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Amante Toxico - Celeste Riley

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Amante Tóxico

Un oscuro romance de la mafia rusa.

Reznek Bratva - Libro 3

Por Celeste Riley


Copyright © 2023 por Celestine Publishing Ltd.
Contacto: Celeste-Riley@mail.com
Todos los derechos reservados.

Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma o


por cualquier medio electrónico o mecánico, incluidos los sistemas de
almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso escrito del autor,
excepto para el uso de citas breves en una reseña del libro.
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
C APÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
SOBRE LA AUTORA
PRÓLOGO

Aleksei (Alek)

— ¿Qué quieres que haga? ¿Quieres que navegue hasta Irlanda


y vaya a ver qué diablos está sucediendo? Tenemos gente allí.
Encuentra a alguien que sepa qué diablos está pasando.
Compra el maldito apartadero ferroviario si es necesario.
Me enfado, y eso suele acabar con alguien herido. Odio
cuando la gente es incapaz de hacer su trabajo.
— Si voy allí, ya sabes lo que sucederá.
Mi hombre sobre el terreno en Dublín no tiene absolutamente
ninguna información nueva, nada que me diga por qué no
podemos descargar nuestras mercancías en el mismo
apartadero que hemos utilizado siempre. No puedo llevar un
tren lleno de metanfetaminas al depósito comercial y
descargarlo. Necesito acceder a ese apartadero, siempre lo
hemos utilizado, pero ahora, de repente, hay inconvenientes y
nuestros vagones se encuentran bloqueados, desviados. Nos
acaban de robar uno por el amor de Dios.
— Alek, ni siquiera podemos entrar allí. La última vez que lo
intentamos; dos de mis chicos acabaron con heridas de bala.
Está fuertemente vigilada, y son los primeros en disparar.
Hablé con el tipo irlandés de las luchas. Dice que no puede
hacer nada al respecto.
Sé que es mentira, la familia de Callum tiene una mano en esas
tierras, no me dejaría afuera, así como así, somos como
hermanos. Habría hablado conmigo de algo tan importante,
confío en él.
— Lo llamaré — le gruño, y puedo notar que me viene una
migraña debido al estrés y sé que tengo que calmarme de una
maldita vez. — Mientras tanto haz un plan para descargar, en
algún sitio… en cualquier maldito sitio. — No puedo perder
otro envío por esta mierda, está acabando con mi flujo de caja.
Estoy perdiendo dinero cada maldito día que estamos parados
con vagones cargados, y ellos lo saben.
— Veré lo que puedo hacer Alek, tenemos a cerdos
husmeando hacia donde miremos. Tal vez deberíamos dejar
pasar esto hasta que tengamos las cosas claras. Sé que tu
bolsillo se resiente, pero me preocupa que nos estén tendiendo
una trampa. Podrían usarnos como señuelo para alejar a las
autoridades de ellos.
— Esa no es una maldita opción. Llevamos tres envíos de
retraso y no puedo perder otro. Lo digo en serio. Haz un plan,
paga a alguien. Encuentra una vía para sacar esa carga del tren
y meterla en mis camiones. — Mierda, necesito un analgésico,
un café cargado y algo que me baje la tensión. — Me estás
dando un maldito dolor de cabeza. — Levanto la voz para
igualar mi nivel de irritación.
— Lo siento, haré un plan. Costará una maldita tonelada de
dinero, pero averiguaré a quién podemos sobornar para hacerlo
posible. Pero esto no es sostenible, necesitamos ese
apartadero. — Eso ya lo sé.
— Esto no debería ser mi problema. ¿Por qué hemos permitido
que llegara tan lejos? Averigua quién diablos tiene el control y
resuélvelo. — Estoy pagando a gente para que haga el trabajo,
y sigo haciéndolo todo.
Al diablo con este titubeo, ya me cansé.
— Dispárales a los malditos bastardos si es necesario, no lo sé.
Solo arregla esto… y rápido. — Mi cabeza ahora palpita, el
atronador martilleo de una migraña.
Termino la llamada sin decir nada más. Me pellizco el puente
de la nariz y cierro las persianas para que el sol deje de agredir
mis globos oculares. Cuando estoy estresado, me duele la
cabeza. Años de peleas y golpes en la cabeza me han
provocado migrañas crónicas y una baja tolerancia al estrés.
Síndrome del boxeador, o como se llame esta enfermedad.
Últimamente ha empeorado, y no puedo ignorar ese hecho.
Abro el primer cajón de mi escritorio, saco dos analgésicos y
me los tomo con vodka directamente de la botella. Hoy no
tengo tiempo para migrañas. Están pasando muchas cosas al
mismo tiempo. La enfermedad es para los débiles, me tomaré
las pastillas hasta que me muera, y entonces podré descansar.
— Tienes un aspecto terrible — comenta Konstantin al entrar
a la puerta sin llamar. — ¿Aún no has tenido éxito con la
descarga? — Ha tenido repercusiones en toda nuestra red de
negocios, y todo el mundo espera que lo solucione.
— No, y gracias. Estarías hecho una mierda si tu cabeza
palpitara como la mía. — Suspiro, él sabe que tengo migrañas.
Mi primo se cruza de brazos y sé que está aquí porque quiere
algo, todo el mundo siempre quiere algo.
— ¿Qué quieres? — Levanta una ceja ante mi tono irritado.
— Quiero saber qué novedades hay sobre lo de traer nuevos
luchadores aquí, estamos perdiendo apostadores. Están
aburridos y necesitamos sangre fresca. Por ambas partes. —
Estoy trabajando en ello, y en todo lo demás.
Tengo demasiadas cosas por hacer, necesito un minuto para
hacer una lista y empezar por las tareas más importantes.
— Me pondré en contacto con Callum hoy —le digo— y con
los brasileños. Tienen algunas a las que le he echado ojo.
Necesitamos mujeres, eso es lo que está de moda ahora mismo
en las casas de apuestas. — Konstantin hace una mueca.
Le gustan las mujeres delicadas y con zapatillas de ballet de
punta. A mí me gustan menos refinadas.
— La temporada no ha empezado, así que hay tiempo para
fichar a algunas buenas. Leonid dice que hay que mantener las
cosas limpias, eso ayuda cuando hay que lavar fondos sucios.
— A Leonid le gusta decirme cómo hacer las cosas. — Pongo
los ojos en blanco y me duele mucho cuando lo hago. — Pero
yo me encargo de dirigir las peleas, fui un maldito luchador; él
debería dedicarse a asesinar y torturar. — A Konstantin le hace
gracia.
— También he venido a decirte que Valentin ha convocado
una reunión familiar, antes de que nos vayamos todos a pasar
el verano. Supongo que no vas a pasarlo en el barco, ya que el
tema de las peleas está muy enraizado. — Solía veranear en mi
yate, ahora, la mayor parte del tiempo es un adorno en el
puerto deportivo.
De vez en cuando me lo llevo una semana o un fin de semana.
Pero la lucha me mantiene aquí, donde puedo participar y ver
adónde va mi dinero. No es el tipo de cosas que se puedan
gestionar desde la distancia. No puedo ver en qué forma se
encuentra un luchador si no lo veo en persona.
— Puede que me tome una o dos semanas para escaparme un
tiempo, pero me gusta estar presente. Si quiero que la gente se
gaste su dinero apostando, tengo que asegurarme de que
tengan una razón para hacerlo — le digo. — Esta maldita
mierda del ferrocarril me está dando dolor de cabeza — gruño.
— Le dispararon a nuestros hombres y, de repente, el lugar
está protegido como una prisión C-Max americana. Nadie
puede decirme quién está al mando, y Callum está
mostrándose algo esquivo sobre por qué ya no están al mando.
— Estoy frustrado.
— Entonces ve allí, ve a verlo y comprueba por ti mismo lo
que está sucediendo. Tenemos un maldito jet, barcos, y
helicópteros. Sabes que puedes viajar hasta donde está el
problema y solucionarlo. — Odio volar.
Lo detesto, hace que sienta que mi cabeza va a estallar bajo la
presión de la cabina.
— Solo ve a verlo. No es propio de Callum mostrarse esquivo
contigo, él es como de la familia. Algo no va bien y todos lo
sabemos. Ve a ver qué sucede.
— Si me voy es como si no confiara en él, y yo sí confío en él.
Dijo que está trabajando en una solución. — Mi instinto me
dice que algo anda mal, y mi cerebro palpitante me dice que
no me suba a un avión. — Le daré tiempo. Necesito a sus
luchadores, así que hablaré con él y lo presionaré para obtener
más respuestas. Y si no estoy contento, puedo ir allí. Pero ya
sabes lo que parecerá. — La confianza es algo importante para
nosotros, y no quiero que piense lo contrario.
Confío en Callum, le he confiado mi vida antes y siempre me
ha cubierto la espalda.
— Sé lo que parecerá, pero me huele a rata. — Tengo mis
sospechas, pero es Callum, y tengo que confiar en que no
traicionará el vínculo que tenemos.
No lo haría.
— Arréglalo. Está poniendo nerviosos a todos, y tenemos
compradores que creen que no cumplimos con nuestra palabra.
— ¿Algo más? — le pregunto, empezando a enfadarme. —
¿Quieres hacer el trabajo por mí? Yo puedo ir a mirar ballet
durante horas, y tú puedes encontrar luchadores que quieran
darse patadas en los dientes. — Sé que era una indagación
para comprobar si pueden confiar en que antepondré la familia
y los negocios a todo de demás.
— No —sonríe— nos vemos luego en casa de Valentin. Y
cuando quieras ver ballet, te compro una entrada. — Le doy la
espalda mientras sale de mi oficina, el hombre tiene los límites
muy difusos.
Me encantan mis primos, pero a veces son demasiado
familiares. Demasiado entrometidos.
Una vez que sé que ese par de oídos extra ya no está, marco el
número de teléfono fijo de Callum. Dios, probablemente sea el
único hombre del mundo sin un iPhone. Suena, y estoy a punto
de enfadarme y colgar cuando alguien contesta.
— Gimnasio Walsh, soy Flynn. — El menor de los hermanos
Walsh contesta con su marcado acento y estoy seguro de que
la mayoría de los que llaman no lo entenderían.
— Flynn, pon a tu maldito hermano al teléfono — le digo. —
Dile que sé que está ahí. — El joven se ríe y lo oigo gritar.
— Callum, el ruso está al teléfono y dice que sabe que estás
aquí, así que no me hagas mentir. — Sonrío, los cinco son uña
y mugre. — Ya viene —dice Flynn— aunque no parece muy
contento de hablar contigo, Alek.
Hubo un tiempo en que Callum y yo hablábamos todos los
días. Sin que se sintiera infeliz.
— Estoy seguro de que no morirá por ello — le digo, sin
importarme si quiere hablar: necesito hablar.
— ¿Qué quieres, Alek? — me pregunta resoplando como si
hubiera corrido una maratón para contestar el teléfono. —
Estoy trabajando. Este gimnasio no funciona solo con aire.
— Necesito algunas cosas — respondo a su pregunta. — En
primer lugar, busco una luchadora. Hay una gran suma de
dinero y un programa de luchas para toda la temporada. Sé que
tienes algunas chicas muy buenas, y necesito a la mejor. —
Dejo que asimile eso antes de continuar. — Y luego, está lo
del maldito apartadero del ferrocarril, Callum. ¿Qué diablos
está pasando? Le dispararon a mis hombres. Tenemos que
solucionar esta mierda lo antes posible.
— En primer lugar, ¿por qué chicas? — me pregunta, no suelo
preguntar por luchadoras mujeres. — Y, en segundo lugar, ese
apartadero cambió de dueño, y estamos intentando llegar a un
acuerdo con ellos. Dame algo de tiempo, Alek.
— No tengo más tiempo, maldición, y es porque las chicas son
muy populares en las apuestas en este momento. Tengo un
hueco y debo conseguir una para luchar por el título, y pagarle
una maldita tonelada para que la pierda. Sé que peleas como
una mujer, pero necesito a una mujer de verdad.
— Solo tengo a una mujer que puede luchar, y es de la familia,
así que no —dice— y el tema del apartadero se está
resolviendo, pero necesitamos tiempo. No puedo hacer
milagros.
— Creía que los cabrones irlandeses eran católicos, los
milagros son lo suyo —le gruño— y el dinero por la chica
supera los diez millones. Y diez más por perder la pelea por el
título. — Endulzo el trato, intentando persuadirlo para que me
dé a su luchadora.
— ¿Desde cuándo pagan más a las chicas que a los chicos? —
Parece ofendido. — Eso es un montón de dinero. La única
chica que tengo es mi hermana. Y no estoy seguro de que mis
hermanos la dejen ir a Rusia para que le pateen el trasero. —
Su hermana es una niña.
Era una niña. Supongo que ahora ya es adulta.
— Rory es una bestia y está preparada para luchar. Pero, los
organizadores de aquí temen porque está emparentada con
nosotros, ya sabes…
— Yo no soy temeroso, y puedo engrandecer su nombre.
Cuando vuelva harán fila por ella. Ya sabes cómo funciona
esto Callum, permite que venga a luchar para mí.
— Permitirle —ríe a carcajadas— nadie puede permitirle a mi
hermana hacer una mierda, ella hace lo que le da la gana. La
odiarás. — Odio a todo el mundo, así que no es difícil de
imaginar. — Envíanos una oferta, así puedo llevársela a ella y
a su entrenadora. Quien, por cierto, es una mujer rusa, y podría
hacer caer a un camello con su gancho derecho.
Probablemente la conozcas. Estuvo en boca de todos durante
años «Saskia La Salvaje». — Sé quién es Saskia.
Ella está allí trabajando para mí. Sin embargo, no sabía que
estaba entrenando a su hermana, se supone que ella debe
encontrar luchadores para mí y espiar a mi amigo y a sus
hermanos.
— Nunca he oído hablar de ella —le digo— pero aquí
tenemos Google, así que puedo buscarla. Te enviaré una
oferta. Pero no tardes una maldita eternidad. Necesito una
luchadora y no voy a esperar todo el año por una decisión. —
Si no es ella, tengo que empezar a hablar con mi contacto
brasileño.
Él tiene algunas chicas que valen la pena mirar, pero estoy
buscando una cara fresca.
— ¿Algo más? — me pregunta.
Oigo de fondo el golpeteo de los sacos y las claras llamadas
por parte del entrenador.
— Porque estaba en el ring, entrenando al siguiente mejor
luchador para que malditos como tú puedan hacerse ricos —
bromea.
Sé que trabaja con todos los boxeadores de su gimnasio, todos
son proyectos personales para él.
— No te dejes noquear, eres demasiado viejo para esa mierda
—le digo— Callum, y necesito que esto se arregle. De amigo a
amigo, la gente se está enfadando y empiezan a pensar mal de
ti.
— Lo arreglaré —dice— solo necesito algo de tiempo. — Un
recurso que ni él ni yo tenemos ahora mismo.
— Te doy un mes —le digo— y déjame convertir a tu
hermana en una estrella. Sabes que cuidaré de ella, somos
familia, Callum. — No de sangre, pero somos hermanos, un
tipo diferente de hermanos.
— Es mi hermana pequeña —me dice— no sé si enviarla allí,
para que se la den de comer a los lobos, sea buena idea.
— ¿Por qué no le preguntas si quiere venir a luchar para mí?
Ya no es una niña, seguro que puede tomar decisiones por sí
misma —le digo— y en Rusia tenemos osos, no lobos.
Callum se ríe y dice. — Lo pensaré y se lo preguntaré, pero
tengo un chico que te vendría muy bien. Es popular y está listo
para partir ahora mismo.
— Necesito chicas, Callum, ellas están de moda ahora mismo.
— Pellizcándome el puente de la nariz para intentar aliviar el
martilleo de mi cabeza, cierro los ojos mientras palpita al
ritmo del boxeo que puedo oír detrás de él. — Arregla el
problema del ferrocarril, Callum, por favor. Tengo que irme.
— Cuelgo y apoyo la cabeza en los brazos solo un momento,
deseando que desaparezca el comienzo de una migraña
palpitante.
CAPÍTULO 1

Rory

— Quédate quieta — dice Nadia, mientras me envuelve las


manos con cuidado preparándome para el entrenamiento. —
¿Acaso tienes hormigas en las bragas hoy, chica, a quién crees
que golpearás? Estamos solas esta mañana y te devolveré el
golpe.
Me encanta mi entrenadora, me conoce a la perfección. Y
después de años de entrenar bajo la atenta mirada de mis
hermanos, es estupendo tener una entrenadora que entienda
que luchamos de forma diferente. Para nosotras las mujeres es
más un juego mental. Nosotras pensamos antes de golpear, los
chicos son más renuentes a pensar.
— Anoche no dormí bien — le digo.
Esta mañana estoy cansada y de mal humor.
— Y estoy frustrada. ¿Para qué entrenar si nadie me contrata
para luchar? Soy demasiado buena, es por eso. No sería un
espectáculo si solo las noqueo. Y eso es irritante para mí. —
Han sido meses de entrenamiento día tras día sin que haya
siquiera un indicio de poder conseguir una pelea real.
En este punto, estoy a punto de empezar una en el
supermercado.
— La pelea indicada te encontrará cuando estés lista. Tal vez
pienses que lo estás, pero no es así. — Estoy lista.
Quizás la golpee en el entrenamiento de hoy.
— Sé que quieres pelear, eres una luchadora. Solo ten
paciencia. — Su marcado acento la hace sonar como un vídeo
diario motivacional.
Esta sensación de limbo me ha puesto aún más nerviosa de lo
normal.
— A ti te pagan un sueldo por entrenarme, pero yo tengo que
luchar para pagar las facturas. La paga por una pelea solo dura
un tiempo. Y por si no te has dado cuenta, llevar una dieta
sana de boxeador cuesta una maldita tonelada de dinero. —
Carne magra y verduras al vapor es un menú caro. — Quiero
pelear, Nadia. Pero siguen eligiendo a estas jovencitas sin
experiencia, y a mí me pasan por alto porque soy buena. Eso
no tiene ningún sentido. ¿Acaso ser buena no es lo más
importante?
— Eres buena —dice, mientras meto la mano en un guante—
pero el deporte no siempre es justo. Quizá haya algo mejor
para ti. — El objetivo de las artes marciales organizadas es
luchar limpio.
— Más vale que venga algo mejor para mí rápido —suspiro—
o me retiraré antes de tener la oportunidad de conseguir un
cinturón.
Eso es todo lo que quiero. Solo una oportunidad. Salimos de
los vestuarios y empiezo mi rutina diaria en el gimnasio. La
mayoría de las personas que estaban a primera hora de la
mañana ya se han marchado y todo está tranquilo, salvo por
algunos de los luchadores profesionales que están aquí todo el
día, como yo.
— Debería despedir a mi maldito mánager y encontrar a uno
que me consiga un combate — digo, mientras entro en las
colchonetas y empiezo a calentar.
Memoria muscular, mi cuerpo sabe lo que tiene que hacer y yo
sigo el movimiento.
Cuando estoy a punto de sudar la gota gorda, mi hermano
mayor, Callum, aparece por el gimnasio, recién duchado y
dispuesto a ser la cara bonita de nuestro gimnasio y negocio
familiar. Su encanto hace que sea imposible para cualquiera
decir que no. Eso, y el hecho de que es un jodido gánster.
Callum es un tipo muy convincente.
Poco después, mis hermanos están todos reunidos en el local y
envueltos en una acalorada discusión sobre una disputa de
tierras que mantienen con algunos de sus socios más
desagradables. Rara vez presto atención a los negocios, ya que
no me conciernen. Mis hermanos se ocupan de todo, y yo me
dedico a luchar y a estar guapa. Así ha sido toda mi vida, me
han dicho que no me meta en sus asuntos.
Me detengo en medio de la sesión de entrenamiento cuando
los oigo pronunciar mi nombre en voz baja más de una vez,
pero sin poder oír lo que dicen.
— Presta atención o te noqueo — dice Nadia mientras me da
un manotazo.
Me despojo de esa idea de que hoy soy el tema de discusión en
la reunión de negocios y me concentro en mi estado físico y en
acercarme lo más posible a ser una luchadora perfecta.
La fuerza no es suficiente. Necesito resistencia para no
agotarme a mitad de un combate. Mi objetivo es aguantar de
tres a cinco asaltos sin esfuerzo. Ser capaz de recibir un golpe
y no sentirlo, mantenerme firme incluso con dolor. No quiero
pelear como una chica, quiero pelear como una fiera en esa
jaula y por esa razón soy demasiado buena para conseguir una
pelea.
— Rory —Callum me llama para que me acerque a las cuerdas
en el lateral del ring de prácticas— te ves bien hermanita, pero
tienes que proteger esa cara tan bonita. Mantén las manos en
alto. — Levanto el dedo corazón, dándole mi opinión sobre su
consejo.
— Entra aquí y te enseñaré exactamente lo que puede hacer mi
mano — le digo después de sacarme el protector bucal. —
¿Qué tiene alterado a todo el mundo esta mañana? — le
pregunto, señalando con la cabeza al resto de la familia.
— La disputa por el apartadero del ferrocarril se está poniendo
fea, eso es todo. — Se encoge de hombros y sé que es un
bastardo mentiroso. — ¿Qué te parece luchar en el extranjero?
— me pregunta, cruzándose de brazos y apoyándose en las
cuerdas.
— Sí — digo sin vacilar, lucharé donde sea, maldición.
— No — dice Nadia. — ¿En qué país? — Se une a nuestra
pequeña reunión de equipo.
Callum sonríe con satisfacción y dice. — Rusia —mirando a
Nadia— puedes tomarte unas vacaciones en familia, volver a
casa y congelar tu personalidad. Que ya está empezando a
descongelarse.
Nadia le frunce el ceño y me mira antes de decir. — De
inmediato es un no, es un plan terrible. Las peleas en Rusia no
son peleas de mariquitas como aquí. Saldrá herida. — No me
van a decir lo que puedo o no hacer.
Ya he tenido suficiente de esa mierda.
— Yo digo que sí — hablo por encima de ella, esta es mi
decisión. — No me importa si es en Tombuctú. Lucharé,
quiero pelear. Me cansé de esperar. — Mi hermano mira a
Nadia por alguna razón.
Como si ni siquiera él estuviera seguro de esto.
— ¿Qué? — pregunto cuando no dice nada.
— No lo sé. Nadia tiene razón. No será una lucha justa, y
tendrás que estar allí unos meses por lo menos.
— ¿Y cuál es el problema? — pregunto, sin entenderle. —
¿Crees que no puedo manejar una pelea? — Soy la mejor y él
lo sabe.
Me entrenó, y me convirtió en una máquina en el ring. ¿Por
qué duda?
— Sé que puedes luchar. Solo que no sé si puedo confiar en
que te cuidarán — me dice.
— Nadia estará conmigo — no estaré sola. — ¿Qué podría
salir mal? ¿Recibir uno o dos golpes? — Es luchar, por Dios,
forma parte de ello.
— El dinero es cuantioso — dice, y capta mi atención. — Más
que cualquier cosa que te hayan ofrecido antes. — Callum no
me mira, sus ojos esquivos están en cualquier parte.
No me lo está contando todo. Conozco bien a mis hermanos.
Son todos unos bastardos asquerosos. No se puede confiar
mucho en ellos.
— ¿Cuánto? — le pregunto, y él mira a su alrededor para ver
quién puede oírnos.
— Quítate los guantes y reúnete conmigo arriba en el
despacho. Allí podemos hablar en privado — le gruño.
Es un fastidio cambiarme y luego volver a ponérmelo todo. Si
me lo quito ahora, habré terminado por hoy y eso que apenas
acababa de entrar en calor.
— ¿En serio? — Suspiro. — Bien, ahora subo. — Me quito
con los dientes un guante y luego el otro.
Los tiro junto con el protector bucal sobre la toalla y subo
detrás de Callum hasta su posición elevada sobre el resto del
mundo.
— Escúpelo hermano, hoy ya estaba de verdad en la zona. —
Odio parar y empezar de nuevo cuando estoy en el gimnasio.
Es jodidamente molesto.
— La pelea sería para Alek, tendrías que participar en sus
eventos. Y también tendrías que perder la pelea por el título,
sin preguntas y sin cagarla. Tendrás que hacer lo que él diga,
porque si no lo haces, gente muy mala se enfadará mucho y
habrá consecuencias.
— Sé lo que es amañar una pelea, y no quiero tener nada que
ver con esa mierda. — Me cruzo de brazos y sacudo la cabeza.
— Si quieren que pierda, será mejor que tengan una luchadora
que pueda derrotarme.
— No es así como funciona esta oferta, Rory —dice Callum,
mostrando las líneas de su ceño fruncido— si vas allí, ganarás
cuando ellos te digan y perderás cuando ellos te digan. — Soy
una mujer, pero no soy estúpida.
Conozco este tipo de juegos: los idiotas de mis hermanos están
metidos en ellos. Apuestas ilegales y extorsiones, entre otras
mierdas del mercado negro. Yo quería llegar a la cima de la
manera correcta, de manera justa y sin trampas. Pero me estoy
quedando sin tiempo, y mi mejor momento solo durará cierto
tiempo.
— Son cincuenta millones por ir y participar en sus eventos, y
otros cien millones si pierdes ese último combate. — Callum
lo dice como si fueran centavos.
¿Está loco?
— ¿Estás seguro de que ese idiota leyó bien los números? —
Tengo que estar imaginándome cosas, porque es imposible que
esa sea la paga para una luchadora como yo, soy una mujer.
Nos pagan la mitad de lo que cobran los chicos, lo cual es una
mierda, pero así es como funciona.
— He vuelto a comprobar los contratos que Alek me envió, y
eso es lo que está ofreciendo. Son dos contratos separados,
uno con su empresa, y otro con él, asegurándose de esa manera
de que eres consciente de lo que se espera de ti para conseguir
el resto de tu dinero. — Me cuesta creer que no me esté
tomando el pelo. — No quería que Nadia se enterara de la
parte del dinero, pero ella es parte del trato. La quiere contigo
en tu esquina, junto con uno de sus entrenadores. Es un trato
único en la vida Rory, pero también es un gran riesgo. Esas
mujeres son unas bestias.
— ¿Y no crees que pueda manejarlo? ¿O tienes miedo de que
no haga lo que ellos me dicen? — le pregunto. — Ese dinero
podría arreglarnos la vida a todos Callum, sacarnos de
cualquier agujero en el que estemos. E incluso podríamos
intentar ser más honrados y dejarnos de mierdas turbias. —
Levanta una ceja.
Mis hermanos siempre creen que no les presto atención. Sé
que están en un río de porquería sin remo, y que si pasa algo
me tocará lidiar con las consecuencias.
— Rory, podemos manejarlo. No tienes que ir a Rusia.
— No voy por ti. Ustedes ya son lo suficientemente grandes,
gordos y feos como para arreglar su propia mierda. Voy por
mí, Callum. ¡Iré! Dame eso para firmar —señalo los papeles
que intenta cubrir con los brazos— ahora. No me importa lo
que digan los demás. Me voy y volveré más rica que todos
ustedes, imbéciles. — Pone los ojos en blanco y se aferra a los
papeles.
— Siéntate, mocosa — me dice, y me desplomo de mala gana
en la silla asquerosa que guarda para los invitados. — Si haces
esto y la mierda sale mal, no vengas echándome la culpa a mí.
Intenté que fichara a uno de los chicos, pero por lo visto las
mujeres están de moda en este momento. Y tú eres lo mejor
que tengo cuando se trata de luchadores sin pelotas. — Mi
hermano no está contento con esto, pero creo que está metido
en más problemas de los que está dispuesto a admitir.
Quizá estar allí también sea más seguro, nunca sé cuándo
alguien vendrá por uno de ellos.
— Vete a la mierda, déjame firmar. Necesito unas vacaciones
de todos ustedes, idiotas. Nadia estará conmigo, es rusa.
Además, ¿no es Alek tu mejor amigo? Ustedes dos se dicen;
hermano. No dejará que me pase nada. — Callum y Alek
fueron juntos al colegio y pelearon juntos durante años.
Es como un pariente lejano de la familia criminal. Y hay honor
entre ladrones. Sé que estaré a salvo. Al menos fuera del ring.
— Te quedarás con él, esa es mi condición. Y si crees que no
puedes soportarlo, llama y encontraremos la manera de sacarte
de esto. — Señala el papeleo. — Rory, esto es importante. Es
peligroso y bastante turbio. ¿Estás segura?
— Ustedes me criaron, turbio es nuestro maldito segundo
nombre. Solo quiero pelear, Callum, y no voy a hacerlo aquí.
Nadie se atreve a tocarme, principalmente porque soy tu
hermana y tu reputación me precede, además piensan que soy
demasiado poderosa para luchar limpiamente. Que se jodan.
Déjame ir a Rusia, y podremos arreglar cualquier lío en el que
estés. Eres mi mánager. Compartiré esto contigo para no tener
que preocuparme de que me envíen tu dedo por correo. —
Nací en la mafia.
Puede que sea una mujer, pero sé cómo funcionan las cosas.
— No es tan malo — dice Callum.
— Eres un mentiroso de mierda —lo conozco demasiado bien
— esto es grave. ¿Creen que soy estúpida? Veo y oigo más de
lo que creen. Que sea callada no significa que sea tonta. Estás
metido hasta el cuello en esto, y si acepto esta pelea puedo
ayudarte a encontrar una salida. No hace falta que se lo digas a
los demás si no quieres. — Sé que su orgullo y su ego odiarían
que sea su hermana la que lo sacara de cualquier lío en el que
esté metido.
He visto a jefes de cárteles merodeando por aquí, y no son los
socios comerciales habituales: estos son del tipo de los que
«disparan primero».
— Rory, hazlo solo por ti. — Me entrega los papeles. —
Arreglaré esta situación. Aunque quiero mover algunos activos
de la compañía. Ponerlos a tu nombre personal para que estén
protegidos. — Parece serio, y le presto atención.
— Está bien, no es mala idea. No soy accionista de la empresa,
así que no pueden venir por mí. — Es un hombre de negocios
inteligente, y fue un boxeador fenomenal… pero tiene una
compañía de mierda. — ¿Cuándo quiere que vaya? — le
pregunto garabateando mi firma con la mano izquierda en los
contratos, sin molestarme en leerlos.
Sé que él ya lo ha hecho.
— Seis semanas, eso me da tiempo para mover los activos y
puedes firmarlos antes de irte. — Asiento, devolviéndole los
papeles. — Rory, ¿estás segura?
Me pregunta de nuevo y nunca he estado tan segura de algo en
mi vida: es mi turno de brillar, y lo aprovecharé.
— Dile a tu hermano ruso que allí estaré — le digo, rebosante
por la emoción que me produce luchar, luchar de verdad.
Esto era lo que quería. ¿Qué importa si es aquí o allá?
Además, también me vendrían bien unas vacaciones de todo el
drama familiar.
— De acuerdo. Para que lo sepas, tus otros hermanos dijeron
que no, así que prepárate para una pelea. — Ya imaginaba que
les molestaría.
Todos creen que aún soy una bebé, para ellos sigo siendo una
niña pequeña. El hecho de que pueda noquear a un hombre
adulto de un puñetazo no les importa para nada.
— Les dije que es tu decisión, pero ya los conoces.
— Es mi decisión —le digo— y quiero hacerlo, quiero luchar
Callum. Luchar de verdad, y no solo estar todo el día en el
gimnasio. — La idea de estar en esa arena con multitudes
aplaudiendo o abucheando, porque podría suceder ambas
cosas, eso me produce escalofríos.
Pero quiero hacerlo, y la paga no está mal. Es mucho más de
lo que le han ofrecido jamás a ningún luchador.
— Yo también lo aceptaría, si fuera tú —admite mi hermano
— pero ellos te quieren y siempre querrán protegerte. — Lo
sé, pero a veces es demasiado.
Esta también podría ser una oportunidad para independizarme
un poco de ellos. — Haré todos los preparativos, y dejaré que
seas tú quien les diga que irás.
— Gracias, yo también te tiraría debajo de un autobús en
marcha — bromeo. — Ahora voy a volver a mi entrenamiento,
ya que tengo una razón para estar en mi mejor forma. —
Callum sonríe y niega con la cabeza.
Mi hermano no es un mal tipo, al menos no para mí. Solo que
a veces hace cosas malas para sobrevivir.
— Rory —me dice cuando estoy a punto de salir de su
despacho— no puedes ganar ese cinturón. Te conozco. — Me
recuerda que me pagan por perder.
Odio perder. En mi familia luchamos siempre para ganar, y
perder va en contra de todo en lo que creo. Una cosa es
hacerlo lo mejor posible y que te ganen, pero incluso entonces,
me dolería perder. ¿Pero perder sin intentarlo? Tendré que
tragarme ese trago amargo. Yo no soy así, pero ahora tengo un
millón de razones para hacerlo.
— Estúpida, has dicho que sí, ¿verdad? — dice Nadia cuando
me siento en el taburete junto al ring y vuelvo a meterme las
manos en los guantes. — Tendrás que ser más dura si vamos a
Rusia. No son como aquí — me dice ayudándome a
prepararme para terminar mi entrenamiento del día.
— Soy una chica fuerte, puedo arreglármelas. — Nadia asiente
y sonríe, ella lo sabe, porque fue una luchadora en Rusia.
— Hasta la persona más fuerte puede desmoronarse. ¿Qué
dicen tus hermanos?
— Callum lo entiende, pero costará convencer a los demás. —
Soy la hermana pequeña, se les permite protegerme. — Ya
firmé los papeles, así que no puedo cambiar de opinión ahora
— digo mientras empezamos la pelea cotidiana en el
cuadrilátero.
El sonido constante de los puños golpeando los sacos y el
monótono zumbido de los ventiladores de tamaño industrial;
me adormecen. La idea de participar en un combate
internacional me ha subido la adrenalina: no puedo esperar,
maldición.
CAPÍTULO 2

Alek

Espero que la cuantiosa paga atraiga a la hermana pequeña de


Callum a luchar por mí. Hice algunas averiguaciones y ella es
una gran luchadora. La chica ciertamente tiene las habilidades
de su hermano, todo envuelto en el paquete más bonito que
jamás hayas visto. Cabello rojo fuego, piel clara como
porcelana y unos ojos verdes que te miran directamente al
alma, hasta el punto de aterrorizar a cualquier oponente. Es el
fuego del infierno en una bonita caja con moño. He observado
sus entrevistas y, cuando sonríe, la sala se queda en silencio.
Su mirada es cautivadora y su gancho izquierdo deja sin
aliento a cualquiera que se acerque lo suficiente para sentirlo.
Pelea con la cara cubierta de maquillaje y noquea a la chica sin
que se corra; eso por sí solo ya es una especie de superpoder.
Viste de verde esmeralda y lleva el cabello recogido en
trenzas. Sus labios perfectamente arqueados nunca se curvan
en una sonrisa, a menos que tenga que lastimar a alguien,
entonces la ves sonreír. Rory es una fuerza de la naturaleza, y
parece una diosa mientras causa estragos como luchadora.
Rory es dinamita, sé que el público la apoyará y que será fácil
de venderla. De lo que no estoy seguro es de lo testaruda que
pueda llegar a ser, porque su hermano es tan testarudo como
una mula. ¿Seguirá las instrucciones? ¿Sabrá cuándo ganar y
cuándo perder? Es una ganadora nata, como Callum. Si él era
un chico de oro, ella es una chica de oro. Puedo ver que él la
entrenó, está escrito en cada movimiento. Ligera como una
pluma, rápida como un demonio y golpea como si fuera una
boxeadora.
Parece una mujercita sin miedo. Indudablemente es más guapa
que sus hermanos, y no pega como una mujer. Tiene una
boquita insolente, es descarada, y dice groserías como
marinero en burdel. Me gustan sus posibilidades como
luchadora, y con mis entrenadores e instalaciones brillará,
hasta que yo le diga que no lo haga. Callum ya tiene a una de
mis entrenadoras trabajando con ella. Nadia conoce bien el
mundo del MMA, tanto los combates legales como los
clandestinos. Tuvo su momento con el brillante cinturón
dorado, y ahora anda por el mundo entrenando a la próxima
bailarina mortal. Tengo el presentimiento de que ambas
forman una combinación infalible, y eso no me preocupa.
¿Puede perder la pequeña chica con su suerte irlandesa? Los
ganadores son fáciles de encontrar, lo que cuesta es encontrar
a un luchador que sepa cómo y cuándo perder.
He pasado demasiado tiempo observando a la hermana
pequeña de mi mejor amigo, y pensando en lo impresionante
que es. En realidad, es una pena dejarla subir a un ring para
que le den una paliza en esa preciosa cara que tiene. Me
sorprende que sea luchadora, después de cómo acabó la
carrera de Callum.
Estoy viendo imágenes de ella compitiendo en el combate de
una liga inferior, y ella está bailando en círculos alrededor de
su oponente. La otra mujer está completamente agotada
después del primer asalto, y Rory está fresca como una maldita
lechuga. No creo que haya recibido ni un solo golpe, lo hace
parecer fácil y sin esfuerzo. Lo repito una y otra vez,
diciéndome a mí mismo que es solo para poder entrenarla o
para escoger al mejor entrenador para ella. Pero simplemente
me quedo observándola. Estoy cautivado y espero que acepte
el trato.
El timbre del teléfono me saca de mi bucle de YouTube, y
cuando contesto es un saludo cortante.
— Alek —se oye el marcado acento de Callum cuando
contesto la llamada— mi hermana ha firmado los contratos. —
No creí que se negaría sobre todo cuando le envié la oferta y
me llamó para comprobar si había cometido un error
tipográfico.
Las buenas luchadoras son como el oro ahora mismo,
recuperaré ese dinero cien veces. Una buena noche en las
casas de apuestas y se ganará el sustento en una sola noche de
combate. Sería un tonto si la dejara escapar. Además, si ella
está en mi poder, Callum estará en deuda conmigo y eso
significa que la situación del apartadero del ferrocarril se
convertirá en una prioridad para él.
Entonces, ahora tengo una luchadora, una jodidamente buena
y además tengo influencia sobre él.
Callum es de la familia, y lo quiero mucho. Nunca le haría
daño a su hermana, pero esto se trata de negocios. No hay
amigos en los negocios, así es como funciona. Si él no puede
arreglar este maldito desastre, tengo lo que necesito para
forzar sus acciones. Él no dejaría que le pasara nada, ni yo
tampoco, pero la presión sería suficiente para hacerlo actuar.
— Es una chica lista. ¿Estás seguro de que es tu hermana si es
tan lista? — Bromeo, y él se ríe. — Cuidaré de ella, lo sabes.
— Lo tranquilizo, porque es su familia y sé que todos los
hermanos la quieren y la protegen como si fuera de cristal.
Pero no es de cristal. Probablemente podría vencerlos a todos.
— Alek, confío en ti —dice— pero ella es una testaruda de
mierda, y no sabe cuándo rendirse. Tienes que ser la voz de la
razón, y por el amor de Dios, debes mantener a tus luchadores
lejos de ella. No es esa clase de chica.
— Se quedará conmigo, en mi casa —respondo
apresuradamente, sin pensarlo— no necesita estar cerca de esa
banda de rufianes. Sé que no es una luchadora cualquiera,
Callum.
— ¿Y tú lo sabes? — me pregunta. — Porque te advierto que
es bastante aguerrida. Somos cinco y no siempre podemos
mantenerla a raya. — No necesita que la mantengan a raya, es
una adulta.
Tal vez ella necesita un escape. La chica puede protegerse de
cualquier cosa, pueden dejarla vivir un poco.
— Callum, ella estará bien. La cuidaré como si fuera mi propia
hermana. — No tengo hermanas, ni hermanos, solo primos
que son tan cercanos como hermanos, y cuando crecí siempre
tuve a Callum. — No necesitas mearte en los pantalones por
esto. Vivirá conmigo, entrenará en mi gimnasio y luchará en
mis combates. No voy a dejar que nada le pase, ya viste lo que
me está costando.
— El dinero no puede comprarme otra odiosa hermanita —
dice— pero sé que no dejarás que le pase nada. En realidad, no
es malo que se vaya. Esto del ferrocarril se ha puesto feo. Y
me preocupa que la pongan en el punto de mira.
Aún no deja escapar cuál es exactamente el problema, pero
estoy recibiendo presiones de todas partes. Tiene que
arreglarlo y rápido.
— Esa situación se está volviendo insostenible Callum,
necesitamos acceso. Hay presión por parte de Leonid y de los
otros para que haga algo. Sea cual sea la mierda en la que te
has metido, te sugiero que salgas de ella antes de que te caiga
algo más encima.
— Estoy trabajando en ello. Y que Rory acepte esta pelea
ayuda. — De inmediato sé que tiene problemas de dinero, pero
es demasiado orgulloso para decírmelo.
La diferencia entre la mafia rusa y la irlandesa es que mis
hermanos de la Bratva son ricos, mientras que los irlandeses
son pobres y trabajan duro para seguir así. Nunca lo entenderé.
No deberían estar en la ruina, no hay razón. Ese dinero debería
ser de ella, y no para salvarle el trasero a él. Pero no es mi
familia, así que no es asunto mío.
— Callum, sabes que puedes confiar en mí — empiezo a
ofrecerle mi ayuda, pero me detiene.
Su orgullo no le permite pedir ayuda.
— Lo sé, por eso le estoy permitiendo hacer esto. He trabajado
muy duro para impedir todos los combates que se le pudieran
presentar. Ella es buena, y la hemos mantenido a salvo.
Además, no quiero que mi hermana termine como nosotros,
Alek. — Él y yo luchamos hasta que estuvimos literalmente a
las puertas de la muerte.
Mi cabeza nunca estará bien, y Callum siempre tendrá
problemas de visión. Estamos dañados. Las peleas que tanto
amábamos casi nos matan a ambos. Sé por qué le ha impedido
pelear.
— ¿Sabe que fuiste tú quien le impidió conseguir peleas? — le
pregunto.
No puedo imaginarme que esté contenta con eso, la chica es
condenadamente buena. Ya habría conseguido un título. De
hecho, me sorprende que no lo haya hecho.
— No, y no se lo puedes decir. — Los secretos y las mentiras
son como el cáncer.
Odio eso, pero él es lo más parecido que tengo a un hermano,
así que guardaré su secreto a menos que me lo pregunten,
entonces no mentiré.
— Alek, ella me odiará. No puedes decir nada. La única razón
por la que no la he apartado de esta oportunidad es porque
confío en ti para detenerla si está en peligro. — Eso es mucha
responsabilidad, no tengo ni idea de lo que ella puede o no
puede soportar.
— Puedes confiármela, así como a cualquier mierda en la que
sé que estás metido — le digo, y él se queda callado. —
Arreglaré todo para que estemos preparados cuando ella
llegue. — No he tenido un invitado en esta casa desde…
nunca.
No soy una persona de «tener invitados», me gusta estar solo a
menos que decida salir a ver gente. Al menos la casa es lo
suficientemente grande como para que podamos evitarnos el
uno al otro.
— Gracias, Alek — dice, y puedo oír que el hombre está
deprimido ahora mismo.
Si me dijera qué demonios está pasando, lo ayudaría.
— Te lo agradezco, es una buena chica. Se merece un
descanso. — Lo habría tenido hace mucho si él no se lo
hubiera impedido.
— Esta es su oportunidad, y me aseguraré de que la tenga —
le digo.
Él y yo tuvimos nuestro tiempo en el ring, y nos encantaba…
pero nos presionamos mucho durante demasiado tiempo. Nos
arriesgábamos y luchábamos en combates clandestinos.
Perseguíamos el dinero y la fama, faltando al respeto a
nuestros cuerpos y sin sentido común. Seguimos adelante
hasta que no pudimos más.
Después de su llamada tengo la sensación de que Callum tiene
más problemas de los parece, y por el hecho de que permita
que Rory venga a mí para mantenerla a salvo. Si ella está más
segura en el ring que en casa, quiere decir que algo anda muy
mal.
Tomo el ordenador y envío un correo electrónico a mi primo
Valentin. Está en Londres, lo bastante cerca para buscarme. El
problema del apartadero es más grave de lo que parece y
quiero saber en qué se ha metido mi mejor amigo. Quiero
husmear un poco, ver quién está detrás de todo esto. A quién
le pertenece ese trocito de tierra y por qué no me permiten
comprarlo. Todo tiene un precio, solo necesito saber cuál es el
suyo. Callum ha sido muy reservado sobre ese apartadero
desde el principio.
Hay algo que se me está escapando.
CAPÍTULO 3

