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Marxismo Parentesco Meillasoux y Godelier (Autoguardado)

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Introducción

El materialismo histórico como marco teórico ha sido objeto de airados debates dentro de
las ciencias sociales y de la academia como tal, al punto de producir en ocasiones, en las entrañas
de estos dos ámbitos, desencuentros de carácter tenaz y que, sumados a la asociación apresurada
de la postura teórica con proyectos políticos cuestionables, devienen en interpretaciones erróneas
y tergiversaciones que no hacen sino empañar los enfoques que esta postura busca ofrecer o
formular. ¿Que ocurría entonces, con la aplicación del materialismo histórico al estudio del
parentesco en el ámbito de la etnología? ¿Qué modelos o perspectivas ofrece realmente la
perspectiva materialista de la historia en relación al parentesco, que busca resaltar? Son estas
interrogantes a las cuales, en esta ocasión, se procurará conceder una mayor lucidez a sus
postulados mediante la exploración de las proposiciones de dos de sus mejores exponentes, los
antropólogos franceses Maurice Godelier y Claude Meillassoux. Con esto se tendría como
propósito la posibilidad de una verdadera apreciación de su potencial como corriente y de su peso
en el análisis del tejido social.

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Producción, reproducción, estructuras y unidades domesticas: La antropología marxista y
sus acercamientos teóricos al parentesco y a la familia a través de Meillassoux y Godelier

Claude Meillasoux y Maurice Godelier ocupan en la actualidad el espacio de dos figuras


exponentes de la corriente marxista dentro de la antropología. A Godelier, nacido en Francia el
28 de Febrero de 1934, con su obra teórica se le confiere a menudo el mérito de ser la figura
origen en la renovación marxista de la década de los 1960. A través de sus investigaciones
orientadas hacia los modos de producción y las llamadas estructuras de las sociedades ´´pre
capitalistas´´, Godelier fue responsable consolidación de la corriente antropológica designada
como antropología económica.

El aspecto más relevante para la compresión teórica de Godelier descansa sobre su


colaboración formativa con Claude Levi-Strauss. Luego de licenciarse en filosofía y psicología,
de pasar por la École Pratique des Hautes Études y asociarse con Fernand Braudel, historiador
que otorgo primordialidad a la geografía y a la economía en el desarrollo histórico, Godelier se
asocia a Levi-Strauss como asistente y colaborador, es a partir de este contacto teorico-
metodologico que comparte con Levi-Strauss que Godelier comienza a incorporar y afiliar el
marco del materialismo histórico, ya necesitado de un nuevo vigor y aplicable para el análisis de
los grupos fuera del canon occidental, con los preceptos del estructuralismo, trabajando una
intersección entre ambos desde específicamente su elemento en común: la infraestructura y la
superestructura. Por su lado, Claude Meillassoux, nacido el 26 de diciembre de 1925 y fallecido
el 5 de enero de 2005, no es tampoco de desestimar; Meillasoux, podría decirse que se constituyó
como una especie de figura de prolífico ´rebelde´ dentro de la antropología económica. Hijo de
una familia burguesa de fabricantes de textiles, Meillassoux crece familiarizado con el negocio
familiar y sus aspectos económicos, lo que lo lleva a conocer desde adentro los mecanismos,
prácticas y usos del sistema capitalista, esto se complementa aún más cuando se forma
inicialmente en leyes y ciencias políticas, que añaden a su conocimiento, y se cementa
definitivamente cuando se traslada a Estados Unidos para instruirse en las sendas de la economía.

Luego de un periodo de intermitencia residencial entre Francia y estados unidos, este


regresa de manera definitiva a Francia en donde conoce al antropólogo Georges Balandier y, bajo
su influencia, decide instruirse oficialmente en la labor antropológica. No obstante, no sería hasta
1956 que Meillasoux, en calidad de experto económico, se trasladaría a Costa de Marfil como

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parte de un proyecto de investigación que involucraba a la comunidad de los Guro, y a partir de
este proyecto postularía su tesis doctoral la cual, acompañada de su obra posterior Mujer,
graneros y capitales, provocó un vuelco en la antropología económica y dio rienda suelta a una
nueva ola de trabajos en el área junto con una nueva generación de etnólogos e incluso
economistas marxistas influenciados por su postura.

