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Historia del arte americano y argentino

Facultad de artes – UNT


TEMA GENERAL I – EL ARTE INDÍGENA.

Hernán Rodolfo Espinosa


 UNIDAD 1: INTRODUCCIÓN GENERAL AL ARTE DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS DE
AMÉRICA.

El medio físico-cultural: primeros pobladores. Áreas culturales más representativas.


Relación cronológica. Fundamentos estéticos: el arte indígena. La importancia del mito
y de la religión en la concepción artística. La cosmovisión americana a través de sus
producciones culturales. Técnica e instrumental utilizados en la producción plástica.

Desarrollo.

1.1 - EL MEDIO FÍSICO-CULTURAL: PRIMEROS POBLADORES.

Medio físico: Gran riqueza natural y contrastes geográficos (montañas, cordilleras,


selvas, llanuras, ríos navegables, riqueza mineral, etc.). Variedad de flora y fauna. Diferentes
climas de acuerdo a la región.

Aislado por Océano Atlántico al Este, por Océano pacífico al Oeste, Océano Ártico al
Norte y Antártica al Sur. Esto permitió el desarrollo de una cultura autónoma y autóctona sin
grandes contactos con el resto del mundo.

Primeros pobladores: Teorías científicas surgen a partir de la segunda mitad del S XIX y
durante el S XX. Hay diferentes teorías:

 Florentino Ameghino: científico autodidacta argentino. Elabora la teoría del origen


autóctono o endogénesis. Básicamente establece que el hombre es originario de la
zona pampeana, y luego se extendió por el mundo a partir del Terciario. Esta teoría fue
refutada porque muchos de los restos tenían una antigüedad menor a lo que él
pensaba y por otro lado en Europa, Asia y África se encontraron restos de mayor
antigüedad.

 Alex Hrdlicka: Antropólogo checo, elaboró la teoría más aceptada a nivel académico
que es la del origen único y poblamiento tardío o de difusión. El hombre, en
diferentes migraciones, llegó a América desde Asia a través del estrecho de Bering
durante la última glaciación (40000 - 8000 a.C.). Esta teoría establece la idea de
uniformidad racial, donde las diferentes variaciones raciales se deben al clima una vez
que el hombre estuvo instalado en diferentes zonas (esta teoría de la raza es sostenida
por Franz Boas).

Hay discrepancias en torno a las fechas que se establecen para la llegada del
hombre. Los más conservadores establecen que el hombre llegó al continente hace no
más de 13000 A.P. Esta fecha se sostiene en base a las evidencias arqueológicas más
aceptadas encontradas en los yacimientos de Clovis y Folsom, que a través del análisis
del CA 14 dan fechas entre 12000 y 12500/13000 A.P. aproximadamente. Si bien es la
más aceptada académicamente, entra en conflicto con las fechas estimativas que se
tienen para el poblamiento de Argentina, de entre 13000 y 10000 A.P. Las teorías más
extremas ya corresponden a la teoría del poblamiento temprano, y fueron
formuladas por académicos Latinoamericanos en su mayoría, en base a evidencias
encontradas en yacimientos arqueológicos como el de Piedra Furada en Brasil o
Monte Verde en Chile que arrojan fechas de entre 30000 y 60000 años A.P. Estas
fechas son cuestionadas por los sectores más conservadores al considerar que la
prueba de CA 14 estaba mal hecha y que no se encuentran otras evidencias que
constaten fechas tan tempranas. Por el contrario desde el sector académico
latinoamericano se argumenta que tal vez esas evidencias desaparecieron con el fin de
la glaciación, ya que consideran que algunos grupos humanos pudieron seguir rutas
costeras y el aumento del nivel del mar contribuyó a la desaparición de esos
yacimientos. Hay teorías más moderadas que establecen fechas de entre 15000 y
20000 años AP, tiempo que habría permitido al hombre adaptarse y poblar el
continente.

 Paul Rivet: Etnólogo francés, establece la teoría del origen múltiple o poligénesis. El
hombre llegó a América del Viejo Mundo, de Asia y Polinesia, no solamente a través
del estrecho de Bering sino también a través del Pacífico en embarcaciones primitivas.
Sostiene esta teoría por comparación de elementos lingüísticos, antropológicos y
etnográficos comunes a ambas áreas.

 Méndez Correa: Antropólogo portugués, que establece la teoría australiana y aporta a


la teoría del origen múltiple. El hombre llegó a América a través de la Antártida,
ingresando por el Cabo de Hornos a Tierra del Fuego y la Patagonia con
embarcaciones primitivas. Se fundamente en semejanzas raciales entre australoides y
aborígenes del extremo sur de América (grupo sanguíneo, forma craneal alargada,
cabello negro rizado, etc.) semejanzas lingüísticas y culturales.

Los primeros humanos que llegaron eran grupos de cazadores-recolectores con tipo
de economía parasitaria. Cazaban principalmente grandes mamíferos (dependiendo de la
zona), aunque también podían recurrir a la recolección y al carroñeo. Estos diferentes grupos
humanos se fueron extendiendo por el continente y adaptándose a los diferentes ambientes.
Eran grupos nómadas que seguían a las presas y estaban organizados en base a una sociedad
igualitaria (podía haber habido un jefe o líder). Habitaban principalmente refugios rocosos,
aunque también se encontraron campamentos al aire libre.

El fin del período glaciar produjo cambios a nivel climático y geográfico, modificando
las regiones donde estaban asentados los grupos humanos y contribuyeron, junto con la caza,
a la extinción de los grandes mamíferos. Se pasó de una caza superior a una inferior,
combinada con la pesca y una mayor recolección.

Entre el 7000 y el 3000 a.C. aproximadamente, tuvo lugar un proceso de


domesticación de diferentes plantas y animales. Hubo lugares que presentaron condiciones
más favorables que otros para el desarrollo de la agricultura; fue todo un proceso de
experimentación alrededor de las diferentes plantas. En la región andina se dio,
aproximadamente hacia el 5000 a.C., un proceso de domesticación de camélidos, que tendía a
asegurar a la población presas de consumo, medios de transporte, y animales para el
intercambio y producción de fibras. Este proceso de domesticación dio por resultado la actual
llama.

La agricultura y el pastoreo produjeron cambios muy importantes:

 Se pasa de una economía parasitaria a una productora.

 Las comunidades se vuelven sedentarias, ya que es necesario quedarse en un solo


lugar para cuidar los cultivos y trabajar la tierra

 Surgen las primeras aldeas y crece la población por la mayor disponibilidad de


alimentos; luego se van transformando en centros urbanos importantes.
 Se produce una estratificación social y el inicio de la organización del trabajo y culto
religioso.

 Transformación en el paisaje debido a las diferentes técnicas de cultivos que se


implementaron, como por ejemplo: la técnica de roza, quema y rotación; la de
canalización de los ríos, la de terraza, la de canchones, entre otras.

 Surgen nuevas técnicas por la mayor disponibilidad de tiempo: cestería, cerámica,


tejido, metalistería, escultura, arquitectura, pintura, etc.

 Dio lugar a un calendario y a una cosmovisión que giraba alrededor de la agricultura


(siembra, cosecha y tiempo entre ellas).

Los cultivos más característicos fueron el maguey, el algodón, la coca, la papa, el


maní, los frijoles, las calabazas, el tomate, el tabaco, el cacao, entre otros. El más importante
fue el maíz; Paul Gendrop plantea que alrededor de él se encontraron los primeros restos de
civilización sedentaria. El maíz da una producción abundante, se adapta a diferentes climas y
altitudes, proporciona grandes valores nutritivos y a partir de él se pueden elaborar una gran
cantidad de alimentos. Tuvo un valor simbólico muy fuerte en la América precolombina, por
ejemplo en el Popol Vuh (libros sagrado Maya) se plantea que los dioses crearon al hombre a
partir del maíz. Diferentes rituales religiosos y dioses están relacionados a diferentes etapas
del cultivo de esta planta. Simboliza la fertilidad y prosperidad, entre otras cosas.

Las culturas y civilizaciones más complejas y desarrolladas se ubicaron


fundamentalmente en dos regiones, en donde el terreno se presentó más propicio para el
desarrollo de la agricultura: Mesoamérica y la Región andina. Estas dos áreas se consideran
como la América nuclear por ser las de mayor desarrollo durante la era precolombina.

1.2 - ÁREAS CULTURALES MÁS REPRESENTATIVAS.

Mesoamérica.

Abarca México, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica y Belice.


Paul Kirchhoff usa el término Mesoamérica para denominar a las diferentes culturas y
civilizaciones que se desarrollaron en este territorio y que poseían características en común
como ser:

 La construcción de centros ceremoniales con un núcleo en piedra, lo que marcaba su


importancia, ya que la piedra perdura en el tiempo. Los alrededores se construían
con materiales perecederos.

Destacaban las pirámides escalonadas y truncadas, construcciones megalíticas


con una escalinata de acceso a la parte superior donde se ubicaba un templo (eran
como basamentos gigantescos). Tenían un valor simbólico y de culto; servían para
encumbrar la imagen de la divinidad por encima de lo humano o representar los
niveles del Cielo que según Paul Westheim eran 13, correspondientes a una jerarquía
donde habitan dioses y almas, habitando el centro Ometéotl, encarnación de la
dualidad y principio masculino y femenino de la creación; la dualidad que engendró
todo, suministra la energía vital para todas las cosas y es mantenedores del universo.
También hay una relación con la invariabilidad, ritmo y orden del cielo y los astros,
diferente de la inestabilidad presente en la tierra; esta se observa en la orientación
de las pirámides (y centros ceremoniales) con el Sol, ya que están dispuestas en
dirección oriente-poniente, y sus cuatro lados hacen referencia a los diferentes
puntos cardinales, lugar de hábitat de diferentes dioses. La pirámide mesoamericana
se construía para la comunidad y para cumplir con las exigencias religiosas. Son
testimonio del espíritu y voluntad colectiva del hombre.

Otra construcción característica era la cancha para el juego de pelota. Tenía


fundamentalmente connotaciones rituales y consistía en dos equipos que tenían
entre dos a siete jugadores, y según la zona podían jugar con codos, cadera, rodilla y
algún tipo de bate. Se relacionaba con el movimiento solar y del universo, una lucha
entre Xólotl, dios del crepúsculo y Quetzalcóatl, dios de la estrella matutina; la
cancha tenía cuatro divisiones, dos claras que simbolizaban el cielo, y dos oscuras
que simbolizaban la tierra (o inframundo) y la pelota, que era de hule, simbolizaba el
sol. El campo de juego podían variar de acuerdo a la cultura, algunos llegaban a
presentar aros de piedra en los costados, que simbolizaba a la serpiente de fuego,
Xiuhcóatl; si el jugador lograba pasar la pelota por el aro, significaba la puesta del sol
o la salida de éste. El triunfo del equipo representante del dios de la noche podía
significar infortunio y el del equipo del dios matutino era buena señal, logrando
mantener el orden cósmico. Luego de terminado el juego se realizaba un sacrificio; no
se sabe si se sacrificaban a los del equipo vencedor o a los del vencido. El juego
también podría haber estado relacionado con la fertilidad de la tierra y como una
alternativa a la guerra resolviendo las disputas en la cancha en lugar del campo de
batalla.

Dentro de estos centros también se construyeron palacios, templos, obras de


ingeniería, baños de vapor, etc. Señalaban a su vez la existencia de urbanismo. Estos
centros ceremoniales estaban destinados para el culto religioso donde podían llegar a
asistir diferentes comunidades; se enterraban ofrendas para revitalizar su poder.

 Lengua: destacan dos grandes troncos, uno es la uto-azteca cuya rama más conocida
es la náhuatl y otra es la macro-maya de la que derivan el maya y el huaxteca.

 Dualidad: La dualidad masculino/femenino, creación/destrucción, vida/muerte,


día/noche, siembra/cosecha, es lo que permite y determina la existencia. Esta idea
está relacionada con el medio geográfico que habitan, en continuo cambio,
amenazando constantemente la vida humana con terremotos, cauces fluviales que se
llenan de un día a otro convirtiéndose en una amenaza para el hombre, erupciones de
volcanes, etc. De la misma forma se aprecia en el ritmo de los astros, que confirman
para el pensamiento mesoamericano la dualidad de la vida y la muerte,
atribuyéndoles a su vez un relato mítico, por ejemplo la Luna es devorada por el Sol
para luego resurgir como Luna llena. La idea de dualidad se encarna en el concepto de
Ometéotl, y es una idea que crea un equilibrio que debe ser mantenido por el conjuro
mágico.

La dualidad acepta el mundo como es, donde los actos de los fenómenos
naturales, tanto positivos como negativos, son obra de los dioses, a diferencia de
otras creencias religiosas donde las desgracias que le ocurren al hombre son atribuidas
a los pecados e inmoralidad del mismo y a su distanciamiento de Dios.

 Una cosmovisión mítico-mágico-religiosa: entiende el mundo a través del realismo


mítico. Por ejemplo se creía que los diferentes puntos cardinales eran la morada de los
diferentes dioses creadores, el Norte la morada de Tezcatlipoca Negro, el Sur la
morada de Huitzilopochtli, dios relacionado al Sol, el Oeste la morada de
Quetzalcóatl, la serpiente emplumada y el Este la morada de Xipec Tótec o
Tezcatlipoca Rojo.

 Sistema de escritura glífica: escritura a base de signos gráficos que tenían un


significado simbólico y que tenía que ser interpretado; estos signos podían variar su
significado de acuerdo con el signo con el que se relacionaba. Había formas
zoomorfas, antropomorfas, geomorfas, fitomorfas, etc. Su significado era conocido
principalmente por la clase alta y los sacerdotes. Se usaban para contar los mitos, para
interpretar los astros, para diferentes tipos de rituales; para escribir códices,
inventarios y calendarios de los meses, de los días del año y de su deidad protectora.
Esto lo usaban para prever, conocer el porvenir, saber lo que los dioses le deparaban
y obrar mediante el conjuro mágico para contrarrestar las fuerzas hostiles de la
naturaleza. Uno de estos códices es el Tonalámatl “La historia de los días”, éste tenía
que ser interpretado por el sacerdote para poder dar las instrucciones y directrices a
la sociedad y así prepararse para lo que venga; estas decisiones eran tanto religiosas,
como políticas y sociales. Tenía que adaptar la conducta humana a las intenciones
divinas para impedir el desorden, la confusión y la catástrofe.

 Sistema de calendario avanzando: desarrollaron un calendario muy preciso, tal vez


orientado principalmente a conocer las fechas óptimas para el desarrollo de la
agricultura y luego condicionado a la cosmovisión de los pueblos mesoamericanos,
determinando ceremonias rituales y eventos importantes dentro de la sociedad.
Contaban con un calendario solar de 18 meses de 20 días, con un total de 360 días al
año más 5 días sagrados, llegando a 365 días. A su vez tenían un calendario ritual que
contaba con 13 meses de 20 días, formando un total de 260 días al año. Estos dos
calendarios se encontraban cada 52 años formando un ciclo mayor o siglo, que
marcaba el comienzo de un nuevo ciclo. Tenían un tiempo cíclico, basado en la idea de
dualidad, donde cada ciclo terminaba en un cataclismo para luego volver a comenzar.
Esto se representa en la piedra del Sol Azteca; cuatro soles que son las cuatro épocas
del mundo que terminaron en algún cataclismo como consecuencia de la lucha entre
las dos grandes deidades, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca negro. El primer mundo
terminó con jaguares que invadieron la tierra y se comieron a la gente, el segundo por
huracanes que arrasaron todo, el tercero por una lluvia de fuego y el cuarto por un
gran diluvio. El quinto sol terminaría por un terremoto.

 Conocimiento científico avanzado: gran conocimiento del movimiento de los astros,


como ser el Sol, la Luna, el planeta Venus, la disposición de estrellas, entre otros.
También desarrollaron conocimientos en matemática, medicina, ingeniería,
agricultura, entre muchos otros.

 Práctica de sacrificios: Realizaban sacrificios tanto animales como humanos. Tenían


que ver con su cosmovisión mítico-mágico-religiosa donde los dioses se habían
sacrificado para darle vida a los hombres y estos se tenían que sacrificar para
mantener a los dioses, rejuvenecerlos constantemente y asegurarse de que cumplan
sus funciones, para que el hombre pueda seguir existiendo.

Aspecto geográfico.

Cada región tenía un ambiente geográfico particular con sus propios recursos, lo que
contribuyó al desarrollo de ciudades-estado independientes. Los recursos de los que no
disponían se podían conseguir mediante intercambio o mediante la guerra y la conquista.
Había diferencias ecológicas profundas, zonas con mucha lluvia y agua y otras con demasiado
poca. E. R. Wolf llama a los habitantes de Mesoamérica “hijos de la tierra temblorosa” por
estar constantemente amenazados por terremotos y grandes fluctuaciones climáticas y
geográficas. Todo esto le daba a los Mesoamericanos una idea particular de la vida
relacionado con la dualidad y el principio básico de creación y destrucción.

El principal territorio de Mesoamérica fue México, calificado como mosaico por las
grandes diferencias ambientales y fluctuaciones climáticas que presentaba. Está compuesto
por valles, zonas montañosas, desiertos y selvas que le daban a cada cultura su ambiente
geográfico particular.

Se pueden distinguir tres regiones importantes en donde se instalarán las diferentes


culturas:

 La meseta central de México o altiplano central: posee un clima árido con escasas
precipitaciones, pocos ríos, y por lo tanto dificultad para conseguir agua. Aun así
había diferentes valles propicios para el desarrollo de la agricultura como ser el Valle
de México y el Valle de Cuautitlán dentro de la cuenca de México, en donde se
ubicaban una serie de lagos importantes como el Texcoco, el Xochimilco, el Chalco, el
Xaltocan y el Zumpango. Aquí se desarrollaron culturas y civilizaciones muy
importantes como ser Tlatilco, Cuicuilco, Teotihuacán, Tolteca y Azteca-Mexica, entre
otras. La característica que tenían estas cuencas o valles, es su carácter endorreico, lo
que propiciaba que el agua de deshielo y de lluvia se quede “estancada” en la zona,
favoreciendo el crecimiento de los lagos, cuya única forma de decrecer era mediante
la evaporación del agua. Éste carácter endorreico favorecía también las inundaciones
en el valle. Las diferentes culturas que aquí se asentaron aprovecharon esas
características naturales para el desarrollo de la agricultura mediante diferentes
técnicas como la canalización de los ríos, el sistema de chinampas, el cultivo en las
costas del lago aprovechando las crecidas, además de aprovechas los bosques
circundantes para el cultivo mediante la técnica de roza y quema.

La meseta central favorecía el contacto entre diferentes grupos humanos, ya


que los grupos nómades que descendían del norte se encontraban con las
poblaciones sedentarias, y a su vez estaban en contacto con la región Maya del sur y
la costa del Golfo del este, dando lugar a un constante intercambio. Se plantea que el
determinismo geográfico y las condiciones rigurosas influenció en el arte, dándole un
aspecto serio a las obras y mayor importancia a deidades relacionadas al agua como
Tláloc por ejemplo.

 La costa del Golfo de México: Abarca principalmente los estados de Veracruz y


Tabasco, que limitan al este con el océano Atlántico. Es una región de densos bosques,
rica en hule, húmeda y pantanosa. Aquí se desarrolló aquí la cultura Olmeca,
considerada como cultura madre ya que influenció en las altas culturas del clásico.
Está región tuvo muchos contactos con la región Maya y la meseta central.

 El área Maya: zona de desarrollo de la civilización Maya. Se puede dividir en dos


regiones importantes, al norte el sector comprendido por la península de Yucatán,
compuesta por los actuales estados de Yucatán, Campeche y Quintana Roo. Es una
zona carente de ríos y montañas importantes, más bien árida, donde se consigue agua
a través de cenotes (pozos donde se puede obtener el agua de las corrientes
subterráneas). Había cenotes para uso ritual y otros para uso diario. Las principales
ciudades mayas de esta zona se desarrollaron durante el posclásico y fueron Chichén-
Itzá, Uxmal, Mayapan y Cozumel entre otras. Luego estaba la zona central que
comprendía Guatemala, Honduras, El Petén y parte de México. Región de abundante
vegetación, ríos navegables y arboledas altas que influyen en la construcción. Aquí se
desarrollaron las principales ciudades del período clásico de los mayas, como ser
Tikal, Copán y Palenque, que formaban el triángulo Maya. Por último está la zona sur
o sector occidental que comprende principalmente las actuales Honduras y El
Salvador, es una región de tierras altas y de llanuras que limitan con el Pacífico, aquí
se desarrollaron culturas como Kaminaljuyu, Tonalá y el Trapiche, entre otras. En la
Región Maya, diferentes ciudades estados, se desarrollaron de modo ininterrumpido
durante milenios hasta la caída del último reino a manos de los españoles a fines del
S. XVII.

Región Andina.

Abarca desde Venezuela y Colombia, hasta Chile, por toda la orilla del Pacífico. Al
igual que Mesoamérica, ofrecía grandes contrastes geográficos y climáticos. En apenas poco
más de 300 km de ancho, se va desde 0 a 6000 metros s/nivel del mar; se pasa de la llanura
costera a grandes cordilleras montañosas. Hay climas áridos, frío montañoso y húmedo.
Limita al este con la selva amazónica, al oeste con el Pacífico, al norte con Centroamérica y al
sur con el océano Glacial Antártico.

Se puede dividir en tres regiones:

 Andes septentrionales: principalmente Venezuela, Colombia y Ecuador.

 Andes centrales: comprende principalmente Perú y Bolivia. Aquí se desarrollaron las


grandes culturas y civilizaciones como ser Huaca Prieta, Chavín de Huantar, Paracas,
Nazca, Moche, Tiahuanaco, Huari, Chimú e Inca. Las principales regiones geográficas
fueron la costa y la sierra.

La costa se caracteriza por zonas desérticas interrumpidas por valles que se


forman por los ríos que descienden desde la cordillera hacia el Pacífico. Aquí
florecieron culturas como Nazca, Paracas, Chimú y Moche. Estas zonas desérticas
estaban relacionadas con la Corriente de Humboldt, una corriente de agua fría que
viene del Ártico y enfría el agua de la costa del Pacífico, lo que provoca que esta se
evapore menos y haya menos lluvia. Los beneficios que traía esta corriente es que al
ser fría, hay un menor grado de salinidad, lo que favorece la multiplicación del
plancton, atrayendo gran cantidad y diversidad de peces, y gran cantidad de aves y
mamíferos acuáticos en busca de estos peces. Los excrementos de las aves forman
montañas de guano, un abono natural que constituye hasta el día de hoy uno de las
riquezas más grande del mundo. Por otro lado es un banco de pesca muy importante
para el hombre en general.

La sierra: se caracteriza por los valles montañosos que son fértiles,


abundantes en agua y con territorio para el pastoreo. Reciben el nombre de cuencas.
Las más importantes son las de Cajamarca, Callejón de Huaylas, Titicaca (que tiene el
lago navegable más alto del mundo), Huanuco y Cuzco. Son cuencas que van de 2500 a
3900 metros sobre el nivel del mar. Aquí se desarrollaron las culturas de Chavín de
Huantar, Tiahuanaco, Huari e Inca. Se sabe que hubo contacto entre los habitantes de
la costa y de la sierra.
Además de sociedades agricultoras eran también pastoriles, pudiendo lograr
la domesticación de los camélidos alrededor del año 5000 a.C., dando lugar a la llama,
la vicuña y el guanaco. Esto le aseguró a la población presas de consumo, un medio de
transporte y de intercambio en operaciones comerciales, y una fuente de fibras de
lana. Los andinos, junto con el algodón y el líber, contaban con 3 de las 4 fibras
fundamentales para el desarrollo de la textileria.

La organización social se basó en el Ayllu, una comunidad familiar extensa


cuyos miembros estaban emparentados entre sí por una descendencia en común que
pasaba a constituirse en una huaca; un monumento funerario que señalaba la tumba
del antepasado (este incluso podía considerarse un ser legendario). Muchas veces la
huaca surgía en el centro del pueblo, en una pila de rocas custodiada por la
comunidad.

Poseían un territorio en común con el nombre de marka y lo trabajaba toda la


comunidad. Importaba el bien de la comunidad por lo que era una sociedad de base
igualitaria con un jefe que recibía el nombre de curaca. Éste se encargaba de la
administración del ayllu y de sus tierras, de repartirlas entre sus miembros; por
ejemplo cuando se formaba una nueva familia el curaca le asignaba una tierra para
trabajar. Originalmente era el más anciano, el más sabio o el que mostraba una
mayor capacidad de liderazgo; con el tiempo pasó a ser una posición hereditaria,
aunque si el curaca no lograba realizar una buena administración del ayllu, sus
miembros podían irse a otros ayllus o incluso llegar a matarlo y reemplazarlo por otro.
El curaca junto con su familia, constituían la nobleza dentro de estas comunidades.
También tenía como función representar a la comunidad ante otras y responder por
los actos de sus miembros.

La idea del trabajo comunitario estaba profundamente arraigada dentro de


estas comunidades, por lo que no se pensaba en el beneficio individual sino
colectivo. Tendían a ser económicamente autosuficientes y podían llegar a ocupar
diversos pisos ecológicos con el fin de asegurarse esa autosuficiencia. Esto significaba
que el curaca podía llegar a tener gente a cargo que no viviera cerca de la comunidad
sino más lejos, incluso hasta cerca de otros ayllus. Los productos que no podían
conseguir con sus tierras, los tenían que conseguir a través del intercambio con otras
comunidades.

El matrimonio era de carácter endogámico con importancia en torno al


principio de dualidad, para una mejor organización a la hora de establecer las
relaciones. Este principio se basa en la relación hanan/hurin, masculino y femenino
respectivamente; a su vez hanan podía tener su complementario masculino o
femenino, o sea ser hanan/hanan (masculino/masculino) o hanan/hurin
(masculino/femenino) y lo mismo sucedía con hurin. Este principio era conocido
también como urqu/uma en aimará. La dualidad no era sólo masculino/femenino,
sino también seco/húmedo, o por ejemplo alto/bajo en referencia al cielo o partes
altas de la tierra como la puna (que representaría lo frío y húmedo) y a las partes
bajas como la costa y los valles (que representaría la parte cálida y seca). Esta forma
de pensar atravesó no solamente el ayllu sino también toda la vida de la región andina
y hasta la organización del Imperio Inca, que con la idea del doble complementario,
generaba una cuatripartición, que era la forma en que se había organizado el
Tawantinsuyu “El imperio de las cuatro partes”.
La organización social se volvió cada vez más complejas una vez que los ayllus
empezaron a salir de su fase endogámica, y se juntaron con otro ayllus, fusionando
sus huacas y costumbres. Esto llevó a un al desarrollo de la estratificación en la
sociedad.

Tenían un sistema de calendario avanzado que marcó los tiempos de la


siembra y la cosecha, los puntos centrales sobre los que gira el calendario de las
sociedades agrícolas según Pierre Bourdieu. También se tenía en cuenta los meses que
transcurrían entre estas dos actividades para tomar precauciones ante posibles
desastres naturales como la falta de agua o pestes. El año contaba con 360 días,
dividido en 12 lunas de 30 días, con una semana de 10 días. Tenían métodos para
conocer con mayor exactitud los meses de siembra y cosecha; por ejemplo
Pachacutec, emperador Inca, dispuso la colocación de 12 pilares al este del Cuzco a
partir de los cuales se podía ver y medir por donde salía y entraba el sol, estos pilares
se llamaban sucangas.

Desarrollaron conocimientos importantes en el terreno de la ciencia, que


estaban ligado a su cosmovisión mítico-mágico-religiosa. Dentro de la medicina,
reconocían el valor medicinal de las plantas y de productos animales y minerales, por
ejemplo la coca se usaba como analgésico, desarrollaron conocimientos avanzados en
cirugía, con la práctica de amputaciones, vendajes, injertos de hueso, cauterizaciones,
trepanaciones, entre otras. No tuvieron un sistema avanzado de escritura como en
Mesoamérica, pero en el Imperio incaico, por ejemplo, se encontró que tenían un
sistema mnemotécnico llamado quipú, que consistía en una seria de cuerdas, de
diferentes colores, a las cuales se les hacía un nudo. Había una cuerda principal y de
esa colgaban de uno a cien cordoncillos de diversos colores y características, en las
cuales se hacían los nudos, que se cree que representaban valores numéricos, basado
en un sistema aritmético decimal. Según los cronistas españoles, a partir de ellos se
podía llevar un recuento estadístico.

 Andes meridionales: abarca la mitad norte de Chile y el NOA, hasta Mendoza y


Córdoba.

Según Rex González, el NOA fue la región geográfica de Argentina con mayor
densidad poblacional debido a las condiciones geográficas que presentaba y los
diferentes pueblos que la habitaron alcanzaron el mayor desarrollo cultural de la
República Argentina. Las culturas que se destacan en esta región son Tafí, Candelaria,
Alamito, Aguada, Ciénaga, Santa María, Condor Huasi y Quilmes.

Geográficamente el NOA se divide en:

o Puna: Oeste de Jujuy, de Salta y de Catamarca, hasta el departamento de


Belén. Se caracteriza por ser una altiplanicie de 3500 metros de altura.
Presenta condiciones climáticas extremas, la aridez dificultaba el cultivo por lo
que tenían que construir sistemas de terraza, de andenes y de riego, sólo
algunas áreas eran favorecidas para el desarrollo de la agricultura. Se
practicaba el pastoreo. Disponían de sal, minerales y rocas volcánicas usadas
en la fabricación de instrumentos líticos. Los cultivos predominantes eran los
tubérculos, la quínoa y el maíz. Fue una zona de tránsito entre los oasis de
Chile que limitan con el Pacífico y la zona de valles y quebradas.
o Valles y quebradas: desde el norte de Jujuy hasta el norte de San Juan,
pasando por Salta, Tucumán, Catamarca y La Rioja. Abarcaba la región
diaguita y de la Quebrada de Humahuaca. La altitud va de 1500 a 3000
metros; era un territorio apto para la práctica de una agricultura. Se cultivaba
maíz, zapallo, porotos, ajíes, entre otros alimentos. Son abundantes los
bosques de chañar y algarrobos, fuentes importantes de alimentos. La llama
también se pudo adaptar a este territorio. Fue intensa la circulación de
hombres, bienes y productos que pusieron en contacto diferentes pueblos,
esto permitió la mezcla y el surgimiento de nuevas culturas con un sello
propio.

o Selvas o bosques occidentales y sierras subandinas: Abarca el este de Jujuy,


Salta y Tucumán. Hay amplios valles como el de San Francisco en Jujuy y el pie
de monte tucumano. En esta zona se desarrolló una agricultura itinerante de
roza y quema, entre los cultivos se destacaba el maíz. Los bosques ofrecían
una amplia gama de recursos como las cañas macizas, las maderas, las nueces
de nogal criollo, las plumas de aves selváticas, la miel, plantas tintóreas y los
alucinógenos como el cebil.

o Santiago del Estero: zona de bosques y de elevada temperatura. Se practicaba


un cultivo temporal por las estaciones de lluvia, como también la caza, la
pesca, la recolección y el intercambio por la necesidad de recursos que tenían.
Los asentamientos eran inestables debido a las inundaciones de los ríos lo que
provocaba un desplazamiento continuo.

Estas zonas tuvieron contactos entre sí, intercambiando los productos


que no conseguían en su territorio. Además de la agricultura, también
practicaron la caza, la pesca y la recolección.

Rex González plantea que en algunos aspectos sus modos de vida fueron expresiones
periféricas de los centros donde se desarrollaron las altas culturas andinas, pero al mismo
crearon con características propias y creaciones con gran sentido de expresividad estética.

La organización económica de estas sociedades fue fundamentalmente agrícola, con


el uso de diferentes técnicas de cultivo (regadío, canalización, roza y quema, cultivo de
terrazas, construcción de canchones). Practicaron el intercambio, la caza, la pesca, la
recolección y el pastoreo con la domesticación de diferentes camélidos.

A diferencia de Mesoamérica y los Andes centrales, careció de una arquitectura


monumental. Sin embargo se destacó en cerámica, metalurgia y escultura en piedra, con
características bien diferenciadas entre cada cultura, aunque hay momentos en los que se
puede observar una marcada influencia estilísticas de una cultura sobre otras, por ejemplo de
la cultura de la Aguada.

La organización social de estos pueblos fue tribal o de señoríos independientes,


llegando a establecer en momentos confederaciones de tribus con uno o dos jefes. Se cree
que existieron diferencias de estatus social al comparar las diferentes tumbas de una misma
comunidad, con ajuares funerarios más rico que otros. La ausencia de obras colectivas de
carácter monumental evidencia que no llegaron a desarrollar un Estado con una organización
social compleja y jerárquica.
El NOA tuvo influencias directas e indirectas de las altas culturas andinas, por
ejemplo de Tiahuanaco y de los Incas, que por un lado (junto con el factor ecológico)
contribuyeron a la formación de culturas desarrolladas y por otro brindaron una mayor
unidad al territorio, sobre todo en el aspecto lingüístico, ya que anteriormente era un
mosaico de dialectos y lenguas.

En el resto del territorio argentino las diferentes comunidades indígenas no lograron


el mismo grado de desarrollo que los grupos del NOA, principalmente porque las condiciones
ambientales no permitían la práctica de una agricultura intensiva. Se considera que entre los
diferentes grupos indígenas del territorio argentino hubo contactos, ya que se encontraron
restos arqueológicos de determinadas culturas sobre el territorio de otras.

1.3 - RELACIÓN CRONOLÓGICA.

Se pueden establecer tres períodos que marcaron las características generales de


desarrollo de las diferentes culturas:

Período pre-clásico, arcaico o formativo: 2000/1400 a.C. hasta el 300 d.C.

o Mesoamérica: Tlatilco (3000 – 450 a.C.), Olmeca (1700 a.C. – 200 d.C.);
Cuicuilco (800 a.C. – 250 d.C.).

o Región Andina: Huaca Prieta (2500 – 1200 a.C.); Chavín de Huantar (1300 –
300 a.C.); Paracas (700 a.C. – 300 d.C.).

A su vez se puede dividir este período en inferior (2000 – 1300 a.C.), medio (1300 –
800 a.C.) y superior. (800 – 200/300 d.C.). Durante el preclásico se van a desarrollar todos los
elementos que servirán de base para el posterior desarrollo de las altas culturas del clásico.

Durante el pre – clásico inferior, empezó a desarrollarse una agricultura basada en el


maíz, que a la vez se articulaba con la caza y recolección. Esto dio lugar al desarrollo de
comunidades sedentarias que se agrupaban en poblados pequeños y en casas hechas con
materiales perecederos como madera y paja. Estos poblados tenían una organización social
incipiente de base relativamente igualitaria.

Durante este período se elaboraron también piezas en arcilla como ser figurillas de
barro, pipas y piezas de alfarería. Se representaban gente desnuda, adornadas con pinturas
sobre el cuerpo, con tocados y joyas. La alfarería suele ser monocroma, con decoración
geométrica, grabada o esgrafiada. Se encontraron mayormente figuras femeninas, lo que
indica (según los autores) un culto a la fecundidad o indicios de una sociedad matriarcal. En el
ámbito textil no hubo un gran desarrollo. También se encontraron tumbas, que constituían
hoyos en la tierra donde se enterraban los cuerpos, junto con ofrendas funerarias como ser
figurillas de barro (modeladas con técnica del pastillaje) y objetos cerámicos. Las tumbas con
ofrendas atestiguan un culto a los muertos, y junto a la idea de fecundidad que se cree que
primaba en estas regiones (debido al número de figurillas femeninas), se puede plantear que
ya estaba en desarrollo un tipo de pensamiento mágico, donde a los objetos mortuorios y a
las figurillas, se le atribuía un determinado poder. En la Región Andina, en la zona
arqueológica de Huaca Prieta, se observa un mate pirograbado con el rostro de lo que parece
ser un felino, testimonio incipiente de la importancia que tendrán determinadas figuras
animales en la región de la América Nuclear.
Durante el pre – clásico medio, los diferentes rasgos mencionados en el pre – clásico
inferior (trabajo en cerámica, culto a los muertos, agricultura, organización social, textilería),
tienen un mayor desarrollo. La agricultura se diversifica, así como la caza y la pesca, lo que se
atestigua en el mayor número de representación de animales y vegetales en cerámica. Los
poblados crecen y se multiplican dando lugar a sociedades con mayor estratificación donde
va a destacar la figura del chamán, que cada vez se hace más importante para las
comunidades, junto con la aparición de dioses agrarios relacionados a la tierra, al agua
terrestre y al fuego. Con el crecimiento de las aldeas se da también la aparición de los centros
ceremoniales como ser en Cuicuilco, cuyo testimonio queda en la pirámide truncada de base
circular, con cuatro cuerpos y escalinata de acceso a la parte superior en donde se ubicaba un
templo, realizado de material perecedero, anunciando las características pirámides de esta
región. Se observa también un desarrollo comercial incipiente.

Los objetos cerámicos se vuelven cada vez más complejos, con un mayor trabajo del
modelado y la aparición de elementos iconográficos con contenido simbólico relacionado al
culto a las deidades o espíritus, como ser el caso de Tlatilco y Chavín de Huántar con las
vasijas zoomorfas y el culto al felino. Surgen también tejidos de algodón y otras fibras,
máscaras de barro, espejos de pirita, joyas de piedra fina, se amplía la gama de utensilios, se
desarrolla la pintura corporal y los sellos.

Durante el pre-clásico superior se da un mayor desarrollo de la agricultura,


provocando grandes transformaciones sociales. La organización social se vuelve más
compleja, de orden jerárquico y bien articulado. Los chamanes tienen más importancia y se
constituyen en una casta sacerdotal y dominante de la sociedad, tomando la rienda de la
organización aldeana y estatal. Se liberan de las tareas de producción y empiezan a
desarrollar conocimientos avanzados en astronomía, sistema de calendario y sistemas de
numeración y escritura en el caso de Mesoamérica. A través del estudio del calendario y de
los astros establecen los tiempos de siembra y cosecha, en las fechas que consideraban más
favorables. A su vez logran instituir una religión, a partir de sus sistemas de creencias, que se
vuelve cada vez más compleja. Esto se puede ver en sus manifestaciones artísticas y en la
aparición de centros ceremoniales cada vez más desarrollados, cuya construcción estaba
organizada por la casta sacerdotal. Ejemplo de esto pueden ser los centros olmecas de La
Venta, San Lorenzo y Tres Zapotes, o la zona arqueológica de Chavín de Huántar en la Región
Andina en donde se encuentra la estructura del Castillo. En estos centros ceremoniales se
celebraban rituales en plazas que generalmente se encontraban en frente de estructuras
sagradas; también aquí residían los sacerdotes más no toda la comunidad. De esta forma se
desarrollan los primeros estados teocráticos donde no existía el concepto de propiedad
privada ya que las tierras eran de propiedad de la comunidad u estado. Según Paul
Westheim en “Ideas fundamentales del arte prehispánico en México”, “La Tierra era
propiedad de las deidades, en primer lugar del dios del maíz. El hombre propiamente no
pasaba de ser un usufructuario del suelo, que dependía en todo de la benevolencia de los
dueños”.

El sacerdocio puede liberarse de las tareas de producción debido al excedente


alimenticio gracias al mayor desarrollo de la agricultura. Estos excedentes alimenticios se
destinaron al mantenimiento de las castas dominantes y también como ofrendas y tributos a
las diferentes deidades. Así como aparece una casta sacerdotal, también aparece una clase
artesanal que empieza a tener mayor importancia, ya que serán los encargados de plasmar
una simbología religiosa que se vuelve cada vez más compleja. Esto se aprecia sobre todo en
los trabajos escultóricos en piedra que se encuentran durante este período, tanto de formas
monumentales, como de pequeño y mediano formato. Se destacan los motivos zoomorfos,
antropomorfos y formas geométricas tendientes a una síntesis de la forma. También hay un
mayor desarrollo de la clase comerciante debido al incremento del intercambio comercial y
al mayor número de centros ceremoniales que se volvían focos de confluencia de distintas
comunidades.

En el campo de la arquitectura se observa el desarrollo de obras de carácter


monumental como ser el caso de la pirámide de la Venta, o de obras de carácter megalítico
como ser la estructura del Castillo en Chavín de Huántar. También hay un desarrollo de
soluciones en el campo de la ingeniería, como se observa en el caso de San Lorenzo, con
sistemas de redes de canales de desagüe para regular el nivel de las aguas durante las épocas
de inundaciones. El uso de la piedra en el Castillo en el caso de Chavín de Huántar, y en
ciertas partes del centro ceremonial de La Venta, como ser las empalizadas de basalto, o las
estelas y altares, nos hablas tal vez de la importancia de estas obras para sus
contemporáneos, debido a que es un material que perdura en el tiempo. También se observa
la elaboración de sistemas y elementos característicos de construcción, que tendrán un
mayor desarrollo en el período posterior, como ser las estructuras basamentales en
Mesoamérica y el sistema de construcción de muros en la Región Andina que consistía en dos
hileras paralelas de grandes lajas verticales cuyo interior se rellenaba con tierra y piedras
menores, formando la base de los muros y por encima se continuaba con hiladas horizontales
de piedra.

Hubo también un mayor desarrollo de la textilería, que se observa sobre todo en la


Región Andina, en la zona arqueológica de Paracas. Allí se encontraron telas de gran fineza
que servían para envolver a los cuerpos y formar los fardos mortuorios, que también iban
acompañados de elementos cerámicos, joyas, entre otras cosas. Eran telas elaboradas con
algodón y lana de camélidos, de un gran colorido, que incluían técnicas como el bordado, y
figuras abstractas e híbridas de una gran complejidad que seguramente hacen referencia a
las deidades y espíritus totémicos. Las telas pudieron conservarse debido al clima seco de la
costa. También se encontraron objetos de pluma.

La cerámica de este período lleva un mayor desarrollo con respecto al período


anterior. Se encuentran formas modeladas, con decoración grabada e incisa, monocroma y
en algunos casos polícroma, como por ejemplo en Paracas. Se trabaja con atmosfera
oxidante y reductora, y presentan formas estilizadas y esquemáticas de animales, de figuras
humanas y seres complejos y antropomorfo, lo que testimonia el desarrollo mítico – religioso
de este período. Se observan vajillas con cuellos largos, con asa y estribo, de cuerpo globular,
entre otras.

Junto con la cerámica, la escultura, la arquitectura y el tejido, también hubo un


desarrollo de la metalistería, sobre todo en la Región Andina, donde trabajaron con las
técnicas de martillado, laminado y repujado. Tenía fines ornamentales y utilitarios.

Período clásico: 300 al 900 d.C.

Las distintas culturas adquirieron características propias.


o Mesoamérica: Teotihuacán (1 – 800 d.C.) y las ciudades clásicas de Región
Maya, destacándose Tikal, Copán y Palenque.

o Región Andina: Nazca (100 – 800 d.C.); Moche (200 – 800 d.C.) y Tiahuanaco
(1000 a.C. – 1300 d.C.).

En el campo de la economía se observa el desarrollo de una agricultura intensiva con


nuevas técnicas de cultivo como ser el cultivo en terraza y el sistema de chinampas, y el
perfeccionamiento del sistema de irrigación, de canalización de los ríos y de roza y quema. El
maíz siguió siendo considerado el principal alimento pero se intensificó el cultivo de otros
alimentos, permitiendo aprovechar distintos terrenos y diversificando la dieta, con un
consecuente aumento de la población.

En el aspecto social hay un aumento de la población y una mayor estratificación


social. La administración del Estado pasó a manos de una burocracia estrechamente ligado al
poder político-religioso. La sociedad se dividió en sacerdotes, funcionarios, guerreros,
comerciantes, campesinos y artesanos. Cada sector tenía su propia división y un gran nivel de
especialización.

Se observa la construcción de ciudades, que van de la mano del aumento de la


población por la agricultura intensiva. Se construyeron ciudades importantes como
Teotihuacán, Tikal, Copán o Palenque.

Estas ciudades tenían un núcleo construido en piedra, formado por uno o varios
centros ceremoniales, constituidos por grupos de edificios entre los que destacan palacios,
templos, pirámides y canchas para el juego de pelota en el caso de Mesoamérica; en
ocasiones las tumbas de altos personajes podían encontrarse debajo de estos monumentos o
en necrópolis cercanas. Alrededor del núcleo estaban los barrios y viviendas del resto de la
población, construido con materiales perecederos como barro, paja y madera. En estos
centros ceremoniales se observa el gran desarrollo arquitectónico y de soluciones de
ingeniería al que se llega.

Hay un mayor desarrollo técnico, artístico e intelectual, debido a la mayor división y


especialización del trabajo, acompañado de una cosmovisión marcada por una fuerte religión
de carácter mítico. Muchos autores consideran que en este período el desarrollo técnico,
artístico e intelectual alcanzó su punto más alto.

En la cerámica hay un dominio completo de la técnica alfarera y de su capacidad


expresiva; ejemplo de esto se ve en las cerámicas policromadas de Nazca y las de gran
realismo y expresividad de la cultura Moche.

En el área téxtil los diseños se volvieron cada vez más complejos como se observa en
las piezas encontradas en Nazca, de gran colorido y figuras complejas. La escultura en piedra
adquiere un gran desarrollo, con un mayor dominio de la técnica y de las formas expresivas,
pasando de formas tendientes a lo geométrico y a la síntesis como la Chalchiuhtlicue de
Teotihuacán, o las cabezas de Tláloc y Quetzalcóatl de la Pirámide de Quetzalcóatl, que
aunque presentan una mayor carga de elementos, tienden hacia lo geométrico. Dentro de lo
geométrico también se puede encontrar las esculturas tiahuanacotas como ser el Monolito
Bennet, que tiende hacia una reducción de la forma. Por el otro lado, las esculturas mayas
tienden hacia un mayor realismo y en ocasiones están más cargadas de elementos,
presentando características barrocas. En ambas formas de trabajo se observan técnicas muy
desarrolladas y un gran conocimiento de la materia.

En el campo de la pintura se encuentran murales de gran calidad como en


Teotihuacán, Bonampak y en la cultura moche. Cada una muestra ciertos aspectos de su
religión y sociedad. Generalmente se observan colores planos y figuras que se mueven en
superficies en donde el espacio es planimétrico, es decir no se busca la ilusión de
profundidad; excepción puede ser el trabajo en escorzo de las figuras de Bonampak. El
trabajo de la pintura también se puede observar en la cerámica y en los códices, por ejemplo
los mayas, en donde por otro lado se observa el gran manejo de la línea que tenían para
armar figuras expresivas.

La escritura jeroglífica en Mesoamérica, la matemática, el sistema de calendario y el


conocimiento astronómico también se fueron perfeccionando, relacionados con su actividad
principal, la agricultura.

El culto a los muertos se profundiza y adquiere gran importancia de acuerdo al


personaje que se enterraba, llegando a construirse grades sarcófagos y palacios que
albergaban las tumbas, como ser el caso de las Tumbas de las Inscripciones en Palenque que
albergaba la tumba del Rey Pacal Maya. También en la cultura Moche se encontró un
entierro de un alto dignatario acompañado por su séquito a los cuales se les corto los pies
para que no se escapen en el otro mundo; se cree que eran enterrados con vida con su señor.
Esto a su vez da indicio de lo desarrollado que estaba la creencia en algo más allá de la vida.
En la pintura del Templo de la Agricultura en Teotihuacán, por ejemplo, se observa como
representan el Tlalocan, un paraíso a donde iban los protegidos por Tláloc después de la
muerte.

Período Posclásico o Expansionista: 900 al 1500/1600 d.C.

o Mesoamérica: Toltecas (850 – 1150 d.C.); Mayas de la Península de Yucatán y


Mayas - Toltecas (aproximadamente desde el 900 – 1546 d.C.); Aztecas-
Mexicas (1150 – 1521 d.C.)

o Región Andina: Chimú (1200 – 1500 d.C.) e Inca (1200 – 1532 d.C.).

Después del colapso de las sociedades clásicas a causa de invasiones de pueblos


extranjeros o de conflictos internos entre las diferentes clases (principalmente por que la
clase dominante no puede satisfacer las necesidades del resto de la población, o sus propias
necesidades) se pasa a una sociedad militarizada.

Se forman minorías guerreras y comienza un proceso de militarización y expansión,


formando grandes unidades políticas, como por ejemplo el Imperio Mexica en Mesoamérica y
el Imperio Inca en la Región Andina.

Graciela Dragosky y Raúl J. Mandrini consideran que esta expansión se produce por el
aumento de la población a causa de una agricultura intensiva. Cada vez se requería más
alimento y lo producido por las tierras del Estado no era suficiente, lo que a su vez afectaba el
excedente destinado a la clase dominante. Las consecuencias de esto, pudieron haber sido una
mayor presión hacia las clases dominadas, con el fin de obtener más de lo que ellas podían
producir o, al no poder obtener lo que querían de esta manera, recurrieron al control de otras
comunidades para poder obtener sus excedentes. Esto puede explicar el por qué estas
sociedades se volvieron guerreras y comenzaron un proceso de expansión.

También, con la pérdida de poder de las ciudades del período clásico y con su
consecuente decadencia, surgieron grupos nómades con un alto grado de militarización. Estos
nuevos grupos sociales se fueron integrando con las culturas ya existentes, creando nuevas
bases ideológicas, religiosas, políticas y técnicas. Reemplazaron los antiguos sacerdotes por
reyes guerreros y se concertaron alianzas como nuevos criterios de integración política. Se
conformaron ligas, confederaciones y estados militarizados con una dinastía hereditaria
(aunque en muchos casos el sucesor al trono podía llegar a ser un hermano del rey o un
sobrino) que llegaron a establecer el dominio ideológico, político, comercial y económico en
vastas regiones, como por ejemplo el Imperio Mexica que fue en un triple alianza entre las
ciudades de México-Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopan, aunque el poder fue ejercido
prácticamente por el primero. Hubo traslados masivos de pueblos de acuerdo a las
necesidades de esos estados, llevando mano de obra especializada como artesanos,
ingenieros y arquitectos hacia los centros imperiales; por ejemplo los Incas impusieron este
sistema en la Región Andina con la mita.

Se desarrollaron complejos aparatos administrativos para dominar el territorio


conquistado, al igual que grandes obras de ingeniería como por ejemplo los Incas con su red
de caminos que conectaban todo el territorio.

La militarización tuvo su reflejo en las manifestaciones religiosas y artísticas. Se


introdujeron divinidades guerreras y se intensificó el sacrificio humano. Este último tenía
como objetivo revitalizar el poder de los dioses y por lo tanto revitalizar la cultura que hacía
los sacrificios. Se considera que sólo los más dignos se sacrificaban. En el arte hubo
representaciones que conmemoraban conquistas y grandes capitanes; esto se venía dando
incluso desde fines del período clásico como se puedo observar en los murales de Bonampak.
Algunos autores consideran que las artes en general no superaron el nivel alcanzado en el
período clásico, aunque también hay que entender que estas nuevas manifestaciones
artísticas no respondían a un mismo criterio que en el anterior período.

Este período culmina con la caída de los dos principales imperios en ambas regiones,
el Mexica en Mesoamérica y el Inca en la Región Andina, a manos de los conquistadores
españoles.

Períodos cronológicos en la Argentina precolombina

Diferentes a la Región Andina y a Mesoamérica ya que las culturas de este territorio


tuvieron un desarrollo tardío. Al igual que en el resto del continente, los antiguos pobladores
pasaron por diferentes etapas: Pre – agrícolas o Pre – cerámicas; de agricultura Incipiente; y
una tercera etapa marcada por una economía agrícola y ganadera, con la domesticación de la
llama, la aparición de la cerámica y posteriormente de los metales. Éste es el período Agro-
Alfarero y el fundamental desde el punto de vista artístico.

Este último período se divide en tres etapas, teniendo en cuenta los horizontes
culturales que se dieron en la Región Andina (Chavín, Tiahuanaco – Huari e Inca) y que
difundieron rasgos culturales que fueron compartidos por la Región Andina.
Primero tenemos el período temprano o Formativo Sur Andino que va del 500 a.C. –
650 d.C. Comenzó con la llegada de las primeras culturas agroalfareras al NOA que estuvieron
diferenciadas fundamentalmente por sus estilos alfareros y su trabajo en piedra. Las
principales culturas que se desarrollaron fueron Tafí, Condorhuasi, Alamito, Candelaria y
Ciénaga. Esta etapa culmina con la llegada de las primeras influencias tiahuanacotas.

Le sigue el período medio o de las influencias tiahuanacotas que va del 650 – 800/850
d.C. Está representada por la cultura de la Aguada con la influencia del Tiahuanaco clásico. Es
la época de más alta expresión cultural del NOA. Con el fin de la cultura de la Aguada termina
el Período medio. Culmina con la desaparición de la cultura Aguada

Después del período medio se encuentra el período tardío o de florecimiento de las


culturas regionales: 800/850 d.C. hasta el 1480. Gran parte de los modos de vida y técnicas
de la cultura de la Aguada subsistieron en los nuevos grupos sociales, aunque adaptada a las
nuevas necesidades. Una de las técnicas que sobrevivió fue la de la metalurgia, que
experimentó un verdadero renacimiento. Las urnas funerarias son características de este
período; son grandes vasijas pintada con dos o tres colores, de forma cilíndrica, que sirvieron
principalmente para depositar cadáveres de niños.

Hay un regionalismo notable que va de la mano de la organización de señoríos


independientes con jefatura generalmente de carácter hereditario. Las culturas
características de este período son Quilmes y Santa María.

A este período le sigue el período Imperial o Incaico: va de 1480 a 1535 d.C.,


culminando con la llegada de los españoles. El NOA pasa a formar parte del Tahuantinsuyo,
específicamente del Collasuyu, el cuadrante sureste del Imperio Inca. Se da una influencia
notable en los campos de la ingeniería y arquitectura, con la construcción de caminos
(capacñan) que conectaban todo el territorio y hacían más eficaz la movilización de bienes,
personas e información (simbolizaba la omnipresencia del Inca). Esta red alcanzó en el NOA
alrededor de 2000 km de extensión, el camino troncal era norte-sur y los caminos secundarios
este-oeste. También construyeron tambos, que brindaban albergue y aprovisionamiento a los
diferentes contingentes del Imperio, se ubicaban a una jornada de marcha los unos de los
otros, aproximadamente entre 15 y 25 km. Otras construcciones fueron los pukaras, que eran
guarniciones militares y collcas, que eran depósitos donde se almacenaban comida que
servían como reservas de alimentos para los diferentes contingentes imperiales.

Fundaron diferentes provincias como por ejemplo la de Humahuaca, cuya capital se


encontraba en Tilcara; la provincia de Chicoana, la de Quire Quire y la provincia Austral.

En alfarería, metalurgia y trabajo en piedra, se siguieron los estilos establecidos por el


Cuzco. Según Rex González los Incas no se destacaron tanto en estos campos en comparación
a otras culturas de América, y los objetos más elaborados en la región seguramente debieron
haberse mandado al Cuzco. De influencia incaica se destacaron los llamados platos patos, las
vasijas de cuello estrecho y cuerpo redondeado y los aríbalos que eran botellones ovoides
con base en punta, cuello estrecho, borde evertido y pequeñas asas laterales. En el trabajo
en metal la influencia incaica se notó en la incorporación de modelos nuevos a los locales,
hubo piezas de oro que seguramente pertenecían a los de mayor status social o a los
delegados del Inca. Se destacaron también las figuras de llamas fundidas en plata. Otro objeto
común de este período fue un vaso de madera llamado kero, cilíndrico con tendencia a abrirse
hacia afuera. Tiene relación con los keros de Tiahuanaco por su forma y decoración, aunque
estas presentan motivos decorativos por toda la superficie.

1.4 – LA IMPORTANCIA DEL MITO Y LA RELIGIÓN EN LA CONCEPCIÓN ARTÍSTICA. LA


COSMOVISIÓN AMERICANA A TRAVÉS DE SUS PRODUCCIONES CULTURALES. FUNDAMENTOS
ESTÉTICOS: EL ARTE INDÍGENA. TÉCNICA E INSTRUMENTAL UTILIZADO EN LA PRODUCCIÓN
PLÁSTICA.

La importancia del mito y la religión en la concepción artística. La cosmovisión


americana a través de sus producciones culturales.

Los productos culturales de estas sociedades forman parte de la cosmovisión de cada


cultura, es decir de la forma de ver e interpretar el mundo, en dónde se incluyen valores
sociales, religiosos, éticos, políticos, históricos y científicos. La cosmovisión de estas culturas
fue difícil de conocer debido al aniquilamiento de los pueblos originarios y de muchas de sus
producciones culturales; incluso dentro de una misma cultura el significado de la totalidad de
los elementos simbólicos era conocido sólo por ciertos sectores de la sociedad. A pesar de
esto, puede aproximarse a un significado estableciendo paralelos etnográficos con pueblos
emparentados con las culturas precolombinas como lo pueden ser los pueblos testimonios,
nombre que da Darcy Ribeiro a los representantes modernos de las viejas civilizaciones que
sufrieron el impacto de la civilización europea, por ejemplo México, América Central y la
Región Andina. En estos pueblos, antiguos elementos del arte precolombino todavía
subsisten, por ejemplo en el valle de Oaxaca artesanas indígenas retoman y reproducen
motivos ornamentales de la antigua cultura mixteca. Otro elemento importante son las
crónicas de la conquista española. Todo esto sirve para aproximarnos a la cosmovisión de
estas culturas.

Paul Westheim en “Ideas fundamentales del arte prehispánico en México” plantea


que la forma de interpretar la realidad era a través del realismo mítico que explica el mundo
a través del mito. Mircea Eliade (filósofo, historiador de religiones y novelista rumano) en
“Mito y Realidad”, define el mito como una historia sagrada que relata un acontecimiento
que ha tenido lugar en el tiempo primordial (los comienzos), donde seres sobrenaturales,
gracias a sus hazañas, crearon algo relacionado con el mundo donde habita el hombre. Esta
historia, aparte de sagrada, es considerada como verdadera por las sociedades que las
elaboran. Junto con el mito se encuentra el pensamiento mágico basado en supuestos
sobrenaturales que explica, por ejemplo, el origen de las cosas sin una argumentación
esencialmente racional, o que le atribuye a algo propiedades mágicas. A través del mito y del
pensamiento mágico, construyen una historia que ofrece respuesta para todo aquello que
rodea al hombre, como ser la creación del mundo, del hombre, explicaciones de eventos
naturales, el origen del cosmos, etc.; y elaboran una interpretación del mundo donde dioses
o seres sobrenaturales intervienen en todo lo que los rodea.

Todo esto se vio reflejado en la producción artística, lo que permitió una


aproximación a ciertas ideas características de su cosmovisión. Por ejemplo:
 La fertilidad: diversas figuras de mujeres, parejas y niños encontradas tanto en
culturas de Mesoamérica, de la región de los Andes Centrales y del NOA, muestran
que la fertilidad (ya sea humana o agrícola) debe haber sido una preocupación para
estas sociedades. Por ejemplo las “Pretty Ladies” de Tlatilco que podrían haber
estado relacionado con la fertilidad femenina o agrícola ya que algunas fueron
encontradas en campos de cultivo con el objetivo de propiciar la producción de
alimentos.

 El maíz: fue el alimento más importante. Se deformaban el cráneo para conseguir la


forma del maíz; esto se hacía con tablas que se colocaban desde niños. En restos de
obras también se observa como representaban la cabeza alargada. Puede haber sido
un “canon” de belleza.

 Dualidad: se podía encontrar reflejado en las figuras bicéfalas, en figuras que


representaban al mismo tiempo aspectos de la vida y la muerte, en objetos
cerámicos, en signos y en el mismo principio de existencia de las cosas, tanto para
Mesoamérica como para la Región Andina. En ambas regiones la idea de dualidad era
fundamental para determinar la existencia de todo, era el principio creador. En la
“Piedra del Sol” Azteca se ve esta idea en el signo del medio, Ollín, principio de
dualidad que hace alusión a los opuestos entrelazándose y al movimiento cíclico
continuo donde todo termina para volver a comenzar. Aquí se ve, en los extremos de
cada brazo, las cuatro eras que existieron antes de la quinta (que terminaba en 2012),
representada en el medio y regida por el dios Sol “Tonatiuh”. Estas cuatro eras
anteriores terminaron en catástrofes debido a la lucha entre deidades,
principalmente Tezcatlipoca y Quetzalcóatl; la primera era se encuentra
representada en el extremo superior derecho, donde Quetzalcóatl se convirtió en
jaguar y devoró al Sol; la segunda, a la izquierda, fue destruido por vientos
huracanados y derribado por un zarpazo de Tezcatlipoca; la tercera edad, en el
extremo inferior izquierdo, fue destruida por una lluvia de fuego y la cuarta edad, a la
derecha, fue destruida por una inundación.

En la Región Andina la dualidad se expresaba mediante la organización social


bajo los conceptos hanan/hurin, lo masculino y lo femenino respectivamente, lo seco
y lo húmedo, lo alto y lo bajo, etc. A su vez hanan podía tener su complementario
masculino o femenino, o sea ser hanan/hanan (masculino/masculino) o hanan/hurin
(masculino/femenino) y lo mismo sucedía con hurin. También se podía ver en el
aspecto geográfico ya que hanan podía hacer referencia a las partes altas de la tierra
como las sierras y hurin a las partes bajas como la costa y los valles. En base a este
concepto se organizó a su vez el Tawantinsuyu, el “Imperio de las cuatro partes”.

 Importancia de la naturaleza/figuras zoomorfas: se consideraba que todo lo que hay


en el Universo está relacionado y dotado de un espíritu y fuerza oculta, que podía ser
tanto benigna como maligna. Esto los llevó a darle una importancia espiritual a todo
lo que los rodeaba, como ser animales, plantas, astros, montañas, etc.; el humano no
se consideraba más que lo demás.

A través del arte se puede ver que serpientes, felinos y aves tuvieron un gran
valor simbólico en estas comunidades. El felino en ambas regiones (el jaguar para
Mesoamérica y el Puma para la Región Andina) simbolizaba el poder, la lluvia, la
tierra, la guerra, entre otras cosas. Al mezclarse con figuras antropomorfas daba lugar
a formas híbridas, como el hombre – jaguar de la cultura Olmeca o el aspecto felínico
de la deidad tutelar de Chavín de Huantar por ejemplo. Era tal la importancia del
felino que hasta se limaban los dientes en alusión a él (esto podría haber constituido
un símbolo de belleza y poder en estas comunidades).

La serpiente se asociaba al agua, la lluvia, la tierra, al cielo o a la idea del


tiempo cíclico (como aparece representado en la “Piedra del Sol”); otros reptiles
como el sapo o rana también se trabajaron y estaban asociados igualmente al agua o
lluvia. La serpiente llegó a fusionarse con otras formas constituyendo seres híbridos,
como en el caso del dios Quetzalcóatl, uno de los dioses creadores en Mesoamérica,
en donde se mezclaba con atributos de las aves convirtiéndose en la serpiente
emplumada. Otro ser híbrido producto de la unión entre serpientes y figura humana
es la Coatlicue Azteca, representante de la vida y la muerte, madre de Huitzilopochtli,
uno de los dioses creadores; esta unión daba lugar a seres de apariencia terrible y
sublime (categorías que Paul Westheim destaca del arte precolombino).

Las aves se asociaban al cielo, la guerra, el sol, entre otras cosas. Las
variaciones iban desde el águila, el búho, el guacamayo y el quetzal para la región
mesoamericana, el cóndor, el halcón, el ñandú y de vuelta el búho para la Región
Andina abarcando también el NOA. Al igual que el felino y la serpiente, parte de sus
atributos se mezclarán con figuras zoomorfas y antropomorfas para dar lugar a seres
mitológicos complejos como por ejemplo el caso de Quetzalcóatl, la serpiente
emplumada.

Junto con esas tres principales figuras zoomorfas, habrá otras que serán
motivo de representación, adquiriendo significados simbólicos y que tenían que ver
con la geografía particular de cada cultura. Se verán peces, importantes para las
culturas costeras sobre todo (formaban parte de su economía) como la Moche, de la
costa de los andes centrales; aquí se produce una simbiosis entre un cangrejo y el
hombre, dando lugar a una deidad tutelar de esa comunidad llamado Aiapaec,
proveedor de agua, alimentos y triunfos militares. Los camélidos serán importantes
también para la Región Andina, ya que servirán para el pastoreo y para la adquisición
de fibras. Destacan también el perro, que será el guía de los muertos en el otro
mundo en la región Mesoamericana, la mariposa que hará alusión al fuego y el
caracol que hará alusión a la fecundidad.

 Divinidades complejas: a partir de la combinación de diferentes formas, surgieron


figuras híbridas que hacían alusión a divinidades. Tanto Mesoamérica, como la
Región Andina, tuvo un panteón de dioses amplio, y si bien cada cultura tendrá su
deidad tutelar se puede hacer alusión a deidades generales.

Estaban los dioses creadores primordiales. En Mesoamérica era Ometéotl y


los cuatro dioses creadores Tezcatlipoca Negro, señor del Norte, del cielo y la tierra,
de batallas (entro muchas otras atribuciones), Tezcatlipoca Rojo también llamado
Xipe Tótec, morador del Este y dios de la siembra, Tezcatlipoca Azul o Huitzilopochtli,
dios de la guerra y morador del Sur, y Tezcatlipoca Blanco o Quetzalcóatl, dios
sacerdotes del viento, morador del Oeste, regidor de la sabiduría, incluso hasta
creador del hombre y de sus obras, también lucero del alba (estrella Venus); de estos
cuatro dioses dependía el bienestar de la comunidad. De estos cuatros dioses se
establecía una dualidad permanente entre Quetzalcóatl y Tezcatlipoca negro.

En la Región Andina se puede hablar de Viracocha, comparable con


Quetzalcóatl, ya que enseño todo a su pueblo y luego partió desde las costas de
Ecuador por el Pacífico, al igual que lo hizo el dios mesoamericano por el Atlántico, y
de la misma forma que la llegada de Cortés se consideró la vuelta de Quetzalcóatl, la
llegada de Pizarro se consideró la vuelta de Viracocha. A excepción de la elite
dirigente, el pueblo no le rendía culto ya que no intervenían en las circunstancias
humanas y en la vida diaria del hombre.

A los que le rendían culto principalmente eran a los dioses que intervenían en
la vida diaria del hombre, principalmente en las actividades económicas que le
permitían la subsistencia (como la agricultura). A estas deidades se les dedicaban los
principales cultos y templos. El sol, la lluvia, la tierra, la luna, el viento eran el interés
principal de todos los pueblos agrícolas, ya que de estos dependían las cosechas. En la
Región Andina (por lo menos durante la época del Inca) el dios del Sol era Inti, luego
estaba el dios del trueno o tiempo, encargado de enviar las lluvias que recibía el
nombre de Illapa; Pachamama era la Madre Tierra, que también está relacionada con
la fecundidad; Mamacocha era la deidad del mar, y la luna, esposa del Sol, se llamaba
Mamaquilla.

En Mesoamérica el nombre del dios del sol variaba según la cultura y la era, el
quinto sol era conocido en Teotihuacán como Nanahuatzin (el dios humilde) y en la
mitología azteca como Tonatiuh, Kinich Ahau era en la mitología maya; Tláloc era el
dios de la lluvia y su hermana Chalchiuhtlicue diosa del agua, Tláloc era conocido en
la región maya con el nombre de Chaac; el dios del fuego era Huehuetéotl, también
conocido como el dios viejo, en la mitología azteca era conocido como Xiuhtecuhtli;
Tlazoltéotl era en la diosa de la tierra, del amor, del pecado; Xochiquétzal era diosa
de las flores, de la danza y del amor y su hijo Centéotl dios principal del maíz, en la
región maya llevaba el nombre de Yum Kaax, señor del maíz joven; Tecciztécatl es el
dios de la luna en la mitología teotihuacana y en la mitología maya llevaba el nombre
de Ixchel, que a su vez estaba ligada a la fertilidad de la tierra. El panteón
mesoamericano llegó a ser muy complejo abarcando más de 2000 deidades, como
plantea F. López de Gómara en “Historia general de las Indias”.

Representaciones de estas deidades complejas se encontraron por ejemplo


en Tiawanacu, en la “Puerta del Sol”. Allí se representa una deidad que se cree hace
alusión al dios Viracocha, o también relacionado al Dios del Sol de la cultura local;
presenta todo un tratamiento complejo en una figura que combina formas de felinos,
serpientes y aves, además de lo antropomórfico de la figura. A los lados de esta
figura se encuentra personajes dispuestos de perfil y en 3 hileras que se cree hacían
alusión a guerreros que le rinden culto a la deidad principal. Una figura similar a la de
Tiawanacu se observa en Chavín de Huantar, el primer horizonte pan peruano en la
Región Andina.

En Teotihuacán, en Mesoamérica, se encuentra la pirámide de Quetzalcóatl


en donde en los tableros se ve como alternan las cabezas esculpidas de Quetzalcóatl
y de Tláloc, seguramente con la idea de encomendarse a la protección de estas
deidades. También habrá un mural, en el palacio de Tepantitla en donde se
representa al dios Tlaloc, al árbol de la vida que a la vez representa la dualidad entre
lo ígneo y lo acuático, ambas propiedades del dios (el rayo y el agua). Junto al dios se
encuentran dos sacerdotes de los cuales salen volutas de sus bocas en alusión a los
ruegos del hombre y del culto que se le rinde al dios para que cumpla su función y
brinde el agua necesaria para la subsistencia. Esto último forma parte de lo que se
llama el conjuro mágico y que constituye un aspecto fundamental de estas
sociedades; se consideraba que era necesario rendirles culto a los dioses para que
estos cumplan su función.

 Sacrificio humano: era tal vez la forma de culto más importantes. Por ejemplo al dios
de la siembra, Xipe Tótec, se le realizaba sacrificios, y generalmente se lo
representaba con una piel atada sobre él que simbolizaba la renovación de la piel y
de la tierra. Así, durante la época de siembra, se realizaba un sacrificio humano en el
cuál se le arrancaba la piel a una persona y el sacerdote la llevaba sobre sí durante 20
días, al igual que se veía en la deidad; creían que esto ayudaba a la renovación de la
tierra. El sacrificio se consideraba necesario, ya que según el mito (en Mesoamérica),
los dioses se sacrificaron para darle vida al hombre por lo que el hombre tenía que
sacrificarse para alimentar a los dioses. Cuenta el mito que cuando la luna y el sol
surgieron en Teotihuacán, éstos se negaron a cumplir su función hasta que fuesen
alimentados, por lo que después de cuatro días de huelga los dioses decidieron
sacrificarse para alimentar a los astros, tras lo cual éstos volvieron a cumplir sus
tareas. Esto fundamentaba la idea del sacrificio humano, que además de propiciar a
los dioses a cumplir sus funciones los ayudaba a rejuvenecerlos constantemente así
la vejez no se apodere de ellos. En la Región Andina el sacrificio humano también
será importante, y éste se verá representado por ejemplo en las cabezas trofeos de la
cerámica Nazca.

 Máscaras: con la ayuda de las máscaras, según Westheim, el hombre se


transformaba en el ser representado por ella adquiriendo sus cualidades físicas y
mágicas, o también adquiriendo las cualidades físicas y mágicas del material con el
que estaban realizadas. Por ejemplo, entre los aztecas, se encontró una máscara de
madera recubierta con mosaicos de turquesa y conchas, predominando el color
turquesa, es decir un azul con verde semiclaro; éste era un color asociado a la realeza
(sobre todo el verde), incluso la turquesa era considerada una piedra divina y estaba
prohibido su uso en máscara que no fueran de los dioses o reyes.

También estaban relacionadas con el culto a los muertos; si el cuerpo era


incinerado se armaba un bulto mortuorio en el cual en el parte del rostro se ubicaba
una máscara, o por el contrario si no se quemaba el cuerpo la máscara iba en el
rostro del difunto. Por ejemplo en la tumba de Pacal, príncipe – sacerdote Maya, se
encontró una máscara de mosaicos de jadeíta; el jade tenía un alto valor simbólico
para las culturas mesoamericanas, incluso más que el oro. Simbolizaba la eternidad,
ya que el jade tenía la misma apariencia con el pasar de los años, y era la piedra en
donde se concentraban las máximas fuerzas divinas, relacionada también con la
agricultura y vegetación; podían llegar a incrustarse piedras de jade en los dientes. En
todas las culturas se encontraron máscaras de piedra. Paul Westheim plantea que era
la imagen ideal que concebía cada cultura para sí, por eso para cada cultura se
encontraron máscaras diferentes.
 Culto a los muertos: creencia de que el espíritu seguía existiendo en la otra vida. En la
Región Andina, por ejemplo, era común que el cuerpo del muerto se conservara por
generaciones, convirtiéndose en huacas manteniendo unidos a grupos entre sí (era el
punto de parentesco). Incluso se dice (en el caso de la Región Andina) que a los
muertos les gustaba que lleven sus momias a disfrutar de las fiestas.

 Creencia en la vida después de la muerte: se creía en el otro mundo, una especie de


cielo o infierno al cuál iban los muertos. En la Región Andina se cree que las personas
buenas iban al cielo que es donde está el Sol y ahí disfrutaban de todo lo bueno que
tenían mientras estaban con vida; por otro lado las personas malas iban a un infierno
subterráneo donde siempre hacía frío y comían piedras.

En Mesoamérica también existían lugares a dónde la persona iba después de


su muerte, y que según Paul Westheim mucho dependía del tipo de muerte de la
persona. Estos diferentes lugares solían estar asociados con los puntos cardinales; un
ejemplo de esto es el caso de las mujeres que morían durante el parto, que viajaban
al “Paraíso Occidental” y cada mañana intervenían en el nacimiento del Sol. Existía
también una suerte de “Paraíso” que era conocido como el Tlalocan a dónde iban
todos los protegidos del dios Tláloc, también los que fallecían por una enfermedad
incurable, ahogados, alcanzados por un rayo, o aquellos que sufrieron mucho al
morir. Este era un lugar de felicidad como se observa en el mural encontrado en
Teotihuacán. También estaba el Mictlán, que los españoles asociaron al infierno, pero
que en realidad no era un lugar de castigo ni un paraíso; era el lugar a donde tenían
que peregrinar los fallecidos por muerte natural que tenían como guía un perro, y
para llegar hasta allí tenían que pasar muchas vicisitudes.

En las tumbas se encontraban ajuares funerarios con objetos de cerámica y


elementos que pertenecieron al difunto durante su vida y que definieron su status
social. Era común que personajes de alta jerarquía sean enterradas como ajuares
funerarios amplios y con efigies de sus sirvientes, o hasta con los sirvientes mismos
que eran sacrificados, para acompañar al noble en la otra vida y servirlo como lo
hacían cuando estaba vivo, incluso podían ser enterrados con los pies cortados para
que el espíritu no escape. La forma de entierro podía variar dependiendo de la
cultura, por ejemplo en la Región Andina podían encontrarse bajo tierra o
construcciones como si fuesen una especie de torre para almacenar los cuerpos. Era
común encontrar fardos funerarios que contenían al muerto en posición fetal; estos
fardos estaban compuestos por gasas y telas finas que eran preparados
exclusivamente para fines mortuorios. En el NOA, en la cultura Santa María, se
realizaba vasijas funerarias destinadas a contener el cuerpo de un niño. Y en la
Región Maya ya se vio como se podían llegar a construir cámaras funerarias con
sarcófagos como en el caso de la “Tumba de Pacal”.

