Jana A. y Pena C. Derecho de Danos
Jana A. y Pena C. Derecho de Danos
Jana A. y Pena C. Derecho de Danos
ANDRÉS JANA
CARLOS PEÑA
1
INDICE
PROGRAMA ....................................................................................................................................... 3
INTRODUCCIÓN ................................................................................................................................ 4
I. FUNCIONES DE UN SISTEMA DE RESPONSABILIDAD CIVIL Y AVALUACIÓN DE LOS
PERJUICIOS EN EL CUMPLIMIENTO DE DICHAS FUNCIONES. ........................................ 7
1. ROL DE LOS JUECES EN EL FUNCIONAMIENTO DE UN SISTEMA DE RESPONSABILIDAD CIVIL. .......... 7
2. EL INTERÉS DE LA VÍCTIMA Y EL DAÑO. ................................................................................... 10
3. EL INTERÉS SOCIAL EN LOS SISTEMAS DE RESPONSABILIDAD. LAS FUNCIONES DE LA
RESPONSABILIDAD CIVIL. ....................................................................................................... 12
4. COSTOS DE LOS ACCIDENTES. .............................................................................................. 15
II. TITULARES DE LA ACCIÓN INDEMNIZATORIA. ................................................................ 21
1. TITULARIDAD DE LA ACCIÓN. TITULARIDAD POR DERECHO PROPIO Y TITULARIDAD TRANSMITIDA.22
1.1. Titularidad por derecho propio. .................................................................................. 22
1.2. La titularidad derivada. ............................................................................................... 24
2.1. La transmisibilidad de la acción por el daño moral padecido por la víctima directa. . 25
2.2. La transmisibilidad de la acción por los perjuicios económicos o materiales causados
por la muerte. ............................................................................................................. 32
3. LA TRANSMISIÓN DE LA TITULARIDAD DE UNA VÍCTIMA POR REPERCUSIÓN. ............................... 37
III. EL DAÑO COMO ELEMENTO DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL
Y SU AVALUACION. .............................................................................................................. 39
1. CONCEPTO DE DAÑO............................................................................................................ 39
2. EL PRINCIPIO DE LA REPARACIÓN ÍNTEGRA DEL DAÑO. ........................................................... 42
3. TIPOS DE DAÑOS. DAÑO MORAL Y DAÑO MATERIAL. .............................................................. 50
3.1. Daño Moral. Concepto. .............................................................................................. 50
3.1.1. Daño moral. Categorías que resultan del daño físico a la persona. ................ 58
(i) El perjuicio de sufrimiento......................................................................................................... 59
(ii) El perjuicio estético. .................................................................................................................. 60
(iii) El perjuicio de agrado. ........................................................................................................... 60
(iv) El perjuicio de afección. ......................................................................................................... 63
3.1.2. Procedencia de la indemnización del daño moral. .......................................... 66
3.1.3. Los titulares de la reparación por daño moral. ................................................. 69
3.1.4. La extensión del daño moral por rebote. ......................................................... 77
3.1.5. La avaluación del daño moral. ......................................................................... 78
3.1.6. La prueba del daño moral. ............................................................................... 92
3.2. Daño Material. ............................................................................................................ 96
3.2.1. Reparación del lucro cesante en el evento de un hecho ilícito que ocasiona la
muerte de una persona. ................................................................................... 97
3.2.2. Certeza y “pérdida de oportunidad”. .............................................................. 101
3.2.3. Determinación del monto de la indemnización por lucro cesante en caso de
fallecimiento de la víctima. ............................................................................. 103
3.2.4. Titularidad de la acción indemnizatoria por lucro cesante en caso de muerte.
....................................................................................................................... 112
2
PROGRAMA
El capítulo tercero (III) expondrá en detalle los principios y normas que rigen la
avaluación del daño moral y patrimonial. El estudio de este capítulo se hará,
siguiendo la doctrina clásica, distinguiendo entre el daño moral o extrapatrimonial
y el daño material o patrimonial.
En cuanto al daño moral –al igual que en el caso de los perjuicios patrimoniales–
no obstante abordarse la mayoría de las cuestiones que presenta su tratamiento,
se ha puesto énfasis en un tema que resulta particularmente necesario de elucidar
en este caso, a saber, la valoración y los criterios para la determinación del monto
de este tipo de daño.
3
INTRODUCCIÓN
En el ámbito de la teoría del derecho –según convienen autores como Alexy, Raz
o Dworkin- se reconoce que el concepto de “discreción” alude siempre a una
decisión que se adopta en algún contexto de autoridad. En otras palabras, sólo
puede estar dotado de discreción quien, en circunstancias normales, no la
tendría.1
Un ejemplo del primer tipo de discreción se encuentra en quien debe adoptar una
decisión como le plazca: el teniente le dice al sargento, “escoja un soldado”. A
diferencia, un ejemplo del segundo tipo se encuentra en quien debe adoptar una
decisión aplicando un standard valórico de carácter general: el teniente le dice al
1
No tiene sentido, por eso, decir que Robinson Crusoe, en su isla, tiene discreción. La discreción se
concede al interior de un contexto de autoridad normativa o de otro tipo.
4
sargento “escoja un soldado valiente”. En este segundo caso, y para llevar a cabo
la acción que se le solicita, el sujeto debe efectuar un discernimiento previo acerca
de qué se entiende por “valiente”. Sólo una vez que logre discernir qué debe
entenderse por valentía, podrá hacer lo que se le pide: escoger a un soldado que
goce de esa característica.
2
Sobre esto puede verse la obra de Ronald Dworkin, particularmente, El modelo de las reglas, en: Los
derechos en serio, Gedisa, 1987.
5
en equidad quien lo hace descuidando las características particulares del caso.
Así lo creyó Aristóteles y así también lo desarrolló Tomás de Aquino al tratar de la
epiqueya.
Es por todo lo anterior que este libro efectúa, hasta donde nos fue posible, un
amplio registro de los principales problemas y soluciones conocidas en el derecho
respecto de la responsabilidad civil; y una revisión de las funciones que cumplen
los sistemas de responsabilidad y las consecuencias que se siguen de las
decisiones en esta área.
3
Como opuesto a la razón teórica que se aplica a lo que es sólo de una cierta forma. Este era el caso de la
naturaleza en opinión de Aristóteles.
6
I. FUNCIONES DE UN SISTEMA DE RESPONSABILIDAD CIVIL Y
AVALUACIÓN DE LOS PERJUICIOS EN EL CUMPLIMIENTO DE
DICHAS FUNCIONES.
4
Sobre el particular puede consultarse a Calabresi, Guido, El coste de los accidentes, Barcelona: Tecnos,
1984, traducción de Joaquín Bisbal.
5
AQUÍ VA UNA NOTA AL PIE.
7
asigna a los sujetos, y cuál es el modelo de conducta esperada que el sistema
normativo intenta inducir.
Las decisiones que cotidianamente emiten los jueces van –por eso- lenta pero
persistentemente, contribuyendo a responder la pregunta acerca de qué bienes
son aquellos de los cuales somos titulares las personas, y acerca de cuál es la
conducta socialmente admisible que el ordenamiento espera en la vida de
convivencia. Sobre los jueces pesa así una especial responsabilidad social y
moral: oyendo a los jueces los ciudadanos, las empresas, las asociaciones y el
gobierno, sabemos de qué bienes somos titulares y sabemos cómo debemos
comportarnos6.
“Un juez –expresa Dworkin, quizá el más influyente filósofo del derecho en la
actualidad– no sólo debe decidir quién recibirá qué, sino quién se ha comportado
bien, quién ha cumplido con sus responsabilidades de ciudadano, y quién, en
forma intencional, o por codicia o insensibilidad, ha ignorado sus propias
responsabilidades con respecto a los demás, o exagerado las de los demás con
respecto a sí mismo. (...) Las decisiones judiciales también afectan a muchas otras
personas porque la ley a menudo se convierte en lo que el juez sostiene que es.
(...) He aquí (un ejemplo), elegido casi al azar, de la historia legal de Inglaterra. En
el siglo XIX, los jueces ingleses declararon que el obrero de una fábrica no podía
demandar a su empleador por una compensación si resultaba herido por el
descuido de otro empleado. Dijeron que el trabajador asume el riesgo de que sus
compañeros puedan ser descuidados y de todas formas, el trabajador sabe mejor
que el empleador cuál de sus compañeros es descuidado y tal vez posee mayor
influencia sobre ellos. Esta resolución (que parecía menos tonta cuando las
imágenes darwinistas del capitalismo eran más populares) ejerció una fuerte
influencia sobre el derecho de compensación por accidentes industriales hasta
que fue finalmente abandonada”7.
6
Ver infra, en este capítulo, la función preventiva general que tiene la responsabilidad civil.
7
Dworkin, Ronald, El Imperio de la Justicia, Barcelona: Gedisa, 1997.
8
El ejemplo que se acaba de citar, permite apreciar cómo en los casos de
responsabilidad –más quizá que en otros ámbitos del derecho– la decisión judicial
posee una muy fuerte influencia sobre los directamente involucrados y sobre la
sociedad en su conjunto. Cuando los jueces ingleses fallaron ese caso de
responsabilidad, no sólo decidieron qué había de recibir el trabajador, suscribiendo
así un cierto modo de concebirlo, adoptaron –además- una decisión acerca de
cómo debían comportarse las empresas en el futuro y qué resguardos debían
adoptar para sus trabajadores.
8
El primer fallo que acogió el daño moral en nuestro derecho data de 1907.
9
responsabilidad. Ocuparse de ambos aspectos del problema permitirá, desde
luego, precisar con arreglo a la técnica dogmática generalmente admitida, cuál es
el ámbito de la reparación del daño en la responsabilidad extracontractual.
Prima facie, víctima es quien ha sufrido un daño como consecuencia del obrar
ajeno. Quien no ha sido dañado no es, en modo alguno, víctima9. Viceversa,
cualquier daño relevante desde el punto de vista normativo, convierte a un sujeto
en víctima. En otras palabras, el concepto de víctima supone la previa dilucidación
del daño. Qué entienda un sistema normativo por daño –aspecto éste que
depende de lo que ese sistema normativo estima digno de protección– determina
quién es víctima.
9
En el capítulo siguiente se analizan en detalle los distintos tipos de acciones y titularidades que genera la
muerte de una persona como consecuencia de un hecho ilícito.
10
Como veremos más adelante el concepto de daño que para los efectos de la responsabilidad
extracontractual ha definido la jurisprudencia chilena es extraordinariamente amplio. Ver infra, capítulo III
Nº1.
10
suficiente para ser protegidos. De ahí se sigue –como lo ha puesto de manifiesto
Calabresi– que el sistema normativo establece, ante todo, titularidades11.
Determinar de qué bienes específicos son titulares las personas es, por lo mismo,
un antecedente indispensable para establecer luego la entidad y el tipo de daño
susceptible de ser resarcido a la luz de este mismo ordenamiento.
11
Ver Calabresi, G. y Melamed, A. D., Reglas de Propiedad, Reglas de Responsabilidad, Reglas de
Inalienabilidad: una vista a la Catedral, publicado en traducción al español por la Revista Estudios
Públicos, 1988.
11
3. El interés social en los sistemas de responsabilidad. Las
funciones de la responsabilidad civil.
Sin embargo, los daños también son cruciales para la función preventiva o de
disuasión de la responsabilidad civil. Como se dijo, no es sólo la víctima la que
resulta relevante al tiempo de examinar las dimensiones de un sistema de
responsabilidad civil. Como ya se adelantara, los jueces llamados a decidir en un
caso de responsabilidad no sólo deciden qué ha de resarcirse a la víctima del acto
dañoso, sino que –además- deciden acerca de cuáles son los bienes socialmente
relevantes. En particular, los jueces deciden acerca de cuál es el estándar o
modelo de conducta a que en el futuro cada uno de nosotros deberá sujetarse y
acerca de los niveles de bienestar socialmente deseable. Dicho en términos muy
simples, los jueces al atribuir responsabilidad y establecer la obligación de
indemnizar a ciertas conductas que son calificadas ex post como ilícitas, están
enviando una señal acerca de cuáles conductas son deseables y cuáles no desde
un punto de vista social13.
12
AQUÍ VA UNA NOTA AL PIE.
13
Como señala el autor norteamericano Richard Epstein, “En términos económicos el pago de daños son
entendidos como un “set” de “precios” que el demandado debe pagar por participar en cierto tipo de
actividades. Cuando los daños fijados son muy bajos, ellos podrían conducir a una sobreinversión en
actividades equivocadas, desde que los se involucran en ellas están liberados de asumir el total de los
th
costos que ellas causan”. Cases and materials on torts, Little Brown and Co., 1990, 5 edition, p. 732.
12
chileno, Arturo Alessandri, en su obra “De la responsabilidad Extracontractual en
el Derecho Civil Chileno”, ha expresado que un sistema de responsabilidad tiende
“a hacer más efectiva la responsabilidad y a formar la conciencia de que la
persona, la honra y los bienes del prójimo deben ser respetados y que no es lícito
lesionarlos injustamente. Los Tribunales –agrega Alessandri– a quienes incumbe
adaptar la ley a las necesidades del momento, podrían hacer mucho en este
sentido, siendo poco exigentes en la apreciación de la prueba de la culpa o del
dolo del autor del daño; apreciando, en cambio, con mayor rigor la prueba de la
diligencia o cuidado invocada por la persona responsable del hecho ajeno o por el
propietario o guardián de un animal; obligando a reparar el daño causado, o
cualquiera que sea la gravedad de la culpa cometida y aunque sea ínfima o de
poca monta, especialmente si su autor es una persona que, por su educación,
cultura y situación socioeconómica, está más obligada a obrar con prudencia y
cuidado; elevando el monto de las reparaciones por lesiones corporales o pérdidas
de vida; sancionando sin contemplaciones...”14.
14
Alessandri Rodríguez, A. De la responsabilidad extracontractual en el derecho civil chileno, Santiago:
Imprenta Universitaria, 1943, p. 127.
15
Como se dirá más adelante, la función preventiva descansa sobre la premisa básica de que “la amenaza
de tener que indemnizar puede influir en la conducta de los sujetos, induciéndolos a actuar en forma
cuidadosa”. De Ángel Yagüez, Ricardo, Tratado de Responsabilidad Civil, Madrid: Civitas, 1993.
13
reposición del bien16. En otras ocasiones, en cambio, se trata de bienes
indisponibles, bienes que están fuera del mercado, bienes que –como suele
decirse- no tienen precio. En esos casos, y con arreglo a criterios que luego
examinaremos, la decisión judicial sustituye al mercado atribuyendo un valor a
esos bienes. Al efectuar esa labor, las decisiones en materia de responsabilidad
están asignando un costo a las acciones que desmedran esos bienes. Los sujetos
saben, así, cuál será el costo de su descuido o, en otras palabras, tienen
incentivos para modificar su conducta. Se trata de la dimensión preventiva que
poseen los sistemas de responsabilidad, la cual, como se viene diciendo, depende
estrechamente –como ya lo adivinaba Alessandri– de los costos que se atribuyan
a las acciones.
Determinar cuáles son los costos de los accidentes resulta así una tarea
imprescindible para examinar las funciones sociales que cumple un sistema de
responsabilidad.
16
AQUÍ VA UNA NOTA AL PIE SOBRE DERECHO ALEMÁN.
14
4. Costos de los accidentes.
Guido Calabresi, uno de los autores que con mayor sagacidad ha establecido
cuáles son los costos de los accidentes que un sistema de responsabilidad se
propone evitar, en su obra “El coste de los accidentes. Análisis económico y
jurídico de la responsabilidad civil” advierte que “la función principal de la
responsabilidad civil, es la de reducir la suma de los costos de los accidentes y de
los costos de evitarlos”.
Calabresi –quien fue Decano en la Universidad de Yale y constituye, sin duda, uno
de los autores que más influencia ha tenido en el desarrollo moderno de la
responsabilidad– distingue tres tipos de costos que se derivan de los accidentes,
los cuales deben ser considerados al momento de decidir los problemas de
responsabilidad. En primer lugar, se encuentran los costos primarios, que son los
resultados directos del accidente: la vida truncada, el plan de vida fracturado, las
esperanzas deshechas, un miembro perdido, la salud definitivamente
quebrantada; la estabilidad psicológica irremediablemente alterada. En segundo
lugar, se encuentran los costos secundarios, que están constituidos por las sumas
de dinero que deben pagarse como indemnización a quienes sufrieron los daños:
el costo económico del daño, sea que recaiga sobre un individuo particular, ya sea
15
que se llame el culpable, el agente, el agente causante; sea que recaiga sobre un
conjunto indeterminado de sujetos, como, v.gr., ocurre, en los casos de seguro. En
tercer lugar, se encuentran los costos terciarios, que son aquellos derivados de
poner en funcionamiento la maquinaria que controla los costos primarios y los
secundarios: el costo de prohibir centralizadamente una determinada actividad, el
costo para la víctima de demandar, el costo para el Poder Judicial o para el gasto
público de llevar a cabo juicios de responsabilidad, etc.
