Echoes - Dylan Page
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Apolo
Hera
Huitzilopochtli
Nyx
CORRECCIÓN
Circe
Amalur
Moira 4
Coatlicue
REVISIÓN FINAL
Astartea
Huitzilopochtli
DISEÑO / PDF
Hades
Huitzilopochtli
EPUB / MOBI
Huitzilopochtli
Contenido
Staff __________________________________________________________________________ 4
Contenido ____________________________________________________________________ 5
Sinopsis ______________________________________________________________________ 7
Playlist _______________________________________________________________________ 9
Advertencia _________________________________________________________________ 11
Prólogo _____________________________________________________________________ 12
Capítulo Uno _______________________________________________________________ 19
Capítulo Dos _______________________________________________________________ 23
Capítulo Tres _______________________________________________________________ 37
Capítulo Cuatro ____________________________________________________________ 43
Capítulo Cinco ______________________________________________________________ 62
Capítulo Seis _______________________________________________________________ 78
Capítulo Siete ______________________________________________________________ 87
Capítulo Ocho ______________________________________________________________ 95 5
Capítulo Nueve ____________________________________________________________ 118
Capítulo Diez ______________________________________________________________ 127
Capítulo Once _____________________________________________________________ 134
Capítulo Doce _____________________________________________________________ 146
Capítulo Trece _____________________________________________________________ 171
Capítulo Catorce ___________________________________________________________ 190
Capítulo Quince ___________________________________________________________ 206
Capítulo Dieciséis __________________________________________________________ 226
Capítulo Diecisiete _________________________________________________________ 246
Capítulo Dieciocho _________________________________________________________ 264
Capítulo Diecinueve________________________________________________________ 275
Capítulo Veinte ____________________________________________________________ 289
Capítulo Veintiuno _________________________________________________________ 303
Capítulo Veintidós _________________________________________________________ 317
Capítulo Veintitrés _________________________________________________________ 326
Capítulo Veinticuatro ______________________________________________________ 349
Capítulo Veinticinco _______________________________________________________ 361
Epílogo ____________________________________________________________________ 374
Aviso ______________________________________________________________________ 382
Dylan Page ________________________________________________________________ 383
Únete a nuestra comunidad ________________________________________________ 384
6
Sinopsis
Tengo una gran vida. Padres amorosos, hermanos que adoro.
Se coloca sobre mis hombros como una capa, me habla cuando estoy
solo, me mira fijamente desde el espejo.
Y todavía…
Que me arruina.
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Playlist
Promise - Ben Howard
I’m Just a Ghost - Yaeow
Runner - Dustin O’Halloran
Crash Into Me - Dave
Matthews Band
A Different Age - Current Joys
Kids - Current Joys
Opal Ocean - Slenderbodies
Lost Boy - Ruth B.
Your Heart is an Empty Room - Death Cab for Cutie
Marching Bands of Manhattan - Death Cab for Cutie
Behind the Clouds - Yaeow
9
Head in the Clouds - Hayd
Hurt the Ones I Love - Reagan Beem
I Fall Apart - Hayd
The Way I Love You - Yaeow, Neptune
Till Kingdom Come - Coldplay
Your Song - Cover by Chase
Eagleson and Sierra Eagleson Wake Up - Arcade Fire
Drivers License - Olivia Rodrigo
Ghost - Justin Bieber
Suffocate - Hayd
Sinners - Barns Courtney
Heart Skipped a Beat - The XX
The Funeral - Band of Horses
Heartbeats - José González
For Blue Skies - Strays Don’t Sleep
When It’s Cold I Like to Die - Moby
Happiness: We’re All In It Together - This Will Destroy You
Me - Fjodor
When You Were Mine - Hayd
10
Advertencia
Este libro está destinado a lectores maduros, mayores de 18 años.
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Prólogo
—¿Madeline?
Salté ante el sonido de mi nombre completo y aparté los ojos del cristal
de la ventanilla del pasajero. Afuera estaba gris, lluvioso y sombrío, pero
durante los últimos diez minutos no vi nada más que los familiares
recuerdos de traumas infantiles reproducidos en mi mente como una vieja
película borrosa. Parpadeé y me agaché en mi asiento; me puse la sudadera
con capucha sobre la cabeza mientras mi nueva trabajadora social me
conducía a través de la noche cada vez más oscura. A mis pies estaba una
bolsa de basura con mi ropa y mi vieja mochila de retazos; mis pocas y
preciosas pertenencias siempre estaban empacadas y listas para viajar. Vi
las señales y mamá se había vuelto más desquiciada y paranoica
últimamente. Sabía que terminaría así.
—Me están buscando, Maddy —dijo hace apenas unas noches
mientras recorría nuestra destartalada habitación de hotel, cerraba las
persianas y revisaba las cerraduras de puertas y ventanas—. Me están
buscando... No puedo pagarles todavía. Joder, qué voy a hacer… qué voy a
hacer… —murmuró una y otra vez, con los ojos casi desorbitados. No se
encontraba bien, su peso era el más bajo que jamás había visto, pero sabía
que no había forma de comunicarme con ella cuando estaba así de loca.
—Pensé que estaríamos a salvo… a salvo aquí. A salvo… —Sus ojos se
llenaron de lágrimas mientras caminaba frente a la cama que compartíamos,
mientras yo me recostaba, observando la televisión, sin verla. Me sentí como
un zombi, impasible ante otro episodio suyo. Habíamos dejado atrás la
Columbia Británica hacía aproximadamente un mes y medio, y ahora
estábamos de regreso en Ashland, Ontario, una ciudad que no había visto
desde la infancia, escondiéndonos.
—Madeline —volvió a decir mi trabajadora social, con un tono gentil
y suave mientras se dirigía a mí— sé que las cosas se ven mal ahora, pero
una vez que tu madre obtenga la ayuda que necesita, estoy segura de que
el juez retirará la orden de restricción.
Solté un pequeño resoplido y sacudí la cabeza.
—¿Ocurre algo?
Quería reírme. ¿Esta mujer realmente pensó que yo creería esta
mentira? Mamá ha sido atada a una maldita camilla, gritando y
lamentándose por haber sido perseguida y perseguida por misteriosos
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hombres sin rostro. Estuvo yendo al manicomio durante mucho tiempo.
—Mire, señora Khan, ¿verdad? —levanté las cejas.
—Sí. Pero puedes llamarme Saanvi —me sonrió amablemente a través
de un par de lentes de montura oscura.
Suspiré profundamente y me aparté de su mirada directa,
sintiéndome incómoda. Odiaba mirar a la gente a los ojos. Sentía como si
insectos se arrastraran por toda mi piel cuando lo hacía.
—Saanvi… pareces agradable. Más amable que muchos otros
trabajadores sociales que he conocido —le dije con sinceridad. Ella estuvo
muy tranquila durante todo el proceso y no me habló como si fuera una
delincuente condenada a repetir los errores de mi madre, como tantos han
hecho en el pasado—. Pero este es mi último año de escuela secundaria, y
debería graduarme en dos meses, pero dudo seriamente que eso suceda,
dado todo el tiempo que he perdido...
—He hablado con una gran escuela cercana, y te ayudarán a ponerte
al día con aquello en lo que te has retrasado… —Era tan optimista que casi
dolía.
—Lo que quiero decir es que estoy creciendo. —La interrumpí, incapaz
de soportar más su amabilidad.
Ante esto, se quedó en silencio y sus manos apretaron con fuerza el
volante en respuesta.
Creciendo.
Lo más aterrador que enfrentan los niños en el sistema de adopción.
En este momento, ella me estaba llevando a un hogar que tenía programas
para niños que crecían fuera del sistema. Era casi como un centro de
rehabilitación, administrado por el gobierno, con dos trabajadores viviendo
allí a tiempo completo con las niñas que estaban allí.
—Mamá va a estar fuera por mucho tiempo —agregué—. No tengo
esperanzas de volver a verla pronto. Si bien tu optimismo es algo hermoso,
a mí me cuesta subirme al tren de la felicidad mientras mi vida es un
basurero ardiendo. —Mentiras. Lo único que hicieron fue mentirme.
—Hay tantos programas para niños como tú… —comenzó a decir.
—Lo siento señora, pero… ahora no es el momento de hablar de eso,
¿por favor? —Cerré los ojos con fuerza, incapaz de escuchar ni un segundo
más. Había escuchado tantas promesas bonitas y falsas mientras crecía. Me
dijeron que todo estaría bien. Que las personas que me cuidarían serían
amables. Me rogaron que confiara una y otra vez, y cada vez que lo hice, lo
pagué caro. Dijeron que le conseguirían a mi madre la ayuda que necesitaba
y que yo volvería con ella y viviría feliz para siempre.
25
Eso nunca pasó.
Todo eran mentiras para hacer sonreír a una niña asustada y llorosa,
un curita sobre una fea herida abierta que nunca sanaría. Ya no quería las
falsas esperanzas. Siempre fue tan devastador cuando nunca se hizo
realidad.
Para mi alivio, la señora Khan guardó silencio y me dejó en paz
mientras salía de la ciudad y se dirigía a las afueras de Ashland por la
carretera que conducía al sur. Habían pasado ocho o nueve años desde la
última vez que vivimos aquí. Después de que papá falleció, mamá hizo las
maletas y me llevó al oeste, a Columbia Británica. Pero después de
solamente un mes de haber regresado, me colocaron nuevamente en el
sistema de adopción.
A medida que la noche descendía sobre nosotros, con la ciudad
perdida hace mucho tiempo a nuestras espaldas, pude distinguir los altos
árboles que cubrían el costado de la carretera, una señal de un parque
llamado Sherwood y alguno que otro buzón que marcaba un camino de
entrada. Íbamos a un pueblo fronterizo, lejos de Ashland, donde llevarían a
mi madre a un hospital para recibir tratamiento. Incluso si no hubiera una
orden de restricción, incluso si quisiera verla, sería difícil porque no tenía
licencia, ni auto, y no tenía idea exactamente de dónde iba a terminar.
Entramos a las afueras del pueblo y aunque afuera estaba casi
completamente oscuro, la gente estaba afuera, caminando por la calle
principal iluminada, riendo y divirtiéndose. Parecía una maldita postal o el
avance de alguna película increíblemente cursi.
El auto se sacudió entonces, Saanvi maldijo levemente en voz baja
cuando una motocicleta apareció desde una calle lateral, desviándose un
poco para evitar chocarnos. El cinturón de seguridad me atrapó en el pecho,
haciéndome jadear cuando el motociclista se hizo a un lado para permitirnos
pasar. No vi qué había sucedido ni quién tenía la culpa, pero solamente
pude adivinar que fue de nosotras, mientras mi trabajadora social lo
saludaba con la mano como si estuviera pidiendo perdón. Me recosté en mi
asiento mientras pasábamos, mi mirada se cruzó con la del motociclista por
un breve destello. Llevaba un casco negro, pero había levantado la visera
cuando pasábamos, y los ojos plateados que me devolvieron la mirada le
dieron a mi corazón una pequeña sacudida.
¿Qué diablos fue eso?
Lo dejamos detrás de nosotros cuando tomamos la siguiente calle, y
aunque lo miré por el espejo lateral, ya estaba demasiado lejos para volver
a verlo. Pero algo en esos ojos plateados me resultaba extrañamente familiar,
como un recuerdo o un sueño que había tenido hacía mucho tiempo.
Incapaz de ubicarlo, sacudí la cabeza y me recosté en mi asiento, mi mente
ocupada con pensamientos sobre mi madre, mi vida y la tormenta de mierda
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que fue todo. Saanvi quería que fuera optimista sobre mi futuro, aunque
para ella era fácil decirlo. Es difícil tener esperanzas cuando no te han
metido en la garganta nada más que decepción. Lo que lo empeoró fue que
dijeran que sonriera mientras me ahogaba con sus promesas vacías.
La historia de mi vida...
36
Capítulo Tres
42
Capítulo Cuatro
—…Madeline King...
—...otra chica de Phoenix House...
—... no hay mucho que ver, hermano... demasiado material...
—... He oído que su madre está loca. ¡La encerraron el fin de semana
en un asilo!
—...está demasiado delgada. Mi enorme polla la partiría por la mitad.
Me escabullí entre los susurros intercambiados por los pasillos. Otro
rostro nuevo, y los chicos de esta escuela la tomaron con avidez como si
fuera kool–Aid. Cerré mi casillero de golpe, y varios otros estudiantes a mi
alrededor saltaron ante el sonido antes de rápidamente darme un amplio
margen mientras caminaba por el pasillo, dirigiéndome a la cafetería.
Llevaba mi vieja chaqueta de cuero, el parche de Manic cosido en el brazo y 43
las placas de identificación tintineando en mi pecho, un recordatorio para
aquellos que podrían haber olvidado de quién era hijo.
Déjame en paz y te dejaré en paz.
Cuando tomé asiento en la esquina trasera de la cafetería, suspiré
profundamente y cerré los ojos, dejando que mi cabeza golpeara la pared de
piedra a mi espalda. Hace años, mi mamá me dijo que estuviera por encima
del resto de estas hienas. Ella no quería que volviera a pelear y me mantuve
firme en eso. Aunque nadie más sabía sobre eso. Entonces, aunque no
quería ser como mi padre biológico, usaba sus viejas reliquias como una
armadura todos los días, una advertencia para todos ellos, y eso me
mantuvo a salvo e hizo que la vida en la escuela fuera un poco más llevadera.
Cuando todos me despreciaron, me dolió. Quería agradarles de nuevo.
Habría hecho cualquier cosa. Pero el día del incidente en el que dejé a Theo
en el suelo en un desastre sangriento, me etiquetaron oficialmente como un
peligro y un paria, lo que significa que ya nadie se metía conmigo. De hecho,
me ignoraron casi por completo. Sin embargo, cuando eso sucedió, estaba
bien estando solo. No los quería cerca de mí. Los odié a todos. ¿Y los amigos
que pensé que había tenido? Se marcharon y me dejaron a mi suerte.
Sinceramente no tenía a nadie.
Excepto ella... La chica misteriosa que nunca volví a ver.
Lo que sea. Una vez que me graduara en dos meses, no tendría que
volver a ver a nadie de esta escuela. Podría elegir lo que quería hacer con mi
vida y empezar de nuevo como yo, Hayden, y no ser visto como la próxima
versión de un hombre que había muerto hacía mucho tiempo.
Podré despojarme de la armadura que he estado usando, de su
nombre y de hacer lo que todos los demás miembros de mi familia tenían
demasiado miedo de hacer... dejar este lugar atrás. Tomaría mi cámara y
viajaría por el mundo; lo vería. Saldría de aquí. Mamá y tía Casey hablaron
sobre lo que querían cuando tenían mi edad. Las grandes ciudades, lejos de
Ashland y de todos los pueblos fronterizos. Sin embargo, allí estaban,
asentadas, estancadas, sin intención de irse jamás.
Los estudiantes comenzaron a llenar el lugar, todos hablando, sus
voces apagadas mientras se mezclaban, sonando como ruido blanco de
fondo mientras yo me relajaba en mi asiento. Mirando a través de mis
pestañas, mantuve un ojo abierto, observando para ver si algún chico aquí
era lo suficientemente estúpido como para tratar de atacarme mientras
estaba así. Lo único que vi fue el habitual grupo de chicas que se sentaban
cerca, observándome como si esperaran que de repente cambiara de opinión
y quisiera follarme a alguna de ellas otra vez. Cuando miré en su dirección,
todas miraron hacia abajo y se rieron. Todas siempre tenían miedo de
mirarme a los ojos, como si hacerlo les asegurara un lugar en la camilla o
algo así… 44
Esa es otra razón por la que ya no me molestaba en ir a fiestas en
casas. Hice algunas apariciones, trayendo a uno o dos amigos del club,
apreciando el círculo de espacio que todos me daban cuando entramos.
Excepto que el alcohol hizo que algunas de estas chicas fueran un poco más
valientes, y se acercaron tranquilamente para hablar. Después de unos
cuantos tragos, me encontré follándolas en una habitación libre o en algún
lugar atrás (¨¡Apurate, Hayden!¨ mi papá siempre me decía, consejo que
tomé en serio), y al día siguiente me miraban expectantes como si hubiera
hecho algún voto o les debiera algo.
No era un idiota, pero nunca les prometí una mierda a estas chicas, y
había escuchado rumores sobre las tonterías que intentaban hacer con los
jugadores de fútbol. Cal Riggs, el mariscal de campo y capitán del equipo de
baloncesto, fue sorprendido por una chica usando un condón endeble. De
hecho, le había hecho un agujero. Afortunadamente nunca me follé a esa
chica. Ella paseaba con el resto, con su estómago hinchándose lentamente,
y supe que nunca dejaría que una de ellas me atrapara de esa manera.
Honestamente, debería haber sido arrestada.
Una vez más, más para respaldar mi política general de “déjenme en
paz”. Fue entonces cuando pasé a jugar solamente con chicas de otras
escuelas, lo que al parecer solamente hizo que las de aquí fueran aún más
decididas.
No fue hasta que una pequeña figura entró en la cafetería que las
chicas apartaron la mirada, lanzando miradas sospechosas a la persona
fuertemente vestida mientras deambulaban a lo largo de la pared, buscando
un lugar para sentarse, antes de susurrar entre ellas como las hienas que
eran. ¿Por qué, de todas las chicas que hay en el mundo, me las follé a ellas?
Porque eres un adolescente cachondo, Hayden, ¿Qué otra razón hay?
Abrí los ojos para echar un vistazo a la señorita Madeline King, el
nuevo foco de los chismes de la escuela. Pero estaba completamente oculta
debajo de la sudadera con capucha azul marino más grande que había visto
en una chica, con pantalones holgados, agujeros en las rodillas y un par de
zapatos viejos que parecían estar a punto de desmoronarse por completo.
No me sorprendió. Sabía todo sobre Phoenix House. Si los rumores sobre
dónde había vivido antes y lo que le había sucedido eran ciertos, entonces
la habían apartado del cuidado de su familia.
Observé discretamente mientras ella avanzaba apresuradamente
hacia una mesa vacía adyacente a la mía, de espaldas a la pared. Debajo de
la capucha, pude distinguir su barbilla y sus labios rosados, que estaban
muy apretados. Su rostro se giró para comprobar una entrada de la
habitación y la salida de emergencia del otro lado, antes de abrir el sándwich
que había traído y darle un pequeño y tímido mordisco. Me recordó a una
ardilla asustada... pequeña, alerta, con una especie de aura inocente a su
alrededor.
45
Lo que sea...
Pasé una mano por mi cabello oscuro y ondulado y bostecé, deseando
que este día ya hubiera terminado. Quería llegar a casa y trabajar un rato
con papá en el garaje. Sentarme en silencio con él era uno de mis pocos
lugares felices. En ocasiones, Maverick se unía a nosotros y yo lo vigilaba
para asegurarme de que no se metiera con las herramientas eléctricas o algo
así. El chico era un huracán andante, se metía en cada puta cosa. A mis
hermanas, que ahora tienen doce y diez años, no les importaban en absoluto
los autos y las motocicletas, así que seguían a mamá por toda la casa como
pequeñas sombras, aunque últimamente Charlotte se estaba maquillando.
Resoplé ante la idea de que le gustaran los chicos. Dios ayude a cualquiera
que intentara venir a husmear. Yo los asesinaría.
Desde la mesa donde estaba sentada Madeline King, se unió a ella
una de las chicas que reconocí como residente de Phoenix House, Andrea
Walsh. Su cabello pelirrojo estaba recogido hacia atrás y le sonrió a su
compañera de casa antes de hablarle en voz baja y tomar asiento a su lado.
Pobre Andrea… la mierda que había soportado me ablandó un poco. La
mayoría de las chicas de Phoenix House lo hacían. Ya tenían suficiente
mierda con la que lidiar y estaba bastante seguro de que la mayoría, si no
todas, me tenían miedo. La nariz torcida y la boca llena de cicatrices de Theo
eran un pesado recordatorio de lo que era capaz. Nadie necesitaba saber que
las “Chicas Phoenix” eran otra razón por la que iba a fiestas, así podía
asegurarme discretamente de que nadie se aprovechara de ellas. Como
aquella vez, que la pobre Andrea se convirtió en la víctima... Me había
saltado esa fiesta.
Pensé en mi madre y su pasado. Que me condenen si dejo que eso le
pase a otra persona si puedo evitarlo. Desafortunadamente, no pude asistir
una vez y fue entonces cuando Andrea se convirtió en una víctima.
Otra cosa que distinguía a las niñas que se quedaban ahí era que eran
muchísimo más amables que la mayoría de los niños que provenían de
hogares estables. Como el abuelo J apoyaba el lugar, mi mamá y mi papá
me hicieron voluntario allí paleando nieve en invierno o cortando pasto en
verano. A mamá también le gustaba hornear galletas y cosas así para las
niñas y de vez en cuando pasaba para registrarse. Cuando finalmente tuvo
que dejar de enseñar ballet en el estudio local debido a un problema en su
rodilla, dedicó cada vez más tiempo a Phoenix House.
Me levanté de mi silla y me di la vuelta, consciente de cualquiera que
mirara en mi dirección, pero ignorándolos a todos, aunque permanecí muy
consciente de las dos chicas Phoenix sentadas juntas, susurrando, con sus
cabezas inclinadas sobre su comida.
—... no hay mucho que ver, hermano... demasiado material...
—... ella es demasiado flaca. Mi enorme polla la partiría por la mitad.
46
Las crudas palabras dichas por los chicos de mi escuela resonaron en
mi cabeza mientras miraba en su dirección, tratando de echar un vistazo a
su rostro, pero su capucha permaneció en su lugar, ocultándola de la vista.
No es gran cosa. No es que realmente me importara. Simplemente tenía
curiosidad por la chica nueva, como todos los demás.
Y, sin embargo, cuando pasé por su mesa, una voz en mi cabeza me
gritó que volviera a mirar. Dudé, detuve mi paso, y cuando lo hice, ella se
encogió sobre sí misma, como si caminar demasiado cerca la hiciera sentir
incómoda. Quería poner los ojos en blanco, pero algo en la forma asustada
en que se comportaba me hizo detenerme por un segundo antes de
obligarme a seguir adelante. Si ella iba a encogerse y evitarme como los
demás, era solamente una persona menos por la que debía preocuparme.
Ahora, Theo Hebert… era alguien que siempre me tenía en guardia. Sabía
que quería vengarse por haberle jodido el rostro. Aunque había sido hace
años, sabía que no había terminado entre nosotros, y cuando pasé junto a
él y sus amigos, estaban callados y cautelosos cuando pasé. Pero nadie se
movió ni lo siguió. Supongo que no sería hoy.
En educación física, al estar tan cerca del final del año, nos quedamos
prácticamente solos con opciones para elegir. Podíamos salir para participar
en cualquier actividad organizada en el gimnasio o usar la sala de pesas en
el segundo piso que daba al gimnasio. Siempre elegía hacer pesas, ya que
Theo y los demás casi siempre salían. Aun así, cuando entré en el pequeño
y maloliente espacio, me decepcionó ver que estaban aquí, solamente que
estaban reunidos a lo largo de las ventanas de vidrio del piso al techo,
mirando a los estudiantes que decidieron hacer algo adentro. Ignorándolos,
me moví al otro extremo de la habitación, donde podía ver a todos detrás de
mí en el espejo mientras hacía mis ejercicios.
Cuando pasé junto a Theo y sus compinches, pude escucharlos
murmurar con entusiasmo:
—Mierda... ¿Quién sabía que había eso debajo de toda esa ropa?
Madeline King.
Por alguna razón, mi interés se despertó nuevamente. ¿Por qué tenía
tanta curiosidad por esta chica? Normalmente, no me molestaría, pero esa
pequeña figura nadando con ropa de gran tamaño seguía llamando mi
atención por alguna razón. Mirando hacia abajo, me di cuenta de que los
profesores de educación física estaban preparando a esas pobres para los
sprints. Esas chicas eligieron mal hoy. Podía distinguir a las chicas
habituales que siempre preferían quedarse adentro, seguidas por los 47
estudiantes agotados que preferían el gimnasio con aire acondicionado al
sol abrasador. Pero al final de la fila, más cerca de la salida de emergencia,
había alguien nueva, y en el momento en que la vi, me quedé helado...
Llevaba la típica diadema de gimnasio que regalaba la escuela, algo
que todos teníamos que usar al sudar. Sudadera o pantalón corto azul
marino, sea cual sea nuestra elección, y una camiseta roja con un osito en
la parte delantera. Llevaba sudaderas y una camiseta, pero debido a que la
escuela le asignó esta ropa, no le quedaban nadando, sino que le quedaban
más ajustadas. Sin capucha para ocultar su rostro y con el cabello recogido
en una cola de caballo, finalmente quedó expuesta para que todos la vieran.
Tenía los ojos muy abiertos, e incluso desde aquí pude ver lo tristes
que estaban. Tenía el ceño fruncido, creando una pequeña línea en su
frente, mientras observaba con cautela a las personas a su alrededor como
si tuviera miedo de que la atacaran. Su boca estaba llena, haciendo
pucheros como la mía, pero mientras la mía naturalmente caía en una
especie de sonrisa, la de ella estaba tensa como si estuviera apretando la
mandíbula. Estaba pálida, su cuerpo era pequeño y su cabello era rubio
oscuro con un poco de onda.
Y sin embargo…
Me encontré mirándola también, al igual que los demás. No sé por qué
seguí mirando, observando mientras ella se estiraba. Parecía incómoda por
estar tan expuesta mientras se quitaba la camisa del frente y los costados,
estirando la tela como si odiara cómo se pegaba a su piel. Cuando se quedó
quieta, con los brazos cruzados ante el cuerpo, abrazándose a sí misma,
alejándose con la esperanza de pasar desapercibida. Lástima para ella que
había llamado la atención de prácticamente todas las personas a quince
metros de ella, incluyéndome a mí. Cuanto más la miraba, más
extrañamente familiar me parecía, y pensé en lo mucho que me gustaría
verla sonreír. Extraño…
En el momento en que ella giró su rostro, salí del extraño trance en el
que había caído. ¿Qué demonios fue todo eso?
Sacudiendo la cabeza, volví a las pesas, concentrándome en mi
respiración y postura mientras las levantaba, a la vez que escuchaba y
observaba a todos los demás en la sala, sin querer que me pillaran
desprevenido. Supongo que eso era algo que la señorita Madeline King y yo
teníamos en común... no confiábamos en nadie de esta escuela para una
mierda.
—Yo me la cogería. Dame una semana y tendrá que usar muletas para
moverse —Theo se rió mientras todos sus amigos se reían disimuladamente.
¡Cierra la puta boca! Esa voz, que había sido sorprendentemente
tranquila últimamente, de repente gruñó en el fondo de mi mente,
despertando con venganza. Sentí esa vieja burbuja de rabia hirviendo de 48
repente estallar en mi estómago ante las palabras de Theo, algo que no había
sentido desde el día que le jodí el rostro. Solamente que esta vez se sintió
más… posesivo. Resentido. ¡Odioso!
Realmente, debería agradecerme por las cicatrices, porque eso
solamente mejoró su imagen de “chico malo” que les gustaba a las chicas.
No dañó su juego en absoluto. Entonces, su deseo de desvestir a la chica
nueva no era sorprendente. Hablaba así todo el tiempo y nunca antes me
había molestado. Pero por alguna razón…
—Amigo, tienes a Sawyer. Ahora es mi turno —dijo Spencer Carr con
un ligero gemido. Él era aún más grande ahora, mientras que Theo era un
poco más bajo que yo y más delgado. Eran el yin del yang del otro, y los dos
eran como reyes en esta escuela. Mientras que Theo era en gran medida el
líder de su pequeño grupo de imbéciles, Spencer era el músculo y atraía
tanta atención como su amigo.
Theo miró a Spencer con su mirada pálida, apartándose de los ojos su
mechón de cabello teñido de azul y sonrió, mordiéndose la comisura de la
boca, sus dientes golpeando el piercing que tenía allí.
—Ambos podemos tenerla. Primero pido yo. No me gusta ser plato de
segunda.
Una vez más, sentí que ese hervor en mi estómago comenzaba a
hervir, ardiendo más, apreté los dientes mientras levantaba las pesas por
encima de mi cabeza, concentrándome en mi rostro en el espejo, los ojos
plateados mirándome detrás de mí, y no a mí mismo. Por un momento, sentí
que sus voces se desvanecían en un segundo plano cuando mis oídos
comenzaron a pitar, el reflejo en el espejo se convirtió en otra persona
mientras esa voz oscura que le gustaba darse a conocer de vez en cuando
me incitaba.
Dale cicatrices como a su amigo… ¡hazlo!
Toma la pesa en tu mano, camina hacia Theo y golpeala con su cráneo.
Luego, voltea hacia Spencer y empuja su rostro contra la ventana de
vidrio hasta que se rompa y los fragmentos se claven en su piel.
Luego tíralos.
Lanzalos por la ventana, Hayden.
Mátalos...
—Bien —Una voz me sacó de mi extraño estupor y sacudí la cabeza,
dándome cuenta de que estaba a segundos de dejar caer las pesas al suelo—
. Si no podemos llegar a ella antes, haremos que Ayla la invite al festival de
primavera —La declaración de Theo resonó en mi cabeza como una horrible
nota desafinada, el sonido me hizo estremecer.
—A ella no le gustará eso —dijo uno de sus amigos—. ¿Ayla? Ella ha
estado tratando de volver contigo desde las vacaciones —y todos se rieron.
49
Ayla... Ella también había estado intentando meterse conmigo. En
cada fiesta a la que asistía, Ayla se acercaba descaradamente para “hablar”,
presionando sus senos contra mi pecho, y una vez incluso pasó su mano
por mi entrepierna antes de sacudirla. La niña tenía problemas de apego.