Fundamentos estéticos: el arte indígena. Técnica e instrumental utilizado en la


producción plástica.

El arte indígena estaba necesariamente relacionado con la cosmovisión de sus


pueblos. Expresaba los valores religiosos, políticos y sociales de cada cultura, comprendidos
dentro del realismo mítico que condicionaba su percepción de la realidad. La producción
artística de la América Precolombina, se movió por cánones diferentes al arte griego clásico
que funcionaría luego como punto de referencia para todo el arte Renacentista y que se
convertiría en medida del buen arte para la clase dominante europea. Este pensamiento
europeo dominante llevó a que el arte precolombino sea catalogado como arte primitivo
(categoría donde ubicaron manifestaciones artísticas de diferentes culturas, no sólo de
América) y que fuesen exhibidos como objetos exóticos en muesos de ciencias naturales y
etnográficos; incluso el pensamiento dominante en el campo del arte dejó de lado otras
manifestaciones artísticas de occidente como las que se dieron durante la Edad Media. Ya a
fines del siglo XIX y principios del XX, con el cuestionamiento hacia los valores de la academia
y el nacimiento de las primeras vanguardias, se empezó a valorar las producciones artísticas
que escapaban a los criterios del buen arte académico derivado del arte Renacentista, lo que
llevó a que artistas occidentales se fijen en las producciones artísticas de las diferentes
culturas consideradas primitivas, rescatándolas al campo del arte y apreciando sus
diferencias con respecto al arte occidental; incluso antes, Durero llegó a apreciar la belleza
del arte precolombino que llegaba a Europa tras la conquista.

En el caso del arte precolombino, es un arte esencialmente religioso y de culto,


siendo la obra necesaria para rendirle culto a la deidad, ya que la obra es la deidad misma. No
busca la originalidad, al contrario las formas se repiten generación tras generación porque lo
que fundamentalmente se reproduce es el mito, los espíritus y las deidades del mismo. Esto
se ve por ejemplo en la representación del dios viejo del fuego Huehuetéotl, siempre
representado de la misma manera por las diferentes culturas, como un anciano agobiado con
el peso del bracero a sus espaldas. Las mismas formas se repiten las veces necesarias, no
existe la concepción obra única; en Teotihuacán, en la Pirámide de Quetzalcóatl, se repiten,
intercalándose, las cabezas de Quetzalcóatl y Tláloc, en una sucesión rítmica.

El artista no se movía dentro un concepto de individualidad, no firmaba la obra. Lo


que importaba era la supervivencia y el crecimiento de la comunidad, no la gloria personal
(por lo menos para la clase dominada); era más importante aprender la técnica y producir la
obra que representaba la deidad misma (tratándose generalmente de un arte religioso). Si
bien el artista era anónimo, seguramente no dejaron de reconocer el trabajo de los
artesanos, ya sean los de la misma comunidad o de otras culturas, como por ejemplo sucedió
con los artesanos metalúrgicos de la cultura Chimú que por su excelente trabajo fueron
llevados por los Incas a trabajar en el Cuzco. El artista formaba parte de una clase de
artesanos, aunque también se cree que algunos podían pertenecer a la clase sacerdotal
debido a que tenían que tener un conocimiento simbólico de las formas; o que fuesen los
sacerdotes los que guiasen la realización de la obra.

Las obras no eran creadas para ser contempladas estilísticamente sino para ser
adoradas y rendirle culto (incluso a veces podía estar oculta de la gente). La obra (en el caso
de ser obras de marcado carácter religioso) era la deidad misma; no se buscaba en ella
analizar cómo habían resuelto determinada problemática o si habían conseguido una
representación novedosa de la deidad, sino que se buscaban que estén todos aquellos
elementos que constituían a la deidad misma, donde incluso muchos de estos elementos
eran conocidos sólo por la clase dirigente. Tal vez lo mismo puede decirse del arte doméstico
de las poblaciones agrícolas, distinto del arte elitista de los grandes centros ceremoniales;
siendo más que nada importante lo que simbolizaba.

El arte plástico precolombino presenta un amplio lenguaje plástico. Pueden ir de una


forma relativamente realista, pasando por una forma estilizada, hasta llegar a un gran nivel
de abstracción, geometrización y síntesis. Según Paul Westheim lo que importaba en estas
sociedades de realismo mítico y pensamiento mágico, era representar la esencia simbólica de
la cosa más que la cosa misma, ya que era esa esencia la que representaba lo real y no su
aspecto superficial. Al respecto, el mismo autor plantea que mientras más complejo y
desarrollado el sistema religioso de una cultura, más tiende hacia una síntesis de la forma, o
una hibridación de la misma; ejemplo de esto se ve con los Olmecas, en Chavín de Huántar,
en Teotihuacán, en Tiahuanaco, entre otras.

Debido a su cosmovisión mítico – religiosa, alcanzaron soluciones morfológicas y


compositivas diferentes a la del Renacimiento; fue más bien parecido al arte egipcio o al arte
de la Edad Media como el Bizantino y el Románico. Buscaban el aspecto simbólico y no
natural de las cosas; lo que no significa que no podían lograr representaciones realistas, ya
que hay claros ejemplos como los mayas o Moche que demuestran lo contrario. Una de las
características que se puede encontrar, tanto en murales, en formas jeroglíficas, en las
decoraciones de vasijas o en bajorrelieves, es la ausencia de una búsqueda espacial al estilo
Renacentista, es decir de un trabajo en perspectiva del espacio. Era un espacio más bien
planimétrico, donde la profundidad (si es que la buscaban) estaba dado por la superposición
de formas y por la posición que ocupaba la figura dentro de ese espacio; se cree que si la
figura estaba más cerca de la parte superior de la superficie estaría ubicada en el fondo, y por
el contrario mientras más cerca esté de la parte inferior de la superficie, estaría en primer
plano. El artista precolombino representaba la importancia simbólica de las cosas y lo
fundamental, no se distraía en ilusiones que puedan problematizar con lo importante del
realismo mítico. Sin embargo, hay un caso peculiar en el trabajo del espacio que se puede
encontrar en la Región Maya, en los murales de la comunidad de Bonampak. Aquí, además de
una superposición de figuras, se observa el trabajo en escorzo en ciertos personajes que
refuerzan la idea de profundidad.

Era común también que la figura, en el caso de bajo relieves o pinturas y dibujos se
encuentre representada de perfil y sin superposición de alguna de las partes de sus cuerpos,
es decir con una pierna delante de la otra al igual que los brazos (excepción Bonampak). En el
caso de figuras que representaban a espíritus o deidades se las encontraba plasmadas de
frente y generalmente podían tener un tamaño mayor al de las otras figuras por su
importancia jerárquica.

Se observa también un gran manejo de la línea, ya sea para crear formas estilizadas,
como en el caso de los mayas clásicos o Teotihuacán (tal vez con un menor grado de
estilización), o formas tendientes hacia la geometrización, como el caso de Nazca por
ejemplo; siempre tendiendo a una síntesis. La forma tenía contorno definido (en el caso de la
pintura) lo que servía tal vez para que se destaque su aspecto simbólico. Se puede relacionar
al estilo “cloissoné” con el que trabajó por ejemplo Gauguin, en donde la forma estaba
diferenciada de las demás por su línea de contorno (aunque por supuesto los artistas
precolombinos lo hicieron miles de años antes). Esta forma de trabajo le daba un aspecto más
decorativo a la obra.

Dentro de la pintura (soporte rígido) conocieron diferentes tipos de pigmentos


vegetales, minerales y animales; al mezclarlos lograban variedad de tonos. Sus pinturas
podían ser monocromáticas y policromáticas. Se usaban colores planos sin llegar a trabajar el
volumen mediante un modelado, ni siquiera un modulado; tal vez lo veían como algo
innecesario para la representación de aquello que importaba, el mito. Los colores tenían a la
vez una gran connotación simbólica, ya sea asociados a un punto cardinal, a alguna deidad, o
con algún concepto o instrumentos; por ejemplo el negro se asocia con el luto, el rojo con la
guerra o sangre, el azul con el sacrificio, el verde con la realeza por las plumas del ave quetzal
que estaban reservadas para los jefes, el amarillo con el maíz, entre otros. La pintura se
aplicaba no sólo para realizar un mural, sino también para la arquitectura, la cerámica, los
tejidos, incluso para la pintura corporal. Dentro del campo de la pintura mural trabajaban con
la pintura al fresco, tanto el fresco original donde se trabajaba sobre una última capa de
estuco fresco sobre la cual se colocaban los pigmentos permitiendo a la larga una mejor
conservación, cómo el fresco en seco donde se pintaba una vez seco el estuco, que era una
técnica más rápida pero que dificultaba la conservación a la larga.

En el campo de la escultura (soporte rígido) se pueden encontrar ejemplares de


pequeño, mediano y gran tamaño o monumental. En el caso de estas últimas, las piedras que
se usaban eran el basalto, la diorita, la arenisca, las andesitas, la piedra caliza, entre otras.
Llegaron a realizar obras monumentales como por ejemplo las cabezas colosales olmecas, la
Coatlicue azteca – mexica, monolitos como los que se encontraron en la cultura Tiawanacu o
en la cultura Tafí. También trabajaron en alto y bajo relieve como los que se encuentran en la
Región Maya o por ejemplo en Chavín de Huántar. En ocasiones la escultura llegaba a
fusionarse con la arquitectura como el caso de la Pirámide de Quetzalcóatl en Teotihuacán,
las cabezas clavas en Chavín de Huántar, la Puerta del Sol en Tiahuanaco, las columnas
serpentinas de Chichen Itzá, entre otros muchos ejemplos. El uso de la piedra permitió que
estas obras perdurasen en el tiempo a pesar del abandono de las ciudades, y observar el gran
dominio que tenían tanto de la materia como de la forma, ya que en algunos casos se
observan formas más realistas o más sintéticas. Trabajaban con un instrumental
esencialmente lítico con el cuál podían vencer la dureza de los materiales.

Las obras de mediano y pequeño formato eran realizadas en barro a través de un


modelado o esculpidas piedras preciosas como el jade, la serpentina, la turquesa, la
esmeralda, el lapislázuli, entre otros materiales. Estas piedras contaban con una gran
importancia simbólica, sobre todo el jade que hacía alusión a la eternidad ya que tenía la
misma apariencia con el paso de los años. También se relacionaba con la vida y era más
valorado que el oro, es conocida la anécdota de Hernán Cortés ordenándole a Monctezuma
que le entregara sus tesoros más preciados, y el emperador le entrego jade. Incluso se usaba
el jade para tratar diferentes enfermedades.

Una de las técnicas más antigua fue la cestería, de la cual no quedó prácticamente
restos por su calidad perecedera. Estaba realizada en un soporte flexible y se utilizaba para
transportar agua, alimentos, y diferentes materiales. Se podía realizar con distintos métodos
de torcimiento, y sus figuras y colores le daban un aspecto decorativo. Era una práctica más
bien femenina y dio puntapié para el desarrollo de la cerámica, ya que ésta, en sus primeros
momentos se realizaba recubriendo las cestas con arcilla y luego se quemaba quedando sólo
la arcilla endurecida aunque se resquebrajaba con facilidad debido a que todavía no
dominaban del todo la técnica.

El desarrollo de la cerámica (soporte flexible) fue muy importante. A través de ella se


puede conocer, mediante el análisis de carbono 14, la antigüedad de las diferentes culturas,
los períodos por los que atravesaron, así como también los contactos que se dieron entre
ellas, y la influencia estilística de determinadas culturas sobre otras. Se cree que puede haber
tenido un origen autóctono, en algún punto ubicado entre México y Perú, o un origen
asiático; al respecto de esto Dragosky y Mandrini plantean que pudo haber llegado desde
Japón a las costas de Colombia y Ecuador, ya que los restos más antiguos que allí se
encontraron tienen mucha similitud con los de la cultura japonesas. Se calcula
aproximadamente una antigüedad de 3000 años a.C.

Proporciona una importante fuente de documentación. Puede ser etnográfica, dando


a conocer diferentes aspectos de la vida de una cultura, ya que mostraban escenas de caza,
de guerra, acontecimientos domésticos, formas de embarcaciones, de viviendas, de animales
y plantas, concordantes con las descripciones de las primeras crónicas españolas de la
conquista. Documentación tecnológica ya que nos habla de las técnicas alfareras
desarrolladas, de los materiales que se usaron, etc. Documentación artística donde se puede
apreciar un aspecto importante del arte de una cultura. Documentación mitográfica ya que
nos da indicios de la cosmovisión de cada pueblo y de las diferentes deidades a las que les
rendían culto. Documentación histórico cultural ya que nos da una idea de la influencia que
puede haber tenido una cultura sobre otra como ser el caso de los horizontes culturales en la
Región Andina por ejemplo; nos habla de cuánto puede haber persistido una tradición
alfarera en un determinado período de tiempo y también nos da indicios de cuando pueden
haber florecido culturas regionales. Nos hablan también de la división del trabajo, yendo de
culturas más simples donde la producción alfarera estaba en manos de las mujeres
exclusivamente, a culturas más complejas donde había un artesanado especializado, donde
podía o no intervenir la mujer, y también se veía la influencia de los sacerdotes en ceramios
con desarrollo de elementos o decoración simbólica.

No llegaron a conocer la rueda de alfarero, sin embargo lograron obras de excelente


calidad técnica. La materia prima era la arcilla que podía ser más o menos plástica
dependiendo de su composición de alúmina. Las arcillas muy plásticas al someterlas a
cocción se resquebrajaban; con el tiempo perfeccionaron la técnica y agregándole
antiplásticos se lograba enflaquecerlas para evitar el resquebrajamiento. Los antiplásticos
podían ser rocas trituradas por ejemplo.

Tenían diferentes formas de producir la pieza. Podían comenzar partiendo de un


cesto sobre el cual modelaban la forma y luego se cocinaba para que se queme el interior
quedando vestigios del cesto en las paredes. Se podía aplicar arcilla sobre un molde
redondeado para la darle efectivamente la redondez al ceramio; se cubría el molde con una
tela y allí se aplicaba la arcilla, que luego se llevaba al sol y cuando se secaba se la sacaba
cuidadosamente del molde. Se podía hacer mediante el sistema de rodete, chorizo o
enrollamiento donde se realizaba primero la base y luego se iba enrollando la arcilla a los
costados; éstos eran finalmente alisados para eliminar la unión de los rodetes. Estaba el
sistema de pastillaje que consistía en ir agregando porciones de arcilla o pasta sobre la
superficie y que generalmente se usaba para dar una forma en relieve y para decorar. Se
construían también vasijas en moldes que podían hacerse en moldes especiales de dos
mitades, modelo bivalvo o un en un sólo lado, modelo univalvo. El acabado de la superficie
podía presentar una superficie tosca o alisada y brillosa; esto se conseguía mediante el
engobe donde se aplicaba una delgada capa de arcilla antes de la cocción, alrededor de tres
veces, para luego cuando es cocida conseguir el brillo. Otra forma de realizar el engobe era
puliendo con una piedra dura y lisa hasta alcanzar el brillo deseado en la pieza.

Las formas de decorar una vasija eran variadas. Podían ser mediante pastillaje
trabajando diferentes detalles en relieve pero que no llegaban a modelarse por completo.
Mediante incisión que consistía en líneas, de mayor o menor grosor, que podían estar
grabadas en la superficie si se hacía antes del proceso de cocción, o esgrafiadas si se hacía
después del proceso de cocción. Luego estaba la decoración pintada donde hay una mayor
libertad y se observan diferentes motivos, ya sea geométricos, antropomorfos, zoomorfos,
fitomorfos, mitomorfos, etc. Se puede pintar directamente sobre la superficie alisada y
engobada usando diferentes colorantes de origen orgánico y mineral. Los colores más usados
eran el rojo, el blanco y el negro, y diferentes tonalidades intermedias derivadas de la
combinación de aquellos. La decoración pintada podía ser en negativo cuyo procedimiento
consistía en cubrir el motivo con cera, luego sumergir la vasija en algún tinte o pintar la
superficie de otra forma, y luego derretir la cera para que quede el motivo del color del vaso
o ceramio; según Antonio Serrano la cerámica negativa constituye un “estilo de horizonte”.
El otro tipo de decoración pintada era en positivo, donde los motivos eran pintados y el
fondo era del color del ceramio. El otro tipo de decoración era la modelada en donde se
agregaban los motivos en relieve con un mayor trabajo del modelado, diferente del
pastillaje.

Se conocieron dos técnicas diferentes de cocción en alfarería, el sistema de cocción


en atmósfera oxidante que consistía en un fuego intenso alimentado por corrientes de aire
forzado, obteniendo artículos duros de tonos claros dentro del rojo, amarillo y crema; y el
sistema de cocción en atmósfera reductora donde la cantidad de oxígeno se restringía a la
vez que se mantenía una temperatura más baja y se producía mucho humo, dando lugar a
cerámicas negras con un lustre muy intenso. Esto también tenía que ver con que si era
cocinadas en fogones o en hornallas y hornos. Los fogones eran preparados al ras de la tierra
o en hoyos de escasa profundidad y la regulación del oxígeno no era posible, esto provocaba
que las cerámicas salieran con color negro; en los hornos y hornallas se permitía una
regulación en la entrada de aire por lo que las piezas salían con una cocción más uniforme.

Había diferentes tipos de producciones en cerámica como jarros, vasos, copas, platos
y vasijas. Generalmente las que eran para uso ritual o con fines funerarios eran la que mayor
trabajo tenían. Había vasijas con dos vertederas verticales unidas por un puente; vasijas con
vertederas en estribo donde dos tubos encorvados hacia arriba se unen para formar un tubo
vertical; vasijas dobles de silbato que consistía en dos jarros unidos, uno con un cuello
abierto y otra con un pico, y cuando la doble vasija se inclinaba para que el líquido pase de
una jarra a otra, el aire escapaba por el orificio del silbato; y también podía haber vasijas
modeladas. Las vasijas podían contar con diferente tipo de decoración, ya sea pintada,
moldeada, incisa (grabada o esgrafiada), o con pastillaje. Dentro de los vasos destacaron los
keros, que eran angostos en la base y con bordes evertidos, y al igual que las vasijas, podían
llevar diferentes tipos de decoración.

Dentro de la arquitectura (soporte rígido) trabajaban con materiales perecederos


como barro y madera, y con la piedra que perduraba en el tiempo, usada principalmente para
la construcción de los centros ceremoniales y de las grandes ciudades. Diversos autores
señalan que la arquitectura precolombina constituía un juego de volúmenes al aire libre, por
las grandes estructuras, plazas y avenidas que creaban; y porque al aire libre se celebraban la
mayoría de los rituales y fiestas sagradas de estas culturas. De esta forma se puede plantear
que el espacio exterior tiene mayor importancia que el interior en las culturas
precolombinas, aunque también hubo búsquedas para trabajar espacios internos. Esto se
puede observar en la cultura teotihuacana, con sus pórticos, columnas y túneles; en la región
Maya, que idearon las falsas bóvedas; y también en otras culturas como la Inca o la Chimú por
ejemplo. Sin embargo no llegaron a desarrollar los grandes espacios internos de las culturas
europeas.

Las culturas precolombinas realizaron diferentes tipos de construcciones como ser


palacios, plazas, avenidas, pirámides, templos, mercados, fuertes, hasta obras de ingenierías
complejas como ser canalización de ríos, sistemas de drenaje, terrazas de cultivo, chinampas
y canchones para la práctica de la agricultura, entre otras construcciones. De acuerdo a la
región se idearon diferentes técnicas constructivas, por ejemplo en Mesoamérica trabajaron
con las chinampas, las estructuras piramidales y basamentales, el sistema de alfarda, talud y
tablero, una estructura interna realizada de tierra y piedras sin labrar, y por encima una
piedra labrada y tallada, recubierta en ocasiones por una capa de estuco, que también podía
estar pintada como se observa en restos de pigmentos en la Pirámide de Quetzalcóatl en
Teotihuacán. Otra característica de Mesoamérica es que las construcciones solían realizarse,
sobre todo de templos y pirámides, en diferentes fases constructivas, por lo que a veces una
estructura vieja era recubierta por otra en varias ocasiones. En la Región Andina, sobre todo
en las sierras, era común encontrar construcciones realizadas con grandes bloques de piedra,
con cortes realmente sorprendentes como se observa en Tiawanacu o en los Incas, que
lograban incrustar piedras cortadas irregularmente a la perfección de manera tal que no
cabía un alfiler entre las juntas. Por el contrario, en la costa, las construcciones eran
realizadas en adobe, como se observa en la cultura Chimú. Dentro del campo agrícola, la
técnica tal vez más desarrollada para aprovechar el suelo para el cultivo, sobre todo en la
altura, fue la técnica de terraza.

La textilería (soporte flexible) fue otra de las técnicas importantes de la América


precolombina. Se trabajó con diferentes fibras como algodón, líber (fibra vegetal), y la lana
en la Región Andina. Trabajaban fundamentalmente con el huso y el telar, y conocieron
diferentes técnicas como el torzal, el trenzado, el bordado, el brocado, la gasa, la tapicería,
entre otras. Los tejidos iban decorados con diferentes motivos como figuras de animales,
antropomorfas, seres híbridos y figuras geométricas. Al igual que en la cerámica, los tejidos
más finos eran para uso ritual y mortuorio, y en Perú, sobre todo en la costa debido al clima,
se encontraron ejemplares muy bien conservados.

De la textilería derivaba la técnica de la plumaria; tanto Mesoamérica como la Región


Andina tendrán sus características en cuanto a las aves de las que disponían en cada región y
en cuanto a las técnicas de trabajo. En Mesoamérica las plumas eran adheridas a la superficie
mediante una especie de pegamento, esta superficie podía ser un escudo o tocado por
ejemplo; eran muy apreciadas las plumas del quetzal por su color. En la Región Andina
partían de una base tejida y luego las plumas se cocían formando una especie de mosaico; se
utilizaban mucho las plumas del guacamayo y del loro.

La metalistería será otra de las técnicas con gran desarrollo aunque no en todas las
regiones y no en todos los períodos, sobre todo porque se necesita de los minerales y de un
alto nivel de desarrollo. Destaca sobre todo en la Región Andina donde trabajaron con el
cobre, el oro, la plata, el platino y el bronce, logrado a través de la aleación entre cobre y
estaño. No llegaron a trabajar con el hierro ya que no se encontraba en estado puro y era
difícil alcanzar la temperatura para su fundición. La mayoría de los objetos realizados tenía
fines ornamentales más que utilitarios.
Desarrollaron hornos para la metalurgia, algunos se ubicaban en las laderas de las
montañas de manera tal que se aprovecha el aire que descendía para avivar el fuego, en
otros el oxígeno se conseguía de diferentes personas que soplaban a través de tubos; no
llegaron a conocer el fuelle. Se usaron diferentes técnicas para el trabajo del metal, partiendo
de golpear el metal hasta conseguir una lámina fina. Luego se repujaba para dar formas en
relieves, se podía fundir también para hacer piezas más complejas; se trabajaba con filigrana
que eran hilos finos de metal (generalmente oro o plata) que luego se fundían con otra pieza.

Los objetos también se podían hacer a base de fundido, a través de la técnica de la


cera perdida. Es decir se realizaba el molde en cera, luego se recubría con arcilla dejando un
orificio; se colocaba en fuego intenso derritiendo la cera y luego vertiendo el metal fundido y
tomando la forma del molde. Luego se retiraba la arcilla y se conseguía el objeto. Esta técnica
no permitía el desarrollo de una producción en serie.

Bibliografía.

Dragosky y Mandrini – “El arte precolombino”


Gendrop y Heyden – “Arte y arquitectura en Mesoamérica”
Gendrop – “Arte prehispánico en Mesoamérica”
Paul Westheim – “Ideas fundamentales del arte prehispánico en México”
Paul Westheim – “Arte antiguo de México”
George Kubler – “Arte y arquitectura en la América Pre colonial”
Magni y Guidoni – “Civilización andina”
J. Alden Mason – “Las antiguas culturas del Perú”
Mircea Eliade – “Mito y realidad”
Rex González – “Argentina indígena en las vísperas de la conquista”
Rex González – “Arte precolombino en la Argentina. Introducción a su historia cultural”
Alfonso y Targa – “El concepto de espacio en la arquitectura precolombina mesoamericana”
Ana Roquero – “Colores y colorantes de América”
César Sondereguer – “Manual de estética precolombina”
César Sondereguer – “Manual de historia y arte de América Antigua”
César Sondereguer – “Manual de iconografía precolombina y su análisis morfológico”
Lothrop – “Los tesoros de América Antigua”
Historia del arte americano y argentino
Facultad de Artes – UNT
 UNIDAD 2: EL ARTE INDÍGENA EN MESOAMÉRICA.

Mesoamérica: ubicación geográfica y cronología. Culturas sobresalientes: Tlatilco,


Olmeca, Teotihuacán, Maya, Tolteca, Mayas-Tolteca y Aztecas. Ubicación geográfica,
períodos cronológicos, fundamentos estéticos, culturales y técnicos. Obras más
significativas de cada cultura en las áreas de la arquitectura, escultura, pintura,
cerámica, metalistería y plumaria.

Desarrollo

2.1 – MESOAMÉRICA: UBICACIÓN GEOGRÁFICA Y CRONOLOGÍA.

Ubicación geográfica: abarca principalmente los actuales países de México, Guatemala,


El Salvador, Honduras, Nicaragua, Belice y Costa Rica. Se puede dividir en tres regiones
principales; la meseta central de México; la costa del Golfo de México; y el área Maya
comprendida por la Península de Yucatán, parte de Guatemala, Belice y Honduras. El
desarrollo cultural en Mesoamérica se va a extender desde el 3000 a.C. hasta el 1546 d. C.,
pasando por los tres períodos culturales de la América precolombina: Preclásico o Formativo,
Clásico y Post-Clásico.

2.2 – CULTURAS SOBRESALIENTES - PRECLÁSICOS.

Olmeca y Tlatilco.

Se desarrollan entre el 1700 a.C. y el 200 d.C. y van a llegar a tener influencia en la
región del altiplano central, en el occidente de México, en Guerreros y Oaxaca y en la Costa
del Golfo.
La palabra Olmeca hace referencia a “pueblo de goma” o “habitantes de la región del
hule”, el término fue usado por los aztecas para nombrar a los pueblos que ocuparon la
región de Veracruz y Tabasco. Ésta se caracterizaba por su ambiente selvático y pantanoso,
donde el agua invadía las construcciones del ser humano, por lo que se tenían que recurrir a
diferentes obras de ingeniería para solucionar esta problemática. También se destaca por la
presencia del hule, material con el que fabricaban la pelota para el juego de pelota
mesoamericano.

Acerca del origen de esta cultura, Piña Chan plantea un origen autóctono a partir de
las influencias de culturas de Ecuador y Colombia, que entre los años 4000 y 3000 a.C.,
estaban más avanzadas respecto a Mesoamérica. Éste recibió de Sudamérica influencias de
técnicas en el trabajo de la cerámica como ser el estampado, el pastillaje, el modelado y la
elaboración de formas complejas como ollas esféricas sin cuello; todas técnicas que ya se
conocían en Ecuador y Colombia desde el 4000 a.C. Junto con la tradición cerámica, se
introdujeron otros rasgos culturales como ser la rapadura total o parcial del cráneo, la
deformación craneal de tipo tubular erecta, la pintura corporal, entre otros.

Esto formará el sustrato sobre el que se desarrollará la cultura Olmeca. Piña Chan
plantea la hipótesis de que a partir de este sustrato, uno o más grupos totémicos del jaguar
hicieron valer su tótem sobre el de otras aldeas, proponiéndolo para el culto y resumiendo
sus atributos en diferentes producciones artísticas. El culto al jaguar, que pudo haber tenido
su origen en las selvas tropicales, se vuelve el aspecto principal de su cosmovisión. Se plantea
la teoría de que los olmecas consideraban al jaguar como antepasado de espíritus de la
naturaleza (Covarrubias) o como su antepasado, descendiendo de una mítica raza de
hombres – jaguares. Así comienza un tipo de horizonte en el que muchas aldeas de
Mesoamérica compartirán características comunes que se verán reflejada en las
producciones culturales.

A su vez se los conoce a los olmecas como “cultura madre”, ya que con sus adelantos
sentaron las bases que desarrollarán las siguientes culturas mesoamericanas:

 Construcción de centros ceremoniales planificados con pirámides truncadas y


escalonadas que servían como basamento para templos.

 Ordenaron el espacio urbano en base a cuatro puntos cardinales.

 Invención de la escritura jeroglífica y el sistema de numeración vigesimal.

 Concepción del calendario mesoamericano. Uno solar de 360 días más cinco días
religiosos y uno ritual de 260 días que se cruzan c/ 52 años.

 Invención del juego ritual de pelota.

 Desarrollo de diferentes técnicas artísticas y artesanales, como ser el trabajo en


piedra por ejemplo.

 Cristalización de conceptos religiosos como el culto al jaguar, relacionándolo a la


agricultura. La hibridación entre el dios (jaguar) y el hombre. El culto a la serpiente
relacionándola a una especie de deidad del agua.

 Afianzamiento de la casta sacerdotal y estratificación de la sociedad.


 Práctica de la deformación craneana, la mutilación dental, del sacrificio humano y del
autosacrificio.

Se pueden establecer cuatros períodos en el desarrollo de la cultura Olmeca:


 Período de formación: una tradición alfarera y rasgos culturales de Sudamérica
penetran en Mesoamérica hacia el 1700 a.C., favoreciendo la formación del estilo y
cultura Olmeca. Esta nueva corriente se extiende por el territorio mexicano hacia el
1500 a.C., dirigiéndose una rama hacia la Costa del Golfo y otra rama hacia el actual
estado de Oaxaca, dirigiéndose más tarde hacia Guerrero y el altiplano central.

 Período de integración: el eje Oaxaca – Guerrero – Altiplano central y la Costa del


Golfo se integran, a la vez que se forman aldeas agrícolas autosuficientes y un
importante intercambio de materias primas y productos acabados, lo que marca un
mayor desarrollo cultural. La alfarería del eje Oaxaca – Guerrero – Altiplano central
en este período estará más desarrollada que la de la Costa del Golfo.

 Período de expansión: el centro de la cultura Olmeca se desplaza hacia la zona del


Golfo, específicamente hacia la región de Veracruz y Tabasco. Con el desarrollo de
una agricultura intensiva se produce el crecimiento de la población y el nacimiento
de una sociedad estratificada, con una clase teocrática que tomará las riendas del
Estado. Se crean nuevas aldeas, centros ceremoniales planificados y se intensifica el
comercio.

 Período de desintegración: a partir del 300 a.C. la cultura Olmeca decae y se


desintegra, pero sus avances sirven para el desarrollo de las culturas clásicas de
Mesoamérica.

Los períodos de formación e integración corresponden a los olmecas del período


aldeano, desarrollándose durante el Preclásico Inferior y Medio. En este período se
establecieron en aldeas ubicadas en llanuras costeras, estuarios, zonas pantanosas, zonas de
lagunas y regiones lluviosas como ser selvas tropicales; ecosistemas vinculados al
aprovechamiento marino y forestal, y a la navegación y fluvial. Desarrollaron una economía
agrícola, con el maíz como principal alimento, en combinación con la caza, la pesca, la
recolección y el intercambio de productos. Aprovechaban los recursos que les brindaba el
medio ambiente para el desarrollo de su industria. Tenían una organización social de base
igualitaria con grupos familiares unidos por un parentesco (común o imaginario), y la tierra
debió haber sido propiedad de toda la comunidad. Puede haber existido una división del
trabajo en base al sexo y edad, y una diferenciación social incipiente basada en el prestigio.

Probablemente los brujos o chamanes controlaban en parte a las comunidades,


debiendo haberse considerado como intermediarios entre los individuos, los antepasados y
fuerzas espirituales, además de que empezaban a cultivar el conocimiento de la época,
basado en el pensamiento mágico. También pudieron haber existido consejos de anciano o
personas que determinaban el accionar de la comunidad.

Durante el período aldeano la influencia del jaguar se verá sobre las producciones de
barro, que tuvieron un gran desarrollo en el Altiplano Central, Oaxaca y Guerrero. Una de las
producciones que destacaron fueron los llamados “baby face”, figuras huecas, sedentes,
rechonchas, con ojos almendrados, con miembros cortos y aspecto infantil. La influencia del
felino en estas formas se ve en el rostro, en cómo tratan de imitar ciertos aspectos del jaguar
como ser los ojos rasgados, los labios plegados pudiéndose ver las encías (en ocasiones
desdentadas), comisura de los labios hacia abajo, nariz ancha y los dientes mutilados para
asemejarse a los del felino. Otras características de los “baby face” son los rostros chatos,
párpados hinchados, hendidura en forma de V en la frente, cabeza rapada y la deformación
craneal; estas dos últimas características sobre todo se cree que expresaban el tipo físico de
los olmecas. Son formas que se mueven dentro de un naturalismo, aunque en ciertas partes
muestran una síntesis de la forma (destacando sólo aquello que interesaba). Trabajan en base
al modelado para conseguir los volúmenes, y presentan una gran expresividad.

Para Piña Chan, el jaguar también estaba relacionado a la madre tierra y a la idea de
fecundidad. Preocupados por la idea del nacimiento y fecundidad, el autor plantea al jaguar
como protector de los recién nacidos y niños; éste se aseguraba que lleguen a la adultez y
permitan la continuidad del clan. Tal vez por esto trabajaron estas figuras de niños con
ciertos aspectos del jaguar, relacionado también a la fertilidad materna y ligado
mágicamente a la fertilidad de la tierra y vegetación. El mismo autor sostiene que gustaban
representar a seres anormales o con ciertas patologías como ser la sordera (por eso la mano
de algunos cerca del oído), personas eunucoides, jorobados, personas con deficiencias de
crecimiento, entre otros.

Era también importante la fusión del hombre con el jaguar, de manera tal que el
hombre adquiera los atributos mágicos del tótem. Esta fusión también se observa en el arte,
en obras en las que representaban chamanes o sacerdotes como por ejemplo el sacerdote de
Atlihuayán. Es una figura sedente, rechoncha, con las características felínicas en el rostro
como ser la comisura de los labios hacia abajo y plegados, nariz ancha, a lo que hay que
sumarle la línea flamígera que se forma al tener los ojos cerrados. En su espalda lleva lo que
puede considerarse como una piel de felino por las características que presenta, como ser la
garra, la X que simboliza la mancha del jaguar, la ceja flamígera y el hocico que funciona
como tocado. Hay que destacar también que en general las figuras se presentan asexuadas
aunque se cree que son figuras masculinas.

La influencia de los olmecas en el período aldeano llegó a diferentes aldeas, como ser
Tlatilco. Esta cultura se desarrolla entre el 3000 y el 450 a.C. en el Valle de México, en la
Terraza de Río Hondo, durante el pre – clásico inferior. Su nombre proviene del náhuatl y
significa “Donde hay cosas ocultas”, y fue designado por los pueblos nahuas ya que a su
llegada al valle la cultura de Tlatilco había desaparecido.

Era una cultura que logró establecerse en base al desarrollo de la agricultura


(principalmente del maíz), la caza y la pesca. Presentaba a su vez una organización social
incipiente, con la figura del chamán como actor social de mayor relevancia (aunque no al
grado de los olmecas teocráticos) y con la presencia de una cosmovisión de carácter mágica
(no con una religión establecida todavía) en donde se practicaba el culto a los muertos, a la
fertilidad y el sacrificio humano. Para la agricultura aprovechaban la crecida de los ríos y el
lago en la época de lluvia (agricultura de humedad o avenida) y la técnica de roza y quema en
bosques circundantes; contaban, para trabajar la tierra, con el bastón plantador y con hachas
de piedra (serpentina). También se practicaba el intercambio comercial debido a que ciertos
elementos como ser el algodón, el caolín y ciertos tipos de piedra por ejemplo, no eran
elementos que se encontraran en el piso ecológico que ocupaba esta comunidad.

Tenían una tecnología desarrollada con una industria lítica, ósea y de madera para la
elaboración de utensilios y herramientas. El río les brindaba arcilla, arena y cieno, además de
usar el barro, el caolín y colorantes; todo esto servía para la cerámica y las figuras de barro
que se van a encontrar por cantidad en este territorio. Contaban con fibras vegetales para los
tejidos (agave y algodón), ornamentos como colgantes, collares, pendientes y placas
pectorales a base de huesos de animales, conchas marinas y piedras preciosas como el jade.

En esta zona arqueológica se encontraron más de 4000 figurillas de barro. Las más
representativas son las figuras de mujeres desnudas total o parcialmente, conocidas con el
nombre de “pretty ladies” por sus características estilísticas. Se piensa que podrían hacer
alusión a la fecundidad femenina o agrícola, ya que algunas se encontraron enterradas en
campos de cultivo, lo que muestra la idea de prácticas mágicas.

Algunas tienen pechos más desarrollados que otras, presentan caderas anchas y
brazos en forma de muñones. Tienen una estructura simétrica, cuerpo aplanado,
generalmente son para ser vistas de frente con detalles en la cabeza por los tocados que
llevan. Estos últimos están muy trabajados y se puede observar el peinado, adornos, cuentas y
joyas; tal vez haciendo alusión a cierto status social. Se trabaja con línea de incisión y la
técnica del pastillaje (colocar aplicaciones de barro con realce s/ la pieza). El tono rojizo de las
figuras nos puede indicar que eran cocidas mediante la técnica de la atmósfera oxidante
(fuego intenso alimentado por corrientes de aire forzada), y el brillo se conseguía mediante
el bruñido. El orificio del vientre podía servir también para que salga el aire durante la
cocción (Consultar). Algunas figuras se presentan con niños o perros en sus brazos (que en el
caso de ésta muestra resto de pigmentos rojo y blanco) y otras con un espejo de pirita en el
pecho (debe haber tenido algún tipo de simbología).

Otras figuras nos indican la existencia de festividades que podrían haber estado
relacionadas a algún tipo de culto religioso de la comunidad. Se observan figuras de
acróbatas y danzantes. En el caso de los acróbatas eran figuras masculinas que se encuentran
representados en posiciones complejas, en alusión a su plasticidad, y apoyados sobre su
pecho y brazos. Las danzantes se pueden representar con pantalón como si fuesen
cascabeles; podían llevar diferentes tocados. Otra figura de bailarina también muestra mayor
movimiento y un tratamiento más suave del volumen. Se encontraron figuras que
representan a jugadores de pelota; en este caso se lo representa con la pelota, el braguero y
una especie de tocado. Todas están trabajadas mediante la técnica del pastillaje, y en algunas
figuras se observa restos de colorantes que usaban, como ser el rojo. Fuera del tema de las
festividades se encuentran representaciones de chamanes con complejas vestimentas; en
uno se puede observar un tocado como si fuese una especie de maíz, tal vez en alusión a la
importancia de este alimento.

Las influencias olmecas (que llegan alrededor del 1700 a.C.) se puede observar por un
lado en las características fisionómicas de las figuras, como ser los ojos rasgados (pliegues
epicánticos), párpados hinchados, cabeza alargada y la comisura de los labios hacia abajo, en
alusión a los “baby face” olmecas y al jaguar; y también en cómo cambia la forma de trabajo,
ya que se observa un mayor uso del modelado y ya no tanto del pastillaje, con una transición
más suave entre los volúmenes. Esto se puede observar en la figura del acróbata, que
presentan un trabajo mucho más naturalista que las otras figuras. También con esta obra se
rompe con la idea de que sólo podían ser vistas de frente y se ve como se insertan nuevos
puntos de vista a la vez que se trabaja con el espacio negativo.

Se encontraron cerámicas modeladas con figuras zoomorfas que hacen alusión a la


fauna local, que pueden haber tenido fines rituales relacionados tal vez al culto a los
muertos. El sistema de cocción que se emplea es de atmósfera reductora, por eso el aspecto
negro; se preparaban fogones en hoyos en la tierra donde se introducía la pieza y que
contaban con poco oxígeno y a la vez generaban mucho humo, dándole el aspecto final a la
pieza. Tienen un gran trabajo del volumen, son obras de un gran naturalismo y síntesis; en el
caso del pez y del perro se observan ciertos comportamientos característicos de los mismos
como el aullido o el movimiento de la boca que hace el pez, lo que muestra el gran nivel de
observación de los primeros artesanos. En ésta última figura se observa una decoración
mediante el esgrafiado y raspado, lo cual dejó una textura áspera en la superficie. La
decoración presenta líneas onduladas, tal vez simbología del agua o del pez. La
representación de animales en las vasijas no sólo se hizo a través del modelado sino también
mediante líneas de incisión sobre las paredes planas. En una se observa, trabajada mediante
líneas de incisión, una serpiente ondulante con escamas y una lengua bífida que sale de la
boca; se cree que simbolizaba el agua de los ríos.

Otras piezas encontradas en Tlatilco presentan un gran simbolismo relacionado con


el culto al jaguar olmeca. Las piezas en general mantienen ese aspecto negruzco que
proporciona la atmósfera reductora; cuentan además con superficies gruesas, bien pulidas, y
con motivos incisos y esgrafiados según se realicen antes o después de la cocción. También se
encuentran algunas de color blanco, gris y color marfil. Además de las vasijas en efigie, se
encuentran también recipientes de bases planas, con cuello alargado, tecomates (especie de
porongo) y formas tradicionales como el botellón con asa y estribo, entre otras. Se encuentra
también un principio de pintura al temple (sobre cal), generalmente en tonos rojos y ocres.

En los motivos decorativos se observa como fueron desarrollando una escritura


incipiente basada en signos gráficos o glifos. Este lenguaje ideográfico gira en torno al culto al
jaguar, observándose la garra del jaguar o la X que simboliza la macha del jaguar. En otras se
ve una especie de hibridación entre el jaguar y la serpiente, representando un dragón con
cabeza de serpiente, cejas flamígeras, ojos y nariz rectangulares, y cola en forma de garra de
jaguar, en un trabajo tendiente más a lo sintético. En relación a esto, Paul Westheim plantea
que mientras más una cultura iba definiendo su simbología mítico – religiosa, más el arte de
esa cultura se iba despojando de su naturalismo para dar lugar a una representación sintética
que se relaciona más con el aspecto simbólico de la cosa, que para esas culturas era lo real.
Según Piña Chán esta mezcla entre dos espíritus, formó un monstruo sobrenatural que
simbolizaba el agua que fertilizaba la tierra; esta imagen también se puede apreciar en una
vasija efigie. Esto muestra cómo se fue complejizando la cosmovisión Olmeca. También
destacaban figuras pequeñas de perros y jaguares con ruedas, aunque paradójicamente la
rueda no pasó de la escala del juguete.

Otro aspecto importante que se observa en las figuras de Tlatilco es la dualidad,


principio que definió las diferentes culturas de Mesoamérica. La dualidad entendía al mundo
y a la existencia como un acto de creación y destrucción de los dioses; esto lo observaban en
todos los aspectos de la vida, como por ejemplo la siembra, la cosecha, el nacimiento, la
muerte, la puesta del sol y su salida, etc. Las figuras bicéfalas (dos cabezas) y la máscara que
se presenta con la mitad viva (o enferma) y la otra mitad muerta expresa esto, la dualidad
que dominará todo el pensamiento precortesiano (la máscara otorgaba poderes mágicos a
quien la portaba). A esta dualidad se le agrega la representación del paso del tiempo en la
máscara que muestra tres rostros, uno joven, otro más viejo y el último de un muerto. En
esta también se pueden apreciar el resto de los pigmentos que sobrevivieron.

El culto a los muertos estuvo ampliamente desarrollado. En las tumbas se encontraron


figurillas de barro, entre los que se encuentra el perro, acompañante del difunto al más allá,
vasijas con alimentos y bebidas. Se encontraron casos de sacrificios humanos; por ejemplo
niños a quienes se les cortó la cabeza, manos y brazos para enterrarlos aisladamente o junto
al cuerpo de alguien más (personas importantes). También se encontraron restos de hombres
y mujeres alrededor de otra persona, que marca tal vez la existencia de un rango social en
donde el muerto de un rango alto era enterrado con sus súbditos. El muerto era enterrado en
fosa, envuelto de algodón, pudiendo estar en posición fetal u horizontal, y se los rociaba con
cinabrio y polvo rojo, probablemente para dar la sensación de que estaba vivo. También se
cree que existía la costumbre, después de cierto tiempo, de sacar parte de los restos del
difunto para enterrarlo en otro lugar.

En el preclásico superior se ubica el período teocrático y de expansión de los olmecas,


cuyos principales centros estarán ubicados en la Costa del Golfo. Este período se caracteriza
por profundas transformaciones sociales y culturales debido al mayor desarrollo de la
agricultura. Se produce un aumento demográfico por al excedente alimenticio, las aldeas
crecen y hay una mayor especialización del trabajo lo que da lugar al nacimiento de una clase
artesana.

En este período destacan sobre todo los chamanes, que adquieren una mayor
importancia y empiezan a fijar los tiempos de siembra y cosecha, estudian la astronomía y
regulan el calendario. Pasan a convertirse en una clase sacerdotal, intelectual, con divisiones
jerárquicas, que toman las riendas del Estado e institucionalizan un sistema de creencias
convirtiéndolo en una religión compleja, sentando así las bases para las sociedades
teocráticas.

Con la formación de nuevos grupos sociales se produce una mayor desigualdad


dentro de una misma comunidad. Estas transformaciones provocan que algunas aldeas se
vayan transformando en comunidades mayores y en incipientes centros ceremoniales, que
se vuelven el foco de confluencia de diferentes aldeas, tanto religiosa como comercial,
provocando esto último la aparición de los mercados o “tianguis”, un mayor intercambio
comercial y el surgimiento de una clase comerciante. En estos centros también se verá la
aparición de la escultura y arquitectura monumental junto con mayores innovaciones
tecnológicas.

En este período los principales centros ceremoniales olmecas estarán ubicados en la


región de Veracruz y Tabasco. Estos fueron San Lorenzo Tenochtitlán, La Venta, Tres Zapotes,
Cerro las Mesas y Las Limas. A sus alrededores estarán las comunidades campesinas
encargadas de las tareas productivas que entregaban tributos en forma de alimentos,
materiales, mano de obra, productos artesanales para mantenerlos y permitir el desarrollo
de las obras monumentales.

Estos fueron los primeros centros ceremoniales planificados, construidos con barro y
tierra debido a la ausencia de materiales líticos, tal vez por esto no perduraron en el tiempo.
Los complejos ceremoniales estaban edificados generalmente sobre una plataforma artificial
y alineados de norte a sur a lo largo de un eje central. Las obras características eran los
templos, las pirámides, las plazas, las plataformas sobre las que se asentaban otras
edificaciones, palacios, residencias para las autoridades, el mercado y canchas para el juego
de pelota, avenidas que marcaba el acceso y obras de ingeniería hidráulica, todo esto
acompañado de un estilo arquitectónico monumental.

Se pueden destacar dos centros ceremoniales:

 San Lorenzo Tenochtitlán: fue uno de los primeros centros ceremoniales olmecas.
Edificado y con vigencia entre el 1200 al 900 a.C., se levanta sobre una meseta
artificial de 50 metros de altura, construida mediante un acarreo de tierra lo que
muestra una gran labor de ingeniería. En el territorio se encuentran lagunas que
servían para el aprovisionamiento de agua durante las épocas de sequía; además
realizaron redes de canales de desagüe para regular el nivel de las aguas durante las
épocas de inundaciones. Consta de montículos artificiales o basamentos de tierra
compactada sobre los que se levantaban las edificaciones. Estos estaban colocados
simétricamente y entre ellos se formaban espacios como plazas o patios; en el centro
hay una plataforma más elevada que probablemente tenía una pirámide y una
aparente cancha para el juego de pelota.

El centro ceremonial está orientado en torno a un eje Norte – Sur lo que


muestra una planificación a la hora de edificar y a la vez da indicio de una astrología
incipiente. Se cree que llegó a tener más de 1000 habitantes y fue un importante
centro ceremonial para su tiempo; por razones desconocidas fue abandonado hacia
900 a.C. y se cree que todos los monumentos de la superficie fueron mutilados y
enterrados, ya sea por una invasión, revolución o una especie de ritual.

 La Venta: edificado y con vigencia entre el 1100 y 400 a.C. Fue el más amplio de su
tiempo así como el núcleo religioso, político y económico más importante. Las
construcciones están orientadas en torno a un eje Norte – Sur.

La construcción más imponente es la “Pirámide de arcilla”, realizada con


tierra compactada, de planta irregular tendiente a la circular, con 128 m de diámetro
y 31,4 m de altura. Está situada en el extremo sur del complejo y tiene una forma que
se asemeja a la de un volcán que tal vez intentaron reproducir debido a que los
consideraban altares sagrados. Alrededor de esta pirámide se encuentran cuatro
montículos que servían de base para grupos de vivienda.

Por el norte hay un espacio delimitado por largas plataformas laterales y dos
intermedias que forma una especie de plaza o recinto ceremonial (tal vez una cancha
para el juego de pelota). En el extremo norte se encuentra una plaza cerrada por una
empalizada hecha de grandes bloques de basalto y una pirámide escalonada, tal vez
la primera en Mesoamérica; estos grandes bloques de basalto se trasladaban en
balsas y provenían de canteras volcánicas.

Dos recintos rodeados por columnas basálticas flanquean la entrada sur a la


plaza. En estos se encontraron en el suelo máscaras colosales realizadas de mosaicos
de serpentina verde, que aparecieron sepultadas. El hecho de estar rodeado de
columnas puede hacer alusión a que se trataban de recintos sagrados.

Las máscaras formaban el rostro esquematizado de un jaguar; tal vez un culto


al dios totémico. Piña Chan plantea que puede tratarse de la esquematización de un
rostro de serpiente de cascabel por los rombos ubicados sobre lo que sería la cabeza
que (para él) se asemejan a las manchas de la serpiente de cascabel. Esto podría estar
relacionado a un culto a la deidad del agua que fertiliza la tierra; otros autores
sostienen que puede significar un contacto mágico con las fuerzas de la tierra, el agua
y el cielo, lo que hablaría (en cualquiera de los dos casos) de cómo se va
complejizando la cosmovisión mágico – religiosa, incorporando nuevas deidades.

También se encontraron tumbas circundadas por columnas basálticas, en una


de ellas se encontró un sarcófago, uno de los pocos en Mesoamérica junto con el que
se encontró en la cripta secreta de Palenque; esto también nos da una idea del nivel
de estratificación social Olmeca en donde había clases dominantes y clases
dominadas.

En este período se trabajó la escultura en piedra, tanto figuras medianas y pequeñas


como formas monumentales. George Kubler plantea que en los olmecas aparecen dos modos
escultóricos: un modo que se acerca más hacia la abstracción (casi jeroglífica) y otro modo
relacionado con una escultura tipo verista o realista. En el primero se puede mencionar (de
vuelta) la máscara mosaico monumental de serpiente o jaguar encontrada en La Venta; una
forma esquemática y abstracta que reduce a lo esencial (para los olmecas) a la forma (de
serpiente o de jaguar), ya que según autores como Paul Westheim, Mandrini y Dragosky,
entre otros, ese rasgos esenciales eran los que importaban a la hora de representar algo, era
lo que lo hacía real.

Diversos autores destacan las formas realistas que lograron alcanzar los olmecas, que
se apreciarán sobre todo en las esculturas de bulto redondo. Trabajaron diversos tamaños
pero se destacaron sobre todo por la monumentalidad que alcanzaron en sus esculturas
monolíticas y megalíticas. Las diferentes esculturas fueron encontradas principalmente en
los centros ceremoniales; dentro de las formas monumentales se pueden catalogar
diferentes tipos:

 Cabezas colosales: características de la cultura Olmeca, fueron trabajadas a partir de


grandes bloques de piedra que se cree pudieron haber estado presente en las
inmediaciones de los centros ceremoniales o haber sido transportados de canteras
alejadas de la Costa del Golfo, en balsas o canoas aprovechando el curso de los ríos.
Piña Chan sostiene que estas formas colosales pudieron haber sido una contribución
de tribus guatemaltecas a las Cultura Olmeca, ya que en Guatemala se encontraron
cabezas y personajes trabajados en rocas monumentales.

Oscilan entre 1.7 m. a casi 3 m. de altura, están trabajadas en basalto. Se


distinguen dos tipos, uno negroide con nariz ancha y chata, que puede hacer
referencia a la influencia de una raza negra sobre los Olmecas; y otro mongoloide,
con nariz más pequeña y menos ancha, con rasgos más marcados.

Entre las características generales de estas esculturas se pueden mencionar el


gran tratamiento del volumen; labios gruesos; ojos almendrados; gran expresividad
que se ve especialmente en el entrecejo fruncido; el yelmo que ostentan en su
cabeza que en ocasiones está acompañado de signos glíficos; y su petricidad, término
acuñado por Henry Moore para referirse a la adecuación de la forma al material y
como éste cobra vida; Paul Westheim plantea que las “cabezas están concebidas
desde la piedra y parecen brotar de ella”. Se cree que podrían haber estado cubiertas
por una capa de pigmento rojo sobre una capa de arcilla, por los restos que se
observan en algunas cabezas.

Estas cabezas tal vez se alzaban sobre una base de piedra o estaban ubicadas
en lugares estratégicos de gran visibilidad. Se da a las cabezas diferentes significados,
podían hacer alusión a la práctica de la decapitación relacionadas con ritos de
fertilidad para los cultivos; podían representar retratos idealizados de guerreros o
gobernantes; podrían tratarse de jugadores de pelota por el casco, o podían ser
también antepasados sobrenaturales.
Estas cabezas se encontraron en los principales centros ceremoniales de la
Costa del Golfo.

 Altares monolíticos: servían para realizar ceremonias de carácter ritual. Trabajadas


con basalto, combinan la escultura de bulto con el bajo relieve, y generalmente se
representan sacerdotes surgiendo de un nicho.

Se encontraron diferentes altares, sobre todo en La Venta. En el “Altar nº 4”


se observa en la cornisa superior la figura esquematizada del jaguar en un relieve tan
fino que parece un dibujo sobre la piedra. Se representa la cara del jaguar con sus
grandes ojos, las encías mostrando sus colmillos, el entrecejo fruncido por el aspecto
de estar gruñendo, y una X entre sus colmillos que simboliza las manchas del jaguar.
Todas estas formas simbólicas dan indicio de una escritura glífica incipiente, siendo
los olmecas los primeros en desarrollarla.

Debajo de esta cornisa se encuentra una figura humana que sale de un


agujero y está agarrando una soga que bordea el sector inferior del altar. A los
costados hay cuatro antorchas o ramas que salen en diferentes direcciones.

Según Piña Chan, el altar representaría la deidad Tierra (el jaguar), el nicho,
caverna o fauces del jaguar, simbolizaría las entrañas de la tierra, el vientre o matriz
de donde emergen los seres humanos; las cuatro antorchas o ramas harían alusión a
los cuatro puntos cardinales. El personaje que emerge representaría al sacerdote, el
mediador entre la deidad y el hombre, y la cuerda simbolizaría la unión del cielo y la
tierra.

Se puede observar, en el tratamiento del conjunto del altar, una combinación


de formas o modos de trabajo, por ejemplo en la escultura de bulto del sacerdote se
destaca una tendencia hacia el realismo o modo verista como lo denomina Kubler (tal
vez para señalar su carácter terrenal) y en el bajo relieve una tendencia hacia la
esquematización y abstracción, para destacar sólo lo importante y lo simbólico.

En el “Altar nº 5” de La Venta se puede observar la misma idea del nicho


como cueva de la que surgen los seres humanos, con la figura del sacerdote que está
sosteniendo un niño. Este personaje lleva un tocado con símbolos del jaguar, como
ser la X, y está ricamente ataviado. El niño presenta la cabeza alargada característica
de los olmecas.

En una de las caras laterales se observan dos figuras en bajorrelieve


(finamente trabajadas) de personajes ricamente ataviados que llevan en sus brazos
niños que presentan la cabeza deformada. Son figuras representadas en perfil con los
ojos almendrados y estilizaciones en base al jaguar, con la comisura de los labios
plegados hacia abajo. Da la sensación de que se tratase de dos escenas diferentes
que se continúan en el tiempo y que termina con la presentación del niño en el medio
del altar con la figura de bulto.

El significado simbólico (además de la idea del nicho como cueva de donde


surgen los seres humanos) puede estar relacionado al culto a los recién nacidos, una
ofrenda para sacrificio o un ser elegido como futuro chamán. Al igual que en el “Altar
nº 4”, se observa una combinación entre una tendencia al realismo en la forma de
bulto, y un trabajo sintético y estilizado en las figuras en bajo relieve.
 Estelas: otra de las formas monumentales son las estelas, géneros de monolitos que
serán muy adoptados por los mayas. En La Venta se encontraron excelentes
ejemplares como la “Estela nº 2” donde se observa, en el medio, un personaje en alto
relieve que lleva un gran tocado con diferentes signos glíficos trabajados en bajo
relieve. Está sosteniendo un palo o báculo y está ricamente ataviado, por lo que
puede haberse tratado de un personaje importante dentro de la comunidad.

Está rodeado de personajes pequeños trabajados en bajo relieve, en perfil y


que convergen hacía él. La diferencia de tamaño entre el personaje del medio
(principal) y los personajes de sus alrededores, puede indicar la existencia de una
perspectiva jerárquica al igual que en el arte egipcio, románico y bizantino, dónde la
figura principal o más importante tendrá un tamaño mayor a las figuras restantes.

Según Piña Chan, las figuras menores pueden ser “chaneques”, viejos enanos
con caras de niño, que molestan a las personas, viven en cascadas y cavernas y
comen el cerebro de hombres, causan enfermedades, mandan animales y peces,
hacen caer la lluvia y provocan rayos. También se cree que la estela puede estar
relacionada con el juego de pelota, ya que las figuras llevan un palo en la mano. Este
juego surge con los olmecas y originalmente se jugaba en campos delimitados por
estelas u otros tipos de señales; se cree que la pelota simbolizaba el sol y su curso por
el cielo.

Se ve (al igual que en los altares) una combinación entre formas que tienden
más hacia el realismo, como ser el rostro del personaje principal, y una síntesis de la
forma en el resto de las figuras a partir de una estilización.

Otra estela que se encontró en La Venta fue la llamada “Monumento 19”.


Trabajada completamente en bajo relieve se observa la imagen de una serpiente de
perfil, con líneas incisas en su cuerpo y una especie de tocado. Abarca todo el sector
derecho de la estela y da la sensación de estar envolviendo el cuerpo de una persona
ricamente ataviada que lleva una suerte de bolsa de copal. La figura humana lleva un
tocado que parece que se tratase de una cabeza de serpiente con atributos de jaguar
como ser la ceja flamígera. Hay una gran expresividad en el rostro de la figura que
presenta los ojos rasgados. Inmediatamente arriba de la figura se encuentra una
forma cuadrada a cuyos lados parece ser que hay dos serpientes con las fauces
abiertas que dan la sensación de estar devorando algo. El trabajo morfológico gira en
torno a la síntesis de la forma.

Desde el punto de vista interpretativo se cree que la estela hace referencia a


un culto a la deidad del agua. La figura humana puede ser un sacerdote que
representa a la deidad del agua que está concebido como una serpiente de cascabel o
una serpiente que presenta ciertas características estilísticas del jaguar. Ya sea que se
trate de una serpiente de cascabel o una mezcla de serpiente y jaguar, Piña Chan
sostiene que se trata de un nuevo concepto religioso relacionado con el agua y la
tierra. Esto da una idea de cómo se va expandiendo el ideario religioso olmeca,
abarcando elementos importantes y necesarios para la agricultura; el agua que
fecunda la tierra. El sacerdote sería el encargado, a través de su magia y ritual, de
generar la lluvia, y la serpiente sería el símbolo de ese poder mágico. El hecho de que
el sacerdote lleve una especie de tocado de serpiente con atributos del jaguar, como
ser las cejas flamígeras, refuerza la teoría de que se trata de un servidor del dios
relacionado con el agua.
Se puede ver también como van desarrollando un sistema de escritura
incipiente basado en signos gráficos, como ser las líneas de incisión que aparecen en
el cuerpo de la serpiente, que seguramente tendrían algún tipo de significado, o las X
que hacían alusión a las machas del jaguar. También se puede observar la garra y las
cejas flamígeras como elementos significantes.

 Esculturas de bulto: además de las cabezas colosales, se pueden encontrar esculturas


de bulto de gran tamaño. Entre algunas se destaca la llamada “Abuela”, que se trata
de una figura aparentemente sedente o arrodillada, con las manos a la altura del
pecho que está sosteniendo algo. Es una figura compacta y maciza, que presenta en
el rostro los típicos rasgos felinos de la cultura olmeca, con la nariz ancha, ojos
rasgados, comisura de los labios hacia abajo, encías desdentadas, llevando también
una especie de tocado.

También se encuentra el Monumento 1 o El Príncipe, de Veracruz, trabajada


en roca volcánica (andesita gris). Presenta el torso inclinado hacia adelante, con las
piernas cruzadas y los brazos estirados y apoyados en el piso delante de las piernas;
todo el cuerpo está trabajado de forma sintética. Tiene una cabeza grande recubierta
por un tocado-casco decorado con líneas de incisión y formas geométricas. En el
rostro se observa un gran trabajo del volumen con las características olmecas: ojos
rasgados, nariz ancha, boca semi – abierta, comisura de los labios hacia abajo y labios
plegados (características del jaguar).

Además de las formas monumentales también trabajaron formas de pequeño y


mediano formato con piedras volcánicas como el basalto y la andesita y piedras preciosas
como el jade y la serpentina.

Una de las esculturas más características de los olmecas en mediano formato fue el
llamado “Gladiador”. Esta obra presenta una mayor libertad formal con respecto a otras
formas olmecas. Es un personaje sedente, que presenta los brazos levantados en actitud de
estar girando el torso hacia su derecha y las piernas dan la sensación de estar girando en
sentido contrario, es una figura dinámica. El cuerpo también presenta un trabajo anatómico
con un fino modelado, con el tríceps y los deltoides marcados, además de los pectorales y de
las abdominales. En las extremidades de los brazos y piernas se observa una tendencia de
reducir la forma hacia una síntesis. En el rostro se observa un fino trabajo del volumen, con
pasajes suaves; los ojos están rasgados; las cejas (de un delicado trabajo) dan la sensación de
estar fruncidas; la nariz (si bien está desbastada) aparenta más fina que la nariz característica
olmeca, más gruesa en general; presenta bigotes; labios finos; pómulos marcados y una
cabeza calva. Esta obra es considerada una de las obras maestras del arte escultórico olmeca
y es considerada un luchador por el trabajo de la musculatura.

También, dentro de las obras trabajadas con rocas volcánicas, como la andesita gris,
se encuentra el Monumento 34 de San Lorenzo que presenta una figura sin brazos y sin
cabeza. En el aspecto formal se observa un trabajo sintético y una figura que se presenta
apoyada sobre el pie izquierda y sobre su pierna derecha. Se puede observar también que
está ricamente ataviada con un collar, una especie de braguero y una cinta con lo que parece
ser una pluma en la pierna izquierda; tal vez se trate de un jugador de pelota. Esta figura
puede hacer alusión a la mutilación para el sacrificio o al autosacrificio, ya que no tiene su
cabeza ni sus brazos; por esa razón podría tratarse también de un jugador de pelota que fue
sacrificado tras su juego ritual.
En los centros ceremoniales también se encontraron enterradas ofrendas de
pequeñas figuras trabajadas en piedras preciosas como el jade y la serpentina. Estas piedras
tenían un gran valor simbólico para estas culturas, incluso más que el oro; se relacionaban
con la vida y el jade por ejemplo podía hacer alusión a la eternidad ya que conservaba su
apariencia con el paso de los años y además es una piedra dura, también está relacionada con
la vida y fertilidad. En estas piedras lograron también un perfecto pulimento, a diferencia del
basalto que por su textura no se podía conseguir de la misma manera que las piedras
preciosas, pero sin embargo por su porosidad la luz iluminaba las entrantes y salientes.

El señor de las Limas es uno de los ejemplares de esculturas trabajadas en serpentina.


Muestra una figura sedente, con un niño en los brazos. Tanto la figura sedente como la del
niño muestran rasgos típicamente olmecas en sus rostros, sobre todo el niño. Muestran la
cabeza con la deformación tubular erecta, los ojos rasgados, nariz ancha, labios plegados y
comisura de los labios hacia abajo, rasgos relacionados al culto al jaguar que en el niño son
más evidentes, un niño – jaguar. Da la sensación de que la pupila de los ojos son huecos, tal
vez ahí se ubicaba una piedra que completaba la pupila. Hay un gran trabajo volumétrico en
la figura.

La característica de esta figura son las incisiones en el cuerpo, tanto de la figura


sedente como de la figura del niño. Algunos autores creen que estas incisiones
representaban deidades o también cierto tipo de escritura glífica que los olmecas ya estaban
desarrollando. Se cree que la escultura hace alusión a la presentación de un niño – jaguar o
de una ofrenda sacrificio al dios totémico.

El Gladiador, trabajado en jade, es otro de los finos ejemplos de lo que podían lograr
con las piedras preciosas. Es una escultura de pequeño formato en donde se observa una
mezcla entre forma zoomorfa y antropomorfa, dando lugar a un ser híbrido con las
características del dios totémico olmeca, el jaguar. Presenta una gran expresividad, con el
rostro felinizado y en actitud agresiva. Tiene los rasgos marcados en la cara, con la nariz y
boca del felino y con el entrecejo fruncido. Se observa un gran trabajo en la musculatura y da
la sensación de que las venas se le marcan a la altura de la panza, y que manos y pies se
vuelven garras. La figura está como en una posición de atacar, y presenta un gran
pulimentado.

Otras formas características trabajadas en jade fueron las hachas y máscaras


ceremoniales. Las hachas ceremoniales servían como ofrenda y la portaba el chamán o
sacerdote de la comunidad. En dos ejemplares se observan la mezcla entre el hombre y el
jaguar. Son formas sintéticas que muestran en el rostro los rasgos felínicos como ser los ojos
almendrados, la nariz ancha, los labios plegados, la comisura de los labios hacia abajo, las
encías desdentadas (al estilo baby face) y los colmillos. Generalmente presentan un trabajo
sintético, tendiente más o menos a la geometrización de la forma o a la estilización con líneas
curvas. Se cree que se busca destacar más bien la forma simbólica ya que es lo que importa
(lo mágico – religioso). También hay una mezcla entre un trabajo volumétrico y un trabajo
mediante líneas de incisión finamente marcadas.

Dentro de las máscaras ceremoniales, las formas morfológicas reproducen el estilo


baby face con las características del jaguar: ojos rasgados, comisura de los labios hacia abajo,
bolsa alrededor de los ojos y labios plegados. Presentan un gran trabajo del volumen con un
pasaje suave. Las máscaras ceremoniales eran de gran importancia para estas comunidades;
según Westheim el hombre se transformaba en el ser (o tótem) representado por ellas, y
adquiría sus cualidades físicas y mágicas, tanto del ser como del material. Estaba relacionado
también con el culto a los muertos, ya que acompañaba al difunto en la otra vida, lo que
muestra también el desarrollo cosmovisivo de esta cultura. Si el cuerpo era incinerado se
armaba un bulto mortuorio en donde la máscara se colocaba a la altura del rostro; si no se
quemaba el cuerpo, la máscara iba en la parte del rostro. Westheim también plantea que las
máscaras representaban la imagen ideal que cada cultura concebía para sí.

El culto a los muertos también se observaba en los ajuares funerarios que se


encontraron en las diferentes tumbas, y que se correspondía con el rango y la función que el
individuo tenía en la sociedad. Además de elementos de jade, se enterraban elementos de la
vida diaria, alimentos, collares, perros guías que lo guiasen al difunto en el más allá, vasijas
funerarias, entre otras cosas.

Los olmecas también se iniciaron en los conocimientos del sistema numérico y de


datación calendárica en la cuenta larga, es decir una cuenta calendárica que comienza en el
año 0; para esto elaboraron un sistema de numeración vigesimal, que se cree posteriormente
perfeccionaron los mayas. Restos de este sistema numérico y de datación calendárica se
encontró en la “Estatuilla de Tuxtla”, en la que se marcó la fecha 162 d.C. Algunos autores
consideran que esta datación fue realizada por los mayas, sin embargo Piña Chan sostiene
que esta escultura es olmeca, ya que el pato que se representa en ella era un motivo
frecuente en el arte y religión de esta cultura. Además los olmecas fueron los creadores de
este tipo de calendario que se basaba en la cuenta larga comenzando en el año 0, el mismo
que perfeccionarían los mayas. Este sistema de calendario se basaba en el uso de un
calendario solar de 360 días más 5 días sagrados, formando un total de 365 días, y un
calendario ritual de 260 días; estos dos calendarios se encontraban (coincidían desde 0) cada
52 años, tiempo que duraba un ciclo o siglo mesoamericano, para luego volver a comenzar un
nuevo ciclo. En la estatuilla de Tuxtla, además de los signos numéricos, también se
encontraron glifos más desarrollados; símbolos gráficos con un significado simbólico tal vez
relacionado a la deidad y a su sistema cosmovisivo mágico – mítico.

Cuicuilco.
Cuicuilco se desarrolló desde el pre – clásico medio en el Valle de México, y alrededor
del 600 a.C. se convirtió en un importante centro ceremonial, tal vez el primero en elaborar
un centro ceremonial planificado. Si bien en el altiplano central era difícil conseguir agua para
el cultivo debido a las escasas precipitaciones y poco número de ríos, el Valle de México al ser
una cuenca endorreica se presentaba más apta para el desarrollo de la agricultura, por la
presencia de lagos que eran aprovechados para los cultivos. Estaba en contacto con otras
regiones importantes como la Zona del Golfo y la Región Maya, y tenía un movimiento
continuo de población. Esta región a su vez tuvo un lugar destacado dentro de los iniciadores
de la arquitectura de piedra.

Tuvo una estructura social jerarquizada con una gran cantidad de habitantes. Se
destaca la Gran Pirámide Escalonada o Troncocónica, una estructura que consta de cuatro
cuerpos escalonados unidos mediante tramos de escaleras y rampas, la rampa se ubica hacia
el oeste y la escalera hacia el este. Es de planta circular, de 135 m de diámetros y 25 m de
altura; tiene forma de torta. Fue construida por tierra, arcilla y paredes sin labrar (piedras
irregulares) y en la parte superior tenía un templo o un altar, realizado con materiales
perecederos por lo que no quedan restos hoy en día. Este tipo de estructura será el
antecedente de las pirámides escalonadas del período clásico que simbolizan la separación
entre lo profano y lo sagrado. Otra característica que presenta la pirámide es que fue
ensanchada en varias ocasiones hasta conseguir las dimensiones que tiene en la actualidad,
siendo esta es una práctica común que presentarán las diferentes culturas mesoamericanas;
generalmente después de cada fin de ciclo se agregaba una estructura más a una
construcción sagrada (o se construía encima de ella). Además de la pirámide, se encontraron
otras estructuras que se creen eran de carácter sagrado y religioso.

Aquí se encontró la representación de una deidad asociada al fuego, conocida como


Huehueteotl, una de las más antiguas del panteón mesoamericano, también conocida como
el dios viejo. Llevaba en la cabeza un brasero, estaba en posición sedente y encorvada, con
los brazos sobre las piernas, la cara con rasgos de vejez acentuados por las arrugas y el
vientre flácido. Relacionado a la vida, al calor, a la sabiduría, al conocimiento. Esta
iconografía se mantendrá hasta la llegada del español, con las variantes locales.

El desarrollo de Cuicuilco se vio truncado por la erupción del volcán Xitle en el año
200 a.C., que cubrió el centro ceremonial de lava, por lo que la población tuvo que
trasladarse hacia diferentes puntos, siendo uno de ellos Teotihuacán.
Bibliografía.
Piña Chan – “Olmeca, Cultura Madre”
Paul Westheim – “Ideas fundamentales del arte prehispánico en México”
Gendrop y Heyden – “Arquitectura mesoamericana”
Gendrop – “Arte prehispánico en Mesoamérica”
George Kubler – “Arte y arquitectura en la América pre colonial”
Lothrop – “Los tesoros de América Antigua”

2.3 – CULTURAS SOBRESALIENTES – CLÁSICO.


Teotihuacán.
Se desarrolló el Valle de México, una región que las culturas que la habitaron
supieron aprovechar para el desarrollo de la agricultura y el desarrollo humano, a pesar de la
dificultad que se podía presentar para conseguir agua; sin embargo al ser una cuenca
endorreica había mayor disponibilidad de agua (y mayores inundaciones). Esta zona estaba en
contacto con otras regiones importantes como la zona del Golfo y la Región Maya, y tenía un
movimiento continuo de población. A la vez, región a su vez tuvo un lugar destacado dentro
de los iniciadores de la arquitectura de piedra.

La cultura de Teotihuacán se ubica ya en el período clásico mesoamericano; período


en el cual se perfeccionó todo el desarrollo que habían alcanzado los olmecas del período
teocrático del pre – clásico superior. Esta cultura tuvo su máximo desarrollo entre el 1 y el
800 d.C. aproximadamente. Tuvo su origen en pequeñas comunidades agrícolas sedentarias
que se establecieron en el valle alrededor del 500 a.C. y que con el tiempo fueron creciendo,
formando la ciudad de Teotihuacán. A diferencia de los centros ceremoniales olmecas de la
zona del golfo, la ciudad de Teotihuacán no fue sólo un centro religioso para las diferentes
comunidades y culturas del área, fue también un centro cívico, político y comercial.

Tenía una posición económica privilegiada ya que se ubicaba en el centro de la ruta


de la obsidiana, recurso de gran valor económico en Mesoamérica ya que de ese material se
hacían la mayor cantidad de instrumentos y armas. Por otro lado pudieron desarrollar una
agricultura intensiva, canalizando el agua de los lagos cercanos para el cultivo, que giró
principalmente en torno al maíz. Disponían de bosques cercanos con el que se abastecían de
madera para la construcción. Al ser un centro importante en el altiplano central, había un
constante flujo de población lo que ayudaba también al intercambio comercial.

Todos estos factores contribuyeron a su crecimiento. La ciudad llegó a ocupar más de


20 km2 y contó con una población de entre 100000 y 200000 habitantes. Controló varias
ciudades vecinas aprovechando sus producciones, a pesar de no ser predominantemente
militar. La ciudad fue denominada por los aztecas como “Lugar de los dioses” ya que el mito
cuenta que cuando el cuarto sol estaba agonizando los dioses se reunieron en esta ciudad
para hacer el quinto sol (que se consideraba que se iba a morir en el 2012 a consecuencia de
terremotos). Para crear este sol, uno de los dioses tenía que saltar en la hoguera. Se presentó
primero Tecuciztecatl, ricamente ataviado, pero éste no se animó a saltar. Luego se presentó
Nanahuatzin, dios pobre ataviando con ropas de papel, enfermo y lleno de llagas; éste saltó
hacia las brasas, levantándose luego potente y convirtiéndose en el quinto sol. Tecuciztecatl
siguió su ejemplo y saltó hacia las brasas convirtiéndose en la luna.

