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Clase No. 1 A 5 Derecho Financiero y Bancario

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UNIVERSIDAD RURAL DE GUATEMALA

Maestría en Ciencias Jurídicas y Sociales


Derecho Financiero y Bancario
Lic. Evelyn Lorena Archila Ramírez

La Actividad Financiera del Estado


Definición
El Estado debe cumplir funciones complejas para la realización de sus fines, tanto
en lo referente a la selección de los objetivos a las erogaciones, a la obtención de
los medios para atenderlas -pecuniarios o de otra especie- a la gestión y manejo
de ellos, cuyo conjunto constituye la actividad financiera. Aunque el concepto
general no ofrece dudas, no ocurre lo mismo cuando se procura determinar la
naturaleza de esa actividad, elaborándose diversas teorías para explicarla,
principalmente por los autores italianos, quienes son continuadores de una
tradición financiera brillante, oscilando entre un concepto puramente económico y
otro eminentemente político o político-sociológico.

Se debe hacer hincapié en que constituyen manifestaciones fundamentales de la


actividad financiera los ingresos, los gastos y la conservación de los bienes o
gestión de los dineros públicos; y que, si bien la materia sobre la cual se desarrolla
es económica, corresponde a un sujeto político que es el Estado y a un objeto de
la misma índole. Esta vinculación entre lo económico y lo político, ofrece temas de
discrepancia, entre la importancia mayor o menor de cada uno.

Por otra parte, aun concibiendo al Estado en el sentido democrático, opuesto al


totalitarismo, fundado en el principio de que la soberanía radica en el pueblo y de
que aquél existe en función del individuo y no como entidad a la cual deba
subordinársele, resulta inadmisible suponer que su actividad financiera será
análoga a la acción de los particulares. Las diferencias son sustanciales y no
meramente cuantitativas, aparte de que el Estado constituye una unidad jurídica
independiente de los individuos que la integran, con existencia y voluntad propias
y que sus mandatos son obligatorios y compulsivos. Actividad estatal y actividad
privada se desarrollan en planos distintos, aunque no incompatibles y por ello no
pueden equipararse.

Fases de la Actividad financiera del Estado


Esta se traduce en una serie de entradas y salidas de dinero en el Estado. Las
entradas constituyen los ingresos públicos, que son transferencias monetarias
(coactivas o voluntarias) realizadas a favor de los organismos públicos.

Merced a estas transferencias, las entidades estatales pueden disponer de los


medios de pago necesarios para realizar las funciones encomendadas de
conformidad con la ley.

A su vez, la ejecución de estas funciones trae como como consecuencia una serie
de transferencias monetarias de signo inverso ya que suponen salidas de dinero
de las cajas públicas que constituyen los gastos públicos.

Una característica fundamental de la actividad financiera es su


instrumentalización.
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En este aspecto, la actividad financiera se distingue de todas las otras que ejecuta
el Estado en que no constituyen un fin en si misma, o sea que no atiende
directamente a la satisfacción de una necesidad de la colectividad, sino que
cumple una función instrumental porque su normal desenvolvimiento es condición
indispensable para el desarrollo de otras actividades. Esto es así, porque ninguna
actuación del Estado sería posible, si no se hubiese obtenido previamente los
fondos necesarios para solventar su actividad en procura de satisfacer sus
necesidades públicas.

El Estado es el único y exclusivo sujeto de la actividad financiera. El Estado dirige


esta actividad hacia la provisión de recursos necesarios para el logro de los fines
propios, que son los fines de los individuos constituidos en unidad y considerados
en la serie de generaciones. Tanto los intereses individuales como los colectivos
se coordinan para la obtención de los fines superiores unitarios y duraderos del
Estado, diferentes de los fines efímeros de los individuos que lo componen.

Así como el Estado es el sujeto de la actividad financiera, se hallan sometidas a su


autoridad las personas y entidades nacionales y extranjeras vinculadas por
razones de pertenencia política, económica y social y que por diferentes medios
contribuyen a proporcionar ingresos al Estado.

Por otra parte, dichas personas y entidades son en última instancia, las
destinatarias de los diferentes empleos que el Estado realiza de sus ingresos por
medio de los egresos o gastos públicos.

Cabe agregar que la actividad financiera está integrada por tres actividades
parciales diferenciadas a saber:

a) La previsión de gastos e ingresos futuros materializada generalmente en el


presupuesto financiero;
b) La obtención de los ingresos públicos necesarios para hacer frente a las
erogaciones presupuestarias calculadas;
c) La aplicación de esos ingresos a los destinos prefijados, o sea, los gastos
públicos,

El poder financiero
El poder de imperio en cuya virtud se ejerce la actividad financiera. Su mayor y
más típica manifestación se encuentra en la autoridad que tiene el Estado para
exigir contribuciones coactivas a los particulares que se hayan bajo su jurisdicción
(potestad tributaria), pero no es su única manifestación.

En efecto, cuando el Estado planifica su actuación financiera decidiendo qué


gastos van a efectuarse, cómo se repartirán el espacio y en el tiempo, mediante
cuales fuentes se lograrán ingresos, que medidas financieras son por si mismas
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capaces de producir resultados directos, así como concretamente procede a


obtener ingresos y a emplearlos en sus destinos prefijados, está también
ejerciendo su poder financiero. Es decir, está utilizando el poder de mando que le
ha sido conferido por la comunidad para las necesidades que según la concepción
del Estado moderno son consideradas como públicas.
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Recursos Públicos
Definición
Las erogaciones a cargo del Estado son atendidas con recursos de variada
naturaleza, de índole patrimonial o de Derecho Privado unos y de Derecho Público
otros, sin excluir alguno que es difícil ubicar en una u otra categoría. La aplicación
del concepto de gasto público, que excede, el cuadro restringido de la
administración para alcanzar una significación amplia, hace objetables las
definiciones que concretan los ingresos a las erogaciones relacionadas con los
servicios públicos, resultando preferible concebirlos en sentido lato, como los
ingresos que obtiene el Estado preferentemente de dinero, para la atención de las
erogaciones determinadas por exigencias administrativas o de índole económico-
social.

Los provenientes del dominio constituyeron en la antigüedad la principal fuente de


recursos, pero perdieron significación financiera a partir del siglo XIX en que
fueron reemplazados por otros medios, especialmente los tributos y por los
empréstitos. Los bienes dominicales son utilizados ahora con finalidades de orden
social o económico, como es el caso de la tierra pública y de las minas.

Constituyen recursos del Estado los procedimientos mediante los cuales éste logra
el poder de compra necesario para efectuar las erogaciones propias de su
actividad financiera.

Clasificaciones
Generalmente se admite la distinción entre recursos originarios o inmediatos y
recursos derivados o mediatos, según provengan del patrimonio del Estado o
¨deriven¨ de la economía privada, pero se ha señalado que éstos últimos -ingresos
de derecho público- se vinculan con la soberanía estatal, que es originaria y
proceden de economías privadas, por lo cual en cierto modo son también
derivados.

Según la normalidad o accidentalidad de los ingresos, los recursos han sido


divididos en ordinarios y extraordinarios.

La primera clasificación se aparta de las clasificaciones corrientes en las obras


sobre ciencia de las finanzas y se funda exclusivamente en la ¨diversidad del título
jurídico en virtud del cual son adquiridos¨ los recursos, distinguiendo entre
ingresos patrimoniales de derecho privado e ingresos de derecho púbico o
emergentes de la potestad del imperio. En la primera categoría entran solamente
los ingresos provenientes del dominio patrimonial disponibles y en la segunda los
tributos (que comprenden: impuestos, tasas, producido de empresas públicas y
producido de bienes públicos) empréstitos públicos e ingresos varios, que incluyen
multas y otros conceptos no comprendidos en las anteriores categorías.
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Sin desconocer el rigor de ese criterio, no puede olvidarse que en la organización


moderna o todas las empresas del Estado corresponden a ¨servicios públicos¨, ni
aplican ¨precios públicos¨ por lo cual no pueden incluirse en la categoría de los
tributos; pero en el concepto específico del patrimonio establecido por Ingrosso, no
caben las empresas comerciales o industriales, de modo que es imposible
incluirlas entre los ingresos patrimoniales de derecho privado. Por otra parte, el
producido de los bienes, se traduciría en impuestos, tasas o quizá en
contribuciones especiales, clase que no figura en dicha clasificación a pesar de
incluir las contribuciones de mejoras y las contribuciones parafiscales.

