Marxismo Parentesco Meillasoux y Godelier (Autoguardado)
Marxismo Parentesco Meillasoux y Godelier (Autoguardado)
Marxismo Parentesco Meillasoux y Godelier (Autoguardado)
El materialismo histórico como marco teórico ha sido objeto de airados debates dentro de
las ciencias sociales y de la academia como tal, al punto de producir en ocasiones, en las entrañas
de estos dos ámbitos, desencuentros de carácter tenaz y que, sumados a la asociación apresurada
de la postura teórica con proyectos políticos cuestionables, devienen en interpretaciones erróneas
y tergiversaciones que no hacen sino empañar los enfoques que esta postura busca ofrecer o
formular. ¿Que ocurría entonces, con la aplicación del materialismo histórico al estudio del
parentesco en el ámbito de la etnología? ¿Qué modelos o perspectivas ofrece realmente la
perspectiva materialista de la historia en relación al parentesco, que busca resaltar? Son estas
interrogantes a las cuales, en esta ocasión, se procurará conceder una mayor lucidez a sus
postulados mediante la exploración de las proposiciones de dos de sus mejores exponentes, los
antropólogos franceses Maurice Godelier y Claude Meillassoux. Con esto se tendría como
propósito la posibilidad de una verdadera apreciación de su potencial como corriente y de su peso
en el análisis del tejido social.
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Producción, reproducción, estructuras y unidades domesticas: La antropología marxista y
sus acercamientos teóricos al parentesco y a la familia a través de Meillassoux y Godelier
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parte de un proyecto de investigación que involucraba a la comunidad de los Guro, y a partir de
este proyecto postularía su tesis doctoral la cual, acompañada de su obra posterior Mujer,
graneros y capitales, provocó un vuelco en la antropología económica y dio rienda suelta a una
nueva ola de trabajos en el área junto con una nueva generación de etnólogos e incluso
economistas marxistas influenciados por su postura.
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postula un controversial enunciado, según este, la etnología clásica a equiparado relaciones de
adhesión con relaciones de filiación, y serian estas primeras las únicas existentes en este modo de
organización; En primer lugar, en las hordas de cazadores no se impondría un regla de
virilocalidad o de gineolocalidad (como él denomina a lo tradicionalmente referido como
matrilocalidad), la movilidad en cambio seria de carácter libre y voluntario entre adultos de
ambos sexos, no habría relaciones de filiación sino de acoplamiento y adhesión puesto estas
primeras son impuestas por el nacimiento, son de por vida y a partir de ellas se define la posición
del individuo en las relaciones de producción y reproducción en sus diferentes momentos de
existencia (Meillassoux, 1989, p. 34).
Bajo este modelo teórico, es cuando se introduce la explotación de la tierra como medio
de trabajo que estos vínculos comienzan a transformarse. El posicionamiento del individuo, en
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sociedades en las que la agricultura está inscrita como parte del modo de producción comienza a
ocurrir entorno a su crecimiento en el seno de una célula productiva y de su lugar en el ciclo de
producción de acuerdo a una figura genealógica de referencia (ibídem, p. 39), puesto es la misma
explotación de la tierra, que no ofrece a comparación de la recolección, objetos inmediatos sino
que requiere de un trabajo estratégico prolongado, la que favorece la conformación de lazos
sociales permanentes e indefinidos, que a su vez son gracias a quienes afloran las preocupaciones
sobre la reproducción física y estructural del grupo. Al estas preocupaciones tornarse urgentes se
comenzaría a buscar, la incorporación de mujeres como reproductoras y compañeras, pero es aquí
donde se daría origen a otro problema: si se desea su preservación estructural como comunidad a
largo plazo, la problemática sobre la pertenencia de la descendencia tomaría inevitablemente, el
centro de la escenografía social (ibídem, p. 42). Es aquí, dado a que las relaciones de filiación se
encuentran todavía incipientes y no institucionalizadas en este ´estadio´, donde el destino de la
descendencia se atribuye a la cuestión referente a la movilidad de mujeres núbiles.