Tanto Godelier como Meillassoux se suscribieron al contexto general de la renovación


marxista que comenzó a mediados de la década de 1950 pero explosionó como tal en la de los
1960, renovación que por cierto, no fue espontanea ni por pura casualidad, sino que como todo
fenómeno de similar índole se vio como producto de una serie de factores histórico-políticos y
sociales; El interés en el trabajo de Marx y Engels desde nuevos puntos de vista más frescos fue
la consecuencia de la cadena de procesos de descolonización de los cincuenta y sesentas, la cada
vez más exasperada aceleración del ´´desarrollo´´ desigual y la entrada en escena de los
movimientos feministas y de reivindicación social con perspectivas de género. Esto se denota
particularmente en la obra de Meillassoux, quien se definió a si mismo constantemente como
comprometido con los fenómenos que dan pie a la injusticia social, para que entonces la lucha
contra estos sea eficaz. Partiendo de esta última definición, se desvela y se hace comprensible
como en obras como Mujeres, Graneros y Capitales, se enfoca sobre las siluetas de los
históricamente invisibles explotados, como las mujeres, y las tensiones relacionales entre los
grupos subordinados y dominantes, como mujeres-hombres y mayores-jóvenes (1).

Iniciando con Meillassoux, en la obra anteriormente aludida es donde reposa su posición


teórica en relación a lo que la etnología clásica denomina como relaciones de parentesco.
Meillassoux postula su planteamiento acerca de estas, entorno a tres formas de organización, que
también responden a economías de auto subsistencia: la horda de cazadores-recolectores, la
sociedad agrícola gineoestatica y la comunidad doméstica, regida obligatoriamente por la
gineomovilidad y la patrilinealidad. De estas tres, solo la comunidad doméstica, organización
que persiste desde el neolítico, provee la base o el germen sobre el cual surgirían los
consecuentes modos de producción como el feudalismo, el capitalismo e incluso el socialismo
burocrático; Pero el planteamiento no se detendría aquí, sino que también sería la comunidad
doméstica en donde se daría constancia de relaciones de filiación o relaciones de parentesco
clásicamente hablando, propiamente dichas. ¿Por qué? en lo que respecta a la horda Meillassoux

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postula un controversial enunciado, según este, la etnología clásica a equiparado relaciones de
adhesión con relaciones de filiación, y serian estas primeras las únicas existentes en este modo de
organización; En primer lugar, en las hordas de cazadores no se impondría un regla de
virilocalidad o de gineolocalidad (como él denomina a lo tradicionalmente referido como
matrilocalidad), la movilidad en cambio seria de carácter libre y voluntario entre adultos de
ambos sexos, no habría relaciones de filiación sino de acoplamiento y adhesión puesto estas
primeras son impuestas por el nacimiento, son de por vida y a partir de ellas se define la posición
del individuo en las relaciones de producción y reproducción en sus diferentes momentos de
existencia (Meillassoux, 1989, p. 34).

En las hordas de caza-recolección la distribución social de individuos no se hallaría


determinada en el momento del nacimiento, en función de vínculos previos establecidos por el
matrimonio y que determinan su lugar en la producción y reproducción, la horda en cambio
definiría la distribución social de los individuos a través de la participación en las actividades
comunes de producción y consumo, los integrantes del grupo no ubican aquí, sus posiciones en el
mismo de acuerdo con un ancestro de referencia, no se clasifican a través de una genealogía
formal (ibídem, pp. 32-33); En su lugar, la horda reflejaría en sus relaciones sociales y su
reproducción, un modo de producción ligado al presente que responde a su ´necesidad´
inmediata, en cuanto a este corresponde a uno en el que la tierra es objeto de trabajo inmediato,
es decir a través de la cual se obtienen sus frutos mas no se produce su laburo, no ocurre una
inversión de energía intensiva en el terreno. Los términos utilizados por la horda situarían a sus
individuos en categorías funcionales concernientes a la participación en las actividades de
producción que aluden a la edad y el sexo (niños no productores, adultos y viejos) y a los
acoplamientos dados (entendiéndose por reglas de acoplamiento a aquellas que designan los
matrimonios posibles mas no indican una dependencia frente a generaciones previas), de forma
que en lo que en la etnología clásica se designa como sistemas clasificatorios ´´serian hermanas
todas las mujeres núbiles de la banda sin referencia a la filiación; hermanos los hombres de la
horda de la misma generación activa; padres los ancianos que ya no participan en las cazas
colectivas´´ (ibídem, p. 33).