La otra clasificación aludida pertenece a Toratabas, que se inspira en la división


tradicional de ingresos originarios y derivados, pero que no se ajusta estrictamente
a ella.

Ella responde a un enfoque distinto del problema y es susceptible de mayor


sistematización.

Recursos ordinarios y extraordinarios


Los gastos destinados al pago de sueldos y salarios del personal administrativo
del Estado pueden financiarse con endeudamiento, cuando así lo exija la
coyuntura económica y por el contrario, gastos excepcionales como los de
movilización total de la Nación para la defensa en caso de guerra, pueden
financiarse con impuestos de alta proporción, a fin de evitar la explosión
inflacionaria.

Recursos originarios y derivados


Esta clasificación reconoce los recursos obtenidos por el Estado de su propio
patrimonio o del ejercicio de actividades comerciales, mineras, agrícolas,
ganaderas, bancarias, de seguros, los que por proceder de los bienes o de las
empresas propias del Estado, se consideran originarios de aquellos que son
extraídos del patrimonio ajeno por el poder del imperio del Estado y que se
denominan derivados.

En esta categoría debe incluirse no solo a los recursos tributarios si no a los


procedentes de créditos, porque el endeudamiento del Estado implica la creación
de recursos tributarios para cubrir los servicios por intereses y amortizaciones. Es
dudosa en cambio la inclusión en ésta o en la otra clase de recursos, de los que el
Estado obtiene la emisión de moneda-papel o de otras operaciones monetarias
porque, por un lado, el régimen monetario es función típica del Estado que la
cumple a través de la Banca Central, por lo que los recursos obtenidos podrían
asimilarse a los originarios; por otro lado, los efectos de la emisión sobre el nivel
general de los precios y las consecuencias de la reducción del poder de compra
de importantes sectores de la población, permitiría clasificar a estos recursos entre
los derivados u mas precisamente, entre los tributarios. La característica de la
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coerción está presente en la moderna economía por la asunción de la emisión


como monopolio legal del Estado y por el curso forzoso de los billetes emitidos.

La clasificación de los recursos en originarios y derivados se identifica


parcialmente con la clasificación de los recursos en patrimoniales y tributarios.

a) Recursos regidos por el Derecho Privado y por el Derecho Público. Desde


un punto de vista jurídico pueden distinguirse los recursos en: los regidos
por el derecho privado y los regidos por el derecho público. Esta
clasificación solo en ciertos casos coincide con la de recursos originarios y
derivados. En efecto algunos recursos originarios pueden estar sujetos al
derecho privado, cuando las actividades o los bienes que lo producen son
frutos de empresas privadas o estatales autárquicas sometidas
voluntariamente al derecho civil y comercial. Pero esto no se verifica
siempre ya que el régimen legal de muchas entidades estatales que
producen recursos es netamente de derecho público. Por otra parte, no es
impensable que algunas operaciones de crédito estén regidas por el
derecho privado.
b) Diferentes géneros de recursos. Los recursos del Estado son agrupables,
según su naturaleza, en las siguientes categorías
b.1) Recursos patrimoniales
b.2) Recursos tributarios
b.3) Recursos del crédito
b.4) Emisión monetaria
b.5) Varios

Recursos Parafiscales
Se han creado categorías especiales de gravámenes que, siendo análogos a los
tributos, se diferencian de éstos por algunas connotaciones, como ser:

a) La administración y la recaudación por medio de reparticiones públicas


diferentes de la Administración Tributaria. Esta diferenciación no es
sustancial y no influye sobre la naturaleza y los efectos de los recursos en
cuestión.
b) La afectación del recurso a un fin establecido, sustrayéndolo de la masa
general de los recursos del Presupuesto del Estado. Tampoco esta
característica es típica de estos recursos, pero puede darse por ejemplo
para cubrir los gastos de un determinado servicio público o bien para
constituir fondos especiales para determinados objetivos.
c) El parafiscalismo agrupa a tributos a favor del Estado o de entes públicos
descentralizados con fines sociales o de regulación económica.

La consecuencia de la creación de esta categoría de recursos, fuera de los


recursos tributarios, es principalmente, la de justificar la transgresión de algún
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principio fundamental de las finanzas, tanto en el aspecto político-económico,


como en el aspecto jurídico.

Emisión Monetaria
La inflación que de ese recurso puede surgir significa, sin duda, una disminución
del poder de compra de todos aquellos que no pueden reajustarse de inmediato el
nivel de sus ingresos reales según la desvalorización de la moneda. En tal sentido
puede decirse que la inflación constituye un impuesto y se le agrega el adjetivo
¨ciego¨ para indicar que no incide a contribuyentes indicados por la ley sino
afectados por el azar, como consecuencia de la disminución de los ingresos
reales. La inflación a diferencia de los impuestos, no tiene como criterio inspirador
el principio de la capacidad contributiva, ni responde a ningún otro criterio de
justicia o de eficiencia o de política económica, siendo casi siempre la
consecuencia no deseada de una política desaprensiva de gastos y recursos.
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Tributos

A lo largo de la historia ha existido una relación tensa entre los tributos y los individuos.
En la antigüedad, el tributo nació como una especie de instituto de dominación.
Representaba la imposición de una carga por parte los más fuertes sobre los más débiles,
de los pueblos vencedores sobre los derrotados, del monarca sobre sus súbditos. Tal y
como indica Condorcet Rezende la relación tributaria era concebida como una relación de
absoluta dependencia, que incluso llegaba a ser confundida con una relación de vasallaje
o subordinación. Así, en sus orígenes, el establecimiento y el cobro de tributo era
realizado de forma arbitraria y antojadiza sin responder a criterios de justicia, solidaridad o
seguridad. Esa concepción del tributo se prolongó a lo largo del tiempo, e incluso hasta
inicios del siglo pasado la relación tributaria era vista apenas como una relación de poder.
Se entendía que el poder tributario encontraba su fundamento única y exclusivamente en
la Soberanía Estatal –en el poder de imperio del Estado- y en la necesidad de recaudar
recursos.

El Estado, como estructura jurídico-política que permite la organización de la sociedad,


tiene como principal objetivo la satisfacción de las necesidades públicas de la colectividad
que lo conforma y le da vida. Se trata de requerimientos que van más allá de los fines
estrictamente particulares de cada persona. Los individuos para poder vivir en sociedad le
confían al Estado una serie de prestaciones públicas esenciales – como la educación, la
salud, la seguridad ciudadana, la tutela judicial de los derechos fundamentales, entre
otros- con el intuito de propiciar y garantizar el desarrollo pleno y el bienestar de la
colectividad. Actualmente es innegable que todos los derechos de los ciudadanos, aún
aquellos de status esencialmente negativo, representan un alto costo para el Estado que
debe destinar una gran cantidad de recursos públicos para su efectividad y protección.
De las diversas fuentes con las que cuenta el Estado para obtener los ingresos
necesarios para satisfacer los requerimientos sociales, sin duda alguna el tributo
constituye la principal fuente de recursos económicos de la actividad financiera estatal.
Por ello, lejos de ser una obstrucción a la libertad, el tributo es una condición necesaria
para su existencia. El tributo se transforma en la categoría básica para la obtención de los
recursos que le permitan al Estado asumir los gastos para costear las complejas
funciones que le son propias, garantizando así la libertad de los ciudadanos.

Podemos afirmar que el tributo constituye un deber fundamental, cuyo fundamento está
altamente impregnado por los valores de la solidaridad y la justicia. Dentro de ese
contexto, evidentemente el individuo desempeña un papel activo dentro de la sociedad,
toda vez que a través del tributo pasa a ser ciudadano contribuyente de la comunidad de
la cual es parte. Así, el tributo es un instrumento al servicio de la sociedad que permite la
existencia material del Estado y la inducción de comportamientos correctos conforme a
los valores de la comunidad.

