Los Desafios Adolescentes
Los Desafios Adolescentes
Los Desafios Adolescentes
Resumen Distintos autores piensan a la adolescencia como ese período en el cual, culminadas ya las tareas de la
infancia, se abre un intervalo hacia la adultez. Proceso que implica el abandono progresivo de la familia
protectora y nutricia a través de un trabajo de desasimiento - efecto de la caída de los padres como ideales - que
permita la inclusión en la cadena generacional y la construcción de la singularidad. Se produce así una
importante reorganización psíquica a partir de la cual el joven, con una conducta más independiente, pasará
gradualmente a integrar la sociedad de los adultos e, idealmente, logrará la individuación e identidad social a
través de la elección de un estudio, un trabajo o ambos; ya que los modos de resolución del proceso adolescente
que lleva a la adultez serán vía el encuentro de un amor fuera de la familia y de la posibilidad de armar y
desarrollar proyectos que impliquen una inserción social, se tratará entonces de la difícil tarea de poder amar y
trabajar.
El trabajo presentado se propone analizar la influencia de algunos de los factores del contexto actual en la
posibilidad de inserción social de quienes atraviesan ese tránsito hacia la vida adulta.
“El individuo no se mantiene de pie por sí solo. Solo podemos existir positivamente como un individuo si
podemos movilizar recursos, soportes, apoyarnos sobre una base de reservas”
Robert Castel
La mayoría de los jóvenes entre 15 y 20 años del Conurbano bonaerense piensan que las perspectivas para sus
próximos cinco años son pésimas. Esto surge de una encuesta realizada este año por el Ministerio de Desarrollo
Social de la provincia de Buenos Aires en la cual el 35 por ciento de los encuestados considera que en cinco
años estará muerto o excluido, otro 30 por ciento piensa que ingresará al mercado laboral pero con un trabajo
precario y solo el 35 por ciento restante cree que se encontrará realizando su vocación.
Los diferentes encuestados coincidieron en manifestar su repudio a la política y a las instituciones en general y
en su sensación de “estar fuera de todo”. Perciben la realidad como imposible de modificar y aparece como
valor jerarquizado la seguridad familiar y la demanda de protección y afecto[1].
Este trabajo es un intento de reflexión sobre la gravedad de la situación que revelan estos datos; también como
un modo de cuestionar la idea de que estos jóvenes y adolescentes no tienen nada que ver con nosotros o que es
una situación que no se puede modificar, porque adhiero a la idea de que así como la infancia muestra como es
la familia, la adolescencia muestra como es la sociedad.
El proceso adolescente en el contexto social actual
Distintos autores coinciden en definir a la adolescencia como ese período en el cual, culminado ya las tareas de
la infancia, se abre un intervalo hacia la adultez, caracterizado por una estructura abierta en proceso de
resignificación; por un cuerpo con metamorfosis; por una reformulación de su constitución psíquica; y una
reorganización de sus referentes identificatorios, que supone tristezas por lo perdido y angustia frente a la
incertidumbre de lo nuevo.
Al decir de Doltó “Lo que caracteriza al adolescente es que dirige su mirada a un proyecto lejano, que el
imaginariza en un tiempo y en un espacio diferente de aquellos en los que ha vivido hasta entonces”[2].
El proceso adolescente implica el abandono progresivo de la familia protectora y nutricia a través de un trabajo
de despegue, de desasimiento, efecto de la caída de los padres como ideales; esto permitirá su inclusión en la
cadena generacional y la construcción de su singularidad. Se produce así una importante reorganización
psíquica, que Peter Bloss denominó “Segundo proceso de Individuación”, a partir del cual el joven, con una
conducta más independiente, pasará gradualmente a integrar la sociedad de los adultos e, idealmente, logrará la
individuación e identidad social a través del encuentro de un amor fuera de la familia y de la posibilidad de
armar y desarrollar proyectos que impliquen una inserción social.
Los cambios biológicos y psíquicos empujan al cambio, al mismo tiempo que la cultura le exige al joven el
pasaje al mundo adulto y su adaptación al contexto social imperante.
El adolescente tendrá que hacer el pasaje mencionado a partir de las herramientas adquiridas durante la infancia,
enfrentando un mundo complejo, rechazante, competitivo, con precarias mallas de protección social y una
inestabilidad que no garantiza un lugar previsible donde poder insertarse.
Una sociedad que sostiene ciertos rasgos perversos donde una parte acceda a ciertos “privilegios”, al tiempo que
tolera que otra parte quede marginada en la pobreza – pobreza por estar por fuera de los beneficios de la cultura,
de las riquezas naturales y de libertades de acción o de decisión - perverso aun más cuando pretende que el
sector excluido acepte pasivamente su situación.
