Colonoscopia Por El P. B. Cotton
Colonoscopia Por El P. B. Cotton
Colonoscopia Por El P. B. Cotton
Primeros pasos:
Antes de comenzar:
La punta e colonoscopio es roma y a menos que el tacto rectal sea fácil, no debe
introducirse «de cabeza», sino comprimirla de lado con ayuda del dedo índice, hasta
que el esfínter se relaje; alternativamente, el examinador puede usar el dedo pulgar
para empujar la punta a lo largo y por de bajo del dedo índice, al mismo tiempo que se
va retirando éste del conducto anal.
Generalmente hay poco que ver al entrar en el recto, a excepción de una «visión roja», debido
a que la mucosa rectal queda comprimida contra la lente. Está indicado:
Se obtiene mejor visión durante la retirada que en la introducción, y el examen más detallado
suele reservarse para aquélla.
En un ángulo, la parte exterior de la curva puede verse al primer paso; en cambio, para tener
una visión selectiva del interior de la curva es necesario volver a introducir el colonoscopio y
arquearlo.
Las partes interiores de los ángulos hepático y esplénico, así como la unión entre el colon
sigmoide y el descendente, son puntos particularmente difíciles. A medida que el colonoscopio
rectificado emerge del túnel retroperitoneal del colon descendente, tiende a saltar libremente
hacia el colon sigmoide; cualquier falta de atención por parte del médico endoscopista
significará que unos 10 cm del colon sigmoide no se habrán observado adecuadamente y
habrá que volverlos a inspeccionar.
Los cambios de posición también sirven de ayuda para conseguir que la exploración sea más
precisa. El ángulo esplénico y el colon descendente se llenan rápidamente de aire y se vacían
de líquido si se hace adoptar al paciente la posición de decúbito lateral derecho.
En los pacientes en quienes sea importante obtener datos precisos, y en aquellos con mayor
riesgo de pólipos o posibles puntos hemorrágicos, es aconsejable situarlos en decúbito lateral
derecho para así inspeccionar el colon izquierdo, y en posición de decúbito lateral izquierdo con
el fin de ver mejor el colon sigmoide y el recto.
Debido a que el asa cursa hacia delante contra la pared abdominal, es posible reducir o
modificar en parte su curvatura si se ejerce presión con la mano en el cuadrante inferior
izquierdo del abdomen.
Después de ascender por el canal paravertebral, el colon descendente se dirige hacia dentro y
adelante hasta su continuidad con el colon transverso; este último se sitúa también
inmediatamente debajo de la pared abdominal, mantenido hacia delante por los cuerpos verte-
brales, el duodeno, el páncreas y otras vísceras.
El ángulo hepático forma un asa hacia atrás y se coloca en el canal paravertebral derecho
hasta continuarse con el colon ascendente, en otra espiral de dirección horaria. El ciego
asciende hacia delante contra la pared abdominal anterior, lo que permite su transiluminación y
explica que los cambios de posición (hacia delante o atrás) ayuden a alcanzar su polo.
El intestino se encuentra normalmente fijo a nivel del recto y del colon descendente y
ascendente; las porciones sigmoide y transversa quedan libres, unidas a su mesenterio o
«mesocolon». El recto se mantiene fijo, sobre la concavidad sacra, por el peritoneo.
Mesenterio
Cuanto más largo es el colon sigmoide, tanto más lo es su
mesocolon; por ello, es improbable que aparezca dolor en un
paciente con sigmoide de longitud excesiva, a menos que existan
adherencias quirúrgicas. En cambio, si el colon y el mesenterio
son cortos, pueden producirse lesiones por los bucles formados
por el colonoscopio y las maniobras efectuadas con este
instrumento.
La longitud del asa del colon transverso influye también sobre el ángulo con que el endoscopio
aborda el ángulo hepático, del mismo modo que el tamaño del asa del colon sigmoide da lugar
a un ángulo agudo en su unión con el descendente. Debido a que el mesocolon transverso
tiene una base ancha, habitualmente no permite que se forme un asa en forma de letra gamma.
El colonoscopio tiende a configurar un asa o bucle en guirnalda a nivel del colon
transverso, contra la que se puede ejercer resistencia (aprovechando su posición anterior
contra la pared abdominal), en caso necesario, mediante presión hacia arriba con la
mano situada bajo el reborde costal izquierdo, o en el epigastrio, según convenga. Desde
los puntos de vista anatómico y endoscopico, el ángulo hepático constituye una curva en
horquilla de casi 180°, similar en muchos aspectos a la que existe en la unión entre el
sigmoides y el descendente, pero más constante en cuanto a su fijación, y también más
ancha.
Otras configuraciones:
Maniobras en la colonoscopia
Torsión y barrenado
Estos movimientos «en sacacorchos» son especialmente eficaces cuando el colon está fijo, ya
sea por adherencias o por enfermedad diverticular, o cuando la punta se encuentra a
intensamente angulada en una curva aguda.
3. La rotación con un bucle en la caña del endoscopio altera la posición del bucle y a
menudo también su tamaño y configuración. Debido a que el curso de la mayoría de los bucles
que se forman en el colon sigmoide es espiroide, - usualmente una espiral en sentido horario,
debido al paso hacia delante desde la pelvis, incurvación lateral después y finalmente
desviación hacia atrás para introducirse en el colon descendente-, la rotación es
particularmente eficaz en esa región. El colonoscopio se encuentra libre para moverse dentro
del colon, pero éste se halla fijo al recto y al retroperitoneo en la región descendente (además
de quedar constreñido por las paredes abdominales anterior y laterales), por lo que un giro en
sentido horario servirá también para que el sigmoide, móvil, se acorte (pliegue/concer-
tina/acordeón) sobre la caña, mientras que el extremo ascenderá hacia el colon descendente,
fijo. En lo que se refiere a otra clase de asas (en alfa grande, en N grande, esplénica invertida o
en gamma), es necesario generalmente reducirlas primero de tamaño mediante tracción, antes
de poder efectuar con éxito los movimientos de giro y rectificación en el espacio limitado de la
cavidad abdominal.
Orientación endoscópica.
Un error que cometen con frecuencia quienes se inician en el mundo de la práctica de la
colonoscopia es expresar la posición del instrumento en términos de la longitud de la
introducción: “el colonoscopio estaba introducido 90 cm”; “se observó un pólipo a 30 cm”, etc.
La elasticidad del colon hace que esta información carezca de significado; a 70 cm, el
endoscopio puede encontrarse en el colon sigmoide o en el ciego. En cambio, durante la reti-
rada del colonoscopio el colon se acorta y rectifica de un modo predecible -siempre que no
haya adherencias y las fijaciones mesentéricas sean normales-, de manera que las mediciones
proporcionan la localización aproximada.
