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ABC Del Cristiano 230902 002845

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1.

LA BIBLIA

La Biblia es la biblioteca divina.


Pensamos en ella como un solo libro, pero esta compuesta por muchos libros. Comienza en el Génesis, ter­
mina en el Apocalipsis.

Se divide en 2 secciones principales:

1) La primera parte se llama “ANTIGUO TESTAMENTO”


2) La segunda parte se llama “NUEVO TESTAMENTO”

¿Quién escribió la Biblia?

Fueron 36 personas en un período de 1600 años.


Fueron santos hombres de Dios, que escribieron bajo su control directo.
Dios mediante su Espíritu (ESPIRITU SANTO) los iba guiando a medida que escribían para que dijeran
exactamente lo que El quería. Esto es lo que significa la palabra “INSPIRACIÓN”.

Los siguientes pasajes sacados de la misma Biblia, enseña que esta es inspirada por
Dios.

2 Timoteo 3:16­17. “Toda la escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir (Reprender)
para corregir, para instruir en justicia (Educar en una vida de rectitud) a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”.

2 Pedro 1:21. “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de
Dios hablaron siendo inspirados por el espíritu Santo.”

Hechos 1:16 Pedro dijo: “era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes
por boca de David..” Se refiere a que lo que dijo David fue dicho por el Espíritu Santo ( no fueron escritos por
inspiración humana, sino por Dios).

Hechos 28:25 “Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías...diciendo..
Aquí se refiere a que lo que habló Isaías fue dicho por el Espíritu Santo.

Por lo tanto la Biblia ES la palabra de Dios.

No es suficiente decir que la Biblia contiene la palabra de Dios. Esto podría dar a entender que algunas par­
tes son inspiradas por Dios y otras no. La Biblia en su totalidad es inspirada por Dios “Toda la escritura es
inspirada por Dios.”

Las creencias de los Cristianos se basan en las Sagradas Escrituras (2 Timoteo 3:15) y no en las tradiciona­
les o agregados a ella (Marcos 7:13)

Jesucristo siempre se basó en ellas y siempre decía “Escrito esta” (Mateo 4:1­10) versículos 4, 7,10.

También dijo (Mateo 15:3) ¿Porque vosotros también quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradi­
ción? y decía “Dios mandó...” “Pero vosotros decís” versículos 4 y 5. Ellos agregaban cosas a la Biblia. En el
libro de Apocalipsis, en el ultimo capitulo, Dios advierte severamente, que no se añada nada o se quite nada
de la Biblia (Apocalipsis 22:18­19)

Dios dice esto de la Biblia porque es el único libro escrito en su totalidad por inspiración divina.
Leer Marcos 12:36, Hebreos 1:16, Hebreos 2:15,16­17; 3:18­21; 4:25

Ej. Mateo 1:22 “Lo dicho por Dios (EL SEÑOR) por medio del profeta (Isaías) cuando dijo... (Fue Dios el que
lo dijo y lo escribió el Profeta.) Isaías 7:14.

Hechos 2:16­17 Pedro dijo: Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios,..

Jesús decía “¿Nunca leísteis en las escrituras? Mateo 21: 16, 42.
Ante cualquier duda, controversia o discusión Jesús los remitía a las escrituras.

Y decía “Erráis, ignorando las escrituras...” (Mateo 22:29) (Marcos 12:24)

Antes de partir al cielo Jesús dijo en su gran comisión, que sus discípulos debían enseñar que, “guarden
todas las cosas que os he mandado.” Mateo 28:20.
¿Donde están? : En la Biblia, (Especialmente en el Nuevo Testamento) eso fue lo que hicieron sus discípu­
los: hablaron con denuedo la palabra de Dios.
Hechos 8: 35; 13:5, 48, 49; 15:35; 16:32; 17:3, 11; 18:11, 28

Cuando alguien tiene dudas doctrinales, o dudas sobre las cosas de Dios, debe ir a la Biblia para saber la
verdad con sinceridad, y Dios le guiará y le mostrará su voluntad.
Hechos 17:11. “Y estos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con
toda solicitud, escudriñando cada día las escrituras para ver si estas cosas eran así”.
1 Corintios 4:6... “aprendáis a no pensar mas de lo que está escrito”...
1 Timoteo 6:34. “Si alguno enseña otra cosa y no se conforma a las sanas palabras de
N.S.Jesucristo... está envanecido, nada sabe”...

1 Pedro 4:11. “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios” y si alguno predica, debe predicar la
palabra de Dios. 2 Timoteo 4:1­2 “Te encargo... ...que prediques la palabra”...

El tema principal de la Biblia, es cristo y su plan redentor para cono nosotros, enseñándonos como ser sal­
vos por medio de su sacrificio, único y suficiente en la cruz del calvario, y como vivir en este mundo (en el
cual el cristiano es “extranjero y peregrino”) de una forma que sea agradable a Dios por medio del poder del
espíritu Santo.

El Antiguo Testamento contiene muchas profecías acerca de Cristo, y en el Nuevo Testamento relata el
cumplimiento de las mismas con la venida y obra de Cristo en este mundo.
La Biblia relata la historia de este mundo desde el momento de su creación hasta el tiempo en que habrá un
cielo nuevo y una tierra nueva. El libro de Génesis, relata la creación del mundo, del hombre, la entrada del
pecado, el diluvio y el comienzo de la nación de Israel.
Desde el libro de Exodo hasta el libro de Ester, se relata la historia de Israel hasta aproximadamente 400
años antes del nacimiento de Cristo.
Desde el libro de Job, hasta el libro de El Cantar de los Cantares, encontramos poesía divinamente inspira­
da, lo mismo que proverbios de sabiduría divina
El resto del Antiguo Testamento, desde el libro de Isaías hasta el de Malaquías, es profético, es decir que
estos libros contienen mensajes de Dios al pueblo de Israel acerca de su condición presente y destino futuro,
muchos casos también son de aplicación para todos nosotros.
El Nuevo Testamento comienza con los cuatro evangelios, cada uno de los cuatro autores inspirados relatan
la vida de N.S.Jesucristo.
Después viene el libro de Los Hechos de los Apóstoles en el cual se cuenta la historia del crecimiento del
cristianismo en su principio, la vida de los primeros cristianos y los viajes misioneros del Apóstol Pablo.
Después vienen Cartas o Epístolas a diferentes iglesias o siervos de Dios acerca de las grandes verdades
de la fe y con instrucciones practicas para la iglesia y la vida cristiana.
Por ultimo viene El Apocalipsis o la revelación donde se relatan los acontecimientos futuros y finales que
tendrán lugar en la tierra, en el cielo y en el infierno.

La Biblia “es el manual del fabricante” Dios nos hizo y nos dio en ella las instrucciones para nuestro supremo
bien. Mediante mandatos, consejos, ejemplos de sucesos que le acontecieron a otras personas, Dios nos
habla para seamos verdaderamente sus hijos, seamos como El y podamos estar con El por toda la eterni­
dad.
Contiene los pensamientos de Dios, la condición del hombre, el camino de salvación, el terrible fin de los
pecadores que lo rechazan y la bienaventuranza eterna de los verdaderos hijos suyos.
Alguien dijo de la Biblia: léala para ser sabio, créala para ser salvo, practíquela para ser santo y feliz.
En ella Dios te habla, te guía, te nutre, te anima y te consuela.
Ella es la hoja de ruta del que viaja, es la brújula del piloto, la espada del soldado y la regla de conducta del
cristiano.

Ore todos los días con la Biblia abierta, medite en lo que Dios le guíe a leer y deje que Dios le hable a través
de ella y aplíquela a su vida y recuerde es la revelación de Dios al hombre. (Créala y verá milagros).

2 Timoteo 2:15. “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado como obrero de que no tiene de que
avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”

Tito 1:9 “...retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sa­
na enseñanza y convencer a los que contradicen”

Lucas 8:21 “...Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y
la hacen”.

Lucas 11:29.”Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la guardan”.

2. EL PECADO

I ¿Qué es e1 Pecado?

Al leer la Biblia no puede menos que notarse la gran atención que se presta al tema del pecado, su causa y
su remedio. Cuando se habla de pecado hay la tendencia de pensar que se refiere exclusivamente a asuntos
graves como el crimen, etc.
Romanos 3:23 dice: “Todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”. La gloria de Dios incluye el
concepto de la absoluta perfección.
Pecado en este sentido seria el no alcanzar la medida de absoluta perfección que Dios demanda.
No hay un ser humano que pueda alcanzar esta santidad o absoluta perfección y por lo tanto todos son cul­
pables

La Biblia dice que:


1. El quebrantamiento de la ley de Dios es pecado (1 Juan 3:4).
2. Toda maldad es pecado (1 Juan 5:17).
3. “El pecado, pues, está en aquel que sabe hacer lo bueno y no lo hace” (Santiago 4:17).
4. “Todo lo que no es de fe, es pecado (Romanos 14:23).
5. El abrigar pensamientos malos es pecado tanto como cometer los mismos hechos (Mateo 5:28).
6. Un solo pecado nos destituye de la gloria de Dios (Santiago 2:10) Porque cualquiera que guardare toda la
ley pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”.

II_ El Origen del Pecado_

El primer pecado de que tenemos noticia ocurrió en el cielo cuando el ángel Lucero quiso ser igual a Dios
(Isaías 14:12­14). Por este pecado de orgullo y rebelión vino a ser aquel de quien la Biblia habla como el
Maligno, Satanás o Diablo.
El primer pecado en la tierra se describe en el capitulo 3 de Génesis. Ocurrió en el jardín del Edén, Dios hab­
ía prohibido a Adán y Eva que comiesen del árbol del conocimiento del bien y del mal. Decidieron desobede­
cer a Dios y comieron el fruto prohibido y así se convirtieron en pecadores. Obedecieron al diablo y fueron
sus siervos.
En la genealogía de Jesucristo en Lucas 3:38 figura Adán Y Jesús y las escrituras hablan de el como una
persona real que vivió y murió. Mateo 19:4; Marcos 10:6; Dios habla de Adán y Eva como personas reales y
creadas por el en un momento determinado y específico (no por evolución)(ni es un personaje en sentido
figurado) En Génesis 5:5 habla la sagrada escritura que Adán murió. Génesis 2:25; 3:20;4:1,25; 5:1­5; Job
15:7;
1 Corintios 15:45; 1 Timoteo 2:13,14; Judas 1:14.

III Los Resultados del Pecado

1. Tan pronto como los padres de la raza humana pecaron, empezaron a darse
cuenta de que estaban desnudos y trataron de esconderse de Dios (Génesis 3:10).

2. La paga del pecado es muerte. (Romanos 6:23). Adán murió espiritualmente al pecar (tomó la decisión de
no obedecer a Dios) y esto quiere decir que la comunión con Dios fue cortada. Adán fue separado de la pre­
sencia de Dios y del paraíso. Al mismo tiempo quedó sujeto a la muerte física. Aunque no murió inmediata­
mente, su cuerpo estaba condenado a morir.

3. La naturaleza pecaminosa y la tendencia al pecado de Adán pasó a todos los descendientes de la raza
humana. Cada niño nacido de padres tiene esa tendencia al pecado desde su nacimiento.
Al nacer todos los seres humanos están muertos espiritualmente (Romanos 3:23) y están destinados a morir
físicamente algún día. (Léase con mucho cuidado y atención Romanos 5:12­18).Aunque los niños hasta que
tengan uso de rezón, van al cielo. Mateo 19:14; Marcos 10:14; Lucas 18:16.
Los niños no eran bautizados sino presentados a Dios(ofrecidos a Dios por sus padres) Lucas 2:22.
Primero deben creer y ser bautizados Marcos 16:16; Hechos 8:36­38; 16:31­34;9:18; 16:15.

4. El pecado del hombre trajo la maldición de Dios sobre toda la creación. Algunas evidencias de esto se
mencionan en Génesis 3:14­19
No necesita probarse la existencia del pecado mientras tengamos prisiones, hospitales y cementerios.
Lágrimas, enfermedad, sufrimientos, dolor y
muerte son algunos de los resultados del pecado.

IV. El castigo del Pecado.

“La paga del pecado es la muerte” (Romanos 6:23). Dios ha establecido que la paga, o castigo del pecado es
muerte. Ya hemos visto que esto significa muerte espiritual y muerte física. Esta sentencia debe cumplirse.
Dios tiene que castigar el pecado.
Mientras el hombre viva en sus pecados está muerto espiritualmente y hace frente a la muerte física. Si el
hombre muere en sus pecados está destinado a la muerte eterna (Juan 8:24). Quiere decir que será separa­
do eternamente de Dios y sufrirá por sus pecados en el lugar preparado para el diablo y sus ángeles (Mateo
25:41). Esta es la muerte segunda de que se habla en El Apocalipsis 20:14.

V. El remedio del pecado.

Dios ha provisto un remedio para que los seres humanos no tengan que sufrir el castigo eterno de sus peca­
dos (Hechos 13:38­39). Dios envió a su hijo al mundo a fin de proveer un escape para el hombre (Hebreos
2:9) (1 Pedro 3:18). El Señor Jesucristo fué engendrado por el Espíritu Santo y se desarrolló en el vientre de
la virgen María, luego nació en este mundo pero no heredó la naturaleza pecaminosa de Adán. El fue el úni­
co hombre sin pecado que ha vivido en esta tierra (Hebreos 4:15) siendo también Dios. En a cruz del calvario
el sufrió voluntariamente la paga del pecado y así satisfizo todas las demandas santas de Dios (1 Pedro
2:24­25). Como el salario, o el castigo del pecado ha sido pagado, (Hebreos 10:12­14) Dios ahora puede dar
vida eterna a todo pecador que confiesa que él es un pecador y recibe al Señor Jesucristo como su Señor y
Salvador (Hebreos 10:19­22).
Cuando una persona confía en Cristo es salvada del castigo y del poder del pecado (Romanos 6:14,22­23).
Esto no quiere decir que no habrá de pecar más, pero significa que todos sus pecados pasados, presentes y
futuros han sido perdonados (Colosenses 2:13...Perdonándoos TODOS los pecados...) y que nunca será
juzgado por ellos, (Hebreos 10:17)(vivirá en un estado de perdón y declarado justo por Dios) y además que
ahora tiene poder para vivir para Dios en vez de vivir para el pecado (Romanos 6:17­18).
Romanos 5:1,9; Hechos 13:39; Romanos 3:24; Romanos 7:14­15, 18,19,21,24; 8:1,7,9­10,13,16,17,18,19. 1
Corintios 6:11; Gálatas 2:16; Tito 3:7; Gálatas 3:24.

3. EL NUEVO NACIMIENTO
Juan 3:1­21

Introducción
Al lector no podrá menos que llamarle la atención el hecho de que el Señor Jesucristo, el Hijo
de Dios, solemnemente insiste ante Nicodemo, una persona tan religiosa y moral, que él debe nacer de nue­
vo antes de entrar en el reino de Dios (versículos 3 y 5). El nuevo nacimiento es imperativo, para cada ser
humano. Hay dos acontecimientos que van a suceder indefectiblemente a cada uno, porque Dios así lo ha
dispuesto:

1. LA MUERTE (Eclesiastés 8:8, Lucas 23:46)


2. EL JUICIO (Romanos 14:12; Apocalipsis 20:11­15,
Hebreos 9:27, 1 Corintios 4:5; 2 Corintios 5:10)
De allí la necesidad de la REGENERACION O NUEVO NACIMIENTO.

En vista de la ignorancia y las ideas erróneas existentes acerca de este asunto vital será provechoso
considerarlo desde el aspecto negativo.

I Lo que el nuevo nacimiento NO es (Juan 1:12 ,13)

1. No es hereditario o por descendencia “no de sangre”.­ El hecho de que una persona nazca de padres cris­
tianos no le constituye un cristiano.
2. No por voluntad propia “ni de voluntad de carne.” Así como un niño no puede nacer por voluntad propia,
nadie puede producir el nuevo nacimiento en sus propios esfuerzos.
3. No Por intervención humana. “Ni de voluntad de varón sino de Dios”. Ningún ser humano, no importa qué
posición eclesiástica ocupe, puede impartir el nuevo nacimiento a otros. Ninguno de los ritos ceremonias de
una o todas las religiones organizadas puede producir el nuevo nacimiento.
4. No es un cambio físico. Cristo tuvo que corregir el concepto falso de Nicodemo y mostrarle que se trata­
ba de un cambio espiritual (versículos 4­6).
5. No es un cambio Social o geográfico. La persona así nacida de nuevo no es transportada de repente al
cielo, sino que continúa viviendo en esta tierra pero ahora para agradar a su Señor y Salvador (Colosenses
3:22­24).
6. No es un comprensión intelectual de lo que es el nuevo nacimiento.
Un hombre puede ser instruido en la religión, ser un pastor o sacerdote ordenado, puede llegar a ser un pre­
dicador elocuente, y sin embargo no haber nacido de nuevo. Desgraciadamente hay muchos en estas condi­
ciones. Puede ser que en teoría ellos sepan del nuevo nacimiento, pero no lo han experimentado en sí mis­
mos.
7. No es un proceso de evolución. No es un desarrollo gradual de algún germen de la vida espiritual que esté
dentro de nosotros (Efesios 2:1­3) Los pecadores son descritos como muertos espiritualmente. La vida no
puede desarrollarse donde no existe en principio.
8. No es una reforma o auto­mejoramiento por medio del cual se abandonan las malas costumbres. No es un
cambio de moral, sino un cambio de hombre.
9. No es una creencia religiosa. Un hombre puede ser sincero en sus convicciones religiosas, ser bautizado y
confirmado, llegar a ser miembro de la iglesia, tomar la comunión o Santa Cena, enseñar en escuela domini­
cal, ocupar un puesto en la iglesia y aún ser un predicador, y sin embargo no haber nacido de nuevo. La ne­
cesidad del nuevo nacimiento fue presentada claramente a una de las personas más religiosas, sinceras y
morales de su día (Juan 3:1).
10. El nuevo nacimiento es un cambio espiritual. (Versículo 8). Solamente Dios puede obrar este cambio
(Juan 1:13).

Consideremos tres preguntas acerca del nuevo nacimiento:


¿Por qué? ¿Como? ¿Cuando?, La primera de las preguntas se trata a continuación. Las otras dos serán
analizadas en la próxima lección.

II. ¿Por qué una Persona debe nacer de nuevo?

Nótese el versículo 7: “No te maravilles.” La necesidad del nuevo nacimiento es perfectamente lógica y razo­
nable y no debería ser dudada.

1. Debido a que ser humano en un estado natural carece de una naturaleza espiritual (versículo 6). La pala­
bra “carne” se refiere a la naturaleza pecaminosa que una persona recibe al nacer físicamente. A causa de
su pecado Adán adquirió una naturaleza pecaminosa y esta naturaleza ha sido transmitida por nacimiento a
cada uno de sus descendientes (Romanos 5:12,18,19; Salmo 51:5). El carácter de esta naturaleza pecami­
nosa llamada “la carne” se describe en Romanos 8:5­8. Es enemiga de Dios y no se sujeta (o no obedece) a
la ley de Dios y por consiguiente es incapaz de agradar a Dios. En otras palabras, el hombre no posee natu­
ralmente la capacidad espiritual que le permita ya sea desear, entender o disfrutar de las cosas de Dios (I
Corintios 2:15).
De la misma manera que la capacidad artística, musical o poética puede ser comunicada a una persona por
el nacimiento natural o físico, así la capacidad espiritual que puede apreciar las cosas de Dios solamente
puede ser comunicada a una persona por el nacimiento espiritual. La “carne” puede ser educada, cultivada y
barnizada con religión, pero su naturaleza permanece la misma, sin posibilidad de cambiar su enemistad
contra Dios.

El nuevo nacimiento es el impartimiento de una naturaleza espiritual o, divina, (2 Pedro 1:4.­”Participantes de


la naturaleza divina”) por medio de la cual solamente puede el hombre poseer aquella capacidad espiritual
para entender y disfrutar de la presencia de Dios.
“Lo que es nacido de la carne, carne es.”

2. Debido a que hay un reino espiritual que el hombre en su estado natural no


puede ver o entrar (versículo 3 y 5). ¿Qué quiere decir “el reino de Dios”? Se describe como una experiencia
espiritual. La Biblia dice que el “reino de Dios no es comida ni bebida (es decir material) sino justicia, paz y
gozo por el espíritu Santo” (Romanos 14:17). Hay dos reinos: uno llamado “el reino de las tinieblas­ y el otro
“el reino de Dios” o de la luz; y dos estados: en “la carne” y en “el Espíritu”. Toda la humanidad entra en el
reino de las tinieblas por medio del nacimiento físico, el cual le imparte una naturaleza material que le hace
apto para vivir en una esfera material poblada por seres humanos. en esta esfera el hombre vive, se mueve y
desarrolla su existencia.
Ahora bien, ¿como habrá el hombre de ser habilitado para ver y apreciar esta otra esfera llamada “el reino de
Dios,” y entrar en ella? La respuesta es evidente: Debe nacer de nuevo, o sea experimentar un nuevo naci­
miento espiritual, el cual le dará entrada en la nueva esfera. Por medio de este nacimiento espiritual el hom­
bre llaga a ser poseedor de una naturaleza espiritual, la cual le hará apto para disfrutar de las realidades
espirituales que caracterizan el reino de Dios.

Nótese que en la Primera Epístola de San Juan, capitulo 3, versículo 9 se habla de aquel que es nacido de
Dios, y Gálatas 6:15 habla de “una nueva creación”. Esto nos indica la procedencia del nuevo nacimiento. El
nacimiento físico o material es del hombre y de la tierra. El nacimiento espiritual tiene su origen en Dios y es
del cielo.
Léase 1 Corintios 15:48­49; Romanos 8:9. Pablo se dirige a personas que no estaban más en la­carne” (en
lo que se refiere a su posición delante de Dios); sino en el “espíritu.”

¿Como fueron trasladadas de una esfera a otra? Por el Espíritu de Dios tan pronto como aceptaron a Cristo
como su Salvador.

3. Debido a una vida espiritual que le hombre en su estado natural no posee.

El hombre, en su estado natural, es descrito como “muertos en delitos y pecados”; “ajeno a la vida de Dios”;
“no tiene la vida” (Efesios 2:1; 4:18;1 Juan 5:11­12),”Cautivos del diablo”(Ver 2 Timoteo 2:26... pero Lucas
4:18 Cristo vino a libertar a todos). Así como un cuerpo sin vida física se declara muerto, así una persona sin
la vida espiritual está descrita en la Biblia como muerta espiritualmente (1 Timoteo 5:6 y Lucas 15:24). La
muerte por lo tanto, significa separación. Para un ser humano estar separado de Cristo, en quien está la vi­
da, es estar muerto espiritualmente (Juan 1:4). ¿Cómo puede impartirse esta vida espiritual al que está
muerto espiritualmente? Cristo mismo contesta esta pregunta en Juan 5:25: Todos los que oyen al Hijo de
Dios reciben la palabra y confían en El como su Salvador reciben vida espiritual, o en otras palabras, nacen
de nuevo.

Véanse también: Juan 3:16; 5:24; 6:47; 10:26­28;


1 Juan 5:13.Colosenses 2:13; Juan 11:25­26; Juan 5:24­25.

4. EL NUEVO NACIMIENTO II
(Continuación)

I ¿Como puede una persona nacer de nuevo?


Cristo indica la forma triple en que este nuevo nacimiento se produce.

1. Por creer la palabra de Dios (Juan 3:5). El “agua” es un símbolo bien conocido de la palabra de Dios (Efe­
sios 5:26; Juan 15:3 y Salmo 119:9;Juan 17:17). No tiene nada que ver con el bautismo.
Otros pasajes muestran muy claramente que el nuevo nacimiento viene por medio de la palabra de Dios (1
Pedro 1:23­25; Santiago 1:18; Santiago 1:18).

Así como el agua aplicada a nuestros ojo los limpia de aquello que de otra manera obscurecería la visión, de
la misma manera la palabra de Dios, cuando se lee y se cree, lava de la mente del pecador Sus idea equivo­
cadas acerca de Dios y su salvación. La palabra de Dios arroja luz sobre la condición perdida del hombre
(Romanos 3:10­19); muestra el amor de Dios tal como se ve en su provisión para salvación del hombre
(Juan 3:16); y el camino por el cual el pecador puede salvarse (Romanos 10:1­17).

2. Por actuar el espíritu de Dios en la persona.


Al ascender al cielo Cristo envió al mundo al Espíritu Santo, la tercera persona de la trinidad, para convencer
a los hombres de su pecado por medio de la palabra de Dios; para guiarlo a poner su confianza en Cristo;
para morar en cada persona que cree; para comunicar al creyente una naturaleza divina, es decir capacitarlo
para percibir las cosas espirituales; y para guiarle a toda verdad. (Tito 3:5;Juan 16:7­15. Efesios 1:13;
4:30; 2 Pedro 1:3,4; Gálatas 5:22­26).
Al leerse o oírse la palabra de Dios, el espíritu santo aplica la verdad al corazón con fuerza convincente,
mostrando al pecador su culpabilidad, su condición perdida y desesperada; y acto seguido le revela, median­
te la palabra, el camino de salvación por medio de la fe en Cristo y su obra acabada a la perfección. Tan
pronto como el pecador confía en Cristo, instantáneamente el espíritu Santo, viene a morar el le sella como
la posesión adquirida de Cristo. No se trata de una sensación sino de un hecho. El nuevo nacimiento no se
siente.

3. Por fe en el sacrificio substituyente de Cristo (Juan 3:14­16). En estas palabras Cristo mostró con claridad
meridiana como el pecador puede adquirir esta vida nueva. En respuesta a la pregunta de Nicodemo: “como
puede esto hacerse” (3:9), Cristo hizo referencia a un incidente relatado en el Antiguo Testamento para ilus­
trar el nuevo nacimiento. Léase Números 21:4­9. En siete palabras resume este incidente. Consideremos
cuidadosamente esta narración por cuanto es una ilustración escogido por Cristo mismo para mostrar como
el pecador puede nacer de nuevo.

A. Pecado (Números 21:5). Como Israel pecó, así toda la humanidad a pecado contra Dios en pensamiento,
en palabra y en hecho (Romanos 3:23).

B. Juicio (Versículo 6). De la manera que su pecado trajo el merecido juicio de Dios sobre ellos, así Dios ha
revelado su ira contra pecado (Romanos 1:18; Job 36:18; Romanos 6:23).

C. Arrepentimiento (Versículo 7). Israel reconoció, confeso y busco el perdón de su pecado.


Esto es el arrepentimiento el cual consiste en un cambio de pensamientos, lo que a la vez resulta en un
cambio de actitud, que por parte es expresada en un cambio de las acciones. Dios demanda el arrepenti­
miento del pecador.
(Lucas 13:3; Hechos 17:31; 20:21; Marcos 1:15).

D. Revelación (Versículo 8). “Y Jehová dijo.” Dios revelo a Moisés el camino de la salvación para estos is­
raelitas mordidos por las serpientes; así también Dios ha revelado en la Biblia su camino el camino de salva­
ción para nosotros (2 Timoteo 3:15­17; Romanos 10:8,9).

E. Provisión (Versículo 8, 9). Una serpiente de metal fue preparada y levantada en un poste, a la plena vista
del campamento del Israel. Compárese con Juan 3:14. Como Moisés levanto la serpiente de metal., de la
misma manera Cristo debió ser levantado en una cruz para proveer salvación para la humanidad mordida
por el pecado. En la cruz El llevo nuestros pecados, tomo nuestro lugar, soporto todo el juicio que nuestro
pecado merecía y por su muerte satisfizo todas las demandas de Dios contra el pecador. Dios ha indicado su
aceptación del sacrificio substituyente de su hijo al levantarle de los muertos (Isaías 53:5,8; Corintios 15:1­4;
Romanos 5:7,8).

F. Condición (Versículo 8). “Cualquiera que miraré” El hecho de que la serpiente de metal ha sido levantada
por si solo no salva. Cada israelita que había sido mordido debía mirar para vivir. El hecho de que Cristo ha
muerto por nuestros pecados y ha completado la obra de nuestra salvación no habrá de salvar a ningún pe­
cador, a menos que este personalmente crea en Cristo, confíe en El como su Salvador y le reconozca como
el Señor y dueño de su vida. Esto es lo que nuestro Salvador quiso significar cuando dijo: “Todo aquel que
en El cree... tenga vida eterna” (Juan 3:16). Así como no se les pedía a los israelitas que habían sido mordi­
dos que orasen, hicieran buenas resoluciones, pagasen o hicieran buenas obras para merecer la salvación,
así los pecadores son exhortados a reconocer su necesidad y confiar completamente en la obra de Cristo y
recibirle por fe como su propio Salvador (Juan 1:12; Hechos 13:38,39; Efesios 2:8,9).

G. Resultado (Versículo 9). “vivía.” Tan pronto como israelita mordido (que era contado ya como hombre
muerto) miraba, recibía nueva vida. ¡Se pude decir que había nacido de nuevo!
De la misma manera, en el mismo momento que un pecador culpable y perdido cree que Cristo murió por
sus pecados y le acepta como su propio salvador, recibe vida espiritual o vida eterna.
El espíritu Santo viene a morar en el y se transforma en un participante de la naturaleza divina y es así naci­
do de lo alto, regenerado. Esto es el nuevo nacimiento que Cristo declara ser absolutamente esencial para
ver y entrar en el reino de Dios.

II ¿Cuando puede una persona nacer de nuevo?

La respuesta puede obtenerse al mirar su reloj. El nuevo nacimiento tiene lugar en el mismo momento que
un pecador perdido mira a Cristo y confía en El como su Señor y Salvador. Ahora mismo donde tu te encuen­
tras, tal como eres, ¿Por que no abandonas tus propios esfuerzos para salvarte y pones tu confianza implíci­
ta en la persona y obra del hijo de Dios, quien hizo todo para ti?
(2 Corintios 6:1,2; Hebreos 4:7;4:16;10:12,14,17,22,24).

5. LA SALVACION

El tema de la salvación está estrechamente ligado con el del nuevo nacimiento. Este último tiene que ver
principalmente con la necesidad, el origen y la naturaleza de la vida espiritual que a todos los seres humanos
deben recibir de Dios; el tema de la salvación hace incapié sobre los efectos liberadores y el alcance de la
provisión de Dios en Cristo. A continuación vamos a meditar en siete cosas tocantes a la salvación.

I. Su Definición.
La palabra “salvación” significa simplemente “liberación”. Se usa comúnmente para describir una acción por
medio de la cual una persona es liberada de un peligro que la amenazaba. Se habla de una persona “salva­
da” de perecer ahogada o en un edificio en llamas o en un naufragio. En cualquiera de estos casos se en­
tiende tres cosas:

a. La persona salvada estaba en peligro de muerte.


b. Alguien vió su peligro y acudió a su ayuda.
C. El éxito coronó sus esfuerzos y pudo rescatar la persona de su peligro y de esta manera la “salvó”.

Las palabras “salvar”, “salvado”, “salvador” y “salvación” aparecen muchas veces en la Biblia y tienen exac­
tamente este significado en el sentido espiritual.

II­ Su Necesidad

La necesidad de la salvación divina es consecuencia de los hechos innegables que toda persona debe admi­
tir:

1. El hecho del Pecado en el ser humano. Ya hemos tratado en la lección anterior la condición espiritual del
hombre por naturaleza y hemos notado como cada persona viene al mundo con una naturaleza pecaminosa
que la constituye pecaminosa de nacimiento. Esta naturaleza pecaminosa, se evidencia más tarde por pen­
samientos pecaminosos, palabras y hechos indignos y una actitud de enemistad contra Dios. La Biblia mues­
tra esto claramente.

Léase: Romanos 5:12, 18, 19; 6:16; 8:5­8; Génesis 6:5; Efesios 2:1­3;
2 Corintios 4:3,4; Isaías 53:6; Jeremías 17:9; Marcos 7:20­23; Romanos 1:21­32; 3:19­23.

Claramente se desprende de estos versículos que el hombre es:

a. Pecador: necesita el perdón.


b. Perdido: necesita ser hallado.
c. Condenado: necesita salvación.
d. Muerto Espiritualmente: necesita vida.
e. ciego: necesita iluminación.
f. Esclavo: necesita liberación.

El hombre es completamente impotente para salvarse a si mismo.

2. El hecho de la justicia de Dios. Dios es santo y debe castigar el pecado; “de ningún modo justificará al
malvado” (Éxodo 34:6,7). El ha revelado su desagrado hacia el pecado y su sentencia contra todo aquel que
muere en sus pecados, esto es, eterna separación de su presencia (Juan 8:21,24; Marcos 9:43­48; Lucas
16:22­31; Judas 11­13; Apocalipsis 20:11­15). La conclusión es lógica: siendo que el hombre que el hombre
es un pecador y Dios es justo. El pecador necesita ser liberado o salvado del juicio de su pecado. Su clamor
deberá ser: “¿Que debo hacer para ser salvo?” (Hechos 16:30,31).

III: Su Provisión

El evangelio es las buenas noticias que Dios en su gracia maravillosa ha provisto abundante salvación por
medio de la persona y obra de su amado Hijo. Se enseñan dos cosas con claridad:

1. Cristo vino para ser el salvador de los pecadores (Mateo 1:21). El Hijo de Dios, eterno y co­igual con el
Padre y el Espíritu Santo, tomó forma humana para poder proveer salvación (Juan 3:16,17; Marcos 10:45;
Mateo 9:12,13; Juan 10:11,15­18).

2. Por medio de la muerte y resurrección de Cristo, esta salvación ha provisto la completa satisfacción de
Dios. Al morir voluntariamente en la cruz, Cristo asumió completa responsabilidad por nuestros pe­
cados sobre su propio cuerpo y murió como un sacrificio en substitución de los pecadores. Todo el
juicio de Dios contra el pecado cayó sobre El y allí en la cruz El satisfizo las justas demandas de Dios contra
el pecador. Dios indicó su completa aceptación al levantar a Cristo de los muertos y sentarle a su diestra.

Léase: 1 Corintios 15:1­4; 2 Corintios 5:21; 1 Pedro 2:24; Isaías 53:5; Romanos 5:6­9 y Hechos 4:10­12;
17:31.

IV Las Condiciones.

Puesto que Cristo ha efectuado a la perfección la obra completa de la salvación del pecador por el sacrificio
de sí mismo, ¿que debe hacer el pecador para entrar en posesión de esta salvación?

1. Debe arrepentirse. El arrepentimiento consiste sencillamente en un cambio de modo de pensar, lo que


dará por resultado un cambio de actitud hacia el pecado, hacia sí mismo, hacia el Salvador y la salvación;
esto a su vez se evidencia por un cambio en el modo de obrar. (Lucas 13:3; Hechos 17:31; 20:21).
La indiferencia del pecado dará lugar a un hondo deseo de tener la salvación; su orgullo dará lugar a la
humildad; su auto­satisfacción a una franca confesión de su impotencia y desesperada condición merecedo­
ra del infierno.
2. Debe creer el Evangelio, o sea el testimonio de Dios frente a la persona y obra de Cristo (1 Juan 5:9,19)
Reconociéndose un pecador perdido y culpable, debe creer que Cristo llevó sus pecados, tomó su lugar y
que por medio de su muerte efectuó la obra completa necesaria para su salvación (Romanos 4:5).

3. Debe aceptar al Señor Jesucristo como su Salvador personal mediante un acto decisivo de su Propia vo­
luntad, para de ahora en adelante reconocerle como el Señor supremo de su vida” (Juan 1:12; Romanos
10:9,10; Juan 3:16; 5:24; 6:47; Efesios 1:13). Este es el acto decisivo. Por qué no decir ahora mismo desde
el fondo de tu corazón: “Señor Jesucristo, vengo a ti como un pecador perdido y culpable. Creo que tú llevas­
te la carga de mis pecados y moriste en mi lugar en el Calvario. Descanso ahora en tu obra perfecta y te re­
cibo como mi Salvador y de ahora en adelante reconozco como Señor y dueño de mi vida”.
Esto es lo que significa “creer en el Señor Jesucristo” (Hechos 16:31).

V. Su Seguridad.

¿Cómo puede una persona saber con toda certeza que es salva? Contestamos sin titubear: por la Palabra
de Dios. Dios en las Escrituras dice que todo aquel que confía en su Hijo es perdonado, salvado, poseedor
de vida eterna y está seguro para siempre.

Léase: Hechos 13:38; 1 Juan 2:12; Efesios 2:8; 1 Juan 5:13; Romanos 5:1; 8:1; Juan 10:27­30 y Corintios
6:11.

VI. Su alcance.

La salvación tiene un aspecto triple: pasado, presente y futuro.

1. Pasado: Salvación de la pena del pecado o sus consecuencias. Ya que Cristo ha llevado todo el castigo
merecido por nuestros pecados, el creyente es liberado de sus temidas consecuencias (Juan 5:24; Romanos
8:1).

2. Presente: Salvación del poder del pecado o de su dominio.


Como consecuencia de la morada del Espíritu Santo en nosotros, unido al hecho de haber recibido la natura­
leza divina, el creyente ahora está capacitado para experimentar la liberación del dominio del pecado en su
vida (1 Corintios 6:19; 2 Pedro 1:3,4; Romanos 6:1­14). Esto no quiere decir que el creyente no pueda pecar;
lejos de ello por cuanto todavía posee esa naturaleza pecaminosa llamada “carne”. Quiere decir, sin embar­
go, que en la medida que el creyente se apropia de los medios que Dios ha provisto, el pecado no será un
factor dominante en su vida. Esta liberación presente dependerá de:

a. La lectura, el estudio y la obediencia a la Palabra de Dios (2 Timoteo 2:15).

b. En mantenerse constantemente en contacto con Dios por medio de la oración (Hebreos 4:14­16).

c. La rendición de su cuerpo a Dios para una vida tanto recta como pura (Romanos 6:13; 12:1).

d. Una pronta confesión de todo pecado conocido (1 Juan 1:8,9; Tito 2:11­15).

3. Futuro. Salvación de la presencia del pecado o de cometerlo. Esto ocurrirá al venir Cristo de nuevo. En­
tonces El levantará a los muertos y transformara a los vivientes de modo que tendrán cuerpos incapaces de
pecar, incapaces de decadencia o muerte. Este es el aspecto final de la salvación por el cual estamos espe­
rando (Hebreos 9:28; 1 Tesalonicenses 4:13­18).
VII. Sus Resultados.

Estos son muchos (Efesios 1:3­14), algunos de los cuales se dan a continuación:

a. Paz con Dios (Romanos 5:1). Ya no existe enemistad.


b. Aceptación ante Dios en Cristo (Efesios 1:6).
c. Gozo en Dios como hijos suyos (Romanos 5:10,11; 8:14­17; Gálatas 3:26; 4:7).
d. Vivir para Dios. (2 Corintios 5:14,15; 1 Pedro 4:2­5).
e. Servicio para Dios. Por medio de buenas obras y testificar para El (Efesios 2:10; Mateo 5:16; Marcos
16:13,16).
f. Adoración, alabanza y oración a Dios (Juan 4:23; Hebreos 13:15; 4:14­16).
g. Un hogar eterno en el cielo (Juan 14:1­3; Apocalipsis 21:21­22; 22:5)

¡Oh! que el lector no descanse hasta saber, basado en la autoridad de la Palabra de Dios, que el es salvo
eternamente.

6. RESULTADOS DE LA REGENERACIÓN.

¿Qué es lo que realmente sucede cuando una persona nace de nuevo? Primero, la persona comprende
que es un pecador perdido y que merece pasar la eternidad en el infierno. (Solamente el Espíritu San­
to puede hacer comprender esto). Luego se arrepiente de sus pecados, es decir, reconoce ante Dios
que es un pecador y necesita un Salvador. Acepta a Jesucristo como su Señor y Salvador, y en ese
momento nace de nuevo, sus pecados le son perdonados y recibe vida eterna de Dios.
Pero esto es sólo una pequeña parte de la historia. Es únicamente el comienzo. Aprendemos de la Biblia,
que cuando Dios salva a un hombre, ocurren muchas otras cosas maravillosas. He aquí otra diez asombro­
sas realidades:

1. El creyente es hecho acepto en el Amado (Efesios 1:6).


Esto significa que está ante Dios en toda la aceptabilidad de su Hijo Amado: Dios lo ve en Cristo (II Corintios
5:17). También significa que el cristiano es “bienvenido” a la presencia de Dios todo el tiempo que lo es Cris­
to y esto, claro está, significa para siempre (Efesios 2:5­7).

2. También es hecho hijo de Dios (Juan 1:11,12). ¿Puedes imaginarte cuan honrado te sentirías si fueses el
hijo de algún gobernador famoso de la tierra? ¡Cuánto mayor honor es ser hijo del Poderoso Hacedor del
Universo, ante quien se inclinan los ángeles! (Gálatas 3:26,27­29).

3. Es justificado por Dios (Romanos 5:1, 8:30, 33). Dios el Juez declara “JUSTIFICADO” al pecador que cree
y lo mira como si nunca hubiera pecado. Puede hacer esto porque Cristo ha muerto como substituto y ha
cargado todo el castigo que debiera haber sufrido el cristiano. De esta manera el cristiano se presenta
sin culpa a la vista de Dios y jamás será castigado eternamente por sus pecados (Romanos 8:1).

