El Vampirismo y La Homosexualidad en La
El Vampirismo y La Homosexualidad en La
El Vampirismo y La Homosexualidad en La
Christabel es uno de los poemas que, junto con El viejo marinero y Kubla Khan¸
fueron compuestos cuando el autor colaboraba directamente con Wordsworth, uno de
sus grandes amigos (Evans, 1985: 76). Muchos críticos han tratado las influencias
literarias entre Coleridge y Wordsworth, aunque habría que hablar en este sentido de
una simbiosis entre ambos poetas, como hace Thomas McFarland (1981: 57); se trataría,
por tanto, de «un desarrollo de actitud tan dialógico y entrelazado que incluso en
algunas ocasiones los participantes no pueden discernir entre sus respectivas
contribuciones». Desde luego, ambos poetas comparten el mismo punto de partida de su
poética, que según Luis Cernuda se encuentra en la sencillez de su lenguaje poético
(1986: 53), aunque Coleridge pronto descubre una distinción radical entre la fantasía y
la imaginación. En definitiva, Evans afirma que Coleridge «fue el amigo más íntimo de
Wordsworth y la influencia ejercida el uno sobre el otro sería enormemente fecunda»
(1985: 74).
1
Esta ponencia se presentó el día 1 de octubre de 2015 en el IV Congreso sobre Arte, Literatura y Cultura
Gótica Urbana, celebrado en Madrid (España).
1
poético. Efectivamente, algunas características del primer romanticismo inglés
concuerdan con lo postulado por esta generación, a saber, la relación con la naturaleza y
la primacía del sentimiento, lo exótico contrapuesto a lo cotidiano, y la búsqueda de lo
sublime2. Corugedo y Chamosa afirman en su edición de las Baladas líricas —obra en
la que participaron Coleridge y Wordsworth— que el romanticismo que empieza a
gestarse en Inglaterra a finales del siglo XVIII y dura hasta el primer tercio del siglo
XIX atiende «a racionalizar el conocimiento de la naturaleza y del papel que el hombre
tiene en ella como elemento dominante, a buscar la integración de la figura humana en
el conjunto de las cosas creadas» (1990: 10).
2
Corugedo y Chamosa definen este último rasgo de la siguiente manera: «para poetas como Wordsworth
y Coleridge parece ser la búsqueda de la individualidad personal y la esperanza de alcanzarla [...] parece
que se pretende llegar al conocimiento del alma propia dejando de lado a los demás y despreocupándose
de conseguir ideas de validez universal» (1990: 16-17).
3
En relación a la ambivalencia sexual, no hay que olvidar, como afirma McFarland, que «Coleridge
observó que lo femenino era un elemento importante en las naturalezas masculinas más finas. "La verdad
es", dijo él en algún momento, "que una gran mente debe ser andrógina"» (1981: 327).
2
culturas4. Pero el roble no es el único elemento vegetal que aparece en la descripción del
hortus conclusus donde reza la joven Christabel; también junto al roble tenemos «el
musgo y el raro muérdago», elementos que le dan cierto realismo a la descripción del
roble, aunque hay que tener en cuenta que en el muérdago, para la cultura nórdica, era
donde residía la vida del roble, porque cuando a este se le caían las hojas, el muérdago
conservaba todo su verdor (Frazer, 2006: 785). Por lo tanto, el extraordinario verdor del
lugar donde se produce el encuentro denota vitalidad y fertilidad, lo que puede significar
que, junto con el carácter divino del roble, la fe de Christabel se encuentra
completamente fortificada antes de su encuentro con Geraldine.
Geraldine es una mujer ataviada con una capa de seda blanca y unas gemas
bordadas en su cabello, y su sensualidad no aparece desapercibida por el lector, ya que
se destaca en su descripción solamente su cuello pálido y sus brazos y sus pies
desnudos. La belleza arrolla a la protagonista Christabel desde el primer momento:
«creo que fue temible ver ahí / una dama vestida tan deliciosamente / ¡de belleza
excelente! / ¡Madre María, sálvame ahora!».
3
compara con el de una madre y un hijo: «el obrero de estos daños [Geraldine] / que
mantiene a la doncella en sus brazos, / parece dormir quieto y moderado / como una
madre con su hijo». De este modo, Geraldine ocupa el lugar de la madre de Christabel
en unos parámetros que podrían explicarse desde el psicoanálisis.
