Entre Visillos
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Entre Visillos
El triunfo del régimen franquista en 1939 tuvo, entre otras consecuencias, la ruptura con la
tradición cultural de carácter liberal progresista y el aislamiento de la sociedad y la cultura
española. Mediante la censura, se impidió cualquier intento de una literatura crítica o
experimental que conectara con la producción artística anterior a la guerra. Este hecho
justifica la simplicidad de las formas narrativas empleadas en las novelas de los años 40; sin
embargo, estas obras gozaban del beneplácito del público, fiel a la industria editorial
publicitada por premios literarios. Las primeras novelas de posguerra describen la realidad
de un país desolado, dominado por bajas pasiones y bañado en sangre. Por otra parte, se
ofrece el discurso triunfalista de los vencedores, de tono realista como reflejan los relatos de
Juan Antonio Zunzunegui. Por otra, desde el exilio, se reflexiona sobre el significado y la
memoria de la guerra, tal y como plantea la serie narrativa El laberinto mágico de Max
Aub.
Sin abandonar esta visión pesimista, Cela evolucionó a formas narrativas más complejas en
sus siguientes novelas, entre las que destaca La colmena (1951), en la que se enfrenta
abiertamente, sin idealizaciones ni triunfalismos, a la dura realidad cotidiana de la
posguerra. Se trata de una novela colectiva en la que cientos de personajes se entrecruzan y
malviven en un ambiente de miseria moral y material en el Madrid de 1943.
En 1948 se alzó con el premio Miguel Delibes con La sombra del ciprés es alargada, que
comparte con las novelas anteriores la expresión de esa angustia existencial. La producción
de Delibes evolucionó hacia un compromiso moral con los más débiles y desfavorecidos
socialmente. Esta actitud, asentada en el humanismo cristiano y en la defensa de la
naturaleza y del mundo rural castellano, en vías de desaparición ante el avance del
consumismo, predominan en sus siguientes novelas: El camino (1950), emotiva
rememoración del mundo rural hecha por un muchacho, Daniel el Mochuelo, la noche de
antes de marcharse a estudiar a la ciudad; Mi idolatrado hijo Sisí (1953), crítica del egoísmo
de una emergente burguesía; La hoja roja (1959) o Las ratas (1962), en la que nuevamente
con un protagonista infantil insiste en el enfrentamiento entre la vida rural y la urbana. Con
Cinco horas con Mario (1966), una de sus novelas más importantes; Los Santos inocentes
(1981) un retrato durísimo de la explotación, por parte de los terratenientes y los señoritos,
de una humilde familia campesina, Delibes continua con la crítica de los prejuicios
burgueses y de la mentalidad tradicional de la clase media franquista, pero incorporando
técnicas y procedimientos narrativos como el monólogo interior y un depurado y eficaz
empleo de la lengua coloquial.
A partir de los años 50 comenzó a destacar un grupo de escritores que se conocería como la
generación del 50. Les unía el hecho de haber vivido la guerra siendo niños, el afán
intelectual y la voluntad crítica, a pesar de pertenecer a una burguesía tolerante con el
régimen franquista. Este grupo de novelistas comenzó a proponer cambios en la narrativa
que daban cuenta de una mirada más distante y crítica con su entorno social. Estos autores
se agruparon en dos corrientes: el objetivismo y el realismo crítico. Mediante el
objetivismo, los autores contaban lo hechos, pero sin analizar lo que pensaban o sentían los
personajes. Formalmente, cobraron importancia los diálogos y el uso del estilo directo,
mientras que temáticamente sobresalieron temas como el tedio, la rutina, la falta de
libertades o la vida en provincias. Destacan autores como: Camilo José Cela (La colmena,
1951), Rafael Sánchez Ferlosio (El Jarama, 1955), Ana María Matute (Los hijos muertos,
1958) y Carmen Martín Gaite (Entre visillos, 1957).
