Módulos 4-5-6
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© FUOC • PID_00225871 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Índice
Introducción............................................................................................... 5
Objetivos....................................................................................................... 6
9. El error de tipo................................................................................... 78
9.1. Concepto de error de tipo y tratamiento legal ........................... 78
9.2. Modalidades particulares de error de tipo .................................. 79
9.3. La preterintencionalidad ............................................................. 81
9.4. El error sobre elementos accidentales ......................................... 83
Resumen....................................................................................................... 85
Ejercicios de autoevaluación.................................................................. 87
Solucionario................................................................................................ 89
Glosario........................................................................................................ 90
Bibliografía................................................................................................. 91
© FUOC • PID_00225871 5 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Introducción
Por tratarse del primero de los dedicados a la teoría del delito, corresponde
comenzar el módulo ofreciendo una visión general (y necesariamente sólo
introductoria) de los elementos estructurales del mismo que irán desarrollán-
dose en los posteriores módulos, con la pretensión de que pueda entreverse
desde un principio la vinculación lógica que existe entre ellos. Ha de dejarse
constancia, en todo caso, de que lo que aquí se ofrece es una visión un tanto
simplificada de todo este andamiaje conceptual, pues en aras de la claridad se
ha optado por prescindir en gran parte de las intensas y seculares polémicas
doctrinales que rodean la organización sistemática del delito: y es que, si bien
existe acuerdo en definirlo como un comportamiento humano típicamente
antijurídico y culpable, no todos entienden tales elementos del mismo modo
ni les dotan de un mismo contenido. Dada la pretensión básicamente peda-
gógica que preside estas páginas, se ha prescindido de incidir en exceso en
tales divergencias doctrinales, optándose en la mayoría de las polémicas por
las posturas más extendidas o mayoritarias.
Objetivos
1. Ofrecer una visión general sobre la estructura del delito y los distintos
elementos que la componen.
7. Estudiar las dos modalidades posibles que puede revestir la parte subjetiva
o interna del tipo: actuación dolosa (incluyéndose el estudio del error de
tipo, cuya presencia elimina el dolo) y actuación imprudente.
© FUOC • PID_00225871 7 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Si nos conformáramos con una definición sintética de delito como hecho pe-
nado por la ley, es decir, como "hecho punible", nada habríamos dicho sobre
los presupuestos o elementos necesarios para dicha sanción. Dedicaremos los
próximos módulos a ir analizando detenidamente cada uno de estos elemen-
tos, que conforman la propia estructura del delito; en este momento nos con-
formaremos con sólo introducirlos.
3) Todo comportamiento típico comporta una lesión o una puesta en peligro El injusto de la conducta
de bienes jurídicos, y por ello la tipicidad misma encierra ya una carga inicial
A su vez, el injusto de la con-
de desvalor (lo que llamamos la antijuridicidad o el injusto del hecho, cuyo ducta puede realizarse de mo-
significado más completo estudiaremos en este mismo módulo). do pleno (consumación del
delito) o sólo de modo incom-
pleto (en la medida en que se
hayan realizado en todo o en
Sin embargo, para la existencia de delito no es suficiente con la tipicidad del parte los actos que en princi-
pio deberían haber consuma-
comportamiento y la desvaloración que ello implica, sencillamente porque do el delito, pero sin llegar a
puede ocurrir que el propio ordenamiento permita o incluso ordene la reali- conseguirlo: tentativa). Por
otra parte, la contribución del
zación de una conducta típica (supuestos en los que opera lo que conocemos sujeto al injusto específico del
delito puede revestir distintas
como "causas de justificación"). Así, p. ej., el art. 20.4.° CP nos permite defen- formas: ser el autor del mismo
dernos de las agresiones ilegítimas: de este modo, aunque lesionar a otro o o limitarse a contribuir (como
partícipe) a la conducta de au-
causarle la muerte constituyen conductas típicas, pueden resultar autorizadas toría ajena. De ambas cuestio-
nes (iter�criminis y autoría–par-
–siempre que se satisfagan determinados requisitos– si quien las realiza actúa ticipación) nos ocupamos en el
módulo 3.
en defensa propia o de un tercero. Con más razón aún no tendría sentido que
el Derecho penal sancionara a un sujeto si resulta que el ordenamiento no
sólo le permite, sino que incluso le obliga a realizar una conducta típica (p. ej.,
uno de los cometidos de los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad
según la ley que regula su actividad es practicar detenciones en determinadas
circunstancias, y a menudo han de emplear para ello una cierta violencia que
puede dar lugar a comportamientos típicos de lesiones). Todo ello nos con-
duce a decir que para que exista delito es necesario que el hecho típico resul-
te finalmente contrario a Derecho, es decir, que sea antijurídico a la luz de
la totalidad del ordenamiento; la antijuridicidad inicial del hecho típico será
neutralizada cuando concurra alguna de las causas�de�justificación previstas
como tales por el art. 20 CP (explicadas en el módulo 4).
Así pues, a partir de una definición sintética del delito como hecho punible,
hemos llegado a una definición�analítica mucho más precisa, en la que
© FUOC • PID_00225871 9 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Esta descomposición analítica del delito presenta una utilidad indudable. Por
un lado, se estructura de forma tal que cada uno de los elementos presupone
lógicamente la concurrencia de los que le preceden: en la práctica, si el juez
o Tribunal que conocen del hecho comprueban la ausencia de uno de los ele-
mentos estudiados, puede y debe renunciar a valorar el resto. Por otra parte, la
existencia de una teoría que estructure estos elementos adecuadamente sirve
además a una mayor seguridad jurídica y también a una mayor (y mejor) justi-
cia, porque la elaboración de estas categorías, las distinciones y jerarquizacio-
nes internas que en ellas se hacen posibilitan, como con toda claridad expone
Luzón, "plantear y fundamentar de modo controlable un amplio abanico de
respuestas diferenciadas y adecuadas a la entidad del hecho".
Ejemplo
Ejemplo
Así ocurre, por ejemplo, con la llamada excusa absolutoria de parentesco en los delitos
patrimoniales, prevista en el art. 268 CP, que exime de responsabilidad criminal (atribu-
yendo sólo la civil) a los que cometieren un delito contra el patrimonio (siempre que
no concurriera violencia o intimidación) si existe relación de parentesco con la víctima
© FUOC • PID_00225871 10 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
(por ejemplo, si un hijo hurta un bien que pertenece a su padre, o estafa a su propio her-
mano). El hecho es típico, antijurídico y culpable; sin embargo, el legislador prefiere no
sancionarlo penalmente por razones de política criminal (probablemente por entender
que en estos casos la intervención del Derecho penal es más perjudicial que reparadora).
Así pues, si el hecho analizado es típico de un delito respecto del que se en-
cuentre prevista una excusa absolutoria (como los patrimoniales sin violencia
ni intimidación), el juez siempre deberá haber constatado que no se cumplen
los requisitos de la excusa antes de declarar la punibilidad del hecho; en cam-
bio, si se tratara de un delito en el que no se encuentra prevista excusa abso-
lutoria alguna (que son la inmensa mayoría), la constatación de la tipicidad,
antijuridicidad y culpabilidad conducirá a afirmar sin más la punibilidad.
En su art. 10, el código ofrece una definición legal del delito, según la cual
Si bien se trata de una definición mucho más breve y menos técnica que la
doctrinal, sí pueden verse ínsitos en ella, de modo más o menos directo, los
elementos de la estructura del delito que antes hemos mencionado.
Así:
Al tratar sobre la norma penal en el módulo 1 (podéis ver el apartado 1.3.2) nos
referíamos a diferentes concepciones sobre la norma penal. Procede en este
momento señalar lo que puede desprenderse de cada una de ellas con relación
a la forma de concebir el delito.
Desvalor de resultado
• Sancionar la tentativa del delito con la misma pena que el delito consu-
mado. Aunque en la tentativa no se produce la lesión del bien jurídico
(a lo sumo su puesta en peligro) y en el delito consumado sí, en ambas
situaciones el desvalor de acción es idéntico –la tentativa se define preci-
samente porque el sujeto quiere consumar el delito, aunque no lo consiga
por causas independientes de su voluntad. Por tanto, si el núcleo del delito
se sitúa en ese aspecto, sería perfectamente coherente sancionar de igual
modo el delito consumado y el meramente intentado.
• La tentativa del delito siempre debería sancionarse con una pena menor
que el delito consumado. Aunque en ambos casos el desvalor de acción
sea idéntico, no sucede tal cosa con el desvalor de resultado: en el delito
consumado este desvalor se da en su plenitud (en el delito de homicidio,
A mata a B) mientras que en el delito intentado se produce tan sólo un
peligro (más o menos intenso) para el bien jurídico (A dispara a B pero B
esquiva la bala y sale ileso). Si el núcleo del injusto se hace recaer en el
desvalor de resultado, es obvio que la sanción de ambas figuras ha de ser
distinta.
© FUOC • PID_00225871 14 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
(1)
La efectiva lesión o la puesta en
Desde esta perspectiva, el injusto del hecho viene simultáneamente peligro del bien jurídico, esto es, el
desvalor de resultado).
condicionado por el aspecto o dimensión exterior1 del comportamiento
y por una dimensión interna2 o subjetiva. (2)
La existencia de intención de le-
sionar el bien jurídico –dolo– o de
una mera imprudencia, o eventua-
les elementos subjetivos añadidos
Esta concepción del injusto comporta lógicamente una serie de repercusiones que el tipo del delito pueda reque-
rir en su descripción).
en la composición de cada una de las grandes categorías del delito. Teniendo
en cuenta que se trata de la visión más extendida en nuestra doctrina, a los
efectos expositivos y didácticos que esta obra persigue nos ajustaremos a dicha
sistemática.
No puede dejar de mencionarse, con todo, que la ubicación del dolo y la imprudencia
dentro del conjunto de la estructura del delito constituye una cuestión enormemente
polémica. Si bien la doctrina hoy mayoritaria los considera elementos constitutivos del
injusto y por ello los estudia ya como parte del tipo (en el llamado tipo subjetivo), la
doctrina tradicional siempre los incluyó (y así lo sigue sosteniendo hoy un sector doctri-
nal) dentro de la categoría de la culpabilidad. Según esta última visión (a la que a su vez
puede llegarse por distintas vías, sea una concepción claramente valorativa de la norma
penal, sea una concepción causalista de la acción), a la antijuridicidad pertenecerían los
aspectos objetivos y externos del hecho (desvalor de resultado), mientras que en la cul-
pabilidad habrían de estudiarse los elementos subjetivos o internos (el dolo y la impru-
dencia entre ellos). Con todo, esta distinción tradicional entre lo objetivo (perteneciente
a la antijuridicidad) y lo subjetivo (a examinarse en sede de culpabilidad) no puede ser
tajante (y así lo admiten sus propios proponentes) desde el momento en que existen ti-
pos que exigen elementos subjetivos específicos, necesarios como acabamos de ver para
la lesividad misma del comportamiento (y por tanto, necesariamente pertenecientes al
tipo de injusto).
La averiguación del bien jurídico protegido por cada tipo penal consti-
tuye por tanto un elemento de primordial importancia en su interpre-
tación y aplicación.
Ved también
Hablamos de la función "político-criminal" o "de garantía" del bien ju-
rídico para referirnos a su virtualidad limitadora de la potestad puniti- Sobre el principio de ofensi-
vidad podéis ver el apartado
va del Estado, extremo este que se concreta en el hoy indiscutido prin- 2.2. del módulo 1.
cipio�de�ofensividad o de exclusiva protección de bienes jurídicos: el
delito sólo puede consistir en la lesión o puesta en peligro de un bien
jurídico ajeno.
