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Control de Lectura 4

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE DERECHO

CONTROL DE LECTURA 4
“El Príncipe”
Profesor: OBDULIO ÁVILA MAYO
Asignatura: TEORÍA GENERAL DEL ESTADO
Alumna: RAMÍREZ NERI TANIA VANESSA
Grupo: 2127
EL PRÍNCIPE

“El Príncipe” es un tratado de doctrina política escrito por Nicolás


Maquiavelo al magnífico Lorenzo II Médicis en 1513, el cual contiene un
total de XXVI capítulos en los que se pueden apreciar la importancia de
los príncipes y los principados, sin duda este libro está lleno de grandes
conocimientos que podrás adquirir gracias a Maquiavelo.

Capítulo I: De las distintas clases de principados y de la forma en que


se adquieren. En este primer capítulo de “El Príncipe” Maquiavelo nos
dice que las repúblicas o principados son todas aquellas dominaciones que
han ejercido y siguen ejerciendo soberanía sobre los hombres. Los
principados son o hereditarios (cuando una familia reina en ellos por un
lapso muy largo) o nuevos, que lo son del todo o son como miembros
agregados al Estado hereditario del príncipe que los adquiere.

Capítulo II: De los principados hereditarios. En este segundo capítulo


se hablará sobre cómo pueden gobernarse y conservarse los principados
hereditarios. Para esto, Maquiavelo menciona que a su parecer es más
fácil conservar un Estado hereditario acostumbrado a una dinastía que uno
nuevo, ya que basta con mantener el orden establecido por los príncipes
anteriores y no alterarlo, y contemporizar después con los cambios que
puedan producirse. De tal forma que si este príncipe es de una inteligencia
mediana, se mantendrá siempre en su Estado, a no ser que llegue un
usurpador, pero para reconquistarlo solo tendría que esperar a que este
tropezase.
El príncipe natural tiene menor necesidad de ofender, por lo que es lógico
que sea más amado y que le quieran con naturalidad.

Capítulo III: De los principados mixtos. Maquiavelo en este capítulo


menciona que las dificultades existen en los principados nuevos, y si no es
nuevo del todo, sino más bien como un miembro agregado a un conjunto
anterior (principado mixto), entonces las incertidumbres nacerán de una
natural dificultad que se encontrará en todos lo principados nuevos. Tal
dificultad hace referencia a que los hombres cambian con gusto de Señor,
creyendo mejorar, y tal creencia hace que tomen armas contra el príncipe,
pero con el tiempo la experiencia hace que se den cuenta que en realidad
han empeorado. De tal forma que el príncipe se ve obligado a ofender a
sus súbditos, dando como resultado la enemistad de todos aquellos a los
que ha ofendido (al ocupar el principado), tampoco puede conservar como
amigos a los que le han ayudado a conquistarlo porque no puede
satisfacerlos como ellos esperaban, y debido a que les está obligando no
puede emplear medicinas fuertes contra ellos, ya que siempre habrá una
necesidad de colaboración de los provincianos para entrar en una
provincia. Por tales razones, Luis XII (rey de Francia) ocupó y perdió
rápidamente a Milán.

Maquiavelo en este tercer capítulo también hace mención de que los


territorios rebelados se pierden con más dificultad cuando estos son
conquistados por segunda vez, ya que el señor aprovechándose de esta
rebelión no duda en asegurar su poder castigando a los delincuentes.

Los Estados que al adquirirse se incorporan a uno más antiguo, son de la


misma provincia y lengua, o no lo son. Cuando lo son, es más fácil
conservarlos cuando estos no están acostumbrados a vivir libres, para
poder afianzarse al poder, basta con borrar la línea del príncipe que los
gobernaba, ya que estos permanecerán tranquilos siempre y cuando se
respeten sus costumbres. Quien los adquiera, si se desea conservarlos
deberá contar con dos cosas (que la decencia del príncipe anterior
desaparezca y que las leyes ni tributos sean alterados), esto hará que en
un lapso corto exista un mismo cuerpo con el principado conquistador.

