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Las Claves Perdidas de La Masoneria PDF

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Manly Palmer Hall

LAS CLAVES PERDIDAS


DE LA
FRANCMASONERÍA
O EL SECRETO DE HIRAM ABIFF
The Last Keys of 33 degree
Freemasonry
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Manly Palmer Hall

Contenido
El Pensar, página 3.
Transmutación, página 4.
Masones, ¡Despertad!, página 5.
La Amistad, página 6.
El Motivo, página 7.
Introducción, página 8.
Prólogo: En los Campos del Caos, página 13.
Constructores del Templo, página 17.
Capitulo I: La Eterna Búsqueda, página 18.
La Presencia del Maestro, página 23.
Capítulo II: El Candidato, página 24.
Capítulo III: El Aspirante a Aprendiz, página 28.
Capítulo IV: El Compañero, página 33.
Capítulo V: El Maestro Francmasón, página 37.
Capítulo VI: Las Cualidades del Verdadero Francmasón,
página 40.
Epilogo-Leyenda: El Sacerdote de Ra, página 45.
Addenda: La Túnica Azul y Oro, página 50.
Amistad, página 53.
La Tabla Esmeraldina de Hermes, página 54.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

El Pensar
La herramienta del Masón es su mente, y su valor
se mide por el uso que haga de ella. Atento a todas las
cosas, el candidato que aspira a la sabiduría trascendente
llega a la realidad en deseo sincero, en meditación y en
silencio. Que la. Tónica de la Orden y del ritual sea escrita
en caracteres fulgurantes: PENSAD EN MI. ¿Cual es el
significado de este místico laberinto de símbolos, ritos y
rituales? ¡PENSAD! ¿Qué significa la vida con su
cruzamiento del humano parentesco, con el fausto infinito
de las cualidades que se disfrazan como para un carnaval
de tontos? ¡PENSAD! ¿Cuál es el plan que hay tras de
todo esto, y quién el planeador? ¿Dónde mora el Grande
Arquitecto y cuál es el tablero en que dibuja? ¡PENSAD!
¿Qué es el Ser, l a m á g i c a p r e s e n c i a Y que es
la mente? ¿Para qué existe la mente? Tu no eres tu
mente! y para que existe? ¡PENSAD! ¿Hay alguna
respuesta? Si la hay, ¿dónde encontrar la verdad?
Pensad, hermanos de la Orden, pensad profundamente;
porque la verdad existe, es que la tenéis dentro de ti, y si la
verdad está al alcance de toda criatura viviente, ¿qué otra
meta más digna por la cual luchar?.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Transmutación
La Masonería es la verdad eterna, personificada,
idealizada y, sin embargo, simplificada. Sólo la verdad
eterna, puede servirle. La virtud es su sacerdote, la
paciencia su vigilante, la iluminación su maestro. Pero el
mundo no puede saberlo, a menos que los Masones
demuestren que así es en su diaria vida. Si su verdad es
divina, no ha de ser profanada o denigrada por la
irreflexión de sus guardadores. Su templo es un lugar
sagrado, al que ha de entrarse con reverencia. Los
pensamientos y disensiones materiales, han de dejarse en
el umbral; no deben entrar. Únicamente los puros de
corazón, regenerados y trasmutados, pueden pasar la
santidad de su velo. El intrigante no tiene un lugar en sus
columnas, ni el materialista en su santuario; porque los
Masones huellan recinto sagrado, santificado por la
veneración de las edades. Que la lengua se mantenga
callada, el corazón tranquilo y la mente aquietada. En la
reverencia y en el silencio, ha de hablar la quietud; la voz
de la quietud es la voz del Creador. Haced por vuestra luz
y vuestro poder a los hombres, pero ante Dios ¿qué tenéis
que ofrecer, a no ser en humildad? Vuestros atavíos,
vuestras insignias y vuestras joyas nada significan para
Él, hasta que vuestro cuerpo y vuestra alma, irradiando
con el fulgor de la perfección, se conviertan en vivientes
ornamentos de la Logia.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Masones, ¡Despertad!
Vuestro credo y la Orden reclaman lo mejor de
vosotros; exigen la santificación de vuestra vida, la
regeneración del cuerpo, la purificación del alma y la
ordenación de vuestro espíritu. Vuestra es la gloriosa
oportunidad; vuestra la trascendental responsabilidad.
Aceptad la tarea y seguid los pasos de los Maestros
Masones que en el pasado, con el flamígero espíritu de la
Orden, han iluminado el mundo. Tenéis un gran
privilegio, el privilegio de la obra iluminada. Conocéis los
objetivos para los cuales trabajáis, mientras muchos
otros, los más, luchan todavía en las tinieblas. Vuestros
trabajos no deben confinarse únicamente a la Logia,
porque el Masón debe irradiar las cualidades de la
Orden. Su luz debe brillar en el hogar y los negocios,
glorificando así su asociación con sus semejantes. En la
Logia y fuera de ella, el Masón debe representar la más
elevada fructificación del esfuerzo sincero y ser modelo
de fe y constancia en toda labor que emprenda.

ASÍ SEA

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

El Motivo
¿Qué motivación es la que conduce al candidato
Masón salir del mundo profano para ascender por el
sendero masonico hacia la luz? En verdad sólo él puede
saberlo, porque en su corazón está oculto el motivo de sus
obras. ¿Busca la luz? ¿Es que busca la sabiduría eterna?
¿O pone su vida en ofrenda sobre el altar de los
juramentos? De todas las cosas, la intención es lo más
importante. Aunque fracasemos una y otra vez, si nuestro
motivo es sincero, la victoria será nuestra, Pero si el
motivo no es honorable, aunque vayamos de triunfo en
triunfo aparente, hemos fracasado. Entrad al templo con
reverencia, porque en verdad es la morada del Gran
Espíritu fraternal de la Masonería. La Masonería es igual
para todos no importa si eres aprendiz o maestro. De su
mano se han forjado los destinos de los pueblos desde sus
reyes y jerarcas masones, y la perfecta fructificación de su
trabajo es el hombre honesto. ¿Qué cosa mas noble puede
hacer que acabar con los dogmas y eliminar la
ignorancia?
¿Acaso hay tarea más grande que la alegre labor de
servir? ¿Y qué otro hombre más noble puede haber que el
Masón que sirva a sus Luces si se convierte él mismo en
luz para sus semejantes?.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Introducción
La Francmasonería, aunque no es una religión en sí, es
esencialmente anti-religiosa; pero no es atea, muchas de sus
leyendas y alegorías tienen origen sagrado; mucho de su
contenido se halla inserto en su estructura viene del judaísmo-
rosacrucismo -templarismo e iluminismo sus influencias han
enriquecido a la Orden. Nos hemos acostumbrado a considerar
nuestra la masonería como la fuente de virtud y moralidad el
compás y la regla, hay respeto al lugar ocupado por la
Francmasonería en los hábitos morales de la Sociedad presente.
Una religión se sustenta en un código moral, pero la Orden es el
código moral en si ,”Un hombre de buenas Costumbres” Todas
las doctrinas que tratan de revelar y conservar esa invisible
chispa que hay en el hombre y que se llama espíritu/ Ser,
pueden con razón considerarnos espiritualistas.
Los que ignoran este invisible elemento y se limitan
íntegramente a lo visible, son llamados materialistas. Hay, en
la Orden un equilibrio, un admirable equilibrio en los
espiritualistas y materialistas se encuentran en un plano dentro
del templo de lógica y razón.
Ciencia y teología son dos fines de una sola verdad, pero el
mundo nunca recibirá completo provecho de sus investigaciones
hasta que ambas no hagan las paces, y trabajen, codo a codo,
por la realización de la gran tarea: la liberación del espíritu y la
inteligencia, de las garras de esa cárcel tridimensional que
constituyen la ignorancia, el miedo y la superstición.
Todo aquello que sirve para dar al hombre el conocimiento
de sí mismo, no puede ser inspirado sino por el Ser es la
Consciencia Absoluto, que esta mas allá de su mente. Élla es, en
verdad, la inspiración y lo inspirado.
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

El Libro dice que Dios (Yo Soy) es el Verbo (palabra) y


que el Verbo se hizo carne (materializo). La tarea del hombre
es, por hoy, lograr que su carne refleje la gloria de esa Palabra
que se halla dentro de su alma. Esa tarea es la que ha dado vida a
la necesidad de religión, no a una sola fe sino a varios credos,
cada uno de los cuales se afana en buscar por sus propios
medios, tratando de descubrir las necesidades de los hombres, y
destacando un aspecto por sobre los otros.
Hay nueve y quince miembros del Gremio explorando
los cuatro puntos cardinales en búsqueda de ilustre maestro
Hiram y su palabra perdida. ¿No son, acaso, esos nueve
religiones del mundo, cada una de las cuales busca su propio
camino, perdido en la noche de los tiempos, pero cuya búsqueda
es un derecho congénito del hombre? ¿No es, acaso, la
prosecución de la Realidad, en un mundo de ilusiones, lo que
caracteriza la tarea en que nos hallamos empeñados en la Vida?
Hemos venido aquí para establecer el equilibrio en una esfera de
desequilibrio; para hallar reposo en medio de un mundo que
jamás reposa; para develar la ilusión y someter el dragón de
nuestra propia naturaleza instintiva. Así como David, rey de
Israel, puso en manos de su hijo Salomón la tarea que él no
pudo realizar, así, cada generación confía a la que sigue la tarea
de construir el templo, o, mejor aún, de reconstruir la morada del
Señor, que se halla sobre el “Monte Moriah”.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

La verdad no está perdida, solo escondida para los ojos


profanos. Debemos seguir buscando hasta hallarla. La
realidad siempre surge ante nosotros, prevaleciendo en forma
desmedida sobre todo lo demás. El hombre, criatura hecha de
actos y deseos, sometida a sus propias opiniones e impresiones,
bajo complicadas vacilaciones de toda inteligencia libre, no
puede llegar a conocer lo que él mismo no posee. Como hombre
recibe el beneficio de una cualidad, descubre esa cualidad y
reconoce, acerca de él, la cosa que renace dentro de sí mismo. El
hombre ha nacido con ojos, pero sólo después de largos años
de penas, aprende a ver con claridad y de acuerdo con el Plan.
Ha nacido con sus sentidos, pero sólo después de largas
experiencias y fructuosos esfuerzos, logra templar esos sentidos
para ofrecerlos, como tributo, en el altar del Gran Padre, creador
de todo lo perfecto y que todo lo comprende. El hombre, en
realidad, ha nacido en la ignorancia y el error, pero, a la vez, ha
recibido la capacidad de comprender. Tiene una mente capaz de
adquirir sabiduría, un corazón capaz de albergar sentimientos, y
una mano fuerte para la gran tarea de la vida: convertir el tosco
sillar en piedra perfecta.
¿Qué más puede pedir la criatura, que la oportunidad de
realizar su destino,, el sueño que la inspira, la visión que la guía?
No tenemos derecho de exigir sabiduría. ¿A quién podemos
implorar que nos conceda comprensión? ¿Con qué autoridad
podemos exigir la felicidad? Nada de esto forma parte del
derecho natural de las criaturas; pero todas pueden obtenerlo, si
cultivan dentro de sí mismas lo que anhelan. No hay necesidad
de implorar, ni existe deidad alguna que descienda de su sitial
para dar al hombre lo que éste desea. El hombre ha recibido sus
dotes de la naturaleza, ha recibido un don singular, que consiste
en el privilegio del trabajo. A través del trabajo logrará aprender
todas las cosas y el porqué de su destino.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Cada criatura viviente lucha por romper las cadenas de sus


limitaciónes, esa opresiva estrechez que reduce la posibilidad de
ver y comprender y despoja a la vida de todos sus ideales. Toda
alma se halla, de hecho, comprometida a una gran tarea:
liberarse a sí misma del estado de ignorancia.
El mundo es un recinto limitado, una enorme cárcel,
cuyos barrotes están constituidos por los Desconocidos. Todo
ser viviente es un prisionero, hasta que, conquistado el
derecho de arrancar aquellos barrotes de sus ajustados
pernos, pasa a ser un iluminado e inspirando a su entorno,
saliendo de la sombras se convierte en luz su sola presencia.
Todos buscan el templo donde mora Dios, donde el espíritu
de la Gran Verdad ilumina las tinieblas de la humana
ignorancia, pero no saben adonde dirigirse ni en dónde
encontrar su templo. La niebla del dogma lo cerca; periodos de
pasividad del pensamiento lo atan. La limitación lo debilita y
retarda sus pasos. Vaga entre la oscuridad, en busca de la luz a
que aspira, hasta que acaba por darse cuenta de que esta luz se
halla en las tinieblas de su propio corazón.
Dios (El Ser-la Consciencia) se muestra sólo a los pocos
que logran hallarlo. A su turno, éstos lo revelan a los demás,
esforzándose por inculcar al ignorante ese mensaje de
sabiduría. Pero rara vez logran los hombres comprender el
misterio que les ha sido revelado. Tímidamente tratan de seguir
los pasos de aquellos que lo consiguieron, pero, con excesiva
frecuencia,

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

los más encuentran la ruta demasiado pesada. Entonces caen de


rodillas, orando ante la Montaña que no son capaces de escalar,
en cuya cima fulge la luz que no son aún capaces de alcanzar,
por falta del vigor necesario, ni de entender, por carencia de
suficiente sagacidad. Viven la ley tal como la encuentran,
siempre temerosos de no haber interpretado con acierto las
flamígeras sentencias del firmamento y den validez a la letra de
la Ley, que mata su espíritu. Se inclina el hombre humildemente
ante lo Desconocido, y puebla las tinieblas de su ignorancia con
santos y salvadores, fantasmas y espectros, dioses y demonios.
La ignorancia teme siempre a todo, y cae, llena de terror, hasta
ante el viento que pasa. La superstición es como el monumento
de la ignorancia; ante ella se arrodilla todo el que se da cuenta
de su propia debilidad; el que ve en todo una potencia que él no
posee; el que cambia las bellezas de la naturaleza en morada de
ogros y monstruos. La sabiduría no le teme a nada; sin embargo,
reverencia humildemente su propia Fuente. Mientras que la
superstición odia con facilidad, la sabiduría, gradas a su más
profundo entendimiento, ama todas las cosas, porque ha podido
descubrir la hermosura, la ternura y la gracia de todo lo que
guarda subyacente el misterio de la vida.
La vida es un lapso
presupuestado para realizar.
Cada fugitivo instante es una
oportunidad, y todos los
grandes son quienes saben
reconocer la vida como la
oportunidad para todas las
cosas. Artes, ciencias y
religiones son monumentos
que testimonian todo cuanto la
humanidad ha realizado ya. Se
yerguen como recordatorios de
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

la fluyente inteligencia del


hombre, y, a través de ellos, el
hombre adquiere métodos más
eficaces e inteligentes para
conseguir los resultados
propuestos. Benditos aquellos
que pueden aprovechar las
experiencias de los otros; los
que, acreciendo lo que ya ha
sido edificado, pueden
convertir en realidad su
inspiración, y en práctica sus
ensueños. Todos los que dan
al hombre lo que éste necesita,
aunque sean poco
reconocidos en su época, son
más tarde venerados como
salvadores de la estirpe
humana.
La Francmasonería es un cuerpo construido por la
experiencia. Cada piedra es un paso más debido a la evolución
de la inteligencia. Los altares de la Francmasonería están
adornados con joyas de miles de años; sus rituales resuenan con
palabras que provienen de ilustres profetas y de sabios
esclarecidos. Innumerables religiones han aportado su filosophia
moral de sabiduría hasta su altar. Muchísimas artes y ciencias
del arte de la Construcción de Catedrales han contribuido a
enriquecer con su simbolismo. No es fe es más que una fe; es un
camino de certidumbre. No es una creencia es más que una
creencia; es un hecho. La Francmasonería es una universidad
en la que se enseñan las artes liberales y las ciencias del alma
a todo el que escucha e interpreta sus veladas

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

enseñanzas. Es una sombra de la gran Escuela de la Atlántida de


los antiguos Misterios, que existía esplendorosa en la antigua
Ciudad de las Puertas de Oro, ahora cubierta por las turbulentas
aguas del Atlántico. Sus cátedras son asientos de sabiduría; sus
columnas sostienen el arco de la educación universal, no sólo en
cuanto a cosas materiales, sino también a las cualidades que
constituyen el espíritu. En sus tableros se hallan inscritas las
sagradas verdades de todas las religiones y de todos los pueblos,
y los que saben comprender pueden gozar, gracias a la
trascendencia de sus planteamientos, de la gran Realidad. La
Francmasonería es, en verdad, aquello, largo tiempo perdido,
en cuya busca se atormentaron los hombres a través de las
edades. La Francmasonería es el común denominador y
también el común divisor de la aspiración humana.
El símil de gran parte de las religiones que el mundo ha
conocido, es una procesión: uno guía y los demás siguen. A los
pies de los semidioses, el hombre sigue buscando la verdad y la
luz.
El cristiano sigue al Nazareno hasta las tormentosas
cumbres del Calvario. El budista sigue a su gran emancipador
a través de sus vagares por la selva. El mahometano realiza su
peregrinaje a través del desierto arenoso hacia la negra tienda
de la Meca. La verdad guía, y la ignorancia la sigue en su
marcha. El espíritu ilumina el camino, y la materia sigue detrás.
En el mundo, los ideales sólo viven un momento en su pureza,
luego, los escogidos huéspedes de las tinieblas apagan la
deslumbrante pira. La Escuela de Misterio, sin embargo,
permanece inconmovible. No trae su luz a los hombres; el
hombre debe llevar su luz a ella. Los ideales, cuando se
aposentan en el mundo, se convierten en ídolos al cabo de
pocas horas, pero el hombre que traspasa las puertas del
santuario vuelve a convertir al ídolo en ideal.
El hombre asciende por una interminable escalinata con los
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

ojos fijos en el objetivo que está en lo alto; muchos no pueden


verlo, sino una o dos gradas. El hombre, sin embargo, ha
aprendido una gran lección, y es que sólo él es el forjador de su
propio carácter y así es como ha adquirido fuerza y valor para
ascender por la escalinata. Por tanto, el Francmasón es
constructor del templo de su personalidad. Es el arquitecto de un
misterio sublime: el luminoso y radiante templo de su alma.
Comprende que sirve mejor a Dios cuando se une al Gran
Arquitecto para construir más y más nobles estructuras en el
mundo en que vive. Todos los que tratan de obtener la maestría
(o dominio) mediante esfuerzos constructivos, son
Francmasones de corazón, sin que en ello tenga que ver la secta
religiosa o creencia a que pertenezcan. No sólo se es
Francmasón por el hecho de pertenecer a una Logia. En un
sentido amplio. Francmasón es todo el que diariamente trata de
vivir una vida en perfección constante y de servir con
inteligencia y armonía a las necesidades del Gran Arquitecto.
El hermano Francmasón se obliga voluntariamente a
ayudar a todo buscador de la verdad en cualquier nivel y
circunstancia; y al hacerlo se compromete con todo lo viviente,
porque ellos son constructores de templos, afanados en erigir
nobles edificios para la gloria del GADU universal.
La verdadera Logia Masónica es una Escuela de Misterio,
un lugar en donde los candidatos son alejados de locuras y
frivolidades del mundo, e instruidos en los misterios de la vida
y de la muerte, en las relaciones fraternales del desinterés y la
armonía, en la identidad de ese germen de esencia espiritual de
que es parte y por tanto hijo de Dios, bienamado de Su Padre. El
Francmasón considera la vida seriamente, dándose cuenta de
que cada momento derrochado es una oportunidad perdida, y
que la