Llegados a este punto se da origen a dos formas o sistemas de movilidad de las mujeres:
uno gineoestatico, en el que la mujer permanece anclada a su comunidad, inmovilizada dentro de
ella y es en su lugar, el hombre quien se introduce a procrear y residir en ella; y otro gineomovil,
en el que la mujer es cambiada obedeciendo a una base de reciprocidad, es decir, es transferida a
la comunidad del hombre. Como es lógico de inferir, una de estas prácticas tiene que ser
exclusiva y excluir a la otra, y ambas se asocian a lo que tradicionalmente se conoce como
matrilinealidad/matrilocalidad, en el caso del sistema gineoestatico; y
patrilinealidad/patrilocalidad, en el caso de la gineomovilidad. En el caso particular de cada una,
estas mismas no tendrían la misma efectividad, puesto sus cimientos yacerían en la diferencia
reproductiva de ambos sexos: en un sistema gineoestatico, la reproducción del grupo reposaría
sobre los hombros de las capacidades de fecundación de las mujeres allí nacidas, esto colocaría al
grupo en cuestión en una vulnerabilidad demográfica mayor al ser las capacidades de
fecundación femenina limitadas, accidentes demográficos como la aparición de un déficit de
nacimientos femeninos supondrían una amenaza existencial para el grupo social; por el
contrario, las capacidades fecundativas del hombre son ilimitadas en comparación, y de ser la
posición del hombre como agente reproductivo resaltada al punto en el que son ellos los polos
hacia los cuales se dirigirían las mujeres, la reproducción ya no dependería de las posibilidades
de fecundación de las mujeres sino de la capacidad política de dos o más comunidades de
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negociar series de intercambios que supongan en cada momento un número adecuado de mujeres
en cada comunidad (ibídem, p. 44).
La cuestión aquí planteada de la movilidad refleja para él, dos cosas: 1. El germen de lo
que vendría a ser conocido como comunidad domestica (determinadas por la imposición de la
agricultura como elemento estructurante y exclusivamente patrilineales), en las comunidades
denominadas como protoagricultoras (en las cuales la agricultura no consta como determinante
sino como complementaria con la caza); 2. El puente que uniría a la conformación de la filiación
como fenómeno a las condiciones y modos de producción. Atendiendo a estos dos puntos, el
gineoestatismo seria característico de las comunidades protoagricultoras, aquellas en las cuales
dado al potencial limitado de la agricultura, la comunidad no trasciende una cohesión poblacional
que vaya más allá del puñado de familias aliadas, aquellas caracterizadas por ejemplo, por una
agricultura de vástagos o de plantación.
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Superado el dilema de la movilidad reproductora, la comunidad domestica emergería
como un producto directo de la gineomovilidad aplicada (puesto ofrecería un sistema de mayor
estabilidad y propenso a la auto corrección si se mantiene una circulación de mujeres apropiada),
en donde a diferencia de las anteriores, el acceso a la tierra estaría determinado por relaciones
sociales previas, fijadas antes del nacimiento del individuo mismo mediante el matrimonio de los
progenitores, y en donde se manifestaría como rasgos dominantes del nivel de fuerzas
productivas 1. Un conocimiento de técnicas agrícolas/artesanales que den paso a una agricultura
de alta producción, necesaria para la satisfacción de las necesidades alimenticias de sus miembros
así como la repetición del ciclo agrícola (capacidad para la acumulación); 2. Un uso de la tierra
como medio de trabajo mediante la inversión de energía prolongada y estratégica; 3. Uso de la
energía humana como fuente energética dominante en el trabajo agrícola y artesanal; y 4. Un uso
de medios de producción agrícolas individuales, los cuales parra ser producidos solo requieren de
la inversión de trabajo individual (ibídem, p. 56).
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promovidas por la jerarquía de individuos y por la imposición progresiva de un poder político
bajo el control de una esfera delimitada, las relaciones de reproducción (que garantizan la
continuidad social del grupo y ya permeadas por la naturaleza de las relaciones de producción)
establecerían el eje de filiación vertical, generacional, de ´´padre a hijo´´ (ibídem, p. 75).