Origen
Los griegos desarrollaron un intenso comercio, hicieron producción manufacturera
organizada en talleres de propiedad del estado. El tesoro público era manejado por la
aristocracia cuyo jefe era llamado Arconte quien recaudaba los impuestos. En Esparta
pagaban los impuestos e iban a la guerra solamente los campesinos, los comerciantes,
los industriales y los navegantes. Los ciudadanos eran la clase social parasitaria que se
mantenían de los tributos, de los Periecos (contribuyentes). En Atenas hubo un código de
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leyes y tratamiento igualitario de los ciudadanos ante la ley; dividía la sociedad en cuatro
clases y las obligaciones tributarias eran proporcionales a la riqueza. La clase más pobre
no pagaba impuestos y no prestaba servicio militar (principio de progresividad). Las bases
de la civilización romana fueron griegas y etruscas de cuyos pueblos tomaron la cultura y
organización, entre ellas las instituciones tributarias sin mayores modificaciones. Sila
general de ejércitos romanos impuso fuertes impuestos a los habitantes del Asia Menor.
Anuló los privilegios que tenían los caballeros en el cobro de impuestos. Alejandro Magno
mantuvo las instituciones tributarias pero ante manejos imprecisos de fondos, creó el
cargo de inspector de finanzas con funciones de vigilancia y control. Hoy conocida como
Contraloría. Roma tomó las instituciones tributarias de los griegos sin modificaciones de
importancia. Una de las principales causas de la caída del imperio Romano, fueron los
altos impuestos especialmente para la población agrícola.

La tributación en América
Los impuestos más importantes establecidos por el régimen colonial fueron el tributo
(sobre el individuo y la tierra), el diezmo (para la religión, para el sostenimiento de la
iglesia) y el almojarifazgo que gravaba el tráfico de mercancías. El tributo, que tuvo que
hacerse tomando por base las organizaciones nativas, que obligaba a que cada individuo
pagara una suma anual. Esta institución se articula con una similar traída por la cultura
feudal española, en América fue vigilada y reglamentada especialmente por la Real
Corona para impedir las tendencias feudiformes y separatistas de los avecindados y
ennoblecidos.

Las tasas de tributos se hacían periódicamente por visitación de las audiencias para
adecuar la realidad demográfica y la condición de pobreza de los indios con lo que
supuestamente tenían que tributar para el encomendero, el doctrinero (estipendio que le
daba el encomendero). Este fue otro de los factores que hicieron decaer los tributos para
los feudatarios y el Estado español, llevándolos a aquellos a la búsqueda de otras
opciones de renta en la consecución de estancias o haciendas semi-empresarial, minas y
comercio.

Como la repartición de encomiendas, era el tema de recaudación de tributos, también fue


el inicio para las decadentes condiciones de vida de los indígenas. Las causas de tan
drástico fenómeno están ligadas a las duras condiciones de trabajo, a la desintegración
familiar originada por los traslados para el trabajo minero y las epidemias, que fueron
especialmente mortíferas por la escasa o nula resistencia que los indígenas tenían para
sobrevivir a enfermedades que nunca habían padecido.

Evolución histórica de la tributación en Guatemala


Época Colonial
“La conquista de Guatemala significó el desaparecimiento parcial o total de muchos
pueblos indígenas, su forma de vida, su religión; causando un gran cambio en esas
sociedades. La necesidad (por parte de los conquistadores españoles) de obtener la
mayor cantidad de ganancias de la conquista causó que se utilizara cualquier medio para
realizar ese fin. Aparece la esclavitud, la expropiación de bienes que durante años
pertenecieron a comunidades indígenas, no sólo materiales si no humanas, la tributación,
el repartimiento, la encomienda y muchas cosas más que irán configurando la historia de
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Guatemala, dándole un giro total a la misma e impactando seriamente en lo económico,


como se verá luego.

La corona española impuso desde el principio un fuerte sistema de monopolio comercial.


Ninguna provincia americana podía comerciar con otra potencia que no fuera España. Se
estaba en la época del mercantilismo donde la acumulación de oro y plata, era primordial;
así como la protección de la industria y el comercio nacional; otorgando así monopolios y
creando un mercado cerrado con las colonias donde no permite a otro estado de
participar de las riquezas de América.

Esta situación fue hábilmente aprovechada por los comerciantes guatemaltecos, quienes,
deteniendo dicho principio, impusieron su monopolio sobre el resto de las provincias del
reino, constituyéndose en los únicos intermediarios entre la metrópoli y el Reino de
Guatemala. La ciudad de Santiago de Guatemala se estableció como puerto de entrada y
salida de todos los productos traficados con España. El control sobre la comercialización
del añil fortaleció tanto a comerciantes como a la ciudad misma, que se convirtió en plaza
comercial del Reino. Allí confluían los granos y productos cultivados en el altiplano
indígena con el ganado y otros artículos provenientes de las lejanas regiones de
Nicaragua y Costa Rica.

Los comerciantes guatemaltecos otorgaban créditos para impulsar los cultivos y eran
también sus principales compradores. Al mismo tiempo, ellos realizaban los intercambios
comerciales con la metrópoli de manera regular. Esta variedad de funciones los convirtió
en agentes indispensables a niveles económicos muy poderosos en el terreno político. La
corona española se encargaba de firmar capitulaciones con los conquistadores, las cuales
estipulaban que, los mismos, quedaban obligados a conquistar en nombre del Rey, fundar
ciudades, separar para la corona una quinta parte de la ganancia obtenida (quinto real) y
evangelizar a los indígenas, lo cual se convirtió en la principal excusa para aceptar como
justa la guerra contra los indígenas.

La obligación de poblar hizo que muchos españoles se quedaran en América, sin regresar
a España con un botín. Esto también debido a que la gente venida de España pertenecía
a un nivel económico-social que no tenía mayor futuro en su patria. Con la conquista se
inicia el latifundismo, ya que los conquistadores se adueñaron de gran parte de tierra,
fueran pertenecientes a indígenas o no, situación que se fue ampliando cada vez más
durante la colonia, tanto en el número de “propietarios” como en el incremento de grandes
extensiones de tierra para cada español.

Con el primer traslado de la capital a Almolonga se inicia el reparto de tierras o solares a


los españoles, dueños del trabajo indígena. Esto da inicio a las estancias, que luego
darán inicio a las haciendas en las cuales se impulsó la ganadería y en menor porcentaje
la agricultura. “La fundación de pueblos indígenas estuvo relacionada con el concepto de
reducción. Los pueblos surgieron en torno de los antiguos centros de población tratando
de distribuir las grandes masas poblacionales en diferentes pueblos que por lo general no
pasaban del centenar de personas, tal agrupación se realizaba tomando en cuenta
afinidades de cultura y de origen.

Esta fundación fue importante para los conquistadores, ya que de ellos dependía la
cantidad de encomiendas que se podían adjudicar a cada español, también fueron de
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suma importancia para la recolección de tributos, y finalmente, era de mucho interés para
la colonia que las tierras estuvieran pobladas, en ningún momento desiertas. Todos los
indígenas que escaparon de la esclavitud forzada fueron repartidos (repartimiento) y como
fruto de esto nace la encomienda que consistía en encomendar a un español un grupo de
indígenas para evangelizarlos y educarlos pero realmente se buscaba que tributaran.
El tributo fue una contribución personal que se pagaba por parte de los indígenas por su
vasallaje al rey. En las ciudades se concentró la población que tenía el poder económico,
político y social, los criollos, es decir conquistadores, primeros pobladores españoles y
sus descendientes; y poco después funcionarios de la monarquía, familiares y séquitos,
finalmente los españoles que llegaron luego en la época colonial.

Hacia las ciudades fluían los cargamentos de productos de toda clase, provenientes de
los pueblos indígenas que se formaban, de las propias haciendas así como
establecimientos ganaderos y agrícolas pertenecientes a los criollos. Fuera de las
ciudades, alrededor de ellas, quedaron establecidos lugares para la residencia de los
indígenas, pero estos quedaban reservados únicamente para los que eran de confianza
para los españoles.

