La Educación Federal
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La Educación Federal
Hemos visto cómo a partir de 1820 las provincias comienzan a organizarse de modo más autónomo y serán
en ellas, de trascendental importancia, el papel que desempeñarán los caudillos. Esté término muchas veces
se lo utiliza para connotar ciertos líderes carismáticos, astutos y valientes, pero es en esta parte de la
historia que es correcto utilizarlos y no en cualquier momento de la historia. Los caudillos reunían en su
persona poder económico y poder militar. Provenían, en general, de familias ilustradas y de buena posición
económica, por lo que no eran "bárbaros" o personas sanguinarias. La historiografía pedagógica oficial nos
ha marcado estas características y poco ha mencionado sobre la educación en las provincias.
Por el contrario, las provincias, aún en el marco de guerras que se libraban a menudo y los escasos recursos
con los que se contaba, se plantearon políticas educativas concretas.
Nos muestra lo que despectivamente se decía en Buenos Aires sobre el interior, " los 13 ranchos".
Recordemos la "feliz experiencia" por la que atravesaba Buenos Aires y las consecuencias de la creación del
Virreinato del Río de la Plata con capital en esa ciudad, en detrimento de las provincias del norte que
vinculaban estrechamente su eje económico con el Virreinato del Perú.
Las provincias Unidas del Sud hacia 1820
Y si bien es cierto que muchas quedaron condicionadas por los gastos de las luchas civiles y por el fuerte
arraigo de la cultura hispánica colonial podemos destacar la labor en materia educativa de los siguientes
caudillos:
También introdujo al Río de la Plata el "método Lancaster"; fundó bibliotecas; abogó por educar a los
campesinos e indios; trató de vincular a los curas maestros con la causa de la Independencia. Era un
personaje con fuerte arraigo en los sectores populares. Inéditamente incluía en su proyecto a negros, indios
y gauchos.
Bustos, por su parte sostenía que "los gobiernos se instituyen para bien y felicidad de los hombres, deben
ayudar a los indigentes y brindar instrucción a todos sus ciudadanos". Difundió las Juntas Protectoras de
Escuelas, las que, a su vez, debían fundar una escuela en cada distrito y redactarían un reglamento escolar.
Se nombraba un director y se establecían fondos para la educación derivados de los impuestos provinciales.
También introducía el método Lancaster.
Como contraste con lo desarrollado anteriormente para Facundo Quiroga, la educación tenía otro sentido
era un ámbito propio de la Iglesia Católica. Su fuerte impronta tradicionalista y conservadora lo llevaba a
sostener que todo tipo de enseñanza relacionada con lo extranjero está vinculada con el liberalismo
protestante y por lo tanto es enemiga del pueblo.
Estas ideas le proporcionaban sustento para oponerse al centralismo de la oligarquía porteña y defender los
intereses de las provincias.
Buenos Aires
En la época "rosista" creció la enseñanza privada con contenidos religiosos. La iglesia seguía, sin dudas,
jugando un papel fundamental pero pareciera ser utilizada para consolidar el poder del estado.
La educación tenía un papel más ligado al orden que al trabajo y a la "ritualización del régimen".
Tapa del libro El matadero de Esteban Echeverría, ilustrado por el
mendocino Carlos Alonso
Existieron quemas públicas de libros que estuvieran en contra del régimen y censura de prensa. Se expulsó a
los jóvenes intelectuales liberales, unitarios que debieron exiliarse en Chile y Uruguay como Echeverría,
Alberdi y Sarmiento.
Rosas nombró al padre Segurola, como inspector de escuelas, quien "adecuó" los programas escolares a
una estricta doctrina religiosa.
Se impuso como obligatoria la "divisa punzó" inclusive en el ámbito escolar y los docentes debían firmar un
certificado de adhesión al gobierno para poder trabajar.
En la práctica el sistema de Rosas en Buenos Aires, desmanteló el modelo creado por Rivadavia.