4304-Texto Del Artículo-4390-1-10-20110527
4304-Texto Del Artículo-4390-1-10-20110527
4304-Texto Del Artículo-4390-1-10-20110527
en la conquista de América
LA GUERRA IUSTA
Al momento del descubrimiento americano, existe en España una idea cris-
tiana de la guerra, que proviene del pensamiento de San Agustín y Santo ib-
mas. Partiendo de estos conceptos, las controversias sobre la licitud de la gue-
rra que se le hacía al natural de las Indias, permitirán un notable desarrollo.
Destacamos tres corrientes de teorizantes que tratarán de otros temas:
los que dejan de lado las cuestiones del Nuevo Mundo y o>frecen una doíc-
trina que sigue a los autoires clásicos y ejemplois curoipeos; bis que oponen
la figura del gobernante cristiano frente al gobernante político de Ma-
quiavelo y que deben refutar los postulados bélicos del florentino y expli-
car que la paz es el fin supremo de la guerra: por último, están los que es-
tudian la cuestión en torno a los novedosos acontecimientos americanos.
Entre los autores del primer grupo, se destaca Diego de Covarrubias y
Leyva. poir su claridad, erudición y la gravitación doctrinaria que tiene en
la España de mediados del siglo xvi. Se lo liene como discípulo de Eran-
císcoí de Vito>ria, aunque, curiosamente, no lo cita; a Martín de Azpilcueta
le llama «distinguido maestro».
Pero este autor noí se detiene en los ejemplos del Nuevo Mundo, si bien
es evidente que Covarrubias noí pudo ser ajenoí a las disputas que por en-
tonces alteraron los ambientes universitarios y palaciegos.
La guerra justa debe ser declarada por un príncipe independiente y su-
perior. Habrá justa causa para la guerra cuandoí se defienda la Nación co>n-
* Doccn íe e ¿n ves! gador dei M uso» Naval de la Nación, Ii nenes A res <Argentina).
tra la opresión de algún tirano; o cuando se intenta para vengar una «muy
grande injuria»; O) cuando se trate de reprimir una rebelión injustificada
de los súbditos; o cuandoí se declare «para recoibrar cosas que el enemigo
tiene en su poder por violencia» y también cuando se emprende contra un
país que niega el paso por sus dominios si estos moivimientos no causan
da ño>.
Estos razonamientos tienen por fuentes básicas, las cartas de San Agus-
tín, las ~<Etimologías» de San Isidoro de Sevilla, la «Suma Teológica» de
Santo Toimás y el comentario del Cardenal Cayetano a esta obra. Pero Coi-
varrubias, además, tiene presente a sus cointemporáneos, coimo el domini-
coí Domingo de Soto. autor de uno de los más celebrados tratados de «lns-
tilia et lure», y al francisco Aiftinso de Castroí.
Si bien no aplica sus ejeniplos al tema americano, piensa en él, como.
ptír ejemplo, cuando toca «la guerra contra los infieles». cuyos argu-
mentos serán toimadois por sus seguidores en la probieniática del Nuevoí
Mundo.
Una religión falsa no puede justificar una guerra, y los infieles, a pesar
de «no querer abrazar la fe de Cristo. no pierden el dominio de los bienes
y provincias que poseen por derecho humano». Tampocoí justifica la gue-
rra fundada en que los infieles cometan crímenes contra la naturaleza; y
aún va más lejos, pues soistiene que no es justa guerra la que se declare a
los idólatras, mientras su culto no afecte a la religión cristiana y no se opoin-
ga a la difusión del Evangelio.
Justifica la guerra contra el infiel cuando o>cupen y retengan territorios
que en oítro tiempo fueron de gobernantes cristianos; o cuando se deba de-
fenderse de sus ataques: o cuando rechacen la obediencia y sumisión al go>-
bernanie cristiano; oí cuando impidan la predicación del Evangelio.
Si bien, conio anticipamois. esta doctrina no tuvoí en cuenta ci caso ame-
rícano, fueron inspiradas en las lecciones de Francisco de Vitoria que lo tu-
yo níuy presente; por lo demás, la importancia doctrinaria de Covarrubias
obligará a que sus ideas tengan relación con los sucesos del Nuevo Mundoí.