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Omnipotencia gradual sólo se gana mediante formalidad y


dedicación. Sobre toda otra relación, reconoce la fraternidad
universal entre todo lo viviente. El significado del apretón de
manos, explicado en Logia (los toc:.), refleja su actitud para con
todo el mundo, por que él es compañero de todas las cosas
creadas. Se da también cuenta de que su espíritu es joya
deslumbrante que debe pulir en el templo sagrado con el trabajo
de sus manos, la aspiración de su corazón y la meditación de su
mente.
La Francmasonería es una filosofía esencialmente sin
dogmas. Por eso es verdadera, su objetivo la búsqueda de la
verdad. Sus componentes se inclinan a amar la verdad combatir
sin parar a aquellos que mienten y se enriquecen con ello en
quiénes han matado en nombre de sus dioses y quienes han
perseguido a quienes los descubren y combates como los
hermanos templarios; sirven a la luz, en vez de preocuparse del
que la trae. En su camino, prueban que se hallan afanados en
conocer mejor la voluntad y los dictados del Ser. No existe
religión más verdadera que ésta de la fraternidad de los
hombres, la hermandad, de la solidaridad y la unión en el
propósito de glorificar a un Dios universal y edificar para Él un
templo de actitud constructiva y de carácter noble, en el propio
corazón de cada uno de sus componentes.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Prólogo
En los Campos del Caos
Los primeros destellos de la naciente Vida atravesaron la
impenetrable extensión de la Noche Cósmica, convirtiendo las
tinieblas de la negación en el confuso crepúsculo del ser.
Recortada contra las sombras de las puertas de la Eternidad, se
erguía, a las nebulosas orillas de la turbulenta sustancia, la
solitaria figura de un místico extraño, cubierto con un quimérico
y azul manto de misterio, con la cabeza nimbada por una áurea
corona de deslumbradores destellos. Las tinieblas del Caos
huyeron ante los rayos que brotaban, como torrentes de vivo
fuego, de aquella forma divina.
Desde algún Cosmos, incalculablemente más grande que el
nuestro, había venido aquel místico visitante, respondiendo al
llamado de la Divinidad. Saltó de estrella en estrella y era
conocido desde el mundo hasta el universo, no obstante haber
permanecido envuelto por las membranosas alas de la noche
del Caos. De pronto se abrieron las nubes, y una luz
maravillosa descendió de alguna región situada entre las
hirvientes olas de la fuerza; y cubrió aquella forma solitaria con
su celeste radiación, en que cada chispeante molécula de niebla
brillaba como un diamante bañado por el vivo fuego de lo
Divino.
En la chispeante llama de la luz cósmica limitada por las
oscuras nubes del no- ser, aparecieron dos grandes formas y una
Voz poderosa vino irradiando eternidad; cada burbujeante átomo
vibraba con el poder de la Palabra del Creador, mientras la
inmensa figura de veste azul se inclinaba reverentemente ante el
pedestal de Su Hacedor, en tanto que una mano alargada desde
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

el cielo extendía los dedos impartiendo su bendición.


“Entre toda la creación, te he escogido a ti, y sobre ti he
levantado mi solio. Tú eres el instrumento escogido por mi
mano, y yo te encargo que seas el Constructor de mi Templo. Tú
levantarás sus columnas y cubrirás su piso; tú lo adornarás con
metales y joyas, y tú serás el maestro de mis obreros. En tus
manos coloco los planos, y aquí en el puesto de comando de la
sustancia viva, dejo grabado el plano que debes seguir, y en el
que he trazado cada letra y cada ángulo con las fulgentes líneas
de mi omnipotente dedo.
¡Hiram Abiff, escogido como constructor de la casa de Tu
Padre, levántate y comienza tu tarea! Allí tienes las densas
nubes, las grises nieblas, los destellos de la luz celestial, y las
tinieblas del sueño de la creación. Con ellos construirás, sin el
ruido de mi martillo ni gritos de obreros, el templo de tu Dios
eterno que está en los cielos. La arremolinada e incesante acción
de la negación te obligará a moler y pulir tus piedras. Entre esos
espíritus de no-ser tendrás que mezclar la cal y echar tus
cimientos, porque yo te he estado contemplando desde los días
de tu juventud y te he guiado a través de los días de tu edad
adulta. Te he pesado en la balanza y he visto que eres justo. Por
tanto, a ti te concedo la gloria de trabajar, y por la presente te
doy la investidura como Constructor de mi Casa. A ti te entrego
la palabra de Maestro Constructor; a ti te entrego las
herramientas del gremio; a tí te transmito el poder de que he
sido investido. Ten fe en

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

estas cosas. Devuélvemelas cuando hayas terminado, y yo te


daré el nombre conocido sólo por Dios. Así debe ser”.
La gran luz se extinguió en los cielos; los flamígeros
dedos de la Luz de la Vida se desvanecieron entre la nebulosa y
solitaria aurora, y otra vez envolvió al no-ser un negro manto.
Hiram Abiff estaba de nuevo solo, contemplando en el infinito
océano del olvido, un mar de atorbellinada e hirviente materia,
hasta un horizonte sin fin. Entonces, tomando en sus manos
cuanto le había sido dado y grabando en su corazón la radiante
Palabra del Maestro, caminó lentamente hasta ser tragado por las
nieblas de la noche primordial.
¿Cuántos hombres miden la interminable eternidad? Las
edades pasaban, y el solitario Constructor trabajaba sus planes
sólo con amor y humildad en su corazón; su mano modelaba las
tinieblas que Él bendijera, mientras que sus ojos se alzaban hacia
el punto de donde la Gran Luz descendió desde los cielos.
Trabajaba en divina soledad, sin que nadie lo alentara ni lo
censurara; solo, en plena libertad con la helada niebla matinal
sobre su frente, pero con el corazón aún confortado por la
Palabra del Maestro. Parecía la suya una tarea desesperada.
Ningunas manos solas habrían podido modelar las tinieblas;
ningún corazón por veraz que fuese, podría ser lo
suficientemente grande como para proyectar el palpitante amor
cósmico sobre las frías nieblas del olvido. Aunque las tinieblas
se cerraban cada vez más sobre él y los atenazadores dedos de la
negación estrechaban su ser, el Constructor, provisto de la
divina verdad, siguió trabajando. Lleno de divina esperanza
puso sus cimientos, y con su inagotable arcilla forjó los
moldes para dar forma a sus sagrados ornamentos.
Lentamente fue creciendo el edificio, y las indecisas
figuras moldeadas por la mano del Maestro, fueron
destacándose. El Maestro había forjado tres enormes, pero
desalmadas criaturas, seres inmensos que aparecieron, cual
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

torvos espectros, en la penumbra. Eran tres constructores a


quienes él había bendecido y ahora pasaban, insolentemente,
frente a él.
Hiram tendió sus brazos hacia su creación, diciendo:
“Hermanos, yo os he forjado para que realicéis vuestra obra.
Yo os he formado para que trabajéis conmigo en la
construcción de la Casa del Señor. Sois hijos de mi propio ser;
yo he trabajado por vosotros; ahora, trabajad conmigo para la
gloria de Dios”.
Pero los espectros rompieron a reír. Se volvieron hada su
artífice y lo atacaron con sus propias herramientas, las que Dios
puso en sus manos desde los cielos; y dejaron a su Gran
Maestro moribundo en medio de sus obras, herido y aniquilado
por el triple poder de la cósmica noche. Sangrando, yacente a los
pies de su obra, el martirizado Constructor levantó la cabeza
hacia las encrespadas nubes, con su rostro radiante de dulzura,
divino amor y cósmica comprensión, mientras sus labios oraban
al Maestro que lo enviara al mundo:
“Oh Maestro de los Trabajadores, Gran Arquitecto del
Universo, mis labores no están terminadas. ¿Por qué tendrán que
permanecer siempre incompletas? Yo no he terminado aquello
para lo que Vos me disteis el ser, pues mi propia creación se ha
vuelto contra mí y las herramientas que Vos me disteis me han
dado muerte. Los hijos que yo creé para el amor, me han
asesinado a causa de su ignorancia. Aquí, Padre, está la Palabra
que Vos me disteis, tinta ahora con mi propia sangre. Oh
Maestro, os la devuelvo porque la he mantenido como un
sagrado don dentro de mi corazón. Aquí

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

están las herramientas, el tablero y los artefactos que yo forjé En


torno mío se yerguen las ruinas del templo que debo dejar. A
Vos, Oh Dios, divino Conocedor de todo os las devuelvo
dándome cuenta de que en Vuestra voluntad descansa la
posibilidad de realizar todas las cosas. Vos, Oh Dios, conocéis
todos nuestros actos, sabéis nuestros pensamientos. En vuestro
nombre, Padre, he trabajado, y por Vuestra causa muero como
un leal constructor”.
El Maestro cayó desplomado, con dulce expresión en su
rostro vuelto hacia el infinito en el postrimer descanso de la
muerte, y cesaron los destellos luminosos que de él emanaban.
Las grises nubes se tornaron más densas, hasta formar una
mortaja ingrávida en torno al cuerpo del asesinado Hiram.
De pronto se abrieron de nuevo los cielos y un chorro de
luz bañó de celestial gloria la figura de Hiram. Una vez más, la
Voz habló desde los cielos, en donde el Gran Rey tiene su solio
entre las nubes de la creación:
“Él no ha muerto; sólo está dormido. ¿Quién lo despertará?
Su obra no está cumplida, y en su muerte guarda las sagradas
reliquias más celosamente que nunca, porque la Palabra y los
planos son sólo suyos desde el momento en que se los entregué.
Pero así permanecerá, dormido, hasta que esos tres que lo han
asesinado lo devuelvan a la vida. Todo error debe ser rectificado
y los saqueadores de mi casa, los destructores de mi templo,
deben trabajar como constructores hasta que arranquen de la
Muerte al Maestro”.
Cayeron de rodillas los tres victimarios y alzaron a la vez
sus manos al cielo como para desviar la luz que había
descubierto su crimen: “¡Oh Dios!, grande es nuestro pecado.
Hemos dado muerte a nuestro Gran Maestro Hiram; justo es
Vuestro castigo y, como lo asesinamos, tendremos ahora que
consagrar nuestras vidas a su resurrección. Lo primero
constituye nuestra humana debilidad, lo segundo nuestro
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

sagrado deber”.
“Así sea”, respondió la Voz desde el Cielo.
La gran Luz se desvaneció y brumosas nubes de tinieblas
envolvieron el cadáver del Maestro asesinado, desapareciendo
en la vorágine de sombras, sin que haya quedado túmulo ni
vestigio alguno que indiquen dónde yace el cuerpo del
Constructor.
“¡Oh Dios! - clamaron los tres confabulados - ¿Y en dónde
podremos encontrar ahora a nuestro Maestro?”.
Desde lo Supremo Invisible descendió de nuevo una
mano, empuñando una frágil lámpara de aceite cuya mortecina
llama alumbraba débilmente las tinieblas. Y a la vez oyeron la
sentencia: “Con esta luz tendréis que buscar a aquel a quien
habéis asesinado”.
Las tres formas rodearon la luz y se inclinaron reverentes
en oración, dando gracias por ese breve destello que alumbraría
la oscuridad de su camino. Desde alguna parte en las regiones
del no-ser, la Gran Voz habló con resonancias de trueno que
hicieron retemblar el Caos: “Él vino como una flor y ha sido
tronchado; voló como un arcángel, pero han sido abatidas sus
alas; así como las aguas van a fundirse al mar y las flores se
marchitan y secan, así es el hombre al morir. Aún me
compadezco por las criaturas de mi creación; las dirijo en épocas
de perturbaciones, y las salvo con mi inagotable poder. Buscad
en donde yace un tallo roto y una vara seca; buscad en donde
las nubes se ciernen; buscad en las piedras de la ladera, porque
todo eso señala la tumba de Hiram, quien se ha llevado mi
Voluntad consigo al sepulcro. Esta eterna búsqueda os

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

corresponde hasta que encontréis a vuestro Constructor, hasta


que el cuerpo entregue su secreto, hasta que la tumba disuelva a
los fantasmas. No hablaré más hasta que vosotros no hayáis
encontrado y resucitado a mi bienamado Hijo, y hayáis
escuchado las palabras de mi Mensajero y, con Él como guía,
hayáis concluido el templo en que habitaré. Amén”.
La gris aurora aún yace durmiendo en los brazos de las
tinieblas. Fuera del gran misterio del no-ser, todo era silencio,
todo inconocible. A través de la brumosa aurora, como extraños
fantasmas de un sueño, tres figuras vagaron por el gran reino
desconocido, llevando en sus manos una leve lucecita: la
lámpara que les entregara el Padre de su Constructor. Por tierras,
mares, nubes y estrellas, vagaron eternamente en busca de la
muda tumba, deteniéndose una y otra vez para explorar las
profundidades de algunas místicas cavernas, orando por
liberarse de su interminable búsqueda; siempre atados por sus
votos de resucitar al Constructor al que habían dado muerte,
cuya tumba ha sido marcada con un tallo quebrado, y cuyo
cuerpo fue arrebatado por el blanco y huracanado manto de la
muerte, hacia algún lugar en la cima de la colina eterna.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Constructores del Templo

Sois los constructores del templo del


futuro. Con vuestras manos tenéis que
levantar las cúpulas y capiteles de una
nueva civilización, Sobre los fundamentos
que habéis puesto, mañana habréis de
construir un edificio mucho mas noble.
¡Constructores del templo del carácter en
que ha de residir un espíritu iluminado;
forjadores genuinos de la roca del
conocimiento; moldeadores de los vasos
creados para contener el elixir de la
vida: levantaos, y a la tarea que os
espera! Nunca antes en la historia de los
hombres habéis tenido la oportunidad que
ahora tenéis por delante. El mundo
espera. . . espera al iluminado que ha de
aparecer por entre los pilares del pórtico.
La humildad, con la vista vendada pero
decidida, trata de entrar al templo de la
sabiduría. Abrid del todo la puerta, y que
el que sea digno entre. Abrid bien la
puerta, y que brille la luz que es la vida de
los hombres. Apresuraos a terminar la
morada del Señor, para que el Espíritu de
Dios pueda venir a residir en medio de Su
pueblo, santificado y establecido de
acuerdo con Su ley.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Capítulo I
La Eterna Búsqueda
El común de los Francmasones, así como los modernos
estudiosos de los ideales francmasónicos, se dan escasa cuenta
de las obligaciones cósmicas que toman a su cargo, desde el
momento en que empiezan a investigar las sacras verdades de la
naturaleza, tal como constan en los antiguo: y modernos rituales.
Pero si miran tan superficialmente sus tareas, y no tienen sobre
sí años y años de experiencias, acabarán por considerar a la
Francmasonería tan sólo como un organismo social de una
antigüedad de pocos años. Deben, pues, darse cuenta de que las
antiguas enseñanzas místicas, que se han perpetuado a través de
los ritos modernos, son sagradas, y que hay invisibles y
desconocidos poderes que moldean los destinos de aquellos que,
conscientemente y por su propia iniciativa, toman sobre sí las
obligaciones de la Fraternidad.
La Francmasonería no es una cosa material; es una ciencia
del alma. No es un credo o una doctrina, sino una expresión
universal de sapiente trascendencia (El término está usado aquí
como sinónimo de una secretísima y sagrada filosofía que
existió siempre, y fue la inspiración de los grandes místicos y
sabios de todas las edades, la perfecta sabiduría de Dios que se
revela a través de una jerarquía secreta de inteligencias
iluminadas). La posterior acción conjunta de los gremios
medievales o, inclusive, la construcción del templo de Salomón,
como hoy se lo entiende, tiene poco, si es que tiene algo, que ver
con el verdadero origen de la Francmasonería, puesto que ella no
depende de las personalidades. En su más alto sentido no es ni
historia ni arqueología, sino un trascendente lenguaje simbólico
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

que perpetúa, bajo ciertos símbolos concretos, los sagrados


misterios de los antiguos. Sólo aquellos que ven en ello un
estudio cósmico, el trabajo de una vida, una inspiración divina
para pensar mejor, sentir mejor y vivir mejor, con el propósito
de obtener la luz espiritual y considerar la vida diaria del
verdadero Francmasón como un medio para lograrlo, han
conseguido apenas una superficial visión interna de los
verdaderos misterios de los antiguos ritos.
La antigüedad de la esencia masónica no puede ser
calculada por siglos ni
milenios, porque en realidad su origen se limita al mundo de las
formas. El mundo, tal como lo vemos, es tan sólo un laboratorio
experimental, en el cual el hombre se encuentra tratando de
edificar y expresar medios cada vez mayores y más perfectos.
Dentro de este laboratorio se filtran miríadas de rayos, que
descienden de otras jerarquías cósmicas (Grupo de inteligencias
superiores que rigen el proceso creador del cosmos). Tales
enormes globos y orbes que concentran sus energías sobre la
humanidad y moldean sus destinos, hacen esto dentro del mayor
orden, cada cual por su lado y a su modo; el edificio masónico
puede constituir el núcleo de acción en que dichas jerarquías
puedan manifestarse, puesto que una verdadera logia es la
plasmación minimizada del universo, no sólo material sino
simbólicamente, y de su labor siempre consagrada a la gloria de
su Gran Arquitecto. Libre de limitaciones de credo y secta, el
Francmasón debe

