IGJ, pues
claramente se trata de una persona jurídica que no tiene los rasgos propios
que se le asignan a la figura de sucursal. En efecto, se ha dicho sobre el
particular que una sucursal se caracteriza, entre otras cosas, por ser una
“mera descentralización administrativa de la matriz” (Roitman, Horacio, Ley
de Sociedades Comerciales, T. II, La Ley, Bs. As., 2006, p.792, y jurisprudencia
allí citada). Con mayor precisión, pero con comunidad de argumentación, se
señaló que la nota caracterizante de la sucursal es la carencia de
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Ello queda corroborado además porque, como estaba previsto
por el art. 237 de la RG 7/2005 IGJ, esa dependencia pública solicitaría a las
sociedades constituidas en el extranjero su adecuación -mediante su
regularización- a las disposiciones del ordenamiento societario aplicables a
las sociedades constituidas en la República conforme el Capítulo II de la
misma ley, en aquellos casos en donde de la documentación y presentaciones
requeridas por los Capítulos I y II, del cumplimiento de las medidas
contempladas en el Capítulo III, todos de este Título o del ejercicio de
atribuciones propias conforme a la Ley Nº 22.315 y a las disposiciones de los
Capítulos antes citados, resultara que la actuación de las sociedades se
hallaba encuadrada en cualquiera de los supuestos del artículo 124 de la LGS.
En relación a estas omisiones volveré luego.
7. Ese incumplimiento perdura actualmente y, en mi opinión,
adquiere una trascendencia que excede los acotados límites del conflicto aquí
ventilado. En efecto, con sujeción a la regla de derecho transitorio que
establece el art. 7 CCyC, a partir de su entrada en vigencia, las leyes se
aplican a las consecuencias de las relaciones y situaciones jurídicas
existentes. En relación al caso bajo juzgamiento corresponde elaborar un
análisis dotado de alguna precisión.
El punto central del régimen que insertó ese art. 7, que en este
aspecto dista de ser novedoso, se contrae a “que las leyes no tienen efecto
retroactivo salvo que en forma expresa disponga lo contrario, no importando
si es de orden público o no. El principio de irretroactividad significa que las
leyes rigen para el futuro. La nueva legislación no puede volver sobre
situaciones o relaciones jurídicas ya terminadas ni sobre efectos ya
producidos de situaciones o relaciones aún existentes. En un sistema
republicano como el nuestro esto es esencial porque si el legislador se
arrogara la facultad de gobernar el pasado e introducir modificaciones en lo
ya acontecido se caería en una gran inseguridad jurídica. Nadie estaría seguro
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De las leyes, “Código Civil”, Alberto J. Bueres, Director, Elena I. Highton,
Coordinación, tomo 1A, Hammurabi, Bs. As., 2003, p. 9).
En otra perspectiva y con finalidad diversa, el mismo art. 7
dispone que “a partir de su entrada en vigencia, las leyes se aplican a las
consecuencias de las relaciones y situaciones jurídicas existentes”. La noción
de situaciones jurídicas y su diferencia con las situaciones contractuales
fueron explicadas con precisión (véase Uzal, María Elsa, Nuevo Código Civil y
Comercial: la vigencia temporal, con especial referencia al Derecho
Internacional Privado, Revista Código Civil y Comercial, Año 1, N° 1, La Ley,
julio de 2015, p. 53 ).
Si la formulación del principio general -que consiste, como
quedó señalado, en la irretroactividad de la ley- no provoca demasiados
desencuentros interpretativos, debe precisarse que la cuestión que atañe a la
aplicación de la novedosa legislación a las consecuencias de las relaciones o
situaciones jurídicas existentes al tiempo de su vigencia resulta un tanto más
ardua de desentrañar.
En un valioso aporte doctrinario Junyent Bas señaló que
“resulta conveniente aclarar que se controvierte en doctrina respecto de la
distinción entre los efectos de un hecho y las consecuencias de él. Efectos son
las derivaciones necesarias de un hecho o acto; las consecuencias, en cambio,
sólo se producen con ocasión del hecho o acto, no teniendo a éste como
causa eficiente, sino, simplemente, como concausa. Los efectos propios de
un hecho o acto por estar incorporados en él se regirían siempre por la ley
existente en el momento de su constitución” (Junyent Bas, Francisco, El
derecho transitorio. A propósito del artículo 7 del Código Civil y Comercial, LL
2015-B, 1099). Puede coincidirse con estas conclusiones, aunque no siempre
sea sencillo diferenciar los efectos de las consecuencias. No obstante, el
parámetro formulado por el jurista cordobés presenta utilidad en un plano
conceptual lógico.
