Las Claves Perdidas de La Masoneria PDF
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Contenido
El Pensar, página 3.
Transmutación, página 4.
Masones, ¡Despertad!, página 5.
La Amistad, página 6.
El Motivo, página 7.
Introducción, página 8.
Prólogo: En los Campos del Caos, página 13.
Constructores del Templo, página 17.
Capitulo I: La Eterna Búsqueda, página 18.
La Presencia del Maestro, página 23.
Capítulo II: El Candidato, página 24.
Capítulo III: El Aspirante a Aprendiz, página 28.
Capítulo IV: El Compañero, página 33.
Capítulo V: El Maestro Francmasón, página 37.
Capítulo VI: Las Cualidades del Verdadero Francmasón,
página 40.
Epilogo-Leyenda: El Sacerdote de Ra, página 45.
Addenda: La Túnica Azul y Oro, página 50.
Amistad, página 53.
La Tabla Esmeraldina de Hermes, página 54.
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El Pensar
La herramienta del Masón es su mente, y su valor
se mide por el uso que haga de ella. Atento a todas las
cosas, el candidato que aspira a la sabiduría trascendente
llega a la realidad en deseo sincero, en meditación y en
silencio. Que la. Tónica de la Orden y del ritual sea escrita
en caracteres fulgurantes: PENSAD EN MI. ¿Cual es el
significado de este místico laberinto de símbolos, ritos y
rituales? ¡PENSAD! ¿Qué significa la vida con su
cruzamiento del humano parentesco, con el fausto infinito
de las cualidades que se disfrazan como para un carnaval
de tontos? ¡PENSAD! ¿Cuál es el plan que hay tras de
todo esto, y quién el planeador? ¿Dónde mora el Grande
Arquitecto y cuál es el tablero en que dibuja? ¡PENSAD!
¿Qué es el Ser, l a m á g i c a p r e s e n c i a Y que es
la mente? ¿Para qué existe la mente? Tu no eres tu
mente! y para que existe? ¡PENSAD! ¿Hay alguna
respuesta? Si la hay, ¿dónde encontrar la verdad?
Pensad, hermanos de la Orden, pensad profundamente;
porque la verdad existe, es que la tenéis dentro de ti, y si la
verdad está al alcance de toda criatura viviente, ¿qué otra
meta más digna por la cual luchar?.
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Transmutación
La Masonería es la verdad eterna, personificada,
idealizada y, sin embargo, simplificada. Sólo la verdad
eterna, puede servirle. La virtud es su sacerdote, la
paciencia su vigilante, la iluminación su maestro. Pero el
mundo no puede saberlo, a menos que los Masones
demuestren que así es en su diaria vida. Si su verdad es
divina, no ha de ser profanada o denigrada por la
irreflexión de sus guardadores. Su templo es un lugar
sagrado, al que ha de entrarse con reverencia. Los
pensamientos y disensiones materiales, han de dejarse en
el umbral; no deben entrar. Únicamente los puros de
corazón, regenerados y trasmutados, pueden pasar la
santidad de su velo. El intrigante no tiene un lugar en sus
columnas, ni el materialista en su santuario; porque los
Masones huellan recinto sagrado, santificado por la
veneración de las edades. Que la lengua se mantenga
callada, el corazón tranquilo y la mente aquietada. En la
reverencia y en el silencio, ha de hablar la quietud; la voz
de la quietud es la voz del Creador. Haced por vuestra luz
y vuestro poder a los hombres, pero ante Dios ¿qué tenéis
que ofrecer, a no ser en humildad? Vuestros atavíos,
vuestras insignias y vuestras joyas nada significan para
Él, hasta que vuestro cuerpo y vuestra alma, irradiando
con el fulgor de la perfección, se conviertan en vivientes
ornamentos de la Logia.
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Masones, ¡Despertad!
Vuestro credo y la Orden reclaman lo mejor de
vosotros; exigen la santificación de vuestra vida, la
regeneración del cuerpo, la purificación del alma y la
ordenación de vuestro espíritu. Vuestra es la gloriosa
oportunidad; vuestra la trascendental responsabilidad.
