5.1 Historia y Experiencia
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Experiencia/ Historia
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DR. FRANCISCO JAVIER CIGARROA ARIAS
Progresión 5. Experiencia/ Historia
Mínima Moralia
Theodore W. Adorno
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DR. FRANCISCO JAVIER CIGARROA ARIAS
Progresión 5. Experiencia/ Historia
El largo intervalo entre las primeras memorias de la guerra y el tratado de paz no es casual:
es testimonio de la fatigosa reconstrucción de los recuerdos, que en todos aquellos libros
lleva aneja cierta impotencia y hasta adulteración independientemente de la clase de
horrores por los que hubieran pasado los narradores. Pero a esta segunda guerra le es ya
tan completamente heterogénea esa experiencia como al funcionamiento de una máquina
los movimientos corporales, que sólo en ciertos estados patológicos se le asemejan.
Cuanta menos continuidad, historia y elementos «épicos» hay en una guerra, cuando en
cada fase suya vuelve en cierto modo a empezar, menos es capaz de dejar una impresión
duradera e inconsciente en el recuerdo. Con cada explosión destruye, dondequiera que se
hallen, los muros a cuyo amparo germina la experiencia y se asienta la continuidad entre el
oportuno olvido y el oportuno recuerdo. La vida se ha convertido en una discontinua
sucesión de sacudidas entre las que se abren oquedades e intervalos de parálisis. Pero
quizá nada sea tan funesto para el porvenir como el hecho de que literalmente nadie pueda
ya advertirlo, pues todo trauma, todo shock no superado en los que regresan es un fermento
de futura destrucción. Karl Kraus tuvo el acierto de titular una de sus obras Los últimos días
de la humanidad. Lo que hoy está aconteciendo habría que titularlo «Tras el fin del mundo».
Con cada explosión destruye, dondequiera que se hallen, los muros a cuyo amparo germina
la experiencia y se asienta la continuidad entre el oportuno olvido y el oportuno recuerdo.
La vanidad y la pobreza de muchas manifestaciones del exilio contra el fascismo guarda
conexión con este hecho. Los que expresan sus pensamientos en la forma del
enjuiciamiento libre, distanciado e ininteresado son los que no han sido capaces de asumir
de esa misma forma la experiencia de la violencia, lo que resta validez a tales
pensamientos. El problema, casi insoluble, es aquí el de no dejarse atontar ni por el poder
de los otros ni por la propia impotencia.
El conocimiento se da antes bien en un entramado de prejuicios, intuiciones, inervaciones,
autocorrecciones, anticipaciones y exageraciones; en suma, en la experiencia intensa y
fundada, más en modo alguno transparente en todas sus direcciones.
Moral y estilo. –El escritor siempre podrá hacer la experiencia de que cuanto más precisa,
esmerada y adecuadamente se expresa, más difícil de entender es el resultado literario,
mientras que cuando lo hace de forma laxa e irresponsable se ve recompensado con una
segura inteligibilidad.
El oído percibe lo que es propio del ojo porque ambos viven la experiencia de una misma
belleza. A ésta la reconoce desde el primer momento: certeza íntima de lo nunca visto.
Bajo la presión de la sociedad, sólo la ingeniosa combinación de trabajo y felicidad puede
aún dejar abierto el camino a la auténtica experiencia.
El gusto es el más fiel sismógrafo de la experiencia histórica. Como ninguna otra facultad
es capaz de registrar incluso su propio comportamiento. Reacciona contra sí mismo y se
reconoce como falto de gusto.
Las grandes obras de arte y las grandes construcciones filosóficas han permanecido
incomprendidas no por su excesiva distancia del núcleo de la experiencia humana, sino por
todo lo contrario, y la propia incomprensión podría reducirse fácilmente a una bien notoria
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“Los propios empiristas admitieron la exactitud de estas afirmaciones. Sólo dijeron que,
dado que no existe la facultad de la Razón Pura en posesión de la humanidad, debemos
aguantar lo que tenemos, experimentar y aprovecharlo al máximo. Se contentaron con
ataques escépticos contra el trascendentalista, con indicaciones de las maneras en que
podríamos captar mejor el significado y el bien del momento que pasa.”
Esta postura ha sido avalada por siglos de historia de la filosofía que han potenciado la
presencia –y persistencia– de los dualismos Experiencia-Razón y Experiencia-Naturaleza
que Dewey critica. Este error inicial de la filosofía tradicional, lleva a Dewey a proponer una
reconstrucción de la filosofía en nombre de la unidad y la continuidad de la experiencia.
Esto no implica eliminar la diversidad, ya que el pluralismo y la heterogeneidad son hechos
empíricos, pero sí que evita caer en la tentación de erigir uno u otro extremo en la
“verdadera realidad”. Para Dewey, hay que integrar a los dualismos en la experiencia
humana puesto que es, de hecho, de donde han surgido:
La función, los problemas y los temas distintivos de la filosofía surgen de las tensiones y
tensiones en la vida comunitaria en la que surge una determinada forma de filosofía y que,
en consecuencia, sus problemas específicos varían con los cambios en la vida humana
que siempre están ocurriendo y que a veces constituyen una crisis y un punto de inflexión
en la historia de la humanidad.