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

erguirse como amo de toda fe; el que emprenda el estudio de


la Francmasonería sin darse cuenta de la hondura, la belleza y el
poderío espiritual de su filosofía, no podrá jamás sacar nada
permanente como fruto de sus estudios. La antigüedad de las
Escuelas Esotéricas puede ser localizada por el estudiante, muy
atrás, en la aurora de los tiempos, edades y periodos que datan
de cuando apenas se estaba levantando el templo del Hombre
Solar. Aquél fue el primer Templo del Rey, dentro del cual se
daban y conservaban los verdaderos misterios de la antigua
morada, y fueron los dioses de la creación y el espíritu de la
aurora los primeros en techar la logia del Maestro.
El hermano iniciado comprueba que sus llamados símbolos
y rituales son meras fórmulas elaboradas por la sabiduría a fin de
perpetuar ideas incomprensibles para el hombre medio. También
se da cuenta de que sólo algunos Francmasones de hoy saben o
aprecian el místico significado que se encierra en los rituales.
Con fe religiosa, quizá perpetuamos la forma, adorándola en
lugar de la vida, pero aquellos que no han reconocido la verdad
en la rigidez del ritual, que no han podido reconocer la esencia a
través de su envoltura en palabras bien rimadas, no son
Francmasones, a pesar de sus grados ostensibles y de sus
honores externos.
En el trabajo que estamos emprendiendo, no tenemos
intención de tratar del moderno concepto de la Orden, sino
considerar a la Francmasonería como realmente es para aquellos
que lo intuyen: un gran organismo cósmico, cuyos verdaderos
componentes e hijos se encuentran atados no por medio de
promesas verbales, sino por vivencias tan reales que los ponen
en condiciones de captar un más allá y laborar a niveles tan
sutiles que el materialismo no permite siquiera imaginar.
Cuando esta apertura se realiza, y los misterios del universo se
extienden ante el aspirante candidato, sólo entonces, en verdad,
se descubre, lo que la Francmasonería es realmente. Ya no le
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

interesan más sus aspectos secundarios, porque ha conseguido


penetrar en la Escuela de Misterio, a la cual es capaz de
reconocer sólo cuando él mismo, espiritualmente, forma parte
integral de ella.
Todos los que han examinado y estudiado la antigua
sabiduría, no tienen la menor duda de que la Francmasonería,
como el universo mismo, que es la más grande de las escuelas,
trata de la revelación de un principio triple, porque todo el
universo se encuentra bajo el gobierno de los mismos tres
poderes, a quienes se suele llamar los constructores del templo
masónico. No se trata aquí de personalidades, sino de
principios, de energías grandemente inteligentes y de fuerzas
que en Dios, el hombre y el universo tienen sobre sí la
responsabilidad de moldear la sustancia cósmica dentro de la
morada del rey vivo; el templo edificado en las primeras edades
de esfuerzo inconsciente, y luego consciente, de cada individuo,
el cual expresa en su vida los principios creadores de estas tres
potencias.
El verdadero afiliado del antiguo Gremio se daba cuenta de
que la estructura del templo que se ocupaba en erigir al Rey del
Universo, era un deber o, mejor, un privilegio que debía a su
Dios, a su hermano y a sí mismo. Se percató de que se deben dar
ciertos pasos, y de que su templo debe ser construido de
acuerdo con un plan. Hoy día parece, sin embargo, que ese plan
se hubiera perdido, pues en la mayoría de los casos, la
Francmasonería no es ya un arte operante, sino meramente una
idea especulativa, hasta que cada hermano, al leer los misterios
de su simbología y percatarse de las hermosas alegorías ocultas
en su ritual, viene a caer en la cuenta de que sólo él mismo
tiene en sí,

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

las claves y los planos por tan largo tiempo perdidos para su
Gremio, y que si pretende enterarse de lo que es el arte real de la
construcción simbólica, sólo lo logrará utilizando con pureza los
elementos esenciales de su propio ser.
La verdadera Francmasonería es esotérica; no es una cosa
de este mundo concreto. Todo cuanto aquí tenemos es sólo un
vínculo, medio de manifestación, introducción a través de la
cual puede el estudiante pasar hacia lo desconocido. La
Francmasonería no tiene mucho que ver con las cosas materiales
excepto comprobar que la forma está moldeada por la vida, y
manifestar lo que la vida contiene. Consecuentemente, el
estudiante trata de moldear su vida de modo que la forma,
glorifique a la divinidad cuyo templo está él levantando
lentamente en la medida que logre despertar, uno por uno, a los
valores que lleva dentro de sí y los dirija para laborar
conscientemente en el plan que el destino le ha deparado.
Hasta donde es posible averiguar, la antigua
Francmasonería y las hermosas alegorías cósmicas que ella
enseña, perpetuándose a través de centenares de logias y
antiguos misterios, constituyen la más vieja de las Escuelas
iniciáticas de los Misterios (Este es un término usado desde la
antigüedad para designar el aspecto esotérico de los
ceremoniales religiosos. Al pasar el candidato a través de estos
misterios o pruebas, era iniciado en los misterios de la
Naturaleza y el aspecto arcánico de la ley natural); y el haber
subsistido a través de las edades no ha dependido de sí misma,
como un organismo exotérico de individuos parcialmente
evolucionados, sino de la hermandad oculta, del lado esotérico
de la Francmasonería. Todas las grandes Escuelas de Misterios
tienen jerarquías según los planos espirituales de la
Naturaleza, los cuales se expresan por sí mismos, en este
mundo, mediante credos y organizaciones. Cuando el verdadero
estudiante trata de surgir por sí mismo del cuerpo exotérico
30
Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

hacia lo espiritual, al par que trata de juntarse al grupo esotérico,


que, aunque carente de morada (o logia) en el plano físico de la
Naturaleza, es muchísimo más grande que todas las logias
juntas, para las que se convierte en el fuego central. Los
instructores espirituales de la humanidad deben trabajar en un
mundo concreto, con motivos comprensibles a la inteligencia
humana y así es como el hombre empieza a entender el
significado de las alegorías y los símbolos que circundan su
tarea exotérica tan pronto como se encuentra preparado para
recibirlos. El verdadero Francmasón se da cuenta de que el
Trabajo que en el mundo realizan las Escuelas de Misterio es de
índole más bien inclusiva que exclusiva, y que la única logia
suficientemente amplia para expresar sus ideales es aquella cuya
cúpula son los cielos, cuyas columnas los límites de la
creación, cuyo cuadriculado piso se halla compuesto por las
entrecruzadas corrientes de las emociones humanas y cuyo altar
reside en el humano corazón. Los credos no pueden atar al
verdadero buscador de la verdad. Al percatarse de la unidad de
ésta, el Francmasón comprueba también que las jerarquías con
las que él colabora le han transmitido, en diferentes grados, los
místicos rituales espirituales de todas las Escuelas del pasado, y
que si se arriesga a ocupar un puesto en el plan, no debe entrar
a este sagrado estudio teniendo en vista lo que pueda sacar de él,
sino en lo que puede ser útil en la expansión de esta
trascendental labor.
En la Francmasonería yace oculto el misterio de la
evolución, igual que la solución al problema de la existencia y
la ruta que el estudiante debe seguir con el objeto de unirse
conscientemente a aquello que realmente constituye los
poderes latentes tras de los procesos nacionales e
internacionales. El verdadero estudiante comprueba, sobre

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

todo, que la obtención de grados no convierte al hombre en un


Francmasón. Un Francmasón no es el producto de un
nombramiento; es un evolucionado, y debe darse cuenta de que
el lugar que ocupa en la logia exotérica no significa nada en
comparación con su puesto en la logia espiritual de la existencia.
Debe descartar, para siempre, la idea de que puede ser instruido
en los Misterios sagrados (o que le pueden ser comunicados
oralmente); o que el ser miembro de una organización basta para
mejorarlo en todo aspecto. Debe comprender que su deber
consiste en construir y desarrollar las trascendentales enseñanzas
en su propio ser: que nada, salvo su propio ser purificado, puede
abrirle la puerta de los impenetrables arcanos de la conciencia
humana, y que sus ritos masónicos deben ser eternamente
especulativos hasta que los haga operantes, viviendo la vida del
Francmasón místico. Sus responsabilidades kármicas aumentan
con sus oportunidades. Los que se hallan rodeados de sabiduría
y oportunidad para progresar por sí mismos y no aprovechan
tales oportunidades, son obreros perezosos que, espiritual, si no
físicamente, serán arrojados del templo del Señor.
La Orden Masónica no es una mera organización social,
sino que está compuesta por todos cuantos se han comprometido
ante sí mismos y ante sus hermanos a aprender y practicar
juntos los principios de misticismos y de los ritos ocultos, no
por antiguos menos eternos. Son (o deberían ser) filósofos,
sabios, individuos de mente equilibrada, dedicados a la
Francmasonería, y comprometidos en aquello que más quieren:
trabajar para que el mundo sea mejor, más sabio y más feliz,
porque ellos lo vivieron. Los que penetran el valor de estos ritos
y pasan entre columnas buscando prestigio o ventajas de índole
material, son blasfemos, y aunque en este mundo podamos
considerarlos como gente de éxito, en realidad los fracasos
cualitativos les han cerrado las puertas del verdadero rito, cuya
clave es el desinterés y cuyos obreros han renunciado a los
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

bienes tangibles del momento.


En épocas pretéritas se requerían muchos años de
preparación para que el neófito lograra la oportunidad de
ingresar al templo de los Misterios. De este modo, el frívolo, el
curioso, el débil de corazón, y los incapaces de resistir las
tentaciones de la vida, eran automáticamente eliminados por su
incompetencia para llenar los requisitos de admisión. El
candidato triunfante a su paso entre columnas, ingresaba al
templo dándose cuenta perfecta de su sublime oportunidad, de
su trascendente obligación, y del místico privilegio ganado por
sí mismo en el curso de años de ardua preparación. Sólo son
verdaderamente Francmasones los que ingresan al templo
reverentemente, los que no buscan ni loas efímeras, ni cosas de
la vida, sino los tesoros eternos, y cuyo único deseo es conocer
el verdadero misterio de la Orden en donde pueden reunirse
como honestos obreros con los que vivirán como constructores
del Templo Universal en el futuro.
El Ritual masónico no es una ceremonia, sino una vida
que vivir. Sólo son verdaderamente Francmasones aquellos que,
habiendo dedicado sus vidas y fortunas al altar de la llama
eterna, emprenden la construcción de un edificio universal del
cual son conscientes, y su Dios, el arquitecto viviente. Cuando
tengamos Francmasones así, la Orden volverá a ser operante, el
flamígero triángulo brillará con redoblado esplendor, el difunto
hacedor se levantará de su tumba y la Palabra perdida, tanto
tiempo oculta al profano, se revelará otra vez, con el poder que
renueva todas las cosas.
En las páginas que siguen aparece alguna cantidad de
pensamientos para estudio y meditación de los hermanos, los
constructores de su templo interior. Son claves que,

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

sólo leídas y no profundizadas dejarán al estudiante todavía


en estado de ignorancia; pero que, de ser vividas, lograrán
transformar a la Francmasonería predominantemente
especulativa de hoy en la Francmasonería operante del mañana,
en que cada Masón, dándose cuenta de su propio puesto, verá
cosas que nunca viera antes, no porque ellas no estuvieran
presentes, sino porque era él quien estaba ciego. Y no hay más
ciego que el que no quiere ver.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

La Presencia del Maestro

El Masón cree en el Gran


Arquitecto, la novela viviente del plan de
la creación, el Maestro de todas las
Logias, sin cuyo espíritu no se puede
trabajar. Que nunca olvide que el
Maestro está cerca. Que noche y día
sienta la presencia del Supremo Hacedor.
El Ojo siempre vigilante esta en él y sobre
él. Día y noche este gran Orbe mide las
profundidades de su alma mas íntima,
juzga su vida, lee sus pensamientos,
sopesa sus aspiraciones y premia su
sinceridad. Ante esta Omnipotencia,
guardando las distancias, está él mismo
personificado y a nadie y ante nadie más
debe dar cuenta de sus actos. Esta mística
sale con él dé la Logia y sopesa al Masón
en el mundo. Este Espíritu está con él en
el diario trabajo, lo mismo que en el
hogar. Le juzga con la luz del día y con
la oscuridad de la noche. Le oye cada
palabra indiscreta. Es el testigo silencioso
de toda transacción en la vida, el silente
consocio de todo hombre. Es el jurado
que sentencia a todo ser humano. Es su
propia conciencia. Que todo Masón sepa
que sus deberes incluyen no solamente los
de su estrecha Logia, limitada, por
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

paredes de piedra y ladrillo, sino los de la


Gran Logia Universal cuyos límites son
la amplia bóveda de los cielos. El valle
de Josafat espera a aquel que usa de
falsía para una creatura cualquiera, tan
seguro como espera a los que quebrantan
el juramento cósmico.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Capitulo II
El Candidato
Hay un periodo en el desarrollo de toda cosa individual
viviente en que el ser se da cuenta, con naciente conciencia, de
que es un prisionero. Aunque aparentemente libre de moverse y
desenvolver su personalidad, la fugaz vida reconoce, por medios
cada vez mayores sus propias limitaciones. En ese instante es
cuando el hombre clama con más insistencia que nunca por su
liberación de las opresivas ataduras que, aun cuando invisibles
para los ojos mortales, lo siguen encadenando con servidumbres
muchísimo peores que las de cualquier cárcel material.
Muchos han leído, sin duda, el relato del prisionero de
Chillón, quien paseaba de arriba abajo, dentro de los estrechos
confines de su celda, mientras que las azules aguas se agitaban
sin cesar sobre su cabeza, y el único ruido que rompía el
silencio de su eterna noche era el constante chapoteo de las
filtraciones. Compadecemos al prisionero en su prisión material,
y nos entristecemos hasta lo más íntimo del corazón, puesto que
sabemos cuan ardientemente la vida ama la libertad. Pero hay un
prisionero cuya pena es mucho peor que, las terrenales. No tiene
siquiera los estrechos confines de una celda en torno suyo, pues
no puede, por lo menos, pasear incesantemente, de arriba abajo y
tejer surcos sobre los guijarros de su inmundo suelo. Ese eterno
prisionero es la Vida, encarnada en los sombríos y pétreos muros
de la materia, sin que un solo rayo ilumine la negrura de su
destino. Eternamente lucha, entre los negros ámbitos de
tenebrosos muros, pidiendo luz y una oportunidad de
inspiración. Ese es el eterno Prisionero que, a través de las
infinitas etapas de desarrollo cósmico, a través de innumerables
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

formas y desconocidas especies, pugna eternamente por


liberarse a sí y conquistar la libertad de expresarse a sí mismo,
derecho natural que toda creatura posee. Siempre en espera del
día en que, irguiéndose sobre las rocas que por ahora cierran su
informe tumba, pueda alzar los brazos al cielo, sumergirse en el
resplandor celeste de la libertad espiritual, ser libre de unirse a
los burbujeantes átomos y danzar alegremente, después de
romper las cadenas de su prisión y de su tumba.
En torno de la Vida, ese maravilloso germen que hay en
el corazón de toda
creatura, ese sagrado Prisionero en Su lóbrega celda, ese
Maestro Constructor yacente en el sepulcro de la materia, se
ha levantado la maravillosa leyenda del Santo Sepulcro. Bajo
innumeras alegorías, los filósofos místicos de todos los
tiempos han perpetuado aquel trascendente relato, que, para el
Gremio de los Francmasones, consiste en el místico ritual de
Hiram, el Maestro Constructor, victimado en su templo por los
propios obreros que lo secundaban, mientras se hallaba afanado
en crear la morada de su Dios.
La tumba es la materia. La materia es el muro letal de la
sustancia, aún no despierta bajo las latentes energías del
Espíritu.
Existe en muchas formas y grados. No sólo en los
elementos químicos que dan solidez a nuestro universo, sino en
mejores y más sutiles esencias. Estas, aunque expresándose por
medio de la emoción y el pensamiento, siguen siendo seres

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

pertenecientes al mundo de la forma aun dentro de su sutilidad.