Bajo este modelo teórico, es cuando se introduce la explotación de la tierra como medio
de trabajo que estos vínculos comienzan a transformarse. El posicionamiento del individuo, en

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sociedades en las que la agricultura está inscrita como parte del modo de producción comienza a
ocurrir entorno a su crecimiento en el seno de una célula productiva y de su lugar en el ciclo de
producción de acuerdo a una figura genealógica de referencia (ibídem, p. 39), puesto es la misma
explotación de la tierra, que no ofrece a comparación de la recolección, objetos inmediatos sino
que requiere de un trabajo estratégico prolongado, la que favorece la conformación de lazos
sociales permanentes e indefinidos, que a su vez son gracias a quienes afloran las preocupaciones
sobre la reproducción física y estructural del grupo. Al estas preocupaciones tornarse urgentes se
comenzaría a buscar, la incorporación de mujeres como reproductoras y compañeras, pero es aquí
donde se daría origen a otro problema: si se desea su preservación estructural como comunidad a
largo plazo, la problemática sobre la pertenencia de la descendencia tomaría inevitablemente, el
centro de la escenografía social (ibídem, p. 42). Es aquí, dado a que las relaciones de filiación se
encuentran todavía incipientes y no institucionalizadas en este ´estadio´, donde el destino de la
descendencia se atribuye a la cuestión referente a la movilidad de mujeres núbiles.

Llegados a este punto se da origen a dos formas o sistemas de movilidad de las mujeres:
uno gineoestatico, en el que la mujer permanece anclada a su comunidad, inmovilizada dentro de
ella y es en su lugar, el hombre quien se introduce a procrear y residir en ella; y otro gineomovil,
en el que la mujer es cambiada obedeciendo a una base de reciprocidad, es decir, es transferida a
la comunidad del hombre. Como es lógico de inferir, una de estas prácticas tiene que ser
exclusiva y excluir a la otra, y ambas se asocian a lo que tradicionalmente se conoce como
matrilinealidad/matrilocalidad, en el caso del sistema gineoestatico; y
patrilinealidad/patrilocalidad, en el caso de la gineomovilidad. En el caso particular de cada una,
estas mismas no tendrían la misma efectividad, puesto sus cimientos yacerían en la diferencia
reproductiva de ambos sexos: en un sistema gineoestatico, la reproducción del grupo reposaría
sobre los hombros de las capacidades de fecundación de las mujeres allí nacidas, esto colocaría al
grupo en cuestión en una vulnerabilidad demográfica mayor al ser las capacidades de
fecundación femenina limitadas, accidentes demográficos como la aparición de un déficit de
nacimientos femeninos supondrían una amenaza existencial para el grupo social; por el
contrario, las capacidades fecundativas del hombre son ilimitadas en comparación, y de ser la
posición del hombre como agente reproductivo resaltada al punto en el que son ellos los polos
hacia los cuales se dirigirían las mujeres, la reproducción ya no dependería de las posibilidades
de fecundación de las mujeres sino de la capacidad política de dos o más comunidades de

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negociar series de intercambios que supongan en cada momento un número adecuado de mujeres
en cada comunidad (ibídem, p. 44).

La cuestión aquí planteada de la movilidad refleja para él, dos cosas: 1. El germen de lo
que vendría a ser conocido como comunidad domestica (determinadas por la imposición de la
agricultura como elemento estructurante y exclusivamente patrilineales), en las comunidades
denominadas como protoagricultoras (en las cuales la agricultura no consta como determinante
sino como complementaria con la caza); 2. El puente que uniría a la conformación de la filiación
como fenómeno a las condiciones y modos de producción. Atendiendo a estos dos puntos, el
gineoestatismo seria característico de las comunidades protoagricultoras, aquellas en las cuales
dado al potencial limitado de la agricultura, la comunidad no trasciende una cohesión poblacional
que vaya más allá del puñado de familias aliadas, aquellas caracterizadas por ejemplo, por una
agricultura de vástagos o de plantación.