Una decisión socialmente responsable supone tener en cuenta esos tres tipos de
costos que se derivan de los accidentes. Desde el punto de vista de la función
social de un sistema de responsabilidad el ideal, como ya se dijo, es disminuir en
la máxima medida posible esos tres tipos de costos y los costos de evitarlos.
Ahora bien, para efectuar esa tarea de disminución de costos a que tienden los
sistemas de responsabilidad, los jueces cuentan nada más que con un
instrumento: la sentencia que fija la extensión del daño y el valor pecuniario que
ha de ser reparado. Es mediante la utilización de ese único instrumento que los
jueces habrán de disminuir, en la máxima medida posible, los costos de los
accidentes. Así, por ejemplo, y como se analizará con mayor cuidado en lo que
sigue, la extensión del daño y el monto a ser reparado –si bien constituye, en
principio, una determinación de los costos secundarios- posee, en verdad, una
16
muy fuerte incidencia (ya advertida por Alessandri) en el nivel de los costos
primarios, o sea, en el grado y frecuencia de los accidentes que la sociedad está
dispuesta a tolerar.
17
Ver el famoso fallo del Juez Learned Hand en United States v. Carroll Towing Co., 159 F. d2 169 (2d
Circuit 1947). Ver, asimismo, infra, nota 128.
17
indemnizaciones incide en el modo y en el nivel con que se ejecutará una
determinada actividad.
Ocurre que los daños causados por una actividad cualquiera –el accidente en un
transporte aéreo, los perjuicios derivados de un producto defectuoso– constituyen,
desde el punto de vista del análisis económico, un caso típico de externalidad.
18
términos, y como su propia denominación lo pone de manifiesto, el sujeto en
cuestión “externaliza” costos (que, de esa manera, no paga) o beneficios (por los
que no obtiene compensación alguna). Cuando se externalizan costos, la
externalidad es negativa y también suele denominársela deseconomía externa.
Cuando se externalizan beneficios, la externalidad es positiva.
Donde hay una externalidad negativa sin corregir, existirá una tendencia a
emprender esa actividad. La razón es en extremo sencilla. Los actores privados,
sólo contabilizan sus costos y beneficios directos. Si esos costos están
externalizados, el productor emprenderá actividades que, desde el punto de vista
social, están por debajo de los óptimos y que, desde el punto de vista legal,
causan daño sin que sea posible obtener ninguna reparación. Al haber
externalidades negativas, la actividad resulta artificialmente más barata de lo que
cuesta en realidad. Se constituye así un incentivo para ejecutarla. Quienes
padecen la externalidad negativa, subsidian, por decirlo así, el ejercicio de esa
actividad.
18
Como señalan Prosser y Keeton en su clásica obra sobre responsabilidad extracontractual, la industria de
la aviación fue originalmente protegida en su desarrollo pagando bajos daños. On the Law of Torts, West
th
Publishing Co., 1985, 5 edition, p. 25.
19
AQUÍ VA UNA NOTA AL PIE.
19
corregido es una externalidad negativa); o habrá desincentivos para las
actividades sociales que interesa promover (si lo no corregido es una externalidad
positiva).
20
II. TITULARES DE LA ACCIÓN INDEMNIZATORIA.
21
1. Titularidad de la acción. Titularidad por derecho propio y
titularidad transmitida.
20
AQUÍ VA UNA NOTA AL PIE.
21
Cfr. Bidart Hernández, José. Sujetos de la Acción de Responsabilidad Extracontractual, Santiago: Jurídica,
1985, pp. 25 y ss.
22
aquél cuyos bienes, patrimoniales o morales, fueron desmedrados por el ilícito,
tiene derecho a perseguir la reparación. A su turno, quien ha padecido el daño no
es sólo aquel sujeto que, de manera inmediata y directa, experimentó el ilícito
(víctima directa), sino, además, todos aquéllos que, por mantener relaciones
patrimoniales o afectivas con el sujeto directa y materialmente afectado, ven
también desmedrada su esfera patrimonial o moral (víctimas por repercusión).
Ambos tipos de víctimas lo son por derecho propio: es su patrimonio o la
dimensión moral de su personalidad, la que ha experimentado un desmedro cierto
y directo a un interés legítimo.
23
1.2. La titularidad derivada.
La distinción entre titularidad por derecho propio (que alcanza a las víctimas, sean
directas o por repercusión22) y titularidad derivada (que cubre a los
23
causahabientes, sean por acto entre vivos o por causa de muerte ) debe tenerse
como un principio que, al margen de los problemas que de inmediato se analizan,
se admite unánimemente por la doctrina nacional y comparada.
22
Alessandri, op.cit., p. 459.
23
Alessandri, op.cit., p. 467.
24
2. La transmisibilidad de la acción.
24
La transmisibilidad de la acción de la víctima a sus parientes ha sido permitida en el derecho alemán tras
la derogación del parágrafo 877 del BGB, introducida en marzo de 1990. Al respecto, ver Markesinis, B. S.,
The German Law of Obligations, vol. II, The Law of Torts: a comparative introduction, Oxford: Clarendon
Press, 1997, 3ª edición, p. 923. AMPLIAR NOTA COMMON LAW.
25
herederos pueden ejercitar la acción que a ella correspondía, porque, al fallecer,
formaba parte de su patrimonio”25.
Si bien el punto, como se acaba de ver, se ha discutido, los autores de este texto,
por los motivos que luego se expondrán, son de la opinión que nada impide que
las víctimas por repercusión puedan demandar los daños morales en esa doble
calidad.
25
Alessandri, op.cit., p. 468,469.
26
de la víctima ejercida por sus herederos a título sucesoral y la acción personal que
pueden ejercer los herederos en reparación de su perjuicio por repercusión”26.
26
Bénavent, A. Droit Civil, Les obligations, Paris: 1989, p. 269.
27
AQUÍ VA UNA NOTA AL PIE (v.gr. por Alessandri).
27
incontrovertible en los casos de accidentes con resultados fatales que el ilícito
antecedió a la muerte: media, pues, un lapso entre la ejecución del ilícito y la
muerte. Es un sujeto pleno y no un cadáver en el que experimenta el ilícito.
Todavía existen razones jurídicas que hacen insostenible la tesis, según la cual,
en el caso de muerte instantánea el causante no adquirió derecho a la reparación
del daño moral.
Esa tesis, además de ser –por los motivos que se anotaron- lógicamente
insostenible, reposa sobre un mal entendido acerca de la verdadera naturaleza del
daño moral.
28
Ver infra, capítulo III, Nº3.2 in extenso.
29
AQUÍ VA UNA NOTA AL PIE.
28
todos los sistemas legales se esmeran en evitar– no hay daño moral alguno que
reparar a quien experimentó en carne propia la violencia del ilícito?.
30
AQUÍ VA UNA NOTA AL PIE.
31
Leebron, David W., “Final Moments: Damages for Pain and Suffering Prior to Death”, en New York
University Law Review, vol. 64, 1989, pp: 256-363, p.268-269.
32
Ibid.
29
Por ello es que el artículo concluye que, desde una perspectiva teórica, la
indemnización del daño moral previo a la muerte puede servir el muy válido
propósito de prevenir “malas” o dolorosas muertes33.
Así, “en el año 1976, el Quinto Circuito estableció, en el caso Solomon versus
Warren una sentencia en la que se reconocía el derecho de la víctima a ser
indemnizado por la mental pain and grief que sufrió desde que el piloto emitió por
radio una señal de socorro hasta que la aeronave se fue a estrellar en el mar.
Aunque el derecho interno del Estado de la Florida denegaba esta posibilidad si no
iba acompañada del physical impact, el tribunal argumentó que no se podía hacer
diferencia alguna, legal o lógica, por el hecho de que la mental anguish naciese
antes o después del impacto. Al actuar así, indirectamente estaba proporcionando
el apoyo para un nuevo concepto en virtud del cual la víctima puede ser
indemnizada, ya que es posible que el fallecido experimentase mental anguish
antes y después del impacto, o incluso cuando ese impacto es evitado con éxito.”
33
Ibid.
30
víctima, al menos durante un insignificante período de tiempo, había
experimentando la angustia que conlleva la seguridad de una muerte inminente”34.
34
Areal Ludeña, S. La responsabilidad del fabricante de aeronaves en los Estados Unidos. Estudio de
Derecho Internacional Privado, Madrid: 1997, p. 166, 167.
31
entonces de preferir siempre, por ejemplo, la muerte de la víctima al daño
corporal, pues en el primer caso la víctima no dispondrá, en momento alguno, de
la posibilidad de reparación en la esfera moral, en tanto en el segundo caso –
según es inconcuso– podrá siempre, ella o sus herederos, perseguir esa
reparación. En otras palabras, la conclusión que se ha venido refutando importa
sostener que para el victimario posee menos costo causar la muerte a la víctima
que, simplemente, lesionarla o, en otros términos, importa sostener que causa
menos daño la muerte que la lesión.
Es fácil concluir que una conclusión como la anterior transgrede los principios
sobre valoración de la vida humana que subyacen al conjunto de las reglas del
derecho doméstico e internacional. Mientras las reglas constitucionales y las
pertenecientes al derecho internacional de los derechos humanos prescriben un
deber absoluto de protección de la vida para los estados, éstos, a su turno,
prescribirían una regla distinta para los ciudadanos. Mientras uno de los fines del
sistema normativo es la valoración y protección de la vida, uno de los medios
técnicos para alcanzar ese fin –el sistema de responsabilidad– acabaría
negándolo: una interpretación semejante conduce a sostener una antinomia
teleológica en el ordenamiento que contraviene la regla sistemática de
interpretación que, desde la pandectística, constituye regla general en el derecho
privado.
35
Ver supra, capítulo I, N.º3.
36
Ver infra, capítulo III, Nº3.2, sobre daño material, en especial las referencias a la jurisprudencia en materia
de avaluación del lucro cesante.
32
indemnizado para que aquélla, como lo requiere el sistema jurídico, sea íntegra. Si
los sistemas indemnizatorios del derecho continental intentan reconstituir, en la
máxima medida posible, la situación que existiría de no mediar el ilícito, entonces
no hay duda que la privación de las ganancias que la víctima habría podido
obtener con su trabajo –si hubiera seguido viviendo en las condiciones previsibles
y ordinarias– deben ser reparadas. Aunque la víctima directa –como es el caso
cuando fallece inmediatamente luego del ilícito– no haya demandado la
indemnización, su derecho a pedirla es indiscutible y se transmite a los herederos.
No cabe, pues, dudas que los causahabientes a título universal pueden ejercer la
acción por los daños patrimoniales infligidos al causante.
Con todo, cabe preguntarse ¿pueden, además, los herederos demandar –ya no a
título de causahabientes– la pérdida económica que les causa directamente la
muerte del causante, como si, por ejemplo, dependían materialmente de él?. ¿Es
posible que, tal cual ocurre con el daño moral, los herederos pretendan la
37
Véase, además, la jurisprudencia en materia de daño material, a que se refiere la nota precedente.
33
reparación del patrimonio del causante y, además, la reintegración de la ayuda
periódica que, bajo diversas formas, recibían de él?38.
Existen, pues, dos acciones distintas cuya titularidad, aunque por diversas causas,
corresponde a un mismo sujeto.
38
Cuestiones similares se han planteado en el derecho norteamericano, inglés y alemán. Respecto del
derecho norteamericano, ver Prosser y Keeton, op.cit.; respecto del derecho inglés, ver Markesinis y
Deakin, S. F., Tort Law, Oxford: Clarendon Press, 1994, 3ª edición; en cuanto al derecho alemán, ver
Markesinis, op.cit.. Para efectos del cálculo de esta indemnización, ver infra capítulo III, Nº3.2.3.
34
causante de no mediar su muerte anticipada y violenta y aquélla que repara la
ayuda económica que la víctima le prestaba periódicamente por vía alimenticia o a
manera de un soporte financiero seguro pero no periódico. Ocurre que, al
reconstituirse el patrimonio esperado del causante –aquél que habría alcanzado a
conformar atendidas las probabilidades ordinarias– deben descontarse las ayudas
financieras o alimenticias que él prestaba en vida. De haber seguido viviendo el
causante, su patrimonio había de soportar la ayuda económica cuya pérdida
demanda, por derecho propio, el heredero. Esa ayuda deberá ser, ahora,
descontada. Al accionar esgrimiendo la acción transmitida por el causante, el
heredero deberá pues demandar el patrimonio incrementado por la capacidad de
la víctima directa, menos los bienes que, por efecto de la ayuda que prestaba,
inevitablemente saldrían de su patrimonio. Estos bienes que saldrían del
patrimonio del causante, si éste no hubiera visto interrumpida su vida, el heredero
los pretende por daño propio.
35
En el derecho norteamericano, dentro de los daños económicos (pecuniary
damages) se incluyen, como capítulos distintos, la ayuda monetaria que prestaba
el fallecido (financial support) y la pérdida de los bienes hereditarios (loss of
inheritance o loss of estate). En el primer caso, se demanda la ayuda monetaria
futura que ciertas personas habrían recibido de la víctima; en el segundo caso, se
demanda la pérdida del patrimonio que se hubiera heredado de la víctima. Se trata
de cuestiones distintas que, sin embargo, están económicamente
interrelacionadas. Es evidente que al indemnizarse la pérdida de los bienes
hereditarios (es decir, la cantidad de bienes que el demandante habría recibido en
herencia de no mediar el accidente) deben descontarse las ayudas monetarias
que prestaba el fallecido, pues ellas, a la fecha de su muerte normal, no habrían
estado en su patrimonio y no habrían formado parte de los bienes susceptibles de
ser heredados. En efecto, los bienes hereditarios serán los bienes que el causante
habría acumulado a lo largo de su vida, menos las ayudas que prestaba. Así, si
Pedro demanda la pérdida de los bienes hereditarios, habrá que descontar de
ellos la ayuda financiera que demandó Juan. Por lo mismo, si quien demanda por
ambos motivos es un mismo sujeto, no puede pretender sumar ambos daños: ello
importaría que su situación mejoró con la muerte. La indemnización lo mejoraría
económicamente en vez de dejarlo incólume39.
La situación es, pues, distinta, tratándose del daño moral, por una parte, y del
daño material, por la otra. Mientras el primero es independiente en el causante y
en el causahabiente y, entonces, es menester sumarlos; el segundo, en cambio,
es estrictamente interdependiente entre el causante y el causahabiente. La razón
jurídica de esta diferencia es obvia: en el segundo caso –a diferencia del primero–
el causahabiente es, en rigor y supuesta la reconstrucción del patrimonio,
acreedor de sí mismo.
39
En el derecho alemán procede la reparación del loss of support sólo en favor de aquellos respecto de
quienes el difunto tenía una obligación legal de mantenimiento. Acerca de esta materia, ver Markesinis,
op.cit., pp. 923-925, especialmente 925.
36
3. La transmisión de la titularidad de una víctima por
repercusión.
Si la víctima por repercusión fallece por una causa independiente de aquella que
causó la muerte de la víctima directa, el daño, en rigor, no se ha incrementado. El
único efecto jurídico de una hipótesis semejante es el cambio en la titularidad de la
acción: el daño causado al padre o madre por la muerte de su hija podrá, ahora,
ser demandado por sus causahabientes.
37
segundo lugar, podrán ejercer las acciones transmitidas por la víctima directa (en
el caso en análisis, la hija fallecida en el accidente); en tercer lugar, podrán, en
carácter de causahabientes, ejercer las acciones por el daño propio sufrido por la
madre y que les fue transmitido por su muerte; en cuarto lugar, serán titulares por
transmisión de la acción que en carácter de causahabiente de su hija, poseía la
madre; en fin, todavía podrán reclamar se les repare el perjuicio patrimonial y
moral propio que causó la muerte de su madre y de su cónyuge.
38
III. EL DAÑO COMO ELEMENTO DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL
EXTRACONTRACTUAL Y SU AVALUACION.
1. Concepto de Daño.
40
Ver Calabresi y Melamed, op.cit.
39
doctrina y el derecho comparado lo ponen de manifiesto41, buena parte de los
bienes están protegidos mediante ambas técnicas: un inmueble está protegido,
bajo cierto respecto, por una regla de propiedad y, bajo otros respectos, por una
regla de responsabilidad. Con todo, puede afirmarse que cuando el ordenamiento
asigna bienes indisponibles, se trata de bienes que están protegidos por una regla
de responsabilidad.
Así pues, para aplicar una regla de responsabilidad –como la que, en nuestro
Derecho, preceptúa el artículo 2314 del Código Civil– resulta imprescindible
preguntarse por cuáles son los bienes que el ordenamiento protege mediante esa
regla de responsabilidad. Esa determinación permitirá, conforme a lo que se viene
diciendo, establecer qué se entiende por daño y cuál ha de ser la extensión que
debe ser reparada.
41
Idem.
42
Como señala Alessandri “En resumen, hay daño cada vez que un individuo sufre una pérdida, disminución,
detrimento o menoscabo en su persona o bienes o en las ventajas o beneficios patrimoniales o
extrapatrimoniales de que gozaba, siempre que estos sean lícitos, aunque esa pérdida, disminución,
detrimento o menoscabo no recaiga sobre un derecho de que la víctima sea dueña o poseedora y aunque
su cuantía sea insignificante o de difícil apreciación”. Op.cit., p. 213.
