Miércoles de Ceniza
Miércoles de Ceniza
Miércoles de Ceniza
MONICIÓN INICIAL.
Hoy comenzamos nuestros cuarenta días de Cuaresma, cuarenta días de preparación para Pascua.
¿Para qué estos cuarenta días de penitencia y conversión? Para volver a nuestras raíces -a Dios, a lo
mejor de nosotros mismos- y, en consecuencia, también a nuestro prójimo. De muchas maneras
hemos intentado ser nuestros propios dioses, decidir por nosotros mismos lo bueno y lo malo, pero
hemos acabado haciendo de nosotros mismos el centro del mundo, a expensas de nosotros mismos,
de Dios y de nuestro prójimo. Ahora es el tiempo propicio para volver a Dios y volvernos hacia los
hermanos que nos rodean. Hoy expresaremos nuestro destrozo interior y nuestro deseo sincero de
cambiar, cuando, después del Evangelio, recibamos la ceniza. Por que
Felices quienes recorren el camino cuaresmal con una sonrisa en el rostro
y sienten cómo brota de su corazón un sentimiento de alegría incontenible.
AHORA —oráculo del Señor—, convertíos a mí de todo corazón, con ayunos, llantos y lamentos;
rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos, y convertíos al Señor vuestro Dios, un Dios
compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor, que se arrepiente del castigo.
¡Quién sabe si cambiará y se arrepentirá dejando tras de sí la bendición, ofrenda y libación
para el Señor, vuestro Dios! Tocad la trompeta en Sion, proclamad un ayuno santo, convocad a la
asamblea, reunid a la gente, santificad a la comunidad, llamad a los ancianos; congregad a los
muchachos y a los niños de pecho; salga el esposo de la alcoba y la esposa del tálamo.
Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, servidores del Señor, y digan: «Ten compasión de tu
pueblo, Señor; no entregues tu heredad al oprobio ni a las burlas de los pueblos».
¿Por qué van a decir las gentes: «Dónde está su Dios»? Entonces se encendió el celo de Dios por su
tierra y perdonó a su pueblo.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 50,3-4.5-6a.12-13.14.17
Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (5,20–6,2):
HERMANOS:
Actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En
nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser
justicia de Dios en él.
Y como cooperadores suyos, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Pues dice:
«En el tiempo favorable te escuché,
en el día de la salvación te ayudé».
Pues mirad: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación.
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,1-6.16-18):
Al comienzo de este tiempo de conversión, esperamos con ilusión la reconciliación con Dios y
con nuestro prójimo. Presentemos a nuestro Padre Dios nuestras preocupaciones y las necesidades
de todos, y digamos:
1. Por la Iglesia de Jesucristo, para que se libere de defectos humanos, de forma que pueda
mostrar a todos la luz y el poder del evangelio, roguemos al Señor.
R/ Ten misericordia de tu pueblo, Señor.
2. Por las personas -cercanas o lejanas- atrapadas en el pecado y en el desaliento, para que
encuentren reconciliación con Dios, consigo mismas, y con los hermanos que les rodean,
roguemos al Señor. R/ Ten misericordia de tu pueblo, Señor
3. Por los endurecidos en su corazón a causa de las riquezas o del poder, e insensibles a las
necesidades de otros, para que en estos cuarenta días de penitencia descubran caminos de
verdadera felicidad a través de su sensibilidad y generosidad para con sus prójimos,
roguemos al Señor. R/ Ten misericordia de tu pueblo, Señor.
4. Por todos los que llevan una pesada carga de preocupaciones y sufrimiento, para que sigan
adelante con fortaleza por el camino del Señor Jesús, roguemos al Señor. R/ Ten
misericordia de tu pueblo, Señor.
5. Roguemos unos por otros, para que cada uno de nosotros esté dispuesto a caminar por el
camino de la paz y la reconciliación, del servicio desinteresado y de la entrega generosa a los
demás, y así decimos: R/ Ten misericordia de tu pueblo, Señor.