4. Se convierte en templo del Espíritu Santo (I Corintios 6:19). La Biblia nos enseña claramente que Dios, el
Espíritu Santo, realmente mora dentro de cada creyente (I Juan 4:13). El cuerpo del cristiano es el templo del
Espíritu Santo. Es por este tremendo privilegio que el hijo de Dios debe vigilar lo que dice, lo que hace y a
dónde va.

5. Se convierte en miembro de la verdadera iglesia (Corintios 12:13), “se nos dió a beber de un mismo espíri­
tu”.
La iglesia es denominada el “cuerpo de Cristo” (Colosenses 1: 18, 24). (Hay una sola Iglesia) y está com­
puesta por todos los creyentes verdaderos en el Señor Jesús (Hechos 2:47).(aunque ellos pertenezcan a
distintas iglesias u organizaciones visibles). No hay mayor honor en la tierra que ser miembro de la verdade­
ra Iglesia.

6. Se convierte en un heredero de Dios (Romanos 8:17). Dios es el Creador del Universo y es dueño de to­
das las cosas. Ha sido prometido a los hijos de Dios que un día reinarán con Cristo sobre la tierra, y enton­
ces poseerán todas las cosas.

7. Se convierte en Santo (Romanos 1:7; Filipenses 1:1). La Biblia llama “santos” a los que son salvos. Un
santo es uno que ha sido puesto aparte para Dios por el Espíritu Santo (Romanos 8:33; Col 3:12; 2 Timoteo
2:10; Tito 1:1). Ante la vista de Dios todo creyente es santo, porque Dios lo ve en Cristo, y Cristo es absolu­
tamente santo
(I Corintios 1:2).

8. Está completo en Cristo (Colosenses 2:10).


El cristiano tiene un grado de perfección ante Dios. Está tan cerca y es tan amado por Dios como lo es Cris­
to. Cuando una persona tiene a Cristo, tiene todo lo que necesita para una vida y eternidad felices.

9. Recibe la naturaleza divina (II Pedro 1:4). El cristiano se dará cuenta pronto de que tiene nuevos deseos,
nuevas ambiciones, un nuevo rechazo hacia el pecado y un nuevo amor por los demás cristianos. Cuando la
naturaleza divina es estimulada por el mismo creyente, éste se irá asemejando más y más al Señor Jesús
(Colosenses 3:10; II Corintios 3:18). Este es el plan de Dios para con cada uno de sus hijos.

10. Inmediatamente comienza a disfrutar de la protección constante de Dios (Romanos 8:28). Nada Puede
ocurrirle a un cristiano sin el Permiso de Dios. En otras palabras, no hay accidentes en la vida del creyente.
Todo lo que le sucede a un hijo de Dios es para su propio bien. Aún las pruebas, tribulaciones y disciplinas
obran para su beneficio espiritual (Romanos 5:3­5). De este modo el cristiano verdaderamente lleva una vida
singular.
En vista de estas maravillosas provisiones de Dios, todo cristiano debe mostrar su aprecio por lo menos en
dos maneras.

I.­ Nunca deberá dejar de alabar a Dios por la salvación que tiene en el Señor Jesucristo.

II.­ Debe entregar su vida en servicio voluntario a aquel que dió su vida en la Cruz del Calvario (Romanos
12:1).

7. LA SEGURIDAD DE LA SALVACION 1

¿Cómo puede una persona saber con seguridad que es salva? Lee y medita los puntos señalados a conti­
nuación hasta que los hayas comprendido perfectamente:

1. La Biblia es la Palabra de Dios. Es absolutamente verídica. Puedes confiar plenamente en ella.

2. La Biblia dice que si te arrepientes de tus pecados y crees en el Señor Jesucristo, eres salvo.
3. El asunto es éste: ¿Has ido alguna vez a Cristo como un pecador perdido para pedirle que te salve? ¿Lo
has aceptado alguna vez como el Substituto que llevó la culpa de tus pecados?

4. Si lo has hecho, Dios te dice en la Biblia que eres salvo.

En otras palabras y es muy importante que esto se entienda bien, la seguridad de la salvación se sabe por
medio de las Escrituras. Esta verdad se enseña claramente en I Juan 5:13 un versículo que todo cristiano
debiera memorizar: “Estas cosas he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que
sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”
Note el significado de la palabra en letra cursiva. San Juan escribió a aquellos que habían creído en Cristo
para que supiesen que tenían vida eterna. Si tú has creído en Cristo, eres salvo. Así lo afirma la Biblia.
El inconveniente con muchas personas es que se apoyan en sus sentimientos en vez de confiar en la Biblia.
Dicen: “Yo no me siento salvado”. Esperan alguna misteriosa experiencia emocional, y cuando no la reciben,
dudan de haber sido salvados. La persona que basa la seguridad de su salvación en sus sentimientos sin
duda tendrá dificultades porque éstos cambian de un momento a otro. Lo mismo si sigue confiando en tradi­
ciones religiosas que contradicen las escrituras. La Palabra de Dios, sin embargo, nunca cambia. Confía en
la Biblia y no en tus sentimientos, ni en tradiciones religiosas.
Pero tal vez alguien pregunte: “¿No debería sentirse feliz una persona que es salva?” sin duda alguna, la,
respuesta es un “Sí”. Sin embargo, uno debe saber que es salvo antes de poder sentirse contento. Primero
viene la seguridad, luego las sensaciones. Sabemos que somos salvos porque la Biblia así lo afirma.
Estamos contentos porque sabemos que somos salvos. Además de las Escrituras mismas, hay otras prue­
bas de la salvación para el creyente: He aquí tres características que denotan que una persona es salva:

1. La persona que es salva ama a los cristianos (I Juan 3:14).

2. La persona que es salva tiene el testimonio del Espíritu Santo en sí misma (I Juan 5:10, Romanos 8:16).
El testimonio del Espíritu es el gozo y paz de corazón, dados a los que creen la afirmación bíblica que todos
los que creen en Cristo son salvos. El Espíritu da testimonio a los creyentes por medio de la palabra de Dios.

3. La persona que es salva aborrece el pecado y ama la rectitud. A pesar de que el cristiano puede cometer
pecado y lo hace, el pecado ya no se enseñorea de su vida (Romanos 6:14). Ya no vive en la práctica conti­
nua del pecado.

A medida que el creyente crece en la vida cristiana, el sentimiento de seguridad se tornará cada vez más
fuerte. Hay por lo menos tres pasos bien definidos que puede dar en ese sentido:

1. Leer la Biblia con regularidad y crecer con ella de todo corazón.

2. Rogar al Señor que fortalezca su fe mientras que lee su Santa Palabra.

3. Hablar a otros de Aquel que lo ha salvado de sus pecados.

Finalmente, hay un pequeño consejo para aquellos que no están seguros si alguna vez fueron salvos y que
realmente lo desean ser. Tal vez pienses tú que en el pasado has confiado en el Salvador pero no estás ab­
solutamente seguro y deseas saber sin duda alguna que eres un hijo de Dios. He aquí lo que debes hacer.
Dile al Señor que no estás seguro si alguna vez antes fuiste salvado, pero que ahora mismo deseas ser sal­
vo. Dile que sabes que eres un pecador perdido y que de morir en tu condición actual irás al infierno. Luego
recibe al Señor Jesucristo como tu Salvador, creyendo que El murió en la Cruz del Calvario para purgar la
culpa de tus pecados y que El puede y quiere salvarte.
Ahora lee en Los Hechos 16:31. ¿Qué dice allí que sucederá si crees en el Señor Jesucristo? Dice que
“ serás salvo” . Es la Palabra de Dios CREELA. Cuando el diablo venga a ti y trate de hacerte dudar de tu
salvación, vuelve a leer en Los Hechos 16:31, o Juan 1:12, 3:36, 5:24; o Romanos 10:9. Muéstrale que DIOS
dice que eres salvo porque has creído en Cristo. Si le muestras las escrituras no te molestará más con du­
das.
8. LA SEGURIDAD DE LA SALVACION II

¿Puede perecer una persona salva? Si una persona verdaderamente ha nacido de nuevo, no puede perecer
jamás. El creyente está salvo y seguro para siempre. Como evidencia de esta gloriosa verdad se enumeran
a continuación siete pasajes de las Escrituras, aunque se podría haber citado más. (El estudiante debe estu­
diar cuidadosamente cada porción.)

1. San Juan 10:27­29. Observa estas palabras de Cristo: “Y yo les doy vida eterna: y no perecerán jamás”.
Plántate firmemente sobre esto. Esta es la promesa incondicional de Cristo. ¡Ninguna de sus ovejas pere­
cerá jamás! Observa, también, que tanto Cristo como el Padre te mantienen seguro.

2. San Juan 5:24. Aquí está hablando el Señor Jesucristo otra vez. Promete que la persona que oye su Pa­
labra y cree al que le envió, tiene vida eterna y no vendrá a condenación ni juicio. Si algún creyente se per­
diera alguna vez, entonces el Hijo de Dios habría faltado a su promesa.

3. San Juan 3:36 “El que cree en el Hijo tiene la vida eterna”. Observa que no dice “tendrá vida eterna”, sino
que la tiene en el tiempo presente. Ahora bien, ¿qué período abarca la palabra “eterna”? Claramente quiere
decir que es para siempre.
4. Romanos 8:38,39. El apóstol San Pablo anuncia que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni
potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo profundo podrá separar al cristiano del amor de Dios.
Y para que un hijo de Dios no se aflija por el peligro de poder separarse por si mismo del amor de Dios, Pa­
blo añade “ni ninguna otra cosa creada”(como nosotros mismos). El creyente esta tan seguro como Dios lo
puede tener seguro.

5. II Timoteo 1:12. San Pablo expresa aquí su confianza de que Cristo es capaz de guardar y mantener lo
que él le había encomendado, es decir, su alma. En Juan 6:39 leemos que Dios ha encomendado a Cristo la
preservación de todos los creyentes ¿Es posible que Cristo sea infiel a su cometido?

6. San Judas 24. El Señor Jesús es el único que puede guardar a los cristianos de caer y llevarlos sanos y
salvos al hogar, al cielo. Los cristianos no son capaces de mantenerse salvos, como no fueron tampoco ca­
paces de salvarse a si mismos, pero Cristo sí es capaz de ello (I Pedro 1:5)

7. Romanos 8:30. “Y a los que justificó a estos también glorificó.” Toda persona salvada es también glorifica­
da. Aunque todavía los cristianos no posean sus cuerpos glorificados. En otras palabras, el cristiano está tan
seguro del cielo como si ya estuviera allí.

En conexión con el tema de la seguridad del cristiano, se deben tener en Cuenta los siguientes factores:

1. El cristiano no pierde su salvación cuando peca. Cristo ya ha pagado la pena de todos sus pecados, pa­
sados, presentes y futuros. Dios no demandará el pago dos veces. Dado que Cristo ha muerto por mis peca­
dos, yo no tendré que morir por ellos. Dios, el Juez justo, perdona al pecador que cree en Cristo.

2. Pero cuando el cristiano peca, ofende a su Padre celestial, y el feliz espíritu familiar que debería existir
entre el hijo y su Padre queda roto hasta que ese pecado sea confesado (I Juan 1:9). Nótese que hay una
gran diferencia entre Dios, el Juez tratando al pecador, y Dios, el Padre, tratando a un hijo que comete una
falta. En el primer caso la paga del pecado es muerte e infierno. En el segundo caso, el resultado del pecado
es comunión interrumpida (I Juan 2:1,2).

3. El mismo cristiano no puede pecar sin consecuencias. Si un hijo de Dios se aleja de su Padre, debe espe­
rar un correctivo (Hebreos 12:6­7). El Padre podrá utilizar tristeza o sufrimiento para traerle de vuelta. En
algunos casos Dios lleva al creyente al cielo; su cuerpo muere pero su alma es salvada (I Corintios 5:5)

4. Mientras un cristiano puede pecar y comete, por desventura, actos de pecado, ningún verdadero hijo de
Dios vive una vida continua de pecado. No es que el cristiano no comete pecado sino que peca menos. Si
una persona puede continuar pecando sin volver a Dios a pesar de ser castigado, es señal que jamás nació
de nuevo. Nuestra garantía de salvación no debe ser una excusa para pecar, sino más bien, un incentivo
para no pecar.

5. Hay varios versículos en la Biblia que parecerían indicar que el cristiano puede perderse nuevamente. Sin
embargo, si los examinas cuidadosamente, notarás que se refieren a aquellos que meramente pretenden ser
cristianos, o aquellos que han conocido el camino de salvación y lo han rechazado. En ningún lugar dicen las
Escrituras que el que verdaderamente ha nacido de nuevo puede perecer. Son únicamente estas personas
las que están seguras.

9. ESCRUDIÑANDO LAS ESCRITURAS.

¿Qué debería saber un cristiano acerca del estudio bíblico? El estudio bíblico debe efectuarse en total de­
pendencia del Espíritu Santo. El es nuestro maestro, y debiéramos buscar su dirección constantemente.
(Juan 14:26; 16:13).
No hay una forma rápida y fácil de aprender la Biblia. Involucra arduo trabajo para todos. Sin embargo es
también cierto que cuanto más conocimiento adquirimos tanto más fácil será ir obteniendo conocimiento adi­
cional.

El estudiante de la Biblia debe, antes que nada, tener las herramientas necesarias con las cuales trabajar:

1. Una buena Biblia. El estudiante hará bien valerse de la “Versión Popular” además de la traducción conoci­
da como la de “Reina­Valera”. Debe escoger una Biblia con letra fácil de leer.
2. Una buena concordancia. Esto permite encontrar un texto cuando uno solamente recuerda una o dos pa­
labras del mismo.
3. Un buen diccionario bíblico: Contiene una riqueza de información sobre temas bíblicos.
Una vez provisto del equipo necesario, el creyente está listo para abordar el estudio serio de las Escrituras.

1. Lo primero que hay que hacer es apartar un poco de tiempo de cada día y comenzar a leer la Biblia. Un
buen plan es comenzar con Mateo o Juan y seguir con todo el Nuevo Testamento. Luego comenzar con
Génesis y leer toda la Biblia, alternando con capítulos del Nuevo testamento. No leas para decir que has
leído toda la Biblia, lee, más bien, para saber qué es lo que la Biblia dice.

2. Cuando encuentras una palabra desconocida, búscala en el diccionario bíblico o en el diccionario de la


lengua. Si encuentras un pasaje que no entiendes, primero trata de comprenderlo estudiándolo cuidadosa­
mente. Si esto no da resultado, entonces anota el asunto y búscalo en algún comentario bíblico en cuanto se
te presente una oportunidad.
3. Coteja escritura con escritura. No trates de levantar una doctrina sobre un solo verso. Descubre primero
cual es la enseñanza consistente con todo lo que la Biblia enseña sobre el tema. “La verdad no contradice a
la verdad”.

4. Serás bien recompensado si haces un resumen de cada capítulo, contestando las siguientes preguntas:

(a) ¿Qué he aprendido acerca de Cristo? (Aún en el Antiguo Testamento encontrarás al Salvador en tipos y
sombras.)

(b)¿Cuál es el mensaje principal de este capítulo?

(c)¿Qué promesas puedo reclamar?

(d)¿Cuál es el versículo sobresaliente?

(e)¿Qué pecado se me enseña a evitar?

(f)¿Qué ejemplo hay para que yo lo imite?


(g)¿Cuáles son los versículos difíciles?

5. Durante el día trata de hablar con algún otro sobre lo que has leído. Esto cumplirá dos propósitos: te ayu­
dará a fijar la lección en tu mente y permitirá a otro compartir también la bendición que has recibido de tu
estudio bíblico (Malaquías 3:16).

6. Trata de memorizar dos o tres versículos de las Escrituras cada semana. Comienza con los más conoci­
dos tales como Juan 1:12; 3:16; 3:36: 5:24; Romanos 10:9, etc. Repasa todos los versículos de memoria
constantemente hasta que realmente los sepas. Encontrarás tu propia vida enriquecida, y podrás hablar me­
jor a otros.

7. La gran meta del estudio bíblico, claro está, es llevar a la práctica lo que hayas aprendido. Debemos per­
mitir que la Palabra de Dios nos reprenda, corrija y nos haga más como el Señor Jesús (Jeremías 15:16).

Recuerda que cuando estudias la Biblia estás estudiando un libro eterno. Todo lo que aprendes aquí es una
inversión para la eternidad. Por tanto dale tu tiempo y lo mejor de ti.

10. LA ORACION

¿Qué enseña la Biblia acerca de la oración? No puede haber progreso en parte alguna de la vida cristiana
sin oración. Es importante, entonces, para el creyente joven saber qué enseña la Biblia sobre este asunto. El
siguiente bosquejo aspira a contestar algunas preguntas básicas:

1. ¿Por qué orar? Porque la Biblia nos manda hacerlo (I Timoteo 2:8). El Señor Jesús era hombre de ora­
ción. Si EL sentía la necesidad de ello, ;Cuánto más nosotros! (I Tesalonisenses 5:17,18; Efesios 6:18).

2. ¿Cuántas veces? Debiéramos orar a ciertas horas fijas cada día, y luego entre dichas horas. Es un buen
plan, orar al levantarse de mañana y al acostarse de noche. Luego, durante el día, debiéramos mirar al Se­
ñor cuando surgen problemas, cuando necesitamos ayuda o cuando deseamos agradecerle algo. Ciertamen­
te cada cristiano debiera inclinar su cabeza y dar gracias antes de tomar sus alimentos, sea en público o en
casa.

3. ¿En qué posición? Daniel se arrodillaba cuando oraba (Daniel 6:10). También lo hacía el Señor Jesús (Lu­
cas 22:41). Nehemías en cambio, oraba estando de pie delante del rey (Nehemías 2:4). En general, los cris­
tianos se arrodillan cuando están en casa, pero sigue siendo el privilegio de ellos hablar a Dios mientras ca­
minan por la calle o cuando están ocupados en sus actividades diarias.

4. ¿Para qué? Entre las Escrituras que responden a esta pregunta están Filipenses 4:6; 1 Timoteo 2:1­3; y
Mateo 9:38. No hay nada demasiado pequeño ni demasiado grande para que no se pueda llevar (o deba
llevarse) en oración. Muchos encuentran útil el tener una lista de oración en el cual anotan tales como:

(a) nombres de parientes y amigos inconversos.


(b) nombres de aquellos que están enfermos o en necesidad.
(e) nombres de aquellos que están sirviendo al Señor, tales como misioneros, evangelistas, maestros, etc.

5. Condiciones para que la oración sea contestada:

(a) Si permanecemos en Cristo nuestras peticiones serán contestadas (Juan 15:7). Permanecer en Cristo
significa guardar sus mandamientos (I Juan 3:22).

(b) Nuestras oraciones deben ser de acuerdo a su voluntad (I Juan 5:14). Puesto que la delineación general
de la voluntad de Dios se encuentra en la Biblia, nuestras peticiones deben ser escriturales. Por tanto, ora en
el lenguaje de la Biblia.
(c) Nuestras peticiones deben ser hechas en el Nombre de Cristo
(Juan 14:13; 16:23). Cuando verdaderamente pedimos en su Nombre, es como si El mismo estuviera
haciendo la petición a Dios.

(d) Nuestros motivos deben ser puros (Santiago 4:3). Si nuestros motivos son egoístas y pecaminosas, no
podemos esperar respuestas.

6. Lenguaje de la oración:
Debemos dirigirnos a Dios con reverencia, usando lenguaje adecuado y respetuoso.

7. Peligros de la oración:

(a) No ores para ser visto (Mateo 6:5, 6).

(b) No pidas a Dios que haga lo que puedes hacer tú. Ningún cristiano en su sano juicio se pondría en el
camino de un auto que avanza para luego pedir a Dios que lo ponga de vuelta en la vereda. Dios le ha dado
piernas para que se encarguen de llevarlo nuevamente a la vereda.

(c) No pidas algo que sabes bien que no debes tener! Dios a veces concede tales cosas pero luego envía
flaqueza al alma (Salmo 106:15).
(d) Evita repeticiones vanas (Mateo 6:7; Eclesiastés 5:2).

8. Otras sugerencias:
(a) Si descubres que tu mente vaga cuando estás sobre tus rodillas, prueba orar en voz alta. Esto te ayudará
mucho a concentrarte.

(b) No te desalientes si la respuesta no viene inmediatamente. Las respuestas de Dios nunca vienen dema­
siado temprano a fin de que no perdamos la bendición de esperar en El, y nunca vienen tan tarde como para
que pensemos que hemos confiado en El en vano.

(c) Si la respuesta de Dios no es exactamente lo que habías pedido, recuerda esto: Dios se reserva el dere­
cho de darnos algo mejor de lo que pedimos. Nosotros no sabemos qué es lo mejor para nosotros, pero El sí
sabe, y por lo tanto nos da más de lo que jamás pudiéramos pedir o pensar (II Corintios 12:8, 9).

11. ELIGIENDO UNA IGLESIA

¿Como puede saber el cristiano a qué iglesia debe unirse? A modo de instrucción a este tema se debe dejar
establecido que una persona ingresa a la verdadera iglesia en el mismo momento de su conversión. Esta
Iglesia esta formada por todo creyente en el Señor Jesucristo, sin distinción de raza, cultura o color. Los
miembros de la Iglesia se encuentran dispersos por todo el mundo, aunque la iglesia completa todavía no ha
podido reunirse en un solo lugar.

Sin embargo, es posible que los cristianos en cualquier localidad se reúnan como iglesia, y realicen las fun­
ciones establecidas en las Escrituras. En los días primitivos, los cristianos se reunían en sus propios hogares
(Romanos 16:5; Filemón 2); y leemos que “perseveraban en la doctrina de los apóstoles, y en la comunión, y
en el partimiento del pan y en las oraciones”. (Hechos 2:42).

Ahora bien, es muy evidente que es el deseo del Señor que los cristianos se reúnan regularmente. Hebreos
10:25 contiene una advertencia: “no dejando de congregarnos como algunos tienen por costumbre”. Además
grandes porciones del Nuevo Testamento se dedican a enseñar a los creyentes los privilegios y responsabi­
lidades que tienen como miembros del cuerpo de Cristo (I Corintios 12).

Sin embargo, para el recién convertido de nuestros días es un problema saber dónde debe reunirse en co­
munión. Hay tantos grupos diferentes de cristianos y una diferencia tan grande en sus enseñanzas.
La lista dada a continuación está confeccionada a fin de ayudar al creyente joven a hallar el camino correcto.
Al mismo tiempo, se debe poner énfasis sobre el hecho de que el asunto debe ser motivo de intensa oración,
a fin de que se pueda conocer claramente la voluntad de Dios. Nuestro conocimiento referente a lo que es la
iglesia debe venir únicamente de la Palabra de Dios. Las tradiciones y costumbres de los hombres deben ser
probadas según la enseñanza que sobre este tema tenemos en la Escritura (Isaías 8:20).

1. Asegúrate que el grupo con el cual te identifiques reconozca la Santa Biblia como la inspirada e infalible
Palabra de Dios, y que tenga las Escrituras como la única autoridad en todos los asuntos de fe y práctica. No
es suficiente decir que la Biblia contiene la Palabra de Dios. Es la Palabra de Dios. En consecuencia es ab­
solutamente verídica, y debemos aferrarnos a ella, creyéndola y obedeciéndola (II Timoteo 3:16­17).

2. Asegúrate de que aquellos con quienes te congregues tienen un concepto inequívoco y claro respecto a la
Persona de Cristo. Muchos están dispuestos a admitir que Cristo fue un gran caudillo, el más grande hombre
de todos los tiempos, o hasta usarán la palabra “divino” al describirlo, pero la gran verdad concerniente a
nuestro bendito Salvador es que El es Dios y ninguna otra definición es aceptable (Colosenses• 2:9)

3. Un tercer detalle muy importante que se debe vigilar es que la enseñanza con respecto a la obra de Cristo
sea sana. Las Escrituras nos enseñan que el Señor Jesucristo siendo Dios dejó su gloria y se hizo hombre
naciendo a través de la virgen María. Que vivió una vida sin pecado, que murió voluntariamente por nuestros
pecados en la cruz del Calvario, que fue sepultado, y que, resucitó y ascendió al cielo donde está ahora sen­
tado a la diestra de Dios Padre.

(I Corintios 15:1­4). La salvación se obtiene solamente por fe en El, al margen de obras o mérito humano
(Gálatas 1:6­9). (Asegúrate de averiguar que se enseña con respecto a su preciosa sangre. Fuera de esa
sangre no puede haber remisión de pecados).

Además de concordar con los tres exámenes primarios que anteceden, uno debe estar seguro que la iglesia
local no contradice, con palabra o práctica, las siguientes e importantes verdades concernientes al cuerpo
Cristo:

1. Cristo es la cabeza de la iglesia (Colosenses 1:18,19; Efesios 1:22,23). Ningún hombre puede reclamar
esta posición. Donde Cristo es reconocido como Cabeza, la iglesia mirará a El y solamente a El para recibir
órdenes y dirección.

2. Todos los creyentes son miembros del cuerpo de Cristo


(I Corintios 12:12,13). Todos los verdaderos hijos de Dios debieran, por tanto ser “bienvenidos” a la comu­
nión con la iglesia (Hay, sin embargo, dos excepciones a esta regla. Aquellos cuyas doctrinas no son sanas,
2 Juan 10 o aquellos que están viviendo en pecado, 1 Corintios 5:13, éstos deben ser excluidos hasta que
hayan sido restaurados al Señor).

3. Todos los creyentes son sacerdotes (I Pedro 2:5­9). En el Nuevo Testamento no hay distinción entre sa­
cerdotes y pueblo. Todos los cristianos pueden ahora entrar por fe a la presencia de Dios, trayendo sacrifi­
cios de alabanza, adoración y servicio. En la primitiva iglesia todos los miembros eran estudiantes de la Pa­
labra, todos eran ganadores de almas, todos estaban ocupados para Dios. Eso debiera caracterizar a la igle­
sia del día de hoy.

4. Se debe reconocer la autoridad del Espíritu Santo. Sea en adoración o en servicio, ministerio o disciplina,
debe haber libertad para que el Espíritu Santo dirija. Su dirección y autoridad no deben ser limitadas por ce­
remonias de hombres y organizaciones humanas.
(II Corintios 3:17; Efesios 4:3).

Para resumir, entonces, un creyente joven debe tener comunión con aquellos que reconocen a la Biblia co­
mo su única guía, que son sanos en cuanto a la Persona y Obra de Cristo, y que tratan de cumplir las ense­
ñanzas del Nuevo Testamento con respecto a la iglesia y sus funciones.

12. TESTIFICANDO Y GANANDO ALMAS

¿Cómo puede un cristiano llevar a otros a Cristo? Ganar almas para Jesucristo es una de las ocupaciones
más grandes en el mundo de hoy (Proverbios 11:30). Aunque no hay reglas fijas ni inflexibles para asegurar
el éxito en este trabajo, sin embargo hay algunos principios generales que resultarán extremadamente valio­
sos.

1. Es de primordial importancia que el ganador de almas sea en sí mismo espiritualmente sano. Debe estar
alimentándose continuamente de la Palabra de Dios. Debe pasar mucho tiempo en oración. Debe someterse
a Dios. Debe confesar y abandonar cualquier pecado acariciado. Caminando así, en el Espíritu, el cristiano
encontrará que el Señor proveerá las oportunidades de llevar a cabo un testimonio efectivo. Esta, induda­
blemente es la Regla de Oro para ganar almas. ”Vivir cerca de Dios” (Mateo 4:19).

2. Es una buena cosa comenzar cada día pidiendo a Dios que nos dirija hacia aquellos a quienes El desea
que alcancemos. Es evidente que no podemos hablar a todo el que vemos­ Es también claro que no tene­
mos forma de saber qué almas están “maduras” para la salvación. Pero si dejamos que el Señor nos guíe,
trabajaremos más eficazmente, y cosecharemos más fruto para El.

3. Luego durante el día debemos aprovechar las oportunidades para hablar para Cristo. Cuando los compa­
ñeros de trabajo usan el Nombre del Señor en forma profana, por ejemplo, suele ser ésta una excelente
oportunidad para dar, con tacto, una amable palabra de testimonio. Los temas religiosos se presentan en
conversaciones muy a menudo y debemos esperar que se presenten oportunidades: las podemos crear no­
sotros mismos. Los hombres del mundo hablan libremente de política, del tiempo y de deportes­ ¿Por qué,
entonces, van a estar sellados nuestros labios con respecto a Cristo, nuestro Redentor?.

4. Cita la Palabra de Dios todo lo posible. ¡Es una Palabra viva!


(Hebreos 4:12). Tiene poder para alcanzar almas más allá de lo que pueden nuestras propias palabras. Es la
espada del Espíritu y todo buen soldado de Jesucristo debe usar ésta, la más grande de todas sus armas.
Los no creyentes harán todo lo que esté dentro de su poder para evitar que recites versos de la Escritura.
Pero no te detengas­ Si dicen que no creen a la Biblia, cítala más aún.

5. Sigue cada contacto que haces. No son muchas las personas que se salvan la primera vez que oyen el
Evangelio. Generalmente hay que hablarles vez tras vez. Demuéstrales bondad. Alcánzales buena literatura
cristiana. Invítalos a asistir a las reuniones contigo.
Sobre todo ora mucho por ellas. No te desanimes si algunos te son hostiles. La oposición es generalmente
una señal de que están bajo la convicción del Espíritu Santo, mientras que la indiferencia es prácticamente
imposible de tratar.
6. No los apremies para obtener decisiones apuradas. Una profesión de fe falsa no solo es inútil, sino que
puede engañar al individuo mismo, y puede hacer un mal incontable a la causa de Cristo. Sé fiel en la siem­
bra de la buena semilla, y Dios será fiel en dar el crecimiento.

7. Si encuentras difícil hablar a otros acerca del Señor, dile al Señor y pídele que te dé la fuerza y el ánimo
para testificar de El. Si tú realmente lo deseas, El te lo dará.

8. Lleva siempre una buena provisión de literatura cristiana contigo. No sólo puedes pasar tratados a aque­
llos con quienes te encuentras sino que también los puedes dejar en medios de transporte, colectivos, res­
taurantes y en casi todo lugar público.

Las recompensas del trabajo de ganar almas son tremendas.

1. ¡El gozo presente de llevar una persona a Cristo es indescriptible! (Lucas 15:10).

2. ¡Cuánto más grande será el gozo en el cielo cuando alguno te salude con estas palabras: “Fuiste tú quien
me invitó a este lugar”!

3. Finalmente, cuán incomparable será la emoción cuando el Señor Jesucristo te confiese abiertamente ante
la formación de las huestes celestiales (Mateo 10:32).

En vista de esto, que nuestra oración constante sea: “Déjenme contemplar la multitud como lo hizo mi Salva­
dor, Hasta que mis ojos con lágrimas se enturbien.
Déjenme mirar con piedad las errantes ovejas, y amarlas con el amor de El” (Mateo 9:36).

13. DAD Y SE OS DARA

Lucas 6:38 Dad y se os dará...


Dios quiere que seamos dadores para poder recibir. Para poder darnos hasta que nos sobre, primero noso­
tros debemos dar. Primero es dar, luego es recibir. Esa es la manera de Dios. El quiere bendecirnos luego
de que nosotros demos primero.
Si esperamos recibir de Dios primero para poder dar nunca recibiremos, el plan de Dios es que nosotros de­
mos primero y luego El nos bendecirá. Proverbios 11:24­25 Hay quienes reparten, y les es añadido más; y
hay quienes retienen más de lo que es justo y vienen a pobreza.
El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado. Es palabra de Dios y se cum­
ple.

¿A donde debemos dar, y a quién, para tener mayor bendición?

1º A la casa de Dios (La Iglesia donde usted concurre, y recibe las bendiciones espirituales). Malaquías
3:10­12.
Damos nuestros diezmos por amor a la obra de Dios (nadie nos obliga)(10 de lo que Dios nos da se lo de­
volvemos para extender su Reino y el nuestro, Dios nos permite quedarnos con el 90 % restante. Si nosotros
queremos más bendición económica podemos dar más de el 10 % y el Señor nos dará según lo sembrado.
(Gálatas 5:7). Según lo que sembremos cosecharemos. 2 Corintios 9:6,8.

Al dar el diezmo la promesa de Dios para nosotros se halla en Malaquías 3:1012. La promesa es de bendi­
ción hasta que sobre y abunde, y Dios se pondrá contra todo lo que nos produzca escasez. Dice que se
asombrarán los que no son de Dios y seremos bienaventurados y como tierra deseable.
Damos nuestras ofrendas Es lo que damos por sobre los diezmos. Los diezmos se destinan para sostener a
los que se dedican a servir a Dios. Las ofrendan se destinan para todos los gastos de Edificios, luz, gas, im­
puestos, construcción, arreglos del templo, eventos especiales, y gastos diversos.

2º A los Siervos de Dios (Pastores) (los que los instruyen en la palabra de Dios: Gálatas 6:6) (los que traba­
jan en predicar y enseñar: 1 Timoteo 5:17­18).

Dios ordenó: a los que anuncian el Evangelio, QUE VIVAN DEL EVANGELIO. 1 Corintios 9:14. Leer 1 Corin­
tios 9:13; 9:11; 9:6­10.
También ordenó: El que es enseñado en la palabra haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye.
Gálatas 6:6 y luego dice: No os engañéis; Dios no puede ser burlado (si no hago esto no puedo pretender
que Dios me bendiga pues también ordenó Dios: Ten cuidado de no desamparar al Levita (el que servía a
Dios) en todos tus días sobre la tierra (Deuteronomio 12:19). El plan de Dios para que su pueblo esté en
buenas relaciones con El y sea prosperado no ha cambiado es el mismo de siempre. Algunos de sus hijos
serían apartados para su servicio tanto en el Antiguo Testamento como en el nuevo Testamento. Deutero­
nomio 18:1­5; Números 18:21; Hechos 6:2,4; 1 Corintios 9:11; 1 Corintios 9:14;
Recuerde y Aprenda esto: SERVIR A DIOS ES UN TRABAJO Y EL MAS DIFICIL.
Gracias a que alguien se dedicó a Dios y no a los negocios del mundo es que usted pasará la eternidad en el
cielo ¿Está aunque sea algo agradecido?. dice 1 Timoteo 5:17 : Los Ancianos (Pastores) que gobiernan bien
sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar pues la escritu­
ra dice; No pondrás bozal al buey que trilla; y :Digno es el obrero de su salario.
El problema de la caída del pueblo de Dios en Antiguo Testamento era que cuando el pueblo de Dios dejaba
de sostener a los que servían a Dios, estos debían dejar sus servicios religiosos para dedicarse a conseguir
sustento de otra manera. Dejaban de orar y de consagrarse y por lo tanto dejaban de administrar bien a el
pueblo de Dios con el consiguiente deterioro en la espiritualidad del mismo y de la palabra de Dios que recib­
ían de los Siervos del Señor. La consecuencia de esto era la pérdida de bendición en todas las áreas, sea
material como espiritual y finalmente el cautiverio y la esclavitud. Todo esto por no sostener debidamente a
los Siervos de Dios para que ellos puedan ministrar bien. Hoy pasa lo mismo. Hoy también Dios dice que no
debemos desamparar a sus Siervos pues son ellos los que salvan las almas y se dedican a la tarea más im­
portante según los valores de Dios. CUANDO DAMOS A LOS SIERVOS DE DIOS, DIOS NOS BENDICE EN
UNA MANERA ESPECIAL PUES A TRAVES DE ELLOS DIOS HACE SU OBRA, ELLOS SON SUS MEN­
SAJEROS Y SI DIOS A ALGUIEN LE VA A HABLAR, VA A SER A ELLOS Y SI ALGUIEN DEBE TENER
MEDIOS PARA HACER BIEN UN TRABAJO DEBEN SER ELLOS así como usted desea tener medios o
herramientas para realizar su trabajo, así Dios desea que pase con sus siervos para que ellos puedan ben­
decirlo a usted, pues Dios le ama a usted y a ellos. Los Pastores son los canales del cielo para usted y son el
regalo de Dios para usted. En la medida que ellos estén bien usted estará bien y viceversa.
Mateo 10:42 dice Y cualquiera (puede ser usted) que de a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría
solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.
Hay tremendas recompensas de parte de Dios para el que ayuda a uno de sus Siervos: Mateo 10:41 El que
recibe a un profeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá.
Leer Filipenses 4:10,14­19. Dios dijo a los Filipenses (y no a otra Iglesia) que supliría todo lo que les faltaba
porque ellos dieron a su siervo Pablo. Primero es dar, luego: se cumplen las promesas de Dios.

Lea, recuerde y póngalo por obra: Dice Dios “He aquí yo he dado a los hijos de Leví (Los que se dedican a
Dios todo el tiempo)todos los diezmos... por heredad, por su ministerio, por cuanto ellos sirven en el ministe­
rio... Números 18:21.
Leer Nehemías 10:35­39; 1 Corintios 9:13­14. Deuteronomio 14:27­29 dice: Y no desampararás al Levita que
habitare en tus poblaciones; porque no tiene parte ni heredad contigo... Para que Jehová tu Dios te bendiga
en toda obra que tus manos hicieren.

Leer Hebreos 7:5 Los hijos de Leví...tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es
decir, DE SUS HERMANOS...

3º A los Hermanos (la familia de la fe).Dice Gálatas 6:10 Así que, según tengamos oportunidad, hagamos
bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe. De estos idos grupos de personas Dios dice que
principalmente o primero debemos ayudar y dar a los hermanos necesitados y luego a todos los que poda­
mos­Dios nos recompensa y bendice al hacer esto pues en Gálatas 6:9 dice: No nos cansemos, pues de
hacer bien (Dios sabiendo que somos propensos a esto nos lo advierte) (y nos dice): Porque a su tiempo
segaremos si no desmayamos.
Hebreos 13:16 Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada
Dios.
Mateo 10:41­42...y el que recibe a un justo (un hermano creyente) por cuanto es justo, recompensa de justo
recibirá...
Romanos 12:13 Compartiendo para las necesidades de los santos (los creyentes) Mateo 25:40 Y respon­
diendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pe­
queños, a mí lo hicisteis. Hebreos 6:10 Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de
amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún.
Leer 2 Corintios 8:1­7,12­15Aofrenda para los creyentes) ver especialmente el versículo 4 (para los de Ma­
cedonia era un privilegio participar en una ofrenda para los hermanos necesitados y pidieron por favor que
los dejen participar de ella.

4º A todas las personas y de entre ellas, principalmente a los pobres.

En el orden de Dios luego de ayudar a los hermanos en primer lugar, se debe ayudar a todos y especialmen­
te a los pobres. Al hacerlo también cosecharemos las bendiciones de Dios aunque todo servicio y ayuda de­
be hacerse motivado por el amor y no por recibir algo(aunque Dios dice: “no perderá su recompensa”) y “con
esperanza debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto. Si yo doy o ayudo, Dios me
dará a su vez más para que pueda hacerlo más abundantemente y es una cadena interminable que solo yo
puedo cortar al dejar de dar. Gálatas 6:9­10 dice No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo
segaremos si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente
a los de la familia de la fe.

Proverbios 14:21 dice: Peca el que menosprecia a su prójimo; mas el que tiene misericordia de los pobres es
bienaventurado.
Proverbios 19:17 A Jehová presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, SE LO VOLVERA A PAGAR.
Cuando damos al pobre prestamos a Dios, Y EL NOS LO DEVUELVE CON INTERESES.
Gálatas 2:10 dice: Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres; lo cual también procuré con
diligencia hacer.
Romanos 15:26 Porque Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda para los pobres que hay entre
los santos que están en Jerusalén. Pues les pareció bueno, y son deudores a ellos; porque si los gentiles
han sido hechos participantes de sus bienes espirituales, deben también ellos suministrarles de los materia­
les. (Es el mismo concepto de 1 Corintios 9:11). Efesios 4:28...trabaje, haciendo con sus manos lo que es
bueno, para que tenga que compartir con el que padece necesidad.

OTRAS PROMESAS DE DIOS:

2 Corintios 9:6 El que siembra escasamente, también cegará escasamente; y el que siembra generosamen­
te, generosamente también cegará.
2 Corintios 9:8 Poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo
siempre en todas las cosas todo lo suficiente abundéis para toda buena obra.

Leer 2 Corintios 9:5­15 en la Versión popular.

3 Juan 2: AMADO, YO DESEO QUE TU SEAS PROSPERADO EN TODAS LAS COSAS, Y QUE TENGAS
SALUD, ASI COMO PROSPERA TU ALMA.

14. SEPULTADO EN EL BAUTISMO.

¿Qué es el bautismo y quién debe ser bautizado? Antes que el Señor Jesús ascendiera al cielo, dio a sus
discípulos el gran mandamiento: Por tanto, id, y haced discípuloa a todas las naciones, bautizándolos en el
nombre del Padre y del Hijo y del espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he man­
dado: y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén (San Mateo 28:19, 20).

Era pues el deseo de Dios, que a medida que sus siervos fuesen por todo el mundo predicando el Evangelio,
bautizasen a aquellos que recibiesen el mensaje. El bautismo es una ordenanza instituida por el Señor mis­
mo. Esto da lugar a dos preguntas: Primero: ¿Cómo se práctica la ordenanza del bautismo? Segundo: ¿Qué
significa el bautismo?

