Los Delitos de Robo
Los Delitos de Robo
Los Delitos de Robo
Introducción
El artículo 432 CP. establece que quien sin la voluntad del dueño y con ánimo
de lucro, se apropia cosa mueble ajena usando de violencia o intimidación en
las personas o de fuerza en las cosas, comete robo; si faltan la violencia, la
intimidación y la fuerza, el delito se califica de hurto. El análisis de esta
disposición permite concluir que los delitos de hurto y robo poseen una
estructura típica común, tanto en lo que dice relación con el comportamiento
prohibido, como en lo que respecta al objeto material sobre el que recae. El
objetivo de este trabajo es examinar cada uno de estos elementos.
II. Conducta
Sin embargo, si bien esto es cierto desde el punto de vista de la parte objetiva
de la estructura típica común del hurto y del robo, también lo es que no resulta
suficiente para realizar el comportamiento típico. La apropiación exigida por la
ley supone algo más que el simple apoderamiento mediante sustracción. En
efecto, para realizar el tipo es necesario que la sustracción esté acompañada
del denominado animus rem sibi habendi, animus domini o ánimo de señor y
dueño. Este ánimo, que junto con otro más (ánimo de lucro) y con el dolo
integra la parte subjetiva del tipo, consiste en la intención de comportarse
como dueño de la cosa sustraída[7]. Por lo tanto, la apropiación constituye un
elemento típico complejo, que abarca dos partes: una objetiva (la sustracción)
y otra subjetiva (el ánimo de señor y dueño). Apropiarse de una cosa significa,
por ende, apoderarse de ella mediante su sustracción, con ánimo de señor y
dueño[8].
Durante algún tiempo se sostuvo que era posible sancionar el hurto de uso.
Del Río afirmaba esto, argumentando que la ley no distinguía clases de hurto y
que el ánimo de devolución no impedía entender configurado el delito[13].
Algunos fallos antiguos así lo declararon[14]. No obstante, en la actualidad,
prácticamente no se tienen dudas acerca de la atipicidad del hurto de uso, ya
que la conducta descrita en el artículo 432 CP. -la apropiación- exige, además
del apoderamiento mediante sustracción, el animus rem sibi habendi[15]. Sólo
podría tener cabida esta figura si el tipo describiera el comportamiento como
apoderarse[16], sustraer o tomar, pero no es el caso[17]. Los tribunales
suelen sostener que se trata de una conducta atípica[18].
Por las mismas razones señaladas con anterioridad, es posible concluir que el
robo de uso no se sanciona como tal en Chile, sin perjuicio de los delitos a que
den lugar el ejercicio de violencia o intimidación en las personas o el empleo de
fuerza en las cosas. Pero lo que no es posible dudar es que dicho
comportamiento puede tener lugar. Un sector de la doctrina lo niega,
argumentando que la violencia, la intimidación y la fuerza son reveladoras del
animus rem sibi habendi[21]. Según nuestra opinión, es perfectamente posible
que el apoderamiento o la sustracción tengan lugar sin ánimo de señor y
dueño, a pesar de que se ejerza violencia, intimidación o fuerza. Piénsese, por
ejemplo, en el sujeto que ingresa por la ventana a un lugar habitado -forma de
fuerza en las cosas prevista en el artículo 440 Nº 1 CP.- para sustraer una
impresora y utilizarla en su hogar por unas horas y devolverla más tarde. Por
lo demás, la posibilidad conceptual de esta figura explica que en algunos
países no sólo esté tipificado el hurto de uso, sino también el robo de uso. Así
sucede, entre otros, en los Códigos Penales guatemalteco (artículo 253) y
español (artículo 244 apartados 2 y 4).