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LL 2015-B, 1147). En otro estudio agregó que “cualquiera que sea la instancia
en que se encuentre un expediente (primera o ulteriores, ordinarias o incluso
extraordinarias) hay que aplicar el mismo sistema de derecho transitorio que
teníamos y, en consecuencia, verificar si las situaciones o sus consecuencias
están o no agotadas, si está en juego una norma supletoria o imperativa y,
ahora sí, como novedad, si se trata de una norma más favorable para el
consumidor” (Kemelmajer de Carlucci, Aída, Nuevamente sobre la aplicación
del Código Civil y Comercial a las situaciones jurídicas existentes al 1 de
agosto de 2015, LL 2015-C, 954).
Se ha dicho, en relación a la noción de las consecuencias que
quedan regidas por la nueva legislación que “son las contingencias de hecho
derivadas de los acontecimientos anteriores que constituyen su causa o
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antecedente” (Taraborrelli, José N., Aplicación de la ley en el tiempo según el
nuevo Código, La Ley 2015-E, 634).
Este razonamiento, que ya he elaborado con anterioridad
(véase mi voto en la causa “Escobar SACIFI c/ Ford Argentina SCA y otros s/
ordinario”, del 19.05.16), induce a concluir que la nueva reglamentación
administrativa -RG 7/2015 IGJ- y las normas del CCyC pueden aplicarse en el
caso, por la continuidad en el incumplimiento de normas reglamentarias.
Particularmente aplicable al caso es el art. 253 de esa reciente resolución
administrativa que impone a las sociedades off shore inscriptas con
anterioridad a la vigencia de la RG N° 7/2005 IGJ la sujeción a lo dispuesto en
el artículo 240 de las Normas vigentes, es decir, que deben acreditar la
subsistencia de su actividad en su lugar de constitución, registro o
incorporación y/o en terceros países, con carácter de principal respecto de la
que desarrolle su asiento, sucursal o representación permanente,
acompañando a tal fin la documentación prescripta en el art. 217, inc. 1°, que
corresponda a dicha actividad durante el último ejercicio económico de la
sociedad. Pero no influye en el sistema particular societario en razón de lo
dispuesto por el art. 150, último párrafo, CCyC, que expresamente remite a la
LGS.
8. El art. 124 de la LGS establece que la sociedad constituida en
el extranjero que tenga su sede en la República o su principal objeto esté
destinado a cumplirse en la misma, será considerada como sociedad local a
los efectos del cumplimiento de las formalidades de constitución o de su
reforma y contralor de funcionamiento. Esta regla ha generado muy diversas
interpretaciones que conciernen a los distintos aspectos que involucra su
aplicación.
8.1. La referencia a la sede no justifica un examen detallado en
este caso, porque no ha sido invocado que ella esté ubicada en el territorio
nacional.
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Internacional Privado argentino (a propósito del art. 124 de la LS), LL diario
del 29.12.04, p. 5).
8.3. Es útil desentrañar si la disposición del art. 124 es de orden
público porque esa calificación podría influir decisivamente en la solución del
caso.
Parece existir consenso acerca de que el ya aludio régimen
general establecido por el art. 118, reconoce una excepción en el art. 124 y
en la caracterización de esta disposición como norma de policía del derecho
internacional privado argentino, “que considera local una sociedad cuando se
ejerce en el país su dirección efectiva, aventando toda forma de fraude a la
ley societaria y como tal norma mandatoria que es, desplaza a la norma de
conflicto del art. 118” (Uzal, María Elsa, Sociedades multinacionales en el
Derecho Internacional Privado argentino (a propósito del art. 124 de la LS), LL
diario del 29.12.04, p. 5; en coincidencia y destacando la nota de exclusividad
en la aplicación del derecho argentino, véase Anaya, Jaime L., La
nacionalidad y el estatuto personal de las sociedades comerciales, ED 271-
792).
