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Módulo 2: Lógica Jurídica Estática Y Dinámica

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Módulo 2

LÓGICA JUR ÍDICA ESTÁTICA Y DIN ÁMICA

Introducción

4. LÓGICA JUR ÍDICA ESTÁTICA

4.1 Las normas de conducta humana

4.2 Segunda versión de la Teoría Pura: distinción entre norma y regla de derecho

4.3 Las normas desde el punto de vista del conocimiento

4.4 Relación entre las normas y los valores

4.5 Normas convencionales y normas jurisdiccionales

5. LÓGICA JUR ÍDICA DIN ÁMICA

5.1 El ordenamiento jurídico

5.2 Estructura jerárquica del ordenamiento jurídico

6. SISTEMAS N OR MATIVOS ESTÁTICOS Y DIN ÁMICOS


6.1 Sistemas normativos estáticos y dinámicos

6.2 Coherencia interna del ordenamiento jurídico

6.3 Plenitud del ordenamiento jurídico

6.4 Lineamientos generales de la gradación normativa

6.5 Diversas normas que integran el ordenamiento jurídico

6.6 Sistematización del ordenamiento nacional e internacional. Sistematizaciones parciales

CIER R E DEL MÓDULO

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Introducción

FILOSOFIA DEL DERECHO M2


EaD Kennedy

10:44

En el presente módulo abordaremos el nivel teorético cognoscitivo. Esto es, el elemento normativo que
forma parte del fenómeno jurídico y que provee de significado al accionar de los hombres.
Contemplaremos a la norma en su aspecto estático (nomoestática), es decir, que estudiaremos a la
misma en forma aislada con el objeto de desentrañar su naturaleza y sus funciones.
Luego nos ocuparemos de estudiar a la norma en su fase dinámica (nomodinámica), contemplándola
como parte de un conjunto de normas, un universo simbólico y significativo denominado ordenamiento
jurídico.

Objetivos del módulo

Distinguir la lógica general enunciativa y la lógica jurídica imputativa.

Diferenciar el concepto de derecho para Kelsen y para Cossio.


Reconocer la función de las normas desde el punto de vista del conocimiento.

Evaluar la función social y la función política de las normas.

Diferenciar las clases de normas de conducta.

Contemplar la necesidad de estudiar el ordenamiento jurídico.

Explicar las relaciones entre las normas jurídicas.

Comparar la validez, efectividad y legitimidad de las normas jurídicas.

Explicar la importancia del acatamiento general.

Discriminar los efectos de la Revolución y del golpe de Estado, respecto del ordenamiento jurídico.

Evaluar los conflictos normativos y explicar los criterios para su solución.

Comprobar la gradación normativa del ordenamiento jurídico argentino.

Explicar la estructura del ordenamiento jurídico internacional.


4.1 Las normas de conducta
humana.
4.2 Segunda versión de la

UNIDAD 4 Teoría Pura: distinción entre


Lógica jurídica estática norma y regla de derecho.
4.3 Las normas desde el punto
de vista del conocimiento.
4.4 Relación entre las normas
y los valores.
4.5 Normas convencionales y

5.1 El ordenamiento jurídico.


UNIDAD 5
5.2 Estructura jerárquica del
Lógica jurídica dinámica
Ordenamiento Jurídico.
6.1 Sistemas normativos
estáticos y dinámicos.
6.2 Coherencia interna del
UNIDAD 6 ordenamiento jurídico.
Sistemas normativos 6.3 Plenitud del ordenamiento
estáticos y dinámicos jurídico.
6.4 Lineamientos generales de
la gradación normativa.
6.5 Diversas normas que
integran el ordenamiento

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4.1 Las normas de conducta humana


En la presente unidad nos ocuparemos de contemplar el tercer elemento del fenómeno jurídico. Esto es, el
nivel teorético cognoscitivo. Nos ocuparemos de analizar el aspecto estático de la norma.

Ejemplo de convivencia de culturas

El video nos muestra una pequeña ciudad en la cual conviven pacíficamente diferentes culturas, un
verdadero ejemplo de vigencia de normas de conducta aceptadas por sus habitantes.
02:50

Álvaro López (s.f.) "Ejemplo de convivencia de culturas". [Video] Youtube.

El nivel teorético cognoscitivo, es decir, el tercer elemento del fenómeno jurídico (la norma) que provee de

significado al accionar humano, se manifiesta como un nivel simbólico referido a las instituciones que
componen los sistemas sociales y es en donde se alcanza el conocimiento del comportamiento humano
(Coscio, 1995).

Nos ocuparemos del estudio de la norma considerada aisladamente (nomoestática). En primer lugar,

desentrañaremos qué son las normas, pregunta a la que pueden darse múltiples respuestas, pues depende
el punto de vista desde el cual encaramos el tema.

Tomaremos solo tres ámbitos desde los cuales abordaremos el análisis:

El de la lógica.

El del conocimiento.

El del control social.


Las normas desde el punto de vista de la lógica

Lógica general y lógicas particulares


La lógica es aquella parte de la filosofía que estudia las formas y principios generales que rigen el
pensamiento humano, considerado en sí mismo sin referencia a los objetos. Una persona se forma
representaciones de la realidad en su mente. Pensar es establecer relaciones entre esas representaciones,

ideas o conceptos. Un pensamiento está compuesto por varias ideas unidas por medio de una cópula.

El pensamiento que afirma o niega algo se denomina juicio. Así, cuando pensamos “el gato es un felino
doméstico”, expresamos un juicio afirmativo cuya estructura está formada por la unión de tres elementos: a)
el sujeto, “el gato”; b) el predicado, “un felino doméstico”; y, c) la cópula “es” que corresponde al verbo “ser”

que une ambos conceptos —sujeto y predicado—, estableciendo que al “gato” le es propio el carácter de
“felino doméstico”.
Todas las ciencias se proponen descubrir las relaciones que existen entre los objetos que estudian: la física
entre ciertos hechos, la sociología, entre otros, el derecho entre determinados hechos culturales —el hacer

de un sujeto frente al impedir o permitir de otro—. Mientras las ciencias establecen relaciones particulares
entre los objetos, la lógica considera las relaciones mismas. Estudia las estructuras de los pensamientos y

es también una ciencia de relaciones.

Las ciencias descansan en la lógica y necesitan de ella cuando quieren expresar y justificar la legitimidad de

las relaciones que establecen. Los físicos, los sociólogos y los juristas, cuando discuten la validez de las
relaciones que han establecido, hacen lo que hasta ese momento no habían hecho: estudiar lógicamente la
estructura de su propio pensamiento científico.

Clasificación de los juicios


Los juicios se pueden clasificar de distintas maneras, pero para los fines de nuestra asignatura solo nos
interesa la clasificación según la relación, conforme a la cual los juicios pueden ser categóricos, hipotéticos
o disyuntivos.

Juicio categórico

Es aquel cuya enunciación no está supeditada a condición o alternativa alguna. Así, cuando afirmo que “el
domingo es feriado”, la predicación (feriado) recae directamente sobre el sujeto (domingo) sin hipótesis
previas u opciones entre predicaciones distintas. Se trata de una afirmación independiente, no subordinada
a ningún supuesto previo u opción distinta.
Juicio hipotético

Es aquel cuya enunciación se formula condicionalmente sujeta a un supuesto previo que le es
determinante. Por ejemplo, cuando digo “si llueve, llevaré un paraguas”, es hipotético tanto que llueva como
"llevaré un paraguas". En cambio, la dependencia entre la enunciación y la hipótesis es determinante. Si la
condición establecida se cumple (si llueve), seguro llevaré un paraguas.

Juicio disyuntivo

Es aquel en el que la relación entre los conceptos es tal que ofrece una alternativa. Así, si expreso “el
hombre es el resultado de la evolución o ha sido creado por Dios”, no afirmo que el ser humano sea
resultado de la evolución ni que haya sido creado por Dios, sino que sostengo la alternativa. En estos juicios
no se afirma ninguna opción. Lo que se afirma es la relación entre ambas.

Lógica general enunciativa


La lógica general de las ciencias se expresa mediante juicios del ser en los cuales la cópula no solo
relaciona, sino que también enuncia que algo es de cierta manera. Por ejemplo, en el juicio el hombre es un
animal racional, su predicado menciona la categoría objetiva a la que pertenece el sujeto.

Los juicios de la lógica enunciativa son, según Von Wright, expresiones descriptivas a las que Alf Ross
(1974) denomina expresiones con significado representativo y son susceptibles de ser calificados como
verdaderos o falsos. Esto es así, porque es posible comparar cualquier expresión o juicio descriptivo con el
acontecimiento de un hecho. Si la expresión y el hecho coinciden, la primera es verdadera. De lo contrario, es
falsa.

Estos juicios son los más aptos para expresar el ser de las cosas y por eso se los emplea para describir las

relaciones propias de las ciencias naturales. Así, la ley de gravedad enuncia descriptivamente que si un
cuerpo queda sin sostén, es atraído hacia el centro de la tierra. El cuerpo sin sostén es la causa, la atracción
hacia el centro de la tierra es el efecto y la cópula “es” denota la necesaria e invariable vinculación entre
ambos que se conoce como relación causal.

Las leyes de la sociología y la psicología se refieren a la conducta humana, desde un punto de vista similar
al que emplean las ciencias naturales, como un fenómeno que puede ser explicado en función de sus
causas. Por eso las leyes sociológicas y psicológicas son juicios del ser que expresan una relación objetiva,
pero a diferencia de las anteriores, con un elevado índice de probabilidad entre dos hechos. Así, la sociología
enuncia que “si hay miseria, aumenta la delincuencia y la prostitución”, y la psicología social sostiene que
“en las multitudes el sentimiento se suma y el pensamiento se resta”.

Lógica jurídica imputativa


Como explicamos en un capítulo anterior, el objeto real de estudio de la ciencia del derecho es un tramo de
conducta compartida. Una acción que posee siempre un sentido valioso o desvalioso y que solo puede ser
éticamente conceptualizado mediante una norma, un pensamiento que la describe y cuyo estudio
corresponde a una lógica particular: La lógica jurídica.

La lógica de la ciencia del derecho, a diferencia de la lógica general enunciativa, prescribe que algo debe ser
de cierta manera y se expresa mediante juicios del deber ser. Estos juicios no enuncian lo que actualmente
es, sino lo que devendrá en el futuro, sin perjuicio de que ello no llegue a ocurrir en alguna situación

particular.

En los juicios del deber ser, la vinculación entre el antecedente y el consecuente es meramente imputativa.
La consecuencia no es un efecto del antecedente, sino libremente atribuida a él por el autor de la norma. El
principio de imputación expresa una relación entre dos acontecimientos unidos por la voluntad de un ser
humano. La conexión entre el antecedente y el consecuente es extrínseca y subjetiva, donde el deber ser no
pertenece al mundo de la necesidad natural, sino al de la libertad humana.
La norma jurídica considerada como juicio

Respecto de las normas, los juristas no siempre reconocieron su carácter imputativo ni consideraron de
igual manera su estructura lógica.

La norma como juicio categórico


Contemporáneamente al surgimiento y desarrollo de la lógica jurídica imputativa, el jurista británico John
Austin reactualiza una antigua doctrina según la cual las normas son órdenes o mandatos del soberano
hacia las personas. Siguiendo este criterio, las normas son imperativos que ordenan hacer o no hacer algo,
concluyendo que las normas son juicios categóricos. Por ejemplo: Cumplir los pactos, no matar o no robar.

Esta corriente, a la que podemos llamar imperativista, aborda el problema de las normas desde el ángulo del
poder. Como ya sabemos, el valor poder es inculcación, es infundir en el ánimo de otro la realización de una
determinada conducta y, en este sentido, las normas se constituyen en un instrumento valioso del poder que
se expresa como una orden o mandato.
El primer jurista que rechazó esta tesis fue un penalista alemán del siglo XIX llamado Binding. Este autor,
contrariando la creencia común de que los delincuentes violan o incumplen las normas, afirmó que todo
aquel que comete un delito cumple con la prescripción normativa al hacer exactamente aquello que las
enuncian. Así, cuando un hombre mata a otro, no está violando la norma, sino simplemente realizando
aquello. Describe el artículo 79 del Código Penal: “Se aplicará reclusión o prisión de 8 a 25 años al que
mataré a otro…” Binding realizó dos grandes aportes: a) Rechazó la tesis que sostiene que las normas son
órdenes. b) Afirmó que las normas describen conductas humanas.
Según Aftalión y Vilanova (1992) una orden es expresión de una voluntad humana dirigida a otro individuo
con la intención de determinar su conducta. Vamos a reseñar varios argumentos de sentido común que nos

permiten descartar la posición imperativista que identifica las normas con los mandatos u órdenes. En
contra de la equiparación de las normas con las órdenes, podemos decir que:

Es una ficción pensar que un organismo colegiado, como un congreso o un parlamento, tiene
1
voluntad, pues carece del discernimiento y de la intención psicológica que la emisión de
cualquier orden requiere.

La voluntad real supone la representación de aquello que se pretende y está ausente en los
2
individuos que integran los órganos facultados a emitir normas.

3 Las normas subsisten pese a que haya desaparecido la voluntad que las originó, por ejemplo,
un testamento que entra en vigor una vez ocurrido el deceso del testador, o una ley mantiene
su vigente una vez fallecido el legislador que la instituyó.

Existen normas que no fueron enunciadas como órdenes por ninguna voluntad como, por
4
ejemplo, la costumbre.

5 Las normas generales se aplican a todos los habitantes de un país. Y si fueran órdenes, los
legisladores, al quedar sujetos a las prescripciones de las leyes que sancionan, estarían
dándose órdenes a sí mismos, lo que carece de sentido.

Explica Herrera Figueroa (1955) que:

El imperativismo jurídico que concibe el Derecho como una especie de órdenes o mandos ha encontrado
feliz eco entre los juristas de todos los tiempos. En sí, es un hipóstasis de tipo racionalista que concibe
estas disposiciones imperativas en la letra de las leyes y que a su hora fue desnudada y superada
gracias a la fenomenología con Reinach a la cabeza. Quedó demostrado hasta la evidencia que órdenes
solo pueden dar y recibir personas de carne y hueso. (p.84)

A pesar de todo, el impertativismo todavía tiene importantes partidarios, como, por ejemplo, Alf Ross (1974).
Este autor denomina a las normas directivas y considera que son expresiones sin significado representativo,

es decir, que no mencionan nada y son empleadas con el propósito de influir en el comportamiento de la
gente.

Estas directivas constituyen un género que comprende, entre otras especies, a las órdenes, sugerencias,
exhortaciones, solicitudes y requerimientos. Como vemos, su postura resulta ser un retorno a la posición
imperativista, aunque como las directivas son un género que comprende a la especie órdenes, Ross (1974)
sostiene una tesis imperativista más amplia que la de Austin.

La norma como juicio hipotético

Hans Kelsen nació en Praga en 1881 y murió en 1973. Realizó sus estudios superiores en las Universidades
de Viena, Heidelberg y Berlín, doctorándose en la primera en 1906. Fue el fundador y principal expositor de la
llamada Escuela de Viena y sus obras fueron traducidas a casi todos los idiomas, llegando su influencia a
todo el mundo. El texto que mejor resume sus enseñanzas y del cual existen varias versiones en diversas
lenguas, se llama Teoría pura del derecho.
Kelsen (1934) excluye de la ciencia jurídica toda consideración de la conducta y los valores y afirma que el
derecho son solamente las normas. Este autor retoma la idea de Binding de que las normas no son órdenes.

Rechaza el imperativismo y sostiene que las normas son juicios hipotéticos del deber ser, en los cuales la
ocurrencia del consecuente está supeditada a que previamente se produzca el antecedente.

Por ejemplo, si se produce el acto antecedente que una persona


mate a otra, debe ser la consecuencia prisión de ocho a veinticinco
años.

