Tema 3. Roma. Historia
Tema 3. Roma. Historia
Tema 3. Roma. Historia
ROMA
1. Orígenes mitológicos
Según la antigua tradición literaria romana fue un 21 de abril del 753 a. C. cuando los gemelos
Rómulo y Remo fundaron la ciudad eterna, Roma. La fecha exacta fue inventada por el historiador
romano Varrón, quien recogió en su relato la mezcla de las leyendas griegas y romanas sobre el
origen de la ciudad.
Lo que en verdad se sabe es que Roma fue fundada en forma progresiva por la instalación de tribus
latinas en el área de las tradicionales siete colinas, mediante la creación de pequeñas aldeas en sus
cimas, que terminaron por fusionarse (siglo IX y VIII a.C). La historiografía contemporánea
considera errónea la antigua tradición romana de atribuirle la fundación a un único personaje como
fue Rómulo. La leyenda podría denotar al gestor de la primera unificación de los núcleos aldeanos
en una sola entidad urbana.
Según alguna de estas leyendas, el griego Eneas habría llegado a la costa de Italia, huyendo de la
guerra en ciudad de Troya, junto con su anciano padre, Anquises. Allí, fundaría una ciudad, Alba
Longa, origen del pueblo romano. El último rey de la misma, Numitor, fue destronado por su
hermano Amulio quien, además, obligó a su sobrina, Rea Silvia, a hacerse Virgen vestal
(sacerdotisa virgen encargada de mantener encendido el fuego de Vesta). Sin embargo, el dios de la
guerra, Marte, se enamoró de ella y quedó embarazada de dos hijos gemelos, Rómulo y Remo. Pero
suu tío-abuelo Amulio, que no deseaba que Rea Silvia tuviese herederos que le pudieran quitar el
trono, intentó acabar con la vida de los niños lanzándolos al río en una pequeña cesta para que se
ahogaran o fueran devorados por los animales.
Años después, estos contaron a Rómulo y Remo su historia y los hermanos regresaron a Alba
Longa, acabando con Amulio y restituyendo a su abuelo en el trono. Entonces, decidieron crear una
nueva ciudad en el lugar en que la loba los había amantado, el monte Palatino.
El problema surgió a la hora de proclamar rey pues, como eran gemelos, ninguno podía reclamar
más derechos que el otro. Así que dejaron a los dioses (o en otros casos, a los oráculos) decidir cuál
de los dos mandaría. Lo harían observando el paso de las aves: aquel que divisase el mayor número
de buitres sería el rey. Remo subió al monte Aventino y Rómulo al monte Palatino. El primero
consiguió ver seis buitres mientras que el segundo avistó doce. Inmediatamente después, ambos
bajaron de sus respectivos montes y Rómulo marco con una rama una raya en el suelo e indicó que
sería el limite de su nuevo reino.
Con vestimentas sacerdotales, Rómulo unció un toro y una ternera blancos a un arado con reja de
bronce. Luego trazó un surco cuadrado que sería el límite de su futura ciudad. Para indicar el lugar
destinado a cuatro puertas, levantó el arado de acuerdo con las creencias religiosas, el surco no
podía ser cruzado y era necesario interrumpirlo en los lugares de acceso.
Remo, riéndose y burlándose de su hermano por las amenazas lanzadas, cruzó la raya haciendo
que Rómulo entrara en cólera y lo matara con sus propias manos a la vez que decía: “Así perezca
el que franquee este recinto“. La ceremonia de la fundación de Roma fue un acto religioso
efectuado según el ritual etrusco el 21 de abril del año 753 a. C.
Unos instantes después, Rómulo se dio cuenta de lo que había hecho. Acababa de matar a su propio
hermano. Sintió un gran arrepentimiento, y como homenaje a su hermano, a la nueva ciudad le
pondría de nombre Roma. Así comenzó el más grande imperio jamás formado.
Según el mito, en la Roma de los primeros tiempos había muy pocas mujeres pues la conformaban
un pequeño grupo de agricultores y ganaderos. Para solucionar esto, Rómulo organizó unas pruebas
deportivas en honor al dios Neptuno e invitó a los pueblos vecinos. Acudieron varios de ellos, pero
los de una población, la Sabinia, eran especialmente voluntariosos y fueron a Roma dejando a sus
mujeres e hijos en su región.
Tras el espectáculo de los juegos y los banquetes, cuando lo sabinos estaban ya saciados y
embriagados, los romanos aprovecharon para raptar a la sabinas y traerlas a Roma por la fuerza.