Teniendo la corona española la necesidad de dinero, principalmente cuando entraba en


guerra con alguna otra potencia europea, y con el fin de realizar esa recaudación con
ganancias y llevarlas con rapidez a aquel país implantó en todas sus colonias americanas
un sistema impositivo de tributos, de aquí surge:
• Alcabala: recaudaba un 2 % sobre las operaciones de compra-venta, traspaso de
bienes, herencias y otras rentas o cobros de los particulares. Fue un impuesto para los
criollos, ya que los indígenas pagaban el tributo.
• Tributo: contribución personal que se pagó por los indígenas al Rey de España como
vasallaje, el monto del mismo fue por lo general de un peso de plata al año.
• Almojarifazgo: pagado por productos que entraban o salían por medio de los puertos
del reino.

La conquista de Guatemala fue una gran oportunidad para la corona española que vio en
ella la oportunidad de llevarse la mayor cantidad de riquezas posibles hacia Europa, lo
que dio como consecuencia el despojo de tierras y toda clase de bienes a los indígenas
conquistados.

La tributación después de la reforma liberal.


El régimen liberal, que se instauró en 1871, se propuso romper con el aparato estatal
anterior, que en el aspecto económico se basaba principalmente en el cultivo de la grana.
Se trató de dirigir el apoyo al cultivo del café, del cual se esperaba que proviniera la mayor
parte de los recursos financieros del Estado.

Tras el largo régimen conservador, el nuevo gobierno había encontrado una hacienda sin
rentas y con el crédito comprometido. Criticaba a los conservadores por haber
multiplicado los impuestos sobre los mismos artículos, sin respetar los de consumo diario
y de primera necesidad. Un ejemplo de ello, era el caso del pan, gravado sucesivamente
por el diezmo y primicia de trigo, por los impuestos de garita y alhóndiga, que pagaba la
harina y, finalmente por la alcabala que volvía a imponerse al amasado del producto,
además de la subvención de guerra.
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La carne era otro artículo al que también se le imponían diferentes cargas tributarias. En
el proyecto de Oliva sugería una serie de medidas impositivas, el producto de la renta de
panela bastaría para llenar el presupuesto anual de la administración pública. Los
propietarios de las fincas que no producían nada, preferirían, antes que pagar impuestos
por tierras que no les reportaban beneficios, dedicarlas a la crianza de ganado o vender el
excedente de las tierras a las clases trabajadoras. De esta manera se provocaría un
reparto de la propiedad que, sin duda, haría prosperar a la agricultura.

Este plan debía completarse con una reducción del gasto público, mediante la
disminución del número de empleados y la eliminación de pensiones indebidas y de otros
gastos superfluos en que había incurrido el gobierno anterior. No parece, sin embargo,
que las recomendaciones de Manuel Oliva hayan sido tomadas en cuenta pues, en 1876,
el gobierno liberal tomó algunas medidas fiscales que mantenían algunos de los
impuestos que el proyecto de Oliva proponía eliminar.

Entre los nuevos medios dirigidos a procurar al gobierno los ingresos necesarios para
cubrir los servicios públicos nacionales, y además el pago de la deuda y los costos de las
obras de utilidad que había emprendido, se encontraban la alcabala marítima, las rentas
del aguardiente, chicha y cerveza, las contribuciones urbanas, de caña, papel sellado y
timbres, harinas y ganado de consumo, así como los impuestos sobre el café y el tabaco.

A las anteriores disposiciones sucedieron, en el curso de 1879, diversas reformas


emprendidas para hacer frente a los compromisos creados durante la guerra de 1876, y
también a los gastos de los programas de instrucción pública que había emprendido el
gobierno en forma decidida. En primer lugar se decretó, el 2 de enero del año citado, una
reorganización de la Administración General de Rentas, como el órgano que debía
centralizar directamente todos los ramos de la hacienda. Al mismo tiempo se creó el cargo
de Inspector General de Hacienda, con las funciones de velar constantemente por la
exacta recaudación de las rentas públicas y por su manejo.

En el mes de junio siguiente, a través del Decreto 238, se incrementaron en un 25% los
Derechos de importación de mercaderías extranjeras, y el 12 de diciembre un segundo
Decreto aumentó la contribución sobre el café, de 50 centavos a un peso por quintal, por
espacio de dos años, pero simultáneamente se exoneró por el mismo lapso las
sementeras de café de la contribución territorial.

Finalmente, el mismo año se procedió a gravar la venta de tabaco en general, con cinco
pesos anuales Un hecho significativo ocurrido entonces, en relación con las finanzas
públicas, consistió en la aceptación por el Presidente de la República del ofrecimiento
hecho por varios propietarios de una erogación a favor del gobierno, la cual consistiría en
200,000 pesos reembolsables con el 15% del producto de la alcabala marítima. Dicha
contribución se destinaría a la continuación de los trabajos del ferrocarril entre el Puerto
San José y Escuintla En el período comprendido entre 1871 y 1886 el erario logró
ingresar anualmente algo más de tres millones de pesos, cantidad nunca antes obtenida,
y la cual fue aumentando un poco cada año.

Esta situación le hubiera permitido al gobierno cubrir sin dificultad sus gastos e incluso
disponer de excedentes para fomentar las mejoras de los servicios públicos. Sin embargo,
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la guerra de 1876, el desarrollo burocrático de la administración y el pago de la deuda


extranjera, obligaron a comprometer parte de las rentas estatales.

La tributación después de la Revolución de 1944. “Con el advenimiento de la Revolución


del 20 de Octubre de 1944, surge un acentuado espíritu renovador. Una nueva época
empezó después de 1944, con la caída del dictador Ubico y con el establecimiento, a
partir de 1945, de gobiernos constitucionales, electos libremente. El momento coincidió
con el fin de la 2a. guerra mundial y sus saludables efectos se manifestaron en la política,
en el comercio y en la generación de expectativas de un nuevo período en la historia.

El efecto más importante fue la expansión de las actividades del Estado a espacios que
una generación atrás consideraba fuera del radio de la acción que les es propia.

El período comprendido entre 1945 y 1954 produjo una ruptura histórica con el pasado
liberal autoritario, y propició el establecimiento de un nuevo clima político y cultural que
posibilitó mejores condiciones para la organización política y social. A partir de 1945,
empezó a aumentar visiblemente el monto de los ingresos públicos, como consecuencia
del crecimiento de los impuestos aplicables a las importaciones y al consumo.

Hacia 1948, los ingresos públicos se habían triplicado (con relación al último año del
gobierno de Ubico), al alcanzar 45.5 millones de quetzales dando lugar a un aumento de
la carga tributaria (relación entre impuestos y PIB, aún cuando ésta era baja al compararla
con la de otros países. La mayor disponibilidad de recursos facilitó cambios a la estructura
del Estado, en lo que se refiere a los servicios sociales, aparte de la desmilitarización de
los servicios, se le dio mayor ponderación a la educación y la salud pública.

Los gastos sociales, especialmente en educación, superaron por primera vez de manera
sostenida a los destinados a defensa. La creación del Ministerio de Salud Pública y
Asistencia Social se realizó de acuerdo con esta renovación de los servicios del Estado.
También fue importante la creación de las bases institucionales de un amplio sistema de
seguridad social, destinado a proveer protección contra los riesgos de enfermedad,
accidentes, vejez, maternidad y muerte. El resultado de ello fue la creación del Instituto
Guatemalteco de Seguridad Social.

En 1954 se interrumpió el proceso de modernización y se truncó el régimen democrático.


La capacidad de movilizar recursos del Estado se redujo, con una tendencia a la baja de
la carga tributaria durante la mayor parte de la década de los 50.

En 1963 se revirtió esta tendencia, al introducirse por primera vez el Impuesto Sobre la
Renta. La carga tributaria se estabilizó durante el resto de la década de los 60 y la primera
mitad de los 70. Aumentó durante la segunda mitad de la década de los 70, debido a la
existencia de un impuesto a las exportaciones de café, que generó ingresos
extraordinarios debido al alza del precio del grano, para luego desplomarse en los 80,
durante la crisis de la llamada década perdida. Como se puede observar, se dictaron en
esta época muchas disposiciones relativas a la forma de tributar, hasta llegar a la emisión
de nuevas leyes tributarias que actualmente nos rigen.