Por su parte, los autores del realismo crítico tomaron partido y denunciaron las
desigualdades e injusticias sociales, centrándose más en el mensaje que en la forma
. Las novelas de los años cincuenta se caracterizan por el realismo objetivista en el que un
narrador externo, impersonal, da cuenta de situaciones socialmente injustas que deben
llevar, por sí mismas a la toma de conciencia del lector. En las primeras obras de la
generación, esta tendencia está dentro de un realismo social que emplea argumentos
esquemáticos, técnicas narrativas simples y personajes planos y arquetípicos para
evolucionar hacia preocupaciones más existenciales. Los protagonistas de estas novelas
encarnan problemas colectivos o de clase social, como la explotación de los campesinos, los
trabajadores de las minas y fábricas, la emigración, las consecuencias de la Guerra Civil, la
situación de las mujeres oprimidas por una mentalidad religiosa y burguesa retrógrada, el
desarrollismo económico, etc. Lo limitado de esta fórmula novelística y, a veces, el
excesivo simplismo de los planteamientos harán que muchos autores experimenten con
formas más complejas en los años siguientes, enfocando la narración hacia el referente
externo, sin que el autor se entrometa juzgándolo.
- Novela existencial regida por el realismo social: defensa del pueblo, crítica burguesa, etc.
- La trama recoge alusiones a aventuras próximas a la novela rosa, sin caer en el subgénero
ni en lo cursi.
- Ausencia de experimentalismo.
2.- BIOGRAFÍA.
Carmen Martín Gaite (1925-2000) es una de las figuras más destacadas de las letras
hispánicas. Durante su trayectoria recibió galardones literarios tan importantes como el
Premio Nadal (1957), el Premio Nacional de Literatura (1978), el Premio Anagrama de
Ensayo (1987), el premio Príncipe de Asturias de las Letras (1988) o el Premio Nacional de
las Letras Españolas (1994). Nació en Salamanca el 8 de diciembre de 1925, durante la
dictadura de Primo de Rivera. Hija de un notario, se crio “en una ciudad tranquila”, como
ella misma la calificaba, y en una familia poco convencional. Su padre se caracterizaba por
ser un hombre liberal, defensor de la mujer y un gran lector. Su madre, aunque era ama de
casa, siempre deseó educar a sus hijas para un destino diferente al que les esperaba a la
mayoría de mujeres de la época Ambos la animaron siempre a continuar estudiando y el
ambiente intelectual de su casa la acercó al mundo de la literatura. De hecho, en casa
contaban con una buena bibliotecaria algo que influyó de forma decisiva en su vocación
literaria, pues era solo una niña cuando empezó a escribir poesía y a interesarse por la
lectura de libros y periódicos. Los estudios primarios los realizó con profesores particulares
en casa, dado que sus padres querían una educación laica. Más adelante quiso ir a Madrid
para estudiar el Bachillerato pero el estallido de la Guerra Civil arruinó su plan y finalmente
entró en el Instituto Femenino de Salamanca, centro que en realidad pertenecía a los jesuitas
y que contaba con unas instalaciones precarias, allí coincidió con algunos profesores
excelentes, como el lingüista y académico Rafael Lapesa. Tras sus estudios de secundaria
ingresó en la Facultad de Letras de la Universidad de Salamanca. Tuvo profesores de la
talla de Alonso Zamora Vicente o Ignacio Aldecoa. Con este último trabó una relación de
amistad que perduró toda la vida y que también influyó en su carrera literaria. En 1948, ya
licenciada, se trasladó a Madrid para hacer el doctorado. En la capital se reencontró con
Aldecoa y pasó a formar parte de su grupo de amigos (artistas y escritores en su mayoría).
