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LQL Saz Leyendas Del Ecuador 2

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© 2014, Edgar Allan García
© De esta edición:
2019, Santillana S. A.
De las Higueras 118 y Julio Arellano, Monteserrín
Teléfono: 335 0347
Leyendas del Ecuador 2
Quito, Ecuador Más historias divertidas
Víctor Emilio Estrada 626 y Ficus, Urdesa Central y asombrosas
Teléfono: 461 1460
Guayaquil, Ecuador Edgar Allan García
ISBN: 978-9942-19-793-1
Derechos de autor: 044559
Depósito legal: 005181
Impreso en Ecuador por Imprenta Mariscal

Primera edición en Santillana Ecuador: Julio 2014


Primera edición en Loqueleo Ecuador: Junio 2017
Quinta impresión en Santillana Ecuador: Enero 2019

Editora: Annamari de Piérola


Ilustraciones: Roger Ycaza
Actividades: Francesca Ayala
Corrección de estilo: Gabriela Tamariz
Diagramación: Juan Carlos Carrera
Supervisión editorial: Alejo Romano

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en


todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de
información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico,
electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el
permiso escrito previo de la editorial.
A mis legendarios hijos:
Solsiré, Alejandro, Saraluz y Juan.
«Me contaron mis abuelos que hace tiempo...».
José Barros, La piragua

«Una noche, a las diez de la mañana...».


Joaquín Sabina, Cristales de Bohemia
Índice

A manera de introducción 13
Serafín y el demonio (El Oro) 17
El gallazo de la Catedral (Pichincha) 23
El Hijo del Chimborazo (Chimborazo) 31
Fantasmas en el cementerio (Guayas) 41
El Triángulo de las Brujas (Imbabura y Carchi) 47
La Madre Goyita (Manabí) 59
El Tin Tin y el primer amor (Santa Elena) 67
El Toro Pinto (Loja) 77
...y el dios Chiga creó el mundo (Amazonía) 83
Cachari: el cerro de los amantes (Los Ríos) 95
El misterio del nuevo dueño (Cañar) 101
La serpiente de agua (Esmeraldas) 109
Arútam y el niño shuar (Amazonía) 119