Aceptad la tarea y seguid los pasos de los Maestros
Masones que en el pasado, con el flamígero espíritu de la
Orden, han iluminado el mundo. Tenéis un gran
privilegio, el privilegio de la obra iluminada. Conocéis los
objetivos para los cuales trabajáis, mientras muchos
otros, los más, luchan todavía en las tinieblas. Vuestros
trabajos no deben confinarse únicamente a la Logia,
porque el Masón debe irradiar las cualidades de la
Orden. Su luz debe brillar en el hogar y los negocios,
glorificando así su asociación con sus semejantes. En la
Logia y fuera de ella, el Masón debe representar la más
elevada fructificación del esfuerzo sincero y ser modelo
de fe y constancia en toda labor que emprenda.
ASÍ SEA
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El Motivo
¿Qué motivación es la que conduce al candidato
Masón salir del mundo profano para ascender por el
sendero masonico hacia la luz? En verdad sólo él puede
saberlo, porque en su corazón está oculto el motivo de sus
obras. ¿Busca la luz? ¿Es que busca la sabiduría eterna?
¿O pone su vida en ofrenda sobre el altar de los
juramentos? De todas las cosas, la intención es lo más
importante. Aunque fracasemos una y otra vez, si nuestro
motivo es sincero, la victoria será nuestra, Pero si el
motivo no es honorable, aunque vayamos de triunfo en
triunfo aparente, hemos fracasado. Entrad al templo con
reverencia, porque en verdad es la morada del Gran
Espíritu fraternal de la Masonería. La Masonería es igual
para todos no importa si eres aprendiz o maestro. De su
mano se han forjado los destinos de los pueblos desde sus
reyes y jerarcas masones, y la perfecta fructificación de su
trabajo es el hombre honesto. ¿Qué cosa mas noble puede
hacer que acabar con los dogmas y eliminar la
ignorancia?
¿Acaso hay tarea más grande que la alegre labor de
servir? ¿Y qué otro hombre más noble puede haber que el
Masón que sirva a sus Luces si se convierte él mismo en
luz para sus semejantes?.
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Introducción
La Francmasonería, aunque no es una religión en sí, es
esencialmente anti-religiosa; pero no es atea, muchas de sus
leyendas y alegorías tienen origen sagrado; mucho de su
contenido se halla inserto en su estructura viene del judaísmo-
rosacrucismo -templarismo e iluminismo sus influencias han
enriquecido a la Orden. Nos hemos acostumbrado a considerar
nuestra la masonería como la fuente de virtud y moralidad el
compás y la regla, hay respeto al lugar ocupado por la
Francmasonería en los hábitos morales de la Sociedad presente.
Una religión se sustenta en un código moral, pero la Orden es el
código moral en si ,”Un hombre de buenas Costumbres” Todas
las doctrinas que tratan de revelar y conservar esa invisible
chispa que hay en el hombre y que se llama espíritu/ Ser,
pueden con razón considerarnos espiritualistas.
Los que ignoran este invisible elemento y se limitan
íntegramente a lo visible, son llamados materialistas. Hay, en
la Orden un equilibrio, un admirable equilibrio en los
espiritualistas y materialistas se encuentran en un plano dentro
del templo de lógica y razón.
Ciencia y teología son dos fines de una sola verdad, pero el
mundo nunca recibirá completo provecho de sus investigaciones
hasta que ambas no hagan las paces, y trabajen, codo a codo,
por la realización de la gran tarea: la liberación del espíritu y la
inteligencia, de las garras de esa cárcel tridimensional que
constituyen la ignorancia, el miedo y la superstición.
Todo aquello que sirve para dar al hombre el conocimiento
de sí mismo, no puede ser inspirado sino por el Ser es la
Consciencia Absoluto, que esta mas allá de su mente. Élla es, en
verdad, la inspiración y lo inspirado.
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Prólogo
En los Campos del Caos
Los primeros destellos de la naciente Vida atravesaron la
impenetrable extensión de la Noche Cósmica, convirtiendo las
tinieblas de la negación en el confuso crepúsculo del ser.
Recortada contra las sombras de las puertas de la Eternidad, se
erguía, a las nebulosas orillas de la turbulenta sustancia, la
solitaria figura de un místico extraño, cubierto con un quimérico
y azul manto de misterio, con la cabeza nimbada por una áurea
corona de deslumbradores destellos. Las tinieblas del Caos
huyeron ante los rayos que brotaban, como torrentes de vivo
fuego, de aquella forma divina.