Este juicio se puede formular: Dado A, debe ser B. Donde “A” es el


acto antecedente llamado transgresión o acto ilícito; “debe ser” es el
nexo imputativo y “B” es el consecuente denominado sanción. De
ese modo, la aplicación de la sanción está siempre condicionada a
que previamente haya ocurrido el acto antecedente denominado
transgresión.

Para Kelsen, el derecho es un sistema de normas creadas con el fin de inducir a los seres humanos a
conducirse de una determinada manera. Una técnica de control social que consiste en amenazar con una
sanción las acciones no deseadas. Por eso, la norma ejemplificada en el párrafo anterior establece la
relación entre el acto ilícito y la sanción y es denominada norma primaria.

Pero este autor admite también la posibilidad de enunciar otra norma, la que describe la conducta que
permite evitar la sanción. Esta norma denominada secundaria posee la misma formulación que la primaria:
Dado A, debe ser B. Donde “A” es el hecho natural o acto humano antecedente, “debe ser” es el nexo
imputativo y “B” es el consecuente denominado obligación. Por ejemplo, “dada la celebración de un contrato
debe ser que las partes cumplan lo pactado”.

La norma como juicio disyuntivo


Carlos Cossio nació en Tucumán en 1903 y murió en 1987. Fue el creador y principal expositor de la llamada
“Teoría egológica del derecho”, cuya difusión resultó verdaderamente sorprendente, sobre todo cuando se
considera su marco lingüístico. Originada en la Argentina alrededor de 1940, esta teoría se conoció en un
círculo intelectual bastante amplio que hoy transciende nuestro país y repercute en toda Latinoamérica,
España, Italia, Francia, y E.E.U.U. Incluso ha llegado a ser conocida en países como Finlandia, Polonia y la ex
Yugoslavia, donde varias de sus obras han sido traducidas.
Como ya estudiamos, para Cossio, la ciencia jurídica posee un objeto real (la conducta compartida) y las
normas son únicamente el pensamiento de esa conducta. Vimos también que pensar una conducta ya
ocurrida no presenta ninguna dificultad. Así podemos decir “San Martín cruzó los Andes”. Sin embargo,
pensar el futuro del hombre, como libertad que se despliega frente a él en un abanico de posibilidades, solo
es posible mediante una norma que enuncie ese deber ser existencial mediante un deber ser lógico o

normativo.

Dicho en otras palabras, Carlos Cossio afirma que la ciencia del derecho tiene como objeto real de estudio la

conducta en interferencia intersubjetiva, un fenómeno cultural valioso o desvalioso, que solo puede ser

conceptualizado mediante las normas. Estas son únicamente el pensamiento o descripción de un tramo de

conducta compartida.

Cossio retoma las ideas Kelsenianas, pero en vez de considerar a las normas como juicios hipotéticos, las

entiende como juicios disyuntivos que describen un tramo de la conducta libre de un ser humano. Para lograr

esta conceptualización reduce las múltiples posibilidades que todo ser libre posee a dos alternativas
conjugadas dentro de la norma mediante la polaridad lícito-ilícito.

Esta norma no es tan solo la regulación de una sanción, como en el caso de la norma primaria de Kelsen,
sino el significado de una acción formado por la formulación disyuntiva de sus dos partes: La endonorma,
que describe el acto lícito y la perinorma, que menciona la acción ilícita. En la norma jurídica disyuntiva la

relación entre conceptos es tal que ofrece una alternativa entre las posibilidades del obrar lícito e ilícito. No
afirma ninguna de ellas por separado, solo sostiene la relación entre dos alternativas contradictorias.

Así, por ejemplo, dado el hecho de ser padre de un menor, se debe cumplir la prestación alimentaria y dado el
incumplimiento, se debe sancionar al progenitor.

No se trata ya de dos juicios, sino de uno solo que se puede formular de manera abreviada: “Dado A debe ser
P, o no dado P debe ser S”.

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4.2 Segunda versión de la Teoría Pura: distinción


entre norma y regla de derecho

Desde 1911 y hasta la publicación de la “Teoría general del derecho y del Estado” en 1945, Kelsen
caracterizó la norma jurídica como un juicio hipotético de carácter imputativo, un mero deber ser lógico
manteniendo, durante casi treinta y cuatro años, una postura muy firme en contra de concepción
imperativista de las normas jurídicas (Machado Neto, 1974).

Decía Kelsen (1941) en la versión original: “… la norma jurídica no es comprendida como imperativo, a

semejanza de la norma moral, como las más de las veces lo hace la doctrina tradicional; sino como un juicio
hipotético que expresa el enlace específico de una situación de hecho condicionante con una consecuencia
condicionada. (...) En un caso, la forma de enlace de los hechos es la causalidad, en el otro, la imputación…”
(p.47 y 48).
Teoría pura del derecho [Foto]. (2008, 10 de octubre). Recuperado el 27 noviembre de 2018, de
ecured.cu

Pero debido a la influencia general de la concepción anglosajona del derecho y seguramente también a la
larga polémica que mantuvo con Carlos Cossio, que interpretaba a la teoría pura como simple lógica formal,
la posición kelseniana modificó sus postulados originales para asumir un peculiar neoimperativismo,
concibiendo desde ese momento a las normas como una especie de órdenes despsicologizadas o
mandatos en sentido figurado.

Frente a la afirmación kelseniana de que el derecho es tan solo la norma y que esta no es más que un juicio
hipotético, Cossio siguiendo a Husserl, quien afirmaba que todo juicio siempre dice algo acerca de algo, que

se refiere a un objeto real, interpeló a Kelsen para que respondiera a la pregunta sobre cuál era ese objeto
real del que la norma (como juicio) dice algo. La única respuesta coherente es que ese objeto real es la
conducta humana. Sin embargo, Kelsen nunca reconoció esta evidencia y se limitó tan solo a reescribir la
teoría pura en una segunda versión que rectifica su postura original, diciendo que, en realidad, los juicios

hipotéticos son las reglas de derecho y no las normas.

Curiosamente, Kelsen (1960) no menciona a Cossio y en su contra argumenta:

Contra la tesis de que las normas jurídicas constituyen el objeto de la ciencia del derecho, se ha
sostenido que estas normas son solamente el instrumento utilizado por el jurista para describir el
derecho. De la misma manera que las ciencias de la naturaleza recurren a las leyes causales para
explicar los fenómenos naturales, la ciencia del derecho explicaría la conducta de los hombres con la
ayuda de las normas jurídicas. Esta objeción proviene de una confusión entre la norma jurídica y la regla
de derecho. (p.45)
A partir de ese momento, Kelsen introduce la distinción entre norma de derecho y regla de derecho.
Anteriormente, había empleado estas dos expresiones como términos en alguna medida correspondientes,
pero a partir de entonces los diferenció completamente:

La norma de derecho es la prescripción del órgano que, como mandato impersonal y anónimo,
1
tiene carácter imperativo y constituye el objeto propio de la ciencia jurídica.

2 La regla de derecho, en cambio, no es más que la descripción científica que el jurista hace de
su objeto mediante un juicio que posee carácter hipotético, imputativo.
Así, el art. 79 del Código penal se nos presenta como un mandato impersonal y anónimo que prescribe: “Se

aplicará reclusión o prisión de ocho a veinticinco años, al que matare a otro, siempre que en este Código no
se estableciere otra pena”. De esta forma, la norma continúa siendo el objeto propio de la ciencia del

derecho y el jurista debe circunscribir su tarea a describirla mediante una regla hipotética imputativa. Un

científico del derecho frente al art. 79 debería limitarse a describirlo diciendo “dado el hecho antecedente

que una persona mate a otra, debe ser la aplicación de la sanción de ocho a veinticinco años de prisión o
reclusión”.

Como hemos estudiado anteriormente, las órdenes o mandatos son un fenómeno interpsicológico. Afirmar
que hay órdenes despsicologizadas es un contrasentido. La respuesta de Kelsen resulta desconcertante y
pensamos que no es más que un intento verbalista para salir de la aporía a la que lo condujo Carlos Cossio.
Marcar la respuesta correcta.

¿Cuál de estas afirmaciones describe la norma de derecho?

Es la descripción científica que tiene carácter imperativo y


constituye el objeto propio de la ciencia jurídica.

Es la prescripción del órgano que, como mandato personal,


tiene carácter imperativo y constituye el objeto propio de la
ciencia jurídica.

Es la prescripción que el jurista hace de su objeto mediante


un juicio que posee carácter hipotético deductivo.

Es la descripción científica que el jurista hace de su objeto


mediante un juicio que posee carácter hipotético,
imputativo.

Es la prescripción del órgano que, como mandato


impersonal y anónimo, tiene carácter imperativo y
constituye el objeto propio de la ciencia jurídica.

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4.3 Las normas desde el punto de vista del


conocimiento

Al tratar de dilucidar la esencia de las normas, hemos realizado una primera aproximación a ellas desde el
punto de vista de la lógica formal. Existe otra forma de considerarlas, no como puro pensamiento, sino como
conocimiento de algo. Como pensamiento, la norma es un juicio, en tanto que como conocimiento es
mención intelectual de algo, un concepto descriptivo, una significación inserta en una descripción.

La norma como representación conceptual

En nuestra cultura existen un sinnúmero de representaciones intelectuales, por ejemplo, los conceptos, las
definiciones, las fórmulas científicas, las partituras musicales, etcétera. Todos sabemos que una partitura
no es la música, ni un menú, la comida, ni H₂O el agua, ni la norma, la conducta. Sin embargo, existe siempre

la tentación de dejar de lado la realidad y concentrarse en las representaciones.


Una representación es lo que se encuentra presente en la conciencia de una persona como objeto pensado.

Esta presencia se alcanza mediante la imaginación que nos permite gestar conceptos que sustituyen a la

realidad. La ciencia del derecho hace sus representaciones de la realidad mediante las normas. Las normas
son conceptos que nos sirven para pensar la conducta en interferencia intersubjetiva. Cuando se formula

una norma solo se está imaginando cierto tramo de conducta mediante una representación conceptual.

Relación entre la norma y la conducta

La relación entre la norma que se piensa intelectualmente y la conducta que se percibe mediante los
sentidos, es una relación cognoscitiva de mención igual a la que mantiene cualquier juicio respecto de su
objeto. Tanto los juicios enunciativos del ser como los imputativos del deber ser, son instrumentos de
conocimiento mediante los cuales las personas piensan y mencionan los objetos.
Cuando un físico quiere mencionar el fenómeno de la gravedad terrestre lo hace mediante la ley de
gravedad, que es un juicio enunciativo del ser. De igual modo, cuando un jurista necesita referirse a un
fenómeno de conducta en interferencia intersubjetiva, por ejemplo, el acto de un hombre que mata a otro, lo

hace mediante una norma jurídica que es un juicio imputativo.

La norma como juicio desempeña el mismo papel de mediación que posee todo juicio en el conocimiento
científico. Una vez formulada la ley de gravedad, cualquier persona podrá emplear dicho juicio para explicar
fenómenos actuales o predecir situaciones futuras. Así, una madre podrá explicar por qué a su hijo se le

cayó la taza de leche, o predecir lo que ocurrirá si no agarra correctamente la nueva taza que le ofrece.

De igual manera, una vez formulada una norma de conducta,


cualquiera podrá emplearla para interpretar jurídicamente un acto
humano y predecir sus consecuencias jurídicas. Por ejemplo, un
abogado podrá afirmar que una determinada acción constituye un
homicidio y vaticinar la sanción que le debe ser aplicada a quien lo
haya cometido.

En este plano gnoseológico, las normas son el instrumento utilizado por el profesional de la ciencia del
derecho para el conocimiento jurídico.

Se trata de un conocimiento conceptual que les permite a los abogados interpretar un acto humano

mediante una norma, que es simplemente una representación conceptual y neutra al valor de un tramo de
conducta compartida.

A los operadores jurídicos —abogados, defensores, fiscales o jueces— no les interesa la influencia causal
de las normas sobre las conductas, sino el conocimiento conceptual que ellas le proporcionan sobre una

acción determinada. Para interpretar jurídicamente el significado de cualquier tramo de la vida humana
compartida, emplean enunciados lógicos de carácter normativo porque ellos son estructuras de
conocimiento intelectual.

Fragmentos de normas dispersas y enunciados normativos completos

Muchas normas jurídicas están expresadas por escrito formando parte del contenido de las leyes, otras, en
cambio, están implícitas en las costumbres de la sociedad. Las leyes y las costumbres son los signos
sensibles que manifiestan de forma explícita o implícita las representaciones conceptuales y neutras de las
acciones, las normas que obligan, prohíben o facultan.

Lo más frecuente es que los textos legales contengan solo fragmentos de normas. Así, el art. 25 del Código
civil y Comercial, que fija la mayoría de edad a los dieciocho años, no reconoce facultades, ni impone
deberes, ni constituye por sí solo una norma jurídica completa. Ese texto, como muchos otros, contiene un
elemento normativo aislado que no nos permite interpretar un tramo específico de conducta compartida

(Recaséns Siches, 1985, p.126).


Será entonces necesario que, a partir de los elementos dispersos, el jurista práctico reconstruya el
enunciado normativo completo aplicable al caso. Deberá elaborar esta proposición normativa que le sirva de
estructura de conocimiento objetivo apta para interpretar una determinada acción.

Siendo poco frecuente que las palabras empleadas por el legislador presenten la forma de un juicio
disyuntivo, será el operador jurídico que interviene en el caso quien deberá establecer el enlace lógico entre
los distintos fragmentos legales y consuetudinarios dispersos para integrar el enunciado normativo
completo necesario para interpretar la realidad. Esta tarea permite armonizar los elementos normativos

contenidos en las leyes y costumbres, que, de otro modo, podrían parecer incompletos o contradictorios,
presentándolos como una estructura disyuntiva coherente apta para la comprensión de los acontecimientos
humanos desde el punto de vista jurídico (Cueto Rúa, 1971, p.208).

De esta forma, la tarea de los operadores jurídicos que intervienen en un proceso judicial es una labor de
construcción de segundo grado. Deben encontrar, interpretar e integrar los fragmentos de normas dispersos
en las leyes y costumbres en un enunciado normativo completo. Una actividad que exige altos niveles de
sensibilidad social y creatividad, que les permitan extraer de viejas y confusas normas dispersas, nuevos
significados y consecuencias inéditas, formulando los enunciados que necesitan para dar justa solución a
los casos en los que les toca intervenir.

Como se puede apreciar, las facultades de los miembros del Poder Judicial surgen explícitamente de la
Constitución Nacional, de las constituciones de las provincias y de la Constitución de la Ciudad de Buenos
Aires. Pero el deber de resolver les es impuesto a los jueces por del Código civil y comercial, y la sanción que

se les imputa a los que se nieguen a cumplir con ese deber está prevista en el código penal.

Mediante la articulación de los fragmentos normativos dispersos en una proposición unitaria, logramos
descubrir el significado jurídico que el legislador asignó al acto de denegación de justicia que debemos
interpretar. El enunciado normativo completo es una representación, un pensamiento que en la práctica

pocas veces se expresa conscientemente y mucho menos por escrito, sin embargo, será útil hacerlo para
visualizar su estructura y contenido.

Retomando el ejemplo anterior, el enunciado normativo completo podría ser:

1º Dado el hecho de que un juez es competente para entender en una causa -art. 116 de la Constitución
Nacional- (hecho antecedente), 2° debe ser nexo imputativo, 3° que resuelva los asuntos que son
sometidos a su jurisdicción mediante una decisión razonablemente fundada -art. 3° Código civil y
Comercial- (prestación), 4° el juez es el sujeto obligado, 5° las partes en litigio son los sujetos facultados,
6° o (nexo disyuntivo), 7° dado que el juez se niegue a juzgar bajo pretexto de obscuridad, insuficiencia o
silencio de la ley -art. 273 del Código penal- (transgresión o ilícito), debe ser (nexo imputativo), 8° la
inhabilitación absoluta de uno a cuatro años para ejercer su cargo de juez (la sanción), 9° aplicada por
otro juez (funcionario obligado), 10° por pedido de cualquiera de las partes afectadas por la denegación
de justicia (representantes de la comunidad que la solicitan).
Razones didácticas nos han llevado a ejemplificar este tema empleando tan solo tres fragmentos legales.

