000 - Ética Completo
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000 - Ética Completo
La vida en sociedad supone una convivencia entre individuos que conlleva una constante
interacción. En esta interacción surgen a menudo conflictos, rivalidades, etc. que requieren de una
serie de reglas de conducta que hagan posible que esa convivencia sea pacífica. Podríamos
distinguir, de este modo, algunos tipos de normas:
– Normas éticas: se presentan como una exigencia de carácter universal (es decir, valen para
todos), puesto que nos indican el modo en que cualquier persona debería conducirse si
quiere comportarse humanamente. Cada uno ha de asumirlas como propias de modo
consciente y libre; nos obligan en conciencia, también en los casos en que no existe ningún
riesgo de que nos castiguen por haberlas infringido. No es fácil saber cuáles son y la gente a
menudo discute por ello. Su incumplimiento convierte nuestra conducta en inmoral. La
reflexión acerca de las mismas recibe el nombre de ética.
– Normas jurídicas: no tienen por qué ser aceptadas en conciencia, ya que para obligar a su
cumplimiento cuentan con el respaldo de la fuerza pública, ejercida por jueces, policía,
prisiones, etc. Implican la advertencia de que, en caso de incumplimiento, los infractores
serán castigados por la institución correspondiente. Obligan solo allí donde rigen, pero no en
los lugares donde no. Normalmente son accesibles, puesto que están publicadas en algún
tipo de código de leyes. Su incumplimiento convierte nuestra conducta en ilegal. Su estudio
es propio del Derecho como disciplina.
– Usos sociales: son normas que casi nunca están escritas, pero que forman parte de multitud
de prácticas concretas de nuestra vida social: los saludos, las despedidas, las reglas del
vestir, etc. En general, el incumplimiento de un uso social no es inmoral ni ilegal, aunque a
menudo la sociedad puede mostrar de muchas maneras su rechazo a quien se las salta, como
con desprecio o aislamiento. Los usos sociales suelen tener un de cierto grado de coacción
social, pero se trata de una “coacción ambiental”. Su incumplimiento convierte nuestra
conducta en rara, extraña o antisocial. Su estudio es propio de la sociología, la
antropología o los estudios etnográficos.
Puede darse el caso de que haya cosas legales que no sean éticas, así como de cosas que son éticas
pero no legales. Lo mismo ocurre con lo normal.
La ética es, como mínimo, el esfuerzo de guiar nuestra conducta por razones —esto es, hacer
aquello para lo que hay las mejores razones— al tiempo que damos igual peso a los intereses
de cada persona que será afectada por lo que hagamos.
- El requisito de usar la razón: La ética es, antes que nada, cuestión de consultarle a la razón
y, en principio, lo moralmente justo es aquello para lo que se puedan dar las mejores
razones. Hacer ética no consiste en opinar lo que a uno le parece bien o mal, sino en buscar
el fundamento de esa opinión, y atender a las opciones contrarias, tratando de quedarse con
aquello para lo que haya las mejores razones.
Los juicios morales son diferentes a las expresiones de gusto personal. Si alguien dice: “Me
gusta el café”, no necesita dar una razón: simplemente está declarando algo acerca de sí
mismo y nada más. No hay algo como “defender racionalmente” el gusto por el café, y así
no hay qué discutir. Mientras esté informando sinceramente de sus gustos, lo que dice tiene
que ser verdad. Además, no se está implicando que otros deberían sentir lo mismo; si todo el
resto del mundo odia el café, no importa. En cambio, si alguien dice que algo es moralmente
incorrecto, sí necesita dar razones, y si sus razones son sólidas, otros deben reconocer su
fuerza.
Como consecuencia, una persona que quiera actuar éticamente bien, lo que se conoce como un
agente moral responsable, será:
- Agente moral responsable es alguien que se preocupa imparcialmente por los intereses de
cada uno de quienes se verán afectados por lo que hace; alguien que distingue
cuidadosamente los hechos y examina sus implicaciones; alguien que acepta principios de
conducta sólo después de analizarlos con cuidado para estar seguro de que son firmes;
alguien que está dispuesto a “escuchar la razón”, incluso cuando esto significa que tendrá
que revisar sus convicciones previas, y, finalmente, alguien que está dispuesto a actuar
siguiendo los resultados de su deliberación.
LA FALACIA NATURALISTA
Hume fue el primero en mostrar y criticar la falacia naturalista. Esta falacia consiste en lo siguiente:
Cuando a partir de una descripción de un hecho (algo que “es”), pasamos a una prescripción
(algo “debe” ser), entonces estamos cometiendo un error de razonamiento1. Podemos explicar la
falacia naturalista como el error que cometemos cuando pasamos del ser al deber ser, cuando para
determinar cómo deben ser las cosas simplemente atendemos a cómo son.
Para entender cómo funciona este error de razonamiento, es mejor ver un ejemplo. Si alguien dice,
por ejemplo, que el ser humano “es” por naturaleza agresivo, es probable que esa misma persona se
va ver tentada a concluir que debemos ser agresivos o que tal vez es bueno ser agresivos (porque así
piensan que “cumplimos” con nuestra naturaleza y muchos creen que siempre es bueno cumplir con
nuestra “naturaleza”). Pero Hume dijo que es precisamente este paso el que no está justificado. Es
decir, aunque fuera verdad que somos agresivos por naturtaleza, esto no significa que tenemos un
“deber de ser” agresivos. Esta falacia se usa constantemente en todo tipo de temas, cada vez que
alguien justifica cómo deben ser las cosas en base a cómo son.