Ahora bien, debemos darnos cuenta de que esta afirmación poco significa si Observación
no se la completa con una elaboración que dote de contenido a la noción de
Conviene no olvidar que en
"bien jurídico" –en la medida de lo posible, que enseguida veremos es limita- épocas no tan lejanas nuestro
da–; pues, en efecto, a falta de una mayor precisión del concepto, nada impe- propio Derecho penal prohibía
comportamientos de índole se-
diría sostener, por ejemplo, que también la moral social constituye un bien xual libremente consentidos
entre adultos por no ajustarse
jurídico (colectivo) que al Estado puede interesar proteger incluso penalmen- a determinados estándares de
moralidad impuestos desde el
te (de tal manera que, por ejemplo, resultara legítimo prohibir penalmente poder político. Y no olvidemos
comportamientos rechazados por la moral social dominante, como el incesto tampoco que tal cosa sigue su-
cediendo a día de hoy en mu-
libremente consentido entre adultos, o el bestialismo). chos países del mundo.
rias� para� el� libre� desarrollo� de� la� personalidad� del� individuo� en� la� vida
en�sociedad. A partir de aquí parece todavía posible, no obstante, avanzar un
paso más en la línea restrictiva de la potestad estatal incriminadora que aho-
ra nos interesa; y es que, en efecto, aproximaciones como aquellas no dejan
de constituir –aun en la línea adecuada– "orientaciones" al legislador que este
"debería" atender, lo que relativiza su idoneidad para fijar a aquel un verdadero
límite susceptible de traducirse en algún tipo de control jurídico-positivo.
Pues bien, en este sentido, el intento más consistente para dotar al bien
jurídico de alguna (siempre relativa) capacidad crítica del ius puniendi
estatal lo constituye la doctrina que pretende acudir a la Constitución,
única norma cuyo rango le permite operar como verdadero límite al le-
gislador, como ineludible marco valorativo de referencia a este respecto.
a la desprotección penal de la vida), sino más bien por una atenta consideración de los
principios de subsidiariedad y fragmentariedad como rectores de la actividad punitiva
del Estado; así, si la efectiva protección de un derecho fundamental (del valor subyacen-
te a este) no pudiera lograrse más que mediante el uso de la rama punitiva del ordena-
miento, sí parecería más factible estimar la inconstitucionalidad de la supresión del o
los tipos a través de los cuales venía otorgándosele tutela penal, y, a la inversa, tal cosa
resultaría perfectamente legítima en tanto los instrumentos propios de otras ramas del
ordenamiento se revelaran suficientes en orden a la adecuada protección del derecho.
En este sentido, y aun debiendo ser conscientes de las dificultades para ejer-
cerla, debe reconocerse al Tribunal Constitucional la facultad de anular una
disposición legal con base en la falta de arraigo constitucional del bien que
pretende protegerse (como sucedería, por ejemplo, con tipos que sólo preten-
dieran proteger una determinada moral en el ámbito de lo sexual o una con-
creta doctrina política).
Ejemplo
Con todo, en el Derecho penal moderno de un país democrático como el nuestro, los
tipos penales de legitimidad dudosa a la luz del bien jurídico protegido no son tan clara-
mente identificables como en los ejemplos propuestos. Piénsese, por ejemplo, en el delito
de maltrato de animales domésticos del art. 337 CP, de bien jurídico más que discutible.
Por otra parte, lo que acaba de decirse en modo alguno supone defender la
reducción de los objetos penalmente tutelables a los tradicionales bienes in-
dividuales (vida, integridad física, libertad, propiedad...); por el contrario, de
la valoración fundamental llevada a cabo por la norma constitucional –cuyo
art. 1.1. consagra el carácter social de nuestra forma de Estado, comprometi-
do con la posibilitación a los ciudadanos de iguales cotas de participación en
la vida política, social, cultural y económica– se deduce precisamente la per-
fecta legitimidad de la tutela penal de numerosos bienes jurídicos de carácter
colectivo (medio ambiente, patrimonio cultural o artístico, Hacienda pública,
etc.) la cual puede resultar imprescindible en orden a un efectivo desarrollo
de la libertad y personalidad de los individuos en su vida en sociedad. En es-
te sentido, la óptica restrictiva de la actividad punitiva del Estado de la que
aquí se parte (concretada, además de en el principio de exclusiva protección de
bienes jurídicos, en el principio de intervención mínima) en modo alguno se
identifica con el rechazo a la legitimidad de la protección de bienes colectivos.
Sentado lo anterior, a lo que sí obliga nuestra Constitución es a adoptar una
óptica personalista en la configuración e interpretación de los bienes jurídicos
(también los colectivos); en esta línea, la consagración de la dignidad de la
persona como fundamento de todo el sistema constitucional obliga a dotar
© FUOC • PID_00225871 20 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Ejemplo
Así, en el ejemplo antes citado del art. 337 CP, el legislador debería haber estado espe-
cialmente atento a la hora de establecer el marco de pena. No parece tener sentido que
el maltrato del animal doméstico comporte una pena de tres meses a un año de prisión
más inhabilitación especial y que otros delitos de vinculación mucho más directa con la
vida e integridad del ser humano comporten una pena mucho menor (así, por ejemplo,
el delito de omisión de socorro del art. 195 CP, consistente en no auxiliar a una persona
desamparada y en peligro grave, comporta una pena de mera multa de tres a doce meses).
De ahí que el citado art. 337 CP suscite muchas dudas –además de con relación al bien
jurídico protegido– en cuanto a la proporcionalidad de la pena prevista.
(3)
Es decir, si está prevista como tal
Del principio de legalidad se deriva que una conducta sólo pueda ser en un precepto penal.
(5)
Como ya se ha comentado al comienzo de este módulo, a su vez el injusto de la conducta Que radica en su lesividad o pe-
puede realizarse de modo pleno (consumación del delito) o sólo de modo incompleto ligrosidad para un determinado
(en la medida en que se hayan realizado en todo o en parte los actos que en principio bien jurídico: vida, propiedad, etc.
deberían haber consumado el delito pero sin llegar a conseguirlo: tentativa). Por otra
parte, la contribución del sujeto al injusto específico del delito puede revestir distintas
formas: ser el autor del mismo o limitarse a contribuir (como partícipe) a la conducta de
autoría ajena. De ambas cuestiones (iter ciminis y autoría-participación) nos ocupamos
en el módulo 3.
© FUOC • PID_00225871 21 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Ahora bien: ese injusto específico, que concurre en todo comportamiento tí-
pico (sea consumado o intentado, sea a título de autor o de partícipe), puede
no obstante resultar neutralizado por la concurrencia de una causa de justifi-
cación. Ello sucede, como veremos en el módulo 4, en situaciones de conflicto
entre bienes jurídicos (o intereses en un sentido más amplio), cuando la acción
típica ha sido necesaria para preservar o realizar bienes jurídicos o intereses de
superior importancia también garantizados por el ordenamiento (considerado
este en su conjunto). En tales casos, la conducta no deja de ser típica (el ciu-
dadano A retuvo a B contra su voluntad, cometiendo así un hecho típico del
delito del art. 163 CP) pero si satisface los requisitos de la respectiva causa de
justificación, diremos que pese a ello no es antijurídica, pues el ordenamiento
la considera autorizada (en nuestro ejemplo, A acababa de presenciar cómo
B cometía un delito, supuesto en que el art. 490 de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal autoriza a la detención no sólo a los agentes de la autoridad, sino
también a los ciudadanos; ello permitiría aplicar a A la causa de justificación
de ejercicio legítimo de un derecho prevista en el art. 20.7 CP).
Otros ejemplos
3.1. Concepto
puestos a los que aparece vinculada la pena (esto es, también los que atañen a En efecto, de una lectura de
la antijuridicidad, culpabilidad o punibilidad del comportamiento). El signifi- los diferentes preceptos de la
parte especial del Código pe-
cado que se desea es otro, más restringido. Se trata sólo de la primera –y si se nal sin ponerlos en relación
con todas las demás normas,
quiere la más importante– categoría del delito. podríamos obtener la conclu-
sión precipitada de que bas-
ta con que se dé la conduc-
ta allí descrita para que inme-
diatamente deba aplicarse la
pena como consecuencia jurí-
dica. Sin embargo, para que
pueda hablarse de delito y, so-
bre todo, de que se dan todos
los presupuestos de la pena, es
necesario que concurran más
elementos. Tomemos el art.
138 como ejemplo: si quien
mata a B lo hace en legítima
defensa (20.4 CP), su conduc-
ta será típica, pero no antijurí-
dica; si quien mata a B es un
niño de 7 años, su conducta
será típica y antijurídica, pe-
ro no culpable. En ninguno de
los dos casos la realización del
tipo conllevará la imposición
de la pena, pese a lo que apa-
renta significar el tenor del art.
138 CP aisladamente conside-
rado.
© FUOC • PID_00225871 23 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
(6)
• La tipicidad6 es el elemento que en mayor medida plasma el principio�de Cfr., no obstante, lo señalado in-
fra en relación con la función de
legalidad (concretamente, la garantía criminal) en el concepto de delito. Y garantía: la categoría de la tipici-
lo hace señalando que, entre los distintos comportamientos posibles, sólo dad no es la única que refleja el
principio de legalidad. También las
podrán tener relevancia penal aquellos seleccionados por la ley penal. restantes categorías cumplen una
función de garantía.
• Esa descripción legal (= tipicidad) delimita cada figura delictiva de las de-
La dimensión valorativa
más.
La dimensión valorativa del ti-
po se identifica con la exigen-
cia de la antijuridicidad material
Para cumplimentar la tipicidad deben considerarse dos dimensiones dis- del comportamiento.
tintas de los tipos penales: una dimensión�fáctica y una dimensión
valorativa. De este modo, para que la conducta resulte típica, debe no
sólo coincidir formalmente con la descrita en el tipo penal (dimensión
fáctica), sino que a la vez tiene que afectar al bien jurídico en la forma
requerida por tal tipo (dimensión valorativa). Sólo así tendremos una
conducta con relevancia penal.
Ejemplo
• Quien hace una fotocopia en color de un billete de curso legal, realiza una conducta
que de facto encajaría en el art. 386.1.° CP (dimensión fáctica). Sin embargo, la con-
ducta es atípica por no integrar la dimensión valorativa del tipo, pues una burda fo-
tocopia carece de la idoneidad necesaria para lesionar el bien jurídico que se protege
con la tipificación de la falsificación de moneda.
• Quien conduce un vehículo a motor con una tasa de alcohol superior a 0,6 mg/l
en aire espirado, por un circuito particular habilitado en su finca rústica, no incurre
en el delito de conducción bajo los efectos del alcohol del art. 379, por más que se
cumplimente la dimensión formal (fáctica) de este tipo penal, ya que no se da en este
comportamiento la dimensión valorativa del tipo: la seguridad vial, y a través de ella
la vida o la integridad de los intervinientes en el tráfico rodado no se ve afectada.
2) Función negativa,�o�delimitadora�de�lo�penalmente�relevante: la
tipicidad señala lo que queda fuera del ámbito de la relevancia penal.
Atendiendo a los criterios y técnicas que hay que utilizar para alcanzar su sen-
tido, habitualmente se ha señalado en la doctrina que los términos usados en
la descripción legal pueden ser de las tres clases siguientes:
© FUOC • PID_00225871 25 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Ejemplo
En el art. 234 se tipifica el hurto como la conducta de quien con ánimo de lucro "tomare"
las cosas muebles ajenas sin la voluntad del su dueño. La expresión entrecomillada –se
dirá– constituye un elemento descriptivo objetivo, por cuanto puede ser abarcado en este
caso por la vista y contemplado, por tanto, por un espectador objetivo.
