Arte Y Realidad en El Barroco
Arte Y Realidad en El Barroco
Arte Y Realidad en El Barroco
1. Introducción
2. Los precursores
3. El nuevo realismo de Ribera
4. Los genios de la pintura española frente al naturalismo.
1. Introducción
2. Los precursores
La influencia de Caravaggio llega a España a través del foco toledano. Son Luis
Tristán (1585-1624), Pedro Orrente (1560-1627) y Juan Bautista Maino (1581-1645),
este último colaborador en la decoración del Salón de Reinos del palacio del Buen
Retiro (La conquista de Bahía) diseñada por Velazquez
La luz violeta seguirá destacando las sombras pero las imágenes son naturales y
expresivas. Son retratos de gente de la calle.
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Su técnica es firme y segura y sus modelos son propios del naturalismo, llenos de
sentimiento místico, en éxtasis y en lágrimas.
Desde su regreso de Italia recibió una gran cantidad de encargos que llegaron hasta
su muerte en 1624.
Orrente es solo pasó por Toledo camino de Murcia y Valencia pero asimiló el estilo de
la ciudad en una buena parte. También viajó a Italia, a Venecia concretamente, de
donde trajo el estilo de los Bassanos ubicadas en escenarios naturales con sus
pastores y escenas religiosas llenas de personajes. Su obra principal es el San
Sebastián de la catedral de Valencia donde apreciamos su caravaggismo que influirá
en Ribalta psoteriormente.
Lo más interesante de su obra son los bodegones y las naturalezas muertas. Con
ellos sentará las bases de este género en el Siglo de Oro español.
Sus retratos se individualizan, dejándose atraer por los juegos de luz sobre fondos
oscuros que individualizan la imagen.
Dentro del foco andaluz dirigido por Pacheco, ya se encuentran fisuras en el primer
tercio del XVII.
Su estilo se basa en la intensidad del gesto con pinceladas amplias y un color peculiar
como es el caso de San Buenaventura recibiendo el hábito.
Los pintores más jóvenes asimilarán este nuevo modelo con un deseo profundo de
reflejar la realidad que ven.
Las imágenes religiosas se convierten en cotidianas y cada pequeño objeto toma vida,
siendo parte principal de la narración trascendente.
Ixión,
Museo del Prado
Es este uno de los pintores más completos del Siglo de Oro. Sin su viaje a Italia nunca
habría sido descubierto.
Intenta establecerse en Roma bajo la sombra de los Farnesio pero consigue poco
pues la competencia es dura. Destacará la Partición de la capa de San Martin, el
Juicio de Salomón (1609-1610), la Negación de Pedro, Susana y los viejos un cuadro
de altar y algunos murales, estos dos últimos perdidos, todo ello entre 1610 y 1611.
Existen algunas obras más.
Ribera será, sobre todo, un innovador. En la serie de los Cinco Sentidos prescinde del
viejo modelo bruegheliano y medievalista de acumulación de objetos para volver a
presentar las escenas cotidianas de carácter humilde cuyo tema principal es la acción
del sentido representado.
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Dentro de esta temática, Ribera pintó varias series. Una de ellas fue encargada por el
agente comercial Pedro Codina, emisario real e importante distribuidor de arte por toda
Europa.
Pero será entre 1631 y 1637 cuando alcanzará gran fama con los encargos del Conde
de Monterrey, nuevo gobernador.
A partir del año 1637 se verá un importante progreso en la vida artística de Ribera. De
la mano del siguiente Virrey, Duque de Medina de las Torres logrará sus más
preciados encargos.
En este cuadro y en los de este periodo en general, vemos una pincelada más clara,
con un gusto por los fondos luminosos y las tonalidades ligeras. La paleta vuelve a
ganar en colorido.
Con los años cuarenta surgen problemas de salud que le llevan a una disminución de
la actividad. A ello se unen otros complicaciones familiares en lo que se puede calificar
como el peor momento del pintor. En cambio su obra gana en calidad. Las tonalidades
siguen siendo luminosas con cielos abierto y escenarios amables. Las figuras se
vuelven grandiosas por el punto de vista bajo que adopta. Es el momento del
Patizambo, retrato naturalista y radiante a pesar de la discapacidad del niño. La
temática religiosa mantiene el modelo femenino. Será su hija Mª Rosa la elegida para
la efigie de la Inmaculada del convento madrileño de Santa Isabel, o la Magdalena del
Museo del Prado.
Uno de sus últimos trabajos será la Comunión de San Donato, fecha el año de su
muerte en 1652. Esta obra se supone fue inspiración de Goya para su San José de
Calasanz.
Con ella se cierra la obra y la vida de uno de los pintores más originales e innovadores
que supo romper con la rigidez del repertorio de su época y la limitación iconográfica
contrarreformista.
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TEMA 3.
NATURALISMO EN EL SIGLO DE ORO II (Fin)
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Un familiar de la Inquisición era una persona que trabajaba de forma voluntaria para es Santo Oficio,
vigilando la ortodoxia católica en su entorno.
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Sus cuadros son de un gran dramatismo, rigor y profundidad a la vez que depende
extremadamente de modelos ajenos, quizás por exigencias de los comitentes.
Otro de sus ciclos monásticos fue el realizado para el monasterio de Guadalupe
Dentro de los otros estilos que tocó como la pintura mitológica realizó una serie sobre
los trabajos de Hércules encargada por Velázquez para el Salón de Reinos del Palacio
del Buen Retiro. También pintó la Defensa de Cádiz con idéntico destino. Aprovechó el
viaje para estudiar las Colecciones Reales.
La obra que le encumbra en Sevilla será un Cristo en la Cruz de total tenebrismo y
fuerza dramática. Aprovecha para pintar un estudio del torso desnudo del Cristo que
parece iluminado por el paño de pureza.
