Contratación y Arbitraje Contribuciones Recientes
Contratación y Arbitraje Contribuciones Recientes
Contratación y Arbitraje Contribuciones Recientes
Contratación y
Arbitraje
Contribuciones recientes
Asunción, Paraguay
2010
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JOSÉ ANTONIO MORENO RODRÍGUEZ
© 2010
Editado en Asunción por el
Centro de Estudios de Derecho, Economía y Política (CEDEP)
Avenida Perú 1044
Asunción, Paraguay
Telefax.: (595 21) 201 137
P.O. Box: 2437
E-mail: info@cedep.org.py
URL: http://www.cedep.org.py
ISBN: 978-99953-88-15-7
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I. Introducción
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4. “Foundational thinking is not just a luxury for academics... it is also a necessity for judges
and lawyers”, L. BRILMAYER, Conflict of Laws, Second Edition, United States of America,
Aspen Law & Business, 1995, p. 4.
5. R. SOHM, Historia e Instituciones del Derecho Privado Romano, 7.ª Edición, Madrid, p. 27.
La vorágine de los tiempos actuales ejerce una particular fascinación hacia todo lo
que es novedad. Y los juristas tienden, en incontables ocasiones, a enfocar proble-
mas actuales en absoluto divorcio o –al menos– alarmante desatención hacia una
perspectiva histórica, que hasta llega a considerarse superflua en contribuciones
monográficas sobre temas de actualidad e interés práctico.
6. R. GOODE, “Reflections on the Harmonization of Commercial Law”, en R. CRANSTON
/ R. GOODE (eds.), Commercial and Consumer Law, Capítulo 1, reproducido con cam-
bios menores en 1991 (1 Uniform Law Review 54), p. 54.
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7. H. J. BERMAN, Law and Revolution, II, The Impact of the Protestant Reformations on the
Western Legal Tradition, Cambridge / London, Harvard University Press, 2003, p. 3.
8. Aristóteles apoyaba su teoría en un orden cósmico, del cual extrajeron los romanos
la noción de ius. El nominalismo, por su parte, gravita en torno al individuo.† Solo el
individuo se encuentra dotado de existencia real: es el único centro de intereses, el
único centro del conocimiento. De modo que no puede haber orden jurídico que no
proceda de la voluntad individual (M. VILLEY, La formación del pensamiento jurídico
moderno, traducción al portugués, São Paulo, Editorial Martins Fontes, 2005, pp. 279-
280). Desde entonces se opera un cambio fundamental en el derecho: no se razona
más a partir de la observación de la naturaleza, sino del individuo. En cuanto a las
normas jurídicas, no se las busca en el propio orden que antes se creia encontrar en la
naturaleza; será preciso extraerlas exclusivamente en las voluntades positivas de los
individuos. Tal es el positivismo jurídico, hijo del nominalismo (M. VILLEY, obra cita-
da, p. 233).
9. Por emplear una expresión con menor carga emotiva que aquel término, o “positi-
vismo normativo” según los términos empleados, por ejemplo, en: L. GAMA JR., Con-
tratos Internacionais a luz dos Principios do UNIDROIT 2004, Río de Janeiro y otras,
Editora Renovar, 2006, p. 174.
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10. Esto al menos en lo que respecta a las derivaciones desembocadas en lo jurídico por
su doctrina nominalista.
11. R. DAVID, Los Grandes Sistemas del Derecho Contemporáneo, Traducción al portugués de
Hermínio A. CARVALHO, 4ª Edición, São Paulo, Editorial Martins Fontes, 2002, p. 16.
12. H. J. BERMAN / F. J. DASSER, “The “new” law merchant and the “old”: sources, content,
and legitimacy”, en T. E. CARBONNEAU (ed.), Lex Mercatoria and Arbitration, A Discus-
sion of the New Law Merchant, Revised Edition, Juris Publishing, Kluwer Internatio-
nal Law, 1998, p. 69.
13. A. HARDING / E. ÖRÜCÜ (eds.), W.G. Hart Legal Workshop Series, Comparative Law in the
21st Century, London y otras, Kluwer Academic Publishers, 2002, Preface, pp. vii-
viii.
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14. C. PERELMAN, Lógica Jurídica, Traducción al portugués de la Edición de 1979, São Pau-
lo, Editorial Martins Fontes, 2000, pp. 102-103.
15. M. VILLEY (nota 8), pp. 429-430.
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16. Si bien COPI le resta interés e importancia en lógica, termina reconociendo que retó-
ricamente es el elemento de persuasión más importante jamás ideado (I. M. COPI,
Introducción a la Lógica, Traducción de la 4ta Edición Inglesa (1972), Buenos Aires,
Editorial EUDEBA, 1985, p. 270).
17. H. P. GLENN, Legal Traditions of the World, Second Edition, New York, Oxford Univer-
sity Press, 2004, p. 351.
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23. H. COING, Derecho Privado Europeo, T. I, Madrid, Editorial Fundación Cultural del
Notariado, 1996, p. 112.
24. R. DAVID (nota 11), pp. 68-69. Dice CONSTANTINESCO que una vez asegurado el mono-
polio de la creación del Derecho, el poder político terminará estatizándolo (L-J. CONS-
TANTINESCO, Tratado de Derecho Comparado, Volumen I, Madrid, Editorial Tecnos, 1981,
p. 50).
25. Así lo afirmaba el reconocido jurista de Yale, Grant GILMORE (H. J. BERMAN / F. J.
DASSER (nota 12), pp. 59-60).
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26. K. ZWEIGERT / H. KÖTZ, An Introduction to Comparative Law, Third Edition, New York,
Oxford University Press Inc., 1998, p. 19.
27. D. S. CLARK, “Development of Comparative Law in the United States”, en The Oxford
Handbook of Comparative Law, Oxford / New York, Oxford University Press, 2006, p.
179.
28. Ver en V. RUÍZ ABOU-NIGM, “The Lex Mercatoria and Its Current Relevance in Interna-
tional Commercial Arbitration”, en A. DREYZIN / D. FERNÁNDEZ ARROYO (dirs.), Revista
DeCITA, derecho del comercio internacional, temas y actualidades, Arbitraje, 02.2004, p.
111.
29. R. ZIMMERMANN, “The German Civil Code and the Development of Private Law in
Germany” en Oxford U Comparative L Forum 1 en ouclf.iuscomp.org, 2006, texto des-
pués de la nota 144.
30. B. FAUVARQUE-COSSON, “Development of Comparative Law in France”, en The Oxford
Handbook of Comparative Law, Oxford / New York, Oxford University Press, 2006, p.
59.
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> de la colección, Martinus Nijhoff Publishers, 1986, p. 151. Esta contribución se en-
cuentra reproducida, con algunas adaptaciones, en el libro: F. K. JUENGER, Choice of
Law and Multistate Justice, Special Edition, New York, Transnational Publishers, 2005.
A pesar de que Lord MUSTILL dice que MANSFIELD se refirió a la lex mercatoria, no como
se le quiere hacer aparecer, sino para asegurarse de que el derecho inglés estatuido
por él fuera útil, actualizado e intelectualmente coherente (L. J. MUSTILL, “The New
Lex Mercatoria: The First Twenty-Five Years”, en Liber Amicorum for Lord Wilberforce,
Oxford, Clarendon Press, 1999, p. 152).
39. D. S. CLARK (nota 27), p. 184.
40. J. GORDLEY, Foundations of Private Law, Oxford, Oxford University Press, 2006, p. 3.
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49. Artículo 164 del Tratado de Roma. También ciertos Estados han otorgado a esta Cor-
te el poder de interpretar conceptos jurídicos usados en algunos tratados, conforme
al artículo 220 del Tratado de Roma (M. J. BONELL (nota 48), p. 27).
50. J. H. DALHUISEN (nota 48), p. 52.
51. STJCE del 9 de noviembre de 2000: Asunto C-357/98, “The Queen contra Secretary of
State for the Home Department, ex parte: Nana Yaa Konodu Yiadom”. FERNÁNDEZ ROZAS
también refiere el caso STJCE del 19 de setiembre de 2000: Asunto C-287/98, “Luxem-
burgo contra Linster” (J. C. FERNÁNDEZ ROZAS, ius mercatorum, Autorregulación y unifica-
ción del Derecho de los negocios transnacionales, Madrid, Editorial Colegios Notariales
de España, 2003, p. 185 y nota al pie).
52. Trasladando el ejemplo a un caso en concreto, en aplicación de la Convención de
Viena, se ha resuelto que, aun cuando no hay una declaración explícita de resolución
del contrato, ella no resultaría necesaria cuando el vendedor había rehusado a cum-
plir su obligación, y que insistir en esa declaración sería contra el principio de la
buena fe, aun cuando la convención expresamente requiere la declaración (Caso 277
- UNCITRAL Digest of case law on the United Nations Convention on the Interna-
tional Sale of Goods, A/CN.9/SER.C/DIGEST/CISG/7). Se mencionan también otros
casos CLOUT, como los Nº 297, 277, 377, 136, 154, etcétera). Al no haber una regla
expresa en algún derecho nacional en ese sentido, ¿por qué no seguir esta solución,
aunque contraríe alguna que antes se haya esgrimido discrecionalmente en dere-
chos locales por la vía interpretativa?
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53. Lo mismo ocurre con otros instrumentos universales, como los Principios de UNI-
DROIT, invocados recientemente en este sentido en al menos tres fallos del Tribunal
Supremo Español del año 2007, a partir de otro caso de 2006, el que suele también
citarse (Deustsche Seereederei Rostock GMBH v. Martico SL). En 2008, nuevamente
el Tribunal Supremo (Sala de lo Civil, Sección 1ª), recurre al mismo razonamiento en
Bodega Marques de Murrieta, S.A. vs. Valoría S.A. En UNILEX se encuentran otros
pronunciamientos recientes de tribunales españoles, en esta misma línea, de Lleida,
Madrid y Tarragona en 2007; de la Audiencia Provincial de Madrid en 2008; y de la
Audiencia Provincial de Cádiz y de Valencia, en 2009.
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54. Es cierto que los tribunales podrán desatender esta interpretación. Pero aquí entra-
mos en otro problema. Los jueces también circunvalan textos con sanción estatal.
Por ejemplo, en materia de Derecho internacional privado, en reiteradas oportuni-
dades se han dejado de lado reglas puntuales sustituyéndolas por interpretaciones
basadas en principios amplios o “válvulas de escape”, como el orden público, por
citar un ejemplo bien conocido. Esto en definitiva depende del grado de desarrollo y
de apertura del derecho y de los tribunales de un país, para lo que en mucho contri-
buye obviamente su marco normativo, pero quizás en considerable mayor medida
el grado de preparación de sus jueces y operadores jurídicos. Grandes comparatistas
han puesto énfasis en que el cambio de regímenes jurídicos, desde luego, no pasa
solo por una transformación de sus normas, sino fundamentalmente de mentalida-
des, puesto que existen preconceptos, formas de razonar y hábitos arraigados que
solo se destierran con mucho esfuerzo que comprende una paciente y abarcativa
labor de formación. Puede profundizarse sobre el tema en: J. A. MORENO RODRÍGUEZ,
“La Interpretación del Contrato dentro del Nuevo Escenario Internacional”, en C. A.
SOTO (dir.), Tratado de la Interpretación del Contrato en América Latina, Perú, Grijley,
2007; aparece también en J. A. MORENO RODRÍGUEZ, Temas de Contratación Internacional,
Inversiones y Arbitraje, Asunción, Catena Editores y CEDEP, 2006.
55. Puede profundizarse al respecto en: J. A. MORENO RODRÍGUEZ, “Los Principios Con-
tractuales de UNIDROIT: ¿Un Mero Ejercicio Académico de Juristas Notables?”, en
Revista Foro de Derecho Mercantil, Bogotá, Editorial Legis, 2005; se reproduce asimis-
mo en J. A. MORENO RODRÍGUEZ, Temas de Contratación Internacional, Inversiones y Arbi-
traje (nota 54).
56. Ello al igual que los llamados “Restatements” norteamericanos, de elaboración aca-
démica, no destinados a obtener sanción estatal –aunque sí pueden inspirar refor-
mas normativas– que resumen así las tendencias preponderantes en diversos temas.
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aplicaciones, estos principios pueden ser adoptados por las partes como
reglas en sus contratos, o servir como guías a legisladores, jueces o árbi-
tros en lo que respecta al status de los usos y principios internaciona-
les57.
En el seno de la Unión Europea se publicaron también “Princi-
pios” similares en los años 1995 (parte I), 1999 (partes I y II) y 2003
(parte III) (en adelante “PECL”)58, elaborados por un grupo cuya cabe-
za visible fue el profesor escandinavo Ole LANDÖ (Comisión Landö).
Pero Europa fue más allá. A partir del 2003, aparece por primera vez en
comunicación de la Comisión europea59 el “enigmático” concepto del
Marco Común de Referencia (MCR), que a partir de entonces se ha
consolidado en escena y domina hoy el debate europeo sobre el futuro
del derecho contractual60.
Tanto UNIDROIT como la “Comisión Landö”61, de manera im-
precisa, habían denominado finalmente “principios” a su producto,
cuando en realidad estamos ante un cuerpo de reglas que podrían fácil-
mente ser sancionados por un legislador como “Código”. Esto fue en-
mascarado ahora bajo la expresión “Marco Común de Referencia”, que
57. En UNILEX, Base de Datos del Centro para Estudios Comparativos e Internaciona-
les, se encuentran numerosas contiendas donde se alude a los Principios de UNI-
DROIT. Puede constatarse allí que los citan juzgadores en 153 casos arbitrales y en 70
casos judiciales (lo que indica que su relevancia no ha quedado reducida al arbitraje
(ver base de datos www.unilex.info. Último acceso: 2 de marzo de 2010).
58. A nivel estatal, la Cámara de los Lores de Inglaterra ha sido la primera corte europea
en citar los PECL, ya en el año 2001 (Director General of Fair Trading v First National
Bank) (ver C. VON BAR, “Comparative Law of Obligations: Methodology and Episte-
mology”, en M. VAN HOECKE (ed.), Epistemology and Methodology of Comparative Law,
Oxford / Portland, Hart Publishing, 2004, p. 126).
59. La idea de dicho MCR fue introducida por COM (2003) 68 final, 12 de febrero de
2003, parágrafos 58-68.
60. VV. AA., “The Common Frame of References for European Private Law - Policy
Choices and Codification Problems”, Oxford Journal of Legal Studies N.N., Forthco-
ming. Disponible en SSRN: http://ssrn.com/abstract=1269270, sept. 17, 2008, p. 4.
61. Así como el Grupo de Estudio de von Bahr y el Grupo Acquis.
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62. El modelo de todos es el de los Restatements norteamericanos (ver VV.AA. (nota 60),
p. 12.
63. L. ANTONIOLLI / F. FIORENTINI (eds.), A Factual Assessment of the Draft Common Frame of
Reference by the Common Core Evaluating Group – Draft, Prepared by the Common
Core Evaluating Group, Trento / Trieste, 2009, http://www.common-core.org/
books.html, p. 6 (Último acceso: 2 de marzo de 2010)
64. http://www.copecl.org (Último acceso: 2 de marzo de 2010)
65. http://www.sgecc.net (Último acceso: 2 de marzo de 2010)
66. http://www.acquis-group.org, además del European Centre of Tort and Insurance Law
(ECTIL), establecido en Viena 1999 (http://www.restatement.info). Los “grupos de
redacción” cuentan con “grupos de apoyo” con el objetivo de completar las activida-
des legislativas con evaluaciones críticas. Entre estos se encuentran la Asociación
Henri Capitant (www.henricapitant.org), conjuntamente con la Société de Législation
Comparée (www.legiscompare.com) en Francia; además de la Academy of European
Law (www.era.int) y el Economic Impact Group establecido por el Research Group on the
Economic Assesment of Contract Law Rules (TILEC – Tilburg Law and Economic Cen-
ter) (www.tilburguniversity.nl/tilec). (Últimos accesos: 2 de marzo de 2010).
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75. Como FOB (Free on board-libre a bordo), CIF (Costo, seguro y flete), etcétera.
76. Las reglas uniformes para el uso de cartas de créditos documentarias, publicadas en
el año 2007 como UCP 600, fueron apoyadas por UNCITRAL en julio de 2007 (Infor-
me de la Comisión sobre la labor realizada en su 42º período de sesiones (A/64/17),
2009, paras. 356-357 http://www.uncitral.org).
77. Otro organismo privado muy influyente en su área es el Comité Marítimo Interna-
cional (IMC en inglés, CMI en francés y español). http://www.comitemaritime.org/
(Último acceso: 2 de marzo de 2010)
78. Ver www.fidic.org. (Último acceso: 2 de marzo de 2010).
79. Ver www.gafta.com. (Último acceso: 2 de marzo de 2010).
80. H. KRONKE, “The Scope of Party Autonomy in Recent UNIDROIT Instruments and
the Conflict of Laws in the MERCOSUR and the European Union”, en Liber Amico-
rum en Homenaje al Profesor Didier Opertti Badán, Montevideo, Editorial Fundación de
Cultura Universitaria, 2005, p. 296.
81. Ver www.bancomundial.org (Último acceso: 2 de marzo de 2010).
82. Ver www.eurd.com (Último acceso: 2 de marzo de 2010).
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90. Por ejemplo, el Código Civil Holandés de 1994 y el recientemente aprobado Código
Alemán de las Obligaciones (ver P. SCHLECHTRIEM (nota 35) (ver también R. ZIMMER-
MANN (nota 29).