Cuando se adquieren Estados con idioma, costumbres y una organización


diferente surgen muchas dificultades, y lo más eficaz para remediar esto
sería que la persona que los adquiera fuese a vivir en ellos con el fin de
reprimir con prontitud el desorden y hacer más segura y duradera la
posesión, otro remedio es mandar colonias a uno o dos lugares que sean
como llaves de aquel Estado (para mantener numerosas tropas) ya que el
gasto es menor que si se emplea la ocupación militar. El príncipe que
agregue una provincia distinta a la suya deberá cuidar a los vecinos menos
poderosos y verificar que no entre al Estado un extranjero con el mismo o
mayor poder del que él posee para evitar perder lo ya conquistado.

Se dice que los males que nacen en el Estado cuando son descubiertos a
tiempo, se les cura pronto (para evitar una guerra) pero ya no tienen
remedio cuando por no haberlos advertido, se dejan crecer a tal grado que
todo el mundo los logra observar.

Capítulo IV: Por qué el reino de Darío, ocupado por Alejandro, no se


sublevo contra los sucesos de éste después de su muerte. En este
cuarto capítulo, Maquiavelo nos dice que los sucesores de Alejandro
Magno (dueño de Asia) retuvieron los Estados que este conquistó por la
ambición. Los principados han sido gobernados de dos modos distintos, el
primero es por un príncipe que elige de entre sus siervos a alguien que lo
ayude a gobernar y el segundo modo por un príncipe asistido por los
nobles (estos nobles tienen Estados y súbditos propios, que les reconocen
por señores). En los Estados gobernaos por un príncipe asistido el príncipe
goza de mayor autoridad, debido a que en toda la provincia no se reconoce
sobreaño si no a él, y si se llegase a obedecer a otro, sólo se tratará de un
ministro y magistrado de príncipe. Los ejemplos de estas dos clases se
pueden hallar en el Gran Turco y en el rey de Francia.

Capítulo V: De qué modo hay que gobernar las ciudades o


principados que, antes de ser ocupados, se regían por sus propias
leyes. En este quinto capítulo, Maquiavelo dice que hay tres formas de
conservar un Estado (que está acostumbrado a regirse por sus propias
leyes), la primer forma es destruirlo, la segunda, radicarse en él, y la
tercera, dejarlo regir por sus leyes, pagando un tributo y establecer un
gobierno compuesto por un corto número de personas. El único medio
seguro de dominar una ciudad acostumbrada a vivir libre es destruirla, o
de lo contrario solo hay que esperar a ser aplastado por ella.

Capítulo VI: De los principados que se adquieren con las armas


propias y el talento personal. Este capítulo hace referencia a los
principados de nueva creación, donde hay un príncipe nuevo, y
Maquiavelo dice que estos son más o menos difíciles de conservar, ya que
todo dependerá de la habilidad que tenga dicho príncipe.
El innovador se transforma en enemigo de todos los que se beneficiaban
con sus leyes antiguas, y no se granjea sino la amistad de los que se
benefician con las nuevas.

Capítulo VII: De los principados que se adquieren con armas y


fortuna de otros. Los príncipes que compran un Estado o lo adquieren
como regalo, es decir, los que llegan al poder con poco esfuerzo, les es
difícil mantenerse en él, ya que una vez que están instalados se presentan
muchas dificultades. Estos príncipes no se sostienen sino por la voluntad
y la fortuna (cosas mudables e inseguras) de quienes los elevaron, y no
saben si pueden conservar su dignidad.

Los Estados que nacen de pronto, no pueden tener raíces ni sostenes que
los defiendan de las adversidades, a menos que los que se hicieron
príncipes de forma súbita sepan prepararse para conservarlo.

Maquiavelo nos dice que dos de los modos para llegar a ser príncipe es
por méritos o por suerte, y para explicar mejor esto menciona grandes
ejemplos.

Capítulo VIII: De los que llegaron al principado mediante crímenes.


