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CRONICA

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Hasta mediados del siglo pasado, cuando el periodismo recibió un importante impulso a

la modernidad, los periodistas se definían a sí mismo como “cronistas”, y a sus


informaciones les daban el nombre de “crónicas”.
La crónica es el antecedente directo del periodismo actual. Es el relato pormenorizado,
secuencial y oportuno de los acontecimientos de interés colectivo. Se ocupa de narrar
como sucedió un determinado hecho; recrea la atmosfera en que se producen los
acontecimientos públicos.

Características de la crónica:

Relato: Se pretende hacer la historia de un suceso, es decir la exposición en orden


cronológico de cada uno de los momentos y elementos que hacen importante un
acontecimiento.

Público: Debe escribirse con lenguaje claro y sencillo.

Oportuno: El relato debe ofrecerse en el momento preciso cuando acaba de ocurrir, si


se trata, de un hecho de actualidad.

Como sucedió: En el desarrollo de la crónica se responde a las interrogantes


periodísticas (qué, quién, cómo, cuándo, dónde y por qué) pero a diferencia de la
noticia, cuya función primordial es responder que paso, la crónica se sustenta en el
cómo.
La crónica es una de las expresiones periodísticas más literarias. Describe a los
personajes desde muy distintos ángulos y emplea recursos dramáticos para “prender”
al lector.

Tres clases de crónica:

Crónica informativa: Se limita a informar del suceso, sin emitir juicios de valor.

Crónica opinativa: en ella se informa y comenta al mismo tiempo; el reportero debe


conocer perfectamente el tema que trata para lograr el equilibrio entre lo objetivo y
subjetivo de la información.

Crónica Interpretativa: Hace interpretaciones y emite juicios acerca del hecho en


general o de sus elementos sustanciales. (de lo que tiene mucha importancia).

Crónica informativa

La información cronológica y pormenorizada de un acontecimiento, sin que en el escrito


intervengan las opiniones y juicios del periodista.
En determinados casos un diario suele ofrecer en la edición del mismo día dos clases
de escritos sobre un acontecimiento importante: la noticia del hecho y la crónica del
mismo. La primera satisface a los lectores que solo desean enterarse de lo
sobresaliente en cuanto al que sucedió; la segunda a los lectores que además quieren
conocer como sucedió, paso a paso, en sus principales detalles.
La crónica informativa amplia, desmenuza el hecho noticioso.

Semejanza entre la noticia y la crónica informativa


1.-Noticia y crónica informativa abordan hechos reales de actualidad.
2.-Ambas se redactan en estilo objetivo. No caben en estas los juicios del reportero,
aunque en ciertos casos la crónica informativa acepta algunas expresiones valorativas
para matizar, realzar o darle viveza al relato.
3.-Las dos tienen por objeto informar.

Diferencias

1.-La noticia se escribe para un receptor presuroso, que no puede dedicar todo su
tiempo disponible a un solo asunto, por ello el periodista no puede detenerse en
detalles secundarios ni en descripciones minuciosas.
2.-La crónica informativa es más extensa que la noticia.
3.-En la entrada de la noticia se recoge lo más sobresaliente del hecho, de tal modo
que tan solo con leer el primero y cuando mucho el segundo párrafo el lector queda
suficientemente enterado. En la crónica por el contrario, se comienza
cronológicamente, con lo que ocurrió primero, aunque ello no sea lo más importante.
4.-En una noticia puede hacerse uso de diferentes formas de desarrollo. En la crónica
informativa el desarrollo siempre es cronológico; al redactar se sigue el mismo orden
del acontecimiento.