Estos intentaron aplacarlas convenciéndolas de que solo lo hicieron porque querían que fuesen sus
esposas y que ellas no podrían menos que sentirse orgullosas de pasar a formar parte de un pueblo
que había sido elegido por los dioses. Las sabinas pusieron un requisito a la hora de contraer
matrimonio: en el hogar, ellas sólo se ocuparían del telar, sin verse obligadas a realizar otros
trabajos domésticos, y se erigirían como las que gobernaban en la casa.
Años más tarde, los sabinos, enfadados por el doble ultraje de traición y de rapto de sus mujeres,
atacaron a los romanos. Para lograr penetrar en esta zona, contaron con una romana, Tarpeya, quien
les franqueó la entrada a cambio de “aquello que llevasen en los brazos”, refiriéndose a los
brazaletes de oro y piedras preciosas que podían portar. Viendo con desprecio la traición de la
romana a su propio pueblo, los sabinos aceptaron el trato, pero, en lugar de darle joyas, la mataron
aplastándola con sus pesados escudos. La zona donde, según la leyenda, tuvo lugar tal asesinato,
recibió el nombre de Roca Tarpeya, desde la que se arrojaba a los convictos de traición.
Cuando se iban a enfrentar en lo que parecía ser la batalla final, las sabinas se interpusieron entre
ambos ejércitos combatientes para que dejasen de matarse porque, razonaron, si ganaban los
romanos, perdían a sus padres y hermanos, y si ganaban los sabinos, perdían a sus maridos e hijos.
Las sabinas lograron hacerlos entrar en razón y finalmente se celebró un banquete para festejar la
reconciliación.
2. La Monarquía
El periodo de la monarquía se extiende desde el 753 a. C. hasta su caída en el 509 a. C. y en él se
sucederán siete reyes. Rómulo será el primero de ellos y Tarquinio el Soberbio, el último. Este
utilizó la violencia, el asesinato y el terror para mantener el control sobre Roma como ningún rey
anterior los había utilizado, derogando incluso muchas reformas constitucionales que habían
establecido sus predecesores.
Tarquinio abolió y destruyó todos los santuarios y altares sabinos de la Roca Tarpeya, enfureciendo
de esta forma al pueblo romano. El punto crucial de su tiránico reinado sucedió cuando permitió
que su hijo, Sexto, violara a Lucrecia, una patricia romana. Un pariente de Lucrecia, Lucio Junio
Bruto, convocó al Senado, que decidió la expulsión de Tarquinio en el año 510 a. C.
En la monarquía romana, el rey tenía todos los poderes y su cargo era vitalicio pero tenía carácter
electivo: el cargo no se heredaba. Todos los habitantes le debían obediencia y este, antes de morir,
debería elegir un sucesor.
3. De la República al Imperio.
En esta etapa, el rey fue sustituido por dos cónsules, los magistrados de más alto rango de la
República romana. El cargo era anual y colegiado, y se elegía a dos cónsules de entre todos los
senadores cada año entre ciudadanos mayores de cuarenta y dos años. Su cometido era la dirección
del estado y, especialmente, del ejército en campaña.
Representación de una reunión del Senado, en este caso, en la que Cicerón ataca al
senador Catilina.
Pero, a pesar de estos avances políticos y sociales, la República fue una época marcada por las
guerras de expansión y conquista y de las rivalidades políticas.
Julio César era un militar y político romano que acabó enfrentándose al sector más conservador del
Senado romano. Fue el primer general romano en penetrar en los inexplorados territorios de
Britania y Germania.
Mientras César terminaba de organizar la estructura administrativa de la nueva provincia que había
anexionado a la República, sus enemigos políticos trataban en Roma de despojarle de su ejército y
cargo utilizando el Senado, en el que eran mayoría. César, a sabiendas de que si entraba en la capital
sería juzgado y exiliado, intentó presentarse al consulado in absentia, a lo que la mayoría de los
senadores se negaron. Este y otros factores le impulsaron a desafiar las órdenes senatoriales y
protagonizar el famoso cruce del río Rubicón, momento en el que, al parecer, pronunció la inmortal
frase “Alea iacta est” («la suerte está echada»). Inició así una nueva guerra civil en la que se
enfrentó a los optimates, que estaban liderados por su viejo aliado, Pompeyo. Sus victorias sobre los
conservadores, le hicieron el amo de la República. Se enfrentó a numerosos enemigos en el exterior
y, a su regreso a Roma se hizo nombrar cónsul y dictator perpetuus —dictador vitalicio—, e inició
una serie de reformas económicas, urbanísticas y administrativas.