Rory

Firmé ese contrato. Voy a demostrarle a mis hermanos y a todo


el mundo que soy una maldita luchadora. Seis semanas no es
tanto tiempo para ponerme en forma, pero yo siempre me
mantengo en forma para pelear, así que solo se trata de
asegurarme de que estoy mejor que eso.
— Baja tu cabecita de las nubes —me grita Nadia cuando
tardo demasiado entre sentadilla y sentadilla— te matarán si
estás distraída. Concéntrate. — Su voz está en mi cabeza;
incluso la oigo mientras duermo gritando órdenes, diciéndome
que me cubra la cara.
— No estoy distraída —me defiendo— estoy pensando.
— No pienses demasiado, o te harás daño. Tienes que golpear,
y no pensar en golpear. — A veces, puede ser tan perra, y si no
la amara, la odiaría. — ¿Conoces a Alek? — me pregunta, y
me tumbo en la colchoneta estirando el cuerpo, asegurándome
de que mis músculos estén bien estirados y calientes.
— Lo conocí cuando aún era una niña, en la secundaria, creo.
Vino a ver a Callum. Yo era demasiado pequeña para
acordarme de él cuando estaban juntos en el internado, pero,
por lo visto, siempre estaba por aquí. — Todos mis hermanos
fueron a un internado, para convertirlos en hombres. —
Peleaban juntos, y creo que incluso estuvo en algunos
acontecimientos familiares. Pero yo era solo una niña. Me
subía a los árboles y golpeaba a los niños. Los amigos de mi
hermano no tenían un papel importante en mi vida. — No
tengo una imagen clara en mi cabeza.
Solo sé cosas de las que he oído hablar a mis hermanos,
tonterías como que tiene un yate. Sé que es un imbécil y que
es rico, y por lo que recuerdo el hombre no es feo. Las peleas
no arruinaron su buen aspecto.
— Es un buen luchador, pero su familia… —Nadia hace una
pausa y pone mala cara— es algo malvada. No como la tuya.
Son de la Bratva. No es el tipo de hombre con el que te metes.
— No pretendía meterme con nadie.
Quiero luchar, conseguir el dinero y construirme un nombre.
El hecho de que sea de la mafia, o de la Bratva, no me
sorprende. Sé quién es mi familia y lo que hacen detrás de la
fachada de este gimnasio. No estoy ciega. Mi padre era de la
mafia, mi abuelo era de la mafia. Esta es una familia mafiosa,
dinero sucio y profundas raíces oscuras. Soy consciente de
quién soy, y también creo que es por esa razón que no he sido
convocada para ninguna pelea. Callum causó varios
escándalos en su momento, y yo soy su sangre. Es difícil
escapar de esa reputación.
— No me estoy metiendo con nadie, quiero esto. He esperado
lo suficiente para tener una oportunidad decente y pienso
aprovecharla al máximo. — Ella sabe lo mucho que quiero
esto, y lo injustas que han sido las cosas.
Solo por quiénes son mis hermanos, me han ignorado. Ahora
tengo una oportunidad real. ¿A quién le importa quién sea
Alek? Es amigo de la familia y está dispuesto a darme una
oportunidad muy bien pagada.
— Solo digo —dice Nadia— que los mafiosos son mafiosos,
no importa de dónde sean. Todos son unos cabrones
peligrosos.
Seguimos con mi rutina diaria y, a medida que me voy
relajando, el gimnasio empieza a llenarse de gente que pelea
los fines de semana después del trabajo. Mi señal para
retirarme es el primer silbido, porque si me quedo, lastimaré a
un chico y dañaré seriamente su ego delante de todos estos
tipos. Y eso no es bueno para el negocio.
— Nos vemos mañana — le digo a Nadia, ella se quedará
hasta tarde para trabajar con algunos de los otros luchadores,
así es como gana su dinero. — Tengo una cena familiar… —
Pongo los ojos en blanco y ella se ríe a carcajadas.
— Buena suerte —se ríe— les va a encantar este plan tuyo.
Ella conoce a mis hermanos, y sabe que Callum apoya mi
decisión de luchar, pero los otros cuatro preferirían que me
buscara un marido y que tuviera hijos. Cosa que nunca pasará,
no soy la típica mujer «descalza en la cocina». Hay mucho
más que eso en la vida, además crecí con cuatro hermanos, no
hay mejor anticonceptivo que eso. Estoy curada. Impedían que
cualquier chico se me acercara y me daban tanto asco que
terminaron alejándome para siempre de los hombres.
— Gracias, Nadia —digo, subiéndome el bolso al hombro—
me alegro de que me cubras las espaldas. — Suspiro, porque
sé que esta cena va a ser cuatro contra uno intentando hacerme
cambiar de opinión.
Estoy a dos pasos de la puerta cuando uno de los entrenadores
de Jiu-jitsu se interpone entre la puerta y yo, su sonrisa
devoradora de mierda es más amenazadora que encantadora y
huele a calzados deportivos sudados y a bolsa de deporte de
hace un año.
— Rory — Dios me libre de darle un puñetazo a este hombre.
— ¿Cómo estás? Te veías muy bien ahí dentro, deberías unirte
a nosotros para una sesión en las colchonetas. Y así afinar tus
habilidades en el piso un poco. — El único que caería al piso
sería él, y lo sabe.
Doy un paso al costado tratando de ignorarlo y evitar por
completo toda la interacción. Pero se pone delante de mí,
bloqueándome el paso de nuevo.
— No seas así, Ror, estoy intentando ser amable. ¿Sabes
siquiera lo que es coquetear? Dale una oportunidad a este
hombre.
— Te daré una buena paliza si no te apartas de mi camino —
gruño, y él se ríe de mí. — No salgo con apestosos aspirantes a
luchadores con grandes pectorales y un pito pequeño — digo
lo bastante fuerte como para que me oigan los demás, y
empiecen las risitas y las carcajadas.
No tengo tiempo para estos idiotas. Sé que soy el «desafío»
del gimnasio para ver quién puede acostarse conmigo y
cotillear sobre ello en el vestuario. Ninguno de ellos está a la
altura, pero parecen que quieren morir en el intento.
— Apártate de mi camino, Grant, tu supuesto coqueteo es
acoso no deseado, y estoy segura de que a mis hermanos les
encantaría saberlo. De hecho, voy a cenar con ellos, y me
aseguraré de hacerles saber quién me hizo llegar tarde.
Mojaría sus pantalones si Callum lo cogiera por el pescuezo,
así que se aparta muy educadamente para que pueda salir del
gimnasio. Veo cómo los chicos se burlan de él; mientras
camino por la acera y paso por delante de las ventanas del
gimnasio. La pintura desconchada de nuestro logotipo en el
cristal se está cayendo, y sé que no hay dinero para arreglar
cosas, pero eso me molesta más de lo que debería. Este lugar
fue una vez el mejor, donde todo boxeador, luchador de MMA
o de lucha libre quería entrenar y ahora estamos al otro lado de
las vías.
El tren que baja a toda velocidad por las vías detrás del
gimnasio me lo recuerda con toda crudeza. Subo las escaleras
que están al costado del gimnasio hasta mi pequeño
apartamento. Vivir cerca de las vías del tren y encima del
gimnasio tiene sus ventajas. No tengo que pagar alquiler y
nadie nunca me visita. Soy libre de lucir como una vaga y no
me importa en lo más mínimo quién me vea. Este era el lugar
de Callum hasta que se mudó a una casa, como un adulto. Su
pérdida es mi independencia.
Me ducho, porque las duchas del gimnasio dan asco, y me
pongo unos shorts cortos y una camiseta sin mangas antes de
subirme a mi Vespa y conducir hasta su casa. Sé que soy una
mujer adulta en una vespa, mis hermanos me lo reprochan
todo el tiempo, pero no voy a ningún sitio que justifique tener
un coche. Vivo encima de mi trabajo. Y hay autobuses si
realmente necesito que ir a algún sitio importante. Además, mi
Vespa funciona solo con el olor a gasolina, que es barata, y yo
soy barata.
— Llegas tarde — resuena la voz de Callum por el pasillo de
su casa que está a punto de desmoronarse, y yo me río.
— Apuesto lo que quieras a que no hay comida en la mesa, así
que no he llegado tarde, vete a la mierda — respondo,
mientras entro en su cocina, donde hay un hedor a algo
quemado y nada en la mesa que se pueda comer.
Estupendo. Estoy hambrienta después de haber estado todo el
día en el gimnasio.
— Debería haber apostado dinero — le digo. — ¿Qué vamos a
comer? — Porque los restos carbonizados que veo parecen
estar esperando ser metidos en una urna sobre la chimenea.
— Probablemente voy a llamar y pedir que me traigan curry
— Callum se encoge de hombros. — Esto no salió como
estaba planeado, me distraje hablando con Alek.
— Ya veo, yo los llamaré porque me muero de hambre.
¿Dónde están los demás? Pregunto al notar que el resto de mis
hermanos no están. La casa está en silencio, esa es la primera
señal.
— Están en camino. Raymond se retrasó en la estación de tren,
y Lachlan y Flynn pararon a comprar cervezas en la tienda de
bebidas por mí. — Levanto las cejas.
— No tenemos comida ni bebidas. ¿Te pasa algo?
Nunca he estado en su casa sin que haya una cerveza en la
nevera o una botella de whisky. Esto es como el fin de los
tiempos.
— Simplemente no he tenido tiempo entre el gimnasio y la
estación de tren. Las cosas están muy ajetreadas. — Está
diciendo mentiras, lo sé.
También sé que nunca me dirá lo que realmente sucede cuando
se trata de negocios. Ellos piensan que me protegen
manteniéndome en la ignorancia.
— No bebo cerveza, así que por mí está bien. — Me encojo de
hombros, está estresado y me doy cuenta de que quizá no esté
con el mejor humor.
Llegaron los demás. Los oigo incluso antes de que entren en la
casa. Son un grupo ruidoso. Las peleas no terminan cuando
uno crece, sobre todo en una familia de boxeadores como la
nuestra.
— ¿Dónde está la comida? — pregunta Lachlan, una vez que
atraviesan las puertas de la cocina. — Podría comerme mi
propio pie.
— Callum lo incineró, así que pedí curry. Estará aquí en un
minuto. — Se pasan las cervezas y las abren antes de
chocarlas en un chapucero brindis.
Suena el timbre y voy por la comida antes de que me coma
vivo a uno de ellos. Pago con billetes de la cartera de Callum
que siempre deja en el cajón del recibidor con las llaves de su
coche y una pistola.
El alboroto de la cocina se acalla cuando dejo la comida en el
centro de la vieja mesa de madera. Flynn reparte los platos y
todos comemos como si no hubiéramos comido hace un mes.
Todo el mundo está aquí excepto Liam. Solo Dios sabe dónde
estará, pero me dicen que está trabajando; nada más. Echo de
menos su cara de enfurruñado cuando estamos juntos así. Me
pregunto si me echarán de menos.
— Silencio, bárbaros —digo cuando Callum me hace un gesto
con la cabeza, tengo que contarles a estos dos lo que está
pasando— tengo algo que decir.
— ¿Estás embarazada? — dice Flynn con la boca llena.
Solo Dios sabe cómo se le pudo haber ocurrido algo así.
— Sí, y es un milagro como el niño Jesús. No, idiota. No estoy
embarazada, odio a los niños. — Levanto la nariz. — ¿Qué te
hizo pensar eso?
— No sé, nunca haces anuncios en la mesa. Eso es cosa de
Callum. — Pongo los ojos en blanco y respiro.
— Bueno, sé que Callum ya les ha hablado de la oferta que me
han hecho para que luchar en Rusia. — Miran entre él y yo, y
Lachlan deja su cerveza.
— No —dice— dijimos que no, Callum. — Parece enfadado.
— No puedes decidir por mí, ya soy una adulta. Hazte la idea
—digo, porque me irrita lo sobreprotectores que pueden llegar
a ser— porque voy a ir, ya he firmado los contratos, así que no
puedes impedírmelo ahora. Si no voy, tendremos que pagar
una multa la que moriremos intentando pagar. — Señalo que la
cláusula de salida es muy cara. — Pero la paga por la pelea es
cuantiosa, y el contrato de bonificación podría establecernos a
todos de por vida. Sé que me quieren y que quieren
protegerme, pero pueden irse a la mierda, porque voy a
hacerlo. — No suelo enfrentarme a mi familia, pero esta vez lo
haré.
— He arreglado que Ror se quede con Alek y que la cuide
como si fuera de su familia mientras esté allí. Puedo confiar en
él, cuidará de ella. Esta es su oportunidad de perseguir sus
sueños, y no seremos nosotros quienes se lo impidamos. —
Dirige a los otros dos una mirada severa, y me pregunto qué
otra cosa está en juego aquí. — Irse puede ser bueno para ella.
— ¿Qué ha dicho Liam? — Flynn cruza los brazos sobre su
amplio pecho y espera una respuesta.
— Dijo que mientras pongamos nuestra casa en orden, Rory
debería irse. Sería lo mejor mientras nos ocupamos de la
situación en la estación de tren y el muelle. — Sabía que algo
estaba pasando con esta gente, no estoy ciega. — Todos
sabemos que puede pelear, y que es la mejor. Esta es su
oportunidad de mostrarle al mundo que es la mejor y de
conseguir un buen dinero para el resto de su vida. — Él no
quiere considerar la idea de que mis ganancias podrían
ayudarles a salir de su agujero.
— Es Rusia, maldición — dice Lachlan, aún enfadado. — No
podemos dejar que vaya allí sola. ¿Estás loco? — le reclama a
Callum.
— No estará sola, Nadia irá con ella. Además, vivirá con Alek
y su familia — dice con calma.
— Ah, claro, y como son unos ciudadanos de primera. ¿Acaso
uno de sus primos no secuestró a su mujer? — Lachlan no es
muy admirador de Alek, ni de la familia Reznek.
No es la primera vez que lo dice.
— Todos ustedes pueden calmarse. He tomado una decisión.
He firmado los papeles y me voy. Tráguense esto, ya soy una
chica grande y puedo decidir qué es lo que quiero. Ustedes
están metidos hasta el cuello en alguna mierda, y Liam
probablemente tenga razón al decir que es mejor que no esté
aquí mientras eso se soluciona. No me interesa saberlo, pero si
crees que soy estúpida, no lo soy. — Levanto la voz dejando a
Flynn con los ojos muy abiertos y en silencio. — Quiero esto,
y solo por una maldita vez, voy a ir por lo que quiero.
— Estoy de acuerdo con Rory, esta es su oportunidad —
Callum apoya los codos en la mesa— y está preparada para
ello, tenemos que dejar de retenerla con la excusa de
protegerla. Me gustaría ver a cualquiera probar suerte con ella
y salirse con la suya — dice.
Sé cuidarme sola. Siempre lo hago, y ellos se creen mis
protectores.
— Tiene razón —dice Flynn— haz lo que quieras Rory, no
podemos detenerte. Creo que es una pésima idea, pero no
podré detenerte precisamente ahora, ¿cierto?
— Nadie puede —digo— ya he firmado y aceptado los
contratos por una temporada completa de luchas. — Echarse
para atrás tiene consecuencias, unas que no necesitan añadir a
su montón de mierda. — Les pido par de idiotas que me dejen
hacer esto, que me den algo de libertad para hacer lo que amo.
Déjenme ir y luchar, sin llamadas ni controles constantes.
¡Nada de seguridad ni espías! Los conozco demasiado bien,
cabrones. Quiero hacer esto por mí, y cuando termine, volveré
a casa.
Todos se miran, esperando que alguno diga algo, lo que sea.
Callum es el único que lo hace. — Creo que es hora de que te
dejemos volar, y apoyo tu decisión de ir. Confío en Alek, y en
ti.
Que diga que confía en mí es un cumplido que hace que mi
corazón entre en calor. Estos hombres no confían en nadie, ni
siquiera entre ellos la mayoría de las veces. Si Callum confía
en mí, entonces no puedo dejar que tenga ninguna razón para
no hacerlo.
Después de cenar, cuando los chicos están gritando mientras
ven el partido de fútbol en la televisión, y yo estoy limpiando
el desorden en la cocina, Callum viene a verme.
— Me alegro por ti, Ror. — Él lo entiende, Callum era un
luchador. — No dejes que te quiten la alegría. — No lo haré,
estoy emocionada, de hecho, no puedo esperar por esto.
— No lo haré. Sé que lo entiendes de una manera que ellos no.
— Mis otros hermanos son luchadores, crecieron en las
colchonetas de un gimnasio de boxeo, pero nunca llegaron
hasta lo más alto como Callum.
De la misma forma que yo quiero hacerlo. Ellos nunca lo
entenderán como él, la necesidad de esa pelea.
— Necesito que me firmes algunas cosas, como ya lo
habíamos hablado en la oficina — dice poniendo un montón
de papeles sobre la mesa. — Voy a poner a tu nombre el
gimnasio, el muelle y los terrenos del ferrocarril. Quiero que
estén a salvo si el negocio se hunde, y parece que así será. —
Frunzo el ceño y veo sus arrugas de tensión. — No te
preocupes, esto es solo para que las tierras estén a salvo. No
eres accionista, así que no pueden quitarte nada. Solo a
nosotros cuatro. Tengo que asegurarme de que te cuidarán si
pasa algo.
— ¿Qué puede pasar? — pregunto con cautela sabiendo que
me dirá que me meta en mis asuntos.
— Nada —dice— esto es solo un seguro. Nada más. —
Confío en él, nunca nos ha engañado.
Firmo junto a todas las equis de los papeles y él me rodea con
sus brazos en un abrazo poco habitual. Somos más una familia
de puñetazos en el estómago que de abrazos, pero sé que mi
hermano me quiere. Lo suficiente como para dejarme
desplegar mis alas.
CAPÍTULO 4

Alek

Es verano y todos mis primos andan navegando por el


Mediterráneo y por otros lugares en sus barcos. Me he
convertido en un marinero de agua dulce y ya casi no uso mi
yate. Pero lo tengo amarrado en la costa española, que no está
tan lejos de Dublín. Decido hacer un viaje, tomarme una
semana libre y buscar a Rory, ver qué demonios está tramando
Callum y tal vez hacerle entrar en razón. Unas vacaciones de
la oficina podrían ser agradables, aunque el sol probablemente
intentará matarme.
Mis dolores de cabeza son mil veces peores con el calor del
verano, que es en parte la razón por la que me quedo en casa y
me escondo de todo. El caso es que, tengo la corazonada de
que debo visitar a mi amigo, para ver cómo está y ver por mí
mismo qué está pasando allí. Ir a buscar a Rory es la excusa
perfecta, no parecerá que lo estoy controlando.
Él no es tonto, tendrá sus sospechas, pero si voy a buscar a mi
nueva luchadora, entonces tengo una razón para estar allí. Una
razón muy bonita y costosa. Me conviene asegurarme de que
llegue a Rusia en plena forma. Un tesoro como ella no es algo
que se le pueda confiar a cualquiera. Hay enemigos que no
dudarían en sabotear a una luchadora que es una posible
amenaza. Ya me ha pasado antes y si se corre la voz de que
viene a unirse a mi pequeño ejército, puede ser un problema.
Su familia, igual que la mía, tiene una reputación en el hampa.
Y no es muy buena.
— Necesito llegar al barco, y asegurarme de que los dos
helicópteros a bordo tengan combustible y de que tengamos la
tripulación completa. — Mi equipo de seguridad ya ha puesto
en marcha un plan de viaje.
Volaré a Madrid y tomaré un helicóptero hasta mi barco.
Navegaremos tan cerca de Dublín como podamos, pero
permaneceremos en aguas internacionales. Luego, tomaré un
helicóptero hasta la ciudad y recogeré a Rory y a Nadia, y allí
le haré una visita rápida a mi amigo.
— ¿Piensa hacer alguna parada más? — me pregunta. —
¿Volveremos aquí o a la casa de San Petersburgo?
Me gusta veranear allí, está más cerca del gimnasio y del
estadio. El clima es mejor para mi cabeza, y es tranquilo.
— A la casa de San Petersburgo. Puedes hacer que la preparen
para que nos quedemos yo y dos invitadas. Estarán conmigo al
menos tres meses, quizás más. Me gustaría que se instalaran
en el ala oeste de la casa, lejos de mí. — Me gusta mi
intimidad, y tener invitadas en casa no es lo ideal, pero tenerla
a ella suelta por la ciudad lo es aún menos.
Tiene pinta de ser una buscapleitos, y la necesito fuera de mi
vista y de mis problemas.
— Eso no será un problema. Ya tengo el nuevo programa de
luchas. Piden que empiece a rellenar las fichas. No todas,
obviamente, sino las que ya han sido confirmadas. Las casas
de apuestas quieren adelantarse. Rumores, prensa y
escándalos. Ya conoce sus métodos. — Esto no es nada nuevo
para mí.
— Puedes confirmar a la chica brasileña, a los dos chicos de
Estados Unidos y al sudafricano. Al resto los mantendremos
en secreto hasta que tenga la oportunidad de verlos en los
entrenamientos. Creo que la mayoría ya están en las
instalaciones, y tenemos a otros que llegarán pronto. — Me
gusta guardarme algunas sorpresas para más adelante, y mi
pequeña bomba irlandesa es una de ellas.
No pienso anunciarla hasta que la tenga lista para entrar en la
jaula y arrasar con todo. Es mi arma secreta para esta
temporada, un espectáculo.
— Es suficiente por ahora, el equipo japonés también ha
presentado su lista de luchadores. Puedo trabajar con ellos y
con esto por ahora, sé que el mánager polaco se está
guardando algo. Su chico está herido, y no tiene buena pinta.
— No lo necesitamos. Si está lesionado, elimínalo y
sustitúyelo rápidamente — le digo.
No tengo tiempo para esperar a ver qué pasa.
— Eso soluciona el tema de las luchas oficiales, jefe. ¿Y las
demás peleas? Me gustaría empezar a organizar las apuestas.
— Las peleas clandestinas e ilegales son donde hago mi
dinero, sin reglas y sin perdedores, solo bolsas de cadáveres.
— Tenemos nuestro equipo de siempre, pero ¿quieres cambiar
a alguien? — Cuando los luchadores se vuelven viejos, ahí es
donde los pongo.
Todavía valen dinero.
— Cuando vuelva, veré en quién podemos confiar para hacer
un relevo. — Les gusta la idea de conseguir un gran y jugoso
pago.
Pero no es para todos, necesito luchadores que sepan mantener
la boca cerrada. La discreción es importante cuando empiezas
a meterte en ese mundo de peleas clandestinas, da igual que
sean de humanos, perros o gallinas. Los luchadores tienen que
saber manejarse.
— Prepararé una lista larga, para ver quiénes son los
entrenadores que encajarán bien. — Asiento, y así termina
nuestra reunión diaria.
Quiero preparar mis cosas para el viaje. No planeo una larga
estancia en el barco, pero me gusta estar cómodo. En mi otra
casa tengo todo lo que necesito, así que sería solo para el viaje.
Saco algunas prendas de mi armario y las tiro sobre la cama,
calculando lo que voy a necesitar.
Cuando haya terminado de elegir, vendrá la criada y me hará
las maletas. No se puede confiar en ellas para elegir mi ropa,
me gusta tener opciones. Sé lo que me gusta. Soy exigente en
todos los aspectos de mi vida. Mis primos me consideran
quisquilloso, pero simplemente no me gusta la incertidumbre y
prefiero tener las cosas en orden. Se burlan de mí y me dicen
TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo), pero no lo soy. Solo
soy exigente. Hay una gran diferencia.
***

— Un helicóptero — Callum me estrecha la mano, mientras


despega detrás de mí. — ¿En serio? — Se ríe y me conduce al
interior del coche que me espera.
Nos costó un poco, pero conseguimos permiso para aterrizar
en un descampado a unas cuadras del gimnasio. Toda la zona
está llena de espacios vacíos donde se han derribado o
demolido antiguos edificios industriales. No se parece en nada
a cuando éramos niños. Aquí pasé algunas vacaciones de
verano en el gimnasio. Quedarme solo en el colegio era un
asco y mi familia tenía otras prioridades en verano, los
adolescentes no estaban en su lista. No, a menos que quisiera
aprender a ser un asesino como Konstantin.
Estoy conectado de manera diferente a ellos. Me mantuve
alejado de esa parte del negocio familiar todo lo que pude.
Luchar era lo mío, y ahora gano mi dinero con otros
luchadores. Sí, a veces muere gente, pero mis manos nunca se
han manchado de sangre. Me gusta hacerlo de esta manera,
mantener distancia entre la mugre y yo.
Callum ha hecho algunas cosas sucias, sé que es un ejecutor.
Hace que la gente termine pagando o hablando. Es un arma
humana, es bueno haciendo que deseen estar muertos. Prefiero
pagarle a alguien como él para que se ocupe de mis problemas,
y lo hago cuando tengo que hacerlo.
— ¿Tienes una mejor forma de llegar a este lado del infierno?
— le pregunto, mientras nos alejamos y tomamos el corto
trayecto calle abajo hasta el aparcamiento del gimnasio.
— Por aquí tomamos el autobús —bromea— pero supongo
que el transporte público está muy por debajo de tu nivel hoy
en día. — Le echo una mirada y se ríe de mí.
Nunca he subido un autobús en mi vida, incluso cuando
íbamos al colegio me llevaba un coche lujoso.
— ¿Tu hermana ya está lista? — le pregunto, y él sonríe.
— En realidad, no conoces a Rory, ¿cierto? Era una niña la
última vez que viniste por aquí. — Recuerdo que llevaba el
cabello recogido en dos trenzas y aparatos en los dientes.
La echaban cada vez que entraba en la habitación donde
estábamos y decían que le había dado un puñetazo en la nariz
al hijo del vecino. Pero nunca la conocí, a las chicas no se las
invita a los negocios. Así son las cosas.
— ¿Es como tú? — le pregunto, y él echa la cabeza hacia atrás
riendo a carcajadas.
— Es como yo, pero con una carita bonita y un gancho
izquierdo que puede noquearte en un segundo. Rory no es una
dama, es un infierno — dice Callum. — Es una mujer
excepcional, gracias a Dios, y una muy buena luchadora. En
cuanto a lo de estar lista, lo está. ¿Tú estás listo? — No estoy
seguro de lo que quiere decir, pero abre la puerta para salir del
coche y lo sigo.
Adentro huele a sudor y a cuero, el sonido de la mala música
del gimnasio y los puños golpeando las bolsas es como un déjà
vu. Este fue mi hogar durante un tiempo en mi juventud, cada
verano estaba aquí con Callum entrenando como si nuestras
vidas dependieran de ello. Su viejo era un entrenador que
estaba al mismo nivel que los de hoy en día, era severo, pero
tenía corazón. Callum cambió cuando murió su viejo; todos
los hermanos cambiaron. Tuvieron que crecer y hacerse cargo
del negocio, y fue entonces cuando las peleas legales dejaron
de ser suficientes para Callum. Tenía facturas que pagar, y solo
sus puños para poder pagarlas.
Es como volver a casa, solo que no quiero estar en casa, y la
necesidad urgente de huir me ahoga. No todos mis recuerdos
aquí son buenos. Pensaba visitarlo, charlar con él, pero no
puedo quedarme aquí.
— No puedo quedarme — le digo, y él frunce el ceño mientras
subo detrás de él las empinadas escaleras que llevan hasta el
despacho. — De verdad, no puedo. He venido por Rory y
tenemos que volver a mi barco antes de que anochezca. — Es
mentira, no hay prisa.
Simplemente no quiero estar en este gimnasio, o en esta
oficina.
— Ella vive arriba, ya envié a Nadia a buscarla. Las dos están
listas para irse, ya tenía la sensación de que no querrías
quedarte mucho tiempo. Y lo entiendo — dice Callum,
mientras me lanza una mirada comprensiva.
Aún no estamos preparados para hablar de ello, puede que
nunca lo estemos.
— Quería hablar — le digo, la ansiedad hace que me tiemblen
las manos. — Necesitaba entender qué es lo que está pasando
Cal, mis primos se están poniendo irritables. Y sé que tienes
problemas. Deja que te ayude. — Sacude la cabeza y se cruza
de brazos, su orgullo se interpone en el camino.
— Puedo manejarlo Alek, necesito un poco de tiempo eso es
todo. Que te lleves a Ror lejos de esto por un tiempo; es
suficiente ayuda. Y ese dinero hará que no tenga que luchar
para conseguir su comida. Sé que lo hiciste a propósito, y te lo
agradezco. — Lo hice a propósito, pero no por las nobles
razones que él cree. — Confía en mí, por favor. Puedo arreglar
esto. — Confío en él, pero algo está mal y él no confía en mí
lo suficiente como para decirme lo que está sucediendo.
Eso es lo que me molesta, no confía en mí, pero quiere que le
conceda el beneficio de la duda en este momento. Intento
dárselo.
Me ajusto la corbata, me cuesta respirar aquí.
— Eso tiene que ser recíproco Callum, tú también tienes que
confiar en mí.
— Te estoy confiando a mi hermanita, no hay mayor confianza
que esa — dice, cuando llaman a la puerta del despacho. —
Adelante — vocifera, para que se oiga más fuerte que el ruido
de afuera.
La puerta chirría en sus goznes y Nadia entra. Me saluda con
una sonrisa y un fuerte apretón de manos, puesto que ya nos
tenemos un respeto mutuo.
— Estamos listas —le dice a Callum— Rory está abajo
despidiéndose.
Miro por la ventana de su despacho hacia la planta baja del
gimnasio. Lachlan y Flynn están abajo.
— Los otros hermanos osos están aquí — dice Nadia detrás de
mí.
— Gracias —dice Callum— bajaremos en un minuto. —
Nadia asiente y vuelve a cerrar la puerta tras de sí. — Alek,
ella es mi hermana pequeña. Cada parte de mí quiere impedir
que se vaya. Si fuera cualquier otra persona, habría dicho que
no, pero confío en ti para que la mantengas a salvo. — Noto el
atisbo de lágrimas.
Nunca lo he visto llorar y ha habido momentos en nuestras
vidas en los que debería haber llorado.
— Me aseguraré de que esté a salvo — le digo, luchando
contra mis propios demonios en este despacho, y con el
corazón latiéndome con fuerza. — Sabes que lo haré. — No es
fácil para él, prácticamente fue él quien la crió.
Le doy una palmadita en la espalda, sabiendo que me confía
algo más valioso que cualquier dinero o posesión.
— Vamos por ella — dice. — ¿Seguro que estás preparado
para este tipo de problemas?
— Me las arreglaré o tendré que lidiar contigo el resto de mi
vida, ¿cierto? — Conozco al tipo, es testarudo, cabeza dura y
con un corazón enorme.
Sé que ella dará problemas, pero valdrá la pena cada uno de
ellos. No acepto problemas que no pueda manejar, y creo que
una pequeña irlandesa será manejable.
— Si, eso es cierto — dice Callum, mientras baja los escalones
hasta la planta baja del gimnasio.
Flynn y Lachlan me saludan con sonrisas a medias y amenazas
veladas. Sé que no les caigo bien. No me importa, a mí
tampoco me agradan.
— Alek —dice Callum— esta es mi hermanita Rory, ahora es
toda tuya. — Rory sonríe y sus ojos brillan, su mano es suave
cuando estrecha la mía.
Sus mejillas son rosadas y sus pecas la hacen parecer más
joven de lo que es.
— Sé que ya nos hemos visto antes, pero me alegro de
conocerte como es debido — digo, hipnotizado por la
extraordinaria belleza que tengo delante.
Es más pequeña de lo que pensaba, menuda pero musculosa.
Es fuerte y hermosa, una combinación mortal. Su dulce mirada
te desarma y te hace vulnerable ante su fuerza imperceptible.
— Estoy encantada de conocerte — me dice, su acento y su
encantadora sonrisa me hacen sudar. — Gracias por arriesgarte
conmigo.
— Esto no se trata de un favor ni de un riesgo, eres una
luchadora condenadamente buena — le digo, y no es mentira.
Nunca habría pagado el precio que pagué por ella si no lo
valiera. Rory será una estrella en la jaula. Me hará ganar
dinero y yo la haré famosa. Este es un acuerdo mutuamente
beneficioso.
— Pensé que le estabas haciendo un favor al idiota de mi
hermano, pero aceptaré tus halagos, gracias. — Oh, ella es
peligrosa, con una boca descarada y un poco de insolencia
adicional. — Le gusta decirle a la gente que me enseñó a
luchar, pero con cuatro hermanos no tenía otra opción. — Su
sonrisa de lado y esa suave risita cuando ríe; me hacen mirarla
fijamente.
— También le dice a la gente que me enseñó a luchar, pero
solo él se cree sus tonterías. — Le guiño un ojo, y Callum se
ríe. — ¿Estás lista? — le pregunto. — El helicóptero volverá
en unos veinte minutos. — Rory levanta una ceja y mira a sus
otros dos hermanos.
— Un helicóptero, muchachos, disfruten del autobús mientras
estoy fuera. Dejen a mi Vespa en paz.
Tienen un momento familiar en el que todos se despiden
alegres pero emotivos, y cuando ella llega a Callum, él la
abraza un poco más.
— Te llevaré calle abajo —le dice— hasta el helicóptero. —
Su sarcasmo le hace gracia.
Salimos y, aunque hace un calor de mil demonios, vuelvo a
respirar. Volver a estar ahí dentro me ha dado dolor de cabeza
y noto que me tiembla la mano. Respiro para calmarme antes
de subir al coche. Flynn mete las maletas de su hermana en el
maletero, Nadia y Rory se sientan en el asiento de atrás
mientras ella saluda a sus hermanos y amigos que están fuera.
Los miro por el retrovisor mientras nos alejamos, ya les he
enviado un mensaje para que vengan a buscarnos. Es un vuelo
corto desde el barco hasta aquí, y ya puedo oír los rotores del
helicóptero cuando llegamos al aparcamiento vacío. Callum
aparca y abre el maletero para sacar las maletas, el viento se
hace sentir mientras el helicóptero aterriza.
— Me aseguraré de que esté a salvo y de que brille como la
estrella que es — le digo, mientras nos damos la mano por
última vez.
Mi personal ya está colocando sus maletas en la pequeña
bodega del helicóptero. — Te lo prometo. — Sé que le duele
por dentro dejarla hacer esto.
Rory abraza a su hermano y Nadia se aleja dándoles un
momento, yo les doy la espalda y espero. No tengo hermanos,
así que no puedo ni imaginarme el vínculo que los une. Lo
respeto lo suficiente como para dejar que se despidan. Cuando
entra y se sienta frente a mí, la veo contener las lágrimas.
Cuando miro afuera, Callum está de espaldas, como si no
pudiera vernos marchar. Nadia le pone una mano en el
hombro. Mientras despegamos, veo a Callum mirándonos,
espero no estar arruinando toda una vida de amistad, porque si
le pasa algo a ella, no me lo perdonará… tendré suerte si
sobrevivo.
En unos minutos estaremos en mar abierto, y las dos señoritas
miran tranquilamente por la ventanilla. Yo la observo a ella.
Rory, tiene algo que hace imposible apartar la mirada. Como
algo tan bonito puede ser tan mortal.
Aterrizamos en el barco cuando el sol empieza a ponerse, la
tripulación se apresura a sacar las maletas mientras el personal
de vuelo amarra el helicóptero y se prepara para que zarpemos
de inmediato. No planeo estar fuera mucho tiempo. Unos días
en el puerto, luego tomaremos un jet a San Petersburgo y nos
instalaremos. Los viajes no son buenos para los atletas, y la
necesito en su mejor forma posible en este momento.
— Bienvenidas a bordo — les digo al entrar, la puerta de la
cubierta cierra el paso al ruido. — El camarero les mostrará
sus camarotes y luego el barco. El gimnasio está en la cubierta
posterior. La cena es a las siete en el área de la piscina. — Me
lo tomo como si fuera un asunto de negocios, porque vuelvo a
quedarme mirándola.
Esta no es la niña que recuerdo.
— Gracias — dice, con la mirada recorriendo por el recibidor
de la cubierta superior, por donde entramos en el barco. —
Esto es más grande que todo mi edificio — dice asombrada.
Si el barco la ha dejado boquiabierta, mi casa será aún más
sorprendente.
— ¿Necesitan alguna cosa? — pregunto para ser educado,
necesito alejarme.
Solo unos minutos para aclarar mi cabeza después de estar
nuevamente en ese gimnasio.
— No —niega con la cabeza— creo que estamos bien. — El
mayordomo principal del barco las acompaña hasta la cubierta
inferior a la mía, donde están los camarotes de invitados.
Espero hasta que se pierdan de vista y doy un paseo por la
cubierta exterior hasta mi camarote, observando cómo se pone
el sol. Cierro los ojos, con un dolor de cabeza incipiente tras
ellos, e intento empujar los recuerdos de vuelta hasta donde
estaban enterrados.
Todo sigue igual. El gimnasio no ha cambiado nada. Creía que
todo estaría muy cambiado, que podría entrar allí como si
nunca hubiera pasado nada. Pero me equivoqué. ¿Por qué no
lo habrían cambiado? Hacerlo nuevo, empezar de nuevo. Es un
mausoleo al pasado, a un pasado por el que casi muero
intentando olvidar. Me siento en la cubierta de popa y me sirvo
un trago. El vodka puro acabará con mi dolor de cabeza o lo
intensificará, pero lo necesito para calmar mis temblores.
Debería haber enviado a alguien a buscarla.
— Alek—me interrumpe mi jefe de seguridad— la cena está
lista, pero solo Rory te acompañará. Su entrenadora está muy
mareada. He enviado al médico a revisarla. — Estar a solas
con Rory me pone nervioso sin ninguna razón.
Ella es solo una luchadora, he recibido a otras luchadoras
antes, y no es diferente.
— Estaré allí en un minuto —digo— solo necesito cambiarme.
— El traje me está dando calor y todavía me estoy ahogando
en mis propios demonios.
Dentro de mi habitación me pongo unos pantalones color
caqui y una camiseta Henley. Al instante me siento mejor y
más como yo mismo.
CAPÍTULO 5