Hemos dicho que el hurto de uso, al igual que el robo de uso, en Chile no se
sanciona. Sin embargo, es nuestra opinión que para ello es necesario que el
uso sea inmediatamente posterior a la sustracción (que la cosa sustraída no
sea guardada para una ocasión futura), que éste sea sólo temporal (que la
cosa se utilice por un breve tiempo), que no implique la destrucción de la cosa
(de lo contrario, habría un delito de daños) y que tras el uso la cosa sea
inmediatamente devuelta a su titular (que la cosa usada no sea guardada para
utilizarla nuevamente)[22]. Por mucho que el sujeto reconozca en todo
momento dominio ajeno, si sustrae la cosa para usarla durante un tiempo
prolongado, por ejemplo, diez años, parece razonable afirmar que comete
hurto o robo[23]. Por algo algunas legislaciones que tipifican el hurto de uso
exigen expresamente, para su aplicación, que la cosa sea devuelta en un breve
plazo. Es lo que sucede, verbigracia, en el Código Penal español, cuyo artículo
244, que tipifica el robo y hurto de uso de vehículos, exige que la cosa sea
restituida dentro de un plazo de cuarenta y ocho horas, vencido el cual el
hecho es castigado como hurto o robo, según corresponda[24]. En el fondo, si
un sujeto sustrae una cosa ajena para usarla diez años, por mucho que
reconozca el dominio ajeno y vocifere que ella pertenece al afectado y que no
se la quiere apropiar, ya lo habrá hecho[25].
Todo cuanto llevamos dicho acerca del hurto de uso se refiere sólo a una de las
dos clases de dicha figura que la doctrina reconoce: aquella en la que el sujeto
sustrae una cosa ajena para usarla y luego devolverla. Esto es a lo que
normalmente se refieren los autores cuando emplean dicha denominación.
Pero también se utiliza esa terminología, aunque en forma aislada y ya casi
abandonada, para aludir a un comportamiento distinto: el de usar
indebidamente una cosa ajena que ya se poseía, conducta que, al parecer,
corresponde al sentido que tenía el llamado furtum usus en el Derecho
romano[26]. Para hacer referencia a este comportamiento se emplean también
las denominaciones "hurto por exceso de uso", "por abuso de uso", "de uso
ilegítimo", "no autorizado", o "usurpación de uso"[27]. Como se comprenderá,
esta clase de conducta constituye en Chile una modalidad del delito de
apropiación indebida, previsto en el artículo 470 Nº 1 CP.[28]. Esta disposición
sanciona a los que "en perjuicio de otro se apropiaren o distrajeren dinero,
efectos o cualquiera otra cosa mueble que hubieren recibido en depósito,
comisión o administración, o por otro título que produzca obligación de
entregarla o devolverla". El comportamiento de distraer corresponde
precisamente a esta segunda forma de entender la expresión hurto de uso, ya
que significa, en términos generales, dar a una cosa un uso o destino
diferentes de los que le están asignados[29]. En consecuencia, es a propósito
de un estudio del delito de apropiación indebida donde debería examinarse
esta conducta.
3. Requisitos de la apropiación.
De conformidad con lo dispuesto por el artículo 432 CP., dos son los requisitos
que la apropiación debe cumplir para configurar el hurto o el robo: en la parte
objetiva del tipo, que la acción se realice sin la voluntad del dueño; en la parte
subjetiva, que se ejecute con ánimo de lucro. A continuación, examinaremos
cada uno de estos requisitos.
a) Ausencia de voluntad del dueño. Como hemos visto, el citado artículo 432
exige que la apropiación de la cosa se realice sin la voluntad de su dueño. Este
es un requisito que no todas las legislaciones penales extranjeras contemplan.
La verdad sea dicha, son pocas las que lo prevén. Entre otros, lo exigen los
Códigos Penales guatemalteco (artículo 246), hondureño (artículo 223),
venezolano (artículo 453) y español (artículo 234), que emplean expresiones
tales como "sin la voluntad del dueño", "sin el consentimiento del dueño" y "sin
la debida autorización".