Esta convicción descansa en la creencia de que los términos descriptivos no La expresión "tomare"
son susceptibles de generar tantas ambigüedades, y por lo tanto resultan más
Veámoslo en relación con la
acordes con las exigencias de legalidad. Sin embargo, no se puede desconocer expresión "tomare", antes re-
que la tipicidad, cualesquiera que sean los términos en los que se exprese, pre- ferida como ejemplo de tér-
mino descriptivo. Puesto que
senta una dimensión valorativa –ya comentada– que conlleva que su signifi- la acción ha de concretarse en
función de la lesión del bien
cado aparezca necesariamente vinculado a la tutela de un bien jurídico, y por jurídico (patrimonio), debe-
rá de todos modos valorarse
lo tanto, le sea inherente una valoración. si la consumación se produce
cuando se aprehende el obje-
to, cuando se distancia míni-
Por consiguiente, aunque la clasificación es –repetimos– clásica, y, desde el mamente del lugar en el que
se aprehende, cuando se tiene
punto de vista teórico, sumamente clara, su aplicación práctica resulta menos una cierta disponibilidad sobre
nítida y su rendimiento debe acogerse, por lo dicho, con cautela. lo "tomado",...
El objeto de atención debe ser ahora, pues, el de las clases de tipos dotados de
mayor proyección en el terreno de las consecuencias dogmáticas, y por ello,
de continua referencia en el curso de parte general.
a) Delitos de�lesión
La consumación del delito requiere un daño efectivo, una lesión del bien ju- Ejemplo
rídico.
Homicidio (art. 138 CP).
b) Delitos de�peligro
En otras palabras: peligro abstracto no equivale a presunción iuris et de iure del peligro.
Supone, simplemente, atender el legislador a la consideración de que un determinado
comportamiento se ha revelado por experiencia peligroso, por lo que desde el punto
de vista político-criminal se opta por anticipar la barrera de protección sin necesidad
de aguardar, en la confección del tipo correspondiente, a que se verifique el peligro en
concreto. Pero todo ello, insistimos, sin renunciar a la lesividad del comportamiento, ni,
por tanto, a que quepa prueba o apreciación en contrario en el supuesto concreto.
Con todo, no cabe desconocer que el legislador español ha ido dando pasos que niegan el
anterior planteamiento teórico; así, el art. 379.2, introducido por la LO 15/2007, convier-
te el anterior peligro abstracto que caracterizaba el delito de conducción bajo los efectos
del alcohol en una presunción: se cometerá, sin posible prueba en contrario sobre el nivel
de afectación y peligrosidad para la seguridad vial, si se rebasa una tasa de alcohol de 0,6
mg/l en aire espirado (o 1,2 g/l en sangre).
2) En función de la estructura:
a) Delitos de�mera�actividad
© FUOC • PID_00225871 27 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Esta fundamental distinción entre delitos comunes y especiales tiene relevancia a efectos
de participación en el delito. Sobre el concepto y problemática, podéis ver el módulo 3.
forzados por el autor, con consentimiento viciado o sujetos pasivos del delito). Es el caso
de los denominados delitos de participación�necesaria. Ej.: el menor consintiente en
los abusos sexuales –183 CP.
b)�Pluriofensivos, que incorporan varios bienes jurídicos que deben ser afec- Ejemplo
tados para realizar el comportamiento típico.
Acusación y denuncia falsas
(456 CP: honor/Administra-
6) En función de que requieran o no diferentes fases�para�su�consumación: ción de Justicia)
Delitos plurisubsistentes
7) En función de la coincidencia�o�no�de�los�momentos�de�consumación
y�terminación�del�delito
Ejemplo
• Hurto (art. 234 CP). Elemento subjetivo del injusto: ánimo de lucro. (Explicación:
la persecución del lucro es necesaria para que la conducta sea típica de hurto. Si no
concurre tal ánimo, la conducta es atípica –como hurto). Pero su efectiva consecu-
ción –aumento del patrimonio del autor en detrimento del ajeno– no afecta a la con-
sumación del hecho. Tal consecución o frustración, sería ajena al autor (p. ej., una
vez consumado el hurto, su autor pierde el objeto).
• Encubrimiento (art. 451.2 CP). Elemento subjetivo del injusto: intención de impedir
el descubrimiento del delito.
Ejemplo
• Abandono de destino (art. 407 CP). Elemento subjetivo del injusto: propósito de no
impedir determinados delitos.
• Descubrimiento de secretos (art. 197.1 CP). Elemento subjetivo del injusto: intención
de descubrir los secretos o vulnerar la intimidad de otro.
• Cohecho pasivo propio (art. 419 CP). Elemento subjetivo del injusto: intención de
realizar una acción contraria a los deberes del cargo.
Ejemplo
Según lo expresado, por tanto, la categoría del sujeto activo delimita el círculo
de posibles autores del delito.
Ejemplo
• Sujeto activo del delito de prevaricación judicial tipificado en el art. 446 CP es "el
juez o magistrado" (se trata de un delito especial propio). Autor del concreto delito
de prevaricación judicial cometido en fecha 25. 11. 2011 resultó ser el juez A. J. F.,
del Juzgado de Instrucción n° XX de los de Palma de Mallorca.
• Sujeto activo del delito de homicidio (art. 138 CP) es "cualquiera" (se trata, en este
caso, de un delito común). Fue condenado como autor del homicidio cometido el 27
de mayo de 2010 el procesado Juan H.N.
Interesa notar que, aunque algún autor ha afirmado ya que la reforma del Có-
digo penal operada por la LO 5/2010 ha modificado sustancialmente la cues-
tión del sujeto activo del delito al incorporar la previsión de responsabilidad
criminal de las personas jurídicas, esta no se ha visto en realidad afectada, en el
sentido de que siguen siendo plenamente válidos los términos anteriormente
expuestos. En efecto, la aludida reforma permite la atribución de responsabili-
dad a las personas jurídicas, pero por las conductas típicas realizadas por per-
sonas físicas que actúan en nombre, por cuenta o en provecho de las mismas.
El círculo de autores –capaces de realizar el tipo–, a lo que hace referencia la
categoría del sujeto activo, permanece inalterado. No así –si se quiere– el de
sujetos responsables penalmente.
© FUOC • PID_00225871 32 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Nota
Se denomina sujeto�pasivo al titular del bien jurídico protegido por la
norma (y, por consiguiente, lesionado o puesto en peligro por la con- • Sujeto pasivo en el delito
de lesiones lo es el lesiona-
ducta típica). do (titular del bien jurídico
integridad física)
• El sujeto pasivo en el deli-
to de prevaricación judicial
es el Estado (titular del bien
Puede observarse como no se establecen limitaciones respecto a la capacidad
jurídico Administración de
para ser sujeto pasivo del delito: lo será cualquiera que pueda ser titular de Justicia).
4.3. La acción
Pero para entender por qué ha sido cuestión tan debatida, por qué podemos
decir que ha habido avances en la discusión o por qué, en fin, puede juzgarse
hipertrofiada o sobredimensionada la atención que ha merecido, lo primero
que debe identificarse es, obviamente, el problema a resolver, o, por mejor
decir, el problema que (necesaria o tal vez un tanto innecesariamente) se ha
querido resolver. Sólo así sabremos si se ha resuelto y en qué medida, y si ha
merecido la pena el camino y en qué.
El concepto hegeliano de
La búsqueda de un supraconcepto de acción ha sido una opción cons- acción
tante desde que se abriera camino la construcción de un concepto dog-
El concepto hegeliano de ac-
mático de delito. Tal empresa se ha visto en buena medida avivada por ción, por ejemplo, que la con-
cebía como hecho imputable a
la creencia de que a ese hallazgo habían de venir aparejadas toda una la persona como culpable, pre-
serie de consecuencias necesarias para la arquitectura del delito (p. ej., juzgaba la culpabilidad, igno-
rando que puede haber accio-
la ubicación sistemática del dolo). nes antijurídicas no culpables.
El positivismo naturalista reac-
cionaría ante esta situación
exigiendo una acción prejurídi-
Como se ha señalado anteriormente, la importancia de esta polémica ha sido ca natural sobre la cual verter
los diferentes predicados –en
sobredimensionada, si bien es cierto que el curso de la discusión ha repercutido este caso sí– jurídicos.
en un notable desarrollo del sistema del delito, justamente por los elevados
rendimientos sistemáticos que en este campo se le pretendían al concepto de
acción.
© FUOC • PID_00225871 35 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
2) Por otra parte, pese a las altas expectativas sistemáticas que auspiciaron la
búsqueda, lo cierto es que el concepto de acción tiene escasa relevancia en
la construcción de la moderna Teoría del Delito, y ninguno de sus problemas
viene realmente predeterminado por el concepto de acción que se siga ni se
resuelve a través de él, como no se resuelven a través de él los restantes pro-
blemas fundamentales que tiene actualmente planteada la ciencia penal.
La acción no es más que, a los efectos que aquí nos interesan, el signi-
ficado de un determinado hecho, con independencia del sustrato que
lo sustente. Pero de ello no tiene que querer deducirse la completa es-
tructura del sistema penal.
1) para los planteamientos clásicos (por otra parte bien distintos entre sí), lo Propuestas clásicas
que habrá que buscar al preguntarse por la acción a efectos penales es un sus-
Llamamos aquí propuestas clá-
trato –material (= físico) o no– del que poder predicar las características del sicas a las tres concepciones
comportamiento delictivo; que, de forma sucesiva, abor-
daron la cuestión ya en la pri-
mera mitad del siglo pasado
con los parámetros de parti-
2) la concepción� significativa de la acción, en cambio, se desprende de la da antes indicados (concep-
ciones causal, final y social de
necesidad de no apoyarse en sustrato previo alguno: lo que interesará será el la acción). Sobre todo las dos
significado de una realidad concreta en la que aparece implicado normativa- primeras propiciaron en el se-
gundo tercio de ese periodo el
mente (conforme a reglas que informan de su sentido) un ser humano. punto álgido de la discusión.
Ejemplo
Caminar es un hecho con significado, y por tanto es una acción. Pero la afirmación no
interesa en abstracto, pues precisamente ese hecho puede tener varios significados, ya
que no es lo mismo pasear por el pasillo de nuestra casa que hacerlo por el de la casa del
vecino en contra de su voluntad (véase art. 202 CP). Por lo tanto, identificar sustratos con
significado potencial desprovistos del sentido que se les da desde una concreta tipicidad
carece de utilidad. Caminar sí interesa si se hace en morada ajena sin consentimiento del
dueño. Lo mismo puede decirse, por ejemplo, del mantenimiento de una relación sexual.
1) La fuerza�irresistible
Esta referencia expresa desapareció, sin embargo, en el código vigente, que ya Nota
no la recogió ni en el homólogo catálogo de eximentes (actual art. 20 CP) ni
Lógicamente, ninguna altera-
en el resto de su articulado. Tal desaparición se debió simplemente al carácter ción practicada en un cuerpo
superfluo de la previsión: en la medida en que en supuestos como los descritos legal sistemático carece de re-
percusiones, y en esto la des-
no hay acción (no pueden significar conforme a las reglas sociales que A ha aparición de la mención ex-
presa a la fuerza irresistible no
lesionado a C o que A ha matado a varios pasajeros, en los ejemplos propues- es una excepción. Así, p. ej.,
su presencia en el antiguo art.
tos), se hace simplemente innecesario que la ley afirme expresamente que se 8.° abría la puerta al menos a
está en ellos exento de responsabilidad criminal. plantear la aplicación de la exi-
mente incompleta en los su-
puestos de fuerza no entera-
mente irresistible, lo que hoy
No obstante su desaparición, los años de vigencia de aquella previsión propi- no resulta siquiera planteable.
ciaron la consolidación de un determinado entendimiento jurisprudencial y
doctrinal del concepto de fuerza irresistible, con precisiones que por inercia se
conservan aún hoy asociadas a su utilización. Con el uso de este término tan
acuñado no se hace, pues, referencia indiscriminada a cualquier supuesto de
ausencia de acción ocasionado por una fuerza ajena al sujeto, sino que sigue
asociándose a un concepto tasado (y no meramente descriptivo) de fuerza, que
en concreto viene caracterizado por las siguientes notas esenciales:
sí que tiene un significado (sí hay acción), bien que la afectación de la moti-
vación normal que en este caso experimenta el sujeto deba canalizarse hacia
la ausencia de culpabilidad por inexigibilidad de otra conducta (miedo insu-
perable, art. 20.6.ª).