A pesar de que bajo su gobierno la República experimentó un breve periodo de gran prosperidad,
algunos senadores vieron a César como un tirano que ambicionaba restaurar la monarquía. Con el
objetivo de eliminar la amenaza que suponía el dictador, un grupo de senadores formado por
algunos de sus hombres de confianza, como Bruto y Casio y antiguos lugartenientes, urdieron una
conspiración con el fin de eliminarlo.
En los idus de marzo (los idus eran días de buenos augurios que tenían lugar los días 15 de marzo,
mayo, julio y octubre y los días 13 del resto de los meses del año) del año 44 a. C., los senadores
convocaron a César al Foro para leerle una petición, escrita por ellos, con el fin de devolver el poder
efectivo al Senado. Marco Antonio, que había tenido noticias difusas de la posibilidad del complot,
temiendo lo peor, corrió al Foro e intentó parar a César en las escaleras, antes de que entrara a la
reunión del Senado.
Pero el grupo de conspiradores interceptó a César y lo condujo a una habitación donde le entregaron
la petición. Cuando el dictador la comenzó a leer, Tulio Cimber, que se la había entregado, tiró de
su túnica, provocando que César le espetara furiosamente: Ista quidem vis est? «¿Qué clase de
violencia es esta?» , pues César, al contar con la sacrosantidad de la tribunicia potestas, y, por ser
Pontifex Maximus, era jurídicamente intocable. En ese momento, otro senador, sacando una daga, le
asestó un corte en el cuello; el agredido se volvió rápidamente y, clavando su punzón de escritura en
el brazo de su agresor, le dijo: «¿Qué haces, Casca, villano?», pues era sacrilegio portar armas
dentro de las reuniones del Senado.
El agresor, asustado, gritó en griego ἀδελφέ, βοήθει!, (adelphe, boethei! = «¡Socorro, hermanos!»),
y, en respuesta a esa petición, todos se lanzaron sobre el dictador, incluido Marco Junio Bruto.
César, entonces, intentó salir del edificio para recabar ayuda, pero, cegado por la sangre, tropezó y
cayó. Los conspiradores continuaron con su agresión, mientras aquel yacía indefenso en las
escaleras bajas del pórtico. De acuerdo con algunos historiadores romanos, al menos 60 senadores
participaron en el magnicidio.
Las últimas palabras de César no están establecidas realmente, y hay una polémica en torno a las
mismas, siendo las más conocidas:
•Καὶ σὺ τέκνον. Kai sy, teknon? (en griego: ‘¿Tú también, hijo mío?’).
•Tu quoque, Brute, filii mi! (traducción al latín de la frase anterior: ‘¡Tú también, Bruto, hijo mío!’).
•Et tu, Brute? (Latín, ‘¿Tú también, Bruto?’, versión inmortalizada en la pieza de Shakespeare).
Plutarco nos cuenta que no dijo nada, sino que se cubrió la cabeza con la toga tras ver a Bruto entre
sus agresores.
Tras el asesinato, los conspiradores huyeron, dejando el cadáver de César a los pies de una estatua
de Pompeyo, donde quedó expuesto por un tiempo. De allí, lo recogieron tres esclavos públicos que
lo llevaron a su casa en una litera, de donde Marco Antonio lo recogió y lo mostró al pueblo, que
quedó conmocionado por la visión del cadáver. Poco después, los soldados de la decimotercera
legión, tan unida a César, trajeron antorchas para incinerar el cuerpo de su querido líder. Luego, los
habitantes de Roma, con gran tumulto, echaron a esa hoguera todo lo que tenían a mano para avivar
más el fuego.
Según el escritor griego Plutarco, César habría sido advertido del peligro, pero había desestimado la
advertencia:
Lo que es más extraordinario aún es que un vidente le había advertido del grave peligro que le
amenazaba en los idus de marzo, y ese día cuando iba al Senado, Julio César encontró al vidente y
riendo le dijo: «Los idus de marzo ya han llegado»; a lo que el vidente contestó compasivamente:
«Sí, pero aún no han acabado».
Otra leyenda cuenta que Calpurnia, la mujer de César, después de haber soñado con un presagio
terrible, advirtió a César de que tuviera cuidado, pero César ignoró su advertencia diciendo:«Sólo se
debe temer al miedo».