91. Esta Comisión, sin fines de lucro e integrada por delegados de todos los Estados
norteamericanos, funciona desde 1892 y apunta a lograr la uniformidad en la regu-
lación de los distintos Estados. Ha estado activa en cuestiones de Derecho Comer-
cial, Derecho de Familia y Conflicto de Leyes, entre otras (ver www.nccusl.org). (Úl-
timo acceso: 2 de marzo de 2010).
92. El American Law Institute fue conformado en 1923 para el estudio y análisis de diver-
sas áreas del Derecho norteamericano que necesitaban ser reformadas. El instituto
está conformado por un grupo selecto de jueces, docentes y profesionales del ámbito
jurídico y desde su creación ha propiciado el desarrollo sistemático de normas uni-
formes de derecho. Frutos de sus esfuerzos constituyen los Restatements, cuerpos
redactados por juristas que resumen el estado de distintas cuestiones del common
law norteamericano, que tienen un gran valor persuasivo para los jueces; como así
también el Uniform Comercial Code, o Código de Comercio, en el cual el instituto tuvo
una participación activa. Desde 1947, el instituto colabora estrechamente con el
American Bar Association (Asociación de Abogados Norteamericanos) en programas
conjuntos (ver www.ali.org). (Último acceso: 2 de marzo de 2010).
93. Particularmente el artículo segundo que trata de la compraventa, tomándose como
modelos la Convención de Naciones Unidas sobre Compraventa Internacional de
Mercaderías, los Principios de Derecho Contractual de UNIDROIT, los INCOTER-
MS y otras fuentes internacionales (Ver artículo de A. ROSSET, “UNIDROIT Princi-
ples and Harmonization of International Comercial Law: Focus on Chapter Seven”,
en www.unidroit.org/english/publications/review/articles/1997-3.htm). (Último
acceso: 2 de marzo de 2010). Cabe apuntar que el UCC no tiene el nivel de abstrac-
ción y generalización típico en códigos del sistema de derecho civil, A. T. VON ME-
HREN, The U.S. Legal System: Between the Common Law and Civil Law Legal Traditions,
Centro di studi e ricerche di diritto comparato e straniero, Saggi, Conferenze e Semi-
nari, 40, Roma, 2000, p. 10.
94. M. GRAZIADEI (nota 34), p. 459.
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95. W. VAN GERVEN, “Comparative Law in a European regionally integrated context”, en:
A. HARDING / E. ÖRÜCÜ (eds.), Comparative Law in the 21st Century, London y otras,
Kluwer Law International, 2002, pp. 176-177. Resulta famosa una polémica histórica
hacia comienzos del siglo XIX entre SAVIGNY y THIBAUT. Este último abogaba fervien-
temente por la codificación del derecho, en tanto que SAVIGNY se inclinaba a que el
derecho fuera desarrollándose consuetudinariamente, con fuerte apoyo de la doctri-
na, a fin de evitar su estancamiento y permitir su evolución histórica. Pues bien,
LANDÖ llama Savignys a los que encaran en Europa la labor de homogeneización
bottom-up (debates en universidades, publicación de libros, etcétera, hasta introdu-
cirse sigilosamente en la mente de los europeos) y Thibauts a los que enfocan la
cuestión de arriba para abajo (up-down). Al haber impulsado los PECL, LANDÖ se
considera un Thibaut, no obstante lo cual propugna el espíritu y los métodos de un
Savigny (O. LANDÖ, “The Principles of European Contract Law and American Legal
Thinking”, en Justice in a Multistate World, Essays in Honor of Arthur T. von Mehren,
New York, Transnational Publishers Inc., 2002, pp. 748-749). BUSSANI, por su parte,
entiende que la dicotomía Savigny-Thibaut no tiene mayor sentido (M. BUSSANI, “Cu-
rrent Trends in European Comparative Law: The Common Core Approach”, en Has-
tings International and Comparative Law Review, Summer, 21 Hastings Int’l & Comp. L.
Rev. 785, 1998, p. 11).
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99. Al respecto, ver página web de UNCITRAL arriba referida, y también P. WINSHIP, en
M. J. RAISCH / R. I. SHAFFER (eds.), International Harmonization of Private Law, an Intro-
duction to Transnational Legal Transactions, New York y otras, Oceana Publications
Inc., 1995, pp. 175-180.
100. www.unilex.info (Último acceso: 2 de marzo de 2010).
101. http://www.cisg.law.pace.edu (Último acceso: 2 de marzo de 2010).
102. www.tldb.de (Último acceso: 2 de marzo de 2010).
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109. B. AUDIT, Droit International Privé, Cinquième Edition, Paris, Editorial Economica,
2008, p. 3.
110. R. DAVID (nota 11), p. 25.
111. Con ironía y haciendo un paralelo con los términos utilizados por esta disciplina,
JUENGER recuerda las palabras de VOLTAIRE para quien el Sacro Imperio Romano no
era sacro, ni imperio, ni romano, pero igual utilizamos los términos (F. K. JUENGER
(nota 38), p. 135).
112. R. DAVID (nota 11), pp. 11-12.
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símiles que pudieran existir entre las leyes nacionales en cuanto a for-
mación, interpretación, cláusulas de exención, incumplimiento y exo-
neración113.
No solo eso, las propias normas “indirectas o de conflicto” conte-
nidas en los distintos sistemas jurídicos locales suelen resultar dispa-
res. Todo ello deja a las partes bajo la incertidumbre desde qué derecho
se aplica al contrato hasta cuál foro será competente para juzgarlo; y
aun allí, dependiendo de las reglas de conflicto del foro elegido, un
mismo convenio puede muy bien estar sujeto al derecho de uno y otro
Estado114. No debe perderse de vista que el problema del derecho aplica-
ble no se presenta solo en los pocos casos que –en términos comparati-
vos– van a litigio, sino en la celebración y el comienzo mismo de la
ejecución de las obligaciones emergentes del contrato internacional.
Desde el principio, las partes deben conocer el contenido y alcance del
derecho que les regirá. De allí –expresa DERAINS– que no resulta exage-
rado decir que la ignorancia sobre el derecho aplicable al contrato no
solo complica la solución de controversias, sino puede contribuir inclu-
so a que aparezcan. Si las partes no saben cuál regla se aplica a su vin-
culación contractual, cada una de ellas, de buena fe, estará tentada a
ejecutar el convenio conforme al derecho que conoce mejor (como, por
ejemplo, el de su país), sin percibir que al hacerlo, está incumpliendo
con sus obligaciones, dando pie, precisamente por ese hecho, al naci-
miento de un conflicto. Por lo demás, una parte de mala fe puede to-
mar ventaja de cualquier incertidumbre relativa al derecho aplicable e
intentar ceñirse al que mejor sirve sus propios intereses115.
113. Los sistemas jurídicos domésticos difieren –al menos en superficie– en casi cada
punto, aún en el campo de contratos, conforme lo expresa DAVID (R. DAVID (nota 11),
pp. 8-10).
114. M. J. BONELL, “The Unidroit Principles of International Comercial Contracts, Nature,
Purposes and First Experiences in Practice”, www.unidroit.org, p. 2. (Último acceso:
2 de marzo de 2010).
115. Y. DERAINS, “The ICC Arbitral Process. Part. VIII. Choice of the Law Applicable to the
Contract and International Arbitration” en ICC International Court of Arbitration Bu-
lletin, Volume 6/ Nº 1, 1995, p. 10.
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116. La dificultad de aplicar derechos foráneos puede incluso poner en peligro que se
pueda ejecutar el contrato afuera (R. DAVID (nota 11), p. 11).
117. Ver cita en O. LANDÖ, “Principles of European Contract Law and UNIDROIT Princi-
ples: Moving from Harmonisation to Unification”, en Uniform Law Review, UNIDROIT,
Roma, 2003, p. 126.
118. H. P. GLENN, “An International Private Law of Contract”, en International Conflict of
Laws for the Third Millenium, Essays in Honor of Friedrich K. Juenger, New York, Trans-
national Publishers Inc., 2001, pp. 58-59. No resulta extraño, tampoco, que el dere-
cho local esté tan bajamente desarrollado que resulta incapaz de dar solución al caso,
como ocurrió, con respecto al sistema jurídico islámico, con el Caso SPP v. Arab Repu-
blic of Egypt (1992).
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119. F. K. JUENGER, “The Lex Mercatoria and Private International Law”, Louisiana Law
Review, Summer, 2000 (60 La. L. Rev. 1133), p. 1141. Lo que antes fue excepción –dice
LESSIG– ahora es regla. El comportamiento era alguna vez gobernado ordinariamen-
te dentro de una jurisdicción o de dos jurisdicciones en coordinación. Ahora estará
sistemáticamente gobernado dentro de múltiples jurisdicciones no coordinadas (L.
LESSIG, Code and Other Laws of Cyberspace, New York, Editorial Basic Books, 1999, p.
192).
120. F. K. JUENGER (nota 119), p. 1138. No menor es el problema conexo que se presenta con
el orden público y nociones relacionadas. La problemática del orden público la he-
mos abordado en diversos artículos. Ver, por ejemplo: J. A. MORENO RODRÍGUEZ, “Or-
den Público y Arbitraje”, Revista Electrónica Lima Arbitration, 2007 (http://
www.limaarbitration.net/LAR2/jose_antonio_moreno_rodriguez.pdf) (Último ac-
ceso: 2 de marzo de 2010), incluido también en la Revista Foro de Derecho Mercantil, Nº
20, Bogotá, 2008 y en la obra J. Oviedo Albán (coord.), Derecho Comercial en el Siglo
XXI, Bogotá, Editorial Temis, Universidad de la Sabana, 2008.
121. ZEKOLL rescata dos mensajes centrales de la crítica de JUENGER al multilateralismo: al
no haber reglas de conflicto universales, no hay armonía decisoria; y el abstracto y
avalorativo sistema multilateralista no solo no tiene resultados uniformes sino coar-
ta la justicia individual (J. ZEKOLL, “A Review of Choice of Law and Multistate Justi-
ce”, en International Conflict of Laws for the Third Millenium, Essays in Honor of Friedrich
K. Juenger, New York, Transnational Publishers Inc., 2001, p. 12).
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han sido invocados para “limitar” lo que los Estados pueden hacer en
materia de Derecho internacional privado, y marcó todo un hito en este
sentido la famosa decisión de la Corte Constitucional alemana en 1971,
seguida por otras, como la italiana de 1987125.
Hace unos años, un informe conjunto de la Comisión Europea y
del Grupo de Trabajo formado para elaborar un Código Civil europeo,
conformado por eximios juristas del continente, ha encontrado nume-
rosos problemas con el conflictualismo, tales como lidiar con distintos
idiomas, la dificultad de establecer el alcance de leyes extranjeras, la
existencia de precedentes jurisprudenciales no claros o contradictorios,
así como la onerosidad de obtener información sobre el derecho ex-
tranjero y el tiempo que ello insume126. En el common law los jueces son
más pragmáticos, pues, frecuentemente, recurren a testigos, expertos
en sus respectivos sistemas foráneos, para que los convenzan y, si la
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127. Communication on European Contract Law: Joint Response of the Comisión on European
Contract Law and the Study Group on a European Civil Code (www.sgecc.net) (Último
acceso: 2 de marzo de 2010), pp. 30-31.
128. Communication on European Contract Law (nota 127), p. 6.
129. DAVERS describió la búsqueda de sus fundamentos como “seis siglos de frustración”
(ver F. VISHER, “General Course on Private International Law”, Recueil des Cours, Co-
llected Courses of the Hague Academy of International Law, 1992, I, Tome 232 de la colec-
ción, Martinus Nijhoff Publishers, 1993, p. 21).
130. F. K. JUENGER (nota 38), p. 320.
131. F. K. JUENGER (nota 38), p. 134.
132. S. C. SYMEONIDES (nota 123), p. 385.
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137. La terminología alusiva a la nueva lex mercatoria es caótica. En las primeras décadas
del siglo XX LAMBERT utilizaba la expresión “derecho corporativo internacional” (droit
corporatif international). JESSUP en su obra Transnational Law de 1956, parece haber sido
el primero en poner en circulación esta expresión, con la que se pretende superar la
división tradicional entre el aspecto público y privado de las relaciones internacio-
nales (ver F. RIGAUX, Derecho Internacional Privado, Parte General, Madrid, Editorial
Civitas S.A., 1985, p. 81). Modernamente la utilizan autores como GOODE (R. GOODE,
“Usage and Its Reception in Transnational Commercial Law”, 46 ICLQ 1, 1997, p. 2),
Muir WATT (H. MUIR WATT, “New Challenges in Public and Private International
Legal Theory: Can Comparative Scholarship Help?”, en M. VAN HOECKE (ed.), Episte-
mology and Methodology of Comparative Law, Oxford / Portland, Hart Publishing, 2004,
p. 277), LOUSSOUARN, BORUEL y VAREILLES SOMMIÈRES –quienes también aluden a un
“orden superior” (P. BOUREL / Y. LOUSSOUARN / P. de VAREILLES-SOMMIÈRES, Droit inter-
national privé, 8e édition, Éditions Dalloz, 2004, p. 3), entre varios otros. También se
habla de un “derecho a-nacional”, término atribuido a FOUCHARD (L. J. MUSTILL (nota
38), p. 151, nota al pie), en tanto que los Principios de UNIDROIT de derecho con-
tractual utilizan la palabra “supranacional”. También puede verse en BERMAN la uti-
lización de la expresión “world law” (derecho mundial) (H. J. BERMAN: “Is Conflict-of-
Laws Becoming Passe?, An Historical Response”, Emory University School of Law,
Public Law & Legal Research Paper Series, Research Paper Nº 05-42, http://
papers.ssrn.com/abstract=870455) (Último acceso: 2 de marzo de 2010). ILLESCAS y
PERALES VISCASILLAS, por su parte, en vez de utilizar expresiones como lex mercatoria,
Derecho mercantil internacional, Derecho comercial internacional o Derecho del co-
mercio internacional, se inclinan por adoptar –por considerarla más adecuada– la
terminología de Derecho uniforme del comercio internacional (R. ILLESCAS ORTIZ / P.
PERALES VISCASILLAS, Derecho Mercantil Internacional. El Derecho Uniforme, Madrid, Edi-
torial Centro de Estudios Ramón Areces, S.A., 2003, pp. 28 y ss.). Actualmente se
encuentran muy en boga las expresiones en inglés soft law, o derecho de génesis no-
estatal, y su contrapartida hard law, que sí tiene dicho origen.
138. Como lo expresa OVIEDO ALBÁN, “el derecho comercial está asistiendo a una nueva
etapa en su desarrollo que lo lleva más cerca de lo que fue en sus orígenes: un dere-
cho que se nutre de los usos y prácticas de los comerciantes, que se depura en el
laboratorio del comercio y que no concoce fronteras” (J. OVIEDO ALBÁN (nota 48), p.
69).
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141. Aunque no de manera exclusiva. Como lo señala LOWENFELD, el debate sobre lex
mercatoria no debe concentrarse exclusivamente en el arbitraje, pues la cuestión tam-
bién se plantea con respecto a los fallos judiciales (A. F. LOWENFELD, “Lex Mercatoria:
An Arbitrator´s View”, Special Supplement, ICC International Court of Arbitration Bu-
lletin, 2002, p. 74). En UNILEX figuran al menos 70 casos de tribunales de Australia,
Bélgica, China, Francia, India, Italia, Holanda, Estados Unidos, Reino Unido, Vene-
zuela, Suiza, España, etcétera (www.unilex.info) (Último acceso: 2 de marzo de 2010).
142. H. C. GUTTERIDGE, Comparative Law, An Introduction to the Comparative Method of Legal
Study & Research, Second Edition, Camdridge University Press, 1949, p. 53.
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143. M. HUNTER / A. REDFERN, Law and Practice of International Commercial Arbitration, Third
Edition, London, Sweet & Maxwell, 1999, p. 27.
144. De allí que normalmente los arbitrajes importantes se desarrollan fuera de los países
de las partes en contienda, y en lugares como hoteles o salas de conferencias. Suiza
adquirió gran fama en este sentido como sede neutral.
145. La tendencia aplicar un derecho transnacional en arbitrajes internacionales es parti-
cularmente fuerte en áreas en que los derechos nacionales se están desarrollando en
diferentes ritmos como lo relativo a frustración de contratos, las consecuencias de la
invalidación total y parcial y el problema de las tasas de intereses aplicables (H. SMIT,
“Proper Choice of Law and the Lex Mercatoria Arbitralis”, en T. E. CARBONNEAU (ed.),
Lex Mercatoria and Arbitration, A Discussion of the New Law Merchant, Revised Edition,
Juris Publishing, Kluwer International Law, 1998, p. 109).
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146. B. OPPETIT, Teoría del Arbitraje, Traducido por: Eduardo Silva Romero, Fabricio
Mantilla Espinoza y José Joaquín Caicedo Demoulin, Bogotá, Legis Editores, 2006,
pp. 278-279, nota al pie.
147. M. BLESSING, “Choice of Substantive Law in International Arbitration”, Journal of In-
ternational Commercial Arbitration, Vol. 14, Nº 2, (Kluwer CD), June, 1997, p. 7.