En estas comunidades protoagricultoras se exigiría obligatoriamente una


complementación por parte de la actividad cigetica (entorno a la caza) que no permitiría una
cohesión social con la agricultura como base y por lo tanto, la construcción de un poder civil
solido se vería inhibida. Al hacerse presente la ausencia este poder civil, el gineoestatismo se
manifestaría como una respuesta inicialmente pacifica, mas no obstante la propia limitación de
este en relación con las capacidades de fecundación no tardarían en manifestarse: al ser estas
limitadas y al estar los grupos próximos también adheridos a una inmovilización de las mujeres
en su propia esfera, la única opción para estos grupos gineoestaticos de incorporar una ´´fuerza
reproductiva´´ seria mediante el rapto y eventualmente, la guerra. Arribándose a esto, los grupos
involucrados se verían eventualmente sujetos a una toma de conciencia acerca de los problemas a
resolver, la conciliación y la alianza se tornarían necesarias para garantizar la propia existencia, el
poder político por ende, comenzaría su desenvolvimiento afianzado sobre el intercambio pacifico
de las mujeres, dando origen a formas correctivas de patrilinealidad cementados sobre un poder
cívico que promueve la circulación de las mujeres del grupo. Esta transformación ocurriría
siempre y cuando, se encuentren presente condiciones de producción que favorezcan la aparición
de una organización social de tal índole, bajo este esquema las comunidades que sostienen una
agricultura de plantación por ejemplo, que no favorecen a un acaparamiento del producto por
largos periodos y cuya expansión territorial agrícola limitada

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Superado el dilema de la movilidad reproductora, la comunidad domestica emergería
como un producto directo de la gineomovilidad aplicada (puesto ofrecería un sistema de mayor
estabilidad y propenso a la auto corrección si se mantiene una circulación de mujeres apropiada),
en donde a diferencia de las anteriores, el acceso a la tierra estaría determinado por relaciones
sociales previas, fijadas antes del nacimiento del individuo mismo mediante el matrimonio de los
progenitores, y en donde se manifestaría como rasgos dominantes del nivel de fuerzas
productivas 1. Un conocimiento de técnicas agrícolas/artesanales que den paso a una agricultura
de alta producción, necesaria para la satisfacción de las necesidades alimenticias de sus miembros
así como la repetición del ciclo agrícola (capacidad para la acumulación); 2. Un uso de la tierra
como medio de trabajo mediante la inversión de energía prolongada y estratégica; 3. Uso de la
energía humana como fuente energética dominante en el trabajo agrícola y artesanal; y 4. Un uso
de medios de producción agrícolas individuales, los cuales parra ser producidos solo requieren de
la inversión de trabajo individual (ibídem, p. 56).

Estas comunidades serían aquellas en donde la agricultura como modo de producción,


ahora si determinante, impondría mediante sus relaciones de producción la preponderancia de la
anterioridad, aquellos que ´´vinieron antes´´ adelantarían la subsistencia y las semillas de la
estación siguiente, y por lo tanto, se entendería que sobre ellos recaería la subsistencia de la
generación sucesora. El más viejo del ciclo de producción por tanto, se recibiría como el más
apto para la distribución de los bienes para la reproducción, incluyéndose en esta categoría tanto
los productos resultantes de las cosechas, como las mujeres disputadas por el grupo.

Es el asentamiento de una jerarquía de carácter gerontocratico, la autoridad de los


mayores impuesta por el carácter de la subsistencia, el que generaría como exigencia un sistema
que avale ahora su propia legitimización: el sistema de parentesco seria la respuesta a tal
demanda, y la filiación resultante de este, la base sobre la cual se erigen las relaciones de
reproducción, o bien como Meillassoux mismo lo expone ´´las relaciones de dependencia que se
establecen en la producción deben ser recreadas por la filiación o la adopción de un marco
parental´´ (ibídem, p. 74). Como resultado, primero las relaciones de producción favorecerían la
formación de una filiación lateral, de mayores a menores pero en relación de hermanos a
hermanos, puesto la continuidad del ciclo productivo agrícola ocurría de forma inmediata de
entre ´´individuos de edad aproximada´´, a medida que se programan condiciones de desigualdad

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promovidas por la jerarquía de individuos y por la imposición progresiva de un poder político
bajo el control de una esfera delimitada, las relaciones de reproducción (que garantizan la
continuidad social del grupo y ya permeadas por la naturaleza de las relaciones de producción)
establecerían el eje de filiación vertical, generacional, de ´´padre a hijo´´ (ibídem, p. 75).