Rory

La mesa está afuera, en el área de la piscina de este


monstruoso barco, que es como una ciudad flotante en las
aguas casi negras. Lejos de las luces y del smog de la ciudad,
puedo ver las estrellas en el cielo totalmente oscuro, y el aire
huele a sal, no a vísceras de pescado. Nadia está mareada,
desde el momento en que subimos a bordo, y desde entonces
su cabeza está en el retrete.
He venido a cenar sola, sin saber lo que me esperaba, pero
cuando veo la mesa puesta con demasiados cuchillos y
tenedores, me pongo nerviosa. No soy una chica refinada y,
desde luego, no tengo ni idea de cuáles de ellos debo usar.
— Rory —la voz de Alek me sobresalta y miro a mi alrededor
para verlo inclinado sobre la barandilla, con un cigarrillo en
una mano y una copa de cristal en la otra— ¿ya estás bien
instalada? — me pregunta, incorporándose y caminando hacia
la mesa.
Está vestido con ropa informal, no con el traje y la corbata de
esta tarde.
— Sí, gracias. — Lo miro, con esta luz tiene un aspecto
diferente.
Tiene el cabello revuelto por el viento y sus brazos musculosos
estiran la tela de su camiseta Henley. Alek parece más joven
que mi hermano, aunque sé que tienen la misma edad y que
iban juntos al colegio.
— Nadia se siente muy mal, no creo que los barcos sean lo
suyo.
— ¿Y tú estás bien? — me pregunta, acercándome la silla.
Al principio solo lo miro, y luego tomo asiento mientras él la
empuja. Un caballero, uno de verdad, vaya. ¿Quién iba a decir
que los mafiosos tenían modales?
— Estoy bien —le respondo— los barcos no me molestan,
solía salir a pasear con mi padre cuando era pequeña. — Él
sonríe y se sienta frente a mí.
Estar en el agua me transporta a esa época, mucho tiempo
atrás, cuando la vida no era dura con nosotros. Cuando mi
padre se encargaba del negocio y nosotros éramos solo unos
niños.
— Recuerdo el viejo barco de pesca — dice Alek. — ¿Qué fue
de él? — Me trago el nudo en la garganta.
— Callum tuvo que venderlo —le digo— cuando las cosas se
pusieron feas. — Prefiero no recordar esa época de nuestras
vidas.
Uno de la tripulación se acerca y me ofrece algo de beber.
— No, gracias, solo agua, por favor. — Digo, y rápidamente
me traen una botella de agua cara y elegante.
— Les he pedido que lo consulten con Nadia, así que seguirán
con tu plan de alimentación y tu misma dieta. Espero que eso
te parezca bien — pregunta Alek.
Me siento aliviada porque temía ser grosera y no comer nada
de lo que me pusieran delante.
— Gracias, te lo agradezco — respondo, y él asiente. —
Quiero estar siempre en buena forma para la pelea, porque esto
me entusiasma. — Alek me mira cuando hablo, y me presta
atención en todo.
Me pone delante un plato de pollo, verduras al vapor y un
huevo perfectamente escalfado, y para mi sorpresa él también
come lo mismo.
— Es horrible ver a alguien comer comida que tú no puedes
permitirte, yo comí así durante años, así que no me importa —
me dice, poniendo la servilleta de tela sobre su regazo.
Yo hago lo mismo, sin estar segura de cuáles sean los modales
correctos en la mesa en esta situación. La comida, aunque sea
comida de luchadora, huele increíble.
— Es diferente cuando la cocina un chef de fama mundial, te
juro que puede hacer que las tostadas sepan bien — dice Alek
cortando su filete de pollo.
Nunca había tenido un chef que me cocinara, quizás en un
restaurante una o dos veces, pero nunca así. Después de un
bocado; estoy lista para devorarlo, olvidando que se supone
que soy una dama. Tengo hambre y esto está increíble.
— Está buenísimo —digo— quién iba a decir que las verduras
al vapor sabrían así. — Hago las mías en el microondas, y
normalmente no saben a nada.
— Me alegro de que te guste, el chef a bordo se unirá a
nosotros en mi casa de verano. Está cerca de mis instalaciones
de entrenamiento donde estarás todos los días. — Una casa de
verano, vaya, yo tengo apenas una casa.
Es del tamaño de una caja de cerillas encima del gimnasio y en
la peor parte de Dublín. Las casas de verano y los chefs no son
algo a lo que esté acostumbrada.
— Te quedarás conmigo. La mayoría de los otros luchadores
se alojan en apartamentos de la ciudad, pero a tu hermano y a
mí no nos pareció adecuado — dice, y yo pongo los ojos en
blanco.
— Por supuesto que, Callum cree que necesito un niñero. —
Suspiro.
— No soy un niñero, solo es por tu seguridad —dice Alek—
tanto tu familia como la mía corremos ciertos riesgos que
vienen con nuestros nombres. No puedo arriesgarme contigo,
tengo grandes planes para ti esta temporada. — Cuando dice
«grandes planes» mi corazón da un doble golpe dentro de mi
caja torácica: voy a luchar.
Luchar de verdad, en la jaula, delante de un público. En la
maldita televisión, esta es mi oportunidad y estoy aquí para
eso. Aceptaré un niñero si eso me permite pelear.
— ¿Grandes planes? — Tengo que preguntar, porque todo
parece irreal hasta este momento.
— Cuando estemos en casa, te instalaremos a ti y a tu
entrenadora enferma, luego podremos hablar de ello. Por
ahora, puedes disfrutar de uno o dos días en el barco. — Me
evade, ya me he hecho ilusiones y sé que me decepcionaré si
mi idea de grandes planes no coincide con la suya.
Quiero pelear. Quiero pelear por un cinturón, aunque tenga
que perderlo.
— Una vez que lleguemos allí empezará el trabajo duro, esto
no es pelear como lo hacen las americanas o las británicas.
Hay que entenderlo, competimos en los eventos asiáticos y las
luchadoras rusas son bastante duras. — Estoy lejos de ser
blanda, puede que parezca linda, pero no soy blanda.
Me enfado silenciosamente por el hecho de que piensen que
no puedo competir al mismo nivel que esas luchadoras.
— Puedo competir con ellas —digo tragando el último bocado
de mi comida— no soy una niña pequeña, sé moverme en la
jaula. — Llevo mucho tiempo preparándome para esto.
— Lo sé —sonríe— eres la protegida de Callum. — Ya me
han llamado así antes, solo que él lo dice en el buen sentido.
Otros no han sido tan amables.
— Pero yo no soy él —defiendo mi identidad, algo que he
hecho toda mi vida, en el colegio y en los deportes— que sea
mi hermano y me haya entrenado no significa que seamos
iguales.
— Oh, por supuesto que no eres igual —se ríe— eres mucho
más bonita que él, y estoy seguro de que también me darás el
doble de problemas. — Me río con él y, mientras recogemos
los platos, Alek me pregunta. — ¿Qué te hizo querer ser
luchadora?
— Mi padre era un luchador —digo— Callum era un
luchador, es como en esas familias en las que todos son
médicos o abogados. Simplemente me pareció lo correcto, y
me encanta.
— Todos en mi familia son asesinos o secuestradores, me
alegro de no haber caído en eso — me dice, y yo enmudezco
de sorpresa.
No soy estúpida, pero decirlo así, tan abiertamente. Sé que mis
hermanos hacen cosas cuestionables, pero nunca me los había
imaginado matando a nadie. Ahora tengo que preguntarme,
porque Alek y Callum son muy cercanos. Trabajaron y
vivieron juntos durante mucho tiempo.
— Si luchas solo porque tienes que hacerlo; fracasarás, si
luchas por cualquiera menos por ti mismo; fracasarás. Solo
podrás ganar la lucha si la amas y si luchas por ti mismo —
dice con la sabiduría que solo un luchador podría tener.
— Me encanta —le digo— y nunca quise hacer otra cosa. Si
iba a hacer lo que mi familia quería que hiciera, no sería esto.
— De hecho, dedicaron mucho tiempo y esfuerzo intentando
que hiciera otra cosa que no fuera luchar.
Cuando me prohibieron ir al gimnasio, me peleaba en el
colegio. Me metí en suficientes líos como para que se
rindieran y me dejaran hacer aquello para lo que había nacido.
— Oh, apuesto a que te hubieran casado y te tendrían haciendo
bebés, si pudieran.
— Eso nunca va a pasar —me río entre dientes— odio a los
niños y tengo una opinión muy baja del matrimonio. Esto es lo
que siempre he querido hacer. — Es guapo cuando sonríe,
cuando lo hace de verdad, mostrando todos sus dientes
blancos.
Tiene una bonita sonrisa para ser un boxeador profesional,
probablemente tenga unas carillas bastante caras.
— Puede que un día cambies de opinión —dice Alek
reclinándose en su silla— cuando te canses de luchar. Llega un
momento en que nuestro cuerpo ya no puede seguir el ritmo de
nuestro corazón. — Cuando dice eso lo percibo, sus palabras
están cargadas de su propio dolor.
Lo que pasa es que conozco a los luchadores y nunca sabemos
cuándo abandonar, o cuándo es suficiente. Nunca nos
rendimos, y eso, a la vez, es una virtud y una maldición.
— Hace tiempo decidí que no sería la madre de nadie.
Además, ningún hombre se me acerca lo suficiente como para
salir conmigo, y mucho menos para casarse. Tengo cuatro
hermanos mafiosos. — Se ríe y me mira a los ojos.
— Sin embargo, aquí estoy, contigo, cenando y conversando y
no es tan malo. — No lo es, pero él es diferente.
Él me entiende, porque es un luchador, lo cual es muy
diferente a los chicos del gimnasio que piensan que pueden
acostarse conmigo.
— No, no es tan malo — digo, y se produce un silencio
incómodo entre nosotros.
Creo que el amigo de mi hermano acaba de coquetear
conmigo. Y lo peor es que creo que me ha gustado.
— Voy a acostarme —digo empujando mi silla hacia atrás—
ha sido un día largo y emocionante. Gracias por la cena.
— Te veo en el gimnasio por la mañana —dice Alek
levantándose— que duermas bien, Rory. — Por la forma en
que resuena su acento y su voz profunda, me llegan sus
palabras.
Me tocan físicamente. Camino de vuelta hacia mi camarote
desde la cubierta exterior, bajando los escalones hasta las
puertas que se abren hacia el exterior. La brisa del barco en
movimiento es refrescante con el calor, y las dejo abiertas para
poder ver las estrellas y oler el aire salado del mar.
Me pongo una camiseta sin mangas de algodón suave y unos
shorts cortos masculinos que saco de la más pequeña de mis
dos maletas, antes de meterme bajo las lujosas sábanas de la
cama de matrimonio. La suavidad del algodón es celestial, y el
sonido de las olas golpeando el barco me adormece
rápidamente.
***

Cuando me dijo que había un gimnasio en el barco, supuse que


se trataba de un pequeño gimnasio doméstico para mantenerse
activo mientras flota en su palacio marítimo. Pero me
equivoqué. El gimnasio del yate de Alek ocupa casi una
cubierta entera y está equipado con todo lo que cualquiera,
especialmente un luchador, podría desear. Suelos
amortiguados, sacos de boxeo pesados, un cuadrilátero de
prácticas de tamaño normal y todo el equipamiento y los
aparatos de cardio que mi corazón pudiera necesitar.
Nadia seguía sufriendo de mareos y el médico del barco, que
me parece tan presuntuoso, le ha puesto una inyección que la
dejó inconsciente. Así que estoy sola, lo que no me importa
demasiado. Esto es como Disneyland para mí, todas estas
cosas para mí sola, porque no veo a nadie más que venga aquí
a divertirse.
Me pongo los auriculares y corro en la cinta para calentar. Es
silenciosa, muy silenciosa comparada con la de casa, que
suena como si me fuera a comer en cualquier momento. Doy
zancadas al ritmo creciente de mi lista de reproducción, cada
vez más rápidas hasta que empiezo a sudar. No hay nadie
mirándome ni persiguiéndome, pero aun así doy todo lo que
tengo.
— ¡Dios! — Casi pego un brinco cuando abro los ojos después
de una sentadilla y veo a Alek parado junto a mí, la música a
todo volumen en mis oídos me impidió oírlo entrar. — Por
poco me provocas un maldito infarto — digo sacándome los
audífonos y sentándome bien.
— Buenos días a ti también — dice con una sonrisa burlona.
El hombre está vestido con ropa de gimnasia y lleva una toalla
colgada en el hombro.
— ¿Estás lista para entrenar? Mientras Nadia esté
incapacitada, trabajaré contigo. — No me lo esperaba, pensaba
seguir sola hasta que bajáramos del barco.
Nadia no mejorará hasta que sus pies pisen tierra firme.
— Estoy bien por mi cuenta gracias, no necesitas hacer esto —
digo— conozco mi entrenamiento, y puedo arreglármelas sola
con los sacos. Estaré bien hasta que lleguemos a tierra firme y
ella se sienta mejor. — Trabajar con un nuevo entrenador
puede provocar el caos, es mejor mantener el rumbo y no
complicarse con nada.
Al menos, no tan cerca de luchar de verdad. Ahora es cuando
hay que mantener las cosas como están y no empezar a
volverse radicales y cambiar.
— No te estaba preguntando si querías, te estaba diciendo que
te entrenaré hasta que tu entrenadora vuelva a estar bien —
dice con una voz severa que me hace enderezarme.
Aunque no quisiera hacerlo, por su forma de decirlo, no podría
ignorarlo.
— Empezaremos con los sacos, ya que has calentado sin mí,
luego podemos subir al ring y trabajar en los movimientos. —
Es bueno en esto, ha entrenado a tantos luchadores increíbles,
debería estar feliz de trabajar con él, en cambio me molesta
que piense que puede mandarme.
— Bien —replico, levantándome del suelo e ignorando la
mano que extiende para ayudarme— pero puedo hacerlo todo
yo sola.
— Ya aprenderás que mis luchadores hacen lo que se les dice
y no lo que quieren, Rory. Por eso son buenos y están bien
pagados. — Es una amenaza velada, un recordatorio de que
me está pagando mucho dinero por estar aquí y por hacer lo
que él diga cuando peleo.
Él es mi jefe. Cambié a cuatro hermanos por un hombre que,
en un instante, me mostró su verdadero rostro.
Golpeo el saco con toda la rabia con la que me gustaría
golpearlo a él, me ahogo con las palabras que quiero gritar.
Peleo enfadada. Y la primera regla es; nunca pelear enfadada,
no debe haber ningún tipo de emoción en la pelea porque la
emoción puede ser utilizada en tu contra. Me olvido de la regla
de oro que me enseñó mi hermano y me enfado muchísimo.
Alek se aparta del saco, se mete las manos en los bolsillos del
pantalón de gimnasia y me mira.
Soy una maldita bola de agresividad jadeante y sudorosa.
— Necesitas dar un paseo y controlar lo que sea que esté
pasando dentro de tu bonita cabeza. No llevamos nuestra ira,
miedo o alegría a la pelea. Nunca. Ve a dar un paseo y vuelve
cuando hayas controlado tus sentimientos. — Pudo ver a
través de mí.
Como si él nunca lo hubiera hecho, es igual que mi hermano.
Están cortados por el mismo patrón asqueroso, podrían ser
gemelos si no se vieran completamente distintos.
— Estoy bien —le siseo intentando controlar mi respiración—
no necesito un paseo.
— Vete a dar un maldito paseo, Rory —dice metiéndose en mi
espacio personal— por el bien de los dos. — Su mandíbula se
crispa por la rabia que le invade, y en lugar de enfrentarme a él
enfadada, doy un paso atrás, me limpio la cara con una toalla y
salgo de su gimnasio al aire fresco de la mañana.
Puedes hacerlo.
Naciste para luchar, Ror.
Eres mejor que esto.
No dejes que ese hombre te afecte.
Hablo conmigo misma y me alejo del gimnasio hacia la parte
delantera del barco. Hoy el oleaje es más grande y el barco se
balancea en el agua. No puedo notarlo a menos que mire
directamente al agua, pero no es de extrañar que Nadia esté tan
mal en estos momentos. El océano está lejos de estar en calma.
Está enfadado y furioso como yo. Imita mi estado de ánimo y
me agarro a la barandilla con tanta fuerza que me duelen las
manos. ¿Por qué estoy tan enfadada por el hecho de que el
hombre que me contrató para luchar quiera entrenarme?
No debería enfadarme, no con él.
Cierro los ojos, siento el viento y el balanceo del barco,
permitiendo que mi cuerpo se relaje, desplegando el resorte
enrollado de la ira y tratando de encontrar la calma. La calma
mental que necesito para luchar. Hay un lugar tranquilo a
donde acudo cuando mis emociones me abruman, tuve que
aprender eso cuando peleo, y que debo desconectarme.
Todo el ruido, los sentimientos, las hormonas… todo tiene que
quedar fuera. Nada de eso importa en una pelea. Abro los ojos
y desencajo la mandíbula. Por alguna razón, Alek me ha
tocado una fibra sensible, pero eso no es motivo para perder la
calma. No hizo nada malo. Simplemente me lo he tomado a
mal.
Me calmo y me recompongo. No es culpa suya que Nadia se
maree, o que no me guste cambiar mi rutina de ejercicios.
Todo esto es nuevo, estoy yendo a un país totalmente nuevo y
tendré que afrontar mejor los cambios. No puedo ponerme
nerviosa cada vez que algo sea diferente.
Debería volver. Él está ahí esperando que actúe como una
luchadora y no como una chica. Pero la chica tiene miedo y se
enfadó por ello. Tengo miedo de no ser lo suficientemente
buena. Jamás diría eso, a nadie más que a mí misma.
— Lo siento —su voz me pone la piel de gallina, pero no de la
que hace gracia— deberíamos haber hablado de esto, y de
cómo hago las cosas. Cuando estés lista para volver, podemos
empezar de nuevo. — Está parado justo detrás de mí,
superándome, él podría tirarme por la borda sin ningún
esfuerzo.
Simplemente desaparecería. No puedo darle una razón para
que no me quiera aquí. Es amigo de mi hermano, pero para mí
es un extraño.
Un extraño, y también un peligro. Eso es lo que dice mi
intuición.
CAPÍTULO 6

Alek

Cuando llegamos a mi casa de San Petersburgo, el personal


está alineado como en la película histórica sobre una reina,
esperando para recibirme a mí y a mis invitadas. Es un placer
para ellos tener en casa a alguien que no sea yo o mis primos.
— Acomódense y duerman bien — le digo a Rory, que tiene la
mandíbula desencajada y los ojos muy abiertos mientras
asimila la magnitud de la casa. — Te despertarán a las cinco
para desayunar y nos iremos al gimnasio a las seis. Esa será
nuestra rutina a partir de ahora.
En realidad, no me está escuchando, está mirando todas las
cosas bonitas y brillantes que adornan mi casa.
— Tengo trabajo que hacer esta noche. Mi personal organizará
una cena para ti y para Nadia, si a ella le apetece. Nos vemos
por la mañana. — La dejo allí mientras me dirijo a mi lado de
la casa.
Después de unos días en el barco tan cerca de ella, necesito
algo de tiempo para mí.
Hay un fuego en esa chica que no se parece a nada que haya
visto en mi vida. Es peligrosamente seductora, como las
llamas azules, tan bonitas pero que queman. He preparado mi
dormitorio, he trasladado la ropa de mi otra casa a ésta y he
montado mi despacho. El escritorio de caoba da a una ventana
hacia la calle. Me gusta observar a la gente y verlos ir y venir,
prefiero observarlos que tratar con ellos.
Descanso un rato en la soledad y en la penumbra de mi
habitación antes de sentarme en mi escritorio y empezar a
avanzar en el trabajo que tengo pendiente luego de una semana
en el barco. Aunque lo disfruté, el tiempo fuera no tarda en
pasarme factura y me hace desear no haberme tomado ese
tiempo libre. Me pregunto si habrá valido la pena, porque
ahora hay mucho que hacer. Esta noche tengo una reunión con
mis primos y otros jefes de la Bratva, hay un gran cargamento
de cocaína procedente de Birmania, y tenemos que distribuirlo
por varios de nuestros territorios a grandes compradores que
no podemos permitirnos que se enfaden.
Hacer enemigos no es una opción, ya tenemos demasiados y
desde que Konstantin ha provocado una guerra con Dimitri ya
hay demasiados obstáculos. Sé que lo del ferrocarril de Dublín
saldrá a relucir y tendré que evadirlos hasta que Callum se
recomponga.
Tener invitados en casa es inquietante. No suelo tener a nadie
alojado conmigo, para eso están los hoteles. Pero Rory es una
chica muy hermosa y que esté sola en un sitio así; es peligroso,
mis luchadores se alojan en apartamentos por toda la ciudad. Y
no siempre en los mejores barrios. Aparte de eso, no me gusta
la idea de que esté sola con los hombres que empleo.
Es maravillosa y sabe defenderse, pero algunos de los
luchadores que tengo están locos, son grandes y muy groseros.
No respetan a las mujeres, y definitivamente no se les puede
decir que no. Esto es lo mejor, para ella. Es más seguro. Le
prometí a su hermano que estaría segura bajo mi cuidado. De
esta manera ella se queda aquí, entra y sale del gimnasio
conmigo todos los días, por lo que es menos probable que se
arriesguen.
— Leonid está aquí — me dice desde la puerta el encargado de
mi casa. — ¿Dónde quiere hacer su reunión? — No quiero que
mis asuntos se cuelen en la intimidad de mi casa.
Leonid es de la familia, pero algunos de los que nos
acompañarán; no lo son.
— En la biblioteca estaría bien. Que alguien le sirva algo de
beber mientras esperamos a los demás. Yo iré enseguida. —
Lo despido para que se ocupe de los detalles mientras yo
repaso todas las posibles preguntas y desenlaces a los que voy
a enfrentarme.
Me aliso la corbata, me pongo la chaqueta y bajo a la
biblioteca. Es una de mis partes favoritas de esta casa: la
chimenea, las estanterías altas, las ventanas grandes y los
muebles cómodos hacen de ella un lugar en el que puedes estar
todo el día.
— Leonid —le doy la mano a mi primo— me alegro de verte.
— Parece molesto, y supongo que yo también lo estaría si
estuviera en mi yate en el Mediterráneo disfrutando del verano
y tuviera que volar a casa para una reunión de trabajo.
Como paso menos tiempo en el barco, estas cosas no me
molestan tanto.
— Diría lo mismo, pero mi mujer y yo estábamos disfrutando
de un tiempo de descanso, así que esto me molesta. Pero no
podemos permitir que nada interrumpa esta entrega, así que es
mejor que estemos todos de acuerdo — dice encendiendo un
puro. — ¿Qué tal la visita a Dublín, ya se ha solucionado ese
atasco? — Sabía que lo primero que diría sería eso, mis
primos odian el vínculo que comparto con Callum, están
celosos de nuestra amistad.
— Estamos en ello —le digo— he presionado donde hacía
falta y ahora tengo una garantía por si algo sale mal. — Leonid
se saca el puro de la boca y me mira para que le cuente más.
— La hermana de Callum está aquí, la he traído para luchar, y
sé que él nunca haría nada que la pusiera en peligro. Tiene una
razón muy valiosa para asegurarse de que volvamos a poner
las cosas en su sitio.
— Inteligente movimiento — dice. — ¿Ella sabe luchar? ¿O
solo fue para traerla hasta aquí? — A mi primo le gusta
apostar en las peleas, tiene sed de sangre por ver a la gente
golpearse.
— Ella lleva su sangre con toda seguridad, la chica será
imparable si tiene la oportunidad. — Leonid frunce el ceño y
se cruza de brazos.
— No necesitamos imparables Alek, necesitamos que sepan
cuándo perder, maldición. Los corredores de apuestas son un
enemigo que no quiero añadir a la lista ahora mismo. —
Entiendo sus preocupaciones, es una nueva adquisición
arriesgada, pero he visto su historial de peleas.
Será buena para el negocio, si consigo que siga instrucciones y
sepa cuándo ganar y cuándo no.
— Se mantendrá a raya. La mantengo cerca. Nadia es su
entrenadora, las traje a ambas. — Nadia luchó para nosotros
hace años, ahora es entrenadora.
Encuentra talentos y trabaja con un luchador hasta que sea lo
bastante bueno y luego sigue adelante.
— Nadia es buena —dice— entonces esta chica no puede ser
mala si está con Nadia.
— No lo es, y antes de eso, Callum la entrenaba y la dirigía —
le digo, sabiendo que no es fan de Callum, pero sabe lo bueno
que es.
— ¿Crees que puede llegar hasta el cinturón? — me pregunta,
y sé que puede.
Podría ganar el cinturón, pero esto no funciona así. Los
números no cuadran de esa manera. Ella pierde, y otra gana,
de ese modo, nos mantenemos con las apuestas.
— Puede ganar el cinturón, pero tú y yo sabemos que no se lo
permitiremos. Ella es muy buena, y es hermosa, el público la
amará. Puedo hacer tanto dinero comercializándola; del mismo
modo, que lo haremos con la pérdida. Le espera un largo
camino. Confía en mí.
— La confianza se gana, y yo confío en ti. Pero no confío en
las luchadoras bonitas a menos que demuestren que son dignas
de confianza. — Leonid ni siquiera confía en sí mismo
algunos días, es decir, se casó con la mujer que le disparó.
Su juicio es cuestionable.
— Mantenla con una correa.
— Ella vive aquí, así que eso no será problema. La tengo aquí
donde puedo vigilarla. — Parece sorprendido, porque no suelo
alojar a luchadores en mi casa.
Ellos son parte del personal, la ayuda, pero no son amigos ni
familia. Esto no es habitual, ni normal. Es una gran excepción.
— ¿En tu casa? — me pregunta.
— Es la hermana de Callum, no puedo dejarla suelta en San
Petersburgo. Su reputación familiar y el hecho de que es
jodidamente hermosa es buscarse problemas. Aquí puedo
asegurarme de que no le pase nada. — Leonid asiente.
Puedo ver los engranajes girando. Se lo está pensando mejor,
querrá utilizarla para que nos permitan acceder de nuevo a ese
apartadero.
CAPÍTULO 7

Rory

Anoche vi entrar a unos visitantes en casa de Alek, uno de


ellos llegó justo cuando íbamos a cenar. Ya lo había visto
antes, en casa, haciendo negocios con mis hermanos. No son
hombres muy agradables, ni amigos que vienen a darme la
bienvenida a la casa. Todos llevan armas. Tiene a asesinos y
mafiosos bajo su techo, y por lo que sé, él es peor que todos
ellos juntos. Mi instinto aún me dice que sea cautelosa, y que
no confíe en este hombre.
Nadia y yo cenamos solas, y esta mañana me despertó a las
cinco para desayunar como había prometido. Mi cuerpo se
resiente después del viaje por el cambio de zonas horarias y
me siento un poco decaída.
— Gracias — digo cuando me ponen delante un plato con
claras de huevo y aguacate con pan de centeno.
Parece una foto de revista y huele tan bien que me gruñe el
estómago. Estoy hambrienta y me pongo a comer sin prestarle
atención a Alek. Esta mañana parece más gruñón que en el
barco, y las profundas arrugas de su frente mientras lee algo en
el móvil me dicen que tampoco me está prestando atención.
— Te espero en el coche a las seis —dice levantándose— no
me hagas llegar tarde. — Asiento con la boca llena de comida
y él sale del comedor.
Nadia aún necesita un día, ha recibido un martillazo en el
barco. Así que seremos nuevamente él y yo, y no sé qué me
espera cuando lleguemos a su centro de entrenamiento y a su
gimnasio. He oído rumores por parte de los luchadores y
Nadia dice que me dejará boquiabierta.
El gimnasio de su barco me dejó alucinada, así que estoy
segura de que esto será aún más que eso. Me meto en la ducha,
me pongo la ropa de gimnasia y tomo mi bolso lo más rápido
posible. Salgo por la puerta principal de su casa y Alek ya me
está esperando a las seis menos diez.
Tomo nota de que llegar quince minutos antes; es ser puntual,
cualquier otra cosa es un retraso.
Entramos en el todoterreno oscuro y la puerta es cerrada por su
seguridad armada, que en este momento me percato de que
están por todos lados. Un coche nos sigue, y hay otro delante
de nosotros.
— El gimnasio no está lejos de aquí. Te instalaremos y luego
haré que un chófer te recoja más tarde. Puede que esté yendo y
viniendo. Si me necesitas; mi número está aquí. — Me entrega
un smartphone.
— Tengo un teléfono —digo confusa— puedo añadirlo ahí.
— Habrá que deshacerse de tu teléfono, no podemos
arriesgarnos a fallos de seguridad. Este teléfono tiene los
números que necesitas y Callum también ya tiene este número
— me dice, mientras agarro el teléfono y me tiende la mano,
queriendo que le entregue el mío.
— Todas mis fotos y recuerdos están ahí. — Dudo, porque mi
teléfono tiene toda mi vida en él.
— Te haremos una copia de seguridad — afirma, y se la doy,
demasiado asustada para discutir. — La seguridad es
importante, esto es Rusia, no tu patio trasero. Aquí las cosas
son diferentes. — Ahora lo veo muy claro.
Llegamos a un aparcamiento subterráneo donde dos hombres
armados abren una pesada verja de hierro para permitirnos el
acceso. Una vez dentro, la cierran detrás del coche y solo
entonces se detiene en un hueco libre junto a la puerta de un
ascensor.
Cuando el coche para, me abren la puerta desde fuera y salgo
al inquietante recinto vacío. Alek me acompaña hasta la puerta
del ascensor y el guardia entra con nosotros. Alek pulsa el
botón de la cuarta planta y empezamos a subir. Tengo
mariposas en el estómago. Estoy nerviosa por ser la «nueva»
del gimnasio. Sé cómo es cuando llega alguien nuevo, puede
ser brutal.

***

No entiendo ruso, pero sí el lenguaje corporal, y aquí no le


caigo bien a nadie. En el gimnasio se respira un aire diferente,
y me doy cuenta de las miradas que recibo, sobre todo porque
Alek está en el gimnasio trabajando conmigo. Su atención
hacia mí a algunas les desagrada, pero he venido aquí a luchar,
no a hacer amigas. Esta primera semana de entrenamiento con
Alek ha sido dura, no estaba totalmente preparada para el nivel
de dedicación y forma física que tienen aquí.
No me gusta la política de patio de colegio ni los
comportamientos mezquinos. Siempre he sido una solitaria,
una machona sin amigos y con cuatro hermanos para hacerme
compañía. Y ahora mismo no tengo lugar en mi vida para otra
cosa que no sea luchar. Para eso estoy aquí.
— Los ojos en mí —grita Alek— no en ellos. Ellos no
importan. — Me atrapa mirando cuando siento ojos sobre
nosotros, y la chica que nos mira rápidamente aparta la
mirada. — No puedes permitir que te distraigan, Rory — dice,
y me avergüenza que no esté equivocado.
He permitido que su evidente antipatía se me meta un poco en
la piel. Todas son amigas, se chocan las manos y se abrazan
cuando se van o cuando llegan, y yo soy «esa» a la que
ignoran o a la que todas miran fijamente.
— Todas parecen tener algún tipo de problema conmigo —
digo dándole un golpe y fallando.
— El problema no eres tú, soy yo — admite. — Normalmente
no entreno con mis luchadoras, y tampoco nunca vienen a mi
casa. Vives conmigo, así que creen que tengo algún tipo de
trato especial contigo.
— ¿Y entonces por qué me quedo contigo? Maldición, puedo
quedarme con el resto. — No quiero ser un problema para él, y
no necesito que todo el gimnasio me odie.
— Tu hermano me arrancaría el pito y me lo daría de comer
—dice— no, te quedas donde estás. Estas tontas superarán sus
celos y sus recelos muy pronto. — Callum haría exactamente
eso si pensara que alguien me ha hecho daño.
Me gusta quedarme con Alek, la ciudad no es como estar en
mi casa, siento como si tuviera que mirar por encima del
hombro todo el tiempo.
— Pero quiero al menos intentar encajar — le digo, porque me
siento relegada al ostracismo.
— ¿Para qué? — me pregunta, haciendo una pausa y bajando
los puños. — Más bien debes destacar. Se supone que no
debes mezclarte con la multitud, Rory. Quiero que llames la
atención de ellas, y del público. De otros promotores y
managers. Así es como te llevaremos hasta el combate por el
título.
Miro a mi alrededor y veo cómo me miran a hurtadillas, y una
vez que él se vaya, sé que volverán a mirarme abiertamente y a
hacer comentarios que no puedo entender. Me siento como una
atracción de feria y se me eriza la piel.
— Se ponen un poco pesadas cuando no estás —digo tomando
mi botella de agua— soy una forastera, y se sienten
amenazadas. Otra no tiene la oportunidad por mi culpa. — Sé
cómo funciona, una de estas chicas se queda fuera de las
fichas para que yo pueda entrar en ella.
Alek gira, inspeccionando su reino. Todas vuelven a trabajar
muy rápido cuando mira hacia ellas.
— Sí, por supuesto que deberían sentirse amenazadas, porque
eres buena. — Se encoge de hombros y volvemos a mi
entrenamiento.
Alek me está ayudando para perfeccionar mi estado, dándome
consejos para eliminar a la competencia a la que me enfrentaré
aquí. Potencia mis puntos fuertes y crea formas de cubrir mis
puntos débiles. Tiene un estilo de entrenamiento muy
particular y prácticamente ha excluido a Nadia. Ella trabaja
conmigo cuando él se va, pero al menos dos o tres horas al día
está aquí presionándome.
A veces lo sorprendo mirándome y más de una vez me he
sorprendido también mirándolo.
Cuando terminamos, se quita los guantes y dice. — Te veré en
casa esta noche, tengo algunos asuntos que tratar, pero debería
estar resuelto para la hora de la cena. — Asiento con la cabeza
mientras él se escabulle bajo las cuerdas y Nadia entra para
ocupar su lugar.
— Es bueno para ti —comenta— serás mejor luchadora
cuando él termine contigo. — Quiero ser la mejor, y él puede
conseguirlo.
A la mierda todas las sucias miradas de reojo, y los susurros.
He venido aquí a luchar, maldición, y eso es lo único que
importa.
— Es solo un entrenador —le digo ignorando sus comentarios
— no quiero que se centre más atención de la debida en él y en
mí. — Seguimos trabajando y a la media tarde ya estoy
acabada.
Ocho horas al día en el gimnasio es mucho, y por las tardes
estoy agotada.
El conductor nos espera abajo, en el aparcamiento que nadie
más utiliza. Todos los demás aparcan un nivel más arriba o en
la calle de enfrente. Tampoco tienen a dos fornidos hombres
armados siguiéndoles a todas partes. Aún no me he
acostumbrado y me han dado más de un susto. Cuando
llegamos a la casa, hay tres o cuatro coches negros aparcados
delante, visiblemente reforzados en seguridad, y me dicen que
espere en el coche hasta que me digan que puedo salir. Veo
cómo le consultan al hombre de la puerta antes de volver a
buscarme.
— Puede entrar, Alek está trabajando. Por favor, vaya a su
habitación y manténganse alejada hasta que terminen. —
Nunca lo veo aquí a menos que sea en la mesa para comer,
creo que tiene un calabozo secreto donde se esconde.
Esto es como cuando mis hermanos hacen «negocios» en el
gimnasio en vez de hacerlo en la estación de tren: tengo que
volverme invisible. ¿Cómo es que a los hombres turbios como
estos nunca los atrapan, simplemente se eliminan unos a otros?
Nunca se ven titulares en los que la policía haya atrapado a
esos cabrones, gracias a Dios, o sería huérfana.
A veces me sorprende cómo la red de criminales está tan
entrelazada, y todos se odian, pero a la vez se necesitan. Doy
gracias a Dios de que las mujeres estén excluidas del negocio
familiar en su mayor parte. Y otras veces desearía saberlo
todo, saber lo que mantienen oculto.
Me ducho, me cambio y miro el reloj. Falta mucho para la
cena y me ruge el estómago, necesito un tentempié para
aguantar hasta entonces. Sin pensarlo, atravieso la enorme
casa hasta la cocina donde el chef ya está ocupado con los
preparativos de la cena.
— Hola, Rory — me saluda con una gran sonrisa. — ¿Tienes
hambre? — Asiento con la cabeza y me levanta un dedo para
que espere mientras remueve lo que huele tan bien. — Tengo
un batido para ti, he añadido frutas a esa asquerosa proteína
que sueles tomar, sabe mucho mejor. — Me tiende el vaso
helado y una pajita.
Ni siquiera me molesto en poner la pajita y me lo bebo
directamente del vaso.
— Está mucho mejor. ¿Cómo has conseguido que sepa tan
bien? — le pregunto, y él se ríe.
— Es la magia de un chef —me guiña— requiere un poco de
tiempo y talento. Solo tienes que añadir comida de verdad a
ese polvo de mierda. — Me encojo de hombros, yo solo sé
cocinar comida casera con pollo y verduras al vapor.
Fuera de eso, tengo que pedir comida a domicilio o
precocinada. Me gustaban los menús saludables que pedía a
domicilio, había para atletas, para perder peso o para entrenar,
y solo había que meterlos en el microondas. Nunca he comido
alimentos tan sanos y sabrosos como los que prepara este tipo
todos los días.
Es lo mismo, pero él puede hacer algo diferente cada vez, y
me encanta. Hay plátanos frescos en la encimera y tomo uno
antes de dar las gracias. Quería llamar a mi hermano antes de
cenar esta noche. La diferencia horaria hace que sea difícil
coincidir y echo de menos hablar con él, solíamos hablar todos
los días.
Intento calcular los horarios, pero no puedo. Si lo despierto,
me da igual. Vuelvo a la habitación para llamarlo cuando oigo
la voz de Alek detrás de las puertas de la biblioteca. Está
enfadado, pero no grita, y quienquiera que esté con él está
acalorado cuando responde. Debería seguir, pero algo me hace
quedarme detrás de la puerta.
— Averigua a quién diablos se lo vendieron, todo tiene un
precio, y quiero ese apartadero de ferrocarril. Si encuentras al
dueño; tengo dinero suficiente para comprarlo. Sé que Callum
está metido en algún lío, pero no puedo esperar a que lo
arregle. — Soy dueña de esas tierras, del muelle y de la zona
de apartadero del ferrocarril.
De los almacenes y del gimnasio también, eso es lo que
Callum me hizo firmar.
Alek lo quiere, y por lo que parece no se detendrá ante nada
para conseguirlo. No puedo decirle que son míos. Mi hermano
hizo esto para mantenerlos a salvo y lejos de cualquier otra
persona. Sé quién los está obstaculizando, tengo una idea de
por qué, pero son negocios y no se me permite entrometerme
en ellos.
Mejor que tampoco me atrapen aquí escuchando a escondidas,
la ignorancia es una bendición. Paso rápidamente y decido
fingir que no he oído nada. Callum dijo que tenía que poner las
propiedades a mi nombre para que nadie pudiera quedárselas,
y eso incluye a Alek. No dejaré que sepa que soy la dueña, o
que no tengo idea de los negocios de mi hermano.
CAPÍTULO 8

