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Amoris Laetitia

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Amoris Laetitia

Nueve capítulos en un documento de 264 páginas, largo


y complejo: “Amoris Laetitia”, la alegría del amor, es la
exhortación con la que Papa Francisco cierra el recorrido
de dos Sínodos dedicados a la familia. El primer capítulo
ofrece un marco de citas bíblicas, el segundo traza una
visión sobre la situación, el tercero habla sobre la
vocación de la familia. Dos capítulos, el cuarto y el
quinto, están dedicados específicamente al tema del
amor conyugal. El sexto habla de las perspectivas
pastorales, el séptimo sobre la educación de los hijos.
En cambio, el octavo, que será seguramente el más
discutido, contiene las indicaciones para la integración
de los divorciados que se han vuelto a casar.

El amor, símbolo de las realidades íntimas de Dios


En el primer capítulo, el Papa recuerda que “la Biblia está poblada de familias, de
generaciones, de historias de amor y de crisis familiares”. La “pareja que ama y
genera la vida es la verdadera “escultura” viviente —no aquella de piedra u oro
que el Decálogo prohíbe—, capaz de manifestar al Dios creador y salvador. Por
eso el amor fecundo llega a ser el símbolo de las realidades íntimas de Dios”.

Individualismo y disminución demográfica


En el segundo capítulo se afronta el tema de los “desafíos” de las familias. Existe
el peligro “que representa un individualismo exasperado” que hace que
prevalezca, “en ciertos casos, la idea de un sujeto que se construye según sus
propios deseos asumidos con carácter absoluto”. Francisco da la alarma sobre
la disminución demográfica, debido “a una mentalidad antinatalista y promovido
por las políticas mundiales de salud reproductiva”, y recuerda que “la Iglesia
rechaza con todas sus fuerzas las intervenciones coercitivas del Estado en favor
de la anticoncepción, la esterilización e incluso del aborto”. Todas ellas medidas
“inaceptables incluso en lugares con alta tasa de natalidad”, pero animadas por
los políticos incluso en los países en donde nacen pocos niños.

Explotación infantil
La explotación sexual de los niños y niñas constituye “una de las realidades más
escandalosas y perversas de la sociedad actual”. Hay niños “de la calle” en las
sociedades que sufren violencia, la guerra o la presencia del crimen organizado.
“El abuso sexual de los niños se torna todavía más escandaloso —denuncia
Francisco— cuando ocurre en los lugares donde deben ser protegidos, particular-
mente en las familias y en las escuelas y en las comunidades e instituciones
cristianas”.

No debilitar la familia
Debilitar la familia no “favorece a la sociedad”, sino que “perjudica la maduración
de las personas, el cultivo de los valores comunitarios y el desarrollo ético de las
ciudades y de los pueblos”. Francisco indica que “ya no se advierte con claridad
que sólo la unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer cumple una
función social plena”. Mientras que “las uniones de hecho o entre personas del
mismo sexo, por ejemplo, no pueden equipararse sin más al matrimonio.
Ninguna unión precaria o cerrada a la comunicación de la vida nos asegura el
futuro de la sociedad”.

Alquiler de úteros, infibulación, violencia


En el párrafo 54, el Papa habla sobre los derechos de las mujeres, e indica que
es inaceptable “la vergonzosa violencia que a veces se ejerce sobre las mujeres,
el maltrato familiar y distintas formas de esclavitud que no constituyen una
muestra de fuerza masculina sino una cobarde degradación”. La “violencia
verbal, física y sexual que se ejerce contra las mujeres en algunos matrimonios
contradice la naturaleza misma de la unión conyugal”. Francisco también se
refiere a la infibulación, la “grave mutilación genital de la mujer en algunas
culturas, pero también en la desigualdad del acceso a puestos de trabajo dignos
y a los lugares donde se toman las decisiones”. Y recuerda la práctica del
“alquiler de vientres o la instrumentalización y mercantilización del cuerpo
femenino en la actual cultura mediática”.

El pensamiento único de la ideología “gender”


Unas cuantas líneas del documento están dedicadas al “gender”, ideología que
“niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer”, presenta “una
sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la
familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que
promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente
desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer”. Francisco dice
que es “inquietante que algunas ideologías de este tipo, que pretenden responder
a ciertas aspiraciones a veces comprensibles, procuren imponerse como un
pensamiento único que determine incluso la educación de los niños”.