La tributación en la Época Actual


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Guatemala posee una de las estructuras fiscales más conservadoras de la región, basada
en el mantenimiento de privilegios, exenciones y exoneraciones al sector económico, las
cuales debilitan la capacidad del Estado de dar respuesta a las obligaciones
constituciones sobre todo en materia social. Los Acuerdos de Paz establecían el
necesario aumento de la carga tributaria, se proyectó un aumento para el año 2,000 que
alcanzará por lo menos el 12% en relación al PIB. Sin embargo, la constante ha sido una
carga que en la mayoría de años no supera los niveles del 10%. A estas alturas
deberíamos de estar hablando de una meta de recaudación de por lo menos el 16%. Para
disminuir el impacto de la insuficiencia de recursos y mantener el equilibrio del déficit
fiscal se recurre a la adquisición de deuda pública tanto interna como externa (en sus
diferentes variables, préstamos, bonos, certificados del tesoro, etc.).

Así mismo ha sido recurrente la tendencia de disminuir el gasto social a través de


asignaciones bajas de presupuesto o por sub-ejecuciones de diferentes entidades del
Estado. Aunque Guatemala a nivel regional es considerado como un país con deuda
moderada y manejable, el problema es que ésta es constante y a largo plazo, si no se
incrementan los niveles de recaudación puede ocasionar serios problemas a la situación
macroeconómica del país.

Los principales problemas del sistema tributario guatemalteco tienen que ver con el
elevado número de exenciones, deducciones, incentivos y privilegios fiscales, la debilidad
institucional de la Superintendencia de Administración Tributaria, la complejidad y falta de
claridad de las normas tributarias, y la escasa persecución y sanción de los grandes
evasores (por ejemplo, los grandes contrabandistas de mercancías). De esa cuenta, el
mayor problema del sistema tributario actual no es de tasas, sino de cumplimiento de las
obligaciones tributarias y de una estructura

Concepto
El tributo es un pago que el Estado exige a sus ciudadanos con el fin de financiar sus
actividades y/o políticas económicas. Un tributo es una prestación pecuniaria que el
Estado o Administración Pública puede exigir a los ciudadanos de un país o territorio

Poder Tributario del Estado

El poder tributario – también denominado de potestad tributaria, poder financiero, poder


fiscal, supremacía tributaria o competencia tributaria -, es considerado como una
manifestación de la potestad soberana del Estado y es inherente al poder político.

El Estado en el ejercicio del poder tributario, a través del Poder Legislativo, está facultado
para crear, modificar, extinguir tributos, así como también para establecer exenciones
tributarias. El deber fundamental de pagar impuestos, visto por el lado de su titular activo,
se consubstancia en la atribución al legislativo de un poder –el poder tributario (o fiscal)
para la creación, institución o establecimiento de impuestos, esto es, el poder tributario en
sentido estricto o técnico. El Poder Tributario, a diferencia de la libertad, no es
preconstitucional, en la medida en que tal poder es establecido expresamente por el
constituyente originario en la Constitución, y debe ser ejercido dentro de los límites en ella
establecidos.
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Es la facultad inherente al estado para exigir tributos dentro de los límites establecidos por
la Constitución y que solo puede manifestarse por medio de las normas legales. Es en la
Constitución donde se encuentran los principios que sirven como directrices supremas
para orientar el ejercicio de las competencias impositivas, consagrándose en ella los
postulados que imprimen certeza y seguridad a las pretensiones tributarias del Estado, y,
en contra partida, preservan y garantizan los derechos fundamentales de los ciudadanos.

Así, la potestad tributaria es un poder jurídico que deberá ser ejercido respetando los
principios constitucionales de la tributación, tanto formales como materiales, así como los
demás principios constitucionales. Tales principios orientan y vinculan la actividad
legislativa en materia tributaria. En esencia, dichos principios son un límite al ejercicio del
poder tributario estatal.

Fundamento del Poder Tributario


Con el positivismo se consideraba que el fundamento del tributo se encontraba en la
relación de sujeción de los individuos al poder de imperium del Estado, y que
consecuentemente, el poder tributario era una facultad casi irrestricta y absoluta, que a lo
sumo podría auto-limitarse. Las tesis positivistas entendían que el poder tributario era
ilimitado y que la libertad era un derecho constituido

El poder tributario no está fundamentado en una relación de supremacía del Estado sobre
los individuos, toda vez que el Estado no es un fin en sí mismo, por el contrario, se trata
de un medio al servicio de los individuos. De modo que debemos entender que si bien la
potestad tributaria es una manifestación o expresión del poder que le es conferido al
Estado por los ciudadanos en el pacto social, esa facultad no encuentra su causa o
fundamento en el propio poder del cual es parte.

Así, el poder tributario estatal es un poder-deber, expresión del poder político y connatural
al Estado, pero que nace o encuentra su origen en el espacio abierto que es dejado o
autorizado por la libertad, y consecuentemente se encuentra limitado por esa libertad.

El Estado ejerce el poder tributario sobre la permanente limitación de los derechos


fundamentales y de sus garantías constitucionales. El tributo nace sobre la reserva de los
derechos fundamentales.
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Clasificación de los Tributos

Conforme a la clasificación más aceptada por la doctrina y el derecho positivo, los


Tributos se dividen en: - Impuestos - Tasas - Contribuciones especiales – Arbitrios.

Impuestos: Es la prestación pecuniaria que una entidad pública tiene el derecho de exigir
en virtud de su poder de imperio, originario o derivado, según los casos, en la medida y
forma establecidas por la ley, con propósito de obtener un ingreso.

La ley general tributaria española define el impuesto en los siguientes términos “Son
impuestos los tributos exigidos sin contraprestación, cuyo hecho imponible está
constituido por negocios, actos o hechos de naturaleza jurídica o económica ponen de
manifiesto la capacidad contributiva del sujeto pasivo, como consecuencia de la posesión
de un patrimonio, la circulación de los bienes o la adquisición o gasto de la renta´.

El autor Raúl Rodríguez Lobato propone la siguiente definición: “El impuesto es una
prestación en dinero o en especie que establece el Estado conforme a la ley, con carácter
obligatorio, a cargo de personas físicas y morales para cubrir el gasto público y sin que
haya para ellas contraprestación o beneficio especial directo o indirecto”.

El Artículo 11 del Código Tributario lo define de la siguiente forma: Impuesto es el tributo


que tiene como hecho generador, una actividad estatal general no relacionada
concretamente con el contribuyente.

Existen diversas clasificaciones sobre los impuestos siendo éstas las más importantes y
generalmente citadas y utilizadas:

 Impuestos directos: Los que recaen sobre manifestaciones directas de la


capacidad contributiva en las que la riqueza se evidencia por sus elementos
ciertos, que son la renta, aspecto dinámico de la riqueza o el patrimonio, aspecto
estático de la riqueza. Como ejemplo se encuentra el Impuesto Único Sobre
Inmuebles y el Impuesto Sobre la Renta.

 Impuestos indirectos: Los que recaen sobre manifestaciones indirectas de la


capacidad contributiva, ya que no gravan la riqueza en sí misma, ya sea en su
aspecto dinámico o estático, sino una riqueza presunta a que se llega por otras
manifestaciones como los consumos o transferencias. Dentro de esta categoría se
encuentra el impuesto al valor agregado.

 Impuestos reales: Los impuestos reales son los que se establecen atendiendo,
exclusivamente, a los bienes o cosas que se gravan, es decir, se desentienden de
las personas o mejor dicho, prescinden de consideraciones sobre las condiciones
personales del sujeto pasivo y sólo toman en cuenta una manifestación objetiva y
aislada de riqueza. Un claro ejemplo de impuesto directo real es el propio –IUSI-,
que recae sobre los bienes inmuebles.

 Impuestos personales: Son los que se establecen en atención a las personas,


esto es, en atención a los contribuyentes o a quienes se prevé que serán los
pagadores del gravamen, sin importar los bienes, las cosas que posean o de
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donde deriva el ingreso gravado, y siempre toman en cuenta la situación y cargas


de familia del sujeto pasivo.

Cuando se produzca, aún por ley, alguna alteración retroactiva perjudicial para la
situación tributaria del sujeto pasivo, ya sea, la creación retroactiva de tributos no
existentes o el incremento retroactivo proporcional.