Tales sustancias (o esencias) constituyen la gran cruz de la
materia, que se opone al crecimiento de todas las cosas, aun
cuando, por oposición, hace que dicho crecimiento sea posible.
Es la gran cruz de hidrógeno, nitrógeno, oxígeno y carbono,
sobre la cual hasta el germen vital del protoplasma es
crucificado y sacrificado, agonizante. Tales sustancias son
incapaces de darle una expresión adecuada. El espíritu encerrado
en ellas, clama por libertad; libertad de ser, de expresar, de
manifestar su verdadero puesto en el Gran Plan de la evolución
cósmica.
Los grandes anhelos dentro del corazón del hombre son los
que lo empujan suavemente hacia las puertas del Templo; es la
creciente urgencia de un mayor entendimiento y de más luz lo
que da vida, merced a la ley de la necesidad, a la gran Logia
cósmica, dedicada a aquellos que, buscando fundirse con los
Poderes de la Luz, quieren que los muros de su prisión sean
derribados. Esta envoltura no puede ser descartada; debe ser
puesta en contacto, solidariamente, con la Vida. Cada átomo
cristalizado, muerto, del cuerpo humano, debe ser puesto en
vibración y movimiento hasta que alcance el más alto grado de
conciencia. A través de la purificación, a través del
conocimiento, y a través de los servicios a sus compañeros, el
candidato desarrolla consecuentemente, estas propiedades
místicas, y construye mejores y más perfectos cuerpos, a través
de los cuales su Vida más alta alcanza manifestaciones todavía
mayores. La expresión del hombre, a través del pensamiento, la
emoción y la acción constructivas, libera a lo más alto de su
naturaleza de cuerpos que, a causa de su estado de
cristalización, son incapaces de proporcionarle sus naturales
oportunidades.
En la Francmasonería, esta permanencia en la materia
recibe el nombre de tumba, y representa el Santo Sepulcro de
39
Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

la mística leyenda. Es la tumba dentro de la cual yace el


perdido Arquitecto, y con él, los planos del Templo y la Palabra
del Maestro; y es a ese Arquitecto, nuestro Gran Maestro, a
quien debemos buscar y rescatar de la muerte. Ese noble Hijo
de la Luz clama en nosotros en cada expresión de la materia.
Todo, todo señala su lugar de reposo, y la ramita de acacia
anuncia que, a través del largo invierno de tinieblas espirituales,
cuando el sol no brilla ya para el hombre, esa Luz sigue aún
esperando el día de su liberación, en que cada uno de nosotros se
levante hacia Él, mediante la garra o apretón de manos del Gran
Maestro, la verdadera garra de un verdadero Maestro
Francmasón. No podemos, cierto, oír esa Voz que clama
eternamente, pero sí sentir su interno llamado. Algo grande y
desconocido conmueve las fibras de nuestro corazón. A medida
que avanza el tiempo, un gran deseo se intensifica en el maestro
por vivir mejor y por cultivar pensamientos dignos de
grandeza, moldeando en sí mismo las características del
candidato que, al ser preguntado por qué emprende tal camino,
pueda, en verdad, contestar, si mentalmente pudiera interpretar
lo que siente: “Oigo una voz que dama a mí en la flora y en la
fauna, desde las piedras, desde las nubes, desde el propio cielo.
Cada átomo ígneo que gira y vibra en el Cosmos, clama a mí
con la voz de mi Maestro. Puedo escuchar a Hiram Abiff, mi
Gran Maestro, clamando en su agonía, la agonía de la vida
cubierta de tinieblas entre los muros de su prisión material,
tratando de hallar la expresión que yo le había negado, pugnando
por adelantar el día de la liberación de su espíritu de cuya
clausura soy únicamente yo el responsable. Mi mundo material y
sus reacciones de primario nivel fueron los victimarios de mi
alma irredenta”.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Hay muchas leyendas acerca del Santo Sepulcro que, por


tantos siglos, ha estado en manos infieles, y que por su errónea
interpretación el mundo cristiano trató de recapturar en época de
las Cruzadas. Sin embargo, pocos Francmasones aún se dan
cuenta de que ese Santo Sepulcro, o tumba, es, en realidad,
negación y cristalización, materia cerrada y sellada, en la que se
contiene el Espíritu de Vida, que permanecería en tinieblas hasta
que el progreso de cada ser individual le otorgue muros de
resplandeciente oro, y trasmute en vibrante luz sus pétreos
muros. A medida que desarrollemos más y mejor nuestros
medios de expresión, esos muros se dilatarán lentamente hasta
que, por fin, el Espíritu surja triunfante de su tumba y, después
de bendecir los tremendos muros que lo cercaban, se eleve sobre
ellos para unirse consigo mismo a niveles no por menos densos
más efectivos y reales.
Consideremos primero lo trágico de la leyenda de Hiram.
Citaré tres malvados que, en los momentos en que el Arquitecto
trataba de abandonar su templo, lo golpearon con sus propias
herramientas hasta dejarlo examine, derribando seguidamente
ese templo sobre sus propias cabezas. Simbolizan esos tres
malvados las expresiones de nuestra baja naturaleza, expresiones
que son los verdaderos oponentes de cuanto bueno llevamos
dentro. Esos tres malhechores pueden ser llamados Ignorancia,
Fanatismo y Ambición, que después de ardua labor trasmutados
en Sabiduría, Tolerancia y Amor, se convierten en gloriosas
vías a través de las cuales se manifestará el gran poder vital de
los tres regentes, los deslumbrantes constructores de la Logia
Universal, que se evidencian en este mundo como Pensamiento
Espiritual, Emoción Constructiva y Útil Trabajo Cotidiano, en
las variadas formas y lugares que solemos usar para llevar a
cabo el trabajo de los Maestros. Esos tres elementos constituyen
el Triángulo Flamígero a que rinde homenaje todo Francmasón;
pero que pervertidos y cristalizados, sujetos aún al instinto
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

primario, constituyen una prisión triangular a la que no puede


llegar la luz y en donde la Vida languidece entre las tinieblas de
la ignorancia, hasta que el hombre mismo, por medio de lo más
alto de su entendimiento, logra poner en libertad el poder y las
energías que, por cierto, son solidez y gloria del Ser que nos dio
la luz.
Ahora, permítasenos analizar de qué manera aquellos tres
refulgentes reyes de la aurora se convirtieron, gracias a la
perversión e interpretación que de sus manifestaciones hace el
hombre, en los delincuentes que asesinaron a Hiram - las
dinámicas potencias del cosmos que circulan por las venas de
todo ser viviente -, tratando de hermosear y perfeccionar el
templo, que ellos construirían según el plan abandonado en el
cuarto de trabajo por el Gran Arquitecto del Universo.
Primeramente, tenemos a uno de los tres reyes, o, mejor,
deberíamos decir, un canal a través del cual se manifiesta:
porque el rey Salomón es el poder de la mente que, cuando se
corrompe, se vuelve un destructor que deshace los poderes que
alimentan y construyen. La recta aplicación del pensamiento,
cuando busca respuesta al cósmico problema del destino, liberta
el espíritu del hombre que se remonta sobre lo concreto a través
del maravilloso poder de la inteligencia, con sus ensueños e
ideales.
Cuando el pensamiento del hombre agita las alas de la
inspiración, cuando destruye las tinieblas de la ignorancia con la
fuerza de la razón y de la lógica, entonces, ciertamente, todo el
ser se ve liberado de su miseria, y se inunda de luz, bañándose
en las aguas del poder y de la vida. Esa luz nos permite
investigar con mayor claridad el misterio de la creación y
hallar, con la mayor certidumbre, nuestro puesto en el Gran

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Plan, puesto que a medida que el hombre desarrolla sus cuerpos


adquiere mayores talentos con los cuales le es posible explorar
los Misterios de la Naturaleza y ahondar en la búsqueda de las
ocultas obras de la Divinidad. El Constructor es liberado por
medio de tales poderes y su conciencia continúa adelante, de
conquista en conquista. Esos altos ideales, esos espirituales
conceptos, esas aplicaciones altruistas, filantrópicas y
educadoras del poder del pensamiento, glorifican al Constructor.
Porque ellas proporcionan el poder de expresar, sea en
pensamiento, sea en palabras, sea en acción, y todo el que puede
expresarse por sí mismo es, desde ese instante, libre. Cuando el
hombre puede moldear sus pensamientos, sus emociones y sus
más altos ideales, entonces él es la libertad, porque la
ignorancia representa las tinieblas del Caos, mientras que el
conocimiento es la luz del Cosmos.
A pesar de que muchos de nosotros vivimos,
aparentemente, para satisfacer los
deseos primarios del cuerpo como servidores de lo más bajo de
la naturaleza, siempre queda en cada uno un poder latente y
perdurable, una verdad desconocida. Ese poder vive, en esta
condición, acaso por eternidades, pero durante nuestro
crecimiento suele surgir con gran anhelo de manifestación en el
momento en que descubrimos que la satisfacción del placer de
los sentidos es eternamente fugaz, efímera e insatisfactoria, y
nos examinamos a nosotros mismos comenzando a darnos
cuenta de que existen mayores alicientes para nuestro ser. A
veces es la razón, a veces el sufrimiento, a veces un profundo
deseo de ser útiles, lo que hace que se manifiesten esos poderes
latentes, lo cual patentiza que un gran sueño en medio de las
sombras está a punto de tomar el camino de la Luz. Después de
haber vivido todas las experiencias, el hombre aprende a darse
cuenta de que todas las manifestaciones del ser, todas esas
variadas experiencias a través de las cuales pasa, son pasos que

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

conducen a una sola dirección que, consciente o


inconscientemente, todas las almas son dirigidas hacia el
pórtico del Templo en donde, por vez primera, ven y
comprueban la gloria de la Divinidad. Es entonces cuando se
comprende la alegoría gloriosa del martirizado Constructor, y
se siente el poder dentro de uno mismo, clamando contra la
cárcel de la materia. Nada tiene ya importancia desde entonces y
sin consideración a precio y sacrificio y aun sufriendo el
vilipendio del mundo, asciende el candidato lentamente las
gradas del Templo eterno. Él conoce la razón que rige al
Cosmos, no conoce las leyes que moldean su ser, pero sabe que
en alguna parte, tras el velo de la humana ignorancia, hay una
luz eterna hacia la cual debemos acercarnos, paso a paso. Con
los ojos fijos en el cielo, allá arriba, y las manos juntas en
plegaria, sube lentamente las gradas como candidato. Temeroso,
temblando todavía por la divina comprobación de lo bueno,
llama a la puerta y aguarda, en silencio, la respuesta que vendrá
desde el interior.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Capítulo III
El Aspirante a Aprendiz
Hay tres grandes pasos en la evolución del alma humana,
antes que alcance a terminar la morada de su espíritu. Dichos
pasos han sido llamados, respectivamente, juventud, madurez y
ancianidad, o, como diría un Francmasón: tiempos de Aprendiz,
de Compañero y de Maestro Constructor. Toda vida pasa por
estas tres etapas de la conciencia humana. Podrán ser
consideradas también como el hombre exterior mirando hacia
adentro, yendo hacia adentro y estando adentro (o en su
interior). La ruta de la vida humana, como todas las cosas, está
dirigida por las leyes de la analogía, y así como partiendo desde
el nacimiento, empezamos nuestra peregrinación a través de la
juventud, la madurez y la ancianidad, así la conciencia espiritual
del hombre en su evolución cósmica, pasa de la inconsciencia a
la conciencia perfecta dentro de la Gran Logia del Universo.
Antes que la iniciación en el grado de Aprendiz pueda ser
propiamente entendida y apreciada, deben considerarse ciertos
requisitos, no meramente los relacionados con el mundo
material, sino también con el espiritual.
El Francmasón debe darse cuenta que la verdadera
iniciación es un rito espiritual y no material, y que su
iniciación en el templo vivo de la jerarquía espiritual que regula
la Francmasonería puede no ocurrir sino hasta años después de
que él tome su grado material, o que, espiritualmente, puede
muy bien ser un Gran Maestro antes de venir al mundo. Hay,
probablemente, pocos ejemplos en la historia de la
Francmasonería en que la ordenación espiritual del aspirante se
produzca al mismo tiempo que su iniciación material, porque la
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

verdadera iniciación depende del cultivo de ciertas cualidades


del alma: un asunto individual y personal que se ha dejado
enteramente a la voluntad del Masón místico y que debe
conservar en silencio y a solas.
El recinto del tabernáculo entre los antiguos judíos fue
dividido en tres partes: el recinto exterior, el lugar sagrado y el
Sancta Sanctórum. Esas tres divisiones representan las tres
grandes divisiones de la conciencia humana. El grado de
Aprendiz es adquirido cuando el estudiante manifiesta su
intención de trabajar la ruda arcilla que extrae de la cantera y
prepara para el Gremio de Compañeros. En otras palabras, el
primer grado es de preparación, realmente; es un paso material
que se relaciona con cosas materiales porque la vida espiritual
debe descansar sobre cimientos materiales.
El siete es el número del Aprendiz, porque se refiere a las
siete artes liberales y ciencias, y éstos son los poderes con que el
Aprendiz debe trabajar antes de merecer la distinción de avanzar
a grados más altos. Hay muchos equivocados que creen que
pueden alcanzar los planos espirituales de la Naturaleza sin
pasar primero a través de aquéllos y sin modelar la materia
convirtiéndola en expresión del poder espiritual; porque el
primer grado, avance de la maestría, consiste en dominar las
condiciones concretas de la vida y en desarrollar los centros
sensoriales, que luego deben convertirse en canales para
expresar las verdades del espíritu.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Todo progreso es un proceso gradual realizado


ordenadamente, tal como debe practicarse en una logia en
consciente trabajo. El universo está dividido en planos, y esos
planos están divididos por cierto número de vibraciones que los
atraviesan. La conciencia espiritual evoluciona gradual,
lentamente, aunque en progresión constante, y sus estados
inferiores pierden toda conexión con los más elevados cuando ha
conseguido un nivel de superación en el que sólo pueden
sesionar los Grandes Maestros. Este estado de supraconciencia,
región desconocida incluso para el Maestro Francmasón,
finalmente retorna de nuevo a la jerarquía espiritual que le es
peculiar.
Acción es la palabra de orden del Aprendiz de una logia.
Todo adelanto es el resultado de su ejercicio y su aplicación para
aumentar su salario. El cuerpo humano se fortifica mediante
ejercicios musculares; por medio de las siete ciencias y artes
liberales, la mente humana recibe cierto impulso que, a su vez,
estimula ciertos núcleos internos de la conciencia. Estos centros
de conciencia, gracias a un mayor desarrollo, darán después una
más amplia expresión a aquellos poderes internos; pero el
Aprendiz tiene como primer deber el despertar tales poderes y,
a la manera de la juventud de la cual es un símbolo, sus ideales
y trabajos deben circunscribirse estrictamente a lo concreto.
Para él, el compás se encuentra bajo la escuadra; para él,
las razones que se manifiestan por medio del corazón y de la
mente, los dos polos de la expresión, se hallan oscurecidas y
ocultas bajo la escuadra que sirve para medir la densidad de la
materia. Aunque él no conoce el porqué, su trabajo consiste en
seguir las directivas de aquellos de mayor sabiduría que la suya;
pero, como resultado de la aplicación de energía, por medio de
acciones y reacciones, lentamente construye y desenvuelve los
poderes de discriminación y el vigor de carácter que caracteriza
el grado de Compañero.
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Es obvio que la ruda arcilla simboliza al cuerpo. También


representa la cósmica raíz sustancial que se saca de la cantera
del universo por las primeras expresiones de la inteligencia, y
que es moldeada por éstas en siempre más firmes y más
perfectas líneas hasta que, finalmente, se convierte en la piedra
perfecta del templo del Constructor.
¿Cómo puede manifestarse auténticamente la emoción a
través de la forma?
¿Cómo puede la mente manifestarse hasta que las arduamente
evolucionadas células del cerebro, hechas de materia, lleguen a
alcanzar su calidad orgánica para formar el campo de trabajo
sobre el cual puedan basarse las demás cosas? Todos los
estudiosos de la materia humana se dan cuenta de que cada
expresión del hombre depende de la calidad orgánica; de que
en cada cosa viviente ésta es diferente; y que la creciente
perfección de esta materia es indicio cierto de adelanto mental,
físico o espiritual.
Gracias a las reglas del oficio, el Aprendiz debe hermosear
su templo. Debe construir en sí mismo, por sus pensamientos,
por sus actos, por el poder de sus manos y las herramientas que
le han sido dadas, ciertas cualidades que hacen posible su
admisión en los más altos grados de la logia espiritual.
Sabemos que el bloque rectangular inanimado es símbolo
de la tumba. También es bien sabido que el Aprendiz es incapaz
de mover la piedra o de transformarla en una cosa más alta o
más grande; pero es un privilegio que le pertenece el purificar
y glorificar esa materia y comenzar la gran tarea de prepararla
para una más alta misión.
Pocos se dan cuenta de que, estando el universo hecho a
base de individualidades en diversos estados de evolución, la
responsabilidad es, consecuentemente, individual, y

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

que cada una de las cosas que el hombre desea obtener, debe él
mismo elaborarlas y mantenerlas.
Si la individualidad tiene que emplear sus mejores cuerpos
con el fin que se ha propuesto, debe tratarlos como es debido, y,
por tanto, esos cuerpos deben ser buenos y leales servidores de
la gran tarea para la que la individualidad se prepara.
La cantera simboliza el ilimitado poder de la naturaleza.
Representa prácticamente el infinito campo de la oportunidad
humana; simboliza las sustancias cósmicas de las que el hombre
debe escoger las piedras para su templo. En esta etapa de su
evolución, el Aprendiz obtiene el privilegio de escoger las
piedras que él desea pulimentar durante sus progresos en la
logia, ya que, en tal momento, él representa a la juventud
escogiendo su propia tarea. Representa al humano ego que, en la
aurora de los tiempos, seleccionó muchos bloques y cubos y
rajadas piedras de la Gran Cantera. Esas rudas y quebradas
piedras que no llegan a calzar en nada, son los poderes
parcialmente evolucionados y dúctiles, con los cuales él labora.
En el primer periodo, debe escoger los materiales. Los que no
los escogieron, nunca podrán pulimentarlos. Durante la
involuntaria etapa de la conciencia humana, el Aprendiz era el
hombre, que tuvo que trabajar con aquellos rudos bloques
buscando las herramientas y el poder suficiente para pulirlas. A
medida que evoluciona a través de los tiempos, obtiene las
herramientas y cósmicamente pasa al grado de Compañero, en
que trabaja su arcilla de acuerdo con los planes trazados con un
fin determinado. De aquella ruda e informe arcilla, obtiene
sólo tres dimensiones, que representan a los tres malvados de la
leyenda que, en aquella etapa, resultan los destructores de la
cuarta vida dimensional, oculta dentro de la fea y mal
moldeada piedra.
La última clave del Aprendiz es la de servicio. El no puede
preguntar el porqué;