Instrucciones sobre el amor


En el cuarto capitulo, uno de los más innovadores, el Papa propone una
paráfrasis del Himno a la caridad de San Pablo, sacando de él indicaciones
concretas para los esposos. Los invita a la “paciencia” recíproca, sin pretender
que “las relaciones sean celestiales o que las personas sean perfectas”, y sin
colocarse siempre a uno mismo “en el centro”. Los invita a ser benévolos y a
“donarse sobreabuntemente sin medir, sin reclamar pagos, por el solo gusto de
dar y de servir”. Los invita a no ser envidiosos, a no enorgullecerse o
“agrandarse”, porque “quien ama, evita hablar demasiado de sí mismo”, a no
volverse “arrogantes e insoportables”, a ser humildes y a “volverse amables”, a
no destacar “defectos y errores ajenos”. Los invita a nunca acabar el día “sin
hacer la paz en familia”, a personar sin rencores, a hablar bien recíprocamente,
tratando de “mostrar el lado bueno del cónyuge más allá de sus debilidades y
errores”, a tener confianza en el otro sin controlarlo, dejando “espacios de
autonomía”. E invita también a “contemplar” al cónyuge, recordando que “las
alegrías más intensas de la vida brotan cuando se puede provocar la felicidad de
los demás”.
Mensaje a los jóvenes
El Papa dice a los jóvenes que debido a la “seriedad” del “compromiso público
de amor”, el matrimonio “no puede ser una decisión apresurada”, pero tampoco
hay que dejarla pasar “indefinidamente”. Comprometerse con otra persona
exclusiva y definitivamente “siempre tiene una cuota de riesgo y de osada
apuesta”. Hay que “darse tiempo” y saber escuchar al cónyuge, dejar que hable
antes de “comenzar a dar opiniones o consejos”. “Muchas discusiones en la
pareja no son por cuestiones muy graves”. A veces se trata de cosas pequeñas,
“poco trascendentes, pero lo que altera los ánimos es el modo de decirlas o la
actitud que se asume en el diálogo”.

Sexualidad, “regalo maravilloso”


Deseos, sentimientos, emociones, “ocupan un lugar importante en el
matrimonio”. Francisco, citando a Benedicto XVI, explica que la enseñanza oficial
de la Iglesia “no ha rechazado el eros como tal, sino que declaró guerra a su
desviación”, que lo “deshumaniza”. Dios mismo “creó la sexualidad, que es un
regalo maravilloso para sus criaturas”. Juan Pablo II rechazó la idea de que la
enseñanza de la Iglesia implique “una negación del valor del sexo humano”, o
que simplemente lo tolere “por la necesidad misma de la procreación”. La
necesidad sexual de los esposos no es “objeto de desprecio”. Pero, “no podemos
ignorar que muchas veces la sexualidad se despersonaliza y también se llena de
patologías”, convirtiéndose “cada vez más ocasión e instrumento de afirmación
del propio yo y de satisfacción egoísta de los propios deseos e instintos”. Por
ello, el Papa insiste en que “un acto conyugal impuesto al cónyuge sin considerar
su situación actual y sus legítimos deseos, no es un verdadero acto de amor”.
Debe ser rechazada, por lo tanto, “toda forma de sometimiento sexual”.

Acoger la vida
El quinto capitulo recuerda que la familia es el ámbito “no sólo de la generación
sino de la acogida de la vida”. El Papa escribe que “si un niño llega al mundo en
circunstancias no desea- das, los padres, u otros miembros de la familia, deben
hacer todo lo posible por aceptarlo como don de Dios”. Las familias numerosas
“una alegría para la Iglesia”, aunque esto no quiere decir olvidar una “sana
advertencia” de Juan Pablo II: “la paternidad responsable no es procreación
ilimitada”. Francisco recuerda que es importante que “el niño se sienta
esperado”. “Se ama a un hijo porque es hijo, no porque es hermoso o porque es
de una o de otra manera; no, ¡porque es hijo! No porque piensa como yo o
encarna mis deseos”. El Papa se dirige a todas las mujeres embarazadas: “Ese
niño merece tu alegría. No permitas que los miedos, las preocupaciones, los
comentarios ajenos o los problemas apaguen esa felicidad de ser instrumento
de Dios para traer una nueva vida al mundo”.

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