148. Citado por J. M. SMITS, “The Europeanisation of National Legal Systems”, en M. VAN
HOECKE (ed.), Epistemology and Methodology of Comparative Law, Oxford / Portland,
Hart Publishing, 2004, p. 239). No es muy distinto lo que ocurría en la Edad Media
con las transacciones mercantiles. La caracterizaba, en primer lugar, su universalis-
mo, por tratarse de reglas consuetudinarias que trascendían fronteras, sobre todo
debido al intercambio marítimo de los últimos tiempos del medioevo. Segundo, la
distinguía su mecanismo particular de resolución de conflictos, consistente en juz-
gamientos por tribunales especiales, usualmente integrados por comerciantes, reco-
nociéndose la libertad contractual y la supresión de tecnicismos jurídicos y la potes-
tad de decidir “ex aequo et bono”. Por último, merece también particular mención la
progresiva estandarización en su utilización escrita, sobre todo por la actividad de
los Notarios Públicos (ver C. M. SCHMITTHOFF, “International Business Law: A New
Law Merchant”, en C-J. CHENG (ed.), II Current Law and Social Problems, 129 (1961),
Clive M. Schmitthoff´s Selected Essays on International Trade Law, p. 23). Cuando
COLBERT, propulsor de las célebres ordenanzas francesas que precedieron a la codifi-
cación en la Francia del siglo XIX preguntó a VOLTAIRE cómo debería ser promociona-
>
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153. S. M. KRÖLL / J. D.M. LEW / L. A. MISTELIS (nota 149), p. 693. Debe tenerse presente
que, como lo señala MOURRE, la violación manifiesta por un Estado de sus obligacio-
nes consagradas en la Convención de Nueva York o en cualquier otra convención
internacional relativa al reconocimiento o ejecución de laudos arbitrales es suscepti-
ble de comprometer su responsabilidad internacional y dar lugar al pago de una
indemnización a favor de la parte acreedora (A. MOURRE, “La Responsabilidad Inter-
nacional del Estado por Incumplimiento de su Obligación de Ejecutar un Laudo
Extranjero”, en C. A. SOTO (dir.), El Arbitraje en el Perú y el Mundo, Lima, Ediciones
Magna, 2008, p. 579).
154. S. M. KRÖLL / J. D.M. LEW / L. A. MISTELIS (nota 149), p. 688.
155. Ver G. KAUFMAN-KOHLER, “Enforcement of Awards – A Few Introductory Thoughts”,
en ICCA Congress series Nº 12, 2005, pp. 287-290.
156. A. J. VAN DEN BERG, “Why Are Some Awards Not Enforceable”, en ICCA Congress
series Nº 12, 2005, p. 291.
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160. En ese caso, el artículo 28(2) de la Ley Modelo hace alusión a la aplicabilidad de “la
ley que determinen las normas de conflicto”, expresando el comentario de UNCI-
TRAL que aquí las atribuciones del tribunal arbitral se ajustan a pautas más tradicio-
nales. Es decir, en caso de silencio de las partes, el tribunal arbitral debería determi-
nar como derecho aplicable uno de origen estatal, y no principios como los de UNI-
DROIT. Al respecto, refiere BORN que existe un debate en cuanto a qué reglas de
conflicto deberían aplicar los árbitros. Tradicionalmente se consideró que debían ser
las reglas de conflicto de la sede del arbitraje. Una variación era que se aplicaban las
reglas sustantivas del lugar. En ambos casos, la teoría principal era que la selección
de las partes de la sede arbitral constituia una elección de ley implícita. Todo esto fue
abandonado o moderado. Actualmente, la tendencia es abogar por un enfoque me-
nos mecánico, que se encamina cada vez más hacia soluciones sustantivas en lugar
de las tradicionales del derecho internacional privado (G. B. BORN, International Com-
mercial Arbitration, Commentary and Materials, Second Edition, Transnational Publis-
hers Inc. and Kluwer Law International, 2002, pp. 529-530).
161. Así, BLESSING, por ejemplo, entiende que puede darse una interpretación extensiva a
estos cuerpos normativos. También hacen lo propio otras renombradas figuras del
arbitraje de hoy, como, por ejemplo, GAILLARD (ver en V. RUÍZ ABOU-NIGM (nota 28), p.
117). Incluso, leyes arbitrales, como las de Francia, Italia y Holanda permiten a árbi-
tros aplicar dicha lex aun en ausencia de elección de las partes.
162. Artículo 28, inciso 4).
163. J. H. DALHUISEN (nota 48), p. 119.
164. Como el de la Cámara de Comercio Internacional, la American Arbitration Association
>
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> Editorial Legis, 2003). Ello en alusión a GOLDMAN y otros juristas franceses que insta-
laron el debate contemporáneo en torno al derecho transnacional así manifestado
(ver, por ejemplo, B. GOLDMAN (nota 134).
169. A pesar de las dudas que plantea, el caso Fougerolle puede verse como un primer
modesto paso a considerar la lex mercatoria como lex fori dentro del arbitraje interna-
cional (F. DE LY, International Business Law and Lex Mercatoria, Netherlands, Elsevier
Science Publishers B.V., 1992, pp. 255-256). Desde una posición crítica, refiere MUSTI-
LL que, de las razones económicas dadas por la Corte no resulta claro si la decisión
estaba fundada en la lex mercatoria, y puede no resultar seguro sacar muchas conclu-
siones al respecto (L. J. MUSTILL (nota 38), pp. 169-170).
170. En el caso Norsolor, la Corte acepta que la lex mercatoria consiste en reglas jurídicas
que pueden ser aplicadas, aun si las partes no han autorizado al tribunal arbitral a
actuar como amiables compositeurs (F. DE LY (nota 169), p. 257).
171. Ver referencia en O. LANDÖ, “The Lex Mercatoria in International Commercial Arbi-
tration”, 34 ICLQ 747, 1985, p. 757.
172. Ver referencia, por ejemplo, en C. Esplugues (Coord.), Contratación Internacional, Va-
lencia, Editorial Tirant lo Blanch, 1994, pp. 62-63.
173. La Corte concluyó que la decisión arbitral estuvo correcta, puesto que la aplicación
del derecho español, el de Nueva York o el inglés –que podrían también tener co-
nexión con el caso– hubiera frustrado la tácita voluntad de las partes contratantes
(caso CCI 5953, 1990) (F. DE LY (nota 169), p. 261).
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174. Como señala GAILLARD al referirse al caso, “si un árbitro puede, ante la ausencia de
elección de ese derecho por las partes, preferir recurrir a una regla trasnacional antes
que arriesgar, según los peligros de vinculación, este derecho, lo es en razón del
carácter aislado de la regla francesa y no porque las reglas trasnacionales no “digan
nada” sobre el tema (Ver E. GAILLARD, Aspects philosohiques du droit de l’arbitrage inter-
national, Les Livres de Poche de L’Academie de Droit International de La Haye, Lei-
den / Boston, Martinus Nijhoff Publishers, 2008, p. 89). En la ultima frase, “lo es en
razón del carácter aislado de la regla francesa y no porque las reglas trasnacionales
no “digan nada” sobre el tema” (GAILLARD cita a P. MAYER, “L’arbitre et la loi”, p. 236).
175. Y. DERAINS / E. A. SCHWARTZ, El Nuevo Reglamento de Arbitraje de la Cámara de Comercio
Internacional, México, D.F., Oxford University Press, 2001, p. 268, nota al pie.
176. Es decir, que las discusiones sobre la validez del contrato principal no se extienden a
la cláusula arbitral.
177. En esta contienda, una de las partes había alegado que el convenio arbitral era invá-
lido por no cumplir con los formalismos exigidos por el derecho aplicable al contra-
to principal (en ese caso, el derecho libanés). La Corte resolvió que en virtud de regla
material del Derecho internacional del arbitraje, la cláusula compromisoria es inde-
pendiente jurídicamente del contrato principal que la contiene. Su existencia y efica-
cia se aprecian reservando la aplicación de reglas imperativas del derecho francés y
del orden público conforme a la voluntad común de las partes, sin que sea necesario
referirse a ningún derecho nacional (J. M. GARCÍA REPRESA, en J. M. García Represa /
F. Mantilla-Serrano / A. Mourre / C. Núñez-Lagos (coords.), “Panorama de Juris-
prudencia Francesa” (por el Capítulo Francés del Club Español del Arbitraje), Revis-
ta del Club Español del Arbitraje – 3/2008, p. 101.
178. Rechazando la aplicación del derecho ruso.
179. Efecto positivo del principio competencia-competencia.
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180. Es la primera vez en que se expide la Corte de Casación sobre este tema desde las
famosas decisiones Hilmarton, mencionadas más abajo, y este caso tiene importancia
por el marco teórico que brinda el tribunal a esta solución (ver P. PINSOLLE, “The
Status of Vacated Awards in France: the Cour de Cassation Decision in Putrabali”,
Arbitration International, volume 24, issue 2, 2008, pp. 277-278). Señala GAILLARD que
allí donde la Corte de Apelación de París se contentaba con mostrar que la sentencia
no estaba integrada al orden jurídico de la sede, la Corte de Casación va aun más
lejos hasta afirmar que ella no está ligada a ningún orden jurídico estatal. Prosigue
diciendo GAILLARD que “no podremos consagrar más claramente la existencia de un
orden jurídico arbitral, al ser considerada la sentencia como una “decisión de justicia
internacional” al mismo título que puede ser la decisión de una jurisdicción perma-
nente creada por la comunidad internacional” (ver E. GAILLARD (nota 174), pp. 96-
97).
181. J. M. GARCÍA REPRESA (nota 177), pp. 94 y ss.
182. J. H. DALHUISEN (nota 48), p. 118.
183. ILA Interim Report (2000), pp. 27-28. Se trataba de un acuerdo para la exploración de
petróleo y gas hecho por el gobierno y una compañía del gobierno, de un lado; y del
otro un consorcio de compañías registrado en varios países. El arbitraje, sometido a
las reglas de la Cámara de Comercio Internacional, se llevó a cabo en Ginebra. El
gobierno y la compañía de petróleo declinaron cumplir alegando que fueron induci-
dos por engaños (misrepresentation). La disputa fue sometida a arbitraje y el gobierno
no participó del mismo. Los árbitros decidieron en los hechos sosteniendo que el
engaño no quedó establecido y que no había otro argumento para declarar inválido
>
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> el acuerdo. En el laudo (CCI 3572) dijeron los árbitros que “la elección del derecho a
ser aplicado al acuerdo es de pequeña significación, si alguna, bajo las circunstancias
prevalecientes”. Pero, no obstante, expresaron una elección, presumiblemente por-
que se sintieron obligados según los términos de referencia, rechazando el derecho
del país donde el acuerdo sería ejecutado, y sostuvieron que principios internacio-
nalmente aceptados de derecho rigiendo las relaciones contractuales eran “the proper
law”. De esto se asió la compañía para impugnar el fallo en Inglaterra. Se pretendió
la no ejecución del laudo por resultar contrario al orden público, porque los princi-
pios aplicados por los árbitros eran inseguros en cuanto a su determinación. El plan-
teo, está visto, no tuvo éxito. MUSTILL relativiza las circunstancias de este caso, por las
particularidades del arbitraje llevado a cabo en Suiza, que no contradecían el orden
público inglés (L. J. MUSTILL (nota 38), pp. 171-172). Este fallo llegó a manos de MUS-
TILL cuando estaba por enviar a imprenta su artículo (renuente hacia la lex mercato-
ria), y señaló que, no obstante lo anteriormente dicho, será bienvenido por mercato-
ristas (L. J. MUSTILL (nota 38), p. 171).
184. Ver en F. VISHER (nota 129), p. 143. Así también –entre otras jurisdicciones–, las prác-
ticas de la lex mercatoria son mayoritariamente aceptadas por la magistratura brasile-
ra (Ver el artículo de B-H. RAVA / L. DA ROS, “Posicionamentos da Magistratura brasi-
leira sobre a nova lex mercatoria”, en Revista da Faculdade de Direito, Universidade
Federal do Rio Grande do Sul, Volume 26, Dezembro 2006, particularmente en la p.
54).
185. La Corte Suprema de Estados Unidos dio virtualidad a una cláusula de selección de
foro entre una empresa alemana y otra norteamericana, requiriendo que su disputa
sobre una operación en alta mar sea litigada en una corte inglesa. Sin preocuparse de
cuestiones teóricas, como si la cláusula podría dejar de lado a tribunales federales o
la jurisdicción marítima, o si la cláusula debería ser regida por leyes domésticas o
foráneas, la Corte escribió –en palabras de BORCHERS– una magnífica decisión cosmo-
polita, basándose en el endoso mundial de la idea que las partes pueden elegir de
antemano el foro y el derecho que las gobernará (P. J. BORCHERS, “The Triumph of
Substance over Rules of Choice in International Commercial Transactions: From the
Lex Mercatoria to Modern Standards”, en M. J. RAISCH / R. I. SHAFFER (eds.), Introduc-
tion to Transnational Legal Transactions, New York y otras, Oceana Publications Inc.,
1995, p. 153).
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> el cual sí se verá si existen violaciones al orden público. Pero ello en nada debería
afectar al lugar del arbitraje, que muchas veces es elegido por razones de convenien-
cia o neutralidad, sin que las partes tengan allí activos o intereses (P. READ, “Deloca-
lization of International Commercial Arbitration: Its Relevance in the New Mille-
nium”, 10 American Review of International Arbitration 177, p. 186).
190. Sobre este tema, puede verse un provocante análisis en: R. MORENO RODRÍGUEZ ALCA-
LÁ, “Delocalización, la lex loci arbitri y la nueva Ley de Arbitraje y Mediación”, en J.
A. Moreno Rodríguez (coord.), Arbitraje y Mediación, Asunción, Intercontinental Edi-
tora, 2003, pp. 147 y ss.
191. La autonomía de las partes –dice CARBONNEAU– debe prevalecer como principio, y la
autoridad jurídica nacional debe intervenir solo para apoyar el desarrollo del arbi-
traje al que se han sometido las partes, salvo circunstancias verdaramente excepcio-
nales (T. E. CARBONNEAU, “The Remaking of Arbitration: Design and Destiny”, en T.
E. CARBONNEAU (ed.), Lex Mercatoria and Arbitration, A Discussion of the New Law Mer-
chant, Revised Edition, Juris Publishing, Kluwer International Law, 1998, p. 28).
192. L. CRAIG / W. PARK / J. PAULSON, International Chamber of Commerce Arbitration, Third
Edition, Oceana Publications, 2000, p. 505.
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193. Se trataba de un arbitraje llevado a cabo en Ginebra según las reglas de la Cámara de
Comercio Internacional. El árbitro entendió que el acuerdo relativo a servicios de
consultoría era ilegal según el derecho del Algeria, país en el cual tuvo ejecución el
contrato. Ulteriormente, un tribunal cantonal suizo invalidó el laudo, lo que confir-
mó el tribunal federal suizo (en 1990), al sostener que la ilegalidad del contrato se-
gún las leyes de Algeria no violaba el orden público suizo como para justificar que se
rehúse la ejecución de un contrato de otra manera válido. Un segundo tribunal arbi-
tral que trató la misma cuestión se expidió a favor de quien había hecho el reclamo
por los servicios prestados de consultoría. Planteada la ejecución en Francia, la Corte
de Casación resolvió que el primer laudo podría ser objeto de reconocimiento a pe-
sar de su anulación en Suiza (Corte de Casación, 1994). Ello en tanto que otra corte
francesa reconoció el segundo laudo así como la anulación suiza del primer laudo
(Tribunal de Grande Instance de Nanterre, en 1993, confirmado por la Corte de Ape-
lación de Versailles en 1997). Finalmente, la Corte de Casación Francesa, invocando
la cosa juzgada, afirmó que la existencia de un primer juzgamiento francés prevenía
un reconocimiento ulterior de una decisión judicial o arbitral extranjera que fuera
incompatible (L. CRAIG / W. PARK / J. PAULSON (nota 192), p. 505).
194. Siguiendo un precedente de la Corte de Casación de 1993 (caso Polish Ocean Line c.
Jolasry), en Hilmarton la Corte de Casación se había valido del Artículo VII (1) de la
Convención de Nueva York, que hace prevalecer por sobre ella cualquier eventual
regla local que resulte más favorable para la ejecución del laudo. Lo propio ocurrió
en el caso Chromalloy. Cabe destacar que en el caso Chromalloy se usó la versión en
inglés del texto porque la francesa es más limitante. Este debate, sin embargo, encie-
rra sus complejidades, cuyo abordaje excede nuestro propósito aquí (ver al respecto
en T. CLAY, “La Convención de Nueva York desde la perspectiva de la doctrina fran-
cesa”, en Revista Internacional de Arbitraje, Diciembre 2008, pp. 152-154).
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> Federal Arbitration Act y por tanto se encontraba dentro de la esfera de la Convención
de Nueva York, cuyo art VII habilita la ejecución de un laudo si así lo permite el
derecho doméstico (L. CRAIG / W. PARK / J. PAULSON (nota 192), p. 506). La cuestión,
sin embargo, se presenta dudosa en los Estados Unidos ante un pronunciamiento
ulterior en el caso Termorío de 2006, en que el tribunal se atuvo al tenor literal de la
versión inglesa del encabezamiento del art. V.1, que el reconocimiento y refuerzo del
laudo “pueden ser rechazados”, lo cual implicaría que el tribunal tiene un poder
discrecional al respecto (D. P. FERNÁNDEZ ARROYO (nota 140), p. 116). Esta decisión es
señalada como sinónimo de una pobremente redactada decisión judicial (J. M. GAR-
CÍA REPRESA (nota 177), p. 397) MANTILLA expresa la pérdida de oportunidad en Ter-
morío de la corte del Distrito Federal de los Estados Unidos de América para aclarar
una posición con respecto a los laudos anulados. (F. MANTILLA-SERRANO, “Case Note:
Termorío S.A. E.S.P. et al v. Electranta S.P. et al.”, en Journal of International Arbitration,
25 – Nº 3, 2008, p. 405).