Además, el Código Penal chileno presenta una curiosidad en este punto, ya que
mientras, por una parte, el citado artículo 432 exige que la apropiación tenga
lugar "sin la voluntad de su dueño", el epígrafe del párrafo en el que se
contiene dicha disposición reza así: De la apropiación de las cosas muebles
ajenas contra la voluntad de su dueño. La discordancia es evidente. No es lo
mismo obrar sin la voluntad del propietario, que contra su voluntad. En el
primer caso, no es necesario que el dueño se entere de la acción que pretende
realizar el sujeto activo. En el segundo, sí lo es, ya que sólo así puede
manifestar una voluntad contraria.
ii) Hay voluntad tanto del propietario como del mero tenedor: En esta
hipótesis, cualquiera sea el sentido de la voz "dueño", la exigencia típica no se
satisface.
iii) No existe voluntad del propietario, pero sí del mero tenedor: En este
supuesto, la solución del problema dependerá del alcance que se asigne al
término "dueño". Si se le atribuyera un sentido lato, no podría apreciarse un
hurto en la apropiación que realice el tercero; si se le diera un alcance
restringido, el requisito típico se consideraría cumplido[40]. A nuestro juicio,
en este caso no es posible considerar que haya un delito de hurto, ya que la
esencia de éste, como lo dijimos más arriba, está en el rompimiento de la
custodia ajena y la constitución de una custodia nueva sobre la cosa, con
ánimo de señor y dueño. Esto quiere decir que para que haya hurto de una
cosa debe obrarse sin la voluntad de quien se encuentra custodiándola. Si el
custodio consiente en que el tercero se lleve la cosa, mal podría decirse que
este último rompe la custodia anterior; en realidad, es el propio mero tenedor
quien pone fin a dicha custodia. En todo caso, esto no obsta a la posibilidad de
apreciar un delito de apropiación indebida por la imposibilidad del mero
tenedor de restituir la cosa a su dueño[41].
iv) Hay voluntad del propietario, pero no del mero tenedor: En este caso, al
igual que en el anterior, la solución del problema pasa por determinar el
sentido de la voz "dueño". Si se le diera un alcance amplio, podría apreciarse
un hurto; si se le atribuyera uno restringido, no se podría hacer[42]. Según
nuestra opinión, en esta hipótesis sí puede apreciarse un hurto[43], ya que
como lo dijimos, para que dicho delito se configure es necesario que se obre
sin la voluntad de quien se encuentra custodiando la cosa. Al no consentir el
mero tenedor en que el tercero se lleve la cosa, es posible afirmar que éste
rompe la custodia ajena y constituye una nueva sobre la misma. La opinión de
quienes creen que en este caso no puede apreciarse un hurto no nos parece
correcta, porque conduce a conclusiones absurdas. En efecto, no resulta
razonable afirmar que si un tercero, con consentimiento del dueño de la cosa,
la sustrae de su mero tenedor, no comete hurto, toda vez que si es el propio
dueño quien la quita al mero tenedor, comete el denominado delito de hurto de
posesión, contemplado en el artículo 471 Nº 1 CP. En otras palabras, si lo
hiciera un tercero con consentimiento del dueño, no se le castigaría; en
cambio, si lo hiciera el propio dueño, sí se le sancionaría. Esto no es lógico.
En consecuencia, la expresión "dueño", contenida en el artículo 432 CP., debe
ser entendida en forma amplia, comprensiva también del mero tenedor de la
cosa que se sustrae.
Por otro lado, el consentimiento debe estar exento de vicios. Esto no quiere
decir que si está viciado no hay delito alguno. Sólo significa que el hecho no
será sancionado a título de hurto, pero podrá serlo a otro título. Por ejemplo, si
el consentimiento se obtiene mediante intimidación, habrá un robo; si se lo
consigue mediante engaño, habrá estafa[51].