La primera parte del poema termina con Christabel en trance bajo los brazos de
Geraldine, y es importante resaltar la quietud que se produce en los elementos naturales
durante el hechizo: «los pájaros nocturnos esa hora se quedaron quietos». La quietud,
junto a la ensoñación, son características propias de la narración romántica, y supone
una huida de lo terrenal hacia lo infinito que constituye para Christabel el goce eterno 5.
Sin embargo, la quietud y la relatividad de la noción temporal no es el único elemento
que sirve para ambientar el poema en el ideario medieval: también es importante la
alusión a los santos y a la gente de iglesia, que recuerdan la gesta llevada a cabo por la
heroína Christabel. De hecho, la primera parte concluye con una sentencia reveladora
por parte del autor: «que los santos serán de ayuda si los hombres llaman: / pues cielo
azul se inclina ante todo». El mundo del cielo es el único que puede ayudar a Christabel,
que no recibe otras comparaciones que las relacionadas con la beatitud: «como una
ermitaña joven / bella en los bosques, / que, orando siempre, ora en el sueño». Además,
sus ojos azules simbolizan claramente la pureza y la espiritualidad, por lo que nos
encontramos con una joven que reúne todos los rasgos de una mujer devota y, por tanto,
santa.
Por eso Christabel no pudo, como un sector de la crítica opina, tener preferencias
lésbicas y aceptar conscientemente la proposición de Geraldine, sino que todo ello es
producto de un hechizo. De hecho, este hechizo no le permitirá expresarse
correctamente ante su padre cuando se encuentra hablando con Geraldine: «no tenía
poder de decir / alguna otra cosa: tan fuerte era el hechizo». Sin embargo, nuestra
heroína consigue, gracias a la oración, librarse por un momento del hechizo de
Geraldine para acusarla: «¡Por el alma de mi madre lo suplico / que debes mandar lejos
a esa mujer». No obstante, pese a los ruegos de su hija, Sir Leoline hace caso omiso y
decide enviar a un heraldo al castillo del supuesto padre de Geraldine.
Por último, en la segunda parte del poema hay que señalar el sueño al que hace
referencia el heraldo Bracy, en el que una paloma se encuentra atrapada por una
serpiente que se enrolla en sus alas y su cuello. No obstante, mientras que el lector
identifica el animal sagrado de la paloma con Christabel y el diabólico con Geraldine,
Sir Leoline no parece darse cuenta del significado simbólico del sueño cuando habla a
Geraldine en los siguientes términos: «dulce doncella, hermosa paloma del señor
Roland / con los brazos más fuertes que el harpa o una canción, / ¡por tu padre yo heriré
la serpiente!».
5
Filgueira Valverde habla de las consecuencias de esta huida, denominada extensio ad superiora, en los
siguientes términos: «Así escapará el hombre del tiempo en el tiempo y, disociados los dos movimientos
de su vida espiritual, podrá alcanzar una anticipación furtiva del goce eterno» (1982: 130).
4
En definitiva, Christabel es un poema narrativo en el que se narra las relaciones
lésbicas entre Christabel y Geraldine, en un espacio en el que el sexo masculino no tiene
una importancia sobresaliente, aunque sí que gobiernan el reino del poder y del miedo.
Por otra parte, se narra una historia atemporal y ambientada en la Edad Media, donde
las contrarias polaridades del bien y del mal son inconfundibles. La vampira Geraldine
encarna los atributos de una mujer fatal: una mujer bella pero despiadada. Como afirma
José Antonio González Alcantud, «la mujer fatal es la encarnación artístico-literaria del
vampirismo femenino finisecular» (2012: 154), y cumplirá los mismos parámetros el
personaje de Carmilla en la novela corta de Sheridan Le Fanu6.
6
Sobre las vampiras Geraldine y Carmilla, Pilar Pedraza afirma que «son hermosas, jóvenes melancólicas
que llevan la iniciativa en el amor» (2004: 303).
5
rodeado de árboles, y en ambas obras el padre se siente atraído por la presencia de la
vampira.
Aunque la novela esté narrada por el personaje de Laura, parece que tenemos
que creernos todo lo que nos dice ya que, según ella, «las escenas que acabo de describir
permanecen vívidas como las imágenes aisladas de una fantasmagoría rodeadas por la
oscuridad» (2010: 24). En fin, la narradora opta por contarnos en el primer capítulo del
libro su primer encuentro con Carmilla, que se produjo cuando ella no contaba más de
seis años de edad; efectivamente, la vampira se acerca al lecho de Laura para domir
junto a ella, pero cuando Laura se siente confortada y consigue volver a conciliar el
sueño, «una sensación como si dos agujas se me hundieran profundamente en el pecho
me despertó y proferí un fuerte grito» (2010: 21). Después de la terrorífica visita, donde
ya se vislumbran los elementos clásicos de una posesión vampírica, vienen al castillo o
schloss un médico que la examina y un sacerdote que le enseña unas nuevas palabras
para el rezo.