En materia tributaria es fundamental la fijación de diversos tipos de impuestos, los sujetos


que deben satisfacerlos, las bases para su liquidación, el gravamen. En virtud de lo
expuesto el principio de legalidad o de reserva de ley constituye la principal garantía por el
contribuyente en cuanto a los diversos aspectos de la imposición que afecta a su
patrimonio.

La tasa: Es la prestación pecuniaria exigida compulsivamente por el Estado y relacionada


con la prestación efectiva o potencia de una actividad de interés público que afecta al
obligado.

Es un derecho que se percibe por el Estado como persona soberana, por servicios o
prestaciones especiales o individualizables, de carácter jurídico administrativo organizado
con fines colectivos y que lo paga el usuario a su solicitud.

Es la cantidad de dinero que percibe el Estado (Nación, Provincia o Municipalidad), en


virtud y con motivo de la prestación de un determinado servicio o un uso público o de una
ventaja diferencial proporcionada por sus servicios o uso”

La tasa consiste en la suma de dinero que se cobra por el sujeto activo de la obligación
tributaria (sea la nación, las provincias, las comunas), a las personas que se benefician
particularmente por la prestación de un servicio público divisible, coactivo o libre, por el
reconocimiento de una ventaja diferencial basada en la concesión de un beneficio o por el
uso del dominio público a través de un medio especial.

La tasa se fija teniendo principalmente en cuenta el costo del servicio o el valor o


importancia de la ventaja acordada, ya que su recaudación ha de efectuarse
principalmente a cubrir estos últimos.

Del análisis de la definición anterior surgen los siguientes elementos:

Elementos subjetivos: La tasa como recurso derivado de orden tributario, descansa


sobre los elementos de la ligación tributaria, esto es, en cuanto constituye una relación
personal entre un sujeto activo (Estado o municipalidad) y un sujeto pasivo
(contribuyente).

Elemento jurídico: Este nos conduce a la legitimidad de las tasas que ha de verse en su
imposición por ley y a mérito de la capacidad contributiva que actúa como causa mediata
de la misma, por ser inherente a todos los tributos.

Elemento material: Requiere la presencia de una contraprestación compensatoria o


referida a la extracción de dinero que se hace del contribuyente, jurídicamente esto podría
traducirse como causa mediata de la legitimidad de la misma.
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Para algunos autores, la tasa es una contraprestación y el costo del servicio es soportado
exclusivamente por quienes lo usan, para otros, dicho costo debe ser soportado en parte
por los usuarios directos y en parte por la colectividad, que en cierto modo se beneficia
con el establecimiento del servicio.

Para otros, el monto de la tasa quedaría a discrecionalidad del Estado. La tasa como una
forma de manifestación del tributo, debe tener como límite el costo del servicio, no
debiendo el Estado o las municipalidades obtener beneficios que pueda disponer a
voluntad; lo contrario, significaría transformar una tasa en un impuesto, los remanentes
que la explotación del servicio pueda producir, deben invertirse en mejorarlo para
acentuar el concepto de razonabilidad. De otro modo resultaría, por lo menos en teoría, la
posibilidad de que la tasa no corresponda a un eficaz servicio y que, con el pretexto de su
mayor costo, se cree un impuesto.

La figura de la tasa tiene sus limitaciones de conformidad con la doctrina y nuestra


constitución.

Es necesario que el servicio sea realmente prestado. De acuerdo a la definición que la


doctrina ha dado de la tasa, ella no puede existir cuando el ente público no presta un
servicio que genere beneficios particulares al sujeto pasivo. Sin este requisito aquella
estará viciada de falta de causa jurídica.

La tasa debe guardar una razonable proporción con el costo del servicio. Esta exigencia
tiene una íntima correlación con la anterior, no podría argüirse que existe contra
prestación, cuando la tasa excede al costo del servicio, y si esto ocurre estamos en
presencia de un impuesto disfrazado con la denominación de tasa.

No debe vulnerar ningún principio ni precepto de la Constitución. En un sistema como el


nuestro, toda norma, cualquiera que sea su carácter, debe estar encuadrada dentro de los
principios y normas que la misma determina.

Por esto, toda tasa municipal, debe respetarla, siendo ilegal si viola los principios
esenciales de la igualdad ante la ley, de capacidad de pago.

Contribuciones Especiales

Son un tributo especial impuesto en virtud de un beneficio especial aportado a algún bien
del patrimonio del contribuyente por una obra Pública que realiza la administración
pública, sea directamente o por concesionario.

Según el autor Guillermo Cabanellas: “lo define como el tributo cuyo hecho imponible
consiste en la obtención por el sujeto pasivo de un beneficio o de un aumento del valor de
sus bienes, como consecuencia de la realización de obras públicas o del establecimiento
o ampliación de servicios públicos”.

El tratadista Villegas dice que las contribuciones especiales son: “Los tributos debidos en
razón de beneficios individuales o de grupos sociales derivados de la realización de obras
o de gastos públicos o de especiales actividades del Estado”.
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El Código Tributario, Decreto 6-91 del Congreso de la República en su Artículo 13


establece: Contribución especial es el tributo que tiene como determinante del hecho
generador, beneficios directos para el contribuyente, derivados de la realización de obras
públicas o de servicios estatales.

Las contribuciones especiales tienen importancia porque la extracción está vinculada con
una ventaja económica y eso crea una predisposición psicológica favorable en el
obligado. Contribución especial por mejoras, es la establecida para costear la obra pública
que produce una plusvalía inmobiliaria y tiene como límite para su recaudación el gasto
total realizado y como límite individual para el contribuyente, el incremento de valor del
inmueble beneficiado.

Arbitrios
Los arbitrios se definen: “Como una retribución por cierta actividad administrativa, en la
que sólo se persigue cubrir el costo, pero en manera alguna obtener un rendimiento con
propósitos financieros, es decir procura el mayor ingreso posible para la hacienda
municipal”.

“Impuestos sobre bienes y servicios a favor de las propias Municipalidades, es así mismo,
la aplicación impositiva de un sistema donde puede no existir la contraprestación de un
servicio material individualizado y diferenciado que beneficia al sujeto de gravamen en
particular, recae sobre el ejercicio de una actividad productiva o por la simple posesión de
bienes que generen renta real o imputada”.

El Código Tributario en su Artículo 12 indica : Arbitrio es el impuesto decretado por la ley a


favor de una o varias municipalidades.

En la recopilación de leyes y reglamentos de carácter tributario y que constituyen la base


legal para la generación de ingresos corrientes que percibe la Municipalidad de la ciudad
de Guatemala, los que provienen de los pagos efectuados por los vecinos y algunas
empresas instaladas en el municipio,

Arbitrios municipales:
 Acuerdo Gubernativo del 22 de junio de 1953. Arbitrio sobre alineaciones Arbitrio
sobre pavimento
 Arbitrio sobre espectáculos
 Arbitrio sobre vendedores ambulantes Arbitrio sobre aguas municipales: Títulos de
aguas municipales
 Arbitrio sobre revisión de contadores de agua Arbitrio de canon de agua Arbitrio
sobre excesos en el consumo de agua
 Arbitrio sobre instalación de grifos Arbitrio sobre cortes y reconexiones del servicio
de agua.
 Arbitrio sobre contribución de ornato.
 Acuerdo Gubernativo del 31 de marzo de1954. Arbitrio sobre salas
cinematográficas
 Acuerdo Gubernativo del 18 de mayo de 1978 Arbitrio sobre el valor del pasaje de
microbuses
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 Acuerdo No. AA-005-83, Concesión provisional de rutas de transporte urbano de


microbuses. Acuerdo Gubernativo del 14 de noviembre de 1979.
 Arbitrio sobre el valor del pasaje de autobuses urbanos.
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Principios Constitucionales de la Tributación

Consideraciones preliminares.
La normatividad de los principios
El pos-positivismo es el marco filosófico dentro del cual se enmarca el nuevo derecho
constitucional. Se trata de un punto de convergencia o ideal ecléctico entre dos grandes
corrientes del pensamiento que en principio ofrecen paradigmas opuestos para el
derecho: el jusnaturalismo y el positivismo.