Desde algún Cosmos, incalculablemente más grande que el
nuestro, había venido aquel místico visitante, respondiendo al
llamado de la Divinidad. Saltó de estrella en estrella y era
conocido desde el mundo hasta el universo, no obstante haber
permanecido envuelto por las membranosas alas de la noche
del Caos. De pronto se abrieron las nubes, y una luz
maravillosa descendió de alguna región situada entre las
hirvientes olas de la fuerza; y cubrió aquella forma solitaria con
su celeste radiación, en que cada chispeante molécula de niebla
brillaba como un diamante bañado por el vivo fuego de lo
Divino.
En la chispeante llama de la luz cósmica limitada por las
oscuras nubes del no- ser, aparecieron dos grandes formas y una
Voz poderosa vino irradiando eternidad; cada burbujeante átomo
vibraba con el poder de la Palabra del Creador, mientras la
inmensa figura de veste azul se inclinaba reverentemente ante el
pedestal de Su Hacedor, en tanto que una mano alargada desde
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sagrado deber”.
“Así sea”, respondió la Voz desde el Cielo.
La gran Luz se desvaneció y brumosas nubes de tinieblas
envolvieron el cadáver del Maestro asesinado, desapareciendo
en la vorágine de sombras, sin que haya quedado túmulo ni
vestigio alguno que indiquen dónde yace el cuerpo del
Constructor.
“¡Oh Dios! - clamaron los tres confabulados - ¿Y en dónde
podremos encontrar ahora a nuestro Maestro?”.
Desde lo Supremo Invisible descendió de nuevo una
mano, empuñando una frágil lámpara de aceite cuya mortecina
llama alumbraba débilmente las tinieblas. Y a la vez oyeron la
sentencia: “Con esta luz tendréis que buscar a aquel a quien
habéis asesinado”.
Las tres formas rodearon la luz y se inclinaron reverentes
en oración, dando gracias por ese breve destello que alumbraría
la oscuridad de su camino. Desde alguna parte en las regiones
del no-ser, la Gran Voz habló con resonancias de trueno que
hicieron retemblar el Caos: “Él vino como una flor y ha sido
tronchado; voló como un arcángel, pero han sido abatidas sus
alas; así como las aguas van a fundirse al mar y las flores se
marchitan y secan, así es el hombre al morir. Aún me
compadezco por las criaturas de mi creación; las dirijo en épocas
de perturbaciones, y las salvo con mi inagotable poder. Buscad
en donde yace un tallo roto y una vara seca; buscad en donde
las nubes se ciernen; buscad en las piedras de la ladera, porque
todo eso señala la tumba de Hiram, quien se ha llevado mi
Voluntad consigo al sepulcro. Esta eterna búsqueda os
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Capítulo I
La Eterna Búsqueda
El común de los Francmasones, así como los modernos
estudiosos de los ideales francmasónicos, se dan escasa cuenta
de las obligaciones cósmicas que toman a su cargo, desde el
momento en que empiezan a investigar las sacras verdades de la
naturaleza, tal como constan en los antiguo: y modernos rituales.
Pero si miran tan superficialmente sus tareas, y no tienen sobre
sí años y años de experiencias, acabarán por considerar a la
Francmasonería tan sólo como un organismo social de una
antigüedad de pocos años. Deben, pues, darse cuenta de que las
antiguas enseñanzas místicas, que se han perpetuado a través de
los ritos modernos, son sagradas, y que hay invisibles y
desconocidos poderes que moldean los destinos de aquellos que,
conscientemente y por su propia iniciativa, toman sobre sí las
obligaciones de la Fraternidad.
La Francmasonería no es una cosa material; es una ciencia
del alma. No es un credo o una doctrina, sino una expresión
universal de sapiente trascendencia (El término está usado aquí
como sinónimo de una secretísima y sagrada filosofía que
existió siempre, y fue la inspiración de los grandes místicos y
sabios de todas las edades, la perfecta sabiduría de Dios que se
revela a través de una jerarquía secreta de inteligencias
iluminadas). La posterior acción conjunta de los gremios
medievales o, inclusive, la construcción del templo de Salomón,
como hoy se lo entiende, tiene poco, si es que tiene algo, que ver
con el verdadero origen de la Francmasonería, puesto que ella no
depende de las personalidades. En su más alto sentido no es ni
historia ni arqueología, sino un trascendente lenguaje simbólico
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las claves y los planos por tan largo tiempo perdidos para su
Gremio, y que si pretende enterarse de lo que es el arte real de la
construcción simbólica, sólo lo logrará utilizando con pureza los
elementos esenciales de su propio ser.