Alek

Rory me ha impresionado. A pesar de su reacción emocional


el primer día de entrenamiento conmigo, ha conseguido
mantenerse centrada únicamente en la lucha, a pesar de que
algunas de las otras luchadoras del gimnasio se muestren como
unas auténticas zorras. Ella ha mantenido la cabeza fría, está
trabajando duro, y está dando sus frutos. Rory es muy buena.
Sin embargo, es pequeña, y cuanto más miro las fichas de las
primeras peleas, cualquiera contra la que se enfrente tendrá
una ventaja de tamaño y un mayor alcance sobre ella. No es lo
ideal para su primera vez frente al público. Quizá sea mejor
esperar un poco e incluirla más adelante, cuando sepa que
empezará con una victoria contundente.
Necesito que sea una de las favoritas desde el principio, y me
preocupa que esté fuera de su nivel ante estas competidoras.
Esta mañana está en el ring entrenando con uno de los
luchadores masculinos, que se está preparando para el primer
gran combate de la temporada. Estoy entre las cuerdas y veo
cómo se enfrentan, él es muy verbal y la insulta, pero Rory es
una luchadora silenciosa. No se deja intimidar, ni le afectan
sus burlas y golpes verbales.
— Quiero pelear —dice mirándome— estoy lista. ¿Por qué no
estoy en la lista? — Porque es imposible ganar con los
nombres que aparecen en la lista, es lo que quiero decir, pero
sé que a su ego eso no le gustaría.
— No creo que estés preparada aún, quizá la próxima vez. —
Me fulmina con la mirada y, con un movimiento rápido, se da
la vuelta y le pega un puñetazo que lo deja inconsciente.
Cae al suelo como un saco de papas, y ella se enfada conmigo.
— ¿Sigues pensando que no estoy preparada? — Está
enfadada y desesperada por pelear. — ¿A quién diablos tengo
que noquear para conseguir una pelea? Porque puedo noquear
a cualquier luchador de aquí. Estoy lista Alek, y lo sabes. —
Sé que está lista para pelear.
Se trata de encontrar a la oponente adecuada para ella, eso es
todo. No me gusta su actitud arrogante, tiene que bajar un
escalón. Definitivamente, no me gusta que monte una escena
en el gimnasio delante de los demás.
— Podemos hablar de esto más tarde, en privado — le digo,
mientras mis entrenadores intentan levantar a su víctima del
suelo. — Puedes acompañarme a ver un combate esta noche.
— Me gruñe, como si estuviera dispuesta a morderme, antes
de arrancarse los guantes, el equipo de protección y bajar del
ring con elegancia.
Rory se marcha a los vestuarios y yo me contengo para no ir
tras ella. Le permito que tenga su rabieta. Ya me encargaré de
corregirla más tarde. Está decepcionada y todos hacemos lo
posible para conseguir lo que queremos a nuestra manera.
Su actitud de mierda podrá corregirse una vez que se haya
calmado, entiendo su enfado. Ha trabajado muy duro desde
que llegó aquí y se merece una pelea, solo tengo que encontrar
a la persona adecuada para que enfrentarse a ella. Termino mis
asuntos en el gimnasio, y cuando vuelvo a casa Rory ya está
allí. Hoy se ha ido temprano, algo que no ha hecho desde que
llegó aquí.
Sé que quiere luchar y hacerla esperar no ayuda a su estado de
ánimo. Ella está sola, alejada de su sistema de apoyo y tiene
los ojos puestos en un premio concreto. Es duro trabajar por
algo y sentir que no lo has logrado. Yo lo sé. He estado en su
lugar más de una vez en mi vida. Cuando la encuentro, está en
el balcón de la parte trasera de la casa, sentada al sol con los
ojos cerrados.
— Te fuiste temprano —le digo, y ella abre los ojos— no es
propio de ti dejarlo a medias.
— No tiene sentido prepararme para una pelea que nunca voy
a tener, ¿cierto? — Me responde con descaro. — Estoy
cansada y quería descansar. Si tuviese que luchar, me
esforzaría y trabajaría aún más. Pero no crees que esté
preparada para eso. — Sigue enfadada.
— No hay nadie con quien puedas luchar, aún no Rory —le
digo— tienes que ser paciente. Una pelea errónea no te
ayudará. Tienes que confiar en que sé lo que hago y en que
encontraré a la oponente adecuada. — No sirve de nada que la
noqueen en la primera pelea y que nadie la apoye.
— He sido paciente, así que a la mierda con esa excusa. — Se
sienta y me mira a los ojos. — Vine aquí para luchar, y no a
entrenar hasta que esté casi muerta. Pelear es la razón por la
que firmé ese contrato, y ahora no hay peleas. Estoy harta,
Alek. Me mato en el gimnasio todo el día y todo es para nada.
Mejor me tumbo aquí a descansar.
— Bueno, hoy puedes descansar, pero mañana volverás a
entrenar. — Esta noche puedes asistir a una pelea conmigo.
— Esta noche no hay ninguna pelea. — Me mira con el ceño
fruncido.
— No, no hay peleas oficiales esta noche, pero hay peleas y
vamos a ir. Juntos — le digo.
Tiene que ver la realidad de un luchador. Lo que ocurre
cuando eres bueno, pero no lo suficiente, o cuando necesitas
más el dinero para alimentar a tu familia que preocuparte por ti
mismo. Luchar por dinero sucio, manchado con criminalidad.
Ella sabe que está ahí, todos lo saben. Pero necesita verlo por
sí misma.
— Bien—resopla— iré contigo. — No paso por alto su mirada
de niña malcriada y su cambio de actitud.
Es bastante molesta e increíblemente sexy a la vez, y no
debería encontrarla sexy. Rory no debería ser atractiva, sexy o
tentadora para mí. Es la hermana de Callum, y aún así me
encuentro mirándola de otro modo.
La estoy mirando, todo el tiempo, lo cual es solo el principio
del problema. Lo que me preocupa es cuánto me gusta mirarla.
La busco y la observo incluso cuando ella no sabe que estoy
allí.
Me alejo de ella, sin confiar en mí ni en mi mente cuando
estoy cerca de Rory.
— Debes estar lista a las siete — le digo por encima del
hombro.
No me contesta, lo que me molesta, porque me gusta saber que
me han escuchado.
Me estoy cuestionando el hecho de que se quede aquí, quizás
debería buscarle un apartamento cerca donde ella no esté en
mi espacio. Donde no pueda verla, olerla, oírla… está por toda
mi casa. Es difícil ignorarla. Actuar como si no pensara que es
preciosa, o irme a dormir por las noches sin imaginármela
desnuda. Mi mente se desbarata lentamente, y temo que ella
sea la causa de mi reciente locura.
— Necesitamos seguridad extra esta noche —le grito a mi
mano derecha mientras entro en mi despacho— Rory asistirá
al combate como mi invitada, y no necesito ninguna mierda.
Asegúrate de que todo el equipo sea consciente de que no
estaré solo. — Estos eventos son conocidos por su capacidad
de convertirse en disturbios, peleas o situaciones peligrosas.
No es el lugar para llevar a una dama, aunque sepa dar un
puñetazo y protegerse.
Hay una pausa silenciosa antes de que él diga. — ¿Está seguro
de que es una buena idea, jefe?
— No te pago para que me interrogues, te pago para que me
mantengas a salvo. ¡Así que encárgate! — No estoy de humor
para que mi personal se confunda con su nivel de importancia.
Tienen trabajo, y a ninguno de ellos se le paga para decirme
cómo vivir mi vida. Siento el comienzo de un dolor de cabeza,
hoy ha hecho mucho calor y además Rory me sube la tensión.
Encuentro mi frasco de pastillas en el cajón superior de mi
escritorio y me trago dos en seco, sin beber nada. Espero que
detenga la migraña antes de que empiece. La noche con una
pelea dentro de mi cabeza no será agradable.
Cierro las persianas y apago la luz del techo. Cierro los ojos y
espero a que las pastillas hagan efecto. Una vez que haya
cenado, debería estar bien, hoy las he tomado antes de que
fuera demasiado fuerte.

***

Rory está vestida con ropa normal, no con ropa de gimnasio o


de entrenamiento. Es como si fuera otra persona. Unos
vaqueros ajustados y oscuros, como una segunda piel, que
acentúan sus piernas tonificadas y su increíble trasero. Lleva
una camiseta verde oscura y el cabello suelto, no recogido en
trenzas. Sus rizos rojos caen por su espalda y sus hombros. Va
a llamar la atención. Aún no sé si eso sea bueno o malo.
Habrá gente que estará allí, que han invertido su dinero en
ambos tipos de luchas. La verán y querrán que participe. Si la
quieren en las luchas van a presionarme para que la meta.
Llevarla esta noche no hará mi vida más fácil, pero espero que
tenga «un momento esclarecedor» sobre su actual problema de
actitud.
— Te ves —tartamudeo en mis palabras— diferente, hermosa.
— Le digo a Rory, y ella me sonríe.
— Me veo muy bien para ser poco femenina —se encoge de
hombros— tú también estás bastante decente. — Me mira de
arriba abajo, su sonrisa picarona y sus mejillas sonrojadas solo
la hacen aún más guapa.
Lleva un brillo de labios rosa pastel brillante y me resulta
provocativo. Quiero probarlo, me relamo al pensar en sus
labios dulces y perfectos.
— Me estás mirando, no seas raro. — Ella frunce la nariz, y el
momento se interrumpe cuando un coche se detiene frente al
sitio donde estamos esperando al pie de la escalera.
— No seré el único que te mire, con el aspecto que tienes esta
noche — le digo, y ella se sonroja, su piel clara no hace nada
por ocultarlo. — Seguro que llamarás la atención en el sitio al
que vamos — le digo, abriéndole la puerta para que suba, y me
deslizo junto a ella. — Quédate cerca de mí y no te alejes esta
noche. Esto no es un evento muy civilizado, y no puedes estar
sin seguridad. Quédate a mi lado, por favor, y nada de
tonterías o como quieras llamarlo. — Suelta una risita y el
sonido me revuelve el estómago.
Es una sensación extraña, como los nervios previos a una gran
pelea.
CAPÍTULO 9

Rory

Mis hermanos se dedican a la lucha clandestina, no soy ajena a


la realidad de ese mundo. Es un lugar en el que no hay reglas,
no hay tapping out. Peleas hasta que no puedes más. Nunca he
asistido a un combate ilegal, pero eso no significa que en mi
país no se realicen continuamente. Flynn se gana la vida con
este tipo de carnicería bárbara. Me emociono cuando
aparcamos el coche y puedo oír a la multitud gritando dentro.
Ese sonido me hierve la sangre, la forma en que la gente anima
a dos seres humanos para que se den una paliza. Es la forma
más genuina de entretenimiento, no hay nada igual. Nos abren
la puerta del coche y Alek sale primero. Me bajo del
todoterreno y él me pone la mano en la espalda. La seguridad
nos rodea y nos dirigimos rápidamente a una puerta de metal
oxidado que se abre para nosotros. El ruido se amplifica mil
veces al abrirse la puerta y es ensordecedor cuando entramos.
Alek no me quita la mano de encima, y el guardia que me
sigue todos los días para ir y volver del gimnasio está
directamente pegado a mí, en mi espacio personal. No deja
que nadie se me acerque.
— Agacha la mirada — me susurra Alek, y siento su aliento
en mi oreja cuando lo hace.
Se me pone la piel de gallina y me estremezco. Miro mis pies
y somos movidos y empujados a través de la multitud hasta
sentarnos justo al lado de la jaula.
Estamos en la primera fila del público, justo donde se vive la
acción más de cerca. El público, duro y rudo, grita y corea
levantando el techo, hay un ambiente distinto. No es lo mismo
que en las peleas oficiales. Hay una gran energía, y cuando
finalmente estamos sentados y puedo mirar a mi alrededor, lo
asimilo.
Se trata de un viejo almacén reconvertido en un ring de boxeo,
sin luces brillantes ni pantallas gigantes. Es rústico y sucio,
como debe ser la lucha. Primitiva, siguiendo tu instinto para
sobrevivir, esto no es un espectáculo. Es una pelea de verdad y
me encanta.
— No te levantes, ni te muevas —dice Alek— este sitio se
pone un poco salvaje.
— Esto es impresionante — digo mirando a nuestro alrededor,
donde los asientos se están llenando y una valla metálica
separa los asientos de la multitud que se agolpa detrás.
El estruendo retumba en todo el recinto. Se puede sentir.
— Los corredores de apuestas, y el público, todos pueden
ponerse violentos de un momento a otro. Lo digo en serio,
Rory. Este no es un lugar donde puedas comportante como una
niña malcriada. Por favor — dice Alek, y es una advertencia.
Me imagino cómo todo el lugar podría estallar en un caos.
Alcohol, peleas y apuestas… un cóctel molotov.
— No voy a ir a ninguna parte, acabo de decir que es
impresionante. Esto es una pelea real.
— Esto no es real, es peligroso y bárbaro. Hay una diferencia
entre lo que es real y tener ganas de morir — dice Alek en un
tono tranquilo y serio, mientras aparece una conejita en el ring
ante el alegre griterío del público.
El espectáculo está a punto de comenzar. Me acomodo lo
mejor que puedo en una silla plegable de metal.
Su bronceado demasiado oscuro y su diminuto bikini
encienden la testosterona en el recinto, suenan gritos y
silbidos. El primer combate se anuncia por unos altavoces
baratos que nadie puede oír ni descifrar. Un hombre de traje
negro le entrega a Alek un pequeño libro forrado en cuero
negro con un gesto de la cabeza, y él se lo mete en el bolsillo
interior de la chaqueta. Es el libro de apuestas, el registro del
dinero. Nunca es electrónico, he visto el libro de apuestas de
Flynn. Escrito en claves cortas. No pueden ser atrapados si
nadie sabe lo que significan.
Este es el lado oscuro de las artes marciales mixtas, o de
cualquier deporte de lucha. Alek se sienta erguido y cruza los
brazos mientras los luchadores se pasean como animales
salvajes por la jaula mientras son presentados. Reconozco a
uno de los chicos del gimnasio, su impresionante tamaño y
alcance lo convierten en mi favorito. El público parece
inclinarse por el flacucho al que se enfrenta. Incluso yo podría
derrotar a ese flacucho.
— Oh — me estremezco cuando el flacucho recibe un
puñetazo en el ojo izquierdo que le rompe los huesos, y todo el
público abuchea.
Alek me mira y sonríe, ya sabe quién va a ganar. La casa
siempre gana, y eso no es diferente cuando se trata de apostar
en la carnicería.
— Te gusta mirar — dice, no sé si es una pregunta o una
afirmación.
— ¿Y a ti no? — le respondo.
— Prefería luchar que mirar cuando aún era luchador. — Se
encoge de hombros, yo también preferiría estar allí que estar
aquí mirando.
Esa sensación, la lucha en sí, es adictiva. Una vez que está en
ti, no la olvidas. Vi a Callum sufrir el síndrome de abstinencia
por no poder pelear cuando terminó su carrera, y me pregunto
si a Alek le pasó lo mismo.
— Ahora tengo otros vicios. — Es como si pudiera leer mi
mente.
Sustituye la lucha por otra cosa, para Callum es la bebida. Se
calma las ganas con la bebida y alguna puta ocasional que
encuentra en el pub. Una tirita en una herida sangrante, que en
realidad nunca ayudará.
No nos convertimos en luchadores porque seamos normales,
es como si de esa forma pudiéramos lidiar con nuestras partes
más jodidas. Esta es mi vía de escape para todo lo que no
puedo controlar, porque esto sí puedo controlarlo. Aquí tengo
el control. Hay dos tipos de luchadores: están los que luchan
para no matar a todos los que conocen mientras duermen, y
están a los que les gusta la fama o la atención. Hay psicópatas,
sociópatas y adictos a la atención, y yo sé que, si no luchaba
en un ring o en una jaula, igualmente lo habría hecho en las
calles y habría terminado en la cárcel.
A medida que avanza la noche, los combates se vuelven más
brutales, más largos, más duros y, en cierto modo, más
apasionantes. Dos chicas suben al ring, el primer combate
femenino de la noche, y el público enloquece.
— Por eso necesitaba chicas —dice Alek sonriéndome—
como tú. Las mujeres son muy populares ahora, traen mucho
dinero. — Había oído que los combates femeninos eran los
que realmente atraían al público, pero nunca lo había
experimentado así.
— Entonces deberías dejarme luchar — respondo, porque si
soy tan popular, ¿por qué estoy tan marginada y aún no tengo
un sitio en ningún combate? — Solo digo que no estoy
llamando la atención sentada en las gradas. — No lo miro, mis
ojos se centran en las dos luchadoras que están a punto de
enfrentarse.
El guardaespaldas que está detrás de Alek atiende una llamada
y luego le susurra al oído.
— Tenemos que irnos —me dice— ahora.
— Estoy mirando —quería ver quién ganaba— por favor.
— Rory, maldición, ahora. Tenemos que salir de aquí, no es el
momento de ponerme a prueba. — Cuando lo miro, veo la
seriedad en sus ojos.
No discuto, algo anda mal. Muy mal, toda nuestra seguridad
nos ha rodeado, y nos escoltan rápidamente por una puerta
lateral, al mismo aparcamiento al que llegamos. Alek nos lleva
corriendo hasta el coche que ya está en marcha.
— Vámonos — grita, mientras la puerta se cierra y los
neumáticos chirrían cuando el coche sale a toda velocidad.
— ¿Qué está pasando? — pregunto, y recibo una mirada que
me dice que mejor no vuelva a preguntar. — No es asunto mío
— murmuro y miro por la ventanilla, el coche va demasiado
rápido.
Me resbalo en el asiento al tomar una curva muy rápida,
chocando con Alek, que me sujeta hasta que el coche vuelve a
estar recto.
— No es asunto tuyo, pero mío sí, así que voy a pedirte muy
amablemente que te quedes agachada por debajo las
ventanillas hasta que volvamos a casa, ¿está bien? — me
susurra, empujándome la cabeza hacia su regazo.
Su brazo me sujeta y, mientras el coche serpentea en el tráfico,
cierro los ojos. Me concentro en la sensación de que me está
abrazando y de que me está manteniendo a salvo. Oigo el
sonido de un disparo que me hace soltar un grito ahogado. Me
aferro a su brazo, que me envuelve, y él aprieta aún más su
agarre, gritándole algo en ruso al conductor.
Alek se agacha, se mete por debajo de las ventanillas y su
cuerpo queda pegado al mío. Tan cerca que puedo sentir el
libro que lleva en el bolsillo clavándose en mí, y el olor de su
aftershave es embriagador. No tengo miedo en este coche que
va a toda velocidad con balas siendo disparadas hacia un
hombre que sé que es un criminal internacional. Me siento
segura.
El coche se detiene y oigo voces gritando fuera.
— No pasa nada —me susurra— ahora estamos a salvo. — Se
sienta y me suelta. — Lo siento, ¿estás bien? — me pregunta
mirándome, como si fuera una muñeca frágil.
Como si estuviera preocupado por mí, hay un momento de
silencio en el que nos miramos.
La puerta del coche se abre de golpe y Alek sale. Sus hombres
lo rodean y hablan en ruso, así que no tengo ni idea de lo que
dicen. Salgo y espero cautelosamente en la oscuridad junto al
coche hasta que me diga qué diablos está pasando.
— Entra Rory, esto no es asunto tuyo — me grita mirándome
con ojos furiosos. — Duerme un poco, tienes trabajo por la
mañana. — Doy los pasos de dos en dos, corriendo
directamente a mi habitación.
En el coche no tenía miedo. Pero ahora mi corazón late con
fuerza y me sudan las palmas de las manos.
Me siento en el extremo de la cama y espero. No tengo
ninguna posibilidad de dormir, la adrenalina ha hecho efecto.
Estoy en modo de lucha o huida y no se me da bien huir, tengo
muchas ganas de aplastar algo. Podría hacer diez asaltos ahora
mismo y no sentiría ni un solo golpe.
— ¿Estás bien? — Oigo su voz desde fuera de la puerta
abierta de la habitación, nunca ha venido por aquí desde que
empecé a quedarme con él.
— Estoy bien — le miento, no quiero que sepa que no estoy
bien.
— Lo siento —sale de las sombras— no debería haberte
llevado, esas peleas son peligrosas. — Se apoya en el marco
de la puerta y lo miro.
Alek parece cansado y tiene ojeras. Las arrugas de tensión
hacen que frunza el ceño.
— ¿Es ahí donde voy a luchar? — le pregunto, con el miedo
convertido en insolencia.
— No mientras yo esté a cargo, tu hermano me mataría. —
Suspira. — Esos luchadores ganan más dinero, pero también
acaban muertos, Rory. Nunca vas a luchar en un lugar como
ese. Tu hermano y yo nos aseguraremos de que nunca lo
hagas. — No sé si estar agradecida, o enfadada de que piensen
que no soy lo suficientemente buena para sobrevivir a una
pelea como esa.
Sé que los perdedores son derrotados a propósito, que está
arreglado para que puedan ganar dinero con las apuestas. ¿A
quién le importa quién pierda? Mientras no tenga ninguna
pelea están todos contentos.
— ¿Entonces no soy lo suficientemente buena? — Gruño con
decisión, ahora sí estoy enfadada. — Parece que no puedo
luchar en ninguna pelea. ¿Para qué diablos me trajiste aquí
entonces? — Levanto la voz.
— Estás en la competición previa del mes que viene, así que
no, no puedes luchar en un combate clandestino e ilegal a
muerte, Rory — dice, sonando exasperado conmigo. — Eres
buena, demasiado buena, maldición. Tan buena que la
competencia intentó eliminarte esta noche. Así que no me
presiones. Sé lo que estoy haciendo contigo.
Ahora está parado en la habitación, imponiéndose por encima
de mí, que estoy sentada al pie de la cama.
— Confía en mí, Rory — dice con un suspiro, y con nuestros
ojos fijos.
Es como si él pudiera verme, bajo los guantes y la lucha, como
si Alek pudiera ver algo allí y siento una extraña conexión con
él.
— Ahora acuéstate de una maldita vez, todavía tengo que
limpiar el desastre. — Se da la vuelta, rompiendo el hechizo,
permitiendo que el miedo y la realidad vuelvan a entrar.
Dijo que me perseguían, que querían eliminarme. Sé lo que
eso significa, ¿acaso soy una amenaza? ¿Para quién?
Puedo olerlo sobre mí, es como si Alek me hubiera seguido
hasta mi habitación. Empiezo a quitarme la ropa y a tirarla por
la habitación. Voy desnuda al cuarto de baño y me meto en una
ducha helada que hace que mi cuerpo salga del trance en el
que se encuentra desde que me abrazó en el coche. Tiritando,
me seco con la toalla y me pongo un pantalón de pijama y una
camiseta holgada.
El algodón egipcio me envuelve en un manto de falsa
seguridad, y desearía estar en casa. Por primera vez desde que
me fui, quiero volver a casa, a mi apartamento de mierda
encima de nuestro gimnasio de mierda. Echo de menos a mis
molestos hermanos y a su actitud excesivamente protectora.
Entierro la cara en la almohada para que mis lágrimas se
ahoguen y nadie pueda oírme llorar. La nostalgia es peor que
una gripe de verano en plena ola de calor: la odio.
CAPÍTULO 10

Alek

Rory es casi demasiado buena, y cuanto más la veo entrenar


más me doy cuenta de que será difícil mantenerla a raya. Tiene
sed de victoria, de hecho, está desesperada por ganar. No será
fácil asegurarme de que sepa cuándo ganar y cuándo perder.
Su terquedad la convierte en una luchadora brillante, pero en
una mujer muy complicada en casi todos los aspectos.
Empecé a comercializar mi última adquisición poco después
de que intentaran matarla, en la clandestinidad. Puse a algunos
de nuestros mejores creativos en esto, y la campaña
publicitaria es tan sexy como lo es Rory. La Lucky Lass, tiene
muchos admiradores, particularmente aquellos con un pene
que la están apoyando a lo grande. Va al gimnasio a entrenar
todos los días y, cuando no, está haciendo entrevistas y
campañas publicitarias.
— Esta pelea es la única femenina programada — le digo
desde las cuerdas. — Hay mucha expectación tanto por ti
como por la polaca a la que vas a enfrentarte. Tenemos que
mantener ese entusiasmo con una victoria, Rory. — Ella
asiente, danzando alrededor de su compañera de
entrenamiento, que parece un poco aterrorizada cada vez que
ella la golpea.
Ya ha conmocionado a muchas, así que nadie quiere trabajar
con ella en el gimnasio. Ganará. Sé que ganar no va a ser un
problema.
— Tu combate ha despertado el interés de la televisión, y
también está en todos los periódicos. Tenemos algunas
entrevistas programadas para la semana que viene, a medida
que nos vamos acercando a la noche del combate. Pero, por
favor, por el amor de Dios, podrías comportarte como la chica
dulce que los aficionados creen que eres. — Hace un gesto
grosero con la mano en mi dirección y sé que la televisión no
está preparada para ella.
No estoy seguro de que mi equipo de relaciones públicas esté
preparado para que salga en la televisión.
— No maldigas como marinero irlandés, no les hagas gestos y,
por favor, sonríe, Rory — digo antes de alejarme para hacer
una llamada.
Las cosas están tensas fuera de los combates, hay mucha
presión empresarial. La oficina del gimnasio está insonorizada,
y cierro la puerta dejando afuera todo el ruido. La observo a
través de la pared de cristal, mientras suena el teléfono.
— Alek — mi primo responde rápidamente a mi llamada. —
¿Qué quieres?
— No seas grosero, Valentín — le digo— es impropio de ti
actuar así. Se te están pegando los hooligans del fútbol.
Necesito que seas creativo en Dublín, quiero saber a quién le
vendió Callum sus propiedades, y hasta qué punto está metido
en problemas. — Está en Inglaterra, no tan lejos, puede
acercarse más que yo sin ser muy obvio.
— ¿Vendió? — Valentín suena tan sorprendido como yo
cuando me enteré. — ¿Y por qué no acudiría a ti? Habríamos
comprado el muelle, y el apartadero. En un santiamén. — Si
hubiera sabido que el terreno se podía comprar, lo habría
comprado, pero no creo que fuera una venta sin algún tipo de
coacción.
Callum me ha dicho mil veces que nunca vendería sus
propiedades, que son su legado familiar y que nada lo
persuadiría de hacerlo. Por lo tanto, si las vendió, entonces
tenían algo lo suficientemente importante como para
persuadirlo a desprenderse de ellas.
— No lo sé, no quiere hablar conmigo —le respondo— pero
algo no va bien y además permitió que su hermana viniera
aquí con demasiada facilidad. Sin ninguna resistencia. — Me
alegro de que la dejara venir, porque si necesito meter presión,
la tengo a ella, aunque no quiero llegar a usarla.
Pero lo haré si es necesario. Solo tengo que encontrar una
estrategia que funcione, la forma de utilizar a Rory para
conseguir que Callum solucione este asunto de las tierras.
— ¿Vas a usarla para forzarlo? — Valentin suena ligeramente
sorprendido de que pueda ir en contra de mi mejor amigo.
— No, si no tengo que hacerlo — no destrozaré un vínculo de
toda la vida a no ser que sea el último recurso. — Por eso te
llamé para que investigaras. Puedes ser muy persuasivo. —
Valentín se ríe.
— Primo, ¿estás seguro de que quieres persuadir a tu amigo?
— Déjalo fuera de esto. Hay alguien más que sabe cosas. Es
ajeno a la familia, pero tiene miedo de quien pueda estar
moviendo los hilos. Haz tu trabajo y no dejes que Callum sepa
que estás husmeando. — No quiero romper la confianza entre
él y yo, aún no.
— Enviaré a alguien a investigar —dice con naturalidad— hay
mucha actividad en el puerto. Hay armenios por todas partes, y
los colombianos están metidos en el asunto. Me preocupa que
tu amigo se haya metido en líos con los mafiosos equivocados.
No hay ninguno que sea adecuado. Todos somos seres
humanos terribles, los peores.
— Gracias — le digo. — ¿Cómo están Sophie y tú?
— No actúes como si te importara Alek, todos sabemos que el
amor no es algo que puedas entender. — Y es verdad.
No entiendo su necesidad de estar atado a otra persona, la
vulnerabilidad que se necesita para confiar tanto en alguien. El
amor es una debilidad y ya tengo suficientes como para añadir
una mujer que tal vez no pueda controlar.
— ¿Cómo te va con tu huésped? — Se burla de mí.
— Bien —gruño— es una luchadora infernal. De seguro ya
has visto la publicidad. — Sé que la han estado
promocionando en el Reino Unido. — Es una máquina de
hacer dinero.
— Me refería a cómo te las arreglas para tener a alguien
viviendo en tu casa. — Sé que se refería a eso, pero no estoy
seguro de cómo me siento al respecto.
Así que es mejor que no diga nada. Lo ignoro, porque no hay
nada que decir. Si le dijera que me la imagino desnuda, o que
está tan buena que me encierro en mi cuarto para dejar de
mirarla, pensaría que me ha dado un aneurisma.
— Es una casa grande — digo, lo cual no es mentira. —
Apenas nos vemos. — La veo todo el tiempo, en todas partes.
Está en el aire acondicionado, puedo olerla. Es como un
fantasma que me tienta en todas partes. Las cosas que imagino
hacer con ella, mi mejor amigo me mataría mientras duermo.
— ¿Estás enfermo nuevamente? — me pregunta. — ¿Cómo
está tu cabeza?
— Bien, estoy bien. Mi cabeza está bien, y con el hecho de
tenerla aquí también está todo bien — le respondo con
brusquedad, todos hablan de lo de mi cabeza.
Todo el tiempo, como si fuera una bomba de tiempo.
— Solo averigua quién es el dueño de esas tierras, para que
podamos conseguirla. Estoy bien, es la maldita temporada de
peleas y estoy ocupado. Hay más cosas que hacer en este
negocio que vender drogas y armas, no puedes mover
humanos sin protección. — La gente desaparece por aquí, los
luchadores pelean y mueren en la clandestinidad.
Tiene que haber un lugar donde mover a los humanos,
coartadas creíbles para cuando se hagan preguntas. Mis primos
no son tan tontos como para pensar que podemos blanquear
dinero y traficar con mujeres sin un negocio legítimo que lo
encubra. Lo mantenemos brillante en la superficie para que
nadie mire debajo de los mostradores y vea la podredumbre.
— Necesitas tomar algo para tu personalidad, no para tus
dolores de cabeza —me dice— veré qué puedo averiguar. —
No oigo nada más, porque estoy observando a Rory.
Tiene la elegancia y la gracia de una bailarina y el gancho
izquierdo de un boxeador olímpico. Su complexión musculosa
y su belleza perfecta son una combinación única que hace que
sea imposible no verla.
Mi llamada termina, y me quedo en la silenciosa oficina
observándola. Ella me atrapa, deja caer las manos enguantadas
a los lados y arquea una ceja. Sin mediar palabra, me pregunta
qué diablos estoy mirando. Le hago un gesto con el dedo para
que venga al despacho. Se agacha entre las cuerdas y entra en
el despacho dando un portazo.
— ¿Qué? — Se sienta en una silla. — Estaba ocupada, falta
una semana para el combate. No tengo tiempo para charlas. —
Su actitud sería exasperante si no fuera tan jodidamente sexy.
Al mirarla, no tengo ni idea de por qué la había llamado aquí,
solo quería estar más cerca. Mirar a través de la ventana no era
suficiente.
— Me llamaste — me dice, sacándome del trance en el que
estoy metido.
— Sí —mierda, ahora necesito una razón— tenemos que
hablar de negocios. — Me siento en el escritorio y ella inclina
la cabeza hacia un lado. — Quiero que quede claro lo que se
espera de ti.
— Peleo, gano cuando me digas que gane, y pierdo cuando me
digas que lo haga. — Pone los ojos en blanco. — ¿Qué querías
realmente, Alek? — Se levanta y se pone delante de mí,
mirándome a los ojos.
Me atrapa conteniendo la respiración, desarmado por esos ojos
verdes que me miran fijamente.
Ella sonríe y dice. — Eso pensaba. — Antes de dar media
vuelta y marcharse de nuevo.
Se está convirtiendo en una molestia mayor de lo que
esperaba. Y eso que había hecho muchas concesiones cuando
firmé ese contrato.
CAPÍTULO 11

Rory

Entiendo los amaños de combates mejor de lo que lo harían la


mayoría de los luchadores engreídos. Mis hermanos organizan
combates y Callum ha participado en suficientes combates
amañados como para saber cuándo había perdido por dinero.
Sé cómo le afectaron esas peleas, el daño que le hicieron a su
orgullo, a su honor y a su corazón.
Esta pelea, mi primera pelea, tengo que ganarla. No estoy aquí
para perder, al menos aún no. No estamos en igualdad de
condiciones, podría matarla mientras duermo. Será fácil ganar,
pero también tengo que dar un espectáculo, hacer que dure
más de treinta segundos. Siento una presión antes de este
combate que nunca había sentido. Soy una artista a sueldo en
el circo gigante de Alek, una marioneta manejada por una
cuerda. Estoy luchando en una categoría de peso inferior, y la
reducción de peso ha sido brutal.
Estoy de mal humor, y mi mecha es más corta de la habitual,
la cual no suele ser muy larga en un buen día. Me siento
miserable. No pensé que me sentiría tan mal cuando tuviera la
oportunidad. Quería hacerlo por méritos propios, pero esto es
turbio. Ha estropeado la experiencia, la ha hecho menos
emocionante.
— ¿Estás lista para el pesaje? — me pregunta Nadia, y tengo
que contenerme para no gritarle.
Tengo hambre, sed y sentimientos de culpa por hacer trampa.
— Sé que es una mierda, pero ya eres una adulta — me dice,
dándome una palmada en el hombro.
— Estoy bien — gruño, sudando la gota gorda en la cinta de
correr con el aire acondicionado apagado rezando a los dioses
para llegar al peso.
Porque si no lo hago y muero de hambre por nada, podría
comérmela como sacrificio. Estoy enojada, y pelear enojada
no es una buena idea. Es emocional, y arriesgado.
— Solo necesito superar el día de hoy. — Ella se mantiene a
un brazo de distancia en todo momento.
Por su propia seguridad, porque soy famosa por agredir.
— ¿Dónde está Alek? — pregunto, su ausencia ha sido muy
obvia esta mañana.
No estuvo en el desayuno para ver cómo moría de hambre.
Luego no se presentó a la primera sesión en el gimnasio, y
tampoco lo siento mirándome, lo cual es raro. Me he
acostumbrado a que me mire todo el día.
— Está ocupado —dice Nadia encogiéndose de hombros—
ese fue el mensaje que recibí. — Yo no he recibido ningún
mensaje, lo único que he hecho es sudar la gota gorda. — Hay
un coche esperando para llevarnos al estadio para el pesaje. —
Genial, tengo que enfrentarme a mi competencia.
Allí de pie, con mi escaso atuendo, mientras las cámaras
disparan y ella me insulta en un idioma que no entiendo. El
lenguaje soez es universal, puede que no sepa lo que está
diciendo, pero sé lo que quiere decir.
— ¿Has acabado? — me pregunta.
— Sí — le digo. — Hagamos que me vea como la Lucky Las.
— Pongo los ojos en blanco, porque es un nombre
jodidamente estúpido.
Nadia se ríe y me quito la camiseta de manga larga fabricada
para forzarme a sudar. Me ducho y ella me peina el cabello en
dos perfectas trenzas con cintas de purpurina verde en las
puntas. El sujetador deportivo del patrocinador, y unos shorts
cortos que en realidad son simplemente unas bragas, es lo que
me pongo.
Es algo sexista y estúpido, sé que a los chicos también los
desnudan para el pesaje, pero a nosotras nos obligan a
exhibirnos. Desfilando allí como ponis de feria. Me encanta la
lucha, pero no me gusta esta parte de ella. El espectáculo, las
falsas cortesías. La actuación. Solo quiero entrar en la jaula y
partirle la maldita cara.
— Bonita, pero letal —dice Nadia mirándome— me gusta. —
Claro que le gusta.
Es ilegal que los entrenadores apuesten, pero el hecho de que
estén aquí tampoco lo es. Sé que mi entrenadora tiene dinero
apostado en mí, mucho dinero.
— Yo no —gruño— es una tontería. — Me pongo un abrigo
por encima de la gloriosa ropa interior, tomo mi bolso y me
preparo para ir a pesarme.
Hay entrevistas de televisión programadas para antes y
después, me han advertido que sea amable. Como sea, pueden
insultarme todo lo que quieran, pero no golpearé a nadie en la
televisión a menos que esté en la jaula.
En la puerta principal de la casa de Alek hay más seguridad de
la que había visto desde que llegué, hombres armados con
chalecos antibalas y gafas oscuras. Tres coches blindados
aparcados en fila y hombres con armas automáticas en las
manos parados junto a ellos. Me trago el desagradable
presentimiento que tengo en el estómago y me meto por la
puerta que me abren.
Antes de que se cierre, Alek entra a mi lado. Ni siquiera sabía
que estaba en casa. Ha estado invisible todo el día.
— Hola —lo saludo— me alegro de verte aquí. — Pensé que
había abandonado el barco por hoy.
No dice nada, está más callado y serio que de costumbre.
Siempre está callado, pero esto es incómodo.
— Pórtate bien, Rory —dice mientras aparcamos en el estadio
— no te muevas si no puedes ver a los de seguridad, y por el
amor de Dios, no provoques a la chica polaca ni a su público.
Responde solo a las preguntas que te hagan, y si puedes
mantenerte callada, pues no digas una maldita palabra. —
Conozco este juego, es un juego mental.
El que habla siempre pierde.
— Me estoy portando bien —le digo, no estoy de humor para
que me sermonee— sé cómo manejar una pelea, Alek.
— No es la pelea lo que me preocupa —mira por la ventana y
por el retrovisor— este no es tu patio trasero, Rory. Hay
mucho en juego aquí, para ti y para mí. — Reconozco una
amenaza velada cuando la oigo.
Tiene una forma de decirme lo que quiere sin pronunciarlo
realmente.
— Sé cómo comportarme, Alek — gruño.
El recordatorio y el hambre se apoderan de mí y estallo.
— Deberías tener un poco de fe en mí. — No soy una
luchadora novata, he crecido en una familia de luchadores.
Sé lo que es todo esto. Tanto las partes brillantes como la
mierda que hay debajo de todo.
— Crecí junto a esto, igual que tú. Puede que sea la pequeña
de la familia y puede que no sea asunto mío, pero entiendo
estas mierdas. Veo cosas, y ciertamente sé lo que no debo
hacer antes de una pelea. — No soy estúpida, nunca sabré por
qué creen que las chicas lo somos.
Bonita no es igual a tonta, y que no sea ingeniera no significa
que sea tonta.
— Lo sé, Rory —suena nervioso— es solo que estoy bajo
mucha presión por todos lados, y no necesito el estrés de tener
que preocuparme de que no puedas seguir las instrucciones. —
Suspira.
— No la cagaré, Alek, no soy tonta. Sé cómo funciona esto, he
observado y aprendido durante años. — Le dirijo una mirada
comprensiva, entiendo su estrés.
Yo vi cómo eso fue matando lentamente a mi padre y ahora a
mi hermano. No dice nada más, se limita a poner su mano
sobre la mía, que está apoyada en el asiento que nos separa. Se
siente extraño pero reconfortante, no aparto la mano. Estoy
sola aquí, y Alek es todo lo que tengo; así que acepto el
pequeño consuelo que me brinda.
— Eres una luchadora fenomenal, lo sabes — dice sin
mirarme. — Eres fenomenal, todo en ti es increíble. — Nadie
me había llamado así antes; luchadora, feroz, fuerte, salvaje…
pero nunca increíble.