Sin embargo, es importante aclarar que en la solución de cualquier caso concreto se ponen en juego todas
las normas jurídicas. Un caso judicial, decía Cossio (1954), siempre se resuelve por la totalidad del
ordenamiento y nunca por una sola de sus partes, tal como todo el peso de una esfera gravita sobre la
superficie en que yace, aunque sea uno solo el punto por el que toma contacto.

Si bien existe similitud entre nuestros enunciados normativos completos, las reglas de derecho de Kelsen y
las proposiciones normativas que estudian Alchourron y Bulygin, nuestra propuesta se basa en una
fenomenología de actividad forense y se funda en una necesidad hermenéutica, ya que el enunciado
normativo completo es un instrumento imprescindible para llevar adelante una interpretación objetiva que

permita generar una línea de argumentación consistente.


Las normas como instrumento de control social

Considerar a las normas como un juicio y como una representación conceptual deja pendiente el
interrogante si la relación entre la norma y la conducta es únicamente descriptiva y cognoscitiva, o si
también es prescriptiva, es decir, si existe una influencia causal de las normas sobre las conductas. Como
veremos, su consideración no se agota en lo lógico y gnoseológico, sino que posee también una función
reguladora como instrumento de control social explícito e institucionalizado.

Si bien al operador jurídico solo le interesan las normas desde el


punto de vista del conocimiento que ellas le proporcionan respecto
de ciertos tramos de conductas, para quienes detentan el poder del
Estado —en sus manifestaciones legislativa, ejecutiva y judicial—,
las normas son el medio más adecuado para inducir a los habitantes
a actuar de ciertas maneras. Para los gobernantes las normas son
un instrumento para mantener el orden, ejercer el poder y propiciar
la cooperación.

La condición instrumental de las normas ha sido reseñada por destacados juristas: Kelsen (1960) calificó al
derecho como “una técnica social utilizada para inducir a los hombres a conducirse de una manera
determinada” (p. 73). Recaséns Siches (1985) concibe a la norma como “una especie de instrumento, de
utensilio fabricado por los hombres, con el fin de tratar determinado tipo de situación humana o de conflicto
social” (p.121 y 251) y Ross (1974) afirma que “las leyes no se sancionan para comunicar verdades
teoréticas, sino para dirigir el comportamiento de los hombres a fin de que actúen de una cierta manera
deseada” (1974:8).
Herrera Figueroa (1955) afirmaba: “El derecho como técnica social es uno de los medios más efectivos para
imprimir a la conducta humana ciertas direcciones de racionalidad” (p.78). Cueto Rúa (1971), por su parte,
reconoce que “la ley es un instrumento o técnica de control social” (p.53).

Lo que las normas expresan es una representación conceptual y neutra al valor de aquellos actos que:

Deben ser realizados porque son prescriptos como obligatorios.

Deben omitirse porque están expresamente prohibidos.

Quedan librados a la voluntad de los agentes porque simplemente están permitidos.

Expresan así los tres significados jurídicos de las acciones:

Obligatorio.
1

Prohibido y permitido.
2

3 Facultativo.

Las normas que prescriben deberes o fijan prohibiciones están destinadas a organizar la convivencia social,
estableciendo las recíprocas obligaciones de las personas, y fijando límites a sus libertades en consonancia
con la facultad de autodeterminación de los otros seres humanos que conviven en la misma sociedad. Así,
pagar los impuestos está prescripto como obligatorio porque a quien no lo haga oportunamente se le

imputan determinadas sanciones, en tanto que matar está prohibido porque la norma le imputa una sanción
al transgresor.

Las normas son facultativas cuando dejan librado el curso de acción de las personas a su propia decisión.
Estas reglas de conducta otorgan permiso o autorizan a los habitantes de un país para realizar diversas
acciones según su libre preferencia. Así, contraer matrimonio, comprar una casa, o ejercer el comercio son
actos explícitamente permitidos, y tomar sol en la playa o bañarse en el mar son acciones implícitamente
autorizadas.

Aunque lo más común sea que las normas induzcan a actuar de cierta manera, amenazando con sanción la
conducta contraria, también puede ocurrir que promocionen ciertas acciones, imputándoles a quienes las
lleven a cabo una recompensa. Por ejemplo, se puede inducir a pagar los impuestos amenazando a los
evasores con una sanción, pero también se puede estimular a cumplir el deber tributario premiando con una

quita a quienes los paguen por adelantado.

Teniendo en cuenta la libertad propia de cada ser humano, y siempre que no esté cumpliendo un rol de
gobierno, el principio jurídico en materia de actuación social es “todo lo que no está expresamente prohibido,
está explícita o implícitamente permitido”. Las normas permisivas o facultativas constituyen la regla general,
y las normas que prescriben deberes o fijan prohibiciones constituyen la excepción.

Finalidad social

Las sociedades democráticas basadas en la libertad y no en la unanimidad coactiva son, sin embargo, las
más conflictivas que han existido en la historia. Las normas de conducta individual en virtud de su
condición instrumental tienen una finalidad social: introducir en las comunidades, que se presentan
múltiples, confusas y divididas, un principio de orden y cohesión racional que garantice a cada persona un
espacio de libertad para el desarrollo de su personalidad en armonía con el interés social.

La normatividad, como decía Herrera Figueroa, es el plano común del entendimiento social. Las normas
jurídicas son siempre instituidas para posibilitar una segura, pacífica y solidaria convivencia entre los
individuos de una comunidad. Orientando el comportamiento comunitario, previendo las dificultades que
pudieran llegar a presentarse y las posibles soluciones a implementar en casos de conflicto, tratan de
coordinar de manera valiosa la libertad de los miembros de la sociedad.

Savigny (1878) reconoció esta finalidad social diciendo: “Para que los seres libres, puestos de esta manera
en relación, puedan ayudarse mutuamente y no estorbarse nunca en el desarrollo de su actividad, es
necesario que una línea invisible de separación determine los límites dentro de los cuales el
desenvolvimiento paralelo de los individuos encuentre seguridad e independencia; ahora bien, la regla que
fija estos límites y garantiza esta libertad se llama derecho…”

Las normas pretenden influir causalmente en las acciones de los miembros de la sociedad, para lograr
ciertos efectos que son deseados porque se los considera valiosos. Así, la norma que amenaza con multa
y remoción del vehículo estacionado en un lugar prohibido persigue la finalidad de que algunos miembros
del grupo no dejen detenidos sus automóviles en sectores donde obstruyen la circulación. Los ideales de
prudencia, seguridad y orden en el tránsito han inspirado la norma coercitiva establecida por el legislador

Función política

Pero las normas, además de ordenar y facilitar la vida individual dentro de la comunidad, desempeñan
también una importante función política con relación a toda la sociedad. Así, las normas de organización
colectiva trascienden los fines individuales y poseen distintos objetivos de acuerdo a los diversos grupos
humanos que tratan de conformar o transformar.

En efecto, su carácter instrumental las hace el medio más adecuado para constituir y organizar la sociedad,
y también para impulsar los proyectos de renovación o reforma cuando un modo de organización ha
devenido inadecuada. Así, la Constitución establece la forma de Estado y de gobierno, reconoce los
derechos fundamentales y organiza los poderes públicos; pero una vez constituida la sociedad, las normas
son también las herramientas más idóneas para implementar los cambios, por ejemplo, en materia
educativa, de salud pública, electoral, etcétera.

Cuando se trata de normas que proyectan la organización y funcionamiento de los poderes del Estado, para
preservar la libertad de los habitantes, el principio jurídico en materia de actuación de los órganos de
gobierno es que “todo lo que no les está expresamente permitido, lo tienen explícita o implícitamente
prohibido”. De esta forma, los poderes del Estado solo deben llevar adelante las acciones que las normas
les permiten ejecutar. Así, nuestra Constitución Nacional enumera las facultades de cada uno de los tres
poderes.

La libertad es la razón y fundamento de la ética jurídica. Para


que cualquier regulación normativa de la conducta tenga
sentido, es necesario postular la existencia de la libertad del
agente. Existe, pues, una relación necesaria entre libertad y
norma.

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4.4 Relación entre las normas y los valores

La norma como juicio es un concepto que describe la conducta humana libre y cumple una función de
mediación en el conocimiento científico del derecho. Ella como representación conceptual es una
significación de lo axiológico, pero no es en sí misma una significación valorativa, que como un modelo se
ofreciera a la conducta informe para que esta se adapte a él a fin de adquirir su valor (Cossio, 1964 y Herrera
Figueroa, 1988).

El valor está en la conducta desde sus orígenes y todos los valores jurídicos son valores de conducta y no de
normas. Si las normas son neutras respecto de los valores jurídicos, ¿por qué muchas veces escuchamos
proclamar su valor? ¿Poseen algún tipo de valor? Si tomamos en cuenta a las normas en sus condiciones
instrumentales de conocimiento y de control social, poseen un valor técnico, pudiendo ser estimadas como

útiles o inútiles para alcanzar sus objetivos.


Además de este innegable valor práctico, las normas suelen ser calificadas como justas o injustas , como

si fueran efectivas realizaciones de valores jurídicos. Pero esto no es así porque las únicas concreciones de

estos valores son las que se encarnan en las conductas reales. Estas calificaciones representan tan solo un

sentido valorativo traslaticio: de la conducta futura valorada como justa y normativamente proyectada, a la
norma como efectiva programación de ese ideal.

Dicho de otra manera, se aplican estos calificativos axiológicos, jurídicos —justicia o injusticia— a las

normas que representan correctamente los valores sociales vigentes, proyectándolos como categorías de

conductas futuras que deben ser. Toda norma presupone una valoración del futuro preferido sobre el que
después se superpone una prescripción, de esta forma las valoraciones se reducen a una ordenación

puramente lógica (Cossio, 1954, p. 80 y Soriano, 1986, p.34).

Para que se entienda mejor, de la misma manera que miramos la fotografía de una obra de arte y
pregonamos su belleza, al tomar conocimiento de lo que prescribe una norma proclamamos su justicia. Sin
embargo, la belleza no está en la foto ni la justicia en la norma. La belleza radica en la obra de arte que está

en un museo y la justicia se localiza en una determinada acción compartida. Lo que ocurrió es que, en la
medida en que ambas —la foto y la norma— representan acabadamente la realidad, por un giro del lenguaje
trasladamos el valor de lo real a su representación.

Aunque las normas son representaciones conceptuales y neutras, suelen incluir alusiones valorativas como:
“buena fe”, “mala fe”, “bienes jurídicos”, “orden”, “seguridad”, “prudencia”, “paz”, “solidaridad”, “buenos
oficios”, “buenas costumbres”, “buen estado de la cosa”, “buen hombre de negocios”, “buena y normal
convivencia”, “buen administrador”, etcétera. Las categorías axiológicas mencionadas facultan al juez a
valorar las circunstancias del caso que debe resolver de conformidad con los valores mencionados por las

normas.

Clasificación general de las normas

Presentamos a continuación una clasificación de las normas de conducta y damos un breve concepto de las

más importantes. Si bien toda clasificación es arbitraria, pensamos que, en relación con las normas, una
enumeración general servirá para corregir errores muy difundidos originados en el conocimiento vulgar del
derecho.

Normas técnicas y normas éticas


El ser humano es esencialmente social: Necesita coexistir con sus iguales. Para hacer realidad esa
convivencia resulta imprescindible que se restrinjan algunas de sus posibilidades, a fin de que todos puedan
gozar de la cuota de libertad que necesitan para construir sus propias vidas. Eso permite una segura,

pacífica y solidaria convivencia entre todos los miembros de la sociedad, sin que ninguno de ellos, en el
ejercicio de su libertad individual, entorpezca o limite el libre albedrío de sus semejantes.

Esta limitación de la libertad, que hace viable el desarrollo de una sociedad, se logra mediante ciertas reglas
de convivencia social que se denominan normas de conducta. Estas describen la vida humana
proyectivamente, desde el presente hacia el futuro, en el sentido connatural al de su desenvolvimiento
temporal. Se trata, pues, de una consideración ética de la existencia humana que prescribe lo que debe ser.
Así, el art. 537 del Código Civil y Comercial dice “Los parientes se deben alimentos en el siguiente orden: a)
los ascendientes y descendientes. Entre ellos, están obligados preferentemente los más próximos en grado;

b) los hermanos bilaterales y unilaterales…”.

Pero esta no es la única forma posible de reseñar la vida humana. Existe otra que, partiendo del futuro
elegido, se retrotrae hacia el presente, describiéndola en el sentido inverso al de su desarrollo temporal. Se
trata de una consideración técnica de la existencia, que sirve para descubrir cuáles son los medios más
idóneos que se deberán emplear para alcanzar el logro del fin propuesto (Aftalión-Vilanova, 1992). Así,
cualquier instructivo que prescribe los pasos adecuados para hacer funcionar un electrodoméstico es un
buen ejemplo de una norma técnica, ya que partiendo del fin deseado —que el artefacto funcione
correctamente—, se retrotrae al presente indicando cuáles son los medios idóneos para alcanzar ese fin.
2

Normas morales y normas jurídicas


Las normas de conducta ética que prescriben lo que debe ser, pueden ser morales o jurídicas. Cada uno de
estos dos órdenes normativos organizan, de manera independiente y en forma total, la vida de los miembros
de la comunidad hacia la realización de sus correspondientes valores morales o jurídicos.

La norma moral es unilateral y entraña una exigencia dirigida a la conciencia de un ser humano. Se trata de
un imperativo personal, una directriz para aquel que debe obrar, que no autoriza a exigir del obligado el
cumplimiento de su deber. Estos preceptos no establecen relaciones normativas, tienen por sujeto final al
obligado, y reclaman la ejecución voluntaria de lo prescripto. Por eso, solo en sentido metafórico podría
afirmarse que el obligado tiene el ‘derecho de exigirse a sí mismo’ el cumplimiento de lo que la norma
estatuye (García Máynez, 1948, p.100).

Por su misma índole, las normas morales suponen espontaneidad en su observancia. Sus preceptos

reclaman una incondicional adhesión, un íntimo y total asentimiento. Los deberes morales, tanto de la esfera
religiosa como social, solo quedan cumplidos cuando el obligado procede con libertad. En la órbita de la

moralidad no hay sitio alguno para la imposición forzada. De lo que se deduce la incoercibilidad de este tipo

de normas (Del Vecchio, 1963, p. 327 y García Máynez, 1948, p.103).

Así, dar limosna a los pobres es un deber de caridad prescripto por una norma moral religiosa como un
imperativo personal y unilateral, ya que, aunque la dádiva la reciba otro ser humano, la norma solo está
dirigida al sujeto obligado. Este debe asumirla y ejecutarla libre y espontáneamente, pues no existe otro

sujeto jurídicamente autorizado a reclamar su imposición forzada. Este tipo de regulaciones carecen de
fuerza para apremiar, que son incoercibles y sus sanciones son trascendentes.

La norma jurídica es bilateral e implica una prescripción normativa que no solo impone una obligación a un
sujeto, sino que al mismo tiempo autoriza a otro a exigir de aquel la observancia de lo que prescribe. Estos

preceptos establecen relaciones jurídicas, ya que no solo obligan, sino que al mismo tiempo facultan. Las
determinaciones del accionar están concatenadas; el deber que obliga existe, por una parte, porque existe,
por la otra, el derecho que faculta, y cada uno de los términos extrae del otro su sentido y eficacia. Esta clase
de normas no exigen el cumplimiento del deber por el deber mismo, o por mero respeto a la norma, sino para

que el derecho de otra persona no sufra menoscabo (Del Vecchio, 1963, p. 328).

