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Mitos y Leyendas

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Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología

Escuela de Educación Secundaria N° 14 “General Manuel Belgrano”


Espacio curricular: Lengua y Literatura I
Curso: 1° 5°, 6°, 7°
Profesora: Hauch, Sandra

El mito de la creación de los mayas

Este es un relato del principio, cuando todo era quietud, silencio, y agua. No había luz, tierra, plantas, seres
humanos, ni animales. Seis deidades, cubiertas en plumas verdes y azules, descansaban en las aguas
primordiales: el Creador y el Formador, Tepeu y La Serpiente Emplumada, junto con Xpiyacóc y Xmucané.
Estas deidades ayudaron a Corazón del Cielo, también conocido como Huracán, a crear la Tierra. La esencia
de sus espíritus y sus poderes milagrosos dieron a la Tierra su energía creativa. Ahora la tierra tenía un
corazón y ellos lo llamaron Corazón de la Tierra. Para separar al cielo de la Tierra sembraron una ceiba,
dando espacio para toda clase de vida. Las raíces penetraron profundamente en los nueve niveles del
Inframundo Maya, el tronco quedó en la superficie de la tierra, y las ramas alcanzaron los trece niveles del
Supra-mundo Maya. Más tarde se crearon las plantas para que vivieran en la Tierra. Y luego se crearon los
animales. Pero los animales no hablaban ni podían llevar a cabo actos de adoración. Así que las deidades
decidieron crear seres humanos hechos de lodo. Pero estos primeros humanos no tenían alma y no eran
buenos “contadores de los días”. Los destruyeron en un gran diluvio. Las deidades intentaron otra vez, y
crearon a los humanos hechos de madera. Pero la gente hecha de madera tampoco podía adorarlos, así que,
los destruyeron. Aquellos que sobrevivieron, se dice que se convirtieron en los monos en los árboles. Ahora
existían el cielo y la Tierra, pero no había un Sol ni una Luna. Un pájaro presumido y vanidoso llamado Siete
Guacamayo reclamó ser el Sol y la Luna. Pero esto no era cierto. Dos maravillosos Gemelos, Hunajpú e
Ixbalanqué, derrotaron a Siete Guacamayo, disparándole con unos dardos. Los Héroes Gemelos fueron
concebidos cuando su madre, Ixkik, habló con la cabeza decapitada de su padre, Hun Hunahpú, quien
escupió en su mano desde un árbol de cacao. Hun Hunahpú murió a manos de los Señores de Xibalbá, el
Inframundo. Los Héroes Gemelos se convirtieron en grandes jugadores de pelota y, para devolverle la vida a
su padre, retaron a los Señores del Inframundo a un juego en Xibalbá. A los gemelos se les permitió jugar el
juego de pelota solamente después que habían sobrevivido pruebas peligrosas en el Inframundo. Con gran
destreza y astucia, los gemelos ganaron el juego de pelota, y esto permitió a su padre muerto regresar a la
vida como el Dios del Maíz. Los Héroes Gemelos salieron de Xibalbá, y subieron nuevamente a la superficie
de la Tierra. Continuaron subiendo hacia el cielo, y se convirtieron en el Sol, y la Luna. Ahora que el Sol y la
Luna estaban en el cielo e iluminaban la Tierra, las deidades crearon la última forma de seres humanos
usando el maíz blanco y amarillo. El maíz es la preciosa sustancia que finalmente produce humanos
verdaderos y duraderos.

Quetzalcóatl y el maíz
Leyenda de México
Cuenta la leyenda que muchos siglos atrás, antes de la existencia del dios Quetzalcóatl, el pueblo azteca
solo se alimentaba de raíces y animales.
Sin embargo, detrás de las enormes montañas vecinas, yacía un tesoro imposible de alcanzar; ese tesoro
era el maíz. Otros dioses intentaron sin triunfo dividir las montañas para que los hombres pudieran
atravesarlas.
Fue entonces que apareció Quetzalcóatl.
Quetzalcóatl prometió a los aztecas que les entregaría el preciado maíz, pero no mediante el uso de la
fuerza, sino de la inteligencia. Fue así como se transformó en una hormiga negra y acompañado de una
hormiga roja que conocía el camino, se marchó hacia las montañas.
En el recorrido encontró innumerables obstáculos, pero estos no lo detuvieron. Él mantuvo en sus
pensamientos las necesidades del pueblo azteca, y siguió avanzando.
Pasaron muchos días antes de que Quetzalcóatl llegara a cima de la montaña y encontrara el maíz. Tomó
un grano entre sus mandíbulas y emprendió el camino de regreso. Al llegar, les entregó a los aztecas el grano
de maíz prometido.
Desde ese día, el pueblo azteca prosperó bajo el cultivo y cosecha del maíz. Se hicieron poderosos, llenos
de riquezas y construyeron las más imponentes ciudades, palacios y templos.
Y por esto, veneraron con fervor a Quetzalcóatl; el dios que les trajo el maíz.