Con respecto al bosque en el que se encuentra el schloss hay que señalar que el
autor hace mención solamente a la plantación del tilo, árbol femenino (como el fresno y
la haya) que poseía un montón de propiedades en la Edad Media8. No obstante, nos
interesa recordar que el tilo se consideraba un árbol protector y señorial: se plantaba
junto a las iglesias para que se impartiera justicia bajo su follaje, al igual que ocurría
con otros árboles como el olmo o el roble, que ya ha aparecido en el poema de
Christabel9. Por lo tanto, puede considerarse el tilo como una representación simbólica,
7
Ódicas: relativas a la fuerza ódica (proveniente del dios de la mitología nórdica Odín), término con que
Karl von Reichenbach designaba a lo que vendría a ser un fluido o energía vital responsable del aura y
otros fenómenos psicobiológicos. También de la fuerza ódica provendrían la electricidad, el magnetismo
y el calor.
8
En primer lugar, fue un árbol admirado por su majestuosidad, su opulencia y su longevidad, y fue muy
comentado en época medieval (solamente baste recordar el Speculum naturale de Vicent de Beauvais),
además de ser la estrella de la farmacopea: se utilizaba su savia, su corteza, sus hojas y, sobre todo, sus
flores (su poder sedante, e incluso narcótico, se conoce desde la Antigüedad).
9
Remito, para una mayor información de la significación simbólica del tilo, a la monografía de Michel
Pastoureau (2006), Una historia simbólica de la Edad Media occidental, trad. Julia Bucci, Buenos Aires,
Katz, p. 103.
6
al igual que lo es el roble en Christabel, del señorío y de la protección de la que
disfrutan los habitantes del schloss, aunque también puede considerarse un guiño
realista de nuestro escritor, pues es un árbol harto frecuente en las zonas templadas del
hemisferio norte.
Así, Carmilla se aloja en una de las habitaciones más hermosas del schloss, que
contiene a su vez un tapiz que presenta un significado simbólico, a saber, este
representaba «a Cleopatra con el áspid junto a su pecho» (2010: 42). Con este tapiz se
enfatiza la extraordinaria belleza de la vampira (comparada con Cleopatra). No
obstante, este rasgo no es el único que caracteriza su ser; también es importante resaltar
tanto la melancolía como la languidez como rasgos que definen a Carmilla. Sobre la
melancolía en los vampiros, Vito Teti afirma que «el vampiro moderno es una
refiguración perturbadora del melancólico que no llega a establecer un lazo auténtico,
no distributivo, con el objeto amado. La melancolía del vampiro deriva en su
imposibilidad para amar y hacerse amar» (Apud González Alcantud, 2012: 151). La
languidez de Carmilla, en cambio, es resaltada por la narradora Laura en los siguientes
términos: «aunque sus movimientos eran lánguidos, muy lánguidos, no había nada en su
apariencia que revelara en ella a una enferma» (2010: 48).
Sin embargo, Laura se siente fascinada por la figura de Carmilla desde el primer
momento que la ve: «me interesaba y me fascinaba. ¡Era tan hermosa y tan
indescriptiblemente atractiva!» (2010: 46), aunque a la vez siente algo de repulsión,
evidentemente por la malignidad de la joven vampira. Por su parte, Carmilla se muestra
como una auténtica seductora, tratando de llevarse a Laura hacia el lado oscuro
mediante besos y abrazos, de los que ella no se podía librar: «de aquellos disparatados
abrazos, que no se producían demasiado a menudo, debo admitir que solía desear
liberarme; pero era como si me faltara la suficiente energía para lograrlo» (2010: 51).
Como el personaje de Christabel en el poema de Coleridge, Laura se siente en un
profundo trance del que no puede salir, de forma que se producen las escenas sensuales
llevadas a cabo por la vampira.
7
se llama Millarca y Mircalla) «quizás indica los propios miedos del autor de la
naturaleza no regenerativa de la homosexualidad misma» (2007: 38). De este modo,
afirma que «Le Fanu juega con las interpretaciones etimológicas positivas y negativas
de cada uno de sus nombres de vampiro, quizás subrayando su propia ambivalencia
sobre los deseos del mismo sexo y el poder femenino» (2007: 40)10.