Para Hume, por lo tanto, entre cómo son las cosas y cómo deben ser, media un abismo. Es decir,
cometemos una falacia porque que las cosas sean de un determinado modo no implica que deban ser
así en un sentido moral. Muchos pensadores señalaron que el planteamiento de la falacia naturalista
y el descubrimiento del problema de la inducción son las aportaciones más significativas de Hume.
Sin embargo, un crimen nos parece que está mal. ¿Por qué? Porque no debería haber ocurrido.
Porque podría no haber ocurrido y sin embargo alguien decidió que ocurriese. Es decir, está mal
porque no debía ser así. Pero eso es algo que los seres humanos podemos pensar a través de
nuestros razonamientos y sentimientos. Por eso este ejemplo es bueno para explicar la falacia
naturalista. De lo que es (los hechos del asesinato) no hay ninguno que nos hable del bien o el mal.
Lo que está bien o mal depende de lo que deberían ser las cosas. Si las cosas son como deberían,
entonces están bien y si no entonces están mal. Pero cómo deberían ser las cosas no depende de
cómo sean. No son hechos. Es algo que podemos pensar y razonar, debatir y discutir. Por lo tanto, si
para hablar del bien y del mal (al hacer ética), alguien argumenta diciendo que las cosas son así,
confunde el deber ser con el ser, el cómo las cosas deberían o no ser con cómo de hecho son, y
comete la Falacia Naturalista.
En un sentido cósmico, matar no es ni bueno ni malo. Es decir, visto como átomos en la historia del
universo, matar es irrelevante. Es como juzgar a un electrón que provoca una colisión de protones
que se desintegran. Sin embargo es bueno o malo como seres humanos porque a nuestra escala
entendemos que las cosas son de una forma pero podrían ser de muchas otras. Porque hay bullying
pero podría no haberlo. Porque se viola a mujeres pero podría no ocurrir. Porque existe la esclavitud
pero podría no hacerlo.
El conocimiento de los hechos nos muestra cómo son las cosas, no cómo deben ser. Cualquier
pretensión de deducir normas morales a partir de hechos cometerá una falacia 2, la llamada
“falacia naturalista”, que consiste en pasar ilegítimamente del ámbito del “ser” al ámbito del
“deber ser”.
2 Una falacia es un razonamiento incorrecto, un argumento que parece válido pero no lo es.
TEORÍA DEL MANDATO DIVINO
La teoría del mandato divino esencialmente dice que "lo moralmente correcto" significa "lo
ordenado por Dios", y "lo moralmente incorrecto" significa "lo prohibido" por Dios.
En la Biblia (Génesis 22:1-18) podemos leer el clásico ejemplo sobre esta cuestión, cuando Dios
ordena a Abraham asesinar a su propio hijo y éste le obedece. En este pasaje de la Biblia vemos
cómo Dios pone a prueba a Abraham. Dios -una supuesta voz dentro de la
cabeza de Abraham- intenta comprobar si Abraham le obedece o si, por el
contrario, éste sigue unos principios éticos ("no matarás"). Abraham,
obedeciendo la voluntad de Dios, intenta asesinar a su propio hijo, pero
Dios lo impide porque le bastaba con saber que Abraham le obedecía.
Entonces Dios se alegra por la obediencia ciega que le presta Abraham.
En el diálogo platónico llamado Eutifrón, hay una discusión acerca de si lo que es éticamente
correcto es aquello que los dioses nos ordenan. En él Sócrates es escéptico y formula una de las
preguntas más célebres de la Filosofía: "¿es la conducta correcta porque los dioses así la ordenan,
o la ordenan los dioses porque es correcta?"3.
La cuestión es muy importante. Hay dos opciones: o Dios nos ordena hacer unas cosas y no otras en
base a su voluntad y aquellas
que nos ordena las llamamos
bien; o el bien existe
(independientemente de que
Dios nos lo ordene o no) y
Dios nos ordena hacerlo. Si
Dios nos ordena hacer lo que
está bien, entonces el bien es
algo independiente de Dios y
Dios, como ser racional, nos
dice que es eso lo que debemos
hacer. Si es este segundo caso,
que Dios ordena hacer el bien
entonces el bien precede a
Dios. Esto quiere decir que, en
verdad, podemos hacer el bien
sin necesidad de que Dios lo
señale.
3 El filósofo británico Antony Flew (1923-2010) sugirió que "una buena prueba para la aptitud de una persona para la
filosofía es descubrir si puede captar su fuerza y su sentido".
LOS PROBLEMAS DE LA ÉTICA 1
Para que la ética sea posible, debe hacer frente a dos problemas fundamentales. De otro modo, si no
los resuelve, la ética sería imposible.
DETERMINISMO
Tipos de libertad
- Libertad formal: Se entiende por libertad formal la libertad para hacer algo reconocida en las
leyes4. Por ejemplo, en esta sociedad tengo libertad formal para poseer un coche si así lo
deseo. En principio, no se me puede impedir legalmente poseer un coche.
En principio, se podría dar cualquier combinación de las tres, de tenerlas o no. Veamos algunos
ejemplos:
- Puedo tener reconocido el derecho a la libertad de expresión (si libertad formal) pero tener
la boca tapada por una persona (no libertad negativa) y sin embargo ser libre para decidir
hablar (si libertad positiva), aunque luego no pueda.
- Puedo no tener derecho a conducir porque soy menor (no libertad formal) pero tener acceso
a un coche no vigilado (si libertad negativa) y que resulte que en el fondo es cierto el
determinismo (no libertad positiva).