Las mediciones ideales, en el curso de la retirada, son las
siguientes:
el ciego debe hallarse a 80 cm.
el colon transverso a 60 cm.
el ángulo esplénico a 50 cm.
el colon descendente a 40 cm.
el sigmoide a 30 cm.
Estas dos últimas cifras dependen, como es lógico, de la rectificación del colon sigmoide.
Elementos que hay que saber acerca de la anatomía endoscópica del colon:
En el sigmoide y en el colon descendente los haustros y el contorno cólico son
generalmente circulares.
El músculo longitudinal se fusiona en tres cintillas, o taenia coli, responsables de la
sección triangular característica que a menudo se observa en el colon transverso
(pero que también con frecuencia está presente en el colon descendente).
La transiluminación de la pared abdominal por medio de instrumentos que posean una luz lo
bastante potente puede ser de gran utilidad, pero en los pacientes obesos es posible tener que
realizar la transiluminación a oscuras. Debe recordarse que el colon descendente es tan poste-
rior, que no puede apreciarse habitualmente luz alguna, y que los puntos de referencia de los
ángulos hepático y esplénico en la superficie corporal se hallan situados a nivel de la parte
posterior de la caja torácica. El ver la luz en la fosa ilíaca derecha es un signo que in dica,
aunque no asegura, que el instrumento se halla en el ciego; pueden producirse aspectos
similares si el extremo del colonoscopio distiende el sigmoide o la parte media del colon
transverso y los transilumina.
Puede ser útil la palpación o el peloteo con los dedos, especialmente en el colon ascendente o
en el ciego, en donde su estrecha proximidad con la pared abdominal puede dar lugar a que la
impresión de los dedos que palpan sea fácilmente visible para el endoscopista, siempre que el
paciente no sea excesivamente obeso.
Los niveles líquidos pueden ser sorprendentemente útiles para conocer la localización, en
especial después del lavado oral. De igual modo que el radiólogo rota al paciente hacia los
decúbitos laterales derecho o izquierdo para llenar con bario las porciones declives del colon, el
endoscopista (con el paciente en la posición de decúbito lateral izquierdo) sabe que el extremo
del instrumento se halla en el colon descendente cuando penetra en el líquido y en el colon
transverso cuando sale de líquido y penetra en la luz del mismo, triangular y llena de aire.
Para avanzar:
Aspiración
La manipulación sin ayuda es particularmente útil en las asas múltiples del recto y rectosigma,
donde la coordinación con un ayudante puede ser difícil.
Cada una de las curvas sucesivas requiere una decisión consciente de la dirección más
adecuada; cuanto mayores sean la rapidez y la precisión con que se tomen las decisiones,
tanto menos durará la exploración.
Es más fácil decidir la dirección si se está a una cierta distancia de la curva, por lo que no hay
que precipitarse en introducir la punta del endoscopio en la flexura.
Ante esta situación, los posibles movimientos del extremo del endoscopio son
1. El más fácil es el de control arriba/abajo, con el pulgar.
4. Una vez obtenida la angulación adecuada, si la visión es deficiente hay que retroceder
con cuidado con la punta angulada/en gancho, lo cual reduce el ángulo, acorta el intestino, lo
rectifica y desenclava la punta, con lo que suele mejorar la visión.
5. Si esto fracasa, se debe anular la angulación, retirar el extremo distal del endoscopio de la
curva y valorar su dirección con más cuidado.
Exclusivamente como último recurso, cuando sea evidente que el extremo del
endoscopio mira hacia la dirección correcta, pero los sucesivos intentos de angulación
y torsión, simultáneamente con movimientos suaves de introducción o retirada, no
hayan conseguido que se visualice la luz intestinal, es permisible empujar a ciegas
unos pocos centímetros; si el extremo se halla en la dirección correcta, debiera
deslizarse paulatinamente sobre la mucosa, cuyo patrón vascular irá atravesando el
campo visual, lo que permitirá proseguir la introducción; hay que detenerse si la
mucosa palidece (lo que indica excesiva presión local) o el paciente experimenta dolor
(debido a que se ejerce demasiada tensión sobre el intestino o el mesenterio).
Tan pronto como se logre la visión de la luz hay que retirar parcialmente de nuevo el
endoscopio, para acortar el asa que se habrá formado inevitablemente a causa de la
introducción forzada.
Hay que reiterar que durante el paso por el colon sigmoide se debe asumir una actitud
cuidadosa, con menor insuflación y frecuentes movimientos de retroceso, de manera que se
pueda lograr un paso más sencillo, o incluso directo, desde el sigmoide al colon descendente.
De todos modos puede formarse un asa en alfa, de manera intencionada o no. En gran parte
ello depende de la anatomía de cada paciente, y puede ocurrir cualquier eventualidad, que el
endoscopista tenga que servirse de todos sus recursos, o que le acompañe la suerte, para
superar esta región con razonable rapidez y sin causar molestias innecesarias.
Se trata a menudo de la parte más difícil de la colonoscopia y el mayor desafío con que
se enfrenta el endoscopista.
la visión de una curva cerrada a unos 40-70 cm es un dato importante, sobre todo (en
decúbito lateral izquierdo) si la zona está llena de líquido.
La unión entre el sigmoide y el descendente puede ser tan aguda, que parezca
inicialmente un asa ciega, en particular si el intestino se halla excesivamente insuflado.
A veces existe un pliegue longitudinal que apunta hacia la dirección correcta de la luz,
ocasionado por el relieve muscular de una taenia coli; si se sigue este pliegue, se
superará la curva.
Para poder alcanzar el paso directo al colon descendente, siga entonces estas
recomendaciones:
Si le resulta difícil deslizar el extremo del endoscopio por la curva entre el colon
sigmoide y el descendente, especialmente cuando ésta es aguda, debe haberse
formado una gran asa en N.
Si durante la retirada para intentar reducir el tamaño de esta asa la punta del
endoscopio resbala, puede ser útil aspirar, con lo cual se acorta el sigma y
simultáneamente se rectifica algo el ángulo interno de la curva.
Otra alternativa es situar al paciente en decúbito lateral derecho, lo cual mejorará la
visión (por el cambio de posición del aire) y conseguirá que la parte distal del colon
descendente adopte una posición más favorable.