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

él no sabe el cómo. Su obligación es hacer, actuar, expresarse a


sí mismo de alguna manera, constructivamente si es posible,
pero aun infructuosamente y hasta en forma negativa, si precisa,
todo antes que no hacer nada. Sin acción, su gran tarea se pierde;
sin herramientas, simbolizadas por el cuerpo, no puede actuar en
ninguna forma organizada. Consecuentemente, es necesario
dominar las artes y ciencias que colocan en sus manos
herramientas inteligentes para expresar la energía. La belleza
debe ser la nota dominante de su ideal. Con sus ideales
concretos, debe tender siempre a hermosear todo lo que está en
contacto con él y de lo que él forma parte, de modo que el
trabajo de su mano pueda ser aceptable a los ojos de su ideal de
perfección, el Gran Arquitecto del Universo.
Su vida cotidiana, en el hogar, en la oficina, en sociedad,
junto con la compenetración de la unidad fundamental de cada
uno con el todo, forma la base sobre la cual el candidato
aspirante puede elevar una más grande estructura. En verdad, él
debe vivir la vida, resultado de lo cual es la purificación de su
cuerpo, de suerte que las más sutiles fuerzas de los más altos
grados puedan expresarse a través de la más exquisita
sensibilidad del polo receptor que hay en sí mismo. Cuando
alcanza este grado de sutileza, puede considerarse
espiritualmente capaz de avanzar hacia otros más elevados. Tal
avance no es resultado de selección o elección sino un proceso
automático de evolución en el cual, por haber sensibilizado su
conciencia por la corrección de su vida, se pone en consonancia
con superiores planos de expresión. Toda iniciación es el
resultado de ajustes de la vida evolutiva con los planos físicos,
emotivos y mentales de la conciencia, a través de los cuales el
alma pasa.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Ahora podemos considerar los requisitos espirituales de


aquel que se siente místicamente atraído por la gran fraternidad
espiritual que, oculta tras un rito esotérico, constituye el poder
vivo de una Logia de Aprendices:

1° Es esencial que el Aprendiz haya estudiado


suficientemente temas de anatomía para que tenga al menos una
idea general del cuerpo físico, ya que todo ese grado se basa en
el misterio de la forma. El cuerpo humano es la más alta
manifestación de la forma que él es capaz de analizar.
Consecuentemente, debe consagrarse al estudio de su propio ser
y a sus misterios y complejidades.
2° El Aprendiz debe darse cuenta de que su cuerpo es un
templo vivo en que la Divinidad ejerce y tratarlo de acuerdo con
ello; porque cuando abusa de él o lo maltrata, quebranta las
sagradas obligaciones que debe asumir antes de que pueda
esperar entender los verdaderos misterios que encierra la Orden.
La ruptura de este pacto con la más alta Vida que se desenvuelve
dentro de él, inevitablemente provoca la sanción de la
Naturaleza por quebranto de un equilibrio que ya no puede
ignorar.
3° Debe estudiar el problema de la manutención del cuerpo
por medio del alimento, el vestido, la respiración y otras
necesidades, porque todas ellas son pasos importantes en un
proceso de aprendizaje. Los que comen sin moderación, visten
impropiamente y usan sólo un tercio de su capacidad pulmonar,
nunca pueden llegar a tener la eficiencia física necesaria para
una total expresión de la Vida de acción a que aspiran.
4° Debe crecer físicamente y en la expresión de cosas
concretas. Las relaciones humanas deben ser idealizadas
entonces, y debe buscar el desarrollo de cualidades de modestia
que son necesarias para el trabajo armónico del Francmasón y
sus compañeros en el plano material de la Naturaleza.
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

5° Debe tratar de abolir las desigualdades todas. Lo puede


hacer mejor mediante el equilibrio entre sus organismos físico y
mental, dedicándose al estudio de las siete ciencias y artes
liberales.

Hasta que no sea relativamente dueño de estos principios


en el más alto plano dentro de su propio ser, no puede esperar
alcanzar, espiritualmente, por medio de las cualidades de su
propio carácter, los rayos vitalizadores del Compañero. Cuando
alcanza este punto, puede espiritualmente esperar ser miembro
de un más alto grado puesto que de hecho solamente entonces
lo será.
El Francmasón debe darse cuenta de que sus más íntimas
aspiraciones son el índice de su auténtico yo. Quienes disfrutan
de posición social y financiera o lugar preponderante en los
negocios y hacen de ellos una culminación de sus egoísmos u
ostentación en el seno de la Orden, pierden su tiempo y, en
esencia, nunca han pertenecido a ella. Con su afiliación poco
daño harán a la Francmasonería, puesto que de sus valores nada
captará. Agazapados en sus Templos, no serán más que
aburridos espectadores de una función que jamás entenderán
por no tener el alma puesta en ella ni el espíritu en condiciones
de recibir su sutil beneficio. Las insignias en los relojes o en
las solapas no hacen Francmasones; ni tampoco la observancia
de un ritual. Los Francmasones deben evolucionar a través de
un esfuerzo de su propia conciencia hacia

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

superiores ideales personificados dentro de sí mismos; sus vidas


son la única insignia de su rango, más grandes que cualquiera de
las credenciales visibles y tangibles.
Llevando esto en la mente, es posible que un alma
desinteresada y esforzada se manifieste espiritual y liberalmente
mancomunada en la conciencia de un Aprendiz. Significa que ha
dado el paso mayor en el camino de su liberación personal.
Ahora, su símbolo es el de un niño sonriente, porque con la
sencillez de un niño se coloca bajo la protección de una tutoría
espiritual, ganoso y alegre de obedecer sus insinuaciones. Al
llegar a este punto y habiendo hecho lo mejor a su alcance en lo
íntimo de su conciencia, se halla en condiciones de que los
poderes supremos, por ley de reciprocidad y actuando a su
misteriosa guisa, acaben hallándolo apto de recibir el segundo
grado de la liberación espiritual.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Capítulo IV
El Compañero
La vida se manifiesta no sólo a través de la acción en el
plano físico, sino también a través de las emociones y de los
sentimientos en la mente de cada ser. Esta es la clase de
impulso que toman los estudiantes cuando inician sus trabajos en
la Orden. Pasan así, de la juventud, con su sonriente rostro, a las
mayores responsabilidades correspondientes al hombre hecho.
En la segunda grada del templo se yergue un guerrero de
luciente armadura, pero con la espada envainada y con un libro
en la mano. Simboliza la fuerza, la energía de Marte, y el
maravilloso grado de desarrollo espiritual que conocemos con el
nombre de Compañero. A través de cada uno de nosotros
circulan ardientes rayos de emoción humana; tras de cada
expresión de energía humana, hierve una fuerza poderosa. Como
piafantes corceles encabritados y a punto de desbocarse,
como sabuesos ansiosos de caza, las potencias emotivas no
pueden ser reprimidas todo el tiempo, sino que rompen los
muros que las detienen y se lanzan adelante, como ardientes
expresiones de la humana energía. Ya sabemos que el gran
principio de la emoción fue el segundo destructor de Hiram. El
aspecto primario de la emoción humana se manifiesta en el
mundo por un malestar indecible, el cual, a través de diversas
reacciones, se pone de manifiesto en los organismos materiales y
mentales.
Es extraño advertir hasta qué punto pueden ser
pervertidos ciertos poderes
divinos, tanto como para llegar al extremo de que cada
expresión e instinto, en su negativa manifestación, se convierta

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

en muerte y destrucción. El poder de la divina compasión de los


dioses se manifiesta en este mundo de modo muy diferente a
como se expresa en el reino de la luz. La divina compasión es
sin embargo fortalecida por influjos tan potentes como las
pasiones de los mortales y las ambiciones de la tierra. Los rayos
de la luz espiritual del Cosmos; los ígneos Principios de la
Aurora hierven y surgen a través del hombre aún no
regenerado. Son los impulsos que por carecer de positiva
proyección, lo pervierten hasta convertirlo en díscolo y violento.
El infinito poder del Caos; las ardientes y giratorias espirales del
perpetuo movimiento, cuyas majestuosas cadencias constituyen
la música de las esferas, son excitadas por el mismo gran poder
que el hombre utiliza para destruir lo más alto y lo mejor. El
mismo místico poder que conserva los planetas en sus órbitas, en
torno al astro solar; la misma energía que mantiene cada electrón
en continuo movimiento; la misma energía cotí que se construyó
el templo de Dios, lo convierten en su primitiva manifestación
en un implacable caudillo-esclavo, que, sin freno ni control,
golpea al Piadoso en sí y lo arroja, tambaleante, en las tinieblas
de su prisión. El hombre no escucha aquella voz sutil que le
habla en tono siempre amoroso, siempre triste. Esa voz le dice
de la paz que acompaña todo constructivo empleo de energía, a
la cual debe dominar si pretende ser amo de las potencias de la
creación, su propio amo en definitiva. ¿Cuánto tiempo tuvo que
emplear el rey Hiram de Tiro, el guerrero de la simbólica
segunda grada de los Compañeros de la

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Logia Cósmica, para enseñar a la humanidad sus lecciones del


dominio de sí mismo? El Maestro puede actuar solamente si de
continuo vence las miserias resultado de los apetitos
incontrolados. El hombre no recibió su fuerza para usarla
destructoramente, sino para que pudiera construir un templo
capaz de ser la morada del Gran Arquitecto del Universo. Dios
se glorifica a sí mismo a través de esas individualizadas
porciones suyas que son los hombres, y enseña poco a poco a
esas porciones a que entiendan y glorifiquen a todo el cosmos
del que son fracción.
Ha llegado el día en que los Compañeros deben adquirir y
aplicar sus conocimientos. La clave perdida para su grado es el
dominio de la emoción, que coloca la energía del universo en sí
manifestada a su disposición y ya sólo para el bien. El hombre
puede esperar que lo crean un gran poder, cuando demuestre su
habilidad para usarlo constructiva y altruistamente. Cuando el
Maestro logra entender que la clave del guerrero en el muro
significa el debido empleo del fuego de la potencia humana,
habrá desentrañado el misterio de su Gremio. Tiene en potencia
y en sus manos las demoledoras energías de un Lucifer, pero,
antes de que se le permita seguir adelante y en sentido
ascendente, debe probar su capacidad de aplicar tal energía.
Debe seguir las huellas de su predecesor, Tubal-Caín, quien con
la eficacia y fortaleza de un dios de la guerra fundió su espada y
la convirtió en arado.
Todo aquel que desea progresar en el desenvolvimiento de
su propio ser, debe ejercer incesante vigilancia sobre sus
pensamientos, deseos y actos; el grado de Compañero es el
grado de la transfiguración. La mano capaz de matar debe ahora
levantar al caído, en tanto que los labios que maldicen deben
ahora pronunciar la plegaria. El corazón lleno de odio tiene que
aprender el misterio de la compasión, como resultado de un más
profundo y más perfecto entendimiento de las relaciones del
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

hombre con sus semejantes y su Creador. La firme y bondadosa


mano del espíritu debe someter a las flamígeras potencias de la
pasión con férreo puño. En la aplicación y realización de tales
principios, reside la clave del Compañero Francmasón.
En este grado, las dos puntas del compás (una a más alto
nivel que otra) simbolizan el corazón y la inteligencia, y como
expresa más altas emociones la punta del compás
correspondiente al corazón, queda libre de la escuadra, símbolo
de lo material que en principio lo sojuzga.
Mucha gente en el mundo pasa ahora, espiritualmente, por
el grado de Compañero en sus cinco sentidos. El sentido de la
percepción cae bajo control de las energías emotivas; por tanto,
para expresar constructivamente el poder del Compañero hace
falta el desarrollo de los sentidos. El hombre debe darse cuenta
de que todas las potencias que sus muchos años de necesidad
han ganado para él, se han puesto de acuerdo para que, a
través de ellas, él pueda liberar más ampliamente al espíritu
que lleva dentro de su propio ser. Como el grado de Compañero
está en el medio de los tres, es un deber espiritual el obtener
este punto de equilibrio o contrapeso que siempre constituye una
seguridad entre ambos extremos. También, en este grado, se
tiene que encontrar el dominio de la expresión. La palabra de
pase del Compañero puede ser, en suma, definida como
compasión, equilibrio y transformación.
En el grado de Compañero se oculta la fuerza creadora de
la vida humana. El Compañero es el hombre que trabaja con
fuego elemental, hasta transformarlo en luz espiritual. El
corazón es el centro de su actividad; es en este grado en
donde el lado

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

humano de la naturaleza, con sus emociones constructivas, debe


ser exteriorizado y puesto de relieve. Pero todas estas
expresiones del corazón humano deben convertirse en serena
compasión, a despecho de los sufrimientos del momento, y
contemplar a la humanidad en su aspecto positivo.
Cuando el candidato siente haber llegado a un punto en que
le es posible manifestar todas sus capacidades de ardor y de
energía en forma constructiva y equilibrada, y únicamente ha
desprendido el espíritu de la cárcel de la materia, entonces ya
puede considerar que el grado de Maestro Francmasón no se
halla lejos de él, y, por consiguiente, puede esperar serenamente
la fecha en que se le otorgará el espaldarazo espiritual de un más
alto y merecido grado. Ahora ya es capaz de conocerse a sí
mismo y de darse cuenta de que no es posible recibir un ascenso
dentro de la logia espiritual hasta que el corazón no se halle en
armonía con un influjo espiritual brotado de los planos causales
de la conciencia.
Antes que el estudiante pueda espiritualmente decir que es
de veras un miembro del Antiguo y Aceptado grado de los
Compañeros Francmasones, hacen falta los siguientes requisitos:

1° Dominio sobre toda clase de emociones violentas;


equilibrio en situaciones enojosas; bondad ante la maldad, y
sencillez con sus potencias anexas. Estos puntos demuestran que
el postulante tiene derecho a ser considerado como un perfecto
Compañero Francmasón.
2° Dominio de las energías animales; freno a la pasión y
al deseo; control sobre la naturaleza inferior. Todo lo antedicho
revela leales propósitos de parte del estudiante para ser
considerado en la plenitud de su grado.
3° Entendimiento y dominio de las fuerzas creadoras,
consagración de las mismas al desarrollo de la naturaleza
espiritual, así como una adecuada comprensión de su uso físico.
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

He aquí otros pasos necesarios para llegar al lugar donde el


estudiante pretende situarse.
4° La transformación del afecto personal en una
compasión impersonal, demuestra que el Compañero
Francmasón realmente comprende sus deberes y vive de modo
correspondiente al valer que su Orden le insinúa. Los
personalistas no viven, en realidad, las características del
segundo grado, porque el haber subido de nivel una punta del
compás en el emblema de su grado, implica que todas las
manifestaciones personales deben estar gobernadas por
principios altruistas.
5° En este punto, el candidato consagra sus cinco sentidos
al estudio de los problemas humanos, con el desarrollo de los
centros sensoriales como motivo; porque se da cuenta de que los
cinco sentidos son otras tantas claves, cuya adecuada aplicación
le dará material para una transmutación espiritual, si les aplica el
común divisor de la analogía.

El grado de Aprendiz puede ser considerado como un


grado materialista; el de Compañero es religioso y místico, en
tanto que el de Maestro es oculto o filosófico. Cada uno es un
grado en el desarrollo de la conexión entre la vida y la
inteligencia, y revelado por una más cabal expresión de la
gradual liberación del Maestro de la opresión

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

triangular, constituida por la triple negación que señala la


primera etapa de su individualización.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Capítulo V
El Maestro Francmasón
En las más altas gradas simbólicas del desarrollo espiritual
se yergue el Maestro Francmasón, lo que equivale a un
doctorado en la escuela del saber esotérico. En los antiguos
símbolos, el Maestro Francmasón está representado por un
anciano, apoyado en su báculo, con una larga barba blanca sobre
el pecho, y los ojos profundos y penetrantes velados por sus
cejas de filósofo. En verdad, él es un anciano, pero no en edad,
sino en sabiduría y comprensión, que son las únicas medidas
verdaderas de la edad. A través de años y vidas de trabajo ha
hallado al fin el báculo de la vida y la verdad sobre el cual se
apoya. Ya no depende de las palabras de los demás, sino de la
tranquila voz que brota del fondo de su propio ser. No hay
posición más gloriosa para un hombre que la de Maestro
Constructor, que se ha levantado por medio del trabajo, a través
de los diversos grados de la conciencia humana. El tiempo es la
diferencia de la eternidad, que el hombre ha inventado para
medir el acontecimiento de los sucesos humanos. En los planos
espirituales de la Naturaleza, él es el espacio o distancia entre las
etapas de crecimiento espiritual, y por tanto, no puede ser
medido por medios materiales. A menudo un joven alcanza a
penetrar en el alto mundo de Gran Maestro de una Escuela
Masónica, en tanto que, muchas veces, un hermano respetado y
honorable pasa en silencio al eterno descanso sin haber
conseguido ser admitido en tal umbral. La vida del Maestro
Francmasón está saturada, pujante y desbordante de la
experiencia obtenida en su lento peregrinaje hacia los máximos
peldaños de la escala del conocimiento.
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

El Maestro Francmasón encarna el poder de la inteligencia


humana, ese vínculo que ata al cielo y a la tierra juntos en una
cadena infinita. Su vida espiritual es mayor porque ha logrado
desarrollar un medio más elevado de expresión. Inclusive, sobre
la acción constructiva y de la emoción, se cierne el poder del
pensamiento, tendiendo raudamente las alas hacia la fuente de la
Luz. La inteligencia es la más alta forma de su expresión
humana, y así, pasa a las profundas tinieblas del aposento
interior iluminado nada más que por los frutos de la razón. Los
gloriosos privilegios de un Maestro Francmasón se hallan en
proporción con su mayor conocimiento y su sabiduría. De
estudiante ha florecido hasta convertirse en maestro; del reino de
los que siguen (o discípulos), ha pasado al pequeño grupo de los
que deben señalar el camino. Para él, los Cielos se han abierto y
la Gran Luz lo baña con sus esplendores. El Hijo Pródigo, tanto
tiempo vagabundo por la región de las sombras, ha vuelto de
nuevo a la mansión del padre. La voz habla desde los cielos; su
poder, que hace estremecer al Maestro hasta lo más hondo de su
ser, parece que lo satura con su propia divinidad, y dice: “Éste es
mi Hijo bienamado en quien he puesto todas mis
complacencias”. Los antiguos enseñaban que el sol no es una
fuente de luz, vida o poder, sino un medio por el cual la vida y la
luz se reflejan en la sustancia física. El Maestro Francmasón
debe ser, en verdad, un sol, un gran reflector de luz que proyecta
a través de su organismo, purificado por periodos de
preparación, ese glorioso poder que es la luz de la Logia. En
verdad, se ha convertido en