El pos-positivismo representa la reaproximación entre el derecho y la ética, del cual se


destaca, entre otros aspectos, la normatividad de los principios y la definición de sus
relaciones con los valores y las reglas.

A partir de esa nueva perspectiva, la Constitución pasa a ser vista como un sistema
abierto de principios y reglas. Los principios constitucionales pasan a ocupar un lugar de
destaque en la praxis jurídica, y tienen una importante función informadora del
ordenamiento, expresando la síntesis de los valores más relevantes.

Dentro de ese contexto, se supera la visión del positivismo estrictamente legalista que
limita la noción de norma a la regla jurídica. Los principios, al igual las reglas, pasan a
disfrutar del status de norma jurídica, y poseen, al igual que aquellas, carácter imperativo.

Consecuentemente, los principios dejan de ser vistos como postulados con una dimensión
meramente axiológica y pasan a gozar de eficacia plena e inmediata. En términos
generales, puede decirse que entre ambas especies de normas existe una distinción
cualitativa y no solamente de grado.
Los principios son mandatos de optimización que ordenan que algo sea realizado en la
mayor medida de lo posible, de acuerdo con la realidad fáctica y las posibilidades jurídicas
dentro de las cuales se enmarque una determinada situación; no contienen mandatos
definitivos sino razones prima facie. En ese sentido, los principios tienen un alto contenido
de abstracción y pueden incidir sobre una amplia gama de situaciones. Al no existir un
grado de jerarquía entre los diversos principios, su aplicación dentro de cada caso
concreto requiere realizar un ejercicio de ponderación entre los principios involucrados,
realizando concesiones reciprocas a fin de determinar cual deberá prevalecerá en
determinada situación.

Por su parte, en el caso de las reglas, estas tienen un carácter definitivo. Si son válidas y
aplicables a un caso determinado, las mismas deberán ser aplicadas integralmente, de
una manera “todo o nada”. Las reglas aplican el mecanismo de subsunción, y en caso de
que exista conflicto entre ellas, solamente una de ellas podrá ser considerada como válida
de acuerdo a esa lógica de todo o nada.

La doble función de los principios de la tributación


En el caso concreto del derecho tributario, los principios constitucionales de la tributación
desempeñan un papel preponderante tanto en la elaboración como en la aplicación de las
normas tributarias. Independientemente de que estén consagrados explícita o
implícitamente en la Constitución Política, esos principios constituyen las primeras
garantías del Estatuto del contribuyente. Podemos afirmar que dichos principios cumplen
una doble función en la praxis del derecho tributario:
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 En primer lugar, son mandatos norteadores que condicionan y dirigen el ejercicio


del poder tributario. En ese sentido, los principios son parámetros que deben ser
observados por el legislador en el momento de elaboración de la norma tributaria,
sobre pena de inconstitucionalidad de la misma. En esa medida, inducen al
legislador a actuar de conformidad con una moral tributaria, de forma que sea
realizada una justa, y adecuada distribución de la carga tributaria, garantizando la
libertad y la igualdad de los ciudadanos y velando por una sociedad justa y
solidaria.
 En segundo lugar, podemos afirmar que son vectores, directrices que orientan al
Poder Judicial, particularmente a los Tribunales Constitucionales, al momento de
ejercer el control de constitucionalidad de las normas tributarias, garantizando la
defensa y la protección de los derechos fundamentales de los contribuyentes, en
caso de que una norma tributaria sea arbitraria y contraria a esos derechos.

Los principios constitucionales tributarios constituyen verdaderas limitaciones al ejercicio


del Poder Tributario, una vez que son especiales manifestaciones de los derechos y
garantías fundamentales del ciudadano contribuyente. En el fondo, dichos principios son
una exigencia de moralidad tributaria guiada conforme a los valores de justicia,
solidaridad, seguridad y garantía de la libertad de los individuos.

Esos principios son la primera garantía de los contribuyentes contra la arbitrariedad y el


abuso del poder; se encuentran necesariamente en una relación de interdependencia y
equilibrio, sin que exista ningún tipo de jerarquía entre ellos. Esos enunciados genéricos,
estrechamente vinculados a los valores jurídicos, son dotados de eficacia, esto es,
producen efectos y vinculan la obra del legislador, del administrador y del juez. Sin
embargo, producen la eficacia principiológica, conducente a la normatividad plena, y no la
eficacia propia de la regla concreta, atributiva de derechos y obligaciones.

Principios constitucionales de la tributación

1. El Principio de Reserva de Ley o estricta legalidad tributaria. De ese principio


es posible extraer el principio de irretroactividad de la norma tributaria y el principio
de anterioridad –previsto en el ordenamiento jurídico brasileño-.
2. El principio de de igualdad o isonomía fiscal;
3. El principio de capacidad contributiva, del cual se extraen los sub-principios de
proporcionalidad, progresividad, generalidad y universalidad; y
4. El principio de no confiscatoriedad

El principio de Reserva de ley o estricta legalidad tributaria El Principio de legalidad


se proyecta en el Estado de Derecho como un requisito sine qua non de las actividades
estatales dentro de la sociedad. En sentido estricto, este principio condiciona y limita la
actuación del Estado dentro del marco de la legalidad, a fin de evitar tratamientos
arbitrarios.

El principio constituye una condición esencial del Estado de Derecho y está inspirado en
el valor de la seguridad jurídica. Ferreiro Lapatza afirma que “La ley representa la
voluntad de autonormación de una colectividad, que no reconoce otros poderes que los
que emanan del conjunto de ciudadanos que forman parte de ella.
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En lo que respecta al campo tributario, este principio –también conocido en la doctrina


como principio de reserva de ley, es de gran importancia, toda vez que el tributo para ser
válido deberá ser establecido de acuerdo con las formalidades establecidas en la
Constitución Política.

El tributo deberá materializarse en ley, conforme a la máxima “nullum tributum sine lege”.
A contrario sensu, ninguna norma inferior a la ley podrá establecer obligaciones de
carácter tributario, sobre pena de inconstitucionalidad. De esta forma, siendo que las
leyes son disposiciones de carácter general, abstracto e impersonal, se pretende evitar
que las autoridades fiscales establezcan discrecionalmente cargas tributarias arbitrarias y
discriminatorias. Así las cosas, desde un punto de vista formal, el Poder Tributario está
limitado por el principio constitucional de reserva legal, en la medida en que únicamente el
Parlamento, a través de la ley, podrá establecer, modificar, extinguir tributos, o crear
exenciones tributarias.

De conformidad con este principio, es requisito sine qua non que la ley que crea el tributo
defina en forma clara todos los elementos estructurales del mismo, a saber: hecho
generador, base imponible, sujetos activo y pasivo, y el quantum de la obligación
tributaria, garantizando de esta manera la seguridad jurídica de los contribuyentes. La
doctrina coincide en destacar que el Principio de Reserva de Ley en materia tributaria
cumple tres papeles fundamentales:

a) Garantiza el respeto al denominado “principio de auto-imposición”, de forma que


los ciudadanos no paguen más tributos que aquellos que sus legítimos
representantes hayan consentido;
b) Cumple una clara función de salvaguarda del derecho de propiedad; y
c) Es un mecanismo técnico útil para poner en práctica el principio de igualdad de los
ciudadanos ante la ley tributaria.

Aunado a lo indicado, actualmente el principio no debe ser concebido únicamente desde


un punto de vista proteccionista, sino que se debe resaltar también su estrecha relación
con la búsqueda de los intereses y valores constitucionales, toda vez que el tributo no se
limita a tener una finalidad recaudatoria, sino que también se constituye como un
importante y valioso instrumento jurídico para promover una adecuada redistribución de
las rentas en la búsqueda de una sociedad más justa y solidaria.

Cabe indicar que actualmente, tanto a nivel doctrinario como jurisprudencial, se admite
pacíficamente que en materia tributaria, el principio de reserva de ley debe ser entendido
en forma relativa, toda vez que actualmente la legalidad por si sola es incapaz de
establecer un ordenamiento tributario pleno. Por ello, se permite cierto grado de
delegación relativa en favor del Ejecutivo para complementar la norma tributaria en lo que
respecta al tema de la gestión tributaria, como también en lo que se refiere a las
flexibilización de las alícuotas del tributo, siempre y cuando las mismas sean establecidas
dentro de los parámetros mínimos y máximos que previamente fueron fijados en la Ley.