A través de ellos empezó a relacionarse con el mundo periodístico y literario. Coincidió
también con Jesús Fernández Santos y Rafael Sánchez Ferlosio, con quien se casaría años
después. Junto con algunos de sus amigos dio forma en 1953 a la Revista Española, primera
publicación que no estaba sometida al régimen franquista y de la que solo se editaron seis
números. Con el tiempo han pasado a ser objeto de coleccionismo por la importancia que
han cobrado sus componentes
3.- OBRA.
Martín Gaite pasó a lo largo de su obra por varias tendencias literarias y reflejó desde las
escenas más realistas a las más fantásticas. Cultivó todos los géneros literarios (poesía,
teatro, novela, ensayo, guion televisivo) y destacó como ponente. En 1954 obtuvo el Premio
Gijón por El balneario, aunque se consagró como escritora con el Premio Nadal, logrado
con Entre visillos en 1957. Otro hito en su carrera como escritora fue Ritmo lento (1962),
novela que supuso una reacción contra el realismo imperante en la narrativa española de
posguerra y un intento por volver a central el relato en el análisis psicológico de un
personaje. Otras novelas clave en su trayectoria fueron Retahílas (1974) y El cuarto de
atrás (1978) que son más complejas respecto a la estructura. En estas obras aparece un
elemento clave que se mantendrá en toda la producción de la autora: la referencia a los
sueños, al ámbito de lo onírico, y la aparición de elementos que harán dudar al lector de si
lo que están leyendo es real o si pertenece al mundo de la imaginación. Presencias extrañas,
apariciones insólitas… Martín Gaite hace intervenir a los sueños en unas ocasiones y a las
pesadillas en otros, o juega con la frontera que hay entre la realidad y la alucinación. De
este modo introduce el misterio, y de su mano, la inseguridad de algunos de sus personajes,
que dudarán haber vivido algo realmente o haberlo soñado (como la protagonista de El
balneario) o se plantearán la existencia real de otros personajes con los que creen haber
estado hablando (como ocurre en El cuarto de atrás).
Narrativa
- Entre visillos (1958): influida por las novelas de juventud, presenta en algunos de sus
capítulos influencias de la novela rosa. En esta novela, a través de las conversaciones
banales de un grupo de jóvenes, se critica el sometimiento de mujer, el aburrimiento, la
hipocresía de la burguesía y la falta de esperanza en la vida de una ciudad sin futuro.
- Ritmo Lento (1963): es una novela que rompe con el realismo de posguerra y se centra en
el análisis psicológico del personaje de David Fuente, ingresado en un psiquiátrico. Su
inadaptación social es el resultado de la educación recibida por su padre y la sociedad que le
impone unas normas que lo alienan.
- Retahílas (1974): reflexiona sobre los misterios de la palabra y los procesos de la escritura
a partir del diálogo de sus dos protagonistas, que velan la agonía de un familiar.
Durante la década de los ochenta, publicó dos relatos para niños, El castillo de las tres
murallas y El pastel del diablo, que anuncian las líneas de su narrativa de la última etapa,
deudora de la literatura de tradición oral y del cuento maravilloso. Sus reflexiones sobre
este género aparecen en su ensayo El cuento de nunca acabar (1983).
: - Caperucita en Manhatan (1990): es una recreación del cuento popular con un personaje
entrañable, miss Lunatic, que tiene un elixir capaz de vencer el miedo.
- En Nubosidad variable (1992), Sofía y Mariana, dos amigas que han perdido el contacto,
empiezan a cartearse y no solo reconstruirán sus recuerdos y la amistad, sino que también
recuperarán el amor por la escritura.
- En La reina de las nieves (1994), Premio Nacional de las Letras Españolas, la autora
indaga sobre la reconstrucción de la personalidad a partir de la memoria del personaje de
Leonardo Villalba que olvidó su pasado. Lo recupera escribiendo en unos cuadernos que lo
librarán del olvido y la soledad. La obra es una reflexión sobre la escritura y la
comunicación.