201. E. ZULETA, “El Reconocimiento Internacional de Laudos Anulados”, en C. A. SOTO
(dir.), El Arbitraje en el Perú y el Mundo, Lima, Ediciones Magna, 2008, p. 607. Pero ojo:
la deslocalización del arbitraje –en palabras de FERNÁNDEZ ARROYO– constituye una
tendencia y no un hecho consumado (D. P. FERNÁNDEZ ARROYO (nota 140), p. 117).
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222. Ver sobre todo esto, J. KLEINHEISTERKAMP (nota 214), pp. 274-279. El “contexto de re-
cepción” existe también en países del llamado mundo desarrollado, como Italia, que
ha sufrido una fuerte influencia francesa, luego alemana y, más recientemente, nor-
teamericana (E. GRANDE, “Development of Comparative Law in Italy”, en The Oxford
Handbook of Comparative Law, Oxford / New York, Oxford University Press, 2006, p.
108).
223. “Codifiers are arrant thieves, and every new civil code ought to contain some articles which
the legislators of other countries will make up their minds to steal so soon as a favorable
opportunity occurs” (ver en J. W. CAIRNS, “Development of Comparative Law in Great
Britain”, en The Oxford Handbook of Comparative Law, Oxford / New York, Oxford
University Press, 2006, p. 146).
224. A. GUZMÁN BRITO, La Codificación Civil en Iberoamérica, Siglos XIX y XX, Santiago, Edi-
torial Jurídica de Chile, 2000, pp. 364, 371.
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225. A. GUZMÁN BRITO (nota 224), p. 453. COLMO refuta la posición crítica de ALBERDI por-
que VÉLEZ había recurrido a fuentes foráneas antes que autóctonas, y dice: “Nuestras
tradiciones jurídicas: si cabían en el hueco de una sola mano... Tan pocas eran, tan
corta duración contaban y tan escasamente se habían inflitrado en la conciencia del
pueblo. Por lo demás, lo conveniente no era mirar hacia atrás sino hacia adelante, no
hacia el pueblo que entonces se tenía sino al pueblo del porvenir...” (A. COLMO, Téc-
nica Legislativa del Código Civil Argentino, Segunda Edición, Buenos Aires, Abeledo-
Perrot, 1961, p. 150).
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CONTRATACIÓN Y ARBITRAJE
PLONG, pero confesó haber evitado citarlos para dar a todo el trabajo
resultante un “carácter nacional”, quitándole una apariencia foránea
por la cual sería criticado226.
No muy distinto ha sido el panorama en materia de Derecho inter-
nacional privado, en que los codificadores decimonónicos prestaron
ideas y soluciones foráneas, yendo a este respecto más allá, incluso.
Así, los Códigos Civiles chileno de 1855227 y argentino de 1869 se en-
cuentran entre los pioneros a nivel mundial en la inclusión de normas
de tinte conflictualista228. Además, se considera que los primeros trata-
dos multilaterales de Derecho internacional privado en el mundo son
latinoamericanos229, a cuyo efecto se han llevado a la práctica, plasmán-
226. Decía textualmente que la omisión de citas se encontraba motivada por la necesidad
de “dar a todo un carácter nacional, quitándole el aire extranjero, que se le reprocha-
ría. Tan es así, que muchas veces un artículo que nos había sugerido TOULLIER, lo
apoyábamos en una opinión de SALA o ACEVEDO” (A. GUZMÁN BRITO (nota 224), p.
462).
227. Para su época, expresa LEÓN, las disposiciones del Título Preliminar del Código Civil
Chileno de Andrés BELLO constituyeron un adelanto notable (A. LEÓN, “Reforma del
Sistema Chileno de Derecho Internacional Privado”, en Avances del Derecho Interna-
cional Privado en América Latina, Liber Amicorum Jürgen Samtleben, Montevideo, Edito-
rial Fundación de Cultura Universitaria, 2002, p. 180).
228. También FREITAS en su Esboço, un proyecto de Código Civil que nunca entró en vi-
gencia (elaborado entre 1860 y 1865) ya se ocupaba particularmente del tema. Solo
preceden a la regulación de BELLO los Códigos Civiles francés de 1804, austríaco de
1811 y del Cantón de Zurich de 1854; en tanto que antecedieron al Código Civil
argentino el de Italia de 1865, cuya regulación del Derecho internacional privado era
bastante detallada para la época, y el Código Civil de Bajo Canadá, de 1866.
229. A este respecto, uno puede remontarse al Congreso de Panamá de 1826, si bien sólo
se trató allí de establecer bases para una política exterior común, un pacto de alianza
defensiva y un tribunal internacional de justicia. En el Congreso de Lima de 1877 a
1878, del cual participaron Perú, Argentina, Bolivia, Chile, Costa Rica, Cuba y Vene-
zuela, se suscribieron tratados de extradición y de conflictos de leyes. Su escaso éxito
se atribuye no sólo a la ruptura con sus vecinos del sur al desatarse la Guerra del
Pacífico, en 1879, sino fundamentalmente a las discrepancias surgidas en los otros
países sobre su contenido. Con todo, la Convención de Lima constituye la primera
obra integral de Derecho internacional privado convencional que se conoce (D. P.
FERNÁNDEZ ARROYO, Derecho Internacional Privado Interamericano, Evolución y Perspecti-
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> vas, Santa Fe, Rubinzal-Culzoni Editores, 2000, p. 101). Este tratado está todavía vi-
gente, “a pesar de las desinformaciones circulantes”, entre Perú, Ecuador y Costa
Rica (E. HERNÁNDEZ-BRETÓN, “Personajes para una biografía del derecho internacio-
nal privado latinoamericano”, Separata de la Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas
y Políticas, Nº 133, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 2009).
230. El español Francisco SUÁREZ se anticipó dos siglos a la concepción de la comunidad
internacional de SAVIGNY (J. DE YANGUAS MESSÍA, Derecho Internacional Privado, Parte
General, Tercera Edición, Madrid, Editorial Reus, 1971, p. 93).
231. M. F. C. DE SAVIGNY, Sistema de Derecho Romano Actual, Tomo Sexto, Segunda Edición,
Madrid, Centro Editorial de Góngora, p. 137.
232. Ver N. DE ARAÚJO, Contratos internacionais, 2ª Ed., Río de Janeiro, Libraría e Editora
Renovar Ltda., 2000, pp. 145-147.
233. En Europa, las ideas de MANCINI tuvieron impulso final a iniciativa del jurista holan-
dés ASSER, bajo cuya influencia el gobierno de su país invitó en 1892 a principales
Estados europeos a una conferencia para acordar codificación internacional de con-
flictos de leyes (M. WOLFF (nota 136), p. 44). Tal constituye la génesis de la Conferen-
cia de Derecho Internacional Privado.
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CONTRATACIÓN Y ARBITRAJE
234. Entre Paraguay, Uruguay y Argentina se aplican los Tratados de 1940, que acabaron
subsumiendo los de 1889, no así con respecto a Bolivia, Perú y Colombia.
235. L. PÉREZNIETO CASTRO, “Las Influencias Recíprocas entre la Codificación Interameri-
cana y los Sistemas de Derecho Internacional Privado”, en El Derecho Internacional
Privado Interamericano en el Umbral del Siglo XXI, Sextas Jornadas de Profesores de
Derecho Internacional Privado, Segovia, 1995, Departamento de Derecho Interna-
cional Público y de Derecho Internacional Privado, Madrid, Eurolex SL, 1997, p. 245.
236. Brasil no ratificó los tratados de Montevideo, que recogían el criterio del domicilio
de SAVIGNY. Dicho país sí ratificó el Código Bustamante que seguía el criterio de la
nacionalidad, situación que enmendó luego con su Ley de introducción al Código
Civil brasileño de 1942, que regula cuestiones de Derecho internacional privado (Ver
J. DOLINGER, Direito Internacional Privado (Parte Geral), 6ª edición ampliada y actuali-
zada, Río de Janeiro / São Paulo, Editorial Renovar, 2001, pp. 74-79). Se vuelve así a
la doctrina de FREITAS, quien ya en el año 1857 propuso en su Esboço el sistema del
domicilio, adoptado también en los Tratados de Montevideo (Ver J. GRANDINO RODAS,
“Elementos de Conexão do Direito Internacional Privado Brasileiro Relativamente
As Obrigações Contratuais”, en Contratos Internacionais, 3ª Edición, São Paulo, Edito-
ra Revista dos Tribunais, 2002, p. 26).
237. A diferencia de Argentina, Brasil y Uruguay, que tienen Códigos Civiles y de Co-
mercio, respectivamente, Paraguay ha unificado, en su Código Civil vigente desde
1987, el régimen de las obligaciones y los contratos civiles y comerciales.
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CONTRATACIÓN Y ARBITRAJE
> voluntad someterse a una ley diferente de la que dispone el Tratado” (C. FRESNEDO DE
AGUIRRE / D. OPERTTI BADÁN, Contratos Comerciales Internacionales, Montevideo, Fun-
dación de Cultura Universitaria, 1997, p. 16).
240. R. SANTOS BELANDRO, El Derecho Aplicable a los Contratos Internacionales, 2ª Ed., Monte-
video, Editorial Fundación de Cultura Universitaria, 1998, pp. 55-56.
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241. El delegado uruguayo VARGAS GUILLEMETTE, en la misma línea adoptada por su país
en las negociaciones del anterior tratado, sostenía que se estaba ante una cuestión de
“conflicto de soberanías”, que se encuentran “por encima de los propósitos de vo-
luntad de las personas”, y que “la voluntad de las partes no puede ni debe moverse,
sino dentro de los límites que le fija la regla del derecho competente en la esfera
internacional”. Incluso, llegó a afirmar que “es inadmisible que los interesados seña-
len a su arbitrio la ley aplicable o el juez competente. Si tal ocurriere, los Tratados
estarían de más y desaparecería la razón de ser del Derecho internacional privado.
Sobrevendría la anarquía” (ver R. SANTOS BELANDRO (nota 240), p. 64).
242. Señala GOLDSCHMIDT: “No obstante, si un contrato, por ejemplo, se celebró en Monte-
video, y la prestación se ha de cumplir en Buenos Aires, resulta aplicable el derecho
argentino, que, si se acude, según la doctrina del reenvío, al Derecho Internacional
Privado Argentino interno, nos obliga a tener en cuenta una estipulación de las par-
tes que declara aplicable el derecho uruguayo o cualquier otro con el cual existe una
conexión razonable. Los Tratados de Montevideo aplican, si no se puede averiguar
según las reglas determinadas en los Tratados el lugar de la ejecución, el Derecho del
lugar de la celebración. Esta regla se infiere del artículo 35 del Tratado de 1889, mien-
tras que se encuentra expresa en el artículo 40 de 1940” (W. GOLDSCHMIDT, Derecho
Internacional Privado, Octava Edición, Reimpresión, Buenos Aires, Ediciones Depal-
ma, 1997, p. 392).
243. Refieren OPERTTI BADÁN y FRESNEDO DE AGUIRRE que el contrato como tal responde a la
voluntad de las partes y su régimen jurídico al balance de interés público y privado.
La solución se inclina por un régimen preceptivo, que se expresa de modo particular
en el Protocolo Adicional de Montevideo del 40 (art. 5) (C. FRESNEDO DE AGUIRRE / D.
OPERTTI BADÁN (nota 239) p. 14).
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CONTRATACIÓN Y ARBITRAJE
244. R. SANTOS BELANDRO (nota 240), p. 65. Con ello se consagra el “reenvío”, que sucede
cuando las normas de conflicto de un derecho se remiten a otro, y las reglas indirec-
tas de este, a su vez, prevén o toleran que ocurra lo propio hacia un tercer país, la
posibilidad de que exista autonomía de la voluntad si el derecho aplicable por remi-
sión de la norma de conflicto autoriza a las partes a elegir un tribunal arbitral estatal
diferente al previsto en el artículo 56 de los Tratados de Montevideo (ALFONSÍN, FRES-
NEDO, HERBERT, citados por M. B. NOODT TAQUELA, “Reglamentación general de los
contratos internacionales en los Estados mercosureños”, en D. P. Fernández Arroyo
(coord.), Derecho Internacional Privado de los Estados del MERCOSUR, Buenos Aires,
Zavalía Editor, 2003, p. 988).
245. N. DE ARAÚJO (nota 232), p. 151.
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246. Artículo 38. La primera regla dispone: “Los contratos sobre cosas ciertas e indivi-
dualizadas se rigen por la ley del lugar donde ellas existían al tiempo de su celebra-
ción”. Esta conexión normalmente no se compaginará con el cumplimiento, si se
considera como tal la entrega de la cosa del contrato. Se prevé también que los con-
tratos “sobre cosas determinadas por su género” y “referentes a cosas fungibles” se
regulan por ley del domicilio del deudor al momento en que fueron celebrados. En
los contratos de prestación de servicios, se diferencian: a) si recaen sobre cosas, se
aplica la ley del lugar en donde ellas existían al tiempo de su celebración; b) si su
eficacia se relaciona con algún lugar especial, se regirán por la ley en donde se pro-
ducirán los efectos; y c) en los demás casos, tendrá virtualidad la ley del domicilio
del deudor al tiempo de su celebración.
247. D. HARGAIN / G. MIHALI, Régimen Jurídico de la Contratación Mercantil Internacional en
el MERCOSUR, Montevideo / Buenos Aires, Julio César Faira Editor, 1993, p. 31, p.
39.
248. C. FRESNEDO DE AGUIRRE / R. HERBERT, “Flexibilización Teleológica del Derecho Inter-
nacional Privado Latinoamericano, en Avances del Derecho Internacional Privado en
América Latina, Liber Amicorum Jürgen Samtleben, Montevideo, Editorial Fundación
de Cultura Universitaria, 2002, pp. 69-70. Al apuntarse a obtener seguridad jurídica
>
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CONTRATACIÓN Y ARBITRAJE
> a través de presunciones rígidas, se buscó evitar la división de los aspectos de fondo
de la vinculación contractual, y la consecuente posibilidad de que se apliquen a ella
distintos derechos. Esto se conoce comúnmente en doctrina con el nombre de dépeça-
ge. La falta de flexibilidad acarrea numerosos problemas, como por ejemplo, tratán-
dose de contratos accesorios. En vez del derecho del contrato principal, como impo-
ne el tratado (Art. 32), al acreedor le importará que tengan virtualidad las reglas
jurídicas del lugar donde se encuentra situado el bien, pues en definitiva le interesa
la posibilidad de ejecutar la garantía en caso de incumplimiento. La solución va, en
consecuencia, de contramano con las necesidades del comercio internacional. Desde
luego que no la contienen instrumentos convencionales modernos atinentes a la con-
tratación internacional como, en Europa, el Convenio de Roma de 1980 (ni su análo-
go interamericano de 1994). Otro problema se presenta cuando difieren los derechos
del lugar de celebración y de ejecución sobre la calificación misma del contrato como
accesorio o no. ¿Se hace ella conforme al derecho del acuerdo principal, o según el
del acto presuntamente secundario? Debe tenerse presente que la fianza y las garan-
tías bancarias, por ejemplo, son accesorias en numerosos sistemas, en tanto que en
otros no, al punto de que instrumentos modernos, como la Convención de UNCI-
TRAL sobre Garantías Independientes y Cartas de Crédito Contingente de 1995, no
otorgan a estos actos el carácter de accesorios.
249. W. GOLDSCHMIDT (nota 242), p. 396.
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250. En la Argentina, la Cámara Comercial, Sala E, de 1985, en el caso “Espósito e hijos SRL
v. Jacqueviel de Vieu”, entendió que una cosa es el lugar de cumplimiento a los fines
de localizar el contrato, eligiendo el derecho aplicable. Y otra es fijar el lugar de
cumplimiento a los efectos de la jurisdicción internacional de los jueces argentinos.
Para ello, bastará cualquier lugar de cumplimiento del contrato, sea o no el que se
refiere a la prestación característica. No se ha advertido razonabilidad en someter
una cuestión a tribunales extranjeros si se aplica la ley argentina, y se ha entendido,
en consecuencia, que los jueces argentinos tienen jurisdicción concurrente. Dicho
criterio ha sido confirmado por la Corte Suprema Argentina en el caso “Exportadora
Buenos Aires c/ Holiday Inn” de 1998 (M. B. NOODT TAQUELA, (nota 244), p. 1008).
251. Esta elasticidad la contemplan instrumentos normativos modernos, como –según se
verá– la Convención de México.
252. Ver D. P. FERNÁNDEZ ARROYO / C. FRESNEDO DE AGUIRRE, “Obligaciones contractuales:
aspectos generales”, en D. P. Fernández Arroyo (coord.), Derecho Internacional Priva-
do de los Estados del MERCOSUR, Buenos Aires, Zavalía Editor, 2003, p. 949.
253. Al cual solo entró en competencia el Código Bustamante de 1928 (W. GOLDSCHMIDT
(nota 242), p. 39).