La ciudad fue un lugar de frecuentes peregrinaciones, acrecentando constantemente


la población; esto también ayuda a considerar que Teotihuacán no era una cultura
predominantemente guerrera, ya que si los peregrinos no hubiesen tenido la seguridad de
una acogida pacífica no hubiesen ido. Sin embargo teocracia y militarismo no se excluían
mutuamente, la estratificación social significaba opresión de la clase dominante a la
dominada. A partir del S V d.C. hay pruebas de una creciente militarización de la sociedad;
por ejemplo se encontraron armas y evidencias de canibalismo como ser mandíbulas
humanas en desechos de cocina, entre otras cosas.

En un principio fue un centro ceremonial para las comunidades campesinas


adyacentes. Luego en la medida en que fue creciendo, Teotihuacán se convirtió en una
ciudad con una organización social compleja, divididas en castas. Presentaba una
estratificación pero no a la manera tradicional de un sistema piramidal, sino más bien
concéntrico, donde cada casta se relacionaba entre sí. En el centro del círculo se encontraba
el soberano, que era la representación misma del dios, junto con los sacerdotes; éstos
ocupaban el núcleo de la ciudad. Alrededor del centro estaban los nobles, que también
formaban parte del aparato administrativo de la sociedad y luego le seguían los comerciantes
que lograron un gran crecimiento debido a que Teotihuacán era el centro económico más
importante de la época; ambas castas habitaban los palacios alrededor del núcleo. A los
comerciantes les seguían los artesanos especializados, músicos y poetas. Luego estaban los
obreros, sirvientes y esclavos, y en la periferia los labradores y trabajadores de la tierra; estos
grupos ocupaban generalmente viviendas de material perecedero, que no llegaron a
perdurar en el tiempo.

Era una ciudad plurilingüe por la gran cantidad de personas de diferentes regiones de
Mesoamérica que confluían en ella. La gente era esbelta, de estatura media, empleaban la
deformación craneana y se limaban los dientes como rasgo de belleza. Se pintaban el cuerpo
y usaban una vestimenta rica y variada compuesta por tejidos finos, bordados, plumas y
sombreros zoomorfos, esto para acentuar el status social.

Ciudad y arquitectura.

En cuanto a la ciudad y arquitectura, fue una planificada, caracterizándose por su


arquitectura sólida, monumentalidad y tendencia a la horizontalidad. Se organiza en función
de dos ejes principales; uno que va de Norte a Sur marcada por la Calzada de los muertos, y
otro que va de Oeste a Este marcada por el río San Juan y las avenidas Oeste y Este que se
alinean con el eje de la pirámide de Quetzalcóatl. Ésta última junto con la Calzada de los
muertos, la pirámide del Sol y de la Luna, constituyen las principales estructuras del centro
ceremonial. Así, la ciudad queda dividida en cuatro partes, tal vez simbolizando los cuatro
puntos cardinales. En la cosmogonía mesoamericana cada punto cardinal estaba regido por
una deidad; el Norte por Tezcatlipoca negro, el Sur por el dios del Sol y de la guerra
Huitzilopochtli, el Oeste por el ave emplumada, dios sacerdote y del viento Quetzalcóatl y el
Este por Xipec Totec o Tezcatlipoca rojo, que representa al dios de la siembra. El río San Juan
dividía a su vez en dos a la ciudad; la ciudad ceremonial al norte, que comprendía las dos
principales pirámides y atraía a multitudes de individuos de regiones muy diversas; y al sur la
ciudad civil que se extendía en torno al pirámide de Quetzalcóatl y que tal vez fue el centro
ceremonial de los propios teotihuacanos y el corazón de la ciudad.

George Kubler considera que la planificación urbana giro en torno a consideraciones


de carácter astronómico, por ejemplo el eje de la pirámide del Sol coincidía con la puesta del
sol en el solsticio de verano, y diferentes edificaciones que se distribuían alrededor de la
Calzada de los muertos coincidían o con la salida del Sol al Este o la puesta al Oeste; incluso
la disposición de la Pirámide del Sol, de la Luna y de Quetzalcóatl, estaría en relación a la
disposición de las estrellas en el cinturón de Orión, lo que indicaría el gran poder de
observación de los astros que tenía el hombre mesoamericano. Según el autor también
explicaría el aislamiento entre los diferentes grupos de recintos que componen el centro
ceremonial y el hecho de que la Calzada de los muertos no conecte al sur con ninguna
estructura. Gendrop y Heyden señalan la ciudad fue planificada considerando el paisaje
circundante; por ejemplo la Calzada de los muertos conecta al norte con el eje de la Pirámide
de la Luna y remata con la cúspide del cerro Gordo, donde hay restos de adoratorios,
aludiendo tal vez a una conexión simbólica. Por otro lado, desde la cúspide de la Pirámide de
la Luna, una línea visual que pasa por la cúspide de la Pirámide del Sol, coincide con la cima
de otra montaña al sur.

La construcción de la ciudad se puede dividir en etapas según George Kubler, siendo


las tres primeras las que abarcan la construcción de la ciudad. En la primera etapa se da la
construcción de las pirámides entre el 200 a.C. y el 100 d.C. Marca el inicio de las
construcciones monumentales en Teotihuacán. La primera fue la Pirámide del Sol, construida
por los primeros habitantes del valle; ésta sirvió como único centro ceremonial al que
acudieron los diferentes poblados. Fue construida encima de una gruta que termina en una
cámara en forma de trébol cerca del centro de la pirámide; se considera que esta gruta fue un
lugar de culto desde antes de la construcción de la pirámide, determinando el lugar para su
edificación. El acceso a esta gruta se encuentra en la cara posterior (Este) de la pirámide.

La pirámide es de base cuadrada de 225 m. y tiene una altura de 65 m, que con su


templo en la parte superior, hoy desaparecido, se considera que llegaba a los 75 m. Tiene
cuatro basamentos (tal vez en alusión a las diferentes eras) de un marcado talud y fue
construida con capas horizontales de arcilla cubiertas de piedra sin labrar (roca volcánica) y
estuco; también se podrían contar cinco basamentos por el más pequeño que se encuentra
entre el tercero y el cuarto, que según Dragosky y Mandrini servía para poner distancia entre
los demás basamentos y el último que era donde se encontraba el templo. Está ubicada al
Este del centro ceremonial y orientada hacia el Oeste, hacia la puesta del sol; en el día del
solsticio de verano, la puesta del sol coincide con el eje de la pirámide. Está precedida por un
antecuerpo adosado a la cara oeste de la pirámide y consta de tres basamentos, con un
templo en la parte superior (hoy en ruinas), que fue construida en una etapa posterior. Sobre
esta cara se ubica la escalinata de acceso a la parte superior; contaba aproximadamente con
260 escalones que tal vez hacían alusión a la cantidad de días del calendario ritual. Las
escalinatas están limitadas por alfardas, protección de piedra ubicada a ambos lados de la
escalinata que le da una mayor resistencia, y tienen una disposición alternativa en cada
basamento, comenzando con dos tramos al que luego le sigue uno y así sucesivamente.
Rodeando la pirámide, hay una amplia plataforma de 350 m de lado, en las que se encuentran
estructuras cuadradas y patios cerrados por muros de adobe. Frente a esta se encuentra una
plaza, a la que se accede a través de un basamento con escalinata, donde se destacan tres
templetes; estos recintos se fueron construyendo cada vez más grandes al mismo tiempo que
disminuía el tamaño de las pirámides. La Pirámide del Sol rige la disposición de las demás
edificaciones del centro ceremonial.

A través de diferentes estudios se pudo determinar que la pirámide fue cubierta tres
veces y que presenta una serie de cuartos y túneles internos que conectan entre sí. Incluso en
la cúspide se descubrió una fosa y una suerte de cuarto que conectaba con túneles inferiores.
En la fosa de la cúspide a la vez se rescató un fragmento de gran tamaño de ídolo de grandes
proporciones, junto con estelas y fragmentos de otras esculturas. Se cree que el ídolo se trata
del dios viejo Huehuetéotl, por lo que se considera que la Pirámide del Sol fue escenario de
cultos de carácter ígneos y de fines de ciclo del calendario. La relación con el culto de carácter
ígneo se refuerza por un fragmento de estela encontrada en la Plaza de la Pirámide del Sol
que da la sensación de representar una especie de calavera con su lengua afuera y rodeada
por lo que parecen ser rayos solares. En esta obra se observa una representación tendiente a
la síntesis y a lo geométrico, y se cree que podría haber estado relacionada al sacrificio
humano y muerte del sol. Además de la relación de la Pirámide del Sol a un culto de carácter
ígneo, también se la asocia a un culto al agua ya que fue construida encima de una gruta.

La Pirámide de la Luna fue la siguiente en ser construida. Está emplazada al norte del
centro ceremonial y su cara principal, donde se encuentra la escalinata de acceso, mira hacia
el sur, siguiendo la tradición Olmeca. Si bien es más pequeñas que la del Sol con 45 m. de
altura, se encuentra a su misma altitud debido a la elevación del terreno. Tiene una base
rectangular de 150 por 120 m. Posee dos antecuerpos adosados a su fachada sur, adosados
con posterioridad, y la escalinata de acceso a la parte superior tiene un solo tramo a
diferencia de la Pirámide del Sol. Está precedido de una amplia plaza llamada Plaza de la
Luna, que fue realizada en fechas posteriores a la construcción de la Pirámide; en ella se
encuentran pequeñas pirámides escalonadas con el sistema de construcción característico
del período clásico teotihuacano que es el de talud y tablero. Este sistema logra romper el
sentido ascensional del talud (cuerpo inclinado de la pirámide) con el plano recto que
sobresale del talud, llamado tablero; esta ruptura del sentido ascensional va de la mano con
la tendencia hacia la horizontalidad de la ciudad. Este tablero puede llegar a ser el triple de
alto que el talud y posee una moldura a su alrededor que marca una tendencia horizontal. A
su vez el talud recibe la sombra del tablero y a cierta distancia éste último parece estar
flotando; por otro lado mientras más grande sea el tablero más inestable es por su peso. El
plano que queda enmarcado por las molduras en el tablero puede ser liso o estar decorado
con esculturas o pinturas.

La segunda etapa se da entre el 100 y el 300 d.C., está marcada por el crecimiento
urbano y la construcción de los alrededores del centro ceremonial. En este período se
construye la Calzada de los Muertos, el eje principal de la ciudad, también llamada Miccaotli.
Está orientada de norte a sur; al norte se corta con la Pirámide de la Luna y al sur conecta con
el resto de la ciudad. Tiene 2 km de longitud y 40 m. de ancho; su nombre fue puesto por los
Aztecas porque se pensaba que los montículos que se encontraron a su alrededor eran
tumbas. Su camino no se encuentra despejado sino cortado por escalones altos, que pueden
tener un sentido mágico religioso preparando espiritualmente al peregrino para cuando
llegue a los recintos sagrados. En torno a la avenida se distribuyen distintos edificios como ser
la Pirámide del Sol y de la Luna, palacios, viviendas de sacerdotes, plazoletas de distintos
tamaños y numerosas plataformas. Debido a la elevación del terreno, hacia el extremo norte
se eleva unos 30 metros con respecto al extremo sur. En esta avenida circulaban las grandes
procesiones ceremoniales.

Otra construcción que se destaca en este período es la Pirámide de Quetzalcóatl.


Según Gendrop y Heyden (“Arquitectura mesoamericana”) con esta construcción
Teotihuacán entra en el período clásico. Su cara principal mira hacia el Oeste al igual que la
Pirámide del Sol y al igual que en otras culturas mesoamericanas, se hizo una pirámide
encima de otra. Esto permitió que la estructura más vieja se conserve debido a que estuvo
tapada; en la actualidad se pueden observar las dos estructuras gracias a un corte que
hicieron los arqueólogos. En la pirámide se observa el sistema de construcción característico
de Teotihuacán, talud y tablero, y a diferencia de la Pirámide del Sol y de la Luna, presenta
una gran riqueza ornamental casi de carácter barroco; incluso se diferencia del resto de las
construcciones de la ciudad.

En los tableros surgen de manera alternada esculturas de bulto que representan a


dos de las deidades adoradas en Teotihuacán, la cabeza de Tlaloc, dios del agua y la lluvia, y
la cabeza de Quetzalcóatl, serpiente emplumada y dios de la sabiduría; según autores como
Dragosky y Mandrini, Quetzalcóatl podría estar haciendo alusión a la tierra, por lo que la
asociación de estos dos dioses podría estar relacionada con el ciclo agrícola del que depende
el sustento de la comunidad. La cabeza de Tláloc está representada mediante un tratamiento
geométrico y sintético, y presenta una forma de damero (sin blanco y negro) como si fuese la
piel que lo recubre, que se cree que simbolizan las gotas de agua o los granos de maíz;
también presenta ciertas características relacionadas a la serpiente como pueden ser los
colmillos o los círculos y formas espiraladas alrededor de sus ojos como si fuesen una especie
de gafas. Quetzalcóatl presenta un tratamiento que tiende más a un naturalismo, aunque
con un grado de síntesis; presenta la boca abierta, formas espiraladas a los lados que se
enrollan en los ojos y emerge de un adorno de plumas como si fuese una corona. Además de
las dos cabezas, en los tableros se pueden encontrar formas en bajo relieve que hacen
alusión al cuerpo de la serpiente y conchas y caracoles, todos elementos que representan el
medio acuático; estas formas en bajo relieve no sólo se encuentran en los tableros, sino
también en los taludes, donde además se observa el cuerpo ondulado de la serpiente. En las
alfardas, a los lados de las escalinatas también surgen las cabezas de la serpiente
emplumada, y todos estos elementos (tanto bajo relieves como formas de bulto) se repiten
rítmicamente a lo ancho y alto de toda la pirámide; según Dragosky y Mandrini se repiten
365 veces, lo que podría hacer alusión al calendario solar. Se puede pensar también que esta
repetición rítmica hace alusión a la importancia que Mesoamérica se le daba a la idea de
ritmo, que según Paul Westheim, era importante para mantener el orden de las cosas, ya que
todo lo previsible y mesurable por el hombre precolombino se encontraba en el cielo, donde
los astros tenían un movimiento rítmico y cíclico permitiendo la existencia de todo, mientras
que en la tierra el hombre estaba sometido a lo imprevisible.

El caso de la Pirámide de Quetzalcóatl es un caso excepcional de la arquitectura


teotihuacana ya que se observa como la escultura se funde con la construcción. A esto
también se añade la pintura, ya que a partir del descubrimiento de restos de pigmento, como
ser el rojo, verde y blanco, en ciertos sectores de la pirámide, se pudo saber que
originalmente la pirámide estaba recubierta de estuco y también pintada. También se puede
observar como para la construcción se realizaba una estructura de piedra sin labrar
combinada con argamasa, y luego por encima se recubría de una piedra labrada, tallada y
cuidadosamente encastrada. La escalinata llevaba hacia un templo en la parte superior que
hoy se encuentra en ruinas; y a través de diferentes estudios se pudo descubrir una serie de
túneles debajo de la pirámide en los cuales se encontraron diferentes tipos de ofrenda y
donde también se cree podrían estar los restos de la casta gobernante de Teotihuacán.

En este período también se construyen los alrededores de la Pirámide de


Quetzalcóatl que fue llamada Ciudadela por los españoles por las características que
presentaba. Es una construcción casi cuadrangular de 400 m. de lado; presenta unas
plataformas sobre las cuales se erigen estructuras escalonadas dispuestas rítmicamente. La
escalinata de acceso se encuentra ubicada en la plataforma Oeste y en el interior se forma un
patio en el que se encuentran estructuras cuadrangulares y la Pirámide de Quetzalcóatl. El
conjunto está en frente del llamado Gran Conjunto o Gran Reciento, cruzando la Calzada de
los Muertos, que fue sede administrativa de la ciudad a la vez que lugar donde se establecía
el mercado principal. El eje de la Ciudadela, con el del Gran Conjunto, coincidía con el eje de
la Avenida Este – Oeste.

La tercera etapa se desarrolla entre el 300 y 700 d.C. aproximadamente y marca el


crecimiento de la ciudad con sus zonas residenciales y la construcción de los diferentes
palacios, que se expanden desde el norte hasta los alrededores de la Calzada de los Muertos
y la Avenida Este – Oeste. Uno de los palacios mejor conservados es el de Quetzalpapalotl,
ubicado al suroeste de la Pirámide de la Luna. Aquí se puede observar la disposición
característica de los palacios de Teotihuacán, con un patio central que tenía un altar en el
medio y a los alrededores, subiendo unas escalinatas, se encontraban pórticos con techo
plano sostenido por columnas, lo que permitía edificar ambientes más amplios, y luego
habitaciones ornamentadas con frescos. En su parte superior tenían cornisas en forma de
tablero y las líneas de las columnas eran rematadas por almenas que tiende a cortar la
tendencia a la horizontalidad predominante en Teotihuacán. Se observa también restos de
pigmento rojo y blanco sobre los pilares y otros elementos, lo que indica que los
teotihuacanos tendían a estucar y luego pintar sus edificios. Sobre los pilares, trabajados en
bajo relieve, están representadas figuras de aves; en una cara del pilar se encuentra la
representación de un búho que se cree puede hacer alusión a la lluvia o a la guerra, y en la
otra cara se encuentra la representación de una figura con cabeza de quetzal y cuerpo de
mariposa (la mariposa simbolizaba el fuego). Esta última figura es la que le dio el nombre al
palacio ya que en náhuatl “pájaro-mariposa” se dice Quetzalpapalotl. En las almenas se
encuentran representaciones de sellos teotihuacanos que podrían ser especies de glifos. Se
cree que este palacio era la residencia de altos sacerdotes teotihuacanos.

Dentro del complejo de Quetzalpapalotl se encuentra la subestructura del Santuario


de los caracoles emplumados. Es un antiguo edificio sobre el cual se construyó el Patio de
Quetzalpapalotl, en cuyas paredes se pueden observar bajo relieves en forma de flores y
trompetas de caracol y también pinturas de aves que arrojan corrientes y gotas de agua por
el pico, en clara alusión a la importancia que tenía el agua en esta sociedad.

Además de las grandes estructuras piramidales, las avenidas y los palacios, también
desarrollaron obras de ingeniería como ser canalización de ríos, baños de vapor, centros
administrativos, talleres, mercados, redes de desagüe que se ubicaban debajo de los
palacios, entre otras cosas.
Escultura.

En el campo de la escultura, las herramientas que se usaban, al igual que en toda la


América precolombina, eran de piedra y hueso; con ellas se podía pulir, machacar, perforar,
partir e incidir la piedra. A pesar de las limitaciones técnicas, se explotaron todas las
posibilidades de la tecnología de la edad de piedra; por ejemplo una de las técnicas usadas
para cortar la roca consistía en usar picos de piedra, barras, palancas y martillos, hasta que se
podía meter cuñas para soltar el bloque. El acabado final se hacía mediante abrasión (frotar)
con agua y arena.

En el campo de la escultura se pueden encontrar obras de gran tamaño como ser la


colosal Chalchiuhtlicue, diosa de las aguas que corren sobre la tierra y esposa o hermana de
Tlaloc (simboliza junto con Tláloc la dualidad). De 3,16 metros de alto, realizada en lava
basáltica, se cree que cumplía una función arquitectónica de sostener un techo, semejante a
la de las cariátides griegas. Hay una tendencia hacia la horizontalidad y un predominio de
formas geométricas, especialmente el rectángulo; está hecha para ser vista de frente. Es una
figura que tiende a la bidimensión por el aspecto plano y chato que presenta, observándose
un mayor volumen sobre todo en el rostro. Tiene los ojos oblicuos, la nariz ancha, adornos en
las orejas y da la sensación de estar sosteniendo algo. La síntesis formal que presenta es
interpretada por Paul Westheim con la idea de que el artesano/artista precortesiano,
representan sólo lo necesario para identificar a la deidad, sólo el aspecto simbólico que sería
lo real para el hombre precolombino. La simbología en alusión al agua en la figura está dada
por los signos y acanaladuras que presenta la falda que representan el agua de ríos y mares,
en especial la líneas ondulantes de los bordes; en sus manos también sostiene lo que parecen
ser sogas que podrían simbolizar el agua de los ríos. Presenta además una cavidad en la cual
se podía colocar una piedra que simbolizaba el corazón; según Paul Westheim, hasta que la
piedra no estaba colocada la escultura no adquiría vida.

Otra escultura en piedra de esta época es la representación de Huehuetéotl o el dios


viejo del fuego. Se lo representaba sentado y encorvado sosteniendo un brasero en alusión al
fuego del que es protector. El cuerpo se reduce a los elementos más representativos y se
destacan en su rostro la boca desdentada y las arrugas haciendo alusión a la vejez. Hay una
síntesis en la forma a la hora de representar la figura humana, y se observa cómo se
mantienen los mismos elementos iconográficos que en Cuicuilco, elementos que definían al
dios y que eran mantenidos de generación a generación.

Otro ejemplar escultórico de gran tamaño es la Estela de la Ventilla; consiste en una


estructura de cuatro piedras, con incisiones en bajo relieve, que se ensamblan una con otra
mediante el sistema de espigas y enchufe. Se cree que servía para delimitar la cancha para el
juego de pelota en Teotihuacán, o tal vez junto con otra estela servía para definir el arco en
donde se hacían los goles.

También se trabajaron con máscaras rituales o funerarias, que fue uno de los
elementos más representativos de la cultura teotihuacana. Estaba destinada a llevarse como
amuleto (pudiendo ser de tamaño pequeño) o a acompañar al difunto a su tumba y se les
atribuía poderes mágicos. Paul Westheim plantea que al ponerse la máscara, el hombre no
sólo se transforma en el ser representado por ella sino que también pasan a ser parte de él
todas sus cualidades físicas y espirituales, también adquiriendo las cualidades físicas y
mágicas del material con el que estaban realizadas; por otro lado se considera que
representaban la imagen ideal que cada cultura concebía para sí. Como talismán funcionaba
para repeler amenazas, peligros e influjos de otros poderes mágicos. Generalmente las
máscaras presentan dos o tres orificios, uno en cada oreja y otro en la frente, que servían
para adosarla al rostro del cuerpo del difunto. Éste velaría por el alma del muerto
preservándolo de hechizos negativos.

Están realizadas con diferentes materiales como ser piedras finas como el alabastro,
el jade, la calcedonia, el mármol, entre otros, y también de barro o madera. Presentan
características geométricas tendientes a la horizontalidad como se puede observar en los
rostros ensanchados, al igual que la boca y los ojos, la frente cortada a la mitad y el mentón
acortado. Hay una tendencia hacia la síntesis, producto de una cultura que se quiere acercar
más a lo simbólico que a lo superficial (Gendrop y Westheim); aunque en algunos sectores se
puede observar un trabajo más tendiente a lo natural como ser en la nariz. Las obras
presentaban un gran pulido.

Una de las máscaras que destaca es la de Malinaltepec que fue elaborada en dos
períodos, durante el clásico primero en donde la máscara era en su totalidad de piedra verde,
y luego durante el posclásico en donde se le adhirió las piedras preciosas como amazonita,
turquesa y nácar, constituyendo una especie de mosaico; se cuentan más de 700 fragmentos.
Esta reutilización de la máscara da cuenta de la importancia simbólica que le atribuían los
diferentes pueblos a las obras del pasado; se cree que la máscara hacía referencia a la diosa
Chalchiuhtlicue.

Junto con la escultura en piedra surgen las figuras de barro que pasan por diferentes
períodos de desarrollo. Son característicos sobre todo las “cabezas tipo retrato” que se
derivan de las máscaras rituales, y se llaman así por las características naturales que
presentan. También están las figuras tipo danzantes. Posteriormente se empezaron a
desarrollar figuras hechas con moldes como muñecos articuladas cuyas extremidades
estaban unidas al cuerpo mediante hilos, y luego figuras que se piensa representaban a
dioses enanos y regordetes, que presentan a su vez un gran trabajo en el modelado con
características naturalistas en el rostro.

En cuanto a la cerámica, las piezas que más destacaron fueron las de uso ritual y
funerario, ya que eran las que presentaban un trabajo más fino. La cerámica característica de
Teotihuacán era cilíndrica con bordes evertidos, y podía llevar o no tapa; cuando ésta estaba
presente, era predominantemente cóncava rematada por una cabeza. Las paredes eran
delgadas y con un gran pulido. La decoración podía ser con bajos relieves, mediante raspado
desgastando el fondo para que surja el motivo (champlevé) o al temple colocando el color
después de la cocción sobre una capa de estuco, el artesano podía pintar todo o una parte
mediante diferentes métodos siendo característica la técnica del “cloisonné” (colores planos
con contornos oscuros). Los motivos con los que se decoraban las vasijas generalmente eran
los mismos que se pintaban en los frescos de los palacios; los colores predominantes son el
rojo, amarillo, verde, turquesa, blanco y negro. Era característico a la hora de “pintar” repetir
los motivos debido (como lo señala George Kubler) a que la mirada no podía abarcar en su
totalidad la superficie del objeto cerámico. Otra característica de las piezas eran las patas en
sus bases planas.

También se podían combinar bajos relieves con incisiones mediante el esgrafiado,


como en la vasija del Dios Gordo o Mofletudo, donde en una cara de la vasija se observa un
rostro de gran expresividad con la tendencia horizontal que caracterizaba el arte
teotihuacano. Esta pieza contenía en su interior restos óseos de un infante por lo cual se
pensó que tenía una función funeraria; se considera también que hacía referencia al Dios
Mofletudo teotihuacano relacionado con la vida y la muerte.
Pintura

La pintura fue muy importante en Teotihuacán; Dragosky y Mandrini hablan de una


ciudad cromática debido a que tanto los interiores como exteriores de los edificios estaban
pintados, así también las esculturas, con un predominio del rojo y blanco. Muchos murales se
conservan en diferentes palacios como ser el de Tepantitla, Atetelco, el Santuario de los
Caracoles emplumados y Tetitla. Estas pinturas están trabajadas en base al fresco; podía ser
el fresco original en donde se aplicaban los pigmentos sobre una capa de estuco fresco y una
vez que se secaba quedaba la pintura adherida, o la técnica del fresco seco en donde se
pintaba una vez seco el estuco de la pared. La primera técnica permitió una mejor
conservación de los diferentes murales.

Utilizaban diferentes minerales y vegetales para obtener los colores como ser el
hierro, la malaquita, el cobre, la limonita, entre otros. Predominaba el rojo, y también usaban
el blanco, amarillo, azul, naranja y verde; generalmente se aplicaban los colores puros
aunque también podían reducir la intensidad con blanco o rebajado con agua. No hay
gradaciones de luz y sombre, por lo tanto no se crea una ilusión de volumen. Para preparar la
pared disponían de cemento y arena sobre una base de estuco; sobre ella dibujaban el
motivo, pintaban el fondo, luego las figuras y al último realizaban las líneas de contorno. Para
terminar pulían y lustraban la superficie.

El motivo de las pinturas está relacionado con lo mítico – mágico – religioso, y al igual
que en Mesoamérica, tienden a ser impersonales, es decir que no glorifican, exaltan, ni
engrandecen a ningún individuo en particular sino que representan lo que todos conocen, el
mito; y si llegaran a representar a algún individuo, siempre en estrecha relación con el mito, y
sobre todo con los cánones que la cosmovisión mítica establecía. Por otro lado las formas, al
igual que en la escultura y en la decoración cerámica, tiende a una abstracción y síntesis, ya
que la idea es reforzar el valor simbólico quitando todo aquello que desvíe la atención de lo
importante, el mito. A través de las formas gráficos se idearon diferentes significados, que
seguramente eran mejor conocido por los sacerdotes que por la gente común. Por ejemplo
una sucesión de huellas de pies podía significar un camino; la mariposa el símbolo del fuego;
la palabra, el canto o el discurso se representaban mediante una vírgula o voluta, que sería
una especie de vara curva que sale de la boca; una flor simbolizar hermosura; entre otros
signos. El color también tenía un valor simbólico, por ejemplo el rojo simbolizaba la sangre y
el verde jade el agua, ambos de gran importancia en la cosmovisión mítica de Mesoamérica
en general.

En cuanto a la composición espacial, el espacio pictórico precolombino no buscaba


representar una ilusión de espacio tridimensional a la manera del arte renacentista mediante
el uso de la perspectiva con un punto de fuga; el espacio era plano y bidimensional como el
soporte. Si había un uso de perspectiva jerárquica, al igual que el arte egipcio, bizantino o
románico por ejemplo, fuertemente influenciados por su religión. Esta perspectiva consistía
en que las figuras de mayor importancia (generalmente deidades, reyes o sacerdotes) en la
composición eran las de mayor tamaño, mientras que el resto de las figuras estaban
subordinadas a ellas; sin embargo va a encontrarse una excepción en el tratamiento del
espacio en Mesoamérica, específicamente en Bonampak, en dónde se verá la representación
de profundidad mediante la técnica de escorzo. Otra característica que tiene el espacio
compositivo precolombino es que las figuras del primer plano estarán ubicadas en el plano
inferior de la composición, mientras que las figuras que se encuentren “atrás”, ocuparan el
espacio superior de la composición; mientras más atrás este la figura, más arriba del espacio
pictórico se encontrará.

Paul Westheim plantea que en Teotihuacán, en el caso de las pinturas murales, el


tema primordial era el homenaje a Tlaloc y al agua, para que ésta no les falte (fundamental
en poblaciones con economía agrícola) y para darle gracias por la fertilidad de los campos.
Ejemplo de esto se puede observar en el palacio de Tepantitla, ubicado al noreste de la
Pirámide del Sol. El mural de este palacio se puede dividir en dos, en la parte superior se
observa la representación del dios Tláloc en el medio de la composición (también se cree que
es una diosa, Chalchiuhtlicue, o el aspecto femenino del agua), del cual emergen dos árboles
que se consideran cósmicos. Éstos árboles dominan gran parte de la composición y de ellos
salen ramas con flores y agua; se cree que este árbol hace alusión a Tamoanchan, un árbol
florido que se encuentra en Tlalocan, se considera también el árbol de la vida. Otro aspecto
importante que se destaca del árbol es la dualidad, uno de los troncos representaría el
movimiento descendiente de las fuerzas calientes (mitad superior del cosmos), que se
refuerza además con la representación de símbolos ígneos como ser la flor de cuatro pétalos
y la araña; el otro tronco simbolizaría el movimiento ascendente de las fuerzas frías y
acuáticas (mitad inferior del cosmos), que se refuerzan con símbolos acuáticos como las
conchas marinas, anillos de jade y peces, además dentro de este canal se representa a la
mariposa que se cree que asciende. A la vez, esta dualidad entre ígneo y acuático que se
presenta con los árboles, tal vez puede hacer relación a ciertos atributos del dios, que
presenta esa misma dualidad entre agua y fuego con los rayos que anuncian las tormentas y
lluvias. Se observa también que el dios (o diosa), figura mitomorfa, combina aspectos
zoomorfos y fitomorfos, dando la sensación de que el dios es el árbol mismo y que tiene un
aspecto animal en su cabeza con ese pico de pájaro. De las manos del dios surgen gotas de
lluvia que dan lugar a los dos ríos que continúan en el sector de abajo del cuadro, llenos de
elementos acuáticos como conchas marinas, ranas, medusas, etc. El dios está parado sobre
un mar con criaturas marinas, y a sus costados se encuentran dos personajes que se cree son
sacerdotes que portan inciensos y de cuyas manos salen volutas que se cree son los ruegos al
dios para que cumpla su función, para que con la ayuda del agua se pueda fecundar la tierra;
también podrían ser los tlaloques, ayudantes de Tláloc, encargados de repartir la lluvia con
sus vasijas (el trueno simbolizaría el ruido que producen las vasijas cuando se rompen). Hay
que destacar también que la representación de la figura humana es similar a la del Antiguo
Egipto, estando la cabeza de perfil, el cuerpo de frente y los pies hacia afuera dando la idea
de movimiento; los dioses por otro lado son representados de frente. El color de fondo tiene
un valor simbólico, así como todo lo demás; puede simbolizar la sangre de las personas
sacrificadas a Tláloc para obtener de él la lluvia; de esta forma el color representaría un
aspecto del dios, que necesita alimentarse para cumplir sus funciones. El tratamiento de las
figuras tiene más bien un carácter hierático y se encuentran ricamente ataviadas.

Separando las dos representaciones, se encuentra la serpiente emplumada que


simboliza la fecundidad. Debajo se observa la representación del Tlalocan, el “Paraíso
Terrenal” de Tlaloc, donde reina la felicidad. Allí llegan los protegidos por el dios, que son
todos aquellos que murieron por enfermedad incurable y que tuvieron que sufrir más que
otros durante la vida; también van los que murieron por un rayo o ahogados. Es un lugar en el
que se entretienen en el juego de pelota, cazan mariposas, disfrutan de la abundancia que
ofrece el paraíso, hay personajes entonando cánticos, danzando, entre otras cosas. En el
medio de la escena se ve una montaña de la que surgen dos manantiales que luego siguen
direcciones opuestas. Se ve en este caso el tratamiento del espacio en dónde las figuras y
formas que se encuentran en el plano superior de la composición serían las que se
encontrarían “detrás” en relación a las que se encuentran en el plano inferior. A su vez el
tratamiento de la figura humana difiere de la escena superior ya que no es de carácter
hierático sino más bien suelto, algo que se consigue mediante el predominio de la línea
ondulada. Se ve también una escena animada debida a la diversa cantidad de movimientos y
situaciones en las que se encuentran los personajes. Separado de la representación del
Tlalocan, se observa un sacerdote ricamente ataviado y con un tocado que parece
corresponder al de la serpiente emplumada; la figura da la sensación que estuviese cantando
y sembrando.

En Atetelco también se encuentra otro mural en el que destaca una figura de


sacerdote con su vestimenta ceremonial, que se repiten rítmicamente a lo largo de la
composición. Estas figuras se dirigen hacia la entrada del santuario a lo que Sahagún en sus
diarios plantea que eran los sacerdotes de Tlaloc que se dirigían al santuario del dios a pedir
por lluvia. Estos se encuentran dentro de una especie de red formada por el cuerpo de la
serpiente que se entrelaza, creando rombos y desarrollando un ritmo decorativo.

Decadencia.

La decadencia de la ciudad se da entre el 650 y 800 d.C. Hubo diferentes factores


como ser disidencias internas y debilitación religiosa ocasionadas tal vez por cambios
climáticos, por escasez de recursos debido a la creciente tala de los bosques y la erosión del
suelo; la escasez de comida, falta de tierra arable y rebelión contra el creciente militarismo.

También podría haber sucedido que Teotihuacán haya perdido el dominio de la ruta
de la obsidiana, empezando los comerciantes a tomar otras rutas que lo llevaban a otros
depósitos. Esto ocasionaría que perdiera el poder económico, político y militar, y que pasaran
a otros centros como por ejemplo Cholula, Xochicalco y el Tajín. Otros poblados satélites
pudieron también haberse independizado de la influencia teotihuacana.

Pudo haber significado por otro lado un gran costo mantener la ciudad, por lo que
con el tiempo se pudo haber hecho más difícil. También se piensa que fueron invadidos por
grupos nómades del norte.

Así, hacía el 700 d.C., parte de la ciudad fue incendiada por sus propios habitantes y
luego abandonada gradualmente. Piña Chan sostiene que el mito de los dioses arrojándose
al fuego simboliza el cambio de la estructura social de Teotihuacán, pasando de los dioses
pacíficos agrícolas a los dioses del fuego, del Sol y de la guerra, donde el sumo sacerdote ya
no era sólo el jefe religioso sino también militar. Esto también lo menciona Paul Westheim
en su libro “Arte antiguo de México”, planteando que después del nacimiento del quinto Sol
y la Luna, éstos no quisieron salir a cumplir sus funcionas ya que exigían que se les alimente,
luego de cuatro días los dioses reunidos en Teotihuacán, decidieron sacrificarse para que los
astros volviesen a desempeñar su función cósmica. Incluso cuenta la leyenda que los dioses,
antes de crear al sol, introdujeron la guerra, para que aquel obtenga como alimento los
corazones de los muertos en combate y poder seguir cumpliendo con su función. Esto
explicaría la introducción del sacrificio en Teotihuacán, el paso de una sociedad pacífica a
una militarizada y el consecuente abandono de la ciudad. Por otro lado tal vez la
introducción del sacrificio en esta sociedad esté relacionada a la idea del rejuvenecimiento,
ya que se podría haber considerado como necesario para una sociedad que estaba entrando
en su decadencia.
Incluso luego de su abandono, Teotihuacán, fue un gran santuario para diferentes
civilizaciones, por ejemplo los aztecas lo continuaron considerando durante su tiempo como
un lugar sagrado, donde enterraban a sus soberanos.

Bibliografía.

Gendrop y Heyden – “Arquitectura mesoamericana”


Gendrop – “Arte prehispánico en Mesoamérica”
Dragosky y Mandrini – “El arte precolombino”
Paul Westheim – “Ideas fundamentales del arte prehispánico en México”
Paul Westheim – “Arte antiguo de México”
George Kubler – “Arte y arquitectura en la América pre colonial”
Lothrop – “Los tesoros de América antigua”

Mayas clásicos.

La civilización Maya se desarrolló en lo que se conoce como la Región Maya que se


puede dividir en tres regiones importantes:

 Norte: abarca la Península de Yucatán, el norte de Campeche y de Quintana Roo. Es


una zona más bien árida y llana, carente de grandes ríos y montañas. La mayoría de
los ríos son subterráneos por lo que el agua se tiene que conseguir a través de pozos
o cenotes naturales. Las principales ciudades mayas de esta región fueron Uxmal,
Chichen Itzá, Mayapan, Tulum, Cozumel, entre otras.

 Centro: abarca Guatemala, Honduras, El Petén y parte de México. Fue el núcleo de la


civilización Maya clásica; es una zona de abundante vegetación, ríos navegables
como el Usumacinta y arboledas altas que influyeron en la arquitectura. Supieron
adaptar el terreno a sus necesidades, creando redes de drenaje para transformar los
suelos pantanosos en terreno cultivable. En esta región se encontraba el triángulo
Maya, formado por las ciudades de Tikal, Copán y Palenque. También estaban las
ciudades de Bonampak, Uaxactún, entre otras.

 Sur: zona de montañas altas y mesetas elevadas de Guatemala y Chiapas. Se


desarrolló la ciudad de Kaminaljuyú, entre otras.

Las tierras donde se asentaron los mayas eran pobres en minerales. Excepto por la
obsidiana y el jade, no contaban con metales que permitiesen el desarrollo de la orfebrería;
no había oro ni plata. Las balsas procedentes con mercancía de Ecuador y Colombia,
proporcionarían a los mayas los primeros objetos en oro a finales del clásico, así como
también las primeras herramientas de metal.

Se habla de Civilización Maya por los rasgos culturales en común que tenían las
diferentes ciudades que abarcaron el territorio. Los mayas no llegaron a ser un imperio o
gran estado sino más bien ciudades-estado más o menos independientes entre sí. Tampoco
eran pacíficos como se pensaba; a partir del estudio de sus jeroglíficos se pudo saber que se
declaraban la guerra entre las distintas ciudades, realizaban sacrificios de prisioneros, se
enfrentaban en competiciones de juego de pelota, etc. También se erigían monumentos,
palacios y pirámides, no sólo en honor a las divinidades tutelares, sino también para
engrandecer el poderío del gobernante de turno que adquiere carácter de divinidad; de esta
forma el arte no era sólo es colectivo, sino también de glorificación personal.
La organización social era estratificada, campesinos, sirvientes y esclavos se
encuentran en la base de la pirámide social, luego le siguen artesanos y funcionarios, y en la
cúspide se encuentra la nobleza, los sacerdotes-gobernantes, los comerciantes y los
guerreros. El halach uinic era el gobernante supremo, tenía funciones civiles, militares y
religiosas hereditarias y era asistido por un Consejo de Estado; generalmente en los bajos
relieves se lo representaba con un cetro y un bastón ceremonial sobre el pecho. La mujer
podía ocupar posiciones de poder, a diferencia de otros pueblos en Mesoamérica.

Gendrop y Heyden definen a los mayas como los “griegos de América” o los
“Intelectuales del Nuevo Mundo”, ya que desarrollaron y perfeccionaron una serie de
conocimientos muy avanzados incluso para Europa. Desarrollaron un sistema numérico
vigesimal en el que entra la concepción del cero, lo que les permitía elaborar cálculos grandes
con una gran precisión; en este sistema (al igual que el resto de los pueblos mesoamericanos)
el glifo en forma de concha marina simbolizaba el cero, el punto simbolizaba el uno (dos
puntos dos, tres puntos tres, cuatro puntos cuatro) y la raya simbolizaba el cinco. A su vez la
posición de líneas, conchas o puntos, tenían diferentes valores; por ejemplo cuando se
llegaba al 20, la numeración seguía en otra fila arriba de la primera numeración, pero el 20 se
reducía a un punto y la numeración comenzaba de vuelta en la fila de abajo. Con este sistema
pudieron hacer cálculos astronómicos y establecer las fechas exactas de cultivo, del
movimiento de los astros y para datar el tiempo.

También desarrollaron el calendario más avanzado de Mesoamérica y con una


exactitud superior al que usaban en Europa. Consistía (básicamente) en un calendario solar
(haab) de 360 días dividido en 18 meses de 20 días cada uno, más cinco días sagrados o
“nefastos”, y un calendario ritual (tzolkin) de 260 días de 13 meses de 20 días cada uno. Estos
dos calendarios, que funcionaban como grandes ruedas que se engranaban entre sí al girar,
coincidían cada 52 años lo que formaba un siglo mesoamericano marcando el final de un
período y el comienzo de otro. Fue muy importante el fechado y el calendario para los mayas
llegando a fechar monumentos y estelas; a propósito de esto George Kubler plantea que
fueron las inscripciones de calendario en los diferentes monumentos realizados durante la
época clásica maya (inscribían las fechas en que fueron realizados) lo que permitió conocer y
diferenciar de manera exacta los monumentos clásicos de los preclásicos, postclásicos y no
mayas.

Poseían un sistema avanzando de escritura glífica en donde los signos gráficos


individualmente podían significar una cosa, o en conjunto con otros podían significar otra
cosa. Algo característico que tenía la escritura maya es que el signo podía representar, no el
objeto mismo, sino el efecto de ese objeto, por ejemplo un cuchillo podría representar la
cortadura. Fue tan desarrollado que a la llegada de los españoles ya estaban evolucionando
hacia signos de carácter fonéticos. Estos glifos se podían encontrar en templos, palacios,
esculturas, murales y códices, condensándose en estos últimos todos sus conocimientos.

Los códices estaban hechos de la corteza de ciertos árboles y los mayas los llamaban
“analté”, árbol que habla; también se encontraban códices de piel de venado con estuco, o
en tela de algodón. Se conocen tres códices mayas, el de París, Madrid y Dresde, que si bien
fueron realizados en el período postclásico, se cree que son similares a los del clásico.
Contenían fechas de los tiempos de la agricultura, cálculos astronómicos, relatos míticos,
nombres de dioses, etc., y funcionaban (según Paul Westheim) como un inventario de lo
bueno y lo malo que los dioses le deparaban al hombre los 260 días del año del calendario
ritual. Cada semana y hora tenían su deidad y cada día su signo. La interpretación de estos
códices quedaba en manos de la casta sacerdotal, que eran los que conocían en profundidad
el significado de los diferentes signos según el contexto en el que se encontraban. Era
fundamental la interpretación de los códices ya que así se regulaba la vida diaria de estas
comunidades; ninguna actividad se realizaba si el augurio era malo, especialmente en lo
relacionado a la agricultura.

Por otro lado, el uso de los colores en los códices correspondía (como en todo el arte
precolombino) a connotaciones míticos-mágicos-religiosas; por ejemplo en el códice Dresde
las deidades están representadas alternativamente sobre fondos de diferentes colores,
simbolizando los diferentes puntos cardinales. Los colores eran aplicados puros; no querían
dar la sensación de volumen, eran colores planos. Las figuras tenían el contorno remarcado,
una línea continua, podían ser figuras antropomorfas, zoomorfas e híbridas, dando lugar a
imágenes complejas que marcan la gran capacidad de creación de estas sociedades y el gran
desarrollo mítico-religioso que alcanzaron. Se aprecia a la vez la inclinación hacia el dibujo de
los mayas; el manejo de la línea se asemeja a la del arte oriental y así como en Teotihuacán
predomina por sobre todo la línea recta, en la región Maya hay un predominio de la línea
ondulada, que se ve incluso en los bajo relieves.

Tenían un panteón complejo de dioses, con nombres diferentes a los de las culturas
mexicanas, pero con los cuales se podía establecer ciertas analogías. Chac era el equivalente
a Tlaloc; creador de la lluvia, el relámpago y el trueno, tenía también sus tlaloques que eran
cuatro pequeños chac situados en cada uno de los puntos cardinales y que simbolizaban los
diferentes tipos de agua, uno el agua buena que hacía crecer las plantas, otro el agua mala
que con mucha lluvia pudría los alimentos, otro el agua fría que producía hielo y granizo, y el
último simbolizaba la escasez de agua que secaba las plantas. Cada Chac tenía un jarro,
cuando se rompía el agua caía sobre la tierra, y el ruido que hacía al romperse simbolizaba el
trueno. Tenían otros dioses como Itzamna, señor de los cielos, la noche y el día; Hunab Ku, su
deidad suprema invisible; Yum Kax, dios del maíz; Ah Puch, dios de la muerte, representado
como un esqueleto o figura con la carne corrompida; Ixchel, dios de las inundaciones, de la
preñez, del tejido y tal vez de la luna; entre otros. En el post – clásico aparecerá Kukulcan, la
serpiente emplumada, que tenía muchas de las características de Quetzalcóatl, ya que era el
dios de la vida y del viento; fue también un héroe cultural y representaba al planeta Venus.

Al igual que en la cosmogonía del altiplano central, a los dioses había que rendirle
culto y ofrecerles sacrificios, sobre todo humanos, ya que esto permitiría que continúe el
ciclo de la vida; de no hacerlo se corría el riesgo de interrumpir el ciclo, liberar la ira de los
dioses y llevar a la ruina la vida como la conocían. El universo maya está organizado
alrededor de un eje vertical simbolizado por un árbol. Ese eje está entre Itzmaná, monstruo
del universo, e Ixchel, diosa de la luna. En la copa del árbol está el pájaro divino o pájaro
serpiente; la bóveda celeste es sustentada por cuatro divinidades, los Bacabs. Los puntos
cardinales tienen colores asociados; el Chac rojo es el este; el Chac blanco el norte; el Chac
negro el oeste y el Chac amarillo el sur. También los astros y los planetas tienen su símbolo
divino y juegan un papel importante en la adivinación; por ejemplo, el Sol, se representa
como un gran jaguar o asociado a él. Estos dioses astrales tienen diferentes aspectos según
estén levantándose o poniéndose. Otra característica es que todos los dioses pueden
adoptar rasgos de otras divinidades y formar seres compuestos; y cada divinidad tenía sus
propios sacerdotes y rituales.

Los mayas llegaron a construir grandes ciudades para lo cual debieron contar con
miles de obreros debido a la cantidad de piedra que tenían que transportar. Palacios,
pirámides alrededor de plazas y avenidas constituyeron elementos fundamentales en la
planificación urbana Maya; y usaron también grandes avenidas para conectar los diferentes
puntos.

Los materiales que usaron para sus construcciones fueron la piedra caliza que era
abundante en la región; la madera para la construcción de dinteles y la elaboración de
esculturas que se encontraban dentro de los templos; el estuco para la decoración interior y
exterior; morteros a base de cal para mantener unidas las piedras en muros, bóvedas,
alfardas, gradas, etc., sin embargo la técnica para conseguir cal era muy costosa ya que se
necesitaba mucha madera, lo que llevó a la desaparición de la selva que los rodeaba.

En las ciudades también se encontraban observatorios (muy importantes para la vida


Maya), baños de vapor, grandes calzadas rectilíneas y elevadas, canchas para el juego de
pelota, sistemas de desagüe, entre otras edificaciones.

Ciudades mayas – Período clásico.

En el área central de la región Maya se encuentra lo que se llama el triángulo Maya,


comprendido por las ciudades Tikal, Copán y Palenque. Estas tres ciudades fueron las que
mayor desarrollo tuvieron en arquitectura, escultura y en el campo intelectual.

Tikal.

Tikal está ubicado en el departamento de Peten, en el territorio de la actual


Guatemala. Fue uno de los mayores centros urbanos del período Maya clásico y uno de los
más antiguos de este período, fechado según Ivanoff en el 292 d.C. (estela 29). Llegó a tener
una extensión de unos 16 km2, y su zona ceremonial, donde se ubican los principales
templos, monolitos y la cancha de pelota, abarcaba un área de menos de 1 km2 (1200 x 600
metros). En su momento de esplendor, entre el 200 y 900 d.C., tuvo una influencia
considerable sobre ciudades vecinas, contó con decena de miles de habitantes y tuvo
contactos con Teotihuacán.

Fue necesario nivelar el terreno para la construcción de la ciudad y se aprovecharon


los montículos de tierra para las obras altas. Algo característico en la planificación urbana
maya fue que los edificios se agruparon en función de plazas centrales; en el caso de Tikal la
ciudad se articulaba en torno a la Gran Plaza de la Acrópolis Norte. Desde allí surgían grandes
avenidas que servían para el comercio y las procesiones religiosas y apuntaban a los
diferentes puntos cardinales. Alrededor de estos caminos se agrupaban estructuras como
baños de vapor, las casas de los campesinos, canchas para el juego de pelota, plataformas
ceremoniales, terrazas, y muchos otros edificios; también destacaban las aguadas o
depósitos naturales de agua.

Por otro lado, así como en Teotihuacán existía una disposición marcadamente
horizontal para la planificación de la ciudad y de sus edificios, en la región donde se
desarrollaron los mayas clásicos, la disposición era marcadamente vertical. Se cree que esto
tenía mucho que ver con las características geográficas de la región central maya, que en
algunos puntos se notará más que otros. La región se caracterizaba por la presencia de
árboles de gran altura, lo que llevaba a edificar lo más alto posible. Esto tal vez porque
necesitaban observar de la mejor manera el firmamento y sus alrededores, y también
acercarse más a los dioses.
Ivanoff plantea que Tikal era algo más que un centro religioso ya que allí habitaba
una población relativamente densa, sin embargo no llega a clasificarla como un centro
urbano pero afirma que allí habitaron sacerdotes, esclavos y funcionarios de manera
permanente y que éstos dependían de la periferia para su manutención.

Para la agricultura se cree que disponían de un terreno de 500 km2 a los alrededores,
aunque el sitio no era de lo más propicio debido a que no contaban con una corriente de
agua cerca para el desarrollo intensivo de la agricultura, aun contando con el agua de lluvia
almacenada en los depósitos de agua. Ivanoff plantea que una de las principales razones por
la que se instalaron aquí los mayas fue por la gran cantidad de recursos que el bosque les
brindaba, como ser el caucho, el chicle, el copal y la goma del palo mulato. Estos recursos se
usaban en los diferentes rituales y ceremonias, y en regiones como el altiplano central eran
muy requeridos, por lo que en Tikal pudieron comercializarlos y generar grandes riquezas
que contribuyeron al crecimiento de la ciudad. Esto también ayudó a la importación de maíz.

Tikal (junto con otras ciudades) no fue concebida como ciudadela o refugio, lo que
explica la ausencia de edificaciones defensivas. Estaba destinada más bien a recibir las
diferentes procesiones religiosas que aquí llegaban para adorar a los diferentes dioses.

Henri Stierlin plantea que es en Tikal donde el colosalismo de la arquitectura Maya se


manifiesta libremente, y donde aparecen las principales características arquitectónicas
mayas que luego se difuminan por toda la región: la bóveda maya y la crestería. La bóveda
maya, al igual que gran parte de la arquitectura maya, deriva de la forma de la primitiva
choza maya. Ésta está realizada con materiales perecederos y se compone generalmente de
una sola pieza con una única puerta de acceso y sin ventanas, ubicándose toda la estructura
sobre un pequeño basamento y con un techo a dos aguas con una gran inclinación. Stierlin
plantea que a partir de la bóveda maya se trata de imitar la forma de la choza maya.

El sistema constructivo de la bóveda maya, también llamada falsa bóveda o bóveda


en saledizo, consistía en ir reduciendo hacia arriba, a partir de cierta altura (generalmente
después del dintel), el espacio entre dos muros superponiendo hiladas de piedra de manera
que cada hilada sobresalga de la anterior, hasta dejar un pequeño espacio en la parte
superior que era cubierto por una piedra o “losa tapa”. La estabilidad y cohesión de estas
piedras se conseguía por medio del mortero de cal o argamasa, y la forma de la bóveda
variaba según la región.

La crestería (otro elemento característico de la arquitectura maya) eran básicamente


estructuras de mampostería que coronaban los techos de templos y palacios. Éste acentuaba
el sentido de verticalidad de las construcciones y también proporcionaba un peso adicional a
las estructuras. Al igual que la bóveda maya, la forma de la crestería variaba según la ciudad,
y en algunas incluso no se usaba.

Tanto la bóveda como la crestería sirvieron para reforzar la tendencia vertical de la


arquitectura maya, que se notará en algunas ciudades más que en otras. La constante
reedificación de los lugares de culto sirvió también a éste propósito; cada fin de ciclo
calendárico, se construía sobre la antigua estructura. En Tikal se notará más que en otras
ciudades esta tendencia vertical en la planificación urbana.

Stierlin plantea que la arquitectura pétrea Maya está constituida por dos tipos de
edificios: los palacios y las pirámides. Los primeros, destinados a los nobles, eran grandes
construcciones concebidas en un plano horizontal, mientras que las pirámides estaban
destinadas a los dioses y eran concebidas dentro de un plano vertical ya que tenían un
sentido ascensional más marcado.

Las cámaras internas de palacios y pirámides eran similares y estaban relacionadas


con la habitación de la choza maya. Estos espacios internos podían presentar diferentes
características según las ciudades, pero había características comunes que se mantenían.
Generalmente los palacios podían tener un gran número de habitaciones una a la par de otra
aunque muchas veces sin comunicación entre sí, lo que llevaba a que los palacios tengan
grandes dimensiones en el plano horizontal. Las cámaras de los templos generalmente se
reducían a dos o tres, una detrás de otra, con la luz que entraba por la puerta principal como
único medio de iluminación. En los templos de las pirámides, la primera cámara era “pública”
ya que allí se encontraba el sacerdote, a la vista de todos, durante la ceremonia; la segunda y
tercera cámara ya era de uso exclusivo de los sacerdotes y su espacio interno estaba oculto a
la vista de los comunes.

Las pirámides de Tikal llegaron a tener una gran altura, y a diferencia de Teotihuacán,
no necesitaron para soportar el peso de la altura realizar basamentos de grandes
dimensiones. Esto se debió a que los arquitectos mayas reemplazaron el núcleo tradicional
de la pirámide de piedra y arcilla comprimida, por plataformas superpuestas. Usaron grandes
bloques de piedra cuadrangulares o rectangulares, dispuestos y empotrados en las paredes
de sostén y en las de relleno. En cuanto a sus características, las pirámides consistían en una
serie de basamentos superpuestos uno encima del otro con una escalinata de acceso
bastante empinada la cual estaba desprovista de alfardas y con un ángulo de apertura menor
al de los basamentos. En la parte superior se encontraba el templo sobre un basamento con
escalinata de acceso y una única puerta que llevaba hacia el interior. Encima del muro de la
puerta se ubicaba el friso que podía llegar a tener una altura casi igual a la del muro de
entrada, y encima del friso se encontraba la crestería, que en el caso de Tikal era maciza y
surgía de la cara posterior del templo, dando la sensación de arrancar desde el piso y de ser
una especie de trono (tal vez para la divinidad), donde la cresta funcionaría como el respaldo
del asiento. La crestería en Tikal presentaba decoraciones en relieve y servía para acercar el
templo a la divinidad; en muchos casos duplicaba o triplicaba la altura del templo. El interior
del templo, que estaba compuesto generalmente de tres salas, presentaba techos
abovedados. Las molduras salientes o mascarones son otros elementos característicos de la
arquitectura adornando las fachadas de los templos con figuras de significación mítico-
religiosa

En los templos de Tikal se puede observar un predominio de lo macizo por sobre lo


hueco. Esto se debe principalmente al gran peso que debían soportar por la crestería que era
maciza y de gran altura, por lo que se reducía en gran medida el espacio interno y se
dificultaba realizar aperturas en los muros. De esta forma los espacios internos eran
estrechos, oscuros, húmedos y poco propicios para una ocupación prolongada, y sólo
recibían la luz por la puerta principal.

Según Stierlin, las pirámides además de tener una función religiosa, presentaban
también una función funeraria. El autor plantea que construían tumbas subterráneas o en la
base de la pirámide, aprovechando sobre todo las construcciones que realizaban encima de
la estructura en los finales de ciclo. Pierre Ivanoff por el contrario plantea que las pirámides
sólo cumplían con una función religiosa.

Tikal tiene muchos ejemplos de pirámides con una altura considerable. Flanqueando
la Gran Plaza se encuentran el Templo I y II. Éste último, también llamado Templo de las
Máscaras, tiene una altura aproximada de 38 metros y consta de tres basamentos principales
con una escalinata axial para acceder a la parte superior. Allí se encuentra un basamento
pequeño con una escalinata de acceso hacia el templo sobre el cual se levantan los restos de
una cresta que duplica en altitud al templo (se cree que la cresta era más alta). La crestería
tenía grandes volúmenes y relieves que sobresalían de la piedra, aunque en la actualidad no
se los puede apreciar del todo debido al deterioro sufrido por el paso del tiempo. En los frisos
también se trabajaron motivos en bajo relieve que se cree hacían alusión al dios del agua
Chaac, ya que presenta su característica nariz larga y curva. El templo posee tres salas con
una única puerta de acceso por la que entraba la luz; los dinteles de las puertas eran
trabajados con madera finamente labrada.

El Templo I, colocado en el otro extremo de la Gran Plaza, también llamado Templo


del Gran Jaguar, tiene una altura aproximada de 50 metros sobre una base de 35 metros. Se
llama Templo del Gran Jaguar debido a un jaguar que aparece esculpido en uno de sus
dinteles de madera en la tercera cámara. Es considerado uno de los más proporcionados de
Tikal, consta de nueve basamentos (número mágico maya, Paul Westheim plantea que nueve
era el número de los dioses del mundo inferior) con planos de entrantes y salientes que se
van reduciendo rítmicamente hacia la parte superior. Tiene una amplia escalinata empinada
y desprovista de alfardas que conduce hacia el templo; éste tiene una alta crestería que
continúa con los juegos de entrantes y salientes de los basamentos. Bajo esta pirámide se
encontró la tumba de un gran señor de Tikal, llamado Ah-Cacao, que gobernó durante el
período de la ciudad. Alejado de la Gran Plaza, siguiendo por la avenida Oeste, se encuentra
el Templo IV, el más alto de Tikal con 70 metros de altura, que presenta las mismas
características que las otras pirámides escalonadas.

La Gran Plaza, junto con la Acrópolis Norte que presenta una serie de pirámides
escalonadas con las mismas características del Templo I, II y IV, constituían el núcleo religioso
de la ciudad y era donde se llevaban a cabo las celebraciones dinásticas para conmemorar al
gobernante.

Al frente de la Gran Plaza se encuentra la Acrópolis Central que se cree era el centro
administrativo y residencial de la ciudad. Esta acrópolis tiene una disposición más alargada
que la Acrópolis Norte donde los edificios se encuentran más apretados. Los diferentes
palacios y residencias se agrupan en torno a plazas y plazoletas, y a aquí se observa la
tendencia alargada en sentido horizontal, llegando a disponer de un gran número de cámaras
internas. Una de las características de los espacios internos en los palacios es que las cámaras
generalmente no estaban conectadas entre sí. Uno de los palacios destacados de esta
acrópolis es el Palacio Maler que conserva sus techos abovedados con vigas de madera que
lo atraviesan.

Unos conjuntos arquitectónicos que se destacan en la ciudad son los llamados


“complejos gemelos” que consisten en una explanada artificial en cuyos extremos este y
oeste se encontraban estructuras escalonadas con escalinata de acceso a la parte superior
por los cuatro lados. Se cree que aquí se realizaban sacrificios, danzas y también cumplían
funciones astronómicas. Frente a la estructura occidental se solían levantar nueve pares de
estelas y altares desprovistos de esculturas en relieve. Entre las dos pirámides, en uno de los
extremos, se encontraba un recinto alargado con nueve puertas que miraban hacia el otro
extremo en donde se hallaba un recinto con una puerta de acceso que tiene forma de arco
maya. En el interior se encontraban una pareja de estela y altar, trabajada con formas en
bajo relieve, y que marcaba la fecha en que fue construido el complejo. Se cree que estos
complejos se construían cada 52 años, para conmemorar el final de un período.

Tikal fue contemporánea de Teotihuacán y se cree que mantuvieron contactos


comerciales y culturas. Si bien la Ciudad de los Dioses no tuvo una influencia considerable
sobre Tikal, algunos elementos quedaron, como ser el talud y tablero, aunque con ciertas
modificaciones. Por ejemplo, en la Acrópolis Central, se encuentran edificios con la
característica disposición de talud y tablero, aunque rematando el tablero se encuentra un
talud invertido; dentro de ellos se observa relieves “decorativos” con motivos míticos,
mágicos y religiosos mayas.

Las estelas y altares que se observan en Tikal están trabajadas con bajo relieve,
prácticamente planas sin gran trabajo del volumen. Al igual que en la mayor parte de la
región Maya las estelas estaban destinadas a conmemorar a los gobernantes y dignatarios, a
la vez que tenían inscripciones que establecían fechas, eventos importantes, llegada al trono,
construcción de algún monumento, etc. Los personajes aparecían de perfil, ricamente
ataviados con bastones de mando. Las estelas generalmente se encontraban ubicadas al
frente de la escalinata de acceso de las pirámides, también marcaban los principales ejes de
los centros ceremoniales. En la Gran Plaza, entre los Templos I y II, se encontraron un gran
número de estelas y altares que narraban la historia de la ciudad. En los complejos gemelos
también se encontraron ejemplares; destaca por ejemplo la estela 22, en donde en la piedra,
levemente desbastada, se observa al personaje ricamente ataviado con un bastón de mando,
un gran tocado, y rodeado de signos jeroglíficos. Los mayas se destacaban por su trabajo
estilizado de la figura humana, con predominio de la línea curva y tendiente hacia un
naturalismo, aunque no mimético. La figura, que en este caso se trata de un soberano, se
asociaba con elementos simbólicos que la relacionaban con la deidad, ya que éste era una
deidad en sí mismo.

Las estelas de Tikal tenían caras planas, redondeándose levemente en la parte


superior. Al frente de la estela se encontraba el altar que tenía forma de tambor que también
estaba trabajado en bajo relieve, tanto en los lados como en la parte superior, con motivos
mágicos religiosos.

Copán.

Es el más meridional y más elevado (600 m s/nivel del mar) de los emplazamientos
mayas clásicos. Está ubicado en el extremo oeste de Honduras y consiste en una explanada
artificial o acrópolis de más de 30 metros de altura, sobre la que se levanta el centro
ceremonial que ocupa una superficie de 30 hectáreas aproximadamente.

Esta ciudad es más nueva que la de Tikal con una de sus primeras estelas
correspondiendo al año 460 d.C. Está orientada sobre un eje norte – sur y al este se
encuentra el Río Copán, que a lo largo del tiempo y durante las crecidas, terminó
erosionando parte de la acrópolis.

Una de las principales características que presenta Copán es un estilo regional en lo


que se refiere a la arquitectura. No se verá aquí, a diferencia de Tikal, el uso de crestería, por
lo que no habrá una marcada tendencia hacia la verticalidad como en otras ciudades mayas.
Por el contrario, desarrollará un estilo propio en cuanto a arquitectura y escultura, que
supondrá una mayor hibridación entre las dos. A la vez, se observará en diferentes obras, una
composición sobrecargada de elementos que dará lugar a un estilo comparable con el
barroco europeo.

El centro ceremonial se puede dividir en diferentes partes. Por un lado tenemos la


cancha del juego de pelota con un terreno de juego alargado y a los costados las tribunas o
bancas que son rematadas por basamentos. En el extremo superior de estas tribunas se
encuentran tres marcadores (seis en total) que señalan los puntos extremos y centrales de la
cancha. Estos marcadores tienen forma de cabeza de guacamaya (loro), un ave de
importancia simbólica en Mesoamérica que según Eduard Georg Seler era una de las trece
aves que representaban las treces estaciones del cielo y las trece horas del día. Los mayas
consideraban que el Sol, cuando descendía a la tierra lo hacía en forma de guacamaya, y la
luna lo acompañaba en su descenso. Esto refuerza la idea que el juego de pelota estaba
relacionado al movimiento de los astros siendo la pelota el sol y el campo de juego, de
acuerdo a la cultura, el inframundo o el cielo nocturno. A los costados de la cancha se
ubicaban, en la parte superior de los basamentos, templos, tal vez destinados a rituales o
para jugadores o sacerdotes. De los templos en ruina que quedaron se puede observar los
restos de una falsa bóveda maya, como también la cabeza de un guacamayo que sobresale
del friso del muro. En los extremos también se encontraban plataformas elevadas,
escalinatas y templos que podían servir para alojar a los espectadores. Las reglas de juego
podían variar según la región, se podía usar un bate para pegarle a la pelota, o usar la cadera,
los codos y rodillas. Los jugadores usaban una armadura para jugar y se cree que una vez
concluido el juego, eran sacrificados; aunque no se sabe si a los ganadores o vencedores.

Una pequeña pirámide escalonada se ubica prácticamente en el centro de la Gran


Plaza. Es una estructura simple, sin ningún tipo de decoración escultórica. Cerca de la
pirámide se encuentran un grupo de estelas (llamados así por analogía con la arqueología
griega) y altares (que más que una “mesa de sacrificio” como se entendía en Europa, es un
“altar de rango”) realizados en piedra caliza.

En el caso de las estelas (monolitos de piedra), que podían llegar a tener más de 7
metros de alto, tienen en su cara principal un personaje ricamente ataviado esculpido en alto
relieve, mientras que en las caras laterales y posteriores se observan inscripciones
jeroglíficas. Se observan fechas (en el sistema numérico maya) que sirven como puntos de
partida para mostrar como Copán alcanzó su máximo esplendor artístico y cultural en el siglo
XVIII d.C. Se fechaba también el momento en que las estelas fueron realizadas y a la vez
conmemoraban por escrito el paso del tiempo en una secuencia de cinco, diez y veinte años,
y la longitud del año solar y los movimientos de la luna (también se podían encontrar glifos en
los templos).

La Estela A data del año 732 d.C., en su cara frontal se observa un personaje
ricamente ataviado en alto relieve. Se cree que las figuras humanas representadas pueden
tratarse de personificaciones de deidades (George Kubler) o la representación del
gobernante mismo, que también era considerado una deidad. Se observa una cierta
esquematización y estilización en la figura, aunque con un trabajo naturalista patente en el
modelado del rostro y en el trabajo del volumen con una transición suave de las diferentes
partes como ser la boca, la nariz (hoy perdida), los pómulos, el mentón y los ojos (que
conservan una cierta estilización); en las piernas también hay un modelado fino. Este trabajo
naturalista puede estar relacionado con el hecho de que estas obras hayan sido concebidas
como retratos (aunque no del todo realistas) de los gobernantes. La vestimenta se vuelve
muy compleja a causa de los diferentes elementos que la componen, cada parte parece
llevar un mensaje. La vestimenta, junto con el tocado, que prácticamente es el doble de alto
que la cabeza, le confieren a la figura un gran hieratismo. Un mascarón remata el tocado y se
observan diferentes mascarillas en todo el ropaje que tal vez hacen alusión a deidades
mayas. Se puede establecer un canon de cuatro cabezas, siendo la cabeza la parte más
destacada en tamaño de la figura humana. En los laterales se observan inscripciones mayas
que registran fechas, nombres y eventos.

Otra característica de estas representaciones es que se mostraba la figura de frente


pero las piernas de perfil con los pies en direcciones opuestas. Esto obedece, según Tatiana
Proskouriakoff, a un estilo que se desarrolla en el clásico tardío. Copán, por otro lado, tenía la
costumbre de desprender la figura humana lo más que podía del bloque de piedra; incluso la
ornamentación del ropaje es trabajada minuciosamente y con un gran relieve a diferencia de
otras zonas mayas como Tikal por ejemplo en donde se trabaja más bien con un bajo relieve
donde la figura está casi pegada a la superficie. Aquí se ve esa característica barroca.

Junto con las estelas se encuentran los altares. Se destaca el Altar D que representa
una figura zoomorfa como si fuera una suerte de reptil trabajado en alto relieve. El altar tiene
dos caras haciendo referencia al ciclo de la vida y la muerte, la cara norte simboliza la vida y
la cara sur la muerte. Otro altar que se destaca, aunque ubicado en la Plaza Occidental del
centro ceremonial, es el Altar Q. Tiene diferentes interpretaciones, una de ellas que hace
alusión a la astronomía. Se cree que son 16 astrónomos (4 en cada lado) en pleno debate con
motivo de un congreso celebrado en Copán en el 776 d.C. En efecto, esta ciudad era
considerada la Ciudad de los Astrónomos. Fue sede de varios congresos en donde diferentes
sacerdotes-astrónomos se reunían para cotejar sus cálculos y aportar correcciones al
calendario. La medición de los astros y el tiempo era muy importante es esta ciudad; llegaron
a colocar, en dos cerros situados en los extremos opuestos del horizonte, estelas de piedra
que alineadas unas con otras marcaba la línea de la puesta del sol el 12 de abril, fecha que
consideraban la más propicia para iniciar los trabajos de agricultura. En el Altar Q las figuras
de los astrónomos están trabajadas en relieve medio y con un grado de estilización que
marca el ideal de belleza y el canon estilístico de esta sociedad. Se observan rostros
alargados (tal vez relacionado con el maíz y la deformación craneana), nariz aguileña, síntesis
en el trabajo del cuerpo y uso del escorzo en las piernas que dan una leve sensación de
profundidad. Las figuras están ricamente ataviadas para hacer alusión a la importancia de su
status social. Otra interpretación que se hace de este altar es que hace alusión a los 16
gobernantes de la dinastía que condujo a Copán durante el período clásico y en su cara
superior los hechos históricos protagonizados por ellos.

La Gran Plaza remata al sur con unas escalinatas de acceso a los basamentos
superiores y al Templo 11 y la Escalinata de los jeroglíficos. Ésta última es llamada así porque
posee alrededor de 2500 inscripciones jeroglíficas en sus escalones, la inscripción más larga
conocida hasta la fecha en territorio maya. Se cree que son las fechas de las dinastías que
gobernaron Copán entre el siglo VI y VIII. En esta escalinata, se puede observar la integración
de escultura y arquitectura; por ejemplo, en las anchas alfardas de la escalinata, se observa
una serie de relieves que según Gendrop y Heyden representan máscaras de aves estilizadas.
En el medio de las escalinatas se encuentran esculturas de bulto que dan la sensación de ser
personajes sedentes, tal vez sacerdotes. En la parte superior se encontraba un templo; de los
restos del templo se rescató la cabeza de una escultura que representaba al joven dios del
maíz. Esta es una de las obras más refinadas de Copán que muestra un gran naturalismo en la
forma y que da una idea del ideal de belleza de los mayas.
En la Tribuna de los Espectadores, ubicada en la cara posterior del Templo 11 y que
da hacia la Plaza Oeste, también se observa una integración de la escultura de bulto y la
arquitectura, aunque no en un carácter monumental y barroco como en la Escalinata
Jeroglífica. Rematando la tribuna se encuentran dos esculturas de bulto de figuras humanas
con una sonaja en la mano y unas máscaras en el rostro lo que les confiere un carácter
híbrido, grotesco y muy expresivo. La figura tiene el rostro y el torso de frente, y las
extremidades (brazos y piernas) de perfil, y se encuentra colocada sobre un peldaño donde se
observan inscripciones glíficas. Se cree que representan a la divinidad de la tormenta que
lleva simbólicamente el rayo.

En la Escalinata de los Jaguares, que se encuentra ubicada en el Patio Este, se


destacan otras esculturas trabajadas en alto relieve. Se trata de dos jaguares erectos
posicionados a los extremos de la escalinata de manera similar a las deidades de la tormenta
en la Tribuna de los Espectadores. Los huecos en la figura pueden simbolizar las manchas del
felino; por otro lado tienen la misma disposición que las figuras de la Tribuna de los
Espectadores, el rostro con el torso de frente y las extremidades de perfil, además de una
gran expresividad. Estos jaguares a su vez enmarcan un mascarón que se encuentra ubicado
en la parte superior de la escalinata, y que representa al dios solar. Se trata de un alto
relieve, de carácter muy expresivo, y con un tocado que da la sensación de haber sido un tipo
de peinado maya.

En la Plaza Este, al costado de la Escalinata de los Jaguares, se encuentra uno de los


templos más importantes de Copán por la forma en que la escultura está integrada a la
arquitectura, el Templo 22. En las esquinas del edificio se puede observar mascarones de
Chac, el dios de la lluvia, con su típica nariz prominente; está representado con un gran nivel
de abstracción y diferentes elementos simbólicos que hacen alusión a los atributos del dios.
Las siluetas del dios Chac serán luego común en la arquitectura Maya de Yucatán. La puerta
de entrada (hoy en ruinas) conserva suficiente elementos como para saber que se trataba de
unas fauces de serpiente que remataba a ambos extremos de la escalinata de acceso con
lenguas bífidas que todavía perduran. George Kubler considera que las fauces de serpiente
servían para acentuar el carácter celestial de la construcción. En el dintel de la puerta se
encontraban los ojos y la nariz, ambos de aspecto geométrico, y alrededor se encontraban las
garras. Otra característica de la construcción del templo es que no tenía las cresterías
características de la arquitectura Maya; esto también se debe a que Copán no era una zona
de abundantes árboles de gran altura.

Pasando la fachada principal se encuentra el pórtico interior enmarcado por una


decoración esculpida; este pórtico es llamado la “Puerta del infierno” y representa la entrada
al más allá. La decoración muestra a ambos lados unos atlantes arrodillados que sostienen
todo el peso de la ornamentación del pórtico entre los que se destacan duendecillos mayas
en las esquinas superiores que se cree simbolizan los espíritus del maíz. Los atlantes a su vez
están apoyados sobre enormes calaveras, unidas a su vez en la parte inferior por una serie de
glifos. La composición del marco escultórico tiene características barrocas por lo abigarrado
de los elementos, y constituye un caso único en la arquitectura Maya.