Muchos son los autores españoles que rechazan la odio>sa predilección
de Maquiavelo poir las armas conio medio para ganar cl poder. En España
predoniina el sentimiento de humanidad y de equidad que debe oírientar la
guerra, comoí lo manifiesta Pedro de Ribadeneyra en el «Tratado de la re-
ligión y virtudes que debe tener el Príncipe Cristiano» (Madrid. 1595). Otros
se refieren al oírigen y naturaleza de las guerras, que si bien justifican con
textos de San Lucas. también las limitan, como ocurre co>n el cardenal je-
suita Roberto Belarmino. o con el agustino) Juan Márquez, autor del ~<Go-
bern a doir Cristiantí» (Salamanca, 1 612), o con el coirtesa no Francisco de
Quevedo. Este últinío resume el pensamiento español sobre las guerras y
escribe que «de las acciones humanas ninguna es tan peligrosa, ni de tanto
daño, ni asistida de tan perniciosas pasiones, envidia, venganza, coidicia. so-
berbia. io>cura, rabia. ignoirancía».
El régimen de la guerra en la conquista de América •155
Valladolid entre ‘SSO y 1551 con Juan Ginés de Sepúlveda, durante la cual
el fraile no titubeó en utilizar la frase agresiva y el ejemplo aumentado pa-
ra apoyar su postura.
Sepúlveda dio a luz un trabajo titulado «Democrates alter» ti «Dialo-
gus de justis beili causis adversus indos», donde desarrolla cuatroí causas
que justifican la guerra en Indias: el estado de barbarie de los nativos, que
deben sonieterse a «los que son más prudentes, poderoisos y perfectos»; la
necesidad de desterrar «las torpezas nefandas y el portentoso criníen de
devorar carne humana» que practicaban; salvar de las injurias a muchos
inocentes que estos bárbaros inmolaban todos los años; propagar la reli-
gión cristiana que nadie podía impedir. Sepúlveda no> aprobaba la guerra
indiscriminada. alevosa o cruel.
Las Casas rechazaba las opiniones dcl humanista y llevó la cuestión más
allá del proiblema mismo de la guerra, para considerar la condición dcl in-
dioí, la po>sibilidad de esclavizarlos y el reparto en encoimiendas. Conside-
raba a bis indios verdaderos seres humanos, capaces de recibir la predica-
ción, aspecto que si bien puede sorprendernos actualmente, por entonces
era níateria (le disputas.
Su intensa prédica fue encontrado el apoyo de la Iglesia y del moinar-
ca español. El Papa Paulo III, en mayoí y junioí de 1537, prohibió la escla-
vitud del indio y en la bula dei 2 de junio los declaró capaces de recibir la
fe catoilica.
Las leyes y oírdenanzas para la gobernación de Indias, dictadas en Bar-
celo>na en 1542v Valladolid en 15413< ordenaban que los indios fueran tra-
tados bien y «c(>moi personas libres y vasallois nuestrois» y «que de aquí en
adelante por ninguna causa de guerra. ni titra alguna aunque sea so título
de rebelión, ni poir rescate, ni de otra manera no se pueda hacer esclavo in-
dio alguno». También se prohibieron las encomiendas y repartimientos de-
biendo incorpoirarse a la Corona las que existían y quedaban vacantes. Sin
embargoí. estas últimas proívisioínes debieron ser derogadas por otras dic-
tadas en Malinas, en o>ctubre de 1546, debido a la violenta opoisición que
encontraron en las provincias de México y Perú.
Las Casas tuvo adeptos y detractores. Peroí introdujoí las bases funda-
mentales para definir la condición del indígena y la naturaleza de la gue-
rra que los españoles po>dían llevar a cabo en el Nuevo Mundo.
Otros doíctri jia rioís tuvieron taní bién en cuenta la proibí emática amen—
cana para orientar sus ideas en toríío al derecho de guerra. Sobresale el Fis-
cal del Coinsejo de Castilla, Gregorio López. quien coimentó coin sabiduría
las leves de i>artidas, editadas en Salamanca en 1555 (gloisa 3, Partida lía.,
tít. XXIII, ley 2). En primer lugar repasa las doctrinas sobre la guerra; re-
cuerda que hubo autoires que justificaron la desposesión de los bienes a los
infieles, pero recoinoce que Santoí ‘ibm ns y el Carden al Cayetano rechaza-
han la guerra hecha para inípoiner el cristianismo; López. como Coívarru-
bias y el 1>. Vitoria. se inclina por esta oípinión.
