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Mitos y Leyendas Del Paraguay - Tomás L. Micó

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El libro es un tratado sobre la mitología y las

leyendas de los guaraníes. La amplia bibliografía


con que cuenta así como los conocimientos del
autor acerca de la materia que se trata hacen de él
un texto de suma importancia para acercarse a un
aspecto muchas veces olvidado de nuestra
Cultura. La labor de Micó en tal sentido es digna
de encombio, tanto por el significado que tiene su
libro como por la forma clara, concisa y precisa en
que son desarrollados los diversos puntos que
abarca el estudio. Así, luego de una introducción
explicativa del objeto de la obra, se pasa al
aspecto de gran interés como ser el de la
Mitología y el Lenguaje, tema este que si bien está
desarrollado con cierta amplitud, es merecedor y
lo decimos a manera de sugerencia al autor, de un
estudio más exhaustivo por la importancia del
mismo. Los demás tópicos perfectamente
ensamblados dentro del contexto general ofrecen
una amplia visión de asunto, tanto es así, que al
término de la lectura del libro uno se siente
complacido por el hecho de haber ampliado sus
conocimientos acerca del mismo. No es una obra
de mera superficialidad descriptiva sino un análisis
que sin llegar a lo excesivamente científico, logra
imponer las convicciones del autor.

La mitología guaraní es rica y llena de sorpresas


para el que se inicia en su estudio y las leyendas
que la adornan adquieren en la pluma de Micó
una vigencia extraordinaria. Los mitos de Mbói
Tuí, Jacy Jateré o Kurupí son presentados con su
frescura original y se nos revela sus orígenes y su
formación surgida de la frondosa imaginación de
nuestros antepasados indígenas.

José Luis Appleyard

2
PALABRAS LIMINARES

Presentamos a manera de prólogo el texto leído por el Cnel.


Antonio E. González con motivo de la presentación de la segunda edición
de Mitología Guaraní, diez años atrás. Ahora que esta obra se encuentra
ampliada y persistente en cuarta edición, las palabras del Cnel.
González, versado en estas tesituras, conservan el brillo de su original
ponderación

En los últimos tiempos se percibe en nuestro país un positivo


despertar del interés de la juventud hacia el conocimiento de los
impulsos profundos que conducen el alma nacional desde tiempo
inmemorial hasta los días actuales. Como es de comprensión fácil, ese
impulso profundo que preside nuestra formación mental, parte del
aborigen guaraní, que es la base y el punto de partida de nuestro ser
nacional.

Ahora somos gratamente sorprendidos por la aparición de un


nuevo y magnífico aporte al conocimiento de este nuestro mundo
mental histórico. Me refiero al libro “Motivos Mitológicos y Legendarios
del Paraguay” que da publicidad Tomás L. Micó un joven y fecundo
enamorado del estudio de los valores profundos que constituyen el
fondo y el rumbo de nuestro ser. Tomás R. Micó dedica este su nuevo
libro como homenaje a Narciso R. Colmán, o más bien dicho Rosicrán,
aquel poeto y cultor del pensamiento nativo que escribiera en 1929
“Ñande ypykuéra” el primer poema que enfoca y realiza un esfuerzo
orgánico por la creación de un mundo mitológico guaraní, mundo
mitológico comparable, al decir de Micó, de los poemas creados por la
mente de los pueblos griegos.

“La mitología es una ciencia de extrañas potestades, de un poder


de concepción, de posconcreción y de resultas incomesurables. Poesía
es, ciertamente –gran poesía– que echa a andar personajes de antigua
farándula que ciertamente en esa esfera han sido y en cuyo escrutinio
no ocupamos por ser competencia de ha Humanística. Es todo un
considerar de larga data, grande dote, extenso dato a dilucidar, pero ésa
es la labor del hombre, ésa es la razón de cualidad racional; es decir,
racionalizarlo todo, aún la nada, si ésta cabe”. Así lo dice Micó, con
muchísima razón, explicándonos el valor de la obra de Rosicrán el poeta
y a renglón seguido explica con lógica tan sencilla como irrebatible cómo

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Narciso R. Colmán, el poeta mitológico, toma los “seres mentados” por
Bertoni, Cadogan, Maynthuzen y elabora con ellos un mundo orgánico
que es el que nos trasmite el libro Ñande ypykuéra que se diera a
publicidad en 1929 y que es considerado con justos títulos una obra
clásica en la literatura nacional.

Allá en la cumbre reposa Tupã, Nuestro Padre, Ñanderú,


Ñanderuvusú, Ñamandú, Ñanderutenondé, “… amén de otras
denominaciones respetables y similares, concebidas por los
aborígenes”. Tupã es representado “en forma impresionante, sentado
sobre un apyká… dondese ubicó para crear la tierra, el sol y la luna que
muestra en sus manos. Sus luengas barbas indican la infinita
profundidad de los tiempos de sus existencia. Su rostro es apacible; su
cabeza presenta rayos de luces onduladas”.

Después de Tupã el poeta mitológico presenta a Taú y Keraná.


Taú es el genio del mal que rapta a la doncella Keraná la Dormilona.
Angatupyrý el espíritu del bien intenta oponerse a los designios de Taú,
pero es vencido en la lucha y de esa manera pudieron ser engendrados
los siete principales monstruos del mundo mitológico creado por
Rosicrán: Teju jagua, Mbói Tu’i, Moñái, Jasyjateré, Kurupí, Ao Ao, y
Luisón el último.

A continuación del mundo de los monstruos, aparece el de los


duendes o genios, que no son engendradores del mal sino más bien
cuidadores del hombre y de los elementos de la vida humana. Los Ka’a
póra, Ka’a iary y los Ypóra o Y iary no persiguen a los seres humanos,
pero los castigan duramente cuando éstos hacen uso indebido del agua,
de las plantas y de los animales que son sus elementos de vida. Por
último, Rosicrán hace desfilar el mundo folklórico en que aparecen
Pombero, Póra, Mbói Jagua, Mala visión, Plata yvyguy y Pajé.

El Pajé tiene dos valores, de los cuales el primero es el más


desconocido o acaso olvidado por la imaginación popular y hoy sólo se
manifiesta en páginas de antropólogos y etnólogos. Este primer
concepto de Pajé es de persona de existencia real: sacerdote, médico,
intermediario entre el hombre y los seres del más allá como las almas de
los muertos y los espíritus superiores de la concepción religiosa, lo que
hacía de él el conductor social de la mayor autoridad. El segundo
concepto de la voz pajé define a un personaje que es dueño de
sortilegios, hechizos y maleficios de todo orden pero especialmente en
enfermedades que sólo pueden ser curadas por otros pajé conocedores
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de los contra sortilegios, hechizos y maleficios. Este último concepto de
la voz pajé es el que pervive en el mundo folklórico paraguayo y el que
toma Rosicrán como tema en su poema.

Como un esclarecimiento, oportuno es definir en este momento


que la voz pajé es simultáneamente sustantivo y radical verbalizadora:
pajé es la persona que es dueña de la facultad de hacer maleficios y
curación contra maleficios; pajé es el hecho de hacer maleficio;
mbopajé, empajenar, etc., es el acto de hacer maleficio.

Tomás L. Micó, rindiendo homenaje al cumplirse el centenario


del nacimiento de Narciso R. Colmán, con un pequeño gran libro que
penetra con admirable dominio del tema no sólo en la profundidades
del pasamiento del poeta sino en las del mundo mitológico guaraní,
invita a todos a que trasmitemos por la vía habilitada por Narciso R.
Colmán. Esa vía conduce al conocimiento del mundo que es nuestro ser
nacional, el mundo espiritual guaraní.

Antonio E. González, Asunción, Junio 5 de 1981.–

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ROSICRAN EN LA MITOLOGIA

Dice Narciso R. Colmán al iniciar el tema “Nuestros


Antepasados”: “En medio del hondo silencio y de la gran noche
milenaria que rodea a los astros, solo el sol despide áureos destellos…”.
Es decir, trátase de un principio imaginado, sin imágenes móviles, del
instante en que el primer –o los primeros hombres– comenzó a moverse
sobre esta tierra, su tierra, que es donde comienza todo conocimiento,
en el sitio donde cada uno se encuentra y comienza a ver, estimar,
pensar, sacar conclusiones y adquirir experiencias. Existió para el
aborigen un gran vacío que fue llenado de imágenes propias y dándoles
vida, así surgieron las más caprichosas ideas acerca de los primeros
pobladores de la mente. Los mismos partieron de cosas reales, aves,
reptiles, agregándoles detalles de otras especies para hacerlos extraños,
o como decimos hoy, fabulosos. Así hemos tenido, en libre creación
poética, una mitología surgida en parte y advenida en alguna
proporción, traída por viandantes re remotísimas tierras. Sorprende
hallar en la reseña de Rosicrán citas y razones mito–informativas que
comprenden incluso la desaparecida Atlántida. Pues bien, en este vasto
campo, al principio desértico, ambularon los antepasados nuestros y lo
llenaron de figuras aladas o caminantes poblando de imaginería mente y
entorno, ambientándose estos antiguos en consecuencia en ese
deimundo o submundo que se había fabricado, o pintado en imágenes
para tener algo que decir. Surgió así la narrativa autóctona.

Esto es lo que de primer intento extractamos de la vasta obra de


Rosicrán que fija en séptima nomenclatura, los principales seres que en
su estimación poetizaban aquellos antepasados. Hoy tenemos un
proceso más avanzado en que las ideas se conocen a través y mediante
palabras y estas poetizadas versiones se comprenden mejor mediante
objetos labrados por artesanos. Todos cooperan a dar mayor vivencia a
las catalogadas por Narciso R. Colmán en sus propuestos mitológicos,
que constituyen la primera materia cognoscible de la Antropología
Cultural Paraguaya, digna de profundo estudio en sus partes esenciales
como vehículo aproximador a la cultura Guaraní, como medio develador
de sus misterios, conceptos patronizadores, valores practico–aplicables
y creadores de costumbres o socio–hábitos, condicionantes todos ellos
de la manera de ser –de la idiosincrasia o etnosincracia– que distingue a
grupos y sub grupos de familias silvihabitantes en sus motivaciones y
movimientos, en las ideoformas ausculturadoras y limitadoras de su
particular modo de ser.
6
Antropológicamente los mitotemas son de valor cultural
altamente estimables en cuanto constituyen una de las formas de
expresión de hombres encasillados en estrictas dimensiones de época,
medios y geografía condicionantes de toda cultura. La idea primigenia,
la forma y magnitud –fisonomitos– el texto acompañante, la tentativa
de verterlo, o conformarlo en letras, en palabras, hacen las tres
condiciones imprescindibles para la clasificación y conocimiento de las
motivaciones, creencias y costumbres de un pueblo de antigua data que
transita la senda de la vida dejando sorprendentes rastros de su paso
merodeante sobre la vasta superficie del globo; presencia y
pensamientos acerca de los cuales quisiéramos poder, todos nosotros,
llegar a saber más y mejor día a día.

En un modesto intento de cooperar a esta aproximación a las


ideas, formas y palabras propias del ser Guaraní, unido a los objetos
visibles proporcionamos a visitantes, incursionantes, y estudiosos esta
cooperación informativa.

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OBJETOS REALES

De las ideas y las palabras dispersas –tradición oral– no


tendríamos más que recuerdos variables o deformes, si no fueran fijadas
por algún modo indeleble de comunicación para mantenerlas
acrisoladas e invariables a través de los tiempos, la distancia y las
lenguas. Se comprende el relevante servicio que presta a la
mitoeducación o mitoinformación, la disponibilidad de objetos reales
de valor didáctico, concretados en forma coherente a los trasuntos
tradicionales, haciendo la dimensión del mundo ideal Guaraní que
pervive felizmente puro aún en los recuerdo, costumbres, leyendas, que
honran el saber del hombre mesopotámico que nos ocupa. De todo ello
es la concreción material, valiosa realidad documental. Esta primacía
debemos agradecer a Rosicrán, el poeta, que ha reunido material
suficiente para acometer la colosal y paciente empresa de plasmar,
esculpir las formas intuidas de los genios, en fisonotemas que reúnen las
características de los tres reinos que viven y se desarrollan sobre la
superficie de la tierra, a saber: los hombres, los animales y las plantas.
Es decir, estas obras de imaginería comprenden antropomorfos,
zoomorfos y fitomorfos en cuanto representan cuasi–formes de
humanizadas apetencias. A estos los ubicamos para estudiarlos con
mayor comodidad clasificadora en humanoides como Yacyjateré o
Kurupí; en seres del reino animal: Lagartos, serpientes, otros que hacen
parte de la Zoología cognocible y fitomorfos como Mala Visión, cuya
fisonomía simila una herbácea fútil. Tratar de explicar lo que se expone
en obras coincidiendo con las figuras capitalizadas en el Museo
Mitológico que dirige Ramón Elías es todo lo que se busca en esta
primera parte de un acercamiento a la Mitología Guaraní,
complementando regresivamente este ensayo etnológico que puede –
mediante deferencia del lector– abrir las puertas de un mundo
insospechadamente maravilloso.