Por su propia estructura, las normas jurídicas no solo admiten, sino que, a menudo, ordenan su aplicación
coactiva. La coercibilidad es la posibilidad de emplear la fuerza para lograr su cumplimiento y deriva de la
circunstancia de que las normas jurídicas constituyen un límite entre el obrar de varios sujetos. El derecho

de una persona termina donde comienza el de otra. Por eso, el traspaso de este confín por una de las partes
implica la posibilidad de la otra de repeler esta invasión. Entiéndase, sin embargo, que se trata solo de una
posibilidad jurídica, ya que en los hechos puede ocurrir que el damnificado no ejerza dicha reacción (Del
Vecchio, 1963, p.327 y García Máynez, 1948, p.103).

Por ejemplo, proveer de comida, vivienda y educación a los hijos son obligaciones correspondientes al deber

alimentario, impuesto por una norma jurídica como una regulación bilateral que genera un vínculo entre el
progenitor obligado y los hijos facultados. Puede ocurrir que los padres asuman y cumplan
espontáneamente sus obligaciones, pero, de no ser así, existe otro sujeto autorizado por la norma a reclamar
su imposición forzada. Este tipo de regulación normativa establece una relación jurídica que obliga y faculta

al mismo tiempo, por eso es coercible y sus sanciones son inmanentes y coactivas.
3

Normas morales religiosas y normas morales sociales


Las normas morales se dividen en dos subespecies: Las morales religiosas y las morales sociales. Las
primeras tendrían su origen en la inteligencia o voluntad divina y se manifiestan como preceptos religiosos
cuya transgresión, llamada pecado, traería aparejada una sanción trascendente en el más allá. Como
ejemplo de precepto religioso podemos mencionar aquella que impone el deber de ‘santificar las fiestas’.

Las normas morales positivas tienen su origen en la sociedad. Se denominan usos, prácticas sociales o

reglas de trato social y su incumplimiento acarrea sanciones comunitarias, informales, no coactivas, de


simple reprobación social. Como ejemplos, podemos mencionar la que prescribe ponerse en fila para
acceder a un vehículo de transporte público de pasajeros y la que recomienda ingerir la comida que nos
sirven cuando estamos como invitados en la casa de un amigo.
4

Normas jurídicas generales y normas jurídicas particulares


Las normas jurídicas se dividen en dos subespecies: Las generales y las particulares. Las normas generales
se refieren a situaciones típicas y regulan incontables acciones humanas futuras, aludiendo a los sujetos
como arquetipos y a sus conductas como categorías. Como ejemplo de arquetipos normativos de sujetos
podemos mencionar: El vendedor, el comprador, el locador y el locatario, y como ejemplo de categorías de
conductas destacamos aquellas que prescriben que: “El vendedor debe transferir al comprador la propiedad

de la cosa vendida”, “el locador debe entregar la cosa conforme a lo acordado”, y “el locatario debe mantener
la cosa y conservarla en el estado en que la recibió”.
Decía Ortega y Gasset (1971):
“Siendo el ser de lo viviente un ser distinto de sí mismo… tendrá que ser pensado mediante conceptos
que anulen su propia e inevitable identidad” (p. 45).

Los conceptos que nos permiten pensar la conducta del hombre anulando su identidad individual son las
normas generales que aluden a los seres humanos como arquetipos de sujetos y a sus acciones como
categorías o tipos de conductas.

Las normas particulares regulan conductas concretas de individuos determinados. Así, la sentencia que
condena a J. Pérez a desalojar la propiedad de la calle Córdoba n.º… que pertenece a R. González es una
norma particular solo aplicable al caso de González contra Pérez por el desalojo de la finca mencionada.

De igual manera, el contrato celebrado entre L. Paz y A. Montes por el que el primero se compromete a podar

el césped del jardín de la casa de la segunda a cambio del pago de un abono mensual de $…, también es una
norma particular, solo aplicable para regular las acciones concretas de los sujetos mencionados.
Las normas jurídicas generales aspiran a orientar la totalidad de la vida social. Tienen por finalidad llegar a
establecer una situación de convivencia futura en la que por la realización de los valores jurídicos se alcance
la justicia. Las normas jurídicas particulares, en cambio, aspiran a encauzar las relaciones de individuos
concretos con la finalidad de lograr una armónica convivencia en el presente o futuro inmediato y se orientan
hacia la realización de la justicia en el caso particular (Radbruch, 1944, p. 46).

Normas consuetudinarias y normas legales


Las normas generales se dividen en consuetudinarias y legales, y las particulares, en convencionales y
jurisdiccionales. Las normas consuetudinarias se originan en la conducta repetida de toda la comunidad o
de sectores específicos de la misma, no están expresadas por escrito y son la costumbre general y la
costumbre judicial o jurisprudencia. Las normas legales tienen su origen en la actividad de los órganos del
Estado. Están expresadas por escrito y son, principalmente, las leyes propiamente dichas, los decretos, y los
reglamentos.

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4.5 Normas convencionales y normas


jurisdiccionales

Las normas particulares se dividen en dos grandes grupos, las convencionales y las jurisdiccionales. Las
primeras se originan en la autonomía de la voluntad de los particulares, pueden o no estar expresadas por
escrito y son generalmente las convenciones, los contratos y los tratados. Las segundas son producidas por
los órganos jurisdiccionales del Estado al momento de resolver los conflictos a ellos sometidos. Están
expresadas por escrito y son las sentencias de los jueces y las resoluciones de los funcionarios

administrativos.
Empezar

Red de las normas

Breve recapitulación: Concepto final de norma jurídica


Con los conocimientos alcanzados en capítulos anteriores y después de haber estudiado las distintas
posturas en torno a la esencia de las normas, nos hallamos en condiciones de definirla como un concepto

descriptivo de libertad. Dicho en otros términos, una representación conceptual y neutra de un tramo de
conducta humana compartida, que tiene por finalidad encausarla, haciendo posible la existencia individual
de los seres humanos y de la sociedad de la que forman parte.
Para lograr estos objetivos, las normas prescriben aquello que debe ser por haber sido considerado valioso.

Es decir, el comportamiento que se espera de un determinado ser humano (deber jurídico) y

subsidiariamente para el caso en que el agente decida no cumplir con su deber (transgresión), prescribe una

consecuencia desfavorable (sanción).


Como las prescripciones normativas con frecuencia no están coordinadas en una proposición unitaria, será
necesario que el jurista práctico elabore un enunciado normativo completo que conjugue la polaridad lícito-
ilícito. Estas proposiciones pueden asumir la forma de una norma técnica, por la cual un abogado aconseja a

un cliente el comportamiento más conveniente para el logro de sus fines; de una norma ética general, por la
cual el legislador programa legalmente el comportamiento más justo para todos los que viven en una
sociedad; o de una norma ética particular, por la cual el juez prescribe en la sentencia la conducta más
equitativa para el caso que debe resolver.

Derecho en sentido objetivo, derecho en sentido subjetivo y derechos


subjetivos
Al estudiar el primer elemento del fenómeno jurídico, explicamos que el derecho reside en la vida humana
viviente y es un objeto real, la conducta en interferencia intersubjetiva. Cuando nos referimos a las acciones
de los hombres, no como realidades concretas, sino como regulaciones normativas de los actos expresadas
en leyes, reglamentos, resoluciones, contratos y muchas otras normas, estamos en presencia de la vida

humana objetivada. También podemos decir derecho en sentido objetivo o derecho objetivo.

La expresión derecho objetivo alude a las normas que describen y regulan la conducta compartida. Las
normas, sean generales o particulares, constituyen objetivaciones de la vida humana, representaciones
conceptuales creadas por los hombres con intención de programar toda su existencia social. Así, son
derecho objetivo tanto las normas que regulan el matrimonio a partir del art. 401 del Código Civil
comercial, como las que rigen la compraventa, comenzando con el art. 1123 del mismo código, o el
contrato de trabajo legislado por la Ley N.º 20.744.

Las personas que conviven en una comunidad contraen matrimonio, compran y venden bienes y celebran
contratos de trabajo. La vida humana se desarrolla en un ámbito social cuyos miembros se vinculan
permanentemente, haciendo realidad las programaciones proyectadas por las normas.

El derecho en sentido subjetivo son esos comportamientos reales que tienen las personas que son
protagonistas de fenómenos que acontecen siempre en un tiempo y lugar determinados. La expresión

derecho en sentido subjetivo alude a esas relaciones humanas reales reguladas por las normas.

¿Qué son las normas jurídicas?


Es una pregunta que puede obtener distintas respuestas, pues todo depende del punto de vista desde el cual
encaremos su estudio.

Así podemos estudiar la norma desde el punto de vista de la lógica, desde el punto de vista del conocimiento

y como instrumento de control social.

Como conclusión, los derechos subjetivos son aquellos conjuntos de


facultades que las normas atribuyen a un sujeto autorizándolo a
hacer u omitir algo, exigiendo de otro u otros una conducta acorde
con esa acción u omisión.
Bibliografía de referencia

Cossio, C. (1964). La Teoría Egológica del Derecho. Buenos Aires: Abeledo Perrot.

David, P. (2005). Criminología y sociedad. México: Instituto Nacional de Ciencias Penales.

García, R. G. (2016). Fundamentos del Derecho. Buenos Aires: Lectio.

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5.1 El ordenamiento jurídico


En el estudio de los hechos jurídicos se abordarán los hechos como causa de la relación jurídica y no como
un hecho objeto de prestación. La presente unidad nos coloca frente a la norma y su aspecto dinámico. Es

decir, contemplaremos a la norma formando parte de un conjunto normativo denominado ordenamiento


jurídico.

El ordenamiento jurídico

La norma jurídica puede ser analizada en su aspecto dinámico y esto implica contemplarla formando parte
de un sistema normas denominado ordenamiento Jurídico. Ahora bien, la primera pregunta que debemos
responder es quién se encarga de crear las normas jurídicas y cuál es el procedimiento a seguir para su
creación.

En el presente video se exponen de manera clara los lineamientos básicos de la teoría pura de Hans Kelsen.
El video nos permitirá acercarnos a su concepción del derecho y de las normas jurídicas, clarificando la idea
que el iusfilósofo tenía respecto del ordenamiento jurídico al que grafica como una pirámide jurídica.
13:13

Aula Legal (2016). Jerarquía Normativa. TEORÍA DEL DERECHO. [Video]. Vimeo.

En este sentido, es importante destacar que todos los poderes del Estado ejercen sus potestades emitiendo

normas. El poder legislativo establece las leyes, normas generales que pretenden asegurar la convivencia y
el progreso social. El poder ejecutivo, además de participar del proceso de creación de las leyes como
colegislador, posee facultades propias que le permiten crear normas generales llamadas decretos. Por fin, el
poder judicial ejerce su jurisdicción resolviendo los conflictos a través de la creación de normas individuales

denominadas sentencias.

Así, a lo largo de los años, los diversos poderes del Estado e incluso los particulares, que también poseen
facultades para crear normas contractuales, van estableciendo sucesivamente innumerables cantidades de
normas. En nuestro país, las leyes nacionales superan hoy las veintisiete mil y si a ellas le sumamos los

decretos, resoluciones, disposiciones, leyes y sentencias provinciales, la cantidad se torna impresionante.

Este conjunto de normas jurídicas solo podrán ser estudiadas si establecemos un orden que haga posible,
tanto su estudio por los alumnos como su utilización por parte de los operadores jurídicos. Solo podremos
establecer dicho orden si logramos integrar estructuralmente todas las normas en un sistema unitario,
coherente y exhaustivo, que nos permita acceder a su conocimiento y aplicación práctica.
Definición de ordenamiento jurídico

La utilidad de integrar todas las normas en un sistema jerárquicamente estructurado, coherente y


relativamente pleno, se deriva de la función y naturaleza misma de la ciencia del derecho, que es
necesariamente normativa en la medida en que conoce su objeto mediante las normas. De allí, la necesidad
de conocer previamente las normas, lo que solo es posible en la medida en que el jurista concibe lo que a
primera vista puede parecer como una yuxtaposición inconexa de normas, como un sistema, es decir, como
un todo lógicamente estructurado.

En la Edad Media se hizo el primer intento por integrar todas las normas en un sistema coherente, pero tal
pretensión fracasó y pronto fue relegada al olvido. Modernamente, Ernst Rudolf Bierling resucitó la idea, pero
fue Adolf Merkl quien logró elaborar una teoría jerárquica de las normas comparándola con una pirámide.

Esta concepción fue profundizada por Alfred Verdross y difundida por su maestro Hans Kelsen (1941). En la
actualidad, los científicos del derecho aceptan sin reparos que todas las normas jurídicas se integran en un
sistema jerárquicamente estructurado, coherente y relativamente pleno, que tiene por finalidad hacer posible
el conocimiento de las normas para su utilización en las técnicas jurisdiccionales y políticas.
Relaciones entre las normas. Fundamentación formal y material

Concebir a todas las normas integradas en un sistema significa comprender que el ordenamiento jurídico no
es un simple agregado de reglas de conductas meramente yuxtapuestas, sino un complejo de normas
relacionadas de tal modo que constituyen una unidad. Ese conjunto unitario es lo que
denominamos sistema, una totalidad que agrupa una serie de componentes ordenadamente relacionados
entre sí que contribuyen a una determinada finalidad. Los componentes del sistema jurídico son las normas

y su finalidad es regular la convivencia social.

El derecho regula su propia creación, ya que las propias normas del ordenamiento jurídico
prescriben cómo debe ser creada otra norma y, además, en una medida variable, cuál debe ser
su contenido.
De esta manera, cuando una norma ha sido elaborada como lo determina otra norma, la
calificamos de válida y por tal razón forma parte del mismo sistema jurídico.

La relación que se establece entre las normas es una relación de fundamentación, ya que la
primera constituye el fundamento de validez de la segunda (Kelsen, 1960, p. 147).

La primera norma es la fundante



Establece:

1. Quién va a crear una nueva norma e identifica al órgano competente.

2. Cómo la va a crear y fija el procedimiento para su producción.

3. Señala en alguna medida qué contenido se le debe dar.

La segunda norma es la fundada



Solo podrá ser reputada como válida y, por ende, integrante del sistema normativo, si ha sido creada por el
órgano, según el procedimiento y respetando los contenidos previstos por la norma fundante.

La unidad del ordenamiento jurídico se obtiene cuando todas las normas del sistema son válidas formal y
materialmente. Una norma es formalmente válida cuando ha sido elaborada por el órgano y conforme a los
procedimientos indicados por una norma anterior y es materialmente válida, si el contenido de su

prescripción no resulta contradictorio con el de la norma anterior.

Así, nos podemos preguntar: La Ley 26.994 de sanción del Código Civil y Comercial, ¿forma parte del sistema
normativo argentino? Dicho de otra manera, ¿es una norma válida? Fácilmente, podremos responder al
interrogante verificando: Quién la creo, cómo la creo y qué contenido le dio a esa norma. Dicha ley fue creada
por el Congreso y el Poder Ejecutivo de la Nación siguiendo el procedimiento de sanción de las leyes y
respetando los contenidos, todo según lo que prevé la Constitución Nacional (arts. 44, 75, inc. 12 y art. 77, 84,

99, inc. 3). En consecuencia, es una norma válida porque está fundada en la Constitución Nacional, que
también es una norma válida.

No hay que confundir la validez material de una norma con su valor. El valor jurídico es un tema axiológico. La
norma como representación conceptual es neutra respecto de los valores jurídicos, ya que estos valores

residen en el objeto real que es la conducta. Sin embargo, las normas, como instrumentos de conocimiento
jurídico y de control social, poseen un innegable valor instrumental y si sus prescripciones se conforman a
los valores sociales vigentes reciben de forma traslaticia el calificativo de justas o injustas.

Validez, vigencia y efectividad

Dentro del lenguaje jurídico los conceptos de validez y vigencia son muy ambiguos y se suelen emplear
como sinónimos cuando en realidad no lo son. Para complicar más las cosas se utiliza también con mucha
frecuencia el término legitimidad. La concepción normativista del derecho centra su atención en el primero y

lo emplea para calificar a las normas y al ordenamiento jurídico. Por su parte, toda teoría que aspire a una
visión realista del derecho hará necesariamente sus críticas, destacando el segundo y tercer concepto
(Cossio, 1964, p. 516)

Distingamos cada término:

Norma válida

Una norma es válida cuando ha sido creada respetando los requisitos formales (órgano y procedimiento) y
materiales (contenidos) previstos en una norma superior, o cuando existe una práctica general firmemente
establecida de hacer lo que la norma prescribe (convalidación fáctica).

