CRONICA
CRONICA
CRONICA
Características de la crónica:
Crónica informativa: Se limita a informar del suceso, sin emitir juicios de valor.
Crónica informativa
Diferencias
1.-La noticia se escribe para un receptor presuroso, que no puede dedicar todo su
tiempo disponible a un solo asunto, por ello el periodista no puede detenerse en
detalles secundarios ni en descripciones minuciosas.
2.-La crónica informativa es más extensa que la noticia.
3.-En la entrada de la noticia se recoge lo más sobresaliente del hecho, de tal modo
que tan solo con leer el primero y cuando mucho el segundo párrafo el lector queda
suficientemente enterado. En la crónica por el contrario, se comienza
cronológicamente, con lo que ocurrió primero, aunque ello no sea lo más importante.
4.-En una noticia puede hacerse uso de diferentes formas de desarrollo. En la crónica
informativa el desarrollo siempre es cronológico; al redactar se sigue el mismo orden
del acontecimiento.
Son materia de crónica informativa la mayoría de los actos públicos previstos, que
obedecen a un programa elaborado de antemano: conferencias, asambleas, sesiones
de trabajo, competencias deportivas, mítines políticos, viajes de un personaje, desfiles,
manifestaciones, ceremonias, etc.
Pero cualquier otro hecho sobresaliente no previsto puede ser objeto de una crónica:
un incendio., un acto represivo, una matanza, un accidente aéreo, etc.
Ejemplo pág. 157
CRÓNICA OPINATIVA.
Ultimo Momento
20:39 | Murió Ryszard Kapuscinski, un maestro de la crónica
periodística
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La muerte, que tantas veces quiso seducirlo durante sus arriesgadas coberturas de golpes de estado y
revoluciones en el Tercer Mundo, lo encontró en su Polonia natal, tras una delicada operación. A los 74
años murió Ryszard Kapuscinski, convertido en un clásico del periodismo de reportaje.
Nacido en la aldea polaca de Pinsk (hoy territorio de Bielorrusia), Kapuscinski estudió en la Universidad
de Varsovia y en 1958, aburrido de crónicas periodísticas locales, convirtió en realidad un sueño de su
niñez: atravesar las fronteras de Polonia para convertirse en corresponsal de prensa en el extranjero.
Durante 23 años, Kapu (como lo llamaban cariñosamente muchos de sus lectores) cubrió 17 golpes de
estado y revoluciones en países de América Latina, Africa y Asia.�Todas como enviado de la PAP, la
agencia oficial de noticias polaca.
Escribió, entre otros libros, "Un día más con vida" (una crónica de la guerra de liberación en Angola),
"Ebano" (un conjunto de anécdotas sobre Africa) y "La guerra del fútbol" (que incluye un apasionante
relato de las escaramuzas entre Honduras y El Salvador, en 1969).
A diferencia de sus colegas de agencias ricas, Kapuscinski se alojaba en barrios modestos, lejos de los
grandes hoteles y muy cerca de la gente común, aspecto que consideraba clave para construir sus
historias. "Las malas personas no pueden ser buenos periodistas de reportajes: no pueden comprender
a los demás ni ser apreciados por ellos", explicó alguna vez.
De esa fórmula surgieron relatos inolvidables, pequeñas delicias que justifican el placer de leer (y
escribir). Como el fascinante encuentro con una cobra en plena sabana africana. O la minuciosa
descripción de cómo empezaba cada día de gobierno el emperador Haile Selassie, de Etiopía. ¿Como
olvidar a Carlota, aquella guerrillera del MPLA de Angola que acompañó a Kapuscinski en un viaje al
frente de combate? Sencillamente imposible.
Kapu trabajó en la PAP hasta 1981, cuando todavía parecía difícil de imaginar un desmoronamiento
estrepitoso del Pacto de Varsovia. Viajero incansable, siguió adelante con su costumbre de recorrer el
mundo. Pero esta vez no para seguir la meandrosa trayectoria que trazan golpes de estado y
sangrientas revueltas, sino -ya convertido en un clásico del periodismo- para formar a estudiantes
con sus vivencias.