A fin de encontrar una contestación correcta para la primera pregunta, leamos en los Hechos 8:26­39. Un
siervo de la Reina de Etiopía, viajando en un carro, estaba leyendo el Antiguo Testamento, en el libro de Isa­
ías, capítulo 53. Este hombre era un sincero buscador de la verdad, y por lo tanto Dios instruyó a su siervo,
Felipe, para que le hablase. Felipe le dijo como el Señor Jesús había muerto en la cruz del Calvario para
salvar a los pecadores. El viajero creyó en el Señor Jesucristo y luego preguntó a Felipe si podía ser bauti­
zado. Puesto que el hombre verdaderamente había creído en Cristo, Felipe accedió a bautizarlo. El carro fue
entonces detenido cerca de unas aguas. Obsérvense ahora cuidadosamente los versículos 38 y 39: “... y
descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco; y le bautizó. Y cuando subieron del agua, el Espíritu del
Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino.”
Ahora bien, ¿cuál es el verdadero significado de esta ceremonia que se llevó a cabo tan sencillamente en
una vía oriental hace muchos años y que aun se sigue haciendo hasta el día de hoy?

1. Primeramente, es un acto de obediencia a la voluntad declarada del Señor Jesús (San Mateo 28:19). Su
propósito no es de quitar la inmundicia de la carne, sino más bien, dar al cristiano una buena conciencia
hacia Dios, sabiendo que ha obedecido su voluntad (I Pedro 3:21). Solamente aquellos que han oído y creí­
do deben ser bautizados (Los Hechos 18:8).

2. Segundo, Romanos 6:3­5 nos enseña que es un símbolo o figura de una verdad espiritual.

a. Sumergirse en el agua y levantarse es una figura de muerte al pecado y resurrección para una vida nueva.

b. Cuando Cristo murió para expiar nuestros pecados fue sepultado y resucitó siendo un símbolo de juicio y
muerte. (Salmo 42:7). Y luego una nueva vida.

c. Desde que Cristo murió como un substituto del creyente, es también cierto que el creyente murió junta­
mente con el Señor Jesús. En otras palabras, cuando Cristo murió, yo morí. Cuando El fue sepultado, yo fui
sepultado. Cuando El resucitó, yo resucité.

d. El cristiano ha muerto para el pecado, ha muerto a todo lo que él era por naturaleza, y de ahora en adelan­
te Dios ya no lo ve en sus pecados, sino en Cristo (Gálatas 2:20).

e. Por lo tanto, cuando un cristiano es bautizado, hace una confesión pública que ha tomado su lugar con
Cristo en la muerte y sepultura, y de allí en adelante caminará con Jesús y hará su voluntad ya que posee la
vida de Cristo (Colosenses 2:12­3:1 y 2).

3. La persona que está verdaderamente bautizada es aquella que no solamente ha sido bautizada literalmen­
te en agua, pero cuya vida demuestra que la carne o vieja naturaleza, ha sido puesta en el lugar de la muer­
te. El bautismo debe ser un asunto del corazón, a la vez que una profesión externa.

Cada uno que es bautizado disfruta de la misma experiencia que tuvo el eunuco etíope. Las Escrituras dicen
acerca de él; “se fue por su camino gozoso” (Los Hechos 8:39).
Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis, si las hiciereis” (San Juan 13:17).

15. BAUTISMO

El bautismo en agua es muy importante y es un mandato del Señor.


Es una de las enseñanzas básicas del Cristianismo Hebreos 6:1­3.
El Señor mismo antes de su ascensión mandó que se predique a todas las naciones, se hagan discípulos y
se los bautice. Mateo. 28:19. “Por tanto id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nom­
bre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
El Señor afirmó esto en Marcos 16:15, 16. “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El
que creyere y fuere bautizado será salvo; mas el que no creyere será condenado”. Rechazar el bautismo es
rechazar un mandato del Señor, no es algo opcional, Jesús mismo no comenzó su ministerio público sin ser
bautizado.
En seguida del sermón de Pedro en Pentecostés la gente exclamó. ¿Qué haremos? y Pedro sin vacilar res­
pondió “Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros”. Hechos 2:38.
La Iglesia Novo­Testamentaria comenzó así: “Así que los que recibieron su palabra fueron bautizados: y se
añadieron aquel día como tres mil personas'' (Hechos 2:41).
Cornelio el centurión le dijo a Pedro: “Ahora, pues, todos nosotros estarnos aquí en la presencia de Dios pa­
ra oír todo lo que Dios te ha mandado” (Hechos 10:33). Una de esas cosas ordenadas era el bautismo en
agua. “Y mando bautizarles en el nombre del Señor Jesús”. (Hechos 10:48).
Cada vez que se convertía alguien (luego de ese día de Pentecostés de Hechos 2:4) sin excepción era bau­
tizado y hoy debe ser igual. Debemos ajustarnos al modelo de la Biblia. En Samaria (Hechos 8:12) dice:
“Cuando creyeron... se bautizaban hombres y mujeres” (no menciona niños).
En Hechos 8:37­39. el eunuco etíope le dijo a Felipe “creo... y le bautizo” en seguida Felipe bautizo al etíope
luego de que este creyó el mensaje de salvación.
Entonces vemos que desatender este claro mandato de nuestro Señor Jesucristo es un serio acto de des­
obediencia.

¿Salva el bautismo?

No, el bautismo no salva. La Biblia nos enseña que la salvación se encuentra solamente a través del arre­
pentimiento y fe en el Señor Jesucristo.
El bautismo es un acto de obediencia y habla de una nueva vida que ha comenzado. Como tal es un paso
que se toma luego de la salvación y no algo que la precede. El ladrón de la cruz murió sin bautizarse (al igual
que muchísimos mas) y el Señor le dijo “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”. O sea que
fue salvo.
Pablo dice en 1 Corintios 1:17. “Pues no me envió Cristo a bautizar sino a predicar el evangelio”. Si el bau­
tismo fuera esencial para la salvación Pablo no hubiera afirmado tal cosa, él busca en primer lugar predicar
el mensaje de salvación para que crean y se salven y dejo en manos de otros este mandato de bautizar,
aunque él también bautizó a algunos.
1 Corintios 14­16.

¿De que manera se debe realizar?

La palabra bautizar significa sumergir; el termino “bautismo” en griego significa sumergir. Y para sumergir se
necesita mucha agua, por eso dice la Biblia que “Juan bautizaba en Enón... porque había allí muchas
aguas”. Juan 3:23. Si el bautismo fuera de otra manera o por aspersión, ¿para qué necesitaba “muchas
aguas”. O sea un lugar del río con caudal suficiente para sumergir, y ¿para qué necesitaba de un río? (en
este caso el Jordan) muy bien podría bautizar por aspersión con una cantimplora o tinaja en medio del de­
sierto o la ciudad.
Vamos a analizar ahora el pasaje de Felipe y el Etíope, Hechos 8:26­40. Vemos en el versículo 35 que Feli­
pe le anuncio el evangelio de Jesús basado en las escrituras (la Biblia) y cuando llegaron a cierta agua,
versículo 36, dijo el eunuco: ­Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?” Y Felipe le dijo. “Si crees
de todo corazón bien puedes. Y respondiendo dijo: creo que Jesucristo es el Hijo de Dios”. Primero debía
creer y luego entonces podía ser bautizado; y dice el versículo 38 que “descendieron ambos al agua, Felipe y
el eunuco y le bautizo”. “Cuando subieron del agua”... vemos por estos pasajes que él bautismo es por in­
mersión pues debieron descender o meterse en el agua y luego de bautizarlo salieron, también debieron
llegar a un lugar de mucha agua (un río o lago) pues el etíope en su travesía por el desierto llevaría mucha
agua en barriles o cantimploras o cueros, y si el bautismo fuera por aspersión, podrían haber parado en
cualquier lugar y utilizar el agua que llevaba el Etíope pero no lo bautizó sino hasta llegar a unas aguas
abundantes en las cuales pudieron introducirse.
En Romanos 6:4; Colosenses 2:12 dice “Porque somos sepultados juntamente con él, para muerte por el
bautismo...” Sepultar cualquier cosa significa cubrirla. Entonces se necesitaba mucha agua, se debe descen­
der al agua Hechos 8:38; somos sepultados en el bautismo y el que se bautizó sale del agua, “y Jesús des­
pués que fué bautizado, subió luego del agua (Mateo 3:16). “Y cuando subieron del agua” (Hechos 8:39).
El bautismo como símbolo significa muerte, sepultura y resurrección. La inmersión en agua es el único modo
adecuado de representar esto. La práctica de la aspersión, como modo de bautizar, se originó antiguamente
en lo que se llamó bautismo clínico, porque se lo aplicaba únicamente a los enfermos, a quienes no se los
podía introducir en un lugar o recipiente con agua (solo en ese caso se justificaba esta forma de bautis­
mo).Con el tiempo esta práctica se generalizó pero es una forma incorrecta de bautizar si se trata de perso­
nas sanas. Durante los dos primeros siglos del Cristianismo se bautizaba solo por inmersión, en varias ciu­
dades antiguas del oriente y en Roma se han descubierto bautisterios en los cuales se bautizaba por inmer­
sión.

¿Cual fórmula es correcta?

Mateo 28:19 dice “Bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, ¿contradice esto a
lo que dice Pedro en Hechos 2:38 “y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo?. No, este
versículo no asienta una fórmula, pero describe la razón y propósito del bautismo: reconocer a Jesús como
Cristo y Salvador. Cuando Pedro y Pablo hacen estas referencias a bautizar en el nombre de Jesús, están
dando la autoridad para el bautismo y no la fórmula. Somos bautizados en compañerismo con el nombre de
la Santa Trinidad y en el nombre (por autoridad y mandato) de Jesús el Cristo. Cualquier cosa que hagamos
de palabra o de hecho, debe hacerse en el nombre del Señor Jesucristo, Colosenses 3:17.
¿Cuál es su significado?

Anunciar su fe. La gente ve lo que uno cree, 1 Corintios 15:3­4, define el evangelio “Que Cristo murió por
nuestros pecados conforme a las Escrituras, y que fué sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las
Escrituras”. El bautismo muestra la muerte del Señor y su resurrección. Se describe su muerte en el calvario
y su resurrección. Es simbolizada la limpieza del pecado. La gente ve lo que ya ha sucedido en nuestro inter­
ior. Se representa algo que pasó, una experiencia en nosotros, que morimos al pecado (al sumergirnos) y
resucitamos para una vida nueva (al emerger del agua). El bautismo describe la conversión,”Las cosas viejas
pasaron; todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Cuando nos convertimos morimos a la vida antigua,
somos sepultados y resucitamos para vivir en novedad de vida, para vivir para Dios.
También simboliza la limpieza de nuestros pecados efectuada en el momento de la conversión.

¿Quien debe ser bautizado?

Leímos en el pasaje de Felipe y el Etíope que Felipe le dice:­Si crees... bien puedes bautizarte. (Hechos
8:37), el requisito es creer. 0 sea, los creyentes y solamente los creyentes deben ser bautizados. El pecador
debe primero arrepentirse y creer, (Marcos 1:15) “arrepentíos y creed en el evangelio”. Hechos 2:38 y 41 “Así
que los que recibieron su palabra (es decir, se arrepintieron y creyeron) fueron bautizados”. En Hechos 18:8
dice que oyendo el mensaje creían primero y luego eran bautizados. Así que siempre es primero creer y lue­
go ser bautizado.

¿Deben Bautizarse los niños?

No hay en toda la Biblia un pasaje que diga que se bautizó un bebé. En Hechos 8:12 dice que se bautizaban
hombres y mujeres. Debe haber un sentido personal de necesidad, de culpa, antes que pueda haber un acto
de arrepentimiento y fe salvadora. Los niños, hasta que lleguen a una edad de responsabilidad y compren­
sión, no pueden ejercer ninguna fe salvadora. Un niño muy chico no puede arrepentirse, no puede convertir­
se lo mismo que un bebé no puede creer en Jesús. La Biblia jamás ordena el bautismo se niños muy peque­
ños y no existe un ejemplo en las sagradas escrituras de ello. Los niños eran traídos a Jesús para que los
bendijera, no para que los bautizara (Mateo 19:13­15) y el mismo Señor fué presentado a Dios por sus pa­
dres y no bautizado (Lucas 2:22). Jesús mismo se bautizó de grande.

¿Cuando se debe bautizar?

El Etíope (Hechos 10:36­38) fue bautizado inmediatamente, lo mismo Pablo, fue bautizado poco después de
su conversión Hechos 9:17­19. Cornelio y los de su casa, también (Hechos 10:47­48).
Los tres mil el día de Pentecostés creyeron y fueron bautizados inmediatamente (Hechos 2:41) el mismo día.
El carcelero de Filipos se bautizó en seguida con su familia (Hechos 16:32­33). También Lidia fue bautizada
con su familia, al poco tiempo de convertirse, (Hechos 16:14­15) lo mismo que los Corintios (Hechos 18:8). 0
sea que se puede bautizar una vez que se está seguro que las personas se arrepintió y creyó. No hay por­
que dilatar el momento de obedecer este mandato del Señor.
Por razones prácticas se puede bautizar en las iglesias cuando hay un grupo, aunque pequeño de personas
que ya se han convertido y no cada vez que uno se convierte. Aunque si no hay otros que se conviertan por
algún tiempo, entonces se lo debe bautizar aunque sea a él solo.
Los cristianos primeros, obedecían inmediatamente el mandato de Cristo y los nuevos cristianos de hoy de­
ben hacer lo mismo. No leemos en el Nuevo Testamento de ningún creyente que no se ha bautizado.
El bautismo entonces es una ordenanza instituida por Jesucristo y la cual debe hacerse por inmersión del
creyente en agua. Es un símbolo de algo que ya ha ocurrido en su interior en el momento de su conversión,
y muestra que murió al pecado y resucitó a una vida nueva.
Es un rito mediante el cual el nuevo creyente se añade a la iglesia en forma visible y se identifica con ella.
Hechos 2:41 “los que recibieron la palabra fueron bautizados y se añadieron aquel día como tres mil perso­
nas”. Es símbolo y representación objetiva de la experiencia espiritual de conversión, que el nuevo creyente
ha tenido. Es un testimonio de obediencia del individuo que ya ha sido salvo.
Representa la limpieza espiritual, pero no efectúa esa limpieza. Cristo es quien hace esto cuando el hombre
se arrepiente y cree en las buenas noticias del Evangelio, uniéndose a El mediante la Fe y le recibe en su
vida como su Salvador, Señor y Rey.
16. EL ESPÍRITU SANTO EN LA ÉPOCA DE CRISTO

El Espíritu Santo en el nacimiento de Juan el Bautista y de Jesús.

Consideraremos primero ciertos descensos del Espíritu Santo que precedieron el día de Pentecostés. El
arcángel Gabriel informó a Zacarías que el hijo que tendrían en la ancianidad sería lleno del Espíritu Santo
desde el vientre de su madre. (Lucas 1:15).
El mismo arcángel le informó a la Virgen María que el Espíritu Santo descendería sobre ella, y que el santo
ser que nacería de ella sería llamado el Hijo de Dios.(Lucas 1:35). Cuando María fue a visitar a su prima Eli­
zabet, ésta fue llena del Espíritu Santo y se expresó en alta voz. (Lucas 1:41­42). Zacarías, en ocasión del
nacimiento de Juan, fue lleno del Espíritu Santo y profetizó. (Lucas 1:67). Había asimismo un hombre en la
ciudad del Jerusalén, que se llamaba Simeón, “y el Espíritu Santo estaba sobre él.” Se le reveló por el Espíri­
tu Santo que no moriría hasta que contemplara al Señor Jesucristo. Se nos dice que “movido por el Espíritu
vino al templo”.(Lucas 2:25­27). Ana(profetisa)asimismo “hablaba del niño a todos”. De esta manera encon­
tramos referencias claras con respecto al Espíritu Santo en los primeros dos capítulos de Lucas. El descenso
del Espíritu fue acompañado aquí de revelaciones y profecías.
En el ministerio de Jesús.

En el río Jordán, Juan el Bautista recibió una señal de aquél que lo había enviado a bautizar en agua. En
efecto, Dios le dijo a Juan lo siguiente: “Sobre quien veas descender el Espíritu Santo, y que permanece so­
bre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo”. “Y Juan dio testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que des­
cendía del cielo como paloma, y reposó sobre él”. (Juan 1:32­33). Pedro se refiere a este acontecimiento en
(Hechos 10:38) cuando dice: “cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo
éste anduvo haciendo bienes, y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. El
nombre Cristo significa “el Ungido.” De esta manera la predicción de Isaías con respecto al Mesías que sería
ungido de Espíritu Santo se cumplió. El Señor Jesús confirmó en forma específica esta verdad en la sinago­
ga de Nazaret, donde leyó (Isaías 61:1,2) y declaró: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.”
(Lucas 4:21). Jesús fue lleno de Espíritu Santo o bautizado en el Espíritu Santo, después de ser bautizado
en el agua:”Y Jesús después que fue bautizado, subió luego del agua...y vio al Espíritu de Dios que descend­
ía como paloma, y venía sobre él”.(Mateo 3:16); y el Espíritu le impulsó al desierto
(Marcos 1:12), y volvió en el poder del Espíritu a Galilea (Lucas 4:14); por el Espíritu de Dios echó fuera de­
monios, (Mateo 12:28); y por el Espíritu Santo dio mandamientos a los apóstoles a quienes había escogi­
do.(Hechos 1:2).

La predicción de Juan el Bautista con respecto a un descenso general.

Juan el Bautista profetizó asimismo que Jesús sería el medio o instrumento para la efusión del Espíritu Santo
en el mundo, predicho por el profeta Joel:(Joel 2:28­29).
(Marcos 1:8) “Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero El os bautizará con Espíritu Santo”
(Lucas 3:16) “Yo, a la verdad, os bautizo en agua; pero viene uno mas poderoso que yo, de quien no soy
digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.”

La predicción de Cristo con respecto a la venida del Espíritu.

Cristo, al ver que se acercaba el fin de su ministerio y en circunstancias que se preparaba para dar por ter­
minadas su enseñanzas, e impartir a sus discípulos las últimas instrucciones, informó a los suyos con res­
pecto al descenso del Espíritu Santo.
En (Juan 4:4) se había referido como a “una fuente de agua,” y en (Juan 7:37­38) como a “ríos de agua viva
que saldrían del interior de aquéllos que creían en él.
En (Lucas 11:13), Jesús manifestó que el Padre daría el Espíritu Santo a los que se lo pidiesen. En (Juan
14:16) el Señor declara lo siguiente: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con
vosotros para siempre.” En el discurso de despedida a sus discípulos, se refirió en repetidas ocasiones al
descenso del Espíritu Santo, y suministró algunos datos con respecto al ministerio que realizaría el Espíritu
Santo. Juan 14:17, 26; 15:26; 16:7­15.
(Lucas 24:49) “He aquí yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros, pero quedaos vosotros en la ciu­
dad de Jerusalén hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”.
Sobre LA promesa del Padre leer Joel 2:28­32; Hechos 2:4,16­21.

Cristo Sopló y dio el espíritu Santo a los discípulos.

Nos trasladaremos ahora a la época de la crucifixión y resurrección de Cristo y a la fecha de Pentecostés.


Después de resucitar Jesús sopló sobre los discípulos y dijo: “Recibid el Espíritu Santo.” (Juan 20:22). Esto
no podía haber sido el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento, de las de Juan el Bautista y
Jesús mismo, con respecto al derramamiento del Espíritu Santo, pues cuarenta días después, tal como se
menciona en (Hechos 1:4­5), ordenó a sus discípulos que esperaran la promesa del Padre, informándoles
que serían bautizados con el Espíritu Santo no muchos días después. Describe el efecto de ese bautismo en
(Hechos 1:8), y en el versículo 9 se expresa que el Señor Jesús, después de haber hablado esas cosas “fue
alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos”. Fue así entonces que cuarenta días después de la
fecha de la resurrección, fecha en la cual había soplado sobre sus discípulos, diciéndoles que recibieran el
Espíritu Santo, el Señor se refiere al bautismo en el Espíritu Santo como algo que se produciría en el futuro.
El recibimiento del Espíritu Santo por parte de los discípulos en la fecha de la resurrección fue un aconteci­
miento distinto,(conversión) y recepción del Espíritu santo (leer Romanos 8:9b) pero no debe confundírsele
con el bautismo en el Espíritu Santo, que descendió sobre ellos el día de Pentecostés. El estudio del tema
que sigue, titulado “el Espíritu Santo en la conversión,” nos explicará el significado del acto de Cristo, consis­
tente en soplar sobre sus discípulos, diciéndoles: “Recibid el Espíritu Santo.”

17. EL ESPÍRITU SANTO EN LA CONVERSIÓN

El Espíritu Santo comienza el proceso de la conversión.


Examinaremos los pasajes sagrados que exponen o presentan la obra del Espíritu Santo en lo que respecta
a la conversión del creyente, (Juan 16:8­10) Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia
y de juicio. Desde el mismo comienzo del proceso de la salvación es el Espíritu Santo el que toma la iniciati­
va para producir convicción de pecado en el corazón del pecador. Nadie puede llamar a Jesús Señor, sino
por Espíritu Santo dice (1 Corintios 12:3). El confesar con la boca que Jesús es su Señor (amo, jefe el que
manda en su vida y al cual ha decidido obedecer)constituye el primer paso del hombre hacia la salvación. El
hombre se rinde ante el poder convincente del Espíritu Santo y llama Señor a Jesús.

El espíritu Santo Completa el proceso.


Una descripción de lo que ocurre cuando uno se convierte es proporcionada por Pablo en
(2 Tesalonicenses 2:13) y por Pedro (1 Pedro 1:2) que dicen: “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a
Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio
para salvación, mediante la santificación por el Espíritu, y la fe en la verdad. Elegidos según la presciencia
de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados en la sangre de Jesucristo”,
La creencia en la verdad conduce a la salvación, por la obra de elección y separación realizada por el bendi­
to Espíritu Santo. En la salvación del hombre, cooperan Dios y el hombre. Tal como lo expresa Pedro, le co­
rresponde al hombre obedecer, “En santificación del Espíritu, para obedecer”. La labor conjunta del Espíritu
Santo y del hombre, da como resultado el rociamiento de la sangre de Cristo, acción culminante e indispen­
sable de la salvación. ¿Qué me puede dar perdón? Sólo la sangre de Jesús (1 Juan 1:7).Esta fue derramada
para pagar el precio de nuestra salvación,(1 Pedro 1:18­19).Esta labor completa del Espíritu Santo en el co­
razón del hombre se denomina el nuevo nacimiento. Jesús, Santiago, Pedro y Juan lo describen en los
términos expresados. Juan 3:5; Santiago 1:18; 1 Pedro 1:23; 1 Juan 3:9 y 5:1.

Otros Términos descriptivos de la conversión

“Y por cuanto sois hijos, Dios envió el Espíritu de su Hijo en vuestros corazones, el cual clama: Abba, Padre.”
(Gálatas 4:6). Constituye ésta una declaración explícita en el sentido de que el Espíritu Santo penetra en el
corazón del hombre en la conversión. Las Sagradas Escrituras nos dicen que “si alguno no tiene el Espíritu
de Cristo, el tal no es de él.” (Romanos 8:9). Este acontecimiento original de la salvación es descrito por Pa­
blo como bautismo en el cuerpo de Cristo. “Porque por un Espíritu somos todos bautizados en un cuerpo.” (1
Corintios 12:13). “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis vestidos.” (Gálatas
3:27). Y finalmente, el Espíritu “testifica” o da testimonio a nuestro espíritu “que somos hijos de Dios.” (Ro­
manos 8:16).

Todos los Creyentes tienen el espíritu Santo.

En todas las descripciones y en el empleo de los distintos vocablos para explicar la conversión del creyente,
se explica con claridad que el Espíritu Santo es el agente de la conversión. Convence al hombre de su peca­
do; lo santifica o separa para la salvación. Además, los creyentes nacen del Espíritu. Da testimonio asimismo
al creyente de que es hijo de Dios. Los que son de Cristo, tienen el Espíritu del Maestro. El Espíritu Santo los
bautiza en el cuerpo de Cristo, y luego reside en el corazón del creyente. Vemos así entonces que todo ver­
dadero creyente, todo hombre nacido de nuevo, tiene el Espíritu Santo. Han comenzado por el Espíritu.”
(Gálatas 3:3). Todo lo que poseen en lo que respecta a vitalidad y experiencia cristianas, lo han recibido del
Espíritu Santo.

Juan 20:22.

Podemos entender ahora con más claridad lo que les ocurrió a los discípulos en la noche de la resurrección,
cuando Jesús les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”, El Espíritu de Cristo resucitado y glorificado estaba ahora
disponible para el corazón del creyente, y el Señor Jesús se apresuró a impartir esta vida a sus discípulos. El
Espíritu del Hijo de Dios, el Espíritu de Cristo, en calidad del Espíritu Santo en la conversión, penetró en el
corazón de los discípulos en aquella oportunidad. Había muerto y se había convertido en un ser glorificado
con el objeto de que pudiera penetrar en el corazón de todos los creyentes.

“Mora con vosotros, y estará en vosotros.” (Juan 14:17)

Existe un misterio relacionado con el hecho de que el Espíritu de Cristo estaba en los profetas del Antiguo
Testamento (1 Pedro 1:11; Nehemías 9:30) y estaba asimismo en los creyentes del Nuevo Testamento
(Gálatas 4:6) y sin embargo estaba solamente con los discípulos durante el ministerio terrenal de Cristo.
“Porque mora con vosotros y estará en vosotros.” (Juan 14:17). Este misterio se refiere a la relación existen­
te entre la persona de Cristo y la persona del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el “otro yo”, por así decirlo,
del Señor Jesús y desde que Cristo se vio obligado, por la naturaleza del cuerpo físico en el cual vivía, a es­
tar simplemente con ellos antes de ser glorificado, era lógico entonces que su Espíritu (el Espíritu Santo)
estuviera también con ellos y no en ellos hasta que Cristo no resucitara de los muertos.
(Juan 20:22) representa entonces el primer paso o etapa de la venida del Espíritu. El cumplimiento final de
(Juan 14:17) se produjo entonces el día de Pentecostés.
Sabemos por lo que figura en el evangelio según San Juan que aun antes de la ascensión, el Espíritu Santo
había sido dado realmente a los discípulos, que Cristo había soplado sobre ellos, dándoles el Espíritu Santo.
Pero el día de Pentecostés fueron llenos del Espíritu Santo.

18. EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO ES DISTINTO DE LA CONVERSIÓN

Todos los creyentes pueden ser bautizados en el espíritu Santo.

Quedó demostrado en el tema anterior que el recibimiento del Espíritu Santo en la fecha de la resurrección
era completamente distinto del bautismo en el Espíritu Santo que se produjo cincuenta días después. Lo ex­
puesto nos lleva a la conclusión de que aunque todos los creyentes tienen el Espíritu Santo, pueden recibir
además el Bautismo en el Espíritu Santo o ser llenos del Espíritu Santo.

Es evidente que el Bautismo en el Espíritu Santo es una operación del Espíritu distinta y adicional en lo que
respecta a la regeneración... Un hombre puede ser regenerado por el Espíritu Santo y sin embargo no estar
aún Bautizado con el Espíritu Santo. En la regeneración, se le imparte al hombre la vida por el Espíritu, y el
que la recibe es salvo: en el Bautismo con el Espíritu Santo, se le imparte poder al creyente, y el que recibe
ese poder está mejor capacitado para servir.

Debemos de reconocer el hecho de que el tener el Espíritu es una cosa, y el ser bautizado con el Espíritu es
otra distinta.

Cristo y el Espíritu.

Jesús nació del Espíritu Santo del seno de la virgen María. Durante treinta años fue el Hijo de Dios en un
sentido que nadie lo ha sido jamás. Luego, en el río Jordán, fue bautizado en el Espíritu Santo. Recibió la
unción de lo alto que lo inició y lo mantuvo en un ministerio extraordinario.

Observemos que Cristo, el cual es nuestro ejemplo, tanto en esto, como en todo lo demás, no inició su minis­
terio hasta no haber recibido el Bautismo en el Espíritu Santo... Había sido engendrado del Espíritu Santo en
el seno de la virgen, y había vivido una vida santa, pero antes de iniciar su ministerio público, esperó hasta
que el Espíritu Santo descendiera sobre él, de la misma manera que había estado en él.

Cristo nació del Espíritu y fue más tarde bautizado en el Espíritu.


Jesucristo fue concebido por el Espíritu Santo y durante treinta años fue dirigido y enseñado por el Espíritu
divino. ¿No era acaso uno con el Espíritu Santo? Ciertamente que lo era. ¿Por qué entonces necesitaba la
unción? Porque su naturaleza humana necesitaba ser fortalecida por el Espíritu, antes de que pudiera reali­
zar con éxito el ministerio en el mundo. Jesús esperó durante treinta años hasta que fue ungido, y sólo en­
tonces fue que dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas
....”. No se debe olvidar nunca que el ministerio del Señor no fue realizado en el poder de la segunda perso­
na de la bendita Trinidad, sino en el de la tercera persona.”(San Lucas 4:14).
Primero, el Señor nació por el Espíritu, (luego de ser bautizado en agua) fue bautizado en el Espíritu y poste­
riormente inició su ministerio en el poder del Espíritu.
De igual manera nosotros debemos de seguir sus pasos e imitar su vida.
Nacidos del Espíritu, nosotros también debemos de ser bautizados en el Espíritu, y luego vivir la vida de
Cristo y repetir su obra en el poder del espíritu Santo.

El Espíritu Santo y los Discípulos.

Los discípulos de Cristo lo habían dejado todo para seguir a su Maestro.


Habían confesado que el era el Cristo, el Hijo del Dios viviente. (Mateo 16:16);
(Juan 6:68,69). De esta manera Jesús había manifestado que eran limpios, (Juan 15:3) con la excepción de
Judas. (Juan 13:10­11). Había declarado asimismo que sus nombres estaban escritos en el cielo, (Lucas
10:20). Luego había soplado sobre ellos y les había otorgado el Espíritu Santo después de su resurrección,
(Juan 20:22). Y sin embargo se les ordenó que esperaran para recibir en Bautismo en el Espíritu Santo. (Lu­
cas 24:49). Habían recibido ya el Espíritu Santo, empero necesitaban el Bautismo en el Espíritu Santo.

Los convertidos Samaritanos y el Espíritu Santo

Los discípulos de Samaria recibieron a Cristo al oír la predicación de Felipe.


(Hechos 8:5­13). Había un gozo profundo en la ciudad. “Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el
evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres”. Versículo 12. Sin
duda alguna, el Espíritu Santo estaba presente en el ministerio de Felipe. Se trataba de un hombre lleno del
Espíritu Santo, tal como se nos declara en (Hechos 6:3,5). Sus oyentes habían sido llevados a los pies de
Cristo por el Espíritu Santo, el cual había efectuado asimismo su regeneración, pues no existe otro método,
pero...

Posteriormente Recibieron el Bautismo en el Espíritu Santo.

En (Hechos 8:14­17) se lee lo siguiente: “Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén, oyeron que Sa­
maria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales habiendo venido, oraron
por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; (porque aun no había descendido sobre ninguno de ellos,
sino solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús). Entonces les imponían las manos, y recibían
el Espíritu Santo”. Era el bautismo en el Espíritu Santo lo que los discípulos de Samaria necesitaban, y lo
que los apóstoles de Jerusalén se apresuraron a impartir. El Espíritu Santo había operado en sus corazones,
y se hallaba presente en ellos pero “aun no había descendido sobre ninguno de ellos.”(No eran llenos del
Espíritu o Bautizados en el Espíritu Santo).

Lo que experimentaron fue más Maravilloso que los Milagros.

El poder del Espíritu Santo, al descender sobre los discípulos por medio de la imposición de manos de Pedro
y de Juan, efectuó resultados tan maravillosos en las vidas de estos discípulos que Simón ofreció dinero a fin
de que este poder que Pedro y Juan tenían pudiera dársele a él. No trató de adquirir el celo evangelístico de
Felipe, ni los dones de sanidades, de milagros o de fe del mencionado evangelista. Empero el poderoso Bau­
tismo en el Espíritu Santo, que descendió sobre los discípulos samaritanos, fue para su mentalidad algo más
espectacular y maravilloso. Esto explica por qué ofreció dinero para adquirir este poder, mas nada hizo para
obtener las obras previas del Espíritu (antes que fueran Pedro y Juan). Todo esto demuestra que existía una
diferencia entre la conversión de los discípulos Samaritanos, y el Bautismo en el Espíritu Santo, y asimismo
que este Bautismo en el Espíritu Santo se trataba de un acontecimiento mas poderoso y convincente.
Pablo y el Espíritu Santo.(Hechos 9:1­19)

Cuando el apóstol Pablo oyó la voz de los cielos, y vio la luz que lo encegueció, luz más brillante que la del
medio día, dijo lo siguiente: Señor, “¿qué quieres que haga?” como vemos, llamó Señor a Jesús. En la decla­
ración que encontramos en 1 Corintios 12:3, podemos afirmar que no podría haber hecho esto si no era por
el Espíritu Santo. Fue este el momento le la conversión. Reconoció a Jesús como el Señor y se rindió com­
pletamente a la voluntad del Señor. A su arribo a Damasco, el Señor envió a Ananías al Lugar donde se en­
contraba Pablo. Ananías, al saludarlo, le dijo: “hermano Saulo”. Era realmente un hermano, porque se había
convertido en el camino a Damasco. Ananías le impuso las manos, a fin de que recibiera la vista y fuera lleno
del Espíritu Santo. Fue así que hubo un intervalo de tres días entre la conversión y el bautismo en el Espíritu
Santo en el caso de Pablo. También Pablo habló en lenguas (1 Corintios 14:18) dice:”Doy gracias a Dios que
hablo en lenguas más que todos vosotros”.

Los discípulos de Éfeso y el Espíritu Santo. Leer (Hechos 19:1­6)


Pablo les pregunta a estos discípulos: ¿Recibieron el Espíritu Santo cuando creyeron?
Si todos los creyentes reciben el Espíritu Santo al creer, ¿por qué motivo Pablo preguntó a los discípulos si
ello había ocurrido? La pregunta misma del apóstol Pablo revela que es posible creer y tener el Espíritu San­
to sin haber recibido el bautismo en el Espíritu Santo. Este pasaje (Hechos 19:1­6)demuestra en forma con­
cluyente que uno puede ser discípulo sin haber recibido el bautismo en el Espíritu Santo, don(regalo)de Dios
para los creyentes”.
En (Efesios 1:13­14) habla de la recepción del Espíritu santo en el momento de la conversión. Habiendo pri­
mer oído el Evangelio, luego creído y luego sellados con el Espíritu Santo.
En este pasaje narra que los Efesios se arrepintieron de sus pecados solamente al escuchar la predicación
de Juan el Bautista pero no sabían si existía el Espíritu Santo Pablo les predica el evangelio y ellos creen, se
convierten y reciben el Espíritu santo (Efesios 1:13) por eso Pablo los Bautiza de nuevo en el nombre de
Jesús y luego les impone las manos para que reciban el llenamiento o Bautismo en el Espíritu Santo de la
misma manera que el lo había recibido de Ananías.(Hechos 9:17). Y al igual que Pablo
(1 Corintios 14:18) ellos hablaron en lenguas y profetizaron, (Hechos 19:6).
Fue así entonces que los discípulos de Efeso se convirtieron a Cristo, luego fueron bautizados en agua, y
más tarde recibieron el Bautismo en el Espíritu Santo.
Todo este pasaje establece con claridad la diferencia entre el creer en Cristo, ser salvo, tener el Espíritu San­
to y recibir el Bautismo en el Espíritu Santo acompañado de sus dones,(hablaron en lenguas y profetizaron)
(1 corintios 12:5­10).

Los convertidos en el día de Pentecostés y el Espíritu Santo.

Cuando Pedro predicó el día de Pentecostés, dio instrucciones a su auditorio para que se arrepintieran y
fueran bautizados, diciendo que recibirían entonces el don del Espíritu Santo. El Espíritu Santo les había
hecho sentir remordimiento. Cuando se arrepintieran, los bautizaría en el cuerpo de Cristo. Luego se bauti­
zarían en agua, para demostrar en forma pública que eran discípulos del Señor. Después de esto recibirían
el bautismo en el Espíritu Santo (Hechos 2:38). Este pasaje demuestra en forma lógica y cronológica que el
don del Espíritu Santo se recibe después del arrepentimiento, conversión y salvación.
Por lo tanto es evidente que el recibimiento del Espíritu Santo, del cual se habla aquí, no tiene nada que ver
con la operación destinada a procurar que el hombre crea y se arrepienta. Es una operación subsiguiente; es
una bendición adicional que se recibe por separado; es un privilegio que se fundamenta en la fe, que opera
ya en forma activa en el corazón.
También el don del Espíritu Santo puede recibirse prácticamente en la misma oportunidad pero no en el
mismo momento. La razón que lo explica es muy sencilla. El don del Espíritu Santo se fundamenta en el
hecho de que somos hijos por la fe en cristo, creyentes que disfrutan de la redención efectuada por el Señor.
Surge con claridad entonces que el Espíritu de Dios nos ha regenerado ya.

Pedro, Cornelio y sus familiares y amigos. (Hechos 10:44­46)

Ellos creyeron, fueron salvos, recibieron el Espíritu Santo y fueron Bautizados en el Espíritu Santo en ese
orden en pocos momentos (casi simultáneamente pero en ese orden) y los judíos se dieron cuenta de ello
porque los oían que hablaban en lenguas y que magnificaban a Dios Versículo 46. De (Hechos 10:34 al 43)
Pedro les predica y luego narra lo dicho anteriormente.

En (Hechos 2:4) Hablaron en lenguas


Pablo habló en lenguas (Hechos 9:17);(1 Corintios 14:18)
Los de Efeso hablaron en lenguas (Hechos 19:6)
Cornelio y sus amigos hablaron en lenguas (Hechos 10:46)

TODO ESTO ES PARA TI HOY.

19. EL HABLAR EN LENGUAS

Marcos 16:17; Hechos 2:4; 10:46; 10:44­48; 19:6; 1 Corintios 12:10; 12:28; 1 Corintios capitulo 14

¿Qué es?
Es un don del Espíritu Santo (1 Corintios 12:1­11). Es recibir un idioma del Espíritu Santo. Puede ser uno o
varios (1 Corintios 12:10). Puede ser un idioma conocido o no, o ya extinguido. Al principio se puede decir
algunas pocas palabras y a medida que uno las dice puede salir el lenguaje cada vez más fluido.
Es hablar las palabras que nos da el Espíritu Santo orando a Dios (Hechos 2:4) o es un mensaje de Dios
hacia otras personas.

¿Es para hoy?

Si, todos los dones del Espíritu Santo son para hoy, El Espíritu Santo es el mismo de hace 2.000 años y sus
dones los mismos.

¿Que hacer para que el Espíritu Santo manifieste este don a través nuestro?

Ser un verdadero Cristiano y recibir el bautismo en el Espíritu Santo (Marcos 1:8) (Ser lleno del Espíritu San­
to, Efesios 5:18, que es un mandato de Dios).

¿Todos los que son bautizados en el Espíritu Santo o llenos del Espíritu Santo hablarán en lenguas?

Con una breve explicación de lo que es: Si, cualquier creyente al ser lleno del Espíritu Santo podrá hablar en
lenguas. Es la señal externa de haber recibido el bautismo en el Espíritu Santo.

¿Corinto era el único lugar en que se hablaba en lenguas?

No. en todas las Iglesias se conocía este don del Espíritu. Ej: Los Efesios:
(Hechos 19:6). En Cesaréa (Cornelio y su grupo de parientes y amigos) (hechos 10:46). Pablo le escribe a
los Corintios para decirle como deben practicarlo, no que lo supriman. A los Efesios no les escribió sobre
este punto porque no era necesario, así como no les escribió de la Santa Cena (pues practicaban ambas
cosas bien). Que los Corintios practicaban mal la Santa Cena, no llevó a Pablo a decirle que no lo hagan
más, sino que lo hagan bien y a enseñarles la manera correcta de hacerla (al igual que el hablar en lenguas).

¿Por qué no las reciben algunos?

Porque no saben bien lo que es, algunos esperan tener experiencias raras o similares a otros, que les conta­
ron de que manera las recibieron ellos; tal vez esperan caerse o que la lengua se les mueva sola, sentir gozo
o algo (aunque esto puede suceder, o no) o tienen miedo porque no saben lo que es, o como es, o temen
recibir algo que no sea de Dios, pero Dios dice en (Lucas 11:13)Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar
buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu santo a los que se lo
pidan? (Entendemos que se refiere a ser llenos de Espíritu Santo), lo dará a los que se lo pidan y está dentro
de las “buenas dádivas” (regalos), si se pide a Dios un pan no nos dará una piedra, (Mateo 7:9­11).

Es una manifestación del Espíritu Santo para provecho de la iglesia

(1 Corintios 12:7), Y para provecho de uno mismo (1 Corintios 14:4), si todos se edifican a si mismos se edi­
fica toda la Iglesia.
ES para hoy, así como es para hoy ser maestro, ayudar etc. (1 Corintios 12:28), como en la Iglesia no todos
están llenos del Espíritu Santo, no se manifiestan en ellos sus dones, por lo cual no todos hablan en lenguas
(pero muchos si).