Maquiavelo menciona que hay otras dos formas de llegar al principado, las
cuales no se pueden atribuir a la fortuna o a la virtud como lo veíamos en
el capítulo anterior, sino que estas formas son, primero al caso en que se
asciende al principado por medio de perversidades y delitos, y el segundo
por el favor de los ciudadanos. Para explicar mejor la primer forma de legar
al principado (por medio de perversidades y delitos), menciona el caso de
Agátocles, quien quiso obtener el principado ocupando la violencia (sus
soldados mataron a los senadores y ciudadanos más ricos de Siracusa)
quien conservó aquella ciudad sin ninguna guerra civil por su causa, otro
caso muy claro que se menciona es el de Oliverot quien de igual manera
sube al poder a causa de la violencia.

Capítulo IX: Del principado civil. En este capítulo se abordará ahora la


segunda forma de llegar al principado (por el favor de los ciudadanos),
Maquiavelo menciona que el Estado así constituido puede llamarse
“principado civil” y que el llegar a él no depende completamente de los
méritos o de la suerte, sino más bien de la habilidad propiciada por la
fortuna y que necesita del apoyo de los nobles. Del choque de las dos
corrientes surge uno de tres efectos (principado, libertad o licencia).

El principado puede ser implantado tanto por el pueblo (cuando comprueba


que no puede hacer frente a los grandes cede su autoridad a uno y lo hace
príncipe para que lo defienda) como por los nobles (cuando comprueban
que no pueden resistirse al pueblo, concentran toda su autoridad en uno
de ellos y lo convierten en príncipe para dar rienda suelta a sus apetitos).
El que llega al principado con la ayuda de los nobles se mantiene con más
dificultad que el que llegó mediante el apoyo del pueblo, debido a que los
que los rodea se consideran sus iguales. El que llega por favor popular es
única autoridad y no tienen a casi nadie que esté dispuesto a obedecer.
Un príncipe jamás podrá dominar a un pueblo cuando lo tenga por
enemigo, es por eso que debe contar con la amistad de este, pues de lo
contrario no tendrá remedio en la adversidad.

El que llega a ser príncipe por el favor de pueblo debe esforzarse por
conservar su afecto, ya que el pueblo solo pide no ser oprimido. Mientras
que el que se convierte en príncipe por los nobles y contra el pueblo
procederá si se empeña en conquistarlo, pero solo le será fácil si lo toma
bajo su protección.

Maquiavelo menciona que tales principados peligran cuando quieren pasar


de lo civil a lo absoluto, ya que los príncipes gobiernan por sí mismos o por
intermedio de magistrados.

Capítulo X: Cómo deben mediarse las fuerzas de todos los


principados. En este capítulo Maquiavelo nos dice que considera capaces
a los príncipes de poder sostenerse a sí mismos cuando estos tienen
abundancia de hombres o de dinero, y puedan levantar un ejército y
presentar batalla contra quien se atreva a atacarlos, y considera que tienen
necesidad de otros a los que no puedan presentar batalla y se ven
obligados a refugiarse dentro de sus muros. En el segundo caso, aconseja
a los príncipes que fortifiquen y abastezcan la ciudad en que residen.

Capítulo XI: De los principados eclesiásticos. Los principados


eclesiásticos se adquieren por valor o por suerte, estos principados se
apoyan en instituciones religiosas y están regidos por leyes superiores,
inasequibles a la mente humana (son los únicos principados seguros y
felices).

Capítulo XII: De las distintas clases de milicias y de los soldados


mercenarios. En este capítulo, Maquiavelo menciona que las tropas con
que un príncipe defiende sus Estados son propias, mercenarias, auxiliares
o mixtas. Las mercenarias y auxiliares son inútiles y peligrosas, y el
príncipe cuyo gobierno descanse en soldados mercenarios no estará
nunca seguro ni tranquilo, debido a que estos son ambiciosos y en cuanto
la guerra sobreviene, o huyen o piden la baja. Los capitanes mercenarios
o son hombres de mérito o no lo son, si lo son, aspirarían siempre a forjar
su propia grandeza, y si no lo son, llevarán al príncipe a la ruina.

Capítulo XIII: De los soldados auxiliares, mixtos y propios. Las tropas


auxiliares son aquellas que se piden a un príncipe poderoso para que nos
socorra y defienda y pueden ser buenas y útiles para sus amos, pero se
dice que en estas tropas hay que temer los triunfos. Por ello todo príncipe
prudente ha desechado estas tropas y se ha refugiado en las propias.