Palenque.

Palenque está ubicado en el actual Estado de Chiapas en México, y forma parte de la


cuenca del Usumacinta. Está ubicado en las estribaciones de la sierra de Chiapas (conjunto de
montañas laterales que se derivan de una cordillera y son generalmente más bajas que ésta)
con una abundante vegetación que lo rodea. El centro ceremonial abarca una superficie de 2
km2, está orientado de norte a sur; al norte se extienden las tierras bajas y se encontraron
restos de muros que se cree tuvieron función defensiva, al sur y sureste está protegido por
montañas altas. La ciudad está atravesada por el arroyo Otolum que en su momento fue
canalizado mediante un túnel techado con bóveda maya, para evitar las crecidas y que no
afecte al centro ceremonial. Floreció entre el 600 y 800 d.C.

Palenque pudo desarrollar una arquitectura y escultura con rasgos propios, que
llegaron a expandirse a otros sitios. Esto se podrá observar en sus diferentes construcciones
que se levantan sobre terrazas artificiales. A diferencia de Tikal por ejemplo pudieron
expandir el espacio interno ya que encontraron la forma de alivianar el peso de las
construcciones y no necesitar tanta masa. Este aligeramiento comienza desde la crestería ya
que, a diferencia de Tikal, no se trata de una estructura maciza, sino hueca. El sistema para
realizar la crestería se basa en dos muros calados que se apoyan uno sobre otro y poseen una
suerte de bóveda interna que aliviana el peso; sumado a esto también se observan huecos en
la estructura que aliviana aún más el peso y permite el paso del aire. La crestería se levanta
sobre el centro del techo distribuyéndose el peso de manera equitativa a lo largo de la
construcción.

El peso de las bóvedas también se aligeró debido a la creación de nichos internos en


la misma y la inclinación siguiendo la línea de la bóveda. Estas innovaciones técnicas
permitieron que los muros no tengan la necesidad de ser tan macizos como en Tikal, y
permitió tener espacios internos más amplios y mayor cantidad de vanos (puertas) en los
muros que se reducen a pilares. Estos pilares estaban decorados en el exterior con estuco,
que en el caso de Palenque se conservaron muy bien, y a pesar de que este material que se
componía de recinas diluidas con cal fina no era exclusivo de esta región, Palenque fue
conocida como la “Capital del estuco”.

Otras de las características que tenían las construcciones en Palenque eran un


pequeño santuario dentro del cuarto posterior central, que funcionaba como una unidad
arquitectónica (dentro de la construcción) con paredes, entrada y techo propio y cuya función
era contener el símbolo del culto al que el templo estaba dedicado. También había pequeños
cuartos laterales usados como celdas para los sacerdotes; arquitrabes o cornisas salidas que
permiten el deslizamiento del agua de lluvia, para proteger de esta forma los relieves de
estuco de las fachadas; pequeñas aberturas rectangulares o en forma de T en alusión al
jeroglífico “ik” que significa aire en los muros posteriores o laterales, que además de ventilar
la habitación tenía una función mítico – religiosa que era para que pase el dios del viento.

Todas estas características constructivas se observarán en las diferentes


construcciones de la ciudad. Por ejemplo, el Templo del Sol muestra todas estas
características con el pequeño santuario dentro del templo; en el friso de observa una
decoración en bajo relieve que realizaron con estuco. El Templo del Sol junto con el Templo
de la Cruz y de la Cruz Foliada forman el Conjunto de las Cruces. Se trata de un conjunto
ceremonial de estructuras escalonadas o pirámides, con una única escalinata de acceso (que
a diferencia de Tikal posee alfardas) que conduce hacia la parte superior en donde se ubica el
templo. Se cree que este conjunto fue construido durante el reinado de Chan Balam II, hijo
de Pacal, para conmemorar su ascenso al trono. Cada templo tenía una asociación simbólica;
el Templo de la Cruz estaba relacionado al curso del sol y su recorrido nocturno, que causa
angustia; el Templo del Sol relacionado a la guerra y sacrificio humano para superar la
angustia; y el Templo de la Cruz Foliada relacionado a la fertilidad. Esto muestra como los
mayas también realizaban obras para la glorificación personal del regente (que era
considerado deidad viviente).

Otro conjunto arquitectónico de gran valor era el Palacio, que se levantaba sobre un
basamento en el centro de la ciudad y presentaba amplias escalinatas de acceso en tres de
sus fachadas (norte, oeste y sur) y en el subsuelo se encuentran vestigios del primer nivel de
la construcción, siguiendo la costumbre Maya (mesoamericana) de construir un edificio
encima del otro.

El Palacio se caracteriza por las galerías o pórticos que corren alrededor del edificio.
Se observan las características arquitectónicas de Palenque, techos abovedados e inclinados
siguiendo la línea de la bóveda; la crestería, hoy en ruinas, que se alzan sobre el centro del
techo; nichos internos; muros con amplios vanos que terminan formando anchos pilares;
cornisas que permitían el deslizamiento del agua de la lluvia; ventas en forma de T; y
espacios interiores amplios. Tanto los pilares como los techos estaban recubiertos con
decoración en bajo relieve realizada en estuco y que en su momento presentaron un rico
colorido. Las galerías conectan, después de una pared divisoria, con otras galerías que dan
hacia espacios internos, alrededor de los cuales se organiza el edificio. Dentro del Palacio se
encontró una torre de cuatro pisos que se cree tenía funciones astronómicas o estaba
destinada a tareas de vigilancia. Además de estos elementos importantes del Palacio
también se destacan inscripciones glíficas en los basamentos, personajes esculpidos en
relieves representados de perfil, y los relieves que se encontraban en los frisos.

Otro de los edificios que destaca en el centro ceremonial es el Templo de las


Inscripciones, que se ubica cerca del Palacio. La construcción de este templo se llevó a cabo
durante el reinado de Pacal, el gran rey de Palenque que gobernó la ciudad
aproximadamente 70 años, desde los 12 hasta los 80. El Templo consiste en una gran
estructura escalonada de nueve basamentos rectangulares y una amplia escalinata de acceso
al santuario de parte superior. Éste tiene cinco puertas o vanos de acceso al pórtico interior;
detrás de éste se encuentra el recinto al que se accede por tres puertas. El techo está
trabajado mediante el sistema de bóveda Maya y la parte superior está coronada por una
cresta que actualmente se encuentra en ruinas; aproximadamente llegó a tener una altura de
36 metros.

Se llama Templo de las Inscripciones por los grandes tableros con inscripciones
jeroglíficas en el corredor de entrada al templo, y que contiene la historia del rey Pacal, sus
ancestros y su parentesco con los dioses mayas. Este templo fue construido por Pacal como
monumento a su memoria en vida y para conservar sus restos cuando muriera. Según
algunos autores como Gendrop, este es el único templo edificado con este fin; aunque
Stierlin considera lo contrario ya que se encontraron cuerpos en pirámides de Tikal.

Bajo el enlosado que cubre la plataforma superior se descubrió en 1952, por Alberto
Ruz Lhuillier, una escalinata techada con bóvedas que lleva a la cámara mortuoria de Pacal y
que se divide en dos tramos y lleva a la cripta; contaba también con un sistema de
ventilación. La cripta fue construida primero y luego el templo en la parte superior. La cripta
se encuentra ubicada prácticamente en la base del templo, 26 metros por debajo del
santuario; la entrada estaba sellada por una losa triangular y, sin contar la escalinata de
acceso, la cripta tenía una dimensión bastante grande de 7 metros de largo por 3,5 metros de
ancho y 7 metros de alto, con la clásica bóveda Maya. Dentro de ella se encuentra un
sarcófago cubierto por una enorme losa esculpida de 3,8 x 2,2 metros. Esta sepultura tenía
un peso aproximado de 15 toneladas y seguramente fue introducida al templo mientras lo
estaban construyendo.

En la entrada a la cripta se encontró un entierro colectivo de personas de ambos


sexos que se cree fueron sacrificados para acompañar al monarca al otro mundo. En el
interior las paredes tenían relieves de estuco y en el piso se encontraron dos cabezas
modeladas en estuco que representaban al soberano Pacal. Dentro del sarcófago, una vez
levantada la lápida que lo cubría, se encontró el cuerpo del soberano, cubierto a su vez por
otra losa de forma irregular. Con el cuerpo se encontraron joyas y una máscara de jade (esta
piedra simbolizaba vida, poder y fertilidad) que cubría el rostro del difunto; ésta tiene una
altura de 24 cm, ojos de concha y obsidiana y cerca de 200 piedras. En el interior de su boca
hay un amuleto en forma de T, que se cree simboliza la inmortalidad y también puede estar
relacionado con el dios del viento; otros autores creen que la usaban para proveerse de
alimento en el otro mundo. También encontraron orejeras realizada con jade que semejaban
una flor; pulseras, anillos, un pectoral de varias hileras de cuentas de jade, entre otras cosas.

El sarcófago tenía en sus cuatro caras imágenes esculpidas en bajo relieve que
representaban los antepasados de Pacal. La tapa del sarcófago es uno de los elementos más
llamativos de la cámara por el bajo relieve que se encuentra sobre ella. Se representa a Pacal,
con la postura de un recién nacido, casi en el centro de la lápida, mirando hacia el cielo y
sentado sobre el sombrero del gran monstruo que se ubica debajo de él. Esta figura se ubica
en el nivel inferior o inframundo y representa el dios del sol; su sombrero muestra el signo
Kin del sol, una flor de cuatro pétalos. La nariz del sol es la imagen del mono araña que es el
dios solar. Las quijadas del monstruo son de hueso descarnado. El marco que sostiene la
figura de Pacal, como si estuviera en las fauces, son las quijadas superiores de dos serpientes
descarnadas.

El soberano se encuentra en el mundo de los vivos en su descenso al inframundo, un


camino que siguen todos los que pasan por el mundo de los vivos. Encima del soberano se
encuentra una cruz que representa la ceiba gigante, árbol sagrado de los mayas que se
considera doblemente sagrado cuando brota a la entrada de una cueva; la tumba
simbolizaría la cueva y la entrada al inframundo. La ceiba tiene una serpiente de dos cabezas
enredada en sus ramas; de las fauces de la serpiente salen dos dioses del mundo medio, el
dios “Llamarada” del lado izquierdo y el dios “Bufón” del lado derecho.

El nivel de los cielos se encuentra en la parte superior de la lápida. Una criatura en


forma de pájaro aparece sobre el árbol y según creen los estudiosos se trata de un ave mitad
pájaro y mitad serpiente, que simbolizaría el intermedio entre los cielos y la tierra. Debajo de
su cabeza y cola hay dos representaciones del dios sol.

Henri Stierlin plantea que el sistema cosmogónico Maya está resumido en el bajo
relieve; nos dice que el funcionamiento del universo, los días, la noche, el movimiento de la
luna y del planeta Venus, están representados en los glifos del marco, y Pacal, que se
encontraría suspendido entre dos mundos, sería el organizador del mundo de los vivos y de
los muertos. También se plantea que el relieve simboliza el viaje de Pacal por el inframundo
en donde tendrá que derrotar a los señores de la muerta para luego renacer como dios del
maíz y subir hasta el plano divino. En el bajo relieve domina la línea ondulada y las figuras
estilizadas, sobre todo del soberano que además está trabajado con el canon de
representación Maya con un signo característico de belleza como ser la nariz que continúa
con la línea de la frente y la cabeza deformada.
En el campo de la escultura, los artistas palencanos trabajaron la piedra caliza en un
relieve plano, poco profundo, y modelaron el estuco. No se preocuparon tanto por producir
estelas y altares, salvo algunas excepciones. Trabajaron más el bajo relieve que la escultura
de bulto de la cual se encontraron escasos ejemplares, aunque de gran valor como ser las
cabezas modeladas en estuco de la tumba de Pacal. Se conserva un ejemplar que se cree que
representaba al soberano Pacal; se trata de una cabeza estilizada y de gran naturalismo.
Domina la línea ondulada con un gran trabajo del modelado y presenta un tocado trabajado
con incisiones. Una de las características que muestra es la nariz prolongada hasta la frente
que seguramente obedece a los cánones de belleza maya. Otros autores consideran que las
cabezas hacen referencia a los sacrificios consistentes en decapitaciones.

Sus bajo relieves de piedra se observan en tableros, paneles y lápidas adosadas a las
construcciones. Los estucos también quedan integrados en edificios, como en las cresterías,
pilares, basamentos y muros interiores. Una de las obras en bajo relieve que destaca es la
Lápida de los Esclavos, elaborada en piedra caliza, que en la actualidad se encuentra en el
Museo de Palenque. Esta lápida representa un halach-uinic en el centro, ricamente ataviado,
sentado sobre un cojín soportado por esclavos, que se encuentra en actitud de recibir
ofrendas por las figuras, masculina y femenina, que se encuentran en los costados.

En ésta obra se pueden observar muchas de las características estilísticas del arte en
bajo relieve de palenque. Por un lado el delicado uso de la línea cursiva que da la sensación
que se tratase de un dibujo sobre la piedra. Otra característica era que a la figura humana
generalmente se la representaba con escasa ropa y presenta una gran estilización (que se
consigue a través de la línea cursiva) y una tendencia hacia la naturalización. En esta mezcla
entre lo estilizado y lo natural, representan el ideal de figura humana que ellos concebían. A
través de esta mezcla no dejaban de buscar características propias del representado, como
ser rasgos faciales distintivos, a la vez que incluían la tradición estilística a través de la
deformación craneana y la continuación de la línea de la nariz con la frente por ejemplo. El
uso de la línea cursiva rompe con el hieratismo de la forma, a pesar de que la figura pueda
estar quieta; siempre mediante esta forma de trabajo la figura adquiere un cierto dinamismo
y sutileza. En diferentes obras también se encontraron huellas de pigmento. Por ejemplo
para la piel se usaba el rojo, para el cabello el negro y para los adornos y atributos el azul.

Los temas que se trabajaban comprenden composiciones de grupos, personajes


aislados, cabezas dentro de medallones, escenas representado entronización de
gobernantes, veneración de personajes y símbolos religiosos, serie de vasallos, danzas
rituales, sacrificios humanos, composición simbólica aludiendo a la muerte y resurrección,
motivos religiosos y astronómicos, textos jeroglíficos de contenido calendárico e histórico. En
esta obra se trabaja un tema de veneración de personajes y junto con la presencia de
sirvientes, vasallos y signos jeroglíficos. La figura central está representada con el rostro de
perfil (algo característico en Palenque al igual que en Tikal) y el cuerpo de frente; hay una gran
seguridad en el trabajo de la forma junto con una sencillez y estilización que obedece a los
cánones mayas. Domina la línea ondulada y las manos por otro lado resultan muy expresivas
con la sensación de movimiento de sus dedos; la obra en su conjunto muestra la madurez y
excelencia que había alcanzado el arte de Palenque. La importancia de las figuras se observa
por medio del tamaño de las mismas, siendo la más grande la del medio, la del halach-uinic.
Esta idealización y madurez de la forma también se observa en la lápida que cubre la tumba
de Pacal.

Bonampak.
Es una pequeña zona arqueológica ubicada en el actual Estado de Chiapas en México.
Fue descubierta por exploradores norteamericanos y destaca por las pinturas murales que se
encontraron allí, en efecto el nombre del yacimiento significa “Muros pintados”. Los murales
de Bonampak están entre los más importantes del mundo Maya clásico y mesoamericano. Es
una importante fuente documental para conocer más acerca de la vida diaria de los mayas, a
la vez que de un gran valor desde el punto de vista estético ya que informa acerca del
dominio técnico que tenían, de la riqueza del color, de la expresividad de la línea, del
tratamiento de la figura humana y del espacio.

El templo se compone de tres cuartos, con puertas angostas que miran hacia el norte.
En las tres habitaciones consecutivas de un palacio, los muros y las bóvedas (tras haber sido
estucadas previamente) fueron pintados mediante la técnica al fresco con colores vivos,
representando escenas en las que figura un soberano de Bonampak con su corte. Hay un
predominio de colores naranja, siena, amarillo, ocre, verde, rojo y azul.

Henri Stierlin plantea que tratan acontecimientos históricos relacionados a la vida del
soberano de Bonampak. Primero se trata de la presentación del heredero al trono de
Bonampak; luego de la victoria de las fuerzas de Bonampak en el siglo VIII, especialmente del
señor Chan-Muan, y por último las ceremonias que siguen a la victoria.

El sistema pictórico se basa en el dibujo de la silueta con una marcada línea de


contorno y se colorea la figura con colores planos, sin gradación de luz y sombra que
indiquen volumen. George Kubler plantea que el proceso consistía en dibujar con color rojo
sobre una capa de cal pura, reforzando luego la línea con negro. Utilizaban pigmentos
inorgánicos y no se sabe si pintaban sobre el yeso húmedo o seco. Los frescos originales
fueron afectados por la humedad y quedaron muy deteriorados.

La primera habitación se trata de la presentación del heredero de Bonampak con los


nobles invitados al cortejo; se ve que es una ocasión festiva por la presencia de músicos y
danzantes en una escena cargada de dinamismo. Los murales de la habitación muestran una
sola escena en su conjunto, aunque dividida en varios registros; la lectura que se puede hacer
va de izquierda a derecha.

En el registro superior de la pared de la entrada, hacia la izquierda, se pueden


observar lo que se cree era un sacerdote que está siendo vestido por unos sirvientes; éste tal
vez se prepara para el ritual de presentación del heredero a un grupo de nobles. En el registro
intermedio, debajo de éste, se ven unas figuras sentadas que se cree son sirvientes.
Continuando la dirección de lectura se observan personajes ricamente ataviados, con
tocados que dan la sensación de ser de plumas de quetzal. Estas figuras acuden a la
presentación del heredero que se da en el muro enfrente de la puerta de entrada en el
registro superior. Aquí se observa lo que da la sensación es la corte en presencia del heredero
que es sostenido por un sacerdote o noble tal vez. En el registro intermedio se representan
diferentes glifos que tal vez relatan el acontecimiento. Todas las figuras de este muro
superior se encuentran representadas sobre un fondo naranja que según Piña Chan hace
alusión a la luz nocturna o artificial.

En el registro inferior se representa la procesión de músicos y danzantes que


seguramente está relacionado al festejo después de la presentación del heredero. Esta es una
escena de un gran dinamismo y movimiento donde se puede observar los diferentes
instrumentos y un ropaje de gran colorido. Las figuras se ubican en un fondo azul que se cree
hacen alusión a la luz diurna; Piña Chan plantea que el baile se realiza debajo del agua por el
color azul y por la presencia de elementos florales y tocados de caimán y cangrejos presente
en la composición. Se cree también que las figuras están relacionadas a diferentes deidades
como el dios del viento y del maíz.

Se observa que la forma de representar la figura humana se mueve dentro de un


realismo sintético, es decir que no es necesario mostrar más de lo que se pretende; en ese
aspecto logran un gran nivel de síntesis, no sólo el arte maya sino a nivel general. Son figuras
que tienen una tendencia hacia la estilización a pesar de que se observan rasgos faciales que
pueden diferenciarse unos de otros; pero esta diferenciación es mínima. La estilización de la
forma también predomina por el uso de la línea curva. Las figuras se encuentran en
diferentes actitudes, son representadas de perfil, con ausencia de volumen, todo trabajado
mediante el color plano y la línea de contorno; a través de la línea trabajan el detalle del
ropaje y los tocados. La profundidad espacial se sugiere a través de la superposición de
figuras, aunque se tiende más hacia la bidimensión; hay ausencia de perspectiva espacial de
punto de fuga.

En la segunda habitación (central) representa la batalla librada a fines del siglo VIII (2
de Agosto de 792), con la victoria de Bonampak y la presentación de los prisioneros. Se trata
de un ataque de la tribu Maya contra un grupo de personas de cabello trenzado y piel oscura
Esta cámara se caracteriza por las escenas de gran dinamismo y las figuras en diferentes
poses y muy expresivas, realzando la acción de las batallas; los soldados llevan el atuendo del
jaguar tal vez acentuando su condición de guerreros, mientras que los enemigos están
prácticamente desnudos, como simbolizando que son los mayas los bendecidos por los
dioses. En la escena que se encuentra en la pared de la puerta de entrada, se observa el
sacrificio de los prisioneros capturados en la batalla; en la parte inferior se encuentran un
grupo de guerreros en fila, mientras que en el sector superior se encuentra el príncipe con lo
que parece ser su corte, observando los prisioneros a punto de ser sacrificados. Al grupo de
prisioneros se los observa sufriendo, sensación que se refuerza por la expresión en los rostros
y de los cuerpos (algunos perdiendo sangre), como si estuviesen en actitud de súplica; destaca
la figura del prisionero moribundo representado mediante escorzo ocupando varios
escalones, lo que muestra que si bien no trabajaban con una perspectiva lineal, utilizaban
otros métodos para indicar la sensación de profundidad. Hay que destacar que la
expresividad de las figuras se realza mediante un trabajo seguro de la línea y el dibujo.

En la tercera habitación (oeste) se observa la ceremonia de victoria con la presencia


de dirigentes, músicos, acróbatas, prisioneros capturados en las batallas y sacrificios a los
dioses en agradecimiento por la victoria lograda; también se observa una estructura
escalonada alrededor de la cual se mueven los personajes. Los frescos de Bonampak
sirvieron también para reformular la imagen de la cultura Maya, pasando de ser pacíficos y
puramente intelectuales, a tribus que se hacen la guerra, que buscan la gloria de la dinastía
de turno y que realizan sacrificios sangrientos a los dioses, como el resto de las culturas
mesoamericanas.

Cerámica.

La cerámica Maya pasó por diferentes etapas. En el preclásico era característica la


cerámica tipo mamón, que hace referencia a los cuatro soportes mamiformes, y que no tenía
mucha decoración. Luego en el período clásico aparecen cerámicas en las que se puede
observar cierta influencia de Teotihuacán con las tapaderas y la base trípode, aunque con
decoraciones típicamente mayas. En el período clásico tardío surgen las cerámicas
policromadas, en las que se puede apreciar, además de los colores brillantes y planos, la
destreza en el dibujo que tenía esta cultura; la línea continua, segura y ondulada le daba gran
expresividad a las figuras humanas, que si bien destacaban por su naturalismo, poseían un
gran nivel de estilización. Se observa también integración de formas escultóricas en alto
relieve en las vasijas, ya sea en las tapas o en los lados, que podían ser formas antropomorfas
o zoomorfas, con un gran trabajo del modelado y transiciones suaves en el volumen.

No existen muchos ejemplos mayas de escultura de bulto en piedra; con este


material trabajaron más que nada en bajo relieve o alto relieve. Sin embargo si se
encuentran ejemplos de esculturas de bulto redondo en cerámica, que estaban destinados
más que nada al uso ritual en entierros funerarios, para acompañar al difunto al más allá. En
el cementerio de la isla de Jaina se encontraron muchos ejemplares de escultura de bulto
redondo de tamaño mediano; junto con las pinturas de Bonampak, estas estatuillas
constituyen un documento muy importante acerca de la sociedad Maya, representando jefes
locales, sacerdotes, jugadores de pelotas, etc. Algunas figuras respetan la anatomía humana
realizando obras de un gran naturalismo, mientras que en otras figuras los artesanos se
toman licencias y distorsionan las proporciones humanas, como se puede observar en el
jugador de pelota de torso grande y extremidades relativamente cortas, o en una pareja que
también presenta el torso grande, mientras que los brazos son extremadamente delgados y
largos y las piernas, sobre todo de la figura masculina, anchas. Ambas figuras muestran una
gran síntesis formal y expresividad en sus rostros que dan la sensación de estar inmersos en
lo que están haciendo, captando el instante; por otro lado con la pareja se representa un
momento íntimo, mundano, alejado del simbolismo y la pompa de las otras esculturas. Estas
figurillas son generalmente hechas a moldes, mientras que la ornamentación y los atributos
son añadidos con la técnica del pastillaje y complementando mediante incisiones. Luego de la
cocción, se bruñe para darle brillo, mientras que algunas son pintadas.

El arte Maya fue muy rico tanto en escultura, arquitectura, pintura y cerámica. La
decadencia de la civilización Maya se pudo deber a una rebelión de las masas en contra de las
castas gobernantes que cada día se volvía más degenerada y arbitraria, o a luchas internas de
poder, o a epidemias y sequías, o a agotamientos del suelo, entre otras cosas. Así, las grandes
ciudades del maya clásico fueron abandonadas y perdieron su gloria, mientras que
empezaban a ascender las ciudades de la península de Yucatán.

Bibliografía

Henri Stierlin – “Los Mayas”


Gendrop y Heyden – “Arquitectura Mesoamericana”
Gendrop – “Arte prehispánico en Mesoamérica”
Pierre Ivanoff – “Civilizaciones Mayas y Aztecas”
George Kubler – “Arte y arquitectura en la América pre colonial”
Román Piña Chan – “Los Murales de Bonampak”
Alberto Ruz Lhuillier – “Arquitectura y escultura de Palenque”

2.4 – CULTURAS SOBRESALIENTES. POST – CLÁSICO.

Toltecas.

La civilización Tolteca se desarrolla entre los años 850 y 1150 d.C. en el Valle de
México. Marcan el inicio de un nuevo período, el post-clásico, y el afianzamiento de un nuevo
orden de cosas implicando una ruptura con el mundo clásico (esto según Wigberto Jiménez
Moreno, filósofo, historiador y arqueólogo mexicano). Según Coe, Snow y Benson, el post –
clásico se caracteriza por ser un período histórico, a diferencia de los períodos anteriores. Es
decir que ya existen anales e historias escritas que se compilaron después de 1521, tanto por
españoles como por la intelectualidad nativa. Sin embargo, muchas de las historias de éste
período, están llenas de ambigüedad por lo que se toman con cautela.
Al final del clásico, las principales ciudades de éste período, sufrieron un colapso casi
total por diferentes motivos, ya sean climáticos, institucionales o demográficos. Teotihuacán
se encontraba a fines del siglo VIII en estado de total abandono, mientras que las ciudades
mayas del área central, a fines del siglo IX, fueron paulatinamente abandonadas.
Sobrevivieron algunos centros ceremoniales de relativa importancia como Cholula y
Xochicalco, en las cuáles perduraba todo el conocimiento que se había desarrollado durante
el clásico. En este receso cultural, en medio de un fuerte movimiento migratorio, fueron
surgiendo culturas más jóvenes y vigorosas, que le dieron un nuevo impulso a los elementos
culturales del período clásico que habían quedado diseminados. Dentro de estas corrientes
migratorias surgen los toltecas.

Los toltecas-chichimecas (este último término que hace alusión a tribus nómades o
bárbaras) fueron, en su origen, un grupo guerrero semi nómade que invadieron el Valle de
México contribuyendo a la caída de las culturas clásicas con sus gobiernos sacerdotales.
Según las crónicas indígenas, que mezclan lo histórico con lo mítico, las hordas toltecas-
chichimecas fueron guiadas hacia el Valle de México por Mixcóatl, cuyo nombre significa
serpiente de nube, que fue un gran caudillo. Bajo sus órdenes invaden el valle de México y
van anexando distintas poblaciones, entre ellas sobrevivientes de los teotihuacanos,
formando una sociedad nueva y fuerte, que mezclaban las tradiciones culturales ajenas con
las propias, dando lugar a nuevas formas. Se dice que cuando los toltecas llegaron a
Teotihuacán, quedaron maravillados con la ciudad, prácticamente abandonada, y se
proclamaron sus herederos llegando a incorporar muchos de sus elementos. Sin embargo,
ciertos elementos clásicos no llegaron a recuperarse del todo, y autores como Gendrop y
Dragosky, consideran que los nuevos elementos no llegaron a tener el vigor de los que les
precedieron.

El mito cuenta que durante la incursión de Mixcóatl por el altiplano central, se


encontró con una mujer a la que le lanzó flechas, pero ésta las paró con la mano, por lo que
recibió el nombre de Chimalma que significa “mano de escudo”. Mixcóatl se casó esta mujer
y tuvieron un hijo llamado Ce Acatl Topiltzin que significa Una Caña (por el año de nacimiento
Ce Acatl) Nuestro Príncipe (por Topiltzin). Según Covarrubias Chimalma era representante de
los antiguos aristócratas olmecas; por lo que la unión de Mixcóatl y Chimalma significó una
unión entre una tribu nómada o “bárbara” y otra civilizada, representando esto una relación
clave para definir la nueva organización social del período post-clásico.

Cuenta el mito que cuando nació Topiltzin su madre muere, y su padre es asesinado
por su hermano (el tío de Topiltzin) para acceder al trono. De esta forma Quetzalcóatl es
criado por la familia de la madre en Xochicalco, donde se forma como sacerdote fuertemente
influenciado por el culto al dios Quetzalcóatl. Al crecer, logra vengar la muerte de su padre,
ocupar su lugar como jefe tolteca, tomando el nombre de Ce Acatl Topiltzin Quetzalcóatl o
también Rey sacerdote Quetzalcóatl, en base a la deidad en la que fue criado. Toma los
atributos del dios, convirtiéndose en deidad misma a los ojos de sus contemporáneos.

Los toltecas originariamente eran una tribu guerrera de habla náhuatl, que
veneraban al dios de la guerra Tezcatlipoca, pero al llegar al poder el rey sacerdote
Quetzalcóatl se cambió el culto hacia esta deidad, comenzando una era de relativa paz, ya
que el dios Quetzalcóatl no tenía la belicosidad del dios Tezcatlipoca. Al mismo tiempo,
Quetzalcóatl adquiere nuevos significados más allá de la serpiente emplumada, empezó a ser
conocido también como el lucero del alba (relacionado con el planeta Venus), el dios del
viento, de la paz, del conocimiento y de la creación; incluso llega a prohibir los sacrificios
humanos y ritos sangrientos exigidos por Tezcatlipoca. El Rey Sacerdote traslada la ciudad de
los toltecas hacia Tula, y una vez fundada se inicia una era de prosperidad con importantes
innovaciones como la introducción de la metalurgia (que se cree que llegó desde la región
andina), una renovación técnica, artística y del conocimiento. Incluso el término tolteca hace
referencia a artesano o habilidoso, a ciudadano de Tollan (Tula) y a persona civilizada y culta;
se cree que los artesanos eran los seguidores de Quetzalcóatl mientras que los guerreros de
Tezcatlipoca.

La organización social se diferenciaba de la de las culturas del clásico, ya que el


poder, de carácter hereditario, estaba en manos de un jefe guerrero. Junto con el jefe
guerrero, la aristocracia guerrera tenía más poder y era una sociedad de fuerte carácter
militarista con una actitud expansionista. Llegaron a controlar militarmente diferentes
poblaciones satélites. En el aspecto religioso hubo una mayor importancia del sacrificio
humano, los sacerdotes habían perdido su carácter de clase privilegiada por sobre las demás,
encontrándose al mismo nivel que la casta guerrera; también había burócratas y funcionarios
encargados de las tareas administrativas de las ciudades y comerciantes. Debajo se
encontraba la clase dominada o servil compuesta por artesanos y campesinos. También
fueron muy importante los esclavos que eran los prisioneros tomados de las batallas y que
servían para el sacrificio generalmente.

Tula.

Abarcó un radio de aproximadamente 16 km2 y contó con 30000 habitantes


aproximadamente (según George Kubler). Aunque los toltecas fueron militaristas, su ciudad
no estaba fortificada y estaba rodeada de viviendas, aunque se cree que las residencias
multifamiliares que se encontraron al estilo de Teotihuacán, con habitaciones que miran
hacia un patio interno, pudieron haber funcionado como unidades defensivas, al ser más
bien cerrado al estilo del palacio de Quetzalpapalotl.

La riqueza de la ciudad provenía del acceso que tenía a la obsidiana verde, ya que
controlaban numerosos yacimientos de esta piedra volcánica. La agricultura era su principal
fuente económica, aprovechando la canalización de los ríos, y también tenían una activa
industria textil y un gran intercambio comercial con otras ciudades, que se cree también le
rendían tributo debido a su dominación militar.

Al igual que el resto de las grandes ciudades mesoamericanas, Tula estaba orientada
según los puntos cardinales, de Norte a Sur. Muchos autores consideran que no llegó a tener
la grandeza de las ciudades del clásico, como por ejemplo Teotihuacán; su centro ceremonial
era más bien modesto. Gendrop y Heyden consideran que tal vez se debió a su origen
bárbaro, o por el descenso cultural que se dio en la región debido a la caída de las ciudades
del período clásico.

A pesar de esto llegó a tener un gran impulso creador, presentando importantes


innovaciones estructurales. Por ejemplo, rodeando la plaza principal, se encuentran una serie
de grandes columnatas de mampostería que por primera vez adquieren gran importancia a
diferencia de otras culturas que la usaban de forma aislada, por ejemplo, Teotihuacán usaba
pilares para sostener el techo de un pórtico como en el Palacio de Quetzalpapalotl (también
puede ser salas hipóstilas a la manera griega). Se cree que estos espacios estaban delimitados
por muros y seguramente techados como se pudo comprobar en el Palacio Quemado,
llamado así porque se encontraron restos calcinados del techo de madera que lo cubría. Estas
columnas forman, de las cuales se contaron 54, forman un vestíbulo que funciona como
antesala a la pirámide de Tlahuizcalpantecuhtli y al Palacio Quemado. El aporte tolteca en
esta área fue utilizar espacios techados de carácter monumental para fines cívicos y
ceremoniales.

En el Palacio Quemado había banquetas adosadas a los muros, que presentaban


tableros (¿en la contrahuella?) con bajo relieves en donde aparecen representadas figuras
ricamente ataviadas; tal vez éste era un lugar destinado a la casta dominante. También aquí
se encontró un disco trabajado en mosaico con más de 300 piezas de turquesa y diversas
piedras preciosas, junto con piritas, formando pequeñas flores alusivas a la serpiente de
fuego. Estos discos aparecerán en la parte posterior de los atlantes, como elementos alusivos
a lo militar.

Alrededor de la plaza se encuentran dos pirámides escalonadas. La más grande es la


Pirámide del Sol que consta de 5 basamentos y taludes que sobresalen a los lados de la
escalinata, que al igual que en Teotihuacán, poseen alfardas. Más conocida es la pirámide
norte que se encuentra a la par del Palacio Quemado, la Pirámide de Tlahuizcalpantecuhtli,
denominación tolteca para Quetzalcóatl y uno de sus atributos, el del lucero del alba o
planeta Venus. Tiene cinco cuerpos con una escalinata de acceso amplia en la cara sur,
bordeada de alfardas; las caras de los basamentos están recubiertas de piedra sin labrar de
las que sobresalen viguetas que tal vez hayan servido para sostener el tablero. De éste último
quedan ejemplos en la cara Norte y consistían en tres niveles, en el nivel inferior un talud; en
el nivel intermedio un entablado de bloques cuadrados que constituían un juego de
entrantes y salientes, con máscaras de águilas y halcones devorando corazones humanos que
se ubicaban en los bloques salientes, y en los bloques entrantes máscaras del planeta Venus
que consistía en el rostro de un hombre que asomaba de las fauces de un jaguar que a la vez
tenía lengua bífida y un abanico de plumas; por último un nivel superior en el que corría un
friso ininterrumpido en el cual se representaban rítmicamente jaguares y coyotes que
pueden haber hecho referencia a órdenes militares, las representaciones eran muy
esquemáticas y tendientes hacia una geometrización e hieratismo, destacando sólo lo que
hacía referencia a la idea mágico religiosa que querían simbolizar.

En la parte superior de la pirámide se encontraron pilares y columnas que sostenían


el techo del templo al estilo de las cariátides griegas. Entre ellos destacan los cuatro colosos
conocidos como los Atlantes de Tula, de aspecto cilíndrico, que representan guerreros y/o
cazadores, con lo que se cree la indumentaria característica de los soldados (o cazadores)
toltecas, como por ejemplo la pechera en forma de mariposa en alusión al planeta Venus o al
dios fuego, la rodela o escudo en la parte posterior con una cabeza en el medio que podría
representar una suerte de cabeza trofeo, y armas como lanza dardos y cuchillas de pedernal
en los laterales, bolsas de caza, ligas en pantorrillas y tobillos y una especie de sandalias en
los pies, y un tocado en la cabeza. Estas figuras destacan el espíritu militarista de esta
sociedad y del período postclásico; George Kubler plantea que estos Atlantes podrían haber
simbolizado la guardia del templo.

Los Atlantes tienen 4,6 metros de altura y son para ser visto desde todos los ángulos,
tanto frontal, lateral y posterior; los diferentes elementos que constituyen al Atlante se
distribuyen simétricamente alrededor de un eje vertical y poseen un carácter hierático que
destacan la majestuosidad de los soldados. El tratamiento de la figura gira alrededor de una
síntesis de la forma, del trabajo en bajo relieve y el uso de la línea de incisión para
representar los diferentes elementos ornamentales y simbólicos, aunque también se observa
en el rostro y en la curvatura de la piedra un trabajo suave del volumen. Estas figuras fueron
construidas mediante el sistema de embonado y ajustado mediante el principio de caja y
espiga; en efecto cada atlante está formado por cuatro bloques que fueron ensamblado uno
encima del otro.

Delante de los Atlantes se encuentran dos columnas, o restos de columnas, de


carácter serpentiforme de las que sólo se encontraron los tambores. Estas columnas tenían la
representación, mediante incisión, de Quetzalcóatl; se encontraban pintadas y marcaban la
entrada al templo. Se cree, por las columnas que se encontraron en Chichen Itzá, que la
cabeza estaba apoyada en el piso con las fauces abiertas y con la cola de cascabel sostenía el
dintel de entrada al templo. George Kubler plantea que estas columnas serpentiformes son
únicas en la historia de la arquitectura, por la forma en que están dispuestas, siendo la base
la cabeza de la serpiente y la cola la que se ubica en la parte superior. El autor cree que
simboliza la conexión entre las zonas altas y bajas del universo. En vez de soportar una carga,
la serpiente tolteca desciende del cielo para esparcir en la tierra los dones celestiales;
también simbolizaría al Rey Sacerdote, que para los toltecas y otras culturas del post clásico,
fue el encargado de marcar el inicio de los grandes avances culturas (escritura, sistema
numérico, calendario, etc.) También simbolizaría la supervivencia de ciertos atributos de la
serpiente emplumada de Teotihuacán, como dios de la lluvia y la vegetación; y la unión de los
pueblos guerreros y nómades con los civilizados y sedentarios.

Detrás de los Atlantes se encuentran cuatro pilastras cuadrangulares, también


trabajadas mediante el sistema de caja y espiga, con representaciones en bajo relieve de
soldados. George Kubler plantea que son la continuación de la guardia del templo, junto con
los Atlantes. También hay figuras de atlantes pequeños con las manos arriba destinadas a
sostener altares. Éstas son figuras policromadas trabajadas en bajo relieve con lo que parece
ser otra vestimenta de los soldados toltecas (o de sirvientes). Se observa en ellas un gran
hieratismo y tendencia hacia la síntesis y geometrización.

Complementando la Pirámide de Tlahuizcalpantecuhtli se encuentra, detrás de ella,


el Muro de Serpiente o Coatepantli. Se cree que pudo haber tenido la función de aislar el
área sagrada del resto de la ciudad. El muro remata en motivos calados que tienen forma de
G haciendo alusión, según Gendrop, a la concha de un caracol marino, uno de los atributos de
Quetzalcóatl como deidad del viento. En la parte central del muro se encuentra las
representaciones, rítmicas, de serpientes persiguiendo esqueletos y de la greca escalonada.

También se encuentran dos canchas para el juego de pelota, una es de grandes


dimensiones, de 116 metros de largo. Gendrop y Heyden señalan las similitudes que tienen
con las canchas de Xochicalco, lo que podría marcar la influencia que tuvo este centro
cultural en Tula y en la formación de Quetzalcóatl.

Otra estructura que destaca en Tula y que será común a todas las sociedades
militares del post – clásico es el altar de cráneos o Tzompantli. Se trata de un altar decorado
con cráneos y huesos en bajo relieve que recorren la cara de los muros. Se cree que se usaba
para apilar y ensartar los cráneos de los sacrificados; funcionaba también para dar un
mensaje a las comunidades dominadas por estos pueblos militares. En este caso se observa
como alternan calaveras humanas con volutas que salen de sus bocas con huesos cruzados.
Junto con estas estructuras, trabajaron también formas escultoras de pequeño y
mediano tamaño. Las que se destacan son los llamados Chac mool (los descubridores le
dieron este nombre porque pensaban que se trataba del soberano Chac) que se cree eran
altares o piedras para los sacrificios; cosiste en un personaje con el cuerpo recostado con la
cabeza de costado y que sostiene algo en su abdomen parecido a una bandeja en la cual se
podría haber depositado o el corazón o la cabeza del sacrificado. Gendrop plantea que podía
tener relación con el plante Venus, con deidades del fuego o de la lluvia. Estos personajes
podían estar ubicados en espacios abiertos o dentro de templos. Están trabajados de forma
esquemática, con un marcado hieratismo y tendiente a la síntesis.

Entre otros trabajos en piedra que se encontraron destaca una imagen de una figura
con atributos del dios del agua Tlaloc, que se presenta de pie, con una armadura con cuentas
que se cree hacen alusión a las gotas de agua que también se observan en la cabeza de Tlaloc
en Teotihuacán, en la Pirámide de Quetzalcóatl. En el rostro se observa la iconografía
característica del dios en los ojos, con los dos círculos o anteojeras, que se cree hacen alusión
a las serpientes de agua totalmente esquematizadas; se comprueba lo que plantea
Westheim, en como la síntesis de la forma hace alusión a una cosmovisión que se va
volviendo cada vez más compleja y que se aleja de las representaciones naturalistas, ya que
no las considera necesarias para representar los atributos del dios. La figura presenta una
lanza en la mano derecha y se cree que en los tiempos toltecas, esta deidad estaba
relacionada a la guerra; también es un ejemplo de cómo perduraron ciertas deidades
características de Teotihuacán.

En una Estela se observa la representación del dios Quetzalcóatl trabajado en bajo


relieve sobre lo que parece ser una especie de pilar. Se lo representa con una cara humana
emergiendo de las fauces de una serpiente, y toda una serie de elementos esquematizados
alrededor, con significados míticos religiosos. También se encontraron cabezas de serpiente
con mezclas de felino y lengua bífida, trabajadas esquemáticamente, que se cree que
funcionaban como tronos de los dignatarios toltecas o como piedras para el sacrificio.

También trabajaron con la cerámica y figuras de barro, en donde destacan sobre todo
ejemplares de carácter plomizo o tipo plumbate, por dar la sensación de estar vitrificada
gracias a la pintura aplicada y a la cocción a altas temperaturas. Dentro de su producción se
encontraron vasijas con la efigie de Tláloc de carácter monocromático y con decoraciones
geométricas y técnicas de incisión y pastillaje con base trípode; se destacan sobre todo los
círculos alrededor del ojo que hacen alusión a la serpiente acuática. Destaca también una
figura hueca que presenta un rostro que emerge de la boca de lo que se cree un coyote; tal
vez hace alusión a una casta de guerreros con un yelmo de coyote. La pieza está elaborada
sobre un molde de cerámica recubierta de conchas marinas; se encuentra trabajada en base
a un naturalismo sintético. Puede representar también la dualidad entre el hombre y el
animal.

Se encuentran también motivos zoomorfos como ser una especie de perro o coyote
tal vez, trabajada de manera naturalista, o tendiente hacia una naturalización, y con motivos
grabados; siempre del tipo plomizo.

Los toltecas fueron considerados como creadores de una cultura maravillosa por
culturas posteriores, incluso el emperador azteca Monctezuma se consideraba descendiente
de los toltecas. Tula fue una capital importante durante los comienzos del post – clásico y
llegó a dominar un territorio extenso, convirtiéndose en modelo de otras ciudades. El arte
desarrollado en Tula se caracterizó por reemplazar al sacerdote por el guerrero, marcando la
tendencia militarista del post – clásico.

El gran dominio de Tula se debió en gran manera, según el mito, al impulso creador
del Rey Sacerdote Quetzalcóatl. Sin embargo, se cree que, a finales del 900, hubo un conflicto
entre los toltecas seguidores del dios de la guerra Tezcatlipoca y los toltecas seguidores de
Quetzalcóatl, que abogaba por la paz y que no se practicase el sacrificio. Según el mito,
Tezcatlipoca fue al palacio de Quetzalcóatl disfrazado de comerciante y le mostró un espejo
en el cual se vio cubierto de llagas. Aterrado por la imagen, aceptó un vaso de pulque, bebida
alcohólica, que le ofreció Tezcatlipoca asegurándole que le curaría sus heridas. En realidad
fue un engaño ya que Quetzalcóatl se emborrachó y descubrió, a la mañana siguiente, que
había roto su voto de castidad al haber llevado a una sacerdotisa a su cámara. Esto hizo que
se viese como un humano y que no se sintiese digno de seguir siendo el jefe de Tula, por lo
que abandonó la ciudad con sus seguidores.

Según el mito partió hacia la región maya de la Península de Yucatán, en donde


fundó, o contribuyó, al desarrollo y crecimiento de Chichén Itzá, la gran ciudad maya que
muchos estudiosos consideran la versión mejorada de Tula. Se cree que Quetzalcóatl
prometió volver a la región del altiplano central, desde el Este. Esto fue un aspecto
fundamental del mito mesoamericano que contribuyó, en parte, a la caída del Imperio
Mexica, ya que la llegada de Hernán Cortés se produjo desde el Este y justamente en el año
Ce Acatl, que coincidía con el año de nacimiento de Topiltzin, el rey de Tula.

La caída de Tula, por otro lado, se dio entre los siglos XII y XIII, debido al acecho de
tribus chichimecas, que en realidad hace referencia a las tribus nómades del norte del
altiplano central; los toltecas en su momento también fueron chichimecas. Según George
Kubler, el período que va desde la caída de Tula hasta el surgimiento de México –
Tenochtitlán, se denomina período chichimeca; tal vez porque no logró imponerse ninguna
tribu en la región del México central. Es un período en donde el valle central estaba en
disputa entre muchas tribus, en donde todas buscaban territorios y alianzas entre las ruinas
de la civilización tolteca.

Bibliografía

Gendrop y Heyden – “Arquitectura Mesoamericana”


Gendrop – “Arte prehispánico en Mesoamérica”
George Kubler – “Arte y arquitectura en la América pre colonial”
Coe, Snow y Benson – “América Antigua – Civilizaciones precolombinas / Volumen 1”

Mayas-Toltecas.

La civilización Maya – Tolteca tuvo su desarrollo en la Península del Yucatán durante


el post – clásico. En la región maya, el sector norte que comprendía Campeche, Quintana Roo
y la Península de Yucatán, estuvo habitado por diferentes ciudades mayas durante los
diferentes períodos cronológicos de Mesoamérica. Antes de que las influencias toltecas
llegasen a la región, hubo contactos entre los pueblos mexicanos del valle central y los
pueblos mayas. En el período clásico, la región maya estableció relaciones comerciales y
culturales con Monte Albán, Teotihuacán y el Tajín; especialmente a partir de un
asentamiento teotihuacano en los Altos de Guatemala en Kaminaljuyú. Sin embargo, en el
período clásico, sobre todo en el área central maya, la influencia no fue significativa; tal vez
más en el sector norte de la Región Maya.
Existieron también grupos humanos mayas que tuvieron un mayor contacto con la
región del altiplano central facilitando el intercambio cultural. Éstos eran los putún, un grupo
agresivo de comerciantes y marinos, de mezcla maya y náhuatl, que se diferenciaban de los
mayas septentrionales por su escaso interés por las artes. Este grupo fue adoptando
costumbres mexicanas y dominaban toda la ruta de comercio en torno a la Península de
Yucatán. Una rama de los putún, los itzá, llegaron a dominar diferentes centros en la
península, entre ellos Chichén; por eso se llamará Chichén – itzá. En esta ciudad se verá
plasmada esa mezcla cultural de la cual descendían.

Por otro lado, se considera que, durante la hegemonía Tolteca en el altiplano central,
la influencia cultural de Tula se extendió por gran parte de Mesoamérica, por lo que también
Chichén debió haber recibido algo de influencia. A su vez, según las crónicas y el mito, cuando
el Rey Sacerdote Quetzalcóatl es expulsado de Tula, se cree que él, junto con sus seguidores,
llegaron hasta Chichén Itzá e impusieron los rasgos culturales del altiplano central, que se
mezclarán con los rasgos culturas mayas, y formarán un estilo único potenciando el
desarrollo de la ciudad y provocando, según palabras de Stierlin, un renacimiento de la
misma. Esta ciudad tendrá una gran semejanza con Tula y un culto hacia una serpiente
emplumada de nombre Kukulcán que sería el nombre maya dado a Quetzalcóatl.

Ahora bien, con la llegada de las influencias del altiplano central al sector Norte de la
Región Maya, se va a producir una hibridación con las formas y estilos que ya existían en esa
área geográfica. En efecto, en esta Región Norte, va a haber una mayor preocupación por el
espacio interno que en el área central Maya, y se van a desarrollar tres estilos que van a
caracterizar la arquitectura maya: el estilo Chenes, Río Bec y Puuc. Los dos primeros estilos
(Chenes y Río Bec) se desarrollarán en la zona de Campeche y Quintana Roo, el primero al
noroeste de esta región y el segundo más al sur. Esta región también será un sector de
contacto entre la Península de Yucatán y el área central maya de la zona del Petén. El estilo
Chenes se caracterizará por ser más bien barroco mientras que el de Río Bec será más
despojado, más sobrio, aunque hay autores como Gendrop y Heyden que señalan que es
difícil establecer una diferenciación clara entre ambos estilos, ya que a veces ambos se
pueden presentar con un fuerte carácter barroco.

El estilo Puuc, por el otro lado, se presentará en la Península de Yucatán y se


caracterizará por una mezcla entre el estilo Chenes y Río Bec, por lo que será más equilibrado
y se moverá entre lo sobrio o liso y lo ornamental. Ejemplos de éste estilo puro se podrá
encontrar en algunas construcciones de Chichén Itzá.

Chichén Itzá.

La ciudad de Chichén Itzá se encuentra ubicada al norte de la Península de Yucatán y


su nombre significa “Boca del pozo (Chichén) de los brujos del agua (Itzá)”. El centro
ceremonial está orientado de Norte a Sur, o mejor dicho de noreste a suroeste, aunque hay
ciertos edificios que se extienden hacia el oeste. George Kubler plantea que las diferentes
estructuras se encuentras más bien dispersas, y el tamaño en total del centro ceremonial
equivale a la mitad de Teotihuacán. El centro ceremonial está ubicado en un terreno llano
por lo que habrá una mayor disposición hacia la horizontalidad en el planteamiento de las
diferentes estructuras y en la concepción urbanística; ésta disposición también tendrá que
ver por la influencia tolteca, que a la vez recibieron de Teotihuacán.

La llanura caliza donde se ubica Chichén Itzá se caracteriza por la presencia de


cenotes, al igual que toda la región de la Península de Yucatán. Los cenotes eran pozos de
agua de los cuales se conseguía el agua. Aquí se distinguen dos cenotes principales; uno para
el uso diario que se conocía por el nombre de Xolotl, de dónde los habitantes conseguían el
agua; el otro era de uso ritual y estaba reservado para las ceremonias religiosas. Allí se
hacían sacrificios humanos arrojando jóvenes al agua; también se ofrendaban objetos
cerámicos y joyas.

Henri Stierlin considera que Chichen Itzá atraviesa por dos fases constructivas. La
primera será puramente Maya y se dará principalmente durante el período clásico. El estilo
predominante será el Puuc y se observará en los edificios conocidos como la Casa de las
Monjas, nombre dado por los españoles por su similitud a un convento y Templo de los Tres
Dinteles.

La Casa de las Monjas es un complejo de estructuras construidas durante el período


clásico, que muestra una mezcla entre lo barroco en la ornamentación y lo sobrio en los
muros; característico del estilo Puuc. La ornamentación se observa a partir del friso, en
dónde destaca la representación de mascarones del dios Chaac, deidad maya del agua. Éste
se representaba con la típica nariz prominente en forma de gancho y trabajado en base a una
gran abstracción; se incluían en su representación ciertos elementos relacionados al agua
como ser formas de moluscos o círculos cerca de sus ojos que se cree simbolizaban gotas de
agua. Además de otros signos de carácter jeroglíficos, presenta a lo largo del friso de la
cornisa, la greca escalonada, que se cree es una representación abstracta de la serpiente o de
las olas del agua; aunque también la serpiente se relaciona al agua. Paul Westheim plantea
que también puede simbolizar una de las propiedades del agua y de su dios, el rayo, y a la vez
relacionado con el fuego por lo que se representaría esa dualidad inherente al pensamiento
del mundo indígena precolombino. También se observa en el friso superior ciertos elementos
que dan la sensación de ser mazorcas de maíz, alimento que constituía la base de la
economía de las grandes poblaciones agrícolas; otra interpretación podría estar relacionado
con el cuerpo zigzagueante de la serpiente. El techo remata con una especie de crestería en la
que se observan de vuelta máscaras de Chaac y grecas escalonadas que corren en sentido
inverso a la greca inferior.

En uno de los edificios, en el sector de los muros, se puede observar una especie de
calado o enrejado, que seguramente habrían servido para el ingreso de luz hacia las
habitaciones; tal vez podrían haber simbolizado cuerpos de serpiente entrelazadas, ya que
según Westheim no hay nada puramente decorativo en estas sociedades. Otra de las
construcciones muestra todo el muro con mascarones de Chaac; elementos que dan la
sensación de ser cuerpos entrelazados de serpientes; formas en damero que pueden
simbolizar gotas de agua; narices del dios Chaac que enmarcan la entrada; entre otros
elementos. Esta estructura tiene un carácter mucho más barroco, tal vez más relacionado
con el estilo Chenes; también puede haber sucedido que ésta estructura haya servido para
fines rituales.

En el Templo de los Tres Dinteles también se observará esa característica de los


edificios Puuc; un sector inferior más bien sobrio y luego un sector superior cargado con
elementos como ser los mascarones del dios Chaac y un enrejado a base de un calado, junto
con una cornisa acompañado de formas que dan la sensación de ser el cuerpo de una
serpiente en zigzag. Otra característica son los bordes redondeados de las esquinas.

En estas estructuras, se observa una representación en serie de mascarones del dios


Chaac. Tal vez esto se debía a la dificultad para conseguir agua suficiente para el desarrollo
de la agricultura, ya que la Península de Yucatán es una zona más bien semi – árida en donde
el agua sólo se consigue a través de cenotes. De esta manera la representación del dios
Chaac podría haber funcionado como una especie de ofrenda, o para encomendarse a su
protección y que el agua nunca falte.

La segunda fase o etapa constructiva que menciona Stierlin es la de las influencias


toltecas que se desarrollará durante el post - clásico. En este período la ciudad se consolidará
como uno de los principales centros de poder de la península de Yucatán; sobre todo a partir
de la revitalización que tendrá con las influencias toltecas. Paul Westheim plantea que los
toltecas fueron llamados como tropa auxiliar para someter un alzamiento, y habiéndolo
logrado, los mercenarios se impusieron como la casta dominante. Éstos introdujeron las
mismas ideas que desarrollaron en Tula, y gracias a los artesanos mayas llegaron a construir
una ciudad que muchos consideran una versión ampliada y mejorada de Tula, con un arte
que mezclaba el estilo Puuc con las influencias del altiplano central.

Será característico en esta etapa el culto a la serpiente emplumada o Quetzalcóatl,


conocida como Kukulcán en el área maya. La serpiente se observará en la mayoría de las
estructuras. Según Paul Westheim esto también obedece a una intencionalidad política, ya
que los toltecas querían demostrar la superioridad de su dios. El autor, al igual que Vaillant
en la “Civilización azteca”, considera que era común en la américa prehispánica que los
pueblos vencidos adopten las deidades del pueblo vencedor al considerarlas más fuertes que
las propias. Explica que así los diferentes cultos de los diferentes pueblos se extendieron por
Mesoamérica; y también explica que, por éste pensamiento predominante en las culturas
prehispánicas, fue relativamente fácil la aceptación del cristianismo por las diferentes tribus
indígenas, al considerar a la deidad de los españoles superior a la propia.

Los edificios adquirirán mayor monumentalidad y una tendencia marcada hacia la


horizontalidad. Se observará el uso del sistema de talud y tablero que los toltecas heredaron
de Teotihuacán; el uso de pilares y columnas de Tula que se combinarán con la falsa bóveda
maya y que permitirá ampliar los espacios internos, ya que los pilares y columnas
reemplazarán a los muros internos en gran medida (las bóvedas se apoyarán sobre los
pilares/columnas); la presencia de la figura del Chac Mool; la estructura conocida como
Tzompantli o altar de cráneos que se vuelve características de las culturas guerreras del post
– clásico; bajo relieves en los cuales se representarán castas de guerreros y águilas y jaguares
devorando corazones. Además de estos elementos formales, Stierlin señala que hay un
incremento de los sacrificios humanos y de la militarización de la sociedad con las diferentes
castas de guerreros que ascienden al mismo nivel que la casta sacerdotal.

Los edificios correspondientes a esta fase serán: El Caracol, El Castillo o Templo de


Kukulcán, la cancha para el juego de pelota, el Templo de los Tigres y de los Jaguares, el
Templo de los Guerreros, las Mil columnas, el Tzompantli y la Pirámide del Sumo Sacerdote.

El observatorio astronómico es uno de los edificios más característicos de Chichén


Itzá. También es conocido con el nombre del Caracol por su disposición interna en formas
espiraladas y la presencia de una escalera de caracol. La estructura se alza sobre dos
basamentos que no se encuentran alineados entre sí. El primer basamento o plataforma
presenta una amplia escalinata de acceso con alfardas que la delimitan, y con la presencia de
cabezas de serpientes en bulto con sus fauces abiertas que rematan la parte superior de las
alfardas; este elemento es típicamente tolteca junto con las alfardas de las escalinatas. El
basamento o plataforma superior, también presenta una escalinata de acceso con alfardas,
aunque dividida en dos por lo que parece ser una especie de nicho. Se cree que bordeando la
plataforma superior se encuentran cabezas de guerreros toltecas.
El observatorio presenta una planta con tres círculos concéntricos. El primer círculo
que correspondería al muro exterior, presenta cuatro aperturas o puertas orientadas en
dirección a los puntos cardinales. El segundo círculo o cilindro que correspondería al muro
interior, presenta también cuatro aperturas orientadas hacia el noroeste, noreste, sudoeste
y sudeste. El tercer cilindro presenta una escalinata de acceso en forma de espiral hacia la
cámara superior. El Caracol presenta bóvedas mayas que recorren los pasillos internos, y en
su fachada exterior, en los frisos que la envuelven, se observan mascarones del dios Chaac.

La cámara superior está provista de ventanas que permiten la observación de los


astros. A pesar de que hoy, parte de esta cámara se encuentra en ruinas, se pudo constatar
que a través de las diferentes ventanas se puede establecer la dirección exacta del sur, la
puesta de la luna el 21 de marzo, la puesta de sol en los equinoccios, y la puesta del sol en el
solsticio de verano. Esto demuestras el gran avance que presentaban los mayas en la
observación de los astros, algo que resultaba de vital importancia para estos pueblos, ya que
tenían que conocer con exactitud estas fechas para organizar su calendario que giraba sobre
todo en torno a la agricultura.

El Castillo o Templo de Kukulcán, de planta cuadrada y ángulos ligeramente


redondeados, tiene 55 metros de lado y una altura de 30 metros. La pirámide presenta un
total de nueve basamentos dispuestos uno sobre otros y trabajados mediante el sistema de
talud; el número nueve se cree que hace alusión a los nueve mundos del inframundo. El talud
presenta un trabajo de volúmenes entrantes y salientes que se van repitiendo rítmicamente
y presentan formas geométricas que se van reduciendo en la medida en que se va
ascendiendo; estos juegos de entrantes y salientes se encuentran también presente en Tula.

La pirámide presenta cuatro escalinatas axiales de acceso hacia el sector superior en


dónde se ubica el templo; esta forma es similar a edificaciones encontradas en Copal y en
Tikal en los complejos gemelos. Cada escalinata tiene un total de 91 escalones, sumado a las
otras escalinatas dan un total de 364 escalones, más el escalón de acceso al templo suman
un total de 365 escalones, en alusión al calendario solar de 365 días. Las escalinatas están
bordeadas por alfardas que, en el caso de la escalinata norte que lleva al acceso principal del
templo, remata con cabezas de bulto de serpientes con las fauces abiertas. Se trata de la
cabeza de la serpiente emplumada por la forma en que están representadas las plumas
alrededor de la cabeza; se observa un trabajo en el detalle, aunque con una tendencia a la
síntesis. La alusión a los astros y al calendario también se observa cuando el sol alcanza su
cenit, es decir su punto más alto en un ángulo de 90º; en este momento la sombra de los
basamentos que se proyecta en la escalinata norte, forman un cuerpo de serpiente rematado
por las cabezas a ambos lados, y en la medida que pasan las horas da la sensación que el
cuerpo se mueve. Se cree que esto simbolizaba el descenso de Kukulcán a la tierra para
favorecer y acudir a las labores de la agricultura, por la inminencia de las llegadas de la lluvia;
esto muestra el profundo conocimiento astronómico que tenían los mayas. George Kubler
plantea que el hecho de que el cuerpo de la serpiente descendiese, simbolizaría la conexión
entre las zonas altas y bajas del universo, esparciendo la serpiente en la tierra los dones
celestiales.

En el sector superior de la pirámide se ubica el templo. Éste está ligeramente


desplazado hacia el sur y presenta cuatro puertas o vanos de acceso, siendo el principal el
que da al norte. Este vano presenta dos columnas serpentiformes características de Tula, con
la cabeza y las fauces abiertas al ras del suelo, el cuerpo como fuste y la cola que sostiene el
friso. El templo presenta el muro ensanchando en la parte inferior y en el friso un mascarón
trabajado de forma geométrica y sintética del dios Itzmaná, señor de los cielos, la noche y el
día. Tiene unos remates escultóricos en piedra que se creen son caracoles o flechas cruzadas,
que se despliegan sobre la orilla del techo. El espacio interior presenta la bóveda maya y el
vestíbulo principal se conecta con el sanctasanctórum que presenta en su interior dos pilares
con trabajos en bajo relieves y que soportan el peso de la bóveda a través de unos dinteles
de madera de zapote. Esto dio lugar a que se puedan trabajar espacios internos más amplios.
Las otras tres entradas, Este, Oeste y Sur, dan acceso a una cámara o galería que rodea el
perímetro del sanctasanctórum pero que no se conecta con éste.

Otra característica es que esta pirámide, a la manera de las construcciones


mesoamericanas, está edificada encima de otra estructura más vieja. Es una pirámide con 30
metros de lado y 16 de altura. Su templo superior estaba formado por dos cámaras
abovedadas. En la primera se encontró la figura de un Chac Mool con el cuenco sobre su
vientre destinado a recibir ofrendas del sacrificio. En la segunda cámara se encontró el
“Trono del jaguar rojo”; se trata de un trono de piedra pintado de rojo con incrustaciones de
jade que simulan las manchas del jaguar y los ojos; también presenta colmillos de marfil.
Vuelve su cabeza a la entrada y está trabajado de forma sintética y en el rostro se observa
una gran expresividad.

El Castillo será reproducido a una escala más pequeña en la Pirámide del Sumo
Sacerdote. Tiene cuatro escalinatas axiales con alfardas que rematan en el piso con la cabeza
de la serpiente emplumada con las fauces abiertas; en las alfardas se representa en bajo
relieve y de forma estilizada el cuerpo de la serpiente entrelazándose

Las Mil Columnas se asemejan a las columnas que rodean al Templo de


Tlahuizcalpantecuhtli en Tula, aunque en el caso de Chichén Itzá hay un mayor despliegue en
el espacio, y una mayor cantidad de columnas que le dan el nombre de las Mil Columnas. Este
grupo en total contabiliza alrededor de 200 pilares cuadrados y columnas redondas, hechas
de tambores de piedra unidas con cal y piedras sin labrar, y formaban grandes salas
hipóstilas de techos de hormigón abovedados, sostenidas por dinteles de madera, de la
manera en que se encontró en el templo superior del castillo. Esto les permitió crear espacios
amplios, diferentes a los espacios internos mayas que eran más bien corredores angostos
con muros a los costados. El problema de este sistema es que los dinteles de madera eran
susceptibles a quemarse o a pudrirse con el tiempo, por lo que hoy no quedan restos de la
bóveda de estás grandes salas hipóstilas.

Las Mil Columnas se distribuían en diferentes direcciones, alrededor del Templo de


los Guerreros y de una gran plaza cerca de una cancha de juego de pelota. Se encontraron
aquí también estructuras que semejaban asientos pegados a los muros, al estilo del Palacio
de los Quemados en Tula; se cree que también presentaban bajo relieves de castas de
guerreros. Se cree que esto eran lugares en donde se reunían los guerreros y en donde se
realizaban diferentes actividades de carácter cívico.

Junto al grupo de las Mil Columnas se encuentra el Templo de los Guerreros. Ambas
muestran una estructura similar al Templo de Tlahuizcalpantecuhtli junto con el grupo de
columnatas que lo rodea. Al igual que en la ciudad tolteca, las columnas llegan a invadir la
escalinata. Las alfardas que rodean a esta última rematan en cabezas de serpiente y en
esculturas de bulto que funcionan como portaestandartes. La planta del templo también
tiene una disposición parecida a la del Templo de Tula, pero con una segunda cámara, y de
unas dimensiones más grandes.
En el pórtico de acceso al Templo de los Guerreros, se encuentran dos pilares, en
cuya cara se observa la representación en bajo relieve de figuras antropomorfas que pueden
hacer alusión a castas guerreras. La escalinata presenta alfardas, aunque interrumpida por
unos remates que hoy están en ruinas y cortan el sentido de ascensión. Los basamentos
también presentan el sistema de talud y tablero que los toltecas heredaron de Teotihuacán,
sin decoración en la cara frontal. En otras caras se observan trabajos en bajo relieve con
motivos toltecas como ser el jaguar y el águila devorando corazones humanos; éstas
representaciones obedecen a las órdenes militares de los Jaguares y Águilas.

En la parte superior, en frente de la entrada al santuario, se encuentra la figura de


Chac Mool, recostado sobre su espalda y con la cabeza de costado, sosteniendo lo que se
cree era un recipiente destinado a recibir las ofrendas del sacrificio; una escultura de gran
síntesis formal. Los muros de los costados del templo superior presentan mascarones del
dios Chaac y también se observa, trabajada en bajo relieve y en forma de bulto, la serpiente
emplumada con las fauces abiertas y la lengua bífida, con una cabeza humana que emerge de
ellas, que se cree hace alusión a Quetzalcóatl como lucero del alba.

Detrás de la escultura del Chac Mool se encuentran los dos pilares serpentiformes
característicos de los toltecas, que también se encontraban en Tula, aunque aquí alcanzó su
máximo esplendor. Presenta la cabeza como base, el cuerpo sería el fuste y la cola, que
remata en la parte superior, que soportaba el dintel de entrada. Kubler plantea que esta
forma simboliza la unión entre el cielo y la tierra, y el esparcimiento de los dones de
Quetzalcóatl a los humanos. La columna combina formas de bulto y de bajo relieve. La
cabeza de la serpiente está trabajada mediante una gran síntesis formal y una reducción a
formas geométricas; mediante el bajo relieve representa las plumas características de la
serpiente, junto con otras formas espiraladas y la lengua bífida. En el fuste se representa el
cuerpo de la serpiente mediante bajo relieves que prácticamente parecen líneas de incisión.
La cola presenta la forma de cascabel y una especie de plumaje en la punta. Todo el trabajo
está reducido a una síntesis y presenta diferentes elementos decorativos que podrían haber
tenido un carácter simbólico.

Como los atlantes en Tula, aunque en este caso trabajado en pilares cuadrangulares
mediante bajo relieve y línea de incisión (esto muestra la destreza de los artesanos mayas en
el dibujo), los pilares internos llevan representados guerreros toltecas y a
Tlahuizcalpantecuhtli con sus atributos de pájaro, hombres y serpiente. En el interior
también se encuentran una serie de atlantes pequeños de piedra que sostienen un altar; en
principio la habitación en donde se encontraban estos atlantes era la cámara sagrada o
sanctasanctórum.

Las plataformas de Venus y de los Águilas y Jaguares, son otras estructuras


típicamente toltecas (aunque trabajada con artesanos mayas). Presenta un sistema de talud y
tablero, más un friso en la parte superior que bordea la plataforma. En el tablero se observa
el característico juego de entrantes y salientes de la arquitectura tolteca, y en ellos se
representa en bajo relieves, figuras de jaguares y águilas devorando corazones humanos, o
de representaciones del planeta Venus (dependiendo de la plataforma). Poseen cuatro
escalinatas axiales de acceso a la parte superior, y alfardas al lado de la escalinata que
rematan en cabezas de serpientes trabajadas sintéticamente. Se cree que estas plataformas
se destinaban a representaciones teatrales. Cerca de esta plataforma se encuentra el
tzompantli o altar de cráneos característico de los toltecas y de las sociedades militares del
período post – clásico. Presenta en bajo relieve, figuras cráneos dispuestos en hilera. Esto
muestra la importancia del sacrificio humano para esta sociedad, ya que en estas
plataformas se empalaban las cabezas de los cautivos sacrificados para complacer a los
dioses. También podrían servir para impactar a las otras culturas.

El Juego de Pelota de Chichén Itzá es uno de los más grandes (sino el más grade) de
Mesoamérica; tiene 150 metros de largo por 75 metros de ancho. George Kubler plantea que
por las dimensiones colosales la cancha debía estar destinada al “uso” de las deidades. En los
extremos la cancha se cierra con tribunas abovedadas que probablemente acogía a los
dignatarios de la ciudad. En una de estas tribunas se encontraron restos de pigmento; en los
pilares y alfardas de las escalinatas también se pueden observar figuras en bajo relieve, que
seguramente deben haber representado motivos relacionados al juego ritual de pelota.

A los lados de la cancha corren muros, que se alzan sobre plataformas o banquetas
con talud, de más de 6 metros de alto, que podrían haber servido para albergar más
espectadores. En las plataformas sobre las que se alzan los muros, se representan en bajo
relieve, en el centro y en los extremos, escenas que describen la decapitación de los
jugadores como conclusión del juego. Uno de los personajes sostiene un cuchillo en una
mano y la cabeza del jugador en la otra, mientras que el cuerpo del decapitado es
representado en el extremo opuesto y de él salen serpientes y lo que parecen ser plantas, tal
vez en alusión al sacrifico a Kukulcán para propiciar el trabajo agrícola (ambos personajes se
encuentran ricamente ataviados); en el centro de la escena, en la parte inferior, se representa
lo que parece ser la pelota o un disco con la figura del dios de la muerte. Se puede observar
también que en el borde de las plataformas o banquetas corre la figura de Kukulcán, que
termina en los extremos con su cabeza con las fauces abiertas y la lengua bífida; tiene el
cuerpo redondeado y se talló en él las plumas, posee una gran síntesis con sus formas
reducidas a cuerpos geométricos. Por otro lado, en los muros que corren a ambos lados de la
cancha se puede observar la presencia anillos de piedra con las figuras de la serpiente
emplumada, trabajadas en bajo relieve, y cuyos cuerpos entrelazados simbolizan el
movimiento y el enfrentamiento (también se plantea que es Xiuhcóatl, la serpiente de fuego).
Se cree que la pelota tenía que pasar por estos anillos, ya que podría haber simbolizado la
salida del sol y la continuidad de la luz.

En una de las plataformas, en el extremo, se observa la presencia de dos templos


conocidos con el nombre de Templo de los Jaguares en la parte inferior y el Templo de los
Tigres en la parte superior. El primero se llama así por la presencia de un trono en forma de
jaguar que se encuentra en la entrada. En los pilares y muros internos se observan
representaciones en bajo relieve de rituales que se llevaban a cabo en el interior. En el
Templo de los Tigres, se observan tres vanos y columnas serpentiformes, con la típica
disposición tolteca, cabeza de serpiente en la parte inferior, cuerpo como fuste, y la cola en la
parte superior que sostiene el techo. En el interior del templo, Stierlin plantea que se
encuentran bajo relieves que representan escenas de batalla, y un techo abovedado. En el
exterior, los frisos y bordes de la cubierta de la bóveda, presenta bajo relieves que hacen
alusión al cuerpo de la serpiente entrelazándose, junto con otros elementos simbólicos. A la
vez también ejemplifica la mezcla entre el estilo Puuc y tolteca.

Otro objeto de herencia tolteca que se encontró dentro de una caja de piedra,
ubicada en el Templo de Chac Mool, que posteriormente fue sepultado por el Templo de los
Guerreros, fue un disco con mosaico de turquesa. Este presenta la técnica del mosaico que
los toltecas heredaron de Teotihuacán, y en él también se observa la representación
abstracta de cabezas de serpientes trabajadas con otro tipo de piedra que se cree es pizarra
(también pueden representar cabezas de ave). Se cree que el disco estuvo asociado a la
guerra, y al estar sepultado en el templo, le daba más poder a éste. En el disco se puede
observar, además de los motivos geométricos, un gran trabajo de la simetría.

El poderío de Chichén Itzá fue muy importante durante el siglo XI y XII. A fines de
este siglo, las tres principales ciudades mayas que eran, Chichén Itzá, Mayapan y Uxmal,
formaron una triple alianza que ofrecía protección contra enemigos exteriores y contra ellos
mismos. Tiempo después de la triple alianza, el mundo maya entró en decadencia. Mayapán
asumió el dominio político, que conservó gracias a los mercenarios aztecas. Las ciudades se
fortificaron, se intensificaron los sacrificios humanos y las artes se estancaron. Mayapán
terminó por caer en a mediados del siglo XV, lo que provocó un desorden político de
ciudades más pequeñas. Cuando los españoles llegaron a la Península de Yucatán, la
conquista no fue de la misma manera que la del Imperio Azteca, ya que al estar dividido el
territorio en ciudades independientes, la conquista tuvo que ser ciudad por ciudad. Al final la
última ciudad maya de esta región cayó en 1541, cuando Montejo se apoderó de T’ho.

Bibliografía.

Gendrop y Heyden – “Arquitectura Mesoamericana”


Gendrop – “Arte prehispánico en Mesoamérica”
George Kubler – “Arte y arquitectura en la América pre colonial”
Henri Stierlin – “Los Mayas”
Coe, Snow y Benson – “América Antigua – Civilizaciones precolombinas / Volumen 1”

Aztecas - Mexicas.

Luego de la caída de Tula y los toltecas a mediados del siglo XII, en el altiplano central
de México, siguió un período donde diferentes tribus nómadas, también llamadas
chichimecas, entraron en el Valle de México y se fueron disputando el poder. Dentro de estas
tribus chichimecas se encontraba el pueblo Azteca, llamado así por su lugar de origen mítico,
Aztlán, aunque se llamaban a sí mismos mexicas.