¿Por qué se debe practicar todo con amor y se debe procurar los dones espirituales?

1 Corintios 13 y 14:1. En una Iglesia debe haber amor y Dones del Espíritu.

¿A quien habla?

Habla a Dios y no a los hombres (aunque puede transformarse en un mensaje de Dios a los hombres) siendo
ya don de Profecía o de interpretación de lenguas. Es alabanza y oración a Dios pidiendo lo que conviene.
(Romanos 8:26) por el Espíritu Santo habla misterios. No lo entiende el que lo escucha, ni el mismo se en­
tiende (1 Corintios 14:14). Aunque lo puede interpretar por el don de Interpretación de lenguas, esto es inter­
pretación de la idea global y no traducción palabra por palabra, salvo que hable ese idioma determinado na­
turalmente, sea su idioma natal o aprendido. Ej: puede hablar en lenguas en alemán y no saber lo que esta
diciendo, solo lo puede entender si lo interpreta por el don de interpretación de lenguas (el mismo u otra per­
sona) o algún Alemán u otro que haya estudiado el Alemán.
(1 Corintios 14:5b) Cuando las interpreta edifica a la Iglesia y es el Espíritu Santo hablando a la Iglesia.
El Espíritu Santo puede hablar por don de profecía a la Iglesia, como por ejemplo el profeta Agabo. (Hechos
11:27­28); (Hechos 21:10­11).
Como cada uno se edifica a sí mismo al hablar en lenguas, San Pablo quería que todos hablaran en lenguas
y más que eso que profeticen (1 Corintios 14:5). Es como decir que quisiera que todos supieran matemáticas
pero más que todos la supiesen enseñar.
El que habla en lenguas debe pedir en oración poder interpretarla.

1 Corintios 14:14 ¿Quién ora en lenguas yo o el Espíritu Santo?


La persona es la que dice las palabras que le da el Espíritu Santo (Ver Hechos 2:4) dice “Según el Espíritu
Santo les daba que hablasen”. El Espíritu Santo da las palabras en nuestra mente (aunque sean raras) y es
la persona que las debe decirlas en voz alta por fe. El Espíritu Santo no le hace hablar sino que le da las
palabras y la persona debe decidir hablar en fe.

¿Para que sirve?

Para edificación de cada hermano, para alabar a Dios y orar a El lo que conviene.
Además de orar, en mi propia lengua las oraciones personales de siempre.
El diablo no se entera de lo que se dice, aunque Dios si, (Romanos 8:27), y uno ora por cosas que le convie­
nen que el mismo no sabe que le conviene; por ejemplo: alguien que no se da cuenta de algún defecto que
tiene, al orar en lenguas está pidiendo que Dios le cambie ese defecto sin que el mismo lo sepa.
Otro Ejemplo: en algún lugar que uno no sabe a algún hermano o persona le pasa algo y uno ora en lenguas
y está intercediendo por ese problema sin saberlo.
Las lenguas y también su interpretación animan a los hermanos al escuchar, algo sobrenatural y la presencia
del Espíritu Santo se hace más real.

¿Debo orar siempre en lenguas y nunca con el entendimiento o viceversa?

No, debo orar (o cantar) a veces en lenguas y a veces con el entendimiento, es decir en el idioma propio que
uno entiende.

¿San Pablo hablaba en lenguas?

Sí, (1 Corintios 14:18), y mucho, en sus largos períodos de oración e intercesión por todas las Iglesias y
hermanos (1 Corintios 14:1b). (Hablo en lenguas más que todos vosotros) Pablo sabía lo que explicaba por
experiencia pues él hablaba en lenguas.
No decía lo que leyó en algún libro o lo que le contaron de las lenguas, él las hablaba.
También San Pedro, todos los apóstoles, la Virgen María; todos hablaban en lenguas (ver Hechos 1:14 y
2:4).

¿Donde se debe Hablar en Lenguas?

Generalmente en privado. En la Iglesia solo a veces y en orden y sin gritar.


En situaciones que marque el Espíritu Santo y en estas se debe actuar con sabiduría para que las personas
nuevas en la fe no se asusten, lo mismo que los no creyentes presentes. Es preferible en reuniones públicas
orar en su propio idioma y no en lenguas, salvo que el Espíritu Santo haga sentir (en una situación particular)
lo contrario. El hablar en lenguas no es la meta final, o alcanzar la cumbre de la montaña, sino es el comien­
zo de una vida en el espíritu. Es uno de los dones espirituales solamente.
A veces son para señal de los incrédulos. Uno puede controlar con su voluntad el hablar o no, y debe hacerlo
con sabiduría sabiendo cuando es conveniente o no (aún cuando haya unción) (1 Corintios 14:32­33), los
espíritus de los profetas están sujetos a los profetas. Todo lo que se haga debe edificar a la Iglesia: (1 Corin­
tios 14:26b).

Reglas para hablar en lenguas:

Son como las leyes de tránsito para los vehículos, si no estuvieran sería un desorden. Deben hablar en len­
guas (si es un mensaje en voz alta) principalmente en reuniones de oración y con hermanos mas crecidos en
la fe. Deben hacerlo de a uno y por turno (y no muchos), y otros, o el mismo puede interpretar. Si no hay in­
terpretación generalmente se debe callar o pedir que Dios dé la interpretación. También si no habla nunca
porque no hay intérprete Dios no puede dar nunca la interpretación por medio de un hermano.
En todo esto se debe pedir a Dios sabiduría. En reuniones pueden hablar todos pero en forma de murmullo
intercediendo como Iglesia en lenguas. Al hablar en privado en lenguas habla para si mismo y para Dios (1
Corintios 14:28b). Dios es un Dios de paz y no de confusión (1 Corintios 14:33). No debemos dejar, tampoco
que malos testimonios o experiencias negativas en este asunto que se puedan haber tenido con hermanos
que como los Corintios no sabían muy bien como manejarse en estas cuestiones, nos priven de las bendi­
ciones de Dios, como por ejemplo, el hablar en lenguas correctamente según las reglas bíblicas(no en con­
fusión sino en paz).
No hablen a los gritos en lenguas pero si hablen en lenguas.
Resumen final (1 Corintios 14:39­40). No impidan el hablar en lenguas; hablen en ellas, pero hágase todo
decentemente y con orden.
El hablar en lenguas es un don sobrenatural y maravilloso del Espíritu Santo para cada cristiano verdadero,
nacido de nuevo (salvo) y bautizado en el Espíritu Santo.

20. EL BAUTISMO EN EL ESPIRITU SANTO, COMO RECIBIRLO

Recibámoslo ahora:

Después de haber estudiado que el bautismo en el Espíritu Santo es una experiencia distinta de la conver­
sión, que es una bendición que el creyente debe anhelar profundamente y que está a nuestra disposición en
la actualidad, estamos preparados para hacer la pregunta: ¿Cómo podemos recibir el bautismo en el Espíritu
Santo? Asentir con el intelecto en lo que respecta a una conclusión y aceptar y considerar una doctrina como
teológicamente correcta es bueno en sí, pero será de escaso valor para nosotros personalmente, a menos
que nos aferremos a las promesas de Dios y penetremos experimentalmente en ese plano de bendición con
respecto al cual hemos creído. Para aquellos que están preparados para entrar en el glorioso plano del bau­
tismo en el Espíritu Santo, decimos esto:

Debemos ser salvos primero:

El primer asunto que el hombre debe de dejar establecido al aproximarse a Dios pidiendo el bautismo en el
Espíritu Santo, es: sí está o no justificado ante Dios.
El pecador jamás podrá recibir el bautismo en el Espíritu Santo. “Y yo rogare al Padre, y os dará otro Conso­
lador, para que esté con vosotros para siempre: al Espíritu de verdad, al cual el mundo (el que no es de
Dios) no puede recibir. (Juan 14:16, 17).
El mundo no puede recibirle (los que no son Cristianas de verdad, es decir convertidos y que aceptaron a
Jesucristo como el Señor de su vida). Se trata de una imposibilidad. Dios no puede negarse a sí mismo, o
contradecirse, El no puede bendecir el mal.
No puede penetrar en un vaso impuro, en un vaso que no se ha rendido a él.
Debe existir un renacimiento definido como preparación esencial para recibir el bautismo en el Espíritu San­
to.
Debemos saber a ciencia cierta que somos salvos, debemos arribar a ese lugar donde el Espíritu Santo testi­
fica a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. (Romanos 8:16).

Debemos obedecer:

“Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que
le obedecen.” (Hechos 5:32). Surge aquí la posibilidad de que existan diferencias entre el creyente y su Dios.
Si existe rebelión contra el Señor, por pequeña que parezca, el creyente debe de arreglar la cuestión pen­
diente, rindiéndose sin reservas a la voluntad soberana de Dios.
Los que lo rechazan no son obedientes.
A esta altura de nuestro estudio, podemos formularnos la siguiente pregunta: ¿Cómo pueden sus hijos cami­
nar en la luz y ser obedientes, si no han dejado que el Espíritu Santo les llene?. El Señor Jesús les dijo a sus
discípulos que fueran y hicieran discípulos, y que les enseñaran que guardaran todas las cosas que él les
había mandado. (Lucas 28:20). Les había ordenado que no se vayan de Jerusalén hasta que no fueran in­
vestidos de poder desde lo alto (Lucas 24:49). Este mandamiento debía ser transmitido a los que se convir­
tieran en virtud del ministerio de los discípulos, es decir, debía ser transmitido a los nuevos discípulos. En
virtud de ello, el mandamiento es aplicable a nosotros también. Se expresa en (Efesios 5:18) que dice: “Sed
llenos del Espíritu”. ¿Podemos ser hijos obedientes y desobedecer el mandamiento? Si los quinientos her­
manos por quienes fue visto después de su resurrección (1 Corintios 15:6) oyeron el mandamiento del Señor
de esperar en la ciudad de Jerusalén y solamente ciento veinte obedecieron y recibieron el Espíritu Santo,
luego se desprende de ello que trescientos ochenta no obedecieron, y al no obedecer, no recibieron. No es­
peraron tal como habían sido instruidos. Por lo tanto, no reunieron las condiciones necesarias para recibir el
bautismo en el Espíritu Santo. No nos debe sorprender entonces el hecho de que miles no reciban el bautis­
mo en el Espíritu Santo.

Pedir, Creer y recibir:

Debemos Pedir:
Lucas 11:13 dice:“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos,¿cuánto más
vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? Tenemos aquí reflejada la bondad, la
generosidad, la buena voluntad y la imparcialidad de nuestro maravilloso Padre Celestial. Puede dar el Bau­
tismo en el Espíritu Santo a todos los que se lo piden. Está mas deseoso de darnos el Bautismo en el Espíri­
tu Santo que nosotros, padres terrenos, estamos de dar a nuestros hijos lo que nos piden.
La única limitación existente es aquella que pueda imponer nuestra falta de deseo.
Dios da el Bautismo en el Espíritu Santo a los que se lo piden.
Jesús dijo:”Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la escritura, de su interior
correrán ríos de agua viva. Esto dijo del espíritu que habían de recibir los que creyesen en él”. (San Juan
7:37­39).
No tenéis lo que deseáis, porque no pedís.” (Santiago 4:2). Se trata del examen eliminatorio de Dios, desti­
nado a determinar quien es considerado digno de recibir este don de valor inapreciable. Este don es comple­
tamente gratis, pero solo lo recibirán los que lo piden. “Lleguémonos pues confiadamente al trono de la gra­
cia.” (Hebreos 4:16).

Debemos pedir con Insistencia

¿Pediremos una vez y pensaremos que ya es suficiente? ¿Consideraremos que nos dio el Bautismo en el
Espíritu Santo cuando se lo pedimos una vez, aunque no existan evidencias posteriores de que el Espíritu
Santo descendió en nuestra vida? o nos encogeremos de hombros y exclamaremos: “No es culpa mía. Pedí,
y nada pasó. ¿Qué voy a hacer?
No, esa no debe ser nuestra actitud. Mas bien leamos lo siguiente: “Pedid, y se os dará; buscad y hallaréis;
llamad, y se os abrirá.” (Mateo 7:7). Debemos pedir hasta recibir. Jesús nos prometió que eso sucedería,
(Lucas 11:9­13)”Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo
aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.¿Qué padre de vosotros, si su hijo le
pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado le dará una serpiente? O si le pide un hue­
vo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos,¿
cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?. Este pasaje termina con la
promesa de dar el Espíritu Santo a los que se lo piden. Versículo 13. Esto constituye la instrucción de Cristo
de continuar pidiendo hasta que recibamos el llenamiento del Espíritu Santo.

Debemos Creer.

“Para que la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles a fin de que


por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.” (Gálatas 3:14).
Y esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él.”(Juan 7:39).
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios, crea que le hay, y
que es galardonador de lo que le buscan” (Hebreos 11:6).
Los que piden, los que buscan y los que llaman en procura del bautismo en el Espíritu santo debieran recor­
dar que este acontecimiento experimental se denomina asimismo “el don del Espíritu Santo”. Un don no se
adquiere por medio del trabajo, o se gana como premio o como retribución al mérito. Un don no se puede
imponer tampoco sobre una persona. No son los gritos ni las repeticiones de frases y alabanzas lo que hace
descender el Espíritu Santo, aunque las exclamaciones en voz alta y la mucha alabanza son bíblicas, y por
lo tanto no está mal, si nos sentimos inclinados a pronunciarlas en el momento adecuado. Salmo 98:4; Sal­
mo 150; Salmo 67:3, 5; Lucas 19:37­40. Pero no podemos pagar por el don, ni aun de esta manera. El lle­
namiento con el Espíritu Santo es un don, glorioso, enviado de Dios, y lo recibimos por la fe y por fe sola­
mente.

Elementos de la Fe

La fe en Dios consiste de no depender en ningún momento de nosotros mismos o de los


demás, y de la convicción de que solamente Dios tiene lo que nosotros necesitamos y queremos. Debemos
creer en forma implícita que el Padre Celestial nos dará el Espíritu Santo sólo en calidad de don(regalo), pe­
ro al mismo tiempo debemos tener la firme convicción de que nos dará en abundancia, si cumplimos las
condiciones y le pedimos sus dones. Fijémonos, entonces, en primer lugar, que nuestras cuentas con Dios
estén canceladas. Luego nos abstenemos de esforzarnos, y acudimos al Padre solicitándole el don que bus­
camos.

La fe recibe:

En este estado de expectativa extendemos nuestras manos, por decirlo así, para recibir lo que Dios nos ha
prometido. Le fe es simbólicamente la mano que se extiende y recibe el don del Espíritu Santo. Jesús dijo:
“Al que a mí viene, no le echo fuera”(Juan 6:37)
Nunca alguien que fue al Señor de esta manera ha quedado desilusionado.

Los apóstoles Oraron y Alabaron a Dios.

Nos quedan ahora por estudiar los ejemplos bíblicos en lo que se refiere al recibimiento del bautismo en el
Espíritu Santo. Si el ser creyente primero, luego obedecer, pedir y creer constituyen los pasos que conducen
al bautismo en el Espíritu Santo, luego podemos decir que fueron estos los pasos que dieron los discípulos
de la iglesia primitiva y posteriormente otros. A los discípulos se les dijo que debían esperar en la ciudad de
Jerusalén hasta que fueran investidos de poder desde lo alto. (Lucas 24:49).
Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego. (Hechos 1:14). “Y estaban continuamente en el
templo, alabando y bendiciendo a Dios” (Lucas 24:53). Fue así que obedecieron y esperaron; pidiendo me­
diante la oración y la súplica; creyeron y expresaron su fe alabando y bendiciendo a Dios. ¿Retribuyó el Se­
ñor la conducta de fe de sus discípulos? “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en
otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.” (Hechos 2:4).

Los samaritanos creyeron y Pedro y Juan oraron por ellos:

En Samaria, los convertidos de Felipe creyeron la predicación relativa al reino de Dios y al nombre de Cristo
y fueron bautizados, tanto los hombres como las mujeres.(Hechos 8:12). Pedro y Juan llegaron desde Jeru­
salén con el objeto de predicarles el bautismo en el Espíritu Santo, e imponerles las manos para que lo reci­
ban, porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos. Ningún avivamiento debe transcurrir mucho
tiempo sin que los creyentes reciban el bautismo en el Espíritu Santo. Así lo creyeron los apóstoles que se
encontraban en Jerusalén, y esa es la eterna verdad. Pedro y Juan oraron por ellos, para que recibieran el
bautismo en el Espíritu Santo (Hechos 8:15). Pedro había informado al Sanhedrín en el sentido de que se les
daba el Espíritu Santo a los que obedecían (Hechos 5:32), y de esta manera sin duda se explicó ante los
convertidos samaritanos. Tanto Pedro como Juan habían escuchado al Señor Jesús decir, que el Padre dar­
ía la promesa del Espíritu Santo a los que la pidieran. Con seguridad que dijeron esto también a los converti­
dos samaritanos. Los apóstoles, después de haber instruido a estos discípulos, (que aguardaban sin duda
con expectativa), y de haber orado por ellos, les impusieron las manos y recibieron así el bautismo en el
Espíritu Santo. (Hechos 8:17).

Pablo oró y se oró por el.

Pablo se convirtió en el camino de Damasco y al quedar ciego, tuvo que ser conducido de la mano a la ciu­
dad de Damasco. Había llamado Señor a Jesucristo, y nadie puede hacerlo sino por el Espíritu Santo. (1
Corintios 12:3). Después de tres días el Señor le dijo a Ananías un devoto discípulo que fuera y preguntara
por un hombre llamado Saulo de Tarso “porque he aquí, él ora.” Se trataba ya de un creyente, (Ananías lo
denomina hermano); había obedecido a Cristo al venir a Damasco a escuchar lo que el Señor quería decirle.
Estaba ahora orando, quizá no supiera lo que necesitaba, pero Dios lo sabía, y envió a Ananías, a fin de que
Saulo recibiera la vista y fuera lleno del Espíritu Santo.
Ananías le impuso las manos y oró por él. Imponer las manos era un método común del Maestro. Jesús tocó
la suegra de Pedro, y ella se levantó y les servía. (Mateo 8:15).
En su segundo viaje a Nazaret, puso las manos en unas cuantas personas enfermas, las cuales sanaron.
(Marcos 6:5). Jesús había prometido que estas señales seguirían a los que creyeran: sobre los enfermos
pondrán sus manos, y sanarán, (Marcos 16:18).
Pablo y Bernabé fueron enviados en calidad de primeros misioneros de la iglesia, después que los dirigentes
de ella les impusieran las manos. (Hechos 13:3). Se trata de que el que ora es un cauce, por así decirlo, por
el cual fluye o corre el poder del Señor, tanto para la sanidad, como para bendición o para el Bautismo en el
Espíritu santo.

Los que estaban congregados en la casa de Cornelio recibieron el Bautismo en el Espíritu Santo de
repente.(Hechos 10:44­48).

En la casa de Cornelio, la soberanía de Dios intervino en forma especial. Mientras aún hablaba Pedro estas
palabras, el Espíritu santo cayó sobre todos los que oían el discurso.(Hechos 10:44). Este es siempre el pri­
vilegio de Dios. No se puede poner limitaciones a Dios, o pretender que opere de acuerdo a un sistema de­
terminado.
Pedro le había informado a su auditorio lo siguiente: “Arrepentíos,...cada uno de vosotros y recibiréis el don
del Espíritu Santo.” (Hechos 2:38) si la persona procede en obediencia a Dios, de acuerdo todo a lo que sa­
be, y según la luz que posee Dios que conoce los corazones puede actuar como El lo desee. ¿Quién no
aceptaría gustoso otras intervenciones divinas en el derramamiento del Espíritu Santo, tal como ocurrió en la
casa de Cornelio? ¿No podemos considerar acaso que este acontecimiento representaba el ideal de Dios, su
fórmula perfecta, por así decirlo? Es decir, al creer en Cristo recibe el Espíritu Santo e inmediatamente el
Bautismo en el Espíritu Santo?

Pablo oró por otros para que recibieran el Bautismo en el Espíritu santo

Los Efesios creyeron y Pablo oró por ellos (Hechos 19:1­6)

En Efeso, Pablo instruyó cuidadosamente a los discípulos de Juan el Bautista ya que ellos no sabían nada
del Espíritu Santo, ni de la salvación; así que cuando ellos creyeron y fueron salvos los bautizó en agua y
luego les impuso las manos y ellos también recibieron el bautismo en el bautismo en el Espíritu Santo, con
las señales que le siguen, ya que hablaban en lenguas y profetizaban (Hechos 19:6). ¿Quién diría que no los
instruyó de acuerdo al ejemplo que había sido seguido hasta ahora? Se trata de un ejemplo o modelo: prime­
ro: sé salvo, luego pide a Dios que te bautice en el Espíritu santo, o llama a un ungido hombre de Dios para
que te imponga las manos como en este caso hizo Pablo, y recibe el Bautismo en el Espíritu Santo con las
señales que le siguen.
Luego que Pablo les impuso las manos ellos hablaron en lenguas y profetizaron.
Recordemos que Pablo lo recibió cuando Ananías impuso sus manos sobre el, obedeciendo un mandato del
Señor (Hechos 9:17). Obedece a Dios, busca sus bendiciones, cree en él de todo tu corazón y recibirás el
Bautismo en el Espíritu Santo

Imposición de manos:

Leer los siguientes pasajes Deuteronomio 34:9; Mateo 19:13­14; Marcos 5:23; 6:5; 8:23,25; 10:16; 16:18;
Lucas 4:40; 13:13; Hechos 6:6; 8:17­19; 9:12,17; 13:3; 19:6; 28:8; 1 Timoteo 4:14; 5:22; 2 Timoteo 1:6;
Hebreos 6:2.
Génesis 48:14; Exodo 29:10,15,19; Levítico 4:15; 8:14,18; 16:21; Números 27:23.

21. DIOS

No hay temas mas sublime que pueda ocupar la mente humana que el estudio acerca de Dios y la relación
del hombre con El.
1. La Existencia de Dios.

a. La Biblia no busca probar la existencia de Dios. El hecho de que hay un Dios se da por sentado en la Bi­
blia. El primer versículo de la Biblia es un ejemplo: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” La existen­
cia de Dios es presentada como un hecho que no necesita probarse. El hombre que dice que no hay Dios, es
llamado necio en el Salmo 14:1 “Dijo el necio en su corazón: No hay Dios.”

b. Sin embargo parte de la Biblia hay evidencias de la existencia de Dios

(1) La humanidad siempre ha creído en un Ser Supremo.


(2) La creación debe tener un Creador. El universo no podría haberse originado sin una causa.
(3) El maravilloso plan que se percibe en la creación demanda un artífice de infinito poder y sabiduría.
(4) Teniendo en cuenta que el hombre es un ser dotado de conciencia y de inteligencia, su Creador tiene que
ser un ser infinitamente superior para poder crearlo.

2. La Naturaleza de Dios.
a. Dios es espíritu (Juan 4:24). Esto significa que Dios no tiene cuerpo. Es invisible. Sin embargo, se puede
revelar al ser humano en forma visible. En la persona de Jesucristo, Dios se presento al mundo en forma
corporal (Juan 1:14­18, Colosences 1:15, Hebreos 1:2­3).

b. Dios es una persona. Nombres propios son para referirse a El (Éxodo 3:14, Mateo 11:25­26). Se le atribu­
yen las características de una persona, como por ejemplo:

(1) Conocimiento, Isaías 55:9,10; (2) Emociones, Génesis 6:6; (3) Voluntad, Efesios 1:5.

c. La Unidad de Dios. Las Sagradas Escrituras enseñan claramente que hay un solo Dios (Timoteo 2:5). La
falsa enseñanza de que hay muchos dioses se contraria a la razón. Solamente puede haber un Ser Supre­
mo.

d. La trinidad. La Biblia no solamente enseña que hay un solo Dios pero también que hay tres personas en la
Divinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Este es un misterio para la mente humana, pero aunque no pueda
ser entendido, puede ser creído porque la palabra de Dios así lo declara.
La palabra “trinidad” no se encuentra en la Biblia pero la verdad de la trinidad se halla en los siguientes pasa­
jes:

1. El bautismo de Jesús, Mateo 3:16,172.


2. La gran comisión, Mateo 28:19.
3. La bendición en 2 Corintios 13:14.
El Padre es llamado Dios en Romanos 1:7.
El Hijo es llamado Dios en Hebreos 1:8.
El Espíritu Santo es llamado Dios en Los Hechos 5:3,4.

3. Los Atributos de Dios.

Es Difícil definir a Dios. Una de las mejores maneras de hacerlo es describir ciertas de sus cualidades o ca­
racterísticas. Estas son conocidas como sus atributos.

a. Dios es omnipresente. Esto significa que Dios esta presente en todas partes al mismo tiempo (Jeremías
23:24). “¿Se ocultará alguno, dice Jehová, en escondrijos que yo no lo vea? ¿No lleno yo, dice Jehová el
cielo y la tierra?”

b. Dios es omnisciente. En otras palabras, El conoce todas las cosas. El conoce cada pensamiento y cada
acción del ser humano (Proverbios 15:3,11) El conoce cada cosa que ocurre en la naturaleza, inclusive la
muerte de un pajarito (Mateo 10:29­30; Hebreos 4:13). “Aunque sin limites el universo y gloriosamente in­
menso, El conoce la historia eterna de cada grano de arena.”

c. Dios es omnipotente. El tiene todo poder. El creo el universo y ahora lo controla por su poder. No hay nada
que El no pueda hacer (Mateo 19:26). “Para los hombres esto es imposible; más para Dios todo es posible”.

d. dios es eterno. Nunca ha tenido principio y nunca dejara de existir (Salmo 90:2). “Antes que naciesen los
montes y formases la tierra y el mundo, y desde el siglo y hasta el siglo, tu eres Dios.

e. Dios es inmutable. “Por que yo Jehová, no cambio” (Malaquías 3:6).

f. Dios es Santo. El es absolutamente puro e impecable; odia el pecado y ama la verdad (Proverbios
15:9,26). El debe mantenerse apartado de los pecadores y castigar el pecado (Isaías 59:1,2).

g. Dios es Justo. Todo lo que El hace es recto e imparcial. El cumple todas sus promesas (Salmo
119:137,138) “Justo eres tu, oh Jehová, y rectos tus juicios.”

h. Dios es amor. Aunque Dios odia el pecado El ama a los pecadores.(Juan 3:16).

22. EL HOMBRE

Sí queremos saber la verdad sobre el ser humano debemos volver a la Biblia. “Verdad es lo que Dios dice
acerca de cualquier asunto.”
La Biblia relata la creación del hombre, su naturaleza, su relación con otros seres, su caída y su destino.

1) El origen del hombre.

Es natural que el hombre tenga curiosidad de conocer su origen. Diversas


teorías han sido desarrolladas por filósofos en distintas épocas. La mas
moderna es la teoría de la evolución que sostiene que el hombre desciende de animales inferiores.
Pero la Biblia nos dice: “En el principio creó Dios los cielos y la. tierra . . . y creó Dios al hombre” (Génesis
1:1,27). Isaías 45:12. Zacarías 12:1 “...y forma el espíritu del hombre dentro de el...”.

2) La naturaleza del Hombre


Cualquiera que ha estado al lado del lecho de un moribundo se da cuenta que el hombre tiene un cuerpo
físico y también alma o espíritu.
Esta persona se halla viva en este momento y minutos mas tarde se ha ido aunque su cuerpo está presente.
(Jesús) Mateo 27:50; Lucas 23:46 (Esteban) Hechos 7:59­60. El principio de la vida se ha retirado. Queda un
cuerpo inerte, sin vida. Santiago 2:26.
El hombre no es meramente un cuerpo sino también es o tiene un alma y un espíritu. Eclesiastés 12:7.

La Biblia nos enseña que el hombre es un ser formado por tres partes: cuerpo, alma y espíritu (1 Tesaloni­
censes 5:23). Aunque a nosotros nos es difícil diferenciar entre el alma y el espíritu por cuanto ambos están
en contraste con el cuerpo, la Biblia muestra que hay una diferencia.
Los animales tienen un alma y un cuerpo pero no espíritu. El ser humano tiene cuerpo, alma y espíritu.
El alma distingue a un ser viviente de uno muerto; pero el espíritu distingue al hombre del animal. El espíritu
del hombre hace posible que él tenga comunión o contacto con Dios. El alma es el asiento de las emociones
y pasiones mientras que el espíritu la capacita para conocer y razonar.
El nombre es responsable ante Dios (Eclesiastés 12:14) y es su principal deber tratar de descubrir qué es lo
que Dios quiere que él haga (Josué 1:8) y luego hacerlo. (Hechos 17:24­20).

3) El hombre es lo que mas ama Dios

Si bien ante Dios es insignificante: Salmo 8:4­6; 144:3­4. Dios le ama en gran manera (Juan 3:16) (cuando
dice „mundo” se refiere a los hombres).Mateo 12:12 ...”,;Cuánto más vale un hombre que una oveja?”. Lucas
15:7, 10 ...”hay gozo en los cielos por un pecador que se arrepiente”.
2 Pedro 3:9 ; 1 Timoteo 2:4. Dios quiere que sean salvos y ha preparado cosas maravillosas para el hombre.
Juan 101­3; 1 Corintios 2:9.

4)El libre albedrío del hombre (o el poder de obrar libremente).

Hay otros seres en el universo que Dios ha creado. Estos, son los ángeles o espíritus. No tienen cuerpo
humano ni alma. Son mas poderosos que nosotros. Fueron creados para servir a Dios, pero como tienen
libre albedrío, algunos cayeron en el pecado de desobediencia. Dios podría haber hecho al hombre como
robots que hagan su voluntad mecánicamente­ No obstante El decidió crear seres que podrían, elegir si qui­
sieran, servirle voluntariamente y amarle libremente o no hacerlo.

5)El pecado del Hombre

Cuando Dios creó seres libres, capaces de hacer su voluntad o rehusar hacerla, El sabía que algunos elegir­
ían el camino equivocado, y así sucedió. Un gran ángel (Querubín) Ezequiel 28:14­19 llamado Lucero, (Isa­
ías 14:12) ahora conocido como Satanás o Diablo, quiso oponer su voluntad a la de Dios. Lucero inmediata­
mente fue arrojado del cielo y muchos otros ángeles que le siguieron en su rebelión, fueron arrojados con él.
Desde entonces Satanás ha buscado entorpecer los planes de Dios en todas formas. Cuando el hombre fue
creado con libre albedrío. Satanás inmediatamente decidió tentarle y hacerle desviar del camino de la obe­
diencia. Dios había prevenido al hombre pero Satanás vió sus propósitos coronados de éxito cuando arrastró
al hombre en el pecado. Esta historia bien conocida se encuentra en el primer libro de la Biblia, capitulo 3.
Dios, por su santidad y como gobernador moral del universo, no puede tolerar en su presencia ningún ser
que deliberadamente desobedece sus mandamientos y vive en pecado. Esta es la razón por que Satanás
fue arrojado del cielo cuando desafió los mandatos de Dios. El mismo tratamiento fue necesario para el
hombre y así Adán y Eva fueron echados de la presencia de Dios.
La naturaleza de Adán fue transmitida a todos los miembros de la raza humana.
Todos hemos nacido con una tendencia hacia el pecado.
Esta naturaleza es susceptible a las tentaciones y, al ceder pecamos. Romanos 7:18,21. Santiago 1:14­15.

6 Por cristo el hombre es rescatado de su muerte espiritual

Lucas 15:24; Efesios 2:1. Y es fortalecido y renovado por el Espíritu Santo. Salmo 51:10; Tito 3:5.

7) El destino del Hombre

Así como la Biblia nos informa del origen del hombre, que procede de la misma mano de Dios, y de la ver­
gonzosa caída del hombre y como consecuencia de su separación de Dios, de igual manera y con toda fide­
lidad, nos dice que cada hombre, mujer y niño tendrá un día que comparecer ante Dios el Juez.
La muerte es una cosa tan común que todo el mundo entiende cual es el fin inevitable del ser humano, pero
la Biblia, añade: “después el juicio”. (Hebreos 9:27). Dios a creado al hombre y le ha revelado su voluntad­
Dios hará responsable a cada persona por su comportamiento. Esta vida es principalmente una preparación
para la vida venidera. La muerte no es la misma para el hombre como para el animal. En el case del hombre,
(a diferencia del animal) su espiritu sale del cuerpo y vive eternamente con Dios en el cielo o con el Diablo en
el infierno. También los cuerpos resucitarán y serán cuerpos incorruptibles y eternos. (Juan 5:28­29) tanto de
los salvos como de los condenados.

23. CRISTO

Esta lección se refiere al Señor Jesucristo y al tema central de las Sagradas Escrituras. hemos de considerar
su deidad, su encarnación, su obra y sus oficios.
I. Su Deidad.
La deidad de Cristo significa que El es Dios.
Las Sagradas Escrituras exponen claramente este importante hecho en las siguientes maneras:
1. Los atributos de Dios se usan al hablar de Cristo.

A. Su pre­existencia. Cristo no tiene principio (Juan 17:5).


B. Su omnipresencia. El está con sus siervos en todas partes (Mateo 28:28)
C. Su omnipotencia. Tiene poder ilimitado (Apocalipsis 1:18).
D. Su omnisciencia. Tiene conocimiento ilimitado (Juan 21:17).
E. Su inmutabilidad. “Es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos(Hebreos 13:8).

2. Las obras de Dios fueron ejecutadas por Cristo.

A. El creó todas las cosas (Juan 1:3).


B. El sostiene y mantiene el universo (Colosenses 1:16).
C. Se levantó de los muertos (Juan 2:19).

3. Los mismos títulos de Dios son aplicados a Cristo.


A. Dios el Padre llama al Hijo “Dios” (Hebreos 1:8).
B. Los hombres lo llaman Dios y el no rehusó su adoración (Juan 20:28). C. Los demonios lo reconocieron
como Dios (Marcos 1:24).
D. El declaró ser Dios (Juan 10:30).

LEER LOS SIGUIENTES PASAJES: Jesucristo es Dios. (cont)

Mateo 1:23 ­ Isaías 7:14 Isaías 9:6


Juan 1:1 ­ Juan 1:14 Juan 8:58 ­ Exodo 3:14 Juan 14:9
Colosenses 1:15
Romanos 9:5
Tito 2:13
1 Timoteo 3:16 1 Juan 5:20
Juan 5:18 (J.C. se consid. igual a Dios)
Romanos 10:13 ­ Joel 2:32 (Se llama Señor a Dios y a J.C.)
Colosenses 2:9

II. Su encarnación.

Al hablar de su encarnación se refiere a su venida a este mundo como hombre.


1. La venida de Cristo fue predicha en el Antiguo Testamento (Isaias 7:102. La historia profana registra el
nacimiento de nuestro Señor.
Su nacimiento fue distinto al nacimiento de cualquier otra persona.

A. Fue concebido por el Espiritu Santo (Lucas 1:35).


B. Nació de una virgen (Mateo 1:23).
C. Sin embargo fue verdadero hombre, poseyendo cuerpo (Hebreos 10:5), alma (Mateo 26:38) y espiritu (Lu­
cas 23:46).

3. Cristo vino en forma humana para:

A. Revelar al Padre (Juan 14:9).


B. Deshacer el pecado por el sacrificio de si mismo (Hebreo 9:26).
C. Destruir las obras del diablo (1 Juan 3:8).

NOTESE BIEN: Una de las verdades fundamentales de la fe cristiana es el hecho de que Jesucristo es ver­
dadero Dios y que vino al mundo como un hombre mediante el milagro del nacimiento virginal. Como hombre
El fue absolutamente sin pecado, puro.

III Su Obra.

Bajo este titulo se tratarán la muerte del Señor, su resurrección y su ascensión.

1. Su muerte.

A. La muerte de Cristo era necesaria (Juan 3:14)(Lucas 24:46)


Era necesaria para cumplir las profecías del Antiguo Testamento (Isaias 53:5).
Era necesaria para proveer la salvación al ser humano (Efesios 1:'7).
B. La muerte de Cristo fue para otros. El murió como un substituto (1 Corintios 15:3).
C. La muerte de Cristo fue suficiente y satisfizo completamente las demandas de Dios, por cuanto Cristo su­
frió todo el castigo de Dios contra el pecado. Su muerte llenó completamente la necesidad del Ser humano
por cuanto fue la muerte de un sér infinito y por lo tanto su valor es infinito, eterno.

2. Su resurrección.
A. La resurrección de Cristo era necesaria para cumplir las profecías, para completar el. trabajo de la cruz
(Romanos 4:25), y para. permitir a Cristo hacerse cargo de la obra que lleva eternamente en el cielo.
B. Cristo resucitó con un cuerpo real; no se trataba de un espíritu Lucas 24:39). Era el mismo cuerpo que
había sido crucificado por cuanto tenía las marcas de los clavos y de la herida de la lanza del soldado roma­
no (Juan 20:27). Sin embargo fue un cuerpo con facultad. de sobreponerse a las limitaciones físicas.
C. Después de su resurrección Cristo apareció a algunos de sus discípulos por lo menos (10) diez veces.
Más de (500) quinientos testigos dignos de confianza le vieron resucitado (1 Corintios 15:x;).
D. La resurrección de Cristo es una verdad importante. Si no hubiera resucitado, no existiría la fe cristiana.

3. Su ascensión.

A. Al final de su ministerio en la tierra Cristo ascendió al cielo (Marcos 16:19, Los Hechos 1:9).
B. El ascendió para entrar en su gloria (Juan 17:5) y continuar su ministerio a favor de los suyos.

IV Sus Oficios

Cristo es presentado en las Escrituras como Profeta, Sacerdote y Rey


1. Como profeta anuncia a los hombres lo que Dios tiene que decirles, y así revela a Dios ante los hombres
(Juan 1:18).
2. Como Sacerdote representa a los creyentes delante de Dios (Hebreos 4:14—16).
3. Como Rey El reina en los corazones de todos aquellos que le son fieles. Más tarde El habrá de reinar so­
bre la tierra durante mil años. El Salmo 72 describe este reino.
Lucas 1:33; Apocalipsis 11:15; Daniel 2:44; 7:13­14,18,22,27.

24. LA GRACIA

I Introducción.

En la actualidad Dios trata con la humanidad sobre la basa de la gracia. Esto significa que Dios muestra a los
hombres un favor inmerecido.
La palabra gracia se encuentra más de 160 veces en la Biblia. De éstas, 128 están en el Nuevo Testamento.
Se habla de Dios como el “Dios de toda gracia” (I Pedro 5:10). Cristo es descrito como “Lleno de gracia”
(Juan 1:14) El Espíritu Santo es llamado “el Espíritu de gracia” (Hebreos 10:29). Así lastres personas de la
deidad se hallan unidas en la gracia.

II. Definición.

La palabra usada en el Antiguo Testamento tiene el significado de “inclinarse o encorvarse bondadosamente


hacia un inferior.”
En el Nuevo Testamento tiene la idea de “favor, buena voluntad, favor inmerecido.”
Las siguientes definiciones sirven para explicar lo que es la gracia:

1. “Gracia es el amor desplegado hacia objetos indignos. Dios es amor; pero cuando El despliega su amor
hacia pecadores culpables, manchados, rebeldes, esto es gracia.”

2. “Amor que mira hacia arriba es adoración. Amor a los de su propio nivel es afecto. Amor que desciende es
gracia.”

3. “Gracia es la ministración divina de tan sólo amor y misericordia cuando merecemos tan sólo ira y juicio.
Es la inclinación de Dios hacia nosotros en infinito amor.”

4. “La gracia se manifiesta al dar Dios lo mejor del cielo para salvar lo peor de la tierra.

III. Contraste.

No debe confundirse la gracia con las obras. Si un hombre pudiera obtener la salvación haciendo bue­
nas obras, entonces la salvación sería simplemente un simple salario (Romanos 4:4,5; 11:6). Dios no es
deudor de nadie. La salvación es un regalo completamente gratis.
No debe confundirse la gracia con la ley (dada por Dios en la antigüedad por medio de Moisés los diez
mandamientos, etc.) Los hombres no se salvan por guardar la ley. Son salvos por gracia. Gálatas 6:16; “ Sa­
biendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también
hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto
por las obras de la ley nadie será justificado” Gálatas 3:10­11,13­14; 24­26; 4:4­5; 5:1.
Lo siguiente ayudará a aclarar esto:

1. La ley presenta una obra que debe hacerse.


La gracia habla de una obra que ha sido hecha.

2. La ley dice: “Haz esto y vivirás.”


La gracia dice: “Vive y luego harás.”

3. La ley dice: “Amarás al Señor tu Dios.


La gracia dice: “De tal manera amó Dios al mundo” (Juan 3:16) y “Nosotros le amamos a El porque El nos
amó primero” (I Juan 4:19).

4. La ley condena al mejor (Romanos 3:19).


La gracia salva al peor (Romanos 3:24; 4:5).

5. La ley revela el pecado (Romanos 3:20).


La gracia revela la salvación (Tito 2:11­13).

IV .La Necesidad de la Gracia.

