Habana New - York Habana
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Habana New - York Habana
Personajes:
Victoria, Camilo, Aquino y Sergio, cuatro cubanos jóvenes.
Victoria. …todo sucede dentro de una celda donde hay dos tipos presos y uno le está
contando al otro una película rarísima. Hay dos camas, una a cada lado del
escenario, pero un poquito ladeadas, y un montón de cositas, y ropas, y hasta un
fogón y todo. Yo no sé, pero en la vida real me parece bastante difícil que en una
prisión dejen a la gente tener tantas cosas. ¡Hasta un fogón! ¡Qué paquete! Pero,
bueno... Entonces toda la obra se la pasa el Maricón contando la película y
sacándole fiesta al Hombre y cuidándolo cuando se enferma. Él tenía que sacarle
una información que quería la policía... Ah, porque el Hombre era un luchador
político. Lo que pasa es que parece que con el tiempo juntos y con el roce, vaya,
se van como que enamorando. Ay, yo no sé bien, porque hubo una parte en la
que me dormí. Al final no me acuerdo si se besan o no. Yo creo que sí. Pero de lo
que sí no me acuerdo, o creo que nunca lo llegué a entender, es por qué se
llamaba así. ¡Y ya! Ni me gustó ni nada, imagínate dos tipos hablando todo el
tiempo. Aburridísimo. No, pero si tú no quieres no vamos... Total... ¡Camilo!
Camilo, ¿tú me estás oyendo?
Camilo. ¡Pero si a ti el teatro nunca te ha gustado, Viky!
Victoria. ¡Ay, no sé! Lo que quiero es hacer algo diferente. ¡Ay, Cami! ¿Te acuerdas del
cuento que te hice de la amiguita que tenía la mamá enferma y que el seguro no
quería cubrirle los gastos porque era difícil que se salvara? Bueno, finalmente la
operaron porque se movieron rápido y consiguieron el dinero. Ya la vieja está
okey, pero, ¿sabes qué? Ahora la que se está muriendo es mi amiga. Le dieron un
tiro. Parece que fue uno que se había enamorado de ella. Las muchachitas
recogieron dinero para ayudarla un poco. La pobre... ¡Cómo debe estar esa
madre!
Camilo. ¿Y tú cuánto pusiste?
Victoria. Ay, Camilo, te vas a poner bravo... doscientos.
Camilo. ¡Victoria!
Victoria. Ay, es que me dio una lástima... Entiende, mi vida, ¿y si mañana me pasara a
mí?
Camilo. ¿Pero era muy amiga tuya?
Victoria. No... No tanto. Nos conocimos hace unos meses en casa de Sabina. Pero casi
siempre nos cruzábamos en la calle y hablábamos un poco.
Camilo. ¿Dónde pusiste el mantel redondo?
Victoria. En la gaveta grande del closet. ¿Por qué?
Camilo. Voy a llevar este a lavar.
Victoria. Lava también la sobrecama de flores para dársela a la mamá de Sergio. Yo
quería regalarle el mantel también... ¿Qué tú crees? Es que no quisiera llegar con
las manos vacías. La gente en Cuba asume que cuando uno vive afuera tiene
dinero, y todo el mundo espera su regalito. Yo sé que eso funciona así y no
quiero defraudar a nadie.
Camilo. Aunque te estés muriendo de hambre.
Victoria. Pero es así, mi vida. Yo me acuerdo cómo nos poníamos en mi casa cada vez
que la tía Cuca nos visitaba. Mamá, la primera, en cuanto llegaba la otra se
lanzaba contra los bultos para ayudarla, la ponía a dormir en su cuarto y allí se
las arreglaba para abrirle los paquetes y repartir las cosas antes que se levantaran
al otro día y llegaran las visitas. Ya me puedo imaginar a tu madre abriendo
maletas y repartiendo...
Camilo. ¿Pero repartir qué, Victoria? Si nosotros no vamos a llevar nada. Además de
aquí a que podamos viajar...
Victoria. Ay, no me digas que no vas a llevar nada de nada. Bueno eres tú para eso.
Vamos a hacer una recogida para ver qué podemos regalarle a la gente. Lo
empaquetamos todo y le ponemos el nombre de cada cual, para evitar
confusiones. Llama a tu casa y pregunta qué es lo que más necesitan, aunque no
es difícil de imaginar. Y llama a Sergito y dile que pida por su boca...
Camilo. Tú hablas del dichoso viaje como si fuese mañana.