En otra concepción se dijo que dicho precepto “es receptor del
orden público internacional argentino funcionando como disposición, o si se
quiere, en la terminología actual, como norma de policía, norma rígida, como
norma de aplicación inmediata o como norma imperativa. En tal virtud, dicho
artículo impide la aplicación de un derecho extranjero convocado por una
norma indirecta bilateral del derecho propio (también norma de colisión o de
conflicto) como lo es el art. 118, párr. 1° de la LS. Por ello, el art. 124 actúa
como una norma indirecta unilateral específica, ya que por razones que
hacen al resguardo de los valores de subido e incanjeable interés para la
comunidad argentina, determina que el caso ius privatista internacional que,
en principio, debería ser regulado por un derecho extranjero, deba ser, en
cambio, resuelto inexorablemente por los preceptos sustanciales o de fondo
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apelación”, antes citado). Refuerza este juicio la inscripción hecha en base a
la disposición de la segunda parte del art. 118 del ordenamiento societario
que supone, en todos los casos, una actuación en territorio nacional
frecuente y reiterada, ante la ausencia de demostración de haberse cumplido
porción sustancial de su objeto en terceros países. A tal efecto, frente a su
eventual alegación, descarto las habilitaciones para exportar carne vacuna y
otros productos que no pudieron ser comprobadas (véase informativa de fs.
310/311). Esta carencia, que no es imputable a las partes, permite intuir las
dificultades que debe enfrentar la prevención de delitos transnacionales
complejos, en tanto no existe un obrar articulado de las diversas agencias
públicas.
Corresponde, entonces, determinar cuál es la consecuencia de
esa atribución del carácter local a la sociedad externa.
9.1. En una primera consideración coincido en que “un juez
argentino sólo podría declarar la nulidad de una sociedad extranjera si
poseyera jurisdicción ius privatista internacional, esto es, competencia en la
esfera internacional para conocer en esta materia específica. Y en nuestro
derecho convencional o interno no existe una norma que le acuerde esta
jurisdicción. Los criterios atributivos normales de dicha jurisdicción
internacional (puntos de conexión procesales), serían el lugar de constitución
o el lugar donde la sociedad tiene su sede o domicilio principal. Y una
sociedad es, precisamente, extranjera porque ambos puntos de conexión
procesales se encuentran en el exterior” (Ramayo, Raúl Alberto, La sociedad
comercial extranjera y el orden público internacional, ED 202-321).
9.2. Se ha propuesto que, como en el supuesto examinado
medió incumplimiento de la exigencia de inscripción que traduce el art. 7 LGS
-ante la modificación del art. 6- y, entonces, será considerada como sociedad
local a los efectos del cumplimiento de las formalidades de constitución o de
su reforma y contralor de funcionamiento, la consecuencia sería la
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“sociedad extranjera” en las hipótesis previstas por el art. 124 de la ley
19.550, LL diario del 4.02.10, p. 3).
9.3. Otros razonamientos conducen a la inoponibilidad.
Como la sociedad externa quedaría regida por el derecho del
lugar de constitución y, concurrentemente, por el art. 124 que impone su
registración como sociedad local, se sostuvo que la inoponibilidad frente a
terceros es la mejor solución, porque mantiene al sujeto societario y no
afecta la validez de los vínculos entre los socios, y además, “tornando
siempre personalmente imputables los actos y negocios sociales obrados por
la sociedad, a los que hayan actuado por ella” (Uzal, María Elsa, Sociedades
multinacionales en el Derecho Internacional Privado argentino (a propósito
del art. 124 de la LS), LL diario del 29.12.04, p. 5).
La inoponibilidad, se ha dicho, es una sanción más atenuada
que la irregularidad “y más adecuada a los standard jurídicos que nos rigen”
(Monteleone Lanfranco, Alejandro P., Sociedad extranjera no inscripta, LL
diario del 11.02.02, p. 4).
Pero es necesario discriminar el significado y los alcances de esa
inoponibilidad, pues tanto puede referir a la propia sociedad -en rigor, a su
acto de constitución como fuente de derechos y obligaciones- como a la
actuación que se realizare en infracción a la exigencia del art. 124.
9.4. Descartada la sanción de ineficacia por nulidad y junto a
ella la inexistencia de la sociedad encuadrada en la disposición del art. 124,
debo detenerme en la irregularidad y la inoponibilidad que, bien apreciadas,
son sólo dos facetas de un mismo resultado. En efecto, en los límites de la
decisión requerida, sea cual fuere el ordenamiento que se tome como
referencia, es evidente que la irregularidad -regida por la Sección IV, en los
dos casos- supuso en la LSC y supone en la LGS, la inoponibilidad relativa del
contrato.