254. D. P. FERNÁNDEZ ARROYO (nota 229), p. 101.
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CONTRATACIÓN Y ARBITRAJE
3. El Código Bustamante
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258. A. GARRO, “Armonización y unificación del derecho privado en América Latina: es-
fuerzos, tendencias y realidades”, en L. O. Baptista y otros (org.), Direito e comércio
internacional. Tendencias e perspectivas, São Paulo, Ltr. Editora Ltda., p. 517.
259. D. P. FERNÁNDEZ ARROYO, (nota 229), p. 37.
260. A. GARRO (nota 258), p. 518. La tradicional “bipolaridad” entre los Tratados de Mon-
tevideo y el Código Bustamante se ha producido, sobre todo, en un marco acotado
por mezquinas, aunque comprensibles razones de protagonismo y de apego a las
propias soluciones, y el peso relativo de la antinomia latinoamericanismo-paname-
ricanismo (D. P. FERNÁNDEZ ARROYO (nota 229), p. 102).
261. Según este autor, el problema de la ratificación proviene fundamentalmente del tema
nacionalidad-domicilio (Ver H.C. GUTTERIDGE (nota 142), pp. 56-57).
262. Artículos 164 a 186.
263. Artículos 194 a 294.
264. Artículo 186.
265. Artículo 184.
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CONTRATACIÓN Y ARBITRAJE
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Saltan a la vista los problemas que presenta la región con sus solu-
ciones “conflictualistas” mayormente “nacionales”. Y cuando en mate-
ria de Derecho internacional privado se ha recurrido a tratados para
evitar este último inconveniente –particularmente los de Montevideo y
el Código Bustamante–, ellos han resultado altamente insatisfactorios,
fundamentalmente, en lo que aquí nos interesa, con relación a temas
que afectan a la contratación internacional.
A todo esto debe agregarse la crisis en que se encuentra la discipli-
na iusprivatista en nuestros días. El sistema conflictualista y los mis-
mos cimientos de este Derecho internacional privado “clásico”, por así
decirlo, han sido puestos bajo severos cuestionamientos en las últimas
décadas, esgrimiéndose numerosas consideraciones de orden concep-
tual, terminológico y práctico, ya referidas.
El problema se minimiza con el reconocimiento de la autonomía
de la voluntad. El principio, sin embargo, ha provocado históricamente
reticencias en Latinoamérica271, alimentadas por la falta de comercio
activo libre, la doctrina Calvo y la desconfianza hacia el arbitraje272 y
alguna responsabilidad atribuida a los intentos prematuros de codifi-
cación de las reglas conflictuales en el Tratado de Montevideo de 1889,
que rechazó dicha autonomía273. A esto último ya se hizo referencia. En
cuanto a la doctrina Calvo, cabe destacar que ella se elaboró, en su
momento, como respuesta hacia el colonialismo europeo y norteameri-
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CONTRATACIÓN Y ARBITRAJE
274. México particularmente sufrió sus consecuencias, incluso hasta con intervenciones
foráneas militares, y cuando los fallos favorecían a mexicanos, los países del primer
mundo se negaban a cumplirlos (J. L. SIQUEIROS, “Arbitral Autonomy and National
Sovereign Authority in Latin America”, en T. E. CARBONNEAU (ed.), Lex Mercatoria and
Arbitration, a Discussion of the New Law Merchant, Revised Edition, Juris Publishing,
Kluwer International Law, 1998, pp. 219-220).
275. H. ACCIOLY, Tratado de Derecho Internacional Público, Madrid, Instituto de Estudios
Políticos, 1958, pp. 285-286.
276. Sin embargo, los fallos que admiten su plena validez fueron escasos; en la mayoría
de las ocasiones –expresa ROUSSEAU– se ha procurado limitar sus efectos: a) declarán-
dola válida en las relaciones entre el individuo perjudicado y el Estado demandado,
pero sin posiblidad de alegación frente al Estado demandante; b) no teniéndola en
cuenta en caso de denegación de justicia e, incluso, pronunciándose categóricamen-
te por su nulidad (C. ROUSSEAU, Derecho Internacional Público, 3ª Edición, Barcelona,
Editorial Ariel, 1966, p. 369).
277. En los últimos decenios, sin embargo, se presentan dos correlatores del Estado: las
corporaciones profesionales y los organismos internacionales. Además, los nuevos
>
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> vientos a favor del arbitraje contribuyen al nuevo escenario. Si bien el arbitraje no
puede confundirse con solución del conflicto de leyes “no es menos cierto que sea
por imprecisión técnica o por simple difusión práctica el tema de la ley aplicable
pasa a segundo plano. Particulares actúan o tratan de actuar a fin de facilitar sus
entendimientos, manejan conceptos y terminología común y en muchos casos pres-
cinden de los propios Estados o compiten con estos en la regulación de sus nego-
cios” (C. FRESNEDO DE AGUIRRE / D. OPERTTI BADÁN (nota 239), pp. 24-25).
278. El desdén de la región hacia esta disciplina lo atribuye SIERRALTA a que en su conjunto
la región no tenía presencia significativa en el comercio internacional, con lo que la
demanda de profesionales especializados en cuestiones contractuales del derecho
del comercio internacional era también débil (A. SIERRALTA RÍOS, “Comentarios limi-
nares del Derecho Internacional del Comercio: un enfoque latinoamericano”, en
Avances del Derecho Internacional Privado en América Latina, Liber Amicorum Jürgen Samt-
leben, Montevideo, Editorial Fundación de Cultura Universitaria, 2002, p. 257).
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CONTRATACIÓN Y ARBITRAJE
279. Se habla de autonomía universal en alusión a una hipotética potestad de las partes de
fijar el Derecho que rige sus contratos, con absoluta prescindencia de cualquier De-
recho positivo o del Derecho internacional público (A. BOGGIANO, Curso de Derecho
Internacional Privado, Buenos Aires, Editorial Abeledo-Perrot, 1993, p. 597). GOLDSCH-
MIDT referencia que así lo han pretendido el Banco Mundial y el Banco Interamerica-
no de Desarrollo, por ejemplo, en sus contratos estándares (W. GOLDSCHMIDT (nota
242), p. 195).
280. Ver, al respecto diversas contribuciones que aparecen en D. Fernández Arroyo / J. A.
Moreno Rodríguez (coords.), Protección al Consumidor en América – los Trabajos de la
CIDIP (OEA), Asunción, Editorial La Ley Paraguaya, 2007). Un reciente y acabado
estudio con respecto a la problemática de la protección al consumidor “on-line” en
la región puede verse en (J. M. VELÁZQUEZ GARDETA, La Protección al Consumidor Onli-
ne en el Derecho Internacional Privado Interamericano, Asunción, CEDEP, 2009).
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281. Sobre este tema puede ampliarse en diversos trabajos, como: M. M. ALBORNOZ, “El
Derecho Aplicable a los Contratos Internacionales entre los Estados del Mercosur”,
publicado en el Boletín Mexicano de Derecho Comparado, nueva serie, año XLII, Nº 125,
mayo-agosto de 2009, pp. 631-666, accesible en la página http://
www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/boletin/cont/125/art/art3.pdf y
http://asadip.wordpress.com/2009/10/16/el-derecho-aplicable-a-los-contratos-
internacionales-entre-los-estados-del-mercosur. (Últimos accesos: 4 de marzo de 2010)
282. Sobre el debate histórico en el Brasil, puede verse en en N. DE ARAÚJO (nota 232), pp.
320-324. Más recientemente, M. COPPETT / P. DE OLIVEIRA AREAS / L. OTAVIO PIMENTEL,
en el capítulo sobre Brasil de la obra C. ESPLUGUES MOTA / D. HARGAIN / G. PALAO
MORENO (dirs.), Derecho de los Contratos Internacionales en Latinoamérica, Portugal y
España, Montevideo / Buenos Aires, Editorial B de f, 2008, p. 137.
283. La actititud histórica uruguaya ha sido de reticencia hacia el principio. Puede verse
un amplio recuento en C. FRESNEDO DE AGUIRRE, La Autonomía de la Voluntad en la
Contratación Internacional, Montevideo, FCU, 1991. Ante la reciente ratificación de
diversos instrumentos internacionales favorables a la autonomía de la voluntad”,
HARGAIN y MIHALI indican la aceptación actual de las modernas concepciones del
Derecho internacional privado en el ámbito de los negocios transfronterizos, “res-
quebrajándose el mayoritario rechazo a la autonomía de la voluntad (D. HARGAIN /
G. MIHALI, capítulo de Uruguay, en C. ESPLUGUES MOTA / D. HARGAIN / G. PALAO
MORENO (dirs.), Derecho de los Contratos Internacionales en Latinoamérica, Portugal y
España, Montevideo / Buenos Aires, Editorial B de f, 2008, p. 774). Por lo demás,
actualmente, existe un giro importante en este tema, analizado en perspectiva más
amplia en el siguiente excelente trabajo: D. OPERTTI BADÁN, “El Derecho Internacional
Privado en tiempos de globalización”, en Revista Uruguaya de Derecho Internacional
Privado, Año VI, Nº 6, Montevideo, Editorial Fundación de Cultura Universitaria,
2005. Un excelente recorrido histórico y actual de la cuestión específica de la autono-
mía de la voluntad en Uruguay, puede verse en: J. TÁLICE, “La autonomía de la vo-
luntad como principio de rango superior en el Derecho Internacional Privado Uru-
guayo”, en Liber Amicorum en Homenaje al Profesor Didier Opertti Badán, Montevideo,
Editorial Fundación de Cultura Universitaria, 2005, pp. 527 y ss., particularmente
pp. 560 a 562.
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284. El problema se presenta allí debido a la falta de claridad del Código Civil, que con-
tiene normas de conflicto en materia de contratación. El debate se ha planteado en
Paraguay a nivel doctrinario. SILVA ALONSO, uno de los miembros de la Comisión de
Codificación que trabajó activamente en la elaboración del mismo, sostiene que el
principio se encuentra admitido, y que ello surge de su artículo 715. Dicha norma –
en lo pertinente– dispone que “las convenciones hechas en los contratos forman
para las partes una regla a la cual deben someterse como a la ley misma...” (R. SILVA
ALONSO, Derecho Internacional Privado, Parte Especial, Asunción, Intercontinental Edi-
tora, 1995, pp. 136-137). En líneas parecidas se pronuncia RUIZ DÍAZ LABRANO, quien
invoca además la norma del artículo 669 del Código Civil, conforme a la cual los
interesados pueden reglar libremente sus derechos mediante contratos, en tanto no
controviertan disposiciones imperativas (R. RUIZ DÍAZ LABRANO, “La Ley aplicable y
Jurisdicción competente en materia contractual desde la perspectiva del ordenamiento
jurídico paraguayo”, en C. A. SOTO (dir.), Tratado de la Interpretación del Contrato en
América Latina, T. II, pp. 1509 y ss.). Desde la otra vereda, se ha sostenido que esta
norma del artículo 669, así como la del artículo 715 (de que cuanto se acuerde en los
contratos constituye regla para las partes), son disposiciones encaminadas a regular
contratos puramente internos, y no se extienden a la contratación internacional. Puede
verse al respecto, enfatizándose en distintos matices, las contribuciones de R. DÍAZ
DELGADO, “El derecho aplicable al fondo del contrato con cláusula de arbitraje”, en J.
A. Moreno Rodríguez (coord.), Arbitraje y Mediación, Asunción, Intercontinental Edi-
tora, 2003, pp. 223 y ss.; y B. PISANO, “La autonomía de la voluntad en el Derecho
Internacional Privado Paraguayo”, en Revista Jurídica La Ley Paraguaya, Año 32, Nº 1,
febrero 2009, pp. 1 y ss. Nuestra posición, favorable al reconocimiento de la autono-
mía de la voluntad en el país, la hemos fijado en el capítulo sobre Paraguay en: C.
ESPLUGUES MOTA / D. HARGAIN / G. PALAO MORENO (dirs.), Derecho de los Contratos
Internacionales en Latinoamérica, Portugal y España, Montevideo / Buenos Aires, Edi-
torial B de f, 2008, pp. 571-572. En el fondo, la cuestión gira en torno al orden público
y su relación con las normas de conflicto. Las normas imperativas indicadas en el
artículo 669 equivalen, al menos en lo que atañe a sus efectos, a las de orden público
en la nomenclatura paraguaya. Y el país ha ratificado diversos instrumentos inter-
nacionales que admiten la autonomía de la voluntad. Ante este escenario, no habría
violación al orden público, o a norma imperativa alguna, por el mero hecho de que
las partes hagan uso de la autonomía de la voluntad, para prever una solución dis-
tinta a la indicada en las normas de conflicto paraguayas. Salvo que con ello violen-
ten disposiciones que sí sean imperativas, pues ellas deben ser observadas, confor-
me lo dispone el referido artículo 669.
285. Ver J. A. MORENO RODRÍGUEZ, en la obra de C. Esplugues / D. Hargain (coords.), Dere-
cho del Comercio Internacional, MERCOSUR-Unión Europea, Madrid y otras, Editoria-
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> les Reus y Bdef, 2005, pp. 297 y ss. Ver también: R. DÍAZ DELGADO (nota 284), pp. 229
y ss. Puede decirse entonces que no está cumplido el Tratado de Asunción, que en su
artículo 1º establece como uno de sus objetivos la armonización en esta área.
286. Tres acuerdos guardan relación directa con los contratos internacionales: el Protoco-
lo de Buenos Aires sobre jurisdicción internacional en materia contractual de 1994, el
Protocolo de Santa María de jurisdicción internacional en relaciones de consumo de
1997, y el Acuerdo sobre arbitraje comercial internacional del Mercosur de Buenos
Aires, 1998. Todas tratan aspectos procesales y subrayan que la autonomía contrac-
tual se ha vuelto el eje del nuevo sistema; la primera al permitir elegir expresa o
tácitamente la jurisdicción, con lo cual se admite que sea una foránea; la última al
permitir una jurisdicción “privada”; y la segunda al reconocer una excepción espe-
cial a la regla de autonomía para los contratos de consumo (D. P. FERNÁNDEZ ARROYO,
“Aspectos generales del sector de la jurisdicción internacional”, en D. P. FERNÁNDEZ
ARROYO (coord.), Derecho Internacional Privado de los Estaos del MERCOSUR, Buenos
Aires, Zavalía Editor, 2003, p. 164).
287. La falta de un régimen general que afiance la autonomía de la voluntad en el MER-
COSUR implica una deuda impostergable, de cuyo avance y diseño dependen el
éxito o el fracaso en la consecución de los fines de la libertad de circulación de mer-
caderías, bienes y servicios, sin olvidar el objetivo de desarrollo económico con jus-
ticia social (J. A. TONIOLLO, “Reflexiones acerca del Derecho Internacional Privado
Latinoamericano: Especial Referencia al Ámbito del MERCOSUR”, en Avances del
Derecho Internacional Privado en América Latina, Liber Amicorum Jürgen Samtleben,
Montevideo, Editorial Fundación de Cultura Universitaria, 2002, pp. 439-440).
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CONTRATACIÓN Y ARBITRAJE
288. Una completa reseña puede verse en la reciente obra: C. Conejero Roos / A. Hierro
Hernández-Mora / V. Macchia / C. Soto Coaguila (coords.), El Arbitraje Comercial
Internacional en Iberoamérica – Marco legal y jurisprudencial, España, LA LEY, grupo
Wolters Kluwer, 2009.
289. Bolivia aprobó la Ley 1770 sobre Arbitraje y Conciliación en 1997; Brasil aprobó la
Ley de Arbitraje 9307 en 1996; Colombia aprobó el Decreto 1818 en 1998, el cual
compila todas las normas aplicables a la Conciliación y el Arbitraje antes contenidas
en diversas legislaciones; Costa Rica aprobó el Decreto Ley 7727, que contiene la Ley
para los Métodos Alternativos de Solución de Disputas y la Promoción de la Paz en
1997; Cuba aprobó el Decreto-Ley 250 sobre la Corte Cubana de Arbitraje Comercial
Internacional, en 2007; Chile aprobó la Ley 19.971 en 2004; Ecuador aprobó la Ley de
Arbitraje y Mediación en 1997, bajo el Registro Oficial 145; El Salvador aprobó la Ley
de Conciliación, Mediación y Arbitraje contenida en el decreto legislativo 914 en
2002; Guatemala aprobó el Decreto Ley 67-95 que contiene la Ley de Arbitraje en
1995; Honduras aprobó el Decreto Ley 161-2000 que contiene la Ley de conciliación
y Arbitraje en 2000; Nicaragua aprobó la Ley 540 en 2005 que contiene la Ley de
Mediación y Arbitraje; Panamá aprobó el Decreto Ley 5 en 1999 por el cual se esta-
blece el régimen general de arbitraje, de la conciliación y de la mediación; Perú apro-
bó recientemente una nueva Ley de Arbitraje, contenida en el Decreto Legislativo
1071 en 2008; Paraguay aprobó la Ley 1879 para el Arbitraje y la Mediación en 2002;
la República Dominicana aprobó la Ley 489-08, publicada en el 2008 en la Gaceta
Oficial, que contiene la Ley sobre Arbitraje Comercial; y finalmente, Venezuela apro-
>
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JOSÉ ANTONIO MORENO RODRÍGUEZ
> bó la Ley sobre Arbitraje Comercial en 1998 (C. CONEJERO ROOS, “El Arbitraje Comer-
cial Internacional en Iberoamérica: Un Panorama General”, en C. Conejero Roos/ A.
Hierro Hernández-Mora / V. Macchia / C. Soto Coaguila (coords.), El Arbitraje Co-
mercial Internacional en Iberoamérica – Marco legal y jurisprudencial, España, LA LEY,
grupo Wolters Kluwer, 2009, p. 64).
