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Lectura Juttiñamui Modela El Universo

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JUTTIÑAMUI MODELA EL UNIVERSO

Aquí viene el mito, el relato de la aparición de los hombres sobre la tierra, de cómo se
formó la nación conocida bajo el nombre de los witotos, así llegada a llamar porque en
remotos tiempos de guerras era como los guakes, indios murciélagos designaban a sus
prisioneros caídos en batalla, antes de someterlos al suplicio de la muerte. Fue nombre que
también dieron a conocer los Karijonas que decían witotos a quienes tenían por sus
enemigos, a pesar de pertenecer ambas naciones de indios a la gran familia, la de los
karibes. Que por estas razones algunos dicen que verdaderamente el hombre es mwinane
y no witoto. Viene el mito entonces, con la narración de cómo se formaron los que luego se
dispersaron por todas las selvas del amazonas, en territorios de Colombia y del Perú, tal
como lo saben los sabios del clan del Jaiyai, palo de chucha, cuya morada es a orillas de la
quebrada de monochoa, bosque de matapalo, palo carguero como se dice. Es como se
sabe allí en monochoa, cerca de Araracuara, territorio de Colombia.
Antes no había más que tinieblas. Una vez Juttiñamui, padre creador, dominador del
Universo, a solas, con su espíritu, acerca de cómo formar el mundo. Después de
reflexionar mucho se decidió por hacer primero la superficie y luego los animales.
Cuando hizo los animales, los examino cuidadosamente y como no quedo contento,
resolvió modificarlos para que quedaran mejor a su imagen, a su deseo se dedicó pues a
componerlos; y cuando terminó la modificación de aquellos cuya naturaleza era buena
para tal, decidió:
-Voy a hacer Jitoma, pues no veo bien lo que he hecho.
Y por el sol apareció iluminando al mundo.
Pero como Juttiñamui no los había modificado a todos, muchos quedaron con plumas, con
colas como lagartos.
Quedaron animales porque no los alcanzo a crear bien, pues cuando Jitoma alumbro al
mundo, dividió a los seres en dos clases: hombres y animales.
Y arrancando del dedo grande de su pie un pelito, lo arrojó al mundo. El Pelito cayó sobre
una laguna y he aquí que cuando tocó al agua se convirtió en una boa. De aquí que los
animales quedaran envidiosos del hombre, porque debido al sol no alcanzaron a ser
creados bien. Por eso en la noche son mansos y al amanecer se tornan ariscos, esa es su
naturaleza.
El águila vino volando por los cielos a gran velocidad; con mucha fuerza se dirigió a la
laguna y cuando ya iba a cogerla, la boa se escapó; el águila volvió a remontarse y fue
descendiendo, como sin querer cazarla; cuando ya estuvo cerca le pico rápidamente y,
agarrándola, voló con ella hasta la orilla. Ya en su poder, dijeron los enviados:
-Y ahora, ¿Qué haremos?
A lo que Juttiñamui aclaró sus inteligencias, con la extraordinaria revelación de que debía
cocinarla primero para dar nombre a la gente. Entonces regocijados exclamaron:
-Vamos a cocinarla y repartirla entre todos para darles nombre para que puedan llamarse.
Fue así como trajeron una olla de barro y en ella pusieron a cocinar la boa: Instruyeron a
la gente:
-Id a buscar hojas en que recibir la comida. Id a buscarlas, paraqué podáis llamaros.
Todos felices porque ya iban a tener un nombre, fueron a buscar las hojas. Regresaron con
ellas, para recibir la comida de la boa; entonces los padres los fueron llamando así sin
nombre, sólo para que se acercaran a recibir la comida. El Primero que se acercó tenía un
plato formado con hojas de palo de chucha: los enviados le sirvieron, tal como les había
sido revelado:
-De ahora en adelante tu nombre será Jeiya, palo de chucha y tu tribu será la de los Jaiyai.
Del mismo modo siguieron nombrando a casa uno y a su tribu según las hojas del árbol
que hubieran tomado; pero como unos no alcanzaron a bajar hojas, cogieron aves del
monte para arrancarles las plumas y así quedaron también.
Estos fueron los principales nombres de las tribusde los clanes:
Jipicuenne, caimito, de la tribu de los Jipikuennei Kunennej, canangucho, de la tribu de los
Kunenné Ejpagai, palo de guacamaya, de la tribu de los Epagai Meenaga, pluma de azulito,
de la tribu de los Meénagai Mwitoipeye, pluma de pava, dela tribu de la Mwitoipeyei
Inyereyai, palma de techa, de la tribu de los InyereyaiNekuube, palma de cambira, de la
tribu de los Nekuranne. Ennokape, de la tribu de los Ennokayai Yarebe, ortiga de la tribu
de los Yoria Wiguupe, de la tribu de los Wiguuyai Ekuube, barbasco, de la tribu de los
Ekuurejatai.
Todas las tribus tomaron, recibieron los nombres de las hojas, de las plumas, sin ser ellas
su origen, sino el instrumento de que se valí la sabiduría de Juttiñamui, con el mandato de
que cada clan fuera guardián de su planta, de su ave. Acontecido esto, las cuatro raíces,
los primeros conductores, cumplida su larga misión en la tierra, dijeron:
-Muy bien, ya cada tribu tiene su nombre, ha formado su clan. De manera que podéis
elegir vuestro lugar, podéis cazar, pescar, sembrar y reproduciros. Ahora nosotros nos
vamos a gobernar cada uno de los principales reinos del universo: El reino Negro o de las
tinieblas, El Reino Blanco o de la Luz, El reino Verdad o de la selva y el Reino Rojo, el de la
sangre.
Sucedió que cuando ya se había repartido todo después de la partida de las cuatro raíces a
gobernar los reinos, cuando habían sido asignados los nombres a todas las tribus y no
quedaban más que débiles rastros de la boa, se llegaron hasta Jidéurui Pajnueni y Rama
Takúrani, dos grupos retrasados, que no habían alcanzado a acudir a la repartición;
pidieron los del primer grupo:
-Por favor, dadnos algo, que queremos nuestros nombres
Ellos vieron si quedaba algo todavía y, como así era, con los débiles rastros de la sangre de
la boa les humedecieron sus cuerpos y le dijeron:-Vuestro nombre será Mwinane, el de los
humedecidos con la sangre de la boa. Buscad también vuestro lugar para vivir, formad
vuestro clan, vuestra tribu, que también habéis alcanzado a ser parientes de los witotos.
Los Muinanese retiraron felices y muy agradecidos porque habían alcanzado a recibir su
nombre. Pero para el otro grupo no había quedado nada, ningún rastro; ellos dijeron
preocupados:
-¿Y nosotros? ¿No nos dais nada? ¡Oh dadnos algo!
Con pesar, debieron responderles:
-Hijos habéis llegado muy tarde y no tenemos nada para daros vuestros nombres. A lo que
ellos palidecieron de angustia, sin saber qué hacer, sin nombre, sin poder tomar espíritu.
Ablandado su corazón, Rama Takúnari les dijo:
-No os aflijáis, que no moriréis: por ahora tendréis que ir al Norte, muy lejos, pero después
podréis volver y uniros a los witotos.
Así fue como el generoso corazón de Rama Takúnari les permitió continuar viviendo a
ellos, los palidecidos, hasta cuando un día se cumpliera el tiempo, la profecía de regresar
donde los Witotos. Así fue también el origen de las tribus witotos, de sus nombres y de
sus raíces.

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