- Etc
Indeterminismo: es la postura filosófica que sostiene que el ser humano posee libertad positiva
(libertad interna), es decir, que somos dueños de nuestra voluntad y que, aunque existen algunas
Determinismo: es la postura filosófica que sostiene que el ser humano NO posee libertad positiva
(interna), es decir, que lo que hacemos está determinado por causas, tanto externas como internas.
Es decir, lo que hacemos no es más que el producto de nuestro entorno y nuestra composición.
Nosotros, en ese sentido, no seríamos diferentes a un robot, solo que mucho más complejos que
este, y si nos creemos libres es simplemente porque no somos capaces de darnos cuenta de la
determinación a la que estamos sometidos, porque esta incluye muchísimos factores que nos
resultan imposibles de calcular con nuestro limitado intelecto. Esta postura sostiene que una persona
puede tomar una decisión y nada más que una decisión ante cualquier elección y que esa decisión
está determinada por causas y que, siempre que se diera la misma situación, con exactamente los
mismos factores involucrados, ese individuo tomaría exactamente la misma decisión. Esta postura
es compatible con la idea de destino. También es la que está de fondo cuando explicamos que
alguien hizo algo por X (porque le criaron así, porque así es su carácter y no puede evitarlo, etc…)
El determinismo y la ética
Ahora se entiende cuál es el problema. Si la ética se ocupa de cómo debemos actuar, es decir, de
averiguar cuáles formas de actuar son mejores y por lo tanto debemos elegirlas y cuáles peores y
por lo tanto debemos evitarlas, entonces es imposible si el determinismo es cierto, porque según el
determinismo las personas no son libres para escoger, sino que lo que escogen está determinado de
antemano, no podrían obrar de otro modo que como lo hacen. Así que, si han hecho algo malo,
¿cómo podrían haberlo cambiado por algo bueno, si estaban determinados a hacer eso que es malo?
Si no somos diferentes a un robot (solo que mucho más complejos) que está programado para hacer
X cosas ante ciertas situaciones, ¿cómo podemos ser responsables de nuestros actos? ¿Cómo es que
deberíamos haber hecho A en vez de B si yo no podía hacer otra cosa que B?
LOS PROBLEMAS DE LA ÉTICA 2
Para que la ética sea posible, debe hacer frente a dos problemas fundamentales. De otro modo, si no
los resuelve, la ética sería imposible.
RELATIVISMO MORAL
El otro gran problema para la ética sería el relativismo moral, que se opone al universalismo moral.
A modo de definición podríamos decir que relativismo moral es una postura filosófica que sostiene
que la idea de que hay verdades universales (válidas para todas las personas, en todos los tiempos),
es un mito. Hay costumbres diferentes, códigos diferentes en diferentes culturas o grupos y es todo
lo que hay.
No puede decirse que unas costumbres o valores sean “correctos” y otros “incorrectos”, ya que esto
implica que nosotros tenemos un criterio independiente y absoluto, cuando nuestro criterio es
simplemente uno más entre todos los que hay. No hay una objetividad para juzgar estas cosas ni
valores éticos universales, lo que es válido para mí, puede ser inválido para ti y viceversa, así que
no podemos hacer juicios morales.
“Tras su coronación, Darío habló a los griegos que estaban presentes y les
preguntó por cuánto dinero aceptarían comerse los cadáveres de sus padres.
Ellos respondieron que no lo harían por nada del mundo. A continuación, Darío
hizo llamar a unos indios llamados Calacios que se comen a sus muertos [...] y
les preguntó por cuánto dinero aceptarían incinerar los cadáveres de sus padres.
Estos, a gritos, le pidieron que no dijera cosas impías. Son costumbres
establecidas y creo que Píndaro acertaba al decir que la costumbre reina sobre
todos.”
Herodoto, Historia, Libro III
El relativismo moral es una postura defendida a menudo, aunque existen argumentos en contra.
Pero, ¿qué pasa si es verdadero? Si el relativismo moral es verdadero, entonces no tiene sentido la
ética, puesto que no podemos tener ningún fundamento para argumentar que algo está bien o algo
está mal de forma universal (es decir, que sea así para todos, en todos los tiempos). Lo que está bien
para mi puede estar mal para ti y viceversa, no tiene sentido que estudiemos qué es lo que está bien
y mal y argumentemos, porque para cada cultura, para cada caso, dependerá y podrá ser opuesto. El
universalismo moral es la postura que defiende que podemos encontrar algún criterio básico para
distinguir lo que es bueno y malo de forma universal. Si su contrario, el relativismo, es cierto,
entonces, en vez de discutir de ética, deberíamos simplemente ir analizando los distintos códigos
morales de las diferentes culturas sin cuestionarlos, y también deberíamos aceptar toda práctica, no
habría nada que podríamos criticar.
ÉTICAS CONSECUENCIALISTAS
UTILITARISMO
El utilitarismo es una teoría ética propuesta por David Hume (1711-1776), pero que recibió su
formulación definitiva de Jeremy Bentham (1748-1832) y de John Stuart Mill (1806-1873).
Así, la forma de actuar para esta ética es sencilla de definir: Es actuar de modo que produzcamos
este estado de cosas, en la medida de lo posible una existencia libre, en la medida de lo posible, de
dolor y tan rica como sea posible en goces.
El termómetro moral
Para hacer más claro esto, los utilitaristas ponen un ejemplo: el termómetro moral.