Otra doctrina nacional, siguiendo una idea originada en autores franceses, exige la existencia de un
derecho subjetivo lesionado para que exista daño. Ver Fueyo Laneri, Fernando, Cumplimiento e
Incumplimiento de las Obligaciones, Santiago: Jurídica, 1991, p. 364. Otros han sugerido un concepto
intermedio hablando de la lesión a una “situación jurídica”. Ver Domínguez Aguila, Ramón,
“Consideraciones en torno al daño en la responsabilidad civil. Una visión comparatista”, en Revista de
Derecho de la U. de Concepción, 1990, Nº188, pp. 125 y ss., especialmente p. 156, nota 132. La adopción
de una u otra posición, aún cuando ha perdido relevancia práctica en la medida de la aceptación amplia de
la noción de daño moral que presenta el derecho actualmente, puede tener influencia en el margen, por
ejemplo en situaciones en las que una persona por simple benevolencia de otra recibía periódicamente
una suma de otra.
40
derecho personal a gozar de una ventaja o beneficio que recibían de otra
persona43.
43
Díaz Schwerter, José Luis, El Daño Extracontractual: Jurisprudencia y Doctrina, Santiago: Jurídica, 1997,
p. 22. Consistente con esta doctrina los tribunales han otorgado indemnización por daños materiales
causados por un cuasidelito de homicidio a quien estaba unido a otro sólo por matrimonio religioso (citado
por Díaz, op.cit., p. 23); o hermanas que vivían de las pensiones que su hermano les daba por gracia o
liberalidad (citada por Alessandri, op.cit., p. 211, nota 3.)
41
2. El principio de la Reparación Íntegra del Daño.
44
Sobre el principio de la reparación integral en el derecho francés puede consultarse Mazeaud, H., L., J. et
Chabas, F., Traité Théorique et Pratique de la Responsabilité Civile Delictuelle et Contractuelle, t. III, v. I, Nº
2358; Chartier, I., La reparation du préjudice, Nº 112 y ss.; Weill, A. et Terré, F., Droit Civil, Les obligations, Nº
432; Aubert, J. L., Les obligations, sources: le fait juridiques, Nº 369 y ss., y Viney, G., Traité de Droit Civil, Les
Obligations, La responsabilité: effets, Nº 57 y ss.. En materia de jurisprudencia la Corte de casación francesa
ha señalado de forma categórica que “lo propio de la responsabilidad civil es restablecer lo más posible el
equilibrio destruido por el daño y ubicar a la víctima en la situación en que se encontraría si el acto dañoso no
hubiere tenido lugar”. La anterior es una fórmula constante en la jurisprudencia francesa; en particular pueden
consultarse Civ. 2ª, abril 1963, D. 1963, 453, con nota de Molinier, JCP 1963, II, 13408, con nota de Esmein,
JCP, 1982, II, 19894, con nota de J. F. Barbieri. Lo mismo cabe decir del derecho del derecho anglosajón.
Como señala Epstein “En un sistema basado en la justicia correctiva, el objeto de las reglas de responsabilidad
civil es el de poner al demandante en la posición que habría detentado si el acto ilícito no se hubiere cometido.
Aún cuando el dinero nunca podrá reemplazar a una pérdida irreparable, es la única medida posible”. Epstein,
op.cit., 732, en igual sentido ver Prosser y Keeton, op.cit., p. 14; Respecto del derecho español ver De Angel,
op.cit.
45
Junto al de reparación completa, es común que se señalen como otros principios a que debe sujetarse la
determinación del daño indemnizable, el que este deba ser directo, cierto y debe ser probado. Estos
aspectos, en aquello que resultan atingentes a este informe, son analizados a propósito de los tipos de
daños que deben ser indemnizados.
46
Respecto de la aceptación del principio en la jurisprudencia nacional ver la larga lista de sentencias citadas
por Díaz, op.cit., p. 159, nota a pie de página Nº43.
47
Revista de Derecho y Jurisprudencia (RDJ), T. 82, sec. 4ª, p 4. En igual sentido ver ídem p. 151 y p. 240.
42
Es este mismo principio el que se encuentra consagrado en el artículo 2329 del
Código Civil cuando dispone que “por regla general todo daño que pueda
imputarse a malicia o negligencia de otra persona, debe ser reparado por ésta”
(énfasis agregado).
48
Junto a esta consecuencia se agregan, además, como implicancias del principio de reparación integral, el
que la indemnización no debe ser superior al daño –como si la reparación por un vehículo destruido
superara su valor– y que la gravedad de la culpa del causante del daño no debe tener influencia en el
monto a indemnizar. Esta última consecuencia y su significado en la obligación indemnizatoria, en
particular en la avaluación de los perjuicios son analizados en extenso a propósito de la avaluación del
daño moral. Ver infra, capítulo III, Nº3.1.5.
49
Sobre el principio de la reparación integral en el derecho francés, ver los autores mencionados supra, nota 46.
50
Artículo 1149: “los daños e intereses debidos al acreedor son, en general, la pérdida que ha sufrido y la
43
artículo 1556 del Código Civil Chileno51. Si bien en materia delictual o
cuasidelictual la reparación íntegra no tiene un reconocimiento expreso en Francia
–como hemos visto, en Chile sí lo tiene, en tanto se declara que todo daño debe
ser indemnizado– no existe controversia en torno a su aplicación52.
ganancia de la cual ha sido privado, salvo las excepciones y modificaciones siguientes”. Code Civil, Dalloz
1997-1998.
51
“Artículo 1556. La indemnización de perjuicios comprende el daño emergente y lucro cesante, ya
provengan de no haberse cumplido la obligación, o de haberse cumplido imperfectamente, o de haberse
retardado el cumplimiento. Exceptúanse los casos en que la ley la limita expresamente al daño
emergente”.
52
Viney, G., op.cit., les effets, p. 81.
53
Se trata de una fórmula constante en la jurisprudencia francesa, en particular pueden consultarse las
sentencias mencionadas supra, nota 46.
44
satisface este derecho y no cumple con el deber legal de reparar todos los
daños”54.
El principio implica también la reparación integral de todos los tipos de daños. Esto
quiere decir que si los tribunales de fondo rechazan la indemnización de uno de
ellos se estaría incumpliendo el principio. Los jueces de fondo deben establecer
una compensación integral de todos los perjuicios causados por el daño, sin que
esto signifique un enriquecimiento para la víctima.
54
Fallos del Mes, Nº 199, p. 72.
55
Flour et Aubert, Les obligations. Le fait juridique, 1994, p. 349.
45
justificación y su desconocimiento sería considerado como una aberración
jurídica56.
La importancia del principio se manifiesta, de una parte, en que todos los daños
deben ser reparados –el daño material y el daño moral– y en que en cada tipo de
daño la indemnización debe ser también de carácter integral –por ejemplo, los
diversos tipos de daño moral–; y, de otra parte, en que la culpa –salvo
indirectamente, como se explicará más adelante, en el daño moral– no debe influir
en la reparación. En otras palabras, se aplica la idea de unidad del daño, aunque
la jurisprudencia ha avanzado con posterioridad a la aplicación de la teoría de la
confusión de causas57.
Se trata de un principio claro que suele citarse con el énfasis de un lugar común;
aunque, con todo, puede resultar útil explicitar las ventajas y desventajas que
presenta su aplicación.
En primer lugar, la aplicación del principio permite una compensación eficaz de los
daños sufridos por las víctimas por el hecho de un tercero y, además, provee al
juez de la necesaria flexibilidad para determinar la reparación en presencia de los
avances técnicos y las transformaciones sociales.
En segundo lugar, los jueces pueden –en aplicación del principio- adaptar de
mejor forma la reparación a situaciones concretas, cuestión que resultaría más
complicada en el caso que existieran indemnizaciones fijas e inmutables58. Como
veremos, si la reparación ha de ser íntegra, ha de prestar debida consideración a
56
Viney, G., op.cit., les effets, p. 82.
57
Chartier, op.cit., p. 152 y ss.
58
Un ejemplo de la flexibilidad del principio aparece en una sentencia de la Corte de apelaciones de París del 6
de julio de 1983. En este caso, en que se trataba de indemnizar un discapacitado con un daño fisiológico
grave, la Corte afirmó que “... exige una indemnización especial para el período posterior al juicio. Es necesario
substituir el sistema habitual de indemnización por un sistema adaptado a las necesidades futuras reales del
discapacitado, para asegurarle condiciones de vida lo más confortables posible, teniendo en cuenta el medio al
cual pertenece. El derecho debe ser reconocido a su familia de instalarlo en el domicilio si lo aceptan y la
indemnización debe tener en cuenta las necesidades de habitación –pieza principal para él y para un tercero–,
con arreglos especiales, material especializado, medio de transporte fuera del domicilio, asistencia permanente
para las últimas curaciones, alimentación y entretención adecuada”. Viney, G., La responsabilité civile, op.cit.,
p. 82.
46
las circunstancias del accidente, de la víctima y del victimario. Abandonar esta
apreciación in concreto, importa abandonar el principio de la reparación íntegra.
Además, desde otro punto de vista, la regla de reparación integral que satisface la
víctima no resulta del todo justa para el autor del daño cuando se trata de una
responsabilidad objetiva o con culpa leve. En efecto, en estos casos la aplicación
59
En este sentido Flour et Aubert, op.cit., Nº 370 quienes sostienen: “Hay que considerar que, por la naturaleza
misma de las cosas, el principio común de equivalencia es radicalmente inaplicable en este ámbito –daño
moral–: él es, por esencia, extraño. Es desconocer la realidad presentarlo, como lo hacemos frecuentemente
en un afán de lógica abstracta, como si tuviera una aplicación general”.
47
del principio aparece como extremadamente rigurosa, lo que sólo ha podido
atenuarse con la contratación de seguros de responsabilidad.
60
Ver infra, capítulo III, Nº3.2.5.
48
El ordenamiento jurídico en Chile no contiene, de manera explícita, un principio
que guíe la discreción del juez al tiempo de fijar la indemnización, descontada la
directriz de su carácter reparatorio. El sistema legal francés tampoco afirma un
principio moderador del juez en materia de indemnizaciones, pese a la opinión de
que la modificación del artículo 1152 del Code Civil habría introducido dicho poder
moderador a propósito de la cláusula penal61.
61
La ley Nº 75-597 del 9 de julio de 1975 introdujo una reforma al artículo 1152 del código civil francés por la
cual se le reconoce al juez la facultad, incluso de oficio, de moderar o aumentar la pena en presencia de
una cláusula penal excesiva. La reforma está inspirada en el derecho alemán. Sobre este punto consultar
Larroumet, C., Droit Civil, Les obligations, le contrat, Nº 689 y siguientes. Por su parte la Corte de
Casación ha afirmado reiteradamente la censura de las sentencias de los tribunales de fondo que
pretenden establecer un poder de agravar o moderar las indemnizaciones.
En consecuencia, el principio de la reparación integral ocupa un lugar considerable en el sistema jurídico
francés; aunque no es difícil mostrar que no se trata de un principio absoluto.
En primer lugar, la ley misma contiene derogaciones. Particularmente, hay que señalar que el artículo
1149 del código civil francés que formula el principio de la equivalencia de los daños e intereses al daño
emergente y al lucro cesante reserva explícitamente las “excepciones y modificaciones posteriores”. En el
hecho, los artículos 1150 a 1155 han significado derogaciones importantes.
En cuanto a la jurisprudencia, su posición sobre este problema no está exenta de ambigüedad. Sin duda la
Corte de Casación nunca ha repudiado formalmente la regla de la equivalencia entre el daño y la
reparación, pero al menos tolera ciertas atenuaciones que, a veces, agravan la indemnización o la
disminuyen por relación al daño. Lo mismo puede observarse, como se verá, en la jurisprudencia chilena.
Además, esta regla se encuentra hoy en día entre los principios esenciales del derecho francés que
quedan protegidos en el plano internacional por la excepción de orden público. Y sobre todo, no hay que
perder de vista que los poderes reconocidos a los jueces del fondo en la evaluación de las
indemnizaciones –que los exime en Francia y en Chile de la casación– les permite en la práctica tomar
grandes libertades con el carácter integral de la reparación.
49
3. Tipos de daños. Daño Moral y Daño Material.
La reparación del daño moral ha de estimarse hoy, sin duda alguna, como una
regla generalmente admitida en el derecho nacional y comparado. Se admite la
reparación de este tipo de daño en el derecho continental y en el derecho
anglosajón. Con todo, determinar en qué consiste el daño moral resulta
imprescindible para apreciar su extensión y el tipo de bienes que mediante su
consagración se persigue. En otros términos, establecer qué deba entenderse por
daño moral resulta determinante para, luego, establecer el tipo de bienes cuya
titularidad se protege mediante esta regla de responsabilidad y determinar,
consecuencialmente, la extensión de esa reparación.
Existen numerosas sentencias que definen el daño moral del modo que se acaba
de exponer, entendiéndolo generalmente como sinónimo de lo que en doctrina se
ha llamado “pretium doloris” (precio del dolor), es decir, como una lesión en la
esfera de los afectos (sufrimientos, dolores y angustias que experimenta una
50
persona víctima de un hecho ilícito). Las siguientes son algunas de las nociones
que se han dado por la jurisprudencia:
“El daño moral no definido por nuestro Código, es indudablemente el que se causa
al espíritu del individuo ya sea por dolores físicos o morales, por herir sentimientos
de afección o de familia, por malas condiciones de salud a consecuencia de
pesadumbres que le han sido ocasionadas, por la privación de un apoyo,
dirección, etc.”62
Es daño moral “aquél que proviene de toda acción u omisión que pueda estimarse
lesiva a las facultades espirituales, a los afectos o condiciones sociales o morales
inherentes a la persona humana. Todo aquello que signifique un menoscabo en
los atributos o facultades morales del que sufre un daño.”63
“...de tal manera que al hacer extensiva la indemnización al aspecto moral del
perjuicio, o sea, al menoscabo o detrimento de su bienestar espiritual...”66
62
RDJ, tomo XXXI, 1934, sec. 1ª, p. 462. En un sentido similar: RDJ, tomo LXXXVIII, 1951, sec. 4ª, p. 186
(cons. 20).
63
RDJ, tomo XXXIX, 1942, sec. 1ª, p. 203.
64
RDJ, tomo XLV, 1948, sec. 1ª, p. 526 (cons. 30); RDJ, tomo LVII, 1960, sec. 4ª, p. 144 (cons. 20) y p.374;
RDJ, tomo LXXVIII, 1981, sec. 2ª, p. 67; RDJ, tomo LXXXI, 1984, sec. 2ª, p. 121.
65
RDJ, tomo XLVIII, 1951, sec. 1ª, p. 252 (cons. 14); RDJ, tomo LXXVIII, 1981, sec. 5ª, p. 317 (cons. 7);
RDJ, tomo LXXIX, 1982, sec. 4ª, p. 123.
66
RDJ, tomo LV, 1958, sec. 4ª, p. 209 (cons. 10). Respecto del daño moral como sinónimo de sufrimiento en
el orden espiritual: RDJ, tomo LII, 1955, sec. 1ª, p. 74 (cons. 5); RDJ, tomo LXXXIII, 1986, sec. 4ª, p. 36
(cons. 8).
51
Esa visión del daño moral, ha sido seguida, luego, por un punto de vista más
comprensivo que procura identificar cuáles son los bienes cuyo desmedro equivale
a aquello que denominamos daño moral. No se trata, en verdad, de abandonar la
noción de pretium doloris, sino que se trata de integrarla con otras esferas de
protección, ampliando, así, a fin de cuentas, el significado del concepto.
67
RDJ, tomo LX, 1963, sec. 4ª, p. 4. Otros fallos que han concebido el daño moral como dolor y sufrimiento:
RDJ, tomo LXV, 1968, sec. 4ª, p. 187 (cons. 5); RDJ, tomo LXX, 1973, sec. 4ª, p. 65; RDJ, tomo LXXIV,
1977, sec. 4ª, p. 281 (cons. 16); RDJ, tomo LXXX, 1983, sec. 4ª, p. 90; RDJ, tomo LXXXI, 1984, sec. 4ª, p.
35 y p. 140.
68
Gaceta Jurídica N°46, p.93.
69
RDJ, tomo LXXXII, 1986, sec. 4ª, p. 36; RDJ, tomo LXXXVII, 1990, sec. 3ª, p. 167; Gaceta Jurídica N°143,
p.103.
52
concebido de esta manera, exige distinguir entre el daño y las consecuencias que
puede producir ese daño. En efecto, se dispone: “Por consiguiente, con
independencia del resultado, basta la sola lesión por el hecho ilícito, del derecho
subjetivo que corresponde al ofendido, para que deba satisfacerse el daño moral”.
De esta manera, algunas sentencias empiezan a definir el daño moral a partir del
derecho inherente a la persona que ha sido lesionado. Una sentencia del año
1986 lo ilustra claramente al afirmar: “...precisa recordar que ese daño (el moral)
se produce siempre que se afecte la integridad física o moral de una persona...”70.