El régimen de la guerra en. la con quisto de A onérica 157
LA LEGISLACION
EL SOLDADO DE LA CONQUISTA
Sí bien se enrolaba para una empresa determinada, dividía su actividad
como militar y poblador, según dijimos. Pero la condición de hombre de ar-
160 Héctor José Tanzi
mas no se perdía. pues las leyes establecían que los vecinos estuviesen siem-
pre preparado>s para «la defensa, resistencia y castigo de los que trataren
de infestarlos» coin armas y caballos, según las posibilidades de cada uno.
Lois que recibían encomiendas debían tener «caballo, lanza, espada, y las
oítras armas ofensivas y defensivas que al goibernador de la tierra parecie-
ren ser necesarias (en Vi, IX, 4 y 8).
Las Ordenanzas de 1573 determinaban que los descubridores fuesen
hombres «aprobados en cristianidad, buena conciencia, celosos de la hon-
ra de l)ios, y servicio nuestro, amadores de la paz, y deseosos de la con-
versión de los indios, de forma que haya entera satisfacción de que no les
harán perjuicio en sus personas, ni bienes» (ordenanza XXVII, Recop., IX’,
1, 2). Pero estas normas, humanamente inspiradas, perdían vigencia en el
medio que les toicaba aplicarse por falta de control directoí y por la ausen-
cía de escrúpulos en los soldados.
La indiscipliíía y los excesos no faltaron. La crueldad contra el indio y
entre los mismos españoles, cuando las guerras los enfrentaban, fue gran-
de. Muchas injusticias debieron pasarse poir alto «por no matar hombres
donde valía unoí más que en otras partes mil», se decía en una carta anóni-
ma dc 1571. López de Gómara cuenta que un español de Balboa, que en-
toinces exploiraba el golfo de Uraba, se vengó de un jefe nativo que lo había
herido en una escaraniuza, cortándole «un brazo después de preso, sin que
nadie lo pudiese estorbar». Fama de cruel tuvo el maestro de campo Eran-
cisco de Carvajal, perteneciente a la milicia de Gonzalo) Pizarro. Diestro en
las cosas de la guerra por haber sido so>ldado en Italia. y codicioso y usur-
pado>r de haciendas ajenas. Agustín de Zárate en su «Historia del Perú»
cuenta que «mató mucha gente por causas muy livianas, y algunos sin nin-
guna culpa, salvo por parecerlo que coinvenía así para conservación de la
disciplina militar». Ruy Diaz de Guzmán en «La Argentina», relata que en
septiembre da 1537 cuandoí Juan de Salazar llegó a la recién fundada Bee-
nos Aires. se encontró con que Pedroí de Mendoiza había partido a España
~<yque el teniente que había dejado, estaba malquisto con los soldados por
ser de condición áspera. y muy riguros(i, tantoí que por una lechuga cortó a
unoí las oírejas. y a oítroí afrentó por un rábano, trataíído a los deniás con la
misma crueldad». Los actos de salvajismo podían llegar a extremos inaudi-
tos; vencido el Virrey Blanco Núñez Vela, llegó Gonzalo Pizarro a Lima con
su gente de armas y muchois vieron desde las ventanas de sus casas la en-
trada y el paso del ejército, y ocurrió que «en casa de un vecino miraba un
indio y un soidadoí areabuceroí de la gente de Pizarroí asertó con cl arcabuz
al indio> diciendo «que le acierto». y, disparando. dio) coin el indio muertoi en
tierra. Así diz que andan tan encarnizados en matar a hombres que noí heen
deferencia delIos a bestias» cuenta una Relación de 1571.
La soiberbia en bis soidadois, la severidad de los capitanes y los ínte re-
ses coniunes en el resultado económicc> de la empresa, fueron causa de nu-
merosas sublevacioínes. Fue necesarioí imponer una rígida disciplina, juntoí
1;! ngun en de la go «Ira en la con go istu <lo’ An 1 ético 16 1
zado. otro> apuña 1 adoí; o>t ros doís, en (re e líos un sace rdoíte, aba ndo>nadoís en
tierra patagónica. Nuño> dc Guzmán, invernaba luego de larga marcha en
región de los chichi mocas en la Nueva España, cuan do intentó amoíti n ár—
sele la gente, pero mandó aho>rcar a uncí de bis principales y el rumoir se soí-
se go.