Debemos imaginarnos un termómetro al que estamos unidos todos (esto es muy
importante), de tal modo que se eleva cuando aumenta la felicidad de cualquier
individuo y baja cuando aumenta su sufrimiento. Así pues, debemos llevar a cabo
aquellos actos que traigan la mayor felicidad para la mayor cantidad de personas, que
eleven el termómetro moral lo máximo posible (el hecho de estar todos unidos al
termómetro es garantía de imparcialidad, los intereses de todos están igualmente
representados, no es una teoría que justifique la felicidad de un individuo si cuesta
infelicidad en otros), o si acaso, conseguir que baje lo menos posible en situaciones en
las que sólo puede haber malas consecuencias.
Además es compatible con teorías más actuales como el ecologismo o los que defienden los
derechos de los animales5, ya que podemos añadir que las generaciones futuras también están
5 De hecho, esto era defendido por Bentham. Argumentaba que si el ser sobre el que repercuten nuestras acciones es
humano o no humano es algo tan poco importante como si es negro o blanco:
“Puede llegar el día en que el resto de las criaturas animales pueda adquirir aquellos derechos
que nunca podrían habérseles negado, excepto por la mano de un tirano. Los franceses ya han
descubierto que el color negro de la piel no es razón para que un ser humano deba ser
abandonado sin más al capricho de un torturador. Tal vez llegue un día en el que se reconozca
que el número de piernas, la vellosidad de la piel o la terminación del os sacrum sean razones
igualmente insuficientes para abandonar a un ser sensible a la misma suerte. ¿Qué otra cosa
unidas al termómetro moral, así como los animales. De tal modo que si hacemos algo que nos
beneficia pero daña gravemente a las generaciones futuras (contaminar el planeta) o a los animales
(procesamiento despiadado de la industria cárnica), el termómetro bajaría y la acción sería
inaceptable.
Fundamentación
Para el utilitarismo es claro que hay un principio común a los seres humanos. Todos podemos sentir
placer y dolor (físico, psicológico, moral, etc.) y todos tendemos a desear y buscar el placer así
como tendemos a evitar y detestar el dolor. Cualquier ética debería tener esto en cuenta.
Al decidir qué hacer, debemos, por tanto, preguntar qué curso de conducta promovería la mayor
felicidad para todos aquellos que serán afectados. La moral requiere que hagamos lo que sea lo
mejor desde ese punto de vista.
Por todo lo dicho, queda ya claro que en el utilitarismo hay dos momentos al evaluar qué debo
hacer y uno como consecuencia de ello:
Al evaluar
1. Imaginar posibilidades y consecuencias
2. Evaluar pros y contras de esas consecuencias.
Al actuar
3. Actuar de la forma que propicie las mejores consecuencias posibles (contando con los
intereses de todos los implicados)
Tipos de placer
Una diferencia entre Bentham y Mill es que no tienen la misma idea acerca del placer.
Bentham redactó un curioso esquema para calcular el valor o peso a asignar a todos tipos de
placeres y dolores como una norma práctica de determinar en forma concreta el valor moral de
cualquier acción. Él asume que todos los placeres son semejantes en su tipo y difieren solo en la
cantidad (intensidad, pureza, duración, etc.).
Para Mill, en cambio, no todo placer cuenta igual. Dijo la frase “Prefiero ser un Sócrates
insatisfecho antes que un cerdo satisfecho”. Los placeres difieren tanto en calidad como en
cantidad y hay placeres más elevados que otros, por ejemplo, los placeres mentales son de más
calidad que los placeres físicos.
La teoría utilitarista básica, conocida como utilitarismo de los actos, viene a consistir en 3
principios:
– Primero, las acciones se juzgan como correctas o incorrectas solamente en virtud de sus
consecuencias. No importa nada más.
– Segundo, al evaluar las consecuencias, lo único que importa es la cantidad de felicidad o de
infelicidad que se crea. Todo lo demás es irrelevante. Como decía Stuart Mill “la felicidad
podría trazar la insuperable línea? ¿Es la facultad de la razón, o quizá la facultad del habla?
Pero un caballo o un perro adultos son, sin comparación, animales más racionales, así como más
capaces de sostener una conversación, que un bebé de un día o una semana o incluso un mes de
edad. Pero supongamos que fuera de otra manera, ¿de qué les serviría? La pregunta no es
¿pueden razonar? ni ¿pueden hablar?, sino ¿pueden sufrir?”
es deseable y la única cosa deseable como fin; todas las otras cosas son deseables sólo
como medios para ese fin”
– Tercero, la felicidad de cada persona cuenta por igual.
Así, las acciones correctas son aquellas que producen el mayor balance posible de felicidad sobre
la infelicidad, y en que la felicidad de cada persona cuenta como igualmente importante.
Esta teoría presenta muchos problemas para el sentido común, así que algunos utilitaristas han
propuesto una alternativa: el utilitarismo de los principios
No se trata de valorar ya cada acto particular de acuerdo a si crea felicidad o evita infelicidad, sino
que tendremos que proponer una serie de principios que juzgaremos de acuerdo al criterio
utilitarista de si proporcionan felicidad.
Por ejemplo, la regla de que no se puede matar. ¿Hay más felicidad en una sociedad en la que no se
puede matar a los demás que en una en la que sí se puede? Si concluimos que sí, entonces no se
puede matar, aunque en algún caso aislado matar proporcionase un incremento de la felicidad.
– Primero, los principios que debemos seguir se juzgan como correctos o incorrectos
solamente en virtud de sus consecuencias. No importa nada más.