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Nada de lo expuesto puede conducir a desconocer la
incongruencia que significaría atribuir irregularidad a la sociedad que, por
definición, se constituyó regularmente sólo que con cumplimiento de los
requisitos exigidos por el ordenamiento del lugar de constitución (véase
Manóvil, Rafael Mariano, La consecuencia de la falta de inscripción de una
sociedad extranjera que actúa en el país no es su irregularidad, Ponencia
presentada al VI Congreso de Derecho Societario, Tema 4, T. II, Ad Hoc, 1995,
p. 509).
A tono con la advertencia hecha en el apartado anterior, señalo
que la existencia (personalidad, capacidad y organización interna de
funcionamiento) de la sociedad debe juzgarse en consonancia con la
legislación del lugar de constitución. La actuación concreta en la República
será apreciada con sujeción al ordenamiento local. No dejo de apreciar que la
Sección XV de la LGS regula la actuación extraterritorial de las sociedades,
que en el supuesto regulado por el art. 124 adquiere preponderancia
ostensible porque se vincula con el objeto social o la sede y, sin embargo, no
parece que los actos que la sociedad celebre en el país puedan resultar
afectados por la carencia o errónea registración, sino en cuanto a su propia
validez o eficacia, cuestión diferente de aquélla otra. Esa actividad será eficaz
o no en base al análisis que se haga de la estructura jurídica de cada uno de
los actos concretamente ejercidos.
Alguna opinión orientada a delimitar el ámbito de vigencia del
art. 124, LGS (Vítolo, Daniel Roque, La sociedad constituida en el extranjero y
la actuación transnacional, Separata “Sociedades ante la I.G.J.”, La Ley, Bs.
As., 2005, p. 23) ha resaltado que la del art. mencionado no es más que una
norma “impeditiva del abuso que se pudiera hacer de la norma contenida en
el art. 118, primera parte de la ley y, a su vez, de prevención del fraude a la
ley; pero no sancionatorio de éste. Prueba de ello es que la norma en modo
alguno sanciona el hecho fraudulento con la sanción típica aplicable al fraude
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273 que se vincula con la liquidación a pedido de esa agencia pública, acción
para que se declare la inoponibilidad de la personalidad jurídica de la
sociedad, si a través de la actuación de la sucursal, asiento o representación
se configuró alguno de los supuestos del art. 54, último párrafo, LGS. No ha
mediado en este sentido actuación alguna. Tampoco fue requerido por la
ejecutada.
9.5. En relación con esa última noción debe precisarse que en el
caso presente medió registración. Claro que ella, como ya fue destacado, no
fue sincera porque fue hecha por una SAFI uruguaya como sucursal en los
términos de un dispositivo legal diferente, el art. 118, parte tercera, y al
amparo de un régimen desafortunadamente permisivo, mientras realmente
cumplió su objeto social en nuestro país. Pero resulta relevante destacar que
la ejecutante no se escudó en el anonimato resultante de la absoluta falta de
inscripción ni evadió completamente, por tanto, el control de funcionamiento
que le hubiera correspondido y cuyo eventual incumplimiento no le es
imputable a la sociedad.
Pero no puede ocultarse que, además de mantenerse hasta la
actualidad en una situación de oscuridad parcial, la comprobada adquisición
del terreno más de un año antes del registro como sucursal de sociedad
constituida en el extranjero, 25.04.96 y 26.06.97, respectivamente (véanse fs.
276/278 y fs. 364), en poco contribuye a la transparencia de su
funcionamiento.
Como dato corroborante, los incumplimientos informados por
la autoridad pública de contralor, justifican considerarla como una sociedad
marginal, sometida como he señalado a la disposición del art. 12, párrafo
segundo, CCyC.
10. Corresponde hacer alguna consideración en relación a la
adecuación (que la RG 7/2005 IGJ contemplaba a la par de la regularización,
hoy expurgada del texto de la RG 7/2015) o, como se la ha concebido,
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por los arts. 118, parte tercera, y 123 de la LGS y, a los fines de lo dispuesto
en el artículo anterior (solicitud de adecuación que el organismo cursará si la
sociedad encuadra en el art. 124 LGS), la IGJ intimará al cumplimiento de la
presentación prevista en el art. 268 (en orden a la adecuación y sujeción a la
ley argentina del ente) dentro del plazo que determine, el cual no excederá
de los 180 días corridos, bajo apercibimiento de solicitarse judicialmente la
cancelación de dicha inscripción y la liquidación de bienes que pudiera
corresponder (esta disposición se corresponde con la del art. 238 de la RG
7/2005).