Son materia de crónica informativa la mayoría de los actos públicos previstos, que
obedecen a un programa elaborado de antemano: conferencias, asambleas, sesiones
de trabajo, competencias deportivas, mítines políticos, viajes de un personaje, desfiles,
manifestaciones, ceremonias, etc.
Pero cualquier otro hecho sobresaliente no previsto puede ser objeto de una crónica:
un incendio., un acto represivo, una matanza, un accidente aéreo, etc.
Ejemplo pág. 157

Elementos para el reporteo de una crónica informativa

1.-Antecedentes del acontecimiento. Conocer las causas que origina un congreso,


saber los motivos de una manifestación, los objetivos de un mitin; estar al tanto de la
hora y las circunstancias en que llegaron los protagonistas, que dijeron; informarse de
acontecimientos similares anteriores, etc.
2.- Localización. Registrar adecuadamente el lugar en que ha de celebrarse el suceso:
a)Cupo de la sala o la plaza
b)Amueblado, características de la tribuna, forma y dimensión del escenario
c)Utilería y decorado: cortinas, escudos, emblemas, carteles, pancartas, aparatos de
sonidos, etc.
3.- Registro del tiempo. Es preciso que el reportero constate, con la mayor fidelidad, la
hora precisa en que va desarrollándose cada uno de los elementos de interés.
4.- Participantes:
a) Miembros que componen el presídium, nombre de cada quien, cargos, formas de
vestir, su actitud durante el acto y manera de participar.
b)Oradores: además de lo anterior, conviene registrar en relación con su participación
directa, su figura, su mímica, sus reacciones, su dicción, su estado de ánimo.
5.- Auditorio:
a)Calidad y cantidad de quienes van a presenciar el acto.
b)Su actitud: si llevan o no carteles, banderas; si han ido voluntaria o
involuntariamente.
c)Sus reacciones: aplausos, abucheos, bostezos, risas, gritos, porras.
d)Sus comentarios: Antes y después del acto, el reportero debe conocer la opinión del
público. En ciertos casos puede ser conveniente que el cronista realice breves
entrevistas para palpar mejor el sentir del público.
6.-Texto: Cuando se trata de conferencias leídas o del estudio de ponencias, el
reportero deberá conseguir copias.
Sobre el tema abordado, el cronista debe hacer un análisis periodístico:
a)Visión panorámica de la conferencia o discurso. Que trato, que trascendencia tuvo lo
que dijo; que conclusiones pueden sacarse.
a)Visión parcial. Registro de frases rotundas y vigorosas; frases gráficas, pintorescas;
imágenes y metáforas, frases sintéticas que representen un resumen de lo dicho; cifras
y nombres.

CRÓNICA OPINATIVA.

Ultimo Momento
20:39 | Murió Ryszard Kapuscinski, un maestro de la crónica
periodística

El escritor y cronista polaco tenía 74 años. No pudo recuperarse de una complicada


operación a la que fue sometido en Varsovia, debido a una prolongada enfermedad.
Cubrió golpes de estado y revoluciones en América Latina, Asia y Africa, que plasmó en
libros como "Un día más con vida", "Ebano" y "La guerra del fútbol", entre otros.
Sociedad |

CLASICO. Kapuscinski, en diciembre de 2004. (EFE)

1 de 1

Miguel Middonno. De la Redacción de Clarín.com


mmiddonno@claringlobal.com.ar

La muerte, que tantas veces quiso seducirlo durante sus arriesgadas coberturas de golpes de estado y
revoluciones en el Tercer Mundo, lo encontró en su Polonia natal, tras una delicada operación. A los 74
años murió Ryszard Kapuscinski, convertido en un clásico del periodismo de reportaje.

Nacido en la aldea polaca de Pinsk (hoy territorio de Bielorrusia), Kapuscinski estudió en la Universidad
de Varsovia y en 1958, aburrido de crónicas periodísticas locales, convirtió en realidad un sueño de su
niñez: atravesar las fronteras de Polonia para convertirse en corresponsal de prensa en el extranjero.

Durante 23 años, Kapu (como lo llamaban cariñosamente muchos de sus lectores) cubrió 17 golpes de
estado y revoluciones en países de América Latina, Africa y Asia.�Todas como enviado de la PAP, la
agencia oficial de noticias polaca.