Su muerte provocó el estallido de otra guerra civil, en la que los partidarios del régimen de César,
Antonio, Octavio y Lépido, derrotaron a sus asesinos, liderados por Bruto y Casio. Al término del
conflicto, Octavio, Antonio y Lépido formaron el Segundo Triunvirato y se repartieron los
territorios de la República, aunque, una vez apartado Lépido, finalmente volverían a enfrentarse
entre ellos, y Octavio, heredero de César, venció a Marco Antonio y Cleopatra, la reina de Egipto y
amante de este.
Con la victoria de Octavio sobre Marco Antonio, la República se anexionó las ricas tierras de
Egipto y fue convertida en una propiedad personal del emperador, y como tal, legable a sus
sucesores.
Tras su muerte, Octaviano fue consagrado como hijo del Divus (divino) Julio César, lo cual le
convertiría, a su muerte, en dios.
4. El Imperio Romano
Augusto fue el primer emperador romano. Gobernó entre 27 a. C. y 14 d. C., año de su muerte,
convirtiéndose así en el emperador romano con el reinado más prolongado de la historia.
El mandato de Augusto inició una era de paz relativa conocida como la Paz Romana o Pax Augusta
(en su honor). Salvo por las constantes guerras fronterizas, Roma gozó de un ambiente pacífico
durante más de dos siglos. De igual forma, Augusto:
- Celebró un acuerdo de paz con el Imperio parto—el más poderoso de sus vecinos— por la vía
diplomática.
- Estableció un ejército permanente (así como un pequeño cuerpo de marina), y creó la Guardia
Pretoriana junto a fuerzas policiales de seguridad, tanto para mantener el orden como para combatir
los incendios en Roma.
Resulta destacable añadir que gran parte de la ciudad se reconstruyó bajo su reinado.
Tras su muerte en 14 d. C., el Senado lo divinizó, siendo posteriormente adorado por el pueblo
romano. A manera de legado, sus nombres «César» y «Augusto» serían adoptados por todos los
emperadores posteriores, y el mes de Sextilis sería renombrado «Agosto» en su honor. Asimismo,
sus logros son relatados en un documento conocido como Res Gestae Divi Augusti que, a petición
del propio Augusto, fue grabado en un par de pilares de bronce y colocado enfrente de su mausoleo,
llegando tiempo después a tallarse en gran cantidad de edificaciones, muchas de las cuales han
sobrevivido. No obstante, este material es considerado poco objetivo históricamente, y más bien es
tratado como un escrito publicitario cuyo objetivo es ofrecer una visión idílica del principado
ejercido por Augusto.
Tras un largo proceso para solventar los problemas en torno a su heredero, César Augusto fue
sucedido por su hijastro Tiberio.
Con Diocleciano (285-305) se inicia el periodo del Bajo Imperio o Dominado, llamado así por el
título de Dominus (“Señor”) que adoptó durante el emperador. Para facilitar el gobierno,
Diocleciano instauró la tetrarquía: dividió el Imperio en cuatro zonas, dos de ellas dirigidas por
augustos, y las otras dos, por sus sucesores con el título de césares. Pero este sistema fue muy breve.
Constantino reunificó el Imperio y puso la capital en Constantinopla, pero tras él, el poder de Roma
fue resquebrajándose.
El emperador Teodosio dividió el Imperio entre sus dos hijos, Honorio, que gobernó en el Imperio
Romano de Occidente, con capital en Roma, y Arcadio, que se quedó con el de Occidente, con
Bizancio como Capital (395).
A principios del siglo V, las tribus germánicas, empujadas hacia el oeste por la presión de los
pueblos hunos, procedentes de las estepas asiáticas, penetraron en el Imperio romano. Las fronteras
cedieron por falta de soldados que las defendiesen y el ejército no pudo impedir que Roma fuese
saqueada por visigodos y vándalos. Cada uno de estos pueblos se instaló en una región del imperio
donde fundaron reinos independientes. Uno de los más importantes fue el que derivaría a la postre
en el Sacro Imperio Romano Germánico.
El Imperio Romano de Oriente pervivió durante toda la Edad Media, hasta 1453, fecha en que la
capital, ahora llamada Bizancio, fue tomada los turcos.
Actividades
contra Roma?
8. ¿En qué fecha fue fundada Roma? ¿Quién señaló ese día?
10. ¿Cuáles fueron las tres etapas políticas por las que pasó Roma? Nómbralas y señala su
cronología. ¿Qué tipo de gobierno había en cada una de ellas?
12. ¿Cuántos reyes hubo en Roma ? ¿Cuál fue el último? ¿Por qué terminó este periodo?