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I Timoteo 2

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I Timoteo 2:1-8

La Oración

La oración es una de las cosas más importantes, y ciertamente la cosa más


descuidada, de nuestros días.

Un americano visitó la ciudad de Washington por la primera vez.


Fue muy impresionado al ver los edificios del gobierno, donde se reunía el congreso, y
también ver la Casa Blanca. Al terminar su visita, se dijo : « Ésta es la sede del gobierno;
donde se encuentra el verdadero poder. Es el lugar màs importante de los Estados
Unidos. » Unas semanas más tarde, el mismo hombre estuvo invitado en el hogar de un
cultivador. Estuvo interesado al observar a los niños que entraban de la escuela, haciendo
sus tareas y sus deberes. Durante la cena, le gustó mirar las caras felices alrededor de la
mesa y escuchar sus conversaciones. Al final de la comida, el cultivador sacó su Biblia
para leer un texto, y todos juntaron las manos para dar gracias a Dios por sus bondades.
Luego, oraron juntos por su iglesia, por sus amigos en sus diversos necesidades, por la
nación, por el presidente y por los demás líderes de gobierno en posiciones de autoridad.
Aquella noche, antes de dormir, el hombre se dijo: “Me equivoqué el otro día. El poder de
una nación no se halla en su ciudad capital. ¡El verdadero poder se halla en una familia
cristiana que ora!”

¿Cómo, pues, deberíamos orar?

I. Debemos orar por todos los hombres (v.1-2)

1. Por los que conocemos


2. Por nuestros amigos
3. Por nuestros enemigos
4. Por los que dirigen – aun aquellos que dirigen mal
a. Dios influyó en Ciro para que dejara volver su pueblo a Palestina
b. Dios puede influir en nuestros dirigentes para que permitan mejores
circunstancias para el evangelismo
c. Podemos pensar, a veces, que la gente « elevada » ¡no necesita nuestras
oraciones!
d. No debemos limitarnos a orar por los dirigentes que pensamos son los
« mejores ».
e. ¡Es la oración estratégica!

1 Timoteo 2:2 Mejores días ante nosotros


Pablo dijo que oráramos por los reyes y por todos aquellos que están en autoridad sobre nosotros,
para que pudiéramos vivir tranquilos en toda piedad y honestidad. —1 Timoteo 2:2

Pablo vivía en el imperio romano bajo el reino cruel y corrupto de Nerón. A pesar de ello, veía la
posibilidad de mejores días por delante. Sino, no habría exhortado a los creyentes del primer siglo
a que oraran para poder vivir en paz y tranquilidad (1Timoteo 2:2).
Si Pablo viviera hoy en día, no pienso que estaría muy contento al ver a los creyentes que
presenten un futuro tan sombrío. Aun si es verdad que hay gobiernos que reprimen a sus
ciudadanos, hay también países que han avanzado mucho en la libertad desde que ha caído el
muro de Berlín. Y aun si la inmoralidad y los hogares destruidos son una plaga terrible, hay
también muchas personas que respetan los valores de la fidelidad al matrimonio.
La única verdadera esperanza para el mundo es Jesucristo. No sabemos cuándo volverá, pero
mientras esperamos, podemos seguir testificando para él, y orar por un verdadero avivamiento.
Pidamos al Señor que conduzca a las naciones en los caminos de paz. Hagamos lo que podamos
para ayudar a las personas que padecen de extrema pobreza. Oremos por nuestros líderes, y
votemos lo mejor que podamos por aquellos que pensamos puedan hacer el mejor trabajo.

No debemos retirarnos del mundo, pero debemos hacer más bien lo que podamos para hacer que
sea mejor. Dios está al mando, por tanto, no podemos perder. ¡Seamos optimistas!

Adaptado de —H V Lugt (Our Daily Bread)

II. Debemos orar por la salvación de las personas (v.3-4)

1. Así ponemos nuestros corazones en armonía con el corazón de Dios


2. La oración es parte del plan de Dios para la salvación de las personas.
3. Reconocemos que es sólo el Espíritu de Dios que puede convencer a la
gente
4. Al orar, somos motivados, nosotros mismos, a hablarles de la salvación
III. Debemos orar en todo lugar (v.8)

1. No hay un lugar especial para la oración


2. Nuestras oraciones en la reunión de oración son importantes. Deberían
representar el hecho que oramos en otros lugares, en todo tiempo. Sino, estamos
praticando la hipocresía.
3. Eso no significa que hacemos un espectáculo público de nuestras oraciones.
Podemos ser discretos, como Nehemías, según la ocasión.
IV. Debemos orar con la buena actitud delante de Dios (v.8)

1. La idea de “levantar las manos” pone nerviosas a algunas personas – como si


levantando las manos hará que lleguemos a ser carismáticos o algo parecido. En las
Escrituras encontramos varias posturas corporales en la oración - parado – de rodillas –
prosternados al suelo. La idea es que nuestra postura visible refleja nuestra actitud interior en la
oración. Las manos levantadas, abiertas, demuestra una actitud de un corazón que depende de
Dios – una humilde expectación de recibir algo de su parte.