Escribió, entre otros libros, "Un día más con vida" (una crónica de la guerra de liberación en Angola),
"Ebano" (un conjunto de anécdotas sobre Africa) y "La guerra del fútbol" (que incluye un apasionante
relato de las escaramuzas entre Honduras y El Salvador, en 1969).

A diferencia de sus colegas de agencias ricas, Kapuscinski se alojaba en barrios modestos, lejos de los
grandes hoteles y muy cerca de la gente común, aspecto que consideraba clave para construir sus
historias. "Las malas personas no pueden ser buenos periodistas de reportajes: no pueden comprender
a los demás ni ser apreciados por ellos", explicó alguna vez.

De esa fórmula surgieron relatos inolvidables, pequeñas delicias que justifican el placer de leer (y
escribir). Como el fascinante encuentro con una cobra en plena sabana africana. O la minuciosa
descripción de cómo empezaba cada día de gobierno el emperador Haile Selassie, de Etiopía. ¿Como
olvidar a Carlota, aquella guerrillera del MPLA de Angola que acompañó a Kapuscinski en un viaje al
frente de combate? Sencillamente imposible.

Kapu trabajó en la PAP hasta 1981, cuando todavía parecía difícil de imaginar un desmoronamiento
estrepitoso del Pacto de Varsovia. Viajero incansable, siguió adelante con su costumbre de recorrer el
mundo. Pero esta vez no para seguir la meandrosa trayectoria que trazan golpes de estado y
sangrientas revueltas, sino -ya convertido en un clásico del periodismo- para formar a estudiantes
con sus vivencias.

El reconocimiento a la magnitud de su obra, tan sólida como sus convicciones sobre la labor que
debe desempeñar un periodista, se vio traducido en múltiples premios, entre ellos el Príncipe de
Asturias de las Comunicaciones y las Humanidades, en 2003. También se lo mencionó, en los últimos
dos años, como un firme candidato al Nobel de Literatura.

Su último libro en español, fue "Viajes con Heródoto" (Anagrama), que apareció en la Argentina el año
pasado. Casi como si intuyera su despedida, Kapuscinski incluyó nostalgiosos relatos de su paso�como
estudiante por la�Universidad de Varsovia y su trabajo en el periódico Sztandar Mlodych, así como de
sus primeras coberturas internacionales, que lo llevaron a una India que se abría al mundo tras el
dominio colonial inglés y a la inescrutable�China de Mao.

Como cuenta Jorge Herralde -editor de casi todos sus�obras en español- en su�reciente libro
"Por�orden alfabético",�Kapuscinski tenía en preparación un�volumen dedicado a sus vivencias en
Latinoamérica. Quizás la aparición de ese trabajo -en un futuro- sirva como un pequeño consuelo
para los lectores de esta parte del mundo. Que se conmovieron con sus relatos. Y que difícilmente
podrán olvidarlo.

sábado, 19 de septiembre de 2009


Bolivia, 1970 (crónica inédita de Ryszard Kapuscinski)

LaMalaPalabra presenta en forma de pepa la crónica inédita que Ryszard Kapuscinski, el mejor
periodista del mundo, escribió sobre su segunda visita a Bolivia, cuando nuestro país tuvo dos
presidentes en la mañana y tres en la tarde de un martes de agosto de 1970. Otra obra maestra del
capo Kapu.

Bolivia, 1970

Ryszard Kapuscinski
Hay una demostración en el otro lado de La Paz. Gente vestida de
negro reunida frente a la universidad: estudiantes, madres y
padres, hermanas y hermanos, esposas e hijos de aquellos que
murieron en Teoponte. Van en una procesión hacia la zona de
Miraflores, donde se encuentra el Estado Mayor. Pasan por las
angostas calles de la vieja ciudad, que se eleva pronunciadamente
o cae precipitadamente. En toda La Paz no hay una sola calle del
mismo nivel. Caminar por ahí es exhaustivo.