De esta forma, los distintos criterios de validez determinan las diferentes manifestaciones normativas
tanto legislativas como consuetudinarias. Empleado de este modo descriptivo, el término validez denota la
pertenencia de cualquier norma al sistema.
Norma legítima

Una norma es legítima cuando posee vigencia axiológica, es decir, cuando sus prescripciones representan
correctamente los valores sociales vigentes, proyectándolos como categorías de conductas futuras que
deben ser. Si se busca el valor de las normas en ellas mismas, este no supera dentro de la jerarquía
axiológica a nivel utilitario que poseen como instrumento adecuado o inadecuado de conocimiento y
control social.

Por eso, es necesario que exista una instancia estimativa ajena al sistema que las justifique a partir de una
posición axiológica sustentada en una objetividad compartida.

Norma con vigencia social



Una norma tiene vigencia social cuando el acto realizado concuerda con la acción representada por ella. La
vigencia social, como sinónimo de efectividad, se da en la medida en que se cumple la prestación o, caso
contrario, si se aplica la sanción. La noción de efectividad no debe ser confundida con la de esta. Constituye
el logro de los propósitos perseguidos por el autor de la norma, aunque solo fueran alcanzados mediante su
aplicación compulsiva.

Nosotros pensamos, en cambio, que solo la aceptación voluntaria de la norma por parte de los
destinatarios que cumplen la prestación debida, o la aplicación voluntaria de la sanción por el funcionario
obligado, constituyen su efectividad.

Resumiendo, que las normas de una sociedad posean validez formal


y material; y que sean legítimas por proyectar y programar las
acciones que la comunidad considera valiosas, es la mejor manera
de lograr su efectividad. Es decir, su voluntario acatamiento general.

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5.2 Estructura jerárquica del ordenamiento jurídico

Conforme lo expresado, las normas del sistema jurídico se relacionan entre sí. De esta manera, distinguimos
dos tipos de normas: La que prescribe cómo debe elaborarse una nueva norma, a la cual vamos a llamar
fundante; y la norma creada en su consecuencia, la cual denominamos fundada. Esta relación de
fundamentación no es más que un vínculo de subordinación de la segunda norma respecto de la primera, de
la fundada con relación de la fundante.

Este tipo de relaciones entre las normas permite su ordenación escalonada y nos revela la estructura
jerárquica del sistema jurídico. Recurriendo a una imagen espacial podemos hablar de norma superior y de
norma inferior, y graficar todo el sistema como una pirámide con diversas gradas normativas. Un sistema
normativo estructurado según un criterio jerárquico afecta a los poderes públicos, a las relaciones de estos

con los particulares y a las relaciones de los particulares entre sí.


Como ejemplo, podemos pensar que el contrato de locación se funda en la regulación legal de los contratos
civiles y comerciales, y esta, en la Constitución.

El ordenamiento jurídico es una larga jerarquía de normas relacionadas por criterios de validez formal y

material. En cada uno de sus niveles las normas se vinculan simultáneamente con las inferiores y con las
superiores: aplican la de grado superior al tiempo que crean una norma de grado inferior. Así, toda norma en
su relación con la inferior fundada —norma subordinada— posee un carácter normativo y con respecto a la
superior fundante —norma supraordinada— constituye un acto de aplicación (Kelsen, 1960:154).

Si bien en todas las gradas se da simultáneamente aplicación de la norma superior y creación de una nueva
norma, el ordenamiento jurídico no es una sucesión interminable de normas fundantes y fundadas, algo así
como una cadena compuesta por un número infinito de eslabones, sino que tiene un límite superior y otro
inferior. El confín superior lo constituye la primera constitución, que es un acto de pura creación, y el inferior
está integrado por los actos finales de ejecución, que son actos de pura aplicación no susceptibles de
provocar posteriores consecuencias.

Aclarando lo dicho en el párrafo anterior, la norma jerárquicamente más alta del ordenamiento, la primera

constitución, prescribe cómo deben crearse otras normas, pero no constituye la aplicación de una norma
superior porque, sencillamente, no existe. Por el contrario, la jerarquía más baja del sistema jurídico, el acto
de ejecución de una sentencia judicial, constituye solo la aplicación de una norma que no crea ninguna
nueva. De esta forma, la primera y la última norma de la jerarquía constituyen la excepción al citado carácter

bifronte ofrecido por las normas jurídicas.

Veamos estos conceptos en un esquema acotado a unas pocas gradas normativas.

Gradación normativa

Primer constituyente y norma fundamental


El cuestionamiento por la validez de las normas nos ha hecho remontar hasta la primera constitución;
llegados a este punto y, no existiendo ninguna norma superior a ella, cabe preguntarnos ¿cuál es su

fundamento de validez? Este interrogante no es ocioso, por el contrario, la primera constitución es la norma
que encabeza el sistema normativo y, directa o indirectamente, ella constituye el fundamento de validez de
todo el ordenamiento jurídico.

Por eso, si no lográramos otorgarle validez a la norma supraordinada que encabeza el sistema, la
constitución, todo el ordenamiento no sería más que una sucesión de fundamentaciones sin sustento y se
desintegraría. Será preciso entonces asegurar su validez, ya que la constitución vigente fue creada según
sus prescripciones, y de esta última en más, fue establecido todo el sistema jurídico. Pero, ¿cómo
lograremos este objetivo? Respecto de este problema, existen dos corrientes de pensamiento que intentan
darle solución:

La iusnaturalista

La solución iusnaturalista consiste en afirmar que, además de las normas creadas por los hombres, el
derecho positivo creado por los seres humanos en un lugar y tiempo determinados, existe un derecho
natural, anterior y superior al hombre, eterno e inmutable, cuyo contenido valioso le sirven de fundamento de
validez material al derecho positivo. La existencia del derecho natural, entendido como una realidad
suprasensible y fundante, nos pone frente a un problema metafísico que excede nuestra materia y le
compete a la Filosofía Jurídica (Del Vecchio, 1963:303).

La iuspositivista o positivista

La solución positivista desconoce la existencia del derecho natural y descarta que este pueda constituir el
fundamento de validez del derecho positivo. Kelsen propone subordinar la validez de la primera constitución
a una “norma fundamental”, entendida como una hipótesis básica meramente supuesta, necesaria para el
estudio positivista del derecho. Dice el maestro vienés “La Teoría pura del derecho atribuye a la norma
fundamental el papel de una hipótesis básica. Partiendo del supuesto de que esta norma es válida, también
resulta válido el orden jurídico que le está subordinado, ya que la misma confiere a los actos del primer
constituyente y a todos los actos subsiguientes del orden jurídico el sentido normativo específico…”
(1960:138 a 140).

La norma fundamental no es una norma positiva creada por un ser humano, porque estamos por encima de
la norma más alta, la primera Constitución en cuyos artículos encuentra fundamento la Constitución vigente.
Tampoco se trata de una disposición de verdad jurídica evidente que pudiera derivarse del derecho natural.

La norma fundamental, precisamente por ser hipotética, es la condición trascendental del conocimiento del
derecho objetivo, un supuesto de conocimiento o, dicho en otras palabras, es un postulado de la ciencia
jurídica (Machado Neto, 1974:40).

Decir que la norma fundamental es un postulado significa reconocer que se trata de una proposición inicial
cuya verdad se admite sin pruebas, y que se toma como base para explicar una realidad normativa vigente
cuyo estudio resulta necesario. Por eso no sirve de nada cuestionar su existencia simplemente hipotética, y
en tal sentido aceptada por las consecuencias epistemológicas que trae aparejadas: hacer posible el
conocimiento científico del derecho objetivo.
Señala Kelsen:

“Para que un orden jurídico nacional sea válido es necesario que sea eficaz, es decir, que los hechos
sean en cierta medida conformes a este orden. Se trata de una condición sine qua non, pero no de una

condición per quam. Un orden jurídico es válido cuando sus normas son creadas conforme a la primera
Constitución, cuyo carácter normativo está fundado sobre la norma fundamental. Pero la ciencia del
derecho verifica que dicha norma fundamental solo es supuesta si el orden jurídico creado conforme a la
primera Constitución es, en cierta media eficaz”. Lo que constituye una verdadera inconsistencia
autorreferencial de la Teoría pura (1960:142).

Para Kelsen, la norma fundamental indica cómo se crea un orden al cual corresponde, en cierta medida,
la conducta efectiva de los individuos a quienes rige. Decimos “en cierta medida” porque que no es
necesario que haya una concordancia completa entre el sistema normativo y los hechos a los cuales se

aplica. Por el contrario, debe haber posibilidad de discordancia, ya que de no ser así, el orden normativo
no tendría ningún sentido. Un orden normativo pierde su validez cuando deja de estar en cierta medida de
acuerdo con la realidad, hay, pues, una relación entre la validez y la efectividad de un orden jurídico; la
primera depende, en cierta medida, de la segunda (1960: 141 y 142).
Suponer la existencia de la norma fundamental es una tarea que realiza el jurista, que estará habilitado a
presumir su existencia solo si logra verificar dos premisas:

Que las normas de un país se fundamentan unas en otras hasta llegar a una primera
1
constitución;

2 Que el complejo normativo es, en alguna medida, eficaz, es decir, acatado, aunque solo sea de
manera mínima. Recién entonces podrá suponer la existencia de la norma fundamental que le
sirve de fundamento de validez a la primera constitución y, en definitiva, a todo el
ordenamiento.

Norma fundamental

La norma fundamental es una norma supuesta que no fue sancionada por ningún legislador en ninguna

época y, por ende, no regula la convivencia social de ninguna comunidad. Esta norma constituye un supuesto
gnoseológico destinado al científico del derecho, es decir, un postulado abstracto, universal y necesario,
imprescindible para que el jurista pueda reconocerle validez a la primera constitución, y de allí en más
identificar el sistema de normas vigentes en un país. No es más que una norma de competencia supuesta

que podría formalizarse diciendo “obedece al primer legislador, dado que el constituyente originario legisló la
primera constitución, debe ser, que la comunidad acate sus prescripciones”, o con cualquier otra fórmula
equivalente.

Acatamiento General y Principio de Efectividad. Insuficiencia de la


consideración puramente lógico-formal de la validez.
La última fundamentación de validez de la totalidad de las normas es exclusivamente formal; no se trata

tanto de la primera constitución, sino del acto legislativo originario que la establece. La primera constitución
funda su validez en haber sido creada por el constituyente originario actuando como primer legislador. Toda
la fundamentación de validez nos remite, pues, a este acto de pura creación normativa. Pero podríamos ir
más allá y preguntarnos: “¿cuál es el fundamento del poder normativo del constituyente originario?”.
Kelsen nos dirá que este fundamento lo encontramos en una norma fundamental supuesta que constituye el
punto de partida del ordenamiento jurídico y que se limita a efectuar una delegación de competencia. En
coincidencia con el maestro vienés, Alf Ross va a proponer como fundamento último de validez del sistema
una hipótesis inicial que constituye la autoridad suprema, pero que no ha sido creada por ninguna autoridad.
Solo existe como ideología política que forma el presupuesto del sistema (Kelsen, 1991:202 y 204; Ross,
1970:81).
Pero cabría dar otra respuesta a la pregunta sobre el fundamento del poder constituyente originario.

Podemos intentar descubrir como se da en la realidad la concreción de norma fundamental kelseniana. Así,
si en un pueblo en un momento determinado de su historia, un grupo de personas se atribuye la facultad de

dictar una norma suprema, y la inmensa mayoría de los miembros de la comunidad, que podría

desconocerlos y no cumplir dicha norma, los acepta como primeros legisladores y acata su imposición

normativa, aquellos se habrán transformado en los constituyentes originarios, y la norma que establecen

será la primera constitución de ese país.

El poder normativo originario encuentra su fundamento en el acatamiento general, también llamado principio
de efectividad o convalidación fáctica. Este acatamiento no debe considerarse ni como un puro hecho
social, ni como la simple coincidencia de la conducta real con el contenido de la norma, sino como un

consentimiento tácito de la inmensa mayoría de los miembros de la comunidad.

Este fenómeno se verifica a partir de dos circunstancias de hecho:

El reconocimiento del constituyente originario como primer legislador,


1

2 El cumplimiento efectivo de las normas que establece. ¿Cómo se explica este consentimiento
tácito?

Si una sociedad está en condiciones de impedir algo y no lo hace, lo está consintiendo o, dicho
de otra manera, se trata de una omisión generalizada que adquiere el significado normativo de
una permisión. El acatamiento general y la permisión que él entraña resultan suficientes para
fundamentar el ordenamiento jurídico, y se manifiestan como conducta espontáneamente
repetida por la inmensa mayoría de los miembros de una sociedad que actúan convencidos de
que su obrar es obligatorio.

El fenómeno que fundamenta el ordenamiento jurídico es una norma consuetudinaria. Una


norma que no fue establecida deliberadamente por ningún órgano estatal, sino que está
implícita en la conducta social. Una norma jurídica no escrita que autoriza a una determinada
instancia a crear normas legisladas, es decir, se trata de una delegación hecha por la
costumbre en el constituyente originario (costumbre delegante). La costumbre se halla en
estos casos supraordinada a la primera constitución (Del Vecchio, 1935:75 y 76; Aftalión y
Vilanova, 1992:548, 706 y 707).

La primera constitución se funda directamente en la costumbre. El acatamiento general que se


le brinda al órgano que la dictó, hace que esa primera constitución lo sea efectivamente y no
se convierta en uno de tantos intentos frustrados. En el caso de nuestro país fue el
acatamiento general el que marcó la diferencia esencial entre la Constitución de 1853/60 y las
Constituciones de 1819 o de 1824; aquella lo tuvo y lo mantiene, y estás no (Aftalión y Vilanova,
1992:713).

Queremos destacar que la distinción entre norma fundamental abstracta y norma fundamental
concreta, la tomamos de Vilanova, sin olvidar que Kelsen en sus últimos trabajos llega a una
conclusión similar, posiblemente por influencia de las corrientes realistas de los Estados
Unidos de Norteamérica, país donde residía (1994:250).
Revolución y golpe de Estado

La revolución como fenómeno jurídico tridimensional —que puede o no ser violento— implica una alteración
fundamental de los valores sociales vigentes. Un cambio de los gobernantes que detentan el poder y, por fin,
una modificación de los fundamentos jurídicos del Estado, para que el derecho positivo refleje los nuevos
ideales sociales, constituyendo el Estado y organizando sus poderes conforme a ellos.

A finales del siglo XVIII, adquirieron vigencia social en Francia nuevos valores de origen iusnaturalista, que

propugnaban, entre otros ideales, el reconocimiento de la igualdad frente a la ley, la creencia de que el poder
lo detenta el pueblo, y que es este quien elige a sus representantes para ejercerlo. Estos valores, convertidos
en convicción social, provocaron el derrocamiento de la monarquía y del sistema de normas que la
sustentaba y su reemplazo por un nuevo poder que organizó el Estado mediante un ordenamiento jurídico
nuevo.
Desde esta perspectiva, toda revolución constituye, al decir de Cossio, una “ruptura de la lógica de los

antecedentes”; implica el establecimiento de una nueva primera constitución sin respetar la

fundamentación formal y material –ruptura de la lógica– prevista en las normas válidas hasta entonces

vigentes —los antecedentes—. Por ello, Recaséns Siches afirma que en el supuesto de la revolución existe

“una solución de continuidad de la historia jurídica” (1936; 1985:186).

La norma fundamental abstracta es una norma de competencia supuesta que ordena siempre obedecer al
poder constituyente originario. Ahora bien, si cambia revolucionariamente la primera constitución de un país
determinado, no se altera su norma fundamental, ya que esta no es más que un postulado constante, vale

decir, una regla de reconocimiento abstracta que prescribe siempre obedecer al primer legislador. Sin
embargo, en la medida que la nueva primera constitución posea acatamiento general habrá cambiado su
norma fundamental concreta.