***

No hay nada en el mundo como una noche de lucha; las luces,


el calor, el sonido, incluso el olor. Es como una droga. Puedes
tomarla una y otra vez y seguir necesitando más. Estoy en el
programa preliminar, antes de que empiecen los grandes
combates de la noche. Puedo oír al público y a los locutores.
Las conejitas del ring entran y salen del vestuario de damas.
Las únicas mujeres aquí son ellas y mi rival, a la que han
mantenido alejada de mí.
No entiendo la charla entre bastidores porque está todo en
ruso. Pero puedo ver las miradas de reojo que me dirigen. No
les caigo bien, es obvio.
— ¿Qué están diciendo? — le pregunto a Nadia, eso nunca me
había molestado, hasta esta noche.
Es noche de pelea y quiero saberlo.
— Nada — me dice, envolviendo cuidadosamente mis manos.
— Mentirosa — le digo. — ¿Qué dicen de mí? — Mira
alrededor de la habitación y espera hasta que volvamos a estar
solas.
— La de la tanga rosa dice que le parece injusto que te
acuestes con tu representante para conseguir peleas. — Se
encoge de hombros. — Y la otra dice que te acuestas con él
por su dinero, y no por las peleas. — Estoy algo sorprendida,
pero no me extraña porque vivo con él.
Por supuesto que creen que me acuesto con él.
— No es verdad, ninguna de las dos tiene razón.
Nadia se ríe. — Lo sé, y tú también. Déjalas hablar.
Debería dejar que lo hicieran, pero también quiero dejar las
cosas claras. Esta noche no es el momento para esto, no puedo
distraerme. Tengo que centrarme en lo importante; que es
ganar. A quién le importa si piensan que me acuesto con el
mejor amigo de mi hermano.
— Que hablen —le digo mientras me sube el guante— tengo
una pelea que ganar. — Nadia sonríe y asiente con la cabeza.
— No puedes perder, ella no es muy buena. Solo tiene muchos
seguidores. — Siempre es así, no hace falta ser demasiado
buena para tener muchos seguidores.
Basta con ser popular. No lo soy aún, pero Alek está
trabajando en ello. Esta pelea es el comienzo de su estrategia.
— Mantente concentrada. No dejes que te pegue ningún golpe
con suerte.
— Yo soy la Lucky Lass —bromeo— no ella. No tiene
ninguna posibilidad — le digo a mi entrenadora, segura de que
voy a estar a la altura de las expectativas.
Sé que soy mejor que ella y que la mayoría de estas
luchadoras.
— Haz lo que él te diga, Rory —me recuerda Nadia— él sabe
lo que hace aquí. No puedes comportarte como una mujer
independiente en Rusia. Alek te mantendrá a salvo mientras
hagas lo que él te diga. — No entiendo por qué todos piensan
que no voy a hacer lo que me digan.
He llegado tan lejos en mi vida sin molestar a la gente
equivocada, y además mis hermanos tienen los mismos socios
de negocios de mierda.
— Lo sé. Gano cuando me lo ordene, y pierdo una vez que
llegue el momento. — Sonrío y ella asiente, estoy preparada.
Nací preparada para esto, maldición. No veo la hora de salir
ahí fuera, de luchar. A sentir esa adrenalina, a no tener que
contenerme como en los entrenamientos. Esto es de verdad, y
estoy jodidamente preparada.
— Mantén la cara cubierta, no queremos que se estropee tu
bonita cara — dice Nadia. — Protégete y mantenla corriendo
alrededor de la jaula. Estará agotada al final del primer asalto.
Ella no tiene mucha resistencia, por lo que confía en noquear
rápidamente a sus oponentes. Pero ella no tiene esa ventaja
sobre mí.
— Noquéala en el primer minuto del segundo asalto. — Me da
un abrazo, y sé que mi entrenadora me cubre la espalda.
De la misma manera que Alek. Él no me echaría a los lobos.
CAPÍTULO 12

Alek

Hizo exactamente lo que sabía que haría: ganó el combate y se


ganó al público. Su cara bonita, el hecho de que maldiga como
marinero y su gancho izquierdo la convierten en el combo
perfecto para ganarse el apoyo de los aficionados. También es
«carne fresca» lo que la convierte en la persona más odiada.
Ha derrotado a la chica polaca de oro, y ahora tenemos
suficientes combates programados para que pueda disputar la
pelea por el cinturón dentro de unos meses. La noche del
combate trajo otra revelación a la mesa, y tengo que
preguntarme en qué diablos estaba pensando Callum.
Todas sus propiedades familiares y comerciales han sido
transferidas a nombre de Rory. Ella es la dueña de todo. Y no
es un miembro de la empresa familiar. Así que nadie puede
tocarla, especialmente si ella está en Rusia bajo mi protección.
O es extremadamente listo y juega a largo plazo o cree que soy
tonto y que puede mantenerme fuera del apartadero del
ferrocarril. De cualquier manera, tengo a Rory, y ella es la
dueña de esas tierras, solo necesito una razón para que no
tenga más remedio que cedérmelas.
No tenía previsto tener tantos combates, pero su nombre figura
en casi todas las grandes carteleras hasta que se produzca la
pelea por el título. Es la chica del momento, y ahora todo lo
que tenemos que hacer es asegurarnos de que se mantenga en
forma. Está lo suficientemente motivada y decidida como para
hacerlo, lo sé solo con verla. Si la presionamos, tendrá más
ansias de ganar, y cuando cometa un error tendré lo que
necesito para acorralarla.
Él sabía que lo descubriría, pero confía en mí, que la
mantendría a salvo, y eso le dio una sensación de seguridad,
supongo. Callum debe tener más problemas de los que yo
pensaba para haber hecho este movimiento, y me siento
tentado a tenderle una mano, pero si sabe que lo sé, podría
hacer que Rory vuelva a casa. Y no es un riesgo que quiera
correr en este momento, ella me está haciendo ganar mucho
dinero.
Qué casualidad que ella está aquí bajo mi techo en mi cuidado
y que tenga exactamente lo que necesito para arreglar el
maldito problema en nuestra cadena de suministro. Pero tengo
que hacer que cometa un error, uno por el que tenga que pagar.
Tengo que prepararla para que fracase, y se me revuelve el
estómago al pensarlo. He llegado a tomarle cariño a la bola de
demolición pelirroja. Se me ha metido bajo la piel, algo que no
puedo explicar, así que lo ignoro.
— Este próximo combate es importante —le hablo mientras
está sentada en una bañera con hielo— tienes que poner al
público de tu parte. Crea un poco de drama, busca una pelea
personal en la entrevista de televisión de la semana que viene.
Insúltala a ella o a su madre. Cualquier cosa para molestarla.
— Rory solo permanece allí sentada en el agua helada
mirándome fijamente.
Entrenar su mente es tan importante como entrenar su cuerpo.
— No me meto en asuntos personales, Alek — dice
sacudiendo la cabeza, y sus dientes finalmente empiezan a
castañear. — Es una batalla dentro la jaula, pero fuera no me
interesa pelear.
— Te digo que necesitamos publicidad, Rory, necesitamos
drama y pelea de gatas. Eso causa gran revuelo. — Se levanta,
con la piel enrojecida por el agua fría.
Cada músculo de su delgado cuerpo está tenso y definido. No
lleva nada más que un bikini en miniatura. Con el ceño
fruncido y una toalla de playa, se acerca a mí, empapando el
suelo. Necesito que confíe en mí, sobre todo si quiero que me
entregue voluntariamente las tierras de su familia.
— No soy una gata —me dice con descaro y alterada— si
quieres una mascota, te sugiero la Sociedad Protectora de
Animales. Adopta, no compres. — Se da la vuelta y su cabello
mojado me salpica con agua helada.
Con ella, cualquier cosa es una pelea, siempre hace lo que le
pido, solo que nunca lo hace sin pelearse antes conmigo. Es
agotador.
— Le estás exigiendo demasiado — dice Nadia una vez que
sale de la habitación. — Demasiadas peleas en corto tiempo.
Terminarás agotándola o rompiéndola. — Miro con desprecio
a la arrogante entrenadora.
— Nadia —la sujeto del brazo para que no pueda escapar de
mí— aquí la gente que cuestiona mi autoridad tiende a
desaparecer. Recuerda que tú eres reemplazable, ella no. —
Ella sabe lo que digo, y que no voy a permitir que me desafíen.
Tengo un plan, y será mejor que ella lo siga. No tendré a una
entrenadora que me contradiga, no así abiertamente.
— Alek —dice con un tono menos agresivo— no te estoy
cuestionando, solo te estoy diciendo esto porque la conozco.
La conozco muy bien, y esto es demasiado. Ve un poco más
despacio.
— Sé lo que hago, Nadia —siseo— y más vale que tú también
sepas lo que haces. — Me importa un carajo, me desharé de
ella si se convierte en un problema.
Se marcha sin decir nada más, y tengo que confiar en mi
instinto. Ahora tiene más valor que una simple luchadora, y si
consigo que me ceda el apartadero, podré ser más benévolo
con ella.
Necesito que Rory confíe en mí, tengo que acercarme y ser
más amable. Tal vez debería despedir a Nadia, pero si me
convierto en su entrenador podría tensar las cosas entre
nosotros. Seguiré trabajando con ella, pero no quiero abusar
demasiado. No, tengo que trabajar con ella en casa, fuera del
ring. A nivel personal, como la hermana pequeña de mi mejor
amigo.
Hay formas de hacer que haga lo que quiero, métodos que a
mis primos les gustaría que utilizara, pero Callum me importa
demasiado como para hacerlo. Sé que él está metido en un lío
y que esto era su último recurso. Le ha puesto una diana al
hacer esto. Porque si yo lo sé, estoy seguro de que los demás
también lo saben.
La próxima pelea no será una victoria fácil. Necesito que
demuestre a los aficionados que es una luchadora. Si lo hace,
estaremos en el camino hacia el título, y así es como
conseguiré lo que quiero. Puedo dejarla ganar, darle lo que
tanto anhela y, a cambio, ella me da lo que yo quiero.
Confiado en que tengo una oportunidad, salgo de la zona de
descanso del gimnasio y espero una hora asegurándome de que
estará en casa. Descansado y listo para cenar. Creo que esta
noche cenaré con ella. Cuelgo el abrigo en el perchero junto a
la puerta y escucho si hay movimiento en la casa. Está
silenciosa, excepto por la música que viene desde su lado.
Miro el reloj, sé que el chef la llamará dentro de quince
minutos para comer. La rutina es importante, y la cumplimos
religiosamente todos los días.
Me quito la corbata y me aflojo el botón de arriba, preparado
para tomarme una noche libre. El comedor está poco
iluminado y sirvo vodka en una copa de cristal antes de
sentarme en la cabecera de la mesa. Nado en pensamientos
ligeramente achispados sobre Rory.
— Oh, estás aquí. — Parece sorprendida de verme,
normalmente le aviso si voy a cenar con ella.
— Estoy aquí — sonrío.
Está muy hermosa esta noche con un bonito vestido camisero
y unos calzados deportivos blancos.
— Vivo aquí, aunque no me veas. — Suelta una risita y se
sienta a mi izquierda, donde hay un sitio reservado para ella.
— Oh, yo sé que estás aquí. Andas merodeando entre las
sombras como una especie de recluido — me dice, y el chef
nos trae la cena.
Yo como lo mismo que ella, simplemente como apoyo porque
su último recorte de peso fue muy duro.
— Sabes que no tienes que comer lo mismo que yo, tienes un
chef.
— Yo no como lo mismo que tú comes a menos que coma
delante de ti —le contesto con descaro— esto es apoyo moral
y te respeto por lo difícil que debe ser para ti. — He estado
ahí, famélico como un caballo hambriento, pero preparándome
para la pelea.
— Gracias —me dice— mis hermanos nunca hicieron eso por
mí. Se tragaban el helado delante de mí. — Sonríe, pero puedo
notarlo en sus ojos, conozco esa mirada.
Rory se está poniendo nostálgica, y no necesitamos eso.
— ¿Te gusta el helado? — le pregunto, porque no es algo que
yo elegiría.
— Es mi favorito —guardo esa información para más
adelante, después de su pelea— nada mejor que un buen
helado. ¿No te gusta? — me pregunta.
— No, no me gusta. Prefiero el chocolate, y cuanto más
amargo mejor — le respondo, alegrándome de que hablemos
de otra cosa y de que no estemos peleando.
— Qué asco —levanta la nariz y se le arruga— el chocolate
debe ser dulce, no amargo, ese chocolate negro sabe a café
molido.
— Me gusta lo amargo, nunca he sido goloso. — Se ríe de mí.
— Estás profundamente averiado. ¿A quién no le gustan los
dulces? — jadea como si fuera una situación horrible. — Creo
que, si no fuera una luchadora y si no estuviera en el gimnasio
todos los días, tendría un gran problema porque me encantan
los dulces. Cualquier cosa dulce. ¿De verdad? No puede ser
cierto que no te gusten los dulces.
— No me gustan —de verdad no me gustan— fui a un
internado y no nos daban dulces y si nos daban, ningún ser
humano que se preciara comería lo que ellos llamaban postre.
No había nada bueno en la comida del internado, por eso me
encantaba ir a casa de Callum en verano y comer comida de
verdad.
Ahí está esa sonrisa nostálgica de nuevo.
— ¿Echas de menos tu casa? — le pregunto, porque mejor
abordarlo si es así.
— Sí —asiente— echo de menos a mis hermanos, las bromas
y a mi apartamento. Me encanta tu mansión, pero no es mi
casa. Estaré bien, hoy es solo uno de esos días. — Hoy es la
primera vez que da señales de echarlo de menos. — Es el
cumpleaños de mi padre, y normalmente cenamos todos
juntos. Es una tradición familiar, y no estoy allí. Los cambios
de hora lo complican todo, así que ni siquiera sé cuándo es
bueno llamarlos. — Suspira, y la mención de su padre me hace
un nudo en el estómago.
— Seguro que se despertarían para atender tu llamada — le
digo. — Apuesto que también te echan de menos. Todo el
lugar debe estar a punto de caerse a pedazos. — Ella sonríe y
suelta una carcajada a medias.
— Probablemente —dice dando el último bocado a su cena y
tragando antes de continuar— pero ya están grandes. Y saben
cuidarse solos, a veces. — Sé que cuida de todos ellos.
Todos los hermanos, excepto Liam, dependen de ella para
mantener sus cosas en orden.
— Son hombres adultos — estoy de acuerdo.
En mi familia se espera que cuidemos de nosotros mismos, y
de los demás.
— Ahora te toca cuidar de Rory, de ponerte a ti en primer
lugar. — Ella asiente mientras recogen la mesa. — ¿Cuál es tu
helado favorito?
— El helado de fresa recién hecho porque de esa forma tiene
un sabor auténtico. En un cucurucho de azúcar, con salsa de
chocolate dulce — dice, cerrando los ojos como si pudiera
saborearlo. — Solo se puede conseguir en la pequeña
heladería que está cerca del estadio de fútbol de casa. Una
pequeña joya escondida. Me encanta.
Puedo conseguir lo que quiera, ella tendrá su helado después
de la pelea de esta semana. Se lo merece.
— Gana el sábado y me aseguraré de que tengas tu helado de
fresa después — le digo, y ella abre los ojos.
— No puedes conseguirlo aquí —me dice— pero gracias. —
Ella no sabe el alcance de mi red, y si quiere helado, lo tendrá.
— Ganaré la pelea, pero no por un helado. — Vuelve a ser la
obstinada y desafiante de siempre.
— Sé que ganarás — le digo.
No podemos permitirnos que no lo haga.
— Aunque esta vez no será un paseo por el parque. — Lleno
mi vaso, esperando que si bebo lo suficiente no me duela la
cabeza y pueda dormir esta noche.
— No me gustan los parques, así que me parece bien. — Me
encanta este lado de ella, la guerrera, es tan jodidamente
excitante.
Si Rory no fuera la hermana pequeña de mi mejor amigo, o tan
joven, ya la habría puesto sobre la mesa y le habría subido el
vestido. Ella me atrae, y puedo negarlo todo lo que quiera,
pero si no fuera quien es, haría algo más que simplemente
desearla.
CAPÍTULO 13

Rory

Esta noche no había tiempo en la jaula ni siquiera para


respirar, mi rival y yo estábamos muy parejos. Tuve que
esforzarme al máximo para ganar, no fue nada fácil. Por cada
golpe que le daba, ella me devolvía otro. Tengo pruebas de mi
victoria por todas partes, y sé que mañana los moratones
lucirán azules y me dolerá el cuerpo por la victoria.
Pero he ganado. Eso es lo que importa y lo que me convierte
en la favorita del público para el próximo combate por el
título. En el fondo de mi corazón deseo tanto ese maldito y
brillante cinturón, pero también sé que será entonces cuando
me pedirán que pierda. Ha habido demasiadas victorias y en
algún momento me detendrán. Si yo estuviera en su lugar,
sería en esta lucha.
Las entrevistas posteriores al combate han terminado, y me
estoy aseando y vistiendo cuando Alek entra en el vestuario de
los camerinos.
— Bien hecho, has trabajado duro esta noche. — Me volteo
hacia donde está él con las manos en los bolsillos del pantalón.
Su sonrisa diabólicamente atractiva me hace olvidar por un
segundo que es mi jefe.
— ¿Estás lista para irnos? — me pregunta, y yo asiento con la
cabeza.
Veo a los de seguridad detrás de la puerta revoloteando como
moscas esperando para llevarnos a casa sanos y salvos.
Aquí aprendí rápidamente que ganar es un negocio arriesgado.
Ya no nos movemos sin seguridad. Cuanto más grandes son
mis peleas, más hombres armados nos rodean a él y a mí. Me
mantengo cerca de él y nos movemos entre la escoria de la
multitud.
— Rory. — Un reportero me llama por mi nombre y cometo el
error de levantar la vista. — ¿Cómo se siente ser la marioneta
del jefe? ¿Es tan buena en la cama como en la jaula? — Él
dirige su mirada hacia Alek, y contengo las ganas de pegarle
un puñetazo y dejo que los de seguridad lo aparten del camino.
— Ven — Alek me toma de la mano y tira de mí más rápido
hacia la salida. — No dejes que te ataquen. — No me afectan,
pero éste parece haber tocado una fibra sensible en él.
Hago caso omiso de los comentarios e insidias sobre el hecho
de que estoy acostándome con él para conseguir un cinturón.
Duermo en su casa, duermo como si estuviera muerta, pero
nunca he dormido cerca de él ni con él. Ha habido uno que
otro coqueteo, y a veces lo he sorprendido mirándome, y yo
también he hecho lo mismo. Pero no tenemos nada que
ocultar. Así como somos en público, somos en privado, él es
amigo de mi familia. A la gente le encanta inventar cosas que
no existen, hacer drama, crear rumores que nunca se basan en
la verdad.
La puerta del coche se abre y subo evitando a la prensa, a las
cámaras y a las preguntas que me lanzan. El combate ha
terminado y tengo unas semanas libres para preparar mi
cuerpo y mi mente para el gran combate.
— Vamos — le grita al conductor mientras se cierra la puerta.
Esta vez me pongo el cinturón de seguridad, sabiendo que
podemos ir muy rápido en cualquier momento.
— Tengo algo para ti — me dice Alek cuando entramos por la
puerta principal de la casa y ésta se cierra tras nosotros.
No espero nada de él. Vivo aquí gratis, y me paga un dineral
por luchar, con eso me basta.
— No necesito nada, Alek, solo estaba haciendo mi trabajo —
le digo, recibir favores no me parece correcto.
Ya me tratan de forma diferente que las demás luchadoras, y
eso ya me hace la vida bastante dura.
— Sé que no necesitas nada —sonríe— pero quieres esto. Te
lo prometo. — Lo miro con el ceño fruncido mientras me lleva
hacia la cocina, donde oigo al chef hablar en un inglés poco
fluido.
Normalmente no tenemos compañía y él habla en ruso con el
personal, me pregunto quién estará aquí. A Alek no le gustan
mucho los invitados.
Miro al doblar la esquina, ese acento coincide con el mío, y
entonces lo veo: el helado. El helado de Dublín. Alek ha traído
al dueño de la tienda para que me prepare helado porque he
ganado mi pelea. Justo como dijo que haría.
— Solo está aquí por esta noche, porque tiene una tienda que
atender y el vuelo de regreso es largo — dice con una sonrisa,
y no sé si abrazarlo a él o al heladero.
— No puedo creer que hayas hecho esto — le digo a Alek. —
Trajiste al heladero hasta aquí, por mí. — Se encoge de
hombros como si nada.
Recordó lo que dije sobre el helado, dijo que me lo traería y lo
hizo. Hizo lo que dijo que haría.
— Te lo mereces. Has ganado todos los combates. Entrenas
duro, y no me das ningún disgusto. — Siempre le doy
disgustos, solo que no tanto como él pensaba que lo haría. —
Quería hacerte feliz. — Y ciertamente lo hizo.
— Gracias, Alek — digo mientras el chef observa cómo el
heladero llena mi cucurucho con helado de fresa recién hecho.
— Tienes que probarlo — le digo.
Sé que no le gustan las cosas dulces, pero esto es como el
cielo, y si es un mafioso multimillonario que puede traerme
helado desde el otro continente, tiene que probarlo.
— Lo probaré —dice sentándose a mi lado en la enorme isla—
le ha enseñado a mi chef a hacerlo, con la condición de que
nunca se lo prepare a nadie más que a ti — dice Alek mientras
le entregan un cucurucho.
El helado dulce, frío y cremoso está tan bueno que dejo de
hablar y me lo acabo devorando. Podría comerme diez de estos
ahora mismo, es como estar en casa.
— Esto es posiblemente mejor que ganar — digo, lamiendo el
extremo del cucurucho para que no gotee. — Muchas gracias.
— Realmente no puedo creer que haya hecho esto.
Pensé que estaba bromeando cuando dijo que lo haría, o que
me conseguiría un helado de alguien de aquí. Nos sentamos en
la cocina y devoro el helado hasta que me siento mal, pero no
quiero parar porque él volverá a casa y lo echaré de menos
nuevamente.
— Eres hermosa cuando estás contenta, Rory, eres bellísima
todo el tiempo, pero cuando sonríes así, eres aún más hermosa.
— Sonrío, echando de menos mi hogar.
Extrañado cosas que él no podría traer por un día.
— ¿Qué pasa? — me pregunta.
— Creo que siento nostalgia de mi hogar, pero quizá solo
estoy cansada y sobrecargada de azúcar. — Alek se cruza de
brazos y me sonríe.
Él no entendería eso de echar de menos un hogar, porque está
acostumbrado a no quedarse en un sitio. Toda su familia anda
por ahí, flotando, literalmente.
— Estoy bien. — Me siento mal por el hecho de que se haya
tomado la molestia de hacer algo tan bonito por mí.
— Has estado trabajando demasiado, quizá necesites un
descanso — dice, robándome un poco de mi helado. —
Podemos tomarnos unos días en el barco, alejarte del
gimnasio, de las luchadoras y de esta casa. — La verdad es
que suena muy bien.
No es mi casa, pero un día o dos de descanso serían buenos
para mi alma. Me gustó estar en su barco, fue increíble, y
además tiene un gimnasio, así que puedo seguir entrenando.
— Creo que es necesario —dice— Nadia puede quedarse. Ya
que no le sienta nada bien el barco — se ríe.
***

Helado y unos días de descanso, lo necesitaba tanto. He


luchado muy duro y tengo un combate por el título dentro de
tres semanas. Unos días para reponerme antes de volver al
trabajo me vendrán bien. Él no lo duda, nunca lo hace. Alek
hace una llamada y, en menos de una hora, las maletas están
hechas y hay un helicóptero en el tejado para llevarnos hasta
su barco. Me voy a tomar un descanso, y la verdad es que me
hace ilusión.
— Dos noches —me dice Alek en el helicóptero— y solo una
regla.
— ¿Una regla? — pregunto con cautela. — ¿Cuál sería?
— Nada de entrenamiento, ni de luchas, ni de dietas. Durante
dos días serás normal — dice con una sonrisa.
— Eso es más que una regla —señalo— son como tres. — No
puedo no entrenar durante dos días, ha perdido la cabeza.
— Acabas de pelear, le darás a tu cuerpo la oportunidad de
recuperarse y en dos días podrás volver a entrenar. Esta pelea
no fue fácil, recibiste algunos golpes. — Sé que lo hice, puedo
sentirlos en todo mi cuerpo. — Este es un descanso
obligatorio, eres humana y no una máquina de pelear. Solo por
unos días. — No discuto, porque dormir, descansar y tomar
helado suenan de puta madre ahora mismo. — No creí que
discutirías, al menos, por una vez. — Se ríe de mí.
— Dos días no me matarán — digo, y Alek pone su mano
sobre la mía como hizo una vez en el coche.
Es reconfortante, le importa que me haya hecho daño y que me
haya partido el lomo trabajando desde que llegué. Me gusta.
Porque aquí me siento sola y saber que se preocupa por mí me
hace sentir menos sola. Cuando aterrizamos, ya llevo
veinticuatro horas sin dormir, estoy agotada y adolorida.
— Duerme un poco, Rory, necesitas descansar — dice Alek,
mientras entramos hacia la puerta de mi camarote.
Nos quedamos allí un minuto. Yo estoy en trance debido al
cansancio, y él se ve delicioso, como mi helado. Lo miro
fijamente a los ojos, y él no aparta la mirada.
Debería irme a la cama, pero no puedo hacer que mi cuerpo se
mueva.
— Vete a la cama, Rory — me dice, con su voz ronca y más
grave ahora, y en lugar de alejarse se acerca. — Vete a la cama
antes de que te bese, por favor. — Sus palabras me provocan
mariposas en el estómago.
¿Quiero que me bese? ¿Por eso no puedo moverme?
— No quiero irme a la cama — susurro, porque creo que sí
quiero que me bese.
Dios, sí, quiero que él me bese. Puede que él lleve tres vodkas
encima, pero yo estoy completamente sobria. No puedo
echarle la culpa de esto al azúcar, y tampoco me golpearon la
cabeza tan fuerte en la pelea.
— Tienes que irte a la cama —dice acercándose aún más—
Rory, no podemos hacer esto.
— ¿Por qué no? — Eso es estúpido, puedo hacer lo que
quiera, soy una adulta. — ¿Por qué no podemos hacerlo? ¿Por
qué no puedes besarme? — Estoy cansada, mi mente está
hecha papilla, pero hay fuego en mi vientre y un dolor entre
mis muslos, algo que sus besos mejorarán o empeorarán.
— Ya sabes por qué — dice.
— Lo sé, pero no me importa — digo con un suspiro. —
Bésame, Alek.
Su mano se desliza alrededor de mi cintura, y su gran mano se
posa en la parte baja de mi espalda. Me mira a los ojos, su
rostro robusto y atractivo está justo ahí. Tan cerca, tan
jodidamente cerca.
— ¿Quieres que te bese? — me pregunta, con sus labios a un
suspiro de los míos. — Has estado en todas partes, todo este
tiempo. Te veo mientras duermo y no puedo apartar los ojos de
ti. Ahora quieres que te bese, que saboree lo prohibido.
— Por favor —solo el sonido de su voz podría hacer que me
corra en este momento— sí. — Me aprieta contra él.
Puedo sentir su… cosa. Está duro contra mí, él está muy duro.
Lo he puesto así de duro, Dios mío. En vez de esperar a que
me bese, lo beso yo. Recorro la diminuta brecha entre nuestros
labios. Sabe a helado de fresa, y sus manos están sobre mí.
Deslizándose arriba y abajo, me agarra el trasero y gime en mi
boca.
— Dime que pare ahora mismo, Rory — dice, sin aliento
mientras nos separamos una fracción de segundo. — Dime que
pare o no lo haré. — No quiero que pare.
— Por favor, no pares. — Lo beso de nuevo y ya no hay forma
de parar.
Alek me levanta del suelo y me lleva a través de la puerta
hasta el camarote. Me tumba en la cama, suavemente, como si
fuera de cristal. Me quita lentamente la sudadera que llevo
puesta después de la pelea y me deshace las trenzas que me
sujetan el cabello.
— Eres tan hermosa — dice Alek, mirando mi cuerpo desnudo
y magullado. — Rory, no puedo dejar de mirarte. Ni de pensar
en ti. No debería hacer esto. No deberíamos. — Detengo su
espiral de dudas besándolo, tirando de él hacia abajo, encima
de mí.
— No deberíamos, pero quiero hacerlo. — Empiezo a
desabrochar su camisa, Alek sujeta mis manos con las suyas,
deteniéndome.
Se arranca la camisa de un tirón. Se levanta de la cama y me
deja desnuda, mirándolo mientras se baja los pantalones. No
esperaba que fuera tan grande.
— ¿Tienes reservativo? — le digo, porque el embarazo y la
pelea no van de la mano.
Alek sonríe y niega con la cabeza. — No tengo. Tendrás que
confiar en que me retiraré. — Si digo que no, esto se acaba, así
que confío en él.
Vuelve a la cama y, cuando intento tocarlo, me sujeta las
manos contra el colchón. Alek empieza a provocarme, a
tocarme, a besarme.
Cuando me muerde suavemente el pezón, gimo con fuerza y
arqueo la espalda hacia él. Es tan bueno. Me acaricia el clítoris
lentamente y me dan ganas de suplicarle por más. Pero soy
una luchadora, no una mendiga.
— Alek, por favor. — Gruño y él sonríe.
— ¿Por favor qué? — Desliza su duro miembro arriba y abajo
sobre mi humedad. — Dímelo, Rory, pídemelo. Suplícame que
te dé lo que quieres. — Sacudo la cabeza, poco dispuesta a
suplicar. — Quieres mi miembro dentro de ti, tienes que
decirlo. — Me está volviendo loca, estoy a punto de correrme,
solo necesito un poco más.
— Por favor, por favor, Alek — jadeo, y él provocándome aún
más. — Dios, solo cógeme. — Eso es todo lo que necesito.
Alek me penetra con la cabeza de su miembro, pero se detiene,
y yo muevo las caderas hacia arriba, desesperada.
— No pares — ahora le ruego, me importa una mierda. — Por
favor, Alek, cógeme. — Es como si se activara un interruptor.
Los luchadores tenemos eso, un botón que pulsamos y nos
convertimos en otro animal completamente distinto. Cuando le
ordené que me cogiera, presioné ese interruptor y ahora ya no
se detendrá.
— Rory —me gruñe al oído mientras me penetra
profundamente— estás tan jodidamente estrecha. — Tengo
que moverme para acomodarme a él, y cuando lo hago, gime.
Un profundo sonido gutural, y cuando me llena por completo
mis gemidos ahogan los suyos.
Alek es, al mismo tiempo, suave y duro, áspero y seductor. Es
consciente de que estoy lesionada, pero aun así me hace sentir
tan jodidamente bien. Esto está mal, muy mal. Nunca en mi
vida me había sentido tan bien como cuando hace que me
corra con su duro miembro.
— Córrete, Rory — me dice al oído, su lenguaje sucio es
jodidamente excitante. — Córrete ya, puedo notar que estás
muy cerca. — Y cuando muerde la suave piel de mi cuello es
suficiente para lanzarme por el precipicio.
La agradable sensación comienza lentamente y, de repente, el
orgasmo se apodera de mí, me corro tan fuerte que se me
cierran los ojos y me tiembla el cuerpo.
— Eso es, córrete — me exige, sin dejar de cogerme, sin dejar
de empujar tan hondo dentro de mí. — Te gusta que te lo meta
hasta el fondo. Apriétalo, Rory. — La forma en que dice mi
nombre, su acento.
Su cuerpo firme como una roca, que no parece retirado en
absoluto… cada maldito detalle de Alek es afrodisíaco. Hecho
para excitarme.
Las réplicas de mi clímax me estremecen, entonces se arrodilla
y se corre sobre mi estómago. Es lo más erótico que he visto
en mi vida: se vacía sobre mí, haciendo un maldito desastre.
— Mierda —dice abriendo los ojos de nuevo, y mirándome—
Rory, no deberíamos haber hecho esto. — No, no debimos,
pero lo hicimos y me temo que aún quiero más.
— Lo sé — es lo único que consigo decir antes de que se baje
de la cama y encienda la luz del baño.
Mi cuerpo y mi mente están agotados y, cuando empiezo a
dormitar, siento que me levanta de la cama y me lleva en
brazos.
— Un baño, y luego a dormir. Dormiremos en mi cama,
porque aquí está hecho un desastre. — Por la forma en que sus
labios besan suavemente los míos, no puedo evitar aferrarme
más a él mientras se mete en la bañera conmigo.
Nos sumergimos en agua tibia, y el dulce aroma de las sales de
baño cosquillea mis sentidos mientras mis músculos se relajan.
— No te he traído aquí para esto, no lo tenía planeado — me
dice, y puedo oír que se siente culpable por lo ocurrido.
— No creo que ninguno de los dos pudiéramos haberlo
planeado, aunque lo intentáramos — digo, mi voz adormilada,
con el calor del agua y su cuerpo contra el mío haciéndome
sentir tan bien.
Alek me enjabona, sus manos recorren cada parte de mi
cuerpo. Es suave, todo lo opuesto a su personalidad, la forma
en que me toca no es la que esperaba.
— Soñaba que me tocabas —admito en mi embriaguez por la
falta de sueño tras la pelea— que entrabas en mi habitación y
me violabas mientras dormía.
— ¿Te violaba? — se ríe ante mi comentario.
— Sí, eras todo rudo y loco, nada como esto. Pero me gusta
esto, mucho más que mis sucios sueños. — Alek sonríe y me
besa, mordiéndome el labio inferior, provocándome.
Me excita con un simple mordisco.
— Sueños sucios, ¿eh? — me dice. — Yo también he tenido
algunos sueños bastante pervertidos y sucios contigo. —
Hmm, quién lo hubiera dicho, nunca había actuado así.
C APÍTULO 14

Alek

Esta es la pelea que todo el mundo ha estado esperando, y más


vale que Rory recuerde lo que tiene que hacer porque si se
pone terca y no pierde esta pelea, tendré que hacerle cosas que
no quiero hacer. Cosas que no sé si soy capaz de hacer después
de todo lo que ha pasado. Me dirijo a los asientos delanteros
reservados para mí y para mis invitados especiales, pero no me
siento de inmediato. Permanezco de pie junto al ring, con una
ansiedad creciente en mi interior.
Intento no pensar en el barco, en lo que hicimos y en que
nunca volveré a hablar con ella al respecto. Pero me la
imagino, a ella en su totalidad, y me invaden unos
sentimientos al pensar en alguien haciéndole daño. Aunque sea
mi pelea, y aunque esté amañada, tengo un sentimiento
protector que nunca había sentido por alguien. Quiero que
pierda el combate cuanto antes, pero no me pueden ver ni oír
dando ese tipo de instrucciones. El público, y varios
corredores de apuestas, me cortarían la cabeza.
Por esa razón, no voy a verla al vestuario antes del combate.
Tengo muchas excusas para no hacerlo, por si alguien me
pregunta, pero ésa es la principal. El público está cada vez más
inquieto e impaciente, gritando para que salgan las luchadoras.
Corean el nombre de las chicas. Muchos están coreando por
Rory, ella es la favorita de los aficionados luego de los
antecedentes que hemos tenido, eso era exactamente lo que
queríamos que suceda. Algunos seguidores fieles de Valencia
corean su nombre y por el acento; sé que son brasileros.
Miro a mi alrededor y hago un gesto con la cabeza a uno de
mis hombres, que capta la indirecta y desaparece por la parte
de atrás. Solo está fuera unos instantes y, para cuando vuelvo a
mi asiento, el público ruge cuando Rory y Valencia se acercan
al ring desde lados opuestos. Es posible que sea una de las
mayores multitudes que he visto en persona, lo que ya es
mucho decir cuando diriges tantos combates como yo.
Aunque sé que el resultado está predeterminado, el hecho de
que Rory suba de categoría y se enfrente a una luchadora
brasileña campeona; me pone nervioso. Rory entrena duro, es
muy exigente consigo misma, y sé que es una excelente
luchadora nata. Pero jamás le ganaría a Valencia, aunque la
dejara intentarlo, o si la pelea fuera limpia.
Valencia ganó el título la última vez y era la favorita del
público. Pero recurrí al viejo truco de «a todo el mundo le
gustan los perdedores» y, como de costumbre, la gente es
previsible y cae en la trampa. Rory ha hecho un trabajo
estupendo «ganando» combates desde que está aquí y la
mayoría de las apuestas, según me han dicho, apuestan por ella
esta noche. Apuesto a que esos idiotas se arrepienten ahora
que las ven juntas.
Incluso yo albergo un poco de arrepentimiento por este arreglo
al ver a Rory parada frente a Valencia. Es tan pequeña y pálida
comparada con la atlética brasileña. La última vez que
Valencia peleó por el título, le arrancó seis dientes de la boca a
su oponente en el tercer asalto.
Veo que comienza la pelea y al instante sé que algo no va bien.
Observo a Rory como un halcón, no mueve los pies, y baja las
manos. Es casi como si ella no estuviera aquí, al menos no
mentalmente. Rory intenta golpear, pero Valencia esquiva y
golpea a Rory.
El público grita para que Rory remonte la pelea. Veo que me
mira y trato de mantener el rostro serio. No puedo mostrar
emoción. No soy así y no hay lugar en mi vida para que eso
cambie.
El asalto termina y Rory tiene la cara un poco magullada.
Tiene un corte encima de una ceja que su entrenadora
soluciona rápidamente. Cuando escupe agua, sale sangre.
Quiero cancelarlo, pero no puedo. Perdería todo el respeto,
todo el poder, ¿y por qué?
Respiro y me relajo, observando cómo empieza la siguiente
ronda. Rory se esfuerza un poco más, pero aún está un poco
desorientada. Valencia parece haberse hartado de la indecisión
de Rory y se lanza, asestando un golpe tras otro.
Con un gran rugido, tanto el público como yo nos ponemos en
pie mientras una nueva salpicadura de sangre cae sobre el ring
ya sucio. Rory se lleva las manos a la cabeza intentando
protegerla. Hago un gesto con la cabeza al árbitro que retira a
Valencia, para que Rory vuelva a ponerse en pie.
Rory se limpia la nariz ensangrentada con el dorso del brazo.
La miro a los ojos e inclino la cabeza. Debería tirar la toalla
antes de que se haga daño de verdad. A Valencia no le importa
cómo termine Rory. Ella está luchando por el título, y si eso
significa sangre, así será.
El corazón me martillea en el pecho cuando vuelve a sonar la
campana, Rory intenta asestar algunos golpes, solo para que
Valencia vuelva contra ella, asestando varios golpes a la
cabeza de Rory. Todo el mundo vuelve a ponerse en pie y me
acerco al ring con unos cuantos más, aunque no debería. Sé
que no debería involucrarme, pero estoy empezando a
preocuparme por Rory. No está perdiendo la pelea como
debería, y ciertamente ya ha tenido muchas oportunidades de
hacerlo.
Está agotada, puedo verlo. No puede protegerse de Valencia.
Rory sigue retrocediendo, tanto como puede. Su espalda
golpea contra las cuerdas que delimitan el ring de lucha. Está
demasiado cansada para levantar las manos mientras que
Valencia sigue lanzando golpes y su cara está recibiendo un
duro golpe por ello.
El público parece furioso porque la persona por la que
apostaron está perdiendo. Saben que esta noche saldrán
perdiendo. Yo, por otro lado, estoy preocupado de que algo
más que una apuesta se pierda esta noche. Temo que Rory
pierda su vida.
Se me ocurre, mientras estoy de pie junto al ring, de que ella
pueda ser lo suficientemente necia como para intentar ganar, a
pesar del contrato que ha firmado. Ese pensamiento me
aterroriza; más que nada porque no puede hacerlo, ni siquiera
si estuviera en su mejor momento y ahora no está en su mejor
momento.
Lanza unos cuantos golpes, y el público aclama con fuerza
mientras ella se mueve un poco más. Desplazándose por el
ring, Valencia grita y arremete contra ella, golpeándola una y
otra vez desde abajo mientras Rory le sujeta la cabeza.
Veo como Rory recibe una buena paliza y Valencia no espera a
que la aparten. Es lista, está en esto para ganar y se aparta
dando a Rory un momento para balancearse sobre sus pies.
Quiero sacarla, esto tiene que acabar, Rory tiene que rendirse,
pero yo no puedo hacerlo por ella. Me paro al lado del ring y
grito para llamar su atención, diciéndole que termine. Dudo
que alguien pueda oírme por encima del rugido de la multitud
cuando Valencia vuelve a arremeter, un ataque demoledor
nuevamente antes de retroceder danzando.
Apoyo la mano en el ring, pero Rory no me presta atención.
Ya tiene un ojo hinchado y veo que le gotea sangre del labio.
Cada gota que cae es un pedazo mío que cae al suelo. Mi
guardia me pone una mano en el hombro, sabe que no puedo
involucrarme.
¿Es esto lo que significa sentirse impotente?
Rory me mira, como si me viera por primera vez. Sacudo la
cabeza, le suplico con la mirada, sin dejar de sacudir la cabeza.
Pronuncio las palabras. — Ríndete ya.
Rory casi esboza una sonrisa sangrienta, pero mis ojos se
ensanchan porque veo la imagen completa. Y cuando Rory
voltea hacia Valencia, el puño de la brasileña golpea el lateral
de la cabeza de Rory, justo en la sien. Se oye un fuerte crujido.
No puedo decir si es el hueso chocando con el hueso cuando el
puño impacta con la cabeza, o si es el crujido del cuello de
Rory cuando su cabeza gira nuevamente hacia atrás para
mirarme. Hace un giro casi cómico, como en los dibujos
animados, pero a mitad de camino cae de espaldas sobre el
ring. Valencia la mira, danzando de un lado a otro, pero Rory
no se mueve. Ella está torcida hacia mí, recorro el ring
tratando de despertarla. Esperando que se rinda, sabiendo que
esto es mucho más serio.
Todo el mundo grita, mientras Valencia levanta los puños en el
aire. Subo al ring corriendo y me deslizo junto a Rory. No
quiero tocarla por si su columna esté dañada, no quiero que el
daño sea peor o permanente. Apenas respira, le pongo un dedo
delante de la nariz y logro percibir algo.
Le toco el hombro. — ¿Rory? ¿Rory? ¡Despierta! Rory,
¿puedes oírme?
Miro a mi guardia que está cerca de nosotros. — No te quedes
ahí parado, maldito inútil, llama a una ambulancia y a los
médicos. — Mantengo la mano sobre Rory, no sé si para
calmarla a ella o a mí mismo, mientras grito. — O consigues
una ambulancia o te pego un tiro en la cabeza.
La multitud guarda silencio ante mis palabras. Nadie dice una
palabra.
El corazón se me acelera en el pecho y no puedo evitar
preguntarme si mi contrato acaba de matar a la mujer que me
ha arrebatado una parte de mí. Su hermano me matará,
maldición.
CAPÍTULO 15

Rory

Esta es la pelea que debo perder, y sé que me pagaron para


perderla, pero estoy muerta. Estoy herida y ella tiene todo a su
favor, tamaño, peso, contundencia, estoy realmente jodida.
Cuando miro a Alek con mis ojos hinchados y borrosos, veo
que está preocupado, no hemos hablado ni una vez desde que
volvimos del barco.
— Ríndete ya — pronuncia con sus labios, y yo sonrío.
Le gusta decirme lo que tengo que hacer. Y a mí me gusta no
obedecer. El puñetazo de Valencia me da en la sien, y el
crujido dentro de mi cabeza es como un disparo. Creo que me
ha roto la cuenca del ojo, la sangre llena mi campo de visión y
me tambaleo. Lo último que veo es a Alek llamando a otros
para que vengan a ayudarme. Debería haberle hecho caso. No
debería haber sido una testaruda. No podría ganar; aunque lo
intentara y él lo sabía. Algo está mal, muy… muy mal.