Se observa cómo, bajo este bosquejo, el trazo cada vez elaborado de la organización
social se encuentra dibujado por el modo de producción mismo y sus transformaciones, el
parentesco consistiría por supuesto en el elemento que mejor reconocería esta misma
organización, por lo que se manifestaría a primera vista como su elemento más esencial sobre el
cual se asegura el sostenimiento de esta, pero como se ha evidenciado este elemento no es más
que el resultante de las condiciones de producción y las relaciones que entorno a estas se
configuran. La familia como tal tampoco escaparía esto, puesto la familia se construiría como tal
a propósito de ser la célula de las relaciones de reproducción. Se coagularía dentro de ella
entonces, la existencia de una ideología en la que dominaría el respeto y autoridad de la edad, el
culto de los ancestros y la fecundidad de la mujer y las tierras, que luego se vería cristalizada en
ritos que una vez más, le concederían una nueva robustez a la red de relaciones jerárquicas que
sustentan la organización social.

Tal y como la familia encontraría su razón de a través de la realidad social erigida por las
bases materiales, encontraría la prohibición del incesto, su propio origen; si la familia fue, para
Meillassoux, la encargada de validar una ideología dominante dentro de sí, la prohibición del
incesto se modelaría como producto de esta ideología, en sus propias palabras dado a la
ocurrencia del incesto en sociedades como la Asante o la prevalencia entre elites del antiguo
Egipto ´´el incesto es una noción moral producida por una ideología ligada a la constitución del
poder en las sociedades domesticas como uno de los medios de dominio sobre los mecanismos de
la reproducción´´ (ibídem, p. 26). Con esto se intentaría constatar que la prohibición como tal no
encuentra sus bases en la naturaleza, sino que sería la solidifacion de las prohibiciones
endogámicas (dadas en la comunidad domestica entre la población general para asegurar la
circulación de las mujeres y la alianza) en prescripciones que busquen disuadir la transgresión en
contra de la autoridad en sociedades en las que las alianzas matrimoniales y su respectivo control
se convierten en elementos fundamentales del poder político.

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Contrastando con el planteamiento teórico de Meillassoux, el planteamiento de Maurice
Godelier por su parte, adopta una posición significativamente distinta a aquella adoptada este
primero. Pese a pertenecer a la misma tradición teórica, Godelier, por supuesto considera que las
condiciones materiales, es decir los modos de producción, son últimamente el factor determinante
detrás de los lazos de parentesco, pero lo hace atribuyéndole la conformación y transformación de
estos mismos a las estructuras demográficas. Veamos, Godelier mediante su planteamiento
postula que los lazos parentesco se ven trastocados por base material (modos y relaciones de
producción) una vez estos transforman las condiciones demográficas, esto quedaría ejemplificado
por el esquema de mitades, secciones y subsecciones de Levi-Strauss, en los que, apoyándose en
la labor de Aram Yengoyan referente a los aborígenes australianos, la población total en sistema
de 10 subsecciones tendría que ser de 1070 individuos repartidos por igual entre ambos sexos
para que un varón de una subsección específica, sea susceptible a elegir de entre 25 mujeres en
edad de casamiento dentro de una subsección especifica (Godelier, 1977, p. 17), de modo que de
verse la cifra y composición demográfica amenazada por diversas causas que infirieran en el
modo de producción (sequias, epidemias, degradación de las condiciones económicas gracias al
dominio europeo e introducción de nuevas formas de explotación productivas, etc.) los lazos de
parentesco se verían inevitablemente alterados (ídem.). Estas transformaciones según Godelier y
tomando influencia de los postulados de Morgan, se verían primeramente registradas por la
alianza o la unión matrimonial, posibilitando la permisión de alianzas hasta entonces prohibidas;
posteriormente, luego de trastocar la alianza matrimonial se manifestarían entonces a través de la
familia, y por último, de prolongarse por un extenso periodo de tiempo, se registrarían en el
sistema de terminologías de parentesco.

