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Capitulo 6 Tema 29. Que Es El Pecado Original

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Apuntes para Catequesis

Comunión para Adultos

CAPITULO 6. La pasión y resurrección de Jesús

Tema 29. ¿Qué es el pecado original?

Introducción

1. ¿Qué sabe del pecado original?


2. Cual fue el pecado, ¿la desobediencia, o comer el fruto?

Lectura central del tema

Genesis 3, 1-13.

"La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahveh Dios había hecho.
Y dijo a la mujer: «¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?».
Respondió la mujer a la serpiente: «Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Mas del fruto del
árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte.».
Replicó la serpiente a la mujer: «De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en
que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.». Y
como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr
sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió. Entonces se les
abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y cosiendo hojas de higuera
se hicieron unos ceñidores. Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahveh Dios que se paseaba por el
jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Yahveh Dios por entre los
árboles del jardín. Yahveh Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?». Este contestó: «Te oí andar
por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí.». El replicó: «¿Quién te ha hecho
ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?». Dijo el hombre: «La
mujer que me disté por compañera me dio del árbol y comí.». Dijo, pues, Yahveh Dios a la mujer: «¿Por
qué lo has hecho?» Y contestó la mujer: «La serpiente me sedujo, y comí.»"
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Desarrollo del tema

El autor inspirado, en este relato persigue un fin muy preciso: tras haber explicado la creación
del hombre, explica el porqué del estado actual a través de la caída moral de la primera pareja humana.

¿Cuáles son los elementos esenciales que encontramos en este relato?

1. Estado de inocencia y de inmortalidad.

El primer hombre y la primera mujer son presentados, según señala J.M. Lagrange, como niños
en cuanto no han experimentado la concupiscencia, y al mismo tiempo como sumamente maduros
respecto de la seguridad de su inteligencia. Para poder entender el misterio del pecado original haría falta
entender la perfección de Adán. El Génesis indica su carácter con tres rasgos solamente, pero de un
esplendor inconcebible: la inmortalidad corporal (si coméis de este fruto moriréis), el dominio soberano
del instinto animal (estaban desnudos y no se sonrojaban) y una ciencia especial que daba imperio sobre
el mismo reino animal (trajo Dios las bestias a Adán para que las denominara). El hombre paradisíaco
era inmortal, y lo era en virtud de su íntima unión cognoscitiva con el Creador, es decir, en cuanto era
un contemplativo de Dios. El relato pone también en relieve la familiaridad del hombre para con Dios,
como la libertad que tiene el hijo con su padre. La felicidad de esta inocencia en la amistad de Dios estaba
destinada a ser duradera, por cuanto el hecho de que la amenaza de muerte sea formulada (Gn 2,17),
recordada (3,17) y sancionada (3,24) indican que el hombre estaba gratificado con el privilegio de la
inmortalidad. Pero este estado de inocencia e inmortalidad se encontraba condicionado por una prueba.

2. La prueba.

Al hombre se le puso una condición: someterse al precepto divino que prohibía el comer del
árbol de la ciencia del bien y del mal, con la consecuente renuncia a tal conocimiento. El pecado descrito
por el texto no es un pecado de gula ni un pecado sexual. El relato es particularmente claro: y la mujer
vio que el árbol era bueno para comer y un deleite para los ojos y apetecible para lograr sabiduría (3,6).
El texto quiere decir más de lo que simplemente dice. No hay fruto que esté dotado de tal atributo que
nos haga sabios. Esas dos expresiones: “árbol de la ciencia del bien y del mal” y su capacidad de “dar
sabiduría”, nos muestran a las claras que el pecado de Adán y Eva es un pecado “gnóstico”, es decir, de
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conocimiento, de soberbia intelectual. Todo el diálogo de la tentación hace referencia al plano espiritual
del hombre: Eva ve que el fruto era deseable para adquirir inteligencia. La promesa de la serpiente es el
conocimiento: vuestros ojos se abrirán. El resultado del pecado es un conocimiento: conocieron que
estaban desnudos. El hombre será tentado precisamente en su apetito de conocer, por la serpiente, el
animal misterioso que se conduce como una potencia hostil al hombre y a Dios, consumada en el arte
del engaño del que hace víctima a la mujer (3,2-5).