***

Abro los ojos y veo unas luces brillantes y cegadoras, oigo


pitidos y voces apagadas.
— Rory — dice una voz demasiado alta justo al lado de mi
oído haciéndome estremecer.
Hay un latido en mi cabeza, un golpeteo constante que es
interno. Estoy confusa, no sé qué está pasando. ¿Yo soy Rory?
— ¿Qué está pasando? — Tengo la voz entrecortada y la
garganta seca y adolorida. — ¿Quién eres? — le pregunto al
hombre que me mira a los ojos y me toma de la mano.
Empiezo a sentir pánico, porque no tengo ni idea de dónde
estoy ni de lo que está sucediendo. Cierro los ojos y pienso,
pero no recuerdo nada.
Se me llenan los ojos de lágrimas y siento miedo. Estoy
aterrada, y no puedo entender lo que me está pasando.
Empiezo a llorar, es involuntario y no puedo hacer que pare.
Odio llorar sin saber por qué.
— Shhh, está bien, Rory. Estoy aquí.
— ¿Quién eres y por qué me llamas así? ¿Dónde estoy? ¿Por
qué nadie habla inglés? — Lo digo todo en una sola frase,
dominada por el pánico que bulle en mi interior.
Intento incorporarme, pero una mano suave me detiene.
— No lo hagas. Necesitas descansar. Te hicieron daño, Rory.
En la pelea.
— ¿Pelea? — Me cuesta respirar. — ¿Estuve en una pelea? —
Oh, Dios, me toco la cara y me duele.
Piensa, maldita sea, piensa ¿qué ha pasado? ¿Quién soy? La
enfermera me mira con el ceño fruncido.
— Respira —me dice la misma voz tranquilizadora— Rory,
eres una luchadora de MMA, estabas en la pelea por el título y
recibiste un fuerte golpe en la cabeza. Estás en el hospital. —
Me lleno los pulmones de aire con un aroma a lejía.
Soy una luchadora, eso suena correcto. Mi corazón late tan
rápido como la máquina que pita a mi lado.
— Soy Alek, ¿recuerdas? — me dice, y yo no, no puedo
recordar.
No recuerdo nada en absoluto.
— Pueden irse, por favor, váyanse todos — digo más alto, y
me escuece la garganta ya irritada. — Necesito un minuto. —
Vuelvo a llorar.
— Voy a llamar a tu médico — me dice, y empiezo a sollozar.
Al quedarme sola, miro a mi alrededor y me paso los dedos
por la cara y el cuerpo. Estoy herida. Muy herida. Y no
recuerdo absolutamente nada, existe un término para eso.
Cierro los ojos e intento recordar, cualquier cosa. Pero no
recuerdo nada, nada de nada.
Unas voces graves hablan desde detrás de la cortina.
— Es como todos los demás episodios lúcidos que ha tenido
Alek, tiene amnesia. No puedo decirte aún si será permanente
o si se recuperará. — Esa es la palabra, la razón del por qué no
puedo pensar con claridad. — Podemos mantenerla aquí más
tiempo, pero no puedo garantizar que algo vaya a cambiar.
— ¿Cómo es que no recuerda nada? — Puedo oírlos, suena
preocupado.
— Alek, recibió un golpe en la cabeza, ella fue brutalmente
golpeada en esa pelea. De seguro notaste que se estaba
poniendo peligroso. ¿En qué diablos estabas pensando para
enfrentarlas?
— Ella tuvo una oportunidad — dice, y suena enfadado. — No
sabía, maldición, que aquello le reiniciaría el cerebro. —
Resoplo, y las lágrimas caen por mis mejillas. — No tiene ni
idea de quién soy, ¿qué hago?
— Sé amable con ella, recuérdale que te importa Alek. — La
voz del doctor es más suave ahora. — Hazle saber que te
importa, y que puede confiar en ti. Ella tendrá miedo. —
Tengo miedo.
— ¡Claro que me importa, es mi esposa! — ¡Esposa, Dios
mío!
No recuerdo nada. Dijo que soy una luchadora. Que estoy
herida. Y que soy su esposa. Me duele la cabeza, son
demasiadas cosas y además está el golpeteo. Cierro los ojos e
ignoro las lágrimas que no dejan de caer.
— Rory — se abre la cortina y entra un médico.
Lleva una bata blanca y gafas de montura gruesa.
— ¿Te acuerdas de mí, es decir, de cuando llegaste aquí? ¿O
de la última vez que despertaste? — Sacudo la cabeza. —
¿Recuerdas algo? — me pregunta, y cierro los ojos, porque no
recuerdo nada.
Solo hay un vacío.
— ¿Incluso la cosa más pequeña? — Lo intento, pero solo
consigo asustarme aún más y sentir pánico al no recordar nada.
Me quedo tumbada luchando contra mi mente en blanco, y
aparecen algunos destellos. No estoy segura si son recuerdos.
— Helado, helado de fresa. Y tengo una Vespa, o he montado
en una, y es azul. — Abro los ojos y miro al doctor. — No
recuerdo nada más.
— Está bien —asiente— no te agobies, el cerebro es algo
complicado. No puedo prometer nada ni decir que te
recuperarás, pero a estas alturas ya deberíamos haber
conseguido algo más. — Hace una pausa. — Creo que
deberías aceptar la posibilidad de que no recuerdes nada más.
Tu memoria a corto plazo también puede que tarde en mejorar.
Lo oigo, pero no le presto atención, la poca energía que tengo
se va en intentar recordar. Lo que sea.
— Te daré el alta en una semana más o menos, Alek se
asegurará de que tengas los cuidados que necesitas en casa. —
En casa, no tengo ni idea de dónde es. — Creo que te ayudará
a refrescar la memoria salir del hospital. — El otro hombre,
Alek, el que dijo que soy su mujer, entra.
— Hola — me sonríe, es cálido y me hace sentir segura. —
¿Estás bien? — Asiento con la cabeza y el médico sigue
hablando.
— Le hemos quitado los medicamentos y hemos revertido el
coma médico por completo. Creo que la hinchazón ha bajado
lo suficiente como para que podamos ver cómo va
progresando su manejo del dolor. — El dolor está en todas
partes, se irradia desde mi cabeza hacia todo mi cuerpo. —
Los dejaré para que hablen, tal vez eso ayude. — No quiero
que se vaya, no quiero estar sola.
Alek se sienta a mi lado, con el rostro cubierto de
preocupación. Parpadeo, intentando despejar la niebla que
envuelve mi mente. La cabeza me palpita debido al dolor, un
recordatorio constante de la violenta pelea que me ha llevado
hasta este estado. La voz de Alek llega a mis oídos, pero sus
palabras suenan distantes, como ecos en una cámara vacía. No
puedo encontrar ningún resquicio de recuerdo dentro del
oscuro vacío.
— Rory, soy yo, Alek. Soy tu esposo — dice, con una voz
suave pero llena de desesperación. — Has pasado por mucho,
pero quiero que sepas que te amo y que cuidaré de ti.
Él me ama, pero ¿yo lo amo a él? No lo recuerdo.
¿Esposo? ¿Me ama? Estas palabras me parecen extrañas, como
sacadas de un cuento que no recuerdo. Busco en el rostro de
Alek algún atisbo de reconocimiento, pero no lo encuentro. La
confusión se refleja en mis ojos; mientras hablo con voz
temblorosa e insegura.
— ¿Esposo? — Repito, con mi voz apenas como un susurro.
— Yo no… no me acuerdo.
La expresión de Alek refleja tristeza, pero intenta mantener la
compostura. Alarga la mano y toma la mía con delicadeza,
como si quisiera establecer un puente entre mis recuerdos
perdidos y nuestra realidad actual. Él mira hacia abajo, hacia
donde está tocándome, y no sé si quiero que me suelte o que
me abrace más fuerte.
— Tranquila, Rory. Tuviste una lesión bastante grave y es
normal que te sientas confundida en estos momentos — me
tranquiliza con su tacto cálido y reconfortante. — Estuvimos
casados poco tiempo. Pero hemos compartido muchos
momentos juntos. Te juro que estábamos empezando una vida
preciosa. ¿No recuerdas el barco y la boda? Nos habíamos
esforzado tanto por no ceder ante nuestros sentimientos, habías
venido a luchar para mí. Y no se suponía que me enamorara de
ti. Pero lo hice, Rory.
Sus palabras pintan un cuadro que no puedo ver, una vida que
no recuerdo. Cierro los ojos y busco en mi mente cualquier
atisbo de recuerdo, pero solo encuentro vacío. El miedo me
invade, arañando los bordes de mi conciencia. ¿Cómo puedo
confiar en él? ¿Cómo puedo confiar en mí misma si ni siquiera
sé quién soy?
— Eres la mejor luchadora que he tenido, y la única mujer a la
que he amado, debería haber hecho algo más para mantenerte
a salvo.
Se me llenan los ojos de lágrimas.
— Lo siento — murmuro, con la voz entrecortada. — Ojalá
pudiera recordar, pero… no puedo. — Quiero hacerlo, puedo
sentir que me quiere y que le duele que no pueda recordar
nada.
Alek me sujeta con fuerza la mano y sus ojos brillan de amor.
— Rory, no es tu culpa. Superaremos esto juntos. Crearemos
nuevos recuerdos, y yo estaré aquí en cada paso del camino.
Solo confía en mí, te lo ruego. — Suena desesperado, teme
que no confíe en él, o que lo deje.
Miro a Alek a los ojos, buscando consuelo o para encontrar un
destello de esperanza. A pesar de mi amnesia, su amor por mí
sigue siendo inquebrantable. Tal vez, en esta existencia
fragmentada, aún tenga una oportunidad de recomponer el
rompecabezas de mi pasado.
Con un fuerte suspiro, asiento lentamente con la cabeza y una
leve sonrisa se dibuja en la comisura de mis labios.
— De acuerdo, Alek. Confío en ti. — No es que piense que no
pueda volver a enamorarme de él, pero tengo miedo de que no
me quiera sin mi pasado.
— Te quiero —me dice— y ya estoy deseando llevarte a casa,
para cuidarte y demostrarte lo mucho que significas para mí.
Y mientras sus brazos me envuelven, estrechándome,
encuentro consuelo en su abrazo, sabiendo que juntos
navegaremos por un territorio inexplorado; el de mi pasado
olvidado y forjaremos un futuro construido sobre los cimientos
del amor. Algo sigue sin cuadrar, pero tengo una lesión en la
cabeza, así que no puedo confiar en mí misma. Solo puedo
confiar en él, es todo lo que tengo.
CAPÍTULO 16

Alek

Todos piensan que estoy loco por tomar la decisión de fingir


que Rory es mi esposa. Al decirle o, mejor dicho, al mentirle
que estábamos casados; que somos una pareja felizmente
casada que se ama profundamente. Mi preocupación por ella
durante las cuatro semanas que estuvo inconsciente, así como
cuando despertó, era bastante real, pero a medida que han ido
pasando los días, he tenido que ocultarle mi parte más oscura.
Los pocos que ya lo saben se preguntan qué estoy haciendo y
si estoy capacitado para poder seguir dirigiendo. La broma es a
costa de ellos. Fue muy fácil hacer que este matrimonio fuera
legal y fue bastante sencillo localizar a alguien dispuesto a
oficializar los documentos y que los colara en los registros por
un par de miles. Si alguien quisiera comprobarlo, ella es
legalmente mi esposa. Claro, casualmente, esto me convertirá
en el propietario del cincuenta por ciento de sus bienes,
incluida una pequeña parcela de tierra que sus hermanos
escondieron hábilmente a su nombre.
No sé de quién oculta Callum esas tierras ni por qué no se
acercó a mí. Somos mejores amigos desde el colegio. Le doy
el beneficio de la duda, y que no me las estaba ocultando,
después de todo, ¿por qué enviaría a su hermana aquí
entonces? La amenaza debe estar en donde está él, por lo que
tuvo que alejar a Rory. El problema es que, sé que a mi mejor
amigo no le va a gustar mi forma tan turbia de obtener los
derechos de explotación de esas tierras. Definitivamente no le
va a gustar que me haya casado con su hermana, sin que él lo
supiera, para conseguir esas tierras. La clave está en retrasar
todo lo posible de que se entere, en especial en lo referente a la
memoria de Rory y a nuestra feliz unión.
Como es obvio, Valencia fue proclamada campeona del título
y la noticia corrió como fuego sobre la maleza seca cuando se
supo del fulminante nocaut de Rory. Ganamos mucho dinero,
pero a un alto costo. Intento justificármelo a mí mismo,
conseguí el dinero de la pelea y también conseguí las tierras de
Rory. He ganado ¿cierto?
Bueno, habrá que ver si soy bueno actuando porque tomé esta
ventana de oportunidad. Ella no recuerda nada de su vida antes
de ese golpe, es un lienzo en blanco y yo soy el artista que le
está pintando una nueva historia, un presente y un futuro. Por
supuesto, le hablaré de su familia y de las cosas que necesita
saber, pero con un pequeño giro argumental. Soy el autor de su
destino, y mi recompensa viene con la facilidad del traslado de
mercancías para mi familia.
Al menos, por ahora.
Todo esto va a depender de su amnesia, que espero que no
vuelva mientras la convierto en alguien completamente nuevo.
Alguien que será beneficioso para mí.
Salgo del coche aparcado frente al hospital y me abrocho la
chaqueta. Durante las dos últimas semanas le he contado a
Rory historias sobre nuestra vida juntos. Cómo nos resistimos
y cómo luego, en mi yate, cedimos ante nuestros sentimientos
y nos enamoramos de inmediato. No podíamos soportar estar
separados y nos casamos enseguida. Es tan impulsiva que todo
el mundo se lo creería. Me encanta el tipo de persona que es
conmigo. Sigue siendo una luchadora en esta vida, así que
tengo que explicarle cómo es que tiene el ojo hinchado, los
cortes y la pérdida de memoria. Le digo que es una luchadora
increíble, una campeona nata. Le hablo de sus hermanos, pero
que no les gusta la idea de que estemos juntos. Estaba indeciso
al respecto, pero lo solucioné sin grandes inconvenientes. Sabe
que soy un mafioso, lo hablamos en privado, y también le
hablé de sus hermanos y de los negocios de su familia.
Camino por los pasillos, con un cierto ímpetu en el paso. Mi
guardia me sigue con un ramo de flores en la mano. Llegamos
a la puerta del hospital, me arreglo el cabello y tomo las flores.
Entro orgulloso con una sonrisa dibujada en el rostro. — Mi
amor.
— Alek, cariño, estoy tan contenta de verte. Estoy tan feliz de
salir de aquí y de volver a casa.
Volver a casa. Eso es lo que le había dicho.
Acaricio su cabello suavemente. — Yo también me alegro de
que vuelvas a casa. Toma, te he traído esto. — Ella vivía
conmigo antes de esto, así que es su hogar.
Ella agarra las flores y las huele, luego me mira con ojos
angustiados.
— ¿Son mis favoritas? — Mierda, no creo que a Rory le
gustaran las flores.
— Te encantan todas las flores amarillas —la tranquilizo con
una mentira ambigua— pero sí, los tulipanes son tus flores
favoritas. — Ahora lo son, esto es un lienzo en blanco.
Suspira, ya sentada en la silla de ruedas. Le hago señas al
guardia para que la empuje. Ella pone las flores en su regazo,
encima del bolso de hospital que le compré. Me sonríe y yo le
devuelvo la sonrisa. Me alegro de que gran parte de su
curación haya sido durante el coma. Cuando se despertó, aún
le dolía, pero ya no tanto como podría haberle dolido, o al
menos eso fue lo que dijo el médico.
Mi teléfono suena al salir del hospital y echo un vistazo a la
pantalla.
— Sube al coche, enseguida voy, es una llamada de trabajo. —
Es su hermano, no dejan de pedirme que la envíe a casa.
Pero no puedo, aún no he terminado con ella. Ella sonríe y
asiente y el guardia se la lleva.
— Callum, ¿cómo estás? — le pregunto.
— He oído que Rory ha despertado. ¿Ella está bien? ¿Sigue en
una pieza? — suena frustrado. — Tal vez debería ir allí.
— No seas ridículo —le aseguro— ella está bien. Hoy ha
vuelto a mi casa. He hecho todo lo posible para que se sienta
cómoda y en poco tiempo volverá a entrenar. Te lo prometo.
Es una pena, si hubieras llamado un poco antes, podrías haber
hablado con ella. Pero cuando apenas llegamos a la casa se
durmió. Necesita descansar. — Mentirle a mi mejor amigo me
duele.
Veo como ayudan a Rory a subir en el coche.
— Que pena — dice Callum, no estoy seguro de que me crea,
pero añade. — Confío en ti para cuidar de ella, Alek,
prometiste que cuidarías de ella. — Cuidaré de ella.
No rompo promesas.
— Como si fuera mi familia — digo, lo que técnicamente es
cierto. — Le diré que te llame tan pronto cuando esté en
condiciones de hacerlo. — Digo, y él dice algo sobre negocios
y muelles de carga, pero no lo estoy escuchando porque estoy
mirando a su hermana.
Callum cuelga y voy al coche.
— Listo, vámonos.
Subo al coche y Rory me toma de la mano. Me sorprende,
porque en realidad no hemos tenido contacto físico, no desde
el barco, aparte de tomarle la mano en el hospital. Supongo
que lo necesita para tranquilizarse. Pero no tarda en retirar la
mano, por lo que no vuelvo a pensar en ello hasta que
llegamos a la casa.
La ayudo a cruzar la puerta y se voltea hacia mí.
— En casa — me dice, y sin previo aviso se inclina y me besa
profundamente.
Eso me toma por sorpresa y respiro con dificultad por la nariz.
Mierda.
Creo que se ha enamorado de mí, y eso es un problema.
Mierda.
Termina el beso con una suave sonrisa y me doy cuenta de que
he cometido un error fatal. Sus cosas siguen en su habitación.
Porque estábamos en habitaciones separadas.
Trago saliva y le acaricio suavemente el cabello para sacárselo
de los ojos.
— Tienes que comer. Insisto. Gregor te llevará a la cocina por
algo de comida mientras yo llevo tu maleta a la habitación.
Después decidiremos qué hacer juntos. — Hago un rápido
gesto con la mano a mi personal, para que me acompañen.
Ella me mira con ojos cansados, pestañeando. — Está bien.
Sonrío mientras se marcha y, una vez que se ha ido, llamo a
algunos de mis empleados. Les ordeno en ruso para que lleven
rápidamente sus cosas a mi habitación, como si ella siempre
hubiera estado allí. Ellos saben que no deben hacerme
preguntas.
Va a ser difícil acostumbrarme a la nueva distribución de mi
habitación fingiendo que siempre había sido así, pero me he
enfrentado a retos más difíciles. Sigo al personal, gritando
órdenes y haciendo que se den prisa. Sé que Gregor mantendrá
ocupada a Rory, es probable que él pueda oírme y entenderme.
Menos mal que Rory no entiende ruso, eso sería un gran
problema.
Me aliso el cabello, la camisa y me dirijo a la cocina. — ¿Qué
vamos a comer?
— Bocadillos — dice Gregor, señalando una bandeja con
pequeños bocadillos que el chef ha preparado.
Tomo unos cuantos y me siento junto a Rory.
— ¿Están buenos? — le pregunto, tratando de ser amable
como lo haría un esposo.
— Delicioso. — Me sonríe, y su cara brilla de felicidad. —
Mucho mejor que la comida del hospital, siento que estoy
donde debo estar. Como si éste fuera mi lugar. Me siento tan
feliz.
Me inclino y beso su cabeza. — Yo también me alegro de que
estés bien y de que hayas vuelto. No te preocupes por tu
memoria, yo me encargaré de recordarte nuestra vida juntos.
— Deberían darme un Oscar por esta actuación.
Se inclina hacia un lado y apoya su cabeza en mi hombro.
— Estoy en casa. — Ella me susurra.
CAPÍTULO 17

Rory

Esperaba que estar en casa me generaría algún tipo de


recuerdo, pero aún no pasa nada. No puedo recordar ni una
pizca de la vida que tenía antes de esa pelea. La he repetido
una y otra vez con la esperanza de que eso me ayude a
recordar quién soy y la vida que tenía.
Esto me resulta familiar, como si mi cuerpo tuviera cierta
memoria de mi paso por aquí, y eso es un pequeño consuelo en
un lugar extraño y vacío en el que no hay nada más. Mi esposo
es un enigma. Veo cómo es la gente a su alrededor. La forma
en que lo respetan y cómo le temen. Lo veo trabajar. No
entiendo nada de lo que dicen, mi ruso no es bueno. Pero eso
no es debido a mi amnesia, me dijo que tampoco lo entendía
antes de olvidarlo todo.
Alek es atractivo, puedo entender por qué me casé con él. Mi
marido es ciertamente lo que llamarías sexy. Es encantador, y
cuando me sonríe, siento mariposas en el estómago. No estoy
del todo segura de qué se supone que yo hacía todo el día
mientras él trabajaba, el chef dijo que estaba en el gimnasio
todo el día, todos los días. Todo lo que hacía era luchar y aún
no se me permite hacerlo. Así que me paso deambulando todo
el día y comiendo la comida de lujo que él me cocina.
El médico dijo que el sentido del olfato y del gusto son los
mayores desencadenantes de recuerdos. Pero nada de lo que
como me resulta familiar. Todo sabe a nuevo. Cada comida es
una novedad. Sé que antes también comía, obviamente porque
estoy viva, pero todo sabe a algo nuevo. Me encanta comer, es
una experiencia muy agradable. Pero la mayor parte del
tiempo estoy aburrida, la mejor parte de mi día es cuando Alek
viene a la cama por las noches. Me habla y me cuenta historias
sobre mis hermanos y mi padre.
No para de hablar de mis peleas y de lo increíble que era, y me
promete que conseguirá mi alta médica para volver a luchar.
No sé si quiero seguir luchando, apenas me estoy recuperando
de la última. Cuando lo pienso, es como si fuera totalmente
otra persona. La idea de golpear a alguien así, no sé si podría.
Cierro los puños y me quedo mirándolos.
— Hola — me saluda Alek cuando entra en la cocina, aún está
vestido para la reunión que ha tenido antes. — ¿Cómo te
encuentras hoy? — me pregunta, con un beso en la mejilla.
Me sonrojo, su tacto siempre me da calor. Me volteo para
besarlo, pero se aparta para servirme una copa.
— Estoy bien — le digo, el escozor de su rechazo físico es
cada vez más difícil de ignorar. — ¿Y cómo estuvo tu día? —
Le pregunto porque creo que eso es lo que debe hacer una
esposa.
La verdad es que no tengo ni idea de qué diablos se supone
que debo hacer.
— Fue un día —dice— como todos los demás. — Su
encantadora sonrisa esconde multitud de secretos y pecados, sé
a lo que se dedica.
Él me ha contado a qué se dedica mi familia y la suya, que
todos son unos gánsteres y mafiosos. Mis hermanos están
metidos en todo tipo de negocios ilícitos, pero nada de eso me
molesta ni me perturba. Quiero horrorizarme, pero no veo
nada de eso en él. Cuando lo veo, él es humano, y no es
ninguna de las cosas monstruosas que me dice que es.
— ¿Por qué no me besas? — Suelto. — Me refiero a un beso
de verdad, no en la mejilla. — Lo deseo, es en lo único que
puedo pensar.
Me siento atraída por mi esposo, y tengo la sensación de que él
no se siente atraído por mí.
— Soy tu mujer, Alek, y no me tocas. ¿Por qué?
Parece como si fuera a atragantarse con su vodka.
— Rory —dice— no es así.
— ¿En serio? — pregunto cruzándome de brazos. — Estamos
casados y no me tocas. Empiezo a pensar que ni siquiera te
gusto. ¿Y entonces cómo es? Porque yo me siento rechazada
todos los malditos días. ¿Qué hay de malo en mí? — Deja su
vaso y viene a ponerse delante de mí, huele a colonia cara y a
humo de cigarrillo.
— No hay nada malo en ti, eres perfecta —dice mirándome a
los ojos— Rory, quiero tocarte. Solo que me siento mal porque
no puedes recordar. No quiero que estés conmigo así, a menos
que quieras. Y no solamente porque eres mi esposa. — Dice
las palabras, pero me cuesta creerlas.
— Quiero hacerlo, Alek. — Suspiro. — Quiero estar contigo,
tal vez me acuerde de ti si intimamos. Pero tengo la sensación
de que no te atraigo. Cuando intento besarte y te apartas, me
duele, maldición. — Alek se inclina y me besa.
Me besa de verdad, y diablos, se siente tan bien.
— Me siento atraído por ti, Rory —suspira— muy atraído por
ti. Y eso sucederá entre nosotros cuando sea el momento
adecuado. No quiero forzarlo, quiero que sea algo natural
como antes. Creo que eres increíblemente hermosa. — Sus
manos están en mis caderas y vuelve a besarme.
La forma en que su lengua juega con la mía me hace gemir.
Puede que no lo recuerde, pero mi cuerpo lo anhela y estoy
desesperada por su contacto.
— Necesitas tiempo para sanar, tu cuerpo y tu mente. Ten
paciencia — me dice, alejándose de nuevo.
Me deja allí sin aliento y con deseos de él.
— Mi cuerpo y mi mente te desean, Alek —digo— eso es todo
lo que quiero. — No puedo pensar en otra cosa, se ha
convertido en una obsesión.
No tengo recuerdos, pero cuando estoy cerca de él es como si
ese espacio oscuro se llenara. Su teléfono suena, haciendo que
se aleje por completo. Me da la espalda y contesta su llamada,
gritando y acalorándose con quienquiera que sea.
Mi corazón se hunde hasta lo más profundo, incluso cuando le
he dicho que lo deseaba encontró una manera de rechazarme,
de alejarme. Su argumento no me hace sentir mejor, y tengo
ganas de tirar su maldito teléfono por la ventana. Estoy tan
celosa de quien puede mantener su atención cuando a mí me
ignora tan fácilmente.
Alek sale de la habitación mientras sigue hablando por
teléfono. No soy estúpida. Ha ocurrido algo importante como
para que haya decidido marcharse. Sus gritos se convierten en
un tenue sonido, tranquilo y bajo que, independientemente de
lo que esté diciendo, me asusta, aunque no hable ruso.

***

Son más de las doce cuando miro el reloj y me doy cuenta de


que aún no se ha acostado. Normalmente se mete en la cama
después de que me haya dormido, y esta noche he intentado
quedarme despierta. Me puse mi conjunto de lencería más
sexy, incluso alisé mi alocado cabello. Había planeado seducir
a mi esposo esta noche, presionarlo hasta que no pudiera
decirme que no. Pero me quedé dormida y él no vino a la
cama, creo que sabía lo que estaba tramando.
Me trata como si fuera de cristal, pero mis vídeos de lucha
demuestran que no soy nada frágil. Puede que mi cabeza vacía
esté un poco débil ahora mismo, pero no soy una muñeca que
pueda romperse. Alek no me toca, y me cuesta creer que antes
fuera de ese modo. No siento que lo fuera. En mis sueños es
tierno, pero a la vez rudo. Sus manos son firmes y me dan
placer. Cuando tengo sueños sucios con mi esposo, no me trata
como a una flor.
Me hago la dormida cuando lo oigo entrar, la cama se hunde
cuando se sienta en el extremo para quitarse la ropa. Puedo
oler su aroma único, a colonia y a cigarrillos.
Se inclina hacia delante y dice. — Sé que estás despierta,
Rory. — Nada se le escapa, no se puede engañar a un criminal
profesional. — Estoy cansado, y no estoy de humor para
juegos — dice, como si lo que yo siento fuera infantil.
— No tenía pensado jugar, Alek — le digo. — Está bien.
Entiendo que no me quieras de la misma forma que yo a ti. —
Me tiembla la voz porque odio ser vulnerable y débil.
La mujer de aquellas grabaciones de luchas no era débil, quizá
por eso él ya no se siente atraído por mí. Se casó con una
luchadora, no con un adorno.
— Rory —se sube a la cama, se desliza sobre mí y me
inmoviliza bajo su fuerte y musculoso cuerpo— no te
equivoques, maldición, yo te deseo. Pero esta noche no se trata
del deseo. Estoy cansado, y he tenido un día infernal de
negocios. Mañana tenemos que ocuparnos de algunos de tus
asuntos personales, asegurarnos de que estarás protegida en el
estado en que te encuentres. — Se aparta de mí, para tumbarse
en la cama.
No tenía ni idea de que tuviera asuntos personales. No tengo
nada en la cabeza, sigue en blanco. Pienso en lo que ha dicho,
tardo un minuto o dos, pero cuando lo asimilo, me enfado.
— El estado en el que me encuentro — resoplo y me alejo de
él. — Puede que no tenga recuerdos, Alek, pero tengo
sentimientos, maldición, y tú los acabas de destrozar hoy. —
Me pone la mano encima y me encojo de hombros. — No lo
hagas. No lo hagas, maldición. Está claro que no me quieres
en el estado en el que estoy. Te casaste con una luchadora y,
ahora, esa no soy yo. Así que mejor no lo hagas. Te deseaba
esta noche, me puse un maldito encaje y hace un rato me lancé
sobre ti y me rechazaste.
— Rory —susurra, y cierro los ojos deseando que se vaya— lo
siento.
— No, no lo sientes — digo, y puedo sentir cómo se aparta de
mí.
CAPÍTULO 18