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MITOLOGIA Y LENGUAJE

Dentro de la especulación de mitonociones se desarrolla toda


una nomenclatura (casi tan vasta como la helénica, que comprende
ciento treinta mitoseres de relevantes atributos), mediante los cuales
logran perpetua memoración, son ya indelebles que por haberse
intoruducido en el blando limo de la metalización a que estaban
obligados los oráculos –hombres parlantes de dimensión “ñeengatú” de
esta Mesopotamia capricórnica–. Ciertamente este escrutinio es una
transmutación de sueños o vivencias en símbolos orales, comprensibles
en todo el área del dominio lingüístico Guaraní, donde esta creciente
modulación idiomática reúne en cuatro fronteras a más de seis millones
de Guaraní hablantes. Idioma que es vínculo fraterno una vez más,
acercando estos etnoorígenes a la transmilenaria rueda de fogones en
cuyo entorno se cultiva la tradición y se esclarece por el vocabulario de
estos pueblos que conforman en perpendicularidad un corazón
guaranítico, cuyo eje, o vena nutricia, es el río Paraguay y su confluente
el Paraná. Esto es señal de elaboración plena de la idea antes de
convertirla en fonosíntesis para la comprensión de esta onomástica
mitocóndita que en proporción a tiempo y lugares halla recrecimiento,
lo cual no es de pasmar, sino de comprender, por la gracia y precisión
sintetizadora del idioma –bello regalo de los dioses– cualidad que lo
hace digno de mayor estudio y lo ubica entre las lenguas estimables del
continente y del orbe. Vaya como referencia que todos los hombres,
cualquiera sea su origen, llegan a hablarlo pronto y fácilmente,
suavizando con el tiempo las imperfecciones fonológicas propias de
toda iniciación. Bueno es regresar a las estructuras prístinas del idioma,
tal como lo usaron teatinos y franciscanos: Bolaños, Montoya, Restivo y
Roque González entre otros, cuya tesitura aún no superada, fija los
mensajes de aquella época, destinadas al presente y al futuro. Ellos
estudiaron esa lengua y las creencias de sus hablantes al tiempo que
trataban de imbuirlos de los principios de la nueva religión. Choque de
ideas, que vienen al tema que nos ocupa, pero que sería de no acabar,
introducirlo aquí.

9
MITOAMBITO

Las minideidades –los duendes del saber popular Guaraní– son


silenciosas como las estrellas y como éstas ocupan un lugar visible, tiene
situcósmico, lo presiden todo, pero callan, puesto que es tan solo el
Padre, el Gran Principio: Ñande Ru Tenondé, Ñande Ramoy Papá Petei,
quien tiene esa preciada facultad de dirigirse a los peregrinos de la
tierra, habida de sus propias manos.

Desde un punto de vista más espiritual –más translaticio– los


duendes afloran, emergen, divagan, se trasladan, son cuasiúbicos;
poder y esencia que les viene por haber estado, no junto (cuando
menos) sino cuando más, cerca de Tupâ, de cuya tercera generación
provienen y son parte. Deidades –de daimon, demónideos, perdonen
este cuño, pero es así en la exacta nomenclatura, ya que son de una
descendencia que más tiene de desprendimiento que de herencia,
siendo vestiglos. Estos duendes de dispar genio tienen singular don. Al
meditar en la gradación de sus potestades vemos que unos vuelan,
otros deambulan, ya trotan, se flatusustentan 1, nadan, reptan, y muy
escasamente rugen o ladran. Lo hacen cada vez menos porque ese
grado o modo de manifestación, tan cara, tan parcamente recibida les
es prohibitiva. Tan sólo de tarde en tarde, que es como decir de siglo en
siglo, lo hacen para rasgar la escarcha que los adormila y en esténtor –
estirarse– se desperezan son conocer el dolor; abren los ojos para mirar
en torno y volver a ser parte actual y actuante de un mundo que a pesar
de sus cambios, cosmología, gravitación y del afán de sus
antopohabitantes, no los olvida, no los desconoce, a pesar sea de las
mutaciones y aún de las transmutaciones, de las formas y de las
protoformas.

Duende son de hábitos circunscriptos, de modular


substancia, más mitocóndito que sicocóndito: más bestia ignota que
homotímido; tienen estos seres –de un averno soportable al uso
nuestro– más de sombra que de cuerpo, más de trashumantes que de
ambulantes. Zooespecíficos en algunos casos, más cartílago que óseo,
más terrígena que limbotante, quizá bestia irredenta aún, aguardando la
liberación formal y conceptual de la metapsíquica, antes que de la
metafísica. Quizá todo ello en lindes del caos; caos necesario al fin, la
orden y procedencia de esta sicofenomenología de intuir, a la cual se
puede aún –cierto es que falta– darle sustentación dramática con fugas
10
o gavotas del mimby –flauta autóctona– con los compases de “India” y
similares, fonoescena que aguarda relevante montaje para lucimiento
de la Mitología Guaraní, con escenografía, luces y rodar de celuloide –
como lo ha intentado Maurice Elbaz para el mundo infantil– dándole
difusión y trascendencia. Debemos prepararnos para ello y vestir
nuestros mitoseres para cuando se aproxime tan bello instante.

En versión moderna de la leyenda musicalizada tenemos entre


otros temas: el ballet “Aracy”, de Florentín Giménez, que aproxima un
estudio de concreción fónica cuya base la Musicología tiene mucho que
referir. La idea, la palabra, el sonido son parte viva de toda
mitointuición, que aflora para los humanos goces de la estetización en
todos sus modos y manifestaciones

1 Ovevé

11
CIENCIA DE EXTRAÑAS POTESTADES

La Mitología es una ciencia de extrañas potestades, de un poder


de concepción, de posconcreción y de resultas inconmensurables.
Poesía es, ciertamente –gran poesía– que echa a andar personajes de
antigua farándula que ciertamente en esa esfera han sido y en cuyo
escrutinio nos ocupamos por ser competencia de la Humanística. Es
todo un considerar de larga data, grande dote, extenso dato a dilucidar,
pero ésa es la labor del hombre, ésa es la razón de su cualidad racional;
es decir, racionalizarlo todo, aún la nada, si ésta cabe.

Vaya la advertencia de que no son montruos fanfarrones ni


escuálidos (Añámona!), estos que Rosicrán propone. Baste decir que de
ayer a hoy nadie ha podido con ellos y nadie tampoco podrá borrarlos
del mapamémore en cuyo limo duermen estando libres de vicisitudes;
envidiable situación, salvo que son feos y se resignan. No recuerdan
haber sido antes aves o beldades, ni tampoco esperpentos; son lo que
son y lo callan. Sigurd oyó quejarse a Fafner de su perdida belleza al
referirse al pasado: “Cuando yo aún no me había transformado en
dragón…” Nuestros duendes no tienen escrúpulos de índole en ninguna
de sus fases, no sienten fastidio; se saben miembros de una
ultrafarándula de larga vida y expandida fama.

Los seres parlantes, los fabularios como el Karáu del cuento son
posguaraní y hacen parte de una tercera forma y onomástica próxima ya
a la narrativa folklórica de actualizado cuño para su reubicación en las
consejas populares. Esto es de otra esfera, otro status. En el afán de no
mezclarlos nos ocupamos en este connato de presentación de cuando
comprende los límites que Rosicrán impuso a su propio obra, al
dedicarse en forma exclusiva a la segunda concepción de seres míticos
de la que emergen siete monstruofilios de los antiguos primeros: Taú y
Kerana, dejando respetable lugar a Tupâ, el verdadero primigenio, autor
de los días de estos deambulantes de siestas y plenilunios de nuestras
campiñas y de aquellos otros que duermen en las profundidades de la
tierra en cubiles, guaridas o escondederos con que los obsequió nuestra
dadivosa natura.

La concentración formal realizada por Ramón Elías en el Museo


de Capiatá patentiza la etología que el pueblo estima y conserva cual
joya del acervo tradicional, siguiendo las pautas determinantes dejadas

12
por el gran ybytymiense –Rosicrán– cuya memoria se honra en esta
edición.

13
GRAN POESIA

Concluida esta estimación aproximativa a la casuística


mitotemática del solar guaraní, esperamos poder proporcionar más
sobre el tema de esta trata específica, como cuanto compete a la
vastedad del folklore ancestral y autóctono en charlas y exposiciones, en
aquel lugar, que por especial deferencia de su creador y director Ramón
Elías, habrán de desarrollarse bajo el techo auspicioso del logra y
original museo, auxiliar preciso y preciado de toda etnoversión que
mencione el más antiguo saber guaraní, desde la mañana aquella –el
arapy– en que empezó a fluir la palabra. Bertoni, Cadogaan y
Maynthzusen 1, se hubieran sentido felices de asistir a esta operística, a
este plasmoímpetu en que se da forma y vestido a las ancestrales ideas,
vivencia de “Ñande Ypukuéra”, los antepasados, héroes de la más
antigua epopeya cuya memoria vive en la rica y popular narrativa. Estos
hitos de cohesión etnocentrístca señalan una sutil forma de geopolítica
cultural en lindes que van del Caribe al Plata y de las grandes montañas
hasta el Atlántico donde moraban los primigenios ingenios nuestros.

Es la hora de la luz también en la mitología. Paradoja de la


etnografía en parodias de hombres y de los pueblos en busca de las más
antiguas y profundas verdades y ficciones. Paroxismo de estudiosos en
la compulsa de etnias dispersas que sin embargo acusan hechos y
funciones más que idénticos, paranomíticos. Párvulos todos en esta
ciencia, podemos avanzar tres escalones, visitando la plástica y óptima
muestra de Capiatá, que recibe el plácito de los iniciados en mitocultura,
monumento de una literatura oral, que junto a la botánica práctica, a las
características escenciales de la estirpe de admirable temple, hacen raíz
soberbia del ser paraguayo de todos los tiempos en la vena palpitante
del idioma.

En otros lugares, incluso Ybytymí se propone una muestra similar


recordando al desaparecido vate.

1
Por citar tan solo tres destacadas personalidades especializadas en estos temas, dado que hacen más de una
treintena de calificados estudiosos de tan nobles motivos. Sus nombres aparecen en citas coincidentes que avalan
este ensayo en los tres volúmenes que lo resumen.

14
MITOFISONOMIA

No es fácil, ciertamente, crea duendes de hálito Guaraní. Tiempo


y distancia, esfuerzo y dinero, paciencia y memoria, penurias e
inclemencias de clima y atmósfera debieron ser superados para arribar a
estos observables resultados que meritan ser superados para arribar a
estos observables resultados que meritan su denodado hacer en
obsequio a la cultura paraguaya y a la condescendencia a la natural
curiosidad del pueblo. El artesano supo hacerlo sin medir sacrificios.

Señas de que Narciso R. Colmán ha sabido hacerse entender,


siendo reflejadas sus mitoimágenes con acierto, evidentemente, en
síntesis diagramal bastante para que alguien quiera decir a cualquiera
de estos seres surgidos de una singular lámpara de Aladino: Anda y
travesea por el mundo… date a conocer…!

Por ideoplasmos, los seres mentados en el mundo de nuestras


leyendas dejan de ser amorfos y en un linde ambivalente, conceptual y
artesanal, acrisólase la materia para rodear de formas concretas a esas
antiguas ideas sicoexpresivas, reflejos puros de una etnosincrácia,
donde la luna embeleza, el sol madura, el viento esparce y las gentes
oyen cuasi encantadas. El realziador traza con criterio correcto,
compresible, la seudo fisionomía de estos escúrridos que se dice
pueblan las selvas, campiñas y salamancas del terruño; tierra admirable
que aflora sus mitoengendros para solaz de cavilosos octogenarios que
pulsando el gualambáu evocador dan sabor y tener dramático a esos
festos plenilegendarios que hoy y siempre sorprenden por la cohesión
de tema, motivo y cirsunstancia.

Existe aquí un tránsito de la idea a los objetos y regreso a los


símbolos que lo sintetizan y representan. Los objetos plasmados
pasarán a revalidad las ideas que los han gestado, permanecerán en
modo ideográfico, tendrán sentido, se tornarán pensamiento, se
volverán palabras permitiéndonos abarcar todas las dimensiones
cognoscibles. ¿Y qué son los mitos sino protosímbolos? Están a un paso
de ello en faltando abrir las compuertas del pensamiento, después…
¡Todo existe!

¿Hasta donde es primigenio y espontáneo un plasmograma? Lo


es hasta donde convidados al mundo de las formas impelen una
abstracción mimogramática. La Mitología Guaraní es de contextual idea.
15
No podía ser de otro orden desde que es conceptual, de génesis
ideocóndtita que trasciende por medios sicovivenciales antes que por
medios fisicoformales, pero en este caso norman y moderan la fantasía
permitiendo homologación esencial.

Cabe señalar que figuras de talla mitomorfa, hace medio siglo


fueron halladas en las proximidades de San Bernardino. Se dice que las
mismas fueron vendidas a coleccionistas del exterior.

16
EL MUNDO DE LAS LEYENDAS

Las leyendas, como las mantras, hacen al pensamiento apertura


instrumental, animan la fanfarria de la vida con hilaciones que horadan
por lo interrogante en la inmensidad de la burbuja síquica. Tiene la
mitología una seducción que quita aridez a la casuística antropológica y
sus especializadas derivaciones interdisciplinarias. Estudiar esas
tradiciones, esas traídas ideaciones, es causa de gran satisfacción.
Cantos y encantos por decantación enriquecen el sabor, el saber
vernáculo y crean muy circunstanciadas y preponderantes motivaciones
que conllevan la opción –que muestra ineludible– de manualizar esas
mentalizaciones en una etapa de concreción formal de cuya obsesión
poderosa –manía de hacer– se redime el hombre tan solo al captar la
idea y verterla en obra, concreta, específica, pragmática. Materializarla
así su embeleso, al hechizo que lo mueve y por esa eventualidad se
personifica a sí mismo, pues el hombre es a través de lo que hace (aún
sea el no hacer).

¡Quién pudiera amarrar sus duendecillos a la cabecera de su


hamaca para hacerlos retozar en la minuta insomne en que busca
ideas…! Nadie mejor que el vate, creador de mitos y leyendas –para
quién todo, o casi todo, es lícito posible– podrá lucirse en el empeño.
Ejemplo tenemos en Rosicrán.

Podríamos hablar de una edad de las leyendas, dado que todo es


pasible de sujeción cronológica. Así tendremos cuatro temporadas de
mitomotivaciones, fáciles de comprender desde que existió un ser
genitivo, que en este caso es Tupã, de quién proceden Taú y Kerana,
como lo muestra Ramón Elías en la síntesis física de sus esculpidas
creaturas, de didáctica utilidad en la informática del folklore. Esta
catálisis guaranítica, tiende a ubicarse en la tercera generación de
deidades devinientes, constituyendo al mismo tiempo, fuera del limbo
de originalidad, la primera época cognoscible pospantogramática de Taú
y Kerana, con quienes se inicia el orden poscaótico, en que Tupã aún
mantenía su mundo. Hablar de Tupã, requiere determinar sus atributos
e identificarlo para que exista mayor claridad que la normalmente
folklórica y apresurada, donde se entremezclan oficios y funciones con
otros poderes que se plantean chocantes.