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

un vocero del Altísimo. Su puesto se halla entre la refulgente y


ardiente luz y el mundo. A través de él pasa Hidra, la gran
serpiente símbolo de la sabiduría, y su boca vierte sobre el
hombre la luz del Señor. Su símbolo es el sol naciente, porque
en el Maestro Francmasón el astro del día se levanta en todo su
esplendor, emergiendo de la oscuridad de la noche, iluminando
el Oriente inmortal con el primer anuncio del día cercano.
Dando un suspiro, el Maestro deja a un lado sus
herramientas. Para él, el templo está a punto de terminarse; las
últimas piedras han sido colocadas ya en su sitio, y apaga la cal,
con una vaga tristeza, al ver surgir la cúpula y el minarete como
obra de su mano. El verdadero Maestro no se permite un largo
descanso, y en la medida que comprueba que sus días de trabajo
han terminado, siente que la melancolía abate su corazón.
Suavemente, los hermanos de su Gremio lo acompañan, cada
uno según su modo; y subiendo vacilante, peldaño por peldaño,
el Maestro permanece solo en la cúspide del templo. Todavía
falta una piedra por ajustar, pero no puede encontrarla. Se halla
oculta en algún lado. Entonces, cae de hinojos, en oración,
pidiendo el poder suficiente para que lo asista en su busca. La
luz del sol destella sobre él bañándolo en celestial esplendor.
De pronto, una voz interior dice desde el infinito: “El templo
está terminado, la piedra que faltaba es mi leal Maestro”.
Ambas puntas del compás se encuentran ahora sobre la
escuadra. Lo divino ha
sido liberado de su cárcel: mente y corazón, al par libres del
símbolo de mortalidad, como el pensamiento y la emoción, se
unen para glorificar lo Grandísimo y lo Supremo. Entonces Sol y
Luna se unen, y así queda consumado el Hermético Grado.
Al Maestro Francmasón se le otorgan oportunidades
mucho más allá de las que tiene el hombre ordinario, pero no
debe dejar de darse cuenta de que cada oportunidad trae
también una responsabilidad mayor. Es tremendamente peor

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

saber y no hacer, que no haber sabido nunca nada. El Maestro


Francmasón se da cuenta de que ya no puede evitar
responsabilidades, sino que todo problema que ante él se
presenta debe ser afrontado y resuelto. La única alegría para el
corazón del Maestro consiste en ver los frutos de su propia
obra. Realmente, puede decirse del Maestro que ha aprendido
la alegría a través del sufrimiento, la sonrisa a través del dolor, la
vida a través de la muerte. Las purificaciones y las pruebas de
sus grados anteriores han espiritualizado hasta tal punto su ser,
que él es un glorioso ejemplo del Plan de la creación respecto
de sus hijos. El más grande sermón que él puede predicar, la más
grande lección que puede dictar es la de ser una prueba viviente
de la Voluntad Eterna. El Maestro Francmasón no ha sido
ordenado: es un producto natural de causa y efecto, y sólo los
que viven la causa pueden vivir el efecto. El Maestro
Francmasón, si verdaderamente es un Maestro, forma parte de
los poderes invisibles que dirigen los destinos de la vida. Como
el Más Antiguo Hermano de la Logia, es el vocero de las
jerarquías espirituales de la Orden. Ya no sigue más la dirección
de otros, sino que es él quien traza los planes que deben seguir
sus hermanos. Él se da cuenta de esto, y vive sintiendo que cada
trazo, cada plano que confecciona es fruto de inspiración divina.
Por encima de todo, está su gloriosa oportunidad de ser un
elemento para la mejora de los demás. Se halla de hinojos en el
puesto propiciatorio, como un leal servidor del Altísimo, dentro
de sí mismo y capaz de regular la vida de los otros, después de
haber regulado primero la suya propia.
Mucho se ha dicho respecto a la perdida Palabra de
Maestro, y los buscadores van en pos de ella y vuelven sólo con
remedos. El verdadero Maestro Francmasón sabe

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

que el que parte en esa búsqueda, nunca encontrará la secreta


verdad lejos de sí. Sólo podrá hallarla quien la busque dentro de
sí mismo. El verdadero Maestro Francmasón nunca ha perdido
la palabra, sino que la ha guardado, acariciándola, en el
espiritual secreto de su propio ser. Para quienes tienen ojos para
ver, nada hay oculto; para aquellos que tienen derecho a saber,
las cosas son como libros abiertos. La verdadera Palabra de los
tres Grandes Maestros nunca se escondió a aquellos que tienen
derecho a saber, ni ha sido revelada a quienes no prepararon un
relicario capaz de contenerla. El Maestro sabe por qué él es el
Constructor del Templo. La Piedra Filosofal va consigo mismo
porque, en verdad, ella es el corazón del Fénix, esa ave
extraordinaria que resucita con renovado vigor de las cenizas
de su cuerpo putrefacto. Cuando el corazón del Maestro es tan
puro y blanco como el diamante que usa, entonces se convierte
en una piedra viviente la Joya Real de la diadema de su
Fraternidad.
La Palabra ha sido hallada cuando el Maestro mismo es
ordenado por la viviente mano del Creador, lavado en aguas
vivas, bautizado con vivo fuego como sacerdote, según la orden
de Melquisedec, el que está por encima de la ley.
La gran tarea del Maestro Francmasón puede ser
denominada el arte de la ecuanimidad. A él ha sido dada la
tarea de equilibrar el triángulo, que él puede encender con la
gloria del Sublime Grado. Las triples energías de pensamiento,
deseo y acción deben unirse en un armonioso templo de
expresión. Él tiene en sus manos las triples llaves; él lleva
ceñida a sus sienes la triple corona de los antiguos Magos,
porque, en verdad, él es el magister del cielo, de la tierra y del
infierno. Sal, azufre y mercurio son los ingredientes de su
trabajo; con el mercurio filosófico trata de combinar todos los
poderes para glorificar un solo fin.
Tras el grado de Maestro hay otro, no conocido del
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

mundo. Muy por encima de él, se alzan otras gradas, ocultas


por el velo de azul que divide lo visible de lo invisible. El
verdadero Hermano sabe esto; por lo tanto, él trabaja teniendo
en cuenta un fin mucho más allá del alcance de la inteligencia
humana. Trata de hacerse merecedor de traspasar ese velo, y
unirse a la legión de los elegidos. Lejos de todos los honores y
loas, tiene sobre sí la responsabilidad del progreso humano. Sus
ojos se hallan para siempre fijos en las Siete Estrellas que
alumbran desde algún punto, en lo más eminente del más alto
peldaño de la escalinata siempre ascendente. Con esperanza, fe y
caridad, sube las gradas, y, murmurando la Palabra de Maestro
al Guardián del Umbral, pasa al otro lado del velo. Es entonces,
y sólo entonces, cuando nace el verdadero Iniciado. Sólo más
allá de ese velo el místico estudiante llega a sí mismo. Las cosas
que vemos en torno nuestro no son más que formas, promesas de
algo innominado, símbolos de una verdad desconocida. Es en el
templo espiritual edificado silenciosamente, sin que se oiga la
voz de los obreros ni el ruido del mazo, en donde se otorga la
verdadera iniciación, y allí, con el cuerpo purificado, el
estudiante se convierte en un Maestro Francmasón, escogido
entre los demás mortales para ser un obrero activo y consciente
en nombre del Gran Arquitecto. Es sólo allí, a cubierto de los
ojos mortales, donde los Más Altos Grados son logrados, y es
ahí donde el alma radiante, con la luz del Espíritu, se transforma
en una estrella viviente bajo el dosel azul de la auténtica Logia
Masónica.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Capitulo VI
Las Cualidades del Verdadero Francmasón
Todo verdadero Francmasón se da cuenta de que no hay
sino una sola Logia, la del Universo, y una sola Hermandad, la
compuesta por todos cuantos existen y se mueven en cualquiera
de los planos de la Naturaleza. Sabe, además, que el Templo de
Salomón es realmente el Solar del Hombre: - Sol - Om - On -, el
Rey del Universo, manifestándose a través de los tres
constructores primordiales. Se percata de que su voto de
hermandad y fraternidad es universal, y que minerales, plantas,
animales y hombres, todos están incluidos en el verdadero Taller
Masónico. Su deber como Hermano mayor con todos los reinos
de la Naturaleza a su albedrío, lo distingue como el artífice
creador que preferirá morir antes que faltar a ésta su gran
obligación. Ha consagrado su vida, ante el altar de su purificada
conciencia, y se halla deseoso y alegre por servir a los inferiores
por medio de los poderes recibidos de una superior jerarquía. El
Francmasón místico, al adquirir ojos para ver más allá del ritual
legible, reconoce la unidad de la vida, expresada a través de la
diversidad de las formas.
El verdadero discípulo de la más profunda Francmasonería
ha dejado para siempre de lado la adoración de la
personalidad. Con su poderosa penetración, percibe que todas
las formas existentes y su posición frente a los asuntos
materiales carecen de importancia para él, comparadas con la
vida que se está gestando dentro de sí mismo. Todo el que
permite que las apariencias o manifestaciones mundanas lo
aparten de las tareas que a sí mismo se ha asignado en el
ejercicio de la vida Francmasónica, es un fracasado, porque la
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Francmasonería es una ciencia abstracta cuya meta final es el


desarrollo espiritual íntegramente. La prosperidad material no es
una medida para el engrandecimiento del alma. El verdadero
Francmasón se da cuenta de que, detrás de esas diversas formas,
hay una, vinculada al Principio de la Vida: el resplandor de la
creación en todas las cosas vivientes. Es esta Vida la que él
considera cuando mide el valer del hermano. Es a esta Vida a la
que él apela para reconocer la Unidad espiritual. Comprende
que el descubrimiento de esta chispa de Dios es lo que hace a él
un miembro consciente de la Gran Logia Cósmica. Sobre todo,
deberá llegar a comprender que esa divina chispa brilla tan
resplandeciente en el cuerpo de un enemigo como en el del
Hermano más querido. El verdadero Francmasón ha aprendido a
ser eminentemente impersonal en pensamiento, en acción y en
deseo.
El verdadero Francmasón no está obligado por ningún
credo. Se da cuenta, mediante la luz resplandeciente de la
jerarquía de su Logia, de que, como Francmasón, su religión
debe ser universal: Cristo, Buda o Mahoma, el nombre importa
menos que el resplandor de la luz de quien la lleva. Él
reverencia todo santuario, se inclina ante el altar, sea mezquita,
catedral o pagoda, dándose cuenta, gracias a su recto
entendimiento, de la unidad de toda verdad espiritual. Todos los
verdaderos Francmasones saben de aquellos que no son sino
paganos y que, aunque tienen grandes ideales, no viven de
acuerdo con ellos. Saben que todas las religiones no son sino
una misma leyenda aunque

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

contada de diversa manera por personas cuyos ideales pueden


diferir, pero cuyos grandes propósitos se hallan de acuerdo con
los mismos ideales que él sustenta.
Por el Norte, Este, Sur y Oeste se extienden las diferentes
clases del pensamiento humano, y mientras los ideales del
hombre difieren en apariencia, ocurre que una vez que todo se
ha dicho, y las formas cristalizadas, con sus erróneos conceptos,
son puestas de lado, sólo queda una verdad fundamental: todo lo
establecido, en el fondo, es contribución a la construcción del
Templo por la que el Francmasón labora desde el momento de
su iniciación. Ningún verdadero Francmasón puede ser de
estrechas miras, porque su Logia es la expresión divina de la
amplitud. En ningún gran trabajo hay jamás lugar para mentes
de estrecha percepción.
El Verdadero Francmasón debe desarrollar el poder de
observación. Debe estar eternamente buscando en todas las
manifestaciones de la Naturaleza aquello que intuye y no tiene,
a causa de no haber sabido trabajar en acertada dirección.
Debe convertirse en un estudioso de la naturaleza humana y ver
en quienes le rodean, las varias y evolucionadas expresiones de
una compacta Inteligencia espiritual. El Rito espiritual de su
Logia está presente ante él en cada acto de sus compañeros.
Toda la iniciación masónica es un secreto abierto, porque todos
pueden verlo tanto en las transitadas avenidas de una urbe como
en lo más entrañable de la selva. El Francmasón ha jurado que
diariamente extraerá de la vida corriente un mensaje para sí y
lo incorporará al templo de su Dios.
El Francmasón trata de aprender todo lo que redunda en
mayor servicio del Divino Plan, y convertirse en el instrumento
mejor en manos del Gran Arquitecto, en eterna labor por
desarrollar la vida a través de las cosas creadas. El Francmasón
se da cuenta, además, de que los votos, hechos por su libre
voluntad, le dan la divina ocasión de ser un vivo instrumento en
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

las manos de un Maestro Constructor.


El verdadero Maestro Francmasón entra en su logia con un
supremo pensamiento en la mente: “¿Cómo podré yo,
individualmente, ser más útil al Plan Universal? ¿Qué puedo
hacer yo para ser capaz de interpretar los misterios que aquí
se desarrollan?
¿Cómo puedo yo vislumbrar el secreto de las cosas que jamás
intuirá quien carezca de espiritual visión?”.
El verdadero Francmasón es supremamente altruista para
toda expresión y aplicación de los poderes que le han sido
conferidos. Ningún verdadero Hermano busca nada para sí
mismo, sino que emprende labores altruistas para el bien de
todos. Ninguna persona que asuma una obligación espiritual
puede ya colocarse al margen de su ejercicio, de lo contrario no
es merecedora ya ni del más vil de los desempeños. La
verdadera Luz sólo llega a quienes, aun sin poder gran cosa,
siempre dan alegremente todo cuanto poseen.
El verdadero hermano de la Orden, como sea que se halle
trabajando por mejorarse durante toda su existencia, tanto
mental como física y espiritualmente, hace de sus propios deseos
el objetivo de su tarea. Tiene un deber y tal deber consiste en
poder servir a los planes ajenos. Debe estar dispuesto, a toda
hora del día o de la noche, a despojarse de sus propias
conveniencias ante el llamado a la acción. Hay que realizar el
trabajo, y él ha dedicado su vida a servir a Aquellos que no
conocen de las ataduras del espacio y el tiempo. Debe estar,
pues, listo en todo instante, y su vida debe convertirse en una
constante preparación para que ese llamado pueda sonar cuando
menos lo espere.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

El Maestro Francmasón sabe que los más útiles para la labor son
aquellos que tienen mayor experiencia de la vida. No se
encuentra ésta dentro de la techada logia, que es la base de su
grandeza, sino que más bien, se encuentra en los problemas de
la vida diaria. El verdadero estudiante masónico es reconocido
por sus actos fraternales y por su sentido de ecuanimidad.
Todo Francmasón sabe que el quebrantamiento de un voto
significa una correspondiente sanción. Hay que dejarle que por
sí mismo comprenda que el fracaso de no vivir mental, espiritual
y moralmente de acuerdo con los más altos ideales, constituye
de por sí el mayor de los perjurios. Cuando un Francmasón juró
consagrar su vida a la construcción del Templo Ideal, pero
mancha su templo viviente pervirtiendo el poder mental, la
fuerza emotiva y la energía activa, está quebrantando un voto, y
en consecuencia se impone, no horas, sino épocas de privación y
miseria espiritual. Si es Francmasón de verdad, está más
obligado a reprimir el lado negativo de su propia naturaleza, que
permanentemente trata de minimizar al Maestro en formación.
Debe percatarse de que una vida mal dirigida es como un voto
quebrantado, y que el servicio cotidiano, la purificación y el
templo constructivo de la energía, es una viviente invocación
que construye dentro de él y atrae hacia sí el poder de creación.
Su vida es, pues, la única plegaria aceptable a los ojos del
Altísimo. Una vida impura es una verdad quebrantada; una
acción destructora es una maldición viva; una mente estrecha es
una cuerda estrangulante en torno a la garganta de su pretendida
grandeza.
Los verdaderos Francmasones saben que su trabajo no
es secreto, pero
comprenden que debe permanecer ignorado por quienes no
viven la verdadera vida masónica. Pero, aunque los llamados
secretos de la Francmasonería fueran divulgados a toda voz, la
Fraternidad quedaría completamente a salvo; porque se

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

requieren cualidades espirituales especiales para que los


verdaderos secretos masónicos puedan ser comprendidos aun
por los propios hermanos. De ahí que las llamadas
“exposiciones” sobre la Francmasonería, publicadas en millares
y decenas de millares de ejemplares desde 1730 hasta nuestros
días, no pueden causar daño a la Fraternidad. Tan sólo revelan
las formas externas y las ceremonias rituales de la
Francmasonería. Sólo quienes han sido debidamente sopesados
y considerados veraces, verticales y justos, se hallan realmente
en condiciones, por su propio desarrollo, para apreciar el
significado íntimo de la Orden. Para el resto de sus hermanos,
dentro o fuera de la logia, sus sagrados rituales seguirán
siendo, como dijera Shakespeare, “palabras, palabras, palabras”.
Sólo dentro del real Francmasón se encuentra el oculto Poder
que, emanando refulgente de sí mismo constituye la palabra del
auténtico Constructor. Su vida es la única palabra de pase que
lo hace admisible ante la mística Logia Masónica. Su impulso
espiritual es el brote de acacia que, a través de las tinieblas de la
ignorancia, sirve todavía de prueba de que el fuego espiritual
sigue ardiendo. Dentro de sí mismo, debe edificar aquellas
cualidades que harán posible su verdadero entendimiento con la
Orden en que se ha comprometido a servir. Es posible mostrar al
mundo meras formas que nada significan, pero la vitalidad que
encierran permanece secreta hasta que el Espíritu se halla en
condiciones de su íntima revelación.
El Maestro Francmasón sabe que la caridad es una de las
mayores marcas que los Hermanos mayores han desarrollado, y
que eso significa no solamente una organizada caridad material,
sino caridad del pensamiento y de la acción. Sabe que no
todos los