Pero ella conocía a todos, se metía en los asuntos de todos y tenía la actitud
de un chihuahua enojado. Por tanto, era una de las chicas más populares
de la escuela. Temida por las chicas, utilizada por los chicos y
aparentemente intocable.
Ella era veneno, tóxica. Nada en ella me llamó la atención ni me
emocionó remotamente. El hecho de que yo no estuviera interesado parecía
volverla loca, ya que mi indiferencia ante su presencia siempre la ponía de
mal humor. Ella miraba fijamente mi mesa del almuerzo o intentaba pasar
demasiado cerca en los pasillos, y yo siempre intencionalmente no miraba
en su dirección. En mi periferia, pude ver la forma en que ella pisoteaba con
enojo o miraba fijamente mi desinterés.
—Ella hará lo que se le diga —continuó Theo, con los ojos observando
cómo los sprints comenzaban abajo, los estudiantes corriendo en línea de
una pared a otra, con la esperanza de llegar antes del pitido. Ese era el
objetivo: llegar al otro lado del gimnasio antes de que sonara una explosión
estridente por los altavoces. Y cada vez sonaba con una sucesión más
rápida, lo que significaba que tenías que correr más rápido con cada sprint.
Se trataba de ritmo, y el nivel más alto que alguien alguna vez alcanzó fue
quince, y habían estado corriendo solos durante cuatro etapas. El beep
sprint era un puto infierno.
—Ella tendrá mi polla —Theo habló en voz baja, observando como
Madeline King llegaba al otro lado con facilidad, mucho antes de que sonara
el primer pitido—. Y luego ella tendrá la de Spencer. Y si dice una maldita
palabra al respecto, haré de su vida un infierno. No es como si tuviera una
familia con la que esconderse, ¿verdad?
Mátalo, los ojos plateados me devolvieron la mirada desde debajo de
mis cejas oscuras, furiosos, violentos, ese ardor en mi estómago ahora se
convertía en rabia, ¡Ve allí y mátalo, joder, Hayden!
Lanzalos por la ventana... toma los vidrios rotos y entierralos en su piel,
dibuja en ella… arrástralos por los tobillos y tíralos a las vías del tren... tíralos
al desfiladero de Lockemiere...
¡Dios, joder! Me estaba perdiendo... ¡Estaba perdiendo el control!
Rápidamente, dejé caer el peso al suelo donde golpeó pesadamente
con estrépito sobre la colchoneta, me giré, ignorando a nuestro entrenador
que estaba supervisando, observando por el rabillo del ojo mientras los
demás se alejaban cautelosamente de mí a medida que pasaba. Mi
respiración era errática y tuve que usar todo mi autocontrol para frenarla,
aspirar el aire por la nariz, contenerlo durante dos latidos y luego exhalar,
50
pero no podía dejar de temblar de rabia. Corrí al baño de hombres,
aterrorizado por los pensamientos en mi propia cabeza. Mientras abría el
agua en uno de los lavabos, junté las manos antes de salpicarme el rostro
varias veces. Jadeando por aire, mi cabello ligeramente húmedo y agua
goteando, levanté la mirada para mirarme en el espejo, esperando ver un
monstruo devolviéndome la mirada. Pero era solamente yo. Hayden.
Necesitaba controlarme.
No sé por qué esos imbéciles que hablaban de una chica que ni
siquiera conocía se me metían bajo la piel, y no podía permitirme perder el
control. No otra vez. Mamá y papá habían sido muy claros en que me
expulsarían si ocurría algo parecido a lo que pasó con Theo. Estaba tan
cerca de terminar mi paso por este lugar. No podía arruinar eso ahora. Pero
cada vez que pensaba en ella, una sensación extraña surgía en mi pecho,
retorciéndose incómodamente. Tentación.
Así que salí del gimnasio y me dirigí temprano a los vestuarios para
ducharme solo y cambiarme para la última clase del día, que
afortunadamente era una materia optativa y mi favorita. Fotografía.
La fotografía era fácil, tranquila y podía estar solo. Aunque tuviera que
compartir el cuarto oscuro con otros, éramos libres de deambular solos para
tomar una foto, a veces ofreciéndonos como voluntarios para el periódico de
la escuela para tomar fotografías de eventos deportivos, obras de teatro o
cosas similares. Entrábamos y salíamos de clase, generalmente solamente
dos de nosotros usábamos el cuarto oscuro a la vez, mientras que otros
deambulaban por los pasillos, sentados en uno de los escritorios para
planificar su próximo proyecto o ponerse al día con la tarea. Pero para mí,
esta clase era mi boleto para salir de Ashland para siempre.
Hice todas mis fotografías los fines de semana o fuera de la escuela.
En lo que a todos concernía, no hice nada para esta clase. Solamente mi
maestra sabía cuáles eran mis fotos y las publicó de forma anónima en el
periódico local, ya que solían ser sus favoritas. Quería llevar mi cámara y
viajar, que me pagaran por mis fotografías mientras exploraba el mundo. La
señorita Mills era un poco hippie, así que sabía qué tipo de cosas me darían
una A. Cualquier otra foto que tomara era para mí.
Pero hoy, me senté en uno de los escritorios, trabajando en algunas
matemáticas que me habían asignado para esta noche, con la cabeza
inclinada sobre mi trabajo, mientras solamente unos pocos entraban para
usar el cuarto oscuro o para sacar una cámara. Estaba demasiado
conmocionado por mi ira en el gimnasio y necesitaba calmarme. Así que me
mantuve ocupado con las tareas escolares, ignorando a todos mientras me
concentraba en Geometría. Con la fotografía, hay demasiado tiempo y calma
donde mi mente podría empezar a divagar, y solamente conseguiría volver a
ponerme nervioso.
—¿Disculpe, señorita Mills?
51
Un dulce y tranquila voz me sacó de las interminables ecuaciones y
formas tridimensionales que había estado mirando durante los últimos diez
minutos y me asomé por debajo de mis pestañas para verla... Madeline. Se
paró en la puerta, con los ojos muy abiertos mirando alrededor de la sala de
trabajo casi vacía y su disposición poco convencional de escritorios, pero
también mesas de laboratorio de ciencias, estantes con suministros y la
puerta en la parte trasera con la luz roja brillante que indicaba que la
habitación oscura estaba siendo utilizada.
La señorita Mills sonrió y le hizo un gesto para que entrara; los cientos
de brazaletes de cuentas que llevaba en la muñeca tintinearon.
—¡Entra, entra! Eres Madeline King, ¿verdad?
—Maddy —la corrigió, sonriendo levemente, pero se acercó de
puntillas. Estaba de nuevo en su suéter, aunque la capucha estaba bajada,
su cabello rubio oscuro estaba peinado hacia atrás en una coleta alta, su
largo flequillo enmarcaba su rostro de muñeca.
—¡Maddy! ¡Bienvenida a Fotografía 12! ¿Tengo entendido que eres
residente de Phoenix House? —preguntó la señorita Mills, revisando el
formulario que ella le entregó para que lo firmara.
—Sí, señora —murmuró, abrazando su mochila contra su pecho.
—Muy bien, eso no es problema. Tengo cámaras que presto a los
estudiantes para esta clase. Adelante, elige una del armario —le entregó un
juego de llaves.
Madeline, o Maddy, pareció desconcertada por esta información.
¿Quizás sus otras escuelas no tenían profesores tan confiados como los
nuestros? No lo sabría. Pero ella tomó las llaves, aunque vacilante, luciendo
nerviosa mientras se mordía el labio inferior, llamando mi atención, y
caminó hacia atrás, evitándome.
Eh… eso no me gustó. Y ese pensamiento era jodidamente extraño. Al
igual que esa misma extraña sensación de familiaridad que sentía cada vez
que veía su rostro. Sacudí la cabeza y traté de volver a concentrarme en mi
trabajo de matemáticas, pero todo lo que dijeron la señorita Mills y Maddy
King captó mi atención. Nuestra maestra la ayudó a iniciar sesión en una
de las computadoras del salón y le mostró un programa para enseñarle cómo
usar la cámara que había seleccionado, todo, desde ajustar el enfoque,
configurar el flash y cómo tomar mejores fotografías con él. etc. Echaba un
vistazo a menudo, mirando su espalda mientras ella estaba alejada de mí, y
me encontré queriendo que ella mirara para poder echar otro vistazo a sus
ojos. Esos ojos muy abiertos que parecían tan tristes...
Pero no lo era. Probablemente tenía tanto miedo de mirarme a los ojos
como todos los demás. Eso me dejó un sabor amargo en la boca. ¿Por qué
me puso nervioso?
52
—...buscamos voluntarios para fotografiar la obra de teatro escolar
que se presentará a mediados de junio para celebrar el fin del año escolar.
¡Puedo darte créditos extra!
Me volví a concentrar y escuché mientras la señorita Mills hablaba y
hablaba con Maddy sobre la inscripción en la que me había estado
insinuando fuertemente que participara durante el último mes. Parecía que
ahora estaba tratando de involucrar a la chica nueva.
Observé cómo la señorita Mills continuaba hablando, haciéndole
saber a Madeline King lo que implicaría el trabajo, pero mis ojos
inmediatamente se fijaron en la figura congelada en la silla. Maddy estaba
rígida en su asiento, tan quieta e inmóvil como una estatua bajo la mano
que descansaba sobre su hombro, que pertenecía a la señorita Mills. De
hecho, los hombros de Maddy estaban encorvados, su cabeza inclinada
hacia otro lado, y aunque no podía ver su rostro porque estaba de espaldas
a mí, estaba seguro de que estaba mirando hacia otro lado. Se sentía muy
incómoda con el contacto físico. ¿Cómo nuestra maestra no veía eso?
Quita su mano. ¡Solamente levántate y aparta su mano para que no la
toque!
Dios, esa voz no se callaría hoy, pero al mismo tiempo, me encontré
de acuerdo con casi todo lo que había dicho... especialmente en lo que
respecta a Maddy. Por una vez, no se trataba solamente de anhelar justicia
a través de la violencia... había una necesidad allí. Esa tentación de antes
volvió más fuerte que cualquier sentimiento que haya conocido.
—Claro, supongo —susurró la chica, su voz apenas audible.
—¡Oh maravilloso! Anotaré tu nombre. Tendrás un par de semanas
para acostumbrarte a tu cámara, jugar y practicar —Corrió hacia una hoja
clavada en un tablón de anuncios y garabateó su nombre en una de las
muchas filas vacías—. Así que cuando sea la noche del estreno, estarás lista.
Y también puedes ver la obra gratis, lo cual es fantástico para...
—Yo también lo haré, señorita Mills. —Mi voz sonó antes de que
pudiera detenerla, atravesando la habitación como un cuchillo, y me
encontré frente a una señorita Mills bastante sorprendida.
—¿En serio, Hayden? —Parecía sorprendida cuando se detuvo, con el
lápiz suspendido sobre la hoja. No podía culparla por la confusión. Yo era el
mejor fotógrafo de la escuela y ella me había estado persiguiendo durante
semanas para que me ofreciera como voluntario para tomar fotografías para
el periódico de la obra de Shakespeare A Midsummer Night’s Dream. Lo
descarté, ya que no necesitaba los créditos adicionales que venían con el
puesto de voluntario. Pero por alguna razón, ahora me encontré cambiando
de opinión por completo y sin idea de por qué.
—Sí, me vendrían bien los créditos extra —mentí. ¿Por qué mentí? ¿Por
53
qué me inscribí? ¿Qué carajo me pasa?
—¡Excelente! —dijo emocionada mientras anotaba mi nombre debajo
del de Maddy. Lo juro, esta mujer era una bola de energía feliz que
caminaba, hablaba y rebotaba... imposible de apagar—. ¡Ustedes dos
formarán un gran equipo, estoy segura! También podrían familiarizarse con
el teatro.
Maddy se dio la vuelta para recoger su cámara y su raída mochila de
mezclilla. Inclinó la cabeza mientras se ponía de pie y se hacía a un lado,
esperándome. Parecía muy nerviosa, la misma tímida ardilla que había visto
en la cafetería. Mientras metía mis libros y mis cosas en mi bolsa, la señorita
Mills se acercó y volvió a ponerle una mano en su hombro.
—Hayden es un gran fotógrafo. ¡Estás en buenas manos!
La chica se estremeció tan pronto como los dedos de la maestra la
agarraron, pero la mujer mayor aparentemente no se dio cuenta de su
malestar. Maddy se apartó del brazo y salió al pasillo, poniendo distancia
entre ella y la señorita Mills, que todavía no tenía ni idea.
—Ayúdala, ¿de acuerdo, Hayden? —dijo seriamente mientras yo
pasaba—. Estás familiarizado con la cámara que está usando.
—Claro, ¿y señora? —Me detuve en la puerta, sin mirar atrás, y
espeté—: A ella no le gusta que la toque. —Salí para unirme a la figura
solitaria en el pasillo, sin esperar a ver su reacción porque no me importaba.
Debería haber notado que Maddy no se sentía cómoda; debería haberla
tratado con más cuidado, sabiendo que era residente de Phoenix House.
Pero ella no lo había hecho. No debería haber tenido que intervenir como lo
hice.
Cuando me encontré de pie junto a la personita triste, para mi
sorpresa, ella levantó la cabeza. Sus ojos muy abiertos me miraron, con un
destello de… aprecio, aunque estaba mezclado con algo más… como si
estuviera confundida, lo que resultó en una inundación de rosa que fluyó
por sus mejillas. Vi cómo la comisura de su boca se levantaba ligeramente
y me di cuenta de que me había oído. Me encontré perdido en esos ojos...
que eran de un color avellana brillante, tonos de gris y verde combinados
con largas pestañas oscuras abanicándose a su alrededor. Eran unos ojos
tan tristes, pero… también tan hipnóticos y hermosos, que me quedé helado.
Olvidando por qué estaba aquí con ella en primer lugar.
Esos ojos… los conocía. Los conocía, pero… ¿de dónde carajo?
—¿Dónde está el teatro? —preguntó en voz baja, su voz tan tranquila
como siempre.
Mierda... Cierto. El teatro.
—Por aquí —gruñí y me obligué a alejarme, solamente me detuve
cuando escuché sus ligeros pasos seguirme.
54
Más cerca… déjala acercarse…
La quería a mi lado, pero Maddy mantuvo una cuidadosa distancia
entre nosotros, unos tres metros, lo cual era demasiado para mi gusto.
Quizás los otros en esta escuela le habían hablado de mí y ella estaba
aterrorizada. La idea de que ella no quisiera tener nada que ver conmigo,
junto con el hecho de que quería espacio entre nosotros, me hizo sentir
ligeramente irritable. Como si me ofendiera que ella me viera como un idiota
más en este lugar. Ahora bien, ¿por qué diablos debería molestarme eso?
Ten paciencia con ella, Hayden. Ya ha tenido suficiente...
Eso es cierto. Ella era una Chica Phoenix. La única razón por la que
estaba en ese lugar era porque venía de un lugar que nunca entendería. No
podía tratarla como a nadie más. Ella merecía algo mejor que eso. Así que
respeté el espacio que ella puso entre nosotros, caminando casualmente y
con cuidado, mi camino deliberado y preciso para no asustarla. Me pregunté
si le habrían contado cosas sobre mí, sobre lo que le había hecho a Theo,
sobre mi familia. ¿Estaría ya juzgándome?
Ella te sonrió, Hayden. Estás bien. Solamente relájate...
Bien, relájate. Pero todavía la quería más cerca.
—Aquí.
Nos detuvimos ante un par de puertas dobles, una de las cuales
mantuve abierta para ella, recordando lo que mi padre me había enseñado
acerca de ser un caballero. Aunque nunca había hecho esto por las otras
chicas con las que salía, ahora me encontré haciéndolo por Maddy.
La habitación de más allá estaba completamente a oscuras, pero el
teatro siempre estaba a oscuras cuando no estaba en uso. Los ojos de Maddy
cambiaron de ansiosos a repentinamente temerosos, abriéndose como
platos. El poco color que tenía en el rostro desapareció cuando dio un tímido
paso atrás y sacudió fervientemente la cabeza.
—No —dijo en voz baja. Apretó su mochila con fuerza contra su pecho,
casi como un escudo, el terror de entrar en lo oscuro y desconocido se hizo
más evidente a medida que pasaban los segundos.
Incliné la cabeza hacia ella, preguntándome si ella realmente tenía
miedo a la oscuridad, de todas las cosas, y no de mí. Cuando era niño, había
tenido una luz de noche, pero ahora, a los diecisiete años, hacía mucho que
había superado ese miedo infantil. Ella evitó mi mirada, sus ojos moviéndose
en todas direcciones como lo había hecho en el gimnasio, buscando una
salida.
Está asustada… comprenderlo me golpeó fuerte y al instante me
encontré buscando una solución para tranquilizarla. No me gustó ver ese
temblor de aprensión en su rostro. Yo lo arreglaría. 55
Sin decir una palabra, entré primero a la habitación, sabiendo
exactamente dónde iba, encendí la luz cuando la puerta comenzó a cerrarse
detrás de mí lentamente y esperé. Las luces del lugar todavía estaban tenues
y no llegaban a los puntos más oscuros al fondo del escenario, pero esperaba
que fuera suficiente para tranquilizarla.
No la apresures. Déjala venir por si sola.
Justo cuando pensé que no iba a venir, sus dedos atraparon la puerta
justo antes de que se cerrara por completo y miró por la rendija. Era
adorable verla, como un ciervo nervioso, inocente y hermoso pero curioso.
Respiró hondo y abrió la puerta lo suficiente para entrar. Su mochila
todavía estaba apretada contra su pecho, su mirada me encontró casi de
inmediato. Yo estaba parado a un lado, muy fuera de los límites de su
mínimo de tres metros, y ella respiró hondo otra vez, como si se estuviera
asegurando a sí misma que estaba a salvo.
Está a salvo, pensé.
El teatro estaba organizado en tres secciones escalonadas para
asientos, todas inclinadas hacia el escenario de abajo, con cuatro pasillos
que conducían a la plataforma encima de donde ella estaba parada. Yo, sin
embargo, caminé por uno de los pasillos hasta el oscuro escenario de abajo,
sacando mi cámara de mi mochila, que dejé caer al suelo con un ruido sordo.
Luego comencé a tomar fotografías del espacio, esperando que si parecía
que la estaba ignorando ella se relajaría un poco.
¿Desde cuándo me importa si alguien está relajado a mi alrededor?
Pensé, pero descarté el pensamiento mientras la observaba cuidadosamente
por el rabillo del ojo. Bajó las escaleras, deteniéndose aproximadamente a
mitad de camino al final de un pasillo, mirando alrededor de la habitación
con asombro, como si nunca antes hubiera visto un teatro. Éste estaba bien,
para una escuela secundaria. Los asientos eran de una tela de color rojo
intenso, los pasillos estaban forrados con alfombras de color azul y lámparas
doradas se alineaban en las paredes a los lados. Pero a los que mi mamá me
llevó en Ashland eran mucho más extravagantes.
Ninguno de los dos habló mientras yo caminaba lentamente por el
escenario, actuando como si estuviera explorando, aunque ya había estado
aquí muchas veces antes. Solamente quería que bajara un poco la guardia
y pensé que, si actuaba desinteresadamente, ella se relajaría un poco. De
nuevo, ¿por qué me importaba? Pero el silencio entre nosotros era cómodo.
Odiaba la charla sin sentido. Esto era... tranquilizador.
No me di cuenta de que había dejado lo que estaba haciendo hasta
que encontré sus ojos sobre mí y me di cuenta de que había estado
mirándola.
—Es... agradable —dijo torpemente, moviéndose un poco donde 56
estaba.
—Está bien —murmuré y de mala gana me di la vuelta, tomando un
asiento en la sección C, antes de girar hacia la B para hacer lo mismo.
Cuando la miré, levanté mi cámara, tentado a seguir adelante con la toma,
pero me detuve.
—A menos que quieras quedar en la foto, te sugiero que te muevas.
No lo hizo. No sé por qué, pero ella permaneció donde estaba, mirando
en mi dirección, su nerviosismo cambiando. Pude verlo en sus ojos. Su
miedo fue desapareciendo lentamente, convirtiéndose en uno de curiosidad
e intriga. Así que me concentré y tomé fotos antes de girarme y retroceder
hasta la primera fila de asientos para tomar una foto del escenario. No
estaba elevado como el teatro de Ashland, sino que estaba completamente
al nivel de los asientos del suelo, con todos mirando hacia abajo. Me recordó
las fotos que había visto de un coliseo; en lugar de rodear a la audiencia,
solamente ocuparía alrededor de un tercio del espacio.
Ella me observó mientras recorría la habitación, subiendo un pasillo
de escaleras para tomar una foto del escenario, antes de descender para
subir otro. Por alguna razón, saber que ella me estaba mirando era…
emocionante, y encontré que mi corazón latía un poco más rápido ante ese
pensamiento. Conscientemente, me moví, tratando de fingir que no me
importaba cuando, con cada segundo que pasaba, se hacía más evidente
que sí me importaba. Me importaba mucho. Fui cuidadoso con cada paso,
asegurándome de nunca cruzar ese límite que ella había establecido antes,
bajando varios escalones para pasar sin rozarme demasiado, a pesar de lo
mucho que quería hacerlo. Agarré mi cámara para abstenerme de acercarme
a ella.
—Entonces... ¿simplemente vamos a asistir a las actuaciones y tomar
fotos para el periódico escolar? —preguntó tentativamente mientras yo subía
las escaleras más alejadas hasta lo más alto para inspeccionar la habitación.
Dejó su bolsa en uno de los asientos y sacó su propia cámara, jugueteando
con ella con incertidumbre mientras seguía mi ejemplo tomando fotografías
del escenario desde donde se encontraba ahora.
—No el periódico de la escuela, sino el de la ciudad, sí —dije, lo
suficientemente alto como para que ella lo escuchara mientras levantaba mi
cámara y tomaba una foto de toda la zona de asientos, asegurándome de
captarla con el flash—. Será bastante simple. De todos modos, nadie en la
escuela lee el periódico local, así que, si nuestras tomas salen mal, nadie se
dará cuenta.
—La señorita Mills lo hará —dijo pensativamente, dando varios pasos
nerviosos hacia el escenario.
—Sí, bueno… —Me encogí de hombros y tomé otro trago mientras
bajaba—. Es bastante fácil inclinarla a nuestro favor. Y con solamente 57
registrarnos básicamente obtenemos un pase automático, así que no es gran
cosa. —Sabía que tenía habilidad con la cámara, así que incluso si las fotos
de Maddy salían mal, estaba seguro de que las mías ayudarían. Si no,
conocía bien a la señorita Mills y ella siempre ayudaba a los voluntarios. No
teníamos nada de qué preocuparnos.
—Ella parece agradable —aventuró Maddy, girándose en medio del
suelo negro del escenario. El piso crujió debajo de ella, lo cual era un
inconveniente al montar un espectáculo, pero la escuela no tenía los fondos
para arreglarlo. Al verla parada en el escenario, su mirada moviéndose por
la habitación, me detuve para observar cómo ella bajaba la guardia, esos
ojos brillantes observaban las cortinas y los asientos vacíos con admiración.
No pude evitarlo. Cuando se giró para mirar en mi dirección en la sección
de audiencia, tomé otra foto y la capté en un instante. Ella sonrió un poco,
parpadeando fuertemente para aclarar su visión, aunque me decepcionó
verla dar un paso atrás, como si fuera a saltar ahora que estaba
temporalmente desarmada.
—¿Qué piensas?
Dejé que mi cámara colgara de mi cuello mientras me movía entre los
asientos, encontrando un lugar cerca de la pared central trasera. Conversar
con otro estudiante de esta escuela era un poco extraño. Durante mucho
tiempo, había estado en silencio en estos pasillos y aulas, hablando
solamente cuando un maestro se dirigía a mí. Este cambio, bueno, se
sintió… agradable. Cuando pensé en hablar con cualquier otro chico en este
lugar, inmediatamente retrocedí y me di cuenta. No era que fuera agradable
hablar con alguien… simplemente era agradable hablar con ella.
Mientras ella me miraba, volví a levantar la cámara, miré por el visor
y le tomé otra foto. Ella parpadeó de nuevo y sacudió la cabeza, como si
estuviera siendo molesto, y sonreí cuando ella me puso los ojos en blanco.
—Creo que deberíamos asistir a algunos ensayos y hacernos una
mejor idea con la iluminación adecuada.
Ella hizo una mueca, como si la idea de tener que asistir a los ensayos
de una obra de teatro de la escuela secundaria no estuviera en la parte
superior de su lista de cosas por hacer, y no podía culparla. Sin embargo,
verla arrugar la nariz ante la idea era demasiado lindo y me encontré
riéndome entre dientes. Pero estaba tímidamente tratando de encontrar una
razón para pasar más tiempo con ella.
—Lo sé, lo sé… tampoco es mi primera opción sobre cómo pasar la
noche. Si te hace sentir mejor, los chicos del teatro no son tan malos. Puede
que se interesen demasiado en ello, pero yo diría que eso es mejor que esos
mediocres de Shakespeare. —Esperaba poder convencerla, porque lo único
que podía pensar era que se me estaba acabando el tiempo. Y quería estar
seguro de que tendría más que solamente esta clase para pasar con ella. La
campana sonaría en cualquier momento, alejándola de mí, y algo en lo 58
profundo de mi pecho odiaba ese pensamiento.
No la dejes escapar, siseó la voz. Mantenla cerca, Hayden.
Su voz se volvió plana, sonando triste mientras murmuraba:
—Nunca he estado en una obra de teatro. —Lentamente se giró sobre
su lugar, mirando las múltiples cortinas oscuras apartadas. El oscuro
espacio entre ellas conducía a algún lugar detrás del escenario, y ella se
estremeció ante las sombras allí. Tomando un pequeño paso, más cerca de
mí, la noté con aire de confianza.
Síp, le tenía miedo a la oscuridad.
Pero sabes que probablemente haya una muy buena razón para ello,
Hayden.
—No contaría las actuaciones de la secundaria como obras reales —
dije, dejando que mi tono se suavizara. La forma despreocupada y
desinteresada en la que me había estado comportando desapareció mientras
la miraba. Odiaba el desamparo en su voz—. Pero las de la ciudad son
geniales.
—¿Has asistido a actuaciones reales? —Ella frunció el ceño, como si
no hubiera esperado esto de mí. Lo entiendo. No es como si uno esperase
que a alguien que irrumpió en este lugar en una vieja chaqueta de
motociclistas le gustaran las obras de teatro y los ballets.
—Mi madre solía ser bailarina —le expliqué, sentándome en una de
las sillas a lo largo de uno de los pasillos del medio, sacando un pie, tratando
de controlar la extraña sensación protectora que se estaba acumulando en
mi pecho. La sensación de familiaridad se hacía más fuerte cuanto más la
miraba—. Mi papá la lleva a espectáculos de vez en cuando, pero toda mi
familia va al ballet todos los años en Navidad. Es como una tradición. —
Excepto que me había escapado el año pasado... y el año anterior. La manera
en que me sentía en la escuela había comenzado a filtrarse lentamente en
mi vida hogareña a medida que pasaba el tiempo.
Sus labios rosados se curvaron ante eso, como si la idea fuera dulce
y entrañable para ella.
—Me gustaría ver el ballet al menos una vez en mi vida —dijo,
cambiando de tono—. Mi mamá solía poner una película de dibujos
animados de “El Cascanueces” cada Navidad, nuestra pequeña tradición.
Siempre quise ser Clara, ser bailarina y tener mi propio cascanueces que
pasara de ser un muñeco feo, pobre y castigado a convertirse en un príncipe.
Viajaríamos al país de las muñecas y viviríamos en nuestro hermoso reino,
enamorados, victoriosos sobre el Rey Rata y sus ratones… —Su voz se apagó
con tristeza, y nuevamente, esa necesidad de correr hacia ella y consolarla
me abrumaba, incluso mientras me agarraba a los brazos del asiento,
obligándome a permanecer en el lugar.
No la asustes...
59
—Estoy seguro de que mi madre podría conseguirte entradas. —le
digo, manteniendo mi tono ligero y tranquilo— ella es amiga del director.
Maddy sonrió a medias y murmuró:
—Gracias —con voz plana mientras apartaba la mirada de mí para
inspeccionar más el escenario—. Pero no estaré aquí la próxima Navidad…
—murmuró. Me di cuenta de que ella no me creía, y su comentario medio
susurrado acerca de no estar aquí me golpeó como una descarga eléctrica.
¡No dejes que se vaya!
Quizás no era el único que quería algo más que este lugar. Y que ahora
evitara mis ojos era una táctica. Ella pensó que estaba ocultando mis
verdaderos sentimientos. De alguna manera, había perdido credibilidad
ante sus ojos. No me gustó eso. Frunciendo el ceño, juntando mis cejas
oscuras, pude sentir esa llamada oscura inundando todo mi cuerpo. Ese
dolor, ese impulso, cada vez más fuerte y difícil de ignorar, ahora corre por
mi sistema. Su respuesta realmente me molestó, pero no fue su culpa.
Probablemente la habían decepcionado tantas veces que no conocía algo
diferente. Solamente que ella se había abierto un poco conmigo. ¿Fue eso
algo que ella hizo con todos o fui una excepción? Esperaba que fuera lo
último.
La observé mientras bajaba la cabeza y su pie frotaba las pequeñas
equis marcadas con cinta adhesiva en el escenario, símbolos que ayudaban
a los actores a encontrar su lugar en la oscuridad. Pero todo el tiempo que
ella se movió, me senté allí, observando, odiando que ella me viera como a
todos los demás. Quería cambiar eso. Necesitaba suavizar la situación.