El robo del fuego


Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología
Escuela de Educación Secundaria N° 14 “General Manuel Belgrano”
Espacio curricular: Lengua y Literatura I
Curso: 1° 5°, 6°, 7°
Profesora: Hauch, Sandra
Hace mucho tiempo, no se conocía el fuego, y los hombres debían comer sus alimentos crudos.
Los Tabaosimoa, los Ancianos, se reunieron y discutieron sobre la manera de obtener alguna cosa que les procuraría el
calor y les permitiría cocer sus alimentos.
Ayunaron y discutieron... y vieron pasar por encima de sus cabezas una bola de fuego que se sumergió en el mar pero
que ellos no pudieron alcanzar.
Entonces, fatigados, los Ancianos reunieron personas y animales para preguntarles si alguno de ellos podía aportarles
el fuego.
Un hombre propuso traer un rayo de sol a condición de que sean cinco para ir al lugar donde salía el sol. Los
Tabaosimoa aprobaron la proposición y pidieron que los cinco hombres se dirigieran hacia el oriente mientras que ellos,
llenos de esperanza, continuarían suplicando y ayunando.
Los cinco partieron y llegaron a la montaña donde nacía el fuego.
Esperaron la llegada del día y se dieron cuenta que el fuego nacía sobre otra montaña, más alejada. Retomaron
entonces su camino.
Llegados a la montaña, en un nuevo amanecer, vieron el fuego nacer sobre una tercera montaña, aún más alejada.
Prosiguieron así hasta la cuarta, después la quinta montaña donde, desalentados, decidieron regresar, tristes y fatigados.
Contaron esto a los Ancianos quienes pensaron que jamás podrían alcanzar el Sol. Los Tabaosimoa les agradecieron y
se volvieron a poner a reflexionar sobre lo que podrían hacer.
Es entonces que apareció Yaushu, un Tlacuache sabio, y él les relató un viaje que había hecho hacia el oriente. Había
percibido una luz lejana y quiso verificar lo que era. Se puso a marchar durante noches y días, durmiendo y comiendo
apenas.
La noche del quinto día pudo ver que en la entrada de una gruta ardía un fuego de madera de donde se elevaban
grandes llamas y un torbellino de chispas.
Sentado sobre un banco un hombre viejo miraba el fuego. Era grande y llevaba un taparrabo de piel, los cabellos
blancos y los ojos horriblemente brillantes. De tanto en tanto alimentaba esta "rueda" de luz con leños.
El Tlacuache contó cómo él permaneció escondido detrás de un árbol y que, espantado, él hizo marcha atrás con
precaución. Se dio cuenta que se trataba de alguna cosa caliente y peligrosa.
Cuando él hubo acabado su relato, los Tabaosimoa pidieron a Yaushu si él podía volver y traerles un poquito. El
Tlacuache aceptó, pero los Ancianos y su gente debían ayunar y orar a los dioses haciendo ofrendas. Ellos consintieron
pero le amenazaron de muerte si éste los engañaba. Yaushu sonrió sin decir una palabra.
Los Tabaosimoa ayunaron durante cinco días y llenaron cinco sacos de pinole que dieron al Tlacuache. Yaushu les
anunció que estaría de regreso en otros cinco días; debían esperarlo despiertos hasta medianoche y si él moría, les
recomendó de no lamentarse por él.
Portando su pinole, él llegó al lugar donde el viejo hombre contemplaba el fuego.
Yaushu lo saludó y fue solamente a la segunda vez que él obtuvo una respuesta. El viejo le preguntó lo que hacía tan
tarde en ese lugar.
Yaushu respondió que era el emisario de Tabaosimoa y que buscaba agua sagrada para ellos. Estaba muy fatigado y
preguntó si podía dormir antes de retomar su camino la mañana siguiente.
Debió suplicarle mucho pero al fin el viejo le permitió quedarse a condición de que no toque nada. Yaushu se sentó
cerca del fuego e invitó al viejo a compartir su pinole.
Este vertió un poco sobre el leño, tiró algunas gotas por encima de su hombro, después bebió el resto. El viejo le
agradeció y se durmió.
Mientras que Yaushu lo escuchaba roncar, pensaba la manera de robar el fuego.
Se levantó rápidamente, tomó una brasa con su cola y se alejó. Había hecho un buen pedazo del camino cuando sintió
que una borrasca venía sobre él y vio, frente a él, al viejo encolerizado.
Él lo reprendió por tocar y robar una cosa que no le pertenecía; lo mataría.
Inmediatamente él tomó a Yaushu para quitarle el tizón pero aunque éste lo quemaba no lo soltaba. El viejo lo
pisoteaba, le trituraba los huesos, lo sacudía y lo balanceaba.
Seguro de haberlo matado, se vuelve a vigilar el fuego. Yaushu rodó, rodó y rodó... envuelto en sangre y fuego; llegó
así delante de los Tabaosimoa que estaban orando.
Moribundo les dio el tizón. Los Ancianos encendieron los leños.
El Tlacuache fue nombrado "héroe Yaushu".
Lo vemos aún hoy marchar penosamente por los caminos con su cola pelada.
Leyenda Azteca