– Segundo, al evaluar las consecuencias, lo único que importa es la cantidad de felicidad o de
infelicidad que se crea. Todo lo demás es irrelevante.
– Tercero, la felicidad de cada persona cuenta por igual.
Como vemos, sólo hemos cambiado un punto, el primero. Ahora, siguiendo esta nueva versión de la
teoría tenemos que las acciones correctas son aquellas que están de acuerdo con principios que de
forma general proporcionan el mayor balance positivo de felicidad sobre la infelicidad, teniendo en
cuenta la felicidad de todos como igualmente importante. Si en algún caso hiciera falta saltarnos
uno de estos principios para obtener un beneficio de felicidad, no sería correcto.
Utilitarismo y castigo
Con respecto al castigo, un utilitarista siempre lo medirá en función de las consecuencias. Sólo
tiene sentido castigar si trae consecuencias positivas. Si no las trae, entonces no hay por qué
castigar. Así mismo, si castigar a un inocente trae consecuencias positivas, entonces habría que
castigarlo, por ejemplo los casos de inocentes encerrados para calmar a la opinión pública.
Sin embargo, es poco probable que un utilitarista admita que un castigo a un inocente puede ser
beneficioso a la larga, ya que de saberse que era inocente, el escándalo y la infelicidad producida
seguramente excedan la felicidad y tranquilidad que produjo en su momento la condena.
¿Son las consecuencias lo único que importa? Parece que hay otras cosas que importan:
– La justicia:
“Supóngase que un utilitarista estuviera visitando un área en la que hubiera
conflictos raciales, y que, durante su visita, un negro violara a una mujer blanca,
y que ocurrieran disturbios raciales como resultado del delito, turbas de gente
blanca que, con la complicidad de la policía, golpean y matan negros, etc.
Supóngase también que nuestro utilitarista está en la zona del delito cuando éste
se comete, de modo que su testimonio conduciría a la condena de un negro en
particular. Si él sabe que una pronta detención pondrá fin a los disturbios y los
linchamientos, seguramente, como utilitarista, debe pensar que tiene el deber de
dar un falso testimonio que producirá el castigo de una persona inocente. El
utilitarismo, por lo tanto, no parece preocuparse de la justicia lo suficiente.”
– Los derechos:
“Supongamos que un mirón te ha espiado, mirando por la ventana de tu
habitación, y que secretamente ha tomado fotografías de ti desnudo/a. Además
supongamos que lo hizo sin ser descubierto nunca y que usó las fotografías
exclusivamente para su propio placer, sin mostrárselas a nadie. Ahora, en estas
circunstancias, parece claro que la única consecuencia de su acción es un
incremento de su propia felicidad. No se le ha causado infelicidad a nadie más, ni
siquiera a ti porque jamás te has enterado. Entonces, ¿cómo podría el
utilitarismo negar que las acciones del mirón son correctas? Pero parece
evidente al sentido común moral que no son correctas. De este modo, el
utilitarismo parece inaceptable.”
– Las razones retrospectivas:
“Supongamos que has prometido a una amiga hacer algo, digamos que le has
prometido encontrarte con ella en el centro de la ciudad esta tarde. Pero cuando
llega la hora, no quieres ir; necesitas hacer un trabajo y preferirías quedarte en
casa. ¿Qué debes hacer? Supongamos que juzgas que la utilidad de terminar tu
trabajo pesa un poco más que el inconveniente que le causarías a tu amiga.
Apelando al criterio utilitarista, podrías entonces concluir que es correcto
quedarte en casa. Sin embargo, esto no parece correcto. El haber hecho una
promesa te impone una obligación de la que no puedes escapar tan fácilmente.
Por supuesto, si estuviera mucho en juego —si, por ejemplo, tu madre hubiera
tenido un ataque cardíaco y hubieras tenido que llevarla al hospital— estarías
justificado al romper tu promesa. Pero una pequeña ganancia de utilidad no
puede superar la obligación que impone el haber hecho una promesa. Así, el
utilitarismo, según el cual las consecuencias son lo único que importa, una vez
más parece equivocado.”
El utilitarismo pretende que hagamos cálculos imposibles. No se puede calcular qué vale más
entre cosas totalmente distintas. No se puede sumar todos los valores y preferencias, es
imposible hacer la suma de placeres y sufrimientos en una escala uniforme.
– Por ejemplo la belleza de un paraje natural o los puestos de trabajo de un campo de golf y la
diversión que acarrea.
– El caso del Ford Pinto: ¿Se puede calcular el precio de una vida?
El Ford Pinto, diseñado en muy poco tiempo y con criterios de economía muy estrictos,
tenía un defecto:
– El depósito de combustible estaba por detrás del eje trasero, con lo cual el coche
explotaba con mucha facilidad en caso de colisión.
Ford sabía esto de antemano. La pieza que hubiera protegido el tanque hubiera costado 11$
por vehículo. Había 12,5Millones de coches en producción, así que el coste para mejorar la
seguridad hubiera sido de 137M$.
También calcularon los posibles costes derivados de los accidentes que ocurrirían.
Calcularon aproximadamente 180 muertos, que les costarían 200.000$ cada uno. Unos 180
heridos, que les costarían unos 67.000$ y reparar el coste de reparar unos 2000 vehículos
rotos saldría por unos 700$. En total, esto sumaba 49,5M$
– Durante la depresión económica en USA en los años 30, Thorndike hizo un experimento.