Los aztecas llegaron al Valle de México a mediados del siglo XIII guiados por
Huitzilopochtli, deidad tribal de este pueblo (los hijos de Huitzilopochtli). Ésta deidad era dios
del sol y de la guerra, y su madre era Coatlicue, diosa de la fertilidad y la muerte. Según la
leyenda, mientras la diosa Coatlicue estaba barriendo los templos de la sierra de Tollan,
encontró una bola de plumas que se posó sobre ella tras lo cual quedó embarazada de
Huitzilopochtli. Los hijos de la Coatlicue, enfurecidos por el embarazo de su madre por parte
de alguien o algo, que no era su padre, Mixcóatl, decidieron matarla guiados por
Coyolxauhqui. Sin embargo, cuando llegaron para matar a su madre, el dios nació armado y
listo para pelear, por lo que derrotó a sus hermanos y descuartizo a su hermana
Coyolxauhqui. Huitzilopochtli tomó la cabeza de su hermana y la arrojó al cielo,
convirtiéndose en regidora de la luna. El mito alude a la destrucción diaria de la Luna al salir
el Sol. Según Gendrop y Heyden, Huitzilopochtli pudo haber sido un jefe tribal que murió
durante la peregrinación azteca, fue deificado y sus cenizas fueron llevadas en un envoltorio.

Durante su peregrinación, los Aztecas se asentaron primero en Colhuacan,


desterrados allí como castigo por robar las esposas de otras tribus, y posteriormente fueron
expulsados a Tizapan. Después de permanecer allí durante un tiempo, prosiguieron su
peregrinación hasta encontrar la tierra prometida señalada por Huitzilopochtli. Ésta se
ubicaría en el lugar en donde vieran a un águila posarse sobre un nopal (una especie de
cactus) con una serpiente entre sus garras. Encontraron este lugar, alrededor del 1350, en un
islote del lago Texcoco y fundaron allí su ciudad, Tenochtitlán, que según Gendrop y Heyden
debe su nombre al nopal también llamado tenochtli. Estos mismos autores plantean que en
realidad ninguna ciudad de los alrededores del lago Texcoco quería esa isla ya que había
muchas ciénagas y no tenía agua potable.

A la llegada de los mexicas (o aztecas), la zona alrededor del lago estaba dominada
por Atzcapotzalco al cual le tenían que rendir tributos, pero luego de un tiempo, alrededor
del año 1430, los mexicas establecen una alianza con Texcoco y Tacuba, y logran derrotar a
Atzcapotzalco e imponer su dominio sobre el lago. Aunque en teoría era una triple alianza
fueron los Mexica los que dominaron y llegaron a expandirse por toda la costa del lago, hasta
el norte de Mesoamérica y por el sur hasta Guatemala y El Salvador, alcanzando su máxima
expansión hacia el año 1502.

La organización social era de carácter estratificado y de marcada tendencia


militarista. El gobernante supremo era el “gran orador” o Huey Tlatoani, que se consideraba
era de descendencia tolteca; éste era asesorado por un consejo de nobles y que elegía a su
sucesor de entre los miembros de su linaje, o sea que el poder era de carácter hereditario.
Luego le seguían los jefes religiosos y militares, jueces y nobles. Todo este sector constituía la
nobleza y eran los encargados de la administración del Estado que incluía el sistema
tributario, militar, religioso, de justica y administrativo. Luego de los nobles seguía la gente
común o mācēhualtin, abarcando comerciantes, artesanos y campesinos, cumpliendo cada
uno una función importante dentro del engranaje social. Los comerciantes, también llamados
pochtecas, eran mercaderes ambulantes que viajaban por toda Mesoamérica con sus
mercancías. Éstos a la vez servían como espías ya que podían observar la situación de tierras
extranjeras y sus instalaciones militares e incluso si eran robados en el camino podían exigir
venganza e invadir el territorio donde había ocurrido el hecho. En el último estamento se
encontraban los esclavos que eran los prisioneros de guerra, personas que habían cometido
delitos o que tenían grandes deudas; los esclavos, específicamente los soldados que habían
sido derrotados y capturados en el campo de batalla, eran sacrificados al dios sol tras lo cual
pasaban a ser cuauhteca o compañeros del Sol. A la vez la sociedad se organizaba en clanes o
calpullis que eran grupos de personas vinculadas por parentesco con una deidad tutelar en
común, al igual que un territorio y un jefe (al estilo de los ayllus de la región andina). La tierra
era de propiedad comunal y cada habitante de la ciudad disponía de un terreno para cultivar
que luego heredaban sus descendientes, por lo tanto, era de carácter hereditario; pero si lo
dejaba de trabajar y lo descuidaba, este volvía a la comunidad para luego ser reasignado.

Tenían una educación estricta que se impartía desde pequeños; a las mujeres se les
exhortaba a que fueran discretas y recatadas en sus modales y en el vestir, aprendían desde
pequeñas los quehaceres domésticos, preparar los alimentos y la práctica del tejido. A los
hombres se le inculcaba una vocación guerrera, se los formaba para que fueran fuertes
bañándolos en agua fría, vistiéndolos con ropa ligera, a la vez que dormían en el piso; se
procuraba fortalecer el carácter de los niños mediante castigos severos y el fomento de
valores como verdad, justicia y deber, respeto a los mayores, rechazo a la mentira y el
libertinaje y misericordia con los débiles. Los jóvenes aprendían música, danza, historia,
matemáticas, religión, baile, canto, interpretación de los códices, artes marciales, escritura y
el sistema de calendario, que al igual que en gran parte de Mesoamérica, consistía en un
calendario ritual de 13 meses de 20 días cada uno, formando un total de 260 días y el
calendario solar de 18 meses de 20 días cada uno, formando un total de 360 días al que
agregaban luego 5 días sagrados. Tenían también un sistema de escritura pictográfico (de la
misma forma que otras culturas de Mesoamérica) y hablaban la lengua náhuatl.

La religión de los aztecas era politeísta (al igual que en el resto de Mesoamérica). Los
dioses abarcaban todas las fases de la vida y estaban relacionados con todo lo que los
rodeaba, como ser los astros, la tierra, la siembra y la recolección junto con sus tiempos, a los
juegos, al baño, a elementos de la vida cotidiana, etc.

Llegaron a dominar a diferentes pueblos, a la vez que le exigían tributo, lo que ayudó
a fortalecer su economía. Sin embargo, debido a la importancia que le daban al sacrificio
humano, dejaron ciudades sin conquistar para entablar las “guerras floridas” o “Guerra de
las Flores” que consistían en guerras en común acuerdo con diferentes ciudades con el fin de
conseguir prisioneros para el sacrificio; se llamaban de ésta manera porque la flor
simbolizaba el corazón y la sangre, alimento del dios Sol. Éste era el aspecto central de la vida
de los mexicas, ya que consideraban que al sacrificio le seguía la creación. Esto lo relataba a la
vez el mito que establecía que cuatro eras habían precedido a la quinta, que era el tiempo de
los aztecas; y esas cuatro eras habían terminado en catástrofe y sacrificio de los dioses para
dar lugar a la nueva era. Según el mito, los dioses se arrojaron al fuego para surgir como Sol y
Luna, sucediendo esto desde la primera era. Así, los dioses estaban incompletos y los
hombres estaban hechos con la sangre y hueso de los dioses, por lo que tenían carácter
divino, pero a la vez tenían la responsabilidad de mantener el universo y por lo tanto a los
dioses que eran los que iban a asegurar esto. De esta forma los humanos tenían que
sacrificarse para mantener a los dioses y permitir que todo siga funcionando. Este era el
contrato entre el hombre y los dioses que garantizaba la supervivencia de las comunidades;
el hombre era el responsable de mantener el universo mediante el sacrificio y el conjuro
mágico. En las “guerras floridas” no valía matar, se cree incluso que servía para formar a los
guerreros aztecas/mexicas, y era un mecanismo para el ascenso social, ya que mientras más
victorioso salía un guerrero, más era considerado por sus pares.

En el caso de los mexicas, todos los aspectos de su vida lo preparaban para aceptar el
sacrificio como algo común y necesario para el bien de la comunidad. Si bien es una práctica
que se desarrolló a nivel general en Mesoamérica, fueron los mexicas los que la
institucionalizaron y desarrollaron plenamente esta creencia a través de la guerra, las artes,
la poesía y la religión. Incluso la muerte por sacrificio se volvió algo deseable entre los
mexicas; por ejemplo, era un honor ser elegido como sacrificio para el dios Tezcatlipoca, el
joven elegido durante un año se convertía en la deidad misma, disfrutando de todos los
lujos, hasta que era sacrificado arrancándole el corazón.

En cuanto a la organización económica, contaban con numerosa mano de obra


debido a la cantidad de pueblos que controlaban. A los calpullis o clanes se les asignaba una
cantidad específica de tierra para trabajarla cuya producción se destinaba a mantener a la
comunidad. Desarrollaron técnicas avanzadas de agriculturas como ser las chinampas, el
sistema de terraza de cultivo y de canalización de ríos. Además de la agricultura, practicaban
el comercio mediante el sistema de trueque, e imponían a las ciudades dominadas un
sistema de tributo, donde cada una aportaba la producción en la que estaba especializada. A
partir de esto, Tenochtitlán se convirtió en la ciudad más rica de Mesoamérica hasta la
llegada de los españoles. No en todos los pueblos dominados establecieron un control
militar, había algunas ciudades que seguían siendo gobernadas por los locales a la vez que
establecían alianzas matrimoniales para asegurar la fidelidad a México – Tenochtitlán.

Era una sociedad muy fina y preocupada por el desarrollo de las artes. Según Jorge
Manrique, tres características marcaban el arte azteca/mexica; uno la inspiración, ya que
consideraban que el dios se posa sobre el artista para realizar la producción; dos la expresión,
ya que el artista pone su corazón divinizado en las cosas; tres la creación, dónde la obra de
arte tiene vida propia transmitida por el artista bajo inspiración divina. Según Westheim, era
todo un ritual la creación de una obra, que, si no se cumplía estrictamente, la obra no
cobraba vida.

Gendrop plantea que el artista o artesano azteca, será el que nazca en una fecha
específica dispuesta por el calendario azteca. Era además un trabajador de la comunidad, y si
bien estaba predestinado por su fecha de nacimiento para ser artista, tenía que realizar
diariamente este oficio, no podía descuidarlo porque de lo contrario estaría yendo en contra
de su designio divino. Era consciente de su papel creador y de creador de cosas divinas.

Esto marca el aspecto dual imperante en la sociedad mexica (y en general en


Mesoamérica). Por un lado, el aspecto destructivo, marcado por esa fuerte tendencia
militarista, y por el otro lado esa tendencia creadora, marcado por la creación de diversos
productos culturales. Incluso, los artesanos de otras ciudades eran muy respetados y llevados
a Tenochtitlán (de la misma forma que harán los Incas), para que continúen su producción en
la ciudad. Gendrop plantea que se adueñaron de los elementos culturales de otros pueblos y
lograron realizar una gran síntesis artísticas para sus producciones.

México – Tenochtitlan.

La gran ciudad de México – Tenochtitlan, hoy bajo la ciudad de México D. F., sólo se
conoce a través de descripciones y de las referencias materiales que se pudieron rescatar a
partir del trabajo arqueológico. Esto debido a la destrucción por parte de los conquistadores
españoles que tiraron todos los edificios aztecas, sobre todos los sagrados, para erigir luego
sus construcciones. Esto tenía que ver también con la necesidad de una conquista no sólo
material, sino también espiritual, ya que tirar sus templos sagrados debió haber supuesto
para los indígenas un golpe muy fuerte, a tal punto de poder llegar a considerar al dios de los
españoles como superior a sus dioses.

Tenochtitlán se caracterizó por su peculiar trazada urbano. La ciudad estaba


construida en ese islote del lago Texcoco, y para ganar terreno al lago utilizaron el sistema de
chinampas o “islas flotantes”. Las chinampas eran especies de balsas que se realizaban
construyendo un armazón con troncos y varas, que luego iban rellenando con fango, tierra,
plantas, pasto, yuyo y diversos materiales, y que luego sembraban un sauce para que sus
raíces crecieran desde el agua hasta tierra firme y de esta forma queden más estables.
Mediante ese sistema lograron ganarle terreno al lago para aprovecharlo para el cultivo y
para expandir su ciudad. Fue tal la obra de ingeniería que realizaron, que los españoles
llegaron a describir a Tenochtitlán como una segunda Venecia. Se piensa que, en su máximo
esplendor, alrededor de 200000 canoas circulaban por los canales de la ciudad, y alrededor
de 200000 personas, llegando a controlas más de 10 millones en toda su extensión imperial.
La ciudad se dividía en cuatro grandes sectores, tal vez como simbología a los cuatro
puntos cardinales, que conducían a otras ciudades menores y al mercado. La quinta sección
era el centro ceremonial que se constituía en el núcleo de la ciudad y que simbolizaba según
Gendrop y Heyden, la quinta dirección que hacía alusión al centro del mundo que unía el
firmamento con la tierra. Del centro ceremonial partían calzadas/canales que iban a
diferentes puntos, que se cree, según diversos cronistas, que simbolizaban la mirada de los
dioses para ver en qué dirección se levantaría el nuevo sol tras la creación del Quinto Sol en
Teotihuacán. Estas calzadas/canales tenían puentes que se podían levantar durante la noche
para cortar el paso. Cada sector se dividía en barrios, que contaban con su propio templo,
divinidad y edificios administrativos; aunque los templos mayores se ubicaban dentro del
centro ceremonial en el centro de la ciudad.

Cuando la ciudad necesito ampliarse, terminó por anexar Tlatelolco, una isla vecina
en el sector noroccidental de la ciudad. Tlatelolco era considerada la ciudad gemela a
Tenochtitlan ya que sus construcciones y centro ceremonial eran iguales a los de la ciudad
azteca. En Tlatelolco se ubicaba el templo más alto, al cual Monctezuma invitó a subir a los
españoles para que admirasen mejor la ciudad y sobre todo el gran mercado o tianguis. El
mercado de Tlatelolco era el mayor de Mesoamérica, y era el lugar en donde se juntaban
diariamente un gran número de personas para intercambiar mercadería proveniente de
todos los rincones del Imperio.

En Tenochtitlán, el palacio del soberano tenía mayor independencia y singularidad


arquitectónica con respecto a los templos ceremoniales. Es decir que no estaba subordinado
a las construcciones religiosas. Esto también se debía a que requerían de un sistema
administrativo fuerte por la cantidad de población que tenían que controlar y que
constantemente entraban y salían de la ciudad.

Lo poco que quedó de la ciudad y del recinto ceremonial, pudo descubrirse gracias a
la compañía Luz y Fuerza que estaba haciendo trabajos en el subsuelo del centro de México
D.F. Allí dieron con el disco monolítico en dónde se representaba a la diosa Coyolxauhqui
desmembrada, que se encontraba a los pies del Templo Mayor de Tenochtitlán. A partir de
allí pudieron elaborar tareas de rescate de patrimonio y empezar a estudiar el recinto
ceremonial descripto en las crónicas de la conquista.

El recinto ceremonial, ubicado en el centro de la ciudad, se encontraba cercado por


un Coatepantli o muro de serpiente, que se cree estaba más relacionados con los que
realizaban en Tenayuca que en Tula, en todo caso estos muros tenían la característica de
representar, ya sea en bajo relieve o mediante una escultura de bulto, la serpiente
emplumada en alusión a Quetzalcóatl. El Coatepantli, al igual que en otras ciudades, tenía la
función de separar el recinto sagrado del resto de la ciudad. Para George Kubler, lo novedoso
también es el hecho de amurallar completamente el centro ceremonial, lo que lo
diferenciaba de otras ciudades. Incluso plantea que, en otros centros como Teotihuacán y
Tula, las viviendas se tenían que acomodar a los espacios que quedaban tras la construcción
de los recintos sagrados; por el contrario, el recinto sagrado de Tenochtitlan se reducía a un
espacio central entre las viviendas de los hombres.

Dentro del recinto, la construcción dominante y más importante fue el Templo


Mayor, con 80 x 100 m de base, que fue construido (según se cree) en el punto exacto donde
los mexicas encontraron la señal del dios Huitzilopochtli de que en ese lugar tenían que
construir la ciudad. La característica de esta pirámide es la doble escalinata y los dos templos
en la parte superior, siendo el sector izquierdo el que representa a Tlaloc en alusión al dios
del agua y el sector derecho a Huitzilopochtli, deidad protectora de los mexicas. Esto
simboliza a su vez el emparejamiento o unión de las tradiciones sedentarias y nómadas, de
los pueblos agrícolas por un lado y de los pueblos militares por el otro. Se cree que las caras
de los basamentos eran lisa al igual que las alfardas que flanquean las escalinatas de acceso,
aunque en el sector inferior remataban en cabezas de serpiente al estilo de Chichén Itzá;
también había cuerpos de serpientes onduladas que flanqueaban el acceso de la plataforma
central y se cree que evocaban al cerro Coatepec donde nación Huitzilopochtli. También se
encontraron esculturas de bulto de ranas que se cree estaban en honor a Tláloc; este animal
estaba asociado a la fertilidad ya que croaba cuando estaba por llegar la lluvia.

En la parte superior, los muros de los templos estaban inclinados, continuando el


sentido ascensional de la pirámide. Se podía dividir en tres niveles, el primero que tenía los
vanos de acceso al interior, y luego dos niveles más, separadas cada uno por cornisas, y con
frisos decorados con motivos tal vez caladas que estaban pintados con el color que hacía
alusión a la deidad; la parte superior de estos estaban coronadas por almenas, y para acceder
al templo había que subir una pequeña escalinata.

Actualmente las ruinas del Templo Mayor se ubican al noreste de la plaza principal de
México D. F. A través de los estudios arqueológicos se pudo saber que pasó por diferentes
etapas de reconstrucción; los diversos autores plantean que fue reedificado 7 veces y
ampliado 11. Estas etapas de construcción obedecen a momentos en los cuales el Imperio
Azteca se iba expandiendo y logrando victorias, aumentando su poderío, y también para
reconstruir el edificio después de terremotos, ya que era una región muy asolada por sismos;
también está relacionada con la ley de superposición predominante en Mesoamérica
mediante la cual siempre se reconstruía sobre un templo sagrado. En el proceso de
excavación se encontró un Chac Mool perteneciente a las primeras fases de construcción,
que se ubicaba en el sector de Tláloc. Esta escultura, que proviene de los toltecas, debió
haber servido, al igual que en otras culturas, para depositar en el cuenco de piedra la cabeza
o el corazón del sacrificado en honor al dios; en este caso Tláloc. La escultura todavía
conserva restos de pigmentos al haber sido cubierta posteriormente por otra estructura.

Al frente del Templo Mayor se encontraba el Templo de Quetzalcóatl, con un


basamento semicircular al estilo de ciertas estructuras toltecas; tenía cuatro basamentos y
en la parte superior se alzaba el templo dedicado a la deidad cuya entrada miraba hacia el
Templo Mayor. Con éste último y con el Templo de Quetzalcóatl se observa el conocimiento
astronómico que tenían los mexicas; se dice que en las épocas de lluvia el Sol salía del
Templo de Tláloc, durante el verano el Sol salía del Templo de Huitzilopochtli y durante el
equinoccio el Sol salía entre el espacio de los dos templos y entraba directamente en la
cámara del Templo de Quetzalcóatl.

A los costados del Templo Mayor se encontraban las Casas de las águilas con su
templo y la casa de los Caballeros Ocelotes, en cercanía con el templo dedicado al culto a
Tezcatlipoca. La Casa de las Águilas tenía una planta en forma de L y en ella se reunían los
Caballeros Águilas que constituían los más valientes guerreros aztecas/mexicas y que le
rendían culto al dios de la guerra Huitzilopochtli. Unas cabezas de águila se encontraban
adosadas a los remates intermedios de las alfardas de las escalinatas. Llevaban vestimentas
con forma de águila como se puede observar en una escultura que se halló en el templo; ésta
presenta un trabajo que mezcla lo naturalista con lo sintético que se puede observar por
ejemplo en la representación del plumaje, y lo naturalista se puede observar en mayor
medida en las manos, pies y rostros.
En el interior de la Casa de las Águilas, se encontraron asientos adosados a los muros
al estilo del Palacio de los Quemados en Tula; esto muestra un poco la influencia tolteca.
Estos asientos, al igual que en Tula, presentaban bajo relieves policromados de guerreros
águilas, representados de perfil como si estuviesen avanzando, y sosteniendo un bastón en
sus manos, y en la parte superior se representaba a la serpiente con su cuerpo ondulado;
había un trabajo sintético en la forma. Además de la escultura de bulto del guerrero águila,
también se encontró una figura que hacía alusión al dios de la muerte Mictlantecuhtli; se lo
representa como un ser semi – descarnado en posición de ataque, tal vez simbolizando que la
muerte está siempre al asecho. Bajo su cavidad torácica cuelga un hígado, víscera
relacionada con el inframundo; la figura presenta un gran trabajo de síntesis en la forma. Se
cree también que en la Casa de las Águilas se realizaban sacrificios humanos, ya que se
encontraron presencia de restos de sangre.

En el recinto también había instituciones dedicadas a la enseñanza sacerdotal y a la


enseñanza militar, el Calmecac y el Telpochcalli respectivamente, canchas para el juego de
pelota, piedras de sacrificios, baños ceremoniales y un tzompantli al estilo tolteca, que
contenía alrededor de 240 representaciones en bajo relieve de calaveras cubiertas de estuco.
Los restos del palacio de Monctezuma, del que Cortés quedó impactado, se encuentran hoy
bajo el Museo Nacional de las Culturas. En el palacio de Monctezuma se encontraba una
variedad de especie de animales, un acuario y una sección de botánica dedicada
especialmente a plantas medicinales.

En Tlatelolco también había un recinto ceremonial de iguales características al de


Tenochtitlán, por eso se llama la ciudad gemela; además poseía el mercado más grande de
toda la ciudad.

Escultura y otras disciplinas.

Fueron considerados los mejores escultores en piedra, después de los Olmecas, ya


que podían realizar esculturas de todos los tamaños y plasmar temas religiosos o de la
naturaleza, es decir un amplio repertorio. Gendrop considera que, junto con los Olmecas, los
mexicas presentan una fuerza plástica en la escultura que no tienen ninguna otra civilización
de Mesoamérica. George Kubler considera que artesanos de origen olmeca pudieron haber
formado parte del grupo escultórico mexica, o incluso, que la escultura mexica se pudo haber
inspirado de los restos arqueológicos de la escultura Olmeca, provocando una especie de
renacimientos de las formas de éste último. El principio rector de la escultura azteca fue la
abstracción del todo y el realismo del detalle.

Dentro del repertorio trabajado por los mexicas se puede mencionar por ejemplo los
Cuauhxicalli o vasijas ceremoniales destinadas a contener los corazones humanos
palpitantes de los sacrificados. Estaban realizadas con una gran maestría a la hora de tallar la
piedra. Entre los ejemplares se pueden mencionar dos vasijas con figuras zoomorfas
representando a un águila y a un jaguar; la vasija del águila está trabajada con una gran
naturalidad, con un minucioso trabajo del plumaje, mientras que la vasija del jaguar presenta
una síntesis en la forma. En ambas se observa un tratamiento suave del volumen; son
esculturas de tamaño mediano.

Otro tipo eran las esculturas monolíticas de carácter cosmológico o histórico


trabajadas en bajo relieve. Entre estas se puede mencionar la Piedra del Sol, trabajada en
basalto con bajo relieve, con un diámetro de 3,6 metros y 1,2 metros de grosor.
Originalmente esta obra se encontraba pintada. El significado está relacionado con el
calendario y la cosmovisión Mexica; en el medio de la piedra se encuentra representado el
dios Sol con sus dos manos sosteniendo corazones humanos (su alimento) dentro del glifo
Ollín que significa movimiento. El dios solar hace alusión a la quinta era del mundo que sería
la actual (o la que supuestamente terminaba en 2012) y en los cuatro extremos del glifo Ollín
se encuentran los glifos que hacen alusión a las cuatro eras anteriores que terminaron en
catástrofes; la primera, representada en el extremo superior derecho, donde Quetzalcóatl se
convirtió en jaguar y devoró al Sol, la segunda, a la izquierda, fue destruido por vientos
huracanados y derribado por un zarpazo de Tezcatlipoca, la tercera edad, en el extremo
inferior izquierdo, fue destruido por una lluvia de fuego y la cuarta edad, a la derecha, fue
destruido por una inundación. El anillo que le sigue a la representación de las cinco eras,
tiene los 20 signos de los días del mes del calendario sagrado Mexica; mientras que el anillo
que le sigue se cree que representa la semana de cinco días. En el extremo de la piedra,
envolviendo la representación, se representan dos serpientes de fuego, llamadas Xiuhcóatl,
que terminan enfrentadas con las fauces abiertas. La gran cantidad de elementos le confiere
a la obra un carácter barroco; y el rostro del dios sol junto con las fauces de las serpientes le
dan una gran expresividad.

La Piedra de Tízoc es otra escultura de gran tamaño, con 2,6 metros de diámetro
aproximadamente. En bajo relieve, se representan las 15 victorias del Rey Tízoc sobre las
tribus enemigas, con la ayuda del dios del Sol y la guerra Huitzilopochtli. La victoria sobre
diferentes pueblos se representa con lo que parece ser la figura del monarca sosteniendo de
la cabeza a los vencidos, y en la parte superior se representa un glifo que hace alusión al
pueblo conquistado. Según Paul Westheim, a diferencia de cuadros de batallas europeos,
aquí no se representa la batalla en la que el rey salió victorioso ya que lo que importa no es
tanto la exaltación absoluta del monarca sino ofrecerle la victoria al dios tutelar de los
mexicas. En la parte superior se halla representado un disco solar. Los personajes se hallan
ricamente ataviados, en alusión a su condición social, y se representan los cuerpos de frente
con los pies y la cabeza de perfil; a pesar de cierta esquematización son figuras de un gran
naturalismo.

A los pies del Templo Mayor se encontró el disco de la diosa lunar Coyolxuahqui, a
quien se la representa decapitada y desmembrada por su hermano Huitzilopochtli; se la
identificó como la diosa de la luna por los elementos en su cabeza, como ser su cabello
adornado con plumas, orejeras en forma de símbolo del dios del fuego, y cascabeles de oro
en su mejilla. Se observa una gran representación plástica en bajo relieve del cuerpo de la
diosa, cuyos miembros se distribuyen por la superficie aprovechando al máximo la
circunferencia del disco. Esta obra originalmente se encontraba pintada, por lo que hoy se la
presenta en el museo, con luces de color que iluminan la obra para mostrarle al espectador
los colores que llegó a tener.

Una obra que destaca por su monumentalidad es la de la diosa Coatlicue, de 3,5


metros de altura y 1,5 metros de ancho, realizada en piedra arenisca. Al igual que en otras
obras, destaca la tendencia hacia el realismo del arte de los mexicas y su gran capacidad de
observación y de trabajar el detalle; a la vez este realismo se mezcla con una estilización de la
forma y con un hieratismo que le confiere esa grandiosidad a la figura. Coatlicue es la diosa
de la fertilidad y de la muerte, madre de Huitzilopochtli. Aquí se la representa con dos
cabezas de serpiente enfrentadas, símbolo de la dualidad, tiene los pechos caídos
simbolizando la fertilidad y la vejez, un collar de manos y corazones humanos en relación a la
idea del sacrificio como algo necesario para mantener a los dioses y que cumplan su función.
Presenta también una falda de serpientes con un gran trabajo del volumen y del bajo relieve,
y los pies dan la sensación de ser garras. El resultado es una figura híbrida y simétrica de gran
monumentalidad concebida para ser vista de frente.

Así como tienen una gran capacidad de observación para trabajar el detalle, como se
puede observar en la escultura del águila y de la Coatlicue, también pueden reducir la
representación hacia lo esencial como se vio en la figura del jaguar o en este caso de la
Xiuhcóatl, la serpiente de fuego. La cabeza tiene un alto grado de esquematización
representando sólo lo que es necesario para hacer alusión a la deidad. Es una obra de colosal
de más de 2 metros de altura. Por otro lado también consiguen lograr un gran dinamismo en
algunas las obras, como se observa en la escultura de Quetzalcóatl que está hecha para ser
vista desde diferentes ángulos. Hay una gran combinación de la forma de bulto con el bajo
relieve y se representa a la serpiente emplumada en espiral de la cuál emerge la figura de un
hombre con una combinación de naturalismo y estilización.

En cuanto a las figuras antropomorfas, es común la representación de Xipec Tótec, el


joven dios del maíz. Se lo representa como un hombre sentado con la piel de otro hombre;
esto era símbolo de la renovación de la piel y el maíz. La escultura también hace referencia al
sacrificio que se realizaba en primavera, donde el sacerdote desollaba al sacrificado y luego
se ataba la piel al rostro y al cuerpo.

Trabajaron también con piedras duras y semi preciosas como se observan en


representaciones de figuras zoomorfas, como ser el “Chapulín colorado” en el cual se
representaba un grillo de color rojo por el material, o un monito en forma de vasija que
mostraba un gran trabajo del pulido de la piedra, además de una representación sintética.

Además de las esculturas en piedra también trabajaron con mosaico, incrustando


sobre madera piedras preciosas como el jade, la turquesa, la malaquita, entre otras. En la
máscara de Tezcatlipoca se observa la destreza técnica que habían alcanzado los mexicas;
estos objetos eran generalmente para uso funerario y destinado a la élite.

Fue muy importante también el arte plumario, que entre los aztecas logró un realce
único. Las aves que utilizaban para realizar estas obras eran de los bosques tropicales y
también podían ser criadas en cautiverio. Una de las plumas más preciadas era la de quetzal;
esta ave era símbolo de la abundancia, la fertilidad y la vida, incluso valía más para los
mexicas que el oro como se sabe por lo que Moctezuma le dijo a Cortés, que para él valía las
plumas de quetzal o un bello pectoral de jade que dos cargas de oro; esto también se debe a
que el color verde era el color ideal de los mexicas, asociado a la realeza. Los aztecas cortaban
sus plumas en pequeños trozos que luego la pegaban en una base a partir de una selección
de colores previa. Entre los pocos ejemplares que se encontraron, sobresale un escudo
ceremonial en donde se representa un animal que se considera que es un monstruo acuático.
Se ve también como usaron el oro en las escamas, garras y ojos; se cree que en su origen el
escudo estaba hecho con plumas de quetzal.

Bibliografía.

Gendrop y Heyden – “Arquitectura Mesoamericana”


Gendrop – “Arte prehispánico en Mesoamérica”
George Kubler – “Arte y arquitectura en la América pre colonial”
Paul Westheim – “Arte antiguo de México”
Coe, Snow y Benson – “América Antigua – Civilizaciones precolombinas / Volumen 1”

Historia del arte americano y argentino


Facultad de Artes – UNT
 UNIDAD 3: EL ARTE INDÍGENA EN EL ÁREA PERUANO BOLIVIANA.

Ubicación geográfica y períodos cronológicos. Cultura de la Costa y del Altiplano. Las


llamadas “Culturas Horizontales” u “Horizontes Culturales”.

Culturas sobresalientes: Chavín, Paracas, Nazca, Mochica, Tiawanacu, Chimú e Inca.

Ubicación geográfica y cronológica. Fundamentos culturales y estéticos de sus


producciones artísticas. Análisis de las obras más significativas de cada cultura en
materia de arquitectura, escultura, cerámica, pintura, metalistería, tejidos y plumaria.

Desarrollo

3.1 – UBICACIÓN GEOGRÁFICA Y PERÍODOS CRONOLÓGICOS. CULTURA DE LA COSTA Y DEL


ALTIPLANO. LAS LLAMADAS “CULTURAS HORIZONTALES” U “HORIZONTES CULTURALES”.

La Región Andina abarca toda la cordillera de los Andes y va desde Venezuela y


Ecuador al norte hasta el sur de Chile; se puede dividir en Andes septentrionales
comprendido por Venezuela, Ecuador y Colombia; Andes centrales comprendido por Perú y
Bolivia; y Andes meridionales comprendido por el norte de Chile y el noroeste argentino.
Fue en los Andes Centrales en donde se desarrollaron las culturas más importantes
de la Región Andina. Estas culturas se ubicaron en ambientes geográficas distintos como ser
la costa y la sierra. El primero ofrecía valles fértiles en las desembocaduras de los ríos que
bajaban de la sierra hacia el Pacífico y eran aptos para la práctica de la agricultura mediante
la canalización de los ríos y el sistema de regadío, además permitía la práctica de la pesca
intensiva y la caza menor como métodos de subsistencia; los lugares de la costa en donde no
desembocaban los ríos eran más bien desérticos y el agua tendía a conseguirse a través de las
napas subterráneas. En la sierra, el desarrollo de la agricultura intensiva y el sedentarismo
era posible en las cuencas que se formaban en las alturas; estos eran valles fértiles rodeado
de montañas que disponían de lagos y ríos. Además de una agricultura por regadío y
canalización se podía practicar el cultivo de terrazas, es decir cultivar en las laderas de las
montañas en terrazas realizadas por el hombre con muros de contención para que la tierra
no desbarranque y con sistemas de canales para permitir el paso del agua de una terraza a
otra. También tenían la posibilidad de desarrollar una economía de pastoreo con la
domesticación de la llama, esto les permitía a su vez obtener carne para el consumo,
animales de carga, y en mayor medida disponer de lana para la confección de los tejidos.
Domesticaron tres tipos de camélidos, llama, alpaca y vicuña.

Los períodos cronológicos que se establecen para el desarrollo de las culturas en la


Región Andina, a nivel general son los mismos que en Mesoamérica, período preclásico,
clásico y post clásico. Sin embargo, algunos autores, cuando estudian las diferentes culturas
andinas y las clasifican por períodos, prefieren hablar de “horizontes culturales” o “culturas
horizontales” en referencia a la existencia de una cultura pan peruana o la influencia de una
cultura sobre otras más alejadas, o momento en el cuál un estilo artístico predomina sobre
un área muy extensa. Fue John Howland Rowe, arqueólogo estadounidense, quien estableció
esta definición en horizontes culturales basándose en las formas similares de cerámica en
diferentes culturas; en la percepción de un arte desarrollado por el Estado, como en el caso
de Chavín, Tiawanacu e Inca; y en una mayor unidad política del Perú.

Entre estos períodos pan peruanos u horizontes, se desarrollan períodos intermedios


en los cuales los horizontes se desintegran y se generan organizaciones regionales
autónomas e independientes. Las características de estos períodos son el surgimiento de
liderazgos regionales con sus propias instituciones políticas, económicas y sociales, y con
cosmovisiones particulares que varían de acuerdo a la ubicación geográfica; surgen a su vez
formas distinguidas en cuanto al trabajo artesanal donde se puede diferenciar claramente el
arte de una u otra cultura. También es un período de mayor violencia debido a la rivalidad
que surge entre los diferentes liderazgos regionales.

Basándose en esta relación de tiempo, se puede trazar un mapa cronológico


aproximado de los períodos de la región de los andes centrales. Hay un Período Pre –
Cerámico que va del 9500 al 1800 a.C. aproximadamente; luego le sigue un Período Inicial
que va del 1800 al 900 a.C., en dónde los pueblos se van asentando, levantando poblados con
centros ceremoniales y dando sus primeros pasos en el campo de la agricultura, la cerámica y
en la producción de textiles. Le sigue el primer horizonte, conocido como Horizonte
Temprano, Antiguo, Formativo o Arcaico, que va del 900 al 200 a.C., en dónde hay un
predomino de un estilo pan peruano conocido como estilo Chavín, llamado así por el modelo
de asentamiento del sitio arqueológico de Chavín de Huántar; en este período se observa un
marcado desarrollo arquitectónico. Este estilo artístico siguió influyendo en el desarrollo
ulterior mucho tiempo después de que desapareció el poder político que lo hizo posible.
Al primer horizonte le siguió el Primer Período Intermedio que va del 200 a.C. al 600
d.C., en donde se desarrollan los estilos regionales de culturas como la de Paracas (a pesar de
que tuvo influencias de Chavín), Nazca y Moche. Se caracteriza por la aparición de centros de
carácter propiamente urbano con la construcción de los primeros grandes sistemas de riego.
Siguiendo a éste período regional, se ubica el Horizonte Medio con el predominio de
Tiawanacu – Huari, que va del 600 al 1000 d.C. Tuvo una gran expansión desde las tierras
altas meridionales hasta las tierras altas septentrionales. Se difundió un estilo y una
arquitectura que se impuso en las regiones capturadas, que a la vez refleja una
administración imperial que se cree fue antecedente de la expansión inca, por su buena
organización y sus planes ambiciosos y triunfales de conquista. También se caracterizó por el
fin de la fase de urbanización en el sur, donde la población tendió a repartirse por el
territorio en pequeñas agrupaciones; mientras que en el norte el proceso de urbanización se
incrementó.

Le sigue el Período Intermedio Tardío que va del 1000 al 1476 d.C., en dónde se
desarrollará la cultura Chimú. Sin embargo, el reino Chimú no fue un principado local sino un
Estado de dimensiones considerables con una estructura agresiva que se impuso en toda la
Costa Norte. Se caracterizó la construcción de ciudades, el fervor urbanístico y monumental;
mientras que en el sur se mantiene el modelo de asentamiento rural disperso. El último
horizonte se da entre el 1476 al 1534 d.C., y es conocido como Horizonte reciente o Período
Imperialista, con el predominio y expansión del Imperio Inca que iba desde Ecuador y
Colombia hasta Chile central y el NOA.

Según Snow, Coe y Benson, la característica de los Andes Centrales era la tendencia a
formar imperio, dónde la agresión y la guerra se convirtieron en un tema importante, incluso
de estilos artísticos. Esta tendencia no sólo se debió a la motivación que pudiese
proporcionar la ambición, agresión o afanes de grandes, sino también por la misma
diversidad geográfica que presentaba el territorio Sudamericano, con tantos contrastes
ambientales entre las diferentes regiones, y por lo tanto la disponibilidad de diferentes
recursos. Así había una necesidad de las diferentes culturas, de conseguir cosas dentro de su
territorio y área que lograba abarcar

La Región Andina se distinguirá de Mesoamérica por el trabajo en metal, que tiene


1500 años más de antigüedad, y por el trabajo textil, ya que tienen la posibilidad de contar
con la lana de los diferentes camélidos, más el algodón, la fibra vegetal, el pelo humano, el
pelo de vizcacha, de murciélago, entre otros. Por otro lado, las construcciones carecerán de la
complejidad espacial de la arquitectura mesoamericana, y no se conoce ningún sistema de
escritura aparte del quipú o sistemas de nudo de cuerda, que se cree era para recuentos
estadísticos.

En el campo de la representación de las formas, en los Andes centrales, la tendencia


de representación antropomorfa aparece en pocas culturas. En general, la figura humana
está sujeta a complejas deformaciones que conducen a la creación de figuras híbridas y
monstruos, o a la disolución en formas geométricas y abstractas.

Bibliografía.
George Kubler – “Arte y arquitectura en la América pre colonial”
Coe, Snow y Benson – “América Antigua. Civilizaciones pre colombinas”
Lothrop – “Los tesoros de América Antigua”
Magni Guidoni – “Civilización Andina”
3.2 – CULTURAS SOBRESALIENTES. PRIMER PERÍODO REGIONAL Y PRIMER HORIZONTE
CULTURAL.

Huaca Prieta.

Es un sitio arqueológico ubicado en el valle de Chicama, en la costa norte de Perú, y


es el más antiguo que se conoce, con una antigüedad que va del 2500 hasta el 1200 a.C.,
perteneciente al período pre – cerámico, por lo que no conocieron la cerámica. Hay autores
que consideran que no conocieron el maíz, ya que se cree que aparece en la región alrededor
del 1200 a.C.; aunque Kubler plantea que, en algunas regiones como Ancash, el maíz ya se
conocía entre el 2500 y 1500 a.C.

Su economía estaba basada principalmente en la pesca con redes, aunque se


conocían otras técnicas como la del anzuelo, y en menor medida cazaban mamíferos
terrestres y acuáticos, así como también aves. Las viviendas eran de planta oval,
semisubterráneas y de una sola habitación, revestidas con sillares de piedras, con techos de
piedra o arcilla sostenidas por vigas de madera o huesos de ballena.

Desarrollaron una agricultura rudimentaria donde se cultivaban frijoles, calabazas,


chile y algodón, que se usó para el desarrollo de tejidos. Se encontraron más de tres mil
fragmentos de tejidos entrelazados que se consideran los más finos del período pre –
cerámico. No conocían el telar, pero trabajaban con la técnica del entrelazado de hilo de
urdimbre y de trama, y se hacían ropas tejidas sencillas, de algodón marrón y blanco, a veces
con tinte azul. Se encontraron fragmentos de tela con motivos geométricos y zoomorfos
como ser el cóndor. A éste se lo representó de una forma esquemática con lo que se cree es
una serpiente en el pecho. Otra forma de elaborar “tela” es a través de corteza machacada,
algo sorprendente ya que es un procedimiento de las culturas de la selva, lo que tal vez indica
contactos entre las diferentes culturas.

También se hicieron recipientes con calabazas, donde destaca el mate grabado con
incisiones, que se cree que representa la figura zoomorfa del felino, o también un rostro
humano felinizado. Con el cóndor, la serpiente y el felino, se empieza a gestar en la región
andina una cosmovisión particular y se observan características en común con Mesoamérica,
como ser el culto al felino, a las aves y a la serpiente. Esto alimenta la teoría de posibles
contactos entre grupos pre – olmecas u olmecas con habitantes de la región andina, aunque
es posible que los grupos humanos de Ecuador y Colombia que influenciaron a las culturas
locales de Mesoamérica, permitiendo posteriormente el surgimiento de la civilización
Olmeca, hayan también influenciado a los habitantes de la región de los andes centrales.

Huaca de los Reyes.

El período formativo o pre clásico, está marcado por la aparición de la cerámica, y el


gran desarrollo de la agricultura que marcará la organización del trabajo, la construcción de
centros ceremoniales, templos, y de ritos relacionados a la agricultura.

De este período data Huaca de los Reyes, que se ubica en el valle de Moche. Presenta
un complejo de 200 hectáreas aproximadamente y se cree fue el centro político de la cultura
Cupisnique, con una iconografía similar a la de Chavín de Huántar.

El complejo tiene forma de U, con tres plataformas principales que se disponen


alrededor de una plaza hundida. Las construcciones eran de piedra semi labrada con adobe,
con paredes estucadas. Destacan alrededor de 39 esculturas de arcilla en bajo relieve, de casi
1.7 metros de alto, con características felinas.

Kotosh.

Los restos arqueológicos de Kotosh se ubican en lo que es hoy la ciudad de Huánuco,


y presentan construcciones dedicadas al culto, con una antigüedad mayor que Chavín de
Huántar.

Uno de los montículos ha revelado ser una estructura de 10 superposiciones, con 13


metros de altura por 100 metros de ancho. En el segundo nivel más antiguo se encontró el
Templo de las Manos Cruzadas en perfecto estado de conservación, debido a que los
constructores lo dejaron intacto y lo rellenaron con guijarros para proceder a construir el
siguiente montículo.

Se llama Templo de las Manos Cruzadas, porque en ella se encontró un relieve debajo
de un nicho en el que se representó dos manos cruzadas. La característica de estos templos
era tener una planta cuadrangular con el centro hundido en donde se cree se llevaban a cabo
rituales alrededor de una fogata. Los bordes del cuarto pudieron haber funcionado como
asientos para los que allí habitaban. En los muros también se encontraban aberturas en
forma de trapecio que serán característicos de la arquitectura andina.

Se considera que Kotosh recibió influencias de Chavín.

El estilo Chavín: primer horizonte pan peruano.

Durante el pre clásico o formativo, alrededor del 1300 al 300 a.C., se difunde por la
región andina un estilo iconográfico asociado a la representación de figuras felínicas, ofídicas
y de aves, entre otras representaciones. Este estilo es conocido como Chavín y es
considerado por el arqueólogo Julio C. Tello, gran estudioso de esta cultura, como el primer
horizonte cultural pan peruano. El nombre viene a partir de la zona arqueológica de Chavín
de Huántar, ubicado en la actual provincia de Huari, en la región de Ancash, en la cuenca del
río Marañón, en dónde se encontró un centro ceremonial.

Durante mucho tiempo, a partir de las investigaciones de Tello, se consideró a este


centro ceremonial como el primer centro ceremonial de la región de los andes centrales y el
punto de difusión del estilo Chavín al resto del área andina. A través de diferentes estudios
posteriores, se descubrió que existieron centros ceremoniales previos a Chavín de Huántar,
pero que éste presentaba una síntesis de las creencias y estilos culturales de los centros
ceremoniales anteriores, que se formaron sobre todo en la costa.

En cuanto al lugar de procedencia del estilo Chavín hubo muchas teorías. Se cree que
pudo haber llegado de asentamientos costeños que pudieron haber desaparecido
posteriormente a cause de eventos climáticos como maremotos o inundaciones fluviales.
Otra teoría, sostenida por Tello, es que el estilo Chavín pudo haber llegado desde la selva
amazónica, ya que muchas criaturas de la iconografía chavinoide derivan de la selva tropical.

Las figuras que se volvieron parte de la iconografía en el estilo Chavín, se cree,


estaban asociadas a un culto religioso, donde las formas zoomorfas simbolizaban fuerzas de
la naturaleza. Así, el estilo Chavín se extendió gracias a la generalización de un nuevo culto
religioso asociado principalmente al culto al felino. Tello considera que éste jaguar es una de
las primeras manifestaciones del dios Wiracocha, dios de la región andina, creador del
mundo. Para el arqueólogo se trata de un sincretismo entre las fuerzas de la naturaleza, la
figura humana y la figura zoomorfa; además este dios jaguar tiene carácter dual, ya que a la
vez que crea, destruye. Coe, Snow y Benson, consideran que este dios puede incluso tener
unos orígenes más antiguos. En cada región donde llegó la influencia Chavín, el rasgo común
era un estilo artístico similar que daba énfasis a un felino tratado de una manera estilística
particular donde predominan las formas curvilíneas, cabezas macizas, colmillos cerrados y
curvos, ojos excéntricos, patas con garras y narices prominentes. Algunos elementos de la
tradición iconográfica del estilo Chavín persistieron en el arte mochica, y llegaron hasta la
región sur de los andes centrales, como Paracas y Nazca, incluso hasta Tiawanacu; el arte
Chavín duró por lo menos trece siglos como entidad reconocible de forma y significado.

La zona arqueológica de Chavín de Huántar presentó una posición geográfica


privilegiada, ya que era una zona de paso obligado entre la altiplanicie y la vertiente tropical
de la cordillera. Esto hizo que los diferentes afluentes humanos que pasaban por esa zona
llevasen de vuelta hacia sus regiones el estilo de este primer horizonte. Diferentes autores
consideran también que la expansión del estilo Chavín fue más bien de carácter religioso que
político; es decir que no hubo un control directo estricto sobre otras ciudades, sino que cada
poblado adaptaba el estilo a sus particularidades, formándose así una cultura relativamente
homogénea en gran parte del Perú.

En el horizonte Chavín, grandes cantidades de recursos se concentraron en los


centros ceremoniales, lo que posibilitó la construcción de los mismos. La economía era
esencialmente agrícola, destacando el maíz como alimento principal, permitiendo, según
autores como Magni, Guidoni y Mason (entre otros), la organización del trabajo y el mayor
desarrollo de la sociedad, a tal punto que el maíz fue considerado símbolo de fertilidad y
prosperidad. Se cultivaba también maní, palta, quínoa, diferentes tipos de calabazas, papas,
a la vez que se articulaba la agricultura con la caza y pesca. Tenían sistemas de riego y drenaje
para trabajar la tierra, aunque estos se encontraban en estado primitivo. Al mismo tiempo
desarrollaron un incipiente pastoreo con la domesticación de algunos camélidos. De esta
forma, con una mayor disponibilidad de alimento, se pudieron dedicar a actividades
intelectuales y a especializarse en diferentes técnicas como la cerámica, la arquitectura y la
escultura.

La organización social básica de los andes fue el ayllu, una comunidad indígena cuyos
miembros están unidos por lazos familiares, con un territorio y un antepasado en común al
que se conocían con el nombre de marka y huaca respectivamente. Las huacas podían ser
hombres, animales, santuarios, entre otras cosas y generalmente se representaba como un
montón de rocas apiladas en el centro del pueblo. El ayllu era una sociedad igualitaria donde
sus miembros trabajan por el bien común del pueblo y eran semejantes unos a otros con un
tipo de relación simétrica entre cada uno (es decir eran todos iguales). Había un jefe local o
curaca que era el encargado administrar y organizar el ayllu liberándose de las tareas
productivas, pero si no podía llevar bien la administración del pueblo podía perder el
carácter de jefe de la comunidad e incluso podía llegar a ser asesinado por sus miembros. Los
ayllus, al salir de su fase endogámica y relacionarse con otros ayllus, modificaron su
organización social, fusionaron costumbres y huacas, y fueron dando lugar a “estados
regionales” o federaciones de aldeas que ejecutaron trabajos de interés colectivo como
obras de ingeniería para el riego, el cultivo y la construcción de grandes centros
ceremoniales. Esto implicó una mayor organización social donde seguramente destacaron las
figuras de los chamanes, dando lugar la creación de una casta sacerdotal que difundió el
nuevo culto religioso. Estos sacerdotes se formaron en conocimientos astronómicos,
pudiendo establecer tiempos ideales para la siembra y cosecha, y desarrollando sistemas de
calendarios; a la vez conocían técnicas de agricultura, artesanía y realizaban diferentes
actividades intelectuales. Pudieron difundir un culto religioso y organizar diferentes
poblados para la construcción de santuarios o centros ceremoniales. Probablemente dentro
de la misma casta sacerdotal hubo una división jerárquica, existiendo figuras de sacerdotes
mayores y menores. La casta sacerdotal se hizo cargo del desarrollo del estado, surgiendo los
primeros estados teocráticos.

Desarrollaron el culto a los muertos enterrándolos en tumbas profundas en el


desierto o en zonas áridas con ajuares funerarios compuestos por objetos que lo
acompañaron durante su vida, definiendo su función y status, y que iban a usar en el otro
mundo. Estos objetos podían ser joyas, adornos de diferentes materiales, tejidos y vasijas
con comida y bebida, entre otras cosas; también se encontraron símbolos teístas entre los
que destacaba el motivo del felino. El cuerpo del difunto era puesto en posición horizontal
con sus miembros doblados y en ocasiones se encontraba pigmento rojo en los huesos lo que
da a pensar que el muerto no era puesto en su tumba hasta que la carne hubiese
desaparecido o que podían desenterrar el cuerpo del muerto para luego volver a enterrarlo,
siendo esta una costumbre en el antiguo Perú. Por otro lado, el hecho de que las tumbas
hayan sido puestas en el desierto, permitió en ocasiones una gran conservación del cuerpo y
del ajuar funerario por la escasa humedad.

Centro ceremonial y arquitectura del horizonte Chavín.

Se considera que la zona arqueológica de Chavín de Huántar es uno de los varios


centros ceremoniales del culto Chavín, pero el más importante y el más estudiado. Julio Tello
considera a Chavín como “cultura madre” en la región de los andes centrales, y como el
primer centro ceremonial construido en los andes. A pesar de que con el tiempo se
descubrieron centros más antiguos, siguió considerando a Chavín de Huántar como el más
significativo, como el lugar en donde se sintetizaron todas las creencias pasadas y como
centro de peregrinaciones de diferentes comunidades que se reunían allí para diversas
celebraciones religiosas. Todo esto dio lugar a una nueva y vigorosa cultura que se expandirá
por la región andina.

El centro ceremonial comprende plataformas elevadas, estructuras escalonadas,


plazas, terrazas y edificios de piedra orientados hacia puntos cardinales, especialmente en
dirección Este – Oeste y ubicadas alrededor de plazas hundidas. Según J. Alden Mason, el
conjunto cubre una zona muy extensa de más de 250 metros cuadrados. Esta orientación
cardinal tiene que ver con la dirección de donde sale el Sol (Este) y en donde se esconde
(Oeste), lo que muestra sus conocimientos y preocupaciones astronómicas.

El centro ceremonial fue construido en diferentes etapas, distinguiéndose


principalmente dos, el Templo Viejo y el Templo Nuevo. El Templo Viejo está formado por
tres estructuras que se disponen alrededor de un patio circular semi – hundido con el
Obelisco Tello en el centro; el patio estaba revestido en sus laterales con bloques de piedra
con imágenes en relieve de seres míticos, y tiene dos escalinatas de acceso, una al Este y tora
en el Oeste. Dentro de uno de los recintos del Templo Viejo se encontró el Lanzón, una
escultura monolítica. El Templo Nuevo, ubicado inmediatamente al lado del Templo Viejo,
fue más amplio, tenía la típica disposición en U alrededor de una plaza semi – hundida y
cuadrangular, con cuatro escalinatas de acceso a sus costados y revestido de bloques de
piedra en sus laterales. La plaza está flanqueada al Norte y al Sur por plataformas con
escalinatas de acceso; la plataforma norte conecta con el resto del recinto ceremonial.
Usaron diferentes sistemas de mampostería, como ser bloques de piedra sin labrar
unidas con barro, conocida también como sistemas de pirca, y bloques finamente labrados
agrupados uno a la par del otro sin argamasa. Este último se usaba generalmente para
bloques de piedras megalíticas, que se encontraban principalmente en construcciones
importantes, y podían usarse lajas de piedra labradas, puestas en hiladas horizontales
(sistema de hilada con lajas); bloques regulares y cuadrangulares dispuestos uno a la par de
otro; sistemas de sillar que serían piedras labradas como ladrillo; y sistemas de RAFAS, que
serían bloques megalíticos separados por bloques menores unidos por argamasa.

Una de las estructuras que destaca es el Castillo en el Templo Nuevo. El nombre


Castillo fue dado por los españoles que consideraban como tal cualquier estructura que se le
pareciera. Tiene una base casi cuadrada de 75 metros por 72 metros, 13 metros de alto, y
está ubicado sobre un gran basamento con escalinata de acceso, compuesta por bloques
rectangulares de fino labrado. Presenta un pórtico con una escalinata de acceso principal y
otras dos laterales, que conducen hacia el sector superior en donde se cree se ubicaron
templos o estructuras pequeñas de base cuadrada. Los muros exteriores están revestidos
con piedras rectangulares colocadas en hiladas de diverso tamaño, alternando anchas con
angostas. Los muros son macizos, poseen una leve inclinación y están rellenados con piedras
sin labrar y tierra; este relleno se aplica en el medio de dos muros.

En la parte superior de la estructura del Castillo se encontraban hileras de grandes


cabezas talladas conocidas con el nombre de cabezas clavas; estaban insertas en el muro
mediante el sistema de espiga. Esto muestra una vinculación entre escultura y arquitectura.
Son cabezas monolíticas de 40 cm aproximadamente, que mezclan rasgos zoomorfos y
antropomorfos dando lugar a seres híbridos. Las cabezas presentan rasgos diferentes,
algunas con énfasis en el felino, otras con énfasis en aves y serpientes, y todas con signos
complejos. Se observa un gran trabajo volumétrico y mediante el relieve trazan las líneas del
rostro.

No se conoce exactamente el significado de estas cabezas, algunos autores


consideran que se tratan de primeros ejemplos de cabezas trofeos, otros consideran que son
espíritus protectores del templo, otros que son los sacerdotes que entraron en trance
después de consumir alucinógenos como la droga de san pedro, otros que representan
personas notables del lugar.

Hay un trabajo naturalista en la forma, como por ejemplo en la nariz y en la mejilla. El


rostro presenta un gran carácter expresivo a partir de esa sonrisa que le confiere cierto aire
tenebroso y macabro, remarcada por las fosas nasales bien abiertas y por la presencia de las
cejas expresivas que potencian la redondez y magnitud de los ojos; estos últimos son grandes
con las pupilas ahuecadas. Hay una gran estilización en la forma y predominan las líneas
onduladas.

Por arriba de las cabezas clavas corría una amplia cornisa con relieves de figuras
caminando, que combinaba rasgos felínicos y ofídicos, y tenían diferentes elementos en sus
manos; tal vez eran sacerdotes. Eran figuras más sintéticas, con cierto hieratismo en la forma,
destacando los ojos grandes. También se adherían a la mampostería bloques con figuras
trabajadas con bajos relieves y líneas de incisión. Son formas híbridas, de carácter mítico, que
mezclaban lo antropomorfo con rasgos de serpiente y felino. Se presentaban de frente, con
los ojos grandes (característico de esta cultura), cabellos de serpiente, bastón en forma de
serpiente, colmillos y garras de felino y colgantes en las orejas. La forma ondulada de la
serpiente servía para dar la forma a las cejas y a las orejas. Es una figura sintética, simétrica,
dónde destaca la línea curva. Se asemejan a la figura de la “Estela Raimondi”, que será
representada por diversas culturas posteriores, de diferentes formas.

El pórtico de entrada presenta columnas de piedra negra grabada, con una altura de
3 metros aproximadamente. Se llama también “Pórtico de las falcónidas” porque en las
columnas se encuentran representados en bajo relieve seres híbridos alados, que combinan
elementos humanos, de felinos, de aves y de serpientes. Se cree que en el pilar norte se
presenta un ser macho y en el pilar sur un ser hembra, tal vez en alusión a la dualidad
imperante en el mundo precolombino. Presenta a la vez un dintel voladizo, y piedras
megalíticas a los costados, con el sistema de unión que será característico para la región
andina, es decir sin mordente para las piedras de grandes dimensiones que se usaban en
construcciones importantes. Se observa de vuelta los escalones formados por grandes
bloques de piedra.

La estructura tiene una serie de galería internas, cuartos, escaleras y pozos de


ventilación. Las dimensiones de éstos van de 1.8 metro de altura a un ancho variable de 1
metro para las galerías hasta 2 y 4.5 metros para los cuartos. Tiene una sola entrada y los
pozos de ventilación proporcionan aire fresco a los cuartos interiores. Los cuartos son
oscuros y no reciben luz, los techos y los pisos están formados por grandes losas anchas

Dentro del Templo Viejo, se encontró un monolito de piedra conocido como el


Lanzón (el hierro de la lanza), que según Guidoni y Magni, no solamente es el centro del
santuario sino también el centro del territorio Chavín, relacionándolo de esta forma con el
concepto de “ombligo del mundo” (usado posteriormente por los Incas), es decir el centro de
una organización político – religiosa amplia. Se trata de un monolito de granito de más de 5
metros de alto, clavado en el suelo y sujetado en el techo, decorado con incisiones y bajo
relieve, representando un ser híbrido, mezcla de felino y serpiente. Hay una tendencia hacia
la abstracción y estilización con el predominio de formas onduladas. La composición es
simétrica, siendo el “filo” el que funciona como eje. El rostro presenta características
felínicas en la nariz, los colmillos, el cinturón, las garras y los pies, mientras que en el pelo se
observan representaciones de serpientes, al igual que en el sector inferior. Se observa la
sonrisa maliciosa típica del arte de Chavín. Tiene una sensación de estabilidad por la forma
que está emplazada.

La escultura está ubicada en el medio de la intersección de cuatro galerías, tal vez en


referencia a los cuatro puntos cardinales o cuatro regiones del mundo. Podría haber
simbolizado a Chavín como el centro religioso de un amplio territorio que abarcaba los
cuatro puntos cardinales de la región andina. Magni y Guidoni consideran que el monolito
pretende dar la sensación de una estabilidad absoluta. Es el demonio del lugar y símbolo de
la organización del espacio exterior en torno a un eje vertical, que por medio de la
verticalidad está en contacto permanente con el mundo celeste y el mundo de los hombres.

Otra escultura monolítica es el Obelisco Tello, por haber sido el Dr. Tello el primero
en estudiarla. Tenía 2 metros y medio de altura. Toda la representación se acomoda a las
dimensiones del soporte sobre el que se trabaja. Se representan hombres, plantas, felinos,
serpientes, y una especie de caimán gigante en ambas caras, que da la sensación de estar
alimentándose de todos ellos, lo que podría indicar la existencia de sacrificios humanos para
alimentar a la deidad; todos representados esquemáticamente y de forma geométrica. La
decoración presenta un gran carácter barroco.
Cerca de la estructura del Castillo se encontró a la estela Raimondi, llamada así en
honor a Antonio Raimondi, naturalista y geógrafo italiano, que impulsó el traslado de la
estela a Lima para su estudio. Se trata de un monolito de granito de diorita de casi 2 metros
de alto que presenta una imagen labrada en bajo relieve e incisión de una deidad que se cree
es Viracocha. La figura está parada de frente y con los pies de perfil, con una mirada seria;
presenta rasgos de hombre y jaguar, resultando en un ser híbrido, con brazos abiertos
sosteniendo unos báculos con sus manos de jaguar. El cinturón presenta un rostro que
parece una especie de jaguar del que salen unas serpientes de perfil. Sobre su cabeza hay
unas especies de máscaras de serpiente y jaguar, con ramificaciones de serpientes, que
forman una torre y constituyen una suerte de tocado. Magni y Guidoni plantean que las
cuatro máscaras hacen referencia a los cuatro puntos cardinales, solo que puestos unos
encima de otros. La figura guardará un parecido con la figura de la Puerta del Sol en
Tiahuanaco. La composición es simétrica, con una clara abstracción tendiente hacia la
geometrización dando lugar a un hieratismo. George Kubler considera que esta estela podría
haber estado dispuesta en el techo para ser vista desde abajo, y que podría haber estado
trabajada a modo de textil andino. Lothrop, Magni y Guidoni consideran que el monolito y su
figura tenía relación con las imágenes de la cerámica de Nazca.

Esta figura también es conocida como el “Dios de los cetros” y, según César
Sondereguer, está relacionada a una deidad creadora y mantenedora del universo. Divide la
obra en dos, y establece que la mitad inferior es terrestre y la mitad superior es celestial, y al
igual que otros autores plantea que su imagen e iconografía, permaneció en la tradición
peruana hasta la actualidad. La estela Raimondi, como el Obelisco Tello, representan la etapa
tardía de Chavín.

Cerámica.

Predominan las botellas con asa estribo y pico vertedor, cuerpo globular, paredes
gruesas, base plana, monocromática, bicromáticas, vasijas en efigie, cuello alargado y
cilíndrico, se introducen los colores cocidos, y un tipo de cocción en atmósfera reductora para
darle ese aspecto negro; por último, bruñían la pieza para sacarle brillo.

Los diferentes autores sostienen que no se encontraron grandes ejemplares en la


zona arqueológica de Chavín de Huántar, más bien restos de piezas que luego tienen que ser
unidas. Sin embargo, en diferentes áreas de la región andina se encontraron ejemplares
influenciados por el estilo Chavín, que presentaban una ornamentación geométrico –
naturalista y una decoración similar a la que se encuentra en las obras pétreas de ésta
cultura, además de presentar temas relacionados a la iconografía chavinoide. La cerámica
mejor conocida de este período es la de la costa norte, de Cupisnique, en donde se
encontraron gran cantidad de tumbas y piezas cerámicas de uso ceremonial. Destacaban
sobre todo los motivos felínicos y serpentiformes, combinado también con series de puntos y
elementos geométricos, todos con significado simbólico; también se podían representar
especie de retratos o frutos característicos de la región. Todo se trabajaba con bajo relieve,
incisiones, modelado y pintura, llegando a encontrarse piezas bicromáticas. Entre las
diferentes piezas destaca una vasija efigie en la que se representa el rostro de una persona
anciana, dónde se combina el trabajo en volumen con la línea de incisión, y se observa un
gran trabajo para representar la forma natural con los aspectos del anciano o anciana. Esta
vasija retrato anuncia un tipo de trabajo que será común en la costa norte del Perú con la
cultura mochica. También hay ejemplares bicromáticos en los que se combina el modelado,
la pintura y la línea de incisión. Destaca un ejemplar en el cuál se representan el cuerpo de
una serpiente y su cabeza en el cuerpo globular, y motivos circulares incisos. La serpiente
combina con motivos felínicos, y tal vez las manchas hacen referencia a esto.

Se encontraron ejemplo de tejidos, que mostraban un mayor desarrollo que los de la


zona arqueológico de Huaca Prieta. En un ejemplar se encontraron motivos relacionado con
el jaguar y la serpiente, formas geométricas, líneas rectas y líneas curvas. La composición era
simétrica y destacaba la repetición de formas.

Orfebrería.

En Chavín se encontraron objetos metalúrgicos de gran antigüedad, trabajados


mediante la técnica del martillado, el temple, la soldadura, la incisión, y la unión de láminas
de metal. Estos objetos tal vez eran destinados a la clase dominante de la sociedad.
Conocieron diferentes metales como la plata, el platino y el oro, y realizaron sortijas,
narigueras, brazaletes, pendientes, collares, entre otras cosas. Las figuras tienden hacia una
estilización y abstracción con el predominio de la figura felínica, aunque también se
encuentran representaciones de cóndor.

Cerro Sechín.

Es una colina en el valle de Casma, entres los ríos Sechín y Moxeke. En la antigüedad
se encontraba fortificado, con recintos amurallados que rodeaban las viviendas y templos, y
al lado de cada recinto se encontraba un cementerio. Los asentamientos se conectaban
mediante caminos, y se abastecían de agua por medio de obras de ingeniería como
acueductos y estanques. Tello consideraba que aquí habitaban los distintos señores de los
valles, y era un lugar en donde podían resguardarse de inundaciones e invasiones.

Había diferentes complejos, el más grande se ubicaba al norte, y tenía dos terrazas
rectangulares superpuestas unidas por una escalinata. Se encontraba al pie de una ladera en
forma de cuenco. La plataforma superior estaba enlucida en arcilla y decorada con formas del
felino típicas del horizonte Chavín, y la plataforma inferior se encontraba revestida con losas
de granito. Se alternaban losas grandes, verticales y estrechas, con piedras cuadradas más
pequeñas, que rellenaban los huecos que quedaban entre las piedras grandes, dando un
efecto de un valle de postes. Las losas podían variar en tamaño, iban desde 1.6 metros hasta
4.4 metros.

En ellas se representan en bajo relieve, figuras humanas trabajadas sintéticamente,


en perfil, como si se encontrasen en una especie de procesión. Se representan guerreros
ricamente ataviados con armas en sus manos, cabezas trofeos, columnas vertebrales,
herramientas, entre otras cosas. Las figuras convergen en la escalinata de acceso al templo.

Se observan dos tipos de incisiones, una más profunda para delimitar el contorno de
la figura del fondo, y otra menos profunda para marcar los diferentes atuendos y motivos
simbólicos del interior de la figura. Son figuras esquemáticas, simples, tendientes a la
geometrización, en donde se mezcla la línea curva con la línea recta.

Bibliografía.
George Kubler – “Arte y arquitectura en la América pre colonial”
Coe, Snow y Benson – “América Antigua. Civilizaciones pre colombinas”
Lothrop – “Los tesoros de América Antigua”
Magni Guidoni – “Civilización Andina”
Felipe Cossio del Pomar – “Arte del Perú precolombino”
3.3 – SEGUNDO PERÍODO INTERMEDIO Y SEGUNDO HORIZONTE CULTURAL.

Paracas.

Se desarrolló entre el 700 a.C. hasta el 300 d.C. en el valle que forma el río Ica. Aquí se
ubican los asentamientos más antiguos de la costa sur. Los restos de estas sociedades se
encuentran en los cementerios de la Península de Paracas; de allí el nombre que se le da a la
cultura. Por otro lado, el nombre Paracas significa “lluvia de arena”, y fue dado por los
indígenas porque era una zona donde soplan vientos huracanados.

Paracas se desarrolla en un período de transición entre el horizonte Chavín y el


Tiawanacu – Huari, junto con otras culturas como Nazca y Moche. Éste es un período en el
cual la influencia del estilo Chavín se fue debilitando paulatinamente hasta desaparecer y
junto con él toda homogeneidad cultural en los andes centrales. No se conocen bien las
causas del debilitamiento del horizonte Chavín, tal vez se debió a la pérdida de fuerza del
culto religioso a la vez que se terminaban las peregrinaciones a los centros ceremoniales. Con
el fin de este primer horizonte, se produce un mayor desarrollo de culturas regionales,
aunque no se pierde del todo la influencia de ciertos elementos Chavín.

A nivel general, en las diversas culturas de éste período, la agricultura se afianzó


como base de la economía con el maíz como alimento principal, junto con el frijol, la quinoa,
y otros cultivos de variante local. Se mejoraron las diferentes técnicas de cultivo como la
canalización de los ríos, el regadío e incluso el cultivo en terrazas, a la vez que se practicaba el
pastoreo sobre todo en las tierras altas. En cuanto a la organización social y política, los
grupos continuaban siendo pequeños con el ayllu como la unidad social básica, y con leves
diferenciaciones sociales que se observan a partir de los restos encontrados en cementerios.
Se observa también una marcada atención hacia los muertos, que eran enterrados con ricos
ajuares funerarios; esto indica la creencia en otra vida.

En Paracas la principal fuente arqueológica fueron los cementerios de la Península.


Los tipos de entierro se pueden clasificar en tres: Paracas Caverna, Paracas Necrópolis y
Arena blanca, siendo los más estudiados los dos primeros. Tello fue el que encontró en esta
región las dos clases de entierro (Caverna y Necrópolis), que consideraba como diferentes
períodos dentro de la cultura Paracas que se sucedieron, siendo la primera Caverna y la
segunda Necrópolis. Sin embargo, en la actualidad se considera que las dos etapas fueron
contemporáneas, y la diferencia entre una y otra radica en la forma de la tumba y en el tipo
de cerámica y tejido encontrado. Caverna presentaba un tipo de tumba en forma de caverna
o botella, excavadas en la roca y con 6 metros de profundidad aproximadamente; eran
cámaras comunales en dónde podían encontrarse diferentes fardos funerarios, y un tipo de
cerámica polícroma y tejidos sencillos. Necrópolis se caracterizaba porque las tumbas tenían
varias habitaciones o cámaras que se cree reproducían la casa del difunto, pudiendo llegar a
ser de 250 metros cuadrados; los tejidos encontrados aquí son de una calidad superior a los
de Caverna mientras que la cerámica es sencilla. Además de que podrían haber tenido un
significado simbólico importante, se cree que eligieron estas áreas para establecer sus
cementerios por ser zonas secas, lo que permitía una mejor conservación del cuerpo. Se pudo
establecer es que Paracas Caverna estaba destinado a personas de clase común y Paracas
Necrópolis a altos dignatarios y gente de clase alta.

Las tumbas en Paracas Caverna podían estar precedidas de una cámara de piedra en
la superficie, y una misma tumba podía llegar a tener más de 50 cuerpos; se cree que podían
tratarse de tumbas familiares (J. Alden Mason). Los cuerpos eran momificados y colocados
en posición fetal, o genuflexa, sobre una canasta, envueltos con tejidos de algodón formando
una especie de fardo. Los fardos funerarios se componían de diferentes capas, en el medio
del cuerpo se colocaba comida, luego se cubría con una tela tosca, en la cesta en donde se
colocaba el cuerpo se ubicaban piezas cerámicas, luego se cubría con una tela de mayor
calidad y paños de algodón, luego se envolvía con otra tela de mayor tamaño y extensión y
en el medio se colocaban más piezas de cerámica.

La momificación muestra la importancia del culto a los muertos en el antiguo Perú; se


creía que el alma del difunto sobrevivía en el otro mundo en la medida en que el cuerpo esté
intacto, por esta razón se momificaba. Los tejidos con los que se envolvían al muerto eran
específicamente realizados para un uso funerario, de significación mágico – religiosa. Cossio
del Pomar plantea que el muerto viajaba al mundo de los gérmenes de la vida, la tierra y las
plantas (Ukju – Pacha), con el pedido de los vivos para que la tierra siga dando frutos, por lo
que el muerto tenía que viajar con sus mejores ropas. Junto con los tejidos, llevaban objetos
de cerámica con comida y bebida, collares, adornos de metal, y diferentes objetos que
correspondían al status del difunto y a la función que tuvo durante su vida, y que les sería útil
en el más allá. La momificación era un tratamiento complejo que consistía en vendar el
cuerpo, llenar con resina los pulmones y con huano y otros elementos el cuerpo.
Dependiendo del rango del difunto, al lado se colocaba un doble que consistía en un fardo
que llevaba los diferentes atributos de su rango y ocupación; si el muerto no tenía una gran
importancia social o religiosa, sólo se encontraba el fardo en donde descansaba el muerto.

En los tres tipos de enterramientos de Paracas se encontraron cráneos con


deformación tubular erecta; esto se conseguía colocando tablas en la parte frontal y
posterior para que la cabeza crezca de forma alargada. Podía ser un signo de belleza asociado
al maíz. También se encontraron cráneos trepanados, que era una operación que consistía en
hacer una incisión en el cráneo, ya sea de forma circular o rectangular. Eran operaciones
comunes en el antiguo Perú, aunque no se sabe bien si se realizaban para aliviar dolores o
para ahuyentar malos espíritus y demonios, o tal vez ambas cosas estaban relacionadas. Se
cree que esta operación no se realizaba a cualquier persona; tenían que ser tener un rango
social importante. En algunos cráneos trepanados se encontraron tejidos regenerados, lo que
indica que el paciente sobrevivía a la operación y continuaba con su vida. Se cree que para
soportar el dolor de la operación se anestesiaba al paciente con coca o alguna bebida
alcohólica; se encontraron cráneos que presentaban más de una trepanación.

En Caverna se encontraron piezas cerámicas de gran calidad, que presentaban


muchas formas como cuencos abiertos, jarros globulares, en efigie, con pico vertedor unido
con un asa plana, entre otros. La decoración se realizaba por incisión, en un primer momento
era negro sobre negro pulimentado, posteriormente aparecen piezas policromas, donde el
color al principio era colocado luego de la cocción y alrededor del 100 a.C. se empieza a
utilizar la técnica del color cocido. Algo característico en la cerámica Caverna es el uso de
líneas incisas limitando zonas coloreadas de colores vivos como el amarillo, rojo, verde y el
uso del negro. Los pigmentos son espesos y brillantes, dando la impresión de esmalte
alveolado o técnica de cloisonné, también denominado por Kubler “encostrado”. Muchas
veces se combinaba la forma escultórica con representaciones pintadas.

Los motivos son generalmente geométricos, abstractos, tendientes hacia una síntesis
de la forma y con un alto contenido conceptual o mágico – religioso, presentando motivos
escalonados, rectilíneos, puntos, rombos, círculos, entre otros, que se repiten rítmicamente a
lo largo de la superficie, y en menor medida seres biomorfos estilizados. Diversos autores
destacan que las piezas cerámicas de Caverna recibieron influencias Chavín Cupisnique de la
costa norte, por lo que en algunas piezas se encuentra el motivo del felino; en una en
particular se encuentra el felino representando de forma geométrica con la presencia inusual
de un solo ojo. Otro ser que se encuentra representando en las diferentes piezas, es el “Ser
Oculado”, que presenta también rasgos felínicos que se observarán mejor en las diferentes
piezas textiles. Este “Ser Oculado” tiene los ojos grandes, redondos, con boca de felino
generalmente y motivos de significación simbólica. No se conoce muy bien el significado de
este ser, se piensa que es una especie de demonio; se cree que puede ser proveedor de
alimentos, o estar relacionado, al presentar atributos de hombre, al alma de los muertos. De
su cabeza se podían desprender formas alargadas, apéndices, pequeños felinos, serpientes,
entre otras cosas.