Si encuentra dificultades para flexionar la punta del aparato siguiendo la curva; en
estos casos cabe recurrir a la técnica de «preorientación», en la que se dirige el
extremo distal del endoscopio hacia la mucosa situada inmediatamente antes del
ángulo interno; de este modo, al empujar en situación de «preorientación» se consigue
que la punta traspase el ángulo y se dirija directamente hacia la luz del colon
descendente.
Una vez anclada la punta en el colon descendente, debido a que esta zona del colon es
retroperitoneal y, por tanto, relativamente fija, puede reducirse el asa sigmoide mediante un
ligero retroceso. Sin embargo, una de las consecuencias de este retroceso es que la punta
flexionada se adosará inevitablemente a la mucosa, por lo que deberá rectificarse cuidadosa-
mente para seguir su progresión por el colon descendente. Un movimiento erróneo en este
momento provoca la pérdida de la crítica fijación retroperitoneal y que el instrumento retroceda
de nuevo al colon sigmoide.
La interpretación cuidadosa de las imágenes de la mucosa, el empleo de una insuflación
mínima, torsionar (usualmente en sentido horario), realizar delicados movimientos direccionales
y tener paciencia son las condiciones necesarias para conseguir progresar sin que se vuelvan a
formar bucles o asas, esto último a consecuencia de empujar en exceso o de que la punta se
adose a la mucosa.
Es tal la importancia de emplear la rotación espiroide en sentido horario para impedir que se
formen bucles después de rectificar el endoscopio, que este método de paso directo se
denomina a veces «maniobra de torsión a la derecha(horaria)-retirada» (rigbt twist witbdrawal
manoeuvre). La representación tridimensional de la curvatura del colon sigmoide, con sus
componentes derecha-izquierda, y anterior-posterior, que origina una espiral en sentido horario,
queda ilustrada para mostrar por qué la maniobra de torsión-retirada es tan importante en esta
fase.
Actuación ante cada tipo de asa:
Asa en N
Un asa en N varía desde un zig-zag mínimo -que puede ser fijo, y por tanto imposible de
enderezar, después de una histerectomía o de diverticulitis- hasta un asa enorme, que puede
llegar al diafragma en algunos pacientes con colon redundante o megacolon. La mayoría de las
asas en N llegan a rectificarse por completo, motivo por el cual es aconsejable intentarlo
durante el paso a través del colon sigmoide o al alcanzar la unión entre el sigmoide y el
descendente, con el fin de tratar de conseguir el paso directo o sencillo del endoscopio al colon
descendente, como ya se ha descrito.
Si el colon es muy largo, puede ser difícil eliminar completamente el asa en N hasta que d
extremo distal del endoscopio haya alcanzado casi (o superado) el ángulo esplénico, momento
en el que se dispondrá de un anclaje suficiente para rectificar con fuerza.
La actuación de un ayudante:
Aunque es aconsejable que el endoscopista intente uno o dos movimientos de retirada para
acortar el asa en N -especialmente cerca del vértice del colon sigmoide y en cualquier curva
que se encuentre-, a menudo es difícil conseguir la rectificación hasta haber alcanzado la unión
entre el colon sigmoide y el descendente, momento en el que se puede intentar la maniobra de
giro horario-retirada, descrita antes.
De nuevo el último recurso es emplear la fuerza; con unos pocos segundos de cuidadosa
«presión mantenida» es posible que el extremo del endoscopio se deslice con éxito y supere la
curva.
Cuando se empuja el colonoscopio a través del colon sigmoide éste puede adquirir
espontáneamente la configuración conocida como «asa en alfa». Desde el punto de vista del
endoscopista, la formación de un asa en alfa es una bendición, ya que no se produce ninguna
curva cerrada entre el colon sigmoide y el descendente, y se alcanza siempre el ángulo
esplénico.
¿Cuándo sospechar que se ha formado un asa en alfa?
La maniobra alfa:
La norma es hacer girar el colon sigmoide hasta que se constituya un vólvulo parcial, lo
que es fácil de demostrar, pero difícil de explicar. Tan pronto como se note que el
aparato se flexiona (hacia arriba) intensamente en el colon sigmoide, a unos 15-20 cm
del ano, se comenzará a girar la caña firmemente en sentido antihorario (siempre que
sea posible), de modo que la punta angulada bascule hacia delante, a través del
reborde pélvico, y apunte hacia el ciego, atrayendo con ella al colon sigmoide. Se
continuará la introducción a través del sigmoide, con tanta rotación antihoraria como
sea posible en todas las fases, evitando el giro horario (de modo que el asa no
retroceda hacia la posición en N).
De igual modo, no hay que retroceder ni intentar rectificar, sino empujar y dirigir el en-
doscopio cuidadosamente hasta que la punta haya superado el colon descendente,
lleno de líquido, y llegue al ángulo esplénico, a unos 90 cm.
No siempre es posible realizar la maniobra alfa. Un sigmoide corto o fijo impedirá
probablemente la formación del asa en alfa; por tanto, los pacientes con enfermedad
diverticular o cualquier otra causa de adherencias pericólicas no son adecuados para la
maniobra, y con toda probabilidad tampoco formarán un asa en alfa de modo espontáneo.
Resulta lógico decidir que en algún momento se deba rectificar el asa en alfa. Hay opiniones
deferentes en lo que se refiere al momento idóneo para hacerla. Con los aparatos actuales,
muy flexibles y que permiten una gran angulación es preferible a veces intentar el paso directo
al colon transverso con el asa en alfa, en vez de rectificada al llegar al ángulo esplénico y tener
luego dificultades para mantener el asa rectificada.
La mayoría de los colonoscopistas prefieren rectificar el asa en alfa tan pronto como han
alcanzado con éxito la parte alta del colon descendente, para sobrepasar el ángulo esplénico
con el endoscopio recto. Sin embargo, todo endoscopista ha luchado alguna vez para alcanzar
el colon descendente y ha experimentado después la frustración de ver deslizarse el extremo
del colonoscopio fuera del mismo al hacerlo retroceder parcialmente para rectificar el sigma.
Una solución intermedia consiste en hacer llegar la punta hasta el ángulo esplénico, sin que
necesariamente lo supere -a unos 90 cm- y tener después cuidado de que no se deslice
excesivamente hacia atrás al eliminar el asa en alfa, lo que puede controlarse si se observa a
través de la óptica durante la maniobra.
De nuevo hay que hacer una advertencia: esta rotación antihoraria debe ser fácil y
atraumática; si la rectificación resulta difícil, hay que reevaluar la situación. Las adherencias
hacen que la rotación antihoraria sea difícil y en ocasiones imposible. Nunca hay que servirse
de la fuerza.