Necesitaba que ella viera que yo era diferente. No sabía por qué, pero algo
en esta pequeña y triste figura me atrajo.
Sin embargo, la campana estaba a punto de sonar y casi se me
acababa el tiempo. Ella también estaba parada justo al lado de mi mochila,
y aunque quería estar más cerca de ella, no quería invadir su espacio.
—Maddy —la llamé.
Levantó la vista ante el sonido de mi voz, solamente para encontrar
mi cámara apuntando directamente hacia ella, el flash cegó
momentáneamente el espacio. Se frotó los ojos antes de alzar una ceja como
si fuera oficial… ahora estaba clasificado como una mierda en sus ojos, pero
no me importaba. Fue divertido burlarse de ella. Sonriendo, comencé a bajar
las escaleras hacia ella, moviéndome lenta pero deliberadamente en
dirección a mi mochila. Su irritación desapareció rápidamente cuando se
dio cuenta de que le había estado advirtiendo de mis intenciones, y se alejó,
avanzando por el otro pasillo hacia su propia bolsa, aunque se movió con
menos velocidad y precaución que antes. Era un ritmo más confiado, como
si supiera que darme la espalda no era algo por lo que debiera preocuparse.
60
Eso al menos me hizo sentir mejor. Quizás aquí se estaba formando
un poco de confianza. Solamente necesitaba moverme lentamente y ser
consciente de con qué se sentía cómoda. Mientras la voz en mi cabeza rugía,
prácticamente gritándome que me acercara y cerrara el espacio, obligué a
mis pies a frenar, a contenerme, mantener y respetar el espacio que ella
necesitaba. Mi mano apretó con fuerza mi cámara, mis entrañas se
retorcieron como si pudiera estar un poco enferma, mientras luchaba como
el infierno contra la atracción oscura.
Maddy agarró su bolsa y guardó con cuidado su cámara sin usar antes
de volverse hacia mí. Lo sostuvo sin apretar en sus manos, ya no lo usaba
como escudo, y las comisuras de su boca se curvaron un poco, la vista
levantó un poco mi corazón. Pensé que diría algo, pero en lugar de eso, dudó
solamente unos segundos antes de darse la vuelta y subir el resto del
camino, dejándome solo en la habitación grande y vacía sin nada más que
el sonido de mi sangre corriendo en mis oídos mientras mi corazón se
aceleraba al ver esa hermosa sonrisa.
No escuchar los impulsos más oscuros en mí había sido agotador,
física y mentalmente. Necesitaba un respiro rápido. Esta chica estaba
seriamente jodiendo mi mente y no tenía idea de por qué. Lo único que sabía
con seguridad era que no quería asustarla ni arruinarlo.
Ya la conoces, Hayden.
¿Pero cómo? ¿De qué la conozco? Apreté los dientes y agarré mi propia
bolsa, recordándome que debía ser amable con mi preciada cámara
mientras la guardaba. Tal vez más tarde, una vez que las revelara, podría
mirar las fotos que le había robado y tal vez, con suerte, algo encajaría.
61
Capítulo Cinco
Maddy paranoica.
Maddy asustada.
Maddy solitaria.
Maddy mentirosa.
—Shhhh... Sé una buena chica y quédate quieta, Maddy —Su cálida
mano se alejó por un momento antes de que me arrancaran la manta de las
manos. El aire fresco de la noche en la habitación hizo que se me pusiera la
piel de gallina y, aunque intenté retirar el edredón, él simplemente presionó
mi estómago para mantenerme en el lugar. Comenzó a frotar lentos y
enfermizos círculos en mi vientre, y no pude evitar gemir en mi pequeña litera
mientras apretaba a mi osito. La chica que dormía en la cama a mi lado
ignoraba por completo que el hombre de la casa se había deslizado como una 62
criatura en la noche. Su mano comenzó a descender un poco más, sus dedos
empujaron el dobladillo de mi camisón hacia arriba para revelar mis piernas
desnudas, mi ropa interior y mi estómago—. Así es... ¿no se siente bien?
Sacudí la cabeza y cerré los ojos con fuerza. No se sintió bien. Se sintió
mal. Esto no estuvo bien. Esto fue malo. Quería gritar pidiendo ayuda,
esperando que su esposa me escuchara y viniera a salvarme, pero ¿y si eso
lo enojaba y me lastimaba como lo habían hecho los novios de mamá? Mi labio
tembló mientras yacía allí sintiéndome tan confundida e impotente, las
lágrimas se escapaban de mis ojos mientras respiraba fuerte y rápido por la
nariz, tratando de bloquear la sensación de su mano caliente y sudorosa
deslizándose hacia abajo…
Abajo…
Abajo…
…
…
—¿Qué dirás si alguien te pregunta si he estado aquí? —Siempre me
preguntaba después.
Estaba acostada en la cama, con las lágrimas corriendo por mis sienes
y mi cabello, mirando al techo, sintiendo que iba a enfermarme. Separé los
labios, pero no pude encontrar mi voz.
La mano del señor Foster apretó mi hombro dolorosamente, sacándome
de mi trance, y me sacudió.
—¿Qué dirás, Maddy? —siseó.
—Diré que nunca sucedió —susurré, con la voz quebrada.
—Así es. Nunca sucedió. Te llamarán mentirosa, Maddy. Nadie te
creerá. ¿Lo entiendes? Serás una mentirosa.
—¡Ten cuidado!
Un hombro empujó bruscamente el mío, la fuerza me envió volando
de lado hacia un casillero. Sorprendida, miré al causante, era un chico que
reconocí de mi clase de ciencias sonriéndome. Entonces se me ocurrió que
no solamente me había empujado, sino que lo hizo a propósito. Todos sus
amigos se reían a carcajadas como un grupo de matones, lo que me confirmó
que esto había sido planeado. Saber que me había agarrado, tocado, envió
una ola de náuseas a través de mi sistema, y quise vomitar en ese mismo
momento sobre sus zapatos de aspecto caro.
Me tocó...
En la escuela ayer y hoy, había vuelto al modo de supervivencia, pero
me sentí aliviada al encontrar que todos más o menos me dejaban en paz,
hasta ahora. Había sido solamente ese percance con la señorita Mills,
63
aunque seguía recordándome que había sido inofensivo. Inocente. Y aunque
no me gustaba su mano sobre mi hombro, seguía recordándome a mí misma
que ella no era una amenaza. Ella no estaba tratando de lastimarme, pero
aun así me estremecí. Fue solamente una reacción reflexiva. No pude
evitarlo. La señorita Mills no pareció darse cuenta y estoy segura de que
nadie más lo habría visto como algo más que un gesto amistoso.
Pero Hayden lo había visto.
Por alguna razón, ese conocimiento hizo que mis entrañas saltaran de
emoción con un sentimiento extraño y desconocido, recordándome cómo me
sentí en el teatro con él cuando lo sorprendí mirándome. De hecho, mis
mejillas se sonrojaron al recordarlo.
Excepto que ahora estaba sola y mi espacio personal había sido
violado. La historia de mi vida...
En un instante, todos mis recuerdos de los toques, los manoseos, los
besos humedos que habían buscado mi carne; toda la atención no deseada
regresó rápidamente. Entonces, mientras miraba fijamente los ojos negros
de este chico, sentí que todo mi cuerpo comenzaba a temblar. Apreté la
mandíbula mientras luchaba por mantener la compostura. Pero verlo reír
con sus amigos, la sonrisa cruel en su rostro fue como si hubiera echado
sal en mis heridas. Miré a los otros chicos y, aunque algunos fruncieron el
ceño, no intervinieron. Algunos otros, como ese chico de cabello azul y su
grupo de amigos, estaban descansando en sus casilleros cercanos y
observaban con interés. Probablemente esperando a ver qué haría. Las
chicas que normalmente salían con ellos también eran cercanas, algunas de
ellas miraban furiosamente al grupo que me había abordado, mientras que
otras parecían ligeramente curiosas, como si estuvieran a punto de ver un
aburrido programa de televisión.
—Tengo que decirlo —el chico de cabello negro se quitó el fino y oscuro
flequillo de sus ojos y me sonrió—. Esa sudadera con capucha que llevas
puesta no esconde nada debajo. Decepcionante… —Se rió con sus amigos.
Agarré mis libros con fuerza, mi rabia se revolvía en mi estómago
mientras cantaba repetidamente en mi cabeza: No seas una víctima, Maddy.
¡No seas la víctima! ¡Defiéndete a ti misma! ¡Defiéndete!
Quería ser valiente. Quería pelear. Quería acercarme a ese imbécil
engreído y usar mi libro de ciencias para aplastarlo en su rostro. Quería
gritarle y decirle lo asqueroso que era, que básicamente me había agredido,
que se había metido con la chica equivocada y… y…
Y no pude.
Mi corazón acelerado, mis manos temblorosas, la forma en que podía
escuchar mi pulso en mis oídos y los recuerdos que surgían y chocaban
ruidosamente como olas en mi cabeza me congelaron. No podría hacerlo. Y
eso me hizo sentir peor que cualquier otra cosa. Con una respiración
64
irregular y entrecortada, incliné la cabeza, con las mejillas rojas, y apreté
los labios con fuerza mientras luchaba por mantener la compostura.
—Lo siento, muchachos —se rió, levantando una mano y haciendo un
gesto a todos para que lo siguieran—. Es una pena. Parecía como si tuviera
algo que valiera la pena debajo de todas esas capas. Lástima. —Y se alejó
con su grupo siguiéndolo, pero no antes de que me lanzaran sonrisas
pomposas como si me hubieran engañado. El pasillo comenzó a despejarse
mientras yo permanecía donde estaba, sintiéndome atrapada en el lugar,
todavía tratando de controlar mi respiración.
Cerré los ojos y conté hacia atrás desde diez, inhalé lentamente,
contuve la respiración y luego exhalé. Me concentré en relajar primero los
dedos de las manos y los pies, luego las rodillas y los codos. Cuando llegué
a cero, ya había sonado el timbre, y esperaba encontrarme sola... pero no
fue así.
Hayden estaba allí. Tenía los puños metidos profundamente en los
bolsillos de su chaqueta de cuero, la tela tensa y la mandíbula apretándose
y abriéndose una y otra vez. Su cabello oscuro colgaba sobre sus ojos,
desordenado y esparcido sobre su rostro de una manera que encontré que
le convenía. No lo había visto entre la multitud, pero allí estaba, de pie junto
a la puerta de la escalera frente a mí. Sus cejas oscuras estaban fruncidas
como si hubiera presenciado todo el asunto y lo hubiera encontrado
desagradable. Rápidamente evité mirarlo a los ojos, pero aún podía verlo en
mi periferia. ¿Por qué seguía aquí?
—¿Estás bien? —preguntó con voz firme y tranquila.
Lo miré nerviosamente, notando eso, a pesar de cómo sonaba. Incluso
en ese momento, con mis nervios revueltos, me encontré admirándolo.
—Sí, estoy bien...
Se enderezó desde donde estaba apoyado contra el marco de la puerta
abierta cuando vio que me estaba calmando, sus ojos se deslizaron en la
dirección donde ese tipo y su grupo habían desaparecido.
—¿Te tocó?
Hice una mueca al pensar en la mano que se había levantado tan
rápidamente para presionar mi pecho antes de empujarme, la sonrisa cruel,
las palabras que golpearon tan fuerte como el impacto en el casillero...
Parecía que tenía algo que valía la pena debajo de todas esas capas.
Lástima.
Sin decir palabra, asentí e incliné la cabeza, sorprendida de haberlo
admitido.
Maddy mentirosa. Maddy paranoica... inventando historias para
llamar la atención. Tratando de meter a la gente en problemas. Una niña 65
problemática. Mentirosa compulsiva. Fantasías paranoicas…
—¿Fue algo más que un simple empujón? —preguntó, su voz aguda y
cortante. Sin embargo, sabía que cualquier disgusto que escuchara en su
tono, la ira latente que podía sentir en él no estaba dirigida a mí. No sé cómo
ni por qué lo supe; solamente lo sabía.
Aun mirando al suelo, asentí de nuevo y respiré temblorosamente,
obligándome a no llorar delante de él.
—Me dije a mí misma que no volvería a ser una víctima —admití, las
palabras cayeron de mis labios antes de que pudiera detenerlas. ¿Por qué
me encontraba abriéndome a este chico extraño? Era como si no tuviera
control sobre el desborde de palabras. Yo simplemente… comencé a decirle
cosas. Cosas que nunca hablé con nadie—. Supongo que fallé.
Por el rabillo del ojo, pude verlo sacudir la cabeza con vehemencia
mientras volvía su atención a mí.
—Acaba con ese pensamiento ahora mismo —susurró intensamente
antes de mirar de nuevo hacia el pasillo vacío. Su vehemencia me tomó por
sorpresa, pero no de mala manera. Sonaba... ¿Protector? ¿Es eso lo que fue?
No podía estar completamente segura. Inhaló un largo y constante suspiro
antes de continuar—: Desafortunadamente, no creo que los demás lo vieran
agarrarte. Si te hubieras acercado y le hubieras golpeado o algo así delante
de todos, eso sería suficiente para meterte en problemas.
Dio un pequeño paso hacia mí, pero no me inmuté. Me quedé donde
estaba, con la cabeza gacha y los ojos fijos en el suelo. Cuando no reaccioné
a su paso, Hayden dio otro y luego se detuvo nuevamente. Y luego tomó otro.
Solamente cuando sentí que su altura me eclipsaba, respiré rápidamente
con inquietud y él se detuvo a dos pasos de distancia. Sus manos todavía
estaban en sus bolsillos, su mirada sobre mí, imperturbable por mi reacción.
—Aprendí que si quieres que alguien pague, si quieres justicia,
entonces debes esperar… Tener paciencia —bajó la voz tan suavemente, que
si alguien saliera de alguna de estas aulas, no podría escucharlo. Sus
palabras fueron solamente para mí—. Ten paciencia, Maddy. Verás que
pronto se hará justicia. Lo prometo —él me prometió.
Lentamente, dejé que mis ojos se dirigieran hacia él, deseando no
estar tan nerviosa. Sin embargo, en el momento en que me encontré con su
mirada plateada, enmarcada por esas largas y oscuras pestañas, me sentí
inmediatamente atrapada en una red. Me sorprendió lo únicos que eran en
su tono... como un espejo o la hoja de un cuchillo. No parecía justo que
alguien fuera tan… hermoso.
Hayden me miró a los ojos, haciéndome sentir como si pudiera ver
directamente mi alma, y comencé a temblar por otra razón. La comisura de
su boca se levantó un poquito, la más pequeña de las sonrisas, y murmuró
de nuevo: 66
—Lo prometo. —Luego se dio la vuelta y se alejó, dejándome sola en
el pasillo vacío.
Algo sobre Hayden me llamó la atención. ¿Por qué sentí como si nos
hubiésemos conocido antes? A pesar de que anoche me devané los sesos
una y otra vez, la mayoría de los recuerdos de mi infancia estaban tan
abrumados por mi destructiva vida hogareña que apenas podía recordar
cómo era ir saltando de escuela en escuela. Los rostros de los niños se
mezclaron, todos eclipsados por la agitación que sufrí fuera del patio de
recreo.
Pensé de nuevo en ayer y en cómo Hayden se había movido por el
teatro mientras yo estaba en medio del escenario, sintiéndome como una
mosca atrapada en medio de una red, impotente, fuera de su elemento, la
araña dando vueltas, esperando una oportunidad para saltar. Solamente
que no me había asustado tanto como pensé. Estar a solas con alguien en
un espacio semiiluminado, con esa persona interponiéndose entre la salida
y yo. En cualquier otro momento, habría tenido un ataque de pánico total,
solamente que con Hayden fue diferente.
A ella no le gusta que la toque… se había dado cuenta.
Cuando me negué por primera vez a entrar al teatro, pensé que mi
comportamiento extraño e inusual le extrañaría por completo. Hayden, sin
embargo, no me miró como muchos otros lo habían hecho antes. Parecía
confundido, pero curioso y luego decidido. Él entró primero y encendió las
luces. Esa consideración me ayudó a reunir suficiente fuerza para mover
mis pies e ir tras él. Había mantenido una distancia entre nosotros,
calmando aún más mis nervios, y también tuve la sensación de que era
totalmente consciente de ello. No fue por casualidad. Pero él nunca me
cuestionó ni me hizo sentir tonta por necesitarlo en silencio.
A ella no le gusta que la toque… sus palabras resonaron en mi mente
una y otra vez.
Su voz era profunda, oscura, pero podía sentir algo allí. Una pizca de
calidez, como un toque de chocolate derretido. Sabiendo que me había
estado observando, que podía ver mi incomodidad con la señorita Mills y
había decidido abordarla... Podía sentir mis mejillas sonrojarse ante el
recuerdo y solté un largo y profundo suspiro. Los latidos de mi corazón
comenzaron a disminuir, pero todavía sentía la misma sensación de
nerviosismo en el estómago de antes cuando pensé en la figura oscura y
solitaria que se movía sola por los pasillos. Fue pensando en él que
finalmente descubrí que podía respirar de nuevo.
Pensé en la belleza del teatro escolar. Ese edificio claramente tenía
dinero invertido, a diferencia de las otras escuelas a las que había asistido
en el pasado. Además, mi madre nunca pudo permitirse el lujo de llevarnos
a ningún lugar así, aunque algunas veces logró reunir lo suficiente para
llevarme al cine, pero el cine al que habíamos ido estaba sucio y en ruinas.
67
Cuando era niña, nunca me di cuenta ni me importó. Estaba emocionada
de salir, comprar palomitas de maíz y ver una película. Pero al estar aquí
ahora, en este hermoso lugar, esos recuerdos ahora solamente me
recordaron cuán terrible había sido nuestra situación.
Solamente me volví más consciente de ese hecho cuando Hayden me
tomó varias fotografías. Aunque el flash cegador había comenzado a volverse
un poco molesto después de un rato, de repente me di cuenta de que en
realidad nunca me habían tomado una foto. Mientras crecía, mamá no me
había llevado a sentarme en el regazo de Santa, y para entonces, el teléfono
que usaba era un objeto endeble y desechable que recargaba cada vez que
tenía dinero disponible... es decir, dinero que gastaba en drogas u otras
tonterías. Que él tomara esas fotos había sido diferente pero divertido.
Quería ver cómo quedarían, pero probablemente las borró después. No lo
culparía. Eso no era parte de la tarea. Yo estaba en el camino y tuve la
sensación de que él simplemente disfrutaba burlándose de mí con el flash.
Pero luego me tomó por sorpresa al contarme sobre su madre y su
tradición familiar en Navidad. Escuchar a un chico como él, uno con una
disposición aterradora, que vestía una chaqueta de motociclista y parecía
moverse por la escuela como un temido boogeyman, hablar sobre ballet
como si no fuera nada de qué avergonzarse era extraño. Pero en el buen
sentido. Eso decía mucho sobre su confianza y cómo veía el mundo...
diferente a sus compañeros.
“Estoy seguro de que mi madre podría conseguirte entradas —dijo—
ella es amiga del director.”
Fruncí el ceño al recordar esas palabras. A lo largo de los años, la
gente me ha hecho promesas muchas veces; tiritas, las llamé. Sutilezas para
tapar un momento de incomodidad, promesas vacías.
77
Capítulo Seis
94
Capítulo Ocho
—Así que, ¿tienes algo con Hayden Mathers? —La voz de Ayla rompió
mi concentración mientras se acomodaba frente a donde yo estaba sentada,
con las piernas estiradas ante mí. La clase se alargaba mientras nos
preparábamos para intentar la carrera de obstáculos. Por encima de mí, era
dolorosamente consciente de Hayden, que estaba levantando pesas, los
músculos de sus brazos haciendo fuerza contra las mangas de su camisa,
haciendo que mis entrañas saltaran ante la vista.
—¿Algo? —Levanté las cejas hacia ella, queriendo decirle que se
metiera en sus asuntos, pero supuse que no se lo tomaría demasiado a la
ligera, dada su actitud general y nuestra conversación de aquella mañana.
Debería saber que no tenía ningún deseo de hablar con ella.
112
—Los vi sentados juntos en el almuerzo —su tono era tan falso que
daba escalofríos. Era una actriz terrible.
—Sí —murmuré, girándome para estirar la parte baja de la espalda.
—Parecía un poco... coqueto —sonaba enfadada. ¿Por qué iba a estar
enfadada?
Porque obviamente siente “algo” por él...
—No estábamos coqueteando. Me estaba enseñando su guitarra. —
Murmuré con los dientes apretados. ¿Por qué sentía que tenía que darle
explicaciones?
Los viejos hábitos no mueren, Maddy.
En ese momento, nuestra profesora de Educación Física entró y tocó
el silbato, aplaudiendo mientras nos indicaba que nos pusiéramos en
parejas. Para mi consternación, Ayla se cerró en el espacio a mi lado,
indicando que me había seleccionado como compañera, quisiera yo o no. En
vista de que todas sus amigas y todos los demás alumnos habían buscado
a alguien inmediatamente, yo no tenía nada que decir al respecto.
Ayla se dirigió a una esquina y señaló la pared con la cabeza.
—Baja las manos y yo te sujetaré los tobillos —me dijo, indicándome
que me ayudaría a ponerme de pie. Los demás equipos hicieron lo mismo,
así que no tuve elección.
No quiero que me sujetes por ningún sitio, pensé, con la piel erizada.
No me gustaba que me tocaran, para empezar, y tener que depositar la
confianza en ella no era algo con lo que me sintiera ni remotamente cómoda.
Notaba que se me aceleraba la respiración, aunque intenté disimularlo
bajando la cabeza, metiéndome la camisa por dentro para que no se me
subiera cuando me puse boca abajo y de frente a la pared con el pretexto de
que me estaba preparando.
Está bien, Maddy. Está bien... está bien...
Apoyé las manos en la colchoneta y di una patada en el suelo.
Inmediatamente, sentí que sus manos rodeaban mis tobillos y me ayudaban
a levantarlos por encima de la cabeza.
Podía sentir sus dedos bajo el edredón, deslizándose sobre mis
piececitos mientras dormía en la cama, jugando con cada dedo del pie antes
de darme un apretón en el tobillo. Fingí estar dormida, incluso cuando su
mano empezó a deslizarse lentamente por mi pantorrilla, masajeando,
acariciando... Sentía las lágrimas clavarse en mis ojos mientras intentaba
ignorarlo, rezando para que solamente fuera una pesadilla, que estaba a
salvo... 113
Pero no lo estaba.
—Hayden no tiene citas —soltó Ayla, sacándome de mi inquietante
recuerdo.
—¿Qu-qué? —jadeé, ignorando el dolor en mi pecho, luchando contra
el impulso de llorar mientras sus dedos se aferraban más fuerte a mi piel.
—Hayden Mathers —suspiró, sonando molesta—. Si esperas llamar
su atención, olvídalo. Folla contigo y luego te deja tirada como si fueras
basura de ayer, y solamente se involucra con chicas de otras escuelas. —
Resopló, sonando seriamente desairada.
—No esperaba nada —dije, sintiendo que la sangre me subía al rostro
mientras todo mi peso recaía sobre mis manos y muñecas. Sentía que
empezaba a temblar—. ¿Puedes bajarme?
—Tiene una historia familiar jodida —continuó Ayla, ignorando mi
petición—. Lleva la locura en la sangre.
¿Qué demonios quiere decir eso? pensé.
—Oye, me estoy mareando. Necesito...
—¿Has visto a Theo Hebert? Tiene el cabello azul y se sienta con todos
los otros chicos populares. Bueno, ¿sabes esas cicatrices alrededor de su
boca? Hayden se las hizo.
¿Qu-qué? Mis brazos empezaron a temblar, sobre todo cuando su
agarre en mis tobillos se hizo más fuerte, mi ansiedad y malestar ahora se
acercaban peligrosamente a la superficie. Internamente, estaba librando mi
lucha interior, luchando entre convencerme de que estaba bien y resistir el
impulso de huir y esconderme.
—Hayden se volvió loco un día y lo golpeó en el rostro allá por octavo
curso. Hicieron falta dos adultos para quitárselo de encima. Theo tuvo que
operarse y ponerse varios dientes postizos. Eso es lo que pasa cuando tu
padre es un psicópata asesino...
—Ayla, bájame. ¡Ahora! —Pateé la pared con los dedos de los pies, y
ella retrocedió tambaleándose, soltándome de modo que caí, con el aire
expulsado de mis pulmones al golpearme con fuerza en la espalda. Tosí
varias veces y jadeé mientras se me llenaban los ojos de lágrimas.
—¡Señorita Savard! —Gritó nuestra profesora de educación física
cuando se acercó corriendo. Se puso de rodillas a mi lado, con expresión de
preocupación y las arrugas de los ojos cada vez más marcadas—. ¡Sabe que
debe bajar a su compañera y no dejarla caer! Señorita King, ¿se encuentra
bien?
Volví a toser, pero esta vez conseguí respirar hondo y asentí.
Nuestra profesora parecía aliviada, pero le dio a Ayla una severa
charla. Una advertencia para que tuviera más cuidado antes de pasar a otro
114
grupo de chicos. Evité los ojos de mi compañera mientras me levantaba del
suelo y daba un paso atrás. Era oficial. Ayla Savard no era alguien de fiar.
Su idea de la “amistad” era falsa. También estaba claro que sus razones
para que me uniera a ella en el festival no eran buenas. Me dejé llevar por
mi instinto, como debería haber hecho tantas veces en el pasado. Me había
quedado callada, ignorando las señales de advertencia, confiando en las
palabras de los demás en lugar de seguir mi instinto, y siempre acababa
herida.
Esta vez no.
—Ayla —jadeé, volviéndome hacia ella y mirándola fijamente a sus
grandes ojos azules, y pude ver lo desarmada que estaba al verme elegir de
repente estar en su espacio, con la cabeza alta y mi propio disgusto evidente
en mis facciones mientras apretaba los labios en una mueca—. Puedes
tomar tu falsa idea de amistad y metértela por el culo.
Podría haber dicho mucho más, estoy segura. Pero en aquel momento,
sinceramente, me daba igual. Sin decir una palabra más, me giré y salí del
gimnasio, ignorando las llamadas de mi profesora para que volviera. Ya me
enfrentaría a su ira más tarde por faltar. Sin embargo, no me sentía segura,
así que de ninguna manera iba a permitirme permanecer en una situación
en la que sentía que los demás tenían poder sobre mí. Ni siquiera iba a ir a
mi última clase, a pesar de que el corazón me daba un pequeño vuelco ante
la idea de no ver a Hayden. Pero podía sentir cómo empezaba a entrar en
barrena, cómo el pánico creciente se descontrolaba poco a poco, haciéndome
sentir frenética y aterrorizada. La desesperación por calmarme era lo único
en lo que podía concentrarme.
Cuando entré en el vestuario, me detuve durante un minuto, con las
palabras de Ayla resonando en mi cabeza como una campana espantosa y
estridente.
Lo que había dicho sobre Hayden, sobre su violencia impredecible,
sobre cómo había marcado a ese chico, Theo Hebert... me produjo un
temblor que me aceleró el corazón. ¿Realmente lo había hecho? ¿Por qué lo
había hecho? ¿Era realmente inestable? La idea de que había estado a solas
con él en el teatro y en el almuerzo estaba muy presente en mi mente
mientras esta información se hundía. Así que iba a saltarme todo eso y salir
de aquí, volver a Phoenix House y esconderme de todos los demás. Me
cambié rápidamente, tomé mis cosas del casillero y corrí directo a la casa,
esperando un poco de paz y tranquilidad.
Pero en cuanto entré por la puerta, me encontré con llantos y gritos
histéricos, como si alguien estuviera sufriendo, y me quedé paralizada como
una estatua mientras el sonido me atravesaba el corazón.
—¡No! No quiero volver. No quiero.
—El tribunal ha aprobado las visitas con tu padre...
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—¡No quiero verlo! ¡Por favor, Saanvi! ¡Por favor, no me obligues!
—¡Para! —Grité, mi pequeño cuerpo luchando contra los puños que me
golpeaban. Me acobardé en un rincón del armario de mi madre mientras la
figura oscura continuaba su asalto—. ¡Para, por favor! Me portaré bien, lo
prometo.
—¡Pequeña, jodida, mierda! ¿Lo has tirado por el retrete? Estúpida,
inútil, basura...
—¡Por favor, para! ¡Por favor!
—Tu madre va a tener que devolvérmelo. ¿Lo sabías? —Otro puñetazo
golpeó mi espalda, sacándome el aire de los pulmones—. ¡Maldita basura!
¡Las dos! No valen mi... —puñetazo—. Maldito... —Puñetazo—. ¡Tiempo!
Podía escuchar la lucha en la voz de mi trabajadora social mientras
se enderezaba la garganta, ahogando sus palabras mientras intentaba
consolar a la niña.
—Ha asistido a reuniones y a terapia y ha mostrado progresos. El
juez...
Lo que iba a decir fue interrumpido por un largo y fuerte gemido. Con
el corazón acelerado y las manos temblorosas, me agarré al marco del arco
que conducía al salón donde se estaba produciendo la conmoción. Sentada
en un rincón junto a la chimenea de piedra, la niña de la cicatriz en la mejilla
estaba hecha un ovillo, con las mejillas enrojecidas y los ojos llenos de
lágrimas. Tenía el cabello castaño revuelto por el rostro, como si hubiera
intentado arrancárselo del cuero cabelludo. A juzgar por los trozos
esparcidos por la alfombra, me di cuenta de que lo había conseguido.
Sentada a su lado, la señorita Ross sostenía una de sus manitas, como si
estuviera luchando contra sus propias lágrimas, mientras la trabajadora
social, la señora Khan, estaba de rodillas, con las manos abiertas,
intentando suplicar a la niña.