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

obreros se hallan a la misma altura, pero que, dondequiera que


estén, deben tratar de proceder lo mejor posible, de acuerdo con
sus luces. Cada cual labora con los instrumentos que posee, y él,
como Maestro Francmasón, no debe desperdiciar su tiempo en
criticar, sino en ayudar a que esos instrumentos sean mejorados.
En vez de culpar a los pobres instrumentos, o herramientas,
debemos cuidarnos siempre a nosotros mismos y alegrarnos por
tenerlos.
El real Maestro Francmasón no encuentra culpa; no critica
ni se queja, sino que, con ausencia de malicia y con total espíritu
caritativo, trata de demostrar la verdad de su Creador. Trabaja en
silencio, sufre con compasión, y si los elementos con quienes y
por quienes trabaja lo maltratan, su última palabra debe ser
una plegaria por ellos. Cuanto más íntegro es el Francmasón,
cuanto más perfecta es su Orden, cuanto más paternal se
muestra, más amplios son los ámbitos de su Logia, hasta que
todas las cosas vivientes quedan a cubierto bajo los azules
pliegues de su manto. Trabajando con los menos, trata de
ayudar a los más, dándose cuenta por medio de su amplio
entendimiento, de la debilidad de otros al par que de la fortaleza
de su derecho.
Un Francmasón no debe estar orgulloso de la posición que
ocupa. No debe envanecerse con los honores, sino, con humilde
corazón, sentirse eternamente responsable de su propio puesto,
al representar a su alcance y nivel la trascendental importancia
de su Orden. Cuanto más avanza, más cuenta se da que pisa en
terreno quebradizo, y si por un momento se permite perder su
sencillez y su humildad, su falencia es inevitable. Un verdadero
Francmasón nunca se siente a sí mismo engreído y prepotente.
Un estudiante puede llegar a la cumbre de la Montaña de los
Tontos, satisfecho de su propia posición, pero el verdadero
Francmasón debe ser siempre ejemplo de ecuanimidad y
sencillez.
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Un Francmasón no puede ser ordenado ni electo sólo por


balotaje. Se desarrolla a través de edades o etapas de
purificación de sí mismo y de transmutación espiritual. Hay
miles de Francmasones que tan sólo son hermanos nominales,
porque su ineptitud para ejemplarizar los ideales de la Orden los
hace incapaces de la responsabilidad de las enseñanzas y fines
de la Francmasonería. La vida masónica constituye la primera
llave del Templo, y sin esa llave no se abre ninguna de sus
puertas. Cuando este hecho sea comprendido y vivido
verdaderamente, la Francmasonería despertará y pronunciará la
palabra largamente reprimida. Entonces, la Orden pasará de
especulativa a operativa y la vieja Sabiduría tanto tiempo
oculta surgirá de entre las ruinas de su templo como la mayor
de las verdades espirituales que jamás se haya revelado al
hombre.
El verdadero Maestro Francmasón reconoce el valor de
buscar la verdad dondequiera que pueda hallarla. Para él no
debe significar diferencia si ella la encuentra en el campo del
enemigo; si es la verdad, él irá alegremente en su demanda. La
Logia Masónica es universal; por consiguiente, todo verdadero
Francmasón buscará la Luz por todos los ámbitos de la
creación. El verdadero personero de la Orden conoce y aplica
una gran paradoja. Debe buscar las más altas manifestaciones en
los más bajos lugares, y enfrentar en las más altas, las más bajas
expresiones. El Francmasón que levanta a su alrededor una
infranqueable barrera, a sí mismo se cierra el paso a la luz y se
hace inasequible al resto de sus Hermanos. Éste es un error que
se comete con frecuencia. Es precisamente ahora que más que
nunca cuando el mundo necesita de la Antigua Sabiduría. El
Francmasón que dice sostener su doctrina mediante su vida, que
muestre al

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

hermano la gloria de actuar. Si es que posee las claves de la


verdad, dejémosle abrir la puerta, y que con su vida, no con sus
palabras, sino con el ejemplo, predique la doctrina tan
largamente profesada.
La Paternidad de Dios y la Fraternidad del Hombre deben
unirse en la estructura del Templo Eterno - la Gran Labor -,
mediante el cual todas las cosas adquieren el ser, y por su
intermedio la glorificación del Creador.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Epilogo-Leyenda
El Sacerdote de Ra
¿Con qué palabras se podría describir, en lenguas
modernas, el gran templo de Amón Ra? Hoy se yergue entre las
arenas de Egipto un montón de ruinas; pero en el apogeo de su
gloria se levantaba allí una selva de columnas empenachadas,
sosteniendo techos de sólida estructura esculpidos
amorosamente por la mano del hombre, que los convirtió en
frisos de flores de loto y de papiro, revestidos de collares
vistosísimos, con tintes cuyo secreto se ha perdido aun para
civilizaciones que los han descubierto.
Un piso dispuesto como tablero de damas, hecho de
bloques blancos y negros, se extendía hasta perderse en el
bosque de columnas. De los macizos muros, los impasibles
rostros de dioses desconocidos contemplaban las silenciosas
hileras de sacerdotes que mantenían encendido el fuego del altar,
cuyo débil fulgor era lo único que alumbraba las majestuosas
cámaras en medio de las tinieblas transparentes de la noche
egipcia. Era una fantástica e impresionante escena: las vacilantes
luces proyectaban extrañas y fantasmales sombras provenientes
de las masas de granito, que surgían cual grandiosos altares de
las tinieblas inferiores para perderse entre las sombras azuladas
de lo alto.
Súbitamente, de entre la oscuridad surgía una forma
portadora de una lamparita de aceite que horadaba las tinieblas
a manera de una lejana estrella, imprimiendo extraño relieve al
rostro de su portador. Parecía ser un anciano, por sus largas
barbas y sus trenzados cabellos grises, aunque sus grandes ojos
negros resplandecían con brillo difícil de hallar incluso en gente
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

joven. Vestía de pies a cabeza de azul y oro, y, en torno de su


frente, lucía enrollada una serpiente de metal precioso, con dos
gemas por ojos que despedían potente luminosidad. Nunca la luz
de la cámara de Ra brilló sobre una cabeza más augusta ni una
forma más imponente que la del gran sacerdote del templo. Él
era el vocero de los dioses; la sagrada sabiduría del antiguo
Egipto estaba impresa con ígneos caracteres en su alma. A
medida que cruzaba el recinto - teniendo en una mano el cetro
del sacerdocio, y en la otra la frágil lámpara -, parecía más bien
un espíritu visitante venido de la lejanía, quizás del umbral de la
muerte, más que un ser material, porque sus enjoyadas sandalias
no producían ruido alguno, y el brillo de sus vestiduras formaba
un halo de luz en derredor de su majestuosa figura.
A través de los mudos corredores, bordeados por las
enormes columnas, pasaba la fantástica figura. Entre hileras de
arrodilladas esfinges y en medio de avenidas de leones
yacentes, el sacerdote iba abriéndose camino hasta que, al fin,
llegaba a la abovedada cámara, cuyo piso de mármol ostentaba
extraños signos trazados en idiomas largo tiempo olvidados.
Cada ángulo de la poliédrica y penumbrosa cámara estaba
ocupado por una figura sentada, esculpida en piedra, tan
inmensa que su cabeza y sus hombros se perdían entre sombras
que ningún ojo humano podía atravesar por lo densas.
En el centro de la mística cámara había un gran arcón de
piedra negra, esculpido con serpientes y extraños dragones
alados. La tapa era una sólida losa de incalculable

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

peso y sin asas que indicaran medio alguno de poder ser abierta
si no se tenía un hercúleo vigor para hacerlo.
El gran sacerdote hacía una reverencia, y con la lámpara de
la que era portador, encendía el fuego de un altar cercano,
proyectando las sombras de la fantástica cámara hasta los más
distantes rincones. A medida que la llama se avivaba, cobraban
vida las grandes caras de las figuras angulares que parecían
asaetear el negro cofre del centro de la estancia con sus extraños
y ciegos ojos.
Levantando su báculo con la esculpida serpiente, y
enfrentándose al cofre de oscuro mármol, el sacerdote
exclamaba con voz que era repetida sucesivamente por el eco de
cada rincón y cada grieta del antiguo templo:
“Aradamas, ven aquí”.
Ocurría entonces algo insólito. La pesada losa que
constituía la cubierta del gran cofre cobraba movimiento
lentamente como si la levantaran invisibles manos; y aparecía
entonces en la oscura cavidad una delgada figura yacente vestida
de blanco, con los antebrazos cruzados sobre el pecho. Era la
figura de un hombre de unos treinta años, con largos y negros
cabellos flotando sobre sus hombros y formando un singular
contraste con su inconsútil y blanca vestidura. Su cara,
inexpresiva, era hermosa y serena como el mismo enorme y
pétreo rostro de Amón Ra que contemplaba la escena.
Silenciosamente, Aradamas se levantaba de la tumba, y
avanzaba lentamente hacia el gran sacerdote. Cuando llegaba
cerca del representante de los dioses sobre la Tierra, se detenía
y extendía sus brazos hacia adelante en señal de salutación. En
una mano llevaba una cruz con una anilla en la parte superior,
que ofrecía al sacerdote.
Aradamas se mantenía en silencio, mientras el gran
sacerdote, levantando su cetro hacia una de las grandes figuras
de piedra, profería una invocación al Dios-Sol del universo.
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Acabado esto, se dirigía a la juvenil figura de la manera


siguiente:
“Aradamas, tú pretendes conocer el misterio de la creación;
tú pretendes que la divina luz de la Triple-Grandeza y la
sabiduría que, durante milenios, ha sido el único don que los
dioses desparramaron sobre la humanidad, te sea acordado.
Poco sabes de las cosas que deseas, pero los que las conocen
han dicho que todo aquel que demuestre tener méritos, puede
recibir la verdad. Por consiguiente, quédate aquí hoy para
demostrar tu divino y congénito derecho para el aprendizaje que
pretendes”.
El sacerdote pronunciaba estas palabras solemne y
lentamente, y entonces dirigía su cetro a un gran arco oscuro,
sobre el cual brillaba en la penumbra un sol alado de radiante
oro.
“Ante tí, encima de esas gradas y a través de esos
pasadizos, se halla el camino que conduce hacia el ojo del juicio
y a los pies de Amón-Ra. Anda, y si tu corazón es puro, tan puro
como la vestidura que llevas, y si el motivo es desinteresado, tus
pies no tropezarán y tu ser recibirá la luz. Pero recuerda que
Tifón y sus huestes mortíferas acechan en cada sombra, y que la
muerte es la consecuencia del fracaso”.
Aradamas se volvía y nuevamente cruzaba sus brazos sobre
el pecho con la señal de la cruz. A medida que avanzaba
lentamente a través del oscuro arco, las sombras de lo Gran
Desconocido se cerraban sobre él, que había consagrado su vida
a la busca de lo Eterno. El sacerdote se le quedó mirando hasta
que lo perdió de vista entre las enormes columnas, tras el
sombrío arco que dividía la vida de la muerte. Entonces,
lentamente, cayendo de rodillas ante la gigantesca estatua de
Ra, elevó sus ojos hacia las sombras

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

que, en medio de la gran noche, ocultaban la cara del Dios-Sol,


rezando para que la juventud pudiera pasar de la oscuridad de las
columnas del templo a la luz que tanto anhelaba.
Parecía que, durante un segundo, un destello recorriera la
cara de la enorme estatua, y una extraña y serena paz silenciosa
llenara el viejo templo. El gran sacerdote, incorporándose,
volvía a encender su lámpara y emprendía el retorno lentamente.
Su lucecita brillaba cada vez más débilmente a la distancia, hasta
que se perdió entre las flores de papiro y las columnas del
templo. Lo único que quedaba eran las llamas moribundas del
altar, proyectando extraños y cambiantes destellos sobre el gran
cofre abierto y las pétreas imágenes de los doce jueces de aquel
recinto.
Mientras tanto, Aradamas, con las manos aún cruzadas
sobre el pecho, seguía lentamente adelante, hacia arriba,
mientras el último rayo del ardiente fuego que alumbró el altar
se perdía entre las sombras que dejaba atrás. A través de años de
purificación se había preparado para la gran ordenación; con el
cuerpo purificado y la mente equilibrada, proseguía su camino
dentro y fuera de las columnas que se cernían sobre él. Mientras
seguía adelante parecía que una débil y áurea luz irradiaba de su
ser, alumbrando las columnas a medida que pasaba frente a días.
Parecía una forma fantasmal en medio de un bosque de árboles
antiguos.
De pronto, las columnas se ampliaban hasta formar otro
abovedado recinto, confusamente alumbrado por una niebla
rojiza. A medida que Aradamas proseguía, aparecían en torno
suyos arremolinados reflejos de una luminosidad escarlata.
Primero aparecían como veloces y cambiantes nubes, pero, poco
a poco, adquirían forma, y extrañas y nebulosas figuras de
flotantes ropajes llenaban el aire y tendían sus largos y
retorcidos brazos para detener su marcha. Fantasmas de rojiza
bruma se cernían sobre él musitándole suaves palabras al oído,
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

mientras una música fantástica, semejante a la voz de la


tempestad y al graznar de los pájaros nocturnos, resonaba a
través de las altísimas bóvedas. Aradamas, sin embargo, seguía
adelante, lleno de calma y majestad; entre sus negros bucles, el
relieve de su hermoso y delicado rostro formaba extraño
contraste con las sinuosas formas que danzaban en su derredor,
tratando de seducirlo y apartarlo de su propósito. Indiferente a
las extrañas formas que le hacían señas desde las fantásticas
arquerías, así como a los ruegos de sus voces suaves, pasaba
firmemente en su camino, sólo con una idea en su mente:
“¡Fiat Lux!” (¡Hágase la luz!).
Una horrible y discordante música se iba haciendo más y
más fuerte, hasta terminar en un estruendo deforme. Los
mismos muros se estremecían y las danzantes formas escapaban
como temblorosas sombras de un luminar, insistiendo aún en
llamar y tentar a Aradamas, desvaneciéndose al fin entre las
columnas de aquel templo.
Como sea que los muros del templo vacilaran, Aradamas se
detenía; luego, con mesurado paso continuaba su busca en pos
de un rayo de luz, aunque encontrando cada vez más profundas
tinieblas. De repente, ante él se abrió otra puerta, flanqueada por
obeliscos de mármol esculpido, uno de ellos negro, el otro
blanco. A través del umbral brillaba una lucecita, velada por un
finísimo cendal de seda azul.
A medida que Aradamas, con paso firme y lento, ascendía
la escalinata que conducía a aquella puerta, se materializaba, a
sus pies, un torbellino de fantástica bruma. El suave calor que
aquello despedía se hallaba mezclado con cierto gas
oleaginoso, que

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

llenaba la cámara con un olor nauseabundo. Entonces, de la


nube surgió una forma gigantesca, mitad humana, mitad reptil.
En sus inyectados ojos ardían rojizas llamaradas de diabólico
fulgor al par que unas manazas como garras avanzaban para
retorcer y anonadar la frágil figura que tenían enfrente.
Aradamas vaciló por un solo instante al ver que la horrible
aparición avanzaba, doblemente temible porque la ígnea niebla
duplicaba su tamaño.
Entonces, el neófito, con
su grácil túnica blanca, avanzó
de nuevo lentamente, con los
brazos siempre cruzados sobre
el pecho. Levantaba su
hermoso rostro, iluminado por
divina luz, y valerosamente se
encaró con el temible
monstruo. Al enfrentar a la
amenazante forma, por un
instante se cernía sobre él algo
como un atronador demonio.
De repente, Aradamas levantó
la cruz que llevaba y la
enfrentó al monstruo. Al
hacerlo, aquella Cruz Ansata
brilló con áureos resplandores,
deslumbradoramente, y
entonces, golpeando al
oleaginoso y horrendo
monstruo, pareció como que
éste se disolviera en partículas
de brillantes chispas. Una vez
que la última partícula del
guardián del umbral se
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

desvaneció ante los rayos de la


cruz, un dardo de brillante luz
irrumpió a través de los
antiquísimos pasillos y, dando
en el
velo que colgaba entre los obeliscos, lo rasgó por el medio,
revelando una abovedada cámara con una cúpula circular,
tenuemente alumbrada por invisibles lámparas.
Llevando enhiesta su ya flameante cruz, Aradamas
atravesó el recinto e instintivamente dirigió una mirada hacia lo
alto, hacia la altísima cúpula. Allí, flotando en el espacio, muy
por encima de su cabeza, divisó un gran ojo cerrado circuido por
densas nubes con los colores del arco iris. Largamente estúvose
Aradamas contemplando el maravilloso signo, comprendiendo
que ese era el Ojo de Horus, el Omnividente Ojo de los dioses.
Inmediatamente cayó en oración para impetrar que la
voluntad de los dioses se hiciera evidente a través de él, y que,
de algún modo, pudiera ser merecedor del honor de entreabrir el
cerrado ojo del templo del Dios vivo.
Mientras estaba así, en estática oración, contemplando
hacia lo alto, los párpados se estremecieron. A medida que la
gran órbita suavemente se abría, la cámara se llenaba de
deslumbrante luz de potencia cegadora, que parecía consumir
con su fuego hasta las mismas piedras. Aradamas quedó
perplejo. Parecía como si cada átomo de su ser ardiera bajo los
fulgores de aquel destello. Instintivamente cerraba los ojos con
miedo de volverlos a abrir, porque era tanto el terrible fulgor de
aquellos infinitos rayos, que parecía como que, después de
verlos, sólo era posible temer una absoluta ceguera. Poco