De esta forma, si la revolución triunfa, se produce el cambio de la norma fundamental concreta por una
nueva, pero si fracasa, sus promotores son juzgados con las normas que fundamentan su validez en la
norma fundamental antigua. La revolución es otro caso más de convalidación fáctica; la validez no proviene
de la fundamentación de la nueva constitución en otra anterior, sino de una norma consuetudinaria cuyo
substrato es un hecho social que denominamos acatamiento general, y que entraña el sentido jurídico de

una permisión. Existe, por tanto, una delegación de la costumbre en un nuevo constituyente originario.
Olga Bruera enseña que debe distinguirse la revolución de la evolución jurídica. Así, cuando se produce la

reforma parcial de la constitución vigente o su reemplazo por una nueva, respetando la lógica de los
antecedentes, vale decir, cumpliendo con los presupuestos de fundamentación previstos en las normas
vigentes, se mantiene la continuidad del derecho y se produce la siempre necesaria adecuación normativa a
los valores sociales vigentes. Así, la reforma constitucional de 1994 realizada conforme al procedimiento

previsto por la primera constitución de 1853 constituye un buen ejemplo de evolución jurídica.

No debemos confundir tampoco la revolución con el golpe de estado. Este último despoja mediante la fuerza
de las armas al gobierno legal de un país de sus poderes y funciones, y en su lugar instaura un gobierno de
facto que ejerce bajo apariencia de legalidad, pero ilegítima y arbitrariamente, esos mismos poderes y
funciones. La revolución se distingue del golpe de Estado, porque este no causa la ruptura de la lógica de los

antecedentes, sino que tan solo provoca el cambio ilegal de los titulares del poder. Quien lleva adelante un
golpe de estado transgrede la ley, pero mantiene el ordenamiento jurídico (Herrera Figueroa, 1988:160).
Marcar las opciones correctas.

¿Cuáles de estas afirmaciones corresponden a la solución


iusnaturalista? Marque las que considere correctas.

Desconoce la existencia del derecho natural y descarta que


este pueda constituir el fundamento de validez del derecho
positivo.

Sostiene que solo existen las normas creadas por los


hombres, eternas e inmutables.

Propone subordinar la validez de la primera constitución a


una norma fundamental, entendida como una hipótesis
para el estudio positivista del derecho.
Según esta mirada, el derecho natural le sirve de
fundamento de validez material al derecho positivo.

Afirma que, además de las normas creadas por los


hombres, el derecho positivo creado por los seres humanos
en un lugar y tiempo determinado, existe un derecho natural,
anterior y superior al hombre, eterno e inmutable.

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Bibliografía de referencia

Cossio, C. (1964). La Teoría Egológica del Derecho. Buenos Aires: Abeledo Perrot.

David, P. (2005). Criminología y sociedad. México: Instituto Nacional de Ciencias Penales.

García, R. G.(2016). Fundamentos del Derecho. Buenos Aires: Lectio.

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6.1 Sistemas normativos estáticos y dinámicos


En la presente unidad nos ocuparemos de profundizar el análisis de dos sistemas normativos diferentes:
Estáticos y dinámicos, desentrañando su estructura y profundizando la comprensión de sus diferencias.

Asimismo, nos ocuparemos de los sistemas jurídicos nacionales e internacionales, clarificando la relación
que existe entre ambos.

Existen diferentes sistemas normativos. Para Kelsen (1991), según la forma de la relación entre las normas,
cabe distinguir dos tipos diferentes de sistemas normativos: Los estáticos y los dinámicos (p. 203). El autor

describe estas características:


1

Un sistema normativo es estático

Cuando cada norma está implícitamente contenida en las normas superiores del sistema. En este
tipo de ordenamiento es posible deducir intelectualmente las normas inferiores de los principios
contenidos en las superiores. En un ordenamiento moral, de la norma superior que prescribe decir
la verdad, se deduce la norma inferior que prohíbe la mentira y el engaño. De la norma religiosa
superior, que prescribe el amor al prójimo, se deriva la norma que prohíbe dañar a otros y la que
prescribe ayudar a los necesitados. Las normas de un sistema estático se pueden obtener por vía
deductiva mediante una operación mental que deriva de una norma el contenido de otra. Se trata
de una operación lógica, una inferencia de lo general a lo particular. El ordenamiento moral
resulta ser un sistema comprensivo, ya que el contenido de cualquier norma del sistema está
abarcado por el contenido de la norma superior hasta llegar a su norma fundamental que posee
un contenido de valor absoluto. El vínculo que se establece entre las normas se denomina
relación de derivación de contenido, existiendo una fundamentación material entre las normas.
(p. 203)
2

Un sistema normativo es dinámico

Cuando cada norma ha sido creada en la forma determinada por una norma superior. En este
tipo de ordenamientos, cada nueva norma del sistema debe ser elaborada por el órgano y según
el procedimiento previsto por la norma superior. El vínculo que se establece entre las normas es
una relación de derivación por delegación de competencia hasta llegar a su norma fundamental
que reconoce la competencia del primer legislador.

Si bien en el ordenamiento jurídico la fundamentación es formal y material, el principio que lo


estructura no es estático sino prioritariamente dinámico, porque en su origen hay un puro acto
formal, un puro procedimiento: El establecimiento de la primera constitución por el legislador
originario. Por esta razón, las normas del sistema no pueden obtenerse por vía deductiva, sino
que surgen a través de actos de institución. No por un proceso puramente intelectual, sino a
través de actos de voluntad.

Aunque en el ordenamiento jurídico prevalece el carácter dinámico, este posee también un


sentido estático. Es dinámico porque las normas deben ser creadas por la autoridad competente
siguiendo los procedimientos establecidos por las normas superiores y es estático porque debe
haber una correspondencia, aunque sea mínima, entre las prescripciones de las normas inferiores
y las regulaciones generales de las normas superiores.

Más aún, en un sentido similar al defendido por Eduardo García Máynez propugnamos que los
contenidos prescriptivos de las normas inferiores, además de no contradecir los de las normas
superiores, deben coincidir con los valores sociales vigentes en la comunidad para que dichas
normas puedan gozar de legitimidad y alcanzar efectividad.
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6.2 Coherencia interna del ordenamiento jurídico

Una de las características del ordenamiento jurídico es la coherencia, lo que significa que todas sus normas
deben ser compatibles. El propio término ordenamiento subraya la idea de organización y congruencia
interna, que exige que todas las normas componentes del sistema jurídico estén adecuadamente
relacionadas entre sí, sin incompatibilidades ni contradicciones.

Sin embargo, la realidad hace que muchas veces se sancionen normas que pertenecen a un mismo sistema

jurídico y que son contradictorias entre sí, lo que nos obliga a contemplar dichas situaciones y sus
soluciones.
1

Conflicto entre normas


Las normas que pertenecen a un ordenamiento jurídico pueden ser del mismo o de diverso rango. En la
primera hipótesis, hay entre ellas una relación de coordinación y, en la segunda, un vínculo de supra o

subordinación. Pero ya sea que las normas estén en el mismo o en distintos niveles, debe existir entre ellas
la subordinación y coordinación que las haga compatibles y permita su reconocimiento como normas
válidas del sistema.

La realidad nos va a mostrar que muchas veces no es así, que la coherencia lógica del sistema se rompe

produciendo situaciones anómalas de conflicto e incompatibilidad entre las normas. Se dice que existe una
antinomia jurídica cuando los contenidos prescriptivos de dos o más normas pertenecientes al mismo
ordenamiento son contradictorios. En cambio, no existe problema alguno cuando las normas que presentan
contenidos incompatibles pertenecen a sistemas normativos distintos. En este caso, ambas normas pueden
ser válidas en el seno de sus propios ordenamientos, ya que estos son independientes.
2

Criterios de solución

En la práctica se presentan dos tipos de incompatibilidades o antinomias. Uno denominado vertical, que es
el que se produce entre normas de distinta jerarquía y afecta la relación de subordinación, y otro horizontal,
que es el que se da entre normas del mismo rango y afecta la relación de coordinación.

Cuando en el ordenamiento jurídico surgen antinómicas que impiden su coherencia, es necesario encontrar
criterios adecuados para subsanarlas. De lo contrario, se plantearían graves problemas prácticos y la
subsistencia misma del sistema peligraría. Todos los habitantes de un país deben saber qué normas los
obligan, los abogados deben saber de qué normas disponen para defender a sus clientes, los fiscales deben

conocer con qué normas fundamentar sus acusaciones y los jueces, qué normas deben aplicar para
resolver los conflictos que les fueron sometidos. Para poder seleccionar una norma válida entre varias
incompatibles se proponen los criterios de jerarquía, cronología, especialidad y armonizante.

Criterio de jerarquía

El criterio de jerarquía exige que en caso de suscitarse una antinomia vertical, se aplique la norma más alta
del orden de prelación señalado por el sistema normativo. Esta solución se deduce lógicamente de la
propia estructura jerárquica del ordenamiento jurídico y resulta ser la predominante y generalizada, sobre
todo, en los derechos formalizados, como son los pertenecientes al sistema romanista, del que forma parte
el derecho argentino.

Criterio cronológico

Según el criterio cronológico, de producirse una antinomia horizontal debe prevalecer la norma más
reciente. Esta solución fue establecida por los romanos y llegó a nuestros días mediante el principio “la ley
posterior deroga a la precedente”. Para Soriano (1986), constatar qué norma es anterior en el tiempo es fácil
cuando se trata de normas escritas, aun cuando sus orígenes pueden resultar difíciles de rastrear, como en
el caso de leyes muy antiguas. La tarea se complica cuando se comparan normas escritas con normas no
escritas. Si bien en los sistemas jurídicos actuales la norma legislada suele prevalecer sobre la
consuetudinaria, no siempre es así. Por ejemplo, en el derecho internacional. Entonces, la verificación de la
norma anterior puede acarrear serias dificultades (p. 100).

Por ejemplo, si la Ley de Educación Superior faculta a los mayores de 25 años que no hayan concluido sus
estudios secundarios a ingresar a una universidad y una ley posterior exige como requisito insoslayable
tener el ciclo medio concluido, estaríamos frente a una antinomia horizontal y debería prevalecer la norma
más reciente descalificando de esta forma a la más antigua.

Criterio de especialidad

El criterio de especialidad se emplea tanto para subsanar antinomias verticales como horizontales.
Siempre que una norma que regula de un modo específico una determinada materia entra en conflicto con
otra de igual o superior jerarquía que regula la misma materia de una manera más general y típica. En ese
caso debe prevalecer la norma especial por sobre la general.

Por ejemplo, si la Constitución reconociera el derecho de propiedad y una ley prohibiera a los extranjeros ser
propietarios de tierras fronterizas, existiría una antinomia vertical. Si una ley estableciera recargos
aduaneros para todos los vehículos que se importan y otra ley estableciera que los automotores
importados por discapacitados para uso personal están exentos de todo gravamen, habría una
incompatibilidad horizontal. Dado que la mención de los sujetos es específica —propietarios extranjeros e
importadores discapacitados de vehículos para uso personal— y las prescripciones normativas muy
particulares —prohibición de adquirir fundos fronterizos y exención aduanera—, en ambos casos debe
prevalecer la norma especial sobre la general.

Criterio armonizante

El criterio armonizante se emplea cuando la antinomia se produce entre normas que pertenecen al mismo
cuerpo legal, razón por la cual no existe entre ellas diferencias de jerarquía, de prelación temporal o relación
de especialidad. Por este método, que ha sido reiteradamente empleado por la Corte Suprema, las normas
contradictorias contenidas en la Constitución o la ley deben interpretarse compatibilizando sus preceptos,
de modo tal que se les asigne un alcance congruente. De esta forma, todas las normas mantienen su
vigencia formal, se alcanza la consumación de los valores que las inspiraron y se garantiza su efectividad
Estas colisiones de normas son muy frecuentes en el plano constitucional. Por ejemplo, la libertad de
expresión puede entrar en disputa con el derecho a la intimidad; o el derecho a la huelga, con el derecho a
trabajar o con el derecho a transitar libremente por el territorio. Así, en el caso “Ponzetti de Balbín, Indalia
contra Editorial Atlántida, S.A.” del 11 de diciembre de 1984, se puede apreciar la necesidad de armonizar
las normas que consagran el derecho de información con las que resguardan el derecho a la intimidad.

El sistema normativo tiende a racionalizarse y a perfeccionarse con el tiempo. Por eso, el criterio
cronológico no debe ser decisivo para resolver las antinomias, ya que los términos temporales en la
comparación pueden ser cortos y muchas veces no justifican la adopción de este método. En cambio, los
criterios de jerarquía y especialidad poseen más ventajas, permitiendo resolver los casos con mayor
justicia. El método de la jerarquía posee en su haber el conocimiento general de la situación. En cambio, el
criterio de especialidad, si bien desconoce lo general por su cercanía al caso concreto, permite resolverlo
más ecuánimemente. Por su parte, el sistema armonizante contribuye a mantener la congruencia, fijando
los límites para el ejercicio de cada derecho.

La norma de habilitación
Explicamos más arriba que una norma solo es válida y forma parte del ordenamiento jurídico cuando ha sido
creada por el órgano siguiendo el procedimiento y, en alguna medida, respetando los contenidos previstos en
una norma superior. Si no se diesen simultáneamente estos tres requisitos, la norma inferior debería ser

invalidada por ser incompatible con la superior. Sin embargo, la aplicación del criterio de jerarquía, que
resulta esencial para que funcione la delegación del poder, no carece de excepciones.

A pesar de que dicho criterio intenta servir de pauta para resolver las antinomias verticales y mantener la
coherencia interna del ordenamiento jurídico, puede ocurrir que una norma inválida, por haber sido creada sin
respetar la fundamentación formal o material prevista en una norma superior, subsista igualmente como
integrante del sistema normativo. Dicha norma inferior debería haber sido invalidada por su carácter
antinómico —contradictorio con una norma superior—, pero ello no ocurre y tal norma no resulta
descalificada del sistema.

Algunas veces la coherencia lógica se rompe para dejar paso a situaciones paradójicas de:

1 Leyes inconstitucionales.

2 Sentencias ilegales.

Contratos ilegales.
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Todos estos casos suponen la existencia de una antinomia vertical: En el primero, la incompatibilidad se da
entre la ley y la constitución. En el segundo, entre la sentencia y la ley y en el tercero, entre el contrato y la ley
en sentido amplio. Sin embargo, a pesar de que las incoherencias son evidentes, dichas normas no resultan
automáticamente descalificadas.

En la práctica, frente a un caso de incompatibilidad entre normas de distinta jerarquía, no cualquier persona
está autorizada para determinar la invalidez de una ley inconstitucional o de una sentencia o un contrato
ilegal. Los ordenamientos jurídicos modernos solo facultan a ciertos órganos del Estado para descalificar

las normas que fueron establecidas sin respetar la fundamentación formal o material exigidas por una
norma superior. En nuestro sistema, las leyes inconstitucionales solo pueden ser anuladas por los jueces
con alcance limitado al caso para el que se la solicita y no para los restantes supuestos.
Por eso decimos que una norma incompatible con otra superior permanece válida hasta tanto un juez no la
haya anulado. Dicho en otros términos, si frente a un caso de incompatibilidad vertical de normas, el
afectado que posee el derecho a reclamar que se declare la invalidez de la norma inferior no lo hace, o si a

pesar de haberlo hecho el tribunal de máxima jerarquía desestima su pretensión, la norma permanece válida.

¿Cómo se explican estas situaciones anómalas y se mantiene


la coherencia interna del sistema?