—Carol-Ann, será una visita supervisada. Estaré allí todo el tiempo —
decía, claramente disgustada por la noticia que tenía que darle a la niña,
que parecía que le estaban ordenando saltar a un tanque de tiburones y
diciéndole que confiara en que no la morderían. Supongo que, en cierto
modo, eso era precisamente lo que estaba ocurriendo.
—¡No quiero! —sollozó Carol-Ann, estremeciéndose como si la sola
idea de volver a estar en una habitación con su padre fuera físicamente
dolorosa.
Me aparté bruscamente de la pared, distanciándome de la escena que
tenía ante mí, y subí las escaleras a toda prisa, sin importarme que estuviera
anunciando el hecho de que había vuelto pronto de la escuela. No iba a
quedarme mucho tiempo para un interrogatorio. Ahora mismo, solamente
necesitaba alejarme. Necesitaba huir, sentirme segura. Cuando irrumpí en
116
el dormitorio vacío, la visión de mi cama me hizo sentir enferma mientras
los gritos de Carol-Ann desde el piso de abajo solamente me recordaban las
noches que había sufrido. Todo lo que podía sentir eran sus manos sobre
mí, sus besos llorosos y húmedos en mi mejilla y cuello, lo asustada y
avergonzada que me sentía.
Apretando la mandíbula y apartando mis emociones, rasgué el
edredón para dejar al descubierto mis pertenencias escondidas al final. Pero
lo único que quería era una cosa. Metí la mano en la bolsa y tanteé un
momento antes de agarrar el suave brazo de mi osito de peluche, liberarlo y
correr hacia la ventana justo cuando la señorita Ross empezaba a llamarme.
Ignorándola, abrí el ventanal de un empujón. Sin esfuerzo, salí al tejado del
porche y me dirigí rápida pero cuidadosamente al lateral de la casa. Allí me
metí por el desagüe. No era la primera vez que escapaba de esta manera y,
aunque era un lugar nuevo, pude bajar hasta saltar a la hierba y correr
hacia el bosque de la parte trasera de la casa, desapareciendo de la vista.
No dejé de correr hasta que me quedé sin aliento. El bosque era espeso
y ya empezaba a reverdecer por el clima primaveral más cálido, con brotes
que aparecían en las ramas de los árboles y secciones de hierba verde que
empezaban a abrirse paso entre el follaje muerto y las hojas. En mis brazos,
apretado contra mi pecho, sostenía a Fuzzy, mi viejo oso, el único que había
estado conmigo desde el principio. El único que lo veía todo. Cuando por fin
irrumpí en un claro, una sección del bosque que se abría a una zona circular
de alta hierba india y plumosa que me llegaba a las rodillas, me desplomé
en el suelo. No me di cuenta de que estaba llorando hasta que aspiré una
larga y temblorosa bocanada entre los dientes y me cayeron gotas húmedas
por la nariz y la barbilla.
Tumbada en la mullida hierba, me escondí del mundo, ya que la copa
de los árboles dejaba entrever partes del cielo azul y brillante entre las
ramas. Cualquiera que pasara por allí no podría verme escondida en el
pequeño prado, acurrucada como un bebé, abrazada a mi osito de peluche
como si volviera a tener cinco años en lugar de diecisiete. Me permití
sollozar, aspirando bocanadas de aire mientras luchaba contra todos
aquellos recuerdos atormentadores. Ver a Carol-Ann tan angustiada me
había devuelto a cuando yo tenía su edad, indefensa, confusa y asustada.
Obligada por los adultos que debían protegerme. Yo solamente quería a mi
madre. Pero eso no era posible, según los trabajadores sociales de British
Columbia. Teniendo en cuenta las promesas incumplidas que me habían
hecho, lo ignorada que me sentía cuando me atrevía a hablar y lo poco
importante e insignificante que me hacían sentir, nunca me había sentido
segura ni había confiado en nadie.
Así que me quedaba allí, llorando mis sentimientos. Rara vez me
permitía hacerlo delante de los demás. Como casi siempre estaba rodeada
de gente, rara vez tenía la oportunidad de liberar mis frustraciones y aceptar
lo abrumada, estresada y asustada que estaba. Hacía todo lo posible por 117
parecer que no me importaba, por mezclarme entre la multitud, por pasar
desapercibida, pero rara vez me permitía soltarme y simplemente... sentir.
Ser yo misma. Ni siquiera sabía quién era, para ser honesta. Me pasaba todo
el tiempo... sobreviviendo.
Capítulo Nueve
Era una nueva semana, y era raro, pero por alguna razón se sentía
como un nuevo comienzo. Por una vez, al aventurarme por ese túnel oscuro
llamado vida, podía ver un rayo de luz al final.
Quería creer que era porque sentía que empezaba a aceptar toda la
mierda de mi pasado, que saber que mi madre estaba encerrada en algún
manicomio ya no me molestaba, que no estaba tan rota como creía. Pero, ¿a
quién quería engañar? Seguía estando jodida. Solamente que... lo afrontaba
de forma diferente a como lo había hecho antes. Estaba mirando las cosas
con una visión diferente y la determinación de no dejar que arruinara mi
presente. Fue gracias a Hayden.
Él me trajo de vuelta a Phoenix House después de esa charla en el
bosque. Ese día, había sido tan gentil, tan abierto y... real. Sentí que había
visto una parte de él que nadie más había visto. Una parte de Hayden 127
Mathers que había estado oculta para el resto del mundo y que él se sentía
seguro mostrándome, lo cual era una sensación de humildad, y la conexión
que creía tener con él no hizo más que solidificarse. Su sinceridad, su
conciencia y comprensión de cómo me sentía y de cómo respondía a los
demás, no era algo a lo que estuviera acostumbrada en la gente, y viniendo
de él, me encontré ansiosa por corresponderle.
Quería ser su persona.
Cuando Hayden me vio llegar a la puerta, me retuvo un momento,
apretándola. Su mirada plateada se clavó en mí con tanta seguridad,
confianza y calidez. Sentí que podía ver directamente en mi alma y que le
gustaba lo que veía. No dijo ni una palabra, solamente... me tomó de la mano
y me observó como si pudiera hacerlo durante horas, hasta que la señorita
Ross me llamó para que entrara. Muy despacio, dedo a dedo, me soltó hasta
que solamente nuestros meñiques quedaron enganchados. Como un abrazo.
—Nos vemos —dijo, con voz suave y tranquila, reconfortante como un
abrazo.
—Nos vemos. —Asentí y salí de mis pensamientos cuando oí un golpe
suave a mi lado. Todavía sostenía mi oso con una mano, había olvidado que
lo había estado llevando conmigo todo el tiempo, solamente ahora me daba
cuenta de que lo había dejado caer. Hayden no me hizo sentir rara por el
hecho de que me aferrara a un peluche como una niña. No hizo ningún
comentario al respecto ni me miró... con esa mirada juzgadora que tantas
veces he recibido de los demás cuando se daban cuenta de que me aferraba
a Fuzzy como a una manta de seguridad a mis diecisiete años. No. En lugar
de eso, me soltó el dedo y se agachó, lo levantó con cuidado y le quitó una
hoja muerta de la espalda antes de volver a ponerlo suavemente en mis
brazos. Con una última mirada persistente, que osciló entre las mías antes
de dirigirse a mis labios y volver a subir, se dio la vuelta y se marchó,
desapareciendo entre los árboles como un fantasma.
Me pregunté si me visitaría durante el fin de semana, pero no lo hizo.
En lugar de eso, pasé el tiempo ayudando a la señorita Ross y a las otras
chicas con las tareas. Observé atentamente a Carol-Ann el día que volvió de
ver a su padre y, para mi alivio, estaba de buen humor. Volvió a casa con
una sonrisa en el rostro, dispuesta a jugar con las demás, lo que me dio
esperanzas. Parece que no era la única que se estaba curando. Por la noche,
cuando todo estaba tranquilo, me tumbaba en mi litera, haciendo todo lo
posible por estudiar, pero mi atención se desviaba y acababa mirando a la
nada mientras pensaba en Hayden Mathers.
Las otras chicas me lanzaban miradas curiosas, sin duda se habían
enterado de mi altercado con Ayla, y eso, mezclado con los rumores sobre lo
que le había pasado a Lucas, sin duda les hacía preguntarse qué demonios
pasaba. Pero yo no tenía nada que decir. Andrea me miraba nerviosa, pero
no decía nada desde su cama, mientras trabajaba en sus tareas escolares. 128
Me dio la impresión de que no estaba necesariamente asustada, solamente
cautelosa. Hayden estaba envuelto en rumores y en una sombra que lo
protegía como un manto, advirtiendo a los demás que se alejaran. Mi
relación con él era incierta; sinceramente, ni siquiera yo entendía muy bien
cuál era. Teníamos una conexión, eso estaba claro, pero no sabía qué
significaba.
Así que, el lunes por la mañana, a pesar de todo el tiempo que pasé
reflexionando durante el fin de semana, sentí un destello de emoción ante
la perspectiva de ir a la escuela. No era por los otros chicos, las clases o las
actividades extraescolares. Quería verlo.
El sol brillaba con fuerza a través de la ventana del dormitorio, así que
me puse una camisa azul de franela, me la abroché y me remangué,
decidiendo prescindir de mi habitual sudadera con capucha de gran
tamaño. Me puse unos pantalones desgastados por las rodillas y
remendados con materiales desiguales, me pasé un cepillo por el cabello y
me lo recogí en una coleta alta, en lugar de dejármelo caer sobre el rostro.
Andrea me miró con curiosidad durante el desayuno, pero no dijo nada
mientras se colocaba a mi lado, lejos de los fogones. Incluso la señorita Ross
se fijó en mi atuendo, inusual teniendo en cuenta con qué me había cubierto
la semana anterior.
Me dije a mí misma que era porque hacía más calor, que estaría
sofocada con un jersey. A pesar de que se me erizaba la piel cuando sus ojos
me miraban, interiormente me puse firme y me negué a subir corriendo a
cambiarme.
No. Cuando me había despertado, me había sentido valiente. Mi
primer instinto fue llevar esto, y no iba a permitir que mi miedo me echara
para atrás. Iba a ser fuerte y confiar en mi voz interior, bla, bla, bla. Iba a
mantener la cabeza alta, entrar en la escuela y negarme a esconderme,
aunque la sola idea me provocara escalofríos. Esta semana era un nuevo
comienzo, e iba a intentarlo.
Cuando llegué a la escuela, y la multitud en el pasillo se separó para
mí, los susurros, los ojos de todos mirando, me recordé a mí misma que
debía ser valiente, poner un paso delante del otro, y hacer caso omiso de ese
grito en el fondo de mi mente en la atención.
Escóndete, Maddy... ¡escóndete! No dejes que te vean.
No, Maddy. Camina recto. Ignóralos. Ignóralos a todos. Estás bien.
Estás bien...
Cada susurro era como clavos en una pizarra resonando en mis oídos.
Cada refriega o movimiento repentino a mi alrededor hacía que se me
erizaran los vellos del cuerpo, como cuando un ciervo levanta la cabeza al
escuchar el peligro, y aunque el corazón me latía con fuerza en los oídos,
me obligué a seguir respirando, a seguir moviéndome. En mi casillero, me
obligué a darme la vuelta para poder concentrarme en la combinación, pero
129
sentía las yemas de los dedos entumecidas. Sacudí la mano varias veces,
intentando que la sangre fluyera, mientras seguía tanteando la cerradura.
Especialmente cuando los susurros a mi alrededor empezaron a
intensificarse, pequeños fragmentos captaron mi atención y me distrajeron.
—Lucas...
—... hospital...
—Maddy... Hayden...
—Hayden...
—Maddy...
Podía sentir que empezaba a asustarme un poco a medida que el ruido
se mezclaba, creando un zumbido irritante de fondo. Las pocas palabras
empezaban a alimentar mi ansiedad como veneno, y cada vez me costaba
más recuperar el aliento.
—Ayla... gimnasio...
—Lucas... hospital...
—Maddy...
—Maddy...
—¡Maddy!
Una voz cortó el zumbido agravante y machacón sacándome de mi
espiral, su presencia como un bálsamo en las heridas ardientes de mi
mente, y me fundí en ella. Hayden estaba a mi lado, su cuerpo bloqueaba a
todo el mundo mientras se colocaba a mi alrededor, protegiéndome de las
miradas indiscretas de los demás. Me dejé caer contra él, con el hombro
apretado contra su esternón, el contacto me reconfortó, y dejé colgar la
cabeza mientras cerraba los ojos, intentando controlarme.
—Creí que era lo bastante fuerte para... —Susurré, sintiéndome tan
estúpida mientras sacudía la cabeza, intentando ignorar el creciente
crescendo de fondo al vernos a Hayden y a mí juntos.
—Eres lo bastante fuerte —murmuró él, su aliento agitando un
mechón de cabello suelto junto a mi oreja—. Que ahora sea difícil no
significa que seas débil. Lo estás intentando, y eso es algo de lo que debes
estar orgullosa. Ahora bloquea a esas otras personas. No importan una
mierda. Estoy aquí, ¿bien?
Abrí los ojos y lo miré. Su estatura era aún más evidente ahora que
seguía recostada contra él. Me observaba, con su hermoso rostro paciente y
cálido. Era tan comprensivo, perceptivo y paciente con mis problemas que
no podía creer que fuera real. ¿Cómo había tenido tanta suerte de tenerlo
en mi vida? No me lo merecía.
Alargando la mano a mi espalda, me tomó suavemente la mano, 130
levantándola hasta colocarla de nuevo sobre mí, y dijo:
—Ahora, respira, toma tus cosas y te acompaño a clase, ¿bien?
Asentí, tan agradecida de saber que estaba a mi lado, animándome
mientras luchaba por pasar página, por ser más valiente. Él creía que podía
hacerlo, así que seguiría intentándolo. Hice lo que me dijo, ignorando todo
el ruido de fondo, recordándome a mí misma que estaba a salvo y que ellos
no importaban, y me centré en la tarea que tenía entre manos: abrir mi
casillero, guardar mi mochila, sacar mis libros, mi carné de estudiante,
cerrarlo y listo.
Sentí que se inclinaba, sus labios cerca de mi oreja, y murmuraba:
—Fácil, ¿eh?
Escuchar a alguien como él utilizar una expresión tan limpia y de
chico bueno era un enigma en sí mismo, y no pude evitar soltar una pequeña
risita cuando levanté la vista para ver cómo me dedicaba una sonrisita
torcida, como si supiera muy bien que aquello no era propio de él. Sin
preámbulos, me pasó el brazo por los hombros, tan despreocupadamente
que creo que ni siquiera se dio cuenta de que lo hacía, y se volvió para
guiarnos a los dos por el pasillo, ignorando a los demás. Sentí sus músculos
como un escudo a mi alrededor. El aroma de su chaqueta de cuero mezclado
con un almizcle natural me hizo respirarlo discretamente, saboreándolo.
También había un toque de coco, quizá de su champú o algo así. Me dieron
ganas de salir a buscar algo parecido para poder usarlo yo misma y llevar
ese aroma conmigo.
Tenerlo a mi lado, abrazándome, me hacía sentir más segura. Un poco
más valiente. Y me enderezaba mientras caminaba erguida, haciendo todo
lo posible por despojarme de años de inseguridad y miedo. No fue hasta que
llegamos a mi primera clase, Ciencias, cuando él pareció darse cuenta de
que me había estado abrazando a su lado todo este tiempo e inmediatamente
retrajo el brazo como si se hubiera electrocutado.
—Lo siento, Maddy —dijo, con clara expresión de vergüenza. Fruncí
el ceño mientras lo miraba fijamente, preguntándome si realmente le
repugnaba tanto como para sentir la necesidad de alejarse.
—¿Qué?
—No me di cuenta de que estaba... Lo siento si me pasé de la raya o...
Oh, ¿le preocupaba haberme puesto en una posición incómoda al
tocarme? Saber que estaba tan horrorizado de haberme causado alguna
incomodidad fue tan conmovedor que me quedé sin palabras mientras lo
veía tartamudear, sus inquietantemente hermosos ojos muy abiertos y
sinceros mientras seguía y seguía hasta que finalmente corté su divagación
de disculpa.
—¡Hayden! —grité—. No pasa nada. No pasa nada. No pasa nada. — 131
Como seguía mostrándose inseguro, extendí la mano y coloqué la palma
delicadamente sobre su pecho para sentir los fuertes latidos de su corazón,
sorprendiéndonos tanto a él como a mí con mi repentina osadía. Ante mi
contacto, empezó a acelerarse, y ladeé la cabeza mientras lo miraba,
dedicándole una secreta y rara sonrisa con la esperanza de calmar sus
nervios—. Me gusta estar cerca de ti.
No fue hasta que las palabras salieron de mi boca que me di cuenta
de que esto, la forma en que lo estaba tocando, la forma en que nos
hablábamos... que esto probablemente era... bueno, raro. No era normal.
Nunca vi a la gente interactuar de esta manera. Nunca en programas de
televisión, en libros, en los pasillos. La gente no cruzaba naturalmente tal
límite físico con alguien que apenas conocían. Pero Hayden y yo... éramos
diferentes, pero en el buen sentido. De una manera que solamente tenía
sentido para nosotros. Y cuando lo toqué, pude sentir como la tensión
abandonaba su cuerpo. Finalmente, soltó un suspiro tembloroso y me rodeó
la muñeca con los dedos, dándome un suave apretón para tranquilizarme.
Nunca había dejado que nadie se acercara tanto a mí. Nunca soñé que
fuera capaz de hacerlo. Pero con Hayden, él era una excepción. La única
excepción.
—¿Nos vemos en el almuerzo? —dije, levantando la voz como una
pregunta. Tal vez él no quería mi compañía. Tal vez se estaba aburriendo de
mí, o... o... quería soledad. Sentí que todas mis inseguridades se agolpaban
ante aquel pensamiento, pero respetaría su elección, igual que él respetaba
la mía. Su mirada, sin embargo, pareció brillar e irradiar al escuchar mis
palabras, su boca se curvó en esa sonrisa torcida suya que se hacía más
frecuente a medida que hablábamos, y asintió con una simple y firme
inclinación de cabeza—. De acuerdo —dije, devolviéndole la sonrisa,
retirando lentamente la mano— nos vemos entonces.
145
Capítulo Doce
—¿Has visto alguna vez la obra Sueño de una noche de verano? —me
preguntó Maddy mientras recorríamos el teatro vacío. Llevábamos nuestras
cámaras. Solamente que esta vez era ella la que deambulaba, haciendo
tomas de práctica, mientras yo me quedaba en medio del escenario
observándola. Había sido angustioso en Educación Física, ver desde la sala
de pesas cómo Maddy se quedaba sola en el gimnasio de abajo, con Ayla y
sus amigas merodeando cerca, lanzándole miradas de zorra malvada. De vez
en cuando miraban hacia mí, pero yo las fulminaba con la mirada y les
devolvía la advertencia. No debería haber subido hasta aquí, pero mis
pensamientos estaban centrados en Theo y Spencer, así que me mantuve lo
bastante cerca como para escuchar a hurtadillas, pero no hacían más que
hablar del Festival de Primavera. Me había olvidado por completo de las
perras malvadas que dirigían esta escuela.
—No lo he hecho —le dije, observando cómo subía un poco los
escalones antes de tomar asiento en el borde del lado derecho del auditorio,
levantando su cámara y escaneándola a su alrededor—. Pero he leído la
obra.
Incluso desde aquí, noté que las comisuras de sus labios se movían
un poco, como si pensara en algo gracioso. Entorné una ceja,
preguntándome qué se le estaría pasando por la cabeza cuando de repente
dijo:
—¡Di cheese! —y chasqueó, el flash casi cegándome.
—No puedes usar el flash durante la obra —le dije, frotándome los
ojos furiosamente—. La profesora de teatro, la señora Potter, se enfada si
pasa algo entre el público que pueda distraer a los chicos en el escenario. —
Pensé en el año pasado, cuando el teléfono de alguien sonó en medio de
Sweeny Todd. Se levantó de su asiento en el primer banco y miró a la
multitud hasta que encontró al culpable, y luego lo acompañó
personalmente a la salida, mientras lo regañaba como a un niño.
—Whoops —Maddy jugueteó con los ajustes de la cámara, con el ceño
fruncido, formando una pequeña línea en la frente, algo que noté que le
ocurría cuando se sentía incómoda o ansiosa. Probablemente odiaba la idea
de meterse en problemas, y pensé en cómo reaccionaba ante cualquier
profesor o miembro de la autoridad. Le gustaba dejar espacio entre ellos,
nunca los miraba a los ojos y siempre parecía replegarse sobre sí misma.
—No te preocupes. Si pasa algo así, yo asumiré la culpa —le dije. A
diferencia de ella, yo no tenía ningún miedo a la autoridad. Especialmente
a aquellos que no eran mis padres o parte del MC del abuelo J. Yo creía 148
firmemente que el respeto había que ganárselo. Tu edad no te daba un pase.
Pero Maddy parecía aún más ansiosa cuando dije esto y sacudió la
cabeza, bajando la cámara a su regazo:
—No, Hayden. No cargues con la culpa de algo que no hiciste. No es
justo.
—No me importa, Maddy —le dije, poniendo los ojos en blanco y
riéndome un poco—. La señorita Potter es como un chihuahua enfadado.
Dejaré que lo grite y luego me iré.
—No me gusta la idea de que cargues con la culpa de algo que yo he
hecho. —Se le marcó una línea en la frente y me di cuenta de lo mucho que
le molestaba esa idea. Me sentí extrañamente conmovido al pensar que se
preocupaba tanto por mí, pero aún así me reí al pensar en la señorita Potter
gritándome desde su metro setenta de estatura.
—Maddy, déjame ser un caballero para ti, ¿bien? —Sonreí un poco, y
solamente sentí que se ensanchaba cuando noté que el rosa de sus mejillas
se iluminaba al escuchar mis palabras y murmuraba un tímido “Bien” como
respuesta. Subí lentamente las escaleras, no me gustaba la distancia que
había entre nosotros, pero me había obligado a permitirlo cuando entramos,
quería que se pusiera cómoda después de haber estado esa hora separados.
Noté que había estado callada después de Educación Física, así que le di un
poco de espacio. Me metí las manos en los bolsillos de la chaqueta de cuero
para no acercarme a ella. Por alguna razón, no podía mantenerlas quietas
cada vez que nos acercábamos. Tenía que recordar constantemente que
debía contenerme, pero entonces resbalaba y la rodeaba con el brazo o
jugaba con su cabello. Por eso, cuando me acerqué a ella, me detuve a varios
metros de distancia, apoyando el hombro en la pared.
Se movió un poco, bajando la mirada hacia la cámara que tenía en el
regazo, jugueteando con ella con una especie de energía nerviosa, pero
percibí el pequeño esbozo de una sonrisa en sus labios, y aquel hermoso
rubor rosado no hacía más que aumentar. Tímida. Estaba siendo tímida, no
asustada.
Acércate a ella, Hayden.
Deliberé un momento, observando cómo evitaba mirarme, y me
arriesgué.
—¿Maddy? —Murmuré suavemente.
—¿Sí?
Alargue la mano y la coloqué debajo de la suya, deseando enroscar
mis dedos alrededor de su suave piel, pero en lugar de eso, serpenteé
alrededor de la cámara que sujetaba y tiré suavemente de ella para liberarla.
Volví a recostarme contra la pared, fingiendo que solamente había querido
ver sus fotos todo el tiempo y no que había tenido un momento de debilidad 149
con la intención de cerrar la brecha física que nos separaba. En mi periferia,
pude distinguir la forma en que sus mejillas ardían más, algo que no había
creído posible, y sentí una sensación de placer al pensar que la había hecho
sonrojar tan profundamente.
—¿Cómo te va con esto? —pregunté, ojeando las fotos y observando
que en la mayoría de ellas yo había salido en la foto.
¿Había intentado capturarme como yo a ella? Mis pensamientos se
dirigieron a la foto que le había hecho y que guardaba en mi mochila,
sacándola de vez en cuando para poder mirarla cuando no estaba cerca. La
había tomado el primer día que pasamos juntos aquí, una foto robada
cuando ella había estado mirando a otra parte. Aquella imagen de ella, sus
grandes ojos color avellana tan inocentes y hermosos, el cabello
momentáneamente retirado del rostro, los labios ligeramente entreabiertos,
todo lo que había en ella en aquella foto me cautivó.
—Creo que está bien. No tengo con qué compararlo —dijo Maddy,
retorciéndose un poco en su asiento. Se llevó las manos al extremo de la
coleta y empezó a retorcer los mechones alrededor de los dedos, un gesto
nervioso, pero me di cuenta de que no tenía miedo. No de mí. Su cuerpo
estaba inclinado en mi dirección y su pie descansaba cerca de la punta del
mío. Si tuviera miedo, pondría distancia entre nosotros, como aquel primer
día—. Pero creo que es seguro decir que ser fotógrafa no es mi vocación.
Sonreí un poco. Mucha gente creía que podía publicar sus fotos en
National Geographic solamente por apretar un botón. Había mucha
habilidad, paciencia y conocimientos detrás de todo. Me encantaba, y
aunque sabía que era el mejor de mi clase, aún me quedaba mucho por
aprender.
—Es divertido —añadió rápidamente, como si pensara que me había
insultado de alguna manera y temiera mi reacción. La miré por debajo del
cabello que me caía sobre la frente—. No me malinterpretes. Solamente que
no es una pasión como lo es para ti.
Levanté una ceja, confuso.
—Es tu pasión, Hayden —dijo ella, como si fuera evidente—. Te pones,
no sé... diferente... cuando estás detrás de la cámara. —Desvió la mirada
hacia el escenario, como si recordara algún momento en el que me hubiera
estado observando y hubiera visto algo allí—. Creo que eres una de esas
personas que realmente estan destinadas a salir, a explorar el mundo y a
que se vean tus fotos, a que la gente vea el mundo a través de tus ojos y lo
hermoso que es todo.
Me quedé mirándola mientras hablaba, con la sensación de que se me
entumecían los dedos y la mente completamente en blanco. Cuando se giró
y me miró, me quedé completamente helado. Solamente puedo imaginarme
lo que le parecí a ella. Aterrorizado, probablemente. Un poco confuso. ¿Cómo 150
podía saber lo que yo quería sin conocerme realmente? ¿Cuánto tiempo he
estado en esta escuela, primero ridiculizado y marginado, luego temido y
marginado? Estos chicos llevaban conmigo desde que tenía cinco años y no
sabían nada de mí. Sin embargo, parecía que Maddy, después de solamente
unos días, había visto mucho más que los demás.
—¿Estás bien?
Su voz me trajo de vuelta, sus ojos muy abiertos, un poco aprensivos,
como si estuviera preocupada por mi reacción. Me aclaré la garganta y
apagué su cámara, devolviéndosela mientras trataba de actuar como si no
estuviera un poco conmocionado por su observación.
—Sí, lo siento, solamente un poco distraído.
—¿Todo bien?
Las únicas personas que me preguntaban esto eran mis padres y mi
abuelo, siempre que los dejaba acercarse lo suficiente como para verme de
verdad. Aparte de esos breves momentos con ellos, nunca nadie más quiso
saber si estaba bien en algún sentido. Bajé los ojos al suelo, metiéndome las
manos en los bolsillos de la chaqueta, y murmuré:
—Sí, solamente pensaba en el proyecto. Si vienes a mi casa después
de clase, podría enseñarte algunas de las cosas que he hecho para los
periódicos estudiantiles y locales. Podría ayudarte a hacerte una idea de lo
que se espera.
Bien hecho, Hayden, susurró la voz en mi mente, sonando
impresionada. Se te ocurrió muy rápido. Ponla a solas contigo...
No. No es así.
¿Estás seguro? ¿Seguro que no quieres llevarla a tu habitación para
poder...?
Nunca lastimaría a Maddy. No de la forma en que lastimas a la gente.
Finalmente, silencio. Miré a Maddy.
—¿Qué opinas?
Ella se mordió el labio inferior, la visión me distrajo mientras pensaba
en mordisquearlo con mis propios dientes y arrastrarlo hacia fuera antes de
permitirme besarla, mi lengua masajeando sobre la suya, saboreándola…
Joder, necesitaba tocarla. Cuando ese pensamiento cruzó mi mente, pude
sentir cómo mi polla se ponía dura mientras mis pensamientos descendían
rápidamente a otros similares a los de la otra noche, cuando me masturbé.
De hecho, ahora era un ritual nocturno, en el que me tumbaba en la cama
y me follaba la mano mientras pensaba en ella. Era en esos momentos
cuando la voz oscura se apoderaba por completo de mí y me entregaba a
todo lo que había reprimido durante el día. Me imaginaba sujetándola 151
mientras me la follaba, saboreando cada parte de su cuerpo, deleitándome
con la suavidad de su piel, la expresión de éxtasis en su rostro mientras la
hacía correrse una y otra vez...
¡Mierda! Me moví de sitio, levantando una pierna para cruzarla con la
otra, forzando mi polla hacia abajo. Jesús, lo último que necesitaba era ver
aquello apuntando a medio metro de su rostro.
—¿Estás seguro? ¿No es mucha molestia?
Dios, ¿de verdad creía que pasar más tiempo con ella era un
obstáculo? Seguramente, ella podía ver que yo apenas estaba manteniendo
la compostura para no agarrarla. Estaba luchando. Me reí un poco y puse
los ojos en blanco.
—Maddy, no te lo habría ofrecido si me sintiera así. Me encantaría
ayudar.
Sus labios se curvaron y asintió. Los ojos de Maddy se iluminaron
mientras me miraba desde su acogedor casillero.
—Entonces, sí. Sería estupendo. —A pesar de sus palabras, pude
escuchar algo más en su voz: una mezcla de excitación y especulación.