En cuanto al primer factor, la revisión del concepto de experiencia supone adaptarlo a las
circunstancias actuales, en las que ya no tiene sentido apelar a un conocimiento estable y
verdadero. Ahora se trata, más bien, de dar una respuesta efectiva a los problemas que
acosan al hombre. Esa respuesta, según Dewey, no vendrá de la mano de una Razón
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Dewey, pues, sostiene -contra los racionalistas- que la experiencia no se reduce a un estado
de conciencia claro y distinto, ni tampoco -como pretendían los empiristas- es meramente
un asunto de conocimiento, sino que ahora aparece como una relación entre el ser vivo y
su entorno físico y social. Por lo tanto, la postura de Dewey se sitúa a medio camino entre
los racionalistas y los empiristas postulando que la experiencia significa maneras de hacer
y de sufrir, es decir, actividad y pasividad a la vez, sin privilegiar especialmente ninguno de
los dos extremos.
Los grandes problemas de la noción de experiencia han sido, pues, un subjetivismo mal
entendido y/o un intelectualismo demasiado riguroso. La experiencia no es lo meramente
experienciado por un sujeto y menos aun lo que éste experiencia con el objetivo de adquirir
un saber. El conocimiento se convierte sólo en una de las maneras de experienciar por la
que algunos rasgos genuinos de la naturaleza se convierten en manifiestos. La experiencia
es la forma en que se relacionan los objetos, su peculiar manera de conectarse; y este
conjunto de "objetos" incluye tanto al ser vivo como a su entorno.
La experiencia estética es una manifestación, un registro y una celebración de la vida de
una civilización, un medio de promover su desarrollo, y también el juicio último sobre la
cualidad de una civilización. Porque mientras los individuos la producen y la gozan, esos
individuos son lo que son en el contenido de su experiencia a causa de las culturas en que
participan.
Una de las grandes preguntas que inquieta a los filósofos de todos los tiempos es qué es
el conocimiento y de dónde viene. Sobre esta cuestión no hay consenso alguno. Unos
sostienen que la única fuente del conocimiento es la experiencia (son los que se ubican en
el Empirismo). Otros sostienen que esa fuente es la razón (son los partidarios del
Racionalismo). Hay también los que opinan que el conocimiento se origina tanto de la
experiencia como de la razón (posición en la que se ubican los seguidores del
Intelectualismo, el Apriorismo, el Criticismo).
Entre todas las corrientes que tratan de explicar el conocimiento hay dos grandes teorías:
el Empirismo y el Racionalismo. El Empirismo preconiza la experiencia como su principal
fuente, fundamentándose en que se nace tabula rasa, es decir, sin nada de conocimiento,
vacío, y que el niño acumula en la medida en que va desarrollando experiencias en su vida.
El Racionalismo, por su parte, se funda en la razón, basado en que sin esta nuestros
conocimientos estarían desvinculado de la realidad (Hessen, 1956; Quintanilla, 1976). Al
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final, no hay acuerdos, y cada quien se alinea en una determinada postura filosófica de
acuerdo con su criterio personal. No obstante, asúmase la posición que se quiera, es
incontrovertible la importancia de la experiencia en la formación del conocimiento. Esa
experiencia puede, en consecuencia, ser utilizada para propósitos pedagógicos, de
enseñanza-aprendizaje o autoaprendizaje, en distintas modalidades en las que el
pensamiento crítico6 juega un rol fundamental.
En esta sección temática abrimos un espacio de reflexión y discusión acerca de cómo los
estudiantes construyen sus experiencias en torno a la escuela, sus vivencias y el sentido
que tiene para ellos estudiar. Queremos conocer qué les pasa y la manera particular como
viven y sienten los acontecimientos escolares, para ello, proponemos un abordaje de los
alumnos y estudiantes como sujetos de la experiencia. Incursionamos en la dimensión
subjetiva ya que consideramos que es un ámbito esencial para comprender a la escuela en
tanto institución y al sistema educativo en su conjunto, sus problemas, cambios y desafíos.
Hume y la experiencia
Para Hume la experiencia es la piedra de toque en el conocimiento sobre cuestiones de
hecho. Así, mostraremos que el sentido que adquiere la experiencia en las inferencias
causales es el de casos que recogemos mediante la observación y organizamos en
colecciones o patrones, los que funcionan como evidencia para establecer o justificar
enunciados epistémicos. Por último, para comprender la especificidad de su función en este
tipo de inferencias, distinguiremos la experiencia de las impresiones y del hábito.
La lectura de la obra de Hume nos muestra una diversidad de usos de la noción de
experiencia que de alguna manera confluyen e inciden en las razones que hemos
mencionado recién. Podemos distinguir que en sus textos la experiencia alude, por un lado,
a un fenómeno preconceptual, es decir, a los contenidos del acto de percepción, entendidos
como ciertos estados de cosas que se presentan ante la mente. Pero también hace
referencia a un principio operativo de la naturaleza humana que nos “enseña”.
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