3. Esencia de la tentación.

Para entender la naturaleza de la tentación y del pecado de los primeros padres es necesario
comprender el sentido de la “ciencia del bien y del mal” que les es prohibida por Dios y que ellos buscan
adquirir incentivados por Satanás. Ante todo, es un fenómeno del orden del conocimiento y no
relacionado ni con la gula ni con la lujuria. Eva quiere en el fruto la sabiduría; la sabiduría suprema es la
visión de Dios, la posesión de Dios por medio del conocimiento y del amor; Eva no busca un
conocimiento natural, ya que sabía que todo conocimiento natural está reservado al ejercicio natural de
la inteligencia humana; pretende entonces una sabiduría sobrenatural. Es lo que parece indicar la
serpiente pues le dice que ese conocimiento los haría semejantes a Dios. Por tanto, lo que Eva y luego
Adán buscan en ese fruto es la posesión mística de Dios pero a través de sus fuerzas naturales; no ya
como don de Dios sino como adquisición personal. También asimilarse a la sabiduría creadora de Dios:
creadora del bien y del mal; es decir, el poder de determinar lo que está bien y lo que está mal, de legislar
y de crear la moral. Por tanto, el pecado cometido, en cuanto a su materia implica la profanación de lo
sagrado: del conocimiento sagrado y del derecho sagrado y del poder sagrado de Dios. Y por eso, el
castigo es la muerte, que en la Escritura era el castigo propio de los profanadores. Hay que tener en
cuenta también que el estado de perfección espiritual de Eva es puesto de manifiesto en su inocencia
frente a lo que será el objeto de su tentación: ella no tiene inclinaciones desordenadas hacia ese objeto
(el acto que le dará sabiduría) por eso debe ser movida desde afuera por una fuerza hostil a Dios. En
este relato aparece tanto el carácter maléfico y personal de la serpiente personificación del diablo–
cuanto el hecho de que Eva (y Adán) son rectos por la gracia que ha perfeccionado su naturaleza.

4. La caída y sus consecuencias.


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Fruto del pecado es la apertura de los ojos, pero no para un conocimiento superior fuente de
nueva felicidad, como había prometido la serpiente, sino para hacerles experimentar el dolor de lo que
han perdido. El darse cuenta de su desnudez, significa también quedar desnudos respecto de la inocencia:
están desnudos de un modo distinto a como lo estaban antes del pecado, porque la nueva desnudez,
incluye una privación espiritual. Dios castiga a la mujer en su íntima cualidad de esposa (sujeción al
marido, que aquí incluye un sentido degradante) y de madre (parir con dolor); el hombre es punido en
su señorío sobre la creación, que le producirá fatiga y contrariedad para domeñar; a ambos finalmente
se los castiga con la muerte, que adquiere un carácter penal y con la pérdida del Paraíso como lugar
propio.

De este relato se pueden sacar las siguientes conclusiones teológicas:

(a) En el origen el hombre tenía una vida dichosa de inocencia y familiaridad con Dios, destinado a una
vida inmortal;

(b) Tentado por una potencia malvada, hostil al hombre y enemiga de Dios, aquel transgrede un precepto
divino;

(c) tras su caída se despierta un sentimiento de pudor, vergüenza, arrepentimiento por la caída, y se
origina una vida de sufrimiento, dificultades y finalmente, de muerte;

(d) la potencia tentadora seguirá acechando al hombre, pero Dios promete la victoria de la Descendencia
de la mujer (Jesucristo, como aclara más tarde san Pablo) sobre el maligno (la serpiente).

Si bien hay que reconocer que no se menciona aquí el concepto de una culpabilidad original
trasmitida a los descendientes de la primera pareja (explícitamente revelada en el Nuevo Testamento),
sin embargo, es clara la idea de un cambio adquirido por la raza humana en su relación con Dios a partir
de este momento. La expulsión del Paraíso pesa sobre todo el género humano y no solo sobre Adán y
Eva.

Se trata asimismo de un verdadero pecado, que produce, por tanto, un detrimento en el hombre
que lo comete. El hombre sabía distinguir entre el bien y el mal, de lo contrario no podría haber sido
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sometido a una prueba moral. En la tentación por tanto el hombre quiere adquirir un conocimiento a
través de una especie de experiencia del bien y del mal moral. Pero conocer el mal experimentalmente
es poseerlo en cierta forma en uno mismo. Por tanto, la prohibición divina era una prueba, pero una
prueba para el bien del hombre.

Este pecado, o el acto prohibido, no fue un acto carnal, porque previo al pecado la amistad con
Dios garantizaba el estado de inocencia. Se trata por tanto de un acto del espíritu: es un pecado de
soberbia y al mismo tiempo de desobediencia a Dios.

Hay que reconocer que la revelación plena del pecado original (en cuanto pecado cometido por
quien es principio de todo el género humano y que se transmite a su descendencia) se encuentra en el
Nuevo Testamento, en particular en San Pablo (cf. Ro 5,12-21).

San Pablo, intentando demostrar que todos los hombres se encuentran en pecado, por tanto,
todos necesitan ser salvados por Cristo, indica el motivo de esta universal pecaminosidad: todos han
pecado en Adán, y de Adán el pecado se ha derivado a todos los hombres, incluso los que no han llegado
al uso de razón (que es condición para pecar, o sea, para obrar humanamente).

El razonamiento de San Pablo puede resumirse en dos tesis:

1. Por un solo hombre, Adán, el pecado entró en el mundo y con el pecado la muerte, y tanto el pecado
como la muerte infectaron a todos los hombres. ¿Por qué? Porque “todos pecaron”. ¿Cómo se prueba
esto? A partir de la universalidad de la muerte y de la relación de esta con el pecado.
2. Por un solo hombre, Cristo, viene también a todos los hombres la gracia y la vida (espiritual y eterna).