El 1 de enero de 1958 Carmen Martín Maite fue proclamada ganadora del Premio Nadal
con su obra Entre visillos. A pesar de hallarse a finales de los años 50, la novela exhibía las
características propias del objetivismo o neorrealismo que venía desarrollándose hacía años.
El narrador en tercera persona que narra algunos capítulos de Entre visillos responde a esta
función objetiva. Sin embargo, se muestra lejano al carácter omnisciente del siglo XIX,
pues se reserva las opiniones y deja que el lector interprete los sentimientos de los
personajes a partir de sus actos y palabras. Consecuencia de esta discreción y objetividad es
el afán de reproducir los diálogos con la mayor fidelidad posible. Además, en muchos
capítulos los personajes se expresan con su propia voz, mediante un narrador en primera
persona, dando la suma de todos ellos un personaje colectivo
- La exposición de un relato de múltiples historias que dan cuenta de una sociedad sin
aspiraciones personales, sometida a tiempos u acciones repetitivos y vacuos.
- Las restricciones que Natalia encuentra para romper con el rol que el nacionalcatolicismo
impone a las mujeres.
Además, hay tres relaciones de personajes que destacan entre las demás:
- Gertru y Ángel. Gertru es la mejor amiga de Natalia, tiene dieciséis años y está prometida
con Ángel. Él es aviador y diez años mayor que ella, le gustan las fiestas, salir con los
amigos y beber. Ángel prohíbe a Gertru seguir estudiando porque piensa que para ser ama
de casa no es necesario. Ella se pliega a sus órdenes en todo y no se atreve a disentir en
ningún momento, pese a saber de sus devaneos con otras mujeres.
-Elvira, Emilio y Pablo. Elvira es la hija de un director de instituto que acaba de fallecer y
se halla agobiada en su casa, respetando las normas que establecía el luto. Emilio es un
amigo de su infancia con el que había intentado mantener una relación amorosa sin mucho
éxito. Cuando conoce a Pablo, profesor contratado por su padre, se siente atraída por él.
Durante varios capítulos muestra sus ganas de huir de aquella ciudad, de romper con lo
establecido, Llega a besarse con Pablo, pero acaba eligiendo a Emilio ante la seguridad y
sumisión que le ofrece.
- Julia y Miguel. Julia es la hermana de Natalia. Tiene 27 años y discute con su padre y con
su tía porque siguen tratándola como una niña pequeña. Miguel es su novio, vive en Madrid
sin un trabajo seguro y le pide a Julia que se vayan a vivir juntos, pero ella se muestra
reticente por la educación que ha recibido. Riñen a menudo e intentan comunicarse por
carta.
Por otro lado, Natalia representa a las “chicas raras” que tenían inquietudes intelectuales.
No le gusta seguir las convenciones sociales, prefiere leer, escribir en su diario,, dibujar y
estar a solas en su habitación. Está dolida porque su mejor amiga, Gertru, va a casarse y ya
apenas la ve. Además, cree que es una lástima que esta haya abandonado los estudios.
Siente una inclinación especial hacia Pablo, su profesor de alemán, porque él la comprende
y la anima a pensar en un futuro fuera de aquella ciudad, estudiando una carrera en la
capital. Es el personaje femenino que se muestra más maduro porque incluso es capaz de
enfrentarse a su padre y decirle todo lo que piensa respecto a la educación restrictiva que
están recibiendo.
Toda la acción se desarrolla entre septiembre, con el inicio de las Ferias y la llegada de
Pablo a la ciudad, y diciembre. El final del trimestre escolar marca también el desenlace de
la novela, ya que será el momento en el que Pablo, desanimado ante las reacciones de Elvira
y aburrido de la ciudad, decida marcharse de allí. Mediante los hechos que se cuentan,
Martín Gaite refleja la vida en un espacio reducido y determinado, en este caso, una ciudad
de provincias que bien podría ser Salamanca. El texto plasma la realidad, pero no llega
nunca a plantear una crítica directa, una denuncia. Para entreverla, el lector tendrá que
fijarse en qué dicen y en cómo actúan los personajes.