El papel determinante de la base material de existencia explicaría también, la


complejizacion de los sistemas de parentesco, para Godelier, el ejemplo máximo de esto lo
constituirían de nuevo, las poblaciones aborígenes australianas. La rigurosidad ambiental a la que
están sometidas a medida en que se adentra en el territorio australiano converge con la
diversificación y complejizacion de sus sistemas de parentesco, por lo que las poblaciones que se
despliegan sobre el territorio responden a su vez con una incrementada segmentación en
secciones y subsecciones, esto lleva a Godelier a inferir que la división social en secciones y
subsecciones entre las cuales se legitima el matrimonio se formulan a medida que la necesidad de
movilidad a través del espacio para garantizar la obtención de recursos en un ambiente árido´ se

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intensifica, y se requiere de una red que anude a dichas poblaciones a través del tiempo y el
espacio, independientemente de si las unidades móviles se expandan o se contraigan en su
desplazamiento (ibídem, pp. 22-23). Los lazos de parentesco forjados a través de la división
seccional otorgarían una solución a esta cuestión, serían estos los que, mediante la imposición de
una reciprocidad social, afianzarían el complejo de derechos y obligaciones entre grupos y los
individuos que los componen a estos sin importar su distancia entre sí, todo esto para garantizar a
la poblaciones un control territorial ´´respecto a grupos exteriores a la tribu´´, que les otorgaría
por ende un derecho a la apropiación por parte de la comunidad tribal, y que les permitiría a la
vez garantizar el futuro de cada grupo local, distanciados o no entre sí, contra adversidades
económicas que suponen amenazas a menudo impredecibles contra el modelo de caza-
recolección; se evidenciaran pues, los sistemas de parentesco, no solo ´´como relaciones sociales
de producción que responden a constricciones de flexibilidad y de reciprocidad que imponen las
condiciones mismas de producción´´ (ibídem, p. 22), sino como un sistema que se incorpora en
función a lo referido como infraestructura y a su vez a la referido como superestructura, puesto
los sistemas por una parte, regularían el acceso de los grupos e individuos a la producción y
recursos, más sin embargo, también ofrecerían ´´el marco social de la actividad política-ritual´´
manifestándose por último, en esquemas ideológicos que expresarían las relaciones de los seres
humanos entre sí y con la naturaleza. Este aspecto seria lo que denotaría, de acuerdo a este
segundo autor, el rasgo definitorio del parentesco como sistema plurifuncional, y que responde
por lo tanto, a relaciones de orden estructural. (2)

Tanto Meillassoux como Godelier se adhieren al método de análisis materialista-histórico,


ambos comparten el principio de los modos de producción, mediante sus relaciones respecto a las
condiciones materiales existentes y el desarrollo de los niveles de las fuerzas productivas, como
elemento determinante y fundamental en la creación de redes de parentesco que ejercen un cierto
control sobre la fábrica social. Sin embargo, pese a este principio inicial compartido, ambos
realizan sus respectivas aproximaciones a este papel determinante de los modos de producción en
la formación del parentesco de forma, o más bien desde concepciones, distintas. Meillassoux
expresa que ´´es a partir de la relación que se establece entre productores y medios de
producción, de las relaciones sociales necesarias y de la puesta en acción de los medios en
cuestión, que se debe llevar acabo el análisis del parentesco´´ (Meillassoux, 1989, p. 23), en esto
parece coincidir Godelier, quien obedeciendo a la tradición del materialismo histórico transmite

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en sus primeras páginas que en el caso de los grupos familiares el funcionamiento de estos
depende directamente de las relaciones sociales de producción, pero que también las relaciones
mismas de parentesco asumen la función de relaciones de producción, por lo que no puede
oponerse economía y parentesco como dos instituciones limpiamente separadas con dos
respectivas funciones diferentes (Godelier, 1977, p. 14).

Ahora, hasta este punto los análisis de Meillassoux y Godelier parecen aliarse, no obstante
Godelier introduce en su planteamiento elementos del marco teórico estructuralista, y es a partir
de aquí que Godelier diverge de su contraparte en exposición y se instituye como marxista-
estructural. El planteamiento de Godelier como el mismo lo explica, expresa en su formación la
idea de relaciones entre niveles estructurales, de una actuación de las condiciones materiales, de
la base material de existencia, pero a través de las determinaciones impuestas precisamente por
otros niveles estructurales (ibídem, p. 18), en este caso sería el nivel material de la infraestructura
manifestado a través del nivel estructural demográfico, por lo cual se denotaría la presencia de
una red de ´´relaciones de orden´´ entre niveles estructurales que hacen posible este fenómeno. Es
decir, a diferencia de Meillassoux, quien formula toda una hipótesis basada en la acción directa
de ciertos modos de producción en el hilar de relaciones de adhesión entrelazadas a la movilidad
y administración de las mujeres como recursos reproductivos, hasta que estas mismas relaciones
de adhesión se transforman en relaciones filiación bajo ciertas circunstancias materiales; Godelier
ve las relaciones de parentesco como producto resultante de una causalidad estructural, no como
una evolución de estas primeras en relación a modos productivos que es la ruta que parece tomar
Meillassoux. Así, la contrapartida de este último ve una ´´jerarquía de causas´´ expresada por
niveles estructurales más profundos que se exteriorizan a través de niveles más superficiales: la
infraestructura, representada por el nivel de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de
producción se expresa a través de las estructuras demográficas de las sociedades (ibídem, p. 15),
esto quiere decir que, bajo sus propias palabras, cada nivel estructural y por ende, cada tipo de
relaciones sociales ´´está sometido a condiciones demográficas específicas de funcionamiento y
de reproducción en el tiempo´´ (ídem). Las condiciones demográficas, con sus constricciones y su
actuación diferenciada en cada nivel estructural, se ubicarían entonces detrás de la marcha de los
sistemas de parentesco, siendo tanto efecto como causa de las condiciones materiales.