Una fuerza particular del argumento está en la relación que San Pablo establece entre el pecado
y la muerte: por Adán entró el pecado y por el pecado la muerte. De aquí va a deducir dos consecuencias:
allí donde se constate la presencia de la muerte hay que deducir que ha habido pecado; y además no
puede tratarse de una relación solo respecto de los pecados hechos con uso de razón (pecados
personales) ya que muchos son afectados por la muerte antes de llegar a este estado. Este modo de
razonar supone, evidentemente, que la muerte no es algo natural al hombre o al menos que no es algo
que, en el plan de Dios, hubiese debido afectar al hombre, sino que existe porque el hombre ha pecado.
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A todos, pues, alcanzó la muerte “porque todos pecaron”. La universalidad de la muerte es un


dato de experiencia: afecta a todos los hombres. Por tanto, de la universalidad del castigo ha de deducirse
la universalidad de la culpa por la que el castigo es asignado.

Ahora bien, sigue san Pablo, todos pecaron, pero ¿de qué pecados hablamos? ¿De los pecados
que cada uno realiza con plena conciencia? ¿De las transgresiones de la ley que cada uno comete a
sabiendas? No puede ser, porque:

(a) la muerte ha afectado a los que vivieron antes de que Dios promulgara la Ley (por medio de Moisés)
que amenazaba precisamente con la muerte, por lo tanto los que pecaron con anterioridad a Moisés se los
castigaría con un castigo del cual no habían sido advertidos (lo cual sería injusto);

(b) ha afectado y afecta a los que no llegan a realizar actos conscientes (niños). ¿De qué pecado se trata?
El único pecado que, con anterioridad a la ley de Moisés, fue amenazado con la muerte fue el pecado de Adán
y Eva.

De algún modo misterioso este pecado pasa de Adán a todos los otros hombres. De modo
contrario no podría explicarse que se encuentre en aquellos que no han “imitado” a Adán (niños y
justos). Esta necesidad de que el pecado “pase” plantea al mismo tiempo la necesidad de la existencia de
un nexo entre Adán y todos los demás hombres. Este nexo no es otra cosa que la “descendencia” que
todos los hombres tienen respecto del primer hombre. Este pecado, por tanto, no se comete
personalmente (salvo Adán), sino que se contrae. Por eso el Salmista dice: He aquí que en la culpa nací,
en pecado me concibió mi madre (Salmo 50,10).

Y sin embargo, si bien este pecado es “recibido”, también en cierto modo es “nuestro”, ya que
San Pablo afirma claramente que todos mueren (castigo del pecado original) porque todos pecaron. Será
la teología la que tendrá que delimitar en qué sentido este pecado que recibimos en el momento de
nuestra concepción es “nuestro”. Precisamente la teología ahondando estos datos explica que este
pecado es un hábito entitativo que consiste formalmente en la privación de la justicia original (el estado
de gracia y dones preternaturales en que Dios constituyó a nuestros primeros padres) y materialmente
en la concupiscencia. Podemos decirlo con las palabras de San Alberto Magno: “Lo material en el pecado
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original es la fealdad de la concupiscencia o corrupción del vicio…; lo formal en cambio es la carencia de


la justicia debida. La naturaleza perdió la justicia, que le era propia y en la cual había sido creada, para
todos aquellos en quienes se exige, como dice Anselmo; por tanto, según puede colegirse de las palabras
de Anselmo, puede definirse así: el pecado original es ‘la inclinación a todo mal con la carencia de la
justicia debida’. Esta definición pertenece a algunos antiguos Doctores, pero ha sido extraída de Anselmo.
En cuanto dice: ‘inclinación a todo mal’, quiere decir inclinación a la conversión al bien conmutable y no
conversión, porque lo que es original no tiene la conversión sino en potencia… La aversión, en cambio,
la tiene en acto y esto se expresa al decir ‘carencia de la justicia’. Si se dijera que es ‘sólo carencia’ de la
justicia, se estaría expresando sólo la pena de daño; pero en cuanto se añade ‘debida’, se indica la razón
de la culpa”.

Entre el pecado original de Adán y el nuestro existen, sin embargo, algunas diferencias. El pecado de
Adán consistió en un acto y en un estado consecuente al mismo. En cambio el pecado original en
nosotros no consiste en un acto, sino tan sólo en un estado: los descendientes de Adán “no se dice que
pecasen en él como si realmente realizasen algún acto, sino en cuanto que pertenecen a su misma
naturaleza que se corrompió con el pecado”. El Catecismo de la Iglesia Católica dice: “El pecado original
es llamado ‘pecado’ de manera análoga: es un pecado ‘contraído’, ‘no cometido’, un estado y no un acto”

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