En el caso de que la fuerza, por más que irresistible, tenga un origen distinto
(p. ej., A es empujado contra B por un viento de 120 km/h), resultará preferible
hablar de caso fortuito, reservando el término fuerza irresistible para aquellos
supuestos en los que la misma provenga de un tercero.
Debe tenerse en cuenta que incluso aunque el comportamiento del que se de-
riva inmediatamente el resultado lesivo se realice bajo una de las causas que
eliminan la acción, puede llegar a imputarse responsabilidad criminal en un
supuesto concreto: ello ocurre cuando el sujeto ha buscado conscientemente
colocarse en tal situación para cometer el delito o también cuando no ha evi-
tado colocarse en tal situación sabiendo que de la misma se podía derivar un
resultado lesivo (por ejemplo, un supuesto frecuente en la jurisprudencia es
el del conductor que advierte que se está quedando dormido al volante y no
detiene el vehículo, tras lo que se queda dormido y estándolo atropella a un
peatón; o el que se duerme al volante por efecto de unos fármacos cuando
se trata de medicamentos que causan somnolencia y se advierte que no debe
conducirse bajo sus efectos). En tales supuestos, aunque en el momento deci-
sivo para producir la lesión no puede hablarse de comportamiento humano
por faltar la más mínima voluntariedad (el sujeto causa una muerte estando
dormido), la imputación se retrotrae al momento anterior en el que el sujeto
buscó esta situación para delinquir o como mínimo pudo preverla y evitarla.
A esta construcción se la denomina actio�libera�in�causa, para expresar que
este hecho es "libre" en su causa, o, más precisamente, ha sido causado por una
conducta humana anterior a la cual puede atribuirse jurídico-penalmente.
5.1. Introducción
Resultados imputables al
Se trata, en suma, de determinar los criterios que permiten que el re- autor
sultado producido pueda realmente ser atribuido o imputado al sujeto
En la mayoría de los casos, la
como obra suya, lo que significa descartar que sea fruto del azar (más comprobación de esta relación
no plantea dificultad alguna:
o menos desgraciado) o de la intervención de otras personas (terceros si un sujeto dispara a otro al
ajenos al hecho inicial, pero también la propia víctima del mismo). corazón y la víctima muere de
inmediato, o le asesta una pu-
ñalada en la cara que determi-
na la pérdida de visión de un
ojo, no hay duda de que tales
Nos encontramos, sin duda, ante uno de los grandes problemas de la dogmá- resultados son objetivamente
imputables al autor, de tal mo-
tica penal, que como es lógico ha dado lugar a numerosos intentos de resolu- do que se habrá realizado el ti-
ción. Señalaremos primero, y tan sólo a grandes rasgos, cuál ha sido la evolu- po del delito de homicidio del
art. 138 o el de lesiones gra-
ción de su tratamiento hasta el momento actual, para centrarnos después en ves del art. 149.1 CP, respec-
tivamente. Sin embargo, co-
la teoría que hoy cabe considerar mayoritaria tanto en la doctrina como en la mo iremos viendo en diversos
jurisprudencia (la teoría de la imputación objetiva del resultado). ejemplos, en la producción de
un resultado final pueden in-
cidir también multitud de fac-
tores que pueden determinar
que no lo valoremos jurídica-
mente como obra del sujeto
que desencadenó el curso cau-
sal inicial.
© FUOC • PID_00225871 41 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Teorías de la causalidad
En realidad, cada una de las teorías que acabamos de citar ha influido de alguna manera
en la construcción de la visión actualmente dominante. La teoría de la relevancia, por
ejemplo, sentó lo que hoy constituye el punto de partida de la teoría de la imputación
objetiva, separando en planos diferentes la afirmación de la mera relación de causalidad
como juicio naturalístico (que por su parte se formula aceptando la idea de la equivalen-
cia de las condiciones) del juicio de imputación propiamente dicho, que necesitará de
criterios valorativos esencialmente jurídicos. Y entre tales criterios de imputación juega
un papel esencial, sin duda, la idea de la peligrosidad ex ante de la conducta, que se va-
© FUOC • PID_00225871 42 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
lora, como enseguida veremos, de acuerdo con parámetros sentados por la teoría de la
adecuación.
La construcción se asienta sobre la delimitación de dos planos consecutivos en Fórmula de la conditio sine
la apreciación de esa conexión entre acción y resultado imprescindible para qua non
afirmar la tipicidad: un primer paso (necesario pero no suficiente) ha de ser, sin Otra cosa es cuál es la forma
duda, la constatación de la relación de causalidad entre la acción y el resultado, más adecuada de comprobar
la existencia de tal relación de
pues si esta no existe carece de sentido seguir ahondando en la posibilidad de causalidad. Como ya se ha ex-
plicado, los proponentes ini-
imputación. En la doctrina mayoritaria en la actualidad se acepta la visión de ciales de la teoría de la equiva-
lencia de las condiciones acu-
la causalidad propugnada por la teoría de la equivalencia de las condiciones, dían para ello a la fórmula de
en el sentido de aceptar que causa es toda condición relevante para la aparición la conditio sine qua non: una
acción es causa de un resulta-
de un fenómeno. do si, suprimida mentalmen-
te la acción, el resultado no se
hubiera producido. Aunque
con frecuencia la jurispruden-
cia sigue utilizando esta fór-
Constatada la relación de causalidad, habrá de realizarse el verdadero mula para comprobar la cau-
juicio de imputación objetiva, que prescinde de criterios físico-natura- salidad, lo cierto es, como ex-
plicaremos enseguida, que su
lísticos para operar, en cambio, con criterios valorativos propiamente aplicación conduce a resulta-
dos injustos en ciertos supues-
jurídicos. Dicho de un modo gráfico, causar la muerte de otra persona tos, por lo que es conveniente
no es siempre jurídicamente valorable como "matar", esto es, como con- recurrir a algún otro modo de
comprobar esa relación.
ducta típica de homicidio.
Ejemplo
Dos sujetos tienen decidido matar a otro en plena calle, para lo que le esperan apostados
en lugares distintos; A es quien debe disparar primero desde una determinada posición,
pero si A no llegara a disparar por no encontrar el ángulo adecuado, B está también
preparado para disparar desde el lugar en que se encuentra.
En casos de este tipo, la fórmula de la conditio sine qua non conduciría al ab-
surdo de tener que negar la relación de causalidad entre el disparo de A y la
muerte de la víctima, puesto que si A no hubiera disparado, B lo hubiera hecho
y la víctima hubiera muerto igualmente.
Ejemplo
Dos sujetos deciden matar a la misma persona aunque no lo hacen por acuerdo mutuo,
sino cada uno sin saber de las intenciones del otro. Actuando por separado, cada uno de
ellos vierte una dosis de veneno en la taza de bebida que luego ingiere la víctima. Cada
una de las dosis hubiera resultado letal por sí misma.
De nuevo en este caso la fórmula de la conditio sine qua non nos conduciría
a un resultado injusto: ninguna de las dos conductas sería considerada causa
del resultado porque, de no haberse llevado a cabo, de todos modos la víctima
hubiera muerto (por la conducta del otro).
como el acaecido (la muerte del sujeto), existirá relación de causalidad entre
ambos, y ello con total independencia de que hubiera podido hipotéticamen-
te entrar en juego otro factor igualmente causal.
(7)
Con todo, la comprobación de la causalidad con este nuevo parámetro pue- STS de 23 de abril de 1992.
de presentar también algunos problemas en la práctica, que no obstante han
quedado resueltos por la jurisprudencia. El problema se plantea por los que Caso del aceite de colza o
del "síndrome tóxico"
solemos denominar cursos�causales�no�verificables, de los que la jurispru-
dencia española7 ofrece (junto al caso alemán conocido como "caso Conter- En los años ochenta del s. XX
cientos de personas resultaron
gan" o "caso de la talidomida") una inmejorable muestra en el llamado "caso muertas o sufrieron gravísimas
lesiones tras haber consumido
del aceite de colza". un aceite manipulado, aunque
no se pudo demostrar cuáles
fueron las concretas reacciones
El problema reside aquí en que en casos novedosos como estos, desconocidos en el organismo que encade-
naban el consumo y dichos re-
para la ciencia, puede suceder –dada la imposibilidad de experimentar con se- sultados.
res humanos y por tanto de reproducir en laboratorio la concreta cadena de
reacciones químicas acaecidas en el organismo– que no se llegara a constatar la
concreta ley natural que encadenaba el consumo de tales sustancias con unos
determinados resultados lesivos. Sin embargo, ha de subrayarse (y así lo hizo
la referida sentencia) que para la comprobación de la causalidad no es impres-
cindible el conocimiento completo de la concreta ley natural explicativa del
fenómeno; la relación de causalidad puede considerarse probada por otras vías
como las estadísticas (se comprobó que todas las personas que presentaron
ese tipo característico de síndrome habían consumido el aceite), aunque no
llegue a tenerse un completo conocimiento de cómo o por qué el consumo
desencadenaba tales resultados.
1)�Creación�de�un�riesgo�jurídicamente�desaprobado.
© FUOC • PID_00225871 45 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
• disminución de riesgo,
y a ello se añade
a)�Exclusión�de�la�imputación�objetiva�en�casos�de�ausencia�de�riesgo�o
riesgo�irrelevante. En primer lugar, para poder imputar objetivamente un re-
sultado a una conducta, esta ha de crear un riesgo o peligro de cara a la pro-
ducción de ese resultado: si la acción no pone en peligro de forma relevante
el bien jurídico protegido, el que acabe causando el resultado lesivo para el
mismo es fruto del mero�azar, lo que supone que no podamos imputar dicho
resultado al autor del comportamiento como obra suya. Ello nos conduce di-
rectamente a la noción de la previsibilidad, puesto que crear un peligro o
riesgo para un bien jurídico supone crear una situación de la que es previsible
que se derive un determinado resultado lesivo para dicho bien.
Ejemplo
Imaginemos el ejemplo clásico del sobrino que con ánimo de heredar a su millonario tío
convence a este de que suba a un avión, con la esperanza de que se estrelle y el tío muera.
Si el avión efectivamente sufre un accidente y el tío muere, ¿diríamos que la muerte se
puede imputar al sobrino, esto es, que este "ha matado"? Obviamente, no. Y la razón es
que la conducta de convencer a otro para que viaje en avión no aparece ex ante como
una conducta peligrosa para la vida, en la medida en que un espectador objetivo que
conozca la casi insignificante tasa de accidentes de aviación no podría prever que este
concreto accidente pudiera producirse. Ahora bien, la cuestión cambiaría por completo
si el sobrino hubiera convencido a su tío de que subiera a un avión el 11 de septiembre
del 2001, sabiendo que el mismo iba a estrellarse contra las Torres Gemelas de Nueva
York. En tal caso resulta necesario incorporar tales conocimientos especiales al juicio de
peligrosidad: cualquier persona inteligente que supiera que en un avión viajan terroristas
suicidas sí que consideraría peligroso para la vida convencer a un tercero de que suba
© FUOC • PID_00225871 46 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
al aparato, pues con tales conocimientos la muerte de los pasajeros resulta totalmente
previsible.
(8)
Lo dicho sirve para resolver (rechazando la imputación del resultado) aquellos Distinto sería, obviamente, si el
leve empujón se hubiera propina-
supuestos en los que es claro que la conducta no crea ningún riesgo o en todo
do en unas circunstancias en las
caso un riesgo insignificante de cara a su producción. Supuestos, por ejemplo, que el resultado sí que fuera pre-
visible, como sucedería, por ejem-
como el propinar un mero empujón que, a consecuencia de una mala caída, plo, si se empujara a alguien en la
calle en el borde de una acera: da-
determina la muerte por lesión cerebral de la víctima8. La cuestión no es tan do que en tales circunstancias es
sencilla, sin embargo, cuando el riesgo no es tan claramente irrelevante; surge previsible ex ante que pueda caer
a la calzada y ser atropellado si tal
así, entonces, el problema de determinar a partir de qué grado de posibilidades cosa sucede, los resultados sí que
de producción del resultado podemos considerar que existe previsibilidad y, serán imputables a quien le empu-
jó (SAP Barcelona de 9 de marzo
por tanto, creación de riesgo. del 2001).