Se observa cómo, bajo este bosquejo, el trazo cada vez elaborado de la organización
social se encuentra dibujado por el modo de producción mismo y sus transformaciones, el
parentesco consistiría por supuesto en el elemento que mejor reconocería esta misma
organización, por lo que se manifestaría a primera vista como su elemento más esencial sobre el
cual se asegura el sostenimiento de esta, pero como se ha evidenciado este elemento no es más
que el resultante de las condiciones de producción y las relaciones que entorno a estas se
configuran. La familia como tal tampoco escaparía esto, puesto la familia se construiría como tal
a propósito de ser la célula de las relaciones de reproducción. Se coagularía dentro de ella
entonces, la existencia de una ideología en la que dominaría el respeto y autoridad de la edad, el
culto de los ancestros y la fecundidad de la mujer y las tierras, que luego se vería cristalizada en
ritos que una vez más, le concederían una nueva robustez a la red de relaciones jerárquicas que
sustentan la organización social.
Tal y como la familia encontraría su razón de a través de la realidad social erigida por las
bases materiales, encontraría la prohibición del incesto, su propio origen; si la familia fue, para
Meillassoux, la encargada de validar una ideología dominante dentro de sí, la prohibición del
incesto se modelaría como producto de esta ideología, en sus propias palabras dado a la
ocurrencia del incesto en sociedades como la Asante o la prevalencia entre elites del antiguo
Egipto ´´el incesto es una noción moral producida por una ideología ligada a la constitución del
poder en las sociedades domesticas como uno de los medios de dominio sobre los mecanismos de
la reproducción´´ (ibídem, p. 26). Con esto se intentaría constatar que la prohibición como tal no
encuentra sus bases en la naturaleza, sino que sería la solidifacion de las prohibiciones
endogámicas (dadas en la comunidad domestica entre la población general para asegurar la
circulación de las mujeres y la alianza) en prescripciones que busquen disuadir la transgresión en
contra de la autoridad en sociedades en las que las alianzas matrimoniales y su respectivo control
se convierten en elementos fundamentales del poder político.
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Contrastando con el planteamiento teórico de Meillassoux, el planteamiento de Maurice
Godelier por su parte, adopta una posición significativamente distinta a aquella adoptada este
primero. Pese a pertenecer a la misma tradición teórica, Godelier, por supuesto considera que las
condiciones materiales, es decir los modos de producción, son últimamente el factor determinante
detrás de los lazos de parentesco, pero lo hace atribuyéndole la conformación y transformación de
estos mismos a las estructuras demográficas. Veamos, Godelier mediante su planteamiento
postula que los lazos parentesco se ven trastocados por base material (modos y relaciones de
producción) una vez estos transforman las condiciones demográficas, esto quedaría ejemplificado
por el esquema de mitades, secciones y subsecciones de Levi-Strauss, en los que, apoyándose en
la labor de Aram Yengoyan referente a los aborígenes australianos, la población total en sistema
de 10 subsecciones tendría que ser de 1070 individuos repartidos por igual entre ambos sexos
para que un varón de una subsección específica, sea susceptible a elegir de entre 25 mujeres en
edad de casamiento dentro de una subsección especifica (Godelier, 1977, p. 17), de modo que de
verse la cifra y composición demográfica amenazada por diversas causas que infirieran en el
modo de producción (sequias, epidemias, degradación de las condiciones económicas gracias al
dominio europeo e introducción de nuevas formas de explotación productivas, etc.) los lazos de
parentesco se verían inevitablemente alterados (ídem.). Estas transformaciones según Godelier y
tomando influencia de los postulados de Morgan, se verían primeramente registradas por la
alianza o la unión matrimonial, posibilitando la permisión de alianzas hasta entonces prohibidas;
posteriormente, luego de trastocar la alianza matrimonial se manifestarían entonces a través de la
familia, y por último, de prolongarse por un extenso periodo de tiempo, se registrarían en el
sistema de terminologías de parentesco.