El hombre es un pecador en rebeldía contra la santa ley de Dios (Romanos 3:23; Colosenses 1:21). Por lo
tanto, merece tan sólo el juicio de Dios.
El ser humano aparece delante del tribunal de Dios como culpable, pues ha quebrantado la santa ley de Dios
(Romanos 3:19; Gálatas 3:10; Santiago 2:10). Como tal, Está sujeto a la maldición de Dios.
Por haber rechazado y matado al hijo de Dios, el hombre no tiene ningún derecho delante de Dios (Juan
12:31; 3:18).

V. Salvación por Gracia.

Si el hombre ha de salvarse, será solamente por la gracia de Dios. Sin embargo, Dios es santo y no puede
pasar por alto el pecado. El pecado debe ser castigado.
El evangelio nos dice cómo Dios puede salvar pecadores por gracia y al hacerlo permanece santo. Cristo
sufrió la ira y el juicio de Dios contra el pecador. Sobre la base de la obra de Cristo, Dios puede perdonar los
pecados de aquellos que confían en el Señor Jesús.
Cristo ha terminado la obra. La gracia demanda fe de parte del pecador que busca la salvación Efesios
2:8,9).

VI Bendición por medio de la Gracia.

La gracia trae resultados maravillosos para el pecador. Los tres resultados sobresalientes son:

1. Salvación (Tito 2:11­13). Quiere decir que el cristiano tiene vida eterna.

2. Justificación (Romanos 3:24­26). Esto quiere decir que Dios cuenta al pecador que ha creído en Cristo
como completamente sin culpa.

3. Nuestra posición delante de Dios (Romanos 5:2). Esto quiere decir que el creyente verdadero puede en­
trar en la presencia de Dios por medio de la oración. Ya no más está separado de Dios por causa de sus
pecados.

25. LA FE

Nadie puede estudiar la Biblia sin descubrir muy pronto la importancia de la


fe. El pecador no puede ser salvo aparte de la fe (Efesios 2:8,J).
Por tanto, es importante tratar de encontrar el significado de esta palabra.

I ¿Qué es la Fe?

Fe es confianza personal. Nosotros usamos esta palabra en nuestras conversaciones diarias en frases como
ésta: “Tengo fe en mi médico. Queremos decir que le confiamos nuestro caso sin reservas. Así en la Biblia fe
es la confianza personal en Dios. Quiere decir que creemos lo que El dice y confiamos en El para salvarnos
y guardarnos.

II ¿De donde viene la Fe?

Si mirarnos al rededor en el mundo, nos damos cuenta que algunas personas no tienen fe en Dios y por lo
tanto, no son salvas. Esto nos lleva a inquirir cuál es la causa o el origen de la fe. En un sentido muy real la
fe es una dádiva de Dios (Juan 3:27). Dios da a los hombres el poder de creer en El. Leer 2 Timoteo 2:25;
Hechos 11:18; Juan 6:44. Pero ¿como recibe un hombre la fe? La respuesta puede hallarse en Romanos
10:17 “La fe viene por el oír la palabra de Dios”.Por lo tanto, si un hombre no tiene fe en Dios debe leer la
Biblia: A medida que lee debería orar así: “Dios si existís y este libro es tu palabra, si Jesucristo es tu Hijo, y
si El murió por mi, muéstramelo mientras leo tu palabra. Dios ha prometido que cualquiera que quiera hacer
su voluntad llegará al conocimiento de la verdad (Juan 7:17)

III ¿Cual es el verdadero objeto de la fe?

La fe debe tener un objeto. Este puede ser una persona tal corno un pariente o un amigo, o quizá una cosa
inanimada tal como un aeroplano o un ascensor.
No es suficiente tener fe. La fe debe colocarse en objeto digno. Una persona puede tener fe de que su auto­
móvil le llevará a cierto lugar; pero si el automóvil está en malas condiciones y necesita reparaciones pronto
se dará cuenta de que su fe estaba mal colocada.
La Biblia presenta al Señor Jesucristo como el objeto de la fe (Hechos 20:21). Lo importante no es cuanta fe
un hombre tenga o qué clase de fe, sino que su fe esté basada en el Señor Jesucristo. Si es así es salvo.
Un hombre puede creer en todo lo que la Biblia dice acerca de Cristo, y sin embargo no tener fe en El. Ud.
puede creer que cierto tren saldrá de 03 estación a las 11 de la mañana y que llegará a cierto lugar a las 5
de la tarde; puede creer todo lo relacionado con este tren: no obstante Ud. no cree en el tren hasta que se
sube al mismo en la confianza de que lo llevará a su destino.
De la misma manera Ud. puede creer que Cristo nació en Belén, que murió en el Calvario, que resucitó de
los muertos y ascendió al cielo, pero Ud. no ha puesto su fe en El hasta que ha confiado en El para salvarle
de sus propios pecados y llevarle al cielo.

IV Los ejemplos de la Fe.

Las Escrituras están llenas de ejemplos de la fe. El capitulo 11 de la Epístola de los Hebreos ha sido llamado
la lista de honor de la fe.: por cuanto da los nombres de hombres y mujeres destacados que ejercieron fe.
Otros ejemplos podrían citarse. El primero es la fe del centurión en Mateo 8:15­10. El centurión creyó que
Cristo podría sanar a su siervo por sólo decir la palabra. El otro caso es la fe de la mujer cananea (Mateo
15:22­28). Ella suplicó al Señor que el pan reservado para los judíos elegidos le fuera dado a ella, una gentil.
Su fe fue humilde y persistente.

V. La recompensa de la fe.

La fe verdadera nunca deja de ser recompensada. Nadie ha confiado en


Dios en vano. Cada pecador consiente de su necesidad, y que se ha arrepentido
de sus pecados y ha puesto su fe en el Señor Jesucristo, es salvo.
El Salvador dijo: “El que a mí viene no le echo fuera” (Juan 8:37).
(Hechos 4:12) “Y en ningún otro hay salvación porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres,
en que podamos ser salvos”.
26.EL CIELO Y EL INFIERNO

Los hombres siempre han tenido un interés genuino en el futuro. Este interés les ha llevado a preguntar:
¿Termina todo con la muerte? ¿Donde están los muertos? Que es lo que se sabe acerca del. cielo y del in­
fierno? Primero consideremos la pregunta:

I ¿Qué le ocurre al hombre al morir?


Debemos comenzar por recordar que el hombre es un ser tripartito, es decir, que está compuesto de tres
partes: CUERPO ­ ALMA ­ ESPIRITU
(I Tesalonicenses 5:23). La primera parte es el sér material; las otras dos no son materiales. Con el espíritu
el hombre es capaz de conocer o percibir a Dios; con el alma es capaz de conocerse a si mismo; y con el
cuerpo es capaz de conocer, al mundo y su alrededor. Solamente la Palabra de Dios puede discernir entre el
alma y el espíritu (Hebreos 4:12).
Ahora bien, al momento de morir, el alma y el espíritu dejan el cuerpo. El cuerpo es puesto en la tumba
donde se dice que duerme (Hechos 7:59,60; 8:2). El alma y el espíritu nunca duermen. Si la persona que ha
muerto fue salva, el alma y el espíritu van a un lugar de eterna felicidad, el cielo. Si la persona no fue salva,
el alma y el espíritu van a un lugar de eterno castigo, el infierno. Lucas 16:19­31, nuestro Señor claramente
enseña que los que mueren están conscientes. No deje de leer este importante pasaje de las escrituras.

II. ¿Qué es lo que se sabe acerca del infierno?

Como se ha notado, el espíritu y el alma de un incrédulo van a parar al infierno al momento de la muerte.
El infierno es un lugar de tormento (Lucas 15:24,25). Al hacer referencia al alma en el infierno, está es des­
crita como una persona que tiene ojos, lengua oídos y memoria. Existe un conocimiento exacto de las condi­
ciones de aquel lugar. Al describir el infierno, nuestro Señor menciona el gusano que nunca muere y el fuego
que nunca se apaga (Marcos 9:43­48).
La Biblia habla de otro lugar de tormento además del infierno. Es ella lago de fuego. Al levantarse el gran
trono blanco de Juicio (Véase en la última lección), las almas en el infierno serán unidas con los cuerpo que
a su vez serán levantados de las tumbas. Cristo pronunciará la sentencia final de juicio sobre los muertos
malvados y estos serán arrojados en el lago de fuego (Apocalipsis 20:11­15). El infierno, por, lo tanto, puede
ser­ comparado a la prisión donde el preso aguarda su sentencia. E7. lago de fuego puede compararse a la
penitenciaria donde se cumple la condena.
¿Es el castigo por el pecado, eterno? En el libro de El Apocalipsis, la frase “para siempre jamas” se usa para
describir la situación(Apocalipsis 14:11).

¿Puede un Dios de amor permitir que los hombres vayan al infierno?

1. Dios no quiere que nadie perezca. El ha provisto lo necesario para la salvación del hombre por medio de
la obra. de su Hijo sobre la cruz del Calvario (Romanos 5:6,8). Si los hombres' rechazan al Salvador van al
infierno por su propia elección.
2. Dios es un Dios de amor (1 Juan 4:8). Pero El también es santo (I Pedro 1:16). El debe castigar el pecado.
3. Los hombres no demoran en poner a los enfermos en el hospital, los criminales en la prisión o los muertos
en el cementerio. Esto no indica falta de amor de su parte.

Y ¿Que de los paganos que nunca han oído el Evangelio? Lo mismo que el resto de la humanidad, los pa­
ganos son pecadores perdidos y solo cristo puede salvarlos. Ellos pueden darse cuenta de que hay un Dios
por las obras de la creación (Romanos 1:20; Salmo 19:1) y por medio de sus propias conciencias (Romanos
2:15). Si ellos viven de acuerdo con la luz que tienen, Dios les dará más luz. Véase el caso de Cornelio en
Hechos 10 y 11.

III ¿Qué se sabe acerca del cielo?

Las Escrituras enseñan claramente que hay un lugar de felicidad para todos aquellos que conocen y aman a
nuestro Señor Jesucristo. El cielo es un lugar. Esta palabra es usada en la Biblia de tres modos diferentes.
Primeramente la región de las nubes se llama cielo (Génesis 1:8). La región donde están las estrellas tam­
bién es conocida como el cielo (Génesis 1:17). Finalmente la palabra refiere al lugar donde Dios mora. Pablo
lo llama “El tercer cielo” y “Paraíso” (II Corintios 12:2­4). Siempre se habla del cielo como “arriba”. Satanás
dijo en Isaias 14:13,14 “Subiré al cielo”.
Sabemos que nuestro Señor esta ahora en el cielo. Después de la resurrección El ascendió en un cuerpo de
carne y hueso. El llevo al cielo un cuerpo humano glorificado (Lucas 24:38,39,51; 1 Pedro 3:22­ Hebreos
1:3).
En el cielo hay una numerosa hueste de creyentes por cuanto el verdadero creyente muere está ausente del
cuerpo y presente con el Señor (II Corintios 5:8). Estos creyentes están disfrutando de la presencia de Cristo,
“lo cual es mucho mejor” (Filipenses 1:23).
,,,Como es el cielo? Los escritores de la Biblia no podían hablar lenguaje adecuado para describirlo. En El
Apocalipsis 21:10­27, Juan describe los fundamentos, muros, portales y calles de la ciudad celestial. Nues­
tros corazones son atraídos por su hermosura. Sabemos que allí ni habrá enfermedades, penas, lágrimas,
dolor ni muerte (Apocalipsis 21:4). Pero el sumo bien será que el Señor Jesucristo estará allí y El constituirá
el deleite supremo del corazón de cada creyente.

27. ACONTECIMIENTOS FUTUROS

Cada estudiante de la Biblia se regocija al poder leer acerca de los acontecimientos que todavía no se han
realizado. Solamente en la Biblia es revelado el futuro. En esta lección consideramos algunos de los aconte­
cimientos en el orden en que habrán de tener lugar.

I ¿La venida de cristo para buscar a los suyos?

(I Tesalonisenses 4:13­18). El próximo acontecimiento será la venida de Cristo para arrebatar a los suyos y
llevarlos al hogar celestial. Cristo descenderá del cielo. Los cuerpos de los creyentes vivos serán arrebata­
dos juntamente con ellos para recibir al Señor en el aire. Esto es llamado el. “arrebatamiento”.
Nótese los siguientes hechos relacionados con la venida de Cristo:

1. Puede suceder en cualquier momento (Apocalipsis 22:7).


2. Solamente aquellos verdaderamente salvos participarán (I Corintios 15:23).
3. Sucederá instantáneamente “en un abrir de ojos” (1 Corintios 15:52).
4. No todos los creyentes morirán pero todos serán transformados (1 Corintios 15:51). Serán semejantes a
Cristo (1 Juan 3:2, Romanos 8:16­25).

II La gran tribulación

Después del arrebatamiento de los creyentes, la tierra experimentará un período de gran sufrimiento y triste­
za conocido como “la gran tribulación”. Durante ese período el pueblo judaico volverá en incredulidad a la
tierra de Palestina. Se levantará un regidor malvado y poderoso conocido corno el Anticristo (que significa
contra Cristo). Este demandará el culto del pueblo.
Será un tiempo de sufrimiento tal que a menos que fuera acortado nadie sobreviviría. Sin embargo, Dios
preservará aquellos judíos que le han sido fieles.

III La venida de cristo para reinar(Malaquias 4:1­3).

Hacia el final del período de la tribulación el Señor Jesucristo vendrá


de nuevo a la tierra con gran poder y gloria. Destruirá a sus enemigos incluyendo el Anticristo y juzgará
aquellas naciones que persiguieron a los judíos fieles. Satanás será encadenado en el abismo por mil años.

IV El milenio(Isaías 32:1; 35:1­7; 65:17­25.)

Cuando Cristo haya terminado su obra de juicio, El establecerá su reino sobre la tierra. Jerusalén será la
capital. Reinará sobre la tierra por mil años. Este período es conocido como el milenio. Será una era de paz y
felicidad. La naturaleza será completamente diferente por cuanto el león morará con el cordero y el desierto
florecerá como las rosas. Los hombres vivirán hasta una edad muy avanzada. Será un tiempo de gran pros­
peridad. No habrá guerras. Aunque el pecado no estará completamente ausente, será castigado inmediata­
mente al cometerse.

V El Juicio del gran trono Blanco.(Apocalipsis 20:11­15).

Al final del reinado de Cristo por mil años, tendrá lugar el juicio del gran trono blanco. Este es el juicio de los
muertos malvados. Ninguna persona salvada tendrá nada que ver con este juicio. La tumba entregará los
cuerpos de los incrédulos y el Hades o el infierno dará sus almas. Entonces se presentarán delante de Cristo
para ser juzgados. Como sus nombres no se hallarán escritos en el libro de la vida del Cordero, serán encon­
trados culpables y sentenciados al lago de fuego para sufrir castigo eterno.

VI Eternidad (Apocalipsis 21:1­8).

El cuadro final del futuro es el estado eterno. La tierra como la conocemos ahora habrá sido destruida por
fuego. El tiempo dejará de ser para dar lugar a la eternidad. Todos los verdaderos creyentes estarán disfru­
tando de felicidad eterna en el cielo. Todos aquellos que han rechazado al Salvador estarán sufriendo en la
negrura de la oscuridad eterna. La pregunta que nos confronta a cada uno de nosotros es esta: ¿Donde pa­
saré la Eternidad?

28. EL TRIUNFO SOBRE LA TENTACION.

¿Cómo puede el cristiano resistir la tentación a pecar?. Comienza la lucha cuando una persona se salva.
Todavía conserva la vieja naturaleza, la naturaleza pecaminosa de Adán, que busca arrastrarlo a pecar con­
tinuamente. Pero también tiene la nueva naturaleza, la naturaleza divina, que odia el pecado y desea hacer
lo recto. Una continua lucha se libra entre ambas naturalezas (Gálatas 5:16, 17; Romanos 8:5­8).
La vieja naturaleza es incurablemente mala. No puede ser mejorada y tampoco será quitada hasta que el
cristiano vaya a su hogar en el cielo. Dios la condenó cuando Cristo murió en la cruz, y El quiere que los cris­
tianos la traten como si estuviera muerta. ¡No la alientes! ¡No la alimentes! ¡No le dés ninguna oportunidad!
(Romanos 13:14).
La nueva naturaleza inspira al cristiano a hacer el bien. Debiera ser alentada y alimentada.
Esta es, entonces, la forma en que el cristiano resiste la tentación: por decir “No a la carne, o vieja naturale­
za, y por alimentar la nueva vida que hay dentro de él. Las siguientes son sugerencias prácticas con respec­
to a cómo se puede hacer esto:

1. ¡Lee la Biblia! ¡Estúdiala! ¡Memorízala! ¡Medita en ella! ¡Obedécela! Lee Salmo 119:9 y 11. Allí aprende­
mos que la Palabra de Dios nos enseña a evitar el pecado. Asegúrate, por tanto, de apartar diariamente un
tiempo definido para la lectura de la Palabra de Dios (Colosenses 3:16).

2. ¡Ora sin cesar! Cuando quiera que seas enfrentado por la tentación, pídele ayuda a Dios (Hebreos 4:16).
El te dará el poder para triunfar (1 Corintios 10:13). Si tratas de resistir con tus propias fuerzas es seguro que
fracasarás.

3. Busca la compañía de los creyentes y no la de los pecadores


(Proverbios 1:10­16; Hebreos 10:24, 25). Muy a menudo es necesario trabajar y vivir con incorversos, y en
tales casos deberíamos testificar tanto con nuestros labios como con nuestra vida. Pero no debemos unirnos
a ellos en sus diversiones y placeres mundanos (Efesios 5:11).

4. Confiesa tus pecados inmediatamente. Tan pronto como estés consciente de haber agraviado a tu Padre
mediante un pensamiento, hecho o palabra pecaminosa pídele perdón inmediatamente. No esperes al fin del
día o de la semana para hacerlo (Proverbios 28:13).

5. ¡Manténte ocupado en el trabajo para el Señor! Alguien ha dicho que las manos ociosas son el taller de
Satanás. ¡Entrégale tu cuerpo al Señor para que El lo use como El desea! (Romanos 6:19). Hay mucho que
hacer y estarás sirviendo al Maestro de maestros.

6. ¡Ocúpate en algún ejercicio físico! El ejercicio corporal es provechoso (I Timoteo 4:8). Por cuanto el cuerpo
del creyente es templo del Espíritu Santo, debes usar medios apropiados para mantenerlo sano y fuerte. Sin
embargo, no debes permitir que el deporte ocupe un lugar tan importante en tu vida que desaloje las cosas
espirituales (I Corintios 6:19,20).

7. ¡Amortigua la vieja naturaleza! Ten cuidado con lo que lees, lo que miras, a dónde vas, y lo que oyes (Co­
losenses 3:5­9).

8. ¡Alimenta la nueva naturaleza! ¡Ocúpate de Cristo! Cuando estás pensando en El no puedes estar pen­
sando en el pecado (Colosenses 3:10­14). Es éste el verdadero secreto de vivir en santidad; ocuparse de
Cristo. Es una regla general en la vida el asemejarnos al objeto que adoramos. II Corintios 3:18 nos enseña
que nos asemejaremos al Señor Jesús a medida que lo contemplamos en el espejo de su Palabra. Somos
transformados a su imagen o semejanza por el Espíritu Santo que mora en nosotros.

“Ocuparnos de otros nos da distracción Ocuparnos de nosotros mismos nos da congoja Ocuparnos de Cristo
nos da alegría”.

¡Una palabra final! Notarás por lo antedicho que la liberación de la tentación no es una experiencia única y
para siempre, sino un proceso continuo de dependencia de Dios. No importa cuan ancianos seamos, o cuán­
to aprendamos de la Biblia, estamos aún en el peligro de ceder ante la tentación si quitamos nuestros ojos
del Señor.
Un hombre muy pío solía orar para que Dios lo guardara de morir como un viejo perverso. Todos necesita­
mos hacer la misma oración (Colosenses 3:1­4).

29. LA CONDUCTA CRISTIANA.


¿Cómo puede saber un cristiano lo que debe o no debe hacer? ¿Es correcto que el creyente frecuente bai­
les, que jueguen a los naipes, fumen, se emborrache o participe de otras cosas semejantes y distracciones
mundanas?.
Muchos creyentes jóvenes se sienten preocupados por asuntos similares a los antedichos. Encuentran que
ciertas prácticas están abiertamente condenadas por la Biblia, pero que muchas otras no están menciona­
das. El propósito de esta lección es proveer al estudiante de una serie de normas que le ayuden a decidir si
debe o no debe realizar actividades dudosas.

1. Primeramente: ¿se trata de algo que está prohibido por el Señor a los creyentes de hoy día? Si es así,
evítalo como evitarías una plaga mortal. Si no sabes, no lo hagas hasta haber tenido la oportunidad de averi­
guarlo. (II Tesalonicenses 5:22).

2. Luego: ¿hay gloria para Dios en ello? En I Corintios 10:31 leemos la siguiente declaración: “hacedlo todo a
gloria de Dios. Antes de ocuparte en la actividad en cuestión, ¿puedes con toda honestidad pedir la bendi­
ción de Dios sobre ella, creyendo que El será honrado por tu participación en tal cosa?.

3. ¿Es del sistema pecaminoso del mundo? si lo es, entonces no es “de Cristo”. El dijo refiriéndose a sus
discípulos, “no son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo” (Juan 17:16). El no era “del mundo” en
manera alguna. Estaba en el mundo pero no era de él (I Juan 2:15­17).

4. ¿Lo hubiera hecho el Señor? El nos ha dejado ejemplos para que sigamos sus pisadas (I Pedro 2:21).

5. ¿Te agradaría ser hallado haciéndolo cuando regrese el Señor? Alguien sabiamente ha dicho: “¡No hagas
nada, no digas nada, ni vayas a lugar alguno que te causaría vergüenza si el Señor volviera en ese instan­
te!”.
(I Juan 2:28).

6. ¿Te sientes libre para hacerlo a recordar que Dios, el Espíritu Santo, mora en ti? “¿0 ignoráis que vuestro
cuerpo es templo del. Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vues­
tros?”(I Corintios 6:19). Fíjate también en Efesios 4:30.

7. ¿Es una conducta que cuadra a un hijo de Dios? Cuando el hijo de un Rey se porta en forma indigna, trae
vergüenza al nombre de su padre. Lo mismo hace un cristiano que se porta incorrectamente (Romanos 2:24;
Colosenses 1:10).

8. ¿Qué efecto tendrá tu conducta sobre otros? ¿Será un buen testimonio a los incorversos o decidirán por
ello que realmente no hay diferencia entre el cristiano y el inconverso? (II Corintios 5:17). Además, ¿será
causa de tropiezo a alguien que es joven en la fe?. El Apóstol Pablo ha advertido que ningún hombre debe
poner tropiezo o escándalo al hermano (Romanos 14:13).

9. Finalmente, ¿hay en tu mente alguna duda en cuanto al asunto en cuestión? Si es así, no lo hagas porque
“el que duda es condenado” porque “todo lo que no es de fe, es pecado” (Romanos 14:23).
En conexión con este tema sobre lo que el cristiano debe o no debe hacer, es bueno recordar, “que no esta­
mos bajo la ley sino bajo la gracia” (Romanos 6:14, 15). Esto no significa que podemos hacer lo que quere­
mos, sino más bien, que queremos hacer lo que le agrade a Dios, por cuanto El a hecho tanto por nosotros.
No evitamos las cosas pecaminosas y distracciones mundanas porque debamos, sino porque queremos. La
razón por la cual lo deseamos es que cristo murió por nosotros, y ahora nuestras ambiciones son de vivir de
una manera que le agrade a él (II Corintios 5:14,15). Dios no nos dice, “que somos cristianos si nos alejamos
de placeres pecaminosos”. Pero dice en efecto, al creyente, “¡Eres un cristiano! ahora, pues, vive en forma
consiente con la alta vocación con que eres llamado” (Efesios 4:1). Es posible que un cristiano olvide su alta
y digna posición, y que se incline por las cosas del mundo. En tal caso, Dios lo traerá de vuelta mediante
corrección de amor, tal como un Pastor coloca el cayado alrededor del cuello de una oveja descarriada. De
manera que, si la gracia de Dios es olvidada por el creyente, éste será restaurado por el rigor (el gobierno)
de Dios.

30. DESEANDO LA VOLUNTAD DE DIOS

¿Cómo puede un cristiano conocer la voluntad de Dios para su vida? Todo cristiano debe tener sumo interés
en conocer la voluntad de Dios para su vida. Salvo que el plan del Señor sea conocido y obedecido, nuestras
vidas se desperdiciarán y perderemos el “bien hecho del Maestro.
Las Escrituras son enfáticas en la enseñanza de que Dios revela su voluntad a aquellos que la desean cono­
cer (Juan 7:17). Es éste un privilegio que debiera ser la experiencia normal de cada creyente (Romanos
1.2:2).
Sea que uno esté buscando dirección para un problema monetario o para la vida, se deben seguir los si­
guientes cinco pasos, que se resumen así: RENDICION; CONFESION; ORACION; ESTUDIOS; AGUAR­
DAR.

1. RENDICION. Rendirse es presentarse a sí mismo al Señor. Significa poner a un lado esperanzas, ambi­
ciones y deseos personales. Significa desear su voluntad supremamente. Pablo se rindió cuando preguntó:
“¿Qué quieres que haga?” (Hechos 9:6). Isaías se rindió cuando dijo: Heme aquí; envíame a mí (Isaías 6:8).
Amasías se rindió porque leemos “el cual se había ofrecido voluntariamente a Jehová” (II Crónicas 17:16).
2.CONFESION. Si deseamos estar en el centro de su voluntad, debemos confesar y dejar cualquier pecado
secreto que apreciamos. Recuerda la palabras del salmista: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniqui­
dad, el Señor no me habría escuchado” (Salmo 66:18). Debemos también confesar nuestra impotencia e
incapacidad, y depender de su poder (Salmo 139:23,24).

3. ORACION. Esto quiere decir sencillamente que debemos venir ante el Señor regularmente, pidiendo su
dirección. Debemos reclamar su promesa de guiarnos, pidiéndole que haga lo que ha dicho. Nuestras ora­
ciones debieran tener su gloria como principal objetivo (Colosenses 1:9; 4:12).

4. ESTUDIO. Ocupa mucho tiempo con la Palabra de Dios. Léela cuando estés sobre tus rodillas, pidiendo a
Dios que te hable por medio de ella. Léela lentamente. Léela con meditación. Léela con expectación (Salmo
143:8, 10).

5. AGUARDA. Si Dios no contesta inmediatamente, aguarda (Salmo 62:6). Si tú has orado pidiendo dirección
de Dios es que te quedes donde estás. Si tú estás confiando verdaderamente en el Señor, no estarás apura­
do. “El que creyere, no se apresure” (Isaías 28:16). Dios nos revela su voluntad en varias formas distintas.
Puede ser que El use uno, o una combinación de los siguientes métodos:

1. Dirección por medio de la Biblia. Las Escrituras imparten dirección de dos maneras. Primeramente prohí­
ben decididamente ciertos cursos de acción. Por ejemplo, si un cristiano estuviese pidiendo dirección con
respecto a si debe casarse con una señorita inconversa, podría hallar, la respuesta de Dios en II Corintios
6:14. Por otra parte, muchas veces Dios usa otros versículos de la Escritura para guiarnos a tomar un curso
de acción definido. Un versículo que nunca antes había llamado tu atención puede adquirir un nuevo signifi­
cado porque dice algo que debes hacer en el mismo momento en que estás orando en busca de dirección
(Salmo 119:105).

2. Dirección por medio de cristianos. A veces conviene buscar el consejo de cristianos espirituales y madu­
ros. Su experiencia y consejo pueden muy a menudo salvar a un creyente más joven de serias caídas
(Hebreos 13:7, 17).

3. Dirección por medio de las circunstancias. Dado que Dios controla todo el Universo, El puede (y muy a
menudo lo hace) planear las circunstancias de nuestra vida para revelarnos su voluntad. Una carta, por
ejemplo, puede arribar en el momento oportuno con la información necesitada para señalar el camino.

4. Dirección por medio del Espíritu Santo. El Espíritu de Dios puede influenciar nuestras convicciones, nues­
tros deseos o nuestras inclinaciones de tal manera como para hacer clara a nosotros la voluntad de Dios. En
tales casos, la dirección es tan patente que rehusarla equivale a ser desobediente (Hechos 11:12; 16:6,7).

Una palabra más: Cuando Dios da luz, camina en ella (Hechos 26:19). La dirección debe ser obedecida para
que continúe. La obediencia es la base de una vida de verdadera felicidad y valor duradero.

31. LA VIDA UTIL

¿Cómo puede hacer un cristiano que su vida sea de utilidad? Aunque un creyente no puede perder su salva­
ción, es realmente cierto que puede malgastar su vida de manera que la misma no tenga valor alguno para la
eternidad. Bien se ha dicho: “Un tonto es aquel cuyos planes terminan con el tiempo”. Para evitar esta trage­
dia de una vida malgastada, la Biblia aconseja a todo cristiano lo siguiente:

1. Calcula el costo de ser un discípulo de Cristo. Todos los creyentes son hijos de Dios, pero no todos son
discípulos. Las condiciones del discipulado se dan en Mateo 10:16­42 y Lucas 14:25­35. Ser discípulo signi­
fica renunciar a las comodidades y seguridad terrenas. Significa una vida de negación de sí mismo. Significa
la enemistad del mundo y el ser ridiculizado por el mismo. Significa dejar todo para seguir al Señor Jesús.

2. Consagra tu vida, deliberadamente a El (Romanos 12:1). Llega a ese grado de decisión en el cual rindas
tu cuerpo como sacrificio vivo a Dios. Esta es la única cosa razonable que puedes hacer en vista de todo lo
que El ha hecho. C. T. Studd dijo una vez: “Si Jesucristo es Dios y murió por mi, entonces no hay sacrificio
demasiado grande que yo pueda hacer por El.”

3. Abandona tu vida por Cristo. El Salvador dijo: “Cualquiera que perdiera su vida por causa de mí la hallará”
(Mateo 16:25). En otras palabras, si quieres conocer la plena alegría y felicidad de la vida, deberías vivir para
agradar al Señor Jesucristo y no agradarte a ti mismo. Aquel que vive egoísticamente es desdichado e infe­
liz.

4. Quema los puentes que quedan detrás de ti. “Atad víctimas con cuerdas a los cuernos del altar” (Salmo
118:27). Haz tan difícil como sea posible, el volver atrás, rompiendo todas las conexiones que no permitan
una vida de plena obediencia y devoción a tu Señor (Lucas 9:23).

5. No salgas del camino. Tantos comienzan bien pero luego pierden la visión y resbalan de vuelta hacia la
vieja rutina. Puestos bien remunerados distraen a muchos. Carreras interesantes fascinan a otros y se los
llevan. matrimonios torpes han sido la caída de muchos que hubieran sido discípulos. El Señor Jesús dijo:
“Ninguno que poniendo su mano al arado mira atrás, es apto para el Reino de Dios” (Lucas 9:62).
6. Vive para servir. “El Hijo del hombre no vino para ser servido sino para servir” (Mateo 20:28). La verdadera
grandeza reside en servir a otros. “Es más bienaventurado dar que recibir”. (Hechos 20:35).

7. Corónalo a El, Señor de todo. Si Cristo gobierna tu vida, tus días realmente valdrán para la eternidad.

Al terminar este curso nos gustaría aclararle al estudiante que el “Cristianismo no es un agradable pasatiem­
po sino una lucha apasionada.” No es una vida fácil sino una de batalla. No cuesta nada convertirse en cris­
tiano pero cuesta todo serlo. Su porción no es la popularidad sino la persecución, no es la comodidad sino el
llevar la cruz.

Pero es la mejor vida. Sirves al mejor de los Maestros. Sus salarios son buenos, pero agrada más el trabajo
que el salario. Las recompensas son maravillosas, tanto ahora como en la eternidad.

Te rogamos por tanto que des tu vida a Cristo. Dale lo mejor que tienes. No te quedes con nada. Ojalá sea tu
supremo gozo oírle decir al fin: “Bien, buen siervo y fiel ... entra en el gozo de tu Señor. (Mateo 25:21).

ADMINISTRADORES DE LOS BIENES DE DIOS

El administrador de una hacienda grande tiene mucha responsabilidad. Se le ha confiado la propiedad de


otros y él la tiene que manejar para el beneficio de los dueños.
Nosotros también somos administradores. Todo lo que tenemos en este mundo es de Dios. El nos lo ha con­
fiado provisionalmente y nos da instrucciones definidas sobre su uso. No somos dueños de lo que tenemos.
Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. 1 Timoteo 6:7

32. DERECHOS DE PROPIEDAD.

Los derechos de propiedad que Dios tiene son de cuatro clases distintas.

1. Derechos en virtud de la creación._

Dios es el Dueño de nuestro ser y de todo cuanto existe en el mundo, porque lo ha creado para su propio
uso.
De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan. Porque él la fundó sobre los mares, y
la afirmó sobre los ríos. Salmo 24:1, 2.
Porque en él fueron creadas todas las cosas... todo fue creado por medio de él y para él. Colosenses 1:16.
Para gloria mía los he creado. Isaías 43:7.

2.Derechos en virtud de la providencia.

Sin la providencia de Dios, no podríamos vivir ni un instante. El nos da


el aire que respiramos y la fuerza para trabajar. Nos preserva del mal y nos brinda las bendiciones materia­
les. Dios es el Dueño de nuestro ser por cuanto provee para nuestra existencia.
Porque en él vivimos y nos movemos y somos. Es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Hechos
17:25,28.

3. Derechos en virtud de la redención.

Dios creó al hombre para su propia gloria. El hombre debía servirle y gozar de su bondad y amor. Pero el
pecado de nuestros primeros padres los separó de Dios y encaminó a toda la humanidad hacia la perdición.
Para librarnos de la ruina, Cristo dio su vida por nosotros. Nos redimió. Esto quiere decir que nos compró de
nuevo. Ahora somos de él. Pertenecemos a Dios por sus derechos de redención.
Sabiendo que fuisteis rescatados... no con... oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo... quien se dio
a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio... ¿O ignoráis
que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo... y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados
por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. 1 Pedro
1:18, 19; Tito 2:14; 1 Corintios 6:19, 20.

4. Derechos en virtud de la dedicación.

A sí mismo se dieron primeramente al Señor. 2 Corintios 8:5. Reconociendo los derechos que Dios tiene so­
bre nosotros, nos hemos entregado a él voluntariamente. Por lo tanto, le damos otros derechos o confirma­
mos sus derechos por nuestra dedicación. Los cristianos somos, pues, la propiedad absoluta de Dios. Los
bienes que tengamos en nuestro poder mientras vivamos en esta tierra todos son de Dios. Aceptamos la
responsabilidad de seguir sus direcciones para el uso de estos bienes. Nos tenemos por honrados y dicho­
sos que nos ha escogido para ser sus administradores.

Las responsabilidades del administrador.

La responsabilidad principal del administrador es llevar a cabo los deseos del dueño en el manejo de la pro­
piedad. El administrador no decide por su propia cuenta si la hacienda se dedicará al cultivo de caña o al­
godón, o quizás a la ganadería. El dueño sabe para que quiere usarla y se lo indica. El dueño traza los pla­
nes generales para la operación y le señala sus responsabilidades. Espera que el administrador se comuni­
que con él frecuentemente sobre todos los proyectos y los problemas.
De la misma manera nos corresponde consultar con el Dueño para saber sus planes para nuestra vida. Te­
nemos los rasgos generales del plan en la Santa Biblia, que él nos ha dado. En la oración recibimos su di­
rección específica.
El administrador, de acuerdo con las instrucciones recibidas, hace las inversiones necesarias de dinero y de
trabajo para asegurar la producción óptima de los terrenos. Vela por el bienestar de los obreros. Guarda la
maquinaria en buenas condiciones. Trata de evitar cualquier desperdicio. Atiende los negocios de compra y
venta. Lleva inventarios y buena contabilidad. Vela en todo instante por los intereses del dueño y le informa
periódicamente sobre el estado de la hacienda, o plantación.
Así nosotros los cristianos tenemos que invertir sabiamente todos los bienes que Dios nos entrega. Como
administradores, nuestra preocupación principal es cumplir con los deseos del Dueño y hacer progresar sus
intereses en todo lo que hacemos.
Al velar por los intereses del dueño, el administrador está velando por los suyos propios. En cambio, si sólo
piensa en sus propios intereses y descuida los del dueño para enriquecerse a sí mismo, corre el peligro de
perder el puesto que tiene.
Se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel1 Corintios 4:2.
La Propiedad que administramos.

Los bienes que administramos no son todos materiales, pero valen más que cualquier hacienda en el país.
Rendiremos cuentas a Dios, el Dueño, por el uso que hacemos de ellos. Entre los bienes que nos ha confia­
do están: nuestro tiempo, las fuerzas físicas, la personalidad, el talento, el hogar, el dinero, la ciudadanía, la
iglesia, el Evangelio y las bendiciones espirituales. ¿Qué hacemos con estas riquezas? ¿Las invertimos bien
para adelantar la causa del Dueño? ¿O las tratamos como si fueran propiedad nuestra?
En estos estudios aprenderemos cómo administrar mejor los bienes que Dios nos da. Leeremos las instruc­
ciones del Dueño en el Libro que nos da. Procuraremos ponerlas por obra enseguida, con la ayuda del Due­
ño, porque deseamos serle administradores fieles.

33. CULTIVO DE LA MENTE

¿Cuánto vale una mente sana? No tiene precio ¿verdad? El intelecto, o la mente es una de las riquezas más
grandes que Dios nos ha confiado. Forma una parte dominante de nuestra personalidad, juntamente con los
sentimientos y la voluntad. Sus creencias determinan el rumbo de nuestra vida. Sin el consentimiento de la
mente, nos será imposible administrar en forma debida los otros bienes que Dios ha puesto bajo nuestra
responsabilidad: Por lo consiguiente estudiaremos primero cómo administrar la mente para agradar a nuestro
Dueño y rendirle la mayor utilidad posible.

La conversión de la mente.

En nuestra conversión a Cristo, reconocemos la incapacidad de nuestra mente para distinguir entre la verdad
y el error y su necesidad de una revelación divina que necesitamos para enseñarnos la verdad. No la com­
prendemos toda, pero reconocemos que esto es por las limitaciones de nuestra mente. Creemos que la Bi­
blia es la infalible Palabra de Dios y la aceptamos como la base para nuestra fe y conducta. De aquí en ade­
lante juzgaremos todas las cosas a la luz de la Biblia. Rechazamos cualquier enseñanza que sea contraria a
la Biblia. La Biblia es la verdad. Lo que no concuerda con ella es error. Y de la misma manera nos abstene­
mos de cualquier conducta contraria a sus preceptos y nos esforzamos para cumplir lo que ella manda.
Por supuesto, para guiar nuestra vida por la Biblia, tenemos que saber lo que ella dice. Para creerla, debe­
mos conocerla. Tenemos que estudiarla para comprenderla. Una parte de la conversión de nuestra mente a
los usos que Dios tiene para ella será, pues, el estudio de la Palabra de Dios y la aceptación de sus ense­
ñanzas.

El propósito del Dueño.

El Dueño de nuestra mente desea que nosotros, los administradores, la llenemos de la verdad. Nos ha dado
su Santa Palabra, la Biblia, con doble propósito:
1. Para que la verdad nos libre del error y nos guíe acertadamente en esta vida.
2. Para que compartamos la verdad con otros.
Cuando creemos en el Salvador, Dios no solamente nos perdona los pecados. Nos libra de la incredulidad y
del error. Pone fe en nosotros, o sea nos da confianza en él y en su Palabra. Viene a vivir en nosotros por
medio del Espíritu Santo que nos ayudara a comprender la Biblia y a aplicar su verdad a nuestra vida. Nos
ilumina la mente para que podamos hacer para él trabajos que de ninguna manera podríamos hacer solos.
El propósito de Dios es que desarrollemos las facultades mentales que nos ha dado y las pongamos a su
disposición. Si lo hacemos, él nos ayudará y las aumentará. Y con su Espíritu, que opera a través de nuestra
mente, nos usara para su gloria en maneras que jamás hemos soñado.
El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Salmo 19:7

La Preparación del terreno

Nuestra mente es como un campo que tenemos que cultivar. Tal como el agricultor labra y abona la tierra
para que produzca en abundancia tenemos que desarrollar nuestras facultades mentales para hacerlas pro­
ducir buena cosecha.
Los alumnos en la escuela al aplicarse a sus estudios estan labrando elterreno de su intelecto. Desarrollan
su aptitud para estudiar, razonar, y aplicar a su vida los conocimientos que van adquiriendo. Millares de adul­
tos estan estudiando en escuelas nocturnas o por correspondencia. Quieren aumentar sus conocimientos y
superarse intelectualmente para mejorar su situación en la vida.
Con mucha mayor razón un gran ejército de cristianos hoy nos aplicamos a los estudios. Estamos acondicio­
nando nuestra mente para el uso de Dios. Aprendemos la aritmética, Historia, Geografía, Gramática y cuan­
tas cosas más sean necesarias para hacer frente a la vida en este mundo. Lo hacemos ahora no solamente
para nuestro propio bienestar, sino para que nuestra vida sea más útil para el Señor. Y estudiemos también
lo que nos prepara para el mundo venidero y nos capacita para la obra que Dios nos da.
Millares de personas que no sabían leer al entregarse a Cristo han aprendido para poder leer la Biblia y el
himnario. Han cultivado sus facultades mentales, leyendo primero, y estudiando después, la Biblia y la litera­
tura evangélica. Es maravilloso cómo Dios les ha iluminado la mente. Muchos de ellos predican hoy el Evan­
gelio. Otros enseñan en la escuela dominical. Uno publica una revista evangélica. Las almas se convierten
bajo su ministerio.
Hay otros cristianos que no se brindan para hacer nada para el Señor. Se disculpan, pensando que su falta
de preparación en la niñez o la juventud los excusa. Tendrán que rendir cuentas a Dios por lo que hacen
ahora con su mente. Son administradores que tienen en su poder un campo grande y fértil; hay que cultivar­
lo, porque de otra manera estan defraudando al Dueño de lo que pudiera producir. Deben aprender a leer
para leer la Biblia diariamente. Deben aumentar su vocabulario para comprender mejor las Sagradas Escritu­
ras. Y deben mejorar su manera de expresarse hasta poder explicar el evangelio a otros con toda claridad.
Y los que sabemos tenemos el deber de enseñar al que no sabe. Así podemos emplear para la gloria del
Señor las facultades y conocimientos que tenemos. Esto es parte de la buena administración de la mente.