4.2.- Estructura.
La obra tiene una estructura circular. Arranca con la llegada de Pablo en tren desde Madrid
y termina con la despedida de Julia, hermana de Natalia, que marcha Madrid, y con el
descubrimiento de que Pablo se aleja, no sabemos si definitivamente a la ciudad. Se trata de
una novela de final abierto que externamente se divide en dos partes: del capítulo 1 al 11 se
narra lo que sucede en las Ferias hasta el inicio de curso, y del capítulo 12 al 18 sigue la
trama hasta llegar al desenlace en el último capítulo. En la primera parte, se presentan los
diferentes ambientes en los que se mueven los jóvenes de una burguesía provinciana a
través de un ritmo lento, centrado temporalmente en los días de fiestas que ponen fin al
verano y suponen el inicio del curso escolar. La segunda, se centra en las figuras de Pablo y
Natalia, dos seres que no encajan en esos ambientes.
4.3.- Personajes. Fiel al estilo de la narrativa de los años 50, en Entre visillos no hay un
único protagonista, sino que encontramos un grupo de personajes que plantean sus
problemas y decisiones mediante las conversaciones que mantienen. Ahora bien, de todo
ese grupo podemos destacar cuanto nombre que serán protagonistas de la trama: Pablo,
Julia, Natalia y Elvira.
- Pablo es el joven profesor de alemán que llega a la ciudad para dar clase en el instituto.
Es uno de los personajes clave en la novela y se desmarcar del resto desde el principio tanto
por lo que hace, dice y piensa, como por la manera en la que la autora lo muestra en el
texto. Él, junto con Natalia, son los dos únicos personajes que hablan en 1ª persona del
singular. Además, en varias ocasiones cuenta hechos que ya han aparecido con anterioridad
en la novela, pero lo hace desde otra perspectiva, cambiando la focalización. Ha vivido
fuera de España (París, Italia, Berlín) y tiene una mentalidad distinta, lo que supone un
punto discordante dentro de aquella ciudad de provincias acostumbrada a la rutina, las
normas y la falta de libertad. Pablo mostrará en más de una ocasión que no entiende lo que
ve, como cuando le pregunta, perplejo, a Natalia por qué tiene que ser su padre quien decida
si puede seguir estudiando o no. Lo observa todo y lo describe desde su mirada diferente,
pero al mismo tiempo es observado por el resto, que lo considera un extranjero y, en cierta
medida, un peligro. Nadie entiende su amistad con Rosa, la cantante del Casino, ni su forma
de dar las clases, ni siquiera sus propias alumnas.
- Elvira es la hija del director del instituto. Su padre acaba de morir y se ve frustrada por
tener que acatar las normas sociales que impone el luto. Aunque en principio parece que va
a cumplir con las características de “chica rara” (le gusta leer, sale a pasear sola, dibuja),
acaba sometida al sistema. Es un personaje lleno de contradicciones. Se muestra rebelde en
muchos momentos, desafía a su madre, a su hermano y a su pretendiente, Emilio. Pero
cuando se le presenta una ocasión para elegir libremente, para seguir sus instintos, se
acobarda y elige la seguridad del sistema patriarcal. Pablo será su punto desequilibrador,
pues se siente atraída hacia él.
Personajes secundarios:
- Gertru es la mejor amiga de Natalia, aunque se parece muy poco a ella. Con solo 16 años
representa el modelo de mujer española de la época, obediente y sumisa. Ángel es su primer
novio, le lleva diez años y ejerce sobre ella un poder absoluto. Aconsejada por él, dejará los
estudios para casarse, encargarse de la casa y tener hijos. Gertru es infantil, inocente, no ve
la realidad y se somete a los abusos de Ángel sin protestar.