En este proceso sólo se comprobó que la autoridad
administrativa de contralor se habría limitado a exigir a la ejecutante la
actualización de datos (véase la Resolución 1624/2011, transcripta en fs.
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222/226). Ello significa que nunca le fue cursado requerimiento alguno para
que se regularizara (RG 7/2005) o se adecuara (RG 7/2015). Por supuesto, el
defectuoso cumplimiento de las funciones propias de la oficina estatal no
exoneró a la sociedad constituida en el exterior de registrase en debida
forma.
Debe tenerse en cuenta, a propósito de aquello que fue recién
señalado en el considerando anterior, que el art. 218, RG 7/2015 IGJ, dispone
que ese organismo no inscribirá a los fines contemplados en este Capítulo
(actividad habitual y equivalentes) a sociedades off shore provenientes de
países, dominios, jurisdicciones, territorios, estados asociados y regímenes
tributarios especiales, considerados no cooperadores a los fines de la
transparencia fiscal o no colaboradoras en la lucha contra el Lavado de
Activos y Financiación del Terrorismo. Dichas sociedades, para desarrollar
actividades destinadas al cumplimiento de su objeto y/o para constituir o
tomar participación en otras sociedades, deben con carácter previo
adecuarse íntegramente a la legislación argentina, cumpliendo al efecto con
las disposiciones del Capítulo IV.
El art. 240 de esa misma normativa, establece que las
sociedades off shore inscriptas con anterioridad a la vigencia de la anterior
Resolución General 7/2005, se rigen por lo dispuesto en el artículo anterior
-que exige la comprobación de la subsistencia de la matriz en el lugar de
constitución, inscripción o incorporación- para la acreditación de su principal
actividad en terceros países. El art. 241 describe en forma simplemente
enunciativa las pautas de apreciación aplicables.
Conforme está dispuesto por el art. 253, las sociedades off
shore inscriptas con anterioridad -a los fines del art. 123, LGS- a la vigencia de
la RG 7/2005 se rigen por lo dispuesto en el artículo mencionado
precedentemente.
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Se ha decidido, ante los cuestionamientos levantados por una
sociedad en relación a una decisión administrativa que la había intimado a
inscribirse en los términos del art. 118, parte tercera, LGS, y cumplir con los
requisitos de la RG 7/2003 IGJ, ampliar el plazo fijado con ese propósito a 120
días (CNCom, Sala B, 4.07.05, “Inspección General de Justicia c/ Frinet SA”,
antes mencionado). También frente a un caso en el que la sociedad
constituida en el extranjero la había omitido, se juzgó que correspondía
diferir el pronunciamiento relativo a la escrituración de un inmueble de un
ente societario concursado, a la acreditación de la inscripción -en los
términos del art. 118, parte tercera, LGS- de la sociedad incidentista
(CNCom., Sala E, 07/10/08, “Representaciones de Telecomunicaciones S.A. s/
concurso preventivo s/ incidente de escrituración por RT Holding S.A. (RTH)”).
Estos precedentes se alejan del caso aquí juzgado, pues refirieron a
sociedades que carecían de toda registración y no estaban encuadradas en lo
dispuesto por el art. 124.
10.3. La posible vulneración del orden público, en su aspecto
societario en el caso presente, no puede ciertamente ser desatendida porque
las eventuales consecuencias de esa transgresión pueden asumir gravedad
suficiente que impide tolerar actitudes pasivas. Téngase en cuenta que, a la
par de prevenir o reprimir la comisión de ilícitos, está en juego el
cumplimiento de Convenciones Internacionales de las que la República es
parte, cuya observancia es imperativa.
Pero tampoco encuentro justificado exonerar a la ejecutada de
las consecuencias de la ejecución que le fue dirigida, porque ello vulneraría el
principio básico de las relaciones de derecho privado: la buena fe que
gobierna el ejercicio de los derechos (art. 9 CCyC). Puede ponderarse en esa
dirección que la ejecutada conocía perfectamente la naturaleza de su
locadora desde el mismo momento en que celebró el contrato. Ello se
desprende de las constancias copiadas en fs. 114/136 que dan cuenta que la
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carácter habitual de la actividad no se hayan cumplido en la República, ni
haberse encarado seriamente la necesaria adecuación, porque sólo aparece
acreditada una reticente ejecución, podría decirse que in extremis, de escasas
cargas.