Es posible que el asa sigmoide que se ha formado no sea una verdadera asa en alfa, sino un
asa en «alfa invertida», que puede formarse cuando persiste el mesocolon descendente y, por
tanto, el colon izquierdo puede moverse con libertad. En esta situación de asa invertida, puede
ser necesario efectuar una rotación antihoraria durante la maniobra de rectificación.
Colon Transverso
Si no se formó un asa en N durante el paso del sigmoides, el recorrido por el colon transverso
no suele acarrear dificultades. Una vez superado el punto medio del colon transverso, puede
ser difícil llegar hasta el ángulo hepático. Es importante para conseguirlo realizar repetidas
maniobras de retroceso, con ello se consigue que el extremo arqueado del endoscopio se
eleve, aplane y a menudo avance simultáneamente con la retirada del colonoscopio. Puede ser
de utilidad ejercer presión con la mano sobre el colon sigmoide durante los movimientos de
avance. También puede hacerse a nivel del hipocondrio izquierdo o sobre la parte media del
abdomen. Puede ser útil aspirar el colon y efectuar movimientos espiroides en sentido horario-
antihorario, e incluso, cambiar de posición al paciente.
Ángulo hepático
Uno de los problemas más frustrantes para el endoscopista es el de ver claramente el arco del
ángulo hepático y no poder acceder a él. Si este ángulo se halla tan sólo a 2-3 cm de distancia,
a pesar de que el colonoscopio esté razonablemente rectificado (alrededor de 70-80 cm), con el
colon sigmoide bajo control mediante presión manual y con un movimiento espiroide en sentido
horario, puede realizarse una secuencia de acciones que debieran asegurar la rápida
superación del ángulo hepático.
1. Valorar a distancia la correcta dirección del ángulo, ya que después de que la punta acceda
a la zona, quedará tan próxima a la mucosa, que será muy difícil orientarse, excepto si uno se
basa en un plan preconcebido (habitualmente debe dirigirse hacia abajo y a la derecha). Hay
que evitar a toda costa que la punta quede apoyada en la pared opuesta o enganchada en los
haustros, lo que impediría la visión.
2. Aspirar cuidadosamente el aire de la zona del ángulo hepático, de modo que se colapse
hacia el extremo del endoscopio, pero no sobre el mismo, mientras ésta se va moviendo.
Cuando todo esto fracasa, otras estratagemas para lograr que la punta del endoscopio
sobrepase el ángulo hepático son:
Hay que ser muy cuidadoso al afirmar que se ha logrado una colonoscopia total. El orificio
apendicular o la válvula ileocecal sirven como punto de referencia mediante la transiluminación
de la fosa ilíaca derecha o por palpación. Debe observarse que la punta se halla en las
profundidades de la pelvis y además que el colonoscopio se encuentra en la retirada a 70-80
cm. El fondo cecal suele ser difícil y no siempre está totalmente limpio, por lo que puede ocurrir
que en realidad nos encontremos todavía en el ángulo hepático. La ausencia de la válvula
ileocecal y la distancia solo a 50-70 cm durante la retirada debieran servir de advertencia sobre
esta posibilidad.
Válvula ileocecal:
Una vez localizado el abultamiento de la válvula en el pliegue ileocecal, hay que efectuar una
secuencia de acciones para angular la punta en la dirección adecuada y superar la válvula.
a) Ensayar a distancia la combinación más fácil de torsión de la caña y angulación arriba/abajo,
para dirigir la punta hacia la válvula: regular y fijar previamente el control lateral, si es
necesario.
b) Superar con la punta del colonoscopio el pliegue de la válvula ileocecal en la región del
abultamiento valvular y angular la punta hacia la válvula, según se había predeterminado en a.
d) Retroceder el endoscopio hasta que la punta quede engarzada en los labios de la válvula y
se obtenga una «visión roja» al transiluminar los tejidos.
e) Al contemplar la «visión roja», detener el retroceso e insuflar aire para abrir la válvula -con
suave giro o angulación del endoscopio en un espacio de pocos milímetros, si es necesario-
hasta encontrar la luz del íleon a través del orificio.
La superficie de la mucosa cambia desde el aspecto pálido con patrón vascular brillante, propio
de la mucosa del colon, y se transforma primero en el enrojecimiento de los labios valvulares y
finalmente en la ligera granulación de la superficie vellosa del íleon terminal, dentro de la
válvula. La observación de este aspecto granuloso puede ser la clave de que la punta está
equilibrada de tal modo que con pequeños ajustes puede penetrar en la luz del íleon.
Pueden ser necesarios múltiples intentos para localizar la válvula y penetrar en el íleon; si es
preciso, se girará en busca de diferentes sectores del pliegue ileocecal, con flexión sobre la
zona y maniobras de retirada para pasar repetidas veces sobre la zona. Si fracasa el acceso
directo, es posible obtener éxito mediante retroflexión, con o sin pinzas.
Para penetrar en el íleon en retroflexión es necesario que la punta del endoscopio forme un
ángulo muy agudo, con cualquier combinación de máxima flexión v desviación lateral, o
rotación. En ocasiones hay que efectuar una impulsión enérgica hacia dentro para conseguir un
apoyo suficiente en el fondo cecal que permita visualizar la válvula; en algunos
videoendoscopios la excesiva longitud de la sección de angulación puede impedirlo. Localizada
la válvula, se ha de tirar del endoscopio para introducir la punta en su interior; luego se insuflará
para abrir los labios valvulares, y finalmente se debe reducir la flexión y retirar algo más para
penetrar en el íleon.
El acceso en retroversión es particularmente útil cuando la válvula ileocecal tiene forma de
hendidura y es invisible desde arriba.
En la enfermedad inflamatoria, cuando se desea ver el íleon terminal, es cuando existen más
probabilidades de que la válvula sea estrecha; aunque quizá sólo pueda lograrse una visión parcial y
tomar muestras para biopsia, siendo imposible superar la válvula.
Ileon Terminal
Las características superficiales del íleon terminal son variables: aspecto mate con la mucosa expuesta al
aire, pequeñas vellosidades digitiformes bajo el agua, ya menudo sembrado de folículos linfoides
prominentes que simulan pequeños pólipos. Algunas veces el aspecto del íleon se asemeja
sorprendentemente al del colon, con una superficie pálida y brillante y un patrón vascular submucoso
visible. Tras la resección del colon, las diferencias entre ambos pueden ser imperceptibles. Mediante
colorante instilado en forma pulverizada (dilución al 1:4 de tinta azul lavable e índigo-carmín al 0,2 % o
azul de metileno al 5 %) para destacar las características de la superficie, se diferencia rápidamente entre
el aspecto granuloso o «en papel de lija» de la mucosa ileal y los pequeños surcos circulares de la
superficie del colon, que tiene una apariencia de huella digital.