El amor que existe por parte de Carmilla es un amor que lleva a la muerte
necesariamente, porque necesita completarse de algún modo mediante la posesión
íntegra de Laura, que hace las veces de su Dopplegänger. Es un amor, en definitiva,
gobernado por la melancolía; en un pasaje de la novela le dice la vampira a Laura: «me
creerás cruel y muy egoísta, pero el amor es siempre egoísta; cuanto más apasionado,
más egoísta. No sabes lo celosa que estoy. Debes venir conmigo, y amarme, hasta la
muerte, u odiarme, pero seguir conmigo, y odiarme a través de la muerte y después de
ella. No existe la palabra indiferencia en mi apática naturaleza» (2010: 72). De este
modo, se puede apreciar que es un amor perfectamente romántico, porque el
apasionamiento y el éxtasis amoroso tienden siempre a la indiferencia y al sufrimiento
eternos.
Por último, voy a hacer referencia a uno de los elementos que introduce la
novela de Le Fanu en la literatura vampírica: la caza del vampiro. A partir de Le Fanu,
la caza del vampiro se convierte en un elemento fundamental que representa el dominio
de la clase racional y civilizada. Con la caza, por lo tanto, se logra la restitución de los
valores morales, sociales y religiosos que habían sido trastocados por el vampiro, que
representa tanto el primitivismo como la sociedad aristocrática y caduca. Es una forma
de reinstauración de los valores burgueses; por eso el general Spielsdorf pronuncia la
siguiente sentencia: «por la misericordia de Dios, espero rendir a la humanidad un
10
Así, Carmilla tiene varios significados: 1. puede hacer referencia al italiano Carmila; 2. deriva de
carmella, derivado de la palabra hebrea 'jardín'; 3. es un nombre compuesto entre carn- ('carne') y mille
('mil'); 4. puede derivar de carmin ('carmesí`); o 5., puede ser una sugerencia irónica del verbo carminare
('sanar mediante un conjuro o un hechizo'). Por su parte, Millarca viene de mille ('mil') y del latín arcus
('arco'), y Mircalla significa 'el milagro (mira) bonito (calla)'.
8
servicio antes de morir y ser instrumento de la venganza del Cielo contra los diablos que
han asesinado a mi pobre niña en la flor de sus esperanzas y su belleza» (2010: 104).
Entonces, la matanza de Carmilla se produce según los ritos propios del folklore: «en
consecuencia, y de acuerdo con la antigua práctica, el cuerpo fue levantado y se clavó
una afilada estaca en el corazón del vampiro, que en aquel momento profirió un
penetrante chillido, en todos los sentidos semejante al de una persona viva sometida a
un sufrimiento extremo. Luego se le cortó la cabeza, y del cuello cortado surgió un
torrente de sangre. Luego, cuerpo y cabeza fueron dispuestos sobre una pila de leña y
reducidos a cenizas, esparcidas luego en el río, que se las llevó» (2010: 138-139). No
obstante, parece que ni con la muerte Laura se libraría de Carmilla, pues nos dice al
final de la narración que «todavía hoy la imagen de Carmilla regresa a mi memoria con
ambiguas alternancias. Unas veces es la hermosa muchacha divertida y lánguida; otras,
el diablo contorsionado que vi en la iglesia en ruinas. Y a menudo me he despertado
sobresaltada de un ensueño imaginando que oía los ligeros pasos de Carmilla en la
puerta del salón» (2010: 145). Con este final, vago e impreciso como acostumbran las
historias de terror, Le Fanu enfatiza que el amor destructivo de Carmilla es, en fin,
indestructible11.
11
De los amores de Carmilla y Laura ha brotado una corriente de vampirismo lésbico en el cine, por lo
general de escasa calidad: The Vampire Lovers de Roy Ward Baker (1970), producida por la Hammer, y
Lust for a vampire, producida también por la Hammer y dirigida en el mismo año por el realizador y
guionista de la casa Jimmy Sangster. Para más información, vid. Pilar Pedraza (2004: 305-309).
9
llamado Manor. Desde aquel encuentro, los dos muchachos se enamoran y comienzan a
verse a menudo, recordando a los efebos que junto al mar dibujaba Henry Scott Tuke
(1858-1929): «o bien se desnudaban, se sumergían en las olas y nadaban hasta la playa
para ver las focas». En esta novela, la relación de estos dos jóvenes no puede ser más
explícita, solo que a diferencia de lo que ocurría en Christabel o en Carmilla, el joven
Har no se encuentra hechizado, sino que accede a las proposiciones de Manor desde el
primer momento: «Manor rodeó los hombros de Har con sus brazos y lo llamó "mi
niño". Y Har, entre los brazos de Manor, sintió que jamás en su vida había sido tan
feliz».
