Domngo V Del Tiempo Ordinario
Domngo V Del Tiempo Ordinario
Domngo V Del Tiempo Ordinario
1. Introducción al encuentro
Iniciamos nuestro encuentro en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
V: Gracia, paz y bendición a todos los que confían en la fuerza salvadora de Jesús.
R: Porque saben que el Hijo de Dios ha venido para liberarnos de las fuerzas del mal.
2. Invocación al Espíritu Santo
Oh Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo, inspírame siempre lo que debo pensar, lo que
debo decir, cómo debo decirlo, lo que debo callar, cómo debo actuar, lo que debo hacer, para
gloria de Dios, bien de las almas y mi propia Santificación. Espíritu Santo, dame inteligencia
para entender, capacidad para no olvidar lo aprendido, método y facultad para aprender,
capacidad de interpretar, gracia y eficacia para hablar. Dame acierto al empezar dirección en
el camino y perfección al acabar. Amén.
5. La Palabra se ilumina
La fama de Jesús se había extendido por todas partes, en toda la región de Galilea. El
evangelio de hoy nos va a presentar una parte del caminar salvífico de Jesús, de su paso
liberador por entre el dolor y el sufrimiento de la gente. Jesús sale de la sinagoga y se dirige
con dos discípulos, Santiago y Juan, dos hermanos, a la casa de Simón y Andrés, otros dos
hermanos. Apenas llegan a la casa le comentan de la enfermedad de la suegra de Simón.
Llama la atención que ellos no piden abiertamente la curación de ella, solamente le hablan
de la situación. Saben que con Jesús esto es suficiente. Inmediatamente Jesús se acercó a ella
y sin más, “tomándola de la mano la levantó y la fiebre la dejó”. Jesús no da simplemente
una orden a distancia. Se acerca, se implica en la situación. Aún más, la toma de la mano para
salvarla. Acto seguido, la fiebre desaparece. Es bueno resaltar una actitud de agradecimiento
de la suegra de Simón. Seguramente ella no estaba enferma de ‘fiebre’ pues esta es sólo un
síntoma de algo más intenso e interno que Jesús mismo se encargó de curar. Tan pronto se
siente curada ella se pone a servir, se pone a disposición de todos. Una reacción espontánea
de gratitud es ponerse a disposición del otro y esto fue lo que hizo ella. Marcos nos dice que
al atardecer, cuando ya la noticia de lo que había hecho Jesús había corrido de boca en boca,
traen a la puerta de la casa ‘todos’ los enfermos y endemoniados. Y como si fuera poco,
asegura que: “La ciudad entera estaba agolpada a la puerta”. Estas son las dimensiones que
el corazón capta respecto a quien, su única misión es hacer el bien cueste lo que cueste.
Vemos a un Jesús a quien le llevan el dolor y el sufrimiento de toda la humanidad. En el
corazón misericordioso de Jesús no hay dolor que no tenga puesto. Allí cabemos todos y entre
más pequeños y necesitados mejor. Y de allí saldremos renovados y llenos de vida, como esta
multitud de enfermos que regresaban curados a sus casas. La intensa jornada de Jesús se
cierra con un momento de oración que también se ve interrumpido por la gente que lo busca.
Lo buscan porque ya empiezan a conocerlo. Y no son unos pocos, en realidad el texto pone
en boca de Simón la expresión “Todos te buscan”. Jesús es consciente de que su misión no
se puede reducir a un lugar y a un pueblo determinado, sino que se abre a dimensiones más
amplias. El relato se cierra con la imagen de un Jesús peregrino incansable de la Palabra
dicha con autoridad y que trae vida para todos. Una palabra acompañada de signos que la
hacen creíble.
7. La Palabra me ilumina
La expresión popular “te voy a echar una mano” esconde muchas veces un exquisito
sentimiento de solidaridad y, no rara vez, de amistad genuina. Es muy bello oír que nos lo
dicen, porque significa que alguien se interesa por nosotros y de este modo se supera el miedo
a estar solos y abandonados. Jesús no dice esta frase, pero realiza el gesto que es su
equivalente. Tiende a la mujer enferma una mano amiga y, lo que es más, la toma y la
estrecha, como si ya no la quisiera dejar. Este gesto, mucho más que un sentimiento de
soledad superada, crea una comunión de horizontes y hace entrar a la mujer en la vitalidad
de Jesús: su vida pasa a la mujer, que responde con el precioso gesto del servicio, una diaconía
de la gratitud, a cambio de un amor que la ha vuelto a poner en pie, en el circuito de la vida.
Se tiende la mano a quien necesita algo material, pero también a quien se encuentra en un
sufrimiento moral. Se trata de “echar una mano”, de ofrecer nuevos motivos de esperanza,
de volver a poner en pie a una persona, de liberarla de las trabas del pasado y restituirle, si
fuera el caso, un futuro. Tanto en uno como en otro caso, se trata de atesorar las múltiples
ocasiones de restituir un atisbo de esperanza, de proporcionar una alegría que inunda el
corazón, de proponer una nota de sano optimismo: es la mano tendida del Señor que restituye
la vida; es también la mano que estamos dispuestos a tender, imitando a Cristo, y a ofrecer al
prójimo con el que nos cruzamos todos los días. De este modo es como la comunidad cristiana
y todos los hombres de buena voluntad perpetúan el gesto amigo de Jesús. Ensanchando la
esfera de acción del bien, restringimos automáticamente la esfera de acción del mal: en
consecuencia, Satanás queda expulsado y vencido una vez más. En último lugar, aunque no
por su importancia, queremos recordar que el mismo Señor no se cansa de repetir el gesto
afectuoso y «recreativo» que restituye nuevo vigor, una vitalidad fresca, alegría de vivir. Así
es el sacramento de la reconciliación, una mano amiga que vuelve a ponernos en pie después
de la caída del pecado. Que también nuestro servicio a los hermanos sea la respuesta
operativa al amor de Cristo que perdona.