La controversia ha girado parcialmente en torno a la
legitimación, sustancial y procesal, de la ejecutante quien ha tenido más que
adecuada oportunidad de audiencia y prueba frente a los argumentos de la
defendida. En consecuencia de esa intensa actividad desplegada en el
proceso debo reconocer que se ha desbordado el marco del at. 544, inc. 4°
del ordenamiento procesal. Pero, en primer lugar, ello ya sucedió sin que se
advierta gravamen alguno hacia las partes que adecuaron su actuación en el
proceso a esa controversia; en otro orden, desconocer la realidad que las
constancias de la causa trasuntan podría conducir a renunciar a la verdad
jurídica objetiva y a una decisión irrazonable.
11. Los defectos en la personería de la ejecutante, que en la
versión de la defensa, consistirían en la falta de cumplimiento de las
exigencias registrales ante el deceso del apoderado Fondevila, se entroncan
en realidad con la subsistencia de la sucursal y exorbitan, por consiguiente, el
ámbito de la excepción prevista por el art. 544, inc. 2° CProc.
Es cierto, como se sostuvo en la fundamentación de la
apelación, que el cese del representante a cargo de la sucursal en territorio
nacional debe inscribirse por aplicación analógica de lo que dispone los arts.
224 y 226 RG 7/2015 IGJ (que replican las reglas de los arts. 200 y 202 de la
RG 7/2005) para el supuesto de renuncia y exige la designación y registro del
nuevo dentro del plazo de un año a partir de aquella toma de razón. Vencido
su término, procede la cancelación de la inscripción y la liquidación de ese
asiento permanente (art. 273, inc. 4° RG 7/2015 IGJ). También es verdad que,
en consecuencia, el art. 274, inc. 4° de las Normas de la IGJ vigentes, como
también lo hacía su antecedente el art. 245 RG 7/2005, dispone en relación a
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y registración, amparándose en una regla legal que no se correspondió con el
cumplimiento de la totalidad de su actividad en el territorio argentino. En el
caso aquí configurado aprecio que es ostensible que la entidad de los
incumplimientos referidos, antes que en la omisión de registración sincera, se
asienta principalmente en la elusión del control al que debió haber quedado
sometida. En esto consiste la gravedad de la infracción.
En dicho contexto, cabe poner de manifiesto que en relación a
las sociedades constituidas en el extranjero que por sus estatutos tengan
permitido efectuar actos de comercio y/o jurídicos en nuestro territorio rige
el orden público interno, y en particular las resoluciones y disposiciones
normativas de la IGJ y del ordenamiento societario, que establecen
atribuciones y limitaciones que deben cumplir dichas sociedades para realizar
los actos comprendidos en el objeto de su institución (cfr. CNCiv, sala H,
28.02.14, “Tabot Investiment S.A. c. G.O.A y otro s/ desalojo por vencimiento
del contrato”).
Por esos motivos, es posible proveer una solución que articule y
satisfaga los distintos intereses vinculados a la cuestión por decidir,
principalmente, el interés general. Tengo en cuenta también que ese
proceder sólo fue posible o, si se prefiere, fue facilitado, por un defectuoso
ejercicio de la función de contralor estatal de su funcionamiento.
Los vínculos de parentesco que denunció la ejecutante que
existirían entre el representante legal de la locataria emplazada y dos
accionistas de la otra parte, merecen una indagación particularizada impropia
de la estructura procesal de esta causa.
En estas condiciones, corresponde que la IGJ tome el rol
funcional activo que le compete en la prevención y sanción de posibles
ilícitos, criminales y civiles, e infracciones tributarias, con aplicación de las
reglas mencionadas en este pronunciamiento, a fin de obtener el cese de la
actual situación de la ejecutante, sea que ello se alcance mediante la
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A fin de poner esta decisión en conocimiento de la Sra. Fiscal
General ante esta Cámara, remítasele el expediente.
Hágase saber a la Dirección de Comunicación Pública de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación (cfr. ley n° 26.856, art.1; Ac. C.S.J.N. n°
15/13; nº 24/13 y nº 42/15).
Fecho, devuélvase a la instancia de grado.
Firman solo los suscriptos por encontrarse vacante la vocalía N°
17 (art. 109 del Reglamento para la Justicia Nacional).
Alejandra N. Tevez
Rafael F. Barreiro
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