Alek

— El médico parecía feliz de dejarte volver al gimnasio. —


Estoy intentando llenar el enorme vacío que se ha producido
entre ella y yo.
Creo que cometí un error con lo de la historia del matrimonio.
Ella quiere que intimemos, que tengamos relaciones sexuales
y, a la mierda mi vida, yo también quiero eso. Esos dos días en
mi barco fueron increíbles. Pero me siento mal, es como si esta
mentira se convirtiera en realidad, y entonces tendría que
enfrentarme al hecho de que he despertado algún tipo de
sentimiento hacia ella.
— Supongo — se encoge de hombros como si esto no fuera
una victoria.
Sé que no puede luchar aún. Sé que falta mucho, pero tampoco
parece querer hacerlo.
— No sé por qué debería entrenar si no puedo luchar. Me
parece inútil. Dijo que no puedo luchar si no recupero la
memoria. Y puede que nunca la recupere. — Por una parte,
espero que no lo haga, pero, por otra, sé que necesita hacerlo,
ella no es la misma sin todas las pequeñas cosas que la
conformaban.
— Así tendrás algo que hacer, salir de casa e ir al gimnasio —
intento animarla.
— Para que se rían de mí, la luchadora a la que noquearon tan
fuerte que no puede recordar ni a su propio esposo. Claro, eso
suena muy bien. — Está amargada por ello.
— Rory, los luchadores también pierden. Reciben golpes y
salen heridos. — Me fulmina con la mirada, y el dolor sordo
detrás de mi ojo izquierdo me recuerda una época en la que yo
estaba exactamente en su lugar. — Pero también eligen
levantarse y seguir luchando, o tumbarse y dejarse morir.
Puede que no lo recuerdes, pero te digo que no eres una mujer
que se tumba y se deja morir. — Ella no es una mujer que se
rinde.
Callum no la educó para rendirse, y me niego a que lo haga.
— Bueno, quizás quiero tumbarme y dejarme morir, quién
sabe. Ya no me queda nada, Alek. Ni siquiera recuerdo a mi
familia, y mucho menos cómo luchar. No necesito entrar en un
gimnasio lleno de gente que me conocía de antes y sentirme
humillada — dice, y yo la entiendo.
Ellos no saben que ella no es la misma, ni lo duro que es estar
aquí sin recordar la razón.
— Ya me siento bastante humillada cada vez que me rechazas,
sinceramente no puedo afrontar nada más. — No es un
rechazo, pero ella no puede verlo.
La deseo tanto como ella a mí, o incluso más. Pero también
quiero que siga sintiéndose de esa manera cuando recupere la
memoria, cuando se dé cuenta de que no estamos casados.
Porque no quiero que entonces se sienta utilizada o violada. Se
queda ahí parada. Puedo verlo en sus ojos, la chispa se está
apagando, se está perdiendo a sí misma y eso me duele.
— ¿Sabes por qué dejé de luchar? — le pregunto, y ella me
fulmina con la mirada.
— Incluso aunque me lo hubieras dicho, difícilmente lo
recordaría — me reprocha.
— Nunca se lo he dicho a nadie, ni siquiera a ti. Es mi secreto,
es una vergüenza que llevo conmigo. — Me trago mi orgullo.
El trauma que estoy a punto de desenterrar ha permanecido
enterrado demasiado tiempo.
— Yo era bueno, demasiado bueno — le digo. — Ganaba
todas las peleas en las que me ponían. Y también sabía cuándo
debía perder. Perdía para ganar dinero. Me gustaba el dinero.
Quería demostrarle a mi familia que no los necesitaba, que
podía ganar mi propio dinero. — Era joven, ambicioso y lleno
de rabia reprimida, entonces cometí muchos errores.
— Ese no es el punto — dice, y veo un atisbo de la descarada
testaruda que había llegado aquí.
— Luché hasta que no pude más —le digo— pero seguía
queriendo más dinero. Tu hermano y yo empezamos a luchar
en las peleas clandestinas. Tu padre dirigía las peleas. Él
estaba muy preocupado, porque no quería que nos hicieran
daño. Pero jamás aceptaríamos un no como respuesta. — Yo
era terco y su hermano era peor. — Una noche se me subieron
los humos a la cabeza, y gané cuando se suponía que debía
perder, entonces las personas se enfadaron bastante por las
apuestas que perdieron.
Siento cómo me arden los pulmones, cómo el pasado vuelve
para estrangularme. Rory me mira, puede que me odie o puede
que lo recuerde todo. O podría alegrarse de no recordar nada.
— Salimos de la pelea y volvimos al gimnasio de tu familia.
Tu padre y Callum se enfrentaron, ambos estaban enfadados
conmigo. Les aterraba las repercusiones de lo que había hecho.
— Hago una pausa, porque los recuerdos me golpean con
fuerza. — Uno de los corredores de apuestas había perdido
mucho, y quería sangre. Vino al gimnasio, culpando a tu padre
porque yo era su luchador y porque había permitido que lo
jodiera todo.
Rory se sienta mirándome, esperando el resto de la historia.
— No vino solo, había unos diez luchadores con él, no
teníamos ninguna posibilidad. El primer puñetazo que recibí
me derribó, ya estaba cansado. Luego vinieron las patadas. Las
botas de trabajo con puntera de acero abren un cráneo como a
una avellana. — Solo por el hecho de hablar de ello, mi cráneo
se siente como si estuviera a punto de abrirse por el dolor. —
Callum corrió a buscar ayuda. Pero tu padre y yo luchamos, el
viejo era entrenador, pero ya no estaba en forma y tampoco era
joven. No pude defenderlo, lo intenté. Pero fueron
implacables. Mi cabeza sangraba, y cuando Callum volvió yo
estaba casi muerto y tu padre había muerto en mis brazos.
Todo fue culpa mía. El resto de la vida de mi mejor amigo
estaba jodida por mi culpa. Y él era tan orgulloso que nunca
me permitió pagar esa deuda.
— Tú eres la razón por la que murió mi padre — afirma,
atando cabos.
Asiento con la cabeza, incapaz de expresar mi culpabilidad.
— Sufrí un traumatismo craneoencefálico, mi cerebro sangró y
se hinchó tanto que tuvieron que hacerme agujeros en el
cráneo para liberar la presión. Durante meses fui lo más
parecido a un vegetal. Le recé a Dios para que me dejara
morir, para que me llevara. Y cada maldita vez que rezaba para
morir, Callum venía y me daba una patada en el trasero para
que me pusiera mejor. — Se limpia una lágrima de la mejilla.
— Y me recuperé, pero ya no era la misma persona. Mi lesión
cerebral me dejó daños permanentes. Incluso hoy en día sigo
teniendo dolores de cabeza. Ningún médico me daría el visto
bueno para luchar. Perdí mi identidad y me vi obligado a
volver al negocio de mi familia.
— Pero tienes un gimnasio especializado en luchas, y diriges
las apuestas. Eres igual que ellos.
— No me parezco en nada a ellos — la corrijo. — No digas
eso.
Rory cierra la boca, y me pregunto, si ella lo hubiera sabido
antes, ¿habría venido aquí? Callum y yo nunca hablamos de
ello, él me perdonó bajo sus términos.
— Tengo esta cosa, el asesino silencioso, del que los
boxeadores no hablan abiertamente. El síndrome del boxeador.
Lo había adquirido peleando. Pero aquella noche se me hizo
realidad. El reloj de mi vida está corriendo.
— ¿Por qué me cuentas esto? — me pregunta. — ¿Intentas
asustarme, o decirme que mi cabeza está rota y que no tiene
arreglo?
— No. Intento decirte que agradezcas que no sea así, y que
aún puedes luchar. Que no te han arrebatado tu pasión. Te lo
digo para que mañana te levantes y vayas al gimnasio. Tu
cuerpo no olvida, tu mente está en blanco, pero la memoria
muscular es para siempre. — Cuando se suba a una jaula, o se
envuelva las manos, ese instinto seguirá ahí, lo sé.
Parece triste y al mismo tiempo convencida. Tengo miedo de
que pierda esa llama que la hace tan luchadora. Quiero que
siga luchando.
— ¿Y si no quiero recordarlo? ¿Las peleas? — me pregunta y
es como una estaca en mi corazón. — Cuando veo los videos,
no sé quién es. Me estremezco y me siento indispuesta y
asustada. Quiero meterme dentro de la pantalla y ordenarme a
que pare. Pero, ¿y qué si no quiero?
— Con eso no puedo ayudarte — le digo, porque no soy yo
quien tiene que luchar. — Tenemos que reunirnos con los
abogados. — Miro el reloj.
Estoy seguro de que ya nos están esperando.
— Quiero asegurarme de que te cuidarán, pase lo que pase. —
Rory frunce el ceño y noto que duda.
Hemos hablado brevemente sobre la posibilidad de que me
otorgue un poder notarial para manejar sus bienes, la mitad ya
me corresponden porque estamos legalmente casados. Este
documento significará que el apartadero, el muelle y todos los
accesos al ferrocarril son míos. Nadie podrá impedírnoslo.
Le he dado a mi amigo todo el tiempo que podía concederle,
sea cual sea el problema en el que esté metido, ahora tendrá
que arreglarlo en otra parte.
— No lo sé, creo que puedo hacerle frente a todo lo que se me
presente — dice, y sé que voy a tener que dar si quiero recibir.
Es testaruda, y ahora mismo he herido sus sentimientos.
Maldición, Rory. La he estado alejando durante mucho tiempo,
y ahora me doy cuenta de que necesito acortar esa distancia y
acercarme a ella, física y emocionalmente. Es la única forma
de derribar los muros que nos separan y ganarme su confianza.
Extiendo la mano para tocarla, mis dedos rozan su mejilla, y
ella me mira con incertidumbre en los ojos. Puedo ver el deseo
mezclado con la vacilación, el anhelo de una conexión que
coincide con la mía. Ya no confía en mí, porque he herido su
autoestima.
Me inclino hacia ella y la beso lenta y apasionadamente,
deleitándome con su sabor. La atmósfera entre nosotros se
vuelve eléctrica, como si el mundo contuviera la respiración.
Mis manos se posan en la parte baja de su espalda y la atraigo
hacia mí, nuestros cuerpos encajan como dos piezas de un
rompecabezas.
Sus labios se separan ligeramente, invitándome a explorar más
a fondo, y yo la complazco. Nuestras lenguas danzan a un
ritmo apasionado, nuestras respiraciones se entremezclan,
creando una sinfonía de deseo. No puedo evitar gemir
suavemente contra su boca, abrumado por la intensidad de
nuestra conexión.
Interrumpo el beso y la miro a los ojos, con la voz ronca por la
necesidad.
— Rory —susurro— te deseo. Te necesito.
Ella me mira con una mezcla de vulnerabilidad y anhelo.
— Alek —jadea, con la voz llena de deseo— demuéstramelo.
Demuéstrame que puedo confiar en ti.
Le respondo con besos que recorren su mandíbula y bajan por
su cuello, y la siento estremecerse en respuesta. Mis manos
exploran las curvas de su cuerpo, dejando un rastro de fuego a
su paso. Cada roce es deliberado y suave, transmitiendo mi
deseo de complacerla.
— Rory —murmuro contra su piel, con la voz llena de
urgencia— me estás volviendo loco. He estado luchando
contra esta atracción, pero ahora no puedo contenerme más.
Arquea la espalda, apretándose contra mí, con una voz llena de
deseo. — Entonces no te contengas, Alek. Demuéstrame
cuánto me deseas.
En ese momento, todas las reservas e inhibiciones
desaparecen. Nuestros cuerpos se funden en un apasionado
abrazo, mientras cedemos ante la poderosa atracción que
existe entre nosotros. La habitación se llena de jadeos y
gemidos, nuestras voces se mezclan en una sinfonía de placer.
A medida que nuestros deseos se entrelazan, creamos una
conexión que trasciende lo físico. En cada roce, en cada beso,
encontramos consuelo y satisfacción, como si hubiéramos sido
creados para encajar juntos. En este momento de
vulnerabilidad e intimidad, descubrimos una confianza que
supera cualquier palabra.
La ardiente intensidad de nuestro beso perdura en el aire
cuando nos separamos, ambos sin aliento y con ganas de más.
Mi corazón late con una mezcla de deseo y urgencia. Sé que
tenemos asuntos importantes que atender abajo, pero ahora
mismo solo puedo pensar en perderme en las profundidades de
esta pasión.
Los ojos de Rory se clavan en los míos, llenos de una mezcla
de anhelo y comprensión. Ella sabe, al igual que yo, que el
tiempo es esencial. Sin pronunciar palabra, nuestros cuerpos se
mueven en perfecta sincronía, eliminando cualquier barrera
que pudiera separarnos.
Sus suaves labios vuelven a encontrarse con los míos y, esta
vez, nuestros besos se intensifican con un hambre irrefrenable.
Cada roce, cada caricia, enciende una chispa que hace arder
nuestros cuerpos. Nuestras manos se exploran mutuamente
con un fervor que coincide con la urgencia de nuestros deseos.
Susurrando contra sus labios, con la voz llena de deseo, le
digo. — Rory, te necesito. Necesito sentirte en todos los
sentidos.
Ella responde con un gemido, y su aliento se mezcla con el
mío mientras me acerca. Nuestros cuerpos se estrechan, el
calor que emana entre nosotros se intensifica a cada segundo
que pasa. El tiempo parece esfumarse mientras nos perdemos
en una apasionada danza de amor y deseo.
Mientras nos movemos juntos a un ritmo frenético pero tierno,
una sinfonía de placer llena la habitación. Aún tengo miedo de
hacerle daño, estaba herida, y me obligo a ser suave. El sonido
de nuestros jadeos y gemidos se hace eco de la profundidad de
nuestra conexión, y cada momento es un testimonio del
inmenso amor que compartimos.
En medio de nuestra apasionada unión, nuestros ojos se
vuelven a cruzar, y veo una profunda sensación de confianza y
vulnerabilidad reflejada en su mirada. Eso refuerza nuestro
vínculo y profundiza nuestra conexión, mientras nos
entregamos por completo el uno al otro.
Cuando el clímax de nuestro acto de amor nos invade, oleadas
de éxtasis y satisfacción recorren nuestros cuerpos. Nos
abrazamos con fuerza, nuestros corazones laten al unísono,
sabiendo que este momento de íntima conexión es algo que
debemos apreciar.
Respirando agitadamente, con nuestros cuerpos aún
entrelazados, miro a Rory a los ojos y una suave sonrisa se
dibuja en mis labios.
— Rory —susurro, con la voz llena de adoración— eres todo
para mí. Estando así contigo, siento como si el mundo se
alineara. — Puede que sea mi mujer por las razones
equivocadas, pero quiero esto: no quiero que recuerde nunca
que no es mía.
Me devuelve la sonrisa y sus dedos trazan círculos en mi
pecho. — Alek, estar contigo es como volver a casa. Nunca
imaginé que podría sentir una conexión tan profunda con
alguien. — No puede recordar nada más, pero esa sensación
de hogar me basta.
Le acaricio la mejilla, con un tacto tierno y lleno de afecto. —
Eres mi santuario, Rory. En tus brazos, encuentro consuelo y
un amor que lo supera todo.
No estoy seguro si le estoy mintiendo a ella, o a mí mismo. O
si lo estoy haciendo para asegurarme de que firme los papeles.
Pero me siento bien, y las palabras salen solas.
Se inclina y sus labios rozan los míos en un beso dulce y
prolongado. — Quiero explorar este amor contigo, Alek. Cada
momento, cada aventura, quiero compartirlo todo contigo. No
tengo pasado, todo se ha ido, pero quiero un futuro contigo,
podemos empezar una vida totalmente nueva. Nuevos
recuerdos, juntos.
Nuestras frentes se apoyan, con nuestros ojos fijos en una
silenciosa promesa de devoción.
— Rory, quiero ser tu roca, tu protector. Déjame ser quien te
traiga alegría y te levante en momentos de necesidad. —
Necesito que crea que me preocupo por sus intereses.
Me pasa los dedos por el cabello y su tacto me produce
escalofríos.
— Y yo estaré a tu lado, apoyándote en las buenas y en las
malas, abrazando cada parte de ti. Juntos podemos afrontar
cualquier cosa que se nos presente. — Le creo, y me pregunto
quién está convenciendo a quién.
En ese momento, el peso del mundo se desvanece, y es
sustituido por un profundo sentimiento de pertenencia. Puede
que abajo me esperen obligaciones, pero esta conexión que
nos une nos recuerda el amor que impulsa nuestro viaje.
A regañadientes, nos separamos, recuperando el aliento, con
nuestros cuerpos entrelazados en un resplandor de felicidad.
Pero por mucho que queramos seguir perdiéndonos en este
sensual abrazo, el deber nos llama a bajar.
Intercambiamos una mirada anhelante, prometiendo en
silencio continuar donde lo dejamos más tarde. Con un
entendimiento compartido, nos serenamos y nos dirigimos
escaleras abajo, ya listos para que pueda firmar ese poder
notarial, impulsados por la íntima conexión que acabamos de
compartir, sé que no dirá que no.
CAPÍTULO 19

Rory

Alek me lleva al gimnasio todas las mañanas bien temprano


para que no esté muy concurrido y no tenga que enfrentarme a
demasiada gente. Desde la pelea, me he quedado en casa, pero
ahora que he salido, los de la prensa son como buitres, me
están picoteando cada vez que pueden.
El olor a sudor y a determinación llena el aire cuando entro en
el territorio familiar del gimnasio. Ha sido un largo camino de
recuperación, tanto física como emocional, y hoy es un día
muy importante para mí. Este es el día en que vuelvo al ring,
donde residen mi pasión y mi fuerza. Aún no recuerdo un
carajo, pero mi médico dice que estoy físicamente en
condiciones para luchar. Puede que mis recuerdos hayan
desaparecido para siempre, pero mi cuerpo está curado.
Alek está parado en el centro de la colchoneta de
entrenamiento, con los ojos llenos de apoyo y fe
inquebrantables. Conoce mejor que nadie los retos a los que
me he enfrentado y el fuego que aún arde en mi interior. Juntos
hemos construido un amor tan feroz como cualquier combate,
y es él quien me impulsa a reclamar mi lugar en el octágono.
Al empezar la sesión de entrenamiento, siento una mezcla de
emoción y nervios. La intensidad del entrenamiento aumenta
gradualmente, cada puñetazo y cada patada me recuerdan el
poder que solía tener. La voz de Alek me guía, sus palabras de
aliento resuenan en mis oídos, borrando cualquier duda que
pueda persistir. La memoria muscular está ahí, tal y como me
lo había dicho. Un instinto que está en mí, como si hubiera
nacido con la capacidad de lanzar un puñetazo.
Pero en medio de la concentración y la determinación, un
clamor procedente desde exterior de las ventanas del gimnasio
se hace cada vez más fuerte. La prensa. Las miradas
indiscretas de un público que ha estado esperando para captar
un atisbo de mi regreso. Es abrumador, una tormenta de
emociones que amenaza con romper mi concentración.
No saben que no tengo ni idea de quién soy, que no recuerdo a
mi familia ni mi vida. Los buitres solo huelen la carne y se
abalanzan para saciarse, me aterra hablarles por si me
pregunten algo y no pueda recordarlo.
Alek percibe mi inquietud y se acerca, impidiéndoles verme,
convirtiendo su presencia en un escudo contra las miradas
indiscretas.
— Rory, no dejes que te distraigan. Recuerda por qué estás
aquí. Se trata de tu viaje, de tu entereza. Deja que con su
presencia alimenten tu determinación. — Me habla con
suavidad, pero tiene una voz firme, es diferente en el ring que
en el dormitorio.
Aquí es exigente y duro, cuando hacemos el amor, me trata de
forma diferente.
Asiento con la cabeza, agradecida por su apoyo incondicional.
Con renovada determinación, canalizo mi energía en cada
movimiento, en cada golpe. Cada golpe se convierte en una
liberación, un testimonio de mi resistencia. El ruido del mundo
exterior se desvanece mientras encuentro consuelo en el ritmo
del combate. Mi cuerpo recuerda lo que mi mente ha olvidado,
y cada golpe es una parte de mi pasado que sigue viviendo en
algún lugar de mi interior.
Cuando suelto una última tanda de golpes, me invade una
sensación de triunfo. El dolor de la derrota y las lesiones me
han marcado, pero ya no me definen. Soy una guerrera y este
ring es mi santuario. La prensa puede intentar captar mi
imagen, pero nunca mi espíritu. No pueden entender la
auténtica vulnerabilidad que me causa volver aquí. De volver a
empezar.
Me volteo hacia Alek y le sonrío mostrándole mi gratitud. —
Gracias por ser mi roca, por recordarme que soy una pequeña
bolsa de huesos y fuego infernal. Lo necesitaba, y tú lo sabías.
Mi marido sonríe, y cuando me pongo de puntillas para
besarlo, da un paso atrás y me susurra.
— No ante las cámaras, Rory. Eso es privado. — Me sonrojo,
comprendiendo. — Soy de la Bratva, si el mundo ve a quién
amo, entonces pueden venir por mí a través de ti. — De
repente me doy cuenta de quién es, y de que estoy casada con
un hombre que hace cosas muy malas fuera de este gimnasio.
La bruma lujuriosa de la luna de miel se desvanece y lo veo, lo
veo de verdad.

***

Llevamos unas horas en casa y Alek ha estado muy ocupado,


demasiado lo que no es propio de él. Tenemos sexo todo el
tiempo, y hoy no ha venido a buscarme ni una sola vez. Desde
que no quiso besarme en el gimnasio, se ha mostrado un poco
reticente, y me pregunto si hemos vuelto a la fase en la que
rechaza mis insinuaciones y me aleja. Porque mi corazón no
podrá soportar esa mierda de nuevo.
Avanzo en silencio por el pasillo, el sonido de unas voces
acalladas me acerca a la puerta abierta. No es propio de mí
escuchar a escondidas, pero la tensión en la voz de Alek y la
mención de mi nombre despiertan mi curiosidad. Necesito
saber de qué están hablando.
A medida que me acerco, las palabras se vuelven más claras.
La voz de Alek transmite una falsa tranquilidad, ocultándole la
verdad a Callum. Mi corazón se hunde al darme cuenta de la
profundidad de su engaño. ¿Cómo ha podido mentir sobre mi
bienestar? ¿Cómo ha podido traicionar la confianza de
Callum? Son mejores amigos, se dicen hermano.
— Te aseguro, Callum, Rory está bien. Pronto volverá al ring
— dice Alek, con voz suave y persuasiva, intentando calmar la
creciente preocupación de Callum.
No lo saben. Mi familia no tiene ni idea de que no recuerdo
sus nombres ni sus caras.
La respuesta de Callum es cortante, llena de ira e incredulidad.
— ¡Has actuado a mis espaldas, Alek! ¿Cómo pudiste
conspirar para acceder a las tierras sin consultarme? Estaban a
nombre de Rory, y ¿ahora tengo hombres aquí diciéndome que
son tuyas?
Se me corta la respiración cuando veo, entre la niebla que hay
detrás de mis ojos cerrados, el momento en el que Callum
puso los papeles delante de mí para que los firme.
Entregándome las tierras de las que ahora hablan. Las tierras
que tenían un valor sentimental, aquellas tierras que mi familia
tanto atesoraban ahora están en posesión de Alek. Una
sensación de traición me invade, mezclada con el dolor de la
ira de mi hermano. ¿Cómo no lo vi venir? Se aprovechó de mí
para conseguir lo que quería.
Me apoyo en la pared, con la mente agitada por una mezcla de
emociones. Las acciones de Alek, sus mentiras, me han calado
hondo. Había depositado mi confianza en él, creyendo que
nuestro amor estaba por encima de cualquier engaño. Pero
ahora, me cuestiono todo. Todo.
A medida que la discusión se intensifica, me duele el corazón
por la sensación de traición que siente mi hermano y por la
pérdida de una conexión que una vez nos unió. Debe odiarme,
no tiene ni idea de que soy solo la sombra de la hermana que
envió aquí. Alek no les ha dicho que tengo amnesia ni que
estamos casados. Tengo la sensación de que mis hermanos no
estarán muy contentos con lo último.
Es doloroso darse cuenta de que nuestras lealtades han
cambiado, y que las consecuencias se extienden a nuestras
relaciones. Mi familia me odiará y pensará que les he dado la
espalda. Ojalá pudiera recordarlo todo, para poder decirles que
lo siento. Pero no puedo, porque Alek es todo lo que tengo,
además del vacío dentro de mi cabeza donde una vez estuvo
albergado mi vida entera.
Respiro profundamente, me armo de valor y alejo las
emociones abrumadoras. Es hora de enfrentarse a la verdad, de
afrontar las consecuencias de mis decisiones y las de aquellos
a quienes amo. Tengo que determinar si lo hizo por las razones
correctas. Y si lo hizo por las equivocadas, desafiarlo no sería
lo mejor para mí.
Me alejo lo más silenciosamente que puedo, porque no quiero
que sepa que lo sé. Algunas cosas es mejor olvidarlas, y mi
memoria ya está lo suficientemente inestable como para borrar
lo que he oído. El corazón me retumba y me duele la cabeza
cuando llego a la habitación, y tras mi primer entrenamiento
completo estoy agotada.
Me acurruco en la cama, y cierro los ojos esperando que mi
esposo no sea un monstruo, porque temo que sea mucho peor
de lo que jamás soñé.
El agotamiento pesa sobre mis miembros mientras me hundo
en el suave abrazo del sueño. Mi mente es un torbellino de
pensamientos y emociones contradictorias, con el dolor del
engaño de Alek aún fresco en mi corazón. La decepción
persiste, pero también mi amor por él. Y este amor se siente
más fuerte, porque él está aquí y yo estoy con él, mi familia ni
siquiera es un recuerdo, es más, ya no los conozco en absoluto.
De repente, un suave roce en mi mejilla me despierta de mi
letargo. Abro los ojos y veo a Alek junto a mí, con una
expresión entre preocupado y anhelante. Se inclina hacia mí,
sus labios me rozan suavemente y mi cuerpo responde
instintivamente a sus caricias.
— ¿Te excediste? — me pregunta, y yo niego con la cabeza,
porque solo con mirarlo me siento excitada y llena de deseo
por él.
Su beso es tierno y apasionado a la vez, y disipa la confusión
que hay en mi interior. Es como si él pudiera percibir la guerra
que se está librando en mi corazón y como si, en ese momento,
buscara consuelo y conexión. Su amor me inunda y no deja
lugar a dudas.
A medida que nuestros labios danzan juntos, la intensidad
aumenta, encendiendo un fuego familiar entre nosotros. Siento
sus manos, cálidas y posesivas, explorando las curvas de mi
cuerpo, borrando la distancia que momentáneamente había
crecido entre nosotros. Con cada caricia, con cada roce, me
recuerda en silencio el deseo y la intimidad que compartimos.
— Por favor, Alek —quiero más, un beso no es suficiente—
necesito sentirte dentro de mí, te deseo. — No espera a que le
suplique, mi esposo sabe lo que ansío.
Su miembro se desliza dentro de mí con un fuerte empujón.
Nuestros besos y caricias son cada vez más fuertes, es como si
estuviéramos luchando y haciendo el amor al mismo tiempo.
— Rory — gruñe. — ¡Dios, me haces sentir tan jodidamente
bien, me encanta tu apretado coño! Y la forma en que me
recibes tan profundamente. — Sus sucias palabras y su
miembro acariciando mi punto G me llevan a un clímax que
no puedo controlar.
Alek no es un tipo suave, y hoy tampoco me siento frágil, me
coge como si estuviéramos luchando en el ring. Una dura
mezcla de amor y odio, ternura y rabia, emociones
apasionadas que se mezclan en un fuego de orgasmos
abrasadores.
En medio de nuestra ferviente unión, aún se agitan en mi
interior emociones contradictorias. El dolor de la traición se
mezcla con el torrente embriagador del amor y el deseo. Es
una batalla que me cuesta conciliar, incluso cuando la
intensidad entre nosotros es cada vez más fuerte.
— Alek — susurro entre besos sin aliento, con la voz
entrecortada por la vulnerabilidad y el anhelo. — ¿Por qué te
casaste conmigo? — Necesito saberlo.
Se encuentra con mi mirada, sus ojos llenos de una mezcla de
remordimiento y devoción.
— Rory, yo te amo. — Con su miembro aún agitándose dentro
de mí, no puedo decidir si es mentira o verdad, porque es
exactamente lo que quiero oír.
Sus palabras, aunque erróneas, encierran un rayo de esperanza.
En este momento de vulnerabilidad y pasión, me dejo llevar
por la abrumadora conexión que compartimos. Los
pensamientos contradictorios empiezan a desvanecerse, siendo
sustituidos por la innegable verdad de que el amor es complejo
y el perdón es un viaje.
— Te amo — gimo, mientras hace que me corra de nuevo.
La intensidad de mi orgasmo hace que casi me desmaye y,
mientras me tambaleo al borde del placer, oigo su gemido. Un
profundo gruñido gutural mientras se corre conmigo.

***

El primero fue solo un parpadeo, como las imágenes que vi en


aquellos minutos que transcurrieron entre el sueño y el
despertar. Me duele mucho la cabeza, y el parpadeo de un
sueño o un recuerdo amplifica el dolor dentro de mi cabeza.
Estos dolores de cabeza se han vuelto casi constantes, pero
tengo miedo de que si se lo digo a Alek elimine por completo
el entrenamiento y la lucha. El caso es que me está gustando el
subidón de dar puñetazos, patadas y de someter a un oponente.
No voy a renunciar a ello tan fácilmente.
Me doy la vuelta y me meto en su espacio, reconfortándome al
estar segura de que su cuerpo envuelve al mío. Me siento
segura en sus brazos, querida y protegida. Confío en él, y
ahora mismo no puedo confiar en nada más.
Mi mente se sumerge en una neblina de sueños y realidad, y en
lo que creo que puedan ser destellos del pasado que finalmente
vuelven a mí. La estabilidad que me ofrece la realidad con él
es mejor que la incertidumbre de esos recuerdos a medias que
acompañan mis dolores de cabeza. Alek nunca habla del
futuro, solo vive el presente. Sé que su cerebro le fallará y que
probablemente acabará volviéndose completamente loco. He
investigado sobre el síndrome del boxeador, y no es una
enfermedad agradable, ni fácil. No hay certeza de que él vaya
a estar bien, o de que no lo estará.
Creo que eso es lo que le hace ser como es, nada está
garantizado. Ni para él ni para un luchador. Tomas lo que
tienes y lo disfrutas mientras puedes, porque puede que ya no
esté cuando te levantes por la mañana.
Le temo a mis recuerdos. Me preocupa recordar y que no sea
como ahora. ¿Y si el pasado empaña el presente y arruina el
futuro? Esas instantáneas que me llegan cuando menos me lo
espero siempre me dejan aturdida, deseando poder apagarlas.
Me encanta mi vida aquí con él y me preocupa que, si lo
recuerdo, pueda dejar de sentirlo de esa manera.
Alek me envuelve en sus brazos y yo enrosco mi cuerpo para
que encaje contra el suyo, escuchando los latidos de su
corazón intento quedarme dormida de nuevo. El ritmo
constante de su respiración y el calor de su piel desnuda contra
la mía son una manta de seguridad contra la intrusión de lo
que un día fue.
— ¿Qué pasa? — murmura, mi retorcimiento lo ha despertado.
— Me duele la cabeza —admito porque es el dolor lo que no
me deja conciliar el sueño— pero estaré bien. — Se da la
vuelta y abre el cajón que está junto a su cama, saca un frasco
de pastillas y me da una cápsula blanca.
— Tómate esto, se te pasará rápido. — Me inclino sobre él,
tomo el vaso de agua que deja junto a la cama pero que nunca
bebe y me trago la pastilla.
Desesperada por aliviar un poco el dolor, y con la esperanza de
que me deje tan inconsciente que mis sueños y recuerdos
queden silenciados hasta el día siguiente.
— Ven aquí. — Me tira hacia atrás para que nos
acurruquemos, y hacemos cucharita.
Esa píldora es como una especie de truco de magia, porque
cuando me despierto por la mañana no hay dolor, ni recuerdos
a medias, y tampoco Alek está en mi cama. Ya se ha ido y lo
echo de menos. El espacio vacío me provoca celos. ¿Dónde
estará para haberme dejado sola en la cama sin el beso con el
que suele despertarme?
Me quito el sueño de los ojos, estiro mi cuerpo rígido y miro
alrededor de la habitación vacía. No está y es tarde. Veo los
números rojos de su reloj de cabecera. Es casi mediodía. Nadie
me ha despertado para desayunar o para ir al gimnasio. Algo
no va bien, la casa está demasiado silenciosa para ser tan tarde.
Un frío miedo recorre mis venas y me preocupa que haya
pasado algo mientras dormía.
Me quedo quieta y escucho, en busca de voces, de cualquier
cosa. El silencio sepulcral es inquietante y me levanto, me
ducho rápidamente y me visto como si fuera a ir al gimnasio.
Aunque ya es demasiado tarde. Cuando salgo de la habitación,
no veo a nadie del personal habitual, solo a los de seguridad
que no dejan de mirar como si quisieran detenerme.
Cuando me acerco a su despacho, hay dos guardias afuera, en
el pasillo, y la puerta está abierta. Oigo su voz, y me hace
sonreír mientras mi corazón se estremece al recordar cómo me
cuidó la noche anterior.
— Creo que no me entiendes —dice, y se me hiela la sangre al
oír el tono de su voz— no era algo negociable, no puedes
elegir cuando escucharme. — Me paro donde puedo ver el
interior de su despacho, pero estoy fuera de su vista.
El hombre armado me mira, como si supiera que no debería
estar allí, pero tampoco me obliga a irme.
— Si yo digo que pierdas, tú pierdes. Y si digo que lo
noquees, maldita sea, debes hacerlo. Ya hemos tenido esta
charla antes, Helm. — Helm es luchador del gimnasio, es un
tipo grande.
Suelo observarlo mientras practica para sus peleas, es bueno
para un peso pesado.
— Alek, me he dejado llevar — oigo que le responde a mi
esposo, que está parado junto a él; mientras que él está de
rodillas.
Alek le sujeta la cara con las manos, para que Helm lo mire a
los ojos, el hombre tartamudea.
— No volverá a pasar.
— No, no volverá a pasar — dice mi esposo, y al siguiente
instante, oigo un chasquido.
El inconfundible chasquido de los huesos quebrándose y
estallando. Le rompió el cuello al hombre. Alek lo mató. Lo
mató por ganar cuando se suponía que debía perder. El enorme
cuerpo del boxeador cae sobre el suelo de mármol y, cuando
Alek levanta la vista, nuestros ojos se encuentran y se da
cuenta de que lo estaba mirando.
Estoy demasiado conmocionada para moverme, demasiado
aterrorizada para decir algo, no puedo conciliar que el hombre
que me quitó el dolor sea un asesino. No es él, intento
convencerme. Esto no es real, es solo tu estúpida cabeza
vacía. La vergüenza y la ira en sus ojos son reales, tan reales
que siento cómo me atraviesan mientras se dirige a la puerta y
la cierra entre nosotros. Dejándome afuera, tambaleándome
ante la realidad de ver con quién me he casado. Y haciendo
que algunos de mis recuerdos vuelvan como un tsunami.
Firmé un contrato para luchar con él, para perder. Para perder
la pelea que casi me mata. Estaba amañado. Ni siquiera
necesitaba perder a propósito, Valencia habría ganado de todos
modos. Vine aquí por dinero. ¿Por qué pensé que estaba aquí
por amor? ¿Quién podría amar al monstruo al otro lado de esa
puerta? Un asesino a sangre fría.
Cuando se me pasa el susto, salgo corriendo hacia la puerta
principal, tomo mi bolso del gimnasio y le pido al primer
guardia de seguridad que me traiga al chófer. Voy al gimnasio,
donde puedo ordenar lo que he visto, lo que recuerdo y lo que
siento.
Lágrimas silenciosas resbalan por mis mejillas, mientras el
coche se aleja de la casa y se dirige al gimnasio. Él es la razón
por la que me han herido. Por cupla de él murió mi padre. Me
robó mis tierras y vi cómo mataba a un hombre. ¿Por qué lo
sigo queriendo? Debería odiarlo, debería tomar un coche hasta
el aeropuerto y marcharme, pero la idea de dejarlo me duele
más que mi propio dolor de cabeza.
CAPÍTULO 20

Alek

Es imposible saciarse de mi mujer. En cuanto cedí y volví a


acostarme con ella, supe que estaba acabado. No hay ninguna
posibilidad de que pueda renunciar a ella ahora. No me
importa que sea la hermana pequeña de Callum, o mi
luchadora a sueldo. Ella es mía. La quiero, a todas horas. No
puedo mantener mis manos lejos de ella y es una distracción
bienvenida en medio de la disputa entre su familia y la mía.
Ella se está poniendo de nuevo en forma, está volviendo
lentamente a la vida, esa chispa está de vuelta en sus ojos.
No hemos hablado de lo que vio en mi oficina, pero Rory sabe
quién soy. Se lo había dicho. Incluso después de su lesión le
había explicado cuidadosamente que no soy un buen hombre.
Que mi negocio no es lo que parece por fuera. Puede que no
sea un asesino ni me ensucie las manos traficando, pero no soy
para nada inocente. Mato a la gente. Solo que uso mis manos,
ni pistolas ni cuchillos.
Helm me ha hecho la contra más de una vez, y lo he dejado
pasar. La primera vez, saqué de mi bolsillo el dinero que
perdieron mis corredores de apuestas, porque era un buen
luchador. Ambicioso y físicamente estaba en su mejor
momento. Pero, la segunda vez, mi piedad se había agotado.
No me iba a servir, su incapacidad de perder o de escucharme
era un problema. Ojalá no me hubiera visto matarlo, entonces
no le habría afectado. Pero desde que lo vio, algo cambió, está
distante y más centrada en la lucha que en mí.
Ayer me preguntó si podía volver a luchar, si creía que podría
recibir su alta médico. Sé que se lo darían, pero no estoy
seguro de querer que mi mujer vuelva a luchar. Arriesgarme a
que vuelva a resultar herida de gravedad. Solo tienes un
cerebro y una vez que se rompe, ya sé lo que sucede. Sigo
posponiéndolo, diciéndole que espere un poco más. Hemos
estado entrenando juntos todas las mañanas, y ella está en
forma, tal vez aún no para pelear, pero está muy cerca.
Resulta fácil olvidar que tengo lo que necesito, que las
escrituras de las tierras están ahora a mi nombre y que
podemos volver a cargar y descargar en el apartadero. Ese
puerto y la terminal ferroviaria son importantes para nuestro
trato con los colombianos. Ya no necesito a Rory. Ha hecho su
trabajo como luchadora, ha cumplido su contrato, puedo
anular nuestro matrimonio en cualquier momento y seguir
adelante. Enviarla de vuelta con Callum, con su familia.
— Quiero hablar con mi hermano —entra en mi despacho y es
como si leyera mi mente— creo que es importante que sepa
que estoy bien. Que sepa que estoy yendo al gimnasio. O lo
que sea. No quiero que se preocupe. No necesita saber que no
recuerdo nada, pero creo que está empezando a dudar de ti. —
No se equivoca, pero mi miedo es lo que ella pueda decir.
Desde lo de Helm, Rory se ha cerrado a mí, ya no hablamos
como solíamos hacerlo.
— Podemos llamarle si quieres —le digo con el teléfono en la
mano— pero ¿y si tiene preguntas que no puedes responder?
— Ella traga saliva, y sé que tiene miedo de hablar con ellos,
porque insistirán en que vuelva.
Rory se queda mirando entre el teléfono y yo, dividida entre lo
que sentimos y lo que debería sentir por su familia.
Da un paso atrás y sacude la cabeza.
— Hoy no voy a ir al gimnasio — dice, y cuando la miro más
de cerca puedo ver las marcadas ojeras. — No me siento bien
y anoche tampoco dormí bien. — La sentí dando vueltas a mi
lado en la cama.
Parece cansada y pienso que quizá la he presionado demasiado
y muy deprisa.
— Está bien — digo, y mi teléfono empieza a parpadear en el
escritorio con el nombre de Konstantin iluminando la pantalla.
— Necesito atender esto, y luego me tomaré el día libre.
Podemos salir a cenar esta noche — le digo.
Quedan pocas noches de buen tiempo antes de que empiece a
cambiar la estación.
— Eso suena bien — responde Rory, retirándose de mi
despacho, y yo contesto a la llamada.
— Alek, ¿me estás evitando? — Mi primo suena aún más
enfadado que de costumbre. — Hemos limpiado tu desastre, el
luchador ha sido eliminado. Hay un montón de gente molesta.
Tienes que ocuparte del control de daños.
— Soy consciente de que su victoria ha causado algunos
problemas —le digo, hoy no estoy de humor para estupideces
— gracias por deshacerte de él. Yo me encargaré de las casas
de apuestas, y de todo lo demás. — El boxeador al que venció
ha hecho amenazas contundentes.
Es un conocido enemigo de mi familia y tendré que
encargarme de la situación.
— ¿Qué haces aún con la chica irlandesa? — pregunta, porque
Rory es la manzana de la discordia con ellos. — Ya tenemos
las tierras. Puedes divorciarte de ella y enviarla de vuelta de
donde vino. Alek, no puedes seguir casado con ella, tiene la
mitad de tu edad. — Exagera, es joven pero no tanto. — Si eso
sale a la luz pública, será más difícil deshacerse de ella.
Realmente no querrás ponerte creativo con la hermana de tu
mejor amigo. — Es una amenaza velada.
He estado recibiendo cada vez más presión por parte de ellos
para cortar todos los lazos con Callum y deshacerme de mi
falsa esposa.
La cosa es que ella no es falsa cuando tengo mi miembro
enterrado dentro de su precioso cuerpo. No estoy dispuesto a
dejarla ir, a renunciar a esta maldita ilusión.
— Eso no es asunto tuyo, Konstantin — le gruño.
— Alek, por supuesto que lo es. Este es un negocio familiar y
que te cases con la hermana del hombre que nos traicionó, no
es bueno para el negocio. — No me importan los negocios.
Cuando se trata de Rory, no estoy listo para terminar con esto.
Necesito más, más de ella y de lo que siento estando con ella.
— No necesitamos problemas, ya tenemos suficientes. Ella
hizo su trabajo, luchó, perdió y tú te quedaste con las tierras.
Ahora deshazte de ella. O lo haremos nosotros. — No me
gusta lo que insinúa, no soy de los que se toman ese tipo de
ataques a la ligera.
— Vete a la mierda, Konstantin —le digo— nadie amenazó a
tu bailarina cuando te enamoraste. Deja en paz a Rory, no tiene
importancia lo que ella y yo hagamos en la intimidad de mi
casa.
— ¿Y cuando la prensa se entere de tu estado civil? ¿Qué
pasará entonces? —insiste. — Sabes que tu amigo se
convertirá en tu enemigo. Te perseguirá y te matará por
violarla. Te meterá en un lío. — Debería escuchar, pero soy
demasiado terco para renunciar a algo que quiero.
Mi primo tiene razón, pero yo quiero tener la razón, así que lo
ignoro.
— Konstantin, olvídalo. Ella es mi mujer y destriparé a
cualquiera que la toque. — Alejo la conversación de ella y
vuelvo a los negocios.
Tiene su propio grupo de enemigos gracias a su mujer, y a uno
de ellos le gusta visitar mis peleas. Las clandestinas. Le gusta
identificar a luchadores vulnerables desesperados por dinero
que puedan caer en su trampa de tráfico. Dominic se ha
convertido en una espina clavada en el costado de mi primo, y
estará en mi siguiente noche de luchas. Mi trabajo es
encargarme de que él desaparezca.
— Faltan casi seis semanas para esa pelea — le digo. — ¿Lo
estás vigilando? ¿Te estás asegurando de que no haga ninguna
tontería antes? — Tengo que preguntar, el hombre ha tratado
de matar a Konstantin más de una vez.
Se trata de una venganza porque Konstantin mató a su
hermano, pero su mala sangre ha dificultado el comercio de
mis mulas en España.
— Tengo a alguien vigilándolo de cerca — dice, y cuando
terminamos la llamada tengo la tensión por las nubes y me
duele la cabeza.
No me gusta tener que mezclar ese tipo de asuntos con mis
peleas.
Miro el reloj. Dije que saldríamos a cenar, pero los
comentarios de Konstantin sobre la prensa y mi matrimonio
me tienen en ascuas. Si Callum se entera de que me casé con
ella para conseguir sus tierras será aún peor que si creyera que
simplemente ella me las dio. Ahora mismo, él cree que ella los
traicionó, pero saber que fui yo; dañará los años de amistad
que tenemos.
La encuentro en el dormitorio. Se ha duchado y se ha puesto
un vestido negro ajustado. Lleva el cabello recogido y una
sonrisa en la cara. Cambio de opinión sobre nuestros planes
para ir a cenar. Esta noche hay una pelea y creo que mi mujer
y yo deberíamos ir a verla.
— Quiero ir a ver una pelea antes de cenar — le beso el
hombro descubierto y ella me mira en el espejo. — Podemos ir
a cenar después.
— Me parece una excelente idea —voltea para mirarme— me
gusta ver peleas contigo. — Me pasa las manos por el pecho,
una caricia sencilla, inocente, pero que es suficiente para
ponérmela dura.
Necesito que tenga ganas de luchar, porque si tengo que
enviarla a casa con su hermano tendrá que estar herida,
malherida. Me matará si sabe que encubrí esto, y tendré que
dejarla ir pronto.
CAPÍTULO 21