La ausencia de voluntad del dueño, como cualquier otro requisito típico, debe
ser probada en juicio por la acusación, por lo que no cabe presumirla. En
algunas sentencias del Tribunal Supremo español se ha sostenido, a partir de
la constatación de que no es necesario que el consentimiento del dueño sea
expreso para eliminar la tipicidad del comportamiento, que la falta de voluntad
se presume[52]. A nuestro juicio, esto es inaceptable, por contradecir la
garantía de presunción de inocencia, al producir una alteración en la carga de
la prueba. En efecto, una manifestación de dicha garantía la constituye el
hecho de que a la acusación corresponde la carga de acreditar todos los
elementos que fundan la responsabilidad penal, de modo que si no consigue
llevar al tribunal al grado de convicción exigido para condenar, éste debe
absolver al acusado[53]. Uno de tales elementos es, para efectos del hurto y
del robo, la ausencia de voluntad del dueño, por lo que debe ser probado, so
pena de absolverse al imputado. Pero no es necesario que ello se realice
mediante prueba directa. Esto sería algo excepcional. Lo frecuente será que se
acredite a través de indicios a partir de la restante prueba rendida en el
juicio[54]. Ello, especialmente en los casos de hurto, ya que cuando se trata
de un robo, la superación de obstáculos interpuestos por el dueño de la cosa a
través de la violencia o la intimidación en las personas o la fuerza en las cosas,
permite demostrar más fácilmente su falta de consentimiento[55].
b) Presencia de ánimo de lucro. El citado artículo 432 CP. exige que quien se
apropie de la cosa objeto del delito lo haga con ánimo de lucro. Se trata de una
especial motivación que es necesario que esté presente en el agente al
momento de realizar la conducta, con independencia de que efectivamente
llegue a conseguir su propósito de lucrar.
Son varias las legislaciones penales extranjeras en las que es posible encontrar
una exigencia subjetiva de esta clase. Así sucede, por ejemplo, en los Códigos
Penales hondureño (artículo 223), salvadoreño (artículo 207), colombiano
(artículo 239), peruano (artículo 185), venezolano (artículo 451), italiano
(artículo 624) y español (artículo 234), en los que se contienen expresiones
tales como "con ánimo de lucro", "para obtener un provecho", "para
aprovecharse de los bienes", etcétera.
Como lo dijimos más arriba, nos decantamos por una noción amplia de ánimo
de lucro, que lo concibe como el propósito de obtener un provecho cualquiera
de la cosa sustraída, apreciable pecuniariamente, razón por la cual nos parece
que el ánimo de lucro y el ánimo de señor y dueño son elementos subjetivos
diferentes; puede concurrir el primero sin el segundo y viceversa. En
consecuencia, no se verifica el hurto si la cosa es apropiada para alcanzar un
fin distinto de la obtención de una utilidad pecuniariamente apreciable que
emane de ella, como por ejemplo, sólo para esconderla.
En todo caso, esta afirmación también debe ser matizada. Cuando el acreedor
se apropia de una cosa que pertenece al deudor, siendo la deuda exigible y el
objeto material de la acción es la cosa debida (el cuerpo cierto en una
obligación específica de entregar una cosa determinada o la cantidad de dinero
correspondiente al monto de una obligación pecuniaria), la conducta configura
el mencionado delito de realización arbitraria del propio derecho si media
violencia, y es impune en caso contrario. Pero si la deuda aún no es exigible, o
si siéndolo, el acreedor se apropia de cosa distinta de la que es debida o
incluso toma el equivalente de lo debido en una obligación de género (un bien
mueble de valor similar al del monto de la obligación dineraria o una especie
cualquiera del género correspondiente a la obligación no monetaria), el
comportamiento da lugar al delito de hurto o robo. Esto es así, porque a
diferencia de lo que sucede en la primera hipótesis, en la que no disminuyen
las posibilidades del propietario como tal, porque éste no puede dar a la cosa
otro destino que el de entregarla al acreedor, en los últimos casos tales
posibilidades sí se ven menguadas[75]. Verbigracia, antes de que una
obligación de especie o cuerpo cierto sea exigible, el deudor podría obtener
algún provecho económico de la cosa debida; después de que una obligación
pecuniaria sea exigible, podría pedir dinero prestado para pagar la deuda;
después de que una obligación de género no monetaria sea exigible, podría
escoger cualquier individuo del género de calidad mediana para pagar la deuda
(artículo 1509 CC.), etc. En consecuencia y por mencionar sólo algunos
ejemplos de lo que se acaba de explicar, si antes de que la deuda sea exigible
el acreedor se apropia del computador de determinada marca y serie
perteneciente al deudor, que éste se ha comprometido a entregarle, comete
delito de hurto o robo, según corresponda. Si el comportamiento tiene lugar
después de que la deuda se haga exigible, se configura el delito de realización
arbitraria del propio derecho si media violencia, y es impune en caso contrario.
