Estandar 110
Estandar 110
Estandar 110
Tras el triunfo del golpe de estado de Miguel Primo de Rivera en 1923, el rey Alfonso XIII le llamó para
formar un nuevo gobierno y le concedió el cargo de presidente y de ministro único (Directorio Militar).
El Directorio Militar proclamó el estado de guerra durante dos años, suspendió la Constitución de 1876 y las
garantías constitucionales, disolvió las Cortes, implantó la censura de prensa y prohibió las actividades de los
partidos políticos y los sindicatos. Impuso el orden público con duras medidas represivas contra la CNT y el
PCE. También se reprimió cualquier manifestación del nacionalismo, tachado de separatista, y se prohibió el
uso del catalán en el ámbito oficial.
Los gobernadores civiles fueron sustituidos por gobernadores militares. Los ayuntamientos fueron disueltos
y sustituidos por juntas de vocales asociados elegidos por los mayores contribuyentes.
Acometió una reforma de la administración que intentó acabar con el caciquismo. Sin embargo, la aprobación
del Estatuto Municipal dio paso a una nueva administración sometida y centralizada y lejos de desaparecer el
viejo caciquismo lo que se perpetuó fue otro diferente.
Primo de Rivera, consciente de la impopularidad de la guerra marroquí asumió personalmente el Alto
Comisariado en Marruecos. En 1925, España y Francia acordaron una ofensiva militar conjunta. El desembarco
de las tropas en Alhucemas fue un éxito y un año después quedó sometido todo el protectorado.
En esta segunda fase de la dictadura se sustituyó el Directorio Militar por un gobierno civil con clara intenció n
de permanecer en el poder, y afirmó su voluntad de construir un régimen inspirado en las dictaduras autoritarias
de la Europa de entreguerras, especialmente de la Italia fascista de Mussolini.
Impulsó desde el poder la formación de un gran partido de derechas, la Unión Patriótica. Carente de un
programa y una ideología definida, fue solo un instrumento de propaganda gubernamental para asegurar el
apoyo popular al régimen.
En 1926 anunció la convocatoria de una Asamblea Nacional Consultiva, compuesta por representantes del
Estado y de la Unión Patriótica encargada de elaborar una nueva constitución (que nunca llegó a aprobarse).
Estaba bajo el control del gobierno y sus funciones eran meramente consultivas. En 1927 se aprobó el decreto
que dividía a Canarias en dos provincias: S/C de Tenerife y Las Palmas.
La dictadura se benefició de la coyuntura expansiva internacional de los años veinte. Su política económica
se basó en el intervencionismo estatal y el nacionalismo económico. Sus objetivos fueron impulsar la industria
nacional mediante unos elevados aranceles proteccionistas y la concesión de ayudas a grandes empresas.
También creó grandes monopolios estatales como CAMPSA a la que concedió en exclusiva la importación y
venta del petróleo, y la Compañía Telefónica Nacional de España. Se fomentaron grandes obras públicas como
las confederaciones hidrográficas para aprovechar los ríos, tanto para el regadío como para la producción de
energía eléctrica. Esta política de incremento del gasto público no fue acompañada de una reforma fiscal que
equilibrara los ingresos, lo que obligó a una emisión constante de deuda pública.
El final de la dictadura.
A partir de 1926 la dictadura empezó a perder apoyos. El primer intento de acabar con ella fue un fallido
pronunciamiento militar conocido como la “Sanjuanada” en junio de 1926. (en alusión al día que tuvo lugar).
En dicho año se formó la Alianza Republicana que logró unir a las diversas facciones del movimie nto
republicano y hacer una amplia campaña propagandística contra la dictadura en el exterior. También fue en
aumento la oposición de los intelectuales y periodistas, entre los que destacan figuras de prestigio como
Unamuno (que fue desterrado a Fuerteventura), Ortega y Gasset o Blasco Ibáñez. Por su parte los estudiantes
universitarios protagonizaron manifestaciones callejeras contra el dictador. Parte del ejército también se
distanció del dictador tras la disolución del cuerpo de artillería. El PSOE cambió su posición inicial de apoyo
y rechazó los intentos de perpetuarse del régimen y se pronunció a favor de la república.
Primo de Rivera, falto de apoyos, incluso del rey temeroso de que el desprestigio creciente de la dictadura
afectase a la imagen pública de la monarquía, presentó su dimisión en enero de 1930. Alfonso XIII encargó la
formación de gobierno al general D. Berenguer con el fin de retornar a la normalidad constitucional.