Ejemplo
Pensemos en un fuerte puñetazo o patada que hace caer a una persona y golpearse vio-
lentamente en la cabeza contra el suelo: lo más frecuente es que este tipo de acciones
no causen caídas con traumatismos craneales o hemorragias cerebrales mortales, pero
desde luego no es completamente imprevisible que así ocurra. ¿Puede decirse entonces
que estas conductas han creado un riesgo de muerte suficientemente relevante? Sólo si
respondemos afirmativamente a esta pregunta podremos decir (si se cumplen los restan-
tes requisitos de la imputación objetiva) que el sujeto "ha matado", esto es, que se da el
tipo objetivo de homicidio –que sea doloso o imprudente es otra cuestión, que deberá
analizarse posteriormente. Condena por homicidio doloso la STS de 22 de diciembre de
2008 en un caso de violenta patada en la cabeza-caída-traumatismo craneal, e incluso la
STS de 4 de julio de 2003 condena (por homicidio imprudente) en un caso similar en el
que la conducta consistió en un fuerte empujón arrojando a la víctima contra el suelo.
De este modo, conductas como disparar o herir a otro con un arma blanca aunque sea
a una zona no vital (como los brazos o las piernas) sí suele estimarse que generan un
riesgo de muerte, pues aunque no sea lo más común que la produzcan, sí que existe la
posibilidad de que sobrevengan fuertes hemorragias o infecciones que a la postre desen-
cadenen el fallecimiento.
Ejemplo
b)�Exclusión�de�la�imputación�objetiva�en�casos�de�riesgo�permitido. Exis-
ten algunas actividades básicas para el funcionamiento de las sociedades ac-
tuales (y de entre ellas el mejor ejemplo es sin duda el tráfico rodado) que per se
crean un cierto riesgo para bienes jurídicos, pero que el ordenamiento jurídico
permite precisamente en razón de su enorme utilidad social –exigiendo, eso
sí, que quien las lleve a cabo respete unas determinadas normas de diligencia
o cuidado–. De este modo, quien cause un resultado en el desarrollo de algu-
na de estas actividades, pero manteniéndose dentro de los márgenes de riesgo
permitido (delimitados sobre todo por las normas de diligencia reguladoras de
dicha actividad), no será objetivamente responsable del mismo.
Ejemplo
1) Sin duda, la conducción de vehículos siempre crea un cierto riesgo para la vida e
integridad de los peatones; sin embargo, no se imputará el resultado de muerte a quien,
conduciendo correctamente, atropella a un peatón descuidado que aparece súbitamente
intentando cruzar corriendo la calzada –es decir, el conductor sin duda "ha causado" la
muerte del viandante, pero ello no es valorado jurídicamente como un homicidio–.
2) También genera ciertos riesgos el que los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Segu-
ridad porten armas de fuego para en su caso utilizarlas (siquiera de modo intimidatorio)
en el ejercicio de sus funciones; sin embargo, la STS de 9 de diciembre de 2009 entiende
que actuaba dentro del riesgo permitido el agente que, ante la resistencia de un detenido,
le intimida con su arma reglamentaria manteniendo puesto el seguro de la misma, de
manera que no se le imputa la muerte de aquel, producida tras un forcejeo entre agente
y detenido al intentar este último hacerse con la pistola.
c)�Exclusión�del�riesgo�permitido�en�casos�de�disminución�del�riesgo. Ejemplo
• Favorecimiento�de�una�autopuesta�en�peligro�de�la�propia�víctima. Esta
expresión se utiliza para referirse a los casos en los que es la víctima la que
se pone a sí misma en peligro de modo voluntario; en tal caso, la persona
© FUOC • PID_00225871 48 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Ejemplo
1) El sujeto que provee a otro de una cantidad de droga para su consumo sólo será san-
cionado como autor de un delito de tráfico de drogas y no por homicidio en caso de
que el consumidor –conocedor del riesgo que asume– muera de una sobredosis (aunque
argumentando todavía en términos de causalidad, así la STS 11 de noviembre 1987, o la
STS 23 de junio de 1995);
2) La doctrina dominante sostiene que no debe imputarse a quien crea un riesgo jurídica-
mente desaprobado (p. ej., un incendio) los resultados lesivos sufridos por quienes reali-
zan voluntariamente tareas de salvamento o extinción del mismo (no obstante, condena
STS 17 de enero de 2001);
3) El que convence a otro para que realice una actividad peligrosa (patinar sobre un lago
helado) no responderá por el resultado de muerte, por muy previsible que este fuera, si
la víctima asumió voluntariamente el riesgo.
Convencer a un niño pequeño de que patine en un lago helado, u ofrecer droga a otro
ocultándole que esta se halla adulterada sí generará responsabilidad por los resultados
lesivos.
Ejemplo
Ejemplo
En el ejemplo antes mencionado del sobrino que pretende conseguir matar a su tío ha-
ciéndole volar en avión con la esperanza de que se produzca un accidente –ocurriendo
este por mera casualidad– no se podrá imputar la muerte pero tampoco siquiera tentativa
de homicidio, a pesar de que el sujeto sí actuaba con dolo de matar.
2)�Realización�del�riesgo�en�el�resultado
2) A asesta a B una puñalada con arma blanca en un muslo, lo que crea el riesgo de una
fuerte hemorragia que eventualmente puede llegar a ser mortal; ahora bien, también se
imputará el resultado a A si B contrae el tétanos y muere, puesto que la infección por
tétanos, aun no siendo el riesgo más importante creado por la conducta, sí es inherente
a la misma (no se trata, por tanto, de una fuente de riesgo distinta).
3) A arroja a B por un puente sobre un caudaloso río, pretendiendo matarle por ahoga-
miento; si la autopsia demuestra que B ha muerto no ahogado sino por el golpe sufrido
en la cabeza contra un pilar del puente, el resultado será igualmente imputable a A, pues
aunque no se trate del riesgo principal creado por la conducta, sí es un riesgo inherente
a ella.
Tendencia a imputar
Dicha tendencia a imputar se acentúa cuando las conductas de terceros constituyen me-
ras omisiones; es decir, cuando lo que sucede es que las personas responsables de contro-
lar ese riesgo inicial omiten hacerlo adecuadamente (los médicos no practican al herido
el escáner cerebral que hubiera estado indicado y, por tanto, no detectan el edema que
produce la muerte, la víctima o sus acompañantes no recaban asistencia sanitaria, o la
ambulancia se demora indebidamente retrasando demasiado el inicio de la atención mé-
dica al herido). La imputación del resultado al primer agente en casos de este tipo suele
fundarse en que tales omisiones en nada han modificado el curso de riesgo inicialmente
creado (SSTS 4 de julio de 2003, 22 de diciembre de 2008).
En todo caso, sí parece adecuado negar la imputación en supuestos en los que el riesgo
inicialmente creado (p. ej., una herida con pocas probabilidades de producir la muerte)
experimente un incremento muy notable por este tipo de actuaciones de terceros (en este
sentido, p. ej., la SAP Sevilla 21 de julio de 2003, que absuelve de homicidio y condena
sólo por lesiones en un caso de puñalada en una pierna que provoca una hemorragia
© FUOC • PID_00225871 51 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Por otra parte, aunque algunos autores utilizan el criterio del fin de protección
de la norma como independiente, este criterio también puede utilizarse en
este contexto para descartar la imputación del resultado por incumplimiento
del requisito que nos ocupa. Así, una conducta puede rebasar el nivel de riesgo
permitido y causar un resultado, pero no por ello este ha de serle imputado al
autor: no lo será si la norma infringida no tiene el sentido de evitar resultados
como el producido.
Ejemplo
3) Aquí podrían incluirse también los llamados casos de daños producidos por shock: A
mata a B (dolosa o imprudentemente); el padre de este, C, muere de un ataque cardíaco
al recibir la noticia. No puede imputarse a A la muerte de C porque la norma infringida
al matar a B –el tipo de homicidio– no pretende evitar este tipo de resultados indirec-
tos sobre familiares o allegados. Lo mismo cabría decir en algunos casos en los que, sin
embargo, el TS sí ha condenado (STS de 27 de febrero de 2001): así, si A, conduciendo
imprudentemente, colisiona con el vehículo de B y le causa unas leves lesiones, sólo po-
drán imputársele estas, y no la muerte de B si este fallece horas después de un infarto
causado por el estrés sufrido con el accidente, puesto que el sentido de las normas de
conducción es únicamente el de evitar las lesiones y muertes directamente conectadas
con los accidentes (vid. igualmente STS de 27 de enero de 1984).
© FUOC • PID_00225871 52 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
6.1. Introducción
Mientras que en las realizaciones típicas activas es la conducta del sujeto la que
genera o incrementa un peligro para el bien jurídico, en el caso de las omisio-
nes dicha situación de peligro ya existe y el ordenamiento espera que el sujeto
concernido intervenga activamente para neutralizarlo. Y así como los tipos de
acción se cumplen cuando el sujeto realiza la conducta en ellos descrita, los
de omisión se verifican por la no realización de la conducta exigida (pudiendo
realizar, por cierto, cualquier otra conducta activa alternativa o ninguna, pues
lo importante es que dejan de llevar a cabo la única que tienen el deber de
© FUOC • PID_00225871 53 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Son lógicamente más numerosas las normas penales prohibitivas –libertad ge-
neral de obrar excepto para lesionar bienes ajenos– que las prescriptivas –obli-
gación de actuar en un determinado sentido. Por eso, los delitos de omisión
cobran sobre todo sentido en el paso de un Estado liberal –donde lo que im-
porta es que el individuo no lesione bienes ajenos– a un Estado más social,
uno de cuyos rasgos es la idea de solidaridad –en el que no es suficiente que
el sujeto se abstenga de verificar conductas lesivas, sino que interesa también
que intervenga positivamente para su salvaguarda.
Ejemplo
Un niño que no sabe nadar cae al agua y perece ahogado mientras en su presencia el so-
corrista titulado del polideportivo municipal y un bañista amigo suyo continúan jugan-
do a cartas. Al primero le imputaríamos la muerte del niño como si la hubiese causado
activamente (homicidio en comisión�por�omisión), al segundo le sancionaremos por no
haber actuado (omisión pura del deber de socorro).
Pese a observar cómo un ciclista, que acaba de sufrir un accidente, yace en la cuneta
demandando auxilio, A opta por no detener su vehículo, prosiguiendo su camino (art.
195.1: omisión del deber de socorro).
Ejemplo
Otros ejemplos: omisión del deber de impedir determinados delitos (450.1), omisión de
auxilio a menores o incapaces abandonados (618.1), negarse a juzgar (448), inasistencia
a mesa electoral (143 LOREG), etc.
Elementos�del�tipo�de�la�omisión�pura
Por otra parte, la conducta debida puede verificarse personalmente o a través Ejemplo
de terceros, aunque no es infrecuente ex lege que esta segunda opción sólo en-
• Al no realizar la acción de-
tre en juego subsidiariamente en caso de imposibilidad de la prestación per- bida, A comete un delito de
sonal (p. ej., petición de auxilio a tercero en la omisión del deber de socorro, omisión pura –de omisión
del deber de socorro–, tan-
195.2, o a la autoridad pública en la omisión del deber de impedir determina- to si el ciclista fallece a cau-
sa de las heridas sufridas en
dos delitos, 450.2). Y todo ello, recuérdese, con independencia de que el peli- el accidente como si final-
mente logra sobrevivir gra-
gro llegue a concretarse en lesión o no, pues el delito de omisión pura se agota cias al auxilio de una terce-
en el simple incumplimiento del mandato de actuar en el sentido prescrito. ra persona.