—¿Qué pasa? —pregunté, curioso. Oh no, ¿estaba nerviosa por estar
a solas conmigo?
—Nada, es que... —su voz se entrecortó un momento, como si
intentara encontrar la manera de expresarlo con palabras—. Quiero decir,
nunca he ido a casa de un amigo. Nunca he invitado a nadie a mi casa. Es
algo tan normal.
Me dolía el corazón por ella. Que Maddy estuviera en Phoenix House
significaba muchas cosas. No estaba con sus padres por una razón, y
aunque aún no sabía exactamente por qué, solamente podía suponerlo.
Drogas, alcohol, abusos... la idea de que hubiera tenido una educación tan
dura encendía un fuego en mis venas, y quería sacarla de ese mundo y darle
todo lo que se merecía. Aunque fuera algo tan “normal” como ir a casa de
un amigo después de la escuela.
Más que amigos... susurró la voz, volviendo a hablar. La ignoré.
—Bueno, espero poder cumplir las expectativas —le dije, sonriendo
un poco mientras bromeaba.
Se rió, el sonido fue tan ligero y rápido que casi no lo oí. Pero era como
las campanas en Navidad. Hermosas. Y sin embargo, se fueron demasiado
pronto.
—Estoy segura de que será genial. Agradezco la ayuda. Necesito estos
créditos si quiero graduarme.
—Los obtendrás. Me aseguraré de ello —dije, decidido. Porque si iba 152
a dejar atrás Ashland por cosas mejores; viajes, fotografía, el mundo...
entonces la quería a mi lado.
—¿Me lo prometes? —preguntó, con sus ojos brillantes sonriéndome
mientras se levantaba y volvía a guardar la cámara en la mochila.
Mi sonrisa se amplió ante su inocencia y le tendí un meñique. Lo miró
fijamente, casi como si le entristeciera verlo, antes de sonreír un poco y
rodearlo con el suyo.
—Lo prometo —juré.
—¿Maddy?
Parpadeo y, para mi horror, toda la clase me está mirando. El señor
Zhao está de pie junto a la pizarra, con expresión de perplejidad y
preocupación, y me doy cuenta de que me estaba llamando.
—Uh, lo siento, señor Zhao, yo... —Miro y veo a Spencer y a su amigo
sonriendo levemente, como si supieran que me han puesto nerviosa—.
Anoche no dormí mucho y... —mi voz se entrecorta patéticamente mientras
intento pensar en una mentira piadosa, tanteando y balbuceando de forma
poco convincente.
—¿Estás bien? —pregunta nuestro profesor, que aún parecía un poco
preocupado—. ¿Necesitas ver a la enfermera de la escuela? —No estaba
enfadado porque no le hubiera prestado atención. Era uno de los pocos
profesores que me caían bien. Tenía un aire tan despreocupado e inocente
que me tranquilizaba. Y aunque me había dado la oportunidad de
abandonar la clase para recuperar el aliento, una parte de mí no quería que
esos dos imbéciles se apoderaran de mí.
—No, gracias, señor. Estoy bien.
En el momento en que el señor Zhao se volvió hacia la pizarra para
explicarnos lo que nos iba a presentar, algo sobre los compuestos que
afectan a la coloración de las llamas, apoyé el codo en el tablero de la mesa
y apoyé la barbilla en la palma de la mano, enseñando el dedo corazón a
Spencer y a su compañero. Me pareció escuchar una risita y una tos, pero
por suerte apartaron la mirada. Bien. Intenté descansar los nervios,
sacudiéndome el inquietante recuerdo mientras observaba cómo el señor
Zhao encendía un mechero Bunsen portátil y luego procedía a mezclar
múltiples minerales en pequeños recipientes de sal separados, creando los
colores más brillantes.
Como estábamos tan cerca del final del curso, nos dio permiso para
pasar el resto de la clase estudiando para los exámenes, tiempo que yo
necesitaba desesperadamente. La noche anterior me había quedado
demasiado tiempo en casa de Hayden y ni siquiera había pensado en los
deberes, pero a pesar de lo diferente que había sido para mí la experiencia,
lejos de todo lo que había conocido, lo había disfrutado. A pesar de que su
abuelo y su padre me ponían nerviosa por el mero hecho de ser hombres,
eran graciosos en la forma en que se riñeron durante toda la cena. Y la forma
177
suave y fácil en que mostraban afecto a sus hijos lo hacía más llevadero,
sobre todo cuando Maverick parecía lanzarse a los brazos de todos sin
ningún miedo.
Mis nervios con ellos eran mi problema. Nada que hayan hecho ellos.
Y tener a Hayden a mi lado hacía más fácil adentrarse en una situación
desconocida y, de hecho, pude dejar de lado mis reservas habituales y
limitarme a disfrutar del momento. Cuando se había hecho tarde, el tiempo
yendose demasiado rápido. Y sin que yo lo supiera, su madre había insistido
en llevarme a casa, con Hayden acompañándonos en el asiento trasero.
Así que saqué mi libro de texto y mis apuntes y empecé a repasar los
diferentes capítulos, con la esperanza de recuperar el tiempo que había
perdido la noche anterior. Enfrente de mí, los otros dos chicos hacían lo
mismo, pero me dio la sensación de que no intentaban concentrarse como
yo. No pasaban página ni escribían nada. De vez en cuando les oía
murmurar algo entre ellos, pero fuera lo que fuese, estaba casi segura de
que no tenía nada que ver con la ciencia. Me distraía y me ponía ansiosa
cuando mi talón empezó a golpear en rápida sucesión contra la pata de la
mesa.
Tenía la horrible sensación de que Spencer quería decirme algo, pero
estaba esperando la oportunidad. Podía verlo en la esquina de mi camino,
observándome antes de susurrar de nuevo a su amigo, mirando de vez en
cuando a nuestro profesor como si quisiera asegurarse de que estaba lo
suficientemente lejos, pero luego sacudía la cabeza y aparentemente se lo
pensaba mejor. Había demasiado silencio aquí para hablar abiertamente sin
ser oído, y el señor Zhao daba vueltas por el aula, ofreciendo ayuda a quien
la necesitara. Fuera lo que fuera lo que Spencer quería decirme, quería
privacidad, y eso me daba mucho miedo. Esperé con la respiración
contenida a que sonara el timbre, con la esperanza de que Hayden me
encontrara rápido.
Cuando faltaban dos minutos para que sonara el timbre, recogí
rápidamente mis cosas. En cuanto lo hice, también lo hicieron Spencer y su
amigo. Me senté en el borde de mi asiento, de frente a la puerta, el volumen
en el aula aumentando ahora con charlas alegres, todo el mundo listo para
pasar a su próxima clase antes del almuerzo.
—Todavía no, Jace —susurró Spencer en voz baja.
Se suponía que no debía oírlo.
No esperé.
Aún quedaban treinta segundos de clase, pero oírlo murmurar esas
palabras despertó en mí el instinto de lucha o huida. Sin mirar a ninguno
de los dos, me puse en pie y salí corriendo de allí. De ninguna manera iba a
darles una oportunidad. Salí por la puerta cuando el señor Zhao se dedicó
a limpiar la pizarra y corrí lo más rápido que pude por el pasillo, con la
178
esperanza de poner la mayor distancia posible entre esos dos chicos y yo.
Empezaba a sentir que me había alejado a salvo, cuando una mano salió
disparada y se enredó alrededor de mi brazo mientras intentaba pasar a
toda prisa por un arco que conducía a una escalera. Quienquiera que fuese,
me agarraba con tanta fuerza que me pellizcaba dolorosamente la piel bajo
la blusa de franela. Grité al verme arrastrada hacia el hueco de debajo de
los escalones, presionada contra la pared mientras una mano me tapaba la
boca y el otro brazo de la persona me aplastaba el pecho para mantenerme
en el sitio.
Tenía la pálida mirada de Theo Hebert, cuyo rostro pálido recordaba
al de un fantasma. Podía distinguir las numerosas cicatrices que tenía
alrededor de la boca y la mandíbula, algunas finas líneas como si fueran
quirúrgicas, mientras que otras eran un amasijo manchado de piel blanca
cicatrizada, como si fueran telarañas que se extendieran por la superficie
más lisa de su rostro como una tela de araña. De fondo se oían unos pasos
rápidos y pesados, seguidos de la voz grave y acentuada de Spencer, que
saludaba a Theo. Aparentemente no estaba sorprendido de verlo aquí. Los
tres chicos me rodearon mientras me arrastraban hacia las sombras bajo
las escaleras justo cuando sonó el timbre y el estruendo de los pasos de los
cientos de estudiantes que salían de clase ahogó mis gritos ahogados.
Theo se inclinó hacia mí, tan cerca como Hayden cuando me había
besado, con sus labios junto a mi oreja, y siseó:
—Shhhh... shhhh... —en señal de advertencia.
Tenía los ojos muy abiertos por el miedo, la boca silenciada tras su
mano, mis gemidos sofocados y ahogados mientras escuchaba el mar de
zapatos deportivos, sandalias, subir y bajar los escalones por encima de mí.
El corazón se me aceleraba en el pecho, la mente me daba vueltas con
cientos de pensamientos diferentes.
La mano de Theo tapándome la boca... su palma grande y sudorosa
tapándome la boca...
Yo intentando pedir ayuda... una niña pequeña llorando en la
habitación, esperando ser escuchada...
Spencer y Theo amontonados a mi alrededor, bloqueándome... El
cuerpo grande y sudoroso del señor Foster presionando contra el mío,
asfixiándome... No podía escapar.
Jace vigilaba, mirando desde las sombras mientras Spencer jugaba
con un mechón de mi cabello, apretándolo alrededor de su dedo antes de
tirar de él dolorosamente. Luego lo soltaba y volvía a hacerlo. Al final, el
bullicio y el caos de los alumnos se calmaron y, cuando sonó el timbre, no
había nada. El único sonido ahora era mi respiración desesperada mientras
luchaba por sacar aire por la nariz, esperando no desmayarme y hacerme
aún más vulnerable a esos imbéciles.
179
—Bien. No quiero interrupciones —dice Theo, casi conversando, como
si esto fuera totalmente normal. Se retira un poco, con el rostro todavía
demasiado cerca del mío, y sonríe ampliamente sin mostrar los dientes, con
el rostro cada vez más desfigurado—. Ahora... Maddy, ¿verdad? —esperó
hasta que asentí, con la mano aún apretada sobre mi boca—. Quería hablar
contigo, pero no quiero que grites. ¿Me entiendes?
—Eso es, nada de gritos, Maddy. —El brazo de Spencer me rodeó los
hombros, su mano me agarró el brazo mientras me apretaba con fuerza
contra su costado, amenazadoramente.
—Si gritas, tendremos que arrastrarte afuera, y Dios sabe adónde nos
llevará eso. —Me miraba y hablaba como si tener que moverme físicamente
contra mi voluntad fuera más un inconveniente para él que algo
perturbadoramente siniestro—. Aunque si prometes quedarte callada, te
prometo que saldrás de aquí en una pieza.
Maldito psicópata... pensé, dándome cuenta de que así llamaban a
Hayden.
—¿Entonces lo harás? ¿Callarte para que podamos hablar?
Entrecerré los ojos, esforzándome por concentrarme mientras luchaba
interiormente contra todos los demonios de mi mente. Habían despertado y
ahora luchaban por dominarme, recordándome una y otra vez lo impotente
que me sentía. Pero me había prometido a mí misma que sería fuerte. Tenía
que sobrevivir. Necesitaba salir de esta situación. No podía permitirme que
me distrajeran ahora, que me hundieran y me hicieran sentir que no era
nada.
Inhalando profundamente, retuve el aire un momento antes de asentir
a sus condiciones. Theo me soltó, aunque sus dedos se deslizaron
innecesariamente por mi boca, arrastrando con ellos mi labio inferior. Jace
dio un paso atrás, aún vigilando, pero se colocó en ángulo para cortar la
única abertura disponible para escapar.
—Bueno, Maddy, lo primero es lo primero, soy Theo Hebert. Él es
Spencer Carr, y él es Jace Fogerty.
¿Qué haría Hayden? ¿Cómo lidiaría con estos imbéciles?
Incluso mientras mis ojos parpadeaban hacia las cicatrices de Theo,
me sacudí ese pensamiento. Estaba fuera de mi alcance luchar contra esos
tres. Así que no dije nada, ni siquiera me molesté en mirar a los demás. Me
erguí todo lo que pude, mirando fijamente a los pálidos ojos de Theo, aunque
eso hizo que mis manos se crisparan incómodamente. Mirarlo directamente
me daba ganas de vomitar, con el miedo y la incomodidad en su punto
álgido. Pero me había hecho una promesa, e iba a luchar contra los
demonios que me perseguían.
Ser como Hayden...
180
Pude ver cómo mi reacción sorprendió a Theo por la forma en que sus
cejas oscuras se alzaron sobre su frente, arqueándose casi de forma bonita
antes de apoyar una mano en la pared junto a mi cabeza. Un movimiento
de poder, sin duda, con la esperanza de desarmarme de nuevo.
—Quiero dejar una cosa clara antes de empezar, Maddy —dijo,
recuperando la compostura mientras volvía a inclinarse hacia mí, como si
supiera que permanecer cerca era la clave de mi malestar. Pero yo guardé
silencio y seguí sosteniéndole la mirada, esperando a que fuera al grano—.
Me importas una mierda. —La comisura de sus labios se levantó en una
sonrisa cruel, como si esperara que esto me molestara de alguna manera.
Sin embargo no era lo que yo esperaba. Además, sinceramente, tampoco me
importaba una mierda—. Me importas una mierda, pero... he estado
esperando algo, desde hace mucho tiempo. He estado esperando
pacientemente y esperando una oportunidad para la justicia. ¿Sabes lo que
se siente, Maddy? ¿Ser la víctima?
Mis cejas se alzaron sin querer. ¿A qué demonios se refería?
—Verás —la nariz de Theo tocó mi mandíbula y la recorrió hasta mi
barbilla mientras hablaba, con su aliento caliente en mi garganta y
erizándome la piel—. Creo que lo sabes. Eres una Chica Phoenix, ¿verdad?
Han abusado de ti o te han tocado o algo así, y ahora estás jodida por ello.
Pero nunca has probado la venganza. ¿No te gustaría? ¿Cobrar venganza?
¿Hacer las cosas justas? Claro que te gustaría. —Se apartó, sus pálidos ojos
se clavaron en los míos sin pestañear, y su sonrisa se ensanchó—. Claro
que te gustaría —repitió, con una voz tan baja que parecía un siseo—. Verás,
mi padre es un hombre poderoso en Ashland. Los abogados ganan mucho
dinero y conocen a mucha gente, así que pueden hacer que las cosas
sucedan. Pueden persuadir a la gente para que les dé lo que quieren o, de
lo contrario... ya sabes, se filtrará información y... —se echó un poco más
hacia atrás, chasqueando de repente los dedos bruscamente delante de mi
rostro, con una sonrisa cada vez más retorcida a cada palabra que soltaba—
. Su reputación, el negocio que han hecho crecer, los secretos que han
ocultado a sus familias están todo al descubierto. —Theo estaba
prácticamente cantando estas palabras, como si estuviera disfrutando
demasiado de esto.
—Así que aquí está la cosa, Maddy —continuó—. Lo sé todo sobre ti.
—Todo —añadió Spencer, con su fuerte acento francés mientras me
susurraba al oído.
—Sé de dónde vienes. Sé en cuántos hogares de acogida has estado.
Sé que tu madre está ahora mismo en un manicomio y que probablemente
no salga en mucho tiempo. —Hablaba sin empatía, exponiendo hechos que
le importaban un bledo. Eran solamente piezas de información que estaba
utilizando para cualquier venganza o justicia que sentía que se le debía.
Hayden. 181
—Sería una pena que le pasara algo a tu madre, ¿sabes? —Hizo un
puchero con el labio inferior, la perforación de plata allí doblándose con él,
y tuve que recordarme a mí misma tomar aliento—. Quiero decir, sé que hay
seguridad en esos sitios, pero no sería difícil hacer que alguien de dentro...
y se prestará para hacerlo. Si sabes a lo que me refiero. Es increíble lo que
la gente hace por dinero —se rió—. Mi padre podría pedir un favor, por así
decirlo, y luego... ¡poof!
—¿Qué tiene que ver mi madre en todo esto? —pregunté finalmente,
con la boca completamente seca y los ojos muy abiertos al comprender lo
que decía. Este chico estaba completamente desquiciado.
—Como he dicho, Maddy... todos queremos justicia, lo que se nos
debe. Y a mí se me debe. —Me miró sin comprender, el silencio se extendió
entre nosotros hasta volverse sofocantemente incómodo, el aire se llenó de
tensión y amenazas tácitas. De repente, Theo se abalanzó sobre mí y me
pasó la mano por la cabeza, golpeando la pared con tanta fuerza que me
zumbó el tímpano; todo mi cuerpo se estremeció, pero no podía ir a ninguna
parte, ya que Spencer seguía sujetándome. Theo me apretó la mandíbula
con fuerza, aplastándome las mejillas contra los dientes, y gritó—: ¡MIRA MI
PUTO ROSTRO! ¡¿Crees que no se me debe?! ¡¿Crees que me gustan estas
putas cicatrices?! —Su saliva me golpeó la barbilla y cerré los ojos contra la
repentina y viscosa embestida.
—Theo, ¡cállate! Alguien nos va a escuchar —siseó Jace mientras
sacaba la cabeza de nuestro escondite, claramente preocupado por si nos
escuchaban.
Pero en el momento en que su amigo le había dicho “cállate”, los ojos
de Theo se abrieron de par en par con una especie de locura demencial y
giró sobre sí mismo, olvidándose de mí en ese momento, y le propinó a Jace
un puñetazo en la nuca con un chasquido nauseabundo, haciéndolo
tambalearse hacia delante mientras se agarraba el cráneo. Cuando Theo fue
a golpearlo de nuevo, Spencer me soltó y alargó la mano, agarrando el brazo
de su amigo, hablando en voz baja:
—¡Soyez silencieux8! ¡Basta ya, basta! Arrêt9!
¡Corre!
Me separé de la pared, escabulléndome fácilmente de Spencer con mi
pequeño tamaño, y salí del hueco de la escalera. Detrás de mí, los chicos
empezaron a gritarse, pero ni siquiera me molesté en mirar atrás. Me limité
a correr por el pasillo, dirigiéndome directamente a la entrada principal de
la escuela, donde estaba la oficina. Pero al doblar la esquina y correr hacia
el vestíbulo grande y abierto donde a los estudiantes les gustaba quedarse
en los días más fríos, encontré a Hayden allí, con la mano en la puerta de la
oficina, como si estuviera a punto de entrar también. En cuanto me vio, al
ver lo aterrorizada que estaba, cómo corría como si me pisaran los talones 182
los perros del infierno, la soltó y se acercó corriendo con los brazos abiertos.
Sin decir palabra, lo alcancé y me arrojé a sus brazos, abrazándolo con
fuerza mientras jadeaba sin aliento.
—¡Maddy! ¿Dónde demonios has...?
Pero lo que estaba a punto de preguntar fue cortado por la llegada de
pasos pesados, la presencia de los tres imbéciles ahora clara, y supe que
estaba sumando dos y dos.
—¿Qué carajo es esto? —La voz de Hayden se hizo peligrosamente
profunda, la rabia aumentando con cada palabra que escupía—. ¿Qué
carajo es esto?
—Nada, Mathers, solamente estábamos hablando, eso es todo —dijo
Theo, sus pasos se detuvieron a cierta distancia. El agarre de Hayden sobre
mí se tensó cómodamente, como un manto alrededor de mi cuerpo que me
ocultaba de la cruel maldad del mundo—. No es culpa mía que perdiera la
noción del tiempo y llegara tarde a clase. ¿Verdad, Maddy?
—¡No, no, no puedes hacer eso! —La voz de Hayden no era la suya.
Era extraño lo diferente que sonaba, acompañada de su furia, como si se
hubiera convertido en una persona totalmente distinta. Pero seguía sin
8
Silencio en Francés.
9
Detente en Francés.
tenerle miedo, a diferencia de los otros tres chicos, porque cuando les eché
un vistazo por encima del hombro, habían retrocedido varios pasos, incluso
Spencer—. No puedes mentir sobre ella. No puedes hablar con ella. Ni
siquiera puedes respirar el mismo aire que ella, ¿me entiendes, pequeño
imbécil?
Aunque Theo era casi tan alto como Hayden, no estaba tan
corpulento, y pude ver cómo la palabra “pequeño” hería su ego. Eso parecía
golpearlo más fuerte que nada, lo que hablaba mucho de lo que le importaba
como persona. Estaba siendo honesto sobre una cosa, al menos... Yo no le
importaba. Nada le importaba. Se trataba de él y de su sentido de la justicia.
De venganza.
Dio un paso hacia nosotros, pero la mano de Spencer salió disparada
como un látigo y le agarró el hombro, murmurándole algo en voz baja,
indiscernible para nosotros. No ayudaba que él y Theo fueran claramente
bilingües, por lo que sus murmullos en francés no hacían más que
aumentar mi pánico.
—Tienes suerte de que estemos delante de la oficina —añadió Hayden,
suavizando la voz como si supiera que todos estábamos en una situación
peligrosa— porque si no, ya sabes lo que te haría. Ya sabes... —su voz estaba
llena de sugerencias y, para mi sorpresa, la comisura de sus labios se
levantó en una especie de sonrisa sádica. No se parecía en nada a Hayden,
era tan oscura y extraña que me tomó por sorpresa.
183
Instintivamente, intenté retroceder, pero su agarre era inquebrantable
y me mantuvo en el sitio con facilidad. Normalmente me habría vuelto loca
si esto me hubiera pasado con cualquier otra persona, pero no creo que
Hayden fuera plenamente consciente. Su ira y su amenaza no iban dirigidas
a mí. Este otro lado de él era solamente para Theo. Así que apoyé la frente
en su pecho, sintiendo los fuertes y rápidos latidos de su corazón, y rodeé
su cintura con los brazos, dándole un suave apretón.
Por favor, vuelve a mí, Hayden. Vuelve...
Ante mi pequeño abrazo, su cuerpo se estremeció y una de sus manos
subió para acariciarme suavemente la nuca. Escuché cómo inspiraba
profundamente, contenía el aire y lo soltaba en un largo silbido. Su otra
mano acarició suavemente mi espalda, recorriéndola de arriba abajo en
largos y perezosos círculos.
—Lárgate de aquí, Hebert —dijo por fin, sus palabras seguían siendo
fuertes y seguras, pero contenían mucha menos ira, lo que me tranquilizó.
Hayden había vuelto—. Y no vuelvas a acercarte a ella.
—Como si me importara una mierda, Mathers… —Theo puso los ojos
en blanco, se metió las manos en los bolsillos del pantalón y se alejó,
tratando por todos los medios de no parecer decepcionado o furioso por
cómo habían acabado las cosas. Hayden los observó alejarse, inmóvil, hasta
que doblaron la esquina del pasillo y desaparecieron de su vista. Solamente
entonces se inclinó para besarme en la coronilla y me soltó solamente para
tomarme la mano y tirar suavemente de ella, instándome a que lo
acompañara. Lo hice, sin importar perderme las clases. Ahora mismo
necesitaba paz. Necesitaba hablar con él a solas y no había forma de que
pudiera concentrarme en otra cosa. No después de todo aquello.
—¿Maddy?
Parpadeé, poniendo atención. Mis manos estaban acunadas en las de
Hayden, y su madre me estaba mirando desde el mostrador. Su llamada
telefónica ya habia terminado y la preocupación le dio una línea de
preocupación entre sus cejas.
—¿Quieres crema y azúcar en tu té? —me preguntó.
—Oh, eh, claro. Quiero decir, sí, por favor. —Parpadeé varias veces,
tratando desesperadamente de aclarar mi mente antes de concentrarme en
los ojos plateados frente a mí.
Mirar fijamente esas profundidades reflejadas me ayudó, y cuanto
más miraba, más fácil era respirar.
No fue hasta que colocaron frente a mí una humeante taza de té
caliente y un plato con seis galletas que me di cuenta de que su madre había
estado hablando y me sonrojé, avergonzada por mi grosería.
—... una mirada solamente asegurarnos de que no tienes ningún
hueso roto ni nada. ¿Te parece bien eso?
—¿Eh? —Miré a mi alrededor, confundida, y me encontré con su
inquisitiva mirada verde—. Lo lamento
—Dije que deberíamos revisarte mientras me cuentas tu versión de lo
que pasó. Hayden ya explicó su parte. Pero quiero asegurarme de que no
sufriste ninguna herida grave. Le dije a la señorita Ross que ta acompañaría
al consultorio del médico si eso te haría sentir más cómoda.
Maddy la paranoica...
—¡Estás paranoica! —Mi padre adoptivo se rio cuando rechacé el
refresco abierto que me ofreció. Normalmente no me permitían tenerlos.
222
Demasiada azúcar, dijo mi madre adoptiva—. Es solamente entre nosotros,
¿de acuerdo? ¡Disfrútala! —Nuevamente empujó la bebida en mi dirección.
Estaba sentada en el suelo de la sala, tratando de concentrarme en el Lego
que estaba construyendo... una casa.
—No quiero meterme en problemas… —murmuré, evitando su mirada,
rezando para que me dejara en paz. Había pasado más de una semana desde
la última vez que me visitó y sabía que era solamente cuestión de tiempo antes
de que volviera.
—No te meterás en problemas. Vive un poco. ¡Toma una bebida!
—No, gracias.
—Dije, toma la bebida, Maddy. —Su alegre actitud estaba cambiando.
Se estaba enojando. Odiaba eso. Me asustaba más que cuando hacia
enojar a mi madre adoptiva. Pero no quise tomar la bebida. No quería ser
mala. Y la última vez que tomé un trago de él, me enfermé... Muy enferma.
—Y-yo... —Comencé a torcer mis dedos, insegura, ahora entrando en
pánico cuando me encontraba atrapada en medio de un lugar difícil. ¿Qué
tengo que hacer? ¿Tomarlo y correr el riesgo de volver a enfermarse?
Posiblemente me atrape mi madre adoptiva y me castiguen. El cobertizo...
O...
Arriesgarme a hacer enojar a mi padre adoptivo. Y esa era una
posibilidad aterradora. Tomé la bebida, con cuidado de mantener los labios
cerrados mientras fingía tomar un trago. Él notó.
—Dije, ¡bébelo! —Siseó, mirando hacia la puerta trasera donde mi
madre adoptiva estaba descansando al sol—. ¡Deja de ser tan paranoica,
Maddy!
Con lágrimas en los ojos, tomé un pequeño sorbo, solamente para que
él se lanzara hacia adelante e inclinara la lata hacia atrás, forzando un gran
trago. Tosí y farfullé, pero él no lo permitió. Me obligó a tragar más, mientras
murmuraba:
—¡Después de todo lo que hago por ti! Yo te cuido, ¿no? ¡Yo soy
agradable! Soy un buen hombre, Maddy. ¡Tienes que ser más respetuoso!
¡Deja de ser una pequeña sanguijuela tan paranoica y quejosa!
Lo que fue peor... cuando terminé en emergencia temprano en la
mañana, mi cuerpecito maltratado y sangrando, el médico me tocó sin
permiso, haciendo que me doliera aún más, y me decían una y otra vez que
era una mentirosa, que yo era una niña compulsiva, mentirosa y paranoica
que inventaba historias desagradables sobre la amable pareja que la había
acogido.
223
—No, gracias —susurré, agachando la cabeza—. Preferiría no ir al
médico, por favor.
El rostro de Hayden se arrugó, como si pudiera ver la lucha
desapareciendo de mi rostro, como si todo lo que estaba sintiendo, lo
pudiera ver, claro como el día. Podía verlo todo ahí mismo, y lo estaba
matando el hecho de no poder salvarme de mi pasado.
—Toma un sorbo de tu té. Es arándano. Te prometo que calmará tus
nervios. —Mina tomó el otro asiento a mi lado y de mala gana me volví hacia
ella mientras le mostraba todas las marcas en mis piernas, en mis brazos,
contándole cómo estaba acorralada, atrapada, lo que había dicho Ayla, lo de
estar a punto de ahogarme, todo. Fue más fácil de lo que pensaba decírselo.
Aunque al principio había estado indecisa, nerviosa por cómo reaccionaría
ella. La sinceridad en su rostro, la forma en que siempre preguntaba antes
de palpar una lesión para verificar si había roturas, como ella decía, me dio
una sensación de seguridad de que no haría nada sin mi permiso.
Hayden había desaparecido brevemente durante mis explicaciones,
alejándose furioso como si estuviera furioso. Había visto la forma en que su
rostro se sonrojaba, cómo apretaba los puños mientras se alejaba pisando
fuerte. Preocupada por lo que haría, estaba a punto de seguirlo cuando Mina
me detuvo, sacudiendo la cabeza.
—No te preocupes por él, cariño. Solamente necesita un momento
para recomponerse. Así son los hombres. Les gusta ser nuestros protectores
y en el momento en que sienten que han fallado, debemos dejarles sacar ese
sentimiento para que todos podamos seguir adelante.
—Él no me falló —insistí—. Hayden me salvó.
—Lo sé. —La sonrisa de Mina era amable, suave, y tomó una de mis
manos entre las suyas mientras suspiraba y tomaba un sorbo de su propio
té. Había estado bebiendo la mía lentamente, amando el sabor, e incluso
había logrado terminarme dos de las galletas a pesar de que había estado
hablando casi sin parar durante los últimos diez minutos—. Pero los
hombres se toman esa responsabilidad muy en serio. Quieren protegernos
de los males del mundo, e incluso cuando están fuera de su control, les
cuesta dejarlo pasar. —Suspiró profundamente otra vez y no pude evitar
pensar en lo que Hayden me había dicho sobre ella. Ella tenía su propio
pasado complicado. Me imagino que ella había pasado por algo similar con
el señor Mathers.