La verdadera Francmasonería es esotérica; no es una cosa
de este mundo concreto. Todo cuanto aquí tenemos es sólo un
vínculo, medio de manifestación, introducción a través de la
cual puede el estudiante pasar hacia lo desconocido. La
Francmasonería no tiene mucho que ver con las cosas materiales
excepto comprobar que la forma está moldeada por la vida, y
manifestar lo que la vida contiene. Consecuentemente, el
estudiante trata de moldear su vida de modo que la forma,
glorifique a la divinidad cuyo templo está él levantando
lentamente en la medida que logre despertar, uno por uno, a los
valores que lleva dentro de sí y los dirija para laborar
conscientemente en el plan que el destino le ha deparado.
Hasta donde es posible averiguar, la antigua
Francmasonería y las hermosas alegorías cósmicas que ella
enseña, perpetuándose a través de centenares de logias y
antiguos misterios, constituyen la más vieja de las Escuelas
iniciáticas de los Misterios (Este es un término usado desde la
antigüedad para designar el aspecto esotérico de los
ceremoniales religiosos. Al pasar el candidato a través de estos
misterios o pruebas, era iniciado en los misterios de la
Naturaleza y el aspecto arcánico de la ley natural); y el haber
subsistido a través de las edades no ha dependido de sí misma,
como un organismo exotérico de individuos parcialmente
evolucionados, sino de la hermandad oculta, del lado esotérico
de la Francmasonería. Todas las grandes Escuelas de Misterios
tienen jerarquías según los planos espirituales de la
Naturaleza, los cuales se expresan por sí mismos, en este
mundo, mediante credos y organizaciones. Cuando el verdadero
estudiante trata de surgir por sí mismo del cuerpo exotérico
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Capitulo II
El Candidato
Hay un periodo en el desarrollo de toda cosa individual
viviente en que el ser se da cuenta, con naciente conciencia, de
que es un prisionero. Aunque aparentemente libre de moverse y
desenvolver su personalidad, la fugaz vida reconoce, por medios
cada vez mayores sus propias limitaciones. En ese instante es
cuando el hombre clama con más insistencia que nunca por su
liberación de las opresivas ataduras que, aun cuando invisibles
para los ojos mortales, lo siguen encadenando con servidumbres
muchísimo peores que las de cualquier cárcel material.
Muchos han leído, sin duda, el relato del prisionero de
Chillón, quien paseaba de arriba abajo, dentro de los estrechos
confines de su celda, mientras que las azules aguas se agitaban
sin cesar sobre su cabeza, y el único ruido que rompía el
silencio de su eterna noche era el constante chapoteo de las
filtraciones. Compadecemos al prisionero en su prisión material,
y nos entristecemos hasta lo más íntimo del corazón, puesto que
sabemos cuan ardientemente la vida ama la libertad. Pero hay un
prisionero cuya pena es mucho peor que, las terrenales. No tiene
siquiera los estrechos confines de una celda en torno suyo, pues
no puede, por lo menos, pasear incesantemente, de arriba abajo y
tejer surcos sobre los guijarros de su inmundo suelo. Ese eterno
prisionero es la Vida, encarnada en los sombríos y pétreos muros
de la materia, sin que un solo rayo ilumine la negrura de su
destino. Eternamente lucha, entre los negros ámbitos de
tenebrosos muros, pidiendo luz y una oportunidad de
inspiración. Ese es el eterno Prisionero que, a través de las
infinitas etapas de desarrollo cósmico, a través de innumerables
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Capítulo III
El Aspirante a Aprendiz
Hay tres grandes pasos en la evolución del alma humana,
antes que alcance a terminar la morada de su espíritu. Dichos
pasos han sido llamados, respectivamente, juventud, madurez y
ancianidad, o, como diría un Francmasón: tiempos de Aprendiz,
de Compañero y de Maestro Constructor. Toda vida pasa por
estas tres etapas de la conciencia humana. Podrán ser
consideradas también como el hombre exterior mirando hacia
adentro, yendo hacia adentro y estando adentro (o en su
interior). La ruta de la vida humana, como todas las cosas, está
dirigida por las leyes de la analogía, y así como partiendo desde
el nacimiento, empezamos nuestra peregrinación a través de la
juventud, la madurez y la ancianidad, así la conciencia espiritual
del hombre en su evolución cósmica, pasa de la inconsciencia a
la conciencia perfecta dentro de la Gran Logia del Universo.