Finalmente, esta idea de daño moral es acogida por una sentencia71 que, al
fundamentar la reparación, esgrime la idea de derechos morales o básicos que
subyace a las reglas constitucionales y al derecho internacional de los derechos
humanos. Esta sentencia hace explícita la idea de persona que en las sentencias
anteriores se empezaba a vislumbrar, acogiendo la dimensión moral de la
personalidad y reconociendo a aquélla como titular de derechos fundamentales.
“Que sobretodo no hay que olvidar que entre las orientaciones básicas que
informan nuestra Carta Fundamental se halla el artículo 19 N° 1, a través del cual
se asegura no sólo el derecho a la vida sino a la mencionada integridad física y
síquica de la persona”. “Se complementan y reafirman dichas normas
constitucionales con lo señalado en el artículo 1° de la Constitución Política, en
cuanto declara que el Estado está al servicio de la persona humana...” (cons. 10).
70
Gaceta Jurídica N°46, p.93; Gaceta Jurídica N°106, p.67.
53
Con todo, y como se adelantó, la precedente evolución no importa, en rigor,
modificar la noción o significado de daño moral reemplazando un núcleo
conceptual (v.gr. el pretium doloris) por otro (v.gr. la noción de derechos
subjetivos). Cosa distinta, lo que se produce es una ampliación de esa técnica la
que, ahora, aparece dotada de cierta plasticidad que le permite acoger una amplia
gama de dimensiones que el sistema normativo reconoce en la esfera de la
personalidad. Esta plasticidad del concepto y de la técnica de protección en que
consiste el daño moral, es la que permite a la jurisprudencia asumir que, no
obstante las ampliaciones, el sufrimiento o dolor sigue constituyendo el núcleo
básico que, a falta de otro, justifica, en todo caso, la reparación: “Que, a mayor
abundamiento –indica en este sentido el fallo que se acaba de transcribir– aunque
no se aceptara la tesis sobre la existencia del daño moral, en los términos
señalados anteriormente, debe presumirse en el caso de autos, que las lesiones
proferidas culpablemente a los demandantes les han provocado aflicción, dolor,
incomodidades y molestias”. El pretium doloris pervive, pues, como un núcleo
esencial de la técnica que se esgrime cuando los otros niveles de significado no
resultan acreditados.
71
RDJ, tomo XCI, 1994, sec. 1ª, p. 100.
72
Flour et Aubert, op.cit., Nº 135.
73
Chartier, op.cit., Nº 114.
54
elucidan conceptualmente el problema –identificando un ámbito de protección
extrapatrimonial y vinculado a la personalidad– no resuelven el dilema de cómo
fijar la suma de dinero que corresponde al perjuicio sufrido por la víctima. Esta
dificultad puede acercar la noción del daño moral, como se verá, a la de sanción
privada y alejarla de la mera idea de reparación.
En suma, la noción del daño moral es una tarea difícil de establecer, incluso en el
derecho comparado; aunque existen algunos aspectos convergentes dignos de
ser destacados. Desde luego, y aunque aparente un lugar común, cabe establecer
una distinción entre dos categorías de daños. En primer lugar lo que se conoce
como “la parte social del patrimonio moral” que abarca los atentados al honor y en
general los derechos de la personalidad y, por otro lado, aquéllos que se refieren a
los afectos o sentimientos de la víctima, es decir, “la parte afectiva del patrimonio
moral”. La distinción planteada ha evolucionado en la doctrina y jurisprudencia y,
hoy en día, es posible diferenciar varios tipos de daños morales –en esto, la
evolución del derecho continental lo acerca a los resultados del common law–. De
otra parte, cabe destacar que el daño moral aparece dogmáticamente vinculado a
la noción de derechos subjetivos públicos y a la idea de sujeto que las reglas
constitucionales intentan imponer o generalizar en la práctica legal74.
Si bien, como se ha expuesto, resulta difícil esgrimir una noción de daño moral
que concite la unanimidad de la doctrina y la jurisprudencia –particularmente
comparada, pues el punto no ha sido suficientemente debatido en Chile75– resulta
útil de todas maneras intentar dilucidar el punto, pues ello posibilita al intérprete
contar con una guía conceptual que le permitirá, llegado el caso, resolver los
casos difíciles.
74
Dentro de la categoría de los daños morales resulta una tarea infructuosa el definir elementos comunes a
todas las categorías de daños no económicos que no sea sólo justamente la ausencia del referente
patrimonial. Ese problema, como veremos, se elude cuando se conceptualiza el daño moral por referencia a
los bienes intangibles de la personalidad.
75
Fueyo es, en esta materia, una excepción. Ver sus Instituciones Modernas del derecho privado, Santiago:
Jurídica, 1990.
55
En términos generales, estimamos que la noción de daño moral constituye un
intento de proteger la dimensión moral de la personalidad de los seres humanos,
que el derecho comparado y el derecho internacional reconocen de manera casi
unánime. El sufrimiento y la capacidad de aflicción son formas de expresión de
esa personalidad moral –y ello justifica su reparación– pero, claro está, no se trata
de la única dimensión que la técnica del daño moral intenta proteger. La noción de
daño moral abarca una cierta dimensión en la personalidad de los seres humanos
que al ordenamiento le interesa tutelar. Es esa dimensión la que está protegida
por una regla de responsabilidad y la que da origen, entonces, a la necesidad de
reparar el daño moral. En otras palabras: todo ordenamiento jurídico –en particular
a nivel de sus reglas constitucionales– adscribe a una cierta noción de ser humano
que justifica, por ejemplo, la titularidad de derechos fundamentales. A esa noción
de ser humano subyace una cierta dimensión moral que, cuando es dañada o
desmedrada sin que medie consentimiento, da origen a un daño moral susceptible
de reparación. En suma, la noción de daño moral ha experimentado una evolución
que ha ido a parejas con el desarrollo de la dimensión moral de la personalidad de
los seres humanos.
56
particularmente a nivel de las reglas constitucionales– consagran el
reconocimiento de diversos instrumentos para el ejercicio de esa autonomía. La
noción de autonomía permite concebir el daño como un desmedro no consentido,
es decir, como la interferencia en la esfera de la propia autonomía.
76
La codificación no consideró al tratar de las personas, lo que hoy conocemos como derechos de la
personalidad. La dimensión moral de la personalidad –que van a poner de relieve Kant, los liberales clásicos y
las declaraciones de derechos- aparece omitida en toda la codificación moderna desde el Código Napoleónico
al BGB. Sólo cuando “el lenguaje de los derechos” (ver la obra homónima de Eduardo García de Enterría.) se
generaliza, la nueva concepción de persona que a él subyace se expande hacia el derecho privado dando
origen a la noción de derechos de la personalidad entendidos como derechos subjetivos de carácter moral. A
favor, Messineo, F., Manuale de diritto civile e comerciale, 1952, p. 386. El texto mantiene la idea que la
categoría de los derechos de la personalidad –entendidos como derechos morales– es una conquista jurídica
del último siglo. Así, la Constitución Portuguesa de 1976 que reconoce el derecho a la integridad moral –
artículo 26.1- y la inviolabilidad de otros derechos personales –artículo 34-; La Ley Fundamental para la
República Federal Alemana de 1949, proclama la “dignidad del hombre es sagrada y constituye deber de
todas las autoridades del Estado su respeto y protección” –artículo 1.1-. Entre los Códigos Civiles que
reconocen expresamente los derechos de la personalidad, están: El portugués de 1967, alemán de 1896 –
con las prevenciones que luego se dirán–, el Código Civil suizo de 1907 y el italiano de 1942. Entre 1946 y
1949 los consagrados en los Códigos Civiles de Grecia, Egipto, Japón y Filipinas. En 1973, el Código Civil de
Costa Rica. Sobre el Código nuestro y la noción de derechos de la personalidad, Ver Merino Scheihng, F.,
Consideraciones en torno a los derechos de la personalidad, en: Barros Bourie, E. (Editor), Contratos,
Santiago: Jurídica, 1991.
Al respecto, resulta útil, siguiendo a Larenz, revisar la evolución que los derechos de la personalidad han
seguido en la dogmática alemana. Según Larenz, el artículo 823, parágrafo 1, (“Al que con intención o por
negligencia lesione ilegalmente a otro en su cuerpo, en su libertad, en su propiedad o en cualquier otro
derecho, estará obligado para con aquél, a reparar el daño causado”. Código Civil del Imperio Alemán, tr. por
Alejo García Moreno, Madrid: Centro Editorial de Góngora, 1897) señala que está obligado a indemnizar los
daños causados el que lesiona a otro antijurídica y culposamente en su vida, cuerpo, salud, libertad, propiedad
u otro derecho. Se indica que según la doctrina hasta hace poco dominante, los citados bienes no se les
atribuye el carácter de derechos subjetivos, pero el ataque antijurídico a unos de estos bienes tiene las mismas
consecuencias que un ataque a un derecho subjetivo de carácter patrimonial. Se señala que es característico
de un derecho protegido contra infracciones por la norma del artículo 823 parágrafo 1, su posibilidad de
emprender la vía judicial, especialmente, el reconocimiento de las pretensiones de eliminación y omisión.
“Por consiguiente, en la forma indicada y según la situación legal vigente hasta hace poco, sólo eran
protegidos derechos patrimoniales, por ejemplo, derechos de prenda, servidumbre, derechos de autor y
patentes. El BGB sólo reconoció un sólo derecho de la personalidad estrechamente delimitado y protegido por
las pretensiones de omisión y eliminación, a saber, el derecho al nombre (p.12).” (Larenz, K., El derecho
57
La precedente función técnica del concepto de daño moral –ser un remedio a los
atentados a la esfera moral e intangible de la personalidad– se pone de manifiesto
al examinar las diversas dimensiones o categorías de daño moral que suele
reconocer la doctrina. Estas diversas dimensiones que, como se verá de
inmediato, configuran la idea de daño moral, ponen de manifiesto que su función
técnica es la de proteger el ámbito extrapatrimonial –moral– de la personalidad
que las técnicas habituales del derecho patrimonial son incapaces de tutelar.
3.1.1. Daño moral. Categorías que resultan del daño físico a la persona.
general de la personalidad en la jurisprudencia alemana, en: Revista de Derecho Privado, Madrid: Revista de
Derecho Privado, 1963, p. 639.).
“El cambio de criterio –concluye Larenz–, vino después de la segunda guerra mundial, y fue decidido por un
lado por la aspiración de atender y proteger en todos los terrenos a los valores de la personalidad en su
libertad, honor y dignidad humana que tan cínicamente habían sido despreciados en la guerra y como
consecuencia de ella, y por otro lado, por la conciencia que se ha formado de un riesgo cada vez más fuerte
para las esferas de la personalidad a través del desarrollo de la técnica moderna y de los medios de difusión
entre las masas” (Idem, p. 641).
Otro derecho de la personalidad tempranamente reconocido en la legislación alemana, es el derecho a la
propia imagen, que se basa en los parágrafos 22 y siguientes de la Ley de Protección artística del 9 de enero
de 1907, según la cual queda prohibida la divulgación y exhibición pública de la imagen de una persona sin su
consentimiento, prohibición que no sólo afecta a la fotografía. Exceptuándose, la reproducciones de personas
contemporáneos conocidas, salvo que se lesione un interés legítimo del afectado.
“Entre los bienes de la personalidad designados en el artículo 823, p.1, cuya protección se equipara a la de los
derechos subjetivos, no se encuentra el honor, el cual, no obstante, además de la protección que recibe en los
preceptos penales, es también protegido desde el punto de vista del Derecho civil, al menos indirectamente. El
artículo 823, p.2, declara que está obligado a indemnizar daños el que en la misma forma que en su caso de
infracción de un derecho contravenga o infrinja la ley cuyo objetivo es la protección de otra persona. Como
“leyes protectoras” han de considerarse en primer lugar las disposiciones penales destinadas a la protección
del honor” (Idem, p. 640.). Otros bienes de la personalidad, continúa Larenz, son protegidos según
disposiciones legales “únicamente en cuanto se trate de la infracción causante de daños producida
dolosamente o contra las buenas costumbres”.
En los hechos, concluye Larenz, la protección que el BGB prestó a la personalidad humana fue deficiente,
puesto que se subordinó a condiciones de antijuridicidad y negligencia y no se fundó en condiciones y
límites impuestos por la personalidad moral. “La inclusión del derecho general de la personalidad en la
práctica jurídica alemana a través del Tribunal Supremo federal –concluye Larenz– se manifiesta más bien
como un acto de manifiesta creación judicial del Derecho, que solamente puede hallar su justificación en
un principio ético jurídico declarado con especial intensidad en la Ley Fundamental o Constitución Federal,
en virtud del cual se ordena la protección de la dignidad e intangibilidad moral de la persona humana”.
58
daño moral es uno de “textura abierta”, es decir, uno que posee un núcleo básico
de significado –el pretium doloris– que, conforme la ponderación de bienes lo
requiera, es susceptible de ampliarse a otras esferas relacionadas. Un somero
análisis de la doctrina comparada en esta materia, pone de manifiesto este
carácter plástico del concepto.
(i) El pretium doloris que equivale a los sufrimientos derivados del dolor
físico.
Los tres primeros tipos de daño se refieren a la víctima directa y el último alude a
los terceros que se ven afectados a resultas del daño de la víctima inicial.
77
Ver Viney, G., La responsabilité: conditions, op.cit., Nº 261 a 269.
78
Se han agregado a estos tipos de daños morales algunos otros. Suelen mencionarse el perjuicio juvenil –
pretium juventutis– en atención a la edad de la víctima que permite una indemnización mayor en relación a un
adulto, puesto que el joven sufre por lo que no será y, en cambio, el adulto por lo que no seguirá siendo.
También se menciona el perjuicio sexual que en cierta forma constituye una manifestación del perjuicio de
agrado; otro tipo lo constituye el conjunto de sufrimientos de los parientes que deben soportar un largo y
penoso procedimiento para obtener la reparación. Con todo, estas categorías todavía son estimadas
marginales. Sobre este punto consultar Chartier, op.cit., Nº 180 y 182; Viney, G., la responsabilité: effets,
op.cit., Nº 143.
59
indemnizarse desde un doble punto de vista: se ha de reparar o satisfacer la
sensación de contingencia y temor que el ilícito abre hacia el futuro, y reparar,
además, el dolor actual que causó a la víctima el accidente. Debe, en otras
palabras, ser comprensivo del temor a la muerte, de la angustia por el futuro de los
seres queridos, de la consciencia de no poder terminar lo que se había propuesto.
En este caso la membrana que distingue el perjuicio de sufrimiento y de agrado –
que luego se verá– se hace muy tenue79. Debe, además, permitir indemnizar el
dolor presente soportado por la víctima. El pretium doloris no es, entonces,
solamente el trauma síquico contemporáneo al ilícito –el sufrimiento actual– sino
que cubre la sensación de precariedad y de ruptura que acompañará a las
víctimas para siempre hacia el futuro.
La noción del perjuicio de agrado es reciente, pues sólo hizo su aparición a partir
de los años 50. Hasta los años 70, el perjuicio de agrado estaba
predominantemente asociado a la pérdida de la posibilidad de realizar ciertas
actividades de entretención. Se trataba de una concepción restrictiva de este tipo
79
Chartier, op.cit., Nº 183.
80
Chartier, op.cit., p. 233.
60
de daño moral. Dicha noción consistía nada más en la imposibilidad general de
gozar de los placeres de orden cultural, deportivo, social y cotidiano, que son
normalmente accesibles a personas de la edad y de la condición de la víctima. Un
fallo de la Corte de Apelaciones de París lo definió como: “la privación de
satisfacciones diversas de orden social, mundano y deportivo que normalmente
benefician a un hombre de la edad y la cultura de la víctima”81. Esta definición era
considerada restrictiva puesto que sólo consideraba ciertas actividades que, de
una parte, resultaban elitistas y, de otra, sólo limitada a ciertos placeres de la vida
que no eran comprensivos de todas las actividades normales de los sujetos.
Sin embargo, desde hace un tiempo, se ha ido desarrollando una concepción más
amplia de la noción de perjuicio de agrado. Ella consiste en identificarlo con la
pérdida de todos los entretenimientos comunes u ordinarios de la vida,
cualesquiera que sean su naturaleza y su origen. Es decir, dicha concepción
equivale al conjunto de sufrimientos, molestias y frustraciones que engloba todos
los aspectos de la existencia cotidiana en razón del daño y sus consecuencias.
Esta extensión tiene en cierta medida su origen en la Resolución del Comité de
Ministros del Consejo de Europa, cuyo artículo 11 recomienda indemnizar las
diversas molestias y desagrados como: insomnios, un sentimiento de inferioridad,
una disminución en los placeres de la vida causado particularmente por la
imposibilidad de realizar ciertas actividades de entretención.
81
Corte de Apelaciones de París, 25 de marzo de 1961, citada por Chartier, op.cit., p. 226.
61
amputación significa necesaria y objetivamente que los placeres y entretenciones
de su vida se verán disminuidos. En este sentido, Durry ha dicho que “ya no es
que ella –la víctima– no pueda jugar al tenis, sino porque su vida en el futuro será
menos agradable la víctima será indemnizada a título de perjuicio de agrado”82. La
indemnización por el perjuicio de agrado intenta reparar la sombra que se cierne
inevitablemente sobre el futuro de la víctima –directa o por repercusión– cuya vida
ya no podrá ser nunca más la misma: la acompañará el recuerdo del ilícito, la vida
perdida, impidiéndole esos momentos de descuido y ligereza que hacen grata la
vida cotidiana.