El íleon es blando, peristáltico y colapsable, en comparación con el colon, y debe manipularse de manera
parecida a como se hace con el duodeno. Si se procede con cuidado y se dirige adecuadamente la punta
deshinchando el intestino para que se colapse sobre el colonoscopio, se conseguirán mejores resultados
que con el empleo de la fuerza, lo cual únicamente logrará distender aquél. En cada incurvación aguda lo
mejor es deshinchar un poco, flexionar la punta y orientarla con cuidado (quedando, si es necesario, casi
a ciegas), antes de retroceder nuevamente un poco para recuperar la visión: el método de « dos pasos
hacia delante y uno hacia atrás», aplicable en toda la exploración del colon. Una vez que la punta del
colonoscopio se encuentre en el íleon, a menudo es posible avanzar con cuidado y paciencia, 30-50 cm
en dirección ascendente, aunque esta longitud de intestino puede consumir sólo unos 20 cm del colo -
noscopio. La distensión con aire insuflado debe reducirse al mínimo en el intestino delgado, ya que es
particularmente molesta, así como lenta en ser eliminada después de la exploración.
Equipamiento Técnico
asas de polipectomía que al abrirse formen un lazo suficientemente amplio para poder rodear pólipos de
hasta 3-4 cm. de diámetro. Su manejo debe hacerse con un mango que se adapte al extremo exterior y
permita abrirla y cerrarla con facilidad y delicadeza, y que a su vez, sirva para conocer hasta donde se ha
cerrado o abierto de asa, según sea la posición del mismo. En la posición cerrada, el alambre del asa debe
quedar dentro de la funda de teflón y ésta debe sobresalir unos 15 mm por fuera del alambre para que al
coger un pólipo y cerrar, comprima suficientemente su tallo aunque la funda se frunza ligeramente.
Conviene hacer una señal en el mango del asa que nos indique cuándo el asa está cerrada con los
extremos de alambre y funda al mismo nivel, para evitar que cerremos demasiado sobre un pedículo
blando y cortemos el tallo mecánicamente, incluso antes de dar corriente.
pinza diatérmica. Resultan muy útiles para extirpar pólipos de hasta 5-6 cm de diámetro, pues consiguen
su ablación completa con coagulación de la base, lo que previene posibles hemorragias y garantiza que
no queden restos de pólipos con potencial de crecimiento posterior. Es una pinza igual que la pinza de
biopsia, pero por la cual se puede transmitir corriente eléctrica al tejido que estamos cortando sin quemar
el pólipo que queda dentro de la pinza.
aguja de esclerosis, que resultará necesaria para inyectar la base de algunos pólipos antes de su corte,
o para tratar alguna hemorragia post polipectomía.
No aplicar una fuerza excesiva al cerrar el mango del asa, ya que esto puede seccionar el tallo
del pólipo antes de que se haya efectuado una electrocoagulación suficiente. Esto es más
probable que suceda si el alambre del asa es delgado o el tallo del pólipo tiene escaso diámetro.
Hacer una señal en el mango del asa que indique cuándo se encuentra el asa estrechamente
ajustada al coger un pequeño objeto, como por ejemplo, una cerilla; la señal se hará de forma
indeleble, para que quede registrada esta posición de manera permanente.
al usar por primera vez una unidad electroquirúrgica se comenzará con el reóstato al nivel de
potencia más bajo posible y se irá aumentando mediante pulsiones de 2-3 seg con cada nivel.
Esto permite averiguar cuál es el nivel más bajo que provoca una electrocoagulación visible en
un pedículo delgado, y estos resultados se compararán con el efecto de emplear una potencia
muy elevada: con ella, por la acción del calor, la parte resecada puede volverse a fusionar sobre
su tallo, por lo que es difícil darse cuenta de cuándo se ha producido la sección. Además, con
una potencia elevada se puede provocar la desecación de los tejidos, con la consiguiente
dificultad mecánica para conseguir el corte.
antes de comenzar hay que elaborar una pauta estándar de polipectomía, que debe seguirse
siempre; se han de comprobar todas las conexiones, la posición del electrodo y el parámetro
elegido en los mandos de la unidad.
antes de la polipectomía se tratará de valorar si el tallo es delgado y blando -en donde bastaría
una potencia baja o grueso, que puede precisar el empleo de mayor potencia durante un tiempo
más prolongado. La valoración visual del grosor del tallo puede ser difícil debido al efecto
distorsionador que ejerce la óptica granangular del endoscopio; hay que comparar dicho grosor
con el de 2 mm. de la funda de plástico del asa; también es útil empujar el tallo en diversas
direcciones con el fin de investigar su longitud y movilidad.
para el manejo del asa sin ayuda, se abrirá previamente dentro del canal del instrumento, de
modo que al asomar se abra de manera espontánea, sin necesidad de utilizar el mango. Las
asas rotatorias no suelen dar buenos resultados en la práctica, ya que sólo son completamente
estables si el endoscopio se encuentra recto; las polipectomías suelen ser problemáticas cuando
la punta está angulada, situación en la que el asa no responde de manera predecible.
Inicio de la polipectomía:
Puede ser útil abrir el asa en el colon más allá del pólipo, y luego retirar lentamente del
endoscopio hasta que la cabeza del pólipo entre en el campo visual y en el asa abierta.
De forma alternativa se puede impulsar el asa hacia atrás sobre una cabeza de pólipo
que ofrezca dificultades o incluso rotar el asa lateralmente sobre la cabeza mediante los
oportunos movimientos del endoscopio.
Lo ideal es que el asa se cierre cerca de la parte alta del
tallo, en su porción más estrecha, y que proporcione un
corto segmento de tejido normal que sirva de ayuda
para la interpretación anatomopatológica.
En los tallos que sean más largos -sobre todo si existen sospechas de un proceso maligno- quizá sea
posible, y deseable, efectuar la prensión más abajo. Antes de cerrar el asa debe comprobarse que su
vaina quede apoyada contra el tallo (técnica de empujar), lo cual asegura que el asa ciña exactamente
ese punto; si no se impulsa la vaina, al cerrar el asa la cabeza del pólipo puede zafarse, a menos que se
haga avanzar simultáneamente la vaina (técnica de tracción).