La gente conoce lo qué ocurrió en Teoponte y en qué clase de


procesión participan. Paran y se quitan los sombreros, y los
indígenas, temerosos de Dios, se arrodillan en las aceras. María
Cecilia agarra el brazo de María Luisa, quien perdió a tres hijos en
un solo día. Yo camino al final de la procesión, porque quiero ver
qué pasará.

Los guardias centinelas del Estado Mayor nos admiten sin decir ni
una palabra, porque las personas de negro han estado yendo allí
cada día hace un mes, y hay una orden establecida para admitirlos.
Entramos en una oficina en el edificio central donde, hace un mes,
se lleva a cabo cada día el mismo acto. Las familias se sientan en
bancas, y el Comandante del Ejército entra para oírlos protestar.
Quieren que el Ejército devuelva los cuerpos de los caídos. El
comandante responde que eso es imposible por razones de
seguridad nacional. Por supuesto que no hay razones de
seguridad. El Comandante sostiene que todos los guerrilleros
murieron en el campo de batalla. De hecho les dispararon detrás de
sus cabezas tan pronto se rindieron. Los cuerpos constituyen
evidencia de un crimen, y eso es lo que menos desea el Ejército.

Pero esta vez, en el Estado Mayor, hay una gran confusión. Varias
armas fueron lanzadas sobre las mesas y hay papeles regados en
los corredores. El desorden es de un golpe de Estado que recién
finalizó. El golpe no duró mucho. La estación radial del Ejército en
La Paz transmitió un comunicado que decía que la Armada estaba
demandando la renuncia del presidente de la República, el general
Alfredo Ovando. Ovando estaba durmiendo tranquilamente en la
ciudad de Santa Cruz, a 1.000 kilómetros al este de La Paz. Lo
despertaron y le comunicaron las malas noticias. El Presidente
decidió esperar nuevos acontecimientos. No ocurrió nada durante
muchas horas porque los rebeldes, liderados por el general Rogelio
Miranda, habían decidido esperar en La Paz y observar qué haría el
Presidente. Ovando estaba esperando en Santa Cruz y Miranda
esperaba en La Paz. Ambos sabían muy bien las reglas del "Coup
détat" (golpe de Estado).

Ovando ya había derribado a dos presidentes. Paz Estenssoro en


1964 y Adolfo Siles cinco años antes. Ovando fue presidente por un
año. Había empezado como un político izquierdista, nacionalizando
la sucursal local de Gulf Oil y restaurando la legalidad de las
uniones de comercio. Se dijo que por esas acciones él quería
borrar un punto doloroso de su biografía: había dado la orden para
acabar con el herido Ernesto Che Guevara. Era un hombre de
instrucción pobre con una cara preocupada. No sonreía y durante
varios días podía permanecer sin hablar. Tal vez sentía que no
tenía nada que decir. Habiendo contentado a la izquierda por seis
meses, Ovando comenzó los siguientes seis meses a contentar a la
derecha. Sin embargo, no los pudo satisfacer, porque la derecha
decidió retirarlo.

Ovando retornó a La Paz por la tarde. Su avión aterrizó en la base


militar de El Alto, a 4.100 metros de altura sobre el nivel del mar en
el gran altiplano. El altiplano terminaba abruptamente en un
precipicio. Al final del precipicio se encuentra La Paz. Quien
controla El Alto tiene una gran oportunidad de controlar La Paz, ya
que es fácil bombardear la ciudad desde el borde del precipicio.
Juan José Torres.

Un golpe de Estado contiene muchos elementos de espectáculo.