En este cuadro se ceñirá a las teorías arcaizantes de Pacheco sobre el uso de cuatro
clavos lo que le da cierto aspecto escultórico por su rigidez postural.
Zurbarán sacará lo mejor de su arte en las composiciones de pequeño formato sin
muchas complicaciones. No se mueve bien en las diagonales barrocas y no compone
bien las dificultades narrativas.
Ejemplo claro es la Apoteosis de Santo Tomás en la que recurre a modelos manieristas,
fracasando la cohesión interna.
Sus obras maestras solo tienen un personaje.
En el ciclo de los Frailes Jerónimo de Guadalupe es donde mejor se mueve. La Misa del
Padre Salmerón, Fray Gonzalo de Illescas o la Aparición de Cristo al Padre Salmerón
refleja un modelo casi doméstico donde el protagonismo se reparte por igual en todas
las figuras.
En otro sentido, dentro de la alegoría de la Fe, podemos situar al Agnus Dei del Museo
del Prado donde recura la influencia de Sánchez Cotán y coloca al corderito en un
alfeizar o repisa a modo de bodegón. La negrura el total y la sensación de recogimiento
es la que manda en toda la composición. Su arte se toma del natural más absoluto y
eso le convierte en cotidiano.
Esta misma línea seguirá en cuanto a los bodegones en los que destaca el naturalismo
más cotidiano de los objetos.
Alonso Cano fue contemporáneo de Zurbarán, se formó con Pacheco pero cultivó un
estilo opuesto aunque practica el naturalismo en su juventud debido al ambiente
sevillano.
Cano fue escultor y arquitecto además de pintor.
Su primera etapa es tenebrista como la Aparición de Cristo resucitado a Santa Teresa o
San Francisco de Borja.
Una vez instalado en Madrid
En su primera obra Alonso abandonará el modelo anterior
Cano evolucionó a mayor para realizar obras más ligeras y
luminosidad sin barrocas mucho más de acuerdo
abandonar el tenebrismo con la nueva moda desarrollada
sevillano como refleja el por Velázquez .
San Juan Evangelista con Cano fue un hombre de carácter
la copa de veneno terrible que padeció varios
pintado poco antes de conflictos por su causa, llegando
marchar a Madrid para el a ser acusado del asesinato de su
convento de Santa Paula mujer, María de Figueroa,
de Sevilla. proceso del que salió libre. Al
final de sus días, nombrado
racionero de la catedral de
Granada, fue obligado a tomar el hábito por el propio rey.
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660) Era también sevillano. Ingresó en
1610 en el taller de Pacheco donde conocerá a Cano y se hará amigo intimo,
vinculando la suerte de este a la de Diego.
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Como se ha dicho antes, Sevilla era la ciudad más vital de España en la que abundaban
los transeúntes, era puerta de América y refugio de todo tipo de personas, incluidas
pícaros y maleantes.
En el taller de Pacheco se hablaba de filosofía, de arte y de cultura, imprimiendo en el
joven Velázquez un carácter erudito. Allí asimiló todo lo que escuchaba y se aficionó a
las letras en general llegando a componer una biblioteca interesante en su residencia
madrileña.
Velázquez se forma en este ambiente y desarrolla una fuerte personalidad. Poco se
sabe de su historia. No dejó nada escrito, o si lo hizo desapareció en el incendio del
alcázar. Fue un hombre callado y serio, independiente a pesar de sus muchas
obligaciones cortesanas de alta representación.
De Pacheco aprende la técnica y la teoría para desarrollar nuevos esquemas y modelos
a partir de estas bases que ya apunta antes de marchar a Madrid.
Representa la cumbre de la pintura barroca española y mundial.
La obra del pintor en Sevilla se desarrolla entre 1617 y 1623, fecha en que se traslada a
Madrid definitivamente, tras un primer viaje. En esta primera etapa se observa cierta
indecisión en las composiciones, sobre todo en los temas religiosos. Utiliza recursos del
manierismo flamenco con figuras de medio cuerpo en primer plano. Se conservan 20
obras seguras de este momento.
Velázquez escoge temas naturales y los trata de manera que resalte la forma. Su dibujo
es firme y utiliza la luz para enfatizara la acción.
Su interes por el claro oscuro se mantiene durante esta época así como por las
diagonales iluminadas y los objetos que no son anecdóticos ni decorativos.
Durante este periodo y aún, después, el pintor no evitará las dificultades buscando
mejorar su técnica obsesionado por alcanzar el ideal de artista culto al modo italiano.
La temática de este primera momento abarca todos los temas y, a pesar de no
conocerse mucho más, sabemos que uno de sus mecenas fue el Duque de Alcalá.
Velázquez es un pintor precoz que nunca deja de progresar, que aprende de todo lo
que le rodea para sobrepasarlo poco después y sumergirse en otra tarea.
En cuanto al retrato queda bastante reflejado en lo anterior pero hay que destacar de
esta época el de la monja franciscana Sor Jerónima de la Fuente del que realiza dos
copias: una destinada al convento de Sevilla y otra para ser llevada a Manila con la
propia sor.
Al llegar a la Corte en 1622, además de retratar a Góngora, objeto primero de este
viaje, intentará pintar al rey Felipe IV a través de las cartas de recomendación que lleva.
No puede cumplir este objetivo pero, poco después, en 1623, estará de vuelta en
Madrid llamado por el capellán real Juan de Fonseca con el encargo de representar al
rey.
En agosto ya había realizado su cometido. En octubre fue nombrado Pintor Real.
La carrera de Velázquez había tomado la senda definitiva y ya no volvería a Sevilla.