Antes que la iniciación en el grado de Aprendiz pueda ser
propiamente entendida y apreciada, deben considerarse ciertos
requisitos, no meramente los relacionados con el mundo
material, sino también con el espiritual.
El Francmasón debe darse cuenta que la verdadera
iniciación es un rito espiritual y no material, y que su
iniciación en el templo vivo de la jerarquía espiritual que regula
la Francmasonería puede no ocurrir sino hasta años después de
que él tome su grado material, o que, espiritualmente, puede
muy bien ser un Gran Maestro antes de venir al mundo. Hay,
probablemente, pocos ejemplos en la historia de la
Francmasonería en que la ordenación espiritual del aspirante se
produzca al mismo tiempo que su iniciación material, porque la
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que cada una de las cosas que el hombre desea obtener, debe él
mismo elaborarlas y mantenerlas.
Si la individualidad tiene que emplear sus mejores cuerpos
con el fin que se ha propuesto, debe tratarlos como es debido, y,
por tanto, esos cuerpos deben ser buenos y leales servidores de
la gran tarea para la que la individualidad se prepara.
La cantera simboliza el ilimitado poder de la naturaleza.
Representa prácticamente el infinito campo de la oportunidad
humana; simboliza las sustancias cósmicas de las que el hombre
debe escoger las piedras para su templo. En esta etapa de su
evolución, el Aprendiz obtiene el privilegio de escoger las
piedras que él desea pulimentar durante sus progresos en la
logia, ya que, en tal momento, él representa a la juventud
escogiendo su propia tarea. Representa al humano ego que, en la
aurora de los tiempos, seleccionó muchos bloques y cubos y
rajadas piedras de la Gran Cantera. Esas rudas y quebradas
piedras que no llegan a calzar en nada, son los poderes
parcialmente evolucionados y dúctiles, con los cuales él labora.
En el primer periodo, debe escoger los materiales. Los que no
los escogieron, nunca podrán pulimentarlos. Durante la
involuntaria etapa de la conciencia humana, el Aprendiz era el
hombre, que tuvo que trabajar con aquellos rudos bloques
buscando las herramientas y el poder suficiente para pulirlas. A
medida que evoluciona a través de los tiempos, obtiene las
herramientas y cósmicamente pasa al grado de Compañero, en
que trabaja su arcilla de acuerdo con los planes trazados con un
fin determinado. De aquella ruda e informe arcilla, obtiene
sólo tres dimensiones, que representan a los tres malvados de la
leyenda que, en aquella etapa, resultan los destructores de la
cuarta vida dimensional, oculta dentro de la fea y mal
moldeada piedra.
La última clave del Aprendiz es la de servicio. El no puede
preguntar el porqué;
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Capítulo IV
El Compañero
La vida se manifiesta no sólo a través de la acción en el
plano físico, sino también a través de las emociones y de los
sentimientos en la mente de cada ser. Esta es la clase de
impulso que toman los estudiantes cuando inician sus trabajos en
la Orden. Pasan así, de la juventud, con su sonriente rostro, a las
mayores responsabilidades correspondientes al hombre hecho.
En la segunda grada del templo se yergue un guerrero de
luciente armadura, pero con la espada envainada y con un libro
en la mano. Simboliza la fuerza, la energía de Marte, y el
maravilloso grado de desarrollo espiritual que conocemos con el
nombre de Compañero. A través de cada uno de nosotros
circulan ardientes rayos de emoción humana; tras de cada
expresión de energía humana, hierve una fuerza poderosa. Como
piafantes corceles encabritados y a punto de desbocarse,
como sabuesos ansiosos de caza, las potencias emotivas no
pueden ser reprimidas todo el tiempo, sino que rompen los
muros que las detienen y se lanzan adelante, como ardientes
expresiones de la humana energía. Ya sabemos que el gran
principio de la emoción fue el segundo destructor de Hiram. El
aspecto primario de la emoción humana se manifiesta en el
mundo por un malestar indecible, el cual, a través de diversas
reacciones, se pone de manifiesto en los organismos materiales y
mentales.