Ejemplo
Los delitos�de�comisión�por�omisión u omisión impropia consisten
en la no realización de la conducta dirigida a evitar un resultado lesivo La madre, que tiene el deber
de alimentar a su hijo, deja de
para un bien jurídico protegido por parte de quien estaba especialmente hacerlo, muriendo este al cabo
de unos días por inanición (ho-
obligado a impedirlo, de manera que la no evitación se hace equivalente micidio, art. 138).
a su causación.
Sin embargo, hay delitos, como los recogidos en el art. 176 (funcionario que,
faltando a los deberes de su cargo, permite que otras personas inflijan torturas
u otros delitos contra la integridad moral) o el 432.1 (funcionario que con-
siente que un tercero sustraiga los caudales públicos que tiene a su cargo), en
los que sí se contiene una equiparación ex lege entre las omisiones menciona-
das (permitir/consentir que un tercero actúe) y las modalidades comisivas pa-
ralelas llevadas a cabo por el propio garante (otros ejemplos: 414.1 o 415). Se
trata de "omisiones con equivalencia comisiva legalmente determinada" que
pueden ser entendidas como una variante, expresamente prevista en los tipos
penales, de la comisión por omisión.
Precisamente por eso las denominaciones de omisión pura y comisión por omisión, que
acabamos de ver, resultan preferibles a las de omisión propia y omisión impropia, con
frecuencia utilizadas como sinónimas respectivamente de las anteriores pero no siempre
coincidentes, pues a menudo se recurre a estas últimas respectivamente para referirse a
las omisiones expresamente previstas en la ley penal –las propias– y a las omisiones no
tipificadas –que serían las impropias.
Elementos�del�tipo�de�la�comisión�por�omisión
Art. 11 CP:
b) Cuando el omitente haya creado una ocasión de riesgo para el bien jurídicamente
protegido mediante una acción u omisión precedente."
Sin embargo, todo ello resulta todavía insuficiente para afirmar la tipicidad de
la omisión impropia. Para poder considerar que quien omite la conducta de-
bida realiza el comportamiento típico del mismo modo que si hubiera obrado
de forma activa, constituye un presupuesto indeclinable que se encuentre en
una determinada posición: la posición� de� garantía (vid. infra 2), de la que
surge el deber de evitar la producción del resultado. Además, para que el resul-
© FUOC • PID_00225871 58 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
1)�Posición�de�garantía
los que legalmente proceda") y el art. 154.1 Cc ("la patria potestad se ejercerá
siempre en beneficio de los hijos [...] y comprende los siguientes deberes: [...]
velar por ellos"). Sobre esa base se ha imputado a los padres a título de autoría
los resultados lesivos producidos a causa de la desatención de las necesidades
básicas del menor.
un bien) como cuando cumple una función de control de una fuente de peli-
gro con respecto a los bienes jurídicos ajenos a los que puede dañar (conducta
precedente o injerencia, focos de peligro en el ámbito de dominio, deber de
vigilar por el comportamiento de otras personas a nuestro cargo).
Si bien es verdad que, tomando uno u otro punto de partida, se puede alcan-
zar una coincidencia importante entre el catálogo de concretas posiciones de
garantía tomadas en consideración (así las surgidas a partir de disposiciones
legales del derecho de familia en relación con las que, desde la teoría de las
funciones, se consideran casos de estrecha vinculación familiar, o entre las di-
manadas de obligaciones contractuales con las que tienen por base la asunción
voluntaria de una función de protección), debe reseñarse que en ocasiones la
teoría de las funciones permite dar cobertura a determinados supuestos que
quedan orillados del radio de aplicación del art. 11, pues constituyen asun-
ciones de funciones de protección no subsumibles en la ley o el contrato, y
que, ciertamente, pueden guardar alguna similitud con otros sí expresamente
contemplados (así, situaciones de estrecha vinculación personal como la co-
munidad de vivienda, como compañeros sentimentales que conviven bajo un
mismo techo, o casos de comunidad de riesgo, como el grupo de amigos que
emprenden conjuntamente una actividad arriesgada, como una expedición de
montaña). En todo caso, el catálogo de fuentes de posiciones de garantía del
art. 11, sin perjuicio de su defectuosa redacción, constituye un elenco cerra-
do y no ejemplificativo –no cabe interpretarlo de otro modo por imperativo
del principio de legalidad–, y no parece adecuado, por razones de seguridad
jurídica, intentar suplir sus pretendidas deficencias abriendo la posibilidad de
apreciar posiciones de garantía a casos no directamente vinculables a dicho
precepto.
2)�Equivalencia�entre�la�conducta�omisiva�y�la�activa
Ejemplo
Puede considerarse equivalente causar la muerte del bebé asfixiándolo con una almohada
que dejarlo morir por inanición al no proporcionarle el alimento necesario. En ambos
casos, puede decirse que la madre mata en el sentido del tipo del homicidio (art. 138). En
cambio, no parece posible afirmar sin violentar el uso del lenguaje que quien presencia
impasible la violación de su propia hija a manos de un tercero la está violando.
Ejemplo
Si A mata a B nos hallamos ante una conducta subsumible en el tipo objetivo del homi-
cidio. Si desconoce (ausencia de dolo) ni ha podido conocer (ausencia de imprudencia)
que con su conducta podía causar el resultado de muerte de B, por ejemplo, por no haber
advertido –ni haber podido advertir– su insólita presencia en la galería de tiro donde cada
mañana se ejercita, nos hallamos ante un hecho atípico, penalmente irrelevante.
Ejemplo
Mientras el homicidio doloso se castiga con una pena de prisión de diez a quince años
(art. 138), el imprudente se sanciona con una pena de uno a cuatro años de prisión si
la imprudencia es grave (art. 142) o con una pena de multa si es leve (art. 621.2). En
cambio, así como la defraudación tributaria dolosa se castiga con una pena de prisión de
uno a cinco años y multa (art. 305), resulta impune la comisión imprudente.
A la vista de todo lo señalado, cabe concluir que resultará de la máxima im- Conductas dolosas e
portancia la calificación de un hecho como doloso o imprudente: optar por imprudentes
una u otra posibilidad supondrá en algunos casos –cuando la imprudencia esté Incluso en los delitos que
tipificada– el tránsito de un marco penal más grave a otro más benigno, y en cuentan con ambas modalida-
des, la calificación de la con-
otros –cuando la imprudencia no esté tipificada– el paso de la sanción penal ducta como dolosa o impru-
dente reviste enorme trascen-
a la impunidad. También resultará necesario, en aquellos delitos que admiten dencia: al menos en los prin-
cipales delitos, como homici-
la realización imprudente, extremar la atención a la hora de fijar el umbral dio o lesiones (que son de he-
a partir del cual debe considerarse que concurre efectivamente imprudencia cho los de comisión impruden-
te más frecuente), los marcos
(que, como se verá más adelante, deberá ser grave, en la mayoría de los casos), penales de las conductas dolo-
sas e imprudentes no son con-
pues por debajo del mismo se sitúa la irrelevancia penal de la conducta. tiguos, sino que se produce un
salto entre los mismos (compá-
rense, por ejemplo, los marcos
7.2. El dolo: definición de pena del homicidio dolo-
so del art. 138 y el impruden-
te del art. 142); en otros, en
El Código penal no contiene una definición de dolo ni concreta qué caracte- cambio, el marco penal de la
imprudencia se calcula en fun-
rísticas debe reunir una conducta para poder ser calificada como dolosa. Sin ción del previsto para la rea-
lización dolosa, normalmen-
embargo, sí puede extraerse a�contrario del tratamiento que recibe, este sí ex- te rebajado en un grado (arts.
317, 331, 344, 358, etc.).
presamente regulado, la ausencia de dolo. En efecto, de acuerdo con el art.
14.1 del CP, si el autor desconoce total o parcialmente que concurren los ele-
mentos pertenecientes al tipo penal no puede ser castigado por delito doloso,
sino a lo sumo, incurriendo en un error de tipo, por delito imprudente (si este
se encuentra expresamente tipificado). Así, p. ej., si A no era consciente de
estar disparando sobre otra persona al confundirla con una pieza de caza no
podrá ser condenado por homicidio doloso, sino por delito imprudente si se
dan las circunstancias para ello. Esto es, el conocimiento constituye un ele-
mento indispensable del dolo, desde el momento en que, como se ha dicho,
el desconocimiento excluye el dolo (el error "sobre un hecho constitutivo de
la infracción penal", en la fórmula del art. 14.1).
Forma de culpabilidad
tratamiento diverso (podéis ver el apartado 9 de este mismo módulo para el error de tipo
y módulo 5 apartado 3.2 para el error de prohibición).
El dolo se proyecta, entonces, sobre el tipo objetivo, sobre los elementos que lo
conforman, tanto los esenciales –que se puedan corresponder con el tipo bá-
sico, como los accidentales que puedan dar paso a un subtipo agravado (sobre
el desconocimiento de estos últimos el podéis ver el apartado 9.4). De manera
que debe abarcar en primer lugar aquellas circunstancias descritas en el tipo
legal que concurren en el momento de llevar a cabo la conducta, pero tam-
bién, en los delitos de resultado, una previsión del curso causal y del resultado.
Todos estos elementos han de ser conocidos por el sujeto, aunque ciertamente
existen diferencias de matiz al respecto: es un verdadero conocimiento el que
versa sobre elementos preexistentes o coetáneos a la acción (p. ej., sé que ten-
go ante mí a otra persona), mientras que el predicable de un acontecimiento
que aún no ha tenido lugar no es tanto conocimiento como representación:
el sujeto no puede conocer lo que todavía no existe, sino que para afirmar
la presencia de dolo lo que tiene que ocurrir es que se haya representado el
resultado típico (p. ej., me represento el resultado de muerte de B como con-
secuencia de disparar mi arma en la dirección en la que se encuentra).
Por otra parte, la clase de conocimiento que se precisa en relación con los ele-
mentos normativos típicos, para cuya comprensión se requiere un juicio de
valor (podéis ver el apartado 3.3), resulta distinta que el que afecta a los ele-
mentos descriptivos. Para constatar la presencia de conocimiento de aquellos,
no aprehensibles por percepción sensorial, no es necesario, particularmente
en el caso de los elementos normativos de contenido jurídico ("cosas muebles
ajenas" en el delito de hurto, art. 234) que sean captados por el sujeto del mis-
mo modo que lo hiciera un jurista, sino que es suficiente con que los haya
podido comprender de un modo equivalente desde su perspectiva de profano
(que haya podido realizar una "valoración paralela en la esfera del lego").
Ejemplo
Para afirmar que un sujeto sabe que un determinado escrito constituye un documento
a efectos penales, no hace falta que conozca la definición de documento contenida en
el art. 26 CP como "todo soporte material que exprese o incorpore datos, hechos o na-
rraciones con eficacia probatoria o cualquier otro tipo de relevancia jurídica". Basta que
sea consciente de que dicho escrito sirve como medio de constatación de la información
que contiene.
© FUOC • PID_00225871 66 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
De acuerdo con lo dicho hasta ahora, acogemos aquí una concepción�cogni- Observación
tiva�del�dolo (sobre la que luego volveremos), centrada en el conocimiento de
Sin embargo, a la luz de lo
los elementos típicos. Ha de reconocerse, con todo, que a pesar de gozar cada apuntado anteriormente, no
vez de mayor predicamento en la doctrina, esta concepción dista del entendi- parece imprescindible un ele-
mento volitivo (por cierto, ul-
miento habitual y tradicional de dicha figura, que (aun requiriendo también terior y superpuesto a la volun-
tariedad general de la acción,
el elemento del conocimiento) identifica fundamentalmente dolo con volun- previamente constatada) para
poder afirmar la presencia de
tad. En efecto: según esta concepción tradicional (la llamada concepción�vo- dolo: no existen en el Código
litiva�del�dolo), el dolo se integra de dos elementos (de ahí que se denomi- penal unas posibles causas de
exclusión del dolo por ausen-
ne también "concepción bipartita del dolo"): conocimiento� y� voluntad. El cia de voluntad de un modo
paralelo a la que sí existen por
conocimiento constituiría más bien un presupuesto necesario para poder ve- ausencia de conocimiento (el
rificar si concurre o no voluntad, que queda caracterizada como el elemento error, art. 14.1).