Tlacuache: Mamífero arborícola


Pinole: Bebida alcohólica a base de maíz

Lago Titicaca
Hace mucho tiempo, el lago Titicaca era un valle fértil poblado de hombres que vivían felices y tranquilos.
Nada les faltaba; la tierra era rica y les procuraba todo lo que necesitaban. Sobre esta tierra no se conocía ni la muerte,
ni el odio, ni la ambición. Los Apus, los dioses de las montañas, protegían a los seres humanos.
No les prohibieron más que una sola cosa: nadie debía subir a la cima de las montañas donde ardía el Fuego Sagrado.

Durante largo tiempo, los hombres no pensaron en infringir esta orden de los dioses. Pero el diablo, espíritu maligno
condenado a vivir en la oscuridad, no soportaba ver a los hombres vivir tan tranquilamente en el valle.
Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología
Escuela de Educación Secundaria N° 14 “General Manuel Belgrano”
Espacio curricular: Lengua y Literatura I
Curso: 1° 5°, 6°, 7°
Profesora: Hauch, Sandra
Él se ingenió para dividir a los hombres sembrando la discordia.
Les pidió probar su coraje yendo a buscar el Fuego Sagrado a la cima de las montañas.
Entonces un buen día, al alba, los hombres comenzaron a escalar la cima de las montañas, pero a medio camino
fueron sorprendidos por los Apus.
Éstos comprendieron que los hombres habían desobedecido y decidieron exterminarlos. Miles de pumas salieron de las
cavernas y se devoraron a los hombres que suplicaban al diablo por ayuda. Pero éste permanecía insensible a sus
súplicas.
Viendo eso, Inti, el dios del Sol, se puso a llorar. Sus lágrimas eran tan abundantes que en cuarenta días inundaron el
valle.
Un hombre y una mujer solamente llegaron a salvarse sobre una barca de junco.
Cuando el sol brilló de nuevo, el hombre y la mujer no creían a sus ojos: bajo el cielo azul y puro, estaban en medio de
un lago inmenso. En medio de esas aguas flotaban los pumas que estaban ahogados y transformados en estatuas de
piedra.
Llamaron entonces al lago Titicaca, el lago de los pumas de piedra.
Leyenda Inca