Es extraño advertir hasta qué punto pueden ser
pervertidos ciertos poderes
divinos, tanto como para llegar al extremo de que cada
expresión e instinto, en su negativa manifestación, se convierta
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Capítulo V
El Maestro Francmasón
En las más altas gradas simbólicas del desarrollo espiritual
se yergue el Maestro Francmasón, lo que equivale a un
doctorado en la escuela del saber esotérico. En los antiguos
símbolos, el Maestro Francmasón está representado por un
anciano, apoyado en su báculo, con una larga barba blanca sobre
el pecho, y los ojos profundos y penetrantes velados por sus
cejas de filósofo. En verdad, él es un anciano, pero no en edad,
sino en sabiduría y comprensión, que son las únicas medidas
verdaderas de la edad. A través de años y vidas de trabajo ha
hallado al fin el báculo de la vida y la verdad sobre el cual se
apoya. Ya no depende de las palabras de los demás, sino de la
tranquila voz que brota del fondo de su propio ser. No hay
posición más gloriosa para un hombre que la de Maestro
Constructor, que se ha levantado por medio del trabajo, a través
de los diversos grados de la conciencia humana. El tiempo es la
diferencia de la eternidad, que el hombre ha inventado para
medir el acontecimiento de los sucesos humanos. En los planos
espirituales de la Naturaleza, él es el espacio o distancia entre las
etapas de crecimiento espiritual, y por tanto, no puede ser
medido por medios materiales. A menudo un joven alcanza a
penetrar en el alto mundo de Gran Maestro de una Escuela
Masónica, en tanto que, muchas veces, un hermano respetado y
honorable pasa en silencio al eterno descanso sin haber
conseguido ser admitido en tal umbral. La vida del Maestro
Francmasón está saturada, pujante y desbordante de la
experiencia obtenida en su lento peregrinaje hacia los máximos
peldaños de la escala del conocimiento.
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Capitulo VI
Las Cualidades del Verdadero Francmasón
Todo verdadero Francmasón se da cuenta de que no hay
sino una sola Logia, la del Universo, y una sola Hermandad, la
compuesta por todos cuantos existen y se mueven en cualquiera
de los planos de la Naturaleza. Sabe, además, que el Templo de
Salomón es realmente el Solar del Hombre: - Sol - Om - On -, el
Rey del Universo, manifestándose a través de los tres
constructores primordiales. Se percata de que su voto de
hermandad y fraternidad es universal, y que minerales, plantas,
animales y hombres, todos están incluidos en el verdadero Taller
Masónico. Su deber como Hermano mayor con todos los reinos
de la Naturaleza a su albedrío, lo distingue como el artífice
creador que preferirá morir antes que faltar a ésta su gran
obligación. Ha consagrado su vida, ante el altar de su purificada
conciencia, y se halla deseoso y alegre por servir a los inferiores
por medio de los poderes recibidos de una superior jerarquía. El
Francmasón místico, al adquirir ojos para ver más allá del ritual
legible, reconoce la unidad de la vida, expresada a través de la
diversidad de las formas.
El verdadero discípulo de la más profunda Francmasonería
ha dejado para siempre de lado la adoración de la
personalidad. Con su poderosa penetración, percibe que todas
las formas existentes y su posición frente a los asuntos
materiales carecen de importancia para él, comparadas con la
vida que se está gestando dentro de sí mismo. Todo el que
permite que las apariencias o manifestaciones mundanas lo
aparten de las tareas que a sí mismo se ha asignado en el
ejercicio de la vida Francmasónica, es un fracasado, porque la
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El Maestro Francmasón sabe que los más útiles para la labor son
aquellos que tienen mayor experiencia de la vida. No se
encuentra ésta dentro de la techada logia, que es la base de su
grandeza, sino que más bien, se encuentra en los problemas de
la vida diaria. El verdadero estudiante masónico es reconocido
por sus actos fraternales y por su sentido de ecuanimidad.
Todo Francmasón sabe que el quebrantamiento de un voto
significa una correspondiente sanción. Hay que dejarle que por
sí mismo comprenda que el fracaso de no vivir mental, espiritual
y moralmente de acuerdo con los más altos ideales, constituye
de por sí el mayor de los perjurios. Cuando un Francmasón juró
consagrar su vida a la construcción del Templo Ideal, pero
mancha su templo viviente pervirtiendo el poder mental, la
fuerza emotiva y la energía activa, está quebrantando un voto, y
en consecuencia se impone, no horas, sino épocas de privación y
miseria espiritual. Si es Francmasón de verdad, está más
obligado a reprimir el lado negativo de su propia naturaleza, que
permanentemente trata de minimizar al Maestro en formación.