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Sumado a esto, los preceptos de Levi-Strauss referentes a la prohibición del incesto, la
endogamia y la exogamias, son asumidos por Godelier como acertados y tomados como punto de
partida para la alianza, a contraste con Meillassoux quien no ve dentro de la prohibición del
incesto una prescripción basada en la transición naturaleza-cultura sino de origen ideológico,
atribuyéndole la ubicuidad de la exogamia a la disparidad de edades dentro de la posible unión
endogámica, seria simplemente más probable para miembros de una familia encontrar parejas
fuera de esta unidad antes que llegar a sostener relaciones sexuales con otros miembros de la
unidad (Meillassoux, 1989, p. 25) (3).

Atendiéndose al método de análisis empleado por los autores en discusión, Meillassoux se


decanta por una aproximación que requiere de la aplicación de la análisis hipotético deductivo,
mientras que Godelier se limita a aplicar en su planteamiento marxista-estructural, al igual que su
asociado Levi-Strauss, el método deductivo. Meillassoux construye una línea de
transformaciones que obedecen a transmutaciones de las relaciones de producción, pero para
hacerlo le resulta necesario erigir un esquema de evolución multilineal, evolución que para
sostenerse en este caso, requiere de la cementación de situaciones hipotéticas (como las que
producen la dicotomía entre mujeres cuidadas/mujeres robadas) a partir de las cuales se infieran
los procesos de cambio social, claro está que este antropólogo parte de la problemática de los
orígenes hacia la composición del parentesco que otorga la influencia determinante del modo de
producción actual, puesto bajo su posición, solo así se podría entender la cuestión de por qué
estas redes de parentesco existen en primer lugar.

Godelier por otro lado, no se remite a una cuestión de orígenes o de evolución progresiva,
sino más bien a como bien se expuso previamente, a causas estructurales, en la cual la
determinante es en ultima instancia la infraestructura material, que al verse trastocada influye en
los sistemas de parentesco en una sucesión ordenada (alianza-familia-terminologías); Para esto no
es precisamente necesario de su parte la formulación de trayectorias conjeturales, sino que en su
lugar el razonamiento se dirige más hacia la formulación de un premisa general, en este caso la
de la causalidad estructural como una relación entre niveles estructurales, a un premisa particular:
en este caso, la de las estructuras demográficas (determinadas por y al mismo tiempo resultantes
de las condiciones materiales) guían la conformación y transformación del parentesco. Esto
devendría en una conclusión, y es, tomando por acertado el modelo de mitades, secciones y

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subsecciones de Levi-Strauss, la de estos sistemas respondiendo a exigencias especificas
impuestas por la composición demográfica de las poblaciones que los integran, determinada por
sus condiciones de producción propias, utilizando el caso de la población aborigen australiana
como caso de estudio particular (4).