Victoria. Si por mí fuera, mañana mismo estaba recogiendo y saliendo de aquí como el
perro que tumbó la lata. Camilo, tú quieres hacerlo, ¿verdad? Dime la verdad,
Camilo, te da miedo regresar conmigo así, ¿eh?
Camilo. ¿Así cómo, mi amor? ¿Cómo que miedo?
Victoria. Bueno, vergüenza, no sé...
Camilo. Parece que tú olvidaste que cuando nos conocimos...
Victoria. Ay, es que a veces pienso que a ti...
Camilo. No pienses tanto, mi vida. Mira, te tengo una sorpresa para cuando regreses.
Victoria. Eres un muchacho, Camilo. ¿Qué es?
Camilo. Para cuando regreses.
Victoria. Ay, chico, no me hagas eso. No me dejes intrigada.
Camilo. Vete, que se te hace tarde.
Victoria. Camilo... Está bien, me voy.
Camilo. Cuídate y trata de no regresar tarde.
Victoria. Okey.
Camilo. No cojas por la Washington, ¿Oíste?
Victoria. Okey! Okey! ¿Vas a esperarme despierto?
Camilo. Maybe...
Victoria. Maybe? Entonces maybe yo llegue un poquito tarde.
Camilo. ¡Oye...! ¿Qué le digo a Sabina si llama?
Victoria. Ay, no sé, después vemos eso. Dile lo que quieras.
Camilo. ¡Oye...! ¿Y mi beso?
II
Camilo prepara una mesa para dos. Suena el teléfono. Responde un contestador
automático.
III
Mensajero. Setenta y nueve noventa, señor.
Camilo. ¿Eres cubano?
Mensajero. Sí, señor.
Camilo. ¿Y qué tiempo llevas aquí?
Mensajero. Un año y medio.
Camilo. ¿Y ya te acostumbraste a decir señor?
Mensajero. Si quiere puedo decirle compañero.
Camilo. No, no hace falta. ¿Y eso que no estás en Miami?
Mensajero. No me gusta Miami. Aquello es una olla de grillos.
Camilo. ¿En qué te transportas? Toma. Guárdate el cambio.
Mensajero. Gracias. En un pequeño van.
Camilo. ¿Cómo te llamas?
Mensajero. Aquino.
Camilo. Mucho gusto, Camilo. ¿Estás apurado?
Aquino. Esta es la última entrega. De aquí me voy a casa.
Camilo. Tómate un trago conmigo. Hace tiempo que no hablaba con un paisano.
Aquino. ¿Y el del teléfono?
Camilo. Ese ya es más americano que el Pato Donald. Tú no, tú estás fresquito, como
quien dice.
Aquino. No tanto.
Camilo. En año y medio no puede haber cambiado tanto aquello.
Aquino. No se crea.
Camilo. ¿De dónde eres, de la Habana?
Aquino. De Luyanó, ¿y usted?
Camilo. Ni un usted más, ¿ok? De Lawton. Casi somos vecinos. Digo, éramos. Bueno,
somos. ¿Qué haces además de esto?
Aquino. Dormir y callar... No, ayudo a mi tío en su negocio y estudio inglés.
Camilo. ¿Casado? (Aquino niega.) ¿Ya tienes tu apartamento?
Aquino. Vivo con mis tíos. Ellos no quieren que me vaya de allá y como no se meten en
mi vida...
Camilo. ¿Y tus padres?
Aquino. En Cuba. Mi papá es comunista hasta caerse de culo. Ahora no quiere ni saber
de mí. Me imagino que algún día se le pasará.
Camilo. ¿Qué cosa, el comunismo?
Aquino. ¡Qué va! Ese viejo se muere rojo.
Camilo. ¿Y cómo llegaste aquí?
Aquino. ¿A Nueva York?
Camilo. Sí, a los Estados Unidos. Déjame adivinar: Balsero.
Aquino. No. El sorteo.
Camilo. Ven acá, ¿y cómo...?
Aquino. Oye, déjame respirar, ¿no?
Camilo. Bueno, pregunta tú.
Aquino. ¿Alguna celebración especial?
Camilo. Más o menos.
Aquino. Pero no vas a celebrar solo, ¿verdad?
Camilo. No.
Aquino. ¿Y tu acompañante es él o ella?
Camilo. Oye, tú sí que eres directo. ¿Qué diferencia hace?
Aquino. Para mí, ninguna.