La Creación del Mundo


Antiguamente, no había sobre la tierra ningún hombre, ningún animal, ni árboles, ni piedras.
No había nada. Esto no era más que una vasta extensión desolada y sin límites, recubierta por las aguas.
En el silencio de las tinieblas vivían los dioses Tepeu, Gucumats y Huracán. Hablaban entre ellos y se pusieron de
acuerdo sobre lo que debían hacer.
Hicieron surgir la luz que iluminó por primera vez la tierra.
Después el mar se retiró, dejando aparecer las tierras que podrían ser cultivadas, donde los árboles y las flores
crecieron.
Dulces perfumes se elevaron de las selvas nuevas creadas.
Los dioses se regocijaron de esta creación. Pero pensaron que los árboles no debían quedar sin guardianes ni
servidores. Entonces ubicaron sobre las ramas y junto a los troncos toda suerte de animales.
Pero éstos permanecieron inmóviles hasta que los dioses les dieron órdenes:
-Tú, tu irás a beber en los ríos. Tú, tu dormirás en las grutas. Tu marcharás en cuatro patas y un día tu espalda servirá
para llevar cargas. Tú, pájaro, vivirás en los árboles y volarás por los aires sin tener miedo de caer.
Los animales hicieron lo que se les había ordenado.
Los dioses pensaron que todos los seres vivientes debían ser sumisos en su entorno natural, pero no debían vivir en el
silencio; porque el silencio es sinónimo de desolación y de muerte. Entonces les dieron la voz.
Pero los animales no supieron más que gritar, sin expresar ni una sola palabra inteligente.
Entristecidos, los dioses formaron consejo y después se dirigieron a los animales:
- Porque ustedes no han tenido conciencia de quiénes somos, serán condenados a vivir en el temor a los otros. Se
devorarán los unos a los otros sin ninguna repugnancia. Escuchando eso, los animales intentaron hablar. Pero sólo gritos
salieron de sus gargantas y sus hocicos.
Los animales se resignaron y aceptaron la sentencia: pronto serían perseguidos y sacrificados, sus carnes cocidas y
devoradas por los seres más inteligentes que iban a nacer.
Leyenda Maya

Mitos Mayas: Dziú y el Maíz

Cuando la vida apenas comenzaba en la tierra de los Mayas, el pájaro Dziú tenía plumas de varios colores, y sus ojos
castaños hacían juego con su plumaje. En la primavera, construía su nido, empollaba sus hijuelos y los criaba, como es
costumbre entre todas las aves.
Así fue, hasta que -un día-, Yuum Chaac, el dios de las aguas, quien también lo es de la agricultura, observó que el
fructífero suelo iba perdiendo su fertilidad.Yuum Chaac, después de meditar, convocó a todos los pájaros, y les explicó
que, como último recurso, sólo les quedaba quemar las milpas, con el objetivo de que las cenizas fertilizaran la tierra. La
primera chispa la proporcionaría Kak, el dios del fuego; pero antes, debían recoger las diferentes clases de semillas para
la siembra del año venidero.
A la mañana siguiente, Dziú -siempre el primero ante el deber- llegó muy temprano al lugar designado. Trabajó muy
diligentemente, reunió más semillas que ningún otro pájaro, y luego, con el permiso de Yuum Chaac, se retiró a
descansar bajo la sombra de un arbusto. Tan pronto los otros pájaros notaron su ausencia, comenzaron a perder el
entusiasmo.
Entonces, Yuum Chaac, al darse cuenta de que el fuego iba avanzando rápidamente hacia el sembradío de maíz, y que
los trabajadores no habían conseguido llegar a él, pidió auxilio.

Dziú alcanzó a escuchar el último de sus tres llamados, y salió de manera precipitada del lugar donde reposa. Tenía
ante sí un cuadro aterrador. Su elección estaba clara. Voló a la copa de un árbol, desde arriba estudió la situación, y -
cerrando los ojos-, se arrojó sobre el fuego que lo consumía todo.
Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología
Escuela de Educación Secundaria N° 14 “General Manuel Belgrano”
Espacio curricular: Lengua y Literatura I
Curso: 1° 5°, 6°, 7°
Profesora: Hauch, Sandra
Una vez reunidas las semillas suficientes para reponer las milpas destruidas, cayó al suelo exhausto, con los ojos
inflamados, las plumas completamente quemadas y el cuerpo cubierto de ampollas. Inmediatamente, los pájaros
corrieron hacia él para prodigarle sus cuidados.
Se había salvado la semilla del maíz, tras una hazaña tal, que -como gesto de gratitud- los pájaros de la tierra del
Mayab, se ofrecieron para empollar y criar a todos los descendientes de Dziú, el cuco.
Y con el propósito de que los pájaros no olvidasen su promesa, Yuum Chaac decretó que los ojos de Dziú se
mantuvieran siempre enrojecidos, y que los extremos de sus alas tuvieran -en lo adelante- el color de las cenizas.

Nota: Dziú es el nombre, en lengua Maya, de la especie que se conoce en español como Tordo ojirrojo o Tordillo de
ojos colorados.