La siembra y la cosecha.

Los pensamientos son la semilla en el campo de nuestra mente. La cosecha depende de la clase de semilla
que se siembra. Un refrán dice: Siembra un pensamiento y segarás una acción.
Siembra una acción y segarás una costumbre.
Siembra una costumbre y segarás una vida.
En otras palabras, nuestros pensamientos forman nuestro carácter y determinan nuestros hechos y nuestra
vida.
Cual es su pensamiento en su corazón, tal es él. Proverbios 23:7.
Los mejores pensamientos que existen se encuentran en la Biblia. Son la semilla buena que Dios ha provisto
para nuestra mente. Debemos aprender de memoria muchos textos bíblicos y meditar en ellos.
De esta semilla van brotando la fe, mejor comprensión, actitudes correctas, y muchas buenas ideas. Estas
palabras crecen y llevan fruto en acciones buenas y bondadosas, conducta sabia, comunión con Dios y ser­
vicio al prójimo.
Una de las actividades más fructíferas de la mente es la comunión con Dios en la oración y la meditación en
su Palabra. Dios ha elegido obrar a través de las oraciones de su pueblo. Somos sus colaboradores en esto.
Debemos estar alertas a los problemas y necesidades de otros y llevarlos al Señor en la oración.
Debemos desarrollar también la capacidad para oír la voz de Dios que nos habla al corazón. El pone en
nuestra mente muchas buenas ideas. A veces son verdades espirituales que quiere que gocemos y compar­
tamos con otros. A veces son ideas de cómo hacer el trabajo que nos corresponde. Siguiendo estos impul­
sos del Espíritu Santo, hallamos la bendición de Dios sobre nuestras actividades y el éxito corona nuestros
esfuerzos.
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable
y perfecta. Romanos 12:2.
Cuando uno quiere sintonizar cierto programa radial, a veces tiene dificultad en eliminar el ruido de otra esta­
ción. Mientras tiene ambas estaciones sintonizadas, es imposible oír lo que quiere. Sigue hasta eliminar una
para escuchar la otra. Asimismo tenemos que hacer con la mente. Cuando nos ponemos a orar o a meditar
en la Biblia, tenemos que rechazar los pensamientos sobre mil cosas que quieren distraernos. ¡Aprendamos
a sintonizar el cielo!
Si llenamos la mente con basura, con frivolidad y las normas de este mundo, nos será difícil oír la voz de
Dios. Si los pensamientos se concentran en cómo alcanzar la comodidad en esta vida, no estaremos dis­
puestos a obedecer la voz del Señor aun cuando nos llama.
Si damos cabida a pensamientos sobre amores ilícitos, estamos abriendo la puerta a la tentación aunque
oremos, “libranos del mal.”
Tenemos que disciplinar la mente, no dejar vagar los pensamientos por dondequiera. La mente se ocupa en
algo durante todos nuestros momentos despiertos. Aprendamos a aplicarla a cosas útiles. Enseñémosla a
administrar sabiamente todos los aspectos de nuestra vida y a poner todas sus facultades a la disposición de
Dios. Amemos al Señor con toda nuestra mente.
Como combatir las malezas
El agricultor tiene que combatir continuamente las malezas. Si no, la hierba mala ahoga las plantas buenas.
Así, en el terreno de la mente, tenemos que combatir los pensamientos malos, las dudas y las tentaciones.
¿Qué diríamos del hombre que después de sembrar un campo con buena semilla, la volviera a sembrar de
cardos, espinos y toda clase de maleza?
¿Qué clase de cosecha tendría?
Nosotros sembramos buena semilla en nuestra mente en los cultos y en nuestra lectura bíblica y oración. ¿Y
qué más sembramos en ella? ¿La llenamos, acaso, con escenas de violencia y sensualidad a modo de en­
tretenimiento? ¿Prestamos oído a los cuentos groseros? Estas cosas brotan y crecen. Cual la siembra, tal la
cosecha.
El primer paso para combatir la hierba mala, pues, es no sembrarla. En nuestra lectura, en lo que escucha­
mos por radio o en conversación, en lo que miramos en televisión, y en cualquier otra actividad, sembremos
en nuestra mente pensamientos buenos que edifiquen el carácter, y no lo que produce la tentación.
Aun cuando cuidamos bien el terreno, el propio medio ambiente en este mundo está tan lleno de maldad que
se nos presentan a veces pensamientos inmundos. Nuestro enemigo, Satanás, procura insinuarlos en nues­
tra mente. Algunos cristianos tienen una lucha tremenda con los pensamientos malos. Pero con la ayuda de
Dios podemos vencerlos.

Cuando se nos presenta un pensamiento malo, recordemos que no tenemos que recibirlo y darle lugar. Se
ha dicho con respecto a esto mismo:
No puedo evitar que las aves del cielo vuelen por encima de mi cabeza, pero sí, puedo evitar que hagan su
nido en mi pelo.
Podemos orar que Dios nos ayude a vencer los pensamientos malos. Una manera de combatirlos es poner­
nos a pensar inmediatamente en cosas buenas.
Por ejemplo, empezamos a pensar en las faltas de una persona y en un mal que nos ha hecho. Si damos
lugar a estos pensamientos, ahogarán el amor que tenemos para ella y producirán el resentimiento. (Nues­
tros pensamientos determinan en gran parte nuestros sentimientos). En vez de seguir pensando en sus fal­
tas, o tratar de ignorar estos pensamientos, mejor es ponernos a pensar en las cualidades buenas de esa
persona. Recordemos que nosotros también tenernos faltas y oremos por la persona que Dios la ayude.
Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen
nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Filipenses 4:8
Citar textos bíblicos que liemos aprendido de memoria es buena manera de ahuyentar al tentador. Cantar
himnos es otra. Podemos controlar los pensamientos con la ayuda de Dios y para su gloria.
Llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. 2 Corintios 10:5

¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. En mi


Corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti. Salino 119:9, 11. Sean gratos los dichos de mi bo­
ca y la meditación de mí corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío. Salmo 19:14.

34. DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD

Tenemos que cultivar tres campos grandes en nuestra personalidad: la mente, los sentimientos y la voluntad.
Dios no pide que lo hagamos solos. Su Espíritu Santo ha venido para ayudarnos con poder sobrenatural.
Ilumina nuestra mente con la verdad de Dios revelada en la Biblia Satisface nuestra vida emocional con el
amor de Dios revelado en Cristo. Y fortalece nuestra voluntad con el poder de Dios hecho una realidad en
nuestra vida por su presencia.

La voluntad.

La voluntad es una potencia del alma que nos mueve a hacer o no hacer una cosa. Elige lo que hemos de
hacer. Escoge entre el bien y el mal.
Escoge entre lo bueno y lo mejor, entre los gustos propios y el mandato divino, entre las normas de la socie­
dad y las bíblicas. Hace un sinnúmero de elecciones cada día. Domina nuestra conducta.
Dios nos ha dado el intelecto, la mente, para guiar la voluntad en sus decisiones. Le indica lo que debe es­
coger y le da las razones. La mente llena de la Palabra de Dios y con fe en ella cuenta con la iluminación del
Espíritu Santo para hacer las elecciones correctas. Ora por la dirección continua del Señor y a cada rato ins­
truye a la voluntad: Esto es lo que debes escoger. Aquellos no conviene.”
Nuestra voluntad no tiene la fuerza propia suficiente para obedecer siempre la voz del intelecto. A veces se
deja vencer por los apetitos del cuerpo o por las emociones. ¡Cuántas personas quisieran dejar los vicios que
les están arruinando la salud, y no pueden! ¡Y cuántas veces nosotros los cristianos hablamos palabras que
después tenemos que lamentar! ¡Y cuántas veces escogemos nuestra propia comodidad en vez de hacer lo
que nuestra mente nos señala como la voluntad de Dios! Quisiéramos hacerlo pero la voluntad es demasia­
do débil para llevar a cabo nuestros buenos deseos. El poder del Espíritu Santo es imprescindible.
Nuestro cultivo de la voluntad para hacerla producir el fruto debido empieza con su dedicación a la voluntad
de Dios. Continúa con su sumisión diaria, y momento tras momento, a la autoridad de la Palabra de Dios y la
dirección del Espíritu Santo. Así la Biblia llega a ser regla para toda nuestra conducta.
La voluntad rendida a Dios produce una cosecha abundante de buenas acciones. El Espíritu Santo opera a
través de nosotros y trae grandes bendiciones a la humanidad. Cristianos insignificantes en sí mismos han
sido usados de Dios para llevar a cabo grandes reformas sociales: la abolición de la esclavitud, el estableci­
miento de millares de escuelas y hospitales, libertad religiosa, leyes humanitarias y justas, asilos para los
desamparados, rehabilitación de las víctimas del pecado, y un sinfín de otras obras buenas. Han predicado
el amor de Dios con las palabras y con los hechos.
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean nuestras buenas obras, y glorifiquen a vues­
tro Padre que está en los cielos. Mateo 5:16.
Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. Mateo 6:10.

Los sentimientos.

Los seres humanos somos criaturas de fuertes emociones. Nos reímos de gozo y lloramos de pesar. Rebo­
zamos de entusiasmo y desmayamos de desaliento. Sentimos atracción hacia algunas personas y repug­
nancia hacia otras. Nos consume el odio o el amor y estamos prontos para sacrificar nuestra vida por el uno
o el otro.
Una de las bendiciones que el Creador nos ha dado es la capacidad de sentir y reaccionar a nuestro medio
ambiente. Nuestras emociones dan sabor y calor a la vida. Pero si no las controlamos, son capaces de des­
truirnos.
Al “entregar el corazón a Cristo” le cedernos nuestra vida emocional. Reconocemos que somos incapaces de
controlar nuestros sentimientos. Le pedimos que arranque de nuestro corazón todo lo malo y nos llene de
sentimientos nobles. Cristo contesta esta oración.
El Señor no nos quita la naturaleza emocional. La santifica. Encauza nuestras emociones por los causes
correctos para que puedan ser de bendición
a otros. Aumenta nuestro gozo. Nos da una paz que no habíamos conocido antes. Nos llena de amor hacia
Dios y hacia el prójimo. La tierra en este campo es fértil y produce en abundancia.
El administrador tiene que vigilar constantemente contra el retorno de

los sentimientos malos. Haced morir pues... impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avari­
cia... dejad también... ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas. Colosenses 3:5, 8.
En cambio tenemos que cultivar con toda diligencia el amor a Dios y el amor al prójimo. Dios es amor. Cuan­
to más lugar le damos en nuestro corazón, más abunda el amor. Se expresará en las distintas maneras que
el apóstol
Pablo describe como el “fruto del Espíritu.” Si este fruto abunda en nuestra vida, cumplimos con el fin para el
cual hemos sido creados, y nuestro Dueño se alegrará. Cultivemos, pues, el amor de Dios en nuestro co­
razón.
El amor es la raíz que produce todas las cualidades agradables a Dios en nuestra vida. El corazón lleno de
amor no tiene problema con los sentimientos malos. Ya no caben. Lea 1 Corintios 13. Fortalece nuestra fe,
pues confiamos en Dios porque le amamos. Fortalece nuestra voluntad también, porque queremos agradar a
la persona a quien amamos. Servimos a Dios ahora, no por obligación sino por amor.
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu men­
te; y a tu prójimo como a ti mismo. Lucas 10:27. El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benigni­
dad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Gálatas 5:22, 23.

¡Qué dichoso el cristiano cuya personalidad está en perfecta armonía!


¡Pero qué volubles y dignos de lástima son aquellos seres que no han aprendido a rendir sus sentimientos a
Dios! Quizás reconocen lo que deben hacer y someten su voluntad a Dios, obedeciéndole por un sentido de
obligación, pero sufren de conflictos internos. Tienen una lucha constante con las emociones que se revelan
contra la cruz.
Dios ha provisto la solución. Su plan no es que la mente luche contra las emociones y las emociones contra
la mente. El no quiere que suframos de una personalidad dividida. Su plan es que la mente dirija la voluntad
en fe y rendición a la Palabra de Dios, luego que la mente y la voluntad juntas orienten y dominen a las emo­
ciones. Con esto logrado, servimos al Señor alegremente con ánimo y entusiasmo, de todo corazón.
Orientamos y entrenamos las emociones por la Palabra de Dios. Lo que creemos afecta nuestros sentimien­
tos. El niño que cree que su padre le va a castigar puede llorar antes de sentir el látigo. Si cree que le va a
hacer un regalo, se pone alegre aun antes de verlo. Y así nosotros, cuando llegamos a comprender los resul­
tados del pecado y los propósitos que Dios tiene para nosotros, experimentamos un cambio en nuestra acti­
tud. Al saber que todo lo que Dios permite obra para nuestro bien ¿cómo podemos estar tristes? Lo más na­
tural es estar siempre gozosos, aun en medio de las pruebas, y dar gracias a Dios en todo.

La fe y los sentimientos.

Debemos recordar que nuestro estado de salud y las circunstancias pueden afectar nuestros sentimientos. A
veces uno se siente triste y deprimido por un malestar físico. En tales circunstancias algunos cristianos han
pensado: “No siento el gozo de la salvación. ¿Seré que le he perdido? Me habré apartado del Señor de al­
guna manera, porque me siento triste y de mal genio.
Están confundiendo las cosas, basando la fe sobre los sentimientos en vez de los sentimientos sobre la fe.
La fe se basa sobre la Palabra de Dios, no sobre lo que sentimos o dejarnos de sentir. Rechazamos las du­
das y temores reafirmando nuestra fe en las promesas de Dios, dándole las gracias por sus bondades, y
cantando sus alabanzas. Al poco rato nuestras emociones responden y sentimos de nuevo el gozo del Se­
ñor.

Nuestro culto y los sentimientos.

No podemos quedar fríos y secos frente al amor que Dios nos brinda. Su presencia trae gozo rebosante a
nuestro corazón. En los cultos se oyen las aleluyas y alabanzas a Dios. Nos regocijamos en el Señor. No
limitamos nuestra religión a la esfera intelectual; adoramos a Dios con todo nuestro ser.
La participación de las emociones en nuestra adoración es legítima y agradable a Dios. No se degenerará en
puro emocionalismo si tenemos a Cristo siempre como el punto central en nuestro culto. Es decir, honrare­
mos a Cristo en todo, no para gozar una bendición, sino para que él sea glorificado.

El sentir de Cristo.

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús. Filipenses 2:5.
Cristo revela su verdad al mundo a través de nuestra mente y sus actividades. Revela su poder al mundo por
la transformación de nuestra voluntad. Y revela su amor al mundo a través de nuestros sentimientos y actitu­
des. Las almas se convencen del amor de Dios al verlo demostrado en nosotros.
Cristo lloró sobre la incredulidad de Jerusalén. Su amor en nosotros nos hace llorar sobre La Paz, Lima,
Buenos Aires, Habana, Río, o cualquier, ciudad o pueblo donde las almas se lanzan a la perdición. “Este
sentir” nos lleva a la intercesión y al evangelismo.
El amor hizo que nuestro Salvador abandonara sus riquezas en gloria para venir a morir en nuestro lugar.
Este sentir nos hace renunciar a nuestros propios deseos y conveniencias para tomar la cruz y seguirle,
dondequiera que nos dirija y hasta la muerte.
35. CUIDADO DEL CUERPO

O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo... y que no sois vuestros? Porque habéis sido
comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de
Dios1 Corintios 6:19, 20.
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio
vivo, santo agradable a Dios, que es vuestro culto racional. Romanos 12:1.
¿Cómo podemos presentar nuestros cuerpos a Dios en sacrificio vivo, santo y agradable a él? Abarca las
responsabilidades siguientes:

1. Desarrollar nuestras fuerzas físicas para ponerlas a la disposición del Señor.


2. Emplear nuestras fuerzas físicas en actividades que agradan a Dios.
3. Conservar nuestro cuerpo limpio, física y moralmente, como Templo del Espíritu Santo.
4. Mantener una apariencia digna del Templo del Espíritu.

La conservación del cuero

La Biblia nos manda a amar a Dios con todas nuestras fuerzas. Es decir, debemos mostrarle nuestro amor
con los hechos, empleando nuestras fuerzas físicas para su gloria. Si por algún vicio, o por nuestro descuido,
debilitarnos el cuerpo, le estamos defraudando a Dios de sus derechos. El cuerpo ya no es nuestro, sino del
Señor.
Si el administrador de una hacienda tiene que guardar la maquinaria en buena reparación para que trabaje
bien, cuánto más nosotros debemos cuidar el cuerpo. Dios quiere que cada uno sea sano y robusto, no débil
y enfermizo. Somos responsables ante él por el cuidado del cuerpo. A continuación figuran algunas de las
reglas comunes de la higiene que debemos observar para gozar de buena salud:

1. La limpieza y la salud van juntas. Agua y jabón para el cuerpo, la ropa y la casa.
2. Sol y aire puro son esenciales para la salud; buena ventilación y luz en la casa.
3. Ocho horas de sueño tranquilo cada noche.
4. Tener una dieta balanceada, incluyendo leche, fruta, y verduras. 5. Tomar de 6 a 8 vasos de agua pura
diariamente.
6. Comer alimentos frescos y limpios. Lavar bien las frutas y verduras y proteger los alimentos de contamina­
ciones por polvo, moscas, cucarachas o manos sucias.
7. Tener ejercicio físico de alguna forma diariamente. “Maquina que no trabaja se enmohece.
8. Ser moderado en todo. No comer demasiado, ni trabajar hasta fatigarse, ni reposar más de la cuenta.
9. Evitar toda clase de vicio y de inmoralidad.
10. Evitar la gordura. El exceso de peso acorta la vida.
11. Protegerse contra los rigores de la intemperie.
12. Cultivar un espíritu amable, evitando la cólera, el afán, los celo y otras actitudes dañinas a la salud.
ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. y que no sois vuestros? Porque habéis sido com­
prados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios1
Corintios 6:19, 20.
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio
vivo, santo agradable a Dios, que es vuestro culto racional. Romanos 12:1 ¿Cómo podemos presentar nues­
tros cuerpos a Dios en sacrificio vivo, santo y agradable a él? Abarca las responsabilidades siguientes:

1. Desarrollar nuestras fuerzas físicas para ponerlas a la disposición del Señor.


2. Emplear nuestras fuerzas físicas en actividades que agradan a Dios.
3. Conservar nuestro cuerpo limpio, física y moralmente, como Templo del Espíritu Santo.
4. Mantener una apariencia digna del Templo del Espíritu.

La Biblia nos manda a amar a Dios con todas nuestras fuerzas. Es decir, debemos mostrarle nuestro amor
con los hechos, empleando nuestras fuerzas físicas para su gloria. Si por algún vicio, o por nuestro descuido,
debilitarnos el cuerpo, le estamos defraudando a Dios de sus derechos. El cuerpo ya no es nuestro, sino del
Señor.
Si el administrador de una hacienda tiene que guardar la maquinaria en buena reparación para que trabaje
bien, cuánto más nosotros debemos cuidar el cuerpo. Dios quiere que cada uno sea sano y robusto, no débil
y enfermizo. Somos responsables ante él por el cuidado del cuerpo. A continuación figuran algunas de las
reglas comunes de la higiene que debemos observar para gozar de buena salud:

1. La limpieza y la salud van juntas. Agua y jabón para el cuerpo, la ropa y la casa.
2. Sol y aire puro son esenciales para la salud; buena ventilación y luz en la casa.
3. Ocho horas de sueño tranquilo cada noche.
4. Tener una dieta balanceada, incluyendo leche, fruta, y verduras.
5. Tomar de 6 a 8 vasos de agua pura diariamente.
6. Comer alimentos frescos y limpios. Lavar bien las frutas y verduras y proteger los alimentos de contamina­
ciones por polvo, moscas, cucarachas o manos sucias.
7. Tener ejercicio físico de alguna forma diariamente. “Maquina que no trabaja se enmohece.
8. Ser moderado en todo. No comer demasiado, ni trabajar hasta fatigarse, ni reposar más de la cuenta.
9. Evitar toda clase de vicio y de inmoralidad.
10. Evitar la gordura. El exceso de peso acorta la vida.
11. Protegerse contra los rigores de la intemperie.
12. Cultivar un espíritu amable, evitando la cólera, el afán, los celo y otras actitudes dañinas a la salud.
El trabajo

Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Si
alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Génesis 2:15; 2 Tesalonicenses 3:10.
Cuando Dios creó al primer hombre, le dio instrucciones sobre el trabajo. Le puso como Señor sobre la crea­
ción animal. Le proveyó de condiciones óptimas para su manutención y felicidad. Pero no le dio de comer en
cuchara en el Paraíso. La responsabilidad de trabajar por lo que uno come fue dada a la humanidad en el
Edén. El trabajo físico es una bendición de Dios y una responsabilidad.
La administración fiel de las fuerzas físicas incluye la responsabilidad de trabajar por nuestras necesidades.
Al hacerlo diligentemente, de buena voluntad, honraremos al Dueño de nuestro cuerpo. Es importante incul­
car en los hijos este concepto básico, dando a cada niño alguna responsabilidad para que aprendan a traba­
jar.
El trabajo debe ser honrado, algo que sea de bendición a la humanidad. Dios desea el bienestar de todos. Si
no fumamos porque sabemos que daña la salud y nos puede causar un cáncer ¿debemos vender cigarros a
otros? ¿Agradará a Dios que trabajemos en una fabrica de cigarros?
Algunos desprecian el trabajo manual. Nuestro Señor Jesucristo, el Creador y Dueño del universo, se hizo
hombre y trabajó hasta la edad de treinta años en una carpintería. ¿Será bajo nuestra dignidad hacer cual­
quier clase de trabajo honrado? No importa nuestro puesto, debemos estar dispuestos a cooperar con el
trabajo dondequiera que estemos, empezando en casa. En su lectura de Proverbios, preste atención espe­
cial a los muchos consejos sobre la diligencia en el trabajo. Dios lo premiará.
Debemos ser cumplidores en el trabajo. ¿Se puede imaginar el carpintero de Galilea engañando a un cliente
sobre la calidad de la madera, o cobrándole un precio exorbitante por un trabajo? ¿Sería él capaz de trabajar
solamente cuando José y María le estaban observando, o de trabajar descuidadamente? Nosotros, sus se­
guidores, deseamos que cada trabajo nuestro cuente con su aprobación. Quienquiera que sea en patrón
donde trabajamos, es Cristo que servimos y nuestro trabajo tiene que pasar su inspección.
Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a
los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como
para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, por­
que a Cristo el Señor servís. Colosenses 3:22­24.
Ya hemos observado que todo lo que hace un administrador es para adelantar los intereses del dueño, pues
en la prosperidad de la empresa, él también prospera.
Como administradores, o mayordomos, para Dios, debemos tener la misma actitud hacia nuestro trabajo. El
motivo principal para nuestro trabajo debe ser adelantar la causa de Dios. De lo que ganamos, separamos
primero la décima parte para el sostén de la obra de Dios. De lo que queda, contribuimos también ofrendas
voluntarias, ayudamos a los necesitados y cubrimos las necesidades de nuestra familia.
Imposible, dicen algunos. Es que no se dan cuenta de que el Dueño suple todas las necesidades para los
que le ponen a él primero. Prospera a los administradores fieles.
Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Mateo 6:33. El
que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga que com­
partir con el que tenga necesidad. Efesios 4:28.
Muchos creyentes se preguntan “¿Cómo puedo yo trabajar para el Señor? Yo no puedo predicar.” Pero al
contribuir sus diezmos y ofrendas para que se predique el evangelio, están trabajando para Dios. Dan a Dios
el número de horas que les costó para ganar el dinero que ofrendaron. Por medio de los diezmos cada cris­
tiano tiene el privilegio de trabajar una hora de cada diez para Dios de una manera muy especial.
Fuera de esto, hay muchas otras maneras de trabajar para el Señor. Puede ser en barrer el templo, pintar los
bancos de la iglesia, enseriar, tocar Un instrumento, cantar, visitar a los enfermos, distribuir literatura, orar,
dirigir el coro, u otra cosa. Estas actividades para el Señor son una parte de la buena administración de la
fuerza que Dios nos da.

La apariencia

No importa sí uno es alto o bajo, de ojos pardos o azules, de facciones finas o fea como buen administrador
del cuerpo tiene la responsabilidad de cuidar que su apariencia sea digna de un hijo de Dios.
Procurará mantener limpio el templo del Espíritu unto. Aunque el trabajo sea sucio esto no importa si al re­
greso a casa se baña y se cambiaron de ropa. Hay la suciedad limpia del trabajo honesto, y hay la suciedad
censurable de la pereza y del desaseo. La Biblia habla mucho sobre la limpieza de los que sirven a Dios.

Hay mucha diferencia de opinión sobre el cómo vestirse del cristiano. Juan Bautista llevaba ropa tosca y
sencilla como protesta contra. la vanidad del mundo. Cristo parece haber usado la ropa acostumbrada de su
día, y tan fina que echaron suertes sobre el manto para ver de quién serla. Algunos grupos religiosos se dis­
tinguen por el. hábito o el uniforme que llevan. Otros creen que lo esencial es seguir el principio básico de la­
modestia. Vestirse de acuerdo con el buen gusto de tal forma que no llame la atención a su propia persona.

El cristiano no es esclavo de la última moda, ni tampoco debe apegarse a lo anticuado pensando que hay
virtud especial en ser diferente en apariencia. Por supuesto, la modestia cristiana no permite la exhibición
sensual del cuerpo que el mundo practica.

Se debe evitar la ostentación, prefiriendo lo sencillo y lo natural a lo artificial. Dios promete hermosear a los
humildes con la salvación. (Salmo 149:4). La belleza de espíritu trasluce y brilla en el rostro dando una her­
mosura que ningún cosmético puede producir.
Por humilde que sea el cristiano, debe andar con paso firme, erguido, con confianza; es hijo del Dueño del
mundo. Su presentación física respalda su testimonio. Su cuerpo es templo del Espíritu Santo.

Dios cuida su propiedad


Dios bendice con salud el cuerpo que se entrega a él. Administramos para su gloria nuestras fuerzas físicas
y las multiplica. Si nos enfermamos, podemos contar con su poder sanador.
El cuerpo... es... para el Señor, y el Señor para el cuerpo. 1 Corintios 6:13.

36. ADMINISTRACIÓN DE LOS TALENTOS

Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus
bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se
fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimis­
mo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno y fue y cavó en la tie­
rra, y escondió el dinero de su señor. Mateo 25:14­18
Los talentos en la parábola que Jesús narró eran sumas de dinero. La lección nos enseña nuestra responsa­
bilidad ante Dios en la mayordomía de la vida.
Entre los bienes que Dios nos ha confiado se hallan los talentos o dotes naturales. Algunas personas, como
los siervos en la parábola, han recibido más que otros, pero todos tenemos para algo. Lo hemos recibido de
Dios, con la responsabilidad de ponerlo al mejor uso posible para su gloria y para el bien de la humanidad.
El no tener talentos iguales a los de otras personas no es razón para esconder los que tenemos. “Si todos
los pájaros callaran por no poder cantar como el ruiseñor, el bosque quedaría muy silencioso”

Algunos tienen talentos para dibujar; otros, buen oído para la música y otro afición para la mecánica. Algunos
Macen para enseñar mientras que otros tienen aptitud especial para el comercio. Si preguntamos a escrito­
res, compositores, poetas, hombres profesionales y buenos artesanos: “¿Cuál es el secreto de su éxito mu­
chos nos dirán: Una parte se debe al trabajo incansable, pero otra se debe a la aptitud que Dios nos ha da­
do.

El descubrimiento de los talentos latentes.

Algunas personas creen que no tienen talentos. Esto es porque les hace falta descubrir los talentos latentes,
o capacidades no utilizadas, las aptitudes dormidas, que tienen dentro de sí.
¿Cómo se descubre un talento latente? En primer lugar, reconocemos que Dios tiene un plan para cada uno
de sus hijos. Nos ha dado los talentos necesarios para el éxito en las actividades correspondientes a ese
plan. El primer paso, pues, es pedirle que nos dirija y nos ayude a descubrir los talentos y consagrarlos a sus
propósitos para nuestra vida.
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparo de ante
mano para que anduviésemos en ellas. Efesios 2:10.
El segundo paso es mirar al rededor y ver las necesidades y oportunidades de hacer algo para el Señor. Las
oportunidades son un medio que Dios emplea para ayudarnos a descubrir y desarrollar los talentos. También
los usa para revelarnos su voluntad para el uso de los talentos.
El tercer paso es aventurarse a probar nuevas actividades. Sin probar, nunca se sabrá si uno tiene talento
para la cosa o no. Por ejemplo, una ancianita se puso a entretenerse aprendiendo a pintar el óleo. Era la
abuelita Moses, quien alcanzó fama mundial por los paisajes que pintaba cuando tenía más de ochenta
años. Durante tres cuartos de siglo había llevado ese talento dormido dentro de sí. Nos enseña que aun en
la vejez no es tarde para desarrollar talentos nuevos. Pero cuánto mejor es hacerlo en la niñez o en la juven­
tud para gozar su uso durante toda la vida!
¿Siente usted interés especial en cierta actividad? Puede ser porque Dios le ha dado talento y vocación para
ella. Pida la ayuda del Señor y pruébela.

El desarrollo de los talentos

“Nadie nació sabiendo.” Si no le sale bien la primera vez que intenta una actividad nueva, no se dé por ven­
cido. Si es algo que le interesa o le conviene en su trabajo para el Señor, siga con paciencia. Por ejemplo, si
enseña una clase de niños en la escuela dominical, desarrolle su talento artístico practicando y usando los
dibujos para la pizarra que vienen en el expositor.
Si le corresponde dirigir los himnos en un anexo de la iglesia, observe cómo se hace en la iglesia principal y
ensaye en su casa para adquirir destreza. Pida la ayuda de los que saben. Tendrán gusto en ayudarle a
desarrollar el talento. Bríndese para ayudar como aprendiz y servirá de bendición mientras va aprendiendo.
Aproveche las oportunidades para prepararse. Si hace falta el acompañamiento musical en la iglesia o en
sus anexos, y a Usted le gusta la música, ¿Por qué no tomar lecciones de piano o de guitarra?
Hacen falta quienes sepan llevar las cuentas en la iglesia, no sería bueno un curso de contabilidad y tenedur­
ía de libros?
Escribir a maquina es una gran ayuda en la obra del Señor y se aprende con facilidad. Aprovéchese la opor­
tunidad de aprenderlo.
Siempre hacen falta más maestros en las escuelas dominicales; vaya entrenándose para hacer su parte.
Estudie la Biblia y los libros que pueda conseguir sobre la enseñanza. No se desaliente en los estudios que
hace ahora en el CURSO BIBLICO ELEMENTAL. Desarrolle su ministerio.
Procure superarse en su trabajo, ya sea en el empleo o en la iglesia. Con el buen desempeño de las respon­
sabilidades verá que se le confiarán otras mayores. Así va desarrollando su capacidad y su utilidad en el
mundo. A la medida que aprovechamos las oportunidades y empleamos bien los talentos que Dios nos ha
dado, él nos da habilidades adicionales y responsabilidades mayores en su reino. Nos recompensará tam­
bién por nuestra fidelidad.
Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talento. Después de mucho
tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos... Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y
fiel;... sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Mateo 25:16,19, 21.

Dedicación de los talentos.

Podemos hacer con los talentos una de estas cuatro cosas:


1. Esconderlos, tal. como hizo el siervo negligente en la parábola.
2. Usarlos para el diablo y la perdición de las almas.
3. Usarlos únicamente para nuestro propio beneficio.
4. Dedicarlos a Dios para adelantar su causa y servir de bendición a la humanidad.

Las hermanas del Concilio Misionero Femenil dedican al Señor sus talentos: cosiendo para los pobres, oran­
do, enseñando, limpiando y adornando la iglesia, y por el estilo.
Una hermana se afligía pensando que no tenía talento alguno. Al orar sobre el asunto, recordó unos pasteli­
tos deliciosos que sabía hacer. Invitó a una de las maestras de la iglesia para celebrar cultos infantiles en su
casa. Luego preparó pastelitos y limonada e invitó a los niños vecinos para una fiestecita. Para la ocasión la
maestra ayudó con cantos y una historia bíblica. Fue un éxito. Continuó usando su talento así. Con el tiempo
su casa llegó a ser un centro de evangelismo para esa vecindad.
Un cuarteto de jóvenes albañiles acostumbraba celebrar, entre un contrato y otro, campañas especiales en
las iglesias pequeñas que estaban en plan de construcción. Los jóvenes trabajaban de día en la construcción
del templo, o de la capilla, juntamente con los hermanos de la iglesia. De noche cantaban, testificaban y pre­
dicaban en los cultos especiales. ¡Qué buenos administradores de su talento!
En la América Central, muchos de los hermanos que cultivan terrenos siembran granos para el instituto bíbli­
co. Así ayudan a preparar obreros para el Señor.

Capacitación sobrenatural.

Lea Exodo 31:1­11 y 35:30 hasta 36:1. Aquí vemos que Dios llena a sus siervos con el Espíritu Santo para
capacitarlos, no solamente para la predicación, sino para cualquier responsabilidad en su obra. Pidamos esta
capacitación y usemos nuestros talentos para Dios de tal forma que algún día podamos escuchar su: “Bien,
buen siervo y fiel... entra en el gozo de tu señor.”

37. La Vida Cristiana sencilla y práctica

Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo,
porque los días son malos. Efesios 5:15, 16.
¿Qué quiere decir el “entregar la vida a Cristo”? ¿Acaso no será poner nuestro tiempo a su disposición? El
filósofo Benjamín Franklin dijo: “¿Amas la vida? Pues, no malgastes el tiempo porque es la esencia de la
vida.” Al reconocer a Dios como dueño de nuestra vida, vemos que nos corresponde administrar nuestro
tiempo bajo sus instrucciones.
Es nuestra responsabilidad planear nuestros días para sacar el mayor provecho posible de ellos. El Señor
Jesús dijo: Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene,
cuando nadie puede trabajar. Juan 9:4.
El, nuestro ejemplo, aprovecho bien cada día.

Dios Primero

Empezamos el día consultando con Dios sobre las actividades que él nos quiere señalar. Nos dedicamos
nuevamente a él y recibimos su ayuda para cada día. Hacemos esto en las devociones particulares y tam­
bién en el devocional familiar, reuniendo a la familia para leer la Biblia y orar antes de comer, ir al trabajo o a
la escuela.

A veces tenemos que sacrificar algunas cosas de poco valor para dar más tiempo a actividades que son de
valor eterno.

Dedicamos a Dios de una manera especial el domingo, el día del Señor. Reposamos, en lo posible, de los
trabajos materiales y pasamos el día en la obra del Señor y en comunión con él. Esto probablemente incluye
unas dos horas por la mañana en la Iglesia y tal vez dos por la tarde o en la noche.
Algunas personas, como las madres con niños pequeños, tienen responsabilidades que les impiden estar
tanto tiempo en la Iglesia, pero asisten conforme a su posibilidad, lo mismo que los ancianos.

Respetar el tiempo de otros.

El hacerle esperar a otra persona en una cita es malgastarle el tiempo y robarle un poco de su vida. Alguien
ha dicho: “El ser puntual no es ser esclavo del reloj, sino es no quitar de otro lo que no se le puede dar, el
tiempo.”
Empezando en casa, procuremos ser considerados con el tiempo de los demás. Seamos puntuales tanto en
servir las comidas a la hora como en ir a la mesa sin demora en el tiempo señalado, o cuando nos llaman.
Enseñar a los niños la puntualidad es hacerles un gran bien.
En las reuniones Cristianas también es importante ser puntual, se debe empezar en la hora anunciada. Es
una cita que tenemos con Dios y con el pueblo. Lo mismo se aplica a las reuniones caseras o estudios Bíbli­
cos. Por ejemplo, si un maestro llega a su clase con cinco minutos de atraso, ha defraudado a cada alumno
de cinco minutos de instrucción. Si hay 20 alumnos presentes, les ha robado 100 minutos o sea una hora y
cuarenta minutos.
En el trabajo también debemos respetar el tiempo de otros. La honradez demanda que entreguemos la me­
dida cabal de lo que se nos compra. Si nos pagan para trabajar cierto número de horas, demos la medida
cabal de trabajo para cada hora. No malgastemos el tiempo que ya pertenece a la compañía o al patrón.
Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría. Salmo 90:12.

Ser bondadosos, equilibrados y eficientes.

No administremos el tiempo egoístamente. Demos de nuestro tiempo para el bien de otros. Ayudemos a los
que necesitan nuestra ayuda, empezando por casa.
Seamos equilibrados en la administración del tiempo aprovechándolo bien. Cumplamos con nuestras res­
ponsabilidades y cuidemos del bienestar físico, mental y espiritual.
Procuremos ser más eficientes en nuestros quehaceres para hacerlos más rápidamente. Así ganamos unos
minutos adicionales cada día. Busquemos dominar la mejor manera de hacer cada tarea. Al llegar a hacerlas
automáticamente, aprovechemos el tiempo haciendo a la vez algún trabajo mental. Por ejemplo, al lavar,
planchar la ropa, o barrer la casa, la mente se ocupa en algo más que en la tarea. Podemos emplearla
mientras trabajamos en conversar con el Señor en oración silenciosa.
Aprendamos a utilizar los momentos libres entre tareas, en camino al trabajo, o mientras esperamos. Lleve­
mos un libro en el bolsillo. Estudiemos. Aprovechemos las oportunidades para el evangelismo personal en el
ómnibus. Saquemos 60 minutos de valor de cada hora. El largo de la vida no es tan importante como su in­
tensidad.

38. ADMINISTRACION DEL HOGAR

Hoy es necesario que pose yo en tu casa. Lucas 19:5.


El hogar cristiano bien administrado es una de las mayores bendiciones que existen en la tierra. El primer
paso para administrarlo bien es reconocer a Cristo como Cabeza y actuar en todo de acuerdo con esto.
En muchas casas se ve el lema: “Cristo es la Cabeza y actuar en todo de acuerdo con esto.”
En muchas casas se ve el lema: “Cristo es la Cabeza de este hogar, el Huésped invisible en nuestra mesa,
el Oyente silencioso de toda conversación.”
Reconozcamos más la presencia de Cristo en nuestro hogar. Empecemos el día conversando con él. Que el
corazón se comunique con él durante el día con la misma naturalidad con que se habla con los miembros de
la familia.
Cristo está en nuestro hogar. Pensemos en los preparativos que haríamos si el alcalde del pueblo, o el pre­
sidente de la república, viniera a pasar una semana en nuestra casa. ¡Qué limpieza se haría! Arreglaríamos
cualquier mueble roto. Pondríamos todo en la mejor condición posible dentro de nuestros recursos. Daría­
mos instrucciones muy claras a los niños sobre cómo portarse.
Les enseñaríamos a usar buenos modales a tratar a todos con cortesía. Procuraríamos que todo fuera gozo
y luz en el hogar durante la visita del personaje tan distinguido.
¿Debemos hacer menos cuando el Rey del universo se ha dignado aceptar nuestra invitación y ha venido a
residir en nuestra casa? Por humilde que sea la casa, si Cristo la honra con su presencia, ¿no debe ser lim­
pia y bien ordenada?
¿Y qué diremos de los modales? Cuidamos del lenguaje delante de los grandes de nuestro país. ¿Debe
haber pleitos y gritos en la casa donde Cristo vive? Ante un personaje de importancia decimos: “Por favor,”
“Gracias,” “Con su permiso,” y otras frases de cortesía. ¿Seremos menos corteses en un hogar donde
se encuentra nuestro Rey celestial?
Cuando recordamos que Cristo es el Oyente silencioso de toda conversación, desaparecen los chismes, las
críticas, y las quejas. Le damos gracias por la comida y no nos quejamos de lo poco que podamos tener en
ese momento. Y descubrimos que con su presencia, el gozo reina en el hogar.
Si pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.
1 Corintios 10:31.
Un cristiano que recién va a formar su hogar sabrá que tiene que ser con una persona que tiene el deseo de
que Cristo sea Cabeza. De otra manera, habrá desacuerdos continuos y muchos problemas futuros.

Responsabilidad para los suyos.