17
Pero debemos decir brevemente que Tupã es considerado en prístino
sentido de la teogonía un ser superior, paternal, amable, que no halla
agradable asumir el doble papel de justiciero, por el detrimento que
significa ese oficio para su imagen de Dios bueno. Entonces, crea y llama
a sí a Añá –propongo que respiremos pausadamente– para que éste
observe, sentencie y administre justicia a su nombre. Aclaremos, según
los textos más esclarecidos de la recóndita y doxa versión que Tupã es el
padre amable y en tal imagen quiere permanecer, trayendo a Añá –en
Mitología se admite– para que éste se mostrase recio y servero. No es
pues esta Añá vernáculo y ancestral, el ser satánico, el diablo poblador
de los infiernos; tampoco es un pobre diablo –que también los hay– Añá
es una figura clara y eficiente en la civilización Guaraní. Si embargo, un
factor agregado por la corriente presurosa de la desopinión –aún en
tradición y folklore– ha extendido extemporáneamente el nombre y
función de Añá ubicándolo en la pilastra del diablo malo, cuando
debiera estar considerado sujeto de honor en la palestra, donde su
oficio es la justicia. Coincide, con esta tesitura Moisés Bertoni. Pero no
podemos hacer más que aclarar conceptos, sin hacer regresivo en
intensidad el propósito de informar, sin deformar, lo que ha adquirido
carácter popular. Dejemos las cosas como están. De otro modo habría
que crear toda una escala de posiciones análogas –y añálogas– para
identificar aproximadamente al justiciero de ayer y al satánico de hoy,
que son nombres similares, de imágenes distintas. Pero salgamos de
este bravo remanso agregando que este concepto de añaversión actual
proviene de una irreverencia posguaranítica, donde el etnodescendiente
se vio comprimido –y compelido– a adoptar un amasijo de versiones
antiguas (pristinoétnicas) y nuevas (folklóricas) destinado a su probable
uso en cualquiera de las prematuras ante las cuales –también a él–
ubícalo la vida. Sus asimilados descendientes a su vez dejaron rodar la
versión hasta crear la confusión de hoy.

Añá en la nueva versión folklórica –no en la religiosa– es un


demonídeo superfluo que la patrística, epopéyica Guaraní no necesita.
Debemos considerar esto agregados que molestan y trastornan la
autenticidad etnológica. La pureza y la verdad sean, aún en tratando de
mitos. Acerca de esto es necesario volver en labor paralela y
esclarecedora. Permítasenos dejarlo para posterior tratado. Sobre todo,
se impone dilucidar las imágenes, la realidad y los nombres a usarse
para designar a Tupã, en cuanto refieren en primer caso a la pura
etnoversión Guaraní y a la noción teológica cristiana en consecuencia,
que no es la misma cosa. Valga siempre esta aclaración
18
MITO Y FAUNA

Consignemos que aún falta culminar la clasificación de raras


especies de la fauna Guaraní, donde los silvihabitantes hallan animales
desconocidos –científicamente aún no clasificados– que son motivo de
nuevos mitotemas entregados al decir popular para su devenir en
fantasmagorías aterrorizantes. La Herpetología, por ejemplo, aún tiene
muchas especies por conocer; por su parte la hidrofilacia, mucho que
entregar a la ciencia, donde en no pocos topetazos, se encuentran seres
descomunales como es en otros lares, el caso del monstruo del Lago
Ness, o las recientes huellas de prehistóricos en las inmediaciones del
Nahuel–Huapi, lagos del Sur argentino. ¡Que impresión hubieran
causado estos pacientes y rumiantes en los Guaraníes! Después del
terror consiguiente y de las precauciones a tomar, se hubieran dedicado
indudablemente a darle nombre a ese inmenso animal que llamamos
monstruo; le hubieran revestido de un mito colosal, cuya versión nos
hubiera gustado conocer y comparar1. Así el Aó–Aó, de nuestra tierra –y
de la región sub–amazónica– es animal tan raro que nadie, ni los payê
arandú Guaraní han logrado estudiarlo con detenimiento, tal como han
mostrado saberlo hacer con otras especies. Rosicrán describe este
zoomito, que en algunas particularidades recuerda al perezoso, visible
en algunos zoológicos.

En cada uno de los casos, mitoentronizados con premura se


encuentra un espécimen desconocido. En casi cada uno de los
folklorizados ligeramente, de una etnología apresurada decía Cadogan;
de una etnografía revisable2 diríase hoy, se hace referencia a un
miembro del reino animal indocumentado. Por ello tenemos tantos
mitos zoomorfos en el catálogo Guaraní.

De continuarse esta temática con la deseada regularidad, es de


prever una operación dilucidadora de notables resultados. Un
verdadero bien al conocimiento por develación3.

1. La Arqueología paraguaya ha hallado mastodónticos en la zona norte del río Paraguay, en el área de Capricornio, la falta de
medios de conservación no ha permitido aún exhumar en su totalidad el reservorio yacente. Reciba esta dote la Paleontología

2. Apresurada e irresponsable

3. No debe sorprendernos que surjan tratados crecientemente ultratemáticos.

19
MITOCREACIÓN

La Mitología de un pueblo se expone de su motivación y


capacidad creadora, máxime cuando a varios siglos de su gestación
como idea se la encuentra hecha narrativa oral viva y vigente. Se
convierte así en joya de su ancestro trasladada a los curiosos
escaparates de la actualidad donde solo lo exhibe para prueba de su
vigor tentativo en hallar respuesta a un entorno intrigante que necesita
ser explicado para dar dimensión y razón de las cosas y mejor
proporción del hombre ante sí y ante el mundo que le rodea, aún
cuando resulten desconocidos muchos de los factores y causales de la
constante transformación que a su vista se opera. Esa primera gran
pregunta contenida en estas palabras. ¿Qué somos, de dónde venimos,
adónde vamos?, también fue acariciada por el hombre en su
primitivismo al verse animal raro ante las otras figuras provistas de
movimiento, frente a las innumerables cosas de la tierra. El vacío azul y
las estrellas, por ejemplo; el viento, el sol, las nubes, la lluvia, la
germinación y la vida misma, han sido motivos que necesitaron en cada
paso impostergable respuesta. Para comprenderse as sí mismo, el
hombre de las selvas, pampas, ríos o montañas. Necesitó un par de
respuestas de apremiada urgencia. Las respuestas no podían proceder
sino de su propia observación y relación continuada de la vida en
primera instancia, aunque el nativo, en su momento no dio los nombres
más adecuados a las cosas en su intento primero de comprensión y
explicación, hizo algo positivo para acercarse a sus propias respuestas
tentativas y aproximativas.

El gran espectáculo de la naturaleza, la presencia de otros seres


en el entorno que lo contenía, los fenómenos celestes, las
transformación de flor en fruto y el palpitar de su propio corazón, vayan
por caso, crearon mayores y más urgentes respuestas. Del acierto de sus
conclusiones en las formas variables de su capacidad de observación,
compresión y respuesta, se ocupa la Antropología Cultural en un intento
serio y responsable de comprender al hombre mismo en todos los
climas, condiciones y latitudes del mundo. Esa ansiedad informativa,
moderna y actualizada, ha sido trasladada hasta la presencia del
aborigen Guaraní, cuyas respuestas a sus propios condicionantes
espirituales, muestran una capacidad de penetración de las cosas para
consecuencias prácticas, formales o ideales que lo ubican en un plano

20
relevante, mostrando que no se conformó con ser indiferente; no fue ni
mudo testigo ni ciego usufructuario de la sensación de vivir. A esas
hilaciones reales e ideales unió los resultados de su intento esclarecedor
y dio de lleno con respuestas a sus inquietudes que se han vuelto a su
tiempo, inquietudes muy nuestras y actualizadas. Por eso estamos
hurgando en el mundo de sus realidades y experiencias.

La mitología comparada1 mostrará la extracción vernácula de


varios motivos poetizados y rescatados por la paciente consecución
rosicraniana, maestro iluminador de un vasto sector de ilimitado campo
de la mitotemática, patrón, o crisol obligado de las versiones
folklorizadas.

1. En preparación

21
LAS COSAS Y SUS NOMBRES

“El hombre de culturas primitivas recoge


sus experiencias de la naturaleza, del ambiente,
de las cosas y de sus propias actividades.
Estas experiencias les son necesarias para
satisfacer los postulados existenciales básicos”.

Branka Susnik

Al “primitivizarnos” para comprender el modo de ver y obrar de


transtiempo no volvemos curioso, con sensibilidad de niño, cuya
candidez fertilizase el campo de la estimulación y desprenden prejuicios
desviaciones. Es necesaria esa primera condición para comprender –
desde adentro – la versión primitiva, sin la presión productora de
culturas externas, causantes probables de mitofagia.

Sentido que da Narciso R. Colmán es el de desvestirse de


instrumentos o fórmulas, para aceptar la sencilla e inocente pura
estimación del hombre captado en el influjo dosonómico. Si nos
apartamos de es te simple propuesto de Rosicrán, no apreciaremos
nada práctico en Mitología.

Planteando las obligadas preguntas acerca de la posible,


cuantificable, capacidad de pensamiento del aborigen, hallamos
evidencias que nos traen a las manos las propias primeras respuestas a
su etnoincógnita, al enfoque de su propio ancestro, en los cuales una
vez se nos ha adelantado, no pudiendo en consecuencia manejar
nuestras propias consultas sin las auténticas respuestas de los propios
estudiados, dado que son inobjetablemente las mejores que hallamos
en el arte de responder frente al hecho consumado de la sensibilidad y
de la vida, tal como nosotros sentimos hoy, tal como estos hombres de
tez morena han sentido y palpado desde siglos atrás, en los comienzos
de su vida sensitiva. Este saber observar lo fueron trasladando como
realidad a las diversas épocas, modos, circunstancias y ocasiones de sus
preguntas y de sus interesantes conclusiones a través de su original
modo de pensar y de resolver incógnitas. Aquellas primeras,
elementales necesidades de dar nombre a las cosas, de llenar el vacío –
aquel inmenso vacío entonces– acerca de los orígenes de las cosas y del
hombre, en el cual hallamos hoy varias respuestas, forman diversas
sendas o causes mentales, que en último análisis lleva a una misma
esencia acerca de la idea de Dios, por ejemplo, que fue la mas
22
extendida, la más persistente idea, inquietud o interrogante que debía
hacer frente y resolver el aborigen. Máxime cuando el grupo mismo ha
debido ser, impuesto por las circunstancias peculiares de su vida y de su
medio, su propio hallador de respuestas mientras nosotros, en cambio,
ya tenemos desde la primera edad quienes nos ayudan a conocer,
comprender, e incluso en la perfección del sistema, nos ayudan a
preguntar. Ese maremágnum de preguntas está puesto lentamente en
cierto orden de prioridades y acometida la búsqueda de la mejor
respuesta por el hombre de nuestras selvas, mirando los amaneceres,
observando los fenómenos y contemplando las estrellas, como los seres
vivientes en torno: fauna y flora.

El antiguo hermano primitivo tuvo necesidad de dar nombre a las


cosas, a todas las cosas; él fue su propia escuela y taller de
experimentación, llevando dentro de sí, consigo, su propio caudal de
preguntas y su gran anhelo de respuestas. En este modo de ser halló
más conducente el avance por sistemas, adoptando al fin uno de ellos,
consistente en portar dos alforjas –digámoslo así– puestas en una todas
las preguntas inquietantes y de valor permanente y en otra las
respuestas que hallaba –intuía– adecuadas, para ir comparándolas y
aceptando las mejores y más claras, desechando las posibilidades de
conciliación. Interesante experimento de la ideación y de las figuras,
tiende a la concreción de su propia escuela en la angustiosa necesidad
de saber, de conocer, de tener noción y experiencia para hacer frente a
la vida con sus respuestas o sin ellas; debía hacer frente a la vida con sus
respuestas o sin ellas; debía hacer frente a la vida viviéndola.

Debió vivir frente a ese vasto mar, esa gran laguna del
desconocimiento e ir convirtiéndola en tierra firme, transitable, con
experiencias de la vida. Aquí hay camino abierto para un avanzado
estudio de la psicología primitiva y para la medición de los progresos en
ese campo lindante y paralelo de los instintos primordiales y las
experiencias primeras, orientadoras del andar en la senda que partiendo
del desconocimiento, extendía su horizonte hacia una forma de
estructura cultural, hasta que pudiera tener fuerza intuitiva para hablar
el Guaraní, de su logrado conocimiento. Era el salir de la oscuridad e ir
adentrándose lentamente hacia las luces o a la luminosidad de sus
propios enfoques, aprehensiones y conclusiones finales o semifinales. El
curso que nos hacemos propuesto es el de elementos de juicio y sus
propias aplicaciones. Aún sin hacer una etnografía sistemática, que será
siempre la gran necesidad, vemos cuán vasto era el mundo Guaraní. Y
23
hallamos similitudes con la ideación de los griegos, la enumeración de
Homero y las concluyentes opciones de una vida reglada por leyes
inviolables al hombre ante la naturaleza misma, receptáculo de la vida.

Acometemos un estudio de lo concretado, de lo que ya tenemos


entre manos, dejando en claro, que en cuanto a mitoimágenes estas
concreciones primarias no son todas ni mucho menos, sino que son las
que se entregan a la curiosidad pública de hoy, con probabilidad de ir
acrecentándolas para satisfacción de nuestra propia curiosidad y propias
necesidades de comprender ese mundo de sombras y de luces, en que
se movía todo ese conjunto: el hombre, sus apetencias y necesidades,
las deidades rectoras y las fuerzas de la naturaleza, la cosmovisión
Guaraní lograble por nosotros, curiosos lectores o estudiosos de hoy.

Esta versión aproximativa no mas que una etapa del camino, un


alto en el andar, donde esperamos hallar nuevas formas, de las
vaticinadas por Rosicrán para regresar, esos medios mediante, a
exponer las sicomotivaciones que hacía el sílvido Guaraní un ser
contemplativo y práctico a pesar de todo.