IV
VI
Sergio. El faraón Akenatón, Alejandro Magno, Julio César, Adriano, la Reina Ana y la
Reina Cristina, El Rey David, Federico el Grande, Ricardo Corazón de León,
Churchill, Foucault, San Agustín, Josephine Baker, Beethoven, Lord Byron,
Truman Capote, Jean Cocteau, Errol Flynn, Rodolfo Valentino, André Gide, Da
Vinci, Miguel Ángel, Moliere, Marcel Proust, Platón, Sócrates, Robes Pierre, El
marqués de Sade, Shakespeare, Oscar Wilde, Tennessee Williams, Thomas
Mann, Tchaikovsky, Andersen, el de los cuentos y hay quien dice que hasta el
mismísimo Jesucristo. En algunos casos ha sido pura especulación, pero en
otros, concreta y pública realidad, como le dije: “Usted no debería estar tan
preocupada por la paja en el ojo ajeno para que pueda ver mejor la viga que hay
en el suyo.” Bueno, tú me conoces. ¿Sabes lo que me respondió? Ni esta boca es
mía. Se metió la lengua donde tú sabes, se hizo la indignada y cerró la puerta.
¿Tú sabes por qué ella se salva? Por la edad que tiene y que yo no estoy para que
por mi culpa le vaya a dar un infarto; pero si a mí me da por decirle que su hijo y
yo en la primaria nos dábamos besitos dentro del closet del aula y debajo de la
mesa... Y que luego en la secundaria se regó que lo habían cogido enganchado
en la escuela al campo... ¡Camilo! ¿Camilo, tú me estás oyendo?
Camilo. ¿Eh?
Sergio. ¡Ay, yo lo mato! Llevo media hora hablando como una cacatúa y ella en la luna
de Valencia.
Camilo. Si, chico, yo te oí: el faraón ese, Julio César y el Otro y el otro...
Sergio. Niño, te estoy hablando de Felita, la mamá de Manolo, que se puso a decir en la
panadería que yo era medio afeminado. ¡Medio afeminado! ¿Pero ella está loca?
¿Quedarme a medias, yo? Le di un escándalo... Camilo, ¿dónde tú estas, mi
vida?
Camilo. En los Estados Unidos.
Sergio. Ay, espérate, que ahora sí que se volvió loco. Oye, niño despierta que esto es
Cuba, mi amor, el verde caimán, por el mar de las Antillas... ¿Cómo que en el
Norte, Camilo?
Camilo. Es que tengo que decirte algo, Sergito, pero ni sé cómo empezar...
Sergio. Pero, ¿qué te pasa?
Camilo. Tienes que jurarme que no se lo vas a decir a nadie.
Sergio. Cuéntame, mi amigo, ¿Qué pasa, te cogió eso que anda?
Camilo. ¿Qué cosa?
Sergio. El bicho, la roya,...el SIDA.
Camilo. ¿Qué SIDA ni SIDA, tú estás loco? Vitico y yo estamos sanos y ni siquiera nos
pegamos tarros.
Sergio. No te los pegará él a ti.
Camilo. Lo mío no son tarros.
Sergio. ¿Ah, no? ¿Cómo le llaman ahora?
Camilo. Bueno, deja eso, que no viene al caso. Además, cuando yo, cada mil años, me
acuesto, por única vez, con un desconocido, tomo todas las medidas.
Sergio. Santa Camila de la Habana Vieja... No, si cuando yo lo digo... Si Brene vuelve a
la vida y te conoce, se gana el premio nacional de dramaturgia escribiendo tu
vida. Bueno, cuéntame entonces ese problema tan grande que tienes con la
potencia enemiga.
Camilo. Víctor se va, Sergito, el mes que viene.
Sergio. ¿Se va? ¿Pero, cómo? ¿Le llegó el bombo? ¿Lo están reclamando? ¿Él tiene
familia allá? Ah, ya; una lancha. ¡Ay! Con lo peligroso que es eso...
Camilo. Qué lancha ni lancha, cállate y déjame hablar.
Sergio. Pero, niño, por tu madre, ¿cómo es que se va el chiquito? ¿En una alfombra
persa? ¿O en un rabo de nube, como Dorothy? ¡Ay! ¿Tú te imaginas a Vitico
enredado con un rabo de nube, girando y gritando: good bye my friends? Ay,
perdóname, Cami, lo siento... pero, bueno, ¿cómo se va por fin?
Camilo. Casado con una americana.
Sergio. ¡Acabáramos!