Biografía 145
Cuaderno de actividades 147
A manera de introducción

Había una vez un maravilloso país llamado Ecua- 13


dor, que desde hacía miles de años era habitado por
poderosos seres, en apariencia invisibles, que solían
crepitar en las fogatas, rugir en las olas del mar, sil-
bar en las montañas y danzar en los remolinos de
tierra. Se llamaban a sí mismos G u a r d i a n e
s de l a r a d i in , que traducido significa
'Guardianes de la Tradición'. Y, aunque pocos huma-
nos podían escucharlos, les gustaba ir por los cami-
nos perdidos, las selvas enmarañadas y los páramos
más helados contando historias llenas de animales
mágicos, piedras parlanchinas y seres invisibles, mi-
tos y leyendas de un tiempo sin tiempo en los que un
gallo de acero cantaba en la madrugada, negras so-
tanas flotaban sobre los adoquines, un niño chamán
dominaba el bramido de los truenos, la misterio-
sa laguna que nadie ha encontrado bostezaba aves
blancas, un fantasma elegante solía llevar flores a su
amada y un tesoro escondido cambiaba de sitio cada
vez que sus buscadores estaban cerca. Pero, para
tristeza de esos seres, la mayoría de las historias que
contaban se perdía en el olvido.
Preocupados, mandaron llamar a un duendecito
de ojos de capulí y orejas de lechuga, famoso porque,
cada vez que se echaba a reír, provocaba que las cam-
14 panas de los pueblos bailaran y los cimientos de las
casas crujieran.
—Tu misión, decidas o no aceptarla, es buscar
alguien que escriba algunas de las historias que se
están perdiendo —le dijeron a coro.
El duendecito aceptó de buen grado y fue así que,
después de buscar inútilmente en la gran ciudad la
dirección de otros escritores, una noche de abril se
escurrió bajo la puerta del jardín de las luciérnagas y
se presentó ante la mecedora donde yo me encontra-
ba escuchando, con los ojos cerrados, el suave rumor
de las estrellas. Tan pronto me contó a qué venía, me
disculpé explicándole que yo ya había escrito un li-
bro que se llamaba Leyendas del Ecuador y otro más
titulado Historias espectrales y que, al menos por el
momento, no pensaba escribir otro.
—Pues no tienes opción —dijo el duendecito
sonriendo—. Te exigimos que escribas otra obra que
deberá llamarse Leyendas del Ecuador 2: Más historias Serafín y el demonio
divertidas y asombrosas. (El Oro)
Suspiré hondo y traté de explicarle que yo esta-
ba escribiendo otros libros que requerían mi urgente
atención, pero él insistió y debo confesar que solo lo-
gró convencerme cuando empezó a narrarme una de
sus maravillosas historias.
16 —Está bien —le dije por fin—. Pero solo con la «Me contaron mis abuelos que hace tiempo» un 17
condición de que al comienzo del libro me dejes con- campesino llamado Serafín Monar andaba como
tar a los lectores algo acerca de tu singular visita y loco porque había perdido su pequeña plantación,
de buena parte de lo que me has dicho sobre esos po- no le daban trabajo en ninguna parte, no podía pa-
derosos seres de agua, tierra, fuego y viento. gar la renta del cuartito donde vivía con su familia
El duendecito aceptó de inmediato y, tras saltar ni mandar a sus hijos a la escuela. Los amigos se ha-
de alegría, se acostó sobre la hierba llena de luciér- bían esfumado como por arte de magia y nadie, ni
nagas y empezó su narración. Ah, casi me olvido. Él siquiera sus parientes, quería ayudarlo. Así que un
me dijo que les advirtiera que, si alguien no cree que día se decidió: desamarró a su burrito Pascual y se
esto es verdad, él mismo le pondrá el pie al pasar. encaminó a la montaña para hacer un pacto con el
Advertidos están. demonio, que, como se sabe, es el prestamista más
astuto de todos y también el más cruel. Pero, al pa-
recer, ese día Serafín estaba tan pero tan desespera-
do que no le importaba ni su alma.
Subió entonces Serafín al cerro Yayurco con la es-
peranza de encontrar al demonio y proponerle un tra-
to. Le había dicho alguna vez su abuelo que allí habi-
tó, en tiempos muy antiguos, la comunidad indígena
de los nahoas, descendientes de los mayas de Centro-
américa. Pensó que, tal vez por ser un lugar especial,
podría lograr lo que se proponía. Una vez en el Yayur-
co, llamó al diablo desde el borde de las quebradas,
pero no obtuvo respuesta. Lo volvió a llamar desde la
entrada de las cuevas que se hunden en las laderas y
no obtuvo respuesta. Lo llamó de nuevo desde la ca-
ñada del río helado que baja saltando entre las rocas y
no obtuvo respuesta. Serafín se desesperaba: no podía
18 volver con las manos vacías. En algún momento llegó
a creer que el demonio andaba de vacaciones y que
quizá por eso no le contestaba. Pero el diablo nunca
deja de trabajar, así que, desde los abismos donde es-
taba, alcanzó a escuchar la voz angustiada de Serafín
y voló hasta él cuando ya anochecía.
Cuentan que el demonio encontró a Serafín lloran-
do su desgracia a orillas de la laguna encantada de Chi-
llacocha, recostado sobre el anca de su burrito Pascual.
—¿Por qué lloras tanto? —dicen que preguntó.
Serafín se levantó de golpe y empezó a temblar
al mirar a ese ser alto y oscuro pero con ojos de lince.
—No te asustes —le dijo el demonio—. ¿Eres tú
quién me ha estado llamando todo el día?
Serafín asintió con la cabeza y tragó saliva, pero
tenía la garganta seca y sus rodillas no paraban de
temblar.
—Quiero hacer un pacto contigo —tartamudeó
por fin.
—Muy bien —rio el diablo—. Empezamos a —Perfecto —dijo el diablo con una sonrisa de
entendernos. oreja a oreja, y firmó con una cruz al revés que por
—Quiero darte mi alma a cambio de mucho, poco quema el papel.
mucho dinero. Serafín Monar le agradeció y cargó en su burrito
—Ese me parece un buen trato —volvió a reír el Pascual los sacos de oro que le había dejado el de-
demonio—. Tengo el infierno lleno de humanos que monio antes de partir. Una vez en Pueblo Viejo, se
me han pedido lo mismo. dedicó a pagar deudas, comprar terrenos y celebrar
20 —Me imagino —musitó Serafín. con su mujer y sus hijos el feliz cambio de fortuna. 21
—Muy bien, trato hecho. ¿Cuándo quieres que A ellos solo les dijo que había encontrado el oro a
venga por ti para llevarte al infierno? orillas de la laguna encantada de Chillacocha, pero
Serafín Monar se quedó pensando unos segun- nada les mencionó de su terrible pacto, para que no
dos y dijo: se asustaran sin necesidad.
—Quiero que me lleves mañana. Al día siguiente, como estaba acordado, el demo-
—¿Mañana? —se sorprendió el diablo—. Es la nio se presentó para llevarse a Serafín.
primera vez que escucho algo así. Por lo general, uste- —Un momento —dijo entonces este, ante la sor-
des, los humanos, piden no menos de cien años, pero, presa del diablo.
bueno, si esa es tu voluntad, con gusto la cumpliré. —¿Hay algún problema? —quiso saber él.
Ya se iba el diablo cuando Serafín le dijo: —Sí —dijo Serafín—. No estás cumpliendo con
—¿Y no vamos a firmar un pacto? el trato.
—¿Un pacto? Pero si el pacto ya está hecho. —Estoy cumpliendo fielmente. Quedamos en
—No —suplicó Serafín—, quiero que sea por es- que sería mañana y mañana es hoy —dijo el demo-
crito. Aquí traje un papel que dice: nio frunciendo el ceño.
—No —dijo Serafín—. En el trato que tengo aquí
Yo, el demonio, me yebaré a Lucresio Monar no oy dice claramente: «Yo, el demonio, me yebaré a Lucre-
zi no mañana. sio Monar no oy zi no mañana». Así que no me pue-
des llevar hoy sino mañana.

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