El reconocimiento a la magnitud de su obra, tan sólida como sus convicciones sobre la labor que
debe desempeñar un periodista, se vio traducido en múltiples premios, entre ellos el Príncipe de
Asturias de las Comunicaciones y las Humanidades, en 2003. También se lo mencionó, en los últimos
dos años, como un firme candidato al Nobel de Literatura.
Su último libro en español, fue "Viajes con Heródoto" (Anagrama), que apareció en la Argentina el año
pasado. Casi como si intuyera su despedida, Kapuscinski incluyó nostalgiosos relatos de su paso�como
estudiante por la�Universidad de Varsovia y su trabajo en el periódico Sztandar Mlodych, así como de
sus primeras coberturas internacionales, que lo llevaron a una India que se abría al mundo tras el
dominio colonial inglés y a la inescrutable�China de Mao.
Como cuenta Jorge Herralde -editor de casi todos sus�obras en español- en su�reciente libro
"Por�orden alfabético",�Kapuscinski tenía en preparación un�volumen dedicado a sus vivencias en
Latinoamérica. Quizás la aparición de ese trabajo -en un futuro- sirva como un pequeño consuelo
para los lectores de esta parte del mundo. Que se conmovieron con sus relatos. Y que difícilmente
podrán olvidarlo.
LaMalaPalabra presenta en forma de pepa la crónica inédita que Ryszard Kapuscinski, el mejor
periodista del mundo, escribió sobre su segunda visita a Bolivia, cuando nuestro país tuvo dos
presidentes en la mañana y tres en la tarde de un martes de agosto de 1970. Otra obra maestra del
capo Kapu.
Bolivia, 1970
Ryszard Kapuscinski
Hay una demostración en el otro lado de La Paz. Gente vestida de
negro reunida frente a la universidad: estudiantes, madres y
padres, hermanas y hermanos, esposas e hijos de aquellos que
murieron en Teoponte. Van en una procesión hacia la zona de
Miraflores, donde se encuentra el Estado Mayor. Pasan por las
angostas calles de la vieja ciudad, que se eleva pronunciadamente
o cae precipitadamente. En toda La Paz no hay una sola calle del
mismo nivel. Caminar por ahí es exhaustivo.
Los guardias centinelas del Estado Mayor nos admiten sin decir ni
una palabra, porque las personas de negro han estado yendo allí
cada día hace un mes, y hay una orden establecida para admitirlos.
Entramos en una oficina en el edificio central donde, hace un mes,
se lleva a cabo cada día el mismo acto. Las familias se sientan en
bancas, y el Comandante del Ejército entra para oírlos protestar.
Quieren que el Ejército devuelva los cuerpos de los caídos. El
comandante responde que eso es imposible por razones de
seguridad nacional. Por supuesto que no hay razones de
seguridad. El Comandante sostiene que todos los guerrilleros
murieron en el campo de batalla. De hecho les dispararon detrás de
sus cabezas tan pronto se rindieron. Los cuerpos constituyen
evidencia de un crimen, y eso es lo que menos desea el Ejército.
Pero esta vez, en el Estado Mayor, hay una gran confusión. Varias
armas fueron lanzadas sobre las mesas y hay papeles regados en
los corredores. El desorden es de un golpe de Estado que recién
finalizó. El golpe no duró mucho. La estación radial del Ejército en
La Paz transmitió un comunicado que decía que la Armada estaba
demandando la renuncia del presidente de la República, el general
Alfredo Ovando. Ovando estaba durmiendo tranquilamente en la
ciudad de Santa Cruz, a 1.000 kilómetros al este de La Paz. Lo
despertaron y le comunicaron las malas noticias. El Presidente
decidió esperar nuevos acontecimientos. No ocurrió nada durante
muchas horas porque los rebeldes, liderados por el general Rogelio
Miranda, habían decidido esperar en La Paz y observar qué haría el
Presidente. Ovando estaba esperando en Santa Cruz y Miranda
esperaba en La Paz. Ambos sabían muy bien las reglas del "Coup
détat" (golpe de Estado).