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Cuento Pete 2

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Él la citó en un bar a la salida de su trabajo que le quedaba cerca.

Ella estaba emocionada,


Germán le había dicho que tenían que hablar de algo importante, se imaginó que después de
tantos años de relación se estaría por venir la convivencia. Llegó y lo vio sentado en la barra, se
sentó junto a él sonriente, esperando con ansias lo que tuviera para decir. Pero cuando abrió la
boca las palabras que salieron no le fueron agradables de escuchar, él la estaba dejando. Le dijo
que no había ningún problema con ella, que estaba todo bien, que siempre la iba a seguir
queriendo pero que debían terminar porque había conocido a otra persona hacía poco más de
un mes que lo había vuelto loco, pidió disculpas por la infidelidad, pagó por lo que estaba
tomando, se bajó del taburete y se fue. A ella no le resultó tan fácil irse, le habían roto el corazón
y como le rompieron el corazón el resto de órganos y su cuerpo comenzaron a fallarle. Primero
sintió sentada como los pies se habían adormecido y cuando quiso apoyarlos en el piso notó que
se doblaron y casi no querían responder. Tuvo que salir gateando, después de un par de cuadras
los pies volvieron a funcionar pero se cansó el torso, le quedó doblado hacía adelante, los brazos
se le habían entumecido y por ende quedaron completamente estirados y duros por sobre su
cabeza con las manos colgando.

Cuando llegó a su apartamento prendió la televisión y se desplomó en la alfombra del living boca
abajo. Se quedó llorando y después de un rato tuvo que empezar a respirar por la boca porque
se le había tapado la nariz con los mocos y no podía moverse para sonárselos.

Al otro día despertó ahí tirada y se desplazó hasta el baño como pudo sintiendo breves
adormecimientos en distintas partes del cuerpo. Llegó y se miró al espejo apoyándose con los
brazos sobre la palangana; tenía los párpados hinchados y rojos de tanto llorar, estaba llena de
lagañas y mocos. Las anteriores veces que le habían roto el corazón…

Se impulsó a sí misma en dirección a la bañera, cayendo dentro de ella y tirando consigo la


cortina de la ducha, abrió la canilla y el agua fría comenzó a mojarla, así, con la ropa puesta. Se
quedó llorando un rato más y después con bastante esfuerzo se quitó la ropa, se enjabonó,
enjuagó y cerró la canilla, ahora quedaba alcanzar la toalla y vestirse. Vio que la tenía al lado
pero desde su posición no la podía alcanzar, se sintió miserable y lloró un rato más.

Luego de secarse, vestirse y peinarse fue a la cocina de nuevo con dificultad y con mucho
esfuerzo se preparó un café, éste le despertó las piernas, los brazos y las manos pero el torso, el
cuello y la cabeza quisieron seguir doblados hacía adelante, dejó el edificio con la cabeza al revés
y caminó hasta la librería donde trabajaba.

Atender a los clientes no le resultó difícil puesto que hoy le tocaba en la caja, podía apoyar su
columna en el respaldo de la silla y cumplir con sus tareas normalmente. Terminado su turno se
acordó que ya no podía ir a la casa de Germán, invitarlo al cine o a la plaza o a tomar algo y se
puso más triste, quería hablarle a Germán de lo triste que se sentía. Quiso pensar en otras
personas con quienes charlar pero no se le ocurrió nadie, se dio cuenta en ese momento de que
ya no tenía a nadie, hacía tiempo que había dejado a todas sus amistades de lado por él.

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