Después de haber muerto Manor, Har hace caso omiso a los ánimos de su madre
y, maldiciendo a los dioses, pasó casi toda la noche en vela. Sin embargo, hacia la
medianoche se produce una inesperada visita; efectivamente se trata de Manor que, una
vez muerto, sigue visitándolo todas las noches. Y su excusa queda más que clara cuando
dice: «mi amor me condujo hasta aquí. En mi tumba no he podido alcanzar la paz». Se
trata, pues, de un amor que trasciende la muerte, pero que está condenado al fracaso,
como se verá a continuación; lo que interesa ahora son las escenas entre Har y Manor,
pues están cargadas de un gran erotismo que no podría pasar desapercibido en su época.
Fragmentos tales como «un par de labios besaron los suyos cálidos, ardientes»; «abrazó
al niño, lo besó en las mejillas y la boca, y luego recostó la cabeza sobre su tierno pecho
[...] Mientras se abrazaban, su corazón latía en su pecho, frenético»; «Manor reposó su
cabeza allí donde palpitaba el corazón de Har y sus fríos labios lo recorrieron, en busca
de sus latidos»; etc., sitúan el relato en una posición que nada tiene que ver con la
sensualidad rastreable en Christabel o Carmilla. Con el relato de Ulrichs, las escenas
amorosas presentan tintes eróticos que es conveniente resaltar, porque podría ser un
texto dirigido a un público abiertamente homosexual, o como él mismo denominaba, un
público uranista13.
12
Para más información, remito al artículo de David Martín López (2012), «Fobias identitarias con
prejuicios de ida y vuelta. El vampiro como sujeto: Política, Iglesia, Masonería y Homofobia»,
especialmente las páginas 168-169.
13
Ulrichs defendía las relaciones entre personas del mismo sexo, y denominaba Uranios a los hombres
que, por tener almas de mujeres, desean de manera natural a los hombres. Por el contrario, Dionisos eran
los hombres que amaban a las mujeres. Para más información, remito a la edición de Ibon Zubiaur (2007).
Pioneros de lo homosexual: K. H. Ulrichs, K. M. Kertbeny, M. Hirschfeld. Barcelona: Anthropos.
10
A partir de entonces, Manor comienza a visitar a Har cada noche, bebiendo
sangre de su pezón izquierdo «como un niño en el regazo de su madre». De este modo,
se crea una dependencia que le costará a Har un profundo sufrimiento: «Har sufría
angustiosamente durante las horas diurnas, consumiéndose de pena, pero aguardaba las
noches con impaciencia, anhelando el placer y la emoción del abrazo de medianoche».
En una de las ocasiones, su madre Lara nota que está más pálido y desanimado de lo
normal, así que visita a una anciana que practica la brujería para que le diga lo que
ocurre con su hijo. Su sentencia es clara: «Un muerto lo está visitando».
Después de que la sociedad se hubiese puesto en contra de los amores entre Har
y Manor, Har se siente morir. Su madre, apenada, trata de ser lo más solícita posible,
pero su muerte es inevitable. Como última voluntad, pide a la madre que lo entierren
junto a Manor, quitándole además su estaca. La madre, una vez muerto el hijo, no le
queda otra que cumplir su voluntad, de manera que el amor entre los dos jóvenes se
perpetúa más allá de la muerte.
Otro texto donde aparece un vampiro homosexual es el escrito por el Conde Eric
Stanislaus Stenbock, y conformaría la otra cara de la moneda si lo comparamos con
Carmilla de Sheridan Le Fanu: la pervivencia del vampiro homosexual y su
consecuente interpretación. En fin, el relato que nos interesa es el titulado «La
verdadera historia de un vampiro», recogido en el volumen Estudios de la muerte,
publicado en 1894, porque retoma paródicamente muchos elementos de Carmilla,
constituye un excelente ejemplo de decadentismo pero, sobre todo, porque es un texto
que asocia el vampirismo con la homosexualidad masculina.