En la disyuntiva de hacer Etnología o Etnografía, preferimos en


este caso hacer una breve etnoversión con su dispersión
etnogramétrica, para la mejor comprensión del tema, de cada mitoente
en particular, y las mentes y territorios “ocupados” por la vigencia de
estos influyentes intangibles del ancestro guaranítico, dejando creciente
y abierta la deuda que pagará regresando acerca de esta apasionante
temática en próximos trabajos, uno de los cuales será en breve, acerca
de las aves en la mitología Guaraní, labor iniciada en el año 1.972, con
publicaciones en radio, prensa y T.V.

24
MITO Y RELIGION GUARANI

Se impone establecer una marcada diferencia y alcance de


cuanto significa el complejo mítico al Guaraní y su concepción de Dios y
del alma. Los que adquieren trayectoria diferente, significación y valor
distintos. Tupã, Dios guaraní es de valor absoluto, es dueño de la vida; el
alma misma está sujeta a mutaciones, reencarnaciones, metempsicósis.

Los mitos, son en general una serie de genios o duendes sueltos


y amorfos, para reprimir a los hombres en sus desviaciones del camino,
mientras que Tupã, el Dios Bueno, se ocupa de la creación, de la vida, de
la bondad y de la justicia o equilibrio.

Una comparación de las deidades del continente americano


arrojará inmediatamente una estimación de sus actitudes y funciones
muy específica; tienen otra significación, diverso dominio, otros
poderes, distinta misión, otro origen, impar esencia. Entrar en la idea de
Dios del guaraní es campo profundo y especializado, no auscultado aún
con la seriedad que requiere una noción cierta del Dios de verdad. No se
puede acometer esa tarea dilucidadora con prematura en el tiempo y
ligereza en la exposición, sino que se debe hacer estudio de relevancia;
estudiar la siquis, cosmogonía, lenguaje y filosofía, –diríase– tomismo y
aristotelismo, religión y moral; vida guaraní. Este singular campo es de
gran responsabilidad, capaz de consumir más de una vida de dedicación
plena y luces abundantes para su esclarecimiento. Es campo vedado a
todo diletante, sus parámetros no conducirán a términos exactos.

Podemos hablar con propiedad del Dios amado de los Guaraní y


las deidades temidas por el aborigen, distinguiendo perfectamente tales
aspectos.

Esto se nota tan pronto como se comienza a considerar que un


Dios amable no puede hacer al mismo tiempo justicia y que por ello
tiene a un obrador que debe mostrarse recio y celoso de su cometido.
Uno es para ellos el Dios del bien, el Dios que premia y el otro el que
castiga.

También ellos, nuestros antepasados buscaban, buscan,


buscarán siempre algo más que el hombre y la naturaleza, algo más que
lo visible y palpable, algo más que la paz y la guerra, que el bien y el mal;
buscaban y buscarán siempre causas y los efectos como los buscamos

25
nosotros y los caminos que han elegido son los normales, antiguos
caminos del mundo; no otro que el camino del hombre y las cosas, de
las luces y de las sombras, de la alegría y de las penas. Es en fin el
camino de la vida para comprender nada más que dos cosas, el hombre
y el medio, encerrados en las formas que comprime la naturaleza,
donde el calor, el frío, la luz, el rayo, la nube, la lluvia, aún el dolor y la
alegría son todo efluvios míticos; fuerza, virtud, poder; es decir:
incógnito, como lo será siempre.

26
UN MUSEO ROSICRANIANO

La concreción de las formas, el pragmatismo sintetizador de los


objetos que se han logrado al plasmar la leyenda informe –pero
informativa– en realidad objetiva, pasible de abstracción y embeleso, se
convierte en instrumento, en material didáctico de la ciencia mítica en la
cual no existe dimensión comparativa, debiéndose extremar el esfuerzo
modelador y de ideación de las figuras para una aproximación por
medios físicos a las formas y ultraformas que hacen a la leyenda. Su
valor es pedagógico. Ya se puede pretender una didaxis más fructífera
en la docencia mítica de los protoseres de admisión Guaraní.

A partir de la presenta hora, podemos, al hablar de mitos,


exponerlos con mayor vivencia ayudados con abundamiento tangible a
la comprensión de nuestros mitologemas, completando lo que la
civilización Guaraní se abstuvo –o se demoró– en componer por
anteponer las ideas a las formas. Pero creemos que habérsele permitido
vivir y proyectarse hubiera legado monumentos recordatorios de su
epopeyas, de lo que diríamos una patrística guaraní, adentrándose en
nuevas direcciones, logrando percepciones sutiles y concreciones
formales próximas a alguna monumenta y arquitectura. Pero no fue
necesario en este ámbito benigno algún estilo tecta protecto. No
labraron piedras sino que construyeron un monumento distinto en sus
concepciones ideales, forjando normas de vida, de labor, de
aprovechamiento botánico. Aquí cabe preguntarse si no aparecerá algún
día el códice guaranítico –tan buscado por los estudiosos– que de razón
de las citas de Rosicrán, como también de las reglas de chamanes y
caciques sostenedores de una cultura y estructura idealmente
perceptible, como físicamente palpables hoy. El Museo Mitológico de
Capiatá es un paso positivo, encomiable, que evidencia la
comprensibilidad de nuestros mitos, ecos de una cultura milenaria cuyas
derivaciones y sedimentaciones se conservan allí donde los Guaraníes
dicen ser “el lugar donde se asienta el alma”.

Estar formas provistas de suficiente coherencia bastan para


ayudar a una provisión lógica y a una comprensión temática. Así como la
escultura cumple una función evocadora de hechos, hombres, fastos; así
estas obras esculpidas mediante esquemas de Rosicrán cierran un ciclo y
dan razón, testimonio, dan forma –conforman– la anatomía idearía a
que nos acerca y presentan al cantar de las ágoras y vates de las
27
inconmensurable época: la epopéyica, de ancestral cuño, allá, cuando el
primer mocetón que se movió en esta tierra soñó y sintió, tuvo
apetencias y formó sus primeras ideas e interrogantes antes de que
pudiera comenzar a comprenderlos.

Nuevas creencias –como la Espeleología– unidas a la


Antropología Formal y Cultural1 tomarán partido en este reeditar
mitologista que trasciende al mundo de las musas y se verifican en
formas de humana manufactura, en concepción de arte y plasmación
artesanal de mérito, de rigor en ideación y acierto en logros modelarios.
El mitoconcepto viste con galanura de raigambre étnica al hombre y al
medio, lo pertrecha de lecciones valederas al primero para
desenvolverse con mayor acierto sacando consecuencias y respuestas
de sorprendente lógica en el interminable saltar y hacer, a inversa y
reversa de vivir, del etnoántropo, aún sea del primer aborigen que
buscó sustento en la selva, pampa o río y se tendió a pensar en la
relación que guarda cuanto le rodea, hilando así su propia ciencia,
acrecentando por experiencias las resultas, las preguntas, en busca de
las causas que él necesito en su tiempo y en su medio conocer. Tiempo
que para él no ha trascurrido. De ahí la curiosidad que despierta el
conocimiento o aproximación a sus verdades y coherencias.

Lástima es que sean pocos los cultores de estos singulares


sembradíos, los buscadores de tesoros fabularios, los buceadors de las
siete magnas leyendas del antromítico Guaraní; de se más, habrían dado
razón de mayores tópicos de antropomorfos cooperando a su noción y
esclarecimiento. Es grande el anhelo de conocimiento del sub mundo de
las ideas ambulantes y pervivientes en la esfera craneana del Paraguay–
eté, del antiguo, el primero, el principal sujeto de nuestros estudios,
como también el de hoy y de mañana –que todo es uno–. Por ello
reviste importancia la desabstracción, es decir, la construcción formal
que refiere a estos campos. El impulso que ha dado Narciso R. Colmán a
estas especializaciones es de alto mérito.

1. También la Paleografía y la Botánica.

28
NO TODOS SON MONSTRUOS

El poeta yvytymiense se solaza en evocar estos seres de


singulares atributos y apetencias. No todos son feos, ni todos son malos.
Se puede ver que el rótulo común y apresurado de “monstruo” no viene
bien a todos indiscriminadamente, ni habitan todos la misma cueva. Hay
diferencias notables, como habrá de verse.

Cada uno de estos mitos tiene su hábitat. Algunos prefieren los


cerros, otros la selva oscura, ya el campo abierto, otros una extensa
laguna; quien un abismo insondable –aquí llamado “salamanca”–
finalmente un río de cause torrentoso. Tiene cada uno su comarca
predilecta y allí –en este tratado– hay que buscarlos para dar con ellos.

De las musas guaraní–eté1 algunos pueblos hacen transplante,


agregan aquí, recortan allá; visten y desvisten a placer. En el fondo y
después de todo este epicentro de graciosa lengua y proverbial
mitología mantendrá, indelebles, sabor y cuño y enviará a sus genios a
restaurar en vera forma la autenticidad de origen como se hace notar
expresiones de su folklore. Por estas razones y para evitar la disipación y
deformidad de la versión autóctona –auténtica se dice hoy– creemos
necesario iniciar con sólidos fundamentos un Centro de Estudios de
Mitología Guaraní, oficialmente de singular tertulia de ancestral
motivación para el esclarecimiento y riqueza del acervo nativo en su
mejor expresión, desde donde se pueda trabajar y velar el pro de la
difusión, pureza, claridad y conservación de la mitocultura paraguaya.
Entre sus paredes propicias habrán de realizarse exposiciones y
conferencias, constituyéndose en aula autorizada del saber popular –
rotulado folklore– Casa de la Tradición Paraguaya donde se cultiven por
igual amistad y leyenda.

La Mitología tendrá casa en ella y el estudio de la cultura


ancestral, la narrativa mítica, tendrá brillo y claridad; y sobre todo calor
de hogar. Debemos dar un paso más al construir un centro cultural que
sea a la vez monumento a Rosicrán, donde se guarden sus pertenencias,
sus obras, su recuerdo.

1. Eté: Verdadero.

29
LA IDEA Y LA FORMA

Los noreuropeos tienen sus gnomos de jardín –sus duendes del


bien– y les hacen lugar en diminuta floresta palaciega. En las noches
festivas alguno hay que le vierte rubia cerveza o fragante vino. ¿No son
acaso Blanca Nieves y los Siete Enanitos, trasuntos de una narrativa
gustada por los mayores y celebrada con encanto por los chicos? Son
leyendas humanizadas y logradas cabalmente para llevar a los pequeños
la idea naciente de otros seres, en otras órbitas, preparándolos a
considerar las faustas narrativas de Ulises en torno a cuya barca
cantaban las sirenas en el trastiempo de aquellos hechos linderos de la
historia y la leyenda, flotando entre ambos términos –entre ambos
mundos– en una protohistoria jamás desentrañada. Allí están
abrillantando de cánticos y loas que han hecho pie en la lírica universal
con rumbo, dimensión y perpetuidad evidente.

Nos asaltará seguramente una pregunta ¿Por qué dar forma a las
leyendas? Pero no seamos ahora iconoclastas en cuanto a literatura oral
y ancestral compete. Las figuras ayudan a formar ideas. Son
materialización gráfica y liberación de sueños en maduración. Esta
onirigénesis es pues liberadora. Otros pueblos, otras culturas han
plasmado la fisionomía de sus genios del bien y del mal y de la
verdadera versión oral los han llevado a lograda literatura y aún a la
admirable versión musical y pluscuansimbólica como la del genial
Wagner, ejemplo que nos falta acometer en intento de encauzar las
energías nativas hacia una vida útil a través de una cultura –además de
técnica– humanística.

30
ROSICRAN Y LA AUTENTICIDAD DE LOS MITOS

Podríamos preguntarnos acerca de la pureza y la autenticidad de


estos mitos, de su originalidad étnica, puesto que es libre dudar acerca
de su cuño y factura, por ello se los analiza, coteja, buscando
homologarlos para tener la certeza de su origen y el grado de su pureza
manteniendo el real de su prístina y autentica originalidad. Pero es
consenso general, entre los estudiosos: Moisés Bertoni, Tomás Ozuna,
Juan Francisco Recalde, León Cadogan y otros investigadores de que se
trata de una versión de raíz Guaraní. Citemos al respecto lo que
menciona Curt Nimuendayú en su libro: “Los Mitos de la creación y
destrucción del mundo”: En su conjunto no podemos detectar ningún
motivo extraño a pesar de que muchos se hubieran podido introducir y
conservar con mucha facilidad. El diluvio, el incendio universal, los
animales demonios, la danza pai’e (pajé o payé) la subida al cielo, todo
es originario indígena y presenta mucha analogía con otras tribus”.

Esto puede brindarnos la apertura de un estudio de la Mitología


Comparada de las parcialidades Guaraní y las restantes, de diverso
asentamiento y nominación tribal. La universalidad Guaraní de estos
mitos también es una prueba de que son auténticos, pues en toda la
comarca guaranítica se mantienen coincidentes estas mitoversiones,
con muy pocos agregados o defoliados. En este caso la tradición deviene
en un grado de pureza aceptable, o más que ello, excelso, podemos,
pues confiar en la calidad narrativa de nuestros mayores. Poetas y
estudiosos de nuestra tierra como E. Fariña Núñez, Darío Gómez
Serrato, Ortíz Guerrero, Antonio E. González y otros, avalan la labor de
Narciso R. Colmán, al fijar en moldes imperecederos estos mitos tan
caros a la cultura Guaraní.

Por supuesto que un estudio más profundo dará más nombres y


testimonios que agregar a éstos, pero es labor que dejamos para más
adelante, cuando regresemos a profundizar en la senda. Damos pues
por aceptada la veracidad de la esencia y de la forma de estos mitos y
leyendas paraguayas que se mantienen coherentes aún más allá de sus
fronteras, hasta donde llega la toponimia Guaraní a través de cuatro
naciones americanas.