Debe percatarse de que una vida mal dirigida es como un voto
quebrantado, y que el servicio cotidiano, la purificación y el
templo constructivo de la energía, es una viviente invocación
que construye dentro de él y atrae hacia sí el poder de creación.
Su vida es, pues, la única plegaria aceptable a los ojos del
Altísimo. Una vida impura es una verdad quebrantada; una
acción destructora es una maldición viva; una mente estrecha es
una cuerda estrangulante en torno a la garganta de su pretendida
grandeza.
Los verdaderos Francmasones saben que su trabajo no
es secreto, pero
comprenden que debe permanecer ignorado por quienes no
viven la verdadera vida masónica. Pero, aunque los llamados
secretos de la Francmasonería fueran divulgados a toda voz, la
Fraternidad quedaría completamente a salvo; porque se
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Epilogo-Leyenda
El Sacerdote de Ra
¿Con qué palabras se podría describir, en lenguas
modernas, el gran templo de Amón Ra? Hoy se yergue entre las
arenas de Egipto un montón de ruinas; pero en el apogeo de su
gloria se levantaba allí una selva de columnas empenachadas,
sosteniendo techos de sólida estructura esculpidos
amorosamente por la mano del hombre, que los convirtió en
frisos de flores de loto y de papiro, revestidos de collares
vistosísimos, con tintes cuyo secreto se ha perdido aun para
civilizaciones que los han descubierto.
Un piso dispuesto como tablero de damas, hecho de
bloques blancos y negros, se extendía hasta perderse en el
bosque de columnas. De los macizos muros, los impasibles
rostros de dioses desconocidos contemplaban las silenciosas
hileras de sacerdotes que mantenían encendido el fuego del altar,
cuyo débil fulgor era lo único que alumbraba las majestuosas
cámaras en medio de las tinieblas transparentes de la noche
egipcia. Era una fantástica e impresionante escena: las vacilantes
luces proyectaban extrañas y fantasmales sombras provenientes
de las masas de granito, que surgían cual grandiosos altares de
las tinieblas inferiores para perderse entre las sombras azuladas
de lo alto.
Súbitamente, de entre la oscuridad surgía una forma
portadora de una lamparita de aceite que horadaba las tinieblas
a manera de una lejana estrella, imprimiendo extraño relieve al
rostro de su portador. Parecía ser un anciano, por sus largas
barbas y sus trenzados cabellos grises, aunque sus grandes ojos
negros resplandecían con brillo difícil de hallar incluso en gente
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peso y sin asas que indicaran medio alguno de poder ser abierta
si no se tenía un hercúleo vigor para hacerlo.
El gran sacerdote hacía una reverencia, y con la lámpara de
la que era portador, encendía el fuego de un altar cercano,
proyectando las sombras de la fantástica cámara hasta los más
distantes rincones. A medida que la llama se avivaba, cobraban
vida las grandes caras de las figuras angulares que parecían
asaetear el negro cofre del centro de la estancia con sus extraños
y ciegos ojos.
Levantando su báculo con la esculpida serpiente, y
enfrentándose al cofre de oscuro mármol, el sacerdote
exclamaba con voz que era repetida sucesivamente por el eco de
cada rincón y cada grieta del antiguo templo:
“Aradamas, ven aquí”.
Ocurría entonces algo insólito. La pesada losa que
constituía la cubierta del gran cofre cobraba movimiento
lentamente como si la levantaran invisibles manos; y aparecía
entonces en la oscura cavidad una delgada figura yacente vestida
de blanco, con los antebrazos cruzados sobre el pecho. Era la
figura de un hombre de unos treinta años, con largos y negros
cabellos flotando sobre sus hombros y formando un singular
contraste con su inconsútil y blanca vestidura. Su cara,
inexpresiva, era hermosa y serena como el mismo enorme y
pétreo rostro de Amón Ra que contemplaba la escena.
Silenciosamente, Aradamas se levantaba de la tumba, y
avanzaba lentamente hacia el gran sacerdote. Cuando llegaba
cerca del representante de los dioses sobre la Tierra, se detenía
y extendía sus brazos hacia adelante en señal de salutación. En
una mano llevaba una cruz con una anilla en la parte superior,
que ofrecía al sacerdote.
Aradamas se mantenía en silencio, mientras el gran
sacerdote, levantando su cetro hacia una de las grandes figuras
de piedra, profería una invocación al Dios-Sol del universo.