Camilo. No te lo había dicho antes porque me dijo que no lo contara, por si las
moscas...
Sergio. ¡Alaba’ o, mi amigo, debes estar destruido! Tantos años soñando con tu príncipe
azul, digo, rosado, para que cuando lo encuentres te lo lleve el viento. Ahora te
vamos a decir Scarlet O’Hara: Lo que el viento le llevó. ¿Y por qué a ese
maricón le dio por irse, tú?
Camilo. Está cansado, Sergio. Él no es igual que nosotros. Yo lo entiendo. Dice que ese
cuerpo que tiene es un error de la naturaleza, que se siente incómodo dentro de
él, que le queda mal.
Sergio. ¿Quiere operarse?
Camilo. Sí.
Sergio. Pero, niño, si para operarse no tiene que irse. Aquí se lo puede hacer, y gratis.
Mira, si tantas ganas tiene de irse, que se opere aquí y después se vaya.
Camilo. No es lo mismo, Sergito. Él me dice algo que tiene razón. En primer lugar esta
gente extiende el proceso enormemente; que si el tratamiento psicológico, que si
el hormonal...
Sergio. Es que así es como debe ser, Camilo.
Camilo. Está bien. No violentan las etapas, pero y después, cuando lo operen y vuelva
de la anestesia como una mujer, cuando regrese a su barrio, a su casa... ¿qué va a
pasar?
Sergio. Bueno, que se mude para otro lugar.
Camilo. ¿Para dónde, Sergito? Si La Habana entera... Qué digo La Habana; si Cuba
entera cabe en un grano de maíz.
Sergio. Pero bueno, si hasta ahora él ha sobrevivido al machismo latino, por decirlo con
un eufemismo, como Vitico el maricón, qué más da que viva como Vitico el
transexual.
Camilo. Ahí precisamente está la cosa. Él no quiere que la gente lo asuma como un
transexual siquiera. Él quiere que lo vean como una mujer, ¿tú entiendes?
Sergio. ¡Ella es fuerte! Entonces, se va a vivir al monstruo para cambiarse las entrañas.
¿Y tú?
Camilo. Me voy también... Estoy enamorado, mi amigo. ¿Qué quieres que haga?
Sergio. ¿Cuándo?
Camilo. La misma que se casó con él va a mandar a otra para que se case conmigo.
Sergio. ¡Me cago en diez, Camilo! ¡Ahora el que se queda solo aquí soy yo...!
Camilo. Por eso te lo estoy diciendo. Si tú quieres, hacemos la fuerza para sacarte a ti
también.
Sergio. Te lo agradezco, pero no.
Camilo. ¿Pero, por qué?
Sergio. Ay, Camilo, ¿quién va a cuidar a aquella vieja cuando no pueda limpiarse el
culo sola?
Camilo. ¿Y tus hermanos?
Sergio. Yo no cuento con lo que otros puedan hacer. Además, mis hermanos están
casados, tienen mujeres y maridos que atender, tienen niños chiquitos. No es lo
mismo. Además, cuando yo me empate con alguien que quiera vivir conmigo,
vamos a ser dos a cuidar a la vieja.
Camilo. Bueno, ¿y si la sacáramos a ella también?
Sergio. Ay, Camilo, pon los pies en la tierra, por favor...
Camilo. ¡Pero mi’ jito...!
Sergio. No, si yo te lo agradezco, pero...
Camilo. ¿Pero?
Sergio. No sé... mira, no me malinterpretes... ¡Coño, Camilo, ya hemos hablado de esto
antes...!
Camilo. ¡Ya está! La otra, la madre patria.
Sergio. Coño, Camilo, no seas sarcástico. Si hasta ayer mismo tú ni siquiera pensabas
en irte... No está en mí, Camilo, no está en mí. Además, ¿tú sabes lo que es
comenzar de nuevo desde el principio? Crearse todo un mundo nuevo, hacer
amigos nuevos, conocer calles nuevas, costumbres nuevas... déjame aquí mejor,
luchando contra este otro monstruo, que ya es un viejo conocido. Además, ¿tú te
imaginas, qué me haría yo en un país donde a nadie le importara mi vida? Ya yo
no concibo la vida sin escandalizar al mundo. Mira, es más, si me voy contigo,
en vez de llevarme a mi madre que me quiere como soy y me ríe mis
mariconerías, prefiero llevarme a la mamá de Manolo para tener a quien
escandalizar.
Camilo. Coño, mi amigo, te vamos a extrañar.
VII