Esta contradicción ha llevado a Kelsen (1960) a sostener que la norma superior establece una prescripción
alternativa: La primera parte de la disyunción prescribe de manera expresa quién debe crear la nueva norma,
cómo debe hacerlo y qué contenido debe darle —alternativa normal—; la segunda parte reconoce de manera
tácita que la norma creada por un órgano distinto, siguiendo un procedimiento diverso o con un contenido
diferente de los prescriptos no debe ser considerada nula. Por el contrario, debe admitirse como válida hasta
el momento en que sea anulada —forma anormal— (p. 156).

Esto significa admitir que la norma superior tiene incorporadas cláusulas tácitas que reconocen órganos,
procedimientos o contenidos contrarios a los expresos. De otra manera, no se podría explicar por qué se
considera válidas a ciertas normas abiertamente incompatibles con las de nivel superior. A esta segunda
parte de la alternativa, que con carácter necesario suponemos formando parte de la norma superior, Fritz
Schreier la denomina “norma de habilitación, y sirve para convalidar las realidades normativas carentes de
validez” (Cossio, 1964, p. 179).

Estamos en presencia de dos supuestos distintos: Si el afectado por una norma inválida, que está facultado
para reclamar judicialmente su nulidad, no lo hace, la está consintiendo. Pero este acatamiento aislado no
alcanza a ser una verdadera convalidación fáctica, en tanto la omisión no se generalice y adquiera
consuetudinariamente el sentido normativo de una permisión. Por otra parte, si la sociedad que podría
oponerse a la admisión de normas inválidas, no lo hace y, al mismo tiempo, reconoce al máximo tribunal la
facultad de convalidarlas, las está consintiendo. Este reconocimiento al órgano judicial y el cumplimiento
efectivo de las normas que convalida, son los requisitos del consentimiento tácito que sustenta una
indudable convalidación fáctica.

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6.3 Plenitud del ordenamiento jurídico

La plenitud, exhaustividad o hermeticidad del ordenamiento jurídico es la cualidad que lo hace autosuficiente
para dar solución a todas las posibles controversias sociales. Dicho en otros términos, no hay ni puede
haber conflictos entre los seres humanos a los que no puedan ser solucionados de acuerdo con las normas
del sistema jurídico.

Desde un punto de vista ideal, el ordenamiento es un todo herméticamente pleno que no tiene lagunas y
provee las normas necesarias para resolver todos los conflictos. El derecho objetivo considerado como
sistema unitario no tiene zonas de anomía, es decir, espacios vacíos que dejen casos sin solución. Más allá

del plano ideal, el derecho tiene fines prácticos y cabe la posibilidad de que existan lagunas en alguna norma
determinada, por ejemplo un vacío legal. Para esos casos, el juez dispone de las normas de integración que
el propio sistema le provee.

La exhaustividad del sistema normativo puede ser entendida de dos maneras:

Como una plenitud absoluta, si el ordenamiento posee normas para resolver todos los
1
conflictos que puedan llegar a suscitarse en el seno de la comunidad.

2 Como una plenitud relativa o de segundo grado, si no dispone de un número suficiente de


normas, pero cuenta con normas de integración que indican cómo proceder ante una
insuficiencia, vacío o laguna normativa. (Del Vecchio, 1964, p. 345).

La exhaustividad es una antigua y legítima aspiración de la ciencia jurídica que resulta inalcanzable de
manera absoluta. La sociedad evoluciona constantemente generando nuevas situaciones y relaciones
jurídicas y las consiguientes desavenencias y conflictos inherentes que, con mucha frecuencia, no
encuentran solución en las normas del sistema.

Que la plenitud sea un ideal inalcanzable no significa que los juristas deban desistir de su búsqueda, pues la
perfección del ordenamiento jurídico estará en relación con el grado de exhaustividad que pueda llegar a
alcanzar. Por otra parte, su persecución obstinada puede llevar a juristas pretenciosos a la convicción de

haberla alcanzado definitivamente, creyendo que el sistema jurídico posee normas capaces de dar solución
a todos los conflictos posibles.

Ni el desinterés por alcanzar la plenitud, ni el espejismo obcecado por haberla logrado, son actitudes que
reporten ventajas a la integridad del ordenamiento jurídico. Los juristas deben tender a construir un
ordenamiento con el mayor grado posible de autosuficiencia, pero conscientes de que nunca conformarán
un sistema jurídico absolutamente pleno (Soriano, 1986, p. 85).
1

Principios de clausura

Existen dos formulaciones que pretenden clausurar el sistema. Una principal destinada a los gobernados,
cuyas posibilidades se encuentran liberadas; y una complementaria de la anterior dirigida a los gobernantes,
cuyas facultades se presentan restringidas. Respecto de los gobernados, el principio general es la libertad y

la prohibición, una excepción que debe ser expresa. El principio de libertad dice que todo lo que no le está
expresamente prohibido a un particular, le está permitido. Respecto de los gobernantes que ejercen los
poderes del Estado, el principio general es la prohibición y el reconocimiento de facultades, una excepción
que debe ser expresa, el principio de permisión prevé que todo lo que no le está expresamente permitido a un

funcionario, le está prohibido (Goldschmidt, 1981, p. 338).

El principio de libertad y su complementario, el de permisión, no son necesariamente normas positivamente


establecidas por el legislador —ley—, ni derivadas del tácito consentimiento de la comunidad —costumbre—,
sino que constituyen reglas a priori que no hacen más que reconocer a la libertad como presupuesto

necesario del derecho. A pesar de esta evidencia, nuestro constituyente decidió positivizar el principio de
libertad en la segunda parte del art. 19 de la Constitución, que dice: “Ningún habitante de la Nación será
obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe”.

El principio de libertad, que asegura la autodeterminación como regla general de los hombres y la prohibición
normativa como excepción y, su complementario, el principio de permisión o de limitación del poder, que
establece la prohibición como regla y el facultamiento como excepción, no alcanzan para clausurar el
sistema en la medida en que subsisten lagunas en varios sectores del ordenamiento jurídico. Si bien las
normas penales y las de organización política y administrativa encuentran en las reglas precedentes la tan
ansiada plenitud, no ocurre lo mismo con otras partes del sistema normativo.
¿Cómo logra, entonces, el resto del ordenamiento su
exhaustividad?

Normas de integración
Para alcanzar la plenitud, los sistemas jurídicos del sistema romanista contienen normas de integración que
establecen los procedimientos para encontrar las soluciones a los conflictos que no están expresamente
contemplados. Estas normas de integración pueden ser de dos clases: De autointegración cuando el vacío
se cubre mediante normas del mismo ordenamiento jurídico; o de heterointegración cuando la carencia se
subsana recurriendo a normas de otros sistemas.

De esta forma, el juez puede cumplir siempre con su deber de juzgar, deber que no se basa en la ley, sino en
la propia esencia de su función juzgadora, y constituye una exigencia de la idea misma de ordenamiento
jurídico, la cual no puede pensarse sin la existencia de un juez que aplica las normas generales, y con esta
aplicación crea las normas individuales que lo completan. El juez tiene el deber de crear estas normas, de

juzgar. Cossio llega a afirmar que este deber del juez es también un a priori respecto del ordenamiento
jurídico y que resulta innecesario que este lo prescriba como si fuese creación suya, amenazando con
sanción al magistrado que lo incumple (Legaz Lacambra, 1947, p. 138).

A pesar de ser innecesario, los legisladores decidieron incluir dos normas expresas: El art. 3 del Código civil y

comercial y el art. 273 del Código penal, que prescriben con alcance general: “El juez debe resolver los
asuntos que sean sometidos a su jurisdicción mediante una decisión razonablemente fundada”. “Será
reprimido con inhabilitación absoluta de uno a cuatro años, el juez que se negare a juzgar so pretexto de
obscuridad, insuficiencia o silencio de la ley”. “La abstención de juzgar —dice Cossio (1947)— debe de
entenderse en el sentido de que el silencio, oscuridad o insuficiencia de la ley no delimitan de por sí la esfera
de lo lícito jurídico, y de que el Juez, por consiguiente, debe buscar en otra parte los criterios de licitud”, de
manera que “el silencio, la oscuridad o la insuficiencia de las leyes no sean causa para que la decisión
judicial declare lícita una determinada pretensión” (p. 161).

Las ramas del ordenamiento jurídico donde no operan las reglas de clausura suelen establecer un orden de
prelación de normas y reglas de interpretación para resolver los casos controvertidos, esta previsión

constituye un procedimiento de integración que permite cubrir las lagunas normativas.

Así el CCCN prescribe en el art. 1°: “Los casos que este Código rige deben ser resueltos según las leyes que
resulten aplicables, conforme con la Constitución Nacional y los tratados de derechos humanos en los que
la República sea parte. A tal efecto, se tendrá en cuenta la finalidad de la norma. Los usos, prácticas y
costumbres son vinculantes cuando las leyes o los interesados se refieren a ellos o en situaciones no
regladas legalmente, siempre que no sean contrarios a derecho”. Y agrega en su art. 2°: “La ley debe ser
interpretada teniendo en cuenta sus palabras, sus finalidades, las leyes análogas, las disposiciones que
surgen de los tratados sobre derechos humanos, los principios y los valores jurídicos, de modo coherente
con todo el ordenamiento”.

Resumiendo: Desde un punto de vista ideal, el ordenamiento es un


todo herméticamente pleno que no tiene lagunas, ya que provee las
normas necesarias para regular todas las situaciones y resolver
todos los conflictos. Ahora bien, más allá del plano ideal, el derecho
tiene sus fines prácticos y cuando se presenta un vacío legal, el juez
dispone de las normas de integración que el propio sistema
normativo incorpora para alcanzar su plenitud.

Marcar las opciones correctas.


¿Cuáles de estas afirmaciones corresponden a la plenitud del

ordenamiento jurídico?
La plenitud del ordenamiento jurídico se refiere a los
espacios vacíos que dejan casos sin solución.

La plenitud del ordenamiento jurídico es la cualidad que lo


hace autosuficiente para condenar los conflictos sociales.

La plenitud del ordenamiento jurídico implica que no existen


conflictos entre los seres humanos.

La plenitud del ordenamiento jurídico implica que no hay ni


puede haber conflictos entre los seres humanos que no
puedan ser solucionados de acuerdo con las normas del
sistema jurídico.

La plenitud del ordenamiento jurídico es la cualidad que lo


hace autosuficiente para dar solución a todas las posibles
controversias sociales.

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6.4 Lineamientos generales de la gradación


normativa

La teoría del ordenamiento jurídico se organiza a partir de la idea


central de que las normas que lo componen se estructuran según su
mayor o menor generalidad hasta llegar a las normas
individualizadas.

En los niveles superiores del sistema jurídico prevalece el criterio de validez formal por sobre el material. Las
normas de mayor rango prescriben prioritariamente quién debe crear las nuevas normas y cómo debe
hacerlo —aspecto formal—, y solo aluden a los sujetos de derecho de una manera muy general como
arquetipos humanos, tipificando sus conductas como categorías genéricas —aspecto material—.

Una norma de las gradas superiores establece quién es el órgano facultado para crear una nueva norma y

qué procedimientos debe cumplir para hacerlo, pero dice poco respecto de los sujetos de derecho y de las
regulaciones de sus acciones compartidas —derechos y deberes recíprocos—. A medida que descendemos,
se equilibran los aspectos formales y materiales, para terminar en los niveles inferiores, prevaleciendo los
aspectos materiales por sobre los formales. Así, las normas inferiores individualizan a los sujetos de

derecho y especifican las regulaciones de sus conductas.

En cúspide de la pirámide jurídica, la Constitución Nacional prescribe que el Congreso y el Presidente se


encuentran facultados a sancionar y promulgar las leyes y regula minuciosamente los procedimientos a
seguir —aspecto formal—, al mismo tiempo que se limita a reconocer a los habitantes una serie de derechos
fundamentales, con relación a los cuales ni siquiera prevé las sanciones para el caso de incumplimiento.

Así, el art. 44 inviste de poder legislativo al Congreso de la Nación y el art. 99, inc. 3º, establece que el
Presidente participa en la formación de las leyes, las promulga y hace publicar. Los art. 77 a 84 regulan los
requisitos y procedimientos para su creación. El art. 75, inc. 12º, faculta al Congreso a “dictar los Códigos
Civil, Comercial, Penal, de Minería, y del Trabajo y Seguridad Social en cuerpos unificados o separados”. El
art. 14 reconoce a todos los habitantes el derecho de usar y disponer de su propiedad y, el art. 17 proclama,
sin mayor detalle, que “la propiedad es inviolable. Ningún habitante de la nación puede ser privado de ella,
sino en virtud de sentencia fundada en ley, la expropiación, por causa de utilidad pública, debe ser calificada
por ley y previamente indemnizada.”
En un nivel intermedio, encontramos el Código Civil y Comercial de la Nación y el Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación. Ambos cuerpos normativos, el de fondo y el de forma, regulan coordinadamente los
aspectos materiales y formales referidos al derecho de propiedad. Así, el CCCN trata en detalle el derecho

de propiedad o dominio a partir del art. 1941; y el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación regula
minuciosamente los procesos judiciales tendientes a su defensa. En el otro extremo del ordenamiento
jurídico, una sentencia judicial individualiza con nombre y apellido a los sujetos destinatarios de sus
específicas prescripciones. Por ejemplo, la sentencia que condena a un sujeto determinado a desocupar el

inmueble propiedad de otro; o la sentencia que condena a un individuo concreto a restituir un bien específico
a su legítimo propietario.

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6.5 Diversas normas que integran el ordenamiento


jurídico

El derecho argentino es de origen romanista y prioriza a la ley que, entendida en su sentido amplio,
comprende a toda norma general escrita deliberadamente creada por un órgano competente del estado. De
esta forma, la categoría de las normas legales incluye a la ley suprema emanada del órgano constituyente
del Estado —la Constitución y a los tratados a los que ella jerarquiza a su nivel—, a la ley propiamente dicha y
a toda otra norma establecida por algún órgano con facultades normativas generales, como los decretos y
reglamentos establecidos por el Poder Ejecutivo.
Pero como la creación deliberada de normas por parte de los órganos estatales va siempre a la zaga de la

evolución social, cada vez que el ordenamiento jurídico carece de las normas legales necesarias para
regular algún sector de la convivencia, la comunidad se ve obligada a procurárselas espontáneamente a

través de los usos sociales que, en la medida en que adquieren la convicción de obligatoriedad, dejan de ser
meras prácticas sociales —normas morales— y se convierten en costumbre, normas jurídicas no escritas
originadas en la conducta repetida de la sociedad.

Recordemos también que la sociedad reconoce tácitamente a los órganos jurisdiccionales cierta potestad
normativa limitada a su ámbito. En efecto, si bien estos órganos tienen como función específica solucionar
los conflictos, emitiendo normas individuales —sentencias o resoluciones administrativas—, en la medida en
que resuelven casos similares, interpretando, especificando y aplicando las normas de manera análoga, y lo
hacen convencidos de que su proceder es obligatorio, introducen en el sistema normas jurisprudenciales
con cierto grado de generalidad y obligatoriedad.

Las normas particulares originadas en el acuerdo de voluntades de dos o más personas que

autónomamente deciden crearlas para regular sus relaciones recíprocas también integran el ordenamiento
jurídico. Se suele hablar en estos casos de autonomía de la voluntad; esto significa que es la propia
autodeterminación de los sujetos la que le da carácter normativo a los acuerdos, los contratos y, a nivel
internacional, a los tratados. Por fin, también las sentencias y las resoluciones administrativas de los
órganos jurisdiccionales son normas individuales que integran el sistema normativo.

Resumiendo: El ordenamiento jurídico está integrado por todas las


normas, tanto por las generales —legales y consuetudinarias— como
por las particulares—convencionales y jurisdiccionales—.
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6.6 Sistematización del ordenamiento nacional e


internacional. Sistematizaciones parciales

Sistematización del ordenamiento argentino según la Constitución


Nacional

El problema de la ordenación jerárquica de los preceptos que pertenecen a un mismo sistema se complica
extraordinariamente cuando este pertenece a un Estado federal. Las pautas de organización jerárquica de
las normas de nuestro país surgen del propio ordenamiento y las encontramos en los artículos, 5, 31, 75,
incisos 22 y 24, 123, 124 y 125 de la Constitución Nacional. Siguiendo estas reglas, el jurista podrá integrar
las normas de nuestro país en un sistema jerárquicamente organizado.