31
Tejú Jaguá

32
Jasy Jateré

33
Kurupí

34
Aó-Aó

35
Luisô

36
Pombero

37
Mala Visión

38
Plata Yvyguy

39
TUPÄ

Tupã es el Dios guaraní. Es llamado: Nuestro Padre; Nuestro Gran


Padre; Nuestro Primer Padre, es decir: Ñande Rú, Ñanderuvusú,
Ñamandú, e igualmente Ñanderú Tenondé, amén de otras
nominaciones respetables y similares, concebidas por los aborígenes. Es
representado en forma impresionante, sentado sobre un apyká, asiento
tribal, de rústica factura, donde se ubicó para crear la tierra, el sol y la
luna que muestra en sus manos. Sus luengas barbas indican la infinita
profundidad de los tiempos de su existencia. Su rostro es apacible; su
cabeza presenta rayos de luces onduladas.

Es parte de la alta religión Guaraní que contempla un Dios de


poder y bondad residente en un sitio especial desde el cual protege a la
nación Cari’o–guaraní. Su voluntad basta para crearlo todo, sostenerlo o
destruirlo con su solo deseo. Se debe señalar que los conceptos que se
relacionan con Tupã guardan camino opuesto a los seguidos para la
intuición mitológica por los propios Guaraníes –señal de su avanzada
ideación–. El Guaraní reserva a Tupã especial respeto. Ninguna deidad
llega a su primogenitura. Este aspecto es parte sorprendente clara en las
manifestaciones, manteniendo una pureza de conceptos que permitiera
la adopción del mismo nombre guaranítico Tupã para designar al Dios
de los cristianos traído por los primeros misioneros llegados al Paraguay,
Brasil y Río de la Plata de hoy, donde imperaba un mismo uso lingüístico
de vasta dispersión y de claros y precisos vocablos conceptuales y
descriptivos.

A los efectos de la claridad de lo enunciado se debe dejar


sentada la existencia de campos coincidentes de admirable ajuste a la
ideación del Dios de la nueva religión (la de los españoles); circunstancia
que permitió la aceptación y pronta asimilación del credo cristiano y
sobre todo, la permanencia y vigencia del nombre Tupã para identificar
al Dios “verdadero”. Lastimosa y erróneamente.

40
LA GENERACIÓN MITOLÓGICA DE TAU Y KERANA

El origen de la mitología Guaraní se remonta al encuentro de


Taú y Kerana. Taú era un espíritu maléfico, Kerana era una niña de
extraordinaria belleza que se pasaba los día durmiendo, por eso le
pusieron por nombre Kerana (dormilona) y era la simpática
personificación de la tribu. Taú se había enamorado de la joven doncella
y pretendiendo conquistarla se había transformado en un apuesto
joven. Al séptimo día consecutivo de sus visitas intenta raptar a la niña
interviniendo Angatupyry –espíritu del bien– para evitar tan triste
suceso. Este se traba en lucha con Taú durante siete días, pero las
artimañas del mal pretendiente hacen que logre ventaja, dándose por
vencido Angatupyry. Taú, ya dueño de la situación procede a raptar a
Kerana, lo cual causa profunda tristeza e indignación en el clan de
nuestros primigenios antepasados –ñandeypykuéra– pidiendo un
castigo ejemplar al raptor. Angatupyry hace a Taú objeto de una terrible
maldición según la cual todos sus hijos se convertirán en monstruos. Así
nacieron sucesivamente:

1) Tejú jaguá
2) Mbói Tu’i
3) Moñái
4) Jacy jateré
5) Kurupí
6) Aó–Aó
7) Luisô

Todos ellos nacidos a destiempo (sietemesinos). Al sobrevivir el


último de estos cuitantes engendros con la aparición del séptimo
monstruo, Luisô, surge en los cielos –como una advertencia– de que los
hombres deberán cuidarse de estos duendes– la conformación estelar
de las Siete Cabrillas, perteneciente a las constelaciones del hemisferio
sur. También en ese momento surgieron los azotes de la humanidad. –
que son siete– en sus categoría diversas; entre ellas se encuentran las
siete grandes penas: El miedo, el dolor, el llanto, el hambre, la sed, la
enfermedad y la muerte. También los siete vicios: la envidia, la pereza,
la gula, la avaricia, la embriaguez, el odio y la ira.

Siete los insectos y alimañas que perjudican e impiden el trabajo


del hombre: La hormiga, el gorgojo, la mosca, el mosquito, la langosta,
41
el alacrán y la serpiente. Y entre otras más, siete son las causas de
grandes aflicciones a la humanidad entera: El robo, la injusticia, la
miseria, las pestes, el terremoto, el incendio y la guerra.

Estas son, en síntesis, las desgracias que significan la presencia


sobre la tierra de los siete monstruos engendrados por Taú, el espíritu
maléfico y la bella indiecita que llamaran Kerana (dormilona).

42
TEJU JAGUA

Este era un gigantesco lagarto cabeza de perro que merodeaba


–según el mito original– en torno al cerro Yagaurón, estando su guarida
y merendero en uno de los abismo del lugar. Algunas versiónes –incluso
Rosicrán– le conceden siete cabezas. La versión popular sólo habla de
una (con la cual le basta). Fue el primer engendro del maldecido vínculo
de Taú y Kerana. Dominaba en las cavernas, a las que según algunos
dichos arrastraba a sus víctimas para devorarlas, pero no es esto
generalmente aceptado entre los grupos tribales Guaraní, quienes
afirman que este duende sólo se alimentaba de frutas y miel, siendo
protector y beneficiador de los frutos dorados de la selva.

Se lo menciona también como genio protector de las riquezas


yacentes en el suelo Guaraní. Su piel adquirió brillo revolcándose en el
oro y las piedras preciosas de Itajú. No había llegado a adquirir
ferocidad. Refiere la etnonarrativa que un indiecito lo llevada del collar a
beber a la cristalina corriente de un arroyo de la comarca. Al respecto
agrega Rosicrán que este indiecito era el hermano menor de Tejú,
Jacyjateré quién gustaba de llevarlo al lago hoy llamado Ypakaraí, ya al
Ypoá, o al arroyo Avay.

Cabe agregar por ser oportuno, que la ciencia cree hallar


fundamento a este mito en la existencia del Tejú Pytá, lagarto colorado,
cuya existencia se ha comprobado en esta área subtropical, hasta el Río
de la Plata.

43
MBOI TUÏ

En torno al Cerro Cavajú, junto a las selvas de Tobatí se recuerda


de antiguo, la existencia de un animal con cuerpo de reptil, cabeza de
loro y angulosas patas de lagarto terminadas en tres potentes garras y
cola rematada en dos venenosas púas. Lanzaba ensordecedores
chirridos de loro con el consiguiente terror de la población aborigen,
como también, centurias después, de los pueblos hispano–guaraníes.
Era difícil distinguirlo entre los árboles, como en los pastizales, siendo
ambos su medio favorito, su color lo confundía con el follaje. Este era
Mbòi– Tuï. Por decadencia e impropiedad también llamado Mbói–lorito.
Monstruo que no se acercaba a las personas; sin embargo cuando
pasaba por las aldeas los habitantes huían aterrorizados. Se alimentaba
exclusivamente de frutas.

Una versión que nos ha tocado rehacer señala que en el principio


de los tiempos Mbói– Tuï era hermoso loro que habitaba en la tierra sin
mal (Yvymara'eỹ) –versión Guaraní del paraíso– que tenía una sola
entrada celosamente guardada por Rupave. A este recinto de la vida
inocente, tenía acceso Mbói– Tuï, conociendo un sendero secreto de
arribo. Algunos Malucos o “Mamelucos” hicieron beber miel lechiguana
a este loor, emborrachándolo, por lo que se puso a hablar mucho,
dando a conocer la senda secreta de la Tierra sin Mal, por la cual
pudieron colarse los malvados.

Cuando Rupave se dio cuenta de la entrada de extraños al


paraíso Guaraní donde abundaban las frutas, halló a este loro
totalmente ebrio, hablando sin cesar. Entonces, conociendo que él era
el culpable, lo maldijo, condenándolo a perder la facultad de volar, sus
alas atrofiadas convirtiéronse en patas; el parlero se convirtió en un
reptil, una serpiente con pico de loro, siendo su alimentación en
adelante los frutos de naranja agrias, conocidas en Guaraní como apepú.

Esta versión, está centralizada en torno al Paraná, con extensión


al Yvytyrusú como límite el río Paraguay; las versiones más puras se
encuentran con algunos variantes en torno a Yaguarón. Evidentemente,
fue esquematizado en versiones autóctono–secundarias –no prístinas–
dado la variante para destacar la irrupción de las “malocas” en busca de
indios para el mercado de esclavos de que fueron víctimas los Guaraní
por Raposo Tavares, por ejemplo.

44
Mbói– Tuï, en la diéresis tiene pronunciación nasa. Tuï, no indica
que todas las especies de loro se denominen así, precisamente. En el
diseño, grabado, dibujo de la edición de Resicrán de 1929, se observa
una sierpe, que ostenta pequeñas alas. Alguna libertad de
interpretación y concreción formal, siempre queda a favor de los artistas
que intervienen en esta mitotemática.

45
MOÑAI

Moñái es tenido como serpiente de extraordinarias dimensiones,


afilados dientes y dos púas en la cabeza. Tercer hijo de Taú y Kerana,
amo de los aires y de los vientos, es duende protector de la rapiña y
toda suerte de pillerías. Habitada en enmarañados esteros y profundos
causes de arroyos cuyas riberas oscurecía la vegetación, en sus correrías
llegaba hasta los pirizales de las lagunas. Su lugar favorito era el
precipicio cercano a Yaguarú. En varios lugares pantanosos
circunscriptos por la Mesopotamia que conforman los ríos Paraná y
Paraguay se cuenta haber una madriguera que perteneció a este
monstruo–fidio. Las gentes llaman a esos lugares “Moñái Kuaré”,
incluyendo en ellas profundos zanjones conocidos como “salamanca”,
grietas de la tierra, de difícil acceso.

Tantos habitáculos señalan el don de la ubicuidad de los seres


mitológicos que no hallan cómo ceñirse a una estrecha geografía. Uno
de los posibles escondederos de este hórrido ser es conocido cerca de
Yaguarón, lindero con el lago Ypoá, en cuyos contornos han sido
hallados varios lugares que acreditan ser guaridas del temido engendro.
En Apepú –San Antonio– de la jurisdicción de Rosario afirmase haber
vestigios de su presencia, como también en el camino viejo Arazapety,
en San Estanislao, al norte del Tapirakuái los viajeros afirma existir aún
este espantajo en tupidos matorrales. En general, no se conoce un lugar
inhóspito que no sea tenido como antiguo –y aún moderno– refugio de
esta serpiente fabulosa que al moverse producía pavorosos ruidos en
medio de la fronda lacustre, estremeciendo las aguas. Se dice que aún la
tierra temblaba; las personas huían aterrorizadas, los animales eran
presa del espanto y las aves se echaban a volar alborotadas. ¡A mucha
gente había devorado en la comarca y los animales desaparecían día a
día…! ¡Huir era el único recurso! Si quedaba tiempo. Su especial
alimento era hasta hace poco los cazadores y pescadores que lograba
sorprender por más sigilo que usaran en sus andanzas por las cercanías
de su guarida. Los arrastraba hasta su cueva que se teñía de rojo con la
sangre de sus victimas. Aseguraba su presa inmovilizándola con la
mirada, las atraía con su aliento. ¡Nadie se le escapaba! Rosicrán detalla
con lujo las andanzas del Moñái, una de las figuras más horripilantes de
su literatura mitológica.

46
Moñái murió al fin quemado por manos de Porasy, doncella
Guaraní que de esta suerte salvó a su raza de las acechanzas del
monstruo, incinerándolo en su propia cueva usando de algún
encantamiento. Se cree que su espíritu deambula y acecha en la
vastedad de los campos y territorios en los cuales se mantiene viva la
cultura Guaraní.

La versión modernizada pretende haber sido muerto Moñái por


una bala bendecida disparada por una niña. Cualquiera sea la versión,
solo su nombre, su figura, su temida fama aún se respeta en la campiña
donde la soledad de los campos proporciona el escenario de sus
legendarias correrías; referencias actualizantes del mito agregan objetos
y efectos de escenografía dramática y aterrorizadora.

Conocidas sus variantes, debemos regresar al relato más antiguo


y probablemente auténtico, fijándolo en modeladora versión no
corregida, aumentada ni disminuida, la cual concluye aseverando que
siempre –aún hoy– Moñái aguarda a sus víctimas acechando debajo de
la verdosa espuma que cubre las aguas de lagos y esteros de la dilatada
comarca terrafronteras que cubre el idioma guaraní.

47
JACY JATERE

Es el más simpático de los duendes, el más popularizado; su


silbo–mimetofónico, cual canto de ave, agita las siestas del hogar
campesino. Magnetiza a las madres, que acometen al oírlo
desesperados esfuerzos por reunir a sus hijos que juegan bajo la
enramada; es decir, los más chicos, porque los otros…

Este duende travieso de la siesta, de deslumbrante belleza,


cautiva con su gracia, los niños los siguen; jugando y gustando frutos y
miel se alejan de sus padres, algunos nunca vuelven, otros pierden la
voz, otros la memoria. Se dice que este duende que se presenta como
un enanito rubio, de ojos azules, busca niños para llevarlos a su mundo
maravilloso escondido en la espesura. En la mano porta un cetro de oro
en el cual reside todo su poder. Juega desnudo a la luz del sol, trazando
con su sombra mágicas figuras que hechizan. Al verse descubierto se
convierte en ave. En su afán de hacerse amigo de los niños, si llega a
besarlos en la boca, éstos pierden la voz y a veces hasta el juicio,
entonces Jacy–jateré los deja para buscar otros niños con quienes jugar
en la interminable travesura de su vida. Al ser perseguido por personas
mayores se torna invisible.

Las leyendas que refieren a sus andanzas son interminables, pero


estas apuntadas bastan para tener idea de sus atributos. Su poder, su
fonomimetismo, lo relaciona muy estrechamente con un ave que
raramente se deja ver, pero que ronda las casas del campo1. Dicen que
imitar su silbo acarrea la ruina mental si de hace para engañar a las
gentes sencillas. Jacy Jateré, sin embargo no causa daño a nadie, es una
deidad traviesa que puede llegar a convertirse en buen amigo.