11
caracterizaba el paisaje en Carmilla: «Estiria de ninguna manera es la clase de lugar
romántico descrito por aquellos que obviamente nunca han estado allí. Es una región
chata, nada interesante, célebre únicamente por sus pavos, sus pollos castrados y la
estupidez de sus habitantes». Después, el vampiro Vardalek no llega de noche ni en un
carruaje, sino como una persona corriente: en ferrocarril y después del mediodía. Y por
si esto fuera poco, la narradora de la historia, con un nombre sospechosamente parecido
al de Carmilla (se llama 'Carmela'), a sus trece años no fue ninguna belleza como la
joven vampira: «mi largo cabello enmarañado estaba siempre en desorden, y nunca
conseguí peinarlo correctamente. No era linda; al menos, mirando una fotografía mía de
esa época, no creo que pueda describirme de tal modo. Aunque, al mismo tiempo,
cuando miro la fotografía, pienso que mi expresión pudo haber sido agradable para
alguna gente: rasgos irregulares, boca grande y enormes ojos salvajes». Además, en el
tiempo en el que se narra la historia, Carmela es una pobre anciana que regenta un lugar
para animales abandonados, en memoria de su hermano Gabriel, joven un año menor
que ella y a quien seduce el conde Vardalek.
14
Humbert describe al fauno de la siguiente manera: «los Sátiros, conocidos también bajo los nombres de
Faunos y Silvanos, moraban en los bosques, cuya custodia les estaba encomendada. Alegres, alocados,
maliciosos, formaban la escolta de Baco y tomaban parte en casi todas sus fiestas. Las pastoras les
temían, huían de ellos cuando presumían su proximidad y procuraban aplacarlos ofreciéndoles las
primicias de los frutos y las primeras crías de sus rebaños» (1985: 88). Está claro, por lo tanto, que
Gabriel es definido como un sátiro por estas dos cuestiones: 1. su doble naturaleza animal y divina; y 2.
su espíritu primitivo y lleno de vitalidad.
12
refinados...». La metáfora de la serpiente vuelve a surgir cuando el vampiro se
encuentra con su presa: «el extranjero levantó la mirada al verlo aproximarse; entonces
pude observar sus ojos. Eran verdes; parecieron dilatarse y aumentar de tamaño. Gabriel
se quedó inmóvil, con una mirada de susto, como la de un pájaro fascinado por una
serpiente». Gabriel, acto seguido, decide ataviarse como en la misa de los domingos, de
forma que por un momento se identifica la adoración a Dios con la adoración a
Vardalek, que será a partir de ahora su nuevo señor.
En todo caso, la lasitud cada vez mayor de los movimientos de Gabriel delatan
su pérdida de salud y vitalidad, de modo que acaba muriendo al final del relato. Ni el
médico proveniente de Gratz —a diferencia del célebre doctor Spielsberg, que descubre
la enfermedad que presenta Laura— consigue dar alguna explicación sobre su extraño
malestar: «debilitamiento gradual, dijo, ningún mal orgánico en absoluto». Sin
embargo, lo que realmente sorprende del final del relato es la completa desaparición del
conde Vardalek; ambos se despiden con una escena tierna y amorosa, pero el conde
desaparece y Carmela no vuelve a saber nada más de él. Desde luego, la muerte del
padre de Carmela, doblegado por el dolor, y la supervivencia del conde Vardalek puede
significar un deseo, por parte del autor, de que los códigos homoeróticos que defiende el
propio vampiro sean reconsiderados. Así, el texto tendría un halo de crítica social, en
líneas parecidas a lo que hemos visto en Manor, solo que en el relato de Stenbock el
amor entre Gabriel y el conde Vardalek no se llega a consumar después de la muerte.
13
puede estudiarse dentro de la literatura gótica, y luego Manor y La verdadera historia
que, además de ofrecernos una historia de vampiros, el argumento se contagia de
elementos propios de la literatura homoerótica, como la presencia de un efebo (Har y
Gabriel) que se rinde a las seducciones del vampiro. En fin, las cuatro obras demuestran
que desde los albores del romanticismo (finales del siglo XVIII) se viene relacionando
el vampiro con lo monstruoso y decadente, con aquello que se encuentra marginado en
la sociedad; y esta monstruosidad se traduce en la homosexualidad que demuestran.
Desde el germen de Christabel, y el éxito arrollador de Carmilla, se pone de moda un
tipo de literatura que relaciona el vampirismo con la homosexualidad, pero en el siglo
XIX las influencias apenas se dejan notar (con estas dos obritas solamente); será en el
siglo XX, y sobre todo a finales del mismo, cuando la homosexualidad vampírica ocupe
su lugar entre la literatura del género, que compete analizar en otra ocasión.
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14