Ovando fue saludado por el general Juan José Torres, el anterior
ministro de Defensa en el gobierno de Ovando, a quien el
Presidente había sustituido para aplacar a la derecha. Muchos
oficiales de la Fuerza Aérea Boliviana lo saludaron; la Fuerza Aérea
había declinado tomar parte del golpe. Fue al palacio presidencial e
hizo un discurso desde el balcón. Desde ahí se ve toda la plaza
principal, conocida como Plaza Murillo. La plaza estaba llena de
gente. Se habían enterado del golpe y vinieron a ver el espectáculo.
Una orquesta tocaba en el centro de la plaza. Cuando el general la
vio, la orquesta se calló; Ovando anunció, más o menos, que
todavía era y seguiría siendo Presidente. Apeló al Ejército ha
mantener el sentido común y a la gente la unidad. Algunos
aplaudieron y otros silbaron su insatisfacción de que nada había
cambiado.

Ovando retornó a su oficina e hizo una llamada telefónica a


Miranda, quien como Comandante del Ejército estaba sentado en
su oficina en el Estado Mayor. Convinieron continuar su
negociación en suelo neutral, en la residencia del nuncio papal.

La negociación comenzó a medianoche. A las tres de la mañana


Miranda mostró ser sensato y se dio cuenta que Ovando es
respaldado por una poderosa fuerza, mientras que él sólo tenía a
unos pocos oficiales. Ovando se vio victorioso. Demandó un
receso, condujo al Estado Mayor y retornó una hora después
rodeado por una escolta de personas armadas hasta los dientes. La
negociación continuó.

A las seis de la mañana (era lunes) concluyeron con el siguiente


pacto: ambos, el Presidente de la República y el Comandante del
Ejército, presentarían sus renuncias. Los oficiales de las
guarniciones en La Paz votarían al respecto. Si aprobaban las
renuncias, el Presidente y el Comandante darían un paso al
costado; si los oficiales las rechazaban, seguirían con las
negociaciones y buscarían otra solución.

Los oficiales se reunieron a las tres de la tarde. En un sufragio


secreto, 317 votaron por la renuncia y 40 en contra.

Ovando ignoró el resultado. Dos horas después, apareció en el


balcón del Palacio y dijo al público expectante que, como
Presidente de la República, estaba revocando al general Miranda
de su puesto como Comandante del Ejército. El Ejército se dividió.
Algunos estaban al lado de Ovando y otros de Miranda. Las
facciones opuestas cargaron sus armas, calentaron los motores de
sus tanques y aviación. Hay hambre de guerra en el aire.

Ovando no tenía la fuerza mental para aguantar por mucho tiempo.


Temía una matanza y decidió retroceder, aún cuando la mayoría de
la guarnición estaba de su lado. Todo el lunes por la noche hasta el
martes se realizó una dramática reunión de gabinete en la
residencia de Ovando. Los ministros lo impulsaban a mantenerse,
pero Ovando repetía: no, no. Quería paz; quería ser embajador en
Madrid. Ovando era neurasténico, y esta noche decisiva se
encontraba con una actitud derrotista que era incapaz de controlar.
A las seis de la mañana aplazó la reunión de gabinete, escribió una
carta de renuncia, entró en su auto y condujo hacia la Embajada de
Argentina para pedir asilo.

Mientras tanto, otro vehículo se dirigía velozmente a El Alto. El


general Juan José Torres estaba dentro. En la base, los oficiales de
la Fuerza Aérea fieles al gobierno (el cual ya no existía) y
representantes de la Central Obrera Boliviana y la Federación de
Estudiantes estaban esperándolo. Se estableció un concilio.

Torres fue escogido unánimemente como Presidente Provisional


del Gobierno Revolucionario de Bolivia.

Pero en el Estado Mayor no estaban desprevenidos. Anoticiado de


la renuncia de Ovando, el general Miranda llamó a una reunión con
los rebeldes, quienes lo eligieron como Presidente de la República.
Bolivia ahora tenía dos presidentes: Torres y Miranda.

Cada presidente disponía de una parte del Ejército. Una colisión


entre bandos traería una matanza y la disolución del Ejército. Ni
Torres ni Miranda querían eso; eran generales y estaban apoyados
en el Ejército.