Maquiavelo concluye este capítulo diciendo que sin milicias propias (las
compuestas por súbditos, ciudadanos o por servidores del príncipe) no
hay principado seguro.

Capítulo XIV: De los deberes de un príncipe para con la milicia. Un


príncipe no debe tener objeto, ni preocuparse de cosa alguna fuera del arte
de la guerra y lo que a su orden y disciplina corresponde, pues es lo único
que compete a quien manda. Su virtud es tanta que no sólo conserva en
su puesto a los que han nacido príncipes, sino que eleva a esta condición
a hombres modestos (la pérdida de un Estado se halla siempre en el olvido
de este arte).

Un príncipe jamás debe dejar de ocuparse del arte militar, y durante los
tiempos de paz debe ejercitarse más que en los de guerra; esto se puede
hacer de dos modos: con la acción (debe tener bien organizadas sus
tropas y dedicarse constantemente a la caza) y con el estudio (presta dos
utilidades: la primera es que se aprende a conocer la religión donde se
vive y a defenderla mejor, y después en virtud del conocimiento práctico
de un monarca, se hace más fácil el conocimiento de otra donde sea
necesario actuar).

Para el ejercicio de la mente, el príncipe debe examinar la Historia, las


acciones de los hombres ilustres, el cómo se han conducido en la guerra
y analizar el porqué de sus victorias y derrotas.

Capítulo XV: De aquellas cosas por las cuales los hombres y


especialmente los príncipes, son alabados o censurados. En este
capítulo, Maquiavelo menciona que los hombres (príncipes) son juzgados
por cualidades que les valen censura o elogio. Uno es llamado prodigio,
otro tacaño; uno es considerado dadivoso, otro rapaz; uno cruel, otro
clemente; uno traidor, otro leal; uno afeminado y pusilánime, otro decidido
y animoso; uno humano otro soberbio… y así sucesivamente, de tal forma
que lo que parece virtud es causa de ruina, y lo que parece vicio solo acaba
por traer el bienestar.

Capítulo XVI: De la prodigalidad y la avaricia. La prodigalidad,


practicada de manera que se sepa que uno es prodigio, perjudica; pero
por otro lado si se practica tal como se debe practicar, esta no será
conocida y se creerá que existe el vicio contrario. El que quiere conseguir
fama de prodigio entre los hombres no puede pasar por alto ninguna clase
de lujos y deberá consumir en tales obras toda su riquezas, lo cual
empezará a tornarle odioso a los ojos de los súbditos, y nadie lo estimará;
y si el príncipe advierte su falla y quiere cambiar de conducta entonces
será tachado de tacaño.

Un príncipe debe reparar poco con tal de que ello le permita defenderse,
no robar a los súbditos, no volverse pobre y despreciable, no mostrarse
expoliador en incurrir en el vicio de tacaño; porque este es uno de los vicios
que hace posible reinar.

Capítulo XVII: De la crueldad y la clemencia; y si es mejor ser amado


que temido, o ser temido que amado. Todos los príncipes deben desear
ser tenidos por clementes y no por crueles, y para esto deben cuidarse de
emplear mal esta clemencia. Un príncipe no debe preocuparse porque lo
acusen de cruel, siempre y cuando esta crueldad tenga por objetivo
mantener unidos a los súbditos.

Maquiavelo menciona que es más seguro ser más temido que amado,
debido a que de la generalidad de los hombres se puede decir que son
ingratos, volubles y cobardes; y mientras les haces bien son
completamente tuyos (te ofrecen su sangre, su vida y sus hijos), esto
debido a se suelen rebelar cuando la necesidad se presenta. Cuando el
príncipe está al frente de sus ejércitos, es completamente necesario
despreocuparse la fama de “cruel”, debido a que sin esta no tendrá ejército
dispuesto a luchar.

Capítulo XVIII: De qué modo los príncipes deben cumplir sus


promesas. En este capítulo Maquiavelo dice que hay dos maneras de
combatir (una con las leyes y otra con la fuerza), la primera es distintiva
del hombre, y la segunda de la bestia; es por eso que un príncipe debe
saber comportarse como bestia y como hombre.