Pero, por las dudas, las madres se cuidan de fomentar sus visitas.
Se dice que solamente deambula retozón en el tiempo en que maduran
las sandías, en lo más ardiente del verano, que es cuando los niños al
escuchar su silbo invitador escapan de sus casas, para aventurarse en las
chacras a hartarse de frutos almibarados. Algunos no vuelven… para
desencanto de los suyos.

1 Véase “Aves en la Mitología Guaraní”, de próxima aparición.


48
KURUPI

Kurupí es el sátiro del mundo Guaraní. Nuestro familiarizados


mitoengendros comprenden un factor del mal, infatuado, facineroso de
favores que por su cuenta se las toma haciendo extraorbital su
desempeño. Rarezas debe tener un ser onírico para justificar su
presencia en el catálogo de convidados sicohumanoides. Pero ¿a que
sorprendernos? Mitosumando hallaremos extravagantes de dispar
oficio. ¿No tienen los pueblos pastoriles a Pan, con flauta y aún con
pandero, retozando en recónditos valles del viejo mundo?... Pues Kurupí
tiene lo suyo. Estamos ante un mundillo de singulares características
sobresaltados de curiosidad; nada pues nos sea extraño. Kurupí tiene
larga historia a falta de luengas barbas; pero no por ello deja de ser
bárbaro. Su oficio es serlo1.

Los Guaraní integran un pueblo mitómano. ¿Qué pueblo no lo ha


sido? Los enigmas no inducen a buscar sicomotivos, causales –diríamos
mejor ancestrocausales– hondas motivaciones homologables para
satisfacer primarios interrogantes. Aquí tenemos uno de ellos. Uno de
los siete monstruos de la más antigua temática antropomórfica Guaraní
merece todo un estudio en premio a su larga permanencia en la escala
anarmónica de las siete figuras primigenias.

Agreguemos a este decir que Kurupí, con el largo falo de que


estaba provisto, enlazaba a las niñas y las poseía, era aficionado a raptar
mujeres y niños. Según la versión auténtica. Era duende protector de los
animales silvestres, especialmente de sementales. Una liana rugosa que
se encuentra en las selvas lleva el nombre de este duende. Su rótulo
botánico–guaraní es Kurupí Rembó. El monstruo ha desaparecido,
empero la liana queda. Y la narrativa alusiva al Kurupí permanece
vigente. Aún se aplica este mote a individuos lujuriosos.

1 Dicen algunos exagerados que Kurupí es falomorfo.

49
AO –AO

Este monstruo tenía cuerpo similar a la oveja, cabeza de oso y


patas terminadas en grandes y potentes garras. Su aspecto era
terrorífico. Perseguía y devoraba a los cazadores y personas que se
aventuraban en la selva. El único modo de salvarse de su acometida era
trepando a un cocotero, árbol sagrado, dado por Tupã a Rupavê para
nutrición y auxilio de la gran familia Guaraní; (diluvio por ejemplo). De
subirse a otra especie, lo Ao–Ao acorralaban y hacían caer el árbol
excavando las raíces con sus potentes garras mientras emitían ladridos.
Vivían en manadas en bosques y serranías de la región Oriental.

La denominación Ao–Ao es de origen onomatopéyico. La


tendencia agudizante carga la emisión tónica en la partícula final.
Trocándola logramos reconstruir el eco de un lejano ladrido –el que
proferían estos seudo duendes– según la versión del mitogénesis. Pero
también Ao–Ao refiere a un ser vestido, excesivamente cubierto. La
relación dice parecer a una oveja. El nombre tanto acomoda a la
onomatopeya como a la pelambre. El animal existe en la realidad
zoológica, según afirman serio investigadores. En todo el país y los de
habla Guaraní, este animal es conocido como ovechá–kaaguy. Aún debe
proceder a su clasificación científica en la fauna de la América
mesopotámica, especialmente en Paraguay.

Se han ocupado de este raro espécimen Moisés Bertoni y León


Cadogán, diciendo este último que aún devora personas entre las
piedras del Yvytyrusú. Es comprensible que aún no se haya logrado
echar mano a este animal peregrino, la bestia ignota del solar Guaraní.
Saben de él los Chulupí y lo Mby’á de las selvas del Monday y
Mbarakajú.

Con las referencias recogidas en el terreno, se han logrado


plasmar una aproximación mitozoomórfica. Su conformación se presta
magníficamente a una tesitura legendaria, como la acertadamente
propusiera Rosicrán.

50
LUISÕ

Luisõ es el séptimo y último hijo de Taú y Kerana, sobre el cayó la


mayor maldición que pesaba sobre su progenitores. Su solo nombre
aterrorizaba. Este ser espeluznante se halla ubicado en la encrucijada de
los caminos de la vida y de la muerte. Como puede exornar el ánima en
sus andares, es el monstruo más temido y aborrecido de los engendros
malditos.

Otros mitos emparentados traen justicia y venganza, castigos a


los que se exceden; protegen la flora y la fauna; otros devoran hombres
y mujeres, otros roban niños, silban y merodean. Luisõ daña más que
todos estos penantes. Hace imposible la vida del más allá. Juega con el
destino del alma, que se vuelve irredimible una vez que él interviene en
el colmo de su obrar maléfico. Por eso es tan temido.

Se dice que los días viernes –y los martes también– al comenzar


las sombras de la noche a adueñarse de los pueblos y comarcas en su
avance penumbroso, Luisõ pierde sus formas humanas para
transformarse en un perro de horrible aspecto, quizá un lobo de dientes
afilados y de diabólico intento que busca los cementerios para
revolcarse encima de los cadáveres y alimentarse de ellos. A la media
noche, con ojos relampagueantes sale en busca de seres humanos para
convertirlos en otros malditos Luisones, lo que lora asustándolos y
pasando por debajo de las piernas de los hombres que sorprende en su
maléfico paseo nocturno. A veces jaurías de perros lo persinguen y
ladran sin acercársele. Un olor nauseabundo le acompaña, su aspecto
hiela la sangre en las venas y enloquece a los hombres que se dejan
sorprender.

Su andar termina al clarear el nuevo día, retomando sus


humanas formas regresa a sus ocupaciones, donde se lo ve sucio,
cansado, esquivo, de mirar doliente y melena desgreñada. Las gentes no
saben si tenerle lástima o sentir repulsión ante la duda hiriente de que
sea o no Luisõ.

Es similar el caso de los vampiros, al presentirlos todo se


santiguan y callan. Es el hombre – lobo temible de hábito atroz, capaz de
hacer perder al hombre su condición humana transformándolo en
penante bestia y demonio. Devora la carne de los muertos y alma de los
vivos.
51
No conocen los Guaraníes mayor desgracia que ésta, por eso
huyen de él. Dice la mitoreferencia que al nacer Luisõ brilló en los cielos
la conformación de estrellas conocidas como “Las Siete Cabrillas” en
señal de que la maldición que afligía a Taú y Kerana había cesado. Según
la Mitología Guaraní este monstruo y sus seis hermanos deambulan por
la tierra.

En diversos países, incluso India, y los de Europa, este supuesto


es conocido.

52
VERSIONES FOLKLORIZADAS.

OTRAS LEYENDAS GUARANIES

Estas precedentemente enumeradas y desarrolladas,


consideradas hijos de aquellos protoseres mitológicos, no son las únicas
figuras de la mitonarrativa Guaraní. Existen otros seres que se reparten
dispares cualidades y especiales atributos que los proponen
notablemente como objeto de una mitocasuística cuyo andar se hace
desentrañable a través de la fluida narrativa popular cuyos moldes se
guardan en el cofre de las tradiciones memorables. Tampoco estos
traídos a continuación constituyen los nombres finales, ni lo son todo.
Son simplemente algunos más, para la diversidad onomástica
mencionando aquellos más socorridos por la memoria del pueblo,
aplicados a amenizar después de yantar, las ligeras reuniones donde se
reeditan las andanzas de estos duendes que han dejado rastros en la
tradición secular y aún, redivivos, avivan la imaginación de los
narradores quienes con el lento paso de los años, van agregando – o
quitando – detalles, sin apartarse de lo fundamental a fin de que no se
vuelva manido y trivial y por sabido se nieguen a escucharlo: Estas
versiones “corregidas y aumentadas” se deben salvar con buena
voluntad, también son necesarias la juego de la inventiva, brindando así
minúsculos detalles que hacen la innovación necesaria para captar
nuevamente la atención del mismo público –vecinos o familiares– que
ya algo habían escuchado acerca del tema.

Detrás de las mamparas del tiempo, arriba, costados y debajo de


él, afloran sarmientos de una ramazón antigua, la cepa narrativa que va
tomando cuerpo como el vino añejo, que cuando más viejo sabe mejor.
Estos pocos fisonomitos que presentamos a continuación dan una idea
más aproximada del vasto y complejo escenario en el que desfilan bajo
penumbra y color cambiantes estos seres de untura mítica que son la sal
de las agrestes veladas y charlafamilias de fin de cosecha que escapan a
través de las rendillas y hendiduras de viejas paredes para discurrirse en
forma de leyendas por los florecidos campos, como también la periferia
y endoferia de los pueblos de cuño guaraní, campos todos que
pertenecen por igual.

Estos nombres de vera nombradía van a cuenta de mayor


cantidad como reserva de un rubro por demás inagotable en la cual es

53
rica la inventiva de antaño y hogaño la tava guaraní llamada Paraguay.
Deben ser los duendes que llevan al desliz la mano para agregar el
adjetivo de: Capital de la leyenda.

Estos mitos corresponden a la creativa popular no a la profunda


mitología Guaraní que comprende la primera edad de los mitotemas de
cuño exclusivamente étnico. Los mitos son entnooriginales, en tanto
que las leyendas –forja popular– devienen de una segunda época y
circunstancia. Es evidente que los relatorios de la primera divinidad
permanecen puros respetándose su ancestral origen y pristinidad.
Puede hallarse en la valiosa referencia de León Cadogán, Marcial
Samaniego y Curt Nimuendayú, por ejemplo, cuya temática es otra y sus
objetivos también. Catarsis de épocas y temarios que corresponde a un
trabajo de mayores proporciones que tenemos en forja, del cual
extractamos algunas propuestas para estas consideraciones
contemplándolas en Cuatro Edades de la Mitología Guaraní, abundante
en profundizaciones que coinciden con las versiones de los primeros
expositores que enriquecen las vivencias de los estudiosos y hacen de
llave de los arcanos a los cuales van dirigidas nuestras interrogaciones y
cotejos con las remembranzas tribales y campesinas en sus versiones
tipificadas con ajuste a estas cuatro témporas creadoras o
proporcionadoras de mitotemas.

Con esfuerzo actual se ha logrado una ilustrativa obra, rica


muestra de cuanto es acertado recoger. Algunas son inéditas y
corresponde en plenitud el mérito de rescate de la oscuridad
integrándolas a la corriente de las leyendas vivas que se deslizan entre
uno y otro mate en los plácidos atardeceres del campo, de donde han
salido, relatados por narradores nativistas, arcones ricos en tradiciones
y leyendas que Rosicrán ha motivado.

Una tentativa de compendiar –cuanto puede hacerse sin mutilar


en el afán de hacerlos breve– fue intentando con mucho ánimo por
estudiosos de relieve, pero estas acometidas pre–editoriales hallaron
grandes dificultades, muchas se inician en el campo de la investigación y
cotejo, algunas se ven frenadas ante la dispersión que presentan las
veinte familias y sub familias tribales que pueblan recónditos lugares de
ambas márgenes del río Paraguay. De cuanto sabemos que se
encuentran en tan larga brega y rastrillada han manifestado no avizorar
el término de sus afanes; siempre hay algo nuevo que escuchar y
meditar. Son tantas las versiones que no se vislumbra el final de tan

54
llevada investigación; ni creemos que pueda hallarse fin. Los
intervinientes siempre le han dedicado toda la vida como prueba de
trabajo serio y voluminoso. Esto se comprende al transitar las
interminables sendas de la etnoinvestigación y llevar el peso de los
impedimentos que conducen a las esquivas letras de molde, meta de
tantos afanes.

Una de las grandes satisfacciones de Narciso R. Colmán fue ver


agotadas sus publicaciones de temas mitológicos y reimpresos con el
auspicio de representativas entidades científicas y culturales, lo que
avala la cantidad de sus obras.

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MBOI JAGUA

Este motivo mitológico tiene matices náuticos, deviene


probablemente de una misma concepción etnolegendaria de hombres
de dispersa fraternidad. Las versiones tienen escasas variantes en gran
parte del subcontinente americano, conservando imagen tangible en las
moles mayas donde cabezas de serpiente adornan –arman y jalonan–
las gruesas paredes de su arquitectura.

La amanozonía trae rastros de serpientes superdimensionales


como premio y castigo del hombre sílvido. Cuando éste abusa de sus
prerrogativas la gran serpiente lo devora –o desaparece de una u otra
manera. Castiga especialmente las depredaciones y también cuida del
hombre –y a veces lo nutre– le acerca provisiones cuando su obrar
coopera al orden de la naturaleza.

La serpiente es el anillo del saber étnico, así en Europa como en


la Polinesia y en toda África, especialmente en los países cálidos se nota
su simbólica influencia; vayan como ejemplo India y Egipto. En cuanto a
la tradición marinera de la serpiente debemos anotar que la gran
serpiente emplumada Texacoatl vino del mar… La primera historia de la
navegación ultramarina evoca figuras de serpiente atacando naves y
devorando hombres. Solamente se salvan lo que deben narrar el
cuento. Testigo imaginario, se entiende.