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

a poco, una extraña sensación de paz y calma descendió hacia él,


y, al arriesgarse al fin a abrir de nuevo los ojos, se encontró con
que el fulgor había desaparecido, y que toda la cámara se hallaba
bañada por una suave y maravillosa luz emanada de aquel
poderoso Ojo vislumbrado en lo alto. La blanca veste que
llevaba había sido sustituida por otra de vivo fuego, que
irradiaba como bajo el reflejo de millares de ojos más pequeños
nacidos de la divina órbita de arriba. Cuando su vista se
acostumbró a la luz, se dio cuenta de que ya no estaba solo. Lo
rodeaban doce figuras ataviadas también con blanca veste que,
inclinadas ante él, sostenían una extraña insignia de refulgente
metal áureo.
Bajo la mirada de
Aradamas, todas las figuras le
señalaron algo, y él, siguiendo
la dirección de aquellas
manos, descubría una escala
de luminosa vibración que
conducía más allá de la
cúpula, a través de aquel Ojo
de lo alto.
Al unísono los doce le
decían: “Ese es el camino de
la liberación”.
Sin un instante de
titubeo, Aradamas subió la
escala, y, con pasos que
parecían casi no tocar las
gradas, ascendió hacia la
aurora de lo Gran
Desconocido. Al fin, después
de haber subido muchas de las
gradas, llegó a un portal que
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

se entreabrió a medida que él


se acercaba. Un hálito de aire
matinal acariciaba sus mejillas
y un rayo de dorada luz
jugueteaba con los rizos de sus
ensortijados cabellos. Se
encontraba en la cima de una
enorme pirámide; ante él
había un resplandeciente altar.
En la
lejanía, mucho más allá del horizonte, las arrolladoras arenas del
desierto egipcio reflejaban los primeros rayos del sol de la
mañana que, como un globo de ígnea vibración, surgía de
nuevo del eterno Oriente. Estando así Aradamas, una voz que
parecía surgir de los mismos cielos, entonaba un extraño canto,
y una mano, asomando como del mismo globo solar, colocaba
una serpiente de oro coronando la cabeza del nuevo iniciado.
“¡Este es Khepera, el sol naciente! Por el hecho de que has
sido capaz de arrebatar el resplandor del día de entre las garras
de las tinieblas, ha nacido en ti de las sombras el Sol del Espíritu
y en el nombre del Dios vivo te saludamos como Sacerdote de
Ra. Bienvenido”.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

Addenda
La Túnica Azul y Oro
Ocultos en las profundidades de lo desconocido, tres seres
silenciosos tejen la interminable trama del destino humano. Se
les llama las Hermanas, conocidas en la mitología como las
Furias o las Parcas que incesantemente trenzan entre sus dedos
un delgado hilo, el hilo de la vida, que un día deberá ser
tejido para convertirse en veste viva: la túnica de la exaltación
del Rey Sacerdote.
Los místicos y filósofos del mundo han conocido dicha
veste de modos diferentes. Para algunos es el sencillo traje
amarillo del Budismo. Para los antiguos judíos era símbolo de
la túnica del gran sacerdote, para otras religiones cambia quizá
el color aunque jamás el significado, es la Veste de la Gloria del
Señor. Para los hermanos Francmasones, azul y oro - la Estrella
de Belén -, la veste nupcial del Espíritu.
Tres Hadas tejen la trama de esta veste viva, pero el
hombre mismo es el creador de sus Hadas. La triple trama de
pensamiento, acción y deseo lo sujetan al penetrar en el sagrado
lugar donde trata de ser admitido: la hermética logia; aunque,
después, ese mismo hilo sirva para tejer espléndida cobertura
cuyos purificados pliegues cubran la sagrada chispa de su ser.
Todos queremos vernos cuidadosamente vestidos. Las
túnicas de terciopelo y armiño eran y aún quizá son conocidas
como símbolos de rango y gloria; pero ha habido demasiadas
capas de armiño que no han hecho otra cosa que cubrir
corazones desiertos, y demasiadas coronas han descansado sobre
frentes de tiranos. Es que ésos son símbolos materiales de cosas
terrenas que, en el mundo de la materia, con excesiva frecuencia
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

son colocadas equivocadamente, sirviendo de símbolo de cosa


que no es. La verdadera túnica de la coronación, según el
patrón del cielo, es la túnica de gloria, la veste sobria del
Maestro Francmasón; no pertenece al mundo material, porque
ella se refiere a su desarrollo espiritual, a su comprensión más
profunda y a su vida consagrada. Las vestiduras del gran
sacerdote del tabernáculo no eran sino símbolos de sus propios
cuerpos que, purificados y transfigurados, daban gloria a la
vida que cubrían. El sonido de los cascabeles de plata que
tintinean con inacabable armonía desde el borde de sus
vestiduras, representaba una vida armoniosa, mientras que el
pectoral que descansaba entre los pliegues de la capilla, reflejaba
en las facetas de sus gemas los destellos de la celeste verdad.
Hay otra vestidura inconsútil que, según nos cuentan, a
menudo la usaban los antiguos hermanos en los días de los
Esenios, cuando el monasterio de los humildes Nazarenos se
levantaba en medio de la silenciosa grandeza de las laderas del
Monte Tabor, reflejándose en las inescrutables aguas del Mar
Muerto. Esa veste de una sola pieza estaba y sigue tejida con la
retorcida trama de la vida humana, la que, una vez purificada por
rectas motivaciones y correctas vivencias, se convierte en
sutilísima trama de áurea luz, que sirvió y sigue sirviendo para
tejer la purificada veste de los cuerpos regenerados, al igual que
el blanco mandil de piel de cordero sirve de emblema a los

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

puros, los sinceros y los inocentes. Tales son los requisitos del
Maestro Francmasón, que se impone la renuncia para siempre
a las pompas de este mundo y a las vanidades, tratando de
usar la inconsútil túnica del alma, la que le da a conocer como
Maestro consagrado y consumado.
Con los ojos de la imaginación podemos ver todavía a los
humildes Nazarenos con su modesta túnica blanca, traje que
ningún regio rescate podría pagar. Esa túnica ha sido tejida con
los actos de la vida diaria, en que cada hecho representa una
interminable trama, blanca o negra, según los motivos que
inspiren nuestras acciones. Como el Maestro Francmasón debe
sólo laborar de acuerdo con sus votos, lentamente teje esa
modesta túnica valiéndose de la transformada energía de sus
propios esfuerzos. Es la blanca túnica que debe ser usada bajo la
veste ceremonial y cuya llana superficie lo santifica,
preparándolo para usar las túnicas de gloria, únicamente posibles
de llevar con verdadera dignidad sobre los inmaculados e
inconsútiles trajes de su propia vida.
Cuando ese momento llega y el candidato ha cumplido su
tarea, cuando purificado y regenerado llega al altar de la
sabiduría, es verdaderamente purificado por el fuego de la
radiante llama que arde dentro de su ser. De él emanan torrentes
de luz, y una inmensa aura multicolor lo baña con su irradiación.
La sagrada irradiación de los dioses ha hallado su lugar de
descanso en él, y, a través de él, renueva su amistad con el
hombre. Hasta entonces no es un verdadero Francmasón, es
decir, un hijo de la luz. Esa maravillosa veste de la cual todas
las túnicas de la Tierra son nada más que símbolos, está hecha
con las más altas cualidades de la naturaleza humana, con los
más nobles ideales y con las más puras aspiraciones. Su
posesión sólo es posible por medio de la purificación del cuerpo
y un desinteresado servicio a los demás en nombre del Creador.
Cuando el Francmasón personifica esos poderes en sí
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

mismo, surge de él una maravillosa estructura de viviente


fuego, semejante al que rodeara al Maestro Jesús, en el instante
de Su transfiguración. Ésa es la Túnica de la Gloria, la veste
Azul y Oro que, brillando como una estrella de cinco puntas,
anuncia que el Cristo ha nacido dentro de ella. El hombre,
entonces, se vuelve de veras un hijo de Dios; irradia de las
profundidades de su propio ser los rayos de luz que constituyen
la verdadera vida del superado.
Ese espiritual destello arranca de la muerte a los corazones
heridos que por largo tiempo yacían helados. Es la viva luz que
ilumina a aquellos que aún yacen sepultados bajo las tinieblas
del materialismo. Es el poder que resucita mediante el vigoroso
lazo de la garra de león. Es la Gran Luz que, buscando siempre
la chispa de sí misma dentro de todas las cosas vivientes,
resucita muertos ideales y silenciadas aspiraciones mediante el
poder de la Eterna Palabra del Maestro. Entonces ese Maestro
Francmasón se convierte en luminar, en ese león simbólico que
bajando a la tumba cristalizada, levanta al Constructor
inanimado, arrancándolo de la muerte, con la garra de Maestro.
Tal como el sol fertiliza las semillas hundidas en la tierra,
así el Hijo del Hombre, refulgiendo con divina luz, irradia de su
propio ser purificado místicos destellos de luz redentora que
fertilizan las simientes de la esperanza, la verdad y de una vida
más noble. El desaliento y el dolor a menudo derriban el templo,
sepultando bajo sus ruinas la verdadera razón de ser y los más
altos motivos de vida.
Así como la gloriosa túnica del sol (símbolo de todo lo
que vive), baña y calienta la creación con sus fulgores, así la
misma túnica, al envolver todas las cosas, cobija y

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

preserva con su luz y con su vida. El hombre es un dios en


potencia, y, tal como aparece en los místicos mitos de Egipto, él
va siendo modelado en la rueda del alfarero. Cuando su luz
surge para levantar y preservar todo a su alrededor, entonces
recibe él la triple corona de la bondad, y se junta a la multitud de
Maestros Francmasones que, con sus vestes azul y oro, se
hallan empeñados en tratar de disipar las tinieblas de la noche
con la luz que debe irradiar de toda Logia Masónica.
Incesantemente las
Furias hilan la trama del
destino humano. A través de
las edades, por encima de las
urdimbres del destino, se
vienen tejiendo las vivas
vestes de lo sublime. Algunas
son ricas en luminosos colores
y maravillosa calidad, otras
son opacas y deshilachadas
antes de que dejen el telar de
su origen. Todas, sin embargo,
son tejidas por esas tres
Hermanas - pensamiento,
acción y deseo
-, con las cuales el ignorante
construye muros de barro y
losetas de cieno entre el error
y la verdad; en tanto que los
puros de corazón tejen con
esas radiantes tramas, vestes
de purísima belleza.
Todos podemos desear,
aunque no conseguir, el
detener esos dedos
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

incansables que tejen la trama;


pero sí podemos cambiar la
calidad de materiales que son
usados. Si diéramos a las tres
eternas tejedoras sólo
materiales de
nobleza y verdad, el trabajo de sus manos sería perfecto. El
tejido que ellas urden puede ser de color rojo, teñido con la
sangre de los otros, u oscuro como las incertidumbres de la
vida; pero si resolvemos ser veraces, podríamos restaurar su
pureza y tejer con ella la inconsútil veste de una vida perfecta.
Tal es el más deseable don del hombre en el altar del Altísimo,
y tal es su ofrenda suprema al Creador.

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

La Tabla Esmeraldina
de Hermes

(TABULA SMARAGDINA)
La Tabla Esmeraldina de Hermes, que ilustra la página
siguiente, nos presenta a Hiram, el héroe de la leyenda
masónica. El nombre de Hiram está tomado del caldeo Chiram.
Las dos primeras palabras en caracteres grandes significan las
palabras secretas. La segunda línea, en grandes caracteres:
CHIRAM TELAT MECHASOT, significa: Chiram, el Agente
Universal, uno en su Esencia, pero tres en su apariencia.
La traducción de la tabla es como sigue;

Es verdad y no mentira, ciertamente, y de ello


depende que el superior se ponga de acuerdo con el
inferior y el inferior con el superior, para llevar a
cabo esa única, verdadera y maravillosa tarea.
Como todas las cosas deben su existencia y origen al
ÚNICO, así todas las cosas deben su origen a Una
Única cosa, muy escondida porque así lo ha
dispuesto el Único Dios. El padre de esa Única
Cosa es el Sol, su madre es la Luna; los vientos la
traen entre sus alas, pero su nodriza es la Tierra
Espiritual. Esa Única Cosa (después de Dios) es el
padre de todas las cosas del universo. Su poder es
perfecto, desde que se uniera con la tierra espiritual.
Separa a esta tierra de la densa o tosca, un suave
calor. En gran medida ese calor asciende de la
tierra a los cielos, y desciende de nuevo, purificado,
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

a la tierra, y el superior y el inferior ven acrecidos


sus poderes. Por eso es que tú compartirás los
honores de todo el mundo y las tinieblas huirán de
ti. Éste es el más potente de todos los poderes; con
él tú serás capaz de dominar todas las cosas y de
transformar todo lo que es excelente y todo lo
burdo. De esta manera fue creado el mundo, pero
los arreglos que siguieron luego son un misterio.
Por tal razón yo me llamo Chiram Telat Mechasot,
Uno en Esencia, pero tres en apariencia. Esa
Trinidad contiene la sabiduría del mundo entero.
Ahora he terminado lo que tenía que decir
concerniente a los efectos del Sol.
FIN DE LA TABULA
SMARAGDINA

En un raro y viejo manuscrito inédito que se refiere a los


más antiguos misterios masónicos y herméticos, encontramos la
siguiente información acerca del misterioso Agente Universal,
conocido como “Chiram” (Hiram):

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

«El sentido de la Tabla Esmeraldina puede convencernos


debidamente de que el autor estaba muy bien familiarizado con
las operaciones secretas de la Naturaleza y con la obra secreta
de los filósofos (alquimistas y hermetistas). Así también él creía
en el verdadero Dios.
Por varios periodos se creyó
que Cham, uno de los hijos de
Noé, es autor de ese monumento
de la antigüedad. Un antiquísimo
autor de nombre desconocido,
que vivió varios siglos antes de
Cristo, menciona esta tabla y dice
que la había visto en la Corte
egipcia; era una piedra preciosa,
una esmeralda sobre la cual
dichos caracteres se hallaban
representados en bajo relieve, no
grabados.
Informa que se la tenía en
altísima estima y que contaba
alrededor de dos mil años de
antigüedad y también que la
materia de dicha esmeralda
estuvo una vez en estado fluido
como vidrio derretido, y en tal
estado fundida en molde, y que a
esta fluida amalgama diole el
artista la dureza de una esmeralda
genuina y natural, mediante su
(alquímico) arte.
Los cananeos fueron
llamados fenicios por los griegos,
quienes nos han referido que
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

aquéllos tuvieron a Hermes como uno de sus reyes. Hay una


relación precisa entre Chiram y Hermes.
Chiram es palabra compuesta de tres palabras, que se
refieren al Espíritu Universal, de cuya esencia ha emanado la
creación entera, y es objeto de la genuina filosofía natural de
caldeos y egipcios, según sus principios o propiedades internas.
Las tres palabras hebreas Chamah, Ruach y Majim significan,
respectivamente, Fuego, Aire y Agua, mientras que sus
consonantes iniciales Ch, R, M, nos dan Chiram, esa invisible
esencia, padre-madre de la tierra: fuego, aire y agua; porque
aunque inmaterial en su propia naturaleza como el inmóvil
fuego eléctrico, cuando se mueve se convierte en luz y se hace
invisible; y cuando se los junta y agita, se convierten en calor, y
se hace visible y tangible fuego, y cuando se asocia con la
humedad se vuelve material. La palabra Chiram ha sido
metamorfoseada en Hermes, y también en Herman, y los
traductores de la Biblia han dicho Chiram, cambiando Chet en
He, ya que ambos signos hebreos son muy semejantes.
En la palabra Hermafrodita (inventada por los antiguos
filósofos) encontramos a
Hermes cambiado en Herm, que significa Chiram, o el Agente
Universal, y Afrodita, el principio pasivo de humedad, que
también era llamado Venus, y que, según se decía, había sido
generado y producido por el mar.
También leemos que Hiram (Chiram), o el Agente
Universal, ayudó al rey Salomón a construir el templo, sin
duda, porque Salomón poseía la sabiduría y sabía lo

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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

que había que hacer con el Agente Universal corporeizado. El


Talmud de los Judíos dice que el rey Salomón construyó el
templo con ayuda de Shamir. Ahora estas palabras significan el
sol, que perpetuamente se halla recogiendo el omnipresente,
circundante y eléctrico fuego, o Spiritus Mundi, y enviándolo a
nosotros, a este planeta, de una manera visible llamada luz.
Esa eléctrica llama, corporeizada y regenerada en la Piedra
Filosofal, hizo capaz al rey Salomón de producir las inmensas
cantidades de oro y plata usadas para construir y decorar su
templo».

Estos párrafos de un antiguo filósofo pueden ayudar al


estudiante masónico de hoy a darse cuenta de la tremenda e
inimaginable riqueza de conocimiento que se oculta tras de las
alegorías que a menudo oye, pero que rara vez analiza. Hiram, el
Agente Universal, podría ser traducido por Vita, el poder que
eternamente edifica y desarrolla los cuerpos del hombre. El uso
y abuso de energía es la nota característica de la leyenda
masónica; en realidad, ahí está la clave de todas las cosas de la
Naturaleza. Hiram, como la triple energía, una en su fuente,
pero tres en su aspecto, podría casi ser llamado éter: ese
elemento hipotético y desconocido, que lleva los impulsos de los
dioses a través del macrocósmico sistema nervioso del Infinito;
porque, a la manera de Hermes o Mercurio, que era el mensajero
de los Dioses, el éter lleva impulso en sus alas. La solución del
misterio del éter - o, si se prefiere, del espacio vibrátil - es el
gran problema de la masonería. Ese éter, como hipotético
médium, suministra energía a los tres cuerpos, pensamiento,
emoción y acción, y de este modo, Chiram resulta uno en
esencia, aunque tres en apariencia: mental, emocional y vital. La
tarea que sigue es un esfuerzo para iluminar otros olvidados y
postergados elementos de los ritos masónicos, y para subrayar el
espíritu de Hiram como Agente Universal.
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Manly Palmer Hall – Las Claves Perdidas de la Francmasonería

La Francmasonería es esencialmente misteriosa, ritual y


ceremoniosa, y representa la verdad abstracta en forma
concreta. La tierra (o sustancia) asfixiando la energía: he ahí el
misterio oculto en el sacrificio del Constructor.

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