Ejemplo
2)�dolo�directo�de�segundo�grado�o�de�consecuencias�necesarias: aquí el
sujeto se ha representado como segura la producción del resultado y, a pesar
de que no constituya el propósito de su actuación y de que incluso pueda no
desearla, la acepta sin reservas y actúa.
Ejemplo
El terrorista adosa una bomba lapa en los bajos del vehículo oficial del político sabiendo
que, como consecuencia de su acción, también morirán necesariamente el chofer y el
escolta. Igualmente, puede servir de ejemplo el conocido como caso Thomas: un armador
de Bremen provoca el hundimiento de un barco por medio de explosivos para cobrar el
seguro, conociendo que se hallaban tripulantes a bordo que perecerían inevitablemente
con la deflagración.
© FUOC • PID_00225871 67 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Ejemplo
El terrorista sabe que la bomba lapa se activa con el movimiento del vehículo y que
este transitará calles muy concurridas de la ciudad, de manera que pueden morir otras
personas.
Dolo directo
dicha tripartición carece por lo general de trascendencia, pues el trata-
miento que se dispensa a las tres modalidades de dolo es idéntico en el La división sólo puede cobrar
relevancia en algún caso muy
Código penal (que no distingue entre formas de dolo). puntual, cuando se considera
que una figura delictiva única-
mente puede cometerse por
dolo directo, excluyéndose la
responsabilidad por dolo even-
Donde sí se produce, en cambio, un salto valorativo determinante es en la
tual. Esta es siempre una cues-
calificación de la conducta como dolosa (mayor pena) o imprudente (menor tión interpretativa, que depen-
de de la utilización de deter-
pena o, incluso, impunidad si no está tipificada). Es lógico que sea precisa- minados términos típicos o
del sentido mismo de la figu-
mente en ese cometido de proponer criterios de delimitación entre el dolo y ra delictiva (es tradicional, por
la imprudencia donde mayor empeño ha puesto la doctrina, pues ciertamente ejemplo, la discusión sobre si
el delito de asesinato puede
no resulta fácil fijar la frontera entre la forma más tenue de dolo –el eventual– cometerse con dolo eventual).
y la más cargada de imprudencia –la consciente o con representación, en la
que el sujeto se ha representado la posibilidad del resultado–: ¿hasta dónde
puede afirmarse que el sujeto todavía quiere el resultado y a partir de cuándo
se encuentra ya ausente dicho contenido volitivo que impide poder continuar
hablando de dolo?
Ejemplo
Ved igualmente el Caso Lacmann (un sujeto apuesta que podrá alcanzar con un disparo
el vaso que sostiene una muchacha en una barraca de feria, dispara y falla; de saber
con seguridad qué iba a ocurrir, no hubiese disparado porque la muerte de la chica le
supone perder la apuesta) o el Caso Bultó (STS 28-11-1986: unos terroristas secuestran
a un industrial para pedir un rescate y le adosan un artefacto explosivo al cuerpo que
estalla al intentar la víctima desprenderse del mismo).
Para una concepción cognitiva del dolo, en la distinción entre dolo eventual
e imprudencia consciente solo resulta decisivo el elemento intelectivo, que se
cifra en el conocimiento�del�peligro�concreto�de�la�acción, no siendo sufi-
ciente el conocimiento de la peligrosidad meramente estadística que pueda
concurrir en general en la clase de acciones a la que pertenece la realizada
por el sujeto. En otras palabras, para la imputación a título de dolo se exige
el conocimiento de la concreta capacidad de la conducta para producir el re-
sultado fuera del marco del riesgo permitido. Concurrirá imprudencia, desde
luego, si el sujeto ni siquiera se representa el peligro de su conducta (la llama-
da imprudencia inconsciente), pero también si se representa de algún modo
el riesgo, aunque por error no llega a identificarlo como un peligro concreto
(imprudencia consciente).
Ejemplo
El conductor�suicida que para ganar una apuesta se introduce en una autopista en sen-
tido contrario y colisiona con otro vehículo, resultando muertos sus ocupantes, actúa
con dolo eventual, puesto que sabe que está generando un peligro concreto para la vi-
da e integridad física de otros conductores. En cambio, quien realiza un adelantamiento
antirreglamentario convencido de que puede regresar a su carril en caso de aproximarse
un coche en sentido contrario y que, ante esa eventualidad, no puede evitar la colisión,
actúa de forma imprudente.
Caso de la colza
Este posicionamiento ha tenido eco en una línea jurisprudencial cada vez más relevante
que tiene su punto de arranque en el caso�de�la�colza (ya citado al explicar la relación
de causalidad: empresarios que a principios de la década de los ochenta destinaron a
consumo humano aceite de colza desnaturalizado, comercializado en venta ambulante
como aceite de oliva, produciéndose un envenenamiento masivo que se cobró más de
trescientas vidas y provocó lesiones de distinta consideración en decenas de miles de
personas): "obrará con dolo el autor que haya tenido conocimiento de dicho peligro
concreto jurídicamente desaprobado para los bienes jurídicos" (STS 23-04-1992).
Observación
El término imprudencia en
De acuerdo con el artículo 10 del Código penal, no sólo son delitos los el CP
hechos dolosos, sino también "las acciones y omisiones [...] impruden-
En el plano puramente termi-
tes penadas por la ley". nológico, se debe destacar el
hecho de que el Código penal
de 1995 haya optado por la
utilización del término impru-
En lo que a cuestiones de fondo se refiere, la novedad más esencial que en dencia (e imprudente), quedan-
do definitivamente desplaza-
este ámbito presenta el Código penal de 1995 (que puede calificarse, incluso, do su equivalente más impreci-
so de culpa (y culposo, adjetivo
de una de las más destacadas de todo su articulado) consiste, sin duda, en la que sólo pervive en el artícu-
lo 121 en la regulación de la
consagración en su artículo 12 del ya citado sistema de incriminación tasa-
responsabilidad civil derivada
da (numerus clausus) de los delitos imprudentes, frente al tradicional sistema de delito). De cualquier modo,
sí que debe quedar claro que
abierto (numerus apertus) de sanción de la imprudencia (que el CP 1973 regu- el término culposo, caso de ser
utilizado (por ejemplo, por la
laba genéricamente en su artículo 565, imponiendo la pena de prisión menor jurisprudencia que aún se sirve
a quien "por imprudencia temeraria ejecutare un hecho que, si mediare dolo, en ocasiones de la antigua ter-
minología), debe interpretar-
constituiría delito"). se siempre como equivalente a
imprudente y en modo alguno
confundirse con el de culpable.
Artículo 12 CP
Este es el caso, por ejemplo, del homicidio (142 y 621.2), aborto (146), lesiones (152 y
621.3), lesiones al feto (158), alteraciones en el genotipo (159.2), sustitución de un niño
por otro en centros sanitarios (220.5), daños en cuantía superior a 80.000 € (267), blan-
queo imprudente de capitales (301.3), delito de peligro para la vida, salud o integridad
física de los trabajadores (art. 317), daños en bienes de valor histórico, artístico, cultural,
científico o monumental por cuantía superior 400 € (324), delitos relativos a la energía
nuclear (334), estragos (347), incendios (358), delitos contra la salud de los consumidores
(art. 367), etc.
Sin duda, además de resultar más acorde con el principio de intervención mí-
nima, la adopción de este sistema de incriminación de la imprudencia favo-
rece�enormemente�la�seguridad�jurídica, lo cual se pone claramente de ma-
nifiesto si tenemos en cuenta que, bajo la regulación anterior, no eran pocos
los delitos cuya compatibilidad con la comisión imprudente constituía obje-
to de intensa controversia doctrinal (así, por ejemplo, las detenciones ilegales
o determinadas infracciones contra la libertad sexual). En la actualidad, por
tanto, sólo podrá sancionarse la imprudencia expresamente prevista, con las
fundamentales consecuencias que ello comporta respecto de cuestiones como
la sanción del error vencible de tipo (que, al reconducirse a la imprudencia
por mor del artículo 14.1 Código penal, sólo será punible, como luego vere-
mos, en caso de existir la forma imprudente del concreto delito cometido) o
la diferenciación entre dolo eventual e imprudencia consciente, que tiene que
ser especialmente cuidadosa respecto de los delitos que no admiten la forma
imprudente, pues de la apreciación de uno u otra dependerá que se haya de
imponer la pena del delito doloso o dejar impune la conducta.
Cuestión distinta es el grado de acierto del legislador a la hora de seleccionar, Cláusulas generales
sin que puedan advertirse con claridad los criterios seguidos, las concretas fi- de incriminación de la
imprudencia
guras delictivas susceptibles de cometerse por imprudencia. Así, por ejemplo,
se ha discutido la conveniencia de la incriminación de los daños impruden- Asimismo, el Código penal
contempla algunas cláusulas
tes o de los ataques contra ciertos bienes jurídicos supraindividuales (caracte- generales de incriminación de
la imprudencia con un alcance
rizados, además, como delitos de peligro); pero, a la vez, se ha cuestionado la limitado a un grupo de figu-
desaparición de la posibilidad de comisión imprudente de la agresión o abuso ras delictivas. Así, por ejemplo,
la del art. 331, en el marco de
sexual sobre menores de trece años o personas privadas de sentido (por error los delitos contra los recursos
naturales y el medio ambien-
vencible de tipo sobre tales extremos). te ("Los hechos previstos en es-
te capítulo serán sancionados,
en su caso, [...] cuando se ha-
Por otra parte (siempre que se trate de un delito que admita la forma impru- yan cometido por impruden-
cia grave"). Ello conlleva pro-
dente), no existe ningún problema en admitir la compatibilidad entre impru- blemas de seguridad jurídica,
pues no resulta fácil dirimir si
dencia y comisión por omisión. puede ser proyectado sobre
determinadas formulaciones tí-
picas.
Ejemplo
2) Comete homicidio imprudente en comisión por omisión la madre que deja a su hija
pequeña sola con su pareja –quien ya la había golpeado con dureza otras veces– pudiendo
haber previsto que nuevamente podía agredirla y llegar incluso a matarla a golpes, cosa
que efectivamente sucede (STS de 2 de julio de 2009).
© FUOC • PID_00225871 73 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Como hemos mencionado al estudiar el dolo, para que este exista es necesa-
rio que el sujeto conozca todos los elementos del tipo, y entre ellos que se
haya representado (realmente) la posibilidad de producir el resultado típico;
se trata, por tanto, de un conocimiento que necesariamente ha de existir para
poder afirmar el dolo (con independencia de que luego sea calificado –según
la tripartición tradicional– como directo de primer grado, directo de segundo
grado, de consecuencias necesarias o eventual). En la imprudencia, en cambio,
no se produce esta previsión efectiva del resultado; a lo sumo, lo que puede
concurrir (así sucede en la forma de imprudencia más próxima al dolo even-
tual, esto es, la llamada imprudencia consciente) es una cierta conciencia de
la peligrosidad general o abstracta de la conducta, aunque por error el sujeto
no llega a identificarla con un peligro real o concreto (vid. supra la explicación
sobre la diferencia entre imprudencia consciente y dolo –eventual–).
© FUOC • PID_00225871 74 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Esta cuestión sirve de base, por tanto, a una diferenciación entre dos clases
de imprudencia:
Ejemplo
Ejemplo
El padre que deja una botella de lejía abierta al alcance de un niño pequeño realiza sin
duda una conducta contraria a los deberes de cuidado, que en función del resultado acae-
cido sería sancionable como homicidio o lesiones imprudentes si el niño ingiere el líqui-
do. Pero si no lo hace, la conducta resultará impune, porque en este ámbito doméstico
el legislador no ha creado delitos de peligro. En cambio, quien conduce con temeridad
manifiesta creando un peligro concreto para la vida o la integridad de las personas sí
será sancionado (por el delito de peligro del art. 380.1 CP) aunque no produzca ningún
resultado lesivo.