Antonio de Herrera refiere que para impedir abusoís, el rey debió man-
dar que las sentencias de penas de muerte o mutilación de miembros, no se
cumpliesen hasta consuitarloi, so pena cíe pérdida de oficios y de la mitad
de los bienes de bis jueces que dispusiesen tales penas.
El en vio de sacerdotes, y la obligación que te u ían los coínq uistadoíres cíe
raerlois y tic aconsej arse con ci bis, mitigó la violencia de las guerras con-
Ira el iíídioí. Las guerras de Arauco en Chile. largas y sangrientas. fueron
impugnadas po>r el doiminico (iii González de San Nicolás, quien predica-
ba que los soldados y capitanes que la hacían irían clin fi erno>. Todavía a fi —
vos de las guerras que se emprendían. En abril de 1574 cl virrey del Perú,
Fra nci seo> de Fol edo>, con vocó una junta en Ch uq tíisaca para que se cxiii —
clic ra sobre la justicia de la guerra q tic se le hacía a los i n ci ioís chi riguanois.
en ci Piicomayo> y que oíbstacuiizaban el canlinol del Paraguay. Los dictá-
me n es cíe los ni i cmb ros cíe la Aucí icrícia fue ron lavora libes: toda acción bé—
1 ica contra cst os ¡ ndioís era «lícita y ni uy necesaria». so>st uvieroin, pues se
rataba cíe gente cruel, i nclómi ta y que co>mía earn e human a. 1 nel usoí tín a
real orden del 20 dc mayo de 1584 autc>rizó la guerra «a sangre y fuego»>
co>ntra estois indios,
E u este ííri ííie r perío.ido, cuando la represión era solicitada pc>r las mts—
mas t ri Ii us co>n t ra o>t ras. el derecho> cíe guerra se t uvoí por justo. De esta ma-
iiera 1 os espa ño>l es. que n ornia 1 ¡rente eran de escaso u úmero>, iograron un
162 Héctor losé Tanzi
apoyo que íes permitió entrar en reinos tan poblados como los de México
y Perú. Otros pueblos indígenas fueron famosos por su valor y fidelidad a
los conquistadores, como los araucas de las Antillas. No faltaron los que
llegaban al español para pedirle apoíyo. Cuando Alonso de Alvarado, por
encargo de Francisco Pizarro>, llega a gobernar y pacificar las provincias oc-
cidentales del Perú, llamadas de los Chiachapoíyas, se encontró que bis in-
dios pacificados le pedían que dominara a oítros pueblos belicosos que los
atacaban y robaban. Este fue también el medio que usó Cortés para lograr
numerosas alianzas con los nativos. En la tercera carta de relación, cuenta
que los indios de Cuyoacán. «Vasallos de vuestra majestad, recibían daño
de los naturales de una provincia que se dice Guaxacaque, que íes facían
guerra porque eran nuestros amigos». Ruy Díaz de (iuzmán relata que por
1556 «llegaron a la ciudad de Asunción ciertos caciques principales de la
proivincia de Guairá a pedir al general Domingo> de Irala les diese soicoirro
contra sus enmigos los Tupíes de la costa del Brasil. que con continuos asal-
tos los molestaban y hacían muy graves daños y robos con favor y ayuda de
los portugueses de aquella costa, obligándole a ello el manifestarse vasa-
llo>s de SM. y que coinio tales debían ser amparados y favo>recidos».
BIBLIOGRAFíA
ARMAS MEDINA. Fernando. El clero en las guerras civiles del Perú, en «Anua-
r¡oíde Estudios Americanoss~, Vil. Sevilla. 19Sf).
AYALA. Baltasar. De jure et officiis belliciis ot disciplina militan. libri tres. En 2
vis. (ed. «The classics of International Law. Washington. 1912).
BIBLIOTECA ARGENTINA DE LIBROS RAROS AMERICANOS. Leyes y
ordenanzas nuevamente hechas para la gobernación de las Indias. 1542-1543
(edición de 1603) (Facultad de Filosofía y Letras. instituto de lnvestigacio>nes
Históricas). Buenos Aires. 1923.
