Microbiota Intestinal
Microbiota Intestinal
Microbiota Intestinal
DEFINICIÓN DE LA MICROBIOTA
Los científicos definen la microbiota como “el conjunto de los
microorganismos (todas las bacterias, arqueas, eucariotas y virus) presentes en
un entorno definido”. Como la microbiota varía según su entorno, a la microbiota
situada en el tracto intestinal, por ejemplo, se la denominará microbiota intestinal.
Si bien no existe consenso sobre lo que constituye una microbiota sana, los
investigadores han conseguido determinar sus atributos:
Gran riqueza y/o diversidad de especies: el número de especies diferentes
y sus diferencias en un hábitat específico (el tracto digestivo, por ejemplo).
Resistencia, resiliencia, y estabilidad en el tiempo: la capacidad para resistir
a las perturbaciones (tratamientos antibióticos o dietas desequilibradas,
etc.) y para recobrar la estabilidad.
Una gran riqueza de genes microbianos intestinales: el número de genes
microbianos en el intestino sería un indicador de buena salud general y
metabólica.
Las bacterias existían mucho antes que los seres humanos. Se considera al
intestino como uno de los hábitos microbianos más densamente poblados en el
planeta. En el hombre, existen también otras microbiotas: en la nariz, la boca, la
garganta, el intestino delgado, los pulmones, la vagina y la piel.
La defensa:
o Nos defiende contra los microorganismos nocivos.
o Enseña al sistema inmunitario a distinguir entre amigos y enemigos.
o Degrada las toxinas.
La nutrición:
o Permite la digestión de ciertos alimentos (como las fibras
alimentarias) que el hombre no puede digerir.
o Cuando la microbiota intestinal descompone las fibras alimentarias,
produce moléculas importantes (ácidos grasos de cadena corta, por
ejemplo) cuyos beneficios van más allá del intestino.
o Facilita la absorción de minerales (magnesio, calcio y hierro).
o Sintetiza ciertas vitaminas esenciales (vitamina K y folate [B9]) y
aminoácidos (es decir, los alimentos que componen las proteínas).
El comportamiento:
o Puede influir en el estado de ánimo y el comportamiento.
Pero no todo son malas noticias: los cambios que se producen en la microbiota
intestinal son en parte evitables con un modo de vida adaptado. Dicho de otra
forma: comer sano y mantenerse activo serían la mejor receta para conservar una
microbiota intestinal sana toda la vida.
LA DISBIOSIS DE LA MICROBIOTA INTESTINAL
Pero, a veces, la microbiota intestinal está alterada, una situación que los
científicos denominan «disbiosis».
Antibióticos
Los antibióticos, cuando son necesarios, salvan vidas. Pero hay que hacer un
especial énfasis en que hay que tomarlos cuando verdaderamente haga falta.
Entre los principales problemas que ocasiona el mal uso de los antibióticos no sólo
se encuentra la alteración de la microbiota intestinal, sino también
la resistencia que nuestras bacterias generan hacia ellos. La resistencia a los
antibióticos significa que las bacterias patógenas mutan en respuesta al uso de
estos fármacos y esto ocasiona que las infecciones resulten mucho más letales,
ya que su tratamiento se dificulta en gran medida porque los antibióticos dejan de
ser efectivos.
Sin embargo, debemos ser conscientes de que buena parte de las infecciones se
pueden prevenir, y no solo mediante una correcta higiene, sino también con una
alimentación saludable y unos buenos hábitos, que mantengan sana y fuerte a
nuestra microbiota intestinal. Esto repercutirá positivamente sobre nuestra
respuesta inmunológica y por tanto, tendremos menor riesgo de enfermar.
Además, las verduras y las frutas abundan en fibras fermentables, con acción
prebiótica, como la pectina (se encuentra en la mayoría de frutas, siendo la
manzana la que de las que más contiene), el almidón resistente (abunda en el
plátano verde, en los boniatos y las patatas), los betaglucanos (las verduras que
presentan un mayor contenido son las setas) y los fructanos (alcachofas,
cebollas, puerros, espárragos). Estas fibras sirven de alimento para nuestras
bacterias beneficiosas intestinales, estimulando su producción de ácidos grasos
de cadena corta como el butirato.
Aunque nosotros no somos capaces de digerir las fibras y los prebióticos, ciertas
bacterias beneficiosas sí pueden hacerlo. Sin embargo, hay que tener en cuenta
que los microbios residentes utilizan los prebióticos de manera selectiva.