- Miguel es el novio de Julia y discuten a menudo por la vida tan diferente que lleva cada
uno. Miguel es un hombre libre, que vive en Madrid sin un trabajo fijo. Desea a Julia y le
pide constantemente que se vaya a vivir con él, aunque no estén casados. No respeta las
estrictas normas de las familias tradicionales de la época. - Mercedes es hermana de Natalia
y encarna el prototipo de chica soltera que temía la juventud del momento, pues va a
cumplir treinta años y no tiene pretendiente. Sus amigas lo achacan a su mal carácter. Riñe
continuamente con su hermana Julia, quien además de tener novio, se enfrenta a las órdenes
paternas.
- Marisol es una chica joven que llega de Madrid para pasar los días de fiestas. Su forma de
hablar, de vestir y de comportarse la hacen diferente al resto. Tiene el pelo corto, fuma y
usa sandalias. Busca entablar amistad con las jóvenes más modernas, salir de fiesta y flirtear
con chicos. Representa el inicio del cambio de rol en la mujer que llegará en los años 70.
4.4.- Temas.
Los temas que trata Entre visillos están marcados por la situación social y política española
de finales de los años 50. En aquella época apenas se había producido una leve relajación
de las normas impuestas por la dictadura franquista y el país se regía por la estricta moral
del nacional-catolicismo, tal y como se ve reflejado en los temas de la novela.
- La ausencia de libertad. Sobre todo de las mujeres. Cualquier acto o decisión suyo estaba
sujeto a la supervisión de un hombre o de un adulto: los estudios la forma de vestir, el grupo
de amigas, las relaciones con los chicos, las horas de entrada y salida de casa. En cambio,
los hombres podían estudiar, salir, beber, fumar, incluso alternar con otras mujeres, porque
estaba bien visto. La falta de libertad también se manifiesta mediante el control que ejercen
los personajes unos sobre otros.
- Los roles de género. En la España de aquella época había impuesta una moral que
reprimía demasiado al individuo, especialmente a la mujer. Su único papel era el de madre y
esposa. Los hombres estaban por encima, dictaban las normas y decidían qué había que
hacer.
- El matrimonio. Lo deseable en esta época no solo era casarse, sino hacerlo con un buen
partido, es decir, con un hombre que gozara con una buena posición social. Además,
también era habitual que el hombre fuera mucho mayor que la mujer y se toleraba que
hubiese tenido ya experiencias anteriores. En cambio, ellas debían ser jóvenes e inocentes.
- La soltería. En gran parte del país, y en especial en los medios rurales, la mujer soltera se
convirtió en una especie de paria, que acababa sirviendo al padre o a los hermanos. En las
ciudades podía llegar a emanciparse trabajando por su cuenta, pero la mayoría preferían el
matrimonio a cualquier oficio, buscando en él una huida de la entonces mal vista soltería.
En la España de los años 50 el matrimonio se consideraba una necesidad de la mujer. En la
novela Julia (27 años) y Mercedes (30) han sido criadas por su tía, mujer que aún impone
sus normas y dicta los movimientos de las hermanas.
- Las diferencias sociales. Los personajes que aparecen en la novela son burgueses y la
mayoría de ellos manifiesta un claro rechazo a otras clases sociales más humildes. Pablo,
que ha vivido en diferentes países, no entiende que en el instituto predominen las chicas de
clase social más humilde. En el centro le hacen saber que “las chicas de familias conocidas,
lo corriente, cuando hacían el bachillerato, era que lo hicieran en colegios de monjas, donde
enseñaban más religión y buenas maneras, y no había tanta mezcla”.
- El inmovilismo y la huida ante la imposibilidad de cambio. Las cosas son como son, con
un orden establecido y no hay posibilidad de cambio. Hay que aceptar las normas
impuestas. Nadie puede pretender actuar de una manera diferente a la esperada. Quien lo
intente, tendrá que huir de aquella ciudad ante la imposibilidad de transformarlas. Es la
alternativa que elegirán algunos de los personajes “rebeldes” al no encontrar otra opción
que la de escapar cuando comprueben que por ellos mismos no lograrán cambiar el
ambiente represivo, caduco y cerrado en el que viven.