Y si después de alcanzada dicha exigibilidad, para hacerse pago, el acreedor se
apropia de un televisor del deudor, aunque su valor sea equivalente al del
computador, comete hurto o robo, según corresponda.
Otro punto que merece la pena destacar en relación con la exigencia subjetiva
del ánimo de lucro es la relativa a la determinación de la persona que se
espera que se vea beneficiada con la acción que se realiza. La doctrina suele
afirmar que es indiferente la determinación de la persona a quien se pretende
beneficiar y que el lucro o provecho buscado puede ser tanto propio como
ajeno[76]. Lo mismo acostumbra sostener la jurisprudencia[77].
1. Cosa corporal.
Conforme al citado artículo 432, el objeto material del hurto y del robo es una
cosa mueble. A su turno, de acuerdo con disposiciones del Código Civil, no sólo
pueden ser muebles las cosas corporales, esto es, aquellas que tienen un ser
real y pueden ser percibidas por los sentidos, sino también las incorporales, es
decir, las que consisten en meros derechos (artículos 565, 566 y 580). Esto
obliga, antes de examinar el significado de la voz "mueble", a analizar si el
objeto material de estos delitos es una cosa corporal o incorporal.
Sin embargo, la doctrina nacional suele señalar que el concepto civil de cosa
corporal no resulta aplicable en esta materia, porque existen ciertas cosas que
a pesar de que tienen un ser real y pueden ser percibidas por los sentidos, no
se las considera un posible objeto material de estos delitos, ya que no pueden
ser aprehendidas y desplazadas de un lugar a otro, como por ejemplo, el
sonido, la luz, el calor, el frío, las energías[82]. Con mayor precisión, entonces,
la doctrina plantea que además de que sean reales y puedan ser percibidas por
los sentidos, deben tener cierta extensión, ocupar un lugar en el espacio[83].
Por otra parte, la forma en que está descrita la conducta punible en el tipo de
hurto de electricidad aporta otro argumento a favor de nuestra opinión. El
artículo 215 del citado Decreto con fuerza de ley Nº 4, de 2007, sanciona el
comportamiento de sustraer energía eléctrica. No resultaría posible realizar
esta acción si tal energía no tuviera materialidad ni ocupara un lugar en el
espacio.
En consecuencia, con independencia del hecho de que existe una ley especial
que sanciona la conducta -lo que plantea un problema, porque daría pie para
sostener que la sustracción no autorizada de otras energías no estaría
sancionada-[88], la energía eléctrica reúne las condiciones necesarias para ser
objeto material de un hurto o un robo. La definición civil de cosa corporal
puede ser aplicada sin problemas en esta materia.
2. Cosa mueble.
El citado artículo 432 exige que la cosa apropiada sea mueble. Esta exigencia
se encuentra en numerosas legislaciones extranjeras. Así ocurre, por ejemplo,
en los Códigos Penales argentino (artículo 162), boliviano (artículo 326),
brasileño (artículo 155), colombiano (artículo 239), costarricense (artículo
208), salvadoreño (artículo 207), guatemalteco (artículo 246), hondureño
(artículo 217), mexicano (artículo 367), nicaragüense (artículo 263),
panameño (artículo 181), paraguayo (artículo 161), peruano (artículo 185),
uruguayo (artículo 340), venezolano (artículo 451), italiano (artículo 624),
alemán (parágrafo 242) y español (artículo 234). Excepcionalmente, hay
algunas legislaciones en las que no se exige de modo expreso que el objeto
material del delito sea una cosa mueble, sino que se alude genéricamente a
cosas o bienes, como sucede, verbigracia, en los Códigos Penales ecuatoriano
(artículo 547) y francés (artículo 311-1), pero es evidente que de todas formas
debe tratarse de una cosa mueble, ya que la conducta que en ellos se reprime
es la de sustraer, lo que implica la posibilidad de aprehensión y
desplazamiento.