Si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un
incrédulo. 1 Timoteo 5:8.
Es la responsabilidad de los padres velar por las necesidades de los suyos, en lo espiritual y en lo material.
No se debe dejar a la familia abandonada, ni aun para salir a predicar el evangelio. Se trabaja para alimen­
tar, vestir, poner a los niños en la escuela y satisfacer sus necesidades.
Una de las cosas que más precisan es el cariño de los padres. Cuando enseñamos a nuestros hijos que Dios
es un Padre amoroso, ¿cómo lo comprenderán si no han sentido el calor del amor paternal en el hogar?
Démosles amor, paciencia y comprensión.
La administración del hogar incluye la crianza de los niños en los caminos del Señor. Dios ha dado a cada
padre la responsabilidad de ser el sacerdote de su propia casa. Es decir, debe interceder por los miembros
de su familia, dirigirlos en buscar a Dios y en la comunión con él, y enseñarles la Palabra de Dios. Esta di­
rección espiritual del hogar se incluye en el “proveer para los suyos.”
Otra parte de la provisión es enseñar a los hijos a ser trabajadores, honrados, buenos cristianos y buenos
ciudadanos. Se les inculca buenos modales e ideales nobles. Los hijos son un tesoro que Dios ha puesto a
nuestro cuidado. Que él nos de sabiduría para orientar sus vidas de tal manera que lleguen a ser miembros
útiles del reino de Dios y una bendición a la humanidad.
Dios desea bendecir nuestro hogar ricamente, pero para recibir estas bendiciones, es necesario que haya en
él la obediencia, la rectitud y el amor de Dios. Si los hijos no aprenden a obedecer a sus padres, ¿cómo
aprenderán la obediencia a Dios?
Porque yo se que mandará a sus hijos y a su casa después de si, que guarden el camino de Jehová, hacien­
do justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él. Génesis
18:19

Responsabilidad hacia la comunidad.

Dios desea que el hogar cristiano sea un ejemplo del reino de Dios sobre la tierra. Los vecinos deben ver en
él un testimonio de lo que hace el evangelio. Debe ser una demostración continua de las virtudes cristianas:
el amor, el gozo, la sinceridad y franqueza, la consideración de los unos para los otros, la paciencia frente a
los problemas, la paz y la fe.
Debe ser también un faro de luz, un centro de evangelismo para su comunidad. Muchas iglesias han princi­
piado con reuniones de oración o de evangelismo en una casa particular. Se puede brindar la sala o el patio
para enseñar la palabra de Dios, o celebrar en casa reuniones de oración con los vecinos.

La Hospitalidad.

No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles. Hebreos 13:2.
Mateo, el publicano, después de convertirse, hizo una comida especial e invitó a sus amigos para hacerles
conocer a Cristo. Nosotros podemos usar el mismo método para conversar con algún amigo acerca del Se­
ñor. Abrir las puertas de su casa para los nuevos cristianos, los jóvenes y otros hermanos de la iglesia hará
crecer el amor cristiano y fortalecerá a todos. La hospitalidad para los obreros del Señor trae bendición al
hogar y extiende el reino de Dios. Hospede al predicador cuando sea necesario. Comparta su hogar con un
sirvo de Dios mientras él abre un campo nuevo. Invite al pastor y su familia a comer en su casa. Socorra al
necesitado.
Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. 1 Pedro 4:9. Compartiendo para las necesidades de los
santos, practicando la hospitalidad. Romanos 12:13.
39. EJERCICIO DE LOS DEBERES CIUDADANOS

Entre los bienes que Dios nos concede y que tenemos que administrar para el, se hallan los derechos cívi­
cos. Es el plan de Dios que gobiernos humanos ejecuten la justicia en la tierra, que defiendan los derechos
humanos, que castiguen a los malhechores y velen por el bienestar de todos los ciudadanos.
Para estos fines los gobernantes son servidores de Dios y el cristiano tiene el deber de respaldarlos.
Veamos cómo hacerlo.

Cumplir con las leyes.

Lea Romanos 13. Aquí vemos que Dios nos manda obedecer las leyes del país y someternos a las autorida­
des.
Porque es servidor de Dios para tu bien... Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón
del castigo. sino también por causa de la conciencia.
Romanos 13:4,5.

Pagar los impuestos.

Gozamos de los beneficios que el gobierno provee, tales como: la protección contra malhechores, el alum­
brado público, las carreteras, clínicas, hospitales, escuelas públicas, servicio de correos y otras cosas. Es
lógico, pues, que paguemos la parte que nos corresponde para sostener el gobierno y ayudar a la patria.
Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto
mismo. Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respe­
to; al que honra, honra. Romanos 13:6, 7.
Aunque a veces la vida particular del funcionario no le hace merecedor de nuestro respeto, la Biblia nos en­
seña a respetarle por el puesto que ocupa. El buen ciudadano no sólo paga los impuestos sino que respeta a
su patria y apoya a los gobernantes.

El voto.

El gobierno es responsable ante Dios y ante el pueblo por la administración de lo que la sociedad contribuye
para el bien de sus miembros, y también lo es por el desempeño fiel de sus deberes. Pero el pueblo es res­
ponsable ante Dios por la elección de las personas que mejor cumplirán con el cargo.
Como administradores de Dios para adelantar la causa de la justicia, ¿cómo votamos? ¿Por la persona que
nos hace un favor personal, o por la que parece ser la mejor para el puesto?
El que vende su voto, sea por dinero o por favores, es responsable ante Dios por una parte de los males
resultantes.

ORACION POR LAS AUTORIDADES

Que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y
por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honesti­
dad1 Timoteo 2:1, 2.
¿Cumplimos con esto?

Obra social.

Hay un amplio campo de trabajo para el Señor en tales actividades de servicio social como: la Alfabetización,
el establecimiento de buenas escuelas y asilos para los desamparados, y la rehabilitación de delincuentes.
El cristiano puede respaldar tales esfuerzos mediante su participación voluntaria, la promoción de legislación
adecuada y los impuestos que paga.

Lucha por la justicia y el bien.

Como ciudadanos tenemos el derecho de expresar nuestra opinión. Tenemos el deber de formar una parte
de la conciencia colectiva del país. Podemos valernos de los medios de comunicación para apoyar lo bueno
y protestar lo malo. Allí donde la situación lo permita, esto puede hacerse por artículos en el periódico, cartas
al redactor, cartas a nuestro diputado o senador, o por radio.
Un senador cristiano nos dice que la manera más eficaz de adelantar la justicia en la comunidad donde vivi­
mos es ser ejemplo de rectitud y luchar por la salvación de las almas. Enseñemos en el hogar y en la iglesia
los principios del bien y edificamos la patria.
La justicia engrandece a la nación; más el pecado es afrenta de las naciones. Proverbios 14:34.

Participación en el gobierno.

Ya hemos observado que Dios tiene gran variedad de ministerios para sus hijos. Si Dios llama a algún her­
mano para servir la causa de la justicia como concejal, abogado, juez, policía, diputado u ocupado otro cargo
gubernamental, necesitara valor y fe para hacer frente a las tentaciones y ser fiel. Pero si Dios le llama para
esto le dará también su gracia para servir de bendición a su patria.

40. ADMINISTRACION DEL DINERO

El uso del dinero pone a prueba de manera particular la sabiduría, la habilidad y la fidelidad del administra­
dor. Tiene que saber comprar y practicar la economía. El buen administrador pone mucho esmero en las
cuentas y no confunde lo del dueño con lo propio. Rinde cuentas al dueño por todo lo que pasa por sus ma­
nos.
Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová. Hageo 2:8.
El dinero que administramos en la Biblia no es de nosotros mismos. Dios lo ha puesto bajo nuestra respon­
sabilidad para usarlo en el adelanto de su reino y para beneficio de la humanidad. Como siervos del Señor
tenemos derecho a lo necesario para cubrir nuestras necesidades, y él nos asegura esto diciendo:
No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? ... Vuestro Padre
Celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su
justicia y todas estas cosas os serán añadidas. Mateo 6:31­33.
Socios con Dios.

Al buscar primeramente el Reino de Dios y su justicia tenemos la garantía de que nuestras necesidades ma­
teriales serán suplidas. Por supuesto, la honradez en la adquisición del dinero y en su uso es parte de la jus­
ticia que llega a ser norma de nuestra vida. Incluye también que pongamos los valores espirituales por enci­
ma de los materiales. Por esto ponemos a su disposición nuestro dinero y lo empleamos bajo su dirección. Si
sabemos invertirlo bien nos dará la sabiduría y la fuerza para ganar más. Nos prosperará para que podamos
llevar a cabo sus planes. Nos hace sus socios para el establecimiento de su reino.
Como Socio mayor, Dios ha establecido los principios básicos para la compañía y nos señala nuestras res­
ponsabilidades en la obra que juntos hemos de realizar. La obra es la evangelización del mundo, el estable­
cimiento de su reino en corazones humanos y la edificación de su iglesia. El ya ha hecho la inversión mayor,
creándonos, sosteniéndonos y dando a su Hijo por nuestra redención. Nos da el Espíritu Santo para guiarnos
y ayudarnos. Nos provee de fuerza y de inteligencia para ganar y disfrutar de los bienes materiales que ha
creado. Pide ahora que nosotros, como socios, pongamos de nuestro tiempo, trabajo, talentos y dinero en la
empresa.
Cuando haya triunfado su causa en el mundo y se repartan los dividendos de nuestra inversión, gozaremos
eternamente de los tesoros que así habremos depositado en el cielo.
No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan: sino
haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni en orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.
Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Mateo 6:19­21.

1. Comprar sabiamente.

El dinero es sencillamente un medio de cambio. Por determinadas horas de trabajo recibimos unos papelitos
o monedas que podemos cambiar por el fruto de las labores de los demás. Hay que calcular si lo que com­
pramos vale o no las horas de trabajo invertidas en su costo. Algunos gastan el sueldo de media semana en
una comida suntuosa, luego pasan hambre. No derrochemos nuestro trabajo en cosas no esenciales. Se
busca la economía en las compras, pero no hagamos una economía falsa por la mala calidad.

2. Comprar al contado.
Cuando uno compra fiado, gasta más. Por una parte, es porque se anima a comprar por gusto cuando no
tiene que pagar en efectivo. Por otra, no puede aprovechar las realizaciones en distintas tiendas y paga más
caro.
El comprar a plazos es la manera más costosa, pues se le agrega al precio hasta la mitad más interés.
Además es fácil así meterse en compromisos que no puede cumplir. Se presenta una emergencia y pierde
todo.

3. Evitar las deudas.

El cristiano debe cumplir puntualmente con sus obligaciones. Procure no atrasarse en la luz, el alquiler y
otros compromisos. El no pagar lo que se debe es una manera de robar y muy mal testimonio.
No debáis a nadie nada. Romanos 13:8.
Los préstamos parecen una salida fácil a los problemas pero en realidad causan mil problemas. Si no se
pagan puntualmente dan mal testimonio, destruyen amistades y afectan la vida espiritual. Mejor es acudir al
Señor en oración que supla la necesidad, ajustarnos a los medios que él provee y no caer en deudas.
El que toma prestado es siervo del que presta. Proverbios 22:7.

4. Practicar la economía.

Esto se hace no solamente en comprar sabiamente sino también en el uso que uno hace de lo que tiene. La
economía es sacar el mayor provecho posible de lo que hay. Cristo enseñó la importancia de la economía
cuando multiplicó los panes y los peces. Después de alimentar a la multitud mandó: Recoged los pedazos
que sobraron, para que no se pierda nada. Juan 6:12. Recogieron 12 cestas de sobrantes.
Pedimos: El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Dios contesta la oración dándonos la fuerza y empleo
para ganarlo. Luego es la responsabilidad del ama de casa preparar y distribuir los alimentos para el bienes­
tar de cada miembro de la familia. Esto incluye el medir bien lo que cocina para que alcance pero no sobre.
O si sobra, la economía busca la manera de utilizarlo en otro plato o servirlo de nuevo antes de que se eche
a perder.
La economía incluye: cuidar la ropa para que nos dure; cuidar los muebles, la casa y cualquier equipo; hacer
a tiempo reparaciones; no dejar encendida la luz o abierto el caño del agua cuando no estamos usándolo. En
fin, el ahorro es esencial.

5. Hacer un presupuesto.

Se apuntan las entradas semanales o mensuales, luego lo que sería la distribución ideal: Tanto de diezmos.
Tanto para el alquiler. Tanto para agua y alumbrado. Tanto para alimentos. Tanto para transportación. Tanto
para otras obligaciones como escuela, ropa, libros. Tanto para ahorro contra cualquier emergencia. Y así por
el estilo.
Luego uno tiene que ajustarse al presupuesto para cada cosa. Apretar un poco aquí y otro poco allá. Evitar
gastos innecesarios que le harían sobrepasar el presupuesto. Disciplinarse y administrar bien lo que tiene.
Empezar dando el diezmo a Dios, pero a la medida que Dios le bendice y le prospera puede dar ofrendas
adicionales. Dios es su socio y le prosperará.

6. Ser justo y honrado.

No tornemos parte en apuestas o sorteos ni en ningún juego de azar. Estos envician y empobrecen a los
participantes. El procurar sacar mucha ganancia por poca inversión es el principio básico de la explotación y
no de la honradez. Tomaremos esto en cuenta en las compras y en emplear a otra persona. Seremos
económicos pero no mezquinos, tacaños, o explotadores del prójimo. Paguemos lo que es justo.

7. Ser generoso en la parte que da a Dios.

Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas
las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; y el que da semilla al que siembra y pan al que
come, proveerá y multiplicara vuestra sementera, ...Para que estéis enriquecidos en todo para toda liberali­
dad. 2 Corintios 9:8, 10, 11.

Los diezmos.

Para su pueblo en tiempos antiguos, Dios estableció el diezmo como la parte mínima que se apartase de las
ganancias para el sostén de la obra del Señor. Con esto se sostenían los sacerdotes y dedicaban todo su
tiempo al trabajo de Dios. También el pueblo daba las primicias de su cultivo y de su ganadería y ofrendas
voluntarias para que nada faltara en la casa de Dios.
El diezmo es todavía parte de nuestro culto a Dios. Es manera de mostrarle nuestra gratitud por sus múlti­
ples bendiciones. También es parte esencial de nuestro cumplimiento como socios con él para la evangeli­
zación del mundo.
El pagar a Dios la décima parte de nuestras ganancias es una manera de reconocerle como Dueño de la
tierra. Es muy poca renta cuando él nos lo da todo.
Si un cristiano tiene diez pesos, ¿cuánto de eso es de Dios? Algunos contestaran que un peso, pensando en
cuanto es el diezmo. Pero en realidad los diez pesos en su totalidad son de Dios, pues el cristiano, con todo
lo que tiene, pertenece a Dios. Es sencillamente el administrador del dinero de Dios. El Dueño le indica que
dedique a la obra la décima parte de sus ganancias y tome para cubrir sus propias necesidades de lo que
queda.
LOS BENEFICIOS DE OFRENDAR Y DAR EL DIEZMO.

Dios, con sólo hablar la palabra, podría crear o juntar todo el oro o la plata necesarios para su obra. ¿Por
qué pues, la lleva a cabo a base de sacrificios de parte de su pueblo? Es porque desea que gocemos de las
bendiciones que esto encierra.
1. Nos da el gozo de ser socios con Dios, invirtiendo su dinero para él en su obra. “Todo es tuyo, y de lo re­
cibido de tu mano te damos”. 1 Crónicas 29:14.
2. Nos proporciona el gozo que se experimenta en dar.”Más bienaventurado es dar que recibir”. Hechos
20:35.
3. Desarrolla en nosotros un espíritu generoso, liberándonos del egoísmo y de la avaricia. “Porque raíz de
todos los males es el amor al dinero” 1 Timoteo 6:10.
4. Nos da la oportunidad de hacernos tesoros eternos. “Haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el
orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan”. Mateo 6:20.
5. Fortalece nuestra fe al ver como Dios cumple sus promesas. “Más buscad primeramente el reino de Dios y
su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:33.
“Dad y se os dará medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo”. Lucas 6:38.
Recuerde primero usted debe darle a Dios y luego El le dará a usted. No espere tener para dar, sino dé de lo
poco que tiene y Dios le dará a usted.
6. Nos da una manera real y palpable de expresar nuestro amor a Dios por sus muchos beneficios.
7. Tras bendiciones espirituales, físicas y materiales. Es el camino a la prosperidad. Algunos de los israelitas
antiguos se consideraban demasiado pobres para diezmar. Malaquías les enseño que el darle a Dios la parte
que le corresponde trae la bendición divina. Hoy también nosotros los cristianos hallamos que Dios prospera
a los que le ponen por Socio Mayor en sus negocios. Al apartar primero el diezmo para Dios, hallamos que
las nueve partes restantes cubren mejor nuestras necesidades que lo que el sueldo total hacía anteriormen­
te.
“¿Robará el hombre a Dios... traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa (la Iglesia que us­
ted concurre y de la que recibe las bendiciones) ; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos,
sino os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Re­
prenderé también por vosotros al devorador y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo
será estéril”. Malaquías 3:8, 10, 11
8. Permite que cada uno coopere en forma proporcional en la obra de Dios. Aunque el diezmo del pobre es
menos dinero que el del rico, cada uno ha dado la misma proporción, el diez por ciento de su ganancia para
su Iglesia.
“Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado”. 1 Corin­
tios 1:2.”Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza ni por necesidad, porque Dios ama al
dador alegre”. 2 Corintios 9:7.
Es un privilegio grande el ser socio de Dios para salvación de las almas. Trae tantas bendiciones que el que
no da el diezmo se está defraudando a sí mismo. Los que no tienen dinero pueden dar diezmos del producto
de sus terrenos, sea en frutas, animales, aves, huevos o lo que fuera.
Así extendemos el reino de Dios y hacemos inversiones que rendirán creces eternas.
“Dios puede darles a ustedes con abundancia toda clase de bendiciones, para que tengan siempre todo lo
necesario y además les sobre para ayudar en toda clase de buenas obras”
2 Corintios 9:8 (VP).
“Dios, que da la semilla que se siembra y el alimento que se come, les dará a ustedes todo lo necesario para
su siembra, y la hará crecer, y hará que la generosidad de ustedes produzca una gran cosecha. Así tendrán
ustedes toda clase de riquezas y podrán dar generosamente”. 2 Corintios 9:10­11 (VP).

41. ADMINISTRACION DE LA IGLESIA.

El cuerpo físico existe para servir a nuestro espíritu. Lleva a cabo los planes y proyectos que la mente le in­
dica. El propósito de la existencia de cada miembro es cooperar con los demás miembros del cuerpo para
llevar a cabo la voluntad de la mente. Asimismo, la Biblia nos enseña que la iglesia es el cuerpo de Cristo.
Cada miembro tiene su función en cooperación con los demás para llevar a cabo los planes de Cristo, la Ca­
beza.
Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno
en particular. Colosenses 1:18; 1 Corintios 12:27.
Tal como el cuerpo proporciona la manera de unir a los miembros para que trabajen juntos en perfecta ar­
monía, así la iglesia proporciona a sus miembros la manera de unir sus esfuerzos y coordinarlos para llevar a
cabo la tarea que la Cabeza les encomienda. No funcionan cada uno por su cuenta, sino en el organismo y
la organización que se llama la iglesia.
Como administradores de Dios, tenemos cada cual la responsabilidad de ejercer su función en la iglesia.
Cada miembro hace su parte para el cuidado del cuerpo y el desarrollo del trabajo del Señor.

La casa de Dios.

Los cristianos nos reunimos y organizamos iglesias locales. Así podemos adorar a Dios y trabajar juntos en
su causa. A veces las reuniones principian en una casa particular, pero tan pronto como se puede, se dedica
un local para ser la casa de Dios. Puede ser un templo hermoso o una capillita humilde, casa alquilada o
iglesia. Lo más importante es que pertenece a Dios y merece nuestro respeto.
Cuando nos reunimos en la iglesia, es para encontrarnos con el Señor del r universo. Hemos invocado su
presencia.
No es lugar, pues, para conversaciones sobre cualquier tema, o de permitir corretear a los niños. Es lugar de
adorar a Dios con reverencia, y de escuchar atentamente su Palabra.
Jehová está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra. Habacuc 2:20.
Es hermoso alabar a Dios con instrumentos de música. Para esto el ensayo es esencial, pero los momentos
antes de empezar el culto no son propios para estar ensayando un instrumento. Más bien, se deben dedicar
a la oración y meditación. Así se preparan el corazón y el ambiente para el culto que sigue.
Las instrucciones detalladas que Dios dio para la construcción del templo en tiempos bíblicos nos hacen
comprender que él se interesa por el cuidado que damos a su casa. El Señor merece lo mejor que tenemos.
Su casa no tiene por que ser lujosa. Puede ser muy sencilla (o no), pero limpia, bien pintada, bien alumbrada
y lo más presentable posible.
Procuremos tenerla en condiciones que traigan a los vecinos a los cultos.
Una congregación construye la casa de Dios y provee los muebles correspondientes. Puede hacerlo poco a
poco según pueda. Parece sacrificio, pero serán recompensados ampliamente con las bendiciones del Se­
ñor. De interés especial sobre este tema es el libro de Hageo. En la construcción del templo, como en cual­
quier otra empresa, uno debe actuar de acuerdo con sus posibilidades. Debe considerar las necesidades de
la obra y no meterse en compromisos que no podrá cumplir.

Administración financiera.

Uniendo los esfuerzos podemos hacer mucho que de ninguna manera podríamos lograr con trabajar cada
uno por su cuenta. Por consiguiente, seguimos el plan bíblico de entregar a la tesorería. de la iglesia de
diezmos y ofrenda de los miembros. Los fondos se administran según los principios básicos establecidos por
la iglesia y de acuerdo con las decisiones tomadas en las sesiones de negocios. Se deben observar escrupu­
losamente los principios de la buena administración, sabiendo que hay que rendir cuentas a Dios por el ma­
nejo de este dinero. Es dinero sagrado, dedicado a Dios para el sostén del ministerio y los otros gastos de la
obra. Consideremos algunos de estos principios.
Al levantar una ofrenda, cuando menos dos personas, y preferiblemente tres, deben contarla juntas para
después apuntarla en el libro de la tesorería. Esto no es por sospecha de la honradez del tesorero, o del pas­
tor. Más bien es para su protección, para no dar a nadie lugar para sospechar la malversación de fondos de
la iglesia.
Si la iglesia está donde hay servicio bancario, debe tener una cuenta en el banco en vez de guardar el dinero
en la casa del tesorero. La cuenta se hace de tal forma que para girar sobre ella se precisa la firma de tres
personas. El tesorero presenta a la junta directiva de la iglesia las cuentas que hay que pagar. Las personas
indicadas firman los giros y todo esta completamente en orden. Así los miembros de la iglesia no estarán
metiendo en aprietos al tesorero suplicándole que les preste dinero de los fondos de la iglesia. Se evita tam­
bién la tentación de tomar prestado por unos días un dinero de la iglesia.
Informes mensuales o periódicos a la congregación sobre las entradas y las salidas y el estado de cuenta
son parte de la administración correcta. Los que invierten dinero en cualquier empresa tienen el derecho de
saber cómo se emplea. Los informes puntuales protegen el buen nombre de la iglesia, infunden confianza y
estimulan la cooperación.
La cooperación de todos los miembros con sus diezmos y ofrendas sufraga los gastos y hace posible soste­
ner a un pastor que dedique todo su tiempo a la obra. De la misma manera, la cooperación de todas las igle­
sias con cierto porcentaje de sus entradas hace posible la dirección adecuada de la iglesia nacional. Provee
para el sostén del superintendente y cubre otros gastos necesarios.
La cooperación entre iglesias en ofrendas misioneras también hace posible la evangelización de campos
nuevos y la extensión del reino de Dios hasta los últimos confines de la tierra.

Movilización de los miembros.

Para lograr la administración óptima de sus recursos, la Iglesia tiene que movilizar a todos sus miembros,
entrenarlos para trabajar y darle a cada uno una responsabilidad de acuerdo con su capacidad.
La Iglesia donde dos o tres personas hacen todo el trabajo está desperdiciando su mayor recurso: Los hom­
bres, mujeres y niños que no tienen oportunidad de desempeñar la función que les corresponde en el cuerpo
de Cristo.
Cristo envió al Espíritu Santo para ser la fuerza vital en su cuerpo, la iglesia. Tal como el sistema nervioso,
partiendo del cerebro, lleva a cada miembro del cuerpo los impulsos y fuerza para el trabajo que ha de reali­
zar, así el Espíritu Santo hace en la iglesia. Une a cada miembro con nuestra Cabeza en el cielo. Nos impul­
sa para la obra que él tiene para cada. uno, y nos da la fuerza para hacerla.
Sin él nada podemos hacer, pero todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
Es importante que cada miembro de la iglesia reciba el Bautismo en el Espíritu Santo para tener el poder
espiritual que necesita para el ministerio que le corresponde. Luego debe seguir aprendiendo a rendirse a la
dirección del Espíritu para el cumplimiento de la voluntad de Cristo.
El cristiano que trata de hacer la obra del Señor sin buscar la plenitud del Espíritu Santo está faltando en su
deber como administrador. Es como quien tiene que arar un campo enorme. El dueño a puesto a su disposi­
ción un tractor potente con un arado grande. También ha enviado un operario para enseñarle como manejar
la maquinaria. Pero el trabajador tiene miedo a tanta potencia. Se pone a arar los surcos casi interminables
con arado de palo y una yunta de bueyes. Desecha lo provisto por el dueño para la tarea, y luego se queja
de la imposibilidad de cumplir con el trabajo que se le ha asignado.
Dios nos ha dado la tarea de ir por todo el mundo y predicar el evangelio a todo ser humano. Recibamos
pues, el poder provisto para la obra que nos corresponde.
El Espíritu Santo presenta el llamamiento del Señor para distintas actividades. Llama a todos los cristianos, y
les reparte dones naturales y sobrenaturales para el buen desempeño de sus varios trabajos. Hace a unos
responsables para ayudar a otros en el desarrollo de sus talentos y en el uso de los dones espirituales.
Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo... dió dones a los
hombres... Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores
y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio. Efesios 4:7, 8, 11, 12.
Administración de los dones espirituales.

Los dones que el Espíritu Santo nos imparte son para ser usados para la salvación de las almas y la edifica­
ción del cuerpo de Cristo. No son para dejarlos sin uso, ni solamente para gozarnos de ellos.
Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la
misma función, así nosotros siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los
otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía úsese
conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta,
en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con
alegría. Romanos 12:4­8.
En las epístolas de Pablo tenemos consejos sobre la administración ordenada y equilibrada de los dones
espirituales. Los corintios habían caído en la falta de dar más lugar de la cuenta a los dones espectaculares.
Pablo les enseño que la iglesia debe usar los dones para la gloria de Dios y no para la gratificación personal.
Hay lugar y tiempo para cada uno de los dones.
Procurad profetizar, y no impidáis el hablar lenguas; pero hágase todo decentemente y con orden. 1 Corin­
tios 14:39, 40.
No dejemos latentes y sin uso los dones que Dios pone a la disposición de la iglesia. Busquemos la unción
del Espíritu Santo y obremos en su poder al testificar y al hacer cualquier otro trabajo para el Señor.
Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti. 2 Timoteo 1:6. Seguid el amor; y
procurad los dones espirituales. 1 Corintios 14:1.
Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multifor­
me gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre con­
forme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenece la gloria
y el imperio por los siglos de los siglos. 1 Pedro 4:10, 11.

Administración del evangelio.

El evangelio es las buenas nuevas de la salvación en Cristo. Es pan de 1 vida para los que se mueren de
hambre. Es el aviso de perdón para los que están condenados a morir. Cristo ha entregado a su iglesia este
pan para los hambrientos, y este mensaje de perdón. Somos sus colaboradores para la salvación de las al­
mas. El ha provisto la salvación pero a nosotros nos corresponde el llevar el mensaje.
Somos administradores del evangelio. No podemos vivir indiferentes a los que se mueren sin el evangelio.
Tenemos que buscar y emplear todos los medios posibles para cumplir con nuestro deber. Solo, ninguno
puede cumplir una tarea tan enorme. Juntos, podemos hacerlo.
Damos nuestro testimonio personal a parientes y amigos. La iglesia tiene cultos, clases y visitación de casa
en casa. Se predica el evangelio en grandes campañas, por radio y por televisión. Se anuncia en la iglesia,
en la calle y por la página impresa. Se enseña en escuelas, clínicas, hospitales y asilos cristianos. Publicado­
res, libreros y colportores lo ponen en las manos del pueblo. Y millones de cristianos respaldan esta activi­
dad en oración, para que surta efecto y las almas se salven.
Cualquiera que sea nuestra parte en la administración del evangelio, aprovechemos las oportunidades que
se nos presentan, y algún día Cristo nos recompensará.
“Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los ministerios de Dios.
Ahora bien, se requiere de los administradores que cada uno sea hallado fiel”. 1 Corintios 4:1, 2.

42. EL BAUTISMO EN EL ESPIRITU SANTO


SUS PROPOSITOS.

La noche antes de la crucifixión de Jesús, el apóstol Pedro vaciló en su posición y testimonio, llegando al
extremo de negar tres veces a su Señor. Después de recibir poder de lo alto el Día de Pentecostés, Pedro
fue transformado y dio testimonio en una forma tan convincente que tres mil almas se entregaron a Cristo.
¿Qué había pasado en la vida de ese discípulo temeroso y vacilante? ¡Había recibido el bautismo en el Espí­
ritu Santo!.
Obedeciendo a ciertas necesidades grandes del creyente en Cristo, el bautismo en el Espíritu Santo propor­
ciona poder para cumplir los siguientes propósitos de vida:

1. Fortaleza para ser un fiel testigo de Cristo.

“Recibiréis poder”, prometió Jesús, “cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testi­
gos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).
El Espíritu Santo proporciona la fortaleza divina para un testimonio fiel y rebosante de la experiencia cristia­
na. Pedro recibió esa fortaleza. Los creyentes de la primera Iglesia en Jerusalén pasaban por amenazas y
persecuciones, pero “cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron
llenos del Espíritu Santo, y hablaban CON DENUEDO la palabra de Dios” (Hechos 4:31).

2. Poder para cumplir con la comisión de Cristo.

Antes de ascender al cielo, el Señor Jesucristo encargó la continuación de su gloriosa obra en manos de sus
discípulos. Durante los tres años de su ministerio, Cristo había solamente iniciado su obra. Quedaba la labor
esforzada de la evangelización del mundo entero. El pecado reinaba en el mundo. Había enfermos que ne­
cesitaban ser sanados, demonios que debían ser expulsados, y una Iglesia que debía fundarse. ¿Cómo
cumplir con tan difícil tarea? ¿Cómo cumplir con la misma comisión en pleno siglo XX en situaciones aún
más difíciles? ¡Sólo con la capacitación espiritual que el mismo Cristo prometió en el Bautismo de Poder!.
Las palabras de Jesús a sus discípulos fueron: “Que se predicase... el arrepentimiento y el perdón de peca­
dos en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí,
yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta
que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:47­49). Días antes, Cristo les dijo también a ellos: “De
cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará,
porque yo voy al Padre... Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para
siempre”(Juan 14:12 y 16).
Con el poder del Espíritu Santo estos primeros discípulos cumplieron en pocos años esa gran comisión del
Señor. Al final del primer siglo, la Iglesia contaba con millones de cristianos en todas partes del mundo cono­
cido.
Delante de nosotros está la tarea inconclusa. Sólo una Iglesia llena del Espíritu Santo hará frente a una labor
de semejantes proporciones.

3. Una vida de victoria personal.

El bautismo en el Espíritu Santo proporciona una vida victoriosa para una vida llena del Espíritu y comple­
tamente rendida al Señor. El hecho de profesar fe en Cristo no presupone una vida de victoria personal. Hay
un enemigo activo.(El diablo y sus demonios)(2 corintios 2:11;Hebreos 12:1; Mateo 26: 41; 1Pedro 5:8; Efe­
sios 4:27; 6:12)
Nuestra vida puede ser ilustrada por un vaso, pues el apóstol Pablo nos llama “vasos de barro”.
Mientras el vaso, aún habiendo sido limpiado, sigue vacío o está a medio llenar, hay cabida para una infini­
dad de cosas que el mismo enemigo quisiera introducir en nuestra vida. Sólo cuando el vaso está completa­
mente lleno y rebosando (del Agua de Vida el Espíritu Santo) tenemos la seguridad de que no hay cabida
para las basuras del diablo. Si se hecha agua en un vaso hasta que éste rebose la misma acción del agua
saca cualquier pajilla que se halla introducido en el vaso. Así es la vida cristiana también.

4. Una puerta de acceso.

Otro propósito del Bautismo en el Espíritu Santo es proveer una puerta de acceso a la vida llena del Espíritu
y el ejercicio de los dones del Espíritu Santo. Este bautismo no es un fin en si mismo. Allí no debe terminar
nuestra búsqueda de Dios ni el anhelo de profundidades espirituales. El bautismo sirve como una puerta que
se abre a una vida nueva en “el espíritu”.
Allí, en esa vida, hay riquezas espirituales, dotaciones especiales y experiencias diarias de ministerio efecti­
vo. Falta explorarlo. Pero se tiene que entrar por la puerta. El bautismo en el Espíritu Santo es como la puer­
ta de calle que se abre a una extensa propiedad. Una vez que entra a la propiedad, la persona puede explo­
rar todos los patios, habitaciones y compartimientos que allí existen. Así también es el bautismo en el Espíri­
tu que abre al creyente una vida espiritual completamente nueva.

43. EL BAUTISMO EN EL ESPIRITU SANTO


SU NATURALEZA

Para ayudarnos a comprender la naturaleza de esta experiencia sublime cuando el creyente en Cristo recibe
el poder de lo alto, la Biblia hace una comparación entre el bautismo en agua y este bautismo espiritual.
Juan el bautista dijo: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cu­
yo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego”
(Mateo 3:11).
Jesús mismo dijo: “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíri­
tu Santo dentro de no muchos días” (Hechos 1:5). Tanto Juan Bautista como Cristo hicieron comparación
entre estos dos bautismos.
La misma palabra “Bautismo” en su etimología siempre lleva el sentido de estar completamente cubierto.
Trata de una inmersión. Los griegos de los tiempos bíblicos empleaban la palabra en el sentido secular del
proceso de sumergir lana en cierta solución líquida para teñirla. El género quedó completamente cubierto por
el líquido y fue cambiado de color. ¡Se bautizó”!.
En el bautismo en agua el pastor sumerge al candidato en el agua. Cumpliendo con el simbolismo de ser
sepultados juntamente con él (Cristo) para muerte por el bautismo” (Romanos 6:4). En el bautismo en el
Espíritu. Santo, el que bautiza es Cristo, y el elemento en el cual se sumerge al candidato para una satura­
ción espiritual completa y una inundación gloriosa de todo su ser, es el Espíritu Santo (como río de agua vi­
va).
Para comprender aún mejor esta experiencia espiritual, nos ayudará un estudio de los dos primeros capítulos
del libro de los Hechos. Allí están escritos los detalles del primer gran descenso del Espíritu Santo en el día
del Pentecostés:

Manifestaciones sobrenaturales.

1. El bautismo del Espíritu Santo en Jerusalén fue acompañado de “un estruendo como de un viento recio
que soplaba, el cual llenó toda la casa... y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándo­
se sobre cada uno de ellos. Y fueran todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras len­
guas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2:2­4).

Participación humana.
2. Al ponerse en contacto con el gran poder celestial, los discípulos en aposento alto quedaron visiblemente
conmovidos. Todos hablaron en nuevas lenguas. También se registraron otras manifestaciones externas lo
suficientemente notables como para juntar una gran multitud. ¡Algo nuevo estaba aconteciendo en la antigua
Jerusalén! (Hechos 2:5­13.)

Resultados poderosos.

3. Mientras algunos se burlaban de esa escena extraña, otros quedaron convencidos que allí se estaba ma­
nifestando el poder de Dios en cumplimiento de grandes profecías. Pedro, ungido y lleno del Espíritu Santo,
predicó un sermón que dio como resultado la conversión de 3000 almas a Cristo (Hechos 2:14­47). Antes no
se atrevían a salir de su casa a pesar de haber estado con el Cristo resucitado por 40 días.

44. EL BAUTISMO EN EL ESPIRITU SANTO


SU RECEPCION

Habiendo estudiado los propósitos divinos del bautismo en el Espíritu Santo y habiendo examinado algunos
detalles sobre la misma experiencia, surge lógicamente la pregunta: ¿Qué se debe hacer para recibir ese
bautismo? La Biblia nos enseña que el candidato para este bautismo espiritual tiene que dar tres pasos im­
portantes en su preparación personal:

1. Haber nacido de nuevo ( Juan 3:3; Gálatas 4:6; 6:15; Romanos 8:9;)

2. Arrepentimiento completo, consagración y entrega completa.

Antes de poder recibir la llenura del “agua de vida” en nuestro “vaso de barro”, el vaso tiene que hallarse en
un estado de limpieza espiritual mediante el arrepentimiento y el perdón de los pecados. Al ser interrogado
en el mismo Día de Pentecostés sobre este particular, Pedro dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vo­
sotros... para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).
Tanto el creyente nuevo como el antiguo, si desea recibir este bautismo de poder, tiene que poner las cuen­
tas al día con Dios y con los hombres. Muchas veces Dios requerirá la confesión y la restitución. A medida
que el candidato se va acercando al Señor, la luz de su presencia revela los pecados secretos y todo estorbo
espiritual que existe en su vida. Habiendo cumplido con este requisito de la limpieza de los pecados por la
sangre de Jesús, el candidato está listo para el siguiente paso.

3. Fe.

El bautismo en el Espíritu Santo fue prometido por Jesús. ¡El siempre cumple con sus promesas! El apóstol
Pedro explica que la promesa es para todos al decir: “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros
hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”(Hechos 2:39). ¡Nosotros
estamos comprendidos dentro de esa promesa!

Para cumplir con esta parte de la fe, se sugiere que el candidato de los siguientes pasos:
a. Creer que la promesa es para él.
b. Creer que este bautismo es un don de gracia que Dios quiere dar a todo aquel que se lo pide: “Pues si
vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial
dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11:13).
c. Pedir y extender la mano de la fe para recibir lo prometido.
d. Alabar a Dios como expresión de la fe. El ejemplo del aposento alto hace ver que los discípulos “volvieron
a Jerusalén con gran gozo; y estaban siempre en el templo ALABANDO Y BENDICIENDO A DIOS”. (Lucas
24:52 y 53) Mientras ellos esperaban el cumplimiento de la promesa, demostraron su fe mediante la alaban­
za. La alabanza desaloja al diablo, lleva el alma a la presencia del Señor, trae la victoria, y demuestra la fe
en acción.

4. Sumisión.

El cuarto paso que de tomar el candidato es el de la sumisión o completa rendición de su ser. Se debe re­
cordar que esta experiencia es un bautismo. Como en el bautismo en agua se requiere la completa rendición
del candidato a la disposición del bautizador, así también en este bautismo espiritual el candidato tiene que
rendirse completamente e incondicionalmente a los brazos de Cristo para ser sumergido en el Espíritu Santo.
Puesto que para muchos ésta es la parte más difícil, y puesto que sin cumplir con este requisito no hay bau­
tismo, se sugiere cumplir con la parte de sumisión de la siguiente manera:
a. Dejar toda resistencia. Para someterse completamente al Espíritu Santo, se tiene que tomar la decisión de
rendirse totalmente a su voluntad.
b. Rendir todo el ser al Señor, la mente y la lengua siendo los más difíciles de entregar.
c. Autorizar al Espíritu Santo a tomar posesión completa del alma, espíritu y cuerpo que han sido comprados
por el Señor Jesús. Entregarle todas la llaves que conducen a los rincones más reservados de la “casa” que
es nuestro ser; nuestros afectos, nuestras emociones, nuestras aspiraciones y nuestra voluntad.
Habiendo cumplido con los tres pasos del arrepentimiento, fe y sumisión. Dios cumplirá con la parte suya la
de bautizar al candidato, llenando su vida del glorioso poder de lo alto.

45. EL BAUTISMO EN EL ESPIRITU SANTO


LA EVIDENCIA INICIAL.

Según el libro de los Hechos, donde tenemos el modelo para esta experiencia consta en sus páginas que la
evidencia inicial de haber recibido el bautismo en el Espíritu Santo es el hablar en nuevas lenguas. Con decir
“evidencia” nos referimos a la presencia de alguna señal convincente en forma física. Con decir “inicial” nos
referimos a la primera señal o manifestación que acompaña este bautismo espiritual.
Volviendo a la analogía del bautismo en agua, no queda lugar a duda que el candidato haya sido bautizado,
pues al subir del agua, está completamente mojado, está chorreando agua, y por esta misma señal se con­
vencen todos de este mismo bautismo. Así también en el bautismo en el Espíritu Santo. Dios no deja en la
duda ni al candidato ni al público presente, pues hay una señal muy convincente también la de hablar en
nuevas lenguas bajo el control del Espíritu Santo.
Si usamos una ilustración de la vida común, entenderemos mejor lo de la “evidencia inicial”. Supongamos
que mientras vamos conversando, vemos a una pequeña distancia un camión estacionado. El chofer entra
por la puerta del vehículo y enciende el motor. ¿Cuál es la evidencia inmediata (inicial) de haberse encendi­
do el motor? ¡Es, pues, el ruido mismo del motor! Estamos satisfechos de que el motor está funcionando
porque escuchamos el ruido. Por cierto el motor no se ha encendido solamente para escuchar el ruido, pero
sí, es la primera evidencia. Así es también con este bautismo la señal convincente e inicial es el hablar en
nuevas lenguas.
La Biblia establece esta verdad en los varios casos mencionados en el libro de los Hechos. Examinaremos
cinco casos en que fue derramado el Espíritu Santo. Los primeros tres mencionan claramente la presencia
de esta señal:

1. E1 día de Pentecostés.

“Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en tras lenguas, según el Espíritu les daba
que hablasen (Hechos 2:4).