Es imposible que un príncipe posea las cualidades citadas en este


capítulo, pero es necesario que aparente poseerlas, y que al verlo y oírlo,
parezca la clemencia, la fe, la rectitud y la religión mismas. Pues los
hombres juzgan más con los ojos que con las manos.

Capítulo XIX: De qué modo debe evitarse ser despreciado y odiado.


La mayoría de los hombres, mientras no se ven privados de sus bienes y
de su honor viven contentos, pero el príncipe cae despreciable al ser
considerado voluble, frívolo, afeminado, pusilánime e irresoluto, el príncipe
debe buscar alejarse de dichos defectos para que en sus actos se
reconozca grandeza, valentía, seriedad y fuerza.

Maquiavelo nos dice que un príncipe debe temer dos cosas: en el interior,
que se le subleven los súbditos; y en el exterior, que le ataquen las
potencias extranjeras. Al hablar de los súbditos, ha de cuidar que no
conspiren secretamente y al hablar de los ataques extranjeros hace
referencia a que se defenderá con buenas armas y lianzas. Para explicar
mejor esto pone de ejemplo a varios emperadores, de los cuales su
principal causa de ruina ha sido el odio y el desprecio. Por eso menciona
que un príncipe, cuando es preciado por el pueblo, debe cuidarse muy
poco de las conspiraciones, pero este debe temer cuando lo tienen por
enemigo y es aborrecido.

Capítulo XX: Si las fortalezas, y muchas otras cosas que los príncipes
hacen con frecuencia son útiles o no. Nunca sucedió que un príncipe
nuevo desarmase a sus súbditos, sino todo lo contrario. De este modo las
armas del pueblo se convirtieron en las del príncipe. Resultan favorecidos
aquellos a quien el príncipe arma (se puede vivir más tranquilo con
respecto a los demás), pero cuando se les desarma, comienza
ofendiéndolos, ya que con eso se demuestra que se tiene poca fe en su
lealtad. Como el príncipe no puede quedar desarmado, recurre a las
milicias mercenarias de las cuales hablábamos unos capítulos atrás.
Maquiavelo menciona que cuando un príncipe adquiere un Estado nuevo
que añade al que ya poseía, entonces sí conviene que este desarme a sus
súbditos (a excepción de los que se declararon partidarios). Para explicar
mejor esto, se presentan historias sobre ello.

Los príncipes, para conservarse más seguramente en el poder,


acostumbraron construir fortalezas que fuesen rienda y freno para quienes
se atraviesen a obrar en su contra, y refugio seguro para ellos en caso de
un ataque imprevisto.

Capítulo XXI: Cómo debe comportarse un príncipe, para ser estimado.


En este capítulo, Maquiavelo menciona que nada hace tan estimable a un
príncipe como las grandes empresas y el ejemplo de grandes virtudes. Y
para demostrarlo nos pone ejemplo de Fernando Argón, quien se ha
convertido en el primer monarca de la cristiandad, este hizo la guerra
cuando estaba en paz con los vecinos, y sabiendo que nadie se opondría,
distrajo con ella la atención de los nobles de Castilla, que pensando en esa
guerra, no pensaban en cambios políticos, y por este medio adquirió
autoridad y reputación sobre ellos (sin que se dieran cuanta). Lo mismo
ocurre con África.
También ocurre en beneficio del príncipe el hallar medidas sorprendentes
en lo que se refiere a la administración, y cuando cualquier súbdito hace
algo notable, bueno o malo, hay que recompensarlo para darle algo de qué
hablar a la gente. Asimismo se estima al príncipe capaz de ser amigo o
enemigo franco (al que sin temores de ninguna índole, sabe declararse
abiertamente en favor de uno y en contra de otro). El príncipe también se
mostrará amante de la virtud y honrará a los que se distingan en las artes.

Capítulo XXII: De los secretarios del príncipe. La primera opinión que


se tiene sobre el juicio de un príncipe está dada en los hombres que lo
rodean, si son capaces y fieles, podrá reputárselo por sabio, ya que pudo
hallar a alguien capaz y manteneros fieles, pero cuando no lo son, no se
podrá considerar al príncipe como alguien prudente. Maquiavelo menciona
que hay tres clases de cerebros (el primero discierne por sí, el segundo
bueno y el tercero inútil).