Ahora bien, a partir de esta nueva concepción del perjuicio de agrado, la lista de
tipos de daño moral comienza a desdibujarse. En efecto, las nociones de perjuicio
estético, pretium doloris, perjuicio sexual o el denominado perjuicio juvenil
pasarían a ser parte de esta nueva forma de entender el perjuicio de agrado lo que
llevaría a una necesaria re-evaluación de las categorías de daños morales.
Una posición diversa han sostenido la 2ª Sala Civil y la Sala Criminal de la Corte
de Casación francesa. En efecto, ellas se han manifestado favorables a una
concepción más amplia. El perjuicio de agrado englobaría ciertos sufrimientos o
molestias completamente extrañas a las actividades de esparcimiento. La 2ª Sala
Civil, que parece más progresista, ha admitido en dos oportunidades que “la
pérdida del olfato y del gusto” forma parte del “perjuicio de agrado”, mientras que
82
Durry, G., en Rev. trim. dr. civil, 1978, p. 358.
83
Viney, G., op.cit., p. 197.
62
la Sala Criminal distingue, como la Sala Social, el perjuicio de agrado del “perjuicio
corporal con carácter objetivo”. Sin embargo, la Sala Criminal rechaza limitar el
perjuicio de agrado a la pérdida de las actividades de entretenimiento estimando
que debe englobar “la privación de todos las entretenciones de una vida normal” y,
desde este punto de vista, su posición de acerca a la de la 2ª Sala Civil.
Con todo, el contenido del perjuicio de agrado continúa en debate, lo que plantea
un futuro incierto a la lista de tipos de daños morales elaborada por la
jurisprudencia. Por el momento no existe un pronunciamiento de la Asamblea
Plenaria de la Corte de Casación francesa.
Una posición que aparece apoyada por parte de la doctrina distingue, de una parte
el perjuicio de afección y, de otra, los otros tipos de daños morales. Esta distinción
viene dada por la naturaleza especial del perjuicio de afección. El perjuicio de
afección no puede confundirse con los daños sufridos por la víctima, porque –por
definición- afecta a terceros. Este perjuicio debe ser necesariamente objeto de una
indemnización distinta y, por consecuencia, de una evaluación aparte, que no
puede ser efectuada sino en función de criterios completamente diferentes de
aquéllos que son aplicados a la indemnización del resto de los tipos de daños
morales.
84
Si bien la jurisprudencia acepta largamente la indemnización del perjuicio de afección la doctrina francesa,
en particular, ha manifestado cierta distancia al respecto. Para Viney resulta chocante “el mercantilismo
frecuentemente ridículo y a veces sórdido al que conduce la obligación de medir el monto de los daños e
63
Empero, el problema de mayor interés en relación al perjuicio de afección consiste
en determinar el abanico de víctimas por rebote que procede indemnizar. Este
punto –que fue ya analizado en general– se examinará en detalle más adelante.
65
3.1.2. Procedencia de la indemnización del daño moral.
La Corte Suprema en una ocasión señaló que “la reparación de este daño en la
responsabilidad extracontractual ha sido admitida por la doctrina y la
jurisprudencia nacionales desde hace más de medio siglo, abundando las
sentencias que conceden tal reparación de un modo invariable”87. En efecto,
desde hace muchos años este tema ha sido tratado de manera uniforme y
constante por nuestra jurisprudencia88. Citaremos algunas de estas sentencias:
“...Al expresar el artículo 2.314 del Código Civil que “el que ha cometido un delito o
cuasidelito que ha inferido daño a otro, es obligado a la indemnización” y el
artículo 2.329 del mismo código que “por regla general todo daño que pueda
imputarse a malicia o negligencia de otra persona debe ser reparado por ésta”, la
ley no se ha referido a ciertas clases de daño, sino indeterminadamente a
cualquier daño, sea el que fuere, sin distinción alguna, material o inmaterial, y si
no fuere así el legislador no habría empleado el vocablo “todo” que según el
87
Gaceta Jurídica N. 46, p.93.
88
Luego de un fallo del año 1900, en el que nuestra Corte Suprema no aceptó la indemnización por daño
moral, a partir de un fallo de 1907 ha declarado invariablemente la procedencia de la reparación por este
concepto. Nuestra doctrina se manifiesta unánimemente a favor de su reparación en el ámbito
extracontractual. Sobre la jurisprudencia respecto de la aceptación del daño moral en responsabilidad
extracontractual, ver en general Alessandri, op.cit., Fueyo, Instituciones, op.cit., Domínguez, op.cit. y
Abeliuk, René, Las obligaciones, Santiago, Editores López–Viancos, 1970.
66
Diccionario de la Lengua es “lo que se toma o se comprende entera y cabalmente
según sus partes, en la entidad o en el número”89.
“Que sin embargo, es cierto que la ley no distingue acerca de la naturaleza del
daño para los efectos de la indemnización. Así el artículo 2.314 del Código Civil
dispone que el que ha cometido un delito o cuasidelito que ha inferido daño a otro,
es obligado a la indemnización; y el artículo 2.329 del mismo código prescribe que
todo daño que pueda imputarse a malicia o negligencia de otra persona debe ser
reparado por ésta”90.
Por su parte, cuando los tribunales chilenos han debido pronunciarse sobre la
procedencia de la indemnización del daño moral en el ámbito contractual, ésta ha
sido denegada argumentando que las normas que regulan esta materia no hacen
89
RDJ tomo XXIV, 1927, sec. 1ª, p. 567 (cons. 13); tomo XXVIII, 1931, sec. 1ª, p. 117 (cons. 11); RDJ, tomo
XXXIX, 1942, sec. 1ª, p. 203.
90
RDJ, tomo XLI, 1944, sec. 2ª, p. 41 (cons. 23).
91
RDJ, tomo XLIV, 1947, sec. 2ª, p. 4 (cons. 12).
92
RDJ, tomo LXXXI, 1984, sec. 2ª, p. 121 (cons. 6).
93
RDJ, tomo LXXXII, 1985, sec. 2ª, p. 6 (cons. 31).
67
referencia a “todo” daño, como lo hace el Código Civil con respecto a la
responsabilidad extracontractual, sino que –al hablar de daño emergente y lucro
cesante- se estaría refiriendo únicamente al daño patrimonial.
Sin embargo, es preciso observar que ha habido una creciente tendencia en orden
a aceptar la indemnización del daño moral en cierto tipo de relaciones
contractuales. Es lo que sucede en el ámbito del contrato de transporte, donde la
tendencia a la reparación se ha basado, fundamentalmente, en la posibilidad que
tiene el porteador de prever los riesgos que el cumplimiento de dicho contrato
importa, y en la obligación que pesa sobre el mismo de conducir al pasajero hasta
el lugar de destino, sano y salvo. Las siguientes sentencias así lo demuestran:
También la Corte Suprema sostuvo que “si se admite, como ocurre en la especie
que el daño moral es indemnizable cuando proviene de un cuasidelito, es ilógico
rechazarlo si se le funda en el contrato (de transporte) si el hecho es uno, llámese
él cuasidelito o infracción contractual; si la consecuencia es la misma: dolor,
sufrimiento, desesperación a veces ante una vida tronchada”96.
94
RDJ, tomo XXXIII, 1936, sec. 1ª, p. 331; tomo LXXXVII, 1950, sec. 1ª, p. 127 (cons. 9).
95
RDJ, tomo XLVIII, 1951, sec. 1ª, p. 252 (cons. 14).
96
RDJ, tomo LII, 1955, sec. 1ª, p. 74.
68
Cabe destacar en esta materia la sentencia de 20 de octubre de 199497 en la cual
la Corte Suprema interpreta el artículo 1.556 del Código Civil en un sentido más
amplio a como tradicionalmente se ha entendido: “Que desde luego, al decir el
artículo 1.556 que la indemnización de perjuicios comprende el daño emergente y
el lucro cesante, no excluye de un modo forzoso la indemnización del daño
meramente moral”, y luego dice: “no se divisa el motivo que justifica que se la
niegue (la indemnización del daño moral) si la lesión a esos intereses
extrapatrimoniales procede de la defección culpable o maliciosa de uno de los
contratantes”.
97
RDJ, tomo XCI, 1994, sec. 1ª, p. 100 (cons. 6)
98
Sobre el debate en torno a la procedencia o rechazo de la indemnización del daño moral ver Chartier, op.cit.,
Nº 114 y siguientes.
99
Ver Viney, G., La responsabilité: conditions, op.cit., Nº 261 y siguientes.
100
Ver supra, capítulo II, Nº1.
69
de sujetos legitimados para demandar la reparación del daño moral. En términos
generales, corresponde la titularidad a la víctima directa y, también, a la víctima
por repercusión; aunque, como se vio, se discute si hay titularidad derivada en los
casos de muerte coetánea al accidente que pueda sumarse a la titularidad propia.
En otras palabras, no se discute que el derecho a la reparación se extienda a las
víctimas directas y a las víctimas por repercusión.
“Que las mismas palabras “todo daño” están empleadas en un sentido genérico y
comprende también a todas las personas afectadas por el hecho ilícito, aunque no
hayan sido personal e inmediatamente ofendidas”102 .
101
RDJ, tomo XXVII, 1930, sec. 1ª, p. 822; RDJ, tomo LXX, 1973, sec. 4ª, p. 65.
102
RDJ, tomo XXXI, 1934, sec. 1ª, p. 144 (cons. 5°). La sentencia admite la posibilidad de que la muerte de
una persona pueda inferir daño a sus herederos y en consecuencia, ellos puedan ser indemnizados.
70
“Que respecto del daño moral, éste puede ser reclamado no sólo por la víctima,
sino, también por los que lo sufren en sus propios sentimientos y afectos”103.
Ahora bien, a pesar que la tendencia ha sido a limitar esta legitimación activa a los
herederos y parientes, algunas sentencias han ido más allá y han aceptado que
este daño sea demandado por extraños en la medida que hayan experimentado
algún daño:
“Que el daño moral derivado del accidente materia de este juicio, no sólo lo ha
recibido la menor, sino principalmente sus padres que han debido sufrir la
amargura consiguiente de ver a su hija inválida para toda la vida por un hecho
imputable a negligencia de terceros”(cons. 24)105 .
“Procede acoger no sólo la acción civil de reparación del daño moral deducida por
los padres de la víctima sino también la ejercitada por un hermano del occiso...”107.
103
RDJ, tomo LXXXVIIII, 1991, sec. 4ª, p. 141 (cons. 5).
104
RDJ, tomo XXX, 1933, sec. 1ª, p. 524.
105
RDJ, tomo XLIV, 1947, sec. 1ª, p. 495; RDJ, tomo XXXVIII, 1936, sec. 1ª, p. 239.
106
RDJ, tomo XXXIX, 1942, sec. 1ª, p. 79; RDJ, tomo XLV, 1948, sec. 1ª, p. 526.
107
RDJ, tomo LII, 1956, sec. 4ª, p. 38.
71
Una posición similar se observa en el derecho comparado, particularmente en el
derecho francés, aunque en este caso se observa cierta cautela en la excesiva
ampliación de la titularidad que, por esta vía, se podría producir.
Ocurre que la indemnización del daño moral, por rebote o por repercusión, plantea
el problema de determinar –como se vio ya en el capítulo II– si se trata de un daño
autónomo o derivado del perjuicio inicial. La respuesta a esta interrogante no es
baladí, puesto que las consecuencias de aceptar una u otra posición son
diferentes. En especial reviste particular interés en lo que dice relación con el
problema de determinar los sujetos de derecho con calidad para demandar
reparación de un daño moral por repercusión y cuál es la extensión de dicho
daño109.
La determinación de las personas que pueden demandar daño moral por rebote
ha sido objeto de un largo debate por la doctrina francesa110, especialmente a
propósito de los daños que se siguen de la muerte de un pariente cercano. De lo
que se trata es de definir el círculo de personas que pueden demandar este tipo
de daño, puesto que podría resultar excesivo. Es por esto que la jurisprudencia y
la doctrina se han esforzado en limitar el número de personas habilitadas para
demandar.
108
RDJ, tomo LV, 1958, sec. 4ª, p. 209; RDJ, tomo LXXIV, 1977, sec. 4ª, p. 281; RDJ, tomo LXXX, 1983, sec.
1ª, p. 128; RDJ, tomo LXXXVIII, 1991, sec. 4ª, p. 138.
109
Ver Mazeaud et Tunc, Traité Théorique et Pratique de la Responsabilité Civile Delictuelle et Contractuelle.
110
En esta parte seguimos de cerca de Viney, op.cit.: les conditions, Nº 305 y siguientes.
111
El daño material por rebote corresponde a la pérdida de subsidios que entregaba la víctima principal a la
víctima por repercusión con anterioridad al accidente y se entendía en relación a la obligación de alimentos
entre los parientes según las reglas del código civil. A partir de esta concepción que hacía equivalente el
vínculo jurídico entre la víctima directa y aquella por repercusión se lograba restringir el círculo de
demandantes a los parientes que forman parte de la familia. Sin embargo, esta posición ha sido considerada
72
En el caso del daño moral por rebote, la Corte de Casación, en el intento de definir
el vínculo de derecho entre la víctima principal y aquélla por rebote, señaló que
“atendido, en lo que concierne el perjuicio moral, que si el artículo 1382 del código
civil, por lo general de sus términos, se aplica tanto al daño material como al daño
moral, todavía es necesario que la acción de indemnización sea fundada en un
interés de afección nacido del vínculo de parentesco o de matrimonio que unía la
víctima del hecho dañoso a los demandantes de la indemnización”112.
Esta jurisprudencia fue confirmada incluso con posterioridad a 1937, pese a las
mismas críticas que se achacaban al vínculo a la obligación alimenticia en el caso
del daño material por rebote.
injusta en presencia de familias de hecho, lo que ha llevado a su abandono por parte de la jurisprudencia de la
equivalencia entre el vínculo jurídico y la obligación de alimentos. Idem, op.cit., Nº 306 y siguientes.
112
JCP. 1931, p. 41, 2 de febrero de 1931.
113
JCP 1956 II 9146.
114
JCP 1970 I p. 163, 27 de febrero de 1970.
73
en consecuencia, distinguir tres categorías de sujetos habilitados para obtener una
indemnización de daño por rebote.
En primer lugar, los parientes de la víctima principal. Entre ellos, el cónyuge y los
hijos ocupan un lugar privilegiado115. Ellos no deben, en rigor, probar el daño
sufrido, debido a la existencia de una presunción simple a favor del cónyuge no
separado y de los hijos, sean éstos mayores o menores de edad. La inversión de
la carga de la prueba no se aplica en el caso del daño patrimonial por rebote. En
esta situación, la víctima que alega una indemnización debe establecer que el
daño ha interferido en la ayuda que le proveía la víctima principal o en la
expectativa seria de obtener dicha ayuda económica.
115
En el derecho norteamericano esto es una materia de derecho estatal, regulado por leyes y no por el
Common Law. En general, estos estatutos limitan el daño por rebote fundamentalmente al cónyuge, los
hijos y en algunos casos a los ascendientes y descendientes. Ver al respecto Prosser y Keeton, op.cit. En
el derecho inglés, y a partir de una ley dictada en 1846 que ha sufrido diversas modificaciones (Lord
Campbell’s Act) este derecho se le ha reconocido, en general, al cónyuge, los hijos y ascendientes. Ver
74
En segundo lugar, en ciertas oportunidades los sujetos que tenían una relación
comercial con la víctima fallecida, sean proveedores, acreedores o clientes,
demandan indemnización de daño patrimonial por rebote, ya que la muerte de la
víctima pone en peligro sus intereses. Los tribunales son reacios a aceptar las
demandas de acreedores o empleadores, pero se manifiestan más abiertos en el
caso de trabajadores que demandan en caso de muerte del empleador.
Markesinis y Deakin, op.cit. En el derecho alemán, la acción se ha reconocido a todos quienes tenían el
derecho legal de demandar alimentos al fallecido. Ver Markesinis, op.cit.
116
Chartier, op.cit., Nº 204.
75
prueba de un perjuicio cierto es suficiente justificación de la demanda de
reparación sin que sea necesario establecer el carácter excepcional117 .
Una situación distinta es la que ocurre en la Sala Criminal de esa Corte. Para esta
composición es aceptable la demanda de las víctimas por rebote en caso de
fallecimiento de la víctima inicial, pero no se justifica en caso de sobrevivencia.
117
JCP 1978 IV. p. 145.
118
Bull. Civ., 1979, Ass. plénière, p. 1, Nº 1.
76
3.1.4. La extensión del daño moral por rebote.
77
En suma, el daño moral por rebote sólo tiene relevancia si se entiende la acción
indemnizatoria con carácter autónomo. Ello, por lo demás, resulta plenamente
coherente con el principio de la reparación integral del daño120.