—Queremos proteger a quienes amamos —continuó— pero es
inevitable que podamos protegerlos de cualquier daño. Así es la vida.
Necesitamos perdonarnos a nosotros mismos cuando sucede. Cargar con
ese tipo de culpa es injusto. Con suerte, Hayden aprenderá a ser más amable
consigo mismo. —Miró hacia el pasillo donde él había desaparecido, sus
pasos sonaron mientras subía las escaleras y pisoteaba.
224
—A mí también me gustaría —dije, mirando al techo.
Ella le dio un pequeño apretón a mi mano, seguido de una bonita
sonrisa, aparentemente apreciando mis palabras.
—Creo que debes seguir tus propios consejos —dijo.
—¿Eh?
—Maddy, todos debemos ser más amables con nosotros mismos. —
Agarró una de las galletas la mano libre, dándole un pequeño mordisco
mientras le sonreía a la nuca de Maverick. Estaba sentado frente al televisor,
viendo una película antigua sobre un ogro y un burro, riéndose con esa
dulce carcajada que tienen los pequeños—. Todos deben ser amables.
Porque nunca se sabe por lo que está pasando alguien. Podría ser el peor
día de sus vidas, y su amabilidad podría marcar la diferencia. Pero… —su
mirada volvió a mí— creo que a la gente le resulta más difícil ser amable
consigo misma. Las palabras que pensamos sobre nosotros mismos nunca
nos atreveremos a decirle a otro. Las palabras resuenan en nuestra mente
porque las dejamos. Nos abstenemos de ser felices, de disfrutar el ahora, lo
bueno. Me tomó mucho tiempo aprender esa lección.
Hayden eligió ese momento para bajar corriendo las escaleras y, para
mi sorpresa, tenía un cepillo en la mano y una banda elástica para el cabello,
ambos claramente de la habitación de su madre o de una de sus hermanas.
Mina se puso de pie y se dirigió a la despensa mientras empezaba a sacar
cosas del armario para empezar a preparar la cenar mientras Hayden
retomaba su asiento. Estaba a punto de girarme para mirarlo, pero él
sostuvo mi silla en su lugar e hizo un pequeño chasquido con la lengua.
—Quédate ahí —dijo mientras yo me sentaba derecha,
preguntándome qué diablos iba a hacer. Para mi sorpresa, empezó a peinar
mis largos y húmedos mechones, con cuidado de no engancharse. Nos
sentamos allí juntos, su madre moviéndose al fondo y Maverick
ocasionalmente nos llamaba para ver una escena que disfrutaba
particularmente sobre el pequeño y loco antagonista de su película que
estaba decidido a ser el rey.
Los dedos de Hayden se movieron a través de mi cabello, tejiendo
secciones hasta que comenzó a hacer una trenza francesa, tomándome
completamente desprevenida. Pero su toque fue ligero como una pluma y
cuidadosamente entrelazó las secciones de mi espalda, atándolas con la
banda elástica. Sentí su obra, sorprendida, y me volví hacia él maravillada.
Él simplemente sonrió y le guiñó un ojo.
—Al crecer con dos hermanas pequeñas, aprendes a peinar.
225
Capítulo Dieciséis
228
Tenía que ser él. El hombre que era responsable de... de...
Tío Storm, Gavin... Cartier... Shay O'Hare, mi padre.
No podía olvidar la pelea en la que me encontré entre mi madre y mi
abuelo. Entre ellos, y todo lo que papá me había dicho, había reconstruido
lo suficiente por mi cuenta para darme cuenta de que este tipo, el que estaba
sentado con tres niñas pequeñas y les permitía trenzar su propio cabello
mientras miraba a su mujer hablar con mi tía, él era la razón detrás de tanta
mierda en el pasado que ha perseguido a nuestra familia.
Sé lo que me habría hecho para llegar hasta Shay.
¡Tuve que vivir bajo el control de ese hombre durante meses! Ese
monstruo psicótico...
¡Mató a todos los demás! ¡Tu hijo menor lleva el nombre de su otro 264
abuelo! ¡Y ya no está aquí! ¿Por qué es eso? ¿Quién mató a Maverick, Mina?
Vi a ese hombre matar a todo el MC de Black Spades. ¿Y sabes qué?
Se reía mientras lo hacía.
Las palabras de mi madre y el abuelo J resonaron en mi cabeza una
y otra vez. Este era el hombre del que mi madre tuvo que huir, del que otros
hablaban con miedo y rabia. Mi padre biológico pudo haber sido la mano
derecha por un corto tiempo, pero este tipo fue el que estuvo al lado de
Cartier durante el momento en que toda mi familia se desmoronó. Vi como
su esposa y mi tía Casey paseaban hacia donde estaba sentado, como si
estuvieran controlando cómo estaban él y las gemelas. El hecho de que este
tipo tuviera una familia era muy inquietante. ¿Se sentía realmente segura
su esposa? La vi inclinarse para darle un beso y sacudir la cabeza,
preguntándome qué diablos había pasado para hacerle creer que él era
alguien en quien se podía confiar tanto que estaría dispuesta a tener hijos
con él.
Maddy tirando de mi mano me distrajo de mis pensamientos en
espiral y traté de concentrarme en el presente. Ella nunca antes había
estado en una Fun House y quería que disfrutara de la experiencia, incluso
si éramos un poco mayores. Sin embargo, cuando me volví a mirar por
encima del hombro, el hombre estaba mirando en mi dirección. Sus ojos
oscuros estaban prácticamente ocultos debajo de sus cejas entrecerradas,
como si estuviera entrecerrando los ojos para verme mejor. Estaba a punto
de darle la espalda cuando un grupo a unos tres metros de él salió de la
atracción Haunted Mansion12, el cabello azul de Theo Hebert resaltaba por
encima de todo, y me distraje de inmediato.
Theo, Spencer, Jace y todos esos imbéciles se reían, se empujaban
unos a otros, sus palabras estaban demasiado lejos para que yo pudiera
escucharlas por encima de la música del recinto. Noté que ninguna de las
cuatro perras del ataque en el baño estaba con ellos, pero sí todos sus fieles
seguidores. Las chicas se estaban aprovechando de la ausencia de su líder,
buscando la atención de los chicos ahora que no tenían a nadie obligándolas
a obedecer.
Ovejas.
La mirada de Theo captó la mía entonces, ambos ahora
completamente conscientes el uno del otro, todos los demás desapareciendo
en el fondo. Pude leer todo el odio, la furia, la sed de sangre en su rostro
mientras me contemplaba. El sentimiento era mutuo, pero no fui yo quien
inició nuestra rivalidad. Todo lo que había obtenido era justicia por todos
los años de tormento que había sufrido en sus manos. Todo sin ninguna
razón que se me ocurriera. Así que su necesidad de “vengarse" de mí por mi
represalia era absurda, estúpida...
Le levante el dedo medio cuando no apartó la mirada y me volví hacia
Maddy, pero no antes de verlo girar rápidamente hacia Spencer y los demás 265
para susurrarles veneno al oído. Pagué nuestros boletos y seguí a Maddy al
interior, volviéndome una vez para ver a los chicos hablando juntos, las
chicas habían deambulado cerca para ver algún juego de pesca. Esa bestia
de hombre estaba sentada sola ahora, la tía Casey y su amiga habían llevado
a las niñas a probar algunos de los otros juegos, pero su mirada oscura se
había desplazado de mí al grupo de imbéciles, como si pudiera escuchar
todo lo que decían.
Dijeran lo que dijeran, independientemente de si estaba de acuerdo o
no, o si le importaba, simplemente se movió en su asiento, metiendo ese
largo cabello gris detrás de su oreja, girándose para mirar a su familia.
—¿Hayden? ¡Hayden!
Así es. Maddy. Necesitaba concentrarme. Aparté mis ojos de Theo para
encontrar a mi chica sonriéndome mientras nos señalaba para enfrentar
nuestro primer obstáculo de la casa... un cilindro giratorio por el que
teníamos que atravesar. Maddy se rio mientras avanzaba a trompicones,
tratando con todas sus fuerzas de mantener el equilibrio, y no pude evitar
soltar ese resentimiento que se había avivado en mi pecho al ver a Theo, y
reírme mientras ella caía, el cilindro la llevaba hacia arriba un poco antes
274
Capítulo Diecinueve
14Quién en inglés es Who. Que suena algo como ¨ju¨ y al decirlo seguido pareciera el
sonido de un búho.
—Adelante.
La abrí y, al entrar, vi a la señorita Ross sentada detrás de su
escritorio y a Saanvi sentada en una de las sillas frente a ella. Ambas me
sonrieron, como si se alegraran de verme y no quisieran aparentar.
—Hola —dije, sentándome en una de las sillas extra—. Hagamos esto.
¿Hay algo de lo que quieras hablar, Saanvi? —pregunté, pensando de nuevo
en Ayla. Iba a ceñirme a mi historia de que había sido yo quien había
luchado contra ella, en lugar de Hayden. De ninguna puta manera iba a
dejar que él cargara con la culpa cuando me salvó.
Debería haberme dado cuenta antes. Debería haber reconocido la
tensión en las comisuras de sus ojos en cuanto entré aquí, pero
probablemente estaba sentada en una nubecilla tan feliz por el rumbo que
había tomado mi vida que no me di cuenta. Es decir, hasta que el silencio
que siguió a mi declaración pareció flexionarse como una nube venenosa en
la habitación, palpitando peligrosamente. Capté la expresión de la señorita
Ross cuando sus ojos se desviaron en dirección a Saanvi desde detrás de
sus lentes, su sonrisa se desvaneció mientras apretaba los labios con fuerza,
con las manos tan apretadas sobre el escritorio que se estaban volviendo
blancas. Miré a Saanvi, con el miedo en el estómago y todos mis instintos
gritándome que aquello no era bueno. Dijera lo que dijera, no era nada
bueno. 310
Prepárate, Maddy...
—¿Qué? —susurré, mirándola fijamente mientras se movía en su silla
para mirarme mejor. Por un momento, pareció que iba a extender la mano
para ponerla sobre mi rodilla, pero se lo pensó mejor en el último momento
y en su lugar aferró la carpeta que tenía en las manos.
—Maddy... Lo siento, cariño...
—¿Qué es? ¿Qué?
—Tu madre falleció ayer.
Zumbidos. Podía sentirlo en los oídos antes de que cambiara a una
extraña especie de vacío adormecedor, como si estuviera sumergida. Estaba
bajo el agua, sin nada a mi alrededor, sin aire, sin sonido. Solamente la
presión que me empujaba desde todos los lados.
—¿Q-qué? —Creo que eso fue lo que dije. Era vagamente consciente
de que había hablado, pero sinceramente no lo recuerdo.
—Tu madre tuvo un accidente en el hospital —explicó Saanvi, con un
tono pesado, lúgubre, como diciéndome que esto era realmente doloroso
para ella—. La encontraron en su habitación.
Tu madre falleció... un accidente... encontrada en su habitación...
—¿Un accidente? —Dije, mi voz quebrándose en la palabra—. ¿Qué
significa eso?
Saanvi se lamió los labios, parecía que estaba deliberando mientras
dudaba antes de continuar:
—Se cree que se quitó la vida.
Entumecida.
Jodidamente entumecida.
Sacudí la cabeza, ignorando cómo me latían los oídos por una presión
desconocida que me atenazaba el cráneo, amenazando con rompérmelo.
—No, eso es imposible. Si estuviera en un centro para gente... gente
como ella... entonces no habría forma de que hubiera hecho... —me detuve,
incapaz de decirlo—. No podría haberlo hecho.
Saanvi se inclinó un poco más hacia mí, como si quisiera
desesperadamente decir lo correcto para que yo no me cayera al fondo.
—Ella tenía una pluma...
—¿Cómo consiguió una pluma?
Cuando Saanvi sacudió con la cabeza, me enfadé y me puse en pie de
un salto. 311
—No. Nada de excusas. Dímelo. ¿Cómo coño ha conseguido una
pluma? ¿Cómo? ¿Estás diciendo que mi madre está muerta porque alguien
fue negligente?
—Maddy...
—¡No, dímelo! ¡Quiero saber la verdad! ¡Porque no creo ni por un
segundo que mi madre se hiciera daño! ¡No puede ser! ¡Nunca intentó
quitarse la vida! ¡Nunca!
—Maddy, a veces la gente solamente...
—¡No! No, ella no pudo...
—Lo siento mucho, Maddy,
Aspiré una y otra vez, deseando poder largarme de aquí. Esta
habitación era demasiado pequeña. Demasiado pequeña. Pude oír a la
señorita Ross decir algo sobre llamar a alguien, llamar a la señora Mathers
o algo así, creo, pero sonaba muy lejos.
Un accidente... una pluma... encontrada en su habitación... se quitó la
vida... Lo siento mucho, Maddy... Lo siento mucho, Maddy...
—¡Tengo que irme! —Se me quebró la voz y ni siquiera esperé a que
dijeran nada más. Abrí la puerta de un tirón y salí corriendo escaleras
arriba, donde recogí mis cosas. Las otras chicas no estaban, seguramente
estaban estudiando fuera, así que no tenía a nadie que me bombardeara
con preguntas que no quería responder. Volví a meter toda mi ropa en la
bolsa de basura, junto con Fuzzy y mi elefante, tomé mi mochila y bajé
rápidamente las escaleras.
—¡Maddy! ¿A dónde vas? —La voz llena de lágrimas de la señorita
Ross llamó desde el final del pasillo.
—¡Yo solamente... me voy! Me voy! —grité, atravesando la puerta
principal.
—¡Maddy, para! —La voz de Saanvi fue lo último que oí antes de salir
corriendo.
316
Capítulo Veintidós
Fue Theo. No tenía ninguna duda. Theo había ido a ver a su padre y
ese maldito imbécil de mierda le había hecho algo a la madre de Maddy.
Durante todo el viernes y la mayor parte del sábado, me pasé el tiempo
sosteniéndola, abrazándola, llevándole comidas que preparaba mamá y
haciendo todo lo posible por distraerla de su dolor. Vimos películas, una de
ellas la célebre Jaws, de la que ella no había oído hablar y que ahora
declaraba haberle provocado un miedo irreal a cualquier agua profunda,
afirmando que nunca había puesto un pie en lo más hondo de una piscina,
y mucho menos en el océano.
También la ayudé a estudiar para su examen final del lunes. Como
ella tenía Inglés y yo Estudios Sociales, no nos examinaríamos el mismo día.
El mío sería el miércoles, así que me centré más en lo que necesitaría para
aprobar. Era un examen escrito, una redacción, y el tema sería uno de los
que les soltarían a los alumnos nada más entrar en el gimnasio. Pero por
317
suerte para nosotros, nuestros profesores solían prepararnos con al menos
tres opciones de posibles para el tema que podíamos preparar. Eso es lo que
me pasó a mí en invierno cuando hice el mío, y el suyo había hecho lo
mismo. Así que revisé las opciones y nos pusimos manos a la obra.
Creo que fue una buena distracción para ella, y pude ver lo motivada
que estaba para dejar esto atrás, que dejó a un lado su dolor, aunque por
intervalos temporales, pero reunió la fuerza que yo sabía que tenía en ella
para superarlo y poder terminar esto.
Mi madre había preparado la única habitación de invitados que
teníamos para Maddy, que estaba en la planta principal, y aunque ella la
utilizaba para cambiarse o para fingir que se iba a dormir, yo siempre bajaba
a hurtadillas en mitad de la noche para unirme a ella. Me metía en la cama
bajo las sábanas, la rodeaba por el medio con los brazos y tiraba de ella
hacia mí, abrazándola mientras me daba un besito en el cuello o en la
clavícula, en cualquier parte que alcanzara, rompiéndome el puto corazón
en el proceso, antes de volver a dormirse.
Quería protegerla y siento que fallé.
Todo lo que quería era encontrar a Theo y matarlo.
—Tienes que calmarte, chico —dijo papá mientras yo me enfurecía en
el garaje. Maddy estaba dentro, echándose una siesta en mi habitación
después de un par de horas extenuantes practicando para su redacción y
ataques de llanto inconsolable. Cada lágrima que derramaba, cada sollozo,
iba directo a mi puto corazón y yo solamente quería justicia. Quería
encontrar a Theo y hacerlo confesar...
Mi mente vagaba por territorios más oscuros mientras destellos de
imágenes de lo que le haría parpadeaban como una vieja película en mi
cabeza. Toda la sangre, los gritos, el dolor... Pensé que me tranquilizaría
pensar en todo lo que le haría, pero en lugar de eso, solamente hizo que mi
rabia ardiera aún más.
—Sé que hizo que su padre organizara algo. ¡Él ha amenazado a su
madre antes! Es lo único que tiene sentido.
—Los accidentes ocurren —dijo mi padre desde el taburete en el que
estaba sentado, tan cansado como yo. El abuelo J estaba a su lado, dando
sorbos a una cerveza, con la mirada perdida en sus pensamientos mientras
escuchaba todo lo que yo tenía que decir sobre Theo y lo que había pasado
con la madre de Maddy—. No hay pruebas de que nadie hiciera nada...
—¡Lo hizo, papá! Sé que lo hizo, joder. —Me pasé las manos por el
cabello, muerto de frustración. Quería subirme a mi moto ahora mismo e ir
a la caza del hombre, rastrear a Theo y quemarlo.
—¿Qué te parece, James? —Se volvió hacia el abuelo, que apenas se
había movido en todo el tiempo que habíamos estado sentados en el garaje
318
hablando—. ¿Alguna posibilidad de ejercer algún poder para mirar las
imágenes de seguridad?
Pero el abuelo J negó incluso antes de que papá terminara de hablar.
—Por desgracia, no tengo autoridad para exigir algo así. Quiero decir,
podría hacerlo al estilo de la vieja escuela, pero todos sabemos que The Lost
Souls volviéndose de esa manera solamente causaría problemas.
—Nadie tiene por qué saberlo —dije desesperado, deseando que mi
abuelo se convirtiera por esta vez en ese viejo malote que solía ser en su
juventud.
Su mirada oscura se clavó en la mía, como si lo que le había dicho le
hubiera molestado mucho.
—Me niego a volver a esa vida, Hayden. Ni siquiera por esto. Lo siento,
chico.
Quería sacudirlo, a mi abuelo al que quería tanto, joder, que me
encontré deseando golpearlo en mi frustración.
—Escucha, Hayden —dijo en esa forma ronca suya— siento lo que les
ha pasado a tu chica y a su madre. Es jodidamente horrible y deseo
absolutamente ayudar, pero no tomaré ese camino. Me he esforzado mucho
por ser una persona honrada porque tengo un montón de mierda que
enmendar. —Su voz se quebró un poco al decir eso, y su barbilla canosa y
bigotuda tembló ligeramente. Papá se acercó y le agarró el hombro, dándole
un apretón—. No puedo, chico. Por favor, no me pidas eso —dijo al fin,
sonando tan cansado como todos nosotros.
Me sentí como una mierda por ello, aunque seguía deseando que lo
reconsiderara. Viendo al abuelo así, parecía que llevaba una carga tan
pesada sobre los hombros, como un recordatorio constante de sus errores.
Y yo le pedía que abriera ese equipaje y lo sacara de nuevo.
Aspiré profundamente por la nariz, mordiéndome el labio mientras me
obligaba a calmarme y entrar en razón. Ahora estaba enfadado. Enfadado.
Quería justicia para mi chica, y la forma más rápida que sentía era a través
del abuelo J. Pero él tenía razón. Lo que pedía no era justo, ni moral.
Arrastrando los pies hasta donde él estaba sentado, extendí la mano
y apoyé el brazo sobre su otro hombro, murmurando cerca de su oído:
—Lo siento, abuelo.
Levantó una mano, me dio unas palmaditas en el brazo y me dedicó
una sonrisa temblorosa.
—No pasa nada, Hayden. Lo entiendo, créeme, de verdad. Pero no es
la manera.
Así es, estábamos tomando la sartén por el mango, y eso me estaba
amargando. 319
—¿Y ahora qué hacemos? —pregunté, mirando de él a mi padre y
viceversa.
—Creo que tienes que mantener las distancias con Theo y sus amigos
—dijo papá despacio, con su aguda mirada azul cristalina fija en nada en
particular—. Eso es obvio. Por suerte, las clases prácticamente han
terminado, salvo unos cuantos exámenes finales más, ¿no?
—Sí, el último es el miércoles.
—Luego es tu cumpleaños el sábado. Después de eso, tienes la
graduación después de la segunda semana de junio, justo después de tu
proyecto de fotografía para la obra de la escuela. Y ya está. —Papá miró al
abuelo, que parecía cada vez más perturbado por todo mientras
hablábamos—. Así que es solamente un corto espacio de tiempo mientras te
ves obligado a estar cerca de él. Mientras tanto, ¿pueden The Lost Souls
hablar con la policía local sobre algo de seguridad?
El abuelo asintió, aunque a medias. También parecía dispuesto a
dormir.
—Ya he hablado con ellos sobre algunas preocupaciones que tengo
por mi familia. He ordenado que mejoren el sistema de seguridad. Así que si
esta semana aparecen un montón de tipos con trajes de trabajo, no los
asustes. Tienen un trabajo que hacer.
Papá se rio un poco.
—Te lo agradezco. Pero, ¿y tú?
—¿Yo qué?
—¿Qué medidas estás tomando para protegerte?
La expresión del abuelo J era casi cómica. Nunca lo había visto tan
ofendido.
—¿De verdad crees que tengo miedo de un adolescente aspirante a
gángster? El pequeño delincuente puede intentar joderme, pero en el
momento en que lo haga, tendré todos los derechos para actuar como un
verdadero MC prez y destruir esa mierda.
Aunque papá se estaba riendo, se inclinó hacia él, obligando al abuelo
a mirarlo.
—Sabes muy bien que no estoy hablando de los niños. Si alguien está
detrás de esto, es Daniel Hebert. Siendo ese el caso, el bastardo se está
volviendo tan desquiciado por el poder como su hijo. Habrá que ocuparse de
él como hicimos con Cartier.
El abuelo suspiró pesadamente, su mirada oscura se dirigió hacia el
techo, como si esto no fuera lo que quería oír.
—Lo sé. Juro por Dios, que he tratado con suficientes cabezas 320
calientes en mi vida que creo que quiero dejarlo.
Esto me sorprendió. Toda su vida parecía estar centrada en dos cosas.
Nuestra familia y el club. La idea de que mi abuelo no formara parte de The
Lost Souls MC era difícil de imaginar, y creo que se arrepentiría de haberlo
dejado. Era motero hasta la médula, y el abuelo J nunca se rendía tan
fácilmente. Había hecho tanto por Ashland y los pueblos y ciudades de los
alrededores, había perdido a tanta gente buena por el camino, todo ello como
sacrificio por un bien mayor. Nunca se rindió. Trabajó más allá de todo,
convirtiéndose en una figura admirada aquí. Y ahora, parecía que lo único
que quería era acurrucarse y marcharse. ¿Qué estaba pasando?
—Abuelo —susurré— tienes que dejar esa mierda. —Su rostro se giró
hacia la mía al oír eso, con las cejas grises levantadas en señal de sorpresa.
Y continué—: Sé que has hecho cosas de mierda. Lo sé... pero sé que ya no
eres esa persona. —Pensé en lo que le había dicho mamá, sobre que no era
un monstruo—. Tienes que perdonarte a ti mismo en algún momento.
—Eso es lo que te he estado diciendo, James —dijo papá—. Has hecho
más que suficiente...
—No. No he pagado por lo que...
—No sé qué más podrías hacer. Te hemos perdonado. Ella te ha
perdonado.
—Pero aún no me he perdonado. —El abuelo sacudió la cabeza y se
puso en pie, nuestras manos se deslizaron lejos de su corte de cuero
mientras dejaba la cerveza en el suelo y salía al césped por la puerta abierta
del garaje. Era el crepúsculo, el cielo iba cambiando lentamente de rosas y
naranjas a púrpuras y azules oscuros. Las luciérnagas flotaban entre los
arbustos que rodeaban el jardín y, en la lejanía del bosque, oía el canto de
un búho—. Intentaré pensar en qué más puedo hacer para ayudar a la
madre de Maddy, pero ahora mismo tengo la mente hecha un lío.
—¿No te vas a quedar a cenar? —preguntó papá, con las cejas
fruncidas por la preocupación.
—No. Me voy a casa a pasar la noche. Hasta luego. —Se dio la vuelta,
bajando por el camino pedregoso hasta donde estaba su gran Harley negra,
se subió y desapareció en la oscuridad.
—¿Qué le pasa? —le pregunté.
Papá se limitó a negar.
—Siempre ha sido duro consigo mismo por el pasado. A algunas
personas les cuesta desprenderse, y él lleva la culpa como una soga al
cuello, cargando con su peso. Siempre lo ha disimulado muy bien con
ustedes, pero tú te estás haciendo mayor, Hayden, y creo que se preocupa.
—¿Preocuparse por qué? 321
Papá vaciló, pensándoselo mientras se recostaba contra la encimera
de madera y su taburete se inclinaba precariamente sobre sus patas.
—Ha visto por lo que has pasado estos dos últimos años. El acoso, la
soledad. Creo que le asusta.
Manic... el hombre que era Shay O'Hare predominaba en mi mente
ante ese pensamiento. ¿Cuánto he estado asustando a mi familia durante
años sin darme cuenta?
Supongo que la culpa se me leía en el rostro, porque papá intervino
rápidamente:
—No es nada que hayas hecho, chico. Que lo sepas. Todo es culpa
suya. Le preocupa que sigas el camino de tu padre. Pero yo sigo diciéndole
que no eres la misma persona que él. Eres tú mismo. —Extendió la mano y
me dio un apretón en el hombro, como había hecho con el abuelo—. No
quiero mentirte, Hayden. No lo haré. Todos llevamos algo con nosotros, y la
responsabilidad de cómo lo afrontamos recae enteramente sobre nuestros
hombros, así que no te preocupes por el abuelo. Él sabe que no eres él, ¿me
entiendes?
Asentí, intentando no sentirme mal por mis acciones, por haber
caminado como un Manic en miniatura durante tantos años. Tenía que
recordarme a mí mismo que él me mantuvo a salvo durante tanto tiempo.
Que él era la razón por la que había llegado tan lejos. Ahora lo estaba
dejando ir, avanzando de manera diferente en esta nueva fase de mi vida, y
sabía que mi familia podía verlo.
—Lo entiendo —dije finalmente, justo cuando la luz de mi habitación
brillaba por la ventana circular sobre el césped.
—Parece que Maddy está despierta. ¿Qué tal si vas a verla mientras
ayudo a tu mamá a terminar con la cena, sí?
Cuando la encontré, Maddy estaba sentada en el borde de mi cama,
con aspecto cansado, los ojos un poco hinchados, todavía, pero no lloraba,
al menos. No la culparía si lo estuviera. Si alguien me dijera que a mi madre
la habían encontrado como a la suya, bueno... no creo que fuera capaz de
afrontarlo como lo ha hecho Maddy. Se estaba presionando a sí misma para
prepararse para los finales, repitiéndose una y otra vez que necesitaba
hacerlo, que quería dejar esto atrás para poder centrarse en su futuro.
Nuestro futuro. Así que estaba haciendo todo lo que podía para ayudarla
con eso.
Lo único que deseaba que hiciera más era comer.
Mi madre trajo ayer el almuerzo y la cena, que quedaron sin tocar, y
esta mañana ignoró el desayuno. En la comida, Maddy mordisqueó un poco
el sandwich, pero ignoró las papas fritas y las fresas picadas. Yo olía a
espaguetis con albóndigas desde el piso de abajo, y sabía que ella también
lo notaba, porque le gruñía el estómago mientras aspiraba larga y
322
profundamente.
—¿Por qué no bajamos? —le pregunté, agachándome sobre mis
piernas ante ella.
—No sé... —murmuró, como perdida. Incapaz de contenerme, rodeé
su cintura con los brazos y apreté el rostro contra su estómago,
abrazándola, deseando poder mejorar las cosas. Pero no podía. Y eso me
destrozaba por dentro. Sentí sus dedos pasar por mi cabello, como si me
consolara.
—Vamos, Maddy. Creo que necesitas moverte un poco. Y la pasta y el
pan de ajo de mamá están increíbles.
—En realidad no tengo hambre...
—Tienes que comer algo. Si no bajas, te subiré algo, pero de cualquier
forma, comerás algo, ¿entiendes? —No quería parecer tan dominante, pero
no iba a dejar que se muriera de hambre. Si tenía que imponer la ley,
ponerme firme con ella, lo haría. Para mi alivio, cuando me aparté un poco
para verle el rostro, asintió derrotada, pero se quedó donde estaba—. Iré a
buscar algo para subir aquí —prometí—. Vuelvo enseguida.
Maddy se había comido toda la comida que le llevé anoche y, tras
convencerla un poco, se unió a mi familia en el piso de abajo para ver una
película. La metí en mi regazo en una de las tumbonas y nos tapé con una
manta mientras mis hermanas tomaban una colcha grande y almohadas
para hacer una especie de nido cómodo en el suelo delante de la televisión.
Maverick ya estaba en la cama cuando mamá y papá se acomodaron en el
sofá, habiendo repartido algunos sándwiches para todos y empezando la
película. Hacía mucho tiempo que no me unía a ellos en una velada así, y
creo que lo necesitaba. Por la forma en que los músculos de Maddy se
relajaban contra mí, acurrucándose mientras apoyaba la cabeza en mi
pecho, me di cuenta de que ella también lo necesitaba. Durante la hora y
pico siguiente, pudo descansar la mente, distraída con la historia en
pantalla, disfrutando de un respiro de su dolor.