Los tejidos son tendientes a la monocromía o bicromía, de colores tierra, y trabajados


en diferentes técnicas como ser el bordado (ornamentación de la superficie de una tela por
medio de hebras), el tejido con aguja, el trenzado, telas pintadas, entre otras. Las telas que se
usaban eran de algodón, lana de camélidos (lo que según autores marca contacto con pueblos
de las tierras altas), fibras vegetales (maguey), cabello humano, de vizcacha, e incluso piel de
murciélago. Se representaban motivos geométricos, tendientes a la síntesis, con figuras
antropomorfas, zoomorfas y tendientes a la hibridación. Al igual que en la cerámica,
destacaba la representación de un ser oculado, que en ocasiones presenta características
felínicas y apéndices de los cuáles se desprenden cabezas trofeos. En el interior de estos se
seres se encontraban representadas diferentes figuras zoomorfas, en ocasiones bicéfalas,
destacando el aspecto de la dualidad.

En Paracas Necrópolis se encontraron fardos funerarios con gran cantidad de tejidos.


Alden Mason plantea que a diferencia de Caverna, donde se encontraron cuerpos de todas
las edades, en Necrópolis los cuerpos eran de hombres grandes, probablemente caciques,
sacerdotes y personas distinguidas. Los cráneos están deformados y, por lo desértico de la
zona, los cuerpos se conservaron muy bien.

La cerámica encontrada es más bien sencilla tendiente a la monocromía con colores


claros y sin motivos pintados. Se encontraron ejemplares de vasija con efigies zoomorfas y
con asa y doble vertedera, otras presentaban formas de vegetales. Necrópolis no desarrolló
una cerámica polícroma como Cavernas; será Nazca quien posteriormente continúe con esta
tendencia.

Las manifestaciones más notables en el campo artístico en Necrópolis se encontraron


en el campo de la textilería, figurando sus tejidos entre los más hermosos del mundo y
conservándose mucho en un excelente estado. Son tejidos de grandes dimensiones,
realizados con bastidor, que podían tener entre 7 metros de ancho y 50 – 60 metros de
longitud, lo que hace pensar que usaban telares anchos en donde trabajaban varias mujeres
a la vez.

Realizaban tejidos en algodón, tapices, gasas, telas dobles, entre otros; la técnica
preferida de esta cultura era el bordado, también se encontraron telas con encaje. Lothrop
plantea que los mantos de Paracas Necrópolis se hacían uniendo tres telas tejidas
separadamente y exactamente de la misma longitud. Los tejidos se caracterizaban por la
policromía y trabajaban con lana, algodón, piel de murciélago, cabello humano, fibras
vegetales y pelo de vizcacha. Se cree que, en algunas piezas, la parte central se tejía con lana
de alpaca y la parte de los lados de algodón; esto hizo que con el tiempo los sectores en
dónde se encontraba el algodón se deteriore, y los sectores de lana se conserven mejor. Eran
grandes coloristas y conocían bien las sustancias tintóreas como se observa por lo bien
conservado del color de los tejidos. Usaban tintes vegetales y minerales, por ejemplo, el rojo
de la cochinilla, el verde de la “muña”, el azul del “añil”, amarillo oro de la “chilca” (tipo de
planta), entre otros. Conseguían colores brillantes, llegaban a usar 190 tonos (según George
Kubler), y se armaban secuencias cromáticas a partir de figuras que se repetían
rítmicamente.

En los textiles de paracas se representaban figuras zoomorfas como jaguares,


pájaros, peces y serpientes, figuras antropomorfas e híbridas que resultaban de la
combinación de diferentes formas. El significado de estas representaciones es hoy
indescifrable, pero se cree hacía alusión a deidades y espíritus en los que la cultura local
creía. La mayoría de los motivos decorativos de los tejidos de Paracas Necrópolis, están
bordados en dos estilos diferentes, uno geométrico con líneas rectas y angulosas, en donde
los motivos tienden a repetirse rítmicamente en dameros o cenefas horizontales (adorno o
elemento decorativo que se presenta en forma de tira o franja alargada y que sirve como
marco o para marcar el borde de algo), y donde los espacios vacíos se rellenan con versiones
en pequeño del motivo principal; y otro bordado curvilíneo en donde parece haber un
número ilimitado de temas, los dibujos no se repiten tanto y tienden a ser figuras como
bailarines, guerreros, pájaros, peces, siendo cada una, una creación única y exótica. En este
tipo de bordado curvilíneo se observa una mayor cantidad de figuras híbridas.

La figura humana en el arte de Paracas Necrópolis tiende a la abstracción. Se


observan también convenciones, como ser las piernas de perfil y cuerpo y cabeza de frente;
las cabezas de pájaro se podían representar de perfil, tanto en su forma curvilínea como
geométrica. Entre las figuras representadas destaca el llamado “ser oculado”, que parece
llevar cabezas trofeos, y de cuyo cuerpo se desprenden otras figuras complejas. En ocasiones
también se observa dentro del cuerpo de una figura, otra figura de menor tamaño. Las
diferentes figuras llevaban elementos como báculos, cinturones, faldellines, de diferente
significado simbólico. El color, por otro lado, no obedecía o respetaba los colores de la
realidad, sino más bien obedecían a un carácter simbólico.

Se encontraron objetos de arte plumaria como abanicos, penachos, estandartes,


armas bordadas con plumas de cóndor o guacamayo, entre otras aves. En la técnica de la
plumaria se trabajaba sobre soporte flexible, por lo que se observaba un mayor movimiento.
Los colores eran vivos, y las plumas se seleccionaban por su grosor, brillo y color, pero
también por su rareza; no se las teñía. Los instrumentos con los que se trabajaba eran la
azadilla, el cuchillo para cortar las plumas, la plegadera de hueso para adherirla, pinceles y
tallitos para el diseño o motivo del dibujo, y sustancias resinosas para pegarlas, provenientes
de las orquídeas.

Nazca.

La cultura Nazca se desarrolló durante el primer período intermedio, desde el 100


a.C. hasta el 800 d.C. aproximadamente, ubicándola dentro del horizonte clásico en la línea
cronológica de la américa precolombina. Otros arqueólogos también ubican a esta cultura
dentro de una era floreciente que se caracteriza por el gran desarrollo de las diferentes
técnicas artesanales como ser la textilería, la cerámica, la metalurgia y la pintura. Las culturas
alcanzaron un alto nivel de desarrollo y no hubo una uniformidad cultural a pesar de que
existieron contacto entre las diferentes culturas y de que elementos chavinoides todavía
persistían.
La cultura Nazca se ubicó en la costa sur, sin ser una cultura netamente costera. Se
desarrollaron principalmente en el Valle de Nazca, atravesado por el Río Grande de Nazca, a
190 km aproximadamente del valle que se forma por el río Ica en dónde se desarrolló la
cultura de Paracas. Diversos autores sostienen que hubo contacto entre estas dos culturas,
principalmente durante el último período de la cultura Paracas y el primer período de la
cultura Nazca; incluso se plantea que el estilo Nazca derivo del estilo Paracas, por la similitud
de ciertas figuras entre los tejidos de Paracas Necrópolis y la cerámica Nazca. También se
hallaron restos arqueológicos de paracas en las profundidades de los territorios habitados
por los nazquenses, que refuerza la teoría que Nazca presupone una continuidad con Paracas
Necrópolis.

En el aspecto económico las diferentes técnicas de producción se fueron


perfeccionando, permitiendo que aumente la cantidad de alimento disponible para el
consumo, y siempre con el maíz como alimento principal, aunque la papa también ocupaba
un lugar importante. Se perfeccionó el cultivo en terrazas y la canalización de los ríos junto
con el regadío. Esto produjo un aumento de la población, pero tal vez no tan grande como
para obligar a los grupos a expandirse en busca de nuevos territorios.

Con el descubrimiento y posterior estudio de Cahuachi, un centro ceremonial


ubicado en el Valle de Nazca, se sabe que hubo una estratificación social, y conductores
dentro de la sociedad que organizaron la construcción de dicho centro. Estos conductores
seguramente también controlaron la producción, el trabajo comunitario y las fiestas
ceremoniales de la sociedad. Por la calidad de sus diferentes artesanías, se puede pensar que
ya existía un cuerpo especializado de diferentes artesanos, que tal vez componían un estrato
social diferente.

En el plano de la organización política y militar, se considera que la cultura Nazca no


tuvo un gobierno unificado, sino que se constituía en una serie de señoríos locales agrupados
por características culturales en común y por alianzas. También es posible que los diferentes
señoríos realizasen lucharan entre ellos y tomasen cabezas como trofeos, lo que se observa
en cabezas decapitadas encontradas en las tumbas y en la representación de cabezas –
trofeos representadas en la cerámica.

Magni y Guidoni, plantean que las culturas de Nazca al sur y Moche al norte, fueron
las principales unidades culturales durante el período clásico, y que con la convergencia de
diferentes pueblos se irán formando organizaciones federativas que en el período post –
clásico darán lugar a los estados del Gran Chimú al norte y de la federación de Chincha al sur.

Cahuachi, ubicado en el Valle de Nazca, fue un centro ceremonial de la cultura Nazca,


que se caracteriza por la presencia de una pirámide escalonada de adobe de 28 metros de
altura aproximadamente, construida sobre una elevación natural del terreno. La mayor parte
del conjunto arquitectónico está todavía bajo tierra, pero se estima que habían alrededor de
unas 40 pirámides escalonadas. Se piensa que los habitantes permanentes eran pocos, y que
eran principalmente sacerdotes, pero que era un importante centro de peregrinaje para las
poblaciones de los valles lindantes. Alrededor de esta pirámide, se encontraron plazas y
viviendas de adobe (material por excelencia de la costa). También existieron obras de
ingeniería para facilitar el acceso y transporte de agua, como ser pozos, canales de riego y
acueductos, recubiertos con paredes de piedra; esto les permitía ganar terreno cultivable en
una región más bien árida.
Al igual que en Paracas, también se encontraron tumbas que, por lo general, tenían
forma de botellas con un pozo que conducía a la cámara, que se podían encontrar cerca de la
superficie como a 4,5 metros aproximadamente. Chauchilla, ubicada a 30 km del Valle de
Nazca, se cree que era una necrópolis correspondiente a esta cultura. En las tumbas se
encontraron créanos con deformación, fardos funerarios similares a los de la cultura de
Paracas, cabezas trofeos, cuerpos momificados colocados en posición fetal, piezas cerámicas,
telas, entre otros elementos.

Así como Paracas se destacó por sus telas, la cultura Nazca se destacó por su trabajo
en cerámica. Diferentes autores la consideran, junto con las piezas cerámica de la cultura
Moche, como la mejor lograda de las antiguas culturas del Perú, y entre las mejores del
mundo. A nivel general, la alfarería nazca se caracteriza por su policromía, pero también se
establecen diferentes períodos para su desarrollo, según los diversos investigadores que las
estudiaron como ser Gayton, Kroeber, Strong, Dawson, Dorothy Menzel. Por ejemplo, Strong
establece unas etapas de desarrollo para la cerámica que se dividen en “Proto – Nazca”,
“Nazca primitivo”, “Nazca medio” y “Nazca tardío”. El “Proto – Nazca” se basa en el uso de
seis colores cocidos y pintados sobre perfiles grabados; el “Nazca primitivo” en usar colores
cocidos sin los perfiles grabados; el “Nazca medio” tiene fondos de color blanco cremoso o
rojo y líneas de contorno trazadas con pincel que limitan las zonas de color generando
contraste, y es el período que representa el máximo avance con formas grandes y expresivas
que se curvan alrededor de las vasijas, pintados con colores cocidos y después barnizados; el
“Nazca tardío” presenta todavía colores más variados, con formas repetidas rítmicamente a
lo largo de la superficie, y con un mayor número de vasijas en efigie y figurillas de hombres y
mujeres.

Otra división que se hace es la que corresponde a L. E. Dawson, que propone nueve
fases, que se agrupan en fases mayores. La fase 1, conocida también como “Proto – Nazca”,
incorpora temas como la fruta, plantas, personas y animales, y al igual que en la clasificación
de Strong, las superficies de colores se encuentran delimitadas por perfiles grabados. La fase
2, 3 y 4, denominadas también “Fase Monumental”, donde el tema principal se repite hasta
abarcar la totalidad de la pieza. La fase 5 se denomina de “Transición” y presenta mayores
cuidados en el acabado y la pintura, y las formas se presentan primordialmente sobre un
fondo blanco. Las fases 6 y 7 se denominan también “Nazca prolífero”, y es llamada así por la
proliferación de diseños abstractos sobre la superficie y temas de carácter mágico – mítico,
dando también una gran sensación de barroquismo. Las fases 8 y 9, llamadas también
“Disyuntiva”, se caracteriza por influencias Huari a medida que se iba consolidando el
horizonte Tiawanacu – Huari.

Gayton y Kroeber propusieron una división en A, X, B e Y. La fase A se caracterizaba


por diseños y formas simples, seguidos por X que sería una transición hacia B que muestra
diseños más elaborados. La fase Y correspondería a un ocaso de la cerámica típicamente
Nazca y mostraría ya las influencias tiahuanacotas. Se puede establecer que las tres
clasificaciones que se usan a nivel general para la cerámica Nazca, toman en consideración
como se van complejizando cada vez más las temáticas y formas trabajadas, hasta llegar a
una etapa en la que se notan las influencias del segundo horizonte pan – peruano.

Así, en la cerámica el pueblo Nazca se revela pintor y dibujante. La denominan


cerámica “preciosa” por su carácter polícromo y por el brillo que adquiere con el bruñido
posterior. Solían usarse de 6 a 11 colores en una misma pieza, y los que se veían
comúnmente eran el blanco, el beige, el moreno, el castaño, el marrón, el rojo, el púrpura, el
gris y el negro; se señala la ausencia de azul y verde. Según análisis de los arqueólogos, los
colores básicos se aplicaban primero, luego los de las figuras pintadas encima y por último los
contornos de éstas (los contornos generalmente eran negros).

Los motivos que se trabajan en las diferentes piezas cerámicas son básicamente
motivos naturalistas biomórficos, entre los que se encuentran figuras zoomorfas, fitomorfas
y antropomorfas, y por otro lado motivos mitológicos. Las representaciones tienden a una
estilización de la forma sin llegar a un realismo, predominando sobre todo las formas y las
líneas onduladas. También se encuentran motivos geométricos como el círculo, el uso del
ajedrezado, el punto (usado en ocasiones para representar la piel del felino), las líneas
zigzagueantes, entre otros. Las representaciones naturalistas tenían que ver con todo lo que
rodeaba la vida diaria del habitante nazquense, con figuras de peces, pájaros, plantas,
insectos, pescadores y agricultores. Los tipos de piezas que se trabajaban con mayor
frecuencia eran los cuencos, vasijas esferoides con dos picos y puente, platos y piezas en
efigie, entre otras.

Las piezas que muestran motivos mitológicos, nos introduce a los seres mágicos, de
carácter divino, que poblaban el imaginario mítico – mágico – religioso de este pueblo. Se
plantea que a medida que avanzan las conquistas económicas, sobre todo con el dominio de
la agricultura, van cambiando las costumbres y preocupaciones ideológicas, se va apreciando
una mayor sensibilidad, y van apareciendo nuevos mitos, divinidades y tótems. Dentro de
éstos tótems o divinidades, el felino es el más repetido encarnándose en multitudes de
formas y es adornado con diferentes elementos. Esta divinidad, que se introduce con el
pueblo Nazca y que también aparece en los últimos períodos de Paracas Necrópolis, es
conocida con el nombre de “Gato Demonio”. Este ser se representa con diferentes atributos
como ser el cactus alucinógeno, otras plantas, pájaros, ratones, serpientes, cabezas, y
diferentes emblemas referido a deidades. Puede presentar también la lengua fuera, que
Felipe Cossio del Pomar puede tener el significado simbólico de la palabra, de la misma
forma que las volutas para Mesoamérica. Seler plantea que el gato demonio podía ser
proveedor divino de alimentos, llevando en sus garras abundancia de legumbres y frutos; si
el gato presentaba atributos de hombre o de ave, representaba el alma de los muertos; si
llevaba ramas y espinas de cactus era el “demonio de la vegetación” o también llamado
“demonio de bastón afilado”. Puede presentarse simplificado, o como un ser extraño,
bicéfalo, demoníaco, difícil de distinguir y siempre tendiente hacia la abstracción. Al
presentarse tan complejo, los diferentes arqueólogos le dieron a este ser diferentes
nombres, desde un felino (complejo), hasta un mil pies, una serpiente dentellada o
emplumada. A este ser, que se cree deriva del felino y se vuelve complejo, se le atribuye un
origen marino, relacionando el cuerpo del ídolo con el de un pez, y que lleva en su interior
figuras de peces, junto con cabezas, frutos y meandros (curvas pronunciadas) representando
rayos.

Otros animales que se representan son los peces y las aves, ambos relacionados al
agua y a la lluvia, al alimento y buenas cosechas. En ocasiones se pueden observar figuras
antropomorfas que llevan atributos de aves o diferentes animales, y que están relacionado a
la magia simpática, la idea de que las diferentes cualidades que tienen los animales pasaran a
formar parte del hombre para que desempeñe mejor diferentes tareas o actividades.

Se observa también la presencia de diferentes cabezas humanas en la decoración de


las vasijas. Este es uno de los temas más importante y es representado de diferentes formas,
ya sea con la cara vuelta hacia arriba, de frente, con el cabello suelto, sujetada por la mano
de diferentes seres, una a la par de otra, formando formas convencionalizadas como frisos a
lo largo de la pieza. La práctica de tomar las cabezas como trofeo, si bien se practicaba en
otras culturas, tuvo una amplia difusión en la cultura nazca. Se cree que para elaborar estas
cabezas, se sacaba el cerebro por la base del cráneo, se cocía la boca o se cerraba con
espinas, y se hacía un hueco en la frente por dónde pasaba una cuerda que permita colgarla
sobre la cintura o cuello. No se conoce bien su significado, pudieron haber estado
relacionada con algún tipo de ritual en torno a la agricultura y fertilidad de la tierra o se cree
que los decapitados podían ser guerreros de tribus vencidas. Reforzando esta última
hipótesis, destaca también la representación de guerreros en piezas cerámicas, con cabezas
trofeo; lo que también puede indicar que la clase guerrera fue importante para esta
sociedad.

También se puede plantear que el artista nazca tiene en consideración el aspecto


ornamental y decorativo de la pieza, al colocar con cuidado y a lo largo de la superficie, los
diferentes elementos que van a componer la pieza. Incluso si se trata de seres complejos
como el gato demonio, tiene cuidado de colocar los diferentes elementos que lo componen,
de manera tal que la pieza no quede desequilibrada.

En las tumbas se encontraron telas de gran calidad envolviendo los cuerpos.


Trabajaron con el bordado, la tapicería, el dibujo de urdimbre y trama, entre otras técnicas.
Usaban más la lana que el algodón y se observa la característica fundamental de la cultura
Nazca, el trabajo con el color. A través del color logran un equilibrio en la composición,
combinando cálidos con fríos y logrando diferentes juegos de contraste. Generalmente
buscaban recubrir la superficie con diferentes motivos, evitando grandes extensiones de
colores, aunque hay excepciones. Los motivos son geométricos con formas espiraladas,
rombos, rectángulos, damero, entre otras formas; y figuras zoomorfas, antropomorfas, y
mitomorfas, también reducidas a una abstracción geométrica. Utilizaban diferentes tintes
para teñir las telas como el nogal para el marrón, el añil para el azul, la cochinilla para el rojo,
el azafrán para el amarillo, entre otros. También trabajaron con objetos de pluma como
abanicos con cordones sobre soporte flexible.

Trabajaron la metalurgia con técnicas como el repujado, el laminado, la incisión,


aunque no tantas técnicas de fundición de los metales. Alden Mason plantea que estaban
más atrasados que otras culturas contemporáneas, como por ejemplo la Moche. Trabajaron
más que nada con el oro realizando diferentes tipos de adornos en los que se podían
encontrar por ejemplo rostros estilizados.

Otra de las manifestaciones artísticas que caracterizan a la cultura Nazca son las
llamadas líneas de Nazca o geoglifos. Están ubicados en la pampa de Nazca, en una planicie
desértica a 400 km al sur de Lima; esta pampa se extiende por más de 400 km cuadrados.
Estos geoglifos representan grandes figuras zoomórficas, fitomórficas e híbridas que exhiben
el mismo estilo que los dibujos realizados en la cerámica y que fueron realizados en colinas,
montículos y otros puntos estratégicos; fueron visibilizadas desde un avión por Raúl Kosok
en 1939. Las características que presenta el terreno permitieron la conservación; se trata de
una planicie libre de lluvia en la región costera donde siempre brilla el sol y muestra una
inmutabilidad a lo largo del tiempo que sorprende (no se observan grandes cambios en la
superficie a lo largo del tiempo). La superficie está cubierta por piedrecillas que contenían
hierro, y el sol de muchos milenos formó una pátina oscura en su cara superior, de manera
que cuando se trabajaba en la superficie para formar estas líneas, quedaba el color más claro
de la parte inferior.
Son dibujos de grandes dimensiones realizados mediante un trazo continuo en la
tierra, con una profundidad de un metro aproximadamente. Sorprende como mantuvieron
las proporciones en los dibujos que tienen entre 20 y más de 300 metros de largo
aproximadamente considerando el punto de visión que tenían; ya que estos dibujos, para ser
percibidos con claridad, tienen que ser visto desde un avión, helicóptero o globo aerostático.
Se cree que pudieron haber usado cuerdas como guías que los ayudasen a mantener las
proporciones; otra de las posibilidades es que hubiesen guías en las colinas circundantes al
terreno donde están realizado los dibujos, ya que desde esos lugares se pueden apreciar los
dibujos. Se puede pensar que son una suerte de Land Art, o también dibujo expandido; las
figuras forman parte del paisaje haciendo que todo el ambiente circundante se convierta en
una obra de arte.

Las líneas son paralelas entre sí, en ocasiones también se cruzan y entrecruzan. En
estos geoglifos se trabajaron diferentes representaciones, como ser 18 tipo de aves (colibrí,
loro, pájaro pirata, etc.), 12 figuras de animales e insectos como el mono, la araña, la ballena,
el perro, entro otros; también hay figuras geométricas y figuras humanas.

Acerca del significado de las obras, se cree que pudieron haber tenido relación con los
astros ya que algunas líneas señalan a puntos relacionados con el solsticio y el equinoccio o a
otros puntos que indican la salida o puesta del sol. Consideran que pueden haber servido al
agricultor en determinadas épocas del año como almanaque o calendario para determinar
los mejores tiempos de cosecha y siembra. Otra teoría que se sostiene es que los dibujos
pueden haber sido representaciones de tótems de los diferentes ayllus de la cultura Nazca y
haber servido como espacios ceremoniales.

Moche.

La cultura Moche fue contemporánea a la cultura Nazca y se desarrolló entre el 200 y


800 d.C. en la costa norte del Perú. Anteriormente esta cultura era conocida como Proto –
Chimú o Chimú Antiguo por haber precedido al histórico Imperio Chimú que se desarrolló en
la misma región, incluso algunos autores como Magni y Guidoni plantean que los moches se
transformarán en el post – clásico en el reino del Gran Chimú. La civilización se concentró en
los valles de Chicama, Moche, Virú y Santa, extendiéndose hasta Nepeña y Casma por el sur y
Pacasmayo por el norte, seguramente, a través, de conquistas militares.

Por la distribución que tuvo la cultura Moche, a lo largo de la costa norte del Perú, se
cree que no existió un poder centralizado, sino que cada pueblo debió contar con un señor, y
podían aliarse con otros pueblos para realizar obras en común, al estilo de las ciudades –
estado de los mayas. Felipe Cossio del Pomar también plantea que la sociedad mochica,
desde su aparición, fueron una federación de pueblos, que establecieron relaciones
comerciales entre ellos, con la costa sur y con lejanas poblaciones mayas y zapotecas de la
América Central. Esta organización política indica que la en la sociedad mochica existía una
reducida clase aristocrática que dirigía u ordenaba la vida y el trabajo de las masas; George
Kubler plantea que debió haber sido una sociedad teocrática, gobernada por sacerdotes. La
población de granjeros vivía en grupos de casas, en los bordes de los valles y los nobles y sus
sirvientes ocupaban las colinas amuralladas.

Se cree que existía una división del trabajo y una especialización en ocupaciones y
oficios, aunque no se tiene la certeza de si trabajaban en su oficio todo el año o solamente
en épocas en que no tenían que cultivar la tierra; probablemente los sacerdotes no tomaban
parte en los trabajos agrícolas pudiendo dedicarse todo el tiempo a sus labores. Los
guerreros alcanzaron un puesto importante dentro de la sociedad, pues su representación en
diferentes piezas cerámicas es muy frecuente, lo que también habla de un sistema militarista
de la sociedad; al haber una clase guerrera también existían esclavos dentro de la sociedad,
que serán representados en la alfarería.

La agricultura se había perfeccionado con las diferentes técnicas de cultivo,


incorporando una gran cantidad de alimentos como el cacao, la papa, la calabaza, la quínoa,
el tomate, el chile, la coca, junto con otros productos como el algodón, el aguacate, la tuna,
entre muchos otros; se empleaba el guano como abono y se usaba el palo para cavar y la
asada para trabajar la tierra. Fue un pueblo industrioso que realizó obras de ingeniería para
ganarle terreno cultivable a las zonas menos favorables, como ser acueductos y canales.
Ejemplos de estas obras son el canal de La Cumbre, que sigue siendo utilizado hasta el día de
hoy, de más de 113 km de longitud, que conduce agua desde el nacimiento del río Chicama
hasta cerca de su desembocadura; otra obra es el acueducto de Ascope de 1400 metros de
longitud. Kubler plantea que las personas que dominaban las fuentes de agua de la parte alta
de los valles, tuvieron el control de gran parte de la sociedad. Junto con la agricultura
combinaban la pesca y la caza. Desarrollaron canoas para una o varias personas que se
hacían de totoras, siendo conocida estas embarcaciones como caballitos de totora; son hasta
el día de hoy embarcaciones típicas del Perú. Éstas les permitían adentrarse en el mar, y tal
vez con estas embarcaciones lograron establecer contacto con pueblos de Mesoamérica.

Con el desarrollo de la economía y la mayor disponibilidad de alimentos, dispusieron


de tiempo y mano de obra para construir grandes templos como los que se encuentra en el
valle de Moche; la “Huaca del Sol” (Templo del Sol) y “Huaca de la Luna” (Templo de la Luna).
Forman parte de un complejo arqueológico que se piensa era un santuario o centro
ceremonial que funcionó como capital de la cultura Moche desde el siglo I a.C. hasta el IX d.C
(los arqueólogos asocian estos templos con las pirámides del Sol y la Luna de Teotihuacán).
Ambas estructuras están formadas por plataformas escalonadas y la mayor, que sería la
Huaca del Sol, está coronada por una pirámide también escalonada. Los templos dan la
sensación de ser grandes montes elevados y atestiguan la gran organización social y política
que fue necesaria para su construcción. Se cree que entre las dos huacas se encontraba la
ciudad. Ambas pirámides están realizadas de adobe. Estos ladrillos secados al sol, de arcilla y
arena, se producían a mano y llegaban a tener diferentes dimensiones (hasta casi 50 x 30
centímetros). La superficie exterior ofrecía grandes posibilidades para la decoración, tanto en
bajorrelieve como pictórica luego de cubrir con estuco la pared.

La huaca más grande es la “Huaca del Sol”, construida a lo largo de varios cientos de
años. La plataforma de base tiene 230 metros de largo aproximadamente por 135 metros de
ancho aproximadamente con 43 metros de altura; sobre una plataforma se eleva una
pirámide de terraza de 7 gradas. La “Huaca de la Luna” es de menor tamaño y no tiene una
pirámide en su parte superior como la “Huaca del Sol”, tiene 80 por 60 metros de base y 21
metros de altura, y se apoya parcialmente sobre una roca natural. En las cúspides de ambas
“Huacas” se encontraron restos de templos que cumplían diferentes funciones y se considera
que tanto la “Huaca del Sol” como la “Huaca de la Luna” fueron construidos para rituales
ceremoniales al aire libre. El carácter sagrado queda demostrado también por numerosos
restos de sepulturas, singulares y colectivas, encontradas cerca de las pirámides. La “Huaca
de la Luna” era, probablemente, una plataforma para palacio, y la pirámide del sol para un
templo. Esto indica la existencia de una clase dominada y otra dominante, tal vez compuesta
por sacerdotes, guerreros y aristócratas, y probablemente con predominio de los primeros.
En la “Huaca de la Luna” se encontraron restos de habitaciones con frescos en las
paredes en las que se representan, de forma sintética, una serie de esclavos en hilera unidos
por una soga en el cuello y en un plano superior la clase aristocrática en hilera. También se
encontraron otras representaciones abstractas de rostros de los cuáles se desprenden
diferentes apéndices, destacando sobre todo un rostro representado en serie que se cree
hace alusión a la deidad tutelar moche relacionadas con los sacrificios (lo que marca la
importancia de los sacrificios en la sociedad mochica), llamada Ai Apaec según Larco Hoyle en
su publicación “Los Mochicas” de 1945, o dios decapitador. Esta deidad tutelar, que aquí
aparece representada con el rostro de un hombre, con colmillos de jaguar, nariz de mono y
volutas a su alrededor como si fuesen olas, fue el héroe tutelar de los mochicas. Era una
deidad que se cree que viajaba por diferentes mundos, estando conectado el mundo
superior del sol, y el mundo interior, de la Pachamama; se piensa que ayudaba en la
fecundación de la tierra. Ai Apaec era adorado como dios creador, protector de los mochicas,
proveedor de agua y alimentos, y de los triunfos militares.

Otro fresco de importancia que se encuentra en esta huaca es el de la “rebelión de


los objetos”, en el cual se representan artefactos de uso corriente, humanizados, que se
rebelan contra el hombre; éstos son traspasados por sus propias armas y hechos prisioneros
por los artefactos que ellos inventaron. El significado de esta escena fue interpretado como
una suerte de juicio universal o un período de oscuridad entre dos edades, entre la puesta de
un sol y el nacimiento del sol siguiente, en donde la humanidad se vería destruida por sus
propias creaciones y se daría un retorno de la naturaleza al caos primitivo, ya que habría
también terremotos, inundaciones y pestilencias, dando lugar al nacimiento de una nueva
civilización. El aspecto interesante de esta concepción es que el fin del mundo significa la
destrucción del orden establecido por el hombre, del orden jerárquico, donde lo inferior se
rebela contra lo superior y lo destruye. Según Magni y Guidoni, esta manifestación parcial de
las creencias del pueblo mochica, sería la estructura fundamental del pensamiento incaico.
Guamán Poma de Ayala plantea que la prehistoria incaica se divide en cuatro edades
separadas unas de otras por cataclismo (de la misma manera que en Mesoamérica), y un
quinto cataclismo pondría fin a la historia humana de modo definitivo. Durante esas cuatro
eras, el hombre aprende a servirse de las fuerzas naturales, a domarlas y doblegarlas a sus
fines, hasta lograr el máximo de la civilización permitido a sus medios; luego se quiebra el
ciclo, el sol se pone y durante un período de oscuridad la humanidad sería destruida.

En el aspecto formal, las figuras presentan un trabajo sintético, con predominio de la


curva, líneas de contorno y uso de colores planos, en los que se puede destacar el uso del
negro para los pies. Será característico en toda la pintura mochica la representación del
movimiento, como si plasmaran en la pintura (tanto mural y cerámica) un aspecto
fundamental de su vida, el de un pueblo industrioso y vital. En la obra se puede observar, a
través de la línea ondulada, personajes que corren, pelean, escapan, se relacionan entre sí,
intensificando la sensación de movimiento. Entre las soluciones formales que usan para dar
esta sensación de dinamismo, se puede mencionar la forma en la que representan el cuerpo,
de perfil, con las piernas en posición abierta (una delante de la otra) y una más flexionada
que otra, al igual que los brazos que dan la sensación de avanzar; el torso se representa de
frente (a la manera del arte egipcio) y la cabeza siempre de perfil, con el ojo casi de frente en
forma de almendra. El espacio se presentaba plano con ausencia de perspectiva.

Además de estos templos también se encontraron restos de otras estructuras como


ser fortalezas, altares, tumbas y casas hechas de adobe. Los muros se cubrían con estuco
sobre el que luego pintaban. En otros centros arqueológicos moche también se encontraron
pirámides de adobe más pequeñas, murales con pinturas semejante a las de la cerámica,
estructuras de gran tamaño que se cree eran fortalezas, y plataformas que se encuentran a
intervalos a lo largo de calzadas que sugieren la existencia de un sistema de mensajería que
luego sería común entre los incas.

Al igual que los nazcas, la cultura Moche se caracterizó por su excelente cerámica. Las
formas generales con las que trabajaron fueron de cuerpo globular con bases planas, asa
estribo y pico vertedor, y por otro lado los vasos retratos. La mayoría de las vasijas se hacían
con molde; realizaban primero una imagen maestra sobre la que se adaptaba una cubierta de
barro, que cuando se secaba el alfarero cortaba por la mitad y luego las volvía a unir para
finalmente cocerla. De la misma forma se hacían las vertederas con estribo. El sistema de
cocción por excelencia fue el de la atmósfera oxidante por sobre la atmósfera reductora, que
se trabajó en menor medida.

La cerámica Moche pasa por diferentes períodos que se pueden dividir en cinco,
teniendo en cuenta principalmente la variación que sufre el asa estribo y el pico vertedor
(aunque también se toma en cuenta la forma en que varía el modelado en las vasijas con
efigie). Las vasijas del período I se caracterizan por tener cuello corto con su boca labiada y
los extremos del estribo más hacia el lado del cuerpo de la vasija, que se presentaba con base
plana y más compacto; se trabaja con decoración negativa, y con motivos geométricos
comunes entre los que se encuentran rombos, puntos, círculos, triángulos, signos
escalonados y cabezas de lagartijas estilizadas, entre otros. En la cerámica efigie se trabaja
con vasos retratos, formas zoomorfas, fitomorfas y figuras antropomorfas de cuerpo entero
mayormente. En el período II, los labios se vuelven casi imperceptible, se alarga la pieza por
lo que se vuelve más esbelta, al igual que el asa y el cuello y la pared se vuelve más fina; al
igual que en el primer período se trabaja en la cerámica efigie, con el vaso retrato, figuras
antropomorfas de cuerpo entero, figuras fitomorfas y zoomorfas. En el período III se inicia el
refinamiento de la cultura, la boca del cuello se trabaja de forma evertida o acampanada, el
cuello se vuelve un poco más largo, las paredes de las vasijas se afinan aún más, el ceramio
esta cuidadosamente pulido, la técnica de atmósfera oxidante se fue perfeccionando y
destacan sobre todo los temas religiosos, mientras que las vasijas retratos se vuelven más
realistas. En el período IV los estribos adquieren mayor altura, la boca del cuello deja de ser
evertida, es recta y presenta un biselado por dentro, adquiere un fondo plano que se adhiere
al cuerpo esférico de la pieza y los motivos pictóricos adquieren mayor complejidad y se
extienden por el asa. En el período V los estribos tienen forma casi triangular, con un asa y
estribo que terminan siendo más alto que el recipiente. Presenta un gran barroquismo en su
decoración con un gran auge de la cerámica pintada por sobre la esculpida.

Destacan sobre todo las producidas para fines funerarios por sobre las de uso diario.
George Kubler plantea que, debido a su calidad, debieron haber existido artesanos
especializados, que tal vez pertenecían al grupo sacerdotal, y que entregaban la cerámica
funeraria a la gente en pago de sus servicios. Por otro lado, en diferentes tumbas de sitios
arqueológicos mochicas, las diferentes piezas presentaban idénticas similitudes, lo que
señala la unidad cultural que hubo en el período mochica y cómo la cerámica mantenía esa
cohesión social a falta de un sistema de escritura. Incluso se puede pensar que la misma
cerámica funcionaba como un “sistema de escritura” para el pueblo mochica, ya que
proporciona datos sobre la vida diaria de este pueblo que no se habrían podido conseguir de
otra manera. Felipe Cossio del Pomar se refiere a la cerámica mochica como una especie de
“Antiguo Testamento”, en efecto, los temas tratados incluían representación de personas
mutiladas, enfermas, actividades diarias, escenas de familia, rituales religiosos, figuras
zoomorfas, fitomorfas e híbridas, escenas de combate ritual con enfrentamientos uno a uno
y vestimenta especial para el combate que se cree tenía como finalidad conseguir prisioneros
para el sacrificio (el combate consistía en tirar el tocado del adversario que luego iba a ser
sacrificado), e incluso motivos eróticos.

La cerámica mochica se puede dividir en dos grandes grupos. Uno de ellos con la
pintura como principal elemento decorativa, donde la cerámica se trabajaba de forma
policromada, aunque con un nivel más limitado que Nazca, y siempre predominando los
colores tendientes al rojizos, tierra claro y los beige. Se trabaja, al igual que en los murales,
con la figura humana con un alto grado de estilización y síntesis formal, con predominio de la
línea ondulada. Se observa cómo se divide en cuatros secciones, con las piernas abiertas en
perfil y flexionadas dando la sensación de avance y movimiento característico de la cultura
mochica, el torso de frente, los brazos también separados y de perfil, y la cabeza de perfil con
el ojo de frente trabajado de forma almendrada. Además de estas figuras naturalistas, se
representaban figuras geométricas como formas en zigzag, cruces y rombos. No hay una
representación perspectiva, ni claroscuro o trabajo volumétrico en la forma. Sin embargo,
Lothrop plantea que el artesano mochica usa diferentes elementos para dar la sensación de
profundidad como ser superposición de formas, o plantas, entre las que se destaca el cactus y
hojas con espinas, que se ubican entre los cuerpos o en ocasiones encima de ellos. También
se representa la multitud como una procesión de individuos aislados. Hay ejemplares que
también muestran una combinación de pintura de figuras estilizadas con formas modeladas
que se ubican en la punta de la pieza; una combinación de escultura y pintura. Las formas
modeladas en estos casos se representaban tendientes hacia un naturalismo, que se
observaba principalmente en el rostro, combinando con una síntesis de la forma. Además de
figuras humanas también se encuentran representaciones de figuras híbridas, mezcla de
figura humana y animales como la serpiente y el jaguar, que llevan cabezas trofeos en sus
manos y participan en actos rituales. Estas formas también se verán representada en vasijas
modeladas; Lothrop plantea que corresponden al concepto europeo de un dragón ya que
combinan las características de dos o más animales, en este caso el jaguar y la serpiente o
una especie de reptil como el cocodrilo.

El otro grupo característico de la cerámica moche es la estrictamente escultórica. Se


dice que los moches tuvieron la mejor cerámica modelada del Perú antiguo, y que los
impulsos escultóricos de los mochicas se canalizaron en la cerámica. Trabajaron
prácticamente los mismos temas que en la cerámica pintada, como actividades de la vida
diaria del hombre, figuras zoomorfas que muestran un gran naturalismo y la capacidad de
observación del artesano mochica, figuras fitomorfas que detallan la dieta que tenían,
antropomorfas, eróticas que en ocasiones presentaba cadáveres o también entre figuras
zoomorfas, seres con problemas faciales, entre otros motivos. Hubo una combinación con la
pintura, donde el color se usaba para marcar diferentes partes del cuerpo y para decorar las
piezas con motivos geométricos, zoomorfos, de figuras híbridas, entre otras. Las vasijas en
efigie eran realizadas con moldes, y son figuras que tienden a un naturalismo, aunque con
formas convencionales y sintéticas que se repiten de generación a generación.

Así como trabajaron formas naturalistas tendientes a la síntesis y a un


convencionalismo que se repite de generación a generación, también alcanzaron un gran
realismo con las llamadas vasijas retratos. Se cree que los retratados pueden haber
pertenecido a sectores dominantes y se representaron tipos físicos muy variados, destacando
las particularidades del rosto. El artista seguramente buscó ser fiel al modelado, a pesar de
que pudo haber existido algún tipo de idealización, y captar el porte aristocrático de la figura,
la energía, la personalidad, el estado de ánimo que se percibe en la gesticulación del rostro,
alcanzando un gran nivel de expresividad. Se acompañaba el modelado de los rostros con
motivos pictóricos que podían representar formas zoomorfas y geométricas relacionadas con
aspectos simbólicos, y también podían hacer alusión a ropajes, tocados y tatuajes.

J. Alden Mason plantea que las vasijas encontradas dieron una idea bastante
completa, no sólo de las diferentes actividades y modo de vida del pueblo moche, sino
también del ropaje usado en este período. El atavío masculino era mucho más vistoso que el
femenino, que usaba solamente falda larga y sencillos aretes, mientras que el masculino,
exceptuando los tiempos de trabajo en donde probablemente usaba taparrabos solamente,
se vestía con diversidad de vestiduras y adornos, que probablemente servían como
distintivos de categoría u ocupación. Usaban camisetas, taparrabos, faldas adornadas,
tocados variados y adornados con plumas de colores, pájaros disecados u ornamentos de oro
y plata (todo esto dependiendo de la jerarquía del personaje). A través de la cerámica se sabe
también que recurrían a la pintura corporal con dibujos que indicaban jerarquía u ocupación.

En la cerámica también se observaban imágenes de tributos de unos hombres hacia


otros; personas llevadas en litera, escenas de castigos que evidencian la existencia de una
autoridad estricta, personajes con rico atuendos indicando, entre otras representaciones,
todo indicando diferencias en categorías sociales. Se piensa que los guerreros pueden haber
gozado de honores especiales pues son frecuente las representaciones de ellos en efigies de
cerámica con un gran atavío llevando diferentes armas de combate como ser hachas, lanzas,
lanzadardos, escudos, entre otras cosas.

También se considera que desarrollaron un sistema de escritura más relacionado a lo


que sería posteriormente el sistema de quipú utilizado por los incas. Se trataba de unos
mensajes que grababan en semillas de haba o frijol que podían ser descifrados por personas
adiestradas en ello; eran especie de ideogramas, es decir signos esquemáticos no lingüísticos
que representaban ideas o conceptos.

En la metalurgia habían alcanzado un notable progreso desarrollando diferentes


técnicas como ser la fundición, el repujado, la soldadura, el dorado, la cera perdida;
trabajaron con el oro, la plata y el cobre así, como sus diferentes aleaciones. Los elementos
que se realizaban eran esencialmente ornamentales como ser pendientes, narigueras que
eran usadas para ocultar la expresión del gobernante, pecheras, pulseras, también había
cuchillos, máscaras funerarias con incrustaciones de metales, entre otras cosas. Se observan
en las formas trabajadas representaciones zoomorfas, antropomorfas, deidades propias de la
cosmovisión Moche, fitomorfas; todas trabajadas con un alto nivel de esquematismo y
estilización. Estas obras podían tener diferentes incrustaciones de piedras preciosas como
ser turquesa, concha y oro, como en un ejemplar encontrado donde se observa la
representación de una figura híbrida, mezcla de animal y hombre, trabajada en mosaico con
piedras preciosas.

En cuanto a los tejidos se cree que llegaron a tener un gran nivel de desarrollo,
aunque por ser una zona de mayor cantidad de lluvia en comparación a la zona costera del
sur, no se conservaron muchos ejemplares. Al contar con camélidos, seguramente habrán
usado sus lanas para los tejidos, así como también el algodón, y tal vez otras fibras. En un
ejemplar encontrado se puede apreciar como trabajaron con una figura humana, con las
piernas, brazos y cabeza de perfil, y el torso y ojo de frente. La figura se repite rítmicamente
a lo largo del tejido, y está trabajada en diferentes colores planos con líneas de contorno.
Cada figura está encerrada en una especie de rombo, formados por líneas que se distribuyen
a lo largo del tejido armando un enrejado. Se usa la forma geométrica para trabajar los
diferentes motivos que aparecen representados en el tejido.

Al igual que en Nazca y Paracas, se encontraron tumbas en diferentes partes del


territorio abarcado por los mochicas. Una de ellas es la Tumba del Señor de Sipán, que
consistía en una tumba pentagonal abovedada. A diferencia de los fardos funerarios de la
costa sur, aquí el cadáver estaba en posición horizontal, en una especie de sarcófago. Esta
tumba perteneció a un antiguo gobernante mochica del siglo III y su descubrimiento fue muy
importante porque fue la primera tumba que se encontraba de un gobernante anterior a los
incas sin saquear, lo que permitió obtener mayores datos de las culturas pre – incaicas.

La tumba fue descubierta por el Dr. Walter Alva junto con su equipo de
investigadores en Sipán o Huaca Rajada. Según los estudios realizados el gobernante cuando
murió tenía aproximadamente 30 años y una estatura de 1.65 metros. El cuerpo que se
encuentra en el cajón del medio era del gobernante, a su izquierda está el jefe militar con un
perro (que tal vez servía como un guía hacia el otro mundo al igual que en Mesoamérica) y a
su derecha se cree que estaba el portaestandarte. En la parte superior, a la cabeza del
gobernante, se encontró el cuerpo de una mujer que se cree era su esposa, mientras que en
la parte inferior el cuerpo de otra mujer de aproximadamente 20 años que se cree era una
concubina o favorita del rey. También se encontró el cuerpo de un niño, que estaba en
posición fetal en una de las esquinas a los pies de la esposa del rey, y el cuerpo de dos vigías
que tenían como función cuidar la tumba del rey en el otro mundo. Algo característico en los
cuerpos, excepto del rey, es que presentan los pies amputados; esto tal vez estaba
relacionado con la idea de que no escapen en la otra vida y se mantengan cerca del rey. El
cuerpo del rey estaba ricamente ataviado con diferentes ropajes, adornos, objetos de metal
como ser oro y plata (en alusión a la dualidad ya que la plata representaba la luna y el oro el
sol en la cosmovisión mochica), y piedras preciosas, así como también alrededor de 600
ofrendas funerarias. Uno de los elementos que se encontraron fue una pieza de metalurgia
que se cree hacía alusión a la deidad mochica Ai Apaec o dios decapitador, como una mezcla
entre una figura antropomorfa y un cangrejo; tal vez para encomendar a la deidad la
protección del señor. Cerca de la tumba se encontraron las tumbas de un sacerdote y otra del
viejo señor de Sipán.

Otra tumba significativa es la de la Dama de Cao que se encontró en el centro


arqueológico de la Huaca del Brujo. En el año 2006 se dan a conocer los avances de la
investigación y resultaron muy importante ya que hasta ese momento se creía que la mujer
no llegó a tener un rol destacado en la sociedad, sin embargo, la dama tenía el status de una
gobernante que rigió la sociedad teocrática del valle formado por el río Chicama; fue
enterrada con todos los honores de un alto dignatario. Se cree, a través de diferentes análisis
de CA 14, que la mujer falleció entre los 20 y 25 años de edad, tras dar a luz, tenía 1,45
metros de altura, siendo su reinado posterior al del señor de Sipán. El cuerpo se encontró
momificado, envuelto en diferentes mantos con los símbolos de su poder. También se
encontraron tatuajes en sus manos, pies, brazos y piernas, entre los que se pueden
mencionar arañas, serpientes, cocodrilos, monos, leopardos, abejas y mariposas.

Tiahuanaco – Huari.

Al desarrollo y florecimiento de las culturas regionales como Nazca, Paracas y Moche,


le siguió el segundo horizonte pan peruano, llamado “horizonte medio” u “horizonte
Tiahuanaco – Huari” en alusión a las dos ciudades más importantes del período de las tierras
altas, Huari en el centro de Perú y Tiahuanaco en el norte de Bolivia en la zona del lago
Titicaca. Estas ciudades fueron el epicentro de difusión de un estilo que llegó a abarcar las
sierras y las costas de Perú, de Bolivia, del norte de Chile e incluso llegando hasta las culturas
del NOA.

El “horizonte Tiahuanaco – Huari”, se desarrolla en el llamado “Período


Expansionista” que va aproximadamente desde el 600 al 1200 d.C., y se caracteriza por la
existencia de una cultura que había alcanzado su máximo desarrollo, por una vida urbanista,
militarista y socialista (según J. Alden Mason), y con una economía intensiva del tipo agrario
combinando con otras actividades como ser la caza y el pastoreo.

Hay diferentes teorías acerca del origen de los motivos que van a caracterizar a este
horizonte. Estos aparecen tanto en Huari como en Tiahuanaco alrededor del 500 d.C. y a
partir de allí se empiezan a difundir en la región de los andes centrales, Bolivia, el norte de
Chile y el NOA. Hay autores que sostienen que los motivos llegaron a las dos ciudades (Huari
y Tiahuanaco) desde un tercer punto, Pucará, que habría conservado a su vez motivos del
Horizonte Chavín, y que tanto Huari como Tiahuanaco se desarrollaron de manera
independiente, con contactos e influencias mutuas y con una fuente común de motivos
religiosos. También se cree que podrían haber sido capitales duales, controlando Huari las
tierras del norte y Tiahuanaco las del contorno del lago Titicaca y las tierras del sur. Otra
teoría sostiene que Tiahuanaco fue el poder real detrás de toda expansión y que Huari fue el
centro del control político y militar de Tiahuanaco en el norte. Cualquiera que fuese la causa,
ambas ciudades entraron en plena expansión luego del 500 a.C. y seguramente debe haber
existido una organización política importante que haya permitido la amplia difusión de los
motivos de este horizonte.

El período se caracterizó por una tendencia a la expansión, la agresión y la conquista


entre diferentes grupos locales vecinos; esto se debió a que dentro de cada grupo la
organización política fue adquiriendo más fuerza a la vez que hubo una mayor centralización
del poder.

Tiahuanaco se considera la ciudad más representativa de este horizonte. Algunos


autores la consideran de gran antigüedad e incluso la madre de todas las civilizaciones, no
sólo del Perú sino de todo el mundo. Sin embargo, estas teorías están descartadas ya que no
se tiene tanto conocimiento sobre esta civilización, se desconoce el origen, la duración
exacta, el modo de vivir, la organización social, el desarrollo evolutivo de sus ideas religiosas,
entre otras cosas.

Tiahuanaco se encuentra a una altitud aproximada de 4000 metros, en el sector sur


del lago Titicaca, el lago navegable más alto del mundo que es considerado la “Cuna de
América” según Felipe Cossio del Pomar (tal vez de la región andina), ya que de allí saldrían
los fundadores del Imperio Incaico, Manco Capac y su esposa/hermana Mama Ocllo. Una
leyenda sobre el origen del mundo, que recoge Juan de Betanzos (explorador y cronista
español), establece que del lago surgió Viracocha, el dios creador de la región andina, y que
creo el cielo, la tierra y personas que luego convierte en piedra debido a que se rebelan
contra el dios; en una segunda aparición se dirige a Tiahuanaco y crea el día y el sol, las
estrellas y la luna, y estatuas que debían servir como modelo para la creación de la raza
humana (que serían las estelas que allí se encuentran). Una vez creado todo desaparece junto
con sus acompañantes por el lado del Pacífico; tal vez la llegada de Pizarro debió haber
significado la vuelta de la deidad a la región andina de la misma manera que el arribo de
Cortés a Mesoamérica significó la vuelta de Quetzalcóatl.
En esta zona arqueológica se encuentran los restos de estructuras megalíticas cuya
arquitectura figura entre las más destacadas de la región andina, siendo característico su
estilo geométrico y sobrio. El nombre Tiahuanaco tiene diferentes significados como por
ejemplo “Montaña Sagrada”, “dónde vivirá el sol” (según P. Teodore Bess) o “la piedra en el
centro” en relación a su nombre en aymara que es Taypicala.

La meseta que rodea el lago Titicaca proporcionó subsistencia a pueblos de cazadores


y pastores de camélidos, contando con la vicuña, la llama y la alpaca, de dónde sacaban
también la lana para sus tejidos. Se considera que aquí fue el lugar de domesticación de la
llama y donde por primera vez se cultivaron plantas como la patata, la quínoa y la coca,
regados por canales de agua que se calentaban al sol y a la noche descendía la temperatura.
Las montañas de los alrededores eran ricas en cobre, oro, plata y zinc, y la ciudad se
encontraba en un punto estratégico entre los asentamientos de la costa y la selva de dónde
se conseguían los alucinógenos que eran usados en la costa; todo esto favoreció el comercio
y reforzó la influencia religiosa de Tiahuanaco sobre los demás pueblos. Hay otros autores
(Lothrop, J. Alden Mason) que consideran que, a pesar de que pudo cultivarse ciertos
alimentos, era una zona demasiado elevada, desolada, fría, sin mucha vegetación, por lo que
no pudo desarrollarse allí un cultivo intensivo y una economía importante; de ahí que
Tiahuanaco sea considerado como un centro ceremonial construido por los peregrinos.

El arqueólogo boliviano Carlos Ponce Sangines señala tres estadios para el desarrollo
de Tiahuanaco, uno aldeano caracterizado por la existencia de pequeñas aldeas con
comienzo alrededor del año 1000 a.C., otro urbano que va del 200 al 800 d.C. y se caracteriza
por la planificación urbana, y un último imperial o de expansión que va del 800 al 1300 d.C.,
dónde llegaron a abarcar una extensión de 600000 km2 con un gran desarrollo del comercio.

Tiahuanaco incluye varias plataformas, recintos y edificios que abarcan un área de


1400 por 1200 metros. Es considerado de gran importancia por su originalidad constructiva,
de grandes bloques de piedra, de sencillez volumétrica y de carácter geométrico. En efecto,
este período se caracteriza como “período geométrico” con respecto a la cultura incaica
posterior.

Se cree que Tiahuanaco, además de ser un centro ceremonial que recibía gran
afluente de peregrinación, era una estación de observación del año solar y sus edificios
estaban orientados hacia los puntos cardinales. Tras ser abandonado, el lugar sufrió muchos
saqueos ya que sirvió como cantera para constructores posteriores, que terminó provocando
que al día de hoy haya un gran desorden en relación a su aspecto original.

El edificio más grande de este centro ceremonial es la llamada Pirámide de Akapana,


de planta irregular y de 15 metros de alto con 210 metros de cada lado. Es una pirámide
escalonada con siete terrazas en la que Lothrop y Mason señalan que se encontraron
depósitos de agua con un canal de desagüe y cimientos de casas. También se señala que en la
cima existía un templete semi subterráneo que habría tenido una planta cruciforme
escalonada, y que el templo podría haber sido usado para ceremonias religiosas. Al día de
hoy las excavaciones continúan.

Lo que se puede observar de la forma en la que está trabajada la plataforma, es el


conocimiento arquitectónico que tenían, que se verá sobre todo manifiesto en otras
edificaciones como el Puma Puncu. En la pirámide se puede observar un sistema similar al
que usaron en Chavín de Huántar como ser el sistema de RAFAS, en el que grandes bloques
de piedra de lava están colocados a intervalos, y en el medio de éstos bloques menores
encajados en fila. Poseían una gran técnica de labrado de la piedra, con la cara lisa y los
grandes bloques ajustando perfectamente unos con otros. También se observa un sistema de
mampostería de bloques regulares y cuadrangulares, con otros bloques que sobresalen a un
ritmo periódico del muro en el sector inferior; los muros quedan rematados por lajas de
piedra que forman una especie de cornisa en el borde. Otras piezas que se pueden observar
son unas especies de pequeños pilares, con salientes como si fuesen cornisas, trabajados en
una sola pieza y que muestran una gran prolijidad y componente geométrico. Para la
construcción de los diferentes templos se usaban piedras de arenisca, de basalto y andesita,
que se transportaban de canteras lejanas usando almadías (balsas de madera) o por tierra. Al
igual que en otras culturas precolombinas, se pueden observar huellas de pigmentos en
diferentes elementos arquitectónicos, como ser los colores rojo, blanco y verde.

Al norte de la Pirámide de Akapana se encuentra el Templo de Kalasasaya de 135 por


130 metros aproximadamente. En el muro exterior de este recinto se observa el sistema de
RAFAS, grandes bloques monolíticos de piedra colocados a intervalos, y bloques menores y
lajas de piedra que terminan de formar el muro. Algunos de los bloques son muy grandes y
pesan hasta un centenar de toneladas. Se observan también canales y sistemas de desagüe o
recolección del agua. Al Kalasasaya se accede por una escalinata de 6 peldaños compuestas
por grandes bloques de piedra. Se cree que el templo fue usado como observatorio ya que
allí se pueden verificar con exactitud los cambios de estaciones y el año solar de 365 días; por
ejemplo, durante el equinoccio de otoño y primavera el sol nacía por el centro de la puerta
principal de ingreso.

Lothrop plantea que los estilos artísticos en el campo escultórico de Tiahuanaco se


dividían en dos grupos, uno clásico y otro boliviano. El estilo boliviano fue más bien local, y
produjo figuras macizas sentadas o arrodilladas, tendientes hacía la síntesis de la forma, a la
geometrización (aunque no al grado del estilo clásico de Tiahuanaco), a la estilización y
construcción de cuerpos más redondeados. El estilo clásico hizo grandes estatuas
antropomorfas de pie realizadas en andesitas, dinteles esculpidos y portales monolíticos
adornados en bajorrelieve con diseños que se cree tomaban del arte textil. Este estilo es el
que se convirtió en pan – peruano.

Dentro del recinto del Kalasasaya se pueden encontrar ejemplos de la estatuaria


monumental del período clásico de Tiahuanaco. Se destacan el Monolito Fraile y el Monolito
Ponce. Ambos tenían una altitud considerable, de 2 y 3 metros respectivamente, llegando
incluso algunos ejemplares a tener hasta siete metros de altura, como el monolito Bennet en
La Paz. Se caracterizaban por no tener un componente realista, sino más bien geométrico,
hierático, con una síntesis en la figura humana, los bordes redondeados y las caras planas.
Las cabezas presentaban una especie de turbante horizontal, paralelo a la línea de los brazos,
cinturón y pies. Las diferentes secciones del cuerpo humano, junto con el ropaje, se mueve
en ejes rectos, ya sean verticales u horizontales. Los brazos están flexionados y apoyados
sobre el estómago y sostienen un par de objetos verticales que se cree son especies de
báculos y armas. Se observa también una suerte de bajos relieves con diferentes motivos
que decoran brazos, rostros, el tocado, el cinturón y las armas y báculos, probablemente con
un significado mágico religioso; se distingue formas como hombres alados, peces, cabezas de
pumas y camélidos, águilas, formas serpentiformes y escalonadas. Llama la atención también
la forma en la que están representadas las manos, encontrándose una de frente y la otra de
revés. Los rostros característicos muestran los ojos cuadrados con bordes redondeados y
paneles en sus mejillas; aspecto similar al de las esculturas de estilo boliviano. Estas obras
son esencialmente realizadas para ser vistas de frente. Por el trabajo que presentan en el
corte y tallado de la piedra, se cree que usaron no sólo elementos de piedra sino también de
metal, como ser el cobre.

En el Kalasasaya también se encuentra una de las estructuras más importantes de


Tiahuanaco, la puerta monolítica conocida como “Puerta del Sol”, que con el paso del tiempo
se partió en dos para luego ser levantada de vuelta. Es una estructura tallada en un solo
bloque de piedra andesita de unos 3 metros de alto por 3,75 de ancho, con una puerta en el
centro por la que puede pasar tranquilamente una persona. La puerta tenía la función de
separar lo sagrado de lo profano, y tenía una parte inferior lisa con unos orificios a los
costados; tal vez puedan haber servido para acoplarse a otras formas ya que se cree que
formó parte de una edificación, que no era exactamente el Kalasasaya. La puerta es un
ejemplo de la calidad técnica que habían alcanzada los tiahuanacotas para trabajar la piedra,
y de la capacidad compositiva, geométrica y matemática que mostraban. En cuanto a la
técnica se observa como a partir de las herramientas que disponían, pudieron realizar cortes
y ángulos rectos, entrantes y salientes, y caras lisas y perfectas, a partir de un solo bloque de
piedra. En el aspecto compositivo, la puerta tiene una perfecta simetría si se tiene en cuenta
la proporción aurea. Cuenta con 15 rectángulos áureos y dos triángulos áureos que se
desprenden del ombligo del ídolo central del friso superior de la puerta, dándole a la puerta
una perfecta armonía.

La “Puerta del Sol” se caracteriza por su friso que presenta una serie de figuras en
bajo relieve, sobre las cuales se dieron diferentes significados, principalmente
correspondiente a los ámbitos religiosos, políticos y lúdicos; aunque en el mundo
precolombino, estos tres aspectos no podían estar separados entre sí, ya que todo se
consideraba probablemente una sola cosa. En el friso se observa una figura central que
domina la composición y que está dispuesta de frente, sosteniendo dos cetros que dan la
sensación de rematar en cabezas de aves que comúnmente se las identifica con cóndores.
Presenta un tocado de la que se desprenden apéndices como si fuesen rayos, que rematan en
cabezas de felinos y en formas circulares que dan la sensación de ser discos. El personaje se
presenta ricamente ataviado, con un pectoral, una falda en la que se observan lo que
parecen ser cabezas trofeos, que cuelgan también de los codos de la figura. El rostro presenta
una forma humana con grandes ojos abiertos y círculos que se repiten en serie por sus
mejillas. La figura está apoyada en una estructura escalonada, acompañada de diferentes
signos de carácter simbólico; la forma escalonada seguramente sirve para destacar la
importancia de la figura. En general, el personaje principal tiene un parecido a la figura que
se encuentra en la Estela Raimondi del “Horizonte Chavín”. A sus costados se representan
una procesión de figuras de perfil, 48 en total, ricamente ataviadas con tocados, pectorales y
bastones, presentando también características zoomorfas relacionadas con el felino y el ave,
dispuestas en tres filas tanto de un lado como del otro. Se presentan como si estuviesen
avanzando hacia la figura central, o como si estuviesen arrodillados para reverenciarla; en
cualquier caso, la figura central es el punto de convergencia. Por debajo de estas figuras se
representan formas escalonadas que rematan en cabezas de ave y que presentan la cabeza
del ídolo central repetidas en serie. Las figuras presentan un trabajo geométrico, tendiente a
la síntesis y al hieratismo, adornadas con motivos incisos que seguramente habrán tenido
algún tipo de significado simbólico para esta sociedad.

Se cree que la figura central hace alusión al dios Viracocha; deidad creadora de la
región andina. La forma escalonada sobre la que está apoyada puede hacer alusión a una
pirámide o estructura basamental, cuya parte superior justamente estaba destinada a las
deidades; también puede hacer referencia a los diferentes niveles de la bóveda celeste,
situándose Viracocha en el plano superior. Los apéndices o rayos que presenta el tocado,
pueden hacer alusión a los rayos del sol. Según Tomás Joyce y Means, los círculos en las
mejillas simbolizan lágrimas o gotas de lluvia que mandaba el dios a la tierra para fertilizarla,
lo que lo llevó a ser conocido como el “Dios Llorón”.

Tello, estudioso del horizonte Chavín, cree que la imagen que se presenta es la del
jaguar en una de sus diferentes formas antropomorfas, tomando los lagrimones como rasgos
característicos de la figuración andina. Max Uhle o Jacovleff consideran que la figura central
hace alusión al halcón o águila en su forma antropomorfa ya que atribuyen los círculos
debajo de los ojos a los lagrimones del ave, considerado un importante tótem de las culturas
peruanas. Rechazan la teoría de que las figuras de aves representadas en el friso se traten de
aves de rapiña como el cóndor, ya que, para ellos, no están presentes las características de
éste. Por otro lado, Sarmiento de Gamboa (cronista español) relata (según lo que llegó a sus
oídos) que Manco Capac Inca llevaba consigo un halcón que veneraban como sagrado y que
los indios (del tiempo de Manco Capac) pensaban que hacía a Manco Capac señor y que la
gente le siguiese, y que éste halcón lo poseyeron los Incas hasta Inca Yupanqui. El halcón así
simbolizaba el coraje, la decisión, la resistencia y el valor de los dioses, soberanos y
guerreros. Otros autores consideran que la figura principal, como las secundarias que se
representan a los lados, hacen alusión al cóndor, considerado como el rey de las aves y como
unos de los dioses tutelares de los indios andinos según Tello.

En cuanto a las figuras de los lados, los de la fila central llevan en el rostro una
máscara de cóndor o halcón, mientras que los de la fila superior e inferior tienen rostros
humanos con cabezas de felino en sus tocados. Presentan una gran cantidad de signos
ideográficos que decoran la figura, repitiéndose los círculos debajo de los globos oculares de
la misma forma en que aparecen en la figura principal, por lo que también son conocidas
como las aves lloronas. Estos personajes representan a sacerdotes o jefes guerreros, siendo
el ave el tótem de estos grupos, y a la vez son mensajeros del dios Viracocha que tienen
como función llevar la lluvia a la tierra. Las grecas escalonadas, rematando en formas de
puma, con la presencia del dios Viracocha entre ellas, tal vez haga alusión a la omnipresencia
del dios en las diferentes partes de la región, o a la misma idea de un culto religioso
expandido por la región andina.

En cuanto al significado político se cree que se representa a las diferentes figuras


sociales reverenciando al soberano. La repetición en el sector inferior de la figura central
significaría la manifestación de la autoridad a lo largo del territorio abarcado por Tiahuanaco.
El homenaje que recibe de las 48 figuras a su alrededor indicaría que se trata de un soberano
que a la vez es considerado una deidad viviente y jefe máximo de la organización estatal, de
la misma forma que será luego considerado el Inca. Incluso se cree que hay una estrecha
vinculación entre el reino de los collas y lo que será más tarde el reino del Cuzco, por lo que
saber acerca de sus tradiciones permitiría realizar un mejor análisis de la Puerta del Sol. Por
ejemplo, durante la fiesta Inca del Raimi, se celebraba al Inca y al Sol, a la cuál asistían los
diferentes curacas de los ayllus dominados por los Incas a rendirle homenaje al soberano.
Estos curacas, entre otras cosas, se disfrazaban de cóndores, jaguares y halcones para
demostrar que descendían de ellos. Las 48 figuras de los curacas, también pueden hacer
referencia a las diferentes regiones alcanzadas por la influencia tiahuanacota, dividiéndose
en Norte para la derecha de la figura y Sur para la izquierda de la figura principal; Magni y
Guidoni sostienen que la cercanía de la figura al centro (o sea al dios o soberano) indicaría
también la cercanía de la región o ayllu al centro político y religioso de Tiahuanaco.
En cuanto a la elaboración de las figuras del friso, Tello plantea que los 48 personajes
en procesión fueron elaborados a partir de un modelo único para las figuras de la fila central
y otro modelo para las figuras de la fila superior e inferior. Se cree que consistía en una
lámina moldeada que se colocaba en la piedra para delinear los perfiles de los personajes, y
posteriormente se rebajaba el fondo para lograr el bajo relieve. Esta técnica puede
relacionarse con el arte textil, donde se repetían rítmicamente las figuras; también con las
referencias arquitectónicas en las paredes de adobe decoradas con aplicaciones de molde
como en Chan – Chan por ejemplo; o con el trabajo en metal, siendo el friso una
reproducción totalmente en piedra de una escena representada con una serie de placas
doradas, suspendidas en el arquitrabe de la puerta, alrededor de un ídolo esculpido.

Al este del Kalasasaya, se puede observar un Templete semisubterráneo. Se accede a


través de una escalinata de acceso y presenta muros con el sistema constructivo de RAFAS,
ubicándose pilares o bloques monolíticos a cierta distancia unos de otros, colocándose en el
medio piedras de menor tamaño que encastraban perfectamente unas con otras. Posee un
sistema de drenaje con canales en piedra en un declive exacto que desembocaban en un
recolector de agua. El templete fue planificado con rigurosidad matemática, ubicándose el
piso a dos metros de profundidad, con desagües interiores. Aquí también se observan restos
de pigmentos como ser el rojo en las paredes y el blanco en el piso. Se encuentran presentes
en el templete una serie de cabezas incrustadas en los muros que recuerdan a las cabezas
clavas en el complejo del Castillo del Horizonte Chavín. Fueron trabajadas en piedra caliza,
presentaban rasgos faciales diferentes las unas de las otras y eran cabezas de bulto
trabajadas sintéticamente. La presencia de estas cabezas tal vez hace alusión a que el
templete pudiera haber sido usado como lugar de sacrificio, siendo las cabezas especies de
cabezas – trofeos.

Hacia el oeste del Kalasasaya se encuentra el Putuni, también conocido como el


“Palacio de los sarcófagos”, ya que se encontraron cámaras funerarias, que se cree
pertenecieron a altos dignatarios, que desembocaban en el patio central. El recinto presenta
una planta rectangular con bloques de piedra finamente pulidos. En las cámaras hay un
sistema de cerramiento que consiste en una puerta corrediza de piedra que se desliza al ser
humedecido el piso.

Cerca del Putuni se encuentra la “Puerta de la Luna”, realizada de una sola puerta de
andesita de dos metros, que se plantea se usaba en ceremonias importantes cuando la
entrada se alineaba perfectamente con la luna. Al igual que la “Puerta del Sol”, presentaba
motivos en bajo relieves, que consistían en figuras híbridas con cabezas de puma y boca de
pez.

Conectada con el centro arqueológico, hacia el sur oeste, se encuentra la plataforma


piramidal de Puma Punku. El rasgo fundamental de este conjunto es la presencia de grandes
bloques de piedra cuidadosamente tallados y acoplados que en algunos casos pesan más de
100 toneladas. El labrado de las piedras es excepcional ajustándose cada bloque
perfectamente al otro; a veces se usaban grampas de cobre (procedimiento excepcional en
Perú) para sujetar mejor los bloques. Destaca sobre todo la precisión de los cortes en la
piedra y los huecos en forma de T o H que hay en ellas, lo que muestra el avanzado nivel que
habían conseguido trabajando la piedra mayormente. Ya no solamente usaron instrumentos
líticos sino también metálicos.

La cerámica se podía dividir, al igual que en muchas culturas, en tipos de uso


cotidiano y ceremonial, siendo ésta última la de mayor calidad artística. Predominan los
colores intensos y oscuros, siendo frecuente los tierras rojizos, el negro, el blanco, el amarillo
y el gris, en general siempre tendiendo hacia la policromía. Combinaban la decoración
pintada con el modelado, trabajado sintéticamente. Las piezas están bruñidas y los dibujos
presentan líneas de contorno que delimitan el relleno. Los motivos se mezclan entre lo
geométrico y figuras zoomorfas con diferente grado de estilización, como ser el puma, el
cóndor, entre otras, que se cree representaban ordenes de guerreros; estas formas se
combinaban con motivos geométricos como ser grecas escalonadas, cuadrados, líneas y
puntos, y cabezas trofeos. La forma más característica dentro de la cerámica ritual es la que
tiene forma de vaso con bordes evertidos o abocinados, llamados Keros. También se
encuentran las vasijas en efigie que llevan generalmente la cabeza del puma en el borde,
formas modeladas zoomorfas como ser la llama, animal característico de las alturas usado
para el pastoreo y del cual se aprovechaba su lana y carne.

La difusión del estilo clásico de Tiahuanaco es confusa. Algunos autores sostienen


que Tiahuanaco, por el clima, no fue un centro de innovaciones estilísticas, y que fue más
bien Huari el centro de desarrollo. Sin embargo, en Huari coexistieron estilos de alfarería
local, junto con el estilo Nazca y las formas tiahuanacotas; además la cultura Tiahuanaco no
llegó a Huari en su totalidad sino sólo sus símbolos religiosos que se observan sobre todo en
la cerámica. La religión tiahuanacota, y tal vez unas probables conquistas y ocupaciones
militares pudieron haber contribuido a la expansión de los símbolos religiosos, sobre todo la
figura de Viracocha, que se observa en diferentes ejemplares; en ocasiones aparece el rostro
sólo sin los rayos circundantes. Todas las formas muestran las características tendencias
hacia la geometrización, aunque en las modeladas se observa un cierto naturalismo.

El tejido de este período había alcanzado un alto nivel. Se encontraron más


ejemplares en la zona de la costa que en los centros Tiahuanaco – Huari, debido también al
clima que permitió una mayor conservación. Se hicieron tejidos de lana y algodón junto con
tapices; éstos mostraban motivos geométricos, signos como la greca escalonada y motivos
zoomorfos como ser el ave y el felino entre otros, trabajados en base a la estilización de la
forma y a la geometría. También se observa la representación de las lágrimas o círculos
debajo de los ojos en alusión al dios Viracocha. Son obras de un gran colorido, realizadas de
urdimbre de algodón y trama de fina lana. En cuanto a la metalurgia, no se encontraron
muchos ejemplares del Tiahuanaco clásico, pero se cree que conocían diferentes técnicas de
trabajo en metal y que usaron el cobre, el oro y la plata.

Así como el “Horizonte Tiahuanaco – Huari” influenció en un gran número de


culturas, no se observó un gran impacto sobre la cultura Moche, al punto que está
desarrollaría su estilo particular que luego retomaría la cultura Chimú, que le sigue a este
segundo horizonte.

Bibliografía.
George Kubler – “Arte y arquitectura en la América pre colonial”
Coe, Snow y Benson – “América Antigua. Civilizaciones pre colombinas”
Lothrop – “Los tesoros de América Antigua”
Magni Guidoni – “Civilización Andina”
Felipe Cossio del Pomar – “Arte del Perú precolombino”

3.4 – TERCER PERÍODO INTERMEDIO Y TERCER HORIZONTE CULTURAL.

Chimú.
Se plantea que con el fin del “Horizonte Tiahuanaco – Huari” se debilitó la
homogeneidad cultural que se había alcanzado y empezaron a fortalecerse las culturas
locales. Se cree que las poblaciones habían alcanzado su apogeo, las organizaciones cívicas
estaban bien desarrolladas y habían comenzado las luchas por la tierra y el poder, a la vez
que surgieron alianzas y coaliciones, así como también la construcción de lugares fortificados
que sirvieran de refugio.

Fue un período de fuerte estratificación social, con diferentes clases de nobles,


aristócratas, sacerdotes, guerreros, artesanos y comerciantes, campesinos y seguramente
esclavos. La civilización más importante de este período fue la Chimú, también conocida
como Gran Chimú, Estado de Chimú o Señorío de Chimú, o en sus orígenes Chimor. Chimú es
el nombre indígena que le dan al Valle de Trujillo. El desarrollo de esta cultura va desde el
1200 al 1500 d.C. aproximadamente, siendo contemporáneos al Imperio Inca alcanzando la
cumbre de su poderío inmediatamente antes que éste, para luego ser absorbidos por el
Imperio del Tahuantinsuyo. Los chimúes se ubicaban en la costa norte del Perú, en una
región de extensos y fértiles valles regados por ríos que mantenían grandes concentraciones
de población. Debido a esto pudieron desarrollar una agricultura intensiva, aprovechando
obras de ingeniería realizadas por los moches como los canales de riego, y así lograr
expandirse desde el norte, hasta el centro del Perú a lo largo de la costa.