En cuanto a las condiciones del derecho a reparación, éstas son distintas según
que las víctimas actúen a nombre propio o en calidad de herederos por el daño
sufrido por la víctima inicial. En el primer caso, no están obligadas a aportar la
prueba de su calidad de herederos, cuestión que es imperativa en el segundo
caso.
La autonomía del daño por rebote aparece más nítida a propósito del monto y las
garantías de la indemnización.
Es obvio que la avaluación del daño moral carece de la exactitud que, en cambio,
puede poseer la avaluación del daño estrictamente patrimonial. La razón de ello es
que los bienes en juego son de diversa naturaleza. Mientras los bienes
patrimoniales están sometidos al sistema de precios y al mercado –motivo por el
cual es posible apreciar su valor de reposición- ello no ocurre con los bienes
intangibles, que forman parte de la dimensión moral de la personalidad. No existe,
en este caso, un mercado o un sistema de precios que pueda indicar el valor que
119
Bidart, J., op.cit., 1985, p. 179.
120
Ver supra, capítulo II de este informe.
121
Mazeaud, H. et L, Traité Théorique et Pratique de la Responsabilité Civile Delictuelle et Contractuelle,
tomo II, pp. 722 a 724.
78
la sociedad asigna a esos bienes. Cuánto cuesta la pérdida de una vida humana o
la fractura definitiva de un plan de vida o qué valor cabe asignar a la pérdida de un
padre o a la pérdida de la alegría de vivir, son preguntas que carecen de una
respuesta explícita o de un valor alternativo de carácter objetivo que permita
configurarla. Los planes de vida y el diseño de futuro que cada persona trazó para
sí y que, de pronto, se vio fracturado o definitivamente impedido por la
interposición del ilícito, carece de un mercado que lo provea y que, llegado el
caso, pueda fijarle un valor que lo reemplace. Los planes de vida, el agrado y los
diversos niveles de afección que configuran a cada vida humana son
inconmensurables entre sí y, por lo mismo, es difícil identificar una escala ordinal
de valores que permita establecer una indemnización que permita satisfacer la
pérdida.
Todo ello no significa, sin embargo, que los jueces o el sistema legal hayan de
renunciar a esa avaluación o que el sistema legal deba resistirse a concederla122 .
122
Desde el punto de vista de la teoría económica, los bienes protegidos por el concepto de daño moral
poseen un precio que se determina por su costo alternativo. Gary Becker, por ejemplo, ha sugerido que
hay valoraciones a bienes como la vida, por ejemplo, en la decisión de fumar (tantos días de vida valen el
placer de fumar). Lo mismo ocurre cuando las sociedades toleran actividades dañosas a sabiendas que,
en virtud de ellas, algunas personas inevitablemente morirán (en este caso, la sociedad avaluaría la
actividad en cierta cantidad de vidas humanas).
79
La tasa promedio de indemnizaciones por un ilícito opera, así, como un precio de
mercado que, cumplidas otras condiciones, alienta o desalienta su comisión. Una
actividad dañosa provista de una muy baja tasa de indemnizaciones, poseerá un
bajo costo que la hará preferible a otras actividades sustitutivas más caras (el
transportista preferirá, por ejemplo, pagar las indemnizaciones antes que costear
las medidas de prevención); por su parte, tasas de indemnización excesivamente
altas inducirán a un abandono de la actividad, haciéndola poco rentable y
derivando recursos a otras áreas (v.gr. si, en el límite, la tasa de indemnizaciones
está por encima de la utilidad esperada de la actividad, esa utilidad esperada, al
aplicarse el descuento de la indemnización por la probabilidad de su ocurrencia,
podría inducir a la decisión de no emprender más la actividad)123.
“No siendo susceptible de ser estimado con toda exactitud el valor de la vida, no
puede razonablemente sostenerse que el legislador haya impuesto al demandante
la obligación de establecer con precisión el monto de los perjuicios reclamados,
sino solamente la de agregar los elementos de convicción conducentes a habilitar
a los jueces para que puedan ejercitar equitativamente la facultad discrecional con
que la ley los inviste para regular la reparación del daño sufrido”124 .
123
El famoso criterio Learned Hand –United States v. Carroll Towing Co., 1947– supone esa forma de
racionalidad: se actúa negligentemente cuando el valor de la prevención está por debajo del valor
esperado del daño. A ese criterio subyace, como es obvio, un óptimo paretiano corregido. Este criterio
justifica, por ejemplo, las revisiones técnicas de un avión antes de cada vuelo (cuestión que, en cambio,
sería ineficiente tratándose de los viajes en automóvil). Como los daños aeronáuticos son gigantescos, es
siempre eficiente usar revisiones previas antes de cada vuelo. Si ellas no se practican –dirá la fórmula
Hand– hay entonces negligencia y, además, una pérdida social neta.
124
RDJ, tomo XXX, 1933, sec. 1ª, p. 524; RDJ, tomo XXXI, 1934, sec. 1ª, p. 144.
125
RDJ, tomo XXXIX, 1942, sec. 1ª, p. 203.
80
“Si bien es efectivo que el juez debe determinar el daño, la parte que reclama la
indemnización debe suministrar al tribunal los antecedentes necesarios para que
éste pueda con acierto proceder a la regulación”126.
“Si bien dada la naturaleza del daño moral, hay dificultades para su apreciación
pecuniaria, los jueces están facultados para regularlo prudencialmente”127 .
126
RDJ, tomo XXXI, 1934, sec. 1ª, p. 462.
127
RDJ, tomo XLI, 1944, sec. 2ª, p. 41; RDJ, tomo XLVIII, 1951, sec. 4ª, p. 74; RDJ, tomo L, 1953, sec. 4ª, p.
89 (cons. 12); RDJ, tomo LXXXIV, 1987, sec. 4ª, p. 137; RDJ, tomo LXXXIX, 1992, sec. 4ª, p. 156.
128
RDJ, tomo XLV, 1948, sec. 1ª, p. 526; RDJ, tomo LVII, 1960, sec. 4ª, p. 144.
129
Aunque a veces se la ha intentado suprimir por la vía de baremar los daños.
130
Ver supra, en los antecedentes del presente informe, el apartado relativo a la discrecionalidad del árbitro,
al tratar de las características del arbitraje.
81
independiza al juez de las reglas, pero no de los principios de argumentación
racional y de la explicitación de los valores que subyacen a la decisión. Ello
permite elaborar algunos criterios que, compatibles con la plasticidad axiológica
del concepto y la propia discreción del juzgador, permiten orientar la decisión en
esta materia.
131
Ver supra, capítulo I.
82
actividades socialmente útiles, provocando, igualmente, un daño social sobre
sujetos ajenos al conflicto de que se trata. El juez ha de efectuar aquí un complejo
análisis presidido por la prudencia que le permitirá evitar ambos extremos
socialmente indeseables. Al margen del carácter compensatorio que se esgrime
como fundamento de la reparación, ésta posee, como se ha insistido ya, una
inevitable función de incentivo o desincentivo del ilícito a que se refiere. Cuánto
alienta o desalienta el ilícito y qué consecuencias probables se siguen de ello para
el bienestar social en su conjunto, son variables que el juez –atento a las
externalidades de su decisión– habrá, inevitablemente, de considerar.
2.- La situación social y las condiciones físicas y morales de las personas que
han sufrido el daño133,
3.- La salud, edad, actividades y educación de las personas que han sufrido el
daño134,
132
RDJ, tomo XXIV, 1927, sec. 1ª, p. 567; RDJ, tomo XLI, 1944, sec. 2ª, p. 41; RDJ, tomo XLVIII, 1951, sec.
4ª, p. 186.
133
RDJ, tomo XXIV, 1927, sec. 1ª, p. 567; RDJ, tomo XXXII, 1935, sec. 1ª, p. 10; RDJ, tomo XLVIII, 1951,
sec. 4ª, p. 186; RDJ, tomo LXXXII, 1985, sec. 2ª, p. 6; RDJ, tomo LXXXVII, 1990, sec. 3ª, p. 167; RDJ,
tomo LXXXVIII, 1991, sec. 4ª, p. 141.
134
RDJ, tomo XXXII, 1935, sec. 1ª, p. 10; RDJ, tomo XXXIII, 1936, sec. 1ª, p. 507; RDJ, tomo LXV, 1968, sec.
4ª, p. 375; RDJ, tomo LXXX, 1983, sec. 4ª, p. 151; RDJ, tomo LX, 1963, sec. 4ª, p. 374.
135
RDJ, tomo XXVI, 1929, sec. 1ª, p. 141, RDJ, tomo XXXIX, 1942, sec. 1ª, p. 203; RDJ, tomo LXXXIV, 1987,
sec. 4ª, p. 131; RDJ, tomo LII, 1954, sec. 4ª, p. 182.
83
6.- El parentesco del que demanda con la víctima137 ,
7.- Los dolores y sufrimientos que el hecho haya causado en la víctima y/o en su
familia, su duración y persistencia138,
Desde luego, cabe señalar que hay criterios que se relacionan con la gravedad
que, en concreto, tuvo el ilícito (vid. Supra números 1 y 4). Así lo indica la
necesidad de atender a las circunstancias del accidente y a la naturaleza del daño
y la culpabilidad de los autores. A primera vista, estos criterios lesionarían el
carácter meramente reparador de la indemnización para transformar
explícitamente la indemnización en una pena asociada a la gravedad del ilícito.
Bien miradas las cosas, sin embargo, ello no ocurre. Las circunstancias del ilícito y
la culpabilidad de los autores se encuentran íntimamente vinculadas a la extensión
del daño moral. La índole del daño moral –a diferencia de lo que ocurre en el
ámbito patrimonial– liga indisolublemente su extensión al carácter que, en
concreto, tuvo el ilícito. Una negligencia inexcusable que el victimario estaba en
posición de evitar a bajo costo o la ejecución de un acto que, por su torpeza,
demuestra una abierta desatención hacia la víctima, acaba agravando la lesión
moral y ello obliga a extender –en razón del principio reparatorio– la
indemnización. Esto se comprende fácilmente si se examina un caso de daño
136
RDJ, tomo XLI, 1944, sec. 1ª, p. 392; RDJ, tomo LXV, 1968, sec. 4ª, p. 290; RDJ, tomo LXXXIII, 1986, sec.
4ª, p. 36; RDJ, tomo XXXIX, 1942, sec. 1ª, p. 203; RDJ, tomo LXXXXI, 1984, sec. 4ª, p. 29; RDJ, tomo
LXXXII, 1985, sec. 2ª, p. 6.
137
RDJ, tomo LXV, 1968, sec. 4ª, p. 375; RDJ, tomo LXXX, 1983, sec. 4ª, p. 151; RDJ, tomo LX, 1963, sec.
4ª, p. 374.
138
RDJ, tomo LXXXIV, 1987, sec. 4ª, p. 131; RDJ, tomo XLI, 1944, sec. 2ª, p. 41; RDJ, tomo XLVIII, 1951,
sec. 4ª, p. 186; RDJ, tomo LII, 1954, sec. 4ª, p. 182; RDJ, tomo LX, 1963, sec. 4ª, p. 374; RDJ, tomo
LXXXVIII, 1991, sec. 4ª, p. 141.
139
RDJ, tomo LX, 1963, sec. 4ª, p. 47; RDJ, tomo LXXXVII, 1990, sec. 3ª, p. 167.
84
moral puro, como una injuria susceptible de ser indemnizada. Parece evidente
que, en este caso, el mayor o menor desprecio que exhiba el victimario, su mayor
o menor posición en relación al tipo de riesgo que genera su actividad, inciden en
la extensión del daño moral, de manera que el juez deberá considerarlo al fijar la
indemnización en base al principio de reparación íntegra.
140
RDJ, tomo LXXXII, 1985, sec. 2ª, p. 6; RDJ, tomo LXXXVII, 1990, sec. 3ª, p. 167; RDJ, tomo LXXXVIII,
1991, sec. 4ª, p. 141.
85
circunstancias sociales y culturales, parece también obvio entonces que ellas
habrán de ser tenidas en cuenta al tiempo de fijar la reparación.
86
Si bien la situación social y cultural del demandado es un factor ha considerar,
según se sostiene por modo general, no ocurre lo mismo, con igual intensidad,
cuando se trata de sus facultades económicas. Las facultades económicas del
demandado han sido, en efecto, un elemento respecto del cual no hay uniformidad
en la doctrina ni en la jurisprudencia, pues mientras algunas sentencias lo
consideran, otras afirman que no puede ser un elemento determinante en la
regulación del monto de la indemnización a pagar. Al respecto, una sentencia
señala: “Es entonces, contrario a la ley considerar la fortuna del autor del daño
para aumentar o disminuir la indemnización...”141. Se trata de una opinión digna de
ser considerada, claro está; pero ella parece olvidar que usualmente una posición
especialmente favorable para evitar el daño (circunstancia que, como vimos, lo
agrava) está unida a una mejor posición económica. No es entonces la posición
económica en sí misma la que agrava la entidad del daño, sino la especial
situación que suele estar unida a esa posición económica. Es, por cierto, el caso
de lo que hemos denominado “sistema experto”: un “sistema experto” es,
usualmente un agente económico empresarial y, entonces, indirectamente, su
posición económica habrá de influir en la determinación del monto a ser
indemnizado en definitiva. A ello ha de agregarse la función preventiva del sistema
de responsabilidad: es evidente que la posición económica habrá de ser tenida en
cuenta si la indemnización ha de cumplir funciones de prevención y operar de
estímulo para inhibir la comisión de ilícitos. Si la disposición a adoptar las
precauciones en el futuro será mayor cuando se acerque a la utilidad esperada (es
decir, cuando –de no adoptarse la precaución- la pérdida de utilidad sea mayor),
entonces es evidente que el juez, atento a las funciones de la responsabilidad,
deberá tener en cuenta la capacidad económica del responsable del ilícito.
141
RDJ, tomo LXV, 1968, sec. 4ª, p. 323; RDJ, tomo LXVI, 1969, sec. 4ª, p. 21.
87
un sistema de precios indemnizatorios que modere la discreción y, a veces, la
propensión a litigar. Algunos de esos baremos se han establecido
prescriptivamente y otros sobre la base de generalizar las decisiones de la
jurisprudencia. En cualquier caso, su examen proporciona una idea de los niveles
indemnizatorios en la esfera del daño moral.
142
Ver Viney, G., op.cit., Nº 146 y ss.
143
En el caso del pretium doloris o dolor físico aparece indesmentible un aspecto subjetivo. Dicho fenómeno
nervioso ha intentado ser cuantificado con el dolómetro. A través de este aparato se intentan cuantificar las
sensaciones de dolor y se posibilita al juez evaluar el pretium doloris en el caso de los sufrimientos que
aún están presentes al momento de su intervención. Ver Viney, G., op.cit., Nº 148.
No ocurre lo mismo con el dolor sufrido con anterioridad. En este caso no procede la aplicación del dolómetro
y, tanto jueces como expertos, deben proceder a una evaluación en aplicación de escalas que gradúan la
intensidad del dolor (Thierry et Nicourt, Réflexions sur les suffrances endurées, Gaz. Pal., 1981, p. 480, citado
por Viney, op.cit., p. 202). Esta escala va calificar el dolor físico en siete categorías: “muy suave”, “suave”,
“moderado”, “medio”, “bastante importante”, “importante”, “muy importante”.
Si bien la jerarquización del dolor puede ser realizada por el juez con ayuda de un experto, no ocurre lo mismo
en relación a la evaluación o cuantificación en dinero que corresponde a cada categoría de intensidad del
dolor. Para esta tarea el juez no cuenta con ningún criterio objetivo.
Al no existir patrones objetivos para la cuantificación del dolor, el juez sólo puede apreciarlo echando mano a
su propia jurisprudencia o a la de los tribunales superiores. En suma, lo que ocurre en la práctica es el
desarrollo de tarificaciones locales que afectan el principio de igualdad.
88
Algo parecido ocurre con el perjuicio estético. En este caso, el juez no tiene
tampoco instrumentos objetivos para apreciar el daño y cuantificarlo. Dicho de otra
manera, el juez no posee herramientas para calificar el perjuicio de suave o
importante ni tampoco para estimar a cuánto dinero equivale dicha categoría de
dolor. En consecuencia, ocurre lo mismo que en frente del pretium doloris: cada
tribunal fabrica su tarificación, lo que pone en cuestión nuevamente el principio de
igualdad.
Sin embargo, en 1978 la Gazette du Palais publicó una tarificación media del “quantum doloris” que clasificó
las indemnizaciones de la siguiente forma:
Sin embargo, esta escala en la práctica ha sufrido lógicos cambios y actualmente las cifras serían las
siguientes:
Esta tabla está expresada en francos, cuyo valor actual es alrededor de 80 pesos chilenos. La presente escala
ha sido proporcionada por la abogada Jeanne Collard. En la práctica forense los abogados y jueces trabajan
con escalas, que no son públicas, pero que sí son conocidas por todos.
89
La situación no cambia mucho en relación al perjuicio de agrado. Quizá una de las
diferencias sea la menor importancia que juega el experto en relación a la
apreciación de la intensidad del daño. El perito puede ayudar a determinar la
duración probable de la imposibilidad de realizar determinadas actividades por la
víctima. En suma, su apreciación es subjetiva y circunstancial.