Nunca había perdido a alguien de la forma en que ella acababa de
hacerlo. Todos mis seres queridos seguían vivos. De hecho, mis hermanas y
yo nos libramos de este tipo de cosas. Mis dos padres sufrieron una pérdida
en su infancia. La madre de mi padre había muerto de una sobredosis. Él
se había tropezado con la habitación en la que ella había tenido la sobredosis
323
y se había quedado a solas con ella durante horas antes de que su padre
volviera por fin a casa. Años más tarde, Maverick Mathers padre había sido
asesinado en la masacre del muelle de noviembre, en un intento de salvar a
unas jóvenes que habían sido capturadas para traficar con ellas, junto con
la tía Casey y mis tíos. Mi madre también había perdido a su padre a una
edad temprana, y la abuela Emily... bueno, todo lo que me dijeron fue que
había sido atacada y asesinada en su casa, como resultado del poder que
Elias Cartier había tenido sobre The Celtic Beasts, mi padre y mi abuelo.
Maddy era como ellos. Había sufrido tantas pérdidas a una edad tan
temprana y, sin embargo, allí estaba, acurrucada en mis brazos sorbiendo
su chocolate caliente y sus malvaviscos, disfrutando del momento. Cuando
terminó la película y la acompañé a su habitación con el pretexto de darle
las buenas noches, iba a colarme aquí una vez que todos los demás en la
casa se hubieran instalado, no pude evitar admirar su fortaleza.
—¿Qué miras? —preguntó, acercándose a la cama donde mi madre le
había dejado un cepillo de cabello de repuesto y se lo pasó por los largos
mechones. Supongo que me había quedado mirando, pero... ¿cómo no?
—Debería pensar que era obvio —le dije, entrando en la habitación
mientras por encima de mi cabeza, los suaves pasos de mis hermanas
moviéndose por ahí retumbaban a lo largo del pasillo, hacia y desde el
lavabo.
Maddy hizo una mueca, tensa y triste, como si estuviera preocupada.
—Lo siento, Hayden.
¿Qué carajo?
—¿Por qué? —pregunté, completamente desconcertado.
Maddy se recogió el cabello detrás de las orejas, dejó el cepillo y se
acercó a mí, tomando mis manos entre las suyas.
—Siento haber sido, bueno, una carga.
¿Cómo dice? pensé. Pero me sorprendió tanto que pensara que era
algo así que me quedé literalmente sin habla.
—Has sido tan increíble ayudándome estos últimos días, y lo siento
mucho por...
—Maddy, Maddy, Maddy... —Agité la mano, sacudiendo la cabeza
cuando me di cuenta de lo que estaba diciendo. De ninguna manera, a la
mierda—. Maddy, eres cualquier cosa menos una carga.
—Pero, yo...
—No. Para. Para. Quiero que tomes ese pensamiento que te está
diciendo que no mereces que te cuiden, que no vales la pena, y le digas que
se calle de una puta vez. ¿Me entiendes? 324
—Yo solamente...
—¡No, Maddy! Mira. —Solté sus manos para poder agarrarla por los
hombros, queriendo que me oyera—. Nunca te disculpes por sentir dolor.
Nunca te disculpas por necesitarme. ¿Esto? —Dije, dándole una pequeña
sacudida—. ¿Entre tú y yo? Esto es lo que haces por tu persona, por quien
amas. Algunos días pones más de tu parte que la del otro porque te
necesitan. Y estoy seguro de que un día yo también te necesitaré. Así son
las cosas. Y lo que realmente me molesta de todo esto, es que pienses que
tu dolor es algo que lamentar. No tienes nada que lamentar. Nada.
¿Entiendes?
La brillante mirada gris verdosa de Maddy prácticamente centelleaba
a la luz de la lámpara, sus labios temblaban mientras yo hablaba, como si
no se atreviera a creerlo. No iba a permitir que pensara otra cosa.
—Tú, Madeline King, eres increíblemente fuerte, y todo lo que he
sentido no es más que admiración por ti. Porque te han repartido una mala
mano una y otra vez, y sigues aquí de pie, como una maldita guerrera.
¿Cómo podría sentir otra cosa que orgullo y amor por alguien así?
—¿Me amas? —susurró ella, incrédula.
Sonreí ante la duda en su voz. Llevé la mano al metal de mi cuello y
tiré de la superficie lisa de las placas de identificación, caliente por el calor
de mi cuerpo. Siguió mirando, con la boca ligeramente abierta, mientras yo
enganchaba con cuidado las placas alrededor de su cuello, levantándole el
cabello para que la cadena pudiera apoyarse en su piel. Tocó el metal: el
nombre, Shay O'Hare, 26.03.1997, seguido de unas coordenadas apenas
visibles a la cálida luz. El segundo juego de placas de identificación contenía
el nombre de mi madre, su fecha de nacimiento y las mismas coordenadas.
Las estudió detenidamente antes de levantar su mirada brillante y
deslumbrante hacia la mía.
—Las he llevado durante años —le dije—. Pertenecieron a mi padre
biológico. Las llevó hasta el día de su muerte.
—Hayden... —susurró, mirándome con preocupación. Cuando se
movió como si estuviera a punto de quitárselas, la detuve, tomándole las
manos una vez más.
—Maddy, te las doy porque quiero que recuerdes que importas, joder.
Me importas. No escuches esas voces en tu cabeza que te dicen lo contrario.
Sé que te han hecho daño muchas veces aquellos que se suponía que te
querían y te protegían por encima de todo. Te decepcionaron, pero yo no
haría eso. Nunca lo haré.
Durante un largo minuto, se quedó mirando fijamente, y me preocupé
por si la había asustado. Cuanto más tiempo pasaba sin que dijera una
palabra, más nervioso me ponía, pero como siempre decía mi padre, la
paciencia es la clave. 325
—¿Me amas? —volvió a preguntar, como si aún le costara hacerse a
la idea.
Acaricié su mejilla con la mano y le sonreí mientras el corazón me
latía con fuerza en el pecho.
—¿Cómo podría no hacerlo? Quiero decir... ¿no es obvio? —Una
pequeña lágrima se deslizó desde el rabillo de su ojo hasta la palma de mi
mano. Esta chica me mataba—. A veces, no se trata de conocer a alguien,
sino de sentirlo... sentir esa conexión de que algo, lo que sea que sintamos
entre nosotros, está bien. Yo lo siento, y creo que tú también. Eres mi
persona, Madeline King.
Una lenta sonrisa se dibujó en su hermosa boca, sus labios rosados
se abrieron de par en par al oír mis palabras, como si acabara de encender
de nuevo su fuego.
—Y tú eres mi persona, Hayden Mathers.
Capítulo Veintitrés
¿Qué demonios?
Parpadeé, pero algo pegajoso mantenía cerrado mi ojo derecho, como
si lo hubieran pegado con pegamento. Qué raro. La cabeza me dolía de la
peor manera, como un dolor de cabeza que amenazaba con desgarrarme el
cráneo. Cuando intenté levantar la mano para palparlo, se me enganchó el
brazo, como si estuviera atado, como si alguien me lo hubiera atado a la
espalda. ¿Estaba atado? ¿Qué demonios?
No sé qué demonios había pasado. Recuerdo que fui a la ferretería a
comprar aceite de motor para papá. Tomé varios envases, pagué, los metí
en la mochila y salí a había estacionado la moto junto al edificio. Entonces...
Me agarraron.
Detrás de mí, cuando estaba de espaldas al contenedor y al pequeño
estacionamiento cubierto por árboles crecidos, recibí un golpe repentino en
349
la nuca. No me desmayé, pero recuerdo que tropecé con fuerza, caí hacia
delante sobre la bicicleta y el dolor que me atenazaba el cerebro me hizo
sentir como si fuera a desmayarme. Me levanté a trompicones y me giré para
defenderme, pero veía borroso, como si los ojos aún me traquetearan en el
cráneo. Me golpearon de nuevo, pero esta vez de lado.
Caí al suelo, escupiendo y con arcadas como si fuera a vomitar de
verdad. Oía voces en lo alto, sentí que me arrancaban la mochila de la
espalda antes de que alguien me agarrara por la espalda de la chaqueta y
me arrastrara. Parpadeé con fuerza, intentando ver algo, pero todo lo que
recuerdo era blanco, el sonido de una puerta deslizándose sobre la
barandilla y luego la vibración bajo mi cuerpo antes de sucumbir a la
somnolencia abrumadora que se apoderó de mí.
Ahora, al sentir que volvía en mí, me di cuenta de que era porque ese
malestar abrumador estaba aumentando rápidamente, y rápidamente giré
la cabeza hacia un lado mientras tenía arcadas, vaciando el estómago.
—Bien, está despierto. —La voz sonaba como si estuviera montando
una ola, flotando dentro y fuera mientras me sacudía, tratando de
espabilarme—. Siéntalo.
Un par de manos me agarraron por detrás de la chaqueta y tiraron de
mí hacia arriba. Me tambaleé, el mareo me hizo sentir como si el mundo se
inclinara de lado, antes de verme obligado a arrodillarme. El suelo estaba
frío, pero era blando, y me di cuenta de que estaba arrodillado sobre hierba.
—Haaaaaay-dennnnn... —cantó alguien, alguien cuya voz conocía
muy bien, y yo hice una mueca de desprecio. El hijo de puta. Por supuesto,
era él.
Parpadeé de nuevo, mi visión se aclaraba cada vez más a medida que
pasaba el tiempo, y levanté la vista para ver a Theo de pie unos metros
delante de mí, sonriendo como si todos sus sueños estuvieran a punto de
hacerse realidad.
Estábamos... espera, ¿dónde coño estábamos?
Aparté la mirada de él, intentando comprender mi situación a pesar
de que ya me sentía al borde de la muerte. Creo que mi cabeza estaba a
punto de explotar.
Estaba oscuro. De noche. Huh, la última vez que lo recordé era
temprano por la tarde.
¿De verdad había estado inconciente tanto tiempo? Joder... Hice una
mueca mientras me movía, intentando comprender mi situación. Era de
noche. Estábamos en... un parque. Sí, podía ver árboles a nuestro alrededor.
Había un camino que bordeaba el campo en el que estábamos, un parque
infantil a un lado con varios bancos inclinados hacia él. Uno de los 350
columpios se movía ligeramente con la brisa, la cadena tintineaba como si
fuera música.
Tosí con fuerza y volví a escupir al suelo mientras luchaba contra otra
oleada de náuseas.
—Theo —dije por fin, con la voz ronca mientras luchaba por hablar
con la sensación de dolor y crudeza en la garganta—. ¿Qué pasa?
La sonrisa vaciló un segundo ante mi saludo despreocupado, como si
esperara que me pusiera a lloriquear y suplicar de buenas a primeras.
Lo siento, imbécil. Ya sé cómo operas. Te gusta cuando lloro.
Miré a los demás y me fijé en Spencer, que estaba a mi lado, el que
me había estado moviendo de un lado a otro como un fideo flácido. Jace
también estaba aquí, de pie a un lado con otros dos, aunque no parecían
tan seguros como su líder y su número uno. Hmm... interesante. ¿Quizás
por fin se dieron cuenta de que esto estaba yendo demasiado lejos? La única
razón por la que no estaba enloqueciendo ahora mismo era porque, por lo
que podía ver, yo era el único aquí a su merced.
Maddy está a salvo.
Ese pensamiento en sí mismo fue suficiente para tranquilizarme y
darme fuerzas, y exhalé un largo y profundo suspiro de alivio.
—Hayden. —se estabilizó Theo mientras me miraba, como si yo fuera
peor que el barro en su zapato. Yo era peor que la mierda de perro—.
Tenemos algo que arreglar.
—¿Ah, sí? —Levanté las cejas, tratando de ver más allá de la maraña
de cabello enredado en mis ojos. Todavía me costaba ver más allá del
derecho, pero ahora me daba cuenta de que era sangre seca lo que lo tenía
y por eso estaba semicerrado—. Si querías firmarme el anuario, solamente
tenías que pedírmelo.
—Deja de actuar como si no tuvieras miedo, maldito. Sabes por qué
estás aquí.
Miré a nuestro alrededor una vez más, sin reconocer este lugar en
absoluto, y me encogí de hombros.
—¿Y dónde, exactamente, es aquí?
Es como si eso fuera exactamente lo que quería que le preguntara,
porque la sonrisa se extendió por su rostro, retorcida por sus cicatrices, y
agitó el brazo detrás de él, haciendo un gesto hacia el patio de recreo.
—¿No lo sabes, Hayden?
Apreté los ojos por un momento, antes de entrecerrarlos con más
fuerza, esforzándome por entender, pero joder... mi cabeza. Sentía que no
podía pensar con claridad. Todo entraba y salía como en un sueño. 351
—Estamos por Sherwood —dijo al fin, cuando parecía que no se me
ocurría ninguna respuesta—. Supongo que esa puta de tu madre nunca te
trajo aquí, ¿eh? Supongo que porque nunca la quitaron. —Señaló un banco
cerca del patio de recreo que estaba debajo de un gran arce, con un aspecto
triste y desolado en la oscuridad, sin señales de vida a su alrededor.
El banco...
Miembro de la banda MC encontrado muerto por Sherwood.
Una quietud se cernió sobre mis hombros como un manto oscuro, y
me sentí más enfermo cuanto más tiempo miraba el objeto aparentemente
inofensivo, solamente un asiento tallado en madera, con las barandillas de
hierro curvándose bellamente. El aire se me escapó de los pulmones, y de la
boca se me escapó un pequeño y extraño sonido, como un silbido cansado,
un cruce entre un resuello y un grito.
—Así es, Hayden. —Se acercó un paso, con una satisfacción que
irradiaba de él como el sol—. Verás, he estado pensando en este momento
durante mucho tiempo. Supuse que habías venido aquí una o dos veces... a
presentar tus respetos a tu psicópata padre muerto, pero supongo que me
equivoqué. No importa. Eso lo hace mucho mejor para mí, que pueda estar
aquí para tu primera vez. Y la última.
Huh, así que eso fue todo este tiempo.
Por un momento me quedé mirándolo desde donde estaba arrodillado,
con el frío del suelo calándome los pantalones hasta los huesos, pero
entonces estallé. Me eché a reír sin poder parar. Sus palabras se repetían
una y otra vez en mi cabeza sin que pudiera evitarlo. Estuve a punto de
caerme, pero conseguí mantenerme en pie mientras me balanceaba.
—¿Qué coño es tan gracioso? —gruñó Theo, sus ojos pálidos casi
brillaban en la tenue luz de la noche, y pude ver la confusión y el... miedo...
allí.
—Esto. Todo este... plan tuyo. Es tan jodidamente estúpido —dije,
sintiendo una lágrima escaparse por el rabillo del ojo—. ¿Cómo qué?
¿Querías que viera el lugar donde un tipo que nunca conocí se suicidó? ¿En
serio? ¿Qué iba a hacer eso? ¿Hacerme daño otra vez? ¿Entonces qué? ¿Vas
a matarme como venganza por haberte jodido el rostro porque decidí que ya
estaba harto de tus pendejadas? ¿En serio ese es tu plan maestro? A la
mierda Theo... —Me reí entre dientes y me sacudí el cabello de los ojos para
intentar verlo con más claridad, adorando lo confuso que parecía—. Eres un
estúpido hijo de puta.
Spencer me dio una patada en la espalda y me desplomé sobre la
hierba, incapaz de detenerme, ya que las cuerdas con las que me ataban los
brazos y las manos a la espalda eran inamovibles. Mi mandíbula chasqueó
cuando caí al suelo, mi alegría disminuyó un poco, pero seguía sonriendo,
entretenido con todo aquello. Spencer me agarró un mechón de cabello de
352
la nuca y tiró de él. Me estremecí y siseé entre dientes cuando me obligó a
ponerme de rodillas y varios mechones se soltaron; la sensación fue aún
más aguda porque antes me había dado un puñetazo en el mismo sitio.
—Sabes, yo también me siento como un imbécil —le confesé,
estirando la mandíbula con un chasquido antes de volver a encontrarme
con su mirada furiosa—. Realmente pensé que ibas a ser más creativo.
¿Cómo lo que hiciste con la madre de Maddy? Eso fue jodidamente más allá
de lo que podría haber imaginado. Pero, de nuevo, no eras exactamente tú,
¿verdad? Había sido la operación de tu padre. Así que este, este estúpido y
básico plan tuyo tiene sentido. Supongo que pensé que te habrías vuelto
más creativo con los años...
—Cierra la puta boca, Mathers —espetó Theo, curvándose el labio
cuando mis palabras le golpearon con fuerza. No le gustaba que
cuestionaran su inteligencia. Solamente podía imaginar cómo era su vida
familiar. Daniel Hebert era un hombre duro, y lo más probable es que el
maltrato que había entre él y su hijo fuera verbal, más que probablemente
ataques a su inteligencia. Daniel esperaba más de su hijo, pero Theo nunca
destacó en la escuela. Era una decepción. Ahora era obvio.
—Así que es eso, ¿no? ¿Tu padre ha sido un imbécil contigo toda tu
vida y necesitabas desahogarte conmigo? Jesús, Theo... eso es jodidamente
triste.
—¡He dicho que cierres la puta boca! —Levantó un puño y lo siguiente
que supe fue que mi cabeza se había movido dolorosamente hacia un lado,
una punzada aguda en el cuello que me llegaba hasta el cerebro, la explosión
de dolor en la mandíbula floreciendo como una flor que me quemaba la piel.
Sus golpes habían mejorado. Ni siquiera en Fun House había pegado tan
fuerte. Supongo que por fin había tocado un nervio.
—Todo este tiempo... todo este tiempo... era porque tú eras el que
tenía “Problemas con Papá”. Y sin embargo, hiciste que pareciera que yo era
el que había estado luchando con ellos todo este tiempo. Ahora tiene sentido.
Nunca tuve un problema hasta que tú lo hiciste. Lo convertiste en un
problema para mí, me hiciste creer que era algo con lo que yo tenía que
luchar, cuando todo el tiempo eras tú. —Me volví lentamente para mirarlo,
asegurándome de sonreír ampliamente mientras saboreaba la sangre en mi
boca, y esperaba que él pudiera verla a la luz de la luna—. ¿No lo sabes,
Theo? Nunca fue culpa nuestra. Fue de ellos.
—¡Cállate! —gritó y volvió a dar un puñetazo, esta vez, en el ojo que
ya estaba oscurecido por la sangre seca. Caí de costado al suelo, gimiendo
por el impacto en mi ya dolorido cráneo, el mundo borrándose ante mí—.
¡Cállate de una puta vez! —Saltó sobre mí, golpeando cada parte que podía
alcanzar. Incapaz de defenderme, no tuve más remedio que quedarme
tumbado mientras él seguía atacando, como si intentara protegerse de mí.
—Theo, vamos, hombre. Hazlo bien. ¿Recuerdas el plan? —Las
353
palabras de Spencer cortaron entonces, y los puñetazos y maldiciones
cesaron, aunque aún podía distinguir el sonido de él jadeando con fuerza,
sin aliento por su momento de debilidad. Lo había quebrado, solamente por
un minuto, y había perdido el control.
Sentí que una bota me presionaba el hombro y me empujaba,
haciéndome rodar sobre la espalda antes de que Spencer me levantara de
nuevo, colocándome una vez más de rodillas. Theo se agachó ante mí,
apoyado en sus piernas mientras me miraba el rostro, todavía respirando
con dificultad por su ataque, hasta que...
Metió la mano en el bolsillo, con el sonido metálico agudo en la
silenciosa noche, y sacó algo que colgaba delante de mi rostro. Parpadeé con
fuerza varias veces y volví a aclarar la vista antes de poder entenderlo.
Placas de identificación.
Me quedé frío, todo sentimiento se desvaneció, como si un vacío
acabara de succionarme la vida ante aquella visión. Se balancearon un poco
ante mis ojos, pero aún así, incluso en la oscuridad, pude distinguir la
inscripción del que tenía delante.
Mina Westburg...
Una amplia sonrisa volvió a dibujarse lentamente en el rostro de Theo,
todo su cruel control volvía a estar en su sitio cuanto más miraba el pequeño
trozo de metal.
—¿Qué coño es esto? —dije medio ronco, mientras un sonido
penetrante y estridente, como cuando pones la música demasiado fuerte en
los auriculares, empieza a ahogar todo lo demás.
—Creo que ya lo sabes, Hayden. —Dejó caer las etiquetas al suelo,
donde rebotaron una sola vez en la hierba, justo delante de mis pies—.
Sabes de quién era ese bonito cuello que las usaba.
Maddy... Maddy... Maddy...
—¿Dónde está? —No podía quitarles los ojos de encima. Seguramente,
eran una copia. Así es. Eran una copia. Pero entonces, las coordenadas. Yo
las conocía muy bien, pero era imposible que alguien más hubiera estado
tan cerca como para memorizarlas o las fechas y nombres que estaban
inscritos—. ¿Dónde está? —espeté.
La sonrisa de Theo se acentuó cuando se puso lentamente en pie y
estiró la mano hacia atrás para tirar de algo, pero yo no le miraba. Lo único
que veía era el metal brillante en el suelo.
—En muchos sitios ya.
No... no, eso no es verdad. Se lo está inventando, Hayden. ¡Está 354
mintiendo, joder! Se me secó la boca, mi cuerpo se balanceó un poco ante
sus palabras. Joder, no lo hizo. Theo era capaz de muchas cosas, pero no
haría eso. No podía. Era un cobarde, capaz de los impulsos más básicos.
Golpes, insultos, amenazas... ese era su modus operandi. No el asesinato
real. Ese era su padre, e incluso entonces, su padre contrataba hombres
para hacer ese tipo de trabajo sucio.
—No te creo —dije al fin, aún incapaz de apartar la mirada de las
etiquetas.
—¿No? —Podía oír la alegría pura en su voz mientras hablaba. Lo
estaba disfrutando—. ¿Y por qué es eso, Hayden?
—No eres capaz de hacerlo —dije, creyendo en esas palabras.
—Hmmm... —Se paseó muy despacio ante mí, el sonido de sus pies al
crujir la hierba mientras caminaba era tan fuerte en mis oídos que me
estremecí—. ¿Sabes qué, Hayden? Tienes razón. No soy capaz de asesinar a
alguien. Quiero decir, no me malinterpretes, soy consciente de que
estuvimos cerca unas cuantas veces en el pasado. ¿Estoy en lo cierto,
chicos?
Detrás de mí, Spencer soltó una risita. Las breves risitas de los demás
apenas se oían, como si no les hiciera ninguna gracia. Solamente le seguían
el juego. Lo más probable es que no tuvieran ni idea de que Theo iba a llegar
tan lejos.
—Sí, no soy un asesino. Pero eso no significa que no vaya a llegar tan
lejos como necesite para verte sufrir, Hayden.
Levanté los ojos en su dirección y sentí que una burbuja de pánico
empezaba a revolverse en mis entrañas. No, no lo hizo. No lo hizo. No lo hizo,
repetía una y otra vez en mi cabeza.
—Mi padre se aseguró de que la vida de la señora King quedara
truncada de la forma más perfecta, una promesa que le había hecho a Ayla
como retribución por lo que le pasó en el lavabo. —Sonrió, con una expresión
de puto lunático—. Y cuando eso estuvo hecho, solamente tenía una petición
más. Quería herir a Hayden Mathers de la peor manera posible. Podías
aguantar un puñetazo, eso lo sabía. Podías enfrentarte al acoso estándar de
la escuela. Habías llegado hasta el final, después de todo. Todavía estás aquí
a pesar de nuestros mejores esfuerzos. Entonces, ¿qué te dolería más que
nada? ¿Qué sería justo por lo que me hiciste? —Levantó la mano, abriendo
los dedos índice y corazón como unas tijeras—. Destruir la única cosa de tu
vida que amabas por encima de todo... eso... —chasqueó los dedos— sería
mi retribución. Durante mucho tiempo, pensé que sería una de tus
hermanas... después de todo, solamente las había mencionado una vez, y
habías perdido la cabeza, haciéndome estas cicatrices. Pero entonces, ella
apareció...
Me abalancé sobre él, esperando darle un cabezazo, agarrarle alguna
parte del rostro con los dientes y arrancársela, pero las voluminosas manos
355
de Spencer me agarraron por los hombros, reteniéndome.
—La linda Madeline King. Al principio, solamente quería follármela.
Iba a encontrar una manera de tenerla a solas para que pudiéramos
compartirla, ¿verdad, Spencer?
—Aún desearía haber tenido una oportunidad antes de que enviaras
a los hombres de tu padre por ella, no voy a mentir —se rio Spencer a mi
espalda, joder. Intenté ponerme en pie a trompicones, tratando de girar para
poder atacarle y hacerle daño en todo lo que pudiera, pero él me sujetó, y
todos se rieron de mi situación.
La risa de Theo fue la más sonora de todas.
—Sí, creo que nos habríamos divertido con ella. Estaba tan nerviosa
y tímida cuando llegó, ¿recuerdas? Como un conejito asustado. Habría sido
divertido oírla gritar, pero... —Se encogió de hombros, como si no fuera para
tanto—. Esto funciona mucho mejor para mí. Porque verás, Hayden, tengo
que hacer lo que me he estado muriendo por hacer durante años. Tengo que
quitarte lo más importante, y tengo que ver cómo se te parte el rostro
mientras lo hago. Maddy se ha ido.
—Estás mintiendo... —Ignoré esa horrible sensación de malestar en el
estómago, concentrándome en lo mucho que odiaba a ese tipo. Quería
matarlo con mis propias manos. Esta vez, en este lugar, no dejaría que nadie
me detuviera—. ¡Estás mintiendo!
—¿De verdad, Hayden? —Theo estaba emocionado, como si estuviera
listo para desenvolver el regalo que había estado esperando toda su vida—.
Porque puedo decirte exactamente dónde estaba hoy, qué estaba haciendo,
qué llevaba puesto, todo antes de que se la llevaran. ¿Te dijo que iba a salir
con las chicas de Phoenix House?
Me quedé helado, el malestar en mi estómago volvía a subir
peligrosamente.
—Fue a una de las tiendas de ropa que hay aquí en la ciudad con la
señorita Ross, Sawyer y Andrea... llevaba ese par de pantalones rotos de
mierda que tiene y una camiseta negra de manga larga. Estaba sentada
fuera de una tienda en un banco, toda guapa al sol... nadie la miraba.
¿Sabes lo fácil que fue llevárnosla? Imagina lo fácil que fue llevárnosla a ella.
Todo lo que tuvieron que hacer fue llegar en la camioneta, abrir la puerta
lateral y meterla dentro.
—¡No, joder, no lo hicieron! —siseé entre dientes, sintiendo el escozor
en los ojos ante la imagen que había pintado.
—Lo hicieron. Y estaba asustada, Hayden. Tan jodidamente asustada.
¿Crees que fuiste el único que se dio cuenta de que no le gustaba que la
tocaran? ¿Puedes imaginarte la expresión de su rostro cuando esos tipos se
356
la llevaron? Mientras la sujetaban, le arrancaban la ropa del cuerpo y...
—¡Cállate de una puta vez! —grité, el pensamiento de Maddy luchando
por su vida, de ser asaltada de esa manera, el horror de todo ello.
—Se tomaron su tiempo, Hayden. —Theo sonrió—. Le debía eso a Ayla
de su parte. El resto, bueno, era para mí. Quiero que sepas que lo hicieron
despacio, que mientras le hacían daño, ella gritaba una y otra vez por ti... y
tú no viniste a salvarla. Nadie lo hizo. —Dio una patada a las placas de
identificación, haciéndolas volar a un lado, desapareciendo entre la hierba,
antes de echar la cabeza hacia atrás y reír—. ¡Me dijeron que gemía como
un puto perro!
Me lancé sobre él, clavándome en su costado y haciéndole caer,
pillando a todos desprevenidos. Aunque conseguí hacerle caer, no pude
hacer mucho más antes de que Spencer me rodeara la garganta con un
brazo grueso y musculoso y me tirara hacia atrás, haciendo que me ahogara
contra su brazo. Me daba igual. Todo lo que quería era sangre, la sangre de
Theo. Lo mataría ahora mismo si no estuviera atado. Sentí que se me
desgarraba el pecho al ver a Maddy tendida en el suelo de una camioneta,
con hombres enmascarados rodeándola... la idea de que llorara, de que me
llamara, sentí como si alguien acabara de clavarme una estaca en el
corazón. Sentí una sed de sangre que nunca había conocido.
Gritando, pateé mis piernas, tratando de luchar contra el agarre de
Spencer, pero sin mis manos, no podía hacer nada mientras él me aplastaba
contra el suelo, la hierba haciéndome cosquillas en el rostro mientras yo
gritaba una y otra vez:
—¡No lo hiciste, joder! No lo hiciste.
A nuestro lado, Theo se puso en pie a trompicones, claramente
sacudido por mi ataque, pero seguía sonriendo, joder. Ojalá lo hubiera
matado hace tiempo.
—Lo hice, Hayden. Te dije que me vengaría, y tengo que decir que es
la cosa más jodidamente dulce.
Sentí como si mi cuerpo se rompiera, pedazo a pedazo, la idea de que
Maddy realmente se hubiera ido, la violenta descripción de ello, sentí como
si no pudiera respirar. Luché por respirar, jadeando una y otra vez mientras
mi cuerpo se entumecía, la sensación se extendía por mi rostro, desde las
puntas de los dedos de las manos y los pies, y por todas partes. Era como
si estuviera constreñido por algo más que esas cuerdas. Era una fuerza
invisible que hacía que mi cuerpo se replegara sobre sí mismo, se retorciera
y se pusiera rígido, de modo que no podía moverme.