Conforme al Código Civil, son muebles las cosas que pueden transportarse de
un lugar a otro, sea moviéndose ellas a sí mismas, sea que sólo se muevan por
una fuerza externa (artículo 567). El mismo Código distingue tres clases de
cosas inmuebles: las que no pueden transportarse de un lugar a otro, como las
tierras (inmuebles por naturaleza); las que adhieren permanentemente a ellas,
como los árboles (inmuebles por adherencia) y las que están
permanentemente destinadas al uso, cultivo y beneficio de ellas, como los
animales destinados al cultivo de una finca, puestos en ella por el dueño de la
misma (inmuebles por destinación) (artículos 568, 569 y 570 CC.).
En todo caso, debe tenerse presente que existen cosas que a pesar de ser
muebles conforme al concepto señalado, no pueden ser objeto material del
hurto ni del robo. Se trata de las aguas que se encuentran en cauces o
depósitos naturales o artificiales, ya que ellas pueden ser objeto material de
otro delito: el de usurpación (artículos 459 a 461 CP.). Pero si se encuentran
envasadas, sí pueden ser objeto de hurto o robo[99].
3. Cosa ajena.
Además de que la cosa apropiada sea mueble, el artículo 432 CP. requiere que
sea ajena. Se trata de una exigencia que se encuentra en la mayoría de las
legislaciones extranjeras. Así ocurre, por ejemplo, en los Códigos Penales
argentino (artículo 162), boliviano (artículo 326), brasileño (artículo 155),
colombiano (artículo 239), costarricense (artículo 208), ecuatoriano (artículo
547), salvadoreño (207), guatemalteco (artículo 246), hondureño (artículo
217), mexicano (artículo 367), nicaragüense (artículo 263), panameño
(artículo 181), paraguayo (artículo 161), peruano (artículo 185), uruguayo
(artículo 340), venezolano (artículo 451), francés (artículo 311-1), italiano
(artículo 624), alemán (parágrafo 242) y español (artículo 234), textos
normativos en los que se emplean expresiones tales como "ajena", "de otro",
"perteneciente a otro", etcétera.
Que la cosa objeto del hurto o del robo sea ajena significa que no debe
pertenecer al sujeto activo[100] .Esto no sólo puede deducirse del sentido
natural y obvio de la voz "ajena", sino del mismo texto del artículo 432. En
efecto, éste exige que el agente se apropie de la cosa mueble, lo que sería
imposible si quien realizara la acción fuese su propietario. Además, si fuera el
dueño de la cosa quien la arrebatase de manos de su legítimo tenedor, se
configuraría un delito distinto, tipificado en el artículo 471 Nº 1, al que se
conoce con el nombre de hurto de posesión.
Sin embargo, para que la cosa sea ajena no es suficiente que no pertenezca al
sujeto activo. Además de ello, se requiere que pertenezca a otra persona[101].
El propio artículo 432 así lo siguiere, al exigir que se obre "sin la voluntad de
su dueño".
En todo caso, las cosas abandonadas no deben ser confundidas con las cosas
extraviadas o perdidas, que sí son ajenas y cuya apropiación puede dar lugar
al delito de hurto de hallazgo (artículo 448 CP.). También son ajenos los bienes
nacionales de uso público, ya que si bien su uso corresponde a todos los
habitantes de la nación, su dominio pertenece a la nación misma (artículo 589
CC.)[103].
A nuestro juicio y a pesar del silencio de nuestro Código sobre este punto, el
hurto entre comuneros es admisible y puede ser sancionado. El hecho de que
cuando la acción tiene lugar la cosa permanece indivisa y el sujeto activo tiene
un derecho sobre ella, no impide afirmar que se está apropiando de algo
ajeno: aquella parte del bien común a que no tiene derecho y que es extraña a
su patrimonio. Esta parte es tan ajena como cualquier otra cosa de la que no
sea comunero[107].