En este tipo de daño las dificultades de evaluación son aún más importantes que
en el resto de daños morales. Resulta difícil una cuantificación objetiva del dolor
experimentado como consecuencia de la pérdida de una persona cercana.
90
confusión entre los dos tipos de daño”144. Hemos mostrado ya que la
consideración de esas circunstancias es socialmente útil y que no resulta, como se
sostiene, errado efectuarlas.
La indemnización del daño moral en dinero sólo puede entenderse por la voluntad
de proporcionar una satisfacción que podrá atenuar el dolor, pero que no lo hará
desaparecer. Dicha satisfacción no tiene una relación directa con el daño y la
evaluación por el tribunal deja a las partes en la incertidumbre en cuanto a sus
derechos y obligaciones. Los tribunales aplican tarificaciones creadas por ellos
mismos a partir de su jurisprudencia que escapan al control de casación. Esto
conlleva a un sistema que, como lo muestran los estudios empíricos, es sólo en
apariencia arbitrario.
144
Le Roy, L'évaluation du préjudice corporel, Nº 157 a 160; Bourrie–Quenillet, L'indemnisation des proches d'une
victime décédée accidentalement. Etude d'informatique judiciaire, Th. Montpellier (dactyl.), 1983.
91
principio de igualdad. Esto no significa dejar al juez como un mero estadístico,
pues tendrá –en todo caso- un grado de apreciación para aplicar las tablas
comparativas145 .
145
Viney, op.cit., Nº 152.
92
acontecimientos generadores de daño, deben allegar prueba para patentizar la
existencia del perjuicio o detrimento”146.
De las sentencias resulta claro que –en la gran mayoría de los casos- los
tribunales han dado por sentado la existencia del daño moral, sin necesidad de
que éste se acredite de acuerdo a las reglas probatorias por todos conocidas, sino
que –atendidas determinadas circunstancias- deducen que una situación dada
“debe” haber producido daño moral y que ciertas personas “deben” haberlo
experimentado. Al respecto, una sentencia ha resuelto: “Que, por tal razón, esa
especie de daño (el moral) escapa al rigor de la prueba admisible...”149 . Es decir,
podría decirse que en esta materia los tribunales han elaborado ciertas
presunciones que les permitirían dar por establecida la existencia de esta especie
de daño. Citaremos algunas de estas sentencias:
“...siendo de advertir que la muerte de un hijo es un daño real y efectivo que puede
ser regulado en dinero”150.
“Que una de las razones que justifican en derecho la indemnización por el daño
moral, es el efecto de la disminución de la capacidad de trabajo, la depresión de
salud o de las energías, fenómenos naturales y ordinarios que, por ello, no
146
RDJ, tomo XXXII, 1935, sec. 1ª, p. 419.
147
RDJ, tomo LXXXII, 1985, sec. 2ª, p. 6; RDJ, tomo LXXXVII, 1990, sec. 3ª, p. 167 (cons. 3).
148
Queda claro entonces que la existencia del daño moral será necesario probarla cuando estemos hablando
del concepto restringido de daño moral.
149
RDJ, tomo LXXVIII, 1981, sec. 2ª, p. 67 (cons. 11).
150
RDJ, tomo XXXIII, 1936, sec. 1ª, p. 507 (cons. 9).
93
necesitan ser especialmente probados, ya que la comprobación de su realidad va
incluida en la existencia misma de la desgracia...”151.
Sin embargo, desde hace poco tiempo es posible encontrar algunas sentencias
que, admitiendo estas presunciones, sostienen la posibilidad de que puedan ser
desvirtuadas. E incluso, en otros casos, exigen directamente que se demuestre
que el daño que se demanda es efectivo y real:
151
RDJ, tomo XLI, 1944, sec. 1ª, p. 392.
152
RDJ, tomo L, 1953, sec. 4ª, p. 89 (cons. 11); RDJ, tomo LI, 1954, sec. 4ª, p. 182; RDJ, tomo LXXIV, 1977,
sec. 4ª, p. 281 (cons. 15); RDJ, tomo LXXIX, 1982, sec. 4ª, p. 22.
153
RDJ, tomo LXXXVI, 1989 sec. 4ª, p. 73; RDJ, tomo LIII, 1956, sec. 4ª, p. 38; RDJ, tomo LVII, 1960, sec. 4ª,
p. 144; RDJ, tomo LVIII, 1961, sec. 4ª, p. 374; RDJ, tomo LXV, 1969, sec. 4ª, p. 21; RDJ, tomo LXVII,
1970, sec. 4ª, p. 6 (cons.6); RDJ, tomo LXX, 1973, sec. 4ª, p. 65; RDJ, tomo LXXXVIII, 1991, sec. 4ª, p. 88
y p. 138.
154
RDJ, tomo LXXVIII, 1981, sec. 2ª, p. 36.
94
“....su indemnización (la del daño moral) sólo debe acordarse en favor de aquellas
personas que acrediten haber sufrido real y efectivamente un dolor profundo y
verdadero. Esta prueba, dice el autor –la sentencia cita a Arturo Alessandri– será
fácil cuando el demandante sea un pariente muy próximo del difunto, su
parentesco hará presumir la efectividad de ese dolor, a menos que se demuestre
lo contrario, como por ejemplo, tratándose de cónyuges que han estado
divorciados o de padres e hijos que estaban en malas relaciones”155.
155
RDJ, tomo LXXX, 1983, sec. 1ª, p. 128; RDJ, tomo LXXX, 1983, sec. 1ª, p. 90: esta sentencia señala que
no basta con acreditar el parentesco (vínculo legal) sino que es necesario acreditar el vínculo afectivo. En
igual sentido se manifiesta: RDJ, tomo LXXX, 1983, sec. 4ª, p. 151.
95
3.2. Daño Material.
156
Ver supra, capítulo II, Nº2.
157
Como señala Alessandri, daño material es aquél que “lesiona a la víctima pecuniariamente, sea
disminuyendo su patrimonio o menoscabando sus medios de acción”. Op.cit., p. 220. En igual sentido, en
el derecho francés daño material es entendido como aquél “directamente susceptible de evaluación
pecuniaria: también se le denomina, pecuniario o patrimonial”. Flour et Aubert, op.cit., Nº 131.
158
Lo anterior es una cuestión pacífica en la doctrina y la jurisprudencia chilenas. No obstante que no existe
una norma equivalente al artículo 1556 del Código Civil, en las normas de responsabilidad
extracontractual, se ha entendido que este establece un principio de carácter general, a lo que debe
agregarse el tenor amplio del artículo 2329 del mismo código y que, de no indemnizarse ambos tipos de
daños, la indemnización no sería completa. Ver Alessandri, op.cit., p. 547 y Díaz, op.cit., pp. 164 y 165 y
las citas jurisprudenciales incluidas por ambos. Respecto del derecho francés nos remitimos a los autores
citados en la nota anterior, op.cit., p. 125.
159
En este sentido ver Alessandri, op.cit., p. 549.
96
pérdida de ingresos futuros que se produce como consecuencia de un cuasidelito
que ha producido la incapacidad total o la muerte de una persona. Esta diferencia
en la forma de su determinación que presentan el daño emergente y el lucro
cesante, se debe a que, en el caso del primero –dado que se trata de una
disminución efectiva del patrimonio– la comparación de la posición de la víctima
antes y después del accidente supone atender a dos momentos definidos en el
tiempo, como sucede por ejemplo con los gastos de entierro o funeral. En cambio,
tratándose del lucro cesante, sólo uno de esos momentos está definido, debiendo
hacerse una proyección futura respecto del segundo de los instantes, que es el
que definirá la determinación del daño, como ocurre con los ingresos que deja de
percibir una persona como consecuencia de una incapacidad permanente o
muerte.
160
Para el derecho chileno ver Alessandri, op.cit, p 213; Domínguez, op.cit., p. 147; y Díaz p. 54. Respecto
del derecho francés ver Mazeaud, op.cit., tomo I, p. 237. Es destacable que, en el caso del derecho
anglosajón, la cuestión de los daños especulativos ha ocupado un lugar más bien secundario en la
discusión de la procedencia de los daños, habiéndose producido una mayor discusión en cuanto a la
relación causal de cierto tipo de hechos, como los nacimientos no deseados, desde la perspectiva de la
obligación de reparar. En general, frente a actos negligentes que han tenido como resultado la muerte o
han causado lesiones de personas, no existe mayor discusión acerca de la procedencia del lucro cesante
como ítem indemnizatorio. Para el derecho inglés, ver en general Markesinis y Deakin, op.cit., y para el
norteamericano, en general, Prosser y Keeton, op.cit., y Epstein, op.cit.
161
Decimos en teoría por cuanto –como se explicaba en la nota anterior– en el derecho anglosajón esta
cuestión prácticamente no se ha discutido y en países de tradición continental, como por ejemplo Francia,
es una materia que no suscita controversia en cuanto a la procedencia del lucro cesante o pérdida de
ganancias, como se le conoce en dicho sistema legal.
97
esperado, admitido que la exigencia de una certeza absoluta hace por completo
inaplicable el concepto.
162
Así por ejemplo, en el derecho francés el aspecto económico no presenta mayores problemas al momento
de indemnizar en razón de incapacidad completa o muerte. JCP, 1970, II, 16456; D., 1970, 307, con nota de
P. Le Tourneau, citado por Viney, G., op.cit., p. 164.
163
Es el caso, por ejemplo, de los sistemas de seguridad social, que utilizan estos métodos para fijar las
pensiones de los afiliados al sistema.
98
vacilaciones jurisprudenciales en relación al grado de certeza que cabe exigir para
que proceda la indemnización por pérdida de ingresos o beneficios futuros164.
164
Si se revisa con detención el texto de Alessandri, se podrá observar que en ningún caso éste exige una
certeza absoluta para la indemnización del lucro cesante sino que –por el contrario- fija un estándar que
queda determinado por las probabilidades de su ocurrencia. En efecto, al tratar el daño futuro, señala que
“no sólo es cierto el daño actual o presente, el ya realizado; puede serlo también el futuro, porque lo que
constituye la certidumbre del daño, más que su realización, es el hecho de haberse producido las
circunstancias que lo determinan”. Luego, citando el caso del daño ocasionado a una persona por la
muerte de otra que la priva de la pensión alimenticia o de los recursos que le daba para subvenir a sus
necesidades o una incapacidad permanente que disminuirá para siempre la capacidad de trabajo de la
víctima, Alessandri señala que “si en tales casos puede ser incierta la cuantía del daño, no ocurre lo
mismo con su existencia, ya que dentro de las probabilidades humanas su realización aparece evidente,
pero esta incertidumbre no obsta a su reparación…”. Es más, citando casos de los tribunales consistentes
con su posición, Alessandri menciona un caso claro de pérdida de ingreso futuro basado en una
probabilidad razonable de ocurrencia. En efecto, se trata del caso de la “muerte de una persona, cuyas
actividades se referían fundamentalmente a colocar dinero en préstamos con intereses”, en el cual los
tribunales declararon que es “indemnizable el lucro cesante que consiste en la diferencia que dicha
persona dejará de percibir durante el tiempo que habría vivido, a no haber mediado el accidente que le
ocasionó la muerte, entre el interés legal, que es lógico suponer que los herederos seguirán obteniendo, y
el interés convencional que la víctima obtenía merced a sus aptitudes personales”. Sin embargo,
inmediatamente de afirmado lo anterior, Alessandri se refiere al daño eventual, diciendo que éste es el
fundado en suposiciones o conjeturas, por fundadas que parezcan, sea presente o futuro, el que no da
lugar a indemnización, utilizando algunos casos para explicar qué entiende por tal daño, señala como
ejemplos de aquello que considera como conjeturas “la vida más o menos larga de la víctima o los
negocios que pudo realizar”. Como se puede advertir de todo lo expuesto, Alessandri en realidad no exige
certeza absoluta, sino que entiende este concepto como sinónimo de probabilidad, utilizando un concepto
un tanto rústico de la misma, en el que demanda un grado de probabilidad que a él le parezca “evidente
según las probabilidades humanas”. La mejor prueba de lo anterior son los propios ejemplos que cita como
daños no conjeturales, como el del prestamista que muere en un accidente, cuya aceptación obliga a
aceptar una proyección de vida, que él mismo rechaza luego por meramente hipotética al tratar del daño
eventual según se ha visto. Ver Alessandri, op.cit., pp. 213 a 218.
165
Incluso, como hemos visto en la nota anterior, el propio Alessandri adopta un estándar de admisibilidad del
lucro cesante basado en criterios probabilísticos.
166
El criterio de la probabilidad se opone al de la mera posibilidad, es decir, la potencialidad de que algo
ocurra sin que existan antecedentes o circunstancias a favor o en contra de que ello realmente así suceda.
En definitiva, la mera posibilidad, como contingencia incierta de ganancia o pérdida, anula a la
probabilidad, sea que tenga un carácter neutro (iguales posibilidades de que la ganancia ocurra o no
ocurra) o negativo (mayores posibilidades de que no ocurra). Ver Díaz, op.cit., pp. 57 y ss.
99
de un conjunto de antecedentes ligados a la obtención de beneficios económicos
que, hasta ese entonces, la víctima ganaba o percibía o estaba en condiciones de
ganar o percibir, y que, dada la lógica y la normal ocurrencia de las cosas,
permiten al juez concluir que “probablemente”, y de no haber ocurrido tal ilícito, se
habrían ganado o percibido o seguido ganando o percibiendo.
Así, se ha declarado:
167
El presente informe ha considerado para su análisis de la jurisprudencia en materia de lucro cesante,
aquellas sentencias más representativas dictadas por nuestros tribunales superiores, publicadas entre los
años 1922 y 1997.
168
C.S., 26 de noviembre de 1970, RDJ, tomo 67, Sec. 1ª, pp. 535.
169
C. de A. de Concepción, 25 de marzo de 1994, Gaceta Jurídica, Nº 169, pp. 156 y ss., cons. 8.
100
b.- “Que la indemnización del lucro cesante, esto es, de lo que se dejó de ganar o
percibir a consecuencia del delito, debe comprender únicamente las utilidades
reales probables y no las posibles...”170.
c.- “... Resulta así que, para avaluar el lucro cesante, deben proporcionarse
antecedentes más o menos ciertos que permitan determinar una ganancia
probable que dejó de percibir a consecuencia del delito o cuasidelito”171.
170
C. de A. de Pedro Aguirre Cerda, 6 de Octubre de 1986, RDJ, tomo 83, sec. 4ª, pp. 248, cons. 11º.
171
C. de A. de Santiago, 27 de abril de 1944, RDJ, tomo 41, sec. 2ª, pp. 41, cons. N°18.
101
carrera prevista que se ha visto interrumpida producto del hecho dañoso. Esto es lo
que se conoce como “pérdida de oportunidad” y la Corte de Casación la ha aceptado
en los casos en que se trataba de estudiantes con sus carreras avanzadas y que
permitían suponer seriamente la entrada al mundo laboral172 . Consistente con lo
anterior, la pérdida de oportunidad no ha sido estimada seria en caso de niños, no
siendo considerada por la Corte de Casación como daño reparable.
172
JCP, 1970, II, 16456; D., 1970, 307, con nota de P. Le Tourneau, citado por Viney, G., op.cit., p. 164.
173
Un caso en que se siguió la posición citada es el de un padre que demandó indemnización por las sumas
que su hijo, un joven ingeniero muerto, que no tenía trabajo ni percibía rentas, le pudo haber aportado de
no haber ocurrido el hecho ilícito. Sin embargo, no deja de llamar la atención que la Corte en su
argumentación califica de “improductiva” a una persona con un título profesional y en edad laboral. C. de
A. de Concepción, 19 de agosto de 1965: “En caso de daño consistente en muerte de una persona,
prescindiendo de los gastos de entierro y funeral, que en todo caso son de cargo de la herencia, en lo
demás, o bien la muerte determina una disminución apreciable de los ingresos de la casa, o no. En el
primer caso el autor del daño debe abonar, a título de indemnización, dicha disminución de ingresos…
Pero, si la muerte debida al accidente ocurre en una persona que, desde el punto de vista económico,
podría llamarse improductiva, aquella indemnización no tendría razón de ser”. Revista de Derecho y
Ciencias Sociales, U. de Concepción, Nº 136, pp. 85, cons. 63.
174
En un caso que es destacable por la flexibilidad que alcanzó la interpretación judicial acerca de lo que ha
de entenderse por lucro cesante cierto, se aceptó la idea de indemnizar al demandante (aunque por otras
razones no se dio lugar a la indemnización) no a partir de una ganancia real y efectiva, entendida como
certeza absoluta, sino a partir de una probabilidad de la misma naturaleza de las que se exigen para las
ganancias futuras. En la especie, se trataba de una madre que solicita se le reparen los perjuicios que le
causó la muerte de su hijo de 15 años, brillante estudiante del Liceo de Aplicación, arrollado por un tranvía.
No se dio lugar a la indemnización del lucro cesante por no aportarse antecedentes al proceso más o
menos ciertos que permitieran razonar acerca de las posibles ganancias del fallecido a raíz de su
capacidad de trabajo y actividades futuras. Sentencia de la C. de A. de Santiago, de 26 de mayo de 1944,
os
RDJ, tomo 41, sec. 2ª, pp. 41, cons. N 18 y 20.