El cuento “Anaconda” de Horacio Quiroga, es una extracción


sub–amazónica labrada en buena madera; estudiada y plasmada en las
proximidades del legendario Paraná. Nuestras lenguas la propalan,
Zoológico, le exhibe en gran serpentario, sola, en ámbito de ofidio real,
majestuosa e indiferente. Nuestros arrieros la oyen silbar –roncar,
dicen– en sus largos sueños de digestión pos–manducar venados,
terneros, hombres sorprendidos por su mimetismo… ¡Tantos han
desaparecido! Hay observadores de las costumbres de esta serpiente
que podemos llamar gigantesca; llegan a medir ocho metros por lo
general, aunque lugareños refieren de dimensiones notablemente
mayores.

La Anaconda existe. Por eso se ha introducido hasta la


profundidad de la leyenda, para que se vaya haciendo en el
subconsciente una permanente noción del peligro que representa esta
acechadora de la cual no es posible librarse una vez acometido. Se
56
oculta bajo mantos de vegetación acuática y ataca cuando alguien se
acerca a beber, o lo aprisiona mientras nada desprevenidamente.

Se comprende así que hablar de grandes serpientes tiene sentido


en Paraguay, como también en otros países de su proximidad dado que
permite prevenir sus peligros y seguir viviendo. ¿Qué más se puede
pretender de una ciencia de la seguridad que la proporción de una
noción de precauciones de adoptar en los campos, lagunas o grandes
ríos donde el peligro acecha? Y en el mar también. Las extendidas velas
de las naves batalladoras que se atrevían en los lindes de la mar ignota
tenían un dragón con alas, echando fuego por –que digo fosas nasales–
las troneras de la nariz tonante. Así en la noreuropa como en la China
que calza milenios; sus recuerdos se aguardan en respetuosa narrativa
actual y se conservan evidencias de su fantasmagoría bélica.

Mucho puede decirse de la Anaconda –la Mbói Jaguá– la de


cabeza de perro, la que se supone ladrar inclusive para aterrorizar a sus
perseguidores o presuntos captores. Esta serpiente se abisma a
descansar en cuevas subterráneas a digerir su presa, teniendo también
madrigueras subacuáticas. Bástenos los apuntado para señalar que las
leyendas no siempre, no en todo momento se hilan y tejen con
suposiciones. Veces hay –como ésta– en que las leyendas son ecos
magnificados de sucesos reales, reflejos de escenas aleccionadoras,
evocaciones cultivables, en memoria fértil. Su nombre varía con la
conformación geográfica, y su habitáculo también, pero sus hechos,
formas y dimensiones en gran parte del globo se mantiene idéntico y
aterrador: ¡La gran serpiente!

Esta serpiente aparece en grandes crecientes. La de esta


narrativa mítica tiene dos púas en la cola, cualquiera sea su tamaño.
Logra gran flotabilidad, talvez por órganos natatorios, o vejigas de aire.
En su aparición circunstancial o accidental avanza con la cola delante
semejando un raigón arrastrando por las aguas, su aspecto es rugoso
como corteza vegetal al que ascienden pequeños mamíferos o avecillas
erradicados por la creciente, circunstancia de que se vale la serpiente
para atrapar y devorarlos.

Refiérese que en esterales de Itacurubi del Rosario, río Jejuí, se


ven ejemplares cuya dimensión más adecuada sería de dos metros,
mediana longitud que señala tratarse de colosales viboreznos cuya
juventud no le permite hacer fuerza en relación necesaria al fluir
torrentoso de las aguas, siendo desalojados de sus cubiles o
57
escondederos. Los ejemplares plenamente desarrollados no serían tan
fácilmente arrastrados, siendo por ello menos visibles. Con la “salida” de
estos “bichos” cunde el pánico en las comarcas afectadas, a la vista de la
serpiente, o tan solo al oír su terrorífico nombre.

Las gentes que refieren sus acechanzas no están lejos de haberla


visto –o presentido– en gran número de casos. Zoológicamente, esto
ofidios tienen fauces de fácil dilatación que les permite ingerir –tragarse
en el decir popular– hombres, terneros, cabras, venados y similares,
estrujándolos por presión de sus anillos constrictores, que aún como
serpiente joven posee tremenda fuerza estranguladora.

La muestra escultórica realizada por Elías tiene dos metros –dos


brazas cortas– semejando un raigón mal formado en el cual al apoyarse
engañados sucumben aves, roedores y diversos ungulados lacustres.

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LEYENDA DE KAA-PORA

Kaa-póra es el mito que responde a la necesidad de imponer una


ley moral a la sociedad para reprimir el instinto destructor del hombre.
Kaa-póra es el protector de los árboles, de las aguas, de los animales, de
todos los moradores de la región selvática. Persigue a los que ensucian
inútilmente las aguas de los arroyos, a los que secan un manantial, a los
que matan animales por puro instinto sanguinario. El indio –y sus
descendientes– saben en qué épocas del año y bajo qué fases de la luna
puede cortar los árboles; sabe que la madera obtenida sin violenciar las
sabias reglas impuestas por la naturaleza, de las que Kaa-póra es
custodio, duran largos años sin podrirse ni apolillarse.

Kaa-póra disimula su verdadera esencia tomando forma de


ramas de árbol de particular fisonomía, distinta a cualquier especie. Se
muestra a muy pocos hombres, tan sólo a aquellos que ganaron su
amistad por la vía del amor al bosque y el cariño a los animales. Estos
privilegiados guardan el más absoluto secreto de sus relaciones con Kaa-
póra; se los reconoce por su serenidad y parquedad en la cacería y por el
especial cuidado con que apartan las ramas que les cierran le paso, en
vez de romperlas o cortarlas. El cazador que no mata sino los animales
necesarios a su alimento encuentra la protección espontánea de este
genio de la selva. Kaa-póra le facilita la obtención de las mejores presas.
Pero infeliz del depredador de árboles o del que se complace en la inútil
muerte de los animales. Kaa-pora le hará sentir su acción protectora
saliendo al paso de los perros cazadores, que chillarán como si hubieran
recibido golpes, quedando tullidos para siempre. El talador inconsciente
de los árboles quedará sordo por el fragoroso ruido de los golpes de su
propia hacha.

Algunos dicen que Kaa-porá devora los animales cazados que no


logran hallar victimario. Se tiene por verdad que es te duende de los
bosques los recoge llevándolos al cementerio de los animales que nadie
logrará nunca descubrir.

Kaa-póra es implacable en su castigo justiciero y a la vez es genio


amable que juega en los claros del bosque con mariposas multicolores.
Salva de la muerte a los pequeños animales que han perdido a su madre
por obra de algún cazador desalmado. Defiende los nidos de la furia de
los vientos tormentosos, impide que se sequen manantiales que

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alimentan a los arroyos donde sacian su sed por igual animales y
plantas; gracias a ello es eterna la vida de la selva y los ríos pueden
renovar sin tregua el caudal burbujeante de sus aguas.

Muchas veces, los mensú de los obrajes se han topado con él,
aprendiendo de esta suerte a respetar la vida vegetal que proporciona
maderas útiles al hombre y refugio de los animales. Este duende
protector de la floresta, es cíclope, su único ojo en la frente irradia luz
en la noche. Su aspecto es de planta carnívora, los escasos diente de su
boca bastan para indicar la agresividad de su espíritu justiciero para
lograr el equilibrio de la naturaleza en que se desarrolla la vida.

60
POMBERO

Bombero es llamado un genio que avanza por los campos


alumbrados por luciérnagas. Es el duende más travieso que los Guaraní
conocen; y el más curioso. Llegó a gustar del alcohol y del tabaco
regresando todas las noches a recoger los “regalos”, a cambio de los
cuales se vuelve protector de aquella familia o persona amiga que le
rinde tamaña pleitesía.

Sus velludos pies le proporcionan silencioso andar; los animales


domésticos tampoco lo sienten. Contrahecho, de brazos muy largos,
manotea los objetos que encuentra colgados en las paredes y los
desparrama, solo para que los de la casa se den cuenta que él ha
andado rodando la vivienda y que deben dejarle en lugares secretos
caña y tabaco, a lo que es aficionado.

Tiene el cuerpo completamente cubierto de gruesa pelambre,


como las palmas de las manos y de los pies. Es antropormofo. Su
nombre se dice ser impronunciable porque aparece a quien lo nombra.

Le gusta asustar a los animales castigándolos cuando los dueños


de la casa no atienden sus reclamos. A veces oculta objetos útiles, solo
para dejarlos más allá, en lugares desconcertantes. Se divierte en
enredar las cosas para confundir a las gentes. Es juguetón o travieso;
pero se lo considera espíritu no afecto a causar daño. Toda la campiña
se cree visitada por este duende de hábitos nocturnos.

61
KAA IARY

Kaá-iary es el Hada protectora de yerba mate, la leyenda es


guaranítica, anterior a la llegada de los españoles, y aún del mismo paí
Sumé. Cuida de la vida de esta planta milenaria y obliga a respetarla.
Persigue a los que destrozan los yerbales, lo queman, maltratan o
cosechan antes de estar sazonadas las hojas.

Es una hermosa joven, vestida de blanco resplandeciente, en el


Alto Paraná se cuenta que su vestidura es hilada con el sedoso samuhú.
Su carácter es de custodio y su temperamento amable.

No asume la tarea de cosechador de la yerba mate sino que la


aligera, le hace hallar las mejores zonas, las robustas plantas cuyas hojas
han reunido el aroma de la selva y poder vitalizador del sol, concentrado
en la sazonada hoja del Kaá-hierba, o yerba, en el decir popular.

A pesar de ser genio beneficiador de esa preciada planta, es


Hada amable y protege a los hombres que cuidan de ese árbol singular,
ensañándoles sus virtudes y propiedades y sobre todo, la fórmula de
colección y laboreo. Quienes no siguen sus consejos encuentran la
yerba-mate “picada”, de áspero sabor y en castigo, la yerba les resulta
excesivamente diurética y en algunos casos los engaña haciéndoles usar
una yerba más oscura que vomitoria. Pero a quienes ella protege a
cambio de la promesa de cuidar la yerba-mate, le hace la tarea fácil, le
acorta las distancias, aliviana el pesado “raído”, bolsón de cuero que
llevan en la espalda sostenido en “vincha” por la frente.

Ella le entregó al indio la calabaza y le enseñó a curarla hasta


perder el amargo sabor propio del porongo. Le indicó las propiedades
de la yerba-mate diciendo que le quitaría el cansancio, serviría de
alimento y le conservaría la salud, manteniéndolo joven por mucho
tiempo.

Cuéntase que Kaa-iary, convertida en una hermosa indiecita hizo


probar a los españoles el mate prendándose éstos de sus cualidades
sedantes y medicinales. Así se extendió su uso a toda la vasta comarca
del antiguo Paraguay, incluso el Perú y el Río de la Plata. Indicó además
que todos los que la bebieran vivirían en paz y se tratarían como
hermanos.

62
Ella cuida de los almácigos de Yerba-Mate, con su aliento acelera
la germinación, apaga el fuero en la inmediación de los yerbales para
que estas plantas no resulten destruidas.

Quienes no gozan de sus favores hallan la labor de beneficiar la


yerba mate, tediosa y difícil, en extremo agotadora e insalubre; dañados
en la salud deben retirarse condenados a vivir del fruto de otras
actividades, si se mantienen en labores de yerba, su andar es lento y su
rendimiento pobre, siendo continuamente molestados por insectos y
arañas. En cambio el buen cortador de yerba-mate la invoca, sabedor de
que el Hada de los yerbales está allí junto a la planta, como un espíritu
periférico de la especie vegetal; lo considera no el alma de la planta,
sino el humor de ella. Antes de iniciar su cotidiana tarea pide ayuda y se
compromete a cuidar del árbol como si fuera el Hada misma y le
promete amistad. Ella le lleva a hallar la zona más propicia, ayuda a
hacer su fardo, lo que logra el cortador con extraordinaria facilidad y al
cargarlo su peso es leve y la distancia se hace corta. El genio de la yerba-
mate, siempre le asiste, ayuda, acompaña… Tocado por el Hada, el polvo
de oro se torna tonificante y devuelve la juventud a quienes la beben a
la mañana y a la tarde. Donde haya un grupo de hombres en torno al
mate que corre de mano en mano, después del trabajo, siempre habrá
amistad y Kaá-iary, invisible pero cercana, hará que la cebadura sea de
rico sabor y coronada de blanca espuma.

Muchas leyendas se han originado en torno a Kaá-iary. Cada


comarca tiene la suya, de trama tejida con la hilambre de sus atributos
protectores. Su origen es antiquísimo. Era uno de los genios amables de
la selva, ofreció la yerba-mate a los primeros indios Guaraníes y
extendió su benéfico uso en la vasta comarca.

Es uno de los motivos más profundos de su cultura, origen de


notables aciertos en medicina aborigen.

Su pronunciación debe ser iary, nombre que indica alma, dueña,


madre de la planta. Járyi, y Jarýhi, como algunos lo usan, no
corresponde; mucho menos: Jarihi, como otros pretenden,
especialmente extrafronteras, donde el guaraní es aligerado como la
leche o como el vino para hacerla más comercial, menos agotable;
impropio recurso que para ductilizar un idioma lo hacen maleable, mal
expresado; malo, finalmente.

63
El sabio Bertoni, en un estudio meduloso acerca de la
denominación de Kaá-iary, señala la incongruencia de llamarlo con
apelativo de abuela, o Jarýi, proponiendo la iary, por ser más propia y
adecuada.

64
MALA VISION

Póra, significa “alma en pena”. Es el espíritu que vaga por el lugar


donde ha vivido la persona. PORA se manifiesta de varias maneras:
como un hombre o mujer de cuerpo indefinido vestido de blanco; como
una sombra negra; un ruido; un reflejo; una cosa no definida.

Entre los Chiriguanos del Oriente boliviano y los Chané del


Chaco, Póra es denominado Añá. Añá es un alma errante fugitiva, que
suele encarnarse en aguará (zorro). Las almas de los muertos sufren esta
reencarnación momentánea hasta que se pasan definitivamente al
añaretá, (Añá: alma que fue; retá: país). De ahí que los Guaraní
Occidentales del Chaco sientan temor al aguará-añá y el campesino
paraguayo a Póra.

El Paraguay está lleno de árboles, caminos, casonas con poras.


