31 de Mayo
31 de Mayo
31 de Mayo
COSAS DIARIAS
Cada vez, a la entrada del nuevo año, suelen hacerse buenos propósitos, pero un año es
muy largo para la inconstancia del carácter humano. Del mismo modo que una iglesia no será
más
fervorosa que lo que sean el conjunto de sus miembros, ni una nación será más rica que la
suma de
las riquezas de sus ciudadanos, el año no será ni más ni menos que el conjunto de los días que
lo
componen. De ahí que la Sagrada Escritura hace tanto énfasis en las cosas diarias. Notemos
nueve
1. Oración diaria
«Hete llamado, OH Jehová, cada día» (Salmo 88:9). — Es imposible vivir una vida
cristiana normal sin la práctica de la oración diaria. Aquel gran hombre de negocios, primer
ministro
del imperio
Daniel, sentía
la
imperativa
necesidad
de subir
cada día
las
escaleras
de su palacio hasta
su cámara
de oración,
y esto no una, sino tres veces al día. El olvido
de
caídas,
y su
poderosas.
deber cristiano.
Por esto es
bueno
impulse
tengamos
delante
de El.
2.
noble ejemplo de los cristianos de Berea. Ellos lo hacían en el entusiasmo de su primer amor,
al
descubrir con emoción a Jesús como el Mesías Redentor. También nosotros leímos la Palabra
de
Dios, quizá más de una vez al día en los primeros tiempos de nuestra conversión, cuando ella
era
un tesoro recién descubierto. ¿Hemos abandonado esta práctica una vez asegurados de que
ella es
una mina de riquezas espirituales para la vida y para la eternidad? ¿Y ahora que conocemos
más su
3. Perdón diario
«Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a los que nos deben»
(Lucas 11:4). — La conexión de este texto con el precedente: «El pan nuestro de cada día»,
muestra la necesidad tanto de recibir cada día de Dios el perdón de nuestros pecados como de
borrar y olvidar por nuestra parte las ofensas de que hayamos podido ser objeto durante el
mismo
espacio de tiempo.
Una ofensa retenida se agranda, como ocurre con la más insignificante bola de
nieve, a menos que sea liquidada y disuelta pronto. De ahí la exhortación apostólica (Efesios
4:26).
Es una hermosa práctica el reflexionar diariamente delante de Dios acerca de los errores y
omisiones cometidos durante el día, pidiendo vista espiritual para apercibirnos de ellos (Job
34:32).
El examen de conciencia, si se deja por semanas o meses es mucho más difícil; ésta es una de
las
vosotros se endurezca con engaño de pecado (Hebreos 3:13). —Este pasaje, y especialmente
el
vers. 15, suele aplicarse a los inconversos, y aunque haya razón para ello, el pensamiento del
apóstol no se dirigía, en esta ocasión, a los inconversos, sino a los creyentes, como puede
verse en
los vers. 6 y 12. «Para retener hasta el cabo la esperanza» sin «apartarse del Dios vivo», es
indispensable no sólo haber depositado fe alguna vez, sino «exhortarnos los unos a los otros
cada
con espíritu sincero y fervoroso, y esto no solamente en el culto semanal de edificación, sino
diariamente. ¿Sobre qué versan las conversaciones que entablamos con nuestros hermanos al
encontrarnos con ellos en la calle, en la plaza o en la oficina? ¿Son exactamente iguales a las
de los
mundanos?
5. Gratitud diaria
Cada día te bendeciré (Salmo 145:2). — Si las bendiciones de Dios son «nuevas cada día»,
natural es que lo sean también nuestras acciones de gracias. No debe limitarse a un Día de
acción
de gracias al año, ni a las alabanzas que suelen tributársele el domingo. Cada día debe haber
un
momento para elevar al trono divino una expresión de gratitud, como el incienso nuevo que
era
puesto cada mañana sobre el altar (Éxodo 30:5). Lo hacen inconscientemente las aves del
cielo,
de la misericordia de Dios!
6. Abnegación diaria
Si alguno quisiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo y tome cada día su cruz y
sígame (Lucas 9:25). — Los actos de servicio abnegado por amor de Cristo no deben ser un
suceso
extraordinario de ciertos días y ocasiones muy especiales en la vida del cristiano. Ciertamente
hay
días diferentes de otros, pero la disposición para el proceder cristiano debe ser una cosa diaria.
¿Qué sacrificio útil podría hacer hoy por mi Señor? ¿Me permitirá El, hoy, sufrir algún duro
reproche o contradicción por causa de su nombre? ¿Cuál deberá ser mi actitud si la cruz
apareciese
hoy por este lado o por el otro? Si tales preguntas se hiciese cada cristiano al levantar la hoja
del
calendario, ningún mal nos sorprendería y las virtudes de nuestra fe brillarían con más fulgor
sobre
el fondo gris u oscuro de nuestra existencia cotidiana. (Véase anécdota La réplica de Pelletier.)
7. Santificación diaria
Cada día muero (1.a Corintios 15:31). — ¿A qué clase de muerte se refería el apóstol en
este misterioso pasaje? Sin duda no solamente al peligro de muerte a que se hallaba expuesto
por
causa del Evangelio, sino a aquella muerte simbolizada por el bautismo a que se refiere
Romanos 6.
Ningún cristiano puede morir del todo al pecado en el día de su entrega al Señor; de otro
modo
fuera ya perfecto. Pero del mismo modo que nuestro cuerpo físico muere un poco cada día por
el
desgaste que en él se produce, así el «cuerpo de pecado», las tendencias al mal, deben ser
amortiguadas un poco cada día, sin darles ocasión a levantarse de nuevo para ejercer el
dominio en
nuestro ser. ¡Ah!, que pudiéramos decir como el apóstol: «Cada día muero.» Entonces
seríamos
acuerdo con la necesidad. ¡Cuántas veces la hemos experimentado en ocasiones de gran apuro
cuando ha pasado.
Nos vemos obligados gozosamente a exclamar: ¡Si me lo hubiesen dicho! ¡Cómo se reveló
en tal casa y cuántos en tal otra era, sin duda, el tema de la conversión de aquellos cristianos.
Aun
cuando no podamos presenciar conversiones con tanta frecuencia, debemos interesarnos cada
día
descanso sin haber hablado a alguna alma del amor de Dios. (Véase anécdota No fue sin fruto.)
¿Cuántos días del año fenecido hemos pasado sin hablar del Señor a nuestros semejantes?
¿De cuántos de los cuales no queda nada registrado a nuestro favor en el Reino de los Cielos?
más útil llenándolo cada día de más abundantes frutos de santidad y servicio.
ANÉCDOTAS
POSEERLA O LEERLA
Cierto colportor entró a ofrecer la Biblia a una casa cuya dueña se preciaba de ser gran
cristiana, la
cual exclamó:
—¿Cree usted, por ventura, que somos paganos, para tratar de evangelizarnos? Sepa usted
que
—Ya lo creo —replicó la dama, y para disipar la duda que había traslucido en la pregunta de
éste,
mandó a la criada—: ¡Chica, trae la Biblia, para que este señor se convenza de que no somos
paganos.
Obedeció la muchacha y, al abrirla, la señora exclamó gozosa: —He aquí los anteojos que
hace dos años perdí y que tantas veces había buscado en vano.
¿Es así como apreciamos la Palabra de Dios?