102
del hecho ilícito era improductiva (productividad probable), puede llegar a constituir
la base para un lucro cesante175.
La cuestión parece ser más bien una de naturaleza casuística, debiendo aplicarse
a la situación concreta de que se trate el criterio general de la probabilidad
razonable. No vemos cuál puede ser el argumento para someter la admisibilidad
del lucro cesante a un estándar distinto en estos casos. Así, si nos encontramos
ante el caso de la muerte de un estudiante con su carrera avanzada o de la de un
hijo en edad productiva, o muy cercana a ella, del que cabía esperar
razonablemente que ayudaría al mantenimiento de su madre o padre en el futuro,
la existencia de un daño aparece como razonablemente probable y corresponde,
en consecuencia, que el lucro cesante que la muerte de esas personas acarrea a
sus familiares sea indemnizado.
175
Díaz, citando a Domínguez, se pronuncia a favor de la indemnización de una situación análoga a la que se
revisa cual es la pérdida de una chance. Ver Díaz, op.cit., pp. 60 y 61.
103
En general, se ha entendido que el cálculo de la indemnización, cuando el hecho
ha producido la muerte de la persona, debe realizarse en forma similar a los casos
en que la pérdida del ingreso se demanda por la víctima sobreviviente en razón de
incapacidad definitiva.
176 th
Epstein op.cit, p. 748. Posner, The Economic Analysys of Law, Little Brown and Co., 1992, 5 edition, pp.
192–196. Un método similar al que se menciona en el texto rige en el derecho inglés respecto de la
pérdida de ganancias futuras. Al respecto, véase Markesinis y Deakin, op.cit., p. 713.
177
En este sentido, Burrows, Andrew, Remedies for Torts and Breach of Contract, London: Butterworths,
nd
1994, 2 . Ed., 215
178
Ver supra Capítulo II N°2, en el que se trata en extenso los distintos tipos de acciones de que son titulares
los parientes o beneficiarios de quien ha fallecido a consecuencia de un hecho ilícito.
104
víctima directa del accidente habría tenido probablemente que gastar en sus
expensas para vivir.
179
Ver Burrows, op.cit., p. 215.
105
entregan los antecedentes del proceso. De lo contrario, la estimación dejaría de
ser discrecional y pasaría a ser arbitraria y caprichosa180.
180
La jurisprudencia y doctrina chilenas distinguen entre certidumbre de la existencia y de la cuantía del lucro
cesante, cuya razonabilidad y efectos no parecen, al menos, evidentes. Esto se afirma, en todo caso, lleva
a la conclusión de que para los tribunales la certidumbre del lucro cesante se encuentra en su existencia y
no en su cuantía y la mayor o menor dificultad que haya para determinarla.
181
En contra, ver un fallo de la Corte de Apelaciones de Santiago que ha sido fuertemente criticado por no
haber dado lugar a la indemnización del lucro cesante, exigiendo de parte del actor prueba de certeza en
cuanto a su cuantía. C. de A. de Santiago, 26 de septiembre de 1990, Gaceta Jurídica, Nº 123, pp. 47.
Para la crítica, ver Díaz, op.cit., p. 59. En todo caso y para que se advierta cómo la doctrina sustentada por
la Corte lleva ineludiblemente a la negación de cualquier indemnización por lucro cesante, conviene
transcribir el considerando segundo de dicho fallo:
“Los daños propiamente patrimoniales, es indudable que deben ser acreditados, tanto en lo que atañe a su
especie como a su monto, situación en la que se encontraría en autos la indemnización que el actor
caracteriza como lucro cesante y que avalúa en un eventual menor ingreso que soportará la familia ante la
pérdida del jefe de hogar; pero es el caso que ello es insuficiente, a juicio de esta Corte, para determinar
con precisión dicho daño, ya que no basta la simple estimación de la posible duración de la vida laboral de
la víctima para inferir de ello lo que a su familia habría dejado de percibir con motivo de su muerte, toda
vez que existen numerosas eventualidades como las enfermedades, el despido, el término de las labores
106
lucro cesante siempre se alega un hecho que pudo haber pasado o no, una
hipótesis de ganancia, por lo que queda entregado al criterio del juez
apreciarlo, considerando siempre lo que normalmente habría ocurrido (René
Abeliuk, Las Obligaciones, pág. 567).
b.- “Que el legislador dispone que debe indemnizarse todo daño causado por el
delito o cuasidelito, y por tanto, el material (daño emergente y lucro cesante) y
el moral, con tal, naturalmente, que resulten comprobados, pudiendo los
jueces, en cuanto a su monto, regularlo en forma prudencial, ya que no es
aplicable en estos casos lo que dispone el artículo 173 del C.P.C.”183.
c.- “Que al regular esta indemnización del daño proveniente de un hecho doloso
o culpable, los jueces tienen facultades discrecionales para efectuar la
apreciación y avalúo del perjuicio ocasionado, teniendo en cuenta los
antecedentes del asunto en concordancia con las peticiones del ofendido y
frente a la entidad que se evidencia de esos perjuicios;...”184 .
para las que fue contratado, que por el sólo hecho de concurrir echarían por tierra todos los cálculos
efectuados con anterioridad y sin mayor acopio de antecedentes” (cons. 2º).
182
C. de A. de Concepción, 25 de marzo de 1994, Gaceta Jurídica, Nº 169, pp. 156 y ss., cons. 7, 8 y 9.
183
C.S., 23 de mayo de 1977, RDJ, tomo 74, sec. 4ª, pp. 281, cons. Nº 11.
184
C.S., 6 de noviembre de 1972, RDJ, tomo 69, sec. 4ª, pp. 181, cons. Nº 11.
107
d.- “No puede olvidarse, además, la amplitud de que gozan los jueces del fondo
para fijar la indemnización en materia cuasidelictual; el monto queda
entregado a su prudencia; la ley no ha señalado normas que deben observar
con tal objeto y su regulación discrecional queda regulada sólo por las
peticiones de los interesados y el mérito del proceso en relación con el monto
del daño.”185.
185
C.S., 2 de diciembre de 1970, RDJ, tomo 67, sec. 4ª, pp. 424, cons. Nº 32.
186
C. de A. de Santiago, 27 de abril de 1944, RDJ, tomo 41, sec. 2ª, pp. 41, cons. Nº 18.
187
Alessandri cita un caso que debe destacarse por su intuición respecto de la forma correcta de fijar el lucro
cesante. Se trata de la “muerte de una persona, cuyas actividades se referían fundamentalmente a colocar
dinero en préstamos con intereses, habiendo los tribunales declarado que es “indemnizable el lucro
cesante que consiste en la diferencia que dicha persona dejará de percibir durante el tiempo que habría
vivido, a no haber mediado el accidente que le ocasionó la muerte, entre el interés legal, que es lógico
suponer que los herederos seguirán obteniendo, y el interés convencional que la víctima obtenía merced a
sus aptitudes personales”. Op.cit., p. 216.
Con todo, no puede dejar de reconocerse que en la mayoría de los casos los jueces no han contado con
las pruebas que les otorguen las bases de cálculo necesarias, en particular con informes periciales que en
base a la evidencia empírica y utilizando métodos reconocidamente aceptados por la teoría económica, les
108
A efectos de ilustrar lo anterior, resulta útil revisar qué tipo de antecedentes han
tenido en cuenta los tribunales para dar lugar a la reparación del lucro cesante en
caso de muerte y lesiones, y cómo éstos han influido en su avaluación:
b.- “Que el lucro cesante que esta actora estima en E°200.000.000, consistiría en
lo que la familia dejará de percibir con la muerte del jefe del hogar Luis
Arangua, considerando que éste era una persona joven,... que desempeñaba
un empleo estable en la firma Gildemeister, desde el año 1960 y que, a la
fecha de su fallecimiento, percibía un sueldo mensual de $844,99,... Es obvio
que la familia de Luis Arangua ha sufrido y seguirá sufriendo un perjuicio
económico por este concepto al perder esta fuente de entrada, siendo dable
estimar esta pérdida en la suma total de $15.000.-, aun considerando que
aquél se expuso al daño...”;
hubieren permitido directa (o indirectamente, vía presunciones) fijar el monto del lucro cesante a
indemnizar.
188
C. de A. Santiago, 15 de marzo de 1988, Gaceta Jurídica, Nº 105, cons. Nº 23.
109
de $611.32, estimándose por el Tribunal que la actora y sus representantes
dejarán de percibir, por este concepto, la suma de $12.000.-.”189.
“Que frente al aforismo legal que dice que en una misma razón corresponde
una misma solución, nada más lógico que aplicar a falta de ley expresa en
este caso en que se trata de la muerte de un obrero en un accidente callejero,
189
C.S., 23 de mayo de 1977, RDJ, tomo 74, sec. 4ª, pp. 282, cons. 14 y 18.
190
C.S., 20 de junio de 1975, Gaceta Jurídica, pp. 72, cons. Nº 6 y parte resolutiva.
110
las mismas o análogas reglas a las que el C. Del T. contempla para el caso de
la muerte de u obrero en accidente del trabajo.
“Que partiendo de la base del término medio de vida que acusan las
estadísticas en las personas adultas, es dable presumir también 20 años más
de vida a la cónyuge de Moreno, con lo cual es posible determinar que si su
marido hubiese obtenido una renta vitalicia de $25.820.- anuales, que en 20
años hace un total de $576.000.-; que a los hijos en conjunto percibirían hasta
que el último de ellos llegara a los 16 años un total de $ 38.400.- al año lo que
hace en el mejor de los casos un total de $ $614.400.-”.
e.- “Que la sola muerte del jefe de hogar, que tenía a su cargo a la cónyuge
sobreviviente y a cuatro de sus hijos menores, permite presumir que su
desaparecimiento ha debido ocasionar un daño material y moral a la familia, y
los sentenciadores, para fundamentar su conclusión y negar lugar a la
demanda civil, han debido examinar y ponderar los antecedentes probatorios
a que se ha hecho referencia, con que la demandante pretende establecer la
existencia de los perjuicios y hacer su regulación...”192.
f.- “Que se ha establecido con testigos múltiples y que no han sido contradichos,
que Crisólogo Alvarez era el único sostén de la demandante y que con su
muerte se privó a ésta de los medios de vida que aquél le proporcionaba,
estando establecido el parentesco...”193.
191
C.S., 11 de diciembre de 1958, RDJ, tomo 56, sec. 4ª, p. 210, cons. 9, 10, 13, y 15.
192
C.S., 24 de octubre de 1968, RDJ, tomo 65, sec. 4ª, pp. 293, cons. 6º.
193
C.S., 9 de septiembre de 1946, RDJ, tomo 44, sec. 1ª, pp. 130 y 132.
111
g.- “Que corresponde a la justicia ordinaria estimar el monto del daño causado
por un cuasidelito civil; y que para hacer esa apreciación, en este caso, hay
que considerar la edad de Lillo, el sueldo que ganaba y sus condiciones
físicas y morales.”194 .
194
C.S., 28 de abril de 1930, RDJ, tomo 27, sec. 1ª, pp. 822, cons. 20 y 4.
195
Prosser y Keeton, op.cit., p. 949. En el derecho inglés se otorga a los dependientes de la víctima acción
para obtener indemnización a título de loss of support, de modo de dejarlos como si el empleador no
hubiera fallecido. Al respecto, ver Markesinis y Deakin, op.cit, pp. 279-730.
196
Ver Viney, G., Les conditions, op.cit., Nº 307 a 310.
112
indemnización global que compense a la familia. La jurisprudencia de la Corte de
Casación es partidaria de una indemnización individual, ya que los hijos pueden
verse afectados por la administración de la madre en caso de una “indemnización
global o de hogar”197.
Como ya señalamos, desde el punto de vista de los daños materiales, existen dos
alternativas respecto de la titularidad de las acciones que genera la muerte de una
persona a causa de un hecho ilícito. La primera consiste en legitimar activamente
a quienes se ven personalmente perjudicados por la pérdida del beneficio
económico esperado a título de víctimas del hecho ilícito causante de muerte, es
decir, como titulares directos; y la segunda consiste en legitimar activamente a
quienes se ven perjudicados por la pérdida del beneficio económico esperado a
título de causahabientes universales del causante muerto, es decir, como titulares
indirectos.
Analizada la jurisprudencia nacional, es posible concluir que son dos los criterios
que han seguido los tribunales.
197
JCP, 1985, IV, p. 52.
113
esto es, independientemente de si es emergente, lucro cesante o moral y de si
existe algún vínculo hereditario entre el actor y quien generaba esos beneficios
que a consecuencia del delito o cuasidelito se pierden. En otras palabras, en caso
de fallecimiento, la titularidad de la acción de indemnización de perjuicios para
reclamar el lucro cesante, puede ser ejercida por el actor como titular directo
(personalmente dañado) o como titular indirecto (daño en el causante generador
de una merma en la masa hereditaria de quien transmite su acción). En este
último caso –claro está– la acción procede únicamente cuando se es heredero del
dañado.
“Que según esto los jueces de fondo, apreciando los antecedentes del pleito,
consideran establecido que un accidente de ferrocarril, debido a la negligencia
114
o descuido culpable de los empleados que en esos momentos atendían el
servicio, ocasionó la muerte de una persona que con su trabajo y asistencia
personal contribuía al sustento y demás gastos de vida de una familia; por lo
tanto, se ha causado a ésta un daño indemnizable, en relación a los
beneficios que recibían del accidentado y como consecuencia de tales
antecedentes, la sentencia al declarar esa responsabilidad ha hecho una
correcta aplicación del principio establecido en el artículo 2314 del Código
Civil.”198.
b.- Asimismo, puede citarse el caso de una madre que demandó a la empresa de
Ferrocarril Salitrero por la muerte de su hijo legítimo que -en ejercicio de la
función de maquinista- murió a consecuencia de quemaduras y heridas
graves, con el objeto de que la indemnizara de los perjuicios sufridos
consistentes en la pérdida de los beneficios económicos que el fallecido le
proporcionaba.
198
C.S., 4 de agosto de 1933, RDJ, tomo 30, sec. 1ª, pp. 524, cons. Nº 8 y 9.
199
C.S., 9 de septiembre de 1944, R., tomo 44, sec. 1ª, pp. 130, cons. Nº 6.
115
heredera porque la acción de resarcimiento sólo se transmitía en el caso
expresamente establecido en el artículo 2315 de daño en las cosas200.
“Que la infracción que se hace valer de los artículos 2315, 2314, 2329, 2317,
2331 y 1556 del C.C., va tras de sentar la doctrina de que el delito o
cuasidelito que ha causado la muerte de una persona u otro mal a ella misma
no puede dar acción de indemnización de perjuicios a favor de un tercero, ni
como damnificado, ni como heredero del fallido;
200
“Artículo 2315. Puede pedir esta indemnización no sólo el que es dueño o poseedor de la cosa que ha
sufrido el daño, o su heredero, sino el usufructuario, el habitador o el usuario, si el daño irroga perjuicio a
su derecho de usufructo o de habitación o uso. Puede también pedirla en otros casos el que tiene la cosa
con obligación de responder de ella; pero sólo en ausencia del dueño”.
116
heredero a los bienes y derechos transmisibles de su causante, y el derecho
de ser indemnizado por un recibido es transmisible;
201
C.S., 28 de abril de 1930, RDJ, tomo 27, sec. 1ª, pp. 822, cons. Nº 6, 7, 8 y 9.
202
Ver supra, capítulo II, Nº2.
117
que, de otra manera, habría podido tener derecho el difunto, transmisibles a sus
causahabientes.”203.
a.- El criterio que se adopta para acceder a la reparación del lucro cesante es el
de la probabilidad razonable;
c.- Esta prueba consiste en el aporte de antecedentes que permitan dar por
existente un beneficio económico a la época de la comisión del hecho ilícito
que de no mediar éste, razonablemente, se habría seguido obteniendo. En
consecuencia, partiendo de una ganancia actual, apunta a demostrar una
probable ganancia futura, que de no haber mediado el hecho ilícito, no se
habría perdido;
e.- Una ganancia incierta pero probable de ser obtenida por una persona que a la
época del hecho ilícito era improductiva (productividad probable) puede llegar
a constituir la base para un daño lucro cesante;
203
C. de A. de Concepción, 19 de agosto de 1965, Revista de Derecho y Ciencias Sociales, U. De
Concepción, Nº136, pp. 85, cons. 54.
118
g.- Lo anterior conlleva a que la probabilidad como criterio para dar lugar a la
indemnización del lucro cesante, no sólo sea utilizada en relación con su
existencia, sino que también, como parámetro en relación con la
determinación de su cuantía;
h.- En caso de muerte, los beneficios económicos (el sustento) que se percibían
del fallecido y que a consecuencia del hecho ilícito dejan de percibirse por uno
o más beneficiarios, constituyen por sí solos prueba de la existencia del lucro
cesante;
j.- Existe un caso en que se negó acción a los causahabientes a título universal
por estimarse que al haberse producido instantáneamente el fallecimiento,
ningún derecho reparatorio nació en el patrimonio del difunto y, por
consiguiente, nada transmitió;
119