1)�Imprudencia�consciente�e�inconsciente
2)�Imprudencia�grave�y�leve
Es importante señalar que lo que se está teniendo en cuenta para apreciar la gravedad de la
imprudencia no es el elemento psicológico de la conciencia de la peligrosidad, que nada
tiene que ver con la distinción que ahora nos ocupa. De ahí que no deba identificarse la
imprudencia grave con la consciente y la leve con la inconsciente. Puede perfectamente
ocurrir que una imprudencia sea grave a la vez que inconsciente (porque el sujeto ni
siquiera se ha planteado que la falta total de diligencia con la que actuaba implicara un
peligro para bienes jurídicos).
Ejemplo
En el Código penal solo son punibles los hechos cometidos por imprudencia
grave. Anteriormente estaban incriminados también el homicidio y las lesio-
nes cometidos por imprudencia leve, como faltas únicamente perseguibles a
instancia de parte, conductas que tras la reforma de la LO 1/2015 carecen ac-
tualmente de relevancia penal.
© FUOC • PID_00225871 77 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
3)�La�imprudencia�profesional
9. El error de tipo
"El error invencible sobre un hecho constitutivo de la infracción penal excluye la respon-
sabilidad criminal. Si el error, atendidas las circunstancias del hecho y las personales del
autor, fuera vencible, la infracción será castigada, en su caso, como imprudente."
Error de prohibición
Para quien ubique desde posiciones más tradicionales al dolo en la culpabilidad, pese a la
presencia de error, restará en todo caso en pie un hecho típicamente antijurídico, el cual
se atribuirá al autor si resulta incriminada la imprudencia y el error fuese personalmente
vencible.
2) El error de tipo puede versar tanto sobre elementos� descriptivos (como Ved también
es el caso del ejemplo arriba transcrito) como sobre elementos�normativos
Sobre elementos descriptivos y
típicos, y, dentro de estos, sobre elementos normativos de contenido jurídico. normativos del tipo, podéis ver
En el caso de los elementos normativos, para apreciar la presencia de dolo (y el apartado 3.3 de este mismo
módulo.
con ello la ausencia de error), no se exige su conocimiento jurídico exacto,
sino que es suficiente con que el sujeto haya captado su significado en lo que
se denomina la valoración�paralela�en�la�esfera�del�profano.
1)� Error� sobre� el� curso� causal: el resultado perseguido se produce a través Ejemplo
de un curso causal distinto del representado por el sujeto. En algunos casos,
• A dispara a B con intención
si la desviación causal es muy relevante, quedará ya excluida la imputación de causarle la muerte, pero
objetiva (y a lo sumo, cabrá castigar por tentativa). Si esta subsiste pese a la realmente fallece cuando la
ambulancia que lo traslada
desviación y el curso causal realmente acaecido no merece una valoración ju- malherido al hospital tiene
un accidente.
rídica distinta, debe apreciarse delito doloso consumado. • A arroja a B a un río de
aguas profundas desde un
puente con la intención de
Una modalidad relevante la constituyen aquellos casos en los que el error versa que este perezca ahogado,
pero fallece al golpearse la
sobre la secuencia temporal del curso causal: cabeza con una roca de la
orilla.
© FUOC • PID_00225871 80 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Estos casos de doble injusto (lesión de un bien y puesta en peligro de otro) Ejemplo
deben resolverse acudiendo al concurso ideal entre un delito imprudente con-
A quiere matar a B, pero debi-
sumado (si el error es vencible y la imprudencia punible), para el hecho que do a su mala puntería mata a
realmente ha tenido lugar (siempre y cuando la desviación del curso causal no C, que se encuentra su lado.
sea tal que impida ya la imputación objetiva), y una tentativa de delito, para
el pretendido y no realizado.
• No hay cambio en la valoración jurídica de los hechos (los objetos son in- • A quiere matar a su enemi-
go B, pero, apostado a la
tercambiables): el hecho realmente acaecido merece la misma calificación espera de que salga de su
casa para emprender su pa-
típica que el que se creía realizar. En este caso el error es irrelevante: se seo matutino, dispara y ma-
querían causar daños en "propiedad ajena" y se han causado (se protegen ta a su vecino C, tomándo-
lo por aquel (homicidio del
los bienes ajenos careciendo de importancia quién sea su dueño); se quería art. 138).
matar a "otro" y se ha matado a "otro" (se tutela la vida humana prescin-
diendo de su titular).
Ejemplo
• Hay cambio en la valoración jurídica de los hechos: en este caso deben di-
• Cambio�de�tipo: A quie-
ferenciarse aquellos supuestos en los que el hecho equivocadamente reali- re matar al perro de B, que
continuamente se introdu-
zado origina un cambio de tipo de aquellos otros en los que supone el paso
ce en su jardín, y tras oír
del tipo básico a un subtipo agravado o atenuado o viceversa. En el prime- ruidos y ver moverse unos
arbustos, dispara matando
ro (cambio de tipo) el error es relevante, debiendo apreciarse un concurso realmente a B.
ideal de delitos entre el hecho pretendido (en grado de tentativa, y sólo si
• Paso�del�tipo�básico�a�un
concurriera un mínimo de idoneidad) y el realmente acaecido (cometido subtipo: A pretende hur-
tar un cuadro de un pin-
por imprudencia, si el error es vencible y la imprudencia punible). En el tor desconocido (art. 234),
pero lo confunde con otro
segundo (paso del tipo básico a un subtipo agravado o atenuado o vice- de extraordinario "valor
versa), debemos acudir a las reglas de solución del error sobre elementos artístico" (art. 235.1).
Los casos de error sobre la persona en los que concurre una protección penal
diferente entre la víctima pretendida y la realmente atacada (se pretende ma-
tar al rey –art. 485– y por confusión se mata a un ciudadano corriente –art.
138– o viceversa), deben ser resueltos de acuerdo con las reglas que rigen el
tratamiento del error sobre elementos accidentales.
9.3. La preterintencionalidad
De acuerdo con el apartado segundo del artículo 14 del Código penal, "el error Ejemplo
sobre un hecho que cualifique la infracción o sobre una circunstancia agra-
A, quien ha mantenido dete-
vante, impedirá su apreciación". nido ilegalmente a B duran-
te dieciséis días, lo pone en li-
bertad creyendo que única-
Quedan con esta formulación equiparados los efectos del error vencible y el in- mente han transcurrido cator-
ce días desde su detención (ar-
vencible: el desconocimiento del autor acerca de la concurrencia del elemen- tículo 163.3 en relación con el
163.1).
to cualificador impide la aplicación del tipo o subtipo cualificado o agravado
(subsistiendo el tipo básico, este sí, realizado con dolo).
Ejemplo
Nada se recoge, por el contrario, en el Código penal acerca del, en principio
A, quien ha mantenido dete-
equiparable, error inverso sobre una circunstancia privilegiante (o, desde otra nido ilegalmente a B durante
cuatro días, lo pone en libertad
perspectiva, error directo sobre el tipo básico), concurriendo realmente el tipo
creyendo que han transcurrido
básico. menos de 72 horas desde su
detención (artículo 163.1 en
relación con el 163.2).
Aplicar en estos casos el tipo básico constituiría un quebranto del principio
de culpabilidad (adviértase en cualquier caso que únicamente resultaría posi-
ble en la mayoría de los casos la aplicación de un tipo básico doloso –por no
encontrarse incriminada la imprudencia–, cuando el sujeto ha actuado desco-
nociendo la concurrencia de una de sus circunstancias). La solución más razo-
nable pasa por entender que el tipo básico realmente verificado no constituye
más que un subtipo agravado en relación con el subtipo (privilegiado) que
se creía estar realizando y aplicar, entonces, la regla contenida en el art. 14.2
(aplicación del subtipo privilegiado).
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Por otro lado, se discute el tratamiento que hay que dispensar al error inverso Ejemplo
sobre una circunstancia cualificante o agravante, esto es, a la suposición de la
• A, quien ha mantenido de-
concurrencia de un subtipo agravado (concurriendo en la realidad el tipo bá- tenido ilegalmente a B du-
sico) o al igualmente equiparable error directo sobre una circunstancia privile- rante catorce días, lo pone
en libertad creyendo que
giante (o, desde otra perspectiva, error inverso sobre el tipo básico). Pese a que ya han transcurrido dieci-
séis días desde su detención
se trata de una cuestión extraordinariamente compleja, lo más razonable en (artículo 163.1 en relación
con el 163.3).
estos casos es aplicar el tipo básico y el subtipo privilegiado, respectivamente,
únicos concurrentes en la realidad. • A, quien ha mantenido de-
tenido ilegalmente a B du-
rante menos de 72 horas,
lo pone en libertad creyen-
do que han transcurrido
cuatro días desde su deten-
ción (artículo 163.2 en rela-
ción con el 163.1).
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Resumen
En este módulo hemos comenzado el estudio de la teoría del delito, por lo que
interesaba hacer hincapié en la organización estructural del mismo, introdu-
ciendo las grandes categorías o elementos que lo componen. Además de esta
tarea introductoria, el módulo se centra ya en la primera parte del estudio de
la antijuridicidad: la expresión de la misma a través del tipo.
En el estudio del tipo, hemos partido de la sistemática más extendida que con-
sidera que el injusto tipificado se integra de una parte objetiva y una subjetiva.
A la primera de ellas pertenece el estudio de los elementos del hecho típico,
la acción, y la relación de causalidad e imputación objetiva (en los delitos de
resultado material); por otra parte, atendiendo a las especificidades propias de
la tipicidad objetiva en los delitos omisivos, se dedica a estos una atención
diferenciada.
En el tipo subjetivo hemos estudiado las dos formas posibles de comisión del
delito desde el punto de vista interno del autor: dolo e imprudencia, dedicando
un apartado diferenciado al error de tipo (que en caso de concurrir impide
precisamente la existencia de dolo).
© FUOC • PID_00225871 87 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Ejercicios de autoevaluación
Contestad a las diferentes cuestiones teniendo en cuenta que a cada pregunta sólo le corres-
ponde una respuesta correcta:
1. Si A consigue, mediante engaño, que B sustraiga la cartera que lleva C y que es propiedad
de D, sujeto(s) pasivo(s) de un delito contra el patrimonio es (son)...
a) B.
b) C.
c) D.
d) C y D.
2. El responsable de una industria papelera que intuye los efectos presumiblemente nocivos
para el medio ambiente de un nuevo producto para blanquear el papel y ordena su utilización
pese a asumir en todo caso el riesgo de una probable contaminación que, en principio, ni
busca ni desea actúa...
4. La omisión propia...
10. En un delito que sólo admite la modalidad dolosa, la ausencia del dolo determina...
a) la atipicidad.
b) la imprudencia.
c) la justificación.
d) el error sobre el tipo.
© FUOC • PID_00225871 89 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Solucionario
Ejercicios de autoevaluación
1.�c
2.�c
3.�b
4.�d
5.�d
6.�b
7.�a
8.�c
9.�c
10.�a
© FUOC • PID_00225871 90 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Glosario
acción f Significado expresado mediante un comportamiento humano.
bien jurídico m Valor tutelado por el ordenamiento; si la tutela es penal, será un bien
jurídico penal.
comisión por omisión f No realización del comportamiento por quien ostenta una po-
sición especial de deber (posición de garantía) y que, dado el sentido del texto legal, se equi-
para a la causación de un determinado resultado que se imputa a la omisión.
dolus malus loc Conocimiento de la realización del hecho típico y de su carácter antiju-
rídico.
norma penal f Regla jurídica que define una conducta –es decir, que prohíbe– como delito
y a cuya verificación asocia una pena.
Bibliografía
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