Para conocer a un ministro se die que hay un modo que nunca falla,
cuando se ve que un ministro piensa más en él que en uno y que solo
busca su provecho, entonces es un ministro que nunca será bueno, y
sobre todo alguien en quien el príncipe no podrá confiar. El príncipe debe
pensar en el ministro para tener constante su fidelidad, deberá honrarlo,
enriquecerlo y colmarlo de cargos, de manera que comprenda que no
puede estar sin él.

Capítulo XXIII: Cómo huir de los aduladores. Maquiavelo, no quiere


pasar por desapercibidos a los aduladores que abundan en todas las
cortes, es por eso que en este capítulo menciona que los hombres se
complacen tanto en sus propias obras, de tal modo que estos se engañan
y no se logran defender de aquella calamidad, y cuando quieren
defenderse se exponen al peligro de hacerse despreciables. No hay otra
manera de evitar la adulación que hacer entender a los hombres que no
ofenden al decir la verdad; y resulta que, cuando todos quieren decir la
verdad, faltan al respeto. Un príncipe prudente debe preferir un tercer
modo (rodearse de hombres de buen juicio de su Estado) a los cuales les
dará liberta para decirles la verdad y deberá escuchar con paciencia.
Quien no procede de esta forma suele perderse por culpa de los
aduladores.

Capítulo XXIV: Por qué los príncipes de Italia perdieron sus estados.
En este capítulo Maquiavelo menciona que lo visto en el capítulo anterior,
cuando se hace con prudencia hace parecer antiguo a un príncipe nuevo
y lo consolida y afianza como si este fuese un príncipe hereditario. Los
hombres se ganan mucho mejor con las cosas con las presentes que con
las pasadas, y cuando en las presentes hallan provecho las gozan sin
inquirir nada.

Los príncipes de Italia que en nuestros tiempos perdieron sus Estados (rey
Nápoles, duque de Milán y algunos otros) se advertirá, en primer lugar lo
que se refiere a las armas, una falta común a todos, ya que se apartaron
de las reglas antes expuestas. Posteriormente tuvieron al pueblo por
enemigo, y el que lo tuvo por amigo no supo asegurarse de los nobles.
Estos príncipes, como en épocas de paz nunca pensaron en que podrían
cambiar las cosas, cuando se presentaron tiempos adversos, atinaron a
huir y no defenderse (ineptitud).
Capítulo XXV: Del poder la de fortuna de las cosas humanas y de los
medios para oponérsele. Muchos han creído que las cosas del mundo
están regidas por la fortuna y por Dios, de tal forma que los hombres no
pueden modificarlas. Maquiavelo dice que acepta que le fortuna se a juez
de la mitad de nuestras acciones, pero que nos deja gobernar la otra mitad,
o poco menos. La fortuna se manifiesta con todo su poder donde no hay
virtud preparada para resistirle y dirige sus ímpetus donde sabe que no se
han hecho diques ni reparos para contenerla.

Los hombres para llegar al fin que se proponen (a la gloria y las riquezas)
proceden en forma distinta: uno con cautela y el otro con ímpetu, uno por
la violencia y el otro por la astucia, uno con paciencia y el otro con su
contrario, y todos pueden triunfar por medios dispares. Se observa también
que de dos hombres cautos, el uno consigue su propósito y el otro no.

Capítulo XXVI: Exhortación a liberar Italia de los bárbaros. En este


último capítulo de “El Príncipe”, Maquiavelo menciona que para conocer la
virtud de un espíritu italiano, era necesario que Italia se viese llevada al
extremo en que yace hoy, y que estuviese más esclavizada que los
hebreos, más oprimida que los persas y más desorganizada que los
atenienses, que careciera de leyes y de jefes, que se viera castigada,
despojada, escarnecida e invadida. Y aunque hasta ahora se haya notado
en este hombre algún destello para creer que había sido enviado por Dios
para redimir estas tierras, no tardó en advertirse que la fortuna lo
abandonaba en lo más alto de su carrera.

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