Preguntaron a una serie de candidatos cuánto tendrían que pagarles para llevar a cabo 5
diferentes experiencias desagradables:
Este experimento viene a sugerir que sí que parece que la gente puede poner un precio
económico a cualquier satisfacción o dolor, que puede ser medida y reducida a un número.
No se pueden predecir todas las consecuencias de nuestros actos, así que nunca se puede
tomar una decisión suficientemente informada.
ÉTICAS CATEGÓRICAS
Ética categórica es aquella que establece requisitos morales absolutos que no podemos esquivar.
Son éticas que sostienen que tenemos ciertos deberes y derechos que se deben cumplir y respetar
independientemente de las consecuencias. Por lo tanto, son éticas que no valoran nuestros actos
como buenos o malos en función de las consecuencias sino que son esas mismas acciones lo
importante y habrá que examinar si con ellas hemos cumplido o quebrantado esos deberes o
derechos absolutos. En nuestro esquema de la acción moral, diríamos que los que defienden las
éticas categóricas ponen el peso de la moralidad en las acciones:
La bondad de la acción moral depende solamente de que nuestros actos sigan ciertos principios o
leyes, sean las consecuencias las que fueren.
“Si tuvieras que elegir entre hervir a un bebé o dejar que un desastre horroroso
cayera sobre un millar de personas —o un millón, si mil no te bastan—, ¿qué
harías?”
Es decir, hay ciertas cosas que no se deben hacer, pase lo que pase. Las reglas morales son
ABSOLUTAS y no dependen de las consecuencias. Es decir, aún cuando incumpliendo ciertas
normas morales obtuviésemos consecuencias mucho mejores, nuestro deber es no hacerlo.
Como decíamos, estas éticas sostienen que tenemos ciertos derechos y deberes que se deben
respetar. Estos derechos y deberes nos vienen de diferentes sitios según la ética categórica concreta
que consideremos. En Kant, que veremos más adelante, nos vienen del hecho de estar dotados de
Razón. En la Declaración Universal de los Derechos Humanos, nos vienen de una dignidad
intrínseca que todas las personas tenemos por el mero hecho de ser humanos.
Es decir, que tenemos una característica X (dignidad intrínseca, razón, la que sea) que nos obliga a
hacer ciertas cosas y evitar otras.
LA ÉTICA DE KANT
Immanuel Kant (1724 – 1804) creó uno de las teorías éticas más importantes de la historia del
pensamiento. En su libro A Short History of Ethics (1966), Alasdair Mac-Intyre observa: “Para
muchos que nunca han escuchado de la filosofía, y mucho menos de Kant, la moralidad es
aproximadamente lo que era para Kant”. Veamos en qué consiste.
Para Kant, la cuestión de la ética, es una cuestión racional. Como veremos, tenemos una serie de
obligaciones (Kant los llama “imperativos”) porque somos seres racionales. Estos imperativos (las
normas que debemos seguir), obligan a los agentes racionales por el hecho de ser racionales.
Provienen de principios que aceptaría toda persona racional. No cumplirlos no solo es ser inmoral
sino también irracional. Si no hubiera seres racionales, no habría una dimensión moral en el
mundo6. Es decir que si en el mundo no hubiera seres humanos, no habría ética; pero también quiere
decir que si hubiera otros seres raciones tendrían que regirse por esta misma ética.
La buena voluntad
Kant encuentra que la única cosa buena en sí y sin restricciones es la buena voluntad. Nada es
realmente bueno salvo esto.
“Ni en el mundo, ni, en general, tampoco fuera del mundo, es posible pensar
nada que pueda considerarse bueno sin restricción, a noser tan solo una buena
voluntad.”
La buena voluntad sería la bondad de nuestra disposición interna, de nuestra intención al hacer algo,
completamente al margen de todas las consideraciones de utilidad de los fines que nos
propongamos alcanzar. Esto no significa que sólo cuenten las buenas intenciones, una buena
voluntad intentará con todas sus fuerzas disponer de los mejores medios para lograr los fines. Ahora
bien, a la hora de ver el valor moral de una acción (si esta es buena o mala), nos deberemos fijar
6 De hecho, para Kant no tenemos ningún deber ético hacia los animales, pues no son seres racionales. Seguramente
no deberíamos torturarlos, piensa, pero no porque esté mal en sí mismo, sino porque “aquel que se comporta
cruelmente con ellos posee asimismo un corazón endurecido para con sus congéneres”.
únicamente en la intención del sujeto que obra.
“[...] la buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice, no es buena por
su adecuación para alcanzar algún fin que nos hayamos propuesto; es buena solo
por el querer, es decir, es buena en sí misma.”
Así pues, la buena voluntad sería el criterio último para juzgar todos los actos humanos. ¿Qué
define a una voluntad buena? Esta sería la voluntad que actúa al margen de de inclinaciones y
tendencias individuales, que actúa por deber.
El deber
El grado máximo del ser humano, dice Kant, se obtiene cuando alguien obra por deber. No solo sin
la ayuda de nuestras inclinaciones (nuestros deseos de hacer cosas que no son el deber), sino a pesar
de esas inclinaciones, es decir, obrar por deber en contra de lo que queremos.
La moralidad, hemos visto, reside en el motivo que nos impulsa a realizar una acción, no en los
fines que podamos alcanzar. Así, para saber que estamos obrando bien, deberemos obrar intentando
seguir esta máxima:
1 Acto contrario al deber: Supongamos de nueva cuenta que alguien se está ahogando, y que
dispongo de todos los medios para salvarlo; pero se trata de una persona a quien debo dinero, y
entonces dejo que se ahogue. Está claro que se trata de un acto moralmente malo, contrario al deber,
porque el deber mandaba salvarlo. El motivo que me ha llevado a obrar de tal manera es evitar
pagar lo que debo: he obrado por inclinación, y mi inclinación es aquí el deseo de no desprenderme
del dinero, mi avaricia.