BIBLIOTECA DE AtJFORES ESPANOLES. Madrid.
tomo 22: Cartas de Relación de Fernando Cortés sobre el descubriníiento y con-
quisla de la Nueva España.
Primera parte de la Historia General de las Indias y segunda con la conquista de
México, por Francisco López de Góniara.
Naufragios y comentarios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca.
Historia del desculíriíiíienío y conquista del Perú. y de las guerras y cosas señala-
das en ella, acaecidas hasta el venciíííientoí de Gonzalo Pizarro y de sus secua-
ces, qtie cii ella se rebelaron co>nira su Magestad. por Agustín deZírate.
Priíííera parte de la Crónica del Perú (le Pedro Cieza de León.
— tomo 65: Fiarioioíiié cíe Albornoz, de la esclavitud.
CLLDLILAS DE LA MONARQUíA ESPAÑOLA RELAIL VAS A LA PARTE
ORI ENIAL DE VENEZUELA (152(1—1561) (conipilaciótí y estudi 1ireiiiiii— (1
FE RNA N DEY 1)11 0V lE IX) Y VA Li) LIS. Gonzalo. ti 5i Oria general y íat ural cíe
las ludias, islas y Tierra—Firme del Mar Océano (ed. cíe la ReaiAtadcníia dic la
1-lístoria) 4 vis. Madrid. 1851—1885.
FERNAN L)EZ. 1)11 PIEDRAI ¡ITA. Lucas. Historia General cíe la conc1uisia del
Nuevo Reino cíe (iratíada (cd. 1688).
(ARCI A DL PAl ACIO. [)iego. Dióloigos iii litares (cii “Col ecciótí cíe i tíccí tia jis
aníertcano>s» . Itístitoito> cje (‘ultoira Ifisp¿ínica. Madrid, 1944).
GONGORA. Mario, Los grupos de cotíquistaclores en lierra Firme (1509—1530).
Fisonoíniía histórica—social cíe un tipo cíe co>no1uista ( titíiversidad de (‘hile. (‘etí—
tío cíe Historia Colonial). Satítiagoí dc Chile. 1962.
(;ONZALEZ DE NAJERA. Aiio>nso. Guerra de (‘hiel (en «Colección de docu-
metilos inéditos para la historia cíe Es¡íaña. 148. Madrid).
ti A N K E. Lewis. Cuerpo dc docu nien tos cíe 1 siglo Xvi sobre los derechos de Espa-
ña cuí las Indias x’ las Filipinas (editados por Augusioí Millares Cario). México>.
1943.
La lucha por la justicia en la cotiquista de América. Bueno>s Aíres, 1949.
HERRERA. Atito¡iio. I—Iistoria getieral cíe los hechos cíe los casiellaujos en las Is-
las y Tierra Fir,iíc del Mar Océano, (cci. (juarania. en it) ts.). liuctios Aires.
1944-1947.
LAS <‘ASAS, [3a rL> io>ííi é. (‘o ¡ccclórí de Tía a chis, .352—1553 (Fatu it a ci tic Filoso —
fía y letras - ¡ti si.. de Irí vest igaciones Históricas, ti bí i oteca Arge ni ¿tía de t.i li ros
raros Anierican os). i3uc nos A i res, 1924.
MAROLJEZ.juatí. El Gobernador ebristiano> cleducicioí de la vida de Moisétí, prítí—
cipe del pueblo de f)ios (cd. Salaníanca. 1612).
Al rt’f~ iii len do lo guerra en Itt o’onq¡<isla de A nítrico 165
Mii 1)1 N A, José Toribio. Cartas de Pedro> de Valdivia cíue tratan del clescubriniientc>
y conqttista cíe Chile (cci. facsiníiiar dispuesta y anotada poir...). Sevilla. 1929.
PALACIOS Rl/BIOS. Juan López de. Tratado> del esfuerzo bélico> heroico> (cd.
Madrid. 1793).
Opera Varia.
—— De las islas cid mar Océano y del ciomiiiio cíe io>s reves cíe España so>bre las 1 n —
chas ( Fondo> cíe (‘uliura Econonítea. Biblioteca Americana).