Por otro lado, debe tenerse presente que en el título 4ª de la Ley general de
hurtos y robos, de 1849, se contemplaba una eximente de responsabilidad
penal que se aplicaba cuando la cosa objeto del delito era de propiedad común.
Como es sabido, al redactarse el Código Penal no se previó ninguna disposición
similar, por lo que es posible entender que es voluntad de la ley sancionar el
llamado "hurto entre comuneros".
Finalmente y como último argumento, el tenor literal del artículo 432 CP., que
simplemente alude a una cosa ajena, no resta fuerza a nuestra opinión, ya que
nada impide entender incluidas, además de las cosas totalmente ajenas, las
que lo son parcialmente.
Sin embargo, es necesario matizar estas afirmaciones. Si bien es cierto que los
cadáveres no revisten el carácter de cosas susceptibles de apropiación, en
ocasiones pueden llegar a tener dicho atributo, cuando entran a formar parte
del comercio, como sucede, por ejemplo, con las momias en los museos[112].
Lo mismo ocurre con los órganos y fluidos del cuerpo. Piénsese, verbigracia, en
los bancos de sangre y de semen, y en los miembros corporales que son objeto
de investigación científica en centros de estudio[113].
De la lectura del artículo 432 CP. no se deduce que la cosa objeto material del
delito de hurto o robo deba ser susceptible de apreciación pecuniaria. Pero es
obvio que debe serlo. Por lo que respecta al hurto, tal conclusión se extrae del
criterio de punición empleado en los artículos 446 y 494 bis del mismo Código,
los que atienden al valor de la cosa sustraída. Y en cuanto al robo[115], si bien
es cierto que ni en el que se ejecuta con fuerza en las cosas ni en el que se
comete con violencia o intimidación en las personas el legislador atiende al
valor de la cosa apropiada para determinar la pena aplicable, la conclusión
debe ser la misma. En efecto, tanto en una como en otra clase de robo, debe
existir antijuridicidad material del comportamiento, lo que exige una afectación
de bienes jurídicos, dentro de los cuales se encuentran la propiedad, la
posesión y la mera tenencia, entendidas como una relación patrimonial entre
una persona y una cosa, que permite a su titular obtener un beneficio
económico. En otras palabras, aunque la ley no lo diga expresamente, para
poder apreciar un robo, la cosa apropiada debe tener un valor económico[116].
Si no lo tiene, a efectos penales sólo interesará el atentado contra otros bienes
jurídicos que en un robo podrían verse afectados, como la inviolabilidad del
hogar, la vida, la salud, etc., los que en caso de resultar lesionados o
expuestos a un riesgo, darán lugar a un delito distinto.
Por la misma razón, cuando se trata de documentos que permiten a quien los
porta adquirir algún bien o servicio, su valor pecuniario es el del bien o servicio
a que dan derecho, no el de su materialidad. Es lo que ocurre, por ejemplo,
con las entradas para asistir al cine, los billetes para viajar en avión,
etcétera[123].
En otro orden de ideas, como cualquier otro elemento del delito, el hecho de
que la cosa apropiada sea susceptible de apreciación pecuniaria debe ser
acreditado en el proceso. Ello, no sólo cuando se trata de un hurto, cuya
sanción depende precisamente de cuál sea el valor de la cosa sustraída, sino
también en el robo, por las razones de antijuridicidad material expuestas más
arriba.
A propósito de este punto, debe tenerse presente que en nuestro sistema
económico, en general, es el mercado el que determina el valor de las cosas.
En consecuencia, es este valor, al que se llega por el juego de las leyes de
oferta y demanda, el que debe ser probado en el proceso penal por hurto o por
robo[127]. El valor que la cosa tenía cuando fue apropiada, no el que tiene
cuando el proceso se lleva a cabo.