2.1 Acto de acuerdo con el deber, por inclinación mediata: Ahora el que se está ahogando en el
río es una persona que me debe dinero, y se que si muere nunca me podrá pagar, entonces me arrojo
al agua y lo salvo. En este caso mi acto coincide con lo que manda el deber, y por eso decimos que
se trata de un acto “de acuerdo” con el deber. Pero se trata de un acto realizado por inclinación,
porque lo que me ha llevado a obrar de tal manera es mi deseo de recuperar el dinero que se me
debe. esa inclinación es mediata porque no tengo tendencia espontanea a salvar a esa persona, sino
que la salvo sólo porque el acto de salvarla es “un medio” para recuperar lo que me debe. Por tanto
no puede decirse que este acto sea moralmente malo, pero tampoco que sea bueno; propiamente es
neutro desde el punto de vista ético, es decir, ni bueno ni malo.
2.2 Acto de acuerdo con el deber, por inclinación inmediata: Supongamos ahora que el que se
esta ahogando y trato de salvar es una persona a quien amo. Se trata, evidentemente, de un acto que
coincide con lo que el deber me manda, es un acto “de acuerdo” con el deber. Pero como lo que me
lleva a ejecutarlo es el amor, el acto está hecho por inclinación, que aquí es una inclinación
inmediata, porque es directamente esa persona como tal (no como medio) lo que deseo salvar. Este
es un acto moralmente neutro también.
3 Acto por deber: Quien ahora se está ahogando es alguien a quien no conozco en absoluto, ni me
debe dinero, ni lo amo, y mi inclinación es la de no molestarme por un desconocido, o, peor aun,
que se tratase de un enemigo. Pero el deber me dice que debo salvarlo, como a cualquier ser
humano, y entonces doblego mi inclinación, y con repugnancia inclusive, pero por deber, me
esfuerzo por salvarlo.
Pues bien, de los cuatro casos examinados el único en que, según Kant, los encontramos como un
acto moralmente bueno, es el último, puesto que es el único realizado por deber; no por
inclinación ninguna, sino sólo porque el deber manda. Llega a sostener que es mejor una persona
repulsiva, llena de odios y miserias hacia los demás que, sin embargo, por puro deber se comporta
bien con el prójimo que una persona que de manera natural, porque así se lo pide el cuerpo, es
buena con los demás.
Kant mismo pone el ejemplo de un comerciante que no pone precios abusivos a sus clientes. Su
acción es conforme al deber, pero tal vez lo hace para asegurarse así a la clientela, no por deber; la
acción se convierte en un medio para garantizar un fin, para sacar un provecho. No es moralmente
buena. Pero actúa así por deber, si la acción no es un medio para conseguir otra cosa sino que es un
fin en sí misma, entonces hay que reconocerle el valor moral.
Por lo tanto, el valor moral de una acción no está en el fin que queremos conseguir, ni en las
consecuencias, sino en cómo hemos hecho una acción, por qué la hemos hecho.
Esto puede ser un problema, porque ¿cómo sé que he realizado un acto bueno? ¿Cómo puedo saber
si mi voluntad es buena voluntad? ¿No tendría siempre algún interés, alguna inclinación, aunque sea
simplemente el sentirme bien conmigo mismo?
¿Y cómo sabemos cuál es ese deber conforme al cuál actuar? Kant sostiene que los seres humanos
tenemos dos tipos de imperativos (deberes): hipotéticos y categóricos.
– Imperativos hipotéticos: son aquellos que debo cumplir siempre y cuando desee el bien
que proponen, pero no tengo por qué cumplir si no quiero ese bien. Por ejemplo: si quiero
ser buen jugador de fútbol, debo entrenar varias horas a la semana. Sin embargo, si no deseo
ser buen jugador de fútbol, no tengo por qué entrenar.
– Imperativos categóricos: son aquellos que debo cumplir SIEMPRE y estoy obligado a ello
por estar dotado de razón.
El imperativo categórico
Obramos moralmente cuando obramos según los imperativos categóricos, no los hipotéticos.
¿Por qué habla de imperativos, por qué usa esa palabra? Porque un ser exclusivamente racional, en
el que la razón determinase la voluntad de forma directa e inmediata, siempre se comportaría de
forma buena y sin dificultad. Su voluntad siempre estaría de acuerdo con la ley moral. Sin embargo,
nosotros no somos seres puramente racionales, nuestra voluntad está sometida a inclinaciones que
no siempre coinciden con el deber racional. Por lo tanto, el cumplimiento del deber siempre se nos
presenta como una obligación, como una orden, como un imperativo.
Para Kant el imperativo categórico realmente es uno solo, aunque llega a ofrecer diferentes
formulaciones del mismo, hasta cuatro, que él considera equivalentes. Aquí consideraremos las dos
principales:
– “Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo
que se torne ley universal” .
El ser humano posee la razón, esto es, somos agentes libres, capaces de tomar nuestras
propias decisiones, establecer nustras propias metas y guiar nuestra conducta conducta por
la razón. Nosotros no debemos tratar a los demás como medios, sino siempre respetarlos
como fines en sí mismos, es decir, no utilizar a los demás como si fueran seres irracionales.