EL RAPTO DE XOCHIQUETZAL
Mito Azteca
Tezcatlipoca secuestra a Xochiquetzal y se la lleva a sus dominios, obligándola a casarse con él. Se dice que su
belleza era inigualable, que era "preciosa como una flor". Representa los encuentros juveniles, espontáneos, pero sobre
todo libres, los cuales no eran sancionados entre los varones.
Xochiquetzal, "flor preciosa", nació de los cabellos de la diosa madre. En los mitos de creación se menciona que fue
mujer de Piltzintecutli, hijo de la primera pareja de hombres: Cipactónal y Oxomoco. Con Piltzintecutli tuvo un hijo,
Cintéotl, dios del maíz, y en otros mitos se cuenta que también engendraron a Nanahuatzin, quien se sacrificaría en el
fogón divino para convertirse en el Quinto Sol, y a Xochipilli, dios de las flores y también conocido como dios del amor.
Tuvo varios consortes y amantes. Primero habitaba en Tamoanchan, "cerro de la serpiente", uno de los paraísos
situado en el primer cielo, el Tlalocan, el cual se localizaba en la cumbre del Cerro de la Malinche. Esta morada era una
región llena de deleites y pasatiempos agradables en donde había fuentes, ríos, florestas y lugares de recreación. En
este sitio había un árbol florido, y el que alcanzaba a coger una de sus flores o era tocado por alguna de ellas sería
dichoso y fiel enamorado. Xochiquetzal era atendida por otras diosas y estaba acompañada y guardada por mucha
gente, de tal manera que ningún hombre la podía ver. Los que la cuidaban eran enanos, jorobados, payasos y bufones,
que la divertían con música y bailes, y que también desempeñaban el oficio de embajadores cuando mandaba mensajes
a los dioses que ella cuidaba.
En cierto momento, mientras estaba casada con Tláloc, Tezcatlipoca rapta a Xochiquetzal y la obliga a casarse con él.
Acto seguido, el dios de la noche la lleva a su reino, y ninguno de los dioses se atreve a rescatarla. Sin embargo, Tláloc
acepta el desafío y viaja a los dominios de Tezcatlipoca para exigir la devolución de su esposa. El dios del agua tuvo
éxito en su empresa, ya que Tezcatlipoca aceptó devolverle a Xochiquetzal y no molestar a la diosa de nuevo, con las
condiciones de que Xochiquetzal tuviera prohibido viajar a la tierra directamente y permaneciera en Tamoanchan, el
paraíso de los dioses mexicas.

Mito incaico de la creación

Cuenta la leyenda, que el dios Viracocha, creó un mundo sin luz y dio vida a unos gigantes que no lo respetaron ni lo
obedecieron. Disconforme con el resultado de su creación, Viracocha envió un diluvio que sumergió a la tierra
transformándola completamente. Una vez que los gigantes desaparecieron, Viracocha decidió crear hombres pero de un
tamaño semejante al suyo.
Para que los hombres pudieran apreciar su obra resolvió iluminar la tierra por medio del sol, la luna y las estrellas. Creo
también plantas árboles y animales.
Viracocha hizo aparecer a un enviado suyo, Viracochan, un hombre que imponía respeto, para que instruyera a los
hombres sobre la manera de conducirse para vivir en paz y armonía. El les enseñaba como cultivar y cuando cosechar.
Las hierbas que podían utilizar como medicina, y los vestidos que debían usar. Les enseñaba con bondad y mucha
paciencia.
A pesar de todos los beneficios que las enseñanzas de Virocochan les producía, muchos hombres lo injuriaron y se
reían de él porque vestía una túnica andrajosa. Ellos fueron convertidos en piedras. Hubo quienes trataron de escapar de
su furia, pero fueron alcanzados por fuego volcánico. Solo allí se dieron cuenta que estaban ante un ser poderoso al que
le debían obediencia y respeto.
Viracochan hizo un largo recorrido. Al llegar a un hermoso valle creó a una persona a la que llamó Alcaviza y a ese
lugar le dio por nombre Cuzco. Luego exclamó: Después de Alcaviza, llegarán los incas orejones. Mi deseo es que sean
respetados.
Este era un anticipo de la llegada a Cuzco de Ayar Manco y Mama Ocllo, fundadores del Imperio incaico
Viracochan tenía muchos nombres: Tumupa, Tarapacá, Viracochan, Pachayachicachan, Bichaycamayoc,
Cunacuycamayoc, Pachacan. Todos esos nombres significan: El enviado de Viracocha, su fuente, el predicador, el
encargado del presente o el conocedor del tiempo.
Cuando Viracochan llegó cerca del Ecuador, les anticipó a los hombres muchas cosas que habrían de suceder y luego
se introdujo en el mar caminando sobre el agua.

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