Rory

Las peleas clandestinas tienen cierta energía, un subidón


prohibido e ilícito. No me han dado el alta médico para pelear
legalmente, pero a medida que mis recuerdos empiezan a
filtrarse, también lo hace mi ardiente deseo de entrar en el
octógono y golpear a alguien. Cuando se lo comenté a Alek,
parecía enfadado y me dijo que no quería que volviera a
pelear. Que era demasiado arriesgado, pero ahora que lo
recuerdo, ¿qué diablos soy si no soy una luchadora?
La seguridad es rigurosa a nuestro alrededor, y Alek está
extrañamente cariñoso esta noche. Normalmente, en público
no me toca ni demuestra ante el mundo que somos algo más
que mánager y boxeadora. Pero tiene su mano en mi pierna, un
gesto protector y afectuoso. Como si finalmente me estuviera
reclamando públicamente, en una pelea secreta donde no se
permiten teléfonos ni cámaras. Me está reclamando para que
otros hombres peligrosos, managers y promotores sepan que
no pueden acercarse a mí.
Es público, pero aquí nadie puede hablar de ello, porque si
alguien pregunta, nadie estuvo aquí. Esto nunca ocurrió y
nunca hubo ninguna pelea. Las peleas ilegales son uno de los
secretos mejor guardados de Rusia, de las que nadie habla. La
seguridad siempre es muy estricta. Tenemos guardias
rodeándonos y Alek está muy alerta. Las dos primeras peleas
son una locura, y el público está enardecido y alborotado.
— Necesito ir al baño — le susurro, he intentado contenerme.
Alek llama a uno de nuestros guardias y le da instrucciones.
— Ve con él, te llevará a la parte de atrás para que puedas usar
el baño de los luchadores. No puedes ir al baño público,
porque esto es una carnicería. — Miro a mi alrededor y veo las
peleas y los empujones detrás de la valla, y tiene razón.
Dos guardias me acompañan a través de la multitud un poco
más civilizada de la parte delantera y me llevan por el túnel
hasta la parte de atrás. Todo es hormigón industrial y el sonido
se amortigua cuando entro en los vestuarios de la parte trasera.
Una entrenadora llama mi atención cuando entro en el
vestuario de damas, sonríe y me saluda con la mano.
Mientras me siento en el retrete, me asalta una cadena de
recuerdos violentos: la conozco. Es mi entrenadora, vino aquí
conmigo. Tengo su nombre en la lengua, pero no logro
recordarlo. Ya he terminado, pero me quedo encerrada en el
baño tratando de ordenar la maraña de recuerdos, separando
los reales de los fabricados.
Salgo a un vestuario vacío y me lavo las manos con agua fría.
— Rory — miro al sucio espejo. — ¿Cómo estás? — Nadia,
su nombre es Nadia. — No sé si me recuerdas, Alek dijo que
no puedes recordar nada, y me pidió que me mantuviera
alejada. Dijo que podría perturbarte.
— Nadia —digo su nombre y los destellos de ella
entrenándome vuelven rápidamente— estoy recordando
algunas cosas — digo.
— ¿Él lo sabe? — Parece preocupada y echa un vistazo a la
habitación para comprobar que estemos solas. — ¿Estás bien?
¿No te ha hecho nada? — Frunzo el ceño, confundida por su
pregunta.
— Rory, voy a decirte algo rápido, y te irás como si nunca me
hubieras visto, porque no me has visto. Alek no es tu esposo,
bueno, lo es, pero no fue así como él te lo ha dicho. Necesitaba
algo de tu hermano y cuando los médicos le dijeron que tenías
amnesia, mintió sobre lo de estar casados, y luego lo hizo legal
mientras estabas en coma. Estuvieron juntos dos días en su
barco, cuando volviste, dijiste que algo lo había estropeado
todo y que querías irte después del combate por el título. —
Estoy temblando, mi cuerpo simplemente se limita a
reaccionar mientras mi mente intenta procesar lo que ella me
está diciendo. — Debes tener cuidado Rory, él no te está
diciendo la verdad. Es peligroso. Si necesitas huir, yo te
ayudaré. Estoy en el gimnasio todos los días, solo tienes que
buscarme. — Asiento con la cabeza y mi seguridad me llama a
través de la puerta para comprobar si estoy bien.
— Tengo que irme — le digo. — Gracias, Nadia. — Me
agrada, ella me caía bien: hacíamos un gran equipo.
Logro recordar más cosas, mientras me llevan de vuelta a mi
silla. A ella peleándose con él, diciéndole que no me dejara
pelear. A él despidiéndola, diciéndole que se haría cargo de mi
entrenamiento puesto que ella me había puesto límites. Estaba
enfadado y parecía que iba a pegarle.
Los recuerdos se entremezclan con otros más recientes, con
los de él rompiéndole el cuello a Helm. Mi pulso se eleva y me
siento ligeramente mareada cuando vuelvo a sentarme. Nadia
dijo que yo quería marcharme, que él y yo no estábamos en
buenos términos. Cuando intento recordar cosas sobre
nosotros, mi mente se queda en blanco. Recuerdo un beso en
su barco, y el sentimiento que lo acompaña no es miedo, es
amor. Yo lo quiero. No puede estar diciendo la verdad. Es
mentira. Ella no sabe cuánto me ama. Puedo sentirlo cuando
me toca. Alek me ama.
Después de la pelea nos llevan a una cena privada en uno de
los hoteles más exclusivos de la ciudad, a la luz de las velas y
en plan romántico. Sigo diciéndome a mí misma que él me
quiere y que recordaría si lo que ella me dijo fuera cierto. No
haría esto, no sería romántico. Es más, si consiguió lo que
quería de mí, ya me habría echado y se habría alejado de mí.
Me deshago de lo que dijo la entrenadora.
— ¿Estás bien? — me pregunta Alek. — ¿Recordaste algo? —
Mi marido empieza a sospechar y cada vez me cuesta más
ocultarle sobre mis recuerdos.
— Una cosa — digo, sonriendo por lo guapo que está en la
penumbra. — Estábamos en tu barco, me besaste e hicimos el
amor en la cubierta bajo las estrellas. — Esa sonrisa sexy y el
brillo en sus ojos.
— Es un buen recuerdo —dice poniendo su mano sobre la mía
— yo también recuerdo esa noche, creo que fue el momento
en que me enamoré de ti. — Me ama, es innegable.
Comemos caviar caro y un postre delicioso. Alek me ofrece
una copa, y la rechazo.
— No, gracias — le digo. — Quería preguntarte algo. —
Estoy nerviosa, porque no le hizo gracia la última vez que
saqué a relucir el tema de las peleas.
— Pregúntame —dice, pasándome el pulgar por los nudillos—
siempre haré todo lo posible por darte lo que tu corazón desee.
— Quiero pelear — le digo mirándolo a los ojos. — Sé que no
puedo conseguir una autorización médica para una pelea legal,
pero quiero pelear en una igual a la de esta noche. — Me va a
decir que no y se va a enfadar conmigo.
No debería haber preguntado, de cualquier manera, no estoy
preparada. Aún me duele la cabeza.
— Hay una dentro de seis semanas. Si realmente quieres
participar, puedo hacer que eso suceda — dice, con la
mandíbula tensa. — No me agrada, pero si te impidiera hacer
lo que te hace feliz, no te amaría. — Eso fue demasiado fácil.
Pero estoy emocionada, necesito algo que me entusiasme, que
me haga volver a ser quien era. Ya no quiero ser un recipiente
vacío, quiero recuperar mi vida. Toda mi vida.

***

Como tengo una pelea próximamente, las cosas han cambiado.


Mi entrenamiento se ha intensificado y estoy en el gimnasio
casi todo el día. Alek trabaja conmigo por las mañanas y luego
vuelve a su «trabajo» dejándome entrenar con el equipo de
entrenadores del gimnasio. Dice que me irá bien, que me ha
emparejado con una luchadora a la que puedo vencer
fácilmente.
Me estoy cambiando para salir cuando una cara conocida
llama mi atención. Nadia está en uno de los cubículos justo en
frente de donde me siento para ponerme mis calzados de
deporte.
— Rory —me dice en un susurro muy bajo— no pelees. — Su
expresión seria me hace prestar atención y escuchar.
— ¿Por qué no? — He estado esperando esto, lo necesito.
— Porque la familia de tu esposo se ha entrometido, y no
estarás a salvo. Tienen mucho dinero apostando para que
pierdas. Para que pierdas la vida. Porque si mueres, él heredará
tu mitad y entonces le pertenecerá a los Reznek.
Las tierras, y el gimnasio de casa. Toda mi vida, mi casa todo
será de ellos si muero.
— Si te presentas a esa pelea, te irás en una bolsa de
cadáveres. — El miedo me ahoga, y puedo sentir el profundo
peligro en el que me encuentro.
— ¿Cómo lo sabes? — le pregunto y ella baja la mirada.
Recuerdo que a Nadia le gusta apostar.
— Los corredores de apuestas lo comentan, hay rumores. Y
esos nunca están exentos de algo de verdad — me dice. —
Puedo ayudarte, puedo llamar a Callum y sacarte de aquí. Pero
no puedes luchar, necesitas alejarte de él y de su seguridad. —
Asiento en silencio, Nadia no tiene motivos para mentir.
Ella tiene dinero apostado en esa pelea, si yo me retiro; le
costará dinero. Alek ha estado mintiendo mucho últimamente.
— Mañana — le digo.
Si tengo que huir, ella me ayudará.
— Estaré aquí temprano.
No sé si fiarme de mi cabeza, de mis recuerdos borrosos, o de
mi corazón. Porque cuando estoy con Alek, me siento segura,
protegida y querida. Pero cuando estamos separados, veo
cosas, y recuerdo cosas que me hacen cuestionar mi propia
cordura.
El coche me espera para llevarme a casa. Mientras nos
desplazamos, el miedo crece en mí y sé que debo tener una
conversación con mi esposo. Una que podría arruinar todo lo
que tenemos, pero si él no sabe que mi pelea está amañada,
entonces tengo que decírselo, y si lo sabe, necesito saberlo.
Llamo a la puerta de su despacho, temo que si entro volveré a
encontrarme con un asesinato, y no estoy segura de poder
soportarlo hoy.
— Hola — digo cuando levanta la vista de su pantalla. —
¿Podemos hablar? — le pregunto.
— Adelante — cierra su portátil y me mira con el mismo amor
en los ojos que hace que me sienta tan segura aquí. — ¿Qué
sucede? — Puede verlo en mi cara, no necesito decirle que
algo anda mal.
— Ya no quiero pelear. — Alek frunce el ceño ante mis
inesperadas palabras. — Sé que te supliqué que me
consiguieras ese combate, pero he cambiado de opinión. —
Veo que no está contento.
Cancelar tendría consecuencias económicas y encontrar una
luchadora que me sustituya tampoco será fácil.
— Sabes que ya no puedo cancelarlo ahora, las apuestas están
hechas.
Asiento con la cabeza y me siento. — Lo sé, pero los
corredores de apuestas le han dicho a alguien que conozco;
que tu familia ha pagado mucho dinero para asegurarse de que
pierda, y no solo la pelea. Han dicho que si muero heredarás el
apartadero del ferrocarril y el gimnasio de mi familia. — Se
me humedecen los ojos ante la traición que siento ahora
mismo, pero cuando veo la expresión de su rostro, sé que él
tampoco tenía idea. — No voy a luchar Alek, no voy a morir
para que te lleves lo último a lo que se ha aferrado mi familia.
Eso me duele y solo quiero marcharme. Quiero irme a casa,
pero mi corazón no lo suelta.
— Recuerdo cosas —admito— casi todo, aunque hay algunos
espacios en blanco. Pero sé de lo nuestro, lo de las tierras y
cómo me utilizaste para conseguirlas. — No estoy enfadada,
ahora mismo estoy aturdida.
El hecho de que me subieran a un ring para que muriera y para
que pudieran robarme mis propiedades me revuelve el
estómago.
— Rory —parece devastado— lo siento.
— No, no lo sientes Alek, los hombres como tú no sienten
pena. La cosa es que, aunque sé todo esto, no puedo evitar que
mi estúpido corazón te siga amando. — Odio amarlo, quiero
dejarlo, pero este sentimiento no desaparece.
Creo que necesito alejarme de él, irme de aquí. Nadia dijo que
me ayudaría. No estoy segura si mis hermanos perdonarán mi
traición, ni siquiera sé si puedo volver a casa.
Estoy atrapada, no puedo volver a casa y enfrentarme a ellos.
No nos queda nada gracias a mí, esas tierras se pusieron a mi
nombre para protegerlas. La cagué y ahora está en manos de
su familia. Si me quedo aquí lo más probable es que acabe
muerta. No podría ganar. Todas las probabilidades están en mi
contra. Los Reznek, toda su familia, son los bastardos más
malvados que he conocido. Matarían a su propio hijo si eso
beneficiara al negocio, y yo no soy nadie en el gran engranaje
de su malvado imperio.
— Te quiero Rory, y eso no es mentira. — Lo dice, y mi
corazón se aferra a él con todas sus fuerzas. — Puede que me
haya casado contigo por las razones equivocadas, pero te
quiero. — Quiero creerle, pero tampoco quiero ser la estúpida
mujer que se enamora del hombre que al final termina
matándola.
— No pelearé, Alek — le digo, ignorando su afirmación. — Si
sabías o no de esto, me da igual, no pelearé. — Se pellizca el
puente de la nariz y busca las pastillas para el dolor de cabeza
que guarda en el cajón.
— No lo sabía, Rory. — Le tiembla la voz y por primera vez
percibo miedo. — No pelearás, pero habrá repercusiones para
ambos. Voy a ir en contra de mi familia por ti.
Me quiere lo suficiente como para ir contra ellos, tal vez hizo
todo esto porque me quiere. Para protegerme de quien sea que
esté detrás de esas tierras.
CAPÍTULO 22

Alek

No me había planteado que pudieran hacer eso. Mis primos


han sido más duros de lo que yo habría sido con ellos. Es más,
creo que hablaremos de esto en familia. Ella cree que hice
todo esto por amor y, de hecho, ahora la amo. Pero no la
amaba en aquel entonces, me enamoré de ella después.
Empecé esto con malas intenciones, pero ahora la quiero en mi
vida.
No tengo ni idea de qué hacer, porque le he dicho que no va a
pelear, pero no hay manera de que suspenda su pelea y
salgamos ilesos los dos. Es imposible. No importa cómo lo
mire, no veo un camino limpio para salir de esto. Pero si la
hago pelear, lo más probable es que no salga de ella. Y no
podría soportar eso.
Tiene que presentarse a ese combate y ganarlo. Pero solo
podrá hacerlo si está en forma y si es capaz de noquear a su
rival rápidamente. Si está allí más de uno o dos minutos, será
masacrada y a la otra luchadora le pagarán para hacerle daño.
Para matarla. Me siento enfermo, literalmente enfermo del
estómago. Me va a estallar la cabeza y no sé qué hacer.
Iba a utilizar esta lucha como tapadera para enviarla a casa y
asegurarme de que estuviera a salvo lejos de mi familia. La
mitad de las tierras es suficiente, podemos luchar contra ellos
para tener acceso basándonos solo en eso. Pero en mi familia
todos son unos malditos egoístas, y eso no es suficiente para
ellos. No puedo perderla, preferiría perder todo lo demás. Mi
familia, mi dinero, todo. Con tal de que ella se quede conmigo.
— ¿Dónde está Nadia? — le pregunto a uno de los empleados
mientras Rory y yo entramos en el gimnasio, puede trabajar
con ella mientras yo no esté.
No podemos escaparnos de la pelea, pero podemos
asegurarnos de que pueda ganar.
El tipo de la camiseta sin mangas se encoge de hombros y
dice. — Hoy no ha venido —nunca falta al trabajo— y
tampoco ha llamado. — Nadia es diligente, dedicada y
prácticamente vive en el gimnasio.
Debería estar aquí. Miro a mi alrededor para ver si quizás no
ha pasado inadvertida. Rory se pone directamente a hacer
ejercicio. Aún no se ha dado cuenta de que estoy algo
distraído.
— Nadia no está aquí — le digo mientras me arrodillo y la
ayudo a vendarse las manos. — Ella te contó lo de la pelea,
¿cierto?
Rory mira alrededor de mi gimnasio, sus ojos examinan cada
luchador y cada cara.
Se inclina y susurra. — Sí, te dije que fue ella cuando
hablamos. — Me mira con mil preguntas en los ojos. —
¿Dónde está, Alek? — Su voz sube de tono al formular la
pregunta.
— Si se enteraron de que ella ha dicho algo, se ha ido — le
susurro. — Lo siento.
— Ella se ofreció a ayudarme para volver a casa, le dije que la
vería aquí hoy. — Le levanto la barbilla para que me mire.
— Actúa como si no pasara nada, entrenamos y nos vamos —
le digo. — Podemos hablar de esto en casa. — La ayudo a
mantenerse concentrada y me doy cuenta de que tendré que
invertir mucho tiempo en prepararla para este combate.
Hay demasiados ojos puestos en nosotros, aquí actuamos
como si no pasara nada.
— Lo siento, sé que ella te importaba —le digo cuando
estamos a punto de irnos— y si no lo recuerdas, yo te lo
aseguro. — Rory sonríe y la veo luchar contra las lágrimas. —
Vamos a casa. — La culpa consume mis pensamientos durante
todo el camino a casa.
Ella iba a irse con Nadia, tengo que arreglar esto, y tengo que
asegurarme de que no piense que fui yo quien lo hizo. No
podía permitir que Nadia la ayudara, Rory no puede dejarme.
Aún no estoy preparado para perderla. Estoy siendo arrastrado
en demasiadas direcciones; mi familia, mi negocio, mi mejor
amigo… no puedo tener todas esas cosas si la elijo a ella. Sin
embargo, la elijo a ella, y mataría por mantenerla conmigo.
— Tienes que luchar, y haré todo lo que pueda para
asegurarme de que ganes. Y de que vivas.
— Alek, no saldré viva de esa arena, ambos lo sabemos —dice
— pero si lo hago, ¿cuánto dinero sería? — Puedo ver que la
mente de Rory está trabajando horas extras.
Al igual que yo, ha estado obsesionada con esto, pensando la
manera en que podamos permanecer juntos y mantenerla a
salvo.
Suena mi teléfono y tomo la llamada, aunque estamos juntos
en el coche.
— Konstantin — digo, enmascarando mi rabia con palabras
tranquilas. — ¿En qué puedo ayudarte?
— Alek, ¿ya tienes todo listo? — Está pescando, quiere saber
si lo sé. — Sinceramente espero que estas peleas no sean como
el espectáculo de mierda que vimos cuando peleó Helm. — Es
un ataque contra mí, un reclamo sobre cómo dirijo las cosas.
— Sé cómo manejar mi negocio y lidiar con los problemas
Konstantin, y no me gusta que la gente se entrometa en él, ni
siquiera mi familia. — Esta llamada no tiene nada que ver con
Helm ni con ningún otro luchador, lo sé. — ¿Qué quieres? —
Voy directo al grano, para que no piense que sus amenazas
veladas pasan desapercibidas.
— ¿Ya le has pedido el divorcio? — me pregunta, y veo la
mirada de Rory cuando lo oye, cree que todo es culpa mía. —
Tienes que deshacerte de ella, conseguir que te transfieran esas
tierras y luego buscarte una esposa rusa. Una mujer de la que
la familia pueda estar orgullosa, y formar una familia. — Él
sigue hundiendo el cuchillo, y ella se tapa la boca con la mano
para que él no pueda oírla.
— No tengo intención de divorciarme, Konstantin, ya tengo
una mujer a la que quiero. — Ella no me cree, puedo verlo en
sus ojos verdes.
Está dudando de mí y debería hacerlo.
— Ya me he encargado de Helm, y si le pasa algo a mi mujer
Konstantin, te mataré mientras duermes, con sangre o sin ella.
— Cuelgo, la rabia y la frustración hacen que me tiemblen las
manos.
— Me van a matar, Alek —me dice— necesito volver a casa,
pero tengo miedo de que mis hermanos también me maten
después de lo que he hecho. — Se siente atrapada. — Ambos
sabemos que si no consigues las tierras se avecina una guerra y
que, si me divorcio de ti, las tierras seguirán perteneciéndome.
Me quieren muerta. — Puedo sentir su miedo, eso la afectará
en la lucha y no necesitamos eso.
— Lo siento, Rory, te mantendré a salvo. — O moriré en el
intento, pero no puedo imaginar no tenerla a mi lado; siempre.
— Hay una manera — me dice, y una mirada despiadada se
dibuja en su rostro. — Hay una forma de arreglarlo — me
dice. — Pero necesito saber que, independientemente de lo
que diga mi hermano cuando se entere de todo esto, no vas a
dejarme, que no vas a elegirlo a él antes que a mí. Él te
perdonará, pero yo no. — Sus mejillas están sonrojadas, y
puedo ver que tiene miedo y que está enfadada. — Pero, para
eso, debo luchar, y ganar. — Ella no puede ganar, porque la
lucha ya está arreglada.
Hay una recompensa por su cabeza, una muy grande si
conozco bien a mi malvado primo.
— Es un suicidio —le digo— te harás daño. ¿Y si vuelves a
olvidarlo todo? ¿Y si me olvidas? — La amo y eso sería igual
que perderla. — Rory, encontraré otra manera, podemos huir.
— ¿Cuándo en la historia de la humanidad ha funcionado lo de
huir? — Ella levanta una ceja. — Sabes que no podemos huir,
Alek, la gente con familias como la tuya y la mía, no puede
huir. Pero, puedo ganar si me entrenas, además tengo una
razón para hacerlo; para ganar. — Yo soy su razón, y necesito
que gane. — Yo sé por qué no pudiste acceder al muelle y al
ferrocarril. Callum está metido en problemas, y creo que es
con un cártel.
— ¿Qué cártel? — Eso explica por qué no acudió a mí. — ¿Y
qué cantidad de problemas?
— Lo suficiente como para que todo lo que me pagaron hasta
ahora se haya esfumado — admite. — Si gano, él puede
llevarse eso para solucionar el problema. Y deshacerse de
ellos. — Dudo que incluso eso sea suficiente, pero puedo
revisar los libros y hacer una apuesta por mi cuenta para
cubrirlo. — Si Callum ya no tiene que lidiar con ellos,
entonces tú te quedas con la mitad del apartadero. Yo tengo la
otra mitad, llegamos a un acuerdo y mi familia se queda con
sus tierras. — Si Callum ya no está en deuda con nadie es libre
de permitirnos comerciar y utilizar el terreno para los
negocios.
Pero mientras le deba al cártel no puede, porque son nuestros
enemigos acérrimos. Su codicia les hace invadir nuestro
territorio todo el tiempo, así que ahora tiene sentido por qué no
podía decirme lo que estaba pasando. Si me lo hubiera dicho,
habría empezado una guerra por culpa de mi mejor amigo y él
es demasiado orgulloso como para cargar con eso.
— Podemos ir a Irlanda, y así tu familia tendrá tiempo para
calmarse y aceptarnos. — Rory me mira y me asombro, ella no
es solo una cara bonita o una luchadora.
Ella es mucho más que eso. La subestimé desde el principio.
— No puedo vivir en Irlanda, Rory — le digo. — Mi vida está
aquí en Rusia.
— Y yo no puedo vivir sin ti, pero eso ya lo resolveremos más
adelante, una vez que gane mi pelea, tendremos que largarnos
de la ciudad. Y como el resto de tu familia vive en barcos,
podrás vivir donde quieras. — Es bonita cuando se pone tan
seria.
— Tengo un barco, sí — le digo, y deduzco que lo mejor será
que esté listo y esperándonos después de la pelea. — Pero no
vivo en él. — Me sonríe.
— Puedo ganar —susurra— podemos arreglar esto. — Rezo al
Dios que me ha abandonado hace tiempo para que tenga razón.
Haré lo que sea para protegerla en ese combate, incluso
arreglar las cosas entre bastidores. Tengo contactos fuera de
mi familia, siempre los he tenido, así es como me he
convertido en el marginado y en la oveja negra.
CAPÍTULO 23

Rory

El aire está cargado de tensión cuando entro en el recinto


subterráneo poco iluminado. Los gritos del público y el olor a
sudor y a adrenalina llenan el ambiente. Este combate es un
poco diferente, está amañado en mi contra, pero me rehúso a
perder. Sé que me están enviando al octógono para morir. La
familia de Alek pagó dinero para que se ocuparan de mí y, de
ese modo, él pudiera heredar las tierras de Dublín.
La determinación corre por mis venas, alimentando cada fibra
de mi ser, no voy a morir esta maldita noche.
Mi rival está parada al otro lado de la jaula, una imponente
figura que irradia confianza. Puedo ver la sed de victoria en
sus ojos, y soy consciente del gran peligro que me espera.
Valencia, estuvo a punto de matarme, incluso cuando había
reglas. Y aquí no hay reglas, no hay árbitro. Es solo luchar
hasta morir.
Pero ya me he enfrentado a adversidades antes y no dejaré que
me quiebren. No me intimidan sus gestos ni sus amenazas de
muerte.
La voz del locutor se desvanece en el fondo cuando suena la
campana, señalando el comienzo del combate. Mis instintos se
apoderan de mí y me muevo a la velocidad del rayo. Esquivo
su primer ataque, un golpe violento que falla por centímetros.
Alek es un maestro excepcional, se aseguró de que estuviera
en mi mejor momento.
El público estalla en una mezcla de vítores y abucheos. Tengo
algunos seguidores, pero ninguno de ellos parece estar aquí
esta noche. Soy el chivo expiatorio al que todos quieren ver
masacrado.
Con cada golpe, cada intento de sometimiento, lucho con todo
lo que tengo. Pero puedo sentir que las probabilidades están en
mi contra. Mi oponente, animada por la certeza de que la
victoria está predestinada, ataca con una fuerza implacable.
Golpe tras golpe golpea mi cuerpo, amenazando con quebrar
mi espíritu. Valencia está disfrutando de esto, se está
alimentando de la avidez del público y del dolor que está
infligiendo sobre mí.
Pero me niego a dejar que ella y su familia ganen. Apretando
los dientes, me impulso hacia delante, con los músculos
ardiendo debido al esfuerzo. Lanzo una serie de golpes
rápidos, y el impacto repercute en mis puños. El público ruge
sorprendido e incrédulo. El caos estalla en la arena cuando el
combate da un giro inesperado. Abucheos airados y el sonido
alborotado de perdedores inesperados vibran en el aire.
El tiempo se ralentiza mientras mi oponente intenta recuperar
el control. Puedo ver el pánico en sus ojos, la constatación de
que el guion se ha roto. Aprovecho la oportunidad y lanzo una
ráfaga de golpes precisos, con mi entrenamiento guiando cada
uno de mis movimientos. El dolor me recorre el cuerpo, pero
no hace más que alimentar mi determinación. Protejo mi
cabeza a toda costa, con las manos en alto y la cara cubierta.
Los vítores del público se convierten en un eco lejano mientras
me concentro en Valencia, en desbaratar el resultado previsto.
Cada puñetazo, cada patada es una rebelión contra sus
expectativas. La sangre se escurre por mi rostro, una insignia
de honor. No caeré sin luchar.
Con un último impulso de energía, doy un golpe devastador
que hace que Valencia caiga al suelo. El sonido de su cuello
quebrándose al impactar mi talón en su mejilla es repugnante.
No hay nada como el subidón de la venganza. El rugido
ensordecedor del público me llena los oídos mientras el árbitro
empieza la cuenta. No estoy muerta, no han ganado.
La victoria es mía, contra todo pronóstico. Sé cuándo ganar,
cuándo perder y cuándo escuchar a mi esposo.
Pero el caos no acaba aquí. Al darse cuenta de que el combate
estaba amañado, el público se conmociona. Los que lo sabían
se enfadan porque han perdido mucho dinero, y los que no lo
sabían se enfadan porque se sienten engañados. Se desata el
pandemonio, creando la distracción perfecta para que Alek y
yo escapemos de las garras de quienes pretendían
manipularnos y controlarnos.
Dejamos que reine el caos mientras escapamos, dejando un
rastro de expectativas destrozadas a nuestro paso. Me duele
todo. Pero un helicóptero nos espera en la parte trasera del
viejo almacén para llevarnos hasta su yate. Me voy a casa,
adolorida, golpeada pero victoriosa.
— Estás bien. — Alek me abraza mientras despegamos, y me
pongo a llorar, dándome cuenta de lo diferente que podrían
haber sido las cosas. — Lo has hecho muy bien, te quiero. —
Me besa la cara ensangrentada y me abraza mientras el
agotamiento, los numerosos golpes en la cabeza y la liberación
emocional me llevan a la inconsciencia.
Oigo el pánico en su voz, pero no puedo abrir los ojos y
decirle que estoy bien.

***

El suave balanceo del yate alivia mi adolorido cuerpo mientras


permanezco tumbada sobre los mullidos cojines del camarote
de Alek. Puede que el combate haya terminado, pero la
adrenalina sigue corriendo por mis venas, mezclada con el
deseo de que me toque. Lo veo entrar en la habitación, con los
ojos llenos de una mezcla de preocupación y deseo.
La mirada de Alek se detiene en mi aspecto maltrecho, el amor
y la admiración son evidentes en sus ojos.
— Has luchado como una maldita campeona, Rory. Me
sorprendes cada día — me susurra, con su voz llena de una
ternura ronca.
Una oleada de calor recorre mi pecho, disipando los restos de
dolor.
Le hago señas para que se acerque, con voz anhelante. — Ven
aquí, Alek. Te necesito.
Se acerca a mí con pasos cuidadosos, como si temiera agravar
mis heridas. Pero su deseo y su necesidad de mí son evidentes.
Se arrodilla junto a los cojines y me acaricia suavemente la
mejilla con la mano. Me inclino hacia su tacto, disfrutando del
consuelo que me proporciona.
Sus labios rozan los míos, con el más suave de los besos. Pero
a medida que el calor entre nosotros se intensifica, el beso se
hace más profundo, convirtiéndose en un apasionado
intercambio de necesidad y anhelo. Siento el fuego encenderse
dentro de mí, consumiendo cualquier resto de dolor o de
cansancio.
— No quiero hacerte daño — me dice, y sonrío.
— Una campeona de jiu-jitsu peso pesado ha hecho lo mejor
que pudo conmigo, y estoy bien. Seguro no me harás daño,
Alek.
Las manos de Alek exploran mi cuerpo con una urgencia
posesiva, y su tacto me produce escalofríos.
Me susurra con una voz seductora al oído. — Eres tan
hermosa, Rory. Incluso con los moratones, eres la
personificación de la fuerza y la belleza. — Llevo mis
moratones como insignias de honor, porque me demuestran
que sigo aquí, que sigo viva.
Mis dedos se enredan en su cabello, tirando de él más cerca
mientras nuestros cuerpos se funden en una danza de deseo. La
habitación se llena del sonido de nuestros gemidos y jadeos, la
embriagadora sinfonía de dos almas que encuentran consuelo
y pasión la una en la otra.
Mientras las olas golpean el casco del yate, nos rendimos ante
esa conexión tan primitiva que nos une. En ese momento, el
dolor y la lucha se desvanecen hasta la insignificancia,
sustituidos por un amor que todo lo consume y que trasciende
el reino de lo físico.
Con cada caricia, cada palabra de deseo susurrada, creamos
nuestro propio santuario dentro de los confines del camarote.
El mundo exterior deja de existir mientras nos perdemos en la
embriaguez de nuestros cuerpos y nuestras almas.

***

— Estaremos en Dublín mañana, he arreglado para que


Callum se reúna con nosotros cuando lleguemos — dice Alek,
mientras nos tumbamos juntos en una felicidad saciada, ambos
necesitábamos esa liberación. — Déjame contarle lo que ha
pasado —dice— se lo debo. — Mi hermano se pondrá furioso
cuando se entere de que nos hemos casado.
Sé que piensa que traicioné a la familia, que vendí las tierras o
que se las di a Alek. Su silencio en estos últimos tiempos me
demuestra a gritos que se siente traicionado. Él no tiene ni idea
de que somos pareja.
— Te amo — le digo besándolo, no quiero que este tiempo
juntos y a solas termine, enfrentar la realidad puede esperar
una noche más. — Lo de que estemos casados no se lo va a
tomar bien —digo conociendo a mis hermanos— ninguno lo
hará. Podrían mandarte a la mierda.
— Me encantaría ver que lo intenten — sonríe. — ¿Has visto a
mi mujer? Les daría una paliza. — Le daría una paliza a
cualquiera que se interpusiera entre nosotros.
Sabía que amaba a Alek incluso cuando no tenía ni un solo
recuerdo en mi cabeza. Mi cuerpo lo sabía, mi alma lo sabía, y
no renunciaré a ello por nada.

***
Una sensación de familiaridad y calidez me envuelve en
cuanto el helicóptero aterriza justo al final de la calle del
gimnasio. Veo a mi hermano esperándonos en tierra.
— Rory —Alek me toma de la mano antes de que se abran las
puertas y desliza un delicado anillo de diamantes en mi dedo
— necesitas un anillo si queremos que crean que estamos
casados.
— Ninguna luchadora que se precie lleva un anillo —niego
con la cabeza y miro cómo brilla a la luz del sol— pero creo
que ya he terminado con las luchas.
— Creo que ambos podríamos haber terminado con eso —
dice, mi victoria le jodió el negocio por completo. —
Afortunadamente para ti, soy contrabandista de diamantes y
organizador de peleas clandestinas, así que tenemos un plan B.
— Cuando se abren las puertas, corro lo más rápido que puedo
a los brazos abiertos de mi hermano mayor, que me abraza tan
fuerte que me crujen las costillas rotas y resoplo para intentar
recuperar el aliento.
— Bienvenida a casa, gamberra —dice besándome la mejilla
— ya te echábamos de menos a ti y a tus estupideces por aquí.
— Alek se acerca a nosotros caminando despacio, dándome
algo de tiempo antes de soltar la bomba sobre Callum.
— Alek —Callum me suelta para saludar a su amigo—
hermano, gracias por mantenerla a salvo por mí.
Entonces, Alek me mira y luego a mi hermano y dice. —
Tenemos que hablar antes de ir al gimnasio y antes de ver a los
otros, tú y yo, de hombre a hombre. — Callum frunce el ceño,
y Alek me dice. — Espera en el coche, por favor, Rory.
No puedo oír la conversación, pero puedo verlos. Veo a mi
hermano darle un puñetazo en el estómago, y es tan fuerte que
se dobla de dolor. Y entonces veo la incredulidad en sus ojos
cuando se encuentran con los míos. Quiere que le diga que no
es verdad. Pero no puedo. Quiero a Alek, digan lo que digan, y
si tengo que elegir, lo elijo a él. Discuten y pelean mientras
veo a Callum gritándole a la cara y señalándome a mí.
Quiero salir y detenerlos, pero esta no es mi lucha. Ya luché la
mía para traernos hasta aquí.
Alek se acerca, abre la puerta del coche y me dice. — Ve a
hablar con tu hermano —parece triste, como si tuviera el
corazón roto— el helicóptero está regresando. Él no me lo
perdona, Rory, y entonces, ¿vienes conmigo o te quedas con tu
familia? Sé, en el fondo de mi corazón, que no puedo tener las
dos cosas. No te odiaré si eliges quedarte. Lo entenderé. Con
todo lo que ha pasado, ni siquiera me enfadaré. Te quiero lo
suficiente como para dejarte ir. — Salgo del coche y atravieso
el solar vacío hasta el sitio donde está mi hermano resoplando
de rabia.
Se da la vuelta y me mira.
— ¿Te casaste con él? — me grita incrédulo. — ¿Por qué?
— Porque lo quiero —le digo— y voy a subir al helicóptero
con él Callum, es mi esposo. Él es tu mejor amigo y deberías
alegrarte por nosotros.
— No puedo —dice, y creo que mi hermano está llorando—
no puedo alegrarme de que estés con un hombre igual que yo.
Se suponía que lo harías mejor, Rory. — Él no entiende el
amor, porque nunca ha tenido uno.
— Entonces no puedo quedarme —le digo— yo los quiero
mucho a ustedes, son mis hermanos. Pero lo amo a él, es mi
esposo y ahora es mi familia. Hemos saldado la deuda con el
cártel y me he asegurado de que ya no tengan ningún
problema. Pueden estar tranquilos, nadie vendrá a matarlos.
— Ror —mi hermano me agarra de la mano— por favor, no
hagas esto.
— Callum, yo lo amo. Me voy con él. Un día nos perdonarás y
entenderás la razón. — Los ruidosos rotores del helicóptero
cortan en seco lo que estaba diciendo y abrazo a mi hermano.
Él no me devuelve el abrazo, sus brazos permanecen inertes a
los costados.
— Adiós, te quiero. — Dejo ir mi pasado, los recuerdos que
creía necesitar y me abrazo a lo que viene.
Alek me toma de la mano mientras subimos al helicóptero y
volamos de vuelta al barco.
— Ya regresaremos —me dice— dale tiempo, Rory. — Apoyo
la cabeza en su hombro, mi corazón está en paz.
Soy feliz, y estoy enamorada de mi marido. Ahora solo falta
que su familia nos permita ser felices.
— Vamos a quedarnos en el barco hasta que todo se calme, he
pensado que esto podría ser nuestra luna de miel. — Sonrío,
encantada con ese plan.
— Sin luchas, sin gimnasio, sin comida de mierda — digo. —
Qué felicidad.
— Podríamos hacer un bebé en esta luna de miel, mi familia
no podría hacerte daño si tuvieras un hijo conmigo. Y tendrían
que perdonarnos. — No debería gustarme tanto esa idea como
de hecho lo hace.
— Quizás ya hemos hecho uno anoche. — Él se había
descuidado al retirarse y yo le dejé hacerlo.
Le guiño un ojo. Alek me besa, para cuando volvemos a bordo
ya estamos listos y con ganas de practicar todo el día para
hacer bebés.

EL FIN

Si quieres leer historias de mafia aún más calientes,


oscuras y emocionantes, ¡entonces espera con
impaciencia: El Jefe Mafioso y su Heredero Secreto (La
Familia Mafiosa Romano - Libro 1)!
Si te ha gustado este libro, te agradecería que te tomaras unos
minutos para dejar una reseña en la plataforma que elijas.
Puedes ser tan breve como desees.

Otros libros de Celeste Riley:

La Familia mafiosa Romano:


El Jefe Mafioso y su Heredero Secreto (Libro 1)

Reznek Bratva:
Amante Bratva (Libro 1)
Amante Salvaje (Libro 2)
Amante Tóxico (Libro 3)

El Club Secreto de Los Reyes:


El Protector Oscuro (Libro 1)
El Mentiroso Malvado (Libro 2)
El Jefe Despiadado (Libro 3)
SOBRE LA AUTORA

Celeste Riley escribe novelas románticas de diversos géneros,


pero tiene una especial predilección por las historias de amor
oscuro con un toque especial. El antihéroe es siempre su
personaje favorito, y cree que incluso los villanos merecen
amor.

Cuando no está sentada en oficina hablando con gente que se


ha inventado, Celeste está leyendo su libro favorito o pasando
tiempo con su familia y su colección de mascotas, a veces
hilarante y a veces agotadora. En la vida real, es veterinaria.

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libros que ya están disponibles.

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