. 4.5.1.- Tiempo.
El tiempo externo de la novela nos sitúa a mediados de los años 50. Hay indicios del
contexto histórico al mostrar a los aviadores y a los aspirantes a notarías como los mejores
candidatos para las jóvenes casaderas, al hablar del cine como el principal entretenimiento y
referirse a la película Marcelino, pan y vino (estrenada en 1954) o al hablar del disgusto de
las chicas que habían perdido el NO-DO. En lo referente al tiempo interno, la novela se
desarrolla desde mitad de septiembre hasta mitad de diciembre. Hay un evidente cambio en
la velocidad narrativa entre las dos partes externas de la novela: en la primera los hechos
ocurren en quince días; en cambio, en la segunda, una vez se han dado a conocer el carácter
y las pretensiones de cada personaje, la acción se desacelera, se adapta al ritmo más
rutinario, que implica el inicio del curso escolar, y narra lo sucedido durante dos meses y
medio. El orden de lo narrado en la historia coincide con el tiempo del relato, en el que
apenas hay saltos temporales. En general, el tratamiento del tiempo no aporta acción a la
historia. Es un tiempo marcado por el calendario festivo, en el que casi no sucede nada que
haga avanzar la historia, pero que permite incidir en la vida rutinaria. Por otra parte, en la
obra aparecen referencias temporales como las horas en las que las chicas “decentes” debían
llegar a casa. Otro elemento temporal son los deícticos 15 temporales (ayer, hoy) que
señalan el devenir de las acciones desde el punto de vista del narrador y los acerca al lector.
4.5.2.- Espacio.
El tratamiento del espacio cumple una doble función narrativa. Por una parte, la ciudad de
provincias es un marco general opresivo y rutinario, un lugar donde nunca pasa nada. No se
dice su nombre, pero es presumiblemente Salamanca, aunque no se llegue a nombrar nunca
de manera expresa. La autora utiliza diferentes espacios para reflejar la vida allí: calles,
casas y habitaciones. En todos ellos predomina la sensación de claustrofobia y asfixia, tanto
sean lugares públicos como privados. Por otra parte, los espacios cerrados de la novela
actúan como elementos simbólicos de lo relatado. Unos (el casino, el cine, la iglesia, la
plaza de toros, etc.) muestran la cultura y la sociedad de posguerra; otros son utilizados para
reforzar los sentimientos de los personajes: la cárcel que supone el hogar familiar, la mirada
que escapa a través de las ventanas, el panorama desde la torre de la catedral.
De entre los públicos, el instituto es uno de los lugares importantes de al novela, pues
aporta mucha información sobre la sociedad de los años 50. El casino es el lugar que
utilizan los jóvenes burgueses para reunirse, beber, bailar, flirtear. Las chicas se sientan
juntas en una de las salas, mientras que los hombres están en la parte del bar. Ellas esperan
a que los chicos tomen la iniciativa y solo las que vienen de la capital se atreven a entrar en
la zona delimitada para el sexo contrario. Además, entre aquellas paredes se ejerce una
vigilancia intensa. Todos se controlan.
El Gran Hotel es otro centro de reunión de los jóvenes, ya que dentro de él se encuentra el
ático de Yoni, que representa la modernidad y la fiesta. La mayor parte de los que van lo
hacen con intención de oír música extranjera, de beber mucho y de experimentar a qué sabe
la libertad porque allí no hay nada prohibido. Por último, la catedral acompaña los paseos
de los personajes mientras la torre vigila el comportamiento de los ciudadanos. Puede
comprobarse la importancia simbólica que tiene al final de la novela, cuando el narrador
explica cómo deja de verse envuelta en la niebla a medida que el tren se aleja.