Podemos tratar a la gente como medios si además los respetamos como fines en sí mismos.
Se entenderá mejor con un ejemplo.
Kant ofrece varios ejemplos para explicar cómo funciona esto. Supongamos, nos dice, que un
hombre necesita pedir dinero prestado, y sabe que nadie le prestará a menos que prometa que lo va
a devolver, pero también sabe que no podrá devolverlo. Por tanto, se enfrenta a este problema:
¿deberá prometer que pagará su deuda, sabiendo que no puede hacerlo, con el fin de persuadir a
alguien de que le preste el dinero? Si lo hiciera, la “máxima” de esa acción (la regla que estaría
siguiendo) sería: cuando necesites un préstamo, promete que lo pagarás, sin importar si crees que
realmente puedes pagarlo. Ahora bien, ¿podría convertirse esta regla en una ley universal?
Obviamente no, porque sería contraproducente. Una vez que ésta se volviera una práctica universal,
nadie creería ya en tales promesas, y entonces nadie prestaría dinero a cambio de ellas. Tal como lo
dijo el propio Kant, “nadie creería lo que se prometiera y todos se reirían de tales manifestaciones
como de un vano engaño”. Si seguimos la segunda formulación, el problema es el mismo: debemos
tratar a la gente como fines en sí mismos además de como medios. Es evidente que necesitamos
dinero, y en ese sentido necesitamos a los demás como un medio para proporcionárnoslo. Pero si
simplemente les estafamos, les estamos tratando “meramente como un medio”, les estamos tratando
como un cajero automático, y el imperativo categórico nos exige que tratemos a los demás
“siempre como un fin”. ¿En qué consistiría esto? En respetar la racionalidad de los demás. Es decir,
la gente puede dotarse a si misma de sus propios fines, yo tengo que respetar eso, si necesito dinero
puedo pedírselo a alguien advirtiendo que puede que no se lo consiga devolver. En esa situación, si
la otra persona hace suyos mis fines y decide prestarme el dinero, le estoy tratando como un fin en
sí mismo además de como un medio, he respetado su racionalidad, le he dejado que haga suyos mis
fines, pero si le engaño no se lo permito.
Tenemos un ejemplo de hasta dónde conduce a Kant todo esto en un breve escrito que publicó con
el nombre de“Sobre un presunto derecho a mentir por filantropía” que trata sobre un problema en
el que se puede mentir para salvar una vida y él sostiene que ni aún en ese caso se puede7.
Kant y el castigo
Hemos visto que tratar a la gente como un fin en sí misma es respetar su racionalidad. Por ello no
podemos manipular o usar a la gente. Esta idea de respetar la racionalidad de la gente está a la base
de su teoría para el castigo, que se conoce como retribucionismo.
Para Kant, el objetivo de la “rehabilitación” de los utilitaristas, aunque parezca muy noble, no es
realmente más que el intento de moldear a la gente como pensamos que debería ser. Como tal, es
una violación a sus derechos como seres autónomos de decidir por sí mismos qué tipo de personas
van a ser. Tenemos el derecho de responder a su maldad “pagándoles con la misma moneda”, pero
no tenemos el derecho de violar su integridad tratando de manipular su personalidad.
Para Kant es aceptable la pena de muerte, ya que es proporcional al delito, siempre y cuando el
acusado sea culpable. Cuando un ser racional decide tratar a la gente de una cierta manera, decreta
que a su juicio ésta es la manera en que la gente debe ser tratada. Así pues, si a cambio lo tratamos
de la misma manera, no estamos haciendo nada más que tratarlo tal como él ha decidido que la
gente debe ser tratada. Si él trata mal a otros y nosotros lo tratamos mal, estamos cumpliendo con su
propia decisión (y por supuesto, si trata bien a otros, y a cambio lo tratamos bien, también estamos
cumpliendo con la decisión que ha tomado). Le estamos permitiendo decidir cómo va a ser tratado y
así, en un sentido perfectamente claro, estamos respetando su juicio, permitiéndole que determine
cómo lo vamos a tratar. De este modo, Kant dice del delincuente: “Su propia mala acción echa el
castigo sobre sí mismo”. Matar a un asesino sería respetar su racionalidad, ya que él asesinó, y al
hacerlo obró de tal modo que quisiera que la máxima de su conducta fuera norma universal. Así que
respetar su racionalidad implica ejecutarle.
7 Porque:
a) Debemos hacer sólo aquellos actos que se conformen a reglas que pudiéramos querer que fueran
adoptadas universalmente.
b) Si fuéramos a mentir, estaríamos siguiendo la regla “Es permisible mentir”.
c) Esta regla no podría adoptarse universalmente, porque sería contraproducente: la gente dejaría de
creer en otros, y entonces no serviría de nada mentir.
d) Por tanto, no debemos mentir.
Críticas a esta ética
1 – Que lo que parece buscar es una coartada. Es decir, que parece buscar una forma de decir que
se ha obrado bien, aunque las consecuencias sean atroces. Como si seguir una ética categórica no
fuera más que una forma de desentenderse de las consecuencias de nuestros actos quedando con la
conciencia tranquila.
2 – No tiene en cuenta situaciones en las que todas las alternativas sean malas y, decida lo que
decida, las circunstancias me obliguen a saltarme de algún modo el imperativo categórico.
3 - No parecen éticas que presenten un modo de actuar adecuado en un mundo con malas
intenciones por parte de terceros (beneficia a aquellos que se saltan la ética). No maneja la
posibilidad de la excepción.