2. La casa de Cornelio.

“Mientras aún hablaba Pedro estas palabras el Espíritu Santo cayó ó sobre todos los que oían el discurso. Y
los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los
gentiles derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban
a Dios” (Hechos 10:44­46).

3. Los creyentes de Efeso.

“Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profe­
tizaban” (Hechos 19:6).
En estos tres casos, tanto entre gentiles como entre judíos, no se deja lugar a discusión o comentario. La
señal convincente de haber recibido el bautismo en el Espíritu Santo fue la de hablar en nuevas lenguas.
En los otros casos a mencionarse, la Escritura no da los detalles del acontecimiento, pero la conclusión lógi­
ca a que llegaremos es que también en estos casos los candidatos hablaron en nuevas lenguas:

4. Samaria.

“Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, en­
viaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por, ellos para que recibiesen el Espíritu
Santo... entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo” (Hechos 8:14­17).
En este caso no se menciona ninguna señal. Sin embargo, Simón el mago vio una señal tan convincente
que él ofreció dinero por el don de poner las manos sobre otros para que recibiesen el Espíritu Santo.
“Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofre­
ció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos
reciba el Espíritu Santo” (Hechos 8:18—19).
Es evidente que Simón observó algo muy diferente ;Ese mago debió ver y oír las mismas señales que siem­
pre acompañan el bautismo en el Espíritu Santo!.

5. El apóstol pablo.

En el relato sobre la experiencia de Saulo de Tarso al recibir la promesa del Espíritu Santo, nos dice loa Es­
critura: “Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el
Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y
seas lleno del Espíritu Santo” (Hechos 9:17). No se mencionan nuevas lenguas, ni tampoco se mencionan
otras manifestaciones externas. Es evidente, sin embargo que el apóstol Pablo tenía la evidencia de nuevas
lenguas porque más tarde declaró: “Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros” (1
Corintios 14:18).
Después de estudiar detenidamente estos cinco casos, llegamos a la conclusión de que Dios a manifestado
claramente en su palabra que cuando el creyente en Cristo busca y recibe el bautismo en el Espíritu Santo,
la primera evidencia externa que se manifiesta es la de hablar en nuevas lenguas. Sí, Dios escogió las nue­
vas lenguas como señal.
Algunas personas preguntan por qué Dios escogió precisamente esta señal como evidencia. Podemos con­
testar que la evidencia de nuevas lenguas demuestra la sabiduría divina. Dios escogió una evidencia que
satisface. Consideraremos las siguientes razones:
Primeramente diremos que las nuevas lenguas son una evidencia externa. El hombre necesita una evidencia
física, externa. Sólo Dios ve lo interior del hombre. Es lógico pensar que el cuerpo humano registre alguna
reacción física al ponerse en contacto con la potencia divina. ¿Quién es el hombre que puede guardar silen­
cio cuando la plenitud del cielo está fluyendo a través de su ser? Y al manifestarse esta evidencia vocal e
inmediata, el hombre queda satisfecho, pues los otros resultados y el fruto del Espíritu comenzarán a apare­
cer en su vida.
La señal de nuevas lenguas es también una evidencia uniforme. Sirve de evidencia convincente tanto para el
intelectual como para el hombre sin letras, para el habitante de las grandes ciudades como para el hombre
del campo, y satisface a personas de toda índole y personalidad.
Otra razón es que la señal de hablar en nuevas lenguas nos parece ser una prueba del completo control del
Espíritu Santo en el hombre. El propósito del Espíritu Santo es trabajar mediante el hombre, usando los
miembros del cuerpo humano como instrumentos para la gloria de Dios. La naturaleza indomable de la len­
gua hace ver lo maravilloso de esta obra del Espíritu. El apóstol Santiago dice: “Porque toda naturaleza de
bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza huma­
na; porque ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de ve­
neno mortal” (Santiago 3:7,8). Parece que el último miembro que el hombre desea rendir a Dios es la lengua,
y una vez rendida ésta, al hablar en nuevas lenguas, es la evidencia del cuerpo entero rendido al Espíritu.
En el cielo todos hablaremos un solo idioma. Todos nos entenderemos. Fue por causa del pecado y la des­
obediencia, que vino la confusión de Lenguas en el mundo. La evidencia de nuevas lenguas constituye un
anticipo del lenguaje celestial perdido en el época de la Torre de Babel. ¡En esta gloriosa experiencia del
bautismo en el Espíritu Santo nos llega un poco del cielo, mientras estamos camino al cielo!.
Al concluirse el estudio de este capítulo sobre la evidencia inicial del bautismo en el Espíritu Santo, hay una
palabra de precaución que no debemos olvidar. Hablar en nuevas lenguas es la señal de haber sido llenado
del poder del Espíritu. Esa señal indica la presencia de lo importante de la experiencia: EL PODER DEL ES­
PIRITU PARA SERVIR A DIOS Y AL PRÖJIMO. Entonces, al buscar le promesa del Señor, no buscamos la
señal sino la realidad. Volvamos a nuestra ilustración del camión. No se encendió el motor sólo para escu­
char el ruido o para ver sacudirse la carrocería del vehículo, sino para poner en marcha la máquina con el fin
de cumplir los trabajos a que se presta un camión. Ese vehículo, al ponerse en marcha, puede subir cuestas,
pasar cumbres, atravesar ríos, y en fin cumplir con el TRABAJO que desea su dueño. Esas son las otras
evidencias de mucha importancia que se manifestarán.
Para nosotros, hermanos, el hablar en nuevas lenguas nos confirma que ¡el motor está encendido! El poder
del Espíritu nos es dado, y ahora nos toca cumplir las órdenes del dueño. Y al mantenernos llenos de ese
poder, se manifestarán otras señales a través de nuestra vida llena del Espíritu Santo.

46. LA VIDA LLENA DEL ESPIRITU SANTO

La vida cristiana que cumple con los propósitos de Dios es la vida llena del Espíritu Santo. La vida cristiana
que el mundo desea ver hoy es una vida llena del Espíritu Santo. Todo creyente, para tener un ministerio
efectivo ante su generación, debe procurar en la experiencia de cada día, la vida llena del Espíritu Santo.
El apóstol Pablo, en una de sus exhortaciones más importantes, dice: “Sed llenos del Espíritu” (Efesios 5:18).
La condición habitual de ser lleno del Espíritu no se consigue de una vez para siempre al ser llenado por el
Espíritu Santo en la experiencia del bautismo en el Espíritu santo. Tenemos que seguir recibiendo en el vaso
de ese río de vida que lo hará rebosar.
El mismo verbo empleado por San Pablo al decir “sed llenos” es un verbo continuativo o progresivo. La ex­
hortación del apóstol, entonces, es: “Seguid siendo llenos del Espíritu.” Es esta vida llena del Espíritu, y sus
señales correspondientes, lo que constituye el tema de nuestro estudio en el presente capítulo. Hay que se­
guir orando, teniendo buen testimonio, sirviendo y hablando en lenguas es decir mantenerse lleno del Espíri­
tu Santo.

La puerta de acceso.

Para poder entrar a esta hermosa vida llena del Espíritu, se tiene que pasar necesariamente por la puerta. La
puerta es el bautismo en el Espíritu Santo. Ya hemos pasado por el estudio de este bautismo, pero ahora
queremos relacionar este bautismo con la vida diaria llena del Espíritu, como la puerta que se abre para dar
paso a esta hermosa vida.
En casi todas nuestras ciudades latinoamericanas, tenemos una ilustración de esta verdad en los sectores
antiguos de la ciudad donde todavía se ve la clásica “puerta de calle”. Es la puerta principal de toda una pro­
piedad, que comunica entre la calle y todo lo que representa dicha propiedad. Una vez pasada esta puerta,
se entra a la primera parte de las varias construcciones interiores. En muchas de estas casas antiguas hay
un primer patio con sus habitaciones, departamentos, y dependencias. De allí se entra a un segundo, tercero
o cuarto patio. Cada patio tiene sus respectivas viviendas, y cada familia tiene que pasar por la “puerta de
calle” para llegar a su respectivo lugar. Así también es la vida “llena del Espíritu Santo”. Por medio del bau­
tismo en el Espíritu se pasa por la puerta de acceso, y de allí, todos los días, mientras el Señor nos dé vida,
estamos explorando y ocupándonos en esta “propiedad espiritual”
Para establecer en forma clara la relación que tiene el bautismo en el Espíritu con la vida diaria llena del
Espíritu, haremos las siguientes observaciones:
El bautismo en el Espíritu Santo no es un fin en sí mismo. Dios no quiere que esto sea una sola experiencia,
sino que sea un comienzo de una nueva vida sobrenatural y de victoria. Ciertamente, hay una experiencia
que llamamos el “bautismo en el Espíritu Santo”, pero la voluntad del Señor es que tengamos muchas llenu­
ras del mismo Espíritu. Así vemos que el bautismo es simplemente el comienzo de una hermosa relación
diaria “con el Espíritu”. El bautismo abre la puerta a la vida cristiana poderosa, incluyendo los dones, mani­
festaciones y fruto del Espíritu Santo.
Las escrituras ilustran esta condición habitual y diaria de “estar lleno del Espíritu” en la vida de muchos hom­
bres de Dios, muchos días y años después del día de Pentecostés. Cuando la iglesia primitiva se propuso
elegir a sus primeros diáconos, busco a 'siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sa­
biduría' (Hechos 6:3). En los momentos críticos de entregar su vida como primer mártir de la iglesia, “Este­
ban lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la dies­
tra de Dios” (Hechos 7:55). Más tarde, cuando la iglesia ya se estaba extendiendo a las naciones gentiles,
nos dice de Bernabé, que “era varón bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe” (Hechos 11:24). Estos hombres
de Dios, aun en medio de grandes trabajos y sacrificios, habían aprendido a mantenerse en una condición
diaria de “ser lleno del Espíritu Santo”.

Las evidencias de una vida llena del Espíritu Santo.

Ya hemos estudiado en forma detallada sobre la evidencia inicial de la plenitud del Espíritu. Nuestro propósi­
to ahora es examinar algunas otras señales o evidencias que deben de existir en una vida “llena del Espíri­
tu”.
Las Escrituras que acabamos de examinar nos indican que la condición de ser llenos del Espíritu es conoci­
ble. Los apóstoles le dijeron a la iglesia en Jerusalén que buscaran a siete hombres llenos del Espíritu
¿Cómo podían escoger a siete hombres llenos del Espíritu Santo sin saber quién estaba lleno? Esta condi­
ción debió ser una señal conocible, pues deben haber ciertas señales que nos indican esa condición de “ser
llenos del Espíritu”. El mismo apóstol que nos encomendó las palabras “sed llenos del Espíritu” en su carta a
los Efesios, sigue dándonos algunas de esas señales. (Efesios 5:19­21).
¡He aquí las señales bíblicas!

1. Una vida rebosante.

La llenura del Espíritu es en esa forma sobreabundante, y el resultado se demuestra en el testimonio des­
bordante. Pablo describe esta plenitud al decir: “Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos
espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” (Efesios 5:19).
Si la persona está llena del Espíritu Santo, es natural que brote de sus ser un río de alabanza, canción y tes­
timonio.
Nuestro Señor Jesucristo describe esta vida al hacer uso de la ilustración de un río que fluye: “Si alguno tie­
ne sed, venga a mí y beba. El que crea en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua
viva” (Juan 7:37­38). Juan añade estas palabras: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creye­
sen el él”. Un río de agua viva que cae sobre nosotros desde arriba, que fluye por nuestro ser, y que rebosa
de bendición para otros... ¡gloriosa ilustración de una vida llena del Espíritu Santo!
La llenura del Espíritu no debe quedarse encerrada en la persona misma, pues el Señor nos llena para ser
una bendición a otros. “Recibiréis poder”, dijo Jesús, “y me seréis testigos...” (Hechos 1:8). Esto es poder
para servir.
El cristiano lleno del Espíritu Santo es entonces como un estanque de agua viva, de cuya salida se reparte el
agua en riego a un mundo sediento. ¡Mantengámonos llenos y rebosando del agua de vida!.
Para esto tenemos que tomar dos precauciones. Primero, es necesario mantenernos todos los días en con­
tacto con la fuente de agua. Segundo, tenemos que cuidar de las grietas que pueden producirse en el
mismo estanque.
Esas roturas son los pecados “pequeños” que nos permitimos, que pronto se hacen pecados “grandes” y el
resultado es que el agua se pierde, el estanque se vacía, y el mundo no ve una vida llena del Espíritu Santo.
¡Tapemos los agujeros! ¡Sigamos rebosando el agua de vida! Así demostraremos una de las evidencias más
convincentes de la llenura del Espíritu Santo.

2. Un Espíritu de agradecimiento.

El apóstol Pablo nos muestra otra señal al decirnos, “dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el
nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 5:20).

Al emplear las palabras siempre y por todo, en cuanto al estar agradecido al Señor, nos indica el apóstol una
gracia que sólo puede resultar de la plenitud del espíritu en la vida. El hombre no nace con este rasgo de
personalidad. El hombre tiende a quejarse de lo que no le agrada. El murmurar, irritarse, y criticar es cosa
natural, y esto produce un espíritu amargo. Según la palabra de Dios, estas son las cosas que contristan al
Espíritu, que lo apagan y que vuelven vacía la vida espiritual. ¿Cuál es nuestra reacción en el momento de la
prueba? ¿Seguimos tranquilos, controlados y agradecidos al Señor por todo? Sólo así podemos clasificarnos
como personas llenas del Espíritu Santo.

3. Sumisión con humildad.

En el versículo 21 de la misma porción bíblica, el apóstol nos indica otra evidencia importante: “Someteos
unos a otros en el temor de Dios. La más conspicua evidencia del ser llenos del Espíritu es la humildad y los
frutos del Espíritu Santo (Gálatas 5:22).
El Espíritu Santo, al hacer su voluntad, produce en el ser humano un espíritu sumiso y dócil. Notemos que
entre el fruto del Espíritu se mencionan paciencia, benignidad, bondad y mansedumbre. (Gálatas 5:22;) Cris­
to mismo nos dice: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón. (Mateo 11:29.)
Ciertamente, la iglesia del Señor se libraría de sus problemas más graves, tanto en la esfera local como en la
nacional, si esta gracia fuese mas evidente. El hombre, por naturaleza, es egoísta, y solo por el Espíritu San­
to siente el deseo sincero de someterse con humildad.
Pablo dice en otra parte: “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los
unos a los otros. (Romanos 12:10.) ;Así se conocerá a la persona llena del Espíritu Santo!.

4. Obediencia al Espíritu.
La sensibilidad a la dirección del Espíritu Santo es otra señal de su presencia en nuestra vida. En cambio, el
hacer caso omiso a sus impulsos y su dirección es un obstáculo para la vida llena del Espíritu Santo. Demos
lugar al Espíritu. Cultivemos la sensibilidad que tanta importancia tiene, obedeciendo esa tierna voz interior.
Pensemos en el ejemplo del apóstol Pablo. Pablo y Bernabé estaban muy cómodos en Antioquía, pero el
espíritu los llamo a la obra misionera. (Hechos 13:1­12.) Pronto se encontraron frente a las oposiciones de
un hechicero en la ciudad de Pafos. ¿Tenían el poder del Espíritu para vencer? Sí, por cuanto habían obe­
decido la voz del Espíritu, ahora en medio de ataques satánicos, Pablo era “lleno del Espíritu Santo” y el Se­
ñor obro milagros convincentes.
El evangelista Felipe estaba gozando de grandes bendiciones del Señor en su campaña en Samaria cuando
el Espíritu le impuso a ir al desierto de Gaza (Hechos 8:5­40)¡Parecía cosa ridícula! Pero, por la obediencia
de Felipe a la voz del Espíritu Santo, el evangelio se extendió hasta Etiopía.
El Espíritu Santo tiene su plan y propósito para cada vida. Cultivemos, pues, esa ternura sensible a su direc­
ción, para andar en obediencia a su voz.
Mantendremos así la llenura espiritual.
Ejemplo: Al Apóstol Pablo el Espíritu santo no le dejó predicar la palabra en Asia y luego fue guiado por una
visión a Macedonia (Hechos 16:6­10).

5. Consagración al día.

La persona que la Biblia califica como “llena del Espíritu Santo” mantiene muy al día su propia consagración.
Para mantener una vida llena del Espíritu, no basta una sola consagración, una sola santificación, un solo
bautismo de poder. A medida que se presenten nuevas experiencias, nuevas pruebas, y aun nuevo creci­
miento en el Señor, la consagración tiene que renovarse.
Si el Señor nos concede un nuevo don o ministerio, si encontramos nuevo éxito en su viña, tenemos que
colocar todo esto sobre el altar de consagración.
El libro de los Hechos nos cuenta del hombre llamado Bernabé. Nos dice que “era varón bueno, y lleno del
Espíritu Santo y de fe”. (Hechos 11:24) ¿Por qué se podía decir con tanta certeza que este hombre era lleno
del Espíritu Santo? Porque Bernabé había aprendido esa lección importante de poner todo sobre el altar de
consagración. (Hechos 4:36­37.) ¡Hagamos lo mismo, y así el mundo y la iglesia verán en nosotros una vida
llena del Espíritu Santo!

6. El fruto del Espíritu manifestado.

La divina plenitud diaria del Espíritu producirá, además de las evidencias ya mencionadas, el hermoso fruto
espiritual que Pablo menciona en (Gálatas 5:22­23):
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza.”
La vida llena del Espíritu será un lugar adecuado para hacer madurar este fruto.
No tengamos en poco estas seis evidencias de una vida llena del Espíritu. No nos contentemos con sólo la
evidencia inicial del bautismo. El verdadero pentecostal o carismático no es sólo el que habla en lenguas,
sino el que demuestra estas señales bíblicas a través de una vida diariamente llena del Espíritu Santo.

47. LOS DONES DEL ESPIRITU SANTO


SU NATURALEZA.

En nuestro estudio hemos examinado una hermosa vida llena del Espíritu Santo. Ahora llegamos al verdade­
ro propósito de esa vida el servir a Dios en un mundo necesitado.
Entre las últimas palabras que habló a sus discípulos, Cristo dijo: “El que en mi cree, las obras que yo hago,
él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre”. (Juan 14:12.) Poco después les dijo: “id
por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.” (Marcos 16:15.)
Era una tarea demasiado difícil para los discípulos Y hoy, cuando la misma comisión llega a nosotros, en­
cargándonos la evangelización de todo el mundo en nuestra generación, nos parece otra imposibilidad. Im­
posible, sí, tanto para los discípulos como para nosotros, sin alguna capacitación sobrenatural para semejan­
te tarea sobrehumana.
Esa capacitación nos es ofrecida por el Santo Espíritu. Ya que nos hemos rendido a su voluntad, ofreciendo
nuestra vida entera al servicio del Señor, el Espíritu desea entregarnos capacitaciones especiales para el
trabajo específico que nos tiene designado. Estas dotaciones la Biblia las llama “dones” del Espíritu Santo.

1. Una definición.

San Pablo es el autor bíblico que más nos escribe acerca de estos dones. El comienza diciéndonos: 'No
quiero, hermanos que ignoréis acerca de los dones espirituales.”
(1 Corintios 12:1.)
Hay tres ideas erróneas acerca de los dones del Espíritu Santo:
a. Algunos creen que se trata de un simple desarrollo especial de capacidades naturales. Creen que el es­
fuerzo humano, bendecido por Dios, puede producir esta capacitación especial. De ahí es que mediante una
buena educación, el doctor en filosofía tendría “la palabra de sabiduría” o el médico poseería los 'dones de
sanidades'.
b. Otros piensan que los dones del Espíritu Santo son de un carácter tan espectacular y místico que quedar­
ían muy por encima del alcance de la mayoría de los creyentes. Representan una “rareza” espiritual, y pocos
podrían recibirlos.
c. Otra idea errónea mira a estos dones como “adornos extras” para el embellecimiento de la Iglesia, para
ser admirados en su uso eventual.
Ninguna de estas ideas ha nacido de la Palabra de Dios. Los dones del Espíritu Santo son simplemente
“herramientas” de trabajo que el Espíritu Santo quiere repartir a todos los que se sienten llamados a la obra
del Señor. “Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular
como él quiere.” (1 Corintios 12:11.)
Cierto es que todos los dones del Espíritu son de naturaleza sobrenatural. Son operaciones del divino Espíri­
tu de Dios; Esto no significa, sin embargo, que todos son señales o maravillas en su operación, pero si, quie­
re decir que mediante estas operaciones espirituales, que es el sentido exacto de la palabra “dones” en (1
Corintios 12:1), cada creyente lleno del Espíritu Santo podrá efectuar una labor más eficaz en el lugar donde
le corresponde actuar.

2. La base bíblica.

Pasemos ahora a una lectura detenida de cuatro porciones, muy importantes donde la Biblia nos habla de
este tema. (El alumno no debe seguir el estudio del presente tema antes de leer la parte bíblica).
a. 1 Corintios 12:1­31
b. Romanos 12:3­8
c. Efesios 4:7­16
d. 1 Pedro 4:10­11
En todas estas escrituras, se vuelven a repetir cuatro palabras claves, que son: “gracia” (favor inmerecido),
“don” (regalo), “cuerpo” (la Iglesia) y “miembro” (el creyente). Si volvemos a leer, ahora, las mismas escritu­
ras, marcando con lápiz las veces que aparece cada una de estas palabras, podremos notar el enfoque de­
bido de la verdad divina. En la porción de (1 Corintios 12), sólo en los versículos 11 al 31, se menciona
“cuerpo” 18 veces y “miembro” 13 veces; mientras en todo ese capítulo se menciona “don” 6 veces.
Parece evidente, entonces, que el énfasis de este gran capítulo sobre los dones del Espíritu Santo es sobre
la palabra “cuerpo” o sea, sobre la Iglesia del Señor, y sobre los “miembros” de esa Iglesia.
Cada creyente forma parte de ese “cuerpo” y es colocado como “miembro” particular en el lugar donde Dios
quiere usarlo (versículos 12­14 y 27­30). Uno puede ser mano, el otro pie, u ojo, dedo, rodilla, etc. Lo impor­
tante es darnos cuenta de que TODOS formamos parte de ese glorioso CUERPO, y para funcionar eficaz­
mente, necesitamos esa dotación espiritual, esa manifestación del Espíritu Santo en forma personal, el “don”,
u operación espiritual, que nos corresponde.
Es evidente también de esta base bíblica, que nuestro Señor, la Cabeza de la Iglesia (“cuerpo”) desea un
desarrollo poderoso para esa Iglesia en este mundo. Este desarrollo tiene que ser a base de poder sobrena­
tural, y, puesto que los hombres no poseemos por naturaleza ese poder, el mismo Señor tiene que dárnoslo
“de lo alto”
En resumen, entonces, podemos decir que el Espíritu Santo quiere repartir sus “dones” a cada “miembro” del
“cuerpo” no por el mérito propio del miembro ni como premio por su buen trabajo o comportamiento sino por
“gracia”.Para que sirvamos mejor a Dios, a su Iglesia y a nuestros semejantes.

3. Los dones espirituales detallados.

En (1 Corintios 12:8­10), tenemos una lista de nueve dones del Espíritu Santo. Un examen de la lista nos
revela que estas manifestaciones operan en distintas esferas. Unas comparten con el hombre parte de la
sabiduría de Dios, otras demuestran el poder de Dios en forma abierta, y otras tratan de manifestaciones
habladas.
Posiblemente la siguiente clasificación nos podría ayudar en un entendimiento más claro:

a. Dones de SABER en forma sobrenatural


1) Palabra de sabiduría
2) Palabra de ciencia (conocimiento)
3) Discernimiento de espíritus
b. Dones para TRABAJAR en forma sobrenatural
1) Fe
2) Dones de sanidades
3) Operación de milagros
c. Dones de HABLAR en forma sobrenatural
1) Géneros de lenguas
2) Interpretación de lenguas
3) Profecías
Todos estos dones responden a NECESIDADES dentro de la Iglesia de Cristo o dentro de las esfera de sus
actividades. Puesto que son herramientas espirituales para efectuar un trabajo mejor, y no adornos para ser
admirados, debemos examinar primero ese Cuerpo del Señor (la Iglesia) para ver, las necesidades que exis­
ten para una poderosa intervención espiritual, y así entenderemos mejor el porqué de los dones y el uso de
ellos.
A esta altura de nuestro estudio sobre los dones, llegamos a la sencilla conclusión de que los dones del
Espíritu no son regalos “extras” que uno pide y una vez recibidos se tiene que buscar el lugar donde usarlos,
sino, que son dotaciones de poder sobrenatural para el normal funcionamiento de cada miembro y para la
edificación y engrandecimiento del glorioso cuerpo de Cristo en esta tierra. Pero a cada uno le es dada la
manifestación del Espíritu para provecho” (1 Corintios 12:7).
Sobre esta orientación bíblica podemos seguir ahora el estudio de la función de los dones dentro de la Igle­
sia.

48. LOS DONES DEL ESPIRITU SANTO


SU FUNCION
Puesto que los dones espirituales son dados para el provecho y la edificación del Cuerpo de Cristo (1 Corin­
tios 12:7 y Efesios 4:12), el enfoque correcto para el estudio sobre la función de los dones sería el de exami­
nar primeramente las grandes necesidades que existen en la Iglesia y Luego determinar cuál es el don que
el Señor provee para llenar esa necesidad. El Señor nos llama para servir en su “viña”. El nos destina el lu­
gar y el trabajo particular dentro de esa viña donde nos corresponde trabajar AHORA, ¡El no espera que tra­
bajemos sin HERRAMIENTAS! No. El nos ofrece la herramienta exacta y perfecta para ayudarnos a trabajar
con la máxima eficacia.
Esa es, pues, la función de los dones del Espíritu. Simplemente, cumplen la función de una herramienta de
trabajo. Puesto que el trabajo es espiritual, estas son ayudas sobrenaturales.
Parece, entonces, que el orden correcto sería: primero, NECESIDAD, y luego, DON.
Por cierto, este enfoque es algo diferente del que examina primeramente en detalle cada don para determi­
nar sus características y su función particular, y una vez hecho esto, busca algún lugar dentro del cuerpo
donde ubicarlo. En eso habría siempre el peligro de creer que los dones son “regalos extras”, y que el cuerpo
puede funcionar normalmente sin ellos. Pero, las Escrituras no nos enseñan así.
El pequeño bosquejo que sigue nos podrá ayudar a comprender la función de los varios dones en situacio­
nes de necesidad que se presentan en la Iglesia y su obra:

DON
NECESIDAD

Aconsejar, guiar, orientar. Palabra de sabiduría.

El saber sobrenatural de hechos ocultos de perso­


nas y de la voluntad y forma de Dios para solucio­
Palabra de ciencia.
narlos.

Vencer obstáculos, dificultades y peligros. Fe.

Grandes obras de fe para convencer al mundo in­


Operaciones de milagros.
crédulo.

Salud física para los enfermos. Dones de sanidades.

Protección del engaño y falsos profetas. Discernimientos de Espíritus.

Profecía, géneros de lenguas y la interpretación


Edificación, exhortación, y consolación inspirados.
de lenguas.

Definición de los dones del Espíritu Santo.

PALABRA DE SABIDURIA: La aplicación Divina del conocimiento sobrenatural. Da al cristiano sabiduría so­
brenatural para hablar, aconsejar, guiar, decidir y actuar. La sabiduría de Dios manifestada en un creyente
(en corto tiempo) (en momentos especialmente necesarios).

PALABRA DE CIENCIA: EL saber sobrenatural de hechos revelados al cristiano a través de pensamientos,


imágenes mentales, palabras visualizadas o conocimiento interior.

FE: El creer confiadamente, sin duda ni razonamiento humano que lo que se pide en el nombre de Jesús se
concederá ahora. Saber sin sombra de duda la voluntad de Dios para algo y creerlo.

DONES DE SANIDADES: La sanidad sobrenatural de enfermedades y dolencias sin la ayuda de medios


naturales o habilidad humana.

EL HACER MILAGROS: El poder sobrenatural de Dios que interviene en el curso ordinario de la naturaleza o
realizando hechos que son humanamente imposibles.

PROFECIA: El hablar palabras de Dios, o un mensaje de Dios (para aquí y ahora) por la inspiración del Espí­
ritu Santo,(no es un sermón o discurso inspirado) edificará, exhortará o consolará.

DICERNIMIENTO DE ESPIRITUS: El conocimiento sobrenatural dentro del Reino de los espíritus para saber
qué clase de espíritu (de Dios, del hombre, o de Satanás) motiva cierta manifestación, palabra, doctrina o
persona.
DIVERSOS GENEROS DE LENGUAS: Es el hablar en una lengua espiritual (o varias) de oración a Dios o
es un mensaje de Dios.
INTERPRETACION DE LENGUAS: Es la interpretación (no traducción) de una oración o mensaje dado en
lenguas. No es traducir palabra por palabra sino es dar el significado general del mensaje.

A base de la operación de estos dones espirituales la Iglesia Primitiva hizo su avance poderoso en su gene­
ración.
Cuando Ananías y Safira procuraron engañar a la iglesia en la venta de su propiedad, Pedro pudo descubrir
la mentira, al discernir el espíritu engañoso en esa situación. (Hechos 5:1­11.) Como era necesario organizar
y dirigir la iglesia, los apóstoles recibieron una oportuna “palabra de sabiduría” para ayudarles a escoger los
primeros diáconos. (Hechos 6:1­7.) Cuando hubo necesidad de milagros y sanidades para convencer a los
incrédulos, la labor evangelística de Felipe en Samaria fue bendecida con señales a través de los dones co­
rrespondientes, y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo
las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces;
y muchos paralíticos y cojos eran sanados”. (Hechos 8:6,7.) Cuando se necesitó un milagro para librar a Pe­
dro de la cárcel, entró en función el don de milagros, mientras la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él”
(Hechos 12:5.) ¡Las puertas de la cárcel se abrieron milagrosamente! Y había mucho más.
En (Hechos 13:6­12) Pablo tuvo una confrontación con un mago y por el don de Fe este quedó ciego por un
tiempo por luna orden de Pablo.
La lectura del libro de Hechos muestra en cada página la función de los dones espirituales. Era en verdad
una Iglesia llena del Espíritu santo. El Señor confirmó la palabra predicada con “las señales que la seguían”.
(Marcos 16:20.)
¿Y para nuestra generación?: Es lo mismo, las necesidades son las mismas (o más grandes) Dios es el
mismo, Jesucristo es el mismo y el Espíritu Santo (con sus dones y frutos) es el mismo. ¡El mismo Espíritu
Santo quiere darnos su PODER para un nuevo avance en este mundo moderno!
La palabra de Dios nos anima para presentarnos cual instrumentos en las manos del Señor, ser llenos del
Espíritu, ser sensibles a los impulsos del Espíritu, y ser utilizados en la manifestación de los “dones” en nues­
tro ministerio. ¡He aquí la exhortación bíblica!
“Procurad, pues, los dones mejores.” (1 Corintios 12:31)
“No descuides el don que hay en ti.” (1 Timoteo 4:14)
“por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos.”
(2 Timoteo 1:6)
¡Pidamos los dones espirituales, para funcionar eficazmente en aquel lugar del Cuerpo del Señor donde él
mismo nos ha colocado, y así tendremos grandes victorias y podremos ayudar mejor a la gente y por consi­
guiente la iglesia crecerá y miles serán salvos. ¡Pidamos por fe! ¡Pidamos porque sentimos que no estamos
llenando del todo la NECESIDAD que se nos presenta de alcanzar a un mundo perdido para Cristo!

49. A RELACION ENTRE LOS DONES


Y EL FRUTO DEL ESPIRITU.

Al finalizar el tema anterior sobre los dones del Espíritu, leímos la exhortación de San Pablo en (1 Corintios
12:31): “Procurad, pues, los dones mejores.” Pero, al terminarse la lectura de ese mismo versículo, encon­
tramos estas palabras: “Mas yo os muestro un camino aun más excelente.” En seguida el apóstol nos hace
ver la importancia del amor en todo el capítulo 13.
Hay personas que ven un conflicto al tratar de relacionar los dones con el fruto del Espíritu, especialmente
después de leer estos dos grandes capítulos de la Biblia. En esta parte de nuestro estudio trataremos sobre
este problema. (Se sugiere al alumno la lectura de 1 Corintios 12:31 a 14:1 y Gálatas 5: 16­26, antes de pro­
seguir el estudio del presente capítulo.)

1. La diferencia entre “ DONES” Y “ FRUTOS” .

Cierto es que existe una diferencia entre estas dos manifestaciones importantes del Espíritu Santo. Los do­
nes del Espíritu tienen que ver con el ministerio y servicio, mientras el fruto se relaciona con el carácter. Si el
don representa la herramienta con que se trabaja, entonces el fruto representa la mano que la maneja.
El fruto se logra por un proceso de continuo crecimiento, en la vida interior del cristiano. El fruto requiere
tiempo para desarrollarse y madurarse. Los dones son dados por la acción de Dios desde afuera, son “rega­
los de gracia” en respuesta a la fe, y al ser llenos del Espíritu santo pueden manifestarse en cualquier mo­
mento, (pero no son “posesión” del creyente a travéz del cual se manifiestan) esto sucederá en los momen­
tos que el Espíritu Santo quiere. Para resumir la diferencia entre los dos, entonces, diremos que el fruto se
produce gradualmente y se manifiestan en nuestro carácter mientras que los dones se manifiestan desde
adentro (del interior correrán ríos de agua viva)(es dentro de nosotros donde está el Espíritu santo) en el
momento oportuno y necesario.

2. La semejanza entre “ DONES” y “ FRUTO” .

Tanto los dones como el fruto del Espíritu son divinos y sobrenaturales. Ambos tienen su fuente en la opera­
ción del Espíritu Santo. El mismo Espíritu produce los dos, pues ambos constituyen dos fases importantes de
la operación del Espíritu Santo en nuestras vidas.
El hecho de que el gran capítulo del amor (1 Corintios 13) esté puesto entre los dos capítulos que tratan de
los dones espirituales (capítulos 12 y 14) nos debe enseñar que los dos aspectos están íntimamente relacio­
nados entre sí, y que debe haber un equilibrio mutuo entre ellos.

3. La relación correcta entre los “ DONES” y el “ FRUTO” del Espíritu Santo.


No se debe pensar que el uno es más importante que el otro, pues los dos son muy necesarios para un de­
sarrollo normal del obrero cristiano.
Cuando Pablo dijo: “Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente”
(1 Corintios 12:31), no quería enseñar que se debe seguir el amor en vez de los dones, o a costo del descui­
do de los dones, sino que el camino más excelente sería que los dones tuvieran su manifestación a través de
una vida llena del amor. Así es que el uno no debe tomar el lugar del otro. Pablo mismo llega a esta conclu­
sión clara al comenzar el capitulo 14, al decir: “Seguid el amor, y procurad los dones espirituales”. Las Escri­
turas nos enseñan un perfecto equilibrio entre los dones y el fruto del Espíritu. Los dones deben tener su
plena operación dentro de una vida de continuo desarrollo del fruto espiritual. De este modo el Espíritu de
Dios tendrá su plena libertad de acción dentro de nuestra vida, y no se “contristará” (1 Tesalonicenses 5:19)
por no poder manifestar sus operaciones de poder. ¡Oremos a Dios para tener esa vida!

50. LA UNCION DEL ESPIRITU SANTO

Al comenzar su ministerio en este mundo, el Hijo de Dios pronunció estas hermosas palabras:
“El Espíritu del Señor está sobre mí.
Por cuanto ME HA UNGIDO para dar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos;
A predicar el año agradable del Señor” (Lucas 4:18, 19)
Años más tarde, el apóstol Juan impulsó a los cristianos del primer siglo al decir: “Pero vosotros tenéis la
unción del Santo y conocéis todas las cosas... la unción que vosotros recibisteis de él permanece en voso­
tros...” (1 Juan 2:20,27).
Y Pablo, al escribir a los corintios, les recordó la manera en que se hizo el poderoso avance del evangelio en
su ministerio: “Y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con
demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres
sino en el poder de Dios' (1 Corintios 2:4, 5). Y en su segunda carta a esa iglesia Pablo declara concreta­
mente: “El que nos confirma con vosotros en Cristo y EL QUE NOS UNGIO, es Dios” (2 Corintios 1:21).
En la vida de Cristo y sus apóstoles había una manifestación especial del Espíritu Santo que ellos identifica­
ron como una “unción'. Miles de creyentes y ministros de nuestros tiempos también gozan de esa interven­
ción espiritual en sus vidas.
En los tiempos del Antiguo Testamento, los reyes, profetas y sacerdotes fueron ungidos como señal del es­
cogimiento divino y separación de sus vidas al servicio de Dios. En ceremonia especial, se derramó sobre
sus cabezas una preparación de aceite. El salmista David se gozó en pensar en esos ungimientos y cantó:

“Es como el buen óleo sobre la cabeza,


El cual desciende sobre la barba,
La barba de Aarón,
Y baja hasta el borde de sus vestiduras” (Salmo 133:2)
Todo eso era figura de la gloriosa unción del Espíritu Santo reservada para los siervos del Señor en la dis­
pensación del Nuevo Testamento y en estos tiempos. El aceite es uno de los grandes símbolos del Espíritu
Santo en las Escrituras. Como un “aceite” celestial que nos cubre todos los días, y fluye a través de nuestro
ser, es la unción del Espíritu Santo. En esta unción está demostrado todo el PODER PARA SERVIR que
hemos ido examinando a través de las páginas del presente estudio.
A continuación se comparten con el lector las palabras propias de los hombres que Dios está usando hoy en
el gran avivamiento del Espíritu santo. Cuando se les hizo la pregunta, ¿qué significa para usted la unción
del Espíritu Santo? : esos hermanos respondieron:
“Para mí, la unción tiene el sentir muy grato de que no estoy solo: El Señor está conmigo. Me siento confor­
tado y refrescado interiormente”.
“Predicar ungido me da facilidad de palabras, claridad de ideas, memoria para recordar en el momento preci­
so los textos que necesito, gracia y valor para hablar, y esa sensación de dominio, seguridad y autoridad que
nos hace efectivos en la salvación de las almas, la edificación de los creyentes y la glorificación del nombre
de Dios.”
“Cada vez que he predicado con esa unción divina, me he sentido muy feliz, porque esa unción hace que
haya contacto con los oyentes, hace que ellos sientan lo mismo que yo estoy sintiendo”.
“Para mí la unción del Espíritu Santo es la fórmula para que el predicador pueda penetrar en el corazón de
sus oyentes. El leñador es el predicador y el hacha es la unción del Espíritu Santo. Los árboles pueden ser
almas. Sin el hacha no podemos derribar árboles. A veces damos golpes con el puro cabo y no logramos
nada.”
“Ella me ha mostrado una nueva dimensión en mi vida y ministerio.”
“Las palabras que hablamos salen de nuestros labios con un poder casi sin el esfuerzo humano, y estas pa­
labras, comunicadas a los corazones, son exactamente lo que el oyente necesita. Entonces uno se da cuen­
ta de que era el Espíritu Santo el que nos estaba guiando. Tiene doble efecto; en el oyente, y en el predica­
dor.”
“Cuando viene la unción siento la presencia de Dios, gran fe y que ese es el momento para actuar respalda­
do por Dios totalmente, para cualquier cosa o milagro que El quiera hacer, también siento una gran resolu­
ción, intrepidez y paz”.
¡Son testimonios que hacen eco de las palabras de San Pablo en aquel gran avivamiento del Espíritu Santo
en el primer siglo!
¡Gracias a Dios por esa unción! ¿Qué haríamos sin ella? La necesita cada creyente, obrero local, maestro,
pastor, evangelista y dirigente de la obra del Señor.
Recordemos, hermanos, esta importante exhortación bíblica:
“No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos. ¿Quién eres tú, oh gran
monte? Delante de Zorobabel (era un siervo de Dios ungido)serás reducido a llanura.”(Zacarías 4:6, 7)
Hay montañas por delante que hay que reducir a llanuras en el glorioso avance del Evangelio. Nuestro éxito
está con el Espíritu de Dios.
Hagamos uso, pues, del PODER DIVINO PARA SERVIR que comenzó su operación en nuestra vida cuando
pasamos por los umbrales del bautismo en el Espíritu Santo, que nos fortifica todos los días en una vida “lle­
na del Espíritu Santo” y que tiene su manifestación gloriosa a través de los “dones” correspondientes dentro
de la atmósfera adecuada de los “frutos” con la gracia especial de “la unción del Espíritu Santo”.

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