Spencer finalmente se bajó, pero yo no podía hacer que se detuviera.
Me quedé tumbado, sintiéndome morir, con los ojos hinchados llenos de
lágrimas y la sangre en el ojo derecho oscureciéndome la vista. Pero me
357
concentré en un destello plateado a varios metros de distancia, las placas.
Por el rabillo del ojo, Theo sacó por fin lo que llevaba en el bolsillo y,
en cuanto lo hizo… Jace y los demás hablaron por fin.
—Whoa, Theo, hombre. ¿Qué coño?
—Esto está yendo demasiado lejos, hermano. Basta...
Theo los ignoró y silbó, a lo que Spencer me agarró por la espalda de
la chaqueta y empezó a arrastrarme. Podía ver cómo la hierba se movía
debajo de mí, arrastrando mis pies helados detrás de nosotros, hasta que
Spencer me levantó un poco más y me dejó pesadamente sobre una
superficie dura y plana.
El banco...
—Se ha ido, Hayden. —La voz de Theo flotó en mi mente como una
horrible nota desafinada—. Estarán encontrando pedazos de ella durante
semanas. Así que este es el trato. Tienes dos opciones. —Se agachó ante mí,
mirándome fijamente desde donde estaba sentado como un zombi, luchando
todavía por respirar, por mover los pies, las manos. Pero sentía que ya había
empezado a morir—. Puedes irte, y ver las secuelas de todo esto. Los detalles
saldrán a la luz, y descubrirás más y más sobre “el horror” por el que pasó
Maddy. No me castigarán, porque no hay pruebas que me relacionen con su
muerte. Tu palabra no significa una mierda.
Eso era cierto. Necesitaba pruebas para demostrar tal cosa, y el padre
de Theo tenía conexiones. Así fue como pudo salirse con la suya en tantas
cosas. Como la madre de Maddy...
—Entonces, ¿crees que puedes soportarlo? ¿Qué puedes andar por
ahí sabiendo que sus últimos pensamientos fueron sobre ti, y que fallaste
en salvarla? ¿Crees que es algo con lo que puedes vivir, Hayden? No habrá
justicia para ti. Ninguna. Simplemente vagarás solo, sin lo único que
amabas, y yo saldré libre, porque así es como se supone que debe acabar
esto. O... —Acercó la mano, el objeto oscuro, pero brillante a la luz de la
noche, revelándose ante mí como una oscura promesa—. Puedes unirte a
ella. Puedes acabar con todo ahora, y esto entre nosotros terminará.
El arma oscura que tenía en la mano era como un faro, brillando en
la oscuridad hacia mí, la promesa de su propósito sonando como una sirena
una y otra vez.
—Solamente toma esto —dijo suavemente, su tono suavizándose
como mantequilla derretida, como si estuviera siendo cariñoso en este
momento mientras acercaba el arma a mi rostro—. Te desataremos y podrás
tomarla, y pensar en ella mientras te la llevas a la boca. Te quitará todo el
dolor... te lo prometo.
—Theo, ¡basta! —Uno de los otros chicos gritó.
—Esto ya no tiene gracia...
358
—Si no les gusta, ¡pueden irse, joder! ¡Váyanse! —Gritó Spencer en su
dirección—. Y si dicen una palabra a alguien, iremos a por ustedes. ¡Ahora
váyanse a la mierda!
Me sobresalté un poco al oír sus palabras, la interferencia me sacó
momentáneamente del extraño trance en el que me encontraba.
Theo susurró cuando me sobresalté, acariciándome el hombro como
si intentara consolarme y devolverme a este pozo oscuro en el que me estaba
ahogando.
—Está bien, Hayden. Shhhh... Lo entiendo. Todos hemos estado ahí,
¿verdad? Hemos sentido esta lucha, este dolor. Y lo hemos superado,
¿verdad? Pero... —Volvió a levantar la pistola ante mis ojos, el plástico negro
brillante, inmaculado, el final que prometía tan definitivo y absoluto—. ¿De
qué sirvió superarlo, en realidad? ¿Recuerdas todas las veces que te sentiste
así antes? ¿Y no lo hiciste? ¿Mereció la pena? Acabas de volver a este lugar
donde sabes que te quedarás atrapado para siempre... un perdedor, un
bicho raro, indeseado y solo. ¿Por qué seguir atormentándote? Solamente
tómalo, métetelo en la boca y termínalo.
Spencer me rodeó la espalda y tiró de las cuerdas. La sangre me corría
por los brazos, la sensación de que se despertasen me dolía más que nada.
Mis manos seguían rígidas, retorcidas, con los dedos nudosos. No podía
hacer una mierda con ellas.
Mientras las palabras de Theo resonaban en mi cabeza, observé cómo
colocaba el arma en mis manos, disponiendo los dedos en los lugares
adecuados para mantenerla agarrada, deslizando finalmente uno contra el
gatillo antes de que accionara el seguro.
A lo lejos, oía el ruido de neumáticos rodando sobre la grava mientras
Jace y los demás se marchaban, dejándome a solas con ellos dos. Pero me
sentía como si estuviera bajo el agua, inmóvil... todo se movía lentamente
mientras me encontraba atrapado en una extraña niebla. No tenía
pensamientos, ni sentimientos. Solamente entumecimiento mientras
miraba el arma.
¿Por qué seguir atormentándote?
Solamente tómalo, ponlo en tu boca.
Termínalo.
Los neumáticos seguían chirriando y rodando, las dos figuras que
estaban a mi lado me observaban con expectación mientras yo permanecía
sentado, como si por fin hubiera comprendido lo que se sentía al morir...
Me dijeron que gemía, como un maldito perro...
Se tomaron su tiempo.
359
La lastimaron, gritó una y otra vez por ti...
No la salvaste.
No la salvaste.
No la salvaste...
Theo me ayudó a levantar el brazo y me sujetó la muñeca con la otra
mano para sostener el peso de la pistola mientras la obligaba a girar en mi
dirección, con la oscura boca apuntándome directamente al rostro.
—Todo terminará, Hayden. Todo termina aquí. —La empujó más
cerca, animándome a abrir la boca—. De tal palo, tal astilla...
Hayden... no somos nuestros padres.
¿Maddy? Me sobresalté, el arma resbaló en mi torpe agarre.
No somos nuestros padres, repitió su voz. Todo lo que me contaste de
él, lo bueno y lo malo... fueron sus elecciones. Sus errores y sus momentos de
sinceridad. Lo que hizo no tiene nada que ver contigo.
Theo maldijo en voz baja mientras me ayudaba a reajustar el agarre.
¿Theo y sus amigos? Te presionaron. Te empujaron a un punto de
ruptura y te quebraste.
Giré los ojos hacia él, mi mente se aclaró un poco al asimilar la forma
ansiosa en que me guiaba en esta tarea.
No tengas miedo de dónde vienes, Hayden, su hermosa voz del
recuerdo era como un salvavidas que me tendía.
Merecemos vivir, Hayden.
—Abre la boca —susurró Theo.
Lo que nos haya pasado antes, no arruinará lo que tenemos ahora.
—Abre. Tu. Boca. —susurró.
Te quiero, Hayden...
—Dije...
—¡No! —grité, empujándolo. La pistola se me cayó de la mano
mientras Theo retrocedía y Spencer se abalanzaba sobre mí, pero que me
condenen si iba a dejar que creyeran que había terminado.
360
Capítulo Veinticinco
Nos íbamos a casa. Bueno, no a nuestra casa, sino al lugar que una
vez llamé mi casa. Mi verdadero hogar estaba aquí, con Maddy, en nuestra
pequeña camioneta convertida en caravana. Mientras avanzábamos por la
autopista, en dirección noreste, podía oírla moverse detrás de mí, haciendo
algo en nuestra pequeña cocina. Había conseguido dominar la habilidad de
caminar por aquí mientras la camioneta iba en marcha y, a veces, por
descaro, yo giraba el volante rápidamente de un lado a otro para
desequilibrarla y me reía mientras me maldecía.
Esta camioneta nos había dado tantos recuerdos, y era difícil no
pensar en mi tía Casey y en todos mis tíos. Hice todo lo posible por enviarles
postales y actualizaciones todos estos años. Al fin y al cabo, habían
intervenido para ayudarnos a Maddy y a mí a convertir la camioneta en algo
habitable. El tío Lee la había encontrado en una subasta y la había
conseguido barata, mientras que los tres me enseñaron a desarmarla y, paso
374
a paso, convertirla en todo lo que queríamos. Recordé todas las cosas que
Maddy me había dicho que quería, y me aseguré de que nos representara a
la perfección.
Durante el año que pasamos preparándola, ambos nos apuntamos a
clases de diseño de páginas web, a un curso rápido de finanzas y gestión.
Incluso trabajé como ayudante de un fotógrafo de Ashland, aprendiendo
trucos y consejos, ayudándole con sus encargos y acumulando toda la
experiencia posible. Mientras tanto, Maddy pasaba su tiempo extra con mi
madre, aprendiendo más sobre repostería, que le había aficionado. A lo largo
de ese año estrecharon lazos y se hicieron tan amigas como mis hermanas,
y verla integrarse tan fácilmente en mi familia significó todo para mí.
Mientras explorábamos Norteamérica, siempre nos asegurábamos de
mantener el contacto, llamando a menudo para ver cómo estábamos,
enviando fotos a través de mensajes, todo ello. Nuestro estilo de vida
aventurero era todo lo que habíamos esperado, pero ahora nos llamaban de
nuevo a casa.
Al salir de la autopista, giré por una carretera vieja y conocida,
volviendo por fin a la ciudad que habíamos dejado atrás hacía tanto tiempo.
Hacía años que no volvíamos por aquí, la ciudad seguía siendo la misma y,
en cierto modo, eso era reconfortante. Mamá nos había llamado hacía unas
semanas para invitarnos a casa para el gran evento, así que nos aseguramos
de navegar en esta dirección, calculando el tiempo para estar aquí justo a
tiempo. Estaba realmente emocionado de ver a todos de nuevo. Me
preguntaba cuánto había crecido Maverick, cómo le iría a Emily ahora que
era una adolescente y cómo le iría a Charlotte en su último año de escuela.
Supongo que estaba a punto de descubrirlo.
Giramos por Maple Drive, pasando por la entrada del camino que
llevaba a Phoenix House, pero no necesitábamos detenernos allí. En el
momento en que nos graduamos de la escuela, la casa de Maddy estaba
conmigo, y allí era donde íbamos. La arboleda terminaba para revelar la
misma y amplia propiedad, la casa de estilo Tudor rodeada de flores, el único
cambio eran las numerosas mesas que estaban colocadas en el césped,
globos, un asado y comida. Todo el mundo estaba allí, incluido...
—¡Ahí está! —dijo Maddy entusiasmada, saltando hacia la parte
delantera de la camioneta para asomarse por la ventanilla.
Al vernos, toda la familia nos aplaudió, saludó y llamó mientras nos
deteníamos en el camino de entrada y nos estacionábamos. Maddy salió por
la puerta lateral en un instante y corrió hacia el abuelo J, recién salido de
la cárcel, y lo abrazó con fuerza.
—¿Cómo estás, cariño? —le preguntó, con una sonrisa tan amplia que
dejaba ver las nuevas arrugas de su rostro. Me quedé mirándolo, viendo
tanto cambio a lo largo de los años. Estaba más delgado, su cabeza era
375
completamente plateada ahora, las líneas se habían profundizado en su
rostro y otras nuevas se revelaban. El abuelo J parecía más, bueno, un
abuelo. Siempre había sido duro, paseando con su corte de cuero, montando
en bicicleta, liderando una banda hacia la gloria. Pero ahora era
simplemente... el abuelo. Llevaba una camisa de manga corta a cuadros,
pantalones y se movía con un poco más de rigidez. Siempre había cojeado,
pero ahora usaba bastón, que había dejado caer para abrazar a mi chica.
Me agaché para recogerlo justo cuando la soltó y se volvió hacia mí.
Sus ojos oscuros prácticamente brillaban mientras me miraba y, por un
momento, pensé que iba a llorar, antes de agarrarme y abrazarme con
fuerza.
—¿Estás bien, abuelo?
Se quedó callado un minuto, aferrándose a mí como si temiera que
desapareciera, antes de susurrar:
—Te pareces tanto a él...
A los veinticuatro años, tenía la misma edad que él cuando...
Me sacudí el pensamiento y abracé con cuidado a mi abuelo,
consciente de que ya era un anciano. Había asumido la culpa de la muerte
de Theo Hebert y le habían caído seis años por ello. Sus abogados habían
alegado que fue en defensa propia, ya que Theo había hecho el primer
disparo, lo que confirmaron todos los testigos presentes, incluido Spencer
Carr, que cumplía una condena más larga. Pero como mi abuelo había
llegado a la escena armado, había una sensación de premeditación. Creo
que la policía quería encerrarlo por otras razones, probablemente porque
formaba parte de un MC, pero sobre todo porque Daniel Hebert se apoyó en
el sistema, buscando justicia por la muerte de su hijo. Pero el abuelo aceptó
el castigo, afirmando que tenía que expiar sus pecados, ya que era un
hombre arrepentido.
Muchos pensaron que hablaba de Theo, pero yo sabía que no.
Recuerdo lo que había dicho en el garaje sobre ser culpable de un montón
de mierda.
He trabajado duro para ser una persona legal, porque tengo mucha
mierda que reparar, había dicho una vez. Creo que realmente creía que
merecía ir a la cárcel.
Cuando por fin me soltó, le di un apretón en los hombros y le dije:
—¿Qué se siente al volver a ser un hombre libre?
Se rio y sacudió la cabeza, tomando el bastón que le pasé.
—¡Chico, no tienes ni idea! Es agradable ducharse sin otros cincuenta
tipos y poder moverse fuera de un espacio de dos por dos metros...
—No es que puedas moverte mucho más allá de eso de todos modos, 376
¿eh, viejo?
Sabía de quién era esa voz susurrante y áspera. Mirando por encima
del hombro del abuelo, mi padre estaba de pie, con las manos en los bolsillos
y una amplia sonrisa.
—Hola, chico. —Me guiñó un ojo descaradamente y no pude evitar
correr hacia él, chocando con él con tanta fuerza que casi nos caemos. Papá
me abrazó, tan fuerte como siempre, y no pude evitar sentirme agradecido
de que siguiera aquí con nosotros.
Estuvimos a punto de perderlo. Había sufrido dos infartos y había
pasado semanas en coma inducido en la Unidad de Cuidados Intensivos. Al
final, se despertó y, aunque al principio no podía hablar, el mero hecho de
verlo vivo, respirando y sonriendo con esa sonrisa torcida tan suya, fue el
mayor milagro que podríamos haber pedido. La noche que volvió con
nosotros, mamá se negó a separarse de él, lanzándole una mirada que haría
temblar a cualquier hombre cuando le dijeran que se había acabado el
horario de visitas. Al final, la dejamos con él mientras se acurrucaba a su
lado en la cama, con cuidado de todos los cables que tenía conectados,
abrazándolo.
Sus labios se habían movido, su voz se había ido, pero podía decir por
la forma que tomaron que estaba tratando de susurrar ¨Mi Sunshine...¨
Durante meses se sometió a fisioterapia y, finalmente, sus cuerdas
vocales se repararon lo mejor que pudieron, de modo que ahora hablaba en
un susurro suave y áspero.
Mientras yo me pasaba ese año con la escuela y preparando la
camioneta, él se recuperaba, y solamente podía aportar algo en silencio
cuando le traía novedades sobre el proyecto. Me daba cuenta de que le
mataba por dentro no poder ayudar, pero estaba en reposo y mamá insistía
en que no se forzara.
Cuando por fin pude soltarlo, di un paso atrás para asimilarlo,
observando que su cabello dorado era ahora más plateado y que la cicatriz
del cuello había destrozado el tatuaje en forma de tela de araña que lucía
antes.
—Sigo siendo más guapo que tú. —Guiñó un ojo, riendo de una forma
nueva y entrecortada.
—Ya te gustaría. —Puse los ojos en blanco y le di una fuerte palmada
en la espalda. Me giré, buscando a Maddy, solamente para darme cuenta de
que se había perdido entre el mar de mi familia. Me moví entre la multitud,
saludando a mis tías, tíos, a todos mis primos pequeños, hasta que pude
distinguir a mis hermanas y hermano, todos habían crecido tanto que dolía
verlos.
El asado estaba en pleno apogeo, con la música sonando, los
377
miembros de The Lost Souls, incluido el nuevo Prez, se habían unido a
nosotros para dar la bienvenida al abuelo J de vuelta a la sociedad. Había
colgado los guantes y ahora actuaba como socio honorario, pero decía que
ya era demasiado viejo para esas mierdas y que solamente quería disfrutar
de su jubilación. Pero siempre era bienvenido al club.
Los más pequeños correteaban mientras los adolescentes se sentaban
todos juntos, jugando con sus teléfonos, mostrándose videos o música,
mientras los adultos recordaban viejos tiempos.
Cerveza en mano, me excusé para pasear por mi cuenta, necesitaba
algo de tranquilidad. Deambulé por la casa, los olores familiares y las fotos
me devolvieron la nostalgia. Maverick se había mudado a mi antigua
habitación y parece que la suya se había convertido en un espacio para el
abuelo J, que evidentemente se había mudado. Finalmente, me encontré en
la parte de atrás, en el viejo garaje que aún servía de taller a papá, con otro
jardín perfectamente podado a un lado, y me senté en el borde del porche,
bebiendo de mi cerveza mientras recordaba cómo había sido de niño,
corriendo a ayudarle con sus proyectos, o persiguiendo las burbujas que mi
madre soplaba para mí por el patio.
—¿Perdido en los recuerdos?
Miré por encima del hombro y vi a mi madre de pie, con su vestido de
flores, jugando con la punta de su larga trenza. Palmeé el lugar vacío a mi
lado.
—Muy perdido.
Se unió a mí, sorbiendo un vaso de limonada. Nunca había bebido
mucho. Nos quedamos mirando los árboles del fondo del jardín.
—¿Cómo estás, Hayden? —me preguntó después de un minuto de
escuchar el viento y los pájaros.
No tuve que dudar y le dije con absoluta sinceridad:
—Soy feliz.
Mamá asintió, con una amplia sonrisa en el rostro, su expresión
aliviada y satisfecha.
—Bien. —No volvimos a hablar durante unos minutos, sentados
juntos, disfrutando del silencio mientras la fiesta continuaba. Cuando
terminó su bebida, dejó el vaso a su lado y se movió un poco para mirarme,
con las manos juntas en el regazo—. Estoy orgullosa de ti, Hayden.
Mirándola, me reí entre dientes y bromeé.
—Cielos, mamá, ¿tienes que ponerte sentimental de repente?
—Soy madre. —Se encogió de hombros—. Es lo que hacemos. Nos
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preocupamos, esperamos, somos sensibleras y emotivas, y nuestro mayor
deseo es saber que nuestros hijos son felices.
Incapaz de mirarla al rostro, apreté los labios y me acerqué para
apretarle una mano.
Sé de lo que habla. Durante mucho tiempo, mi futuro fue incierto. Era
tan infeliz. Llevaba una oscuridad conmigo y me aislaba del mundo. Mirando
hacia atrás ahora, estoy seguro de que estaba aterrorizada de que yo
terminara, bueno, como él. Que la infelicidad que arrastraba día a día
acabaría llevándome al mismo lugar.
—Yo no soy él —le dije finalmente.
Ella asintió, soltando un largo y tembloroso suspiro.
—Lo sé. Tú eres... tú. Pero llevas partes de él contigo, como su amor
por la música y el arte. Los dos aman tan ferozmente, tan apasionadamente,
que casi da miedo, pero estar en el otro extremo de ese amor es algo...
especial. —Mamá me apretó la mano—. Las cosas que compartes con él son
todas buenas, Hayden. Igual que las cosas que tú y yo tenemos, lo que tú y
Keenan tienen.
Tragué con fuerza, sintiendo como si tuviera una piedra en la
garganta, y me limpié rápidamente los ojos antes de que pudiera empezar a
llorar como un bebé.
—Cuando Shay murió, solamente tuvo que pasar una vez. Pero para
mí, ha muerto cada día desde entonces. Todos los días pienso en ello, y
pensar que te hubiera pasado a ti... No habría sido capaz de seguir adelante
—susurró mamá—. Eres una buena persona, Hayden. Siempre lo has sido.
Me alegro mucho de que hayas encontrado a alguien capaz de hacerte ver
lo mucho que mereces que te quieran.
Por fin pude mirarla entonces, notando la pequeña lágrima que se
deslizaba lentamente por su mejilla. Pero a pesar de ello, sonreía. Mamá
lloraba a Shay O'Hare, pero eso no significaba que no fuera feliz con su vida.
Sé que quiere a papá más que a nada y que quiere a todos sus hijos.
Mientras la miraba, a esa mujer con el vestido de verano floreado, diminuta
y frágil, llorando en silencio mientras miraba fijamente a los árboles... todo
lo que podía ver era fuerza.
Extendí la mano y la atraje hacia mí, abrazándola mientras nos
sentábamos juntas, las dos solas.
—Te amo, mamá.
—Y sabes que yo te amo a ti, Hayden.
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Dejar a la familia fue duro, pero Maddy y yo estábamos listos para
volver a la vida que tanto amábamos. Éramos exploradores, aventureros, y
nuestros viajes nos llevaban a lugares de todo Canadá, Estados Unidos y
México. Nos encantaba despertarnos en nuestra camioneta por la mañana
temprano, deslizar la puerta lateral para ver salir el sol sobre el océano o
asomarse entre las montañas y los árboles. Al igual que mis padres, nos
preparábamos el café de la mañana y nos sentábamos juntos a contemplar
cómo el cielo cambiaba de color a medida que el día volvía a cobrar vida.
Sin embargo...
Necesitaba que primero hiciéramos una parada rápida.
Salimos de la ciudad, dirigiéndonos a Ashland, a un lugar especial
que hacía años que no veía, por una carretera sinuosa y tranquila que
finalmente desembocó en un estacionamiento casi completamente vacío.
Maddy y yo salimos, con el ramo de flores que había preparado antes
agarrado con fuerza a un brazo, mientras yo tomaba su otra mano entre las
mías, acariciando el anillo que le había puesto en el dedo en cuanto cumplió
dieciocho años, y nos guiaba entre los árboles.
Entramos en un hermoso claro, el espacio circular descendía
ligeramente por una pendiente hasta un estanque en el centro del espacio.
Era el final de la tarde y la luz dorada que brillaba sobre nosotros le daba a
todo un aspecto etéreo. Todas las tumbas apuntaban hacia el agua, algunas
decoradas con flores, mientras que otras parecían haber estado
abandonadas a su suerte durante algún tiempo.
Maddy me dio un apretón en la mano y sus hermosos ojos color
avellana recorrieron el espacio, buscando conmigo la nueva lápida.
—Ahí, cariño —dije, deteniéndonos y señalando la nueva roca blanca
y plana que se erguía orgullosa al sol. La habían cuidado todo este tiempo,
limpiándola y cuidando la zona que la rodeaba.
Gracias, mamá, pensé.
—Te daré un momento, ¿esa bien? Estaré allí en el suyo.
Señalé una de las filas superiores, una sección que parecía estar
siempre a la sombra, donde había una tumba solitaria, y ella asintió,
tragando saliva antes de alejarse para acercarse a la piedra blanca. La
observé un momento, asegurándome de que estaría bien, antes de alejarme,
con las manos en los bolsillos, en dirección a una tumba que conocía muy
bien.
Había margaritas plantadas a su alrededor, como si hubieran corrido
salvajes a lo largo de los años, casi sin necesidad de poda, y sonreí al verlo.
Ya no parecía tan triste. Tan solo, olvidado. Parecía querido.
—Hola papá —dije, leyendo el nombre Shay O'Hare, una y otra vez 380
como solía hacer—. Siento que haya pasado tanto tiempo. —Con cuidado,
me senté en el suelo como solía hacer cuando era adolescente, y no dije
nada durante mucho tiempo. Simplemente disfruté del silencio y la quietud
de este lugar. Las hojas crujían en lo alto, el sol calentaba y el aire olía a
flores y hierba fresca. Miré a Maddy y la vi depositando las flores al pie de
la tumba de su madre. Durante mucho tiempo, había habido una simple
señal clavada en el suelo para indicar que alguien yacía allí, pero hacía unos
años, mi madre había enviado una foto de la nueva lápida, algo para lo que
había ahorrado, como sorpresa para Maddy.
Recordé cómo había llorado mi chica, lo agradecida que estaba de que
mi madre le hubiera dado a la suya un lugar adecuado para descansar.
Ahora no parecía tan olvidada.
Suspirando pesadamente, me volví hacia Shay, pensando en cómo me
había mantenido a salvo durante tantos años. Sin él, no habría sobrevivido
al tormento.
Y sin mi verdadero padre, definitivamente no estaría donde estoy
ahora. Creo que habría caído hace mucho tiempo si él no hubiera estado
siempre ahí, vigilando desde las alas, siempre dispuesto a intervenir con
algún consejo u orientación. Y si él no hubiera salvado a Maddy aquella
noche, yo no tendría la vida que tenía ahora. La vida que siempre había
querido, la que tanto amaba.
Cuando le pedí a Maddy que se casara conmigo, recordé que ella le
había pedido a él que la entregara, y ver la expresión de su rostro, cómo se
estremecía antes de abrazarla, significó tanto para mí. Después de salvarla,
crearon un vínculo especial y él se convirtió en el padre que ella nunca tuvo.
Igual que mi madre había asumido el papel de madre sin esfuerzo. Tuvimos
una boda en el patio trasero, celebrada en casa de los Mathers, con un video
en vivo para que mi abuelo pudiera verlo desde su teléfono. Pero de eso hacía
ya años.
Me quedé mirando la tumba un minuto más, saboreando el silencio
que reinaba entre nosotros. No tenía nada más que decirle, nada que no se
hubiera dicho antes. Cuando Maddy se acercó silenciosamente detrás de
mí, la forma suave y gentil en que llamó “¿Amor?” me devolvió al presente,
supe que estaba listo para irme.
—Nos vemos —le dije y besé la palma de mi mano, apretándola contra
su nombre, antes de ponerme en pie para dirigirme a mi mujer.
Me di cuenta de que había estado llorando. Sus ojos brillaban, un
poco rosados, y no pude evitar sostener su rostro entre mis manos y besarla.
—¿Estás bien, amor?
Ella asintió, pasando sus manos por mis brazos para aferrarse a mí.
Dios, me encantaba esta mujer.
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—¿Estás lista para irnos?
Asintiendo de nuevo, sonrió, una sonrisa de verdad. Una que cada día
veía más y más. Tenía razón sobre la curación. Llevaba tiempo, y algunos
días eran más fáciles que otros. Pero nos apoyábamos mutuamente para
superar nuestros traumas y desencadenantes, y cada día que pasaba
salíamos fortalecidos.
Tomé su mano entre las mías y nos alejamos, mirando por última vez
la tumba. Las margaritas ondeaban en la brisa, como un adiós, pero no sería
para siempre. Algún día volvería. Hasta entonces, viviría mi vida, seguiría
intentándolo, seguiría apreciando aquellos momentos que me hacían feliz,
por pequeños que fueran.
Apartando mis ojos de él, nos alejamos juntos, listos para partir hacia
nuestra próxima aventura.
Aviso
A mis lectores,
Muchas gracias por acompañarme en mi serie de debut. Terminarla
es agridulce, pero espero que la historia de Hayden y Maddy haya sido un
bálsamo para sus corazones heridos.
No quería que Hayden fuera un Shay 2.0. Él es su propia persona,
con su propia mente, y aunque entiendo que muchos quisieran volver a ver
a Shay, no podía hacerle eso a Hayden. Vivió una vida completamente
diferente a la de su difunto padre, y la influencia de Mina y Keenan sobre él
lo salvó de la oscuridad que compartía con Shay. Pero padre e hijo
compartían más que una oscura aflicción. Había mucho más que una mente
perturbada. Había una persona que amaba, que tenía rarezas y talentos
como todos los demás, y espero haber sido capaz de mostrar eso en Hayden.
Sé que muchos quieren un libro de Mina y Keenan, pero no creo que
lo haga nunca. Su historia no necesita palabras. Quería pintar un cuadro a
través de los ojos de los demás sobre lo que tienen juntos, por lo que han
pasado y lo lejos que han llegado. Se ve su mundo a través de una hermosa 382
ventana, y quiero dejarlos en paz juntos. Espero que todos puedan apreciar
también a Keenan en esta historia. No tuvo mucho tiempo en la bilogía
Torment, porque no era su historia. Nunca debió serlo. Pero merece
reconocimiento por todo lo que ha hecho por Mina y por la familia. Es el
hombre al que creo que todos deberíamos amar y con el que esperamos
acabar. Y ha hecho a Mina y a sus hijos tan felices.
James, o Daddy James, como algunos de ustedes lo llaman (risitas),
espero que también se haya redimido. James es un personaje complicado,
pero al mismo tiempo creo que se parece mucho a muchos de nosotros.
Todos cometemos errores en la vida, errores de juicio, y hay cosas de las que
nunca podemos volver, y la culpa nos corroe. Pero James ha intentado
aprender de sus errores y aplica mucho de eso en su confianza con Hayden.
Una vez más, quiero darles las gracias a todos por leer esta serie y por
el amor que sienten por los personajes. Ha significado mucho para mí.
Espero poder darles más vida en historias que los enamoren pronto, y ojalá
este viaje continúe durante muchos años.
Como siempre, sean amables consigo mismos y con los demás.
Con mucho amor, Dylan
Dylan Page
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