En la práctica, existe tanto costumbre como jurisprudencia de rango constitucional y de allí en más, estas
normas no escritas deberán ser incorporadas en todos los niveles donde tengan vigencia social. También
hemos omitido incorporar otras normas como, por ejemplo, los convenios colectivos de trabajo, las
acordadas de la Corte Suprema de Justicia, etcétera.

Sistematización del ordenamiento jurídico internacional

Hasta ahora hemos estudiado el ordenamiento jurídico interno de un país, pero cabe preguntarse si, a nivel
externo, las normas que regulan las relaciones entre los sujetos de derecho internacional —los Estados y

demás organismos internacionales—, también se estructuran en un sistema jerárquicamente organizado.


Para analizar este tema, seguiremos, en lo fundamental, las enseñanzas de Hans Kelsen (1941).
Estructura del ordenamiento jurídico internacional
Kelsen (1941) afirma que el derecho internacional comprende en un primer nivel las normas
consuetudinarias que resultan de actos cumplidos por los órganos competentes de los Estados. Estas
normas constituyen el derecho internacional general, que regula las relaciones interestatales, facultando y
obligando a todos los países.

De todas las costumbres internacionales destaca la que se expresa con la fórmula pacta sunt servanda, que

autoriza a los Estados miembros de la comunidad internacional a celebrar tratados que regulen su conducta
recíproca —la de sus órganos competentes y súbditos—. Estos tratados, creados por declaraciones
concordantes de voluntad emanadas de órganos competentes de dos o más Estados, constituyen el
derecho internacional convencional, ya que sus normas no son válidas para todos los países, sino solo para
los que las pactaron.

Las normas del derecho internacional general de origen consuetudinario (costumbre internacional) y las del
derecho internacional convencional acordadas por los Estados —convenciones, tratados, acuerdos, pactos y
concordatos—, no se presentan coordinadas, ya que estas últimas encuentran su fundamento de validez en

una norma del primero y, por lo tanto, le están subordinadas.


En un tercer nivel del ordenamiento jurídico internacional encontramos las sentencias emanadas de los
tribunales internacionales, cuyas funciones están determinadas por los tratados, por normas de Derecho
internacional convencional, que, a su vez, tienen su fundamento en una norma consuetudinaria de derecho

internacional general.

Llegados al último nivel nos preguntamos: ¿Cuál es el fundamento de validez del derecho internacional
general? Este lo hallamos en la norma fundamental de derecho internacional, que es una norma que confiere
la calidad de hecho creador de normas jurídicas a la costumbre resultante de la conducta recíproca de los

Estados. Esta norma suele expresarse con la fórmula “los Estados deben conducirse como han sólido
hacerlo”, lo que significa que debe ser lo que hasta ahora ha sido conducta compartida y reiterada entre los
países. Se trata de una norma consuetudinaria sustentada en el tácito consentimiento de los sujetos de
derecho internacional que constituye un caso más de convalidación fáctica.

Como puede apreciarse, el derecho internacional público no ha evolucionado tanto como los derechos
nacionales. Kelsen (1943) afirma que se trata de un derecho primitivo, ya que tanto la creación como la
aplicación del derecho internacional se encuentran descentralizados. No existe un órgano legislador que
establezca las normas internacionales, ni tampoco órganos jurisdiccionales que diriman los conflictos entre
los Estados aplicando dichas normas. Ni siquiera existe monopolio y centralización del empleo de la fuerza.
Las principales sanciones del derecho internacional (las represalias, la guerra, los bloqueos económicos)
presentan un carácter análogo a la venganza privada y son aplicados por el Estado que se considera víctima
de una transgresión.
Relaciones entre el derecho internacional y el derecho interno
En las relaciones entre el derecho internacional y el derecho interno han surgido dos cuestiones
fundamentales: La primera es averiguar si el derecho internacional y el derecho interno configuran dos
sistemas normativos independientes y separados entre sí o uno solo. La segunda cuestión constituye el
problema de la jerarquía de los ordenamientos jurídicos y estriba en averiguar si las normas del derecho
internacional prevalecen sobre las de derecho interno, o si, por el contrario, estas predominan sobre

aquellas.

Existe una postura denominada dualista que afirma que el derecho internacional y el nacional son dos
sistemas diferentes de normas, independientes y aislados uno del otro en razón de que tendrían normas
fundamentales distintas. Sus partidarios se limitan a estudiar el derecho nacional como único sistema de

normas válidas. Los derechos de otras naciones y el derecho internacional no constituyen para ellos
ordenamientos válidos, sino simples hechos desprovistos de significación jurídica. Pero como es imposible
negar todo carácter normativo al derecho internacional y menos a los otros órdenes jurídicos nacionales, la
teoría dualista se ve obligada a resignar su posición inicial y orientarse hacia una construcción monista.
Kelsen sostiene que, en la medida en que el derecho internacional y los ordenamientos jurídicos nacionales
son definidos como sistemas de normas válidas, es necesario reunirlos en una construcción lógica
coherente. Dos ordenamientos normativos a primera vista distintos, uno internacional y otro nacional,
pueden ser considerados como un ordenamiento único si ambos se encuentran en una relación de
coordinación o sí uno está subordinado al otro.

E N E L PRI M E R C A S O E N E L S E G U N D O S U PU E S T O

La coordinación de los ordenamientos supone la delimitación de sus respectivos ámbitos de validez y, por
consiguiente, la existencia de un tercer sistema de normas, superior a los dos primeros, que procede a esta
coordinación y delimita sus ámbitos de validez.

E N E L PRI M E R C A S O E N E L S E G U N D O S U PU E S T O

Las normas del sistema subordinado extraen su validez de una norma perteneciente al otro sistema, la cual
desempeña, con respecto a las normas del sistema subordinado, el papel de una norma fundamental
relativa. Esta es una norma del ordenamiento superior, y la norma fundamental de este último se encuentra
en la cima del ordenamiento jurídico total formado por el sistema normativo superior y los sistemas que le
están subordinados.

De esta forma, solo caben dos interpretaciones posibles de la relación entre el derecho internacional y el
derecho nacional:

1ª) El derecho internacional forma parte integrante del Derecho nacional y;


2ª) El derecho internacional constituye un orden jurídico superior al derecho nacional.

Ambas posibilidades solo conciernen a la razón de validez de cada derecho, pero no se relacionan con sus
contenidos y particularmente, no afectan en nada al derecho internacional.

La mayoría de la doctrina y la jurisprudencia internacional se inclina por la concepción monista con


prevalencia del derecho internacional por sobre el derecho interno de los Estados. Se fundamenta en que los
tratados deben ser cumplidos de buena fe por los Estados parte (pacta sunt servanda), en la seguridad
internacional y en el peligro de que las normas de derecho internacional queden sujetas a los cambios de
legislación interna de los Estados.

Esta tesis, adoptada por la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados de 1969 y ratificada por la

República Argentina, dice en su art. 26: “Todo tratado en vigor obliga a las partes y debe ser cumplido por
ellas de buena fe”. Agrega en su art. 27: “Una parte no puede invocar las disposiciones de su derecho interno

como justificación del incumplimiento de un tratado...”. La Constitución de 1994 estableció en el art. 75,
incisos 22 y 24, la prevalencia de los tratados sobre Derechos humanos, de los tratados de integración
regional y de los demás tratados y concordatos respecto de la normativa interna argentina.

El reconocimiento de jerarquía constitucional a las convenciones y


tratados internacionales sobre Derechos humanos —mencionados
en el segundo párrafo del inciso 22 del art. 75—, establece un orden
jerárquico al prescribir que los derechos reconocidos en dichas
normas internacionales resultan complementarios de los derechos
reconocidos en el Capítulo Primero de la Constitución Nacional
titulado ‘Declaraciones, derechos y garantías’. Este texto
constitucional merece algunas observaciones.

Primero, que el reconocimiento de jerarquía constitucional de las convenciones y tratados sobre Derechos
Humanos surge de la propia Constitución como norma suprema de derecho interno. Segundo, que la
caracterización como complementarios de los derechos reconocidos por normas de derecho internacional

convencional significa que son accesorios a las declaraciones, derechos y garantías del primer capítulo de
la Constitución. Tercero, que el Congreso de la Nación puede sustraer estas normas con rango
constitucional de nuestro sistema sin recurrir al procedimiento de reforma constitucional. Por todo ello,
coincidimos con Sabsay y Onaindia (1994) en que, si bien se les otorga jerarquía constitucional a los

derechos derivados de estas normas internacionales, resultan inferiores a los reconocidos en la parte
dogmática de la Constitución Nacional (p. 46).

Sistematizaciones parciales

Los distintos poderes del Estado crean normas en la oportunidad en que las circunstancias los deciden a
ello. Esas normas se van acumulando con el andar de los años y aun de los siglos. Nadie puede negar al
legislador actual por lo menos una virtud: La de ser fecundo. Es frecuente, además, que el legislador o
cualquier otro órgano autorizado a crear normas, apremiado por la necesidad o conveniencia de su
establecimiento, no se detenga a precisar en qué medida una nueva norma reemplaza total o parcialmente a
las que hasta ese momento han estado en vigor sobre el mismo tema.

Lentamente y con el paso del tiempo, las reglas de convivencia social se van convirtiendo en un confuso
mosaico de normas sucesivas, que van incidiendo unas sobre otras, a veces dejando ver y otras ocultando a
las que las precedieron. Las desventajas de este proceso de creación legislativa, profuso y desordenado, se

acentúa aún más con el surgimiento constante de normas consuetudinarias y jurisprudenciales (Arauz
Castex, 1974, p. 38).

Lo explicado nos descubre las dificultades que esta forma de creación desarticulada de normas representa,
tanto para los estudiantes que intentan realizar un conocimiento científico del derecho como para los
operadores jurídicos que deben emplear las normas para la solución de los casos concretos. Por tal razón,
se ha intentado superar el desorden normativo por diversos mecanismos de integración sistemática de las
normas.
Esta integración coherente y exhaustiva de las normas es encarada por los juristas de dos maneras:

Como actividad autónoma de recopilación o compilación de normas dictadas en forma aislada


1
y progresiva.

2 Como labor realizada por encargo de las autoridades de un Estado destinada a consolidar o
codificar las normas dispersas en un texto normativo unitario.

Recopilaciones o compilaciones

La recopilación o compilación constituye la forma más sencilla de integrar en un solo texto las normas
relativas a un tema o materia. Frecuentemente, encontramos las normas reunidas en un texto unitario,
ordenadas según criterios de prelación cronológica, de contenidos en razón de las distintas materias o
combinando los dos anteriores. Dado que la validez formal de las distintas normas recopiladas procede de
su originaria creación, y no de su edición integrada, cualquier particular puede realizar esta tarea.

En términos generales, esta labor no requiere de una capacitación científica especial, y suele ser realizada
por los editores con el afán de facilitar el acceso de los estudiantes, abogados y jueces al material
normativo. Constituyen buenos ejemplos de recopilaciones los textos que, aunando normas dispersas
sobre una materia, las presentan editadas juntas. Así encontramos numerosas compilaciones de leyes
laborales, previsionales e impositivas.

Digestos, consolidaciones y textos ordenados



La palabra digesto proviene del latín digestum, que significa "clasificar y ordenar" y fue empleada por los
romanos para designar las obras que ordenaban sus normas. Por su parte, el término consolidar viene de
consolidare, que significa "dar firmeza a algo," así como también, "reunir" o "juntar" y designa los trabajos
que agrupan ordenadamente las normas vigentes. Estos mecanismos integrativos constituyen soluciones
de mayor envergadura que las recopilaciones, ya que su elaboración no solo requiere reunir en un texto
todas las normas vigentes, sino también suprimir las derogadas y las que ha caído en desuso y, con arreglo
a un método científico, reorganizar todo el material normativo válido y vigente en un sistema coherente y de
fácil acceso.
Esta tarea exige una gran versación jurídica por parte de quien la emprenda. Con frecuencia es encarada
por el Estado, quien la delega en una o varias personas que cuentan con sólidos conocimientos de derecho,
y una gran experiencia en el manejo de la técnica normativa. Quien la encare deberá interpretar cada una de
las normas para verificar si están vigentes o derogadas, y en caso de no estar vigentes constatar si la
derogación fue total o parcial y en qué medida afectó a otras normas, para luego reorganizar las válidas y
efectivas conforme a un método científico.

Así, a mediados del siglo XIX, el distinguido jurisconsulto Augusto Teixeira de Freitas recibió del gobierno
imperial brasileño la misión de consolidar el derecho civil portugués vigente en ese país. Actualmente, son
frecuentes las consolidaciones en muchos países. En nuestro derecho también encontramos ejemplos de
consolidaciones, como ser el Digesto Municipal de la Ciudad de Buenos Aires y varios textos ordenados de
leyes impositivas y de otras materias.

Ley consolidación legislativa, el digesto jurídico argentino



La ley 26.939 que aprueba el Digesto Jurídico Argentino (DJA) fue sancionada el 21 de mayo de 2014 y
promulgada el 29 de mayo del mismo año. El Digesto consolidó al 31 de marzo de 2013 la legislación
nacional de carácter general vigente, reduciendo a 3.353 las 22.234 normas que habían sido sancionadas
desde el año 1853. El trabajo de búsqueda, análisis y clasificación de leyes y decretos estuvo a cargo de un
grupo de profesionales, guiados por una comisión de destacados juristas. Se eliminaron las redundancias,
se quitaron las disposiciones en desuso y aquellas otras que estaban en contradicción con leyes
posteriores. Al momento de su envío al Congreso, el DJA fue el primer Digesto de América Latina y uno de
los pocos en el mundo.

El art. 5° prescribe “La presente ley regula el ordenamiento de las leyes nacionales de carácter general
vigentes por medio del procedimiento de consolidación normativa denominado Digesto Jurídico Argentino”.
En esta consolidación, cada rama del derecho (civil, penal, comercial, etc.) será identificada con una o
varias letras y las leyes se ordenaron cronológicamente desde la más antigua (art. 7).

Codificaciones

Las expresiones códice, código y codificación son vocablos que derivan de la palabra latina codex. Este
término designó originariamente a un adelanto tecnológico en la confección de los textos escritos. Frente a
los tradicionales libros enrollados, un codex era un texto paginado cuyas hojas aparecerían unidas por uno
de sus lados.
Este tipo de textos compuestos por páginas fueron introducidos en el ámbito jurídico en el siglo III d. de C.,
para hacer más accesibles tanto el conocimiento como la aplicación de las normas. Desde entonces, esta
técnica alcanzó tal difusión, que cuando se habla de códigos debemos entender que se trata de obras con
contenidos normativos. De esta manera, código y libro que contiene normas han venido a ser sinónimos
(D’Ors, 1963, p.10).

Modernamente, cuando se habla de codificación, se alude a un proceso histórico que, siendo el punto
culminante de la textualización del derecho, se desarrolla desde finales del siglo XVII en Europa continental,
o incluso podría decirse, de un modo general, en Occidente, ya que también comprende extensas zonas de
América. Este proceso no puede considerarse concluido, ya que la legislación occidental se encuentra
todavía sometida al influjo de las ideas del movimiento codificador.

La codificación es el trabajo más importante tendiente a reunir en un


solo texto, todas las normas de un país o las de un sector
correspondiente a una determinada rama del derecho. A diferencia
de la consolidación, cuyas normas conservan el valor de su
originaria creación, el código es una ley. Supone un acto legislativo
en virtud del cual se sancionan en un solo texto legal un conjunto
coherente de normas jurídicas con el que se pretende regular todas
las relaciones humanas —código general— o al menos, un
determinado campo de ellas —código parcial—.
Bibliografía de referencia

García Ginés R. (2016). Fundamentos del Derecho. Buenos Aires: Lectio.


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