Cuando algunas personas rezan por esa alma en pena, las “luces”,
“ruidos”, “movimientos” desaparecen y es como si el alma obtuviera su
salvación.

La Mala Visión se hace sentir al toque de campana que anuncia


el momento de oración, al final de día útil, más o menos a las seis de la
tarde y las gentes se encierran a orar por el alma en pena, errabunda en
la figura de Mala Visión.

Cuéntase que un lugar llamado Curuzú Jovái apareció la figura de


Mala Visión en desesperada búsqueda de la salvación de su alma. El
lugar, Cruruzú Jovái fue bendecido y así el alma en pena llegó obtener
su salvación. Nuestros antepasados refieren que Mala Visión se
presenta a los seres humanos en desfigurada imagen –deforme–
semejante al humo, desapareciendo también de este modo por muy
breves instantes.

Mala Visión es similar a la que los pampeanos –no los pápidos–


llama “la luz mala” que en las noches oscuras persigue q los jinetes
solitarios. Allá es la luz que deambula, fastidiosa en la noche, acá es una
sombra que se mueve durante el día, especialmente en las últimas horas
de la tarde. Es tenida como anuncio de algún suceso; muchas veces ha
hecho cambiar el rumbo al guatapora –andariego– de nuestros valles y
lomas, evitando el encuentro con sus adversarios apretujados en un
morral. Entonces se vuelve visión premonitoria. No guarda inquina

65
contra nadie, simplemente quiere causar compasión por su suerte y
obtener oraciones. Es –se supone– ser femenino –ninfa– por la blanca
vestidura ceñida con que se muestra. Pero no causa daño, es más el
susto que el escozor… En la orilla de los ríos precede en la mañana a la
formación de la neblina. Los pescadores la respetan y tratan de lograr su
amistad. En tierra, protege los campos y el ganado y asusta a los ebrios
ocasionales que se aventuran por los caminos solitarios. Más de uno se
ha curado con tan oportuna aparición; otros disparan sus armas de
fuego a la magra figura que burlonamente sisea mientras se aleja
levantando los brazos que parecen agitadas ramas de arbusto.

Los vientos calmos del Norte la pasean por toda la comarca


Guaraní y se divierte en confundir a los viajeros que sorprende fuera de
los puertos y ciudades, envolviéndolos en un torbellino de humo en la
cual trasporta al desprevenido viandante a varias leguas de distancia,
dejándolo entre caraguatá y plantas espinosas de las que sale
abriéndose camino con un cuchillo o machete, totalmente desatinado –
desorientado– al cabo de cuatro o cinco días de penurias sin cuento.

66
DE LAS NUEVAS LEYENDAS

PLATA YVYGUY

Esta versión folklorizada pertenece a la inventiva popular nacida


con posterioridad a la Guerra del Setenta, la cual refiere haber en todo
el país tesoros ocultos. La corriente más fuerte toma raíces firmes en el
hecho de que durante la llamada Guerra Grande, iniciada en 1865, las
familias paraguayas debieron poner en salvo sus caudales, grandes o
pequeños, para impedir que los invasores se apoderaran de ellos. Estos
generalmente se enterraban cerca de algún punto de referencia
mediante el cual fuera posible ubicar y recuperarlo más tarde.

Pueblos enteros, como Luque. Piribebuy, Caacupé, y muchos


otros (casi todos los del Paraguay del 1800) tienen alguna tradición que
referir respecto a estos caudales. La campiña en estos relatos no se
queda atrás sumando detalles de su propia cosecha y abundosa
inventiva. Así hay gentes que en sus referencias insisten haber visto
luces en el campo, resplandores fugaces, que son para ellos seña cierta y
valedera de haber joyas y metales preciosos bajo tierra en cofres de
cedro o vasijas de barro.

Se dice que un perro blanco, sin cabeza, ronda esos depósitos


ocultos, custodiándolos y que pocas personas están en condiciones de
hallarlos y disfrutar de ellos, pues estas advenedizas dotes van
destinadas a premiar las prendas morales de los hombres. Estos
favorecidos de la suerte, generalmente –en la leyenda– dan con los
tesoros enterrados fácil y ocasionalmente, en tanto que los
“profesionales”, asiduos buscadores, muchas veces resultan burlados.

Cabe señalar que la gran familia Guaraní no trae esas


referencias, al menos en cuanto a metales preciosos o bienes
materiales, a los cuales no eran afectos. La leyenda de los tesoros
ocultos, tan expandida, tan fundamentada por los narradores es útil
sicométricamente para sopesar el influjo de una idea clara y
determinada.

Esto prueba el impacto subliminal, su arraigo, influjo popular y


dispersión geográfica, como también estratográfica. La temática es apta
para un estudio de mayores alcances en sicología pura y aplicada.

67
El afloramiento legendario demarca todo el área del habla
guaraní, hasta donde ha llegado con el chisporroteo de la natural codicia
humana. Pero lo interesante es notar y destacar que los Guaraníes
desconocen estos asertos dentro de la narrativa autóctona. Es una
superposición de reciente data. Un siglo a lo más. Pero no por ello deja
de ser interesante. Más de uno ha contado buenas piezas… a pesar de
los ruidos que se dice acompaña al hallazgo y el perro sin cabeza que
custodia sus caudales fabulosos que enriquecen al Paraguay legendario.

68
PAJE

Ava-pajé era el sabio o invocador de la antigua familia Guaraní.


Poseía o lograba poderes extrafísicos para proteger al pueblo aborigen
de acechanzas y de fuerzas desconocidas. Hoy Pajé es concretamente un
medio, un modo de obrar psíquicamente contra algunas personas, cual
fuerza maléfica obrada por espíritus perversos para dañar a terceros.

El vocablo Pajé tiene alta significación en las costumbres nativas,


trasbordadas a gran parte del uso y saber popular, ocupando lugar
preponderante entre los temas del folklore Guaraní. En el decir común
refiere exclusivamente a los efectos visibles y no a los causales que se
tienen por secretos, pero uno y otro hacen parte,si bien no mencionada
en las concejas populares. El Pajé se dice, es un encantamiento que obra
a distancia inclusive menguando las fuerzas, la salud física y aún mental
de las personas que son víctimas de este oficio que daña, afea y aún
obnubila la mente. Es recurso muy socorrido y mentado en la campiña,
llegando a usarse a veces –en el extremo de la iracundia– como
amenazas. Se dice que es un saber que se desprende de la antigua
ciencia chamánica, que curaba el espíritu y el cuerpo del Guaraní.
Equivale al “ensalmo” de las brujas medievales.

Superstición es por cierto; sicomagnetismo, sin duda; elemento


sicotransformador que obra primeramente por sicoimpacto llegando a
producir la frustración mental, luego va hasta las dolencias y la
deformidad física, así de personas o de animales. Veces hay en que se
atribuye a es te sicoespécimen obrar sobre los frutos y los sembradíos.
La cura por palabras pretenden algunos derivar de esta ciencia
pajeoperativa.

El pueblo entiendo que tan solo otro conocedor y obrador de


estas artes y ocultos oficios puede actuar con éxito para contrarrestar el
maleficio que se deja ver y se reconoce por sus características muy
peculiares como una dolencia extraña, difícil de domeñar por medios
galeno-químicos, o terapéuticos.

En síntesis, pajé es una acción concreta para un fin determinado.


El talismán con que a veces se lo confunde, es una suerte de protección
contra presentidos influjos o temores morbosos.

69
Pajé es otro aspecto de cosas, dentro del decir propiamente
étnico el médico tribal que goza de gran predicamento, por su parte
Pajé-mirí es el aprendiz de médico. Viene luego el avambohá, que se
ocupa de encantamientos y sortilegios, lo cual conserva notable
distancia con la medicina chamánica. Pajé era también el más antiguo
nombre que se daba al jefe o cacique. Si hoy la voz pajé indica maleficio
no es más que vulgarmente, puesto que el decir correcto en la lengua
vernácula indica dentro de la estructura cultural Guaraní una condición
respetable.

Los pajéapó tienen reconocido su oficio de obrar cosas


extraordinarias a las personas y aún a los simples objetos físicos.
Ciertamente, los hombres pajé tenían noción de una dimensión de
magnetismo animal y también de la fuerza o virtud emanada del alma
periférica de las plantas y en especial de las propiedades botánicamente
medicinales.

70
MBOKAJÁ

Antes, los animales hablaban, y por ese útil medio comunicador


fue posible que Cuï, el erizo, pidiera a Tupä, el Hacedor guaraní,
exponiéndole su afligente situación. Las cosas sucedieron así: Cuï
gustaba de acercarse a los cursos de agua a desayunarse algún bichito y
refrescar sus púas en el pasto húmedo aún brillante de rocío, porque
también estos animalitos gustan comer; pero Cuï no podía hacerlo con
la debida tranquilidad porque apenas se movía entre los viejos troncos,
un bulto enorme se abalanzaba sobre el, lo asustaba; le hacía temblar
tanto de miedo, que dejaba caer algunas de sus púas… y de seguir así,
con el tiempo iba a quedar totalmente indefenso; y lo que es peor, no
iba a llegar a viejo, porque el problema mayor era que no podía hallar
nada que comer, pues a todas horas, de día y de noche, esa gigantesca
mole de hueso y colmillo como era el jabalí –en Mbya-guaraní llamado
“kochi”, que el vulgo llama kuré kaaguy– se le venía encima, haciéndolo
rodar con sus peligrosos y afilados colmillos. Al parecer el cerdo salvaje
se divertía, pero no así el Puerco Espín, que ya hastiado, se dirigió a
Tupä en estos angustiosos términos:

Tupä! Tú que has dado la vida y movimiento a las cosas de la


tierra! Líbrame de esta bestia de la selva que con su fuerza lo atropella y
destartala todo!... No permitas que se extinga la humilde especie de los
Espinosos, que diminuta y tímida, no daña a nadie, alimentándose tan
sólo de lombrices, caracoles y cascarudos!; Escúchame Tupä! También
nosotros queremos vivir en paz!!!...

Y Tupä, generoso como siempre, lo convirtió en majestuoso


cocotero –Mbokajá– que desde entonces, satisfecho, hermoso e
intocable, levanta vertical su esbelta figura y entrega al viento el
murmullo de su rumorosa cabellera como agradecida plegaria a Tupä,
conservando como recuerdo de su anterior infeliz condición las púas del
Erizo, que ya poco se deja ver en el suelo. Desde entonces el cocotero –
el mbokajá de la botánica guaraní– es tan respetado que ni los
leñadores lo tocan con sus hachas de acero.

71
CONCLUSIÓN

Hemos abierto –recordando a Rosicrán– algunas puertas


conducentes a las sendas de la Mitología, vedadas por las colgaduras de
los tiempos, cooperando en el esfuerzo iniciado por estudiosos que
ostentan en su haber calificados trabajos; tratando de proporcionar al
lector que desea informarse, material cercano a lo mejor que en su
homenaje se pueda lograr. Esto no significa hallarse agotado el tema,
sino tan solo que hemos tentado algunos pasos iniciales para
introducirnos en inusuales laberintos. Se trata de una ligera mirada en
torno a dos aspectos relevantes de la cultura Guaraní: La Mitología pura
y La Leyenda, quedando aún otros estratos que proponer. Era
importante comenzar a hacerlo con el manejo de figuras que permiten
un mejor mitoambientación, para suponer factible una progresión
sistemática, cuya prosecución nos permita asegurar al lector, tener
homologada su condición de “iniciado” en Mitología Guaraní;
introducción que requirió un serie de esquemas a manera de escalas
para aproximarnos metódicamente –y serenamente– a atisbar en un
terreno de desusada incursión, a fin de movernos con respeto hacia el
saber que proporciona la Humanística en la especialidad etnológica
dentro de la disciplina concerniente a la Antropología, en la cual se llega
a grandes satisfacciones, derivadas de la investigación, o especulación
científica, o de la narrativa destinada al simple esparcimiento.

Se hace un deber continuar en estas manifestaciones que


señalan algunos aspectos de la mitología, la leyenda y el folklóre
Guaraní, en los cuales el inolvidable Narciso R. Colmán hiciera una
valiosa prospección, resumen del cual es “Ñande Ypykuéra”, joya matriz
de la literatura nativista. En siguientes trabajos, Aves en la Mitología
Guaraní, y Mitología Comparada, de cercana edición, volveremos a
exponer temas relacionados muy cerca con los puntos de vista y
estimaciones de este gran maestro, en cuyo homenaje reeditamos esta
publicación como un pequeño estímulo que recuerda el centenario de
su nacimiento y Yvytymí en el año 1880.

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BIBLIOGRAFÍA

NARCISO R. COLMAN, Ñande Ypykuéra.

MOISES S. BERTONI, La Civilización Guaraní.

CURT NIMUENDAYU, Los Mitos de la Creación y la Destrucción del Mundo

JOSE CRUZ ROLLA, Folklore, Ritos y Costumbres del Pueblo Guaraní

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Gral. CESAR RAMON BEJARANO, Karaí Vosá.

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ALFONSO BORGOGNON, Leyendas Guaraníes, ABC Color.

LEON CADOGAN, publicaciones y entrevistas personales.

Gral. MARCIAL SAMANIEGO, Mitología y Leyendas de los Indios Ka’ynguá.

BRANISLAVA SUSNIK, El Hombre y lo Sobrenatural.

MIGUEL ANGEL FERNANDEZ, conferencias.

DARIO GOMEZ SERRATO, Jacyjateré.

DR. EGON SCHADEN, Curso de Antropología Cultural.

EUDORO ACOSTA FLORES, Cuentos Nacionales.

JUSTO P. PRIETO, Leyenda y Protohistoria.

BENJAMIN VERA, entrevistas personales.

JOSEFINA PLÁ, entrevistas personales.

MAURICE ELBAZ, “Cuéntanos Abuelito”

JOSE LATERZA PARODI, entrevistas personales.

OSCAR FERREIRO, Neomitología; conferencias.

FORTUNATO TORANZOS BARDEL, Alma Guaraní.

CENTRO CULTURAL JUAN DE SALAZAR, Curso de Antropología.

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