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Addenda
La Túnica Azul y Oro
Ocultos en las profundidades de lo desconocido, tres seres
silenciosos tejen la interminable trama del destino humano. Se
les llama las Hermanas, conocidas en la mitología como las
Furias o las Parcas que incesantemente trenzan entre sus dedos
un delgado hilo, el hilo de la vida, que un día deberá ser
tejido para convertirse en veste viva: la túnica de la exaltación
del Rey Sacerdote.
Los místicos y filósofos del mundo han conocido dicha
veste de modos diferentes. Para algunos es el sencillo traje
amarillo del Budismo. Para los antiguos judíos era símbolo de
la túnica del gran sacerdote, para otras religiones cambia quizá
el color aunque jamás el significado, es la Veste de la Gloria del
Señor. Para los hermanos Francmasones, azul y oro - la Estrella
de Belén -, la veste nupcial del Espíritu.
Tres Hadas tejen la trama de esta veste viva, pero el
hombre mismo es el creador de sus Hadas. La triple trama de
pensamiento, acción y deseo lo sujetan al penetrar en el sagrado
lugar donde trata de ser admitido: la hermética logia; aunque,
después, ese mismo hilo sirva para tejer espléndida cobertura
cuyos purificados pliegues cubran la sagrada chispa de su ser.
Todos queremos vernos cuidadosamente vestidos. Las
túnicas de terciopelo y armiño eran y aún quizá son conocidas
como símbolos de rango y gloria; pero ha habido demasiadas
capas de armiño que no han hecho otra cosa que cubrir
corazones desiertos, y demasiadas coronas han descansado sobre
frentes de tiranos. Es que ésos son símbolos materiales de cosas
terrenas que, en el mundo de la materia, con excesiva frecuencia
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puros, los sinceros y los inocentes. Tales son los requisitos del
Maestro Francmasón, que se impone la renuncia para siempre
a las pompas de este mundo y a las vanidades, tratando de
usar la inconsútil túnica del alma, la que le da a conocer como
Maestro consagrado y consumado.
Con los ojos de la imaginación podemos ver todavía a los
humildes Nazarenos con su modesta túnica blanca, traje que
ningún regio rescate podría pagar. Esa túnica ha sido tejida con
los actos de la vida diaria, en que cada hecho representa una
interminable trama, blanca o negra, según los motivos que
inspiren nuestras acciones. Como el Maestro Francmasón debe
sólo laborar de acuerdo con sus votos, lentamente teje esa
modesta túnica valiéndose de la transformada energía de sus
propios esfuerzos. Es la blanca túnica que debe ser usada bajo la
veste ceremonial y cuya llana superficie lo santifica,
preparándolo para usar las túnicas de gloria, únicamente posibles
de llevar con verdadera dignidad sobre los inmaculados e
inconsútiles trajes de su propia vida.
Cuando ese momento llega y el candidato ha cumplido su
tarea, cuando purificado y regenerado llega al altar de la
sabiduría, es verdaderamente purificado por el fuego de la
radiante llama que arde dentro de su ser. De él emanan torrentes
de luz, y una inmensa aura multicolor lo baña con su irradiación.
La sagrada irradiación de los dioses ha hallado su lugar de
descanso en él, y, a través de él, renueva su amistad con el
hombre. Hasta entonces no es un verdadero Francmasón, es
decir, un hijo de la luz. Esa maravillosa veste de la cual todas
las túnicas de la Tierra son nada más que símbolos, está hecha
con las más altas cualidades de la naturaleza humana, con los
más nobles ideales y con las más puras aspiraciones. Su
posesión sólo es posible por medio de la purificación del cuerpo
y un desinteresado servicio a los demás en nombre del Creador.
Cuando el Francmasón personifica esos poderes en sí
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La Tabla Esmeraldina
de Hermes
(TABULA SMARAGDINA)
La Tabla Esmeraldina de Hermes, que ilustra la página
siguiente, nos presenta a Hiram, el héroe de la leyenda
masónica. El nombre de Hiram está tomado del caldeo Chiram.
Las dos primeras palabras en caracteres grandes significan las
palabras secretas. La segunda línea, en grandes caracteres:
CHIRAM TELAT MECHASOT, significa: Chiram, el Agente
Universal, uno en su Esencia, pero tres en su apariencia.
La traducción de la tabla es como sigue;
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