En una ocasión, una persona sabia dijo que en política no tienes


que hacer nada, porque de todas formas la mitad de los problemas
no podían ser resueltos, y la otra mitad se resuelven de por sí. En
política, tienes que saber cómo esperar. Quien espera mejor, gana.
Torres esperó (en El Alto) y Miranda esperó (en el Estado Mayor).
Miranda había salido del golpe muy confundido. En primer lugar
había creado el problema anunciando el golpe, pero no sabía qué
hacer después. Miranda no poseía un gran intelecto. No sabía
cómo unir los hechos; no era capaz de pensar. Se paseaba por el
Estado Mayor arrugando su frente.
El maestro Ryszard Kapuscinski.

Los rebeldes, quienes habían confiado en su comandante, tampoco


sabían qué hacer. Habían apoyado el golpe de Miranda, eligiéndolo
como presidente, pero nada había cambiado. Ninguna orden se dio
para ocupar el Palacio o para formar un gobierno. Los rumores
aparecieron en la tropa de los rebeldes. Miranda todavía estaba
tratando de imaginar, rompiéndose los sesos, presionando su
anatomía, pero ninguna estrategia emergió.

No estaba pensando pero, lo más importante, no estaba actuando.

Los oficiales de la guarnición llamaron a una reunión en la cual


decidirían nombrar un triunvirato presidencial compuesto por los
comandantes de tres de los cuerpos de las Fuerzas Armadas. El
triunvirato incluía al general Efraín Guachalla (Ejército), general
Fernando Sattori (Fuerza Aérea) y el almirante en reserva Alberto
Albarracín (Naval). Tomaron juramento un martes a mediodía en el
palacio presidencial.

El martes en la mañana, Bolivia tenía dos presidentes (Torres y


Miranda). El martes por la tarde tenía tres nuevos presidentes
(Guachalla, Sattori y Albarracín). Los presidentes de la tarde fueron
posesionados y los de la mañana no, así que el respaldo legal de
los presidentes de la tarde era mejor y los presidentes de la
mañana tuvieron que desistir.

De hecho, sólo Miranda resignado intentó dar pelea para llegar a la


presidencia. Los presidentes conformaron un gabinete. Nombraron
a 18 ministros. El gabinete duró unas pocas horas. Uno de los
presidentes, el general Sattori, fue a El Alto en la noche del martes
para negociar con Torres. A las tres de la mañana se anunció su
renuncia y su respaldo a Torres. Los dos presidentes restantes
renunciaron dos horas después. Eran las cinco en punto de la
mañana.

Minutos después un hombre de Torres, el comandante del batallón


para la seguridad del gobierno, mayor Rubén Sánchez, ocupó el
Palacio Presidencial con sus fuerzas. Telefoneó a la Fuerza Aérea
de El Alto: "Señor Presidente, el camino al palacio está despejado".

A las seis de la mañana, Torres dejó El Alto y fue a la ciudad. Fue


transportado en un jeep. Una larga columna de vehículos lo seguía,
llevando soldados de las unidades que lo respaldaban. Multitudes
que lo aclamaban se ago1paron al lado del camino. Los residentes
de las zonas pobres Villa Victoria y Munaypata estaban ahí.
Mineros de Catavi y Oruro. Campesinos de Cochabamba y Santa
Cruz, estudiantes de la Universidad Mayor de San Andrés. Torres
pasó por ahí, cansado después de una noche de desvelo pero
sonriendo. Se inclinaba y decía: “Muchas gracias”, porque la gente
lo había llevado al poder. Hubo una huelga general en todo el país
desde el martes, como una demostración de gran respaldo a
Torres. Miranda y sus rebeldes sabían que no podrían ser capaces
de tomar el poder. Se rindieron. Miranda había renunciado y pidió
asilo en la embajada de Paraguay.