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intensifica, y se requiere de una red que anude a dichas poblaciones a través del tiempo y el
espacio, independientemente de si las unidades móviles se expandan o se contraigan en su
desplazamiento (ibídem, pp. 22-23). Los lazos de parentesco forjados a través de la división
seccional otorgarían una solución a esta cuestión, serían estos los que, mediante la imposición de
una reciprocidad social, afianzarían el complejo de derechos y obligaciones entre grupos y los
individuos que los componen a estos sin importar su distancia entre sí, todo esto para garantizar a
la poblaciones un control territorial ´´respecto a grupos exteriores a la tribu´´, que les otorgaría
por ende un derecho a la apropiación por parte de la comunidad tribal, y que les permitiría a la
vez garantizar el futuro de cada grupo local, distanciados o no entre sí, contra adversidades
económicas que suponen amenazas a menudo impredecibles contra el modelo de caza-
recolección; se evidenciaran pues, los sistemas de parentesco, no solo ´´como relaciones sociales
de producción que responden a constricciones de flexibilidad y de reciprocidad que imponen las
condiciones mismas de producción´´ (ibídem, p. 22), sino como un sistema que se incorpora en
función a lo referido como infraestructura y a su vez a la referido como superestructura, puesto
los sistemas por una parte, regularían el acceso de los grupos e individuos a la producción y
recursos, más sin embargo, también ofrecerían ´´el marco social de la actividad política-ritual´´
manifestándose por último, en esquemas ideológicos que expresarían las relaciones de los seres
humanos entre sí y con la naturaleza. Este aspecto seria lo que denotaría, de acuerdo a este
segundo autor, el rasgo definitorio del parentesco como sistema plurifuncional, y que responde
por lo tanto, a relaciones de orden estructural. (2)
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en sus primeras páginas que en el caso de los grupos familiares el funcionamiento de estos
depende directamente de las relaciones sociales de producción, pero que también las relaciones
mismas de parentesco asumen la función de relaciones de producción, por lo que no puede
oponerse economía y parentesco como dos instituciones limpiamente separadas con dos
respectivas funciones diferentes (Godelier, 1977, p. 14).
Ahora, hasta este punto los análisis de Meillassoux y Godelier parecen aliarse, no obstante
Godelier introduce en su planteamiento elementos del marco teórico estructuralista, y es a partir
de aquí que Godelier diverge de su contraparte en exposición y se instituye como marxista-
estructural. El planteamiento de Godelier como el mismo lo explica, expresa en su formación la
idea de relaciones entre niveles estructurales, de una actuación de las condiciones materiales, de
la base material de existencia, pero a través de las determinaciones impuestas precisamente por
otros niveles estructurales (ibídem, p. 18), en este caso sería el nivel material de la infraestructura
manifestado a través del nivel estructural demográfico, por lo cual se denotaría la presencia de
una red de ´´relaciones de orden´´ entre niveles estructurales que hacen posible este fenómeno. Es
decir, a diferencia de Meillassoux, quien formula toda una hipótesis basada en la acción directa
de ciertos modos de producción en el hilar de relaciones de adhesión entrelazadas a la movilidad
y administración de las mujeres como recursos reproductivos, hasta que estas mismas relaciones
de adhesión se transforman en relaciones filiación bajo ciertas circunstancias materiales; Godelier
ve las relaciones de parentesco como producto resultante de una causalidad estructural, no como
una evolución de estas primeras en relación a modos productivos que es la ruta que parece tomar
Meillassoux. Así, la contrapartida de este último ve una ´´jerarquía de causas´´ expresada por
niveles estructurales más profundos que se exteriorizan a través de niveles más superficiales: la
infraestructura, representada por el nivel de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de
producción se expresa a través de las estructuras demográficas de las sociedades (ibídem, p. 15),
esto quiere decir que, bajo sus propias palabras, cada nivel estructural y por ende, cada tipo de
relaciones sociales ´´está sometido a condiciones demográficas específicas de funcionamiento y
de reproducción en el tiempo´´ (ídem). Las condiciones demográficas, con sus constricciones y su
actuación diferenciada en cada nivel estructural, se ubicarían entonces detrás de la marcha de los
sistemas de parentesco, siendo tanto efecto como causa de las condiciones materiales.
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Sumado a esto, los preceptos de Levi-Strauss referentes a la prohibición del incesto, la
endogamia y la exogamias, son asumidos por Godelier como acertados y tomados como punto de
partida para la alianza, a contraste con Meillassoux quien no ve dentro de la prohibición del
incesto una prescripción basada en la transición naturaleza-cultura sino de origen ideológico,
atribuyéndole la ubicuidad de la exogamia a la disparidad de edades dentro de la posible unión
endogámica, seria simplemente más probable para miembros de una familia encontrar parejas
fuera de esta unidad antes que llegar a sostener relaciones sexuales con otros miembros de la
unidad (Meillassoux, 1989, p. 25) (3).