2. Las manos santas (algunas traducciones dicen « puras » o « limpias » pero


« santas » es más exacta) significa que no hayan sido manchadas por el pecado. La
palabrada traducida así es « osious » que significa « santo, lo que complace a Dios,
sagrado, consagrado a Dios ». No hay animosidad escondida – no hay ira que no haya sido
arreglada – hacia los demás. No hay disensión en nuestros corazones – pensamos sobre cómo
podríamos vengarnos por una cosa que nos hayan hecho. Levantar las manos consagradas nos
recuerda que – antes de venir delante de Dios en la oración – los corazones de los hombres deben
ser libres del pecado. La confesión debe hacerse. Nuestras vidas deben ser sometidas,
consagradas a Dios en servicio.

3. El mandamiento, aquí, no es de levantar las manos. El mandamiento trata


de qué clase de manos hay que levantar. Era costumbre para muchos de orar con las manos
levantadas. Asì Pablo describe, aquí, lo que es más importante :

a. Manos santas : sin hipocresía, sin doblez, comprometidos a servir a Dios

b. Sin ira – porque nuestra ira estorba nuestras oraciones

c. Ni contiendas – véase también I Pedro 3 :8. Porque la oración es algo colectiva, corporativa, no
independiente.

4. 3 cosas, pues, que pueden estorbar nuestras oraciones!


a. La impureza

b. La ira

c. Las contiendas

Versìculo 8: Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos
santas, sin ira ni contienda.
Por tanto – ya que la oración es imprescindible para llevar a cabo la razón de ser de la
iglesia, Pablo escribe, “Quiero, pues, que los hombres” oren. No es una opción. Es
imprescindible. Los hombres de Dios oran.
Es algo tristemente irónico que Pablo menciona particularmente a los hombres.
Porque muchas veces oímos a alguien que dice, “Si no fuera por las oraciones de mi
madre, yo no estaría aquí.” Muchas personas tienen recuerdos de sus madres – con
Biblias abiertas – cada día – sin fallar – leyendo y orando. Pocas veces – muy pocas –
oímos a alguien decir que está siguiendo el ejemplo de su padre en la oración.
Cuando es hora de reunirse para orar en la iglesia – la gran mayoría de la asistencia
son mujeres. Es trágico. No que las mujeres oren – sino que la oración no parece ser
una prioridad en la vida de los hombres.
Hombres, es imprescindible, por amor por nuestras familias, y por amor por la gente
que necesita oír el evangelio, que nos dediquemos a orar.
En lo que Pablo está proponiendo aquí – la prioridad de la oración para los hombres
de Dios – hay dos elementos de la oración que nos animan. El primero se encuentra
en los dos primeros versículos, donde Pablo habla de toda clase de oraciones y de las
cosas por las cuales deberíamos estar orando. La oración pone en vista:
· Nuestra humanidad.
· Todos los problemas que hayamos tenido durante la semana
· Nuestros trabajos
· La enfermedad
· La soledad
· Nuestra insuficiencia
· Lo que pasa en nuestras familias
· Las luchas que hayamos tenido para llegar a esta reunión
En la oración reconocemos a Dios y su soberanía sobre el universo. Reconocemos
quienes somos. Reconocemos quién es él. Reconocemos lo que él desea que
seamos, y lo que él desea llevar a cabo por medio de nosotros. Reconocemos cuánto
nos ama, y nos cuida, y nos da la habilidad de orar. Sean lo que sean las cuestiones
profundas de nuestras vidas, al fin y al cabo, él es el único a quienes hemos de rendir
cuentas en esas cuestiones. Y nunca nos rechazará, ni se burlará de nosotros. Ni nos
despreciará cuando venimos abiertamente en su presencia. Eso debería animarnos a
orar con confianza.
Luego – cuando consideramos lo que Pablo comparte en los versículos 4 - 7 sobre el
deseo de Dios que todos los hombres sean salvos – la oración pone nuestros
propósitos en línea con los propósitos de Dios. En la oración reconocemos su poder y
su propósito en nuestras vidas. La oración ablanda nuestros corazones para hacernos
capaces de escucharle. Para que lleguemos a ser más útiles para él. La oración
puede centrar nuestros corazones y nuestros ojos en Dios en vez de en nosotros
mismos. Ayuda a centrarnos en cuestiones más importantes que lo que los demás
piensan de nosotros. Nos ayuda a darnos cuenta de que Dios hará grandes cosas por
medio de nosotros si le dejamos hacer.
Es verdaderamente lo que hay al centro de un hombre de Dios – un corazón abierto –
entregado a Dios – y deseando las cosas de Dios. Cuando los hombres oran, crecen
como hombres de Dios. Cuando los hombres de Dios oran, Dios les utiliza para hacer
una diferencia importante en las vidas de los demás.

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