De manera que, en el Estado de Derecho moderno, el principio de legalidad tiene un claro


matiz pluralista, toda vez que por un lado constituye un mecanismo que permite garantizar
la democracia en el procedimiento para establecer normas que establecen cargas
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tributarias, y por otra parte constituye una garantía de la igualdad entre los ciudadanos
que permite la unidad del ordenamiento jurídico.

Así, conforme fue señalado, los aspectos estructurales o substanciales de los tributos –
elementos materiales, personales, temporales, espaciales y cuantitativos de los tributos-
deben ser previamente establecidos por el legislador, no obstante, se admite que el
reglamento, cuando el mismo haya sido dictado dentro de los límites de tipo legal y
respetando el principio de capacidad contributiva, es un importante instrumento de
combate a la evasión fiscal que puede disciplinar aspectos accesorios y de carácter
técnico.

El principio de Irretroactividad de la norma tributaria. En términos generales este


principio supone que la nueva ley no puede recaer en el presente sobre hechos ocurridos
en el pasado. El principio prohíbe expresamente el cobro de tributos con respecto a
hechos generadores que ocurrieron antes de la vigencia de la ley que creó o aumentó el
tributo.

El principio es dirigido no solo al aplicador de la ley (que no la puede hacer incidir sobre
un hecho pretérito) sino también al propio legislador, quien queda prohibido de dictar una
regla para tributar un hecho pasado o para aumentar el tributo que, según la ley de la
época, gravó ese hecho.

De la lectura de las normas citadas, observamos que no se veda la retroactividad en sí


misma, sino la retroactividad de la norma in pejus, es decir la retroactividad de leyes
restrictivas de derechos individuales. A contrario sensu, debemos entender que la
retroactividad en beneficio del contribuyente, en tesis de principio es permitida.

El Principio de Igualdad o isonomía fiscal Los individuos aspiran ejercer sus derechos
dentro de la colectividad en condiciones de igualdad. La idea de igualdad de los
ciudadanos fue promovida con gran fuerza en la Revolución Francesa como una reacción
contra los privilegios del Ancien Régime70 caracterizado por la imposición arbitraria de
cargas tributarias desproporcionadas en detrimento de la clase pobre, y por las
inmunidades y privilegios de la nobleza.

El principio de igualdad fue expresamente consagrado en la Declaración de Derecho del


Hombre y del Ciudadano, de 26 de agosto de 1789, concretamente en los artículos
primero y sexto. Por su parte, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 10
de diciembre de 1948, establece en su artículo 7º que “Todos son iguales ante la ley y
tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley. Todos tienen derecho a igual
protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda
provocación a tal discriminación.

En el Estado de Derecho moderno, se considera que la noción de igualdad tiene una


configuración impar, en la medida en que se trata de un valor que al mismo tiempo se
positiviza como un principio constitucional. La igualdad es considerada como uno de los
valores superiores del ordenamiento jurídico en tanto permite legitimar, equilibrar y tornar
proporcionales los otros valores jurídicos: libertad, seguridad jurídica, justicia y
solidaridad.
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Como principio del sistema jurídico, la igualdad constituye una garantía contra la
discriminación y la arbitrariedad, vinculando de forma directa la actividad de los Poderes
Públicos. Concretamente, la igualdad limita la actividad del Poder legislativo, prohibiendo
que el legislador le dé injustificadamente un tratamiento diverso a situaciones iguales o
equivalentes.

Así, el principio parte de la idea de que debe existir una igualdad sustancial; es decir,
debe haber igualdad entre iguales, y desigualdad entre desiguales, siempre y cuando,
claro está, esa desigualdad esté debidamente justificada conforme a los principios de
razonabilidad y proporcionalidad De manera que debe partirse de la premisa de que no
toda desigualdad presupone una discriminación.

Sin embargo, sin duda alguna, el problema está en determinar hasta qué punto esa
desigualdad es aceptable. De conformidad con lo expuesto, puede decirse entonces que
el principio tiene un doble sentido. Por un lado, pretende garantizar la igualdad formal, de
tal manera que la ley sea aplicada en condiciones de igualdad a todos aquellos que estén
en una misma situación jurídica; y, por otra parte, tiene como objetivo la llamada igualdad
material, o sea, el respeto por las desigualdades, admitiéndose así un trato diferenciador
–fundado en una base objetiva y razonable-, como una forma de permitir un trato en
condiciones de igualdad.

El Principio de no confiscatoriedad En términos generales, el principio de no


confiscatoriedad presupone que las cargas tributarias no pueden llegar al punto de anular
o negar sustancialmente el propio fundamento del Poder Tributario, es decir confiscar la
propiedad o la renta producida por los individuos.

El principio de no confiscatoriedad constituye un límite cuantitativo al Poder Tributario, que


prohíbe la tributación abusiva sobre el patrimonio de los ciudadanos. En otras palabras, el
quantum del tributo no puede ser de tal magnitud, que vía indirecta haga ilusoria la
garantía de inviolabilidad de la propiedad privada. Se trata de una prohibición de exceso a
la hora de gravar las diversas manifestaciones de capacidad económica. De manera que
el principio es una garantía para el ciudadano, que deberá cumplir con el deber
fundamental de pagar impuestos sin que ello signifique llegar a sacrificar la mayor parte
de su patrimonio o de su capacidad económica.

El Principio de Capacidad Contributiva En el Estado de Derecho el repartimiento de las


cargas tributarias debe necesariamente estar guiado por la idea de justicia fiscal y
consecuentemente ser realizada de forma racional, proporcional y equitativa, de acuerdo
con la capacidad contributiva de los ciudadanos.

El principio de capacidad contributiva responde a la idea de justicia distributiva aristotélica


toda vez que a la hora de establecer el hecho generador del tributo – en tanto
manifestación de riqueza, el legislador necesariamente deberá tener presente esa
condición diferenciada de cada ciudadano – la capacidad contributiva-, aplicando la
proporción geométrica a la cual se refería el filósofo griego, como criterio para determinar
una justa distribución de la carga tributaria.

De modo que, conforme con ese principio constitucional, el tributo deberá ser establecido
con las posibilidades económicas de cada ciudadano para contribuir con los encargos
UNIVERSIDAD RURAL DE GUATEMALA
Maestría en Ciencias Jurídicas y Sociales
Derecho Financiero y Bancario
Lic. Evelyn Lorena Archila Ramírez

públicos. Es importante destacar que el principio es de aplicación a todas las categorías


tributarias, toda vez que, en el fondo, con todos los tributos se pretende retirar recursos
económicos de los particulares para transferirlos al sector público. Es su fuerza
económica la que permitirá establecer la posibilidad do su concurso para la manutención
del Estado.
En ese orden de ideas, todos los tributos deben presentar como hecho generador un acto
que revele contenido económico, inclusive los tributos de naturaleza extra-fiscal. Como
principio interpretativo constituye un parámetro que garantiza la defensa y la protección de
los derechos fundamentales de los contribuyentes en caso de que una norma tributaria
sea arbitraria y quiebre la proporcionalidad aristotélica a la hora de establecer la
distribución del tributo. De modo que en supuestos de conflicto será competencia del
Poder Judicial determinar en cada caso concreto si una norma tributaria realiza una justa
distribución de las cargas tributarias.

Consecuentemente, de este principio básico podemos extraer, en primer lugar, que


aquellos que tienen capacidad económica tienen el deber de contribuir, y en segundo
lugar, que aquellos que tienen más riqueza deben contribuir más que aquellos que tienen
menos. En ese sentido, conforme con ese principio, el legislador no puede establecer el
tributo indiscriminadamente, toda vez que debe necesariamente considerar la aptitud
contributiva de los individuos, de forma que la tributación sea razonable, equitativa y
proporcional, respetando de esa manera el principio de igualdad.

Por otra parte, es importante destacar que la capacidad contributiva está sujeta tanto a
limitaciones cuantitativas – como sería el caso de la prohibición de exceso y el mínimo
existencial- como cualitativas – prohibiciones de desigualdad.

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