íd? R EZ 1)E O LI VA. Hernán, II istoria cíe la invención cíe las 1 nolias (cd. de J
jcíatí Arroíií. instituto Caro y Cucrvox Bogotá. 196=).
PIGALFL lA. Atitonio. Primer viaje en torno del globo (ccl. Austral). Madrid. 1963.
Ql. Fi VI 1)0 Y VI LLE(i AS. Francisco. Pol ji ¿ea cíe Dios y go>bierno cíe Cristo (cd.
Austral. í3ctetíos Aires. 1946).
RAMOS PEREZ, i)enietrio. l)eterníitíantes íÁ>rínativos de la «hueste» indiana y
su origetí tiioicictlico. en «Revista chilena cíe Histoiria del Derecho”, ti’ 4. San—
a go cíe Ch ile. 1965.
RECOPIIACION DE LAS LEYES DE lOS REINOS DE LAS INDIAS Man-
dacias im¡iritiíir y publicar po>r l¿i Magesiad Católica del Rey Dotí Carlo>s II. 2
ts. cci. Boix. Madrid. 1841,
RELA(’IONLS HISTORICAS liii AMERICA (primera níitad del siglo xvi). Pu-
blíe~iias la So>eieclaci de Bibliófilcís españo>ies. Madrid. MCMXVI.
RIi3Ai)ENEYRA. Pedro de. Fi Príncipe Cristiano. Bueno>s Aires. 1942.
SF1> ti LV E DA. .1 cían Ciii és de. Tratado sobre las j císt as ca ctsas cíe la guerra cotí tra lo>s
indios (cci. de Marcelino Menéndez y Pelayo publicada ene1 «Boletín de la Real
Acadeniia dc la Historia». U’ XX i-XXi V. Madrid. 1892. Más reciente, con estu-
cli oí de Ma t ue 1 (i a reía Pelayo. en Fon cío cíe Cultura íleon óm ica. México>. 1 941).
SOLIS. A ti ionio>. Histori a de la conquista de Méj cci ((11>1 Austral 13 itenos Ai res. 1947).
- -
SO LO RZA NO ¡‘FR FI RA. Juan de. i)e i nolia runí jure si ve cíe justa md iarum oc-
ctcient :iiiuiií iiic1uisito>ne. acc
1uisiiotie. et retentiotie (Mairiti. 1777. etí 2 ts.). Edi-
ción o>ri ginal de Madrid. t 629 y 1639.
5 t.J ARE?.. 1-ra neiseo. Opus cíe tripiici vi rtui e t heo>ioígica. Fide. Spc et Charitates.
(‘oiniiíra, 1621 (cd. =‘TiícClassics o>f ititernalicínal Law. 1944).
TANZI, Héctor Jc>sé. i.a justicia militar en el derecho india¡io>. etí «Anuario de Es-
tudios Aniericanos» (Escuela cíe Flsiudios Hispano—Anierieano>s). ti” XXVI. Se—
villa. 1969. Fi derecho de giterra en la Atíiérie¿i iiispana, en «Revista de Elisto>—
ría cíe América». n’’ 75—76. México. 1973
VA ¡U i AS Nl ACI It liSA. Bernardo,. Milicia y descripción cíe las Indias (en la «Colee-
ci ón cíe 1 ¿bros raros o euri o>so>s que tía lan cíe A tííé rica». t” Viii y IX. Maclricí. 1892).
VITORIA. Eraticiseo> cíe. Releeciones soibre los indios ve1 derecho cíe guerra (Col.
Austal). Buenos Aires. 1947,
1 66 iléo’¡or José lanzí
ZAPATA GOLLAN. Agustín. La guerra y las armas. lina visión de la América in-
digena (EUDEBA). Buenos Aires. 1965.
ZARATE. Agustín de. Historia del descubrimiento y conquista del Perú (libro V)
(cd.. introducción y notas de Dorothy Mc Mahon. Facultad de Filoisofía y Le-
tras. Buenos Aires. 1965).
ZAVALA, Silvio. Servidumbre natural y libertad cristiana según los tratadistas espa-
ñoles dc los siglos xvi y xvii (Facultad de Filosofía y Letras). Buenos Aires, 1944.
— Las instituciones jurídicas en la co>nquisía de América. Madrid. 1935.