Godelier por otro lado, no se remite a una cuestión de orígenes o de evolución progresiva,
sino más bien a como bien se expuso previamente, a causas estructurales, en la cual la
determinante es en ultima instancia la infraestructura material, que al verse trastocada influye en
los sistemas de parentesco en una sucesión ordenada (alianza-familia-terminologías); Para esto no
es precisamente necesario de su parte la formulación de trayectorias conjeturales, sino que en su
lugar el razonamiento se dirige más hacia la formulación de un premisa general, en este caso la
de la causalidad estructural como una relación entre niveles estructurales, a un premisa particular:
en este caso, la de las estructuras demográficas (determinadas por y al mismo tiempo resultantes
de las condiciones materiales) guían la conformación y transformación del parentesco. Esto
devendría en una conclusión, y es, tomando por acertado el modelo de mitades, secciones y
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subsecciones de Levi-Strauss, la de estos sistemas respondiendo a exigencias especificas
impuestas por la composición demográfica de las poblaciones que los integran, determinada por
sus condiciones de producción propias, utilizando el caso de la población aborigen australiana
como caso de estudio particular (4).
A partir de la adopción de distintas propuestas por dos distintos autores desde una misma
tradición teórica, puede emanar la pregunta de si alguna de estas retiene dentro de sí
problemáticas que plantea pero que sin embargo, descuida en resolver completamente. Lo cierto
es que, en el caso de Godelier, su planteamiento no parece objetar interrogantes expuestas por el
mismo a las cuales no otorga un ´cierre´, más sin embargo, en lo referente al papel del parentesco
en el campo político-religioso que el mismo esboza en el texto tratado (una vez más, como agente
que brota de y a la vez infiere en la infraestructura material), Godelier reconoce que un análisis
propiamente dicho y detallado todavía está por realizarse, concretamente en relación a la
reproducción en el campo político religioso de la cooperación recíproca que enlaza a las
secciones entre sí en el nivel de las relaciones de producción (Godelier, 1989, p. 34). Por lo que
concierne a Meillassoux, su principal punto debatible seria aquel que sostiene a las sociedades de
bandas cazadoras-recolectoras como carentes de relaciones de filiación y aquel que sugiere a las
sociedades con agricultura de tubérculos como inherentemente gineoestaticas (adheridas a
sistemas de matrilinealidad/matrilocalidad en la etnología clásica) y propensas a una acumulación
nula, los aportes de asociados como Marshall Sahlins en obras como Economía de la edad de
piedra podrían rebatir estas conclusiones, ya de por si controversiales dentro de la antropología
como tal. De hacerlo, la propuesta de Meillassoux de la comunidad domestica como ente en el
cual germinan las relaciones de filiación tal y como se entienden, se encontraría comprometida
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existencia socioeconómicas, sino a condiciones materiales infraestructurales posibles de someter
a análisis de y de rastrear a lo largo de las trayectorias históricas; gracias a esto, y a diferencia de
tradiciones como el funcionalismo, la antropología marxista ha concebido a la realidad social y su
organización no como entidades armónicas, sino como fabricas dinámicas, como un tejido que se
hila no tanto por la integración sino por la tensión entre sus componentes. Este principio ha sido
de inmensa importancia para los análisis concernientes a los peldaños de la subordinación, ya sea
de clase, de género, de sexualidades, o subordinaciones de orden colonial/imperialista, y como
estas configuran la realidad social de las colectividades. Creo que a este punto no hace falta decir
la esencialidad de estos estudios en el ámbito antropológico, siendo quizá los análisis referentes a
esta materia los que frente al panorama actual, adquieren una amplísima difusión casi urgente,
puesto en ellos se haya la cuestión del poder como fuerza de subyugación o de resistencia que se
difumina (o acentúa) a lo largo y ancho de la organización social, guiándola como tal.
Referencias
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Godelier, M. (1977). ´´Modos de producción y relaciones de parentesco y estructura
demográfica´´ En: Bloch, M. (Compilador). Análisis marxistas y antropología social. Editorial
Anagrama. Barcelona, España.
Meillassoux, C. (1989) (9ª Ed.). Mujeres, graneros y capitales. Siglo XXI editores. México.
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