290. Tal es el caso de Argentina (Art. 1 del Código Procesal Civil y Comercial), Bolivia
(Títulos I y II de la Ley 1770), Brasil (Art. 34 de la Ley 9307/1996), Costa Rica (La Ley
7727, la que no contempla un criterio de internacionalidad), El Salvador (Art. 3 del
Decreto Legislativo 914), España (Art. 3 de la Ley 60/2003), Guatemala (Artículo 1
del Decreto 67-95), Honduras (Art. 27 del Decreto 161-2000), México (Título Cuarto
del Libro Quinto del Código de Comercio), Nicaragua (Art. 22 de la Ley 540), Pana-
má (Ley 5), Paraguay (Art. 1 de la Ley 1879), Perú (Art. 13.7 del Decreto Legislativo
107), Portugal (Art. 37 de la Ley 31/1986), República Dominicana (Art. 1 de la Ley
489-08) y Venezuela (el Art. 11 de la Ley de arbitraje comercial no hace distinción
entre interno e internacional) (C. CONEJERO ROOS (nota 289), p. 68).
291. Los países que optaron por este sistema dualista son Chile (Art. 1 de la Ley 19.971),
Colombia (Art. 2 de la Ley 350), Cuba (Art. 9 del Decreto Ley 250), Ecuador (Art. 42
de la Ley 145) y el proyecto de la ley de Uruguay. En el caso de Uruguay, aunque a la
fecha no cuente con una ley específica de arbitraje, las normas de derecho interno
que rigen el arbitraje doméstico no son de aplicación al ámbito internacional (C.
CONEJERO ROOS (nota 289), p. 68).
292. SILVA ROMERO entiende que existe una confusión en la doctrina y la mayoría de las
legislaciones del mundo. “La palabra arbitraje es de aquellas que no soportan nin-
gún adjetivo. El arbitraje, en estre sentido, no es ni civil ni comercial; ni privado ni
público o administrativo; ni “nacional”, interno o doméstico ni “internacional”. Cuan-
do se habla de arbitraje internacional solo se hace referencia a controversias de or-
den nacional y a controversias de orden internacional (E. SILVA ROMERO, “Breves ob-
servaciones sobre los métodos de definición del contrato de arbitraje ´internacio-
nal´”, en E. SILVA ROMERO (dir.), El Contrato de Arbitraje, Bogotá, Editorial Legis, 2005,
p. 41).
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CONTRATACIÓN Y ARBITRAJE
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JOSÉ ANTONIO MORENO RODRÍGUEZ
> má, Paraguay, Perú y República Dominicana. Varios otros se apartaron claramente
de la Ley Modelo, omitiendo causales previstas en ella, incorporando otras, o utili-
zando un lenguaje local distinto, vulnerando el propósito de uniformidad persegui-
do con dicha Ley Modelo. Tal es el caso de Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El
Salvador, Honduras y Venezuela (C. CONEJERO ROOS (nota 289), p. 82).
297. En Brasil, “el arbitraje ganó fuerza y proyección... recién a partir de la Ley º 9307/
1996”, que refleja, “... en alguna medida la Ley Modelo de UNCITRAL” (VV.AA.,
“El Arbitraje Comercial Internacional en Brasil: Marco Legal y Jurisprudencial”, en
C. Conejero Roos / A. Hierro Hernández-Mora / V. Macchia / C. Soto Coaguila
(coords.), El Arbitraje Comercial Internacional en Iberoamérica – Marco legal y jurispru-
dencial, España, LA LEY, grupo Wolters Kluwer, 2009, p. 171).
298. R. ALVARES GASPAR, Reconhecimento de Sentenças Arbitrais Estrangeiras no Brasil, São
Paulo, Editora Atlas, 2009, p. 5.
299. R. ALVARES GASPAR (nota 298), p. 266.
300. Con alguno que otro condimento pasible de críticas. Ver J. A. MORENO RODRÍGUEZ, “El
Arbitraje Comercial Internacional en Paraguay: Marco Legal y Jurisprudencial”, en
C. Conejero Roos / A. Hierro Hernández-Mora / V. Macchia / C. Soto Coaguila
(coords.), El Arbitraje Comercial Internacional en Iberoamérica – Marco legal y jurispru-
dencial, España, LA LEY, grupo Wolters Kluwer, 2009, pp. 571 y ss. Ver también: J. A.
MORENO RODRÍGUEZ, “Derecho aplicable, orden público y el régimen arbitral para-
guayo”, en Revista Brasileira de Arbitragem, Nº 3, São Paulo, Coedición de IDB Thomp-
son y el Comité Brasileiro de Arbitragem, 2004, reproducido también en Temas de
Contratación Internacional, Inversiones y Arbitraje, Asunción, Catena Editores y CE-
DEP, 2006.
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CONTRATACIÓN Y ARBITRAJE
301. Argentina ratificó las Convenciones de Nueva York y Panamá, así como el Acuerdo
de Arbitraje del MERCOSUR. Refieren MACCHIA y ZAPIOLA, y se reconoce la vigencia
allí del principio de la autonomía de la voluntad, recogido por el art. 1197 del Código
Civil. “Este principio proclama que las convenciones hechas en los contratos (por
ejemplo, la cláusula compromisoria) forman para las partes una regla a la cual de-
ben someterse como a la ley misma”. Explica RIVERA que la lex arbitri, un conjunto
normativo que rige en un país determinado –formado tanto por las reglas estableci-
das en los códigos procesales o leyes especiales sobre arbitraje como por las que
emanan de leyes de fondo y de las convenciones y tratados internacionales incorpo-
rados al derecho de ese país- impone límites al principio de la autonomía de la vo-
luntad” (V. MACCHIA / I. ZAPIOLA, “El Arbitraje Comercial Internacional en Argenti-
na: Marco Legal y Jurisprudencial”, en C. Conejero Roos / A. Hierro Hernández-
Mora / V. Macchia / C. Soto Coaguila (coords.), El Arbitraje Comercial Internacional en
Iberoamérica – Marco legal y jurisprudencial, España, LA LEY, grupo Wolters Kluwer,
2009, p. 128).
302. Uruguay también ratificó, entre otras, las Convenciones de Nueva York y Panamá,
así como el Acuerdo de Arbitraje del MERCOSUR. “En Uruguay, el arbitraje interna-
cional se rige esencialmente por las convenciones y tratados ratificados por el país.
No hay una ley nacional de arbitraje”. S. GONZÁLEZ / F. GÓMEZ, “Arbitraje Comercial
Internacional en Uruguay: Marco Legal y Jurisprudencial”, en C. Conejero Roos / A.
Hierro Hernández-Mora / V. Macchia / C. Soto Coaguila (coords.), El Arbitraje Co-
mercial Internacional en Iberoamérica – Marco legal y jurisprudencial, España, LA LEY,
grupo Wolters Kluwer, 2009, p. 691.
303. Argentina (1989); Bolivia (1995); Brasil (2002); Chile (1975); Colombia (1979); Costa
Rica (1988); Cuba (1975); Ecuador (1962); El Salvador (1998); Guatemala (1984); Hon-
duras (2001); México (1971); Nicaragua (2003); Panamá (1985); Paraguay (1998); Perú
(1988); República Dominicana (2002); Uruguay (1983); Venezuela (1995). Informa-
ción disponible en http://www.interarb.com/vl (Último acceso: 5 de marzo de 2010)
y también incluida en el trabajo citado de C. CONEJERO ROOS (nota 289).
304. Ha sido ratificada por los siguientes países: Argentina (1994); Bolivia (1998); Brasil
(1995); Chile (1976); Colombia (1986); Costa Rica (1978); Ecuador (1991); El Salvador
(1980); Guatemala (1986); Honduras (1979); México (1978); Nicaragua (2003); Pana-
má (1975); Paraguay (1976); Perú (1989); República Dominicana (2008); Uruguay
(1977); y Venezuela (1985). Información disponible en http://www.oas.org (último
acceso: 5 de marzo de 2010) y también incluida en el trabajo citado de C. CONEJERO
ROOS (nota 289).
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JOSÉ ANTONIO MORENO RODRÍGUEZ
305. Varios países de la región también ratificaron instrumentos de la OEA que atañen –
al menos en parte– al arbitraje, como la Convención Interamericana sobre Exhortos
o Cartas Rogatorias (Panamá, 1975) y su protocolo adicional; la Convención Intera-
mericana sobre Cumplimiento de Medidas Cautelares (Montevideo, 1979); la Con-
vención Interamericana sobre Recepción de Pruebas en el Extranjero (Panamá, 1975);
la Convención Interamericana sobre Régimen Legal de Poderes para ser Utilizados
en el Extranjero (Panamá, 1975); Convención Interamericana sobre Prueba e Infor-
mación Acerca del Derecho Extranjero (Montevideo, 1979) y la Convención Intera-
mericana sobre Normas Generales de Derecho Internacional Privado (Montevideo,
1979).
306. La Convención de Panamá ha sido, sin embargo, bastante criticada, según se conoce
ampliamente; como por ejemplo, debido a la superposición existente –lo que puede
dar pie a un “conflicto entre convenciones”– con este último instrumento, mucho
más efectivo en atención al número de ratificaciones y menos cuestionable en cuanto
a su contenido.
307. El MERCOSUR también cuenta con el Protocolo de Cooperación y Asistencia Juris-
diccional en Materia Civil, Comercial, Laboral y Administrativa (Decisión Consejo
Mercado Común Nº 5/92), que se ocupa del tema arbitral en su capítulo V, arts. 18 al
20 y 24; y el Protocolo de Medidas Cautelares (Decisión Consejo Mercado Común Nº
27/94), que hace extensivos al arbitraje sus arts. 1º, 2º y 6º. Por su parte, el Protocolo
de Buenos Aires sobre Jurisdicción Internacional en Materia Contractual del MER-
COSUR (Decisión Consejo Mercado Común Nº 1/94), en su art. 4° permite a las
partes elegir la jurisdicción competente, propia o foránea, judicial o arbitral. Con
anterioridad, debe tenerse presente que Argentina, Paraguay y Uruguay habían sus-
cripto –y les era de aplicación recíproca– el Tratado de Derecho Civil Internacional
de Montevideo de 1940, con una solución distinta, en tanto que no existía texto con-
vencional al respecto con Brasil.
308. El MERCOSUR también dictó el Acuerdo sobre Arbitraje Comercial Internacional
entre el MERCOSUR, la República de Bolivia y la República de Chile (Decisión Con-
sejo Mercado Común Nº 4/98), que, sin embargo, no se encuentra vigente por falta
de ratificaciones de parte de Bolivia y Chile.
309. Pueden verse críticas a las convenciones interamericanas, por ejemplo, en: J. BOSCO
LEE (nota 294), pp. 243 y ss.
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CONTRATACIÓN Y ARBITRAJE
310. GRIGERA, por ejemplo, critica ácidamente el acuerdo arbitral del MERCOSUR (H. A.
GRIGERA NAÓN (nota 159), pp. 16 y ss.), cuyas falencias, sin embargo, señala que pue-
den ser sobrepasadas merced al espíritu creativo de jueces, árbitros y juristas, que
estén sinceramente empeñados en fomentar el desarrollo del aribtraje comercial in-
ternacional en el bloque (p. 30).
311. C. LEATHLEY, International Dispute Resolution in Latin America, An Institutional Over-
view, Kluwer Law International, 2007, p. xv. Sobre el arbitraje de inversión y varias
cuestiones que atañen a Latinoamérica, puede consultarse el excelente trabajo si-
guiente: F. CANTUARIAS SALAVERRY, Arbitraje comercial y de las inversiones, Lima, Univer-
sidad Peruana de Ciencias Aplicadas, 2007, pp. 555 y ss.
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JOSÉ ANTONIO MORENO RODRÍGUEZ
A) En general
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CONTRATACIÓN Y ARBITRAJE
314. La influencia de los Convenios suscriptos dentro del ámbito de la OEA, a más de
directa en los países en que fueron ratificados, ha sido indirecta en varios otros como
Perú, México, Uruguay y en alguna medida Paraguay, al inspirar reformas en sus
legislaciones internas, civiles y procesales, en armonía con las soluciones del referi-
do organismo internacional (D. P. FERNÁNDEZ ARROYO (nota 229), pp. 55-56). Además,
muchas convenciones han sido internalizadas en textos convencionales del sistema
de integración del MERCOSUR (D. P. FERNÁNDEZ ARROYO, obra citada, p. 56).
315. J-M. ARRIGHI, “El proceso actual de elaboración de normas Interamericanas”, en Jor-
nadas de Derecho Internacional, Córdoba, Argentina, Organizadas por la Universidad
Nacional de Córdoba y la Secretaría General de la Organización de los Estados
Americanos, Subsecretaría de Asuntos Jurídicos, Washington, D.C., 2001.
316. Sobre este tema, puede ampliarse en: J. A. MORENO RODRÍGUEZ, “Quo Vadis CIDIP”, en
D. P. Fernández Arroyo / J. A. Moreno Rodríguez (coords.), Protección al Consumidor
en América – Los Trabajos de la CIDIP (OEA), Asunción, Editorial La Ley Paraguaya,
2007, pp. 97-105.
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JOSÉ ANTONIO MORENO RODRÍGUEZ
317. El artículo 9º de esta convención dispone: “Las diversas leyes que pueden ser com-
petentes para regular los diferentes aspectos de una misma relación jurídica serán
aplicadas armónicamente, tratando de realizar las finalidades perseguidas por cada
una de dichas legislaciones. Las posibles dificultades por su aplicación simultánea
se resolverán tratando de realizar las exigencias impuestas por la equidad en el caso
concreto”. HERBERT y FRESNEDO DE AGUIRRE han destacado que el citado artículo recoge
nociones estadounidenses de las doctrina de CURRIE (de políticas legislativas) y CA-
VERS (de equidad), contrarias al carácter abstracto y automático del sistema clásico
imperante en Latinoamérica. Estas doctrinas estaban en boga en la época de elabora-
ción de este instrumento interamericano, que posee el mérito de haber dejado abier-
to al juzgador un amplio campo interpretativo a los efectos de flexibilizar los crite-
rios rígidos preponderantes en el continente hasta entonces (Ver C. FRESNEDO DE AGUI-
RRE / R. HERBERT (nota 248), p. 57. También R. HERBERT, “La Convención Interamerica-
na sobre Derecho Aplicable a los Contratos Internacionales”, RUDIP, Año 1-Nº 1, pp.
89-90).
318. Ello forma parte, desde luego, de un movimiento mayor producido en el mundo.
Por ejemplo en Europa –observa REIMANN– la tendencia en la segunda mitad del
siglo XX ha sido mover el modelo decimonónico obsesionado con la nación Estado y
mirar a intereses privados, reglas más flexibles, y criterios más abiertos a políticas
substantivas (M. REIMANN, “Domestic and International Conflicts Law in the United
States and Western Europe”, en International Conflict of Laws for the Third Millennium,
Essays in Honor of Friedrich K. Juenger, New York, Transnational Publishers Inc., 2001,
p. 114). Tal constituye un cambio de soluciones formales a otras menos mecánicas y
que por ende atienden la sustancia de los problemas presentados en materia privada
internacional (G-P. CALLIES, “Coherence and Consistency in European Consumer
Contract Law: a Progress Report, The European Commision´s Action Plan COM
(2003) 68 final and the Green Paper on the Modernisation of the 1980 Rome Conven-
tion COM (2002) 654 final”, en German Law Journal, www.glj-pdf.de, p. 333). Es elo-
cuente el artículo 15 de la Ley Suiza de Derecho internacional privado de 1987, que
dispone: “El derecho designado por la presente ley excepcionalmente no es aplica-
ble si, a la vista del conjunto de circunstancias, es evidente que la causa no tiene un
vínculo bien determinado con ese derecho y que se encuentra en una relación mu-
cho más estrecha con otro derecho”.
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CONTRATACIÓN Y ARBITRAJE
319. La Convención de México cuenta con treinta artículos incluidos en seis capítulos, a
saber: (I) Ámbito de aplicación; (II) Determinación del derecho aplicable; (III) Exis-
tencia y validez del contrato; (IV) Ámbito del derecho aplicable; (V) Disposiciones
generales; y (VI) Cláusulas finales. Dicho instrumento se ocupa fundamentalmente
del derecho aplicable; de hecho, se excluyeron del mismo los temas centrales sobre
jurisdicción o competencia internacional. De este instrumento nos hemos ocupado
en: J. A. MORENO RODRÍGUEZ, “La Convención de México sobre el Derecho Aplicable a
la Contratación Internacional”, publicación de la Organización de Estados America-
nos, Washington DC, 2006.
320. La complementa el importante Reporte Oficial elaborado por los profesores GIULIA-
NO y LAGARDE (M. GIULIANO / P. LAGARDE, “Informe Relativo al Convenio sobre la Ley
Aplicable a las Obligaciones Contractuales”, DOCE C 327, de 11 de diciembre de
1992). El informe se encuentra transcripto en C. Esplugues (coord.), Contratación In-
ternacional, Valencia, Editorial Tirant lo Blanch, 1994, pp. 177 y ss.