Cuando existan dudas acerca de si el asa se encuentra situada adecuadamente sobre la cabeza del
pólipo, se puede sacudir el asa, o abrirla y cerrarla repetidas veces, con el fin de que se deslice hacia
abajo por el tallo, para lo cual conviene flexionar la punta del colonoscopio en la dirección adecuada,
aunque esto signifique perder visión. El cierre inicial del asa se ha de realizar con delicadeza, ya que, si
está mal situada y llega a cortar tejidos del pólipo, puede ser difícil liberarla y volverla a colocar en el lugar
idóneo. Cuando el asa queda adherida en una posición incorrecta, o si se pone de manifiesto que no
puede seccionarse el pólipo de manera segura, la liberación del asa se facilita al elevar ésta sobre la
cabeza del pólipo y empujar -con la totalidad del colonoscopio en caso necesario.
Como método alternativo, si el asa ha quedado completamente atrapada, se puede insertar un segundo
instrumento de escaso diámetro (gastroscopio, o colonoscopio pediátrico) al lado del primero y utilizar las
pinzas de biopsia para liberar el alambre que está trabado. Debe recordarse la posibilidad (según el tipo)
de desmontar el asa o de cortarla con unos alicates, retirar el colonoscopio y dejar el asa in situ; es
posible que la cabeza del pólipo se desprenda, o bien puede ser realizado otro intento con una nueva asa
o, si es necesario, por otro endoscopista.
Pólipos pediculados
Una vez ubicado el pólipo, este debe ofrecer su cabeza y despliegue del
pedículo para ser enlazado con facilidad (en caso contrario rotar el endoscopio
o al paciente), evitando el riesgo de incluir tejido normal circundante.
Introducido el asa en el canal de biopsia, se abre ampliamente se enlaza la cabeza del pólipo mientras se
retira asa. Posteriormente se desplaza el asa hasta la porción del pedículo (parte media de este) donde
se decide efectuar el corte, más próximo a la cabeza que a la implantación del pedículo en la pared, en la
porción de menor diámetro, y se obtendrá adecuada coagulación del plexo venoso y arterial) manteniendo
una discreta presión para evitar el desplazamiento. Procedemos al cierre del asa, traccionando el asa
hacia el centro de la luz del colon formando como una tienda de campaña, para disminuir el riesgo de
perforación, o quemadura térmica, a la vez que se continúa cerrando el asa hasta que se produzca el
blanqueamiento de la zona (que no debe llegar a la pared) y luego la resección del pólipo, se utiliza
corriente de coagulación, 15 a 20 W durante 10 a 15 seg.
Un punto importante a tener en cuenta se relaciona con la cantidad de tejido englobado en el asa (a
menor tejido englobado mayor es la densidad de corriente en el sitio, con lo que la base y la pared
intestinal apenas se calientan, con la producción de calor en la parte más estrecha del asa en el pedículo
del pólipo).
Son aquellos pólipos grandes no pediculados, que por su peso arrastran la pared del colon hacia la luz,
siendo difícil diferenciar la presencia de un verdadero pedículo.
El verdadero pedículo es cilíndrico, consistente y persistente en las diferentes posiciones del paciente.
El pseudopedículo o pedículo en tienda de campaña, es menos consistente, varía con la posición del
paciente (está condicionado por la gravedad).
Ante la mínima sospecha es conveniente seccionar como si se tratara de un pólipo sésil (a nivel de unión
del tejido poliposo con la pared del colon).
Pólipos sesiles
En pólipos sésiles de pequeño tamaño se puede crear un “pedículo” con una inyección submucosa de
solución salina, epinefrina diluida, por debajo de la base de implantación produciéndose la elevación del
pólipo y su separación del resto de la pared, facilitando la maniobra y reduciendo el riesgo de perforación.
Posteriormente se pasa el asa y se procede a cerrarla para comenzar a realizar la polipectomía (como
alternativa se puede extraer en forma fraccionada con mayores riesgos de complicaciones).
Inyección en el tallo
En los pólipos de pedículo más largo hay que añadir solución esclerosante a partes iguales con una
dilución de adrenalina al 1:10.000; se empleará únicamente 1 mi, y el resultado es una intensa
coagulación vascular y edema en el tallo, con efectos que a largo plazo debieran eliminar los riesgos de
hemorragias tardías. No obstante, el empleo de solución esclerosante añadida a la adrenalina introduce
un posible riesgo de lesión de la pared intestinal, peritonismo o perforación; esta solución está indicada
sólo para los tallos largos, de diámetro igual o superior a 1 cm., en donde los riesgos de hemorragia
serían, de otro modo, significativos. Si se emplea adrenalina sola, la solución se inyectará en uno o más
lugares de la base del pólipo; con intervalos de 1 min, aproximadamente, se produce un blanqueamiento
visible, por la vasoconstricción; cuando se emplea suero salino isotónico o ligeramente hipertónico se
enlentece su desaparición del lugar inyectado.
Debido a la frecuencia con que se producen fugas, conviene añadir una gota de azul de metileno a la
solución inyectable, de modo que estas fugas sean evidentes y se pueda volver a colocar la aguja de
modo más adecuado. La inyección eficaz es lenta, y el ayudante nota la resistencia de los tejidos a la
entrada del líquido, lo que contrasta con la falta de resistencia si hay fugas. El endoscopista observará un
tinte azulado (si se emplea azul de metileno); luego, blanqueamiento y tumefacción del tallo y, finalmente,
coloración malva de la cabeza isquémica. A continuación puede llevarse a cabo la sección a partir de la
zona superior del tallo, o por encima del área inyectada, sabiendo a ciencia cierta que no se va a producir
hemorragia; por tanto, es adecuado y seguro emplear una corriente de alta intensidad. La técnica de
inyección esclerosante es útil en todos los pacientes con trastornos de la coagulación a quienes deba
practicarse una polipectomía.