Existe una crónica anónima escrita hacia 1604 aproximadamente llamada “Historia
del Reino de Chimor” se cuenta la historia del fundador del Reino Chimú. Éste fue
Tacaynamo, un personaje legendario que habría llegado a la costa en balsas con su séquito y
logró conquistar ese territorio; será conocido también con el nombre del Gran Chimú y
adorado como un soberano semidivino. Además del soberano, Antonio de Calancha, cronista
español que vivió en el siglo XVI y fue contemporáneo a ese grupo de indios, plantea que le
rendían culto principalmente a la Luna, considerándola más fuerte que el Sol, ya que se la
podía ver de día, así como también de noche. También le rendían culto a las estrellas del
firmamento como ser las Tres Marías, considerando que la estrella del medio le quería hacer
daño a la Luna, mientras que las otras dos estrellas la protegían. El panteón Chimú se
completaba con el culto a fuerzas que protegían las cosechas y deparaban la vida, como el
dios Kon, que tenía forma de pez y de ave y era el creador de hombres y cosas, así como
también rey de los mares y del espacio; o a Chatay, el Sol, con su séquito de dioses inferiores
que lo ayudaban en la lucha con las tinieblas en cada amanecer. Estos espíritus o deidades se
verán representados en muros, formas cerámicas, tejidos y joyas. Para administrar el culto
estaban los sacerdotes y diferentes rituales como ser la práctica del sacrificio.

Este período también es conocido como “Período urbanista” o “de construcción de


ciudades”, en alusión a que cada valle tenía su centro urbano evidenciando un gran
desarrollo en la organización política y social de este período. La ciudad más importante fue
Chanchan, capital del reino Chimú. Éste se ubicaba en el valle Moche cerca de Trujillo y fue la
más importante organización político – económica del Perú hasta antes de la supremacía del
Cuzco. Las ruinas arqueológicas tienen una extensión de más de 20 kilómetros cuadrados y
las construcciones están hechas de adobe con cimientos de piedra y tierra que ayudaron a los
edificios a resistir el paso del tiempo.

La ciudad se compone de diez manzanas o unidades, también llamados palacios.


Estos palacios presentaban mayormente una planta rectangular, delimitada por grandes
muros y con una única puerta de acceso a su interior, compuesto por calles, templos,
pirámides, celdas, depósitos de agua, jardines, viviendas populares, palacios y cementerios
para los miembros de cada unidad respectivamente. La vida social de la ciudad podía
desarrollarse enteramente en el interior de cada uno de los palacios, que se cree que
contaban con funcionarios, magistrados, policías y hasta reglas de tránsito. El centro
arqueológico de Chanchan fue objeto de numerosos estudios por parte de diversos
arqueólogos, y los diferentes palacios que lo componen fueron bautizados con el nombre de
ellos, entre los que se destacan Mac Uhle, vos Tschudi, Squier, Tello, entre otros. A los
alrededores de los palacios se encontraron huellas de acueductos, caminos, templos, entre
otras construcciones, en una zona no delimitada que puede considerarse la periferia. Por otro
lado, es característico que los muros altos protejan el conjunto de los vientos costeros que
llegaban del suroeste y que la mayoría de las casas miran hacia patios al norte, ya que en esas
latitudes, desde allí, la cara norte recibía más el sol.

La disposición que presenta Chanchan afirma, para Magni y Guidoni, la existencia de


una confederación política, en una época en la que las alianzas y coaliciones eran comunes, y
tal vez por esto cada palacio estaba “aislado” el uno del otro por sus murallas que podían
llegar a tener un alto de 9 metros de altura aproximadamente. En efecto, el territorio chimú
estaba compuesto por una serie continua de valles separados unos de otros, cada uno con un
reino que a su vez contaba su propia organización social, con sus propios jefes, burócratas,
guerreros y sacerdotes, en fin, con su propio clan o grupo familiar. De esta forma, se plantea
que los diez palacios que conformaban Chanchan eran la residencia de los diferentes clanes o
grupos gentilicios que comprendían el Reino del Chimú, resumiendo la suprema fase
organizadora de esta confederación, en donde probablemente, los diferentes clanes o grupos
familiares no estaban subordinados los unos con los otros, sino que se encontraban en un
plano de igualdad. Se puede decir que Chanchan fue la residencia obligada de los jefes, y su
séquito, de cada reino de la confederación, y su ubicación en la ciudad correspondía a la
ubicación geográfica del reino en el territorio Chimú. Aquí también se observa el cambio en la
jerarquía social, donde el predominio absoluto de la clase sacerdotal, cede lugar a una clase
de guerreros y burócratas pertenecientes a un mismo grupo familiar, y donde los palacios y
pirámides dejan de tener una función preferentemente sacerdotal para pasar a ser de
carácter civil, aunque reservada para un el grupo dominante.

John Rowe plantea que diferentes rasgos del estado Inca procedían del Chimú como
ser la costumbre de gobernar por medio de la nobleza local, las ciudades de plano
rectangular, y el tratamiento que se le daban a los sujetos conquistados. Cuando los incas
conquistan Chimú, el rey depuesto vivió confinado en Cuzco como vasallo con honores y
junto con él llevó una colonia de artesanos chimúes; esta forma de obrar se cree que
también existió con los chimús, planteando que en Chanchan también vivió en exilio
productivo una serie de vasallos con sus colonias de artesanos, estando cada grupo en su
recinto y con áreas más espaciosas para las clases superiores. Este argumento se refuerza con
el parecido de ciertos conjuntos de Chanchan con el de otros lugares conquistados por el
pueblo Chimú. Si se sigue esta teoría tal vez entra en conflicto con la teoría de Magni y
Guidoni que establece una relación de igualdad entre los diferentes clanes de Chanchan.

Los diez palacios de Chanchan se diferencia por sus dimensiones, por la disposición
de sus edificios, que a la vez tienen distintas tipologías y grandiosidad, todo esto debido a
que pertenecían a diferentes clanes; el más grande se cree que era el complejo del “Gran
Chimú”. Tal vez, cada palacio, reproducía la forma característica de las ciudades de los valles
a los que pertenecía, ya que en cada uno de los valles que componen el Reino Chimú, se
encontraron ciudades similares, aunque más pequeñas, con calles planificadas, casas,
templos pirámides, depósitos de agua y otras características cívicas similares. En Chanchan,
las paredes de muros, de palacios, de terrazas y de la mayoría de las construcciones,
presentaban decoraciones en bajo relieve en las que se presentan diferentes motivos
zoomorfos, antropomorfos, geométricos y seres complejos; esto también se debe a que el
Reino Chimú contaba con artesanos hábiles a la hora de trabajar con arcilla, con tejidos y con
metal, de tal forma que no quedaba ninguna pared sin decorar, incluso se aplicaban colores.
Estos motivos se repiten en serie y se ubican en hilera, en diagonales, en diferentes
combinaciones, y se cree que derivan del arte textil y de la costumbre de colgar en las
paredes interiores tapices que imitaban el tejido de las cestas. Estas formas están trabajadas
de manera sintética, esquemática y geométrica, de la misma manera en que se encontraba
en los tejidos, y se cree que eran aplicados con moldes que marcaba la figura para luego
rebajar el fondo. Se cree que la arcilla se aplicaba en dos capas, esculpiendo la capa exterior
mientras se secaba.

Se plantea que la simplificación de la forma se debe a la industrialización de los


procesos técnicos y la producción en serie. Magni y Guidoni creen que la representación de
determinadas figuras en los muros, hacía alusión al animal totémico de cada clan, y la
repetición en serie podía indicar la multiplicación de la estirpe. También plantean que las
repeticiones en serie de estas figuras hacen que pierdan su significado original, aunque
seguramente hubo una resignificación de éstas por los chimúes. Estas formas en bajo relieve
fueron posteriormente cubiertas por estuco para pintarlas. En el Palacio Tschudi, los muros
presentaban un aspecto enrejado que tal vez podían hacer alusión a las redes de pesca
simbolizando la estrecha vinculación de este pueblo con el mar, a la vez que genera un juego
de entrantes y salientes con los huecos del muro.

Se construyeron también monumentos religiosos, por ejemplo cerca de Chanchan se


encuentra la Huaca del Dragón o Huaca del arco iris, cuyos muros también presentaban
decoraciones en bajo relieve, de figuras antropomorfas y zoomorfas, además de la
representación esquemática de un arco iris. El muro en donde se encuentran los bajo relieves
se trata de un muro perimétrico de 228 metros. Encierra dos plataformas con paredes
decoradas con serpientes de dos cabezas, con las fauces abiertas, flanqueadas de dos figuras
en formas de serpiente. En el interior de la huaca se encuentran catorce depósitos.

A lo largo del territorio también se encontraron otros complejos monumentales como


en Lima por ejemplo, en donde destaca el complejo arqueológico de Paramonga, también
llamada la Fortaleza. La construcción pertenece probablemente al período del encuentro
decisivo entre los Estados Chimú e Inca en la segunda mitad del siglo XV. Es una estructura
escalonada, con una planta irregular que tiende a la rectangular, construida de adobe y
reforzada con piedras, que consiste en tres terrazas superpuestas, llegando a tener una
altura de unos 20 metros aproximadamente, y emplazándose en un cerro adaptándose a las
irregularidades del terreno. Tiene un marcado carácter militar, formando la estructura de una
línea defensiva y estando el acceso a ella cuidadosamente estudiado. A propósito de esto la
base presenta una serie de cuatros salientes, llamados bastiones, que aumentaban el frente
de defensa. Todas estas características convirtieron a Paramonga en una estructura
inexpugnable, que pudo aguantar incluso mucho tiempo la conquista del Inca. Según el Inca
Garcilaso de la Vega, historiador español, Paramonga fue mandada a construir después de la
victoria de Pachacutec sobre el Gran Chimú, aunque esto no resulta del todo cierto ya que la
estructura existía ahí desde antes, y tal vez los incas se limitaron a ampliarla.

A los alrededores de la Fortaleza, se descubrieron ruinas de templos, casa y


cementerios, por lo que Paramonga no fue una construcción aislada. Además del carácter
militar se cree que también estaba consagrada al culto, ya que en la parte superior se
encontraron restos de estancias con nichos y huacas, decorados con estuco y pintura.

La organización política y social debió haber tenido un gran desarrollo en este


período, que se evidencia en la construcción de las ciudades. Debió haber existido un
gobierno eficaz que aglutine la mano de obra para la construcción de las ciudades, a la vez
que existieron artesanos especializados. Las subdivisiones sociales debieron ser marcadas al
encontrar diferencia en tamaño y calidad de casas y de sepulcros, algunos más ricos que
otros.

La artesanía había alcanzado un gran desarrollo con tendencia a la producción en


serie. La cerámica conservó en parte las técnicas de los mochicas, aunque resultaron de un
carácter más tosco. La mayoría de las vasijas son del tipo de asa – vertedera en estribo, en
efigie y con motivos en bajo relieve. Se cree que se fabricaban en grandes cantidades y
generalmente con moldes, usando principalmente el tipo de atmósfera reductora y en menor
medida el de atmósfera oxidante, por lo que la mayor parte resultaba de un aspecto negro
pulido. Los motivos eran similares a los que trabajaban los mochicas, con representación de
figuras zoomorfas como ser los camélidos, el felino o el ave; figuras antropomorfas que
aparecían representadas en actividades diarias como ser la pesca o escenas rituales, y en las
vasijas retratos propias de la tradición mochica (aunque sin el nivel de excelencia de éstos);
los motivos eróticos propios de los mochicas también persistieron, al igual que motivos
fitomorfos y geométricos como ser puntos y grecas escalonadas entre otros. Se observan
también vasijas gemelas, seguramente en alusión a la importancia de la dualidad en el
mundo andino, y vasijas silbadoras que se caracterizaban por emitir sonidos por pequeños
orificios cuando el agua pasaba de una cámara a otra. Las formas tienden hacia un
naturalismo, aunque no al nivel de los moches, combinando con una síntesis de la forma. Se
observa que prácticamente abandonan el color.

Los tejidos Chimú eran de gran calidad, conservándose bien por el clima de la costa
más bien seco. Trabajaron con telas pintadas, gasas, con brocado, tapices, entre otras
técnicas; las formas eran geométricas, y usaban colores brillantes como el amarillo, rojo,
blanco, ocre y negro. La composición está cargada de figuras y formas que rellenan el fondo,
pero que se repiten siguiendo determinados patrones; a su vez las figuras presentan un color
de relleno y una línea de contorno que las ayuda a destacar del fondo. También trabajaron
con plumas que las podían adherir a los tejidos, sobre todo a ponchos, formando diferentes
dibujos estilizados o realizando composiciones pictóricas. Las plumas que usaban eran de las
aves de la selva, que las conseguían mediante intercambio, aunque también se podían
encontrar en determinadas épocas del año en la costa; la técnica consistía en adherirlas al
tejido como si fuese tejas, de esta forma quedaban superpuestas unas a otras, en una
superficie blanda. No realizaron el método de mosaico con plumas de Mesoamérica y aparte
de ponchos también hacían collares, mantos, tocados y máscaras con fines rituales y
funerarios. Las máscaras servían para disfrazar, exaltar o simular emociones y en los muertos
hacían referencia al espíritu u otro yo del difunto.

Donde se destacaron sobre todo fue en la metalurgia que había alcanzado un alto
nivel de desarrollo trabajando el oro, el cobre, el bronce y la plata; a la vez se conocían
técnicas de fundido y aleación, trabajaban con el repujado, el laminado, la filigrana (adorno
hecho con hilos de oro o plata que, entrelazados, forman un dibujo) el cincelado, la cera
perdida, entre otras técnicas. Realizaban diferentes tipos de objetos como vasos o cuchillos
con incrustaciones de piedras preciosas como turquesas que se creen que eran para usos
ceremoniales, y podían medir medio metro aproximadamente. Dominaban muy bien la
técnica del repujado y del modelado, lo que se observa en los bajo relieves y en las cabezas
de los cuchillos. También se observa un gran dominio de la orfebrería con las formas
zigzagueantes y onduladas. Uno de los motivos que se observa en los diferentes objetos
metalúrgicos (en este caso en el vaso y en el cuchillo) es el de una especie de deidad, que
tiene semejanzas con la figura de pie de la Estela Raimondi y con Viracocha en Tiahuanaco,
ya que se presenta de frente, portando dos cetros o báculos con sus manos; tal vez haga
referencia a Viracocha. Además de éste motivo también se representas formas zoomorfas,
antropomorfas y motivos geométricos como ser puntos y la greca escalonada. Otros objetos
que realizaban eran collares, pectorales, aros y coronas, vasos en efigie, vasijas y jarrones. El
jarrón se hizo en tres secciones que eran martilladas para darle forma separadamente y
luego se unían. Presenta un bajo relieve en donde se observan especie de demonios entre los
cuales se encuentra una pequeña víctima, relatando tal vez una escena de sacrificio, que se
cree que en los mochicas consistía en el descuartizamiento de individuos vivos. Los artesanos
chimúes eran tan buenos trabajando el metal, que, tras ser conquistados por los Incas, se los
llevarían a trabajar en el Cuzco.

Inca.

Luego del período Tiahuanaco – Huari, diferentes señoríos independientes


comenzaron luchas por el poder, formándose alianzas o coaliciones (como fue el caso de
Chimú). Dentro de estos señoríos estaban los incas que surgen en el siglo XII y logran
imponerse a partir del siglo XV, donde comienza lo que se conoce como el Período
Imperialista o tercer horizonte cultural, logrando los incas expandirse rápidamente por Perú,
Ecuador, Colombia, Bolivia, hasta el NOA y el centro de Chile. Así forman el Tawantinsuyu, el
Imperio de las cuatro partes compuesto por el Chinchaysuyu al noroeste, el Antisuyu al
noreste, el Contisuyu al suroeste y el Collasuyu al sur y sureste, siendo el Cuzco el punto de
referencia y la capital del imperio. A su vez, cada provincia o suyo se dividía en “humanis”
que a su vez se dividía en “sayas”, y éstas estaban formadas por los ayllus.

Al igual que los aztecas, lograron imponerse en un corto período de tiempo y duran
relativamente poco debido a luchas internas y a la conquista española.

El origen de los incas tiene diferentes versiones, una es la del Inca Garcilaso que
plantea que Manco Capac, junto con su hermano, y su esposa Mama Ocllo, fueron creados
por el dios Sol en una isla del lago Titicaca, entregándoles una vara con la misión de recorrer
la región y fundar la ciudad en aquel lugar donde la vara se hundiera, algo que ocurrió en el
valle del Cuzco donde se encontraría la capital del Imperio Incaico. Otra versión habla de que
Manco Capac y sus tres hermanos, surgen en unas cuevas ubicadas en el cerro Tambotoco
junto con sus esposas/hermanas, y de allí emprenden un peregrinaje para llegar al lugar
elegido logrando expulsar una tribu que se encontraba en ese lugar, y terminan por enterrar
la vara fundando la ciudad del Cuzco. La versión histórica plantea que Manco Capac y su
grupo llegan al valle del Cuzco a fines del siglo XII y fundan la ciudad del Cuzco; este valle ya
estaba ocupado por otras comunidades que practicaban la agricultura, pudiéndose
relacionarse con ellos para asegurar su subsistencia. Los incas posteriormente se adjudicarán
el papel de héroes culturales que llevaron el orden, la cultura y las artes.

La organización del territorio se basa en el principio del doble complementario y del


Hanan, Hurin. Hanan hacía referencia a lo masculino y también a la parte alta del mundo y
Hurin a lo femenino o parte baja del mundo; así por ejemplo el Antisuyu y Chinchaysuyu
pertenecían al Hanan mientras que el Contisuyu y Collasuyu al Hurin. Este principio servía
para dividir la propia ciudad e incluso el propio ayllu, y a la vez cada sector Hanan o Hurin
podía tener su contraparte generando también una cuatripartición, y dependiendo a que
sector pertenecía cada habitante, éste tenía un posicionamiento específico en la estructura
del Estado.

La organización social estaba muy organizada de manera tal que el Inca pudiese tener
un estricto control de la sociedad. Básicamente había un sector noble y otro campesino, que
se establecía por nacimiento y que no podía ser modificado por matrimonio o mérito, ya que
así lo establecía el mito.

Dentro de la clase superior, en el escalón más alto se encontraba el Inca que era el
soberano del Imperio Incaico. Tenía carácter divino, según el mito unificaría el mundo a
través de la guerra, era considerado hijo del sol, el oro era su símbolo y actuaba como
intermediario entre hombres y dioses. En su honor se hacían sacrificios, por ejemplo, cuando
asumía el Inca se sacrificaban, según Guamán Poma, 200 niños. Generalmente la tradición
marcaba que el trono lo heredaba el más hábil de sus hijos, sus hermanos o los hijos de sus
hermanas, pero esto no siempre era así, llevando a que se generen situaciones conflictivas.
En total fueron 13 los incas, aunque hay discusión sobre la veracidad de los primeros ochos,
sobre si eran reyes o no ya que hay mucha influencia de la mitología en sus historias de vida.
Se piensa que los ocho primeros incas estuvieron en conflicto con otros señoríos de la región
sin lograr imponerse. Esta falta de veracidad también se impone por la cantidad de reyes que
la elite cuzqueña planteaba que tenía, ya que cuando los españoles llegaron al Cuzco se
encontraron con grupos diferentes de la élite que decían tener la momia del primer Inca.
Otro de los aspectos que debió haber confundido a los cronistas fue que el general llevaba
tradicionalmente el nombre de uno de los emperadores anteriores, por ejemplo, el general
de Pachacútec tenía el nombre de Capac Yupanqui, quinto Inca.

Fue a partir de Pachacútec Inca Yupanqui, el noveno Inca, que comienza la verdadera
historia del Imperio Inca y su gran expansión. Fue el fundador de la organización imperial, se
hizo de fama tras conseguir un triunfo importante sobre los chancas, comunidad vecina que
competía por la hegemonía regional. Trazó el plano de la ciudad del Cuzco, reconstruyó el
Templo del Sol y construyó el Sacsayhuamán que fue el símbolo de la inexpugnabilidad del
Cuzco. Él, junto con su hijo Tupac Inca Yupanqui, expandieron prácticamente a su apogeo al
Imperio en poco más de 50 años, desde 1438 hasta 1493. Conquistaron entre los dos el
centro y sur de la región andina; luego le siguió Huayna Capac que anexó otros territorios del
actual Ecuador. Con la muerte de éste último, se detuvo la expansión por la guerra civil entre
sus hijos Huáscar y Atahualpa por la disputa del trono. En 1532 el Imperio llegó a su fin tras
ser conquistado por Pizarro.

El Inca formaba su ayllu real que es de dónde provenía la elite. Estos ayllus tenían el
nombre de Panaca; cada Inca tenía su Panaca, y una vez muerto se conservaba su momia. Los
territorios de la Panaca eran los que conquistaba el Inca durante su reinado. El nuevo Inca no
disponía de nada y tenía que salir a conseguir terreno, bienes, gloria y poder. A su vez, los
incas estaban separados según el principio de Hanan y Hurin; los cinco primeros Incas fueron
Hurin mientras que los ocho últimos pertenecieron a los Hanan. El Inca, además, poseía un
consejo compuesto por los cuatro gobernantes de las cuatro partes del imperio, por el sumo
sacerdote y por el general del ejército más 12 consejeros de los suyus. Estos consejeros
asesoraban al Inca en asuntos importantes, en la concepción de leyes y en planes de
gobierno.
En la nobleza también se encontraban los jefes militares, los cortesanos relacionados
con el Inca, los sacerdotes y los burócratas. Los funcionarios más importantes eran los
tucricuc que administraban las tierras del Inca y eran consultados por el emperador para la
ejecución de obras públicas; los amautas que eran los sabios que se encargaban de la
educación de los jóvenes de sangre real, eran historiadores de la corte y consejeros del Inca
en asuntos religiosos; los quipucamayoc que se ocupaban del sistema fiscal y del censo de los
súbditos; los jueces o ochacamayoc, que administraban justicia a su discreción; entre otros
burócratas.

Las mujeres también tenían una estricta división social, por ejemplo, las doncellas de
sangre real llamadas accla, estaban destinadas a la vida de la corte luego de haber recibido
su instrucción en los colegios que las formaban llamados acclahuasi. Las accla se daban como
mujeres a los curacas importantes, y en los ayllus existían las agra, que eran dadas al Inca
como concubinas y que se ocupaban en trabajos de artesanía, especialmente en los tejidos.
La esposa del Inca, con el título de Mama Coya, tenía a su servicio numerosas accla y agra.

La unidad social básica del imperio continúo siendo el ayllu, aunque fue hábilmente
controlado por los incas para que no haya rebeliones. En este sentido, reemplazaron la
fidelidad a un jefe local por la fidelidad al Inca, un jefe lejano que se encontraba en el Cuzco.
También se seducía a los curacas con regalos y honores para mantener su lealtad al Inca y a
su vez miembros del ayllu, entre los cuales podía estar el hijo del curaca, eran enviados al
Cuzco para aprender la lengua oficial que era el quechua, y todo lo que allí se enseñaba,
generando esto un gran desarraigo del ayllu local. Otras tácticas que usaron para controlar a
las poblaciones conquistadas era la práctica del mitmaj o mitmae que consistía en desterrar a
poblaciones enteras, o a un gran número de un determinado ayllu, trasladándolos a otras
tierras para que las trabajen y a la vez contribuyan en mantener los caminos del Inca,
generando esto desarticulaciones con los poblados de origen; también usaron el
yanaconazgo que consistía en reducir a la servidumbre a ciertos grupos humanos, éstos sólo
servían a la élite. A parte de los yanaconas y mitmaes, estaban los camayos, que eran grupos
especializados en determinados oficios que eran llevados al Cuzco para trabajar, como por
ejemplo los artesanos de Chanchan.

Toda esta organización está relacionada al concepto de un Estado homogéneo, que


tenga un estricto control sobre la vida del conjunto del imperio. A esto también contribuyó el
sistema de medición estadístico del que disponían llamado quipu, que consistían en un
sistema de cuerdas de colores, unidas a una cuerda principal, a las cuales se les hacía nudos
que representaban números. Fue usado como un sistema de contabilidad para diversos fines,
y también hay autores que sostienen que funcionaron también como un sistema de escritura
para los incas.

La religión era muy desarrollada, estuvo a cargo del Estado con diferentes cultos a un
dios principal, a dioses y diosas de mayor o menor importancia, espíritus u objetos animistas
locales, espíritus incorpóreos y espíritus separados temporalmente de cuerpo físicos. La
religión además disponía de una organización estricta en lo que se refiere a ceremonias
rituales, en dónde sus fines fundamentales consistían en el incremento y conservación de las
reservas de alimentos y la curación de enfermos. Los sacerdotes tenían como deber
fundamental la adivinación y el sacrificio a los dioses.

La deidad suprema era el creador Viracocha, héroe cultural que enseño al pueblo a
vivir y luego partió por el Pacífico. Era una deidad que intervenía poco en el destino de los
humanos por lo que no era muy venerado por el pueblo común sino más bien por el
emperador y los nobles, sobre todo en los tiempos más difíciles; aunque también se cree que
era una deidad más importante para los pueblos pre – incas que para los incas. Más
importante que Viracocha en lo relacionado a la vida cotidiana fueron las deidades del cielo,
como el sol, la luna, las estrellas y el trueno; así como las deidades de la tierra y el mar.

Los incas fueron adoradores del sol, Inti, le deidad principal que identificaban con la
dinastía real. El sol era a la principal deidad a la que le rendían culto, por eso se escogían
mujeres específicamente para ello como ser las “Vírgenes del Sol”, y se levantan estructuras
imponentes como ser el Coricancha o “Templo del Sol”. Le seguía en importancia el dios del
Trueno o del Tiempo, conocido como Illapa, al cual se le rogaba que envíe la lluvia. Tenía
como arma una honda y una maza, y según el mito, su hermana guardaba la lluvia en una
jarra que el dios rompía con su honda para enviar el agua a la tierra. El restallar de la honda
era el trueno, la piedra el rayo y el relámpago las vestiduras de la deidad. La esposa del Sol
era Mamaquilla, y tenía que ver con el calendario, las fiestas y diferentes labores. En los
eclipses de luna se creía que ésta era devorada por un felino, al que había que ahuyentarlo
con amenazas y ruidos.

Consideraban que las estrellas eran deidades, y tenían como referente (al igual que
otras culturas) al planeta Venus. Las diosas de la tierra, Pachamama, y del Mar, Mamacocha,
también tenían una gran importancia debido a que estaban relacionadas a actividades
económicas como la agricultura y la pesca. También rendían culto a las huacas que
consideraban como un lugar sagrado o relacionaban a espíritus sobrenaturales, espíritus de
difuntos o divinidades. Había diferentes tipos de huacas, desde las apachetas que eran un
montículo de piedra a los lados del camino, o montañas, momias de difuntos, lagos, ríos,
cuevas, construcciones, puentes, entre muchos otros; puede decirse que cualquier cosa rara
o extraordinaria adquiría el nombre de huaca. El culto a los muertos también era muy
importante. Se considera que a los muertos les gustaba que llevasen sus momias a disfrutar
de las fiestas y esperaban que les dieran comida y bebida.

El cuerpo sacerdotal también estaba jerarquizado. En la cúspide estaba el Sumo


Sacerdote que residía en el Cuzco, y era familiar cercano del emperador y uno de los
funcionarios más importante del Estado; a su cargo tenía un concilio de nueve sacerdotes de
alto rango. El Sumo Sacerdote se encargaba de los principales cultos y rituales. A estos
sacerdotes le seguían sacerdotes de menor categoría que tenían a su cargo el cuidado de
alguna huaca, comunicarse con los difuntos, ciertas adivinaciones, entre otras cosas.

El sacrificio era muy importante para los incas, y al igual que otras culturas, era un
regalo a los dioses a cambio de algo, que mayormente estaba relacionado con el aspecto
principal de la economía, la agricultura. Podían ser desde ofrendas hasta sacrificios de
animales y humanos, muy practicados sobre todo en las fiestas en honor al sol. Guamán
Poma plantea que para Agosto, mes de siembra, se sacrificaban 500 niños como rito
compensatorio por abrir la tierra. Sucedía lo mismo en otros meses importantes.

En cuanto a lo económico, practicaron una agricultura intensiva a través de sistemas


de canalización de ríos y de cultivos en los andenes de las montañas. Cultivaban maíz,
tubérculos, camotes, frijoles, cacao, entre otros. También practicaron la ganadería y el
pastoreo con los camélidos, contando con la llama, la vicuña, el guanaco y la alpaca. Además
articulaban su principal fuente económica con la caza y con el comercio.

Al igual que en Mesoamérica, desarrollaron un sistema de calendario para predecir


los momentos más adecuados para la siembra y cosecha de los diferentes alimentos. Para
conocer con mayor exactitud estos meses junto con los movimientos de los astros y poder
establecer fechas de culto y celebraciones, Pachacutec dispuso la colocación de 12 pilares al
Este del Cuzco a partir de los cuáles se podía ver y medir por donde salía y entraba el sol;
estos pilares se llamaban Sucangas. También disponían de un calendario que dividía el año
en dos, estableciendo la división fundamental, invierno/verano, masculino/femenino,
alto/bajo; además de este calendario, cada región tenía un calendario regional que se
adecuaba a las necesidades agrícolas de cada zona. Por otro lado, el año contaba con 360
días, dividido en 12 lunas de 30 días cada mes y con semanas de 10 días.

El hecho de que los incas pudieran haberse expandido rápidamente fue gracias a
diversos factores. Por un lado, la sed de gloria y poder que impulsaba al Inca a formar y
agrandar sus propias panakas, y a la idea mítica de que el Inca uniría el mundo a través de la
guerra. Por otro lado, por la enorme estructura militar que poseían, ya que incorporaban a
los hombres de las tribus conquistadas al ejército, y muchas veces los dejaban bajo el mando
de sus propios jefes militares. Los campesinos eran un instrumento importante ya que
constituían parte del ejército y con la práctica del mitmaj servía para colonizar territorios y
controlar las posibles rebeliones.

Obras de ingeniería, arquitectura y métodos de construcción.

Otro factor que fue determinante para su rápida expansión y posterior control del
territorio fueron las obras de ingeniería que desarrollaron. Los caminos o capacñan
conectaban todo el imperio; estos eran construidos a través de la sierra y costa, corriendo en
dirección Norte y Sur, con la existencia a su vez de caminos transversales conectando de esta
forma todas las partes del Tawantinsuyu. Estos caminos que les permitía llegar rápido a
cualquier parte del imperio eran un símbolo de la omnipresente autoridad del Inca, y del
concepto unitario del Estado. Los caminos eran construidos y mantenidos por las diferentes
poblaciones o ayllus que estaban bajo el control de los incas, y permitían llegar con gran
rapidez a las diferentes partes del imperio, especialmente al Cuzco, para cuya función
primordial estaban diseñados; restos de estos caminos se encuentra por ejemplo en
Mendoza, Argentina. Además de los caminos, tenían otras construcciones como ser puentes,
sistema de tambos que consistían en albergues que se construían a intervalos regulares del
camino para que los viajeros descansen y a la vez se provean de alimento con los collcas que
eran unidades pequeñas dispuestas en hileras que funcionaban como almacenes de comida;
todo esto servía al ejército para proveerse de alimento e incluso fue usado por los mismos
españoles durante su campaña de conquista. También contaban con fortalezas o pukaras,
que disponían de centros administrativos, para controlar mejor a la población; y con un
sistema de correo o chaski a lo largo de los caminos que les permitía llevar mensajes a
cualquier parte del imperio. Por último, forjaron alianzas con diferentes aldeas ofreciéndoles
territorios. En resumen tuvieron una política integral muy fuerte que les permitió tener un
gran control.

Fue en el campo de la arquitectura dónde los incas más se destacaron. Más que una
geometrización de las masas arquitectónicas como en Tiahuanaco, lograron llegar a una
integración entre construcción y paisaje. Además lograron extender el concepto de
homogeneidad de un Estado único que lo controla todo a la forma tipológica del trabajo de la
piedra y de los métodos de construcción, que se mantenía prácticamente uniforme a lo largo
del territorio, dejando escaso margen a la improvisación.

La técnica de albañilería en piedra alcanzó un gran desarrollo con los incas. La mayor
parte del instrumental usado era de piedra, aunque también trabajaban con herramientas de
metal como ser cinceles de bronce. Los tipos de albañilería usados eran tres
fundamentalmente, según lo indica George Kubler. Por un lado, tenemos los “muros
poligonales” que consistían en grandes bloques irregulares de piedra cuidadosamente
encajados. Luego estaban los bloques rectangulares de piedra o adobe puestos en fila
regulares que encajaban perfectamente entre sí. Por último, estaba el sistema de pirca o
rocas sin desbastar que se usaban principalmente para muros sencillos y casa.

Existían tres métodos para unir las piedras, que dependía del sistema de albañilería
que se usara. En los grandes bloques poligonales o irregulares se observa un encaje perfecto,
de la misma manera que para los bloques rectangulares de piedra. En el caso de los grandes
bloques, se daba forma con las herramientas de que disponían, y se las ponían en su sitio
colgándolas de grúas de madera que sujetaban cuerdas en las cuñas que presentan ciertas
piedras en su cara externa inferior. Varios hombres agarraban la piedra mientras se
columpiaba y la encajaban con las piedras vecinas mediante un sistema de fricción en un
movimiento pendular. También se observa que las piedras de gran tamaño estaban ubicadas
sobre superficies cóncavas. En el caso de los bloques rectangulares de piedra, el encaje
perfecto se conseguía por una abrasión de empuje y arrastre sobre una superficie plana. El
peso de las piedras iba disminuyendo a medida que se ascendía en la construcción del muro.
No hay huellas de ganchos de metal como en Tiahuanaco, aunque sí se encontró una fina
capa de arcilla rojiza entre las piedras. El ajuste resultaba tan exacto entre los bloques, que
no entraba una aguja por entre las juntas. Para el sistema de pircas o rocas sin desbastar se
usaba argamasa. Se creía que entre los bloques de piedra encajados perfectamente, se
ponían lacas compuestas de plomo, plata y oro para que el edificio fuese más rico e
importante; esto tal vez pudo haber contribuido a la destrucción de varios edificios por los
españoles para sacar el metal precioso de entre las piedras. Para transportar los grandes
bloques de piedra se usaban cuerdas de fibra y el sistema de palanca. Los bloques se
arrastraban usando rodillos de madera y para colocar el bloque en su posición se usaban
rampas de tierra. Se cree que parte de la piedra era labrada en el lugar de origen, aunque
gran parte del ajuste final se realizaba en el destino, frotando las piedras las unas con las
otras. Para tallarlas se usaban tres tipos de martillos, uno más chico que el otro, con el más
grande de 9 kilos aproximadamente se desbastaban los bloques, con el mediano de 2 a 5
kilos se alisaban las caras y con los más chicos se trabajaban los bordes.

En cuanto a la perfección del corte de la piedra para que encaje con las otras piedras,
se usaba un sistema que consistía en marcar la piedra, y usar palancas de madera y bronce
para cortarla de la manera que ellos querían. Los canteros incaicos usaban principalmente
tres tipos de piedra: la caliza para los cimientos, terrazas y muros de retención, que se
cortaba siempre en bloques poligonales; el pórfido diorítico para muros de retención que
requerían mayor solidez, también tallados en bloques poligonales; y andesita negra para
mampostería rectangular regular que se hacían de tamaño uniforme y se colocaban en
hiladas regulares.

Los grandes bloques de piedra muestran una gran plasticidad por sus formas
poligonales. Magni y Guidoni, sostienen que los arquitectos incas solían realizar modelos en
arcilla de sus futuras construcciones, y por en este trabajo de modelado, los bloques
presentan una forma poligonal ya que no hay una necesidad real constructiva sino más bien
estética y caprichosa. Tal vez este modelo, previamente dispuesto, llevo a los artesanos a
trabajar la piedra, en algunos casos, de la manera en que la trabajaron, con una forma
poligonal, con un almohadillado en los bordes y con una gran plasticidad.
También se considera que los grandes bloques de piedras poligonales eran
trabajados de esa manera porque se buscaba esconder el carácter humano de las
construcciones para crear una mímesis con la naturaleza. Esto tal vez tenía que ver con un
miedo a la rebelión de los objetos contra el hombre, como se observó en la cultura mochica,
y con la consideración del Inca como alguien divino, por lo que las construcciones tenían que
tener la sensación de haber sido construida por una divinidad.

Cuzco y construcciones importantes: arquitectura y planificación.

Cuzco fue la capital del Imperio Inca y centro del Tahuantinsuyo. Presentaba una
importancia estratégica y económica debido a que se encontraba en la unión de todo un
sistema de líneas naturales de comunicación de la llanura amazónica, el altiplano y los
principales valles andinos. Su nombre, que proviene del quechua, hacía alusión a esto, ya que
significa “ombligo”, “centro del mundo” o “punto de encuentro”, haciendo alusión a que
desde allí partían los caminos que conectaban a todos los puntos del imperio.

El trazado urbano de la ciudad es testimonio del complejo nivel de organización


espacial que los incas habían alcanzado. El Cuzco se dividía en cuatro partes al igual que el
resto del Tahuantinsuyo. El Inca Garcilaso de la Vega (escritor e historiador peruano de
ascendencia Inca) plantea que Manco Capac ordenó que los pueblos conquistados por él
poblasen la ciudad de acuerdo a las regiones de procedencia, por lo que los que provenían
del Norte tenían que poblar el sector norte de la ciudad, los del Sur el sector sur, los del Este
el sector Este y los del Oeste el sector Oeste. Esto hizo que los primeros habitantes de la
ciudad se dispusiesen en círculo en torno al centro del poder incaico. En la ciudad sólo
residían los curacas y señores de los diferentes pueblos conquistados, construyéndose cada
uno su propia casa en los sectores que les correspondía, mientras que sus súbditos
construían sus viviendas alrededor de la vivienda del curaca. Los sectores humildes residían
afuera de la ciudad, en barrios extra muros.

Otra característica de la ciudad del Cuzco fue la forma de disponer sus ejes. La ciudad,
a diferencia de otras ciudades precolombinas, no está exclusivamente orientada según sus
ejes cardinales. Si bien los respeta, se puede decir que tienen más en cuenta otros factores
como ser la idea de movimiento ya que si los cuatro ejes principales de la ciudad se hubiesen
orientado exclusivamente hacia los puntos cardinales daría la sensación de ser algo estático,
por el contrario, al formar una cruz a 45º con respecto a los puntos cardinales implica la idea
de rotación, dinamismo, y la idea expansiva del Imperio Inca. Otra orientación que se siguió
estuvo en relación con el territorio circundante; en efecto la integración entre construcción y
paisaje es algo que va a caracterizar la arquitectura Inca. Se tuvo en cuenta (según Magni y
Guidoni) el lugar mítico de procedencia del Inca, el lago Titicaca; el eje principal de la ciudad,
Noroeste – Sureste, es una prolongación del lago y de Tiahuanaco. Este mismo eje
prolongado al noroeste de la ciudad se encuentra con Chavín de Huántar, de esta forma se
unen en un eje simbólico los tres horizontes culturales de la región andina. Este eje también
es paralelo a la cadena andina, a la costa y en definitiva a las cuatro partes del imperio. Las
cuatro calles principales, o cuatro brazos de una cruz (también podía hacer referencia a los
rayos del sol), con el centro situado en la plaza principal, y simbólicamente en el Templo del
Sol, se conectaban idealmente con el centro de cada región del Tahuantinsuyo.

Así como la ciudad se dividió en cuatro partes de acuerdo a los cuatro suyus del
imperio, también se estableció la división fundamental que gobernaba la organización social
de la región andina, es decir la división en Hanan y Hurin, parte alta y baja respectivamente.
Esta división se cree que también fue obra de Manco Capac y la línea de separación entre la
parte alta y baja era el eje que formaba la calle que corría del Noreste al Suroeste.

Según los cronistas españoles, la ciudad estaba llena de habitaciones señoriales, con
la mayor parte de las viviendas realizadas en piedra, otras con solo la mitad de la fachada en
piedra y otras construidas con barro. Las casas estaban dispuestas ordenadamente, las calles
eran ajedrezadas, pavimentadas, con un canal de desagüe en el centro de la calle.

Se dice que fue el Inca Pachacutec el encargado de organizar la ciudad (algunos le


atribuyen incluso la construcción de la misma), de realizar las construcciones importantes y de
reconstruir el Coricancha o Templo del Sol. Este último era considera el centro ideal del
imperio; situado en el cruce de cuatro caminos se dice que era el punto de partida de líneas
llamadas ceques que funcionaban como ejes radiales y servían para organizar los santuarios
o huacas de los alrededores y de todos los lugares del imperio. Coricancha significa recinto de
oro y era el gran centro ceremonial incaico donde se llevaban a cabo las principales
ceremonias y a la vez servía como punto de referencia para todos los templos del imperio;
todos los santuarios estaban construidos a imitación del santuario único y central.

El Coricancha era el recinto más sagrado del Cuzco. La descripción del Inca Garcilaso,
aunque algo fantaseada, plantea que el Templo del Sol era un complejo de 400 metros de
lado aproximadamente y en él había diferentes recintos dedicado al culto de otras
divinidades celestes, así como también patios internos. El lugar más sacro miraba hacia el
oriente, tenía las paredes recubiertas de láminas de oro y había un disco de oro que
representaba al dios Sol con cara humana e irradiando rayos. En esta habitación también
estaban colocadas las momias de los Incas, dispuestas por orden de antigüedad y sentadas
en tronos de oro con el rostro vuelto hacia la ciudad, excepto la de la momia de Huayna
Capac que miraba la imagen del sol. Al exterior del templo, sobre la cornisa del muro corría
un friso de oro que recibió el nombre de corona ya que abrazaba todo el templo por el
exterior.

Había otros cincos recintos alrededor de un patio dedicados al culto de diferentes


deidades. Uno era dedicado al culto de la Luna; esta habitación estaba cubierta por láminas
de plata y al ser la Luna hermana y esposa del Sol, aquí se encontraban los cuerpos de las
hermanas y esposas de los diferentes Incas con Mama Ocllo delante de las demás, mirando
un disco de plata con la imagen de la Luna. Otras estancias estaban dedicado al culto del
planeta Venus, al arcoíris y al relámpago. En el Templo del Sol también residía el Sumo
Sacerdote junto con los sacerdotes menores. Todas las estancias estaban recubiertas de
metales y piedras preciosas; y se observa, por otro lado, una perfecta alineación de las
ventanas en cada una de las habitaciones y entre ellas.

Lo que destaca de los restos que quedaron del templo, y de muchas otras
construcciones importantes, es el trabajo de mampostería, que impresionó hasta los mismos
conquistadores. Se observa como trabajaron con los bloques rectangulares de piedra con
encaje perfecto. Otra característica es la puerta de doble jamba, que los incas usaron para
acortar el espacio del dintel y economizar en el uso de las piedras. También se observa la
forma trapezoidal de las ventanas, así como también la inclinación de los muros volviéndose
más angostos en la medida en que el muro asciende. Entre algunos restos, se encontraron
piedras que muestran como le realizaban surcos y huecos a las piedras que servían como
sistema de anclaje y cierre.
El templo fue saqueado en 1533 despojándolo de todos los metales preciosos. Los
dominicos construyeron sobre los cimientos del Coricancha la Iglesia de Santo Domingo, por
lo que en la actualidad coexisten dos tipos diferentes de arquitectura. En el siglo XVII, XVIII y
XX, el templo sufrió de terremotos, que no afectaron en gran medida a la obra Inca, a
diferencia de la Iglesia que recibió mucho daño.

Era costumbre que los diferentes soberanos Incas se construyese un palacio nuevo en
la ciudad del Cusco. Uno de estos palacios fue el del Inca Roca, sexto inca y primero de la
dinastía Hanan. Su palacio presenta como característica la presencia de un bloque de 12
ángulos que se ajusta perfectamente con los demás bloques. Se observan además la
presencia de las cuñas en las piedras que servían para poder levantarlas y encajarlas en su
sitio, y el característico almohadillado de sus bordes. Los muros presentan una cierta
inclinación al igual que en el Coricancha; esto era una característica Inca para darle mayor
estabilidad a la construcción. Se puede observar también por las calles del Cusco, la
diferencia entre la mampostería Inca y la mampostería española, que trataron de construir
muros a la manera Inca pero no pudieron lograrlo, por lo que ahora lo llaman “muro de los
incapaces”.

Alrededor del área central se levantaban los palacios de los diferentes Incas, recintos
administrativos, ceremoniales y las viviendas de los curacas. Además del Templo del Sol,
otras de las obras que destaca es la fortaleza de Sacsayhuamán, cuyo nombre significa
“halcón imperial” y está ubicada al norte de la ciudad. La fortaleza representa el origen
geográfico de la ciudad, ya que según el Inca Garcilaso en las faldas de su colina Manco Capac
había fundado el primer pueblo, y era la cabeza del Cuzco que coronaba la parte alta. Esto
daba lugar a una interpretación zoomorfa del plano de la ciudad con la forma de un puma
siendo el Sacsayhuamán la cabeza y dónde terminaba la Avenida del Sol la cola.

Se dice que la construcción de la fortaleza se inició durante el reinado de Pachacutec


(algunos autores calculan que desde antes) y que la obra se extendió durante cincuenta años,
incluso no estaba finalizada a la llegada de los españoles. La fortaleza estaba constituida al
Norte por tres grandes murallas, superpuestas en forma de terraza, con grandes bloques de
piedra y con una altura en total de 18 metros. En la muralla más baja es en donde se usaron
los bloques de piedra más grande llegando a tener algunos hasta 8 metros de altura, dando
muestra del gran conocimiento del trabajo de mampostería de los incas. Estos tres muros
principales estaban dispuestos como si fuesen dientes de sierra, y todo el conjunto tenía sólo
tres puertas de acceso, lo que permitía una mayor defensa. La disposición como dientes de
sierra de los muros ofrecía una mejor defensa y a la vez servía para ocultar las puertas de
acceso a la distancia. En uno de los muros se observa una disposición de grandes bloques que
forman la pata de un felino

En la parte superior de la fortaleza se encontraban tres torreones (torres); el


principal, llamado Muyuc Marca, tenía planta circular y una estructura interna de ocho ejes o
sectores que se cree aludía al sol. Ésta era la residencia del Inca cuando iba a Sacsayhuamán y
puede considerarse como un eje vertical imaginario que conectaba con una de las deidades
principales de los incas, el Sol. Por debajo de la ciudadela había una red de pasadizos que
unían los tres torreones entre sí. También había otras estructuras como ser adoratorios o
cisternas para retener el agua de lluvia.

Los grandes centros incaicos.


Hubo otros grandes centros que construyeron los incas a lo largo de todo el territorio
de su dominio, destacando entre ellos la ciudad de Machu Picchu cuyo nombre significa
“Montaña Vieja”. Este centro pertenece al último período de la civilización incaica y es
considerada una de las obras maestras de la arquitectura e ingeniería en el mundo. Ubicado a
unos 2500 metros de altura sobre el nivel del mar, es un ejemplo claro de la excelencia que
habían alcanzado los incas en la arquitectura y en la capacidad de adaptarse al ambiente
natural, y de adaptar éste a las obras del hombre. Al pie del cerro se encuentra el río
Urubamba que corre a lo largo de todo el circuito del valle de los Incas en donde se
encuentran diferentes zonas arqueológicas incaicas.

Se cree que la ciudad de Machu Picchu servía como residencia de descanso para
Pachacútec; también se plantea que allí residían los grandes sabios del imperio, los amautas,
que eran los encargados de la educación formal de los hijos de la nobleza y del Inca. Otras
versiones plantean que era sede de un grupo de mujeres destinadas a realizar tejidos y
piezas suntuarias para el Inca y su familia, considerándose también que eran concubinas del
rey. En la actualidad se cree que Machu Picchu tuvo una población móvil que oscilaba entre
300 a 1000 habitantes que pertenecía a una élite.

El centro se alza sobre una estrecha saliente de la montaña, muy empinada por
ambos lados. Antes del acceso a la ciudad se encuentran las terrazas de cultivo que se
orientaban a la salida del sol y donde también se encuentran collcas o almacenes para los
alimentos. En la zona oeste de la ciudad también se encuentran estructuras como terrazas,
aunque no tienen una función agrícola sino más bien estructural, como muros de contención.

Un camino con escalinatas lleva hacia la puerta de entrada de la ciudad; en ella se


observa el característico sistema de mampostería de los incas, con grandes bloques de piedra
en la base encajados a la perfección y con bloques más pequeños en la parte superior;
dominando el paisaje se observa el Huayna Picchu cuyo nombre significa “Montaña Joven”.
El sector urbano presenta diferentes nivelaciones y plazas que servían para descongestionar,
dar esparcimiento a una población numerosa, y realizar ceremonias religiosas, militares y
políticas. El sector urbano se divide según el principio Hanan – Hurin de acuerdo con la
tradicional bipartición de la sociedad, siendo el eje principal de esa división la Plaza. En
cuanto a las construcciones se observa que rara vez se encontraban aisladas las unas de las
otras, por el contrario, se condicionaban mutuamente ya que una construcción podía
fácilmente adaptarse a la pared de la construcción vecina.

Dentro de lo que sería el sector urbano hay diferentes construcciones que destacan.
Se puede mencionar el observatorio o torreón, también llamado Templo del Sol, que se
caracteriza por la curvatura de su muro y por la forma en como la construcción se adapta a la
forma natural de la roca que sirve como base. Este recinto fue usado para ceremonias
relacionadas con los solsticios, y la luz que entraban por las ventanas en sus muros, ubicadas
hacia el Este, Norte y Sur, marcaban estas épocas. Se cree que la curvatura del muro era
característico de los diferentes templos dedicados al culto al sol. Debajo del templo se
encuentra una cueva que se cree era una cámara sepulcral en donde se ubicó la momia del
Inca Pachacutec, que durante la invasión española fue trasladada a otro lugar; destaca la
forma en que trabajaron de manera escalonada la roca natural.

Otra construcción a destacar es el Templo de las Tres Ventanas, llamado así por las
Tres Ventanas dispuestas simétricamente en una de sus fachadas, que da a la Plaza Principal.
Impresiona la manera en que tallan o trabajan la piedra para darle la forma de ventana.
Como característica constructiva de los edificios de Machu Picchu se puede ver que tienen
techo a dos aguas y con la curvatura hacia el interior para favorecer ésta cubierta de
vertiente.

A un lado de la plaza principal se encuentra el Intihuatana, ubicado en una colina


cuyos flancos fueron convertidos en terrazas. Esta estructura tuvo diferentes significados,
estando relacionados para unos con el culto Inca a las montañas y para otros con una
construcción religiosa del Imperio Incaico, significando su nombre “donde se ata el sol”, y
relacionado a un reloj solar. En efecto, esta estructura monolítica, se cree que se usaba como
calendario astronómico para definir las estaciones según la sombra que daba el sol sobre la
base de la piedra. En efecto en la parte superior se observa una saliente cubica con cuatro
caras que se piensa señalan a los diferentes puntos cardinales. Hay que mencionar las
aberturas y nichos de forma trapezoidal que se encuentran en los muros de diferentes
construcciones, así como también puertas de doble jamba para los accesos más importantes,
el característico sistema de construcción de muros levantado dos hiladas de piedra y
rellenadas en el medio con tierra y la construyeron baños de piedra en diversos niveles de las
laderas junto con obras de canalización para aprovechar el agua del río Urubamba. Destaca
también el templo del cóndor, que se trata de una piedra trabajada a manera de cóndor, y en
dónde se usaron las rocas ya dispuestas a su alrededor para representar las alas; se cree que
era un espacio usado para diferentes ceremonias.

A casi 2700 metros de altura se encuentra el Huayna Picchu, dónde también se


pueden observar la excelencia de las construcciones incaicas y las formas que tuvieron para
adaptarse a los terrenos más difíciles, sobre todo para construir el camino ya que es muy
angosto y empinado.

Hay otros centros arqueológicos que destacan como por ejemplo Kenko, que en
quechua significa “laberinto” y fue nombrado así por los conquistadores españoles debido a
la presencia de tumbas y altares subterráneos en forma de laberinto y a los canales de agua
labrados en la piedra en forma de zigzag. Se ignora la finalidad que tenía este lugar, se cree
que podría haber funcionado como lugar de entierro para los Incas. Destaca un gran bloque
de piedra de 6 metros de altura que se cree es una gigantesca escultura con diferentes
formas labradas en su parte superior como ser caminos, escaleras y también se cree que
tenía formas zoomorfas.

Otro centro importante del Valle de Urubamba fue Ollantaytambo, que durante la
época de la conquista sirvió como fuerte del último Inca Manco Inca Yupanqui, líder de la
resistencia Inca. Este monumental complejo arquitectónico fue un lugar de culto y también
considerado una fortaleza; al igual que Machu Picchu, presentaba un sector agrícola y otro
religioso y urbano. Como en otras ciudades edificadas por los incas, destaca el alto grado de
perfección del trabajo en piedra.

Las terrazas de cultivo están unidas por una escalinata y en la medida en que se va
ascendiendo el trabajo de la piedra era más refinado. La entrada al centro ceremonial tiene la
característica puerta de doble jamba y trapezoidal. Se observan también nichos en forma
trapezoidal en los muros, así como bloques de piedras poligonales encastrados
perfectamente con bloques rectangulares. En la parte superior se encuentran grandes
monolitos ciclopes que forman los muros del Templo de Sol, y que destacan por la perfección
de su tratamiento; se combinan rítmicamente con grandes franjas angostas de piedra que se
acoplan perfectamente. Destaca también el Baño de la Ñusta o Baño de la Princesa por el
trabajo geométrico que presenta en el trabajo de piedra, que recuerda a la albañilería
Tiahuanacota. Aquí también se puede ver el sistema de canalización del agua que habían
trabajado los incas en la ciudad.

Así, en toda la obra arquitectónica y de ingeniería de los incas se observa su espíritu


de sobriedad, monumentalidad, medida y racionalidad, combinado con su adaptación a la
naturaleza para que no se distinga la mano del hombre.

Otras técnicas.

Además de la arquitectura los incas trabajaron ampliamente diferentes tipos de


técnicas y diferentes materiales. Se pueden encontrar esculturas de piedra demostrando una
gran destreza para trabajar las formas como se observa en la Piedra de Saywite, una roca
volcánica de grandes dimensiones en donde se hallan talladas figuras de zoomorfas,
fitomorfas, escalinatas, canales, entre otras cosas, que recuerdan a la gran piedra de Kenko.
Dentro de la escultura en piedra también se puede hallar figuras de dioses como la
representación antropomorfizada del dios Viracocha que muestra una expresión jovial y la
capacidad del artesano para captar las expresiones; se observa un pasaje relativamente
suave de un volumen a otro, con el uso de la línea de incisión para trabajar ciertos rasgos. Los
cronistas hablan de la existencia de otros trabajos en piedra, pero muchos fueron destruidos
por ser considerados idolatrías.

Dentro de la metalurgia se pueden encontrar pequeñas esculturas en diferentes


metales, siendo los más característicos el oro y la plata, aunque también trabajaron el
bronce. En este campo perfeccionaron las técnicas que ya se conocían como ser la soldadura,
el repujado, el laminado, la aleación de diferentes metales, el fundido, entre otras; también
aprovecharon el conocimiento de otros pueblos como por ejemplo los orfebres chimúes que
fueron llevados al Cuzco por Pachacutec Inca para que trabajen el metal. Quedan pocos
ejemplares ya que la mayoría fueron saqueados por los conquistadores para fundirlos y
llevarlos a Europa, sin embargo, se pueden encontrar pequeñas figuras zoomorfas de llamas
y aves que presentan una gran síntesis. También realizaron vasos en metal con rostros
humanos de una gran expresividad, que se conseguía principalmente mediante la línea de
incisión; estos rostros podían tener piedras preciosas adheridas a ellos. Realizaban
herramientas y armas como ser cuchillos ceremoniales, los cuales podían tener cabezas de
llama con decoraciones; estos cuchillos recibían el nombre de tumi. Entre otras armas
también se encontraron hachas de bronce. Dentro del trabajo de metalurgia sobrevivió una
lámina de oro que usaban para revestir los muros en donde se destaca sobre todo la
decoración de tipo geométrica que empleaban mediante la técnica de repujado.

El tejido, al igual que en las otras culturas del Perú, tuvo un amplio desarrollo, sobre
todo porque contaban con diversos tipos de fibra como ser el algodón, lanas de llama y el
maguey; también usaban colorantes naturales. Conocieron diferentes técnicas como ser el
brocado, el bordado, la tapicería, entre otras. La decoración se caracterizaba por ser
geométrica y simétrica con una gran variedad de formas y colorido, relacionados
seguramente con símbolos religiosos. Dentro del tejido también trabajaron con el arte
plumario, consiguiendo las plumas de aves provenientes del amazonas; un ejemplo es un
tocado con plumas de diferentes colores. Al ser una sociedad muy clasista, los tejidos más
finos estaban destinados al Inca y a su familia.

En lo que fue el trabajo de la cerámica, a Cuzco llegaban piezas de todos los puntos
del Tawantinsuyu, por lo que seguramente había una gran diversidad de formas. Sin
embargo, el artesano cusqueño pudo uniformar todos estos elementos eclécticos orientado
el trabajo hacia una sobriedad, verticalidad, una tendencia hacia la monocromía y a una
producción en masa con un alto grado de estilización como se observa en las vasijas con
rostros antropomorfos, reducida a sus lineamientos esenciales. Los tipos más característicos
de los incas fueron los aríbalos (llamados así por su similitud con los cántaros griegos) y los
keros, a pesar de que éste último ya había sido producido por otras culturas. El aríbalo se
caracteriza por tener una boca abocinada, un cuello largo y un cuerpo voluminoso y globular;
podían ser de diferentes tamaños llegando a tener incluso la altura de una persona. Tenían
una decoración geométrica, al igual que los keros, y presentaban una base puntiaguda;
podían ser usados para transportar agua, almacenar alimentos, para usos rituales, entre
otras cosas. Era un tipo de cerámica polícroma siendo el marrón, el naranja, el crema, el
blanco, el amarillo y el rojo los colores más usados. La técnica decorativa predominante fue
la pintura, y en menor medida las incisiones. Para su realización hicieron moldes.

Los keros eran vasos de madera, mayormente de carácter ceremonial, decorados


también con formas geométricas. El kero era de origen tiawanacota pero fueron
simplificados por los artesanos cusqueños y realizados en madera muy dura y a los cuales se
aplicaba una pasta resinosa que le daba color. Aparte de decoraciones geométricas, también
se encuentra motivos que representan la vida de la época como ser escenas cortesanas, de
guerras y rituales.

Bibliografía.
George Kubler – “Arte y arquitectura en la América pre colonial”
Coe, Snow y Benson – “América Antigua. Civilizaciones pre colombinas”
Lothrop – “Los tesoros de América Antigua”
Magni Guidoni – “Civilización Andina”
Felipe Cossio del Pomar – “Arte del Perú precolombino”

Historia del arte americano y argentino


Facultad de Artes – UNT
 UNIDAD 4: EL ARTE INDÍGENA EN EL NOROESTE ARGENTINO.

El territorio argentino en el período pre – hispánico: breves nociones sobre los


primeros pobladores. El Noroeste Argentino: períodos cronológicos y culturas más
significativas según Rex González. Fundamentos estéticos y culturales de sus
producciones.

Culturas sobresalientes en el Período Temprano o Formativo: Tafí, Candelaria,


Ciénaga, Cóndor Huasi y El Alamito.

El Período Medio: sus características diferenciales. La cultura de La Aguada.


El Período Tardío: características generales. Cultura de Santa María. La ciudad de
Quilmes. (Para cada cultura se deben estudiar los ejemplos más representativos en
materia de arquitectura, cerámica, escultura y metalistería, según los casos).

Desarrollo.

4.1 – EL TERRITORIO ARGENTINO EN EL PERÍODO PRE – HISPÁNICO: BREVES NOCIONES


SOBRE LOS PRIMEROS POBLADORES.

En un período de tiempo que va desde los 13000 a los 10000 años A.P. (antes del
presente, por lo que sería 11000 a 8000 años a.C.) llegaron los primeros pobladores a
Argentina, por diferentes direcciones: por el Norte desde las tierras altas andinas; por el
Nordeste y Este, desde las selvas, sierras y tierras bajas del Este; y por el Sur desde Antártida
hacia Tierra del Fuego a través del Cabo de Hornos.

Los primeros pobladores eran grupos nómades que seguían a los grandes mamíferos
y fueron poblando diferentes regiones del territorio argentino. La economía de cada grupo
variaba según el área en que se ubicasen; por ejemplo, en La Puna se prestaba más a la caza
menor y recolección de frutos y semillas, y en La Patagonia se prestaba más para la caza de
grandes mamíferos entre los que se destacaban diferentes tipos de camélidos, el perezoso
gigantesco, el caballo americano, el puma entre otros. Estos grupos humanos se movían de
acuerdo al movimiento de los grandes mamíferos, habitaban cuevas con iluminación natural
y campamentos a cielo abierto como en la Pampa Bonaerense. Las cuevas servían como
resguardo ante la rigurosidad climática y las posibles amenazas de depredadores; estos
abrigos eran usados por diferentes generaciones. En la Cueva de las Manos, en Santa Cruz, se
encuentran evidencias de la ocupación humana hace alrededor de 7000 años a.C.; se tratan
de pinturas rupestres de manos en negativo (lo que le da el nombre a la cueva) realizadas
soplando tintura sobre la mano puesta en la pared. También se encontraron figuras de
animales, figuras humanas y símbolos geométricos. Estas pinturas muestran las
sensibilidades estéticas que movían a estos grupos y que podían estar relacionados con ritos
propiciatorios para favorecer la caza o reproducción de diferentes presas de consumo y/o
también relacionarse con los espíritus de la naturaleza.

Con el fin de la glaciación y la extinción de los grandes mamíferos, los diferentes


grupos humanos se tuvieron que ir adaptando y explorando las posibilidades de subsistencia
que les ofrecían los ambientes que habitaban. Las diferentes regiones ambientales en la
Argentina Precolombina se pueden entender como franjas longitudinales que corrían de
Norte a Sur, cada una con sus propios recursos que condicionaba la existencia de los grupos
que la habitaban y a la vez incentivaba el intercambio entre las diferentes regiones. Hubo
algunas zonas más propicias que otras para el desarrollo, por lo que algunos grupos indígenas
pudieron alcanzar un mayor grado de desarrollo.

El Noroeste y centro de la Argentina, es decir Jujuy, Salta, Tucumán, La Rioja, San


Juan, Catamarca, parte de Santiago del Estero, Mendoza y Córdoba, estaba habitado por
pueblos agricultores que residían en aldeas estables, aunque con diferente grado de
complejidad dependiendo del área ecológica. Partiendo de Oeste a Este, desde la
arqueología denominaron a las diferentes franjas ambientales de esta región (NOA y centro
de Argentina) como Puna, Valles y Quebradas, Selvas o Bosques Occidentales y Sierras
Subandinas, región del Chaco, Cuyo, Mesopotamia Santiagueña y Sierras Centrales o de
Córdoba.

La Puna, en el extremo noroeste de Argentina, tenía una altura de 3500 metros sobre
el nivel del mar y contaba con condiciones climáticas extremas, de gran frío y aridez. Los
principales recursos eran los camélidos que les brindaban lana, carne y servían como
animales de carga; a la vez tenían sales y minerales como el oro y piedras para la
construcción. Practicaban una agricultura en lugares reducidos y con gran esfuerzo mediante
la creación de andenes artificiales y canales de riego; el frío a la vez posibilitaba la
conservación de tubérculos (chuña) y carnes (charqui).

La franja de Valles y quebradas va desde el Norte de Jujuy hasta el Norte de San Juan,
pasando por Salta, Tucumán, Catamarca y La Rioja. Abarcaba la región diaguita y de la
Quebrada de Humahuaca. La altitud va de 1500 a 3000 metros sobre el nivel del mar. Era un
territorio apto para la práctica la agricultura, cultivándose maíz, zapallo, porotos, ajíes, entre
otros alimentos. Son abundantes los bosques de chañar y algarrobos, fuentes importantes de
alimentos. La llama también se pudo adaptar a este territorio. Fue intensa la circulación de
hombres, bienes y productos que pusieron en contacto diferentes pueblos, permitiendo la
mezcla y surgimiento de nuevas culturas con sello propio.

Paralela a la franja de Valles y Quebradas se encontraba la de Selvas o bosques


occidentales y sierras subandinas, abarcando el Este de Jujuy, Salta y Tucumán. Hay amplios
valles como el de San Francisco en Jujuy y el pie de monte tucumano. En esta zona se
desarrolló una agricultura itinerante de roza y quema, entre los cultivos se destacaba el maíz.
Los bosques ofrecían una amplia gama de recursos como las cañas macizas, las maderas, las
nueces de nogal criollo, las plumas de aves selváticas, alucinógenos como el cebil, miel y las
plantas tintóreas. Esta zona, como la de Valles y Quebradas se caracterizó por su alta
circulación debido a su ubicación entre la Puna y la Mesopotamia Santiagueña.

La Mesopotamia Santiagueña se encontraba en las tierras bajas cerca de los ríos


Dulce y Salado en Santiago del Estero. Se caracterizaba por la presencia de montes de
algarrobos y chañares y por períodos de sequías y de humedad dependiendo de la crecida de
los ríos. Ésta última era aprovechada para el cultivo estacional, mientras que en los períodos
de sequía se cazaba y pescaba para mantener el sustento. Los grupos humanos que se
asentaban en este territorio eran semi sedentarios ya que debido a la crecida de los ríos
tenían que levantar sus viviendas para que no se les inunden.

Las Sierras Centrales de Córdoba permitían, debido a su clima, una agricultura


temporal, por lo que los grupos que aquí se asentaron articulaban el cultivo con la caza y la
recolección. Algo parecido sucedía en la Zona Cuyana que abarcaba la zona oriental de la
cordillera, y los valles y tierras llanas que le continuaban, ya que los valles en verano
brindaban abundante pasto para el pastoreo y en invierno se volvía inhabitables. Se podía
practicar sólo agricultura estacional, articulándose con otras actividades económicas.

En estas regiones era donde se encontraban los pueblos más desarrollados, sobre
todo en aquellas zonas en donde se podía practicar una agricultura intensiva como en el
NOA. También hubo grupos indígenas en la Región Pampeana, en la Patagonia y en el Chaco,
pero estos no lograron un desarrollo tan grande como los de las culturas del Norte argentino.
En la Región Pampeana y en la Patagonia había una mayor presencia de grupos nómades.

Bibliografía.
Rex González – “Arte precolombino de la Argentina”
Rex González – “Argentina indígena en las vísperas de la conquista”
Myriam N. Tarragó – “Nueva historia argentina. Los pueblos originarios y las conquistas”.
Tomo 1. Capítulo I: “El poblamiento del territorio” Carlos A. Aschero.
Enrique Tandeter – “Nueva historia argentina. La sociedad colonial.” Tomo 2. Capítulo III: “El
mundo indígena. Siglos XVI – XVIII” Silvia Palomeque.

4.2 - EL NOROESTE ARGENTINO: PERÍODOS CRONÓLIGOS Y CULTURAS MÁS SIGNIFICATIVAS


SEGÚN REX GONZÁLEZ. FUNDAMENTOS ESTÉTICOS Y CULTURALES DE SUS PRODUCCIONES.

El Noroeste argentino presentó las condiciones más aptas para el desarrollo de la


agricultura por lo que tuvo la mayor densidad poblacional del territorio argentino,
alcanzando sus pueblos un gran desarrollo cultural. Estas culturas habitaron el actual
territorio del NOA, más la actual provincia de San Juan. Se destacaron culturas como Tafí,
Candelaria, Alamito, Aguada, Ciénaga, Santa María, Condor Huasi y Quilmes. Las franjas
geográficas que componen el Noroeste argentino precolombino son la Puna, Valles y
Quebradas, junto con las Selvas y Mesopotamia Santiagueña.

El período cronológico en el que se desarrollaron las culturas de esta región fue


diferente del de Mesoamérica y la Región de los andes centrales, principalmente porque las
culturas en este territorio tuvieron un desarrollo tardío. Al igual que en el resto del
continente, los antiguos pobladores pasaron por diferentes etapas, que se caracterizan
principalmente por el tipo de economía imperante en ese momento y por el desarrollo de su
tecnología. La primera etapa es la Precerámica, basada en una economía parasitaria de caza y
recolección. La segunda etapa está marcada por el comienzo de la domesticación vegetal
denominado de Agricultura Incipiente, aunque según Rex González no es seguro si en el
territorio argentino se domesticaron especies vegetales o si ya llegaron domesticados, por lo
que éste término se usa por extensión para caracterizar el momento de arribo de las
primeras especies cultivadas que llegaron antes de la alfarería y otras técnicas avanzadas . La
tercera etapa está marcada por una economía agrícola y ganadera, con la domesticación de la
llama, y la aparición de la cerámica y posteriormente de los metales; este es el período Agro-
Alfarero y el fundamental desde el punto de vista artístico.

El período agro – alfarero se puede dividir en tres etapas, que también tendrán
influencia de los horizontes culturales de los Andes Centrales, especialmente el horizonte
Tiahuanaco – Huari y el Inca, que difundieron estilos artísticos y rasgos tecnológicos,
iconográficos y simbólicos que fueron adoptados por ciertas culturas del NOA. Rex González
clasifica estas tres etapas de la región como:

o Período temprano o Formativo Sur Andino: 500 a.C. – 650 d.C. Comenzó con
la llegada de las primeras culturas agroalfareras al NOA. No se sabe
exactamente el camino que siguieron estas primeras culturas, si bajaron desde
el altiplano andino o se abrieron paso a través de las selvas tropicales del este
de los Andes. Estas culturas estuvieron diferenciadas fundamentalmente por
sus estilos alfareros y por sus trabajos en piedra. Las principales culturas
fueron Tafí, Condorhuasi, Alamito, Candelaria y Ciénaga. Esta etapa culmina
con la llegada de las primeras influencias tiahuanacotas.
o Período medio o de las influencias tiahuanacotas: 650 – 800/850 d.C. Está
representada por la cultura de la Aguada con la influencia del Tiahuanaco
clásico. Es la época de más alta expresión cultural del Noroeste argentino y
se produce una revalidación religiosa a través de la acción social y directiva
de los chamanes. Con el fin de la cultura Aguada termina el Período medio.

o Período tardío o de florecimiento de las culturas regionales: va desde el


800/850 d.C., momento en que desaparece la cultura Aguada, hasta el 1480
con la llegada de los Incas. Gran parte de los modos de vida y técnicas de la
cultura Aguada subsistieron en los nuevos grupos sociales, aunque adaptada
a las nuevas necesidades. La metalurgia experimentó un verdadero
renacimiento y la urna funeraria se convirtió en un elemento característico
de este período, tratándose de grandes vasijas de alfarería pintada con dos o
tres colores, de forma cilíndrica, y que sirvieron principalmente para
depositar cadáveres de niños.

La nueva etapa se caracteriza por un regionalismo notable y a la


organización social de señoríos independientes con jefatura generalmente de
carácter hereditario. Así, por ejemplo, las grandes urnas funerarias tendrán las
características propias de cada región y recibirán los nombres de los lugares a
los que pertenecen. Santa María y Quilmes son algunas de las culturas
características de éste período.

o Período Imperial o Incaico: va del 1480 a 1535 d.C., culminando con la llegada
de los españoles. Período en que la región del N.O. pasa a formar parte del
Tahuantinsuyo, específicamente del Collasuyu, el cuadrante sureste del
Imperio Inca. La influencia incaica se notará sobre todo en las obras de
ingeniería y arquitectura que ejecutarán en el territorio, por ejemplo, la
construcción de caminos o capacñan que alcanzó en el N.O. alrededor de
2000 km de extensión. Otras obras de los Incas fueron los tambos, los fuertes
o pukaras como el Pukara de Aconquija, las collcas o almacenes de comida,
entre otras.

En el campo artístico hubo un gran desarrollo de diferentes técnicas como ser la


cerámica, la metalurgia y la escultura. Se desarrollaron cerámicas de alta calidad, modeladas,
grabadas o pintadas hasta con tres colores y con estilos distintos que van desde lo más
geométrico hasta formas estilizadas. También se desarrolló la técnica del rodete o chorizo
con engobe y pulimiento para darle brillo, y el uso de la esfera de arcilla que se comienza a
cavar dando lugar a piezas gruesas. Las piezas podían quedar crudas o ser cocidas mediante
el sistema de atmósfera oxidante o atmósfera reductora. Las piezas se realizaron para uso
votivo y ceremonial, y para uso doméstico como ser el plato, puco, vaso, vasija, etc.

Trabajaron con diferentes metales como el cobre, el bronce, el oro y la plata, a la vez
que con diferentes técnicas, como ser el laminado, el repujado, la fundición, la incrustación
de diferentes materiales, el mosaico, entre otras. En el campo de la escultura en piedra
también alcanzaron una alta especialización desarrollando esculturas megalíticas como los
menhires de Tafí u obras en las que “jugaban” con los espacios negativos y positivos como las
esculturas de Condorhuasi. Las esculturas y tallas en madera debieron ser frecuentes, pero se
han conservado muy pocas piezas.
En tejidos trabajaron en lana y son de carácter polícromo, se conocen pocos, aunque
son de alta calidad. Usaron tinturas variadas, tanto vegetales como animales, y usaron la
misma iconografía que en la cerámica. En pintura, aparecen ejemplos rupestres con estilos
diferentes, algunos de alto valor simbólico y artístico; en la Patagonia y en las Sierras
Centrales de Córdoba se encontraron evidencia de arte parietal.

En el campo de la arquitectura hubo un escaso desarrollo en comparación al resto de


las culturas de la América Nuclear; se puede mencionar por ejemplo las ruinas de Quilmes o
la Pirámide de Choya de Aguada. Esto se debió probablemente a que los diferentes pueblos
no llegaron a alcanzar un alto grado de complejidad socio – político y religioso, y por lo tanto
no pudieron controlar una gran mano de obra para la planificación de grandes obras. La
organización social en el N.O. alcanzó como máximo un nivel tribal o de señoríos
independientes. Al igual que en la región de los andes centrales se observan períodos de gran
diferenciación entre los productos de cada cultura, y momentos de uniformización cultural
con la Aguada y su proyección de las influencias tiahuanacotas.