321. Ver, entre otros, B. AUDIT (nota 109), p. 679.
322. J. L. SIQUEIROS, “Reseña General sobre la Quinta Conferencia Especializada Interame-
ricana sobre el Derecho Internacional Privado, CIDIP-V”, en Cursos de Derecho Inter-
nacional, Serie Temática, Volumen I (Parte I): El Derecho Internacional Privado en las
Américas (1974-2000), Secretaría General, Subsecretaría de Asuntos Jurídicos, Was-
hington, D.C., 2002, p. 516. Asimismo se tuvieron presentes los Principios de UNI-
DROIT de derecho contractual, que se dieron a luz precisamente en el mismo año. Se
tuvo en cuenta también, la Convención de La Haya de 1986 sobre el derecho aplica-
ble a los Contratos de Compraventa Internacional de Mercaderías.
323. J. H. DALHUISEN (nota 48), p. 72.
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JOSÉ ANTONIO MORENO RODRÍGUEZ
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CONTRATACIÓN Y ARBITRAJE
330. Tal es el Artículo 2399 de su Código Civil, que dice: “Los actos jurídicos se rigen, en
cuanto a su existencia, naturaleza, validez y efectos, por la leyes del lugar de su
cumplimiento de conformidad, por otra parte, con las reglas de interpretación con-
tenidas en los artículos 34 a 38 inclusive, del Tratado de derecho civil de 1889” (ver E.
HERNÁNDEZ-BRETÓN (nota 329), p. 185).
331. E. HERNÁNDEZ-BRETÓN (nota 329), p. 186.
332. E. HERNÁNDEZ-BRETÓN (nota 329), p. 187. Sobre las soluciones de la ley venezolana,
puede consultarse la siguiente obra reciente: T. B. de MAEKELT / C. RESENDE / I. ESIS
VILLARROEL, Ley de Derecho Internacional Privado Comentada, Tomos I y II, Caracas,
Universidad Central de Venezuela, 2005. En particular, en el Tomo II, los trabajos de
J. OCHOA MUÑOZ / F. ROMERO, sobre el derecho aplicable a la contratación internacio-
nal y la lex mercatoria (pp. 739 a 832).
333. Así, en sus artículos 13 y 51. Puede accederse al contenido de dicho proyecto y a un
breve comentario al mismo de C. FRESNEDO DE AGUIRRE / G. A. LORENZO IDIARTE, en el
sitio http://asadip.wordpress.com (Último acceso: 8 de marzo de 2010).
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JOSÉ ANTONIO MORENO RODRÍGUEZ
334. Allí HERBERT, el delegado uruguayo, había expresado que “el contrato internacional
afecta intereses estatales”. De allí que el artículo 4º de su proyecto estatuía: “Cual-
quiera sea la ley aplicable al contrato, sea por elección de las partes o por las solucio-
nes subsidiarias previstas en la presente convención, debería en todo caso darse efecto
a las disposiciones imperativas de los países cuyas economías sean directamente
afectadas por el cumplimiento de las obligaciones contractuales, si tales disposicio-
nes deben ser, en esos países, aplicadas, cualquiera sea la ley que rija el contrato”.
BOGGIANO se opuso a cualquier limitación que dejara sin sentido la autonomía. Final-
mente, prevaleció esta posición (D. OPERTTI BADÁN, “El estado actual del tratamiento
jurídico de los contratos comerciales internacionales en el continente americano”, en
F. MESTRE / P. DE SEUME (eds.), Los Principios de UNIDROIT: ¿Un derecho común de los
contratos para las Américas?, UNIDROIT, 1998, p. 45).
335. F. VISHER (nota 129), p. 126; también pp. 132 y ss.
336. E. JAYME (nota 139), pp. 150-151.
337. Señala BASEDOW que el principio de la autonomía de la voluntad debería ser amplia-
mente reconocido, y en su defecto nadie debería quejarse por aplicación de la lex fori
(J. BASEDOW, “The Effects of Globalization on Private International Law”, en J. BASE-
DOW / T. KONO (eds.), Legal Aspects of Globalization, Conflict of Laws, Internet, Capital
>
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CONTRATACIÓN Y ARBITRAJE
> Markets and Insolvency in a Global Economy, The Hague y otras, Kluwer Law Interna-
tional, 2000, p. 8).
338. Artículo 7.1. Ello, con la aclaración de que ello no afectará la validez del contrato ni
los derechos que puedan haber adquirido terceros como consecuencia del mismo
(Artículo 8). Resulta importante una previsión expresa en este sentido. Por ejemplo,
en algún momento en Italia, el Tribunal Supremo sostuvo que la “elección de las
partes en cuanto a la ley aplicable no será admisible cuando se haya efectuado con
posterioridad a la celebración del contrato”. Sentencia de 1966, Nº 1680, en el asunto:
Assael Nissim contra Crespi, solución no aprobada en su momento por toda la doctri-
na italiana (Reporte M. GIULIANO / P. LAGARDE (nota 320), comentario al artículo 3).
Esta solución ha quedado alterada con el Convenio de Roma, para el cual las partes,
de común acuerdo, podrán cambiar el derecho aplicable al contrato cuando lo de-
seen.
339. El término francés dépeçage alude a la posiblidad de fraccionarse el contrato a fin de
que le sea aplicable más de un derecho. Evidentemente, constituye un instrumento a
disposición de las partes para una mejor regulación de sus intereses, si así lo estiman
conveniente (R. SANTOS BELANDRO (nota 240), pp. 100-102). Aceptar el dépeçage impli-
ca incluso permitir que las partes eviten reglas imperativas que no afecten el interés
público del Estado del eventual foro (F. VISHER (nota 131), p. 142).
340. R. HERBERT (nota 317), p. 91.
341. Así lo resalta J. L. SIQUEIROS, “Los Principios de UNIDROIT y la Convención Intera-
mericana sobre el Derecho Aplicable a los Contratos Internacionales”, en Contrata-
ción Internacional, Comentarios a los Principios sobre los Contratos Comerciales Internacio-
nales del UNIDROIT, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Univer-
sidad Panamericana, 1998, p. 222. Como es sabido, la palabra “derecho” no tiene
equivalente en inglés más que a través del término “law”.
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JOSÉ ANTONIO MORENO RODRÍGUEZ
342. R. SANTOS BELANDRO (nota 240), pp. 87-88. Ello a pesar de que, a este respecto, entien-
de KRONKE que la Convención de México hubiera incluido abiertamente en el artícu-
lo 7 la opción de elegir una ley no estatal, lo que hubiera sido más arriesgado y
prudente al mismo tiempo. Más arriesgado, porque hubiera sido una expresión no
ambigua de su status, tal como lo ha hecho la ley de arbitraje panameña de 1999. Y
resultaría más prudente dejar que las partes hicieran tal elección antes que el tribu-
nal, imponiendo la aplicación de los principios, bajo el artículo 9º, “out of the blue” (H.
KRONKE (nota 80), p. 293).
343. Así se expresaba Paul LAGARDE y la doctrina que lo sigue (A-L. CALVO CARAVACA / J.
CARRASCOSA GONZÁLEZ, “El Convenio de Roma sobre la Ley Aplicable a las Obligacio-
nes Contractuales de 19 de junio de 1980”, en A. L. CALVO CARAVACA / L. FERNÁNDEZ
DE LA GÁNDARA (dirs.), P. Blanco-Morales Limones (coord.), Contratos Internacionales,
Madrid, Editorial Tecnos S.A., 1997, p. 78; R. J. WEINTRAUB, “Lex Mercatoria and The
UNIDROIT Principles of International Commercial Contracts”, en International Con-
flict of Laws for the Third Millenium, Essays in Honor of Friedrich K. Juenger, New York,
Transnational Publishers Inc., 2001, p. 153; A. BRIGGS, The Conflict of Laws, Clarendon
Law Series, Oxford, Oxford University Press, 2002, p. 159). Por su parte, según MA-
YER el hecho de que la Convención diga que la ley “rige” el contrato, implica que no
puede elegirse un cuerpo de reglas que no sea estatal, y que en caso de que se elijan
los UNIDROIT, por ejemplo, debe de todas maneras señalarse cuál es la ley estatal
aplicable y en segundo momento ver qué lugar le da esta ley a los UNIDROIT (V.
HEUZÉ / P. MAYER, Droit International Privé, Paris, Montchrestien, 2001, p. 477).
344. La nota al art. 1:101, 3, b) de los PECL, señala que el Convenio de Roma habilita a
remitirse a la lex mercatoria y no al derecho estatal, con cita a BEALE, WOELKI, HAR-
TKAMP y LANDÖ. La posición ha sido claramente expresada por HARTKAMP en el con-
greso para festejar los 75 años de UNIDROIT (Congress to Celebrate the 75th Anniver-
sary of the Foundation of UNIDROIT: “Worldwide Harmonisation of Private Law and Re-
gional Economic Integration” (Report), en Uniform Law Review, 2002-3, p. 816
(www.unidroit.org).
345. Por ejemplo, F. K. JUENGER (nota 119), p. 1143.
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CONTRATACIÓN Y ARBITRAJE
delo americano, al que veían con simpatía como alternativa para mo-
dernizar el Convenio de Roma346. Sin embargo, el nuevo Reglamento
Roma I tampoco avanza en el sentido de la Convención de México, por
lo que solo valdrá, en su caso, la incorporación por referencia347, “al
menos en procesos ante tribunales estatales”, expresa HEISS348. Se pro-
duce nuevamente el absurdo aquí que con pactarse un medio de solu-
ción de controversias distinto, como el arbitraje, sí quede habilitada la
aplicación del derecho transnacional349.
La adhesión al dogma de la autonomía de la voluntad trae como
consecuencia lógica –destaca HEUZÉ– la exclusión del método conflic-
tual, pues se trata de descubrir, por via de interpretación, la voluntad
exacta de los contratantes350. Consecuentemente, con el reconocimiento
amplio de la autonomía, en vez de buscarse localizar el contrato en un
derecho nacional determinado, debería apuntarse a proteger las “legí-
timas expectativas de las partes”351, debiéndoseles permitir la elección
o incorporación a sus vinculaciones de sistemas “no nacionales”, como
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352. HERNANDEZ-BRETÓN señala que se ha generado un debate a este respecto, pero con-
cluye que resultaría incoherente, contradictorio e inexplicable que en ausencia de
selección del derecho por los contratantes resultaren aplicables normas “anaciona-
les” como normas jurídicas, mientras que tal posibilidad se niega en el caso de que
expresamente las partes quisieran aplicarlas como tales a sus contratos internacio-
nales (E. HERNÁNDEZ-BRETÓN (nota 329), p. 177).
353. Así, ha dicho PEREZNIETO CASTRO que la plena autonomía consagrada por la Conven-
ción de México deja implícita la admisión del contrato sin ley (L. PEREZNIETO CASTRO,
Los Principios de UNIDROIT y la Convención Interamericana sobre el Derecho Aplicable a
los Contratos, Instituto de Investigaciones Jurídicas, Serie H: Estudios de Derecho
Internacional Público, Nº 27, Universidad Nacional Autónoma de México, México,
DF, 1998, pp. 211-212).
354. El orden público consta de dos aspectos: uno, positivo, que está dado por las normas
directas imperativas con que cuenta cada sistema jurídico, entendidas como aque-
llas que no pueden ser dejadas de lado por la voluntad de las partes; el otro aspecto,
negativo, constituye el correctivo a normas indirectas o de conflicto, en tanto ellas no
podrán determinar la aplicación de otro derecho que viole los valores esenciales de
la sociedad del foro en el cual se juzga la cuestión (J. C. FERNÁNDEZ ROZAS / S. SÁNCHEZ
LORENZO, Derecho Internacional Privado, Segunda Edición, Madrid, Editorial Civitas
Ediciones, S.L., 2001, p. 227).
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355. H. VAN HOUTTE, “From a National to a European Public Policy”, en Justice in a Multis-
tate World, Essays in Honor of Arthur T. von Mehren, New York, Transnational Publis-
hers Inc., 2002, p. 841). Recientemente, los Principios de Derecho Contractual Euro-
peo (PECL), publicados en el año 2000, señalan que una regla es imperativa (manda-
tory rule), cuando las partes no pueden desviarse de ella en sus contratos. Y no impe-
rativa, cuando sí pueden hacerlo (artículo 1:103). Se destaca que la distinción es bien
conocida en el civil law, si bien la terminología varía. En derecho francés son llama-
das lois de police o regles d´ordre public o –dependiendo de sus efectos–, régles de droit
impératives; las reglas no imperativas son llamadas regles de droit supplétives. En Italia,
la disposición supletoria se denomina norme dispositive, en tanto que la imperativa,
norme imperative. En España el Código Civil utiliza las expresiones normas cogentes
y normas dispositivas. La distinción era desconocida en Inglaterra, hasta su intro-
ducción en la Unfair Contract Terms Act de 1977 y el Sale of Goods Act de 1979. En el
Derecho internacional privado tiene virtualidad, además, otra expresión: orden pú-
blico internacional. Hacia 1898, KAHN propuso distinguir el orden público, en alu-
sión al Derecho internacional, de las reglas imperativas, atinentes al derecho interno.
Conforme a esta nomenclatura, las normas imperativas del foro se aplican directa-
mente dentro de su territorio, en tanto que el orden público internacional hace que
no tenga virtualidad el derecho foráneo que hubiera correspondido según las reglas
de conflicto del juzgador, porque viola reglas o intereses fundamentales. Ello tuvo
con el tiempo amplia aceptación jurisprudencial (ver S. L. FELDSTEIN DE CÁRDENAS, “El
orden público internacional: una mirada desde el Derecho internacional privado
contemporáneo”, en Derecho privado, libro homenaje a Alberto J. Bueres, Buenos Aires,
Editorial Hammurabi, 2001, p. 112).
356. Artículos 11 y 18.
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357. Los artículos 5 y 6 del Convenio de Roma permiten expandir pero no reducir la
protección disponible a los consumidores y empleados (ver S. C. SYMEONIDES (nota
123), p. 138).
358. Dicen OPERTTI BADÁN y FRESNEDO DE AGUIRRE que si bien por interpretación de los
artículos 6 y 12 de la Convención de México puede concluirse que estos contratos
están excluidos, hubiera sido deseable que esto hubiera estado expreso (C. FRESNEDO
DE AGUIRRE / D. OPERTTI BADÁN (nota 239), p. 59).
359. Por ejemplo, en Europa una de las soluciones sugeridas consiste en introducir una
cláusula general que garantice la aplicación de una norma mínima de protección
comunitaria cuando todos o algunos elementos especialmente significativos del con-
trato se localicen en la Comunidad. Esta solución permitiría remediar la falta de
protección actual del «consumidor móvil”, es decir, la persona que se desplaza a
otro país distinto del de su residencia habitual para efectuar una compra o recurrir a
un servicio (ver http://www.europa.eu.int/scadplus/leg/es/lvb/l33109.htm).
360. El problema aquí, como bien lo señala LIMA MARQUES, es que el juez considera la
norma material de protección del consumidor (informaciones, derecho de arrepenti-
miento, garantías y plazos mayores) como de aplicación inmediata (lois de pólice, en
la teoría francesa), aplicándola mismo extraterritorialmente para proteger a su con-
sumidor nacional o con domicilio en el país (consumidor pasivo, que no salió de su
país y adquirió, por ejemplo, por medio del comercio electrónico un producto o
servicio). Si el consumidor es el autor de la acción en el país de su residencia habitual
o domicilio, la tendencia es que el magistrado use su ley nacional (lex fori) para solu-
cionar toda la controversia, inclusive en caso de consumidor turista y de consumi-
dor pasivo, que compra por medio de internet en otro país (C. LIMA MARQUES, “Las
Teorías que se Encuentran Detrás de la Propuesta Brasileña a la CIDIP VII”, en D.
Fernández Arroyo / J. A. Moreno Rodríguez (coords.), Protección al Consumidor en
América – los Trabajos de la CIDIP (OEA), Asunción, Editorial La Ley Paraguaya, 2007,
p. 163).
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> la elaboración del texto final de la convención) requerían que el acuerdo se despren-
diera de manera inequívoca, y el cambio de dicha palabra por “evidente” debe ten-
derse como una atemperación de la exigencia en la CIDIP V (M. B. NOODT TAQUELA,
“Convención Interamericana sobre Derecho Aplicable a los Contratos Internaciona-
les”, en El Derecho internacional privado interamericano en el umbral del sigo XXI, Sextas
Jornadas de Profesores de Derecho internacional privado, Madrid, EUROLEX S.L.,
1997, p 96). Por otro lado, este instrumento prevé expresamente que la elección por
las partes del tribunal competente no importa necesariamente la del derecho aplica-
ble (Artículo 7.2). Canadá propuso agregar lo de “necesariamente” con lo que –resal-
ta NOODT TAQUELA– se llega a una fórmula ideal, porque cabe tomar esta circunstan-
cia como un elemento más de juicio que permita establecer la verdadera voluntad de
las partes (M. B. NOODT TAQUELA , obra citada, p. 99).
365. HERBERT, citado por N. DE ARAÚJO (nota 232), p. 181. En el Convenio de Roma que
sirvió de fuente al instrumento interamericano, la elección debía ser expresa o “re-
sultar de una manera segura de los términos del contrato o de sus circunstancias”.
En el comentario oficial de GIULIANO y LAGARDE se enfatiza que esta voluntad tácita
debe resultar cierta. Por ejemplo, cuando se haya elegido un contrato-tipo regido
por un sistema jurídico particular; o cuando exista un contrato anterior donde hubo
elección de derecho; o cuando se haga referencia a normas o leyes de un país deter-
minado; o cuando un contrato forme parte de una serie de operaciones y se haya
seleccionado un derecho para el acuerdo base sobre el que reposan los demás (Re-
porte M. GIULIANO / P. LAGARDE (nota 320), comentario al artículo 3).