Fundamentos de electrocirugía
El calor se produce en los tejidos por el paso de cualquier clase de electricidad (electrones). La
importancia exclusiva de emplear una corriente de alta frecuencia, o «radiofrecuencia», cuya dirección
alterna hasta un millón de ciclos por segundo (106 ciclos/seg, 1.000 kilociclos/seg, 10 Hz) radica en que a
tales frecuencias no hay tiempo para que se produzca la despolarización, de las fibras musculares ni las
nerviosas antes de que la corriente vuelva a alternar, por lo que no se produce shock alguno debido a una
contracción muscular masiva. Por tanto, el paciente no percibe la corriente electroquirúrgica, y tampoco
hay riesgo de que se lesione el músculo cardíaco. La mayoría de los marcapasos cardíacos modernos no
se afectan por estas corrientes, siempre y cuando su paso entre el lugar de la polipectomía y los
electrodos del paciente (usualmente colocados bajo las nalgas o sobre el muslo) se efectúe a una
distancia razonable del marcapasos; si existen dudas, debe consultarse a un cardiólogo. Debido a los
temores tan arraigados que existen sobre la corriente eléctrica doméstica, de baja frecuencia y con una
alternancia de 50.60 veces por segundo (50 ciclos/seg), la mayoría de las personas, entre ellas pacientes,
enfermeras y médicos, actúan con un nerviosismo injustificado frente a las corrientes electroquirúrgicas,
que son seguras por naturaleza. A las bajas potencias empleadas en la polipectomía, incluso la remota
posibilidad de que se produzca una quemadura directa sobre la piel del paciente o del operador es un
hecho que causa sorpresa, pero cuya importancia es trivial; es muy raro que se ocasionen verdaderas
quemaduras, pues la sensación de calor provoca una fuerte protesta mucho antes de que tengan lugar
lesiones reales. El único peligro derivado de las corrientes electroquirúrgicas es el efecto del calor en el
lugar de la polipectomía.
Ya se ha mencionado que existe una diferencia teórica entre la corriente «coagulante» pura, en la que se
emplean pulsos de corriente electroquirúrgica de alto voltaje (el voltaje más elevado provoca que la
corriente pase incluso a través de los tejidos desecados) y la corriente de «corte», con su flujo continuo de
bajo voltaje (lo que produce la misma potencia, pero debido a este voltaje bajo no traspasa la capa
desecada y, por tanto, no calienta de una manera tan generalizada). La corriente «mixta» combina ambos
tipos de formas de ondas. En la mayoría de las fuentes electroquirúrgicas el circuito de «corte» se instala
con más potencia que el de «coagulación»; así, el reóstato con el dial a 5, por ejemplo, en el circuito de
«corte», genera más efecto calorífico que el reóstato a 5 en el circuito de «coagulación». La mayor
potencia y el calor localizado de la corriente de «corte» ocasionan que las células que se ponen en
contacto con el alambre queden reducidas a vapor, con la consiguiente acción de corte.
Los tejidos se calientan a causa de su elevada resistencia eléctrica; sin embargo, si se permite que la
corriente se desparrame y fluya a través de una gran área de tejido, la resistencia global y el efecto
calorífico caen. Por consiguiente, para que la electrocoagulación sea eficaz debe restringirse el flujo de
corriente al área de tejido más pequeña posible: el principio fundamental de «densidad de la corriente».
Este principio es común a todas las clases de electrocirugía y explica por qué no se genera ningún calor
apreciable en la amplia zona de contacto con el electrodo del paciente, mientras que se produce un in-
tenso calor en la zona donde el asa de polipectomía se cierra. Es adecuado incluso el que la zona de
contacto entre el electrodo y la nalga o el muslo del paciente sea relativamente pequeña, y no es
necesario aplicar humidificación extra ni pasta de electrodos si se tienen en cuenta las potencias
empleadas para la polipectomía.
El problema que existe en la polipectomía es coagular de modo suficiente el plexo de arterias y venas en
el interior del tallo del pólipo, antes de seccionado. El cierre del asa de polipectomía detiene el paso de la
sangre y tiende a concentrar el flujo de la corriente El grado de presión del asa tiene una importancia
primordial, ya que el área a través de la cual se concentra la corriente (densidad de la corriente)
disminuye según el cuadrado de la sección de tejido englobada. El calor aumenta según el cuadrado de la
densidad de la corriente, por lo que el aumento global de calor se incrementa según el cubo del cierre del
asa (es decir, un ligero incremento del cierre del asa sobre un pólipo aumenta extraordinariamente el calor
generado a este nivel). A la inversa, el hecho de que el asa ce rrada sea la parte más estrecha del tallo
significa que la base de éste y la pared intestinal apenas se calientan, lo que explica la rareza de las
perforaciones intestinales en el curso de una polipectomía.
Expresado gráficamente, el calor producido en el tallo del pólipo aumenta en proporción directa con los
parámetros de potencia fijados en el mando de la unidad de electrocirugía. También aumenta directa-
mente con el tiempo transcurrido (haciendo abstracción de factores que pueden complicar la cuestión,
como la disipación del calor); sin embargo, el cierre del asa tiene mucha más importancia, ya que da lugar
a que el calor aumente según el cubo de dicho cierre. Si el asa se encuentra demasiado abierta, apenas
calentará los tejidos; si está excesivamente cerrada, el calor aumentará con demasiada rapidez. Al aplicar
el asa sobre un pólipo de gran tamaño, el rápido aumento del calor puede tener consecuencias
desafortunadas: así, cuando comienza a cerrarse el asa, el calor producido aumenta espectacularmente y
produce el corte eléctrico del núcleo central, porción ésta que necesita una coagulación lenta y
controlada. El tallo blando de un pólipo pequeño debe coagularse rápidamente; un tallo de mayor tamaño
requiere unos parámetros de potencia algo más elevados y que transcurra más tiempo antes de
observarse la coagulación. Visualmente es difícil estar absolutamente seguro del diámetro y la consisten-
cia del tallo; la «palpación» de éste puede ser imprecisa, en especial con las asas que poseen un tubo de
teflón delgado y compresible, de modo que el mango del asa puede aparecer «cerrado» cuando el tallo no
se ha estrechado todavía lo suficiente. Es más seguro comenzar con parámetros de baja potencia (sólo
15-25 W), y aumentar ésta gradualmente si no se observa coagulación alguna.
Puesto que la norma esencial de la polipectomía es la de electrocoagular o cocer el tejido del tallo antes
de su sección, debe producirse un blanqueamiento visible a medida que se precipitan las proteínas, y
tumefacción o emisión de vapor cuando el tejido hierve. Sin embargo, si toda el agua desaparece por
ebullición, los electrones ya no fluirán a través del tejido desecado y el alambre se tendrá que acabar
cortando por efecto mecánico. Es inevitable que se tarde algún tiempo, con los parámetros de corriente
más bajos y seguros, hasta que el tejido hierva; no obstante, si pasan más de 15-20 seg aumentan los
riesgos de disipación del calor y lesión de la pared intestinal, por lo que puede ser más práctico aumentar
la potencia para acelerar el proceso. A pesar de ello, es poco frecuente tener que recurrir a potencias
mayores de 35-50 W.