Después de la llegada al Palacio Presidencial, Torres pronunció un


discurso desde el balcón. Una multitud de seguidores llenó la Plaza
Murillo y todos los alrededores. La gente lo aclamó en medio de
una atmósfera de gran festividad. Torres habló de la revolución y la
dignidad, sobre el trabajo y una mejor vida. Dijo que el gobierno
combatiría al fascismo, que la gente sería libre. Emergería un
gobierno de trabajadores, campesinos, estudiantes y soldados. La
multitud estalló en gritos.

El general Reque Terán, quien gracias a Torres se convirtió en el


Comandante del Ejército, ahora habla con las familias de aquellos
que cayeron en Teoponte. Expresa su comprensión y promete
ayuda. Miro por la ventana a los oficiales del Ejército en el barrio
residencial colindante al Estado Mayor. Los soldados están
cargando equipaje y muebles en camiones. Es día de mudanza.
Cada golpe representa un día de mudanza. Aquellos que apoyaron
a los perdedores son enviados a destinos lejanos. Quienes
resultaron en el bando ganador se trasladan a cuarteles más
espaciosos.

- "¿Es usted periodista?", me pregunta. Me había visto escribir en


mi libreta.
- "Sí", respondí.
- "¿De dónde?", pregunta.
- "De Polonia".
- "Ah, de Polonia. ¿Es su primera vez en Bolivia?". - "No. La
segunda".
- "La segunda. Entonces no conoce este país. Nosotras tampoco lo
conocemos. Hay quienes dicen que este país no debería existir.
Que Brasil podría ocupar una parte de éste. Argentina otra parte y
Perú el restó. Pero éste es nuestro Estado, y una vez que un
Estado aparece, seguirá existiendo. ¿Alguna vez vio un Estado
nacer y luego desaparecer? Es imposible".

- "Pienso que es un país difícil de entender. ¿Sabía que Torres


ganó gracias a los muchachos de Teoponte? Déjeme explicarle.
Cuando ellos se encontraban en Teoponte hubo una protesta de
que el gobierno estaba permitiendo el caos, que estaba permitiendo
una guerra civil. Un gobierno así tiene que ser sustituido y se formó
una administración de mano dura. Eso es exactamente lo que
Miranda y su gente, toda el ala derechista, dijeron. Pensaron que
todo vendría fácilmente. No se prepararon, improvisaron".

- "Entre nosotros los latinos, todo es improvisado. La cosa más


importante es comenzar y luego sólo tomamos lo que Dios nos
otorga. Pero Dios casi nunca otorga, soy un hombre viejo, créame
lo que le digo. ¿Sabe cuántos golpes he vivido? Por lo menos 20.
Vi seis cambios de presidente en tres días, simplemente porque
Miranda no sabe cómo pensar. Torres es un hombre honesto.
Viene de la gente pobre. Nunca conoció a su padre, y su madre es
una indígena. Torres es su representante. Pero cuánto tiempo será
capaz de resistir, no lo sé”.
* En julio de 1970, Chato Peredo, vengando la muerte de sus dos hermanos, Coco e Inti –ambos
asesinados por servir en las guerrillas con el Che Guevara en Bolivia– formó su propio ejército
revolucionario. Consistía de 75 hombres, la mayoría de ellos estudiantes; su meta era “la
victoria de la revolución, la creación de un gobierno del pueblo y la nacionalización de todas
las riquezas”. El 18 de dicho mes, su unidad se internó en la jungla boliviana y fue rápidamente
rodeada por el Ejército boliviano y, después de ser privados de comida y agua, se rindieron en
el pueblo de Teoponte. Hubo ocho sobrevivientes. 12 habían muerto en la jungla, 55 fueron
ejecutados por el Ejército. Ryszard Kapuscinski llegó a Bolivia un mes después. (Nota
aclaratoria de los editores de la revista Granta (número 33), que publicó originalmente en inglés
este artículo en 1990.

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