En cuanto a los fundamentos estéticos y culturales de sus producciones, es poco lo


que se conoce acerca de la cosmovisión de estos pueblos ya que el trabajo arqueológico es
relativamente escaso y ofrece poca información al respecto. Lo que se observa a partir de lo
encontrado es que hay recurrencia a ciertos motivos iconográficos como ser el felino y su
combinación con el hombre, que tal vez pueda hacer referencia al buen cazador.
Seguramente practicaron el culto a los muertos y a diferentes deidades, y los chamanes
podrían haber consumido drogas alucinógenas para contactarse con los diferentes espíritus.
A la vez la representación de ciertas formas abstractas y geométricas indican, tal vez, la
existencia de símbolos que hacían referencia a algo más allá de lo natural.

Bibliografía.
Rex González – “Arte precolombino de la Argentina”
Rex González – “Argentina indígena en las vísperas de la conquista”
Myriam N. Tarragó – “Nueva historia argentina. Los pueblos originarios y las conquistas”.
Tomo 1. Capítulo I: “El poblamiento del territorio” Carlos A. Aschero.

4.3 - CULTURAS SOBRESALIENTES EN EL PERÍODO TEMPRANO O FORMATIVO: TAFÍ,


CANDELARÍA, CIÉNAGA, CONDOR HUASI Y EL ALAMITO.

Población indígena del N.O. argentino. Los primeros agricultores. Cultura Tafí.

El Noroeste argentino, por la variedad de unidades ambientales que presentaba,


favoreció el desarrollo de diversos grupos sociales. La Puna, los Valles y Quebradas, la Región
de Cuyo, y las Selvas, con sus variantes, ofrecían la posibilidad de desarrollo de la agricultura
y el pastoreo, a la vez que el contacto entre los habitantes de las diferentes zonas
posibilitando intercambios culturales. La domesticación de camélidos y la domesticación de
plantas y vegetales para el desarrollo de la agricultura, permitió el pase de una economía
parasitaria a una productora y sociedades nómades a sedentarias, posibilitando que se
instalen en aldeas permanentes para cuidar los cultivos.

Se practicaban técnicas agrícolas como la roza, quema y rotación de tierra, que


consistía en quemar árboles para aportar nutrientes al suelo, y rotar la tierra para que no
pierda rápidamente sus nutrientes. También cultivaban en las laderas de las montañas y en
canchones limitados por paredes de piedras, canalizando los ríos para abastecer los terrenos
de agua. Todas estas construcciones terminaban modificando el paisaje.

No se sabe el momento exacto en que aparecieron las primeras aldeas agrícolas en el


Noroeste argentino, tampoco el camino que recorrieron para llegar allí, pero si se sabe que
entre un período que va desde el 500 a.C. hasta el 650 d.C. coexistieron varios pueblos y
manifestaciones culturales en diferentes puntos geográficos entre los que destacan Tafí,
Candelaria, Ciénaga, Condor Huasi y El Alamito.

La Cultura Tafí floreció en el Valle de Tafí en Tucumán y se llama así por los restos de
una cultura encontrada en la localidad de Tafí del Valle y El Mollar. Ocupaban un ambiente
húmedo y frío que presentaba excelentes condiciones para el desarrollo de la agricultura y la
cría de animales. Se cree que se desarrolló en diferentes fases y su influencia debe haberse
extendido a diferentes partes del Noroeste argentino. La economía se basaba principalmente
en la agricultura, desarrollada en amplios canchones y terrazas rudimentarias, combinándose
con la caza como actividad económica complementaria, y el pastoreo de llamas, que servían
tanto para alimento como para transporte.

Las unidades habitacionales eran pequeñas habitaciones de planta circular ubicados


alrededor de un patio. El número de habitaciones variaba de uno a ocho, algo que parecía
estar relacionado con la extensión de la familia que habitase la vivienda. La estructura tenía
cimientos de piedra con techos de paja y barro (tal vez las paredes eran de barro o piedra), se
cree eran cupuliformes debido a restos encontrados.

Generalmente las viviendas de este período estaban dispersas unas de otras, de 100
a 300 metros aproximadamente, y disponían de terrenos de cultivo a su alrededor. A pesar
de estar aisladas, se encontraban lo suficientemente cerca unas de otras como para indicar
que debió de existir una unidad política y social entre las diferentes familias. La disposición
de las plantas circulares que presentaban las viviendas se conoce también con el nombre de
patrón margarita, por cómo esos círculos se agrupan en torno a un círculo mayor que era el
patio. Otras culturas presentarán unidades habitacionales más próximas unas a otras,
agrupadas en pequeños poblados.

Las habitaciones menores eran empleadas por la familia como depósito o dormitorio,
mientras que en los patios se realizaban las tareas domésticas de molienda, cocina, atalaje
de animales, reparación de elementos, entre otras cosas

Practicaron el culto a los muertos con una mayoría de sepulturas simples que se
ubicaban generalmente en el patio central de las unidades habitacionales, acompañadas de
ajuares funerarios. La forma de enterramiento variaba de acuerdo a la edad, los adultos en
posición flexionada mientras que los niños en urnas. Debido a que no se encontraron mucha
diferencia entre las tumbas se cree que era una sociedad relativamente igualitaria. En
algunos casos se encontraron cámaras, colocándose junto al muerto un ajuar funerario.

La cerámica no llegó a ser compleja, sino más bien sencilla y pobremente decorada.
La mayoría de las piezas tenía las paredes lisas y era una cerámica rojiza; se encontraron
pocos ejemplares con caras humanas o animales, con la técnica del pastillaje e incisiones.

Destacaron en el trabajo en piedra. Rex González, haciendo un paralelismo con otras


culturas de los andes centrales y Mesoamérica, plantea la semejanza en cuanto al trabajo
excepcional en piedra de las primeras culturas, por ejemplo, Olmecas en Mesoamérica,
Chavín en los andes centrales, y en el caso del N.O. argentino, la cultura Tafí junto con las
otras del período Temprano. Rex González plantea que los primeros pueblos que llegaron al
territorio argentino, trajeron consigo el conocimiento del trabajo en piedra, explicando esto
su temprano desarrollo.

Son particularmente famosos sus estelas, monolitos o “menhires”, llamadas así por la
palabra celta que hace alusión a “piedra larga”. Se tratan de monolitos de piedra que van
desde 1 a 4 metros de alto y cerca de 50 cm de ancho, con una forma tendiente a la cilíndrica
o achatada con dos caras más o menos planas, que se conseguía tallando la piedra, y un
surco grabado en su parte superior que tal vez sirvió para atar una cuerda a fin de sujetar
adornos, que se cree pudieron haber sido principalmente plumas. Algunas son lisas y otras
llevan grabados o esculpidos motivos en bajo relieve. Los monolitos lisos pudieron haber
estado decorados con diseños pintados que hoy desaparecieron por completo; esto lo revela
un ejemplar que conservó vestigios de pinturas minerales.

Los motivos que se trabajan son figuras antropomorfas, zoomorfas como el felino y la
serpiente, figuras híbridas mezcla de antropomorfas y zoomorfas, y figuras geométricas
como el punto, la línea y el círculo. Los motivos generalmente están esculpidos sobre una
cara lo que significaban que estaban hechos para ser vistos de frente. El trabajo tiende hacia
la síntesis y la abstracción.

Predomina el uso de la línea, de ancho variable, que pueden rectas o curvas. Son
motivos lineares hechos con un surco que se tratan más de dibujos sobre piedra. En las
figuras antropomorfas generalmente se representa el rostro humano, en ocasiones
superpuestos, con grandes ojos circulares, largas narices de carácter geométrico y líneas que
envuelven el rostro, partiendo desde los ojos, dando la sensación de ser arrugas. Los motivos
felínicos son difíciles de distinguir por el grado de síntesis y geometrización, pero se pueden
representar los bigotes largos, las orejas, y las machas de la piel mediante surcos en la piedra;
en ocasiones dispuestos rítmicamente sobre la superficie.

Al igual que en otras culturas de la América Nuclear, el arte escultórico en el Noroeste


argentino no sólo tiene un alto desarrollo, sino que sus expresiones más frecuentes están al
servicio de una religión en dónde se destacan elementos simbólicos y cuyo motivo principal
está relacionado al felino, a una especie de simbiosis entre el hombre y el felino, y a la
representación de una figura draconiforme, que se considera una variante de la simbiosis
entre hombre y felino o del felino sólo, o también podría estar asociada a la serpiente y a su
unión con el felino.

El motivo del felino puede tratarse de una obsesión temática en la cual se busca
descomponer los rasgos humanos y mezclarse con rasgos y formas zoomorfas, que en
ocasiones dan lugar a formas irreales o fantásticas. Esto puede llevarnos a pensar que el
mundo natural resulta amenazador para el hombre y mediante estas obras busca una
especie de simbiosis para conseguir los atributos necesarios para la subsistencia.

No se conoce mucho acerca del significado de los menhires. Se cree que un grupo
pudo haber estado situado alrededor de un montículo artificial. Este conjunto podría haber
formado parte o haber constituido en su totalidad un centro ceremonial, el primero hasta la
fecha en Argentina, en donde se congregaban comunidades de diferentes partes del valle y
de zonas aledañas. Otro significado que se le da puede estar relacionado con la agricultura,
pudiendo estas piezas haber servidos como ofrendas a la tierra, y su forma fálica tal vez hacía
referencia a la idea de fecundar la tierra.

Aparte de los monolitos realizaron otros trabajos en piedra como ser máscaras que
trabajaban en bajo relieve y representaban rostros humanos realizados sintéticamente
mediante formas geométricas. Estas máscaras tenían pequeños orificios en los costados que
servían para sujetarla a la persona, por lo que se cree que podían tener un fin mortuorio
sujetándose al difunto. Da la sensación que primero desbastaron el fondo para que surjan la
forma de la nariz, los ojos y la boca. El tratamiento plástico a la vez que es sencillo tiene una
gran expresividad. Si bien presentan semejanzas estilísticas, el contorno de cada máscara
encontrada es diferentes a las demás por lo que se cree que pertenecían a personalidades
distintas.

También se encontraron diferentes morteros, conanas y recipientes ceremoniales,


que fueron una de las manifestaciones más importantes de las culturas del N.O. argentino. La
cavidad siempre era la parte más importante de estas piezas ya que allí se molían semillas y
frutos para las actividades diarias, y también hojas alucinógenas o frutos como el cebil,
usados en rituales ceremoniales tal vez por chamanes. En algunos casos se encuentran
morteros esculpidos, al que los arqueólogos le atribuyen fines rituales. Se destaca uno en
forma de felino que presenta a su vez rasgos humanos y en donde se representan las
manchas características del animal, y se observa la simbiosis entre la forma humana y
zoomorfa.

Rex González cree que los primeros pueblos que llegaron al territorio argentino,
trajeron consigo el conocimiento para el trabajo de la piedra, explicando esto su temprano
desarrollo de las esculturas. Sin embargo, las siguientes olas inmigratorias no se interesaron
tanto por el trabajo en piedra sino si más por la cerámica y la metalurgia, influenciando
también a las culturas locales existentes. Esto explicaría la gradual desaparición o desinterés
de períodos posteriores por el trabajo en piedra.

Dentro del campo de la arquitectura no se conocieron grandes obras y a diferencia de


Mesoamérica y de la Región de los Andes Centrales, tuvo poco desarrollo en culturas de este
período.

Bibliografía.
Rex González – “Arte precolombino de la Argentina”
Rex González – “Argentina indígena en las vísperas de la conquista”
Prof. Silvina Beatriz Araoz – “Exégesis Cultura Tafí”
Myriam N. Tarragó – “Nueva historia argentina. Los pueblos originarios y las conquistas”.
Tomo 1. Capítulo V: “La vida agraria en los Andes del Sur” María Ester Albeck.

Candelaria.

Esta cultura se ubicó en el departamento de La Candelaria, al Sureste de Salta, y de


allí se irradió a diferentes partes llegando hasta el Norte y Este de la provincia de Tucumán, a
los Valles Calchaquíes y hasta Santiago del Estero (tal vez esto se debió al comercio). Se
desarrolló durante un extenso período de tiempo, desde poco antes de Cristo hasta el 1000
d.C. aproximadamente, pasando por cincos fases en total (Candelaria I al V).
No se conservaron muchos restos de sus habitaciones ya que debieron haber sido
hechas de material perecedero, sólo algunos vestigios de lajas de piedra indican que podrían
haber tenido una planta circular y rectangular. No se encontraron restos de grandes
poblaciones aglutinadas, de terrazas de cultivo, de obras de riego ni de fortalezas o pucarás.
Se cree que la subsistencia principal fue en base a una economía agrícola, con la presencia de
la llama para practicar el pastoreo lo que se puede suponer en base a los restos de huesos de
llama encontrados en los sitios Candelaria, y en las representaciones en cerámica.

No se encontraron grandes cementerios, generalmente la mayoría de los entierros


están aislados unos de otros, aunque hay casos de cavernas funerarias. Candelaria se
caracteriza por usar grandes urnas funerarias para enterrar tanto a adultos como a niños. En
algunos casos se podían encontrar más de 2 cuerpos por urna, y otros restos presentaban
traumatismos lo que sugiere la existencia de las prácticas del sacrificio. Junto al cadáver se
colocaban ofrendas destinadas a acompañar al muerto en el viaje al otro mundo, que
correspondían a objetos usados durante su vida.

A partir de los restos encontrados, se pudo saber destacaron sobre todo en la


producción alfarera. Poseían una técnica muy buena y casi toda la alfarería presenta un color
gris o negro, y por excepción la alfarería roja pintada de superficie brillante. Comprende gran
variedad de tipos de acuerdo a los diferentes momentos que fue atravesando la cultura. Se
encuentran las urnas funerarias, jarros de forma tronco cónica o cilíndrica, vasos dobles,
vasos efigies modelados que representan figuras humanas, animales y creaciones fantásticas
e insólitas, siendo las más representativas.

Las urnas tenían las paredes lisas y resistentes, fueron elaboradas con cerámica gris
sin pintar y tenían una dimensión de entre 50 y 150 cm aproximadamente, presentando un
cuello angosto en relación al cuerpo de forma globular. Su ornamentación más frecuente
consistía en líneas de incisiones formando motivos geométricos que se repetían a lo largo del
cuerpo y cuello. También podían estar adornadas con tiras de barro aplicadas con la técnica
del pastillaje, representándose un rostro humano, ojos almendrados, cejas en relieve, boca
redonda y barba; y en ocasiones estribos a sus costados para el agarre.

Se representan formas curiosas y extrañas, que no responden a un modelo


anatómico naturalista; esto tanto para las piezas de uso ritual como de uso diario. En la
decoración de todas las piezas se destacará el uso del pastillaje, el modelado, el punteado y
el grabado, ante la ausencia del color. Las piezas que representan figuras antropomorfas son
trabajadas sintéticamente, con ojos almendrados, brazos delgados pegados al cuerpo de la
vasija, y extremidades inferiores en forma de muñones que en ocasiones pueden ser más
cortos o más alargados. Algunas representan figuras femeninas con la presencia de pecho de
forma cónica y de genitales, insinuándose por formas bulbosas y líneas de incisión. Se cree
que los diferentes motivos que decoran la figura pueden hacer alusión a tatuajes corporales
de los miembros de esa cultura. Es también común encontrar alfarería provista de patas, ya
sea en trípode o un apoyo de cuatro patas. La connotación sexual también estaba presenta
en estas piezas, como por ejemplo en las llamas, que también puede hacer alusión también a
la idea de asegurar la procreación del camélido. También se observa una pieza dual en la que
se ve claramente una pose sexual.

Se encontraron vasos con la representación de rostros mofletudos, decorados


mediante líneas de incisión que se cree hacían alusión a tatuajes, y pipas que dan la
sensación de tener connotaciones sexuales, presentando diferentes formas modeladas en
sus extremos; tal vez se usaban para consumir hierbas

Los objetos de alfarería fueron las piezas características de esta cultura, aunque
también se encontraron en los entierros canastos decorados con diseños geométricos de
colores, textiles de diferente tipo de lana de llama, adornos de pluma, objetos de metal y de
piedras como hachas bien pulidas y morteros, entre otros objetos.

Bibliografía.
Rex González – “Arte precolombino de la Argentina”
Rex González – “Argentina indígena en las vísperas de la conquista”
Prof. Silvina Beatriz Araoz – “Exégesis Cultura Candelaria”
Myriam N. Tarragó – “Nueva historia argentina. Los pueblos originarios y las conquistas”.
Tomo 1. Capítulo V: “La vida agraria en los Andes del Sur” María Ester Albeck.

Ciénaga.

Esta cultura formaba parte de la cultura conocida como Los Barreales, que agrupaba
a otras culturas como Condorhuasi y Aguada. A través de diferentes estudios arqueológicos,
finalmente se separaron en Ciénaga, Condorhuasi y Aguada.

El centro geográfico de esta cultura se encuentra en La Rioja y Catamarca, en el Valle


de Hualfín, en el sitio conocido con el nombre de “barreales”, término que designa
superficies llanas de sedimentos amarillos depositados en el fondo de valles y laderas. En la
actualidad el territorio donde se ubicó esta cultura es reseco, pero en el pasado ofrecieron
buenas condiciones para la agricultura pudiendo canalizar los ríos para los campos de cultivo,
contando también con bosques de algarrobos, hoy secos. Se llegó a extender hasta el Sur de
Salta y el Norte de San Juan; a través del comercio sus productos llegaron hasta La Puna y el
área de San Pedro de Atacama en Chile.

En el Valle de Santa María, en las laderas del Aconquija, se encontraron vestigios de


vivienda de Ciénaga; eran núcleos habitacionales de 3 a 6 habitaciones aproximadamente,
no lejos la una de la otra y dentro de grandes recintos donde estaban los campos de cultivo.
La forma de las viviendas de esta cultura corresponde a las dos modalidades predominantes
en este período, de viviendas aisladas las unas de otras (como Tafí) o agrupadas en núcleos
pequeños; ambas unidas por un vínculo socio – político, religioso y económico en común.

La agricultura era la base para la subsistencia, con la presencia del maíz, junto con el
zapallo y frutos del algarrobo y chañar. Esto lo combinaban con el consumo de camélidos (lo
que puede marcar también la práctica del pastoreo), y con la caza seguramente. En cuanto a
lo social, parece haber sido una sociedad más bien simple, con cierta diferencia de “status”
entre las personas, lo que demuestran los entierros. Hubo un mayor grado de especialización
en las diferentes técnicas, incluso se plantea que miembros de esta cultura se iban hasta
lugares lejanos para conseguir diferentes materiales para el trabajo, indicando el nivel de
conocimiento que se tenía a la hora de elaborar una pieza.

No se conoce exactamente el origen de esta cultura, pero si se sabe que fue


contemporánea a otras culturas como Condorhuasi y Candelaria, y que obtuvo influencia de
éstas para luego ir definiendo su estilo. Presentan una iconografía que va a ser característica
de esta zona que consistirá en figuras zoomorfas, sujetos enmascarados y cabezas trofeos.
Con la piedra trabajaron máscaras, vasos, figuras zoomorfas, hachas, entre otras
cosas. Se cree que las máscaras eran para fines funerarios ya que se encontraron en tumbas
descubierta en una tumba a los pies del esqueleto. Un ejemplar muestra una gran
abstracción y simplificación esquemática de los rasgos anatómicos del rostro, donde las
líneas de las cejas y la nariz sobresalen creando un bajo relieve. Hay ausencia de ojos y
agujeros periféricos usados para adosar la máscara al rostro de la persona o difunto, lo que
llevó a pensar que se trató de una obra sin terminar.

Los vasos de piedra blanda serán característicos de esta cultura, decorados con una
iconografía que será posteriormente explotada en Aguada. Se tratan de figuras en relieve
que pueden ser zoomorfas, como el felino, o antropomorfas, entre las que se destaca el
sacrificador que lleva en una mano una cabeza trofeo y en la otra un hacha, pudiendo indicar
la práctica del sacrificio. Las formas están trabajadas de forma sintética y con decoraciones
mediante líneas de incisión. Estos vasos pudieron ser usados en rituales relacionados con el
sacrificio, con la fertilidad de la tierra y también para la preparación y uso de alucinógenos.
En ocasiones se le encuentran ciertas similitudes con los keros, aunque éstos son de menor
diámetro. Pueden llegar a tener una altura de 35 cm. Una vez finalizada la obra se bruñía para
dejarla suave. Además de los vasos se encontraron figuras zoomorfas como ser un felino con
líneas de incisión, y una especie de hacha de piedra con lo que parece ser el rostro de un
felino o una llama en la punta.

Desarrollaron la metalurgia, cuyo conocimiento técnico llegó desde el altiplano


boliviano, antes del desarrollo de Ciénaga. Se trabajaba con oro, cobre y plata, y con
diferentes técnicas de aleación como cobre con estaño o arsénico. Entre los objetos de metal
encontrados se destaca un hacha en forma de T, finamente trabajada que debió haberse
usado en rituales. Presenta rostros sintéticos o cabezas que pueden hacer alusión a las
cabezas trofeos, y figuras geométricas en espiral.

Las cabezas trofeos, los sacrificadores y las formas geométricas puede indicar el
desarrollo de una simbología que se iba volviendo cada vez más compleja. Practicaron
también el culto a los muertos, enterrándolos en cementerios ubicados cerca de las
viviendas; en tumbas cilíndricas en donde se colocaba a los muertos en el fondo del pozo
junto con su ajuar funerario. Se depositaba al muerto sentado y con las rodillas en el pecho,
pudiendo haber estado envuelto en finos tejidos, pero que por el clima de la zona no se
conservaron. También se encontraron urnas con esqueletos de niños, acompañados de
objetos como juguetes.

En la alfarería hubo un predominio de atmósfera reductora por sobre atmósfera


oxidante, variando la decoración de acuerdo al tipo de cocción. En la cerámica de atmósfera
reductora la decoración obedece a motivos geométricos trabajados mediante incisión o
esgrafiado. Podían trabajares en líneas rectas sobre la pasta blanda, en paneles simétricos o
rodeando la totalidad de las piezas. Se usó elementos como espátulas de cuatro o cinco
dientes que apoyadas sobre la pasta blanda dejaba una decoración puntiforme. En las obras
de atmósfera oxidante se priorizaba una línea pintada que copiaba las formas de la cerámica
de atmósfera reductora.

Los tipos más comunes son las urnas funerarias, jarras, bols y cerámica grito. Se
representan figuras y motivos geométricos como ser rombos, ajedrezados, triángulos,
rectángulos, cuadrados, flechas, líneas quebradas, grecas escalonadas, una H quebrada,
entre otros elementos. En ocasiones se divide la superficie en paneles horizontales que se
rellenan con un mismo motivo. Estos elementos geométricos predominan durante las
primeras fases de La Ciénaga; en la medida que van desarrollando la alfarería se empiezan a
ver las figuras humanas y zoomorfas, dispuestas en paneles geométricos o aisladas. Dentro
de los motivos figurativos destaca el felino y la llama, y en ocasiones se encuentra una
simbiosis entre las dos. Ambas figuras se disponen en línea siguiendo una misma dirección y
son imágenes sintéticas y podían ser trabajadas mediante líneas rectas o curvilíneas. A veces
da la sensación de que la cabeza se halla de frente y el cuerpo de perfil.

También se representan réptiles, simios y la figura humana, todos trabajados de


forma sintética y geométrica. Se observa que en todas las figuras los cuerpos están reducidos
a rectángulos (en algunas ocasiones a rombos) del que salen brazos y piernas. Las cabezas
también se reducen a elementos geométricos como el círculo, el triángulo o el rombo, y el
pelaje se indica mediante una serie de puntos que recorren todo el cuerpo formando una
trama. En ocasiones se representaban series de cabezas que podían hacer referencia tal vez
al sacrificio humano y las cabezas trofeos. Todos los elementos que decoran la pieza están
dispuestos de manera tal que generan una composición equilibrada, repitiendo en ocasiones
rítmicamente ciertos motivos. Las figuras y formas están delimitadas mediante la línea incisa
gruesa, y en ocasiones se rellenan los espacios vacíos con líneas y puntos incisos más finos.
En cuanto a las superficies no cubiertas con algún tipo de decorado, se las bruñía para que
adquieran brillo. Se cree que los diferentes motivos que usaron para trabajar la cerámica,
pudieron haber provenido de los textiles, aunque no se conservaron ejemplares para
comprobar esto.

Hay también piezas modeladas o en efigie, entre las que se representan figuras
antropomorfas y zoomorfas que, en ocasiones, a pesar de la síntesis, resultan en seres
complejos. Se encontraron varios ejemplares, uno de ellos tiene la forma de una figura
denominada “paquípoda” por sus piernas enormes y sus volúmenes desproporcionados, y a
pesar de que no se representa ni el sexo ni los pechos, se considera que se trata de la figura
de una mujer por la amplitud de la cintura, las nalgas y los relieves adiposos. Esta forma se
puede asociar a las Venus del Paleolítico Superior Europeo o a las Pretty Ladies de Tlatilco, tal
vez haciendo referencia a la idea de la fertilidad.

Dentro de las piezas modeladas se encuentra un ejemplar de cerámica grito. Una


cabeza humana con la boca abierta, con forma de esfera y algo achatada. Es un motivo típico
de las culturas del N.O. Argentino, encontrándose ejemplares en Condorhuasi y Candelaria
por ejemplo. Es un rostro muy expresivo que da la sensación de estar gritando y llorando; los
ojos y las lágrimas se trabajan mediante líneas de incisión, éstas últimas tienen un motivo
geométrico que parece simbolizar el llanto. La línea de las cejas y la nariz están trabajadas
mediante una suerte de bajo relieve, mientras que los labios están muy bien modelados.

También se encuentran formas zoomórficas en los vasos. En una se observa el


modelado de un sapo o rana con un trabajo muy logrado del volumen y de la forma; este
ejemplar presenta motivos geométricos pintados. Otro recipiente presenta la cabeza de un
jaguar en un extremo trabajado sintéticamente y también con motivos pintados. Se
encuentran diferentes modelados de jaguar, algunos en donde sólo se representan algunos
rasgos como la boca, que en ocasiones da la sensación de estar adherida mediante la técnica
de pastillaje, o trabajada mediante el volumen o mediante líneas de incisión; el jaguar se
representa generalmente en actitud de rugido.
Junto con las formas zoomorfas y antropomorfas, se encontraron ejemplares que dan
la sensación de reproducir seres híbridos. En un recipiente se modeló la forma de una cabeza
humana con mezclas de serpientes y cabezas de felino, creando seres complejos. No sólo se
encontraron vasos modelados sino también pipas, que se considera la usaban para fumar
alucinógenos. Podían estar decoradas con líneas incisas o con modelado, presentando un
ejemplar cuatro rostros a los costados que tal vez simboliza una especie de dualismo. En los
rostros se observa un gran trabajo del modelado, destacando sobre todo las narices
prominentes semejantes a ciertas obras de Candelaria, los rostros por otro lado parecen
transmitir una idea asociado al terror, principalmente por las bocas entreabiertas.

Otro rasgo artístico de esta cultura fueron pinturas parietales encontradas en las
paredes rocosas de Laguna Blanca. Son petroglifos que reproducen los motivos de la
alfarería, predominando una serie de figuras fantásticas y motivos geométricos. Entre las
figuras fantásticas pueden identificarse una serie de figuras felínicas, figuras dobles, figuras
de llamas, figuras que resultan mezclas de diferentes animales, representación de huellas o
pisadas tanto zoomorfas como antropomorfas, figuras de monos, mamíferos extraños a la
fauna local, serpientes bicéfalas con ciertos atributos draconiformes, entre otras
representaciones. Las formas de representación varían desde un cierto realismo, hasta un
esquematismo. Las figuras humanas se representan con el cuerpo alargado adornados con
motivos diversos.

La última etapa de la cultura de La Ciénaga da lugar a la cultura de La Aguada, debido


a que en ésta última perduran diferentes elementos de la tradición de la primera.

Bibliografía.

Rex González – “Arte precolombino de la Argentina”


Rex González – “Argentina indígena en las vísperas de la conquista”
Prof. Silvina Beatriz Araoz – “Exégesis Cultura Ciénaga”

Condorhuasi.

Condorhuasi fue una de las culturas más interesantes que existieron en el NOA,
llegando a proyectar una influencia estilística sobre culturas contemporáneas y posteriores.
Los sitios donde se encontraron ejemplares Condorhuasi van desde el Norte de la provincia
de Catamarca hasta la Provincia de La Rioja, y desde el Oeste catamarqueño a Santiago del
Estero. Los primeros sitios se localizan en el Valle de Hualfín; también se hallan influencias en
la zona del Campo de Pucará. Se cree que esta cultura se formó por la confluencia de
distintas culturas que llegaron a la región y que se fueron integrando con las que ya existían
en el lugar.

En el aspecto económico se cree que debieron haber practicado la agricultura,


aunque no se encontraron muchas evidencias. La llama se considera un recurso importante
de su economía por haberse encontrada sacrificada en tumbas con ofrendas fúnebres. No se
conoce mucho de la vida de estos pueblos ya que los poblados Condorhuasi no fueron
excavados sistemáticamente. Se cree que, en su fase más antigua, ubicada en Río Diablo, las
viviendas eran de material perecedero, mientras que sus fases posteriores, en las laderas del
Aconquija, desarrollaron una vivienda circular con cimientos de piedra y silos de laja y barro.
Lo característico de esta cultura es la alfarería y la escultura en piedra. La cerámica de
Condorhuasi pasó por diferentes etapas, en sus orígenes (Río Diablo) la alfarería es gris,
cocida en atmósfera reductora, con líneas incisas y motivos geométricos como triángulos,
líneas, puntos y rombos rellenos de puntos.

Se cree que le sigue un tipo alfarero conocido como Vaquerías, que presenta la
superficie bruñida y motivos geométricos como triángulos, formas irregulares y escalonadas.
Las formas típicas son jarros esbeltos y elegantes, y figuras humanas modeladas, con colores
amarillentos y rojizos.

Destaca sobre todo la alfarería polícroma de atmósfera oxidante. Podían ser tricolor,
con blanco – crema, rojo y negro; bicolor, con una combinación de blanco – crema con rojo o
negro, o negro con rojo y crema. Destacaron sobre todo las piezas con motivos geométricos
pintados con negro y blanco, con un fondo rojo. Este período se denomina Condorhuasi
Polícromo y se cree que fue fabricada específicamente con fines funerarios y rituales e
ilustran sobre la vestimenta, adornos y pintura corporal de los miembros de esta cultura.

Las formas de la cerámica polícroma son variadas, pudiéndose trabajar jarros, vasijas
de cuerpo globular y cerámicas escultóricas. Destacan sobre todo estas últimas con formas
antropomorfas, zoomorfas, fitomorfas y fantásticas. Las piezas antropomorfas representan
sujetos sentados de cuerpo robusto, brazos pequeños y piernas cónicas abiertas.
Generalmente tienen un tono rojizo de fondo, y con motivos pintados en blanco – crema y
negro, que tienden a ser formas escalonadas o aserradas. Los brazos pueden terminar en
muñones o estar completos, pero son extremadamente delgados; lo mismo sucede con las
piernas, aunque son más gruesas que los brazos. Se puede distinguir entre las figuras
masculinas y femeninas, ya que al hombre se les representa los genitales y a la mujer los
pechos como pequeñas protuberancias. Se observa también que en el rostro están presente
orificios que, según Rex González, era para la tembetá o barbote, es decir una varilla de
metal, piedra, hueso u otro material que se llevaba generalmente en los labios y que
seguramente era un signo de belleza; por otro lado los orificios servían para que escape el
oxígeno durante la cocción.

Otros ejemplares antropomorfos se representaban en actitud de gatear. Pueden


haber tenido alguna relación con el felino por la pose y por haberse encontrados en tumbas
junto a representaciones de jaguares. Estas figuras, al igual que las sentadas, presentan los
brazos pequeños en comparación a las piernas y al resto del cuerpo. Hay que mencionar que
en todos los rostros los ojos y bocas se trabajan con líneas de incisión y dan la sensación de
estar aplicados más bien mediante una técnica de pastillaje; la ceja y la nariz se unen en una
sola línea, dando la sensación de que se combina el pastillaje con el modelado, para la ceja y
nariz respectivamente. Dentro de las figuras antropomorfas se encuentra una figura sentada,
con las rodillas llevadas hacia el pecho y con una nariz prominente que tal vez imita a un pico
de ave; en un ejemplar de este estilo el color de base es oscuro (tal vez por el tipo de cocción)
y se pinta por encima con motivos geométricos en color rojo.

En ocasiones se representa la figura humana distorsionada con volúmenes


globulosos, miembros reducidos a saliencias bulbosas redondeadas, destinados quizás a
producir efectos de forma y volumen. Se considera que son formas únicas que no poseen
ninguna de las expresiones alfareras de las culturas precolombinas de la Argentina, excepto
Candelaria, y tampoco ninguna del área andina del Sur.
También se trabajan formas en donde se representa una parte del cuerpo humano
combinado con formas globulares creando seres complejos, que se puede mezclar con
formas animales dando lugar a seres híbridos. Al igual que las otras, todas estas figuras están
trabajadas con una gran síntesis y se conocen con el nombre de zepelines.

En otras vasijas se observan cómo se representan rostros, o partes de rostros, en


ambos extremos de las vasijas; este tipo de cerámica se llaman bicéfalas y podrían estar
relacionadas con la idea de dualidad tan presente en las culturas precolombinas. Pueden
aparecer combinadas formas humanas con animales, lo que habla de la importancia que el
humano les daba a ciertos atributos animales, y en otras ocasiones se combinan dos rostros
zoomorfos como ser el felino. En un ejemplar, la imagen humana aparece colocada
directamente sobre el animal, dando la sensación de que lo está cabalgando.

Además de la figura antropomorfa e híbrida, se trabaja también con formas


zoomorfas y fitomorfas. Dentro de las zoomorfas se destacan los felinos o tigrillos, con la
boca en actitud de rugir mostrando los colmillos. El tipo de decoración podía ser incisa o
pintada con motivos geométricos, predominando los colores rojos, negro y blanco. También
se encuentran aves, sapos o ranas, armadillos, entre otros, y todos con el cuello en su parte
superior. Estas obras tienen un alto grado naturalista, y algunas presentan una base oscura
encima de la cual pintaron con rojo, como en el caso del sapo; tal vez éstas tienen un tipo de
cocción en atmósfera reductora. También se encuentran las típicas cerámicas gritos que
representan diversas culturas.

Se trabajó con la piedra realizando obras escultóricas como se aprecian en los


morteros, máscaras y pipas. Son figuras sintéticas trabajadas sobre piedras de gran
porosidad que en algunos casos adquiere una gran expresividad, y que en algunos casos
presenta una similitud con las piezas de alfarería, como el mortero bicéfalo con la cabeza de
un jaguar en un extremo y lo que parece ser la cabeza de un caimán en el otro, aunque no se
puede distinguir con claridad. Ambas cabezas están representadas con un gran nivel de
síntesis, sólo destacando aquello que las caracteriza. En otros casos se utilizan otras figuras
animales como el armadillo o también la figura humana acostada para realizar los morteros.
Destaca también el pensador, que presenta cierta similitud con las formas de Alamito por el
trabajo relacionado a la síntesis y al juego con los espacios vacios.

En las máscaras y las pipas se encuentran un trabajo relacionado con la síntesis, al


igual que el trabajo en piedra de otras culturas como Tafí por ejemplo.

Desarrollaron la metalurgia, que tuvo un cierto avance técnico, realizando los


primeros intentos de aleación metálica en el NOA. Trabajaron pectorales de oro, pulseras de
oro repujadas, aros, entre otros objetos.

Bibliografía.

Rex González – “Arte precolombino de la Argentina”


Rex González – “Argentina indígena en las vísperas de la conquista”
Prof. Silvina Beatriz Araoz – “Exégesis Cultura Condorhuasi”

El Alamito.
Esta cultura se ubicó en el Departamento de Andalgalá, en la provincia de Catamarca.
Se inscribió en el desarrollo de la escultura en piedra, de la misma forma que Tafí y
Condorhuasi. Los pueblos de esta cultura vivieron en pequeños villorios formados por
núcleos de cinco a doce viviendas dispuestas alrededor de un patio central ovalado o
redondo. Hacia el Oeste de estas habitaciones, se encontraba un montículo artificial de hasta
30 metros de largo por tres de alto. Este montículo podría haber tenido una función
ceremonial, ya que allí se encontraron menhires y en las inmediaciones cabezas de piedra;
también se cree que podría haber servido como basurero. Estos villorios están separados de
villorios vecinos por distancia que varían entre los 100 y 500 metros; seguramente cada
núcleo tuvo un vínculo social, familiar, político o religioso en común. Seguramente
desarrollaron un tipo de economía agrícola combinada con otras actividades.

Alamito se caracterizó por el desarrollo de la escultura en piedra, a ésta se deben las


más altas expresiones escultóricas del NOA, los “suplicantes”. Se tratan de esculturas de
bulto y se conocen con el nombre de suplicantes por la posición de los brazos levantados
hacia la cabeza en posición de súplica. Son obras de una gran riqueza plástica de la cual no se
conoce exactamente su posición original, ya que hay algunos que si bien pueden posicionarse
verticalmente, otros tienen una base convexa lo cual hace difícil posicionarlos parados. Rex
González plantea que la posición horizontal tampoco era una opción ya que en algunos casos
ciertos abultamientos de las esculturas hacían imposibles posicionarlas de esa manera, por lo
que él plantea que una opción era que se encontraban suspendidas, colgadas por sogas que
pasaban por los huecos.

No se sabe exactamente de qué tipo de figuras se trata; se aprecian ciertos rasgos


antropomorfos en los rostros aunque todos trabajados mediante una gran estilización y
síntesis. Pueden que traten de símbolos o la imagen del mito o del dios fantástico hecho en
piedra. Poseen un gran nivel de abstracción y utilizan tanto el espacio positivo como
negativo; ambos se vuelven parte de la misma obra y terminan ofreciendo múltiples puntos
de vista. Da la impresión de que a partir de un eje principal se desprende un enramado de
formas que terminan conectando con el rostro en la parte superior. Predominan sobre todo
las formas curvas de los brazos y piernas, trabajados sintéticamente, y se enfatiza sobre todo
el rostro que, a través de la abstracción, muestra unos ojos saltones, una nariz aguileña (que
también puede indicar ciertos rasgos zoomorfos) y una boca que da la sensación de estar
silbando. En algunos casos se puede destacar el sexo de la figura para saber si se trata de un
sujeto masculino o femenino; en otros casos se observa un vientre pronunciado dando la
sensación de tratarse de una mujer embarazada y estar relacionada con las ideas de
fertilidad. Lo que se puede destacar también es que estas figuras, a través de su eje principal,
presentan una gran simetría.

No se conoce mucho acerca del proceso que se siguió para conseguir el tipo de
figuras de los suplicantes. Una de las ideas que se mantiene, y que se aplica como regla
universal, es que primero desarrollaron una figura naturalista para conocer bien la forma, y
en la medida en que iban dominando la técnica, consiguieron un nivel de abstracción mayor
para la figura. Se cree que este proceso también está relacionado con la complejidad que
iban adquiriendo ciertas ideas relacionadas con la cosmovisión de los determinados pueblos;
mientras mayor era el desarrollo de estas ideas, mayor la abstracción de las formas para
expresar mediante símbolos esas ideas.
Además de formas antropomorfas también se encontraron formas zoomorfas
trabajadas al estilo suplicante, morteros y cabezas esculpidas. Dentro de la cerámica hay
vasos efigies que en general son toscas en su decoración pictórica, y presentan también
características de los suplicantes.

Bibliografía.

Rex González – “Arte precolombino de la Argentina”


Rex González – “Argentina indígena en las vísperas de la conquista”
Prof. Silvina Beatriz Araoz – “Exégesis Cultura Alamito”

4.3 – EL PERÍODO MEDIO: SUS CARACTERÍSTICAS DIFERENCIALES. LA CULTURA DE LA


AGUADA.

El período medio: sus características diferenciales.

El período medio va desde el 650 hasta el 800/850 d.C. Está representada por la
cultura de la Aguada con la influencia del Tiahuanaco clásico. Es la época de la más alta
expresión cultural del NOA, los diversos elementos decorativos muestran un gran
simbolismo y expresividad, a la vez que hay una gran cohesión sociopolítica y religiosa. Con el
fin de la cultura de la Aguada termina el Período medio.

La cultura de La Aguada.

La Aguada representa una de las más altas expresiones culturales del NO argentino
en época prehispánicas. Durante mucho tiempo se agrupó con las culturas de Ciénaga y
Condorhuasi, en el conjunto “cultura de Los Barreales”, ya que comparten rasgos en común;
sin embargo, las investigaciones permitieron aislar las diferentes culturas para definir el
estilo propio de cada una.

Según Rex González, Aguada presenta analogías con culturas como la Olmeca, Chavín
y Tiahuanaco, ya que trabaja elementos figurativos, con una profusión de imágenes
naturalistas y fantásticas, que reflejan ideas religiosas. Fue un arte influenciado por una
iconografía religiosa que constituyeron la base de su expresión. Los motivos utilizados se
mantuvieron constante durante cierto lapso de tiempo, probablemente mientras duró el
culto religioso que las fundamentaba.

Esta cultura se desarrolló sobre todo en el Valle de Ambato, en Catamarca, y llegó a


extenderse al Norte de San Juan, Sur de Salta, Oeste de Tucumán y La Rioja. El apogeo de
esta cultura se daría desde el 500 – 650 d.C. hasta el 800. Tuvo tres núcleos geográficos
principales, el Valle de Ambato, el Valle de Hualfin y el sector de La Rioja y Norte de San
Juan.

Los núcleos más densos de población se ubicaron a orillas de los ríos sobre planicies
aluviales donde era fácil el cultivo. Las técnicas de construcción variaban según la región, en
el Valle de Hualfín las viviendas eran de material perecedero como ser ramas y barro; en
Santa María se encontraron habitaciones circulares de piedra; y en el Valle de Ambato
viviendas de barro y piedra con habitaciones en torno a un patio central. La economía era
más bien agrícola con la incorporación de nuevos alimentos, sobre todo del maíz.

Se encontraron restos de una pirámide en la localidad de Choya en Catamarca, que se


conoce con el nombre de Pirámide de Choya. Se trata de una pirámide escalonada de planta
circular de más de ocho metros de alto. Está construida en base a capas sucesivas de paredes
de barro, sedimentos finos y grandes piedras. Frente a la pirámide hay un espacio abierto y
plano. Esta pirámide da indicios que el lugar se trataba de un centro ceremonial; gracias a
excavaciones se pudo descubrir un gran número de guijarros y restos de alfarería de origen
Aguada que se cree eran ofrendas, enterradas a la manera que lo hacían en otros centros
ceremoniales a nivel general en la América Precolombina. Se encontraron también restos de
un esqueleto adulto que quizás se trató de un sujeto sacrificado. Para los arqueólogos, este
descubrimiento fue de gran importancia ya que demostró la existencia de arquitectos entre
sus miembros, junto con conocimientos de geometría y matemáticas.

Los cementerios de los diferentes sitios habitados por Aguada fueron una fuente
importante de conocimiento. Las tumbas podían tener una profundidad de 2 o 3 metros y
generalmente se enterraba sólo al individuo con un ajuar funerario que seguramente fueron
los objetos que lo acompañaron y definieron su actividad mientras estuvo vivo; los ajuares
variaban según el status del difunto. En ocasiones se encontraban 2 o más cuerpos en una
misma tumba, que se cree podían ser o entierros familiares o personas sacrificadas cuando
morían sus amos o señores. También se encontraban cráneos aislados junto al esqueleto
principal, lo que tal vez hacía referencia a las cabezas trofeos de los sacrificados, práctica que
se generalizó en ésta época debido a la influencia de Tiahuanaco y que fue parte importante
de su religión. Por razones climáticas no se conservaron objetos de material perecedero
como telas o elementos de madera, aunque se considera que eran enterrados en fardos
funerarios de la manera en que se hacía en los andes centrales.

En cuanto a la organización social, los poblados no estaban ocupados por más de 10 o


15 viviendas con algún tipo de parentesco o vínculo. La práctica de sacrificios humanos era
común, aunque no se sabe si se hacían en homenaje a ciertos individuos, como ofrendas a
deidades o como ritos de guerra. Se extendió el hábito guerrero, siendo temas dominantes
en diversas representaciones en los que aparecen con un gran atavío portando armas y con
cabezas trofeos. El desarrollo de técnicas como la metalurgia señala por otro lado la
existencia de una clase artesanal más especializada que en la época previa. Se cree que
existieron señoríos o la reunión de un cierto número de tribus bajo una sola autoridad. La
lengua que se hablaba era el proto cacano del cual derivaron el calchaquí, el diaguita o cacán,
y el capayán.

Se pueden dividir los motivos del arte Aguada en figurativos, abstractos y


geométricos. En el figurativo se encuentran figuras zoomorfas y antropomorfas. Entre estos
últimos se representa al “personaje de los dos cetros” o “guerrero”, que se ve de frente con
armas en sus manos que podían ser dardos o hachas, y con diversos adornos y tocados.
También se encuentra la figura del “sacrificador” que es un guerrero visto de frente con
suntuosos atavíos, con un arma en una mano y una cabeza en otra. Otra figura es la del
“enmascarado” que lleva una máscara felínica y se representa de perfil, que se relaciona con
el “sacrificador”. Todas son figuras esquemáticas y de una rigidez linear en sus contornos.

En las figuras zoomorfas se representaban felinos, con un mayor o menor grado


realismo, algunos podían tener más de cuatro patas, incluso algunos con coronas flamígeras.
El tratamiento de la figura, al igual que en figuras antropomorfas, era en base a líneas rígidas
y rectilíneas. También representaban ofidios como serpientes que a veces podían tener dos
cabezas, aves como papagayos y cóndores, todos trabajados con una gran estilización. Se
representan también especies de simios; aves estilizadas y expresivas entre las que se
distingue el papagayo y el cóndor; y saurios y batracios que se representan de forma sencilla
o como figuras complejas en combinaciones diversas.

En la categoría de figuras abstractas se encuentras las figuras fantásticas, mezcla de


motivos zoomorfos con antropomorfos, o mezcla de ciertos animales como el felino y los
ofidios dando lugar a formas complejas; hay ocasiones en donde de la cola del felino se
desprende una cabeza humana, o figuras bicéfalas o multicéfalas. Dentro de los motivos
geométricos se encuentran elementos escalonados, bandas geométricas, volutas, motivos
curvilíneos y puntos entre otros.

Los arqueólogos marcan la existencia de un “complejo felínico”, que sería el aspecto


principal de su religión, mitos y ceremonias. El felino se relaciona con las fuerzas de la
naturaleza, y el culto puedo haber estado relacionado con la guerra; se hallan representados
en objetos muy diferentes, en mangos de las hachas y estólicas, en torteros y pinturas
faciales de los guerreros, en los diferentes motivos cerámicos, en la metalurgia, entre otras.
Todo este complejo felínico se vincula con la cultura de Tiahuanaco y con otras culturas de
los Andes, y se representa bajo formas muy diversas como ser: un polimorfismo del felino,
trabajado desde una forma naturalista, hasta una simplificación total de la forma; una
simbiosis entre el felino y el ofidio, dando lugar a figuras draconiformes; felinos con manos y
patas terminadas en otras cabezas; felinos con fauces de dientes salientes en la cola, o bien
con cabezas pequeñas que rematan de la lengua; felinos asociados a figuras humanas que
dan la sensación de ser guerreros; o felinos desnaturalizados en dónde sólo se representan
las manchas características y las garras.

El arte de La Aguada dispuso de elementos técnicos más avanzados para desarrollar


su arte en comparación a otras culturas, y según Rex González, su arte no fue sobrepasado
por ninguna otra cultura de la Argentina Precolombina.

Los restos más abundantes de la cultura de Aguada son sus vasos de alfarería,
distinguiéndose sobre todo dos tipos, uno negro o gris con decoración incisa y otro en
atmósfera oxidante con decoración pintada. Los motivos que se representan giran
principalmente en torno al felino y sus diferentes variantes, a otras formas zoomorfas, a la
forma antropomorfa y a los motivos geométricos como líneas, puntos o signos escalonados.
Tanto las formas zoomorfas como antropomorfas están trabajadas ya sea más tendiente
hacia el naturalismo o más tendiente a la abstracción, geometrización o síntesis.

Dentro de las cerámicas decoradas se encuentran vasos con mango y bordes


evertidos; vasijas con cuerpo globular y borde evertido, que en ocasiones puede presentar
agarraderas a sus costados; cuencos; vasijas efigie ya sea de figuras antropomorfas o
zoomorfas, y huecas; cerámicas grito que también se trabajaron en culturas previas como
Ciénaga por ejemplo; jarros que presentan formas modeladas en sus agarraderas o asas;
entre otras. La cerámica negra, de atmósfera reductora, se caracterizaba por su gran bruñido
que le confería brillo a la pieza; mientras que la cerámica pintada podía ser bicolor con
dibujos negros sobre fondo amarillento rojizo o tricolor con dibujos negro y rojo sobre fondo
amarillento.

Otras piezas características serán sus figuras coroplásticas, que se tratan de figurillas
antropomorfas modeladas a mano en arcilla de color rojizo o amarillento. Acerca de su
significado, se piensa que están relacionadas con ritos agrarios de fertilidad, o que eran
usadas por chamanes en ceremonias relacionadas a la cura de enfermedades. Estas figuras
abundaron en la américa precolombina.
Pueden ser imágenes desnudas o vestidas que se caracterizan por sus grandes ojos
oblicuos, piernas y manos que se trabajan de forma sintética y en ocasiones se reducen a
simples muñones y complejos peinados. Predominan las figuras masculinas, aunque se le da
poco énfasis al sexo. Presentan un alto grado de estilización y se destacan por su frontalidad,
ya que casi no presentan mayores rasgos anatómicos en la parte posterior. Se usa
principalmente la técnica del pastillaje para trabajar las características anatómicas del rostro,
línea de incisión en el caso de representarse el sexo, y pueden presentar o no tatuajes o
pinturas faciales.

Los peinados y tatuajes que presentaban las figuras, tal vez hacían alusión a la
jerarquía social. El peinado más común eran el cabello largo dividido en dos mitades,
también se observan tocados en forma de turbantes con la imagen felínica y sus fauces
abiertas. En los tatuajes destacaban motivos geométricos, figuras de felino y formas
draconiformes.

Otras obras modeladas son las pipas o incensarios con una figura en uno de los
extremos. Seguramente estas pipas estaban relacionadas con rituales religiosos; se observa
en ellas un carácter fálico por lo que no se descarta que pudieron haber estado relacionadas
a connotaciones sexuales y ritos de fecundidad, o que las sustancias que se consumían tenían
caracteres afrodisíacos. Presentan motivos felínicos con decoración incisa, o formas
modeladas, pudiéndose destacar un ejemplar con las fauces del felino en dos extremos y
rostros humanos en los otros dos.

Dentro del trabajo en piedra típicamente aguada, se pueden encontrar estatuillas


humanas trabajadas en piedras blandas, con un alto grado de síntesis, que parecen ser
réplicas de las figurillas coroplásticas, con un trabajo que tiende a la síntesis, ojos oblicuos
como granos de café y caderas anchas. También se encuentran torteros con la
representación en bajorrelieve del motivo felínico. Hay ejemplares de vasos keriformes, con
motivos esculpidos en la parte superior, aunque son difíciles de distinguir ya que, si bien
llevan motivos pertenecientes a Aguada, en general los vasos keriformes están asociados a la
cultura Ciénaga. El trabajo en piedra en general tiende a desaparecer en el Período Medio.

La metalurgia fue uno de los campos más desarrollados por la cultura Aguada,
perfeccionándose diferentes técnicas, entre ellas la de vaciado (consistía en hacer un modelo
en cera, cubrirlo con cerámica, cocinarlo en un horno para que se derrita la cera y quede el
modelo en negativo, y luego introducir el metal caliente para obtener la pieza). Algunos
ejemplos son hachas de metal con motivos incisos de figuras felínicas y draconiformes
trabajadas sintéticamente mediante una línea continua. Se encuentran también pectorales,
discos, narigueras, pendientes, entre otras cosas.

La más alta expresión artística de la metalurgia de Aguada la constituye el “Disco de


Lafone Quevedo”. Trabajada con bronce mediante la técnica de cera perdida, se observa el
finísimo relieve que consiguieron para representar un personaje central lujosamente
ataviado, tal vez un sacerdote o una figura de alta jerarquía, que está ubicada sobre el eje del
disco en una composición simétrica y presenta un tocado circular del que se desprenden
líneas siendo la del medio la más grande; tal vez pueden ser rayos o alguna simbología al sol,
o una especie de tocado con plumas. En su rostro se observa cierta similitud con la figura
central de la “Puerta del Sol” de Tiahuanaco, específicamente en la repetición de círculos
(símbolos de lágrimas o de gotas de agua), reforzando la teoría de la influencia tiahuanacota
sobre el NOA. A los costados del rostro se desprenden dos figuras felínicas, y debajo de ellas,
siguiendo la línea de la circunferencia, se observan figuras draconiformes o reptiloides que
terminan en el extremo inferior con los rostros enfrentados. Las formas están trabajadas
mediante una gran síntesis y abstracción, combinados con motivos geométricos, que logran
una gran expresividad. Se cree que este disco pudo haber sido una especie de pectoral de los
guerreros o personajes importantes.

Además del “Disco de Lafone Quevedo”, se encontraron otros discos en los que se
observa un trabajo similar mediante la técnica de cera perdida, un gran trabajo del relieve y
con la representación de figuras esquemáticas y estilizadas; en un ejemplar se observa la
figura del sacrificador con dos hachas en sus manos. En éste, junto con otro ejemplar de
similares características al “Disco de Lafone Quevedo”, se aprecian una gran cantidad de
elementos simbólicos. Rex Gonzáles plantea que a todos estos ejemplares se los coloca
dentro de la órbita de la cultura Aguada por las características que presentan, sobre todo por
la presencia de las figuras ricamente ataviadas junto con la de felinos y reptiles
(draconiformes); sin embargo, propone que estilísticamente estos ejemplares difieren de
otros de la misma cultura, como por ejemplo los realizados en cerámica, por lo que queda la
duda de si los discos de metal realmente pertenecieron a ésta cultura.

El desarrollo artístico de esta cultura fue muy importante, lo que se observa en que
las piezas de cerámica para uso diario y para uso ritual, tenían la misma calidad artística.

Las pruebas de Carbono 14 ubican el declive de la cultura Aguada a partir del año 800
d.C. en dónde empieza a declinar la influencia de la alfarería. Las figuras del felino, y del
hombre combinada con la del felino, se vuelven confusas perdiendo su sentido simbólico y
volviéndose cada vez más decorativa. Este proceso varía según las distintas regiones
geográficas donde llegó a expandirse la cultura Aguada. No sólo empieza a desaparecer la
imagen simbólica que fue impuesta como canon durante un período de doscientos años a los
artesanos, sino que también la calidad técnica de los diferentes medios empieza a decaer.

Una de las posibles causas de éste declive puede ser a que cesaron de llegar las
influencias del lago Titicaca y de la cultura Tiahuanaco, y comenzaron a hacerse sentir la
influencia de pueblos llegados del Chaco y de la selva amazónica, cambiando los estilos
artísticos de las culturas invadidas. Esto ocurrió muchas veces en la historia precolombina de
Argentina, incluso a la llegada de los españoles los indígenas sedentarios del NOA les
informaban de los pueblos belicosos y caníbales del Este que los asolaban. Con la
desaparición de la cultura de Aguada comienza el Período Tardío en el NOA.

Bibliografía.
Rex González – “Arte precolombino de la Argentina”
Rex González – “Argentina indígena en las vísperas de la conquista”
Prof. Silvina Beatriz Araoz – “Exégesis Cultura Aguada”

4.4 – EL PERÍODO TARDÍO: CARACTERÍSTICAS GENERALES. CULTURA DE SANTA MARÍA. LA


CIUDAD DE QUILMES.

El Período Tardío: características generales.


La desaparición de la cultura Aguada no fue completa ya que perduraron partes de su
modo de vida y muchas de sus técnicas, adaptándose a los nuevos gustos y necesidades,
surgiendo así un nuevo período histórico, el tardío. Por ejemplo, sobrevivió la metalurgia
experimentó un verdadero renacimiento. En el Período Medio se observaba en gran parte
del territorio del N.O. argentino una cierta uniformidad cultural debido a la fuerza simbólica
de los elementos Aguada; el Período Tardío se caracterizará por un marcado “regionalismo”,
es decir que cada región va a mostrar diferencias notables las unas con las otras.

Las urnas funerarias, con sus diferencias regionales, fueron uno de los elementos
característicos para distinguir este período. Grandes vasijas de alfarería de pasta gruesa,
pintada en dos o tres colores, con formas cilíndricas o de “conos superpuestos” que servían
para depositar cadáveres de niños, mientras que los adultos eran enterrados en el suelo sin
ajuar funerario alguno, como indican algunos cementerios del Valle de Santa María. Las
urnas van a tomar el nombre de la región a la que pertenezcan, por ejemplo, estilo Hualfín
(por el Valle de Hualfín), San José, Santa María, etc.

En sus comienzos todos los estilos debieron ser parecidos entre sí. Entre los rasgos
comunes se pueden destacar el uso de tres colores, en especial el rojo y el negro sobre una
base blanquecina o amarillenta. La forma común es semicilíndrica o troncocónica con un
cuerpo que se contrae ligeramente desde la base hasta la boca. La decoración se hace a base
de paneles verticales pintados bordeados con una línea roja. Estos paneles se rellenan con
motivos geométricos y figurativos, entre los que destacan las formas de reptiles como ser el
sapo y la serpiente. Las decoraciones en las vasijas no tienen un sentido de frontalidad ya
que no hay ningún panel que destaque sobre otro; y generalmente un panel con motivos
figurativos alterna con otro con motivos geométricos.

En el aspecto social, con la desaparición de La Aguada, se forman cacicazgos y


señoríos autónomos, especialmente en los Valles Calchaquíes. La organización política de
éstos se basaba en jefaturas a cargo de un jefe o curaca con un cargo hereditario y que
generalmente heredaba el hijo o el hermano en caso de no tener hijos, aunque éstos tenían
que demostrar condiciones para liderar, de lo contrario podían perder su jefatura. Se
constituyeron en aldeas guerreras que resistieron tanto a la conquista del Inca como a la de
los españoles, y en épocas de riesgo llegaban a armar verdaderas confederaciones.

Cultura Santa María.

Se desarrolló hacia el 850 d.C. y perduró hasta el 1500. Se localizaba en los Valles de
Santa María y Calchaquí, donde se encuentra el río del mismo nombre, en la provincia de
Catamarca. Antiguamente este río era conocido con el nombre de Yocavil por lo que la
cultura de Santa María era conocida como Yocavil. Se extendió hacia los Valles Calchaquíes a
lo largo del río de Santa María, llegando también por el Este a la provincia de Tucumán y por
el Norte hasta el Sur de Salta.

Esta cultura tuvo modalidades locales según el territorio en que se ubicaba. Hablaba
uno de los dialectos del grupo cacano, el cacán. Los incas los denominaron Diaguitas, que
significa “serranos”, a todos los pueblos que hablaban este idioma. Estos pueblos fueron
conocidos por su bravía, ya que resistieron durante mucho tiempo el avance tanto de los
incas como de los españoles, especialmente de éstos últimos, que tardaron más de un siglo
en doblegarlos, y tras conseguirlo los desterraron hacia diferentes lugares, como por ejemplo
la provincia de Quilmes en Buenos Aires.

El patrón de poblamiento fue diferente según las etapas de la cultura. En un primer


momento los poblados estaban integrados por casas grandes que albergaban una o varias
familias. En un segundo momento se fueron reuniendo en pequeños pueblos con viviendas
aglutinadas como si fuesen panales de abeja, y en ocasiones rodeados de murallas
defensivas. En un tercer momento se notará más la influencia Inca, erigiendo los poblados en
lugares inexpugnables, realizando obras de ingeniería como caminos, obras hidráulicas,
cementerios y quizás hasta centros ceremoniales; alrededor de los campos de cultivo se
encontrarán también viviendas aisladas. Algunas ruinas se encuentran en Quilmes, Loma
Rica y Punta de Balasto, La Paya, entre otras.

Loma Rica, conocida así porque los lugareños creían que la antigua ciudad guardaba
tesoros y riquezas, cuenta con más de 250 recintos, con anchas paredes de grueso rodado.
Tal vez estos se situaban alrededor de un patio o recinto mayor. Algunos recintos más grades
debieron haber sido corrales de llamas o sitios ceremoniales. Era un lugar difícilmente
accesible que se estima llegó a contar con más de 1000 habitantes.

La economía de estos pueblos era agrícola – ganadera. Criaban camélidos entre los
que se destacaban la llama y la alpaca; estos animales no sólo servían como fuente de
alimento sino también como medios de transporte y para aprovechar su lana. El cultivo
básico era el maíz, junto con el zapallo, papa, porotos, maní, entre otros. Construyeron
acequias y represas para aprovechar el agua debido a la sequedad del valle, y utilizaron un
sistema de riego para el cultivo. También aprovecharon diferentes recursos como el bosque
de chañar, algarrobo, las matas de los cactus, entre otros.

El elemento más abundante de la cultura santamariana es la alfarería, especialmente


las urnas funerarias para niños. Estas urnas miden de 50 a 60 cm de altura y se dividen en tres
partes. Por un lado, la base cónica, luego un cuerpo ovoide y por último un cuello casi
cilíndrico que tiende a abrirse (evertido); las asas se encuentran colocadas en la unión de la
base y el cuerpo y están colocadas simétricamente.

La decoración básica se comprende por una figura semi – humana, colocada a ambos
lados de las urnas, donde destaca el rostro con cejas largas y ojos oblicuos que se representa
sobre el cuello de la urna. La boca puede estar pintada o trabajada con relieve, o incluso
estar ausente. Sobre el cuerpo se destacan los brazos que se juntan hacia el centro del pecho
sosteniendo una especie de recipiente; tanto los brazos como las cejas y ojos podían estar
trabajadas mediante relieve (pastillaje) o pintados.

En algunos casos el rostro era reemplazado por elementos figurativos y la decoración


se distribuía por secciones, en el cuerpo, base o cuello, y en paneles horizontales y verticales.
La decoración estaba dada por elementos geométricos, abstractos y figurativos, destacando
en estos últimos, figuras humanas con largas túnicas. También se representan ñandúes o
sapos simplificados en rombos decorados con cruces y triángulos; Las serpientes se
representan como una S que puede tener dos cabezas. Dentro de los elementos geométricos
se destacan las líneas, puntos, motivos escalonados, figuras rectangulares y triangulares,
espirales, motivos circulares que en ocasiones se ubican debajo de los ojos y que dan la
sensación de ser lagrimones. Los diseños se caracterizan por repetir los mismos motivos en
decoraciones barrocas, y variando la distribución de los mismos.

Las urnas pasan por diferentes fases de acuerdo a sus formas y motivos decorativos,
pudiendo distinguirse seis, de la O a la V, teniendo validez esta clasificación sólo para las
urnas halladas en el Valle de Yocavil (las urnas santamarianas encontradas en otros valles
tendrán características diferentes por lo que es necesario una clasificación diferente). En la
fase O el cuerpo tiene un gran volumen, con decoraciones de motivos geométricos y
predominando el negro y rojo sobre blanco (tricolor). El cuerpo se divide en dos, con las asas
en la mitad inferior y se encontraban tapadas con pucos. En la fase I el cuerpo tiene forma de
barril y hay una constricción pronunciada entre el cuerpo y el cuello. La decoración es con
motivos geométricos y tricolor como el período anterior; también aparece la representación
antropomorfa modelada en ojos, cejas y brazos. En la fase II el cuerpo sigue siendo
voluminoso con una pronunciada constricción y un cuello corto. Siguen los motivos
geométricos y antropomorfos en grandes zonas de colores, y en cuello aparecen motivos
variados. En la fase III el cuerpo pierde volumen y el cuello se alarga y la constricción puede o
no estar presente. La representación antropomorfa es pintada y aparecen las figuras de
serpiente. Se pasa del tricolor a bicolor (negro sobre blanco), y se decora internamente el
borde con una guarda de elementos geométricos. Se cree que en esta fase comienzan las
influencias incaicas. En la fase IV el cuerpo se hace más chico y el cuello más largo y evertido.
En esta fase aparece un motivo de un guerrero que puede o no tener una cabeza trofeo y
aparece ataviado con armaduras y escudos. También hay figuras de camélidos, suris, motivos
en dameros, entre otros (iconografía rica), y las asas se encuentran en la mitad superior del
cuerpo. Desaparece el motivo antropomorfo en relieve, la decoración en el cuerpo en tres
franjas verticales y el uso del color rojo. Los motivos están dibujados en negro sobre fondo
blanco, y las bocas son grandes, curvas o triangulares. En la fase V hay un gran barroquismo
en la decoración y se pueden observar pequeñas cabezas antropomorfas sobre las asas.
Continúan los motivos típicos como los batracios, suris, serpientes y aves. Son urnas
bicolores, negro sobre blanco, con diseños lineales; se sigue representando el rostro en los
lados, aunque ocupando un espacio angosto y reducido. Se exagera la prolongación del
cuello, y el antropomorfismo se pierde en el resto de la decoración.

Estas diferentes fases muestran el desarrollo de las urnas santamarianas. La fase 0


muestra el nacimiento del estilo clásico santamariano, la fase I su crecimiento y la fase II su
madurez, la fase III un cambio y la IV una nueva madurez, mientras que la V una declinación
del estilo; ésta última es contemporánea con la conquista española y perduró varios años
después de ésta.

Un carácter distintivo del arte santamariano es la decoración pintada (y en menor


medida en pastillaje), y a diferencia de otras culturas, no tiene decoración mediante líneas de
incisión (están reducidos a piezas excepcionales). Otra de las características es el “horror al
vacío” o barroquismo; cualquier espacio es cubierto por unidades geométricas, y siempre con
un predominio de la línea recta por sobre la curva.

Además de las urnas, otra forma común son los boles o pucos, que son platos
profundos que eran usados como recipientes para ofrendas funerarias o como tapas de urna.
También están las piezas modeladas, que presentan el busto de un sujeto antropomorfo de
un lado y la vasija vertedera del otro. Estas obras se encuentran pintadas y trabajadas
mediante técnicas de pastillaje, sobre todo para la parte del rostro, y al igual que las vasijas
funerarias, presentan los mangos en la sección inferior. En otros casos se encuentras vasos
muy parecidos a las urnas funerarias en el caso de la distribución de las partes del cuerpo, es
decir una sección inferior o base, un cuerpo y un cuello; siempre con la representación
antropomorfa en donde se destaca sobre todo el rostro, con la ceja, la nariz y los ojos
grandes y oblicuos, y los brazos llevados al centro como si estuviese sosteniendo algo.

Se observa cómo llegaron a una síntesis y estilización de los diferentes motivos que
representaban, tanto antropomorfos como zoomorfo, fantásticos y geométricos. Destaca
hasta el día de hoy la imagen del ñandú vista de perfil con alas extendidas que se representan
mediante simples líneas, mientras que el cuerpo es representado mediante un círculo, con
decoraciones geométricas en su interior. También se puede representar sólo la cabeza del
ave de forma triangular y totalmente esquematizada. La combinación de las cabezas
triangulares genera efectos o representaciones interesantes. En su interior se observan ojos
redondos

En contraste con culturas del Período Temprano, las culturas del Período Tardío no
trabajaron la escultura en piedra, sólo algunos utensilios; por el contrario, fueron excelentes
trabajando el metal. Trabajaron piezas de metal fundido como discos, pectorales, manoplas,
campanas, y otros elementos utilitarios, apareciendo el bronce con mayor proporción de
estaño. En el caso del pueblo santamariano, su más alto nivel técnico se vio en los discos;
aquí, a diferencia de las urnas, no hay un “horror al vacío”, sino espacios más abiertos con
diseños delimitados por líneas definidas destacando sobre todo su pureza. Estos discos
pudieron ser símbolo de jerarquía para los portadores o usados durante ceremonias.

La decoración de estos discos es figurativa, con formas antropomorfas y zoomorfas


trabajadas sintéticamente y de forma estilizada. En el caso de la figura humana se trabajan
peinados, los aretes, los ojos representados mediante formas rectangulares con ángulos
redondeados. Un detalle constante son la serie de líneas verticales debajo del mentón que
puede indicar una barba o cuerdas por donde se toma la cabeza trofeo. Uno de los pocos
ejemplares que se destacan es el “Disco Di Tella”, en este caso la cara del revés es totalmente
lisa. Se cree que fueron realizadas con la técnica del vaciado en molde. Además de los discos,
destacan las campanas o tan – tanes en donde también se observan los rostros simplificados
y la sencillez de la línea. También se cree que tenían una función ritual o ceremonial.

Los tipos de Santa María perduraron hasta la conquista incaica y recibieron el


impacto de ésta, con cambios culturales muy importantes. Sobre la vertiente del cerro del
Rey, que integra la serranía de Santa María, se desarrolló la ciudad de Quilmes, uno de los
mayores ejemplos de urbanización Santamariana.

La ciudad de Quilmes.

La ciudad de Quilmes (nombre que significa “entre cerros”), habitadas por los quilmes
o kilmes, que fueron parte de la cultura santamariana, se ubicó en el Noroeste de Tucumán,
en el Valle de Yocavil que integra el conjunto de los Valles Calchaquíes. Esta ciudad comenzó
a ocuparse alrededor del 1000 d.C. y se desarrollaron hasta la conquista española en el siglo
XVII.
Construyeron sus viviendas, fortalezas, terrazas de cultivo, represas, canales de
irrigación, cementerios y corrales, en las laderas cerro Alto Rey a unos 1800 metros sobre el
nivel del mar. Fueron tributarios de los Incas (tras su conquista), que les impusieron su
lenguaje. Llegaron a tener una altísima densidad de población (de 2000 personas
aproximadamente a la llegada de los españoles) y una organización social estratificada con un
jefe o curaca al mando; este era un cargo hereditario que pasaba directamente a sus hijos,
que a su vez tenían que mostrar dotes para el mando y buena administración de la sociedad.
Dentro del grupo jerárquico estaba también su familia y miembros de su linaje, y
probablemente personas vinculadas con funciones religiosas y tal vez militares, y luego
estaba el resto de la comunidad. Era una sociedad patriarcal y relativamente igualitaria que
disponía de un consejo de ancianos que guiaban la vida espiritual de la sociedad y regulaban
la distribución de la tierra para la comunidad.

En el aspecto religioso, adoraban a la Pacha Mama o Madre Tierra rindiéndoles


tributos mediante ofrendas de alimentos y bebidas para rituales propiciatorios para la
fertilidad de los campos. También adoraban al sol, a la lluvia y a todos los astros y elementos
naturales que tenían que ver con la agricultura que era su principal fuente de sustento
económico. El alimento principal era el maíz, aunque también cultivaban zapallos, porotos,
papas, maní, entre otras cosas. Practicaban el pastoreo de la llama de la cual conseguían la
lana, carne y también servía como animal de carga liviana. Los cultivos los realizaban en las
laderas de las montañas, y por la aridez del terreno transportaban el agua mediante la
canalización del río Santa María. Contaban con una avanzada cerámica y cestería, al igual que
una incipiente industria textil.

Desarrollaron una importante arquitectura de piedra, con viviendas semi


subterráneas, cuadrangulares o circulares, que integraban núcleos habitacionales complejos
formados por recintos. Las viviendas rectangulares llegaron a tener 25 metros de largo por 12
de ancho, mientras que las circulares iban de 5 a 7 metros de diámetro. Las paredes se
construían con el sistema de pircas, usando también piedras megalíticas; se cree que nuevas
viviendas aprovechaban los muros ya construidos de otras viviendas, aglutinándose a modo
de panales de abeja. Los recintos rectangulares constituían la zona activa de la casa, donde se
preparaban los alimentos, se practicaba la molienda y se reparaban los utensilios. Las
viviendas circulares constituían la zona pasiva, y tanto los tipos rectangulares como
circulares, tenían techos con ramales de paja o cardones; en las habitaciones circulares, el
techo estaba sostenido por un poste central como único soporte que cargaba la tirantería,
mientras que en las rectangulares el centro quedaba descubierto. Las puertas se realizaban
con dinteles y grandes lajas de piedra. Las paredes eran de gran espesor, no usaban
argamasa y se constituían con dos muros paralelos, cuyo interior se rellenaba con tierra y
ripio. Eran muy resistentes y servían como aislante del frío.

La fortaleza o pucará estaba situada en la cima del cerro y era donde el pueblo se
defendía en épocas de guerra; no era de fácil acceso para los intrusos; en las cornisas
también se encontraban, a ambos costados, dos fortines. La fortaleza se encontraba sobre la
falda formando una suerte de estructura escalonada. Los recintos estaban conectados unos
con otros por medios de rampas, escalinatas y puertas estrechas, de modo que se circulaba
protegido (recuerda un poco a la protección que brindaba el Sacsayhuamán a los que se
encontraban en su interior). Contaban también con miradores para observar mejor el
territorio y el movimiento de los enemigos, y caminos protegidos que los podían sacar de la
ciudad a los habitantes en caso de que necesitasen.
La represa está ubicada aguas arriba, y posee dos canales principales, uno que corre
por el borde del cerro y otro por entre medio de los andenes de cultivo para el regadío del
terreno. El agua corre por simple gravedad y en ciertos sectores se encuentran aberturas
estrechas a modo de compuertas. El muro frontal de la represa tiene 3 metros de espesor y
está realizado con piedras, barro y ripio, alcanzando una altura de 3 metros
aproximadamente. Un ejemplo de obra de ingeniería por la complejidad y efectividad del
sistema implementado.

Esta ciudad fue uno el último bastión de los pueblos indígenas de los valles
Calchaquíes. Lograron resistir por mucho tiempo la conquista de los españoles,
especialmente durante la Tercera Guerra Calchaquí. Finalmente fueron derrotados por el
gobernador de Tucumán de ese entonces llamado Alonso Mercado y Villacorta en 1665. Si
bien resistieron las ofensivas de los españoles en la fortaleza, no lograron resistir el bloqueo
que les impusieron cortándoles el acceso a todos los recursos.

Luego de la derrota, la Real Audiencia de Buenos Aires dispuso la deportación de los


Quilmes a una reducción ubicada en Buenos Aires que luego se llamaría Ciudad de Quilmes.
Esta estrategia, también practicada antes por los incas, pretendía desarraigar al indio de su
territorio de nacimiento para llevarlo a otro donde no ofrecerían resistencia, facilitando de
esta forma el control. Los Quilmes fueron trasladados a pie hasta la nueva reducción, y de
2000 aproximadamente que partieron de los valles, llegaron alrededor de 400, número que
con el tiempo no paró de decrecer.

Bibliografía.
Rex González – “Arte precolombino de la Argentina”
Rex González – “Argentina indígena en las vísperas de la conquista”
Prof. Silvina Beatriz Araoz – “Exégesis Cultura Santa María”
Antonio Serrano – “Cerámica Indígena”
Carlos Eduardo Solivérez – “Los indígenas de Quilmes”

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