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373. BONOMI cita como ejemplo la decisión de la Corte di cassazione italiana (nº 58 de 2000).
En una disputa sobre la ejecución de una venta, que envolvía no solo la entrega de
máquinas sino también su montaje, la Corte italiana ignoró por completo la presun-
ción, que probablemente hubiera llevado a la aplicación de la ley del asiento del
vendedor alemán, y aplicó la ley italiana, en base al principio de la conexión más
cercana (ver A. BONOMI (nota 57), p. 338). La presunción del artículo 4 tiene dos inter-
pretaciones: Una considera que no debe ser tenida como regla, sino como simple
guía no vinculante para los tribunales. Como consecuencia, la presunción puede ser
rebatida, cuando las circunstancias del caso revelan que el contrato tiene conexión
más cercana con un país diferente. Por ello, la cláusula de escape del artículo 4(5)
tiene un rol central en determinar el derecho aplicable. Ese enfoque fue seguido por
decisiones inglesas y francesas (Bank of Baroda v. Vysya Bank (1994); Definitely Maybe
(touring) Ltd. V. Marek Lieberg Konzertagentur GMBH (2001); Caledonian Subsea Ltd. V.
Micoperi Srl (2001) Cour d´appel Versailles (1991), etcétera). El otro criterio constituye
adoptar una interpretación más rígida, en el sentido de que la cláusula de escape
solo puede ser utilizada en situaciones excepcionales, como lo estableció la Corte
Suprema de Holanda en 1992 (Nouvelles des Papeteries v. BV Machinenfabriek), cuando
el país de la residencia habitual de la parte que cumple la prestación carácteristica no
tiene valor real como factor de conexión. BONOMI se inclina por esto último invocan-
do razones de predecibilidad. Opina que el criterio debería ser que exista un signfi-
cativo factor de conexión, permitiendo la búsqueda de la conexión más cercana solo
bajo circunstancias excepcionales. La residencia de la parte que presta la prestación
carácterística –señala BONOMI– demostró ser un buen criterio. Por un lado, conduce a
la aplicación del derecho que es usualmente conocido para al menos una de las par-
tes y no “sorprende” a la otra. De otro lado, favorece al exportador de bienes y servi-
cios, es decir, a la parte que está más activa y cuyo cumplimiento resulta más com-
plejo y envuelve riesgos más grandes (A. BONOMI (nota 57), p. 340).
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374. Cuyas características están también presentes en la noción americana de “most signi-
ficant relationship” de la sección 188 del segundo Restatement de Conflict of Laws. BO-
NOMI opina que no debe construirse el instrumento futuro sobre la noción de la pres-
tación característica, desconocida en muchos sistemas no europeos y desechada por
la Convención de México (A. BONOMI (nota 57), pp. 340, 341).
375. Ver “Libro Verde sobre la transformación del Convenio de Roma de 1980 sobre la ley aplicable
a las obligaciones contractuales en instrumento comunitario así como sobre su moderniza-
ción” (COM (2002) 654 final), accesible en http://eur-lex.europa.eu/LexUriServ/
site/en/com/2002/com2002_0654en01.pdf (Último acceso: 8 de marzo de 2010).
376. Se expresa allí: “Con el fin de precisar el texto en este sentido, sería posible revisar la
redacción del artículo 4. Una posibilidad sería la supresión pura y simple del aparta-
do 1, para subrayar el carácter excepcional del apartado 5. Otra solución consistiría
en modificar el mismo apartado 5. Asimismo, el futuro instrumento Roma I podría
inspirarse en el anteproyecto de propuesta de Reglamento del Consejo sobre la ley
aplicable a las obligaciones extracontractuales (proyecto ´Roma IIª) cuya ´cláusula
de excepciónª del apartado 3 del artículo 3 introduce dos condiciones nuevas con
relación al Convenio de Roma: se exige que, por una parte, el delito tenga vínculos
´substancialmenteª más estrechos con otra ley y, por otra, que ´no existe un vínculo
significativo entre este delito y el país cuya ley sería aplicable en virtud de los apar-
tados 1 y 2ª”.
377. Ver G. A. BERMANN, “Rome I: A Comparative View”, en F. FERRARI / S. LEIBLE (eds.),
Rome I Regulation, The Law Applicable to Contractual Obligations in Europe, München,
Sellier, 2009, p. 350.
378. U. MAGNUS, “Article 4 Rome I Regulation: The Applicable Law in the Absence of
Choice”, en F. FERRARI / S. LEIBLE (eds.), Rome I Regulation, The Law Applicable to Con-
tractual Obligations in Europe, München, Sellier, 2009, p. 29.
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389. Al respecto, refiere JUENGER que esto –uno espera– terminará de una vez por todas
las estériles discusiones académicas de si y cómo estos principios pueden ser recon-
ciliados con el sistema clásico multilateral de choice of law (no pueden serlo) (F. K.
JUENGER (nota 369), pp. 206-206).
390. El uruguayo SANTOS BELANDRO destaca que se ha insistido en el seno de la conferencia
que la alusión no sea hecha solo a organismos internacionales de origen interestatal,
sino la amplia gama de organismos que utiliza la sociedad internacional, como la
Cámara de Comercio Internacional, la Comisión Interamericana de Arbitraje Co-
mercial, y varias otras (R. SANTOS BELANDRO (nota 240), p. 93).
391. Ver F. K. JUENGER (nota 119), p. 1148. Debe considerarse –como se ha señalado– que
los Principios de UNIDROIT tienen el potencial de constituir un poderoso instru-
mento de armonización espontánea del derecho de los contratos internacionales y
de aproximación así entre distintos sistemas como el de derecho civil y el common
law. La utilización de normas especialmente concebidas para relaciones comerciales
internacionales evita la rigidez de la “localización” de contratos internacionales en
el seno de un ordenamiento nacional con la consiguiente imprevisiblidad y arbitra-
riedad (L. DA GAMA E SOUZA JR., “Os Princípios do UNIDROIT Relativos aos Contra-
tos Comerciais Internacionais e sua Aplicaç„o nos Países do MERCOSUL”, en Con-
tratos Internacionais, 3ª Edición, São Paulo, Editora Revista dos Tribunais, 2002, p.
430).
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392. J. L. SIQUEIROS (nota 341), p. 223. En Europa también opina que la norma conduce a
los Principios de UNIDROIT, por ejemplo, J. C. FERNÁNDEZ ROZAS, “Las Relaciones
entre España e Iberoamérica y la Codificación Internacional del Derecho Internacio-
nal Privado”, en El Derecho Internacional Privado Interamericano en el Umbral del Siglo
XXI, Sextas Jornadas de Profesores de Derecho internacional privado, Segovia, 1995, De-
partamento de Derecho Internacional Público y de Derecho Internacional Privado,
Eurolex SL, Madrid, 1997, p. 282. La Convención de México y los Principios de UNI-
DROIT tienen diferente objetivo y propósito. No conflictúan sino se complementan
y ayudan a fortalecer “principios del derecho comercial de los contratos” (J. TRA-
MHEL, “UNIDROIT & OAS: Supplementary Initiatives for the Furtherance of Inter-
national Contract Law”, en F. MESTRE / P. DE SEUME (eds.), Los Principios de UNIDROIT:
¿Un derecho común de los contratos para las Américas?, UNIDROIT, 1998, p. 316). Opina
VEYTIA que recurrir a principios reconocidos de derecho debe ser el último recurso.
Ello no solo ante la imposibilidad de establecer norma idónea del derecho aplicable,
sino también ante el desproporcionado esfuerzo o costo para su investigación (H.
VEYTIA, “La Convención Interamericana sobre Derecho Aplicable a los Contratos In-
ternacionales”, JURÍDICA, Anuario del Departamento de Derecho de la Universidad
Iberoamericana, nº 25, México DF, Pereznieto Editores, 1995-II, p. 390. SANTOS BELAN-
DRO opina, del examen del artículo 9, que no parece posible pensar en aplicación
exclusiva de lex mercatoria (R. SANTOS BELANDRO (nota 240), p. 93). En definitiva, ello
quedará a discreción del juzgador, conforme a las circunstancias del caso.
393. La alusión indirecta a los Principios del artículo 9 se complementa con el artículo 10,
cuya redacción fuera sugerida por el Profesor Gonzalo PARRA ARANGUREN, presidente
de la delegación de Venezuela (J. L. SIQUEIROS (nota 341), pp. 223-224).
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394. R. SANTOS BELANDRO (nota 240), p. 94. Más allá del continente, así también lo destacó
MANIRUZZAMAN (A. F.M. MANIRUZZAMAN, “The Lex Mercatoria and International Con-
tracts: A Challenge for International Commercial Arbitration”, 14 Am. U. Int´l L. Rev.
657, p. 11). SANTOS BELANDRO hace notar que la delegación norteamericana aparente-
mente buscaba con esta norma sentar un criterio de interpretación del contenido
contractual. Para el efecto el artículo 10 debió haberse incluido en el Capítulo Quin-
to, destinado al ámbito del derecho aplicable y su interpretación. El traslado efectua-
do al Capítulo Segundo, consagrado a la “determinación del derecho aplicable”, “lo
convierte en un artículo reiterativo de lo dispuesto en el artículo anterior y algo
fuera de contexto debido a que su sentido original era la intepretación del contenido
del contrato y no la determinación formal o indicativa del derecho que lo regulará”
(R. SANTOS BELANDRO (nota 240), p. 94). OPERTTI y FRESNEDO DE AGUIRRE entienden que
ilumina el punto el artículo 3º, cuando ordena la aplicación de sus normas a las
“nuevas modalidades de contratación” que surjan en el desarrollo del comercio in-
ternacional. Ello supone una toma de posición, en tanto no deja la cuestión en manos
de la lex mercatoria como lo ha sugerido un sector de la doctrina internacional (C.
FRESNEDO DE AGUIRRE / D. OPERTTI BADÁN (nota 239), p. 32). Opina en otra parte SANTOS
BELANDRO que el artículo 17 establece: “Para los efectos de esta Convención se enten-
derá por ´derecho´ el vigente en un Estado con exclusión de sus normas relativas al
conflicto de leyes”; aparentemente, ello implicaría que uno solo pueda elegir un
derecho estatal, aunque nada impediría a que las partes se refieran a usos y costum-
bres internacionales o a otro tipo de normativa desarrollada en el ámbito mercantil
(R. SANTOS BELANDRO (nota 240), p. 92).
395. Artículo 4º. También se tendrá en cuenta la lex mercatoria o derecho supranacional
“para decidir la cuestión acerca de si un mandatario puede obligar a su mandante o
un órgano a una sociedad o a una persona jurídica” (artículo 15).
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dad de que puedan ser aplicadas estas reglas de origen no estatal, como
principios, usos y costumbres internacionales, adecuándose así a la rea-
lidad de la práctica de la contratación transfronteriza y a lo que, de
hecho, ya se ha venido reconociendo desde hace mucho tiempo a tra-
vés de arbitrajes internacionales.
De lo expuesto, caen de maduro los pasos futuros deseables. La
Convención de México debe ser ratificada por el mayor número posi-
ble de países destinatarios, a cuyo efecto se impone una marcada ma-
yor difusión y capacitación acerca de su contenido, a fin de que ella sea
conocida y comprendida adecuadamente por los referentes que debe-
rían estar promoviendo su adopción en el continente. Pero no basta con
ratificar el instrumento; al mismo tiempo debería adoptarse, también,
un sistema de seguimiento que asegure uniformidad en su interpreta-
ción y aplicación, tal cual lo ha hecho UNCITRAL, por ejemplo, con su
sistema “CLOUT”, o UNIDROIT con “UNILEX”.
La ratificación extendida de la Convención de México, su adecua-
da difusión y comprensión, así como la adopción de mecanismos que
permitan apuntar a una intepretación uniforme de la misma, contribui-
rán a una notoria mejoría del régimen jurídico de la contratación inter-
nacional en el continente, a partir de la adopción de un documento
inspirado en una fuente europea, pero con el acierto –y en algunos ca-
sos, está visto, la valentía– de haberse dado importantes pasos adelante
para mejorarla.
La adopción de este instrumento puede resultar particularmente
útil para el MERCOSUR, que es el bloque de integración más impor-
tante hoy día en Latinoamérica.
Está visto que, en cuanto se admite en el MERCOSUR, de manera
amplia, que las partes elijan al juez o árbitro, no ocurre lo propio con la
selección del derecho aplicable398. El bloque no ha dictado reglas a este
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399. D. P. FERNÁNDEZ ARROYO (nota 286), p. 167. Ver también N. DE ARAÚJO (nota 232), p. 13.
400. La propuesta la emitió OPERTTI en un seminario llevado a cabo en Valencia, Venezue-
la, en 1996 (ver C. FRESNEDO DE AGUIRRE / D. OPERTTI BADÁN (nota 239), p. 67). OPERTTI
ha opinado específicamente que los Estados del MERCOSUR no deben limitarse a
prohijar la ratificación de la Convención de México, sino hacer ciertas recomenda-
ciones como, por ejemplo, que la autonomía de la voluntad estará habilitada para
hacer aplicable el derecho de los Estados Parte del MERCOSUR, cuando la relación
contractual se desarrolle dentro del bloque, lo que al menos haría más realista la
presunción de conocimiento de la ley aplicable, expuesta por quienes sostienen la
solución autonomista. De no ser posible el acuerdo del MERCOSUR en estos térmi-
nos, al igual que con el instrumento sobre jurisdicción contractual, OPERTTI recomienda
adoptar una convención o protocolo, en su caso, sobre ley aplicable. De tratarse de
un protocolo, ello no excluiría que pueda ratificarse la Convención de México (D.
OPERTTI BADÁN (nota 334), pp. 74-75). Opina KRONKE que la propuesta de OPERTTI para
el MERCOSUR puede dar la oportunidad de enmendar la Convención de México,
en su caso (H. KRONKE (nota 80), p. 293).
401. No existe en el MERCOSUR un proceso análogo al de la Unión Europea para la
unificación substantiva del derecho de contratos, a pesar de la ferviente posición de
algunos doctrinarios de la región a favor de esta solución. Así, por ejemplo, NICOLAU
se refiere a la necesidad de un Código de Contratos para el MERCOSUR, a pesar de
que no ve perspectivas alentadoras en la región a favor de su postura (N. L. NICOLAU,
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IX. Conclusión
> “Un “Código de los Contratos para el MERCOSUR”, Revista Jurídica La Ley Paragua-
ya, Asunción, 1996). A parecidas conclusiones se ha arribado en las XVII Jornadas
Argentinas de Derecho Civil llevadas a cabo en Santa Fe del 23 al 25 de setiembre de
1999 (Conclusiones de Comisión Nº 7, “Régimen de los Contratos para la Integra-
ción del MERCOSUR”, presidida por el Dr. Miguel Angel CIURO CALDANI). Ver tam-
bién opinión de J. A. TONIOLLO (nota 287), p. 442.
402. R. DAVID (nota 11), p. 26.
403. Quienes desde la Academia traten de oponerse al nuevo mundo con su nuevo siste-
ma, están –como lo señala DAVID– perdiendo su tiempo, y corriendo el riesgo de que
el nuevo derecho será establecido pese a ellos, mientras continuarán enseñando un
tiempo más, en decadentes equipos docentes, un sistema fosilizado de cada vez menor
aplicación en la práctica (R. DAVID (nota 11), p. 26).
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404. La calificación la hace SYMEONIDES en atención al carácter afable, hasta tímido de VON
MEHREN, disimulando el caudal impresionante de conocimiento acumulado por este
verdadero “libro jurídico abierto” que enseñó en Harvard (ver A. T. VON MEHREN / S.
C. SYMEONIDES, “A Gentle Giant”, The American Journal of Comparative Law, Vol. 53, nº
3, Summer, 2005, pp. 531-542).
405. Al documento final puede accederse en: A. T. VON MEHREN, “La Conferencia de La
Haya, ventas a los consumidores y el Reporte von Mehren”, en D. P. Fernández
Arroyo / J. A. Moreno Rodríguez (coords.), Protección de los Consumidores en América.
Trabajos de la CIDIP VII (OEA), Asunción, 2007, pp. 39-55.
406. P. NYGH, “Arthur´s Baby: The Hague Negotiations for a World-Wide Judgments
Convention”, en Law and Justice in a Multistate World, Essays in Honor of Arthur T. von
Mehren, New York, Transnational Publishers Inc., 2002, pp. 151 y ss.
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407. J. A.R. NAFZIGER, “In Memoriam: Arthur T. von Mehren”, Harvard Law Review, Volu-
men 119, Nº 7, Mayo 2006, p. 1960. Luego de esgrimir su teoría con TRAUTMAN en
1966, VON MEHREN en un artículo de 1974 arguye que en vez de aplicar reglas de
choice of law mejor sería elaborar y aplicar una regla especial, de acuerdo a la situa-
ción. Para ello deberían tenerse en cuenta los puntos de vista de las distintas jurisdic-
ciones que, en su caso, se encuentran concernidas, con lo que obtendría también
igualdad decisoria y evitaría el forum shopping (G. J. SIMSON, “The Choice-of-Law
Revolution in the United States: Notes on Rereading von Mehren”, 36 Cornell Int´l
L.J. 125, 2003, pp. 130-131).
408. Por ejemplo, encabezó la delegación de este país ante la OEA en la CIDIP II de
1979.
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