En cuanto a los espacios privados, la casa de la familia de Natalia aparece desde el primer
capítulo y marca la norma de comportamiento social instaurada en la época. La tía Concha
controla los horarios y el cumplimiento de las costumbres. La mayoría de las escenas se
desarrollan en el comedor, la habitación del mirador: desde allí cosen, comen, leen, toman
chocolate y observan el exterior. El mirador se convierte así en un elemento clave de esta
vida de control y en espacio femenino por excelencia. Permite observar lo que sucede fuera
y, a la vez, ser objeto de contemplación, pero solo si lo desean.
La casa de la familia de Elvira es más moderna, quizá por la formación intelectual del
padre, pero al morir este se instauran normas férreas respecto al luto que ahogan a Elvira. A
pesar de disponer de un cuarto para ella sola y de contar con el respaldo familiar a su
afición por la pintura, este personaje reconocerá sentirse desesperada. El lugar más
asfixiante es el comedor ya que su madre mantiene las persianas bajadas y las cortinas
echadas para que no entre la luz. Además, se percibe un ambiente entristecido por las visitas
continuas que hacen a la familia para dar el pésame. Parece que esa situación no va a
cambiar en mucho tiempo. El oasis dentro de ese desierto es el despacho de Teo, el
hermano de Elvira. Él tiene intimidad y tiempo para estudiar, con lo que se demuestra que
el cumplimiento de la convención del luto no afectaba por igual a hombres y mujeres.
4.5.3- Narrador.
Uno de los elementos más novedosos de la novela es el tratamiento del narrador. El peso de
un relato en el que apenas sucede nada recae en el magistral uso del punto de vista y de la
focalización narrativa. En la novela aparecen tres narradores que garantizan al tiempo la
objetividad y la subjetividad de lo relatado. Encontramos dos narradores en primera persona
(Natalia y Pablo) y uno en tercera persona. Mediante esta técnica polifónica, la autora
ofrece al lector varias perspectivas que se complementan y muestran los hechos de manera
diferente, según quién los haya protagonizado. Esta técnica enriquece la visión de la
realidad e implica al lector, ya que tendrá que decidir sobre los motivos que llevan a los
personajes a actuar de una manera u otra. Hay dos voces en primera persona. La primera es
la de Natalia, que cuenta los hechos a través de su diario. Ella es quien comienza la acción y
su voz reaparece en los capítulos 13 y 16. Natalia es el testimonio fundamental para
desentrañar el sentido de la historia. La voz de Natalia se hace fundamental en la segunda
parte de la historia, cuando el lector ya tiene una visión de la vida provinciana.
La voz de Pablo ocupa más espacio dentro de la historia y, a diferencia de lo que ocurre
con la de Natalia, no se alterna con otro tipo de narrador. Aparece en los capítulos
2,4,6,8,11,15 y 18. Como es el narrador que aparece en más ocasiones, se considera el
personaje más destacado dentro del protagonismo colectivo de la novela. Pablo cuenta los
acontecimientos de manera casi objetiva y testimonial, ofreciendo una mirada objetiva, de
alguien que está dentro de la novela pero que no es de ahí.
4.5.4- Estilo.
Una de las características más destacadas del estilo de Carmen Martín Gaite es la
combinación del registro literario con el coloquial. La autora maneja el lenguaje
hábilmente, pero no en busca de la perfección estilística, sino para reflejar la variabilidad de
la lengua y las conexiones de las palabras con entornos íntimos, siendo el registro familiar o
coloquial el dominante.
Del mismo modo, el habla de los personajes resulta creíble porque refleja de manera
convincente el lenguaje empleado tanto por las capas más educadas de la sociedad como
por las menos instruidas. Los personajes se singularizan por su forma de expresarse y
gracias a la oralidad que confiere este registro a la obra, el lector accede a la narración con
mayor facilidad. Algunos de los rasgos propios de este registro son:
- Interjecciones y exclamaciones.