A partir de la adopción de distintas propuestas por dos distintos autores desde una misma
tradición teórica, puede emanar la pregunta de si alguna de estas retiene dentro de sí
problemáticas que plantea pero que sin embargo, descuida en resolver completamente. Lo cierto
es que, en el caso de Godelier, su planteamiento no parece objetar interrogantes expuestas por el
mismo a las cuales no otorga un ´cierre´, más sin embargo, en lo referente al papel del parentesco
en el campo político-religioso que el mismo esboza en el texto tratado (una vez más, como agente
que brota de y a la vez infiere en la infraestructura material), Godelier reconoce que un análisis
propiamente dicho y detallado todavía está por realizarse, concretamente en relación a la
reproducción en el campo político religioso de la cooperación recíproca que enlaza a las
secciones entre sí en el nivel de las relaciones de producción (Godelier, 1989, p. 34). Por lo que
concierne a Meillassoux, su principal punto debatible seria aquel que sostiene a las sociedades de
bandas cazadoras-recolectoras como carentes de relaciones de filiación y aquel que sugiere a las
sociedades con agricultura de tubérculos como inherentemente gineoestaticas (adheridas a
sistemas de matrilinealidad/matrilocalidad en la etnología clásica) y propensas a una acumulación
nula, los aportes de asociados como Marshall Sahlins en obras como Economía de la edad de
piedra podrían rebatir estas conclusiones, ya de por si controversiales dentro de la antropología
como tal. De hacerlo, la propuesta de Meillassoux de la comunidad domestica como ente en el
cual germinan las relaciones de filiación tal y como se entienden, se encontraría comprometida
(5).

Dejando a un lado figuras especificas pertenecientes a la tradición marxista en la


antropología y encaminándose más hacia la tradición teórica materialista en general, la
importancia de esta dentro de la antropología no es ni mínima ni ha de pretenderse como tal. El
materialismo-histórico o antropología marxista ha centrado a la transformación social en base a
los factores materiales como lo son los medios de producción y su correlación con el potencial de
trabajo humano (fuerzas productivas), así como las relaciones productivas, no le atribuye esta
misma transmutación a ideas abstractas inviables de conectar firmemente a condiciones de

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existencia socioeconómicas, sino a condiciones materiales infraestructurales posibles de someter
a análisis de y de rastrear a lo largo de las trayectorias históricas; gracias a esto, y a diferencia de
tradiciones como el funcionalismo, la antropología marxista ha concebido a la realidad social y su
organización no como entidades armónicas, sino como fabricas dinámicas, como un tejido que se
hila no tanto por la integración sino por la tensión entre sus componentes. Este principio ha sido
de inmensa importancia para los análisis concernientes a los peldaños de la subordinación, ya sea
de clase, de género, de sexualidades, o subordinaciones de orden colonial/imperialista, y como
estas configuran la realidad social de las colectividades. Creo que a este punto no hace falta decir
la esencialidad de estos estudios en el ámbito antropológico, siendo quizá los análisis referentes a
esta materia los que frente al panorama actual, adquieren una amplísima difusión casi urgente,
puesto en ellos se haya la cuestión del poder como fuerza de subyugación o de resistencia que se
difumina (o acentúa) a lo largo y ancho de la organización social, guiándola como tal.

El materialismo-histórico puede que posea dentro de si sus propias objeciones, como un


excesivo determinismo en el que puede caer ciertas de sus vertientes, sin embargo la influencia
de sus premisas en lo que ataña a la observación de las realidades sociales no solo se configura
como punto crucial, sino que ha o bien mantenido o incrementado en importancia dentro de las
últimas tendencias teóricas dado a su énfasis continuo en lo subalterno, en su potencial
reivindicador de sujetos históricamente subyugados y a su eficacia en posicionar a este como
agentes indispensables para la construcción de las sociedades y para el proceso de cambio social.
El materialismo-histórico, o al menos sus vertientes más deterministas, puede que sea trascendido
por nuevas corrientes post modernistas o transmodernistas a medida en que se entra cada vez más
a una etapa de separación de la modernidad, más estas se nutren indudablemente de los análisis
materialistas, tomándolos a menudo como piedra angular. Esto demostraría que lejos de denotar
un agotamiento, los conceptos, enunciados o premisas del marxismo son capaces de reinventarse
a sí mismos, de aplicarse a nuevos parámetros sociales y de mostrarse flexibles e injeribles a otras
propuestas compatibles que lejos de convertirlos en algo nuevo, los complejizarían mientras que
le otorgan una nueva frescura.

Referencias

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Godelier, M. (1977). ´´Modos de producción y relaciones de parentesco y estructura
demográfica´´ En: Bloch, M. (Compilador). Análisis marxistas y antropología social. Editorial
Anagrama. Barcelona, España.

Meillassoux, C. (1989) (9ª Ed.). Mujeres, graneros y capitales. Siglo XXI editores. México.

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