En 1929 Freud sostenía que el ser humano busca la felicidad en el amor, en el trabajo, en la creación y en la
invención. Y consideraba que el trabajo cotidiano, por estar potencialmente al alcance de todos, es el recurso
más eficaz para enfrentar el malestar en la cultura. Sabemos que esto será posible solo para quienes logren la
inserción laboral que les permita su realización en el medio.
Pero desde hace años se viene produciendo por una lado una precarización y disminución de la oferta laboral, y
una valoración a ultranza del consumo en desmedro del valor mismo del trabajo; además el Estado se ha
retirado como garante dejando a sus integrantes como gestores de su propio destino[3], por lo tanto quien no
cuente con las herramientas que les permitan una inserción social plena quedará expuesto a un desaliento
paralizante, a un sentimiento de exclusión, empobrecimiento y desencanto.
¿Qué efectos produce en el adolescente en ese tiempo del rearmado de su subjetividad, de proyección hacia un
futuro siempre incierto, el peligro real de quedar por fuera de toda posibilidad de “éxito” en tanto logros que le
permitan ser parte de… y no marginado?
Los sentimientos de impotencia y zozobra frente a la representación del tiempo futuro producen el
descreimiento y escepticismo en la posibilidad de la necesaria conquista del espacio social.
Es de esperar las dificultades en los proyectos identificatorios cuando los modelos familiares comparten la
exclusión y la falta de herramientas que permitan propiciar modelos que les den garantías futuras.
El sentimiento de debilidad como sujeto activo, para enfrentar un sistema social injusto mas la amenaza de no
encontrar reconocimiento del otro social, propenso a no dar lugar a las generaciones que viene, puede retornar
generando modos de respuestas fallidas como la acción agresiva, contra otros (conductas violentas y/o
delictivas) o contra sí mismo (conductas adictivas, fugas, trastornos de la alimentación, suicidios,
manifestaciones depresivas); o la inhibición (pobreza de intereses, desgano, conductas evitativas, rechazo) de
quienes frente a la incertidumbre sobre el futuro y el dolor de la frustración prefieren renunciar a la pelea y se
ven muertos o excluidos. Donde debería aparecer la lucha, la rebeldía, el fragor de eros, hay abatimiento y
apatía[4]. Renuncia pulsional ante una realidad social impotentizante que favorece la tendencia a la satisfacción
pulsional directa en el consumo o la descarga por la acción.
¿Cómo reconstruir una identidad, un armado narcisista si los logros no son acordes a las nuevas exigencias del
contexto?
Si tenemos en cuenta que en el pasaje de lo endogamia a lo exogamia, es decir a la inserción en el mundo adulto
extra familiar, tienen fundamental importancia los apoyos o referentes que la sociedad aporte, como indicadores
y soportes de dicho pasaje; la falta de perspectivas futuras son las consecuencias del sentimiento de quedar
librados a realizar dicha tarea solo con las propias potencialidades, poniendo así de manifiesto la incapacidad de
los sectores más vulnerables para emprender el camino y para adaptarse a los nuevos escenarios.
Será necesario crear espacios propicios para facilitar las herramientas que permitan la inclusión, a partir de
sistemas de protección que aseguren el desarrollo de estrategias personales y colectivas donde apuntalarse.
Poder confiar en la generación de sus propias ideas, de apropiarse de su capacidad creadora que permita
reconocerse como diferente, autónomo y valorado; y será necesario sostener ciertos ideales sociales de inclusión
que den mínimas garantías que disminuyan la incertidumbre.
Todos estamos estructurados de tal manera que necesitamos encontrar sentidos para poder vivir. La vida sin
esperanza se hace absurda y termina en la parálisis de la voluntad. Toda sociedad debe ofrecer modos de
inclusión y pertenencia, posibilitando algún tipo de respuestas que permita el trabajo psíquico de dar sentido a la
propia existencia.
Bibliografía
1. Bleichmar Silvia. La subjetividad en riesgo. Topia Editorial. 2005
2. Blos Peter. Los comienzos de la adolescencia. Amorrortu editores. 2da ed. 2003
3. Castel Robert. Las trampas de la exclusión. Trabajo y utilidad social. Topia Editorial. 2004
4. Fernandez Moujan Octavio. Violencia temprana y cultura. Actualidad Psicológica N° 323. Septiembre
2004.
5. Freud Sigmund. El malestar en la cultura (1929). Tomo XXI. Amorrortu Editores.
6. Janin Beatriz. Actualidad Psicológica N° 241. 1997
7. Moise Cecilia. (comp). Psicoanálisis y sociedad. Teorías y prácticas. Ediciones continente. 2007.
8. Sahovaler José R. Artículo Clínica de la adolescencia masculina. La fantasía de prostitución. En
Contribuciones al trabajo psicoanalítico con niños y adolescentes. Asappia. Eduardo Vergara Ediciones. 1999.