El riesgo de una coagulación central insuficiente aumenta con los tallos de más de 1 cm de diámetro,
sobre todo si son de consistencia firme y relativamente incompresibles. En estos tallos gruesos los vasos
pueden ser grandes y de paredes también gruesas; además, se necesitan potencias elevadas para
comenzar la coagulación en la periferia, y es posible que se produzca después un corte súbito del tallo.
Pueden contribuir otros factores adicionales, como las fugas de corriente. Cuando no se observe
coagulación en un tallo grueso, pese a emplear una potencia de 35-50 W y pulsos de corriente hasta un
total de 20 segundos, deben comprobarse todas las posibles variables.
l. Comprobar que no haya fallos en el circuito o en las conexiones, así como que el asa esté bien montada
y se cierre adecuadamente (en algunas marcas el alambre del asa puede estar demasiado suelto en el
mango y hay que apretarlo).
2. Comprobar el tallo del pólipo.
a)¿Se ha cogido bien el tallo con el asa, o está atrapada la cabeza del pólipo, fuera de la vista?.
b)¿Podría mejorar la visión del tallo con un cambio de posición del paciente?.
e) Mediante la rotación del colonoscopio, ¿se podrían colocar las valvas de las pinzas o el asa en una
posición más adecuada, de modo que no se perdiera la imagen en el curso de la polipectomía?
e) ¿Es posible volver a abrir el asa de polipectomía y colocarla más arriba, donde el tallo sea más
estrecho?
e) ¿Se trata de un tallo grueso, en el que debiera practicarse una inyección de sustancia esclerosante
antes de emplear el asa (o es posible tener a mano esta técnica en caso de hemorragia inmediata? Si
existe algún temor de que aparezcan complicaciones, o el operador es inexperto, tal vez sea el momento
indicado para extraer el asa y dejar el procedimiento en manos de otra persona con más experiencia.
Endoscopia con un instrumento de visión lateral
La introducción de los instrumentos de visión lateral es más fácil, puesto que tienen la punta redondeada;
en cambio, el paso a través de la parte alta del esófago se realiza prácticamente a ciegas. En la
actualidad son pocos los pacientes a quienes se practica un estudio radio lógico con tránsito de bario
antes de realizar la endoscopia, por lo que cabe la posibilidad de que la punta del endoscopio se
introduzca en un receso faringoesofágico, en un divertículo esofágico o no pueda superar una estenosis
orgánica. A causa de esto, no ha de empujarse el endoscopio con fuerza cuando se encuentre una resis-
tencia, y debe bastar una presión suave en el curso de la deglución. En los raros casos en que esto sea
ineficaz, hay que retirar el instrumento de visión lateral y reconsiderar la situación; es posible que el
paciente precise un estudio radiológico, o que la exploración inicial se tenga que efectuar con un
instrumento de visión frontal.
Aunque se carezca de perspectiva, puede examinarse la mayor parte del esófago distal con los
instrumentos de visión lateral si se insufla aire y se extiende ligeramente la punta hacia abajo, al tiempo
que se empuja o se retira la caña del endoscopio. La angulación excesiva puede ser peligrosa y no debe
efectuarse con fuerza.
Al girar el mando en posición neutra, los aparatos de visión lateral proporcionan excelentes imágenes
frontales de las paredes del estómago proximal.
Si se hace girar el endoscopio de visión lateral, se obtienen imágenes frontales de la pared de todo el
estómago.
El paso de un endoscopio de visión lateral a través del píloro es, en parte, una maniobra realizada a
ciegas, aunque no ofrece dificultades si se posee experiencia. Se avanza la punta a través del antro
dirigiendo el mando ligeramente hacia «abajo», para mantener el píloro en el campo visual, mientras se
desliza la caña apoyada en la gran curvatura de! estómago.
Cuando la punta se halla junto al anillo pilórico se flexiona hasta alcanzar la posición
neutra. La visión del píloro durante esta maniobra se describe como «imagen en sol
poniente».
En los estómagos grandes el píloro puede «ponerse» y salir del campo visual por lo que hace falta un
cierto sentido espacial para colocar la punta sobre el píloro y luego angularla con fuerza accionando el
mando de extensión, de modo que penetre a ciegas en el anillo pilórico.
El paso a través del anillo pilórico, más que verse se nota: el éxito depende de que el
instrumento esté colocado en el centro del eje del antro. Si surgen dificultades hay
que retirarlo y comprobar esta orientación mediante la flexión de la puma. El ángulo
debe verse perpendicular, no oblicuo, de modo que la flexión posterior muestre el
descenso de la caña del endoscopio a lo largo de la línea media de la gran curvatura.
Con un movimiento de rotación, o con el
mando de control lateral, puede
conseguirse que la incisura angular quede
en ángulo o respecto al eje del endoscopio
antes de pasar el píloro.
Para alcanzar la media se utilizará el mando de movimiento lateral o se rotará la caña del endoscopio.
Cuando el aparato traspasa el píloro, la elasticidad del asa apoyada en la gran curvatura gástrica impulsa
la punta hacia la parte distal del bulbo, de la misma forma que en los endoscopios con visión frontal, lo
que produce una «imagen roja». Sólo pueden obtenerse imágenes en perspectiva después de retirar
ligeramente el endoscopio, extender (abajo) la punta (la lente lejos de la mucosa) e insuflar ligeramente;
en esta posición la punta queda virtualmente enganchada al anillo pilórico, y la imagen es similar a la que
se observa con un endoscopio de visión frontal.
La pared cefálica del bulbo se ve de frente y, al movilizar lateralmente y girar la punta, se observan
imágenes de las paredes anterior y posterior. La pared inferior caudal, o suelo del bulbo, es más difícil de
examinar, porque la punta tiende a caer de nuevo en el antro si se intenta la necesaria rotación horaria.
El paso de un endoscopio de visión lateral en torno al ángulo duodenal superior hacia la porción
descendente del duodeno requiere una maniobra de rotación espiroide, al igual que con el endoscopio de
visión frontal. A partir del bulbo se flexiona la punta (hacia arriba) para alcanzar la posición neutra y se
avanza hasta que se accede al ángulo duodenal superior, a la entrada de la porción descendente del
duodeno.
El avance posterior de la punta se logra a veces con una simple presión, pero de nuevo (paradójicamente)
esto se consigue mucho mejor al retirar la caña del endoscopio (rectificación), lo que acorta el asa en la
curvatura mayor del estómago, de la misma forma que con los endoscopios de visión frontal y con igual
resultado de avance en el duodeno. Cuando se ha enderezado la caña (< 70 cm en el interior del
paciente), la punta se sitúa más allá de la ampolla de Vater. La porción descendente del duodeno se
examina durante la retirada mediante movilización y rotación de la punta.